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Miceli, Mario Una aproximación al concepto de “razón de estado” en Giovanni Botero desde la teoría política de Carl Schmitt Colección Año XVI Nº 21, 2011 ISSN impreso: 0328-7998 ISSN on-line: 1850-003X Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la institución. La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea. Cómo citar el documento: Miceli, M. (2011). Una aproximación al concepto de “razón de estado” en Giovanni Botero desde la teoría política de Carl Schmitt [en línea], Colección, 21, 15-38. Recuperado de http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/aproximacion-concepto-razon-de-estado.pdf [Fecha de consulta:..........] (Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

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Miceli, Mario

Una aproximación al concepto de “razón de estado” en Giovanni Botero desde la teoría política de Carl Schmitt

Colección Año XVI Nº 21, 2011ISSN impreso: 0328-7998ISSN on-line: 1850-003X

Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la institución.La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.

Cómo citar el documento:

Miceli, M. (2011). Una aproximación al concepto de “razón de estado” en Giovanni Botero desde la teoría política de Carl Schmitt [en línea], Colección, 21, 15-38. Recuperado de http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/aproximacion-concepto-razon-de-estado.pdf [Fecha de consulta:..........]

(Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

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Mario MICELIPontificia Univ. Católica Argentina [email protected]

Recibido: Septiembre de 2009

Aprobado: Junio de 2010

Resumen: El trabajo se propone analizarla conceptualización del término “razónde Estado” en el teólogo piamontés Gio-vanni Botero a la luz de las teorías políti-cas de Carl Schmitt. En especial se haráhincapié en la aparición dentro del pensa-miento de Botero de conceptos que luegoSchmitt caracterizará como esenciales enla conformación del Estado Moderno, en-tre los cuales están el de soberanía, la ideadel enemigo político, y la conformaciónde un orden frente a la existencia de unestado de excepción. Principalmente sebusca usar estos conceptos schmittianoscomo marco teórico para entender cómoBotero intentó definir el concepto de “ra-zón de Estado” frente a las problemáticaspolíticas, sociales y religiosas que se pro-ducían a fines del siglo XVI.

Palabras clave: Razón de Estado. GiovanniBotero. Carl Schmitt. Soberanía. Enemigo.

Abstract: This article analyzes the con-cept of Raison d’Etat in the works of theItalian theologian Giovanni Botero, in thelight of Carl Schmitt’s political theory.The analysis will put special emphasis onthose concepts in Botero’s thought whichlater Schmitt will describe as essentialnotes in the Modern state formationprocess: the idea of sovereignty, the ideaof political enemy and the establishmentof order in front of a state of exception.Using these Schmitt’s concepts, the au-thor looks for a deeper comprehension ofthe process followed by Botero to definethe idea of Raison d’Etat in the light of thepolitical, social and religious problems oflate sixteenth century.

Key-words: Raison d’Etat. GiovanniBotero. Carl Schmitt. Sovereignty. Enemy.

UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE “RAZÓN DE ESTADO” EN GIOVANNI BOTERODESDE LA TEORÍA POLÍTICA DE CARL SCHMITT

15 COLECCIÓN, Nro. 21, 2011, pp. 15-38

ISSN 0328-7998

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Introducción

Uno de los pensadores políticos más relevantes del siglo XX fue sinduda el alemán Carl Schmitt. Sus teorías sobre la conformacióndel Estado Moderno y el concepto de la esencia de la politicidad

fueron de mayúscula relevancia para crear marcos teóricos desde los cua-les entender la realidad política.

En tal sentido, este trabajo se propone considerar el pensamiento deCarl Schmitt desde una perspectiva distinta. Teniendo en cuenta lo ante-dicho, el objetivo del ensayo será tomar algunas de las categorías que elautor utiliza para tipificar los inicios del Estado Moderno en pos de anali-zar el pensamiento de un teólogo católico de fines del siglo XVI: Giovan-ni Botero (1540-1617).

Si bien la mayor parte del desarrollo schmittiano sobre la conforma-ción del Estado se sitúa, por un lado, en la figura del inglés Thomas Hob-bes y, por otro, en una serie de juristas de fines del siglo XVI y principiosdel XVII (este es el caso particularmente en su Nomos de la Tierra), resultainteresante analizar si algunas de las características que él plasma en eseEstado en formación ya se pueden ver en este pensador del Renacimientotardío italiano.

La elección de Giovanni Botero se basa, en principio, en dos premisasparticulares que hacen al meollo de la cuestión. En primer lugar, Boterofue quien popularizó el concepto de “razón de Estado” a través de su obrapolítica principal Della Ragion di Stato (si bien, como veremos más adelante,la terminología ya era usada en las cortes de la época y el objetivo del pia-montés era mucho más ambicioso que una mera “popularización” delnuevo concepto). Y en segundo, es de relevancia analizar este autor ya quesu obra tuvo una cierta influencia en algunos gobernantes de fines del si-glo XVI y principios del XVII, lo cual nos brinda una pauta de las ideasque circundaban a aquellas elites políticas que comenzaban a consolidar laestructura política que denominamos como Estado nacional soberano.1

1 A modo de ejemplo, Felipe II de España encarga la traducción de la obra de Botero DellaRagion di Stato a Antonio de Herrera en 1593, solo cuatro años después de la primera ediciónveneciana de 1589 (Pardo 2001:103). En este mismo sentido, John Headley (2000:1134) co-menta: “El libro se mantendrá por alrededor de un siglo como ‘el verdadero y propicio manualde geopolítica de toda la clase gobernante europea’, según dice Luigi Firpo. Antes del final del

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Además, es interesante analizar cómo estas categorías se ven en estepensador ya que, como se analizará, su pensamiento busca enmarcarsedentro de clasificaciones políticas que tienen su origen en el Medioevopero con la intención de responder a las nuevas circunstancias político-sociales que comenzaban a deslindarse en el siglo XVI. De esta maneraresulta curioso analizar cómo las categorías schmittianas sobre el Estadosoberano ya se podían encontrar en un pensador católico e inscripto, encierta forma, dentro del pensamiento clásico. Si bien no se busca quitarvalor al recurrente desarrollo de las ideas políticas, que relaciona los pro-cesos de la moderna idea de Estado en pensadores con estructuras filosó-ficas distintas y situados en contextos diversos (como sería el caso deHobbes en la Inglaterra del siglo XVII) o aun en pensadores contemporá-neos o anteriores a Botero (como ser los casos de Bodin, Maquiavelo oGuicciardini), lo que parece sugestivo es ver cómo algunas de las teoríasque todos estos autores esgrimen se pueden vislumbrar también en unteólogo que se sitúa en un contexto ideológico y temporal un tanto disí-mil a los anteriormente mencionados.

De esta manera, la hipótesis del trabajo consistirá en demostrar cómoalgunas de las categorías principales que Carl Schmitt le achaca al Estadomoderno ya se pueden vislumbrar en el pensador católico Giovanni Bo-tero y en su conceptualización de la razón de Estado.

