una cuestion de lenguaje por chantal maillard

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    UNA CUESTIN DE LENGUAJE

    CHANTAL MAILLARDUniversidad de Mlaga

    Mi intencin, al considerar la ponencia que iba a presentar en este foro, era la dehablar de una cuestin de lenguaje: la que atae a la filosofa o, msconcretamente, al modo de pensar de Occidente. Pensaba hablaros de lapropuesta que expuse hace ya algunos aos tericamente en algn ensayo,prcticamente en otros escritos (Maillard, 1998 y 2002): la de una razn esttica,una forma de recibir, de expresar y de tratar con lo que denominamos realidad quemodificara, a mi juicio, sensiblemente (nunca mejor dicho) la razn discursiva,claramente patriarcal, que venimos utilizando desde hace siglos, a la que noshemos sometido, y que ha determinado nuestra forma de vida (desde nuestrasinstituciones, nuestros horarios, nuestros hbitos, nuestro modo de pensar, deactuar, hasta nuestra manera de hablar, de expresarnos, de tratar a los dems y anuestro entorno y de nombrar ese entorno en/por medio de la diferencia y el en-frentamiento).

    Sin embargo, y aunque es probable que, al final, acabe hablando de la raznesttica, dado el acento marcadamente poltico de esta mesa, he preferido optar

    por ser el vehculo de una voz comprometida con la denuncia de problemasacuciantes que son resultados de aquella razn patriarcal. Esta voz es la de unaescritora india muy conocida por sus novelas, pero tambin por sus artculospolticos (las presas del ro Narmada o las pruebas nucleares del gobierno indio enel desierto de Pokhran fueron objeto de sus acertadas y bien documentadascrticas), una mujer que no se amedrenta ante las coacciones de diversa ndoleque ha tenido que soportar: la de Arundhati Roy.

    * * *

    En El final de la imaginacin (Roy, 1998), escriba: El nico sueo que vale la

    pena tener es que vivirs mientras ests vivo y no morirs hasta que hayasmuerto, y lo explicaba de la siguiente manera:

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    Amar. Ser amado. No olvidar nunca la propia insignificancia. Noacostumbrarse nunca a la violencia incalificable y a la vulgar incongruenciade la vida a tu alrededor. Buscar la alegra en los lugares ms tristes.

    Perseguir a la belleza hasta su guarida. No simplificar nunca lo complicadoni complicar lo sencillo. Respetar la firmeza y la decisin, pero nunca lafuerza. Por encima de todo, observar. Probar y aprender de los errores. Nomirar nunca hacia otro lado. Y nunca, nunca olvidar.

    Ciertamente me dirn que no es sta una frmula de cmo debiera pensarsesino ms bien una declaracin de actitud. Creo, no obstante, que podraresponder a la pregunta acerca de cmo pensar en nuestros tiempos. Y lo creoporque estoy convencida de que, siendo la actitud lo que determina o, mejor dicho,abre (de-terminar es demasiado conclusivo), pone en marcha una cierta manerade comportarse(de llevarse con), es tambin lo que moldea el modo de pensar, yno tanto a la inversa. En la mayora de las circunstancias, primero actuamos,despus pensamos o, en todo caso, ambas cosas tienen lugar en un proceso devaivn.

    Si no convence la idea de que aquella declaracin pudiera responder a lapregunta de cmo pensar en nuestros tiempos, podramos plantearlo tambin a lainversa, pues creo que podra al menos servirnos de ejemplo de cmo no se hapensado en Occidente desde que del pensar, de cierta manera de pensar hicimoshistoria, una historia a la que pusimos por nombre esa antigua palabra, la de filo-sofa, un trmino que en su origen, obviamente, nunca hizo alusin a procesohistrico alguno. Se trataba ms bien de una atencin, una ad-miracin queintegraba en el conocer el actuar, en el saber, el com-portarse (con uno mismo ycon los dems). La tica, en realidad, no se deslig del conocimiento ms que apartir de cuando ste se torn mtodo para la conquista de leyes universales

    convirtindose as en technologa: logos de la techn, o sea, lenguaje del hacer(del arte en realidad), en detrimento del conocimiento interior del individuo.

