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EDITORIAL E

El consumo mundial de energía primaria no para de crecer y todos somos conscientes de que el modelo actual, basado en los com-bustibles fósiles, tiene fecha de caducidad. Además, el petróleo, el gas natural y el carbón contribuyen al calentamiento del planeta. Así pues, está claro que tenemos un problema. Una parte de la solución estriba en que nos preparemos para una transformación del modelo actual a otro que aún está plagado de incertezas, pero que tendrá uno de sus principales puntos de apoyo en las llamadas energías renovables: la eólica, la solar y la biomasa.

Cataluña comenzó relativamente pronto ―a mediados de los años noventa― a promover las energías renovables, pero sin contar con un modelo claro, sin establecer las alianzas necesarias con el territo-rio y sin prestar demasiada atención al paisaje y la biodiversidad del país, ni a la sensibilización. Últimamente, y en parte por necesidad imperiosa, se han intentado redirigir las cosas, pero la cultura del no está muy arraigada.

Este número de la revista Medi Ambient. Tecnologia i Cultura parte de la convicción de que Cataluña no tiene más remedio que lanzar una apuesta clara y decidida por las renovables, especialmente por la energía eólica. Pero se debe hacer bien, buscando complicidad y respetando el valor del paisaje. En este número se intenta argumen-tar que esto es posible.

En el primer artículo, Hans-Josef Fell, un reconocido diputado de Los Verdes miembro del Parlamento alemán, explica cómo la apuesta de Alemania por las energías renovables ha servido de apoyo para

remontar la crisis y para crear puestos de trabajo. Por su parte, Joan Marull, del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona, y Enric Tello, profesor e investigador del Departa-mento de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Barcelona, describen las relaciones espaciales que se dan entre los flujos energéticos que mueve la economía y el funcionamiento eco-lógico de la matriz territorial como punto de partida para entender los vínculos entre el metabolismo social y el medio ambiente. Josep Puig, ingeniero industrial, activista histórico y profesor de Energía en la UAB-ICTA, hace un repaso histórico de la relación entre los humanos, la energía y las energías renovables. También aporta argu-mentos sobre la diferencia entre dominar la naturaleza y cooperar con ella. Seguidamente, la sección «Cara a cara» ofrece un diálogo muy rico y comprensible entre Joan Nogué, director del Observa-torio del Paisaje de Cataluña y catedrático de Geografía Humana de la UdG, y Quim Corominas, doctor en Ingeniería y experto en energías renovables, sobre la situación actual. El físico y periodista Michele Catanzaro relata la conversación.

Finalmente, Agustí Maure, director general de Energía y Minas, y Frederic Ximeno, director general de Políticas Ambientales y Sos-tenibilidad, defienden los ejes de unas políticas públicas que combi-nen la preservación de la biodiversidad, el encaje de las diferentes sensibilidades territoriales y el despliegue de las energías renovables en Cataluña.

Lluís RealesDirector de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura

Transformar el modelo energético

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se podría fomentar notablemente con alimentos limpios de cultivo orgánico y la elaboración de pro-ductos químicos no tóxicos.

Desde el 2000, la Ley de energías renovables (EEG, por sus siglas en alemán) ha permitido desarrollar un nuevo sector económico en Alemania: una in-dustria de las energías renovables dominada, prin-cipalmente, por pequeñas y medianas empresas. Y este cambio se ha producido, en gran parte, sin apoyo económico público. La nueva legislación ha creado centenares de miles de puestos de trabajo sin generar nueva deuda y ha fomentado activamente la protección climática. Además, ha representado un primer paso clave para empezar a ofrecer energías independientes y no contami-nantes procedentes de fuentes nacionales. Las me-didas legales que se han aplicado en este caso se basan en el principio de las tarifas reguladas. Del mismo modo, también se pueden concebir otras formas legales para fomentar el cultivo orgánico, la movilidad sin emisiones o una industria química que no dependa de materias primas fósiles, como el petróleo.

Este artículo describe los principios básicos de la Ley de energías renovables alemana y, sobre todo, intenta situarlos en el contexto de los de-bates políticos actuales. Se ha demostrado que muchos de los argumentos que se suelen utilizar en contra de las tarifas reguladas no tienen ningún fundamento, como, principalmente, los argumen-tos económicos basados en la teoría del mercado libre, que a menudo no superan un análisis más profundo. Por lo tanto, en comparación con los subsidios, los modelos de licitaciones o las regula-ciones por cuotas, el modelo de tarifas reguladas ha demostrado ser el más interesante para la in-troducción de energías renovables en un mercado que, durante años, se ha caracterizado por la libre competencia.

El éxito de la Ley de energías renovables alemana

La Ley de energías renovables alemana se conside-ra la ley más eficaz para la introducción de energías renovables en el sector energético. Aparte de este sector, la ley también se aplica en el sector de la ca-lefacción, dado que la producción de bioenergía y energía geotérmica también genera calor residual. La Ley de energías renovables ha impulsado un gran mercado interno en Alemania y ha propiciado un gran número de cambios innovadores en el ám-bito de la energía eólica, la fotovoltaica, el biogás, la electricidad generada a partir de la madera y las centrales de calefacción urbana alimentadas con aceite vegetal. Durante los próximos años, espe-ramos lograr éxitos similares en la producción de energía a partir de fuentes geotérmicas profundas, y calculamos que, más adelante, las energías marí-timas también tendrán cierta influencia. La energía hidráulica tradicional también se ha beneficiado de esta ley.

¿Pueden las energías renovables ayudar a remontar la crisis? El caso de Alemania Hans-Josef Fell Miembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

En el año 2000, el Gobierno alemán promovió un marco legislativo que ha supuesto un gran impulso para la industria de las energías renovables. Pequeñas y medianas empresas han creado miles de puestos de trabajo sin ningún gasto público. El autor, Hans-Josef Fell, portavoz de la Comisión de Energía y Política Tecnológica del Parlamento alemán (Bun-destag), explica de qué forma las energías renovables han ayudado a remontar la crisis.

La crisis financiera está teniendo un impacto devas-tador en la economía mundial. Prácticamente todos los gobiernos del mundo están intentando impul-sar sus economías con paquetes de estímulos para afrontar los elevados niveles de desempleo y los disturbios sociales que podrían desencadenar. Es-tos paquetes de estímulos se financian casi siempre con el dinero de los contribuyentes y, en la mayoría de casos, los ingresos que perciben las arcas públi-cas no llegan a los niveles de recursos económicos necesarios para aplicar estas medidas, con lo que el endeudamiento público está aumentando rápida-mente. Esta tendencia representará una carga muy pesada para las futuras generaciones, que deberán hacerse cargo de las deudas que se contraen en la actualidad.

Ni en el debate público ni, tan siquiera, en el proceso legislativo se presta casi atención a los paquetes de estímulos que exigen el compromiso de los fondos públicos. Las medidas de este tipo implican un incentivo para la inversión del sector privado. El capital privado puede proceder de fuentes financieras o de fuentes de la sociedad civil, como las cooperativas, por ejemplo. Ambas fuentes pueden generar grandes volúmenes de financiación y contribuir a garantizar la inversión necesaria en una situación económica complicada. Si se aplican medidas de regulación específicas a los mercados, los gobiernos y los parlamentos pueden incentivar las inversiones privadas y, de esta forma, poner en práctica paquetes de estímulos para po-tenciar el desarrollo económico sin contraer más deudas.

Si estas medidas de regulación se contemplan desde el punto de vista de la necesidad de luchar contra otras crisis, se pueden utilizar simultánea-mente para superar distintos problemas sociales. Algunos de los objetivos más importantes que de-ben tenerse en cuenta son la protección climática y la garantía de los suministros energéticos, que sólo serán factibles si apuntamos hacia una transición a las energías renovables. También podríamos actuar en otras esferas, como la sanidad preventiva, que

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La Ley de energías renovables ha creado más de 150.000 nuevos puestos de trabajo en Alemania sin comprometer el dinero de los contribuyentes. En total, se han creado más de 250.000 nuevos pues-tos en el sector de las energías renovables. Estos resultados son especialmente significativos en un momento en el que se están utilizando paquetes de estímulos para afrontar la recesión mundial. La Ley de energías renovables es un paquete de estímulos que no implica ningún endeudamiento público adicional. Crea incentivos para la inversión privada, sobre todo, con recursos económicos de la sociedad civil, pero gracias, también, a la partici-pación de inversores financieros.

El coste de la introducción de las energías renova-bles en el mercado ha sido considerablemente más bajo que en otros países. A modo de ejemplo, en Alemania el coste medio de la electricidad produ-cida mediante energía eólica equivale aproximada-mente a 8 céntimos de euro/kWh, en comparación con unos 14 céntimos de euro/kWh en el Reino Unido, un país donde el viento es un fenómeno mucho más habitual. Por otra parte, en el año 2008 el gasto se recortó notablemente gracias a la re-ducción de la compra de combustibles fósiles y nu-cleares, y a la disminución de los costes externos, que supusieron un total de 17 billones de euros –varias veces los costes adicionales derivados de la producción de energía, equivalentes a unos 3,2 billones de euros, según el Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear–.

Este avance, que ha sido posible gracias al principio de la tarifa regulada de cobertura de costes, ha sorprendido a muchos observadores. Esta tarifa, que se define en la Ley de energías renovables, se ha enfocado sistemáticamente a exigir los mínimos requisitos económicos a los inversores en la pro-ducción de energía de fuentes renovables. Como norma, se utiliza un porcentaje de beneficio del 7 % que sirve de base para los cálculos. Si bien es cierto que existen varias copias de esta eficaz ley alema-na, muy pocas han obtenido resultados positivos a largo plazo. El hecho de que la legislación estipule el uso de una tarifa regulada concreta no garantiza el éxito de la introducción de las energías reno-vables en un mercado determinado. Hay muchos otros detalles que deben ser correctos para que se produzca este impulso del desarrollo industrial de las energías renovables.

Evidentemente, además de una legislación eficaz sobre tarifas reguladas, deben aplicarse otros pa-rámetros legales, relacionados, sobre todo, con la estrategia para la aprobación de centrales ener-géticas que funcionen con energías renovables. La aprobación de las energías renovables debe superar obstáculos de distintos niveles en todo el mundo. Reducir estos obstáculos es un factor tan indispensable para fomentar el uso de las energías renovables como disponer de una ley de tarifas re-guladas eficaz.

? EL INTERROGANTE

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Una política de innovación orientada a la demanda que rompa el círculo vicioso de los bloqueos a la innovación Las innovaciones pueden constituir una oportu-nidad para poner en marcha nuevas actividades económicas y crear nuevos puestos de trabajo. Por lo tanto, son una contribución indispensable para el desarrollo económico.

Normalmente, para transformar los resultados prometedores de una investigación en productos que se puedan comercializar, debe disponerse de unos parámetros legales concretos. Durante la década de los ochenta y los noventa, las investi-gaciones en el campo de las energías renovables ofrecían perspectivas muy positivas. Sin embargo, el apoyo a la investigación por sí solo, aunque in-cluya presupuestos generosos, no es suficiente para transformar los éxitos iniciales de los inves-tigadores en productos que puedan comerciali-zarse. En general, se necesitan grandes volúmenes de inversión para financiar las primeras fábricas y continuar mejorando los productos, mediante su optimización técnica. Además, una vez el producto se ha introducido en el mercado, deben continuar inyectándose elevadas inversiones de capital para ampliar la diversidad de productos ofrecidos e in-crementar los resultados de estos productos. Con la continuidad de las inversiones, los costes iniciales por unidad empiezan a disminuir. Cada ampliación de la producción a gran escala contribuye a reducir los costes asociados a la producción de energía.

Con todo, los inversores financieros sólo invertirán grandes sumas de capital si pueden estar razona-blemente seguros de que los productos de las fá-bricas que producen sistemas de energía renovable también tendrán una salida al mercado. Sólo así po-drán recuperar sus inversiones.

Para poner en marcha los primeros cambios y pro-yectos piloto, la investigación debe recibir el apoyo adecuado. Pero este apoyo por sí solo no permite obtener demasiadas recompensas. El factor deci-sivo es la transferencia de los resultados del labo-ratorio a la producción, que sólo es posible si el producto se produce en grandes cantidades. Por otra parte, la producción requiere demanda, y la demanda necesita un mercado. Por lo tanto, es indispensable –y, por ello, importante para los res-ponsables políticos– crear los parámetros correc-tos para introducir los productos en el mercado. Esta es la única forma de transformar las innova-ciones en productos y conseguir que la investiga-ción estimule la economía y cree nuevos puestos de trabajo.

Por otra parte, unas medidas activas para intro-ducir el uso de las energías renovables en el mer-cado pueden fomentar una intensificación de la investigación. Si las empresas empiezan a obtener beneficios de las innovaciones, volverán a invertir una parte de estos beneficios en investigación a fin de liderar la competencia y ofrecer los mejores productos. A modo de ejemplo, actualmente las

empresas alemanas están dedicando el doble de recursos a la investigación fotovoltaica que el sec-tor público. Por lo tanto, si la investigación sólo recibiese la financiación del sector público, el pre-supuesto total para la investigación de la energía fotovoltaica sería muy inferior. En nuestro país, la introducción de la energía fotovoltaica en el mer-cado, que impulsó la Ley de energías renovables, ha constituido un estímulo considerable de la in-vestigación en este sector. Un ejemplo es el Insti-tuto de Sistemas de Energía Solar de Friburgo, líder mundial en este campo, que ha experimentado un crecimiento constante. Este instituto depende mu-cho más de las comisiones de la investigación com-ercial que de la financiación pública. El crecimiento extraordinario de este instituto y de otras institu-ciones de investigación que trabajan con energías renovables también representa un éxito para la Ley de energías renovables.

Así pues, la Ley de energías renovables no sólo es una herramienta jurídica muy eficaz para la intro-ducción de las energías renovables en el mercado, sino que también sirve para la promoción de la investigación y el desarrollo en las energías reno-vables, indisociables de los procesos del mercado.

Sin embargo, durante las últimas décadas se ha-bía ido formando un círculo vicioso: gracias a los prometedores resultados de la investigación, era posible poner en marcha centrales piloto de aerogeneradores, instalaciones fotovoltaicas y plan-tas de biogás, pero los costes de la generación de energía en estas instalaciones eran demasiado altos en comparación con las energías convencionales. Las energías renovables ofrecen una ventaja enor-me: no implican ningún coste externo derivado de los daños al medio ambiente. Pero esta ventaja no se podía explotar al máximo en el mercado, ya que los costes externos de la producción de energía con-vencional no se incluyen en el precio de la electrici-dad, sino que se compensan con los ingresos fiscales, en caso de que se lleguen a compensar. Por lo tanto, no se podía desarrollar ningún mercado comprador. Al no existir un mercado, tampoco se invertía en fábricas, por lo que los costes de inversión de las energías renovables no disminuían. Como resultado de este círculo vicioso, las energías renovables no se introducían en el mercado.

Las estrategias más eficaces para superar este tipo de círculos viciosos en una economía de mercado se pueden resumir con el nombre de políticas de innovación orientadas a la demanda. Estas políti-cas son medidas que crean incentivos para que los clientes compren productos innovadores pero que inicialmente son demasiado caros, normalmente a través de subsidios estatales. Sin embargo, los subsidios presentan muchas desventajas, que se describen más detalladamente en otro punto de este artículo. La introducción de la compensación de cobertura de costes resuelve este problema. La ley garantiza a cualquier persona que invierta en generar energía renovable una tarifa regulada esta-blecida en un porcentaje suficientemente elevado

para asegurar que su inversión se puede recuperar con un buen interés en unos cuantos años o dé-cadas.

Como resultado de ello, la demanda de las tec-nologías en cuestión aumenta a pasos agigantados, dado que los parámetros legales favorecen el de-sarrollo de un mercado comprador dependiente a largo plazo y, por lo tanto, se destinan recursos a la construcción de nuevas fábricas. De esta forma, el potencial para las reducciones de coste que im-plican las mejoras en la producción a gran escala y en el producto se puede continuar desarrollando al máximo. Cuando los costes bajan, se puede recor-tar la ayuda pública, mientras que, al mismo tiem-po, la contabilidad del cliente continúa creciendo.

El objetivo es conseguir que la regulación de los precios que lleva a cabo el Estado deje de ser im-prescindible. Cuando los costes técnicos de las tec-nologías de energía renovable son tan bajos que se pueden mantener en el mercado de la energía sin ayuda pública, la regulación de los precios ya no es necesaria. Este punto se puede lograr más rápidamente incluyendo más costes externos en el precio de la energía convencional. Además, el proceso también se puede acelerar introduciendo una ecotasa para la energía convencional, de la que la energía ecológica debe quedar exenta.

No todos los tipos de energía renovable han expe-rimentado el mismo nivel de innovación, por lo que debe haber variaciones en los niveles de la tarifa re-gulada. Además, también es muy probable que sea necesario aplicar la legislación en diferentes partes del mercado durante distintos periodos de tiempo. Hoy en día, la energía fotovoltaica requiere unos mayores niveles de compensación que la energía eólica, que se introdujo en el mercado alemán unos diez años antes, y seguramente deberá aplicarse una compensación legal durante más tiempo para este tipo de energía que para el resto.

En Alemania, la introducción del principio de la tarifa regulada para cubrir los costes de los inver-sores fue posible gracias a la Ley de suministro de electricidad (STREG, por sus siglas en alemán), que estableció este tipo de tarifas para la energía eólica costera en el año 1990. Además de los subsidios fiscales que ofrecía el programa de energía eólica 500 MW, la compensación del 90 % del precio me-dio de la energía establecido por la Ley de sum-inistro de electricidad permitió obtener beneficios de la energía eólica costera y de las centrales hid-roeléctricas de pequeña escala. La energía eólica de las zonas de interior y la energía fotovoltaica también recibieron la misma compensación, pero era demasiado escasa para potenciar la inversión económica, por lo que la Ley de suministro de elec-tricidad de 1990 no pudo transmitir el impulso nec-esario a estos campos. El biogás, que sólo recibía un 65 % del precio medio de la electricidad como compensación, fue otro caso similar, mientras que la energía geotérmica ni siquiera se comentaba en la ley de 1990.

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?Hans-Josef FellMiembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

La compensación de cobertura de costes para la energía fotovoltaica se ofreció por primera vez en el año 1993, como resultado de decisiones locales, en Hammelburg, Freising y Aquisgrán. Durante los años siguientes, muchos pueblos y ciudades ale-manes se decidieron a copiar el valiente ejemplo que habían dado estas tres autoridades locales, y esto comportó la evolución hacia un modelo eficaz para la introducción en el mercado de la energía fotovoltaica. Por lo tanto, en Alemania, las iniciati-vas para los modelos de tarifas reguladas surgieron de los niveles de gobierno municipales y regionales, antes de que se redactase la legislación correspon-diente a escala federal.

Más adelante, en el año 2001, la Directiva europea sobre energías renovables permitió escoger entre un abanico más amplio de instrumentos de finan-ciación y aplicar el principio fundamental de las tari-fas reguladas en el marco de la legislación europea.

En el año 1999, Hans-Josef Fell, parlamentario del Bundestag, adaptó el eficaz modelo de compen-sación de cobertura de costes para la energía solar que se había utilizado a escala municipal para elab-orar un anteproyecto de ley que pretendía incluir todas las energías renovables utilizadas para gen-erar energía. Las negociaciones entre los grupos parlamentarios del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y la Alianza 90 / Los Verdes, dir-igidas por cuatro miembros del Bundestag –Her-mann Scheer y Dietmar Schütz, de SPD, y Michaele Hustedt y Hans-Josef Fell, de Los Verdes– llegaron a buen puerto, y en el mes de abril del 2000 la Ley de energías renovables fue aprobada por el Parla-mento alemán con la mayoría de los votos del SPD y de la Alianza 90 / Los Verdes.

¿Qué ofrece la Ley de energías renovables?

Regulación de las interacciones entre los participantes del mercado privado Con la Ley de energías renovables, la legislación regula las relaciones comerciales entre los en-cargados de generar energía a partir de fuentes renovables, los operadores de la red de suminis-tro eléctrico y los usuarios. Esta ley establece las bases para que las empresas que generen energía ecológica puedan conseguir beneficios económicos en el «mercado» de la energía y, ante todo, tengan acceso a la red de suministro.

Así pues, la Ley de energías renovables es una me-dida reguladora que proporciona una oportunidad de inversión a las empresas que generen energía ecológica. No es, por lo tanto, ni una garantía de beneficios de este tipo de energía, ni una interven-ción inadmisible en un mercado competitivo.

El mercado energético, tal y como está constituido en Alemania y en muchos otros países, no es real-mente un mercado, sino una industria monopolista controlada por unos cuantos grupos que compar-ten los mismos intereses. Además, los operadores de la red de suministro energético, al menos en lo

que se refiere a la tensión ultraalta, controlan casi un 90 % de la capacidad de producción de energía del país. Estos grupos no tienen ningún interés en ver como aumenta la competencia de otros pro-ductores. En la mayoría de casos, aprovechan este dominio del mercado para bloquear el acceso a la red de otras empresas productoras de energía, mientras que dedican un porcentaje mínimo de su capital en las inversiones en nuevos métodos para generar energía a partir de fuentes renovables.

Los intentos de los operadores de la red de blo-quear a los nuevos productores de energía se pueden entender desde el punto de vista de una empresa privada, pero no son aceptables desde la perspectiva de la economía en conjunto. Teniendo presentes los intereses de la sociedad, una compe-tencia sana y la expansión de las energías renova-bles para proteger el clima son fundamentales para la oferta de servicios de interés general. Por este motivo, desde el ámbito legislativo debe actuarse para evitar que los operadores de la red bloqueen las disposiciones de la tarifa de alimentación.

El acceso privilegiado a la red que proporciona la Ley de energías renovables ha servido para reducir los bloqueos de acceso a dicha red. Sin embargo, y a pesar del acceso privilegiado para las empre-sas que generan energía limpia que ofrece la ley, muchos operadores continúan encontrando argu-mentos –falsos o reales– para obstruir el acceso a la red. El centro de compensación que define la Ley de energías renovables tiene como objetivo mediar en las disputas que puedan surgir entre los operadores de la red y los productores de energía ecológica.

Los grandes grupos energéticos, como ya hemos mencionado anteriormente, no tienen ningún in-terés en generar grandes volúmenes de energía a partir de fuentes renovables. En primer lugar, la producción de energía en las centrales conven-cionales se convertiría rápidamente en un proceso poco rentable, dado que las nuevas capacidades de producción de energía obligarían a recortar la producción de las antiguas y amortizadas cen-trales, o, incluso, a desmantelarlas. Estos cambios serían beneficiosos para la protección del clima y la ecología, pero no para los intereses económi-cos de los grandes productores de energía. En se-gundo lugar, si apoyasen una ampliación cada vez más descentralizada de la producción de energía ecológica, correrían el riesgo de destruir su propia estructura natural monopolista, en la que la en-ergía la generan únicamente grandes unidades pro-ductoras. Estas dos posibilidades han comportado que los grandes grupos energéticos sólo dediquen inversiones secundarias a las energías renovables.

Para eliminar estos bloqueos, el Estado debe in-tervenir aplicando medidas de regulación. Si no, no se podrán lograr las metas de protección climática establecidas, ni se podrá reducir paulatinamente el uso de energía nuclear, objetivos que exige la socie-dad alemana y que ya han quedado de manifiesto

en la legislación. Por lo tanto, la regulación estatal de la energía ecológica –representada por la Ley de energías renovables– es indispensable para lograr los objetivos sociales establecidos y ofrecer servi-cios de interés general.

La superioridad de la Ley de de energías renovables en el mercado de la energía

Regulación estatal en oposición a «mercado libre»Uno de los argumentos que más se esgrimen contra la tarifa regulada es su incompatibilidad con los procesos de un mercado competitivo. Es un enfoque que suelen utilizar los economistas, que conceden más importancia a los conceptos fundamentales del mercado libre que al resto de necesidades, como la protección climática. Sin em-bargo, estos economistas dejan de lado el hecho de que el mercado de la energía no suele ser un mercado libre, sino, más bien –como en el caso de Alemania–, un cuasimonopolio que beneficia, prin-cipalmente, los intereses de los principales grupos energéticos. Como en otros países, el sector de la energía está dominado, principalmente, por unas cuantas sociedades o, incluso, por monopolios es-tatales. En general, como ya hemos mencionado anteriormente, la tarifa regulada permite garanti-zar que los nuevos actores tengan la oportunidad de acceder al mercado de la energía. Un mercado competitivo que funcione fomenta la aparición de distintos proveedores, pero en ningún lugar del mundo se da esta diversidad en este campo. La Ley de energías renovables ha creado unas condi-ciones que permiten a los nuevos actores produc-tores de energía plantar cara al poder económico del oligopolio. Además, los elementos que regulan los precios tienen una larga tradición en distintos mercados energéticos y no entran en conflicto con el principio de la competencia. No hay ninguna di-ferencia entre si la asamblea legislativa fija el precio y el mercado regula el volumen (modelo de tarifas reguladas) o si la asamblea legislativa fija el volumen y el mercado regula el precio (modelo de cuotas). En ambos casos se lleva a cabo una intervención en el mercado y en ambas situaciones la interven-ción es compatible con los principios del mercado. Sin embargo, se evidencian diferencias considera-bles en la efectividad de estos instrumentos y los modelos de tarifas reguladas han demostrado ser superiores a los modelos de cuota.

Por lo tanto, para lograr que el sector de la energía sea un mercado competitivo, debe empezarse por introducir nuevos actores que reduzcan el dominio anticompetitivo del mercado de los grupos más grandes. La regulación estatal que establece la Ley de energías renovables representa la base para el mercado competitivo del futuro. Hoy en día, la mayoría de personas que rechazan una regulación estatal de este tipo, argumentando que interfiere en un mercado energético supuestamente libre, no están demasiado preocupadas por la competencia, sino más bien por proteger la posición de los gru-pos energéticos que actúan como monopolios.