Giovanni Botero y su obra

Antes de comenzar el análisis pormenorizado, conviene resaltar algu-nos puntos de la vida y obra de Botero, en pos de delimitar aquello queen la introducción veíamos como las circunstancias ideológico-tempora-les distintas en las cuales se enmarcaba el pensador en cuestión.

Sin profundizar en la biografía del italiano, parece relevante tener encuenta el contexto histórico en el cual vivió y desarrolló su pensamiento.Botero se encuentra en la “Italia” golpeada por la guerra entre franceses yespañoles, que encontraría una nueva división después de la paz de Cate-

siglo XVII, cerca de sesenta ediciones y traducciones de la totalidad o partes de la obra apare-cieron en latín (1596), alemán (1596), inglés (1601), español (1603) y polaco (1609)”.

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au-Cambresi. Botero nació en el ducado de Piamonte que comenzó a serinfluido por el naciente Estado francés y que inició su consolidación polí-tica con el Duque de Savoia Carlo Emanuelle I. Se formó en el Reino delas Dos Sicilias y desarrolló la mayor parte de su vida pública e intelectualen la Roma Papal y en el Milán dominado por España, el cual será signa-do por la obra religiosa y social de san Carlos Borromeo.

Con este breve resumen buscamos demostrar cómo el pensador se en-cuentra en un contexto histórico ciertamente distinto al de “un Bodin” o“un Hobbes”. Principalmente porque desarrollaría su obra en un terrenoque no llegó a consolidarse como Estado-Nación hasta el siglo XIX (a di-ferencia de lo que sucedería con Francia e Inglaterra). Es por esta razónque consideramos curioso que las categorías del Estado Moderno se veanya en un autor que, no solo vivió en un contexto donde esa unidad polí-tica no se consolidaría, sino que tampoco él vislumbraría a lo largo de suobra.2

Y, como ya se esbozó anteriormente, también es distinto el marcoideológico que encuadra el pensamiento boteriano. En este sentido, esnecesario remarcar que su obra se encuentra en un constante diálogocon las ideas que circundaban la vida política del siglo XVI. Ya desde elprimer párrafo de Della Ragion di Stato, en la dedicatoria Botero nos ex-pone que le “ha causado suma maravilla el escuchar todo el día men-cionar razón de Estado, y en tal materia citar ya sea a Nicolás Maquia-velo, ya sea a Cornelio Tácito” (Botero 1589:3). Botero, que al igual queel autor de El Príncipe, basa su obra no solo en el estudio de la historiasino también en sus vivencias personales de la vida política, no puedeobviar el hecho de que en todas las cortes italianas de la época no sedejaba de razonar sobre las bases de esa nueva obra y ese nuevo con-cepto político.

2 Esta última aseveración se explica principalmente en relación con el pensamiento de Ma-quiavelo. Como es bien sabido, el florentino, si bien se sitúa en un contexto espacio-temporalsimilar al de Botero, vislumbra de cierta manera cómo debe conformarse esa unidad que lue-go llamaremos Estado-Nación, buscando unir a Italia en torno a este criterio. Al contrario, y apesar de haber vivido varios años en Francia y España, Botero no llega a una idea similar. Dehecho, busca aplicar sus teorías, no solo a esos grandes reinos, sino también a lo que hoy con-sideraríamos como unidades políticas menores (me refiero a ciudades italianas como Venecia,Florencia, Milán o el mismo ducado de Piamonte).

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De esta “controversia” con el pensador florentino saldrá a luz el verda-dero objetivo de la obra boteriana. Botero deja bien en claro que aquelloque lo “movía no tanto a maravilla, sino más bien a desdeño, era el verque semejante bárbara manera de gobernar fuese acreditada en modoque se contraponía a la ley de Dios, hasta decir que algunas cosas son lí-citas por razón de Estado, otras por conciencia” (Botero 1589:4).

La diferencia con los demás pensadores citados es clara y hasta obvia.Botero decide enfrentar el peligro de que comience a desarrollarse de unamanera no cristiana (o mejor dicho, no católica) aquella disciplina encar-gada de velar por la organización social de los pueblos. Y es así que el findel piamontés es clarificar y sistematizar este nuevo concepto de “razónde Estado” en pos de demostrar a las cortes de la época que se puede na-dar en las aguas de la nueva realidad política sin dejar de ser virtuoso enel sentido clásico y cristiano.

Sobre la base de esta breve introducción intentamos adentrarnosmuy escuetamente en las características principales del autor italianopara, a continuación, centrarnos en cómo algunos puntos de su desa-rrollo teórico pueden enmarcarse en la categorización que realiza CarlSchmitt. En este sentido, con la descripción expuesta buscamos situaren primer plano cómo las categorías que veremos a continuación estánpresentes incluso en un pensador católico y enmarcado en el contextode esas ciudades italianas que no llegarían a consolidarse como Estadosmodernos.

Pasemos ahora sí a delimitar la relación con el pensamiento schmittia-no. En pos de definir el objeto de estudio nos centraremos principalmen-te en dos temáticas que Schmitt desarrolla en torno a las circunstanciasde la conformación del Estado moderno. En primer lugar, el desarrollodel concepto de soberanía, al cual lo relacionaremos con el poder de lospríncipes y monarcas de la época. En segundo término, y en clara ligazóncon el punto anterior, la relación existente entre la consolidación del Es-tado y las guerras religiosas que surgen en el siglo XVI.

El poder del príncipe

La obra de Botero se enmarca en una especie de literatura de espejo depríncipes, en la cual se intenta aconsejar a una serie de gobernantes de la

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época (lo que se advierte en las dedicatorias de su obra)3 sobre la mane-ra más prudente y cristiana, pero a la vez “exitosa”, de conservar su Esta-do.4 Es en este sentido en el que se encuentra la primera relación con elpensamiento schmittiano ya que Botero sitúa en relación con la figura delpríncipe muchas de las características que el pensador alemán describeen torno a la esencia del concepto de soberanía.

Entre los variados consejos de Botero sobre el poder que debe adqui-rir el príncipe, recomienda que “…no permita a sus ministros, por gran-des que sean, el arbitrio y la facultad absoluta de hacer razón, sino quelos someta lo máximo posible a la prescripción de las leyes, reservando elarbitrio para sí mismo…” (Botero 1589:33). Más allá de la existencia deotras citas, aquello que parece interesante de la expuesta es la idea de queel príncipe debe reservar, por encima del recinto de sus ministros (loscuales sí deben estar sometidos al imperio de la ley), un ámbito de deci-sión que no esté condicionado bajo ningún aspecto. Es aquel Leviatánque describe Schmitt (1938:19) en relación con la obra de Hobbes que,como “el titular del poder supremo, rector y gobernador del Estado, el‘Gobernor’ como reza el texto inglés, ‘Rector’ en el texto latino, disponelas penas y las recompensas”.

