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Pensar Ciencia, Tecnología y Sociedad Coordinadores: Jorge Núñez Jover Luis F. Montalvo Arriete Cátedra CTS+I de la Universidad de La Habana Agustín Lage Dávila Emilio Gracía Capote Fernando Castro Sánchez Francisco Figaredo Curiel Isarelis Pérez Ones Jorge Núñez Jover Luis Félix Montalvo Arriete Luis López Bombino

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Pensar

Ciencia,

Tecnología

y Sociedad

Coordinadores: Jorge Núñez Jover Luis F. Montalvo Arriete Cátedra CTS+I de la

Universidad de La Habana

Agustín Lage Dávila Emilio Gracía Capote

Fernando Castro Sánchez Francisco Figaredo Curiel

Isarelis Pérez Ones Jorge Núñez Jover

Luis Félix Montalvo Arriete Luis López Bombino

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Contenido

INTRODUCCIÓN. ....................................................................................................................................... 3 TEMA 1. LOS ESTUDIOS CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD: SUS PROYECCIONES EDUCATIVAS, EN POLÍTICAS PÚBLICAS Y EN EL CAMPO ACADÉMICO. .............................. 7 CTS EN CONTEXTO: LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE UNA TRADICIÓN ACADÉMICA ...... 7 EL PAPEL DEL CHE EN EL DESARROLLO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO DE CUBA ........33 DEMOCRATIZACIÓN DE LA CIENCIA Y GEOPOLÍTICA DEL SABER: ¿QUIÉN DECIDE? ¿QUIÉN SE BENEFICIA? .........................................................................................................................56 TEMA 2: LAS IMÁGENES DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA: ACENTUANDO LA PERSPECTIVA SOCIAL EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA .................................................................79 TRATANDO DE CONECTAR LAS DOS CULTURAS .........................................................................79 DE LA CIENCIA A LA TECNOCIENCIA; PONGAMOS LOS CONCEPTOS EN ORDEN ..........105 TEMA 3: CIENCIA, TECNOLOGÍA, SOCIEDAD Y CULTURA EN EL CAMBIO DE SIGLO ...132 LOS PROBLEMAS GLOBALES Y LAS METAS DEL MILENIO: DIMENSIONES ÉTICAS Y HUMANISTAS ..........................................................................................................................................132 PROPIEDAD Y EXPROPIACIÓN EN LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO ..........................144 TEMA 4: CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA ................................170 LAS POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA: LA EXPERIENCIA RECIENTE EN AMÉRICA LATINA ..........................................................................................................................170 CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD EN CUBA: CONSTRUYENDO UNA ALTERNATIVA DESDE LA PROPIEDAD SOCIAL ........................................................................................................185 NUEVA UNIVERSIDAD, CONOCIMIENTO Y DESARROLLO SOCIAL BASADO EN EL CONOCIMIENTO: LOS MARCOS CONCEPTUALES DEL PROGRAMA RAMAL, EN BUSCA DE CONSENSOS .....................................................................................................................................206 ANEXOS ....................................................................................................................................................230 FILOSOFÍA Y ESTUDIOS SOCIALES DE LA CIENCIA ..................................................................230

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Introducción. La finalidad de Pensar Ciencia, Tecnología y Sociedad es principalmente docente. Los trabajos reunidos en este texto, una parte de los cuales han aparecido formando parte de otras revistas y libros, persiguen apoyar el proceso de formación docente de los profesores a tiempo parcial que en su mayoría trabajan en las Sedes Universitarias Municipales. Profesores que con su trabajo hacen realidad el sueño de la universalización de la educación superior. Uno de los temas sociales que este libro comenta es el problema de la democratización del conocimiento. En la sociedad contemporánea, donde el conocimiento ocupa un lugar cada vez más relevante, la desigualdad en las posibilidades de acceso al conocimiento es una forma fundamental de exclusión e inequidad social. La universalización de la educación superior es una formidable respuesta del socialismo cubano a la garantía de continuidad de estudios universitarios de la inmensa mayoría- y más temprano que tarde de la totalidad- de la población cubana, especialmente la población joven. Este libro propone que en nuestra condición de docentes universitarios, no solo es importante ponernos al día en materia de conocimientos, fomentar habilidades para la enseñanza y la investigación, dominar las tecnologías; también es importante que desarrollemos en nosotros, y con nosotros en nuestros estudiantes, la capacidad de reflexionar sobre el papel decisivo y los enormes impactos de los conocimientos, la ciencia, la tecnología y la innovación en la sociedad actual, y con certeza en la futura. El poder económico, cultural, político, militar se asienta cada vez más en el dominio de la ciencia y la tecnología. Las opciones de desarrollo social o la consolidación del subdesarrollo y el atraso dependen crecientemente del conocimiento. La cuestión de la soberanía, nuestras opciones de desarrollo, el bienestar de nuestro pueblo, dependen también de nuestra capacidad social de producir/difundir/aplicar conocimientos y conectarlos al desarrollo económico, social y cultural. Esa capacidad no depende solo de los científicos. Los maestros, profesores, estudiantes, trabajadores, todas las ciudadanas y ciudadanos, son actores y beneficiarios del conocimiento. Todos y todas hacen parte de la red social capaz de producir, difundir y aplicar el conocimiento. El conocimiento no es privativo de ningún sujeto social, individual o colectivo; el conocimiento y los valores asociados a él son fenómenos socialmente distribuidos. Por ello nos atrevemos a sugerir que desarrollar la capacidad de “pensar” sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad es una manera de promover un tipo de formación que en nuestro archipiélago, adentrándonos en el siglo XXI, parece un componente imprescindible de la cultura que construimos. Justamente, los temas y artículos incluidos en este volumen procuran contribuir al desarrollo de esa capacidad.

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Los Estudios Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS): sus proyecciones educativas, en políticas públicas y en el campo académico, como primer tema, trata que el lector se familiarice con el concepto CTS, mostrando su carácter multidisciplinario y la importancia de su reflexión en el ámbito académico, educacional y de las políticas públicas. El problema de la democratización de la ciencia y la tecnología y sus diversas expresiones en un contexto globalizado forman parte, entre otras, de las cuestiones que aquí se presentan. Cuatro textos constituyen el eje principal de los análisis en este tema, comenzando por CTS en contexto: la construcción social de una tradición académica. En el artículo, Núñez y Figaredo, abordan el proceso de institucionalización de los Estudios Sociales de la Ciencia y la tecnología en Cuba y de las circunstancias sociales, ideológicas, culturales, académicas, que explican ese proceso. Se presenta un argumento a favor de la gestión democrática de la ciencia, distinguiendo entre los fines y los medios de la democratización. Por último, los autores se refieren a la importancia del debate sobre la democratización en el proceso de privatización del conocimiento que avanza aceleradamente. Se incluye en Anexo como complemento de este artículo el texto Filosofía y estudios sociales de la ciencia En un segundo texto denominado El papel del Che en el desarrollo científico y tecnológico de Cuba, García Capote presenta una aproximación al estudio de las ideas y de la actividad del Che en la esfera del desarrollo científico y tecnológico, y al análisis de las principales líneas de desarrollo industrial que se vislumbraban en los primeros años de la revolución. Asimismo, se refiere a los esfuerzos por la creación de un potencial científico y tecnológico que asegurara dichas líneas y sus perspectivas futuras. El trabajo pretende a dar al lector una idea del contexto en que el Che emitió sus directivas y reflexiones valorativas sobre el desarrollo científico y tecnológico en nuestro país, así como de la integralidad de su pensamiento. En el tercer trabajo, Democratización de la ciencia y geopolítica del saber: ¿quién decide? ¿quién? se beneficia?. Núñez argumenta a favor de la gestión democrática de la ciencia, señalando un conjunto de razones epistemológicas, sociales, éticas, políticas, que podrían abrir el camino a una visión diferente de la producción social de conocimientos y su inserción social, reclamando otras visiones y legitimando nuevos actores. Señala el desafío de la democratización expresado además en el área de la Política Científica y Tecnológica (PCT), cuya racionalidad social fue cuestionada desde los años sesentas por el pensamiento Latinoamericano orientado a los Estudios Sociales sobre Ciencia y Tecnología. El abordaje de estas problemáticas, entre otras, frente a la globalización en curso, anima un debate considerado esencial para avanzar hacia una real democratización de la ciencia. Las imágenes de la ciencia y la tecnología: Acentuando la perspectiva social en ciencia y tecnología, abre el segundo tema que pretende aproximar al lector a la comprensión de la ciencia y la tecnología como procesos sociales, condicionados por la sociedad y a la vez, como fuerzas que actúan en la transformación social.

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Tratando de conectar las dos Culturas de Jorge Núñez Jover plantea la necesidad de superar la dicotomía entre cultura científica y la cultura humanista. Como argumento explora algunas de las características de la tecnociencia contemporánea. En el trabajo titulado De la ciencia a la tecnociencia; pongamos los conceptos en orden, Núñez comienza por discutir los conceptos ciencia, técnica, tecnología y tecnociencia. Examina los problemas de la ciencia y la tecnología como procesos sociales y dimensiones de la totalidad social, a cuyos fines las diferentes definiciones de ciencia y tecnología no son de igual utilidad, de ahí la necesidad de proveernos de conceptos amplios cuya riqueza permita el énfasis social que interesa. Igualmente, el autor precisa la necesidad de destacar las profundas e intensas interacciones que caracterizan hoy los vínculos entre la ciencia y la tecnología. Finalmente aborda el concepto de tecnociencia, menos extendido en la literatura, para destacar los límites borrosos, indistinguibles y a veces inexistentes entre ciencia y tecnología. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo, abre el tercer tema de este volumen y pretende familiarizar al lector con algunos de los complejos debates éticos, políticos, sociales que tienen lugar hoy en relación con la ciencia y la tecnología. Las Metas del Milenio, el conocimiento como recurso, los problemas de su privatización son, entre otros aspectos, considerados en los artículos que conforman el tema. En el trabajo Los problemas globales y las Metas del Milenio: Dimensiones éticas y humanistas. López Bombino aborda la problemática actual relacionada con las llamadas Metas del Milenio, así como de la responsabilidad social de los científicos y políticos. Las cuestiones morales, éticas y humanistas en el desarrollo de la ciencia contemporánea, son tratadas por el autor. En el artículo Propiedad y expropiación en la economía del conocimiento, Lage ofrece desde la perspectiva de la experiencia cubana, una visión sobre la nueva posición del conocimiento y su generación en los sistemas económicos contemporáneos. Se exploran las características del conocimiento como recurso y los desafíos y oportunidades que plantea la economía del conocimiento para los países subdesarrollados. La cuestión de la apropiación y expropiación del conocimiento es discutida es esta propuesta. Finalmente, el tema Ciencia, tecnología y sociedad en América Latina, aproxima al lector a la problemática latinoamericana respecto a las interrelaciones entre conocimiento, ciencia, tecnología y sociedad. En particular interesa informar sobre la realidad cubana y latinoamericana, así como la visión que se construye desde Cuba con relación a la dinámica social de la ciencia y la tecnología En el trabajo titulado Las políticas públicas en ciencia y tecnología: la experiencia reciente en América Latina, Montalvo y Jover exponen, de manera sucinta, la evolución del pensamiento sobre ciencia y tecnología y las principales acciones emprendidas en el desarrollo de esta actividad desde los años cincuenta hasta los noventa. Asimismo, como

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reflejo de esos debates y acciones, se ofrece una visión panorámica de la evolución de la política científica y tecnológica latinoamericana y sus principales características. En la propuesta denominada Ciencia, Tecnología y Sociedad en Cuba: construyendo una alternativa desde la propiedad social, Núñez, Castro, Pérez y Montalvo, presentan el panorama de la Ciencia y la Tecnología en Cuba y sus conexiones con la educación, la salud, el desarrollo económico y la participación pública. Abordan sintéticamente, algunos de los rasgos más visibles del desarrollo tecnocientífico cubano, procurando siempre mostrar su orientación social. En el esfuerzo por contribuir a una mejor conexión entre Universidad, innovación y desarrollo social, se muestra la experiencia de la Universidad de La Habana. Finalmente, en el trabajo Nueva Universidad, conocimiento y desarrollo social basado en el conocimiento: Los marcos conceptuales del Programa Ramal, en busca de consensos, Núñez, Montalvo y Pérez, argumentan varias ideas tendientes a contribuir a la construcción de marcos conceptúales apropiados que deben acompañar las transformaciones institucionales en curso. Entre las cuestiones abordadas, muestran las oportunidades que ofrece el proceso de universalización de la universidad al desarrollo social basado en el conocimiento, fuertemente apoyado en el aprendizaje social y promotor de un amplio proceso de apropiación social del conocimiento. Asimismo, los autores destacan la aparición en el nivel local de un nuevo y potencialmente relevante actor del conocimiento y la innovación: la Sede Universitaria Municipal (SUM), cuya actuación debe ser, a la vez, estudiada y potenciada.

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Tema 1. Los Estudios Ciencia, Tecnología y Sociedad: sus proyecciones educativas, en políticas públicas y en el campo académico.

CTS en contexto: la construcción social de una tradición académica1 Jorge Núñez Jover Francisco Figaredo Curiel Introducción En este documento dejaremos constancia del proceso de institucionalización de los Estudios Sociales de la Ciencia y la tecnología (que por abreviar designaremos como CTS) en Cuba y de las circunstancias sociales, ideológicas, culturales, académicas, que explican esa trayectoria. En las dos últimas décadas CTS ha construido un espacio en el ambiente académico cubano. Ese espacio crece. Mostraremos los esfuerzos principales que se vienen desarrollando y los pondremos en relación con las necesidades y demandas de la sociedad cubana y las tradiciones de pensamiento y desafíos teóricos propios de su cultura. Comenzaremos por ofrecer una caracterización aunque sea breve y superficial del campo CTS, tal y como se le entiende en este documento. Nos apoyaremos para ello en un texto precedente (Núñez, 1999, 2001,2003). ¿Qué es CTS? El desarrollo científico y tecnológico es una de los factores más influyentes de la sociedad contemporánea. La globalización mundial, polarizadora de la riqueza y el poder, sería impensable sin el avance de las fuerzas productivas que la ciencia y la tecnología han hecho posibles. Los poderes políticos y militares, la gestión empresarial, los medios de comunicación masiva, descansan sobre pilares científicos y tecnológicos. También la vida del ciudadano común está notablemente influida por los avances tecnocientíficos. La tecnociencia es un asunto de la mayor importancia para la vida pública y, sin embargo, por su carácter especializado y el lenguaje esotérico al que recurre, su manejo

1 Al final de este ensayo se incluye como anexo y con el propósito de servir de complemento: Núñez, J. (2002) “Filosofía y Estudios Sociales de la Ciencia” en: Cuba: Amanecer del Tercer Milenio. Ciencia, Sociedad y Tecnología, Castro Díaz Balart, F. (coordinador-editor), Editorial Debate, Madrid. pp.171-191.

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suele estar en manos de grupos relativamente reducidos de expertos. Los expertos, además, suelen serlo en campos muy específicos y pocas veces tienen una visión global de una disciplina científica y menos aún de la ciencia en su conjunto. Los sistemas educativos, desde los niveles primarios hasta los posgrados, se dedican a enseñar la ciencia, sus contenidos, métodos, lenguajes. Desde luego, hay que saber de ciencia, pero – y es la tesis que defendemos- también debemos esforzarnos por saber algo sobre la ciencia, en especial sobre sus características culturales, sus rasgos epistemológicos, los conceptos éticos que la envuelven y su metabolismo con la sociedad. Lo mismo puede decirse de la tecnología. Investigar sobre la ciencia y la tecnología es un objetivo que comparten disciplinas muy diversas como la Historia, la Sociología, la Filosofía, todas de larga tradición. Sobre todo a partir de los años 60 del siglo pasado se han realizado diversos esfuerzos por integrar los estudios sociales de la ciencia y la tecnología en diversas perspectivas interdisciplinarias. Estas han recibido diversas denominaciones: Science Studies, Ciencia de la ciencia, Cienciología (que tuvo un auge significativo en la URSS y demás países socialistas europeos); Science and Sechnology Studies; Science, Technology and Society y otros. En idioma español se ha acuñado preferentemente la noción de Estudios en Ciencia, tecnología y sociedad (CTS). Alrededor de la Segunda Guerra Mundial los estudios sobre ciencia y tecnología tuvieron un acelerado impulso en Estados Unidos, Reino Unido y otros países industrializados. El tránsito a la Big Science (ejemplificado en los mega proyectos dedicados a la bomba atómica y el radar) demostró que era necesario contar con personas aptas para la gestión de esos proyectos. Las universidades norteamericanas, atentas al nuevo mercado, se incorporaron a la formación de gestores en ciencia y tecnología. Junto a esto en los años 60 se habían acumulado numerosas evidencias de que el desarrollo científico y tecnológico podía traer consecuencias negativas a la sociedad a través de su uso militar, el impacto ecológico u otras vías por lo cual se fue afirmando una preocupación ética y política en relación con la ciencia y la tecnología que marcó el carácter de los estudios sobre ellas. Se formó una especie de consenso básico: “Si bien la ciencia y la tecnología nos proporcionan numerosos y positivos beneficios, también traen consigo impactos negativos, de los cuales algunos son imprevisibles, pero todos ellos reflejan los valores, perspectivas y visiones de quienes están en condiciones de tomar decisiones concernientes al conocimiento científico y tecnológico” (Cutcliffe, 1990, p.23). Se hizo cada vez más claro que la ciencia y la tecnología son procesos sociales profundamente marcados por la civilización donde han crecido; el desarrollo científico y tecnológico requiere de una estimación cuidadosa de sus fuerzas motrices e impactos, un conocimiento profundo de sus interrelaciones con la sociedad.

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Junto a esto, los panoramas que muestran el proceso que dio lugar al despegue de estos estudios en los años sesenta, se refieren al esfuerzo por superar visiones tradicionales de la ciencia y la tecnología que subvaloran o ignoran las determinaciones e impactos sociales del desarrollo científico y tecnológico2. Esquemáticamente pudiera decirse que en la comprensión de las interrelaciones entre ciencia, tecnología y sociedad, se contraponen dos enfoques. Al primero, muy influyente hasta la primera mitad del siglo XX, le denominamos “tradicional”; al segundo le denominamos “CTS”. En el cuadro que sigue puede apreciarse que las tesis de uno y otro enfoque son contrapuestas en varios puntos clave. La concepción tradicional identifica la ciencia con un conjunto de verdades y la tecnología con artefactos y técnicas, asumiendo que el desarrollo tecnológico, de modo inexorable, determina a la sociedad (determinismo tecnológico) y los “expertos” son los únicos competentes para influir en las decisiones sobre el desarrollo tecnológico. La visión o imagen CTS comprende la ciencia y la tecnología como procesos, cuyas trayectorias son socialmente construidas a partir de la constelación de circunstancias sociales, valores e intereses que actúan en la sociedad. En consecuencia, se defiende la idea de la democratización del conocimiento, en particular el derecho de la sociedad a intervenir en el curso tecnocientífico. El cuadro siguiente resume ambas perspectivas.

REPRESENTACIONES SOBRE CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD TRADICIONAL CTS

• Ciencia es un conjunto de teorías probadas, verdaderas.

Ciencia y tecnología como expresiones de la práctica humana insertas en un entramado de intereses y valores, muchas veces en conflicto.

• Tecnología es un conjunto de artefactos o técnicas, ciencia aplicada.

Son procesos sociales modelados por una constelación de circunstancias económicas, políticas, educativas.

• Desarrollo tecnocientífico es inexorable, incontestable, conducido por valores de verdad, eficiencia y eficacia.

Las trayectorias tecnocientíficas no son inexorables ni son las únicas posibles. Tales trayectorias son construcciones sociales asociadas a actores e intereses.

• Determinismo tecnológico.

Los valores no son solos epistémicos o técnicos; los hay políticos, éticos, sociales.

• Tecnocracia como gobierno. Necesidad de democratización de la ciencia.

En resumen, el impulso a los estudios CTS a partir de los años 60 debe entenderse como una respuesta a los desafíos sociales e intelectuales que se habían hecho evidentes en la segunda mitad del siglo xx. 2 González García, M; López Cerezo, J.A; Luján, J. (1996): Ciencia, tecnología y sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología. Tecnos, Madrid.

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Todo ello determinó un auge extraordinario de los estudios CTS y su institucionalización creciente a través de programas de estudio e investigación en numerosas universidades, sobre todo de los países desarrollados. La misión central de estos estudios ha sido definida así: "Exponer una interpretación de la ciencia y la tecnología como procesos sociales, es decir, como complejas empresas en las que los valores culturales, políticos y económicos ayudan a configurar el proceso que, a su vez, incide sobre dichos valores y sobre la sociedad que los mantiene" (Cutcliffe, 1990, pp.23-24). Hoy en día los estudios CTS constituyen una importante área de trabajo en investigación académica, política pública y educación. En este campo se trata de entender los aspectos sociales del fenómeno científico y tecnológico, tanto en lo que respecta a sus condicionantes sociales como en lo que atañe a sus consecuencias sociales y ambientales. Su enfoque general es de carácter crítico (respecto a las visiones clásicas de ciencia y tecnología donde sus dimensiones sociales son ocultadas) e interdisciplinario. CTS define hoy un campo bien consolidado institucionalmente en universidades, administraciones públicas y centros educativos de numerosos países industrializados y también de algunos de América Latina (principalmente Brasil, Argentina, México. Venezuela, Colombia y Uruguay). El cuadro siguiente resume la caracterización de CTS como campo internacional

CTS COMO CAMPO INTERNACIONAL • Bien institucionalizado • Propósito general: entender los aspectos sociales del fenómeno ciencia y

tecnología tanto en lo que respecta a sus condicionamientos sociales como en lo que atañe a sus consecuencias sociales y ambientales.

• Carácter crítico. • Índole interdisciplinar.

Por su parte, CTS en América Latina es también deudor de un fértil pensamiento regional que se articuló con especial fuerza en los años 60 alrededor del debate sobre el desarrollo. Ese debate giró alrededor de la articulación de políticas científico-tecnológicas para el avance económico y social. Ese debate transcurrió bajo la influencias de los grandes paradigmas de las ciencias sociales latinoamericanas de la época: la Teoría de la Dependencia y las concepciones de la CEPAL sobre el intercambio desigual y la distinción Centro-Periferia. Las contribuciones de Herrera, Varsavsky, Sábato, entre otros, impusieron un sello latinoamericano al debate sobre ciencia, tecnología y sociedad, con énfasis en la problemática de la superación del subdesarrollo y la dependencia ( Vessuri, 1987). En realidad el campo CTS es de una extraordinaria heterogeneidad teórica, metodológica e ideológica. Digamos que el elemento que los enlaza es la preocupación teórica por los

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nexos ciencia - tecnología - sociedad. Pero esas preocupaciones se asumen desde muy diferentes posiciones teórico - metodológicas y con muy variados propósitos. El sentido que se le concede a estos estudios también es diverso: unos autores parecen atribuirles sólo interés académico, otros le ven un lado práctico y tratan de utilizarlos con fines variados: como recursos de crítica social, como vehículo de renovación de los sistemas educativos, como fundamentos de políticas en ciencia y tecnología. Desde luego que los temas de interés también son muy variados. No es sorprendente que a unos les preocupe más el problema de la clonación y a otros la dependencia tecnológica: todo depende desde qué sitio se aprecie la fiesta de la sociedad tecnológica. De una manera muy general, la agenda de CTS pudiera resumirse como aparece en el cuadro siguiente

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AGENDA CTS

• Impacto de las nuevas tecnologías. • Evaluación social de las tecnologías. • Riesgo tecnológico. • Participación pública en ciencia y tecnología. • Democratización de la PCT. • Gestión de la ciencia y la tecnología. • Problemas éticos vinculados a ciencia y tecnología. • Género y ciencia. • Enseñanza de la ciencia. • Estudios empíricos para determinar como se construye la ciencia y tecnología:

¿Qué ciencia hacer? ¿Qué tecnología favorecer? Experiencias documentadas en gestión del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación.

De modo resumido y adelantando ideas que se explican en el texto, pudiera decirse que los estudios CTS en Cuba pretenden participar y fecundar tradiciones de teoría y pensamiento social3, así como estrategias educativas y científico tecnológicas que el país ha fomentado durante las últimas décadas. En particular entre nosotros es clave el problema de las interrelaciones entre ciencia, tecnología, innovación y desarrollo social, con múltiples consecuencias en los campos de la educación y la política científico – tecnológica. Una de las consecuencias del avance de los estudios CTS es la comprensión del fenómeno científico y tecnológico como un proceso social que no puede ser comprendido más que "en contexto", es decir, dentro de la constelación de circunstancias sociales que le dan sentido4. En esa perspectiva, la Ciencia, en su expresión más amplia, se nos presenta como una red de individuos, instituciones y prácticas anclados en contextos con 3 En el ideario filosófico-educativo tanto de Félix Varela como de José Martí se encuentran importantes ideas que van al encuentro de un pensamiento CTS de orientación humanista, por ejemplo: “Uno de los atrasos de la sociedad proviene de la preocupación de excluir a las mujeres del estudio de las ciencias o a lo menos no poner mucho empeño en ello, contentándose con lo que privadamente por curiosidad pueden aprender, siendo así que el primer maestro del hombre es su madre, y que esto influye considerablemente en el resto de su educación” (Varela, 1997:84). “¿Para qué, si no para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?” (Marti, 1975, tomo 5, pp.259-264). 4 Esta idea guarda relación con uno de los fines de la educación CTS propuesto por Figaredo en su tesis de doctorado: a) la contribución de la ciencia y la tecnología a la solución de los problemas sociales de la población y de la ayuda solidaria a otros pueblos; b) la integración de todos los agentes del contexto social en aras de obtener resultados científicos y tecnológicos pertinentes; c) la participación del pueblo en las actividades científicas y tecnológicas; d) la acción crítica y responsable frente a los peligros actuales y potenciales de las innovaciones, para el ser humano y el medio ambiente; e) la asimilación de la ciencia y la tecnología como manifestaciones de la cultura; f) la comprensión de las interacciones dialécticas entre conocimientos, técnicas y contexto social (Figaredo, 2002:47).

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sus propias determinaciones culturales, económicas y sociales5. Esto también es válido para comprender los propios estudios CTS. Con ese enfoque en mente examinaremos la evolución de CTS en Cuba. El argumento seguirá la siguiente trayectoria: primero exploraremos sucesivamente los ámbitos de la política del conocimiento, la política científico-tecnológica y la educación superior. Pretendemos con ello argumentar la tesis de que el desarrollo científico, tecnológico y educacional cubano transparenta lo que suele interesar a los estudios CTS: las estrechas relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad; entre la ciencia, la tecnología, la política y los valores, así como la importancia de la participación social en esos ámbitos. Luego exploraremos lo que he denominado ideología de/en la ciencia. Este panorama servirá para argumentar nuestro punto de vista según el cual los cambios que se vienen produciendo en el contexto social y su demanda a la ciencia, la tecnología y la educación, pueden beneficiarse de los enfoques y propuestas de los estudios CTS. A continuación consideraremos el tema de las tradiciones de pensamiento que han influido en la cultura cubana y conforman un cierto marco conceptual a través del cual se asimilan y refractan los desarrollos contemporáneos en CTS. Por último se describirá el proceso de institucionalización de los Estudios CTS. Política y apropiación social del conocimiento. En el año 1959 se desencadenó en Cuba un proceso de profundas transformaciones sociales cuyos objetivos socialistas se declararon oficialmente en 1961. Uno de los signos característicos del programa social inaugurado y uno de sus sentidos principales fue la implantación de lo que llamaremos una "política del conocimiento". Esa política tuvo un punto de partida fundamental en la Campaña de Alfabetización de 1961; continuó con la nacionalización de la enseñanza, el acceso gratuito a la educación, la realización de una amplia política de edición y distribución de libros. La Reforma Universitaria de 1962 (Consejo superior de universidades, 1962) que modificó profundamente las carreras y planes de estudio e incorporó a ellos la investigación científica, constituyó un hito importante en esa trayectoria. Los planes masivos de becas que permitieron a los estudiantes de cualquier sitio del país y procedencia social acceder a la enseñanza, el desarrollo de la educación para adultos, los programas de enseñanza para campesinos, en particular mujeres, fueron entre otras muchas, medidas adoptadas por los revolucionarios en el poder. Esa política continúa hasta hoy expresándose con peculiar nitidez en las transformaciones educativas y culturales que el país viene realizando. Con el concepto "política del conocimiento" subrayamos varios puntos importantes: 1) Se ha tratado de una estrategia deliberada, sostenida e impulsada desde los más altos niveles de gobierno y orientada a la extensión, en la mayor medida posible, de los beneficios del conocimiento a todos los ciudadanos. Hablamos de Política Social del Conocimiento para referirnos a la construcción de estrategias deliberadas orientadas a la producción, apropiación, difusión y aplicación del conocimiento, a fortalecer sus bases

5 Chambers, D.W. (1993)

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institucionales, y la definición de agendas que proyectan objetivos y prioridades de amplio y favorable impacto social. 2) Política del conocimiento es una expresión que habla del esfuerzo global por convertir el conocimiento, en sus diferentes expresiones y con los más diversos asentamientos institucionales en fuente de bienestar humano. Sirve por ello de puente para conectar procesos aparentemente alejados como pueden ser la construcción de sectores de alta tecnología (Biotecnología, por ejemplo) y las transformaciones que han tenido lugar en la educación primaria, la incorporación de los jóvenes a la educación, considerada esta última como un empleo, la universalización de la Universidad, entre otros muchos procesos. ¿Qué tienen en común todos esos procesos? ¿Son ellas acciones independientes, subordinadas a lógicas distintas o son expresiones diversas de un mismo proceso social? ¿Cómo captar esa integridad? 3) La idea de política del conocimiento permite una aproximación más sintética a los procesos que habitualmente aparecen bajo denominaciones diversas: políticas de ciencia y tecnología, políticas educativas, políticas culturales, etc. Cada una de ellas conducidas por lógicas y actores diferentes. Pudiera sugerirse sin embargo que todas ellas se engloban bajo la noción de “política social del conocimiento” cuyas directivas globales generan aproximaciones y sinergias entre la pluralidad de políticas en juego, no siempre bien conectadas entre sí. 4) Esa visión permite una comprensión más unitaria del conocimiento mismo, reuniendo a las Ciencias Naturales, Sociales, Ingenierías, Humanidades al conocimiento tradicional y el conocimiento científico. Todas esas expresiones del conocimiento son relevantes para el desarrollo. La existencia de una política social del conocimiento es la que hace posible un amplio proceso de apropiación social del conocimiento y dota al conocimiento de una amplia función social. Denominamos apropiación social del conocimiento al proceso mediante el cual, la gente, el pueblo, participa en las actividades de producción, transferencia, adaptación, aplicación de conocimientos y también al proceso a través del cual el pueblo accede a los beneficios del conocimiento. Tal proceso de apropiación hace relevante al conocimiento y le permite contribuir a metas sociales deseables: justicia social, acceso a los beneficios del conocimiento (en términos de alimentación, salud, etc.), acceso a la educación, participación democrática y mejoría de los sistemas culturales. A nuestro juicio ese enfoque amplio de la política y la apropiación social del conocimiento, contribuye a hacernos comprender mejor la coherencia implícita en las transformaciones educativas, culturales, científicas, tecnológicas, en suma: epistémicas, que Cuba viene desplegando

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Visto así, se aprecia el conocimiento, entendido como totalidad, como condición y posibilidad del desarrollo social, en un sentido integral. Cuba, como país en desarrollo, ha impulsado una vigorosa política del conocimiento que ha generado importantes procesos de apropiación social del conocimiento. Lo que se desea destacar ahora es que ese enorme esfuerzo social por conectar el conocimiento al desarrollo social, por impulsar hasta sus límites máximos la apropiación social del conocimiento, el énfasis en la dimensión ética del saber, el acento en la responsabilidad social de las instituciones y actores del conocimiento, constituye un excelente estímulo al debate sobre las interrelaciones entre ciencia, tecnología, innovación y sociedad, propio del campo CTS. En virtud de su inserción en la práctica social, la comunidad científica cubana, los profesionales que brindan servicios científico-técnicos, el profesorado a todos los niveles, los trabajadores vinculados de diversos modos a movimientos de participación social orientados a la innovación; los estudiantes, obreros y campesinos, participan habitualmente de experiencias profundamente marcadas por el contexto social que han demandado formas variadas de participación social. Todo ello legitima la posibilidad del tipo de enfoques que CTS impulsa. También sugiere que entre nosotros CTS no puede reducir su ámbito de interés a unas u otras manifestaciones del conocimiento, a unas u otras instituciones o actores, sino a la totalidad de las interacciones conocimiento-sociedad. La política científica y tecnológica Componentes esenciales de la "política del conocimiento" mencionada han sido las políticas de educación superior y de ciencia y tecnología (PCT) que el país ha venido instrumentando6. De esas políticas ha emergido un complejo “Educación superior-ciencia-tecnología”, cuyo nivel de desarrollo y orientación social es fundamental para comprender la emergencia y consolidación de los estudios CTS en Cuba. Comencemos por comentar la PCT. Esa política primero implícita y luego explícita7, permite explorar cómo se han expresado en sus diferentes etapas, variadas percepciones sobre las interrelaciones entre ciencia, tecnología y sociedad, así como los diferentes impactos sociales que en cada una de esas etapas se registran; de igual modo es posible identificar los rasgos de la situación actual y de qué modo los estudios CTS pueden contribuir al avance de las políticas propuestas. La PCT cubana ha atravesado a partir de 1959 por tres etapas principales (García Capote, 1996). A la primera etapa se le ha denominado "promoción dirigida de la ciencia" 8 o

6 Sobre el tema de la PCT en Cuba: Castro y Codorniú (1988); Sanz y García Capote (1993); Simeón (1996 y 1997); García Capote (1996). 7 Herrera (1975). 8 García Capote (1996, p.149).

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"política desde el lado del suministro" como la denomina Freeman (1981)9, es decir, una política que se esfuerza por crear un sector de investigación desarrollo inexistente, lo que en Cuba se tradujo en un énfasis extraordinario en la creación de instituciones científicas y la preparación de los investigadores que debían trabajar en ellas. De acuerdo con esto, en los años 60 se crearon muchos de los principales centros de investigación que el país tiene hoy, se creó una Universidad Politécnica, el Centro de Investigación Digital que construyó la primera computadora cubana en 1969, el Jardín Botánico Nacional, la Academia de Ciencias de Cuba y otras instituciones y grupos de trabajo. Se desplegó también desde entonces un marcado proceso de intercambio internacional a través de la participación de científicos extranjeros en Cuba y la formación de profesionales cubanos en el exterior. Como se partió de antecedentes muy exiguos puede decirse que el avance en la promoción dirigida de la ciencia en los años sesenta significó un salto extraordinario en el desarrollo científico cubano. Ese salto fue posible, ante todo, por la voluntad política que lo movilizó. El nuevo poder revolucionario asumió que el desarrollo social dependería de la capacidad, la inteligencia y el talento que el país fuera capaz de crear. Al inicio de la década Fidel Castro definió el futuro del país como un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento y poco después Ernesto Che Guevara, luego de asumir la dirección del Ministerio de Industria, funda en 1962 la revista Nueva Industria Tecnológica en cuyo primer editorial definió toda una estrategia tecnológica que pasaría primero por resolver problemas más o menos inmediatos de la producción y llegaría a generar tecnologías avanzadas en las condiciones naturales y culturales del país. En el propio editorial el Che Guevara declara el objetivo de conectar la ciencia moderna con la industrialización avanzada10. En los tres primeros lustros de la Revolución se crearon las bases institucionales de la ciencia nacional revolucionaria y se avanzó considerablemente en la formación de los profesionales que podían impulsarla. Ese proceso de institucionalización transcurrió en gran medida en las universidades. En la mitad de los setenta, comenzaron a acumularse evidencias de que el problema de la utilización práctica de los resultados científicos a fin de satisfacer los problemas de la producción y los servicios era un asunto de la mayor complejidad. Esto dio lugar a cambios en la PCT implantándose lo que ha dado en llamarse el "modelo de dirección centralizada" 11 (1977-1989) cuyo objetivo era completar el esfuerzo desde el lado del suministro con una estrategia deliberada para utilizar los resultados científico-técnicos, a lo que se dio en llamar "introducción de resultados". Se pretendía lograr esto mediante un modelo muy centralizado que se apoyaba en la identificación de "problemas de investigación" que orientara la investigación hacia temas de la mayor prioridad y la utilización de resultados en las esferas de la producción y los servicios. Aunque se enfatizaba la utilización de resultados esta etapa, el enfoque descansaba en la concepción lineal que aprecia la investigación científica como elemento desencadenante de la 9 idem 10 García Capote, E (1992) y Saenz,T y García Capote, E (1989) 11 García Capote, E (1996, pp 150-152)

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relación entre la ciencia, la tecnología y la producción. Esta concepción, de moda en la segunda post guerra partir del informe de Vannevar Bush: Science, The Endless Frontier, ha demostrado luego sus importantes limitaciones. A los problemas de concepción se sumaba una circunstancia práctica muy relevante. Junto al énfasis de la ciencia y la expectativa de que ella debía incrementar su contribución al desarrollo, marchaba una política tecnológica implícita que se caracterizaba por la importación generalizada de tecnologías, con mucha frecuencia de los países socialistas de Europa. Tecnologías moderadamente modernas, de baja eficiencia energética, agresividad ambiental, entre otras características12. La tendencia a asimilar, más que a producir tecnologías tradicionales o apropiadas, la falta de sistematicidad en la evaluación social de las tecnologías y el desinterés frecuente por innovar del segmento empresarial de los agentes del cambio tecnológico13, explican que el desarrollo científico y el potencial humano creado no se expresaran en los resultados prácticos esperados. Esta situación justifica la percepción crítica que sobre el tema se fue conformando a lo largo de la década de los ochenta, discusión que se vio envuelta en un debate más amplio sobre la práctica de la transición socialista en Cuba y en particular sobre la eficiencia de la economía del país. A esa percepción crítica se sumaron otros factores. La concepción de que el avance del socialismo a nivel mundial dependería en gran medida de su capacidad para desarrollar la ciencia y la tecnología como fuerzas productivas sociales, fue otro elemento importante. A él habría que agregar la necesidad de elevar la capacidad del país para enfrentar las agresiones biológicas de que estaba siendo objeto, prioridad expresada con gran énfasis desde inicios de los años ochenta, así como el esfuerzo por continuar mejorando el sistema de salud cubano con la creación de avanzadas tecnologías en ese campo. Se pensó también en crear nuevos rubros de exportación aprovechando las potencialidades que ofrecía la revolución en el campo de las biotecnologías, proceso al que el país decidió incorporarse activamente. Aunque incompleto, este cuadro de razones determina que desde mediados de los años ochenta el país introdujera cambios en su PCT. Entre los cambios más relevantes se encuentran el relanzamiento de la investigación científica universitaria, ahora con orientación más aplicada; la definición de prioridades nuevas para el desarrollo científico y tecnológico (Biociencias, Biotecnología, industria farmacéutica, equipos médicos de alta tecnología, entre otras); la creación de los polos científico- productivos: redes de cooperación integrada donde la investigación, la creación de tecnologías, la producción y comercialización de productos, forman parte de un proceso continuo conducido por estrategias únicas; la potenciación del Forum de Ciencia y Técnica14, singular experiencia cubana orientada a incrementar la participación ciudadana en el desarrollo tecnocientífico y sus aplicaciones, entre otras iniciativas. 12 ibid, p.146 13 ibid, p.151 14 Sobre el Forum se comentará más adelante.

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Durante la década de los noventa, la PCT nacional entró en su tercera-actual-etapa, la que se caracteriza por la creación de un Sistema Nacional de Ciencia e Innovación Tecnológica. El énfasis en la innovación ilustra la intención de acentuar la utilización práctica del conocimiento, el propósito de convertirlo en un factor cada vez más relevante de la estrategia económica y social del país, incluida una mayor presencia de productos tecnológicos de avanzada en las exportaciones; subraya también que una pluralidad de actores, incluida desde luego la comunidad científica, pero también y con mucho énfasis el sector empresarial, constituyen la red de actores que puede hacer posible la dinámica de producción/difusión/aplicación de conocimientos que el desarrollo del país reclama. Así, la centralidad de la innovación en la política económica, una renovada racionalidad tecnológica ahora más urgida de implantar mecanismos de evaluación de tecnologías y la búsqueda de nexos más sólidos y estables entre la ciencia y la tecnología en los diferentes sectores de la sociedad y los diversos territorios, proceso al que la universalización de la educación superior abre notables oportunidades (Núñez, Montalvo, Pérez, 2006), conforman un escenario donde los nexos ciencia - tecnología - sociedad se renuevan. Pero para ello deben también actualizarse los paradigmas desde los cuales se piensan esas interrelaciones. Ahora las intencionalidades sociales que los conducen tienen que ser más marcadas y los actores que pueden influir sobre ellos aparecen más dispersos en el escenario social. En la primera etapa de la PCT reseñada, el centro de investigación aparece como el actor central del desarrollo científico técnico, concepción que se arrastra a la segunda etapa, con el añadido de un alto grado de centralización en la definición de los problemas a investigar. En la etapa actual, los agentes del sistema de ciencia e innovación tecnológica son muy variados: centros de I+D, universidades; entidades productoras de bienes y servicios de diverso tamaño y alcance territorial; entidades de consultoría, gestión tecnológica; sindicatos, instituciones educativas, organismos financieros, entre otros. Es obvio que las percepciones de esos diversos sectores influirán sobre el sistema de Ciencia e Innovación Tecnológica que el país viene conformando. En esa perspectiva parece razonable suponer que esas racionalidades deben ser educadas a través de un ejercicio intelectual y crítico al cual los estudios CTS pueden contribuir. Las transformaciones en materia de PCT se han expresado en documentos oficiales que sirven de marco legal para el desarrollo científico y tecnológico y sus interrelaciones con la sociedad. Fueron formuladas las bases para la proyección estratégica de la ciencia y la tecnología en Cuba15 y el Anteproyecto de Ley de la ciencia y la tecnología de la República de Cuba16. Como es de esperar se trata de documentos que descansan en imágenes de la ciencia, la tecnología y la innovación y respecto a ellos se proscriben ideales, metodologías, criterios de evaluación que persiguen estimular políticas nacionales, territoriales, sectoriales y otras, coherentes con el avance del modelo de desarrollo social por el cual el país ha optado; un modelo que coloca la satisfacción de las necesidades de las mayorías, la justicia y la equidad social en el centro de sus valores. Todos esos documentos son perfectibles, como los la política científica implícita que el 15 CITMA (1997) 16 CITMA (1998)

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país viene desarrollando. En un plano muy general podemos decir que el enfoque CTS es necesario para la PCT al menos porque: a) Rescata el sentido político en las decisiones en ciencia y tecnología.

b) Insiste en la necesidad de articular los medios y los fines en las políticas, donde los

fines deben contribuir a diseños estratégicos que hagan humanos y sostenibles los esfuerzos.

c) Subraya que no existen recetas únicas y construir políticas propias es imprescindible.

Esas políticas no pueden menos que articularse a las realidades económicas, culturales, educacionales, ambientales, propias de países o regiones.

d) La política científica debe fomentar las interacciones, el trabajo en redes entre los

diversos sectores, instituciones y actores. Especialmente importante es su relación con el sistema educativo, en particular la educación superior, fomentando el complejo educación superior-ciencia-tecnología del que se habló antes y prestando especial atención a la formación a lo largo de toda la vida. La experiencia contemporánea subraya el vínculo entre aprendizaje e innovación (Lundvall, 2000).

e) La política tecnológica, bien entendida configura un ámbito interdisciplinario donde

las ciencias económicas tienen bastante que decir pero ni mucho menos todo. Las ciencias sociales, la filosofía, la ética, por citar algunas disciplinas, son de la mayor importancia.

Integración, colaboración y participación pública. Entre los signos distintivos del funcionamiento del complejo educación superior-ciencia- tecnología en Cuba están la integración, la colaboración y la participación pública en esas actividades. Esos rasgos transparentan las particulares interrelaciones entre el conocimiento, la política y los valores que caracterizan el contexto cubano. Como vimos, la política nacional en ciencia y tecnología se orienta, deliberadamente y con máxima prioridad, a fortalecer los nexos de todos aquellos que intervienen de diversos modos y en diversos niveles en el cambio técnico. Para ello se han desplegado movimientos y organizaciones sociales y formas institucionales que favorecen la búsqueda cooperada de soluciones a los diversos problemas técnicos, económicos y sociales que la sociedad enfrenta. Entre los primeros se encuentran las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ), la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) y el Sindicato de Trabajadores de la Ciencia (STC). Los primeros son movimientos que aglutinan a obreros, técnicos, ingenieros y otros vinculados a actividades productivas que se reúnen con el objetivo de potenciar los esfuerzos dedicados a la búsqueda de soluciones técnicas; se estructuran desde los talleres de las fábricas y las empresas hasta el nivel nacional. La diferencia principal entre la BTJ y la ANIR es la edad de sus miembros, donde los miembros de las BTJ tienen como promedio menos de 30 años.

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El Sindicato de Trabajadores de la Ciencia aparece como una organización que reúne a la masa de científicos del país favoreciendo la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas de su membresía y sobre todo, intentando potenciar sus contribuciones sociales. También existen importantes vehículos institucionales para favorecer la cooperación y la integración. Uno de ellos son los Polos Científicos Productivos a que hemos aludido antes. Existen en prácticamente todas las provincias del país y a través de ellos se articulan los esfuerzos de los centros de investigación, laboratorios de I+D de las empresas, las universidades y otros centros educacionales, con la participación activa de los gobiernos de los territorios. En los polos se debaten los problemas del desarrollo económico y social de cada región y se intenta buscarles soluciones que se basen en la capacidad científico técnica disponible. El ejemplo más conocido a nivel internacional, el cual tiene y tendrá cada vez mayor impacto en el desarrollo del país, es el Polo Científico Productivo situado en el oeste de la capital cuyos esfuerzos están concentrados principalmente en el desarrollo de la biotecnología, la industria farmacéutica y los equipos médicos de alta tecnología. En ese polo se reúnen y colaboran 38 instituciones científicas, con unos 12 mil trabajadores entre científicos, ingenieros, técnicos y otros, más de la mitad de los cuales son mujeres. Una de las experiencias sociales más interesantes que en material de desarrollo técnico el país ha fomentado es lo que genéricamente llamaremos el Movimiento del Forum. Las raíces de ese movimiento se sitúan a inicios de los años sesenta con la estrategia de desarrollo tecnológico ideada por el Che Guevara en el Ministerio de Industrias, consistente en generar soluciones técnicas de diferente envergadura a la carencia de piezas de repuesto, rotura de maquinarias, etc. De hecho las BTJ y la ANIR son movimientos que responden a esas necesidades. Desde inicios de los años ochenta la búsqueda creativa de soluciones técnicas se expresó en el Movimiento del Forum. Este no es otra cosa que un proceso que se despliega desde las fábricas, empresas, talleres y otras unidades de base y escalonadamente, hasta llegar a un encuentro nacional, va promoviendo el debate en torno a las soluciones propuestas y estimulando a aquellos que presentan las más valiosas iniciativas. A partir de 1982 y hasta 2003 se han realizado 14 procesos de esta naturaleza. Entre los cambios observables, están, por un lado, el diferente tipo de demanda que este Movimiento ha tenido que enfrentar. Cuando se inició, el tema básico era la sustitución de equipamiento y tecnología procedente de países occidentales cuyo flujo a la Isla se había interrumpido, disponiendo para ello de sucedáneos procedentes de los países socialistas de Europa. Luego del derrumbe del socialismo europeo la creatividad ha debido ser multiplicada para enfrentar las carencias tecnológicas. Junto a esto, el Movimiento ha ampliado los frentes de su creatividad al incorporar a los centros de investigación, lo que lo ha convertido en un Forum de Ciencia y Técnica17 donde se reúnen desde obreros,

17 Estos cambios se revelan en los diferentes nombres adoptados. Si el primer Forum (febrero de 1982) se denominó Forum de Fabricación y Restauración de Piezas de Repuesto,

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campesinos, técnicos, estudiantes hasta científicos e ingenieros vinculados a lo más avanzado de la actividad de investigación e innovación tecnológica en el país. El Forum pretende ser cada vez un significativo canal que favorezca la participación ciudadana en el proceso de innovación. Puede observarse que el Movimiento del Forum transparenta con claridad las premisas ideológicas que han conducido el proceso cubano y en particular el desarrollo científico y tecnológico a que él ha dado lugar. La práctica de estas actividades y sus beneficios, se consideran patrimonio común del pueblo; es decir, se trata de una concepción que amplía los actores de esas prácticas, no limitándolos a los científicos e ingenieros del sector de I+D e incorporando a ellas a un vasto segmento de la población, en principio a todos aquellos que pueden intervenir en la producción, diseminación y aplicación del conocimiento. En este camino se fortalece la naturaleza social del proceso innovativo. A esto se suma que en Cuba el seis por ciento de la población se ha graduado en la universidad y uno de cada siete trabajadores son universitarios. Se trata, por tanto, de una capacidad bastante extendida en el cuerpo social. La Educación Superior Según hemos visto, podemos hablar de un complejo educación superior-ciencia-tecnología que en su conjunto juega un papel fundamental en la capacidad nacional en materia de producción/difusión/aplicación de conocimientos. La Educación Superior Cubana de las últimas cinco décadas ha desenvuelto su actividad y se ha desarrollado en un contexto de cambios sociales profundos que han tenido una notable influencia en la vida universitaria y en la relación de la Universidad con la sociedad. Esa relación Universidad-Sociedad, intensa y probablemente singular respecto a las experiencias de otros países en desarrollo, se revela en todas las funciones que desarrollan las instituciones universitarias en Cuba (formación profesional, postgrado, investigación y extensión universitaria). El vínculo Universidad-Sociedad en Cuba no se considera una función, entre otras, sino una cualidad de todas las funciones que la Universidad realiza. Para designar ese vínculo estrecho de las instituciones universitarias con la sociedad, se emplea el concepto de pertinencia social, entendida como las múltiples relaciones que se construyen entre la universidad y el entorno; vínculos, nexos, interacciones, en los que universidad y sociedad experimentan profundas transformaciones. El tema de la pertinencia social fue uno de los grandes temas de la Conferencia Mundial de Educación Superior, convocada por la UNESCO en 1998 y también de la Conferencia Regional sobre Políticas y Estrategias para la Transformación de la Educación Superior

ya el VI (1991) se llamó Forum de Piezas de Repuesto, equipos y tecnologías de avanzada, para a partir de 1993 ser rebautizado como Forum de Ciencia y Técnica.

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en América Latina, celebrada en La Habana (1996) como parte del proceso preparatorio de la Conferencia Mundial18. La pertinencia social, como principio que conduce la política universitaria, se orienta a la multiplicación de los vínculos de la formación profesional, el posgrado, la investigación y la extensión con el sistema productivo y con toda la sociedad. El conocimiento universitario está comprometido con el desarrollo social en todas sus dimensiones, lo que puede contribuir al avance hacia un modelo de desarrollo social basado en el conocimiento (Núñez, Montalvo, Pérez, 2006) o “nuevo desarrollo” (Arocena y Sutz, 2005). Las universidades cubanas están estrechamente relacionadas con la sociedad. Las estrategias de formación e investigación universitarias se construyen en interacción con la sociedad. Por ello denominamos al modelo cubano de relación universidad-sociedad como un “modelo interactivo” (Núñez y Castro, 2005). La universidad cubana asume que sociedad es mucho más que mercado. El conocimiento, la ciencia, pueden atender exigencias comerciales, pero sobre todo, necesidades sociales. Las agendas de formación e investigación son conducidas por el objetivo de promover la más amplia apropiación social del conocimiento y sus beneficios, en procura de la equidad y justicia social. Para ello son potencialmente útiles todos los conocimientos: los que aportan la ciencia y la tecnología y también las el arte, las ciencias sociales y las humanidades. Según creemos ese “modelo interactivo” facilita la participación de la universidad en el sistema de ciencia e innovación. Más aún, ese modelo contribuye al objetivo social de avanzar hacia un modelo de desarrollo social basado en el conocimiento. La “Nueva Universidad”, modelo que promueve el acceso universal de los ciudadanos a los estudios universitarios y fomenta espacios de aprendizaje en todas las localidades del país, es un recurso importante para impulsar el desarrollo. El compromiso social de la universidad puede apreciarse en cualquiera de las funciones que ella cumple. La formación de profesionales vincula el estudio con el trabajo e incorpora la formación en investigación. Los procesos de creación de carreras, modificación de planes de estudio, realización de prácticas laborales, realización de investigaciones estudiantiles, creación de espacios de formación en las empresas y otras organizaciones, e incluso la creación de universidades, se relacionan muy directamente con la solución de demandas sociales, económicas, culturales, ambientales. De esta manera, el conocimiento involucrado en la formación de profesionales, guarda una estrecha relación con el desarrollo del país. 18 La Comisión No. 1 se denominó “Pertinencia de la Educación Superior”. Las principales contribuciones aparecen en La Educación Superior en el Siglo XXI. Visión de América latina y el caribe, Ediciones CRESALC/UNESCO, Caracas, 1997. Entre otros pueden verse los trabajos de Garcia Guadilla (1997).

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Todos los estudiantes con dedicación exclusiva tienen al término de sus estudios un trabajo garantizado apropiado a los estudios realizados, lo cual favorece su inserción en el sistema de innovación. La educación continua y de posgrado se guía por el principio de pertinencia. Los procesos de aprobación, evaluación y acreditación de los programas toman muy en cuenta la pertinencia social y son parte del modelo interactivo mencionado. Es notable el impulso que tomó el sistema nacional de posgrado en el contexto del Período Especial. Durante la década de los 90 la formación de doctores pasó a desenvolverse mayoritariamente en el país, se multiplicaron los programas de maestría y especialidades, así como los participantes en procesos de formación profesional. De esta manera la educación continua pasó a incluir, masivamente, a los graduados universitarios. Las agendas que conducen la investigación científica y tecnológica también se orientan a producir impactos sociales favorables, incluidos impactos económicos. Numerosos ejemplos muestran la relación entre las innovaciones que nuestras instituciones han generado con la investigación científica de buen nivel académico, la formación de posgrado y la colaboración internacional. Entre las áreas de investigación de mayor impacto están: medicamentos, vacunas, diagnosticadores, equipos médicos, biotecnología agrícola, alimentación animal, informática educativa y médica, hidráulica, agroindustria, nuevos materiales, neurociencias, electromagnetismo, tecnología enzimática, química fina, química computacional, ciencias sociales y humanas, entre otras. La presencia de las universidades en la actividad científica nacional se revela también en que el 43 % de sus proyectos de investigación participan directamente de las principales prioridades del país organizadas a través de los Programas Científico Técnicos Nacionales, Ramales y Territoriales. Las universidades, en especial las del MES, son responsables de una buena parte de los principales premios científicos que se otorgan en el país, así como de un porcentaje significativo de las publicaciones y la inmensa mayoría de la formación de alto nivel. Desde los años 80, en el contexto de cambios en la Política Científica y Tecnológica Nacional ya descritos, la educación superior se ha esforzado por enlazar más fuertemente sus investigaciones con el sector productivo e incluso comercializar sus resultados, incluidas exportaciones de productos y tecnologías, preferentemente a países de América Latina, Europa y Asia. Las universidades también respaldan otros sectores emergentes de la economía y participan en los programas de ahorro de energía y la exploración de nuevas fuentes energéticas. Este breve recuento permite justificar la idea de que el país ha venido construyendo un complejo Educación Superior-ciencia-tecnología fuertemente orientado al desarrollo social. La pertinencia, la orientación social, son clave para entender la dinámica de ese complejo.

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Según creemos, permite también comprender que la educación superior cubana, cuyo perfil social hemos tratado de mostrar, generara una estrategia de formación e investigación del tipo que interesa a los estudios CTS. Y ello por varios motivos:1) cualquier esfuerzo por comprender la racionalidad del desarrollo científico y tecnológico cubano no puede menos que partir de la sociedad como principal elemento explicativo.2) Ese desarrollo merece ser estudiado en una perspectiva CTS: documenta muy bien las interacciones entre ciencia y política, entre conocimiento y valor e ilustra las profundas conexiones entre el desarrollo educacional, científico y los procesos económicos y sociales que permiten superar el subdesarrollo.3) La educación superior incluyen los currículos un amplio ciclo de ciencias sociales en todas las carreras universitarias. La idea de que la formación del profesional incorpora un componente de ciencias sociales abonó el camino de CTS en Cuba. Ideología de/en la ciencia. El recorrido anterior debe permitir apreciar que desde el más temprano discurso político de los años sesenta, ha dominado una percepción que insiste en el valor de la ciencia, en su conexión directa con los problemas del desarrollo social, y lo que es muy importante para los fines de este documento, extiende a la mayoría de la población la participación en el conocimiento y sus beneficios. Al provenir esa percepción de los niveles más altos de gobierno del país, ella ha desencadenado acciones prácticas orientadas al desarrollo de la educación, la extensión de la cultura científica y la consolidación de un potencial y una infraestructura científica y tecnológica nacionales. En resumen, es posible observar en el pensamiento político cubano una percepción del valor y la significación social de la ciencia y la tecnología, de su prioridad y centralidad en las estrategias de desarrollo social que pudiéramos sintetizar en la existencia de "ideología de la ciencia" que viene del lado de los principales actores políticos. Esa ideología, entendida como un sistema de valores que traducen intereses sociales, cristalizó como parte del proceso de transformaciones sociales más amplias en el cual los sectores populares se incorporaron a la educación y la ciencia, nutriendo la masa de profesionales, científicos y profesores que han copado los departamentos universitarios y fundado la mayoría de los centros de investigación. Si como dice Price en el mundo están vivos el 90% de los científicos que han existido, en Cuba casi la totalidad de los científicos, ingenieros, técnicos, profesores y maestros accedieron a esa condición en las últimas cuatro décadas y de forma mayoritaria han respaldado las transformaciones sociales del país. No es extraño que esa comunidad científica en gestación haya hecho suya la propuesta de una ciencia en función de la solución de los problemas del desarrollo social del país. Con ello ha madurado el complemento de la "ideología de la ciencia" proyectada desde el poder político: la "ideología en la ciencia" entendida como la percepción ético-política del trabajo científico asumida por los científicos, ingenieros,

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profesores, percepción que permite concebir el trabajo de todos ellos, sobre todo, como una contribución social. Todos estos valores que venimos comentando han madurado, puestos a prueba y sometidos a tensiones a lo largo de las últimas cuatro décadas y han conformado un contexto ideológico, político y ético muy singular, incomprensible desde aquellas interpretaciones de la ciencia de corte cientificista que predican separaciones tajantes entre ciencia y valor, entre motivaciones políticas y finalidades científicas. Sin lugar a dudas los científicos cubanos no han vivido en su experiencia práctica semejantes dicotomías. En la década de los noventa los valores aludidos se plasmaron en el Código sobre la Ética Profesional de los trabajadores de la ciencia en Cuba19. El documento prescribe diversos ideales respecto a la conducta de los científicos y propone que de él se deriven códigos sectoriales e institucionales específicos, según las particularidades de las tareas científicas que en ellos se realizan. Los ideales aluden a conceptos de diferente naturaleza, epistemológicos y éticos unos (verdad, rigor, objetividad, honestidad) y sociológicos y políticos otros (patriotismo, compromiso social, intereses sociales). A la vez que se exige de los científicos la búsqueda de la verdad y el trabajo honesto y desinteresado que debe tributar al avance de la ciencia, se define que la principal contribución que se espera de ese trabajo es el bienestar de la sociedad, al cual se subordinan los intereses individuales y gremiales. El Código resulta así una singular mezcla de prescripciones propias del ethos académico clásico20 con ideales políticos y valores sociales asumidos como prioritarios; una interesante combinación de racionalidades epistemológicas, éticas y políticas. El fenómeno ideológico apuntado explica que para los docentes, investigadores y otros profesionales cubanos, la perspectiva CTS, con su acento social, no plantea ninguna incompatibilidad con su percepción cotidiana, la que emerge de su actuación como actor del conocimiento y como ciudadano. CTS se institucionaliza. Desde los años sesenta la tradición más influyente en Cuba en el campo de las ciencias sociales ha sido el marxismo. El marxismo se ha enseñado e investigado en Cuba por más de cuatro décadas y su influencia alcanza a amplios sectores de la sociedad. En particular se enseña en las carreras universitarias. Se trata de una cosmovisión cuyos rasgos esenciales hacen parte de la formación de todos los universitarios. En grupos de investigación, así como en carreras y estudios de posgrado vinculados a las ciencias sociales, el marxismo se investiga en sus diferentes expresiones: tanto el marxismo originario como el institucionalizado en los países de Europa Socialista, el llamado marxismo occidental y la propia evolución del marxismo cubano. 19 CITMA, Documento de trabajo s/f. 20 Merton, R.K. (1980)

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Al margen de las variadas percepciones que sobre el desarrollo científico y tecnológico puede encontrarse en diferentes fuentes marxistas, es obvio que se trata de una propuesta que desde sus orígenes y en sus más lúcidos cultivadores ha insistido en las interrelaciones entre la ciencia, la tecnología y la estructura y agentes sociales. Desde las ideas seminales de Marx21 en las que el desarrollo científico se comprendía como parte del proceso de la reproducción del capital y en nexo directo con el proceso de industrialización, pasando por la muy comentada propuesta de Hessen22 o las ideas de J.D. Bernal23 u otras concepciones menos conocidas, el marxismo ha apostado a una comprensión de la ciencia y la tecnología donde se les examina como dimensiones de la totalidad social, inexplicables al margen de las variables económicas, políticas, los intereses de clase u otros. En Cuba es esa raíz marxista la que ha comunicado su aliento al actual proceso de institucionalización de los Estudios CTS. A partir de los años setenta y sobre todo en los ochenta se hicieron presentes en Cuba los cursos y publicaciones sobre la ciencia (en mucha mayor medida que sobre la tecnología). Los foros de interés fueron principalmente los debates filosóficos sobre el desarrollo de las ciencias (con menos énfasis en los temas lógicos que en las resonancias valorativas, ideológicas, políticas), los estudios sobre la Revolución Científico - Técnica y sus consecuencias sociales y temas de Historia de la Ciencia y política científica.24 En la medida en que avanzó la década de los ochenta fue madurando la idea de que era necesario desbordar las fronteras disciplinarias de estos estudios (Historia, Filosofía y otras) y avanzar hacia una concepción interdisciplinaria. En ello influyó la consolidación que este punto de vista tenía en los países de Europa Socialista a través de los trabajos en el campo de la Cienciología25. En la segunda mitad de los años ochenta se comenzaron a preparar algunos trabajos de síntesis26, defender tesis de licenciatura y a ofrecer cursos donde concurrieran las diferentes perspectivas, relacionándolas lo mejor posible. También durante los años ochenta fue incrementándose la atención sobre la problemática y el pensamiento latinoamericano en ciencia y tecnología. La discusión en torno al desarrollo social y su relación con temas como el atraso científico, la dependencia tecnológica, las tecnologías apropiadas, las políticas públicas en ciencia y tecnología en los países en desarrollo, las particularidades del proceso de institucionalización de las comunidades científicas en la periferia, fueron concitando un cada vez mayor interés académico por su conexión directa con la problemática cubana. Nuevas tradiciones, autores y problemas encajaron en la agenda de los estudios de la ciencia; problemas cuya discusión no era posible más que desde una perspectiva social, interdisciplinaria y crítica.

21 Núñez, J (1984). 22 Hessen, B. (1985). 23 Bernal, J.D.(1954). 24 Parcialmente estos intereses se reflejan en la obra colectiva Filosofía y Ciencia (1985). 25 Mikulinski, S.R. (1974) 26 Núñez, J(1989, 1989ª y 1990).

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Durante esa década también se incrementó la recepción de autores y obras de origen norteamericano y europeo de reconocida importancia, sobre todo en Filosofía de la Ciencia, lo que dio lugar a estimulantes debates27. En un resumen, cabe decir que a fines de los ochenta habían madurado en algunas zonas del ambiente universitario cubano algunas ideas que aquí podemos resumir: a) Los problemas gnoseológicos, metodológicos (verdad, error, método) que quizás

capturaron hasta entonces la mayor atención son solo algunos de los importantes problemas asociados al desarrollo de la ciencia. Importan también otros como la relación ciencia-política, ciencia-valores, etc.

b) La necesidad de estudiar sistemáticamente las interrelaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad(aunque la dimensión tecnológica permanecía menos atendida28). Ello conduce a prestar mucha atención al contexto: no solo tiene sentido hablar de la ciencia en general, sino preferentemente de la actividad científica en contextos particulares, lo cual conducía a abrir el espacio a los estudios sobre Cuba y América Latina.

c) Esos estudios debían tener una orientación interdisciplinaria. Las fuentes y los abordajes no son solo filosóficos, hay que movilizar la Sociología, la Historia, la Economía y preferiblemente integrar sus discursos hasta donde sea posible.

d) Era necesario un ejercicio de recepción y actualización respecto a las tradiciones internacionales en este campo menos conocidas en Cuba. Las contribuciones latinoamericanas también eran relevantes.

e) Estos estudios podían tener importancia en el campo educacional y probablemente en el de las políticas en ciencia y tecnología.

A inicios de los noventa estos avances hicieron posible consolidar un espacio para la disciplina Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología (PSCT) en el ciclo de ciencias sociales de la mayoría de las carreras universitarias en Cuba. Se estimó desde entonces que la formación en la educación superior, sobre todo de científicos e ingenieros, se enriquecía con el estudio de los problemas del desarrollo científico y tecnológico, en su dimensión universal y también latinoamericana y cubana. Debe observarse que la incorporación de esta disciplina fue posible porque la educación superior cubana asume que las formaciones científico-técnica y humanística tienen que marchar unidas. Las clásicas separaciones entre ciencia y valor que dan lugar a ordenamientos disciplinarios e institucionales que tienden a separar ciencias y humanidades aquí no tienen lugar. Lo que se hizo entonces fue aprovechar esta concepción y el espacio que ella creaba para introducir esa PSCT como disciplina en los planes de estudio.

27 Ver Filosofía y Ciencia (1985). 28 El colectivo que más interés prestó desde temprano al tema fue el Grupo de estudios sociales de la Tecnología (GEST) del ISPJAE y ello se reveló más adelante en su producción bibliográfica (GEST, 1997 y 1999).

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Poco antes de esa fecha la Comisión Nacional de Grados Científicos29 sustituyó el examen de Filosofía al cual se sometían habitualmente los aspirantes al doctorado por un examen de PSCT e igual decisión se adoptó para los ascensos de categorías docentes e investigativas. La idea que subyace a esta decisión es que un buen especialista no solo debe poseer el conocimiento, las tecnologías, las habilidades propias de su campo, sino que debe ser capaz de estimar su valor e impacto para la sociedad; debe tener la posibilidad de reflexionar en términos éticos políticos, económicos, sociales sobre la actividad profesional que despliega. Con estas definiciones el público de esta disciplina se amplió a buena parte del ámbito académico. El primer texto se publicó en 1994 (Núñez y Pimentel, 1994). En la propia década de los noventa tiene lugar, según vimos antes, el esfuerzo por consolidar una estrategia científica y tecnológica que sirviera para enfrentar la grave coyuntura económica y más aún, avanzar en el desarrollo social. Cambiaron las políticas públicas; en las universidades la investigación y el posgrado multiplicaron su espacio, se inició un proceso de transformaciones jurídicas, organizativas e institucionales tendente a elevar la contribución económica, social y cultural del potencial científico nacional. Todo esto supuso cambios conceptuales, discursivos y prácticos donde las reflexiones sobre ciencia, tecnología y sociedad tienen un espacio muy importante. El crecimiento de los programas de posgrado amplió notablemente el espacio de PSCT en la formación terciaria de diversos perfiles profesionales. Hacia 1996 podemos decir que el país había avanzado en la instalación docente de cursos sobre PSCT. No se utilizaban entonces las siglas CTS. A partir de entonces y preferentemente por los contactos con académicos españoles30 se iniciaron las conexiones sistemáticas con el desarrollo de los Estudios CTS (posgrados, investigaciones, actividad editorial, cursos, grupos de trabajo, etc.) que ha tenido lugar en Ibero América. La creación por la Organización de Estados Iberoamaericanos (OEI) hacia fines de la década de un programa en CTS facilitó la movilidad de los especialistas, promovió los contactos, creó oportunidades para la publicación de nuestras contribuciones y distribuyó bibliografía actualizada. Ese apoyo fue fundamental para avanzar un programa de formación a nivel de posgrado orientado a preparar personas que puedan desarrollar, ahora de modo más profesional, la enseñanza y la investigación en CTS. En 1997 se crea la Maestría en CTS Hasta el presente se han graduado unas 40 personas en el nivel de maestría, algunos de los cuales ya tienen nivel de doctorado. En la actualidad unas 50 personas se forman a nivel de maestría y unas diez se encaminan hacia el doctorado. Con frecuencia proceden de las ciencias sociales y la Filosofía pero no pocos tienen formación en ciencias e ingeniería.

29 Órgano rector de la política de doctorados en Cuba. 30 Sobre todo el profesor José Antonio López Cerezo, Catedrático, situado en la Universidad de Oviedo y asesor de la OEI.

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Hacia 1999 se crea en la UH la Cátedra Ciencia y Sociedad que tres años más tarde, el 12 febrero de 2002, se convirtió en Cátedra Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación (CTS+I), con una mayor proyección nacional e internacional. La Cátedra es la célula que coordina la actividad académica en CTS. Coordina numerosas iniciativas académicas y está involucrada en diversas redes internacionales. Mencionemos las más importantes acciones: 1) Coordina el programa de maestría que se desenvuelve tres sedes: UH, UCF y UCI 2) Desarrolla un incipiente programa nacional de formación de doctores 3) Colabora activamente en actividades de formación con instituciones que desarrollan importantes programas nacionales como la Facultad de Oftalmología a cargo de la formación de especialistas para la operación Milagros y el INIFAT, centenaria institución que desarrolla el programa de la Agricultura Urbana. 4) Está a cargo del grupo de Expertos del Programa Ramal del MES “Gestión del conocimiento y la innovación para el desarrollo” cuya concepción está muy vinculada a la trayectoria intelectual de la Cátedra. 5) Desarrolla programas de formación en PSCT que involucran cerca de un centenar de profesionales cubanos cada año, provenientes de todos los ámbitos profesionales y científicos. 6) Cursos de PSCT han sido dictados con significativa receptividad en otros países de América Latina, por ejemplo México 7) La Cátedra ha definido una agenda de investigación centrada en el tema Universidad, Innovación y Sociedad que le permite, además, una razonable articulación internacional 8) La producción de informes, artículos y libros acompaña a las necesidades de formación e investigación propias de CTS 9) La Cátedra participa en varias iniciativas internacionales como la red “Universidades de Desarrollo”, con 15 países y liderada por la Universidad de Lund, Suecia; La Cátedra de Integración Convenio Andrés Bello (obtenida por concurso), radicada en nuestro espacio institucional y el Programa CAPES-MES centrado en un estudio comparativo Cuba-Brasil acerca del lugar de la Universidad en el Sistema nacional de Innovación. En lugar de las conclusiones El interés académico por la dimensión social de la ciencia y la tecnología cuenta en Cuba con varios espacios institucionales. En este documento hemos mencionado dos: PSCT y CTS. El primero situado preferentemente en los departamentos de ciencias sociales pertenecientes a las instituciones de educación superior, sobre todo en las adscritas al MES, cuya finalidad básica es la enseñanza de los PSCT, más de pregrado que de posgrado. En el caso de enseñarse en posgrado no suele rebasar la forma de cursos cortos. El otro espacio es el de la cátedra CTS+I. La cátedra impulsa un programa de investigación y formación de nivel avanzado (maestría, doctorado) que cabe en la idea general de CTS que se presentó al inicio de este ensayo. La Cátedra también colabora con la enseñanza de PSCT, en particular en la preparación de textos como este que tienen ustedes en sus manos ahora. La Cátedra tiene un programa de investigaciones que en esta etapa está volcado a documentar empíricamente y formular conceptualmente lo relativo al papel de la universidad en el sistema nacional de innovación.

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En este ensayo hemos mostrado en sus trazos más gruesos el proceso social que dio forma a los estudios CTS en Cuba. CTS es un producto social, parte de las transformaciones académicas y culturales ocurridas en las universidades cubanas en las dos últimas décadas. Como proyecto intelectual fomenta el encuentro entre ciencia y humanismo a la par que se alimenta de la Política del conocimiento que la Revolución adelanta. Bibliografía Arocena, R (1993): Ciencia, tecnología y sociedad. Cambio tecnológico y desarrollo.

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El papel del Che en el desarrollo científico y tecnológico de Cuba31

Emilio García Capote No andes errante y busca tu camino

León Felipe Introducción La recuperación por el gobierno revolucionario en Cuba de establecimientos industriales pertenecientes a malversadores y a propietarios vinculados a la tiranía de Fulgencio Batista, que huyeron del país en los primeros meses posteriores al triunfo de la revolución, así como las ulteriores nacionalizaciones que culminaron el 13 de octubre de 1960, llevaron a la creación, en enero de 1961, del Ministerio de Industrias, en el cual se concentró la casi totalidad de la producción industrial existente en Cuba en aquel momento. Para dirigirlo fue designado el Comandante Ernesto Che Guevara. En la vida y obra del Che hay aspectos menos divulgados que otros, cuyo estudio debe contribuir a una mejor comprensión de su multifacética personalidad. Uno de ellos es precisamente el concerniente a su participación directa en la construcción de la base técnico-material de la sociedad cubana entre 1959 y 1965. En su gestión como ministro de Industrias, el Che desempeñó un importante papel en la promoción y organización del desarrollo científico y tecnológico en Cuba, cuyos efectos y resultados pueden apreciarse en la actualidad y cuyas concepciones mantienen hoy una considerable vigencia. A manera de introducción a la selección de citas textuales contenidas en esta obra, presentamos aquí una aproximación al estudio de las ideas y de la actividad del Che en la esfera del desarrollo científico y tecnológico; al análisis de las principales líneas de desarrollo industrial que se vislumbraban en aquel momento —y que en gran medida mantienen su relevancia— y a los esfuerzos por la creación de un potencial científico y tecnológico que asegurara éstas en vinculación con las realidades concretas de los primeros años de la revolución y sus perspectivas futuras. Esta aproximación aspira sobre todo a dar al lector una idea del contexto en que el Che emitió sus directivas y reflexiones valorativas sobre el desarrollo científico y tecnológico en nuestro país. Esta Introducción reproduce, esencialmente, la ponencia presentada por los autores al encuentro realizado en febrero de 2001 para conmemorar el XL aniversario de la creación del Ministerio de Industrias y no pretende en modo alguno agotar el tema. Tratamientos muy valiosos de las ideas del Che respecto al desarrollo científico y tecnológico se encuentran en el capítulo V (El hombre nuevo y el desarrollo técnico) del libro de Orlando Borrego Che: el camino del fuego, publicado en 2001, y en el acucioso estudio inédito de Erwin Aguirre Vigencia del ideario del Che sobre ciencia, tecnología e

31 Introducción al libro Ernesto Che Guevara. Ciencia, tecnología y sociedad 1959-1964, Editorial Academia, La Habana, 2003. Texto preparado inicialmente por Tirso W. Sáenz, al cual se integró la colaboración del autor de estas notas así como la de Luis O. Gálvez.

