un verano en tu corazón

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Un verano en tucorazón

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© Todos los derechos reservadosNo se permite la reproducción total o parcialde esta obra, ni su incorporación a un

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sistema informático ni su transmisión encualquier forma o por cualquier medio, seaéste electrónico, mecánico, por fotocopia,por grabación u otros métodos, sin elpermiso previo y por escrito del autor. Lainfracción de los derechos mencionadospuede ser constitutiva de delito contra lapropiedad intelectual (Art. 270 y siguientesdel Código Penal).Título: Un verano en tu corazón©Monika Hoff y Norah CarterPrimera edición en Septiembre 2016

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Capítulo 1 Hacía un mes que se habíamarchado Lucas, yo estabaafrontando una pequeña depresión yno había tenido ningún tipo denoticias por parte de él; eso erapredecible, pero pasarlo día trasdía, era algo difícil de asumir yhacía que me encontrase en eseestado.Los primeros días fueron los más

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difíciles de mi vida, me acostaba yme levantaba llorando como unaenana, tenía la sensación de que mefaltaba el aire para respirar, habíamomentos que pensaba que habíatocado fondo y que no quería seguirviviendo. Mi hermana me llamaba ynotaba que me estaba pasandoalgo, estaba realmente preocupadae incluso decía que quería venirpronto a verme.La Semana Santa la pasé metida encasa y no salí ni para comprar elpan, luego me incorporé al trabajo yera para lo único que salía de mihogar, por lo demás me apetecíarefugiarme y vivir mi pena sola.

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Había adelgazado varios kilos yestaba anímicamente por los suelos,precisamente ese jueves tenía citacon mi médico para que valorarse unpoco mi estado.Algo me decía que debía de teneruna anemia de órdago.Tenía la sensación de estar mássola que nunca y en esos momentosfue cuando realmente me partía elalma no tener a mis padres ahí,desde que murieron los habíaechado muchísimo de menos,además de haberlo pasadofrancamente mal, pero esa vezestaba que se me iba el alma de notenerlos.

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Tras terminar de tomar el café, salíhacia el instituto para afrontar laflojera que traía el comenzar lasemana, todo el camino me pasérecordando, como siempre, cuandoLucas me acompañaba hasta eltrabajo; ahora, el hacerlo sola, hacíaque fuese todo con muchodesánimo.A la salida me fui a comer con micompañera Patricia, últimamentehabíamos coincidido poco y nohabíamos tenido posibilidad dehablar tranquilamente, aunque en loscafés Express que nos tomábamosdiariamente la mantenía informada

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de todo.Gracias a Dios que hablar con ellade vez en cuando hacía que medesahogara al menos un poco y queno me llegase a sentir tan sola,aunque evidentemente cada unateníamos nuestras vidas.

― ¿Qué tal estás, mi niña?

― Bueno, ahí vamos, serácuestión de tiempo ―dije mientrasíbamos andando hacia elrestaurante asiático.

― Deberías de apuntarte a algunaactividad por las tardes, necesitas

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evadir un poco la cabeza ―dijomientras me agarraba el brazo y loacariciaba.

― Ahora mismo no estoy paraesas cosas, solo me apetece estartirada en el sofá y no escucharnada, imagino que todo serácuestión de tiempo.

― Ese estado en el que teencuentras es el principio dedepresión, como ya te dije, ydebes rápidamente tratarla, novayas a faltar el jueves a tu citacon el doctor, pero sobre todo

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debes de sacar fuerzas y haceralgo más que estar encerrada entu casa.

― Claro que iré al médico, imaginoque tendrán que hacerme pruebasya que estoy muy débil y no tengoabsolutamente nada de fuerzas, eltema de la ansiedad y de ladepresión me imagino quecomenzarán a tratarlo.

― Me duele tanto verte así,imagino que cuando pase el tiemporecordarás esta historia como algodulce que dejará de causar dolor.

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― Ese es el problema, que fue tandulce y bonito que esincomprensible que algo así tuvieseque terminar, jamás pensé que elamor tuviese una fecha decaducidad.

Entramos al restaurante, Patriciatuvo que pedir la comida por mí yaque yo no tenía ganas de nada,últimamente apenas comía, perointentaba hacer un esfuerzo para nocaer enferma del todo.

― Este fin de semana me quedo

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aquí, si quieres planeamos algo ylo hacemos juntas.

― No sé, Patricia, deja queavancen más los días, ahoramismo no tengo ánimo paraplanear nada.

― Bueno, iré pensando algo y a lolargo de la semana te diré quépodríamos hacer, lo mismo se meocurre una excelente idea y teanimas.

― Te lo agradezco, cariño, ya lovamos hablando, de todas formas

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quiero esperar al jueves a ver quéme dice el médico porque laverdad es que no me encuentronada bien, no sé ni cómo sacofuerzas para ir a trabajar.

― Me gustaría poderte acompañaral médico, ¿te importa?

― Para nada, guapa, por supuestoque puedes venir.

Tras la comida nos despedimos yme fui hacia mi casa, tenía ganas demeterme en el baño y estar un buenrato en él, relajada. Me había

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comprado una novela y queríatirarme en el sofá a leerla toda latarde.Por la noche encendí el ordenadorpara revisar las redes sociales yaque hacía días que no entraba, derepente vi que Lucas había colgadouna foto sentado en su nuevodespacho, el que había adquiridocon su nuevo cargo, las lágrimasempezaron a recorrer mis mejillasrápidamente, él nunca colgaba nadaen su Facebook y esta vez colgóesa foto donde estaba tan guapo,emitió una leve sonrisa pero que amí no me transmitía felicidad o esoera lo que me parecía.

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Estuve mirándola un buen rato, porsupuesto no iba a darle ningún megusta ni nada por el estilo ya que nopodía llamar la atención de su mujery menos aún porque él no habíadecidido ponerse en contactoconmigo.Me extrañaba mucho que hubiesesubido esa foto, lo mismo estababuscando que yo lo viese, pero esonunca lo sabría, pero era lo que mefaltaba para terminar de hundirmeen esa pena tan grande queembargaba mi corazón.Decidí dejar algo escrito en miestado.“Todo en la vida pasa por algo,

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por muy duro que parezca, todotiene una explicación, da igualcuánto tiempo tardes en tener lasrespuestas, no importa laslágrimas que te cueste derramarhasta tenerlas, pero todo ocurre ypasa por algo…” Cerré el ordenador y quise intentarolvidarme de esa foto y de ese postque yo había acabado de colgar.Me fui hacia la cama y me tiré enplancha para que la tierra metragase, esa noche me costó cogermucho el sueño, calculo que caírendida sobre las dos de lamadrugada.

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El sonido del despertador no habíasonado cuando ya estaba en lacocina preparándome un café y listapara salir en un rato para el trabajo.La mañana en el trabajo pasó rápiday fui hacia mi casa para coger elcoche e ir a un supermercado quehabía a las afuera para recargarbien la despensa y el frigorífico, yaque la dejadez me había impedidotener ganas de ir a hacer ningún tipode compras, pero ese día eraimprescindible y necesario hacer lacompra, así que saqué fuerzas sintenerlas y me fui a llenar un carro,por el camino me compré un

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sándwich y me lo comí.Esa tarde me dediqué a hacerlimpieza en la cocina y colocar todobien, así que se me pasó rápido eldía, yo solo quería dormir y nopensar en nada. El miércoles desperté y pudecomprobar al asomarme por laventana qué hacía un estupendo díapese a lo temprano que era, detodas formas al día siguiente notrabajaría porque tenía cita con eldoctor y el viernes era fiesta en laciudad, así que ese sería mi últimodía de trabajo hasta el lunes.

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Esa mañana laboral fue muydistraída ya que se hizo unaconferencia que duró casi toda lamañana y a mí me tuvo muyentretenida porque me interesabamucho el tema que se estabatratando.Cuando salí del instituto me estabaesperando Patricia, quería hablarconmigo.

― Nena, he encontrado una ofertapara este fin de semana paraPortugal concretamente a Oporto,podríamos irnos el viernes aprimera hora y pasar allí el fin desemana.

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― Patricia, te lo agradezco decorazón, pero ahora mismito loúnico que me apetecería seríairme de aquí, solo me apeteceestar encerrada en casa.

― No me has entendido, no teestoy preguntando si nos vamos,te estoy diciendo que encontradouna oferta, la he pillado y te invito apasar el fin de semana y no mevale un no por respuesta.

― En estos momentos soy un

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estorbo, no valgo para nada y notengo fuerzas ni para reírme nocreo que fuese una buenacompañía.

― Pero qué dices, guapa, mañanapor la mañana te recojo y teacompaño al médico, he pedido eldía de asuntos propios parapoderte acompañar.

― Gracias, cariño ―dije mientraslo abrazaba.

Fuimos caminando hacia donde ellatenía el coche y una vez allí me dijo

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que me montase que nos íbamos acomer.Entramos a un restaurante italianoprecioso que nos encantaba, alentrar pude escuchar una voz queme llamaba, al mirar pudecomprobar que era la madre deLucas con una amiga.

― Dana, hola, qué guapa estás,me alegro mucho de verte ―dijomientras me daba un abrazo.

― Hola, María, me alegra muchoverla, la veo genial.

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―Pues Dana, déjame decirte, y note enfades, que te veo un pocodesmejorada y muy delgada,deberías de mirarte, ¿estás bien?

― He tenido una pequeñagastroenteritis, por eso esteaspecto, pero pronto estarérecuperada.

― Pero, ¿qué os pasa a losjóvenes que estáis fatal? Mi Lucas,desde que se fue, está hechopolvo y no sabemos qué le pasa,este fin de semana salgo paraAlemania para estar unos días con

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él porque me tiene bastantepreocupada.

― ¿Y eso? ¿Está enfermo o algo?―no sabía cómo preguntarle, perotenía que hacerlo ya que queríasaber si él estaba igual que yo.

― Qué va, pero por el tono de vozsé que no lo está pasando bien, élno me quiere comentar nada,seguramente para que no mepreocupe, así que he decidido irunos días diciendo que lo echo demenos y tengo ganas de estar conél. Las madres tenemos una doble

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intuición y algo me dice que algoestá pasando y quiero ir a ver siconsigo sonsacarle qué es lo quele pasa.

― Espero que no sea nada, mealegro mucho de verla ―dijemientras la besaba paradespedirme ya que Patricia estabaen la mesa esperándome parapedir.

― Le daré recuerdos de tu parte,seguro que le hará mucha ilusiónsaber que nos hemos visto.

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― Gracias, María.

Me senté con Patricia y las lágrimasempezaron a brotar mis mejillas.Patricia intentaba calmarmemientras yo, entre sollozos, leexplicaba lo que me había dicho lamadre de Lucas.

― ¿Qué esperabas, corazón?―preguntó mi amiga mientras mecogía la mano― ¿Que él noestuviera afectado?

― No lo sé, Patricia, no lo sé―negué con la cabeza.

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Estaba destrozada. En parte habíasido un alivio saber que él también loestaba pasando mal, señal decuánto le dolía tenerme lejos, peropor otro… No quería que Lucassufriera absolutamente por nada, yasufría yo por los dos.

― Se enamoró de ti, Dana. Claroque lo tiene que estar pasandomal.

― Pero está con su mujer ―lerecordé a mi amiga.

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― ¿Y? ¿Crees que por eso va apensar menos en ti?

Me encogí de hombros, estabademasiado cansada para pensar. Lapena era tan grande que me estabadestrozando, física y mentalmente.Ya casi no podía razonar. A vecesme reprendía a mí misma como sifuera idiota, por haber permitido queeso ocurriese, por habermeenamorado de un hombre casado.Pero la mayoría de las veces, sololos recuerdos estaban en mimemoria.Cada uno de los instantes que vivícon él: las risas, los besos, las

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caricias…Hasta los malos momentos…El camarero trajo la comida y pusecara de asco al verla.

― Te la vas a comer, ya tenga yoque obligarte ―me advirtió Patriciamientras me señalaba con eltenedor.

― Mmmm… ―intentaba novomitar, es que no me apetecíanada.

Tardamos más de dos horas enabandonar el restaurante. Comí

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todo lo que fui capaz pero Patriciano estaba conforme.Le dije que quería irme a casa perose negó. Así que decidimos pasar latarde juntas. Estuvimos paseandopor la ciudad y, al final, acabamosen un centro comercial, el mismo enel que había estado con Lucassemanas antes.Cada tienda en la que entrábamosme traía a la mente recuerdossuyos. Así que, en vez deayudarme, la ansiedad en mí creció.Patricia, al notarme extraña, terminórápidamente con la visita al lugar yme llevó a una cafetería para queme tomara un té caliente ya que

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decía que me había quedado con elrostro muy blando y estabapreocupada.Se puso a hacer un poco la payasa,intentando animarme y la verdad esque lo consiguió.Acabamos riéndonos a carcajadaspor la más mínima tontería.Al salir de la cafetería, le di un granabrazo, una manera silenciosa deagradecerle todo lo que estabahaciendo por mí. Ella me lo devolviófeliz de la vida.Sabía que estaba preocupada, asíque al menos por las horassiguientes, intentaría parecer algo

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más animada, al menos mientrasestuviera con ella.De vuelta a casa, me dijo que quizássería buena idea, ya que al díasiguiente tenían que a visitar aldoctor temprano, que ella sequedara a dormir en mi casa. Si note importa, me dijo. A lo que yocontesté que por supuesto que nome importaba, que mi casa era sucasa y podía quedarse allí las vecesque quisiera.Yo, en el fondo, aunque quisieseestar sola, sabía que la compañíade Patricia me haría la noche másllevadera, por eso acepté sin dudar.Nos acercamos a un pequeño

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supermercado y compramosalgunos caprichos, todos los eligióella porque a mí ni eso me apetecía.Después fuimos hasta su casa paraque ella cogiera una muda de ropa,el pijama y lo que necesitase parapasar una noche fuera. Al llegar a casa, nos dimos unabuena ducha y decidimos cocinaralgo juntas. Al final acabamospreparando unos sándwiches.Nos sentamos en el sofá y comimosen la pequeña mesa que yo solíausar cuando estaba sola y quetantas veces había usado conLucas.

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― Deja de pensar, Dana.

Miré a mi amiga. Era ya de noche,habíamos cenado y ella me mirabacon los brazos cruzados.

― Lo siento ―le dije cuando me dicuenta de que me había quedadoensimismada, metida en misrecuerdos. ― Vamos a ver una peli ―saltó delsofá y eligió una.

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Y así pasamos la noche.Estuvimos ambas semi tumbadasen el sofá mientras veíamos unacomedia romántica. Reíamos tantocomo llorábamos. Desde luegoelegir películas no solo no era cosade Lucas, sino que de Patriciatampoco. Menuda mala punteríatenían…Nos comimos el helado que traje yacabamos con algunas de lasporquerías que compramos. Buenoella, porque yo apenas lo probé.Cuando acabó la película,decidimos ir a acostarnos.Al día siguiente me esperaba lavisita al doctor y, aunque intentaba

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no preocuparme, la verdad es quetenía miedo de los posiblesresultados.

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Capítulo 2 Me desperté a las 8 de la mañana,no podía seguir durmiendo, me fuihacia la cocina y me preparé unbuen café con unas tostadas, eramuy temprano aún para despertarla,así que la dejé que siguiesedurmiendo.Cogí la tablet y la puse en la mesaapoyada en la funda, me encendí uncigarro y abrí Facebook.Tenía un montón de notificaciones,entre ellas un me gusta de Lucas y

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un comentario de él en el estadoque puse el día anterior que meapresuré a abrir rápidamente.“Pienso igual que tú, Dana,aunque a veces nos ocurren alser humano cosas que mientraspasan son muy dolorosas dellevar… Te mando un abrazo”.No me podía otro razonamiento quepensar que me estaba diciendo quelo estaba pasando también mal, porotro lado pensaba que al estar consu mujer, a la que amabamuchísimo, no sería tan doloroso dellevar, me estaba volviendo loca, noparaba de leer y releer sucomentario, le di un me gusta y no

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me atreví a contestar.Seguí desayunando, mientrasmiraba Facebook y el post que teníadelante y que no me atreví a quitar,decidí coger el álbum de todas lasfotos que me había hecho esteinvierno con él, pero solo las quesalía yo sola, así que hice un álbumen Facebook y las colgué todas, lepuse de título “Un invierno en tucorazón”, lo colgué con más de 60fotos.No paraba de mirar una por una,recordar cada momento y que eraLucas el que me las hizo todas.Me hice otro café y cuando volví a lamesa pude comprobar que tenía

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muchas notificaciones y todas erande Lucas, un me gusta en el álbum yotro me encanta en cada una de lasfotos, yo no paraba de llorar alcomprobarlo.Mientras las miraba, me entró unanotificación de un comentario en unade las fotos, al abrirla era del díaque empapeló toda mi casa conmensajes de amor, salía poniendocara de enamorada.“Qué bonita estampa, que tepreparen algo así es porquesignifica que te quieren mucho”.Una sonrisa invadió mi cara, peroevidentemente el dolor seguía ahípues no podíamos estar juntos, lo

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que sí que me extrañó que fuese tanconstante en enviarme mensajes yme gusta, parecía como si mequisiese decir algo. Pensé que ojaláme pudiese abrir privado y poderhablar los dos, yo no podría hacerlopor si se la habría alguna ventanaestando al lado de su mujer, ademásque no quería obligarlo a hablarconmigo si no le apetecía, aunquepor su mensaje parecía todo locontrario.Un rato después se levantó Patriciapidiendo un café a gritos desde lahabitación, fui preparándolo conunas tostadas mientras venía haciala cocina.

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― Vas a flipar cuando te cuente,siéntate ―dije mientras ponía elcafé en la mesa.

― Por favor, ¿qué ha podido pasaren solo una hora que llevaslevantada? ―preguntó poniendocara de intrigada.

― Pues mientras, me tomaba uncafé abrí el Facebook y vi quetenía un like de Lucas y además uncomentario, y luego subí un álbumde fotos poniendo todas las quetenía cuando estuve con él pero sin

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que él saliese y lo subí poniendoque se titulaba Un invierno en tucorazón y le ha dado un like alálbum y un me encanta a cada unade las fotos, para colmo ha puestoeste comentario ―puse la tabletmirando hacia ella para que loviese.

― Estoy flipando, este tío estápasándolo mal, está deseandoentrar en contacto contigo, sino noharía esto.

― Pero… ¿por qué no me abreningún privado, ni me habla por

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Whatsapp o me llama porteléfono?

― Pues pienso que será para nohacerte más daño o porque noestá preparado, puede habermuchas razones, pero este tío estápasándolo mal.

― Él me habló de que quería quepasara un tiempo antes de quehablásemos para que todo fuesemucho más fácil, pero realmentenunca dejó entrever claro que síque pasaría eso.

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― Algo me dice que esta historiava a tener una segunda parte.

― Ojalá, daría lo que fuese porpasar solamente una noche con él.

― No, eso no, terminaría dematarte.

― Lo sé, pero prefiero morir yvolver a estar a su lado aunquesea por unas horas.

― No digas boberías, espero queese doctor hoy te dé todas lasclaves para que te vengas arriba

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rápido anímicamente.

― Lo mismo me manda aÁmsterdam a fumarme unoscuantos cigarros de la alegría―dije bromeando.

― Pues mira, nos vamos las dos,lo mismo pasamos un fin desemana descojonada de la risa,tomo nota, hay que preparar algo,Dana ―dijo muerta de risa.

― Como nos dé por escaparnostodos los fines de semanas aalgún sitio, vamos a terminar en la

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ruina, recuerda que tenemos quepagar la hipoteca ya que las dosestamos endeudas por unoscuantos de años ―dije riendo.

Ya comenzamos a ducharnos yvestirnos para ir a la cita con elmédico, al llegar allí fue un visto y novisto, rápidamente nos pasaron a laconsulta.Tras decirle todo mis síntomas aldoctor y mi amiga meterse en laconversación y contarle toda laverdad de que estaba atravesandoun momento de dolor por unaseparación sentimental, el doctor,que era muy simpático, dijo que

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empezarían ya mismo a hacermeunas pruebas, así que me mandóuna de orina y de sangre para elpróximo lunes, cosa que me tuvoque dar un justificante para quePatricia entregase en el instituto. Medijo que no me mandaría nada hastaque no tuviese los resultados, yaque quería asegurarse que todoestuviese en orden antes derecetarme nada, que luego memandaría algo para la pequeñadepresión que estaba atravesandoy, sobre todo, para que comiesemejor y me cambiara ese aspectoenfermo que tenía.El doctor nos estuvo dando charla

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un buen rato, parecía muy cómodocon nosotras, hasta que nosdespedimos y quedamos envolvernos a ver el miércoles cuandoestuviesen ya los resultados que meharían el próximo lunes.Salimos de allí directas para elcentro de León a pasear un rato yhacer un poco de shopping por lastiendas de ropa.Aprovechamos para comer por elcentro ya que así podíamos tapeary tomar algo, y decidimos ir luego acasa de Patricia a preparar suequipaje e irnos luego para mi casaa dormir de nuevo para la mañanasiguiente salir hacia Portugal.

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Pasamos toda la tarde en su casa,habíamos comprado unos pastelespara merendar allí, yo me tiré en sugran sofá y me relajé toda la tarde eincluso me quedé dormida una hora.Al caer la tarde nos fuimos hacia micasa a preparar unos sándwiches alos que me habíamos aficionado porlas noches y acostarnos rápido yaque al día siguiente saldríamos paraOporto.Cuando llegamos a mi casa,mientras ella preparaba la cena, yome puse a preparar mi pequeñoequipaje ya que para 3 días nohacía falta meter tanto.Mientras lo hacía, recordaba cuando

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lo preparaba para irme con Lucas,la tristeza volvió a embargarme, asíque intenté hacerlo lo más rápidoposible e irme a la cocina a evadirde esas sensaciones. Ya tenía los sándwiches listos y cogíla tablet y la puse en la mesa paraver si había movimiento enFacebook, en el fondo deseabatener, aunque fuese una sola señalde Lucas, ya fuese a través de uncomentario o un simple me gusta.Pude comprobar que si tenía uncomentario en otras de las fotos deldía que estuvimos en la cabaña.

