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1 UN ENSUEÑO ENTRE SERPIENTES Y JAGUARES (segunda parte) escribe: Gustavo Fernández Siguiendo los pasos de Cuautémoc Ya comenté que no iba necesariamente a respetar la secuencia cronológica de mis pasos por México. De forma que vale aclarar que esta etapa, la última en mi recorrida --exactamente el día previo a mi vuelo-- no es lo único que tengo finalmente para contarles. Pero, con mucho, es una de las vivencias que más me impactó emocionalmente. Porque ese último día, me detuve y con recogimiento presenté mis respetos a los restos mortales del último emperador: el gran Cuautémoc, cuyo nombre significa "el águila que desciende". Cuenta la historia que fue el último gran defensor de Tenochtitlán. Estratega de lo que la historia europeizante conoció como "la Noche Triste", cuando Cortés y sus hombres debieron huir de la gran ciudad azteca amparados por las sombras y perdiendo, en el escape, armas, bienes, vidas. Dos años tardó el invasor en recuperarse y nunca olvidar la sed de venganza. Porque si bien -- temiendo una masiva sublevación-- luego de recapturar Tenochtitlán permitió que Cuautémoc siguiera viviendo con cierta autonomía en las proximidades, finalmente en 1526 y aduciendo un intento conspirativo lo captura, lo tortura (la famosa frase "¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas?" se le atribuye a este nahua mientras sus pies eran quemados negándose a revelar la ubicación de los tesoros, dicha a uno de sus ministros que, torturado junto a él, le demandaba autorización para hablar en virtud del sufrimiento) terminando por ahorcarlo y desmembrarlo. Sus fieles seguidores clandestinamente reúnen sus restos, los descarnan y emprende un peregrinaje al pueblo natal del monarca, la perdida Ixcateopan, en un deambular de dos años a través de las sierras para despistar a los informantes. En este pueblo sepultan a su rey, se convierten al catolicismo y erigen una iglesia como "tributo" a los nuevos señores, pero de esa manera manteniendo oculto por siglos la ubicación de la tumba de

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de Gustavo Fernández

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Page 1: UN ENSUEÑO ENTRE SERPIENTES Y JAGUARES 2ª

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UN ENSUEÑO ENTRE SERPIENTES Y JAGUARES

(segunda parte)

escribe: Gustavo Fernández Siguiendo los pasos de Cuautémoc Ya comenté que no iba necesariamente a respetar la secuencia cronológica de mis pasos por México. De forma que vale aclarar que esta etapa, la última en mi recorrida --exactamente el día previo a mi vuelo-- no es lo único que tengo finalmente para contarles. Pero, con mucho, es una de las vivencias que más me impactó emocionalmente. Porque ese último día, me detuve y con recogimiento presenté mis respetos a los restos mortales del último emperador: el gran Cuautémoc, cuyo nombre significa "el águila que desciende". Cuenta la historia que fue el último gran defensor de Tenochtitlán. Estratega de lo que la historia europeizante conoció como "la Noche Triste", cuando Cortés y sus hombres debieron huir de la gran ciudad azteca amparados por las sombras y perdiendo, en el escape, armas, bienes, vidas. Dos años tardó el invasor en recuperarse y nunca olvidar la sed de venganza. Porque si bien --temiendo una masiva sublevación-- luego de recapturar Tenochtitlán permitió que Cuautémoc siguiera viviendo con cierta autonomía en las proximidades, finalmente en 1526 y aduciendo un intento conspirativo lo captura, lo tortura (la famosa frase "¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas?" se le atribuye a este nahua mientras sus pies eran quemados negándose a revelar la ubicación de los tesoros, dicha a uno de sus ministros que, torturado junto a él, le demandaba autorización para hablar en virtud del sufrimiento) terminando por ahorcarlo y desmembrarlo. Sus fieles seguidores clandestinamente reúnen sus restos, los descarnan y emprende un peregrinaje al pueblo natal del monarca, la perdida Ixcateopan, en un deambular de dos años a través de las sierras para despistar a los informantes. En este pueblo sepultan a su rey, se convierten al catolicismo y erigen una iglesia como "tributo" a los nuevos señores, pero de esa manera manteniendo oculto por siglos la ubicación de la tumba de

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Cuautémoc. No es sino hasta el 2 de febrero de 1949 que el sacerdote, enterado poco antes del secreto, lo revela, y los acontecimientos se precipitan. El gobierno ordena investigaciones arqueológicas. La Iglesia --cuando no-- desacraliza el templo erige otro, a unos cincuenta metros de distancia. Y desde entonces la mexicanidad indígena se apropia del lugar y lo transforma en centro de sus peregrinaciones. Ese domingo, entonces, me detuve en silencio frente a sus restos. Y Edgar, quizás interpretando mi sentir, se acercó a decirme: "¿Despidiéndote? Es como si estuvieras diciendo algo como: "Bien Jefe, misión cumplida". Sí, Jefe. Misión cumplida. Ya estuve allí. Ya aprendí, escuché, sentí. Ahora, a difundir lo poco, muy poco, develado. Debo también a la amabilidad de Marcos Rodríguez, descendiente en línea directa de quien fuera la mujer de Cuautémoc, Chimalpopoca, conocer el linaje y la historia real. De un Emperador que poco antes de morir ordenó a su pueblo cubrir las pirámides y los templos, perderse en las selvas, refugiarse en el silencio, pus ya llegaría el Nuevo Sol en que la sabiduría nahuatl renacería. Tengo algunas asignaturas pendientes para el futuro. Regresar, si es posible, un 2 de febrero. Permanecer en la mágica Taxco, camino a Ixcateopan, un par de días, en esa ciudad asombrosamente colonial, de callejuelas tortuosas, dominada por el blanco y negro obligatorio de sus edificaciones y a la vez profundamente cosmopolita.

Frente de la iglesia desacralizada, donde se guardan los restos de Cuautémoc.

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Desde la torre de la iglesia, al frente el poste de los "hombres voladores". Cerca, Edgar llamando a gritos a Gustavo, que se le había perdido.

Los restos de Cuautémoc.

Bajo los sagrados restos, la tumba original.

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Frente del "altar".

Una "macana", en el santuario.

La placa de cobre que autentica la fecha, sobre el cráneo del Emperador.

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Edgar (izquierda) y Marcos Rodríguez, descendiente directo de Cuautémoc.

Plaza (o "zócalo") de Ixcateopan.

Monumento a Cuautémoc.

Una callejuela típica de Taxco.

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Ixcateopan: antigua pirámide.

La conexión extraterrestre Las jóvenes generaciones —o la gente madura advenida a estas temáticas alternativas en años recientes— quizás no tengan muy en claro quién fue, quién es, Erich Von Däniken. A fines de los sesenta y comienzos de los setenta, sin embargo, fue el autor que escribió libros como "Recuerdos del Futuro", "El Oro de los Dioses", "Regreso a las Estrellas" y tantos más. Fue precisamente allá, por 1978, cuando realizadores alemanes produjeron un largometraje con el título del primero de esos libros. Yo tenía, apenas, veinte años. Y emocionado, fue allí, en la oscuridad de una sala de cine de Buenos Aires, cuando vi por primera vez a los "atlantes" de Tula. Aún recuerdo mi pensamiento: "Lo que daría por tocarlos". Treinta años después, lo hice. Y no pude evitar pensar, con un dejo de humor, algo como: "Mirá, Däniken; llegué". Sé que lo diré de una forma poco académica, pero extremadamente vivencial. En todos los otros puntos de sabiduría, centros de poder que he conocido en México, las energías de esos lugares eran, intuitivamente, telúricas. Es decir, uno se siente en conexión con la Madre Tierra, percibe en el aire un foco de profundidad espiritual pero hermanado con el espíritu humano. En Tula es, decididamente, cósmico. Al caminar hacia el templo que en la lejanía insinuaba las colosales estatuas de esos "atlantes" (que, por cierto, son llamadas así hasta por los mismos arqueólogos oficiales sin que nadie sepa por qué se les da esa denominación) y dejar perder mi mirada en el desierto y los gigantescos cactus, la propia mirada es arrastrada hacia el límpido firmamento donde no extrañaría ver descender un OVNI rutilante. Y al mirar con detenimiento las imágenes, allí, sí, tuve que darle la razón a Däniken: en sus diestras empuñan "algo". La arqueología de salón los supone "instrumentos de culto" pero por cierto, la Arqueología etiqueta como "de culto" cualquier cosa que no comprende o que su obvio aspecto lo haga irreconciliable con el momento histórico que le atañe. Para mí, ya lo dije, es, en el mejor de los casos, un taladro eléctrico. En el extremo, un arma futurista. El hecho es que era inevitable referirme a lo extraterrestre en esta serie. Más allá de lo que yo mismo he reflexionado sobre el particular a través de los años, y siendo un convencido de la presencia no humana en nuestras culturas antiguas, me era necesario chequear "in situ" esa sensación. Y la respuesta más sincera la tuve en un almuerzo con el amigo Marco Hernández (ya les hablé de

