tratado de la victoria sobre si mismo

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T Z 4 7A VICTORI' DI:: Si . .:vliSiv50 TRADUCIDO DEL TCSCANC, POR EL ,,EsTRO CHOR CANO, DE LA ORDEN DE LC ,?1(E.DICI.DOP.ES , ET RE 'Y Por cuanto por parte de vos. el Doctor Salas, vecino dt. h villa de Valladolid, nos fue hecha relaci6n diciendo (s•l• vos habis hecho u.r.ducir  l Maestro Cano un libro llamada Victo- r a. de si ”lismc,., de lengua toscana en lengua castellana, y en elle Os habíais ecuprdo mucho tiempo, y nos suplicastes os die, sernos licencia y facultad tira que quien vuestro pc.der hub:ese, lo pudieseis imorímir, y no otra persona alguna. o como la nuestra merced fuese; y por ,ros iircer bien y mercad ttivelo por bien. Y por la presente vos dey licencia y facultad para que vos o la persona que vuestro poder hubiere Focirlis imprimir y vender el dicho libro. Y mando que por tiempo de diez. años primeros sigtiientes. los cuales corran y se cuen- ten desde et. día de la fecha de esta nuestra cédula en adelan, te, otra persona alguna no le pueda imprimir ender, so pera que la persona que lo imprimiere haya perdido y pierda todos y cualesquiera libros que imprimiera o traiera a vender en es- tos nuestros reinos. La cual dicha merced vos hacemos con tanto que. esta nuestra cé.k::2 vaya por principio y cabeza del dicho libro, para (me sz: sepa el tiempo por gtlé se os da licencia para lo poder imprimir. E imprimizio el dicho libro no lo ven- dáis ni pocUis. vender sin que 'primeramente sea visto per los de nuestro Consejo y tasado por ellos el precio en que le, haltie reis de vender. Y mandamos a los de nuestro Conseio y a todos y cualesquiera jus:icias de nuestros reino.; y señoríos cae vos guarden y cumplan y hagan gli 7C17: :7 y curriplít esta nuei.tra cédula y --..ontra ella vos no vayan :al pasen, ni czans.entar. ir ni pasar por alguna manare, se pera de la nuestr_ merced y de dlez mil maravedís ocre la nuestra Címara. Fecha en Valladolid, a veinte días de noviembre de mil atentos y cincuenca aika, LA RUNA.—Po: mandado ¿e S. l'y:. sti Alteza en su nombre, lUAN VÁZQU,Z, P I' O  O AL MUY MA ,,N:FiCO SESOR iUAN DE SALVAUIERRA. etc. EL DOCTOR SALAS Si por instinto de la naturaleza, universa maestia•de todas las cosas criadas, muy magnífico señor, aun a las fieras es dada inteligencia para que al tiempo del parto.procuren el más s gu ro lugar que pueden donde pongan :eis crías, hasta que salidos a luz eszapcn ele los peligros que se les podrían ofrecer ; y si las avecillas por el mismo instinto conocen cuánto sea illCior elegir para nidos de sus pollitos las ramas de los más altos, seguros y apazibles árboles, hasta que venido el tiempo en que, vestidos de sus plumas, puedan a placer gozar por el espacioso aire del natural vuelo. ¿con cuánto mayor razón puede mostrar natura- leza a los hombres guiados de la razón, de la cual son partícipes, guiados de la prudencia de que son ejecutores, que en sacar a luz obras producidas de sus entendimientos y dictadas de sus ingenios, as cometan en la guarda dequien el juicio les propone, como en lugar más apto para su conservación, hasta que la vola- dera fama las tome en so boca para esparcirlas por todas partes, dándoles por defensa ser conocidas y aprobadas por buenas? De esto para mayor confirmación nos ha dado ejemplo el M. R. P. el maestro Fr. Melchor Cano que, sacando de la caudalosa fuente de su doctrina y elocuencia la traducción deeste tratado, le anidó en árbol donde no cayese, antes fuese tan ensalzado cuanto la copia de las virtudes de v. In. le promete,I, pues tan en breve quiere que a todos tal obra y tan feliz trabajo sea manifiesto, confiando en la humildad del intérprete, que. el agravio que se le hace -en manifestar tan poca cosa donde tal abundancia se nos promete y cada día nos da, le sufrirá ceo el contenta- mianto que sentirá del aprovechamiento universal que .en los cristianos resultará de esta tan buena obra. A la cual suplico a v. in, tenga por encomendada después de impresa como la ha tenido por compañera antes de serlo. Por- que allende del favor y costa que en, la hacer imprimir pone, venga en noticia de todos los que de vencerse a sí mismos tie- nen necesidad, y conocida por ellos, se vea el provecho que todos los servidores de Dios deseamos: Al cual plega aumentar vida y honra y estado de v. rn. en su servicio. Mochas veces con admiración no pequeña atentamente con- sidero cuál sea la causa que, habiéndonos la naturaleza formado dCesp:ritti y carne. que, ésta miserable y mortal, aquel divino y sernpit.irno. tengamos solicitud coroinua del cuerpo cada uno a su pos,ble, y del alma no así, antes un extraño descuido, como si, o no la tuviésemos, o ella de nada tuviese necesidad. Ninguno hay en el inundo que para vestirse no busque una ropa la menos mala ..11e puede haber; y hay muchos que cíe resplandeciente púrpura. de fina grana, de delicada seda, y aún del mismo oro y perlas se atavían, no porque les sea menester• para cubrir sus desnudas carnes o las amparar de la molestia del frío, sino para dar un poco más de lustre y gracia al ornamento de sus. per- sonas. Donde cada día se ven algunos, los cuales a su alma no sólo de los hermosos y ricos hábitos de las virtudes no la visten, mas ni aun. comienzan a echar un hilo en la tela de alguna buena costumbre de que se cubra y adorne la parte principal que en ellor cs. Y ¿qué diremos de aquellos que solamente por su regalo. con ai..tor superfluo de este saco de gusanos, al cual pocos días deshacen y vuelven en polvo, rara cuya sustentación pocas y ligeras cosas bastan, revuelven con estudio y diligencia increíble los campos, los bosques, los montes, los valles, los ríes, los mares y los aires? Y siendo para un tan pequeño corpezuelo asaz cum- plido aposento una vil y pequeña choza, por dar vana satisfac- ción traca a gran costa de las haciendas las escogidas piedras y pulidos mármoles de diversas partes del mundo para fundar gran- des y superbos palacios, en que sin estrechura se pueda extender y caber la curiosidad de sus ojos y de los ajenos. Mas de la ce- lestial y divina parte de sí no cuidan, ni de que se mantenga r.i deenore, aprisionándola cada día más en la oscura cárcel del tenebroso cuerpo, y dándole antes las hojas amargas del vicio que los frutos dulcísimos de la virtud. Allende de esto, cuando aviene que a la carne flaca y en- ferma sentimos, con mil ingenies trabajamos de recobrar la sa- lud perdida; pero a. las almas malsanas ningún remedio se les procura, mas a las veces huimos de los médicos y medicinas    r 1 1 ruéecoo espirituales que sin gasto se nos ofrecen. Para sanar al cuerpo aningeM gasto ni trabajo perdonamos. No hay quien sufra rota la capa, ni sucio aun el zapato que calza. No hay quien pase por un ax que en el pie tenga por chico dolor que le causa; y en la pobre alma permitimos mil roturas, mil torpedades y la- gas bien así como si nada nos importase su atavío, limpieza y sanidad. Mujeres hallaréis que, ro digo por un anillo o cualquier otra cosa de más precio, sino por una aguja de labrar que hayan per- dido, dan dos y tres vueltas a una casa; piérdese el alma pre- ciosísinia, la cual es de tanto valor que, dando Dios su sangre y vida por ella, no se tuvo por pródigo, y no hay quien trata de la buscar. Digo de la buscar, porque se cumple le Escritura que dtce: Infinito es el número de los necios; porque en el desconcierto de los malos y males sin cuento resplandezca rn5s el orden y cuenta de los buenas. Porque aun en esto se vea cine Dios es tan comedido con la libertad humana, que a nadie hace fuerza para servirle, aunque a todos muestra la obligación que de servirle tienen. Porque conociendo los hombres la dificultad de salvarse con experiencia manifiesta de tantos como se conde- nan, desconfiados de sí mismos, reconozcan que de la divina misericordia les ha de venir la verdedera salud. Finalmente, por otros intentos ocultos de la sabiduría de Dios, según que el pro- feta dice, andan los malos a la redonda. Señor, tú los multipli- caste por tu alto y profundo consejo. Si a un filósofo le preguntasen de dende procede que sea tanto el nCiniero de los vieiosos, ciertamente respondería que parque andan a la redonda, por eso son muchos. Que la virtud .. consiste en el medio, y los vicios en las extremos; y ni más ni menos que en un redondo cerco hay centro y circunferencia, y serían pocos los que atinasen puntualmente al centro, y muchos los que señalasen la circunferencia, por ser para aquella nece- serio tino y compás, y para esto no; así en guardar el medio de las virtudes como hay dificultad, i orque se recu;ee re5la cincel, y es menester guardar punto, hillanse pocos que lo ha- gen. Pero declinar del medio a los extremos, como es fácil, cual- quiera lo puede hacer sin trabajo. Por lo cual no es maravilla que les que andan en detrzdor se. mulzipliquen, pues son los hembres naturahnente enemigos de ti ahajar, y por el coni.r.irin, de zeuelo oue sin ta,tia se 1-iaze. Mas no embargante que la filosofía humana con esta razón se conrent;. con todo el profeta David le parece mejor referir esta muchedumbre de los pecadores a la profundidadde la diviná sabiduría. Porque • la verdad, bien mirado, • gran engaño es PROLOGO pensar que hay menos afán en ser uno vicioso que en ser tuoso, como sea tanto mayor cuanto afana Mis el que ancla Ta rr -e- dr.SnJa que el que anda por camino del-echo. Lo cual ye mostraría bien claro si prólogo de obra tan bseve como ésta es lo consintiese. Cusd título es De la victoria de 1;:sIno. con- • viene saber, de sus propios vicios y pasiones. La cus no es empresa tan dificultosa cuanto algunos piensan, porque sin duda más dificultetles se hallan al cabo en dejarse vencer que en ven cer a la. nasión. Yno hay camino tan áspero a gracia de Dios, a quien se esfuerza a te comenzar, no le llaga llano y en el proceso apacible, mayormente hallando los hombres buen guía que los sepa llevar poco a poco al término de esta jornada. Que viendo yo cuánto mal recaba() hay de libros en nuestro roman- ce castellano que competentemente enseñen esto, me moví a to- mar la fatiga de algunos días en escribir este tratado, sacando lo mejor del de la lengua italiana, en la cual lo hallé escrito per un varón de gran espíritu y experiencia en las batallas espirie tuales. Hallará aquí el lector el origen y causa de cada vicio y e.I efecto por donde caria uno será conocido ; hallará remedios y medicinas muy apropiadas a cada enfermedad; hallará en qué casos los siete pecados que licman mortales sean inortales, Y cc. qué casos sean veniales, cosa jamás vista que yo eeca en nuestro lenguaje español, pero tan necesaria así para los penitentes como para los confesores cuanto ninguna otra lo es de las que' se pueden escribin. - Lo que a mí toca, no hay que me agradecer más que el buen deseo de que todos aprovechen con la obra ajena, puesto que no es ajeno lo que la caridad hace propio para común utilidad 'de muchos. j1 . r ari 15, 1:111  I.A 1.1270T:11 DI", SÍ MISMO. .1 7 APITULO DE LOS MOTIVOS QUE INOCCEN AL HOMERF. A LUCHAR CONTRA SUS FAS:CNES PARA ALCANZAR LA VICTORIA SOBRE ELLAS SL ndo el hombre compuesto de carne y espíritu, como un medioentre las bestias y los ánzeies, necesaria cosa es que par- ticipe las propiedades de ambos dos. conviene saber. sensualidad y razón, porque con los apetitos de la una se conserve el indi- viduo y especie humana y con la Jiscre,:ic. ,a de la otra se con- erve n el ,:,:,:r, para que no salga de los lindes que la naturaleza le tiene puestos. Istas des partes suelen los teOlogos llamar porci. on inferior sttriar, na orque la una es de su condición baja y terrena, la otra aL y calas.ial, mas tanihien porque la primera st:e:a a la scgtmda. y la se ; aunda omosuperior a la La cual, par ser ciega es justo sea adiestrada de la que tictac coa y prudencia para guiarla. Tiene Irt parte sensitiva dos potencias, irascible y coricupis- cible. I a co: odicia los deleites sensuales ordenados d c la naturaleza pa: a la susternaciZciel cuerpo y propagación del ';--, e humano. La irascible es como ;aalaacia- y- _amparo de su conusatlera para rasistir a la t,lañoso y defender lo saludable. Por- qu'e a no haber en las cosas sensibles el deleite despertador de laconcuDi.:.cencia. la carne, delicada y enemiga de trabajo, deja- ría dc buscar aun loneoasario, segiln hay los contrapesos en raros:ararlo. Y si por otra parte faltase coraje para la defensa del bien ya procrado, no podría nuestro flaco cuerpo entre tantos Con ranas a la larga conservarse. Son luego entrambas potencias necesarias. Pero si la razón no las goblerna coa gran tino, como dos caballos desbocados que tiran el carro sin freno y rienda: forzosamente despeñar:in a sí y a lo que llevan encinu, y será el hombre no sólo semejante bruta, mas peor, luy aprovechándose. de la parte que en sí es prinzpal, antes usando de ella para .su propia perdición. De este iundamento sc sigue que, siendo la inclinación o al deseo de lo sabroso o al desdén de lo desabaido plantada en nosotsos naturalmente, no 51' lamar vitu7erahle ni loa- ble, sino en cuanto veuee o es venc..ia de la raza, como en los niños sc ve. en (luien. por ser las obras naturales, no traen con- sigo ni mérito ni demerito. si con el uso del 2.1becirío no se hacen vclurr arias. V así también se concluye QLIC OS primeros moví- mientas son- sin culpa. nue: no es en nuestro oder el en- tares. Mas sobrnvi:uLnJo el consenzimiento ya no son primeros. sino s ::zundos o tercetos, ni les cuadre ya nombre de s‘.'lladitos, pues dan lugar al juicic, ,para que m.ire lo que en su territorio y jurisdicción se hace. Y así e: mejor consejo seríahacernos fuerza al primer ímpetu. Porque como alcanzando nosotros victoria de ellos ro Niuziven tan a menudo ni con tanto vigor, antes poco a poco se vienen a anaaaar, así si :a elc. tyzan de nosotras, son rnals recios : a violentos a la vuelta, setailtando casi del lodo a la rairra par 'al modo que el caer se resttelve en costumbre, para cuya extirprzión• es menester tanto mayor fatiga cuanto fuera menor contra.itar en el nrincipio a a pasiOn. Porque veas cuánto im- porta el bien acostumbrarse a los principios. Mas ni por eso debe deseo:16r el mal habituado. Pc.n'que si perliademente se trabaja, no es imposible deshacer la mala, cos- tuinhre con la buena, en especial ayudando a esto la gracia de Dios, 1.1 cual en un momento puede mudar cíe mal a b-ien, con- curriendo juntamente nuestra industria, de que Dios en nues- tras obras se quiere aprovechar para mayor gloria nuestra. Por- que si en esta contienda se soportare mayor afjr., crecerá más la causa del ¡acrecer y será allí la corona más gloriosa donde fuere in.ís reñida la batalla. Como a la verdad los cargadas de mujer a hijos y familia y los delicadas de complexi¿n hallarán mayores impedimentos que los libres de matrimonio y robustos de -cuerpo. Mas Si los tales recurren continuamente a Dios, p‘a- drán llegar al mismo fin que los otros, suplienco.laagracia lo que falta a la naturaleza. , a 2 a De suerte que no debe jamás el-borre dejar la emjiresa de vencer a sí mismo, porque éste cs:e l".primer precepto que jes•i- cristo nuestro maestro da a los discfPtlas de  su escuela: negarse a sí mismo y aborrecer no sólo al n\uricko, peto a su propio cuer- po. Y sin duda usurpa el nombre de.¿'.ristiano a quien esto le falta. 1".irque, como dice San Pablo,\Ici-5/Ret son de Critto bao • CriiCITIC;.C10 su carne con los vicios y cone(ípi::cenciacri- rfeella: Líen es verdad que hay algunas dolencias rnericurabl - eque otras, mas no por tanto se ha ninguno de desarnizar, haciendo con Ja desconfianza del todo incurable la enfermedad. Cual suele ser co los escrupulosos, que acobardados por excesiva consideración,

