triptofanito en la célula. prólogo, y caps 1, 2 y 3

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~ ~ ANDRES GARCIA BARRIOS JULIO FRENK 7fiptojanito en la célula: / EL VIAJE CONTINUA Ilustraciones de Moisés Rodríguez @PLaneta

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Primeros capítulos del libro "Triptofanito en la célula, el viaje continúa" de Andrés García Barrios y Julio Frenk"

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Page 1: Triptofanito en La célula. Prólogo, y Caps 1, 2 y 3

~ ~

ANDRES GARCIA BARRIOSJULIO FRENK

7fiptojanito en la célula:/

EL VIAJE CONTINUA

Ilustraciones de Moisés Rodríguez

@PLaneta

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PRÓLOGO

Hay historias que ocurren en lugaresfantásticos, como un bosque encantado. Hayotras que acontecen en sitios reales, como unaciudad llena de gente. Un tercer tipo dehistorias sucede en lugares que son reales yfantásticos a la vez. Nuestro cuento es así:

tiene lugar en un reino asombroso, habitadopor seres que nos llenan de admiración.Existen allí parajes donde ocurren las másfantásticas aventuras. Sin embargo, tansorprendente sitio no sólo es fruto de laimaginación, sino que existe de verdad. Se

trata del maravilloso Reino del CuerpoHumano.

Como todos los reinos, éste tiene una

forma de organizarse. Su vasto territorio estádividido en condados que cumplen diferentesmisiones. En cada uno habitan infinidad de

diminutos seres. Son las células, que sin cesartrabajan para conservar la armonía del reino.

Uno de esos condados es el Cerebro. En

él se realizan funciones de primeraimportancia. Por ejemplo: gracias al Cerebro,el cuerpo humano puede convivir con otrosreinos semejantes a él y también con el restode la naturaleza.

En el condado del Cerebro tenían su casa

Triptofanito y Lisina, dos pequeñosaminoácidos. Habían llegado a vivir allídespués de emprender un largo viaje por todo

1 * E ' .e cuerpo. n esa traveSla conOCIeron

* Este viaje se narra en el libro Triptcjanito: Un viaje al cuerpo humano, escrito por Julio Frenk y publicado por esta misma editorial.

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.es misterios, pero ninguno lespareció tan sorprendente como losdel Cerebro. Por eso

decidieron quedarse allí ycolaborar en la misión de

tan importante órgano.Un día, mientras

paseaban por la grancordillera de la corteza

cerebral, Lisina cayóen la cuenta de algoimportante.

-Hoy hace un mesque comenzó nuestromaravilloso viaje.

Al escuchar las palabras de Lisina,Triptofanito se detuvo. Su cuerpo se llenó deemoción y en un instante cientos de imágenesacudieron a su memoria. Recordó el tiempoen que Lisina, él y otros aminoácidos vivíanen el interior de un huevo de gallina, en unagranja. Vio de pronto, como en una granpantalla, el momento preciso en que todosjuntos ingresaron al cuerpo por el condado dela boca. Revivió también los viajes a través dela sangre, la llegada a la piel y los peligrosafrontados en diversos condados. Finalmente

recordó la declaración de amor que le hizo aLisina y el beso que ella le dio al aceptar vivircon él en el Cerebro.

Absorto en sus pensamientos,Triptofanito quedó en silencio. Lisina percibióel ensimismamiento en que había caído sucompañero y, tomándolo del brazo, le dijo:

-Sí, querido. Hoy hace un mes que elgra~ero se comió el huevo en el quevivíamos.

-¿ Un m~ solamente? -preguntóTriptofanito, volviendo en sí-o Podríaapostar que ya han pasado 20 años. Son tantaslas cosas que nos han sucedido ...

Lisina se sentó sobre el piso, justo alIadode un arroyo· de transparente líquido que

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corría por allí. Mientras mojaba su mano ymiraba a lo lejos, la aminoácido preguntó:

-¿ Cómo estarán Aspartito, Glutamito ytodos los demás aminoácidos que entraroncon nosotros al cuerpo? A veces lamento quese hayan quedado a vivir en otros condados.