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él y el kalpulli "Koakalko") cuando, con una sonrisa, me dijo: "Muchos de estos conocimientos provienen de nuestros hermanos de las estrellas". ¡Bingo!, me dije. No hace a este artículo fundamentar mi convicción en lo que se ha dado en llamar "neoarqueología", la disciplina que supone esa presencia exocogitante (no se asusten por el término; etimológicamente, significa "inteligencia procedente de otro planeta"). Sólo señalar algunas ideas que sobre el particular se me cruzaron en este deambular, y que se agolparon irremediablemente cuando caminaba por Tula. Recuerdo haberme sentado al pie de una de las pilastras del "Palacio de las Mil Columnas" a meditar sobre el punto. Y recopilando: - Las "armas" de estos atlantes. Recordemos que Tula fue centro del Segundo Imperio Tolteca que aún tantas respuestas nos debe, entre ellas, el significado primero de la genealogía de los "quetzalcoatl" y su origen ¿venusino?. Porque a un Quetzalcoatl (no sé si a Ce Acatl Topitzin Quetzalcoatl, es decir, "el" quetzalcoatl histórico que habría nacido en el barrio Amatlán de Tepoztlán) se le asocia con ese planeta y, cuando es así, se le representa con el cráneo exageradamente alargado, un "conehead" de olor sospechosamente extraterrestre. - Por otra parte, las reiteradas representaciones de "indígenas" más que montando pájaros, conduciéndolos, es decir, reposando en sus vientres con las manos apoyadas en una especie de caja de instrumentos. O emergiendo del interior de círculos concéntricos. - Y el inefable Pacal, el rey-sacerdote de Palenque, ya saben, el silencioso habitante del templo que es representado en la losa sepulcral como en el interior de un cohete, la mano apoyada en una especie de palanca y un "respirador" conectado a su nariz. Pacal fue histórico y conocido pero, ¿alguien sabe que se haya realizado un estudio genético de sus restos? Y, de todas formas, el enigma de la representación de su lápida le sobrevive. - Seres evidentemente no nativos. Cráneos gigantescos, o negroides con casco de piloto. Por cierto, es un hecho que el Anahuac fue en épocas pretéritas nudo de comunicaciones e intercambio de africanos, seguramente egipcios y orientales así como de americanos del sur (de la presencia aymara en esas tierras, escribiré en otra oportunidad). - Los secretos aún no revelados de las grandes construcciones. Teotihuacan, "lugar de los hombres con esencia divina" (ya aclaré lo equivocado de la traducción popularizada de "lugar donde los hombres se convierten en dioses"). Bajo la pirámide del Sol, al igual que en la de Keops, la cámara del Caos. En sus proximidades, cámaras subterráneas recubiertas de mica, jaulas Faraday más propias de un centro de investigaciones electromagnéticas que de un ancestral lugar de culto y habitacional. Y ese efecto de la pirámide... Me lo habían sugerido: cuando llegara a la cima, debía repetir lo que había experimentado en Teploztlán (ver AFR Nº 185) es decir, aproximar con los ojos cerrados, mi entrecejo a un extraño y pulido disco de metal que se

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encuentra en el centro (algunos lo suponen una larga barra metálica enterrada en el edificio). Lo hice, esperando un efecto similar (de desplazamiento del cuerpo astral)... pero ocurrió otra cosa. De repente, el bullicio de los turistas se eclipsó. Silencio. Sólo el viento. Y ya no estaba yo allí, sino de pie junto al borde de la cúspide de la pirámide, mirando hacia abajo. Es obvio: sí estaba físicamente en el mismo lugar, pero no "en esencia". Teotihuacan, después de todo. Estaba de pie junto al borde de la plataforma, observando un grupo numeroso de personas que, allá abajo, e encolumnaban hacia la esacalinata. Los sospeché indígenas, pero no puedo afirmar que en mi visión así los haya identificado. Abrí los ojos. Regresó el ruido, las voces, las risas. Y yo de rodillas frente el pulido disco de metal. Lo repetí una y otra vez. Una y otra vez, el mismo resultado. Allá en Tepoztlán, mi cuerpo astral, colijo, se había desplazado algo, muy poco, en el espacio, fuera de mi cuerpo físico. Aquí, ¿lo hizo en el tiempo? No sé, sólo formulo preguntas. Regreso con el recuerdo a Tula, a sus gigantes, al extraño emblema en sus pechos. El mismo diseño enmarca una pequeña plaza, un zócalo frente a la pirámide de la Luna en Teotihuacan. Y otra vez el recuerdo de la pregunta, una de tantas, en aquel cinematógrafo de 1978: ¿no es acaso el emblema de UMMO, el extraño affaire de una supuesta colonia de extraterrestres que desde 1952 en la Tierra hacían llegar extraños comunicados científicos a cientos de corresponsales en todo el mundo? Más aún. El parecido con el emblema ummita no es fidedigno en las estatuas reconstruidas, pero asombrosamente idéntico en la única que permanece casi intacta desde las profundidades del tiempo. Ya sé; otros investigadores han "probado" que UMMO es una falsa saga, un posible experimento sociológico de oscuros manipuladores. En puridad, deberíamos decir que, en todo caso, el ingente material sobre este apasionante asunto —al que prometo dedicarle todo un número de "Al Filo...", en parte porque recientes generaciones de allegados a estas temáticas lo desconocen completamente y en parte porque creo que no está completamente agotado— pero no puedo menos que señalar la extraña semejanza. Y propongo para UMMO otra teoría, que sería, mas o menos, ésta: Una sociedad secreta, esotérica, existe desde la más remota antigüedad sin solución de continuidad a través de la Historia. Estuvo en los inicios de las civilizaciones, hermanando el mismo Conocimiento, las mismas filosofías, en geografías distantes. Y sabedora de su proyección a través de los siglos, deja pistas para los dueños de buen entender. La misma sociedad secreta que entiende ha llegado el momento de comenzar a provocar "saltos cuánticos" en la percepción del conocimiento por parte de la especie humana. Una sociedad que, entonces, genera un "bluff" (el asunto UMMO) para generar

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inquietudes, interrogantes, búsquedas, avances (la empresa electrónica del ya fallecido ummólogo Rafael Farriols desarrolló con éxito varios aparatos en base a la información "ummita") a la vez que acude a símbolos que hagan sospechar a algunos buscadores (nosotros, por ejemplo) sobre su presencia...

La tumba del "escándalo danikëneano". Sin duda es Pacal, pero... ¿saber su nombre y lugar en la historia lo hace menos

extraterrestre?

Una de las manifestaciones de "un" Quetzacoatl.

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Obsérvese su cráneo oblongo, que se repite en toda América adscipto a la naturaleza venusina.

Uno no puede menos que recordar los "moais" de la isla de Pascua. Al igual que otras de las imágenes, ésta se encuentra en el Museo Nacional de Arqueología e Historia. Su reunión, como debatiendo, hace pensar en un artista que efectivamente vio de cerca una raza no humana.

En La Venta, aparecen estas grandes cabezas olmecas, de evidentes cráneos negroides (obsérvense labios, nariz, etc.).

Sin embargo, su casco lo asemeja más a un piloto contemporáneo.

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Un "dios" (¿es necesario recordar que no eran politeístas?) "conduciendo" en el interior de un Gran Pájaro. ¿Metáfora de aparato volador?

Hombre saliendo del interior de un círculo concéntrico. También encontramos esta representación de "hombres voladores" en Asia y en el Tassili N'Ajjer, en el Sahara.

La "Pirámide del Sol", en Teotihuacan. Además del enigma de su magnífica construcción, cabe señalar que bajo la misma se ha encontrado una cámara subterránea —como la "Cámara del Caos" bajo la pirámide de Keops— y en su rededor varias cámaras cubiertas en su interior con mica, con extraños comportamientos electromagnéticos.

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La "pirámide de la Luna", desde la cúspide de la pirámide del Sol

Gustavo Fernández realizando en la cumbre de la pirámide del Sol la vivencia de referencia.

Desde la pirámide de la Luna, la Calzada de los Muertos. A la derecha, la pirámide del Sol.

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Templete frente a la pirámide de la Luna. Obsérvese su semejanza con el pectoral de los "atlantes de Tula" (ver más adelante).

