tesis los titulares de la locura

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UNIVERSIDAD DE VALENCIA DEPARTAMENTO DE PSICOLOGA SOCIAL LOS TITULARES DE LA LOCURA: ANLISIS DIFERENCIAL DE LA PRENSA ESCRITA SOBRE LA REPRESENTACIN SOCIAL DE LA ENFERMEDAD MENTAL Tesis Doctoral Presentada : Francisco Jos Mestre Lujn Dirigida: Dr. Jos Ramn Bueno Abad C.E.U Psicologa Social Facultad de Ciencias Sociales Valencia, Enero de 2002

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Page 1: Tesis Los Titulares de La Locura

UNIVERSIDAD DE VALENCIA

DEPARTAMENTO DE PSICOLOG�A SOCIAL

LOS TITULARES DE LA LOCURA:AN�LISIS DIFERENCIAL DE LA PRENSA ESCRITA SOBRE LA REPRESENTACI�N SOCIAL DE

LA ENFERMEDAD MENTAL

Tesis Doctoral

Presentada : Francisco Jos� Mestre Luj�n

Dirigida: Dr. Jos� Ram�n Bueno AbadC.E.U Psicolog�a SocialFacultad de Ciencias Sociales

Valencia, Enero de 2002

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M�DICO.- No es tan grave su dolencia, se�or, como la

agitaci�n que sufre por incesantes visiones que la

impiden reposar.

MACBETH.- � C�rala �.. �No puedes calmar su esp�ritu

enfermo, arrancar de su memoria sus arraigados

pesares, borrar las angustias grabadas en el cerebro, y

con un dulce ant�doto olvidador arrojar de su seno

oprimido las peligrosas materias que pesan sobre su

coraz�n?

M�DICO.- En tales casos, el paciente debe ser su

mismo m�dico.

Macbeth, Acto V, Escena III.

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AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer la entrega y colaboraci�n siempre desinteresada de aquellas personas que han posibilitado la existencia de este trabajo de investigaci�n.A Amparo Yaosca Madrigal que me transmiti� sus experiencias en este campo de la disciplina y a M� Luz Bugallo que me aconsejo en los aspectos hist�ricos de esta Tesis. A Jos� Manuel Tom�s, profesor de la Facultad de Psicolog�a de Valencia, que han supervisado los aspectos estad�sticos de esta Tesis; tambi�n a los estudiantes de Trabajo Social por su implicaci�n desde el principio en este Proyecto.

Especialmente deseo expresar mi gratitud a las Asociaciones de Familiares de Enfermos Mentales de Sagunto (ADIEMSA) y (AFEM) de Valencia, que me permitieron enriquecer mi experiencia profesional y conocimientos anteriores con el contacto directo de sus problemas.

A todas las personas con enfermedad mental que he conocido y de las cuales siempre he aprendido algo nuevo; a los usuarios y usuarias del Centro de Rehabilitaci�n e Integraci�n Social de AFEM que he tenido el privilegio de dirigir.

A mi hermano Javier que padece esquizofrenia desde 1993 y que me ha ense�ado que el efecto esencial de la misma no es la agresi�n sino el miedo.

Y sobre todo a Jos� Ram�n Bueno Abad director de esta Tesis, con el que comparto tantas esperanzas e inquietudes y que con persistencia y optimismo, me ha apoyado y orientado en todo, transformando una percepci�n intuitiva inicial en conocimiento.

En Valencia, Enero de 2002

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�NDICE____________________________________________________________________ P�g.FUNDAMENTACI�N TE�RICA

CAP�TULO PRIMERO: La enfermedad mental como fen�meno social 1.1 Introducci�n 11.2 Pobres, insensatos, locos y enfermos 31.3 La demograf�a de los trastornos mentales 61.4 Variables psicosociales en salud mental 10

1.4.1 Variables Psicosociales en la Etiolog�a, Vulnerabilidad, Cronicidad y Gravedad de los trastornos mentales 14

1.5 El Modelo de Intervenci�n Comunitaria 211.6 La Rehabilitaci�n Psicosocial 241.7 Los contenidos de la Rehabilitaci�n Psicosocial 26

1.7.1 La rehabilitaci�n cognitiva 271.7.2 La psicoeducaci�n familiar 301.7.3 El nivel macrosocial de la intervenci�n comunitaria 311.7.4 Los sucesos vitales estresantes 33

CAP�TULO SEGUNDO: El marco te�rico de las Representaciones Sociales

2.1 Cultura y Representaciones Sociales 38

2.2 Antecedentes te�ricos de las Representaciones Sociales 42

2.3 Concepto de Representaciones Sociales 45

2.4 Cr�ticas a la teor�a de las Representaciones Sociales 51

2.5 Contenido de las Representaciones Sociales 58

2.5.1 Funciones de las Representaciones Sociales.“Lo bueno para pensar”. 62

2.6 Las Representaciones Sociales de la Enfermedad Mental 63

2.6.1 Ciencia y Representaciones Sociales de la Enfermedad Mental 69

2.6.2 Modelos cient�ficos y conductas de enfermedad 73

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CAP�TULO TERCERO: Medios de Comunicaci�n e Influencia Social

3.1 La Era Informacional 80

3.2 Los efectos de los Media sobre la Poblaci�n.Los efectos de la Poblaci�n sobre los Media 82

3.3 La construcci�n social de la realidad 87

3.4 Televisi�n, Prensa y Representaciones Sociales 92

3.4.1 Procesos de Comunicaci�n, Representaciones Sociales e Investigaci�n Social 99

PROCESO DE INVESTIGACI�N

CAP�TULO CUARTO: Planteamiento de la investigaci�n

4.1 Introducci�n 1074.2 Objetivos de la Investigaci�n 1094.3 Hip�tesis de la Investigaci�n 1104.4 Metodolog�a y Proceso de Investigaci�n 111

4.4.1 Justificaci�n metodol�gica 1114.4.2 An�lisis cuantitativo vs. cualitativo 113

4.5 Dise�o de la Investigaci�n 1154.6 Caracter�sticas de la muestra, del an�lisis y de la recogida de

Informaci�n 1174.7 Aspectos metodol�gicos del acercamiento cuantitativo 1204.8 Aspectos metodol�gicos del acercamiento cualitativo 121

