tomas aquino suma contra gentiles1

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SUMA CONTR A L O S G E A< I / L E S LIBRO PRIMERO C A P i T U L U M I SIT orriuuM SAPIENTIS CAPITULO I El oficio del sabio Mr b-JCU Jrlf 1,1 , tabí'lí flk<H"T>'> Jl? J.l H.T). E! uso corriente que, sc^ún cree el Filósofo, ha de seguirse al denominar las cosas, quiere que comúnmente se llame sabios a quienes ordenan directa- mente las cosas v las gobiernan bien. De aquí que. entre las cualidades que los hombres conciben en el sabio, señale el Filósofo que, es propio del ubi/i i-l o'áífur. Mas la norma de orden y go- bierno (le cuanto se ordena a un fin se debe tomar del mismo fin; porque en tamo una cosa está perfectamente dis- puesta en cuanto se ordena convenien- temente a su propio fin, pues il fin es el bien de cada cosa. Así vemos que en las artes, una, a la que atañe el fin, es como la reina y gobernadora de hs demás; la medicina, por ejemplo, im- pera y ordena a la farmacia, porque la salud, que es el objeto de la medicina, es el fin de todos los medicamentos con- feccionados en farmacia Y lo mismo sucede con el arle de n.ivtgar respecto de la industria naval, y con el militar respecto de la caballería, v de todas las otras armas. Las artes que imperan a Otras se llaman arqnilecliiaifia o P'inci- píilgs. Por esto sus anuías, llamados arquitectos, reclaman par.i si el nombre de sabios. Mas como dichos artífices se ocupan de los fines de ciertas cosas particulares y no miran al fin univer- sal de todas las cosas, se llaman sabios en esta o en otra materia. En este sen- tido se dice en la primera carta a los de Corinto: Como sabio arquitecto puse loj cimientos. En cambio, se reserva el nombre de sabio con todo su sentido únicamente para aquellos que se ocu- pan del fin del universo, principio tam- bién de todos los seres. Y así, según el Filósofo, es propio del sabio conside- rar las causas mes alias. Mas el fin último de cada uno de los seres es el intentado por su primer ha- cedor o motor. Y el primer hacedor o motor del universo, como más ade- lante se dirá, es el entendimiento. El último fin del universo es, pues, el bien del entendimiento, que es la ver- dad. Es razonable, en consecuencia, que la verdad sea el último fin del univer- so y que la sabiduría tenga como deber principal su estudio. Por esto, la Sabi- duría divina encarnada declara que vino al mundo paca manifestar la verdad: YW para esto ha nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Y el Filósofo precisa que la primera filosofía es la ciencia de la verdad, y no de cualquier verdad, sino de aquella

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Tomas Aquino Suma Contra Gentiles1

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Page 1: Tomas Aquino Suma Contra Gentiles1

SUMA CONTR A L O S G E A< I / L E S

L I B R O P R I M E R O

C A P i T U L U M ISIT orriuuM SAPIENTIS

C A P I T U L O IEl oficio del sabio

Mr b-JCU J r l f 1,1 ,

tabí'lí flk<H"T>'> Jl? J. l

H.T).

E! uso corriente que, sc^ún cree elFilósofo, ha de seguirse al denominarlas cosas, quiere que comúnmente sellame sabios a quienes ordenan directa-mente las cosas v las gobiernan bien.De aquí que. entre las cualidades quelos hombres conciben en el sabio, señaleel Filósofo que, es propio del ubi/i i-lo'áífur. Mas la norma de orden y go-bierno (le cuanto se ordena a un fin sedebe tomar del mismo f i n ; porque entamo una cosa está perfectamente dis-puesta en cuanto se ordena convenien-temente a su propio f in , pues i l fin esel bien de cada cosa. Así vemos queen las artes, una, a la que atañe el f in ,es como la reina y gobernadora de hsdemás; la medicina, por ejemplo, im-pera y ordena a la farmacia , porque lasalud, que es el objeto de la medicina,es el fin de todos los medicamentos con-feccionados en farmacia Y lo mismosucede con el arle de n.ivtgar respectode la industria naval, y con el mi l i ta rrespecto de la caballería, v de todaslas otras armas. Las artes que imperan aOtras se llaman arqnilecliiaifia o P'inci-píilgs. Por esto sus anuías, llamadosarquitectos, reclaman par.i si el nombre

de sabios. Mas como dichos artífices seocupan de los fines de ciertas cosasparticulares y no miran al fin univer-sal de todas las cosas, se llaman sabiosen esta o en otra materia. En este sen-tido se dice en la primera carta a losde Corinto: Como sabio arquitecto puseloj cimientos. En cambio, se reserva elnombre de sabio con todo su sentidoúnicamente para aquellos que se ocu-pan del fin del universo, principio tam-bién de todos los seres. Y así, segúnel Filósofo, es propio del sabio conside-rar las causas mes alias.