Es el príncipe que encarna el poder supremo del Estado, prefiguradopor Botero al esbozar varias de las características que luego serían institu-cionalizadas en la máquina del Estado moderno soberano. En este senti-do, Bertín y Corbetta (1997:79), al encuadrar la idea de legitimidad en el

3 Así la primera edición de 1590 está dedicada al Príncipe de Salisburgo, para pasar alPríncipe de Piamonte en 1596 o a un grande funcionario del Estado de Milán en 1598.

4 Si bien no es necesariamente un tema principal de este ensayo, es interesante aclararque, a pesar del objetivo de Botero de encuadrar la nueva realidad política dentro del pensa-miento clásico y católico, está lejos de poseer una obra al estilo de un utópico Tomás Moro y,en ciertas secciones, su pensamiento nos hace pensar más en lo que luego se fue conociendocomo “realismo maquiavélico” y no en las estructuras de “un Moro” o del mismo pensamientoaristotélico-tomista. A este respecto, Quentin Skinner (1978:277) nos comenta que “no hayduda de que Botero es, reconociblemente, un habitante del universo moral de Maquiavelo”.Asimismo, Robert Bireley (1999:182) apunta al intento de algunos pensadores de fines del si-glo XVI y principios del XVII que buscan unir lo bueno con lo útil, entre los cuales incluye aGiovanni Botero y a Justo Lipsio. Con anterioridad a este estudio, y en una línea más crítica,Meinecke (1952:69) recuerda a Botero como el más conservador de una serie de intelectualesitalianos que proponía “un suave antídoto contra el cinismo y el anticlericalismo de Maquiave-lo, sin que, por eso, renunciara en absoluto a lo que de útil encontraba en las recetas de este”.

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pensamiento schmittiano dentro de una de tipo carismático (en termino-logía weberiana), describen el modelo como “una combinación de legiti-midad carismática, como elemento central, asistida por elementos buro-cráticos (burocracia y ejército) para la administración del Estado”.

La última cita nos lleva directamente a los elementos que el Estadomoderno (y el príncipe en un principio) va adquiriendo para lograr esepoder supremo. En Botero, esta idea se encuentra inscripta desde la me-ra introducción del concepto de “razón de Estado”, el cual es definido co-mo los “medios aptos para fundar, conservar y ampliar un dominio” (Bo-tero 1589:7). Retomando la clásica tríada tomista de los tres actos queson fundamento del accionar de un gobernante, Botero expone una defi-nición que no busca desarrollar los supuestos teóricos de una comunidadpolítica ni de la sociabilidad humana, sino que se centra en una concep-tualización del accionar que debe llevar a cabo el príncipe en ese nuevotipo de organización política. De ahí el énfasis puesto a la idea de “me-dio”, en referencia a las capacidades (es decir, poder) que debe tener ungobernante para emprender su tarea.

Es aquello que Schmitt explica cuando expone que, más allá de queno se haya cumplido la idea profunda de Hobbes sobre un “dios mortal”,“su obra, el Estado, le sobrevivió como poder ejecutivo, como ejército ypolicía bien organizados, con su aparato de administración y de justicia ysu burocracia útil para el trabajo y perfectamente especializada” (Schmitt1938:65). Es el concepto de “poder de policía” al cual nos remite Sch-mitt, en relación con la fórmula de “paz, seguridad y orden” (Saint-Pierre2002:263) y que uno de los mayores estudiosos del Renacimiento italia-no, Federico Chabod (1967:288), nos recuerda en relación con nuestropensador católico: “El vocablo más significativo es, por supuesto, el de‘policía’, que en la definición de Adrani significa ‘el orden con el cual segobierna una ciudad y se administran sus necesidades comunes’ y queBotero toma con idéntico sentido…”.5

5 En esta línea de pensamiento es además interesante remarcar que, de las tres acciones degobierno, la más importante para Botero es la de conservar. Esto se entiende plenamente si re-cordamos que Botero apuntaba no tanto a fundar un nuevo Estado sino que su misión princi-pal era la de dar consejos de gobierno a príncipes que ya poseían sus dominios determinados ycuya dificultad mayor en la Italia de la época era justamente la de poder conservar el gobiernoy el orden político.

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La idea del poder que irá adquiriendo este príncipe nos remite a otratemática fuertemente relacionada con la anterior, y es la que Schmitt con-ceptualiza al hablar del Estado como una especie de Dios creador, únicocapacitado para fundar un orden frente al “estado de naturaleza” al cual seremite recurrentemente el hombre. “El soberano no es ‘Defensor Pacis’ deuna paz referida en último término a Dios; es creador de una paz pura-mente terrena: Creator Pacis…” (Schmitt 1938:65). Es la idea que expon-drá claramente en su obra Teología Política: “…el Estado interviene en to-das partes, ora como ‘Deus ex machina’, decidiendo por medio de lalegislación positiva una controversia que el acto libre del conocimiento ju-rídico no acertó a resolver claramente, ora como Dios bueno y misericor-dioso, mostrando en las amnistías e indultos señorío de sus propias leyes;bajo la figura del legislador, como poder ejecutivo o poder de policía, ejer-ciendo el ministerio de la gracia o de la asistencia…” (Schmitt 1922:67).

Schmitt asocia esta idea en especial a la realidad de la monarquía delsiglo XVII y, en referencia a su teoría política, a la idea de “estado de ex-cepción” que veremos más adelante. En este sentido, Botero no entraríadel todo dentro de este marco. Primero porque sus príncipes italianos nohabrían sido del todo considerados por el pensador alemán. Pero princi-palmente porque, debido a su catolicismo, Botero se ve imposibilitado,en cierta forma, de realizar la tan osada idea de un dios terrenal.

Sin embargo, y sin caer en ninguna especie de herejía, Botero se acercaa la idea schmittiana al esgrimir ciertas comparaciones (si bien son soloeso, comparaciones) entre el Dios celestial y la labor del príncipe en latierra. Así nos dice: “…es cosa de Príncipe grande [imitando en esto al Altí-simo Dios] el elevar las cosas bajas y agrandar las pequeñas con su benig-nidad y favor” (Botero 1589:6, el destacado es mío). Y en otra de susobras llega a formular que “es tanta la eficacia y la fuerza de la residenciade los príncipes, que solo esta es suficiente para constituir y formar deuna vez las ciudades” (Botero 1588:394).

Es así que podemos apreciar cómo ya, en un pensador católico y ante-rior a Hobbes, se puede comenzar a vislumbrar esa idea de la política entanto que creadora del orden, enmarcado dentro de las nuevas capacida-des que había adquirido el príncipe en la Italia de las signorie. Idea que,como diría Schmitt, con el tiempo y debido a un proceso de seculariza-ción de conceptos teológicos, será el fundamento de la idea política delEstado como una especie de “dios mortal creador”.