Triptofanito respondió:-Los aminoácidos debemos colaborar en

la misión del cuerpo humano. Es nuestrodestino y podemos alegrarnos de ello. Sinembargo, por más lejos que estemos unos deotros, nunca dejaremos de ser una granfamilia.

-¡La familia Proteína! -exclamó Lisina,reanimada.

La hermosa aminoácido sacó del aguauna molécula reluciente que pasaba por allíy, sosteniéndola entre sus dedos, dijosonriendo:

-¡Seguro que son tan dichosos como losomos tú y yo en el cerebro!

Triptofanito se sentó a un lado de Lisinay la tomó de la mano.

-¿Sabes, Lis? -dijo-. Mientrasvivíamos dentro del huevo, en familia,siempre estaba yo inquieto. Anhelaba

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emprender un viaje por el cuerpo humano.Ahora que hemos podido realizado, estoysatisfecho. Sé que al fin conocemos losmisterios de este maravilloso reino.

Apenas dijo estas palabras, el suelo debajode ellos se sacudió. Triptofanitoy Lisinaestaban acostumbrados a que este tipo decosas sucedieran. Así pues, decidieron esperara que el piso dejara de temblar.

Pero la sacudida se hizo más fuerte. Al

cabo de unos segundos, Triptofanito y Lisinacomenzaron a preocuparse. El temblor nodaba muestras de detenerse. Los aminoácidos

creyeron conveniente alejarse de aquel lugar,pero apenas se habían puesto de pie, unestremecimiento· mayor abrió en el suelo unaenorme grieta por la que cayeron rodando.

N o descendieron mucho. Al detenerse

advirtieron con gtisto que el temblor habíapasado. Se hallaban en el fondo de unacaverna. Triptofanito supuso que no habíanada que temer. Simplemente tendrían queencontrar la forma de salir de allí.

-El cuerpo humano es un ser vivo-le dijo a Lisina-. Uno no puede habitar

aquí sin esperar que tales cosas ocurr~n. Esparte de lo maravilloso de este reino. Teinsisto en que conozco bien sus misterios.

Cuando terminó de hablar, el suelovolvió a estremecerse. Ahora la sacudida fuemucho más fuerte. Los aminoácidos se

abrazaron. Las paredes de la caverna se lesvenían encima y amenazaban con aplastados.Antes de que eso ocurriera, el piso se abrióuna vez más y Triptofanito y Lisina fueron adar a una caverna todavía más profunda.

Triptofanito comenzó a ponersenervioso. No obstante, decidió disimular suinquietud.

-No hay nada que temer, querida mía-dijo-o Simplemente estamos más abajoque antes. Pero quiero repetirte que conozcoel cuerpo humano como la palma de mi

man~; este extraordinario reino no guardapara mí ningún misterio ..

Triptofanito no pudo terminar de hablar.Un nuevo temblor abrió una tercera grieta ypor ella se fueron rodando él y su compañera.Un tramo más abajo volvieron a detenerse.Triptofanito iba a comentar algo, pero Lisina

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puso un dedo sobre los labios de su amigo, yle dijo:

-N o digas nada, querido Trip. N o sépor qué pero, cada vez que hablas, el piso sesacude a nuestros pies. Creo que alguien noestá de acuerdo con tus palabras.

-Sólo dije que conozco los miste ...La caverna en que habían caído comenzó

a estremecerse. Pero Triptofanito guardósilencio y el temblor pasó.

-¿Lo ves? Es mejor que no hables máshasta que sepamos de qué se trata.

La cueva era oscura. Un pesado silenciorodeaba a los aminoácidos. En eso, un rincón

del negro espacio se iluminó. Alguien habíaencendidc una luz. La diminuta y móvil llamacreció hasta convertirse en una centelleante

red de chispas que llenaron la caverna consu resplandor. Entonces, iluminado por tal

destello, pudo admirarse el cuerpo de unextraño ser que parecía dormitar sentado. Desu enorme cabeza brotaban todas aquellaschispas.

Triptofanito se acercó. El ser iluminadoabrió los ojos y levantó la cabeza para decircon voz suave y firme:

-Lisina tiene razón, queridoTriptofanito. Los he hecho bajar hastaaquí para sacarte de tu error. Dices queconoces los misterios del cuerpo humano.Escúchame bien; es cierto que entiendesalgunos de ellos ... pero no los másprofundos.

