una definiciÓn breve del reino

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I. UNA DEFINICIÓN BREVE DEL REINO 1. EL TEMA DEL REINO EN LA BIBLIA El primer capítulo del libro de Génesis relata que Dios creó al hombre a Su imagen y le dio autoridad para que señorease sobre todo lo creado (v. 26). La imagen y la autoridad divinas son los dos elementos vitales relacionados con la creación del hombre. Si hemos de poseer la imagen de Dios para expresarlo y ejercer Su autoridad para representarlo, someter a Su enemigo y sojuzgar la creación, Dios mismo tiene que ser nuestra vida. En los dos primeros capítulos del libro de Génesis vemos la imagen y la autoridad de Dios, así como también Su vida, la cual es simbolizada por el árbol de vida (Gn. 2:9). Para expresar a Dios y representarlo de manera plena, es necesario recibir a Dios como nuestra propia vida. Es menester que Dios viva en nosotros y por medio de nosotros, pues sólo así poseeremos plenamente la imagen de Dios para expresarlo y tendremos Su autoridad para representarlo en la tierra a fin de subyugar a Su enemigo. La vida divina se imparte en el hombre con dos propósitos: por el lado positivo, para expresar a Dios; y por el lado negativo, para sojuzgar al enemigo de Dios. Para expresar a Dios, el hombre requiere de la imagen de Dios, y para subyugar a Su enemigo, necesita la autoridad de Dios. La autoridad divina, la cual se relaciona con el reino, es revelada a lo largo de todas las Escrituras. 2. EL REINO Y EL LINAJE ELEGIDO Después de que el hombre cayó, Dios escogió al linaje de Abraham. El primer linaje, el de Adán, le falló a Dios; sin embargo, después del gran diluvio Dios tuvo un nuevo comienzo al relacionarse con un segundo linaje, el de Noé. Pero esta

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Page 1: UNA DEFINICIÓN BREVE DEL REINO

I. UNA DEFINICIÓN BREVE DEL REINO

1. EL TEMA DEL REINO EN LA BIBLIA

El primer capítulo del libro de Génesis relata que Dios creó al hombre a Su imagen y le dio autoridad para que señorease sobre todo lo creado (v. 26). La imagen y la autoridad divinas son los dos elementos vitales relacionados con la creación del hombre. Si hemos de poseer la imagen de Dios para expresarlo y ejercer Su autoridad para representarlo, someter a Su enemigo y sojuzgar la creación, Dios mismo tiene que ser nuestra vida. En los dos primeros capítulos del libro de Génesis vemos la imagen y la autoridad de Dios, así como también Su vida, la cual es simbolizada por el árbol de vida (Gn. 2:9). Para expresar a Dios y representarlo de manera plena, es necesario recibir a Dios como nuestra propia vida. Es menester que Dios viva en nosotros y por medio de nosotros, pues sólo así poseeremos plenamente la imagen de Dios para expresarlo y tendremos Su autoridad para representarlo en la tierra a fin de subyugar a Su enemigo. La vida divina se imparte en el hombre con dos propósitos: por el lado positivo, para expresar a Dios; y por el lado negativo, para sojuzgar al enemigo de Dios. Para expresar a Dios, el hombre requiere de la imagen de Dios, y para subyugar a Su enemigo, necesita la autoridad de Dios. La autoridad divina, la cual se relaciona con el reino, es revelada a lo largo de todas las Escrituras.

2. EL REINO Y EL LINAJE ELEGIDO

Después de que el hombre cayó, Dios escogió al linaje de Abraham. El primer linaje, el de Adán, le falló a Dios; sin embargo, después del gran diluvio Dios tuvo un nuevo comienzo al relacionarse con un segundo linaje, el de Noé. Pero esta segunda estirpe también le falló; por eso, después del tiempo de Babel Dios eligió al tercer linaje, el de Abraham. El propósito que Dios tenía al elegir a Abraham se revela en Génesis 12:1-2. Estos dos versículos afirman que Dios escogió a Abraham porque deseaba obtener un reino. El Señor le dijo a Abraham que haría de él “una nación grande” (v. 2); esta nación grande se refiere a un reino. Un reino es una esfera o ámbito donde se ejerce autoridad. Sin este reino, Dios no podría ejercer Su autoridad. A fin de llevar a cabo Su propósito, Dios debe obtener una esfera, un reino, donde pueda ejercer Su autoridad. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús mencionó el reino cuando enseñaba a sus discípulos a orar en el capítulo seis de Mateo. Tanto al inicio de la oración del Señor como al final de ella, el reino es mencionado. Al inicio, el Señor ora en el versículo diez: “Venga Tu reino”, y concluye la oración declarando en el versículo trece: “...porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”.