Llegando a Tula

El Palacio de las Mil Columnas.

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Edgar (izq.) y Gustavo (der.) estudiando un "atlante". Obsérvese el pectoral, símil el emblema de UMMO.

Una aproximación lateral de un atlante. Prestar atención al instrumento (¿arma?, ¿trépano?) que esgrime.

Un atlante. El pectoral —reconstituido y deformado— remite al signo UMMO.

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¿UN STONEHENGE EN MÉXICO? Durante el pasado mes de noviembre tuve oportunidad de visitar nuevamente la bella tierra de toltecas y mayas. Como siempre, en plan de dictado de cursos y talleres. Como siempre, investigando nuevos misterios. Como siempre, también, aprendiendo de quienes saben más que yo. Y volví ahíto de satisfacciones en todos estos ámbitos.

Apareció casi de golpe, al doblar una curva en la senda peatonal del centro arqueológico de Xochitecatl. Me detuve, pasmado, y un hormigueo que hace tiempo no corría por mi columna vertebral volvió a decir "presente". Merecería ser un oopart (1). Porque ese "trilito", ese tipo de monumento con forma de dintel y formado por una piedra horizontal montada sobre dos verticales, podemos encontrarlo en Europa, en Asia, pero... ¿en América? Quizás --mucho más enigmática, por cierto-- rememore la Puerta del Sol, en Tiwanaku, Bolivia. Pero (otra vez), ¿en México? Allí estaba. En lo alto de una pirámide. No pude evitar girar con infantil entusiasmo y gritarle a mi amiga Rosalinda Cantú Luna, que me había acompañado al lugar, un "¡Allí está!" eufórico. Allí estaba. Había visto una foto que no le hacía ningún homenaje en Internet, mientras preparaba mi recorrido de esos días. Tlaxcala, Cacaxtla, Xochitecatl... mientras luchaba con mi lengua trabándose en tantas "x", no había asimilado la información de esta extraña conjunción. Dolmen + pirámide. Único. Fascinante. Inexplicable.

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Dolmen en la cúspide de la pirámide de Xochitecatl La visita al pequeño museo local me ilustró sobre la naturaleza femenina del culto llevado a cabo allí. Las mujeres; eran las mujeres las responsables de un culto extraño y asaz único. En un pequeño "cenote" --pozo-- frente a la pirámide arrojaban su ofrenda de flores rojas y blancas. Ofrendas que, como documenta la foto, aún se realizan en el presente, evidencia de un culto que ha sobrevivido al paso del tiempo. Reverenciando la feminidad, lo matriarcal... ¿Un culto a la Diosa en el Anahuac? Tonantzintlalli, la Madre Tierra. Recuerdo el borrador de la lección de Esoterismo Práctico distribuida a mis lectores hace días y pregunto: ¿no es el culto a Tonantzin, a Pachamama, más genuinamente sucedáneo del culto a la Diosa ancestral que la aggiornada Virgen católica? A fin de cuentas, ¿sería el dolmen, con su eco europeo donde las sacerdotisas de ese culto fueron señoras que a su sombra reverenciaron su poder, un símbolo al futuro para recordarnos una liturgia extendida por todo el orbe en aquellos tiempos remotos?

El "cenote" frente a la pirámide

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Pero había aún más. Cuando ascendí a la pirámide, algunas grandes piedras semienterradas que se abrían en semicírculo alrededor del dolmen me mostraron que éste no era un monumento único. Que formó parte de una construcción mayor. Y no se necesita mucha imaginación para completar el semicírculo con la mirada e imaginar un cromlech, un círculo de piedras enhiestas y cubiertas con dinteles, también de piedra. Y de allí a visualizar un reducido Stonehenge local, sólo un paso.

El dolmen y las piedras tumbadas que le rodean, semejan un cromlech. Minutos antes, la experiencia, la vivencia espiritual del día. Son las pequeñas cosas que jalonan mi existencia y que alegran mi espíritu, pues no he perdido la capacidad de asombro y sorpresa, y aún río y me exalto como un niño cuando estas cosas me suceden. Ocurre que antes de ascender a la pirámide, prometiéndome dejar lo mejor para el final, observo a mi derecha un edificio de baja altura. Me lanzo a ascenderlo, sin ver, sin buscar, la infaltable estela explicativa. Una vez dentro de él (sobre él, en realidad) me encuentro con una tinaja de piedra de gran tamaño y dentro de ella, un monolito. Me detengo a observarlo, y sentí un impulso visceral: ante el rostro de la imagen, desdibujado por el tiempo, tuve la necesidad de tomar mi botella con agua y derramar, en reverencial concentración, una buena cantidad sobre la misma. Para disimular, supongo, mi incomodidad por lo que pensé un acto irracional, simplemente agradecí a lo que fuera la oportunidad de estar allí. Y bajé de regreso. Al descender la explanada, descubro, a un costado, la estela explicativa. Y leo, atónito, la explicación: que ese edificio era llamado "de la serpiente" (Coátl era, después de todo, la imagen de la batea de piedra) donde los ancestros concurrían a hacerle sus ofrendas de... agua.

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El edificio de la serpiente Xochitecátl se encuentra muy cerca de Cacaxtla, donde bajo un techo protector se levantan las ruinas admirablemente bien preservadas de un centro ceremonial. Frisos impactantes, aún con sus colores originales. Y una vez más, soportar las explicaciones conformistas (para la historia académica) de los guías turísticos, con sus descripciones agotadas (y agotadoras) de sacrificios humanos y sed de sangre. Me costó retener el impulso de manifestar en voz alta mi disconformidad.

Friso en Cacaxtla

Cacaxtla: el centro ceremonial

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Cuicuilco En pleno DF mexicano, se levanta otro enigma: Cuicuilco. No debemos llamarla "pirámide", porque es de forma cónica, y es, también, posiblemente la más antigua --conocida hasta hoy—en América. La más antigua del continente es también una de las más magníficas, esto es interesante. Destruida en parte hace dos mil años por la erupción del volcán Xitle, cuenta con galerías de recintos subterráneos y una función innominada. Levantada alrededor del 800 aC (algunos historiadores señalan el 1.300 aC), la energía del lugar es impresionante. Afirmaría, sin temor a equivocarme, que es todo un "vórtice", sabedores seguramente los antiguos pobladores de que este tipo de construcciones potenciaba la energía telúrica habitual del lugar.

Cuicuilco

Cuicuilco: vista aérea de 1956

El Xitle

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Amatlán Con mi infaltable amigo Edgar Vargas Olvera, visitamos Amatlán, el lugar donde la tradición dice que nació Quetzalcoatl. En verdad, uno de los varios "quetzalcoatls" que la tradición señala, precisamente Ce Acatl Topitzin Quetzalcoatl, el histórico. Queda para otro viaje conocer la alberca natural donde fuera "bautizado" y en cuya cercanía predicaba. Esta vez, sólo pude conocer la llamada "puerta de Quetzalcoatl". Una grieta natural en el farallón de la roca, donde la leyenda dice que meditaba el patriarca tolteca y de donde hizo "surgir" alimentos para el pueblo en hambruna. Leyenda o no, es otro punto donde mis instrumentos radiestésicos se comportaron alocadamente. En una grieta lateral --donde precisamente los viandantes dejan sus ofrendas-- mi péndulo parecía no tener muy en claro lo que es la Ley de Gravedad. Y nuestras meditaciones en el lugar nos produjeron sensaciones muy particulares: yo, cuando menos, puedo relatar que cada vez que cerraba mis ojos sentía la vibración reverberante de respirar dentro de una campana. Y estaba, claro, al aire libre.

La Universidad Nahuatl Mariano Leyes Domínguez supo ser toda su vida un pertinaz difusor de la cultura nahuatl y defensor del indigenismo. A su muerte, sus cenizas tenían la coherencia de su destino. Hoy reposan en una pequeña réplica de una pirámide maya en la Universidad Nahuatl que en Ocotepec, Cuernavaca (etado de Morelos) impulsa quien fuera su compañera, Isabel Quevedo Plascencia. Docta estudiosa del idioma nahua, del calendario tolteca, de sus usos y costumbres y consecuente defensora del derecho indígena, pude compartir una tarde con ella, abrevar en algo de sus conocimientos y conversar planes de trabajo conjuntos para el futuro. Esta Universidad, sostenida sólo con el esfuerzo de sus participantes mantiene viva la llama de la

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toltequidad para una época y una generación que parecen estar muy necesitadas de ella.

