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Autoras: Lucila Artagaveytia y Cristina Barbero • Ilustraciones: Sebastián Santana Todo empezó el último día de las vacaciones Como todos los años antes de empezar las clases, los padres de Santi organizaron una piyamada para despedir las vacaciones. Ese cálido sábado de marzo había permitido disfrutar de la playa, y los chicos fueron llegando después de la caída del sol. La primera fue Ana, la inseparable compañera de Santi. Luego llegaron Mateo y su hermana, Isabel. Aunque Isabel era un año menor que los demás, se había ganado un lugar en el grupo cuando encontró a Luna, la terrier de Santiago que se había perdido ese verano. Por último, llegó Maite, cargando como siempre con un libro, aunque nadie entendió para qué. ¿Quién iba a leer en una piyamada? Mientras el padre de Santi armaba el fuego para hacer los chorizos, los amigos fueron dejando sus mochilas y colchonetas en el garaje. Cada uno había llevado algo de beber y algo dulce, así que había provisiones de sobra. Después de la cena se quedaron jugando en el jardín hasta muy tarde: era una noche tibia y hermosa, pero sin luna. Cerca de la una de la madrugada, la madre de Santi no admitió más excusas y tuvieron que entrar. Como habían bajado la tele al garaje, pudieron ver una película, hasta que a Mateo se le ocurrió organizar un concurso de chistes. Esto llevó un buen rato y se divirtieron muchísimo. Cuando empezaron a tener sueño y habían terminado con la torta y todas las galletitas, comenzó la batalla de almohadas, que no podía faltar en una buena piyamada. Pero se cansaron pronto de tanto almohadonazo que volaba. Fue entonces que Maite propuso leer una historia. —¿Leer ahora? —se sorprendieron todos por la ocurrencia de Maite. —Es un cuento de extraterrestres —explicó ella, con aire misterioso. Esto despabiló a todos, incluyendo a Ana, que estaba medio dormida. —Sí, de extraterrestres que vuelan de una galaxia a otra en platos más rápidos que la luz y pueden viajar a través del tiempo. —¡Dale! —dijo Santiago—. ¡Vamos a leerlo! Y los demás estuvieron de acuerdo. Maite comenzó a contar cómo un grupo de extraterrestres se internaba en un agujero negro que comunicaba con otros universos. Fascinados por algo tan extraño, Santi y sus amigos se imaginaron que también ellos volaban en aquella máquina maravillosa. Eran más de las tres de la mañana y tenían mucho sueño, pero nadie quería dormir. Por eso no se sabe si lo que aconteció después sucedió de verdad o lo soñaron. Lo cierto es que, de pronto, sintieron una voz que venía del jardín: Autoras: Lucila Artagaveytia y Cristina Barbero • Ilustraciones: Sebastián Santana

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Todo empezó el último día de las vacaciones

Como todos los años antes de empezar las clases, los padres de Santi organizaron una piyamada para despedir las vacaciones. Ese cálido sábado de marzo había permitido disfrutar de la playa, y los chicos fueron llegando después de la caída del sol. La primera fue Ana, la inseparable compañera de Santi. Luego llegaron Mateo y su hermana, Isabel. Aunque Isabel era un año menor que los demás, se había ganado un lugar en el grupo cuando encontró a Luna, la terrier de Santiago que se había perdido ese verano. Por último, llegó Maite, cargando como siempre con un libro, aunque nadie entendió para qué. ¿Quién iba a leer en una piyamada?

Mientras el padre de Santi armaba el fuego para hacer los chorizos, los amigos fueron dejando sus mochilas y colchonetas en el garaje. Cada uno había llevado algo de beber y algo dulce, así que había provisiones de sobra.

Después de la cena se quedaron jugando en el jardín hasta muy tarde: era una noche tibia y hermosa, pero sin luna. Cerca de la una de la madrugada, la madre de Santi no admitió más excusas y tuvieron que entrar. Como habían bajado la tele al garaje, pudieron ver una película, hasta que a Mateo se le ocurrió organizar un concurso de chistes. Esto llevó un buen rato y se divirtieron muchísimo. Cuando empezaron a tener sueño y habían terminado con la torta y todas las galletitas, comenzó la batalla de almohadas, que no podía faltar en una buena piyamada. Pero se cansaron pronto de tanto almohadonazo que volaba. Fue entonces que Maite propuso leer una historia.

—¿Leer ahora? —se sorprendieron todos por la ocurrencia de Maite.—Es un cuento de extraterrestres —explicó ella, con aire misterioso.Esto despabiló a todos, incluyendo a Ana, que estaba medio dormida.—Sí, de extraterrestres que vuelan de una galaxia a otra en platos más rápidos que la luz

y pueden viajar a través del tiempo.—¡Dale! —dijo Santiago—. ¡Vamos a leerlo!