CAP�TULO QUINTO: An�lisis cuantitativo de la informaci�n

5.1 Introducci�n al an�lisis cuantitativo 1245.2 An�lisis descriptivo de las variables de Ubicaci�n en el total

de la muestra 1245.2.1 La distribuci�n de las noticias 1245.2.2 El a�o de aparici�n de las noticias 1255.2.3 Los meses con mayor presencia de la EM 126

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5.2.4 La secci�n period�stica 1265.2.5 La ubicaci�n de las noticias 126

5.3 An�lisis descriptivo de las variables de Contenido en el total de la muestra 130

5.3.1 Representaci�n de las enfermedades mentales 1305.3.1.1 Identidad o nombre del trastorno 130

5.3.1.1.1 Los temas prevalentes de las noticias. De la crisis psic�ticaa la exclusi�n 130

5.3.1.1.2 Tipo de enfermedad mental 1325.3.1.1.3 Objetivaci�n de la enfermedad mental 1335.3.1.1.4 Distintividad de la enfermedad mental 134

5.3.1.2 Raz�n u origen de la dolencia 1355.3.1.2.1 Etiolog�a 135

5.3.1.3 Consecuencias de la enfermedad 1365.3.1.3.1 Consecuencias Sociales 1365.3.1.3.2 Consecuencias Legales 136

5.3.1.4 Expectativas sobre curso y duraci�n 1375.3.1.4.1 Duraci�n 1375.3.1.4.2 Terapia 1385.3.1.4.3 Diagn�stico 139

5.3.1.5 Curaci�n 1395.3.2 Representaci�n del enfermo mental 140

5.3.2.1 Rol asociado al enfermo mental 1405.3.2.2 Contacto social 1425.3.2.3 Sexo 1435.3.2.4 Edad 1435.3.2.5 Residencia 1435.3.2.6 Numero de hijos 1445.3.2.7 Situaci�n familiar 1445.3.2.8 Autonom�a 145

5.3.3 Representaci�n de las Instituciones implicadas 1465.3.3.1 Familia 1465.3.3.2 Instituciones 147

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5.3.3.3 Asociaciones 1495.3.3.4 Profesionales 1515.3.3.5 Contexto social 151

5.3.4 Los Titulares de la locura 1555.3.4.1 Las enfermedades mentales 1555.3.4.2 La etiqueta de las EM 1565.3.4.3 La enfermedad mental como modelo cient�fico 1595.3.4.4 La enfermedad mental. Salud/Enfermedad 160

5.4 Caracter�sticas sobresalientes de las variables de contenido 1615.4.1 Im�genes de las enfermedades mentales 1615.4.2 Im�genes del enfermo mental 1625.4.3 Im�genes de las Instituciones implicadas 163

5.5 An�lisis Diferencial 1655.5.1 Variables de Ubicaci�n 1655.5.2 Titulares y Lids 1675.5.3 Secciones period�sticas 1685.5.4 Variables de contenido con diferencias significativas 1695.5.5 Identidad de las enfermedades mentales 170

5.5.5.1 Identidad o nombre del trastorno 1705.5.5.2 Raz�n u origen de la dolencia 1795.5.5.3 Consecuencias de la enfermedad 1805.5.5.4 Expectativas sobre curso y duraci�n 183

5.5.6 Im�genes del enfermo mental 1855.5.7 Contexto social de las EM 1895.5.8 Identidades de las Instituciones implicadas 196

5.5.8.1 Familia 1965.5.8.2 Profesionales 197

5.6 Caracter�sticas de la muestra e informaci�n diferencial 2035.7 Perfil espec�fico de los peri�dicos analizados 2085.8 Diferenciaci�n e ideolog�a en la prensa analizada 213

5.8.1 Variable Salud / Enfermedad 2155.8.2 Las Secciones period�sticas 2155.8.3 Los Temas 215

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5.8.4 El Hecho causal de las noticias 2165.8.5 Tipo de enfermedad mental 2165.8.6 Distintividad de los trastornos mentales 2175.8.7 Objetivaci�n de la enfermedad mental 2175.8.8 Terapia descrita 2185.8.9 Pron�stico 2195.8.10 Consecuencias sociales 2215.8.11 Situaci�n descrita 2225.8.12 Rol asociado al enfermo mental 2235.8.13 Contacto social 2245.8.14 Residencia 2245.8.15 Circunstancias asociadas 2255.8.16 Antecedentes situacionales 2255.8.17 Noticias Institucionales 2265.8.18 Recursos solicitados por las Asociaciones 2275.8.19 Profesionales 227 5.8.20 Campo Profesional 2285.8.21 Variables de ubicaci�n e ideolog�a 228

5.9 El an�lisis cuantitativo y la estructura de la Representaci�n 230

CAP�TULO SEXTO: An�lisis cualitativo de la informaci�n

6.1 Descripci�n de las categor�as criterio orientativas del an�lisiscualitativo 241

6.1.1 El Modelo Biom�dico 2416.1.2 El Modelo de Intervenci�n Comunitaria 2456.1.3 l Modelo de Agresi�n-Legal 247

6.2 Las noticias y sus contenidos 2496.2.1 Identidad, Origen y Terapia de las enfermedades mentales 249

6.2.1.1 El internamiento Psiqui�trico 2496.2.1.2 B�tera, Forever 2546.2.1.3 La tipolog�a de los trastornos mentales 2596.2.1.4 La Gen�tica de la enfermedad mental 274

Page 12: Tesis Los Titulares de La Locura

6.2.1.5 La farmacolog�a de las enfermedades mentales 281 6.2.2 La agresi�n en los trastornos mentales 288

6.2.3 El rol de los enfermos mentales 303 .. . 6.2.3.1 Rol y valoraciones sociales 311

6.2.4 Contexto social de las enfermedades mentales 2946.2.5 Familia, Instituciones, Asociaciones, Profesionales y EM 305

6.3 Conclusiones. Los sue�os de la raz�n 328

CAP�TULO S�PTIMO: Discusi�n y an�lisis de futuro

7.1 La iconolog�a social 3557.2 El m�todo. Brujas e Inquisidores 356 7.3 Discusi�n de las hip�tesis de partida 360

7.3.1 La Reforma Psiqui�trica 3607.3.2 El n�cleo estructurante de la Representaci�n Social. La agresi�n 361 7.3.3 La presencia del modelo Biom�dico 3627.3.4 La presencia del modelo de Intervenci�n Comunitaria 3637.3.5 La din�mica de la Representaci�n Social 3657.3.6 Estructura y contenido del mensaje 3667.3.7 Nuevas necesidades, nuevos grupos sociales 3697.3.8 Las caracter�sticas de la prensa y el contenido del mensaje 369