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― Mira, Patricia, ha vuelto aponer un comentario ―dijenerviosa perdida. ― Qué fuerte, ábrelo ya queestoy deseando saber qué hapuesto esta vez.

El pulso me temblaba, solo teníaque me había puesto un comentarioy se veían las fotos de las que setrataba al lado pero aún no la habíapinchado, estaba tan nerviosa queno sabía si quería o no leerlo enesos momentos, estaba claro que sí

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pero me daba miedo que pudieseponer algo que me dejase afectada.Tras meterme dos gritos Patriciapara que le diese, ya ella me quitó latablet y le dio a abrir.“Conozco ese lugar, tiene unencanto especial y me hizo pasaruno de los mejores días de mivida. Qué no daría yo por volverloa repetir”.Nos quedamos de piedra, nosmiramos con una expresión deasombro, ¿A qué estaba jugando?¿Me estaba mandando mensajes?

― Contesta nena, pon lo que sea

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pero contéstale. ― No puedo, Patricia, no puedo,no sabría qué poner. ― Pues si tú no lo sabes, yo sí losé ―dijo mientras cogía la tabletpara disponerse a escribir.

Ni se lo pensó dos veces cuando yatenía escrita y enviada la siguienterespuesta.“Para mí también fue uno de losmejores días de mi vida, por loque veo ese lugar tiene algoimportante que deja un sabor

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especial y no solo a mí, sino amás personas. Me alegro quetambién lo conozcas. Un saludo,Lucas”.Yo me quedé muerta por lo quehabía acabado de poner mi amigapero me hizo gracia y pensé quellevaba razón, que si íbamos a jugara los mensajes, jugaríamos todos.No sé porqué en esos momentos micuerpo empezó a animarse, seríaporque comprendía que él tambiénse estaba acordando de mí y no erayo sola la que estaba viviendo esosmomentos tan duros.No pasaron ni 5 minutos cuando él ledio un me gusta a mi comentario.

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Yo estaba que me comía la tablet,pero ya la apagué viendo que no ibaa haber más conversación esanoche, el fin de semana en Portugalme haría alguna foto y la colgaría enel Facebook.Nos fuimos al salón a descansar yaque al día siguiente saldríamos muytemprano.Se nos ocurrió ver una comediaromántica, otra vez. Al finalterminamos las dos llorando comoniñas chicas, menos mal que suelenterminar esas películas con un finalfeliz que si no esa noche dormimoscon un trauma.

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Nos levantamos cuando aún nohabía amanecido. Nos tomamos uncafé cada una, era muy tempranopara desayunar, preparamos losúltimos detalles que nos faltaban,nos arreglamos y decidimos hacerun par de sándwiches por si nosentraba hambre un poco más tarde.Por mí lo dudaba, pero ya seencargaría Patricia de que comiera,de eso no me cabía duda.El viaje se nos hizo un poco pesado.Habíamos decidido ir en el coche demi amiga ya que ella estaba másacostumbrada a conducirlo y yo notenía cuerpo como para hacer untrayecto de más de 3 horas. En

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realidad ni siquiera de media hora,pero bueno.Paramos un par de veces parafumarnos un cigarro tranquilas ycomprar algo de beber. En la últimaparada, Patricia me obligó acomerme el sándwich, a lo que yome negué pero al final, por noescucharle el sermón, cedí y mecomí medio. Al menos la dejécallada.Estuvimos durante todo el caminocantando a pleno pulmón, inclusosollozando cuando la canción erauna balada. Menudas dossensiblonas…Con ayuda del GPS, llegamos a

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Oporto y al hotel sin perdernos,aunque en un par de ocasionesPatricia se lio con mis es por ahí (sinreferirme a izquierda y derecha) ytuvimos que hacer algún que otrocambio de sentido, pero nada másque eso.Entramos al hotel y nos registramosen recepción, ya teníamos lareserva hecha así que todo fuerápido. La habitación eracompartida, nos salía más barata ytampoco teníamos pensado deusarla aparte de para ducharnos ydormir. Habíamos ido a pasar pocotiempo y queríamos disfrutarlo atope.

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Dejamos las maletas medio abiertasen la habitación, nos dimos unaducha rápida, nos vestimos ydecidimos no perder ni un minutomás y salir a conocer la ciudad.Decidimos coger un taxi y que nosllevara hasta el centro histórico.Caminamos por la Avenida de losAliados y vimos el Ayuntamiento, unprecioso edificio construido enmármol y granito. Nos hicimosalgunos selfies mientras posábamosdelante de todo aquello que nosllama la atención.Cansadas de andar, decidimossentarnos a comer algo. Hasta yotenía un poco de apetito, aunque lo

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que más me apetecía era tomaralgo.Como no conocíamos la zona,decidimos preguntarles a dos chicosque estaban allí. Imaginamos queeran turistas porque no paraban dehacerse fotos, como nosotras.

― Perdonad, ¿habláis español?―preguntó Patricia.― Sí, somos de Madrid ―dijo unchico rubio, de unos treinta años ycon unos ojos verdesimpresionantes.

Patricia se lo quedó mirando con la

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boca abierta. Le di un codazo a versi así reaccionaba.

― Esto, bien ―siguió ella―.Entonces no nos seréis de ayuda.

― Conocemos la ciudad bien―intervino el otro chico, un morenocon el pelo un poco largo yondulado y ojos oscuros, un par deaños mayor que su amigo, quizás.El típico latino que tenía unasonrisa preciosa. Me recordómucho a Lucas, la verdad―. Es lasegunda vez que venimos, solo quela primera apenas tuvimos tiempo

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de mucho y decidimos volver―explicó―. ¿Qué necesitáis?

― Queríamos tomar algo pero nosabíamos adónde ―intervine yo.

― Oh, pues podéis acompañarnossi queréis ―dijo el moreno.

― Pero claro que sí ―confirmóPatricia de sopetón.

― Yo me llamo Javier ―dijo elrubio entrando en laconversación― y este es mi granamigo Fran. ¿Y vosotras?

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Patricia volvió a quedarseboquiabierta, esta mujer tenía unproblema con Javier, eso seguro.Así que hablé yo.

― Ella es Patricia y yo Dana.

― ¿Y qué hacéis por aquí?―preguntó Fran.

― Solo pasar un par de días derelax y evadirnos un poco ―leexpliqué―. La rutina, ya sabes…

Ambos sonrieron.

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― Pues vamos, entonces ―acabódiciendo Fran.

Llegamos a un restaurante llamadoEscondidinho, por lo visto era muyconocido en la ciudad. El local eraprecioso, el interior era como unareproducción de las mansiones delSiglo XVIII, era como viajar en eltiempo y todo estaba perfectamentecuidado, hasta el más mínimodetalle.Pedimos una botella de vino, elcamarero nos aconsejó, y variosplatos de pescados locales.Comí lo que pude, realmente todoestaba delicioso.

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Pasamos un rato agradable y lescontamos un poco sobre nuestrasvidas, que éramos profesoras en uninstituto, a lo cual siguieron algunaque otra broma de ellos con quésería de esos niños teniendo unasprofesoras tan sexys.Ellos nos contaron que eran médicosde medicina general y quetrabajaban en el mismo centro desalud en Madrid. Que ese añohabían decidido volver a Oportopero para estar de relax, nada dediscotecas y borracheras como lasanteriores veces. Que por culpa deeso, no llegaron nada más que aconocer bares.

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Se lo agradecí, ya que por esohabíamos encontrado ese excelentelugar en el que estábamos en esemomento.Después de comer, dimos un paseopor la ciudad y visitamos un par decentros comerciales.Patricia y yo hicimos algunascompras, sobre todo recuerdos dellugar, mientras ellos nos esperabansentados en una de las cafeteríastomándose una cerveza.A lo tonto, se nos fue el día ycenamos algo rápido los cuatrojuntos. Nos despedimos de ellos,prometiendo vernos al día siguientey continuar juntos la aventura.

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Llegamos al hotel reventadas, noshabíamos dado una paliza de andar.Patricia no paraba de decir que eserubio iba a ser su perdición, que quémirada, que qué sonrisa, que qué…

― Pesadita eres ―me reí cuandosalí de la ducha y ella seguíaalabando sus virtudes. ― Pesadita no, Dana, ¿pero tú lohas visto?

― Hombre pues sí, no está mal elmuchacho, pero no sé, le falta algo

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―me quité la toalla y me puse elpijama.

― Claro, ¿y al morenazo no?―ella estaba tumbada en la cama,preparada para dormir ya.― A ese también ―me encogí dehombros.― Que no es Lucas, ¿no? ―dijocomprensivamente.― Patricia… ―me tumbé junto aella― Yo no voy buscando nada.Esos dos chicos me caen muybien, de verdad, y sé que son muyguapos…― ¿Has visto cómo te mira Fran?

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―me interrumpió.Le di con un cojín en la cabeza. ― Calla, que estoy hablando ―mereí―. Todo lo guapo que quieras,ya fuera Brad Pitt… Que no... ― Está bien ―suspiró―, pero almenos podemos divertirnos, ¿no? ― Tú eres libre para hacer lo quequieras, por mí no te cortes. ―Ah, no. Yo viene de viaje contigoy contigo me quedo. Ni el polvo

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más espectacular del mundo, y yate digo yo que ese sería muy, peroque muy espectacular, meseparará de ti ―batió las pestañasy me empecé a reír. Era toda unapayasa.― Por mí no te cortes. Te lopuedes tirar y así no te quedas conlas ganas.

―Bua… ¿Para qué? Seguro queme desilusiono, como siempre.¿Dónde están esos hombres quede verdad funcionan en la cama?―preguntó con cara de pena total.

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Nos miramos y acabamos las dospartiéndonos de la risa. Yo no iba adecirle que Lucas, para mí, era esehombre y más. Pero esa era laverdad.

―Venga, no te ralles ―me dijomientras me abrazaba―, todo va aestar bien.

Le agradecí el cariño y la confianza.Se había dado cuenta de que volvíainvadirme la tristeza y estaba allípara apoyarme. Me quedé así,dormida casi sin darme cuenta. A la mañana siguiente fuimos al

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encuentro de los madrileños yseguimos recorriendo la ciudad.Volvimos a comer en el mismo sitio,me había encantado y meencabezoné en ello, sin dejarles otraopción, pero tampoco parecía queles supusiera una complicación.El día se nos pasó más rápido de loque esperaba. Las bromas, las risasy el buen rollo ayudaron bastante.Javier y Patricia se tiraban miraditasdemasiado evidentes, así que Frany yo los dejamos ir un poco a subola y nos adelantamos mientraspaseábamos y nos hacíamosdecenas de fotos.

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En una de las ocasiones que nossentamos a tomar un café, Patricia yJavier desaparecieron dentro delbar, apareciendo media horadespués con signos evidentes deque en el baño había ocurrido algoentre ellos.Me reí al ver la cara sonrojada deambos cuando se sentaron pero losignoré para no hacerlos sentirincómodos.Tuve mucho feeling con Fran yparecía que yo a él le gustaba peroen todo momento le hice ver que noestaba disponible. Por más guapoque me pareciera, no me apetecíatener nada con ningún hombre.

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Y no sabría hasta cuando… Eso erapor tener a Lucas en mente ycorazón todavía.Por la noche quedamos en salir atomar unas copas y acabamos enuna discoteca muy conocida.Bailamos y bebimos, aunque yo nopude ni probar el primer Gin Tonic,me sentaba mal.Patricia, al verme, decidió queteníamos que irnos, nosdisculpamos con ellos eintercambiamos números deteléfonos y Facebook, prometiendoestar en contacto cuandovolviéramos a nuestras respectivasciudades.

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Tras un largo abrazo, nos dirigimosal hotel y descansamos. Al díasiguiente, después de desayunar,volveríamos a casa y queríamosestar descansadas para las horasde coche que nos esperaban. El domingo al final nos entretuvimosmás de la cuenta. Al salir de laciudad, nos topamos sin querer conuna famosa librería llamada“Librería Lello e Irmao”, muyconocida porque se había usadopara rodar en ella alguna escena deHarry Potter. Así que estuvimosdando vueltas por allí más tiempodel necesario.

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Al llegar a León, Patricia me dejódentro de casa, tomamos un café yse fue. Estábamos agotadas perohabíamos disfrutado mucho de esosdías juntas.No me apetecía cenar, así que meduché y me tumbé en el sofámientras leía uno de los libros quehabía comprado en la librería.Quedándome dormida allí mismo ycon el libro encima.

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Capítulo 3 Volvía a ser lunes esos días quetanto odiaban la mayoría de lahumanidad, me levanté a las 7 de lamañana, ya que a las 8 tenía queestar en la clínica haciéndome laspruebas y no podía desayunar puesdebía ir en ayunas.Tras la ducha salí directa hacia elcoche, me había relajadodemasiado y se me estaba haciendoun poco tarde así que me aligerétodo lo que pude para llegar a mihora.

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Entregué la primera muestra deorina y me sacaron sangre, a las 9ya estaba fuera, así que me fuihacia mi casa ya que no iba a ir alinstituto pues me lo había cogidolibre con el certificado que me habíadado el médico y que me daba bajahasta el miércoles que me diese losresultados y decidiese que seguíaunos días más así o me daban dealta, el médico hizo mucho hincapiéque no quería que me estresara enel trabajo ni en ningún otro lugar, asíque aprovecharía esos días libres.Llegué a casa y me preparé un grandesayuno, estaba muy nerviosa porabrir Facebook y subir las fotos de

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Portugal, evidentemente no iba acolgar nada más qué fotos en lasque yo saliese sola y Patriciatambién, no de los chicos quehabíamos conocido.Así que seleccioné las mejores fotosy creé un álbum que llamé “Fin desemana en Portugal”, había colgadocomo unas 20 imágenes.Por el chat pude comprobar queestaba online así que las veríarápidamente, seguí desayunandomientras observaba si tendríaalguna respuesta por su parte.Rápidamente empezaron a llegar lasnotificaciones, seguían su mismalínea, un Me gusta en el álbum y un

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Me encanta en cada una de lasfotos.Estaba súper emocionada de verque él reaccionaba a todo lo que yole ponía, es más, para mí eranseñales que estaban iluminando micamino, aunque sabía a cienciacierta que no volvería a tener nadacon él y ni siquiera sabía si me lovolvería a encontrar, pero lo amabatanto que saber que estaba al otrolado atento a mis cosas, hacía queconsiguiera sacarme una levesonrisa.Tras el desayuno me cambié deropa y me puse cómoda, al volver aver Facebook vi que tenía un

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comentario de él en el general delálbum.“Bonito lugar para una preciosaescapada, los viajes hacenencontrarse a uno mismo. Temando un fuerte abrazo, Dana”.Me dejó a cuadros ese comentarioporque no conseguía descifrar quéme estaba intentando decir, es máslo vi como algo de despecho, lo debonito lugar para una preciosaescapada lo entendí como algo queme trasmitía que le hubiese gustadoestar allí conmigo, pero lo de losviajes hacen encontrarse a unomismo, lo entendía como si mefuesen a valer para olvidarlo, quizás

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sería por la presión que tenía en lacabeza pero no conseguía que mequedase nada claro de lo que habíaquerido decir.Estuve toda la mañana dándolevueltas a la cabeza mientraslimpiaba un poco la casa y mepreparaba una lasaña para elmediodía.Al mediodía volví a abrir elFacebook, por poco me da uninfarto al ver que su mujer le habíaetiquetado en una foto y ponía elsiguiente comentario“Te voy a volver a echar muchode menos este verano, pero eltrabajo manda y las

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oportunidades no se puedenperder, si sobrevivimos a laprimera separación, tambiénsobreviviremos a esta. Te quiero,mi vida”.No me podía creer lo que estabaleyendo, ella se volvía a ir eseverano pero seguramente él sequedaría en Alemania en su nuevopuesto, me estaba volviendo loca,pude comprobar que él le dio un megusta a esa foto en la que salían losdos y que ponía el comentario deque él también la iba a echar muchode menos.Estaba claro que él tenía quecontestar a eso que le había puesto

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su mujer y no podía hacer como sisucediese algo, quizás sería verdadque la iba a echar mucho de menos,solo le pedía a Dios que de mí no seolvidara, era algo a lo que le teníamucho miedo, incluso sabiendo queno iba a estar más con él.Mientras comía no paraba derallarme la cabeza ya que yo teníatodo el verano libre, al serprofesora, y él todo el verano sin sumujer. Hubiera dado mi vida porqueme dijese que me fuese a Alemania,aunque fuese al pueblo de al lado apasar el verano con él, estaba claroque me liaría la cabeza la manta ysaldría como alma que lleva el

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diablo hacia su lado, pero estabaclaro que eso no iba a suceder, si nolas hubiese puesto en contactoconmigo y me lo hubiesecomunicado. Por la tarde me fui por la ciudad adar un paseo ya que estaba el díaprecioso, la primavera había entradocon mucha fuerza y el sol estabaapareciendo más de lo normal cosaque se agradecía.Me fui a un centro comercial abuscar unos zapatos para esaépoca, me apetecía estrenar,innovar, buscar alicientes que memotivasen, así que como a cualquier

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mujer quemando tarjeta se nospasaban las penas, me encantabadarme algún caprichito aunque noera nada derrochadora y megustaba siempre tener dineroahorrado.Tras una tarde que se me pasóvolando entre las tiendas y algunaparada a tomar un café en algunaterraza del centro comercial y asíaprovechar para fumarme uncigarro, saqué el coche del garaje yme fui hacia mi casa cargada debolsas, quería aprovechar tambiénpara ir sacando la ropa de esatemporada e ir ya guardando la deinvierno.

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Solté todas las bolsas y empecé acolocarlas, luego me fui a la cocinaa preparar un revuelto deespárragos con jamón que se mehabía antojado, así que me puse ahacerlo y, cuando me senté a cenar,encendí el ordenador a ver si habíanoticias nuevas por parte deAlemania.Solo había comentarios en el postque había colgado su mujeretiquetando a Lucas, todo el mundofelicitándoles por la pareja tan bonitaque hacían y diciéndoles que unverano pasarías rápido, que luegose cogerían con más ganas.

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De repente leí en un post quededuje rápidamente que era uncompañero de Lucas, queaprovechase el traslado que lehabían dado de verano, en la islagriega de Santorini, para vivir elverano más relajado de su vida,sobre todo para evadir la mente yhacer más llevadero los momentosde soledad que les iba a tocarleatravesar. No me podía creer lo queestaba leyendo. ¿Para qué lohabían enviado a él a Santorini? ¿Lohabría solicitado él? ¿Qué tenía quehacer en esa isla cuando éltrabajaba en un departamento de unperiódico alemán? Me estaba

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volviendo loca, mi cabeza no parabade dar vueltas a ese comentario.Llamé por teléfono a Patricia y leconté lo que había sucedido y sequedó perpleja.

― Cariño, es muy fuerte lo que mehas acabado de contar, qué raroque otra vez la mujer se marche denuevo, pero también es muyextraño que él se vaya a esa islacuando allí no creo que haya nadaque tenga que ver con su trabajo.

― Es lo que más me extraña,estoy súper rallada.

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― Niña, ya tenemos dónde ir apasar estas vacaciones de verano,lo mismo nos lo encontramos desorpresa por allí ―soltó Patriciabromeando.

― ¿Te imaginas colarnos en la islade Santorini? Me muero solo depensarlo.

― ¿Quién dijo miedo?

― Quita, quita, ni pensarlo, pornada del mundo lo haría.

― Lo mismo en cualquier momento

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te llama y te ofrece que te vayaspara allá, ¿no lo has pensado?

― Ya lo hubiera hecho, sería muymacabro pensarlo y notransmitírmelo cuando se suponeque estoy pasándolo realmentemal.

― Eso sí, a no ser que se hayaenterado hace muy poco y todavíano le haya dado tiempo areaccionar.

― Bueno, no voy a soñar con algoque realmente no va a pasar.

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― Veremos a ver, creo que eltema del Facebook te va a tener altanto de muchas cosas, por lo queveo.

― Bueno, preciosa, mañanahablamos, un beso.

― Hasta mañana, cuídate, cariño,un beso.

Me fui a la cama muy rayada por lasensación que tenía de que estabapasando algo que a mí meincumbía, y yo, sin embargo estaba

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ajena a todo.No paraba de darle vueltas a lacabeza y me costó muchas horascaer rendida y dormirme. El martes me levanté con unaextraña sensación en la cabeza, nollegaba a ser dolor o migraña perosabía que, si seguía con ese ritmo,se convertiría en eso.Fui a la cocina y me preparé unzumo de naranja. Como estaba,sería mejor no tomar ni té ni café, elexcitante no me sentaría bien.Me preparé una tostada conmantequilla y me senté en el sofá a

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desayunar mientras miraba por laventana.Hacía un día realmente precioso y latemperatura era casi perfecta.Bebí un sorbo de zumo y suspiré.Había pasado una noche horrible,me comía demasiado la cabezapensando en Lucas, en qué pasaríarealmente, en el porqué de esosmensajes.¿Qué demonios tenía que hacer élen Santorini?Había algo que no me cuadraba, ylo peor era que probablemente nome enterase. A no ser que porFacebook él explicase las cosas.