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Eliminación de los costes externos del precio de la energía convencional También hay otras razones que justifican que el «mercado de la energía» actual no funcione cor-rectamente. Los costes externos de los daños al medio ambiente que origina la producción con-vencional de energía no se incluyen en el precio de la energía, sino que se compensan con los in-gresos fiscales generales, en caso de que se lleguen a compensar. Muchos de estos costes externos ni siquiera se pueden cuantificar, por lo que no se pueden compensar como tales. Algunos ejemplos serían los daños potenciales que causaría un núcleo de un reactor nuclear que se deshiciese accidental-mente, o los enormes daños que causaría o ya está causando el calentamiento global, potenciado por el uso de materias primas fósiles. Los 40 billones de euros procedentes de las arcas públicas alemanas que se han destinado a subsidios de investigación para la energía nuclear también han contribuido a reducir los gastos de la energía nuclear.

Los costes adicionales para los consumidores que implica la tarifa regulada para las energías renova-bles son mucho más bajos que los costes exter-nos que comporta la producción convencional de energía. Además, son costes necesarios sólo para equilibrar los costes externos contraídos en tér-minos económicos. Por lo tanto, es fundamental transmitir los costes adicionales de las energías renovables a los clientes finales si queremos conse-guir que el mercado funcione de una forma eficaz.

En un primer momento, la idea de un sistema en el que los costes se transmitiesen a los consumido-res apareció a raíz de la necesidad de cumplir las exigencias de la UE en relación con las ayudas es-tatales, dado que la financiación con recaudaciones tributarias habría entrado en conflicto con la legis-lación europea sobre este tema. Además, en una sentencia de un caso sin precedentes emitida en el 2001, el Tribunal de Justicia Europeo dejó bien claro que una tarifa regulada bien estructurada no equivalía a ninguna ayuda estatal, sino que quedaba justificada como medio para equilibrar los costes externos que no se incluyen en el precio del su-ministro. La tarifa regulada, por lo tanto, no es una forma de subsidio.

Nicholas Stern ha descrito el cambio climático como el mayor error de mercado que ha presen-ciado el mundo. Los porcentajes de compensación para las energías renovables ofrecen una oportuni-dad esencial para compensar este error de merca-do y, por lo tanto, constituyen los pilares para que Alemania consiga un mercado energético compe-titivo y eficaz.

Modelos de cuota y modelos de licitación Los defensores de los mercados orientados a la competencia suelen defender su posición contraria a las tarifas reguladas con el argumento de que sería mejor definir con precisión los volúmenes de energía ecológica producida con modelos de cuotas o de licitación. En los procesos de licitación,

los proveedores que ofrecen los costes más bajos obtienen los contratos para producir energía. Con los modelos de cuotas, el nivel de compensación depende del precio de la energía y del precio de las licencias que deben adquirir los productores. Pero, precisamente, estos dos modelos crean una gran inseguridad económica para los productores de energía. Los modelos de cuotas y de licitación se aplican, sobre todo, cuando el Estado establece un límite máximo para la expansión de las energías renovables. En estos casos, se trata de producir es-tos volúmenes con los costes más bajos.

La experiencia demuestra que este tipo de mode-los consigue, precisamente, el efecto contrario. A modo de ejemplo, en el Reino Unido se aplica un modelo de cuotas desde el 2002, con el resultado de que 1 kWh de energía eólica en este país cues-ta, aproximadamente, 14 céntimos de euro, mien-tras que en Alemania la misma energía cuesta sólo 8 céntimos de euro. A pesar de que el Reino Unido tiene unas condiciones mucho más propicias para este tipo de energía, la ampliación de la producción de energía eólica en este país equivale sólo a una décima parte de la expansión de la industria de la energía eólica en Alemania. Por lo tanto, el mode-lo de cuotas británico es menos eficiente y menos eficaz que la Ley de energías renovables alemana.

El fracaso del modelo británico indica que las tari-fas reguladas no sólo son más eficaces y rentables, sino que, además, también desarrollan más el mer-cado que los sistemas de cuotas.

Procesos de licitación, decisiones estatalesLos procesos de licitación se consideran un buen

método para reducir los costes gracias a la compe-tencia. Este fue el razonamiento por el que en el Reino Unido se organizaron este tipo de procesos a escala estatal, hasta el 2002, con el objetivo de reducir los costes de la inversión en energías reno-vables. Se suele defender que estos procesos de licitación estatales respetan más los requisitos del mercado y son más eficientes que las tarifas regu-ladas garantizadas. Pero, de hecho, sucede justo lo contrario.

Para ser precisos, debe recordarse que en la Ley de energías renovables alemana también se incluyen procesos de licitación –aunque no están administra-dos por el sector público, sino por los operadores del proyecto responsables de las centrales de ener-gía ecológica–. Las tarifas reguladas sólo limitan la presión de la competencia en la venta al detalle de la energía. La competencia continúa presente en todos los demás ámbitos, como en el de los que planifican y ejecutan las obras de las centrales. Al contrario que en el sector público, estos actores deben tener en cuenta los riesgos comerciales, por lo que sue-len publicar ofertas de licitación y seleccionar a los candidatos con mucho más cuidado. Por lo tanto, los procesos de licitación y las decisiones de com-pra sirven para encontrar el proveedor que ofrezca la mejor relación coste-beneficio. Por este motivo,

son un factor decisivo para la innovación, dado que fomentan la competencia entre los proveedores de sistemas de energía ecológica para que intenten ofrecer las mejores tecnologías. Los proveedores menos competitivos quedan relegados a segundas posiciones, y los contratos se firman con los produc-tores que ofrecen tecnología innovadora.

Energía eólica: aumento y costes Alemania - Reino Unido. Tarifa regulada en oposición al modelo de licencias

Fuente: http://www.ewea.org y Hans-Josef Fell www.hans-josef-fell.de

30000

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091 92 93 94 95 96 97 98 99 ‘00 ‘01 ‘02 ‘03 ‘04 ‘05 ‘06 ‘07 ‘08

Alemania Reino Unido

Costes de la energía eólica~ 8 céntimos de euro/kWh en Alemania~14 céntimos de euro/kWh en el Reino Unido

MW

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El gran número de procesos de licitación que se lleva a cabo en un mercado orientado a la compe-tencia y basado en las tarifas reguladas es la base del éxito de la Ley de energías renovables, y es responsable del elevado porcentaje de innovación que ha desencadenado esta ley.

En cambio, el proceso de licitación monopolista administrado por actores estatales y corpora-ciones monopolistas en un sistema de cuotas o de licitaciones es anticompetitivo. Los resultados son paternalismo burocrático y unos criterios impues-tos por la Administración, en vez de las fuerzas del mercado libre.

Diversidad de actores y no sólo grupos convencionalesHabitualmente, en los procesos de licitación es-tatales del Reino Unido sólo pueden participar unas cuantas empresas –la mayoría, grandes socie-dades–. En consecuencia, este país no ha podido desarrollar una estructura diversa de pequeñas y medianas empresas como las que forman el núcleo impulsor del desarrollo de las innovaciones en Ale-mania. Por lo tanto, la Ley de energías renovables también ha influido en el desarrollo de un conjunto muy diverso de actores. Especialmente, se han creado muchas empresas nuevas, porque todos los participantes del mercado han podido obtener los préstamos necesarios para financiar sus proyectos a raíz del elevado nivel de seguridad de inversión que ofrecen los porcentajes de compensación esta-blecidos para un periodo de veinte años. A menudo, el catalizador ha sido una idea tecnológica emocion-ante, que ha generado más y más innovación. Debe observarse que casi ninguna de estas innovaciones proviene de las sociedades que se dedican a las tec-nologías energéticas consolidadas, sino de un eleva-do número de pymes de nueva constitución. Desde el 2000, Siemens, un actor líder en las tecnologías energéticas, casi no ha contribuido al desarrollo de innovaciones en el campo de las energías renovables de producción propia.

Así pues, el desarrollo de un mercado de tecnología para los proveedores que sea competitivo, innova-dor y que funcione correctamente es mucho más rápido y eficaz si se aplican tarifas reguladas que si se utilizan modelos de cuota o licitaciones.

BurocraciaLos modelos de cuotas y licitaciones se asocian al exceso de burocracia. Si la financiación procede de subsidios estatales, debe demostrarse a los con-tribuyentes que su dinero se utiliza de una forma inteligente y efectiva. Esto implica la imposición de un gran número de condiciones técnicas y econó-micas, que, en primer lugar, deben especificarse, y, después, deben comprobarse, una vez se ha acaba-do la obra. Todo este proceso llena miles de archi-vadores con documentos sobre los requisitos que deben cumplirse y las comprobaciones que deben llevarse a cabo para garantizar que se cumplen. Ade-más, debe tenerse en cuenta la burocracia de las licencias de obra.

Con la Ley de energías renovables, el Estado cede estas responsabilidades a los participantes del mer-cado y, de esta forma, reduce la burocracia que implicarían los requisitos de licencias de obras y seguridad técnica. Para garantizar que los opera-dores de la red, por su parte, no gasten demasia-dos recursos en burocracia, la asamblea legislativa ha previsto, incluso, que en la Ley de energías renovables el contrato de tarifa regulada no sea un requisito obligatorio. Los operadores de la red deben abonar la compensación debida tan pronto como la energía procedente de fuentes renovables entre en la red de suministro. La eliminación de la exigencia de firmar un contrato de tarifa regu-lada permite evitar que los operadores de la red puedan imponer unas barreras burocráticas extre-madamente pesadas. Dado que los operadores de la red de suministro alemanes y los productores de energía convencional del país pertenecen a las mismas empresas, muchos operadores han inten-tado prevenir la inversión en energías renovables envolviendo los contratos de tarifa regulada en una cantidad de burocracia interminable. Consecuen-temente, la poca burocracia que exige la Ley de energías renovables también se ha convertido en un elemento importante para estimular la rápida expansión de las energías renovables en Alemania.

La compensación garantiza la producción de energía sin CO

2 y sin burocracia durante un periodo de veinte años Cualquier productor de energía que construya una central para generar energía según la Ley de ener-gías renovables intentará, en todo momento, que la energía se produzca de la mejor forma posible. Si un operador no consigue suministrar energía o sólo la suministra en pequeñas cantidades a través de sistemas que funcionen de una forma deficiente, no conseguirá ninguna compensación u obtendrá un rendimiento poco interesante. Esto reduce o elimina los beneficios que esperaba conseguir. Por lo tanto, cualquier operador intentará con todas sus fuerzas que el sistema esté en unas condiciones excelentes y produzca energía.

En los casos en que las centrales reciben subsidios procedentes de las arcas públicas, el Estado debe dedicar muchos más esfuerzos burocráticos para comprobar que estas centrales producirán real-mente energía sin CO

2 durante los próximos años.

Una vez se ha recibido el subsidio, el operador ya no tiene ningún incentivo económico para mante-ner y optimizar constantemente las instalaciones. Hay bastantes ejemplos de plantas fotovoltaicas o parques eólicos construidos con una gran cantidad de dinero público que, a los pocos años, ya no pro-ducen energía. Una vez han recibido el subsidio, nadie dedica suficiente atención a las instalaciones. Sólo las tarifas reguladas garantizadas legalmente ofrecen la garantía de que una central funcionará durante muchos años. Esto significa que los mode-los de tarifa regulada suelen ser superiores al resto de mecanismos basados en la financiación econó-mica, como las ayudas a la inversión.

Aparte de esto, las tarifas reguladas garantizadas legalmente no deben asociarse automáticamente con un rendimiento garantizado, lo que es un er-ror frecuente. La rentabilidad sólo se consigue si el negocio se gestiona con el compromiso suficiente. Aun existiendo la tarifa regulada garantizada, sigue siendo necesario afrontar los riesgos comerciales habituales. Cualquier operador que adquiera una central de mala calidad a un precio demasiado el-evado tendrá complicaciones para obtener de ella un rendimiento, como también sucedería con una central que no recibiese el mantenimiento adecua-do. La tarifa regulada garantizada legalmente sólo ofrece la base, pero en ningún momento repre-senta una garantía de rentabilidad.

Cuotas y objetivos máximos como frenos para la expansiónFijar cuotas u objetivos máximos para un periodo determinado es un instrumento político habitual que se utiliza, supuestamente, para fomentar ac-tividades en el sector de las energías renovables. Sin embargo, los objetivos máximos se suelen es-tablecer para limitar la expansión de las energías renovables y para asegurar que las perspectivas de inversión en energías convencionales continúen siendo positivas. En realidad, los objetivos máximos –sobre todo si se fijan en niveles bajos– son meca-nismos que protegen las inversiones en materias primas fósiles y producción de energía nuclear, y no un instrumento efectivo para potenciar las energías renovables.

En relación con los objetivos mínimos, la situación es diferente. Actualmente, el objetivo más significa-tivo y más conocido es, seguramente, el de garanti-zar que un 20 % de la energía de la UE provenga de fuentes renovables antes del 2020. Este objetivo se elogia por su ambición en todas las declaraciones oficiales, pero casi nadie se ha detenido a analizar si realmente es ambicioso, por ejemplo en compara-ción con una industria de energías renovables que se pudiese desarrollar en unas condiciones políti-cas óptimas en vez de restrictivas. Hay suficientes pruebas para sugerir que antes del 2020 la UE de-bería lograr un nivel de uso de energías renovables considerablemente superior al 20 %; en primer lugar, porque los precios al alza y los suministros cada vez más reducidos de energía convencional aceleran la expansión de las energías renovables, y, en segundo lugar, porque los costes de las tecno-logías de energía renovable están disminuyendo, lo que impulsa su desarrollo. Cualquier persona que se haya fijado en la velocidad de crecimiento de las ventas de ordenadores personales, teléfonos móviles y pantallas planas podrá llegar fácilmente a la conclusión de que un aumento del 20 % antes del 2020 no es un objetivo demasiado ambicioso. ¿Por qué los productores de sistemas fotovoltaicos, aerogeneradores o plantas de biogás no deberían poder escribir historias de éxitos como los con-seguidos por Nokia o Dell? Los ejemplos de otros sectores indican que no es demasiado ambicioso pretender que las energías renovables consigan una cuota de mercado del 20 % antes del 2020. Este ob-jetivo se podría superar sin dificultades.

?Hans-Josef FellMiembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

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Aun así, como la mayoría de la clase política de la UE considera que este 20 % es un umbral muy ambicioso, sus actividades en el sector energético se centran, sobre todo, en garantizar el suministro energético procedente de fuentes convencionales, por lo que dejan de lado las opciones políticas que favorecerían la expansión de las energías renova-bles. Así, el objetivo de la UE se está convirtiendo en un obstáculo para la expansión, a pesar de ser un porcentaje que, en realidad, se podría superar. Si queremos que los objetivos no se conviertan en impedimentos, deben establecerse unos mínimos muy ambiciosos. El objetivo más ambicioso sería el 100 % de energías renovables. El objetivo del 20 % fijado por la UE no es una meta ambiciosa y, por lo tanto, fomenta la inversión en energías fósiles y nucleares, más que la inversión en energías renovables.

Sólo algunos países miembros de la UE han creado unas condiciones políticas adecuadas para la ex-pansión de la energía renovable. Aunque muchos Estados dispongan de leyes de tarifas reguladas, esto no implica que sean efectivas, dado que se-gún como se hayan redactado es posible que no fomenten unos resultados demasiado positivos. Además, hay muchos problemas en la legislación sobre los procedimientos de concesión de licencias que obstaculizan la expansión de las energías reno-vables. Si continuamos aceptando estos elementos que bloquean el desarrollo de la energía ecológica, tal vez sí que parecerá ambicioso el objetivo de lograr un 20 % de uso de energías renovables en el 2020. Por lo tanto, este objetivo será conside-rado un umbral ambicioso sobre todo por todos aquellos que no quieran eliminar las restricciones políticas que pesan sobre las energías renovables y quieran proteger la posición de las energías con-vencionales.

Por otra parte, se suele dedicar mucha atención al argumento de que si sólo un 20 % de nuestro consumo energético proviene de fuentes renova-bles, todavía debemos cubrir el 80 % restante con energías fósiles y nucleares, lo que ayuda a legiti-mar las decisiones que continúan beneficiando a las políticas energéticas a favor de las energías conven-cionales. Las múltiples formas de apoyo a la energía nuclear que proporciona EURATOM, además del sector petrolero y del gas natural, y las ayudas para nuevas conducciones y planes de diversificación ponen de relieve esta tendencia, como sucede, también, con los incrementos rápidos y repentinos de apoyo para las nuevas centrales energéticas de carbón.

Las cuotas que establece la legislación y los procesos de licitación frenan todavía más la expan-sión que los objetivos políticos inoperantes. Las ayudas para la inversión sólo tienen en cuenta el volumen de energía producida a partir de fuentes renovables por debajo de la cuota y, por lo tanto, es evidente que este sector no puede experimen-tar ningún gran impulso que supere la cuota. Una vez se ha logrado el objetivo fijado por la cuota, el

precio de las licencias baja hasta cero y cualquier inversión queda paralizada. Por lo tanto, establecer una cuota baja es una forma ideal de proteger la posición de las energías tradicionales, aunque, en realidad, las cuotas están pensadas para fomentar el desarrollo de las energías renovables.

Las ventajas de la independencia de las recaudaciones tributarias

Diferenciación respecto a los subsidiosUn factor decisivo para el éxito de la Ley de ener-gías renovables alemana es el hecho de que no se ha comprometido el dinero de los contribuyentes para financiar las inversiones. La compensación que ofrece esta ley, por lo tanto, no equivale a ninguna forma de subsidio, aunque a menudo se compa-re erróneamente con este otro método. La tarifa regulada se financia con un incremento moderado de las tarifas energéticas que se aplican a todos los consumidores. A cambio, los consumidores saben que una parte de la energía que compran, equiva-lente al porcentaje medio de producción según la Ley de energías renovables, proviene de energías renovables que no emiten CO

2. Como esta ley

no prevé el uso del dinero de los contribuyentes, no implica ningún riesgo asociado al cambio de las condiciones de financiación en momentos difíciles para la economía, como, por ejemplo, cuando de-ben hacerse esfuerzos para reducir los gastos del presupuesto público. En una sentencia muy conocida, el Tribunal de Jus-ticia Europeo determinó, en el año 2001, que la tarifa regulada no es una ayuda estatal en el sentido que se especifica en las directivas de ayudas esta-tales europeas. A escala europea, los subsidios que se financian con recursos públicos deben conside-rarse una ayuda estatal. Esta sentencia dejó claro que la tarifa regulada que se utiliza en Alemania de acuerdo con la Ley de energías renovables no es un tipo de subsidio, a pesar de que la legislación la haya estipulado como un requisito obligatorio. Además, la definición de subvention (subsidio) del Duden –el diccionario alemán de más autoridad– deja claro que los modelos de tarifa regulada no son subsidios. Según el Duden, un subsidio es una «ayuda (económica) procedente del los fondos públicos que se ofrece por un motivo específico; ayuda estatal». Además, el Informe sobre subsidios del Gobierno federal alemán no incluye la compen-sación de los costes que se especifica en la Ley de energías renovables, lo que demuestra que no se trata de un subsidio.

Independencia de las decisiones presupuestarias anualesLa independencia de las recaudaciones tributarias es indispensable para el éxito de una ley de tarifa regulada. Las tarifas reguladas que se financian con el dinero de los contribuyentes están sujetas a de-cisiones presupuestarias anuales. Si la ley es eficaz, los recursos económicos necesarios aumentarán. Cada nuevo ministro de economía intentará re-ducir el aumento de los gastos, ya sea disminuy-endo la tarifa regulada o estableciendo un nivel

máximo del número de plantas que se pueden construir. Como consecuencia de estas decisiones, los productores no podrán realizar ningún cálculo fiable en relación con sus mercados de destino du-rante un periodo de varios años. Además, deberán afrontar cambios bruscos de la demanda año tras año, lo que hará menguar drásticamente su dispo-sición para invertir en nuevas instalaciones de pro-ducción. Este proceso se ha podido observar hace muy poco en España, donde la tarifa regulada se ha financiado en parte con recaudaciones tributarias. El gran éxito logrado por el mercado de la energía solar español en el 2008 fomentó un incremento del gasto público y un cambio legislativo a finales del mismo año que restringió drásticamente el volumen del mercado. Como resultado de estas decisiones, el mercado fotovoltaico español se ha desplomado contundentemente. En este país, no se ha podido desarrollar ningún productor indus-trial de sistemas fotovoltaicos a gran escala, debido al miedo y a la expectativa de que sucediese pre-cisamente esto.

La situación ha sido muy diferente en Alemania, donde la tarifa regulada que no requiere la utiliza-ción de recursos públicos ha facilitado la expansión segura del mercado durante los próximos años y, por lo tanto, ha estimulado el desarrollo de plantas de fabricación industriales.

La Ley de energías renovables: un paquete de estímulos sin endeudamiento público La crisis económica mundial está propiciando la adopción de paquetes de estímulos en todo el mundo. En la gran mayoría de casos, estos paque-tes implican un elevado nivel de gasto público, que está haciendo aumentar el endeudamiento de una forma alarmante. Las leyes para aplicar tarifas regu-ladas sin comprometer los fondos de las arcas pú-blicas son los mejores paquetes de estímulos y se pueden poner en práctica sin adquirir más deuda pública, dado que se financian con capital privado y no con el dinero de los contribuyentes. En Alema-nia, la Ley de energías renovables ha creado más de 150.000 puestos de trabajo en los últimos años. En 1998, sólo unas 30.000 personas trabajaban en el sector de las energías renovables en todo el país, pero a principios del 2009, en Alemania ya había unos 280.000 trabajadores que producían sistemas de energía renovable y llevaban a cabo la opera-ción de estos sistemas. Comparativamente, en el 2009 había en el país sólo 30.000 personas que trabajaban en la minería de carbón.

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Detalles decisivos e indispensables para una legislación eficaz que permita introducir las energías renovables en el mercado del sector energético, con la ayuda de tarifas reguladas

Una legislación eficaz sobre las fuentes de energía renovables debe ser aceptable desde las perspec-tivas de los grupos sociales con los intereses más diversos y ofrecer a los inversores unas condiciones seguras para la inversión. A continuación, ampliare-mos la información sobre estas condiciones previas básicas que se refieren a los distintos grupos de interés que deben considerarse.

Inversores en la producción de energía ecológica

El capital privado está disponible en grandes canti-dades, pero los inversores pueden estar poco dis-puestos a comprometerse. El capital privado sólo se invierte si se espera obtener un determinado rendimiento. Por este motivo, a la hora de elabo-rar la legislación en materia de tarifas reguladas, la asamblea legislativa tiene la obligación de seleccio-nar los parámetros más adecuados para que este rendimiento sea factible. La rentabilidad no debe ser extremadamente alta, pero sí debe llegar a un nivel comparable con el que ofrecen los depósitos bancarios seguros y convencionales. En la Ley de energías renovables, se estableció una rentabilidad objetiva aproximada del 5 al 7 % . No era conve-niente fijar unos rendimientos significativamente superiores porque los costes adicionales que im-plicarían harían aumentar demasiado el precio de la energía. Por otra parte, si la rentabilidad fuese

demasiado baja, habría pocas inversiones. Si se establece un marco regulador justo, es decir, con los mismos niveles de compensación para todos, las empresas más preparadas incluso pueden au-mentar la rentabilidad por encima de la media. Esta posibilidad es otro de los factores que potencia la competencia y la innovación.

Las condiciones secundarias que se mencionan a continuación deben regularse correctamente para que el capital privado se invierta en este sector: el nivel de compensación, el periodo de tiempo durante el que se hará efectiva la compensación, el acceso privilegiado a la red, y las disposiciones relacionadas con las condiciones de conexión a la red y la ampliación de esta.

Nivel de compensación Teniendo en cuenta que los costes de la produc-ción de energía varían en función de la tecnología de energía renovable utilizada, es importante que la ley de tarifas reguladas prevea porcentajes de compensación diferenciados. Estos porcentajes de-berían depender del método utilizado para generar energía limpia, de la capacidad de la central en kW y de las condiciones meteorológicas. La asamblea legislativa de cada país debería analizar profunda-mente qué niveles de compensación son más ade-cuados para su territorio nacional. Los porcentajes pueden variar enormemente dependiendo de los costes salariales y de las condiciones meteorológi-cas, pero lo más importante es que no superen el umbral inferior que permite a los inversores obte-ner rendimiento. Sin embargo, los porcentajes de compensación no deberían ser excesivamente al-tos, dado que podrían producir ingresos inespera-

dos y la legislación correría el peligro de tener que afrontar unos costes demasiado elevados.

Los porcentajes de compensación se calculan uti-lizando modelos computacionales microeconómi-cos que comprenden, principalmente, los siguien-tes parámetros: costes de inversión –incluidos los costes para la conexión necesaria a la red–, costes de funcionamiento y costes capitales, como el inte-rés y los pagos de amortización, deducciones fisca-les y otras salidas.

Se considera que la compensación por la energía que se introduce en la red de suministro público desde centrales de energía renovable cubre los costes si estas instalaciones obtienen una renta-bilidad adecuada del capital invertido después de un periodo de veinte años, por ejemplo asumiendo que funcionen de una forma racional y eficiente desde el punto de vista técnico. Esta rentabilidad debe poder obtenerse una vez pagados los siguien-tes costes:

•Costesdelacentral,suinstalaciónylaconexióna la red de suministro.

•Todosloscostesoperativos,incluidosloscostesde medición, mantenimiento, reparaciones, segu-ros, salarios y materias primas en el caso de que se utilice biomasa.

•Costesdeadquisicióndecapital(costesdeinte-reses).

Para que la inversión en centrales de energía renovable valga la pena desde un punto de vista económico, el porcentaje de rentabilidad debería ser equivalente al que se podría obtener con otras formas de inversión.

Además, deben ofrecerse primas, que deben sumarse a las compensaciones, para proporcionar incentivos especiales, por ejemplo para la inno-vación o para el uso de materias primas agrícolas.

En el caso de algunas energías renovables, como la bioenergía o la energía geotérmica, es razonable ofrecer un nivel de compensación superior para las plantas más pequeñas que para las instalaciones de mayor tamaño. Esta opción es conveniente, en primer lugar, por los altos costes de la producción de energía en las centrales pequeñas y, en segundo lugar, porque también es interesante disponer de plantas más pequeñas.