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Melchor Cano y la victoria sobre si mismo.

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  • TZ 4 7" LA VICTORI' DI:: Si ..:vliSiv50

    TRADUCIDO DEL TCSCANC, POR EL r,,EsTRO CHOR CANO, DE LA ORDEN DE LC ",?1(E.DICI.DOP.ES,

    ET RE 'Y

    Por cuanto por parte de vos. el Doctor Salas, vecino dt. h villa de Valladolid, nos fue hecha relaci6n diciendo (sl vos habis hecho u.r.ducir, al Maestro Cano un libro llamada Victo- r !a. de si lismc,., de lengua toscana en lengua castellana, y en elle Os habais ecuprdo mucho tiempo, y nos suplicastes os die, sernos licencia y facultad tira que o quien vuestro pc.,der hub:ese, lo pudieseis imormir, y no otra persona alguna. o como la nuestra merced fuese; y por ,ros iircer bien y mercad ttivelo por bien. Y por la presente vos dey licencia y facultad para que vos o la persona que vuestro poder hubiere Focirlis imprimir y vender el dicho libro. Y mando que por tiempo de diez. aos primeros sigtiientes. los cuales corran y se cuen-ten desde et. da de la fecha de esta nuestra cdula en adelan, te, otra persona alguna no le pueda imprimir vender, so pera que la persona que lo imprimiere haya perdido y pierda todos y cualesquiera libros que imprimiera o traiera a vender en es-tos nuestros reinos. La cual dicha merced vos hacemos con tanto que. esta nuestra c.k::2 vaya por principio y cabeza del dicho libro, para (me sz: sepa el tiempo por gtl se os da licencia para lo poder imprimir. E imprimizio el dicho libro no lo ven-dis ni pocUis. vender sin que 'primeramente sea visto per los de nuestro Consejo y tasado por ellos el precio en que le, haltie reis de vender. Y mandamos a los de nuestro Conseio y a todos y cualesquiera jus:icias de nuestros reino.; y seoros cae vos guarden y cumplan y hagan gli 7C17: :7 y curriplt esta nuei.tra cdula y --..ontra ella vos no vayan :al pasen, ni czans.entar. ir ni pasar por alguna manare, se pera de la nuestr_ merced y de dlez mil maraveds ocre la nuestra Cmara.

    Fecha en Valladolid, a veinte das de noviembre de mil atentos y cincuenca ai-ka, LA RUNA.Po: mandado e S. l'y:. sti Alteza en su nombre, lUAN VZQU,Z,

  • P I' O G O AL MUY MA',,N:FiCO SESOR iUAN DE SALVAUIERRA. etc.

    EL DOCTOR SALAS

    Si por instinto de la naturaleza, universa! maestiade todas las cosas criadas, muy magnfico seor, aun a las fieras es dada inteligencia para que al tiempo del . parto.procuren el ms s gu ero lugar que pueden donde pongan :eis cras, hasta que salidos a luz eszapcn ele los peligros que se les podran ofrecer ; y si las avecillas por el mismo instinto conocen cunto sea illCior elegir para nidos de sus pollitos las ramas de los ms altos, seguros y apazibles rboles, hasta que venido el tiempo en que, vestidos de sus plumas, puedan a placer gozar por el espacioso aire del natural vuelo. con cunto mayor razn puede mostrar natura-leza a los hombres guiados de la razn, de la cual son partcipes, guiados de la prudencia de que son ejecutores, que en sacar a luz obras producidas de sus entendimientos y dictadas de sus ingenios, !as cometan en la guarda de quien el juicio les propone, como en lugar ms apto para su conservacin, hasta que la vola-dera fama las tome en so boca para esparcirlas por todas partes, dndoles por defensa ser conocidas y aprobadas por buenas? De esto para mayor confirmacin nos ha dado ejemplo el M. R. P. el maestro Fr. Melchor Cano que, sacando de la caudalosa fuente de su doctrina y elocuencia la traduccin de este tratado, le anid en rbol donde no cayese, antes fuese tan ensalzado cuanto la copia de las virtudes de v. In. le promete,I, pues tan en breve quiere que a todos tal obra y tan feliz trabajo sea manifiesto, confiando en la humildad del intrprete, que .

    el agravio que se le hace -en manifestar tan poca cosa donde tal abundancia se nos promete y cada da nos da, le sufrir ceo el contenta-mianto que sentir del aprovechamiento universal que .en los cristianos resultar de esta tan buena obra.

    A la cual suplico a v. in, tenga por encomendada despus de impresa como la ha tenido por compaera antes de serlo. Por-que allende del favor y costa que en, la hacer imprimir pone, venga en noticia de todos los que de vencerse a s mismos tie-nen necesidad, y conocida por ellos, se vea el provecho que todos los servidores de Dios deseamos: Al cual plega aumentar vida y honra y estado de v. rn. en su servicio.

    Mochas veces con admiracin no pequea atentamente con-sidero cul sea la causa que, habindonos la naturaleza formado dC esp:ritti y carne. que, sta miserable y mortal, aquel divino y sernpit.irno. tengamos solicitud coroinua del cuerpo cada uno a su pos,ble, y del alma no as, antes un extrao descuido, como si, o no la tuvisemos, o ella de nada tuviese necesidad. Ninguno hay en el inundo que para vestirse no busque una ropa la menos mala .-.11e puede haber; y hay muchos que ce resplandeciente prpura. de fina grana, de delicada seda, y an del mismo oro y perlas se atavan, no porque les sea menester para cubrir sus desnudas carnes o las amparar de la molestia del fro, sino para dar un poco ms de lustre y gracia al ornamento de sus. per-sonas. Donde cada da se ven algunos, los cuales a su alma no slo de los hermosos y ricos hbitos de las virtudes no la visten, mas ni aun. comienzan a echar un hilo en la tela de alguna buena costumbre de que se cubra y adorne la parte principal que en ellor cs.

    Y qu diremos de aquellos que solamente por su regalo. con ai..tor superfluo de este saco de gusanos, al cual pocos das deshacen y vuelven en polvo, rara cuya sustentacin pocas y ligeras cosas bastan, revuelven con estudio y diligencia increble los campos,- los bosques, los montes, los valles, los res, los mares y los aires? Y siendo para un tan pequeo corpezuelo asaz cum-plido aposento una vil y pequea choza, por dar vana satisfac-cin traca a gran costa de las haciendas las escogidas piedras y pulidos mrmoles de diversas partes del mundo para fundar gran-des y superbos palacios, en que sin estrechura se pueda extender y caber la curiosidad de sus ojos y de los ajenos. Mas de la ce-lestial y divina parte de s no cuidan, ni de que se mantenga r.i deenore, aprisionndola cada da ms en la oscura crcel del tenebroso cuerpo, y dndole antes las hojas amargas del vicio que los frutos dulcsimos de la virtud.

    Allende de esto, cuando aviene que a la carne flaca y en-ferma sentimos, con mil ingenies trabajamos de recobrar la sa-lud perdida; pero a. las almas malsanas ningn remedio se les procura, mas a las veces huimos de - los mdicos y medicinas

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    espirituales que sin gasto se nos ofrecen. Para sanar al cuerpo a ningeM gasto ni trabajo perdonamos. No hay quien sufra rota la capa, ni sucio aun el zapato que calza. No hay quien pase por un ax que en el pie tenga por chico dolor que le causa; y en la pobre alma permitimos mil roturas, mil torpedades y la-gas bien as como si nada nos importase su atavo, limpieza y sanidad.

    Mujeres hallaris que, ro digo por un anillo o cualquier otra cosa de ms precio, sino por una aguja de labrar que hayan per-dido, dan dos y tres vueltas a una casa; pirdese el alma pre-ciossinia, la cual es de tanto valor que, dando Dios su sangre y vida por ella, no se tuvo por prdigo, y no hay quien trata de la buscar. Digo de la buscar, porque se cumple le Escritura que dtce: Infinito es el nmero de los necios; porque en el desconcierto de los malos y males sin cuento resplandezca rn5s el orden y cuenta de los buenas. Porque aun en esto se vea cine Dios es tan comedido con la libertad humana, que a nadie hace fuerza para servirle, aunque a todos muestra la obligacin que de servirle tienen. Porque conociendo los hombres la dificultad de salvarse con experiencia manifiesta de tantos como se conde-nan, desconfiados de s mismos, reconozcan que de la divina misericordia les ha de venir la verdedera salud. Finalmente, por otros intentos ocultos de la sabidura de Dios, segn que el pro-feta dice, andan los malos a la redonda. Seor, t los multipli-caste por tu alto y profundo consejo.

    Si a un filsofo le preguntasen de dende procede que sea tanto el nCiniero de los vieiosos, ciertamente respondera que parque andan a la redonda, por eso son muchos. Que la virtud

    .. consiste en el medio, y los vicios en las extremos; y ni ms ni menos que en un redondo cerco hay centro y circunferencia, y seran pocos los que atinasen puntualmente al centro, y muchos los que sealasen la circunferencia, por ser para aquella nece-serio tino y comps, y para esto no; as en guardar el medio de las virtudes como hay dificultad, i orque se recu;ee re5la cincel, y es menester guardar punto, hillanse pocos que lo ha- gen. Pero declinar del medio a los extremos, como es fcil, cual- quiera lo puede hacer sin trabajo. Por lo cual no es maravilla que les que andan en detrzdor se. mulzipliquen, pues son los hembres naturahnente enemigos de ti ahajar, y por el coni.r.irin,

    de zeuelo oue sin ta,tia se 1-iaze. Mas no embargante que la filosofa humana con esta razn

    se conrent;. con todo el profeta David le parece mejor referir esta muchedumbre de los pecadores a la profundidadde la divin

    sabidura. Porque la verdad, bien mirado, gran engao es

    PROLOGO

    pensar que hay menos afn en ser uno vicioso que en ser tuoso, como sea tanto mayor cuanto afana Mis el que ancla

    Tarr-e-dr.SnJa que el que anda por camino del-echo. Lo cual ye mostrara bien claro si prlogo de obra tan bseve como sta es lo consintiese. Cusd ttulo es De la victoria de :1;:sIno. con- viene saber, de sus propios vicios y pasiones. La cus no es empresa tan dificultosa cuanto algunos piensan, porque sin duda ms dificultetles se hallan al cabo en dejarse vencer que en vencer a la. nasin. Y no hay camino tan spero '

    la gracia de Dios, a quien se esfuerza a te comenzar, no le llaga llano y en el proceso apacible, mayormente hallando los hombres buen gua que los sepa llevar poco a poco al trmino de esta jornada. Que viendo yo cunto mal recaba() hay de libros en nuestro roman-ce castellano que competentemente enseen esto, me mov a to-mar la fatiga de algunos das en escribir este tratado, sacando lo mejor del de la lengua italiana, en la cual lo hall escrito per un varn de gran espritu y experiencia en las batallas espirie tuales. Hallar aqu el lector el origen y causa de cada vicio y e.I efecto por donde caria uno ser conocido ; hallar remedios y medicinas muy apropiadas a cada enfermedad; hallar en qu casos los siete pecados que licman mortales sean inortales, Y cc. qu casos sean veniales, cosa jams vista que yo eeca en nuestro lenguaje espaol, pero tan necesaria as para los penitentes como para los confesores cuanto ninguna otra lo es de las que' se pueden escribin. - Lo que a m toca, no hay que me agradecer ms que el buen

    deseo de que todos aprovechen con la obra ajena, puesto que no es ajeno lo que la caridad hace propio para comn utilidad 'de muchos.