7.4 La conducta y las Representaciones Sociales 3707.5 Imago Praexentis 375

REFERENCIAS BIBLIOGR�FICAS 377

ANEXO 395-FICHA DE RECOGIDA DE INFORMACI�N -CATMEPES. (Cuestionario)

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�NDICE DE FIGURAS, GR�FICOS, TABLAS E IM�GENES

Figuras

1. Funcionamiento cognitivo en esquizofrenia 28 2. Procesamiento de la informaci�n y sintomatolog�a 293. Esquema figurativo de la enfermedad mental 684. Modelo Integral Comunicaci�n-RRSS 1035. Modelo de Influencia Medios-RRSS 105 7. Problem�tica de la enfermedad mental y su reflejo tem�tico

en prensa 137 8. Variable salud/ enfermedad 2149. Posicionamiento ideol�gico y secciones 21510. Posicionamiento ideol�gico y temas 21511. Ideolog�a y hecho causal 21612. Ideolog�a y tipo de enfermedad 21613. Distintividad y �mbito de la tirada 21714. Objetivaci�n e Ideolog�a 21715. Terapia descrita 21816. Pron�stico e ideolog�a 219 17. Consecuencias sociales 221 18. Situaci�n descrita 22219. Rol asociado 22320. Contacto social 224 21. Residencia 22422. Circunstancias asociadas 22523. Antecedentes situacionales 22624. Noticias institucionales 22625. Recursos solicitados por las Asociaciones 22726. Profesionales 22727. Campo profesional 22828. Modelo Biom�dico 231

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29. Modelo de Intervenci�n Comunitaria 231 30. Modelo Agresi�n-Legal 232 31. Proceso de objetivaci�n en enfermedad mental 236 32. Anclaje en enfermedad mental 237 33. El m�todo social iconol�gico 36034. Agresi�n y Prensa 36235. El modelo Biom�dico en la prensa 363 36. El modelo de Intervenci�n social en prensa 36437. Representaciones sociales, conducta y sintomatolog�a en EM 374

Gr�ficos

1. Curso de la esquizofrenia 19 2. Tiradas nacionales y auton�micas y nacionales en las noticias

con presencia de la EM 125 3. A�o de aparici�n de las noticias 125 4. Extensi�n en l�neas de los art�culos 127 5. Extensi�n en columnas de los art�culos 1276. Ubicaci�n en la p�gina par/impar de los peri�dicos 1287. Ubicaci�n en p�ginas de los art�culos 1288. Ubicaci�n en la p�gina par/impar del soporte gr�fico 1289. Extensi�n en columnas del soporte gr�fico 12910. Extensi�n en l�neas del soporte gr�fico 12911. Ubicaci�n del gr�fico en la p�gina period�stica 12912. Los Temas 13113. Nombre de las EM para la variable, tipo de EM 13314. Distintividad y modelos cient�ficos 134 15. Etiolog�a de las enfermedades mentales 13516. Rol del enfermo mental 14017. Contacto social 14218. Sexo 14319. Edad 14320. Residencia 143

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21. Numero de hijos 14422. Situaci�n familiar 14423. Noticias institucionales 14924. Hecho causal de las noticias 15225. Situaci�n descrita 15326. Circunstancias asociadas a la enfermedad mental 153 27. Titulares y Lids en enfermedad mental 159 28. El modelo Biom�dico en titulares y Lids 16729. Secciones period�sticas 16830. Temas en enfermedad mental 17231. Tipos de enfermedad mental 17532. Objetivaci�n de las enfermedades mentales 17733. Distintividad de las enfermedades mentales 17834. Etiolog�a de las enfermedades mentales 17935. Consecuencias sociales de las enfermedades mentales 18136. Consecuencias legales de las enfermedades mentales 18237. Terapia de las enfermedades mentales 18438. M�todos terap�uticos en enfermedad mental 18439. Rol asociado al enfermo mental 18640. Contacto social 18741. Diferenciaci�n y contacto social 18842. Residencia 18843. Hecho causal 18944. Situaci�n descrita 19145. Circunstancias Asociadas 19346. Antecedentes de las noticias 19547. Reacci�n familiar 19748. Campo profesional 19849. Profesiones 20050. Sector Profesional 20251. Campo sem�ntico de la representaci�n social de las EM 232

Page 16: Tesis Los Titulares de La Locura

Tablas

1. Prevalencia de los trastornos mentales 7 2. Prevalencia de los TM por consumo de substancias 83. Clasificaci�n de la discapacidad OMS 84. Evoluci�n defectual en esquizofrenia 105. Terapia combinada en esquizofrenia 276. C.I y esquizofrenia 29 7. Emocionalidad expresada y esquizofrenia 318. Intervenci�n en el Medio Social y esquizofrenia 339. Esquizofrenia y neurol�pticos 3510. Coste de la rehabilitaci�n psicosocial 3611. Modelo factorial de las actitudes 4112. Objetivos generales de la investigaci�n 10913. Objetivos espec�ficos de la investigaci�n 11014. Frecuencias seg�n tirada y posicionamiento ideol�gico 124 15. Mes de aparici�n de las noticias 12616. Secciones period�sticas 12717. Caracter�sticas de ubicaci�n sobresalientes para el total

de la muestra 13018. Temas de las noticias 13119. El nombre de las enfermedades mentales 13220. Objetivaci�n de los trastornos mentales 13321. Distintividad de los Trastornos Mentales 13422. Etiolog�a de los trastornos mentales 13523. Consecuencias sociales de la EM 13624. Consecuencias legales de la EM 13725. Duraci�n de las EM 13726. Terapia de la EM 13827. Diagn�sticode la EM 13828. Curaci�n en EM 13929. Im�genes de las EM en el total de la muestra 13930. Situaci�n familiar del enfermo mental 144

Page 17: Tesis Los Titulares de La Locura

31. Antecedentes atribucionales de causaci�n 14532. Im�genes del enfermo mental en el total de la muestra 14633. EM y familia en el total de la muestra 14634. EM e Instituciones para el total de la muestra 14735. EM y Asociaciones para el total de la muestra 14936. EM y profesionales para el total de la muestra 151 37. Contexto social de las EM 15138. Factores diferenciales del contexto social de las EM 155 39. La categor�a salud en lids y titulares 16040. La categor�a enfermedad en lids y titulares 16041. Los Temas por peri�dicos 17142. Profesionales 20143. Perfil diferencial de Las Provincias 209 44. Perfil diferencial de El Levante 21045. Perfil diferencial de EL ABC 21146. Perfil diferencial de El Pa�s 21247. Perfil de la prensa conservadora 22948. Perfil de la prensa progresista 22949. Modelos en EM 230