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El cumplimiento del propósito eterno de Dios depende de que se establezca el reino. Si Dios no obtiene un reino donde ejerza Su autoridad, El no podrá realizar nada. Por tanto, en el Antiguo Testamento Dios eligió a Abraham para que sus descendientes formaran una gran nación, un reino. Conforme a ello, los hijos de Israel se multiplicaron y Dios hizo de ellos una nación. Después de haber sacado de Egipto a los hijos de Israel, Dios les dijo que ellos le serían un reino (Ex. 19:4-6). Dios, pues, hizo del pueblo de Israel una nación, un reino en el cual ejerció Su autoridad; con ello, Dios logró ciertos objetivos.

3. EL REINO EN EL NUEVO TESTAMENTO

El primer predicador del Nuevo Testamento fue Juan el Bautista. En su primer mensaje, Juan proclamó: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Luego, cuando el Señor Jesús comenzó a predicar el evangelio, proclamó lo mismo que Juan el Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Y cuando el Señor envió a los discípulos a predicar el evangelio, les encargó que anunciaran: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 10:7). Además, el libro de Apocalipsis afirma que el reino del mundo llegará a ser el reino de Cristo a Su regreso, después de que El ejecute Su juicio sobre las naciones (Ap. 11:15). Finalmente, durante el milenio, el Señor regirá como rey juntamente con todos Sus santos que venzan (20:4, 6). Apocalipsis revela que Dios, en el cumplimiento de Su propósito eterno, finalmente obtendrá un reino en el cual ejercerá plenamente Su autoridad. Las Escrituras revelan claramente esta línea del reino de Dios. Por medio del reino, Dios podrá ejercer Su autoridad para cumplir Su propósito eterno.

4. DIFERENCIA ENTRE EL REINO DE DIOS Y EL REINO DE LOS CIELOS

Además debemos entender, según las Escrituras, que el reino de los cielos es diferente al reino de Dios. Lamentablemente, la mayoría de los cristianos suponen que estas dos expresiones son sinónimas. Cuando Juan el Bautista empezó a predicar, él instó al pueblo a que se arrepintiera porque el reino de los cielos se había acercado (Mt. 3:2); por consiguiente, deducimos que anteriormente a la época de Juan el Bautista, el reino de los cielos aún no había venido, sino que apenas estaba cerca. Luego, cuando el Señor Jesús salió a predicar el evangelio al comienzo de Su ministerio, El afirmó lo mismo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Posteriormente, en Mateo 10:7, el Señor envió al primer grupo de discípulos y les instruyó que proclamaran lo mismo, es decir, que el reino de los cielos se había acercado. Podemos afirmar, pues, que cuando el Señor salió a predicar el evangelio, el reino de los cielos aún no había venido.

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Por una parte, el reino de Dios ya estaba entre los hijos de Israel; por otra, el reino de los cielos se aproximaba.

4.1 EL REINO DE DIOS

Tiene que ver con una relación directa con Dios y su Gobierno en el tiempo pasado, presente y por la eternidad. Un reino no es algo sencillo, es más bien una estructura compleja que un asunto simple. El reino de Dios incluye muchos aspectos que debemos entender. En el Antiguo Testamento se estableció el reino de Israel, y en el Nuevo Testamento vemos el reino de los cielos. Luego, una vez concluida la era de la iglesia, habrá un período de mil años conocido como el milenio (Ap. 20:4, 6). Si leemos las Escrituras detenidamente, descubriremos que aun durante el milenio se dan más aspectos del reino. El reino de Israel en el Antiguo Testamento, el reino de los cielos en el Nuevo Testamento, así como el reino milenario posterior a la era de la iglesia, son partes del reino de Dios. El reino de Dios abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura; es una esfera, un ámbito, donde Dios gobierna. En este reino, Dios ejerce Su autoridad sobre todas las cosas.