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Ya está bien, Dana, me recriminé,tienes que dejar de imaginar.Acabé mi desayuno, recogí lo quehabía ensuciado en la cocina, me diuna corta ducha y me vestí.Salí de casa, decidida a pasar undía entretenido. Porque sabía quequedándome en ella me iba a seguircomiendo la cabeza con Lucas. Asíque necesitaba estar distraída.Y para ello necesitaba hacer algonuevo, ir al bar de siempre noayudaría porque ya me imaginaba atodos riñéndome por lo delgada queestaba y que tenía que ir al médico,etc. Así que decidí, simplemente,salir de casa y pasear.

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Tras pasear por la ciudad y tomar elmaravilloso sol que hacía, acabésentada en el bar que había en elparque donde una vez estuve conLucas.No se puede ser más idiota, medecía a mí misma mientras latristeza comenzaba a embargarmede nuevo.Sabía que así no me sobrepondríapero mi subconsciente siempreacababa ganando la batalla.Tras tomarme un café, me acerquéal supermercado y compré lonecesario para preparar elalmuerzo.

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Por la tarde, y ya en casa, me sonóel móvil.

― Hola, preciosa, ¿cómo estás?

― Hola, Patri, un poco mejor.¿Qué tal el día?

― Pfff… Para hacer desaparecera algunos de mis alumnos perobueno, qué te voy a contar a ti…Además, no tengo ganas de hablarde trabajo, ¿has comido?

― Sí, mamá ―me reí.

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― Mmmm… ¿Te has duchado?¿Has salido a que te diera el sol?¿Algún mensaje nuevo enFacebook de Lucas? ―terminópreguntando como quien no quierela cosa.

― Sí, sí y no lo sé, no miréFacebook.

Y me había costado la misma vidano hacerlo pero ese día me propusepasarlo tranquila y mirar si Lucasponía algo más o no, no iba aayudarme. Y aunque me costaba no

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mirar, lo iba consiguiendo.― ¿Qué vas a hacer hoy?―preguntó Patricia para cambiarel tema.

― Pues no sé, tenía pensadoponerme a limpiar un poco porqueestá todo hecho un desastre, cenaralgo ligero y acostarme pronto. Terecuerdo que la cita con el doctores temprano. ― Lo sé, pero, ¿quieres que llevealgo de cenar? ―preguntóilusionada.

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― A este paso te cobro alquiler―dije muerta de la risa.

― Pues mira, no sería mala idea―dijo como meditando―,vendemos una de las casas,pagamos la hipoteca y la otra amedias.

― Ni tú te lo crees, aguantarte 24horas ―seguí riéndome.

― Tienes razón, me volverías loca―se rio ella.

― Está bien, vente cuando

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quieras, ya lo sabes. ― Vale, ¿algo de comer que teapetezca en especial? ― Pues no ―le agradecía eldetalle, pero sabía que no iba acomer demasiado y que me dabaigual lo que trajese.

―Comida china, entonces, no sépor qué pero tengo un antojo derollito de primavera…

Colgué el teléfono al despedirnos yme dispuse a darme otro baño, esta

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vez relajante.Patricia llegó cerca de la hora de lacena, preparamos la mesa ycenamos. La verdad es que esa vezcomí más de lo que era normal enmí en los últimos tiempos.Yo seguía sin mirar Facebook perono podía sacarme a Lucas de lacabeza, aunque mi amiga tampocome dejaba mucho tiempo parapensar. Se inventaba cualquier cosapara mantenerme ocupada. Al finalacabamos jugando al parchís y todoy las dos muertas de la risa.Me acosté cuando Patricia se fue,ya puedo irme tranquila porque hascenado, dijo sacándome la lengua.

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Yo meneé la cabeza, pero me reí.Eso sin contar la de veces que medijo: nada más que sepas losresultados, mándame un mensaje,no quiero pasarme la mañanapreocupada, a lo que yo contestabaque sí, que no se preocupase que loharía.Pero en la cama estaba inquieta, nosabía por qué, pero tenía unaextraña sensación en el pecho.¿Le habría pasado algo a Lucas?No terminaba de entender nadasobre su traslado. Realmente noentendía nada de nada y tampocotenía forma de saberlo por ahora,así que tenía que dejar de pensar

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en ello.¿Eran los nervios por losresultados?¿Quizás un poco de todo?Fuera lo que fuese, hizo que mecostase conciliar el sueño. Otranoche más de insomnio…

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Capítulo 4 Esa mañana me desperté en el sofácon el sonido del despertador,estaba muy cansada por todo lo queestaba viviendo ajena a la nuevasituación que Lucas tenía que pasar,no entendía absolutamente nada,tenía que empezar a olvidarlo yacomo fuese, me iba a terminarvolviendo loca.Tomé un buen café y me dirigí haciala clínica, estaba preocupada por loque el doctor me pudiese decir yaque me veía muy débil.

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La enfermera me dijo que pasase yla acompañase hasta la consulta.

― Buenos días, doctor.

Me recibió con una sonrisa queparecía que estaba haciendo elanuncio de Profident.

― Buenos días, Dana, siéntate,por favor.

Hubo un momento de silenciomientras él me miraba fijamente alos ojos sonriendo y yo me estabaquedando toda loca, no sabía si se

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me quería declarar o decirme quetodo estaba genial.

- Dana, voy directo al grano,felicidades, estás embarazada.

Por poco me caigo de la silla enesos momentos, vi pasar mi vidaentera en un minuto.

― No puede ser, doctor, no puedeser ―dije incrédula a lo que estabaescuchando. ― Si me dices que no has tenidorelaciones sexuales en los últimos

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dos meses, entonces mando ajubilar directamente a la dellaboratorio, más que nada porquese habrá equivocado y habráintercambiado la prueba, de locontrario, está clarísimo, losniveles de embarazo son bastanteclaros.

No podía quitarme las manos de laboca, eso era lo último que mepodía pasar, la guinda paraterminar de enredar a mi corazón.Eso es algo que no hubieraplaneado ni loca, estaba que no melo podía creer y sobre todo no sabíani cómo iba a salir sola hacia

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adelante con eso, sin familia, ninadie ahí a mi alrededor, dejé depensar ya que estaba frente aldoctor y no tenía toda la mañanapara mí.

― Necesito tiempo parareaccionar, es algo que me hacogido totalmente de improvisto. ― No te preocupes, te vuelvo adar cita para dentro de un mes ymedio donde te haremos laspruebas de las 12 semanas, tienesque ir a la consulta del ginecólogoel 15 de junio, de todas formas

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ahora te pasaré con él para que tehaga una ecografía.

Me estaba hablando de unaecografía y yo todavía no sabía sime iba a tirar por el puente o iba a volverme loca…¿Preñada?No podía ser, eso no me podíaestar pasando a mí.

― Perfecto, muchas gracias. Avisó a la consulta de Ginecología yrápidamente me pasaron allí, era lobueno de ir a través de una clínica

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privada, me tiraron en la camilla yme echaron un gel sobre elestómago y comenzaron a hacermela ecografía.Rápidamente empezó a sonar elcorazón del bebé y me dio un vuelcomuy grande el mío, ese sonido mepartió el alma y comencé a llorardesconsoladamente. La pobreenfermera que estaba allí, noparaba de consolarme y decirmeque era normal de la emoción, eldoctor me dijo que estaba todoperfecto y me dijo que nos veríamosel día 12 de junio, queprobablemente sí se podría saber siera niño o niña.

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Tras salir de la consulta,conmocionada, me fui hacia el cochey no sabía qué hacer, si reír o llorar,tenía una sensación tan rara que nosabía si me sentía bien o si mesentía mal.Arranqué el coche y me fui hacia lacafetería a desayunar fuerte, sentíaque me iba a desmayar.Pedí mi desayuno, con el café estavez descafeinado, siempre mefumaba un cigarro, pero saqué elpaquete de tabaco del bolso y lo tiréen una papelera que había frente ala terraza del bar, no era capaz defumarme uno sabiendo que podíahacerle daño.

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Por un lado me producía muchaternura saber que iba a estaracompañada el resto de mi vida, porotro lado me daba mucho miedoafrontar esto sola, pero el escucharsu corazón me dio fuerzas para tirarhacia delante, un dilema rondaba micabeza: por un lado no se lo queríacontar a Lucas para no romperle suvida, veía injusto que ahora pareceque yo con un hijo y destrozara unafamilia, por otro lado pensaba quetenía derecho a saberlo y contárselosolo a él y que él decidiera si queríacontárselo a su mujer o ver anuestro hijo a escondidas yguardarlo en secreto, o lo mismo él

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decía que no quería saber nada.Vaya dilema el que tenía encima….Puse un mensaje a Patriciadiciéndole que fuese para mi casa acomer que yo tendría todopreparado, que quería hablar conella, inmediatamente me respondióque por supuesto.Fui hacia mi casa y preparé unoshuevos a la flamenca que tanto legustaban a Patricia desde que loprobó una vez que se los hice.No paraba de darle vueltas a lacabeza, mientras cocinaba abrí elFacebook, volví a leer loscomentarios sobre lo de Santorini y

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ya había algunos más y tambiénrespuestas de Lucas, al final eratodo una broma de su compañeropara buscar a la mujer de Lucas, meestaba quedando más alucinadaaún, lo que sí dejaba claro ya quese iba a quedar todo el veranotrabajando en Trier.La idea de ir a hablar con élpersonalmente cuando ya se fuese,me rondaba por la cabeza, pero porotro lado algo me decía que nohiciese nada y que no le pareciesela vida a nadie, aunque de todasformas también se la podía partir sialgún día se enteraba que habíatenido un hijo y no lo había

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disfrutado por mi culpa.Por fin llegó mi amiga Patricia,cuando me vio la cara se asustópensando que me habían dadomalas noticias por las pruebas.

― Estoy embarazada.

― ¿En serio? ―preguntósorprendidísima.

― Y tan en serio, las pruebassalieron claramente que lo estabay luego la ecografía fue clara conlos latidos del corazón, ademásque se veía el hueco

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perfectamente. El 12 de juniotengo que volver a ir a hacerme laprimera ecografía de los tresmeses.

― No me lo puedo creer ―dijomientras me daba un gran abrazo.

― Pues imagínate yo, quémarrón, tía, aunque por otro ladodesde que escuché los latidos desu corazón, estoy deseando verlela cara.

― ¿Cómo se lo vas a decir aLucas?

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― Ese es el problema, que no sési se lo voy a decir, creo que tienederecho a saberlo pero por otrolado pienso que le voy a romper lavida que él había elegido.

― Pienso que se lo debes de decirpero eso ya es tu elección, quieroque sepas que puedes contarconmigo para todo y que no te voya dejar sola en esto, sabes quetengo que ir a ver muchos fines desemana a mi madre porque seencuentra en una situación delicadapero por lo demás… Y algunosfines de semana me quedaré aquí

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contigo para ayudarte en todo lonecesario, y por supuesto el partono lo vas a pasar sola.

― Gracias, Patricia ―dije mientrasle daba un abrazo.

Tras la comida se fue porque esatarde tenía tutoría con dos alumnospara solucionar un problema,quedamos en vernos al día siguienteen el trabajo ya que yo meincorporaría, ya la baja maternal lacogería en septiembre así que nome incorporaría seguramente hasta

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el año siguiente en verano, casiterminando el curso.Me pasé toda la tarde asomada enla habitación de al lado de la mía,pensaba vaciarla y hacer una parami bebé, no tocaría nada hasta queen la siguiente revisión me dijesenque todo iba bien y, sobre todo, siera niña o niño.No paraba de pensar en Lucas y enlo bonito que hubiese sido tener estanoticia estando los dos juntos, sinnada que nos separase, peroevidentemente las cosas no eran asíy tenía que asimilar la situación en laque me encontraba y la que tendríaque afrontar sola.

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Pasé toda la tarde tirada en el sofá,no paraba de darle vueltas a quecuando naciese mi bebé losprimeros meses estaría con él, consuerte no me incorporaría hastadespués del verano, peroevidentemente me tendría queincorporar en cualquier momento ydejarlo a cargo de alguien o en unaguardería. Cuánto echaba de menosa mis padres en estos momentos enlos que tanto me podían haberayudado, a mi hermana no le daríala noticia hasta que me hiciese esaecografía en junio.Abrí mi Facebook y cambié miestado.

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“Cuando menos lo imaginas, pasaalgo y te cambia todos los planesde vida…”Una vez que lo colgué, miré siestaba online y comprobé que sí,sabía que no iba a acertar de lo quese trataba la frase, pero lo iba adejar pensando un rato, en el fondoestaba deseando que me mandarauna señal o hablase conmigo, leechaba demasiado de menos yahora llevaba un hijo de él dentro demí, evidentemente así no iba apoder olvidarlo en la vida.Me quedé mirando un rato a ver sime entra alguna notificación, saberque me entraban muchas y ninguna

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de él me dio rabia y apagué latablet.Me fui a dormir temprano ya que noquería comerme ese día mucho lacabeza, ya era suficiente, el díahabía sido muy inesperado,demasiado rápido lo estabadigiriendo.No cogía el sueño ni intentandodejar la mente en blanco que eso yaera imposible, tenía la sensación deestar viviendo algo que me estabanponiendo a prueba. El mes pasó rápidamente, apenastuve tiempo de nada. El saber que

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estaba embarazada me había hechocambiar mucho. Las vitaminas quetomaba por el embarazo me habíanabierto el apetito y estaba volviendoa mi estado habitual, a comer bien ya cuidarme para que mi bebénaciera sano.Patricia parecía que vivía conmigo.Cuando salíamos de trabajar, entresemana, se venía a casa ycomíamos juntas. Pasábamos latarde ideando cómo decoraría lahabitación del niño o la niña (ambasestábamos deseando saberlo), ymuchas noches dormía conmigopara no dejarme sola.Salíamos a pasar a diario y, aunque

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siempre decíamos que nocompraríamos nada hasta saberqué sería, al final siempre caía algo:un chupete blanco, un babero…Me hacía mucha ilusión irpreparando cositas para mi bebé.Las cosas en el trabajo también ibanbien. Todos mis compañeros mehabían felicitado por la buena nueva,y menos mal que no habíanpreguntado por el padre, Patricia lesadvirtió que ese tema no se tocabay los respetaron. Una de las tardesen las que solíamos ir todos a lacafetería a tomarnos algo, mehabían preparado una especie defiesta sorpresa.

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Yo solo sabía llorar, no tenía cómoagradecerles tanto cariño. Incluso aveces me trataban como si fuera decristal y yo me ponía de los nerviosdiciéndoles que estaba embarazada,no enferma. Pero como sabía quetodo lo hacían de broma, me lotomaba con humor.Los fines de semana que Patricia,quien se había convertido en misombra, se iba a cuidar a su madreenferma, yo me quedaba en casa.Esos eran los peores, estando solano podía dejar de pensar en Lucas.Más de una vez estuve a punto dehablarle por privado y contarle sobreel bebé, pero recapacité a tiempo.

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No podía hacerle eso.Pero la cuestión era que el daño loestaba sufriendo yo también. Sabíaque él quizás se enfadaría el díaque se enterara que le oculté elembarazo, ¿pero qué más podíahacer?Aún no tenía claro nada, necesitabapensar. Era domingo, mediados de mes yestaba tumbada en el sofá. Patriciahabía ido a pasar el fin de semanacon su madre y yo estaba sola encasa. Estuve de shopping el díaanterior, incluso me fui sola al cine.

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Pero los días en los que teníamucho tiempo para pensar se mehacían eternos.Cogí la tablet para echar un vistazoa Facebook, últimamente entrabapoco porque no quería saber sobreLucas en esos momentos en los quemis dudas sobre si contarle que ibaa ser padre eran tan grandes.Leí las decenas de notificacionesatrasadas que tenía y contesté aalgunas. En Facebook me cuidabamucho de que a alguien se lepudiese escapar algo sobre miembarazo. Aunque en persona se lohabía advertido, no podía controlarlas acciones de todos y a cualquiera

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se le podía escapar algo.Vi una foto de Lucas con su mujer.Mis ojos se llenaron de lágrimascuando vi los de ella, se notaba quela adoraba.Sin embargo él tenía una miradatriste. Sonreía en el selfie pero yo loconocía bien y sabía que no era deltodo feliz.Eso, en parte me alegró, ojalá meechase tanto de menos como yo aél, y una parte de mí sabía que lohacía.Suspiré profundamente y me decidía poner un post.“Siempre tenemos que ver el lado

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positivo de todo. A veces, cuandocrees que la vida no te sonríe, esel momento en el que no sabesque es cuando más lo estáhaciendo”.Sabía que el post podía da lugar aconfusión por parte de Lucas perono me importaba, es lo que sentíaen ese momento al recordar cómomi bebé estaba cambiándome lavida. Que aunque siempre amara asu padre y no lo pudiese olvidar, mibebé siempre sería parte de losdos. Sonó el timbre y me levanté a abrirla puerta.

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― ¡Hola! ―Patricia me dio ungran abrazo― ¿Cómo está lamamá del que será el bebé másprecioso del mundo?

― Eres una exagerada ―reí,pero aliviada porque ya estuvierade vuelta.

― Sí, claro. Mi sobrino, o sobrina,será lo más cuqui, ya verás―entró en la cocina y dejó un parde bolsas.

― ¿Qué es eso? ―pregunté.

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― Comida ―comenzó a sacartuppers de las bolsas. ― Ya estoy comiendo bien ―lerecriminé mientras abría uno yveía el contenido―, eres muyexagerada.

― Puede ser ―abrió elcongelador y los metió dentro―.Pero como a mi madre he tenidoque dejarle varias comidashechas, pues ya hice de más y asítenemos para unos días y no

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tenemos que preocuparnos dehacer de comer o pedir comida―se encogió de hombros.

― ¿Te apetece un café?

― La verdad es que sí. El queusa mi madre es horrible y no haymanera de que me deje usar elque me gusta.

Me puse a preparar ambos cafésmientras ella terminaba de recogerel contenido de las bolsas.Un rato después estábamos las dos

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sentadas en el sofá con la taza enlas manos.

― ¿Sabes algo de Lucas?

― No, hace un rato puse unafrase en Facebook que quizás lodescoloque pero no miré nada. ― ¿Has pensado ya si…? - No ―la interrumpí―, aún nosé si se lo diré.

Cogí la tablet y revisé Facebook, ya

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me entró curiosidad.Me puse nerviosa al ver que le habíadado un Me entristece a mi últimapublicación. Leí en voz alta surespuesta. “A veces sientes que la vida novolverá a sonreírte. Porquecuando te dio la oportunidad deuna sonrisa perpetua, tú larechazaste. Y ahora esa sonrisano será nada más que un sueño”.Comencé a llorar al entender sumensaje.Él pensaba que jamás volvería a sercompletamente feliz y eso me partía

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el alma. Si supiera que un pedacitode él estaba creciendo dentro demí…Mi amiga me abrazó y me consoló,como siempre. El mes pasó rápidamente, ya estabaa punto de acabarse. Yo seguíaigual, cada día con más fuerzas ymuy animada pero no podíasacarme a Lucas de la cabeza,mucho menos del corazón.Lo echaba de menos terriblemente yel estar ocultándole mi embarazotampoco me hacía sentir mejor.Pero por ahora no iba a decirle

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nada, aún necesitaba tiempo parapensar sobre qué tenía que hacer ono.Patricia siguió apoyándome comosiempre. No se separaba de mí.Incluso el anterior fin de semana medijo que la acompañara a ver a sumadre.En principio me negué, pero con lopersuasiva que era, la negativa nome duró demasiado tiempo.Pasamos el fin de semana en casade su madre y también así se lo hicemás amenos a ella, cosa que merepitió y agradeció muchas veces, alo que yo respondí que no me dieralas gracias, que demasiado hacía

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ella a diario por mí y que qué menospodía yo hacer por ella.La verdad que no sé que hubierasido de mí sin Patricia, sola contoda esa situación.Volvimos a casa y a la rutina. Yaquedaba poco para que llegara elmes de junio y, sobre todo, pocopara la visita programada que teníacon el doctor y en la que quizás medijera el sexo del bebé.Aunque eso era lo que menos meimportaba, que estuviera sano era loúnico que quería escuchar.

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Capítulo 5 Por fin me levanté esta mañana dejunio donde por fin iría a ver cómose encontraba mi deseado bebé.Desayuné un buen zumo de naranjay unas tostadas, me puse un trajefresquito ya que hacía mucho calor yme fui directa a la consulta delginecólogo.Entré muy nerviosa, se dieroncuenta del tirón, el corazón seguíaescuchándose perfectamente y pudoenseñarme por fin la forma de mibebé, se veía perfectamente, yo

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estaba flipando, sin duda meconfirmaron que era una niña, nopude reprimirme y empecé a llorar.Estaba como loca por salir deaquella consulta e irme a pasear ycomprar cosas para mi bebé ya quesabía que era niña y tenía ganas dellenar mi casa de cositas para ella.Como era viernes, tenía latranquilidad de hacer lo que quisieseya que hasta el lunes no meincorporaría al trabajo.Mientras paseaba decidí llamar a mihermana para darle la noticia

― Vas a ser tita.

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― ¿Quéeeeeeee?

― Lo que estás oyendo, hermana,pero no me preguntes por elpadre, fue algo que pasó, algoprecioso que viví unos mesesatrás, yo sabía que eso no iba adurar, él se tenía que marchar ytras su partida me enteré de queestaba embarazada. Por ciertoestoy de 3 meses y es una niña,no quise contar nada hasta estarsegura de que todo marchababien.

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― No sé qué decir, cariño, megustaría estar allí para arroparte yno te preocupes por nada queprepararé todo para pasar elúltimo mes contigo hasta que des aluz y luego me quedaré otro mesmás para ayudarte.

― No, en serio, no hace falta quevengas tanto tiempo, no tepreocupes que todo irá bien.