IM�GENES

1. Las Provincias, 10 de diciembre de 1997 240 2. Pr�cticas terap�uticas en S�lpetri�re 2443. El Pa�s, 15 de junio de 1997 2504. Levante, 23 de junio de 1998 2525. Las Provincias, 20 de julio de 1997 2526. El Pa�s, 9 y 11 de febrero de 1997 2537. Levante, 30 de abril de 1997 2548. Levante, 8 de mayo de 1998 2559. El Pa�s, 3 de julio de 1998 25610. El Pa�s, 7 de julio de 1998 25611. ABC, 12 de enero de 1997 257

Page 18: Tesis Los Titulares de La Locura

12. Las Provincias, 18 de enero de 1997 26013. Las Provincias, 12 de diciembre de 1998 26314. Levante, 4 de enero de 1998 26815. El Pa�s, 29 de abril de 1997 26916. El Pa�s, 10 de febrero de 1997 27217. Levante, 12 de abril de 1998 27318. Las Provincias, 9 de mayo de 1998 27919. Levante, 3 de abril de 1997 28420. Las Provincias, 30 de noviembre de 1997 28821. Las Provincias, 25 de marzo de 1998 28922. Levante, 25 de septiembre de 1998 29023. Levante, 9 de julio de 1998 29124. Las Provincias, 5 de abril de 1998 29625. Las Provincias, 9 de junio de 1998 29826. Levante, 6 de mayo de 1998 30027. Levante, 15 de julio de 1997 30028. Levante, 21 de enero de 1998 30229. El Pa�s, 20 de julio de 1998 30330. Las Provincias, 2 de diciembre de 1997 30531. El Levante, 7 de junio de 1998 30632. Las Provincias, 17 de octubre de 1998 30833. El Pa�s, 24 de diciembre de 1997 30934. Las Provincias, 20 de febrero de 1997 31335. El Levante, 7 de abril de 1998 31336. Las Provincias, 21 de octubre de 1998 31637. Las Provincias, 20 de marzo de 1998 31738. Las Provincias, 1 de diciembre de 1997 32239. Las Provincias, 27 de agosto de 1998 32240. ABC, 9 de octubre de 1998 32341. Las Provincias, 30 de octubre de 1998 32942. El Levante, 6 de septiembre de 1998 33243. El Levante, 15 de abril de 1997 33244. El Levante, 15 de abril de 1997 333

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45. El Levante, 11 de abril de 1998 33446. El Levante, 2 de abril de 1998 33447. El Levante, 3 de diciembre de 1997 33648. Las Provincias, 6 de noviembre de 1997 33849. El Pa�s, 3 de octubre de 1998 34050. El Pa�s, 16 de agosto de 1998 34451. El Levante, 16 de abril de 1997 35052. El Levante, 26 de marzo de 1998 35153. El Pa�s, 12 de agosto de 1998 35254. El Levante, 30 de abril de 1998 35355. El Pa�s, 8 de noviembre de 1998 354

Page 20: Tesis Los Titulares de La Locura

Fco Jos� Mestre Luj�n. 1Los Titulares de la Locura

CAP�TULO PRIMERO:

La enfermedad mental como fen�meno social___________________________________________________________________________

1.1-Introducci�n

En 1994 John Nash era galardonado con el Premio N�bel de Econom�a. Este economista sobresaliente tiene algo en com�n con el ciudadano espa�ol de la localidad de Arganda, Cipriano Ruiz Loeches, que apareci� el s�bado 4 de Octubre de 1997 en las p�ginas de sucesos del ABC.

Cipriano Ruiz hab�a asesinado de una pu�alada a un hombre que intentaba defender a una mujer de su acoso. Anteriormente ya hab�a sido denunciado en m�s de 200 ocasiones.

En realidad, a Cipriano Ruiz y John Nash les une el hecho com�n de que son esquizofr�nicos de larga evoluci�n.

Ante la lectura de noticias tan dispares, quiz�s a�oramos el recurso a alg�n sistema de creencias o determinado constructo cient�fico que nos permita explicar la realidad polimorfa de la enfermedad mental.

Sin embargo, al igual que hasta mitad del siglo pasado la sociedad de masas percib�a su realidad social, fundamentalmente, a partir de las ideolog�as, en nuestro siglo son los grupos y sus representaciones sociales los que construyen y explican la realidad cotidiana de forma compleja y en ocasiones contradictoria.

Esencialmente, lo que se desprende de la lectura de ambas noticias es el hecho de que la categor�a enfermedad mental resulta in�til para definir por s� misma a las personas.

Sin embargo, el etiquetaje social y lo que es m�s relevante, la serie de pautas de conducta que devienen de dicha categorizaci�n, evocan ideas como “de por vida”, “encierro” o “agresi�n” y se asocian casi autom�ticamente al concepto de loco o demente, en mayor medida que “N�bel”.

La generalizaci�n y esquematismo en la conceptualizaci�n del enfermo mental, tampoco resultan adecuados en s� mismos para describir y predecir situaciones en las que estas personas son protagonistas.

Y esto es as� porque, cuando nos enfrentamos al an�lisis de la enfermedad mental, no estamos ante un problema espec�ficamente sanitario, sino sociosanitario en la plena extensi�n del concepto.

Un problema que afecta a todas las �reas de la actividad humana, social, sanitaria, jur�dica, laboral y educativa, que se entrelazan entre s� y trascienden el entorno familiar e individual para transformarse en la principal preocupaci�n sociosanitaria europea de la pr�xima d�cada, seg�n la V Conferencia Europea de Promoci�n de la Salud y Educaci�n para la Salud de la OMS, de mayo del 2000.

La enfermedad mental se nos muestra como un campo difuso y contradictorio, donde ya no existen n�tidamente ideolog�as y creencias

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Fco Jos� Mestre Luj�n. 2Los Titulares de la Locura

“fuertes” que nos orienten en qu� es lo bueno para pensar y actuar al respecto. A lo sumo, encontramos en los Medios retazos de informaci�n de car�cter emocional, sobre los que construir una teor�a propia que raramente es confirmada en nuestra pr�ctica diaria.