Mas el fin último de cada uno de losseres es el intentado por su primer ha-cedor o motor. Y el primer hacedoro motor del universo, como más ade-lante se dirá, es el entendimiento. Elúltimo fin del universo es, pues, elbien del entendimiento, que es la ver-dad. Es razonable, en consecuencia, quela verdad sea el último fin del univer-so y que la sabiduría tenga como deberprincipal su estudio. Por esto, la Sabi-duría divina encarnada declara que vinoal mundo paca manifestar la verdad:YW para esto ha nacido y he venido almundo, para dar testimonio de la verdad.Y el Filósofo precisa que la primerafilosofía es la ciencia de la verdad, yno de cualquier verdad, sino de aquella

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que es origen de toda verdad, y quepertenece al primer principio del serde rodas tas cosas. Por eso su verdades principio de roda verdad, pues asíes la disposición de las coséis en laverdad como en el ser.

Por otra parte, a un mismo sujetopertenece aceptar uno de los contrariosy rechazar el otro; como sucede ton lamedicina, que sana y combate la en-fermedad. Luego asi como propio delsabio es contemplar, principalmente, laverdad del primer principio y juzgar

de las otras verdades, asi también lees propio impugnar la falsedad contra-ria. Por boca de la Sabiduría se señalaconvenientemente, en las palabras pro-puestas, el doble oficio del sabio: ex-poner la verdad divina, verdad por an-tonomasia, a la que se refiere cuandodice: Mi boca pronuncia la verdad, eimpugnar el error contrario a la verdad,al que se refiere cuando dice: Y mislabios aborrecerán In inicuo. En estaspalabras se designa la falsedad conira laverdad divina, que es también contra-ria a la religión, l lamada pieaitit. dedonde su contrari.i asume c.1 nombre deí mpicdad.

C A P I T U L U M I I

QUAE SIT HOC OPERE AUCTOR1S 1NTENTIO

C A P I T U L O I ILa interiiiñn del autor

El estudio de la sabiduría es el másperfecto, sublime, provechoso y alegrede todos los estudios humanos. Másperfecto ciertamente, pues, el hombre,en la medida en que se da al estudiode la sabiduría, posee ya de alguna for-ma la verdadera bienaventuranza. Poreso dice el Sabio: Dichoso el hombreque medita la sabiduría, M.ís sublime.pues por él el hombre se asemeja pr in-cipalmente a Dios, que iodo lo biza sa-biamente, y como la semejanza es cau-sa de amor, el estudio de la sabiduríaune especialmente a Dios por amistad,y así se dice de ella que es para leuhombres teíO'o inagotable, y ¡ni que di.él se aprovechan se hacen participes dela amistad divina. Más útil , pues la sa-biduría es camino para llegar al reinode la inmortalidad : El deseo de la sa-biduría conduce a reinar por siempre.Y más alegre, pues no ei amarga su

conversación ni ¿olorosa ¡u (Onvivcncia,sino alegría y gozo.

Tornando, pues, confianza de la pie-dad divina para proseguir el oficio desabio, aunque exceda a las propias fuer-zas, nos proponemos manifestar, en cuan-to nos sea posible, la verdad que pro-fesa la fe católica, eliminando los erro-res contrarios; porque, sirviéndome delas palabras de San Hilario, sny cons-ciente de que el principal deber de mi•'ida para con Dios es esforzarme portjue mi lengua y todos mis sentidos ha-blen de El.

Es dificil proceder en particular con-tra cada uno de los errores, por dosrazones: en primer lugar, las afirma-ciones sacrilegas de cada uno de los que

liar errado no nos son tan conocidasqu i de ellos podamos sacar los argu-mentos para su misma refutación. Losantiguos doctores usaron de este meto-ri'' para refutar los crrotcs de los gen-11. s, pues, siendo ellos gentiles o con-vi-.iendo con ellos y conociendo conprecisión su doctrina, podían tener no-una exacta, de sus opiniones. En se-gundo lugar, porque algunos de ellos,por ejemplo, los mahometanos y paga-nos, no convienen con nosotros en ad-mi t i r la autoridad de alguna parte dela Sagrada Escritura, por la que pudie-

ran ser convencidos, asi como contralos judíos podemos disputar por el Vie-jo Testamento, y contra los herejes porel Nuevo. Mas éstos no admiten ningu-no de los dos. Por lo tanto, hemos de re-currir a la razón natural, que todos seven obligados a aceptar, aun cuando enlas cosa; divinas pueda fallar o sea fa-lible.