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Botero en este sentido se acerca y prefigura esa teorización, pero úni-camente puede arribar al límite que le impone su mismo catolicismo. Oquizás es el límite que le imponía la propia época en la que estaba en-marcado. Debemos recordar que, si bien en cierto sentido Botero se en-cuentra en los albores de una nueva época (y de nuevos conceptos políti-cos), en la historia particular de su “Italia”, se halla en un período dedecadencia, encuadrado en el final del Renacimiento y el comienzo de laera barroca. Es aquello que ciertos pensadores analizan al relacionar la obrade Schmitt con la era barroca y el pensamiento de Walter Benjamin. Eneste sentido, por ejemplo, Samuel Weber hace hincapié en la paradójicasituación del soberano de fines del siglo XVI y principios del XVII que esconsciente de que la decisión es a la vez un imperativo y una imposibili-dad, ya que se siente en cierta manera determinado por fuerzas que vanmás allá de su voluntad (Weber 1992:5-18).

En esta misma línea otros pensadores enfatizan la admiración de Sch-mitt por Hobbes como en una especie de diálogo con Benjamin, quienhabía postulado que, en la edad barroca, un estado de excepción era im-posible porque no había una autoridad que pudiera instaurarla o finali-zarla (Bredekamp et al. 1999:262), llegando al resultado en el que el go-bernante es un déspota maquiavélico enmarcado en un contexto dondetodo es excepcional y, por esta misma razón, nada lo es (Kahn 2003:82).Creo que, más allá de la discusión entre ambos pensadores contemporá-neos, la figura de Botero se acerca a aquello que describía Benjamin yque se relaciona con la época de decadencia en que el autor vivía, al verque sus ciudades italianas ya no poseían el esplendor de los siglos ante-riores. Situación que Botero busca remediar con la producción de unaserie de consejos con el mínimo afán de que esos príncipes puedan porlo menos conservar sus “Estados” sin dejar de ser buenos cristianos. Bo-tero ya no posee la vitalidad de “un Maquiavelo” y se encuentra en unaépoca de decadencia política, moral y social, como bien lo describe el yacitado Chabod (1967:269): “En realidad, no era esta una característicade Botero solo, sino que su mediocre personalidad reflejaba las tenden-cias generalizadas de su tiempo, el vivir a medias tintas todas las ideas,la falta de sentimientos decididos y prepotentes, que constituía el verda-dero ocaso del Renacimiento”.

Quizá lo más interesante de esta pequeña descripción de una épocade decadencia sea que, como nos proponemos demostrar en este ensa-

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yo, es en estas mismas circunstancias en las que este “mediocre” pensa-dor ya supo esbozar algunas de las ideas que serían basamento del Esta-do moderno.

El concepto de soberanía

El concepto en que Carl Schmitt hace mayor hincapié es en el de so-beranía. El pensador alemán lo relaciona con la ya mencionada idea delestado de excepción. Para Schmitt, soberano es aquel al que le “competesiempre, por definición, la determinación del caso decisivo” (Schmitt1932:50). De esta manera, “la soberanía no actúa plenamente sino en losconflictos más importantes que cuestionan la existencia del régimen o ladel Estado” (Freund 1978:86). Schmitt apela a la idea de que verdadera-mente en esos casos extremos es en los que se puede apreciar cuándo ac-túa ese “dios mortal” del que hablamos con anterioridad. “Ante un casoexcepcional, el Estado suspende el Derecho por virtud del derecho a lapropia conservación” (Schmitt 1922:42). Es el momento cuando el sobe-rano produce el milagro, el momento cuando debe instaurar un orden dela nada, es decir, cuando debe recrear la Creación frente a la anarquía y elcaos del estado de excepción.

Schmitt relaciona esta idea también con el surgimiento del nuevoorden que comienza a darse cuando las figuras del Papa y el Empera-dor ya no logran mantener un orden político-espiritual universal. Esen este sentido que Schmitt dice que ahora es el Estado el que debehacerse cargo de la instauración de un orden frente al caos en que seencontró la civilización occidental en los siglos XVI y XVII. Es decir,ahora es el rey el que tiene la decisión última. Es curioso que Schmittposea una idea similar a la que Egidio Romano esgrimió en la EdadMedia para justificar que el Papa poseía el poder supremo. FranciscoBertelloni (2002:34) nos explica cómo “Egidio demuestra que en el es-tado de excepción se pone de manifiesto la plenitud, es decir la totali-dad de un poder en virtud de cuya posesión el soberano puede decidirde modo absoluto”. Lo curioso es que Schmitt usa una terminología si-milar pero ahora para justificar el poder soberano del Estado moder-no. Frente a la ruptura del orden medieval surge “el Estado europeocentralizado, territorialmente cerrado, que era soberano frente al em-

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perador y al Papa, pero también frente a cualquier vecino” (Schmitt1950:47).6

Ahora bien, se debe apuntar a si Botero vislumbra alguna idea simi-lar. En principio queda para más adelante el tema del estado de excep-ción típico del siglo XVI, que es uno de los ejes de la obra boteriana, enreferencia al conflicto de las guerras de religión. Hay que centrarse, pri-mero, en si el piamontés posee alguna referencia teórica del conceptode soberanía.

Botero conceptualiza una diferenciación a la hora de tratar el temade la independencia de los Estados. Es así que diferencia dos tipos deindependencia: una que excluye la idea de mayoría y superioridad (elPapa, el Emperador, los reyes), y otra que excluye la necesidad de ayu-da y apoyo de los otros (aquellos que tienen fuerzas superiores o igua-les a las de sus enemigos y las de sus emolumentos). Es decir, la prime-ra se refiere a aquellos que poseen independencia (y legitimidad) másallá de las circunstancias político-sociales particulares y la segunda serefiere a aquellos que consolidan su independencia en base a los recur-sos que poseen para sustentarla. Lo interesante es que dice que el másimportante es el segundo tipo de independencia y añade que “aquellahace que yo sea señor absoluto y soberano, esta [en referencia al segun-do tipo] que sea poderoso y de fuerzas suficientes para la conservaciónde mi Estado y que yo sea verdaderamente Príncipe grande, y no rey”(Botero 1589:176).

De esta forma Botero define el fundamento del Estado sobre la base dela idea de fuerza. La cita adquiere aún mayor relevancia cuando se notacómo el pensador relega el término de “absoluto y soberano” (posible-mente recordando a Bodin, al cual Botero leyó) para el tipo de indepen-

6 Es a la vez curioso que Schmitt, en esta misma obra, exponga que “Bartolo y todos losdemás juristas y publicistas italianos del siglo XIV ya no poseen conocimiento alguno deque el emperador tiene esta misión del Kat-echon” (p. 45), en referencia a aquel gobernantecuya responsabilidad es la instauración de un orden que combata el caos representado en laidea del anticristo. La cita es interesante porque alude a pensadores italianos de siglos ante-riores a Botero, pero que seguramente poseyeron influencia en las obras del piamontés (véa-se Skinner en referencia a la influencia de los dictadores medievales en los pensadores delRenacimiento).

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dencia de “menor calidad” y asienta el fundamento del Estado no en la“legitimidad” de la idea de soberanía, sino en la fuerza.