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innovación. Estos trabajos complementan lo que a continuación se expone, en particular, en lo concerniente a los enfoques prospectivos, al papel de la investigación a realizar por las propias empresas, a la normación, la metrología y el control de la calidad, las técnicas organizativas y la transferencia de tecnología desde el exterior. Integralidad de un pensamiento

El pensamiento del Che se caracteriza por la integralidad. Las concepciones políticas, económicas, sociales de su pensamiento y las relacionadas con el desarrollo científico-técnico están estrechamente interrelacionadas y se llevaron a la práctica de manera consecuente. Su acción en este sentido derivaba del criterio, resueltamente planteado en El socialismo y el hombre en Cuba, de que la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica era los dos pilares de la construcción de la nueva sociedad. En esta propia obra hizo notar que:

En ambos aspectos nos falta mucho por hacer, pero es menos excusable el atraso en cuanto a la concepción de la técnica como base fundamental, ya que aquí no se trata de avanzar a ciegas sino de seguir durante un buen tramo el camino abierto por los países más adelantados del mundo.32

En el Ministerio de Industrias los trabajos del desarrollo científico y tecnológico abarcaban no sólo los aspectos de la investigación-desarrollo, sino las actividades de transferencia de tecnología, los proyectos de ingeniería, la organización racional del trabajo, la información científica y técnica, la normalización, la metrología y el control de la calidad, la modernización de los procesos de dirección, la calificación del personal a todos los niveles, y otras. Se trataba de que todas estas actividades se interconectaran y vincularan estrechamente a los problemas actuales y perspectivos de la producción La situación de partida Para una mejor comprensión del análisis de la concepción, la estrategia y las medidas relativas al desarrollo científico y tecnológico tomadas en el Ministerio de Industrias deben tenerse en cuenta un conjunto de factores del contexto de aquellos años, entre los que se encuentran:

• El grado de dependencia tecnológica de las industrias más importantes y complejas con respecto a Estados Unidos.

• El bloqueo imperialista, que cortó el suministro tradicional de materias primas, equipamiento y piezas de repuesto desde los mismos inicios del triunfo revolucionario.

• La falta de una base propia de materias primas y de una capacidad nacional de producción de piezas de repuesto y equipamiento.

32 Ernesto Che Guevara: El socialismo y el hombre en Cuba. En Escritos y discursos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, t. 8, p. 264.

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• La escasez de personal técnico, agravada por el abandono del país de una parte mayoritaria de éste.

• El insuficiente nivel técnico y cultural de los trabajadores y de quienes tuvieron que asumir la dirección de las fábricas.

• El volumen y heterogeneidad de las industrias agrupadas en el organismo, que incluían una parte sustancial de centros manufactureros de carácter artesanal.

• La inexperiencia general de todo el aparato de dirección central del Ministerio y sus empresas en la conducción planificada de toda la industria.

• La falta de planes formalizados de desarrollo económico y social a mediano y largo plazo.

Mantener la producción en esas circunstancias era, de por sí, una tarea que requería ingentes esfuerzos de dirección. Realizar esto y, al propio tiempo, elaborar sobre la marcha una estrategia que permitiera tomar medidas tempranas para asegurar el futuro —y, con mucha más razón, una estrategia elaborada en estas condiciones—, confirma la visión y la voluntad científica y tecnológica de la revolución cubana, y, en el caso particular del Ministerio de Industrias, del Comandante Ernesto Che Guevara. Los problemas de la industrialización del país trataron de abordarse de manera abarcadora, de forma que las urgentes y extremadamente complejas tareas de la producción fueran resueltas con la mayor agilidad posible, elaborándose al mismo tiempo un criterio general de desarrollo perspectivo. Se trataba así de establecer un modelo dinámico que permitiera, en primera instancia, restablecer la producción seriamente afectada por los factores más arriba mencionados y perfeccionar al mismo tiempo la industria existente, para pasar gradualmente a una etapa de ampliación cualitativa y cuantitativa de la base industrial. Este, pudiera decirse, fue el inicio del primer proceso de reconversión industrial realizado en Cuba con una visión social y económica de profundo sentido nacional. Se pueden distinguir las acciones requeridas para ello:

• Organizar la producción, estableciendo estructuras organizativas y mecanismos interactivos desde la fábrica, pasando por la empresa consolidada, hasta el propio Ministerio de Industrias.

• Dominar los procesos tecnológicos de los centros de producción más importantes y conocer sus capacidades, potencialidades y puntos de estrangulamiento.

• Resolver de manera inmediata los problemas de los abastecimientos de nueva procedencia.

• Impulsar las tareas del desarrollo de materias primas nacionales.

• Crear una industria de piezas de repuesto.

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• Trabajar intensamente en las modificaciones tecnológicas, para adecuar la producción al cambio de materias primas y mejorar las condiciones de trabajo de muchas de ellas.

• Planificar y ejecutar las inversiones de reposición y ampliación de las fábricas existentes.

• Incrementar la productividad del trabajo introduciendo medidas elementales de racionalización, normación y mecanización del trabajo.

• Acometer planes acelerados para elevar el nivel cultural, técnico y político de los trabajadores.

El desarrollo científico y tecnológico debía apoyar todas estas tareas y sentar, simultáneamente, los cimientos del despliegue futuro. En su intervención en el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática celebrado en Argel a principios de 1965, el Che planteó con toda intensidad esta cuestión:

En el aspecto económico, necesitamos vencer el camino del desarrollo con la técnica más avanzada posible. No podemos ponernos a seguir la larga escala ascendente de la humanidad desde el feudalismo hasta la era atómica y automática, porque sería un camino de ingentes sacrificios y parcialmente inútil. La técnica hay que tomarla donde esté; hay que dar el gran salto técnico para ir disminuyendo la diferencia que hoy existe entre los países más desarrollados y nosotros. 33

A pesar de lo extraordinariamente difícil que resultaba esbozar en Cuba una estrategia de desarrollo industrial a principios de los años sesenta, se hacía imperioso elaborar al menos algunos criterios básicos para una política inversionista. Los principales criterios utilizados se orientaron a:

• La creación de nuevas fuentes de exportaciones, tomando en cuenta el mercado internacional y las nuevas relaciones con el campo socialista.

• La sustitución real de importaciones, utilizando cada vez en mayor medida fuentes propias de materias primas.

• La especialización de determinadas ramas de producción.

• El mejoramiento de la distribución nacional de las fuerzas productivas, localizando las nuevas fábricas en la propia geografía de los recursos naturales y humanos.

• La creación de relaciones intersectoriales más estrechas, en primer lugar, entre la agricultura y la industria.

• El establecimiento de un mejor equilibrio en la producción de medios básicos y de consumo.

33 Ernesto Che Guevara: Discurso pronunciado en el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, Argel, 24 de febrero de 1965. En Escritos y discursos, ed. cit., t. 9, p. 351.

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• El logro de un mayor nivel tecnológico y una mayor productividad, principalmente en las inversiones dirigidas a productos de exportación, con el objetivo de resistir favorablemente la prueba de la competencia mundial.

Estos criterios revisten, en las condiciones actuales de Cuba, una gran importancia, lo que confirma la certera visión perspectiva del Che.

Para comenzar a materializar las ideas sobre la industrialización del país, a partir de 1960 se iniciaron negociaciones con la Unión Soviética y otros países socialistas, firmándose convenios de crédito para la adquisición de un número importante de industrias. Varios aspectos vitales encaminados al sostén del desarrollo económico de Cuba debían ser abordados de inmediato en el marco de esta colaboración mediante la transferencia tecnológica. Se trataba de:

• Ampliar la capacidad energética del país.

• Crear una base mecánica y metalúrgica.

• Ampliar las capacidades de producción de fertilizantes, textiles y cemento.

• Desarrollar la industria extractiva, particularmente la del níquel. El bloqueo económico impuesto a Cuba, con la consecuente restricción del acceso a fuentes de financiamiento en divisas libremente convertibles; la urgencia por acelerar el desarrollo del país y la apertura de relaciones políticas, económicas y comerciales con la Unión Soviética y demás países socialistas, con un amplio ofrecimiento de tecnologías, incluyendo asistencia técnica y formación de recursos humanos, bajo condiciones extremadamente favorables, fueron factores que condicionaron y acotaron las fuentes posibles de suministro de tecnologías, no dejando muchas opciones de selección en el proceso de industrializar el país. De todas formas, puede afirmarse sin duda alguna que hubo una verdadera autodeterminación tecnológica, pues las decisiones se tomaron independientemente por las autoridades cubanas, aunque las variantes de selección para tomar dichas decisiones fueron muy limitadas. Las tecnologías procedentes del campo socialista presentaban serias dificultades: atrasos de varios años con respecto a estándares internacionales, elevados consumos energéticos, de materias primas y otros insumos; altos índices de peso muerto, baja productividad, insuficiente confiabilidad, capacidades de producción sobredimensionadas, excesiva verticalidad en su integración, poca flexibilidad para efectuar cambios en los flujos productivos y agresividad ambiental, entre otras limitaciones. Por otra parte, el bloqueo impuesto a Cuba desde 1960 por el gobierno de los Estados Unidos de América y la ya señalada escasez de divisas libremente convertibles no permitían otra opción. 34

34 En todo caso, como señaló en su momento Charles Bettelheim, las opciones de los países subdesarrollados en la elección de tecnología nunca han sido muchas. Véase el capítulo 12 (Los problemas de la elección tecnológica y la meta de la planificación) en su Teoría de la planificación, Consejo Superior de Universidades, La Habana, 1961, pp. 307-326.

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Varios factores confluyeron para que los procesos de evaluación ex ante de las tecnologías transferidas ―en aquellos primeros momentos y durante varios años después― no tomaran en consideración, durante varios años, las limitaciones y problemas de las tecnologías del campo socialista. A este respecto habría que señalar, en primer lugar, la falta de experiencia y de nivel profesional de muchos de los involucrados en la selección, evaluación y negociación de tecnologías; por otra parte, la fuga de cerebros hacia Estados Unidos dejó en el país, en la primera mitad de la década de los sesenta, por citar sólo un ejemplo, poco más de 700 ingenieros, de cerca de 2500 que había en 195935. No obstante lo anterior, estos primeros pasos en cuanto al flujo de tecnologías permitieron ―hay que subrayarlo por una elemental justicia histórica― alcanzar tasas de crecimiento y niveles de producción significativos en plazos relativamente breves; hacer surgir sectores de hecho nuevos como los de la metalmecánica, la siderúrgica, la electrónica y, más recientemente, la biotecnología; ampliar de manera significativa la capacidad energética para, más tarde, electrificar prácticamente todo el país; abrir considerables fuentes de empleo; propiciar un desarrollo territorial más armónico y dotar de una alta calificación a la fuerza laboral. Las líneas del desarrollo industrial perspectivo y la creación de un potencial científico-técnico

El desarrollo científico y tecnológico se convirtió en elemento esencial en la visión perspectiva del Che, no sólo en sus aspectos más generales y conceptuales, sino también en la determinación de líneas definidas y concretas. En un informe sobre las actividades del Ministerio en el período comprendido entre 1961 y 1962, él precisaba:

Nuestro punto de referencia debe ser penetrar rápidamente en el dominio de aquellas ramas industriales que tienden a crecer aceleradamente y que darán fisonomía al mundo industrial en la próxima generación. Es necesario prestar atención preferente a lo que es nuevo en el terreno industrial, a lo que tiende a desarrollarse más rápidamente, sin llegar a subestimar lo convencional. Estas nuevas tendencias industriales están muy ligadas al dominio de la química, la electrónica, la mecánica fina o de precisión, la técnica de fabricación de nuevos metales, etcétera. Si nuestro sistema industrial se perfila desde un comienzo acorde a las tendencias más progresistas y a las posibilidades objetivas, se estarán asegurando para el futuro altas tasas de incremento de la productividad, y por ende, del nivel de vida; habrá la posibilidad de actuar en el mercado internacional en un plano verdaderamente favorable, de conseguir una situación cualitativamente distinta a la presente. 36

35 Comunicación personal a los autores del Dr. Diosdado Pérez Franco. 36 Ernesto Che Guevara: Informe de actividades al Consejo de Ministros. Tareas y fines del Ministerio 1961-1962. En El Che en la revolución cubana. Ministerio del Azúcar, La Habana, 1966, t. 6, p. 673.

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A estos fines anteriores era necesario trazar una visión estratégica con un horizonte temporal superior al anual. Por ello, el Che dio instrucciones precisas a la Dirección General del Plan Perspectivo para establecer un proyecto de plan para 1965-1970, continuar trabajando en cifras proyectadas más allá de estas fechas, así como en el análisis de las grandes líneas de producción que debían priorizarse en el país.

Para abordar el desarrollo a largo plazo se requería comenzar un proceso de precisión de las producciones fundamentales que debían desarrollarse prioritariamente en Cuba, tratando de asegurar un equilibrio entre la producción de medios básicos y de consumo. Se concebía además la necesidad de especialización en diferentes ramas, tomando en consideración las posibilidades de colaboración con los países de la comunidad socialista; la sustitución de importaciones y la creación de nuevos fondos exportables por medio de las nuevas inversiones y, al mismo tiempo, el aseguramiento de tecnologías de avanzada, sobre todo de aquellas cuya inserción en el proceso cubano de industrialización garantizara un desarrollo económico y social armónico y acelerado.

En un artículo publicado en la revista Cuba Socialista en marzo de 1962 el Che esbozó, con la corta experiencia acumulada durante aquellos años y estimando los rumbos posibles del desarrollo del país, una estrategia para la industria cubana. En ese momento señaló cuatro líneas importantes para la industrialización del país: la metalurgia, la construcción naval, la electrónica y los derivados de la caña de azúcar.37 Como pilares básicos de estas líneas se planteaban a su vez tres elementos: el aprovechamiento racional de los recursos naturales, la creación de una base mecánica y la capacitación a todos los niveles.38

A fin de viabilizar la realización de todas estas tareas, el Ministerio procedió a la creación de una infraestructura científico-técnica. Con este propósito se creó primero, en 1961, el Viceministerio de Construcción Industrial, encargado de dirigir todo el intenso proceso de transferencia de tecnología, desde los aspectos de negociación hasta los de proyección y construcción. Este fue un paso trascendental que sirvió para sentar las bases de un equipo inversionista integral, que ha tenido una participación de gran importancia en el posterior desarrollo industrial cubano.

Avanzando por este mismo camino, se creó también un aparato de proyectos industriales que, si bien en sus primeras etapas se concentraba fundamentalmente en los proyectos civiles, para los cuales Cuba contaba con cierta tradición, constituyó el embrión de lo que hoy representan decenas de empresas proyectistas, capaces de enfrentar proyectos de mayor envergadura, siendo además elementos esenciales en el proceso de materialización de los procesos de innovación.

Se creó también un aparato de construcción y montaje cuyo desarrollo ulterior ha permitido acometer, con una fuerte participación nacional, obras de mayor complejidad. Y, por último, comenzó el desarrollo de un equipo inversionista que ha posibilitado aumentar gradualmente una capacidad negociadora propia en los procesos de transferencia tecnológica.

37 En el artículo original esta última línea aparece como sucroquímica, pero en realidad el Comandante Guevara no se refería a los derivados del azúcar, sino a los de la caña de azúcar. 38 Ver Ernesto Che Guevara: Tareas industriales de la revolución. En Escritos y discursos, ed. cit., t. 6, pp. 109-110.

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Posteriormente, a fines de 1962, se creó el Viceministerio de Desarrollo Técnico, que agrupaba distintos institutos de investigación y otros tipos de unidades afines que debían proveer, en sus distintas áreas de actividad, la base adecuada para abordar las líneas magistrales de desarrollo científico y tecnológico que iban perfilándose cada vez con mayor claridad.

El Che dio orientaciones precisas ―que aún guardan actualidad― relacionadas con las tareas fundamentales de este viceministerio, entre ellas: impulsar la tecnificación del país y la conexión de las distintas ramas de la ciencia y la tecnología con los sectores productivos a fin de orientarlos; mantener una estrecha coordinación entre la investigación y la producción; sentar las bases organizativas para que los centros de investigación-desarrollo (I+D) del Ministerio alcanzaran un mayor nivel de profundidad y de diversificación de sus estudios; dirigir y ejecutar los planes de capacitación de todo el organismo, y desarrollar las tareas de normalización.

Veamos un poco más detalladamente los distintos elementos de las líneas perspectivas planteadas y las medidas tomadas para su implementación.

Metalurgia

El desarrollo de la metalurgia se asentaba en el aprovechamiento integral de las lateritas, no sólo para la extracción de níquel y cobalto, sino para la producción de aceros comunes y, lo que es todavía más importante por su mayor valor agregado, de aceros especiales. Se planteaba igualmente el desarrollo de otros recursos minerales no metálicos complementarios, como la magnesita y la dolomita, y el aprovechamiento mayor de la extracción de cobre con vistas a su futura elaboración en productos tan necesarios como los cables eléctricos. En este análisis se destacaba la falta importante de recursos energéticos.

El desarrollo metalúrgico, como línea estratégica, revestía una extraordinaria significación. Se proponía en primer lugar, como se señaló, la utilización integral de los minerales lateríticos, recurso natural abundante en el país, así como la búsqueda y desarrollo de otros, entre ellos, los energéticos; se orientaba hacia un aumento de los fondos exportables del país y hacia una especialización en la división internacional del trabajo con la comunidad del campo socialista.

Se planteaba asimismo la creación de una base propia de apoyo para la formación de una indispensable industria mecánica hasta ese momento inexistente, y se creaban condiciones para un factible desarrollo industrial vertical a partir de las lateritas, todo lo cual tendía al establecimiento de relaciones horizontales con otros sectores de la producción y los servicios. Además —y esto representaba una cuestión básica—, se propiciaba el afianzamiento y la ampliación de importantes polos de desarrollo económico en distintas partes del país.

Con el objetivo, precisamente, de desarrollar tecnologías adecuadas para el procesamiento de nuestros recursos minerales, se creó en 1962 el Instituto Cubano de Investigaciones de Minería y Metalurgia (ICIMM). Entre las tareas fundamentales de este instituto en los primeros años estaban:

• El trabajo en la metalurgia total de las lateritas con vista a su

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aprovechamiento integral.

• La búsqueda de técnicas de reducción no convencionales, como el hierro-esponja, ante la evidente falta de carbón coquificable que sirviera de materia prima para la industria siderúrgica.

• El desarrollo de nuevas tecnologías de beneficio para los minerales de cobre, manganeso y no metálicos.

• El desarrollo de una tecnología y un proyecto de inversiones que permitiera asegurar la ampliación de la planta siderúrgica Antillana de Acero, en la provincia de La Habana

• El estudio de las modificaciones necesarias en la Planta de Sulfometales en la provincia de Pinar del Río, en el occidente del país, a fin de incrementar la recuperación y producción de cobre y otros metales.

Una buena parte de las tareas del ICIMM encontró su continuidad en el Centro de Investigaciones para la Industria Minero-Metalúrgica (CIPIMM).

Al propio tiempo, se dieron orientaciones precisas a las empresas del níquel y de la metalurgia ferrosa para trabajar activamente en el desarrollo de la siderúrgica del norte de Oriente y en la ampliación de la mencionada planta Antillana de Acero, ambos proyectos concertados en colaboración con la Unión Soviética.

Construcción naval

La concepción del Che acerca de la construcción naval ha sido un tema muy debatido. Él consideraba que, dado el gran peso del comercio exterior en la economía abierta de Cuba la construcción nacional de barcos mercantes era un elemento estratégico importante. Como se sabe, la fabricación de barcos mercantes de alto tonelaje no es técnica ni económicamente factible en nuestro país, ya que la misma requiere grandes inversiones; el desarrollo vertical y horizontal de un conjunto de industrias estrechamente relacionadas de elevado nivel tecnológico y la importación de una gran proporción de equipos imposibles de producir en Cuba. Además, los costos de producción, considerando sólo las economías de escala, no serían competitivos internacionalmente.

Respecto a esta línea de desarrollo resulta necesario, sin embargo, hacer algunas consideraciones adicionales. Con débiles vivencias de lo que era un real desarrollo tecnológico, sin un dominio cabal de las posibilidades de la colaboración internacional, particularmente con los países socialistas, en un momento en que las capacidades de la industria naviera de estos últimos eran insuficientes para satisfacer las necesidades de transporte comercial marítimo de Cuba y en que la hostilidad del imperialismo hacía —como aún hace hoy— inseguros muchos de los mercados capitalistas, era lógico que en 1962 él pudiera considerar la construcción naval como una línea prioritaria de desarrollo.

La apreciación sobre el volumen de los buques a construir fue posiblemente sobrevalorada; sin embargo, la necesidad de desarrollar una industria naviera para la flota pesquera se demostró justificada. Como los pasos iniciales de esta concepción estuvieron encaminados precisamente en esa dirección, los esfuerzos inversionistas y de formación de cuadros resultaron oportunos y efectivos. Así, se comenzó la fabricación de barcos

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pesqueros de tipo Lambda y Ro en los astilleros Chullima construidos en 1962 en la desembocadura del río Almendares, en la ciudad de La Habana.

El avance ulterior de esta línea de producción, que incluyó la construcción de barcos de ferrocemento, fue un elemento fundamental en el desarrollo de la industria pesquera y en los crecimientos notables de su producción, aunque en estos momentos actuales, la difícil situación económica del país haya detenido este importante rubro de la economía..

Por otra parte, los cuadros formados en los países socialistas en las diferentes especialidades de ingeniería naval fueron de gran utilidad en la asimilación tecnológica y conducción de los buques de distinto tipo, cada vez de mayor tonelaje, que Cuba adquirió en el transcurso de los años.

Electrónica El Che concebía la electrónica como línea estratégica de desarrollo, comprendiendo que servía para sentar las bases de la automatización, más o menos gradual, de los procesos de producción, sin pasar por alto, por supuesto, que los incrementos en la productividad en estas etapas iniciales vendrían primero de los resultados de la racionalización de la producción, del esfuerzo consciente de los trabajadores y de una mecanización cada vez más completa.

Sobre la electrónica expresaba:

Todo indica que esta ciencia se constituirá en algo así como una medida del desarrollo; quien la domine será un país de vanguardia. Vamos a volcar nuestros esfuerzos en este sentido con audacia revolucionaria, y a incorporarnos al grupo de países que se adapten más rápidamente a las conmociones tecnológicas que están ocurriendo.39

En una de sus reuniones periódicas con todos los directores del Ministerio y sus empresas, avizoraba el futuro y trazaba las medidas estratégicas consecuentes:

Estamos entrando en la era de la automatización y de la electrónica, tenemos que pensar en la electrónica en función del socialismo y en el tránsito al comunismo.

La electrónica se convierte en un problema político fundamental del país. Hoy y mañana hay que preparar los cuadros para que en el futuro estén listos para tomar en sus manos toda la gran tarea tecnológica posterior y de la automatización cada vez más grande de toda la producción, la liberación del hombre por medio de la máquina.40 (subrayado de los autores)

Fue acertado plantearse en ese momento lo relacionado con la electrónica. En el desarrollo científico y tecnológico contemporáneo, las omisiones en la prospección y en la toma correspondiente de medidas resultan costosas y a veces difíciles o imposibles de recuperar en el tiempo. Transcurridos los tres primeros años del triunfo de la revolución, el problema del desempleo estaba solucionado en lo esencial; podía encararse con otra 39 Ernesto Che Guevara: Tareas industriales de la revolución. En El Che en la revolución cubana ,ed. cit. t. 6, pp. 108-109. 40 Ernesto Che Guevara: Reuniones bimestrales, 20 de enero de 1962. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 149.

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óptica la batalla por la productividad y la utilización, sobre bases económicas y según las posibilidades, de tecnologías más modernas, automatizadas.

Preparar cuadros, crear bases materiales, desarrollar cierta experiencia de trabajo y de investigación en el campo de la electrónica, la cibernética, la instrumentación y la computación requería tiempo, aunque sólo se considerara el nivel propio necesario para una eficaz asimilación de la tecnología importada. El desarrollo internacional de las técnicas de computación, la automatización e instrumentación industrial y las telecomunicaciones ha confirmado completamente la justeza de esta temprana concepción.

Trabajando en esta vertiente, en 1962 se creó en el Ministerio la Dirección de Automatización y Electrónica, posteriormente Centro de Automatización Industrial, que desempeñó un papel pionero en este campo al graduar en su Escuela de Automatización los primeros técnicos de nivel medio y superior especializados en control automático en nuestro país.

Entre las tareas que se asignaban a esta dirección en los primeros años se encontraban:

• Atender a la preparación de cuadros a todos los niveles.

• Realizar los estudios de factibilidad para una futura industria electrónica.

• Contribuir a la realización de los problemas de la reparación y mantenimiento de los medios de control del país.

• Llevar a cabo las tareas perspectivas relacionadas con estudios concretos de automatización de distintos sectores industriales, principalmente el azucarero.

Obsérvese cómo en estas orientaciones se conjugan los trabajos y estudios que pudiéramos llamar de prospectiva con las tareas de solución inmediata, lo cual es característico de las orientaciones que impartía el Che a las unidades encargadas del desarrollo científico y técnico, y de la tónica general que se imprimía a las distintas tareas a acometer en el Ministerio de Industrias.

La idea de construir computadoras en Cuba importando componentes, en forma tal que se desarrollaran los cuadros y el costo final de los equipos resultara mucho menor en lo que a divisas se refiere, fue acariciada por el Che desde los primeros años de la revolución, pues tomaba en cuenta que los mayores gastos de la producción de una computadora eran en materia gris. Incluso, entre los elementos a considerar en el desarrollo de una industria nacional figuraba la fabricación de componentes electrónicos.

Esta visión perspectiva entroncó con el ulterior desarrollo alcanzado en Cuba en el desarrollo de software y de equipos e instrumentos médicos e industriales, en el apoyo a la biotecnología y en la asimilación de las técnicas modernas de computación.

Derivados de la caña de azúcar El planteamiento de la línea de los derivados de la caña de azúcar se basaba en la gran capacidad instalada de la industria azucarera cubana y en sus potencialidades para un desarrollo vertical. En esos momentos se preveía que el azúcar continuaría siendo el

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renglón principal de producción y exportación, que debería financiar en buena medida el desarrollo de la economía cubana. Pero, sin duda, la producción de azúcar, más una producción marginal de mieles y alcohol, representaba un aprovechamiento muy bajo de las posibilidades de este cultivo.

En su enfoque el Che definía el desarrollo de la producción de azúcar como algo estratégico para el país. Al intervenir en la Plenaria Nacional Azucarera de 1962 precisó que:

Cuba, país de azúcar, dejará de tener como característica definitoria el azúcar en el momento en que basado en sus propias producciones en gran escala efectivas con buenos precios, precios competitivos en el mercado mundial, pueda desarrollar las otras tareas.41

Alcanzar objetivos tan ambiciosos era posible solo con una estrategia audaz que hiciera competitiva la producción azucarera, con respecto a lo cual afirmaba: “Nosotros pensamos mantener nuestra especialidad de azúcar bajando los costos, creando toda una serie de industrias derivadas de la caña de azúcar.”42 El papel de la caña como materia prima de grandes posibilidades, explotada de forma insuficiente, fue apreciado por el Che cuando señaló: Hay que acostumbrarse a ver en la caña de azúcar una materia prima de ilimitadas posibilidades y que exige un estudio minucioso.43

...Con la caña sembrada, quizás, para todo el año, para producir todos estos otros productos distintos del azúcar, y convertir entonces, no todos estos subproductos del azúcar, sino el azúcar en subproductos de toda una serie de productos orgánicos de mucho valor en el mercado. Entonces estamos en condiciones de competir en el mercado mundial en el azúcar.44

Para la producción de renglones importantes de derivados de la caña para la alimentación del ganado, era necesario impulsar la utilización de técnicas conocidas y la asimilación de nuevas técnicas en el campo de la fermentación.

La demanda nacional de papel y de fibras sintéticas como el rayón y la posible producción de ambos a partir del bagazo, requerían de una inmediata atención. Todavía en esos momentos no resultaban claras las posibilidades del desarrollo de una amplia gama de productos a partir del furfural, presente en el bagazo de la caña, que podrían constituir, a más largo plazo, la base de una industria química nacional a partir de un recurso natural abundante como la caña de azúcar.

41 Ernesto Che Guevara: Discurso en la Plenaria Nacional Azucarera. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 4. 42 Ernesto Che Guevara: Entrevista en Tiempos Nuevos (Moscú), No. 2, 4 julio 1962. 43 Ernesto Che Guevara: Discurso en la Plenaria Nacional Azucarera, lugar citado 44 Ernesto Che Guevara: Comparecencia en el programa televisivo Ante la prensa. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 4.

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Sin embargo, ya en 1963 el Che indicaba las amplias perspectivas que se abrían a los derivados de la caña de azúcar:

…es necesario trabajar para convertir en realidad que el azúcar al igual que las mieles por ejemplo, sea un subproducto de la industrialización de la caña de azúcar, para poder competir en cualquier mercado y asegurar la materia prima para la esfera de la química que es el futuro de la humanidad, junto con la automatización.45

Esta perspectiva se dirigía a transformar la situación de la industria azucarera y de sus derivados, la que podría, de esa forma, crecer, ramificarse e interconectarse, haciendo surgir, alrededor de los centrales azucareros, zonas industriales estables que coadyuvaran a un desarrollo territorial más uniforme y armónico.

Con el objetivo de establecer la correspondiente base científica y tecnológica para materializar estas ideas, se creó en 1963 el Instituto Cubano de Investigaciones de los Derivados de la Caña de Azúcar (ICIDCA). El Che insistió sobre sus líneas perspectivas, mostrando una percepción clara de la importancia de lo que hoy llamaríamos ”segunda generación de biotecnologías”.46

…el futuro del ICIDCA está en el énfasis cada vez más creciente de los procesos de fermentaciones que puede permitirle al Instituto tener una tecnología de avanzada en este aspecto. (…) tenemos que centrar los esfuerzos para capacitar cuadros en este aspecto …47

Tecnologías autóctonas En el editorial que escribió en 1962 para el primer número de la revista Nuestra Industria Tecnológica, el Comandante Guevara formuló la siguiente idea, sorprendente para la época y de gran vigencia hoy:

…debemos (…) desarrollar tecnologías que nazcan de las condiciones concretas de nuestro suelo, de nuestras materias primas, de nuestro ambiente cultural y de nuestro desarrollo actual, para poder dar al mercado cubano y al mercado mundial, los productos de nuestro suelo elaborados hasta el máximo permitido por la técnica, de acuerdo con la inventiva y la ciencia de nuestros propios tecnólogos.48

Muy poco tiempo antes había expresado:

45 Ernesto Che Guevara: Consejos de Dirección. Informe de la Empresa Consolidada del Azúcar, 5 de agosto de 1963. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 58. 46 Para una explicación apropiada de las distintas “generaciones” de biotecnologías, ver Rosa Elena Simeón e Ismael Clark: El impacto social de las biotecnologías en Cuba. Cuba Socialista (La Habana), No. 34, 1988, pp. 12-24. 47 Ernesto Che Guevara: Consejos de Dirección. Informe del Instituto Cubano de Investigaciones de los Derivados de la Caña de Azúcar (ICIDCA), 24 de febrero de 1964. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 102. 48 Ernesto Che Guevara: Editorial. Nuestra Industria Tecnológica (La Habana), No. 1, 1962, p. 1.

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…la ciencia puesta al servicio del pueblo es una gran ayuda para el tránsito al socialismo (...) Nosotros podemos apoyarnos en una tecnología propia en una ciencia de vanguardia que podemos desarrollar en pocos años.49

A fin de materializar estos importantes criterios sobre el desarrollo de tecnologías autóctonas, en 1963 se crearon el Instituto Cubano de Desarrollo de la Industria Química (ICDIQ) y el Instituto Cubano de Investigaciones Tecnológicas (ICIT), que fueron dotados, al igual que el ICIDCA, de una base propia de construcción de prototipos, plantas pilotos y equipamiento tecnológico, mostrándose una temprana visión para Cuba de la importancia del escalado en los procesos de I+D.

Entre sus tareas fundamentales el ICDIQ tenía que trabajar en un esquema de desarrollo futuro de la industria química; generar tecnologías propias, y asegurar la proyección, ejecución y puesta en marcha de las plantas derivadas de estas tecnologías, incluyendo la fabricación de parte de su equipamiento. Esa concepción organizativa —cuyas bases, por su relevancia, sería necesario revisar en la actualidad — estaba dirigida a acortar pasos y a acercar actores en los procesos innovativos.

El ICIT estaba orientado al desarrollo de tecnologías sustentadas, en lo fundamental, en materias primas de origen vegetal y en subproductos industriales. A estos fines contaba con una estación experimental, la unidad Ciro Redondo en Jovellanos, provincia de Matanzas, en la cual, además de los experimentos agrícolas requeridos, se desarrolló un importante experimento social relacionado con la organización del trabajo y los salarios en la esfera agrícola dentro de las concepciones económicas del Che.

El Che fijó con claridad que las empresas productoras debían tener una participación activa en el desarrollo tecnológico y que el desarrollo de tecnologías autóctonas no era privilegio exclusivo de los institutos de investigación, si bien a ellos correspondía abordar aquellas más complejas. Insistía en que “…para que la empresa pueda tomar su característica de empresa productora, con todo lo que significa (…) [tiene que ser] investigadora de las materias primas, (…) creadora de nuevos procesos…”50

Construcción de maquinaria y piezas de repuesto El Che había subrayado la urgencia de “…desarrollar con toda energía la mecánica, rama fundamental para el desarrollo y mantenimiento de la industria”.51 Consecuentemente, se prestó especial atención a la creación de una industria mecánica, virtualmente inexistente antes del triunfo revolucionario, que fuera capaz de asegurar en sus primeros tiempos una base sólida de reparaciones y de desarrollar algunos tipos específicos de productos, en particular, de maquinaria agrícola. En esta dirección dio pasos firmes para

49 Ernesto Che Guevara: Reuniones bimestrales, 20 de enero de 1962. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 149. 50 Ernesto Che Guevara: Consejos de Dirección. Informe de la Empresa Consolidada de Productos Farmacéuticos, 13 de julio de 1964. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 119. 51 Ernesto Che Guevara: Tareas industriales de la revolución. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 109.

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promover la actividad de construcción de maquinaria en diferentes provincias; para crear o ampliar talleres mecánicos en fábricas existentes, y formar aceleradamente —tanto en Cuba como en el extranjero— una fuerza de trabajo calificada.

Resultados relevantes de aquella etapa inicial fueron las primeras alzadoras y cortadoras de caña, que abrieron el camino a la mecanización agrícola cañera y representaron un factor principalísimo en la humanización del trabajo en esta esfera. . El ejemplo del Che operando personalmente una máquina cortadora de caña en las primeras Zafras del Pueblo significó un estímulo a dicho trabajo y era una muestra evidente del interés directo que brindó a su desarrollo, pero sirvió, además, para comenzar a romper barreras tecnológicas y mentales, algunas de estas derivadas de las intensas luchas sindicales de etapas anteriores, que ahora perdían sentido al haberse eliminado el desempleo.

El Instituto Cubano de Desarrollo de Maquinaria (ICDM) se creó en 1963 para realizar dos tareas principales: el desarrollo de piezas de repuesto y el desarrollo de maquinaria agrícola. El primer objetivo arrancaba del hecho de que prácticamente todos los equipos del país eran de origen norteamericano, el suministro de repuestos se había cortado por el bloqueo imperialista y comenzaba a crearse una base mecánica propia, casi inexistente hasta esos momentos. El segundo estaba dado por el impulso necesario a la mecanización de la cosecha de la caña de azúcar. El ICDM participó desde sus inicios en el desarrollo de combinadas cañeras y centros de acopio.

Recursos naturales Como requisito indispensable para un desarrollo autosostenido del país, se identificaba la búsqueda y explotación de recursos naturales propios, en particular, de recursos minerales. El Che subrayó la necesidad de seguir firmemente el desarrollo de la geología, de la minería y de los recursos naturales en general. En este sentido expresó:

…debemos impulsar al máximo el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, crear la base técnica necesaria para la detección, desarrollo e industrialización de nuestras minas y campos petroleros; hacer que cada metro cúbico del territorio nacional sea inspeccionado acuciosamente y explotado en el menor tiempo posible.52

Para dar fundamento científico a estos trabajos, se estableció en 1961 el primer centro de investigaciones creado por el Ministerio de Industrias, el Instituto Cubano de Recursos Minerales (ICRM), que tenía como objetivo acometer tareas de prospección y búsqueda que hasta ese momento habían estado, en lo fundamental, en manos de empresas extranjeras. A la búsqueda de petróleo el Che le asignó una importancia fundamental:

…desde el punto de vista científico, hay que precisar exactamente (…) los minerales más interesantes para Cuba (…) en este momento, en Cuba tiene que dársele atención preferente al petróleo, porque ahora ha surgido la posibilidad real de encontrarlo en alguna zona, continuar las investigaciones de tal manera que

52 Ibidem.

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podamos ver si es posible suprimir una importación que consume 80 millones de dólares al año.53

Para 1965 se asignó a dicho instituto incluso una tarea de mayor complejidad y de interés actual: crear las bases organizativas y técnico-materiales para la perforación en el mar. Al mismo tiempo, se le dieron directivas concretas para la búsqueda de otros minerales de importancia para la economía. Ya en ese momento se indicaba la búsqueda de los llamados metales raros, como base para el desarrollo futuro de una industria electrónica. Se planteaba además la organización de exploraciones populares, para lograr la incorporación masiva de jóvenes principalmente a la búsqueda de minerales. Se ampliaron desde esa fecha los estudios de las reservas de níquel, cobre, cromo y minerales no metálicos y se comenzó un programa serio, con métodos y equipos modernos, para la prospección de petróleo, que ha redundado en satisfactorios resultados.

El libro La geología de Cuba, publicado en 1964, fue una obra que el Che impulsó desde la creación del ICRM, por su comprensión de la necesidad de un basamento científico para las tareas de prospección de minerales,. En el prólogo que redactó para este libro resaltó la importancia de la colaboración con los países socialistas en esta esfera. Por su profundo significado y proyección latinoamericana transcribimos in extenso sus palabras:

La importancia de este libro es, precisamente, la demostración de la magnitud del apoyo que pueden prestarse entre sí los países del campo socialista; en que Cuba, país interesado y sin ningún desarrollo en estas técnicas, pueda, a los cinco años de la revolución, presentar una geología de alto nivel científico para uso de todos sus futuros profesionales. Es el verdadero milagro de la época que vivimos; el milagro que realiza el hombre; el de su solidaridad; la expresión de la potencia de su fuerza mancomunada; de su capacidad de eliminar las barreras geográficas y trasladar la ciencia de un país a otro, sin condiciones, sin otro afán que la ayuda fraterna a otros pueblos del mundo.

Para nosotros, los cubanos, la ayuda prestada por los científicos de todos los países hermanos ha sido fundamental y ha dejado dos enseñanzas preciosas: el de la técnica que poseen y el de la solidaridad que conlleva. Nuestra joven revolución, como una esponja, ávida de todos los conocimientos de todas las partes del mundo, se impregnará en los anchos cauces de la ciencia socialista y de la solidaridad socialista para repartirla, en el momento oportuno, por parte del continente americano que aún espera por su liberación.54

La capacitación Sobre la capacitación el Che afirmaba que resultaba:

El complemento indispensable sin el cual todo el plan queda convertido en un sueño [es] la capacitación científica, tecnológica, técnica, de los cuadros de todos

53 Ernesto Che Guevara: Consejos de Dirección. Informe del Instituto Cubano de Recursos Minerales, 11 de noviembre de 1963. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 80. 54 Ernesto Che Guevara: Prólogo del libro La geología de Cuba. Instituto Cubano de Recursos Minerales (ICRM). En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 743.

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los niveles, con una dedicación especial al descubrimiento y desarrollo de futuros cuadros dirigentes.55

Para encarar el proceso de industrialización planteado se requerían ingentes esfuerzos dirigidos a la calificación acelerada de toda la fuerza laboral, pues de su capacidad y experiencia depende, decisivamente, la realización del desarrollo industrial sobre bases científicas y tecnológicas. El Che resumía su concepción de la siguiente forma:

Cada día la industria moderna exige un adiestramiento mayor, una cultura técnica superior, los instrumentos y procesos productivos se tornan más complejos, más automatizados. La capacitación es necesaria, desde luego, para obtener un mayor rendimiento de las actuales instalaciones y recursos industriales, pero también es decisiva para planear la construcción de las nuevas fábricas. Muchas veces se dispone de las maquinarias y equipos para instalar una fábrica, pero se carece del conocimiento, de la experiencia para incorporarlos rápidamente a la producción. No es exagerado afirmar que la clave para poner en marcha un rápido proceso de industrialización y asegurar su éxito sostenido, está en la formación de una numerosa fuerza de trabajo altamente calificada: desde científicos a obreros especializados.56

La capacitación masiva de todos los trabajadores devino, por tanto, tarea altamente priorizada en el Ministerio de Industrias, el cual se convirtió en una gran escuela. En cada fábrica se organizaron aulas para los cursos de nivel primario y de mínimo técnico; se abrieron escuelas como la de Automatización, la de Dibujantes Mecánicos y la de Administradores; se organizaron cursos especiales para la preparación de todo el personal para las nuevas inversiones.

Alcanzar el sexto grado de la enseñanza primaria se convirtió en una obligación para todos los administradores de fábricas, a los cuales se les fijaron metas de tiempo para alcanzar ese nivel. Quienes no lo lograron fueron sustituidos en sus cargos, ya que era imposible, después de determinado momento, que pudiera desarrollarse exitosamente un proceso de industrialización con dirigentes de fábrica de baja calificación. Sin embargo, a los administradores sustituidos que habían demostrado un desempeño aceptable se les envió a la Escuela de Administradores o a otros cursos de capacitación.

Los dirigentes del Ministerio debían estar incorporados a planes de estudio. Ejemplo de esto era el propio Comandante Guevara, quien, a pesar de sus múltiples obligaciones, estudiaba sistemáticamente matemática, contabilidad y economía política. Y fue, incluso, profesor de un curso de programación lineal que organizó para los miembros del Consejo de Dirección del organismo, como forma de introducirlos en el uso de técnicas de cuya importancia dichos compañeros no tenían en aquel momento, en su inmensa mayoría, una clara noción. En este sentido señalaba:

55 Ernesto Che Guevara: Tareas industriales de la revolución. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 110. 56 Ernesto Che Guevara: Informes de actividades al Consejo de Ministros. Tareas y fines del Ministerio 1961-1962. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 674.

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Debe insistirse una vez más en el carácter de necesidad imperiosa a todos los niveles de la capacitación y en la norma del Ministerio de hacer que determinadas tareas se cumplan mediante el ejemplo de los dirigentes.

… hay que estructurar sistemas que permitan el que los distintos técnicos y dirigentes de la producción aumenten su capacidad en materias que les son afines, en la forma y con los métodos que sean más adecuados, pero sin permitir que el trabajo cotidiano haga olvidar totalmente la necesidad de su capacitación.

Es importante señalar también que la capacitación debe adquirir características perspectivas, tanto para las unidades como para las empresas y para todo el aparato productivo en general…57

La capacitación fue una herramienta fundamental para apoyar tareas inmediatas del desarrollo industrial, como la racionalización de la producción, y creó condiciones, al mismo tiempo, para tareas de mayor envergadura.

Al nacionalizarse la industria, existían cientos de pequeñas unidades artesanales productoras de calzado conformadas por núcleos pequeños de trabajadores de baja escolaridad. Un estudio inicial sobre la elevación de la productividad en este sector mostraba que mediante simples medidas racionalizadoras, integrando las unidades pequeñas en unidades mayores con cierto flujo elemental de producción, existía la posibilidad de alcanzar incrementos sustanciales en este índice, pero generando un excedente de 5 000 trabajadores en todo el país.

Esta situación planteaba un posible problema político a la revolución, ya que el estado de la calificación de dichos trabajadores excedentes no permitía una fácil reubicación en otros centros industriales y la política de la revolución se dirigía a lograr el pleno empleo. Se imponía elaborar, por consiguiente, una fórmula que conjugara de manera creadora la posibilidad de lograr los tan necesarios incrementos de productividad y los requerimientos de la lucha contra el desempleo. Este es uno de los círculos viciosos que muchos países subdesarrollados no encuentran cómo romper.

Refiriéndose a esta cuestión, el Che expresó:

…todo obrero que está de más en una fábrica es un desocupado social (…) ¿sacarlos para qué?, para botarlos no, para que vayan a escuelas, para que se especialicen (…) de tal manera que no hay ningún peligro en plantear y aumentar la productividad con la racionalización de los sistemas y en los lugares que sea preciso con la instalación de nuevas maquinarias…58

Sobre este mismo tópico precisó sus ideas de la siguiente manera:

La solución de la contradicción entre el avance técnico y el empleo debe resolverse de todos modos mediante el gasto improductivo, en un régimen de

57 Ernesto Che Guevara: Tareas anuales del Ministerio. Orientaciones para 1964. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 605. 58 Ernesto Che Guevara: Reuniones bimestrales, 20 de enero de 1962. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, pp. 153-154.

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justicia social; nuestro planteamiento es que se valoricen estos gastos, dándole el énfasis a la preparación de cuadros técnicos.59

En esos precisos momentos se daban, como hemos señalado, los primeros pasos a fin de crear una base mecánica nacional para la cual escaseaba la mano de obra calificada. Se fundaron, por tanto, las que se llamaron Escuelas Populares —alrededor de 50 en todo el país—, donde ingresaron los 5 000 obreros excedentes, sin afectación de su salario, para elevar su escolaridad, primero hasta sexto grado y después para calificarse en los distintos oficios necesarios a los talleres e industrias mecánicas de las distintas provincias.

La participación directa de la clase obrera en el desarrollo científico y tecnológico Uno de los logros más importantes del Ministerio de Industrias fue haber impulsado una participación masiva de la clase obrera en la solución de los innumerables problemas que diariamente se presentaban en la producción y en las tareas del desarrollo científico-técnico. Los Comités de Piezas de Repuesto creados en la práctica con el surgimiento del Ministerio se enfrentaron a una tarea extraordinariamente difícil, para llevar a cabo la cual se carecía de tradición, experiencia y, en muchos casos, de bases mínimas de talleres. Casi inmediatamente se promovió el movimiento Construye tu maquinaria, para contribuir a romper, con soluciones propias, el bloqueo imperialista impuesto a nuestro país. Este movimiento masivo desembocó, a partir de mediados de la década de los 60, en la organización que hoy conocemos como Asociación Nacional de Inventores y Racionalizadores (ANIR) y poseía ya muchos de los rasgos del actual Forum Nacional de Ciencia y Técnica60

El Che instaba a estimular en todas partes el aporte de la inteligencia creadora de las masas trabajadoras y a usar esta vía como método de vital trascendencia política para la selección, desarrollo y promoción de cuadros de dirección. En este sentido subrayaba:

…si todo el mundo trata con afán investigador de ir un poquito más lejos, de agregar un granito a cada cosa, de poner un ladrillito donde estaba el último, todas esas son cosas que están en la naturaleza humana, que también tenemos que saber aprovecharla y saber impulsar y desarrollar a toda la gente que a todos los niveles demuestra esa inquietud. A todos los obreros que hacen máquinas, a todos los obreros que inventan fórmulas, a todos los obreros que se preocupan por la racionalización del trabajo que es más difícil todavía que buscar una máquina (…) a esa gente hay que darle la oportunidad de [llegar a ser] director”.61

La creación de los Consejos Técnicos Asesores constituyó otra medida práctica para incorporar a la clase obrera a la solución de los problemas de la producción.

59 Ernesto Che Guevara: Tareas industriales de la revolución, En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 112. 60 Véase: Organízase el movimiento de innovadores e inventores. Cuba Socialista (La Habana), Primera Época, No. 50, pp. 133-138, octubre 1965, 61 Ernesto Che Guevara: Reuniones bimestrales, 20 de enero de 1962. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 152.

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El Consejo Técnico Asesor de una fábrica estaba integrado por sus obreros más destacados, que asesoraban al administrador sobre las medidas prácticas a tomar. Es bueno recordar que en aquellos momentos prácticamente ningún administrador poseía nivel técnico o experiencia en la producción de la fábrica que dirigía. Los consejos debían, además, estudiar la solución a los graves problemas de las piezas de repuesto y proponer medidas relacionadas con la racionalización de los procesos de producción y el aumento de la productividad del trabajo, así como realizar otras tareas de similar naturaleza.

Los consejos fueron una importante herramienta revolucionaria en la intensa lucha de clases que se desarrollaba en el país, en medio de la cual los obreros tenían que enfrentarse, bajo condiciones en extremo difíciles, a los complejos problemas de la producción. Sobre ellos decía el Che:

El Consejo Técnico Asesor es, pues, el laboratorio experimental donde la clase obrera se prepara para las grandes tareas futuras de la conducción integral del país. Tiene que ir desarrollando a todos los obreros susceptibles de ser de elevados técnicamente y proponerlos, junto con los sindicatos, para las distintas escuelas que se están formando; debe trabajar constantemente para que se mejoren los niveles técnicos de los obreros, ya que el sindicato y las organizaciones revolucionarias de encargan de elevar su nivel cultural e ideológico.62

La atención a los técnicos Como parte de la política de cuadros desarrollada en el Ministerio de Industrias, se prestó una cuidadosa atención personal a los técnicos que permanecieron en Cuba. El Che caracterizó la situación de estos profesionales de la siguiente manera:

…para nadie es un secreto que un proceso de la velocidad del cubano, en una serie de capas de la población acostumbrada a niveles de vida bastante elevados y a relaciones de trabajo en comparación muy buenas, con el imperialismo, ha dejado a mucha gente muy por detrás en el desarrollo ideológico, del resto de la población. Ha provocado, inclusive, ausencia del país de muchos técnicos que directamente están con una ideología totalmente deformada por el imperialismo y, en otros casos, por miedo a las consecuencias del proceso de la revolución cubana y también porque no se han sabido tratar adecuadamente los casos particulares de la gente que tienen una forma de pensar diferente, a las que hay que prestar interés.63

Al mismo tiempo, la experiencia de esos primeros años mostraba que, con un adecuado tratamiento político-ideológico, muchos de esos técnicos se iban incorporando, por medio del trabajo, al proceso revolucionario y avanzaban en su grado de conciencia política, llamados por un sentimiento elemental de justicia y patriotismo.

62 Ernesto Che Guevara: Discusión colectiva; decisión y responsabilidad únicas. En Escritos y discursos, ed. cit., t. 5, pp. 200-201. 63 Ernesto Che Guevara: Consejos de Dirección. Informe de la Empresa Consolidada del Petróleo, 21 de octubre de 1963. En El Che en la revolución cubana, ed. cit., t. 6, p. 74.

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Así, el Che entendía que el estímulo moral actuaba de manera importante en los especialistas; que era necesario interesarlos en el trabajo creador, por la satisfacción que los individuos sienten cuando sus esfuerzos técnicos dan resultados, cuando sus ideas van cobrando forma. La puesta en marcha de la planta de níquel de Moa64 —toda una proeza tecnológica— es un ejemplo destacado del trabajo directo del Che con los técnicos cubanos y de la confianza depositada en ellos.

En sus relaciones con los técnicos y científicos cubanos, dio muestras de su fina sensibilidad humana. Ella se refleja en la dedicatoria que escribió en un libro65 que enviara a un gran científico cubano vinculado al trabajo de investigación del Ministerio de Industrias, el doctor Juan Tomás Roig:

Don Tomás: Me enteré de su interés por este libro de plantas medicinales a través del compañero Cid, y me complace entregárselo ahora. Le ruego lo considere un pequeño homenaje de este Ministerio al científico que puso en alto el nombre de Cuba antes de que la revolución lo hiciera universalmente cotidiano. Acepte, además, mi homenaje personal de hombre que ha pasado por la paz tensa de las retortas y añora, a veces, su antiguo oficio individual, aunque nada diera a la humanidad desde esa trinchera. Respetuosamente, Che.

Una consideración final

La labor del Comandante Ernesto Che Guevara al frente del Ministerio de Industrias tuvo una fuerte repercusión en el progreso científico-técnico de Cuba, pudiendo constatarse en su obra todos los elementos básicos que lo promueven y hacen realidad.

Como resultado de su incesante batallar en este frente, se sentaron las bases para la asimilación de una intensa y creciente transferencia de tecnología y se inició esta, principalmente desde los países socialistas, con vista al despliegue del proceso de industrialización de Cuba, que se convirtió en la tarea central de los planes de desarrollo y fomento de la economía nacional a partir del quinquenio 1976-1980. Al propio tiempo, se estableció una parte importante de lo que hoy constituye la capacidad nacional de generación de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos, de la red de unidades de ciencia y técnica, incluyendo las de las propias empresas.

64 Región en la parte norteoriental de Cuba, situada en la provincia de Holguín. 65 Fotocopia de la portada en el archivo de Tirso W. Sáenz.

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Habiendo trabajado durante un lapso relativamente breve en un campo casi virgen entonces desde el punto de vista conceptual, su pensamiento y acciones en esta vasta zona de la vida social se caracterizan sobre todo por:

• La identificación de la vinculación profunda entre la formación del hombre nuevo, el desarrollo tecnológico y la construcción de la nueva sociedad.

• La rápida comprensión del significado de la ciencia y la tecnología para los países subdesarrollados, idea que únicamente comenzaba a abrirse paso durante esos años66

• La percepción temprana de la revolución científico-técnica, que, en despliegue desde fines de los años 40, sólo a principios de los años 60 empezaba a identificarse teóricamente en los países socialistas67

• La concepción integral del desarrollo científico-técnico, que no se identificaba sólo con el impulso a la investigación-desarrollo, sino con un conjunto mucho más amplio de actividades como la ingeniería de proyectos, la normalización y el control de la calidad, la propiedad industrial, la información científica y tecnológica y otras

• La combinación de la atención cotidiana a los innumerables problemas planteados por el mantenimiento de la producción con la preocupación estratégica a largo plazo; la identificación de las líneas perspectivas, y la creación de las correspondientes instituciones, que iban dando lugar a la formación de un potencial científico y tecnológico nacional.

• La visión para el planteo de instituciones de investigación con capacidades de infraestructura tecnológica, propiciatorias de los procesos innovativos y de la correspondiente generación de tecnologías autóctonas, dimanadas de las condiciones naturales y sociales propias de nuestro país.

• La articulación de la utilización y conservación de las tecnologías existentes con la asimilación de tecnologías avanzadas.

• El énfasis en el papel imprescindible de las empresas en la promoción del desarrollo tecnológico y la necesidad de que ellas mismas realizaran investigaciones.

• La ubicación del hombre —de su capacitación, de su tratamiento adecuado— en el centro de ese desarrollo, como su agente principal, y el impulso a la participación directa de la clase obrera en este proceso, articulando medidas

66 En febrero de 1963 se inauguró en Ginebra la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Aplicación de la Ciencia y la Tecnología en las Regiones poco Desarrolladas (sic). Aunque el evento como tal no podía dar soluciones reales a este problema, constituyó un momento importante en el proceso de creación de una conciencia al respecto en dichas regiones 67 Sobre esta percepción en la década de los 60 en la URSS puede consultarse con provecho el libro de V. S. Lelchuk La revolución científico-técnica y el desarrollo industrial de la URSS, Nauka, Moscú, 1987 (en ruso). Sobre todo, pp. 24-36.

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prácticas que la instrumentaran.

Los logros de la gestión del Che pueden apreciarse hoy cada vez con mayor claridad. Su pensamiento respecto al desarrollo científico y tecnológico tiene plena vigencia y representa una valiosa fuente para el proceso de perfeccionamiento de la política científica nacional de Cuba.

Referencia bibliográfica Dobrov, G. M.: Métodos mecánicos de análisis de la información acerca de la experiencia del desarrollo científico-técnico, Nauka, Moscú, 1972 (en ruso). Fedorenko, N. (ed.): Desarrollo económico y planificación perspectiva, Progreso, Moscú, 1976. Guevara, E.: «Tareas industriales de la Revolución en los anos venideros», en Cuba Socialista, 7, La Habana, marzo de 1962. —————: «Editorial», en Nuestra Industria Tecnológica, La Habana, mayo de 1962, —————: «Discurso en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, Argel, 24 de febrero de 1965», en Obras (1957-1967), Casa de las Américas, La Habana, 1970. —————: «Discusión colectiva; decisión y responsabilidades únicas», en Obras (1957-1967), ed. cit. Ministerio de Industrias: «Acta de la reunión bimestral del 30 de enero de 1962», en El Che en la Revolución Cubana, La Habana, 1966. —————: «Informe al Consejo de Ministros, La Habana, 1962», en El Che en la Revolución Cubana, ed. cit. —————: «Tareas generales para 1963; orientaciones para 1964; tareas fundamentales para 1965», en El Che en la Revolución Cubana, ed. cit. Sáenz, T. W. y E. García Capote: «Los aspectos tecnológicos en la política científica nacional», en Economía y Desarrollo, 37, La Habana, septiembre-octubre de 1976. Tiagunenko, V. (ed.): Problemas de la industrialización de los países en desarrollo, Progreso, Moscú, 1974. Vilenskiy, M.: «El progreso científico-técnico como objeto de la planificación», en Voprosi Ekonomiki (Cuestiones de Economía), 12, Moscú, 1973.

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Democratización de la ciencia y geopolítica del saber: ¿quién decide? ¿quién se beneficia? Jorge Núñez Jover Introducción La democratización de la ciencia y la tecnología es un tema fundamental. Para enfatizar esa importancia conviene distinguir entre los fines y los medios de la democratización. Varios de esos medios se han venido ensayando, sobre todo, en los países industrializados: congresos de consenso, paneles de ciudadanos, audiencias públicas, audiencias parlamentarias, encuestas de opinión, entre otras vías. A través de ellos se amplían los actores sociales que influyen en la evaluación de la tecnociencia, consideran sus impactos, fijan prioridades, etc. Esos mecanismos representan vías de fomento de la participación pública en ciencia y tecnología, expresión de democracia. Son medios a través de los cuales la “caja negra” acepta un escrutinio público adecuado. Es de esperar que tales medios contribuyan al logro de lo que parece más sustancial: los fines de la democratización. Estos deben apuntar a una ciencia más humanista, más cuidadosa del medio ambiente, de más amplio acceso a diferentes grupos sociales y países; en suma la ampliación de los seres humanos que participa y se beneficia del desarrollo científico y tecnológico, la contribución de la ciencia y la tecnología al desarrollo social equitativo, sustentable, que incorpore la justicia social como una prioridad esencial. Este énfasis es especialmente importante si nos instalamos en la perspectiva de los países subdesarrollados. Recordemos que más del 90 % de la capacidad científica y tecnológica mundial está en manos de un reducido grupo de países y algunos centenares de grandes corporaciones transnacionales. Tal proceso de concentración es parte del proceso de marginalización que la actual globalización reserva para numerosos grupos humanos y países. La ciencia y la tecnología son parte de la dinámica de concentración de riqueza y poder. Sobre las metas de democratización, la “Declaración de Santo Domingo”68 (2000) identificó las siguientes: 1) La ampliación del conjunto de seres humanos que se benefician directamente de los

avances de la investigación científica y tecnológica, la cual deberá privilegiar los problemas de la población afectada por la pobreza.

2) La expansión del acceso a la ciencia, entendida como un componente central de la cultura.

68 En el proceso preparatorio de la I Conferencia Mundial sobre la Ciencia en el siglo XXI, (Budapest, 1999) se desarrollaron encuentros regionales preparatorios. La “Declaración de Santo Domingo” reflejó el consenso alcanzado por los países de América Latina y el Caribe.

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3) El control social de la ciencia y la tecnología y su orientación a partir de opciones morales y políticas colectivas y explícitas. Todo ello enfatiza la importancia de la educación y la popularización de la ciencia y la tecnología para el conjunto de la sociedad.

Estos fines son coherentes con el enfoque que desarrollaré en este documento. En mi exposición comenzaré por presentar un argumento a favor de la gestión democrática de la ciencia. Un conjunto de razones epistemológicas, sociales, éticas, políticas, podrían abrir el camino a una visión diferente de la producción social de conocimientos y su inserción social, reclamando otras visiones y legitimando nuevos actores. Las teorizaciones sobre la construcción de una “ciencia de la sostenibilidad” y la emergencia de un “nuevo modo de producción de conocimientos”, puede ayudar a ese objeto. El desafío de la democratización tiene también su expresión en el área de la Política Científica y Tecnológica (PCT). Desde los años sesentas el pensamiento Latinoamericano orientado a los Estudios Sociales sobre Ciencia y Tecnología cuestionó la racionalidad social implicada en la PCT, en particular los intereses sociales que están representados u omitidos en tales políticas. En la etapa más reciente, ahora frente a la globalización en curso, esas preocupaciones animan un debate que estimo esencial para avanzar hacia una real democratización de la ciencia. Por último comento que el debate sobre la democratización debe prestar especial atención al proceso de privatización del conocimiento que avanza aceleradamente. Existe hoy una clara asimetría en la distribución de las capacidades científicas. Pero detrás de la producción, distribución, cambio y consumo de conocimientos está el problema de la propiedad, de la apropiación privada del conocimiento. Puede mostrarse que está en marcha un amplio y acelerado proceso de privatización del conocimiento -principalmente por parte de las grandes corporaciones- que abre serias dudas sobre la distribución democrática del saber y de los beneficios colectivos que deberían esperarse de los actuales cursos tecnocientificos. Las “buenas razones” de la gestión democrática de la tecnociencia. En este apartado intentaré argumentar que los cambios que se vienen operando en nuestra representación de la ciencia (o mejor aún, de la tecnociencia) parece sugerir la necesidad de su gestión democrática. Imaginemos, simplificando al máximo, que disponemos de dos representaciones de la ciencia, situadas en polos opuestos. En un extremo encontramos aquellas que están asociadas a la idea de ciencia como sistema de teorías, siempre verdaderas, y la tecnología como un conjunto de artefactos o técnicas que resultan de su aplicación; el desarrollo científico es unidireccional, inexorable e incontestable, conducido por los valores exclusivos de la verdad, la eficiencia y la eficacia. Tecnociencia y sociedad están vinculados a través de un determinismo tecnológico que nos deja sin opciones: sólo cabe adaptarse a él. El progreso

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y el bienestar son el corolario de ese avance tecnocientifico. La problemática axiológica implicada en esta imagen parece reducirse a los valores de verdad, eficacia y eficiencia. Como los expertos están aptos para conducir la empresa así concebida, la tecnocracia pareciera la forma natural de gobierno del desarrollo tecnocientífico. Esta imagen enfrenta serias dificultades ante algunas realidades perceptibles. El involucramiento de la empresa científica en objetivos militares, la subordinación creciente de la ciencia a intereses empresariales y la tensión que ello genera en su ethos tradicional, así como fallos obvios en el control tecnocientifico (“vacas locas”, “quesos con listerias”, “pollos a la Dioxina”, envenenamientos farmacéuticos, etc) entre otros factores, han determinado una alerta social respecto a la tecnociencia. Diversos movimientos sociales: feministas, ecologistas, pacifistas, antiglobalizacion, entre otros, han venido poniendo de manifiesto el “lado oscuro” de la tecnología. Definitivamente ya no hay fundamentos para identificar la tecnociencia con el progreso y el bienestar. El control social emerge como imprescindible. Ahora veamos la imagen situada en el otro extremo. En gran medida ella procede de los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CTS) que nos han ayudado a comprender el profundo enraizamiento social de la ciencia y la tecnología. Desde CTS es posible apreciarlas como expresiones de la práctica humana, inmersas en un entramado de intereses y valores muchas veces en conflicto. Ellas son procesos sociales moldeados por una constelación de circunstancias económicas, políticas, culturales, educativas, técnicas, sociales, que en gran medida determinan sus trayectorias, usos, riesgos y beneficios. Las trayectorias tecnocientificas no son inexorables ni son las únicas posibles. Tales trayectorias son construcciones sociales en las que intervienen una diversidad de actores con sus propios intereses y valores. Desde CTS “Las trayectorias tecnológicas son entendidas como procesos multidireccionales de variación y selección, donde la generación de la variación y el ambiente de selección dependen de entornos socialmente construidos, es decir, de un conjunto heterogéneo de agentes sociales con intereses normalmente en conflicto” (López Cerezo y Lujan, 2000, p. 32). Los valores implicados no son exclusivamente epistémicos o técnicos. Hay valores éticos, políticos, sociales, en juego. La problemática axiológica reducida en su mínima expresión en la primera -y opuesta- representación, aquí aparece amplificada a través de la concepción de la ciencia y la tecnología como ·”sistema de acciones intencionales” (Olivé, 2000) que incorporan agentes, intereses, fines, creencias, normas, valores. El desarrollo tecnocientífico depende de decisiones humanas, es electivo. Se trata, por tanto, de procurar la mayor y mejor representatividad social posible en la adopción de las decisiones que definen sus trayectorias e impactos. En esta perspectiva el juicio experto debe ser tomado en cuenta junto a otras percepciones legitimas, provenientes de otros actores. Se abre así el camino a una forma democrática de regulación de la tecnociencia. La necesidad de tal regulación se vuelve más transparente si consideramos formas de práctica científica que generan nuevas interrelaciones ciencia-sociedad. Para designarlas

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sirven los conceptos de “trans-ciencia” (Weinberg) y “ciencia reguladora” (Jasanoff). Estos conceptos apuntan a la creciente relevancia del conocimiento científico en las políticas públicas. Problemas planteados desde la política se convierten en problemas a atender por la ciencia y las respuestas científicas tienen repercusiones en las decisiones políticas. Con frecuencia la ciencia puede ofrecer una base informada para la adopción de decisiones pero los científicos no pueden ser los únicos que participen en la estimación de las consecuencias y los valores que ellas envuelven. En el vinculo ciencia–sociedad, surgen numerosas cuestiones que trascienden a la ciencia. Hay que estimar costos y beneficios sociales, regulaciones jurídicas, consecuencias a largo plazo y un sin fin más de cuestiones de alta sensibilidad social. Si en la vida académica los científicos pueden ser suficientes, el nexo ciencia-sociedad obliga a la intervención de otros actores con percepciones legítimas sobre los temas en disputa. La ciencia puede disponer de una teoría de la verdad para estimar la validez de sus juicios, pero, como decía Oscar Varsavsky (1972) no dispone de una “teoría de la importancia”. La importancia es probablemente algo que desborda a la ciencia (lo cual no significa ajeno a la ciencia). La idea de “ciencia reguladora” transita en igual dirección. Este concepto se refiere a la actividad científica orientada a suministrar conocimiento para asesorar en la formulación de políticas. Es el caso, por ejemplo, cuando se diseñan programas de salud, ambientales, alimenticios u otros. Es poco probable que de la evidencia disponible por la ciencia se deriven cursos de acción únicos. Más aún es probable que esa evidencia sea disputable y la construcción de consensos resulte difícil. El juicio experto, además, deberá operar bajo condiciones de presión, deberá enriquecerse con el diálogo interdisciplinario y también con la intervención de otros interlocutores sociales. Algunos autores han vinculado los cambios en la toma de decisiones vinculadas a la ciencia con las exigencias derivadas del desarrollo sostenible (Funtowikz y Ravetz, 1997; Gallopin, et. al, 2001). El desafío consiste en construir una “ciencia de la sostenibilidad”. La búsqueda de un desarrollo sostenible requiere integrar factores económicos, sociales, culturales, políticos, ecológicos; exige tomar en cuenta dimensiones locales y globales y sus interrelaciones; obliga a considerar la equidad intrageneracional e intergeneracional. Estos problemas no sólo exigen un enfoque interdisciplinario, sino cambios en la metodología de la ciencia y las vías para la construcción de consensos. Hoy se acepta que la infalibilidad, predictibilidad y control tecnocientificos atribuidos históricamente a la ciencia y la tecnología no se corresponden con los problemas crecientemente complejos que el pensamiento científico y la sociedad deben enfrentar. El episodio de la enfermedad de las vacas locas puede servir de ejemplo (Gallopin, et. al, 2001). Durante años investigadores y asesores aseguraron al gobierno del Reino Unido que la posibilidad de transferencia del agente infeccioso a los seres humanos era muy

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pequeña. El riesgo de una epidemia entre los humanos fue descartado por los expertos y negado oficialmente. El juicio experto, apoyado en el clásico estilo de pensamiento reduccionista (más que sistémico u holista) y analítico (más que sintético e integrador) probablemente impidió apreciar el curso posible de la enfermedad. El caso evidencia que el control tecnocientífico tradicional no es suficiente y que otros actores, así como consideraciones medio ambientales, éticas, políticas, deberían intervenir en la estimación del riesgo. Hoy se aprecia con mayor claridad que sistemas tradicionalmente percibidos como de naturaleza simple, incluidos en sistemas de relaciones lineales, son en realidad complejos, forman parte de redes de relaciones no lineales y presentan propiedades de auto organización que los enfoques epistemológicos clásicos no permiten apreciar. La ciencia tiene que lidiar no sólo con sistemas adecuadamente descritos por leyes generales (fundamentos habituales de la predictibilidad) y con un comportamiento más o menos homogéneo, sino también con lo singular, lo local, lo específico y quizás irrepetible. Los fenómenos son nuevos, complejos y variables y a menudo no son bien entendidos. Los datos son escasos, se carece de teorías bien fundamentadas y apenas se dispone de modelos tentativos. Sobre tales bases científicas inciertas hay que tomar decisiones políticas urgentes (Funtowicz y Ravetz, 1997). Existe una relación estrecha entre la complejidad intrínseca de los sistemas a estudiar, las metodologías adecuadas para su abordaje y los actores que legítimamente deben participar en las evaluaciones tecnocientificas. Si nos referimos a los sistemas socioecológicos asociados a los problemas ambientales, la complejidad se refiere a sus signos característicos: no linealidad, emergencia de nuevas cualidades, autoorganización, multiplicidad de escalas, incertidumbre irreductible, entre otras. El cambio metodológico tiene que ver con la superación de la clásica visión reduccionista y mecanicista de la metodología científica más extendida. Como indica Richard Levins mientras la empresa científica muestra una exquisita sofisticación en los detalles, se muestra irracional en los grandes temas, abordándolos inadecuadamente a través de modelos mecanicistas e hiperespecializados que le impiden lidiar con la complejidad. Influyen en esto el menosprecio de la teoría frente a la técnica, la confusión del todo con las partes, la ignorancia de lo particular a nombre de las leyes generales (Levins, 1997). La complejidad de los objetos y la metodología que sintoniza con ella, obliga también a considerar el concepto de calidad de la investigación y los métodos para estimarla. El método habitual de estimación de la calidad es la “evaluación por pares, es decir, el juicio de los expertos sobre las contribuciones de sus semejantes. Sin embargo, en los sistemas socioecológicos, el conocimiento del contexto específico que se investiga, la experiencia práctica de los actores, la memoria de una colectividad pueden ser fundamentales para los nuevos desafíos al conocimiento. Y ese saber puede no pertenecer a los expertos.