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  • I.A 1.1'270T:11 DI", S MISMO. C.1 1:7

    CAPITULO 1

    DE LOS MOTIVOS QUE INOCCEN AL HOMERF. A LUCHAR CONTRA SUS FAS:CNES PARA ALCANZAR LA VICTORIA SOBRE ELLAS

    SL ndo el hombre compuesto de carne y espritu, como un medioentre las bestias y los nzeies, necesaria cosa es que par-ticipe las propiedades de ambos dos. conviene saber. sensualidad y razn, porque con los apetitos de la una se conserve el indi-viduo y especie humana y con la Jiscre,:ic.",a de la otra se con- serve en el

    t,:,:,:r, para que no salga de los lindes que la naturaleza le tiene puestos.

    Istas des partes suelen los teOlogos llamar porci. on inferior y sttriar, na

    porque la una es de su condicin baja y terrena, la otra aL y calas.ial, mas tanihien porque la primera

    st:e:a a la scgtmda. y la se;aunda como superior a la

    La cual, par ser ciega es justo sea adiestrada de la que tictac coa y prudencia para guiarla.

    Tiene Irt parte sensitiva dos potencias, irascible y coricupis- cible. I a co:

    codicia los deleites sensuales ordenados d c la naturaleza pa: a la susternaciZciel cuerpo y propagacin del ';-- ,

    e humano. La irascible es como ;aalaacia- y- _amparo de su conusat-lera para rasistir a la t,laoso y defender lo saludable. Por-qu'e a no haber en las cosas sensibles el deleite despertador de laconcuDi.:.cencia. la carne, delicada y enemiga de trabajo, deja-r a

    dc buscar aun lo

    neoa,sario, segiln hay los contrapesos en raros:ararlo. Y si por otra parte faltase coraje para la defensa del bien ya procrado, no podra nuestro flaco cuerpo entre tantos Con ranas a la larga conservarse.

    Son luego entrambas potencias necesarias. Pero si la razn no las goblerna coa gran tino, como dos caballos desbocados que tir

    -an el carro sin freno y rienda: forzosamente despear:in

    a s y a lo que llevan encinu, y ser el hombre no slo semejante bruta, mas peor, luy aprovechndose. de la parte que en s es

    prinzpal, antes usando de ella para .su propia perdicin. De este iundamento sc sigue que, siendo la inclinacin o al

    deseo de lo sabroso o al desdn de lo desabaido plantada en nosotsos naturalmente, no 51' llamar vitu7erahle ni loa- ble, sino en cuanto veuee o es venc..ia de la raza, como en los nios sc ve. en (luien. por ser las obras naturales, no traen con-sigo ni mrito ni demerito. si con el uso del 2.1beciro no se hacen vclurr arias. V as tambin se concluye QLIC !OS primeros mov- mientas son- sin culpa. nue: no es en nuestro

    poder el en- tares. Mas sobrnvi:uLnJo el consenzimiento ya no son primeros. sino s ::zundos o tercetos, ni les cuadre ya nombre de s.'lladitos, pues dan lugar al juicic,,

    para que m.ire lo que en su territorio y jurisdiccin se hace. Y as e: mejor consejo serahacernos fuerza al primer mpetu. Porque como alcanzando nosotros victoria de ellos ro Niuziven tan a menudo ni con tanto vigor, antes poco a poco se vienen a anaaaar, as si :a elc.

    -tyzan de nosotras, son rnals recios :a violentos a la vuelta, setailtando casi del lodo a la rairra par 'al modo que el caer se resttelve en costumbre, para cuya extirprzin es menester tanto mayor fatiga cuanto fuera menor contra.itar en el nrincipio a !a pasiOn. Porque veas cunto im-porta el bien acostumbrarse a los principios.

    Mas ni por eso debe deseo:16r el mal habituado. Pc.n'que si perliademente se trabaja, no es imposible deshacer la mala, cos-tuinhre con la buena, en especial ayudando a esto la gracia de Dios, 1.1 cual en un momento puede mudar ce mal a b

    -ien, con-curriendo juntamente nuestra industria, de que Dios en nues-tras obras se quiere aprovechar para mayor gloria nuestra. Por-que si en esta contienda se soportare mayor afjr., crecer ms la causa del acrecer y ser all la corona ms gloriosa donde fuere in.s reida la batalla. Como a la verdad los cargadas de mujer a hijos y familia y los delicadas de complexin hallarn mayores impedimentos que los libres de matrimonio y robustos de -cuerpo. Mas Si los tales recurren continuamente a Dios, pa-drn llegar al mismo fin que los otros, suplienco.laagracia lo que falta a la naturaleza.

    ,

    a 2 a

    De suerte que no debe jams el-borre dejar la emjiresa de vencer a s mismo, porque ste cs:erl".primer precepto que jesi-cristo nuestro maestro da a los discfPtlas de

    - su escuela: negarse

    a s mismo y aborrecer no slo al n\uricko, peto a su propio cuer-po. Y sin duda usurpa el nombre de.'.ristiano a quien esto le falta. 1".irque, como dice San Pablo,\Ici-5/Ret son de Critto bao CriiCITIC;.C10 su carne con los vicios y cone(pi::c

    - enciacri-rfeella: Len es verdad que hay algunas dolencias rnericurabl

    -eque otras, mas no por tanto se ha ninguno de desarnizar, haciendo con Ja desconfianza del todo incurable la enfermedad. Cual suele ser co los escrupulosos, que acobardados por excesiva consideracin,

    ,

  • Sir I.C110P. sslO

    o por mejor decir, imaginacin de ella defectos, no se osan hacer fuertes para levantar dci decaimiento en que se hallan.

    Por diversa va caen en el mismo inconveniente los presun-tuosos, los cuales confan tanto en la divina misericordia, que dei-ide ms piensan ganarla, ms la pierden, y lo que les haba de ser cuchillo para cortar el lazo. les es lazo para acatar la con- ciencia.

    Tambin se curan con dificultad los tibios, que creyendo estar calientes, estn dobladamente fros: y faltndoles la vida, viven contentos con sola la pintura y apariencia de virtud.

    Mas sobre todas es dificultosisima la cura de aquellos que:- habiendo un tiempo estado en gracia de Dios, y habiendo gus-tado la dulzura del espritu y experimentado la suavidad de jesucristo, despus se arruinaron y como de lugar ms alto die-ron ms peligrosa cada. De quien el Apstol dice ser imposible que vuelvan otra vez al ristre. NO embargante que lo que a nosotros es imposible, es posible a Dios, a cuya arte y potencia Hin ;'lana llaga es incurable, si acudimos a El con entera espe-IZirIZJ de su misericordia. A El dio, que puede hacernos en un punto de Pusilnimes, animosos ; cie presuntuosos, humildes ; de tibios, fervientes; de desesperados, confiados, volvindonos no slo a la primera gracia que perdimos, mas una mucho mayor. Concluyendo, pues, este captulo, digo que si de nuestra parte nos esforzremos a sojuzgar nuestras pasiones, con el fas- sic:- asVIno, sin el cual es vano cualquier trabajo, alcanzaremos de nosotros mismos y de todo vicio perfecta victoria..:,....

    CAPITULO II

    DE LA VICTORIA DI: S MISMO EN GENERAL

    'Atenta y grande consideracin es sin duda menester para se entablar el hombre en ser cristiano. se puede. dar asienn, en la vida, si no se toma algiin tiempo y cuidado para con sosiego y reposo tratar de la (orna y manera de vivir. Por tanto. cumple dar aloinsos das de riza )o a todas oros neocaios, negnciar solas con slo Dios, rcc',,gindonoS duitro de nosetirOs mismos, porque, segn dice el evangelio: Reg:io,z Dei .intra nos est.

    Y pues en esta negociacin, dado que el caudal sea de Diosa ha de ser nuestra la industola, el principal aviso que hemos de tener es en el conocimiento de nuestra condicin:,. El demonio para sitiar y combatir nuestra conciencia reconoce primero las

    LA VICTORIA DE s N115:110.---C-2

    fuerzas y flaqueza de ella, rod ala con olas 3oli"citos para asentar la artillera donde ve que ms dao le podr hacer y entrar poi. el lugar donde ms flaca la hallare. Si nos e inclinados a cerner , beber, por all nos mina con la gula; si somos colricos, danos batera con la ira; si melanclicos o flemticos, acomtenos con la pereza y acidia; y si pusilnimes, tintanos con cscr pules si ambiciosos y naturalmente coniiados, hdcenos fuerza con la soberbia. En c;-, rodea todas nuestras naturales inclinaciones, y donde halla el pedernal ms dispuesto, toca para sacar el fuego. Donde ve que est la plvora, hace saltar la centella y de nos-otros abrasa a nosotros con mayor facilidad.

    Este mismo consejo hemos de tomar nosotros para le contra-minar y saber acudir al reparo de lo ms flaco. Ver a qu somos inclinarlos, y all poner ms diligencia donde es ms grave la' necesidad, proveyendo con mayor recaudo a aquella parte a que nuestro adversario necesariamente ha de acudir. Porque no es-pera jams vencernos si no se aprovecha de nosotros en la con-quista de nuestras almas. El risa:dice, tambin antetodas cosas conoce la complexin del enfermo; despus la dolencia y causas de ella. N piensa curarla de raz, si no es habiendo :aspecto y atencin al sbdito a quien ha de aplicar las medicinas. Senie-jante advertencia se ha de tener en esta cura del z'ona para conocer bien nuestras calidades., y no ser pequeflo remedio COnocerlas.

    Entendidos ya los vicios que ms naturales nos son, no nos armemos con una generalidad acostumbrada para la guerra' de todos juntos, sino entremos en campo con slo uno, el que ms nos fatiga, y vencido aqul, daremos tras el erro y al fin de las siete vueltas caern todos los muros de ieric, los cuales cayeron con sola uns.

    Allende desto hese de. poner de nuestra pzote patticular soli- ciwd en la ;uanda del corazn, porque d:lste todo bien y nal procede, no oej;nclole eciesanier.1: discurrir en vanos pewarrien tos, de do,ide nacen la vanas palabras, como dice cl Evaello; que 1-,,..;la la lengua de la abundancia dal traz =", y aun bin las malas obras, como en el mismo Evangelio escr:le: que del corazn salen los adtdtetios, hornicidiDS y falsos tes':, r.cruo::.,

    l Un: pie estar a punto para distinguir la_calidzd. miento que nos ocupa, que algo es vano, (a= r..erras y otras cosa:: iinnertinentcs r..igo superfluo, corno de 1.;:re.ida. ciencia, de hijos, de deudos y otras semej,Intes desgracl'as. A 12:3 cuales, pues con pensar en ellas no se da remedio, convena dar de mano, siquiera por no afligirnos en balde, cunto ms que el dao es grande para la conciencia. Ni ms ni manos rado peT1,.

  • 5

    Vi .CHOR LA 51:4210;flA DE si MISMO. -- 29

    ,.1:11;ento de rencor v vr.me,an7a, por ms une est impreso en el alma. con repensar la Pasin de nuestro Redentor. ha de ser testado y tal escritura hace de borrar con la Sangre de Jesucristo. Pero sobre todo se requiere gran diligencia en desarraigar los pensamientos deshonestos. ora nazcan del demonio, ora de la carne. ora de nuestra mala costumbre. Y esto se har huyendo el ocio, la compaiia y las otras cosas que acarrean semejantes imaginaciones y armndose de continua oracin, de que en la guerra contra este vicio hay ms necesidadpor ser la victoria dl particular don de Dios.

    Con tales principios, en fin. llegarn los hombres a vencerse a s mismos, que cs el intento de este libro e intento principal de cualquiera buen cristiano.

    CAPITULO /II

    DEL 1.1W DE LA GULA

    El primer rccuentro en la batalla espiritual es contra la gula. Que como la concupiscible naturalmente nos inclina al comer, pro-vedo de la naturaleza para la conservacin de la vida, queriendo proveer a lo necesario, nos transporta a lo superfluo. Y ase es muy dificultoso contenerse en los trminos de la necesidad y refrenar todo deleite demasiado en el manjar que con tan justo color se toma. Porque, o anticipando el tiempo, o traspasando la medida, o procurando superfluas delicadezas, o saborendonos con excesiva golosina en lo que comemos, ligeramente incurrimos en este vicio. del cual luego nace un escuadrn de pecados que cercan c.11 alma y por tod.is partes la combaten.

    Primero, aunque generalmente la gula es madre de muchos vicios, mas su hijo primos,,nito es la lujuria, que de vientre goloso es muy cierto el parto lujurioso. Despus se sigue la pe-ieza, que como en la pesadumbre de la comida no se puede levantar en alto el corazn. teniendo las alas pegadas en la liga de la muelle carne, como con los humos del manjar la cabeza se canoa de nublados, queda el hombre inhbil para la meditacin y oracin y para cualquiera otro espiritual ejercicio. De ah su-cede el excesivo dormir, acompaado de muy torpsimos y abo-minables sueos e inmundicias. De all viene el parlar sin fruto, y de las infructuosas se salta a las daosas, de las vacas en las sucias palabras. de los motes en las lstimas, de la conversa-cin en la detraccin. As el tiempo peeciossimo se pierde, y con l el alma. cayendo desproveda mente en el infierno.