En este caso, es importante redactar la ley de una forma que permita a las plantas de mayor tama-ño beneficiarse de la mejor compensación de las instalaciones pequeñas –hasta el límite establecido por la tarifa regulada más elevada–. Por ejemplo, si una planta con una capacidad de 1 MW recibe una compensación de 8 céntimos de euro según la ley, mientras que una planta pequeña de hasta 500 kW recibe una compensación de 10 céntimos de euro, el resultado es un índice de compensación combinado para la instalación de mayor tamaño del 50 % a 8 céntimos de euro y del 50 % a 10 céntimos

Impulso del empleo en Alemania por parte de las energías renovables

Fuente: www.base-ev.de/presse.php?pr=1218 www.braunkohle.de/pages/grafiken.php?page=384 www.gvst.de/site/steinkohle/statistik.htm www.kernenergie.de/r2/de/

www.hans-josef-fell.de

600

500

400

300

200

100

31 38 22 30

280

500

Hulla Nuclear Lignito ER1998 ER2008 ER20200

1.000 puestos de trabajo en el 2008

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?Hans-Josef FellMiembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

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de euro. En esta central concreta, el nivel de com-pensación final se sitúa en 9 céntimos de euro. Si la ley no se hubiese estructurado de esta forma, los diferenciales entre las instalaciones serían dema-siado amplios y los operadores utilizarían su propia inventiva para construir sólo centrales pequeñas, lo que haría subir los costes de compensación de una forma innecesaria.

A continuación se incluyen algunos ejemplos de tarifas reguladas que se hicieron efectivas en Ale-mania en el año 2009 de conformidad con la Ley de energías renovables actual. Estos niveles de com-pensación están divididos por método de produc-ción de energía, aunque sólo se han seleccionado algunos porcentajes de compensación ejemplares. Las cifras reales son bastante más complicadas.

Energía eólicaLa energía eólica tierra adentro recibió las siguien-tes compensaciones: Durante un mínimo de cinco años, 9,2 céntimos de euro. Después, de cinco a veinte años, la com-pensación se reducirá a un porcentaje básico de 5,02 céntimos de euro, en función del potencial eó-lico en el lugar donde se haya ubicado el parque. En los lugares con unas condiciones menos propicias, se ampliará el periodo de tiempo durante el que se aplicará la compensación inicial más elevada.

En el caso de los parques eólicos mar adentro, se aplica una compensación más alta, de 13 céntimos de euro, que se hará efectiva durante doce años y después se reducirá hasta un porcentaje de com-pensación básico de 3,5 céntimos de euro.

Energía solar Los niveles de compensación varían en función del tamaño de la planta y oscilan entre 31,94 céntimos de euro/kWh para las centrales instaladas en tierra y 43,01 céntimos de euro para las instalaciones más pequeñas en tejados.

En Alemania, las tarifas no varían según la ubicación de la planta y los diferentes niveles de radiación so-lar, ni tampoco entre las instalaciones que utilizan distintas tecnologías.

BioenergíaLos porcentajes de compensación establecidos para la bioenergía en la Ley de energías renovables son bastante complejos. Por ejemplo, se ofrecen distintos tipos de primas para las materias primas renovables, las tecnologías innovadoras, como los motores Sterling o las turbinas de microgás, pero también para el uso de materiales de rechazo con-cretos, como los purines. Las bioenergías que más se utilizan para generar energía son el biogás, la madera y el aceite vegetal. La compensación básica varía de 7,79 céntimos de euro/kWh en las central-es con una capacidad de más de 5 MW a 11,67 cén-timos de euro en las instalaciones más pequeñas, de hasta 150 kW. Además, cuando corresponde, se aplican primas para el uso de materias primas reno-vables, calor residual y tecnologías innovadoras es-

pecíficas. Sin embargo, la prima para las materias primas renovables ha generado algunos problemas de definición.

Centrales hidráulicas de pequeña escala•Hasta500kW:12,67céntimosdeeuro/kWh.•De 500 kW a 2 MW: 8,65 céntimos de euro/

kWh.•De2MWa5MW:7,65céntimosdeeuro/kWh.

Las centrales hidráulicas de grandes dimensiones, que superan los 5 MW, reciben unas compensa-ciones considerablemente más bajas.

Energía geotérmicaLa compensación básica es de 10,5 céntimos de euro/kWh para las centrales de hasta 10 MW y de 16 céntimos de euro/kWh para las instalaciones de mayor tamaño.

Periodo de compensaciónEstablecer niveles de compensación no es una medida suficiente para fomentar las inversiones de capital privado. En algunas leyes, los niveles de compensación pueden ser adecuados, pero el sis-tema legislativo no especifica si un nivel de com-pensación se continuará pagando durante un año o durante varios años. Es poco probable que un in-versor que no sepa qué nivel de compensación ob-tendrá su central eólica en los próximos tres años se decida a invertir, dado que correría el riesgo de recibir un nivel de compensación demasiado bajo o incluso de dejar de recibirlo y, en este caso, su inversión acabaría generando pérdidas. Para evitar este riesgo, la legislación debe garantizar que la compensación se hará efectiva durante un periodo de tiempo suficientemente largo. En Alemania, la compensación para la mayoría de tecnologías debe mantenerse durante veinte años. También hay pe-riodos de compensación más cortos, pero en estos casos el porcentaje es superior. Si no, los inverso-res podrían dejar de obtener rentabilidad de sus inversiones. Sin embargo, el nivel garantizado de compensación sólo se ofrece durante veinte años para las instalaciones construidas en el mismo año en que la ley estableció esta compensación. Las centrales que se instalen en los años posteriores recibirán unos porcentajes de compensación me-nores que se fijarán para los próximos años con una curva de reducción claramente definida.

ReducciónLa reducción del porcentaje de compensación para las centrales de nueva construcción es necesaria y posible a causa del crecimiento del mercado, que hace disminuir los costes de producción de los sistemas para generar energía renovable. Cuanto más rápidamente crezca el mercado, más drásticas pueden ser las reducciones de las compensaciones para las instalaciones nuevas. De acuerdo con la Ley de energías renovables alemana, los índices de reducción anuales en el caso de la energía geotér-mica y la energía eólica tierra adentro se sitúan en un 1 % nominal. Esto implica que los porcentajes de compensación para los parques eólicos que se

construyan en el 2010 serán un 1 % inferiores a los de las instalaciones construidas en el año 2009. No obstante, la compensación aplicable para es-tas centrales se mantiene estable durante los si-guientes veinte años. En el caso de la energía solar, la reducción varía entre un 8 y un 10 % anuales, dependiendo del crecimiento del mercado. Para la energía procedente de las centrales hidráulicas no se ha fijado ningún nivel de reducción porque ya se ha conseguido un progreso tecnológico consi-derable en este campo y es poco probable que los costes de la tecnología sufran reducciones signifi-cativas.

Un factor decisivo es que la curva de reducción que debe aplicarse no es demasiado pronunciada, es decir, que los porcentajes de compensación no se reducen por debajo del umbral que ofrece rentabilidad durante los próximos años. Si no fuese así, los inversores en nuevas instalaciones descon-fiarían del futuro de los mercados a los que se pretende llegar, lo que podría hacer menguar su disposición para invertir.

Si no se establece ningún nivel de reducción nomi-nal, esta disminución se produce en términos re-ales. En la práctica, el porcentaje de reducción es equivalente a la tasa de inflación. Por consiguiente, el porcentaje real de reducción comprende el porcentaje de reducción nominal más la tasa de inflación actual. Este factor juega un papel especial-mente significativo en los países con unos niveles de inflación más elevados. Este efecto debe tenerse en cuenta a la hora de fijar los niveles de reducción nominales, asumiendo una cifra de inflación media para los próximos años o integrando elementos de corrección para tener en cuenta la inflación en el porcentaje de reducción nominal.

Los inversores en energía ecológica sólo pueden recibir tarifas reguladas garantizadas legalmente cuando se conectan a la red de suministro ener-gético. Tal vez es una observación evidente, pero es necesario dejarla clara porque hay algunos actores que pretenden poner obstáculos a la co-nexión de las centrales de energías renovable a la red. La resistencia proviene de las empresas que producen energía en instalaciones convenciona-les, como centrales nucleares o centrales alimen-tadas con carbón. En los países donde no se ha hecho nada para dividir la gestión de la red de la producción de energía, las empresas productoras de energía pueden aprovechar su propiedad de las redes para dominar el mercado y obstruir la entrada de las nuevas centrales de energía ecoló-gica. Por lo tanto, es indispensable que exista un acceso privilegiado a la red de suministro, garan-tizado por la legislación, para los productores de energía renovable. La Ley de energías renovables alemana estipula que los operadores de la red de-ben aceptar la energía ecológica hasta que se llegue a la capacidad máxima de la red de suministro. Esto significa que las centrales de energía convencional deberán desmantelarse cuando la competencia de las instalaciones de energía renovable sea bastante

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significativa. Esta disposición es una forma muy sen-sata de fomentar la protección del clima y reducir paulatinamente el uso de energía nuclear. De no existir un tratamiento privilegiado de la energía renovable, los productores de energía en plantas de carbón podrían insistir en el uso de medidas que protegiesen su posición y, por lo tanto, mantener los niveles actuales de emisiones de CO

2 durante

años, lo que imposibilitaría una protección efectiva del clima. Una conexión privilegiada a la red de suministro asegura que los operadores de la red conectarán nuevas centrales de energía renovable antes de proporcionar acceso a centrales de ener-gía convencional.

Condiciones de conexión a la red de suministro y centro de compensación La conexión de una nueva central a la red de sumi-nistro eléctrico implica unos costes, como cualquier consolidación de la red que pueda ser necesaria si esta no tiene suficiente capacidad para transportar la energía renovable que se le suministrará. La Ley de energías renovables ratifica legalmente el prin-cipio que indica que los gastos de la conexión a la red corren a cargo del productor de la energía, mientras que los costes de actualización de la red son responsabilidad del operador. El operador de la red puede añadir estos costes adicionales a las tarifas. Sin embargo, a menudo, las circunstancias son complicadas y provocan conflictos entre los inversores y los operadores, que no se ponen de acuerdo con las diferencias entre los costes de co-nexión a la red y los costes de actualización. Para solucionar estos conflictos, la asamblea legislativa ha previsto un centro de compensación. Este ente, creado por el Gobierno federal alemán, establece disposiciones claras para los casos conflictivos, a fin de garantizar que cualquier conflicto futuro se pueda resolver incluso antes de que aparezca.

Un entorno seguro para la planificación de la inversión en fábricas

La inversión necesaria para una fábrica que pro-duce sistemas de energía renovable no es una in-versión moderada. De hecho, el capital invertido puede llegar a sumar centenares de millones de euros. Estas inversiones sólo se llevan a cabo si se prevé que el mercado para los productos de la fá-brica se desarrollará de una forma segura durante los próximos años. Para que estas condiciones de mercado sean factibles, deben garantizarse algu-nos parámetros importantes, como la estabilidad política, la duración de los porcentajes de compen-sación, ninguna limitación del volumen del mercado y la exclusión de la financiación de la compensación con ingresos fiscales.

Estabilidad políticaNo hay ninguna legislatura que pueda garantizar la estabilidad política. En una democracia, las mayo-rías políticas cambian cada vez que se eligen los parlamentos, y cada parlamento puede revocar, re-formular o modificar las leyes; esta, recordémoslo, es la función principal del parlamento. En nuestro

caso, nadie puede garantizar que una ley de tarifas reguladas se aplicará para siempre. Por este motivo, las declaraciones políticas son particularmente im-portantes. Las declaraciones de voluntad política y las promesas electorales relativas a la conservación de la ley de las tarifas reguladas y la adopción de futuras mejoras necesarias son fundamentos im-portantes para la inversión en instalaciones que produzcan sistemas de energía renovable.

En Alemania, la Ley de energías renovables fue aprobada por el Bundestag en el año 2000 con una mayoría formada por el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y Los Verdes, con la oposi-ción de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU), de talante con-servador, y el Partido Democrático Libre (FDP). Antes de las elecciones del Bundestag del 2005, los conservadores y los liberales todavía anuncia-ban que anularían la Ley de energías renovables. Sin embargo, la gran coalición entre los conserva-dores y los socialdemócratas volvió a promulgar la ley en el 2008 de una forma que, en cierto modo, permitió mejorar las condiciones para la expansión de la producción de energía renovable. Mientras, con la excepción del Partido Democrático Libre, cuatro de los cinco partidos con representación en el Parlamento alemán habían expresado en mu-chas ocasiones su voluntad política de conservar y continuar mejorando la Ley de energías renova-bles. Incluso los conservadores, impresionados por los fantásticos resultados económicos y ecológicos que ha comportado la ley, la apoyan. Esta condición es decisiva para continuar atrayendo inversión para la fabricación de sistemas de energía renovable en Alemania.

Caducidad de la legislación de tarifas reguladasUna ley de tarifas reguladas debe permanecer vi-gente durante el periodo necesario para asegurar la inversión en energías renovables en el mercado cuando ya no haya ninguna tarifa regulada garan-tizada. Esta situación se producirá cuando gene- rar energía renovable sea más económico que ge-nerar energía convencional.

Algunas tecnologías, como la energía eólica en lugares con mucho viento, ya son más económi-cas que la producción de energía en centrales de carbón y otros métodos convencionales. Por otra parte, se espera que la energía fotovoltaica sea competitiva durante la próxima década, y se utilizará inicialmente para cubrir grandes intensida-des de carga. Sin embargo, como debe sustituirse la energía convencional para proteger el clima del planeta, la ley de tarifas reguladas sólo puede de-jar de ser necesaria si la producción de energía de fuentes renovables es competitiva con el conjunto existente de centrales energéticas. Este momento tardará más en llegar en el caso de la energía foto-voltaica que en el de la energía eólica o hidráulica, pero la energía fotovoltaica también llegará a ser competitiva, ya que los costes de las tecnologías para producir energía renovable disminuirán a

medida que la producción a gran escala aumente, y –con excepción de la biomasa– los fenómenos naturales de los que dependen no suponen ningún coste. Además, los costes de combustible para las centrales de energía convencional aumentarán más rápidamente durante los próximos años a causa de la falta de recursos cada vez más acusada, los con-flictos políticos y la necesidad de proteger el medio ambiente. Sin embargo, algunos de los aspectos de la Ley de energías renovables continuarán siendo necesarios hasta que la energía ecológica haya con-quistado el 100 % del mercado, incluso si sólo ha conseguido ser competitiva gracias al sistema ac-tual de compensación. Esta perspectiva es espe-cialmente cierta en relación con la obligación de aceptar la energía renovable, el acceso privilegiado a la red de suministro y la obligación de actualizar la red. Por lo tanto, la asamblea legislativa debería analizar detalladamente qué tecnologías ya son competitivas y pueden quedar al margen de una ley de tarifas reguladas. En este sentido, es funda-mental que en el mercado se haya establecido una dinámica autónoma hacia la sustitución de las en-ergías convencionales por motivos económicos. Sin embargo, también es necesario garantizar la exist-encia de un mercado energético genuinamente li-bre, independiente de los intereses de un pequeño número de monopolios de empresas. Hoy en día, y como sucede en muchos otros países, Alemania no dispone de un mercado de la energía eficiente porque unos cuantos grupos dominan el sector en-ergético con sus intereses.

Ninguna limitación en el volumen de mercado Muchos sistemas legislativos incluyen limitaciones del volumen de mercado en las leyes de tarifas re-guladas. Este nivel máximo frena la expansión del mercado. Puede ser más o menos estricto, con un límite superior que se logre al cabo de unos años o en unas horas, como sucede con la energía foto-voltaica en la Ley de energía ecológica austriaca. La financiación para la energía fotovoltaica que se aprobó en Austria para el 2008 fue sólo de 21 mi-llones de euros, una cantidad que a duras penas equivalía a una ampliación de la capacidad de unos 2 gigavatios. Los inversores solicitaron esta capa-cidad adicional en pocos minutos. Aparte de esto, no se está llevando a cabo ninguna otra actividad significativa para ampliar el uso de esta tecnología. La legislación austriaca actual es un ejemplo muy claro que muestra la poca voluntad de algunas le-gislaturas para ampliar el uso de las energías re-novables; en vez de fomentar acciones para lograr avances reales, simulan hacer esfuerzos para poner en marcha nuevas actividades más aparentes que efectivas. Una ley de tarifas reguladas que prevea un volumen reducido de expansión no es una ley redactada para ampliar el uso de las energías re-novables, sino para restringirlo o, incluso, prevenir su expansión.

Por otra parte, una limitación puede tener efec-tos que distorsionen el mercado, dado que todos los productores de energía quieren conectarse a

?Hans-Josef FellMiembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

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la red de suministro justo antes de llegar al límite para obtener beneficios de compensación. Como indica el estudio de casos español, en estas condi-ciones ninguna tecnología se puede desarrollar de forma sostenible.

En cualquier nivel, un límite máximo pone freno a la construcción de fábricas para producir sistemas de energía renovables, ya que los inversores que invertirían su capital en este tipo de instalaciones creen que el mercado no tiene posibilidades de crecer porque saben que la expansión quedará limitada y, por lo tanto, no ven futuro para las nue-vas inversiones.

Así pues, cualquier legislatura que desee que los productores de tecnología se establezcan en su país debe evitar el uso de cualquier limitación del volumen de mercado.

Exclusión de la financiación de la compensación con ingresos fiscales Cuando una tarifa regulada se financia con dinero público, los inversores no tienen ningún parámetro fiable para sus fábricas e instalaciones. Nadie pue-de prever las decisiones presupuestarias que to-mará el Gobierno durante los próximos años. Por lo tanto, el volumen de mercado depende de deci-siones que toma el ministro de economía. Para los inversores, esta situación no es una buena premisa para obtener cálculos fiables sobre las instalaciones de producción de energía, por lo que suelen deci-dir no invertir. A finales del 2008, se aplicaron res-tricciones estrictas sobre la expansión de la energía fotovoltaica en España, y la capacidad se limitó a tan sólo 500 gigavatios adicionales para el 2009. El contexto de esta decisión era la financiación par-cial de la tarifa regulada a partir de la recaudación fiscal. El Estado ya no disponía de suficientes recur-sos para continuar financiando el éxito masivo que había conseguido esta tecnología durante el año anterior. Además, el impacto de la crisis económi-ca y el deseo de recortar el gasto público que se desprendía de esta jugó, también, un papel impor-tante. Los niveles excesivamente altos de las tarifas reguladas y la noticia de que el mercado se limitaría en el 2009 desencadenó un auge en el mercado español, y la capacidad aumentó hasta los 2,4 giga-vatios en el 2008. Así pues, la financiación pública fue una de las causas de la consiguiente limitación y reducción del mercado fotovoltaico español. Por lo tanto, la perspectiva es que la inversión en fábricas fotovoltaicas en España quede casi completamente detenida en el año 2009.

Usuarios

Los usuarios deben hacerse cargo del aumento del coste de la tarifa regulada. Estos costes adicionales se distribuyen de forma uniforme entre todos los usuarios y, como resultado de ello, el precio de la energía ha aumentado ligeramente.

A finales de los noventa, estudios realizados en Ale-mania pusieron de manifiesto que los usuarios de la red estaban dispuestos a pagar unos costes ligera-mente más altos para la energía ecológica siempre que este aumento repercutiese en todos los usuari-os de una forma equitativa. De hecho, relativamente pocos usuarios han decidido contratar los servicios de un proveedor de energía ecológica, porque estas compañías suelen ser más caras que las que ofrecen energía convencional. Por lo tanto, muchos usuarios creen que, si es imprescindible pagar más para pro-teger el clima e introducir nuevas tecnologías en el mercado, deberían compartirse equitativamente los costes adicionales y no dejar que unos cuantos usuarios especialmente concienciados sobre la im-portancia de la ecología carguen con este peso.

Los usuarios de la red de suministro de energía han tenido que asumir costes adicionales. En Alemania, estos costes representaron aproximadamente unos 3,2 billones de euros en el año 2008, según el Minis-terio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear. Esta cifra puede parecer elevada, pero, en realidad, es una cantidad relativamente modesta si se divide entre todos los usuarios. Por ejemplo, en el 2007, en Alemania un usuario doméstico pagaba aproximadamente unos 22 céntimos de euro/kWh, equivalente a un aumen-to de precio del 3,2 %. A cambio, en el año 2008, en el suministro para los usuarios finales se incluía una media del 15,1 % de energía procedente de fuentes renovables. Al año siguiente, los costes adicionales impuestos por la Ley de energías renovables fueron, aproximadamente, los mismos que en el 2007. Aun-que la producción de energía ecológica ha aumen-tado significativamente, los costes adicionales no han crecido demasiado, ya que los costes de energía convencional también han subido.

Los costes adicionales relativos al gasto de energía para la introducción de energías renovables tampo-co suponen una carga excesiva para los usuarios. En Alemania, el porcentaje medio de costes de produc-ción atribuibles a la energía es, aproximadamente, de un 5 %. Así, si el precio de la energía asciende en torno a un 3 %, el incremento de los costes de producción será bastante inferior a un 0,15 %. Es-tos costes adicionales moderados no son relevan-tes para los gastos cotidianos de las empresas y se pueden recuperar fácilmente aplicando medidas de conservación adecuadas.

Sin embargo, incluso los pequeños aumentos del coste de la energía pueden suponer una carga eco-nómica considerable para las industrias que utilizan grandes cantidades de dicha energía, como el sector del aluminio, por lo que deben tomarse en serio. La cláusula para situaciones difíciles de la Ley de energías renovables permite reducir notablemente la carga que pesa sobre determinadas industrias que consumen mucha energía cuando se aprueban cos-tes adicionales. En el 2009, por ejemplo, este sector sólo tuvo que afrontar un incremento aproximado de 0,05 céntimos de euro/kWh.

Las industrias que utilizan grandes cantidades de energía se benefician de distintas formas de la Ley de energías renovables. En primer lugar, gracias al efecto conocido con el nombre de efecto de méri-to-orden (merit-order effect), los precios de venta de la energía en Alemania ya son mucho más bajos de lo que serían por la cantidad de energía renova-ble que se suministra a la red. Este efecto se pro-duce, principalmente, como resultado del aumento de energía que se genera cuando los vientos soplan más intensamente, sin que esto implique ningún coste de combustible. Por lo tanto, la industria alemana ya tiene una ventaja competitiva respecto a las empresas en otros países. Sin embargo, aun teniendo lugar este efecto, las sociedades alema-nas deben pagar unos costes transferidos notable-mente más bajos que los usuarios domésticos. Una tercera ventaja que a menudo recibe menos aten-ción de la que se merece es que la expansión de las energías renovables ha aumentado claramente la facturación de las industrias que necesitan grandes cantidades de energía. Por ejemplo, el sector de la energía eólica ya es el segundo comprador de acero en Alemania, tras el sector automovilístico.

Grupos energéticos

Los intereses de los grandes grupos energéticos suelen ser contrarios al suministro de energías renovables a la red. En Alemania, los grandes gru-pos energéticos son enemigos a ultranza de estas energías, un punto de vista que no pueden hacer público en sus declaraciones oficiales pero que sigue evidenciándose en la mayoría de acciones que llevan a cabo. La explicación de este enfoque es bastante obvia: más del 80 % de la capacidad de producción de energía en Alemania se encuentra en manos de cuatro grandes grupos: E.ON, RWE, Vattenfall y EnBW. Estas sociedades gestionan, sobre todo, plantas que funcionan con carbón y son perjudiciales para el clima, además de centrales nucleares, peligrosas para el medio ambiente. Si el porcentaje de las energías renovables creciese –por ejemplo, hasta un 50 %–, una gran parte de estas centrales perjudiciales para el medio ambi-ente debería desmantelarse. Este cambio reduciría los ingresos y los beneficios de estos grupos o, incluso, les haría perder dinero. Por este motivo, están intentando detener de distintas formas el fuerte desarrollo de la producción de energía a partir de fuentes renovables.

Sin embargo, este caso no afecta únicamente a Alemania; de hecho, es la principal amenaza para la protección del clima y la seguridad del suministro de energía renovable en todo el mundo. Los di-rectivos de los grandes grupos energéticos tienen un acceso muy fácil a los niveles más altos de la política y, por lo tanto, a menudo pueden hacer valer sus intereses. Cuando la persuasión no pro-duce los resultados esperados, se suele recurrir a la corrupción para que las cosas sigan funcionando de la forma más adecuada.

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No obstante, el escenario es todavía más pro-blemático cuando las empresas productoras de energía convencional son de propiedad estatal. La rentabilidad de estas sociedades va a parar a las arcas públicas. Por este motivo, los ministros de economía se suelen oponer a la expansión de las energías renovables, dado que un crecimiento rápido de este sector reduciría drásticamente los ingresos públicos de la venta de energía conven-cional.

A fin de conseguir extraer oportunidades incluso ante esta resistencia, es necesario que las empre-sas que suministran energía también obtengan una parte de los beneficios de la tarifa regulada con sus inversiones en energías renovables. De esta forma, podrán recuperar, como mínimo, una parte de las capacidades de producción de energía que estén perdiendo sus empresas y, al mismo tiempo, obtener beneficios generando su propia energía renovable. Aunque la Ley de energías renovables alemana permite que los grandes grupos energéti-cos participen de esta forma desde el 2000, hasta el momento han invertido muy poco en energías ecológicas. Seguramente, esto se debe al porcen-taje de rentabilidad, que está en torno al 5 %. Los grandes grupos energéticos están acostumbrados a obtener rendimientos del 15 al 20 % o más. Por lo tanto, no es de extrañar que en Alemania la parte más significativa de la inversión en energías renova-bles no corresponda a los grandes grupos energéti-cos, sino, sobre todo, a empresas privadas que han invertido capital privado en numerosos sistemas propiedad de los ciudadanos. Sin embargo, las compañías financieras y los pequeños proveedores de energía, como los servicios municipales con una visión más avanzada, también han apoyado el auge de las energías renovables.

Permitir que las empresas suministradoras de energía se beneficien de la tarifa regulada garan-tizada también ha demostrado ser una medida eficaz. Esta decisión se tomó antes del 2000. Mien-tras, incluso los grandes grupos energéticos han reconocido que no pueden ceder el mercado de las energías renovables a sus competidores de pe-queña y mediana escala, por lo que han empezado a hacer sus propios movimientos invirtiendo en energías renovables.