En consecuencia, investigando una de-terminada verdad, mostraremos, a la vei,que errores excluye esta verdad y cómoconcuerda con la fe cristiana la verdadestablecida por demostración.

C A P I T U L U M I I IQUIS MODUS SÍT POSSIblLIS D1VINAE VERITATIS MANÍFESTANDAE

C A P I T U L O I I ICuál sea el modo posible de manifestar la verdad divina

Como no toda verdad se manifiestadel mismo modo, dice el Filósofo, yBoecio insinúa, que es propio del hom-bre culto intentar apoderarse de la ver-'ad solamente en la medida que se lo

permite la naturaleza de la cosa. Por lotanro, debemos señalar primeramenteruál sea el modo posible de manifestar1. verdad propuesta.

Sobre _lo cjue creemos de Dios hayUT doble orden de verdad. Hay ciertasverdades de Dios que sobrepasan la ca-¡ icidad de la razón humana, como es,I'or ejemplo, que Dios es uno y trino.I iay otras que pueden ser alcanzadaspor la razón natural, como la existen-cia y la unidad de Dios, etc.; las queincluso demostraron los filósofos guia.ilos por la luz natural de la razón.

fís evidentísima, por otra parte, laixistencia de verdades divinas que so-brepasan absolutamente la capacidad de

la razón humana. Como el principio detoda ciencia que la razón puede tenerde una cosa es la captación de su sus-tancia, pues lo que es, dice el Filósofo,es el principio de demostración, con-viene que el modo como sea entendidala sustancia de un ser sea también elmodo de todo lo que conozcamos deé!. Si, pues, el entendimiento humanocomprehcnde la sustancia de una cosa,de la piedra, por ejemplo, o del trián-gulo, nada habrá inteligible en ella queexceda la capacidad de la razón huma-na. Mas esto ciertamente no se realizacon Dios. Porque el entendimiento hu-mano no puede llegar naturalmente has-ta su sustancia, ya que nuestro conoci-miento en esta vida tiene su origen enlos sentidos y, por lo tanto, lo que nocae bajo la actuación del sentido nopuede ser captado por el entendimientohumano, a no ser en ranto deducido delo sensible. Mas los seres sensibles nocontienen virtud suficiente para condu-cirnos a ver en ellos lo que la sustan-cia divina es, pues son efectos inadecua-dos a la virtud de la causa, aunque lie-

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van sin esfuerzo al conocimiento tic queDios existe y de otras verdades semejan-tes pertenecientes al primer principio.Hay, en consecuencia, verdades divinasaccesibles a la razón humana, y otrasque sobrepasan en absoluto su capa-cidad.

La graduación de entendimientosmuestra fácilmente esta misma doctri-na. Entre dos personas, una Je las cua-les penetra más íntimamente que la otraen la verdad de un ser, aquella cuyoentendimiento es mus intenso capta fa-cetas que la otra no puede aprehender ;así sucede con el rúsrico, que de nin-

guna nianera puede captar los argumen-tos sutiles de la filosofía. Ahora bien,¿1 entendimiento angélico dista más delentendimiento humano que el entendi-miento de un gran filósofo del entendi-miento del ignorante más rudo, porquela distancia de éstos se encuentra siem-pre dentro de los límites de la especiehumana, sobre la cual esr-í el entendi-miento angélico Cjcrt.iiiicnte, el ángelconoce a Dios por un efecto más nobleque el hombre; su propia sustancia, porla cual el ángel viene al conocimientonatural de D:os, es más digna flue lascosas sensibles, y aún más que la mismaalma, mediante la mal ti entendimientohumano se eleva al conocimiento deDios. Y mucho m.ís el encendimientod iv ino sobrepasa AÍ angélico, como ésteal entendimiento humano. La capacidaddel entendimieruo divino es adecuada asu propia sustancia, y, por lo tanto, co-n¡xe perfectamente de si lo que es yiodo lo que tiene de inteligible. En cam-bio, el entendimiento angélico no co-noce naturalmente lo que Dios es. por-que la misma sustancia angélica, cami-no que a El conduce, es un efecto inade-

cuado a la virtualidad de la causa. Porlo tanto, el ángel no puede conocer na-turalmente todo lo que Dios conoce desí mismo, como tampoco el hombrepuede captar lo que el ángel con suvirtud natural. Asi, pues lo mismo que-sería una gran estupidez que ul igno-rante pretendiese juzgar corno falsas lasproposiciones de un filósofo, del rnis-mo modo, y mucho más, será una grannecedad que el hombre sospechase co-mo falso, ya que la razón no puede cap-tarlo, lo que le ha sicio revelado porministerio de los angeles.