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Lo que se ha dado en llamar “ciencia postnormal” (Funtowicz y Ravetz, 1997) plantea la necesidad de construir consensos y adoptar decisiones en el contexto de “apuestas muy altas“ (dilemas ambientales, intereses económicos, conflictos de salud) y un “alto grado de incertidumbre”. Esto último se refiere a la insuficiencia de los enfoques y el conocimiento disponible para abordarlo. En tales circunstancias es insuficiente la evaluación por parte de la “comunidad de expertos” tradicional y es necesaria la intervención de una “comunidad extendida de evaluadores” que incorpore del modo más rico y variado la diversidad de miradas e intereses que puedan conducir a las mejores respuestas. En las condiciones de ciencia postnormal la garantía de calidad de la investigación no puede recaer en un cuerpo restringido de participantes internos . Para fundamentar el ideal de democratización de la ciencia, es posible apelar también al concepto de “modo 2” de producción de conocimientos que se utiliza para designar los cambios más recientes en la práctica científica y su relación con la sociedad (Gibbons, et. al, 1997). Con frecuencia tales cambios se expresan de modo más nítido en las áreas de liderazgo de la tecnociencia. En ellos se observan un conjunto de tendencias que en su interacción y combinación definen una transformación en el “modo de producción de conocimiento” (ibid, p. 11), denominado también “modo 2”. El “modo 2” se distancia de la forma tradicional de producir conocimientos, a la cual por oposición se denomina “modo 1”. Este último puede ser identificado con la ciencia académica (Woolgar, 1991), orientada hacia fines primordialmente cognitivos (búsqueda de la verdad o la objetividad, avance del saber, etc) a través de una organización del conocimiento de base disciplinar y cuyo locus privilegiado es la Universidad. Entre los atributos del “modo 2”, el definitorio y desencadenante de las restantes propiedades está el de ser un conocimiento “producido en el contexto de aplicación”. Se trata de un conocimiento que tiene, desde su concepción, la intención de satisfacer un interés práctico. La ciencia relevante es producida en el mismo curso que persigue aportar soluciones a problemas definidos en el contexto de aplicación. Frecuentemente, tanto del lado de la oferta como del lado de la demanda, actúan diversos públicos, actores y organizaciones y por ello la producción del conocimiento puede producirse en una variedad de organizaciones e instituciones y no sólo en los clásicos laboratorios universitarios. Por eso, al caracterizar el “modo 2” se habla de un “conocimiento socialmente distribuido”. La naturaleza práctica y compleja de los problemas a emprender obliga a la superación del enfoque disciplinario y abre paso a la transdisciplinariedad, que es la forma privilegiada y atributo del conocimiento en el “modo 2”. El absolutismo y la arrogancia disciplinaria cede paso a un diálogo más abierto y participativo. De algún modo ello supone una cierta democratización, llamémosle interna. Como sabemos, las disciplinas científicas no representan solamente espacios cognitivos diferenciados sino también

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zonas que traducen intereses y distribuyen poder. El diálogo transdisciplinario es una forma de ejercicio comunicativo que para ser efectivo tiene que ser participativo y puede ayudar a superar las clásicas dicotomías entre “ciencias duras” y ciencias blandas”, ente otras denominaciones que apenas disimulan la arrogancia disciplinaria. Observemos que el atributo de la transdisciplinariedad, junto al objetivo aplicado del conocimiento, plantean problemas en términos de la legitimación del conocimiento. Si en el “modo 1” los practicantes de las disciplinas científicas, a través de la revisión por pares”, son los encargados de evaluar el conocimiento, el “modo 2” exige de otros procedimientos y criterios de legitimación que incorporen diversas estrategias comunicativas. Además de la diversidad de perspectivas intelectuales (trasdisciplinariedad) son relevantes los intereses sociales, económicos y políticos involucrados. Por ello el “modo 2” debe ser socialmente reflexivo. Cada vez un mayor número de grupos de interés están exigiendo una representación en la construcción de la agenda de investigación, en la toma de decisiones y la evaluación de resultados e impactos. La reflexibidad tiene que ver con que la “resolución de este tipo de problemas tiene que incorporar opciones para la aplicación de las soluciones, y estas afectarán inevitablemente a los valores y preferencias de diferentes individuos y grupos a los que se ha considerado tradicionalmente al margen del sistema científico y tecnológico” (ibid, p. 19). En las ciencias medioambientales y biomédicas pueden encontrarse ejemplos diversos de tales situaciones. El creciente interés por las aplicaciones marcha en paralelo con un alejamiento de la búsqueda de principios fundamentales y el avance hacia modos de investigación orientados a resultados contextualizados. Interesan cada vez más los procesos y sistemas concretos, lo que a su vez valoriza el papel del conocimiento tácito y la comprensión del contexto particular. Por todo ello la evaluación de la calidad en el “modo 2” desborda el clásico contexto de evaluación propio de la ciencia académica, centrada en la evaluación por pares. En resumen, los rasgos del “modo 2” incluyen: el conocimiento es producido en el contexto de su aplicación; el conocimiento se produce en una diversidad de organizaciones e instituciones; el control de la calidad incorpora racionalidades muy diversas (ambientales, políticas, morales, etc); la transdisciplinariedad se convierte en un estilo obligado de trabajo y el avance del conocimiento se acompaña en mayor medida de la reflexividad social. A los efectos de nuestro argumento, es posible concluir que todo lo relativo al énfasis en lo contextual, lo tácito, la reflexividad, la transdisciplinariedad y diversidad organizacional, los múltiples intereses y valores en juego en el “modo 2”, conducen a pensar en la necesidad de la “comunidad extendida de evaluadores” de la que se habló antes. No sólo los “expertos” sino también otras personas que tienen intereses y experiencia práctica son relevantes. Programas que exigen la intervención sobre ecosistemas, manejos de recursos naturales, etc pueden beneficiarse de una gama más

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amplia de miradas, experiencias e intereses que favorezcan mejores consensos. Es probable que ello ayude a producir conocimientos y tecnologías que promuevan la calidad ambiental, el manejo sustentable de los recursos humanos y el bienestar de los ciudadanos. Esta “lógica democrática” puede ser inaceptable para la “lógica tecnocrática”. Según Salomón (2001): “Los tecnócratas, los empresarios y algunos políticos prescindirían, si de ellos dependiera, de este barullo que permite que se expresen 'aquellos que no saben nada del tema' y compromete la realización de proyectos que son, a ojos de los técnicos, tan irrefutables como urgentes”. Pero según el mismo autor, el precio que deben pagar los decisores por la “lógica democrática” siempre será menor que el que habría que pagar por la falta de previsión y regulación. Conviene subrayar que la ampliación de los actores intervinientes en la definición de la agenda científica, en la gestión del conocimiento y en su evaluación no debe conducirnos a subvalorar el papel de los científicos, ingenieros, profesionales y expertos. Los cambios apuntan a que ellos permanecen como parte - sustancial sin duda - de la red de actores participantes. No sólo la competencia profesional, sino también la ética de los científicos será esencial en esta perspectiva. La “Declaración de Santo Domingo” (2000) determinó las responsabilidades de las comunidades de investigadores en los siguientes términos:

1. Contribuir, especialmente con el caso de problemas en los que están involucrados, a la presentación de alternativas sobre las cuales la ciudadanía pueda informarse y pronunciarse.

2. Tener en cuenta las opiniones de la sociedad y dialogar efectivamente con ella. 3. Luchar contra el entronizamiento de tecnocracias amparadas en conocimientos

científicos y tecnológicos, reales o supuestos. En paralelo a la democratización de la vida política debe marchar un proceso de democratización en el conocimiento. Tal democratización puede interpretarse en varios sentidos. Uno de ellos se refiere a la extensión de una educación de calidad a las masas. Otro, más cercano al argumento que desarrollamos, tiene que ver con la participación en la gestión y toma de decisiones. Conservando esta distinción - u otras posibles maneras de concebir la democratización del conocimiento - conviene insistir en su estrecho nexo. Sugerimos que la legitimación de los actores intervinientes en la gestión del conocimiento se vincula de algún modo a su pertinencia epistémica, a la capacidad del ejercicio de la racionalidad colectiva imprescindible para la comunicación entre los actores y el manejo de la probable tensión entre los argumentos en juego. Esto puede ejemplificarse con el caso de un debate sobre el manejo integrado de una zona costera que ha soportado en alto grado la degradación que el turismo hotelero y los cruceros puede generar. Mi observación participante en diálogos de esta

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naturaleza donde grupos organizados de la sociedad civil (ecologistas, pescadores, buzos), empresarios y representantes del poder público presentan sus argumentos y buscan respuestas a preguntas sobre las causas y consecuencias de los deterioros ambientales, me sugiere la conveniencia de acompañar la legitimidad de las diferentes perspectivas e intereses (“la zona costera es de todos”) con una capacidad comunicativa que la racionalidad fundada en la educación puede respaldar. La democracia no se reduce a contar con una educación extendida pero tal educación puede ser muy importante para el ejercicio democrático efectivo, no sólo formal (“que todos opinen”).

Pareciera que la educación, el aprendizaje colectivo, es fundamental en la valorización social del conocimiento, el impulso a la innovación en su acepción más amplia (técnica, institucional, organizativa, jurídica, etc) y la regulación social de las políticas en las cuales el conocimiento es un recurso fundamental69.

Recientemente los análisis del desarrollo han prestado atención a otro elemento que parece sustancial en lo que a participación ciudadana en la gestión del conocimiento se refiere. Se trata del concepto de “capital social”. “La idea de capital social nace del hecho de que el intercambio mutuo, la cooperación, la solidaridad y el colectivismo producen en conjunto efectos sinérgicos que no se pueden dar en sociedades totalmente individualistas” (Wagle, 2002). Al prestar atención a la dimensión ética del desarrollo, los analistas apuntan hacia un conjunto de valores (capacidad de asociatividad y cooperación, confianza interpersonal, conciencia cívica, entre otras) que expresan el capital social de que dispone una sociedad dada.

En otras palabras, no basta el “capital humano”, la calificación profesional y competencia de las personas, parece necesario algo que contribuya a la construcción de consensos e idearios compartidos: el capital social. Lo que puede aquí conjeturarse es que la gestión democrática del conocimiento y la ciencia, encuentra en el capital social un aliado imprescindible. En sociedades donde los valores de equidad y justicia social parecen ausentes y el “sálvese quien pueda” es la consigna dominante, difícilmente podemos esperar mucho en materia de gestión democrática del conocimiento y la tecnociencia.

69 Las posibilidades que ofrece la educación extendida a toda la población para la innovación puede ilustrarse con el caso de Cuba. El movimiento del Forum de Ciencia y Técnica, la Asociación de Innovadores y Racionalizadores, las Brigadas Técnicas Juveniles, entre otros movimientos sociales, muestran una amplia participación en la solución de problemas prácticos vinculados a todos los sectores de la sociedad cubana. Tales organizaciones actúan a modo de nexos tecnológicos entre, por un lado, la generación de la variación tecnocientifíca y, por otro, el contexto de difusión y apropiación social de la innovación. La identificación de los problemas a resolver, la búsqueda de soluciones y su implementación exigen de debates y concertaciones que desafían las actuaciones burocráticas y el tecnocratismo estrecho, ampliando la democracia (Núñez y López Cerezo, 2001).

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Como vemos, la gestión democrática del conocimiento y la ciencia encuentra su mejor fundamento y posibilidad de realización en una constelación de circunstancias ontológicas, epistemológicas, éticas, sociológicas que plantean problemas y obligan a desarrollar estrategias de búsqueda, debate y construcción de consensos diferentes a aquellos a los que la práctica tecnocientifica ha estado habituada. Democratización y “Nuevo contrato social de la ciencia” Como sabemos el “nuevo contrato social de la ciencia” fue el tema estrella (López Cerezo y Lujan, 2001) de la I Conferencia Mundial sobre la Ciencia en el siglo XXI. Este evento se celebró 20 años después de un encuentro análogo efectuado en Viena: la conferencia de las Naciones Unidad sobre Ciencia, tecnología y desarrollo del año 1979. Tanto la conferencia de Viena como la de Budapest abordaron -como era de esperar- el tema de la democratización de la ciencia. La primera, sobre todo, en un sentido específico: la urgencia de compartir el conocimiento, la ciencia y la tecnología a través de la cooperación internacional entre países desarrollados y subdesarrollados. El llamado de la comunidad internacional que entonces se desenvolvía dentro de un esquema bipolar y con cierto protagonismo de los países subdesarrollados organizados a través del movimiento de No alineados, consistió en un reclamo por la cooperación internacional en ciencia y tecnología. Aquella propuesta perseguía compartir el conocimiento y sus beneficios cuando ya se advertía la tendencia creciente a la polarización de la ciencia y la tecnología y la irreversibilidad de ese proceso. A su turno, la Conferencia de Budapest, abogó por un “debate democrático vigoroso sobre producción y aplicación del conocimiento científico”. La significación de este debate es mayor en el contexto del actual proceso de privatización del conocimiento que se viene impulsando a partir de los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio. Como mencionaré más adelante el proceso de privatización del conocimiento tiene consecuencias severas para la investigación científica y el disfrute de sus beneficios, sobre todo en los países subdesarrollados. Brevemente mostraré cómo el tema de la democratización estuvo presente en la conferencia de Budapest. Ello permite identificar el problema de la democratización como asunto de primordial interés en la agenda internacional sobre ciencia y tecnología. Ya mencioné el llamado al debate democrático sobre producción y aplicación del saber científico que realizó la Conferencia. Vale subrayar que este reclamo aparece en el mismo párrafo que alude a la necesidad de un mundo más equitativo, prospero y sostenible. En efecto, el problema de la distribución del conocimiento puede considerarse una variable clave en la lucha por la equidad y la sostenibilidad. Una muy tímida crítica social parece insinuarse en el párrafo 5 cuando se habla de la “desigual distribución de los beneficios derivados de la ciencia” cuya causa encuentra en

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las “asimetrías estructurales existentes” entre países, regiones, grupos sociales y sexos. Como señaló la conferencia “lo que distingue a los pobres (sean personas o países) de los ricos no es sólo que poseen menos bienes, sino que la mayoría de ellos está excluida de la creación y de los beneficios del saber científico” (p. 22). En el documento la ciencia se concibe como un “bien compartido solidariamente en beneficio de todos los pueblos”. El derecho a la educación, en particular la científica, se considera necesaria para la “plena realización del ser humano”. La práctica científica debe fundarse en un “amplio debate público” y los sistemas tradicionales y locales de conocimiento deben ser reconocidos. La conferencia subrayó que la práctica científica regulada por normas éticas apropiadas debe basarse en un amplio debate público. Problemas medulares como empleo, competitividad, justicia social, sostenibilidad, igualdad de géneros, en buena medida se vinculan a problemas de acceso al conocimiento, la ciencia y la educación. Los documentos de la conferencia reflejan interés por el problema de la distribución del conocimiento y el acceso a la educación científica. Cabe conjeturar que en efecto ese es uno de los temas relevantes de una agenda internacional, no solo científica, sino también política y social. De ahí que las tendencias vinculadas a la privatización y monopolización del conocimiento susciten preocupación. La conferencia aludió el asunto a través de la mención al problema de la propiedad intelectual y el acceso a la información. Al respeto la conferencia habló de promover “relaciones provechosas” entre la protección de los derechos de propiedad intelectual y la difusión de los conocimientos científicos lo que exige delimitar correctamente el ámbito, alcance y aplicación de tales derechos, atender las exigencias de los países en desarrollo y el derecho de los “propietarios del saber tradicional” (p. 29). En otras palabras, el monopolio del saber atenta contra derechos humanos fundamentales. En resumen, de algún modo la conferencia prestó atención a los problemas vinculados a la distribución inequitativa de conocimiento y la exclusión del saber científico y sus beneficios. Recordemos que sólo en América Latina y el Caribe más de 230 millones de personas caben en la definición de “pobres”. La democracia de la ciencia y la tecnología entendida como ejercicio de participación de la mayoría de las personas en su producción, difusión, aplicación, evaluación, en la construcción de su agenda, el acceso a los beneficios y el amplio debate sobre sus consecuencias, aparece así limitada no solo por el ejercicio tecnocrático o cientificista de su gestión sino por diferentes formas de exclusión social que polarizan riqueza y pobreza, saber e ignorancia. Definitivamente el temario de la democratización de la tecnociencia y la apropiación del saber aparece así directamente enlazado con el debate sobre la equidad y la justicia social. Democratización y política científica y tecnológica El problema de la Política científica y tecnológica, sus fines y objetivos es un asunto directamente vinculado a lo que antes llamamos los fines de la democratización. La pregunta es si los cursos actuales del desarrollo tecnocientífico atienden adecuadamente la problemática de la equidad y la justicia social.

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Consideraremos el asunto en dos planos. El primero de ellos se refiere a la siguiente cuestión: ¿están adecuadamente representados en las prioridades de política científica y tecnológica los problemas de salud, alimentación y otros que en su conjunto pudiéramos denominar “necesidades humanas básicas” de los países y grupos sociales que constituyen la mayoría planetaria. Para captar la significación de esta pregunta recordemos que una característica esencial del actual proceso globalizador es su tendencia a polarizar riqueza y pobreza. Según la ONU (1999) el capital de las tres personas más ricas es mayor que el PIB de los 48 países menos desarrollados. El 1 % más rico de la población mundial recibió el mismo ingreso que el 57 % más pobre. El 20 % más rico tiene el 93 % de internet. En síntesis, cuando nos interrogamos sobre la presencia de las necesidades humanas básicas de los países y grupos sociales más desfavorecidos en las agendas de política científica y tecnológica, estamos preguntando cómo se reflejan en ellos las necesidades de la mayoría absoluta del planeta. El segundo plano que propongo observar es el de la apropiación del conocimiento: ¿a quien pertenece el conocimiento? Durante mucho tiempo el conocimiento se consideró un bien público. El ethos mertoniano, en particular la norma del comunitarismo aprecia la ciencia como un producto de la colaboración social y estima que sus hallazgos son asignados a la comunidad; el derecho del productor individual queda limitado al reconocimiento por la aportación. Todo parece indicar que ese ethos ha sido sometido a una gran tensión o simplemente ha sido barrido por el proceso de privatización del conocimiento que tiene hoy lugar. En la medida en que las empresas, en particular las grandes corporaciones multinacionales toman la batuta del desarrollo científico y tecnológico, tal proceso privatizador tiende a profundizarse. A mi juicio los dos planos mencionados son totalmente pertinentes para un debate sobre la democratización de la ciencia, al menos en lo que toca a los fines de esa democratización. Antes de comentarlos, es conveniente volver brevemente a las dos imágenes de la ciencia que consideramos antes. Toda la evidencia empírica indica que se profundiza el proceso de polarización del conocimiento, la ciencia y la tecnología (Papón y Barré, 1996). Ese proceso de concentración y exclusión genera dudas sobre sus consecuencias para la democratización de la ciencia. Sin embargo, si aceptamos la primera de las imágenes de la ciencia que ya mencionamos, en particular el concepto de que la ciencia es movida por la búsqueda de la verdad y las trayectorias tecnocientificas se ajustan a una lógica autónoma e inexorable, entonces resultará que la polarización mencionada es también una consecuencia “natural” del desarrollo científico. Más aún, si apreciamos el desarrollo científico de ese modo, podríamos esperar que el desarrollo científico contuviera “en si mismo” la posibilidad de una distribución más equitativa. Varios analistas de la mitad del siglo XX creyeron en

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algo así. En su argumento sobre las “dos culturas” C. P Snow (1977) habló de la posibilidad de contar en el futuro con profesionales de los países industrializados que generosamente ayudaran al desarrollo científico de los países en desarrollo. Esto recuerda a las actuales teorias sobre el “normadismo científico” (Meyer, 2001) pero operando en una dirección contraria al proceso real descrito por esa teoría, proceso que conduce a la descapitalización científica de la “periferia”. D. S Price (1973) fue aún más optimista. Obviando la trama social y las redes de actores que determinan el desarrollo tecnocientifico llegó a pronosticar para fines del siglo XX una nivelación de fuerzas en la carrera científica iniciada siglos atrás entre Europa, Asia, Africa y demás regiones del planeta. Aquel optimismo fracasó y con él cualquier intento de pensar el desarrollo de la ciencia aislado de los contextos sociales que lo explican. Más certero fue el diagnóstico de Ch. Morazé (1979), según el cual la ciencia opera como factor de desigualdad y las ideas de Larbi Bouguerra (1993) según el cual la investigación está operando contra el Tercer Mundo. En esa primera imagen el debate sobre la democratización se concentraría nuevamente, en la atención al ethos mertoniano, en particular la norma del universalismo que excluye a través de la democracia, cualquier sesgo de raza, sexo, posición social u otra, garantizando así la defensa de la verdad científica. Esa verdad, en su aplicación, garantizaría el bienestar humano. Según creo la segunda imagen, la que interpreta el desarrollo tecnocientifico como un proceso social conectado a actores e interés, es más próxima a la realidad. Desde esta perspectiva habría que explorar las fuerzas que condicionan las actuales trayectorias tecnocientificas. En otras palabras, identificar los factores determinantes de las políticas científicas y tecnológicas (PCT) y sobre esa base preguntarnos cómo se ven representadas en sus agendas las necesidades humanas básicas de la mayoría planetaria. En principio la razón de la PCT es generar conocimiento y transformarlo en producción que atienda necesidades socioeconómicas, militares o de otro tipo. Pero las necesidades son muy variables. Las hay urgentes, básicas y las hay superfluas, sofisticadas. Incluso las hay mezquinas, por ejemplo, si un grupo se dedica a producir armas biológicas para intimidar o matar a otros. Todo depende de los patrones de consumo e intereses de grupos sociales y países. Para desentrañar el mecanismo que moviliza la PCT, Dagnino (1997) propone los conceptos de “tejido de relaciones” y “campos de relevancia”. Veamos sus argumentos. En los países desarrollados existe un “tejido de relaciones” en el que se vinculan actores tales como el Estado, las empresas, la comunidad de investigación, entre otros. En el interior de ese tejido tiene lugar un proceso de influencias reciprocas entre esos actores. En ese “caldo de cultivo” encontramos valores e intereses económicos y políticos de los

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actores que establecen prioridades de investigación. Es así como se determinan los “campos de relevancia”, es decir, áreas–problema en que se aplicarán los investigadores. En el accionar de ese tejido de relaciones se van definiendo las políticas y decidiendo la asignación de recursos que definen los campos de relevancia. Las tendencias de investigación, el peso específico de las diferentes áreas de investigación, las prioridades y aún los criterios de calidad, aquello que se juzgará como relevante, aceptable, etc. son un resultado del mecanismo descrito y de ningún modo fruto de una trayectoria inexorable de búsqueda de la verdad. Como vemos, prioridades, resultados, criterios de calidad, se revelan en esta perspectiva como “construcciones sociales”. Los países más desarrollados disponen de la mayor parte de la capacidad científica y tecnológica. Su población se caracteriza por un nivel de vida bastante alto y una distribución del ingreso más razonable que lo observable en los países subdesarrollados. Se trata de un mercado que reclama la satisfacción de demandas de creciente sofisticación. Los sectores productivos que satisfacen tales demandas son los que concentran la mayor parte de los recursos de I + D. Los productos tecnológicos que resultan de tales trayectorias primero son consumidos por los sectores de mayores ingresos y más tarde difundidos a una buena parte de la población. En síntesis, resulta que la exploración de la frontera del conocimiento científico y tecnológico está orientada por las demandas de la élite de poder de los países más ricos, cuyos perfiles de consumo tienen un peso específico mayor en la determinación de los campos de relevancia. Esto es lo que determina lo que Naciones Unidas ha observado: “al definir agendas de investigación, y en las discusiones sobre el dinero, los productos cosméticos innecesarios y los tomates de maduración lenta, van más arriba en la lista que los cultivos resistentes a la sequía o una vacuna contra la malaria” (ONU, 1999, p. 6) Commoner (1998) ha contado como Genentech se negó a producir la vacuna contra la malaria que con financiamiento de la Organización Mundial de la Salud había investigado la Universidad de Nueva York. Genentech exigió los derechos de la vacuna en exclusiva aludiendo que debía considerar los beneficios y la estrategia comercial de la empresa. El mismo autor menciona que en la industria biotecnológica el 62% de las empresas fabrican productos farmacéuticos y la mayoría presta más interés a la diagnosis que a los tratamientos médicos; ¿obedecerá esto a algún singular consenso fruto de la racionalidad médica?, se pregunta Commoner, y concluye: el número de personas que reclaman diagnósticos es mayor que el que se somete a tratamiento: el mercado de productos para diagnosis es mucho mayor que el mercado de productos para tratamientos. Es la racionalidad económica la que domina absolutamente la orientación de la investigación.

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La Organización Mundial de la Salud y la organización médicos sin fronteras han denunciado situaciones análogas. Menos del 10 % de los gastos globales de investigación en áreas de salud son dirigidas al 90 % de los problemas globales de enfermedades. Los grandes laboratorios invierten poco en investigar la tuberculosis que afecta a 16 millones de personas en el mundo y se estima que de no descubrirse una droga adecuada morirán 35 millones de personas hacia el 2020. Hoy un tratamiento puede costar 20 mil dólares. Desde 1975 se han descubierto algo más de 1223 drogas nuevas pero apenas 13 combaten enfermedades tropicales y de ellos 5 son de medicina veterinaria. Dermatología, calvicie, obesidad, impotencia reciben mucho más dinero que enfermedades que afecciones que generan mayor morbilidad y mortalidad. Se conoce que la industria farmacéutica gasta mucho dinero en investigaciones que persiguen demostrar que los remedios que venden no tienen efectos colaterales. En términos del debate democrático que nos interesa cabe preguntarse si puede considerarse democrático un desarrollo científico u tecnológico que privilegia los intereses del 20 % de la población mundial a la cual se estima como “ganadora” en el actual proceso de globalización y obvia las urgencias del 80 % restante. Es obvio que esas prioridades no resultan de un debate democrático, abierto al escrutinio público, cuya racionalidad tomen en cuenta los intereses humanos soslayados. En lugar de esto opera un mecanismo donde la palabra democracia está ausente o su lugar la toman los conceptos prioritarios de innovación, ganancia, competitividad, ventanas de oportunidades, lucro, privatización, entre otros. Es el contexto que define la globalización neoliberal (“imperialismo neo-mercantilista”, según Petras; “mercantilismo de las corporaciones” según Chomsky) liderada por la alianza entre un grupo de estados y algunos centenares de corporaciones transnacionales. Esos actores definen el verdadero sujeto –mundo del proceso globalizador (Chomsky y Dietrich, 1997). La cultura de la utilidad y el lucro que prevalece en la actual globalización posterga el verdadero debate político sobre ciencia y tecnología, sustituyéndolo por la atención a la gestión, concebida esta desde una perspectiva estrechamente económica (Albornoz, 1997). La razón de mercado se convierte en el nuevo Leviatán del orden social. Los destinos de la sociedad son subordinados a las demandas de los que pueden ser clientes. El debate político debería desplazar la lógica tecnocrática y economicista, restituyendo la pregunta esencial:¿Qué ciencia y qué tecnología para qué sociedad?. Como indica Albornoz esa pregunta debe ser objeto de una discusión pluralista: “La ciencia y la tecnología deben hacerse visibles para la sociedad civil en su conjunto como algo que afecta sus opciones posibles.... todos los actores sociales tienen derecho a participar, dejando de lado los hegemonismos y los tabúes. El consenso que permita construir la PCT demanda la discusión de los medios para implementar dicha política, pero sobre todo, de los objetivos y los fines” (p. 115).

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Para los países de América Latina, sobre todo aquellos que han creado capacidades científicas y tecnológicas de cierta importancia, el problema enunciado es de la mayor importancia. En América Latina el “tejido de relaciones”, la determinación de “campos de relevancia” y el establecimiento de criterios de calidad opera de modo diferente a los países desarrollados. Las comunidades científicas están más vinculadas a sus homólogos de los países centrales que a los aparatos productivos instalados en sus países. Un conjunto de obstáculos estructurales (relativos al modelo socioeconómico) e institucionales (relativos a la PCT desarrollada) disocian la investigación de la creación de bienes y servicios. Las políticas más recientes orientadas a crear sistemas nacionales de innovación” han ido acompañada de pautas de financiamiento de la investigación que pretenden su articulación al mundo empresarial (Licha, 1997) pero rara vez las agendas reflejan los intereses de los sectores más desfavorecidos. Como la distribución de la renta es tan desigual, estos sectores no suelen beneficiarse de la innovación local, también orientada al consumo de los sectores de mayores ingresos. La alternativa tendría que surgir de un movimiento social más profundo que instale una verdadera “democracia económica” (Dagnino, 2002) donde el modelo económico se oriente prioritariamente a atender las necesidades del conjunto de la población: necesidades de alimentación, vivienda, salud, transporte, educación, es decir, las necesidades humanas básicas de las que hablamos antes. Para ello habrá que construir otras trayectorias tecnocientificas, otro patrón de producción de conocimiento. Como consecuencia se abrirían nuevas posibilidades en la exploración de la frontera científico tecnológica70. 70 Una dinámica científica y tecnológica que atienda las necesidades de la mayoría no implica ciencia de segundo orden. Tampoco es verdad que la iniciativa privada sea la garante de un proceso innovador impetuoso tal y como asegura la ola privatizadora más reciente. Finalmente no es cierto que el modelo de política centrado en la oferta de conocimientos por la comunidad científica haya agotado sus posibilidades, sobre todo en países donde la demanda envía señales escasamente audibles al sector científico. A modo de ejemplo de estas negaciones propongo la industria biotecnológica de Cuba. Su base está en la oferta de conocimientos por una comunidad científica identificada con el liderazgo político y el proyecto social, la propiedad de esa industria es estatal y su eficiencia la demuestran los otorgamientos de más de cientos de patentes y la transferencia de tecnología no solo a países del Sur (India, Brasil, etc) sino también a países del Norte (Canadá, Europa, etc). Es una industria muy avanzada que descansa en una base científica de muy alto nivel capaz de abrir “ventanas de oportunidad” en la inserción internacional de la economía cubana, a la vez que garantiza la elevación de la calidad de los servicios médicos y las opciones alimentarias que se ofrecen a la totalidad de la población.

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Desde luego que nada de esto puede ocurrir en presencia de un Estado omiso, representante exclusivo de las clases privilegiadas. Tampoco es posible sin revisar los dogmas del “Pensamiento Único”, ideología dominante en materia de política económica. La democratización económica y las nuevas exploraciones tecnocientificas que la acompañen son indisociables de posturas políticas distintas a las que hasta hoy son hegemónicas. Por eso tiene razón Albornoz cuando dice que la auténtica innovación tecnológica exige de la innovación social que apunte hacia modelos sociales alternativos más justos, equitativos y democráticos La democratización de la ciencia se expresaría aquí en su sentido esencial: como procesos de producción, distribución, adaptación y aplicación de conocimientos que favorecen la ampliación del conjunto de seres humanos que se benefician directamente de sus avances; como expansión del acceso a la ciencia como bien cultural y como auténtico control social sobre su orientación y usos, tal y como proclamó la “Declaración de Santo Domingo”. Democratización y apropiación privada del conocimiento De inmediato trataré de argumentar que está en curso un proceso galopante de apropiación privada del conocimiento, sobre todo por parte de grandes corporaciones, que parece contradecir lo sugerido en la Conferencia Mundial. Un problema básico es el de la apropiación del conocimiento: ¿a quién pertenece lo que se produce? ¿A quien sirve?. El capitalismo ha reaccionado a la transformación del conocimiento en un medio de producción creando mecanismos de privatización del conocimiento. Entre esos mecanismos están (Lage, 2001):

a) Reforzamiento de los derechos de propiedad intelectual. b) Desplazamiento del financiamiento/ejecución de las investigaciones hacia el

sector empresarial privado. c) Flujo selectivo de personal calificado.

Comentaremos brevemente los puntos anteriores. La imposición universal de la protección de la propiedad intelectual (mediante los derechos de patentes y otros instrumentos) formó parte de los acuerdos de la última ronda de negociaciones del GATT (Acuerdo general de comercio y aranceles) que dio lugar a la Organización Mundial del Comercio en 1995, después de un intenso “lobby” corporativo. En realidad el ciclo de revisión de la propiedad intelectual comenzó en 1976 con la revisión del derecho autoral (Copyright Act) en los Estados Unidos. Con la regulación precedente la producción y venta de medicamentos y vacunas era libre en la mayoría de

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los países, limitada sólo por los necesarios requisitos de calidad, pero no por el acceso al conocimiento.71 Los TRIPS (derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio) constituyen el principal tratado internacional para determinar los derechos de propiedad intelectual que incluye patentes, derechos autorales y marcas. Hay una relación directa entre el proceso de globalización y el control del conocimiento. El conocimiento es monopolizado en favor del lucro privado y condicionado por el mercado de consumidores ricos. La alternativa sería mantener el conocimiento bajo el dominio público y usarlo para combatir la pobreza, el hambre y las enfermedades. A partir de 1995 el acuerdo sobre los TRIPS se convirtió en el tercer pilar del régimen mundial del comercio. La construcción de un sistema mundial de propiedad intelectual permite hacer valer en todo el mundo lo que es patentado en un determinado lugar. Tradicionalmente las leyes de propiedad intelectual se apoyan en el principio de soberanía nacional. El “sistema mundial” anulará esa posibilidad. Hasta ahora los productos de la naturaleza no eran patentables y muchos países habían optado por no reconocer patentes sobre alimentos, medicinas, etc. el sistema judicial de Estados Unidos dio un giro en esa doctrina: si la acción del hombre interviene de algún modo, si es posible patentar. La distinción ente “descubrimiento” e “invención”, fundamento del sistema de patentes, ha sido eliminado. Diferentes formas de vida e incluso una posible función para una secuencia de ADN pueden ser consideradas “invenciones” propiedad de quien la reclame (Gallopin, 2001) Las “biopatentes” garantizan así la propiedad del material genético y la lucha por apropiarse del mismo es intensa. Para ello se implementa un enorme esfuerzo de bioprospección y biopatentamientos a través del cual se produce el proceso de apropiación de esa riqueza, ahora considerada estratégica. En la búsqueda, recolección, compra (y robo), patentamiento de la diversidad biológica, participan “redes de actores”: corporaciones multinacionales, Estados (del centro y la periferia), institutos de investigación, fuerzas militares entre otras. Los “proyectos de conservación y desarrollo sustentable”, la creación de “corredores biológicos” suelen incorporar tales tipos de actividades (Delgado, 2001) Las patentes son hoy parte de la teología neoliberal; ahora el conocimiento puede apropiarse, comprarse y venderse. Es el caso de algunos medicamentos esenciales como los del SIDA. Antes de los TRIPS, países como China, Egipto o India concedían y reconocían patentes de procedimientos farmacéuticos pero no de productos finales, lo que permitió la fabricación de medicamentos genéricos. En Paquistán, que aceptaba las patentes de productos, los precios eran 13 veces mayores. Es probable que estas medidas excluyan a muchas personas de productos esenciales como medicinas, semillas, materiales educativos, entre otros. Conducirán también a

71 Ver Phillippe Quéau, A quem pertence o conhecimento? En www.nepet.ufsc.br

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profundizar la brecha tecnológica y aumentar el flujo de recursos financieros de los países en desarrollo a los industrializados. Aparentemente se olvida que mientras los países en desarrollo son presionados para introducir leyes de protección de los derechos de propiedad intelectual de las corporaciones privadas, muchos países industrializados se desarrollaron pirateando productos y tecnología fuera de sus fronteras geográficas. Con las reglas que prescriben los TRIPS las actividades de I+D se orientarán cada vez más al mercado de consumidores ricos y menos a las necesidades básicas de personas pobres. Con las reglas establecidas, los TRIPS van a limitar las capacidades de los países pobres para innovar y participar efectivamente en los mercados globales, así como sus posibilidades de imitar y adaptar nuevas tecnologías. Más aún, la propia investigación científica puede verse afectada. Hay evidencias de que la privatización puede encarecer los costos de la investigación. Si cualquier conocimiento o información que pueda ser necesario para el progreso de una búsqueda científica debe ser pagado, esto terminará por limitar la investigación. La privatización del conocimiento pone límites a la circulación y recombinación del conocimiento (Lage, 2000).72 De igual modo, al reducirse la cantidad de países y grupos que pueden participar en la investigación se reducirá la diversidad cultural, orientaciones e intereses que animan las búsquedas científicas (Lage, 1995). Los TRIPS están incentivando la piratería de recursos biológicos y de conocimiento de los agricultores e indígenas en países en desarrollo. Todas estas medidas que afectan billones de personas se han introducido con un mínimo de debate público.73 A través de la ingeniería genética y la biotecnología se está produciendo un proceso de mercantilización de formas de vida. Hay una relación clara entre seres vivos y mercados capitalistas: esa es la base de la investigación en biotecnología. Más del 90% de la investigación en Ingeniería genética y biotecnología se realiza en EUA, Europa y Japón y 2/3 corresponde a empresas privadas. Los laboratorios públicos hacen frecuentemente investigación básica y nutren la industria privada. Se está produciendo una continua privatización del conocimiento, lo cual implica la apropiación del conocimiento colectivo por grandes compañías (Durán y Riechmann, 1998).

72 El Journal of the American Medical Association ha publicado una encuesta realizada por Eric G. Campbell de la Facultad de Medicina de Harvard a genetistas y otros biólogos para analizar la naturaleza, extensión y consecuencias de la ocultación de datos en al investigación genética. Entre otros datos, la encuesta revela que al negárseles el acceso a los datos, más de la cuarta parte de los genetistas no pueden confirmar una investigación publicada y la quinta parte abandona una línea de investigación prometedora. EL País, 29.01.2002, España. 73 Ver Phillippe Quéau, A quem pertence o conhecimento? En www.nepet.ufsc.br

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Philippe Quéau, Director de la División de Informática de la UNESCO, ha indicado claramente cómo el tema de la evolución del derecho de propiedad intelectual es mucho más que un problema técnico; es, sobre todo, un problema político. Ciertos “lobbies" han conseguido una prolongación de la duración de los derechos, la creación de nuevos derechos de propiedad intelectual, la limitación de las excepciones legales y otros cambios legales que favorecen sus intereses. Algunos ejemplos ilustran esto: en 1985 todos los datos del programa público de observación de la tierra por satélite Lanstad fueron concedidos a Eopsat, una asociada de General Motors y General Electric. El resultado es que el acceso a los datos devino 20 veces más caro. Esas informaciones se habían obtenido con dinero público y las beneficiadas fueron las empresas petroleras. Todo esto va a remodelar la correlación de fuerzas entre los estados y grupos sociales que detentan la propiedad intelectual y los que quedan marginados de ella. El "bien común" o como dice el autor: "La justicia social mundial" (observemos que Friedrich Hayek considera la justicia social una “superstición cuasi religiosa”) pierde ante los intereses particulares. Es más ventajoso para la humanidad dejar circular libremente la información que restringir esa circulación. De paso esa restricción afecta la propia investigación científica y la creatividad, como ya mencioné. El propio Quéau recuerda que una reunión de la Comisión Europea (1999) sobre los TRIPS identificó como "problema estratégico" la posible resistencia de los países en desarrollo a tales regulaciones, insistiendo en que “debe evitarse ese intento, a fin de preservar los intereses de todas las partes”. Es obvio que asistimos a un cambio importante en la propiedad sobre los resultados de la investigación científica. La tendencia favorece a las empresas privadas, sobre todo a las multinacionales y transnacionales, la mayoría de ellas situadas en la tríada Estados Unidos, Europa y Japón. La lógica que conduce el comportamiento de estas empresas es la ganancia y resulta difícil imaginar que esos beneficios se extiendan a los grupos humanos que la globalización margina. Por último cabe mencionar el flujo selectivo de personal calificado. Se trata de un drenaje masivo que significa un aporte financiero notable que hacen los pobres a los ricos y que es mucho mayor que la "ayuda oficial al desarrollo". En la teoría clásica a este fenómeno se le denominó “robo de cerebros” y se le contempló como fenómeno esencialmente económico. Hoy se habla de una “teoría del nomadismo científico” que estudia la multitud de factores que lo genera, los efectos que produce y las posibles estrategias para enfrentar los procesos migratorios propios de las comunidades académicas. (Meyer, J et. al. 2001). Denominaciones aparte, el flujo migratorio sigue siendo devastador para los países subdesarrollados. Así, por ejemplo, se estima que entre el 40 y el 60 % de todos los investigadores argentinos, chilenos, colombianos y peruanos viven y trabajan fuera de sus países (Arocena y Sutz, 2001, p. 230).

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El riesgo de que la Ciencia y la Tecnología operen en el sentido de la ampliación de las desigualdades y las contradicciones de nuestra época y no en el sentido de su solución, es un riesgo real. Según creo este es uno de los desafíos mayores de la democratización de la ciencia. Consideraciones finales En este documento he tratado de subrayar la idea según la cual es preciso avanzar en el proceso de democratización de la ciencia. Existen fuertes argumentos ontológicos, epistemológicos, metodológicos y éticos que así lo determinan. Debe resultar claro también que desde mi perspectiva los grandes desafíos de la democratización se refieren a la posibilidad de producir una ciencia más orientada a las razones que dicta la justicia y la equidad social. Ello es parte esencial del debate sobre el “nuevo contrato social” que no deberíamos dar por concluido. Referencias Albornoz, M (1997): “La política científica y tecnológica en América Latina frente al desafío del pensamiento único”, Redes, Universidad Nacional de Quilmas, pp 95-115.

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Tema 2: Las imágenes de la ciencia y la tecnología: Acentuando la perspectiva social en ciencia y tecnología

Tratando de conectar las dos culturas Jorge Núñez Jover En este documento se introduce el tema de las Dos Culturas, enunciado por C.P. Snow casi cinco décadas atrás. Como argumento a la tesis de que la Ciencia y la Tecnología son procesos sociales, se presentan las claves que permiten comprender los procesos que explican la institucionalización de la ciencia moderna y la evolución de sus sucesivas formas institucionales. Con el mismo fin se exploran las principales tendencias sociales del desarrollo científico y tecnológico contemporáneo. Una tesis para discutir. Voy a comenzar con una tesis que a primera vista puede parecer fuerte: los practicantes de las ciencias técnicas, naturales y médicas, por diversas razones, y aún sin saberlo, están tan necesitados de las ciencias sociales como de aquellas disciplinas científicas y técnicas que pueblan los planes de estudio de pre y posgrado en que se forman. Esta afirmación, sin embargo, dista de ser obvia; tropieza con la percepción cotidiana, casi unánimemente compartida por estudiantes, profesores y especialistas, que acepta una “división del trabajo científico” que aísla no sólo las ciencias naturales y técnicas de las sociales, sino también las diferentes ciencias que constituyen esos campos, por ejemplo la Química de la Biología, la Ciencia Química de la Ingeniería Química y de otro lado, la Filosofía de la Sociología y ésta de la Psicología y así sucesivamente. Esas separaciones están bien afirmadas en el orden institucional vigente: Se estudian en carreras y posgrados separados, a veces situados en centros universitarios diferentes. La figura del especialista y las especializaciones científicas son un producto de la modernidad. Hace menos de 300 años a los cultivadores del saber se les llamaba Filósofos Naturales. En inglés la palabra “científico”, utilizada para designar una profesión, no apareció sino hacia la década del 30 del siglo XIX. Incluso el título de PhD que acreditaba la preparación académica para la investigación se traduce literalmente como doctor en filosofía, lo que alude a persona de elevada sabiduría. Sin embargo, lo cierto es que el desarrollo de las especialidades, proceso indudable de la evolución del conocimiento y la práctica científica, conduce con frecuencia a una ignorancia no desestimable en todo aquello en lo que no se es especialista, perfil que, por lo demás, es cada vez más estrecho. Surge así una paradoja: el desarrollo del conocimiento puede conducir a grandes zonas de ignorancia y el especialista puede ser un gran conocedor de casi nada y un ignorante de casi todo. Especialmente profundo es el abismo que separa

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las ciencias sociales y las humanidades de las ciencias naturales, técnicas y médicas. C.P. Snow (1977) en un trabajo ya clásico, Las Dos Culturas, denunciaba desde los años 50 la fractura introducida en la cultura contemporánea en dos territorios distantes: ciencias a un lado y humanidades a otro. El resultado de esa escisión es el empobrecimiento que experimentan los campos situados en uno y otro lado de la brecha. Veamos con mas detenimiento su planteamiento. En Cambridge mayo de 1959,C.P. Snow, científico de formación y escritor por vocación, pronunció una conferencia donde acuñó una noción sobre la cual volverían luego, una y otra vez, estudiosos de la cultura y la educación para identificar a través de ella lo que muchos consideran una grave deformación de la cultura contemporánea.

Con la expresión “Las dos culturas”, Snow se refirió al proceso de cristalización de dos ambientes intelectuales crecientemente escindidos e incomunicados: de un lado lo que él llama “la cultura tradicional” donde incluye preferentemente a los “literatos” y de otro a los científicos, puros y aplicados, e ingenieros. Según Snow, los primeros muestran un escaso interés y un profundo desconocimiento de los avances científicos, o más exactamente, de la Revolución Científica e Industrial que tenía lugar desde fines del siglo XIX e inicios del siglo XX; los “científicos” por su parte, prestan escasa atención a la cultura humanista e incluso la miran con desdén. Las raíces de esa escisión cultural Snow cree encontrarlas en el sistema educativo, responsable de la formación unilateral de los estudiantes. Las consecuencias las sitúa, sobre todo, en la incapacidad de asumir una actitud inteligente ante las grandes transformaciones tecnocientíficas de nuestro siglo y la dificultad para estimar suficientemente sus impactos sociales. Al hacer estas observaciones Snow pensaba sobre todo en Inglaterra. Le preocupaba que esas escisiones culturales debilitaran la visión estratégica del país, su capacidad de estar a la altura de otras naciones, sobre todo Estados Unidos y la Unión Soviética, y alertaba sobre la mejor adecuación de los sistemas educativos de esos países a la nueva realidad a la que se abría el siglo XX. Snow hablaba desde el país que lideró la Revolución Científica y la Revolución Industrial en los siglos XVII y XVIII pero cuya capacidad educativa y cultural, según su opinión, se distanciaba de las exigencias del siglo en curso. La otra obsesión de Snow eran los “países pobres”. Para él, el acceso a la riqueza y al bienestar pasaba por incorporarse a los avances científicos e industriales. La “gran brecha abierta entre ricos y pobres” es a su juicio una de “las tres amenazas que se ciernen en nuestro horizonte”, en tanto las otras dos son “la guerra nuclear y la superpoblación”. Lo que ocurre es que la cultura occidental, dividida, no puede calibrar el alcance de esos desafíos ni actuar en consecuencia. Situado en la quinta década del siglo, Snow advierte sobre la necesidad de ayudar a los países pobres. Cree que éstos pueden aprender rápidamente el manejo de la ciencia y la tecnología; en sus palabras, "el

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arte de hacerse rico”. Llama entonces a Estados Unidos y a la URSS a ofrecer lo que los países pobres necesitan: capital y hombres. Estos últimos “científicos e ingenieros competentes con la suficiente capacidad de adaptación para dedicar a la industrialización de un país extranjero lo menos diez años de su vida" (p.57).

Esta última observación conduce de nuevo al desafío de “Las dos culturas”: “Estos hombres, que todavía no poseemos, tienen que ser formados no sólo en términos científicos, sino también en términos humanos” (p.58). La conferencia de S.P. Snow fue leída hace 40 años, y se publicó en forma de folleto en rústica al día siguiente de ser pronunciada. Desde el inicio fue objeto de alguna atención editorial, aunque en los primeros meses se le hicieron pocas reseñas. Al cabo de un año, sin embargo, se había acumulado una verdadera inundación de artículos, referencias, cartas, críticas y elogios, procedentes de los más diversos países. Todas las expectativas de Snow habían sido desbordadas. Desde entonces la expresión “Las dos culturas” y la denuncia de la escisión e incomunicación entre ellas ha sido una y otra vez discutida. Frente a estas dicotomías identificadas por Snow me parece más apropiado una mirada que refuerce una visión integradora de la cultura. Sugiero que esto puede ser especialmente importante en las universidades. Este razonamiento conduce a la idea de que hay que conectar ciencias y humanidades. Sin embargo, el éxito de esa empresa dependerá en gran medida del punto de partida del cual se parta para entender la ciencia y la tecnología. Si, por ejemplo, por ciencia entendemos un conocimiento probado, expresado en leyes inmutables y trasmitido en un lenguaje esotérico e hiperespecializado, es difícil encontrar un camino fértil para la exploración humanística de la ciencia. Mi punto de partida será otro. Según creo, la ciencia y la tecnología son, ante todo, procesos sociales. Estimo que comprender esto es muy importante para la educación de las personas en la llamada “sociedad del conocimiento”, "sociedad tecnológica" o cualquier otra denominación, siempre simplificadora, que se prefiera. Para argumentar ese tema me colocaré en una perspectiva histórica. La consideración de algunos casos particulares y las consecuentes generalizaciones pueden ilustrar mi punto de vista. Ciencia, tecnología y sociedad: claves para su comprensión histórica. En el corazón de la civilización contemporánea está la moderna tecnología y esa tecnología es ciencio intensiva. (Núñez, 1994). El desarrollo tecnológico está alterándolo todo, desde lo económico y lo político hasta lo psicosocial, la vida íntima de las personas, los patrones de consumo, la reproducción humana, la extensión de la vida y sus límites con la muerte. La tecnología lo invade todo en el mundo contemporáneo. Tal

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omnipresencia es un resultado histórico tras el cual se revelan varios procesos sociales relevantes que explican el estatuto social actual de la ciencia y la tecnología. Esos procesos sociales son:

1. La Revolución Científica de los siglos XVI y XVII que dio origen a la ciencia moderna y desencadenó procesos de institucionalización y profesionalización de la práctica científica, así como desarrollos conceptuales y metodológicos que tendrían notables efectos sobre la ciencia y su relación con la sociedad en los tres siglos siguientes.

2. Las revoluciones industriales y los profundos cambios tecnológicos que las acompañan. Cambios que conducen a una aproximación creciente con la ciencia hasta confundirse ambos en la segunda mitad del Siglo XX a través de la Revolución Científica y Tecnológica. El paradigma tecnológico que se desenvuelve en las tres últimas décadas ha sido especialmente intensivo en el consumo de conocimientos e impactante en términos de su alcance social.

3. El ascenso del capitalismo y su dominio planetario, afirmado luego de la crisis del socialismo europeo. La consolidación de la ciencia moderna y del capitalismo son dos procesos históricamente paralelos e interconectados como se mostrará más adelante. La mundialización del capitalismo es un proceso asociado no sólo a las fuerzas productivas y las relaciones de producción que le proporcionan su fundamento, sino a las pautas de consumo que él promueve y a los modelos de desarrollo que preconiza, a los cuales atribuye una universalidad que sus apologetas consideran imposible de contestar.

4. El surgimiento, afirmación y crisis del sistema mundial del socialismo. Tanto por sus esfuerzos y éxitos en el campo de la ciencia y la tecnología, como por las respuestas que sus avances demandaron del capitalismo en el contexto de la guerra fría, la existencia del socialismo ha sido un hecho social fundamental para explicar el desarrollo científico y tecnológico de este siglo.

5. La fractura planetaria entre países desarrollados y países subdesarrollados. La riqueza mundial está sumamente concentrada en un grupo de países lo que les proporciona un enorme poder en las relaciones internacionales. Ese poder se apoya en el dominio de la ciencia y tecnología, aún más concentradas que la riqueza. Esa polarización tiene consecuencias enormes para cualquier país que intente desarrollar ciencia y tecnología.

Los procesos mencionados nos remiten a los acontecimientos europeos que transcurren fundamentalmente entre los siglos XV y XIX. En ese plazo se desenvuelven en Europa tres grandes procesos revolucionarios crecientemente interconectados: La Revolución

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Burguesa, la Revolución Científica y la Revolución Industrial (Furtado, 1979). Comentemos algunas de sus consecuencias.

El ascenso de la burguesía significó la promoción de una clase urgida de acelerar el proceso de acumulación en las fuerzas productivas, generadora de la racionalidad instrumental orientada a la acumulación y necesitada de borrar la cultura y la ideología que cristalizó el medioevo.

Dos ejemplos pueden ilustrar este proceso. El primero es extraído de la explicación que sobre la obra de Galileo ofrece Pierre Thuillier (1989). Según éste, Galileo nació en un momento peculiar de la sociedad europea, donde se destacaba la presencia de muchos banqueros, ingenieros, empresarios; Europa se había vuelto realista, racionalista. A partir del siglo XIII, sobre todo XIV y XV, de agrícola pasó a urbana e ingresó en el capitalismo. En ese proceso surgió una clase que quería actuar sobre la naturaleza, confiaba en el hombre y veía el mundo de modo nuevo; se producía un cambio de modo de producción, de mentalidad y aparecían nuevos actores e intereses. Las personas dedicadas a tareas prácticas adquirieron un papel muy importante. Leonardo da Vinci, por ejemplo, era uno entre muchos artistas e ingenieros. A partir del siglo XVI junto a las universidades dedicadas a la enseñanza teórica abstracta aparecieron las “escuelas de cálculo” para comerciantes donde se medía el volumen del barril, alturas, etc. Había libros destinados a comerciantes. A partir del siglo XIV surgieron los banqueros. Los bancos en Italia tenían grandes saldos con países distantes lo que exigía un cómputo exacto. En la Edad Media los números significaban poco. En el Renacimiento surgen las estadísticas: se contaban los bueyes, cerdos y vacas que entraban cada día en Florencia. Es el mundo moderno, el mundo de las estadísticas; es también un mundo que revaloriza el trabajo práctico: fue el burgués, el empresario quien rehabilitó el trabajo frente al culto al ocio que caracterizó al hombre libre de Grecia y a las clases altas de la Edad Media. El empresario, por el contrario, trabajaba, calculaba. Galileo vivía en una región muy comercial, cerca de Venecia, con muchas industrias. Habitaba cerca del Arsenal, empresa donde trabajaban mil o mil quinientos empresarios con gran cantidad de máquinas. Incluso en su obra Diálogo Acerca de Dos Nuevas Culturas elogia esa empresa.

La Nueva Ciencia nació en aquel contexto donde se expresaban nuevas demandas prácticas y culturales. Se necesitaban nuevos conocimientos para satisfacer necesidades económicas y también se requería una nueva visión del mundo, diferente de la religión. La creencia en los milagros se transformaba en creencia en la eficacia; surge una nueva racionalidad que cree en la eficacia y no en los milagros.

No es extraño que la Nueva Ciencia afirmara el papel de los experimentos y las matemáticas.

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Galileo, concluye Thuillier, vivió en una sociedad que planteaba nuevas demandas y logró producir una ciencia eficaz, racional, de base experimental, matemática, mecanicista.

Otro ejemplo lo proporciona R.K. Merton en su tesis doctoral de 1938 Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII (1984).. En ella Merton va a considerar el cambio de atención y consideración social hacia la ciencia y la tecnología que tuvo lugar en Inglaterra durante el siglo XVII, período en que ese país se convirtió en escenario fundamental de la ciencia moderna, epicentro que en los siglos siguientes se desplazaría a Francia, Alemania y Estados Unidos.

Esa metamorfosis por el interés social lo explica Merton sobre la base de dos series de argumentos: las demandas económicas y militares del momento y la convergencia funcional entre el espíritu puritano y el quehacer científico, es decir, la convergencia entre valores científicos y las creencias protestantes.

Según Merton, fue el puritanismo y su tipo ideal el calvinismo el que proporcionó el marco cultural que hizo posible la ciencia moderna. En él se reflejaban creencias y valores coincidentes con la ciencia: vocación por el bienestar público, utilidad social, empirismo, existencia de leyes inmutables, entre otros. Para los puritanos la ciencia no destrona a Dios sino que brinda oportunidad para apreciar su obra.

Enmarcados en ese fondo cultural, se expresan los focos de interés específicos que explican los avances científicos. Inglaterra aspiraba a dominar en ciertos campos como la manufactura textil, la agricultura, la minería y la navegación. Por ejemplo, el interés por la navegación marítima se explica, desde luego, por la acumulación de conocimientos pero también por las urgencias económicas y militares de la época. No se puede olvidar que Inglaterra había vivido durante ese siglo 25 años en guerra y en ese plazo había ocurrido la mayor revolución de la historia inglesa.

Todo esto tuvo su expresión en la institucionalidad y apoyo social de la ciencia. La Royal Society de Inglaterra y la Academia de Ciencias de París muestran la aparición en la segunda mitad del siglo XVII de instituciones semejantes a las que existen hoy. Esos modelos luego fueron expandiéndose.

Las opiniones citadas son algunas entre muchas que no dudan en reconocer los nexos entre el desarrollo de la ciencia, la industrialización y la transformación en general de la vida social. Barnes (1995) realiza un buen balance sobre estos debates por lo que seguiré el hilo de sus razonamientos. La creación de instituciones financieras y comerciales, la urbanización, el despliegue de las fuerzas productivas no fue un proceso desconectado del surgimiento de ideas sobre la naturaleza, sobre el propio hombre, y formulación de

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leyes que explican los procesos físicos: el desarrollo de la ciencia es parte integral de la aparición de la sociedad industrial moderna.

Esto no significa, sin embargo, que las conexiones entre todos los fenómenos envueltos en tales transformaciones sean evidentes y simples.

El siglo XVII conoció una notable transformación de la concepción de la naturaleza que abrió el camino al desarrollo industrial al menos porque promovió ideas, actitudes y prácticas que la facilitaron: "el individualismo, el concepto de un mercado libre para los productos, el esqueleto de un sistema bancario y crediticio, el reforzamiento legal de las transacciones financieras, etc." (Barnes, p.28).

De lo anterior se sigue que hay una relación histórica ineludible entre capitalismo y ciencia moderna. El capitalismo generó necesidades económicas y tecnológicas nuevas que impulsaron a la ciencia. También promovió nuevas ideas, imágenes y formas de pensar; las formas individualistas, impersonales y mecanicistas de pensar contribuyeron al despliegue de una visión científica del mundo. Por último el capitalismo favoreció otros cambios sociales importantes, por ejemplo, en sus inicios desapareció la barrera social entre eruditos y artesanos, así como la vieja distinción entre el conocimiento y su base empírica. La sociedad precapitalista alimentó prejuicios contra los que "trabajaban con las manos" y se basaban en el conocimiento teórico por parte de filósofos y eruditos pero las primeras sociedades capitalistas europeas generaron incentivos de tipo práctico y económico que favorecieron alianzas nuevas entre los conocimientos de unos y otros. Esa fusión entre teoría, matematización, empiria y técnica ha sido imprescindible para la ciencia.

El tema de la relación entre el capitalismo y la ciencia en sus orígenes, es de la mayor complejidad histórica pero existe un paralelismo indudable que no es casual: " No es difícil comprender por qué hay autores que quieren relacionar la revolución científica con el desarrollo inicial del capitalismo. Ambos procesos se produjeron de forma paralela. Es particularmente notable que ambos comenzaran en el sur de Europa, especialmente en Italia, y que en ambos casos, el centro de gravedad se desplazara lentamente hacia el norte, de modo que a finales del siglo XVII las formas más avanzadas de sociedad capitalista se hallaban situadas en la República de Holanda y en la ciudad de Londres, siendo igualmente en Inglaterra y en Holanda donde la ciencia se desarrollaba con mayor vigor". (Barnes, p.29).

En la evolución de la ciencia ha sido muy importante el proceso de industrialización. En el siglo XVIII una serie de inventos transformaron la manufactura de algodón en Inglaterra. Los esfuerzos humanos fueron sustituidos por máquinas y las fuentes de energía animal, por energía mecánica. Además de una constelación de factores políticos, ideológicos y económicos favorables, los estudios sobre la Revolución Industrial revelan

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la existencia en la Inglaterra de entonces de un nivel de capacidad técnica y un interés por máquinas y artefactos muy superior al de otros países de Europa. Landes (1979) refiere la impresionante energía con que en Lancashire se movilizó y promovió la capacidad técnica a través de la importación de artesanos y el fomento de la mano de obra especializada; convirtiendo carpinteros en constructores de molinos y torneros, herreros en fundidores, relojeros en modeladores y constructores mecánicos. En Manchester existía una abundancia de medios para la educación técnica: academias, sociedades ilustradas, conferenciantes locales e invitados, escuelas privadas de matemáticas y comercio y una circulación muy amplia de manuales, periódicos y enciclopedias prácticas (p. 79). También se aprecia en el período la construcción de canales de comunicación entre los manufactureros y personas con una mayor formación científica, los que se mezclaron en su trabajo y en la vida social. Esto seguramente aportó alguna base científica a los productores más innovadores, aunque sobre todo en sus primeras etapas, la Revolución Industrial le debió poco a la ciencia y mucho más a la cultura técnica y a la capacidad de innovación de empresarios y obreros que ha sido mencionada.

Sobre estas bases fue naciendo el sistema industrial que acogió a grandes masas de obreros en las fábricas para realizar sus tareas bajo estricta supervisión. . La fábrica se convirtió así en el nuevo puente entre invención e innovación (Landes, p.139).

La Revolución Industrial colocó las bases de la moderna sociedad capitalista, nacida en Europa y expandida luego a todo el mundo. Sobre los rieles del capitalismo en expansión y sirviéndole de motores, se fueron difundiendo por el mundo la ciencia y la tecnología.

Un dato cultural esencial es que la clase media comerciante industrial estimaba más a las ciencias naturales que a la teología y otras expresiones de la cultura tradicional. Por ello la ciencia se presentaba como una expresión de cultura alternativa. Su papel más allá de proveer de habilidades específicas útiles consistió en ofrecer una base cultural e intelectual diferente a la que sirvió de sustento a las clases terratenientes desplazadas. Ello explica el interés por la educación científica y técnica, percibida como necesaria para fundar una sociedad diferente.

Ese papel cultural de la ciencia sigue siendo relevante hoy, aunque su contribución utilitaria sea seguramente el factor que mejor explique el apoyo social que se le dispensa.

Fases de la institucionalización de la ciencia. La organización institucional de la ciencia ha atravesado tres grandes etapas (Woolgar, 1991): amateur, académica, profesional o industrial.

La fase amateur transcurre aproximadamente entre 1600 y 1800. La ciencia se desarrollaba en gran medida fuera de las universidades, alejada del gobierno y la industria. Participaban en ella personas solventes económicamente, es decir, miembros de

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la aristocracia y otros beneficiados por el mecenazgo. El principal rol social de esas personas no era hacer ciencia. En esa fase se desarrollaron los medios de comunicación y aparecieron las publicaciones. Esos “amateurs” se consideraban a sí mismos filósofos naturales y desconocían las especializaciones.

Entre 1800 y 1940 transcurrió la fase académica de la ciencia. Se trata de una actividad profesional que exige una mayor formación técnica y se asocia a una creciente especialización. El trabajo científico se desarrolla fundamentalmente en las universidades con un carácter esencialmente básico. La formación de nuevos miembros se convierte también en una tarea organizada. Se aceptan fondos públicos pero se defiende a ultranza la autonomía de la ciencia. Esta fase se acompaña de la consolidación de una imagen de la ciencia que frecuentemente encuentra su expresión en la filosofía de la ciencia de raíz positivista y la sociología funcionalista. Según esta imagen la tarea de la ciencia es la búsqueda desinteresada de la verdad; la ciencia tiene como tarea la producción del conocimiento certificado, es decir, objetivo, probado y para ello la investigación debe conducirse lo más alejada posible de la interferencia de otros valores e intereses que sean extrínsecos al valor y al interés cognoscitivo. En esta perspectiva el científico es un cultivador de la verdad, ajeno a presiones e intereses no científicos. El primer título académico de ciencias fue otorgado por la Universidad de Londres en 1960.

Esta imagen, muy cultivada en los medios universitarios, de hecho se convierte en una suerte de ideología, es decir, en una percepción colectiva que representa los intereses grupales de los científicos académicos, utilizada sobre todo cuando esos intereses son cuestionados por agentes externos y se intenta orientar la actividad científica por rumbos que la comunidad académica no acepta. Entonces se levanta la bandera de la autonomía y la búsqueda desinteresada de la verdad se presenta como un valor supremo. Obtener dinero sin condicionamientos, investigar libremente y publicar los resultados parecieran ser los corolarios de esa ideología que llamaré cientificista.

Esa imagen y esa ideología se irán cambiando a lo largo de más de un siglo y aún hoy subsiste. Su respaldo mayor ha estado en la creciente institucionalización de la ciencia, la aparición de las funciones de investigación y posgrado como actividades sustantivas de las universidades, la multiplicación de departamentos especializados en ellas y de laboratorios de investigación en las industrias. En todo esto jugaron un papel muy activo las universidades alemanas del siglo XIX, caracterizadas por la competencia, descentralización, especialización, dedicación a la investigación y el posgrado y el trabajo científico en equipos (Ben-David,J; A.Zloczower, 1980). Ese modelo se expandiría poco a poco a los demás países.

Para comprender las transformaciones sucesivas de la ciencia debemos revisar brevemente los antecedentes y cambios que se asocian con la II Revolución Industrial desenvuelta en Europa a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La I Revolución Industrial se desenvolvió en Europa continental con mayor lentitud que en Inglaterra. Como se dijo antes las ventajas inglesas se relacionan con la tradición de educación

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técnica de calidad bastante extendida en su población. La lentitud en la difusión de estos avances al resto del continente se explican en buena parte por la carencia de una formación semejante en los restantes países. Al percibir esto, países como Alemania y Francia reaccionaron ante este retraso estructurando una gama de escuelas técnicas que cubrieron desde los niveles básicos hasta los avanzados (Arocena, 1993). En este proceso jugó un papel primordial el Estado lo que permitió la construcción del sistema institucional que posibilitó la introducción y difusión de las nuevas tecnologías. Los éxitos alcanzados a través de este esfuerzo llevaron a Alemania al lugar de vanguardia en la carrera de la industrialización. La ciencia y la educación fueron fundamentales para el surgimiento de la II Revolución Industrial.

Entre 1850 y 1873 Europa vivió un período de notable crecimiento económico vinculado al auge de varias ramas productivas y la desarrollo del ferrocarril. A partir de 1873 el ritmo de crecimiento disminuyó y sólo pudo recuperarse en virtud de importantes avances en el área de la energía eléctrica y de los motores, la química orgánica y los productos sintéticos, la máquina de combustión interna, la manufactura de precisión y la producción de cadenas de montaje; al conjunto de esas innovaciones es lo que se suele llamar la II Revolución Industrial.

Un rasgo característico de la nueva tecnología fue la sustitución del hierro por el acero y la producción de éste mediante nuevos procesos. El acero barato, junto a la fabricación de precisión y la electricidad hicieron posible la aparición en el mercado de nuevos productos: máquinas de coser, relojes baratos, bicicletas, luz eléctrica y más adelante los electrodomésticos (Landes, p.265).

La nueva Revolución está asociada a una innovación institucional fundamental: la aparición de los laboratorios de Investigación - Desarrollo en la industria, que viene a significar la creación de auténticas fábricas de tecnología de base científica capaces de dejar atrás la producción artesanal.

La industria eléctrica fue uno de los escenarios donde surgió esta nueva forma de producción. Lo ejemplifica bien el trabajo de Edison y el laboratorio que instaló en Menlo Park (New Jersey) en 1880 donde reunió científicos destacados y una buena dotación de equipamiento. Con ello Edison llegó a obtener alrededor de 1100 patentes a lo largo de su vida. Como él mismo decía su mayor invento fue la creación del laboratorio comercial de investigaciones (Arocena, 1993).

En esta nueva ola de industrialización y en virtud de una estrategia deliberada Alemania desplazó a Inglaterra en áreas claves como la producción de acero, electricidad y también en la industria química. Esta última conoció un auge extraordinario en la segunda mitad del siglo XIX y muestra ejemplarmente el nuevo nexo entre ciencia e industria. La industrialización permitió crear materiales nuevos, sintéticos y más baratos, que

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sustituyeron los productos naturales, más costosos y escasos. Dando muestras de virtuosismo técnico y agresividad empresarial, Alemania logró convertirse en el centro de la industria química. Este auge se vinculó a la profesionalización de las actividades de I+D. "Precisamente fue la industria química alemana la que ya en los años 1870 había establecido el nuevo modelo de I+D intramuros, orientado a la introducción de nuevos productos y procesos. Bayer, Hoechst y la Badische Anilin (BASF) estuvieron entre las primeras empresas en organizar sus propios laboratorios de I+D… Por otra parte las tres grandes empresas mencionadas estaban dirigidas por químicos que consideraban como parte de su tarea el mantenerse vinculados con el progreso de la investigación universitaria" (ibid, p.31).

Como se ha visto, en las últimas décadas del siglo pasado la vanguardia de la industrialización se desplazó de Inglaterra a Alemania. Es importante notar que la educación jugó un papel central en la pérdida por una y la ganancia por la otra de la hegemonía industrial. Mientras que en Inglaterra hacia 1860 sólo alrededor de la mitad de los niños tenían acceso a alguna forma de instrucción y sólo en 1880 la enseñanza primaria se hizo obligatoria, en algunas regiones de Alemania esa instrucción era obligatoria desde el siglo XVII y entre 1860 - 70 el 97,5% de los niños en edad escolar de Prusia acudían a la escuela (ibid, p.36). Junto a esto la instrucción técnica en Inglaterra enfrentó muchos tropiezos; se tendía a pensar, según su propio pasado, que la instrucción científica y técnica sería ineficaz y la propia experiencia práctica de los hombres permitiría los avances esperados. En contraste Alemania desarrolló una educación científica y técnica eficaz con amplio respaldo estatal. En la medida en que la industria requirió una mayor base científica, la educación vino a marcar una importante diferencia.

El auge de esta nueva ola de industrialización se vinculó estrechamente a transformaciones en la organización del trabajo. "Para que los ritmos de producción pudieran ser uniformados y fijados por la dirección de la empresa, y para que esta no dependiera de la calificación del mencionado tipo de trabajadores, dos metas debían ser alcanzadas: en primer lugar era necesario descomponer el trabajo en un conjunto de operaciones simples, susceptibles de ser ejecutadas por máquinas manejadas por obreros sin mayor calificación; en segundo lugar, hacía falta normalizar la producción de modo que las piezas del mismo tipo resultaran intercambiables y el montaje pudiera convertirse en una rutina. Los avances en ambas direcciones convergieron en la cadena de montaje, que constituyó así no sólo una forma para abaratar la producción sino también, y quizás fundamentalmente, una innovación orientada al control del proceso de trabajo" (ibid,p.33). Los principales avances en la mecanización del trabajo fueron realizados en los Estados Unidos donde hacia 1880 Frederick Taylor elaboró los fundamentos de su "organización científica del trabajo" que permitió elevar considerablemente la productividad del trabajo y el control sobre la labor que los obreros realizan, convertidos en verdaderos autómatas dentro de la cadena de montaje, en tanto las tareas de planeación y diseño, es decir, la concepción de las tareas, se realiza fuera de esa cadena.

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La organización del trabajo fue un cambio fundamental dentro de los muchos que caracterizaron la II Revolución Industrial. Un cambio tan importante como este o quizá mayor fue la ya mencionada creación de los laboratorios de I+D destinados a la fabricación de tecnologías de base científica que vino a dar un fuerte respaldo a la innovación. Si la primera revolución reunió en la fábrica invención e innovación, la segunda creó una fuerza impulsora permanente de innovación.

En la primera década del siglo XX los laboratorios de la General Electric y American Telephone and Telegraph (ATT) dejaron de hacer trabajos de rutina y se convirtieron en laboratorios dedicados a tareas de investigación y desarrollo (Sánchez Ron, 1995). La General Electric (G.E.) se dedicó a hacer lámparas de wolframio y ATT a desarrollar nuevas lámparas de vacío. El resultado fue ejemplar: en 1914 la G.E. pasó a dominar el 71% del mercado (antes tenía el 25%). La ATT creció su plantilla de trabajadores en laboratorio de 23 a 106 entre 1913 y 1916; en igual período su presupuesto pasó de 71000 USD a 249000 USD.

Este “efecto demostración” condujo a que 20 años después 500 empresas norteamericanas tuvieran centros de investigación.

Después de la I Guerra Mundial se crearon en muchos países capitalistas las primeras organizaciones gubernamentales para la difusión, coordinación y desarrollo de la investigación científica (Núñez, 1994). En 1916 aparecen el National Research Council (NRC) en EUA y Canadá y el Department of Industrial and Scientific Research de Gran Bretaña. En 1923 se crea el Consiglio Nazionale de le Ricerche de Italia y así sucesivamente en otros países. Este dato es importante para comprender los inicios de lo que poco a poco se convertiría en uno de los motores primordiales del desarrollo científico y tecnológico del siglo XX: la intervención gubernamental.

Precisamente esa intervención se consolidará alrededor de la II Guerra Mundial y en lo adelante, durante toda la llamada Guerra Fría. El proyecto Manhattan orientado a la bomba atómica va a ejemplificar la nueva era que se abre ante la ciencia: megaproyectos orientados a fines prácticos, activa intervención gubernamental, trabajo multidisciplinario, gran complejidad organizacional, cuantiosos recursos, son rasgos que caracterizan la Big Science que desplaza a la Little Science (Sánchez Ron, 1995).

La necesidad de crear políticas científicas y tecnológicas conducidas por los gobiernos y preparar personas capaces de desarrollar la gestión en ciencia y tecnología a través de programas de posgrado, primero en las facultades de ingeniería y luego en las de ciencias sociales y ciencias, era evidente al término de la II Guerra Mundial. Ciencia y Tecnología habían jugado un papel decisivo en la guerra y lo harían aún más en el futuro.

El NRC de los EUA no jugó un gran papel hasta la II Guerra Mundial. En ese país, donde las universidades trataban de preservar su autonomía, el gobierno Federal comenzó a

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financiar sus investigaciones a escalas sin precedentes y hacia mediados de los sesenta la mayor parte de la investigación universitaria se hacía bajo control estatal, a menudo del Departamento de Defensa.

Según Ciapuscio (1994): “En Estados Unidos, Vannevar Bush, zar del establishment científico, desarrolló la perspectiva consiguiente, según cuatro elementos principales:

1. La ciencia y los científicos pueden ser motores principales para el desarrollo económico.

2. Proyectos de gran escala como habían sido los de la bomba nuclear y del caucho sintético eran los orientadores; podían reunir los objetivos de la nación y de las corporaciones.

3. Se requerían para ello nuevas estructuras institucionalizadas. 4. La selección de áreas de investigación debía ser dejada en manos de los científicos

mismos" (p.12).

El interés gubernamental, empresarial y la investigación universitaria van a converger en los años 50 en el propósito de acelerar el desarrollo económico de los principales estados capitalistas.

En Rusia desde los primeros años del poder soviético y luego en la URSS el Estado consideró siempre el desarrollo científico y tecnológico como cuestión estratégica primordial. Los resultados de ese esfuerzo se harían más evidentes con el primer satélite lanzado al espacio en 1957. Según Leite Lopes (1975) la puesta en órbita del satélite produjo en medios gubernamentales de EUA un “síndrome del sputnik” y una verdadera alarma que condujo al presidente de esa nación a adjuntarse un asesor en ciencia y tecnología. El proyecto Apolo que llevó a tripulaciones norteamericanas a la luna en 1969 fue una respuesta a los avances soviéticos en el cosmos.

Lo cierto es que en los años 50 se comienza a consolidar en los países industrializados una interrelación ciencia – tecnología - producción, inédita hasta entonces. En ese proceso la ciencia ocupa un papel dinamizador fundamental, incorporándose activamente a la producción. A ese proceso la tradición marxista le denominará Revolución Científico Técnica (RCT). En ella la actividad de investigación – desarrollo (I+D) se incorpora a la producción y sus costos se integran al costo productivo. Se dice, por ejemplo, que en la aeronáutica el 60% de los gastos son de I+D. En el precio de venta al público de un computador el costo de producción es de apenas 25 % y el 75 % restante corresponde a I+D, estudios de mercado, software y beneficios.