Donde descansan los restos de Mariano Leyes

Acceso a la Universidad Nahuatl

Gustavo e Isabel Quevedo Y, por supuesto, cómo no aprovechar la oportunidad de este viaje para regresar al Kalpulli Koakalko, donde tanto aprendiera en mi visita anterior. Pero, en esta ocasión, con un toque mágico: poder conocer personalmente a Tlacaélel, el Abuelo conductor, espíritu guía y rector del kalpulli. Lo que supuse alguna hora escasa de mutuas presentaciones se transformó en casi cinco horas de pláticas, reflexiones, anécdotas, bromas y una avalancha de

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información que aún estoy digiriendo. Pero todo ello será parte de otra historia...

De izquierda a derecha: Gustavo, Tlacaélel, Marco y Edgar

(1) Oopart: Out of place artifact. "Artefacto fuera de lugar". Dícese de la aparición de objetos incoherentes con su naturaleza y el lugar y momento en la línea temporal que ocupan. Clavos de hierro en estratos de rocas de millones de años de antigüedad, baterías eléctricas en la antiquísima Bagdad, batracios vivos en geodas que cristalizaron hace centenares de miles de años...

EL MITO DE LOS SACRIFICIOS HUMANOS Ya he escrito en otras oportunidades sobre los "memes", ese producto de Ingeniería Social que consiste en construir una versión de un hecho cualquiera, generalmente falso o mentiroso para "distribuirlo" en el entramado social hasta que se consolida como una verdad asumida que nadie discute. Ya me extendí, también, sobre el uso que los Illuminati han hecho de los mismos(1). Y aquí presento otro ejemplo: el mito de los sacrificios humanos entre los antiguos anahuacanos. Hoy, mexicanos. Algo que creo trasciende la utilidad que podría haber tenido en su momento para quienes fueron sus responsables y cuyas implicaciones repercuten aún hoy. Básicamente, la idea está tan instalada que nadie la discute: mayas, toltecas, aztecas, mexicas, numerosas etnias de lo que en esos tiempos se conocía como Anahuac practicaban regularmente (algunas fuentes insisten: monstruosamente) el sacrificio humano tanto como forma de devoción religiosa como de control político a través del terror. Y hasta se sostiene que las Xochiyaoyotl ("guerras floridas") fueron instituidas exclusivamente con el objetivo de "recolectar" cautivos para ser sacrificados.

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Lo que vengo a sostener aquí, empero, es el producto de lo reflexionado y estudiado en mis viajes a México. Lo que los hermanos indigenistas me pidieron encarecidamente que difundiera (también me pidieron que diera a conocer su monoteísmo ancestral en contra de un supuesto politeísmo, concepto también arraigado, pero de eso ya he escrito), lo que justificó la represión física, psicológica, cultural y emocional de millones de personas a través de cinco siglos. En el momento de explicar las razones de este intento revisionista, conviene repasar, rápidamente, el argumento en contrario: es decir, en qué se basan quienes afirman livianamente que aquella existió. Dichas fuentes son las siguientes: Crónicas de cronistas militares Crónicas de cronistas eclesiásticos Códices (textos gráficos) Frisos en murales Crónicas Desde las incursiones de Hernán Cortés, todas las expediciones militares y administrativas contaban con cronistas que llevaban un registro de los hechos, contabilidad de los ingresos generados, relación de las conductas del personal de tropa y oficiales, etc. El punto es que como sabemos, la historia la escriben los vencedores y es interesante señalar que pese a que los cronistas militares y clericales estaban hermanados en el mismo objetivo, son sólo los primeros los que relatan haber sido testigos de estos hechos y, por cierto, en cuanto se analizan en detalle sus declaraciones las inconsistencias son evidentes. Bernal Díaz del Castillo, soldado y cronista, por ejemplo, dice haber sido testigo de un sacrificio en el Templo Mayor de Tenochtitlán, haber visto como se extraía el corazón aún latiendo de la víctima mientras... ¡se encontraba en Tlacopán, a siete kilómetros de distancia! Por más que en esos tiempos no existiera polución ambiental ni edificaciones, por más que Castillo estuviera de pie en el tope de un teocalli, es imposible distinguir estos detalles a siete mil metros en línea recta... Pueden ustedes chequear mi referencia; figura en su libro "Historia General de las cosas de la Nueva España" y me preocupa seriamente que ningún historiador "convencional" lo haya expurgado. Por cierto, el doctor en Etnología Peter Hassler sostiene que "toda fuente que trate de presentar evidencia de sacrificos humanos es espúrea y aquellos, inexistentes a la luz de la investigación científica", y la propia antropóloga Eulalia Guzmán (que participó en la exhumación de los restos del último tlatoani, Cuautémoc) afirmó que la historia de los sacrificios"son cuentos de terror para niños, sin pruebas que los avalen".

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Razón de más para preguntarnos por qué la persistencia no sólo de su afirmación, sino la poco prolija y responsable revisión de tales evidencias. Y es esperable que sean los cronistas militares los que afirmen que"los cráneos se apilaban a un lado de la piedra de sacrificio mientras al pie de las pirámides los cuerpos decapitados se acumulaban como heces", así como "la sangre corría por las escalinatas y las calles como arroyuelos" (lo que además significaría que los autóctonos tenían la sangre bastante diluida, porque, como sabemos, ésta coagula casi inmediatamente al contacto con el aire). Es esperable porque difundir tamaña infamia en el pueblo iletrado y crédulo de la Europa de entonces ocultaba y disimulaba las propias atrocidades que en nombre del Rey y la Cruz se estaban haciendo: el expolio, las masacres, las violaciones, la destrucción cultural. Se necesitaba demonizar al indígena para que todo fuera permitido, para que nadie osara cuestionar los métodos sanguinarios de militares y clérigos sedientos de riquezas. Obsérvese, por otra parte, que los cronistas clericales cuidan sugestivamente de no hacerse responsables de haber visto lo que escriben. Dicen que "dicen que...". Por ejemplo, Diego de Landa propala, poco antes de la monstruosa destrucción masiva de códices mayas que él mismo ordenó, la especie que se le había relatado que este pueblo arrojaba decenas de hombres vivos a su muerte en los "cenotes" (pozos naturales de agua dulce). Ahora bien. Esos "cenotes" eran, en el Yucatán, la única fuente de agua potable de estos pueblos (avanzadísimos en sus conocimientos médicos y prácticas profilácticas, por otra parte). ¿Imaginan ustedes a los mayas siendo tan estúpidos de envenenar con cadáveres la fuente del agua que debían consumir? Ciertamente, se han encontrado restos óseos en los cenotes, pero es imposible determinar si, por ejemplo, no fueron depositados allí como ofrenda luego de haber sido descarnados, natural o artificialmente. Algo similar ocurre en Teopanzolco, Cuernavaca. Allí, se afirma, en la Fosa de los Muertos, se encontró los restos de una cuarentena de personas. Se los supone sacrificados. ¿Por qué? Porque en sus vértebras se encuentran huellas de cortes filosos, por lo que se les supone decapitados. Pregunto: ¿no pudieron haber sido decapitados después de muertos, como parte de un particular rito mortuorio? Suponer que porque presentan esas marcas así fue como se acabó con ellos es como suponer que los arqueólogos del futuro, al hallar urnas funerarias con las cenizas de nuestros parientes, sostengan que quemábamos sacrificialmente a nuestros seres queridos... Códices Es interesante señalar que la mayor parte de los códices que tenemos hoy en día son del tiempo de la conquista, es decir, escritos y dibujados por indígenas aculturalizados, convertidos a la fe católica.

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De allí, es dable suponer que deberíamos tomar con pinzas tales ilustraciones. Obsérvese que, incluso, han cambiado su estilo ancestral, adoptando una técnica muy propia del medioevo europeo... pero aun así, las ilustraciones de supuestos sacrificios humanos aparecen aislados y sin entrar en detalles. Alguien podría afirmar que es porque los escribas indígenas cristianizados sentían vergüenza de explayarse sobre las macabras costumbres de sus ancestros. Con el mismo criterio, yo podría decir que es porque lo hacían a desgano, presionados por los clérigos. Y voy por más. ¿Necesariamente porque los dibujos parezcan mostrar sacrificios "deben ser" sacrificios?