― Mantenme informada de todo,por favor te lo pido, Dana.

― Claro, no te preocupes, te

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mantendré informada, te quiero.

― Yo también, cariño, estoydeseando conocer a mi sobrina.

Antes de entrar a la primera tiendade ropa de bebé, algo me decía quese debía de llamar Carlota, como mimadre, en ese momento decidí quese llamaría así.Entré a la tienda y me fui para laparte donde era de bebé de 0 a 3meses, evidentemente había muypoca ropa ya que estaba latemporada de verano y mi bebénacería en diciembre, así que cogí

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unos cuantos bodys de mangaslargas, además de unos biberonespreciosos que vendían allí, veía todotan cuqui que me daban ganas dearrasar con todo. También compré 6baberos con unos dibujos muybonitos, eran como de una muñecade diferentes formas subiendo englobo, pero todo en tonos muy debebé.Esta vez sí compré a gusto, nocomo esas en las que Patricia y yoestábamos sin saber si sería niño yniña y no nos atrevíamos a comprarlo que realmente nos gustaba,aunque tenía unas cosas preciosasguardadas.

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Seguí caminando hacia una tiendade muebles, nada más entrar vi laque sería la habitación de Carlota,era preciosa, menos mal que suhabitación era espaciosa y podíameter todo lo que quisiera. Compréla habitación que estaba compuestapor una cama con una barrera paraque no se cayese, una grancómoda, un buen armario y 3estanterías, todo eso sería para suhabitación pero aparte compré unapreciosa cuna para la mía, que seríadonde estaría su primera etapa devida.El chico de la tienda de muebles medijo que me lo podía acercar esa

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misma tarde, yo me puse loca decontenta ya que tenía preparada yvacía esa habitación, así quequedamos que a las 4 estarían encasa.Seguí paseando y entré en unafarmacia, compré dos chupetes másy un lote de productos de higiene derecién nacido, dejaría todo biencolocadito esa tarde en suhabitación.No paraba de recordar a Lucas ysentía la necesidad de llamarlo oponerle un mensaje, pero no meatreví a hacerlo y no sabía si iba aser la decisión más acertada.Me tiré hasta las 2 de la tarde

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entrando en tiendas y comprandocosas para Carlota, luego me fui acomer a un kebab, de allí salir haciami casa que en un rato me traeríanla habitación de mi pequeña.Al llegar a casa le limpié el suelopara cuando la cosas llegaran solotener que barrer y volverle a pasarla fregona, estaba muy ilusionadaporque esa tarde la iba a pasarcolocando cositas de mi pequeña.Así que saqué las pocas cosas quehabía comprado anteriormente y lopreparé todo para colocarlo en ellugar adecuado cuando llegaran losmuebles.La puerta sonó, rápidamente

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empezaron a descargar muebles ycolocarlos en la habitación, enmenos de una hora ya estabamontada la preciosa habitación.Cuando se marcharon, barrí lahabitación, seguidamente limpié elpolvo y luego le pasé una fregona,esperé a que se secará y luegoentré a colocar la ropita que habíacomprado, así como las demáscosas.Estaba todo tan cuqui, se me caía lababa en esa habitación, me tocabala barriguita y le comenzaba ahablar, en esos días ya se notabaligeramente de que estabaembarazada.

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Patricia tenía ese día muy ocupadoasí que cuando vino a verme, sequedó con la boca abierta al ver laque había montado yo sola en unmomento. Eso sin contar la broncaque me echó por no haberla avisadaya que ella también le queríacomprar cosas a Carlota o habermeesperado para que me ayudase adecorar la habitación. Pero me riñócon una sonrisa, entendiendo miimpaciencia. Me tiré todo el fin de semana decompras de cosas para mi bebé,hasta 2 paquetones de pañales.Últimamente no salía conectado

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Lucas en Facebook y yo me habíapropuesto guardar silencio hastaque él decidiese ponerse encontacto conmigo, si no lo hacía,jamás desvelaría el secreto, y si lohacía, según como me entrase se locomentaría o no… No queríadestrozarle la vida, aunque por otrolado también le debía unaexplicación a Carlota cuando fuesemás mayor y quizás ella quisiera enesos momentos ir a buscar a supadre, que también sería una faenaya que a él seguramente lo hubieragustado enterarse y no cuando yafuese mayor, tenía un cacaoimpresionante en mi cabeza.

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Pase mi última semana de institutoantes de las vacaciones, todo elmundo me tocaba la barriga ya quede repente parecía que había salidofuerte el bombo, yo estaba muyilusionada, aunque no se me quitabade la mente Lucas, no podía olvidaral que yo consideraba que habíasido mi gran verdadero amor.El último día de clase mesorprendieron todas miscompañeras con una cesta gigantellena de cosas para mi bebé, desdecolonia a productos de higiene,sonajeros, biberones, un albornozprecioso y algunos leotardos.

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Muy emocionada por aquel detalleque habían tenido conmigo y ya queyo no volvería en septiembre porquecomenzaba mi baja, luego tras elparto tendría otros 4 meses de bajamaternal, entre una cosa y otra nome incorporaría hasta mayo.Fui loca de contenta hacia mi casaya que tenía ganas de colocar esacesta en lo alto de la cómoda, yaque no la abriría y la dejaría así talcual hasta el nacimiento de Carlota.Patricia me ayudó a colocar lascortinas que había comprado en unaboutique especializada en ropa dehabitación de bebé, a conjuntocompré también en la colcha para la

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cama y quedó tan bonito todopuesto que me emocioné y empecéa llorar.El sábado por la mañana me fui arecoger a Patricia para pasar el díadeambulando por la ciudad,teníamos ganas de despejarnos,tras un buen desayuno pasamos poruna tienda donde vendían los carrosde bebé, nos miramos y entramosdirectamente y al final salí con uno,lo llevamos a mi casa y lo dejamosen la habitación de Carlota, era tanbonito que me costaba salir de allí ydejar de mirarlo.Volvimos a perdernos por la ciudad,indudablemente terminamos

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comprando más cosas que íbamoscargando en bolsas, a ese paso meestaba fundiendo rápidamente lapaga de julio, pero es que meparecía todo tan bonito que nopodía dejar de comprarlo.Luego nos fuimos a comer a unMcDonald ya que teníamos ganasde probar algo de comida basura,que no solíamos hacerlo ya queéramos de comer más comidacasera. Tras pasar la tarde tambiénde compras por la ciudad, nosfuimos a mi casa a cenar unaspizzas que habíamos comprado porel camino.Tras cenar nos fuimos a la

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habitación de Carlota a colocar todolo que habíamos comprado, ellaestaba tan emocionada como yo,Patricia no paraba de tirar fotos atoda la habitación y dijo que se lehabía ocurrido una cosa que lefaltaba y que en breve la tendría,por supuesto me dejó con toda laintriga.Tras un rato de charloteo nosdespedimos y quedamos envolvernos a ver algún fin de semanaque nos escapamos por ahí ya queella se iba hasta septiembre alpueblo de su madre, nos dimos ungran abrazo y se fue llorando porquedecía que tenía la sensación de que

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me dejaba sola.Ya estaba oficialmente devacaciones, así que me tiré en elsofá a ver un documental sinimportarme la hora ni nada, detodas formas al día siguiente eradomingo. Me desperté en el sofá de nuevo ymaldije a los dioses. A este paso ibaa parir allí, qué manía más tontaestaba cogiendo de quedarmedormida allí.Me tomé el desayuno para uno deesos días en los que no teníahambre: café, zumo de naranja,

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tostada con mantequilla ymermelada (me había dado por lade fresa cuando nunca antes lahabía soportado) y un croissant dechocolate. Poca, vaya…Iba a acabar poniéndome como unavaca pero no mi importaba, teníademasiada hambre últimamente.Me paré en la entrada del comedory lo miré. No me apetecíadescansar, estaba nerviosa ynecesitaba hacer algo así que,cuando terminé de observarlo, me dila vuelta e hice lo mismo en cadauna de las estancias de la casa.Al final volví a acabar en la entradade la cocina, cruzada de brazos y

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mordiéndome el labio sin saber quéhacer.Podía hacer un poco de limpieza,nunca estaba de más, pero laverdad es que no me apetecía.Resoplé, algo tenía que hacer.De repente, como si una bombillitaencendida en mi cabeza seencendiera, salí corriendo, todo loque mi estado de preñada miedicame lo permitía, hasta el comedor denuevo.Cogí la tablet, la coloqué en posiciónencima de la mesa y busqué vídeosen Youtube. Ya estaba, iba aempezar a hacer gimnasia para

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preñadas. Media hora después estabatumbada en el suelo, con la lenguafuera y muerta del cansancio.Señor…, pensé, yo pensaba queesto sería más sencillo.Tras levantarme decidí prepararmeunos macarrones a la parmesana.Comí en la cocina mientras leía lanovela que tenía empezada, freguélos platos, me arreglé y salí apasear y bajar la comida. Al volver a casa preparé la cena yme acosté. Al final el día no me

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había cundido mucho.

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Capítulo 6 Mi primer lunes de vacaciones lopasé revoleando en la cama hastalas 10 de la mañana, me apetecíadarme una buena ducha y salir adesayunar a la cafetería que tantome gustaba y así aprovechaba paracomprar el pan y luego algo en elmercado.Al llegar a la cafetería, nada másentrar me quedé helada al ver aLucas sentado en una mesa a la vezque se levantaba con una sonrisapara recibirme, mientras caminaba

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hacia él le cambió el semblante almirar mi tripa y deducir que eso noera normal.

― ¿Qué tal estás, Dana? ―decíamientras me cogía por los hombrosy me daba dos besos.

― Estoy bien ―dije casititubeando.

― Siéntate, por favor.

Yo no podía casi ni hablar, estabatemblando y lo miraba fijamente alos ojos, no me podía creer que lo

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tuviera delante de mí.

― Dana… ¿Estás bien de verdad?¿Por qué tienes esa tripa?

Me quedé perpleja por suspreguntas, no podía mediar palabra,él me miraba esperando a que lerespondiese.

― Lucas, ¿qué haces aquí?―pregunté evitando responder tanrápidamente.

― Pues como habrás podido leeren el Facebook, Julie está en su

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mejor momento y debe deaprovecharlo, así que se ha idotodo el verano a hacer otro trabajo―dijo recordándome lo deFacebook―, me he cogido todojulio y estos días de junio devacaciones, agosto lo he pedidolibre sin remuneración, me lo hanaceptado, así que prefería venirmea estar en verano aquí que pasarloallí solo.

― Ya lo tenéis que cobrar bienpara poderte permitir el estarpidiendo tantos meses libres.

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― Bueno, no somos ricos perotenemos un buen sueldo cada unoy ella cada vez que sale le paganbastante bien, lo bueno que cuandoestoy trabajando mucho y en miempresa me lo agradecenbastante. Pero te tocaresponderme. ¿Y esa tripa?

― Estoy embarazada ―le solté sinpaños calientes. Yo y mi sentidodel tacto…

Me miró con cara sorprendida.

― ¿Tan rápido? No pensé que tefueses a enamorar tan rápido,

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ahora entiendo tu frase delFacebook, pero si tú estás feliz,me alegro mucho por ti, Dana, te lomereces ―dijo con cara detristeza.

Me quedé fría mirándolo, se notabaque era hombre y no calculaba lasfechas porque no era normal que yotuviese esa barriga y fuese posteriora él.No sabía si responderle lo que nome atrevía a decirle o seguir lahistoria que él había conspirado, enese momento opté por callarme.

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― ¿Quién es tu pareja? ¿Loconozco? ―preguntó intrigado.

― No tengo pareja, he decididotomar la maternidad en solitario.

― No me lo puedo creer… Y él seha desentendido, entiendo.

― Prefiero no hablar de ello.

― Dana, no me esperaba estopara nada, venía con mucha ilusiónpor verte, y sigo con las mismas.Si me permites que esté a tu ladoaunque sea como amigo, que

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sepas que te quiero mucho ypuedes contar conmigo para lo quenecesites.

― Gracias, Lucas.

Mientras desayunaba no paraba derayarme por el tema de que iba apasar el verano aquí, tenía ganas decontarle la verdad pero en esosmomentos no me atrevía.

― ¿Me permites que te invite acomer? ―preguntó poniendo carade pena.

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― Si quieres vamos a mi casa,compramos algo y lo cocinamosallí, me gustaría hablar contigo yenseñarte algo.

― Claro, me parece una genialidea, pero cocino yo, tú ahoraestás para que te mimen y tecuiden, así que déjalo en mismanos.

Seguía tan atento y cariñoso comosiempre, yo solo tenía ganas deabrazarlo y echarme a llorarcontándole todo, creía que elmomento perfecto sería la hora de

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la comida y me iba a liar la manta ala cabeza y contarle toda la verdad,si quería seguir viéndome en veranoque fuese sabiendo la realidad delasunto, y si no seguiría, yo comosiempre, esperando el nacimiento demi bebé, por mucho dolor que mecausara, pero no se merecía que loestuviese engañando.Fuimos a la plaza y compramosunas doradas para hacerlas alhorno, cuando llegamos a mi casase puso rápidamente a prepararla.Tras dejar la horneando le dije queme acompañase a la habitación deCarlota, ese nombre le gustómucho.

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― Pero Dana, ¡la que tienesmontada ya aquí! Qué cosa másbonita, se nota el buen gusto quederrochas.

Se puso a toquetearlo todo einvestigar los cajones y armariosrevisando todo lo que había dentro,su rostro trasmitía una sonrisa degustarle todo lo que estaba viendo.Volvimos a la cocina y me dio unfuerte abrazo, luego me agarró lasmanos y me dijo que no meimaginaba cuánto me había echadode menos y lo mal que lo había

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pasado, luego me dejó caer entrerisas que él pensaba que yo estabaigual y no perdida en los brazos deotro hombre, rápidamente le corté.

― Lucas, tenía que hablar contigoy no sabía en qué momento podríahacerlo, incluso si no hubiesesaparecido no sabía si iba a sacarel valor y el momento de hacerlo.Estoy embarazada de 3 para 4meses, haz las cuentas, por favor,no estado con ningún hombreaparte de estar contigo.

Su rostro cambió de repente y me

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apretó las manos más fuertes aún.

― ¿Me estás diciendo que esebebé es mío?

― Sí, Lucas, me enteré un mesdespués de irte, cuando escuchésu corazón me di cuenta que debíade seguir hacia delante, pero nosabía si decírtelo para nodestrozar tu matrimonio o ponerteen un compromiso, no quiero hacernada que te pueda causar dolor oque te perjudique en tu vida, noquiero entorpecerte y entenderécualquier decisión que tomes sin

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juzgarte por lo que decidas.

Estaba mudo mirando hacia el suelocon mis manos agarradas y nogesticulaba ni media palabra.

― No voy a andar con reproches,Dana, me haya equivocado o no.eso que llevas dentro de ti es delos dos, no deberías de haberdudado ni un momento endecírmelo. Me destroce mi vida ono, es cosa mía, además que esalgo que yo he hecho y que debode asumir las consecuencias, parabien o para mal tengo derecho a

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saber todo lo que tenga que verconmigo y más si se trata de unhijo ―dijo mientras me apretabacontra él y me abrazaba. ― Lo siento, Lucas, lo siento. ― No tienes que sentir nada, perodéjame, por favor, tomarme untiempo para asimilar y pensar todo.No estoy diciendo que vaya adesaparecer, es más, me voy aquedar aquí a tu lado todos losdías, todo lo que dure este veranoy decidamos cómo hacer las cosasy sobre todo yo decidir qué hacer

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con mi vida.

― Me parece perfecto, Lucas―dije mientras lagrimeaba por laspalabras que él había tenido, sobretodo porque se iba a quedar aquí ami lado, aunque fuese lo quedurase ese verano.

Tras un largo abrazo y un beso muybonito que me plantó en mis labios,nos sentamos a comer y me hizo milpreguntas sobre cómo había pasadolos primeros meses de embarazo yqué me decían los médicos, ademásde explicarle que ya no me

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incorporaría hasta finales de abril altrabajo.Cuando se levantó para recoger losplatos vino hacia mí y me agarró poratrás acariciándome la barriguita,yo sentía que volvía a tocar el cielocon las manos, sabía que solo podíadurar lo que durase el verano o quetomase una decisión, que algo medecía que no iba a tomar, pero yoestaba ahí dispuesta a disfrutar deltiempo que la vida me pusiese a sulado.Luego nos fuimos al sofá atumbarnos un rato y estuvimosabrazados charlando sobre cómonos habían ido los meses anteriores.

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No paraba de decirme que en elfondo, cuando su mujer le dijo queese verano se iba, a él le entró unaalegría tremenda porque supodesde un primer momento que sevenía para acá a verme.La vida me volvió a poner en micamino al hombre que más amaba yal padre de mi pequeña Carlota, esegranito de garbanzo como yo lellamaba.Se pasó toda la tarde acariciando mibarriga e incluso apoyaba su cabezapor si iba a escuchar algo, ingenuode él.Tras toda la tarde vagueando en elsofá y en el que no me dejaba para

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nada levantarme, cosa que mehacía mucha gracia pues lerecordaba que estaba embarazadano enferma, llamó a un chino paraque nos trajesen comida asiática,cenamos y luego fuimos a su casa acoger ropa para traerse para acá. Cuando acomodamos su ropa yobjetos de aseos personales, nostumbamos en la cama.

― Dana… ―su voz sonabapreocupada y eso me alarmó.

― ¿Sí?

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― Esto… A ver cómo te lo digo… ― Pues diciéndolo ―lo miré a losojos. ― Ya sé que estás embarazadapero yo soy bastante inexperto enesto ―comenzó serio. ― Ajá… ―me mordí el labio,intentando no reírme pero ya meimaginaba por dónde iban lostiros. ― Y también sabes que te he

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echado mucho de menos. ― Sí… ― Y bueno ―carraspeó―,cuando me dijiste que estabasembarazada y yo te ofrecí seramigos y todo ese rollo… ― ¿Sí? ―lo animé a seguircuando se quedó callado. ― Esto… ¿Podemos tener sexo,verdad? ―terminó preguntando.

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Yo, sin poder evitarlo, acabépartiéndome de la risa.

― Podemos y debemos ―dijecuando pude hablar.

― Joder, menos mal, no puedoestar cerca de ti y no tocarte. ― Pero quizás mi cuerpo… ― Tu cuerpo me encantará estécomo esté ―me interrumpió alentender qué iba a decirle―. Yome enamoré de ti, no de tucuerpo.

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― Me alegra saberlo ―dijeemocionada. Era un tontería peroque necesitaba es cuchar en esemomento. ― ¿Podemos dejar la charla paradespués? ―comenzó a quitarmela ropa lentamente.

Me reí y lo ayudé a desnudarme.Me sentí feliz cuando lo primero quehizo fue darme un beso en la barrigay acariciarla.Lo quería tanto…Y lo había echado tanto de menos.

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Se puso a mi lado y me besódulcemente. La pasión se desatórápido pero él no me dejó acelerarel ritmo.

― Tenemos que ir con cuidado―dijo sobre mis labios―,podemos dañar al bebé.

No supe si poner los ojos en blancoo reírme, o tal vez las dos cosas.Cuando estuvimos completamentedesnudos, después de besarnos porminutos y viendo que él no sabíacómo actuar, hice que se apoyarade espaldas y me senté a

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horcajadas sobre él.

― ¿Estás segura que…?

― Lucas… ―le advertí y se calló.

Me levanté un poco e introduje sumiembro dentro de mí. Ambosgemimos ante la sensación.Comencé a moverme lentamentemientras él jugaba con mis pechos.No duramos mucho, nosdeseábamos demasiado y habíamucho tiempo que no estábamosjuntos, así.

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― Te eché de menos ―dijecuando me tumbé a su lado y meapoyé en su pecho.

― Y yo a ti ―me dio un suavebeso en la frente y nos quedamosdormidos.

Los tres días siguientes lospasamos en mi casa, charlandosobre cómo sería Carlota, riéndonoscuando el tema “novios” salía. Lucasya tenía claro que no iba a dejar queningún hombre la tocara y a mí mehacía muchísima gracia.

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― Pues tú bien que me tocas amí ―le recordé.

― No es lo mismo ―decía él.

Y ya está, con esa explicaciónacababa el tema. Hasta que yotuviera ganas de picarlo un poco yvolviera a sacarlo, no sin llevarmesiempre una mirada de asesino porsu parte.Se le notaba relajado conmigo y esome encantaba.El viernes lo pasamos haciendoalguna remodelación en la casa:

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cambio de muebles de un sitio aotro, tirando algunas cosas… Todopara que Lucas se quedara tranquilode que la casa era un lugarcompletamente seguro para su hija.Yo ahí ya sí que tenía ganas deasesinarlo, me tenía de los nervios,pero me lo tomaba con humor. El sábado decidimos pasar el día enun pueblo, algo un poco alejado dela capital, donde pudiésemos pasarel día sin que nadie nos conociera.Como siempre, nos hicimos decenasde fotos.Comimos en un restaurante típico y

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me harté, pero sobre todo me di unbuen atracón de dulces. Sabía queno era bueno y Lucas me lorecordaba, pero yo le decía queCarlota quería azúcar y colaba.Estábamos pasando unos díasentrañables y los dos estábamosfelices de estar juntos.Llegamos a casa y nos dormimosrápido, estábamos agotados. El domingo nos despertamos ydecidimos pasarlo de relax, viendopelículas en el sofá. Encargamospizzas a domicilio y no nos movimosdel sofá para nada.