El reino de Israel

Con respecto al hecho de que el reino de Israel fue una parte del reino de Dios durante los tiempos del Antiguo Testamento, Mateo 21:43 afirma: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él”. El reino de Dios ya estaba allí, entre los israelitas, pero como ellos no produjeron fruto, el Señor dijo que el reino de Dios sería quitado de ellos. Puesto que podía ser quitado, esto implica que el reino de Dios ya estaba allí entre ellos. De hecho, el Señor les quitó el reino y lo dio a otro pueblo, a la iglesia.

El reino no fue suspendido

Algunos maestros de la Biblia afirman que cuando el Señor Jesús vino, El trajo consigo el reino y lo presentó a los judíos. Así pues, cuando los judíos rechazaron al Señor, El retomó el reino y éste quedó suspendido. Según estos maestros, la era de la iglesia no es la era del reino, porque el reino fue suspendido; por consiguiente, ellos deducen que cuando el Señor regrese, nuevamente traerá consigo el reino. Incluso el Dr. C. I. Scofield enseñó de esta manera, pero la Biblia revela que el reino de Dios jamás ha sido suspendido. En Mateo 21:43 el Señor afirmó claramente que el reino de Dios sería quitado de los judíos y dado a otra nación, o sea, a la iglesia; esto indica que el reino de Dios jamás fue suspendido. Después de la resurrección del Señor y antes de Su ascensión a los cielos, El

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permaneció con los discípulos por cuarenta días. Durante ese lapso, el Señor habló con respecto al reino de Dios: “A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo tocante al reino de Dios” (Hch. 1:3). Esto indica otra vez que el Señor nunca suspendió el reino de Dios. Hechos 8:12 dice: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios...” Cuando los apóstoles predicaban el evangelio, anunciaban el reino de Dios. El reino de Dios nunca fue suspendido; antes bien, fue predicado incluso posteriormente a la ascensión del Señor y después del día de Pentecostés. Hechos 14:22 dice: “Confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Algunos maestros de la Biblia dicen que el reino de Dios atañe exclusivamente a los judíos, pero en el pasaje mencionado los apóstoles exhortaban a las iglesias gentiles a que permaneciesen en la fe y entraran en el reino de Dios. Otro versículo que muestra que el reino de Dios no fue suspendido es Romanos 14:17: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. El reino de Dios sigue vigente en la esfera del Espíritu Santo. Además, el contexto de este versículo es la vida de iglesia en la era presente. Los siguientes versículos también muestran que el reino de Dios no fue suspendido: 1 Corintios 6:9-10; 15:50; Gálatas 5:21; Efesios 5:5; 2 Tesalonicenses 1:5; Apocalipsis 11:15; 12:10; y 2 Timoteo 4:18. Este último versículo afirma: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial. A El sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”. El apóstol Pablo, al final de su jornada como cristiano, como uno que sirvió al Señor, afirmó que el Señor lo salvaría para Su reino celestial.

El reino de Dios también tiene que ver con la justicia, paz y gozo. Romanos 14:17, el apóstol Pablo dice que el reino de Dios es “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. La justicia se aplica a las relaciones humanas que tenemos con otros. Debemos ser justos con nosotros mismos, tener paz para con los demás y estar llenos de gozo ante Dios. Si usted no está gozoso delante de Dios y con Dios, eso significa que está mal con Dios. Nuestra vida diaria debe corresponder a Romanos 14:17.

4.2. EL REINO DE LOS CIELOS

En Mateo 16:19 el Señor dijo a Pedro que le daría “las llaves del reino de los cielos”. Esto implica que, durante el tiempo de lo relatado en el capítulo dieciséis de Mateo, aún no había comenzado el reino de los cielos pues las llaves no habían sido entregadas todavía. El Señor le dio a Pedro la primera llave del reino de los cielos en el día de Pentecostés. El reino de los cielos comenzó en el día de Pentecostés cuando se inició la edificación de la iglesia. En ese día, Pedro usó una de las llaves para abrir la puerta del reino de los cielos a

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los creyentes judíos (Hch. 2:38-42), y usó la otra llave en la casa de Cornelio para abrir la puerta del reino de los cielos a los creyentes gentiles (10:34-48). Podemos decir entonces, que el Reino de los cielos tiene que ver con el Gobierno, dominio, poder sobrenatural y autoridad dada por Dios a la iglesia para que esta ejerza dominio y señorío en todas las esferas de la tierra y extienda el Reino de Dios en la misma.