    Y no se trata de despreciar la tcnica, pues sta, en su sentido originario detechn era efectivamente arte: capacidad para el buen hacer, el buenensamblaje de las partes en un todo, aquello que, por tanto, permite laconstruccin de objetos, los cuales, a su vez, habran de determinar cierto tipo decomportamiento.

    No se trata de eso. Si la tica se desvincul del conocimiento es porque, enese proceso de desviacin de la techn(el arte) a la techno-loga, se radicalizaronlos trminos, se especializaron: se les otorg un lugar en el rbol de Porfirio, eldiagrama genealgico que procede por gneros y especies, el linaje de lostrminos en el que la aristocracia de la abstraccin terminaba ahogando bajo su

    peso especfico el proletariado (o los parias) de las designaciones singulares.Se construy un lenguaje acorde con una sociedad, igualmente jerarquizada, encuya cspide se sitan los expertos en abstracciones (metafsicas, polticas,econmicas, etc.). Grandes conceptos para pequeas realidades. Conceptosinhabitables (todos lo son), paradjicamente insignificantes (sin significado) si nofuese porque se lo toman prestado a esas realidades simples, simplsimas que,

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    ellas s, existen. Y es que en ellas, en esos simples referentes de las gravesabstracciones, s que habitamos. Con ellas construimos el hbitat: el ethos, y el

    comportamiento.Pero volvamos a la declaracin de actitud que quisiera proponer como

    frmula del pensar: Amar. Ser amado... As empieza. Qu poco se ha pensadoamando. Qu poco se piensa amando. Apartndonos de los cuatro tpicos que lahistoria de la filosofa nos brinda, a partir de cundo o de qu se handesvinculado el amar y el pensar? Acaso cuando se desvincul el ser del amar?Qu clase de abstraccin aquella, que pudo sustentar la tesis de que el ser essin creacin, sin proceso, sin eros? Y por qu perverso proceso lograra estatesis convertirse en una verdad cuya transgresin nos hace enrojecer anahora, avergonzarnos, nosotras, filsofas, que hemos luchado por situarnos enun mundo regentado por los hombres de la antigua jerarqua, bajo susestandartes, siguiendo el trazado de sus parmetros, a conciencia o sin ella?Hasta qu punto hemos introyectado esa ley que nos hemos dado cuentarealmente? sigue sosteniendo aquel templo, la ley de la disociacin que resultade la radicalizacin lingstica?

    Procediendo a partir de la nocin de ser, nuestra mente funciona a la manerade una mquina predecible, lo que en lenguaje constructivista se le llama unamquina trivial. La mayora de los aparatos de los que nos servimos elinterruptor de la luz, por ejemplo son mquinas triviales: cada vez que le damosun mismo valor de entrada dar el mismo resultado (Segal, 1994). Las mquinastriviales son a la vez el instrumento y el resultado prctico del deseo de certezaque se expresa en el pensamiento causal. Si tan slo nos limitsemos a utilizareste procedimiento para construir mquinas que nos faciliten la existencia, tal vezno se nos planteara ningn problema, pero no es as. Heinz von Foerstercomentaba con irona que existe una mquina trivial llamada Todos-los-hombres-

    son-mortales; si introducimos en ella a nuestros amigos, deca, salen cadveres(Segal, 1994, p. 140). El silogismo, en efecto, es un esquema explicativo quefunciona como una mquina trivial. Y a pesar de que Popper nos enseara que lainduccin no es ni debe ser tan fiable como idealmente creamos, acostumbramosa funcionar de ordinario de espaldas al principio de falsacin, universalizando apartir de muestras ridculamente inapropiadas. Y el problema es que todauniversalizacin es una radicalizacin, y toda radicalizacin permite el ejercicio delpoder.