En principio no se debe dejar de notar que, como postulan los estu-diosos de la temática, Botero no logra realizar una exposición concisa deltérmino “soberanía” como sí lo hace su contemporáneo Bodin. A este res-pecto, Luigi Firpo comenta que “la teoría de la soberanía, último vérticede la especulación política del Cinquecento, lo encuentra [a Botero] sordo,negado a cualquier tipo de comprensión fecunda” (Botero 1948, estudiopreliminar: 22). Y en esta misma línea, Chabod (1967:265) critica a Bo-tero su “oscilar entre tres términos, grandeza, majestad y mayoría, señal,más que de énfasis en la redacción, de ideas poco claras respecto del con-cepto mismo que desea expresar”.

Sin embargo, y a pesar de la veracidad de dichos comentarios, creoque, en cierta forma, es rescatable la asociación que hace Botero de laidea de fuerza como sustento de ese nuevo tipo de unidad política quecomenzaba a desarrollarse (más allá de que no se circunscriba a una co-rrecta definición de términos como “soberanía” o “legitimidad”). Y, a pe-sar de esta no menor temática, la relación con la teoría de Schmitt se dejaentrever aún en el pensador que no supo diferenciar correctamente elconcepto de soberanía. Para demostrar esta aseveración, tomaré el análi-sis que realiza la ya citada autora Victoria Kahn, quien, en referencia altema del concepto de soberanía en Hobbes visto desde Schmitt, exponelo siguiente:

Para Hobbes, el soberano decide porque fue delegado para ello. Enla comunidad hobbesiana, legitimidad y soberanía son por consi-guiente inseparables. Para Schmitt, por el contrario, la soberanía noes una categoría de la legitimidad. Como Paul Hirst ha argumenta-do, “el soberano [de Schmitt] es una comisión definitiva capaz de tomaruna decisión, no una categoría que legitima (“el pueblo”) ni una puradefinición formal (plenitud de poder, etc.)… (Kahn 2003:70, el des-tacado es mío).

En este sentido, se podría aseverar que el príncipe boteriano no se en-cuentra muy lejos de la figura del gobernante que retrata Schmitt. Ya queparece que lo importante, como dice el propio Botero, no es tanto la legi-timidad de la decisión como el hecho de que pueda ser impuesta y de

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que, en última instancia, deba existir una sola persona (o al menos un so-lo cuerpo) que sea el habilitado para dicha acción.7

No se debe olvidar que el pensador piamontés, debido al contextohistórico particular en que se situaba, necesitaba enfatizar la idea de fuer-za debido a que en la dividida “Italia” el problema principal era justa-mente la incapacidad de mantener gobiernos estables. Esta aseveracióncobra mayor volumen si situamos al pensador en el contexto más ampliode cambios que se estaban dando en la esfera europea, en la cual cadauno de los nuevos “Estados” comenzaba a delimitar sus fronteras, para locual el concepto de fuerza aparecía como un basamento fundamental dela consolidación de las nuevas entidades políticas. En esta línea, son su-gestivas las conclusiones de J. Hale (1971:22) sobre sus estudios de losconceptos de guerra y violencia en el siglo XVI: “Las explicaciones de laguerra fueron interpretadas por la realista (como opuesta a la utópica) vi-sión del pensamiento político. El origen de la sociedad misma en la vio-lencia fue incrementadamente dado por supuesto, como lo fue el rol re-presivo del gobierno […] Fue asumido que los príncipes debían estarentrenados como líderes de guerra y que todos los Estados debían estarpreparados para luchar por la supervivencia debido a celosos vecinos y,más aproximadamente, debido a una continua creencia en los ciclos, yasean fatalistas (la paz era simplemente demasiado buena para durar) omoralizantes (la paz traía consigo la degeneración por los lujos, la cualdebía ser expiada y purgada por la guerra)”.

7 Es igual de curioso el argumento que sigue exponiendo Kahn en relación con la impor-tancia que le daba Schmitt a la figura personal de ese poder que debe tomar la decisión en úl-tima instancia; lo postula de la siguiente manera: “Además, Hobbes no es el decisionista queSchmitt lo hace ser. Esto es así porque el poder del soberano hobbesiano es tanto un tema deautoridad como de poder, y esta autoridad es predicada sobre la base del consentimiento delindividuo al contrato político y a los mecanismos de representación política. Por encima de to-do, la persona del soberano hobbesiano no puede ser asimilada al personalismo de CatolicismoRomano y Forma Política, como Schmitt habría visto desde el principio si hubiera estado másatento a la cohibida teatralidad de la representación hobbesiana” (p. 78). En base al estudioque Schmitt realiza sobre la idea de autoridad en la Iglesia católica, y la importancia del ele-mento personalista en la esfera del poder, el príncipe boteriano (y en este sentido también elpríncipe maquiavélico) quizá, si se me permite la osadía, hubieran sido mejor ejemplo paraSchmitt que el soberano hobbesiano (si bien probablemente a la cita de Kahn le falte recordarque el “Leviatán”, una vez instaurado el contrato, ya no posee ningún tipo de sujeción al cuer-po de individuos que le delegó el poder).

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Creo que es ciertamente relevante la definición de Botero en base a laidea de fuerza. Más si se piensa en toda la preeminencia que adquirió enmuchos pensadores contemporáneos esta idea de fuerza (y violencia) enrelación con el poder de policía del Estado (no solo en Schmitt, sino tam-bién en un sinnúmero de intelectuales como De Maistre, Donoso Cortés,Weber, etcétera).

El problema de los herejes y el imperio turco

Habiendo visto las premisas principales del pensamiento de Schmitten torno al concepto de lo político y la idea de soberanía, y cómo estascategorías se podían aplicar al pensamiento de Giovanni Botero, creonecesario considerar un último punto relevante para este ensayo. Es elreferido a las guerras de religión y el peligro del avance turco en el sigloXVI.

El punto es importante si se retoman las ideas de “estado de excep-ción” y “soberanía” de Schmitt (y “fuerza” en Botero). Porque ¿cuál fue lasituación especial con la cual tuvo que lidiar el naciente Estado modernoy por la cual tuvo que aparecer, en términos schmittianos, aquella enti-dad capaz de decidir sobre el estado de excepción? La respuesta la en-contramos en la obra boteriana: los herejes y los turcos.

Schmitt sitúa el surgimiento del Estado moderno en la necesidad deencontrar un elemento neutral capaz de apaciguar las sangrientas dispu-tas religiosas que se dieron en el siglo XVI. “Nada más natural que, trasestos años de baldías disputas teológicas, en las que cada partido difama-ba a los otros y ninguno conseguía convencer a los demás, se buscase, alfin, un campo neutral en que poder entenderse, en el cual cupiera al me-nos la conciliación, la tranquilidad, la seguridad y el orden” (Schmitt1938:41). El pensador alemán nos muestra cómo surgió ese “dios mortal”capaz de dar solución a un conflicto que la clásica teoría política medie-val no podría haber resuelto del todo, porque había estallado el ordenuniversal de unidad religiosa. La salida se encontró en la “desteologiza-ción de la vida pública y en la neutralización de las contradicciones de laguerra civil religiosa […] por una resolución jurídico-pública que ya noera eclesiástica, sino estatal y gubernamental” (Schmitt 1950:134). Comodiría Ernst Forsthoff (1971:10): “El Estado moderno es una creación de

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la época de las guerras de religión y fue el instrumento para su supera-ción. Para ello, el medio específico fue la soberanía…”.