El reino de los cielos presentado en Mateo 13

El capítulo trece de Mateo contiene otra prueba de que el reino de los cielos comenzó con la edificación de la iglesia. En la primer parábola de Mateo 13, el Señor dijo: “He aquí, el sembrador salió a sembrar” (v. 3). Sin embargo, en la segunda parábola El dijo: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (vs. 24-25). En la tercera parábola, el Señor dijo que el reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza (v. 31). Y la cuarta parábola dice que “el reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (v. 33). De estas cuatro parábolas mencionadas en Mateo 13, las últimas tres comienzan con la cláusula: “el reino de los cielos es semejante a...”, pero la primer parábola no contiene tal expresión. La primera parábola describe que el Señor salió a sembrarse a Sí mismo en las personas como semilla de vida; en el tiempo en que la primer parábola transcurre, el reino de los cielos sólo se había acercado y aún no había venido. Sólo en la segunda parábola el Señor comenzó a usar la expresión: “el reino de los cielos es semejante a...”, porque el reino de los cielos comenzó a ser establecido cuando la iglesia fue producida (16:18-19) en el día de Pentecostés. La segunda parábola empezó a cumplirse después que la iglesia fue formada, pues en esa época se comenzó a sembrar la cizaña (los creyentes falsos) en medio del trigo (los creyentes genuinos). Por lo tanto, el reino de los cielos es una parte del reino de Dios.

Hasta ahora hemos visto que el reino de Dios abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, e incluye el reino de Israel en el Antiguo Testamento, el reino de los cielos en el Nuevo Testamento (incluyendo nuestra época actual) y el reino milenario posterior a la era de la iglesia.

El reino de los cielos es el reino de Dios

El reino de los cielos es el reino de Dios, de la misma forma que el Caquetá, una parte de Colombia, es Colombia. En Mateo 19:23-24 dice: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: de cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino

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de Dios”. El versículo veintitrés menciona el reino de los cielos, mientras que el veinticuatro habla del reino de Dios; esto demuestra que el reino de los cielos forma parte del reino de Dios. Habíamos visto anteriormente en otros pasajes que el reino de los cielos difiere del reino de Dios, puesto que el reino de Dios ya existía antes de que viniera el reino de los cielos. Este pasaje, sin embargo, demuestra que el reino de los cielos es el reino de Dios. El ejemplo mencionado, el de el Caquetá y Colombia, puede ayudarnos a entender esto. Por una parte, el Departamento de Caquetá es distinto de Toda Colombia, porque Colombia es un país, una nación. El Departamento de Caquetá sólo forma parte de esta nación, así que difiere de ella. Por otra parte, Caquetá es Colombia, propiamente dicho, porque si usted visita al Caquetá, llega a Colombia. Del mismo modo, si usted entra en el reino de los cielos, ingresa al reino de Dios, pues el reino de los cielos forma parte del reino de Dios. Si usted está en el Caquetá, está en Colombia; pero si está en Colombia, no necesariamente estará en el Caquetá. Si va a Colombia, puede ir a Neiva, Bogotá, el eje cafetero, los llanos orientales o a Cartagena de Indias en la costa atlántica, y no necesariamente al Caquetá. Si usted entra en el reino de los cielos, ciertamente ingresa al reino de Dios; pero el hecho de estar en el reino de Dios no le garantiza que esté en el reino de los cielos, es decir en una posición de gobierno, poder y autoridad sobrenatural sobre lo espiritual y lo natural.