Es obvio que tales procesos van a introducir cambios considerables en la actividad científica y su relación con la sociedad. Esto es lo que se quiere decir cuando se habla de Big Science: mayor tamaño, costo, confluencia de diversas disciplinas, estructuras

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organizativas muy complejas, pérdida de autonomía, acuerdos entre países para desarrollar proyectos (nucleares, por ejemplo). Incluso la actitud psicosocial del investigador cambia: ahora su trabajo tendrá un mayor sentido empresarial lo que afectará su actitud hacia sus colegas, la comunicación entre ellos, el sentido de propiedad hacia los resultados de su trabajo. El tema ético también aflorará a un primer plano ante la evidencia de que la ciencia no es solamente búsqueda desinteresada de la verdad. En realidad son muchos los intereses en juego. Por eso Jerome Ravetz (1971) dirá que la ciencia académica ha dado paso a la ciencia industrial, otro modo de expresar el mismo asunto. En efecto, los nuevos laboratorios se parecerán más a las fábricas que al Laboratorio de Lavoisier en París o de Maxwell en Cambridge.

Los intereses en juego y la certidumbre de que la ciencia cataliza el desarrollo ha conducido al financiamiento delirante de la ciencia. Según André Gorz son tres los motores de la RCT contemporánea: la carrera armamentista, la necesidad de reducir costos para incrementar beneficios y la renovación permanente de productos y servicios que impone la sociedad de consumo.

Es bueno aclarar que el tránsito a la Big Science no excluye a la Little Science, la ciencia industrial no acaba con la ciencia académica. Lo que sucede es que el fenómeno esencialmente nuevo en la segunda mitad del siglo es la industrialización de la ciencia. Petrella (1989) entiende que ese proceso incluye los siguientes elementos:

• La industria se convierte en productor de ciencia. • La industria orienta cada vez más la actividad de la universidad. • La ciencia se convierte en un sector industrial.

A partir de los años setenta se desencadena la III Revolución Industrial (Fajnzylber,F., 1983). Es un proceso vinculado a la crisis económica capitalista de fines de los sesenta, caracterizada por el estancamiento económico y la inflación. Los pilares de esa revolución se habían forjado en los años 40 y 50. Es el caso de la computación, de la energía nuclear y de los descubrimientos básicos sobre el código genético que estarían entre los fundamentos de la III Revolución Industrial. Esos conocimientos y sus potencialidades productivas serían movilizados en el contexto de la crisis.

Hacia fines de los años sesenta los pivotes del desarrollo tecnológico, en especial las industrias de productos químicos y metalmecánica, habían perdido intensidad y decrecía la productividad. Se estimó que el patrón industrial estaba agotado y se inició la carrera por rescatar el dinamismo de la industria a través de la innovación tecnológica. El Estado jugó un gran papel en ese esfuerzo. Hacia 1973 los gastos de EUA en I+D duplicaban a los gastos del conjunto de los demás países capitalistas desarrollados. Con esta revolución se consolidó un nuevo paradigma tecnológico cuyo liderazgo corresponde al sector electrónico. Las áreas de ese paradigma son la biotecnología, los nuevos

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materiales, la nueva base energética y las ramas de la electrónica, computación y telecomunicaciones que generan un enorme avance en las tecnologías de la información.

Ese nuevo patrón se ha gestado fundamentalmente en cinco países: EUA, Francia, Alemania, Japón e Inglaterra quienes a inicios de los noventa controlaban el 85% de la producción del sector electrónico. Esa concentración de poderío científico y tecnológico tiene, desde luego, enormes consecuencias en el poder económico y militar. Por eso Tourine dice que no se debe hablar de globalización, sino de trilaterización, pues el trío EUA, Japón y Europa concentra el mayor poderío económico mundial. Es una globalización en extremo sesgada.

Entre las características del nuevo paradigma tecnológico están:

Creciente rol de las innovaciones tecnológicas. Creciente demanda de información y nuevos conocimientos. Gran demanda de investigaciones aplicadas. Tendencia a la comercialización del nuevo conocimiento. Auge de la trasnacionalización de la economía mundial y participación creciente de los

estados y las empresas trasnacionales en la generación y difusión de las nuevas tecnologías.

Todos estos cambios tienen impactos extraordinarios.

El primero es de carácter productivo – económico. El sector informático, por ejemplo, es una industria de gran poder estructurante: determina formas de organización del trabajo, de gestión, de administración pública, de interrelaciones humanas. Los países, empresas y ciudadanos informatizados tienen enormes ventajas sobre los que se rezagan en ese campo. El control de las fuentes de información: bases de datos, agencias de noticias, etc., es esencial en la competencia económica y la lucha por el poder.

En consecuencia, la investigación y educación en ciencia y tecnología, la formación de personas altamente calificadas en esos campos y el robo de cerebros se convierten en acciones priorizadas para estados y empresas. En gran medida, el poderío económico y militar descansa en la ciencia y la tecnología.

Otra de sus consecuencias ha sido el desarrollo de un armamento militar cada vez más sofisticado. Como se dijo antes, una parte considerable de los gastos en ciencia y tecnología han provenido de presupuestos que los estados destinan a la defensa. Los desarrollos tecnológicos han tenido efectos culturales extraordinarios. Pensemos en el efecto de los medios de comunicación sobre la conciencia de las personas y los valores

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culturales de países y grupos sociales. Hay una suerte de polución electrónica de las conciencias de consecuencias insospechadas. También los efectos ambientales son extraordinarios. El daño al medio ambiente que genera la tecnología pone en peligro la supervivencia humana.

Cambios en las Políticas Científicas y Tecnológicas (PCT) El recorrido a través de las diferentes formas de institucionalización de la ciencia y los cambios en los paradigmas tecnológicos muestra sus conexiones con diferentes etapas en la instrumentación de PCT. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial las políticas científicas y tecnológicas de los países más avanzados del occidente, han experimentado cambios muy importantes (Arocena, 1995). Aproximadamente entre fines de los años 40 y comienzos de los 60 puede hablarse del desarrollo de Políticas para la Ciencia. Las experiencias de la II Guerra y la nueva realidad de la guerra fría condicionaron las políticas públicas en este terreno. Los modelos exitosos eran los grandes proyectos de los tiempos bélicos (Manhattan, el radar u otros semejantes). Se pensaba que la concentración de grandes recursos estatales en programas y laboratorios de gran envergadura proporcionarían éxitos comparables en otras esferas. El informe ya referido de Vannevar Bush, asesor científico del presidente de los Estados Unidos, “La ciencia, frontera sin límites” (1945) “no sólo fundó la legitimidad de la intervención del poder federal en el sistema privado de las industrias y las universidades, sino que fue también el origen de las ideas formuladas sobre el proceso lineal de innovación, al afirmar que la ciencia es, por ella misma, el acelerador del progreso técnico y la instancia decisiva para el logro de los objetivos nacionales en todas las áreas de competencia gubernamental. La movilización de los científicos y de los laboratorios, que había rendido tantos frutos desde la Segunda Guerra Mundial, debía pues perpetuarse en tiempos de paz – hasta el punto de que en los Estados Unidos un tercio de los científicos e ingenieros trabajó en problemas y con contratos vinculados con la defensa. Siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos, los más grandes países industrializados (excepto Alemania y Japón) establecieron las mismas prioridades: defensa, átomo, espacio, electrónica” (Salomón, 1996, p.93).

La química y sobre todo la física eran las ramas privilegiadas. La física nuclear y la energía nuclear recibían mayor atención que las tecnologías u objetos civiles. El poderío militar y el prestigio nacional eran los que básicamente justificaban las grandes inversiones y se asumía que la I+D militar generaría directa e indirectamente productos y procesos útiles para las ramas civiles de la economía.

En un sentido más general puede considerarse que “la justificación social del gasto en Ciencia y la orientación del mismo se sustentaban en una visión calificada de unidireccional y optimista. Se asumía, en efecto, la validez del llamado modelo del “science push”, según el cual lo que hay que hacer fundamentalmente es gastar en la

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investigación básica realizada en las universidades y laboratorios gubernamentales, pues, de manera relativamente automática, los descubrimientos de la Ciencia se convierten en logros de la tecnología – que significativamente solía denominarse “ciencia aplicada” – y estos a su vez en beneficio para la economía. Además de lineal en el sentido que antecede, la concepción predominante era esencialmente optimista, pues sostenía que las consecuencias sociales del quehacer científico resultan en conjunto altamente positivas” (Arocena, 1995, p.93).

La idea era gastar en ciencia básica, dejando en manos de los científicos la decisión de en qué dirección investigar. Se le ha llamado también modelo de ósmosis (González et.al, 1996).

Una segunda etapa se abre desde mediados de los años sesenta y se va a prolongar durante los setentas. Marca su inicio el “fin de la ingenuidad” respecto al rendimiento del gasto en I+D. Desde entonces se habla menos de políticas científicas y cada vez más de políticas para el binomio ciencia y tecnología, reconociéndose la especificidad de la tecnología. Junto a esto se hará evidente la necesidad de controlar más el gasto de I+D y evaluar mejor sus resultados.

El modelo unidireccional que dominó antes cedió paso a una mayor atención del papel de la demanda (“demand pull”). Las áreas prioritarias además de las “ciencias duras” (sobre todo química y física), serán las ingenierías. La investigación aplicada y el I+D industrial son especialmente estimuladas.

En ese contexto se realizaron grandes esfuerzos gubernamentales y académicos para perfilar y controlar las políticas en ciencia y tecnología. El crecimiento económico, junto al aspecto militar se consideran los objetivos prioritarios. Ciencia y tecnología ocupan un lugar relevante en la agenda política.

En la década de los años ochenta y noventa se imponen las llamadas "políticas para la innovación. “La conjugación de una nueva e importante aceleración del cambio técnico con la agudización de la problemática económica, ocupacional y ambiental puede ser vista como la principal fuerza impulsora del siguiente viraje de las políticas científico – tecnológicas. Ciertos automatismos, que no pocos dieron por supuestos durante décadas, han mostrado hasta la evidencia sus frecuentes fallos: el avance científico y tecnológico no siempre tiene consecuencias beneficiosas, y ni siquiera garantiza de por sí la modernización de la producción; la introducción de nuevas tecnologías no implica necesariamente que la producción se incremente; el crecimiento económico ya no asegura la disminución del desempleo” (Arocena, 1995, p.95).

Todo esto conduce al propósito de desarrollar Sistemas Nacionales de Innovación (SNI). La idea del SNI tiene varias implicaciones:

• El centro de atención se coloca en la tecnología y sus posibilidades de innovación

en la esfera de la producción y los servicios.

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La tecnología es la herramienta fundamental de la competitividad. Pero la idea de innovación tecnológica no se refiere sólo a la creación de productos y procesos, sino también a los aspectos organizativos y a la forma de relacionarse con el mercado. La práctica internacional ha demostrado que la más moderna tecnología de producto no basta para dominar el mercado. Un ejemplo es la pérdida relativa de competitividad de Estados Unidos frente a Japón. La innovación tampoco se refiere exclusivamente a novedades en materia de productos y procesos, sino a innumerables cambios incrementales, permanentes, para mejorar productos y procesos ya existentes. También hay que ver de manera amplia los escenarios de innovación tecnológica. No se refieren sólo a la industria: extracción minera, agricultura, pesca, banca, transporte, turismo, servicios.

• La investigación en ciencia y tecnología, en un sentido restringido y más bien

básico, es sólo una de las fuentes de innovación.

• En consecuencia, el SNI es una red de instituciones, sujetos, procesos, que contribuyen al proceso de innovación: empresas, ministerios, educación, centros de investigación, universidades. Freeman lo define así aproximadamente: red de instituciones, públicas y privadas, cuyas actividades e interacciones inician, importan, modifican y defienden nuevas tecnologías (Cassiolato, p.282).

Es dentro de esos SNI que deben actuar las universidades y articularse a las empresas, al sector productivo, a los servicios. El Estado juega un papel muy importante en la construcción de esa red y ella requiere cambios en las actitudes institucionales y la creación de mecanismos de conexión, por ejemplo, universidad – industria.

¿Vivimos en la sociedad del conocimiento? La integración de ciencia y tecnología con la sociedad ha llevado a afirmar que estamos en la “sociedad del conocimiento”. Voy a mencionar los argumentos que suelen citarse a favor de esta idea (Lamo de Espinosa, 1994) y a colocar algunas precisiones. 1. Crece aceleradamente el ritmo de producción de conocimientos. Se asume que el 90%

de los científicos que han existido están vivos, cálculo que realizara Price (1973) y según él mismo el número de PhD se duplica cada 15 años. Desde 1750 las revistas científicas se han venido multiplicando por un factor de 10 cada 50 años y doblando cada 15 años. También se multiplican exponencialmente patentes, especialidades, obsolescencia de conocimientos y formaciones.

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En Japón y Estados Unidos la más importante industria es la del conocimiento, la de I+D. El soporte principal de las economías están dejando de ser factores como materia y energía para ser información y conocimientos.

2. Se reduce el tiempo necesario para transformar el conocimiento básico en ciencia

aplicada y ésta en tecnología. El ejemplo clásico es que el teléfono demoró 56 años (1820 a 1876) y el transistor sólo 5 (1948 a 1953).

3. Las sociedades capitalistas avanzadas son meritocráticas: es el conocimiento quien

define la movilidad social de las personas y el poder de las naciones. Los argumentos anteriores son habituales en la fundamentación de la tesis de la “sociedad del conocimiento”. En esas visiones parecía que estamos de regreso al viejo mito ilustrado, a un iluminismo de fines del siglo XX. Propongo que aceptemos la idea de “sociedad del conocimiento” en un sentido específico: ella capta la relevancia que tiene hoy la ciencia y la tecnología, la información, la calificación permanente de las personas en el mundo del trabajo. Así vista es una tesis movilizadora del esfuerzo por la superación: en medio de una avalancha tal de información, nuestros conocimientos se hacen obsoletos muy rápidamente y la educación tiene que ser ininterrumpida. En esos límites la idea es correcta. Pero los argumentos que más arriba se convocaron a su favor mistifican un tanto el asunto, al menos por las siguientes razones: 1. Información no equivale a conocimiento. La información necesita estructuras

conceptuales que la soporten y le den sentido. Aunque parezca extraño la información también genera ignorancia y desconcierto en ausencia de marcos teóricos, conceptuales y axiológicos que le den sentido (Morín, 1984). Estamos cansados de ver personas con mucha información y que no saben qué hacer con ella.

2. Durante mucho tiempo las teorías sociológicas de la educación apostaron a ésta como

un elemento que garantiza la movilidad social. Así, por ejemplo, en las sociedades capitalistas se suponía que el acceso a la universidad igualaba las oportunidades de negros y blancos, mujeres y hombres, etc. A partir de fines de los años 60 la falacia de esta idea se hizo evidente. Los circuitos de educación son muy diferenciados en cuanto a calidad y en cuanto a reconocimiento por parte de los dueños del capital. Como se sabe, para la mayoría el acceso a universidades de élite es imposible porque exigen pagos muy altos. En correspondencia con esto los títulos obtenidos tienen valores diferenciados con respecto al objetivo del acceso al trabajo. La constatación de esto llevó a la sociología de la educación a la convicción de que la educación es un mecanismo reproductor y amplificador de las desigualdades. Es obvio que los hijos de familias pobres no tienen por lo general iguales posibilidades que los hijos de familias ricas. En otros términos, la participación en la “sociedad del conocimiento”, es muy diferenciada. No es el talento y la dedicación lo único que vale.

3. Algo semejante sucede con las naciones. Como se dijo antes, el 85% del esfuerzo

mundial en ciencia y tecnología corresponde a 10 países, aquellos que en virtud de lo

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descrito antes tomaron la punta en los procesos de industrialización, para lo cual se sirvieron de la explotación del resto de los países del mundo, los que fueron colonizados, neocolonizados y explotados. En otras palabras la “sociedad del conocimiento” se refiere a un mundo muy desigual donde el analfabetismo es aún la regla en muchos países y la capacidad científica y tecnológica de los ricos es un instrumento de saqueo que aplican metódicamente contra los pobres.

Respecto a este último punto vale la pena considerar la argumentación de Chomsky y Dieterich (La Sociedad Global, 1997). Según estos autores el factor más importante al considerar el papel que jugarán los conocimientos y la educación en el siglo XXI son los “imperativos de la realización del capital a nivel mundial” (p.125). En la economía global del siglo XXI la calificación científica y profesional de la fuerza de trabajo debe constituir el arma competitiva fundamental, desplazando las ventajas comparativas tradicionales como riquezas naturales u otras. Esta tendencia “aumenta, in abstracto, la importancia de los sistemas educativos formales a nivel mundial” (p.126). Sin embargo otras tendencias ejercen un efecto opuesto al anterior. Así por ejemplo el capitalismo actual se caracteriza por la proliferación acelerada y generalizada del desempleo y subempleo que oscila entre el 7 y el 25% en el Primer Mundo y el 30 y 75% de la población económicamente activa en América Latina. Desde el punto de vista del capital esa población precaria es una población superflua, cuya educación no genera beneficios sino sólo costos. Sumemos a esto que los trabajos no calificados se desplazan cada vez más hacia la Periferia, en particular hacia América Latina. Se trata de actividades que no requieren una alta calificación y pagan bajos salarios; este es el caso, por ejemplo, de las maquiladoras. Estos autores consideran que alrededor del 50% de la población económicamente activa del tercer mundo quedará en situaciones como las descritas antes. En otras palabras el empleo y la educación son variables dependientes de la lógica de la realización del capital. La función de América Latina dentro de la división internacional del trabajo que se viene diseñando no consiste en proveer innovaciones científicas y tecnológicas sino suministrar mano de obra barata y materias primas. Si esto es así no es de esperar grandes demandas educativas para América Latina y en consecuencia formular para ella un horizonte de “sociedad del conocimiento” no pasa de ser una predicción abstracta carente de fundamentos económicos y sociales reales. Concluyo presentando los cálculos que estos autores realizan respecto a la pirámide ocupacional – educativa de América Latina en la Sociedad Global de acuerdo con los imperativos de la lógica de la realización del capital. Según estos autores, los que tendrán empleos precarios, desempleados y lumpen proletarios alcanzarán del 45 al 75% de la población y para ellos será suficiente una enseñanza primaria incompleta. La masa industrial representará del 20 al 30% y esa masa de población requerirá una educación primaria y secundaria. Del 10 al 15% de la población ocupará posiciones en la

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conducción de empresas y trabajarán para el Estado (ingenieros, contadores, economistas, abogados, etc.); esa fracción de la población se formará en universidades privadas o públicas. Finalmente una élite quedará encargada de las tareas de la conducción de la economía y del Estado (directores, ministros, etc.) y para ellos se necesitará probablemente entre el 0,1 y el 0.3% de la población económicamente activa. Su formación la adquirirán de modo creciente en instituciones privadas con frecuencia situadas en los países desarrollados. El conocimiento es una fuente importante de poder, pero en un mundo desigual, profundamente escindido en cuanto a la riqueza, el conocimiento se convierte en una fuerza más en manos de los que detentan el poder económico y militar. Los países desarrollados disponen de alrededor del 90% de los científicos e ingenieros dedicados a I+D y del 94 % de los gastos destinados a ese fin. El resto del mundo, los no desarrollados, que en el próximo 2020 albergarán el 75% de la población mundial (Comisión del Sur, 1991) no pueden disfrutar a plenitud de la “sociedad del conocimiento”.

No intento restar importancia al conocimiento. Es decisivo que comprendamos su valor y significación actual y estratégica. Pero el conocimiento no es una variable independiente de la sociedad; el saber no navega por encima de las circunstancias sociales igualando oportunidades.

Lo que convierte al conocimiento en un recurso significativo es la sociedad que lo promueve y desarrolla. El conocimiento hará parte de las desigualdades y oportunidades propias de una sociedad cualquiera. Es la dinámica económica y social, junto a la actuación política, la que determinan el significado social del conocimiento.

Ignorar esa realidad oscurece nuestra comprensión de la ciencia, la tecnología y los conocimientos a ellos asociados.

D.J.S. Price (1973) quien estudió el comportamiento estadístico de varias variables asociadas a la ciencia y concluyó que la ley fundamental del desarrollo de la ciencia consistía en su crecimiento exponencial formuló una de las predicciones menos acertadas de que tengo noticias: “cuanto más tarde comienza un país su esfuerzo serio para hacer ciencia moderna, más aprisa puede crecer. Se puede suponer, por tanto, que en algún momento, dentro de pocas décadas, veremos un final bastante reñido de una carrera que dura ya varios siglos. Los países científicos más viejos llegarán necesariamente a su estado de maduración y las nuevas masas de población científica de China, India, Africa y otros lugares llegarán casi simultáneamente a la misma meta final” (pp.158 – 159).

¿Qué condujo al fallo de esta predicción?: su base conceptual. Ella parte de que la ciencia tiene su propia dinámica desvinculada de los contextos. Detrás de sus curvas algorítmicas, Price olvidó la sociedad. La ley fundamental de la ciencia, si existe, tiene que expresar su nexo con la sociedad.

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Por eso debemos retomar nuestra tesis de partida: la ciencia y la tecnología son procesos sociales.

Imágenes de la ciencia y la tecnología y un par de conclusiones.

Para entender mejor esto, es conveniente apropiarnos de imágenes adecuadas de ciencia y tecnología.

Hay dos imágenes muy divulgadas del asunto. La ciencia se suele identificar con el conocimiento teórico probado, verdadero, casi siempre expresado en forma de leyes (F=ma) que se recoge en libros de texto y otras publicaciones.

La tecnología suele identificarse con equipos, aparatos que siempre que dispongamos de dinero podemos comprar. El asunto de la transferencia de la tecnología es un asunto financiero.

Estas imágenes niegan nuestra percepción de que la ciencia y la tecnología son procesos sociales. Pero están equivocadas.

Las teorías científicas son fundamentales para la ciencia pero sólo representan una parte de sus resultados. Sobre todo en la época en que domina el I+D industrial, las aplicaciones prácticas vía invención, innovación y difusión de las innovaciones son resultados muy importantes de la ciencia.

Esos resultados se alcanzan en virtud de una práctica social de la ciencia que incluye como momentos básicos la producción, difusión y aplicación de conocimientos: investigar, enseñar, difundir, generar innovaciones, elaborar sugerencias prácticas. Todo eso ocurre desde hace algo más de tres siglos en instituciones dedicadas profesionalmente a esos fines en las que se desenvuelve una cultura peculiar, la cultura científica, con sus propios valores, normas, jerarquías, criterios de legitimidad, entre otros aspectos. Es decir, identificar ciencia con conocimiento probado o con teorías científicas (como parece sugerir la enseñanza universitaria) es un enfoque muy estrecho que ignora que la ciencia es una actividad social dedicada a la producción, difusión y aplicación de conocimientos; actividad institucionalizada generadora de su propia cultura. Todos esos rasgos enunciados: producción, difusión, aplicación, institución, cultura, transparentan la naturaleza social de la ciencia. Todos los mencionados son procesos sociales que sólo se pueden explicar en relación con el contexto social que los condiciona.

Igual sucede con la tecnología. Tecnología es mucho más que una suma de aparatos cada vez más caros y sofisticados. La tecnología es una práctica social que según Pacey (1990) tiene tres dimensiones:

La dimensión técnica: conocimientos, capacidades, destrezas técnicas, instrumentos, herramientas y maquinarias, recursos humanos y materiales, materias primas, productos obtenidos, desechos y residuos.

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La dimensión organizativa: política administrativa y gestión, aspectos de mercado, economía e industria; agentes sociales: empresarios, sindicatos, cuestiones relacionadas con la actividad profesional productiva, la distribución de productos, usuarios y consumidores, etc.

La dimensión ideológica – cultural: finalidades y objetivos, sistemas de valores y códigos éticos; creencia en el progreso, etc. (p.18)

Al margen de que se comparta o no la formulación de Pacey, ella tiene la virtud de ensanchar la idea habitual de tecnología y revelar la conflictividad social que rodea la práctica tecnológica; ella no sólo involucra equipos, sino conocimientos, destrezas, problemáticas organizacionales, valores e ideologías.

Bifani (1993) plantea el problema del siguiente modo “La tecnología responde a un sistema social particular y se caracteriza por una intencionalidad específica, tanto en su generación y aplicación como en relación con los objetivos del grupo social que la controlan…El desarrollo científico y tecnológico está regido por una clara intencionalidad social que resulta de la convergencia de intereses y objetivos de la sociedad en la cual se origina y desarrolla, las características de su medio ambiente y los problemas que dicha sociedad enfrenta en un momento histórico dado. La tecnología es, además, un medio para producir control económico y político sobre recursos humanos y espacios geográficos y, finalmente, un instrumento para acrecentar el poder socioeconómico y político… La intencionalidad se manifiesta también en la utilización de la tecnología como un instrumento para implementar la voluntad de cambio o modificación de estructuras y procesos sociales, económicos y naturales”. (p. 100).

Por eso comencé diciendo que la percepción social de la ciencia y la tecnología debe ser educada en los profesionales y estudiantes de ciencias e ingenierías con el mismo énfasis con que se aprenden y enseñan otros saberes y habilidades.

Los cambios tecnológicos son experimentos sociales que requieren proyección y control social. Sus actores requieren una mentalidad y una visión social que necesita ser educada.

Otro punto básico en esa educación debe ser la insistencia en la unidad entre ciencia y tecnología. La formación de científicos sin nociones tecnológicas y de ingenieros con deficiente visión científica contradice las tendencias contemporáneas. A lo largo de este siglo la interacción ciencia – tecnología se ha venido haciendo cada vez más fuerte y cada vez se debe más una a otra. De modo creciente las necesidades técnicas influyen en el desarrollo del conocimiento científico y a la inversa, la selección de teorías, los programas de investigación, condicionan formas de acción instrumental que envuelven tecnologías.

En consecuencia hablamos de un “complejo ciencia – tecnología” o de una “tecnociencia” (Echeverría, 1995).

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Esa novedad sugiere la necesidad de reconsiderar algunas estrategias en la educación de científicos e ingenieros, en dos sentidos: subrayando el nexo ciencia – tecnología y fortaleciendo la formación social de los mismos.

Resumiendo se imponen dos conclusiones:

1. Los nexos ciencia – tecnología – sociedad han cambiado radicalmente en el curso

de tres siglos y hoy adquieren una especial intensidad. 2. La educación de científicos e ingenieros debe tomar en cuenta esos procesos. Los

enfoques sociales son hoy tan importantes para esos profesionales como el resto de las disciplinas que aceptamos como necesarias. La educación debería fundarse en la idea de que ciencia y tecnología son procesos sociales y no verdades y aparatos al alcance de todos.

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De la ciencia a la tecnociencia; pongamos los conceptos en orden Jorge Núñez Jover Introducción. A lo largo de los ensayos incluidos en este libro se utilizarán reiteradamente conceptos como ciencia, técnica, tecnología y tecnociencia. Parece de rigor que comencemos por discutir esos conceptos y definamos aproximadamente el significado que les atribuiremos. Los conceptos aludidos encuentran en la literatura disponible un uso muy variado. De hecho existen una infinidad de definiciones de ciencia y algo semejante ocurre con la tecnología. Detrás de esa abrumadora diversidad está el enorme arraigo social que una y otra tienen en la sociedad contemporánea, lo que conduce a su uso cotidiano en la educación, los medios de difusión, los discursos políticos y muchos otros canales de divulgación. De igual modo esa diversidad se explica por las muy diferentes corrientes filosóficas, sociológicas e históricas que a lo largo de este siglo han estudiado sistemáticamente la ciencia y en menor medida la tecnología. Resulta necesario entonces poner un orden conceptual mínimo en nuestro discurso. Debe destacarse además que en esta obra los problemas de la ciencia y la tecnología se examinarán como procesos sociales, como dimensiones de la totalidad social. Para estos fines las diferentes definiciones de ciencia y tecnología no son de igual utilidad. Necesitamos proveernos de conceptos amplios cuya riqueza permita el énfasis social que nos interesa. De igual modo deben destacarse las profundas e intensas interacciones que caracterizan hoy los vínculos entre la ciencia y la tecnología. La copulación recíproca entre ellas, el binomio interactivo que han constituido, representan un elemento esencial de la actual civilización tecnológica. El concepto de tecnociencia, menos extendido en la literatura, servirá para destacar los límites borrosos, indistinguibles y a veces inexistentes entre ciencia y tecnología. Debo advertir que el método de exposición que he escogido para este ensayo puede traicionar el fin que me propongo. Comenzaré por mencionar el modo clásico en que suelen distinguirse ciencia y tecnología (o técnica, según el caso) para luego desarrollar consecutivamente los conceptos de ciencia, técnica, tecnología y por último, tecnociencia. Este orden, sin embargo, pudiera sugerir separaciones indeseables. Espero que al final el planteamiento teórico que deseo desarrollar quede suficientemente claro. Visiones de la ciencia. Digamos para comenzar que el concepto de ciencia se suele definir por oposición al de técnica, según las diferentes funciones que ellas realizan. En principio la función de la ciencia se vincula a la adquisición de conocimientos, al proceso de conocer, cuyo ideal más tradicional es la verdad, en particular la teoría científica verdadera. La objetividad y el rigor son atributos de ese conocimiento.

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La función de la técnica se vincula a la realización de procedimientos y productos, al hacer cuyo ideal es la utilidad. La técnica se refiere a procedimientos operativos útiles desde el punto de vista práctico para determinados fines. Constituye un saber cómo, sin exigir necesariamente un saber por qué. Ese por qué, es decir, la capacidad de ofrecer explicaciones, es propia de la ciencia.

Observemos que lo anterior constituye no sólo una distinción analítica; históricamente han existido civilizaciones dotadas de técnicas desarrolladas y escaso conocimiento científico: Egipto, China, el Imperio Inca, son algunos ejemplos. En cambio la civilización griega clásica avanzó más en la ciencia, acompañada de una técnica menos avanzada.

Agazzi (1996) admite que en su evolución la ciencia ha cambiado considerablemente, desde una ciencia basada en la contemplación, para luego orientarse al descubrimiento y finalmente, lo cual sería su rasgo contemporáneo, a la investigación. Veamos esto con mayor detalle.

Desde la antigüedad hasta el renacimiento la ciencia constituye un conocimiento que se apoya en la contemplación de la naturaleza. Es a través de la observación y el razonamiento que es posible acceder a la esencia de la naturaleza.

La ciencia moderna, lidereada por Galileo, modifica parcialmente esto, desplaza la contemplación y la especulación sobre las esencias y promueve una racionalidad apoyada en la experimentación y el descubrimiento de las leyes matemáticas que están "detrás" de los fenómenos sensibles. Para Descartes, no es suficiente la observación: es a través del experimento que se formulan preguntas a la naturaleza, obligándola a revelar la estructura matemática subyacente. El intelecto, más que los sentidos, es lo fundamental.

Al ocuparse de la naturaleza (en general de la realidad) la ciencia contemporánea lo hace a través del conjunto de mediaciones que a lo largo de su desarrollo la propia ciencia y la técnica han venido construyendo: modelos, teorías, instrumentos, tecnologías y es a través de ellas que se realiza la investigación.

Agazzi resume este proceso diciendo que el ideal de la ciencia antigua fue la observación, el de la ciencia moderna el descubrimiento apelando fundamentalmente al recurso de la experimentación y la matematización, en tanto la ciencia actual realiza investigación en sentido estricto (p.133).

La investigación se refiere a la actividad de producción de conocimientos que se despliega a partir de los resultados anteriores expresados en modelos, leyes, teorías y también, instrumentos, equipos, experiencias, habilidades, todos los cuales son constructos creados por el hombre con el fin de explicar y manipular. Los científicos apelan a esos recursos creados no sólo en sus propios campos de investigación sino utilizando los que provienen de otros, a veces distantes.

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Esa utilización de los resultados precedentes, su modificación permanente, el cruce de informaciones, modelos, es lo que constituye la ciencia en una tradición acumulativa de conocimientos y prácticas.

Por ello el "alevín de científico" que se incorpora al ejercicio profesional no se coloca frente a una naturaleza "desnuda" que espera ser observada o descubierta, sino que se sumerge en disciplinas constituidas dentro de las cuales aprenderá a formular y resolver problemas. Este planteamiento nos permite comprender la adscripción disciplinaria de la práctica científica, su articulación comunitaria e incluso paradigmática (Kuhn). Desde el mismo, sin embargo, se pueden deducir diferentes conclusiones. Agazzi, por ejemplo, concluye de todo esto que, "la ciencia no indica ya la necesidad de salir de si misma para continuar existiendo" (p.133) y "la ciencia contemporánea ha llegado hoy día a constituirse como sistema autónomo" (idem). De inmediato él mismo introduce la corrección de que esto no convierte a la ciencia en "sistema cerrado" y que apenas de trata de una autonomía cognoscitiva que no abarca todas las dimensiones de la ciencia como actividad.

La importancia de esa corrección es fundamental en un discurso sobre la ciencia contemporánea. En efecto, con la Ciencia Moderna se desenvuelve un proceso de diferenciación de la ciencia como producto espiritual (respecto a la teología y la filosofía, por ejemplo) y como institución y profesión peculiar. Pero como es conocido, la capacidad de explicar y manipular que la ciencia ha demostrado, la ha convertido en una fuerza social extraordinaria, cuya relación con los intereses sociales es indiscutible. Por eso, decir que la ciencia no depende más que de sí misma es una afirmación de alcance muy limitado que aquí sólo admitiremos en un sentido bien restringido: como constitución de líneas de investigación que se alimentan de los resultados precedentes y del diálogo con otras semejantes. En tal sentido la ciencia se impulsa a sí misma y adopta en lo fundamental recursos cognoscitivos creados por ella misma. En ello se expresa su madurez y autonomía relativas.

El proceso de crecimiento acumulativo de la ciencia ha sido descrito por Price (1980) a través de un curioso modelo que tiene en común con las ideas anteriores la identificación de la ciencia con el conocimiento que ella produce. A ello Price agrega que ese conocimiento puede ser estudiado a través de su expresión en forma de artículos científicos, por lo que propone considerar como ciencia "lo que se publica en los artículos científicos" (p.167), aparecidos en la "Lista Mundial de Periódicos Científicos" (idem). A la luz de esta definición y contando con fuentes como el Science Citation Index de Garfield, es posible disponer de información sobre artículos, autores y citas que pueden investigarse y obtener a partir de esas estadísticas medidas de los inputs y outputs de la ciencia, así como comprender algunos mecanismos característicos de su crecimiento. Así, estudiando las citas, es posible determinar cómo los artículos se relacionan entre sí y van conformando algo semejante a un tejido de agujas. A partir de ese modelo es posible obtener alguna explicación sobre el ritmo de crecimiento exponencial de la ciencia (según Price el número de artículos se duplica cada 10 o 15 años): la ciencia crece como lo hace

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porque el viejo conocimiento engendra el nuevo, la vieja ciencia se va transfiriendo a la nueva a través de un proceso acumulativo.

Un artículo se vincula con otros similares a través de las citas. Ese mecanismo de citaciones que relaciona unas ideas a otras, es lo que Price llama el "frente de investigación" (p.164), en tanto reserva el nombre de "Colegio Invisible" para aquellos científicos que son responsables de la mayoría de la producción "y de mucho más de la mitad de su valor" (idem). En la misma línea, se considerará científico al que alguna vez ha contribuido a la redacción de un artículo semejante. De esto resulta que la participación del investigador en las publicaciones, el esfuerzo por incorporarse al frente de investigación y aún al Colegio Invisible, es un importante motor del crecimiento de la ciencia. Pero la ciencia no es sólo el conocimiento por ella creado y que circula en publicaciones. Ella tambièn puede ser vista desde el ángulo de los procesos de profesionalización e institucionalización que genera. Barnes (1995) introduce esos ángulos de análisis. Para ello fija su atención en el proceso de transformación de las ideas científicas y su impacto en la cultura que tuvo lugar entre 1540 y 1700 aproximadamente, plazo en el que ocurre una gran revolución científica que cambió considerablemente el panorama de la ciencia y su proyección en la cultura. El período considerado abarca desde la formulación inicial del sistema copernicano de astronomía hasta la culminación de la filosofía que inspiró en la obra de Isaac Newton. Ese plazo incluye numerosos logros específicos en astronomía, mecánica, óptica, anatomía, historia natural, química, entre otros campos y "supone una profunda transformación del pensamiento con el rechazo de la cosmología teleológica y centrada en el hombre de Aristóteles y de los pensadores aristotélicos, y su sustitución por una visión del mundo fundamentalmente impersonal y mecánica" (p.22). Es este también un período rico en discusiones sobre aspectos del método científico imprescindibles para desarrollar los fundamentos de la ciencia: el papel de la observación y el experimento; la necesidad de plantear hipótesis y de recurrir a la cuatificación y matematización, entre otros. Aunque muchas de esas ideas tenían notables antecedentes, durante la revolución científica ellas alcanzaron mayor aceptación entre la gente culta. Durante el siglo XVII declinaron la astrología y la brujería, se fundaron sociedades científicas nacionales en Inglaterra, Francia y Alemania; antropocentrismo, antropomorfismo y teleología experimentaron un notable declive. Por ello dice Barnes: "El siglo XVII merece probablemente ser considerado como un punto de inflexión en la historia del pensamiento y las ideas" (p.23). Existe, sin embargo, otro ángulo muy relevante que permite entender la evolución de la ciencia y su constitución en la actividad social que es hoy. También este punto es desarrollado por Barnes (idem). Se trata de observar la ciencia desde la perspectiva de su

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aparición y desarrollo como una ocupación profesional, proceso que viene a manifestarse claramente en el siglo XIX.

El término científico fue utilizado por primera vez en 1833 cuando William Whewell lo empleó durante una reunión de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia para referirse a los allí reunidos. El crédito del término se extendió en la medida en que los hombres de ciencia aceptaron la imagen de sí mismos como profesionales.

Este proceso de profesionalización tuvo notables consecuencias. Una de ellas fue la creación de numerosos puestos de trabajo. Durante los siglos XVII y XVIII apenas existían puestos científicos remunerados: la ciencia era una actividad de aficionados que durante el siglo XVII fue dominada por la aristocracia y durante el XVIII se convirtió fundamentalmente en una actividad de la clase media, lo cual redundó en una mayor presión por su profesionalización. Durante el siglo XIX se crearon muchos puestos de trabajo para científicos, sobre todo en el sistema educativo, por ejemplo, las Ecoles de la Francia posrevolucionaria y luego en las universidades alemanas. El apoyo gubernamental permitió la consolidación de la carrera científica.

Junto a la creación de nuevos puestos de trabajo se fue creando la infraestructura para la ciencia. "Por primera vez, comenzó a ser posible una preparación sistemática en los diferentes campos de la ciencia, preparación que podía basarse en la práctica en un laboratorio. Al mismo tiempo, los diferentes niveles de formación pasaron a estar estrechamente vinculados con unas calificaciones formales, y las oportunidades determinadas de la carera con las calificaciones. Junto a la enseñanza, también la investigación comenzó a ser apoyada, y los científicos más eminentes podían aspirar a dirigir su propio laboratorio o incluso su propio instituto de investigación, así como a conseguir la ayuda de técnicos capacitados y competentes. Esta es, ciertamente, una de las innovaciones más notables y significativa del siglo XIX; hasta entonces eran desconocidos los laboratorios permanentes, que son como las centrales eléctricas de la ciencia moderna. Finalmente, conforme avanzaba la centuria, se fundaron más y más asociaciones científicas profesionales, y publicaciones profesionales cuyo objetivo era dar a conocer las investigaciones desarrolladas en el seno de la comunidad científica, que experimentaba un rápido proceso de crecimiento y fragmentación. Las diferentes disciplinas y especialidades científicas proliferaron con notable rapidez, y cada una de ellas necesitaba con urgencia una publicación" (Barnes, pp.24 -25). En consecuencia, el número de publicaciones y artículos creció exponencialmente.

Aunque los procesos de profesionalización e institucionalización a que se alude tuvieron diferencias nacionales, lo cierto es que el modelo de la ciencia académica alemana desarrollado en sus universidades fue el que sirvió de patrón para otros países. La profesionalización incrementó la eficacia de la investigación científica pues la respaldó con una formación sistemática de las personas ocupadas en ella le proporcionó canales de comunicación y mecanismos de control de la calidad y renovados recursos técnicos. Ese proceso de profesionalización dotó a la sociedad de una nueva "figura social" (Barnes, p.25) organizada en una institución especializada que asume el objetivo de organizar y modificar el conocimiento existente.

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El punto anterior es fundamental para entender la ciencia y su lugar en la sociedad y la cultura. Prácticamente todas las sociedades han tenido individuos y aún instituciones que han trasmitido y preservado conocimientos, pero parece un hecho único y decisivo en la evolución social haber creado una profesión y una institución cuya misión es "ampliar y modificar el conocimiento, como cuestión de rutina (sic), como práctica habitual de una ocupación específica" (p.25). Con ello surgió en el siglo XIX "un gran motor de cambio en el seno mismo del tejido social" (idem).

Esa práctica sistemática, rutinaria, ha quedado integrada a la estructura institucional, sostenida por los intereses de sus practicantes y de otras instituciones y actores sociales que se apoyan en ella.

Entonces, ¿qué es la ciencia?.

A la luz de las consideraciones precedentes se revelan diferentes manifestaciones del fenómeno que llamamos ciencia. También se aprecian los cambios profundos que ha experimentado en su devenir y el cambio en su posición social.

Por eso es que es tan difícil ofrecer una caracterización breve y precisa de lo que entendemos por ciencia. Se le puede analizar como sistema de conocimientos que modifica nuestra visión del mundo real y enriquece nuestro imaginario y nuestra cultura; se le puede comprender como proceso de investigación que permite obtener nuevos conocimientos, los que a su vez ofrecen posibilidades nuevas de manipulación de los fenómenos; es posible atender a sus impactos prácticos y productivos, caracterizándola como fuerza productiva que propicia la transformación del mundo y es fuente de riqueza; la ciencia también se nos presenta como una profesión debidamente institucionalizada portadora de su propia cultura y con funciones sociales bien identificadas.

La razón por la cual es posible apreciar tantas facetas diferentes de la ciencia es porque ella constituye un fenómeno complejo cuyas expresiones históricas han variado considerablemente. Por eso las definiciones de ciencia resultan escurridizas y a veces inalcanzables.

J.D. Bernal (1954), por ejemplo, consideraba que: "En realidad, la naturaleza de la ciencia ha cambiado tanto en el transcurso de la historia humana, que no podría establecerse una definición de ella" ( p.13). En su polémica con Dingle, y no sin cierta ironía llegó a caracterizarla como "aquello que hacen los científicos" (ibid, p.32). En el curso del debate, arribó a la conclusión que mucho más provechosa que una formulación breve era una enumeración del conjunto de los rasgos que tipifican el fenómeno en cuestión y expuso que la ciencia debe ser entendida como: institución, método, tradición acumulativa de conocimiento, factor principal en el mantenimiento y desarrollo de la producción y una de las influencias más poderosas en la conformación de las opiniones respecto al universo y el hombre. Se trata de un enfoque amplio que permite una aproximación rica y diversa al fenómeno ciencia. Abierta, sobre todo, a lo que él consideraba principal "estudiar su historia y contexto social" (ibid, p.22).

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Este último objetivo, anunciado por Bernal unas cinco décadas atrás, ha pasado a ocupar un lugar central en los estudios de la ciencia. Ello ha ocurrido de la mano de dos circunstancias fundamentales. La primera es que en la segunda mitad de este siglo la ciencia se ha convertido en una fuerza social extraordinaria y sus estudios han debido reconocerla así: las resonancias económicas, éticas, políticas del trabajo científico han impuesto un temario renovado de la ciencia. Junto a esto y en parte por ello, aquellas tradiciones teóricas que prestaban escasa atención a la dimensión social de la ciencia o la ignoraban, han sido desplazadas. Este es el caso del Positivismo y el Empirismo Lógico (Carnap, Reichenbach, Hempel) y el Racionalismo Crítico (Popper).

El enfoque social que se viene abriendo paso representa una opción radicalmente distinta a la tradición positivista en el campo de la Filosofía de la Ciencia. La tradición lógico positivista centra su atención en el sistema de conocimientos formado, se interesa por la verdad y la busca en la coherencia lógica del lenguaje científico; este lenguaje se considera sólo si refiere a hechos comprobables. De esta opción - empirista, fenomenalista y descriptivista - se deriva un campo de análisis filosófico reducido: estudio del procedimiento de comprobación de los fenómenos, formalización de las teorías científicas mediante la lógica matemática y delimitación del lenguaje científico de otras expresiones lingüísticas.

Según Mario Otero (1979) Esta postura realiza una "operación ideológica de ocultamiento" que presenta a la ciencia como autónoma, universal, extrahistórica". Sin embargo, puede decirse que hasta los años 50, la tradición positivista (a través de tendencias y autores con posiciones diferentes) fue dominante en toda la filosofía occidental de la ciencia. En consecuencia, durante las primeras décadas de este siglo esa filosofía parecía atrapada en una visión estática de la ciencia, concentrada en el estudio del lenguaje de las teorías ya formadas, dominada por una visión simplificada de la relación entre las teorías científicas y la naturaleza a las que ellas se remiten y en un enfoque acumulativista del progreso del saber científico. La elaboración de una concepción del método científico entendido como cierto algoritmo conducente a la verdad, absorbía buena parte del trabajo en filosofía de la ciencia. Sobre todo desde los años 60 el temario de análisis de la ciencia se ha enriquecido considerablemente, como se explicará más adelante 74 Un conjunto de reacciones académicas y sociales (González García, et al, 1996, pp 35-65) favorecieron la entrada en juego de nuevas perspectivas. Lo que interesa subrayar aquí es que desde entonces los enfoques sociales de la ciencia han cobrado la mayor relevancia, lo cual debe ser reflejado en el concepto de ciencia que adoptemos para nuestro trabajo teórico. Lo esencial es que el concepto adoptado debe abrirnos la puerta al estudio social de la ciencia. La búsqueda de un concepto debe

74 En este mismo libro, véase La "industria científica" se transforma.

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subordinarse al objetivo de procurar un fundamento teórico que sirva de base a una estrategia de investigación de la ciencia. Por ello, la caracterización de la ciencia ha experimentado varios desplazamientos. La atención se ha desplazado de los productos de la ciencia (en particular los conocimientos, con énfasis en las teorías científicas) a la actividad científica misma, es decir, a la ciencia en el "proceso de ser hecha". Con ello, el problema de las fuerzas motrices del desarrollo de la ciencia, la interacción de la ciencia con otras actividades sociales (políticas, económicas), los factores subjetivos e intersubjetivos que intervienen en los procesos de producción, difusión y aplicación de conocimientos, aparecen en primer plano. Un segundo desplazamiento tiene que ver con la diferente percepción de los resultados de la actividad científica. La idea del conocimiento científico como teorías objetivas, rigurosamente formalizadas, probadas, y por ello verdaderas, ha sido sustituida por una visión que acepta en uno u otro grado la falibilidad del conocimiento, su carácter transitorio; admite un demarcacionismo menos radical entre ciencia y otras formas de conocimiento, y entiende el conocimiento científico como un producto de la historia, la sociedad y la cultura, influido por tanto por sus valores y prioridades. Junto a esto se reconoce que la ciencia no consiste sólo en el trabajo de investigación que perfecciona sistemáticamente el universo de las teorías disponibles. La ciencia tiene muy diversas expresiones en la educación, en la industria, en los servicios, en las labores de consultoría y dirección que realizan las personas que poseen una educación científica. En esos y otros ámbitos, la ciencia tiene una presencia relevante. El análisis de esos contextos, no reductibles al ámbito del laboratorio, ofrece posibilidades adicionales para captar los nexos ciencia - sociedad. Un tercer desplazamiento consiste en explorar la ciencia desde el ángulo de los procesos de profesionalización e institucionalización que hacen posible la actividad científica. La ciencia no es la obra de Robinson Crusoe. La ciencia es una actividad profesional institucionalizada que supone educación prolongada, internalización de valores, creencias, desarrollo de estilos de pensamiento y actuación. La ciencia es toda una cultura y así debe ser estudiada. Los desplazamientos descritos apenas describen algunas de las muchas transformaciones que en las últimas décadas ha experimentado la comprensión de la ciencia. Parece fundamental que la ciencia sea vista cada vez más como una actividad social. Este planteamiento tiene consecuencias teóricas y metodológicas esenciales. A continuación trataré de aclarar un poco más esas consecuencias apelando en parte a los argumentos anteriores e incorporando otras consideraciones. La ciencia como actividad. La actividad que denominamos ciencia se desenvuelve en el contexto de la sociedad, de la cultura, e interactúa con sus más diversos componentes. Al hablar de ciencia como actividad nos dirigimos al proceso de su desarrollo, su dinámica e integración dentro del

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sistema total de las actividades sociales. Desde esta perspectiva se promueven a un primer plano los nexos ciencia – política, ciencia – ideología, ciencia – producción, en general ciencia – sociedad. La sociedad es un continuo pluridimensional donde cada fenómeno, incluso la elaboración de conocimientos, cobra sentido exclusivamente si se relaciona con el todo. El conocimiento aparece como una función de la existencia humana, como una dimensión de la actividad social desenvuelta por hombres que contraen relaciones objetivamente condicionadas. Sólo dentro del entramado que constituyen esas relaciones es posible comprender y explicar el movimiento histórico de la ciencia. Esto no significa, sin embargo, que la actividad social que denominamos ciencia no tenga sus particularidades que es preciso reconocer. El punto de vista que aquí sostenemos es que el enfoque social de la ciencia apunta a sus diferentes interrelaciones e interpenetraciones con las restantes formas de actividad humana, pero no borra sus diferencias respecto a ellas. Hay que admitir, sin embargo, que este punto de vista no goza de unanimidad ni mucho menos. Woolgar (1991), por ejemplo, cree que entre las constricciones que se presentan ante los estudios de la ciencia está "la persistente idea de que la ciencia es algo especial y distinto del resto de formas de actividad social y cultural, aún a pesar de todos los desacuerdos y cambios en las opiniones de los filósofos que han tratado de dilucidar un criterio de distinción. En lugar de tratarlos como logros meramente retóricos, muchos analistas de la ciencia siguen respetando los límites que delimitan a la ciencia frente a la no-ciencia. Muchos otros niegan la posibilidad de la demarcación pero siguen discutiendo en términos de límites. El uso continuado de un esquema que construye la ciencia como un objeto tiende a reforzar la concepción de la misma como algo distinto antes que a potenciar un desafío a tal punto de vista." (1991, p.40). A diferencia de esta apreciación considero necesario admitir que la ciencia supone la búsqueda de la verdad o al menos un esfuerzo a favor del rigor y la objetividad; la ciencia es, ante todo, producción, difusión y aplicación de conocimientos y ello la distingue, la califica, en el sistema de la actividad humana. Pero la ciencia no se da al margen de las relaciones sociales, sino penetrada de determinaciones práctico – materiales e ideológico – valorativas, tipos de actividad a las cuales ella también influye considerablemente. El privilegio de la ciencia como actividad supone una tergiversación cientificista, internalista y en última instancia idealista, que conduce a la incomprensión de sus fuerzas motrices, funciones sociales y otros problemas de significación social relevante. Si por el contrario se ignora la especificidad de la ciencia, entonces se borra la diferencia entre ciencia y pseudociencia, entre investigación seria y charlatanería. Si se pierde la identidad de la ciencia, el economicismo chato del externalismo se adopta como alternativa para explicar su movimiento histórico y el voluntarismo asoma la nariz en la política científica. Una política correcta debe emerger de la identificación adecuada de la ciencia como actividad y de sus determinaciones y resonancias en el cuerpo total de la cultura donde ella se desenvuelve. La ciencia no es un juego meramente intersubjetivo ajeno a los propósitos de rigor, objetividad y verdad. La ciencia supone tanto relaciones sujeto - objeto como sujeto -

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sujeto. Las primeras permiten comprender que el juego creativo de la ciencia cobra sentido en la medida que ella refleja realidades que están más allá de sus esquemas conceptuales y todavía más, los determina en última instancia. Ciencia es creación pero creación con arreglo al plan de reflejar en las representaciones y teorías objetos que guardan una relativa independencia ontológica respecto del sujeto que investiga. Este enunciado se sitúa frente al convencionalismo e intenta superar la imagen de la teoría como calco inmediato del objeto. La imagen de la ciencia vista como relación sujeto –objeto ha sido desarrollada, sobre todo, por la metodología del conocimiento científico y la epistemología. Y de ahí sus temas clásicos: método, verdad, objetividad, explicación, argumentación, entre otros. Sin embargo, comprender la ciencia exige también entenderla en el marco de la relación sujeto – sujeto. Este es el ángulo preferente que ha aportado la Sociología de la Ciencia. El sujeto de la ciencia no es el individuo aislado, no es un hombre abstracto. Si se presta atención a la naturaleza social del proceso científico pudiera indicarse como sujeto a la sociedad toda. Es preferible, sin embargo, un enfoque estratificado que identifique a los diferentes sujetos que definen la actividad científica. Se trata, para comenzar, del individuo (cuya actividad cognoscitiva está socialmente condicionada) que en su interacción con otros conforma comunidades científicas u otras comunidades profesionales, las que interactúan con sus semejantes tanto nacional como internacionalmente. En el interior de las instituciones la producción de conocimientos puede sólo lograrse estableciendo un conjunto de relaciones sociales intracientíficas (Kelle, 1978). Son, en primer lugar, relaciones informativas que aseguran los flujos de información imprescindibles para el trabajo científico; son sociales no sólo porque suponen la interrelación con el conocimiento social y su producto se destina al consumo social (al menos del socium científico) sino porque la participación del científico en tales relaciones está influida por factores propios del contexto social en que ellos se desenvuelven: prioridades sociales, factores que frenan el flujo informativo (monopolio del conocimiento por grupos, clases o países) etc. Se constituyen además relaciones de organización, entendiendo que ellas, de un lado, se determinan por las exigencias de la producción de conocimientos, y de otro, por las particularidades del medio social. Finalmente, existe otro grupo de relaciones de variado carácter: jurídicas, morales, psicológicas, ideológicas, etc. que siendo específicas de la producción científica a su interior se deslizan las peculiaridades de la sociedad en que ella se desenvuelve. Este conjunto de relaciones sujeto – sujeto son imprescindibles para la ciencia. Sin embargo, reducir las interacciones sujeto – sujeto al ámbito de las comunidades, es aún un enfoque restrictivo.

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En haber promovido el análisis de tales entidades como portadoras del conocimiento radica el mérito y la limitación de Kuhn, muy especialmente en su obra La Estructura de las Revoluciones Científicas. Kuhn (1982) propone un modelo de desarrollo de la ciencia varios de cuyos aspectos destacaremos en otros apartados de este libro. Aquí sólo deseo destacar que en su modelo la comunidad científica se propone como sujeto de la actividad científica75. Este punto de partida le va a ofrecer la posibilidad de salir de un enfoque puramente inmanente de la ciencia y a permitirle ampliar el marco de su comprensión. En principio, si la ciencia se aprecia como actividad realizada por las comunidades científicas, entonces lo social y lo individual aparecen como elementos propios de la creación científica. De esta forma Kuhn se manifiesta contra el neopositivismo y desarrolla una tesis opuesta al “tercer mundo” popperiano que priva a los conocimientos de sujetos portadores y los remite a un mundo platónico. Tampoco coincide con la noción de Lakatos (1983) sobre los Programas de Investigación pues como argumenta Kuhn con razón las teorías no planean por encima de las circunstancias sociales, esto es, los investigadores no se desenvuelven en un vacío social sino en el seno de comunidades que son las productoras y validadoras del conocimiento. En su posdata de 1969 y en respuesta a numerosas críticas, Kuhn observa que de reescribirse el libro comenzaría por considerar la estructura comunitaria de la ciencia y señala que en gran parte del ensayo ha permanecido subyacente la noción intuitiva de comunidad que comparten extensamente científicos, sociólogos e historiadores: “Una comunidad científica consiste en quienes practican una especialidad científica. Hasta un grado no igualado en la mayoría de los otros ámbitos, han recibido una educación y una iniciativa profesionales similares” (p. 272). Para Kuhn tanto la “ciencia normal” (períodos evolutivos) como la extraordinaria (períodos de transformaciones radicales, revolucionarias) son actividades basadas en comunidades. Son estas las que portan los paradigmas que, por tanto, en su sentido sociológico se pueden definir como “La constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada” (p. 269). Se trata de modelos explicativos, ejemplares compartidos con ayuda de los cuales las comunidades resuelven los problemas de la ciencia normal. De esta forma, el paradigma cohesiona a los miembros de la comunidad, les proporciona determinado modo de ver el mundo, determinados patrones conceptuales a partir de los cuales investigan la realidad. Obviamente, ese modo de ver el mundo está íntimamente vinculado al contexto socio cultural más amplio donde se produce la ciencia. En Kuhn, sin embargo, esta noción se limita a sus componentes filosóficos y científicos, quedando 75 El término "comunidad científica" se utilizó por primera vez en una conferencia de M. Polanyi ante la Sociedad Literaria y Filosófica de Manchester en febrero de 1942. Polanyi veía la especificidad de la ciencia no en las relaciones teoría - experimento o en las construcciones intelectuales, sino en las relaciones entre los científicos unidos sobre la base de la confianza en el carácter puramente humano de la actividad científica. (Ver Polanyi, M. (1951) The Logic of Liberty, Chicago).

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sin resolver el problema. De igual modo, cuando considera los valores que comparten los miembros de las comunidades, se refiere a la preferencia por la exactitud, las determinaciones cuantitativas, la sencillez, coherencia y probabilidad de las explicaciones y sólo de pasada menciona como un valor la utilidad social de la ciencia (pp. 283-284). Como consecuencia, en Kuhn la noción de ciencia como actividad que realizan las comunidades científicas permite la introducción de algunos factores socio-psicológicos en el análisis pero a la vez, la cohesión de las comunidades alrededor de determinados paradigmas les proporciona cierto aislamiento respecto a los contextos sociales. Para Kuhn este aislamiento se da, sobre todo, en las ciencias maduras, aquellas que en la expresión de Foucault han rebasado un cierto umbral de epistemologización. La tesis de Kuhn subraya la autonomía relativa de la ciencia: podrán existir demandas sociales pero estas tienen que ser traducidas en términos de problemas científicos y por ello se exige su incorporación al tejido conceptual de la ciencia que proviene del paradigma vigente. Pero aquí se absolutiza un lado de la dinámica más general: falta por considerar lo que Engels indicó claramente: una necesidad técnica impulsa más a la ciencia que diez universidades, es decir, no existe una acumulatividad de saber absolutamente al margen de las demandas sociales. Sobre todo en nuestros días el papel de tales exigencias en la dinámica de la ciencia, en la definición de la ciencia que ha de practicarse y por ende en el rumbo que ella ha de tomar, es decisivo. En general el modelo kuhniano carece de una adecuada caracterización de lo social. Su noción de comunidad es intuituva y sólo de modo impresionista la presente como factor en la incompatibilidad de los paradigmas. Su planteo queda a nivel de la intersubjetividad que aquí implica un control colectivo de la comunidad sobre sus resultados. Intersubjetividad institucional, es cierto, pero ello no lo conduce a buscar las raíces sociales que nutren la ciencia e influyen las relaciones intelectuales entre los científicos. Quedan planteadas las diferencias en términos de paradigmas distintos pero no se esclarecen las raíces sociales de esos conflictos. Queda “sin problematizar la forma básica en que se estructuran lo lógico y lo social en los conflictos” (García Canclini, 1981, p.25). La comprensión de las interacciones sujeto – sujeto vinculadas a la ciencia debe ampliarse más allá de las comunidades; entre otras cosas ello significa relacionar las colectividades científicas agrupadas en instituciones con otros sujetos de la vida social, entre ellas las clases sociales. Estas, según sus intereses, en primer lugar económicos, y a la luz del proyecto político e ideológico que propugnan, definen su posición ante la ciencia, promoviéndola, retardándola, planteándole fines humanitarios o deshumanizados, confiriéndole un sentido social o elitista a su acción; en fin, las clases no sólo son sujeto de la política en un sentido estrecho sino que en la medida que la política asume a la ciencia como vehículo para materializar proyectos económicos, militares o de otra índole, la propia ciencia queda incorporada a ella como una de sus variables. La ciencia se presenta así como un valor social: ciencia para algo y ciencia para alguien. A ella se le asigna determinado interés e importancia, se le orienta en una u

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otra dirección, o simplemente se le menosprecia. En cualquier caso se manifiesta una definida proyección valorativa de las clases sociales respecto a la ciencia. El enfoque de la ciencia como actividad presta especial atención a la institucionalización de la ciencia. Como se ha visto, la actividad científica supone el establecimiento de un sistema de relaciones (informativas, organizativas, etc.) que hace posible el trabajo científico orientado a la producción, diseminación y aplicación de conocimientos. Garantizar ese sistema de relaciones es la tarea de las instituciones científicas. En tanto institución, la ciencia se presenta como un cuerpo organizado y colectivo de personas que se relacionan para desempeñar tareas específicas, que han seguido un proceso de profesionalización y especialización que los distingue de otros grupos sociales. El largo proceso de educación que ello implica supone no sólo la adopción de lenguajes compartidos así como métodos y técnicas, sino también, entre otras cosas, de la internalización por sus practicantes del ethos propio de la profesión, de los criterios de evaluación del trabajo científico, del estilo y la psicología que le es típico. Como toda institución tiene su ordenamiento interior con la consiguiente jerarquización y distribución de funciones. La historia y el funcionamiento contemporáneo de las instituciones científicas transparentan claramente su condicionamiento social. Desde la Royal Society de Londres y la Academia de Ciencias de París, creadas durante el siglo XVII y que sirvieron en cierto sentido de modelos a las instituciones que se crearon en los siglos siguientes, hasta los modernos laboratorios, sociedades academias y organismos gubernamentales dedicados a realizar, organizar y promover el trabajo científico, su difusión y aplicación, la historia revela una línea ascendente de comprometimiento de las estructuras políticas y económicas de la sociedad con la institucionalidad de la ciencia. Un hito fundamental lo marcó la Segunda guerra Mundial y la generalización de la práctica gubernamental de establecer políticas para la ciencia y la tecnología. Lo curioso es que esta misma historia de comprometimiento está asociada a la génesis y extensión paralela de una ideología propia de algunos medios académicos según la cual la ciencia debe permanecer al margen de los conflictos sociales y los científicos –especie de sacerdotes en esta perspectiva- sólo tienen como función la de producir saber objetivo, neutral, sin que su trabajo sea influido por la sociedad. Con ello, desde luego, la responsabilidad social de los científicos es negada. Sin entrar en detalles, esta respuesta de la comunidad científica (ya apreciable en el manifiesto constituyente de la Royal Society) está animada más por el temor a la acción sobre ellos de agentes y valores sociales (políticos, religiosos, económicos) que por la convicción de que ellos son irrelevantes (Mendelsohn, 1982). Diversos autores han argumentando que la acentuada separación de la ciencia de la política, la moral, los movimientos por reformas sociales y la religión, se debió sobre todo a situaciones sociales, al medio absolutista donde se producía la institucionalización

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de la ciencia. Paradójicamente, fue por razones sociales que se formó el postulado normativo de la neutralidad de la ciencia. Este postulado se acentuó con el proceso de profesionalización del trabajo científico. Fue en las primeras décadas del siglo XIX que los filósofos naturales pasaron a llamarse científicos; en ese mismo plazo fue cambiando el tono de las publicaciones científicas, abandonando su tono especulativo, mezcla de ideas normativas y hechos, haciéndose más riguroso. El estilo sobrio, el dominio de los hechos pasaron a ser el signo distintivo del científico. Fue acentuándose la idea de "librar de valores" a la ciencia, tesis que sería sancionada por la filosofía neopositivista de inicios de siglo con énfasis en el neopositivismo de las décadas del 30 y el 40. La interpretación estrechamente funcional del científico como simple portador de saber especializado, ajeno a la esfera de los valores, apareció en determinada etapa del desarrollo de la ciencia, bajo condiciones sociales e históricas definidas. Desde luego que el planteamiento de la dialéctica de lo cognoscitivo y lo valorativo en la producción científica no persigue restituir la especulación y la falta de profesionalidad. Exige, eso sí, ofrecer una imagen más exacta de la multitud de factores que influyen en este problema, y la necesidad de abrir la discusión sobre la regulación valorativa óptima. En las condiciones de la universalización de la intervención estatal y empresarial en el desarrollo científico técnico queda poco espacio para defensa de la neutralidad de la ciencia, aunque la ideología que la sustenta persiste hasta hoy. Como venimos comentando, la comprensión de la ciencia como un tipo de actividad social tiene consecuencias metodológicas relevantes, algunas de las cuales ya hemos expuesto. Ahora quiero agregar que el enfoque de la ciencia como actividad ofrece un excelente punto de partida para explorar sus relaciones con el marco cultural en que ella actúa. Lamentablemente las ideas de ciencia y cultura han estado a menudo disociadas. No lo deberían estar si como Furtado (1979) interpretamos la cultura como el espacio de toda la actividad creadora de los hombres, expresiva de su libertad. Examinar los rumbos de la creatividad y sus obstáculos es decisivo para entender las diferentes sociedades, sus tendencias de desarrollo, su vitalidad y capacidad de respuesta al reto que plantea el ambiente físico y social y las relaciones competitivas o hegemónicas que entre ellas se establecen. Para responder a esta expectativa, la cultura deberá pensarse como el proceso de asimilación, producción, difusión y asentamiento de ideas y valores en que se funda la sociedad; es el conjunto de representaciones colectivas, creencias, usos del lenguaje, difusión de tradiciones y estilos de pensamiento que articulan la conciencia social, es el ámbito en que se producen y reproducen nuestras formas de vida y nuestra ideología; vista así la cultura es un mecanismo de regulación social. En el interior de la cultura, la ciencia se comporta como una subcultura sostenida por la actividad comunal de grupos practicantes (Kuhn). El que toma el camino de la ciencia se incorpora a un tipo de subcultura, la científica, distinguibles de las demás (la religión, por ejemplo). Como cualquier otra, ella porta sus propios ritos, jerarquías, estándares,

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autoritarismos, controles, etc. No es un mundo donde el talento florece sólo por incentivos personales, sino que resulta de la educación que tiene lugar en el interior de esa subcultura. Pero esa subcultura no está desconectada de las determinaciones culturales de la sociedad global donde la ciencia actúa. Seguramente fenómenos perceptibles en la ciencia contemporánea como la superespecialización, burocratización, autoritarismo, competición, cooptación por parte de las empresas militar e industrial, entre otros, no pueden comprenderse sino a partir de los rasgos y tendencias que tipifican el medio socio cultural donde esa ciencia opera. (Vessuri, 1986 y 1987) De los razonamientos precedentes debe derivarse la siguiente conclusión: la idea de la ciencia como un conjunto de conocimientos objetivos (teoremas, leyes, métodos, técnicas, etc.) adquiridos por la humanidad, que se incrementa de forma acumulativa y de facto contribuye al progreso social es una representación superficial de corte cientificista. Próxima a ella es también la idea de la ciencia dotada de un espacio autónomo en relación de exterioridad con el contexto social con el cual se limita a mantener relaciones de aplicación (aunque sean bilaterales), por lo que estas dos instancias influirán "a distancia" la una con la otra. En lugar de ambas tesis "hay que partir, pues, de la idea de que la producción científica ocupa un lugar bien determinado en la sociedad que condiciona sus objetivos, los agentes y el modo de funcionamiento. Práctica social entre otras, irremediablemente signada por la sociedad en la que se inserta, contiene todos los rasgos y refleja todas las contradicciones, tanto en su organización interna como en sus aplicaciones […] Se trata pues de verdaderas relaciones de constitución entre la ciencia y la sociedad" (Levy-Leblond, 1980, p.25). En la explicación de la ciencia hay que evitar las dos posiciones extremas que Foucault denomina "extrapolación genética reduccionista" y "extrapolación epistemológica reduccionista". En la primera se privilegia el efecto de las fuerzas y dinámicas socioeconómicas sobre el cambio científico, mientras que en la segunda se acepta la autodeterminación de la ciencia y con ello su autonomía. La alternativa a ellas es un enfoque que englobe dialécticamente dos movimientos aparentemente contradictorios. Por una parte debe sostenerse que la ciencia no es una entidad autónoma, determinada por si misma. Ella, como se ha dicho, es una dimensión de un mundo real en cambio y está marcada por la sociedad en que se inserta; en sus fines y agentes, en sus modos de organización y funcionamiento, en sus resultados y usos, en los valores que le comunica. La ciencia está anclada en las demás actividades e instituciones sociales: las fuerzas, actores, relaciones, estructuras, procesos actuantes en la sociedad condicionan la emergencia, perduración, crecimiento, orientación y decadencia de la ciencia. Ellos no son el escenario donde actúa la ciencia sino que afectan directamente su constitución y actividades.

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Por otra parte debe admitirse que la ciencia es un fenómeno sociocultural complejo que posee sus propias fuerzas motrices, lo que impide hablar de un condicionamiento casual lineal y mecánico entre la sociedad y la ciencia. De tal forma ella posee su especificidad, autonomía relativa, eficacia propia, capacidad de influencia sobre las restantes actividades e instituciones sociales. En su maduración y progreso la ciencia puede crear potencialidades que trascienden las expectativas que de ellas tienen los agentes y estructuras sociales que la fomentan o al menos toleran. En su capacidad de penetración de la vida material y espiritual de la sociedad la ciencia puede devenir un factor decisivo de ésta. Al final de este recorrido es posible recurrir a una definición de ciencia que en alguna medida resuma la diversidad de aspectos relevantes de la ciencia que hasta aquí hemos discutido. Situado explícitamente en la tradición de Marx, Kröber (1986) resume el tema así: "entendemos la ciencia no sólo como un sistema de conceptos, proposiciones, teorías, hipótesis, etc., sino también, simultáneamente, como una forma específica de la actividad social dirigida a la producción, distribución y aplicación de los conocimientos acerca de las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad. Aún más, la ciencia se nos presenta como una institución social, como un sistema de organizaciones científicas, cuya estructura y desarrollo se encuentran estrechamente vinculados con la economía, la política, los fenómenos culturales, con las necesidades y las posibilidades de la sociedad dada" (p.37). De la técnica a la tecnología. En el apartado anterior hemos tratado de presentar una cierta imagen de la ciencia que nos aproxime a su comprensión y en particular que nos permita comprender su naturaleza social. Ahora nos detendremos en las nociones de técnica y tecnología. Como vimos antes, la idea de técnica está asociada habitualmente al hacer, al conjunto de procedimientos operativos útiles desde el punto de vista práctico para determinados fines. En una forma muy primaria y elemental, asociamos ciencia al conocer y técnica al hacer. Por las explicaciones anteriores debe haber quedado claro que esta idea de ciencia como teorización, como conocimiento puro ha quedado desplazada como una visión que integra las diversas dimensiones del trabajo científico. No obstante, puede admitirse que conocer, explicar, son atributos incuestionables de la ciencia. De igual modo, las técnicas, aunque en mayor o menor medida estén respaldadas por conocimientos, su sentido principal es realizar procedimientos y productos y su ideal es la utilidad. Más adelante intentaré insistir en que el feedback entre ciencia y tecnología contemporáneos hace borrosos esos límites entre conocer y hacer. La noción de tecnociencia contribuirá a ese fin. Sin embargo, provisionalmente, y con el fin de discutir las nociones de técnica y tecnología, se puede admitir inicialmente que la técnica se refiere al hacer eficaz, es decir, a reglas que permiten alcanzar de modo correcto, preciso y satisfactorio ciertos objetivos prácticos (Agazzi, 1996, p.95). De inmediato es preciso advertir que de igual modo que la ciencia, vinculada al saber, ha experimentado profundas transformaciones en

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su evolución, la técnica ha sufrido un proceso de diferenciación que ha dado lugar a la tecnología que "constituye aquella forma (y desarrollo histórico) de la técnica que se basa estructuralmente en la existencia de la ciencia" (idem). Desde esta perspectiva la tecnología representa un nivel de desarrollo de la técnica en la que la alianza con la ciencia introduce un rasgo definitorio. De igual modo que la ciencia contemporánea no cancela otras formas de conocimiento y saber, sino que coexiste con ellas, la aparición de la moderna tecnología no elimina la existencia de muchas otras dimensiones de la técnica cuya relación con el conocimiento científico no tiene el mismo carácter estructural. Al establecer distinciones entre técnica y tecnología, hay que tomar en cuenta sus usos en diferentes lenguas. En inglés, por ejemplo, technology es el vocablo más usado y envuelve los significados que aquí atribuimos a técnica y tecnología. El vocablo technics, de escaso uso, designa pormenores y metodologías utilizadas en determinadas actividades. En francés, por el contrario, technique, es el vocablo dominante, en tanto technologie se considera más bien un anglicismo no muy recomendable (ibid, p.96). En español se utilizan ambos vocablos lo que parece aconsejar que los utilicemos con significados diferenciados. En sentido lato la técnica constituye un conjunto de procedimientos operativos útiles para ciertos fines prácticos. Son descubrimientos sometidos a verificación y mejorados a través de la experiencia, constituyendo un saber cómo que no exige necesariamente un saber por qué. Sin embargo, a partir del siglo VI antes de nuestra era, en el seno de la civilización helénica, se produjo la notable innovación que consistió en "la búsqueda del por qué" (ibid, p.98). En la búsqueda nacieron, juntos e indiferenciados, la filosofía y la ciencia, preocupados por las razones de la existencia y la constitución del cosmos. Esa indagación del por qué de los procedimientos eficaces que el hombre utilizaba originó el nacimiento de la noción de téchne "que es precisamente la de un operar eficaz que conoce las razones de su eficacia y sobre ellos se funda" (ibid, p.99). La noción de téchne guarda semejanza con la idea de tecnología, pero son diferentes. La idea griega de téchne expresa la necesidad de poseer una conciencia teórica que permita justificar el saber práctico que ya está constituido, lo que favorece su consolidación. Sin embargo, la téchne no supone la capacidad de producir nuevo saber hacer, ni mejora la eficacia operativa del existente. A la téchne la conduce un propósito de inteligibilidad (semejante a la episteme o saber puro) más que de eficacia. Esto es normal porque "la idea de un saber que ha de ser puesto en servicio de la práctica es extraña a la sensibilidad cultural clásica […]. A este modo de concebir el saber se acompañaba igualmente un cierto modo de concebir el mundo y la naturaleza: ambos se consideraban como algo que constituía para el hombre un objeto de conocimiento y no de intervención, una realidad a la cual es razonable, útil y sabio, adecuarse, y no una realidad que se manipula y transforma según el capricho o los intereses del hombre". (ibid, p.100).