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Esta vez fui yo quien eligió lapelícula, no me fiaba de dejarlo denuevo a su elección.Una vez en la cama, intenté buscarlode nuevo. El embarazo me hacíaquerer más sexo, más de lo quehabitualmente necesitaba. Aunquecon Lucas era siempre, eso ya seme iba de las manos. Pero él, con elmiedo, se sentía aún cohibido.Y yo me estaba empezando aenfadar.

― Ya no deseas ―dije triste.

― Cariño, por favor, no digas eso

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―me dio varios besos repartidospor la cara. ― ¿Entonces cual es elproblema?

― Ninguno, solo tengo miedo dedañar a Carlota. ― Lucas, por favor, no sigas conesas.

― Bueno, lo siento, es que mesiento inseguro, a veces no sé sime paso de bruto y me da miedo.

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― ¿Crees que yo dejaría quehicieras algo que no debes?―pregunté ofendida. ― Claro que no ―negóinmediatamente.

Le di la espalda, dispuesta aignorarlo. Me abrazó por detrás ycomenzó a acariciarme, primerolentamente, hasta que cogió mispechos con las manos.

― Yo también te deseo locamente―me dijo al oído.

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Me puse de cara a él y lo besé,desatando nuestra pasión.Me bajé un poco, a la altura de suombligo y, sin darle tiempo a nada,me metí su pene en mi boca.El gemido que salió de su gargantame dio a entender que le estabaencantando. Me mandó parar antesde correrse, me ayudó a levantarmey a ponerme encima de él.Hicimos el amor con delicadeza y sindejar de besarnos. Nos dormimosabrazados el uno al otro, sonriendopor estar juntos.

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Capítulo 7 El lunes por la mañana me despertóa las 9 diciendo que me levantase adesayunar y yo reprochándole queestaba en mis vacaciones y no teníapor qué levantarme temprano, él noparaba de reírse y decirme que mealigerase, que había quedado yteníamos que llegar a su hora.

― ¿Que hemos quedado en qué?―pregunté sin entender nada.

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―Venga, vístete y vamos a lacocina a desayunar que tenemosque irnos en 20 minutos. Nopreguntes nada, ya lo descubrirás.

Cuando llegué a la cocina, ya teníatodo el desayuno listo, así que metomé rápidamente el zumo denaranja con una tostada y salimos acoger el coche. Me senté decopiloto y fuimos a la otra parte dela ciudad, aparcó delante de unaconsulta privada de Ginecología y lomiré asombrad, me dijo queadelante, que teníamos cita y quequería ver a nuestro bebé ya que nohabía tenido la oportunidad de

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asistir a la anterior ecografía, meentró una emoción y una alegríainmensa de saber que él tambiénestaba deseando de ver a nuestrapequeña Carlota.Estaba tirada en la camilla y él nodejaba de agarrarme la mano,cuando pusieron el aparato en mivientre y empezó a escucharse elcorazón y verse a nuestra hija, laslágrimas no dejaron de recorrerlesus mejillas.Nos dieron la foto de la eco ysalimos de allí felices de la vida porhaber tenido ese encuentro connuestra pequeña.Él no me decía nada de los planes

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que le rondaban por la cabeza, ni yole quería preguntar por ello, iba adejar que fuese él el que mecomentase los planes que tenía conrecepto a nuestra hija.Me encantaba ver cómo estabatratando la situación y con lanaturalidad que lo estaba llevandotodo.Nos fuimos a comer a unrestaurante que había en un puebloalrededor de Lugo y que era unamaravilla de lugar, además de hacerla mejor carne a la brasa de toda lazona.

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― Dana, he estado pensando quela semana que viene nospodríamos ir unos días a pasarlo alas playas de la zona de Cádiz, hayun hotel todo incluido en Chiclanade la Frontera que esimpresionante, tipo Caribe,podríamos irnos a pasar unasvacaciones de relax, ¿qué teparece?

― Bueno, viendo que ya no metengo que ir en busca de mi amorpara encontrármelo por las callesde Santorini, veo un perfecto planirnos a Cádiz a pasar unos días―dije aplaudiendo de la emoción.

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― Pues cuando lleguemos a casamiro si hay disponibilidad y si nocogemos otro hotel, pero ir nosvamos.

― Me parece perfecto.

Tras la comida nos fuimos adescansar a casa, y mientras él seponía en el ordenador a reservar, yaque había disponibilidad, yo me caíade sueño, estaba rendida, así queme dispuse a tomar una de esasrelajantes siestas.

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Por la tarde, al despertar, estabaviendo unos correos que le habíaenviado su mujer, se puso acontestarlos mientras yo me ponía apreparar algo de la merienda, queríadejarlo tranquilo contestando sinestar yo por medio pudiendomolestar.Tras la merienda se fue un rato avisitar a sus padres, yo me quedéordenando un poco la casa, me dijoque no lo esperase para cenar yaque aprovecharía para hacerlos conellos y que no le reprochasen que noapareciera para nada.Me sentí otra vez tan feliz que teníamiedo que si nos volvíamos a

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separar, esta vez no levantasecabeza, pero evidentemente estabaclaro que en esos momentos eramuy dichosa de poder estar a sulado.Estaba deseando que llegase ellunes para irnos hacia Andalucía apasar una magnífica semana en esehotel tan maravilloso que nosesperaba, aunque él llevaba ventajaya que podría aprovechar paratomar lo que quisiese en esasvacaciones y yo no podría hacerlopor mi estado de gestación, pero lodisfrutaría de igual manera.Aunque faltaba una semana para lasvacaciones, puse sobre la cama de

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la otra habitación la maleta yempecé a meter cosas, ya la dejéabierta toda la semana para cuandorecordase algo, meterlo.Por la noche llegó Lucas, eranpasadas las 11, me dio un fuerteabrazo y me dijo que quería hablarconmigo.

― Les he contado todo a mispadres, les he dicho que no semetan en mis decisiones y que lasestoy reflexionando tranquilamente,pero quiero que sepas que ellosvan a estar ahí para apoyarte entodo lo que tenga que ver conCarlota, dicen que ante todo es su

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nieta y que después la decisiónque yo tomé, la aceptaran y tendrésu apoyo.

― No pensé que fueses a tener elvalor de hacerlo y menos hoy, perosi era lo que necesitabas, mealegro de que lo hayas hecho yque te hayan respondido tan bien.

― Necesitaba liberarme, y sobretodo con ellos que son los pilaresfundamentales en mi vida, van aser abuelos y, aunque en lasituación ahora es un pocodelicada por mi estado civil, eso no

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quita que ellos tienen derecho asaberlo y sobre todo hay queafrontar todo lo que la vida nos vaponiendo por el camino.

La verdad que Lucas era un señorde los pies a la cabeza, poco mehabía reprochado para la malaactitud que yo había tenido de nocomentarle nada cuando me enterédel embarazo, gracias a que volvióesas vacaciones se enteró de losucedido, quizás de otra manerajamás se hubiese enterado.Nos fuimos a la cama temprano yaque ese día había sido muy largo,aunque yo me había tomado una

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buena siesta, él no habíadescansado nada.Nos dormimos abrazados, era unasensación tan fuerte que eraimposible describir, mi alma serelajaba completamente cuandoestaba entre sus brazos. Por la mañana despertamos yfuimos a casa de sus padres, lehabían llamado pidiendo que porfavor que fuésemos, le dije que porsupuesto le acompañaría si eran loque deseaban.Llegamos y su mamá me recibió conun fuerte abrazo, dándome las

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felicitaciones por el embarazo y elpadre me dio dos besos y unasonrisa que me dejó calmada paraentrar tranquilamente en su casa.Me querían entregar algo quehabían comprado un rato antes en lajoyería de al lado de su casa dondetantas cosas compraba a lo largo delos años, les dije que no debía dehaberse molestado y me dijo quepor su nieta lo que fuese.Era una preciosa cadena de oro conun colgante con la imagen de unbebé, también una pulserita llamadaesclava donde venía grabado“Carlota” y unas bolitas pequeñitasde oro para su primera puesta.

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Me emocioné al verlo y me cayeronalgunas lágrimas cosa que la madrede Lucas vino rápidamente aabrazarme y a decirme que ahíestarían para ayudarme en todo lonecesario para que a la pequeñaCarlota no le faltase de nadamientras ellos viviesen, les agradecíesas palabras enormemente.Salimos de casa de sus padres conellos hacia un restaurante a lasafueras del pueblo a comer, seveían muy cariñosos y muycorrectos, aunque yo los conocía dehacía años, ahora los estaba viendodesde otra perspectiva máscercana.

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La comida se hizo muy amena ygraciosa y no paraban de contarmeanécdotas de Lucas cuando erapequeño.Tras la comida los dejamos en sucasa y nos fuimos para la mía,cogimos dos Coca Colas Zero y nossentamos en el sofá y Lucas medesveló algo que no me esperaba.

― Mis padres nunca vieron conbuenos ojos a Julie, nunca laatacaron y no me dijeron nadapara ponerme en su contra, perolos conozco perfectamente y habíadolor en ellos cuando me fui a vivira Alemania con ella.

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― No me esperaba eso Lucas -―dije extrañada.

― Pues así es, además que sedieron una serie decircunstanciasen las que noté queellos intentaban apartarse de ella,evidentemente era porque Julieponía una barrera infranqueableaunque no lo dijese. Es muy buenapersona pero muy acaparadora, aella no le hace gracia que yo mevenga para acá, pero sabe que asíella se ahorra tener que venir enotro momento conmigo.

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― Pues es una lástima ya que tuspadres son dos grandes personasy no se merecen esos desprecios―dije furiosa de enterarme de esarevelación.

― Ahora contigo han visto el cieloabierto y estarán rezando por quehaya un cambio grande en mi vida,pero indudablemente no semeterán en ninguna de misdecisiones.

― Te entiendo, en eso estoy deacuerdo, tu vida solo la debes de

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dirigir tú ― solté aunque en elfondo pensaba que debería dedejarlo todo y venirse aquí a milado y terminar de ser feliz con sufamilia y conmigo, es lo que másdeseaba en este mundo, pero esoeran cosas que debía de de decidirél.

― Muchas veces las cosas no sontan fáciles como otros piensan,aunque terminan pasando cosasque te enseñan que siempre hayalgo más fuerte para demostrarte,que tampoco era nada del otromundo lo anterior.

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― No entiendo nada.

―Ya lo entenderás ―dijo mientrasme acariciaba la nariz un gesto decariño.

Al día siguiente me preguntó Lucassi podía invitar a sus padres acomer. Yo le dije que pos su puesto,que ya era hora de que vinieran acasa. Me besó, muy contento con mirespuesta y se fue a llamarlos porteléfono.Fui inmediatamente a la cocina paraabrir el frigorífico y ver quéhacíamos de comer.

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― Ni pienses en eso ―meadvirtió.

― ¿En qué? ―levanté la cabezapara mirarlo mientras entraba enla cocina. ― En cocinar.

― ¿Cómo que no? Vienen a micasa, tendré que comer bien. ― Y lo harán, pero no vas acocinar tú.

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― ¿Acaso lo vas a hacer tú? ― No ―dijo rápidamente. ― Bueno, ¿entonces? ―preguntéya desesperada. ― Mi madre ha aceptado con laúnica condición de que tú nofueses a mover un dedo. Ellos seencargarían de traer la comida acasa. ― Pero Lucas, ¿cómo demoniosvoy a invitarlos a mi casa a comery dejar que ellos traigan la

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comida? ―ahí ya no estabadesesperada, sino casi enfadada. ― Es lo que hay ―se encogió dehombros―, la encargan en elrestaurante de toda la vida, asíque… ― Señor… ―resoplé y me fui alcuarto. Él me siguió.

― Cariño, espera ―me cogió delbrazo.

― ¿Qué? ―pregunté con el ceño

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fruncido. ― Relájate, les gustas mucho.Esto no es una prueba, ¿meentiendes? ― Lo sé ―suspiré―, lo siento,solo estoy nerviosa.

Lucas me besó y nos fuimos acambiarnos.Sus padres llegaron como una horadespués y me abrazaron. Estabanencantados conmigo y eso se lesnotaba.La comida fue muy agradable y me

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siguieron contando variasanécdotas.Después de comer les enseñé lacasa, disculpándome por no hacerlohecho antes, cosa que les hizogracia y me dijeron que no eranecesario pedir disculpas porsemejante tontería, pero yo mesentí avergonzada.Lucas y yo dejamos la habitación deCarlota para el final. Cuando abrimos la puerta y lesmostramos el dormitorio, ambos sequedaron sin palabras. Incluso pudever cómo se les llenaban los ojos delágrimas.

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En parte lo entendía, su hijo iba ahacerlos abuelos.En ese momento, y sin poderevitarlo, me puse yo también allorar. Lucas, sin decir nada a nadie,me llevó deprisa a la cocina y mepreparó un té caliente. Sus padresnos llegaron rápidamente.

― ¿Hicimos algo mal? ―preguntósu madre preocupada.

Yo no podía hablar, solo negaba conla cabeza. Me dejaron un momentopara que me relajara.

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― Hecho de menos a mis padres―dije al final.

― Oh, cariño… ―María meabrazó― Lo entiendo. ¿Nospodéis dejar a solas? ― No ―dijo Lucas negando con lacabeza.

― Lucas… ―le pedí. ― Está bien ―suspiró―. ¿Peroestás bien? ― Sí.

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Lucas y su padre salieron y María yyo nos quedamos solas. Se sentó ami lado y me cogió las manos.

― Mira, Dana, cuando Lucas noscontó que estabas embarazada―comenzó―, no me cogió porsorpresa.

Yo fui a decir algo pero ella me hizocallar con un gesto de la mano. Mehabía dejado sorprendida.

― La vez que te encontré en elrestaurante y te vi tan

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demacrada… Tu mirada al hablarde mi hijo… Lo mal que él loestaba pasando… Que fueraexactamente al irse de aquí,cuando se había reencontradocontigo…

Até cabos y todo era evidente.Sé lo que sentís el uno por elotro. También sé que tú estássola en esta ciudad.Por eso quiero que sepas que, apartir de ahora, no debes desentirte así. Por supuesto que yonunca seré como tu madre, peroquiero que confíes e mí y quesepas que a Carlota no le va afaltar de nada con sus abuelos.

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Me emocionaron tantos suspalabras que la abracédirectamente. Era algo quenecesitaba oír.Tras merendar, se despidieron y nosdejaron solos. Lucas estabacontentísimo al ver el feeling quehabía entre su madre y yo, y yosabía que eso lo ayudaría mucho ala hora de tomar una decisión, o conlas consecuencias de esta.Cenamos algo ligero y nos fuimos adormir.Cuando vi que él estaba dormido,me levanté sin hacer ruido. Mepreparé un vaso de leche caliente y

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me senté en el sofá, como tantasveces, mirando por el ventanal. Soloque en ese momento lo que veía eraoscuridad, la noche iluminada por lasfarolas y la luna casi llena en uncielo donde las estrellas eranescasas.Di un sobro a la leche y suspiré.Esos días estaba siendo muy feliz, yque los padres de Lucas mehubieran aceptado de tan buengrado ayudaba a aumentar esasensación.Pero volvía a estar como mesesantes.Sabía que él, de nuevo, no volvía aprometerme nada. Que ni él mismo

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tenía claro aún qué iba a ocurrir connosotros. Por supuesto que estabasegura de lo que yo le importaba, ysobre todo nuestra hija, pero ladecisión era suya, de nadie más.Otra cosa que tenía clara era que siesa vez volvía a dejarme, no podríasoportarlo. Lo haría por mi hija, porsupuesto, pero la separación seríamucho más dolorosa.Maldije a la vida mil veces porponerme de nuevo en esa situación,aunque no cambiaría ninguno de losmomentos que vivía con Lucas.Era el amor de mi vida y siempre losería, lo tenía claro.Me terminé la leche y me acosté de

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nuevo. Me apoyé en el pecho deLucas, quien me abrazóinmediatamente.Cerré los ojos, decidida, comotantas otras veces, a vivir todo loque la vida pudiera traerme con él ya intentar agobiarme, aunque eraalgo inevitable, lo menos posible.

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Capítulo 8 Desperté ya con Lucas en la cocinapreparando el desayuno y lasmaletas ya metidas en el coche.Para que cuando terminásemos dedesayunar, salir hacia nuestro viajecon destino a Cádiz, que nos llevaría7 horas sin contar las paradas quehiciésemos por el camino.Desayunamos muy ilusionados yfelices con ese viaje y él no parabade sonreír y decirme que nosíbamos a desconectarnos del mundoa un rincón tan bonito como era

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aquel.Yo nunca había estado allí, pero élsí, así que iba con muchísimailusión. Había visitado un par desitios en Andalucía y me habíanencantado, pero jamás Cádiz. Asíque me hacía muchísima ilusiónhacerlo con él. La verdad es quetodo lo que hacía con él era igual deespecial, fuese lo que fuese. A las 9 de la mañana ya estábamosen el coche metidos rumbo hacia elsur, en el sillón de atrás llevaba unacesta lleno de chucherías y algúncapricho que se nos pudieseapetecer por el camino.

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Dos horas más tardes paramos enuna gasolinera para llenar el tanquey comprar unos refrescos para elcamino, seguimos hasta las 2 de latarde para parar en una venta ycomer, Lucas estaba muy feliz yanimado y sobre todo muy cariñosoconmigo. A las 6 estábamos entrando por laspuertas del hotel, aquello eraimpresionante, tenía un pedazo deHall de entrada desde donde sepodía apreciar la amplitud de esehotel y las piscinas con bar acuáticoque tenía, todo esto en una estampafrente al mar.

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La habitación era más grande quemi casa entera, colocamos lascosas en el armario y en el cuartode baño, me puse el bañador y nosfuimos hacia la playa a darnos unbaño y ver el atardecer, nossentamos en un chiringuito llamadoAtenea, todo muy balinés frente aese precioso mar que tiene lasplayas de Cádiz.Lucas se pidió un Gin Tonic y yo uncóctel sin alcohol que estabadelicioso, vimos ese atardecer yluego nos fuimos a ducharnos a lahabitación para cenar en elrestaurante del hotel, donde nospusieron un montón de

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especialidades de la zona comopescado frito y marisco. Yo tragabacomo si el mundo se me fuese aacabar, además tenía excusa paraecharle las culpas al embarazo.Luego estuvimos en las terrazas delresorte viendo alguna actuación delequipo de animación y tomandoalgunas copas, aunque yo seguía miritmo probando algunos cócteles sinalcohol, Lucas estaba totalmenteasustado y no dejaba de beber GinTonic.Volvimos a la habitación con unasonrisa en los labios, me estabaencantando esa ciudad.Nos dimos una ducha y nos

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tumbamos en la cama.

― No me digas que tienes sueño―me medio tumbé encima de él,con la cabeza apoyada en mismanos y lo miré a los ojos.

― Depende de para qué ―sonrió.

― Mmmm… Pues no sé. ¿Qué teapetece a ti? ―pregunté,siguiéndole el juego.

― Comerte ―dijo con una gransonrisa en los labios.

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― ¿Y yo qué gano? ―preguntéhorrorizada mientras me tumbabaen la cama y él se ponía de lado,acariciándome los pechos.

― ¿El mejor orgasmo de tu vida?―preguntó con las cejasenarcadas.

Me reí, no pude evitarlo.

― Menudo ego… ―meneé lacabeza, como dándolo porimposible.

― ¿Por qué estás vestida?

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―preguntó de repente al mirarmecon atención.

― No estoy vestida, estoy en ropainterior.

Solíamos dormir desnudos, él loestaba en ese momento, pero no sépor qué me sentía más cómoda enropa interior estando embarazada.

― Lo que significa que estásvestida ―dijo mientras medesnudaba.

― Eres un quejica ―me quejé.

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Pero él ya no me escuchaba, sepuso a jugar con mi cuerpo.Y acabó siendo uno de los mejoresorgasmos, sin duda. Por la mañana despertamos y, trasun gran desayuno en el buffet libreque había en el hotel, nos fuimos acoger el coche y tirar hacia la ciudadde Cádiz para pasear por su cascoantiguo. Llegamos a la tan famosa PlazaMina y nos pusimos a tomar un vino,

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al cual yo me apunté, con una tapitaen uno de los bares que había enesa plaza. De allí nos fuimos paracomer frente a un muelle dondehabía en un lugar llamado Canalejadesde donde se podía observar quehabía atracado dos cruceros quehacían escala en esa preciosaciudad, luego nos recorrimos todo elcasco histórico de la ciudad yterminamos en una playita pequeña,pero preciosa, repleta de gentes dellugar llamada La Caleta, dondeterminamos dándonos un baño ytumbados toda la tarde en aquelmagnífico lugar.De allí nos fuimos para el hotel ya

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que queríamos ducharnos, cenarrelajados y disfrutar de las nochestan divertida que ofrecía el resort,esa noche había una actuaciónflamenca que levantó a todo elpúblico.Luego estuvimos un rato en ladiscoteca del hotel donde Lucas setomó varios Gin Tonic y nos fuimos adormir para al día siguiente seguircon nuestras rutas de la zona deCádiz.Ese miércoles desayunamos ydecidimos pasar el día en SanFernando, así que aparcamos elcoche en la tan famosa VentaVargas donde había una estatua de

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Camarón de la Isla en la que nostiramos unas fotos y paseamos unrato por toda la Calle Real hasta lazona Del Carmen, que seencontraba por allí también la PeñaCamarón de la Isla, donde entramospara tomar una cerveza y tirarnosunas fotos. Más tarde volvimosandando hacia la venta Vargas paracomer en tan emblemático lugardonde fue todo una exquisitez desabor y sobre todo con una grancalidad de servicio.Luego cogemos el coche y nosfuimos a la playa de Camposoto, adarnos un baño en esa preciosaplaya antes de volver al hotel.