Entrar en el reino de los cielos

Mateo 19:23 afirma que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. No obstante, en Juan 3:3 y 5 el Señor Jesús revela que el único requisito para entrar en el reino de Dios es nacer de nuevo. Si usted nació de nuevo, ha entrado en el reino de Dios. Por medio del segundo nacimiento entramos en el reino de Dios, pero ¿habremos entrado en el reino de los cielos? Uno entra en el reino de Dios simplemente mediante la regeneración, pero ingresar en el reino de los cielos es otro asunto. Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Para entrar en el reino de Dios debemos ser regenerados, lo cual equivale a recibir una nueva vida, pero obtener acceso al reino de los cielos requiere que expresemos una justicia superior, después de haber sido regenerados. ¡Cuán rigurosa es esta demanda! Además, Mateo 7:21 afirma: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Ya que entrar en el reino de los cielos requiere que hagamos la voluntad del Padre celestial y esto implica rendición total a Su Señorío y obediencia absoluta a Él, obviamente difiere de entrar en el reino de Dios mediante la regeneración. La entrada a éste se obtiene naciendo de la vida divina; la entrada a aquél se obtiene experimentando esa vida. Mateo 18:3 dice: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, jamás entraréis

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en el reino de los cielos”. Una vez que hemos sido regenerados, estamos en el reino de Dios; pero para ingresar al reino de los cielos, debemos tener la justicia que supera a la de los fariseos, debemos hacer la voluntad de Dios y debemos hacernos como niños.

El tiempo de nuestra entrada en el reino de los cielos se revela en los capítulos veinticuatro y veinticinco de Mateo, donde hallamos la profecía acerca del reino. Estos capítulos también revelan que existe una diferencia entre el reino de los cielos y el reino de Dios.

5. LAS CUATRO DISPENSACIONES DEL REINO

El reino de Dios es el régimen o gobierno de Dios, desde la eternidad hasta la eternidad. Este reino comprende cuatro dispensaciones. La primera dispensación, la era anterior a la ley, abarca “desde Adán hasta Moisés” (Ro. 5:14). La segunda dispensación, la dispensación de la ley, transcurre durante el tiempo desde Moisés hasta Cristo. La tercera dispensación es la de la gracia o la dispensación de la iglesia (cristianismo actual). Dentro del cristianismo se halla la iglesia genuina, la cual se compone de los verdaderos creyentes, y dentro de la iglesia genuina se hallan los vencedores, quienes están en la realidad del reino de los cielos. Fuera del cristianismo están el mundo y los incrédulos. La última dispensación es la del milenio, que se extiende por mil años. La dispensación del milenio consta de dos partes: la celestial y la terrenal. En la parte celestial del milenio, que es la manifestación plena del reino de los cielos, los creyentes que venzan reinarán con Cristo (Ap. 20:4, 6).

6. EL REINO DE LOS CIELOS PRESENTADO EN MATEO TRECE: LA APARIENCIA JUNTO CON LA REALIDAD

La parábola del sembrador

En el capítulo trece de Mateo, la primer parábola es la del sembrador: “Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar” (v. 3). Esta parábola no hace mención del reino de los cielos, pues en aquel entonces el reino de los cielos aún no había venido. En la primera parábola, el sembrador es el mismo Señor quien vino a sembrarse en la humanidad como semilla de vida. Esta fue la preparación para que viniera el reino de los cielos.

La parábola de la cizaña

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La segunda parábola comienza en el versículo 24: “Les presentó otra parábola, diciendo: El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo”. El reino de los cielos sí se menciona en esta segunda parábola, y el hombre que sembró la buena semilla en su campo es el sembrador de la primera parábola, el Señor Jesús. “Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (v. 25). Esta siembra de la cizaña ocurrió poco después del día de Pentecostés. En el día de Pentecostés, se añadieron a la iglesia miles de creyentes, entre los cuales había algunos falsos, la cizaña, que fue sembrada entre el trigo. La segunda parábola habla de la iglesia.