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Como se sabe el pensamiento griego menospreciaba la técnica, lo práctico y consideraba superior la vida contemplativa o teorética. Platón y Aristóteles propusieron que ningún trabajador manual pudiera ser ciudadano; el trabajo artesanal y manual es vergonzoso y deformador (Hottois, 1991, p.11). Aquí encontramos un de los orígenes remotos del privilegio concedido a la ciencia como teoría más que como práctica social y también una de las razones del énfasis excesivo en la diferenciación entre ciencia y técnica (o tecnología) que hasta hoy nos acompaña. Sobre esto volveremos después. El Renacimiento marcó un punto de viraje al establecer el primado del hombre sobre la naturaleza. El dominio del hombre exige del conocimiento, de un saber útil. Con ello la idea de un saber desinteresado va a ir cediendo paso a la idea de un saber útil, orientador de una práctica de dominio de la naturaleza. La nueva ciencia natural alimenta el proyecto de aprovechar el descubrimiento de leyes naturales para dominar la naturaleza. Más aún, esos conocimientos permiteron inventar máquinas que se basan en proyectos racionales sustentados en la nueva ciencia, abstracta y matematizada; esas particularidades son las que le permiten proyectar instrumentos y prácticas, es decir, inventar. Es ese proceso de articulaciones renovadas entre conocimiento teórico, abstracto, matemático y creación de equipos, aparatos, máquinas, lo que permite el tránsito a la tecnología: la técnica se enriquece en virtud de su asunción dentro de un nuevo horizonte de racionalidad, la racionalidad científica, alimentada de un móvil utilitario. En efecto, la nueva ciencia vino a proporcionar posibilidades inéditas a la técnica. Sin embargo, debe insistirse en otro ángulo de esa relación: en gran medida esa creencia fue posible por su estrecha relación con los desarrollos técnicos y sus demandas. "El proceso de teorización de la mecánica dinámica, en especial de la balística ingenieril del Renacimiento, será uno de los desencadenantes de la ciencia moderna" (Medina, 1995b, p.18). La mecánica de las máquinas de tiro experimentó grandes avances en la Edad Media con la introducción del trabuco o catapulta de contrapeso y del cañón. A diferencia de la ingeniería clásica, dedicada a la producción de artefactos, la balística ingenieril renacentista se interesó por los problemas del uso de estos, es decir, problemas de tiro. Los problemas de la balística movieron a Galileo a ocuparse de la caída de los graves. "La ciencia moderna es, pues, el resultado del reencuentro renacentista entre la antigua tradición teórica científica y la tradición operativa inmanente en la mecánica ingenieril. Ambas tradiciones confluyen en los ingenieros - académicos como Galileo, conocedores entusiastas, por un lado, de la ciencia antigua y de los tratamientos teóricos medievales de cuestiones mecánicas, y poseedores, por otro, de amplios conocimientos e intereses técnicos". (ibid, pp.18-19). En consecuencia, en los comienzos de la ciencia moderna, desde el siglo XV al XVII, se produjeron transformaciones notables cuyas consecuencias se prolongan hasta hoy.

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Hottois resume ese proceso como un desplazamiento de la ciencia antigua (a la cual denomina logoteórica), de la ciencia aristotélico-tomista, y su sustitución por un proyecto de ciencia orientado a la operatividad que él llama "tecnomatemática". El ideal de la ciencia antigua consistente en constituir un cuerpo lógicamente organizado, apoyado en definiciones que nos hablan de los seres y las cosas, y en principios a partir de los cuales se procede deductivamente, ofrece una imagen del mundo de indudable valor, pero que al mismo tiempo es bastante poco operativa. Esa imagen logoteórica no permite la predicción ni la intervención efectiva en lo real. En cambio, las dos grandes características de la ciencia moderna son la matematización y la experimentación, las que le permiten convertir al mundo en un gran campo de acción. Se trata de una ciencia operativa que permite cálculos, predicciones, actuación: "La característica fundamental de la ciencia moderna es la tecnomatemática, es decir, la operatividad" (Hottois, 1991, p.18). Francis Bacon, ideólogo de la nueva ciencia ridiculizaba a los filósofos aristotélicos que no se atrevían a actuar sobre la naturaleza, dedicados a la contemplación. Ahora se trataba de conquistarla y someterla. Como vemos, los procesos descritos conducen a cambios profundos en las relaciones entre ciencia y técnica. La técnica se inscribe en un nuevo horizonte de racionalidad científica, en tanto la propia racionalidad científica, sus modalidades y fines, experimenta cambios notables. La definición de tecnología. En un apartado anterior hemos intentado ofrecer diversos elementos que permiten comprender el fenómeno que llamamos ciencia, insistiendo en su naturaleza social. Como pudo apreciarse, una cierta concepción tradicional de la ciencia de raíz positivista trae consigo el ocultamiento del carácter social de la misma. También en relación con la tecnología puede ocurrir algo semejante. Hay por lo menos un par de imágenes de la tecnología que limitan su comprensión: la imagen intelectualista y la imagen artefactual (González García, et.al, 1996). En la primera, la tecnología se entiende apenas como ciencia aplicada: la tecnología es un conocimiento práctico que se deriva directamente de la ciencia, entendida esta como conocimiento teórico. De las teorías científicas se derivan las tecnologías, aunque por supuesto pueden existir teorías que no generen tecnologías. Una de las consecuencias de este enfoque es desestimular el estudio de la tecnología; en tanto la clave de su comprensión está en la ciencia, con estudiar esta última será suficiente. "La imagen ingenua de la tecnología como ciencia aplicada sencillamente no se adecua a todos los hechos. Las invenciones no cuelgan como frutos del árbol de la ciencia" (Price, 1980,p.169). En el enfoque intelectualista la inexorabilidad del desarrollo científico (sucesión de teorías, ideas, en la perspectiva más tradicional) genera una lógica de transformaciones tecnológicas también inexorable. Con ello, cualquier consideración sobre los

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condicionamientos sociales del desarrollo tecnológico y las alternativas éticas que él envuelve queda fuera de lugar. Mientras tanto, la imagen artefactual o instrumentalista (González García, et.al., p.130) aprecia las tecnologías como simples herramientas o artefactos. Como tales ellas están a disposición de todos y serán sus usos y no ellas mismas susceptibles de un debate social o ético. En virtud de esta imagen comúnmente se acepta que la tecnología puede tener efectos negativos (contaminantes, por ejemplo) pero ello seguramente se debe a algo extrínseco a ella: la política social o algo semejante. Con ello la propia tecnología y su pertinencia económica, ética, cultural o ambiental queda fuera de la discusión. Es obvio que como mínimo la imagen artefactual reduce considerablemente el ámbito de la evaluación de tecnologías. En el caso más extremo no priva de la capacidad de discutir los fines sociales y humanos que deben modelar el desarrollo tecnológico. Esa visión reduccionista de la tecnología impide su análisis crítico e ignora los intereses sociales, económicos y políticos de aquellos que diseñan, desarrollan, financian y controlan la tecnología. Mockus (1983) ofrece una alternativa a las imágenes anteriores. En relación con la producción industrial indica que las decisiones que ahí se adoptan dependen cada vez menos del conocimiento empírico y más de los conocimientos científicos. La ciencia se encarga de la "exploración racional de lo posible" (p.44), mientras queda pendiente derivar lo real de lo posible a través de la selección de la variante óptima. Esa es la tarea de la tecnología: la búsqueda sistemática de lo óptimo dentro de un campo de posibilidades. Así, la tecnología no se identifica con algunos productos ni tampoco con la ciencia aplicada. Hay decisiones y acciones propiamente tecnológicas influidas por un criterio de optimización inevitablemente afectado por circunstancias sociales. Por ejemplo, industrializar la agricultura no es simplemente introducir equipos y maquinarias, es sobre todo algo que se basa en una comprensión de la naturaleza y de la acción humana sobre ella y se adoptan decisiones que parten de racionalidades económicas y sociales, de valores e intereses. La tecnología no es un artefacto inocuo. Sus relaciones con la sociedad son muy complejas. De un lado, no hay duda de que la tecnología está sujeta a un cierto determinismo social. La evidencia de que ella es movida por intereses sociales parece un argumento sólido para apoyar la idea de que la tecnología está socialmente moldeada. Pero también es importante visualizar el otro lado de la relación entre tecnología y sociedad. Para ello hay que detenerse en las características intrínsecas de las tecnologías y ver cómo ellas influyen directamente sobre la organización social y la distribución de poder. Un ejemplo tomado de la planificación urbana puede ilustrar esto (González García, et.al, 1996, pp.130-132). "Un artefacto tan aparentemente inocuo como un puente puede estar cargado de política, tal como muestra Langdon Winner (1986) 76 en su conocido ejemplo de los puentes de Long Island, Nueva York. Muchos de los puentes 76 Se refiere a The Whale and the reactor, University of Chicago Press, Chicago. Hay traducción al español La ballena y el reactor, Editorial Gedisa, Barcelona, 1987.

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sobre paseos de Long Island son notablemente bajos, con apenas tres metros de altura. Robert Moses, arquitecto de la ciudad de Nueva York responsable de esos puentes, así como de otros muchos parques y carreteras neoyorkinas desde 1920, tenía un claro propósito al diseñar los doscientos pasos elevados de Long Island. Se trataba de reservar los paseos y playas de la zona a blancos acomodados poseedores de automóviles, las clases acomodadas que Francis Scott Fitzgerald describe en El Gran Gatsby (1925). Los autobuses que podían transportar a pobres y negros, con sus cuatro metros de altura, no eran capaces de llegar a la zona. Más adelante, Moses se aseguró de ello al vetar una propuesta de extensión del ferrocarril de Long Island hasta Jones Beach". Las consecuencias políticas y sociales de la energía nuclear, las telecomunicaciones, las políticas tributarias, son, entre muchos, ejemplos del notable impacto social de la tecnología en los estilos de vida, en las relaciones interpersonales, en los valores, en las relaciones de poder. En la civilización tecnológica que vivimos la tecnología es una red que abarca los más diversos sectores de la actividad humana "un modo de vivir, de comunicarse, de pensar, un conjunto de condiciones por las cuales el hombre es dominado ampliamente, mucho más que tenerlos a su disposición" (Agazzi, 1996, p.141). Las imágenes artefactual e intelectualista de la tecnología nos llevan de la mano a una concepción de su evolución vista como un proceso autónomo ante el cual es posible asumir posiciones tecno-optimistas o tecno-catastróficas, según sea la visión positiva o no del papel de la tecnología en la evolución social. Para ambas la tecnología está fuera de control y sólo cabe esperar que su desarrollo termine por dominarnos completamente y deshumanizarnos (catastrofismo) o dejar que se expanda su acción benefactora y desear que nos alcance a todos (optimismo). En el primer caso el desenlace fatal habrá que evitarlo destruyendo la tecnología; en el segundo, adaptarlo todo a las exigencias de la tecnología y dejar que se imponga su racionalidad. Ambas posturas perjudican la adopción de actitudes sensatas en términos económicos, políticos y culturales respecto a temas cruciales como la evaluación de tecnologías, las políticas tecnológicas, la transferencia de tecnologías, entre otros. Ellas descontextualizan a la tecnología e ignoran las redes de intereses sociales que informan su desarrollo por lo que ofrecen pocas posibilidades al debate sobre los fines sociales del desarrollo tecnológico. La superación de la tesis de la autonomía de la tecnología pasa por desbordar la concepción estrecha de la tecnología como un conjunto de artefactos construidos a partir de teorías científicas. La tecnología, más que como un resultado, único e inexorable, debe ser vista como un proceso social, una práctica, que integra factores psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales; siempre influido por valores e intereses. Las muy diversas definiciones de tecnología existentes, demuestran su complejidad. Repasemos algunas de ellas.

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Según Price (1980) "Definiremos la tecnología como aquella investigación cuyo producto principal es, no un artículo, sino una máquina, un medicamento, un producto o un proceso de algún tipo" (p.169). Para Quintanilla (1991) "los términos 'técnica' y 'tecnología' son ambiguos. En castellano, dentro de su ambigüedad, se suelen usar como sinónimos […]se tiende a reservar el término 'técnica' para las técnicas artesanales precientíficas, el de 'tecnología' para las técnicas industriales vinculadas al conocimiento científico […] Los filósofos, historiadores y sociólogos de la técnica se refieren con uno u otro término tanto a los artefactos que son producto de una técnica o tecnología como a los procesos o sistemas de acciones que dan lugar a esos productos, y sobre todo a los conocimientos sistematizados (en el caso de las tecnologías) o no sistematizados (en el caso de muchas técnicas artesanales) en que se basan las realizaciones técnicas. Por último, el concepto de técnica se usa también en un sentido muy amplio, de forma que incluye tanto actividades productivas, artesanales o industriales como actividades artísticas o incluso estrictamente intelectuales, como la técnica para hallar la raíz cuadrada. (p.33) . Este autor también define tecnología como "técnicas industriales de base científica. Para estas reservamos el término tecnología". (p.33) y también: "Las tecnologías son complejos técnicos promovidos por las necesidades de organización de la producción industrial, que promueven a su vez nuevos desarrollos de la ciencia" (p.42). Sábato y Mackenzie (1982) definen tecnología a partir de la noción de "paquete" el cual subraya el carácter de sistema de los conocimientos que conforman la tecnología. "Tecnología es un paquete de conocimientos organizados de distintas clases (científico, técnico, empírico) provenientes de distintas fuentes (ciencias, otras tecnologías) a través de métodos diferentes (investigación, adaptación, desarrollo, copia, espionaje, etc." (p.30). Según nuestro punto de vista, un análisis social de la tecnología debe hacer explícitos otros elementos no contenidos en las definiciones anteriores. Para esto sirve la definición de Pacey (1990). Este autor considera que existen dos definiciones de tecnología, una restringida y otra general. En la primera se le aprecia sólo en su aspecto técnico: conocimiento, destrezas, herramientas, máquinas. La segunda incluye también los aspectos organizativos: actividad económica e industrial, actividad profesional, usuarios y consumidores, y los aspectos culturales: objetivos, valores y códigos éticos, códigos de comportamiento. Entre todos esos aspectos existen tensiones e interrelaciones que producen cambios y ajustes recíprocos. Pacey sugiere que el fenómeno tecnológico sea estudiado y gestionado en su conjunto, como una práctica social, haciendo evidentes siempre los valores culturales que le subyacen. Las soluciones técnicas deben ser consideradas siempre en relación con los aspectos organizativos y culturales. En otros términos, las soluciones técnicas son sólo un aspecto del problema; hay que observar también los aspectos organizativos y los valores implicados en los procesos de innovación, difusión de la innovación, transferencia de tecnología. La superación del enfoque estrictamente técnico conduce de

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paso a definir con mayor precisión el papel de los expertos y a aceptar que en tanto proceso social, como experimento social que representa todo cambio tecnológico de cierta envergadura, es imprescindible tomar en cuenta la participación pública, las expectativas, percepciones y juicios de los no expertos quienes también participarán del proceso tecnológico. La naturaleza social de la tecnología puede ser subrayada a través de la noción de sociosistema (González García, et.al, 1996, pp.140-145) en analogía con el concepto de ecosistema utilizado en ecología. Se conoce el delicado equilibrio de los ecosistemas; la introducción o supresión de una nueva especie animal o vegetal puede provocar inestabilidades e incluso catástrofes. De modo semejante, las tecnologías, entendidas como prácticas sociales que involucran formas de organización social, empleo de artefactos, gestión de recursos, están integradas en sociosistemas dentro de los cuales establecen vínculos e interdependencias con diversos componentes de los mismos. En consecuencia, la transferencia de tecnologías, los procesos de difusión tecnológica pueden generar alteraciones en los sociosistemas semejantes a los que ocurren en los ecosistemas cuando alteramos el equilibrio que los caracteriza. El intento conocido de controlar la natalidad en países carentes de hábitos, cultura y sistemas sanitarios apropiados a través de la transferencia de dispositivos intrauterinos de amplio uso en sociedades donde las condiciones sanitarias y culturales son bien distintas con el consiguiente costo de vidas humanas, es un ejemplo claro de la pertinencia de la noción de sociosistema. No importa sólo el artefacto, hay que tomar en cuenta el sociosistema real donde deberá funcionar. El ejemplo anterior también ilustra la necesidad de contar con la participación pública y la reacción de las personas afectadas cuando se pretende introducir una novedad tecnológica. "La tecnología, por tanto, no es autónoma en un doble sentido: por un lado no se desarrolla con autonomía respecto a fuerzas y factores sociales, y, por otro, no es segregable del sociosistema en que se integra y sobre el que actúa (como elemento que es de su sociosistema, su aplicación a otros sociosistemas diferentes puede acarrear problemas y efectos imprevistos). La tecnología forma una parte integral de su sciosistema, contribuye a conformarlo y es conformada por él. No puede, por tanto, ser evaluada independientemente del sociosistema que la produce y sufre sus efectos". (ibid, p.142). La naturaleza de la Tecnociencia. La ciencia contemporánea, según hemos visto, se orienta cada vez más a objetos prácticos, a fomentar el desarrollo tecnológico y con este la innovación. Es notable también el soporte tecnológico de buena parte de la investigación científica; su realización sólo es posible en virtud de la existencia de un equipamiento tan sofisticado como caro, el cual además influye en el curso mismo de la investigación, en lo que contará como hecho científico, en las posibilidades y modalidades de acceso a los objetos investigados. La presencia progresiva de la experimentación a partir del siglo XVII y la complejidad creciente de los recursos y habilidades técnicas que ellas reclaman, determinan que la relación del investigador con los procesos que estudia es cada vez más mediada por toda una extensa red de dispositivos tecnológicos. Lo que se puede

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investigar y las conclusiones que es posible alcanzar sobre los procesos estudiados con frecuencia es altamente dependiente de la tecnología disponible. La sociedad tecnológica contemporánea ha colocado a una buena parte de la ciencia en función de prioridades tecnológicas. Según UNESCO (1996) la investigación básica representa menos del 20% de la investigación que se hace en los países desarrollados. Según esa misma fuente, las empresas son las que están corriendo hoy con una buena parte del gasto en I+D e incluso con la ejecución de las investigaciones. Obsérvese que hasta la ciencia básica (si aún este término es sostenible) se caracteriza por una alta sofisticación tecnológica. Estas realidades colocan a la ciencia en una relación inédita con la tecnología y es de suponer que esta situación siga afirmándose. A su vez, la tecnología, como hemos visto, es cada vez más dependiente de la actividad y el conocimiento científico. Todo esto sugiere que los clásicos límites atribuidos a ciencia y tecnología se están volviendo borrosos y aún más, disolviéndose. Estamos frente a un complejo ciencia - tecnología donde como dice Barret: "El guión que une los términos de 'ciencia - tecnología' indica esa unión esencial […] La nueva ciencia es, por su esencia, tecnológica" (citado en Hottois, 1991, p.21). Hottois (ibid) incluye un razonamiento del J.J. Salomón que reproduzco a continuación: "La ciencia pura no es sino un elemento entre los varios que constituyen las actividades de investigación: no tiene por que ocupar un lugar prioritario en el camino que conduzca a la resolución de los enigmas del universo. Toda la investigación contemporánea se produce en un vaivén entre el concepto y la aplicación, entre la teoría y la práctica, en palabras de Bachelard, entre 'el espíritu trabajador y la materia trabajada'. En esa relación, la theoría es la instancia primera de la techne, más en sentido cronológico que jerárquico y sin que sus prioridades epistemológicas sean una constante respecto a los logros técnicos que las fundan; las conquistas de la ciencia pasan también por las de la tecnología. La experiencia de la guerra y, más recientemente, las investigaciones espaciales por los grandes laboratorios industriales (los Bell Laboratories, la General Electric, el Du Pont o la IBM) son una muestra de que si bien el desarrollo técnico depende estrechamente de la ciencia pura, el progreso de la ciencia depende también, muy estrechamente, de la técnica. El empleo masivo de instrumentos no se ha convertido menos en una norma para los científicos que los conceptos y teorías para los ingenieros […]. De igual modo que la ciencia crea nuevos seres técnicos, la técnica crea nuevas líneas de objetos científicos. La frontera es tan tenue que no se puede distinguir entre la actitud del espíritu del científico y las del ingeniero, ya que existen casos intermedios" (p.21). El término tecnociencia es precisamente un recurso del lenguaje para denotar la íntima conexión entre ciencia y tecnología y el desdibujamiento de sus límites77. El término

77 Aunque el término tecnociencia se utiliza preferentemente para designar la cualidad de la ciencia contemporánea, no hay problema en admitir que al menos desde fines del siglo

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tecnociencia no necesariamente conduce a cancelar las identidades de la ciencia y la tecnología, pero sí nos alerta que la investigación sobre ellas y las políticas prácticas que respecto a las mismas implementemos tienen que partir del tipo de conexión que el vocablo tecnociencia desea subrayar. Se trata de tomar conciencia de la naturaleza tecnocientífica de la actividad científica y tecnológica contemporánea. La Biotecnología, la Farmacología, la Química Sintetética serían algunos ejemplos, entre muchos, que ilustran la naturaleza de la tecnociencia. Sin eliminar las identidades de ciencia y tecnología, la idea de tecnociencia tiene consecuencias fundamentales para nuestros análisis. En esta perspectiva la intencionada separación entre contemplación teórica y práctica, acompañada del privilegio de la primera, es desplazada por una actitud esencialmente activa donde la representación teórica es puesta al servicio de la actividad manipulativa. "Los términos 'tecnociencia' y 'tecnocientífco' señalan, a la vez, el entrelazamiento entre los dos polos y la preponderancia del polo técnico y, además, son apropiados para designar la actividad científica contemporánea en su complejidad y originalidad" (Hottois, p.26). En otros términos, no se trata sólo de insistir en las interrelaciones, sino incluso de colocar el polo técnico o tecnológico como preponderante. Las tecnociencias no sólo indagan procesos naturales sino cada vez más objetos y procesos que la propia instrumentalización de la investigación ha hecho posible. De igual modo los resultados de la investigación son evaluados principalmente por criterios de eficacia manipulativa, de operatividad, y sólo a través de ellos puede juzgarse el valor de verdad de los conocimientos implicados. La idea de tecnociencia subraya también los complejísimos móviles sociales que conducen el desarrollo científico-tecnológico. El papel de los intereses sociales en la definición de su curso es tanto más claro en la medida que la dimensión tecnológica pasa a ser preponderante. Una consecuencia de ello es la colocación en primer plano de los dilemas éticos. Manipular, modificar, transformar, son acciones que comportan siempre dudas acerca de los límites de lo moralmente admisible. Observación final. La sociedad contemporánea está sometida a numerosos impactos por la tecnociencia; impactos económicos, culturales y de todo orden. Muchas personas se dedican a la tecnociencia y prácticamente todos los ciudadanos del planeta experimentan sus efectos. Sin embargo con frecuencia manejamos en relación con ciencia y tecnología conceptos que difícilmente dan cuenta de la naturaleza social de ambas. Modificar esos conceptos, enriquecer nuestra visión social de la tecnociencia parece ser una obligación de los sistemas educativos formales e informales. XIX existen procesos de tecnocientificación. Es el caso de la química sintética y la física centrada en la termodinámica, la electricidad, el magnetismo y posteriormente los efectos radiactivos. (Medina, 1995, p.20).

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Espero que los conceptos de ciencia, técnica, tecnología y tecnociencia discutidos en este ensayo tengan alguna capacidad de enriquecer las prácticas educativas que sobre ellos descansan. Bibliografía Agazzi, E. (1996): El bien, el mal y la ciencia, Editorial Tecnos, S.A., Madrid. Barnes, B (compilador) (1980): Estudios sobre sociología de la ciencia, Alianza

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Tema 3: Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo

Los problemas globales y las Metas del Milenio: Dimensiones éticas y humanistas Por: Luis R. López Bombino Problemas globales y responsabilidad social Durante las tres últimas décadas del pasado siglo XX, los problemas globales ocuparon un importante lugar en la agenda de discusión de distintos congresos internacionales, y aunque dichos asuntos y las dificultades que de ellos se derivan se han ido acrecentando en los momentos actuales, no se mencionan con la frecuente reiteración con que se hacía en los años antes referidos. Hoy se viene haciendo alusión a las llamadas Metas del Milenio, o las también denominadas metas de desarrollo del milenio que en alguna medida han sustituido terminológicamente a los problemas globales, por los que se entiende el conjunto de problemas humanos generales de nuestra época, que atañen tanto al mundo entero como a regiones o países aislados. El conjunto de estas cuestiones ha constituido un importante estímulo para el desarrollo actual de las relaciones científicas internacionales, es decir, asuntos de tal nivel que si bien resultan de vital interés para toda la humanidad, en principio no pueden resolverse con los esfuerzos de un país aislado ni incluso con los de más desarrollo, pues exigen la unificación del potencial científico y técnico de todos los países y pueblos del mundo, lo que significa que por su esencia misma recaban concentrar los esfuerzos no solo en el marco nacional o regional, sino también, a escala planetaria. Forman parte de esta problemática cuestiones que inquietan cada vez más a la humanidad como: la protección del medio ambiente, la utilización racional de los recursos naturales, el abastecimiento de productos alimenticios, la búsqueda de nuevas fuentes de energía, la potencialidad del océano y del cosmos, la organización de la sanidad, las prevenciones de la guerra mundial-termonuclear, la creación de las condiciones necesarias para el desarrollo de las relaciones internacionales sobre la base de la paz, el desarrollo social y el crecimiento económico en el mundo; la supresión en la tierra de las manifestaciones de la injusticia social más flagrantes tales como el hambre y la miseria, el aprovechamiento racional y múltiple de los recursos naturales, la formulación de una activa política demográfica, el desarrollo de la cooperación internacional en la esfera de las investigaciones científicas para la utilización de las realizaciones de la revolución científico-técnica; los problemas de la instrucción, entre otros. Día a día el planeta se reduce, nos dice Federico Mayor. Hoy es más pequeño, más frágil que ayer. ¿Estamos por ello más “próximos” los unos de los otros?

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La interdependencia de las naciones y de los pueblos que componen el mundo se ha tornado patente. Ningún país, por poderoso que sea gracias a su economía o su población, puede salir solo del paso. Los problemas transnacionales, cualquiera que sea su naturaleza –ambiental, cultural, económica- ya no pueden resolverse a escala nacional. Sólo mediante estrategias internacionales y una acción concertada entre los Estados y entre las regiones es posible abordar esos problemas. La pobreza, el SIDA, la contaminación, el cambio climático, la droga, la violencia, no reconocen frontera alguna –nacional o étnica, natural o política. (F. Mayor, 1998:36) (1) Para la solución de estas cuestiones se exige concentrar los esfuerzos de los representantes de las distintas esferas de la actividad humana, comprendida la cosmovisión filosófica, que permite comprender los enfoques ideológicos y metodológicos de los problemas globales y, en particular, su valoración humanista. El carácter humano universal de estos asuntos no significa que no tengan un contenido socio-clasista concreto, como a veces han afirmado algunos pensadores. Como se sabe, se ha hablado en ocasiones de pronósticos pesimistas de distintos géneros, el desengaño con el progreso, las tentativas de hallar una solución optimista interrumpiendo el desarrollo de la humanidad. Se ha insistido también en los límites de crecimiento y se ha argumentado la idea concerniente a la retención del desarrollo de la producción, el crecimiento de la población, etc. Todo el conjunto de las cuestiones antes mencionadas posee una interconexión dialéctica y compleja, y en este conglomerado de asuntos de difícil solución se distinguen los de aristas jurídicas e internacionales, científico-técnicas, las histórico-culturales y las que revisten carácter humanistas y morales. Estos asuntos no presentan un carácter catastrófico y fatal, como a veces se ha argumentado, pues pueden ser resueltos sobre una base social adecuada si es que se canalizan de modo racional y armónico los recursos disponibles a nivel mundial y si se llega a un consenso por parte de los países más desarrollados y los países en vías de desarrollo. Las Metas del Milenio A nivel global, y también en distintos países en vías de desarrollo, se viene discutiendo sobre las Metas del Milenio y se han trazado objetivos e indicadores a alcanzar. Algunas de estas cuestiones están vinculadas con los llamados problemas globales contemporáneos, entre los que figuran: la erradicación de la extrema pobreza y el hambre; reducir a la mitad la proporción de personas empobrecidas; disminuir la desnutrición global en menores de cinco años; alcanzar la educación primaria universal por parte de todos los niños y niñas; y lograr una tasa mayor de supervivencia en la educación escolar básica hasta el 5to grado. En cuanto a la mujer se ha analizado la necesidad de la equidad de género, eliminando su disparidad en la educación primaria y secundaria, preferiblemente para el 2005, y en todos los demás niveles educativos para el 2015, y favorecer que las féminas participen

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en empleos asalariados no solamente agrícolas, así como la participación de las mismas en los parlamentos. Figuran en las Metas del Milenio la reducción de la tasa de mortalidad de la niñez en menores de cinco años, y menor de un año; así como incrementar la proporción de niños y niñas de un año, inmunizados contra el sarampión. Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, así como aumentar el uso de anticonceptivos. Igualmente se propone el análisis del crecimiento del número de niños y niñas huérfanos debido a la incidencia nefasta del VIH/SIDA, así como revertir la incidencia de la malaria y otras enfermedades endémicas, y disminuir el grado de incidencia y mortalidad asociado a la tuberculosis. Otros temas incluidos en las Metas del Milenio son la sostenibilidad del medio ambiente; la integración de los principios del desarrollo sostenible en las políticas y programas de los países en vías de desarrollo y revertir la pérdida y degradación de sus recursos naturales. Reducir a la mitad la proporción de personas sin acceso permanente al agua potable, así como constatar el número de población que no posee alcantarillado sanitario. Igualmente se intenta buscar soluciones a los problemas de la deuda externa de los países en vías de desarrollo a través de medidas nacionales e internacionales. Las denominadas Metas del Milenio se han propuesto además, propiciar el acceso a los beneficios de las nuevas tecnologías, especialmente de la información y de la comunicación, intentado el logro de más hogares con teléfono y con posibilidades del uso de ordenadores personales.(2) En síntesis, autoridades internacionales han reiterado la necesidad de este proyecto en el cual figura también el enfrentamiento a la explotación sexual y comercial de adolescentes y niños en el turismo, acompañado de un código de conducta que tendrá metas para su reducción. Este plan fue aprobado por 189 jefes de Estado y de gobiernos en el año 2000, y contempla extirpar antes de 2015 la extrema pobreza y el hambre, acabar con el analfabetismo, promover la igualdad de los sexos, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el SIDA y otras epidemias, garantizar un medio ambiente sustentable y hacer realidad un acuerdo mundial sobre el desarrollo. No obstante, hacen falta 50 mil millones de dólares como mínimo para llevar a vías de hecho este plan, que hasta el momento no se ha podido cumplir dada la posición de los países ricos, que aleja los esfuerzos que en alguna medida hace la comunidad internacional para aliviar la situación socio-económica de los habitantes de las naciones pobres. Lo cierto es que el mundo está muy “mal repartido”, unos pocos tienen demasiado y muchos no tienen nada o muy poco. Datos aproximados demuestran que diariamente, 68 mil personas se suman al número de individuos que viven en la pobreza absoluta en el mundo. En los últimos 30 años, la participación en el ingreso mundial del 20% más pobre de la población mundial se redujo de 2,3 a 1,4%. Mientras tanto, la participación del 20% más rico aumentó de 70 a 85%. El número de pobres en América Latina creció

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en al menos 20% en los últimos 10 años. 13 millones de niños mueren cada año en el mundo, sencilla y llanamente, de hambre; es decir, 35 600 cada día. En el país más rico del mundo, Estados Unidos, hay más de 35 millones de personas que padecen hambre, o sea, que se afianza un Sur dentro del Norte. Las naciones pobres destinan entre un 40 y un 60% del producto de sus exportaciones para el pago de la deuda externa. Lo cierto es, como afirma Pino Solanas, que a esta gente, “ni Dios, ni el Dios mercado les echan una mirada, y mucho menos una mano”. (3) De acuerdo con el reporte anual del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA), cerca de la mitad de la población mundial, alrededor de 3 mil millones de personas, viven en condiciones de pobreza. El informe estima que la población del planeta pasará de los 6 mil 100 millones de seres humanos actuales, a 9 mil 100 millones en el año 2050. El aumento será consistente en los 50 países más pobres del orbe, donde hoy habita el 85% de las personas entre 15 y 24 años. Fuentes de la ONU indican también que en la actualidad 1 200 millones de personas sobreviven con menos de un dólar por día, y 3 mil millones lo hacen con apenas dos dólares. Se estima que una persona es pobre cuando percibe menos del valor de un dólar diariamente. En opinión de distintos analistas mundiales, los líderes de los países desarrollados siguen desaprovechando las ocasiones de meterle un gol a la miseria y a la guerra. Hay decepciones en las ONG y en los optimistas que esperaban una revisión de los objetivos del milenio. La crueldad, la ignorancia y la pobreza han venido siendo absolutamente autónomas y se han expandido de diversa manera. Total, que el hermoso sueño de la Alianza de Civilizaciones no se lo cree ni Dios, ni Alá. Donde puede apreciarse una mayor distancia entre estilos de vida es en los niños. Las criaturas recientes son recibidas de muy distinto modo cuando llegan a pasar una temporada en este planeta. Unas vienen para muy poco tiempo y a otras les espera una larga estancia de 80 años. Uno de los problemas en los países desarrollados es la obesidad infantil, debido a la existencia de una hornada de niños que comen compulsivamente durante todo el tiempo. Por el contrario, en Africa hay niños comidos por las moscas, y lo que es más terrible aún, moscas comidas por los niños. (M. Alcántara, 2006: p. 6) (4) Diversas acciones a nivel planetario, movidas por el lema “Despiértate a la Pobreza”, están encaminadas a que los líderes políticos del mundo se esfuercen junto a la ONU en mantener los compromisos suscritos en el año 2000, conocidos como Metas del Milenio. Vencer el hambre, la pobreza, y otros males sociales, requiere necesariamente de una voluntad política universal, hasta el momento se han impuesto los poderosos, vale decir, los ricos de las naciones más desarrolladas, pero su defensa, en cambio, aún vale la pena. Estos problemas poseen una importancia vital para el logro del bienestar humano de los pueblos en vías de desarrollo. A su vez, resulta difícil pensar en la solución de los mismos debido a la crisis económica y política que vive el mundo y, en particular, los países pobres. Por las razones y las cifras antes mencionadas, diversos intelectuales y

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políticos han alertado de que peligran las Metas del Milenio, si no se afrontan con el realismo imprescindible. La responsabilidad social de científicos y políticos, hoy En las condiciones actuales, el aumento de la responsabilidad social de los hombres de ciencia se ha convertido en uno de los principales factores del desarrollo del potencial científico, lo cual ha redundado en el incremento del rendimiento práctico de la ciencia, ya que el hecho mismo de hacer ciencia y tecnología implica, necesariamente, asumir un grado de responsabilidad específico. En este sentido, la responsabilidad social se entiende como el conjunto de cualidades profesionales: morales, políticas, cívicas, así como los puntos de vista y los actos del científico encaminados al desarrollo de la ciencia y la utilización de sus resultados en beneficio de la sociedad y de la humanidad en su conjunto. La responsabilidad social no es una cualidad permanente del individuo; esta se puede desarrollar a medida que evoluciona la sociedad, que se hacen más complicados los vínculos de la ciencia y la tecnología, a la vez que aumentan la envergadura y profundidad de las consecuencias de los descubrimientos científicos y la utilización que se hace de estos en beneficio o en contra de la humanidad. Conviene significar cómo en el mismo proceso del trabajo científico tiene lugar no solo el conocimiento de las leyes objetivas del mundo, sino también el desarrollo multilateral de la personalidad del científico, esto depende de múltiples eslabones mediadores. El trabajo científico se caracteriza por la búsqueda creadora de la verdad, exige imaginación productiva, es decir, creatividad y capacidad para calar profundamente en la esencia del tema que se investiga. El proceso de adquisición de nuevos conocimientos, el desarrollo de las investigaciones fundamentales y aplicadas, y las elaboraciones experimentales de diseño son el resultado del trabajo colectivo en grado cada vez más creciente. En este sentido el grupo científico cumple un rol decisivo en la actividad científica, puesto que la investigación aislada es cada vez más inoperante e impracticable. En las condiciones actuales, el desarrollo de la ciencia requiere integración y cooperación así como esfuerzo de los colectivos científicos, ya que sin una orientación precisa de las investigaciones, resulta difícil, y a veces imposible, obtener resultados fundamentales para resolver grandes problemas de la economía del país en cuestión, incluido el propio avance de la ciencia y la tecnología. Esto no excluye, sino al contrario presupone, el ulterior perfeccionamiento de las formas individuales de creación científica. La conjugación de los intereses científicos personales, así como la realización de grandes tareas científicas es condición indispensable para el desarrollo exitoso de la ciencia contemporánea.

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La responsabilidad del científico ante la sociedad está determinada por la especificidad de la actividad científica y por el lugar y el papel de la ciencia en el mundo contemporáneo. Aclaremos que la responsabilidad del científico no es un asunto que atañe solamente a su país de origen, sino a toda la humanidad, pues no se trata exclusivamente de responsabilidad por la introducción de los resultados científicos en la producción o por la elaboración de las ideas sociales de avanzada y el incremento del potencial espiritual de la sociedad; se trata, además, de responsabilidad ante los destinos de la paz del mundo y ante las consecuencias negativas, peligrosas para la vida de los seres humanos, que los experimentos científicos pueden llegar a tener cuando se actúa irresponsable o inescrupulosamente. Lo antes expuesto es un argumento más a favor de que el aumento de la eficiencia del trabajo científico por un lado, y la formación de la personalidad del científico, así como el crecimiento de su responsabilidad moral y su madurez conceptual y cosmovisiva, por otro, no son dos procesos independientes que evolucionan paralelamente, sino dos aspectos esencialmente vinculados y que guardan una interacción recíproca. La participación del científico en la sociedad y su entrega a ésta, ha provocado en múltiples ocasiones la crítica por parte de distintos teóricos quienes afirman que el científico debe estar libre de responsabilidad moral y social ante la sociedad y el Estado. Colocar en estos profesionales la responsabilidad y los deberes de ciudadano significa, según afirman numerosos críticos, reprimir su libertad personal en el proceso de la búsqueda científica de la verdad, uno de los principales valores de la ciencia. Sin embargo, entre muchos científicos ha crecido la idea, esto es la tesis, que fundamenta que el desarrollo real de la ciencia demuestra convincentemente cómo los científicos adquieren conciencia de su responsabilidad personal por las consecuencias que se derivan de sus investigaciones, de ahí que incluso innumerables cientistas se hayan referido a la idea de crear “una ciencia con conciencia”. El devenir de la ciencia contemporánea reclama de una conciencia moral y de una ética para la ciencia y en particular para los profesionales implicados en su realización. La asunción de sentimientos, valores, normas, deberes y responsabilidades para el obrar y el quehacer científico no es una meta quimérica y ha sido una preocupación constante desde tiempos pretéritos. No sin la debida razón, Francois Rabelais hizo la certera observación “ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma”. A la vez que Adolfo Pérez Esquivel precisando también esta idea, afirmó “El pensamiento sin sentimiento es la gran tragedia de la humanidad”. Sobre algunas cuestiones morales y humanistas en el desarrollo de la ciencia actual En no pocos casos el uso de la ciencia sin compromiso, lejos de reducir el “abismo humano”, lo ahonda. Se sabe, por ejemplo, que solamente en 1979 fallecieron de hambre 50 millones de seres humanos y que 900 millones de habitantes de la Tierra son analfabetos.

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Puede ocurrir que estimulando el aumento del saber científico, la ciencia contribuya a una alienación aún más acentuada del hombre, la cual ya ha llegado a formas peligrosas, y encuentra su expresión, entre otras circunstancias, en que la producción científica masiva genera, cada vez más, a un “trabajador parcial” de igual modo que lo hizo, en su tiempo, la gran producción industrial. Cuando la ciencia se pone al servicio del militarismo, contribuye al incremento de la criminal carrera armamentista que puede conducir al mundo a un holocausto termonuclear. Y aunque esto puede parecer una vieja idea, preserva plena vigencia. Por eso, es imposible razonar en serio acerca de los problemas sociales, éticos y humanistas, sin tomar simultáneamente en cuenta, por ejemplo, el hecho de que, según datos de la ONU, hoy están ocupados en la esfera militar más del 25% del personal científico del mundo, cifra que, incluso, puede resultar arcaica. A esta esfera le corresponde el 40% de todos los gastos en investigaciones científicas y ensayos experimentales, y de diseño de nuevas tecnologías. A esto obedece el desengaño y temor que se observa en muchas personas y colectividades científicas del mundo sobre la mala utilización del saber científico. La ciencia no solo conlleva implícito el bien sino también el mal cuando su empleo no responde a fines verdaderamente humanos. Ciencia y moral: La responsabilidad de científicos y políticos Como el mal uso de la ciencia en muchas ocasiones se ha hecho intolerable, muchas personas en el mundo en su conjunto, culpan a la ciencia misma, a los científicos, tecnólogos y técnicos que proporcionan estas formas de destrucción y de miseria, y no a los factores sociales y políticos que han hecho que la ciencia y la técnica se utilicen de forma perjudicial para el hombre. Las condiciones actuales generan crisis sociales y de valores cuyas consecuencias tienen una repercusión directa en los destinos de las grandes masas de la población y, en ocasiones determinadas, representan un peligro de carácter global, depositando una gran responsabilidad en la ciencia como medio que incide, en mayor o menor medida, en el surgimiento de semejantes situaciones y en los artífices de ésta, o sea, sobre los científicos, tecnólogos y otros profesionales y trabajadores asociados al proceso de investigación, generalización y aplicación de la ciencia. En justa correspondencia se oyen, a menudo, incriminaciones a la ciencia y a los científicos, resultando esto natural ya que una parte determinada de estas crisis surgen como consecuencia del empleo, esto es del mal uso, de la tecnología contemporánea. Las causas de las crisis que surgen en nuestro tiempo radican, entre otros factores, en la imperfección de las distintas estructuras políticas, económicas y sociales en distintos países y, en particular, en los desarrollados; así como en los resultados del progreso científico-técnico que, como se conoce, ofrecen tanto posibilidades para el empleo

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racional, positivo, de los logros de la ciencia y la técnica, así como para su empleo en perjuicio del hombre y la mujer. Pueden citarse como ejemplos la industria atómica y el peligro de las radiaciones; el impetuoso deterioro del medio ambiente dado el uso irracional de los recursos naturales; el desarrollo del potencial de los medios masivos de información; y el incremento de nuevos medicamentos cuyos efectos, frecuentemente, están poco estudiados y en múltiples ocasiones se han tornado contrarios a la salud de la persona humana, particularmente en los países del Tercer Mundo, donde se experimenta con personas sin la debida autorización jurídica y sin tener en cuenta las normas morales que rigen cuando se investiga con personas. Se ha constatado que en algunos países del Tercer Mundo y del Africa, en particular, no se ha tomado en cuenta los principios, normas y valores que rigen la investigación con seres humanos y que vienen planteándose desde 1948 con la creación del Código Internacional de Ética para la experimentación en seres vivos. De esta forma, en la aplicación de los resultados de la ciencia se encuentra el origen directo o indirecto del surgimiento de situaciones dilemáticas y conflictivas que pueden llegar a ser alarmantes para la humanidad. En este sentido ha de tenerse en cuenta que la ciencia, los empleadores científicos, e incluso los Estados, asumen una determinada responsabilidad, en muchos casos determinantes, por los nuevos descubrimientos y por la utilización que se hace de ellos. Evidentemente sobre los científicos recae un determinado grado de responsabilidad muy particular en los casos en que pudiera parecer que con sus trabajos abrieran el camino a las consecuencias negativas que pueden emanar del mal empleo de la ciencia y la tecnología. El asunto de la responsabilidad del científico ante la sociedad hace ya mucho tiempo que es objeto de gran atención por parte de teóricos de la ciencia y de políticos universales que han comprendido el compromiso y la responsabilidad social que emana de la utilización de las ciencias, de ahí las proposiciones realizadas por numerosos investigadores en torno a la creación de una ética de la ciencia como disciplina autónoma o concebida como ética profesional, o aplicada, y, en definitiva, como rama estructural del saber ético universal. Son, precisamente, los conflictos y dilemas morales que emanan de la aplicación del saber científico, dos de los elementos esenciales que han incidido en la aparición del conjunto de éticas aplicadas. En el proceso de su actividad científica, el cientista asume grados de responsabilidad que, naturalmente, comparte con otros sectores sociales, como sería el caso de los políticos que toman las decisiones, de los Estados que las ejecutan, de la política dominante en una época específica, y de las transnacionales que ponen en ejecución dicha invención, en múltiples ocasiones para obtener grandes ganancias.

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El científico frecuentemente responde del pleno valor del producto creado por su investigación debido a la alta experticidad que posee, aunque no es el único factor que determina este proceso. La sociedad espera de él altas exigencias morales y humanas con respecto a la autenticidad del nuevo material científico generado, del uso que hace de los trabajos de sus colegas, de su severidad e integralidad en el análisis de los datos obtenidos en el proceso investigativo, así como una sólida fundamentación de sus conclusiones científicas. Estos son aspectos elementales de la responsabilidad del científico y del tecnólogo, que conforman su ética individual. La responsabilidad social del científico es mucho más amplia cuando se trata, sobre todo, de la forma en que se emplean sus resultados científicos en la técnica y en la economía. Por otro lado, constituye una apreciación un tanto ingenua pensar que el proceder y las acciones de un científico por separado, pudieran repercutir en el surgimiento o desarrollo de una u otra crisis. Lo que aquí vale es la voz de la comunidad científica y la posición que adopte en el desarrollo social. Los conflictos en torno a la responsabilidad del científico aparecen con gran claridad y precisión cuando este se encuentra ante el dilema “a favor” o “en contra”. Así, el descubrimiento Ehrlich (conocido por 606) preparado contra la sífilis, por aquel entonces, se guiaba por un principio que todavía hoy figura en el juramento hipocrático que sustenta: “Primero no perjudiques”. Sin embargo, posteriormente, Ehrlich promovió y defendió valerosamente otro principio que afirmaba: “Primero proporciona utilidad”. Estos principios están dirigidos a la responsabilidad social y a la creación de una conciencia moral en los científicos, tecnólogos y técnicos. Estas cuestiones se asumen en numerosas ocasiones incluso en códigos morales universales, y no existe una receta absoluta, pues cada vez los profesionales deben considerar los pro y los contra, y asumir, por ello, la responsabilidad por sus actos. En el caso de Ehrlich la responsabilidad del científico fue extraordinariamente grande, más bien pudiera decirse, gigantesca. De un lado estaba una enfermedad espantosa, enormemente difundida en aquellos tiempos, y en el otro, un medio de cura prometedor pero no estudiado hasta el fin y con el peligro de fenómenos secundarios posiblemente graves. Sin embargo, la confianza en que le asistía la razón, así como la seguridad en las comprobaciones que se realizaron, facilitó que el principio antes enunciado, triunfara. A pesar del riesgo de un cierto perjuicio, hipotéticamente posible, la grave enfermedad fue vencida. No cabe duda de que en casos de problemas globales o crisis sociales momentáneas o de mayor envergadura, los científicos tendrán que apelar más de una vez a su conciencia moral, a su ética individual como ciudadano y como profesional, e invocar el sentido de la responsabilidad con la finalidad de hallar el camino justo para superar los peligros que surgen.

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No obstante, anotemos en este sentido que aunque este es un problema de vital importancia la ciencia no es sólo responsabilidad. No basta con la sana conciencia moral del científico y los restantes profesionales implicados en este proceso. Se trata de una cuestión que está atravesada por múltiples factores donde la política dominante juega en muchos casos un papel primordial. La responsabilidad común de los científicos del mundo en su conjunto consiste en luchar por todos los medios a su alcance porque los resultados de las investigaciones que puedan provocar consecuencias perjudiciales y funestas, puedan detenerse o enjuiciarse con el rigor científico, moral y humano imprescindibles. Igualmente deben asumir y orientar las búsquedas científicas de manera que se enmiende el perjuicio que la propia ciencia pudiera causar y, por tanto, ser partícipe de acciones de control sobre determinados problemas globales. La etapa culminante de la influencia deshumanizadora de la ciencia y la técnica sobre la existencia del hombre contemporáneo se materializa en el desarrollo de los medios de destrucción en masa, en la carrera armamentista que despliegan y estimulan, en primer lugar y en grado dominante, Estados Unidos de América y otros países desarrollados del mundo. Las reservas de armas nucleares acumuladas en la actualidad superan, por lo menos en centenares de veces, la cantidad suficiente para el exterminio total de la humanidad. ¡De qué humanismo se puede hablar cuando ante el hombre está planteada, no la forma de hacer mejor y espiritualmente más rica su vida, sino la posibilidad de hacerlo perecer entre las llamas de miles de bombas atómicas y termonucleares, en un momento en que aún no ha perdido vigencia el realce de la carrera armamentista y de otras armas de destrucción masiva, incluidas las químicas y biológicas! “El hecho de que el género humano haya puesto en peligro su propia supervivencia –argumenta con razón J. R. Fabelo Corzo- es el más claro indicador de la aguda crisis de valores por la que atraviesa. La comprensión de esta crisis, en su sentido más profundo, es un requisito imprescindible para su superación. Y ello presupone indagar en el complejo mundo de los valores humanos.” (5) Científicos y hombres comunes de distintas latitudes y diferentes ideologías y creencias, deberían apelar a las fuerzas máximas que existen en nuestro planeta: la razón humana, los sentimientos y los valores; no a la razón de los individuos aislados, pues resultaría insuficiente, sino a la razón de la humanidad en su conjunto, entendida como entidad global. Los problemas del humanismo desaparecerán cuando ya no exista la posibilidad de la propia vida humana. La tarea de hoy quizás consista en desechar la idea de la desaparición del género humano apelando a la fe en el poderío de la razón humana y pensar sobre el hombre como se pensaba en tiempos de Dante y Leonardo, y como pensarán, confiemos en ello, las futuras generaciones.

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Esta conciencia por la responsabilidad no deja lugar para el vacío moral-espiritual, si se comprendiera y asumiera en toda su plenitud en tanto llena la vida de contenido, si se le entendiera en sentido optimista, y si sirviera de base para desarrollar una personalidad con mentalidad positiva, íntegra. Intentar, al menos, hacer realidad estas ideas es, precisamente, el polo opuesto a la crisis que en este sentido suele generarse a nivel planetario. Notas y referencias bibliográficas (1) Federico Mayor: “Sin un futuro compartido no habrá futuro”. En: El Correo de la UNESCO, “Frente al progreso ¿Hasta qué punto somos responsables?” Mayo 1998. Editorial de la UNESCO, París, p. 36. (2) Véase “Metas de desarrollo del milenio” (MDM) en: metas, objetivos e indicadores en Paraguay. En: soporte digital, buscador Google, pp. 1-2. (3) Para los datos sobre la pobreza que cito en este artículo, véase el buscador Google en Internet. Véase además el artículo de Pedro de la Hoz “Algún día los nadies serán príncipes en el reino de este mundo” en: Granma, lunes, 12 de diciembre de 2005, pagina cultural p. 5. Consúltese también los índices de pobreza en el mundo contenidos en la Agencia de Noticias NTX. (4) Manuel Alcántara: El Heraldo de Zaragoza, en: La columna, 6 de sept. de 2006, p. 6. (5) José Ramón Fabelo Corzo: Los valores y sus desafíos actuales. Editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Dirección General de Fomento Editorial y el Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Cuba, 2001, p. 15. Bibliografía (1) Crocker, David A. (1991): “Ética Internacional del Desarrollo”. En: Soporte digital, buscador Google, pp. 1 y 2. (2) Del mismo autor (1998): “Florecimiento humano y desarrollo internacional: La nueva ética de capacidades”, San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica. (3) Goulet, D. (1999): “Ética del desarrollo: Guía teórica y práctica”, Editorial IEPALA, Madrid. (4) Véase especialmente el “Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas”. En: soporte digital, buscador Google. (5) Kanovski, Rudolf (1990): “Actividad científica y responsabilidad social del científico”. Traducción de la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana, La Habana, Traducción 20-80. (6) Enguelhardt, Vladimir (1987): “Responsabilidad del científico en el siglo XX”, en: Revista “Hombre, ciencia, humanitarismo”, Editorial de Literatura Política, Moscú. (7) Frolov, I. , Yudin, B. (1990): “Ética de la ciencia”. Traducción de la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana, La Habana, Traducción 2081. (8) Colectivo de autores (1984): “Diccionario de Filosofía”, Editorial Progreso, Moscú, Véase además la Enciclopedia Oxford de Filosofía, Editorial Trotta, Barcelona.

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(9) Sanz Fals, Enrique (1997): “¿Y los ricos? Bien, gracias”. Periódico Granma, 24 de mayo, página Internacional, p. 4. (10) Hoz, Pedro de la (2005): “Algún día los nadies serán príncipes en el reino de este mundo”. Periódico Granma, lunes, 12 de diciembre, página cultural, p. 5. (11) Pérez Valenzuela, Mariela (2005): “Peligran Metas del Milenio”. Periódico Juventud Rebelde, martes 6 de septiembre, p. 6. (12) Véase también: Luis R. López Bombino, Armando Chávez, y otros (2005): “El saber ético de ayer a hoy” en dos tomos. Editorial Félix Varela, La Habana. Y además “Por una nueva ética”, Editorial citada, La Habana. (13) García, R. (1966): “Justicia Social y desarrollo”, Editorial ZYX, Madrid. (14) Recalde, J. R. (1967): “Problemas del desarrollo”, Nova Terra, Barcelona. (15) Lebret, J. L. (1969): “Dinámica concreta del desarrollo” Editorial Herder, Barcelona. (16) Amin, S., Nyerere, J.y Perren, D. (1978): “El desarrollo desigual”, Editorial Fontanella, Barcelona. (17) Fanon, F. (1986) “Los condenados de la tierra”, Editorial Fondo de Cultura Económi

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Propiedad y expropiación en la economía del conocimiento Agustín Lage Dávila

Todos los pícaros son tontos; los buenos son los que ganan a la larga.

José Martí... Introducción

La conciencia y los estudios sobre la nueva posición del conocimiento (y de la generación organizada de conocimiento) en los sistemas económicos son relativamente recientes.

No ha habido tiempo histórico para acumular datos empíricos y extraer de ellos conclusiones. Más aún, los datos que se puedan coleccionar hoy sobre las relaciones entre la investigación científica y la economía en diferentes países, probablemente sean de utilidad limitada, ya que lo que estamos presenciando en la función del conocimiento en la economía no es un cambio incremental sino una discontinuidad. Y las discontinuidades no se dejan explorar fácilmente con extrapolaciones de tendencias pasadas.

Aceptemos entonces desde el inicio, que el camino recorrido no es suficiente para ofrecer datos y conclusiones; pero si lo es para comenzar a construir una visión, que por temprana puede ser imprecisa, pero también por temprana puede ser oportuna.

Construir esta visión desde la perspectiva de la experiencia cubana es por otra parte, una oportunidad singular. En el mundo hay ya abundantes experiencias que estudiar sobre la integración de la ciencia a la economía (sistemas nacionales de innovación, parques tecnológicos, etc.) pero todos en el contexto de economías de mercado; es decir, quizás diferentes en sus formas de organización y gestión pero muy similares en sus formas de propiedad.

Esta uniformidad ha sesgado el análisis, pues la gran mayoría de los estudios sobre el tema se concentran en discutir la forma de gestión de las recursos productivos (en este caso del conocimiento), e ignoran el problema de la apropiación; cuando es precisamente el régimen de propiedad lo que distingue en esencia los sistemas socioeconómicos.

Uno de los pocos lugares donde puede analizarse una experiencia de desarrollo científico técnico y económico basado en el conocimiento, en el contexto de un sistema socialista, y desde la perspectiva de compromiso social de sus actores, es Cuba.

Súmese a eso que la experiencia cubana ocurre en el contexto de una economía subdesarrollada, en un país del llamado “Tercer Mundo”, y se verá claramente que el análisis de esta experiencia puede ser relevante (y útil) para la gran mayoría de la humanidad.

Esto justifica el intento y excusa las limitaciones en el artículo que van a leer.

Qué es la economía del conocimiento?

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El término “Economía del Conocimiento” intenta capturar un conjunto de fenómenos que denotan una importancia creciente del conocimiento en el funcionamiento y desarrollo de los sistemas productivos de bienes y servicios.

En los últimos años se ha ido acumulando una gran cantidad de literatura sobre el tema.

Por solo citar 2 conocidos pensadores sobre el futuro de las economías, Alvin Toffler (1) en su libro “El Cambio de Poder” (Powershift) declara que “...dado que él reduce las necesidades de materias primas, fuerza de trabajo, tiempo, espacio y capital, el conocimiento se vuelve el recurso central de las economías avanzadas”; mientras que Peter Drucker concluye que “Las industrias que en los últimos 40 años han pasado a ocupar el centro de la economía son aquellas cuyo negocio es la producción y la distribución de conocimiento, y no la producción y distribución de objetos” (2).

Que el conocimiento es importante para la producción no es nada nuevo: Hace falta tecnología, experiencia, información, etc., para extraer petróleo, para producir azúcar, para ofrecer servicios turísticos; para todo.

Lo nuevo está en la expansión de industrias y ramas enteras de la economía, donde el conocimiento es el “recurso limitante”, no la tierra, no las materias primas, ni siquiera el capital.

Considérense como situaciones límites en un extremo las industrias extractivas (petróleo por ejemplo) y en el otro extremo la producción de software.

En las industrias extractivas como petróleo y minería, es obvio que el recurso limitante es la disponibilidad de materia prima. Si se dispone de ella en abundancia, se podrán atraer el capital y las tecnologías necesarias. Y aún en esos casos, de evidente protagonismo del componente materia prima, los conocimientos geológicos, tecnológicos y de negociación, así como la capacitación de los trabajadores, tienen un papel creciente como catalizadores del proceso que convierte el recurso natural en recurso económico realizable en el mercado.

En la industria del software, en el otro extremo, la materia prima no existe; es todo conocimiento. Téngase el conocimiento y se tiene todo.

Los restantes sectores de la producción y los servicios están en algún lugar intermedio, en el balance entre el componente material y el componente intangible como determinantes del resultado.

Pero son precisamente aquellos sectores donde el conocimiento tiene un papel determinante, los que más se han expandido en los últimos años en los países industrializados: software, microelectrónica, computación, telecomunicaciones, industria farmacéutica, biotecnología, industria aeroespacial, polímeros y plásticos de alta tecnología, nuevos materiales, química fina, etc.

En los 20 años transcurridos entre 1976 y 1996, la fracción del comercio mundial clasificable como “productos de alta tecnología” se duplicó (de 11% a 22%) mientras que la fracción correspondiente a productos primarios se redujo de 34% a 13%. (3).

Por todas partes vemos surgir los síntomas de esta transformación:

• El incremento en la cantidad de trabajadores que solo trabajan con información.

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• El incremento del valor del conocimiento incorporado en la estructura de los costos y los precios.

• El crecimiento exponencial del depósito de patentes y los litigios sobre patentes. • La competencia por “diferenciación de productos” más que por escala y precio. • El acortamiento del tiempo de obsolescencia de los productos, que desplaza la

competitividad hacia la capacidad de innovación. • El incremento de las transacciones económicas sobre “activos intangibles”.

Y muchos otros síntomas que anuncian el proceso esencial subyacente de transformación del conocimiento en el RECURSO CRITICO limitante del desempeño económico.

El acceso a este recurso comienza a ser ya un nuevo factor de polarización de la economía mundial.

Los países industrializados, con menos del 20% de la población mundial, realizan más del 80% de la inversión mundial en Investigación-Desarrollo, publican más del 85% de los artículos científicos, y son titulares de más del 90% de las patentes. La fracción de la población dedicada a la ciencia y la tecnología en el Norte se estima en 0.2%, mientras que en el Sur es inferior a 0.05% (4).

El recurso “conocimiento”: similar y diferente.

El conocimiento como recurso económico tiene rasgos semejantes a otros recursos como las materias primas, la fuerza de trabajo y los bienes de capital.

El conocimiento tiene un costo, y no es barato. Si se tiene en cuenta que en muchos países desarrollados el sistema educacional absorbe aproximadamente el 10% del Producto Interno Bruto (PIB), que las empresas gastan otro 5% del PIB en capacitación, y que otro 3-5% se emplea en Investigación-Desarrollo, se concluye que las economías más avanzadas invierten hoy la quinta parte de su PIB en producir y diseminar conocimiento, lo cual es más que lo que esas mismas economías invierten en la formación de capital tradicional (2).

El costo del conocimiento se transfiere al costo y al precio de los productos. En la medida en que el conocimiento se ha hecho limitante y ha dejado de ser un elemento de “externalidad” libremente accesible, las empresas tienen que pagar por el; ya sea por adquirirlo (patentes, transferencia de tecnologías, etc.) o por generarlo.

Este conocimiento incorporado es fuente de valor; porque es una expresión del trabajo. Según Marx el valor de la mercancía solo surge del trabajo; es precisamente la fuerza de trabajo la única capaz de generar valor. Pero en ese proceso operan tanto el “trabajo inmediato” que ocurre durante el proceso concreto de manufactura, como el “trabajo general” que se incorpora al valor a través de los conocimientos y las tecnologías. El propio Marx lo define así: “Es trabajo general todo trabajo científico, todo conocimiento, todo invento” (5).

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Pero el recurso “conocimiento” tiene también particularidades que lo diferencian de otros recursos. La tierra, los recursos naturales, la fuerza de trabajo y el capital son finitos. Se puede poseer mucho, pero tarde o temprano se agota. El conocimiento por el contrario es infinitamente expansible: siempre se puede generar más.

El conocimiento por otra parte no “se gasta”. Dos empresas no pueden usar al mismo tiempo la misma parcela de tierra, ni la misma brigada de trabajadores; pero si pueden usar simultáneamente el mismo conocimiento.

Algunos han llevado esta idea al extremo de decir que el conocimiento es accesible, que no puede ser “apropiado”. Como veremos más adelante esta extrapolación es falsa; y uno de los procesos más complejos y peligrosos del capitalismo actual consiste precisamente en el intento de encontrar formas de privatizar el conocimiento. Aunque también es cierto que el conocimiento es más difícil de privatizar que la tierra y los bienes de capital; y ahí radica precisamente la oportunidad.

El conocimiento rara vez es aplicable directa o inmediatamente. Su aplicación requiere en muchos casos de nuevo conocimiento, vinculado al contexto concreto, nacional o local en que se usa.

El conocimiento por ultimo se deprecia muy rápidamente, al ser sustituido por conocimiento nuevo. No se puede “almacenar”.

Estos dos últimos rasgos implican que las ventajas o desventajas que derivan del rol del conocimiento en la economía dependen menos de la cantidad de conocimiento que hoy se tiene como de la capacidad de generar, rápida y continuamente, nuevo conocimiento. Es en el sistema de ciencia e innovación tecnológica, donde está el centro del problema.

El conocimiento, como cualquier otro recurso, tiene una “productividad”, una especie de rendimiento o retorno del conocimiento. Sobre esto no hay mediciones, ni siquiera una teoría; pero sí la intuición de que el mismo esfuerzo de generación de conocimientos produce retornos económicos diferentes en distintos contextos. El ejemplo más citado (quizás gastado) es la comparación para el período posterior a los años 50, entre la notable producción de conocimientos científicos en Inglaterra con limitada traducción en competitividad industrial; y el ascenso económico de Japón, que no se basó principalmente en la producción de conocimiento nuevo (2).

De manera que, cuando empezamos a ver al conocimiento como recurso productivo, vemos también que disponer de este recurso es una cosa, e invertirlo bien para obtener retorno económico, es otra. Ello nos lleva inmediatamente a la idea de que disponer de un sistema de Ciencia e Innovación Tecnológica es una cosa, y conectarlo inteligente y eficazmente con el aparato productivo, es otra. La Ciencia es obviamente, condición necesaria, pero ni con mucho condición suficiente.

El conocimiento como recurso económico: la falacia de la “circulación”. Los cambios cualitativos en las funciones del conocimiento en los sistemas económicos están ocurriendo en tres planos simultáneamente:

- A nivel de la generación del conocimiento.

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- A nivel de la circulación del conocimiento. - A nivel de la apropiación del conocimiento y su valorización en transacciones

económicas.

Ingenua o intencionalmente la literatura sobre el tema se concentra en el volumen y velocidad de circulación del conocimiento.

Pareciera que es suficiente conectarse a Internet con suficiente ancho de banda para impulsar el desarrollo socioeconómico.

Es cierto que asistimos a una explosión sin precedentes de la información: Hay cientos millones de computadoras personales en el mundo, cada año se depositan 1 millón de patentes y se publican 2 millones de artículos científicos; y se estima que hay más de 400 millones de usuarios de Internet. Alguien calculó que al ritmo de publicación actual, si se ponen los libros publicados uno junto a otro en fila, habrá que moverse a 150 Km/h para seguir el extremo de la fila. Y aún pudiéramos añadir otras cifras y cálculos, cada cual más impresionante (4).

Hay mucho conocimiento circulando y habrá más. Pero ahí no está lo esencial. La circulación de conocimientos, al igual que la circulación de mercancías, no crea valor.

Los cambios esenciales están en que el conocimiento está siendo generado de manera diferente, y está siendo apropiado de manera diferente.

El proceso de generación de conocimientos ha estado transformándose a lo largo de todo el siglo XX.

El hombre ha buscado siempre conocer; pero la ciencia, como actividad conciente, organizada y sistemática de obtener conocimientos nuevos y generalizables, no es tan vieja en la historia de la humanidad. De hecho era una actividad “de aficionados” hasta el Siglo XVIII. Solo en el siglo XIX surge la profesión remunerada de investigador científico; en sus inicios muy vinculada a las universidades (6).

En el siglo XX ocurren, casi superponiéndose, tres cambios importantes:

El primero es el surgimiento de Institutos de Investigación Científica, creados por el Estado, al margen del sistema universitario. Esto ocurre por primera vez en Alemania, en 1911 (7). De ahí en adelante, crecen y se desarrollan sistemas de instituciones científicas no-docentes, con diferentes formas organizativas y dimensiones, pero casi siempre bajo el control y el financiamiento del Estado. La investigación operaba así como parte de los gastos sociales, creando un contexto de conocimientos y cuadros de los cuales se aprovechaban las empresas sin pagar por ello, como externalidades económicas.

El segundo cambio es la creciente inversión de las empresas para financiar investigaciones científicas, mediante diferentes modalidades de contratos o alianzas con instituciones académicas o universitarias. Los datos de la década del 90 registran que más del 50% de la actividad científica no-militar en los principales países industrializados, es financiada por la industria privada (7) y esta cifra sobrepasa el 70% en Japón.

El tercer cambio, que se superpone en el tiempo con el segundo, y que es probablemente el más importante, es la creciente internalización de la actividad de investigación-

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desarrollo como parte del contenido de trabajo de las propias empresas de producción y servicios.

En los Estados Unidos, hacia 1920 ya existían unos 300 “laboratorios” en las corporaciones, y en 1960 estos llegaban a 5400. La constitución misma de estos laboratorios es el reconocimiento de situaciones en las cuales la producción material ya no puede avanzar sin integrar un proceso organizado de producción de conocimientos (8). La gran industria farmacéutica puede servir para ilustrar esta tendencia. Sus gastos en I+D pasaron del 12% de la facturación al 22% de la facturación en los últimos 17 años; un gasto en I+D en el orden de las decenas de billones de dólares por año.

En los últimos 20 años del Siglo XX comienzan a surgir empresas en que la generación de conocimientos no es solo una actividad intrínseca, sino la actividad principal.

Cuando el conocimiento se convierte en el “recurso limitante” las empresas asumen la responsabilidad de generar la mayor parte del conocimiento que necesitan y de las que depende su competitividad. Esto ocurre de manera asincrónica en diferentes sectores de la economía, y resulta más visible en los llamados “sectores de alta tecnología” en cuyas empresas pueden distinguirse los siguientes rasgos:

- Altos gastos en Investigación-Desarrollo. - Oferta de productos y servicios especializados, a veces únicos. - Competencia por diferenciación de productos, más que por escala y precio. - Frecuentes negociaciones sobre “activos intangibles” (patentes, marcas,

tecnologías, etc.). - Amplio uso de la protección de patentes. - Aceptación del riesgo como consustancial a la gestión empresarial. - Empleo de fuerza de trabajo de alta calificación. - Los recursos humanos son irremplazables: se tratan como un “activo” y no como

un “costo”. No es difícil ver que tales “empresas” van asumiendo los rasgos que han caracterizado siempre a las instituciones de investigación científica: orientación a futuro, resultados poco predictibles, recursos humanos de alta calificación.

Esta tendencia en las empresas, sumada a la tendencia creciente de los Centros Científicos a preocuparse y ocuparse del impacto económico de sus investigaciones, crean juntas una situación en la cual las fronteras entre empresas que investigan y Centros Científicos con impacto económico, se hacen borrosas, siendo cada vez más difícil clasificar una organización en uno u otro grupo. El esfuerzo por mantener artificialmente esa frontera es inútil, y fracasará, sino hoy, en un futuro cercano.

El caso de las “empresas biotecnológicas” puede estudiarse como un “caso límite” de esa tendencia. Hoy, más de 20 años después del surgimiento de las primeras empresas biotecnológicas en los Estados Unidos y Europa, todavía más del 80% de esas empresas operan en flujo de caja negativo y no se autofinancian con sus ventas. Ello es consecuencia de que invierten en Investigación-Desarrollo más dinero que el que ganan (¡). ¿Cómo lo hacen? Pues básicamente a expensas de inversiones de capital de riesgo y/o de ventas de acciones en las Bolsas de Valores, vendiendo “percepciones y promesas” lo

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que se convierte en la práctica en una forma de financiar la inversión (en I+D) a expensas de las ganancias futuras (si se realizan), en vez de a expensas de las ganancias pasadas como hacen todas las demás industrias.

La cuestión de la propiedad: el verdadero problema.

El acortamiento de las conexiones entre la generación del conocimiento y la producción de bienes y servicios, hasta subsumir (al menos parcialmente) la investigación científica en la gestión empresarial, es un proceso objetivo e indetenible, consecuencia del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Esto no es intrínsecamente negativo para el futuro de la humanidad, ni para la aspiración superior de la justicia social.

Enfrentarse a esta tendencia sería enfrentarse a un falso problema, lo que equivale a rehuir el problema verdadero. Y es que el problema verdadero y principal no es el de la producción sino el de la apropiación. Se produce de una manera u otra y cada vez mejor. La cuestión es: ¿a quién pertenece lo que se produce? Y ¿a quién pertenecen los medios para producir?.

Desde que la humanidad abandonó la comunidad primitiva y generó excedentes productivos por encima del nivel de subsistencia se planteó la cuestión de la propiedad, especialmente la propiedad sobre los medios de producción.

Las batallas en torno a la propiedad han tenido en las diferentes etapas, formas diversas, al concentrarse sobre aquellos factores de la producción que son en cada momento los principales, los más escasos y limitantes.

Así, la esclavitud legitimó la propiedad de unos hombres sobre otros hombres, considerando al esclavo y su fuerza de trabajo inmediata como un “medio de producción”. La propiedad de la tierra fue después el centro de la batalla. No fue siempre así: hubo siglos enteros en que la tierra sobraba, en proporción a la población humana y sus capacidades para explotarla. Eran “tierras comunes”. Cuando se hizo limitante fue apropiada por las clases poderosas. Después fue el capital y los “bienes de capital”, las fábricas y maquinarias que a partir de la revolución industrial deciden el desempeño económico y la competitividad.

Los conflictos sobre la propiedad han acompañado a la humanidad durante más de 3000 años. Desde esta óptica no es sorprendente que la transformación del conocimiento en el “recurso limitante” para la producción de bienes y servicios, se acompañe, en el capitalismo, por un agresivo intento de apropiación y privatización del conocimiento.

La propia pregunta ¿a quién pertenece el conocimiento?, parece a primera vista absurda. Choca con la ética y con la cultura. Si algo es un producto netamente social es precisamente el conocimiento, tan dependiente de la cultura y el acervo precedente.

En su clásico de filosofía de la ciencia “La Estructura de las Revoluciones Científicas” Thomas Kuhn llamaba a “reconocer que la herencia común de la humanidad no son solo el cielo y los océanos, sino el avance tecnológico mismo”. (9)

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Pero es precisamente el intento de privatizar el conocimiento lo que estamos presenciando, como reacción del sistema capitalista a sus nuevas funciones de recurso limitante en la economía. Se trata de uno de los fenómenos más peligrosos de este inicio del Siglo XXI, sobre el que es necesario alertar, antes de que se haga irreversible. Lo que está ocurriendo es un cambio en la forma que toma la apropiación individual de los resultados del trabajo social.

Sucede además, que los procesos de apropiación no siempre son transparentes. Los científicos tenemos en este asunto tres tareas impostergables:

La primera es descubrir las formas concretas en las que ocurre la apropiación privada del conocimiento. Estas formas, como se verá más adelante, son básicamente 4:

- La protección de la Propiedad Intelectual. - La internalización del trabajo científico en grandes organizaciones de la industria. - La especulación de las Regulaciones. - El “Robo de Cerebros”.

La segunda tarea es hacer un juicio ético de este proceso, que genere una conciencia colectiva sobre la ilegitimidad de dicha apropiación.

La tercera y más compleja es construir las alternativas a los procesos actuales, que contengan las formas concretas de “expropiar a los expropiadores”.