Todavía aparece también csia verdaden las deficiencia que experimentamosa diario al conocer las cosas, ignoramosmuchas propiedades de las cosas sensi-bles, y las más de las veces no pode-mos hallar perfectamente las razones delas que aprehendemos con el sentido.Mucho más difícil será, pues, a la ra-zón humana descubrir coda la inteligi-bilidad de la sustancia perfeccísima deDios.

La afirmación de! Filósofo concuer-da con lo expuesto, cuando asegura quenuestro entendimiento se halla can re-lación a los primeros principios de losseres, que son clarísimos en la natura-leza, como el ojo de la lechuza respetodel sol,

Y la Sagrada Escritura da tambiéntestimonio de esta verdad. En el librode Job se dice: ¿Crees tú poder ¡on-dear a Dios, llegar al ¡onda de su om-nipotencia? Y más adelante : Mira: esDios tan grande, que no le conocemos.Y en San Pablo; Al presente, nuestrocoaocimiento es imperfectístmo.

Por consiguiente, no se ha de recha-zar sin más, como falso, todo lo quese afirma de Dios, aunque la razón hu-mana no pueda descubrirlo, como hicie-ron los maniqueos y muchos Ínfleles.

C A P 1 T U L U M I V

Ql'OD VEHITAS DIVINORt 'M AD QUAM NATURALI- RATIO l't=RTINGIT C.ON-

VENIENTIiR HOMlNlir . .^ LR1-.DLNDA (OI

C A P I T U L O I VPropánae convenientemente a los hombre!, p.tra ser creída, la verdad

divina, accesible a- la razón lattirnl

Existiendo, pues, dos clases de verda-des divinas, una de las cuales puedealcanzar con su esfuerzo la razón y otraque sobrepasa toda su capacidad, ambasse proponen convenientemente al hom-bre para ser creídas por inspiración di-vina. Nos ocuparemos en primer lugarde las verdades que son accesibles a larazón, no sea que alguien crea inút i l elproponer para creer por inspiración so-brenatural lo que la razón puede al-canzar.

Si se abandonase al esfuerzo de lasola, razón el descubrimiento de estasverd ides, se seguirían tres inconvenien-it.i. El primero, que muy pocos hom-brea conocerían a Dios. Hay muchosimposibilitados para hallar la verdad,que es fruto de una diligente investiga-ción, por tres causas: algunos por lama!a complexión fisiológica, que lesindispone naturalmente para conocer;de ninguna manera llegarían éstos allurno grado del saber humano, que f ''Onecer a Dios. Otros se hallan impedi-¡os por el cuidado de los bienes fami-liares. Es necesario que enrrc los hom-bres haya algunos que se dediquen a laadministración de los bienes temporales.y éstos no pueden dedicar a la investi-gación todo el tiempo requerido par.illegar a la suma dignidad del saber hu-mano consistente en el conocimiento deDios. La pereza es también un impedi-mento para otros. Es preciso saber de

antemano otras muchas cosas, paia elconadnir nto de lo que la razón puedeinqui r i r t!e Dins; porque precisamenteel estuc1!!} de la filosofía se ordena alconocimiento de Dios; por eso la me-tafísica, que se ocupa de lo divino, esla últimí parce que se enseña de la fi-losofía Así, pues, no se puede llegaral conocimiento de dicha verdad sinoa fuerz:: de intensa labor investigadora,y ciertamente son muy pocos los quequieren sufrir este trabajo por amorde la ciencia, a pesar de que Dur h^¡nserudo en el alma d<.- los h;~¡ir' ,rcsel desi-o de esta verdad.