En este contexto de falta de experiencia directa con el problema, y siempre que el hecho ha despertado nuestro inter�s, es cuando buscamos la ayuda de los paradigmas cient�ficos y nuevas fuentes de informaci�n. Teor�as cient�ficas sobre la enfermedad mental que se h�bridan con otros conocimientos de profesionales, periodistas o cient�ficos de diferentes �reas del conocimiento y que son tamizados por nuestros grupos sociales de referencia. El resultado de todo ello es un conjunto de conocimientos relacionados pero poco coherentes con la teor�a cient�fica inicial, a los cuales se le a�aden valoraciones y creencias y en �ltima instancia formas de actuaci�n social.

Estas teor�as de sentido com�n, que en ocasiones se apoyan primigeniamente en la historicidad de otras sistematizaciones sociales anteriores, son identificadas como Representaciones Sociales, formando junto con la existencia de los Media, dos de los rasgos m�s distintivos de lasociedad de nuestra �poca, caracterizada por esa especie de conocimientos caleidosc�picos distribuidos sobre la poblaci�n en capas cuya significaci�n social y permanencia son propias de la postmodernidad.

En nuestro caso, se transforman en objeto de investigaci�n para analizar el contenido y la importancia de la enfermedad mental en nuestra sociedad. Con ello, pretendemos determinar cu�l es el conocimiento popular de la enfermedad mental y a la vista de los estudios realizados a tal fin, apuntar los correlatos sociales que se derivan de dicho conocimiento.

El an�lisis se convierte as�, en una cuesti�n de investigaci�n cient�fica de los fen�menos psicosociales, pero tambi�n se a�na en �l, la vertiente terap�utica del fen�meno, ya que la integraci�n social o la exclusi�n de este colectivo incide directamente sobre su recuperaci�n o cronificaci�n, el empeoramiento de su pron�stico y la aparici�n de graves problemas en la vida de los enfermos y sus familias, as� como la aparici�n de fuertes conductas sociales de exclusi�n y temor infundado.

La enfermedad mental incluye trastornos muy diferenciados en un abanico que va desde los trastornos de ansiedad como las fobias, a trastornos de origen org�nico como las demencias. A la vez, en el curso de algunos de ellos, se da la manifestaci�n de sintomatolog�a psic�tica m�s o menos activa. Estos �ltimos, son los identificados por la poblaci�n como constitutivos de la locura, que obedece en gran parte de los casos, a los s�ntomas propios del espectro esquizofr�nico, la depresi�n psic�tica y el trastorno bipolar.

Esta gran variedad de trastornos aparece en la prensa y en el resto de los Medios muy esquematizados, descritos a trav�s de generalizaciones reduccionistas y mal identificados en la mayor�a de los casos, como

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consecuencia de la falta de formaci�n y de la especializaci�n de muchos profesionales del periodismo en focalizar estos temas bajo el prisma del sensacionalismo y la cr�nica de sucesos.

Desde nuestro punto de vista, no existe una separaci�n n�tida en las interacciones sociales, que diferencie realmente una enfermedad mental de sus representaciones sociales, sino que estas �ltimas, son las que determinan mayoritariamente el comportamiento de los grupos sociales, de los familiares y de los propios enfermos.

Por otro lado, no pretendemos buscar una separaci�n de los diferentes trastornos en la prensa escrita. En ella se encuentran reflejados los discapacitados mentales y los ps�quicos, las psicosis delirantes con las neurosis que permiten una vida m�s o menos estructurada, coexisten los trastornos psic�ticos funcionales como la esquizofrenia, con demencias de origen org�nico como el Alzheimer, la deficiencia mental con “trastornos nerviosos ”, todo ello englobado bajo el ep�grafe de enfermedad mental y enfocado desde aspectos emocionales, legales, cient�ficos o de denuncia social.

Por ello, no podemos esperar que los periodistas, al describir un hecho social nos indiquen en todos los casos, si se trata de una noticia protagonizada por un esquizofr�nico o m�s bien por un depresivo, adem�s si pretendi�ramos esto, incurrir�amos en graves errores metodol�gicos al esperar fiabilidad en la clasificaci�n de profesionales no especializados en la nosolog�a de los trastornos mentales. Incluso puede afirmarse, que no estar�amos haciendo un an�lisis sobre las representaciones sociales, sino m�s bien, una investigaci�n sobre la incidencia y epidemiolog�a de las enfermedades mentales en la prensa escrita.

En suma, las representaciones sociales de la enfermedad mental son un producto de las relaciones sociales en torno a la sintomatolog�a y curso de entes nosol�gicos cient�ficos concretos ante los que los seres humanos reaccionan, redefinen y transforman a partir de sus actitudes, sus conductas de afrontamiento ante lo novedoso. Ya que al ajustar expectativas y comportamientos ante la sintomatolog�a, por omisi�n o acci�n, modifican el curso y pron�stico de las enfermedades mentales, evidenciando con ello el car�cter psicosocial de su terap�utica.

1.2- Pobres, insensatos, locos y enfermos

La locura no es en absoluto una realidad ahist�rica sino que a lo largo del proceso cultural humano ha sido expresada y entendida de m�ltiples formas diferentes.

La idea del ser humano gozando de libertad absoluta y guiado exclusivamente por su conciencia y voluntad a lo largo de los siglos, sin tener en cuenta las limitaciones que impone el marco previo cultural y social, no es asumible ni siquiera para el Humanismo m�s radical.

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Se�alar esa historicidad ha sido la tarea de muchos investigadores que han centrado sus esfuerzos en poner fecha de aparici�n a fen�menos sociales como la locura, que afectan a la propia conciencia e idea de lo humano.

Las aportaciones de Foucault (1972), se dirigen en esta direcci�n al objeto de demostrar c�mo las estructuras sociales afectan la comprensi�n de la enfermedad mental.

La lepra como detonante de la exclusi�n y encierro de grandes colectivos, su sustituci�n por los pobres en las antiguas leproser�as, la instauraci�n del trabajo redentor de los pecados y la holganza, la represi�n y encierro junto con estos colectivos de los llamados insensatos y dementes o los mecanismos de protecci�n y de Beneficencia, nos hablan del origen de conceptos que manejamos hoy con asiduidad como el de cronicidad, o de nosolog�as cient�ficas que hasta hace poco, etiquetaban de enfermedad mental y degeneraci�n cualquier desviaci�n sexual de la norma, y que precisamente encuentran su justificaci�n, en ese fondo cultural donde la docta y la doxa se confunden, no s�lo influenciando la realidad sino form�ndola en s� misma.