Triptofanito se quedó asombrado alescuchar aquellas palabras. ¿Cuáles eran esosmisterios que él desconocía? El extrañopersonaje siguió hablando.

-Ustedes han recorrido el cuerpo.

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Conocen sus condados. Saben que allí vivenmiles de seres prodigiosos. Convivieron conellos y se hicieron sus amigos, sin darse cuentade que tales seres guardan en su interiorgrandes secretos.

Triptofanito sacudió la cabeza asombrado,y dijo:

-¿ Quieres decir que dentro de loshabitantes del cuerpo ocurren cosasdesconocidas para nosotros?

El resplandeciente ser contestó:-Su vida interna es un espacio

prodigioso. Sólo conociéndolo podrás decirque estás al tanto de lo que ocurre en elcuerpo humano.

De un salto, Triptofanito se colocó a un

lado del iluminado maestro y lo abrazó confuerza. El cuerpo del aminoácido se llenó deluz.

-Por favor, muéstranos cómo podemosentrar allí -dijo, sin soltar a su nuevoamigo-o Queremos conocer ese lugardel que hablas. ¿No es así, Lisina? ¿Verdad quequeremos viajar a ese sitio?

Lisina sonrió al ver los pies deTriptofanito, que se movían de un lado a otrocon gran inquietud. Entonces dio unos pasospara acercarse a él. Rodeó con sus brazos lacintura del aminoácido y, llena también ellade luz, dijo con ternura:

-Sí, querido, no hay nada queanhelemos más en el mundo.

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UN NUEVO VIAJEDA INICIO

Emocionado por la idea de comenzarun nuevo viaje, Triptofanitopreguntó:

-¿Dónde podemos encontrar unode esos seres maravillosos del

cuerpo humano?-¿Una célula?

-respondió el seriluminado.

-¿Así sellaman?

¿Células?-preguntóTriptofanito,y volvió aindagar conentusiasmo-o

¿Dóndepodemosencontrar unade ellas?

-No hayque ir muy lejos. Tienen una delante deustedes.

Triptofanito volteó hacia todos lados.Rodeó al ser luminoso y buscó entre los

vericuetos de aquel rincón. Pero Lisina creyócomprender las palabras de su radiante amigo~y preguntó:

-¿Tú eres una célula?Triptofanito detuvo la búsqueda y,

asombrado, volvió al sitio en el que estaba antes.-Sí, lo soy. Mi nombre es Neurona. Las

neuronas somos células que conformamos elsistema nervioso. Hay de otros tipos: células

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que defienden al cuerpo, células que acarreanoxígeno, células que permiten ver los coloresde las cosas... En fin, no puedo mencionadasa todas, pues, aunque sólo contara las delcuerpo humano, tardaría demasiado tiempo.

Triptofanito se llevó un dedo a la frente yse rascó. Era un gesto que repetía cada vezque algo le causaba curiosidad. Dando unpaso adelante, preguntó:

-¿Eso quiere decir que también haycélulas fuera del cuerpo humano?

Neurona abandonó su postura serena y,sonriente, soltó un par de estridenteschispazos antes de dar un brinco quela colocó enmedio de los dos aminoácidos. Su

cuerpo concluía en una larguísima cola sobrela que había estado sentada.

-Todos los seres vivos están· constituidos

por células, desde un microbio diminuto hastalos árboles inmensos. Algunas células vivensolas, como las bacterias; otras, formanorganismos complicados. Allí conviven conotras células que realizan distintas funciones.El cuerpo humano está organizado así, con

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y aumentó la lista:-¿Y las de un ratón chino, un

roble brasileño y un barco alemán?Neurona seechó a reír.-Los barcos

no tienencélulas. Sólolos seres vivosestán

formados porellas -dijo.Después,movió

ágilmente sularga cola,enlazó conella a los

aminoácidos ymillones y millones de células de muchostipos.

-Pero si son tantas y tan distintas, comodices, me temo que nunca podremosconocerlas a todas -dijo Triptofanito, que depronto sintió disminuir su entusiasmo.

-A todas no -contestó N eurona-.