E1 ;egundo in r ' ' • • ".ote es que losque ¡legan al IKIH.I.^-I de dieha vruiadlo rucen om J i fku l t ad y después demuCíio .iimpo, ya que por su mismaproí ndida-. l , el entendimiento humanono , . 'Honeo para captarla racionalmen-te _o después de largo ejercicio: nbien por lo mucho que se requicr-s-1"- de antemano, como se d i jo ; obi tn , porque tn el tiempo de la juvui-tui! el alma, que se hace prudcm, ;,sabia en la quietud, como se dice enel libro VII de la física, está sujeta alvaivén de los movimientos pasionaltsy no está en condiciones para conocertan alta verdad. La humanidad, por con-siguiente, permanecería inmersa en me-dio de grandes tinieblas de ignorancia,si para llegar a Dios sólo tuviera ex-pedita la vía racional, ya que el cono-cimiento de Dios, que hace a 'os honi-

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bres perfectos y buenos en sumo grado,lo lograrían únicamente algunos pocos,y éstos después de mucho tiempo.

El tercer inconveniente es que, porla misma debilidad de nú estro enten-dimiento para discernir y por la confu-sión de fantasmas, las más de las vecesla falsedad se mezcla en la investiga-ción racional, y, por lo tanto, para mu-chos serían dudosas verdades que real-mente están demostradas, ya que igno-ran la fuerza de la demostración, y prin-cipalmente viendo que los misinos sa-bios enseñan verdades contrarias. Tam-bién entre muchas verdades demostra-das se introduce de vez en cuando algofalso que no se demuestra, sino que se

acepta por una razón probable o sofís-tica, tenida como demostración. Por estofue conveniente presentar a los hombres,por vía de fe, una ccrte/a f i j a y una ver-dad pura de las cosas divinas.

La divina clemencia proveyó, pues,saludablemente al mandar aceptar comode fe verdades que la razón puede d(cubrir, para que así todos puedan paticipar fácilmente del conocimiento ¡ .lo divino sin ninguna duda y error.

En este sentido se afirma en la caí ,a los de Efcso: Os digo, pues, rexborlo en el Señor a que no vii<f,como los gentiles, i¡n la tntctiiaad ,sus pensamientos, oscurecida la razóY en Isaías: Todos tus hijos serán adotrinados por el Señor.

C A P I T U L U M VQUOD EA QUAE RATIONE 1NVKST1GARI NON POSSUNT CONVrNIENTER FlDE

TENENDA HOMINIBUS PSOPONL'NTÜR

C A P I T U L O VLas verdades que la razón no puede investigar propínense conveniente-

mente a los hombre': por la fe para que las crean

Creen algunos que no debe ser pro-puesto al hombre como de fe lo que larazón es incapaz de comprender, por-que la divina sabiduría provee a cadauno según su naturaleza. Se ha de pro-bar que también es necesaria al hombrela proposición por vía ue fe de las ver-dades que superan la razón. En efecto,nadie tiende a algo por un deseo o in-clinación sin que le sea de antemanoconocido. Y porque los hombres est.ínordenados por la Providencia divina aun bien tías alto que el que la limita-ción humana puede gozar en esta vida—como estudiaremos más adelante—, esnecesario presentar al alma un bien su-perior, que trascienda las posibilidadesactuales de la razón, para que así apren-da a desear algo y tender diligentemente

a lo que está totalmente sobre el est;.-do de la presente vida. Y esto perteni •ce únicamente a la religión Cristianque promete especialmente los bicniespirituales y eternos- por eso en ellse proponen verdades que superan a Iinvestigación racional. La ley antigu;en cambio, que prometía bienes temperales, expuso muy pocas verdades no ac-cesibles a la razón natural. En este sentido, se esforzaron los filósofos por conducír a los hombres de los deleites scirsibles a la honestidad, por enseñar quthay bienes superiores a los sensiblescuyo sabor, mucho más suave, únicamente lo gozan los que se entregan íla virtud en la vida activa y contempla-tiva.

Es también necesaria la fe en esi_verdade* para tener un conocimientomás veraz de Dios. Únicamente posee-remos un conocimiento verdadero deDios cuando creamos que su ser estásobre todo lo que podemos pensar deEl, ya que la sustancia divina trascien-de el conocimiento natural del hombre,como más arriba se dijo. Porque el he-cho de que se proponga al hombre al-guna verdad divina que excede a la ra-zón humana, le afirma en el convenci-miento de que Dios está por encima cíelo que se puede pensar.

La represión del orgullo, origen deerrores, nos indica una nueva utilidad.Hay algunos que, engreídos con la agu-deza de su ingenio, creen que puedenabarcar toda la naturaleza de un ser,y piensan que es verdadero todo lo queellos ven y falso lo que no ven. Paralibrar, pues, al alma humana de estapresunción y hacerla venir a una hu-milde búsqueda de la verdad, fue ne-cesario que se propusieran al hombredivinamente ciertas verdades que exce-dieran plenamente la capacidad de suentendimiento.