Y los demás estuvieron de acuerdo.Maite comenzó a contar cómo un grupo de extraterrestres

se internaba en un agujero negro que comunicaba con otros universos. Fascinados por algo tan extraño, Santi y sus amigos se imaginaron que también ellos volaban en aquella máquina maravillosa. Eran más de las tres de la mañana y tenían mucho sueño, pero nadie quería dormir. Por eso no se sabe si lo que aconteció después sucedió de verdad o lo soñaron. Lo cierto es que, de pronto, sintieron una voz que venía del jardín: Au

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—¡Acérquense! ¡Suban a la nave!Era una voz firme y amigable, pero les dio miedo. Incluso Luna, con el rabo entre las

patas, se metió debajo de la manta de Santiago.—¿Quieren viajar a otros mundos? ¿A otras épocas? —preguntó la voz.—¡Sí, claro!Para sorpresa de todos, la respuesta vino de Isabel, que ya se había asomado a la ventana

del garaje. Pronto se sumaron los demás, y quedaron paralizados ante una fuerte luz blanca que descansaba entre los pinos. En aquella noche sin luna, la luz se asemejaba a una inmensa nube. De allí venía la voz, sin dudas, pero no podían distinguir a nadie por el resplandor.

—¿Quién está ahí? —preguntó Santiago, juntando fuerzas.—No me podrán ver si no se acercan —respondió la voz.Isabel abrió la ventana y saltó al jardín. La primera que la siguió fue Luna. Después,

un poco asustados, se animaron los demás. La nube pareció envolverlos inmediatamente y empezaron a girar a toda velocidad, como en la más peligrosa de las montañas rusas que hubieran visto en su vida. ¿Escucharían los padres de Santiago los gritos de todos ellos? ¿Y los ladridos de Luna?

Antes de que pudieran pestañear, un golpe en seco los hizo caer en tierra. En medio de un silencio y una oscuridad absolutos, vislumbraron un hilito de luz debajo de una puerta. ¿Era la del garaje? ¿Habían soñado todos lo mismo? Se acercaron y la abrieron lentamente. Lo que vieron, sin embargo, no tenía nada que ver con la casa de Santiago: era una gran biblioteca, con una mesa llena de papeles y, detrás de ella, había un señor canoso, de lentes, que los invitaba a pasar.

—¿Quién es usted? —preguntó Maite, que había logrado conservar su libro en medio de la vorágine.

—Gaspar —contestó el hombre, sonriendo.—¿Dónde estamos? —preguntó Mateo.—Eso depende de adónde quieran ir.—¡A casa! —contestó Ana, rápidamente.—¡Noooo! —gritaron los demás.—¿Adónde nos podría llevar? —preguntó Isabel.—A cualquier tiempo y a cualquier lugar —respondió Gaspar.—¡Miren! —gritó Maite, de pronto—. ¡En el reloj no paran las agujas!Efectivamente, el gran reloj de pared tenía las manecillas en un perpetuo movimiento.—¿Qué le pasa al reloj? —preguntó Ana.—¡Oh! Eso no lo entenderían ahora —prosiguió Gaspar—. Más adelante les explicaré.

Pero no me han respondido si quieren viajar, ni adónde.—Yo quiero viajar a otro tiempo —respondió Mateo.—Muy bien. Si están todos de acuerdo, así lo harán, pero no es tan sencillo.

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Los amigos dudaron. Finalmente, Santiago respondió por todos:—Estamos listos. ¿Luna podrá venir con nosotros?Gaspar miró a la simpática perrita, que movía la cola como pidiendo un lugar en la

nave.—Está bien —aprobó finalmente—. Ahora les diré lo que deben hacer.

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Trabajo grupal

Entre todos?!...

1) Todo empezó el último día de las vacaciones

• Realicen un dibujo esquemático que incluya a los personajes de la pandilla.

Especifique sus vínculos de amistad o parentesco. Ubiquen a Gaspar donde

consideren adecuado.

• Distingan los acontecimientos ocurridos en tiempos reales de los ocurridos en

tiempos mágicos. En una línea de tiempo, representen la noche de la piyamada

desde la caída del sol hasta el encuentro con Gaspar, ubicando todos los

acontecimientos reales.

• En la misma línea de tiempo, ubiquen los espacios reales en que transcurren

estos acontecimientos. ¿Cómo representarían gráficamente los tiempos y los

espacios mágicos? Anímense a dibujarlos.

• ¿Cómo son los tiempos de los sueños y de la imaginación en relación con los

tiempos reales? ¿Por qué los protagonistas sienten que una piyamada no es un

tiempo para leer?

• Califiquen cada acontecimiento según el tipo de tiempo que creen que fue. Por

ejemplo, concurso de chistes: tiempo para reírse.

• Realicen la siguiente experiencia en relación con el tiempo vivido: cuenten un

minuto de silencio en el recreo y un minuto de silencio en clase. ¿Cuál se vive

como más largo?

• ¿Por qué en el reloj de pared de la biblioteca de Gaspar las agujas giran

completamente locas? Arriesguen posibles respuestas.

Trabajo grupal