Códice de principios del siglo XVI pero de trazos "europeizantes". Obsérvese la evidente diferencia estilística con los precolombinos. Y al ver estas imágenes, uno ya sabe dónde se inspiró Mel Gibson para su deplorable "Apocalypto". Frisos y Murales Una reflexión similar podemos hacernos con las imágenes en paredes de templos y teocallis. Vuelvo a hacer la pregunta: ¿serán lo que nos hicieron creer que son? ¿De qué estoy hablando?. Estoy hablando de Símbolos y Alegorías. Tomen cualquier libro de Alquimia europea de esos tiempos. Abundan en imágenes alegóricas, es más, se habla del "descuartizamiento de la virgen", del "asesinato y consumición de la mujer tras la boda"... ¿Realmente creemos que los alquimistas medievales sostenían que para alcanzar la Gran Obra debíamos descuartizar una virgen (si conseguíamos alguna) o, tras casarnos, matar y alimentarnos del cuerpo de nuestra mujer? Por supuesto que no. Recordemos que una confusión similar sufrió en tiempos de persecución el propio Cristianismo, cuando entre la plebe romana se hizo correr la versión de que sus devotos devoraban el cuerpo de su Sumo Sacerdote y bebían su sangre en todos sus rituales. Vino y hostias, y la metáfora de la misa, pero claro, el pueblo romano no tenía o no quería saberlo. Realmente, cuando apedreaban y

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denunciaban a cristianos, lo hacían convencidos de brindar un servicio social: a su entender, eran antropófagos, después de todo. Así que aquí estamos en una situación similar. Comparen la brutalidad del códice europeizante con un friso original donde además de la riqueza del colorido --que no es lo que nos importa-- sobresale la "mesura" de la representación. Suponer que esos cuerpos en el suelo están prestos a ser sacrificados y devorados es como suponer que las ilustraciones alquímicas que siguen a continuación deben interpretarse literalmente.

¿Sacrificios humanos? ¿Y por qué no, grafitis intimidatorios propagandísticos, o enseñanzas morales?

Grabado alquímico medieval: ¿creemos que los alquimistas esperaban que el Sol y la Luna estuvieran simultáneamente en el cielo para trabajar, o domesticaban un león que alimentaban con serpientes?

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Grabado alquímico moderno: ¿para obtener la Piedra Filosofal debemos reunir un hombre negro y una mujer blanca y prenderles fuego?

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Grabado alquímico medieval: ¿Debemos darle Talidomida a nuestra mujeres para que tras dar a luz bebés monstruosos con dos rostros y alas de murciélago podamos a ellos hacerlos acceder a la Realeza? Sin duda estos epígrafes de ilustraciones les parecerán a ustedes la mar de absurdo. Y lo son. Tanto como las interpretaciones "oficiales" de una historia que nos muestra a los anahuacanos como devoradores de carne humana y sacrificadores de sus congéneres. Y no hablemos de las imposibilidades técnicas. Como esos relatos donde se afirma que se abrían los pechos con un golpe de cuchillo de obsidiana y se extraía el corazón aún palpitante... Cualquiera que haya tenido oportunidad de ver esvicerar un animal de algún porte sabe cuán difícil es aún con las herramientas modernas abrir el tórax, cortar los huesos que cubren la caja torácica, extraer el corazón sin dañarlo (y menos aún que palpite en la mano, como en las películas de terror clase B).

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Pero la imagen es impactante y vende bien. Que lo diga Mel Gibson cuando decidió producir "Apoclypto". Y aquí uno debería preguntarse el porqué de un éxito de taquilla cuando es una falacia de cabo a rabo. Sus protagonistas transitan los finales del siglo XV o comienzos del XVI (como se observa cuando sobre el final son testigos de la llegada de los españoles) pero... hablan en maya, civilización que ya había desaparecido 600 años antes. Proponen un estado despótico que arrasa las tierras y sus habitantes, obsesionados por las edificaciones ciclópeas en medio de una orgía permanente de sangre y terror, cuando se sabe que jamás han aparecido los restos, los cementerios, los entierros colectivos que siquiera abonen tal despropósito. Y uno (yo) se pregunta si este Gibson, católico conservador militante, no está siendo funcional a otros intereses, detrás de este buen negocio. ¿Qué intereses? Nuestros amigos, los Illuminati de siempre. Porque sospecho que desde el bosquejo de la Gran Mentira, allá por el siglo XVI, había otras inteligencias y otras intencionalidades. Esa época no era nuestra época donde, tibiamente, podemos protestar, informarnos, tenemos Internet y hacemos manifestaciones, despotricamos en la TV o escribimos libros con nuestras ideas. En esa época cada uno pasaba sus miserables pocos años de vida mirándose el ombligo, concentrado en la supervivencia o la opulencia, dependiendo de lo que le hubiera tocado en suerte en esta vida. Si el Rey o el Papa exterminaban un millón más o menos de personas que andaban desnudas en algún confín del mundo, a nadie importaba. Semejante operación de prensa, entonces, tenía otro fin: no ese presente, sino este futuro. Los tiempos que vendrían. Sostengo que quienes crearon el mito de los sacrificios humanos no lo hicieron para sus coetáneos, sino para nuestras generaciones. ¿Y por qué? Porque ellos, y los supongo Illuminati, sabían que en algún momento el indigenismo reclamaría sus fueros. Que la curva de la Historia permitiría a los pueblos originarios reivindicar sus derechos, sus tierras, su cultura, su dignidad. Y que haciéndolo, no comprarían fácilmente ser parte del engranaje que los Poderes en las Sombras han digitado para nosotros y, temo, nuestros descendientes. Observen a los indígenas: mientras que cualquier occidental de blanca piel y cabello claro camina radiante de felicidad con su iPod, sus Nike y sus Ray Ban, ellos nos miran al pasar y sonríen, educada pero irónicamente. Sufrieron demasiado, y transmitieron de abuelo a padre a hijo su sufrimiento como para permitirse morder el anzuelo del consumismo frívolo... Así que miremos con otros ojos esos códices y esos murales. Y comprendamos lo que son: enseñanzas alegóricas y simbólicas. Tan alegórico o simbólico, por ejemplo, como la representación de la iniciación masónica donde el iniciado pasa por encima de un "cadáver"... ¿Realmente se arroja a su paso los restos mortales de alguien? Cuando le decimos a un amigo "no pierdas la cabeza", ¿es que tememos que ésta caiga de sus hombros? Cuando

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digo "te hablo con el corazón en la mano", ¿esvicero a alguien próximo para extender mi diestra con el músculo cardíaco en ella? Pero todo este lenguaje metafórico, alegórico y simbólico, incorporado al uso y costumbre cotidiano desde hace siglos, no parece que lo viéramos entre los indígenas. Claro: son pequeños, de piel oscura y andan desnudos... EL RITUAL TEZCATLIPOCA Dispuesto - Chilam Ix - a mi Tonatzin amada que me sujeta la fe Fuensanta González [email protected] (fragmento) Me habló la tierra desde su vientre; comí la semilla que aún restaba bajo la raíz de las piedras inmóviles a esas vistas secas, a ese musgo que las teñía de un verde esmeralda de nueva vida, verde esperanza que de blanco vestiría la trama gris de los tiempos sin rimas. En un artículo anterior mencioné que mi último viaje a México tenía un valor agregado inexcusable: el aprendizaje esotérico. En el sentido más lato de la expresión, "eisoteo", literalmente "abrir una puerta". Porque más allá de los aprendizajes exotéricos, de boca a oído, de ojos a cerebro, hubo personas, circunstancias y disparadores que, como me gusta decir, me ubicaron un escalón más allá de donde estaba, espero que "más arriba". Entre ellos, los rituales fuertemente ancestrales en los que tuve la fortuna de ser introducido. En rápida enumeración, la lista comenzaría con un temascal terapéutico que, bajo la conducción de mi amigo y maestro Edgar Vargas Olvera me permitió exteriorizar mecanismos profundos y personales que operaban en lo astral de mi naturaleza. Dije, en ese artículo, que por ser personales e intransferibles, no tenía mucho sentido abundar sobre ello. Más aún porque, seguramente, no encontraré las palabras precisas para describirlo. Sólo, por consiguiente, recomendar seguir el mismo camino, atravesar la misma experiencia. Luego, dos temascales "guerreros": sobre ellos abundaré en otro trabajo. Y allí, en el medio, éste: el ritual Tezcatlipoca.