Pero eso no es motivo para desanimarse.Escucha, acabas de mencionar uno de los

grandes misterios del mundo celular. A pesarde que existen tantos tipos de células, todastienen cosas muy importantes en común. Siustedes viajan por el interior de una de ellas,conocerán los principales misterios del restode las células del cuerpo. Y no sólo eso,también sabrán mucho sobre cómo funcIonan

todas las c~lulas de la naturaleza, por ejemplo,las de un león de la selva o las de un algamanna.

Divertido con esta idea,Triptofanitopreguntó:

-¿También sobre las células de unmosquito japonés?

Lisina quiso seguir el juego de su amigo,

se echó andar.

-Vengan -continuó diciendo-o Veoque es mucho su entusiasmo por conocer elmundo del que les he hablado. N o cabe lamenor duda de que quieren emprender elV1aJe ..

-¡Estamos listos! No perdamos tiempo-exclamó Triptofanito-. Sólo debesdecirnos qué tenemos que hacer.

-Lo primero es que salgan de aquí ytomen el torrente sanguíneo. Él los conduciráhasta el sitio donde una célula los estará

esperando. Mientras tanto yo voy a enviarinstrucciones para que su visita ocurra sincontratiempos.

Neurona condujo a Triptofanito y aLisina fuera de la caverna y desde ahí seencaminó hasta el sitio en el que pasaba unarroyo de sangre.

-N o se olviden de regresar aquí despuésdel viaje -les pidió-o Tendré mucho interésen conversar con ustedes sobre sus

expenenClas.Triptofanito y Lisina se despidieron con

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grandes muestras de agradecimiento. Después,tomados de la mano, se arrojaron al arroyo.En unos segundos la corriente los llevó lejosde Neurona. Sólo alcanzaron a sacudir las

manos y a gritar, llenos de alegría:-Adiós, Neurona. Volveremos a

encontrarnos.

Pronto perdieron de vista a su nuevaamiga. Poco a poco, el arroyo se fueconvirtiendo en un caudaloso río que losarrastró y revolcó y les hizo dar mil vueltas.

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Al cabo de un rato la tempestuosa corrientese dividió en dos cauces, después en otros dos,y en dos más, y así su fuerza disminuyó y elzarandeo se fue calmando.

Finalmente, el torrente acabó porconvertirse de nuevo en un arroyo tranquilo.Triptofanito y Lisina pensaron que habíanllegado al puerto que les estaba destinado yabandonaron la corriente. En cuanto pusieronun pie en suelo firme comenzaron ainspeccionar en derredor.

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EL ENCUENTRO CON

LA MEMBRANA CELULAR

Se hallaban a la entrada de una espesaselva. Gigantescos conjuntos demoléculas formaban troncos que se

perdían en lo alto. Por todas partes colgabanhanas que hacían difícil avanzar por allí.

Triptofanito y Lisina lograron abrirsepaso y, llenos de entusiasmo, comenzaron acorretear entre las enormes columnas

moleculares. Rodaban abrazados y esquivabannumerosos obstáculos en el juego deperseguirse uno al otro. De pronto,Triptofanito fue a dar contra una maraña delianas. Desesperado por huir de Lisina-quien, de alcanzado, triunfaría en eljuego- el aminoácido logró deshacerse deaquella red en que había caído. Pero al escaparde ahí a toda velocidad tropezó y su cuerposin control salió volando.

-¡Cuidado! -gritó Lisina.Un gesto de espanto contrajo el rostro de

Triptofanito. A corta distancia se alzaba unalto muro. El aminoácido cerró los ojosesperando el golpe. Pero, ¡cuál fue su sorpresacuando, al chocar contra aquella pared, ésta sesumió como una blanda cama de agua en laque el aminoácido quedó tendidoplacenteramente!

Lisina se acercó. Con curiosidad,

contempló la mullida superficie en la queyacía Triptofanito.

-Es como estar acostado en una burbuja-dij o el aminoácido, levantando la cara, yenseguida estiró la mano hacia su amiga-oVen. Nunca he estado en un lugar tan suavecomo éste.

No era fácil llegar hasta el sitio en el quese hallaba Triptofanito. Aquella superficie nose estaba quieta. Por todas partes se alzabanmontículos que de inmediato volvían asumirse, formando cráteres profundos. Enalgo se parecía a un mar agitado.