Otra razón de utilidad hay en lo di-cho por el Filósofo: Cierto Simónides,queriendo persuadir al hombre a aban-donar el estudio de lo divino y a apli-carse a las cosas humanas, decía que

al hombre le estaba bien conocer lohumano y al mortal lo mortal. Y el Fi-lósofo argumentaba contra él de estamanera: El hombre debe entregarse, enla medida que le sea posible, al estudiode las verdades inmortales y divinas.Por eio en el libro XI De l<n animalesdice que, aunque sea muy poco lo quecaptamos de las sustancias superiores,este poco es más amado y deseado quetodo el conocimiento de las sustanciasinferiores. Sí al proponer, por ejem-plo, cuestiones sobre los cuerpos celes-tes—dice también en el libro II Delcielo—son éstas resueltas, aunque seapor una pequeña hipótesis, sienten losdiscípulos una gran satisfacción. Todoesto manifiesta que, aunque sea imper-fecto el conocimiento de las sustaiciassuperiores, confiere aJ alma una granperfección, y, por lo tanto, la razón hu-mana se perfecciona si, a lo menos, po-see de alguna manera por la fe lo queno puede comprender por estar fuerade sus posibilidades naturales.

A este propósito se dice en el Ecle-siástico : Se te han manifestado machascosas que están por encima del conoci-miento humano. Y en la primera cartaa los de Corinto: Las cosas de D/Vnnadie lai conoce sino el Espíritu de Dios'pero Dios nos las ha revelado por suEspíritu.

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C A P I T U L U M V IQUOD ASSENTIRE HIS QUAF. SUNT FIDEI NON EST LEVITATIS QUAMVI5

SUFRA RATIOMÍM SINT

C A P I T U L O V IAsentir a las verdades de fe, aunque estén ¡obre la razón, no a

de ligerezase 11 al

Los que asienten por la fe a estasverdades qsie la razón humana no ex-perimenta, no creen a la ligera, COMOsiguiendo ingeniosas fábulas, como 5edice en la II carta de San Pedro. Ladivina Sabiduría, que todo lo conoceperfectamente, se dignó revelar a loshombres !us propios secretos y manifes-tó su presencia y la verdad de la doctri-na y de la inspiración con pruebas cla-ras, dejando ver sensiblemente, con elfin de confirmar dichas verdades, obrasque excediesen e! poder de toda la na-turaleza. Tales obras son: la curaciónmilagrosa de enfermedades, la resurrec-ción de los muertos, la maravillosa mu-tación de los cuerpos celestes y, lo quees más admirable, la inspiración de losentendimientos humanos, de tal manetaque los ignorantes y sencillos, llenosdel Espíritu Samo, consiguieron en uninstante la más alta sabiduría y elocuen-cia. En vista de esto, por la eficaciade esta prueba, una innumerable multi-tud, no sólo de gente sencilla, siriotambién de hombres sapientísimos, co-rrió a la fe católica, no por la violen-cia de las armas ni por la promesa dedeleites, sino lo que es aún más ad-mirable, en medio de grandes tormen-tos, en donde se da a conocer lo que

está sobre todo entendimiento humano,y se coartan los deseos de la carne, yse estima todo lo que el mundo des-precia. Es ci mayor de los milagrosy obra manifiesta de la inspiración di-vina el que el alma humana asienta aestas verdades, deseando únicamente los

bien, s espirituales y despreciando lo sen-sible. Y que esto no se hiio de impro-viso ni casualmente, sino por disposición uivina, lo manifiesta el que Dioslo predio que así se realizaría, a tra-vés de muchos oráculos de los profetas,cuyos libros tenemos en veneración co-mo portadores del testimonio de nues-tra fe.

A esta manera de confirmación se re-fiere la carta a los Hebreos: La doctrinada salvación, habiendo comenzado a serpromulgada por el Señor, fue entre nos-otroi confirmada por los que la oyeron,atestiguándolo Dios con seriales y pro-digios y diversos dones del EspiritaSanto.

Esta tan admirable conversión delmundo a !a fe cristiana es indicio cier-tísimo de los prodigios pretéritos, queno es necesario repetir de nuevo, puesse transparentan en su mismo efecto. Se-ría el más admirable de los milagrosque el mundo fuera inducido por loshombres sencillos y vulgares a creerverdades tan arduas, obrar cosas tan di-fíciles y esperar cosas tan altas sin se-ñal alguna, siendo así que, Dios no cesa,aun en nuestros días, de realizar mi-lagros por medio de sus santos en con-firmación de la fe.