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Cuando llegamos a la habitación,Lucas recibió una llamada de sumujer y salió a la terraza a hablarcon ella, yo me metí en la duchapara ir aligerando y dejarlo hablartranquilo con su mujer, me ponía ensu lugar y tenía que ser unasituación bastante tensa.Me vestí y aún seguía hablando porteléfono así que me tiré en el sofá aver un poco la tele mientras que élterminaba de hablar.Entró hacia dentro con la cara muyagobiada y le pregunté si seencontraba bien y me dijo que sí,que no me preocupase, que se dabauna ducha y que enseguida estaba

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conmigo.Me quedé muy preocupada poraquella situación ya que no sabía deque habían hablado y a él se lenotaba muy afectado, cuando salióde la ducha se vistió y me dijo quefuéramos a cenar, estaba un pocoescueto pero cuando salimos de lahabitación me abrazó y me dio unbeso en la cabeza.En la cena yo estaba esperando aque me contaste algo pero no abrióla boca, solamente me hacía gestosde cariño con su mirada.Tomamos una copa y nos fuimos adormir rápidamente.

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Por la mañana, tras el desayuno,cogimos el coche y nos dirigimos apasar el día en Conil de la Frontera,era un jueves precioso donde lascalles estaban súper animadas y ellugar se veía muy acaparado por elturismo. Estuvimos viendo tiendasde por allí y comprando alguna queotra cosa y luego nos fuimos acomer a un restaurante a pie deplaya, alquilamos unas hamacas ypasamos toda la tarde tumbados enesa playa.Luego nos fuimos al hotel a cenar yquedarnos de copas allí, Lucas esedía estaba un poco evasivo. Aunque

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sería muy cariñoso conmigo, yosabía que algo le preocupaba y lerondaba la cabeza, pero no meatreví a preguntarle, no queríaagobiarlo. El jueves lo pasamos todo el día enel hotel ya que queríamos disfrutardel resort y de esa magnífica piscinaque tenía un bar dentro, pero por latarde bajamos a la playa a darnosun baño y quedarnos en elchiringuito de allí que tan bien seestaba, incluso cenamos allí, elatardecer era perfecto y hacía queel entorno fuera único.Lucas estaba más cariñoso de lo

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normal pero seguía muy triste, esanoche se durmió abrazado a mícomo un niño chico y yo no parabade darle vueltas a la cabeza y sentirque su situación era muy difícil ysobre todo a lo que se iba a tenerque enfrentar a partir de ahora,ponerme en su lugar era lo que mehacía comprender el dolor tangrande que debía de estar pasando. El viernes habíamos decidido ir apasar el día a los Caños de Meca,era increíble el lugar y su playa,había un ambiente muy hippie ybohemio, se respiraba un aire muypeculiar que invitaba a disfrutar de

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un precioso día en aquel lugar.Lucas no paraba de echarme fotosenseñando tripa, estaba siemprependiente acariciarla y grabar elmomento, me tenía aburrida contanta foto, pero la verdad queconsiguió sacar algunasinstantáneas que iban a permanecersiempre para recordar aquelmomento, sobre todo presumiendode barriga.Cuando volvimos al hotel eran las 12de la noche, habíamos cenado enLos Caños de Meca, estábamos tancómodos en aquel lugar que se nospasó el día volando.

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El sábado por la mañana decidimosirnos a pasear por los centroscomerciales de Jerez y el Puerto deSanta María, compramos cosaspara Carlota y disfrutamos de lofresquito que se estaba en esoslugares, volvimos al hotel a las 7. Élrecibió otra llamada, así que me tiréen el sofá mientras él estaba fuera,en la terraza charlando, con sumujer, pero de vez en cuando lo veíaa lo lejos y, por su semblante, noestaba la conversación siendo muycómoda ya que él no paraba demover la mano y decirle algocontinuamente en tono muyenfadado.

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Entró hacia dentro diciendo quecomo siguiese así, no le volvería acoger el teléfono más. Se fue a laducha muy enfadado, me fui tras élpara calmarlo y enjabonarlo conmucho cariño, para hacerle másllevadera esa incómoda llamada.Tras un refresco y algo de sexopara aminar la situación que estabapasando, nos fuimos a cenar y apasar una gran noche por el hotel, élse tomó dos chupitos con un GinTonic y ya empezó a ponerse enplan gracioso, cosa que agradecí yaque no me gustaba verlo de tan malrollo.Nos lo pasamos genial y estuvo toda

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la noche muy gracioso, cuandollegamos a la habitación cayórendido, me dieron ganas de cogerel móvil, esconderlo y no dárselohasta la vuelta, pero estaba claroque no podía ser así, no podíaquitarle algo que era suyo y menosaún prohibirle que hablese con ellacuando le apeteciese.Despertamos en ese último día quepasaríamos en el hotel ya que al díasiguiente saldríamos de vuelta haciaLeón.En el desayuno Lucas estaba muycariñoso y se puso más charlatánque nunca.

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― Me encanta estar a tu lado,Dana, estoy deseando que nazcanuestra hija para verle la cara,seguro que se parece a ti.

― Lo mismo se parece al padre―dije guiñándole el ojo.

― Quiero que sepas que cuandotermine agosto voy a ir paraAlemania, cuando vuelva será parahablar contigo, pero quiero quesepas que pase lo que pase, voy aestar ahí como padre de mi hija.

No sabía si recibir eso con alegría o

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con dolor, parecía que me estabadiciendo que iba a hablar con sumujer y, si salía bien, se quedaríacon ella, pero que no afectaría a supaternidad, pero estaba tanenigmático que prefería nopreguntarle, así que sonreí comoagradecida de que fuese a estar ahía pesar de todo. Pasamos el último día metidos en elHotel, disfrutando del entorno y lascomodidades que en él se ofrecían,estaba volviendo a revivir losmomentos más bonitos de mi vida,me daba pena que la estancia enese resort se acabase y que solo

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quedara esa noche, pero en el fondosabía que me quedaba aún lo querestaba de julio y todo agosto, asíque decidí no entristecerme.Tras la cena, volvimos a lahabitación y, tras prepararlo todopara irnos al día siguiente, nosdimos una ducha juntos.

― Me estoy poniendo horrible―dije con voz de pena mientrasme miraba la barriga.

― No digas tonterías ―se echójabón en las manos y enjabonó micuerpo―, tú siempre serás

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preciosa.

Ese comentario me hizo sonreírpero a la vez me puso triste por lasituación que vivíamos los dos.Lucas se dio cuenta, se enjuagó lasmanos y cogió mi cara entre lasmanos, mirándome fijamente a losojos.

― No quiero volver a ver esamirada de tristeza mientrasestamos juntos, ¿ok? Te lo pidopor favor.― Ok.

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― Bien… Ahora date una vuelta yenséñame qué es tan horrible―dijo bromeando

Le di un manotazo en el hombro.

― No seas idiota ―reí.

Me besó profundamente mientrassus manos viajaban por mi cuerpo.Rápidamente se desató a pasión yterminamos haciendo el amor en laducha.Fue un poco difícil por la barriga quetenía, pero conseguimos hacerlo.

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― Creo que vamos a tener queirnos olvidando de la ducha ―dijomuerto de risa al salir.

Me ayudó a secarme y caímosrendidos en la cama. El viaje seacabaría en unas horas.

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Capítulo 9 El viaje de vuelta fue muy tranquilo yél hacía muchos gestos de cariño

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hacia mi barriga, le encantabatocarla y se asombraba de loscambios diarios que se percibían tanclaramente.Paramos varias veces por el caminopara descansar y para tomar algo yllegamos a casa sobre las 9 de lanoche. Estaba feliz por esta semanatan bonita que había pasado peropor otro lado me daba la sensaciónde volver a revivir los momentos yque no sabía qué iba a pasarcuando se marcharse, y másdejándome en duda con las últimaspalabras que me dijo de que se iríay luego volvería a hablar conmigo.Me metí en la ducha nada más

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llegar y luego empecé a colocar laropa para lavar, recogí todo lo de lamaleta lo antes posible ya que nome gustaba tener nada por medio.Lucas otra vez estaba hablando porteléfono con su mujer y se quedó enla puerta, paseando por la callemientras hablaba con ella, lo pudever por la ventana y un nerviosismorecorrió mi cuerpo ya que sabía queotra vez la estaba teniendo con sumujer y sus gestos eran de muchoenfado.No entendía por qué no me contabalo que estaba sucediendo, pero detodas formas esperaría a que éldecidiese cuando debía de hacerlo o

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de lo contrario quedárselo para él yaque era algo que pertenecía a suvida y a su relación y no tenía porqué ir dando explicaciones a nadie.Ni siquiera a mí.Entró con un cabreo enorme.

― Qué manera de sacarme de miscasillas, desde luego… con losuavecita que parecía y la que meestá armando, se está buscandoque coja un avión, me plante dondeestá y le deje las cosas bienclaras. Voy a ducharme, ahoravengo ―dijo mientras negaba conla cabeza y se dirigió a la ducha.

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Comencé a preparar unos sándwichde pollo, no paraba de darle vueltasa la cabeza de qué pasaba entreellos para que estuviese la situaciónde aquella manera y él estuviese tanenfadado cada vez que habla conella.Cuando salió de la ducha ya tenía lamesa preparada.

― No sé qué pasa entre ustedes,pero no quiero verte mal, Lucas,cuando necesites desahogartepuedes hacerlo conmigo, sabesque jamás te reprocharé nada y no

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me meteré donde sé que no debohacerlo.

― Lo sé, guapa, pero no quieroque entres más allá de donde nodebes y además quiero que estésrelajada con tu embarazo, no tepreocupes por nada que sé cómodebo de arreglar todos losasuntos.

― No me cabe duda, pero mepreocupa verte de esa forma,parece que te transformas.

― Me transforma, Dana, me

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transforma, está la cosa muytensa, todo será cuestión dehablarlo cara a cara. Pero bueno,olvidemos y disfrutemos de nosotros ―dijo mientras veníahacia mí para darme un achuchón.

― Quiero verte bien Lucas a milado o no pero quiero verte bien, temereces ser feliz, eres una granpersona ―dije mientras memantenía abrazada a él. ― Estaré bien, pero aquí la únicaque tienes que estar siempre bien

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eres tú, cariño, estás viviendo unode los momentos más importantesque puede vivir una mujer, así queno te preocupes por nada ydisfruta de este precioso momento.

― Pero tú me importas y vertesufrir y con esos cambios dehumor me duele mucho, eres unapersona muy tranquila y correcta,pero últimamente te veo perder losnervios cuando hablas con ella, noquiero verte así.

― Todo irá bien, confía en mí.

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― Confío en ti, Lucas, y agradezcoesto qué estás haciendo detomarte lo que me ha pasado, o loque nos está pasando, mejordicho, de la forma en la que lo hashecho.

― Pues no te preocupes por naday cómete ese sándwich si noquieres que sea yo el que te lotenga que dar como a una niñapequeña.

Tras la cena nos acostamosdirectamente ya que estábamoscansados del viaje, me desvelé

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varias veces al ver que él se movíay que no podía conciliar el sueño, sesentía muy mal y agobiado, la nochefue muy dura y yo hacía como siestuviese durmiendo pero meestaba enterando de todo, estabacon los nervios a flor de piel, algofuerte debía de estar pasándole.Por la mañana se levantórápidamente y se fue a preparar eldesayuno, me levantéinmediatamente y fui hacia allí, merecibió con un abrazo.

― Dana, tengo que hablar contigo―dijo en tono triste.

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― Dime ―contesté preocupada.

― Mi mujer lleva varios díasinsistiendo en que vaya a Egipto apasar unos días con ella, dice queesta vez tiene el día más horaslibres y que o voy o abandona elproyecto y se viene ya para acá.

― Ya empiezo a entender algo.

― Tenía previsto hablar con ellacuando volviese, pero viendo queesto puede acarrear unos cambiosque no quiero que surjan, he

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tomado la decisión de ir para allá yhablar con ella de lo que teníapendiente para hacer cuandovolviese. Te pido por favor que mecomprendas ya que debo desolucionar mi vida lo antes posible,he estado mirando los vuelos ysalgo mañana para allá, cuandohaya hablado con ella volveré aquía hacer lo mismo contigo.

― Haz lo que tengas que hacer,Lucas, no te preocupes por mí.

― Pero me preocuparé siempre,esté o no esté a tu lado, no te

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quepa duda.

Otra vez con esa ambigüedad queme estaba matando y me estabadejando con todos los nervios a florde piel. Disimulé delante de él y desayunéhaciendo creer que estaba bien peroya me estaba entrando la pena alsaber que me iba a despedir de élsin saber cuándo volvería.Compró el billete de avión a travésde Internet y pasamos el día en elsofá abrazados casi sin mediarpalabras.

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Al día siguiente por la mañana loacerqué al aeropuerto, de allí iríapara Egipto haciendo escala enMadrid.Nos despedimos antes de que elentrase por el control policial haciala zona de embarque.

― Dana, ya ves que me llevo loimprescindible, así que no sufrasque volveré en estos días yhablaremos claramente, debesestar bien y no pasarlo mal puesCarlota lo percibirá y yo sé que túno quieres que ella se sientaafectada ―dijo mientras meabrazaba fuertemente.

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― Ve tranquilo, no te preocupespor mí y arregla lo que tengas quearreglar para que seas feliz, Lucas,cuando quieras, aquí estaremosesperándote.

― Te veo pronto ―dijo mientrasme daba un beso en los labios yatravesaba el control de seguridad.

Me fui de nuevo rota por el dolor sinsaber el tiempo que tardaría envolver a verlo, pero al menos estavez sabía que volvería a hablarconmigo e incluso recoger sus

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cosas, pero me estabadesvaneciendo de dolor otra vez.Llegué a casa y en todas las parteshabía algo de presencia de él,evidentemente tendría que volver arecoger todo, en el fondo tenía algode esperanza de que sucediesecualquier cosa que nos hiciese estarjuntos para siempre.Estaba muy triste pero a la vez algome hacía sentir mejor que la anteriorvez, me tiré en el sofá a digerir todolo que me había pasado duranteeste tiempo, tanto imprevisto y girosinesperados no me habían dadolugar a asimilar todo lo que habíasucedido.

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Encendí el aire acondicionado y cogíuna lata de Coca Cola Zero, puse laradio y empezó a sonar la canciónde Merche que parecía que venía enesos momentos como anillo al dedo.

Yo estaba con María en un barcuando nos vimos por primera vez,

nos encontramos y surgieron lasmiradas.

Los tres sonreímos y hablando lanoche se hizo día,

sin quererlo me volví a enamorar.

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Le deseo, le deseo tanto que mefaltan fuerzas

para olvidarle y aceptar que quiere aella.

Te deseo tanto, amor.

Hoy le visto pasar, iba con Maríacaminando,

se les veía tan felices, tan unidos. Que quise gritar, no, no, cómo me

duele verlos besarse, es mi mejor amiga y el niño de mi

amor.

Le deseo, le deseo tanto que mefaltan fuerzas

para olvidarle y aceptar que quiere a

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ella. Te deseo tanto, amor.

Y cómo me hace sufrir, maldigo eseamor que hay en mí,

que ni puedo soñar con su boca, lucharía si estuviera con otra.

Le deseo, le deseo tanto que mefaltan fuerzas

para olvidarle y aceptar que quiere aella.

Te deseo tanto, amor.

Llamaron varias veces por teléfono yno lo cogí. A la hora o así llamaronal timbre. Me levanté a abrir.

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― ¿Cómo estás?

Sin pensármelo me abracé a María.

― Ay, María, sabía que esto iba apasar ―dije sollozando.

Me consoló un rato y me hizosentarme en el sofá. Apenashablamos, simplemente estuvimossentadas, haciéndonos compañía.Un rato después se levantó y fue ala cocina. Apareció más tarde conun té caliente para cada una.Nos lo tomamos en silencio también.

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― No quiero que te preocupes pormí ―le dije, rompiendo el silencio.― ¿Cómo no hacerlo?

― Intentaré estar bien, tengo unbebé al que cuidar ―un amago desonrisa apareció en mi cara. ― Sé que eres fuerte, Dana. Perotambién quiero que sepas que noestás sola. Así que lo siento, perome vas a ver muy a menudo.

Lo dijo como si para mí fuera unproblema. Siendo sincera, por unaparte lo era, me recordaba

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demasiado a Lucas, pero agradecíael poder tener a alguien con quiencontar. Sobre todo porque Patriciano estaba aún en la ciudad.La echaba mucho de menos.Con ella todo sería más “fácil”, si esque eso era posible, pero al menossabía que me distraería más.Tuve ganas de nombrar a su hijovarias veces, preguntarle qué era loque sabía exactamente, pero mecontuve.Se despidió un poco más tarde,quedando en estar pendiente a mí.Lucas le había dado tiempo atrás minúmero de móvil, así que nonecesitaba nada más.

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Cuando se fue, preparé la bañeracon mis sales favoritas, me recogí elpelo para no mojármelo y me metíen ella largo rato. Tenía la tabletcerca con música irlandesa defondo, a ver si Así conseguíadespejarme.Cuando el calor del agua comenzó adesaparecer, salí de la bañera, mesequé y me puse una camisa deLucas. La acerqué a mi nariz variasveces, aún conservaba su olor.Eso en parte me alivió, pero tambiénme hizo llorar más.Me acosté, decidida a dormir comofuera, ya no por mí, sabía que iba apasarlo mal, sino porque ya no

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podía pensar primero en mí, Carlotaera lo más importante y necesitabaque yo me encontrara bien. Tantasemociones no eran buenas para ella.No sabía cómo iba a hacerlo, peroconseguiría llevarlo lo mejor posible. María apareció a la mañanasiguiente con un bizcocho de limónque había preparado para mí. Larecibí encantada, con un granabrazo y un beso enorme. Me hacíamucho bien su compañía y el cariñoque demostraba tenerme.Otra vez se marchó sin decirmeabsolutamente nada de Lucas.Desesperada, y sin saber qué

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hacer, decidí llamar a Patricia. Mecogió el móvil al segundo tono.

― Hola, mamá preciosa ―dijocon voz cantarina.

― Hola. ― Espera… ¿Por qué esa voz?¿Qué está pasando?

Le conté todas las novedades, loque había vivido con Lucas, susdiscusiones con su mujer, cómohabía conocido a sus padres y elapoyo que me habían dado, lo que

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pensaban de su nuera, el ultimátumde ella para con Lucas y cómo élhabía decidido ir a verla,prometiéndome que, decidiera loque decidiera, al menos volvería adarme una explicación.

― Lo siento mucho, cariño, perotienes que pensar en Carlota.

― Lo sé y lo hago, solo que no esfácil. ― Claro que no debe de serlo, melo imagino. Pero él prometióvolver, fuera para lo que fuera,

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confía en él. Ya no por él ni por ti,seguro que lo hará porque debehacerlo por vuestra hija.

Eso también lo sabía, por supuesto.

― Lo echo mucho de menos ―meaguanté las ganas de llorar.― Pues claro que lo echas demenos, si lo hiciste la otra vez,imagino ahora. Pero cariño, tienesque hacer un esfuerzo y confiar unpoco en la vida. Sobre todo en supalabra.― Gracias por estar ahí.― Las gracias a los curas ―pude

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oír la risa en su voz―. Ahoradime, ¿estás comiendo?

Puse los ojos en blanco, ya tardaba,pero en el fondo me divertía lasituación.Le conté que la madre de Lucas vinoa casa y me trajo un bizcocho y leprometí que comía bien.

― Ya queda menos para que yollegue ―dijo como si esosolucionara todo.

No lo haría, pero sí me ayudaría asobrellevarlo mejor.Nos despedimos y le prometí

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llamarla a diario. Las horas pasaban y yo noconseguía evadirme con nada. Peroal menos estaba más serena, almenos había dejado de llorar.Intenté varias películas pero nada,no tenía cabeza para eso. Entré enFacebook y eché un buen ratoleyendo posts de amigos ycomentándolos, pero al momentome aburrí también.Desesperada de nuevo, me bajé unjuego y al menos pasé un buen ratomientras intentaba aprender, hastaque acabé desquiciada y casi sale latablet volando de la mala leche que

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me entró cuando volví a quedarmesin vidas.Así no se puede…, refunfuñémientras iba a la cocina. Y así pasaron los primeros días sinLucas. A ratos un mar de lágrimas,aunque cada vez duraban menos,era muy consciente de que estabaembarazada y que esa tristeza queme embargaba podía perjudicar ami bebé e intenté evitarlo al máximo.El fin de semana se hizointensamente largo, pero con lasvisitas de María, que aparecía devez en cuando con cualquier excusacuando yo sabía que era para

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traerme comida y ver que no andabatirada en el suelo llorando, y lasllamadas interminables de Patricia,se me hizo más llevadero.El domingo decidí hacer un poco delimpieza general para matar eltiempo. Acabé agotada, la barrigame molestaba más de la cuenta, asíque me acosté rápido y me puse aleer hasta que el sueño hizo mellaen mí.

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Capítulo 10 Desperté a las 10 de la mañana deese lunes tan triste como habíaamanecido, me fui hacia la cocina yme eché un vaso de zumo mientrasme preparaba una tostada, miré el móvil y tenía un email de Lucas, elcorazón se me paró por un instantey sentí hasta miedo de abrirlo. “Querida Dana, espero que estésbien y que nada haya cambiadoen estos días, no te preocupes

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por mí, estoy terminando desolucionar todo lo que mepreocupaba y en breve estaré allípara que podamos hablartranquilamente.Espero que la pequeña no te estédando mucho movimiento dentrode esa barrigota, dile de mi parteque extraño poner mí oído enella, dile que la quiero mucho, aligual que a su mami.Hasta pronto.Papi”. Pues el email me dejaba igual,sabía de sobras que él queríamucho a Carlota y estaba

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demostrando que iba a estar ahípasase lo que pasase, pero nosabía cuál era su situación, quizás leestaba contando la historia a lamujer y ella lo perdonaba, y élseguiría con ella a pesar de hacersecargo de nuestra hija, quizás eso dehablar conmigo sería paradespedirse de mí en el temasentimental.Millones de ideas rondaban sobre mi cabeza.De repente sonó la puerta y me dicuenta que sería la mamá de Lucas,al abrir la puerta rápidamente medijo mientras entraba:

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― Algo no va bien, Dana, algo nova bien.