    Difcil cosa es vencer perfectamente la gula, asi:rcirque nace con nosotros y en la leche la mamamos: as porque es pelea muy ordinaria y no la podemos huir : as porque con el velo de la necesidad muchas veces se cubre la superfluidad; as por le poca Braveza que al parecer este vicio en s tiene y las muchas excusas que nosotros le hallamos, pretendiendo razoneSsefsticas en con-servacin de la vida y sanidad. Y no miramos que no ha puesto Dios la delectacin en el manjar para satisfacer el apetito, sino solamente por salsa para despertarle a tomar slo lo necesario para conservar el cuerpo: la gula por el contrario no tiene res-pecto a la necesidad. sino al deleite. y con la demasa del comer, gasta la salud que con la templanza se conserva.

    Sate, pues, regla que, cuando y cuanto comieres sin haberlo menester, es pecado de gula, el cual conocers en ti por estas seas. - Si previenes la hora sin causa manifiesta; si habiendo comido lo necesario comes las otras viandas que de nuevo te ponen, y pudiendo cmodamente vivir con dos suertes de man-jares. no te contentas sino con cinco o seis; si creyendo que te hace mal, por el apetito que tienes no lo dejas; si bastando poca diligencia, solicitas mucho la comida; si turbas la casa y ries con la familia de que no guisan a tu sabor; si aun apenas aca-bada la comida, piensas y hablas de la cena; si comes hasta hartar; si apresuradamente y con agona, o al revs, muy des-pacio, entreteniendo el sabor del gusto; si viendo algunas golo-sinas o entrando en huertas y viendo algunas frutas no te re-frenas de no picar y gustar de todo; si hablas de buena gana en diferencias de manjares y de vinos; si ests muy atento a que no pase la hora ; si siendo sbdito murmuraras de las faltas que hay en la mesa. Finalmente, digo que como comiences a entender en este ejercicio, Dios te dar: a entender lo que te falta para ser templado; y habiendo descubierto la

    llaga, procura con dili-gencia la medicina, y desconfa de vencer el segundo vicio y el tercero, no saliendo victorioso de este que es el primero. Para el cual, entre otros muchos remedios, es muy bueno tener siem-pre en la' mesa alguna santa leccin y orla atentamente; por-qt.e sin duda cuanto de mantenimiento recibe aquella hora el alma, tanto de moderacin se pone al cuerpo.

    Bien parecera cosa nueva en un seglar leccin de mesa; mas por cierto tengo que, segn estn estragados en este caso los cristianos, cualquiera reformacin de su claustra les parecer novedad. Y si les dijese que a lo menos moviesen alguna pltica provechosa, tambin diran ser pesado consejo el que les quita el mejor plato de su comida, que es la conversacin. Y aun per. sonas habr que el bendecir la mesa y dar gracias despus de

  • A

    1

    30 OR C..kNo

    alzada lo tornan por pesadumbre. ik los CU.ileS bastar ,cleeirles en qu casos la gula es pecado mortal, porque siquiera se guar-den de lo ms 9,raN.T. ya que no estiman lo que es menos.

    El primer caso es cuando se quebranta algn ayuno de la Iglesia. El segundo cuando hace notable d.o a a alud lo que se come o bebe. El tercero cuaud.) por Id demasa del comer y beber se oierdeel juicio, como en los beodos acaece. El cual ;o cuando el exceso es tan grande, tan costoso y ordinario. que las limosnas debidas a pobres se resuelven en banquetes y gicecnias, como del rico Epuln en el Evangelio se Inc: EL epulabatur quo-tidie splendide. El quinto cuando a causa del mucho regalo y demasiada cantidad, alguno se ve peligrosamente _tentado de la carne; y no embargante el peligro, todava echan olio al fue-co v echo a la carnalidad. Finalmente, cuando uno fuese tan sujeto al vientre, que entrase en el nmero de los que San Pablo diCeT 1juorion Deus venter est. Lo cual conocer si, ofrecindose alg,ma otra cosa a que sea obligado de precepto, la traspasa por 1.1.O "la:..er contra stl g,)losina.

    Eso se ha dicho por los flojos, que los diligentes y solcitos de su salvaci6n, como saben que de lejos viene el agua al molino, mayormente en les vicios carnales, gu.rdanse de las cositas pa-quei-ids por no venir poco a poco a las grandes,

    Volviendo, pues, a los remedios da la gula. el ms singular de toirbs es tener siempre en la memoria aquella hiel d e que en su postrimero sed fue nuestro P.r.dentur abrevado. Y si posible fuese a cada bocado tener puestas las mientes en las Leas de Jesucri,to, rn breve! tiempo esta mala llaga se sanatia. De' la cual et-itoi-.crs conocers estar sano cuando, entendido que el manjar se nos dio por medicina, no codicias ms el s.abrosc que el desabrido, con tal que te d bastante fuerza y nutrimentoVerslo tainbis.ln en si te traen con pi.'sadt-nbre a pagar este tan impot tuno tributo al vientre. De cuyas imposiciones y serv-(lumres, si una vez te libertas, naczr eta tu alma una continua aleua, verdadera se771.1l de haber scpesado todo deleite de cuan-

    cariar, con el espirito mantenido y lleno de interior con-.

    solaein.

    ! T ti T. O 1V

    Du vICtO 1-)1

    nos da el segundo vicio, el hediondo pa. yo ape.e.r.to e., en la concupii

    caza nttu no tiamirrmas las armasclel ,.Spritu, no

    LA 'COMA DE s

    hay defensa que baste. Porque la batera es tan recia rlue, st Dios de su enano no repara y fortalece la coneirneia, sin falta der pm' sucia con todo el edificio espii-iteal out: estriba sobre las cuatro esquinas de ruatro, virtudes cal ca. Y cada al primero combate la columna de la r.emplan7a. cae ;untarnente aquella de la fortaleza, no haciendo el hombre fuerza a vencer su apetito. Pilese tambin la itiz de la prudencia, sonso por la expeiie,r1cia se ve en los carnales, que--Ta oe les entorpecen los ingenios cerca de las cosas divinas y aun tembi/..'n cerca de las humanas. En conclusidnr padece der-irnento la jus-ticia no pagando tina deuda tan debida a Dios corno es con croar su templo en toda limpieza, la cual es verdadero medio para ver a Dios, que de solos limpios de corazn se deja ver, y es la justicia del reino del, cielo: do todos sern como ngeles, si en la tierra comotseles hubieran --,

    Nace eta nosotros este vicio primeramente de les sentid, como de ver, or y tocar cosas incitativas e la lujuria:775r terio,.r siguiendo el ejemplo ele Job, conviene hacer pacto con coda sentido, que no pase la raya de le razn. Porque si en esta primera estancia r..o se resiste a deleite, en continente salta la segunda, que algunos llaman ceez,itativiu otros buteerreativa, donde se anidan las malas representaciones, en las cuales el pen-samiento, detenido con deleitarse en lo que piensa, tiene por nombre en las escuelas cogilaciOn morosa.. Y as cumple "a la hora, antes que la plvora rienda, traer a la imaginacin otras cosas buenas en que se ocupe, porcItieloS malos pensamientos sean constreizios y 'orzados a dar lugar a los buenos y, corno dicen, con un clavo salga otro. Donde no, en un pl.,rdel corranza la razn a ser herid:, del deleitoso valido, el cual siempre por la mayor parte prende en aquellos que en este caso se descuidan. Pero si aun hecha esta diligencia, todava persevera la ten,a-: ci.:;n, aqu es necesario con ayunes y vigilias y disciplinas zyti

    y p, dar Se, o ciertamente. con oracion v ccnternacin. C`1c d' nata parte sea este mal husped avanzada, ccn erpe::eza del cuerpo, y de la otra, siendo el alma proveicla de de!eites celesJ:iaes, desprecie con el favor divino los carnales. Otrainente sea cierto el cristiano que el monstruo pasar al postrimer apoAnto, albor-g.lndo.se en la voluntad, la cUal, en consintiendo (lue pase, con- Cine y pare el Pecado Mortal.

    Y es mucho de notar que este voluntario com.eniirMelito t iene muchos grados. El uno se llama senSual,orno seria

    intenci4 tocar [con] la incito y crunniacersc en ci ta,yo. & >V0 complacer da un cierto linee da complacencia carnal, te e

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  • J2 NIELCIiOR CANO LA VICTOR:A or S mismo ---r 5 33

    conocers en el efecto, por la alteracin y encendimiento de la carne. Qu e

    a no haber ms que. un deleite natural de tacar lo blando o lo templado, como podra acaecer entre dos mujeres que honestamente se tocasen las manos. tal caso no pertenece al vicio de que ahora hablamos. El segundo grado es en la coezita-tiya. cuando la voluntad casi de propsito disimula y deja el pensamiento torpe perseverar con su deleite, en que peligran a las reces las mujeres viudas por la memoria de las obras pasa-das can sus maridos. El tercero es un consentimiento condicio-nal. corno cuando el hombre querra que el tal deleite fuese licito. o le pesa que sea vedado. Y aqu suelen tener peligro las doncellas en pensar cmo se holgaran con aquel o con el otro si fuese su marido.

    Todos stos, hablando por trmino.; escolsticos, se nombran consentimientos interpret.

    -ovos, parque se interpreta y declara que la voluntad quiere aquel deleite sensual, pues no lo impide pudiendo y debiendo, antes lo permite estar en el apetito sen-sitivo. Y aunque no falta cplien en algunos de estos casos, espe Cialmente en el tercero, excusa de necado mortal. lo cual no es cierto, dado que sea muy probal,le. pero ninguno puede negar el peligro de consen:U.

    ,rimen no huye. segiri la sen-tencia del Sabio.' perecer.'" en l, como la experiencia con su propio dalio :riostrar.: a quien sin ella no lo creyere.

    El Ultimo grado es eon al,,oluta y deliberada determinacin, do expresamente coosieoo la voluntad en el mal. aunque lo deje. o por temor

    .-de la honra, o por otro coaluiera humano TeS7et O. o porque falta opote enidad para cumplir aquel mal de-

    .

    seo, en el cual la culpa del pecado es ya cuniplida. puesto que no intervenga la accin emerjo,.

    Nlas como al principio de este tratadillo dijimos, de sucios pensamientos se viene ordinariamente a socias obras. y quien comienza a descender la primera grada, por sus pasos contados dar consigo en la postrera, y de cu caln en escaln, sm lo echar de ver, caer en el profundo, donde por las manifiestas culpas conocer 'cules fueron las ocultas que con los vaivenes de las imaeinac.iones torpes sola cometer, amenazando la cada en que de.sPials se hall.

    Pues veamos ahora cuntos son los males que de este solo mal ploce.len. Primeramente hace a las hombres, hombres de noche. que como lechuzas u otros animales nocturnos, no pue-den alear los ojos a ning:in iesplandor ni hermosura celestial. :tem, hcese el bornhre inconsiderado, que ni teme daio ni vergUenza, ni tiene respeto al ls-ien que pierde ni al mal CO que incurre, porque el vicio a que est atado le trae en torno cubierta

    - . 't,""mrse7Ttr"9"'Ts,e-es,777nors77,-"ess~-9.:94kosse s`S7.

    la vista orno a bestia de noria, o como a Sansn los filisteos, sacados las ojos. en la tahona. 1:;nal:nente, de tal suerte se 1.

    -Iga la razn, que todo el afecto que se haba de emplear en Dios, se revuelve al mundo, y todo eI cuidado que se haba de poner en el alma se traspasa al cuerpo. Ni se sabe ya imaginar otro paraso. salvo revolcarse en el ceno del lujoricso deleite. Y ya que aluna vez levanta e: ccrazjn a Dios, es para demandar o gracias mundanas. o bienes tempora:es, que otros ni ios desea ni los estima. V aun a las Veces este abominable vicio trae al bre a un fastidio de Dios y de las cosas divinas, y slo aquello le cae en gracia que no desci:ce a sus torpes deseos. La leccin . de santos libros le aborrece. las buenas ticas le enfadan, la CraCitli le n

    .-la en restro, ele la santidad propia desespera, la ajena le an,ohina, los humanos consejos le importunan, las-divinas iris-piraciones e reirmerden. En lin, toda buena consideracin le es / molc;t.i, porque el miserable deleite le tiene tan cautiva el alega, (si n e

    le ha ce lener 0,ho en todo lo que pone eTilbaT:0 en los

    placeres de la carne. Y as le nesa que haya leyes en contrario, que haya infierno, que se le acuerden sus pecados, que haya isonort del alma y eternidad de siglo adveruciere, con breve termino y conclusin de toda su felicidad presente. Dando viene (loc la fe no le es ms que una hiel en 10 miel de sus cariosli- dades. i cuando le representa o la eterna bienaventuranza de los buenos, o la perpetua malaventura de les malos malditos. cae en una mortal acidia y comienza a vacilar en la firmeza de _a fe, can una confusin de varios pensamientos, que es :a Babi-lonia, la cual edific el amor propio, creciendo de da en da hasta venir al desprecio de Dios y de sus divinos preceptos.

    Tal es la cola de esta monstruosa serpiente, que luego luego tan halagliieio y blando rostro nos muestra. Tal es el remate del vicio de la lujuria, que su poco a poco vino a asolar la fbrica de la virtud hasta los fundamentos de ella.