-Sujétate de las ramas -le indicó elaminoácido a su amiga.

En efecto, a todo lo largo de aquelinquieto piso surgían numerosas estructuras.Algunas tenían forma de arbustos. Lisina seapoyó en ellas para alcanzar el brazo de sucompañero.

-¿ Qué será esto? -preguntó aTriptofanito, quien ya se había puesto de piey saltaba alegremente.

-N o lo sé -contestó él mientras

intentaba alcanzar mayor altura.Lisina frunció el ceño.

-¿No será peligroso?-¿ Cómo puede ser peligroso algo tan

divertido? -respondió Triptofanito, que trasun sentón se elevó dando piruetas.

Apenas había dicho esto el aminoácido,una voz estrueridosa llenó el espacio como lohace el ruido de la erupción de un volcán.

-¿Quién está ahí? Será mejor que seidentifique cuanto antes.

Al oír aquello, Triptofanito perdió elcontrol y fue a dar sobre Lisina, sumiéndosejunto con ella en la blanda superficie.Tendidos en el piso, los aminoácidosaguardaron mudos de espanto.

-Responda de inmediato o activaré laorden de defensa. ¿Qué le trae a este sitio?

Era necesario contestar cuanto antes. Con

un nudo en la garganta, Triptofanito balbuceó:-So. , . so... somos Triptofanito y

Lisina, dos aminoácidos que desean viajar porel interior de la célula.

Para su asombro, la voz agresiva setransformó en un susurro maternal y amableque llenó el ambiente:

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-¿Lisina? ¿Triptofanito? Oh, ¿cómopude ser tan descortés? ¡Si los estabaesperando!

Los aminoácidos se miraron a los ojoscon alegría y sorpresa. Por lo visto no corríanningún peligro. Y habían llegado al lugarbuscado. Ya tranquilos, quisieron saber quiénera aquel ser que les daba la bienvenida. Perono se le veía por ningún sitio.

-¿Quién es usted? ¿Dónde está?Queremos saludarle.

-Estoy debajo de ustedes--contestó la voz.El aminoácido se puso en cuclillasy

acercó el rostro al piso.-¿Aquí, debajo del suelo?-No, no, no -dijo la voz, y la

superficie se agitó-. Yo soy el suelo en elque están parados. Pueden decirmeMembrana Celular. Ése es mi nombre.

Los aminoácidos se vieron otra vez con

asombro. Triptofanito se ruborizó.-¿Quieres decir que este inquieto piso

sobre el que estuve brincando eres tú?

Una risilla de la membrana lo

interrumpió.-Sí, querido Triptofanito -dijo-o

Pero no te apenes. Estoy acostumbrada a quetodo tipo de seres se acerquen a mí. Yo soy laguardiana de la célula. Dentro de mí seencuentra el vasto mundo de la vida celular.

De pronto, una porción del suelocomenzó a elevarse hasta dividirse en dos

delgados tentáculos que rodearoncariñosamente a los aminoácidos.

-Me da mucho gusto que estén aquí,pequeñitos.

Los aminoácidos se sentían fascinados poreste ser que adquiría tan curiosas formas.

-Querida Membrana --susurró Lisina-,¿dices que debajo de este suelo se encuentra lacélula?

-Yo misma formo parte de ella. Soycomo una bolsa cerrada por completo yguardo en mi interior a millones de seres.Afuera están ustedes y todo cuanto puedenver a su alrededor.

-Los troncos, las lianas, la selva por laque llegamos hasta ti -exclamó laaminoácido con gran emoción.

-Así es -dijo la membrana con maternalvoz-o Todas esasestructuras extracelulares...

No pudo continuar su explicación puesTriptofanito la interrumpió de inmediato paradecir con gran inquietud:

-Ellas no nos interesan por ahora,¿verdad, Lisina?Por favor, amable Membrana,permítenos entrar cuanto antes...

Ahora fue Membrana quien interrumpióal aminoácido.

-Hey, hey, hey, no debes menospreciarel valor de esas estructuras moleculares. Y te

diré por qué. Si ellas desaparecieran, lanaturaleza se convertiría en un montón decélulas regadas por todas partes.