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Como escribiera en esa misma ocasión, la Conquista —y la historia "oficial" que vino después— nos quiso convencer de que Quetzalcoátl, Tezcatlipoca y otros "entes" eran dioses, cebada esta concepción en una errónea lectura politeísta y sacrifiicial de la cultura nahuatl y maya. En el caso del segundo, se lo supone —por los mal informados— dios del inframundo, del caos y la destrucción. Quiero detenerme una vez más en este punto para aclarar algunos conceptos. Porque la única relación entre lo infernal y Tezcatlipoca, a la mente embrutecida de los conquistadores españoles, pasaba por su relación con el ocaso, con el Occidente. Esto era ignorar que a título metafórico, cada una de estas "emanaciones" del Increado, Inmanifestado, Ipalnemohuani, se vincula con una "dirección" (cardinal). Y repasemos lo que escribí en esa ocasión: Por sobre todo, por estar en el Todo y ser el Todo, está IPALNEMOHUANI ("aquello por lo que vivimos"), Inmanifestado. Esta "inmanifestación" subyace como el "manas" polinésico, el "chi" del Celeste Imperio, el Atman teosófico. Pero el Uno deviene en Dos, y emana en OMETEÓTL (la Dualidad), las dos Fuerzas Creadoras que hacen Manifiesto loInmanifestado. Yin y Yang. El Dos deviene en Cuatro (fuerzas que trabajan en la Creación): QUETZALCOÁTL (que es el rumbo Este), TEZCATLIPOCA (oeste), XIPEC – TOTEC (Norte) y HUITZILOPOZTLI (sur). Admitámoslo. Es un concepto apasionante. De allí dimana que en realidad estas culturas eran fuertemente monoteístas. Mucho más que una Iglesia Católica que así se llama y no lo es. Porque esa Iglesia tiene tres personajes que son uno, y una larga serie de personas que elevadas a categorías santificadas, fungen de intermediarios: santos y beatos, por ejemplo, además de una pléyade de entidades menores o mayores: arcángeles, y ángeles. Y así como se dice que griegos y romanos eran politeístas (pese a que en ambas Zeus y Júpiter eran los dioses principales seguidos por una pletórica jerarquía de deidades menores) esta Iglesia católica también tiene su estructura piramidal en el Parnaso. Y además, por haber sido los "santos" humanos como usted y yo pero ahora intermediaristas, esta Iglesia católica, aunque le repugne, es formalmente espiritista. Y después se mira a los ancestros americanos como bárbaros. Pero no nos vayamos por las nubes, que parece que el Vaticano ha rentado todos los apartamentos disponibles allí. Así que Tezcatlipoca es una emanación que expresa y se manifiesta en distintos grados. Su nombre significa "espejo de obsidiana humeante (o empañado)" y de hecho en su culto se empleaban grandes espejos de esa piedra volcánica sobre las cuales los sacerdotes focalizaban su atención hasta disparar fenómenos de percepción extrasensorial. No puedo menos que recordar, insistentemente, el "espejo negro" del mago John Dee, el mismo que recibiera

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"de los ángeles" el "idioma enoquiano". Y más allá de este recurso parapsicológico, Tezcatlipoca representa el inconsciente, ése que tiene una imagen de sí mismo como la que nos devuelve el espejo empañado. Y al "invocar" a Tezcatlipoca, el inconsciente se hace presente. Su ritual, por lo tanto, saca a la luz los miedos, los temores, las dudas, las inseguridades. Es, si se me permite, un "campo de entrenamiento" para otras experiencias más duras que vendrán después, sobre las que regresaré. La oportunidad estuvo en manos de dos de las personas que en este camino encuentro como hermanos y maestros. Sus nombres: Marco Hernández y su colaborador Antonio Torres. Ambos pertenecen al calpulli —fraternidad indígena— Koakalco, "Danzantes del Sol" del Centro de Investigación para la Difusión de las Raíces Culturales del Ser Humano (www.culturaenred.org/atekokolkal_li), teléfono (045) 3313 82781, con sede en las afueras de Teotihuacán. Fue unos días antes de acceder y conocer este fantástico lugar, cuando con Edgar llegamos a su sede, donde se nota en cada detalle el esfuerzo, la honestidad y la calidez puesta en funciones con un objetivo expreso en su nombre. Un temascal, una nutridísima biblioteca, área de reuniones, un equipo de médicos que en sumatoria a la medicina y farmacopea antigua atienden casos llegados de todo el orbe, simples pero funcionales habitaciones donde incluso se alojan estudiosos y hermanos de distintas partes del mundo, una cocina abierta a toda hora para cualquiera y, en la planta alta, un cómodo observatorio-sala de meditación-oratorio. El potente telescopio apuntando a la Pirámide del Sol (desde donde realizan, como sus remotos antepasados, sus concienzudos estudios astronómicos y calendáricos) junto al altar donde ya muy viejos instrumentos y elementos quizás propios de un museo arqueológico pero tan en funciones hoy como ayer (y, por ello, dotados de un poder especial) conservan, a mi modo de ver, esa magicidad propia de los templos-observatorios de la antigua mexicanidad, donde el sacerdote era el científico al mismo tiempo.

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De izquierda a derecha: Antonio Torres, Marco Hernández y Egar Vargas Olivera, en el "calpulli"

Desde el observatorio. A la distancia, la pirámide del Sol y la de la Luna

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En el techo del observatorio, la claraboya repite el fenómeno astronómico de Xochicalco, ya tratado en el Nº 186 de AFR.

El altar.

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Fue Marco quien me desaznó sobre tantos conceptos grabados a cal y canto por la educación primaria y secundaria de mi niñez y adolescencia. Por ejemplo, nos detuvimos largamente en el concepto de los sacrificios humanos. ¿Realmente existieron? Varias observaciones son dignas de considerar: - Cuando se estudian las crónicas de la época, se observa que los representantes del clero, pese a tener buenos intereses en descalificar las creencias autóctonas, nunca refieren haber visto sacrificios. Sólo se remiten a comentarios de terceros, del tipo "dicen que dicen...". Los únicos que sí hablan de sacrificios, que refieren "montones de cadáveres", "pilas de cabezas" (de donde, sin duda, tomó Mel Gibson el alimento para su racismo en "Apocalypto") y "arroyos de sangre chorreando por las escalinatas" (de donde se deduce que la sangre aborigen tenía que estar licuada, porque nunca correría la sangre así sin coagularse primero), los únicos, repito, son los cronistas militares, es decir, los que acompañaban a las expediciones militares. Y fuera que la historia la escribe siempre el vencedor, realmente, no parecen fuentes confiables. Más aún: consulten a cualquier anatomista o médico cirujano, y pregúntenle si es tan sencillo extraer el corazón de una víctima humana. ¿Un golpe del cuchillo, un tajo, meter la mano y extraer el corazón?. En absoluto. Y si bien esto no demuestra por sí mismo que los sacrificios no existieron, pone por lo menos un paño frío a esa concepción de sacerdotes automatizados en el golpear-tajear-extraer-arrojar... - Puede señalarse también que muchos frisos muestran escenas de sacrificios. Cierto. Tan cierto como que los libros de Alquimia del Medioevo y el Renacimiento hablan de "quemar el cadáver de la esposa y mezclar sus cenizas", o "devorar a los hijos", o "desmembrar el cuerpo de una virgen". Entendemos que todo ello es metafórico. ¿Ustedes se imaginan a los alquimistas europeos descuartizando al prójimo? Claro que no. Se sobreentiende que esas descripciones y dibujos son simbólicos. Entonces, ¿por qué no pueden ser simbólicos los americanos? ¿Porque son de piel cobriza, pequeños y andaban desnudos? Pero además de enseñarme estas y unas cuantas cosas más —y sí, ya sé, es quizás lo que a ustedes principalmente les interesa— llegó el momento de hacer el ritual. Y partimos los cuatro, primero en un vehículo hasta la montaña, y luego a pie, doscientos, trescientos metros más. Suerte de mis años acumulados de montañismo. Allá íbamos, esquivando las agudas espinas de tunas y cardales propios para enhebrar elefantes, mientras Marco nos relataba el último encuentro con una cascabel, días antes en el interior de su propio carro. Sudando (bah, ninguna novedad a lo largo de todo ese mes) llegamos a la cavidad, entre la maleza. Con sumo cuidado y una sonrisa un tanto aprensiva, Marco se deslizó en el interior, por si había "visitantes indeseados", mientras Antonio, parsimoniosamente, comenzaba a preparar los elementos del ritual. Y no esperen aquí fotos del mismo. Porque la ecuación es sencilla: ritual que se