La parábola de la semilla de mostaza

La tercera parábola habla de la semilla de mostaza: “Otra parábola les presentó, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la más grande de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas” (vs. 31-32). La mostaza es una hierba comestible. La verdadera iglesia, que proviene de la simiente de vida, debe ser exactamente como la mostaza, o sea, buena para alimentar a otros. Esta hierba, sin embargo, se convirtió en un gran árbol, y las aves del cielo se alojaron en sus ramas. Puesto que las aves que se mencionan en la primer parábola (v. 4) representan al maligno, Satanás, quien vino y arrebató la palabra del reino que había sido sembrada en los corazones endurecidos (v. 19), las aves del cielo aquí deben de referirse a los espíritus malignos de Satanás, junto con las personas y las cosas motivadas por ellos, que se alojan en las ramas del gran árbol. Esto es lo que sucedió en la primer parte del cuarto siglo, cuando Constantino el Grande unió a la iglesia con el mundo. El introdujo en el cristianismo a miles de falsos creyentes, convirtiéndolo en el sistema de la cristiandad, y causando que dejara de ser la iglesia. La cristiandad se convirtió en la religión nacional del Imperio Romano, y Constantino alentó a los incrédulos a formar parte de la iglesia. Anteriormente, el Imperio Romano había perseguido a los cristianos; pero durante el régimen de Constantino, el Imperio Romano extendió una calurosa bienvenida a los creyentes de Cristo. A partir de allí, la iglesia cambió en naturaleza, pues se estableció y se arraigó profundamente como un árbol en la tierra, y floreció echando las ramas de sus proyectos y organizaciones, donde se alojan muchas personas y cosas malignas. Como resultado de ello, el cristianismo actual se ha convertido en un gran árbol con muchas ramas, donde se alojan muchas personas pecaminosas y espíritus malignos, y en donde le verdadero concepto y los principios del Reino se perdieron reemplazándose por la religiosidad y el paganismo.

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La parábola de la levadura escondida en la harina fina

Mateo 13:33 dice: “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”. La mujer de este relato tipifica a la Iglesia Católica Romana. En Apocalipsis el Señor asemeja dicha iglesia a una mujer que está sentada sobre una bestia escarlata (Ap. 17:3). La bestia es el Imperio Romano, y la mujer sobre la bestia es la Iglesia Católica Romana; esto retrata la unión de la política con la religión. Después de que Constantino acogiera a la cristiandad como la religión oficial del Imperio Romano, la iglesia se transmutó en algo grande y mundano hasta llegar a convertirse en una potencia mundial. Esta poderosa organización mundial, la Iglesia Católica Romana, es representada por la mujer de la cuarta parábola en Mateo 13. La levadura que esta mujer tomó representa las cosas malignas (1 Co. 5:6, 8) y las doctrinas malignas (Mt. 16:6, 11-12). La harina, con que se preparaba la ofrenda de harina (Lv. 2:1), representa a Cristo como alimento para Dios y para el hombre. La Iglesia Católica Romana tiene algo real, pero se le añadió algo falso. La teología modernista, que se encuentra entre algunas iglesias protestantes, niega la deidad de nuestro Señor Jesús así como también el hecho de que nació de la virgen María. No obstante, la Iglesia Católica Romana siempre ha reconocido que Cristo es el Hijo de Dios, Dios mismo, quien nació de una virgen. Estas verdades son la harina fina, la ofrenda de harina, a la cual se le añadió levadura (Lv. 2:4-5, 11). Muchas prácticas paganas y herejías le fueron añadidas a la harina fina.

Añadir levadura a la harina fina hace que ésta sea más fácilmente recibida por la gente. En general, a las personas se les hace más difícil comer pan si éste no tiene levadura. Este es el principio que actualmente opera en la Iglesia Católica Romana. Ellos sostienen que si uno no agrega la levadura, las personas no aceptarán las cosas con respecto a la persona de Cristo. Por ejemplo, si simplemente le dijéramos a las personas que Dios está en Cristo como el Espíritu, ellas no serían capaces de aceptarlo. Según la Iglesia Católica Romana, colocar una imagen de Cristo o una estatua de El a la entrada de la catedral y luego afirmar que ella es Cristo, facilita que las personas adoren a Cristo y lo conozcan. La Iglesia Católica Romana sostiene que las imágenes, si bien no son en realidad la persona de Cristo, hacen que la gente lo recuerde. Según ellos, una imagen de Cristo hace más fácil a las personas relacionarse con Cristo. Definitivamente, ésta es levadura escondida en la harina fina.

Ahora podemos ver lo maligno de la iglesia apóstata: ella absorbe las cosas paganas y las añade a la harina fina. ¡Cuán perverso es esto! La Iglesia Católica Romana predica a Cristo junto con todos los ídolos, las cosas paganas, imágenes, cosas pecaminosas y doctrinas falsas. El Señor asemeja esto al reino de los cielos; así que, ésta es la apariencia del reino de los cielos, no la realidad del mismo.