― ¿Por qué dices eso?

― He recibido una llamada porparte de mi hijo, después de yohacerle unas cuantas preguntas yno responderme, casi no podíahablar y me decía que no sabía sivendría hoy o dentro de un mes,que ya me comentaría, yo le pedíaexplicaciones que no se atrevía nia responder y evadíadespidiéndose y queriendo cortarrápido la conversación.

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― Espera, que voy a mirar a quéhora me mandó un email que heleído hace un rato.

Me di cuenta que era de la nocheanterior, me escribió sobre las 3,hora española, si esa llamada habíasido de esa mañana, había podidosuceder algo.

― Estoy segura que no está bien,conozco a mi hijo, debo de cogerun vuelo a El Cairo, él está allíalojado en un hotel que tengo elnombre, nunca me he fiado de sumujer y no voy a permitir que lesuceda nada, es capaz de

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manipularlo y hacer cualquier cosapara que él no vuelva.

― Pero no puedes ir sola y yo nopuedo acompañarte porque si meven allí puedo liar el asunto muchomás, deberías de volverla a llamary decirle que te llame lo másurgente posible cuando estés solo.

― Eso le decía yo, pero me decíaque me esperase a tener noticiasde él, pero no voy a esperar, voy acoger el primer vuelo que salgacon mi marido y me iré para allá.

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― No sé en qué puedo ayudar, mesiento impotente ―dije mientrasnos abrazábamos.

― Tú espéranos aquí, a mi hijo lotraigo de vuelta. Además, aquí leestá esperando su hija y no haynada más importante para él queella, así que lo traeré de vueltaadonde tiene que estar. De todasformas sé que ella controla hastacuando habla conmigo, estáobsesionada y es muymanipuladora, es capaz de intentar

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dejarlo todo el tiempo que tenidoallí hasta que ella vuelva.

― Pero Lucas no es tonto y sehabrá qué hacer.

― Mi hijo es muy noble y es capazde aguantar cualquier situaciónpara no verla sufrir ni llorar, él noes capaz de salir de esta situaciónsolo, te lo digo yo. Prefiero ir,armarme de valor y conseguirhablar a solas con mi hijo, tengoderecho, soy su madre y no voy apermitir que ella se interponga más

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entre nosotros.

― Ten mucho cuidado, por favor, ymantenme informada en la medidade lo posible, te lo agradecería.

― Vale, cariño, cuídate que ahoratendrás que estar sola un tiempomientras volvamos, espero quetodo se solucione en pocos días.

Nos fundimos en un abrazo y se fuecomo alma que llevaba el diablo,corriendo para su casa parapreparar todo para irse.

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Me quedé muy pensativa por todo loque me había dicho y me dabanganas de salir con ellos haciaEgipto, pero sabía que podíaentorpecer o liarla mucho más,además si él había decididoquedarse con ella, yo no pintaba allínada y podría causarle un granproblema. Volví a prepararme otro zumo y mesenté a asimilar todo lo que habíasucedido en ese momento,indudablemente era lunes, como nopodía ser menos.Un rato después volvió a llamarmepor teléfono la mamá de Lucas.

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― He recibido una llamada de él yme ha dicho que está de caminohacia Alemania a terminar dearreglar unos asuntos, me hadejado fuera de juego, menos malque aún no había comprado losbilletes de avión para Egipto. Le hedicho que tenía ganas de vernos yque iba yo también para Alemaniay me ha pedido por favor que ni seme ocurra, que en estos días nosveríamos, que por favor le dejasea él resolver sus asuntos.

― Pero, ¿vuelve con ella?

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― No lo sé, me ha dicho que nadamás aterrice en Alemania mellamará, sé que lo hará pues sabeque si no lo hace, me encajo allí, élya me conoce de sobras. Peroalgo me dice que no está bien yque está pasando una situacióndelicada.

― Qué incertidumbre más grande,yo me siento impotente y no soycapaz ni de llamar ni de escribirlepara no liarla.

―Mejor, cariño, yo espero que mellame, sino mañana salgo directapara allí, vamos, que no me lo

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pienso.

― Si te llama, por favor, mantenmeinformada.

― Claro, cariño, ¿por qué no tevienes a casa a comer connosotros?

― No te preocupes estoy bien,comed tranquilos y descansar.

― Sé que estás bien, pero porfavor, vente a comer con nosotros,nos hace ilusión recibirte en casa.

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― Vale, dame un rato y estaré porallí.

Tras colgar el teléfono me diomucha tristeza de pensar que Lucaslo podía estar pasando mal, imaginoque no había nadie mejor que unamadre para saber lo que le estápasando a su hijo, la intuición es elmotor que lo mueve todo, sobretodo el de una madre.Me metí en la ducha y no podíaquitarme de la cabeza las palabrasde su madre, tampoco el email tanescueto que me había escritoLucas.Luego me vestí y salí directa para

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su casa, por el camino recibí unmensaje de Lucas en mi teléfono.“Invéntate lo que quieras peropor favor no permitas que mispadres vengan para Alemania,todo está bien, hazme caso”.No me esperaba para nada esemensaje, me daban ganas decontestarle pero no sabía si tendríasu mujer al lado y la liaría parda,algo me decía que Lucas estabahaciendo algo que no quería queestuviesen sus padres presentes oque vieran eso. Mi cabeza no parade dar vueltas por esta situación tandesagradable que estaba pasando,ajena, todo impotente porque no

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podía hacer nada por ayudarlo enesos momentos.Entré una floristería y compré unramo de claveles que habíapreparado muy bonito, a la mamáde Lucas le cantaba las flores yseguro que le haría mucha ilusiónrecibir ese ramo.Mientras iba caminando, me llamóPatricia, le conté lo que estabasucediendo y se echó las manos a lacabeza.

― Ese hombre está recogiendotodo en Alemania y va a ir paraEspaña definitivamente, acuérdate.

― ¿Tú crees, de verdad?

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― Estoy segura, solo hay que versus mensajes y cómo aceptado tuembarazo para intuir que estáarreglando todo para quedarseaquí, a tu lado.

― No estoy segura de ello, ojaláfuera cierto.

― Dale unos días y, sobre todo,relaja sus padres para que novayan a hacer algo que puedaperjudicarle.

― Te haré caso, amiga, te quiero.

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Seguí caminando con el ramo en lasmanos hacia casa de los papás deLucas.La sonrisa en la cara de Maríacuando me abrió la puerta y vio elramo de flores me hizo entender quele había encantado.

― Si es que te adoro ―dijomientras me daba un abrazo―.Pero pasa, cariño pasa. ¡Luis, miralo que ha traído Dana! ―gritómientras iba a enseñárselo.

― Buenas tardes ―saludé al

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padre de Lucas, estaba sentadoen el sofá leyendo el periódico.

― Hola, Dana, ¿cómo teencuentras? ―preguntó levantandola mirada del periódico.

― Bien, gracias.

― Luis, no la acapares ―Maríaapareció y me sacó del comedorpara llevarme con ella a la cocina.

Me aguanté la risa al ver cómo elpadre de Lucas miraba al techo,resoplaba y negaba con la cabeza,

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como diciendo que su mujer no teníaremedio.Me señaló una silla en la cocina yme pidió que me sentara. Ella siguiócocinando.

― ¿Quién viene a comer?―pregunté al ver tanta comida.

― Pues tú ―dijo como si eso loexplicara todo.

― María, yo no quiero ser unincordio.

― No lo eres, no vuelvas a decir

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eso ―me riñó con la paleta demadera en la mano, señalándome.

― Me refiero a que no hace faltanada de esto, yo como cualquiercosa.

― Eso sería antes ―volvió aprestar atención al guiso―, ahorano eres tú sola. Además, aunque lofueras, te aguantas y ya. Yo soyasí con la gente que quiero ―memiró y sonrió.

― Gracias ―respondíemocionada.

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― No me las des, soy yo quiendebe de dártelas por poner en losojos de mi hijo esa alegría quenecesitaba. Eres un milagro en suvida, así que te estaré agradecidaeternamente.― Hablando de tu hijo…―carraspeé.

― Mi hijo… Ese malcriado que metiene con el corazón en un puño. Teprometo que esta es la últimaoportunidad que le doy, Dana.Tiene unas horas para que elteléfono suene o yo compro losbilletes de avión para Alemania y

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me planto allí. Ese hijo mío meconoce demasiado bien para saberque nada ni nadie me lo impediría―hablaba enfadada y yo sabíaque iba a tardar poco en comprarlos billetes.

Pensé rápidamente en cómoevitarlo, pero estaba bastantenerviosa y no se me ocurría nada.

― Creo que es mejor que ledemos un tiempo, María, Lucas…

― No, cariño, no hay más tiempo.

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No me fio de esa, lo siento pero nolo hago. Nunca lo hice y ahoramenos. A saber si lo estáchantajeando con algo o… no sé,no quiero ni pensarlo ―dijotristemente.

― Yo no quiero quedarme sola―dije de repente. Fue lo primeroque se me ocurrió.

Eso la hizo acercarse a mírápidamente.

― No, cariño, pero yo no voy a

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dejarte sola. Bueno, solo por unosdías ―terminó.

― María, por favor ―me puse enplan teatrero, pero tenía queconseguirlo de alguna manera―.No vayas, al menos no en unosdías. Déjame sentirme fuerte parapoder asimilar lo que sea quepueda ocurrir y después te vas.Mi mejor amiga no está en laciudad y no tengo a nadie conquien hablar y estoy demasiadonerviosa para saber que tambiéntú te vas.No te pido que no vayas ―leaclaré de nuevo―, solo que

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esperes unos días. Yo necesitorelajarme y aún sigo bastantenerviosa.

― Dana tiene razón ―el padre deLucas apareció en la cocina.

― Pero…

― Nada, María. Ella te estápidiendo solo unos días y no noscuesta dárselos. Por sutranquilidad y la de nuestra nieta.Nuestro hijo ya es mayor y sabe loque hace. Y creo que no es tonto,además ―abrió el frigorífico y

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sacó un botellín de cerveza―. Séque estás nerviosa, pero tenemosque darle también un voto deconfianza a él. Confía en él.

María nos miró a ambos mientrasmeditaba.

― Está bien ―dijo suspirando―,pero porque tú me lo pides.Esperaré unos días a que elceporro de mi hijo llame o me déalguna explicación que meconvenza. O eso o me presento enAlemania sí o sí y lo traigo por lasorejas ―nos advirtió―. ¡Lacomida! ―chilló y corrió a moverla,

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se le había olvidado, igual que a mí Suspiré aliviada y le agradecí a Luiscon una sonrisa. Él me guiñó un ojoy volvió a irse. La comida fue excelente y laconversación animada, de lo cual mealegraba.Por la tarde, cuando decidí irme acasa, ambos decidieronacompañarme. Intenté negarmepero insistieron. Me dejaron en lapuerta de mi casa y volvieron a irsecaminando. Así hacían ejercicio, medijeron riendo.

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Me desplomé e la cama trasquitarme la ropa y sin ni siquierapensar.Al menos había conseguido queMaría no viajara a Alemania así queLucas podía estar tranquilo.Empecé de nuevo a darle vueltas ala cabeza preguntándome qué seríalo que realmente estaba pasando.Odiaba no tener ni idea de lo queocurría.Pero debía confiar en que prontotendría noticias de Lucas y mecontaría toda la verdad.

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Capítulo 11 Me desperté por la mañana y fuidirecta a preparar el desayuno ymirar el móvil por si tenía noticias deLucas, tenía un mensaje de textopor parte de él.“Buenos días, espero que estésbien, dale un fuerte abrazo ycaricia de mi parte a Carlota, enpocos días estaré por allí. Os

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adoro”.Releí el mensaje varias veces, meestaba diciendo que en pocos díasvolvería, solo esperaba y deseabaque todo esto terminase bien.En ese momento sonó el móvil y erala mamá de Lucas.

― Nena, no te vas a creer lo queme ha pasado. Me ha llamado Juliedesde Egipto, estaba hecha unaenergúmena.

― ¿Qué te ha dicho? ¿Entoncesno está en Alemania con él?

― Te vas a quedar fría, va y me

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dice que nos quedase claro queLucas se iba a ir con lo puesto yque como no se aligerase, hasta laropa le pensaba quitar.

― No me lo puedo creer, entoncesLucas la ha dejado.

― Sin duda, ese está en Alemaniarecogiendo sus cosas y dejando eltrabajo para volver a España, nome cabe la menor duda, ademásseguramente está cargando elcoche, que es suyo, para volvercon todas sus cosas ypertenencias.

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― Pero por qué no te lo ha dicho siya no está a su lado y puedehablar claramente, hay algo que seme escapa de las manos.

― Seguro que no quiere que meentere de nada para que no llameyo a Julie y la lié mientras él noestá, estoy segura que es por eso,ya que él sabe que si él noestuviese con ella, me la iba aechar a la cara para decirle unascuantas cosas que antes me hecallado por respeto a que era sumujer.

― No sé si llamarlo, ¿crees que

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debería de hacerlo?

― Yo no le voy a decir que me hallamado su mujer y tú deberíasesperar a que el fuese él quien, sepusiese en contacto con nosotros,lo mismo si recibe tus llamadaspuedes intuir que ya sabemos algoy no quiero que se entere de lallamada que me ha hecho su mujer

― Tienes razón, esperaré a tenernoticias de él, aunque el mensajeque he recibido de él esta mañanadecía que en pocos días estaríaaquí.

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― ¿Lo ves?, ya te digo yo queestá dejando todo listo enAlemania para irse de allí y volvera España para quedarse.

― Ojalá fuera cierto.

― Seguro que sí, aquí es dondedebe estar, con su familia yesperando el nacimiento de su hija.

― Si quieres pásate esta tarde yte tomas un café ―dije antes dedespedirme

― Luego te veo, un besito y

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cuídate.

Me quedé pensativa recordando lallamada que le había hecho la mujerde Lucas a su mamá, qué pocavergüenza decir que lo iba a dejarsin nada y hasta sin ropa si no seiba rápido, no sé como él podíaestar enamorado de una mujer como esa, pero ya sabemos que elamor es ciego.Me puse a preparar un poco depasta para la hora de la comida,empecé a sentirme muy mal, teníauna impotencia muy grande, mehubiese encantado estar a su ladoayudándolo en esos momentos tan

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difíciles que debía de estarpasando.Me senté un rato en el sofá y mequedé dormida, más tarde melevanté y me fui hacia la cocina acomer ya que tenía lista la comidaque hice por la mañana.En ese momento sonó el teléfono yera mi amiga Patricia así que puseel manos libres mientras comía ycharlaba con ella.

― Hola, Dana, ¿qué tal estás?

― Hola, al final tenías razón, creoque fue a Egipto a dejarla y ahora

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está en Alemania recogiendo lascosas para volverse a España ainstalarse.

― Te lo dije nada, no había vueltade hoja.

― Tengo miedo porque lo mismoviene tan tocado que llega aquípero no quiere estar conmigo, solohacerse cargo de la paternidad.

― No conspires de esa forma, esoes imposible, recuerda todos losmomentos que habéis vivido yseguro que te das cuenta de que

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no hay razón para hacer eso.

― La verdad que conmigo es muyespecial y se le nota el brillo en lamirada de que es feliz a mi lado,pero también sé que a ella laamaba con toda su alma.

― Tú lo has dicho, amaba, hastaque la fue dejando de amar porquese dio cuenta que a la únicapersona que quería era a ti, eso lepasa a muchas personas quecreen que pueden querer a dosmujeres a la vez, pero siempreterminan decantándose por una.

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― Ojalá sea verdad, estoy con elcorazón en un puño deseando verloaparecer por las puertas y saberqué es lo que está sucediendorealmente.

― No le des más vueltas a lacabeza, deja que todo fluya y encualquier momento tendrás todaslas respuestas a esas preguntasque no paran de rondar por tumente.

― Eso intento, pero los nervios mesuperan, ya no sé ni qué hacerdurante el día, no estoy centradaen nada, solo pensando en todo

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esto que está sucediendo, desdeluego que tengo la bendita suertede tener a tus padres de mi parte yestar pendiente a mí ymanteniéndome al tanto de todo.

― Sí que es verdad que en esohas tenido mucha suerte, al final teencuentras con una gran familia.

― Desde luego que mi hija latendrá, eso es algo que me hacemuy feliz y solo deseando quevenga al mundo.

― Ese hombre… también tiene

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que ser duro para él dejar supuesto de trabajo y volver aquí sintener nada, es un cambio de vidaradical en muy poco tiempo,encima con una paternidad que noesperaba y asumió como todo unseñor. ― Sí que es verdad, y yo estoymuy agradecida por ello, pero esque él tiene un gran corazón y esuna gran persona, ser justo es unagran virtud que posee.

― Después de todo lo que me hascontado, sus padres deben deestar rezando para que ya acabe

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aquella relación y esté aquí contigoy cerca de su familia.

― Claro, no paran de decirme quedonde debe de estar es aquí,esperando el nacimiento de su hija.

― Me alegro mucho, cariño, es loque te mereces, no sufras que esehombre viene corriendo a quedarsea tu lado. No le des más vueltas ala cabeza, mañana te llamo, tequiero.

― Yo también, amiga, hastamañana.

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Tras todo el día metida en casa, alllegar la tarde y empezar elfresquito, me fui un rato a pasearpor la ciudad ya que no tenía ganasde estar encerrada comiéndome lacabeza, en ese momento recibí unmensaje de Lucas que me dejóperpleja.“Dana, no le digas nada a mispadres pero te pido por favor queabras tu correo y hagas todo loque te explico en él Te necesito”.Salí corriendo para mi casa, ya queestaba cerca y creía convenienteabrirlo en la tablet en vez de en elmóvil.

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Me senté en la cocina y abrí elcorreo, venía con archivos adjuntos,empecé a leerlo y me pedía quehiciese la maleta para unos días yme fuese por la mañana para elaeropuerto a coger un avión haciaFrankfurt Hahn, donde me estaríaesperando a la 1 de la tarde, y meenviaba los billetes en PDF, yaestaban comprados, en él me decíatambién que fuese a casa de suspadres y les dijese que me iba a ir apasar unos días al pueblo de miamiga Patricia para despejarme dela situación.No entendía por qué quería quefuese para Alemania ya que se

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suponía que sí estaba arreglandoalgo, terminaría de hacerlo yvolvería para España, pero estabaclaro que mañana cogería ese avióny me plantaría allí para estar a sulado, apoyándolo en lo quenecesitase.Me puse hacer las maletas comoloca y me fui corriendo hacia casade sus padres para inventarme queme iba a pasar unos días a casa dePatricia. Justo antes de llegar me paré yrecordé algo importante.¿Y ahora qué demonios iba a hacero decirles?

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Había aguantado a la madre deLucas en el país con la excusa deque estuviera pendiente a mí, si ledecía que me iba a casa de Patricia,al pueblo, unos días, ella no tardaríani dos segundos en cogerse un avióny plantarse en Alemania, justo lo queLucas no quería.Respiré hondo, pensando en todaslas excusas posibles que podíaponerle pero no se me ocurría nada.Piensa, Dana, piensa, me dije una yotra vez.Agobiada decidí que ya se meocurriría en el momento, tenía quejugármela pero hacer lo posibleporque no fueran a Alemania

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Llamé a la puerta y esperé que laabrieran hecha un manojo denervios.

― Hola.

― Hola, cariño, no teesperaba―se hizo a un lado y medejó pasar―. Luis ha salido acomprar un par de cosas quenecesitábamos ―me llevó hasta elcomedor y me senté en el sofá.

― María, venía a decirte que mevoy varios días.

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― ¿Qué te vas?

― Sí, necesito despejarme y creoque aquí no puedo pensar bien.

― ¿Pero adónde te vas?

― Al pueblo con Patricia. Me viomuy agobiada y me dijo que quizásme vendría bien pasar unos díasallí y despejarme.

― Bueno, cariño, eso me parecemuy bien, sé que ella es un granapoyo para ti.

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― La verdad que sí, la quieromucho.

― Lógico, para eso están lasamigas. ¿Cuándo te vas?

― Mañana en la mañana. Ellamisma me compró los billetes detren para que no me pudiera negar.

― ¿Y cuánto tiempo piensasquedarte?

― No lo sé, tres días, quizáscuatro. Una semana… Todo

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depende de cómo me siente allí. Siveo que estoy relajada quizásaguante más de lo que espero. Oquizás me desespere tanto que notenga más remedio que volver.

― Tú intenta relajarte, estoysegura que ella te animarábastante. Bueno, ¿te apetecetomar algo? ―preguntólevantándose del sofá ―Sí, creoque un té calentito te vendría bien―dijo ella misma sin darme opcióna responder.

La seguí hasta la cocina y me sentéen silencio mientras ella preparaba

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el té. Colocó ambas tazas encimade la mesa minutos después y sesentó a la mesa conmigo paratomárnoslo.

― Pues entonces hablaré con Luispara comprar los billetes de avióny...

― ¡No! ―dije demasiado rápido yme atraganté con el té. María selevantó corriendo y me dio variosgolpecitos en la espalda― Gracias―dije cuando pude hablar denuevo.

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― Menudos sustos me da ―dijoagobiada.