Legislación

Obviamente, la asamblea legislativa que elabora la ley de tarifas reguladas debe compatibilizar y opti-mizar los diferentes criterios, objetivos e intereses. Los objetivos de la asamblea deben estar guiados por los intereses del bien común y no por los in-tereses de un pequeño grupo de compañías. Los siguientes objetivos se pueden considerar impor-tantes para el bien común en el contexto de una ley de tarifas reguladas: desarrollo económico con nuevas actividades comerciales y garantía de sumi-nistro energético; creación de nuevos puestos de trabajo; apoyo para las innovaciones y su transfor-mación en productos comercializables; reducción

de la dependencia de las importaciones de energía; seguridad de los suministros energéticos en el fu-turo; desarrollo de accesos gratuitos a la energía; protección climática y eliminación de emisiones de CO

2, y mejora de la protección local del medio

ambiente.

Todos estos objetivos positivos entran en conflicto con los intereses de los productores de energía convencional, que suelen tener un acceso directo a los responsables políticos de los parlamentos y las administraciones. Los parlamentarios suelen estar menos coaccionados por los intereses de los gru-pos de presión que los miembros del Gobierno. Uno de los principios constitucionales aceptados por las sociedades democráticas establece que es el Parlamento el que redacta las leyes, y no el Go-bierno.

El hecho de que la Ley de energías renovables ale-manas se introdujese en el Parlamento alemán sin ningún proyecto de ley del Gobierno da una idea de la situación. De hecho, esta ley fue aprobada en el Bundestag contra la obstinada resistencia del ministro federal de Economía, Werner Muller, res-ponsable de este tema en aquel momento. Este ejemplo puede transmitir a otros parlamentos el coraje necesario para hacerse valer ante el grupo de interés de la industria energética, incluso cuan-do, como suele suceder, sus intereses encuentran un público receptivo en el mismo Gobierno.

Sin embargo, un parlamento debe guiarse, tam-bién, por otros criterios, como la reducción del gasto público, en caso de que sólo se pueda con-seguir adquiriendo nueva deuda. Por lo tanto, para el bien del propio parlamento, debe garantizarse que esta legislación disponga de la ventaja de la in-dependencia de los fondos públicos derivados de los ingresos fiscales, de lo que ya hemos hablado anteriormente.

Además, es importante que los parlamentos se aseguren de que las leyes que adoptan tengan continuidad durante varios años. Las centrales de energía renovable sólo pueden tener un impacto positivo en la protección del clima si generan ener-gía a largo plazo. Este punto se ha conseguido de una forma muy eficaz aplicando una garantía de veinte años para los pagos de las tarifas reguladas. La alternativa de subsidios estatales representaría, en primer lugar, un lastre para los presupuestos públicos y, en segundo lugar, no ofrecería ningu-na garantía para que las centrales de energía que recibiesen los subsidios continuasen funcionando durante veinte años. Todos estos razonamientos son consideraciones importantes que a menudo se dejan de lado desde la perspectiva de la legislación.

Conservacionistas

Los grupos conservacionistas defienden la conser-vación del medio ambiente en su estado natural y se esfuerzan por analizar el calentamiento global y aplicar planes de protección ambiental y conser-

vación de la naturaleza local. Por lo tanto, estos grupos muestran mucho interés en la introducción y aplicación de las leyes de tarifas reguladas, dado que representan la opción más eficaz para una protección efectiva del clima. Al mismo tiempo, los grupos conservacionistas también tienen pre-sentes los objetivos clásicos para la conservación de la naturaleza.

Debe hacerse justicia con la protección de las es-pecies, igual que con la preservación de la calidad del aire y la protección del suelo y del agua. Nor-malmente, las centrales de energía renovable con-tribuyen automáticamente a lograr estos objetivos. Sin embargo, también hay conflictos entre los dife-rentes objetivos, aunque se pueden resolver. Por ejemplo, las centrales hidráulicas a gran escala de-berían evitarse si exigen la inundación de grandes extensiones de tierra. En el caso de las centrales hidráulicas de menores dimensiones, deben tener-se en cuenta los requisitos de protección de las especies, estableciendo, por ejemplo, pasos para los peces. La preservación de la calidad del aire es un objetivo importante en las instalaciones donde las bioenergías se someten a procesos de incine-ración. Deben evitarse las emisiones de partículas finas perjudiciales para la salud y las emisiones de óxidos de nitrógeno y otros contaminantes del aire habituales. Los métodos utilizados para los cultivos destinados a las centrales energéticas deberían res-petar criterios sociales y ecológicos –de la misma forma que la producción de alimentos–. También deben evitarse los monocultivos que dependen del uso de pesticidas, la ingeniería genética y los fertilizantes minerales nocivos para el clima, que en ocasiones se utilizan sin tener en cuenta las nor-mas internacionales de seguridad en el puesto de trabajo. En resumen, es fundamental que las leyes de tarifas reguladas se refieran a los criterios de sostenibilidad para el uso de las bioenergías.

Problemas con los procesos de aprobación

Disponer de un buen marco legal para las inver-siones financieras –en relación con la rentabilidad esperada y el acceso privilegiado a las redes de suministro de energía– no es suficiente. También deben eliminarse los obstáculos que puedan difi-cultar las inversiones en energías renovables. Y los métodos de aprobación y concesión de licencias para las centrales de energía renovable pueden imponer obstáculos insuperables. Debe tenerse en cuenta que hay distintos tipos de aprobación: •Aprobacióndelascompensaciones.•Aprobacióndelasconexionesalareddesumi-

nistro. •Aprobacióndelaconstruccióndelasinstalacio-

nes.

Aprobación de las compensacionesSegún la Ley de energías renovables, las aproba-ciones de las compensaciones no las emite ningún organismo público, que no deben hacerlo porque la ley estipula que los operadores de la red están obligados a pagar una compensación. Muchos ope-

?Hans-Josef FellMiembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

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radores requieren un contrato de tarifas reguladas como condición previa para hacer efectivas las compensaciones. Sin embargo, este procedimien-to va en contra de la ley, que establece que no es necesario formalizar ningún contrato de tari-fas reguladas. La asamblea legislativa aprobó esta disposición con la enmienda de la Ley de energías renovables del 2004 porque muchos operadores de la red habían abusado de los contratos para im-poner condiciones que beneficiaban sus intereses pero perjudicaban los derechos conferidos legal-mente a quienes pretendían suministrar energía ecológica a la red. Por lo tanto, la aprobación de las compensaciones no es necesaria, dado que la legislación ya establece la obligación de abonar es-tas compensaciones.

Además, la aprobación de las compensaciones no debería depender de la decisión del operador de la red de suministro, ya que los operadores podrían abusar de su poder, por ejemplo para proteger la posición de la energía convencional. Los casos conflictivos deben decidirse en los tribunales de conformidad con la legislación vigente.

Aprobación de las conexiones a la red de suministroNo hay ningún requisito para obtener la aprobación de las autoridades para conectar una instalación de energía renovable a la red de suministro, ya que la Ley de energías renovables estipula claramente que las conexiones a la red de suministros de ener-gía renovable deben recibir un trato privilegiado. Sin embargo, los operadores de la red encuentran todo tipo de argumentos para intentar evitar una y otra vez la conexión a la red de las centrales de energía renovable. El centro de compensación mencionado anteriormente ha sido creado bajo la tutela del Gobierno federal alemán para ayudar a resolver cualquier disputa. A menudo sirve para resolver casos conflictivos sin tener que recorrer a los tribunales y permite obtener disposiciones basadas en el consenso para casos concretos con la participación de los operadores de la red y los productores de energía ecológica.

En este caso también es fundamental que la apro-bación de las conexiones a la red de suministro no dependa de los operadores de la red, dado que podrían abusar de su poder, por ejemplo para pro-teger la posición de la producción convencional de energía. Si el centro de compensación no encuen-tra una solución para las partes afectadas, los casos conflictivos deben decidirse en los tribunales de conformidad con la legislación vigente.

Aprobación de la construcción de las instalacionesLa construcción de las instalaciones depende de un gran número de especificaciones de la ley de construcción y, por lo tanto, las solicitudes de li-cencia deben ser aprobadas por organismos públi-cos. Las decisiones deben tener en cuenta muchos instrumentos legales, como la ley sobre las emi-siones, que establece normas para las emisiones a

Porcentaje de energía renovable en el consumo bruto de electricidad

Fuente: BMU, Erneuerbare Energien in Zahlen (actualización por Internet). www.hans-josef-fell.de

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la atmósfera y al medio acuático en las centrales donde se utilizan bioenergías que se someten a procesos de incineración. Las medidas de con-trol de la contaminación acústica también deben tenerse presentes en el caso de los parques eóli-cos, por ejemplo. En las centrales hidroeléctricas, deben realizarse evaluaciones de la conservación de la naturaleza para la protección de las especies, como los peces, o estudiar el uso sostenible de las regiones boscosas que se exploten para obtener madera como materia prima.

Los proyectos que obtienen licencias de obra también deben cumplir la legislación general cor-respondiente. Por ejemplo, no se puede construir ningún parque eólico de grandes dimensiones en medio de una zona urbanizada. Por este motivo, las centrales eólicas en zonas fuera de las áreas urbanizadas, que en Alemania suelen estar regula-das con una legislación muy exigente en materia de construcción, reciben un tratamiento privilegiado.

La planificación espacial y el sistema de planificación son dos elementos absolutamente esenciales para evitar el desarrollo descontrolado. Sin embargo, estos procedimientos también se pueden utilizar incorrectamente para proteger los intereses de la producción de energía convencional. A menudo las autoridades prevén los deseos de los productores convencionales, siguiendo los intereses de los gru-pos energéticos e imponiendo unos criterios de-masiado restrictivos para las licencias que deben conceder, de forma que los criterios para aprobar las licencias de obra se acaban utilizando más bien para prevenir la expansión de las energías renova-bles que para fomentarla.

Un ejemplo muy ilustrativo es la conservación de las aves en los parques eólicos. Evidentemente, debe evitarse la construcción de centrales de energía eólica en zonas de conservación de aves. Sin embargo, no es necesario tener en cuenta el

riesgo de que las aves puedan sufrir golpes en zonas alejadas de las áreas de conservación, tal y como han demostrado distintos estudios científicos. No obstante, este argumento se utiliza a menudo como pretexto para rechazar la aprobación de parques de energía eólica. Estas decisiones negativas a ve-ces son fruto del deseo de proteger la producción convencional de energía frente a la competencia no deseada de energías renovables. Hay una gran cantidad de otros argumentos que, en principio, son correctos, como la conservación del paisaje o la pro-tección contra la impermeabilización de la superficie del suelo, pero que se podrían aprovechar para obs-truir el proceso de aprobación. Por ejemplo, algunas autoridades de planificación se niegan a aprobar licencias de obra para los aerogeneradores con el argumento de que interfieren en la conservación del paisaje, pero, en cambio, conceden permisos para la construcción de minas de lignito a cielo abierto sin dudarlo un instante, aunque esto implique que pue-blos enteros sean engullidos por las excavaciones y se destruyan grandes extensiones de campo.

Algunas administraciones y las correspondientes autoridades subordinadas utilizan el sistema de pla-nificación como una herramienta para poner palos en las ruedas a las energías renovables, si su obje-tivo político es prestar apoyo a los productores de energía nuclear y fósil. Los procedimientos de pla-nificación son instrumentos que pueden obstruir el proceso si se utilizan de esta forma. Una política de protección climática responsable es el elemen-to que puede poner fin a este tipo de explotación de los procesos de planificación por parte de las autoridades.

Éxitos de la Ley de energías renovables en Alemania y perspectivas internacionales

La Ley de energías renovables alemana ha sido sig-nificativamente más eficaz de lo que nadie había previsto.

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En el 2000, por ejemplo, la ley incluía el objetivo de duplicar el porcentaje de demanda energé-tica satisfecha con energías renovables hasta un 12,5 % en el 2010. Este objetivo se consideraba poco realista y casi imposible. Pero a finales del 2008, las energías renovables ya habían logrado una presencia de mercado del 15,1 %. Gracias al crecimiento dinámico conseguido, en Alemania po-demos continuar presionando para lograr la con-versión total del suministro energético en energías renovables para el 2030. Cualquier persona que dude de estos objetivos debería tener presentes las historias de éxito industrial del ordenador por-tátil, el teléfono móvil y las pantallas planas. Estas industrias superaron cualquier expectativa en el mercado mundial en menos de dos décadas. Para convertir los suministros de energía de todo el mundo en energías renovables en un periodo de tres décadas, la energía eólica, fotovoltaica, geotér-mica, marina y de las bioenergías deberían lograr un crecimiento sostenido por debajo de los por-centajes anunciados por estas industrias.

En este sentido, el sector de la energía eólica ya está experimentando unos índices dinámicos de expansión que hasta ahora se han infravalorado completamente. Por ejemplo, en el año 2002, la Agencia Internacional de Energía, con sede en Pa-rís, previó que, hasta el año 2020, la capacidad de la energía eólica en todo el mundo aumentaría, aproximadamente, unos 100 GW. Pero a finales del 2008 ya se había logrado un incremento de 120 GW, y se observaba una tendencia de creci-miento sostenido durante los siguientes años.

Hay quien acusa a las energías renovables de origi-nar gastos excesivos en las economías nacionales. Sin embargo, en Alemania las pruebas demuestran que las energías renovables pueden reducir con eficacia la carga de los costes económicos que una sociedad debe soportar. Además, en muchos casos las energías renovables ya están teniendo un efec-to positivo en los resultados microeconómicos. En el 2008, como hemos mencionado anteriormente, los costes adicionales de la producción de energía en relación con la Ley de energías renovables re-presentaban, aproximadamente, unos 3,2 billones de euros según el Ministerio Federal de Medio Am-biente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear. Como contrapartida, se han ahorrado billones de euros gracias al efecto mérito-orden. El uso de energías renovables ya ha comportado unos ahorros significativamente más elevados. A modo de ejemplo, en el año 2008, Alemania aho-rró unos 7,8 billones de euros gracias a la reducción de la cantidad adquirida de combustibles fósiles y nucleares. Además, el ahorro de costes externos representó una reducción de 9,2 billones de euros. Estos dos elementos por sí solos ya suman un to-tal de 17 billones de euros, lo que significa que el gasto en energías renovables ha quedado más que amortizado. Además, se dan otros efectos, como un incremento de los ingresos fiscales a través de los impuestos locales de actividad de las nuevas so-ciedades o el ahorro de los costes por de los planes

de seguridad social gracias a las nuevas oportuni-dades de trabajo, que no se han tenido en cuenta a la hora de calcular estos porcentajes. La Ley de energías renovables alemana demuestra que el uso de las energías renovables para intentar mejorar la protección del clima no tiene por qué suponer un gasto innecesario de recursos, ya que, hoy en día, está aportando beneficios a las economías nacio-nales. Si la protección del clima se intenta potenciar fomentando el desarrollo de las energías renova-bles, se pueden obtener muchos otros beneficios económicos, como el suministro energético proce-dente de fuentes nacionales e independiente de las costosas exportaciones internacionales, y nuevos puestos de trabajo en una industria nueva y en cre-cimiento.

Resumen

La expansión de las energías renovables es una labor fundamental e indispensable para la supervi-vencia de la humanidad.

La legislación que crea las bases económicas para las inversiones utilizando tarifas reguladas ofrece muchas ventajas para la sociedad: protege acti-vamente el clima, asegura suministro energético con recursos nacionales, evita conflictos y guerras suscitados por materias primas, protege el medio ambiente local y fomenta la conservación de la naturaleza, reduce la pobreza gracias a los nuevos puestos de trabajo creados y contribuye a afrontar la crisis económica.

Los criterios que deben cumplirse para que un sistema de tarifas reguladas tenga éxito son los siguientes: •Elsuministrodeenergíaproducidaencentrales

de energía renovable debe tener prioridad ante la energía procedente de otras fuentes.

•Losnivelesdecompensaciónylosplazosdurantelos que debe hacerse efectiva esta compensación deben garantizar el funcionamiento económico de las centrales –ni más, ni, sobre todo, menos–.

•Unos porcentajes de reducción realistas debenofrecer incentivos para disminuir los costes y evi-tar beneficios por ingresos inesperados.

•Loscostesdelsistemadebenrecaerenlosusua-rios de la red de suministro y las recaudaciones tributarias no deben verse afectadas.

•Las normas y los reglamentos burocráticos de-ben reducirse tanto como sea posible; en princi-pio, los contratos de tarifa regulada no son nece-sarios.

Ventajas de los sistemas de tarifas reguladas en comparación con otros tipos de financiación:

•Entornoconunaltogradodeseguridadparalaplanificación, incluso en épocas de crisis.

•Elevadoniveldeeficiencia (costesbajos, costesde transacción reducidos y primas de seguridad).

•Altaefectividad(rápidaexpansióndelasenergíasrenovables y amplia reducción de las emisiones de CO

2).

•Considerablesincentivosparalainnovación.

•Ningunacargaparalospresupuestospúblicos.•Muchospuestosdetrabajonuevos.•Buenas oportunidades, especialmente para las

pequeñas y medianas empresas.

Medidas adicionales importantes: •Ampliaciónyconsolidacióndelasredesdesumi-

nistro energético. •Granreduccióndelaburocracia,particularmen-

te un enfoque de apoyo para las solicitudes de planificación.

•Programasdecréditoygarantíaque faciliten laobtención de capital exterior.

Me gustaría dar las gracias especialmente a Carsten Pfeiffer, David Jacobs y Katharina Schulze por su colaboración en la redacción de este artículo, sus consejos y correcciones y las distintas contribu-ciones que han sugerido.

Hans-Josef Fell, miembro del Parlamento alemán, es portavoz de política energética y tecnológ-ica del grupo parlamentario Los Verdes del Bundestag. Junto con otros miembros del Parlamento alemán, en el año 2000 creó y puso en marcha la aplicación

política de la Ley de energías renovables (EEG, por sus siglas en alemán). También es vicepresidente de EUROSOLAR y defiende constantemente el uso de más energías renovables y, por lo tanto, la protección del clima.

?Hans-Josef FellMiembro del Parlamento alemán por la Alianza 90 / Los Verdes y vicepresidente de EUROSOLAR

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Eficiencia territorial: la sinergia entre energía y paisaje Joan MarullInstituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona

Enric TelloDepartamento de Historia e Instituciones Económicas de la UB

Pese a haber progresos recientes,1 los estudios de impacto e integración paisajística de las energías re-novables en Cataluña están todavía más orientados a la percepción visual del paisaje que al tratamiento sistémico del territorio. Este artículo pretende apor-tar argumentos científicos que ayuden a superar la dicotomía entre energía eólica e impacto ambiental2

—una polémica de candente actualidad en Cata-luña—, y pretende hacer aflorar las importantes relaciones espaciales existentes entre los flujos ener-géticos que mueve la economía y el funcionamiento ecológico de la matriz territorial, como punto de par-tida para entender los vínculos entre metabolismo so-cial y medio ambiente.

El fin de la era del petróleo barato está a la vuelta de la esquina, si es que no ha empezado ya. El cam-bio climático y otras manifestaciones del cambio ambiental global inducido por la relación entre el crecimiento de la economía basada en el con-sumo de combustibles fósiles y el funcionamiento de los sistemas naturales de la Tierra nos urgen a cambiar la base energética de la humanidad por un nuevo aprovechamiento directo e indirecto de la radiación solar. Sin embargo, de la misma forma que la revolución industrial basada en el stock sub-terráneo de combustibles fósiles redujo la ante-rior presión humana directa sobre el territorio, el avance hacia una nueva era solar comportará, nec-esariamente, volver a situar a la vista de todos unas fuentes de energía que durante la era del petróleo barato hemos estado externalizando con una huel-la ecológica insostenible, cada vez más lejana en el espacio y en el tiempo.

Más allá de las mentiras o medias verdades sobre la ocupación de espacio requerida para los aprove-chamientos eólicos y fotovoltaicos, a menudo di-fundidas por los que son parte interesada en la perpetuación del actual sistema energético, bas-tantes personas bienintencionadas se preguntan si la inevitable internalización de nuestra huella ener-gética no comportará un impacto excesivo para el buen funcionamiento ecológico de los paisajes. Bien planteada, la cuestión emergente es esta: ¿po-demos llegar a compatibilizar un aprovechamiento intenso de las fuentes de energía renovables con la preservación de los paisajes y la biodiversidad que atesoramos? Nuestra respuesta es esta: sí que po-demos, siempre que seamos capaces de recuperar la virtud perdida de la eficiencia territorial que ya había caracterizado, por necesidad, a los usos del

suelo y el cuidado del territorio de las sociedades agrarias anteriores a la era del petróleo barato. Evidentemente, la eficiencia territorial que debe-mos retomar no consistirá en volver a situaciones históricas pretéritas. La ecología del paisaje, la eco-nomía ecológica y la historia ambiental nos pueden proporcionar, ahora, las nociones teóricas y los in-dicadores adecuados para volver a encontrar una sinergia positiva entre los usos de la energía y el territorio, que sea capaz de mantener o mejorar el funcionamiento de los sistemas naturales des-plegando los aprovechamientos renovables de la energía solar del siglo xxi.3

H MIRADA HISTÓRICA

1 Ley 8/2005, de 8 de junio, de protección, gestión y orde-nación del paisaje de Cataluña.

2 Además de su impacto visual, la energía eólica puede

tener cierta repercusión sobre el medio ambiente, afec-tar a la avifauna (mortalidad de algunas especies de aves por colisión o electrocución) y aumentar localmente los niveles sonoros o la contaminación lumínica, la frecuenta-ción y la necesidad de caminos de acceso, por lo que se requieren los estudios pertinentes de impacto ambiental de proyectos, así como la evaluación ambiental estratégi-ca de planes y programas (Ley 6/2009, de 28 de abril).

3 El Plan de la Energía en Cataluña prevé lograr, en el caso

de la energía eólica, entre 1.000 y 1.500 MW de potencia instalada, cifra que supondría pasar del 0,4 % de produc-ción limpia de electricidad (2000) al 3-4,5 % (2010). En términos absolutos, esto significa una producción anual de entre 2.200 y 3.300 GKW o, dicho en términos com-parativos, el consumo eléctrico doméstico de más de un millón de familias. Por otra parte, representaría una inversión total asociada de entre 780 y 1.200 millones de euros, y comportaría la dinamización de puestos de trabajo, la consolidación industrial y el desarrollo tec-nológico. En relación con el medio ambiente, evitaría el consumo anual de entre 600.000 y 900.000 toneladas de petróleo y la emisión a la atmósfera de entre 2,6 y 3,9 millones de toneladas de CO

2 (fuente: Generalitat

de Catalunya). Sin embargo, la implantación de energía eólica en Cataluña ha sido más lenta de lo que se ha-bía previsto, por razones de distinta índole, entre las que debe tenerse en cuenta el mal estado de las líneas eléc-tricas de media y baja tensión y, también, en ocasiones, la oposición social en los territorios afectados.

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HEficiencia territorial: la sinergia entre energía y paisajeJoan Marull y Enric Tello

La eficiencia en los sistemas naturales y los paisajes culturales

La ecología nos enseña que los sistemas vivos son capaces de utilizar la energía metabólica para lo-grar e incrementar su organización. La estructura dinámica de los seres vivos les permite mantener su información organizada y transferir energía con mucha eficiencia.4 Su éxito evolutivo reside en preservar su organización alejándose del equilibrio termodinámico y en poder reproducirse, para proyectarse de esta forma en el futuro. En este sentido, un ser vivo es un sistema sostenible muy eficiente. La estructura funcional de los ecosiste-mas mantiene fuertes similitudes con este modelo termodinámico de organismo, y nos puede pro-porcionar criterios útiles para delimitar qué enten-demos por sostenibilidad territorial.

El principio de Morowitz afirma que un flujo de energía a través de un sistema es condición nece-saria y suficiente para dar lugar a una estructura organizada.5 Siguiendo esta hipótesis, el ecólogo Robert Ulanowicz sostiene que es imposible disi-par una cantidad de energía en un tiempo finito sin crear alguna estructura, aunque sea efímera, en el proceso. Por la misma razón, la complejidad mor-fológica que asociamos a la idea de paisaje aparece en el territorio como consecuencia de la disipación de energía en el espacio, con la consiguiente cons-trucción de estructuras organizadas capaces de experimentar una sucesión histórica regida por la selección adaptativa.6

Los sistemas complejos crecen y se relacionan unos con otros, y responden a continuas perturbaciones y simplificaciones, formando galaxias, vida, concien-cia y sociedades. Se convierten en redes enormes dentro de otras redes, que tienden a crecer a ca-ballo de un flujo de energía. Partiendo de estas nociones básicas de la termodinámica, Ramon Margalef contribuyó a sentar las bases teóricas para entender que la sostenibilidad del desarrollo de los sistemas vivos es una función directa de la complejidad, e inversa de la disipación de energía (figura 1). En la biosfera, el aumento de la entropía va asociado a la adquisición de complejidad, gracias al hecho de que los sistemas vivos aprovechan la radiación solar como si se tratase de una especie de «libreta de ahorros termodinámica» que une al mero suministro de energía un mecanismo adi-cional «que la utiliza para aumentar la información, complicarse la vida y escribir la historia».7

Cuando el aumento de energía disipada disminuye en vez de aumentar la complejidad del sistema, la degradación ambiental se convierte siempre en el resultado palpable de aquella estrategia de derro-che que se ha denominado en ecología «principio de la Reina Roja» (en alusión al personaje de Alicia en el país de las maravillas): correr cada vez más para seguir en el mismo sitio. El llamado «principio de Margalef» considera que la acumulación de in-formación en unos lugares del sistema se sustenta en la explotación de otros espacios de menor com-

Figura 1. Una aproximación sistémica al funcionamiento de los sistemas vivos parte del planteamiento de Erwin Schrödinger en su magnífico libro ¿Qué es la vida? (1944), donde se sorprendía de la capacidad de los seres vivos de alejarse de la tendencia universal hacia el equilibrio termodinámico (a). La vida no es ajena a las leyes de la termodinámica, dado que incrementa su complejidad exportando entropía al entorno (b). Un organismo es una estructura dinámica con múltiples ciclos energéticos y materiales relacionados de forma fractal, a diferentes escalas, gracias a una base espaciotemporal heterogénea (c). El modelo termodinámico de organismo tiene fuertes similitudes con la estructura fun-cional de los ecosistemas, y nos proporciona el punto de partida para delimitar el concepto de sostenibilidad territorial.