Propiedad intelectual: los “Trips” y la acumulación originaria del conocimiento

La primera y más evidente (aunque no la única) forma de privatización del conocimiento es la llamada “Propiedad Intelectual” (término intrínsecamente contradictorio) que se expresa en la ciencia y la técnica principalmente a través de las patentes. Cada año se depositan más de 1 millón de patentes.

La imposición universal de la protección de Propiedad Intelectual es parte de los acuerdos del GATT* (General Agreement on Tariff and Trade), que dieron origen en 1995 a la Organización Mundial de Comercio (10). Realmente los temas de Propiedad Intelectual fueron muy poco tratados en las negociaciones del GATT desde su nacimiento en 1947, hasta que fueron incluidos en la Agenda de la Ronda Uruguay en 1986 bajo presión principalmente de las grandes empresas farmacéuticas.

Una patente es un derecho monopólico de comercialización (y de exclusión de terceros de la comercialización) que otorga un Estado durante un tiempo dado, a alguien que ha hecho una “Invención”, que debe ser de utilidad práctica y además no-obvia a partir del conocimiento precedente.

Leyes de patentes existen hace mucho tiempo, y durante cierta etapa funcionaron bien. Pero a medida que la generación de conocimiento nuevo de aplicación inmediata pasó a ser un evento cotidiano en muchos sectores de la producción y servicios, la cantidad de patentes depositadas se multiplicó, la competencia obligó al depósito precoz de patentes sobre invenciones carentes aun de evidencia de utilidad práctica, las fronteras entre lo obvio y lo no-obvio se borraron o se hicieron arbitrarias, y los litigios se multiplicaron.

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El desplazamiento de la fuente de financiamiento de la investigación hacia el sector privado, estimuló a universidades e institutos públicos a proteger con patentes prácticamente todo.

Los costos de las patentes y los litigios pusieron el poder de la propiedad intelectual en manos de quienes tienen más recursos para pagarlos. Los costos de abogados solamente alcanzan los $ 10 000 USD para obtener una patente, y emprender un litigio cuesta no menos de 1.5 millones (11).Las empresas multinacionales tienen hoy miles de patentes.

La situación va llegando a extremos absurdos recientemente con la polémica sobre la patentabilidad de los genes. En 1991, el NIH (Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos) abrió la polémica al depositar su primera patente sobre fragmentos de genes expresados (EST: Expresed Séquence Tags) cuya función biológica y su aplicación práctica no eran conocidas (12).

En 1998 la Directiva Europea sobre la Biotecnología (Directiva 98/44 del Parlamento Europeo) estableció la patentabilidad de cualquier material contentivo de información genética. Hay hoy más de 6000 patentes de genes concedidas en los Estados Unidos y de ellas más de 1000 corresponden a genes humanos; y se dice que hay más de medio millón pendiente de análisis.

El sistema, además de injusto, es infuncional. La obtención del conocimiento nuevo, se apoya siempre en el conocimiento precedente. Hoy se reclama Propiedad Intelectual sobre resultados científicos que hace apenas unos años hubiesen sido publicados y de libre acceso. Así, cada vez más, cualquier investigador en prácticamente cualquier proyecto, encontrará que muchas piezas de conocimiento que necesita usar para llevar adelante su proyecto, son ya propiedad de alguien, que tiene derecho a excluirlo de su uso o a exigirle un pago. Los costos de transacción pueden ser enormes y disuasivos, y el sistema entero se convertirá en un obstáculo para la investigación científica.

En el campo de los medicamentos, las aristas éticas de este problema son aún más agudas. La concesión de derechos monopólicos sobre descubrimientos científicos inevitablemente restringe el uso y aumenta los costos. Las recientes polémicas internacionales sobre el acceso a medicamentos para el tratamiento del SIDA, muestran ya la cara trágica de la privatización del conocimiento.

La lógica de las patentes está en buscar una “Tasa de Retorno” sobre la inversión (en este caso en la investigación) y es una consecuencia de la aplicación de las leyes del mercado a la investigación científica. Pero sucede que en la producción de conocimiento (a diferencia de la producción de objetos materiales), el “inventor” hace solamente el tramo final de un largo proceso creativo que depende de la sociedad en su conjunto.

El conflicto ético no concierne en verdad solamente a la propiedad del conocimiento, sino al sistema entero de propiedad sobre los medios de producción y de apropiación privada de productos socialmente generados; pero en el caso del conocimiento esta contradicción es mucho más evidente.

Estamos ante una situación análoga a la que Marx describió como “Acumulación Originaria del Capital” y definió como: “el proceso histórico de disociación entre los productores y los medios de producción”. Explicando este proceso en “El Capital”, Marx describió como la tierra de labraza al convertirse en “recurso limitante” fue expropiada

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violentamente en el Siglo XVIII a la población rural de Inglaterra, que la utilizaba como un bien común. La apropiación se estableció mediante una “Ley de Cercado de los Terrenos Comunales” (Bill for Inclosure of Commons; 1785), a favor de las clases dominantes (5).

Los Acuerdos sobre Propiedad Intelectual (TRIPS: TRADE-RELATED INTELLECTUAL PROPERTY) aprobados en 1994 y protegidos por la Organización Mundial de Comercio, funcionan ahora como una especie de “Ley de Cercado de los Conocimientos”, que conduce a la apropiación violenta y a una especie de acumulación originaria del conocimiento, hasta ahora fruto común de la cultura y el intelecto creativo de muchas personas.

La concomía de escala de la investigación científica y la reproducción ampliada del conocimiento

Las leyes de protección a la Propiedad Intelectual en sus diferentes variantes constituyen una forma muy visible de privatización del conocimiento, pero no es la única.

La propia creación de organizaciones de investigación científica dentro de la industria establece, independientemente de la Propiedad Intelectual, otro mecanismo al crear las condiciones para la internalización del trabajo pretérito en el capital.

Intentemos disecar un poco más este fenómeno. La investigación científica es vista por muchos como un acto de creatividad individual, mediante el cual determinados individuos con talento y preparación para ello son capaces de encontrar las piezas relevantes de información dentro de la enorme y confusa cantidad de datos que ofrece el mundo real. Este es un proceso intuitivo, esencialmente probabilístico, que no tiene “metodologías”. El “Método Científico” se relaciona con la manera en que las preguntas relevantes se responden, pero no con la manera en que se formulan.

Pero en cierto momento de madurez de una rama de la ciencia o de la técnica (y esto es diferente en cada campo) se acumula una enorme cantidad de preguntas científicas relevantes, de procedimientos experimentales válidos y de datos importantes por obtener, que rebasa con mucho la capacidad práctica de un investigador científico. Entonces esa rama de la ciencia está madura para transitar hacia el escalado y la estandarización de la investigación.

Tomemos por ejemplo la prospección farmacológica para el descubrimiento de nuevas drogas. Una vez que se conoce que determinado receptor molecular en la célula es importante para determinada función, el paso siguiente es estandarizar un método de ensayo sensible, específico y barato, y emplearlo para evaluar cuantas moléculas sean posible; ayudado o no por procedimientos de simulación en computadoras. Una vez que se dispone de alguna molécula con efectos agonistas o antagonistas, se construye la serie de análogos y se exploran las relaciones entre estructura química y actividad biológica mediante procedimientos bien estandarizados; y luego los candidatos más atractivos entran en una maquinaria de estudios toxicológicos y farmacológicos, también estandarizados; y después a los ensayos clínicos en sus varias fases; aún más estandarizados.

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Lo que se dice en las 10 líneas del párrafo precedente puede ser labor de cientos de científicos, durante varios años, a un costo de decenas o cientos de millones. Ejemplos similares pueden encontrarse en casi todas las ramas de la ciencia y la técnica. Comienza así a funcionar la “economía de escala” de la investigación científica: grandes laboratorios en las industrias, muy bien equipados; muchos investigadores, procedimientos estandarizados, etc. El científico individual pierde el control del proceso y se vuelve incluso sustituible. La organización con sus recursos, es decir el capital, asume el trabajo.

También aquí podemos encontrar una analogía con los primeros tiempos del capitalismo y la revolución industrial: con el surgimiento de la manufactura como forma especial de organización del trabajo que sustituye la artesanía, y con el empleo sistemático de la maquinaria, el obrero perdió su independencia técnica convirtiéndose en una parte de la organización productiva. La fábrica y su maquinaria, es decir, el capital, internalizaron parte del trabajo inmediato, y el proceso separó definitivamente al obrero de los resultados de su trabajo, limitándolo a vender la mercancía “fuerza de trabajo”.

Eso ocurrió hace 200 años con el llamado “trabajo inmediato”, el que se realiza durante el proceso productivo. Ahora asistimos a un fenómeno análogo, pero esta vez con el “trabajo general”, el que incorpora valor al producto a través de los conocimientos, invenciones y tecnologías, fruto de esfuerzos pretéritos.

La organización de investigación científica industrial a gran escala subsume el trabajo intelectual dentro del capital, como hace 2 siglos lo hizo la máquina con el trabajo inmediato. La ciencia ha sido transformada en Capital. A partir de ahí, y dentro de esas organizaciones, el conocimiento se reproduce a si mismo, en una especie de “reproducción ampliada del conocimiento”, en la cual, de manera análoga a como lo definió Marx para el Capital “toda acumulación sirve de medio de nueva acumulación”.

Por supuesto que sería absurdo convocar a una oposición a la organización de la investigación científica en grandes colectivos con procedimientos eficientes; tal como fue absurda la oposición de los obreros ludistas a la maquinaria como fenómeno técnico.

Una vez más la ilegitimidad del proceso no está en la forma de producción, sino en el régimen de apropiación. Los grandes Centros de la Biotecnología cubana por ejemplo, de propiedad estatal, tienen totalmente otro significado.

Sobre este tema volveremos más adelante.

La especulación de las regulaciones

Las regulaciones o “Barreras Técnicas al Comercio” no han dejado de crecer en los últimos 30 años. De acuerdo con las definiciones dadas por la propia Organización Mundial del Comercio, una “barrera técnica” es:

“...un documento que establece las características de un producto o de sus procesos y métodos de producción, incluyendo provisiones administrativas aplicables, cuyo cumplimiento es obligatorio...”

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Este fenómeno es particularmente evidente en el campo de la industria farmacéutica y la biotecnología, donde los costos asociados a llevar los productos y los procesos a los estándares regulatorios vigentes son enormes. Un fenómeno similar comienza a pesar ya sobre la industria de productos alimenticios.

No se trata aquí, digámoslo de inicio para evitar confusiones, de criticar los estándares regulatorios necesarios para obtener productos de calidad y proteger a los consumidores. Ese no es el tema.

El problema comienza cuando los requisitos regulatorios dejan detrás los necesarios requerimientos de calidad y son artificialmente inflados, convirtiéndose en mecanismos no arancelarios de proteccionismo económico a favor de las grandes empresas.

En estas condiciones, la satisfacción de los requisitos regulatorios genera enormes costos fijos que tienen dos efectos: en primer lugar sacan de la rentabilidad a toda empresa mediana o pequeña que no tenga un volumen de facturación suficiente para absorber estos costos fijos en sus ganancias; y en segundo lugar tales costos se trasmiten a los precios, limitando en el caso de los medicamentos por ejemplo, que puedan ser adquiridos por quienes los necesitan, y reduciendo así su impacto en los problemas de salud que se supone deban resolver.

Si la función de los productos farmacéuticos se midiera por su impacto en la salud a escala poblacional, se haría evidente que, si bien en el extremo de regulaciones insuficientes habría poco impacto por insuficiente calidad, en el otro extremo de regulaciones infladas vuelve a haber poco impacto por el alto costo y la poca accesibilidad del producto.

En el límite hay situaciones cercanas al absurdo, como es el caso de la vacuna de la poliomielitis, eficiente producto que ha logrado detener y está cerca de erradicar una terrible enfermedad; y que todos los expertos reconocen que existe porque se obtuvo en los años 50, pero que si hubiese sido re-descubierta hoy, con los estándares regulatorios actuales, jamás hubiese sido aprobada.

Este problema tiene aristas muy complejas, como todo problema que depende de encontrar un justo medio entre extremos inconvenientes; y ante tal complejidad muchos prefieren no abordarlo y continuar el juego del incremento constante de los requisitos regulatorios; esperando quizás que, como en la fábula del traje del emperador, alguien exponga un día el absurdo y diga: “el emperador está desnudo”.

El carácter proteccionista de una parte de las actuales barreras técnicas es objeto hoy de mucho debate, incluso dentro de la OMC; pero no es esta la faceta del tema que se quiere tratar en este artículo. El motivo de incluir esta sección en un análisis sobre la apropiación del conocimiento como recurso económico es otro: se trata de que el manejo exitoso del contexto regulatorio se ha convertido en una tecnología en si misma, sustentada en literalmente miles de documentos regulatorios que se aplican en diferentes combinaciones en cada situación concreta y cuyo dominio completo, además de imposible, ni siquiera es una garantía de éxito pues la propia interpretación de regulaciones vigentes está sujeta a percepciones que varían con los propios estándares que cada sector industrial va creando.

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El conocimiento necesario para enfrentar las barreras técnicas va quedando cada vez en menos manos; y en parte es comercializado (como conocimiento) a través de cientos de agencias de consultoría, centros de entrenamiento, dispositivos docentes y organizaciones de investigación por contrato (CRO: Contract Research Organization).

Este conocimiento dista mucho de ser “público”. Parte de la ventaja competitiva de las grandes empresas farmacéuticas deriva de su “know-how” para manejar el contexto regulatorio. De hecho la complejidad del problema opera como disuasión para muchas empresas pequeñas, que prefieren no intentar cerrar el ciclo investigación-producción-mercado, sino negociar licencias con las grandes empresas. El valor del conocimiento necesario para enfrentar las barreras regulatorias es parte de lo que reciben a cambio de su producto en esas transacciones.

Así este “know-how” añade valor al producto y crea ventajas competitivas. Pero a diferencia del conocimiento incorporado al producto por un descubrimiento científico o una innovación en el proceso productivo, el valor creado por el dominio del contexto regulatorio, es al menos en parte, valor especulativo; derivado de conocimiento útil para resolver problemas que han sido artificialmente creados.

El proceso se parece mucho al crecimiento especulativo del valor de las acciones, que se basa en percepciones artificialmente creadas, y que durante un tiempo es realmente negociable. O al estímulo al consumo de mercancías que venden “imagen”. El resultado neto es un flujo grande de dinero a cambio de poco valor agregado real. Un proceso que genera más concentración de capacidades y que continuará con ese rumbo hasta que tal concentración se convierta en un obstáculo para la productividad de todo el sistema, incluso en los países más ricos.

“Encuentre una necesidad y cobre por satisfacerla” era una recomendación reiterada en varios textos sobre estrategias comerciales. “Invente una necesidad y cobre por satisfacerla” parece ser la variante que se aplica al tema que estamos discutiendo.

El “Robo de Cerebros”: paso atrás hacia la propiedad sobre las personas

El fenómeno que estamos analizando, es decir, la transformación del conocimiento en “recurso limitante” en cada vez más sectores de la producción y los servicios, no ocurre en el vacío: se da en un contexto histórico concreto caracterizado por el poder del imperialismo y por la globalización neoliberal.

En la época en que Marx escribió “El Capital” las contradicciones del capitalismo entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación se expresaban de forma tan aguda, que se comenzaba a hablar de “capitalismo agonizante”.

Cien años después, el Che alertó de lo prematuro de este juicio y anotó: “Hay que tener cuidado con afirmaciones como esta: “agonizante”. Un hombre maduro ya no puede sufrir más cambios fisiológicos, pero no está agonizante. El sistema capitalista llega a su madurez total con el imperialismo, pero ni siquiera este ha aprovechado al máximo sus posibilidades en el momento actual y todavía tiene gran vitalidad”; y continuaba afirmando que la visión de la relación entre la burguesía y el proletariado como relación

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de clase fundamental “corresponde a la concepción clásica de Marx, que no había previsto el Imperialismo” e insiste en que “la tendencia del Imperialismo es a hacer participar a los obreros en las migajas de su explotación a otros pueblos” (13).

En la era de la globalización, ningún problema puede analizarse al margen de sus relaciones globales. Mucho menos el tema de las funciones del conocimiento en las economías. Estamos asistiendo a un proceso acelerado de concentración de riquezas y marginación de personas; que es evidente con cualesquiera indicadores que se deseen usar para medirlo: distribución del PIB, consumo de alimentos, consumo de energía u otros. La participación del 20% más pobre de la población mundial en los ingresos mundiales ha disminuido del 2.3% al 1.4% en los últimos 20 años, mientras que la participación del 20% más rico aumentó del 74% (1970) al 83% (1990) y la tendencia continúa (14). En 1965 la renta media por habitante de los 7 países más ricos era 20 veces mayor que la de los 7 países más pobres; y en 1995 era ya 39 veces mayor (15).

El proceso, cuando ocurre a escala internacional, es aún más cruel y peligroso que cuando ocurre en el interior de las naciones, ya que la escasa base jurídica que establece la responsabilidad de los Estados con el bienestar de todos sus ciudadanos, se diluye a escala internacional. Nadie en Washington se siente responsable de lo que ocurre en Chiapas.

La tendencia concentrativa en la producción de conocimientos, es aún más aguda. Los países industrializados concentran más del 90% de toda la producción científica.

Ya hemos visto en las secciones anteriores como se privatiza el conocimiento socialmente producido a favor del capital en esos países industrializados. Se trata ahora en esta sección de añadir como se privatiza también, a favor de las economías industrializadas, la escasa inversión en generación de conocimientos que se hace en los países del Sur.

Una parte importante de esa inversión en conocimiento está en la formación de cuadros científicos y técnicos. Ellos son portadores del recurso “conocimiento” creado por la inversión social. Parecería que esto no es “apropiable” a menos que ocurra una “apropiación de las personas”. Eso es precisamente lo que ocurre.

Hay 1.2 millones de profesionales de América Latina y el Caribe trabajando como emigrantes en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá. Si se estima en $ 30 000 USD el costo de formación de un profesional, esta emigración ha significado la transferencia, del Sur al Norte, de 36 000 millones de dólares lo cual es equivalente a 10 años de inversión en Ciencia y Técnica, y es varias veces más que toda la ayuda del BID al desarrollo científico de la región.

El 23% de todos los PhD que trabajan en los Estados Unidos provienen de otros países y esta cifra llega al 40% en el campo de la computación. Aproximadamente 1/3 de todos los científicos formados en los países del Tercer Mundo, no trabajan en sus países y actualmente se estima que algo más del 50% de los que viajan a hacer un Doctorado en Norteamérica y Europa, no regresan.

Las cifras son elocuentes en si mismas, pero eso no es todo. Debe tenerse en cuenta además, que si bien la emigración selectiva de científicos y tecnólogos comenzó espontáneamente, guiada por el gradiente en condiciones de vida y de trabajo; en los

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últimos años la promoción de esta emigración se ha convertido en una política oficial de Estado en varios países del Norte, con incentivos y procedimientos especialmente diseñados a ese fin.

La emigración selectiva se convierte así en un eficiente mecanismo para expropiar a los países más pobres, de la escasa inversión que han podido hacer en generación de conocimientos.

Estos científicos y tecnólogos emigrantes generan una parte importante de las patentes; y entonces incluso la propia teoría de la propiedad intelectual como mecanismo de retorno de la inversión entra en contradicción, porque en este caso el resultado económico no retorna al país donde se hizo una parte importante de la inversión para capacitar esos científicos.

Tal tendencia, combinada con la creciente internalización del trabajo científico en grandes organizaciones privadas, con alta concentración de capital, hace que el emigrante (tal como el obrero con su fuerza de trabajo) no tenga otra alternativa que “vender” su capacidad de generar conocimiento, a cambio de un salario que es el costo de reproducción de esa fuerza calificada, y que nada tiene que ver con el valor creado por su trabajo científico; el cual pertenece a otros.

Aquí concluimos la disección de las formas de apropiación privada del conocimiento en su condición de recurso económico.

Veamos a continuación algunas consecuencias adicionales.

Un problema “Global”

El término “Problemas Globales” se ha venido usando crecientemente en los últimos años para describir problemas tales como el crecimiento de la población, la escasez de recursos energéticos, las migraciones, la contaminación ambiental, las limitaciones en la producción de alimentos, la violencia, el narcotráfico, la pandemia del SIDA, etc., a cuyo impacto no escapa ningún país y cuya solución no puede ser emprendida por ninguna nación aisladamente.

Sumemos a la lista la Concentración Geográfica de la Ciencia, y veamos porqué es negativa para todos, incluso para los países más ricos. Resulta sorprendente como este fenómeno es excluido del inventario de “problemas globales”, dado que la polarización de la ciencia no es solamente un problema en si mismo, sino que a su vez limita la aparición de soluciones viables a los restantes problemas.

La polarización de la actividad científica amenaza con excluir del conocimiento al 80% de la humanidad. Ciencia y conocimiento son prácticamente el mismo problema. En el mundo actual la capacidad para usar el conocimiento está cada vez más vinculada a la capacidad de generarlo. Los modelos de “transferencia de tecnología” son cada vez menos funcionales. A la velocidad a la que las nuevas tecnologías surgen y se renuevan, cualquier “transferencia” tiene que ser muy creativa. Sin capacidad de generar conocimiento, tampoco será posible asimilarlo.

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La apropiación privada y la concentración en pocas manos del conocimiento acumulado y de la capacidad de crear más, es un asunto de tremendas implicaciones éticas y políticas. Pero dejemos por un momento ese aspecto del problema y concentrémonos en esta sección en identificar que también es una amenaza para la eficiencia y productividad de la creación científica a escala global, y veamos porqué:

- La Ciencia se está transformando rápidamente en un componente de la cultura general; un procedimiento estructurado para comprender el mundo real, mediante la adquisición, análisis y verificación organizada de datos. Esta tendencia sería muy positiva, si fuese verdaderamente cultural, lo que significa masivamente asequible a la gente. La concentración de la ciencia en pocos grupos tendrá un efecto tan negativo como la concentración de la capacidad de leer y escribir.

- La ciencia se beneficia de la diversidad de enfoques. Esta diversidad está profundamente enraizada en el carácter social de la actividad científica y se relaciona con la diversidad intrínseca de las sociedades en que se realiza. La concentración de la ciencia reduce esta diversidad e interfiere con la imprescindible sustitución de paradigmas.

- La ciencia avanza no solo a través del surgimiento de piezas completamente nuevas de conocimiento, sino también mediante la “recombinación” del conocimiento existente. Este proceso es directamente proporcional al número de equipos científicos, persiguiendo diferentes objetivos, así como a la intensidad de las comunicaciones (la “conectividad” de la red científica). La genética ha descubierto hace tiempo las ventajas de la recombianación y el polimorfismo; la organización de la ciencia aún no parece haber captado el mensaje.

- La ciencia, especialmente en el campo de la Biología, debe tomar en cuenta la enorme diversidad de los sistemas biológicos, que se distribuyen en el mundo, principalmente en el Sur. La concentración de la Biotecnología introduce el riesgo de sesgar la investigación hacia “sistemas modelo”, en vez de sistemas reales.

Y la lista podría ser mayor. Baste para comprender, e intentar hacer comprender, que la tendencia concentrativa actual de la actividad científica es negativa para la productividad del proceso a escala global, no solo en los países desfavorecidos.

A ello se suman las consecuencias de la apropiación privada del conocimiento, que ya comienza a conformarse como un freno. Todavía sus efectos mayores no son completamente visibles. Aún hasta la década final del Siglo XX cualquier proyecto científico, que siempre necesita apoyarse en el conocimiento precedente, se apoyaba en un contexto de conocimiento anterior que era en su gran mayoría de dominio público. Téngase en cuenta que la explosión de protección de propiedad para virtualmente cualquier pieza nueva de conocimiento, comienza en la década de los 80.

A partir de ahora y cada vez más, veremos cualquier proyecto chocar desde sus inicios con decenas de patentes y tecnologías propiedad de otros, con amplios derechos de exclusión de terceros, aún desde la etapa de investigación. La contradicción entre la apropiación privada del conocimiento y el carácter intrínsecamente social de la producción de conocimiento, frenará el desarrollo de las fuerzas productivas.

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Marx, con su sensibilidad de revolucionario, deseó el fin del capitalismo por razones de justicia; pero al mismo tiempo, con su rigurosidad de pensador científico previó el fin del capitalismo no por esa razón, sino por las limitaciones que las contradicciones derivadas de su régimen de propiedad impondrían al desarrollo económico. La creciente transformación del conocimiento en recurso limitante de la producción de bienes y servicios agudiza esas contradicciones.

Ciencia y desarrollo económico: Asociación o causalidad?

Con cualquier par de indicadores que se intente graficar la relación entre actividad científica y desarrollo económico (PIB vs Número de Científicos; Producción Industrial vs Publicaciones; Consumo Energético Percápita vs Patentes, o cualquier otra combinación) se verá una estrecha relación entre ambas cosas: se hace más ciencia e innovación en los países más ricos.

Resulta esto tan evidente que la siguiente pregunta pudiese parecer tonta: ¿Es la intensidad de la actividad científica la causa del desarrollo económico; o es su consecuencia distal?. Como se verá, la respuesta a esta pregunta no es evidente y sus consecuencias no son triviales.

Los países desarrollados invierten entre el 2 y el 2.5% de su Producto Interno Bruto en Investigación y Desarrollo. Ese %, contra un PIB de Trillones, como el norteamericano, supone mucho, mucho dinero; que puede financiar mucha actividad científica. El efecto de la economía sobre la investigación es directo, casi lineal; pero el efecto de la investigación sobre la economía no guarda la misma relación de inmediatez y proporcionalidad.

Hay a nivel “macro” (de país) algunos datos publicados que sugieren que existen grandes diferencias entre países en la productividad del conocimiento. Por ejemplo, los indicadores de intensidad de la actividad científica en la 2ª mitad del Siglo XX en Inglaterra son superiores a los de Alemania y Japón. Los indicadores de crecimiento económico se comportan al revés. Sin embargo el tema no ha sido suficientemente estudiado a ese nivel, y mucho menos a nivel “micro”, por ramas de la economía y por empresa.

Aún aceptando que en los procesos sociales las relaciones “causales” son muy difíciles de establecer, intuimos que existen 2 grandes categorías de actividad científica: una se coloca por delante del desarrollo económico y lo impulsa directamente; la otra se coloca por detrás y lo parasita, o al menos sus efectos sobre la economía se hacen tan indirectos y a largo plazo que se pierde la evidencia.

Tal distinción sería de gran importancia práctica, porque todos los razonamientos precedentes sobre la función del conocimiento en los sistemas económicos y su apropiación se aplican principalmente al primer tipo de actividad científica y de innovación. Pero carecemos de indicadores útiles para hacer esta clasificación. Ni el volumen de científicos, ni el gasto en I+D, ni la producción de publicaciones, resultan indicadores adecuados para disecar la actividad científica según su impacto económico, y mucho menos para predecir.

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Quizás la cantidad de patentes en explotación (no las depositadas), la cantidad de científicos que trabajan en organizaciones industriales y la fracción del comercio exterior que corresponde a productos protegidos por patentes o producidos con tecnologías propias y recientes, sean mejores indicadores para estudiar, no solo la generación de conocimientos, sino donde se generan, como se usan y cuanto rinden; y asumir este balance como criterio de madurez del sistema científico-técnico.

Intentar descubrir y medir, no toda la actividad científica, sino aquella fracción que realmente impulsa la economía será sin duda muy difícil. Pero hay que intentar el análisis. No todo lo que se correlaciona con el PIB es causal de desarrollo. Por este camino de razonamiento se pudiera llegar al “absurdo del perfume”. También el consumo de cosméticos, como el consumo percápita de energía, se asocia con el PIB, pero las implicaciones de estas asociaciones son obviamente muy distintas.

¿Qué fracción de nuestra Ciencia es energía y cuál es solo perfume para la economía?. Es de prever que este tipo de análisis tendrá enormes implicaciones prácticas. Quede pendiente para otro trabajo.

Expropiar a los expropiadores

La conquista de la Justicia Social y la construcción del Socialismo tienen un importante componente de batalla económica; y esta batalla se va a dar cada vez más en el contexto de una economía basada en el conocimiento y globalizada.

Las condiciones de producción y las relaciones de propiedad del conocimiento; y su impacto en las relaciones económicas internacionales estarán en el centro de cualquier estrategia, para cualquier país que emprenda este camino; y por supuesto, para el nuestro.

Desde cierta perspectiva se pueden ver como amenazas los procesos descritos en las secciones anteriores mediante los cuales se intenta la apropiación privada del conocimiento generado por la sociedad, y la concentración del capital se traduce también en concentración del conocimiento. Es cierto que son amenazas, pero también desde otra perspectiva el desplazamiento al campo del conocimiento de las palancas principales de la productividad y la competitividad, puede verse como una oportunidad.

Veamos porqué:

- En primer lugar este proceso, como decíamos al principio de este artículo, más que la prolongación de una tendencia pasada, es una discontinuidad. Y las discontinuidades son siempre espacios para la creatividad y las estrategias innovadoras. Toda discontinuidad crea una oportunidad (para quien la sepa aprovechar, bien y rápido)

- En segundo lugar, porque los mecanismos de apropiación del conocimiento son relativamente nuevos en tiempo histórico, y sus bases jurídicas están insuficientemente sedimentadas, y mucho menos aceptadas. Las recientes batallas internacionales alrededor de las patentes de los medicamentos del SIDA así lo indican.

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- Y en tercer lugar, porque las analogías que hemos descrito entre el conocimiento y otros recursos para la producción (recursos materiales, capital, fuerza de trabajo) son solo eso, analogías. No son identidades. El conocimiento, como recurso productivo tiene características que hacen mucho más difícil su apropiación y su concentración en pocas manos. El capitalismo lo intentará; pero a nosotros nos corresponde “impedirlo a tiempo”.

¿Qué habría que hacer?.

Por supuesto que el autor no va a intentar (ni el lector aceptaría) la pretensión de diseñar estrategias desde una primera y elemental aproximación al tema; ni mucho menos formular recetas simplificadoras. Pero hay algunos contornos del camino a recorrer que ya comienzan a verse, y vale la pena anotar.

Habrá dos grandes tareas simultáneas: denunciar la realidad y construir la alternativa. Lo primero sin lo segundo no sería lucha, sino lamento. Lo segundo sin lo primero, puede chocar con enormes obstáculos.

Y no confundir el “blanco” de la denuncia. Lo que hay que denunciar no es el uso del conocimiento en la producción de bienes y servicios, ni las transacciones sobre intangibles, ni el crecimiento de las áreas de I+D en las industrias, ni el surgimiento de empresas que basan su gestión económica en la producción de conocimiento. Todo eso es consecuencia objetiva del desarrollo de las fuerzas productivas, y sea bienvenido.

El problema, como siempre desde hace 3000 años, está en la propiedad. Denunciar la apropiación del conocimiento, y poner al descubierto sus mecanismos, los más evidentes y los más sutiles, es la primera tarea.

El enfrentamiento a la apropiación, comienza por la creación de conciencia ética sobre la ilegitimidad de esa propiedad. Esa conciencia ética se transformará más temprano que tarde, en ordenamiento jurídico.

Esa batalla la perdimos, los países del Tercer Mundo, en la mesa de negociaciones del GATT. Hay que retomarla. Y todo comienza por construir consenso, a escala mundial, sobre la inmoralidad implícita en el uso del conocimiento para amplificar las desigualdades entre los seres humanos.

El juicio ético creará las bases para su expresión jurídica, y esta a su vez, legitimizará la presión política. La expropiación no ocurrirá sin cierta forma de presión, y estas nuevas formas de presión política, y habrá que encontrarlas.

Construir la alternativa

En esto hay camino recorrido en Cuba y experiencia social analizable. Comenzamos a recorrerlo, si fuésemos a fijar una fecha, aquel 15 de enero de 1960, cuando Fidel le dijo a un país que entonces tenía casi un 30% de analfabetos que “El futuro de Cuba tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de Ciencia” (16).

Hay 4 temas que surgen inmediatamente al revisar la experiencia de estos años:

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- La gente que crea el conocimiento. - La organización del “aparato productivo” del conocimiento. - La colaboración internacional. - La realización económica del conocimiento.

Lo primero es la gente. La producción de cualquier cosa, incluido el conocimiento, requiere muchos y buenos productores. El esfuerzo de formación de recursos humanos para la ciencia y la técnica realizado en los años 60 y 70 (y continúa) puso al país en un indicador de más de 1.6 profesionales dedicados a I+D por cada 1000 habitantes, un indicador cercano al europeo y 4 veces el promedio de América Latina (17).

Y los científicos “profesionales” son solo un componente del sistema. A eso se suman los cientos de miles de trabajadores vinculados a masivos movimientos de innovación, como se evidencia en los Forum de Ciencia y Técnica, la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR), las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ) y otros. Esto es muy importante. Es cierto que la cantidad no lo decide todo, y que hay importantes factores cualitativos; pero también es cierto que existe un “efecto de masa”. La buena innovación surge mejor si hay muchos innovadores.

Y aquí está una de nuestras ventajas competitivas; quizás la más importante. Los Recursos Humanos para la I+D no sobran en el mundo, más bien comienzan a escasear. Las políticas oficiales que han elaborado algunos países industrializados para fomentar la inmigración de científicos e ingenieros procedentes del Sur así lo indican.

Este tema demandaría un estudio en si mismo, pero comienza a apreciarse como si la propia lógica capitalista de proletarización del trabajo científico y alienación entre la creación científica y la propiedad de los resultados, y el empleo de la competencia y otros mecanismos de mercado para regular también la inversión en conocimientos, empezara ya a erosionar los sistemas de Ciencia e Innovación en los países capitalistas industrializados.

En cualquier caso, la existencia en Cuba de grandes cantidades de profesionales y técnicos, preparados, motivados, y comprometidos con el proyecto social del que son parte y consecuencia, es una poderosísima fuerza para la reversión de la tendencia mundial concentradora de la generación y uso del conocimiento.

Además está el hecho del tipo de científico y tecnólogo que debemos formar, dotado no solo de preparación técnica, sino sobre todo de cultura y conciencia social; motivado no solo por producir conocimiento, sino porque éste se use para crear equidad y no para ampliar injusticias. Es eso lo que explica la exitosa resistencia a las enormes presiones del “robo de cerebros”.

En segundo lugar esta el diseño del aparato productivo del conocimiento. Me refiero a los colectivos e instituciones (intencionalmente sin apellido).

El acercamiento y borramiento de fronteras entre lo que eran en los años 60 los Centros Científicos presupuestados y las empresas del sistema productivo de la economía, es un proceso objetivo, y, bien manejado, es conveniente. Es el reflejo en el plano organizacional de la integración del conocimiento como recurso protagónico en la producción de bienes y servicios.

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Este acercamiento se ha ido produciendo en Cuba desde ambos extremos: por una parte la expansión y organización de los sistemas de Investigación-Desarrollo en las Industrias, como es el caso del sistema del Ministerio de la Industria Básica (6), y por otra parte la creación de Centros de “Investigación-Producción” a partir de colectivos científicos como es el caso del Polo Científico de la Biotecnología (18).

El esquema formado por centros científicos presupuestados, programa de “introducción de resultados” y empresas contratantes de proyectos científicos, va quedando atrás. No desaparecerá, pues cada forma organizativa deja su aporte, e incluso se perfeccionará, pero ya no es suficiente, ni es el camino principal.

Científicos, Tecnólogos, Innovadores, Organizaciones Científicas, Colectivos de I+D, son los protagonistas de la expropiación de los expropiadores, ahora en el campo del conocimiento.

En tercer lugar esta el acceso a los flujos mundiales de creación y circulación de conocimientos y la conectividad (no electrónica) con la comunidad científica mundial. Ello requiere una gestión intensa e inteligente de la colaboración internacional. Excepto unos pocos (China, India, Brasil) la mayoría de los países del Tercer Mundo son (somos) países pequeños. La viabilidad de las naciones pequeñas en el mundo interconectado de hoy, ya no puede basarse en una autosuficiencia imposible (aunque solo sea por razones de tamaño), sino en la capacidad de insertarse en la compleja red de relaciones mundiales, en este caso para la generación de conocimiento, y especialmente en la capacidad de manejar creadoramente la inevitable contradicción entre la profundidad de las conexiones mundiales y la preservación de los intereses nacionales.

Posiblemente no haya asunto más complejo en el tema que estamos tratando.

La colaboración científica internacional, tal como la manejan muchos organismos internacionales y países industrializados, aún quienes lo hacen con buenas intenciones, esta asentada sobre bases equivocadas.

Presupone que los países “en desarrollo” están siguiendo el mismo camino de los países actualmente industrializados, solo que con 100 años de diferencia en el tiempo, y que por tanto basta con preparar los cuadros y reproducir las formas organizativas.

Esto no es verdad. Los países del Sur no están siguiendo un camino de desarrollo tecnológico igual, pero desfasado, al de los países del Norte; están siguiendo un camino DIVERGENTE, que conduce a otra parte.

Veamos porqué:

- Cuando Europa y Norteamérica estaban construyendo sus embrionarios sistemas científicos, tenían poco desarrollo, pero eran sin embargo siempre los líderes. No había ningún otro “primer mundo” para mirar. La investigación científica era equivalente a innovación original, quedando muy poco espacio para la imitación, la búsqueda de reconocimiento externo o la sensibilidad a presiones externas.

- Al inicio del Siglo XX la investigación científica no estaba tan directamente ligada a la producción y el comercio como lo esta hoy.

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- La ciencia moderna emergió en los países hoy industrializados en una atmósfera de libre intercambio y publicación de resultados. No había nada parecido al actual sistema de protección de propiedad intelectual.

- La investigación científica era en sus primeros tiempos, una tarea individual, que no demandaba tanto como ahora complejas instituciones, servicios de apoyo, recursos organizacionales, etc.

Así, cualquier esquema de colaboración internacional para el desarrollo científico-técnico que desconozca esas realidades esta condenado al fracaso. Y eso es precisamente lo que sucede.

- Los programas de cooperación ofertan “becas”, cuando lo que se necesita son proyectos conjuntos.

- Los programas de cooperación insisten en el desarrollo de individuos, cuando el objetivo correcto sería el desarrollo de instituciones; o al menos de colectivos científicos.

- Los programas de cooperación se concentran frecuentemente en intercambios académicos, cuando el objetivo correcto sería poner juntos los componentes académicos y empresariales.

Y la lista pudiera ser mayor; pero baste para identificar que cualquier esfuerzo serio por revertir la tendencia concentrativa de la actividad científica, pasa por una profunda revisión de la colaboración internacional norte-sur. Es evidente que esto no lo podemos hacer nosotros solos, y que requiere un esfuerzo negociador intenso; pero es muy importante.

Otra faceta no menos importante es la llamada cooperación Sur-Sur. Sobre esto se ha escrito mucho y no se pretende tratar aquí a fondo el tema. Se menciona solo para insistir que es algo de lo que no se puede prescindir (y muchos lo hacen). No habrá cooperación Norte-Sur eficiente si no hay al mismo tiempo, cooperación Sur-Sur.

La cooperación Norte-Sur no puede ser solo ayuda filantrópica; tiene que ser cada vez más negociación (dada la creciente relación entre la ciencia y la economía), y si esto se hace por separado, se generará una especie de “dumping” de los activos de los países del sur para esas negociaciones de colaboración científica.

La cooperación internacional puede ser, o bien el camino de la desconcentración del conocimiento y del desarrollo, o bien el camino de la dependencia y el robo de cerebros. Hay que trabajarla con intensidad, con prisa, pero sin ingenuidades.

El ciclo completo: Recursos-Conocimientos-Recursos

Por último está el tema de la realización económica del conocimiento. Es el último, pero es el que completa y valida todo lo anterior. Si el conocimiento ha de ser un recurso de la economía, debe tener como los otros recursos, un ciclo cerrado que se completa cuando el conocimiento es “realizado” en transacciones económicas y genera nuevos recursos, para su reproducción ampliada y para beneficio de toda la sociedad.

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Así, cualquier análisis de cómo el conocimiento se genera, y de cómo generar más, por muy exhaustivo y profundo que sea, es solo la mitad del problema. La otra mitad es como ese conocimiento es atrapado e incorporado en activos negociables. Y en países pequeños como el nuestro esto significa principalmente conocimiento realizable en negociaciones internacionales.

La concentración y apropiación del conocimiento es algo que esta ocurriendo a escala global, internacional. La lucha por expropiar a los expropiadores también debe ser en ese plano. No se trata de desconocer la necesidad de ordenar las transacciones entre centros científicos cubanos y empresas cubanas; pero esto es procedimiento y no objetivo: el objetivo verdadero es capacitar a la industria cubana para su competitividad internacional.

El Che explicaba ya en 1962: “Nosotros partimos de la base de que en todos los ministerios productivos, en todo lo que es el sector socialista de la producción, el producto que pasa de una fábrica a otra, de una empresa a otra, incluso de un organismo a otro, no es una mercancía” (13).

Además, los sectores de alta tecnología en la economía (y lo estamos viendo en la práctica con la Biotecnología) son sectores con un alto costo fijo de Investigación-Desarrollo, que difícilmente es recuperable en el pequeño mercado doméstico. De manera que, aunque existan excepciones, hay una vinculación general entre alta tecnología y orientación exportadora.

Esta orientación exportadora debe ser crecientemente dirigida hacia los países industrializados; en busca de precios altos. Ese alto precio refleja los niveles económicos en esos países, construidos con la plusvalía extraída del sur y con el intercambio desigual; y accediendo a ellos comenzamos en cierta forma a revertir el proceso concentrativo de la riqueza. Esto es especialmente así siempre que el conocimiento incorporado al valor provenga de nosotros; y no se trate de alta tecnología “por maquila“.

Uno de los problemas actuales de la globalización es que se reduce el componente nacional en las exportaciones de los países del Tercer Mundo. Esta tendencia será difícil de revertir con el componente material de las producciones; pero en productos y servicios con un alto contenido de conocimiento en la formación del precio, puede ser posible revertir esa tendencia.

El concepto de “ciclo completo” para el conocimiento nos lleva al análisis de cómo se incorpora el conocimiento a activos negociables. La primera vía es el conocimiento incorporado al producto mismo (y a su precio). Es lo que ocurre con las proteínas recombinantes y otros productos de la Biotecnología. Ello requiere Centros de Investigación-Producción-Comercialización que conduzcan el proceso sin fragmentaciones estériles en fronteras interinstitucionales. El enorme potencial de esta forma organizativa es una de las principales cosas que hemos aprendido en los años 90.

Ello requiere también Propiedad Intelectual. Un instrumento que tarde o temprano entrará en crisis a escala mundial pero que por el momento es imprescindible emplear. Estamos ya operando con más de 500 patentes en el sector de la Biotecnología. Es “propiedad del conocimiento” pero en manos diferentes y con un significado social diferente. Su significado no puede disociarse del carácter social (estatal) de la propiedad de los Centros

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científicos que son los titulares de esas patentes. Preservar el carácter de propiedad social de las instituciones ha sido la directiva más importante en todas las negociaciones, pues ello le da un nuevo significado a toda su gestión económica.

Por otra parte la propia estructura, organización y experiencia de los Centros contienen y protegen conocimiento incorporado, independientemente de las patentes. No hay patentes cubriendo el sistema SUMA, ni los servicios de Restauración Neurológica del CIREN, pero la experiencia y el conocimiento tácito que contienen esas organizaciones hacen único y no-copiable el producto. Ello da valor agregado y debemos encontrar cada vez formas más eficientes de realizar ese valor en las transacciones comerciales con países industrializados. Es necesario además, sistematizar y estructurar el análisis de la experiencia adquirida en este tipo de organización, en nuestras condiciones concretas, e identificar las regularidades que sean extrapolables.

La segunda vía es la de complejas negociaciones sobre el conocimiento mismo, aún no incorporado a productos. Los ejemplos prácticos que han ocurrido en estos años son las licencias no-exclusivas de patentes; las negociaciones de transferencia de tecnología y los acuerdos de inversión a riesgo para desarrollo conjunto de productos. En todos esos casos, el activo negociable es principalmente conocimiento. En las negociaciones el conocimiento se convierte en valor.

Obviamente en muchos casos la mejor opción es incorporar el conocimiento a productos y obtener el máximo valor en la comercialización de productos. Pero sucede frecuentemente con el conocimiento lo mismo que con el petróleo: se tiene, pero hace falta inversión para “extraerlo”; es decir para convertirlo en algo directamente negociable. En el caso del petróleo esa inversión es la tecnología de perforación. En el caso de un producto biotecnológico esa inversión puede tener la forma de los recursos necesarios para completar ensayos clínicos, en Cuba y en el exterior, vencer las barreras técnicas-regulatorias, escalar la producción, etc. Y existen también, diferencias importantes: La primera es que los recursos minerales se conservan, mientras que el conocimiento se deprecia aceleradamente. La segunda es que el petróleo todo el mundo sabe lo que vale (hay incluso precios mundiales) mientras que el valor del conocimiento es aún dependiente de “percepciones”, estimación de riesgo y habilidad de negociación.

La primera diferencia (velocidad de depreciación) nos impulsa a apurarnos en el proceso negociador. La segunda diferencia (subjetividad en la asignación de valor) nos indica negociar con mucho cuidado y sin apuros. ¿Qué hacer?. Obviamente preparar muchos y buenos cuadros para conducir este proceso; y construir un marco de directivas negociadoras que lo ordenen y sirvan de instrumento de trabajo.

Además de estas características generales de las negociaciones sobre el valor del conocimiento, comenzamos a atisbar que hay fuentes especiales de valor para determinados productos que pudiéramos explotar mejor; como por ejemplo las dos siguientes:

a) Cuando el producto o servicio termina aplicándose en el Sistema de Salud. La validación que da su aplicación masiva, a escala poblacional como se hace en Cuba, pudiera convertirse en un activo de mucho valor, si logramos extraer y ordenar la información.

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b) Cuando el producto se relaciona con un recurso propio de nuestra biodiversidad, lo cual de inicio es un factor de diferenciación y ventaja competitiva. La Convención de Río de Janeiro en 1992 estableció que los recursos de la biodiversidad son propiedad soberana de las naciones. Fue una victoria política; pero será incompleta hasta que encontremos los medios prácticos de utilizar ese derecho. Ello nos obliga a revisar constantemente lo que hacemos en el campo del estudio de los genomas endémicos y de los productos naturales.

Conclusiones (¿?). Las conclusiones son pocas. Las tareas si son muchas.

Evidentemente el tema de la transformación del conocimiento en recurso económico y sobre todo su realización comercial concreta es un tema muy complejo. La economía del conocimiento esta naciendo y en nada que nace hay experiencia. Será necesario un largo camino de diversidad de estrategias; de ensayo y error.

La economía acelerada e intensiva en conocimiento de nuestra época requiere claramente más flexibilidad y menos estandarización, que la de la época de las producciones industriales de gran escala. Ello demandará a su vez un alto grado de descentralización de las decisiones operativas hacia las empresas de alta tecnología que vayan surgiendo.

Pero una vez más, y esta es quizás la idea principal en todo el artículo, no podemos confundir gestión y propiedad. Algunos en otras latitudes, tradujeron dinamización y descentralización como retirada del Estado de la economía y privatizaciones. No necesitamos teorizar: el experimento esta hecho y se conocen sus desastrosos resultados.

Si se trata de aprovechar la oportunidad creada por la economía del conocimiento para defender una alternativa de desarrollo socioeconómico diferente a la globalización neoliberal, y en esa batalla estamos, no puede haber confusiones ni concesiones en el tema de la propiedad; y todas las alternativas que exploremos, variadas, flexibles, descentralizadas y todo eso, deberán estar al mismo tiempo cohesionadas por el propósito único de defender la propiedad social de los medios de producción (sean las fábricas o los conocimientos) y la distribución socialista de los resultados.

Será difícil y complejo; pero podemos hacerlo.

Referencias

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5. Marx, C. El Capital. Instituto del Libro, La Habana, 1973.

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Tema 4: Ciencia, tecnología y sociedad en América Latina

Las políticas públicas en ciencia y tecnología: la experiencia reciente en América Latina

Luis Félix Montalvo Arriete

Jorge Núñez Jover

Introducción

Entre los años cincuenta y setenta, la imperiosa necesidad de los países latinoamericanos de reducir la brecha tecnológica y científica con relación a los países desarrollados, generó en el pensamiento de la Región varias propuestas, debates y acciones, tendientes a transformar esa realidad y generar desarrollo social. Sin embargo, las dos últimas décadas significaron un retroceso en esos intentos de desarrollo. Principalmente, por la implementación de propuestas neoliberliberales y de acciones vinculadas a la llamada “inserción competitiva”, entre otras.

El presente trabajo expone, de manera sucinta, la evolución de ese pensamiento y de las acciones emprendidas en el desarrollo de la ciencia y la tecnología desde los años cincuenta y hasta los noventa. Asimismo, como reflejo de esos debates y acciones, se ofrece una visión panorámica de la evolución de la política científica y tecnológica latinoamericana.

El debate sobre el desarrollo, la ciencia y la tecnología. Entre los años 50, 60 y 70 el pensamiento latinoamericano realizó importantes contribuciones al estudio del desarrollo social. Dos paradigmas del pensamiento social aportaron las mayores contribuciones en este terreno: el estructuralismo cepalino, respaldado por los trabajos realizados en el marco de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y las teorizaciones sobre la dependencia (Sonntag, 1988). La CEPAL jugó a partir de los años 50 un importante papel en la discusión de la problemática del desarrollo desde la perspectiva de los países subdesarrollados. El pensamiento cepalino se basa en el cuestionamiento a la división internacional del trabajo en la economía mundial entre un "centro" productor de bienes industrializados y una "periferia" productora de materias primas. En contra de la percepción habitual de que esa división favorecía a ambos grupos de países Raúl Prebisch, líder teórico de la CEPAL, observó el "deterioro de los términos de intercambio" y concluyó que la posición de la

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"periferia" se deterioraría cada vez más, lo que llevó a la propuesta de la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones. El subdesarrollo dejó de ser concebido desde entonces como simple atraso y en lugar de ello se comprendió como una relación estructural entre desarrollados y subdesarrollados que tiende a agravar la situación de los últimos. El subdesarrollo fue visto entonces como subordinación, ubicación desventajosa en la economía internacional; así, la problemática del desarrollo se vinculó no sólo con la producción y la economía sino también con las relaciones sociales y las estructuras de poder. Desde los años 60 se conformó la llamada teoría de la dependencia en cuya formulación influyeron significativamente las ideas marxistas, aunque las conclusiones de los diferentes autores diferían en su grado de radicalidad política en torno al tema de si es o no posible el desarrollo capitalista en la periferia. En la crítica al cepalismo, los autores ubicados en el paradigma de la dependencia observaron que aquel no consideraba lo propio y autónomamente social del proceso de desarrollo: las relaciones imperialistas entre los países y las relaciones asimétricas entre las clases (Cardoso y Faletto, 1985, p.14). Se planteó así la necesidad de un "análisis integrado del desarrollo" (ibid) en el cual se combina el estudio de los procesos económicos con las transformaciones de la estructura de clases, sectores y grupos sociales y las modificaciones en el sistema de dominación. La distinción entre "centro" y "periferia" fue aceptada pero se redefine el concepto de dependencia implícito en él. Para el cepalismo la dependencia es externa y de naturaleza económica, vinculada a la división internacional del trabajo. Para el dependentismo es necesario tomar en cuenta el sistema económico y el sistema político, en sus vinculaciones, considerándolo tanto en el plano externo como interno, es decir, se necesita considerar cómo la integración de las economías asociadas al mercado internacional supone formas definidas y distintas de interrelación de los grupos sociales de cada país, entre sí y con los grupos externos. La mirada se orientaba así a los agentes sociales colectivos y sus prácticas derivadas de intereses y motivaciones (Sonntag, ibid, p.65). Los paradigmas sociales expuestos tomaron en cuenta la problemática científico tecnológica, aunque con limitaciones. El estructuralismo cepalino destacó la importancia del progreso técnico pero lo vio más bien como consecuencia de la instalación de plantas industriales. Los teóricos de la dependencia observaron el papel de la dependencia tecnológica dentro del fenómeno global de la dependencia pero sin embargo no atendieron a la dinámica propia de la tecnología. Esquematizando, puede sostenerse que las corrientes más notorias del pensamiento periférico subestimaron, no la importancia de la tecnología, pero sí las características propias del desarrollo tecnológico como proceso social, y por consiguiente las dificultades específicas que la problemática tecnológica plantea para superar la dependencia así como las que surgen cuando se procura la transferencia de la tecnología desde el centro a la periferia. Parecieron suponer, en sus formulaciones originales, que el debilitamiento de las formas habitualmente reconocidas de la dependencia, políticas y económicas, permitiría afrontar con éxito sus dimensiones tecnológicas. Pero los hechos tendieron a opinar de otra forma (Arocena, 1995, p.38).

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El atraso científico y tecnológico de la Región y la influencia de los paradigmas mencionados contribuyeron a explicar la emergencia en los años 60 y 70 de un "pensamiento latinoamericano sobre ciencia, tecnología y desarrollo" (Oteiza y Vessuri, 1993). Este pensamiento asumía que pese a los discursos políticos, el modelo económico y social implantado en América Latina no estimulaba la generación interna de conocimiento científico y tecnológico. Como se muestra en el famoso "triángulo de Sábato", la innovación exige un sistema de relaciones entre el gobierno, la infraestructura científica y tecnológica y la estructura productiva. El diagnóstico es que en América Latina no ha fraguado tal triángulo, lo que explica la carencia de innovaciones (Sábato y Botana, 1970). Los fundadores de ese pensamiento atacaron tanto el discurso legitimador idealista que enarbolaba parte de la comunidad científica como el modelo institucional basado en la "cadena lineal de innovación". La crítica a este último se apoyaba en la identificación de los factores económicos y políticos que explican la dependencia científica y tecnológica latinoamericana. La constelación de factores sociales explica la "política implícita" en ciencia y tecnología, en tanto el ideal modernizador y cierta dosis de demagogia explican la "política explícita" de los gobiernos (Herrera, 1975). En consecuencia el análisis de la política real exige apelar al estudio del "proyecto nacional" (idem) de cada país, proyecto que se define por los objetivos de las clases que poseen el control económico y político. El espectro normativo de este abordaje iba desde una posición radical (Varsavsky, 1969) de denuncia del "cientificismo" reaccionario y defensa de una transformación radical del sistema como condición para el desarrollo social, hasta una postura más pragmática que dialogaba con los gobiernos e intentaba implantar políticas dentro del orden social vigente (Dagnino, 1996). Oteiza (Oteiza y Vessuri, 1993) resume los resultados de aquella polémica del siguiente modo: "Transcurridas casi dos décadas desde esta polémica puede observarse que ambas escuelas realizaron importantes contribuciones a la constitución del campo de estudio ciencia - tecnología y sociedad, y que tanto la escuela dominante - reformista -, como la de Varsavsky, revolucionaria - compartían la idea de la necesidad de transformar la sociedad para lograr la eliminación de la pobreza, las inequidades flagrantes y, en general, el subdesarrollo científico, tecnológico y general de la región. Ambos efectuaron contribuciones que tuvieron importancia tanto para algunos movimientos políticos como respecto a las visiones de científicos, tecnólogos y planificadores de la región. Ambos fueron derrotados en buena medida por la dura realidad latinoamericana, que se ocupó de frustar las intenciones y los esfuerzos generosos de transformación de ambas corrientes" ( pp.28-29). Unos y otros discursos se vertebraban alrededor de la preocupación común por el desarrollo. Sin embargo, en los años 80 se levantó una verdadera "contrarrevolución" en la teoría y la práctica del desarrollo. La misma se vio estimulada por la amenaza del "nuevo orden económico mundial" proclamado desde el Sur y la relativa aceptación de esta idea en los países del Norte. Esta corriente surgió fuera de América Latina pero ha influido mucho sobre ella. Las ideas claves de esta contrarrevolución se refieren a la

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oposición al keynesianismo, a las teorías estructuralistas del subdesarrollo y al uso de la planificación económica para encarar los problemas del desarrollo, así como la glorificación del mercado. El Tercer Mundo se declara inexistente como realidad económica y geográfica y se le considera apenas una creación psicológica y política de occidente que se siente culpable por la colonización (Arocena, 1995). La década de los 80 no sólo marcó un retroceso en la teoría del desarrollo sino también en su práctica. CEPAL la llamaría por ello la "década perdida". Desde esta perspectiva crítica y mirando al futuro la propia CEPAL inició los años 90 con un conjunto de nuevas propuestas que giran en torno al propósito de lograr una "transformación productiva con equidad" (TPE) (1990). El punto de partida es la crítica a la "competitividad espuria" en la cual se ha basado la reinserción latinoamericana en el mercado mundial y que se apoya en los bajos salarios y el uso indiscriminado de los recursos naturales, todo lo cual afecta las condiciones de vida de las mayorías y destruye el medio ambiente. En cambio, la TPE requiere de una "competitividad auténtica" sustentada en el progreso técnico, lo cual exige avanzar en la calificación de la población e impulsar la innovación tecnológica. Se observa que esta estrategia exige, entre otras cosas, un contexto participativo, pluralista y democrático al interior de las sociedades que permita el logro de consensos entre actores involucrados en el proceso y la integración y cooperación regionales. La acción del estado debe renovarse y orientarse hacia la construcción de la competitividad auténtica que supone, como se dijo, mayores niveles de equidad y sustentabilidad ambiental. Pieza clave de la competitividad proyectada es el fortalecimiento de los sistemas nacionales de innovación y la reorientación de la industria hacia los mercados externos: hay que construir ventajas comparativas que puedan propiciar una ubicación dinámica en la economía internacional. La TPE concede especial importancia a la educación y el conocimiento (CEPAL- UNESCO, 1992). El conocimiento se considera el elemento central del nuevo paradigma productivo por lo que la transformación educativa es esencial; los cambios en esta etapa deben basarse en la descentralización, autonomía, experimentación y vinculación con la comunidad. El sistema educacional, las comunicaciones y el trabajo deben aproximarse para desarrollar personas realmente competitivas. La educación permanente se presenta así como una condición obligada de la TPE. De igual modo se atribuye gran importancia a la política tecnológica la que incluye: adquisición de la tecnología extranjera más adecuada para reducir la diferencia entre la mejor práctica y el nivel internacional, uso y difusión racional de la tecnología entre empresas y sectores; mejoramiento y desarrollo de tecnologías para mantener el ritmo de los avances más recientes y la formación de recursos humanos que estén en condiciones de realizar eficazmente las tareas señaladas.

La evolución de las políticas en Ciencia y Tecnología como reflejo de ese debate

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Hasta la década del setenta, la política en CyT amparada por el Estado se caracterizó, en mayor o menor grado, por la incoherencia entre la política explícita y la política implícita. La primera intentaba a largo plazo, teniendo como vector de orientación el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), y bajo la racionalidad de la cadena lineal de innovación, constituir una capacidad científico-tecnológica para sustituir la tecnología importada. La segunda, orientada a corto plazo, promovió la opción de la transferencia de tecnología como vía para el desarrollo económico acelerado y la modernización productiva. Sin embargo, frente a la fortaleza de las empresas transnacionales radicadas en América Latina, la generación de tecnología nacional se inhibió. Presos en esa incoherencia, los estados latinoamericanos, aunque todavía con características estructurantes, crearon bases institucionales para fomentar un proceso de capacitación de la mano de obra y establecieron políticas de apoyo a instituciones públicas de I+D. No obstante, como destacara Sagasti (1981), con excepción de algunos sectores donde era necesaria una capacidad local, estas acciones no fueron acompañadas por la ampliación de la base científica y tecnológica. La incipiente base científica y tecnológica no consiguió colocar en la industria los conocimientos necesarios para la expansión de sus actividades (Sagasti, 1981:167). En realidad, durante varias décadas, la racionalidad de la gran mayoría de los modelos de PCT latinoamericanos estuvo caracterizada por la generación de conocimientos a partir de prioridades definidas internamente por las instituciones de I+D sin la participación de los agentes de la producción, y por la importación de tecnologías. A finales de los años setenta, debido al impacto del nuevo paradigma tecnológico, el panorama económico y tecnológico latinoamericano fue sacudido en sus cimientos. Acompañado por el desarrollo de nuevos productos, procesos, técnicas gerenciales y nuevas formas de organización, este paradigma potenció las capacidades de acumulación de las empresas transnacionales. Al mismo tiempo, la transformación del modelo tecnológico significó, para los países latinoamericanos, el deterioro de ventajas comparativas y de mano de obra, así como el incremento de la dependencia de los países capitalistas de mayor desarrollo industrial. Después de varias décadas de implementación del modelo ISI, la realidad latinoamericana no llegó a ver materializadas las esperanzas de desarrollo socioeconómico. En la práctica, el proceso de sustitución de importaciones demandó una capacidad de uso de tecnología extranjera y de eventuales modificaciones para el ajuste de tecnologías a las dimensiones de mercado, materias primas, y otras. Como señalara Sagasti (1981), el proceso de industrialización por substitución de importaciones asistió el establecimiento de una estructura de demanda de productos industriales a través de la importación de bienes y modelos de consumo. Las nuevas industrias de bienes de consumo imitaron la elaboración de productos que antes eran importados, demandando para eso, maquinarias, tecnologías e insumos intermedios importados. Como consecuencia, se reforzaron los lazos de dependencia con los suministradores externos de tecnologías (Ibid., p. 167).

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Al prescindir de investigaciones científicas y tecnológicas capaces de generar tecnologías distintas a las existentes, la base científica y tecnológica no fue ampliada, al contrario de lo que ocurrió en los países desarrollados. Realmente, la dependencia tecnológica de América Latina con relación a los países capitalistas de mayor desarrollo se mantuvo presente. La inadecuación del modelo ISI, —tanto desde el punto de vista social, como del punto de vista económico, en la medida que no consiguió generar el desarrollo esperado—, la llamada “década perdida“ y el creciente endeudamiento externo, colocaron a los países latinoamericanos, a inicio de los años noventa, frente a un nuevo desafío económico. De cierta forma, los factores mencionados fueron también interpretados como “oportunidades” para modificar la previa estrategia de desarrollo. En el caso del modelo ISI, en vez de recuperar los aspectos positivos y transitar hacia una reformulación encabezada por el Estado, fue considerado como obsoleto y, en consecuencia, abandonado. La experiencia de los noventa En un contexto caracterizado por el auge de la globalización y del discurso neoliberal, el nuevo objetivo consistió en modificar el patrón tradicional de inserción en la economía mundial, basado en la exportación de materias primas y de productos de escaso valor agregado, buscando la “integración competitiva” en el mercado internacional. En términos de política de CyT, el rumbo para esta integración pasó por el establecimiento de objetivos e instrumentos que promovieron la obtención de tecnologías foráneas, formación de personal calificado para su asimilación, y la conformación de organizaciones “competitivas” capaces de abrir espacios en el mercado externo. Según sugirió la OECD (1992), los organismos responsables de la CyT deberían contribuir al establecimiento de Sistemas Nacionales de Innovación que estimulen la cooperación entre los diferentes actores participantes en el proceso de innovación (OECD, 1992:80-81). Ampliando sobre este argumento, Cardoza y Villegas (1996), destacaron lo siguiente:

Estos sistemas también deberían favorecer la creación de alianzas estratégicas con empresas transnacionales que estén en capacidad de aportar tanto los recursos tecnológicos y financieros, como el acceso a los mercados internacionales. De esta forma, contribuirían a crearse la capacidad endógena mínima de I+D indispensables para la transferencia y adaptación de tecnologías, haciendo más fácil el acceso a las redes mundiales de cooperación técnica y a los sistemas modernos de gerencia y de organización de la producción (Cardoza y Villegas, 1996: 56).

Es evidente que, basado en las experiencias de éxito de países capitalistas desarrollados, tanto en el aspecto institucional, como en términos de políticas de CyT, propuestas de este corte fueron incluidas dentro de los objetivos de abertura comercial y liberalización asumidos por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. En este sentido, la mayor preocupación con el mercado externo, los nuevos métodos de organización de la producción y de gerencia, la eliminación de las barreras a la importación, entre otros, se

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presentaron como cuestiones claves para la modernización tecnológica de la economía, el aumento de la competitividad y la retomada del crecimiento económico latinoamericano.

Si durante las décadas de sesenta y setenta, la “receta” de política tecnológica ofrecida por los países capitalistas industrializados para los países latinoamericanos fue la de importar tecnologías para avanzar en el desarrollo de sus economías, a partir de los años noventa, la propuesta central para estos países se basó en la necesidad de introducir nuevos métodos y formas de organizar y gerenciar los procesos productivos buscando favorecer los fines insercionistas (CEPAL, 1990:16 ss).

Influenciada por los cambios verificados en la PCT de los países desarrollados, América Latina, en la década de los noventa, comenzó a incorporar en sus nuevos patrones de política elementos similares a los constatados en aquellos países. Particularmente estimulados por el desafío de la “inserción competitiva”. Las apreciaciones y vías para alcanzar la competitividad hechas por la OECD y por Porter78, entre otros, fue asimilada en el entorno latinoamericano. En función de la eficacia innovativa se retomó el interés por la gestión tecnológica, cuyas primeras ideas fueron introducidas en América Latina a mediados de la década del sesenta, procedentes de la literatura norteamericana y europea. Particularmente, a partir de esta década proliferaron los trabajos orientados al análisis de las vías para alcanzar la competitividad y de los factores que influyen en ella. La gestión tecnológica, vista como un componente de la actividad gerencial, fue llevada a las empresas y a los centros de investigaciones79 y entendida como la función gerencial dedicada a estimular la actividad innovativa y vincular la investigación con la industria. Como ya fue mencionado, en el contexto de países capitalistas avanzados los cambios en la PCT se manifestaron enmarcados en una estrategia bien definida y bajo una fuerte intervención del Estado en CyT. Realmente, a través del apoyo Estatal, tanto los centros de investigaciones, como las empresas incrementaron sus capacidades de generación y difusión de nuevos conocimientos y tecnologías, perfeccionando, además, sus métodos de gestión.

78 Según Porter (1990), el único indicador confiable de competitividad es la productividad nacional. Dado que la productividad se genera en las empresas, ellas ocupan el centro de atención. Así, la capacidad de las empresas para la innovación tecnológica, la rápida variedad de productos y la producción de calidad son más importantes que la dotación original de factores de una economía (Porter, 1990:20) 79 En la empresa, la gestión se refiere a la administración de los procesos de adquisición de conocimientos que aceleren el alcance de los objetivos productivos y comerciales. En el caso de las instituciones de I+D, la gestión está relacionada con la administración de las actividades que optimicen el nexo con el mercado (Parisca, 1995:22-23).

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Sin embargo, en el entorno latinoamericano, las asimilaciones de las prácticas y concepciones asociadas a la competitividad y a la innovación ocurrieron en una realidad social, económica y tecnocientífica muy diferente a la de aquellos países. En América Latina, la confluencia de múltiples factores, hacieron que los cambios en la PCT adquirieran una connotación diferente. Junto con las críticas hechas al ofertismo en el continente, comenzaron a introducirse nuevas interpretaciones del cambio tecnológico derivadas de las experiencias de los países avanzados. La empresa comenzó a ser entendida, no sólo como centro del proceso innovativo y “salida” a los problemas heredados del modelo organizacional precedente, sino prácticamente, como la solución al desafío de la inserción competitiva en el mercado mundial. Varios elementos confluyeron para reforzar esa tendencia en la región.

El primero de ellos, fue el entorno globalizado que, objetivamente, demandó acciones en función del desafío de la competitividad. El segundo, fue el debilitamiento de la capacidad reguladora del Estado latinoamericano en un escenario dominado por el ideario neoliberal. El tercero, la inexistencia de un ambiente propicio para a innovación en las condiciones del capitalismo periférico, históricamente dependiente de la importación tecnológica. El cuarto, radicó en la precaria capacidad gerencial del sector productivo latinoamericano, donde proliferó, cada vez más, la idea de la gestión, no sólo como una manera de aumentar su eficiencia, sino también, como un instrumento para la creación del “empresario schumpeteriano” (Dagnino, et. al., 1997:14-15). En el plano de la reflexión sobre la PCT latinoamericana y a partir del énfasis en la competitividad, se incorporó la idea de que la política de CyT se transformara en una política de innovación y lo que tradicionalmente se conoce como Sistemas de Ciencia y Tecnología, evolucionaran hacia los Sistemas de Innovación. Así, ante la reestructuración del patrón de intervención del Estado en CyT, observada a partir de la década de los ochenta, fue posible visualizar varias tendencias en la orientación de las políticas de CyT. Sobre este particular, se revelan las más significativas:

• Promoción de instituciones vinculacionistas entre universidad y empresas (oficinas de transferencia, incubadoras de empresas y parques tecnológicos).

• Promover la importación de tecnologías como única vía de obtención de tecnología avanzada.

• Formar personal capacitado para absorber tecnologías y actuar de modo eficiente.

• La empresa pasa a ser concebida no sólo como locus de la innovación, sino también, como centro del nuevo esquema de organización emergente.

• Adopción del mercado como criterio básico para la definición de necesidades y prioridades. En ese sentido, la “funcionalidad” de una institución o línea de investigación, es definida por la colocación de sus resultados en el mercado, convirtiéndose en criterio principal para justificar la continuidad del financiamiento.

• Transformación del término restrictivo de “Política de CyT” al sistémico “Política de Innovación” (Dagnino, et. al.,1996:23,26).

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Dada la poca importancia atribuida a la producción de conocimientos y en función del ajuste neoliberal, las políticas de CyT también fueron afectadas dada la creciente fragilidad del Estado para mantener los recursos para el desarrollo científico y tecnológico. De hecho, parte de los cambios registrados en la PCT latinoamericana, obedecieron a las transformaciones de la intervención estatal en el área de CyT. Sobre todo, dada las limitaciones del Estado en generar un ambiente propicio para la innovación, y debido a la escasa capacidad gerencial de la empresa latinoamericana.

Un ejemplo ilustrativo de este proceso lo constituye la tendencia, verificada a fines de los noveta, hacia una mayor participación privada tanto en el financiamiento de la actividad como en la realización de la I+D. El siguiente esquema, muestra esa tendencia.

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Sendero evolutivo del sistema innovativo

Actividades de I+D

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Actividades de I+D

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Fuente: Tomado de Katz, 2001

Etapa Madura del Sistema de Innovación

Etapa Infante del Sistema de Innovación

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Además de las dificultades financieras ya aludidas, el creciente proceso de debilitamiento del Estado en el fomento a la CyT se vio incrementado por otros factores.

Primero. Con el abandono del modelo ISI —en la medida que ese patrón servía de orientación al progreso científico y tecnológico a largo plazo— los Estados dejaron de orientar el proceso de desarrollo tecnológico endógeno. Se liberaban, así, de la responsabilidad de ejecutar significativas inversiones en CyT destinadas a respaldar el funcionamiento del modelo. Segundo. La procura de fuentes externas de financiamientos, llevó a la adopción de un modelo que privilegiaba la expansión de las exportaciones y la “integración competitiva”. Dicha integración competitiva en el mercado internacional requería el crecimiento de sectores productores de bienes de contenido tecnológico relativamente alto, destinados a la exportación. Así, las características y especificaciones de estos bienes hizo prácticamente ineludible la utilización de tecnologías semejantes a las utilizadas por las empresas transnacionales de los países capitalistas avanzados. La percepción de la imposibilidad de realizar ese desarrollo a partir de esfuerzos endógenos, motivó que se otorgara, una vez más, a las subsidiarias de transnacionales un papel central en las estrategias de desarrollo. Ante esta lógica era evidente que los Estados de la región no irían a continuar estimulando el desarrollo de capacidades en CyT basados en esfuerzos nacionales. Tercero. El proceso de globalización neoliberal y las políticas neoliberales implementadas minimizaron, todavía más, el papel del Estado, no sólo en su función estructuradora y reguladora en CyT, sino también en la posibilidad de promover ambientes propicios para la innovación. Tres hechos en la última década, evidenciaron las limitaciones de los estados latinoamericanos en el cumplimiento de sus funciones en la área de CyT. Ellos fueron:

a) No hubo propensión a la creación de nuevas instituciones. b) El presupuesto de los sistemas de I+D fue mantenido inalterado. c) Fueron instrumentadas políticas de desestatización de unidades de I+D80

(Dagnino, et al., 1996, p. 24). Cuarto. La consideración de la empresa como nuevo locus de la innovación, tendió a disminuir la importancia de los interlocutores tradicionales del Estado (principalmente universidades y organizaciones de I+D) en los esfuerzos para establecer vínculos entre

80 En particular estas últimas reflejan con claridad el nuevo sentido común que orientó el patrón de intervención. Las instituciones desestatizadas que sean funcionales para el sistema alcanzarán un vínculo exitoso con las unidades productivas que, en contrapartida, financiarán su actividad y, por tanto, sobrevivirán. En el caso de aquellas que no consigan resistir, se deberá interpretar que, si el mercado no las mantuvo, se debió a que no eran funcionales y si no eran funcionales, no existía justificación para continuar gastando en ellas. El Estado aparece así, como un protector del dinero de los contribuyentes. Esta lógica por simplista, poderosa - se hace difícil responder en sus propios términos. (La nota es de Dagnino).

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los sectores de I+D y productivo. Como resultado, se promovieron instituciones vinculacionistas, tales como parques tecnológicos e incubadoras de empresas, que serían las responsables de lograr estos nexos. En el aspecto financiero, la empresa fue concebida por los gobiernos como una “nueva” fuente de recursos para financiar las investigaciones de las universidades. Bajo este argumento, no se realizaron mayores inversiones en estas entidades (Ibid., p.25).

Los elementos colocados en el abordaje de la fragilidad del Estado en el fomento de la CyT, muestran sobretodo a partir de la década pasada, un cambio evidente en el modo de intervención estatal en el área de CyT. Si hasta la década del setenta, los Estados latinoamericanos buscaban alcanzar una autonomía tecnológica y para lograr esa meta, destinaban inversiones orientadas a desarrollar la infraestructura de I+D y los recursos humanos, la situación de la última década fue bien diferente.

En presencia de un Estado cuyas funciones normativas, anticipatorias, reguladoras y estructuradoras fueron drásticamente reducidas en función del contexto caracterizado por los factores anteriormente mencionados, la tendencia a mantener la disminución del gasto público en la actividad se tornó inevitable. Esto, sin dudas, continúa teniendo impacto negativo en el desarrollo científico y tecnológico latinoamericano actual.