    CAPITULO V

    DE Los REmuDius CONTRA LA LLIWRIA

    As que conviene esforzarnos para la victoria de este vicio, conocid': primero la raz de donde nace, que principalmente es la ociosidad; albaar de lujuriosos pensamientos, la cual (leste- ,. rraremos de

    nosotros con cl continua ejercicio proporcionado a Complexin y calidad de cada uno. Digo proporcionado, por-

    :, s sous

    - 3

    .71,7fMr1^11.,,Arr,^~-~m~rv,1~~,n,--11,,v.,,,,TITOWTITr5t..!*,,yr,7r~...,

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  • iC)R CANO A V7C-DITZIA r) c N;:smn - e r; al

    honestidad. as el verdaderainente casto viendo cosas lujuriosas no se envicia, antes se enciende ms en el deseo de la virtud

    ,con el asco- y aborrecimiento de la torpcdad que ve. Como de Santa Ins_ leemos que, llevada por fuerza al lugar pblico, no slo no le amancill su puridad, mas de sucio fue hecho limpio. y con la presencia del cuerpo y alma casta se convirti la morada de torpes mujeres en templo de puros ngeles.

    CAPITULO VI

    DE LA /RA

    La parte irascible, como ya dijimos, nos fue dada por defen-sin de la concupiscible. Por lo cual, si en algn bien nos hecen estorbo, o si con algn mal nos quieren hacer molestia, sbita-mente el corazn se conmueve y todo; los miembros se arman de ira para acudir a la defensa. Y si _esta potencia se emplease en aquello para que de Dios fue ordenada, no slo no sera cm; pecibie, ms utilsima y necesaria. Por lo cual yerran aquellos que ctlp.in a la naturaleza en la culpa que ellos tienen, o por no refrenar el movimiento natural como podran y deberan, o por-que la saya que se haba de tener contra cl vicio la revuelven contra el pr;imo, como si con las armas hechas para amparo de la rcphlica matase alguno [a] los propios hijos; o como si el mastn puesto por el pastor para guardar las ovejas, volviese los dientes contra ellas.

    Queriendo, pues, hablar de la ira, la cual primeramente en esta parte nos ocurre, que de ira tom el nombre, digo que si la tornamos por un subimiento de sangre y de clera al corazn, ni es meritoria ni demeritornaH ni peca 0. ni virtud. Mas cuando ah so;neviene con el consentimiento el deseo de venganza, a la hora se comete la culpa, salvo si el tal apetito no fuese regulado de la razn, que entonces la saa se llamara celo. El cual cuanto a la obra no se discierne del enojo culpable: como de Moiss se lea que, airado. derram mucha sangre con sus propias manos. Pero en el mismo tiempo el alma estaba con tranquilidad de dentro, aunque menos de fuera se mostraba. De suerte que cuando la autoridad pblica y el oficio que tenemos nos com-pelen al Castigo de los otros, este tal coraje no le llamamos aqu ira; porque no solamente no es vituperable, mas es loable. Como seria tambin si alguno se ensaase contra sus mismos vicios y

    se cas:igase porque los acometi. Pero c n e; os casos Cl airarse es vicio.

    Ni cabe excusarlo con decir que los primeros movimientos no essn en nuestra, mano, y que la clera es un ho...or natural que sbitamente echa lo; humos a las narices. Porque sin duda. cuanto el hombre fuere ms pronto a disculparse. tanto ser ms insanable. Como al revs: el que conociere su mala cosi:in:5re o-

    descuido de no irse a la mano. con ms presteza buscar la ,5 medicina de la llaga que en s ha visto. Bien sea verdad que este-> vicio a las veces se anticipa a la razn, de suerte que el hombre que lo tiene aun no lo echa de ver. Algunas veces la ciega, y muchas en tal manera se seorea del alma, qUe de todo punto la perturba hasta traer al hombre a blasfemar a Dios, o matar al que menos querra que tocarse a s en sus ojos. Porque este fuego es tan maligno, que con la humareda que de s levanta del todo entenebrece la vista del entendimiento. Mas esto no ha de ser excusa, sino espuela para procurar enmienda de la pasin que en tanto grado saca de tino a la razn y conduce a otros muchos vicios; los cuales o son sus hijos, o a lo menos sus compaeros. Porque no puede ser ira sin soberbia, como quiera que jams se hall hombre humilde que fuese iracundo.

    Allende de esto es causa de ordinaria tristeza. Porque nc se puede vengar, queda con un amargor y acedia desasosegada,. la cual tambin se sigue volviendo el hombre sobre s, cuando, pasarla la furia, reconoce el desatino que pas.

    De la ira tambin salen las injuriosas palabras, las conten-ciones y rencillas, las blasfemias y enemistades y aun a las vces las prdidas de familias y pueblos. iteni es el iracundo incompor-table en la conversacin, porque fcihneroe y de pequeas causas se enoja. La avaricia, cuando !e toclis en los dinero:, le indigna; la gula. cuando el comer no est a su modo, le ensaa: la sober-bia, si le Ilegjis a la honra, la embravece. Brevemente, en todos los vicios prende por livianas ocasiones, y cien veces al 21a de

    builas y d las veras voltea la razn de un hombre furioso, y turba la Conversacin de los amigos y revuelve la casa y perso-nas con quien trata. Por donde el sabio Salomn aconseja que ningn cuerdo tome amistad con hombre iracundo, que es_

    in- h'bil para ser amigo de nadie. Mayormente que entre los amigos se comunican cosas secretas; y como el airado sale de s por un pequeo desabrimiento, os lastima con descubriros el secreto que ms os importaba.

    Ciertamente si el iracundo supiese el peligro que tiene, ten-dra piedad de s mismo. Porque ni de este mundo goza ni del otro, a desesperacin del cual algunas veces la impaciencia le

  • 1

    .38 sirreinsw c,,saa

    trae: y aun el urtonio, que le venci en este pecado. lucro le entrega a otro su compaero parar que en otro vicio le despee, y a cada paso le pone tropiezos con que le hace caer. y con cual-quier cosilla atiza el fuego, o por apoderarse cada hora de el, o por hacerle ms continuos desabrimientos, que aun en esto se venga de nuestra naturaleza.

    CAPITULO VII

    DE LOS REMEDICS CCs:TPA LA IRA

    Algunos en el remedio de este vicio son tan bestiales, que no pueden quietarsc, si con el mucho gritar y reir algn rato no blasfeman, echando de s el fuego de que estn abrasados. Los cuales verdaderamente son incurables, porque con la ira

    .

    piensan aplacar la ira, como si algn ignorante con ejecutar el apetito de la gula o de la Injuria, pensase apagarla, corno a la realidad de la verdad antes se encienda ms.

    Algunos otros, porque tan fcilmente se desenojan cuanto fcilmente se enojan, no les parece muy grave este defecto, y as, como la cura no les es de importancia, todava perseveran en el mal. Los cuales deberan pensar que muchas heridas, aun-que no mortales. alguna vez sern causa de muerte, ni ms ni menos que una Cosa. mortal.

    Otros hay que reservan la ira en el corazn, y all se la cue-cen en su pecho. 1 stos, aunque no hacen mal a los otros, lo hacen a s tan ms peligrosamente cuanto la llaga es menos in-fame por ser ms encubierta. Y aun hay personas afables con los de fuera de casa, que a ios suyos son intolerables, como quiera que halsran de ser al contrario, porque la pacaenCia, aunque sea necesaria para con todos, mucho ms para con los domsticos.

    La cura de este vicio es una perseverante oracin en la pre-sencia de Dios. Digo perseverante, porque la ira. 4-Un-llana pro-VQC4 la divina. Por lo cual el iracundo no merece as presto ser odo. Pero debe tanto llamar a la puertahasta que le cumpla su deseo.

    Ayudar tambin a la oracin que hiciere con buenas consi-deraciones, como ser pensar en la brutalidad de este vicio, cl dial de hom'ore transforMa en ia, y ahora le enciende en liernas y le tuslasi todo Cl rostro, ahora le torna amarillo conio cera, -tus. es la peor ira, a tiempos le hace mudo, a tiempos le saca la lengsea de todo tino. En suma : corazn, ojos. labirs.

    LA V:C1ORIA DE s c .7

    manos y pies y todo el hombre conturba de tal modo, que a mirarse a aquella sazn en i_tens _e_saejo. no sera men:slel. otro rneel.0 K'a aborrecer este vicio y trabajar por enmendarnos de l. si- qu

    despojedel sosiego y paz del alma, nos priva de la razn, en

    que somos semejantes a Dios, de mansedoeolsre por la c.u:1 especialmente somos sus hijos, de la benignidad y blandura exte-rior del gesto, por la cual somos hombres, y de hombres nos vuelve en fieras con la braveza as exterior como interior en que nos pone.

    Y es de notar que la ira tiene El primero es cuando el apetito de la venganza es solamente interior. El segundo cuan-do ya sale fuera y se publica con algn desdn o mofa o bufido exterior. Ei tercero cuando procede en alguna pj,lbra_injuriosa contra el prjimo, como seran llamarle necio, judo, cevil, bella-co y semejantes otros oprobios y denuestos. Y no me da rns. que los digan con la lengua, que los signifiquen con alguna seal, como dando una higa o haciendo una O con los dedos en el pecho siniestro. El ltimo cuando la iracundia hace las manos en la persona con quien est el hombre airado.

    En todos estos casos, cuando la venzajiza que se desea era injusta, es pecado mortal, o porque el prjimo no la merece, descare la muerte no habiendo hecho por que, o porque dado que la merezca. el ejecutor no ha de ser persona_priyah, o que puesto que es aLrii:Iblie.0, no desea ni ejecuta la ven-. ganza con respecto de la justicia, sino por satisfacer a la.,,_r_nal voluntad que le tiene.

    Pero ser venial en dos casos que se excusa de mortal. El uno es cuandoer7ial que se desea al prjimo con la ira es F.- viano, como si enojado con algn muchacho le diese un ri_Telln. El otro cuando el mpetu de la ira fue .tan sbito que no se pudo fcilmente refrenar, no embargante que hubiesealguna negligencia en tirar de la rienda, o por la mala costumbre, o por el descuido que ros cristianos tienen en estar siempre sobre el aviso, dndose sofrenadas y gobernando la furia de su apetito. Y los padres con los hijos, los seores con los criados y, en gene-ral, los superiores con los inferiores no pecan rnortzimen,.e en este vicio, salvo si la pugnicin no fuese notablemente excesiva, o si al modo de airarse desordenadamente no se cons:guiese algu-na blasfemia consentida ys deliberada.

    (7,17i7r -1-1 p luego buscar 'lcss remediclionortimns, como es pro-poner menudo de no se cr7.7ri"117c7rtar de la c(jers, antes so-c,mar cualquier njuri, o desabrimiento; y aun es.,..)rkaise 41.71-1

    p--Lli r quien 1c ofendido, y acordarse sc jr

    =,1.19.rs-TmlivyT~,ewrry-nraw"..-~ tAr'r>r,---

  • ;a N1ELCHW CANO LA VICTCIZTA Un s -- C.8 .4;

    todo continuamente de la mueste. A la cual quien con tal vicio ser a otra eterna por el demonio. que en esta vida le

    venci. llevado. donde a mai de su grado :e harn sufrir no slo palabrillas y pequeos desdenes. sino terribles injuries y gravsi-mos tormentos. Y ser la impaciencia perdurable y sin remedio, porque cuando hubo tiempo no se pusieron los que haba.

    Entre los cuales no es el menor considerar el sufrimiento incomparable de Dios, as con los otros que cada da le hacen millones de ofensas, como con nosotros mismos, que siendo los que somos nos disimula. calla, sufre. sustenta, provee con infi-nita paciencia y mansedumbre.

    Mas, sobre todo remedio, la meditacin de Cristo crucificado apaga las inflamaciones de la ira, como al fin de este trabajo ms largo diremos. Y entonces te podrs juzgar victorioso de aqueste adversario, cuando creers firmemente que toda adversi-dad. de cualquiera parte que venga, te ha sido de Dios pro-curada, o para castigo de lo pasado, o para humillarte en lo pre-sente. o para preservarte en lo futuro, en fin, para medicina del alma y renovacin de la conciencia. Y quin no sufrir pacien-temente la mano de tan buen Padre? Quin se quejar de tan amoroso mdico? Quin se enojar cuando Dios le trata como a. sus amigas, a sus queridos, a sus regalados? A quin le pesar de padecer por compadecerse con Cristo para ser juntamente con Cristo elorificado? Ciertamente slo aquel que de este vicio fuere cautivo, del cual cautiverio quien hubiere alcanzado victoria, ten-dr prontitud 'en amar al enemigo corno si jams ofendido le hubiese; ni se turbar viviendo en compaa de personas speras, antes las soportar con nimo tranquilo, aunque a tuerto le ofen-diesen, conociendo que son ministros de la justicia de Dios y loando la gracia del que, por su infinita misericordia le dio la virtud de la invencible paciencia.

    CAPITULO VII/

    DE LA ACIDIA

    Acidia en su propia significacin quiere decir tristeza. Mas porque triste y perezoso son tan hermanos que por maravilla se aporta el uno del Cnro, al fastidio ypereZa que a los tristes se sigue llamamos acidia, dand6el nombre de la causa al efecto, como en otras muchos cosas acontece. As que primeramente conviene saber que en la_parte irascible, adems de la irafun-

    dada en 'el humor colrico, hay otra pasin de tristeza fundada en el humor melanclico. la cual (.-:e Si ni IDuZ_T:2. Mala, se hace o buena o mala segn 011e es obediente o rebelde a la razn: y si no fuere re.gi(ia Cen :alo:credo freno, cono: ece al alma a deseaperacin. vicio sobre todos los otros peligroso. 1A:e-go cuando el pavor o de la muerte. o ciel infierno, o de no poder arribar a la Virtud. que con estos y semejantes miedos este vicio nos salteo, digo que cuando cualquiera tristeza o temor de que ella nace nos acometiere, es menester salir valientemente al en-cuentro, porque cuanto ms nos acobardremos y apocremos, tanto se har risas- gallarda la pasin.