En este sentido, para dar un paso más en la argumentación, es impor-tante rescatar, en pos de entender correctamente el pensamiento de Sch-mitt y la relación con el tema que estamos analizando, la idea de “enemi-go”. Para Schmitt (1932:31), esta idea es la esencial para definir lopolítico: “La distinción propiamente política es la distinción entre el ami-go y el enemigo. Ella da a los actos y a los motivos humanos sentido polí-tico; a ella se refieren en último término todas las acciones y motivos po-líticos y ella, en fin hace posible una definición conceptual, unadiferencia específica, un criterio”. Es necesario traer a colación el concep-to porque es justamente a través de la determinación del enemigo que elsoberano podrá ejercer su decisión a nivel interno (al monopolizar la de-cisión y al neutralizar al enemigo interno) y a nivel externo (en las con-tiendas frente a ese otro “Leviatán” que posee igual nivel de soberanía).Solo en este sentido cobran valor las ideas que describí en el postuladoanterior porque para el pensador alemán “independientemente de mos-trarse para qué la violencia es instrumentalizada, lo que importa es sabera favor de quién será usada y, principalmente, contra quién” (Saint-Pierre2002:257).

De esta manera es que se puede entender la conformación del Estadomoderno como respuesta a la necesidad de neutralizar al enemigo inter-no que generaba los conflictos religiosos entre católicos y no católicos(herejes) y la necesidad de enfrentarse al enemigo externo (los demás Es-tados y el imperio turco).

Una vez visto el marco teórico que provee Schmitt, ahora se estudia-rá cómo estas categorías se encuentran presentes en la obra de Botero,en relación con el tratamiento que le da a la problemática de herejes yturcos.

Quizá, junto con la temática de la inestabilidad de las “ciudades-Esta-do” italianas, aquello por lo cual Botero escribe sus consejos a los prínci-pes de la época sea el malestar político que generaban tanto herejes comoturcos. A este respecto Botero (1589:276) comenta:

¿Cómo consecuentemente podré yo, dirá alguno, dilatar mi Estado?Con la defensa del bien público. Ahora bien, el bien público es de dosclases: espiritual y temporal. El temporal es la paz civil y política, el

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espiritual es la religión y la unión de la Iglesia de Dios. Ambos sonatacados y turbados por dos tipos de enemigos: los herejes y los infie-les; aquellos son internos, estos externos, y por eso aquellos más per-niciosos que estos, porque el infiel ofende en primera intención el or-den temporal y, por consecuencia, el espiritual; pero el hereje miraprimero al orden espiritual, después del cual arruina consecuentemen-te el temporal.

La cita es particularmente elocuente por una serie de puntos. Primeroes interesante porque Botero establece que la problemática de herejes yturcos se encuentra directamente relacionada con la conservación delbien público y el Estado. Vemos que de esta manera, en nuestro pensadoritaliano, se comprueba claramente la relación que hubo entre esta proble-mática y la conformación del Estado moderno.

En segundo lugar, en esta cita Botero explicita la relevancia de la pro-blemática de los herejes por sobre la de los turcos. Más allá de la explica-ción de tipo teológica que realiza (en la que se percibe claramente la in-fluencia del pensamiento medieval y la estrecha relación que postulabaentre política y teología), es interesante analizar cómo presenta con ma-yor relevancia aquello que, en términos schmittianos, describiríamos co-mo la neutralización del enemigo interno. De hecho es elocuente que, enotro pasaje de su obra, Botero, al comparar a Francia y España, diga queesta última posee mayor cohesión porque está empeñada en guerras en elexterior (en las Indias, los Países Bajos), y Francia, contrariamente, al es-tar en paz con los extranjeros, “se ve vuelta contra sí misma” (Botero1589:88). Es decir, España había logrado la pacificación a nivel internoque será la característica principal que Schmitt tipifica a la hora de des-cribir la idea de soberanía en el Estado moderno. Francia, en cambio, pa-ra la época de Botero, todavía no lograba resolver el problema de las gue-rras religiosas y por eso no podía lograr el nivel de cohesión política queBotero esperaba de sus príncipes.

Y en tercer lugar, relacionado justamente con la relevancia de la neu-tralización del hereje, Botero da un paso más al esgrimir que es el Estado(el príncipe) quien debe tomar las riendas del asunto. La idea está implí-cita en el párrafo citado, pero se deja entrever de manera más clara en elsiguiente:

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Debe cada príncipe, con su poder, mantener lejana a esta peste, por-que quien hace profesión de sustraer a los hombres de la obediencia ala Iglesia de Dios, le será mucho más fácil sustraerles del imperio y laobediencia tuya […] Y no faltan hoy hombres impíos no menos queinsanos, que dan a entender a los Príncipes que las herejías no tienennada que ver con la política. Y sin encontrarse ningún Príncipe heréti-co que quiera por razón de Estado soportar el ejercicio de la religióncatólica en su dominio, no faltan Príncipes que, haciendo profesión deser buenos cristianos, consienten espontáneamente las herejías en susReinos: lo que demuestra cuán verdadero era aquel dicho del Señor,que los hijos de las tinieblas tienen mayor prudencia en sus cosas quela que tienen los hijos de la luz (Botero 1997:276).

Más allá de la cólera particular expuesta en la cita, nos demuestra có-mo Botero se percata de que la lucha contra el hereje pasa a ser responsa-bilidad única del Estado (encarnado en el príncipe) y se convierte en unacuestión de bien público. Es mucho más que una cruzada contra un pue-blo que tiene una religión distinta. El cambio que está prefigurado en laobra de Botero es fundamental. Ya que, si bien durante toda la Edad Me-dia existía la obligación del gobernante de defender la Iglesia y su misiónevangelizadora, Botero le da aún mayor importancia a la labor del prínci-pe, quien ya deja de ser un mero instrumento de la Iglesia. Retomando laidea de “estado de excepción” de Schmitt, se está lejos de una concepcióncomo la de Egidio Romano según la cual situaciones excepcionales comola expuesta se convertían en “casos en los que el Papa interviene directa-mente en el orden temporal” (Bertelloni 2002:38). Ahora, incluso en unpensador católico como Botero, es el príncipe quien debe resolver la si-tuación excepcional de anarquía que estaban generando los disidentes re-ligiosos. En palabras de Schmitt, ahora es el príncipe el que debería ins-taurar el nuevo nomos. Y es más, aquello que es realmente curioso es quela última cita nos muestra cómo Botero se percata de que, si bien él nodudaría en que el catolicismo es la verdadera fe, existen príncipes protes-tantes que entienden correctamente cuál es el camino a seguir en pos demantener el orden público y, paradójicamente, critica a los príncipes ca-tólicos por no seguir el mismo accionar dentro de sus reinos.