La �poca del decorum de la Baja Edad Media, con su inter�s por el adecentamiento de las ciudades y la moral p�blica, como n�cleos �ptimos del incipiente comercio, no solo conllev� una revoluci�n del urbanismo o un cambio en las relaciones de producci�n con la aparici�n de una emergente �tica del trabajo, sino que tambi�n ocasion� la reclusi�n en lugares apartados de todas aquellas personas que no encajaban en el entramado de esas nuevas relaciones sociales y comerciales.

El desorden, la impiedad, la idiotez o la insensatez eran conceptualizadas globalmente y sirvieron de legitimaci�n para llevar a cabo el gran encierro que este autor ejemplifica en su obra y que, no s�lo resulta reconocible hoy en d�a sino que en ocasiones, a�n se practica en nuestros pueblos como veremos a lo largo de la investigaci�n.

A finales de la Edad Media, la locura formaba parte de ese mundo donde la pobreza o la insensatez integraban el complejo plan de Dios para aquellos que, a trav�s de las d�divas y las limosnas pod�an ganar una existencia ultraterrena. Pero a lo largo de los siglos XII y XIII, las actitudes hacia la enfermedad mental van a cambiar bajo la influencia de las nuevas ideas derivadas del mercantilismo y el fortalecimiento del poder real, provocando con ello la aparici�n de un nuevo contenido para una estructura fundamental, el Hospital laico (Rosen, 1974).

De nuevo, la locura va a ser conceptualizada y tratada de acuerdo con la funci�n social que la mentalidad de la �poca le atribuye. Si durante la Edad Media, la naturaleza de los enfermos mentales y la atenci�n que recib�an, estaba marcada por un paradigma religioso y filantr�pico, durante el siglo XIII, se considera que el mejor lugar para la locura son las casas de encierro y correccionales, al objeto de internar al “furiosus”.

El furor y el loco furioso, t�rminos ya conocidos del derecho romano que se mezclan con los nuevos conceptos y facilitan el encierro en el

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Hospital, no ya para proteger al loco y el desvalido de la sociedad, sino para proteger a la ciudad del furioso y el pr�digo.

Durante el siglo XVIII y XIX, el an�lisis cient�fico de la locura se inicia con la cr�tica de hombres como Pinel y Esquirol. Ellos son los que ponen en tela de juicio las medidas del hospital de Bethlehem en Inglaterra o el de Bic�tre en Francia, que exhiben los domingos y previo pago, a los enfermos mentales mientras realizan acrobacias al son del l�tigo de los guardianes.

Es el momento en que el positivismo retoma la locura como una sin raz�n que se origina de un mecanismo patol�gico de la naturaleza. Irracionalidad inocente de los enfermos, pero dentro del esquema cl�sico del internamiento y de la locura como degeneraci�n moral y fisiol�gica. Es as� como Pinel, en su Tratado M�dico Filos�fico nos previene de la importancia de las leyes de la moral para prevenir la hipocondr�a, la melancol�a y la man�a.

Durante todo el siglo XVIII, las curas a las que son sometidas las personas con enfermedad mental, pasan por la administraci�n del opio, el bele�o o el alcanfor, en una farmacopea que intenta restablecer los humores del loco, neutralizar la sensibilidad de los nervios y evitar la agitaci�n del furioso.

Es el tiempo de las sangr�as que purifican los humores, las terapias que regulan los movimientos, para calmar las conductas violentas que hay que controlar, a fin de reestablecer el equilibrio interno contra la agitaci�n.

La represi�n en�rgica, seguida de muestras de clemencia para “despertar” al loco de su sue�o irracional, o la t�cnica contraria, introducirse en el delirio para que �l mismo, a trav�s de una representaci�n teatral, prescriba la curaci�n como resultado cat�rtico del desenlace de la funci�n. La vuelta a lo inmediato, a la naturaleza, con los trabajos agr�colas y la quietud de la campi�a, que se escenifica en aldeas como Gheel o el hospital de Zaragoza, y que pervivir�n junto con las primeras nosolog�as cient�ficas del siglo XIX.

El relato de todas las mentalidades que han precedido y jalonan el camino de la psiquiatr�a hacia el conocimiento cient�fico, s�lo resulta gratuito, si no somos capaces de resaltar el hecho de que a pesar de los modelos cient�ficos actuales, la ciencia y el trato a los enfermos mentales, se encuentra cruzado por h�bitos sociales todav�a detectables en la actualidad, a partir de las creencias en los efectos de los todopoderosos psicof�rmacos, sobre lo beneficioso de la ocupaci�n y el trabajo para los enfermos mentales, sobre los programas de actividades, y lo terap�utico de las comunidades agr�colas, o las creencias sobre la etiolog�a nerviosa de las enfermedades mentales.

Sin embargo, la cuesti�n fundamental no s�lo consiste en poner de relevancia los procedentes morales de la terap�utica moderna, sino m�s bien, resaltar el hecho de que la enfermedad mental est� sujeta a los condicionamientos culturales y sociales de su �poca, a la vez que asumimos que en la actualidad, existen un c�mulo de creencias que pueden influir en el tratamiento de la enfermedad mental, en la medida en que la misma sea definida a partir de su funci�n social y sobre la base de que dichas

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creencias, resulten �tiles en dar una explicaci�n v�lida para comprender y manejar, el fen�meno de la psicosis por los grupos sociales.

Los siglos XVIII y XIX van a suponer en psiquiatr�a la aparici�n de las primeras nosolog�as cient�ficas de la mano de hombres como Pinel, Esquirol, Kraepelin y Bleuler (Vallejo, 1997). Estas primeras clasificaciones se apoyan en algunos postulados b�sicos que van a perfilar el modelo biom�dico de la enfermedad mental:

- La enfermedad tiene una etiolog�a org�nica.- La etiolog�a org�nica produce una serie de s�ntomas que pueden ser

clasificados en agrupaciones sindr�micas que predicen el diagn�stico.- El diagn�stico permite un pron�stico y el tratamiento biol�gico

posterior.

Sin embargo, el modelo m�dico, a�n siendo el modelo hegem�nico dentro de las estructuras sanitarias, en la actualidad compite o se complementa con otros modelos como el conductista o el psicodin�mico, que ofrecen otras interpretaciones sobre las funciones y los procesos mentales.