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La parábola del tesoro escondido en el campo

La quinta parábola dice: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halló y luego escondió. Y gozoso por ello, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mt. 13:44). En las Escrituras, el mar denota al mundo corrompido por Satanás (Is. 57:20; Ap. 17:15), y el campo representa la tierra creada por Dios para Su reino (Gn. 1:26-28). El tesoro escondido en el campo representa el reino escondido en la tierra creada por Dios. El tesoro escondido debe de estar constituido de oro o piedras preciosas, los materiales que se usan para edificar la iglesia y la Nueva Jerusalén (1 Co. 3:12; Ap. 21:18-20). La iglesia es el reino práctico hoy, y la Nueva Jerusalén será el reino manifestado por la eternidad. Antes de que el Señor viniera, el reino estaba escondido; cuando el Señor vino, halló el reino y lo presentó a los judíos. Puesto que los judíos rechazaron el reino, el Señor lo escondió de ellos; luego, El fue a la cruz y murió para pagar el precio a fin de comprar este campo y su tesoro escondido. Esto significa que el Señor murió en la cruz a fin de redimir la tierra para Su reino.

La parábola del comerciante y la perla

La sexta parábola dice: “También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas, y habiendo hallado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mt. 13:45-46). En esta parábola el Señor es el comerciante, y la iglesia es la perla. La perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido. La perla es producida en las aguas de muerte (el mundo lleno de muerte) por la ostra viva (el Cristo viviente), que cuando es herida por un grano de arena (el pecador), segrega su sumo vital sobre la partícula que la hiere. La perla también es uno de los materiales que se usa para edificar la Nueva Jerusalén. Puesto que la perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido por Satanás, debe de referirse a la iglesia, la cual está constituida principalmente de creyentes regenerados provenientes del mundo pagano, y es de gran valor.

La parábola de la red echada al mar

La séptima parábola dice: “Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red echada en el mar, la cual recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en recipientes, y lo malo echan fuera” (Mt. 13:47-48). El mar representa el mundo corrupto. Cuando concluya la era de la iglesia y el Señor regrese, El enviará a sus ángeles para que le traigan a todos los seres vivos, los incrédulos. Luego, los separará en dos categorías: los buenos y los malos. Los malos perecerán inmediatamente,

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y los buenos serán trasladados al reino milenario, donde serán las naciones (Mt. 13:49-50; 25:32-46).

Estas siete parábolas muestran la apariencia del reino de los cielos junto con la realidad de dicho reino. La apariencia del reino de los cielos incluye a los creyentes verdaderos, a los falsos creyentes y todas las cosas malignas del cristianismo actual.

7. LA REALIDAD DEL REINO DE LOS CIELOS

La realidad del reino de los cielos se revela en los capítulos cinco, seis y siete de Mateo. Las parábolas del capítulo trece de Mateo dan a conocer lo que es la levadura, las cosas malignas y los falsos creyentes; en cambio, los capítulos cinco, seis y siete muestran que el reino de los cielos es algo muy puro. Lo último alude a la realidad del reino de los cielos.

Mateo 5:3 afirma: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El versículo 10 dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. El versículo 20 declara: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Estos versículos muestran cuán riguroso y puro es el reino de los cielos. Mateo 7:21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Esta es la realidad del reino de los cielos; para participar en ella debemos ser pobres en espíritu, sufrir persecución por causa de la justicia, hacer la voluntad del Padre, y ser puros y mansos (Mt. 5:3-10). Las parábolas del capítulo trece de Mateo revelan la apariencia del reino de los cielos, mientras que las enseñanzas contenidas en los capítulos cinco, seis y siete de Mateo muestran su realidad.

Un creyente genuino que está en la iglesia no es necesariamente un vencedor. Podemos estar en la iglesia y aún así no vivir en la realidad del reino de los cielos. Algunos están en el cristianismo, en la apariencia del reino de los cielos, pero realmente no están en la iglesia. Para estar en la iglesia, una persona debe ser un creyente genuino de Cristo, o sea, debe ser regenerado con la vida de Dios. Después de ser regenerado, el creyente debe proseguir con el Señor y ser victorioso; debe vencer todas las cosas pecaminosas y entonces estará en la realidad del reino de los cielos. Para saber si estamos o no en la realidad del reino de los cielos, debemos examinarnos a la luz de las enseñanzas de los capítulos cinco, seis y siete de Mateo. Quizás ya somos salvos; pero, ¿estamos en la realidad del reino de los cielos?