El Cuadro 1 muestra una caracterización general de los sistemas nacionales de innovación contemporáneos en América Latina.

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Cuadro 1. Algunos rasgos distintivos de los sistemas nacionales

de innovación en Latinoamérica

AMERICA LATINA 1. Sistema de educación deteriorado con una cantidad de ingenieros en disminución 2. Aumento considerable de transferencia de tecnología especialmente de EEUU 3. Escasa I+D empresarial y poca integración con la transferencia de tecnologías 4. La I+D empresarial a <25% de la I+D total 5. Débil infraestructura de CyT y escasos vínculos con la industria 6. Aumento de financiamiento de la I+D por parte del sector privado 7. Industrias electrónicas débiles con bajas exportaciones y escaso aprendizaje 8. Bajo desarrollo de las telecomunicaciones 9. Reducción de gastos en educación como por ciento (%) del PIB 10. Aceleración del ritmo de adopción de estándar y normas de control de calidad de

uso internacional (normas ISO 9000 y 14000) 11. Reducción de gastos en I+D como % del PIB 12. La modernización tecnológica ocurre por la vía de la importación de equipos,

obtención de licencias internacionales y la formalización de alianzas estratégicas con operadores de primera línea mundial

13. El proceso de transferencia acelerada de tecnologías de proceso, nuevos productos y nuevas formas de organización de la producción, entre otros, implica la afiliación a un sistema innovativo más condicionado desde el exterior y expuesto a la influencia de los flujos y corrientes tecnológicas mundiales.

Consideraciones finales En resumen, en las cuatro últimas décadas, América Latina fue escenario de importantes transformaciones en la estructuración e implementación de las políticas en CyT. Hasta los años setenta, esas políticas fueron definidas, aunque con imperfecciones, considerando la importancia de áreas que tributaba a los objetivos del proceso de substitución de importaciones. En este sentido, el carácter de esas políticas de CyT estaba en armonía con las estrategias de corte nacional.

A partir de los años ochenta, y debido al auge de los procesos de globalización neoliberal constatados en la mayoría de las economías latinoamericanas, las tendencias registradas en la PCT, no emanaron de objetivos propiamente nacionales. Ellas se verificaron dentro de los objetivos de competitividad, globalización y liberalización, promulgados por los países capitalistas desarrollados que, aparentemente sin alternativa, asumieron como propios la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos.

En particular, se mostró como la adopción de experiencias exitosas de países capitalistas desarrollados, en términos de innovación y de formas de organización de la actividad, no encontraron un efecto positivo. Entre otras razones, debido a las grandes diferencias del contexto en que fueron incorporadas.

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Ciencia, Tecnología y Sociedad en Cuba: construyendo una alternativa desde la propiedad social Jorge Núñez Jover Fernando Castro Sánchez Isarelis Pérez Ones Luis F. Montalvo Arriete Introducción La experiencia cubana relacionada en ciencia y tecnología y su vínculo con el desarrollo social ha sido muy poco estudiada. Es, sin embargo, una experiencia interesante, al menos en el contexto de América Latina y el Caribe. Es una experiencia que muestra avances y, desde luego, enormes desafíos. Su exploración puede ser valiosa, sobre todo, porque se despliega desde hipótesis económicas y políticas singulares. Para la mayoría de los países del mundo, en particular aquellos que se denominan subdesarrollados o con cierto optimismo, en vías de desarrollo, la llamada “sociedad del conocimiento”, “economía del conocimiento” o cualquier otra denominación que se prefiera, plantea algunas oportunidades y enormes desafíos. El orden tecnocientífico mundial no está diseñado para facilitar el acceso de los países subdesarrollados a los beneficios del conocimiento. En él, la competitividad, la ganancia y el lucro representan valores mucho más importantes que la justicia, la equidad y la solidaridad. Esa realidad debe ser criticada y ante ella hay que levantar alternativas, teóricas y prácticas. A la luz del problema de la conexión entre conocimiento y desarrollo social presentamos inicialmente un panorama de la evolución de la política científica y tecnológica en Cuba para luego ofrecer un panorama muy resumido de algunos rasgos que caracterizan el sistema tecnocientífico cubano. En el último segmento consideraremos algunos ejemplos que ilustran el nexo Universidad, innovación y sociedad a la luz de la experiencia de la Universidad de La Habana. Conocimiento y desarrollo Prácticamente todas las teorizaciones y recomendaciones prácticas elaboradas en los últimos años insisten en el papel de la ciencia, la tecnología y la innovación en los procesos de desarrollo.

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Así, Arocena y Sutz (2005) insisten en la centralidad del conocimiento endógeno de alto nivel y el papel de los procesos de aprendizaje que permitan lo que ellos denominan el “Desarrollo humano auto sostenible”(p.25) que ha de ser un “Desarrollo desde los actores”(p.26). La condición de país subdesarrollado la encuentran en la debilidad para mejorar sostenidamente sus condiciones socioeconómicas mediante el aprovechamiento eficiente de sus recursos humanos, y materiales, la producción y el uso del conocimiento y la expansión de capacidades para resolver problemas técnicos e institucionales. Esa capacidad resolutiva la asocian con la innovación (p.27). Este “repensar el desarrollo” los lleva a la conclusión de que el desarrollo de los países del Sur tendrá que seguir caminos propios, siguiendo metas también propias. En el año 2001 el Programa de Naciones Unidos para el Desarrollo (PNUD) elaboró el Informe “Poner el adelanto tecnológico al servicio del desarrollo humano”, donde enfatiza el papel de la tecnología. Más recientemente un grupo de trabajo vinculado al Proyecto Milenio elaboró el informe “Innovation: Applying knowledge in Development”(2005) donde desarrolla un detallado argumento a favor de la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación como condición para avanzar en los procesos de desarrollo. Estos son apenas algunos de los muchos ejemplos que muestran la significación que se atribuye al conocimiento y la innovación para los países del Sur, en el contexto de la globalización. Es obvio, sin embargo, que la tarea de avanzar en el desarrollo científico y tecnológico es cada día más compleja. Ello tiene que ver con las principales tendencias observables, entre ellas.

1. La enorme concentración de capacidad científica y tecnológica en un puñado de naciones desarrolladas. Prácticamente el 90% de la capacidad científica está en manos de esos países. Entre sus consecuencias, este proceso de extrema polarización trae consigo que las necesidades humanas básicas de la mayoría de la población del planeta, encuentre una muy escasa presencia en la agenda científica hegemónica.

2. Está en marcha un creciente proceso de apropiación privada del conocimiento que limita considerablemente el acceso por parte de las naciones en desarrollo. Este proceso de apropiación transcurre por diferentes vías, básicamente(Lage,S/F):

a) La protección de la propiedad intelectual, principalmente a través del sistema de

patentes y con el impulso y control estricto por parte de la Organización Mundial de Comercio.

b) El robo de cerebros, convertido en política oficial de los principales países industrializados y que representa una transferencia neta de recursos de las naciones del Sur a las del Norte.

c) El papel protagónico de las empresas en el desarrollo científico y tecnológico, sobretodo de los grandes corporaciones transnacionales.

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d) La inflación exagerada del conjunto de regulaciones o barreras técnicas que se imponen a países y empresas, elevando considerablemente los costos fijos, lo que tiene entre sus efectos, sacar de la competencia a las organizaciones que no puedan asumir esos costos y también encarecer considerablemente los productos y hacerlos prohibitivos para numerosas personas. En el caso de los fármacos, esto es especialmente dañino.

Las circunstancias anteriores, entre otras, hacen muy difícil el avance hacia metas de desarrollo social apoyado en el conocimiento. Como se verá en la caracterización del desarrollo científico y tecnológico cubano, los avances, dentro del contexto latinoamericano, son apreciables, aunque los desafíos son mayores aún. La "Política del conocimiento" y la política científica y tecnológica. En el año 1959 se desencadenó en Cuba un proceso de profundas transformaciones sociales cuyos objetivos socialistas se declararon oficialmente en 1961. Uno de los signos característicos del programa social inaugurado y uno de sus sentidos principales fue la implantación de lo que llamaremos una "política del conocimiento". Esa política tiene un punto de partida fundamental en la Campaña de Alfabetización de 1961; continuó con la nacionalización de la enseñanza, el acceso gratuito a la educación, la realización de una amplia política de edición y distribución de libros. Los planes masivos de becas que permitieron a los estudiantes de cualquier sitio del país y procedencia social acceder a la enseñanza, el desarrollo de la educación para adultos, los programas de enseñanza para campesinos, en particular mujeres, fueron entre otras muchas, medidas adoptadas por los revolucionarios en el poder. Al hablar de una "política del conocimiento" subrayamos que se ha tratado de una estrategia deliberada, sostenida e impulsada desde los más altos niveles de gobierno y orientada a la extensión, en la mayor medida posible, de los beneficios del conocimiento a todos los ciudadanos. Componente esencial de la "política del conocimiento" relatada ha sido la política científica y tecnológica (PCT) que el país ha venido instrumentando. El análisis de la PCT cubana, primero implícita y luego explícita, permite explorar cómo se han expresado en sus diferentes etapas, variadas percepciones sobre las interrelaciones entre ciencia, tecnología y sociedad, así como los diferentes impactos sociales que en cada una de esas etapas se registran. La PCT cubana ha atravesado a partir de 1959 por tres etapas principales. A la primera etapa pudiera denominársele de "promoción dirigida de la ciencia" (García Capote,1966 p.149), es decir, una política que se esfuerza por crear un sector de investigación desarrollo inexistente, lo que en Cuba se tradujo en un énfasis extraordinario en la creación de instituciones científicas y la preparación de los investigadores que debían trabajar en ellas. De acuerdo con esto, en los años 60 se crearon muchos de los principales centros de investigación que el país tiene hoy, se creó una Universidad

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Politécnica, el Centro de Investigación Digital que construyó la primera computadora cubana en 1969, el Jardín Botánico Nacional, la Academia de Ciencias de Cuba y otras instituciones y grupos de trabajo. Se desplegó también desde entonces un marcado proceso de intercambio internacional a través de la participación de científicos extranjeros en Cuba y la formación de profesionales cubanos en el exterior. Como se partió de antecedentes muy exiguos puede decirse que el avance en la promoción dirigida de la ciencia en los años sesenta significó un salto extraordinario en el desarrollo científico cubano. Ese salto fue posible, ante todo, por la voluntad política que lo movilizó. El nuevo poder revolucionario asumió que el desarrollo social dependería de la capacidad, la inteligencia y el talento que el país fuera capaz de crear. Al inicio de la década Fidel Castro definió el futuro del país como un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento y poco después Ernesto Che Guevara, luego de asumir la dirección del Ministerio de Industria, funda en 1962 la revista Nueva Industria Tecnológica en cuyo primer editorial definió toda una estrategia tecnológica que pasaría primero por resolver problemas más o menos inmediatos de la producción y llegaría a generar tecnologías avanzadas basadas en las condiciones naturales y culturales del país. En el propio editorial el Che Guevara declara el objetivo de conectar la ciencia moderna con la industrialización avanzada. La inexistencia de una base científica nacional explica el énfasis puesto en la "promoción dirigida de la ciencia". Pero ya en la mitad de los setenta, comenzaron a acumularse evidencias de que el problema de la utilización práctica de los resultados científicos a fin de satisfacer los problemas de la producción y los servicios era un asunto de la mayor complejidad. Esto dió lugar a cambios en la PCT implantándose lo que ha dado en llamarse el "modelo de dirección centralizada" (1977-1989) cuyo objetivo era completar el esfuerzo desde el lado del suministro con una estrategia deliberada para utilizar los resultados científico-técnicos, a lo que se dio en llamar "introducción de resultados". Esto se pretendía lograr mediante un modelo muy centralizado que se apoyaba en la identificación de "problemas de investigación" que orientara la investigación hacia temas de la mayor prioridad y la utilización de resultados en las esferas de la producción y los servicios. Aunque se enfatizaba la utilización de resultados esta etapa descansaba en la misma concepción lineal que aprecia la investigación científica como elemento desencadenante de la relación entre la ciencia, la tecnología y la producción. A los problemas de concepción se sumaba una circunstancia práctica muy relevante. Junto al énfasis de la ciencia y la expectativa de que ella debía incrementar su contribución al desarrollo, marchaba una política tecnológica implícita que se caracterizaba por las importaciones generalizadas de tecnologías, con mucha frecuencia de los países socialistas de Europa, moderadamente modernas, de baja eficiencia energética, agresividad ambiental, entre otras características. La tendencia a asimilar, más que a producir tecnologías tradicionales o apropiadas, la falta de sistematicidad en la evaluación social de las tecnologías y el desinterés frecuente por innovar del segmento empresarial de los agentes del cambio tecnológico, explican que el desarrollo científico y el potencial humano creado no se expresaran en los resultados prácticos esperados.

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Esta situación justifica la percepción crítica que sobre el tema se fue conformando a lo largo de la década de los ochenta, discusión que se vio envuelta en un debate más amplio sobre la práctica de la transición socialista en Cuba y en particular sobre la eficiencia de la economía del país. A esa percepción crítica se sumaron otros factores. La concepción de que el avance del socialismo a nivel mundial dependería en gran medida de su capacidad para desarrollar la ciencia y la tecnología como fuerzas productivas sociales, fue otro elemento importante. A él habría que agregar la necesidad de elevar la capacidad del país para enfrentar las agresiones biológicas de que estaba siendo objeto, prioridad expresada con gran énfasis desde inicios de los años ochenta, así como el esfuerzo por continuar mejorando el sistema de salud cubano con la creación de avanzadas tecnologías en ese campo. Se pensó también en crear nuevos rubros de exportación aprovechando las potencialidades que ofrecía la revolución en el campo de las biotecnologías, proceso al que el país decidió incorporarse activamente. Aunque incompleto, este cuadro de razones determina que desde mediados de los años ochenta el país introdujera cambios en su PCT. Entre los cambios más relevantes se encuentran el relanzamiento de la investigación científica universitaria, ahora con orientación más aplicada; la definición de prioridades nuevas para el desarrollo científico y tecnológico (Biociencias, Biotecnología, industria farmacéutica, equipos médicos de alta tecnología, entre otras); la creación de los polos científico- productivos, verdaderas redes de cooperación integrada donde la investigación, la creación de tecnologías, la producción y comercialización de productos, forman parte de un proceso continuo conducido por estrategias únicas; la potenciación del Foro de Ciencia y Técnica, singular experiencia cubana orientada a incrementar la participación ciudadana en el desarrollo tecnocientífico y sus aplicaciones. Esos cambios condujeron a la reformulación de la PCT, ahora volcada a la creación de un Sistema de Ciencia e Innovación Tecnológica. Perfil del desarrollo tecnocientífico cubano. Cuba es un país cuyo desarrollo científico, medido según los indicadores internacionales, la sitúa en una posición favorable dentro de los países de América Latina y el Caribe (ALC).En algunas áreas, como la Biotecnología y la Industria Médico Farmacéutica, se inserta entre países que son reconocidas potencias científicas. Realmente la posición de ALC en el contexto mundial es bien modesta. Ella apenas representa el 1,6% de la inversión mundial. Sus 128 mil investigadores apenas representan el 3% del total mundial y la inversión promedio por investigador (74 mil USD) es menos de la mitad del valor correspondiente a los países industrializados. El promedio regional de inversión en I+D en relación al PIB es de 0,54%, lejano de otras regiones y países que se mueven entre 1,5% y 3%. De los 7 millones de graduados universitarios de ALC entre 1990 – 2000, menos de 40 mil pertenecen a ciencias e ingeniería y alrededor de 20 mil a ciencias agropecuarias. Del millón de artículos

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referidos en el Science Citation Index (SCI) en el año 2000, solo el 2,7% del total corresponde a ALC. La situación en las patentes es bastante peor. Menos del 20% de la población en las edades correspondientes accede a las universidades, mientras en los países industrializados accede el 50%. No menos de 2/3 de la capacidad científica y tecnológica de ALC corresponde a Brasil, Argentina y México. Análisis recientes (Jaramillo, 2004) confirman:

1. La gran debilidad científica y tecnológica de ALC. 2. La brecha respecto a los países desarrollados es de tal magnitud que ALC está

obligada a explorar estrategias diferentes a las que siguen los países industrializados que disponen de muchos más recursos. (2)

3. Cualquier búsqueda debe pasar por consolidar las capacidades científicas y

tecnológicas, fortalecer la educación superior, poner la ciencia y la tecnología al servicio del crecimiento con equidad.

4. La necesidad de aumentar la inversión pública y privada en C y T. Más allá de la marginalidad de la ciencia latinoamericana que las estadísticas indican, los análisis empeoran cuando evaluamos el impacto social real de la Ciencia Latinoamericana. Para que la ciencia pueda ser apropiada socialmente es imprescindible que los intereses mayoritarios de las poblaciones estén muy bien representados en las redes de actores que definen las trayectorias tecnocientíficas y sus impactos. Lo menos importante es que la ciencia latinoamericana ocupe un modesto lugar en las estadísticas internacionales. Lo peor es que la ausencia generalizada de políticas sociales que orienten su desarrollo, su proceso de apropiación social no alcanza a numerosos sectores marginados de los beneficios que de ella pueda ocuparse en términos de salud, alimentación, educación, etc. Es en ese contexto, en general modesto a juzgar por las estadísticas, que Cuba destaca favorablemente en algunos puntos. Según datos estadísticos de la Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología (RICYT 2004), por ejemplo, la inversión de Cuba en I+D como fracción del PIB es superior a la media latinoamericana (0,65%). El número de investigadores equivalentes a jornada completa por mil personas económicamente activas (1,27) es de los más altos de la región y el número de doctores (PhD) es de 6965. El país cuenta con una base institucional amplia de unas 218 entidades de ciencia y técnica, más del 80% en ciencias naturales, técnicas, biomédicas y agropecuarias. Por ejemplo, el Informe Mundial de la Ciencia (UNESCO, 1998) reconoce el salto dado por Cuba en unas pocas décadas, destaca la organización de la ciencia que Cuba exhibe y se refiere a sus notables avances en Biotecnología e Industria Farmacéutica, entre otras áreas de importancia. Esa imagen de avance la han reflejado diversas publicaciones especializadas, entre ellas Nature (Carr, 1999) y Science (Kaiser, 1998). Repasemos específicamente algunas de las características del sistema científico cubano:

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El país cuenta con:

1. Educación terciaria de bastante buen nivel incluidas las ciencias y las ingenierías, así como avances en los niveles educativos precedentes que garantizan la promoción del talento que el avance de la ciencia necesita. El país viene colocando un énfasis especial en las ciencias informáticas. Además de Facultades de ese perfil en varias Universidades, se abrió una Universidad centrada en el mismo, que nace integrada a un parque tecnológico y por ello enlazando los objetivos de formación, investigación y producción.

2. La formación de pregrado-o grado como se llama en varios países- se continúa con un sistema nacional de posgrado capaz de formar investigadores, ofrecer educación permanente a sus graduados y de formar unos 400 doctores y 2000 maestros en ciencias y especialistas por año. Ese sistema de posgrado se consolidó en los años noventa, en el contexto de la crisis económica más reciente, denominada Período Especial.

3. Esos procesos de formación descansan en una red de universidades que abarcan todo el territorio nacional, garantizando un acceso aproximadamente del 50% a la población entre 18 y 25 años a los estudios universitarios. El profesorado a dedicación completa tiene participación en actividades científicas orientadas a problemas de importancia local, regional, sectorial y nacional y ofrecen información y asesoría en tópicos relevantes de economía, salud, educación, agricultura, sociedad, medio ambiente, entre otros. La investigación es parte de los currículos de formación de los estudiantes, muchos de ellos incorporados a los grupos de investigación. Desde la reforma Universitaria de 1962 la investigación se convirtió en uno de los objetivos básicos de las universidades. Hoy las universidades cubanas tienen más de 100 centros de investigación y de estudios, algunos de calidad y magnitud considerable. Los Centros han creado posibilidades de investigación interdisciplinaria de buen nivel e impacto.

Desde la década de los noventas las universidades han ido creando estructuras de interfase para facilitar la innovación técnica y social, procurando así participar más activamente del Sistema Nacional de Innovación. Algunas de ellas avanzan hacia la creación de parques tecnológicos.

4. Las agendas de investigación en Cuba se construyen a partir de las necesidades de nuestro desarrollo social. Puede decirse que el país cuenta con la capacidad técnica básica para lidiar con los problemas más acuciantes del desarrollo (educación, salud, producción de alimentos, medio ambiente, entre otros). Los programas científicos nacionales, ramales y territoriales cubren en alguna medida las necesidades del desarrollo. 5. La educación en general y la preparación técnica de los trabajadores permiten una razonable capacidad de aprendizaje tecnológico de nuestras empresas. El acceso a la moderna tecnología es uno de los objetivos de la apertura regulada al capital extranjero que ha tenido lugar desde los años 90. La capacidad de aprendizaje tecnológico se expresa, por ejemplo, en la asimilación/creación en el área de las tecnologías de la información y las comunicaciones, la industria del níquel, la industria electro-energética, el turismo, entre otras.

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Sin embargo, no está generalizada la interacción entre las entidades que realizan I+D y las de producción y servicios, lo que limita la innovación tecnológica. Se observan, entre otras, dificultades en la estabilidad y cuantía del financiamiento a las actividades de I+D, la obsolescencia del equipamiento científico y en algunas ramas la renovación generacional del personal de más alta calificación.

6. La capacidad técnica y la fortaleza institucional disponible permite la participación eficiente en redes internacionales y el aprovechamiento de la cooperación internacional (Norte – Sur y Sur – Sur) según criterios endógenos y de cara a los problemas más relevantes del desarrollo. La cooperación puede ilustrarse con el caso de la compañía chino-cubana Biotech Pharmaceutical creada en el año 2000 por el Centro Internacional de Ciencias de China y el Centro de Inmunología Molecular de Cuba, dedicado a la investigación, producción y venta de anticuerpos monoclonales usados para diagnosticar y curar el cáncer. Un producto estrella, logrado por Cuba, es el anticuerpo humanizado h-R3. La empresa cuenta con el mayor sistema de cultivo a escala industrial de células de mamíferos con capacidad de producción anual de 6-8 Kg. de anticuerpos monoclonales, capaces de satisfacer las necesidades de 10 mil pacientes.

7. Está implementado, y viene transformándose, un sistema de protección de la propiedad intelectual a través del cual el país puede aspirar a una justa recompensa por sus inversiones en ciencia y tecnología. Actualmente las instituciones biotecnológicas cubanas son propietarias de 700 patentes. Cuatro de estas patentes han sido galardonadas con las medallas de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.

8. Entre sus diversos impactos, el conocimiento, la ciencia y la tecnología en Cuba están participando de las transformaciones económicas. Ya mencionamos su papel en el aprendizaje tecnológico en las organizaciones. Ello permite avanzar en el proceso de sustitución de importaciones previsto en la estrategia socioeconómica. Hay que sumar a esto una modesta pero creciente participación en la generación de exportaciones a través de productos de alto valor agregado, muchas veces nacidos en los laboratorios de investigación. En el 2003 se produjo un incremento del 30% de las exportaciones de productos biotecnológicos y farmacéuticos y otros en los que la actividad científica y tecnológica tiene un papel significativo. Varias vacunas (por ejemplo contra la meningitis tipos B y C, la destinada a combatir la hepatitis B) son transferidas tecnológicamente a naciones del Tercer Mundo que no podrían pagarlas a las transnacionales. Cuba trabaja en vacunas contra el cólera y otras enfermedades consideradas por los monopolios farmacéuticos de escaso valor comercial pero que son fundamentales para el perfil epidemiológico del Tercer Mundo. La tecnología del sistema ultramicroanalítico (SUMA) se exporta a más de 10 países y garantiza la vigilancia epidemiológica de numerosas poblaciones. Se estima que los productos biotecnológicos representan un potencial de cientos de millones de dólares de ingresos externos anuales. Los Centros de Biotecnología cubana han registrado ya 24 productos entre biofármacos y vacunas, 49 fármacos genéricos de avanzada, 5 productos para el tratamiento del SIDA, 15 nuevos equipos médicos y 24 sistemas diagnosticadores. Se trabaja hoy en 60 proyectos. Existen acuerdos de transferencia de tecnología o negociaciones en curso con 14 países (India,

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China, Brasil, Egipto, Malasia, Irán, Rusia, Sudáfrica, Túnez, Argelia, Gran Bretaña, Bélgica, Venezuela, México) y están abiertas negociaciones comerciales con 10 países (Malasia, Holanda, España, Brasil, Venezuela, Viet Nam, México, Ucrania, Alemania y Estados Unidos). A través de la transferencia de tecnología Sur-Sur, Cuba ha ayudado a países como China, Malasia, India e Irán a crear sus propias fabricas de medicamentos.

Hoy el país es el mayor exportador de medicinas de América Latina y más de 50 países adquieren sus productos (Starr,2004). Por ejemplo, el convenio de intercambio comercial firmado en agosto del 2004 entre Cuba y Argentina por 200 millones de dólares incluye la compra a Cuba de vacunas (meningitis, hepatitis, tétanos, difteria, fiebre tifoidea, etc.), medicamentos genéricos y equipamientos médicos.

En el contexto de la iniciativa de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) promovida por los gobiernos de Venezuela y Cuba, la oferta de servicios científico-técnicos que ofrece Cuba ha cobrado mayor importancia e impacto. Entre esos servicios está la cooperación médica en el exterior, los servicios asociados a la introducción de un sistema de salud pública en Venezuela (instalación y manejo de equipos de alta tecnología, etc) y la realización masiva de operaciones para restituir la capacidad visual de las personas, denominada “Operación Milagro” que ya beneficia a más de 210 mil pacientes de 25 países de América Latina y el Caribe desde su inicio (Morejón R. 2006). Por esta vía la capacidad científica y tecnológica creada por Cuba en el área de la salud durante décadas, amplia sus beneficios a otros pueblos y aumenta las posibilidades económicas de Cuba.

9. El desarrollo de la industria biotecnológica cubana ha permitido la constitución de un nuevo sector de la economía que puede denominarse de “economía del conocimiento” que depende, sobre todo, de la capacidad de generar conocimientos, de agregarle valor y comercializarlo.

La economía del conocimiento es un peligro para la gran mayoría de los países por la enorme concentración de capacidad en ciencia, tecnología e innovación de los países industrializados. Pero es también una oportunidad para aquellos que logren movilizar los recursos humanos, la capacidad institucional, la creatividad, la flexibilidad y motivación que semejante empeño reclama. Ese nuevo sector de la economía tiene notable impacto social interno en el país a través de su efecto en el sistema de salud y la producción agrícola (fabricación de semillas, etc.), y abre posibilidades a la reinserción de Cuba en la economía globalizada.

Ese avance se ha conquistado al margen de varias recetas dictadas por la ortodoxia neoliberal: se basó en la conducción del Estado y ha sido ejecutada por empresas de propiedad estatal; las motivaciones morales, el compromiso social de los investigadores y la cooperación solidaria entre instituciones han sido fundamentales. La orientación exportadora ha sido compatible con su fuerte orientación a la satisfacción de las necesidades de los cubanos.

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La gran capacidad creada por Cuba en el campo de la industria medico farmacéutica le permite contar con un Programa Nacional de Vacunación que protege a todos los niños, gratuitamente, contra 13 frecuentes enfermedades infantiles.

Numerosos proyectos están hoy en marcha como las vacunas contra el cólera, la tuberculosis, una vacuna terapéutica cubana de factor de crecimiento epidérmico contra el cáncer de pulmón, diversas vacunas contra el cáncer, entre otras. Universidad, Innovación y Sociedad: Construyendo un modelo interactivo universidad-innovación-sociedad. El caso de la Universidad de La Habana. La Universidad de La Habana (UH) fue fundada en 1728. Durante más de 200 años fue el único Centro de Educación Superior y la principal institución científica y cultural de Cuba. Sin embargo es con la Reforma Universitaria de 1962 que la investigación científica y el posgrado se convirtió en parte de la misión de la universidad. La Reforma fue parte de un proceso mucho más amplio, desencadenado luego de 1959 que antes denominamos como “Política Social del Conocimiento”, que incluyó transformaciones educativas profundas y la creación de bases institucionales nuevas para la producción, apropiación, difusión y aplicación del conocimiento.

Con posterioridad a la Reforma, en un período de poco más de diez años, surgieron decenas de centros de investigación, dentro y fuera de la Universidad; se consolidó la investigación científica como una de las actividades fundamentales de los departamentos universitarios y componente esencial de los planes de estudio; se desarrollaron relaciones de cooperación con instituciones científicas extranjeras de primer nivel y se destinaron a la investigación miles de graduados universitarios en todas las ramas del conocimiento (Rodríguez, 1997). Notable fue la contribución de las Escuelas de Verano respaldada por las Sociedades de Amistad con Cuba de Europa Occidental y Canadá. Esos esfuerzos permitieron canalizar la ayuda altruista de numerosos científicos interesados en colaborar con las nacientes instituciones científicas cubanas81.

81 Entre muchos, se puede seleccionar un ejemplo. El doctor Alexandro Gandini, químico de origen italiano, quien había realizado un doctorado en Inglaterra que culminó con el descubrimiento de la polimerización, pseudocatiónica, creó en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (fundado en 1965) un grupo de investigaciones en polímeros formado por varios profesores jóvenes de la Escuela de Química de la Universidad de La Habana que centró inicialmente sus actividades en compuestos furánicos, pensando en la abundancia de materia prima como el furfural proveniente del bagazo de la caña. Aquel grupo de investigadores se encuentra hoy en diferentes centros de investigación del país con resultados notables en aplicaciones de los polímeros a la electrónica, polímeros biodegradables, polímeros conductores, sin abandonar la línea de los furanos (Jacques Rieumont, comunicación pública, 27.05.2005).

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En la propia década de los 60’s comenzó la formación de doctores y maestros en ciencias, tanto en Cuba como en el extranjero. Hacia principios de la década de los 70 existía ya el germen de muchos de los colectivos de investigación actuales y había surgido una generación de jóvenes líderes científicos que han desempeñado después un papel importante el desarrollo de la Universidad. Grupos de larga ejecutoria, como el Centro de Estudios Demográficos, el Laboratorio de Investigaciones en Electrónica del Estado Sólido, el Centro de Investigaciones Marinas, el Laboratorio de Fisiología de la Caña de Azúcar, entre otros, surgieron en estos años (Idem). Hacia 1976, con la creación del Ministerio de Educación Superior, se adoptó la decisión de que sus Facultades de Tecnología, Pedagogía, Ciencias Médicas y Agropecuarias, así como las filiales universitarias en otras provincias y el Centro Nacional de Investigaciones Científicas se convirtieran en centros independientes. En su evolución posterior, la Universidad de La Habana se ha transformado en un gran complejo de 15 Facultades y 14 Centros de Investigación o Estudio en las ramas de Ciencias Exactas y Naturales, Ciencias de la Educación, Ciencias Sociales y Económicas y Humanidades. Participan en la investigación científica más de 1200 docentes e investigadores. La investigación científica ocupa un lugar importante dentro de los planes de estudio de los programas de pregrado y se articula a través de 69 programas de maestría y 20 programas doctorales. La UH gradúa cada año unos 600 maestros en ciencia y 100 doctores (Fuente: Dirección de Posgrado de la UH). El esfuerzo universitario ha estado conectado en las transformaciones en las PCT Nacional. En el período que va de 1959 a 1976, calificado desde el punto de vista de la PCT nacional como una etapa de “promoción dirigida” de la ciencia orientada a crear una base científica inexistente en el país (García Capote, 1996), el esfuerzo estuvo centrado en la creación acelerada de instituciones científicas y la formación de personas con alta calificación. Pero habría que notar, incluso desde aquellos momentos, que el modelo de investigación universitaria que se prefiguraba era distinto a aquel que se ha dado en llamar modelo ofertista o “modelo de oferta lineal” (Dagnino, Thomas y Gomes, 2003: 59). El modelo que se empezó a insinuar desde entonces era de carácter mucho más interactivo. La explicación puede estar en el “tejido de relaciones” (Ibid) dentro del cual se producía aquel esfuerzo de institucionalización. Todas las instituciones que surgieron entonces, como el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (1965), por citar un caso, fueron creados, desde sus inicios para atender las demandas sociales y dentro de la lógica del carácter orientado de las investigaciones a la solución de problemas nacionales, lo que determinó el predominio de la investigación aplicada y fundamental orientada, así como la investigación-acción (Rodríguez, 1997). Entre los actores que las teorías examinadas antes reconocen como relevantes para la innovación, podría decirse que en Cuba, desde los años 60’s, el Estado y la incipiente comunidad de investigación fueron construyendo interacciones, así como compartiendo valores y objetivos que dotaron a la investigación científica universitaria de una clara

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voluntad de atención a las demandas sociales. Un nuevo impulso tomarían en los años 80’s. Es posible considerar que desde la Reforma Universitaria de 1962 y hasta inicio de la década de los 80’s, la UH había alcanzado, en varias áreas del conocimiento, una cierta “capacidad pre-innovativa” (Castro, 2003) expresada en la existencia de algunos centenares de doctores, decenas de centros y grupos de investigación y una comunidad de valores y objetivos con los principales actores políticos del país que permitió en los 80’s nuevos planteamientos de política científica universitaria, tendentes a fortalecer el impacto social de las investigaciones y en particular la utilización de sus resultados en la producción de bienes y servicios. Cambios en la PCT Nacional y Novedades en la Agenda de Investigación Universitaria. El bajo nivel de aplicación de los resultados científicos, la dispersión y falta de integralidad de muchos de los esfuerzos que se realizaron hasta entonces, fueron objeto de crítica en los años 80’s y con ello se introdujeron algunas novedades en la PCT nacional. Entre ellos la creación de Programas Científicos – Técnicos Nacionales, Ramales y Territoriales, numerosos centros de investigación fueron adscritos a los ministerios que debían interesarse por sus resultados, se impulsó el movimiento social denominado Forum de Ciencia y Técnica (CIEM/PNUD, 2004: 24-25), se crearon centros de investigación y/o producción (con facilidades para el escalado y la producción) y surgieron los Polos Científicos (redes de instituciones científicas, educacionales, de salud y productivas encargadas de impulsar programas de investigación nacionales, territoriales, etc.). El más conocido y destacado de todos es el Polo Científico del Oeste de La Habana, eje de la industria biotecnológica y médico farmacéutica cubana. Los polos en general, y éste en particular, encarnan bien el propósito de alentar la innovación a través de las interacciones, la integración y la cooperación alrededor de objetivos compartidos. De modo que hacia los ochentas llegaron a la universidad nuevas señales del contexto, demandando mayor contribución social, en particular productiva, a la investigación universitaria. A partir de 1985 aumentó la vinculación de la UH con los principales programas nacionales de desarrollo, y en ese contexto fueron surgiendo nuevos centros de investigación, partiendo generalmente de grupos ya existentes, con el propósito de dotar a estos colectivos de mayor capacidad para aplicar sus resultados científicos. Aparece así un conjunto de centros de “nuevo tipo” vinculados directamente a programas nacionales de desarrollo industrial que reclamaban un importante respaldo científico-técnico. Estos centros se orientaron a “cerrar el ciclo” investigación – producción con una organización multidisciplinaria e incorporando capacidades productivas o mediante vínculos muy estrechos con la industria. Surgen entonces el Instituto de Materiales y Reactivos (IMRE), el Centro de Biomateriales, el Centro de Antígenos Sintéticos, el Centro de Productos Naturales, el Centro de Bioquímica de las Proteínas y el Instituto de Farmacia y Alimentos. Todos ellos han contado con inversiones centrales significativas y atención diferenciada del Gobierno Central.

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Así, desde la mitad de los 80’s, la Universidad de La Habana orientó, más decididamente sus principales grupos de investigación a operar dentro del “contexto de aplicación” (Gibbons, et.al, 1994) orientado a generar innovaciones. El estilo de trabajo que se pidió a estos centros incorporó también el reclamo de un alto grado de consagración a las tareas científicas, concebidas como importantes para el país. Es común a todos esos centros su inmersión dentro de un tejido de relaciones que incorpora actores sociales diversos y plantea demandas más directas a la investigación, generando nuevas trayectorias sociotécnicas (vacunas, láseres, biomateriales, medicamentos, etc.). Ahora en mayor medida que antes los campos de relevancia se definieron en el intercambio entre actores académicos y extrauniversitarios. En la medida en que la crisis económica del país se profundizó, luego de la caída de la URSS, el propósito de aumentar el efecto práctico de las investigaciones se enlazó con la idea de obtener por esa vía recursos financieros para la universidad. De los análisis surgieron 10 direcciones principales de trabajo que definían nuevas agendas de investigación: medicamentos, diagnosticadores, biomateriales y equipos médicos, nuevos materiales, biotecnología y alimentos, medio ambiente, computación, estudios económicos, historia y cultura, sociedad y política, salud humana, estudios sobre la educación y la ciencia. En cada una de estas direcciones se precisaron líneas de investigación priorizadas con el propósito de utilizar más eficientemente los limitados recursos, concentrar la producción científica universitaria y elevar su impacto sobre los problemas más importantes para el país. Se establecieron también lineamientos para la captación de recursos materiales y financieros, basados, entre otros en la venta de servicios científicos-técnicos, software y pequeñas producciones especializadas de alto valor agregado, así como la transferencia de tecnologías. Quizás no sea exagerado decir que se generaba una especie de “segunda revolución académica”. La dimensión comercial ha demandado de los grupos y centros de investigaciones el aprendizaje de asuntos en los cuales antes no habían incursionado: estudios de mercado, análisis de costos, evaluación de proyectos, gestión de la calidad, estrategias de comercialización, contratos, propiedad intelectual, licencias, publicidad, entre muchos otros. Ocurre así una transformación en la racionalidad y la cultura de varios de los líderes científicos e investigadores. El trabajo multidisciplinario con economistas, juristas, especialistas en mercadotecnia, que laboran en la propia Universidad, ha constituido un respaldo importante. La aparición de una Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación, organizada a través de consultorías, surgida en la segunda mitad de los 90s, ha servido de interfaz para atender demandas sociales, incluidas las empresariales, y también para comercializar dentro y fuera del país las innovaciones que veremos más adelante.

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Las Innovaciones y sus Lecciones82 En este apartado mencionaremos algunos desarrollos tecnocientificos de interés. El tisuacryl, por ejemplo, es un producto creado en el centro de Biomateriales de la UH, fundado en 1991. Desde los 80’s, en la Facultad de Química se trabajó en investigaciones y desarrollo de materiales de aplicación clínica de alta demanda nacional con precios muy altos en el mercado internacional. Los Biomateriales son productos altamente cotizados en los países industrializados. El mercado mundial de tales productos superó en el 2001 los 120 mil millones de dólares. El Centro de Biomateriales orienta su trabajo al desarrollo tecnológico y producción de Biomateriales poliméricos y biocerámicos. El tisuacryl es un adhesivo sintético para pegar tejidos y sellar heridas cutáneas y de la cavidad bucal de origen traumático o por operaciones, sin emplear sutura. Esta llamada “cola biológica” tiene como principales ventajas el ahorro de tiempo e hilo quirúrgico, no requiere curaciones, es más estética al minimizar el tamaño de las cicatrices, disminuye el riesgo de infecciones, es biodegradable y evita las inflamaciones y queloides. Es un producto avalado por las normas ISO 9002 y cuenta con registro médico en la Unión Europea. Algo semejante ocurre con el APAFILL-G que es un granulado sintético de hidroxiapatina para restauraciones óseas en cirugía máxilo facial y estomatología. El centro tiene unos 6 productos terminados y 9 más en perspectiva. El trabajo que allí se realiza ejemplifica muy bien las bondades del esfuerzo coordinado, en red, multidisciplinario, donde las investigaciones de laboratorios, el escalado, la evaluación, la producción y comercialización son concebidos desde el inicio como elementos de un proceso único. Los Biomateriales son un buen ejemplo de actividad tecnocientífica (Núñez, 1999, Echeverría, 2003) donde el trabajo interactivo entre los científicos, ingenieros y el personal de salud, caracteriza todo el proceso. El principal beneficiario de este esfuerzo es el sistema de salud pública cubana y los cubanos y cubanas que reciben sus beneficios gratuitamente. El Biobras-16 es un producto de alto valor agregado perteneciente a una familia de estimuladores del crecimiento vegetal obtenido por especialistas en síntesis orgánica de la Facultad de Química a partir de la modificación química de productos naturales. Biobras-16 aumenta entre un 10 % y un 25 % el rendimiento y mejora la calidad de la cosecha; favorece el desarrollo de las plantas en condiciones adversas tales como estrés salino, hídrico y térmico y puede sustituir, en diversos procesos a varias de las fitohormonas conocidas. Aquí también el contexto de aplicación aparece como determinante de todo el proceso de producción de conocimientos. La evaluación de la calidad de estas investigaciones incorporan las clásicas formulas del peer review y numerosas tesis de maestría, doctorado 82 Las informaciones fueron ofrecidas por los líderes de los colectivos de investigación: Rubén Alvarez, Francisco Coll y Carlos Rodríguez. Un artículo de este último (Rodríguez, 1997) sirvió de guía para comprender la evolución de la política científica universitaria.

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y publicaciones han hecho posible el trabajo de síntesis de análogos de los brasinoesteroides. Pero la evaluación de estas investigaciones incorpora el registro fitosanitario, la optimización y escalado de la síntesis, el establecimiento de métodos de control de la calidad, diseño y puesta en funcionamiento de una capacidad productiva a pequeña escala y obtención de la licencia para producir. También incorpora el diseño de una estrategia para la aplicación del producto a la agricultura cubana y para su exportación, lo cual ha exigido estudios de mercado, registro de marcas y patentes, obtención de licencias para exportar, intercambios con empresarios, acuerdos con firmas comerciales, etc. Los beneficios económicos obtenidos por la comercialización del Biobras-16 han permitido la captación de recursos que han apoyado el desarrollo de las investigaciones universitarias. Han demostrado también, que un modesto laboratorio basado en la propiedad social puede generar tecnologías competitivas en mercados abiertos a la competencia capitalista. El biobras-16 comienza también a utilizarse en la agricultura cubana. La tecnología del láser se trabaja en el Instituto de Materiales y Reactivos de la UH hace 20 años. Jóvenes físicos recién graduados en la URSS comenzaron a explorar diferentes aplicaciones en las áreas de cirugía, oftalmología, corte y grabado de soldadura. A partir de 1996 retomaron el desarrollo de sistemas láser y fabricaron un equipo para la limpieza de obras de arte, registrado en la Unión Europea y vendido a varios países. A partir de 1999 comenzaron los trabajos para crear un esquema empresarial que permitiera adquirir los componentes en México y vender equipos en ese país. Como parte de un convenio con el Instituto Politécnico Nacional de Tampico se desarrolló una lanceta láser para la extracción de sangre que hace menos doloroso y más aséptico el proceso. Una vez registrado en Cuba, podrá utilizarse en nuestro sistema de salud. Se trabaja en proyectos para aplicaciones de láser a la remoción o limpieza de espinas de nopal (la planta de la tuna) y su fruto, ambos altamente consumidos en México. Las próximas aplicaciones se orientarán a la biotecnología, los biomateriales y la nanotecnología. Lo que parece común a los ejemplos citados es lo siguiente: 1) Todas las innovaciones han sido posibles por la existencia de un acumulado “pre-innovativo”, expresado sobre todo en la formación de recursos humanos de alto nivel y procesos de institucionalización de la ciencia desarrollados durante varias décadas. 2) Todos estos grupos operan dentro de un ambiente de prioridad social con respaldo estatal. Sus objetivos, aunque sean económicos, no se orientan al lucro individual, sino al beneficio social e institucional. 3) El “contexto de aplicación” aparece conduciendo todo el proceso de producción social de conocimientos. Entre las preguntas de partida están: ¿ciencia para qué? ¿ciencia para quién?¿Cuál es la factibilidad económica?¿ Qué beneficios sociales producirá?

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4) Las interacciones entre actores diversos y la incorporación de diferentes racionalidades (científicas, comerciales, sociales, etc) han moldeado las trayectorias tecnocientíficas. Los cambios examinados no van en la dirección del “científico empresario”, porque el objetivo no es el lucro individual, pero sí el del científico que asimila una visión integrada del proceso de investigación, producción, comercialización, empleo social de los productos y acepta un concepto de evaluación de la calidad del trabajo científico que dista de ser tradicional. 5) Los actores fundamentales han sido la comunidad de investigadores universitarios (que también ejecutan tareas de docencia o de otros tipos) y el Estado, sobre la base de una comunidad de valores y objetivos compartidos. 6) La investigación, la innovación y el aprendizaje marchan juntos. Y ello en varios sentidos. En primer lugar porque la calidad de la educación científica terciaria y la educación de posgrado son las que han hecho posibles esas innovaciones. Y en segundo lugar porque la difusión de estos productos a la sociedad (por ejemplo las aplicaciones del biobras-16 en la cosecha de hortalizas) requiere del aprendizaje social por parte de los productores y los investigadores. Todos esos desarrollos innovativos se acompañan, como suele ocurrir, de aprendizajes que a su vez retroalimentan a las investigaciones y las innovaciones. 7) Este tipo de trabajo científico generado en el “contexto de aplicación” no ha traído consigo, como suele pensarse en algunos círculos académicos, ciencia de menor calidad. La innovación más radical: una vacuna para el mundo83 El más reciente y probablemente más brillante éxito de la ciencia de la UH ha sido la creación de una vacuna contra el Haemophilus influenzae tipo b (Hib) a partir de un antígeno sintético. El Hib es una bacteria que constituye la primera causa de enfermedades invasivas en el niño a nivel global, en niños por debajo de los 5 años. La vacunación contra el Hib comenzó en los 70’s con una vacuna que demostró ser efectiva a partir de los 18 meses de vida. Surgió luego una nueva generación de vacunas llamadas conjugadas, en los que el mismo polisacárido capsular se unía químicamente a través de un proceso llamado conjugación, a una proteína de origen bacteriano. A finales de los 80’s se concluyeron ensayos clínicos con vacunas conjugadas contra el Hib de diferente composición. Todas demostraron ser muy eficientes, altamente seguras y con pocos efectos adversos. Estas vacunas se utilizan con éxito en los países desarrollados. Pero a más de una década de la introducción de las vacunas conjugadas sólo unos 38 mil de las 2,2 millones estimados de casos anuales, son prevenidos por la vacunación: sólo el 2 % de los niños del mundo con riesgo de contraer la enfermedad están protegidos. Los precios, limitan una mayor accesibilidad. 83 Agradecemos la detallada información suministrada por el Dr. Vicente Verez Bencomo, líder del grupo que creó la vacuna, que sirvió de base para la elaboración de este apartado.

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Desde los años 80’s científicos holandeses demostraron la posibilidad de obtener la vacuna por vía sintética. El reto estaba en transformar la posibilidad académica de obtener una pequeña cantidad de antígeno sintético en una tecnología capaz de producir el antígeno de millones de dosis de vacuna y que ese proceso pudiera competir con el ya establecido. Durante los 90’s varias universidades y laboratorios de compañías productoras de vacunas lo intentaron, sin poder rebasar la fase de estudios clínicos en humanos. En 1989 se inició en la UH el proyecto que perseguía la búsqueda de una alternativa a las vacunas conjugadas. Para ello se estableció una estrecha colaboración entre el laboratorio de antígenos sintéticos de la UH y el Centro Nacional de Biopreparados del Polo del Oeste de la Capital. Más adelante se incorporó el Instituto Finlay del propio Polo y la Universidad de Ottawa, Canadá. Posteriormente se sumó el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri y la delegación del Ministerio de Salud Pública de la provincia de Camaguey. Poco a poco el procedimiento tecnológico pudo ser optimizado (las reacciones químicas se redujeron de 65 a 23), los ensayos clínicos dieron resultados favorables hasta aplicarse a niños, con excelentes resultados. Como resultado de este esfuerzo de unos 15 años que contó con la cooperación de diversas instituciones y fue liderado por un pequeño laboratorio de la Universidad de La Habana, finalizaron los estudios que demostraban que la vacuna QuimiHib desarrollada a partir de un antígeno totalmente sintético es muy segura y eficaz. El registro sanitario se realizó en Cuba en el 2003. La vacuna QuimiHib ha demostrado durante su empleo por casi dos años en Cuba y luego de la aplicación de 865 595 dosis en niños menores de 1 año de edad, su elevada seguridad y su efectividad para lograr la protección contra ala meningoencefalitis por Hib, que constituye la forma más grave de infección por este patógeno. Los resultados obtenidos corroboran la información obtenida en la etapa de estudios clínicos controlados en la etapa de registro sanitario, en relación con la seguridad y elevada inmunogenicidad de este producto, y confirman que la decisión de introducir esta vacuna en el Programa Nacional de Inmunizaciones ha permitido mantener los resultados alcanzados en el control de las infecciones por el Hib en Cuba, por lo que resulta satisfactoria desde el punto de vista de impacto en la salud pública y desde el punto de vista económico. Esta vacuna está en proceso de ser registrada en 30 países. Este resultado a sido acreedor de varios premios, entre ellos la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y el premio concedido por el Museo de la Técnica de San José (California)EE UU, el cual premia cada año 25 investigaciones que beneficien de manera notable a la humanidad. En el caso de este premio, al autor principal de la vacuna Dr Vicente Vérez , Washington, en un intento por minimizar ante la opinión pública estadounidense el impacto de ese resultado le negó su entrada a EE UU aplicando el artículo 212-f, que descalifica a las personas que son

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consideradas una amenaza para la seguridad nacional o sospechosas de terrorismo, argumentado que "su presencia es perjudicial para los intereses de ese país". Desde enero del pasado año, todos los lactantes de nuestro archipiélago son inmunizados con el producto nacional de manera gratuita contra el Haemophilus influenzae tipo b, terrible organismo que provoca anualmente en el planeta la muerte de medio millón de pequeños de hasta cinco años de nacidos por meningitis, epiglotitis, otitis y neumonía. Hoy en día se trabaja en la producción a gran escala de esta vacuna que por lo pronto ahorrará al país 3 millones de dólares anuales que se empleaban para la importación de vacunas contra el Hib. El resultado fue publicado en la revista Science [305,522(2004)] y el Task Force de ONU que elaboró el documento “Innovation: Applying knowledge in development” (2005) lo reflejó extensamente. Reflexiones Finales El trabajo presentó un panorama de la evolución de la ciencia y la tecnología en cubana y sus conexiones con la educación, la salud y el desarrollo social y económico del país, mostrando, de forma sintética, los rasgos más visibles de desarrollo tecnocientífico nacional. La experiencia cubana, nos reveló como la reestructuración del modelo interactivo universidad-innovación-sociedad, se produjo de manera incremental, quedando marcadas por elementos de carácter interno y externo que caracterizaron las distintas etapas del proceso. En lo interno, el énfasis en la satisfacción de necesidades y demandas sociales, el desarrollo de un sistema de salud pública con cobertura a toda la población y a su vez, demandante cada vez más de nuevos productos y servicios, la superación temprana, masiva y continua del capital humano que, desde 1959, se lleva a cabo en el país y la potenciación de los desarrollos territoriales son, entre otros, los aspectos de mayor relevancia. En lo externo, el modelo interactivo universidad-innovación-sociedad se nutre de la necesidad de elevar la calidad de los productos y servicios que permitan una inserción ventajosa en el mercado internacional, de la potenciación de los servicios de conocimiento intensivo o de alto valor agregado y de las formas organizativas capaces de reflejar la complejidad de los procesos innovativos. En lo que concierne a los ejemplos considerados, la experiencia de la Universidad de La Habana, permite también extraer algunas conclusiones. Anotaremos algunas de ellas: 1). La investigación relevante para el desarrollo debe tener muy en cuenta el contexto de su aplicación. Ello no reduce el valor científico de la investigación. El contexto, la trama de relaciones en que se inserta la práctica científica, puede generar agendas de investigación y trayectorias tecnocientíficas que permitan nuevas exploraciones de la frontera científica y tecnológica produciendo investigaciones relevantes en términos

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científicos y cuya aplicabilidad puede desbordar los límites del contexto que los generó. La vacuna contra el Hib lo muestra claramente. Es hora de superar las dicotomías entre básico/aplicado, ciencia/tecnología, evaluación académica/evaluación en razón del contexto, etc. Es tiempo de colocar la pertinencia social en el centro de nuestros valores.

2) La investigación relevante exige alto nivel académico, reclama educación científica de buen nivel, incluida la del posgrado. El aprendizaje es esencial. 3) El trabajo multidisciplinario, en redes, la cooperación, son imprescindibles. 4) Los sistemas de evaluación de la ciencia universitaria tienen que rebasar el exclusivo privilegio del peer review e incorporar criterios diversos, estimulando el trabajo orientado a la solución del problema sociales. Lamentablemente aún no contamos con indicadores que nos hablen de la significación y apropiación social del conocimiento. Posiblemente una de las tareas a acometer con la renovación de la gestión universitaria del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación, sea la elaboración de tales indicadores. 5) Sociedad es mucho más que mercado. La ciencia atiende exigencias comerciales, pero sobre todo, necesidades sociales. Las agendas de investigación también tienen que ser conducidas por el objetivo de promover la más amplia apropiación social del conocimiento, y sus beneficios, en procura de la equidad y justicia social. Hace poco nuestra amiga, la profesora uruguaya Yudith Sutz, propuso que “la gran transformación” que debe operarse en nuestras universidades en su vínculo con la innovación y la sociedad podría orientarse por el “concepto brújula” de “universidades de desarrollo” (en lugar del concepto de universidad empresarial). Nos parece un buen candidato. En efecto creemos que es preciso trabajar por universidades comprometidas con la innovación y esa innovación debe tributar el desarrollo social. El “modelo interactivo” que comenzó a construir la UH desde los 60’s a la par que acumulaba fuentes “capacidades pre- innovativas”, apunta en esa dirección. Bibliografía

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Nueva Universidad, conocimiento y desarrollo social basado en el conocimiento: Los marcos conceptuales del Programa Ramal, en busca de consensos 84. Jorge Núñez Jover Luis F. Montalvo Arriete Isarelis Pérez Ones Introducción La universalización de la educación superior cubana está conduciendo a notables transformaciones en la composición, estructura, funcionamiento y proyección social de nuestras universidades. La convocatoria al I Seminario Nacional del Programa Ramal nos parece un excelente escenario para el debate conceptual que debe acompañar a las transformaciones institucionales en curso. Nuestro Programa reúne propósitos de investigación, formación y transformación práctica. Asumimos que ellos pueden beneficiarse de la construcción de marcos conceptuales apropiados. La construcción de tales marcos conceptuales es una obra colectiva que se enriquecerá con la evidencia empírica que el propio Programa se encargará de aportar. Esta contribución que sometemos a discusión se alimenta más de los numerosos debates teóricos internacionales contemporáneos y de nuestras experiencias personales que del estudio en profundidad de la riquísima experiencia de nuestras universidades, incluidas las de sus sedes universitarias. Precisamente es propósito del Programa estudiar y documentar esas experiencias, de un modo sistemático85. También nos hemos inspirado mucho en las elaboraciones conceptuales formuladas por Agustín Lage (2005, respaldadas en la experiencia del desarrollo local en Yaguajay. En este documento argumentamos las siguientes ideas: 1) El actual proceso de universalización de la universidad ofrece oportunidades nuevas al desarrollo social basado en el conocimiento; desarrollo fuertemente apoyado en el aprendizaje social y promotor de un amplio proceso de apropiación social del conocimiento. En el nivel local ha aparecido un nuevo y potencialmente relevante actor del conocimiento y la innovación: la Sede Universitaria Municipal (SUM). Su actuación debe ser, a la vez, potenciada y estudiada. 84 Este texto es una versión transformada de un artículo precedente (Núñez, Montalvo y Pérez, 2006) y se apoya en otras contribuciones (Castro, 2003; Núñez y Castro, 2005 y Núñez, Montalvo, Pérez, Fernández, y García, 2006) 85 Recientemente se publicó Gestión de Ciencia e Innovación Tecnológica en las universidades. La experiencia cubana (2006), de un colectivo de autores. Podemos considerar que es parte del propósito esbozado.

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2) Con respaldo en la literatura internacional repasaremos algunos de los principales modelos que intentan captar las formas contemporáneas de producción social de conocimientos, en vínculo con las universidades y procuramos asimilar sus principales lecciones. 3) Sugerimos que la existencia de las Sedes Universitarias Municipales amplia el tradicional “modelo interactivo” de la universidad cubana y amplia las posibilidades de construir un “modelo contexto-céntrico”. 4) Subrayamos el papel de las interacciones y la integración entre actores para impulsar la gestión del conocimiento (considerada en toda su complejidad) y la innovación. También destacamos el papel de la política y los valores. 5) Hacia el final introducimos un comentario preliminar sobre los indicadores capaces de dar cuenta que la gestión del conocimiento y la innovación para el desarrollo local. Aunque este texto carece de pretensiones conclusivas, esperamos que él contribuya modestamente a avanzar en un debate conducente a la formulación de un marco conceptual, epistemológico, acerca de las características del proceso de producción/asimilación de conocimientos en el nivel local que las SUM están alentando86. La “Nueva Universidad” y la dimensión local87. Como parte de un conjunto de transformaciones mayores, en Cuba ha surgido lo que se ha dado en llamar la Nueva Universidad. Este concepto alude a la etapa actual de la universalización de la educación superior cubana, expresada, entre otras cosas, en la creación de Sedes Universitarias Municipales (SUM), la localización de espacios de formación superior en los más diversos escenarios (hospitales, bateyes, prisiones, entre otros) y la atención a un conjunto de programas de la Revolución cuyo número y diversidad crece constantemente. La Nueva Universidad permite el acceso pleno a los 86 Este documento coloca su énfasis en la dinámica de conocimientos asociada a la SUM en su proyección local. Una discusión más abarcadora sobre el papel de la universidad en el sistema de Ciencia y Tecnología ha sido objeto de otros trabajos (Núñez y Castro, 2005) y Universidad, innovación y sociedad: La Universidad cubana en el sistema nacional de innovación (Núñez, Montalvo, Pérez, Fernández y García, 2006). De ningún modo el énfasis de este documento debe ser entendido como la sugerencia de un desplazamiento de la política científica universitaria a favor de las SUM, con olvido de las modalidades más tradicionales. La ciencia académica, los grupos de investigación que la sostienen y sus valores concomitantes, deben ser cuidadosamente atendidos y promovidos. De igual modo debemos estimular aquellos grupos que han conseguido trabajar a ciclo completo y han desarrollado productos, bienes y servicios para usuarios finales, cuyo modelo de funcionamiento está más cerca del “modo 2” que discutiremos más adelante. Los grupos de investigación instalados en las sedes centrales, los posgrados académicos, la formación de doctores al nivel más alto posible, todos los cuales hacen posible el trabajo científico de alto nivel, constituyen un patrimonio fundamental de la “Nueva Universidad”. 87 En este documento y como una aproximación gruesa, “local” se interpreta básicamente como “municipal”, en tanto que nuestra discusión se refiere a las SUM. Está claro que “local”, “territorial” pueden designar realidades espaciales muy diversas y que la proyección de las SUM no se reduce al nivel municipal.

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estudios universitarios de los jóvenes cubanos, con notables implicaciones para los propósitos de justicia y equidad social que caracterizan nuestro proyecto social. La Nueva Universidad integra, como recurso fundamental para su desarrollo, a las sedes centrales de las universidades con sus tradicionales estructuras y actividades de formación e investigación: carreras, centros de investigación y estudios, programas de maestría y doctorado, así como las tradiciones y capacidad de gestión formadas durante décadas o centurias. Todo ello es fundamental en la nueva etapa, aunque probablemente, la inscripción en esa nueva totalidad que denominamos “Nueva Universidad”, también genere cambios en esas estructuras y procesos afirmados por la tradición. El concepto de “Nueva Universidad” debe considerarse una idea en proceso de construcción. En primer lugar porque al formar parte de las transformaciones revolucionarias en curso, sistemáticamente incorpora nuevas dimensiones. Sería prematuro atribuirle el carácter de paradigma constituido. Nos parece más bien una “idea fuerza” que acompaña las profundas transformaciones que están teniendo lugar en el sistema de educación superior. En segundo lugar porque aún dentro de los límites que hoy le atribuimos a la “Nueva Universidad”, quedan muchos aspectos por comprender y proyectar suficientemente, entre ellos el tema que aquí nos interesa: la gestión del conocimiento en el contexto local. El proceso de “Universalización de la Educación Superior” que transcurre en el último lustro ha conducido a que muchas de las instituciones de educación superior han creado sedes universitarias en los 169 municipios del país. Existen 3150 sedes88. Tal proceso ha permitido el acceso de 620 mil estudiantes a la educación superior, lo que representa algo más del 58, 26% (el promedio latinoamericano es el 20%) de los jóvenes con edades entre 18 y 25 años que estudian en 46 carreras universitarias. Esto significa que tres de cada 100 habitantes estudian en las universidades. De ellos algo más de 460 mil estudian en las sedes municipales. El 64% de los estudiantes son mujeres y el 36% hombres. Mientras en las sedes centrales de las universidades laboran 32 mil docentes a dedicación exclusiva, en las SUM lo hacen alrededor de 84 mil profesores con régimen de dedicación parcial. Son personas que en su mayoría realizan otros trabajos profesionales (como ingenieros, economistas, contadores, psicólogos, entre otros) y se han incorporado a la docencia superior con el caudal de experiencias que su inserción laboral les aporta. Las SUM nacieron básicamente para garantizar la continuidad de estudios de una masa importante de jóvenes que no estaban ingresando a la educación superior, según los mecanismos de ingreso que estuvieron vigentes durante las dos últimas décadas. Con esto, las SUM cumplen una importante función en la formación profesional de los

88 De ellas 340 están vinculadas al Ministerio de Educación Superior, 2361 al ministerio de Salud Pública, 209 al Ministerio de Educación y 240 al Instituto Nacional de Educación Física, Deporte y Recreación. En ellas enseñan 96 500 docentes. Del total de sedes, 676 se consideran SUM. De ellas, 169 son del MES (comunicación personal del Doctor Dimas Hernández, octubre de 2006).

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estudiantes. Es lo que explica que Cuba tenga hoy una tasa de matrícula de jóvenes como la mencionada. Sin embargo, las SUM han nacido bajo una concepción aún más ambiciosa. La idea es que ellas deben cumplir las mismas funciones esenciales atribuidas al modelo de universidad que durante décadas el país ha venido construyendo. Esas funciones son: formación profesional, educación de posgrado, investigación científica y extensión. En otras palabras, las SUM no se conciben solo como un escenario para cursar carreras en el nivel de licenciatura o semejante, sino que su capacidad para producir, difundir y aplicar conocimientos, debe extenderse a las restantes funciones mencionadas. Es obvio que esta concepción, llamémosle amplia, de las funciones de las SUM, plantea numerosos problemas conceptuales y prácticos. Sin embargo, esa concepción amplia es la única verdaderamente consecuente con el propósito mayor de universalizar la educación superior dentro de un concepto de calidad equivalente en todas las instituciones del sistema, incluidas las SUM. De modo que las SUM se orientan a realizar el conjunto de las funciones mencionadas. La manera en que dichas funciones deben ser cumplidas en las SUM y cómo ellas deben ser pensadas para que contribuyan al desarrollo local, es un asunto que requiere de políticas que descansen en reflexiones argumentadas. Eso es lo que intentamos en este documento. La idea fuerza fundamental encarnada en la noción de “Nueva Universidad” está fuertemente asociada a la posibilidad de generar sólidos nexos e interrelaciones entre las instituciones de educación superior (vía SUM) y las localidades. Es muy importante comenzar por comprender la importancia estratégica potencial que para el desarrollo local tiene la creación de las SUM. La universalización en curso dota a los municipios de instituciones universitarias antes inexistentes. Surge así la “universidad del municipio” que aglutina una parte significativa de las personas más calificadas en cada localidad. Esas personas tienen conocimientos, poseen contactos con personas e instituciones que poseen conocimientos, tecnologías y conocen o pueden investigar y conocer los problemas de las localidades donde actúan. Adelantando un poco diremos que las personas y las instituciones, a través de redes formales e informales pueden tejer redes y propiciar flujos de conocimientos (Casas, 2003) que sirvan para atender los diversos problemas sociales, culturales, económicos de la localidad89. Dicho en breve, la “Nueva Universidad”, ofrece oportunidades inéditas de poner los conocimientos al servicio de la solución de los problemas locales, creando un nuevo actor colectivo, potencialmente volcado a la innovación, capaz de favorecer la creación de competencias para la asimilación/creación de tecnologías y saberes de

89 El concepto de flujos de conocimiento se refiere a que las organizaciones no innovan aisladas sino que interactúan con otras para incrementar, desarrollar, intercambiar conocimientos, información y otros recursos. La OCDE ha desarrollado indicadores para medir los flujos de conocimiento (OCDE, 1997).

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significación social, siempre en vínculo con los restantes actores del desarrollo local (políticos, administrativos, educativos, económicos, socioculturales). Hasta hoy la participación de los CES del MES en los Programas Científico-Técnicos Territoriales es relativamente modesta. Otros ministerios como el de la industria azucarera o el de la agricultura tienen mayor participación90. Con la creación de las SUM, y dentro de esta concepción de gestión local del conocimiento, la contribución del MES a los Programas Ramales debe multiplicarse. Las SUM, convertidas en escenarios clave de la “Nueva Universidad”, constituyen un eje local aglutinador de capital humano e innovativo de la localidad. Buena parte de los profesionales, todo un potencial multidisciplinario propio del entorno local, están vinculados a las SUM. Esos profesionales, como trabajadores de diversos sectores, están habitualmente dispersos. Sin embargo, en la SUM están aglutinados. Ese potencial local está enlazado de diversos modos con agentes regionales, sectoriales, provinciales y nacionales, lo que permite construir redes que canalicen los conocimientos, las tecnologías, capaces de atender las necesidades sociales de los territorios. De ahí que podemos sugerir que las SUM constituyen la innovación institucional que abre nuevas posibilidades de contar con instituciones dinamizadoras de la gestión del conocimiento, la investigación, el desarrollo y la innovación en los territorios.

De modo que, en resumen, tenemos una nueva institucionalidad de la educación superior que puede asumir en mayor medida la problemática local y la función que se atribuye a la universidad en la localidad es plural, no reductible a la formación profesional dentro de ciertos perfiles. Es este el contexto donde se plantea el asunto conceptual que nos interesa tratar aquí. Intentaremos argumentar que la “Nueva Universidad” puede se un actor importante de la gestión del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación capaz de ofrecer nuevas oportunidades a los procesos de apropiación social del conocimiento que el desarrollo social, integral, reclama. Desarrollo Social, Apropiación Social del Conocimiento y Sociedad del Aprendizaje. En las circunstancias contemporáneas, el desarrollo social es fuertemente dependiente del conocimiento. De ahí que podamos hablar de la necesidad de avanzar hacia el “desarrollo social basado en el conocimiento”. Esbocemos brevemente el contenido de este concepto. Entre los importantes rasgos del desarrollo social a considerar están:

90 Información presentada por la profesora Blanca Morejón en el Taller Nacional sobre Gestión del Conocimiento en la Nueva Universidad, 27 de junio al 1 de julio de 2005.

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• El crecimiento de la producción, de la economía, enfatizando que la dinámica tecnoproductiva y económica debe basarse cada vez más en el conocimiento y la innovación.

• Equidad • Justicia social • Sostenibilidad ambiental • Las personas, los seres humanos, la mejoría de su calidad de vida, como

principal objetivo de las transformaciones.

La expresión “basado en el conocimiento” enfatiza que el alcance de esas metas debe apoyarse fuertemente en el conocimiento cuyos impactos deben favorecer el crecimiento económico, la producción de alimentos, la protección de la salud, la calidad de la educación, la participación popular en tareas de gobierno, el cuidado de los hijos, el cuidado del medio ambiente y muchas cosas más.

Observemos que en esta concepción, todos los conocimientos pueden ser útiles para el desarrollo. Importan los conocimientos científicos y tecnológicos, las ciencias sociales, las humanidades, es decir, el saber humano íntegro. Lo importante es que la población se apropie de esos saberes y pueda emplearlos fructíferamente en las más diversas tareas de interés social y personal. Para ello la sociedad debe comportarse como una “sociedad del aprendizaje”, aquella sociedad aquella que ofrece oportunidades para aprender y para poner en práctica lo aprendido en la solución de problemas a una gran parte de la población y si es posible, a todos. El aprendizaje social permite que la sociedad no solo se beneficie como “paciente” de los aportes del conocimiento, sino también que la sociedad, la comunidad, se comporta como “agente” del conocimiento. Esa participación activa de la población es el que permite un amplio proceso de apropiación social del conocimiento. Entendemos por tal: a) el proceso mediante el cual, la gente, el pueblo, accede a los beneficios del conocimiento, con frecuencia encarnado en bienes y servicios de gran interés social. Para ello es imprescindible que las trayectorias técnicas, científicas, los procesos de producción/asimilación de conocimientos, estén orientados básicamente a atender necesidades sociales. b) al proceso mediante el cual la gente participa de actividades de producción, transferencia, evaluación, adaptación, aplicación de conocimientos. c) la extensión de una cultura científica, tecnológica y humanista entendida como la capacidad social de usar los conocimientos en la toma de decisiones personales y sociales. Tal proceso de apropiación convierte al conocimiento en socialmente relevante, contribuyendo al alcance de metas sociales deseables. Desde luego que la apropiación

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social del conocimiento puede y debe tener impactos económicos y productivos. Pero también la educación y el conocimiento, pueden ser fuente de autoestima en las personas, pueden contribuir al desarrollo de la personalidad y la felicidad de los seres humanos. Pueden ser recursos esenciales para promover la auténtica democracia y niveles muy superiores de integración y participación social. La educación y el conocimiento pueden ser fuentes de cultura, justicia, equidad y solidaridad, entre otros beneficios. Como mencionamos antes, la sociedad que se encamine por los derroteros del desarrollo social basado en el conocimiento debe actuar como una “sociedad del aprendizaje”, donde la educación de todos, no de algunos, se conciba como educación continua o educación para toda la vida. Ello enfatiza el papel de la Nueva Universidad91. Acerca de los modelos Universidad-Sociedad92 En las últimas décadas asistimos al surgimiento de un conjunto de teorizaciones que intentan dar cuenta de los cambios que se están produciendo en las sociedades, sobre todo industrializadas, con relación a los procesos sociales que permiten producir/asimilar/difundir/aplicar conocimientos y el papel que en ellos corresponde a las universidades. A través del comentario de sus contenidos, será posible formarnos una opinión sobre el tema que tratamos en este documento. Una de esas teorías es la llamada teoría del “modo 2” de producción de conocimientos que se postula como modo emergente y que se diferencia del “modo 1” propio del mundo académico tradicional (Gibbons, 1994). La formulación sobre el “modo 2” es el resultado del estudio de los cambios operados en la relación Ciencia-Sociedad, fundamentalmente en Estados Unidos, Europa, Japón y otros países industrializados. El”modo 2” subraya algunas mutaciones fundamentales: 1) El conocimiento pasa a ser producido en el “contexto de su aplicación”. A diferencia

de lo que sugerían los modelos ofertistas tradicionales, ahora el conocimiento, en su mayoría, se produce orientado a su aplicación. La innovación aparece como clave.

91 Desde luego que aquí hablamos de cualquier nivel de formación, sea o no posgraduada. Si pensamos en el posgrado es evidente que están apareciendo procesos nuevos que requieren mucha atención. Es el caso, por ejemplo, de los procesos de formación dirigidos ahora a un claustro universitario muy crecido en número. En la etapa anterior la orientación del claustro al doctorado constituyó una excelente divisa de trabajo que permitió avances. Ahora la realidad es más diversa y compleja: dar superación de calidad a una masa tan numerosa es como mínimo un gran desafío. Otro desafío lo plantean los programas académicos de amplio acceso. Hay que garantizar que los trabajos de investigación, innovación, creación artística u otros vinculados a maestrías y especialidades se hagan conforme a estándares académicos satisfactorios. Sabemos que estos no siempre se logran, incluso en los programas tradicionales. Los que llevamos muchos años empeñados en tareas de formación conocemos que el rigor académico no se reproduce espontáneamente. Todos trabajamos con la convicción de que no bajaremos la guardia en materia de calidad, pero debemos tomar conciencia que el nuevo escenario plantea no pocos desafíos al respecto. 92 Esta parte del texto se apoya especialmente en Castro, 2003; Núñez y Castro, 2005.

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2) El nuevo modelo rompe también con la idea del monopolio cognitivo por parte de unas u otras instituciones, por ejemplo las universidades (aunque se reconoce su importancia) y asume que el conocimiento esta socialmente distribuido, lo que conduce a la necesidad de trabajar en redes, las que incluyen instituciones académicas y no académicas.

3) Desde este modelo es posible también apreciar la importancia del compromiso compartido, el papel de los valores y las intencionalidades sociales en la producción del conocimiento.

4) La interdisciplinariedad aparece como el estilo de trabajo científico apropiado para trabajar en el contexto de aplicación.

5) Como resultado de todo ello, los criterios de calidad del trabajo que tradicionalmente hemos llamado científico, también están cambiando.