A partir de estas formulaciones, son los paradigmas cient�ficos junto con las creencias sociales, los que determinan la comprensi�n y el tratamiento de las enfermedades mentales. El advenimiento de la ciencia positiva, a supuesto una reorientaci�n en la definici�n de la salud y la enfermedad mental, que determina el perfil de nuevos modelos cient�ficos superadores de las limitaciones del modelo biom�dico cl�sico y tambi�n nuevas condiciones sociales para la enfermedad mental. Veamos en el apartado siguiente, cu�l es la situaci�n actual, consecuente con la cientifidad e idea de progreso de nuestra cultura.

1.3 La demograf�a de las enfermedades mentales:

Ya hemos mencionado c�mo la enfermedad mental ha sido definida como uno de los mayores problemas sociosanitarios de nuestras sociedades. En realidad, las enfermedades mentales suponen un conglomerado de s�ndromes de caracter�sticas e incidencias diferentes. Pero la gravedad del problema y su importancia social, resulta entendible a trav�s de los par�metros sociales y sanitarios contenidos en las tasas de incidencia y prevalencia.

La incidencia de una enfermedad mental, se define como la tasa de aparici�n de nuevos casos de trastornos ps�quicos en una poblaci�n dada. Normalmente el plazo temporal de medici�n que se suele considerar como intervalo adecuado, es el de un a�o.

Mientras que la prevalencia, es considerada como el n�mero de casos existentes en una poblaci�n y en un momento dado. La tasa de prevalencia depende de los �ndices de curaci�n, de recidivas y de mortalidad de una poblaci�n respecto a una determinada patolog�a.

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Las tasas de prevalencia est�n expresadas en la tabla 1, que como puede verse, indica que al menos el 32 % de la poblaci�n ha sufrido o puede padecer un trastorno mental.

Prevalencia 6 meses vida

Cualquier trastorno 19% 32,7%3)Trastorno por abuso de sustancias 6% 16,7% 5)Espectro esquizofr�nico 0,9% 1,5%2)Trastornos afectivos 5,8% 8,3%1)Trastornos de ansiedad 8,9% 14,6%6)Trastornos de personalidad 0,8% 2,6%4)Demencias 1,3% 1,7%

Tasas de prevalencia, estimadas DSM III (1990) y (Klerman, 1986), en Vallejo, 1997.

Tabla 1. Prevalencia de los trastornos mentales

Un 11,3 % de los enfermos contenidos en el total (32,7 %) sufre m�s de un trastorno asociado. Los trastornos por abuso de sustancias incluyen tanto la drogadicci�n como el alcohol (tabla 2), entre el 6-8 % de la poblaci�n sana tiene problemas de dependencia con el alcohol. El espectro esquizofr�nico no incluye los trastornos de personalidad “tipo A”, (Paranoide, esquizoide y esquizot�pico), que se encuentran referidos como tales.

-Los trastornos afectivos incluyen la man�a, la depresi�n mayor y la dist�mia. Seg�n diferentes estudios, la franja de prevalencia de estos trastornos estar�a entre el 9 y el 20%, con mayor prevalencia puntual para las mujeres (5-10) sobre los varones (3-6), en la depresi�n.

-Los trastornos de ansiedad comprenden las fobias, episodios de angustia y los Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC). S�lo un 25% de estos enfermos buscan ayuda especializada. Seg�n los estudios de referencia, su prevalencia vida estar�a entre el 4 y el 8%, con mayor prevalencia puntual sobre las mujeres (el triple).

-Los trastornos de personalidad, se hallan sobre representados en el trastorno antisocial, siendo sus tasas de prevalencia:

-esquizoide: 0,1 y 1%-paranoide: Entre el 0,5 y el 2,5 %-esquizot�pico: 3 %

-Las demencias incluyen todo trastorno con deterioro cognitivo grave de tipo org�nico. La poblaci�n espa�ola que sufre Alzheimer representa el 1% de la misma, en su mayor�a con una edad superior a los 65 a�os. La prevalencia de la demencia en general, puede ser superior al 3% de la poblaci�n adulta.

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-Alucin�genos (LSD): 0,5 %-Anfetaminas (ICE, SPEED): 2 %-Cannabis (HASHISH): 4 %-Coca�na (CRACK): 0,2 %-Opi�ceos (MORFINA, HERO�NA, CODE�NA, METADONA): 0,7 %Estimaci�n a partir del DSM IV.

Tabla 2. Prevalencia de los trastornos mentales por consumo de substancias

Las cifras no dejan lugar a dudas sobre la importancia y gravedad del problema, a lo que hay que a�adir las dimensiones de minusval�a y discapacidad que conllevan algunas de estas enfermedades por sus caracter�sticas cr�nicas y limitantes. Gravedad que identifica a la depresi�n, trastornos bipolares y esquizofrenia entre las primeras 10 causas de discapacidad en todo el mundo (tabla 3).

Clasificaci�n Enfermedad o da�o

1 Depresi�n mayor unipolar2 Tuberculosis3 Accidentes de tr�fico4 Consumo de alcohol5 Da�os autoprovocados6 Trastorno Bipolar7 Guerras8 Violencia9 Esquizofrenia10 Anemia ferrop�nica

Fuente: Murray C. J.L; L�pez, A.D. 1996. (O.M.S)

Tabla 3. Clasificaci�n de la discapacidad, OMS

Pero el s�ndrome que por excelencia resulta paradigm�tico de las psicosis funcionales cr�nicas, objeto de nuestra investigaci�n, es sin duda la esquizofrenia. Desde que en 1908, Bleurer utiliz� por primera vez el concepto de esquizofrenia, las investigaciones sobre esta enfermedad se han ido acumulando en el acervo cient�fico de conocimientos. Teor�as biol�gicas, psicol�gicas o sociales pugnan por explicar la etiolog�a y evoluci�n de esta psicosis que afecta a hombres y mujeres por igual, que aparece entre los 15 y los 45 a�os y que afecta en nuestro pa�s a unas 400.000 personas.

El Informe elaborado por la Oficina del Defensor del Pueblo en 1992, explicita los problemas que en nuestro pa�s est� teniendo la desinstitucionalizaci�n psiqui�trica, con una reducci�n significativa de camas de larga estancia, cifrada en torno a 23.282 en 1991, respecto a las 41.942 iniciales existentes en 1978, sin que esto halla supuesto creaci�n alguna de recursos sociales alternativos. Lo que caracteriza a la misma, como resultante de medidas de ahorro en gasto p�blico, m�s que en la modificaci�n de las condiciones de asistencia sanitaria y social en enfermedad mental (EM).