-¿Un montón de células?-preguntóTriptofanito, alarmado.

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-Sí, miles de millones de células flotando en el mar 0JUtendidas sobre ~ati,erra:ninguna planta, ningún animal, y •.. _.•._por supuesto mngun ser humano. Las estructuras ~ 1 c.

extracelulares permiten que las células se unan entre sí ~y formen todos los tipos de cuerpos que existen.

-De verdad que a veces hablo sin saber-exclamó Triptofanito-. ¡Lasestructurasextracelulares son la verdadera armazón de losseres vivos!

Triptofanito se llevó un dedo a lafrente y se rascó. Su mente se echó aandar a gran velocidad. Después de uninstante de reflexión, el aminoácidodecidió exponer lo que estabapensando:

-El cuerpo es comouna casa, las células soncomo los ladrillos, y esasestructuras son como el

cemento que une a losladrillos, ¿no es así, Membrana?

-Es una buena forma de explicado-respondió el elástico ser.

-Entonces -continuó Triptofanito-,debe de haber alguien que se encargue deacomodar los ladrillos y de verter el cementoentre ellos.

-Vuelves a apresurarte en tusconclusiones -replicó Membrana-. Lasestructuras extracelulares son materiales quesalen de la célula. Nadie más las pone allí. Sonlas mismas células quienes se encargan de unirstentre sí.

-¿Salen de la célula? -indagó Lisina.-Sí, lo mismo que muchas otras sustancia~

Entre el interior y el exterior de la célula hayun continuo intercambio. Por cierto, graciasa eso podré dejados traspasarme.

-¡Hagámoslo ya, por favor!-suplicó Triptofanito.

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ALGO COMO

LA CLARA DEL HUEVO

Lleno de entusiasmo, Triptofanito se tiróal suelo y comenzó a gatear por todoslados mientras inspeccionaba .

detenidamente la superficie de Membrana.Después de un rato, ésta preguntó con vozlenta y cordial.

-¿Puedo saber qué estás haciendo,querido mío?

Sin detener su inspección, Triptofanitorespondió:

-Busco la puerta. Me siento ansioso porentrar a la célula.

Membrana se echó a reír y, con laagitación, su blanda superficie se llenó deondas. Para no salir disparados, losallÚnoácidos tuvieron que asirse de laspequeñas ramas que allí cerca sobresalían.

-Oh, discúlpenme -dijo Membranatras detener su movimiento-, pero es que nohe podido dejar de reírme.

Triptofanito se puso serio.

-Casi nos mandas a volar. Si no es porestas ramas ...

La agitación volvió. Membrana reía denuevo. Los aminoácidos apretaron los puños

para asirse más fuerte. Por fin, el movimientoconcluyó.

-Oh, perdón otra vez. Soy unadesconsiderada. Pero ¡es que has dicho cosas

tan graciosas! ¿Puerta? No hay puertas en laMembrana Celular. O mejor dicho, toda yo

soy una gran puerta. Puedo abrir y cerrarcualquier rincón de mi superficie. Por otraparte, esos objetos de los que están asidos noson ramas. Sería mejor comparados conantenas. Cuando un ser desconocido se

acerca, detecto con ellas de quién se trata y sidebo dejado pasar o impedide que entre.

Triptofanito echó a andar suspensamientos. Concluyó que la membranacelular era como el vigilante de un edificio,que decide quién puede entrar en él.

-Ustedes comprenderán -continuódiciendo Membrana- que no puedo dejarentrar a cualquiera. Hay seres que haríanmucho daño allí dentro.

De pronto sobrevino una nueva sacudida,pero enseguida el blando ser se detuvo y, traspedir disculpas de nuevo, explicó:

-Mi emoción se debe a que justamenteen este momento se acerca a nosotros unahormona. Las hormonas son sustancias útiles

para la célula, por eso la dejaré pasar. Esténpreparados, pues en cuanto ella llegue seabrirá en mí un canal por donde podrán pasartambién ustedes. ¡Corran! Acérquense al lugaren el que la hormona va a detenerse.

Una hermosa molécula, como un globoflotante, se acercaba para aterrizar en la célula.