En esos momentos escuchamosabrirse la puerta de la casa.Segundos después Luis entraba enla cocina y nos saludaba. María selevantó y le puso una cerveza en lamesa.

― Anda, tómatela.

Él no puso pega ninguna y nosacompañó.

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― Dana vino a decirnos que se vaunos días con su amiga al pueblo,que allí tendrá relax y que lonecesita. Este estrés no es buenoni para ella ni para la niña.

― Me parece perfecto ―dijo él.

― Así que le estaba diciendo yoque ahora mismo compraríamoslos billetes para Alemania ytraeríamos de vuelta al zopenco detu hijo.

Volví a atragantarme. Desde

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luego… de esa no salía. Pero esque no se me ocurría nada paradecirle.

― Pfff… Hija mía, por Dios. ¿Quéte pasa?

― Lo siento ―me disculpé.

― Anda, tonta, no digas eso. Esque parece que estás nerviosa.Cada vez que nombro lo de irme aAlemania te pones a toser.

― La pobre le tiene que teneralergia al país ―dijo Luis―,

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normal…

― Pues sí, es cierto. Pero bueno,cuando nos traigamos a Lucas devuelta, te aseguro que ni vuelvo anombrar ese país germano. ―Lucas me escribió ―mentí.

― ¿Cuándo?

― Hace un par de horas, me dijoque estaba terminando de arreglarunos papeles que se le habíancomplicado, que por eso tardaba

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más en venir.

― Pues no le cuesta coger yllamarnos.

― Sí, me pidió que le disculparacon vosotros pero que apenastenía tiempo de nada terminandode preparar todo lo que le quedabay que quería volver lo más rápidoposible. Así que como sabía queos veo a diario, pues me dijo quesería suficiente con decírmelo a mí―sonreí con sonrisa deenamorada.

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― ¿De verdad está bien?

― Bueno, agobiado y nerviosopero en unos días llega.

― Bueno, pues esperaremos unosdías más.

― Gracias. Yo le conté que me ibaal pueblo con Patricia y él me dijoque sí, que lo necesitaba. Que nome preocupase y me tomara variosdías libres. Que él no tardaría envolver demasiado y que mellamaría todos los días.

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― Pues haz el favor de decirle queme llame a mí.

― María, no seas pesada―intervino Luis.

― Pero quiero saber que estábien.

― Te lo está diciendo Dana. Estoyseguro que si algo malo pasara,ella nos lo diría, ¿verdad?

― Claro ―mentí de nuevo. ― Entonces quédate tranquila.

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Deja a la chica irse y deja deagobiarla y pensar malamente detu hijo. Si pasa algo, Dana lo dirá.Si no nos lama es que todo va bieny simplemente Lucas prefierehacer las cosas a su manera―terminó Luis mirándome a lacara, dándome a entender que sehabía dado cuenta de que algo leocultaba pero que confiaba en loque tuviera que hacer, tanto yocomo su hijo.

Tras un rato más de charla, medespedí pero esa vez no dejé queme acompañaran a casa, más quenada porque tenía que imprimir los

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billetes de avión que había metidoen un Pen Drive antes de salir decasa a toda prisa.Al llegar terminé de prepararalgunas cosas para el viaje, toméalgo caliente y me acosté tempranopara levantarme descansada paralas horas de viaje que tenía pordelante.Estaba muy nerviosa, no sabía quéera lo que podía estar ocurriéndolea Lucas y ese mensaje me habíapuesto atacada de los nervios.Imaginé decenas de situacionespero no servían de nada, eran soloeso, imaginaciones, nada más.

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Estaba deseando de llegar y verlo ypoder darle un abrazo, era lo quemás necesitaba en ese momento,aparte de enterarme sobre lo queocurría. Me desperté cuando sonó eldespertador, me puse ropa cómoda,cogí la maleta, cerré bien la casa yllamé a un taxi para que me dejaradirectamente en el aeropuerto.Tras pasar los controles deseguridad (llevaba equipaje de manoasí que no tenía que facturar) yesperar a que las compuertas paraentrar en el avión se abrieran, por finentré y me senté en el asiento que

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tenía asignado.El avión despegó y yo suspiré. Ennada estaría con Lucas.

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Capítulo 12 Aterricé en el aeropuerto deFrankfurt Hahn hecha un manojo denervios, al llevar equipaje de manosalir directamente de la terminal,pude ver a Lucas esperándome conuna sonrisa de oreja a oreja, merecibió con un fuerte abrazo y unbeso en los labios.

― Gracias por venir dijo―mientras seguía abrazándome.

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― Me alegra de verte, Lucas, ysobre todo comprobar que noestás tan mal como pensaba,tienes buen aspecto ―dijemientras lo apretaba contra mí.

― Bueno, los peores momentos yahan ido pasando, aunque aún lalucha es dura, pero saldré de ella.

― Tienes que ponerme al tanto, noentiendo nada.

― Tranquila, te contaré mientrascomemos ―dijo mientras metía la

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maleta dentro del maletero de loscoches y nos montábamos en él.

Fuimos hacia Trier,sorprendentemente paró a lasafueras de un hotel y dejó el cocheaparcado en él, cogió la maleta delmaletero y entramos, fuimosdirectos a la habitación y me dijoque estaba hospedado en él, pudecomprobar que ya tenía todos susenseres metido en 4 maletas que yaestaban en la habitación.Tras dejar mis cosas allí, nos fuimosabajo al restaurante que había en unjardín muy bonito del hotel.

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― Julie ya sabe toda la verdad―dijo mientras acariciaba mismanos.

― Fuiste a Egipto a contárselo,¿verdad?

― Sí, desde que volví a Alemaniadespués del verano junto a ti, yanada fue lo mismo, no podíasacarte de la cabeza, y cuando medijo que se tenía que ir en verano,vi la oportunidad perfecta paravolver a tu lado.

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Yo estaba escuchándolo mientraslas lágrimas se derramaban por mismejillas, mientras él continuabahablando.

― Quería ver que mi corazóntiraba más para ti que para ella yeste verano sería paracomprobarlo y decidir qué hacercon mi vida, ya que no quería vivirencadenado a alguien que noterminaba de amar tanto como a ti.

― No podía imaginarme que teestuviese pasando eso.

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― Pues imagínate a mí cuandollegue a León y me entero de queestás embarazada y encima deque es mío y no me habíascontado nada, en esos momentosme dieron ganas de matarte, perodecidí ponerme en tu lugar ycomprendí que todo lo habíashecho por mi bien, aunque no fuesela decisión más acertada.

― Me arrepiento de haber actuadoasí.

― No te arrepientas de nada,

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cariño, mañana voy a firmar lospapeles del divorcio, y cuando ellavuelva tendrá que hacer lo mismo,he renunciado a todo para que yano pueda negarse. Pasadomañana firmaré la liquidación conmi empresa, y ya podremos irnos,tengo la suerte de que enseptiembre me incorporo a unperiódico de León, ya estuvehablando con el director, que loconocía, y me dijo que porsupuesto tenía las puertas abiertasy que se alegraba de queperteneciese a su equipo.

― Cuánto me alegro Lucas,

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cuánto me alegro ―dijeemocionada de escucharlo.

― No me ha gustado ver a Julie dela forma en que la he visto, sacó lopeor de ella y encima empezó alanzar acusaciones sobre mispadres de forma muy dura, me dicuenta que había estado haciendoun personaje todo este tiempo yque no era realmente la mujer queyo creía conocer.

― Tus padres no eran tontos ysiempre percibieron el trato queella les había dado.

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― El tonto fui yo por no haberabierto los ojos como debía dehaberlo hecho, pero esa mujer metenía ciego, la verdad que estuvemuy enamorado de ella hasta quete conocí a ti, que eres lo mejorque ha pasado en mi familia, esaque espero que a partir de ahorasea la tuya.

― Yo también lo espero ―dijellorando a lágrima suelta ante lascaricias de él, intentando calmarese momento ya que estaba en laterraza del restaurante y noéramos los únicos clientes.

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― Te he pedido que vengas porqueno soportaba estar ni un día mássin ti, no quería perderme ni uninstante de poder estar a tu lado yal de esa preciosa criatura quepronto estará en nuestros brazos.

― Yo también me alegro de poderestar aquí a tu lado ―dijelevantándome para darle un fuertebeso.

Pasamos toda la tarde paseandopor Trier agarrados de la mano, yanos daba igual que el mundo nos

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viese juntos, estaba claro que ya noteníamos que escondernos denadie.Compramos varias cosas en algunastiendas de esa ciudad ya que habíamuchas cosas de madera paraniños y a mí siempre me habíagustado esa antigua tradición queconservaban algunos países deEuropa, me parecían súper bonitoslos juguetes de madera.Pasamos delante de una zapatería yme quedé embobada viendo unasbotas de nueva temporada paraotoño–invierno, aún estábamos enpleno verano y ya empezaban conlas temporadas, pero esas botas

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me encantaron. Y al ver mi cara,Lucas me metió hacia dentro delestablecimiento y dijo que mesacarán unas de mi número, cuandome las vi puesta aluciné de lobonitas que eran parecían de las demontar a caballo pero mucho máselegantes, Lucas rápidamente dijoque se las llevaba y las pagó.Nos pasamos toda la tardecomprando cosas y volvimos al hoteltras una buena cena en el centro dela ciudad, al llegar nos tumbamos enla cama y nos perdimos en esosdeseos tan infrenables que siemprellevábamos.Por la mañana fuimos al buffet de su

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abogado a firmar el divorcio, yaluego él se encargaría de llevarlo aljuzgado y todo sin que nosotros nostuviésemos que preocupar de nada,en esos momentos legalmente yaquedaba libre puesto que habíarenunciado absolutamente a todo,solamente sacó la mitad del importeque había en la cuenta bancaria yaque a eso sí tenía derecho sin tenerque dar ninguna explicación, pero lacasa que ambos poseían en esaciudad la dejó entera para ella.Salió del buffet muy contento por sunuevo estado ya que firmando esose sentía más libre que nunca, nosfuimos a pasear y echar el día por la

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ciudad hasta por la tarde que nosfuimos al hotel para descansar hastael día siguiente que iríamos a quecobrase la liquidación del trabajo yfirmase la renuncia definitiva, de allísaldríamos directos para España. Por la mañana me levanté muyemocionada ya que saldríamos devuelta, tras un gran desayuno en elrestaurante del hotel metimos todaslas cosas en los sillones de atrás yel capó del coche, fuimos hasta suempresa que estaba a las afuerasde trial y subió a firmar todo lonecesario.Bajó con una sonrisa de oreja a

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oreja y al meterse en el coche medijo que por fin volvía a hogar, queya no había nada que le atase a Alemania, que nos marchábamos deahí para ser felices.Yo estaba loca de contenta mientrassalía de aquella ciudad en la quejuré que no volvería más. El viaje en coche sabíamos que ibaa ser pesado pero eso ya estabasiendo horrible, o tal vez era por miestado nervioso, o por la barrigaque tenía, o…No sabría decir pero estabadesesperada por llegar a casa, cosa

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lógica también. Por supuesto Lucastambién lo estaba.Tras varias horas en la carretera yrepetir una y otra vez los CD’s demúsica en el reproductor, Lucasdecidió, porque yo insistí lo másgrande, que ya era hora de haceruna parada. Paramos en un área deservicio para repostar y variosmetros más adelante había unrestaurante de carretera.Salimos del coche tras aparcar yestiramos las piernas varios minutosantes de entrar en él y volver asentarnos.No comí, devoré. Lucas se partía dela risa conmigo pero es que estaba

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muerta de hambre. Incluso encarguéun par de bocatas para llevárnoslospor si me entraba hambre por elcamino. Eso sin contar los paquetesde patatas fritas, chicles, botellas,de agua, refrescos…En fin, que iba servidita.Volvimos a montarnos en el coche,felices porque cada vez estábamosmás cerca de nuestro país.Me quedé dormida un par de horasy cuando me desperté, yaestábamos cerca de París.Llegamos al hotel que Lucas habíareservado sin decirme nada sobrelas 8 de la tarde. Dejamos lasmaletas, nos dimos una larga ducha

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y me dijo que me arreglarabastante, que me tenía unasorpresa.Yo estaba intrigadísima pero no lepregunté nada.Me arreglé todo lo que pude con laescasa ropa que llevaba. Menos malque me había dado por meter unvestido negro más arregladito por siacaso.Yo y mis por si acaso… A veces mesalvaban la vida.Cuando me quise dar cuenta,estábamos frente a la Torre Eiffel.Me puse a llorar de la emoción.Estaba preciosa iluminada mientras

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el cielo estrellado creaba el marcoperfecto para ella.No tenía palabras, solo sabía llorar.Dimos un paseo mientras laobservábamos desde abajo. Lucasme prometió que volveríamos conmás tiempo pero que esta vez habíadeseado darme la sorpresa, mássabiendo que yo jamás la habíavisto en real. Y que por supuesto, siquería, iríamos con la pequeña y asíla llevábamos a Disneyland, a lo queyo le respondí con un pequeño gritomientras me abalanzaba sobre él yle besaba.Nos acercamos a un restaurantecercano que tenía unas enormes

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cristaleras desde donde se podíaobservar la espectacular torre.Lucas dijo su nombre y nos llevaronhasta la mesa que había reservado.El local era un completo lujo y sabíaque eso le habría costadodemasiado dinero pero no pensabaquejarme, estaba disfrutando comouna niña pequeña.La cena fue exquisita, la verdad queno podía quejarme absolutamentede nada. Aunque era cierto que yohubiera sido feliz con Lucas cenandoen el coche un sándwich, siempreque fuese con él, pero le agradecíaenormemente el detalle que habíatenido.

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Tras pasear un poco por París yhacernos algunas fotos preciosaspara recordar esa nocheespectacular, volvimos al hotel adescansar para poder levantarnosde nuevo para continuar nuestroviaje.Nos levantamos, desayunamosbastante en el restaurante del hotely cogimos el coche con dirección aBurdeos. El trayecto lo hicimos conuna sola parada de por medio, al finy al cabo eran seis horas. Pero yome moría de hambre y no permitíque Lucas lo hiciera sin parar.Lucas quiso hacer algo de turismo

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por la ciudad pero yo me negué. Selo agradecía pero estaba agotada ydeseaba llegar a mi casa.Así que tras comer algo ligero en elprimer restaurante que nosencontramos, cogimos el coche decamino a León. La sensación que me embargócuando entramos en mi ciudad fuetal que creía que me iba a dar algoal corazón.Por fin estábamos en casa, por finestábamos juntos.Bajamos del coche y nos quedamosmirando el uno al otro, sabiendo que

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los dos estábamos pensandoexactamente lo mismo.Hogar, dulce hogar…

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CAPÍTULO 13 Por fin entramos en mi casa trasese largo viaje de vuelta a lo que ibaa empezar a ser una vida normal,por fin empezaba a sentir que todohabía merecido la pena. Soltamoslas cosas en el salón y nos tiramosun rato en el sofá, habíamosdecidido vivir por ahora en mi casahasta que algún día compráramosalgo los dos juntos, pero a ningunode los dos nos importaba vivir allí.

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Los primeros meses pasaronvolando y eso que cuando estásesperando un bebé todos dicen quese ralentiza, pero en ese casoaprovechamos para pintar la casa yadecuarla para los 3, aunque lahabitación de Carlota ya estaba másque lista.A Lucas le sentó muy bien laincorporación a su nuevo trabajo yvenía todos los días muy contentoya que solo trabajaba por la mañanay podía tener toda la tarde y finesde semana para estar conmigo.Mis suegros se volcaron día tras díacon nosotros y nos hicieron cantidad

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de regalos y ayudaron en todo loposible para afrontar el nacimientode Carlota, la verdad que compraronde todo para cubrir los primerosmeses de vida de ella.Yo por las mañanas me dedicaba apreparar la comida y hacer la casa,aunque es verdad que Lucas por lastardes se preocupaba por hacermuchas cosas también y contribuiren todo lo que tuviera que ver con lacasa.Los fines de semana solíamosocuparlos en irnos a algún lugar opasarlos en casa metidos, ya queestaba el invierno entrando antes delo normal, era un otoño muy frío e

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invitaba a pasar largos fines desemana frente a la chimenea.Se acercaba diciembre y estábamoscon los nervios de la llegada denuestra pequeña Carlota, la últimaecografía fue en 4D y se podía verperfectamente la cara tan bonita denuestra hija, pasábamos largashoras mirando esta foto que noshabía dado el ginecólogo.Lucas estaba más nervioso que yo ysobre todo cuando íbamos a laconsulta hacía mil preguntas,parecía que el que iba a parir era él.Algo que me hizo muy feliz y medejó muy tranquila fue que la madrede Lucas dijo que cuando yo me

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incorporaré al trabajo, la niña sequedaba con ella ya que nopermitiría que fuese a ningunaguardería ni estuviese en manos deun desconocido, todo empezaba afluir como ya decía mi amigaPatricia, y yo estaba muy feliz porello, ya no sería yo y ella sola sinoque seríamos una gran familia,pocos miembros pero suficientespara sentirnos todos arropados.En diciembre ya teníamos toda lacasa lista y todo preparado parasalir pitando para el hospital cuandoCarlota decidiese venir al mundo,eso sería de un momento a otro.Lucas estaba insoportable me

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trataba como si estuviera inválida,no quería ni que cogiera una bolsade patatas, en el fondo a mí meencantaba que me tratase con tantocariño y tanta atención, yo que nome quejaba en el embarazo de naday lo llevaba como si nada ocurriese,me hacía gracia con la delicadezaque trataba todo Lucas. El 6 de Diciembre por la madrugadarompí aguas en la cama yempezaron a venir algunascontracciones, parecía que me ibana partir en dos y Lucas se dabaguantazos solo de los nervios que leentraron buscando las llaves del

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coche, y eso que las tenía delante.Por el camino llamó a su madre,indudablemente se levantaroncorriendo para venir a darnos elencuentro al hospital ya que no nosiban a dejar solos ni de broma.Cuando llegaron al hospital yaestábamos nosotros dentro deparitorio con todo preparado para lallegada de nuestra deseada Carlota,los médicos dijeron que no habíatiempo para poner la epidural, queestaba demasiado dilatada y que yano serviría de nada, las cosas ibandemasiado rápido para serprimeriza.Rápidamente me puse de parto,

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cuando me di cuenta ya estabaCarlota dejada caer en mi pecho,ante la mirada lagrimosa de supadre y la felicitación de los médicospor lo bien que me habíacomportado durante el parto,aunque jamás olvidaré ese dolor queparecía que iba a acabar conmigo. Nos llevaron rápido a la habitación yallí entraron sus padres, quienes lloraron de felicidad al ver la caritade nuestra preciosa hija que habíanacido perfectamente y encima erapreciosa.No había forma de quitar a la bebéde los brazos de Lucas, se la comía

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a besos y yo pensaba que hasta leiba a hacer daño de cómo laagarraba, tenía una cara defelicidad que no podía con ella, enesos momentos de descubrí que eslo que se hace con amor terminabien, a pesar de ser cosas quesuceden imprevistamente, pero quese convierte en lo mejor que pasa ennuestras vidasAl día siguiente ya nos estabanechando del hospital y nos fuimospara casa llenos de felicidad porquepor fin entraríamos por la puertasiendo una familia.Tuvimos la suerte de que la pequeñaera muy buena y las noches eran

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muy fáciles con ella, yo le daba elpecho por la madrugada y seguíadurmiendo hasta la mañanasiguiente.Las navidades las pasamos con lospadres de Lucas y mi hermana quehabía venido a conocer a supequeña sobrina y, cómo no,también a Lucas, que por supuestolo recordaba de la infancia, así queaprovechamos para pasar juntostodas las navidades, con supequeña familia y con la mía. Tras las navidades y todo volver a lanormalidad, Lucas se incorporó altrabajo. Yo me quedaba por las

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mañanas disfrutando de mipequeña, no solía sacarla a pasearaún porque el frío era insoportableen esa época, además de queestaba todo nevado, pero era tanfeliz despertando a su lado ydisfrutando de cada momento deella… Así como de su padre, la vidame había dado la felicidadmultiplicada por mil, aquello eramucho más de lo que nunca jamássoñé.En febrero por fin de llegó la cartadel divorcio, él estaba loco defelicidad por cerrar ese capítulo yaque decía que quería casarseconmigo lo antes posible, pero

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llegamos al acuerdo de que seríacuando nuestra pequeña tuviera laedad suficiente como para llevarnoslos anillos y para eso pasaría unoscuantos de años. “La vida te enseña a sufrir portodo, incluso por amor. Pero si elamor es verdadero y se lucha porél, consigue que deje de ser algomás que un sueño.Esta historia va por todas esaspersonas que se conocen oencuentran por casualidad,aquellas que se aman pero no

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tienen fácil el estar juntos. Esas alas que la vida les pone decenasde trabas e impedimentos en elcamino pero que jamás se rindenni dejan de amar o pelear por elamor que desean.Por esas historias de amor queaparecen para permanecer porsiempre en tu vida…Por esos amores que,simplemente, son toda una vida”.

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Agradecimientos:A todos esos enamorados quedisfrutan con nuestras historias,esos lectores que tanto nos hanapoyado en este proyecto desde elprimer día.Gracias.Sin vosotros nada de esto seríaposible.Esperamos que hayáis disfrutado dela historia de Lucas y Dana tantocomo nosotras escribiéndolas y quelos guardéis siempre en vuestroscorazones.

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Sobre todo deseamos que nuncadejéis de soñar con el amor y deluchar por él, aunque la vida loponga difícil, siempre hay que pelearpor lo que se quiere.Gracias de nuevo, sin vosotros,nosotras no disfrutaríamos tanto denuestro trabajo.Norah Carter – Monika Hoff.