16

Siguieron, en cambio, un camino con-trario los fundadores de falsas sectas,como Mahoma, que sedujo a los pueblosprometiéndoles los deleites carnales, acuyo deseo los incita la misma concu-piscencia. En conformidad con las pro-mesas, les dio sus preceptos, que loshombres carnales son prontos a obede-cer, soltando las riendas al deleite de lacarne. No presentó más testimonios efeverdad que los que fácilmente y porcualquier mediocre pueden ser conoci-dos con sólo la capacidad natural. In-trodujo entre lo verdadero muchas fá-bulas y falsísimas doctrinas. No adujoprodigios sobrenaturales, único testimo-nio adecuado de inspiración divina, ya<ruc las obras sensibles, que no puedenser más que divinas, manifiestan que elmaestro de la verdad está invisiblemen-te inspirado. En cambio, afirmó que era

enviado por las armas, señales que nofaltan a los ladrones y tiranos. Más aún,ya desde el principio, no le creyeron al-gunos hombres sabios, conocedores delas cosas divinas y humanas, s¡"o genteincivilizada que moraba en el desierto,ignorantes totalmente de lo d ;vino, concuyas huestes obligó a otro;, por la vio-lencia de las armas, a admitir su ley.Ningún oráculo divino de los profetasque le precedieron da testimonio de él;antes bien, desfigura totalmente la en-señanza del Antiguo y Nuevo Testamen-to, haciendo un relato fabuloso, como seve en sus escritos. Por esto prohibió as-tutamente a sus secuaces la lectura delos libros del Antiguo y Nuevo Testa-mento, para que no fueran convencidospor ellos de su falsedad. Y así, es evi-dente que los que se adhietcn a supalabra creen a la ligera.

C A P I T U L U M V I IQUOD VER1TATI FIDEI CHIUSTIANAE NON CONTRARIATCU V] HITAS

RATIONIS

C A P I T U L O V I ILa verdad racional no contraría a la verdad de la i e cristiana

Aunque la citada verdad de la fecristiana exceda la capacidad de la ra-zón humana, no por eso las verdadesracionales son contrarias a las verda-des de fe. Lo naturalmente innato enla razón es tan verdadero, que no hayposibilidad de pensar en su falsedad.Y menos aún es licito creer falso loque poseemos por la fe, ya que ha si-do confirmado lan evidentemente porDios. Luego como solamente lo falsoes contrario a lo verdadero, como cla-ramente prueban sus mismas defini-ciones, no hay posibilidad de que losprincipios racionales sean contrarios aIn. verdad de la fe.

ma del discípulo es la ciencia del doc-tor, a no ser que enseñe con engaño,lo cual no es lícito afirmar de DiosEl conocimiento natural de los prime-ros principios ha sido infundido porDios en nosotros, ya que El es autorde nuestra naturaleza. La Sabiduría di-vina contiene, por tanto, estos pr imerosprincipios. Luego todo lo que esté con-tra ellos está también contra la sabidu-ría divina. Esto no es posible de Dios.En consecuencia, las verdades que Posee-mos por revelación divina no pueden sercontrarias al conocimienro natural.

Nuestro entendimiento no puede al-canzar el conocimiento de la verdad

Lo que el maestro infunde en el al- cuando está sujeto por razones contra-

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rías. Si Dios nos infundiera los cono-cimientos contrarios, nuestro entendi-miento se encontraría impedido para lacaptación de la verdad. Lo cual no pue-de ser de Dios. Permaneciendo intactala naturaleza, no puede ser cambado lonatura l ; y no pueden coexistir en unmismo sujeto opiniones contrarias deuna misma cosa. Dios no infunde, porcinto, en el hombre una certeza o fe con-traria al conocimiento natural.

Por esto dice el Apóstol: Cerca deti está la palabra, en tu boca, en tu co-razón, esto es, la palabra de la fe quepredicamos. Pero porque está sobre larazón es tenida por muchos como con-

traria. Y esto no es posible.

También la autoridad de San Agus-tín está de acuerdo con lo dicho: Loque la verdad descubre, de ninguna ma-nera pulida ser contrario a los libros delViejo y del Nuevo Tcstarnen:o.

De todo esto se deduce claramenteque cualesquiera de los argumentos quese esgriman contra la enseñanza de lafe no pueden proceder rectamente de losprimeros principios innatos, conocidospor si mismos. No tienen fuera: demos-trativa, sino que son ra/oncs probabKso sofisticas. Y esto da ¡upar a deshucerlos.