* Según la expresión matemática propuesta por Rudolf Clausius, la diferencia de energía libre (G) se relaciona con el cambio de entalpía (o calor; ΔH), la temperatura (T) y la variación de entropía (ΔS). Para Ludwig Boltzmann, TΔ S es la medida del desorden producido en el sistema.

Desarrollosostenible

+-

+-

Matriz territorial

Energía

Degradaciónambiental

Complejidad

Entropía

Fuente: elaboración propia

Flujo de energíaΔ=ΔH-TΔS *

ΣΔS=0

ΣΔS*=0

ΣΔS*=0ΣΔS*>0

ΣΔS > 0

a b c

Almacenamiento de energía

Ciclo reproductor emparejadoal flujo de energía

Fuente: elaboración propia

plejidad y con mayor producción. Explotar sólo significa, en este contexto, que la energía fluye de los entornos y organismos más simples a los más complejos, donde se acumula más información. Sin embargo, esta relación de interdependencia puede establecerse de formas distintas. Un modelo de explotación espacialmente heterogéneo permite, por ejemplo, mantener unidos los lugares más ma-duros, organizados, estables y previsibles con otros más simples, productivos, fluctuantes e imprevisi-bles, en el interior de una estructura reticulada ca-paz de garantizar cierta resiliencia al sistema.

Los mosaicos agroforestales tradicionales del Medi-terráneo configuraban un paisaje de este tipo. Fer-nando González Bernáldez observó que el mundo rural tradicional trataba de mantener cierto equili-brio entre explotación y conservación a través de

la localización espacial de distintos gradientes de intervención humana en el territorio.8 Tal y como recuerda Salvador Rueda, el proceso de explosión metropolitana con un modelo de conurbación dis-persa se convierte en un ejemplo diametralmente opuesto, «que se sustenta maximizando la entropía que se proyecta en el entorno. [...] La estrategia de aumentar la complejidad, sin necesidad de aumen-tar sustancialmente el sistema disipativo, es la al-ternativa al actual modelo que basa su complejidad en aumentar la periferia disipativa»9 . Se evidencia, por lo tanto, la necesidad de valorar las soluciones paisajísticas, puesto que se tratan de expresiones territoriales del metabolismo que cualquier socie-dad mantiene con los sistemas naturales que la sus-tentan (figura 2).

Figura 2. Un camino para entender la transformación del territorio es analizar los flujos energéticos y de información del intercambio metabólico de la economía con su entorno, e identificar en él los principales impactos ecológicos. La sostenibilidad del desarrollo es función directa de la complejidad e inversa de la disipación de energía. Cuando el aumento de energía disipada disminuye la complejidad del sistema, la degradación ambiental se agudiza tanto dentro del territorio adyacente como en otros lugares que pueden estar muy alejados, y debe evaluarse con otras metodologías, como el cálculo de la huella ecológica.

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Metabolismo socialMenor disipación

Eficiencia y suficiencia de los flujosde energía y materiales 1

23

Matriz territorial biofísicaAumento de la complejidad

de los ecosistemas

Funcionamiento ecológicoy biodiversidad

¿Paisajes sostenibles?Eficiencia territorial

Coevolución sociedad-naturaleza:paisajes culturales

Patrones de uso del sueloCambio de las cubiertas del suelo

Ordenación territorial, preservaciónde los espacios libres y los

mosaicos agroforestales

Fuente: elaboración propia

H

5 Morowitz, H. J. The Emergence of Everything: how the world became complex, Oxford University Press, Oxford, 2002.

6 Ulanowicz, R. E. «Some steps towards a central theory

of ecosystem dynamics», Computational Biology and Chemistry, 27, 2003, pp. 523-530.

7 Margalef, R. Teoría de los sistemas ecológicos, Universidad

de Barcelona, Barcelona, 1993, p. 94. 8 González Bernáldez, F. Ecología y paisaje, Blume, Barce-

lona, 1981, pp. 168-175. 9 Rueda, S. Ecologia urbana. Barcelona i la seva regió metro-

politana com a referents, Beta Editorial, Barcelona, 1995, p. 225.

Bioeconomía y ecología del paisaje

Todo esto sugiere la importancia de analizar la efi-ciencia del intercambio de energía y materiales entre las sociedades humanas y los sistemas naturales, a fin de identificar mejor cuáles son los mecanismos que asocian la disipación de energía con un incremento o, por el contrario, un deterioro de la complejidad de los ecosistemas, entendida como la capacidad para acoger diversidad de estructuras y procesos ecológicos. Nosotros pensamos que gran parte de la respuesta reside en lo que llamamos eficiencia territorial (o eficiencia paisajística), que consiste en encontrar las formas de uso del suelo que mejor satisfacen las necesidades humanas manteniendo la calidad ecológica de los paisajes.10 La estrategia de aumentar la complejidad de la matriz territo-rial, sin incrementar la disipación de energía hasta umbrales con costes ambientales que no se pue-den asumir, se convierte en una dimensión clave de cualquier alternativa viable al actual modelo de crecimiento insostenible.

La eficiencia territorial es siempre el resultado de una interacción dinámica, compleja y coevolutiva entre: 1) la eficiencia y la suficiencia sociometabó-lica de los flujos de energía y los materiales que las sociedades movemos a través de la matriz territo-rial; 2) la eficiencia en las formas de uso del suelo y la ordenación del territorio; 3) el mantenimiento de la complejidad y el buen funcionamiento eco-lógico de la matriz territorial, que da lugar a una elevada biodiversidad. Por lo tanto, «el uso efi-ciente del suelo» no es lo mismo que «la eficiencia territorial o paisajística», aunque el primero es un requisito para la segunda. A fin de lograr un buen funcionamiento ecológico, la gestión integrada del territorio debe ir acompañada de unos grados ade-cuados de eficiencia y de suficiencia en los flujos sociometabólicos que recorren la matriz territorial, de forma que su perturbación resulte compatible con el mantenimiento de la complejidad ecológica (figura 3).

Esta perspectiva relaciona cualquier estrategia de conservación de la biodiversidad con el man-tenimiento del funcionamiento ecológico de toda la matriz territorial, más allá de la protección de especies singulares y espacios aislados. Un gran problema ambiental actual es la «inversión topoló-gica de las pautas del paisaje», es decir, que «la red “domesticada” se vuelve continua y más poderosa, mientras que el resto del paisaje casi pasa a la ca-tegoría residual».11 Esto tiene mucho que ver con el derroche de energía exosomática, pero también con el hecho de que la misma biodiversidad está relacionada con ciertas formas y umbrales de per-turbación, como los que habían creado los paisajes culturales en mosaico: «la explotación tradicional de la tierra se basaba en granjas que organiza-ban el espacio a su alrededor como un mosaico de campos de cultivo, setos, pastos y fragmentos de bosques, siguiendo una organización del cam-po, más o menos relacionada con las cuencas de recepción. Se ha comprobado que este mosaico

Figura 3. ¿Puede ser sostenible un paisaje? Antes de responder a la pregunta deben examinarse los vínculos entre los flujos biofísicos movidos por el metabolismo social y el funcionamiento ecológico de la matriz territorial donde estos flujos se mueven, a fin de identificar los mecanismos de disipación de energía asociados a la pérdida de la complejidad de los ecosistemas. Esto nos lleva al concepto de eficiencia territorial o eficiencia paisajística, que se puede definir como la consecución de aquellas formas de uso del suelo que mejor satisfacen las necesidades humanas, a la vez que mantienen la complejidad y el buen funcionamiento ecológico del territorio como sistema. Por lo tanto, evaluar la sostenibilidad de un paisaje significa analizar estas tres interfaces: 1) la relación entre la eficiencia en los usos humanos del suelo y la energía; 2) la relación entre las estructuras del paisaje y los procesos ecológicos que se desarrollan en él; 3) la relación entre las perturbaciones provocadas por los flujos de energía externos movidos por el metabolismo social y el buen o mal funcionamiento ecológico de toda la matriz territorial.

10 Marull, J., Pino, J. y tello, e. «A landscape ecology analysis of the land-use changes in a West Mediterranean agricul-ture during the last 150 years: the Catalan Vallès county (1853-2004)», Global Environment. A Journal of History and Natural and Social Sciences, 2, 2008, pp. 112-150.

11 Margalef, r. «Acelerada inversión de la topología de

los sistemas epicontinentales humanizados», en J. M. naredo y l. gutiérrez (ed.), La incidencia de la especie humana sobre la faz de la tierra (1955-2005), Universi-dad de Granada, Granada, 2005, pp. 217-219.

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HEficiencia territorial: la sinergia entre energía y paisajeJoan Marull y Enric Tello

resulta ser un instrumento de conservación muy efi-caz, y asimismo ha mantenido e incluso aumentado la diversidad de las comunidades vegetales».12 Por este motivo, debe estudiarse la interacción sociedad-naturaleza como una ecología de la perturbación: «a través de la consideración de la energía sub-sidiaria estamos en mejores condiciones para en-tender la acción de la energía externa en todos los ecosistemas».13

Conectando esta última idea con los planteamien-tos y métodos que se están abriendo paso rápida-mente en la economía ecológica y la historia am-biental, podemos entender los paisajes culturales como un proceso histórico de relativa «fijación» o «estabilización» ecológica que la sociedad lleva a cabo en los territorios humanizados. Para man-tener «culturalmente estabilizados» los mosaicos paisajísticos y sus procesos ecológicos, la sociedad debe invertir cierta cantidad de trabajo humano y fuerza motriz animal o mecánica, que podemos contabilizar como un «subsidio de energía ex-terna». El impacto de esta energía externa sobre

la complejidad y la biodiversidad del paisaje puede resultar tanto positivo como negativo, dependien-do de su forma e intensidad. La ambivalencia tiene que ver con lo que en ecología se conoce como la «hipótesis de la perturbación intermedia», según la cual una biodiversidad y una complejidad mayores no se asocia a la ausencia total de perturbaciones en los ecosistemas, sino a un grado de pertur-bación moderado, recurrente pero fluctuante en el tiempo, y diverso en el espacio. Por este mo-tivo, la energía externa invertida para mantener el funcionamiento agroecológico de los paisajes cultu-rales también ha podido aumentar su diversidad y resiliencia ambiental (figura 4).14

Un mejor conocimiento de esta interacción de los flujos de energía en el territorio debería servir de fundamento para cualquier propuesta de reorien-tación de las tendencias vigentes hacia formas de desarrollo más sostenibles. La combinación de energía y espacio es un excelente punto de partida para modelizar estas complejas relaciones entre la sociedad y su entorno. Para entender cómo incide

la especie humana en la organización del espacio, debemos esclarecer conceptualmente y formular cuantitativamente la relación entre las entradas de energía externa y las dimensiones que caracterizan los motivos de distribución, es decir, el patrón o la estructura ecopaisajística de la matriz territorial. Las metodologías para avanzar en esta investigación deben ser, necesariamente, transdisciplinarias, y ya se encuentran disponibles en los campos de la eco-nomía ecológica, la ecología del paisaje y la historia ambiental. Por una parte, la economía ecológica está desarrollando la contabilidad de flujos y balances biofísicos de energía y materiales, así como la apro-piación humana de los ecosistemas. Por la otra, la ecología del paisaje ha desarrollado distintas métri-cas que permiten evaluar las relaciones existentes entre la estructura del paisaje y su funcionalidad ecológica. Estas pautas se pueden estudiar de una forma diacrónica, a través del cambio histórico en los usos de la energía y el territorio, una metodolo-gía que permite abrir la puerta a una visión dinámica y coevolutiva, a la vez ecológica y económica, de los cambios en la matriz territorial.

Pautas de uso del sueloCambios de uso del suelo

Ordenación del territorio

¿Paisajes sostenibles?

Baja eficiencia paisajística

+

-

Alta eficiencia paisajística

Metabolismo social Disipación de energía y materiales

Perturbación (energía externa)

- +

Matriz territorial

Complejidad del patrón de usos del suelo

Funcionalidad ecológica y biodiversidad

Monocultivos intensivos y cría

de ganado intensiva

Conurbaciones con zonas residenciales

de baja densidad¿ ?Ciudades compactas

y plurifuncionalesMosaicos tradicionales

agroforestalesÁreas naturales

menos perturbadas

Fuente: elaboración propia

Figura 4. Eficiencia paisajística y sostenibilidad de la matriz territorial. Borrador de una hipotética relación entre la ordenación de los usos del suelo y la sostenibilidad socioecológica que debe lograrse con la eficiencia territorial o paisajística, mediante la interrelación entre: a) la mejora de la complejidad y el funcionamiento de las cubiertas del suelo en la matriz territorial, y b) la mínima disipación de energía y el máximo rendimiento de esta energía por unidad de paisaje, siempre que sean compatibles con a).

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El enlace entre las perspectivas de la economía ecológica y la ecología del paisaje conecta, a su vez, con el giro que están experimentando en todo el mundo las políticas ambientales de la con-servación de la biodiversidad. La Estrategia Mun-dial para la Conservación ya introdujo, en 1980, la idea de que la conservación implica el uso sosteni-ble, prudente y responsable de los recursos y los servicios ambientales de todo el territorio. No debe confundirse con una mera «preservación» de algunas unidades aisladas donde deje de existir la intervención humana. Este nuevo enfoque de las políticas de conservación obliga a situar en el centro de todos los planes sectoriales el buen es-tado ecológico de la matriz territorial.15

Tal y como proclama la Carta Europea del Paisaje del año 2000, de la que parte la Ley catalana 1/2005, «todo el territorio es paisaje»: desde los espacios urbanos y periurbanos, los polígonos industriales y las infraestructuras, hasta los espacios naturales protegidos, pasando por los extensos mosaicos agroforestales que han tenido tradicionalmente un papel esencial para la conservación y que todavía ocupan la mayor parte del territorio.16 Unos y otros deben poder combinarse dentro de un gradiente diversificado de intervención humana, y deben mantener el funcionamiento ecológico de los sis-temas que configuran la matriz territorial, a fin de garantizar la conservación de unos servicios eco-sistémicos que no tienen sustitutos. Sin embargo, sin tener en cuenta la trayectoria histórica anterior, ¿cómo se podrán gestionar después de una forma adecuada para conservar la calidad ambiental del territorio entendido como sistema?

El doble origen de la degradación del paisaje: el abandono y el exceso

Para favorecer y conservar la biodiversidad, la clave se encuentra en la estructura y la conectividad eco-paisajística de toda la matriz territorial. Dado que la biodiversidad está estrechamente relacionada con la topodiversidad, o la multiplicidad de cubiertas del suelo y ecotonos de transición, para mantener el buen estado ecológico del territorio es necesa-rio que la estructura de su mosaico de distintas teselas ofrezca hábitats a un amplio abanico de especies animales y vegetales, y que su búsqueda de oportunidades de cría, alimento e interacción no se vea entorpecida por barreras infranqueables que aíslan a las poblaciones y las reducen. Entre las zonas urbanas o industriales, en un extremo, y los espacios naturales protegidos, en el otro, son los espacios agrícolas y forestales los que ocupan una mayor proporción de la matriz territorial.17 Mul-titud de especies consideradas emblemáticas que encuentran refugio en espacios protegidos para an-idar y reproducirse llevan a cabo, al mismo tiempo, un intenso aprovechamiento trófico de los espa-cios agrícolas, hortícolas y forestales humanizados, donde también viven y se reproducen muchas otras especies. Por lo tanto, gran parte de la calidad ecológica de la matriz territorial depende del es-tado de los mosaicos agroforestales.18

La degradación de la calidad ambiental del ter-ritorio proviene, por una parte, de las dinámicas que intensifican los usos humanos en una pequeña parte del territorio, y lo llenan de espacios urbani-zados, actividades industriales, infraestructuras y actividades agrícolas o ganaderas intensivas hasta límites insostenibles. Por la otra, esta degradación también se origina en las dinámicas socioambien-tales derivadas del abandono del mundo rural en la mayoría del territorio. El deterioro ambiental proviene tanto del exceso como de la retirada de la intervención humana en el territorio. Esto es particularmente relevante para los paisajes medi-terráneos.19

Esta doble dinámica de intensificación y abandono se encuentra en el origen de dos patologías ambi-entales muy graves: por una parte, la degradación en cantidad y calidad de las aguas superficiales y subterráneas de las cuencas internas de Cataluña, y en el tramo final de la cuenca del Ebro; por la otra, la creciente epidemia de incendios forestales que tienen su raíz principal en el hecho de que en Cataluña, como en tantos otros lugares del Mediterráneo y de Europa, hay ahora mucho más bosque que, probablemente, en cualquier otro momento del milenio precedente.20 Pero se trata de un bosque desatendido por falta de rentabilidad económica, donde casi todos los usos recolectores múltiples tradicionales han desaparecido.21 Los po-cos bosques maduros que quedan en Cataluña se han convertido en los únicos rentables, y su tala indiscriminada también podría comportar graves pérdidas de la biodiversidad que atesoran. Durante muchos siglos, los bosques mediterráneos coevolucionaron con las artigas y los hormigueros; la tala de maderas o vigas; el carboneo y la recogi-da de virutas; la montanera; la saca del corcho; la recolección de leña, castañas, piñas, plantas medi-cinales, espárragos, setas u hojarasca –que se em-pleaba como abono–, junto con todos los demás usos múltiples que la cultura campesina hacía del bosque y que exigía mantener abiertos infinidad de caminos.22 Estos aprovechamientos agroforestales y pecuarios también incluían cierto recurso selec-tivo y puntual al fuego para mantener la frontera entre el espacio forestado y los pastos. El origen del carácter epidémico de los incendios forestales es esta combinación del abandono de todos es-tos usos multifuncionales del bosque de la cultura campesina tradicional con un crecimiento desor-denado de masas boscosas cada vez más grandes, uniformes y dejadas de la mano de Dios. Cada vez más expertos afirman que la alternativa a los fue-gos incontrolados y devastadores es el retorno a un «fuego verde», controlado y orientado a reabrir claros y restablecer aprovechamientos ganaderos extensivos que también ayudarían al fomento de la biodiversidad.23

Por lo tanto, las disfunciones ambientales que su-fre el territorio, y la resolución de los conflictos que estas generan, necesitan soluciones integrales. Si no abrimos camino a opciones territorialmente

12 Margalef, R. «La teoría ecológica y la predicción en el estudio de la interacción entre el hombre y el resto de la biosfera», Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, 38, 2006, pp. 38-61 (la cita se encuentra en la p. 59).

13 Margalef, R. Teoría de los sistemas ecológicos, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1993, p. 250.

14 Farina, A. «The Cultural Landscape as a Model for the

Integration of Ecology and Economics», BioScience, 50(4), 2000, pp. 313-320; Wrbka, T.; Erb, K.-H.; Schulz, N. B.; Pe-terseil, J.; Hahn, CH. y Haberl, H. «Linking pattern and process in cultural landscapes. An empirical study based on spatially explicit indicators», Land Use Policy, 21, 2004, pp. 289-306.

15 Marull, J.; Pino, J.; Tello, E. y Cordobilla, M. J. «Social Me-

tabolism, Landscape Change and Land Use Planning. The Metropolitan Region of Barcelona as a referent», Land Use Policy, 27, 2010, pp. 497-510.

16 Agnoletti, M. (ed.), Il paesaggio agro-forestale toscano,

strumenti per l’analisi, la gestione e la conservazione, ARSIA, Florencia, 2002; The Conservation of Cultural Landscapes, CAB International, Wallingford/Cambridge (Mass.), 2006.

17 En Cataluña el 4,7% del suelo se destina a usos urba-

nos, industriales o infraestructuras de todo tipo; el 32,5 % son cultivos, el 30,7 % está ocupado por bosques y el 31,3%, por matorrales. La superficie arbolada constituye el 36% del total, comparable a la de los Estados Unidos y muy superior a la media española (25%) o de la Unión Europea (25 %).

18 CaMProdón, J. «Biodiversidad y gestión forestal: estado

de la cuestión», Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, 44, 2009, pp. 10-17.

19 Grove, A. T. y RackhaM, O. The Nature of Mediterranean

Europe. An Ecological History, Yale U. P., New Haven/Lon-dres, 2001.

20 gil, l.; casals, v.; Pardo, f.; xalabarder, M. y Postigo, J. M.

La transformación histórica del paisaje forestal en Cataluña. Tercer Inventario Forestal Nacional, Ministerio de Medio Ambiente, Madrid, 2004; CERVERA, T., La sostenibilitat històrica dels boscos catalans. La normativa forestal des del segle xiii fins al segle xx, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, 2005.

21 La gran excepción son las setas; el valor económico de

las que se recogen en las superficies forestales supera al de la madera y la leña vendida, sin que los propietarios o los comunales reciban ningún beneficio. Véase farrero, a. y baiges, t., «La gestión forestal en los montes de titulari-dad privada», Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, 44, 2009, pp. 18-31.

22 Boada, M. «Los bosques, expresión socioecológica», Medi

Ambient. Tecnologia i Cultura, 44, 2009, pp. 32-39.

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H Eficiencia territorial: la sinergia entre energía y paisajeJoan Marull y Enric Tello

sinérgicas, cada problema parcial tratado de forma aislada no encontrará salidas viables. Mientras hay un discurso que todavía proclama que Cataluña es un país pobre en recursos energéticos, y afirma que se necesita importar electricidad nuclear francesa o prolongar la vida útil de las centrales nucleares, en nuestro territorio la mayoría de los bosques que crecen en antiguos espacios agrarios abandonados permanecen sin ningún aprovechamiento ni mante-nimiento. Una buena gestión ambiental del territo-rio, orientada a mejorar la estructura ecopaisajística y fomentar su biodiversidad, reclama recuperar la vieja práctica de la artiga reabriendo claros y cami-nos de acceso al bosque, y aprovechar la deforesta-ción selectiva como una fuente adicional de energía renovable y de materias primas mediante pequeñas plantas de biomasa integradas en las poblaciones cercanas.24 Aunque la contribución energética de estas plantas de biomasa o nuevas biorrefinerías siempre será modesta en el conjunto de Cataluña, puede ser significativa en muchas poblaciones, don-de se convertirían en una pieza clave para la pre-vención de incendios, la restauración de paisajes en mosaico y el mantenimiento de la biodiversidad. De la misma forma, cuando demasiada gente to-davía proclama que no hay alternativas a una ga-nadería intensiva funcionalmente desconectada del espacio cultivado, y sólo busca soluciones de final de tubería al exceso de purines, los claros selecti-vamente abiertos en el bosque podrían acoger una nueva ganadería ecológica extensiva que propor-cionase al mundo rural nuevas oportunidades para generar valor añadido, ofreciendo alimentos de calidad asociados a la mejora del estado ambiental del territorio. Mientras que las políticas agrarias to-davía ignoran el inmenso patrimonio de las laderas en terraza con hazas y bancales, o proclaman que su mantenimiento no se podría costear, gran parte de la ordenación territorial debería abrir claros de una forma prioritaria en lugares donde haya terra-zas y caminos por recuperar, e incentivar, así, los flujos energéticos entre distintos elementos del paisaje.

Hagamos de la energía eólica parte de la solución, no del problema Ciertamente, todavía parte de la sociedad identi-fica el desarrollo eólico o de las huertas solares con la degradación del paisaje. Sin embargo, una búsqueda de soluciones territorialmente sinérgicas puede encontrar en las zonas de viento un lugar adecuado para los aerogeneradores, y en las zonas soleadas, un lugar para los captadores fotovoltai-cos, en muchos de aquellos nuevos espacios pecua-rios o agroforestales clareados donde deben abrir-se accesos o, aún mejor, recuperar los antiguos que se han perdido. Desbloquear este falso conflicto entre el desarrollo de las energías renovables y el mantenimiento del buen estado ecológico debe ser una prioridad de la nueva cultura del territorio. Debemos encontrar soluciones integrales basadas en la sinergia territorial.

La polémica actual se suele formular en los tér-minos siguientes: si bien en general todos están a favor de la energía eólica, porque nos acerca a la autosuficiencia y a la renovabilidad energética, y disminuye nuestra contribución a la contaminación atmosférica y a los gases de efecto invernadero, casi nadie la quiere en su entorno inmediato («efecto Nimby»), ya que se considera que tiene un «im-pacto paisajístico negativo». Por el contrario, con este artículo hemos tratado de aclarar que el apro-vechamiento de la energía eólica, en el contexto de un planteamiento territorial integrador y sistémico, puede llegar a ser un buen aliado para favorecer la sosteniblidad de los paisajes si su desarrollo permi-te la consecución de una eficiencia energética más elevada en el territorio, que incremente, a su vez, la complejidad de la matriz territorial.

En consecuencia, integrar las energías renova-bles en nuestro paisaje es un reto estratégico si queremos optar por un modelo socioeconómico sostenible. Sin embargo, este reto debe plantearse de una forma honesta y rigurosa: no es suficiente mantener un paisaje inmaculado –¿con cada vez menos actividad humana?– y aumentar, al mismo tiempo, una deuda ecológica todavía más dilatada en el espacio y el tiempo (en forma de emisiones de CO

2, huella ecológica y pérdida de biodiver-

sidad tanto por exceso como por abandono de la intervención humana en el territorio). Por su-puesto, tampoco se puede asumir que la energía eólica continúe nutriendo un modelo económico insostenible fundamentado en el consumo de re-cursos, o que su implantación se lleve a cabo de forma sectorial y desvinculada del territorio. Es importante que el aprovechamiento eólico benefi-cie económicamente de una forma clara y directa a los que más perciben su presencia en el paisaje, y la mejor forma de garantizarlo es que estas mis-mas personas sean los inversores cooperativos. Finalmente, debe considerarse, también, un trata- miento adecuado de su impacto visual –hay bas-tantes soluciones técnicas para minimizarlo en fun-ción del contexto–25 o de cualquier otra posible incidencia en los valores intangibles del paisaje.

Repensar el territorio en términos sistémicos se convierte en una necesidad perentoria, ya que los mecanismos funcionales están cambiando más rápido que la propia estructura del paisaje: las fluctuaciones de población, de la movilidad, de los recursos naturales y, también, la intensidad de los cambios en los usos del suelo generan un acele-rado «vaciado funcional» en muchos de nuestros paisajes. Se trata de nuevos parámetros que hacen del territorio un sistema más abierto y dinámico, donde los grandes flujos energéticos van hacia las ciudades y vienen desde ellas. Por lo tanto, nece-sitamos urgentemente un modelo territorial que establezca nuevos objetivos estratégicos de sos-tenibilidad. Asimismo, debe lograrse un consenso científico para valorar la magnitud y la naturaleza de los impactos en relación con estos objetivos. No obstante, el debate de fondo de las políticas de sostenibilidad siempre incluirá cierta percepción

23 Tal y como ya ha empezado a hacer el Centre de la Propriété Forestière en la zona mediterránea de Francia, y como recomienda el nuevo Plan Director de Política Forestal de la Generalitat de Catalunya.