    Alentar la utilizacin de una razn esttica, en cambio, significa recuperar elinstinto creativo que nos permite constituirnos sin fin en/con el entorno en unperpetuo suceder. Comprender, entonces, no es predecir, sino atender a lastrayectorias, a los enlaces, a las fuerzas que van siendo, con las que vamossiendo. No hay objetos, dira un constructivista, sino seales paracomportamientos propios. No hay objetos, dira Gilles Deleuze, sino expresiones,seales de una fuerza. Desde el punto de vista de una razn esttica, hablaremosde sucesos, o de gestos, y entenderemos, de esta manera, que nos constituimostanto con una mesa como con el Requiem de Mozart. Castoriadis (1998, p. 66)

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    deca que los filsofos casi siempre comienzan diciendo: Quiero ver lo que es elser, la realidad. Ahora tengo aqu una mesa; qu me muestra esta mesa conrasgos caractersticos de un ser real?, pero que ningn filsofo comenz alguna

    vez diciendo: Quiero ver lo que es el ser, lo que es la realidad. Ahora tengo aquel recuerdo de mi sueo de la noche anterior, qu me puede mostrar eserecuerdo como rasgos caractersticos de un ser real?, que ningn filsofocomienza diciendo: Sea el Requiem de Mozart como paradigma del ser:comencemos por esto. Por qu no podramos nosotros comenzar postulandoun sueo, un poema, una sinfona como instancias paradigmticas de la plenituddel ser?, preguntaba Castoriadis.

    Por qu no? Pero yo tal vez forzara un poco ms la tuerca: sencillamenteeliminara la nocin de ser, la reemplazara por la del estar-siendoo, mejor an,por la del suceso. Dira: sucede el Requiem como sucede la mesa, comoparticipacin en el entramado de fuerzas en el cual esa fuerza a la que hemosllamado yo sigue tambin una trayectoria que converge con las notas y con lavibracin de lo que hemos llamado mesa. La percepcin esttica tiene que vercon el tiempo. Captar el suceso en nuestro tiempo, en el tiempo de los relojescomo deca Husserl, supone solidificar las fuerzas, determinarlas y distanciarse deellas, objetuarlas y crear el sujeto. Captar el suceso en el tiempo de cada una delas fuerzas a las que denominamos entes es verlas en su hacerse y hacerse conellas. Captar el suceder mismo es salirse del tiempo. Estas dos ltimasmodalidades de la percepcin requieren una modificacin del propio ritmo que noes posible conseguir mediante la razn lgica; esto es tarea de una razn esttica.

    Cuando el discurso se construye con metforas muertas y los grandesconceptos lo son es frecuente que se produzca un cruce de mbitos lingsticosque induce a una perversa interpretacin de los hechos. Un ejemplo reciente: lanefasta utilizacin de expresiones como justicia infinita o libertad duradera

    como etiquetas pegadas en el lomo de las bombas que haban de llevar al puebloafgano la venganza del gobierno de EE.UU. El primer mundo no puede vivir sinetiquetas, son la bandera de su reino (que, por cierto, ms que una extensinterritorial es ante todo un dominio transaccional), y dichas etiquetas son uno de losresultados de la radicalizacin lingstica a la que me estoy refiriendo. Veamos.

    La infinitud es un trmino metafsico que la razn segrega siguiendo la inerciade su proceder dual: se trata de la categora de la negacin aplicada a la finitud.Por su parte, la justicia es una extrapolacin de la nocin lgica y matemtica queexpresa el equilibrio o la equidistancia entre los opuestos. Elevado el trmino a sumxima potencia, cosa que la mente hace igualmente en razn de su naturalproceder (construccin de las sntesis), la justicia, se suma a los atributos del entede razn que ocupa la cspide del sistema jerrquico de las abstracciones: Dios,concepto al que tambin se recurre cuando conviene.