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fotografía, ritual que no es ritual, sino simplemente un "show" para los gringos. El ritual es un espacio de lugar y de tiempo sagrado, y el estar fotografiándolo y filmándolo con mero afán exhibicionista —por más que trate de disfrazarse de academicismo antropológico— es una falta de respeto: así lo viven los cultores de la ancestralidad. Marco mismo me comentó con pragmatismo envidiable: cuando los "gringos" (ya saben, los yankees) quieren show, pues algunos hermanos literalmente se disfrazan y por unos cientos de dólares por cabeza le dan las fotos que luego seguramente mostrarán como quien colecciona patos embalsamados de cacería. Yo mismo, en distintos museos de México, he visto a estos extranjeros riéndose a carcajadas, tomándose fotografías que ellos pensarán risueñas y yo veo como ridículas gesticulando frente antiquísimas esculturas, tarareando raps mientras observan entre extrañados e indiferentes. Seguramente habrá excepciones. Yo no tuve la suerte de tropezarme con ninguna. Así que, como les decía, no habrá fotos. Apenas ésta que me autorizaron a tomar: la entrada a un túnel excavado en la misma tierra, que en forma de "U" se extiende unos veinte metros dentro de la montaña, rematado al final por una cámara donde llevamos a cabo el ritual. A propósito, mientras me arrastraba al interior, en el preciso momento en que mi mano izquierda se apoyaba en el umbral de acceso —ni veinte centímetros antes, ni después— una sensación eléctrica, poderosa y persistente, recorrió todo mi brazo. Mi primera reacción fue pensar en un mal movimiento o haberme recargado sobre una piedra. Miré. Nada. Me apoyé en la mano derecha. Nada. Volví a hacerlo sobre la izquierda. El "golpe eléctrico" otra vez. Observación: los conocedores del Tzolkin piensen en qué significa la articulación de la mano izquierda. Sospecho que habrá alguno que dirá que, si no tengo evidencias fotográficas, tal vez esté inventando esto del ritual. Con el mismo argumento, si mostrara fotos podrían decir que están montadas para la producción. Y en definitiva, si alguien duda de ello, me importa un bledo. Sólo —perdonen mi solipsismo— importa saber que allí estuvimos, como han estado otros, y que uno cree haberse ganado un derecho: el de poder saludarse con otros hermanos, ahora llamarlos así, con ese cruce de antebrazos que se desliza luego en la misma mano apoyada en el hombro derecho del compañero, con ambos brazos entrelazados como dos serpientes, mientras se repite aquél: "Ometeotl, in'lakesh". Ometeotl: refiere a esa Dualidad Masculina Femenina, casi con significado mántrico presente en toda afirmación de convicción. In'lakesh: "Yo soy tu Otro Yo. Si te daño, me daño. Si me dañas, te dañas".

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La boca de acceso a la caverna donde se realizó el ritual. Los cánticos a Tezcatlipoca, la ceremonia de fumar el tabaco consagrado, la ofrenda a Tonatzintlalli, la Madre Tierra, nuestra Pachamama sureña, derramando un poco de "pulque" (bebida fermentada de la savia del maguey) o meoctli sobre la tierra. Y luego, la ingesta de ¡tres cazos del alcohólico brebaje! No tengo demasiada cultura alcohólica, debo admitirlo, así que mientras la bastante fragante bebida se deslizaba en mi garganta, temía por mi equilibrio y cordura en las horas subsiguientes. Increíblemente, no tuve ninguna consecuencia, y estoy seguro que menos de la mitad de esa cantidad, fuera de ese contexto sagrado, me habría sumido en un aburrido sueño etílico. "Tiagüi" ("adelante") y la voz de Marco nos animaba a presentarnos y decir aquello que surgiera de nuestro ser interior. El copal —incienso sacro de la región— chisporroteaba en el brasero con una luminosidad sorprendente. Abro curioso mis ojos y la mirada se desliza a las sombras en las paredes. Esa es la sombra de Edgar. A su lado, la de Marco. ¿Pero qué pasa? No son Edgar y Marco. Son individuos de cráneo muy alargado, el perfil de la sombra de Marco presenta una nariz prominente y curvada. ¿Son mis amigos? Los miro: sí, son mis amigos pero claro, el rapto de racionalidad cobra su cuota y cuando vuelvo a mirar las paredes ahora sí son las sombras de Edgar y Marco. La de los supuestos antiguos que creí ver han desaparecido. Pero a la decepción de haberme perdido ese "túnel del tiempo" se le suma, cuando menos, la tranquilidad de que no se tratara de una distorsión provocada por mi flojera con la bebida.

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Cierro los ojos, Marco arremete con su huehuet (tambor). Qué ecos extraños. Ahora suena frente a mí. Ahora detrás y a la izquierda. Ahora a mi derecha (¿cómo diablos hizo para pasar sobre mí sin siquiera rozarme?). Ahora otra vez delante pero al mismo tiempo por detrás y por encima... y de pronto tomo conciencia de que la cavidad es demasiado pequeña para que Marco se ponga de pie y menos para que se desplace a tanta velocidad en distintas direcciones sin atropellarnos a todos. Y con cada golpe del huehuet, mi cuerpo comienza a ser recorrido por espasmos violentos. No cedo a la tentación analítica y decido dejarme llevar por el ritmo, a ver qué pasa. Y pasa lo que tenía que pasar: de pronto Yo estoy aquí, pero hay otro Yo tan Yo como este Yo... un metro quizás a la izquierda (no veo por qué se quejan: Si no lo entienden, ¿ahora comprenden por qué no podía describir la experiencia en el temascal de Edgar?). El desdoblamiento astral más contundente que experimenté en mi vida. Y disfruto la alegría de la experiencia. Y de ponerle una etiqueta, como maldita costumbre tengo de siempre. Y claro, apenas hecho, este Yo volvió dentro de este otro Yo. Joderse. Sin embargo, ya lo decían los antiguos maestros de Oriente: ¡cuidado con los siddhis! (los fenómenos). Eso no es lo importante. ¿Qué es importante, entonces? Pues para mí, el sentimiento intensísimo de comunión, de común - unión con los tres hermanos. Y cuando reptando salí a la luz del Sol, el sentimiento latía dentro de mí, y sigue haciéndolo hasta hoy. Este ritual, por encima de todo, me inculcó Fraternidad. Tlacozamati (Gracias). Habría otros que lo harían con la Voluntad, la Humildad y otras "pequeñeces" pero esa será otra historia.

LEVANTANDO EL VELO DEL CONOCIMIENTO TOLTECA

Cuando uno (un servidor, por ejemplo) comienza a acercarse "desde adentro" al conocimiento tolteca, inicia un camino pletórico de rumbos divergentes, pero que en el mapa del Universo del conocimiento parecen apuntar, todos, en la misma dirección. Esa dirección es la convicción de que, en una remota era, todo el Saber, expresado como Ciencia o como Religión, formaba parte de un conocimiento compartido por muchas, si no todas, las culturas. Este Antiguo Saber, o Antigua Religión, extendió por el orbe criterios y axiomas compartidos. Cuando menos para mí, es un hecho irrefutable el trasvasamiento cultural entre Mesoamérica y Sudamérica así como el Lejano Oriente en tiempos ya muy remotos. Podemos discutir inútilmente --por ahora-- si el Conocimiento llegó de Oriente a Mesoamérica y de allí se derramó a Sudamérica, a la inversa o todas las alternativas imaginables. No es ése el punto, ahora Sentadas las bases de la fuerte presunción de este conocimiento mundial, vemos también cómo se repiten conceptos fundamentales. Ya he escrito sobre el concepto "reencarnacionista" de los nahuas. También, sobre la profundidad de su cosmovisión monoteísta, donde el único dios, Ipalnemouani, se divide en una dualidad creadora