    Pero es de notar que hay dos maneras de tristeza. La primera nace de mala costumbre o de mala voluntad, como algunos se entristecen de no se poder vengar o alcanzar alguna otra cosa. que viciosamente desean; y de sta dijo San Piiblo: uLa tristeza del siglo obra muerte.,) La segunda nace de la memoria del be-cado y de haber ofendido a Dios; y de sta dijo el mismo Aps-tol: alee 'tristeza que tomamos segn Dios obra penitencia y acarrea firme y perdurable salud. Y sta en ningn bueno nunca jams falta, o por las culpas suyas propias, o por las culpas ajenas.

    De estos dos linajes de tristezas. cuanto es la primera viciosa, tanto es loable la segunda. Porque corno aqulla ciega la razn y corta la esperanza del perdn, as esta otra trae consigo luz y confianza de la divina misericordia. Ms an, aqu es mayor el peligro de la melancola y pusilanimidad. Porque como el mo-tivo s'ea justo, parcele al melanclico (lile tristeza de pecados no ha do tener medio, pues es extremado aquel contra quien ellos se hicieron. Y as el demonio con el medio le quita el reme-dio, hacindole declinar a los extremos, tinas veces por cualquier cosita a lgrimas y tristeza excesiva, otras veces por huir de esto a risa liviana y ligera disolucin, en que conocers o por la mucha pesadumbre, o por la mucha ligereza, que eres prisionero de este vicio. Y cuando el exceso mezclado de abatimiento y liviandad te hiciere caer en la cuenta de esto, no cargues la culpa a la naturaleza inocente, la cual esta y otra cualquier pasin plant en ti para ejercicio de la virtud; mas loa a tu Criador que tal te hizo para coronarte por la victoria de ti mismo. Cunto ms que si tu natural te induce de una parte al mal, de otra te dar ocasin de muchos bienes.

    Lo primero, el Melanclico desprecia fiestas, aparatos y pcm-aosas vestiduras, de donde vienen infinitos inconvenientes. Ade-ms de esto es inclinado a piedad por ser de corazn tmido, y

    de Cristo. y

    .

    as tiene materia de ejercitarse en obras pas, y meditar la pasin llorar sus pecados y los del prjimo. Despus no se

    Irtyllny~,,

  • iLA VICTORIA DI: Si raismo.c.9 4

    1 al mdico corporal --y el hombre cuerdo no les haba de or la. confesin de las dolencias del alma sin ene primero le hubiesen 1 . nra,ado, con consejo del fsico, del cuerpo, riioo que si tienes

    i el alma enferma de tristeza, principalmente cebes mirar s estas ..

    1 en mal estado. Porque sin falta el alma sin Dios y sir, virtud . r,tusalinente se :Arista faltrdcle todo su bien, mayormente

    42 MFICHOR CAN3 fatiga de perseverar en soledad. la cual debidamente frecuentada para la quietud del alma. y apartando al hombre del desasosiego de la compaa. le apareja para el reposo y paz de la vida con-templativa. De suerte que queriendo bien emplear esta inclina-cin no slo la sanarlas donde algn mal te transportase, mas sacaras de ella mucl.ia ganancia con la buena diligencia y gran- jera.

    Y pJrque la enfermedad no conocida no se puede curar. has de saber Que una suerte de tristeza procede de la mala costum-bre que de emristecernos por toda cosa a nuestro apetito contra-ria hemos contrado. Sabida, pites, la causa de sta, esfurzate por contrariacostumbre a soportar toda cosa adversa hasta tanto que vengas a padecer voluntariosamente.

    Una otra tristeza es ms difcil de curar, 'en la cual cayendo el hombre y viendo la causa, desea enmendarse. Pero si de nuevo recae, la tristeza senado:11i . y con un pecado se acrecienta otro. Mas en tal caso. revolvindose el hombre a Dios, no es impo- nible la cnra.

    cera tristeza es casi incuralslc, de los que estando p-o-furidanien;e tristes, no saben por on lo estn; y si con alguna razn quieres persuadirles que se consuelen, mucho ms se en-tristecen, porque Cl demonio les ha hecho entender que les es natural. y as se apodera de ellos con mayor facilidad. Mas si cesaren de esta falsa imaginacin, y recurrieren con instancia y vigilancia a Dios. quitaoln de 's esta beleo.

    Y ro te maravilles que para cada vicio te encomiendo parti-colarme:ate la oracin, porque sin duda todos los otros remedios valen nada vale algo sin los otros. Es este demonio

    - de tanta malignidad y presuncin, que se desdea a las veces de tentarnos en cosas pequeas, antes por la mayor parte procura de inducir a desconfianza de poder llegar al colmo de la perfeccin; donde el riiriad - se- envilece y resfra co el desmayo fingido, y aun hartas veces pone cobarda en aqullos, los cuales- seran para mucho si se esforzasen.

    CAPITULO IX

    DE LOS rtiiMI1D:OS CONTRA LA ACIDIA

    Por manera que es Accesorio cuidado y diligencia para curar esta llaga. Y dejando aquellos que por abundancia de humo: melanclico son tristes, 'porque la cura de stos :conviene mas

    las cosas se hiciesen a tu sabor; y as sera buen meolo proponer continuamente tic romper tu propia voluntad y seguir siempre el Parecer ajeno. Porque come quien desea bacEl: su -iacc.1o, conviene que muchas veces se entristezca, as gnien sojuzga su propio querer, vive siempre en alegra.

    No sera mal consejo someter tu vol..ustad a la de otro que no te dejase obrar conforme a tu conte:varniento, el cual en tanto que 10 procurares en la tierra, s cierto que no lo hallars. Muchos queriendo guarecer de esta enfermedad, buscan divetros pasaatiempas y recreaciones. Los cuales solamente ro mejoran, mas siempre empeoran, porque durandh o peco semejantes solaces, dejan al alma ms fastidiosa que primero, permitiendo Dios que las criaturas, donde pensaron hallar consuelo, acrecienten la con-goja que solan tener. Donde por el contrario convendra buscar el consuelo de slo Dios, acordndonos de aquella admirable sen-tencia: ,,Delicata est divina consolatio et non datur admitten, tibus alienara.

    El siervo de Jesucristo contento est sln -.ontentarniento. Y no solo sufrelasadversiciades con paciencia, Mas aT..7.-nlas desea. Y an ms te digo, -que venidas, so ba:1a en ellas corno en agua rosada, y la tribulacin le consuela ms que la prosperidad ; el dolor le regocija ms que el mismo gozo, y milagrosamente las tristezas se le convierten en alegra. Lo cual slo aquel sabra entender que lo ha gustado. Pero cralo en tanto quien se le hace duro de creer, por la experiencia de los santos. David, con.- liderar:do que las tribulaciones eran castigos de Dios teniendo Gio a la roano donde venan, dice: ludida toa ucunda. Job, tntendiendo el provecho que los gusanos le hacan, dice: Pittr,-,

    cuando pasado ya cl deleite transitorio oe la carne, siente el esr,- ritu la llaga que el pecado dej hecha. Y para. esso singular medicina es el sacraonnno de la peni!encia, que descarga. el 7,,::o que daba el pesar y tiisteza al coraZen. Pero si la en:arra:edad nace de ocio, o es causa[da] por secreta sugestin del enemigo, el remedio es ocuparse en algn ejercicio convenible. Y por vir-tud de esto y de la oracin, fcilmente alcanzaremos salud.

    Mas si tienes uso de entristecerte por las cosas adversas (?Ccada da en la vida presente ocurren, sabe. que. la raz de tu mal es, porque siendo :nuy amigo de tus antojes, querras

    r

    4"-

  • 44 NIELCHOit CANO LA V:CT01:1A DE s MISMO.C.10 -45

    dm; p.:ter meus es tu; piiter et soror

    San Pablo, viendo que las fatigas presentes son prenda del des-canso venidero y favores que Dios siempre ha hecho a los que ha querido hacer semejantes a su Unirnito Hijo. dice : Si:per- a/no:do ()mi trilit:1dftwe nos t Y.1. Ni ms ni menos si tu

    creyeses firmemente toda adv'u-sidaci serte dada de Dios para tu salvacin, rendirle has ms gracias por lo adverso que por lo peJspero ; pues en esto se perdieron Muchos, y en aq.iello pocos o ninguno.

    Y es de saber que la acidia es pecado mortal en. tres casos. Primeramente en unos hombres a quien el hbito de pecar les ha hecho aborreeibles las cosas divinas. Y cuando 5,e hallan tan lejos dei Padre y patria celestial, se entristecen o..encio o pensando que hay en la otra vida felicklad eterna para los vir-tuosos. o se amotinan de ver personas santas para quien tiene Dios su gloria apareiada. Que en estos tales reina el lino vicio de la acidia, simiente del odio que los condenadas tienen as a Dios como a sus hijos adoptados para la herencia del cielo.

    1-ambien es mortal cziardo el hombre se entristece de las obras necesarias a su salvacin, como de verse obligado a ser casto. o justo. o de no se poder vengar de alguna injuria que ha recibido.

    Lo tercero, cuando la tristeza le fuese causa de olvidar o dejar de cumplir algt*.n precepto de Dios o de la Iglesia; como acaece en alglmos tristes. que cadas las alas del corazn, se olvidan, descuidan o emperezan en cosas a que son obligados so pena de -pecado mortal. Pero ci la tristeza no es consentida ni deliberada, aunque sea en cosas cuales acabamos de decir, no ser ms que venial. Y tambin cuando es de otras no necesarias a la salud, como sera entristecerse de dar limosna o de hablar verdad cuan-do no hay obligacin para ello. Y as lo sera el exceso de cui-tarse mucho en las adversidades, con tal que la voluntad estu-viese determinada a no ofender a Dios ; el cual no se ofende mortalmente por estas pequeas tristezas que hemos dicho. Mas, en fin, le cae en no s qu desgracia el siervo que le sirve con mohindad, porque, como dice San Pablo: Hilarem datorem

    dili- git Decs.

    - CAPITULO X

    DE:', LA PEREZA

    La pereza, como ya dijimos, algunas veces se funda en tris-teza y melancola. Pero otras en humor film-tico. Mas ahora nazca de aqui, ora de otra parte, no es vicio menos daoso que

    el de que en el' captulo pasado hablamos. Son ambos igualmente poco conocidos y malos de remediar, y as conviene abrir los ojos si queremos ser victoriosos de ellos.

    La pereza de, su naturaleza es tarda y pesada. y el demonio que de ella tienta no hace sus saltos peligrosos al principio de la obra, sino al medio. Porque no se lleve a debido 1'.n. Y si no la puede impedir. llama en su (.a.corro al espritu de vadae'.eria. por amancillar de 5 oberbia a! une no iza pedido de pereza 'i' as estos dos demonios se dan la mano el uno al otro, no embar-gante que al parecer tienen fines contrarios, el uno de levantar. el otro de derribar. Pero va vernos que el artero luchador solivia a las veces al contrario para hacerle dar mayor cada, y otras para echar ms alza una piedra la solemos balar.

    Nace, pues, en abonos este vic:o o de complexis. flemtica. o de dbil tI:niclo corazn. o ciertamente de alguna flaqueza o enfermedad de! cierno que hace al alma perezosa en bien obrar.

    Tambin sin estas ocasiones corporales nace en la misma alina o de poca capacidad, o de poca experienCia, e de poca es-peranza de alcanzar aquello que desea, y aun a vueltas, de no hacer muchos y valientes propsitos, y aun de ser el hombre adems voluntarioso, queriendo proceder delante su gua y aca-bar primero que comience la obra.

    Mas cuanto a las causas exteriores puede proceder del ocio y de las compaas. ayudando a ello la tentacin del demonio, cuyo clicio es, ya que no puede atraernos al mal, estorbarnos y retraer-nos el bien.

    Dondequiera que tenga su nacimiento, es necesario comba-tirlo con nimo varonil y por ningn accidente desmayar, pues la gracia es sobre las fuerzas del demonio y de la nalriraleza. N es imposible por ms nacos que seamos, que tratando fielmente con el pequeo caudal a nosotros concedido, podamos igualar en mrito a aquellos que son ms fuertes que nosotros. Corno la viuda evanglica ms agrad a Dios con dos cornadillos que los ricos con sus ofrendas mayores'en cantidad, pero menores en voluntad, y por consiguiente, en merecimientos. Porque nuestro Seor no tanto mide las fuerzas cuanto cl deseo, antes en la casa de Dios deseo sin fuerzas vale mucho fuerza sin deseo vale nada.

    As que conviene hacer generalmente resistencia a todo vicio, porque todos conducen a psimo fin y transforman al hornbre en bestia, mas en especial a la pereza, cuyo beleo todas las buenas obras mortifica y no las deja llegar a perfeccin. En contrario cumple abrazarnos de continuo con la perseverancia, tomando

  • 3

    S

    .C1E1_CI1Od. C),NO una santa porfa y loable tesn en llevar adelante el bien que hubiremos comenzado. Y pues este risnigno es tan importuno que en todo tiempo, lugar y obras nos pone cerro. &hemos nos-otros tambin con firme propsito resistirle, tanto con mayor diligencia, cuanto o hacer nido en nuestras almas sacar pollos ms pastilenciaies. como son sospechas, jukios temerarios, mur-mutaciones, detracciones y otros pecados sin nne,o. Porque el ocio no puede jams estar en ocio, antes cuanto menos se eier-'citaen l-

    bien, tantoins.-Se precia en el mal. El ocio arruina al alma, empobrece el cuerpo, hace al hombre lisonjero, parlero, novelero. El ocio, en fin, engendra a la pereza. enemiga de todo virtuoso ejercicio. De sta viene la tibieza, la cual nos .adomnece y sepulte, en una necia confianza de nuestra salud, fundada sobre falso en la piedad divina. De all, alejados del rigor y aspereza de la virtud, nos transporta a pasatiempos exteriores, hacindo-nos deseosos que pase el tiempo.cosno si l no pasase ms aprisa que a los flojos les sera. menester.