Sin duda en nuestra sociedad y en las propias universidades encontramos síntomas de la emergencia de este “modo 2” y sus tensiones con el “modo1”. Otra teoría o modelo es la concepción sobre los Sistemas Nacionales de Innovación (SNIs)93 que intenta describir e interpretar las transformaciones tecnoeconómicas que se inician en la década de 1970s en los principales países industrializados y que marcaron el paso de economías predominantemente extensivas a economías predominantemente intensivas, fuertemente apoyadas en el conocimiento y la innovación. Así, la concepción de SNIs se refiere al proceso de cambio desde modelos lineales de innovación, hacia formas múltiples de innovación (radicales, incrementales, menores) diseñadas y ejecutadas con una amplia interacción de actores94. Como esos cambios transcurren con bastante simultaneidad en países de contextos socioeconómicos y culturales diferentes (por ejemplo, pensemos en los casos de Estados Unidos, Alemania y Noruega), podemos encontrar más de una tendencia en la concepción sobre SNIs. Una posición ha estado asociada a autores estadounidenses y algunos europeos como Richard R. Nelson, Nathan Rosenberg, entre otros, quienes centran su atención en procesos innovativos sustentados en potencialidades tecnocientíficas (protagonismo para las innovaciones radicales) y en el papel de las instituciones que las generan. Por otra parte, tenemos la variante asociada a naciones europeas de la región escandinava, cuyos principales representantes (por ejemplo: Bengt-Åke Lundvall, Charles Edquist y Anna Johnson) han destacado la relevancia socioeconómica de la innovación mediante procesos de aprendizaje, aún cuando no tenga un importante peso la potencialidad tecnocientífica de las investigaciones estratégicas sino la experticia diaria que también incrementa el conocimiento técnico y ofrece ideas para la solución de problemas. No es casual que las definiciones de SNIs insistan en estos aspectos de participación, interactividad y observación de las tradiciones en los procesos de innovación. Según 93 El empleo inicial del concepto se relaciona con C. Freeman y sus estudios sobre Japón: Tecchnology policy and economic perfomance. Lessons from Japan (1987). 94 Entre los más reconocidos: empresas, universidades, institutos públicos de investigación, centros de gestión de la información, agencias gubernamentales, usuarios, etc).

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Lundvall (2000: 41), “un sistema de innovación está constituido por los elementos y las relaciones que interactúan en la producción, difusión y empleo de un nuevo, y económicamente útil, conocimiento y que un sistema nacional acompasa, localizándolas o enraizándolas dentro de las fronteras del estado nación”. Otra formulación: “Aquí asumimos la concepción de “sistema de innovación” como un “conjunto constituido por las organizaciones, las instituciones, las interacciones entre distintos actores colectivos y las dinámicas sociales generales que mayor incidencia tienen en las capacidades disponibles para la investigación, el desarrollo experimental, la innovación tecnológica y la difusión de los avances técnico productivos” (Arocena, R y Sutz, J, 2003, p.96). Los elementos que integran un SNIs son básicamente dos: las instituciones (u organizaciones) y las normas (disposiciones, reglas). Respecto a las instituciones, las concepciones sobre SNIs otorga un lugar protagónico a las empresas pero anotando que éstas casi nunca realizan innovaciones en aislamiento sino intercambiando con otras organizaciones y creando redes de conocimientos. La universidad es una de las más importantes organizaciones en el desarrollo de tales flujos y se acepta su papel como fuente de actividad innovativa en la sociedad. Las normas, disposiciones y reglas también juegan un importante papel y las mismas abarcan desde los grandes fines y metas plasmadas en los documentos de políticas y accionadas con la intervención de los gobiernos hasta las rutinas que guían diariamente la producción, la distribución y el consumo (Lundvall, 2000). En una etapa más reciente de los desarrollos teóricos acerca de los SNIs, se viene adoptando una perspectiva más flexible en lo referido a los niveles en que están operando los sistemas de innovación, cuyo alcance muchas veces no es el país, sino la región, la localidad, e incluso un sector (Kaiser y Prange, 2004). Esto constituye una respuesta inevitable a las complejidades de los procesos tecnoeconómicos actuales, transcurriendo a un mismo tiempo en ámbitos económicos que van desde lo global hasta lo local. Gran difusión ha tenido también el modelo de la Triple Hélice, idea originalmente planteada por Henry Etzkowitz y Loet Leydesdorff (1997). Este modelo es parte del proceso intelectual orientado a captar la evolución de las relaciones universidad-sociedad, en un momento de “segunda revolución académica”95 caracterizado por la mayor intervención de la universidad en los procesos económicos y sociales y la aparición de fenómenos nuevos como la “capitalización del conocimiento” y la “universidad empresarial” (también se utiliza “universidad emprensdedora”). En el plano conceptual, Triple Hélice se concentra en las relaciones (transiciones) y hasta las transmutaciones (intercambio de roles) que pueden ocurrir en las relaciones universidad- industria- gobierno. Los autores han introducido en el modelo cuatro procesos inmersos en el movimiento en espiral de las tres hélices. Estos son: 1) las transformaciones en cada hélice (universidad, industria y gobierno en sí mismos); 2) las transformaciones que ocurren por la influencia de una hélice sobre otra (por ejemplo las

95 Mediante este concepto los autores distinguen el momento de transformaciones actuales en la universidad de aquel otro que siguió a la incorporación de la investigación como función acompañante de la enseñanza, y que se identificó como Primera Revolución Académica.

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incidencias de la industria en la universidad y viceversa); 3) el surgimiento de un tipo sui géneris de institución reticular o capa (overlay) abarcadora de las relaciones trilaterales, las transiciones y hasta transmutaciones de las instituciones (por ejemplo la universidad realizando actividad empresarial); y 4) las transformaciones en cada institución por los efectos sobre éstas del movimiento en red caracterizado con el proceso anterior y que los autores denominan “efecto recursivo” (Etzkowitz y Leydesdorff, 1997). Como se puede entender de lo anterior, el vínculo universidad-industria-gobierno expresa una interacción extendida que puede tener efectos no sólo económicos sino también políticos y sociales. No obstante, al menos en sus primeras formulaciones96, el modelo de Triple Hélice presta especial atención al valor económico-comercial del conocimiento, su privatización mediante legislaciones y prácticas sobre patentes y protección de la propiedad intelectual, la adopción del secreto tecnocientífico en las instituciones universitarias, los movimientos en espiral de la transferencia de tecnologías, la formación de firmas con o por la universidad y la adopción por muchos académicos de funciones como empresarios “para encontrar dos metas simultáneamente: la búsqueda de la verdad y la realización de ganancias”(Etzkowitz, 1998: 824). El concepto “capitalización del conocimiento” caracteriza las posibilidades y facultades que van adquiriendo las universidades para dar máxima realización económica y comercial a los productos de su investigación y, a la par, alcanzar niveles elevados de ingresos que pueden ser reinvertidos en el propio proceso investigativo o destinados a otras actividades por los colectivos de investigación o las instituciones97. Ese avance de la actividad económico- comercial ha ido generando cambios de orden organizacional y axiológico en las instituciones universitarias en que está más extendida. En el aspecto organizacional lo más importante ha sido la creación de oficinas y empresas (por ejemplo oficinas de transferencia de tecnologías, incubadoras de empresas, etc.), la ampliación gradual de parques industriales en torno a las universidades, el desarrollo incrementado de negocios y el aumento de ingresos en colectivos e individuos. En el aspecto axiológico se observan cambios en intereses y valores de investigadores, los cuales ahora han incorporado objetivos y actividades relacionadas con la capitalización del conocimiento con tanta o más fuerza que valores tradicionales como el interés de publicación, el deseo de máxima aceptación colectiva por sus avances intelectuales y el ansia de discusión pública de los resultados científicos. Estos cambios son propios de la “universidad empresarial”. De ningún modo los modelos considerados son los únicos posibles. Lo que puede decirse con bastante certeza es que hoy en día los términos generales del debate subrayan la idea de que las sociedades deben construir y expandir un sector productor de conocimientos 96 Formulaciones más recientes prestan mayor atención a la dimensión social (Etzkowitz, Carvalho de Mello, Almeida, 2005): 97 Existe una variedad de formas en las relaciones universidad-empresa y transferencia de conocimientos y tecnologías. Las trayectorias de esos dos procesos han tendido, en los últimos años, hacia formas en que las universidades (los investigadores) van tomando la iniciativa de crear empresas propias relacionadas con el auge innovativo en un determinado campo y, por tanto, asumen el control principal del proceso de comercialización aún cuando en los programas de investigación (innovación) haya participación de instituciones industriales y/o del gobierno.

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que considere como complementarios y articulados los esfuerzos de las diferentes instituciones que producen, difunden, aplican y utilizan conocimientos. Esa íntima articulación parece imprescindible para el desarrollo social basado en el conocimiento. Al comentar este debate desde la perspectiva de América latina, Axel Didriksson (2006) ha denominado universidad de innovación con pertinencia social98 al modelo deseado, el cual a su juicio es asimilable al concepto de “Universidad Emprendedora”, denominación que utiliza Burton Clark (1998). Por tal Universidad Emprendedora se entiende una universidad involucrada en el desarrollo social no solo por su capacidad de formar personas y producir conocimientos, funciones clásicas de las universidades, sino a través de la creación tecnológica, la innovación, el vínculo estrecho con las empresas, cooperativas y demás organizaciones. Los emprendimientos no son solo cognitivos sino que tienen impacto en las organizaciones. Del abundante material reflexivo disponible, centrado básicamente en la experiencia de los países del “Norte”, es posible recuperar varios sentidos importantes contenidos en ellas. Veamos cuáles. 1) Es correcta la defensa que la concepción sobre SNIs hace de los espacios nacionales, regionales y locales para el desarrollo de Sistemas de Innovación. El contexto local y nacional es muy importante. Es justamente esa dimensión local de la innovación la que la Nueva Universidad puede potenciar. Las universidades cubanas han sido siempre fundamentales en el despliegue de la ciencia nacional. 2) En todos los modelos se asume un concepto amplio de innovación que abarca procesos de mayor y de menor radicalidad en cuanto a su novedad, así como en productos y procesos. Por tanto, se puede innovar con una línea nueva de resultados (ciencia estratégica), con el mejoramiento incremental de productos y procesos, y también con el cambio o perfeccionamiento de las instituciones (organizaciones) en la sociedad. Toda esta variedad de actividad innovativa es inherente a las universidades en el propósito de alcanzar una pertinencia más integral en correspondencia a su esencia sociocultural y a la variedad de problemas que caracterizan al contexto social y/o comunitario al que responden. Más adelante nosotros formularemos una idea de innovación aún más abarcadora. 3) Los diferentes modelos enfatizan el carácter interdependiente (no lineal) de los procesos innovativos. El carácter interdependiente de la innovación, su desarrollo a través del constante intercambio, marcan cada vez más la dinámica económica, social y cultural en nuestros días. Como muestra Triple Hélice, ese es un camino ascendente de imbricación y hasta transmutación institucional. La universidad se integra cada vez más a este tipo de entornos que se favorecen con el trabajo en redes y la formación de alianzas 98 Algunas universidades brasileras, por ejemplo, la UFRJ y la PUC-Río no solo desarrollan un relativamente fuerte movimiento de incubadoras de empresas, en el sentido más tradicional, sino también incubadoras culturales, incubadoras de cooperativas sociales, incubadoras sociales de comunidades, entre otras. En muchos casos esos esfuerzos involucran el conocimiento universitario en el apoyo a sectores sociales carentes. Esto ha llevado a hablar de la emergencia de la “meta innovación” (Etzkowitz, Mello y Almeida, 2005).

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estratégicas. Observar la interdependencia implica la selección constante del actor similar o diferente con quien se interpretará, enfrentará y resolverá o viabilizará el problema- proceso innovativo. 4) Sobre todo el enfoque sobre SNIs coloca el aprendizaje como un factor clave de la innovación. Esto apunta a la importancia de la continuidad de acciones que aseguren la asimilación de las habilidades inherentes al comportamiento innovativo. Las universidades tienen a su favor el poderoso recurso de la educación continua para formar y renovar esas habilidades. Por esto, las actividades de extensión, capacitación, pregrado y postgrado, se convierten en vehículos importantes de las actividades de ciencia e innovación. 5) El concepto Modo 2 también ayuda a comprender rasgos de la actividad científica e innovativa de las universidades. El trabajo interdisciplinario, la cooperación interinstitucional, en redes; el compromiso compartido, las interacciones, y las nuevas modalidades de gestión y control de la calidad, aparecen como imperativos en la relación universidad- sociedad. Observemos que todos esos modelos son diferentes al llamado “modelo ofertista” (relacionado con el “modelo lineal de innovación”), centrado más en la calidad de la oferta de conocimientos por las universidades que en las demandas sociales que eventualmente el conocimiento debe satisfacer. Tal modelo ha sido superado (lo cual no significa negar su valor relativo, dentro de ciertos límites) en la mayoría de los países, sobre todo industrializados, en tanto como hemos comentado, a las universidades se les exige hoy, además de las formas más clásicas de investigación, una mayor y más directa participación en la generación de tecnologías, la innovación y el desarrollo social en sentido más amplio. A pesar de la recuperación de sentidos que hemos intentado más arriba, la experiencia cubana tiene particularidades que probablemente no aconsejan asimilarla a ninguno de los modelos anteriores. Esa singularidad de la universidad cubana es, sobre todo, producto de las profundas transformaciones sociales revolucionarias ocurridas en las últimas cinco décadas, de las cuales la universidad ha sido un actor comprometido. Del modelo interactivo al modelo contexto-céntrico A nuestro juicio, el modelo de investigación que intentó construir la universidad cubana, desde los tiempos de la Reforma Universitaria de 1962-y aún antes, puede considerarse un “modelo interactivo”, muy atento a las necesidades sociales (Núñez y Castro, 2005) y altamente comprometido con el desarrollo social99. Dos constataciones ilustran lo anterior: 1) Las carreras universitarias, los estudios de posgrado, las actividades extensionistas, las agendas de investigación han sido siempre desarrolladas en la interacción Universidad-

99 Este tema se aborda en el ensayo de Jorge Núñez: La Política Científica y Tecnológica en la Universidad de la Habana (1962-1975), en proceso de elaboración.

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Sociedad. Ello se refleja, por ejemplo, en el concepto de calidad asumido por nuestras instituciones. Ese concepto asume la pertinencia social, junto a la excelencia académica, como aspectos clave. Esa idea que primero se formuló explícitamente para el posgrado100 se ha convertido en un sentido común compartido por los actores universitarios, lo que refleja la convicción de que el compromiso con el desarrollo social es definitorio en nuestras prácticas universitarias. 2) En materia de investigación, sobre a partir de la década de los ochenta se realizó un esfuerzo especial por trabajar a “ciclo completo”, es decir, cerrar el ciclo que enlaza la investigación y la utilización-incluso la comercialización- de los resultados, procurando un mayor impacto económico y social. De modo que para el caso cubano, y aludiendo a un proceso histórico que abarca algo más de cuatro décadas, preferimos hablar del proceso de construcción de un “modelo interactivo” universidad-sociedad, que coloca la pertinencia social del conocimiento como un valor fundamental de nuestras universidades. Sin embargo, por razones muy comprensibles, la posibilidad de nuestras instituciones de conocimiento, casi siempre situadas en las capitales de provincias (y al menos en el caso de las mayores universidades con una presencia relativamente fuerte en programas nacionales de investigación) de captar la singularidad y diversidad de las necesidades locales, muy variadas, ha sido limitada. Eso es lo que cambia radicalmente con las SUM. Para las SUM lo local es el espacio en el que ella está instalada y con el cual debe construir sus interacciones. Para ellas el contexto local aparece como relevante en la definición de prioridades, en la construcción de redes. Surge así un nuevo modelo semejante a aquel para el cual de Souza (Souza et.al., 2001) ha introducido el concepto de “modelo contexto-céntrico”101. Con esta denominación queremos subrayar que el contexto debe ser la clave en la construcción y orientación social del conocimiento. Pero se quiere decir algo más. La teoría del “modo2” mencionada tiene un fuerte acento económico, con énfasis claramente empresarial. Sin embargo, el contexto no son sólo las empresas y lo que se puede esperar del conocimiento, no son exclusivamente beneficios económicos. Esos beneficios, además, deben alcanzar a las grandes mayorías. Definitivamente, la sociedad es mucho más que mercado. El énfasis empresarial supone también un cierto privilegio a aquellas áreas del saber cuya rentabilidad económica es superior. En nuestro enfoque todos los saberes pueden ser útiles al desarrollo. Se trata de promover una visión amplia de la función social del conocimiento.

100 Fernández, A, Núñez, J. (1997) “La Calidad en la educación de posgrado”, en “Calidad de la educación superior cubana”, (Benítez, F. et al), incluida en el volumen: La Educación Superior en el Siglo XXI. Visión de América Latina y el Caribe, Tomo I, Ediciones CRESALC/ UNESCO, Caracas. 101 Según el autor, “el principal atributo del modo emergente es la generación de conocimiento en el contexto de su aplicación e implicaciones, de lo que resultan sus otras características: esfuerzo transdisciplinario, inclusión de la participación de la diversidad de actores y organizaciones del contexto, conocimiento socialmente apropiado en el proceso de su generación, alto contenido ético derivado de su reflexividad y compromiso sociales y control social ampliado sobre la calidad del conocimiento generado y sobre la validez de sus impactos.” (Souza et.al. 2001)

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Dentro del modelo de “Nueva Universidad”, las SUM parecen prefigurarse como un actor que, dentro de un conjunto de actividades epistémicas, incluida la investigación, privilegie la generación y transferencia de tecnologías102 y saberes, los evalúe, adapte y utilice eficientemente en función del desarrollo social. No está de más decir que esa actividad que se orienta a conectar conocimiento y necesidades sociales, es una labor altamente creativa que sólo pueden desarrollar personas con la debida formación como para actuar como agentes del conocimiento y el desarrollo científico y tecnológico local. El desarrollo local necesita mucho de ese tipo de actores. La misión epistémica preferente de las SUM, operando dentro de un modelo contexto céntrico, residirá más bien en actuar como agentes locales, dinamizadores, capaces de identificar problemas y colaborar en la gestión del conocimiento que facilitará su solución. Se trata de una importante contribución a un desarrollo local basado en el conocimiento. Redes, actores, interacciones. Todos los modelos contemporáneos comentados insisten en la necesidad de trabajar en redes; la clave esta en las “redes de actores”, entendidas como “redes de conocimiento”. Las SUM, como se dijo más arriba, requieren, para cumplir su misión, actuar dentro de redes. Es importante referirnos a los componentes de esas redes. Los actores involucrados son diversos: universidades, centros de investigación, administración local, empresarios, actores políticos, organizaciones profesionales y sociales, movimientos sociales del tipo del Forum, representantes locales de los ministerios, entre otros. Cada uno de esos actores tiene diferente función dentro de la red, pero todos son importantes. A las palabras clave “actor (“actor colectivo”, podría decirse) y “red”, hay que sumar con mucho destaque la de “interacciones”. Esas redes de actores de conocimiento, situadas en un determinado contexto, al interactuar y desarrolla procesos de aprendizaje recíproco, constituyen los espacios locales de conocimiento103. Esos espacios locales generan ambientes favorables para el desarrollo de procesos de innovación.

102 Para la gestión del conocimiento en las SUM es muy importante que asumamos una perspectiva amplia de la tecnología, incluyendo no sólo tecnologías físicas (equipos, aparatos), sino también las llamadas tecnologías sociales (metodologías, procedimientos, formas gerenciales, cambios en la organización productiva, social, etc.). El desarrollo social, en particular dentro de un modelo socialista, requiere una muy cuidadosa selección de tales tecnologías, de modo que ellas sean capaces de movilizar la inteligencia y la solidaridad (Varsavsky, 1994). En el enriquecimiento de la idea de innovación, se utiliza la expresión “tecnologías sociales” en un sentido diferente del anterior: como conjunto de técnicas y metodologías transformadoras, desenvueltas y/o aplicadas en interacción con la población y apropiados por ella, que representan soluciones para la inclusión social y la mejoría de las condiciones de vida. Para leer sobre tecnología social: http://www.itsbrasil.org.br 103 En Casas (2003) se introduce el concepto de espacios regionales de innovación, cuyo antecedente son los “ambientes regionales de innovación”. Aquí nosotros preferimos el apuntado.

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Lo esencial no está en que tengamos diferentes actores sino en la calidad e intensidad de sus interacciones. Las redes locales (conectadas a las regionales, nacionales e internacionales) constituyen sistemas de interacciones estructuradas que involucran actores relevantes para la producción y utilización del conocimiento. Si la actividad de nuestras SUM, de sus cuadros y profesores, pudiera realizar una contribución efectiva a la construcción de esas redes y a su funcionamiento de cara a las necesidades sociales, el aporte de las SUM sería extraordinario104. Entre los actores del desarrollo local destacan las instituciones políticas y de gobierno. La dimensión política es fundamental para la gestión del conocimiento. Ha ocurrido, sobre todo en aquellos contextos donde ha dominado una racionalidad economicista y de corto plazo, que la política científica, entendida como proyectos y estrategias científicas y tecnológicas de largo aliento, articuladas a estrategias sociales más amplias, ha sido desplazada por la gestión, vista como una actividad a más corto plazo y con un enfoque más “micro”, que involucra empresas, universidades, etc. y se orienta a obtener un cierto resultado. En lugar de esto, parece conveniente restablecer la primacía de la política. Ella es la que puede realmente marcar el rumbo, los fines, mientras que la gestión proporciona los medios que nos ayudan a alcanzar esos fines. Sin política, la gestión es ciega y no discute rumbos; sin gestión la política deviene retórica, ha dicho Albornoz (1997). De modo que cuando hablamos de gestión del conocimiento, debemos entender que esa gestión se define dentro de una política del conocimiento que no es otra cosa que una dimensión de la estrategia global de desarrollo de un territorio. Al restablecer la primacía de la política, asumimos que el Gobierno y las instituciones políticas juegan un papel fundamental en la política del conocimiento y a través de ella, en la gestión del conocimiento. Sobre la Gestión del conocimiento105 y la Innovación. En este documento hablamos con más frecuencia de conocimiento y de gestión el conocimiento; en menor medida hablamos de ciencia, investigación-desarrollo u otros términos. Sin duda el concepto de conocimiento es más abarcador como se detalla más 104 Las investigaciones en el Programa Ramal deberán entre otras cosas estudiar las redes de conocimiento que propicien la gestión del conocimiento y la innovación. Existen enfoques e instrumentos empíricos que permiten esos estudios (Casas, 2003 y Luna, 2003). Algunas preguntas de interés son: ¿quiénes son los actores y cuál es su papel?, ¿por qué se origina, desarrolla y desaparece una red?, ¿cuáles son los mecanismos de coordinación?, ¿qué clase de recursos se intercambian y cuáles son los resultados obtenidos?, ¿Cómo influyen las capacidades de los actores en la construcción, dinámica y contenido de una red? 105 Es conveniente no confundir conocimiento con información. Según Luna (2003), la información está disponible a nivel mundial, es la información genérica sobre los productos y mercados, por lo que sus fuentes son las publicaciones y el Internet. El conocimiento se refiere a algo específico acerca de un componente o la manera de mejorar un producto o un proceso, es intangible y se transmite en el contacto entre personas (p.28). Según Lam ( 2002), conocimiento se refiere a como capacidad cognitiva, como capacidad de realizar actividades intelectuales o manuales,

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adelante. Seguramente las SUM pueden y deben hacer investigación con alguna pretensión de originalidad. Ellas pueden servir para identificar y buscar respuestas a problemas locales y también relativos a la propia gestión de las SUM. El cuerpo docente de las SUM y los alumnos pueden aportar mucho a ese propósito. De ahí puede salir alguna tesis de grado o postgrado. Hay muchos problemas cotidianos cuya solución se puede beneficiar de las investigaciones, cuanto más orientadas a fines prácticos, mejor. Pero las acciones a realizar no se refieren exclusivamente a esto. A diferencia de otras acepciones que la expresión “gestión del conocimiento” pueda tener en otros ambientes, por ejemplo empresariales, en el actual contexto de las SUM bien podría entenderse de modo muy sucinto como la capacidad para identificar necesidades de conocimiento asociadas a problemas sociales y evaluarlas; buscar, producir, transferir, diseminar, aplicar conocimientos, tecnologías, que sirvan para atender esas necesidades sociales del más diverso carácter. Tal gestión incorporará, desde luego, las dimensiones de gestión de la información (para lo cual el programa de informatización es fundamental), de tecnologías y de recursos humanos que se le suelen atribuir (Rodríguez, A. 2005). Lo esencial es que el conocimiento pueda ser puesto en función del desarrollo local. De igual modo, la innovación puede ser entendida en sentido muy amplio, con muy diferentes niveles de radicalidad o novedad, abarcando productos y procesos, cambios organizacionales, institucionales, etc. En cierto sentido aquí la idea de innovación sería asimilable a la de “solución de problemas”; solución práctica y efectiva, con los niveles de generalización que reclame. La gestión del conocimiento para la innovación consiste en gran medida en colaborar en la identificación de problemas locales que requieran del conocimiento para su solución y contribuir a identificar las organizaciones o personas que pueden aportarlo para luego construir los nexos, las redes y los flujos de conocimiento que permitan la asimilación, evaluación, procesamiento y uso de esos conocimientos. Las SUM deben actuar como agentes relevantes en la construcción social del conocimiento y el establecimiento de las conexiones que permitan los flujos de conocimiento. Como vimos, la teoría de los sistemas de innovación (Arocena y Sutz, 2003) concede gran importancia al aprendizaje como factor clave de la innovación. Podemos conjeturar que muchos de los problemas sociales que el conocimiento deberá atender en el nivel local, podrán satisfacerse con la transferencia de conocimientos vía cursos de capacitación u otros. Lage (2005), apoyado en la experiencia práctica del desarrollo local en el municipio de Yaguajay, ha resumido los aspectos que la gestión del conocimiento reclama a través de: a) identificación de los actores; b) construcción de redes; c) construir conectividad; d) estimular y organizar interacciones; e) crear en las empresas capacidad de asimilar conocimientos, tecnologías; f) armar “ciclos cerrados” a través la dirección por proyectos; g) implementar la capacitación para toda la vida; h) seleccionar, capacitar y

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evaluar los cuadros; i) Construir infraestructura (informatización entre otras exigencias); j) Construir y evaluar indicadores. Los retos de la gestión local del conocimiento La literatura contemporánea sobre temas de innovación insiste en que las regiones (cualesquiera sean éstas Municipios, provincias, territorios, etc.) no deben ser concebidas como huéspedes pasivos de la innovación, en el entendido de que a lo sumo aportan ventajas naturales u otras, sino que se les debe comprender como estructuras activas capaces de desarrollar proyectos e innovaciones propias. Esto significa que la problemática local de la producción, uso, difusión y aplicación de conocimientos, requiere atención conceptual y práctica. Aún más, la producción de conocimiento en el nivel local plantea retos de gran interés. El primero es de naturaleza epistemológica. Con frecuencia los problemas a abordar son de carácter complejo y reclaman un abordaje multi o interdisciplinario. Problemas de alimentación, vivienda, salud, violencia familiar u otros en el nivel local, requieren la integración de varias disciplinas en la búsqueda de respuestas. En muchos casos las soluciones están en una combinación inteligente de los conocimientos existentes. El segundo reto consiste en que el conocimiento que se requiere es un conocimiento integrado a la práctica; su búsqueda se genera para solucionar un problema práctico y va al encuentro de él. Buena parte del conocimiento necesario para resolver ese problema, existe y se trata más bien de transferirlo; al hacerlo, la singularidad de las circunstancias locales exigirá buenas dosis de creatividad. Sin embargo, parece claro que el aprendizaje por parte de los actores locales aparece en primer plano dentro de la actividad cognoscitiva que la práctica local reclama. Una pieza clave de esa estrategia lo constituirá el programa de educación continua de los profesionales de la localidad. Y aquí tenemos un tercer desafío a destacar: el nexo entre innovación y aprendizaje. Esta consideración parece acrecentar el papel de las SUM en la estrategia de gestión del conocimiento y la innovación de las localidades. La complejidad epistemológica asociada a lo que hemos llamado modo de producción “contexto-céntrico” de conocimiento la ha resumido Agustín Lage (2005) a través de la caracterización de lo que él llama “conocimiento relevante”, el cual tendría los siguientes rasgos: a) Colectivo (incorporado a las organizaciones); b) Combinatorio (fuentes y disciplinas diversas); c) Concreto (vinculado a las aplicaciones); d) Local; e) Tácito (frecuentemente no estructurado). En efecto, esta síntesis ilumina bastante bien el tipo de conocimiento que deberán gestionar las SUM para atender los problemas del territorio. También ayuda a comprender la problemática epistemológica la tipología de Lundvall (2000a). Los conocimientos útiles para el desarrollo han sido resumidos por él a través de unas pocas palabras: know what, (alude al manejo de información), know how (saber cómo, más bien de carácter tecnológico, a veces tácito), know why (se refiere al conocimiento científico, codificado, frecuentemente sistemático y el know who. Este

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último es decisivo para la función que las SUM deben desarrollar. Se trata del conocimiento que los individuos y las instituciones acumulan acerca de las personas que poseen conocimientos que pueden ser útiles en un momento dado, para la solución de un determinado problema. No solo es importante tener conocimientos científicos, técnicos para resolver con la propia capacidad un problema dado, es preciso “saber quién sabe” y acudir a esa fuente. Esa capacidad es esencial para el desarrollo. Otra distinción importante para nuestro tema es la que se establece entre conocimiento codificado o formal y el tácito. El primero, sea teórico o no, debe ser sistemático para poder ser escrito o guardado. Se encuentra expresado en publicaciones, patentes, artefactos. De algún modo es el conocimiento tácito que llega a codificarse de esas maneras. El conocimiento tácito no está disponible en los textos; reside en las personas o en las organizaciones y la transmisión exige un proceso de aprendizaje continuo por personas y organizaciones (Luna, 2003). Las redes de conocimiento son clave para esto. Destaquemos por último el valor del conocimiento cotidiano apoyado en tradiciones culturales que con frecuencia no son reconocidos en el campo científico, aunque no tienen por que ser considerados anticientíficos. Las SUM pueden jugar un papel importante en la recuperación de esos saberes que son parte de la cultura. Integración y capital social En relación con esa estrategia de gestión del conocimiento, hay que subrayar su carácter integrado. La integración de los actores, sus racionalidades y voluntades, aparece como condición de éxito en la gestión del conocimiento y la innovación al nivel local. Para ello existen hoy diversos mecanismos a los cuales se puede apelar, entre ellos la acción de los Consejos de Administración Municipales y el empleo de la tecnología de Dirección por Objetivos a ese nivel. Las teorías de la innovación insisten en la comunicación y cooperación entre actores, sobre la base de valores compartidos, como factor de éxito. Mecanismos y actores como el Forum de Ciencia y Técnica, la Delegación Municipal del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de otros ministerios, el Consejo Técnico Asesor Municipal, las asociaciones, los centros de investigación del territorio, las empresas, cooperativas, instituciones de salud, entre otros, deberán integrarse para la gestión del conocimiento en el nivel local. Es obvio que en ese conjunto el papel del gobierno local es fundamental. Ya mencionamos antes que los valores compartidos son fundamentales para el desarrollo. Algunos analistas le han llamado “capital social”a ese patrimonio colectivo (Wagle, 2002). En un texto muy citado sobre el tema, se dice: “El capital social se refiere a las características de organización social, tales como la confianza, las normas y redes, que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad mediante la facilitación de las acciones

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coordinadas”(Putnam, Leonard y Nanetti, 1994, p. 212). La confianza “es un componente central del capital social” (ibid, p.216). A juicio de estos autores son las “redes densas de interacción social” las que impulsan la reciprocidad generalizada y sus consecuencias. De modo que el capital social puede ser concebido como un capital relacional, es decir, no pertenece a las personas por separado, sino a las relaciones humanas. Además de la competencia y profesionalidad de los actores, el desarrollo reclama intercambio, cooperación, solidaridad, colectivismo, confianza interpersonal, conciencia ciudadana; dimensiones éticas del desarrollo que pueden ser resumidas en el concepto de capital social. Es importante subrayar la importancia del capital social para el trabajo en redes, las interacciones, la comunicación que la gestión del conocimiento reclama. Los indicadores Los indicadores cumplen al menos dos tipos de importantes funciones. La función descriptiva se orienta a producir información sobre el estado del sistema (por ejemplo, cuántos investigadores existen, número de centros de investigación) y la función valorativa, que juzga ese estado, según un horizonte deseable. De hecho, una agenda de indicadores sugiere una agenda de relevancia. El indicador identifica lo que es importante y desencadena las actuaciones que intentarán alcanzarlo. Los indicadores capaces de dar cuenta de la gestión del conocimiento y la innovación para el desarrollo local requerirán de un trabajo colectivo que excede las posibilidades de este documento. Aquí nos conformaremos con mencionar algunas cuestiones que nos parecen sustantivas. Lo primero es subrayar la cautela que debe conducir la selección de los indicadores. Se acepta de modo generalizado que para evaluar la ciencia, la tecnología y la innovación hacen falta indicadores. De ellos ha habido varias generaciones: los indicadores de insumo de la segunda post guerra, los indicadores de producto referidos básicamente a la oferta científico-tecnológica de los años sesenta y setenta y los indicadores de innovación, de moda en los noventa. También se utilizan hoy bastante, aunque con muchas limitaciones, los indicadores de cultura científica, percepción pública y participación ciudadana (Núñez, 2003). Sin embargo, en general persiste la percepción de que los indicadores sólo reflejan aspectos parciales de la ciencia y que ellos son especialmente inadecuados para los países subdesarrollados.106 Herrera (1994) observaba que los indicadores pueden llegar a constituirse en una trampa para los científicos y las personas dedicadas a la administración de la ciencia en nuestros países, pues con frecuencia se refieren a aspectos superficiales y los llevan a un seguidismo imitativo de los países industrializados (pp 231-232). Con mucha agudeza 106 En particular, con respecto a los indicadores cuantitativos Varsavsky (1972) decía que “la utilización exclusiva de índices cuantificables (…) es ya mala en economía, peor en sociología y suicida en metaciencia” (p.27).

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Varsavsky (ibid) observó que disponemos de una “teoría de la verdad”, pero no disponemos de una “teoría de la importancia”, lo que impide tener criterios claros para tomar decisiones sobre lo que debe ser medido. En particular, y eso es grave, no existen indicadores estandarizados para apreciar el impacto de la ciencia y la tecnología, aunque está abierta la discusión sobre ellos. En ese debate se refleja el interés por estimar adecuadamente la relevancia social del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Es posible conjeturar que el “modelo contexto-céntrico” de producción de conocimiento requiere criterios de evaluación diferentes a los que suelen utilizarse en la ciencia académica que se “mide” a través de publicaciones, tesis, etc. De modo introductorio sugerimos que la tarea planteada ante nosotros se divida en dos componentes. Por un lado, indicadores que nos hablen de la actividad que realizan las SUM para gestionar el conocimiento que el desarrollo local reclama. Les llamaremos indicadores de gestión De otro, a los que le atribuimos la mayor importancia, indicadores que permitan estimar los efectos prácticos de la gestión realizada. A estos últimos les llamaremos indicadores de innovación y serán necesariamente indicadores sociales. Comencemos por los indicadores de gestión. A nuestro juicio es conveniente contar con indicadores que nos hablen del desempeño de la SUM. En tal sentido, algunas preguntas dirigidas a ese propósito pudieran formularse de la siguiente forma: ¿Qué hace la SUM para producir/transferir conocimiento? ¿Qué hace para obtener y satisfacer las necesidades básicas de información? ¿Cómo interactúa con el gobierno local y con otras entidades para la solución de problemas? ¿Cómo promueve y participa en los órganos colectivos locales donde se adoptan decisiones que reclaman estrategias de conocimiento?¿Cómo está organizada la gestión del conocimiento de la SUM (por ejemplo a través de proyectos u otras modalidades)? ¿Existe una agenda que guíe la gestión del conocimiento en la SUM? Pongamos algunos ejemplos:

• Calidad del Banco de Problemas de la localidad. Acción de la SUM al respecto. • Proyectos de desarrollo local en los que participa la SUM y grado de

protagonismo. • Convenios interinstitucionales con otras instituciones de conocimiento para la

solución de problemas. • Participación en programas de I+D+i. • Participación en redes. • Convenios-vínculos establecidos con el gobierno local. • Convenios establecidos con otras entidades de la localidad • Programas de capacitación desarrollados y su correspondencia con el banco de

problemas. • Utilización de los estudiantes en investigaciones de interés local. • Participación en las tareas del Forum, las BTJ y otros movimientos sociales

orientados a la innovación.

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• Percepción de otros actores sobre la gestión realizada. Sirvan los anteriores apenas como ejemplos que ilustran el sentido de lo que estamos llamando indicadores de gestión. Sin embargo, los más importantes y difíciles de estimar son los indicadores de innovación, a los que caracterizamos como indicadores sociales. Estos serían los adecuados para valorar la apropiación social del conocimiento que efectivamente tiene lugar y conocer en qué medida el conocimiento contribuye a alcanzar metas sociales deseables, mejorar los sistemas de salud, proteger el medio ambiente, producir alimentos baratos de calidad, perfeccionar los servicios educativos y culturales, entre otros. En el caso de los indicadores sociales, el horizonte lo definen las metas sociales deseables y deberían permitirnos saber si marchamos efectivamente hacia ellas. Es posible que los indicadores de desarrollo humano, en sus diferentes modalidades y ajustándolos mucho a los contextos particulares, puedan servir de guía para identificar las metas sociales (CIEM/PNUD, 2003). Es muy importante que los indicadores, sobre todo los sociales, se incorporen desde la fase de planeación, incorporándolos en el conjunto de la planeación estratégica de las localidades. Lo que puede afirmarse con carácter provisional es que el tema de los indicadores para la gestión del conocimiento y la innovación en las SUM reclamará mucha atención y creatividad porque se trata de un campo casi virgen donde casi todo está por hacer. Consideraciones finales La Nueva Universidad plantea oportunidades inéditas para la proyección de las universidades en los espacios locales. En este documento hemos argumentado que el desarrollo social en las regiones debe beneficiarse de la gestión del conocimiento que puede hacer las SUM, en alianza con las sedes centrales de las universidades, centros de investigación, empresas, gobiernos, organizaciones sociales, representaciones regionales de los ministerios, etc. a través de la construcción de redes que favorezcan los flujos de conocimiento que permitan atender las necesidades sociales. Sugerimos que las SUM, operando dentro de un modelo contexto-céntrico, pueden contribuir notablemente a la apropiación social del conocimiento y por esta vía al bienestar humano local. Como anunciamos al inicio, en este documento está centrado en lo que es especialmente novedoso en materia de política científica universitaria: le creación de las SUM. Hemos intentado adelantar un enfoque conceptual que nos ayude a orientarnos ante las nuevas realidades. Con seguridad este texto contiene más preguntas que respuestas. El debate nos acercará a mejores formulaciones. Aquí no hemos insistido en la high tech, en la investigación de frontera, en las publicaciones más reconocidas, en las producciones basadas en la ciencia, en los

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programas de doctorado, en los grupos de investigación más avanzados. Todas esas son contribuciones que se conservan en el nuevo contexto institucional y que la Nueva Universidad debe atender cuidadosamente. Para impulsarlas contamos con un aprendizaje institucional de décadas; ese aprendizaje dice que hay muchas cosas que mejorar, pero contamos con una experiencia no desestimable y avances importantes. Vista en su conjunto la “Nueva Universidad” constituye un actor relevante en el avance hacia un modelo de desarrollo social basado en el conocimiento, íntimamente vinculado al presente y sobre el todo el futuro de nuestro país. Bibliografía Albornoz, M (1997): “La Política Científica y Tecnológica en América Latina Frente al Desafío del Pensamiento Único”, REDES, vol.4, No.10, octubre, Buenos Aires. Arocena, R y Sutz, J (2003): Subdesarrollo e innovación. Navegando contra el viento, Cambridge University Press, Madrid. Casas, R (coord.) (2003)-. La formación de redes de conocimiento. Una perspectiva desde México. Anthropos, Barcelona. Castro, F (2003)-. La universidad en los nuevos contextos de innovación: experiencias europeas y estadounidense. Tesis de Maestría en la Universidad de Roskilde, Dinamarca. CIEM/PNUD (2003)-. Investigación sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo Humano en Cuba. ENPSES, La Habana. Clark, B. (2005), “The Character of Entrepreneurial University”. International Higher Education, Massachusetts, USA, The Boston Collage Center for International Higher Education. Dagnino, R, Thomas, H y E, Gomes (2003)-. “Los fenómenos de transferencia y transducción de conceptos como elementos para una renovación explicativa- normativa de las políticas de innovación en América Latina”, en: Innovación tecnológica, universidad y empresa. DEI/ALTEC. Editado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Madrid. Didriksson, A. (2006): “Universidad, sociedad del conocimiento y nueva economía”, Construcción de nuevo conocimiento en el espacio CAB, Convenio Andrés Bello, Fodesep, Bogotá, pp. 70-108. Etzkowitz, H y Leydesdorff, L (1997)-. University and the Global Knowledge Economy. A Triple Helix of University- Industry- Government Relations. Pinter Publishers, London. Etzkowitz, H., Carvalho de Mello, J.M., Almeida, M. (2005): “Towards “meta-innovation” in Brazil: The evolution of the incubator, and the emergence of a triple helix”, Research Policy 34 pp. 411-424. Fernández, A y J. Núñez (1997) “La Calidad en la educación de posgrado”, en “Calidad de la educación superior cubana”, (Benítez, F. et al), incluida en el volumen La Educación Superior en el Siglo XXI. Visión de América Latina y el Caribe, Tomo I, Ediciones CRESALC UNESCO, Caracas. C. Freeman (1987): Tecchnology policy and economic perfomance. Lessons from Japan, pinter, Londres. Gibbons, M (2000a)-. “Mode 2 society and the emergence of context- sensitive science”, en: Science and Public Policy, Vol 27, June. Beech Tree Publishing. (pp 159- 163).

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ANEXOS Filosofía y estudios sociales de la ciencia. Jorge Núñez Jover 1. ¿Cómo describiría el estado actual de su disciplina en el mundo? Voy a identificar la "disciplina" en la cual trabajo como Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología y para referirme a ella utilizaré el acrónimo CTS. Las comillas precedentes tienen que ver con el hecho de que uno de los signos distintivos de CTS en su carácter interdisciplinario. Se trata de un campo que reúne reflexiones de carácter filosófico, histórico, sociológico, ético, político, entre otros. A través de tal síntesis interdisciplinaria se pretende comprender más profundamente las interrelaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. Las elaboraciones teóricas y las informaciones empíricas que resultan de tales aproximaciones pretenden fecundar actuaciones sociales en campos tan diversos como la educación científica, las políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación y desde luego la propia investigación académica. CTS es un campo muy bien institucionalizado a nivel internacional. Así, podemos encontrar numerosos grupos de investigación, programas de posgrado, publicaciones y congresos dedicados a esos temas, sobre todo en los países industrializados y también en algunos de América Latina. CTS es un campo que se ha desarrollado exitosamente en las últimas cuatro décadas. Me parece que este avance ha tenido que ver con dos series de factores, muy relacionados entre si; de un lado encontramos las tensiones sociales asociados al desarrollo científico y tecnológico en la segunda mitad del siglo XX: su utilización con fines bélicos, los daños ambientales, residuos contaminantes, accidentes nucleares, envenenamiento farmacéuticos, entre otros impactos, generaron una compresible preocupación por los efectos sociales del desarrollo científico y tecnológico, los factores sociales que lo determinan y los impactos sociales que genera. De otro lado, esas preocupaciones difícilmente encontraban acogida y explicación en los paradigmas interpretativos de la ciencia dominantes en el pensamiento occidental hasta inicios de los años 60. La imagen benefactora y neutral de la ciencia, y su producto, la tecnología; la comprensión de la ciencia como una empresa teórica, sometida a su lógica interna ajena a determinismos sociales, había sido muy bien respaldada por el trabajo intelectual de la filosofía de la ciencia, tanto el empirismo lógico como el racionalismo crítico popperiano y también por la sociología funcionalista vinculada a los trabajos de R. K. Merton y la historiografía internalista bien representada en los trabajos de A. Koyré.

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Frente a los avances de la ciencia y su creciente conflictividad social, aquel discurso socialmente aséptico, discurso que parecía concebir a la ciencia como recluida en una torre de marfil o una caverna a cuyo interior reina la racionalidad pura -según la metáfora que se prefiera- parecía cada vez más alejado de la práctica científica real. El trabajo intelectual del empirismo lógico y su alternativa propperiana, la sociología funcionalista y el internalismo historiográfico generaron una imagen de la ciencia (la tecnología apenas era objeto de atención) que difícilmente podía ser útil en un contexto, el de los sesentas, donde el interés histórico y social por la ciencia se acompañaba por la conflictividad y la critica social por el uso de la ciencia y la tecnología. Terminó por agotarse lo que llegó a constituir una autentica "ideología científica" fuertemente enraizada en el mundo académico occidental que separaba nítidamente el ámbito intelectual de los factores psicológicos, sociales, económicos, políticos, morales e ideológicos que en realidad lo constituyen. Esta imagen tenía también su expresión en política científica, a través de la concepción según la cual la gestión del cambio científico y tecnológico debe ser dejada en manos de los especialistas. Este reclamo de autonomía tuvo su nítida expresión en el informe "Ciencia: la frontera inalcanzable" entregado por Vannevar Bush al presidente Truman en julio del 1945, el mismo mes de la explosión de prueba de la bomba atómica en Nuevo México. Este informe contiene el modelo lineal de desarrollo según el cual el desarrollo de la ciencia básica y la tecnología, sin interferencias, generarían la riqueza y el bienestar esperado, además de garantizar el dominio norteamericano en La Guerra Fría. Es bien conocido que ese modelo unidireccional ha sido desplazado por un modelo mucho más interactivo y la convicción de que el desarrollo científico y tecnológico requiere de la regulación social. En los sesentas la imagen esbozada fue sometida a una intensa critica. La discusión social corrió a cuenta de diversos movimientos sociales que hicieron blanco de sus críticas a la tecnología puesta al servicio de los más reaccionarios intereses capitalistas. Incluso grupos de científicos (un ejemplo es Science for the people) elaboraron una crítica teórica y militante al uso y el abuso de la ciencia, muy bien ejemplificado en el involucramiento de ésta en la guerra de Vietnam. En el plano académico jugó un papel significativo la obra de T. S Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (1962). Existe el consenso de que su obra marcó una ruptura respecto a los anteriores paradigmas. Vino a aportarnos una imagen más problematizadora que nos presenta a la ciencia como un fenómeno inscrito en la historia, la sociedad y la cultura, donde las subjetividades individuales y colectivas, los adiestramientos disciplinarios, la educación, los dogmas, los prejuicios, juegan un papel fundamental en el cambio científico. Las teorías no cambian sólo en su diálogo con los hechos: hay que tomar en cuenta la dimensión social y el enraizamiento histórico de la ciencia. Sus propuestas animaron intensos debates que vinieron a cambiar la fisonomía de la filosofía de la ciencia.

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A través de los trabajos de Toulmin, Lakatos, Laudan, Sneed, Stegmuller, Shapere, Hesse, Kitcher, entre otros, la filosofía de la ciencia ha ido describiendo un conjunto de tendencias. Una de ellas es la búsqueda de modelos dinámicos que expliquen el cambio científico, lo que permitió a la filosofía hacerse más sensible a las contribuciones históricas y sociológicas, y en general a los estudios empíricos (tendencia a la "naturalización" de la filosofía); en este proceso la comprensión de la racionalidad científica se enriqueció con la consideración de los fines prácticos (y no meramente epistémicos) de la ciencia, se recuperó también el papel de los sujetos individuales y colectivos en el cambio científico y el viejo y exclusivo interés por el contexto de justificación de las proposiciones científicas se enriqueció con la discusión de nuevos contextos de interés de la ciencia: educación, innovación, aplicación, evaluación, entre otros. Al menos una parte de los CTS toman como referencia la innovación teórica de Kuhn y se presentan como sus "lecturas radicales", es decir, tratan de llevar más lejos que Kuhn la necesidad de estudiar la ciencia en su contexto y su historia, apelando a recursos sociológicos, antropológicos, históricos, entre otros. No es este el momento para hacer un balance de la obra de Kuhn. Pero si señalaré que el sentido de "lo social" en Kuhn es limitado y que en sus trabajos no es posible descubrir los énfasis políticos, económicos, éticos, que el debate contemporáneo parece reclamar. Más cerca de esa posibilidad está la tradición marxista. La obra de Marx es pionera en la comprensión de las claves económicas y políticas del desarrollo científico y tecnológico. Esto es así porque si nos tomamos en serio la tesis, hoy bastante respaldada dentro de los CTS, de que la ciencia y la tecnología son procesos sociales, entonces resulta indiscutible la necesidad de disponer de teorías sociales amplias que den cuenta de cómo los actores, intereses y estructuras que actúan en lo social influyen decisivamente en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. La temprana comprensión por Marx de cómo la ciencia se venía convirtiendo en elemento subordinado a los procesos de la reproducción del capital, es hoy imprescindible para comprender la inserción social de la tecnociencia contemporánea. A lo largo del siglo esa tradición marxista tuvo relevantes continuadores. Las obras de J. D. Bernal La función social de la ciencia (1939) y La ciencia en su historia (1954) han tenido una influencia significativa en no pocos estudiosos de la ciencia. Donde el marxismo alcanzó un mayor peso institucional fue en los países socialistas. En la URSS, República Democrática Alemana y otros países europeos se crearon fuertes grupos dedicados al estudio de la ciencia, incluida la atención de desarrollar una perspectiva interdisciplinaria muy vinculada al objetivo de fundamentar las políticas científicas. Lamentablemente, aquella tradición naufragó entre otros naufragios mayores. Este breve panorama sería incompleto sino aludiéramos a lo siguiente. Sobre todo a partir de los años sesenta fue emergiendo lo que pudiéramos llamar una perspectiva

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latinoamericana en CTS. Los nombres de Amílcar Herrera, Jorge Sábato, Oscar Varsavsky entre otros permiten hablar un pensamiento latinoamericano sobre ciencia, tecnología y desarrollo verdaderamente original y valioso para entender la dinámica social de la ciencia y la tecnología en el contexto del subdesarrollo y la dependencia. El diagnóstico crítico y las propuestas de política se articulaban inteligentemente. No era como lo fue en Europa y Estados Unidos, un pensamiento que emergió en diálogo crítico con la filosofía y la sociología al uso. Sus fuentes de inspiración eran la conflictiva realidad social de la región interpretadas en la perspectiva de las teorías del desarrollo generadas en América Latina y también en el noble esfuerzo por ayudar a su superación. En gran medida la evolución social de América Latina, las dictaduras, los modelos económicos impuestos, el abandono bastante generalizado de "proyectos nacionales" capaces de alentar estrategias científicas y tecnológicas endógenas, limitó el alcance de ese pensamiento. Hoy el mismo pervive parcialmente, ahora acosado por el pensamiento único y la globalización neoliberal. Este panorama que he presentado no es exactamente contemporáneo ni describe plenamente las actualidad de CTS. Pero es imprescindible para atender a éste y ello por varias razones. Hay que reconocer que las "imágenes tradicionales" aún sobreviven, aunque en retirada. Ya no son interesantes pero la fuerza de la tradición y los intereses de algunos grupos académicos que tratan de vivir dentro de "la torre de marfil" explican la sobrevivencia de aquellas perspectivas. Una segunda razón tiene que ver con la importantísima pregunta de cómo debemos situarnos intelectualmente ante CTS. La selección de nuestras coordenadas tiene que partir de una reflexión crítica sobre el movimiento intelectual que ha conducido a CTS. Sobre esto volveré luego cuando hablé de nuestra situación en Cuba. Puede completarse la caracterización de CTS hoy diciendo que se trata de un campo de trabajo donde se intenta entender el fenómeno científico- tecnológico en contexto social, con especial atención a sus condicionantes sociales, así como a sus consecuencias sociales y ambientales. Representa un enfoque critico respecto a aquellas perspectivas que ignoraban la naturaleza social de la tecnociencia y aporta un proyecto interdisciplinar que reúne a la filosofía, la sociología y la historia de la ciencia y la tecnología, la teoría de la educación, la economía del cambio técnico, entre otras. CTS responde de algún modo a la creciente sensibilidad social por el desarrollo técnico, sus impactos, y favorece no sólo una comprensión social del mismo, sino que también propone su regulación a fin de que atienda debidamente problemas humanos y sociales relevantes. La ciencia no es un problema sólo de los científicos ni puede ser el territorio donde la tecnocracia actúe impunemente, ni debe estar al servicio de intereses antihumanos. Hay que crear una alerta pública sobre sus condicionamientos e impactos. Y eso requiere acciones educativas y de regulación pública. En esta perspectiva los temas clásicos en el estudio de la ciencia: el método, la verdad, la racionalidad, etc. ceden en importancia con relación a una amplia agenda de discusión que contempla temas tales como: impactos tecnológicos, evaluación social de las tecnologías, riesgo tecnológico, participación pública en ciencia y tecnología, política y

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gestión de la ciencia y la tecnología, género y ciencia, controversias científicas, educación científica, por mencionar algunos de los más interesantes. En realidad el campo CTS no es homogéneo. De hecho hay dos lecturas diferentes del acrónimo (en inglés) STS. Para los norteamericanos ella es leída como ciencia, tecnología y sociedad, lo que subraya el interés social. La tradición desarrollada en los EUA (Paul Durbin, Carl Mitchan, Langdon Winner, entre otros) parece sobre todo interesada en las consecuencias sociales de la tecnología y se le puede encontrar vinculada a diversas manifestaciones de activismo social, así como a numerosas iniciativas educativas. En esta tradición parecen bien representadas la filosofía, la historia, la teoría política, la ética, entre otras disciplinas. En la tradición europea el acrónimo STS es leído como estudios de ciencia y tecnología. Ella se origina en los años setentas a través del llamado Programa Fuerte de la Sociología del conocimiento científico vinculado a la Universidad de Edimburgo y a nombres como Barry Barnes, David Bloor y Steven Shapin. Aquí encontramos ya una “lectura radical” de kuhn que ya mencioné antes. Dentro del Programa Fuerte se intentan encontrar explicaciones sociales al origen, cambio, legitimación del conocimiento científico. El constructivismo social de H. Collins, la teoría de la red de actores de B. Latour, los estudios de reflexibidad de S. Woolgar, son contribuciones más recientes que de algún modo tienen sus raíces en el Programa Fuerte. En los ochentas estos enfoques han sido aplicados al estudio de la tecnología a través de autores como W. Bijker y T. Pinch. En muchas de las versiones más recientes, el interés de buscar explicaciones macrosociales ha sido sustituida por enfoques microsociales. Así, por ejemplo, los llamados “estudios de laboratorio” reducen el contexto social al contexto del laboratorio e intentan así comprender la “ciencia en el proceso de ser hecha”. Esta tradición europea ha permitido estudios muy importantes sobre las controversias científicas (Collins, Pinch) que permiten comprender los mecanismos que conducen a la formación de consensos en la ciencia y de algún modo han abierto “la caja negra” de la ciencia permitiendo comprender aspectos de su funcionamiento interior. Desde la perspectiva que ellos aportan, resulta refutada la vieja comprensión del desarrollo científico como un proceso inexorable, únicamente conducido por la búsqueda de la verdad. Los juegos de intereses, los actores implicados, los resortes institucionales determinan cursos de la ciencia y la tecnología que no son para nada el producto exclusivo de la lógica y la experiencia y tiene mucho que ver con negociaciones entre actores cuyos intereses están siempre en juego. Así, no tenemos la única ciencia y tecnología posibles, sino las que se derivan de intereses, actores, tramas institucionales, entre otros aspectos. La imagen objetivista y benefactora de la ciencia es puesta en duda. En esta tradición las ciencias sociales juegan un papel decisivo y su orientación es claramente académica sin la vocación de activismo social y énfasis educativos que encontramos en los EUA.

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El breve panorama de los estudios CTS que he presentado, persigue familiarizar al lector con un campo de bastante importancia a nivel internacional, a la par que fundamenta algunas ideas. La primera es que es un campo heterogéneo a cuyo interior discurren sensibilidades intelectuales y sociales diversas; siendo así, el mismo requiere el ejercicio de la autonomía intelectual y la capacidad de crítica. Otra idea, muy relevante para nosotros, es que las tradiciones no se reducen a las que hemos identificado como europea y norteamericana, tal y como suele hacerse en la literatura habitual sobre el tema, sino que hay que considerar otras producciones intelectuales. Una es la tradición marxista, muchas veces preterida por una supuesta “respetabilidad académica” y otra, la Latinoamericana, cuyas preocupaciones y enfoques alimentan una reflexión “desde el sur” sobre problemas escasamente representados en las producciones del “Norte” 2. ¿Cuáles son los aportes cubanos y el nivel de desarrollo alcanzado en su

especialidad?. Cuba es un terreno sumamente fértil para los estudios CTS. En la medida en que el proyecto cubano se desmarca del neoliberalismo e insiste en el protagonismo de la cultura, el conocimiento, la ciencia y la tecnología en la construcción de un socialismo de hondo humanismo, es preciso también desarrollar y divulgar paradigmas teóricos alternativos a aquellos que promueve el llamado "pensamiento único". Los enfoques tecnocráticos y economicistas, o la "neutralidad objetivista" que en otros contextos son parte de la cultura institucional y sus ideologías, no tienen sentido en nuestro país.

Las raíces de un pensamiento social sobre la ciencia atraviesan la historia de la cultura nacional. Bastaría recordar la obra fundadora de Felix Varela y la contribución decisiva de José Martí. Pero quiero referirme especialmente al discurso político generado por la Revolución. En ese discurso ha dominado una percepción que insiste en el valor de la ciencia, su conexión con la solución de los problemas del desarrollo social y la extensión a toda la población del derecho a la participación en el conocimiento y sus beneficios. Es posible observar en el pensamiento político cubano una percepción del valor y la significación social de la ciencia y la tecnología, de su prioridad y centralidad en las estrategias de desarrollo social que pudiéramos sintetizar en la existencia de una "ideología de la ciencia" que viene del lado de los principales actores políticos. Esa ideología, entendida como un sistema de valores que traducen intereses sociales, cristalizó como parte del proceso de transformaciones sociales más amplias en el cual los sectores populares se incorporaron a la educación y la ciencia, nutriendo la masa de profesionales, científicos y profesores que han copado los departamentos universitarios y fundado la mayoría de los centros de investigación. Si como dice Price en el mundo están vivos el 90% de los científicos que han existido, en Cuba casi la totalidad de los científicos, ingenieros, técnicos, profesores y maestros accedieron a esa condición en las últimas cuatro décadas y de forma mayoritaria han respaldado las transformaciones sociales del país. No es extraño que esa comunidad científica en gestación haya hecho suya la propuesta de una ciencia en función de la solución de los problemas del desarrollo

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social del país. Con ello ha madurado el complemento de la "ideología de la ciencia" proyectada desde el poder político: la "ideología en la ciencia" entendida como la percepción ético-política del trabajo científico asumida por los científicos, ingenieros, profesores, percepción que permite concebir el trabajo de todos ellos, principalmente, como una contribución social. Todos estos valores que venimos comentando han madurado, puestos a prueba y sometidos a tensiones a lo largo de las únicas cuatro décadas y han conformado un contexto ideológico, político y ético muy singular, incomprensible desde aquellas interpretaciones de la ciencia de corte internalista y cientificista que predican separaciones tajantes entre ciencia y valor, entre motivaciones políticas y finalidades científicas. Sin lugar a dudas los científicos cubanos no han vivido en su experiencia práctica semejantes dicotomías

Entre los signos distintivos del funcionamiento de la ciencia y la tecnología en Cuba están la integración, la colaboración y la participación pública en esas actividades. Esos rasgos transparentan las particulares interrelaciones entre la ciencia, la política y los valores que caracterizan el contexto cubano. La política nacional en ciencia y tecnología se orienta, deliberadamente y con máxima prioridad, a fortalecer los nexos de todos aquellos que intervienen de diversos modos y en diversos niveles en el cambio técnico. Para ello se han desplegado movimientos y organizaciones sociales y formas institucionales que favorecen la búsqueda cooperada de soluciones a los diversos problemas técnicos, económicos y sociales que la sociedad enfrenta. Un ejemplo de innovación institucional orientada a tales fines, ha sido la consolidación de los Polos Científicos Productivos, en particular el que está situado en el oeste de la capital cuyos esfuerzos están concentrados principalmente en el desarrollo de la biotecnología, la industria farmacéutica y los equipos médicos de alta tecnología Es ese contexto el que a mi juicio fertiliza el terreno para el desarrollo de los Estudios CTS en Cuba. Y es esa riquísima experiencia social en la articulación del conocimiento, la ciencia y la tecnología a los problemas del desarrollo social, la mayor contribución que Cuba puede aportar a los Estudios CTS. Cuba es un extraordinario laboratorio para explotar las interrelaciones entre la ciencia, la política, los valores, la ética y todo lo demás que a CTS interesa. En Cuba es posible adelantar experiencias de desarrollo científico y tecnológico de un contenido y alcance humanos que no es fácil descubrir en otros contextos, por ejemplo de América Latina. Mencionemos brevemente cómo ha transcurrido el proceso de institucionalización de los estudios CTS en Cuba. Desde los años sesenta la tradición más influyente en Cuba en el campo de las ciencias sociales ha sido el marxismo. El marxismo se ha enseñado e investigado en Cuba por más de cuatro décadas y su influencia alcanza a amplios sectores de la sociedad. En particular se enseña en las carreras universitarias. Se trata de una cosmovisión cuyos rasgos esenciales hacen parte de la formación de los universitarios, entre ellos los científicos e ingenieros. En Cuba los Estudios CTS se han desarrollado en vínculo directo con esa matriz marxista. Durante los años ochentas los focos de interés

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fueron principalmente los estudios de historia de la ciencia, política científica y filosofía de la ciencia. En este último terreno la atención se concentró cada vez más en los modelos de desarrollo de la ciencia (Kuhn, Lakatos, Toulmin, etc) y los interesantes problemas que ello plantea en relación a las fuerzas motrices del desarrollo de la ciencia. En la medida en que avanzó la década de los ochenta fue madurando la idea de que era necesario desbordar las fronteras disciplinarias de estos estudios (Historia, Filosofía y otras) y avanzar hacia una concepción interdisciplinaria. En ello influyó la consolidación que este punto de vista tenía en los países de Europa Socialista a través de los trabajos en el campo de la Cienciología. También durante los años ochenta fue incrementándose la atención sobre la problemática y el pensamiento latinoamericano en ciencia y tecnología. Las conexiones entre la ciencia, la tecnología y el desarrollo social, los problemas de la "ciencia periférica", concitaron un interés cada vez mayor. Así, nuevas tradiciones, autores y problemas encajaron en la agenda de los estudios de la ciencia; problemas cuya discusión no era posible más que desde una perspectiva social, interdisciplinaria y crítica. En un resumen, cabe decir que a fines de los ochenta habían madurado en algunas zonas del ambiente académico cubano algunas ideas que aquí podemos resumir: f) La necesidad de estudiar sistemáticamente las interrelaciones entre la ciencia, la

tecnología y la sociedad, aunque la dimensión tecnológica aún permanecía insuficientemente atendida.

g) Esos estudios debían tener una orientación interdisciplinaria. h) Era necesario un ejercicio de recepción y actualización respecto a las tradiciones

internacionales en este campo menos conocidas en Cuba. i) Estos estudios podían tener importancia en el campo educacional y probablemente en

el de las políticas en ciencia y tecnología. A inicios de los noventa estos avances hicieron posible consolidar un espacio para la disciplina Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología (PSCT) en el ciclo de ciencias sociales de la mayoría de las carreras universitarias en Cuba. Se estimó desde entonces que la formación en la educación superior, sobre todo de científicos e ingenieros, se enriquecía con el estudio de los problemas del desarrollo científico y tecnológico, en su dimensión universal y también latinoamericana y cubana. Debe observarse que la incorporación de esta disciplina fue posible porque la educación superior cubana asume que la formación científico técnica y humanística tienen que marchar unidas. Las clásicas separaciones entre ciencia y valor que dan lugar a ordenamientos disciplinarios e institucionales que tienden a separar ciencias y humanidades aquí no tienen lugar. Lo que se hizo entonces fue aprovechar esta concepción y el espacio que ella creaba para introducir los PSCT como disciplina en los planes de estudio. Esa es una contribución cubana. Por la misma fecha los PSCT pasaron a convertirse en requisitos para los procesos de ascensos de grados científicos y categorías docentes y de investigación.

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El creciente interés por esta área del conocimiento determinó la creación de grupos de trabajo en varios CES del país y la estructuración de estudios de posgrado a nivel de maestría y doctorado. También se incrementó la colaboración internacional. En resumen, los estudios CTS en Cuba viven un proceso de maduración. Su inserción en los curricula de numerosas carreras universitarias, la matriz marxista que les subyace y el contacto directo con expectativas de desarrollo social y desarrollo científico y tecnológico del país, son los puntos más sólidos que podemos mostrar. 3. ¿Qué perspectiva de futuro le concede su especialidad en Cuba? Una de las consecuencias del avance de los estudios CTS es la comprensión del fenómeno científico y tecnológico como un proceso social que no puede ser comprendido mas que "en contexto", es decir, dentro de la constelación de circunstancias sociales que le dan sentido. En esa perspectiva, la Ciencia, en su expresión más amplia se nos presenta como una red de individuos, instituciones y prácticas anclados en contextos con sus propias determinaciones culturales, económicas y sociales. Es desde esa misma perspectiva que debe ser entendido el proceso de consolidación del campo académico que se denomina CTS. Por esta razón, al mostrar su proceso de institucionalización en Cuba, nos hemos remitido al “entramado”, al “contexto” que le ha configurado. De igual modo, el desarrollo de estos estudios reclamará en lo adelante una especial atención a la sociedad donde se produce. Esto se refiere, por ejemplo, a la relación cada vez más fructífera que CTS debe establecer con las transformaciones educativas y el sistema de ciencia e innovación tecnológica que se viene desplegando. Si al nivel de la educación superior y de posgrado hay un espacio ganado para CTS, no ocurre igual con la enseñanza precedente. De igual modo, la propia enseñanza de las disciplinas científicas y técnicas en las universidades está lejos de incorporar enfoques sociales e históricos. El tema de la innovación tecnológica requiere de mucha actividad de investigación y educación que acompañe a las políticas públicas orientadas a ese fin. Hay que desarrollar una educación para la innovación que la muestre como un proceso social integral atento no sólo a las variables económicas sino también ambientales, culturales y otras. La gestión de la innovación tecnológica es, conceptual y prácticamente hablando, un tema que se viene introduciendo en Cuba. Es obvio que los marcos conceptuales, metodológicos y axiológicos que se articulan a la innovación no son neutrales respecto a sus consecuencias sociales. El enfoque CTS puede ser muy útil en ese proceso. El campo CTS viene consolidándose institucionalmente. Hemos creado una red nacional orientada a incrementar la densidad de los vínculos entre compañeros que trabajan en temas de interés para CTS. Se amplían paulatinamente los públicos de CTS: científicos e ingenieros vinculados al sector de I+D, variados agentes de la innovación, profesores universitarios de las ramas científicas, técnicas y médicas, profesionales y usuarios de la

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divulgación científica, maestros que trabajan en la enseñanza media, son entre otros, grupos que acceden a la enseñanza CTS, preferentemente a través de los posgrados. También venimos consolidando el intercambio académico, en especial con Iberoamérica. Este intercambio y sus expresiones a través del posgrado y la investigación permitirán consolidar el proceso de asimilación y refracción de las tendencias internacionales en el campo de los Estudios CTS. Habrá que favorecer el proceso de actualización respecto a esos desarrollos, entendiendo siempre que se trata de productos culturales cuya significación varía mucho al ser trasladado de un contexto a otro. Los estudios de laboratorio, los análisis sobre gestión del riesgo tecnológico o sobre evaluación de tecnologías; los estudios cientométricos o sobre las controversias científicas; el debate sobre ciencia y género y los conflictos éticos en ciencia y tecnología, por mencionar algunos ejemplos, proporcionan un extraordinario material para comprender las particularidades, el lugar y papel del desarrollo científico y tecnológico con la sociedad contemporánea. En particular será de interés actualizarnos respecto a la experiencia internacional en materia de enseñanza CTS a nivel primario y secundario. Cada sociedad y cada cultura tienen sus propios conflictos y tareas por resolver. A ellos deben atender preferentemente los estudios CTS en Cuba. Se trata de fortalecer el proceso de endogenización de los estudios CTS en Cuba, empleando para ello la tradición internacional y contribuyendo a ella. 4. ¿Cómo imagina el próximo milenio? En la visión que hoy puedo tener del futuro, imagino que los estudios CTS van a seguir consolidándose a nivel internacional y también en Cuba. No olvidemos que el desarrollo de estos estudios ha tenido lugar en el contexto de un incremento del protagonismo social de la ciencia y la tecnología y de los enormes y conflictivos impactos que ellos genera. Ese protagonismo y esos impactos serán crecientes. Y la atención social a la tecnociencia, su regulación democrática, la evaluación social de las tecnologías, la estimación y control cuidadoso de sus impactos, así como el debate social orientado a garantizar el acceso de las mayorías a sus beneficios, serán en lo adelante aún más importantes que en el pasado. Lamentablemente, varias de las tendencias apreciables en el desarrollo tecnocientífico contemporáneo, plantean conflictos sociales extraordinarios. Voy a mencionar cuatro de esas tendencias. 1. La idea de Toureine según la cual el mundo no está globalizado sino trilateralizado,

es especialmente cierta en ciencia y tecnología. Norteamérica, Europa y Japón sobrepasan el 80% del gasto mundial en ellas y exhiben un dominio absoluto en publicaciones y patentes. La producción y utilización del conocimiento objetivo es en gran medida el privilegio de unos pocos.

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Hay dos polos, en uno recae el peso y la orientación de la ciencia; en el otro, la debilidad de las instituciones científicas en los países subdesarrollados. No se trata de una situación coyuntural, sino estructuralmente afirmada que se consolida y ahonda, lo que justifica la tesis de que la polarización es una propiedad estable del sistema científico internacional, lo cual parece apuntalar la distribución inequitativa de la riqueza mundial: el 20% de la humanidad dispone del 86% de los bienes de consumo. La exploración de la frontera del conocimiento, la producción de nuevas tecnologías tiene que ver, ante todo, con las necesidades de consumo de los sectores sociales prominentes de los países desarrollados y las élites de los países subdesarrollados. Poco o nada tienen que ver esos avances con las necesidades básicas de las mayorías más pobres del planeta.

2. El esfuerzo científico y tecnológico descansa, cada vez más, en las empresas y la

lógica que lo conduce es, sobre todo, la competitividad y la ganancia. Destacan entre ellas varios centenares de corporaciones transnacionales (CTN) que actúan en alianza con los gobiernos de un grupo de países industrializados. Esa alianza estratégica da lugar a lo que algunos críticos del actual orden mundial denominan el "protogobierno mundial" y el verdadero "sujeto - mundo" de la globalización capitalista transnacional. El eje esencial de esa alianza es la competitividad y su resorte principal, la innovación tecnológica. Parece imponerse la tendencia a que la ciencia y la tecnología queden, cada vez más, reducidas a variables de la reproducción ampliada del capital.

3. La importancia económica concedida al conocimiento ha conducido a su creciente

privatización y comercialización. Se profundiza el proceso de capitalización del conocimiento que la globalización se encarga de acelerar. El conocimiento se vuelve propiedad privada por medio del patentamiento de resultados de investigación, actividades de mercadeo, licencias y copyright, así como la formulación de políticas científicas con orientación comercial. Se impone así un modelo de ciencia llevado a cabo por científicos cuyo comportamiento es muy semejante al de los empresarios, muy preocupados por captar fondos y generar ingresos y cuyo trabajo se valora cada vez más en términos económicos y empresariales. Con ello las normas y valores clásicos de la ciencia sufren importantes transformaciones. Todos los sistemas de propiedad del conocimiento y muchos de los programas de cooperación, becas e intercambios favorecen a los países ricos y no a los pobres.

4. Se mantienen inversiones muy altas en I+D dedicadas a fines militares y ha

disminuido el dinero para la cooperación internacional y la investigación básica La revisión de estas tendencias permite comprender los grandes desafíos en juego y la tendencia probablemente excluyente que esos procesos reservan para muchas naciones. Se trata de un conflicto de naturaleza ética que envuelve el futuro de una mayoría del planeta cuya capacidad de producir, transferir, difundir y aplicar conocimientos, ciencia y tecnología, se distancia cada vez más de las necesidades sociales acumuladas. Por demás, la pobreza y el deterioro social y ambiental que todo eso genera tiene un efecto

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destructivo y desestabilizador cuyas consecuencias alcanzan también los países industrializados. Sería deseable que los Estudios CTS contribuyeran a fomentar estrategias sociales de resistencia y promoción de alternativas al orden científico y tecnológico actual dominado por la alianza entre las grandes corporaciones transnacionales y un grupo de países desarrollados. Hoy asistimos a la lucha de algunos países en desarrollo por el derecho a producir y utilizar medicamentos de importancia vital, intentos que encuentran la resistencia de los EUA que para ello moviliza a las instituciones internacionales que sostienen la globalización neoliberal. Asistimos a un intenso debate social por los impactos tecnológicos (vacas locas, pollos a la dioxina, quesos con listerias…) que ponen en jaque la credibilidad de la ciencia. El fraude, el soborno, los intereses mercantiles no son, lamentablemente, ajenos a la práctica tecnocientífica contemporánea. El ethos tradicional de la ciencia cede ante el empuje de los intereses económicos y políticos en la ciencia. Queda poco de la torre de marfil, y los paradigmas que nos narraban aquel cuento de hadas no tiene perspectivas. La ciencia y la tecnología tienen que estar cada vez más presentes en el debate ético, político y cultural que este tiempo y el futuro reclaman. Los Estudios CTS pueden contribuir a ello a través de su influencia en la educación, en la cultura y en diversos circuitos de formación de conciencia ciudadana. Pero como hemos dicho antes, estos estudios no son homogéneos. La mirada al interior de los laboratorios para abrir la "caja negra" son insuficientes. Tampoco son útiles el nihilismo y la charlatanería respecto a la ciencia. A tono con cierto discurso posmoderno, está muy de moda un relativismo exacerbado y un "constructivismo devastador", asociado a algunas corrientes en filosofía y sociología del conocimiento científico que deja muy poco margen a la objetividad científica. Todo eso es dañino a la ciencia y su relación con la sociedad. Hace falta un mayor involucramiento en los movimientos sociales y sus proyectos políticos. Creo firmemente en una alianza fructífera entre la objetividad científica y el compromiso social. También será preciso lograr una mayor presencia de los problemas "del sur" en la agenda de los Estudios CTS. Confío en que los cubanos podamos contribuir en esos esfuerzos.