24 Puy, N.; Alier, S. y BartrolÍ, J. «El uso de la biomasa y

la gestión de los bosques», Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, 44, 2009, pp. 48-57; Canadell, J. G., «Silvicultura planetaria para la protección del clima», Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, 44, 2009, pp. 4-9.

25 GiPe, P. Wind energy basics: a guide to home and community scale wind energy systems, White River Junction, VT, Chel-sea Green, segunda edición, 2009

de unos límites difícilmente objetivables. En este sentido, se requiere, además, una base científica objetiva –condición necesaria pero no suficiente–, un análisis de los principales actores territoriales y sus interrelaciones, y aceptar la diversidad de per-cepciones para una correcta gobernabilidad del territorio.

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Energías renovables, tecnología, ecosistemas y paisajes

Josep Puig i BoixDoctor ingeniero industrialProfesor de Energía en la UAB – ICTA

En los últimos tiempos se han puesto en evidencia algunas controversias cuando, desde diferentes ám-bitos (privados y públicos), se ha planteado llevar a cabo algún aprovechamiento de los bienes comunes biosféricos que pueden tener una utilidad energética para los humanos. Así, hemos visto como, desde algu-nos sectores sociales, se ha manifestado la oposición a proyectos de aprovechamiento del Sol y del viento, propuestos en algunos lugares de Cataluña. Y las ra-zones de esta oposición han sido desde proteccionis-tas o conservacionistas (poner en peligro hábitats de determinadas especies animales) hasta puramente paisajísticas (alteración del paisaje).

Los humanos, como todos los seres con los que compartimos este bonito planeta llamado Tierra, somos transformadores de energía. Sin embargo, desde que se ha impuesto la visión del mundo y la cultura industrialistas, nos hemos convertido en con-sumidores de energía.

Desde sus orígenes, la humanidad ha vivido del aprovechamiento de las fuentes de energía renova-bles. La mayor parte del tiempo en que ha habitado el planeta Tierra, ha transformado la radiación del Sol en alimentos (cultivando), calor (quemando leña) y cobijo (construyendo). Así, durante milenios, los humanos aprendieron a aprovechar el Sol, el agua, la biomasa, el viento, la fuerza muscular, etc., para cubrir todas sus necesidades de energía. Eran fuentes de energía que, por más que los humanos las utilizasen, se regeneraban y volvían a estar dis-ponibles para utilizarlas. Y, si se transgredían deter-minados umbrales, como en el caso de la biomasa, la sociedad incluso se podía colapsar. Esto hizo que la humanidad debiese aprender a vivir al ritmo del Sol. Vivir al ritmo del Sol significa reconocer que la vida en el planeta Tierra tiene unas limitaciones, ya que la cantidad de energía disponible para aprovecharla y transformarla se ve limitada por la constante solar (la cantidad de energía solar por unidad de superfi-cie que el sistema atmósfera-Tierra capta en su viaje alrededor del Sol).

Ha sido sólo muy recientemente, a partir de la in-dustrialización, cuando la humanidad fue abando-nando el aprovechamiento de las fuentes de energía renovables y se fue volviendo adicta a los combus-tibles fósiles, que no son sino energía solar almace-nada en forma química, procedente de la fosilización de material biológico en épocas geológicas muy lejanas en el tiempo. Es tan grande esta adicción que incluso en la actualidad se está poniendo en peligro la estabilidad climática, por el hecho de emitir a la atmósfera el carbono fosilizado que se ha extraído, y que continúa extrayéndose, del subsuelo de la

Tierra para quemarlo y poder disponer de energía. Lo más sorprendente de todo es que, durante más de un siglo, hemos quemado estos combustibles fó-siles no renovables en artefactos termomecánicos que tienen unas eficiencias muy pobres. Por ejem-plo, las centrales térmicas de ciclo de vapor sólo transforman en electricidad un 35 % de la energía liberada al quemar el combustible en la caldera; las modernas centrales de ciclo combinado todavía malgastan más del 40 % de la energía liberada al quemar el gas; incluso los automóviles equipados con motores de combustión tienen eficiencias muy bajas, del orden del 20 %, ya que sólo transforman en movimiento un 20 % de la energía contenida en el combustible que queman.

Paralelamente, tuvo lugar otro hecho que supuso el trastorno de las relaciones entre los humanos y las fuentes de energía renovables que estaban a dispo-sición de todos, fluyendo por la biosfera, relaciones que se habían mantenido más o menos estables durante milenios. El hecho de que las fuentes de energía libres y renovables fuesen sustituidas por las fuentes de energía no renovables (primero fósiles y posteriormente nucleares) comportó una pérdida de acceso a la energía. Los humanos dejaron de ser captadores y aprovechadores directos de las ener-gías libres y renovables para convertirse en consumi-dores de energía que era suministrada de diferentes formas, por instituciones que se habían apropiado (o tenían el control) de las fuentes no renovables.

El hecho de basar la sociedad en las fuentes de ener-gía no renovables comporta que la humanidad (al menos la que tiene un acceso relativamente fácil a la energía) tenga la posibilidad de practicar estilos de vida muy por encima de los umbrales que la sosteni-bilidad del planeta permite. Así, hoy en día se puede hacer casi cualquier cosa en cualquier lugar, siempre que se disponga de combustibles fósiles, baratos y accesibles con facilidad. El uso de todos los combus-tibles fósiles en todos los ámbitos de la sociedad nos hace vivir una ficción (una especie de cuento de ha-das) que no tardará demasiado en mostrar la cruda realidad, ya que estamos a las puertas del llamado pico del petróleo.

Cuando en la actualidad se propone el aprove-chamiento de los flujos biosféricos con contenido energético (las fuentes de energía renovables), muy pocas veces se tiene en cuenta el cambio de para-digma que implica su aprovechamiento y su uso. El hecho de dejar de basar nuestra sociedad en ener-gía obtenida mediante la quema de combustibles fósiles (materias que, una vez quemadas, dejan de estar disponibles para los humanos) y empezar a ba-sarla en la captación y el aprovechamiento de flujos biosféricos hace que los humanos se puedan liberar del yugo del consumo de energía, ya que dejan de ser consumidores de materias energéticas y se con-vierten en aprovechadores de flujos de energía, lo que implica que dejen de ser dependientes de una economía extractiva para pasar a ser miembros de la comunidad biosférica y, de esta forma, integrarse en sus ciclos naturales.

T LA TECNOLOGÍA

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De los espacios naturales protegidos a la protección de los bienes comunes naturales

En unos espacios como los que conforman las biorregiones situadas en la cuenca mediterránea, resulta difícil determinar cuáles son los espacios naturales a los que se les debe dar la categoría de protegidos. También resulta difícil argumentar por qué un determinado espacio natural disfruta de un determinado nivel de protección.

Esta dificultad reside en el hecho de que todos los espacios de la cuenca mediterránea han sido sometidos desde antiguo a la acción humana. Los humanos han interactuado en ellos y los han uti-lizado para aprovechar los bienes comunes natu-rales que los respectivos ecosistemas les ofrecían de forma gratuita. Y lo han hecho para proveerse de los servicios que hacen posible la vida en la Tierra. Precisamente ha sido el uso que se ha he-cho de estos bienes comunes el que ha llevado en muchas ocasiones al agotamiento del bien común natural (por haberlo extraído en cantidades supe-riores al ritmo de reposición) o a la perturbación del sistema natural en cuyo seno se llevaba a cabo el aprovechamiento (por haberlo llevado a cabo sin respetar la capacidad de carga de los sistemas naturales).

En nuestro país, la situación heredada de los años de la dictadura franquista y de la promoción del desarrollismo sin límites que fomentó se tradujo en graves agresiones a los sistemas naturales, cultu-rales y sociales. Una vez recuperada la democracia, y al mantenerse y fomentarse los estilos de vida basados en el crecimiento ilimitado (al estilo de aquella forma de hacer y de comportarse propia de lo que en Cataluña se ha conocido como la de «l’hereu escampa», o la del malgastador), se ha ido introduciendo una política proteccionista de espacios aislados (espacios que se habían mante-nido más o menos conservados) y/o de espacios emblemáticos (humedales, deltas de ríos...). El re-sultado han sido unas pequeñas islas más o menos limpias dentro de un amplio territorio bastante menospreciado y demasiado maltratado.

Estas políticas, herederas de las primeras concep-ciones de protección, iniciadas a lo largo del siglo xix por ámbitos culturales anglosajones, se han con-vertido, en la actualidad, en obsoletas, como ya se reconoció en el IV Congreso Mundial de Parques Nacionales y Áreas Protegidas (Caracas, 1992) y como empieza a reconocerse por parte de sec-tores crecientes de la sociedad.

Los siete objetivos que este congreso propuso para las áreas protegidas son los siguientes:

1- Salvaguardar áreas que son excepcionales en términos de salud, belleza natural y significación cultural como fuente de inspiración y como lu-gares irremplazables.

2- Mantener la diversidad de los ecosistemas, las especies, las variaciones genéticas y los proce-sos ecológicos que garanticen la existencia de la vida.

3- Proteger a las especies y las variedades genéticas que la humanidad necesita, especialmente para alimentos y medicinas.

4- Proveer de hogar a las comunidades humanas con culturas y conocimientos tradicionales so-bre la naturaleza.

5- Proteger los paisajes que reflejan la historia de la interacción humana con el entorno.

6- Suministrar las necesidades científicas, educati-vas, de ocio y espirituales de la sociedad.

7- Proveer de beneficios a las economías locales y nacionales, y convertirse en modelos de desa-rrollo sostenible para su aplicación en cualquier lugar.

Por todo ello, aquí y ahora, se parte de la premisa de que lo que deben protegerse no son únicamente los espacios, sino también los bienes comunes que los sistemas naturales de estos espacios ponen a disposición de los humanos, ya que, en definitiva, los servicios que nos proporcionan estos bienes comunes son los que posibilitan la vida de cualquier sociedad. La protección de estos bienes comunes debería basarse en los criterios de sostenibilidad del bien común, de forma que se permita su pro-ducción y reproducción continua, así como su uso.

Criterios de sostenibilidad para activida-des humanas

Veamos, a continuación, cuáles son los criterios que determinan que una actividad pueda conside-rarse sostenible o no sostenible.1

Se puede afirmar que una actividad es sostenible cuando: - utiliza materiales en ciclos cerrados; - utiliza de forma continua fuentes de energía lim-

pias y renovables; - provee de los potenciales del ser humano: comu-

nicación, creatividad, coordinación, apreciación, desarrollo intelectual y espiritual.

Asimismo, se puede afirmar que una actividad es insostenible cuando:

- requiere aportaciones continuas de recursos no renovables;

- utiliza recursos renovables a un ritmo superior al de su regeneración;

- provoca la degradación del entorno; - necesita recursos en cantidades que nunca esta-

rán disponibles para todos;- lleva a la extinción de otras formas de vida.

Espacios naturales, bienes comunes y servicios para los humanos

Los bienes comunes que los espacios naturales ofrecen a los humanos son el agua, el aire, el sue-lo, la biomasa, etc. También los sistemas naturales proveen a los humanos de muchos de los servicios que son necesarios para el mantenimiento de la vida: agua limpia para beber, aire limpio para res-pirar, suelo fértil para que crezca la vegetación y alimentos sanos (biomasa), lugares y entornos para disfrutar y visitar, etc.

Sin embargo, todos los espacios naturales, además de albergar comunidades animales y vegetales que deben preservarse, son atravesados por los flujos de energía natural que discurren por la biosfera: la radiación solar, las corrientes de aire y de agua, el calor de la Tierra, etc. El flujo de radiación so-lar, calentando de una forma distinta las diferentes superficies donde incide, da lugar a los movimien-tos de las masas de aire (vientos) y de las masas de agua (ciclo hidrológico y corrientes oceánicas). También la radiación solar es la base del crecimien-to de la biomasa (energía solar acumulada en forma de tejidos vegetales).

La interacción de la circulación general de la at-mósfera (que da lugar a las situaciones climatoló-gicas de cada momento), junto con las formas y los relieves de los espacios naturales, provoca que en determinados espacios se manifiesten, más que en otros, estos bienes comunes naturales que po-seen cualidades energéticas. Asimismo, en algunos de estos espacios se dan unas características que los hacen más adecuados que otros para llevar a cabo el aprovechamiento de estos bienes comunes energéticos que se manifiestan en el lugar.

Se propone que estos flujos de energía que se manifiestan en espacios concretos y que se con-centran en sistemas naturales concretos se con-sideren, también, bienes comunes naturales. Y no sólo esto, sino que se propone que los criterios que rigen su aprovechamiento sean los mismos que los que rigen para cualquier bien común natural: los criterios de sostenibilidad.

Espacios naturales y energía

Hasta la actualidad, se ha tendido a separar en compartimentos estancos tanto los espacios natu-rales (a los que se otorgan diferentes calificativos de protección) como los espacios donde se llevan a cabo aprovechamientos energéticos (a los que se autoriza, en demasiadas ocasiones, a llevar a cabo cualquier cosa, de cualquier forma). Ejemplos de ello los tenemos en los espacios destinados a embalses para aprovechamiento hidroeléctrico, los espacios destinados a centrales térmicas y nu-cleares, los espacios destinados a explotaciones de minerales energéticos –carbón, uranio– o los espa-cios destinados a extracciones de petróleo o pe-trogás en el mar o en tierra firme. Las actuaciones energéticas convencionales han ido normalmente

1 nickerson, M. Planning for Seven Generations: Guideposts for a Sustainable Future, Voyageur Publishing, Hull (Quebec), 1993.

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acompañadas de grandes impactos ecológicos en el lugar donde se llevaba a cabo la actuación. Pero hoy en día nos damos cuenta de que, además, sus impactos abarcan extensiones de territorio mucho más amplias (lluvias ácidas, calentamiento global, envenenamiento radioactivo) que el territorio donde se lleva a cabo la actuación energética.

Sin embargo, en la actualidad, se empiezan a de-sarrollar y a llevar a cabo actuaciones energéticas que no tienen por qué comportar grandes impac-tos y/o impactos irreversibles sobre los sistemas naturales de los espacios donde se lleva a cabo la actuación. En primer lugar, porque son actuaciones de menor envergadura (menos potencia instalada). Y, en segundo lugar, porque al aprovechar un bien común (el viento, el Sol) que se manifiesta de una forma dispersa y no concentrada, esto obliga a lle-var a cabo aprovechamientos dispersos.

La cuestión de la compatibilidad o incompatibilidad de una actuación concreta para aprovechar un bien común natural, como el viento o el Sol, en un espa-cio natural, dependerá principalmente de la escala de la actuación, de la tecnología que se utilizará y de la sensibilidad de las personas implicadas en la actuación (promotores, constructores, obra civil, ingenierías, Administración, etc.). También se verá condicionada por otros usos, presentes o futuros, que tenga o se puedan dar en el espacio donde se propone la actuación (usos agrícolas y/o gana-deros, usos para el ocio –excursionismo, turismo–, etc.).

En el caso que estamos tratando, el aprovecha-miento de los flujos biosféricos con cualidades energéticas, como la fuerza del viento o la radia-ción solar en espacios naturales concretos a través de actuaciones concretas, debería llevarse a cabo de forma que su aprovechamiento siguiese los cri-terios de sostenibilidad tanto en relación con el bien común (viento o Sol), como en relación con los sistemas naturales y las comunidades humanas que viven en los lugares donde el viento y el Sol se manifiestan.

En relación con el bien común, sea el viento o el Sol, su aprovechamiento debe hacer posible la renovabilidad y el no agotamiento del bien común.

En cuanto a los sistemas naturales, por una parte, estos ecosistemas pueden servir como base de apoyo de los sistemas convertidores de energía eólica (aerogeneradores) o solar (calentadores de agua, generadores fototérmicos, generadores foto-voltaicos) con los que se lleva a cabo el aprove-chamiento de un bien común natural y energético (el viento o el Sol); por la otra, al ser también los ecosistemas la base de apoyo de otros servicios (agrícolas, ganaderos, diversidad biológica y cul-tural, paisajística, estética, etc.), deben permitir su regeneración, de forma que el aprovechamiento eólico o solar no ponga en peligro la continuidad del conjunto de servicios que el espacio natural nos ofrece.

Respecto a las comunidades humanas, las personas que viven en los lugares donde el viento o el Sol se manifiestan tienen derecho a poder continuar viviendo en los lugares donde viven. Y no sólo esto, sino que deben tener reconocido el derecho a la captación y al aprovechamiento del viento y del Sol. Asimismo, estas comunidades deberían ver, de una forma concreta y tangible, como el aprove-chamiento del viento y del Sol repercute en benefi-cio de la comunidad local en conjunto.

Todo ello debe servir para garantizar la continui-dad del aprovechamiento de los servicios que los bienes comunes naturales ofrecen a los humanos, sin que el uso que se haga de ellos ponga en peli-gro la continuidad de la vida de las comunidades vegetales, animales y humanas en el lugar donde se lleva a cabo el aprovechamiento.

El derecho de acceso a los bienes comunes naturales

Cuando aparece un conflicto referente al aprove-chamiento de un bien común natural, como el Sol o el viento, en un espacio determinado, aunque el conflicto se presenta en la forma de impacto am-biental o afección paisajística, casi siempre esconde una realidad más profunda: el derecho de acceso al bien común natural. ¿Quién tiene derecho a aprovechar el Sol y el viento en un espacio deter-minado? ¿La persona que tiene la propiedad del es-pacio? ¿La comunidad que vive en él? ¿Las personas que lo utilizan? ¿La persona que tiene acceso fácil a capital para invertir en él?

Desde el advenimiento del industrialismo y del Estado moderno que lo justifica y defiende, los bienes comunes naturales con cualidades energéti-cas, sobre todo los materiales energéticos que se encuentran en la corteza terrestre, han acabando siendo de titularidad pública (un eufemismo que se utiliza para camuflar la propiedad del Estado), lo que conlleva que cuando se localiza algún yacimien-to energético (carbón, petróleo, petrogás, uranio) la persona o la comunidad propietarias acaban perdiendo la propiedad, que pasa a manos del Es-tado (expropiación), que ejerce directamente los derechos de explotación o concede la explotación a grandes consorcios energéticos.

Pero, ¿qué sucede con el Sol y el viento? ¿Quién es su propietario? ¿Quién tiene acceso a ellos? El Sol y el viento son bienes comunes naturales con cuali-dades energéticas que desde siempre han estado a la libre disposición de los humanos, para llevar a cabo aprovechamientos con total libertad.

La radiación solar que recibe un territorio, al nivel del suelo, ha sido utilizada tradicionalmente por la humanidad, desde hace milenios, y especialmente por el campesinado, para el cultivo de plantas, que no son sino captadores solares para la creación de otro tipo de energía renovable almacenada en forma de biomasa. Asimismo, también ha sido uti-

lizada tradicionalmente por la humanidad, desde hace milenios –especialmente por el campesinado y la naciente burguesía–, la fuerza del viento que se manifiesta por un territorio, en las capas bajas de la atmósfera, para moler grano, bombear agua, triturar, etc., y, a partir de finales del siglo xix, para generar electricidad. Muchos municipios rurales de Dinamar-ca vieron por primera vez la luz eléctrica a partir de la generación eólica a principios del siglo xx.

Son bien conocidos los casos de Dinamarca2 y Austria,3 donde, a raíz de la primera crisis del pe-tróleo del año 1973, la iniciativa ciudadana sentó las bases de lo que hoy son las modernas industrias de la fabricación de aerogeneradores y de calenta-dores solares. En todos estos casos, la ciudadanía ejerció el derecho al viento y al Sol, sin intermedia-rios, directamente.

En el caso de las cooperativas eólicas danesas, las personas interesadas buscaban un lugar (normal-mente rural) y se agrupaban formando una coope-rativa para la generación de electricidad a partir del viento. Debe decirse que el marco legal lo facilitaba y no ponía trabas para ello (Ley de inyección a la red y precios primados de la electricidad vendida a la red).

En el caso de los autoconstructores de captado-res solares térmicos austriacos, se transformaba un tejado convencional en un captador solar que permitía disponer de agua caliente.

En Cataluña, aunque en teoría se favorece el uso de la energía solar y la energía eólica, en la práctica la ciudadanía encuentra muchas dificultades para ejercer su derecho a la captación y la utilización de los bienes comunes naturales, como el Sol y el vien-to. Aunque, a finales de los años noventa y principi-os del siglo xxi, muchos municipios adoptaron or-denanzas solares4 (obligación de instalar sistemas solares térmicos en edificaciones de nueva con-strucción y de rehabilitación integral) y que, desde el año 2006, el Código Técnico de la Edificación, vigente en el Estado español, obliga a equipar los nuevos edificios con captadores solares, cualquier

2 «Cooperatives - a local and democratic ownership to wind turbines», Danmarks Vindmolleforening, agosto del 2009, en la web de la Danish Wind Turbine Owners’ As-sociation: www.dkwind.dk/eng/index.htm.

3 ornetzeder, M. Old Technology and Social Innovations.

Inside the Austrian Success Story on Solar Water Heaters, Technology Analysis & Strategic Management, 165-3990, volumen 13, tema 1, 2001, pp. 105-115.

4 Puig, J. «Barcelona and the Power of Solar Ordinances:

Political Will, Capacity Building and People’s Participa-tion», en Urban Energy Transition: From Fossil Fuels to Re-newable Power, editado por Peter Droege, Elsevier, Áms-terdam, 2008.

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familia que desee disponer de una instalación solar (sea térmica o fotovoltaica) en un edificio existente debe superar numerosas dificultades (que se agra-van en caso de vivir en un edificio de multipropie-dad). Y ya no digamos si lo que quiere es instalar un aerogenerador. En la práctica, el derecho de ac-ceso a los bienes comunes naturales con cualidades energéticas se ve entorpecido (cuando menos, di-ficultado) por marcos legislativos concebidos más a la medida de las grandes empresas o de los grandes inversores de capital que de la ciudadanía.

Un ejemplo de todo ello lo tenemos en el decreto que regula el aprovechamiento de la energía solar fotovoltaica y de la energía eólica en Cataluña.

Las energías renovables y el paisaje

Este decreto introduce un nuevo concepto: el lla-mado impacto sobre el paisaje de las instalaciones para el aprovechamiento de la energía solar y la energía eólica. En la práctica, el decreto significa poner muchas más trabas al derecho de acceso a las fuentes de energía limpias y renovables, como el Sol y el viento, con la excusa de que tienen un «impacto sobre el paisaje».

Los humanos, desde que están en la Tierra, inter-fieren en el paisaje. Y lo hacen con cualquier ac-tuación que emprendan: cuando cultivan alimentos, cuando talan árboles para hacer leña o construir cobijos, cuando abren un camino, etc. Todo afecta al paisaje; los paisajes no son más que el resultado de la actuación de los humanos. El problema no es tanto la alteración del paisaje que pueda provo-car una actuación humana, sino la alteración que esta actuación puede ocasionar sobre las funciones ecológicas de los sistemas naturales que albergan el paisaje. En muchas ocasiones, se observan los sistemas naturales y se ve únicamente el paisaje, en vez de advertir las funciones ecológicas que llevan a cabo los sistemas naturales. Una actuación puede alterar el paisaje y, a la vez, mejorar las funciones de los sistemas naturales. En cambio, en demasia-das ocasiones, se llevan a cabo actuaciones que se justifican para mejorar el paisaje, cuando en reali-dad alteran las funciones ecológicas de los sistemas naturales.

Los paisajes reflejan, también, la visión del mundo que los humanos tienen en cada momento históri-co. La visión industrialista del mundo contempla los sistemas naturales y sólo ve un conjunto de cosas por explotar. Un bosque se ve como madera y leña para cortar; un río, como agua para trasvasar o almacenar; un valle montañoso, como un espacio para inundar con un embalse; una montaña, como una fuente para la extracción de materiales, etc. Esta visión del mundo se ha ido imponiendo sobre las culturas rurales que han sufrido las consecuen-cias del llamado desarrollo industrialista.

Así, las concepciones de que «el aprovechamiento de la energía solar directamente sobre el terreno podría implicar un impacto paisajístico» y de que

«el aprovechamiento de la fuerza del viento po-dría implicar un impacto paisajístico» son propias de determinada cultura industrial urbana, que se afana por imponer, desde hace un tiempo, su par-ticular concepción del mundo sobre la concepción rural tradicional de aprovechamiento de los bienes comunes locales (dominio sobre la naturaleza en oposición a la cooperación con ella), presentando el paisaje como un valor de consumo para las per-sonas que viven en la ciudad, y no como un valor de uso para las personas que viven del aprovecha-miento sostenible de los sistemas naturales.

Por lo tanto, el supuesto impacto sobre el paisa-je se convierte, en la práctica, en una entelequia subjetiva, pensada por personas que están al ser-vicio de las fuerzas sociales que quieren mantener el presente sistema energético ineficiente, sucio, no renovable y dominado por un pequeño puña-do de grandes corporaciones que monopolizan la energía, que impiden su democratización y que impiden, también, que las fuentes de energía libres, limpias y renovables puedan convertirse en domi-nantes en el sistema energético de una sociedad e incluso puedan suministrarla en un 100 %.

Hoy en día, con la tecnología disponible para la captación de la radiación del Sol y de la fuerza del viento, no se puede pretender que las actuaciones que se puedan llevar a cabo para aprovecharlas se realicen sin interferir en el paisaje. Hace algunos años, cuando los aerogeneradores tenían potencias inferiores a 50 kW y unas dimensiones de 10 m de altura (de torre) y 15 m de diámetro (del cír-culo que forman las palas al girar), para disponer de una potencia eólica de 20 MW debían instalarse 400 aerogeneradores con su correspondiente ocupación superficial. En la actualidad, esto mismo se logra con 10 aerogeneradores de 2 MW cada uno, lo que comporta una menor ocupación super-ficial, pero una mayor visibilidad en el paisaje (son más grandes: palas que forman grandes diámetros al girar y torres de mayor altura). Nos podríamos preguntar qué opción es la mejor. ¿Mejor para el paisaje, mejor para los sistemas naturales o mejor para la sociedad? Esta es la cuestión que no re-suelve, ni de lejos, el decreto que regula el aprove-chamiento de la energía solar fotovoltaica y de la energía eólica en Cataluña.

