un elefante en mis manos
DESCRIPTION
Primer cuento del libro ¿Será cierto lo que nos contaron? de Fernando Galarza.TRANSCRIPT
www.facebook.com/editorial.imago www.editorialimago.blogspot.com [email protected] 995163419 / 725 5727
“Un elefante en mis manos”
Fernando Galarza Ribeyro
En su primera visita al zoológico, Diana estableció una gran amistad con el viejo
elefante, a quien le puso de nombre Tom. Cuando Tom estiraba la trompa emitía
sonidos que solo Diana parecía comprender. Debido a ello, la pequeña se quedaba
largo rato con su paquidérmico amigo. Sin embargo, ella aún no conocía la forma
de comunicarse con Tom. Para lograr ello esperaba volver a visitarlo pronto.
—Papi, ¿no crees que podemos criar a este elefante?
—¡Estás loca, hija! ¿Cómo se te ocurre? ¿En dónde lo vamos a tener? ¿Cómo lo
vamos a criar? —dijo el padre.
—Seguro vas a decir que se le puede llevar a la casa —intervino la madre.
—¿Qué esto es imposible? —preguntó Diana.
—Así es —dijeron, en coro, sus padres.
Las vacaciones llegaron. Lo primero que Diana pidió a sus padres fue visitar
el zoológico. Sus padres fueron con ella un par de veces, pero cuando insistió en
visitarlo de nuevo, se opusieron; finalmente, ante tanta insistencia, le permitieron ir
con su tío Daniel. El tío era muy distraído y, además, no le iba importar que Diana
estuviera varias horas con Tom.
En las incontables horas que pasó Diana con Tom, ella aprendió a
comunicarse con él por medio de señas. Además, cuando Tom estiraba su trompa,
parecía decirle algo al oído. Diana contestaba con frases amables como “Mi bolita
parda con trompa de cuerda”. Ante esto, asomaba una sonrisa en el elefante.
De vuelta a la escuela, Diana no mencionó para nada a Tom; daba la
impresión que se había olvidado de él. Si bien es cierto que ella no tenía prohibido
ir al zoológico, se le hacía muy difícil volver a visitarlo.
—Ahora que estás muy atareada en el colegio, me imagino que no querrás ir al
zoológico —dijo su madre.
www.facebook.com/editorial.imago www.editorialimago.blogspot.com [email protected] 995163419 / 725 5727
—¡Ah!, a ver a Tom, te refieres —dijo Diana.
—¿Sabías que, en el zoológico, a los elefantes viejos los sacrifican porque se
vuelven locos y pueden atacar y matar? —trató de asustarla su padre.
—Este... entonces lo podemos visitar, ¡por favor, papá! —suplicó.
—Eso es imposible. Con el tiempo que tiene tu padre y yo que ando tan atareada…
—dijo la madre
—¡Pero, mamá, quiero verlo por última vez! —insistió inútilmente Diana.
Ella decidió ir sola al zoológico, así que les dijo a sus padres que iba a la
casa de una compañera de clase para ponerse al día en sus cursos.
Ni bien llegó al zoológico, se fue a ver a Tom. El elefante estiró su trompa lo
más que pudo para acercarse a Diana. Lo que le comunicó debió de haber sido muy
triste, porque los ojos del viejo elefante se enternecieron y una capa nubosa los
cubrió. La niña se sintió triste y esperó a que no hubiera nadie cerca de Tom. Decidió
arriesgarse, estiró al máximo un brazo. Tom la enroscó con su trompa, ella le
acarició con su otro brazo. Luego, le dijo amigablemente: “Almohadita gris, vamos
a mi casa a dormir”. Inmediatamente, Tom se redujo hasta casi desaparecer, pero
la sorpresa fue mayor cuando se apareció en la palma de la mano de Diana…
Recuperada del asombro, atinó a recoger una cajita del suelo y salió con Tom dentro
de ella. A los pocos minutos, se escuchó por los altoparlantes: “El elefante del
zoológico se ha escapado. Se le solicita al público mantener la calma. Nuestro
personal está solucionando el problema”.
Diana aprovechó el caos imperante para salir del zoológico. Llevaba con ella,
dentro de una cajita, a Tom. Con la propina que le quedó tomó un bus para dirigirse
a su casa. Ni bien llegó a ella, se dirigió a su cuarto, sacó de la cajita a Tom, quien
le miraba como suplicándole que cumpliera con su pedido. Diana extrajo de su
librero un álbum de animales. Mientras lo estaba hojeando, se oyó un grito: era la
abuela, quien pensó que Tom era un ratón. Este había salido del cuarto de Diana y
en esos momentos corría, temeroso de ser alcanzado por un escobazo.
—¡Mamá, cuidado, es Tom! —gritó Diana, desesperada.
www.facebook.com/editorial.imago www.editorialimago.blogspot.com [email protected] 995163419 / 725 5727
—¿Esa rata es Tom? —gritó aún más fuerte la mamá.
—¡No es una rata! ¡Es Tom, que está pequeñísimo, pero no lo maten, no lo maten,
por favor —suplicó Diana.
—Entonces que salga de mi casa. ¡Fuera! ¡Fuera! —exclamó enfurecido el padre.
Una vez afuera, Tom empezó a correr. A medida que las personas lo
perseguían para matarlo, iba creciendo hasta recuperar su tamaño normal. A los
pocos minutos llegaron los policías, los periodistas, los curiosos… Por cierto, Diana,
que había seguido de cerca a Tom, oyó que le iban a disparar. Fue corriendo, a
donde se encontraba la policía, a pedirle que no le disparen. Las personas, al ver al
animal, corrían desesperadas, y los choferes detenían sus vehículos. La policía no
entraba en razones y se disponía a disparar. En esos momentos, Diana,
arriesgadamente, se acercó al elefante y le cogió la trompa. Este enroscó su trompa
en su brazo y, de pronto, se volvió otra vez pequeño. Diana, sin hacer caso a los
llamados de la policía y de sus padres, corrió llevándose a Tom consigo. No
obstante, el bullicio reinante, se oyó una voz.
—Diana, por aquí.
—¿Ah? ¿Quién es? —preguntó Diana.
—Daniel, tu tío Daniel.
El tío Daniel, quien recién había regresado de viaje, hizo ingresar a su auto
a Diana y a Tom. Mientras Diana acariciaba a Tom, miró sus pequeñísimos ojos,
abrió el álbum que llevaba consigo, justo en la página de los elefantes, colocó a
Tom en un sticker y se despidió de él. Paulatinamente, Tom perdió su grosor y se
adhirió al sticker, en cuyo fondo se observaba la llanura africana. Allí, Tom vivirá sus
últimos días, tal como había sido su deseo expresado a Diana en la última
conversación que sostuvieron.
El tío Daniel abrazó a su sobrina: era el único de la familia que había
comprendido el amor de Diana por Tom. Diana recostó su cabeza en el hombro de
su tío y cerró el álbum. Entonces esperó entre triste y serena a la policía, a los
periodistas, a los curiosos, a sus padres…