Sobre la base de las categorías de Schmitt, para Botero el hereje es unindividuo particular que ofrece resistencia y que, por lo tanto, se trans-

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forma en un rebelde, “y el rebelde no es un iustus hostis, no posee ningu-nos derechos de guerra” (Schmitt 1950:148), es simplemente un elemen-to a neutralizar para el bien del Estado y en pos de finalizar con el estadode excepción.8 El mismo Schmitt (1932:61-62, el destacado es mío) ha-bla del caso de la siguiente manera: “Se puede también poner a una per-sona fuera de la ley por suponer a los afiliados a determinados partidos oreligiones la falta de intenciones pacíficas o legales. De ello se encuentrannumerosos ejemplos en la historia política de los herejes, heresiarcas yotros enemigos internos; es siempre característica la argumentación de quelos herejes nunca pueden ser, en realidad, pacíficos”.

Finalmente, nos encontramos con la otra rama de la política: el enemi-go externo. Si bien Botero no duda en incluir aquí a los príncipes y Esta-dos católicos y protestantes, creo relevante hacer hincapié en el imperioturco. Porque, si bien Botero aconseja sobre las diversas formas de cómosu príncipe (o sus príncipes) deben defenderse de cualquier peligro, yavimos cómo determina que el peligro principal del bien público son losherejes por un lado y los turcos por otro.

Ahora bien, aquello que es realmente interesante es que, si bien ubicaa herejes y turcos bajo un mismo criterio basándose en el peligro quecombinan los ámbitos espiritual y temporal, el tratamiento que les da aestos últimos es diferente. Porque, y una vez más con las categorías deSchmitt, el imperio turco no sería un elemento a neutralizar sino un ene-migo externo a enfrentar. Es decir, otro “Leviatán” soberano.

En Botero el imperio turco pasa a describir de la mejor manera aque-llo que Schmitt (1932:32-33) definía como enemigo en el sentido de que“la existencia del extraño implica la negación del propio modo de existir,debiendo, por tanto, combatirle o defenderse de él para salvar la manerade vivir propia, conforme al propio ser”.9 Schmitt define la idea de con-

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8 Para Botero, y al usar una vez más los términos de Schmitt, el hereje es un criminal. Dis-tinto será el caso, como veremos más adelante, del turco quien estaría más cercano a la figurade un iustus hostis.

9 De hecho el propio Schmitt, páginas más adelante, al interpretar que la idea neotesta-mentaria del amor a los enemigos no refiere al enemigo público, comenta: “Por lo demás, queyo sepa, durante la milenaria lucha entre Cristianismo y el Islam, a ningún cristiano se le haocurrido, movido por su amor a los sarracenos, o a los turcos, que debiera entregarse Europaal Islam, en vez de defenderla”. (p. 36).

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flicto existencial que, si bien se aplica a cualquier tipo de enemigo, creoque en Botero se ve de manera especial con los turcos.

Si bien herejes y turcos representarían para Botero enemigos existen-ciales, como ya se vio anteriormente, la particularidad de los turcos es elser esos enemigos existenciales que deben ser enfrentados y no neutra-lizados. La interpretación que se puede dar a la cuestión, sin necesidadde extralimitarse en el análisis, es que el pensador italiano considera, decierta manera, al turco como un enemigo que no se podrá eliminar com-pletamente (como sí pensaría para los herejes). Como esbocé ya, parececonsiderarlo un Estado estable del cual hay que defenderse o atacar.

Quizá la prueba más clara de lo expuesto es que, a renglón seguido dela cita en la cual recriminaba a los príncipes católicos no neutralizar a losherejes dentro de sus territorios, Botero concluye que el enemigo públicocontra el cual el príncipe debe guerrear y mostrar su valor es sin duda elturco. El pensador italiano termina con la aseveración de que la guerrajusta en toda su conceptualización debe aplicarse al turco, y es obligaciónde todo cristiano llevar a cabo esta tarea. “Pero porque la guerra es el últi-mo remedio que se debe usar contra el hereje, no es de esa manera uni-versalmente lícito a todos el guerrear contra los herejes, como contra losinfieles” (Botero 1589:276). La cita es realmente elocuente. Contra el he-reje la guerra es solo aceptable como último recurso, y no es lícito paracualquiera emprender esta tarea (en todo caso, como ya vimos, solo alpríncipe le cabe llevar a cabo la neutralización del enemigo interno). Perocontra el turco es distinto. En este caso sí se puede hablar de guerra, lacual debe ser llevada a cabo por cualquiera. Botero en este sentido toda-vía es deudor de la idea medieval de la guerra justa. Y, de cierta manera(la última cita prueba lo dicho), sigue pensando la guerra contra el turcoen términos de cruzada. Sin duda que, bajo las categorías de Schmitt, Bo-tero no logra llegar al concepto de guerra entre Estados soberanos (y tam-poco, siguiendo la metodología de Quentin Skinner, deberíamos pecar deanacronismo y criticar a Botero por esta “falta”). Sin embargo, la mismaconceptualización que hace Schmitt nos lleva a ver que Botero ya se acer-caba a esta idea. El pensador alemán asevera, en relación con las cruzadasy las guerras misioneras, lo siguiente: “Todo ello se basaba en el supuestode la autoridad de una potestas spiritualis de acuerdo con el Derecho de Gen-tes. En las teorías de la Edad Media cristiana, jamás puede hacerse abs-tracción de esa autoridad de la Iglesia apoyada en el Derecho de Gentes,

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y menos aún cuando participa en la guerra un soberano cristiano” (Sch-mitt 1950:109-110). Si bien Botero habla en términos similares a los de“cruzada”, aquello que sí parece no existir ya en este pensador católico esla idea de que el papa sea el encargado de encomendar dicho accionar. Aligual que en el plano interno para neutralizar al hereje, Botero apenas simenciona la autoridad papal, pues apela solamente a la fuerza del prínci-pe. Para la política externa contra el imperio turco parece tomar el mismocamino.

Sin duda que las ataduras que Botero todavía posee con el mundo me-dieval no le permiten llegar al concepto moderno de guerra, el cual es defi-nido por Schmitt (1950:136) en el sentido de que “la justicia de la guerraya no reside en la concordancia con determinados contenidos de normasteológicas, morales o jurídicas, sino en la calidad institucional y estructuralde las formaciones políticas que libran entre ellas la guerra sobre un mismoplano y no se consideran mutuamente, a pesar de la guerra, como traidoresy criminales, sino como iusti hostes”. El pensador italiano católico, quizásuno de los mayores símbolos de la Contrarreforma, está lejos de aseverardicha concepción de la guerra. Para Botero el tema del imperio turco (ytambién la problemática de los herejes) sigue siendo una cuestión que im-plica no solo al ámbito político sino también al espiritual.10 Pero creo que,en primer lugar al conceder toda la responsabilidad al príncipe, en segun-do al casi no mencionar la figura del papa, y además al posicionar al turcocomo algo distinto del hereje (y al cual debe brindársele un tratamientodistinto), este pensador católico ya se acercaba a las teorías modernas delEstado que se desarrollarían concisamente en los siguientes siglos.