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Masculina Femenina llamada Ometeótl (otra vez el principio del Yin y Yang) y éste se "derrama" en cuatro niveles asequibles a la conciencia humana llamados Quetzalcoátl, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli y Xopic Tepec. No menos impactante me resulta la sabiduría del ixcoatlmecatl, la vincha que ciñe la frente, no como uno, en su ignorancia citadina, pudo suponer para sujetar el cabello o detener la transpiración de la frente sino que, por el acto de ceñirla, nos recordamos que somos Uno con el Universo (en efecto, "mecatl" es la cuerda, como ya sabemos, e "ixcoatl" --"serpiente brumosa"-- es la Vía Láctea). La Ixcantonatl (la religión nahuatl) y los "teoamoztli" (libros sagrados) empleados por los "tlanatinimeh" ("transmisores del conocimiento"), enseñan que cada ser humano tiene su "tinilcapozitzin" ("compañero cósmico"), una vibración que los "tonalpöhqui" (astrólogos, literalmente "lector de energía natal") identifican con el año de nacimiento. Cuatro, a saber: "Kalli" (Casa), "Tochtli" (Conejo), "Akatl" (Caña o "Carrizo") y "Tekpatl" (Cuchillo). A lo largo del "moyokoyami" (ciclos reencarnativos, literalmente "lo que se crea y recrea") el Ego espiritual va transitando estos ritmos cósmicos, aprendiendo y creciendo, ampliando vida a vida su "tloque nahuake" (que se podría aproximar a lo que llamamos Potencialidad Parapsicológica, traducible como "lo que está cerca y lejos a la vez"), profundizando en cada etapa la integridad de su "macuilcan" (o Inconsciente Personal) e integrándose más y más --como puede hacerlo en el aquí y ahora ampliando su percepción espiritual mediante la práctica de técnicas de despertar y su conocimiento intelectual)-- al "ixcan totonatzin", lo que parecería arriesgado comparar al concepto junguiano de "Inconsciente Colectivo", si no fuera porque --esto enseñaron los "tlacaelel" o Sumos Sacerdotes-- el sentido de la vida --un interrogante tan angustioso hoy como hace tres mil años-- es sólo uno, redescubierto magistralmente por el gran psicólogo suizo: el Proceso de Individuación, que en nahuátl (después de todo, el "hablar armonioso") suena más poético: "nemontemi" ("se vive para completar lo vivido"). Dejaremos para nuestra próxima lección profundizar en la descripción del "Xihuitl Itlactepan" (o "Tabla de los Años") donde todos y cada uno pueden rastrear su energía natal y el significado de la misma. Pero como preparación para la misma, es necesario invitarles a meditar, sugiero que varias veces, en una oración "mantralizada" que los nahuas solían recitar. Al igual que ceñir el ixcoatlmecatl, su pronunciación (pero, lo que es más importante, su reflexión) nos conecta con nuestra Esencia (nuestro teotl) y dado que es éste un curso de Esoterismo y no de Exoterismo (simple Conocimiento transmisible) resonaremos --no se me ocurre mejor verbo-- con su significado, cuando esa lección llegue, si estamos en el estado de correspondencia adecuado. Los invito entonces a leer en voz alta, a meditar sobre sus conceptos, a memorizar si es posible, esta oración casi autoiniciática: In icotonca omeyocan In canin ahmo oncah tlamanti Yezeh in iteczinco hueli quizelilliz nemohuaz “Soy la fracción de dualidad espacio – tiempo Donde no hay cosa, no hay nada, Pero en su interior cabe cualquier cosa, el Todo” In icotonca omeyocan In ipampa mochi miqui

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Mochi caqui Inc oczepac yelohuaz Inc oczepac nemohuaz “Soy la fracción de dualidad espacio – tiempo Por la cual todo muerte, Todo abandona, Para otra vez existir, Para otra vez vivir” Esto es "Huehuetlatolli", "la palabra de los viejos", el Conocimiento Ancestral de sentido perenne que debe ser transmitido. EL TEMASCAL GUERRERO Y MÍSTICO ¿Qué es un "temascal"? Temascal en expresiones populares, "temazcalli" para honrar el idioma de los ancestros, con este nombre (tomado de las voces indígenas nahuátl "calli": casa, y "temaz", vapor, es decir, "casa de vapor") se designa en Centroamérica a un espacio sagrado para los antiguos pueblos precolombinos que los historiadores rastrean con diversos nombres refiiriéndose a una costumbre extendida desde lo que hoy es Alaska hasta Tierra del Fuego. Se trata de la costumbre individual, familiar o comunitaria de tomar baños de vapor en cubículos generalmente hemisféricos, con un sector delimitado por rocas volcánicas a gran temperatura —alimentada exteriormente por un horno de leña— donde periódicamente se vierte agua y previamente se han sumergido plantas medicinales. Si bien a partir de la persecución de los conquistadores en la mayor parte de América este hábito desapareció, en México en particular y América Central en general ha persistido hasta el presente, siendo sumamente apreciado por sus efectos relajantes, tonificantes o terapéuticos por miembros de todas las clases sociales. En México en particular, los Temazcallis suelen ir acompañados —conservando el sabor folclórico— de un espacio ritualístico de oración y meditación, o bien por gabinetes donde se aplican optativamente masajes y se practican terapias alternativas tales como Aromaterapia, Reiki, sanación por cristales, Herboterapia, Acupuntura y Digitopuntura, Reflexología, Auriculoterapia, análisis por fotografía Kirlian, meditación grupal, etc. De hecho, hemos observado que en numerosos hoteles, SPAs y centros de recreación cuentan con temazcallis anexos, para satisfacer la demanda cada vez más significativa de público de todo sexo y edad que, por vivir en grandes

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conglomerados urbanos, carece habitualmente de la posibilidad inmediata de acercarse a estas prácticas que, además de sanas y estimulantes desde el punto de vista físico y psíquico, permiten reencontrarnos con nuestras raíces y nuestro glorioso pasado americano. Es importante destacar que el concepto básicamente es el mismo que el de todo baño finlandés y escocés, con la particularidad de contar el anexado de infusiones herbolarias de reconocidos efectos y que por otra parte circulan libremente en el mercado. Esto, sumado al contexto telúrico que le provee la ambientación, se transforma para nuestra cultura cosmopolita en un atractivo exótico y absolutamente original. Básicamente el temazcalli es una hemisfera de ladrillo o tierra, sobre piso de tierra o de material —que para el uso se cubre con esterillas— de baja altura (1,20 a 1,60 metros) y de un diámetro proporcional a la cantidad de ocupantes simultáneos. Como dijéramos, cuenta lateralmente con un horno de alimentación exterior que por su parte interior presenta una pared originalmente de rocas volcánicas hoy en día reemplazados por ladrillos refractarios. La actividad consiste en permanecer en reposo en su interior, en períodos de tiempo que oscilan entre los 20 y los 50 minutos, mientras periódicamente se vuelve a rociar aquella pared refractaria con agua donde previamente se han sumergido por un tiempo hierbas medicinales (combinadas de acuerdo a las necesidades específicas de los ocupantes). Al retirarse del mismo, es costumbre permanecer unos minutos en reposo en una sala contigua, actualmente ambientada con música y aromas relajantes, o se complementa con actividad masofiláctica (masajes). Las exigencias de espacio físico deben contemplar también una sencilla construcción, anexa al temazcalli, donde se encuentren el o los gabinetes para muda de vestimenta, descanso y actividades terapéuticas, así como ducha y guardarropas. El temascal guerrero, el temascal místico Sin embargo, no se ha enfatizado lo suficiente —y yo apenas lo he insinuado en algunos artículos— en la componente espiritual o, más bien, "astral" de la experiencia "temascálica" (ignoro si existe el adjetivo, pero de no, habría que inventarlo). Cité que en una experiencia aparentemente "terapéutica", mi amigo y maestro Edgar "canaliza" las instrucciones que me permiten, hoy, comenzar a reconocerme en mi "nágual". Asimismo, se le confiere una instrucción que ya relaté, de manera de no ser redundante pero

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que elimina —y aún hasta hoy— un problema cervical no grave pero sí incómodo. Hubo, en el proceso, percepciones de algo no existente en este mundo pero sí quizás en otro. Ya lo he relatado en "Al Filo de la Realidad" Nº 184. Relato —apoyado en los recuerdos de Edgar— algo más: la percepción, por parte de él, de un lobo, que asocié a un recuerdo infantil donde en sueños era yo atacado por un hombre lobo (hoy, con más conocimiento del mundo astral, sospecho que se producía por allí la relación). Edgar realizó cierto ritual a lo cual respondí —no lo recuerdo— con contracciones de vómito seco y caí desplomado al suelo. Finalmente, asocio —tiempo después— mi particular simpatía actual por esos mamíferos —de heho, el perro más querido que he tenido era una "alaskian mlamute", de nombre Khrisna, una perra genéticamente casi emparentada con los lobos— y me pregunto si no se trataría más bien de mi "nagual" que trataba de manifestarse. Otro temascal "guerrero", en el cual entramos 22 y sólo lo completamos 8, comenzó a familiarizarme con las exigencias del mismo. Conocido también como "de cuatro puertas" (pues consta de cuatro etapas, en cada una de las cuales se devociona a un elemento de la Naturaleza, elevándose progresivamente la temperatura y con breves descansos intermedios donde no se permite salir a reposar) y por último el inolvidable hecho con el maestro Martín García, de la localidad de Malinalco, de cuatro horas de duración y donde se sumó la experiencia del "peyote", cactácea alucinógena a la cual mi cuerpo y mente se adaptaron favorablemente: además de darme resistencia extra, me proveyó un estado de agudización de la percepción física excitando los sentidos hasta límites increíbles, profundidad de análisis racional y, durante varias horas, una "indiferencia emocional" a lo exterior (no encuentro mejor forma de definirlo).

Creo que sería fundamental promover la instalación de temascales entre los interesados en estas disciplinas, toda vez que su uso, además de sus innegables efectos terapéuticos, facilitan el despertar de los Arquetipos dormidos. El Sabio y el Guerrero, principalmente, son aspectos de nuestro Yo que a través de la experiencia temascálica se activan y potencian, brindándonos un punto distinto, superior, desde donde reposicionarnos para observar —y actuar— en la vida cotidiana.