La cuestión del tamaño

Hace ya tiempo que E. F. Schumacher puso de moda su conocido lema «lo pequeño es bonito»,6 pero él mismo dejó escrito que este lema no de-bía interpretarse al pie de la letra: «Pequeño, evi-dentemente, no significa infinita y absurdamente pequeño, sino que el orden de magnitud debe ser aquel que la mente humana pueda abarcar».7 Pero, ¿cuál es concretamente este orden de mag-nitud? Godfrey Boyle, pionero del movimiento de la tecnología alternativa en los años setenta, se lo preguntaba en el marco del Grupo de Investigación Alternativa8 de la Open University inglesa, dicien-do: «¿Cómo de grande puede llegar a ser lo que es

pequeño antes de dejar de ser bonito?» y «¿Cómo de pequeño puede llegar a ser lo que es grande antes de dejar de ser eficiente?».9

El tipo de tecnología energética que suelen pro-ducir las grandes corporaciones industriales tiende, por descontado, al refuerzo de las tendencias de la sociedad industrialista, consumidora y derrochado-ra. Así, se producen artefactos que contribuyen al mantenimiento del control centralizado sobre las fuentes de energía. Este es el caso de las grandes centrales térmicas y de los grandes embalses hi-dráulicos. Pero, ¿qué sucede cuando estas mismas grandes corporaciones, al ver que el aprovecha-miento del Sol y del viento empieza a ser efectivo, deciden ponerse a desarrollar tecnologías y siste-mas para el aprovechamiento solar y eólico?

De una forma demasiado simplista, muchos acti-vistas han creído que la solución estaba en el otro extremo, en los microsistemas energéticos a escala familiar, sin darse cuenta de que este planteamien-to puede beneficiar al sistema económico indus-trialista, sin percibir que los requisitos materiales para la construcción de multitud de artefactos a escala doméstica son muchos más que los nece-sarios para la construcción de artefactos de mayor tamaño.

Godfrey Boyle, a finales de los años setenta, ya aconsejaba «concentrar los esfuerzos en el desa-rrollo de tecnologías y productos para cubrir las necesidades humanas no tanto a escala familiar o doméstica, sino a escala comunitaria», aunque re-conocía que «determinados tipos de tecnologías tienen sentido a escala doméstica, otros tipos a escala de pequeña comunidad, y otros a escala re-gional e incluso nacional».

La cuestión de la tecnología

La sociedad industrial actual se enfrenta a unos problemas que provienen de la tecnología y del modo de producción actual, y a los que es difícil encontrar una solución a partir de los mismos principios en los que se ha basado hasta ahora: jerarquización, división y explotación del trabajo, o expolio de la naturaleza, entre otros. Para E. F. Schumacher, «la elección de la tecnología es la opción más crítica que deben afrontar las socie-dades actuales». Sin embargo, por sí solas, ni la ciencia ni la tecnología, en palabras de Robin Clark, «podrán encontrar una salida a la crisis actual, pero cualquier salida real implicará una ciencia y una tec-nología, incluso en el caso de que estas actividades no tengan demasiado que ver en un futuro, tanto cualitativa como cuantitativamente, con lo que hoy consideramos ciencia y tecnología». 10

La alternativa tecnológica la constituyen las má-quinas y las herramientas, las estructuras políticas y sociales, y la organización del trabajo, mediante las que tanto la persona como la naturaleza se liberarán del dominio y la explotación inherentes a nuestra tecnología actual. Para Michel Bosquet

Energías renovables, tecnología, ecosistemas y paisajes Josep Puig i Boix

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(seudónimo de André Gorz), «sin una lucha por tecnologías diferentes, la lucha por una sociedad diferente es en vano».11 El cambio en la tecnología debe ser paralelo a otros cambios en las relaciones sociales para que pueda provocar los efectos de-seados.

La ciencia y la tecnología actuales –en conjunto– son la causa y el efecto del desarrollo del capitalis-mo industrialista-consumista actual. La división del trabajo, las clases sociales y el dominio sobre el ser humano son consecuencia del principio de dominio sobre la naturaleza. Por este motivo se reproducen las relaciones industrialistas, aunque haya desapa-recido la propiedad privada.

Ivan Illich12 dedicó gran parte de sus esfuerzos a erosionar el culto que las sociedades industriali-zadas profesaban a determinadas instituciones; la escuela, el transporte, la medicina... Este trabajo se llevó a cabo en el marco del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC). En él se organi-zaron incontables seminarios sobre las vías y los medios para evitar que en Latinoamérica hubiese una expansión del monopolio radical de la industria y de la dominación profesional. Se exploraron las condiciones en las que los beneficios de la ciencia moderna podrían utilizarse de una forma equitativa en una sociedad, no sólo para la gente, sino por la gente. La teorización que se hizo de los conceptos ciencia para el pueblo y ciencia del pueblo es básica para cualquier persona implicada en los asuntos de la ciencia y de la tecnociencia.

Así, en el CIDOC se acuñó el término herramienta convivencial para referirse a dispositivos, progra-mas e instituciones modernas que permiten que la gente común genere valores de uso que la liberen de las necesidades producidas por las mercancías comercializadas. Se trató especialmente la crecien-te dependencia popular respecto a las mercancías intangibles, es decir, los servicios. Se exploraron es-pecíficamente las vías y las formas que la gente po-día utilizar para vivir sin el diagnóstico profesional y la terapia profesional de sus necesidades; necesida-des como aprender, como el cuidado de la salud, o como el hecho de tener tutores de administración o de puestos de trabajo.

También en el marco del CIDOC se concretó qué se quería decir cuando se hablaba de sociedad con-vivencial: una sociedad en la que en el centro de la economía se encuentra lo que la gente crea o hace personalmente, en grupos primarios; una so-ciedad en la que se da prioridad a estas actividades a través de las cuales la gente determina y satisface sus necesidades; una sociedad en la que se asigna valor social a las mercancías, puesto que fomentan la habilidad de la gente para generar valores de uso.

Ivan Illich también reconocía que «no es fácil imagi-nar una sociedad donde la organización industrial estuviese equilibrada y compensada con modos de producción distintos y complementarios, y de

elevada eficiencia. Estamos tan deformados por los hábitos industriales que ya no nos atrevemos, ni siquiera, a considerar el abanico de posibilidades. Para nosotros, renunciar a la producción en masa significa volver a las cadenas del pasado, o adoptar la utopía del buen salvaje. Pero si queremos am-pliar nuestro ángulo de visión hacia las dimensiones de la realidad, tendremos que reconocer que no existe una única forma de utilizar los descubri-mientos científicos, sino, al menos, dos, que son contrapuestas. Una consiste en la aplicación del descubrimiento que conduce a la especialización de las tareas, a la institucionalización de los valores, a la centralización de poder. En ella, el ser humano se convierte en un accesorio de la megamáquina, en un engranaje de la burocracia. Pero hay una segunda forma de hacer fructificar el invento: la que aumenta el poder y el saber de cada uno, que permite el ejercicio de su creatividad, con la única condición de no coartar esta misma posibilidad al resto de personas».

André Gorz afirmaba que el hecho de que la con-vivencialidad exija herramientas convivenciales no significa que las herramientas convivenciales por sí mismas generen de una forma automática la convi-vencialidad. No existe ninguna herramienta que sea inherentemente buena. Las herramientas serán o seguirán siendo convivenciales sólo si las personas que las utilizan quieren expresamente que lo sean. Todo lo que se puede decir es que algunas tec-nologías dejan espacio para la autodeterminación convivencial, mientras que otras, no. Sin embargo, ninguna tecnología puede determinar la autodeter-minación y cualquier tecnología puede utilizarse de forma que haga imposible la autodeterminación. Cualquier tecnología se puede pervertir según el contexto sociopolítico en el que se utilice.

Valentina Borremans, en la obra Reference Guide to Convivial Tools,13 lo planteaba de la siguiente forma: «[...] los descubrimientos científicos pueden utili-zarse, al menos, de dos formas diferentes. La pri-mera conduce a la especialización de funciones, a la institucionalización de los valores, a la centraliza-ción del poder. Convierte a la gente en accesorios de las burocracias o de las máquinas. La segunda amplía el nivel de competencias, de control y de iniciativa de cada persona, limitado únicamente por los derechos que el resto de personas tienen a un mismo nivel de poder y libertad».

Para André Gorz, «toda tecnología puede utilizar-se para reforzar el control de la burocracia sobre la gente, ya que no existen tecnologías “buenas” sin ambigüedades, si con esto se quiere afirmar que una tecnología no se puede utilizar de otra forma que no sea una forma convivencial. Sin embargo, hay tecnologías malas, como las que, por sus ca-racterísticas, requieren una dominación tecnocrá-tica de muchos por parte de pocos. Las grandes herramientas son medios de centralización y de control, sin importar cuál haya sido la intención de sus inventores».

6 schuMacher, e. f. Small is Beautiful: Economics as if People Mattered, Blond & Briggs, 1973.

7 schuMacher, e. f. «The critical question of size», Resurgen-

ce (3), 1976. 8 En la actualidad recibe el nombre de Sustainable Techno-

logies Group. Véase: Energy and Environment Research Unit. http://eeru.open.ac.uk/.

9 BOYLE, G. «Community Technology – Scale versus effi-

ciency», Undercurrents (35), 1979. 10 Clarke, R. «Technology for an alternative society», New

Scientist, 11, enero de 1973. 11 bosquet, M. (andré gorz). Écologie et Liberté, Éditions

Galilée, París, 1977. 12 Todas las obras de Ivan Illich están disponibles en

http://www.ivanillich.org.mx/Principal.htm. 13 BorreMans, V. Reference Guide to Convivial Tools, Library

Journal Special Report #13, Bowker, Nueva York, 1979.

Para André Gorz, el único sentido posible de la revolución posindustrial y el propósito de la acción política es utilizar la producción heterónoma de forma que posibilite que cada persona expanda su nivel de autonomía –lo que implica volver a pensar y volver a modelar la tecnología y la organización social de una forma adecuada–. El resto de proyec-tos son caminos hacia el horror.

Tecnologías energéticas convivenciales

En la actualidad, en pleno debate sobre la energía, tiene sentido recordar lo que escribió Ivan Illich, en el año 1974: «Creer en la posibilidad de altos niveles de energía “limpia” como solución a todos los males representa un error de juicio político. Es imaginar que la equidad en la participación del po-der y el consumo de energía pueden crecer juntos. Víctimas de esta ilusión, los hombres industrializa-dos no ponen el menor límite al crecimiento en el consumo de energía, y este crecimiento continúa con la única finalidad de proveer cada vez a más gente de más productos procedentes de una in-dustria controlada cada vez por menos gente. [...] Mi tesis sostiene que no es posible lograr un es-tado social basado en la noción de equidad y, a la vez, aumentar la energía disponible, si no es con la condición de que el consumo de energía per cápita se mantenga dentro de unos límites». Y continua-ba diciendo: «Ahora es necesario que los políticos reconozcan que la energía física, una vez ha tras-pasado una determinada barrera, se convierte en inevitablemente corruptora del entorno social.

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Aunque se lograse producir una energía no con-taminante y producirla en cantidad, el uso masivo de la energía siempre tendrá sobre el cuerpo so-cial el mismo efecto que la intoxicación por una droga físicamente inofensiva pero psíquicamente esclavizante. Un pueblo puede elegir entre una droga sustitutiva y una desintoxicación realizada a voluntad, pero no puede aspirar simultáneamente a la evolución de su libertad y convivencialidad, por una parte, y a una tecnología intensiva en energía, por la otra».

También conviene recordar lo que dejaron escrito algunos autores sobre la llamada fusión fría, que de-bía convertirse en una fuente ilimitada de energía. Por ejemplo, Donella Meadows dejó escrito, en el año 1989:14«Hay gente que ha reflexionado pro-fundamente sobre el papel que tiene la energía en los asuntos humanos». Su conclusión fue sintetizada de la siguiente forma por el biólogo Paul Ehrlich, de la Universidad de Stanford: «Obtener energía abundante y barata sería como dar una pistola a un niño idiota. Imaginemos qué ocurriría si desapare-ciesen todas las limitaciones sobre la energía. [...] No faltarían nunca materias primas, ya que se po-drían obtener triturando las rocas, por ínfima que fuese su ley, pero se olvidaría que el 95 % de las rocas de la corteza terrestre son rocas ordinarias que acabarían en amontonamientos de estériles. Se podrían producir tantos fertilizantes como fuese necesario, sin tener en cuenta que los fertilizantes acaban contaminando las aguas superficiales y sub-terráneas. Se podría fabricar todo lo que se necesi-tase, sin tener en cuenta la consiguiente producción de residuos de todo tipo. Pero se podría utilizar una parte de la energía abundante para combatir la polución, sin tener en cuenta que la mayoría de los métodos para “combatir” la contaminación sim-plemente cambian de lugar los residuos (del suelo al aire, del aire y/o del agua a los fangos, de los países contaminadores a los países contaminados, etc.). Si la avidez material de la humanidad continúa siendo ilimitada y la conciencia planetaria continúa siendo primitiva, simplemente se utilizaría la en-ergía para producir más residuos. Sin limitaciones energéticas, la sociedad se vería rápidamente abo-cada a limitaciones ambientales. [...] Soy de los que deseo que la fusión fría sea un espejismo, lo que probablemente será. Deseo que los seres humanos tengan más tiempo para aprender a vivir dentro de unos límites, a vivir en armonía con los demás y con la Tierra. Deseo que la humanidad tenga más tiempo para aprender a encontrar propósitos más dignos que la acumulación de poder o riqueza. Es divertido saber que si algún día y de buena gana deseamos vivir tranquilamente, con moderación y sin egoísmos, nos daremos cuenta de que ya ten-emos la fusión fría al alcance de la mano. La fusión es la energía que hace brillar las estrellas, incluy-endo el Sol. La energía de la fusión nos llega en cantidades muy superiores a las que necesitamos, generada por un reactor que está localizado a una distancia de ciento cincuenta millones de kilómet-ros y que tiene una vida esperada de varios miles de millones de años. No necesita ningún gasto de

inversión ni de mantenimiento. Es una energía en la que no pensamos mucho, porque nos llega suave-mente, sin prisas. Y es difícil que alguien la acapare. Debido a las disparatadas cuentas de nuestra economía, que contabiliza sólo los beneficios para algunos seres humanos, sin tener en cuenta los costes sobre la mayoría de la población ni sobre los sistemas naturales, consideramos que es cara. Pero ni es cara ni contamina, y está aquí para ser captada y utilizada, tan pronto como estemos dispuestos a aprovecharla».

Ahora bien, ya nos advertía André Gorz de que «algunos ecologistas creen ingenuamente que las energías renovables son buenas por sí mismas y que su desarrollo será fuente de libertad y con-vivencialidad». Y Valentina Borremans nos pre-venía contra esta ingenua creencia: «La tecnología renovable no conduce por sí misma a la conviven-cialidad». Borremans ponía ejemplos de ello: la producción de metanol a partir de la madera, o de biogás a partir de los desechos orgánicos, o de electricidad a partir de células solares o aerogene-radores pueden ser convivenciales o tecnofascistas. Serán convivenciales si la gente tiene acceso direc-to a estas energías y a un control completo sobre los materiales y las herramientas que le permitan determinar por sí misma sus necesidades y la forma de satisfacerlas. El vínculo obvio entre producción y consumo, nivel de necesidades y cantidad de tra-bajo que deberá realizarse exigirá transacciones y se traducirá en una autolimitación espontánea de las necesidades. Serán tecnofascistas si el meta-nol, el biogás, la electricidad, etc. se producen en enormes plantas propiedad de grandes corpora-ciones o en gigantescos satélites geoestacionarios que captan la luz del Sol y envían la energía hacia la Tierra, o en gigantescos aerogeneradores fijados a gran altura, donde se manifiestan las corrientes en chorro. Las energías renovables se pueden captar y utilizar de la misma forma a como se genera elec-tricidad en un reactor nuclear y con los mismos resultados sociales. La única diferencia social entre las tecnologías nuclear y solar es que la energía so-lar favorece la descentralización y la autodetermi-nación convivenciales, mientras que la tecnología nuclear, no.

Los colectores solares, las huertas solares, los parques eólicos, etc. pueden ser utilizados como instrumentos de control tecnofascista, pero pueden no serlo, ya que se pueden utilizar de forma convivencial. Por este motivo, André Gorz llamó tecnologías de salidas abiertas a estas tecnologías. En cambio, las centrales nucleares sólo se pueden utilizar de una única forma, que es principalmente tecnofascista y que se apropia de las opciones de futuro, por lo que André Gorz las llamó tecnologías sin salida.

Para la ecología política, esta distinción entre tec-nologías de salidas abiertas y tecnologías sin salida es tan importante como la distinción entre tec-nologías duras (hard) y tecnologías suaves (soft).A diferencia de las tecnologías energéticas con-

Energías renovables, tecnología, ecosistemas y paisajes Josep Puig i Boix

vencionales, que se basan en la degradación y la destrucción de materiales energéticos, y hacen que estos dejen de estar disponibles para las genera-ciones venideras, las tecnologías para la captación y el aprovechamiento de las fuentes de energía reno-vables pueden utilizarse de una forma contrapues-ta. Por una parte, se pueden utilizar reforzando la tendencia de la sociedad al mantenimiento del control centralizado que la tecnoburocracia sus-tenta sobre las fuentes de energía (y también sobre las fuentes renovables que son, de forma natural, descentralizadas), hecho que incrementa la degra-dación de los sistemas naturales. Pero, por la otra, se pueden utilizar para favorecer la autonomía de las personas y las comunidades, respetando la in-tegridad de los ecosistemas.

Que se lleve a cabo de una forma u otra tiene repercusiones muy diferentes sobre los sistemas naturales, ya que es la plasmación de la visión del mundo que llevan incorporadas: dominar la natu-raleza (reventar la corteza terrestre para extraer materiales energéticos, con agresiones ecológicas y sociales de todo tipo; quemándolos y emitiendo gases con efecto invernadero a la atmósfera, o fi-sionándolos y envenenando radiactivamente la bi-osfera, etc.), o cooperar con ella (integrarse en los flujos biosféricos para llevar a cabo su captación, respetando los ciclos de la naturaleza).

14 Meadows, D. «When We’re Ready for Fusion Energy,

It’s Ready for Us», The Donella Meadow Archive, 1989. h t tp : / /www.sus ta iner.o r g /dhm_arch i ve / index .php?display_article=vn277fusioned

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CC CARA A CARA

Superar el modelo energético especulativo para conciliar paisaje y energías renovables

Joan Nogué Director del Observatorio del Paisaje de Cataluña y catedrático de Geografía Humana de la UdG

Quim Corominas Doctor en Ingeniería, experto en energías renovables

Por Michele Catanzaro Doctor en Física y periodista

Cataluña casi no tiene recursos naturales propios e históricamente ha hecho todo lo posible por disponer de la energía necesaria para desarrollarse. Hoy en día, las energías renovables, especialmente la eólica, se consideran una buena opción para Cataluña, pero su implantación en el territorio no resulta nada fácil. Quim Corominas y Joan Nogué conversan sobre los obstáculos que se encuentra el despliegue de las ener-gías renovables y reflexionan sobre cómo conciliar la preservación del paisaje con la necesidad de impulsar las energías renovables que tiene el país.

MC: La implantación de molinos eólicos y placas solares puede generar conflictos en el territorio: ¿paisaje y energías renovables son incompatibles?

JN: No deberían serlo, porque está demostrado que pueden ser perfectamente compatibles. Pero sólo hay que recorrer el territorio para darse cuen-ta de que sí se generan conflictos en este sentido. Hay algunas razones en la base de estos conflictos. Por ejemplo, la falta de información, presente tam-bién en la mayoría de conflictos territoriales, no sólo los relacionados con las energías renovables. En la mayoría de conflictos territoriales se detecta una pésima política de comunicación, con ejemplos de incompetencia comunicativa que son de ma-nual, como en el caso de la MAT. La segunda razón de fondo, de peso, es el modelo energético, es de-cir, el modelo de control y de gestión de la energía que hemos adoptado, también en relación con las energías renovables: nunca se ha discutido a fondo –y mucho menos de una forma consensuada–el modelo imperante. En tercer lugar, yo señalaría una tercera razón sin duda relevante: a diferencia de muchos países europeos, este país hace cuatro días que ha incorporado el paisaje en la ordenación y la gestión del territorio, también en relación con las infraestructuras energéticas, incluidas las reno-vables. Encontraríamos otras razones, pero estas tres me parecen especialmente relevantes.

MC : ¿Falta cultura del paisaje?

JN: En los últimos años se han realizado avances notorios, empezando por la aprobación de la Ley de protección, gestión y ordenación del paisaje de Cataluña. Sin embargo, no debemos olvidar que

esta ley es muy reciente, de junio del 2005, y el decreto que la despliega es del 2006, como quien dice, de hace cuatro días. En Francia, Holanda, el Reino Unido o Suiza hay una larguísima tradición en temas de paisaje, en algunos casos secular. Y esto se nota en la especial sensibilidad que se manifiesta, en general, a la hora de hacer compatibles las infra-estructuras, de todo tipo, con los valores naturales, históricos, estéticos, simbólicos o identitarios del paisaje. Nosotros no hemos hecho más que em-pezar, de forma que nuestra cultura del paisaje es más bien escasa. MC : ¿Esto explica los conflictos?

QC: En realidad, los conflictos que se han genera-do son de dos tipos: o bien infantiles, o bien intere-santes. Un tema esencial como la energía siempre se ha tratado a base de anécdotas. No se puede decidir sobre una infraestructura concreta si no se ha reflexionado sobre qué modelo energético se quiere, en general. Si a una persona se le pregun-ta si quiere una infraestructura frente a su casa, es normal que diga que no. Pero si se le pregunta sobre cómo cree que debería generarse la energía que consume, la respuesta es más compleja.

MC: ¿La posición del «not in my backyard» pre-valece?

QC: Sí. La situación se complica todavía más por-que hay una separación real entre los beneficiarios y los perjudicados. Los que consumen energía la tienen a costa de los que viven en otro lugar donde se genera. Otra cuestión importante, que aparece en todas las infraestructuras, no sólo las energéti-cas, es quién tiene derecho a decidir que se lleve a cabo o no una infraestructura en un determina-do lugar, y, en este sentido, la participación de las comunidades locales es esencial. En Dinamarca o Alemania, el planteamiento no es venir desde fuera y «plantar» una infraestructura, sino implicar a la comunidad local para que participe, para que se beneficie de ella. Al contrario, si la instalación viene de una multinacional, es probable que cuando deje de ser prioritaria incluso la abandone.

JN: Has tocado un tema central, que ya he apunta-do antes: el modelo energético. Muchos nos sen-timos decepcionados al ver que el modelo ener-gético de las energías renovables no difiere, por concentración de poder, control de la energía y origen del capital invertido, de los modelos energé-ticos, digamos, convencionales. Es público y notorio que, en estos momentos, gran parte del capital que hasta el momento se invertía en la especulación inmobiliaria y en determinados productos finan-cieros legales, pero éticamente discutibles, se está refugiando en las energías renovables, obviamente no por una conversión repentina a favor de la lu-cha contra el cambio climático, sino en busca de las famosas primas y del beneficio inmediato. Me permitiréis que, como mínimo, exprese mi estu-pefacción, por no utilizar otras palabras. ¿Es este el modelo que debe seguirse? ¿Todo vale? Me parece

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CSuperar el modelo energético especulativo para conciliar paisaje y energías renovables Joan Nogué y Quim Corominas

que no se trata sólo de cambiar de fuente ener-gética, sino de modelo energético. Y es evidente que, en este sentido, en Cataluña hemos dejado pasar otro tren.

QC: En realidad, no faltarían ejemplos positivos, como Galicia o Navarra. En Navarra, por ejemplo, se ha implicado el tejido local y se ha promovido la creación de empresas locales.

MC: ¿Cómo se ha generado este modelo energé-tico perverso? QC: Los modelos alternativos han encontrado muchos enemigos. Es suficiente con recordar la trayectoria de Ecotècnia, una cooperativa dedicada a las energías renovables de la que fui uno de sus fundadores. Los sindicatos nos criticaban diciendo que las cooperativas eran una forma de autoex-plotación, y defendían a la empresa pública Endesa. Los ecologistas sabían muy poco sobre el tema y nos atacaban desde posiciones infantiles, aparen-temente en defensa de las aves y la vegetación. Por no hablar de la Administración. Recuerdo una portada de El Noticiero Universal con una frase del presidente Jordi Pujol: «No podemos volver a los molinos de viento». En un congreso internacional en Sitges, un consejero de Industria dijo que no creyésemos que los molinos pararían las nucleares. El mensaje que los estudiantes recibían de la Ad-ministración es que no se dedicasen a las energías renovables, ya que no tenían futuro. Ecotècnia tuvo dificultades aquí porque la Administración pública estaba –y todavía está– muy ligada a las grandes empresas eléctricas y gasísticas. No obstante, Eco-tècnia fue creciendo. Primero se unió a las coo-perativas de Mondragón y finalmente ha acabado comprada por una empresa extranjera.

MC: ¿Existe un modelo alternativo y menos agre-sivo con el paisaje?

JN: Sí, el autoconsumo hasta allí donde sea téc-nicamente posible y la autogestión, que, por de-finición, requieren infraestructuras con un menor impacto ambiental, más integradas en el entorno. Imaginemos un pequeño pueblo, un vecindario o un barrio de una ciudad donde el alumbrado, el agua caliente o la calefacción, por poner un ejem-plo, procediesen del aprovechamiento directo, in situ, de las energías solar y eólica. Los molinos y las placas podrían tener perfectamente una dimensión ajustada al lugar, y nos ahorraríamos, además, los problemas inherentes al transporte de la energía a largas distancias. Pondría la mano en el fuego para afirmar que no habría, ni mucho menos, los conflic-tos actuales. Lo que estoy proponiendo no es una utopía; no hago más que describir una realidad ya presente en muchos pueblos y barrios de países como Alemania, Dinamarca o Suecia. No es este el modelo de implantación seguido en Cataluña, ni en el sur, donde se concentran la mayoría de parques eólicos, ni, muy pronto, en el noreste, en L’Empordà.