    En cuanto al concepto de duracin aplicado a la libertad, slo adquiere sentidoen el caso de que se entienda que la libertad puede ser otorgada, lo cual implicaun acto de violencia: se otorga por condescendencia (una variante de la fuerza) loque por la fuerza puede ser retirado o denegado. No otra cosa, sin ir ms lejos, sepone de manifiesto en el documento de estrategia de seguridad nacional

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    recientemente firmado por G. Bush en el que se dice que el imperio americanodebe extender los beneficios de la libertad a todo el orbe

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    Justicia y libertad son, pues, trminos que pertenecen de suyo a los mbitosde la metafsica y de la tica y que se utilizan indebidamente aplicndolos almbito militar (seccin publicidad) para asegurarse la colaboracin de los esclavosdel demos que, de este modo, cree confirmada su kracia (su soberana, sudominio). A estas alturas bien sabemos que por mucho que se nos llene la bocacon la sagrada palabra democracia no es el demosel que gobierna o, si lo es, noha de entenderse por demos el conjunto de los ciudadanos libres, sino la partems sobornable y manejable, menos libre por tanto, del mismo, que suele ser, pordesgracia, la parte ms amplia.

    Cuando amar y pensar son cosas distintas, en el lenguaje de Lao Zi, lasfalsas virtudes reemplazan a la virtud. Una vez perdido el amor (la capacidad decomprensin de lo humano), deca el sabio chino, se ech mano de la justicia. Se

    empieza a hablar de justicia, en efecto ah donde debiera hablarse dehumanidad, y de tolerancia, ah donde debera hablarse de respeto. Puestolerar significa soportar al otro mantenindolo a distancia; respetar, por elcontrario, significa el reconocimiento de una igualdad mediante la comprensin delas races universales que se traducen en diversos modos de vida.

    Educar en la tolerancia es educar en el orgullo de lo propio. Educar en lajusticia es educar en la propiedad (a cada uno lo suyo). Cuando amar y pensarson dos cosas distintas, en el mejor de los casos educamos a nuestros hijos en lajusticia y en la tolerancia, es decir, en el ejercicio de lo propio, para salvaguardarlas pertenencias, como todo pueblo ha hecho desde siempre, por supuesto, perode forma algo ms perversa: enmascarando el desprecio por lo ajeno con palabrasque suenan a acogida. Tal vez pudisemos pensar en la manera de educarlos enla observacin de la naturaleza de lo humano y en la comprensin de las leyes

    que nos rigen a todos por igual: humanidad y respeto versusjusticia y tolerancia.

    Cuando amar y pensar son dos cosas distintas se legitiman las guerras, lasocupaciones, las violaciones, los atentados de diversa ndole contra la libertad detodos.

    Cuando pensar y amar son dos cosas distintas es fcil acostumbrarse a laviolencia: almorzar, por ejemplo, asistiendo en diferido a unas muertesbidimensionadas en la pantalla televisiva. La asociacin del placer gastronmicocon el placer de la representacin convierte a los ciudadanos en dcilesespectadores, lo cual es extremadamente eficaz si se quiere mantener el ordennecesario para que se perpete la farsa poltica: libertad de expresin,informacin, pero neutralizadas; la posible rebelda convertida en impulsosefmeros, e incluso placenteros, pues es agradable sentirse hroe cuando la

    distancia representacional nos mantiene a salvo. Cunta falsa actividad ennuestras conciencias! Cunto intil gasto de energa, tambin, en las palabras quecomo stas que os dirijo ahora tal vez slo beneficien al ego de quien las

    1El Pas, 21 de septiembre de 2002, p. 2.

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    pronuncia en un foro dispuesto a tales efectos. Porque saldremos de esteescenario, discutiremos acerca de las ideas que habremos expuesto, nos haremosmutuos cumplidos, pero... habremos variado en un pice la realidad de uno solo

    de los seres que mientras tanto, en este mismo instante, se hallan desvalidos?Porque ahora, ahora mismo, alguien (no digo muchos, no, muchos es unaabstraccin) alguien agoniza, ahora, alguien desespera, alguien deja de existirdolorosamente sabindolo, alguien!

    Cuando pensar y amar son dos cosas distintas sucumbimos a esa vulgarincongruencia de la vida, de la que hablaba Arundhati Roy (2002); y esto significaque dejamos de ver porque dejamos de sentir, pensamos sin ver y sentimos sinpensar, sentimos lo que se siente segn la circunstancia (un eufemismo de lacostumbre) lo requiera.