El análisis de la problemática de herejes y turcos sirve, de esta forma,para estudiar cómo en estos dos casos, Botero (retomo lo dicho en pun-tos anteriores), no dudaría en usar de esa fuerza de la cual el príncipe de-bía valerse para asegurar la independencia de su Estado (Headley2000:1139). En términos schmittianos, es frente al estado de excepciónque genera la problemática de herejes y turcos que el príncipe debe hacer

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10 De hecho, a lo largo de su obra, Botero llega a afirmar, a la hora de desarrollar el con-cepto de guerra justa, que el éxito se logrará de manera providencial si el príncipe es el quedefiende los preceptos Divinos de la Iglesia católica, con lo cual muestra, de esta manera, quetodavía en su pensamiento la política se encuentra, de cierto modo, subordinada a la teología.

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uso de su poder de decisión en pos de salvaguardar el bien público y laconservación del Estado.

Una temática como la expuesta demuestra, en cierta forma, cómo lascategorías de Schmitt sobre la conformación del Estado moderno y su es-tructura política-administrativa están íntimamente relacionadas inclusocon pensadores católicos. Y a la vez refleja la importancia que tuvo laproblemática de herejes y turcos en la conformación de esa “máquina”política que se consolidaría en los siglos posteriores.11

Conclusiones

En este ensayo me propuse demostrar cómo las categorías que CarlSchmitt esboza en relación con la conformación del Estado moderno po-dían verse reflejadas en el teólogo Giovanni Botero. Como se expuso enla introducción, la elección de dicho pensador resultaba curiosa, no solopor la relevancia que llegó a tener su obra en las elites dirigentes de laépoca, sino también porque se trata de un teólogo que escribe tratadospolíticos sin despegarse del todo de las categorías medievales. Es decir, lointeresante era ver si conceptualizaciones sobre el Estado moderno quesuelen aplicarse a pensadores no católicos (como Maquiavelo y, principal-mente para la teorización de Schmitt, Hobbes) podían llegar a verse refle-jadas en aquel que quizás haya sido el máximo pensador político católicoitaliano de la Contrarreforma.

Si bien a lo largo del ensayo se pudo apreciar cómo el pensamiento deBotero prefiguraba (aunque muchas veces de forma poco concisa) concep-tos que Schmitt sitúa en los grandes juristas de fines del siglo XVI y princi-pios del XVII y en la figura de Hobbes, no por eso se dejaron de notar cier-tas diferencias. Como ya expuse, Botero no se “decide” a entrar plenamenteen la Modernidad (ni podemos decir que esto haya sido su “error”).

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11 Creo relevante remarcar la importancia que tuvo la amenaza turca para la conforma-ción del Estado moderno. Muchos de los pensadores contemporáneos (Schmitt incluido) ha-cen un correcto hincapié en la problemática de la Reforma a la hora de explicar el surgimientode la máquina política-administrativa estatal. Pero el análisis de pensadores como Botero de-bería recordarnos la análoga relevancia que tuvo la presencia del imperio turco y su expansio-nismo en dicho proceso de formación del Estado.

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Quizás en este sentido quepa marcar algunos temas importantes quediferenciarían a Botero de la conceptualización hecha por Schmitt y quenombraré solamente en forma breve. En primer lugar, el pensador italia-no no puede definir al Estado de la manera que Schmitt rescata de Hob-bes, como ese “dios mortal”, como un puro artificio, como elemento neu-tral para resolver las contradicciones entre diversas posturas religiosas. Laligazón con las teorías tomistas (y de la Antigüedad clásica) son todavíamuy fuertes en Botero para esbozar una teoría del Estado al estilo deHobbes. En segundo lugar, por razones similares, y como ya lo comentéen el cuerpo del trabajo, Botero no llega a la conceptualización de la gue-rra entre Estados como un ámbito totalmente diferenciado de la teologíao la moral. Y, finalmente, en la misma línea, Botero no osaría hablar de lapolítica como un ámbito autónomo al estilo de Schmitt.

En este sentido, el Estado (el príncipe) boteriano sigue fuertemente ata-do a preceptos religioso-morales y a la influencia de la Iglesia. En Boterotodavía se encuentra presente aquella institución que quizás sea el máspoderoso de esos “cuerpos indirectos” que Schmitt critica de manera tanvehemente al final de su estudio sobre Hobbes (Schmitt 1938:85): la Igle-sia. El pensador italiano está todavía lejos de creer que su príncipe poseeun poder ilimitado para resolver la problemática del orden público.12

Sin embargo, y a pesar de estas no menores diferencias, se pudo de-mostrar que el pensador italiano ya vislumbraba o prefiguraba muchas delas características que Carl Schmitt (como tantos otros) tipificaría comoesenciales en la conformación del Estado nacional soberano.

Quizá Botero se percataba de que el mundo occidental estaba atrave-sando una época de profundos cambios a los cuales la política debía res-ponder de una manera original. Probablemente gran parte de las diferen-cias con los típicos pensadores modernos se debieron a su intento (quizáfrustrado) de conciliar las categorías políticas clásicas y medievales con lanueva realidad que se avizoraba.

Aún así creo que, si bien el pensamiento de Botero no posee el rigorfilosófico-científico de Maquiavelo o de Hobbes, su teoría no deja de te-

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12 A modo de ejemplo cabe mencionar la recomendación que Botero hace a sus príncipesde poseer dentro del funcionariado un “conseglio di conscienza”, en el cual intervengan doc-tores en Teología y Derecho Canónico.

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ner puntos interesantes a analizar. Y asimismo creo que un estudio por-menorizado de muchas de las cuestiones que esbozamos en este ensayopodría llegar a replantear la verdadera relación que existió entre los pre-ceptos filosóficos, teológicos y morales de fines de la Edad Media con laconformación del Estado moderno. Esto a la vez nos llevará seguramentea entrever de mejor manera la relación entre los ámbitos de la política yla religión. Botero y su obra, sobre la base tanto de la problemática de larelación entre el accionar del príncipe y los preceptos morales, comotambién de la problemática de herejes y turcos, son un claro ejemplo dela estrecha relación que existió entre ambos ámbitos al comienzo de laEdad Moderna. En este sentido, seguramente Carl Schmitt sería otra bue-na guía para iluminar el estudio de la cuestión.

Referencias

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UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE “RAZÓN DE ESTADO”… 37

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MARIO MICELI es candidato a doctor en Ciencias Políticas (Pontificia Univer-sidad Católica Argentina) y licenciado en Ciencias Políticas (UCA, 2006).

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