MC: ¿Cómo se han logrado los casos de éxito en el extranjero?

JN: Si te refieres a fórmulas para conseguir un im-pacto menos agresivo en el paisaje, debo decirte que no es demasiado complicado: lo que se nece-sita es voluntad política, metodologías consensua-das y diálogo social. Hay metodologías a diestro y siniestro –y no especialmente sofisticadas– que te ayudan a decidir los emplazamientos con menos impacto ambiental. En Francia y Escocia, por poner sólo dos ejemplos, es un hecho habitual y perfec-tamente normal la existencia de comisiones para el estudio de los parques eólicos y su interacción con el paisaje, siempre con la participación de las comunidades locales. El Scottish National Heritage incluso publica unos cuadernillos con esquemas, con dibujos comprensibles para todos sobre cómo deben colocarse los aerogeneradores en el territo-rio para que provoquen el mínimo impacto posible. Me he preguntado a menudo por qué este Depar-tamento de Medio Ambiente y Vivienda o el De-partamento de Economía y Finanzas no se han in-teresado por estas experiencias. E intuyo que este desinterés por la cuestión, junto con la presión de determinados lobbies, es lo que ha provocado que el reciente decreto del 2009 sobre la implantación de parques eólicos e instalaciones fotovoltaicas en Cataluña sea más bien light en la cuestión del paisaje. Se ha perdido, de nuevo, una gran opor-tunidad. Sólo había que salir fuera y analizar qué estaban haciendo y cómo lo estaban haciendo las comisiones que acabo de mencionar. O telefonear al Observatorio del Paisaje de Cataluña; les habría-mos atendido con mucho gusto. Sinceramente, no lo entiendo.

MC: ¿La solución de los conflictos pasa por un mo-delo energético de pequeña escala?

QC: Cuidado con recomendar aerogenerado-res pequeños en todos los casos. En realidad, los pequeños pueden tener un mayor impacto. Un aerogenerador que produce el doble de energía que otro tiene un impacto visual mucho más bajo que el doble del primero. Si se utilizan aerogene-radores pequeños, se necesitan muchos más para producir la misma energía, y esto puede aumentar su impacto. También debe decirse que Cataluña tiene un inconveniente: mientras que Gales o Es-cocia tienen montañas que acaban con plataformas donde se pueden instalar molinos sin que se vean demasiado, en Cataluña las montañas acaban en pico, por lo que el impacto visual de una instala-ción es necesariamente mayor. En cualquier caso, la cuestión del modelo es mucho más amplia. De-beríamos preguntarnos no sólo cómo producimos y distribuimos energía, sino cuánta queremos. Si continuamos gastando mucha energía, tendremos que construir grandes concentraciones de molinos en zonas de más viento. En realidad, la eficiencia y el ahorro deben ir por delante de todo. Si no lo hacemos así, nos veremos obligados a instalar más infraestructuras en lugares donde no nos gustaría hacerlo. La pregunta es si queremos esto o si pre-ferimos consumir menos.

MC: Así, ¿el problema de fondo es el de siempre, el consumo desproporcionado de energía?

JN: Estoy completamente de acuerdo en que con-sumir menos es una prioridad. Tendremos que hacerlo en cualquier caso, también en el de las energías convencionales. A raíz de la gran nevada de este año, la gente ha empezado a abrir los ojos en este sentido. Hay quien se ha encontrado ence-rrado en casa en una situación de total impotencia: sin luz, pero también sin calefacción y sin poder cocinar, ya que en muchos casos los fogones tam-bién dependen de la electricidad. He escuchado interesantes reflexiones de personas mayores o de mediana edad que recordaban que antes, en la zona de Girona, también había cortes de luz, pero que nunca se habían sentido tan impotentes y des-validos como ahora. Es muy fácil de entender: los hogares combinaban distintas fuentes energéticas (la leña para calentarse, la bombona de gas butano para cocinar, etc.). Si te quedabas sin luz por fuer-tes vientos o por una nevada, había incomodidades, efectivamente, pero la vida seguía y en ningún caso te sentías huérfano, desvalido, casi a la intemperie. He disfrutado mucho estos días escuchando en el café o en la tienda estas reflexiones y, sobre todo, la que solía venir al final de la conversación: «No puede ser que si nos quitan la luz nos quedemos tan colgados». Y lo cito literalmente. Lo que me interesaba de estas conversaciones de calle era de-tectar que la gente no quiere depender más de una única fuente energética, ni de una única compañía, lo que me hace ser optimista, en el sentido de que una propuesta de consumo energético diversifica-do y, en la medida de lo posible, procedente de energías renovables producidas in situ, sería ahora muy bien recibida. ¡Aprovechémoslo! Este es el au-téntico debate.

QC: En realidad, el problema no es que se ven-da energía a una eléctrica, sino cómo vende. Es-tar desconectados de la red tampoco es un buen modelo. Cada vivienda debería tener baterías, y esto sería muy caro. El problema es que ahora sólo se puede vender a la red o comprar de la red; si aceptas conectarte a ella, la normativa no permi-te utilizar la energía de las placas directamente en casa, sin pasar por la red. Por el contrario, en Suiza puedes derivar la energía de las placas hacia casa. No tendrás suficiente potencia para cocinar, pero sí para la bomba de la calefacción y del sistema de agua caliente solar.

MC: ¿Cuáles son los pasos prácticos para lograr instalaciones renovables sin impacto en el paisaje?

QC: El formato de la instalación es una consecuen-cia del modelo energético. El primer ingrediente de este modelo debería ser la participación local. En segundo lugar, las dependencias y los servicios públicos deberían ser pioneros en integrar estas energías. A partir de estas experiencias podrían surgir las normas prácticas en las que todos se pondrían de acuerdo.

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JN: La participación es esencial. Desde el Obser-vatorio del Paisaje hemos redactado un catálogo de los paisajes de Cataluña, inspirado en la filosofía que emana del Convenio Europeo del Paisaje, que tiene en cuenta la percepción social del paisaje. En colaboración con las universidades catalanas, he-mos identificado 135 paisajes. En cada uno de ellos, hemos iniciado un proceso de participación pública que ha concluido en la definición, consensuada, de lo que llamamos «objetivos de calidad paisajística», que vienen a ser el punto de encuentro entre los expertos, la sociedad civil y la Administración. He aquí una metodología ensayada por primera vez en Cataluña y en el Estado, de la que estamos espe-cialmente contentos. Pues bien, muchos de estos «objetivos de calidad paisajística» tienen que ver con cómo deben integrarse los parques eólicos y fotovoltaicos en el paisaje a partir de criterios tan sencillos como evitar instalaciones en grandes cuencas visuales, en zonas panorámicas, frente a hitos simbólicos y relevantes; o tener en cuenta las simetrías, los horizontes... Son criterios que deben aplicarse en cada lugar de forma particular y dife-renciada, ya que Cataluña tiene una fisonomía geo-gráfica y una diversidad paisajística muy variadas. Pero esto se puede hacer, con relativa facilidad. He-mos definido estos objetivos para la inmensa ma-yoría de estos 135 paisajes y pronto los habremos definido para toda Cataluña, y los hemos publicado en la web; nadie –y menos la Administración– pue-de alegar a partir de ahora desconocimiento o falta de información en relación con el paisaje.

MC: Parece ser que la Administración no está dis-puesta a escuchar el territorio...

JN: En estos temas es necesario un gran consenso, un gran pacto. Pero a veces la Administración no está por el pacto. Pondré un ejemplo: acaba de aparecer el mapa eólico de Cataluña, y L’Alt Em-pordà, obviamente, es una de las zonas con más potencial. Esta zona tiene muchos conflictos terri-toriales, de sobra conocidos. Y, además, su paisaje, espléndido, es especialmente delicado, frágil. Es, por lo tanto, una zona sensible. Pues bien, el Con-sejo Comarcal de L’Alt Empordà, en una iniciativa que lo honra, ha admitido que L’Empordà, donde hace mucho viento, debe contribuir a la cuota de producción energética eólica del conjunto de Cata-luña, y se ha avanzado con una propuesta concreta de distribución de aerogeneradores por el territo-rio. Una propuesta, además, consensuada con los alcaldes y con distintas plataformas en defensa del territorio, y validada por una consultoría técnica. Una propuesta, dicho sea de paso, con mucho sen-tido común: situar los aerogeneradores en la grie-ta, en la herida longitudinal que ya tiene abierto el territorio, es decir, el gran corredor de infraestruc-turas por donde pasa la carretera nacional II, la au-topista AP-7, el AVE y, en un futuro no demasiado lejano, la MAT. ¿Alguien me puede explicar por qué las autoridades ignoran esta propuesta y, en cam-bio, sacan a la luz un mapa eólico donde prevén instalar los futuros parques eólicos en espacios de excepcional interés natural, ecológico y paisajístico? Esta es la liga de los despropósitos.

QC : A menudo, la Administración es el problema más que la solución. O bien por intereses creados, o bien para que no le compliquen la vida, continúa haciendo las cosas como siempre se han hecho. Por el contrario, deberían plantearse multitud de procesos y propuestas. Sería necesario plantear a cada comarca: «¿De dónde queréis que venga vuestra energía? ¿Queréis asumir cierto porcentaje de autoproducción?». Debería identificarse de qué forma se puede autoabastecer cada comarca: los lugares donde hace viento, sol o donde hay agua. Debería plantearse al territorio estos problemas y que decida la solución que más le gusta. Pero la situación actual, con tantos desequilibrios entre producción y consumo entre comarcas, no se pue-de aguantar.

MC: Hemos hablado del público y de la Adminis-tración. ¿Cuál es la situación del tercer actor, las empresas?

QC: Las empresas que trabajan bien se podrían integrar perfectamente en estos procesos. Por el contrario, ha habido muchos proyectos planteados por empresas que no se han tirado adelante. El problema son las empresas que quieren hacer las cosas de la forma más sencilla y barata posible, y que tienen el poder de pedir a la Administración una normativa de manga ancha en este sentido. Pero este modelo tiene los días contados.

JN: Efectivamente, es mucho más barato un par-que eólico en una zona donde no vive nadie, o poca gente, que en zonas donde el precio del suelo es más caro. Pero se supone que, en una economía de libre mercado, la Administración, si ha de ser-vir para alguna cosa, ha de ser, precisamente, para compensar y controlar los desequilibrios inheren-tes al sistema capitalista. Hablemos claro: si hace el mismo viento, un aerogenerador produce la misma energía en un polígono industrial que en un área rural, pero los costes en un lugar son más altos que en el otro. Sin embargo, yo defiendo, como he po-dido observar en la ciudad sueca de Malmö, que polígonos industriales y comerciales desastrados y con un valor estético e identitario nulo ganen inte-rés con uno o varios aerogeneradores de potencia media. En este caso, tenemos un doble beneficio: la producción eléctrica in situ y la valorización –en términos estéticos e identitarios– de un polígono industrial inicialmente sin ningún tipo de interés. La diferencia en el precio del suelo antes aludida quedaría aquí compensada con creces. Por cierto, no olvidemos que, en Cataluña, el minifundismo en relación con los polígonos industriales clama al cielo y es uno de los desastres urbanísticos más notorios de estos últimos treinta años. ¿Por qué no aprovechamos los centenares de polígonos indus-triales medio vacíos y desolados que se extienden por Cataluña para situar en ellos aerogeneradores (si hace viento) y placas solares?

QC: También hay otros espacios interesantes. Par-ticipé en un estudio europeo sobre el potencial solar de las azoteas domésticas y me quedé sor-prendido de cuánta energía se podría generar así.

Una comunidad de propietarios que comprase una instalación de este tipo tendría todos los gastos de comunidad pagados por la energía producida. Por otra parte, las energías renovables pueden ser una gran oportunidad en el entorno rural. El mundo del campesinado está desapareciendo lentamente. ¿Por qué no complementar los ingresos con una instalación de energías renovables? Debería lle-varse a cabo un plan de promoción y facilitación desde la Administración para promover soluciones de este tipo.

JN: En cualquier caso, debe distinguirse entre es-tas instalaciones complementarias y los grandes proyectos industriales que ocupan decenas de hectáreas. No niego –y me parece bien– que las pequeñas instalaciones puedan actuar como com-plemento a las bajas rentas agrarias, pero os po-dría poner más de un caso del lamentable efecto perverso que han tenido estos macroproyectos en determinadas zonas de Cataluña: el abandono de-finitivo de la explotación agraria, que malvivía pero que todavía era factible, y que no ha podido aguan-tar la tentación de abandonar del todo el cultivo de la tierra a cambio de alquilarla para determinados proyectos de las mal llamadas «huertas solares». He aquí un efecto perverso, inducido por una ins-talación de energía renovable. Además, en oca-siones, estas grandes instalaciones han dejado de funcionar una vez cobradas las correspondientes primas, obviamente. ¡Cuidado con la especulación en este sector! En definitiva, sí a un complemento a las rentas agrarias, no a su sustitución total y al abandono de la actividad agraria.

MC: Parece ser que llevar a cabo una instalación tiene implicaciones más allá de la cuestión ener-gética...

JN: Efectivamente, decidir qué hacemos con el se-cano en nuestro territorio es un tema transversal, como tantos otros. Un problema importante en Cataluña ha sido, y sigue siendo, la falta de políti-cas auténticamente transversales. Y, de hecho, la temática que hoy nos has planteado es, en esen-cia, una temática que sólo se puede afrontar des-de políticas transversales. En Francia se aplican en muchos ámbitos, empezando por el que aquí nos ha reunido. No entiendo por qué esto se consigue en un territorio tan grande como Francia y no en Cataluña, con sólo 32.000 km2 por gestionar.

MC: En conclusión, ¿cuál es el cuello de botella que debe superarse para afrontar este problema?

JN: Nos falta cultura territorial, en el sentido más amplio: ambiental, paisajística y energética. El terri-torio no es una mercancía más; contiene valores culturales, sociales, simbólicos, identitarios y ecoló-gicos muy diferentes a los de una mercancía cual-quiera. Todos estos valores son compatibles con las nuevas fuentes e infraestructuras energéticas, si las cosas se hacen bien, con cuidado, sensibilidad y sentido común. En los últimos años hemos avanza-do mucho, pero todavía queda mucho trabajo por hacer. Continúo pensando que cuarenta años de

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CSuperar el modelo energético especulativo para conciliar paisaje y energías renovables Joan Nogué y Quim Corominas

dictadura siguen pesando y, si añadimos los últimos años en los que, como país, hemos vivido como nuevos ricos, entenderemos muchas cosas, muchas actitudes que creíamos superadas. No hemos inte-riorizado todavía una auténtica nueva cultura del territorio, con todo lo que esta expresión implica. Nosotros, desde la universidad y desde el Obser-vatorio del Paisaje de Cataluña, estamos haciendo lo que buenamente sabemos para contribuir a for-marla. Nos estamos dejando la piel.

QC: Hay muchos cuellos de botella: la excesiva dependencia de las empresas energéticas; la des-preocupación por la consolidación de empresas potentes locales; la falta de formación profesional; la energía renovable como diana preferida por los grupos territoriales; el uso oportunista de las aso-ciaciones territoriales para apoyar o criticar pro-yectos en función de intereses políticos o persona-les; la presencia de muchos factores que a menudo se mezclan de forma equivocada (medio ambiento, paisaje, energía, economía general, economía lo-cal, turismo, segunda residencia...); la falta de una correcta legislación... Me atrevo a expresar una exigencia: que se celebre un simposio en Cataluña para tratar todos estos temas en profundidad, sin esconder nada. Lo pueden promover universida-des o consejos asesores. Hay gente preparada para afrontar estos problemas.

T POLÍTICAS PÚBLICAS

Energías renovables y territorio

Agustí Maure MuñozDirector general de Energía y Minas

Frederic Ximeno Roca Director general de Políticas Ambientales y Sostenibilidad

Los responsables del Gobierno de las políticas ener-géticas y de sostenibilidad, respectivamente Agustí Maure y Frederic Ximeno, defienden los ejes de unas políticas públicas que combinen la preservación de la biodiversidad, el encaje de las diferentes sensibilida-des territoriales y el despliegue –tan necesario– de las energías renovables en Cataluña. Además de hacer un repaso de la legislación actual, apuestan por un nuevo modelo energético que disminuya la dependen-cia de los combustibles fósiles, que esté mejor distri-buido y que respete el valor del paisaje.

La implantación de las energías renovables es un proceso complejo en el que convergen, como es lógico, aspectos tecnológicos, económicos, am-bientales y sociales. Ciertamente, todos son fun-damentales y difícilmente separables. Sin embargo, centrándonos en una de las caras del poliedro que aborda este número de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, y a pesar del riesgo de ser excesivamente reduccionistas, consideramos que se puede afirmar que para cualquier solución a la ecuación «energías renovables y territorio» deben considerarse tres premisas:

1. El desarrollo de las energías renovables –junto con la eficiencia energética y la contención del consumo– es imprescindible, dado que debe-mos reducir la dependencia de los combustibles fósiles para afrontar el cambio climático, por seguridad de suministro y por competitividad. El paquete energía-clima, una opción unilateral de la Unión Europea (20 % de reducción de consumo, 20 % de generación de energía final a partir de fuentes renovables y 20-30 % de re-ducción de gases de efecto invernadero en el año 2020), y la lucha contra el cambio climático a escala mundial (85 % de reducción de emi-siones en el 2050, en los países desarrollados) son nuestro marco de referencia. También nos obliga a ello el alto riesgo –como mínimo, desde el punto de vista del precio– de la dependencia del petróleo (48 % de la demanda de energía primaria en Cataluña en el 2007 y del 80 % en España).

2. Las energías renovables tienen una naturaleza distribuida. El viento, la insolación y la biomasa son recursos que deben aprovecharse princi-palmente in situ. Esto comporta un cambio sus-tancial en el modelo de producción energética y requiere abandonar la idea de la «especiali-zación» territorial –deseada o forzada– para la producción energética. También debe asumirse que, de momento, tienen una altísima relación

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POLÍTICAS PÚBLICAS

producción/superficie, a diferencia de las cen-trales nucleares o térmicas de carbón y gas.

3. El objetivo de conservación de la biodiversidad y el paisaje es fundamental para la calidad de vida en Cataluña –la estrategia europea y la estrategia mundial son nuestro marco de refe-rencia– y es un objetivo en pie de igualdad con la necesidad de desarrollar las energías renova-bles.

Cuando se trata de encontrar una solución a di-cha ecuación sin tener en cuenta alguna de estas tres premisas, el encaje no es posible y la gestión es imposible. Por el contrario, es del todo factible encontrar soluciones si se tienen en cuenta estas premisas.

En los años noventa, el inicio de la implantación de las energías renovables en Cataluña, muy espe-cialmente la eólica, descuidó la segunda premisa, la tercera y unas cuantas más. En otros lugares, como Navarra, se llevaban a cabo estudios sobre el re-curso eólico, se fijaban los lugares más adecuados con consideraciones ambientales, se aseguraba la evacuación de la energía producida, se fijaban objetivos razonables de desarrollo, se creaban las estructuras técnico-administrativas y se desarro-llaban los modelos empresariales más adecuados para la época.

Por el contrario, en Cataluña, nos limitábamos a registrar todas las propuestas que llegaban a la Administración, con muy poca consideración am-biental o territorial, y ni siquiera se tenía en cuenta la disponibilidad de evacuación eléctrica. Este ini-cio, desde nuestra perspectiva, ha lastrado el desa-rrollo eólico hasta la actualidad.

En el año 2002, el decreto que fija el mapa eólico da un primer paso para tener en cuenta la segunda y la tercera premisa: aunque pueda existir una dis-cusión sobre el alcance, no se discute el hecho de que hay lugares que, aunque dispongan del recur-so, son vitales para la conservación de la biodiversi-dad y, por lo tanto, son incompatibles. Sin embargo, todavía nos quedamos a medias.

Creemos firmemente que una primera solución a la integración ambiental y territorial de las energías renovables ha sido el Decreto 147/2009, de 22 de septiembre. Hemos sido capaces de localizar siete áreas en Cataluña que, además de la disponibilidad de evacuación, una premisa que, de tan evidente que es, ni la hemos mencionado, pero que no se ha resuelto hasta el establecimiento del convenio firmado con el operador del sistema eléctrico (Red Eléctrica de España), responden a consideraciones ambientales (afectan al 0,66 % de todas las áreas de campeo del águila perdicera, por ejemplo), así como a criterios territoriales y paisajísticos. Ahora sí, podemos instalar, considerando las tres premi-sas, cerca de 800 MW eólicos distribuidos por la geografía catalana –con recurso eólico, por su-puesto–. También hemos encontrado un procedi-miento que permite una competencia transparente

entre los promotores, con un concurso público y una ventanilla única. Es una primera demostración fehaciente de que la conservación de la biodiversi-dad, el encaje territorial y el despliegue de las ener-gías renovables es posible, además de deseable. El decreto también regula los miniparques eólicos (de cinco o menos molinos, o 10 MW de potencia máxima instalada), un formato mucho más adecua-do para la geografía catalana y que ofrece muchas opciones para compatibilizar la producción energé-tica y la conservación, y, a la vez, muy adecuado a la lógica distribuida. Asimismo, establece la ordena-ción de la instalación de energía fotovoltaica sobre el terreno, de la que hemos sido capaces de instalar 175 MW, siempre fuera de los espacios protegidos.

Sin embargo, debe atenderse a la primera premisa –la necesidad de desarrollar las energías renova-bles intensamente–. Por este motivo, el trabajo no se ha resuelto, ni mucho menos. Los 3.500 MW eólicos y el objetivo global de lograr un 10 % de la energía de fuentes renovables en el 2015, tal y como establece el Plan de la Energía, son objetivos intermedios correctos, pero debemos continuar avanzando. ¿Cómo podemos hacerlo, si debemos continuar teniendo en cuenta las tres premisas? Desde nuestra perspectiva, mediante cuatro líneas: la producción en las zonas construidas; la energía eólica marina; la producción de energía eléctrica y, sobre todo, térmica a partir de biomasa, y, final-mente, de forma global, gestionando activamente la biodiversidad con mucha más energía y eficacia.

Debemos, por lo tanto, y en primer lugar, reutilizar nuestros espacios construidos. Los edificios de Ca-taluña deben generar más energía de la que consu-men. Los que disponen de energía solar térmica ya la ahorran, a raíz de la Ordenanza solar térmica de Barcelona, el Decreto de ecoeficiencia y, finalmen-te, mediante la integración en el Código Técnico de la Edificación. Sin embargo, tenemos mucho por rehabilitar y debemos desarrollar la generación fo-tovoltaica, la microeólica y el consumo de biomasa para la calefacción. Es posible; tenemos ejemplos de éxito. Las condiciones técnicas, económicas y administrativas serán fundamentales para avanzar en este camino. Sin embargo, también lo será el convencimiento de que debemos cambiar nuestra forma de producir energía, y de rehabilitar y cons-truir edificios y naves industriales.

El segundo camino imprescindible para avanzar será la exploración de la implantación de la ener-gía eólica en el mar. El mapa de viento elaborado por el Instituto Catalán de Energía (ICAEN) es muy ilustrativo: el recurso lo tenemos, sobre todo, en el mar. El proyecto de investigación que el Instituto de Investigación en Energía de Cataluña (IREC) está impulsando en relación con la energía eólica marina es fundamental. La estrechez de la plataforma mari-na de las costas catalanas, sumada a la necesidad de preservar el litoral, nos lleva a la energía eólica mar adentro. Por lo tanto, nos incorporamos a la segun-da generación –puesto que ahora están avanzando los molinos fijados al fondo y nosotros deberemos verlos flotar–, por lo que debemos ser pioneros,

promover la investigación y la innovación en este campo, y analizar rendimientos e impactos.

El tercer camino, de hecho, es un camino que ya deberíamos haber transitado y no lo hemos logrado todavía. Se trata del aprovechamiento energético de la biomasa. La gestión sostenible de los bosques –una vez más no debemos olvidar las tres premisas en el diseño de la implantación del aprovechamien-to– es un reto y una gran oportunidad para un país forestal como el nuestro.

Por último, nos queda mucho trabajo por hacer en un cuarto camino: la gestión activa de la biodiver-sidad. Para llevarlo a cabo es necesario, por una parte, incrementar los presupuestos públicos y un cambio sustancial de una determinada visión de la conservación. Por la otra, es necesaria una impli-cación franca e intensa del sector de las energías renovables. Se necesita tecnología y debe actuarse para mejorar una convivencia que, no nos duele decirlo, en ocasiones es tensa aunque el trabajo se haya llevado a cabo correctamente –si la ubicación no ha considerado aspectos ambientales y no in-corpora elementos de integración en el entorno, entonces no es que la relación sea tensa, es que no se han hecho bien las cosas–. La tensión será permanente por un hecho ineludible: mientras que las instalaciones energéticas son fijas –aunque las de las energías renovables son, con diferencia, las menos permanentes de todos los centros produc-tores de energía–, la biodiversidad es, en esencia, dinámica. Por lo tanto, deberá mantenerse una atención permanente para asegurar la tercera de las premisas, así como para encajar el nuevo mode-lo energético distribuido en un territorio sensible y de alta calidad.

El cambio que implica el tránsito hacia una nueva producción energética a partir de fuentes renova-bles es muy radical. Lo es por su carácter distribui-do. Lo es porque aprovecha fuentes primarias de libre e inmediata disposición. Lo es porque la gene-ración no es estable en el tiempo. Lo es porque re-ducimos una dependencia y tenemos la opción de no caer en otra. Lo es porque las energías renova-bles son uno de los instrumentos hacia un modelo de desarrollo que es necesario diseñar con nuevos instrumentos. Lo es porque introducimos nuevos artefactos, «objetos hechos con arte», en el terri-torio. No podemos dejar pasar la oportunidad de situarnos a la vanguardia de la transición hacia este modelo y debemos aprender a gestionarlo eficaz-mente. Creemos que es posible, pero no sencillo; por lo tanto, debemos continuar trabajando con sensatez.

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