    Y vellida el cristiano a este punto. las ms de las veces es in. curalale. No porque abJolutainente Dios no pueda, sino porque la gran dincultad llamamos, conforme a las divinas Escrituras, imposibilidad. ,Pluguiese a Dios, dice San Juan en cl Apocalipsi, que fueses o caliente o fro. Mas porque eres tibio, yo te vomitar de mi boca. Donde se intiesra sanar ms dif;cultosamente el tibio que el fro, porque sindelo y no conocit:ndolo no se pro-cura el remedio, y as la frialdad es insanable.

    Nace de la pereza un otro vicio 11.1mado.apostasa. Porque h como el religioso arrepentido de la promesa hecha y vuelto al

    siglo se llama apstata, as aquel que en la vida de Dios se atibia y vuelveatras, resfrindose de su primer propsito y fervor, jus-i-----amcMe Merece el mismo nombre; cuya obra conocers en ti si en el tiempo pasado tu deseo era ardiente, y ahora se ha resfriado, y piensas no ser necesario tanto fervor. Mira tambin si te sien-tes tentadoadela fe, y te huelgas

    --de ponerla en disputa y de conversar con gente tibia, y por el contrario los varones de esp-ritu ferviente no te son apacibles, antes te parecen pesados e indiscretos, que tales son las seales de apostasa y apartamiento de Jesncristo, a la cual no seviene en un momento, mas poco a poco y de grado en grado.

    Por lo cual, sen,Un el aviso ya otras veces repetido, es menes-ter esquivarse los hombres de las culpas pequeas, si no quieren venir a las grandes, y de stas a las grandsimas, encadenndose el alma en la cadena y costumbre del pecar, la cual cuanto 111:2

    .5 crece, tanto menos se conoce, porque de da en da al gusanillo de la conciencia 3e ' le gastan los dientes. y aun se le vienen.a caer.

    LA vicreR:A . Si MISN10.-- C.11

    o, al menos, de cansado, deja da roer. Y muere hacclo tan lentamente que no hace sentimiento, y al fin es como centella. de fuego que cuan presto levantada tan presto acabada. Y sta el la peor seal que puede ser de una conciencia rota, que a do con mucha y continua amargura habamos de hacer memoria de las ofensas a Dios, las hacemos sin las echar de ver; y lass inspiraciones divinas que hablan de ser truenos para nos des-pertar. son murmullo para nos adormecer.

    Aqueste discurso he hecho para que ninguno se deje prender de la pereza, antes ponga toda su fuerza para la sacudir de s. Porque siendo de tantos vicios acompaa:11a, venciendo a ella, con una batalla ganars muchas ms coronas, venciendo junta-mente a sus compaeros.

    CAPITULO XI

    DE LOS REMEDIOS CONTRA LA PEREZA

    Y podrs vencerla a la hora que con una importuna violencia derramares lgrimas de c,zrazafin, haciendo fuerza a le naturaleza, considerando eme de todo dempo inUtilmente gitirmab 1-icui. de dar estrecha cuenta. El cual te conviene restaurar con doblada fati.1,,a, siendo de :que adelante cansems ferviente cuanto hasta aqui has sido mas perezoso.

    Es tambin gran remedio sujetar tu voluntad a otros que guiarte sepan; porque no podr jatrs echar de s esta fiebre es-piritual el que de su propia voluntad no hubiere salido vencedor. Bien s que en nuestros tiempos se hallan pocas g.ilas tales que con su doctrina abran el camino, y con su ejemplo pongan es-puelas a los flacos, y con su conversacin inflamen a los tibios, y con su vida animen a los mortecinos o negligentes. Itero no te faltarn libros de santos que te darn luz y fuego con que junta-

    __

    mente resplandezcas y ardas. Entre los cuales es San Juan Casiano, San Bernardo, San Buenaventura, San Vicente, De vita..spifituali, el Contemptus mioidi, que se intitula de Cers6n, Es tambin sin-gular libro el De siinplicitate vitae c'raciatia,ime de fray Jernimo de Ferrara y otro que est escrito en lengua italiana llamado Espejo interior, que por ser extremadamente provechoso, traba-jar que en breve se traslade en nuestra castellana. Estos avivados y como acerados con las Meditaciones de San Agustn podrs tener en lugar de, maestros; y no dudes que Dios te falte si t no te faltas a ti mismo.

    TnSk~seersaeo~r~smotetessms Ar2111,11111..1-

  • MLICHOk CANO LA V1C,TORIA DE s MIS7s10.--C.12 49

    Y si quieres conocer cundo la tu sanidad se acerca, guarda cmo la sujecin te deleita y cun voluntariamente te ocupas en la :meditacin de la muerte, la cual es maravilloso despertador de ros soolientos y perezosos: la cual a los infieles se representa con pena, a los fieles sin ella. Mira tambin cmo crece cada da en ti ms el deseo de perfeccin. Brevemente, no podrs ser seguro de la salud en esta parte irascible, si primero no sanas la concupiscible: la cual es raz de todas las pasiones. Por tanto. examnate cmo ests en todos los sentidos enteramente mor-tificado. que esta nuestra carne es una falsa raposa, y }:tese muchas veces morticina, y tiene siete almas. segiln el comn proverbio dice del gato. Y en conclusin, si sintieres que amas las tribulaciones cuanto el vulgo comn de los cristianos las aborrece, a la hora sers cierto que has vencido al pecado de la acidia. 1Oh dichoso cuando a tal estado llegares! Porque

    hallars en el dolor alegra, en las penas gozo, en el desplacer contentamiento, felicidad en las miserias y todo bien en todo mal.

    Lector mo, no te baste leer estas cosas, mas toma las armas contra estas monstruosas fieras de tus propias pasiones, que ste es el nico medio de la gloria tuya.

    CAPITULO XII

    DE LA AVARICIA

    Resta ahora ensear de qu manera se pueda alcanzar victoria contra los vicios de la parte racional, que por ser en nosotros la superior: es principal raz de que se mantiene la buena y mala disposicin de la parte sensitiva de' cuyos vicios arriba hemos hablado. Y aunque no se funda en complexin y humores cor-poiales. como esta otra, pero las inclinaciones del cuerpo muchas veces atraen a s los apetitos del alma; y por la mayor parte, cada cual juzga de las cosas conforme a como es inclinado a ellas. Y habido respecto a que ordinariamente nos dejarnos llevar de nuestra condicin. bien pudo decir el otro: tal es cada tino, cual es su inclinacin, como quiera que haba de ser al revs, que la seora no se ha ele regir por la sierva, sino poco a poco

    hacerla a sus maas y modo, corito a labradora que entra en casa de algn "seor. Pero mal podr templar el destemplado, y si la racional vive sin razn no podr poner en ella a la sensitiva. Por lo cual conviene tener suma solicitud en que esta nuestra porcin snrerior sea en s muy bien regida y gobernada, sujetndose a Dios, para que sujete ella tambin a su inferior.

    Luego ante todos los vicios de la voluntad, el primero que se nos ofrece es el de la avaricia, el cual no es a los hombres conna- tural, come los pasarlos de la ira y concupiscible, mas nace de conciencia ciesonjenada. Porque como buscar hacienda para su-plir las verdaderas necesidades del cuerpo es acto da prudencia. as por el contrario, procurar lo superfluo y apropiar a s mismo lo que habla de ser comn contraviene a la discrecin humana y es manifiesta seal de rotura de conciencia. Si los avaros no fuesen imprudentes. bien veran no ser la hacienda la que da contenta-miento. pnes vemos a muchos ricos siempre solcitos en adqui-rir sin gozar de aquello que han adquirido: y, por el contrario, vemos algunos pobres que con alegra continua comen eso poco que Dios les dio. El cual discurso si los hombres tuviesen, no tomaran tanto afn por alcanzar lo que despus de alcanzado no hace alegres a sus poseedores.

    Nace tambin este defecto de poca fe y confianza en Dios, que provee de tojo lo necesario a buenos y malos, y aun a las avecillas del ciclo, como dice el evangelio. Y piensa el hombre msero que le ha de faltar el agua que a las bestias sobra, como si el Seor de todos no tuviese ms particular providencia y cuidado de mantener a sus siervos que a los pjaros del aire y peces de la mar y lagartijas de la tierra?

    Procede adems de esto la avaricia de apetito desconcertado, que sin mirar por qu ni cmo, desea las riquezas sin tasa, no se poniendo lmite ni trmino en el desear conforme a las ne-cesidades ordinarias de la vida, para tener tina competente pasada en tanto que drremos en ella. Y aun la riz principal en los ms suele ser la soberbia, que hace codiciar sin medida las ri-quezas porque desmedidamente codicia la propia excelencia y ventaja sobre los otros. Donde proviene que la competencia en el valer hace a porfa competencia en el tener.

    No se quita por eso que no pueda haber diferentes estados en el mundo, conviene a saber, pobres y ricos. Mas quitase la escasez y la insaciable codicia del dinero, la cual al presente reina en la mayor parte de los hombres, que andan hoy da tan atentos a esto como si otra felicidad no se hallase. De esto. los padres amonestan a los hijos y de la tierna niez los hacen , idlatras del oro. De esto son las comunes plticas de los maridos con sus mujeres; en esto afanan los das, en esto se desvelan las noches, y en fin, como aqu tienen su tesoro, aqu tienen su corazn.

    Muchos con todo se excusan so color de no venir en nece-sidad y no caer en alguna gran miseria. Y no advierten que la continua congoja es miseria doblada, y que la avaricia hace a

    ti

  • 50 sozt.esioR callo

    los hombres sumamente miserables. Cul de las dos cosas, te pregunto. es ms molesta : contentarnos con da y vito, como dice San Pablo, o padecer cotidianos tormentos y congojas into-lerables por acrecentar sin ningn fin los bienes que poseemos? Y no los poseemos, pues somos esclavos de ellos. y ellos nuestra cadena. Dirsme: no quiero yo ms que da y vito, pero temo que no me falte. Oh miserable pecador! Temes qt:e te falte la hacienda, y no temes que te faite la vida? Miras que no se disminuya el patrimonio, y no miras que tu ser se disminuye? Por qu razn, con qu seguridad te. prometes ms das a ti que a tus dineros? Y has miedo de perder el oro y no perder el moro, que moro te puedo llamar, pues te falta la fe del Evan-gelio? Apacienta Dios a Elas en un yermo con el ministerio de los cuervos ; a Daniel en. el lago con la comida de Habacuc; a los ciervos y conejos en los campos, a los gorriones en el aire y crees t que dando en abundancia de comer a las criaturas irracionales, que al hombre, al cristiano, al siervo de Jesucristo, a quien Dios ama tanto que le da su Cuerpo y Sangre, imaginas, digo, qoe le ha de faltar la sustentacin? Salvo si no piensas que Jesucristo no mantiene a quien mantiene a l, esto es, a sus pobres, salvo si no crees que negar lo temporal a quien comu-nica lo eterno. No hay, luego, que temer las sombras de las necesidades por venir: no hay que pretender vanas excusas para cubrir tu avaricia. Conoce la verdad y siente que eres siervo de la pecunia.

    Dicen otros, menester es atesorar para los hijos, segn la doctrina de! .Apstol, y justa cosa es poner cada cual a sus des-cendientes en estado y tener respecto a su persona y condicin. Los cuales van muy fuera de camino, pormur convena que un rey que tuviese diez hijos, tuviese tambin diez reinos para dejar a cada uno tanto cuanto a l le dej su padre, Necesario es, dices,. tener cuidado de los hijos; es verdad, pero como lo tuvo aquella viuda que, siendo madre, no prepuso los hijos al pobre Elas. De poco le dio parte y diolo en hambre y en hambre de hijos. Mas no se los quito lo que se dio a los pobres, antes con una pequea limosna, desterrando la avaricia, desterr la Necesidad. Muchos hijos te espantan; pecados de muchos estn a tu cargo y ron muchas limosnas los has de redimir. No te hagas tu slo padre de ellos, gnales al Padre celestial, y la herencia que les quieres guardar depostala en manos de Dios. Este sea su tutor y su curador, y suceda en la hacienda con ellos, porque como heredero principal, como hermano mayor, provea a los otros me-. notes.

    Cunto ms que semejante disculpa es sofstica. Porque al

    LA VICTORA DF. Si MISMO.--C.12

    5i

    tienes gran nmero de hijos, yo te pido: cien ducados ms o menos qu les podrn hacer ni deshacer repartidos entre tantos? Y si t no osas sacar estos ciento del mont5n, argumento es claro que no es la causa los hiios, sino la mezquindad. Oh cunrcs por dejar ricos a sus herederos se van al infierno! Oh cuntos pasan miserias en sus mismas personas por allegar para quien en un mes juega lo que el padre gan en diez anos! Oh cuntos se, dan mala vida para que con sus trabajos no agradecidos otros la tengan buena ! Gran locura es por cierto, aunque no hubiese leyes humanas ni divinas, perder t el sueo por quien derruir a pierna tendida, y ayunar t para quien ser glotn, guardar para quien derramar, echar la hiel para quien le pesa que se te alargue la vida que le es estorbo para que no goce de tu hacienda.

    Algunos tambin dicen que tienen mucha gana de tener hacer bien a muchos. Y es grande engao, que stos son los que despus .ms se olvidan. As que ningn color hay buena para deSear riquezas. Porque es un apetito que no se apaga con te-nerlas, antes se enciende ms; es fuego que nunca se harta por ms lea que le eches; es tierra que no se satisface por ms cuerpos que sepultes en ella; es mar que ningunos ros la hin-chen; es infierno que con ningn nmero de almas o_ contenta; es hidropesa que ningn agua la mata la sed, finalmente es perro rabioso que crece ms la rabia cuanto ms le cebas, y el mejor medio es o atarle o matarle.