C A P 1 T U L U M V I I IQUAUTER SE HABEAT HUMANA RAT1O A13 VERITATEM FIDEI

C A P I T U L O V I I ILa ratón humana ante la ¡e

Hay que notar que las cosas sensi-bles, principio del conocimiento racio-nal, tienen algún vestigio de imitacióndivina, tan imperfecta, sin embargo, queson totalmente insuficientes para darnosa conocer la sustancia del mismo Dios.Como el ágeme produce algo seim ¡antea sí mismo, los efectos tienen, a su ma-nera, la semejanza de las causas; perono siempre llega el efecto a asemejarseperfectamente a su ágeme. Según esto,para conocer Ja verdad de fe, que soloes evidente a los que ven la sustanciad i v i n a , la razón ha de valerse de cier-tas semejanzas, que son insuficientes pa-ra hacer comprender de una manera casidemostrativa y evidente dicha razón. Esprovechoso, sin embargo, que la mentehumana se ejercite en estas razones tandébiles, con tal de que no presuma com-nrenderlas y demostrarlas, porque es

agradabilísimo, como ya se dijo, captaralgo de las cosas altísimas, aunque seapor una pequeña y débil razón.

Está de acuerdo con esto la autor idadde San Hilario, quien dice: Comienzacreyendo esto, progresa, persiste: aunquesepa que nunca he de ¡legar, me ale-graré, no obstante, de haber progresad!».Quien devotamente va en pos de ¡o in-finito, aunque nunca le dé alcance, siem-pre, sin embargo, avanzará en su prose-cución. Pero no le entrometas en Salmisterio ni te abismes en el arcano delo que es sin principio, presumiendo darcon el ¡onéo de la inteligencia, puesba¡ de saber que hay cosas incompren-sibles.

C A P I T U L U M I XDE ORDINF I-T MODO PKOCEDIÍND! 1N HOC OPERK

C A P I T U L O I XOrden y método de la presente obra

Es evidente, por lo dicho, que la in-tención del sabio debe versar sobre ladoble verdad de lo divino y la destruc-ción de los errores contrarios. Una detstas verdades puede ser investigada porla razón, pero la otra está sobre toda sucapacidad. Y digo una doble verdad delo divino, no mirando a Dios, que esverdad una y simple, sino atendiendo anuestro entendimiento, que se encuen-tra en diversa situación respecto al cono-cimiento de las verdades divina

En la exposición de la primera clasede verdades sf ha de proceder por razo-nes demostrativas que puedan conven-cer al adversario. Pero, como es impo-sible hallar estas razones para la Otraclase de verdades, no se debe intentarconvencer al adversario con razones, sinoresolver sus objeciones contra la ver-dad, ya que la razón natural, como que-dó probado, no puede contradecir a laverdad de fe. La única manera de con-vencer al adversario que niega esta ver-dad es por la autoridad de la Escritura,confirmada por los milagros; porque loque está sobre la razón humana no locreemos s¡ Dios no lo revela. Sin em-bargo, para la exposición de esta verdadse han de traer algunas razones verosí-miles, para ejercicio y recreación de losI ules, no para convencer a los contra-rios, porque la misma insuficiencia deLis razones los confirmarla más en suerror, al pensar que nuestro consenti-miento a las verdades de fe se apoya en

razones tan débiles.

Queriendo proceder, pues, de la ma-nera indicada, nos esforzaremos por evi-denciar la verdad que profesa la fe y larazón investiga, invocando razones de-mostrativas y probables, algunas de lascuales tccogercnios de los libros de lossantos y filósofos, destinadas a confir-mar la verdad y convencer al adversa-rio. Después, procediendo de lo más co-nocido a lo menos conocido, pasaremosa exponer la verdad que supera a la ra-zón, resolviendo las objeciones de loscontrarios y declarando, ayudados porDios, la verdad de fe con argumentosprobables y de autor idad.

Lo primero que se nos presenta alquerer investigar por vía racional lo quela inteligencia humana puede descubrirde Dios, es examinar qué le convienecomo tal: a continuación, cómo las cria-turas proceden de El, y en tercer lugar,su ordenación a El como f in .

Por lo que respecta a lo qui. convie-ne a Dios como tal, es necesario esta-blecer, como fundamento de toda laobra, la dcmostrjción de que Dios esO tiene el ser. Sin ello, toda disertación isobre las cosas divinas es inú t i l .