    Cuando pensar y amar son dos cosas distintas simplificamos lo complicado ycomplicamos lo sencillo, confundimos la firmeza y la decisin (productos de lalibertad) con la fuerza, hablamos cuando deberamos callar y callamos cuando

    deberamos gritar sin tener en cuenta que, como tambin escribi Arundhati Roy:Cuando uno tropieza con una guerra silenciosa [] desviar la mirada o callar esun acto tan poltico como protestar contra ella. Saber actuar segn el ethos essaber actuar de acuerdo con el conocimiento de lo que conviene en cada instante,y esto no se logra atendiendo a reglas o a deducciones elaboradas en cadenasargumentativas, sino atendiendo al particular entramado de cuya complejidadsomos parte integrante, lo queramos o no, una pequea parte que, haga lo quehaga o no haga lo que no haga modificar sensiblemente el suceso. (Y esto es loque el individualismo racionalista no tuvo en cuenta, y de ah, probablemente, sufractura.)

    Nadie puede evitar ser un pen en el tablero, y aun cuando no se mueva entoda la partida, su estar ah, situado, interviene en el resultado y en el destino detodas y cada una de las piezas. Incluso muerto (eliminado), el juego lo tiene en

    cuenta. En esto consiste la implacable matemtica del universo: no hay quienpueda zafarse, no hay quien pueda mantenerse al margen porque, en el mundo delos vivos, sencillamente, no hay mrgenes salvo, por supuesto, aquellos que setrazan en el tablero para el inters de quienes manejan la partida.

    Como dije al principio, yo pensaba hablar de un tipo de racionalidad en la queel observador se sabe parte de lo que observa, un modo de pensar que, sin olvidarla propia insignificancia, trabaja a partir de la integracin en un mundo que no esthecho a medida del hombre, un mundo matriarcal en el sentido primigenio de lapalabra: matriz (del snscrito matr): aquello que procura la medida (y con lamedida la forma, las lneas de fuerza que configuran: que proporcionan la figura).Un pensamiento matriarcal es aqul que actuando concibe: otorga sentido dandoforma, sacando a la luz; doble concepcin sta que tiene lugar, a un tiempo, en el

    pensar y en la materia porque ah donde el amor germina no hay diferencia entrela materia y aquello que, a modo de espejo, da raznde ella. No hay diferenciaentre ser, amar y pensar.

    Ni que decir tenga que el amor al que me estoy refiriendo poco tiene que vercon el sentimentalismo, ni siquiera con la sentimentalidad, sino con algo mucho

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    ms profundo: las races de lo humano que, como si de un rizoma se tratara, nosune bajo la activacin y el pensar de superficie. Cuando pensar y amar son una

    sola cosa, la comprensin es posible y el gobierno se torna innecesario.No se me oculta que, probablemente, sea sta una propuesta demasiado

    imprudente, por supuesto utpica. Pero no por ello habr de acallarla.

    Quiero terminar diciendo que se enrojece por vergenza, pero tambin porpasin. Djenme proponerles que hagamos lo segundo, nunca ms lo primero sino queremos seguirle el juego a quienes nos han trado hasta aqu con esadisociacin que, proviniendo de una hbil radicalizacin del lenguaje, limitanuestra libertad interior y hace estragos tanto en nuestras ms privadasquerencias como en el funcionamiento de nuestra sociedad.

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    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

    CASTORIADIS, Cornelius (1998), Los dominios del hombre. Las encrucijadas dellaberinto, Barcelona, Gedisa.

    MAILLARD, Chantal (1998), La razn esttica, Barcelona, Laertes.

    (2002) Filosofa en los das crticos, Valencia, Pre-textos.

    ROY, Arundhati (1998), El final de la imaginacin, Barcelona, Anagrama.Previamente publicado en el diario El Pas, 15 de julio de 1998.

    (2002), El lgebra de la justicia infinita, Barcelona, Anagrama.

    SEGAL, Lynn (1994), Soar la realidad, Barcelona, Paids.