    Grandsima cs la ceguedad de este pecado, aborrecible a Dios y a los hombres. NO entendera el avariento que la hambre del tener no est en el arca sino en el alma? Y si as es, como lo es, mal podra matar el hambre del alma cen la 1:lata que se cierra en el arca. Y no solamente ciega los ojos del alma, Mas aun cierra las orejas para no or los clamores de los pobres. Y aun los ojos corporales aparta que no los miren n y si alguna vez los mira, endurece tanto el corazn, que no hace ms sentimiento en l la miseria del pobre que si fuese de niedia.

    Hace este vicio a los hombres inhumanos y crueles, sin res-pecto a naturaleza, ni amistad, ni deudo, ni conversacin, ni conciencia, ni ley humana ni divina. Es padre de la envidia, cebo de la soberbia, principal origen de la injusticia, de los frau-des, de los robos, en fin, como San Pablo afirma, de todos los males.

    Es e/ lazo y red con que el demonio ms ata y enreda 1a.; almas. Es pecado a quien el Apstol llam con gran razn isicr-hua, porque hace al avariento que tenga por su dolo al dinero. A ste busca, a ste adora, a ste sirve, ste pone sobre su cabeza.,

  • 52 NIELCHOR CANO LA V1CTOEIA DE Si Y''"0.- c.:3 53

    Oh, pues. el desasosiego que trae en la conciencia es un mar ocano con ordinarias crecientes y decrecientes y con olas con-tinuas que siempre combaten el corazn!

    Adems de esto apoca el nimo del hombre. envilcele. es-trchale. abite.le. Ni le deja honra. ni

    ser. ni ningn pensamiento

    alto. Djale tal cual es el topo. que siempre escarba en a tierra y de ella se mantiene; amigo de tinieblas. enemigo de toda buena comunicacin pOrque la ccmpaa no le necesite a gastar. y la soledad le ahorre de todo gasto.

    Qu dir de los efectos de este vicio? Qu dir de ti, avaro cautivo? Seor pareces y eres siervo. Parece que mandas y eres esclavo. La honra que este tirano te hace es que la cadena con que te aherroja no es de hierro, sino de oro. Una cosa a lo menos ten por cierta : que no pcdris juntamente servir a Dios y a la hacienda. porque, como dice el Evangelio, son dos seores con-trarios. El uno dice: da a los necesitados; el otro : no les des; el uno abre la bolsa : el otro la cierra; el uno manda : s piadoso; el otro: s duro. En conclusin : avaricia y cristiandad no caben en un vaso. Ni hallo yo vicio ms repugnante a la ley cristiana, la cual es ley de caridad y misericordia. Hanse avariento y cris-tiano como lobo y oveja, que aqul no da, antes quita; sta no quita a nadie lo ajeno y da a todos, an hasta la vestidura de lana que le sale de las entraas.

    Mas te hago saber que por mis ansia que tengas de ser vir-tuoso no aprovechars cosa si amas el tener. Un mancebo en el Evangelio sOlamente dej de seguir a Cristo por ser aficionado a sus posesiones; y con haber guardado los mandamientos, y con estar muy descoso de ehtear en la escuela del Evanyzelio, pudo tirar mis la aficin a la pecunia que la buena habilidad y dispo-sicijn que tena rara la virtud. Y as nuestro Redentor movido a piedad exclam diciendo:

    Oh cuin dificultosamente los aficionados al dinero entrarn en el reino de los cielos! ,

    Por tanto conviene con toda diligencia curar este monstruoso vicio. Y no lo curas si primero no lo descubres. Y descubrirlo. has por estas seales: el avariento esti siempre congojado y con temor que le ha de faltar; ordinariamente habla de hacienda y granjera ; muchas veces vuelve a contar su dinero; fcilmente juzga a los otros por desperdiciados y gastadores; sospecha que sus hijos y criados le son infieles: de nadie se fa salvo de la llave; de todos teme y se guarda. Cuando se hace algn gasto en su casa, por pequeo que sea, lo rie y murmura ; si le es necesario dar cualquier cosa, dala de mala gana ; vnsele los ojos tras el oro y plata. Estas y otras seales semejantes, si tuvieres en ti mismo, sabe que ests encadenado en la avaricia. Y si no

    pr isin, procuras de quebrar la cadena y salir con tiempo ,:o empo de . orin, irrecuperablemente sers de da en da sojuzgado de la codicia, porque esta llaga, cuanto ms se llega a la vejez, tanto ms se renueva, y aumntase su vigor cuando mis faltan las fuerzas al cuerpo. Oh maldito apetito, que a la hora eres mis ardiente en que menos hay necesidad. y entonces creces cuando Id vida est ms al cabo!

    Y acontece muchas veces (me este mal reina ms tirnica-mente en los eclesisticos Y religiosos. que ms haban de despre-ciar el hal,er de este mundo, En los cuales este vicio. as como es inexcusable, es. tambin por la mayor parte incurable. Y hay en las religiones algn descuido en vencerlo. as porque no es in-fame. como porque a los principios no tienen en nu mostrarlo. pero andando el tiempo, dndoles algn cargo, all se descubre la mala inclinacin, que nunca fue vencida porque nunca fue combatida. Y a mi parecer, es fesima cosa en tal linaje de per-Sonas este. pecado. Porque en pequeas riquezas, y sas ajenas, hacerse uno vil y escatimado, es embeodarse de anal vino quien de su voluntad dej otro bueno que pudiera beber. Y aunque generalmente la avaricia deshace la nobleza y generosidad del nimo, mas en especial contraviene a un desprecio de las cosas terrenas, al cual las personas voluntariamente dedicadas a Dios y a la pobreza son tenidas. Y aun como las ms veces este vicio se descubra en los cargos que se dan en los monasterios, hace a los prelados odiosos a los sbditos, y que en su pensamiento los tengan en poco, porque naturalmente despreciamos a los mise-rables. Es tambin causa de caer en muchas faltas, mayormente con los enfermos, que por no gastar con ellos, los dejan muchas veces mal pasar.

    CAPITULO XIII

    DE LOS REMEDIOS CONTRA LA AVARICIA

    Cumple,' pues, hacer un corazn noble y liberal. Para lo cual es buen remedio esforzarse a hacer limosnas y vencerse a dar a aquellas personas de quien no se espera retorno. Despus hace al caso huir la compaa de los avaros, cuya conversacin hace semejantes a ellos. Mas, sobre todo, lo que mis desarraiga la ava-ricia es encender el alma en ardiente deseo de las cosas divinas, porque fcilmente se menosprecian las terrenas cuando se gustan las celestiales.

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  • 5-4 5I.LC i0a CANO

    Aprovechan tambin las consideraciones del bienaventurado San luan Crisstomoe La primera es de los antepasados ricos que se murieron sin aprovecharse de 105 tesoros. y muchos de ellos los dejaron a herederos ingratos y ene:Meres. La segunda, que los pecados cometidos en allegar hacianda ninguno los pagar por nosotros. La tereera. cun poco presta ganar todo el mundo si nuestra alma padece detrimento. La cuarta considera': aquel rico avariento en el infierno, que le falte una gota de agua para re-

    . frescar la lengua, porque le falt en la tierra liberalidad cara dar refrigerio al menesteroso Lzaro. La quinta, mirar qu 'fin tuvo el miserable ludas, de cuya perdicin la iraz fue codicia.

    Es tambin til para mitigar este fuego llorar las culpas. Por-que como por el tiempo que uno llora a su hijo no se acuerda de 1a luciendo. as el que de veras llora su pecado, con la memoria de ste olvida las negociaciones y fatigas. Ni es de poca utilidad considerar (pie el rescate de la maldad es la liberalidad con los pobres, y que de esta sola se ha de pedir expresa y sealada cuenta ms que de ninguna otra virtud en el da del juicio. segn que escribe San Mateo en el captulo XXV.

    Y porque nuestro intento es ensear tambin a les cristianos en qu casos los siete vicios son pecados mortales, has de saber que primeramente la avaricia es mortal cuando se opone a la justicia. esto es. cuando tiene uno voluntad injusta de tomar o retener lo ajeno. En lo cual pecan los ladrones, los usureros, los negociantes y mercaderes, que en algo engalan a sus prjimos, o dejan de restituir lo que deben con codicia de la hacienda. Lo segundo es mortal cuando el deseo de tener es sin tasa ni medida, porque los tales que as desean ciertamente toman la riqueza no por medio, sino por fin. Lo cual se podr conocer en los efectos: si la avaricia te hace traspasar la ley de Dios o de la Iglesia. Lo tercero, en el caso en que la limosna es de obligacin, porque entonces. como 10 liberalidad est en precepto, la avaricia con-traria es contra l, y por l consiguiente es mortal.

    Y nota que, segn la' doctrina de los santos, el repartir los bienes temporales con los pobres es en dos casos necesario. El uno es cuando la necesidad es extremada o muy grave, como es la de la vida, o de la salud, o del estado, o de la honra; que en semejantes accidentes no sufre la ley de buena amistad y herman-dad no proveer al necesitada, en especial cuando lo puedes pro-veer a poca costa. En lo cual hoy da los hombres viven muy engaarles, y algn da se.

    parecer, diga al tomar de las cuentas. El otro caso es cuando alguno posee dineros superfluos. Y liinase -superfluo aqu lo ri ce sobra despus de provedas las necesidades cle 1, vida conforme al estado y condicin de la persona. Donde

    si NIIS:`Z.D-- C.1.4

    por la mayor parte caer: los ricos que entierran dineros y atesoran sin fin ms de para fines sombros y soados y para necesidades no verdaderas sino fantaseadas.

    Y yo no sabra limitar puntualmente el cundo y cmo y cunto y a qu personas son obligados los ros a psoveer, ri les sabra dar mejor y ms seguro remedio que el que San Pablo. escribe a imo;eo dicindole: los ricos de este siglo mndales es que no sean altivos, n: hagan torres de viento, ni confen en la incertidumbre de sus riquezas, sino en Dios vivo, 'que. nos da todas las cosas en abundancia a fin de que gocemos de ellas. Mndales que hagan bien. que sean dciles en dar y comunicar sus posesiones y haciendas. Mndales que se enriquezcan de bue-nas obras y atesoren pera fundar bien el edificio por venir, onie han de tener por morada sempiterna. Que no se asgan de las hojas ni abracen las sombras, sino la vida verdadera. Hazles saber que los que quieren en este siglo presente ser ricos, caen en la tentacin y lazo del diablo, y en varios deseos e intiles y aun dai-osos que llevan a los hombres a la muerte y perdicin. Por-que la raz de todos los males es la codicia, por cuyo apetito algunos erraron el camino de la fe y se metieron en muchos dolores.,,

    Esta doctrina admirable del Apstol han de tener los cristia-nos por espejo de sus almas y freno de sus deseos desordenados. De los cuales a la hora conocers ser victorioso, cuando con alegre rmo sufrirs la prdida de la hacienda o en todo, o en parte, y no slo por huir los cuidados y solicitud de ella, mas por amor de la virtud te deleitars de ser pobre, y a imitacin de jes-cristo crucificado desears quedar sin ningn arrimo terrenal. aunque sea en un estircol desechado como el buen Job. El cual no tuvo pena en perder las riquezas, porque no tuvo gozo en poseerlas.

    CAPITULO XIV

    DE LA SOBERBIA

    La soberbia es apetito desordenado de la propia excelencia. Y en las honras se llama ambicin; en las alabanzas y gloria de los hombres se dice vanagloria; en la es:cesiva confianza de s mismo se nombra presuncin en las palabras grandiosas sole-mos llamar jactancia ; en el contentamiento de s mismo tiene por nombre vanidad y ufana. Pero generalmenre al deseo de ser

    PI ti;

  • 5r; MELC} rOP. CANO LA VICTORIA DE si MISMO.----C 14

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    1

    excelente y aventajado en cualquier cosa que Sea deC:MOSIC so-berhia: principio de todos los pecados, enemigo capital de Dios. A la cual no slo desampara la divina misericordia, mas derecha-mente contradice y resiste la divina justicia.

    Debera, por tanto, la razn, como solcito guardin, .estar en continua vela. Porque la inconsideracin es principio de toda so-berbia. Y para extirpar esta mala raz cumple tenor mil ovos. soga n es sutil y varia y de pocos advertida. No faltar quien requerido de su amigo se esforzar a fa,:orecerle con toda posi- bilidad, no tanto por afeccin que le tiene cuanto por la que

    tiene a s mismo; quiero decir, no tanto por remediarse cuanto por mostrarse que es hombre de bien y valeroso para aquello y mucho ms. He aqu soberbia oculta con el velo de la amistad. Habr otro que se abstenga de hacer alguna buena obra con recelode no poder salir de ella a su honra y perder la reputacin. Y sta es fina soberbia, colorada de prudencia y discrecin.

    Hallaris personas que sc retraen para dar mayor salto v se ahajan para ms subir. esto es, que so color de humildad dicen de s mil males y sonles sabrosos en su propia lengua. Los cuales, si las tachas que ellos de si publican las oyesen de la ajena, las oiran desabrida y aun impacientemente. Giros por ignorancia se: creen saber lo que no saben y tener ms agudo ingenio que tienen, y as estn ms contentos y pagados de s de lo que cacen. Porque ser ignorantes de s mismos no es disculpa bas-tante de este vicio, antes e! origen de l es falta de conocimiento p7o7O.

    Vier.3o en el prjimo alguna excelente virtud, se trabajan por la menoscabar y disminuir, y fcilmente se- persua-den cualquiera imperfeccin de los otros, parecindoles que la gloria ajena se resuelve en deshonra propia. Y sta es clara so-berbia, la cual en todas las cosas desea singularidad, aunque en todas ge