Lisina tomó a Triptofanito del brazo y fue deprisa hacia ella. El aminoácido sólo alcanzó aexclamar:

-Gracias por tu recibimiento,Membrana.

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-No te despidas -dijo su nuevaamiga-o En cuanto entren, los veré del otrolado.

La hormona descendió aún más hasta

depositarse sobre una de las antenas de lasuperficie. Después, el piso allí comenzó ahundirse. Triptofanito y Lisina llegaron justoen el momento en que, en el fondo deaquella cavidad, se abría un orificio. Por allí lahormona se adentró velozmente.

Tomados de las manos, los dos

aminoácidos saltaron para perseguirla.Todo cambió en cuanto ingresaron a la

Célula. Enseguida, Membrana volvió a cerrarsesobre ellos, dejándolos inmersos en lo queparecía el fondo de un océano sin límites.Grandes esferas, delgados hilos, objetos contodo tipo de formas se desplazaban de un lado aotro, a gran velocidad. Unos se acortaban, otrosse retorcían. Todos estaban en intensa labor.

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Rodeado por aquel espeso líquido,Triptofanito tuvo un súbito recuerdo. Volvióa sentirse como en aquellos días cuando vivíaen el interior del huevo, como parte de lafamilia Proteína.

-No sé por qué -le dijo a Lisina- peroeste lugar me recuerda nuestra vida en la granja.

La voz de Membrana Celular se dejó oír.En el interior de la célula las palabrasreverberaban como los sonidos dentro de unaalberca.

-Querido Triptofanito, es normal que lacélula te recuerde tu viejo hogar. El líquidoen el que están sumergidos se llamacitoplasma y es muy parecido a la clara delhuevo. Está compuesto básicamente por aguay por sustancias sólidas diluidas en ella. Todoel interior de la célula está lleno de

citoplasma.-¡Tan suave y cálido! -exclamó LisinaI

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mientras daba un par de brazadas nadandocon libertad.

-¡Qué maravilla! Venir a la célula ysentirnos como en casa.

Triptofanito recordó viejas acrobacias ygirando sin parar recorrió un buen tramo decitoplasma. Sin ver hacia dónde iba, topóde pronto contra una pared que le impidióseguir adelante. Era flexible y suave, aun másque Membrana, y a través de ella podía verseel otro lado. Triptofanito, alegre, volteó lacabeza y llamó a su compañera.

-¡Lisina, ven a ver esto!Lisina no contestó. Triptofanito miró

hacia un lado y hacia otro sin hallar rastro dela aminoácido.

-Aquí estoy, Trip.La voz de Lisina se oyó un poco lejana.

Triptofanito giró la cabeza: detrás deltransparente muro vio a su amiga que nadabay daba vueltas alegremente sin parar.

El aminoácido quiso rodear la pared paraacercarse a Lisina, pero alintentarlo se diocuenta de que el muro era demasiado largo yalto.

-¿ Cómo pudiste pasardel otro lado?

-le preguntó.-No lo sé. De pronto

estaba aquí.Los aminoácidos se

acercaron. Sus manos casi se

tocaban. Sólo los separaba ladelgada pared.

-Es tan bello sentirse de

nuevo en casa -dijo ella.Lis y Trip se miraron a

los ojos. Agitaban los pies paramantener aquella posición enque con ternura se veían unoal otro.

-¿Sabes una cosa? -dijo Lisina,emocionada-o Creo que eres el aminoácidomás valiente y guapo de la naturaleza.

Triptofanito se ruborizó. Del otro lado,Lisina .cerró los ojos y acercó su boca a ladelicada pared. Entonces, el aminoácido bajósus párpados y pegó los labios al sitio detrásdel cual se hallaba su compañera.

Un fuerte sentimiento se apoderó de él.Todo dentro de sí parecía flotar. Sus ideaspasaban como luces resplandecientes. Creyóestar soñando. En su fantasía, Lisina le

llamaba con dulce voz: ¡Triptofanito,Triptofanito! La emoción subió por sucuerpo. Finalmente, el aminoácido sintió queno podía más y abrió los ojos para ver a suamada compañera.

Pero Lisina no estabi a11l.

Triptofanito abrió y cerró los ojoscon rapidez para confirmar la inquietanteverdad: era cierto, la aminoácido había

desaparecido.

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