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A la vez, se constata una falta de homogeneidad en la rehabilitaci�n social del enfermo esquizofr�nico en el Estado de las Autonom�as, donde no acaba de despegar el nuevo modelo de integraci�n comunitaria, ante la escasez de estructuras alternativas de rehabilitaci�n social.

La esquizofrenia representa un problema social con m�ltiples facetas ajenas a las fronteras nacionales. Como dato significativo, el informe del APA (APA on line, Public informati�n, schizophrenia), cifra en 13 millones la cantidad de enfermos esquizofr�nicos en EUA y Europa. La cifra solo para EUA de gasto directo, ascend�a en 1990 a 18 billones de pesetas y en gastos indirectos a 46 billones, un 10% de las discapacidades en ese pa�s obedec�an exclusivamente a este trastorno, rese�ando estos datos la importancia y significaci�n del problema.

En Francia, el n�mero de personas con esquizofrenia se estima en torno a las 300.000 de las cuales se trata a 225.000, lo que supone un 12,5 % de los gastos sanitarios en la Sanidad P�blica de este pa�s para el a�o 1992, lo que equivale a una cifra no inferior a 12 billones de francos al a�o (Bourgois 1999).

No tenemos estad�sticas fiables en nuestro pa�s sobre el impacto econ�mico que representa la esquizofrenia, pero s� es importante resaltar la importancia de su incidencia y su relaci�n con la necesidad de los recursos necesarios en su tratamiento, sobre todo, porque define la asistencia a una enfermedad mental que destaca por la gravedad de sus consecuencias en todo el tejido social. En relaci�n con ello, Bueno Abad (2000), no duda en incluir a los enfermos mentales entre los colectivos afectados por la exclusi�n social, calificando su situaci�n como una de las m�s graves y dependientes para las personas con enfermedad mental y para las familias con las que conviven.

En este contexto, la investigaci�n de Buelga (1993), nos advierte de las posibles consecuencias m�s oscuras de la Reforma Psiqui�trica, confirmando que las familias con hijos psic�ticos tienen un menor apoyo social y un mayor n�mero de conflictos intrafamiliares y conyugales que aquellas familias que viven una situaci�n prolongada de relaciones gravemente estresantes. De ser as�, esta investigadora estar�a aportando elementos de contraste respecto a que la tan ansiada rehabilitaci�n social del enfermo mental no est� produci�ndose satisfactoriamente, encontrando resistencias en los sistemas sociales que podr�an estar minimizando los aspectos positivos de la Reforma, ya que precisamente el apoyo social se constituye en una fuente moderadora ante la vulnerabilidad al estr�s de los enfermos esquizofr�nicos (Barr�n,1992).

Son innumerables los estudios e investigaciones realizadas sobre esta enfermedad del todo imposibles de enumerar aqu�, pero podemos al menos, citar algunos de los investigadores que han realizado estudios significativos en este campo como los ya cl�sicos citados por Rodr�guez (1997), Liberman (1978), Neale y Oltman (1980), Gottesman (1978), Kohn et al. (1973), Cameron, Goldstein, C. Schneider, y Stierlin (1985) y Birchwood (1995), dentro del modelo psicosocial, o las aportaciones de Jodelet (1986 b), dentro

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de un enfoque social, entre la etnolog�a y la sociolog�a del conocimiento, aportando todos ellos nuevos matices psicosociales en la investigaci�n de esta enfermedad. En este sentido, uno de los focos de inter�s actual, es aquel que incide sobre la estigmatizaci�n y la exclusi�n social de los enfermos mentales.

De hecho, la realidad social de la esquizofrenia viene marcada por una caracter�stica suficientemente expl�cita, consistente en que el 80% de los enfermos internados en sanatorios psiqui�tricos antes de la reforma psiqui�trica, estaban diagnosticados de esquizofrenia, de los que gran parte han quedado en situaciones de indigencia y abandono social (Diccionario de Ciencias de la Educaci�n, Edit: Santillana, Madrid 1983, P�g. 584).

Hecho que provoca que la resocializaci�n de los mismos, como circunstancia subsiguiente a dicha Reforma y el curso recidivante y defectual de la misma (Tabla 4), haya determinado una firme presencia en el campo de la psicolog�a del enfoque psicosocial de la enfermedad, al considerar claves en su tratamiento la rehabilitaci�n e integraci�n social de estos enfermos (Anthony y Liberman,1992).

Remisi�n total en el 30 % de los casosEvoluci�n defectual en un 45 % de los casosEvoluci�n defectual grave en un 25 % de los casos

Bleuler (1971)

Tabla 4. Evoluci�n defectual en esquizofrenia

1.4-Variables psicosociales en salud mental

En el recorrido de los trastornos mentales en los que puede surgir la ideaci�n delirante, se pone de relieve la complejidad de los mismos como consecuencia del amplio espectro de variables psicosociales que inciden en el surgimiento, manifestaci�n, gravedad y pron�stico de estos trastornos, as� como el papel del entorno social, la familia, los grupos sociales y las Instituciones.

De hecho, el proceso por el que las variables sociales interact�an con variables cl�nicas lo denominamos salud, cronicidad, incurabilidad, discapacidad, curaci�n, gravedad, encierro, exclusi�n, integraci�n, terapia y enfermedad mental.

Sin embargo, la importancia de las variables psicosociales reviste caracter�sticas diferentes de acuerdo con la orientaci�n de los modelos cient�ficos definitorios de la salud mental. Siguiendo a Offer y Sabshin (1966), S�nchez Alipio (1996), identifica, cinco concepciones diferentes en la explicaci�n de la salud mental:

Ausencia de enfermedadNormalidad estad�sticaNormalidad socialProcesoIdeal ut�pico

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El primer enfoque se basa principalmente, en describir la existencia de enfermedad a partir de la aparici�n de s�ntomas, de los que se deduce la presencia de un trastorno m�s o menos grave. La aparici�n del proceso sindr�mico o agrupaci�n de s�ntomas, determinar�a la falta de salud.

La terapia a partir de este modelo, consiste en conseguir la desaparici�n de los s�ntomas y la recuperaci�n de la persona en su nivel de funcionamiento “normal”.

Por tanto, este modelo resume la salud mental como “ausencia de s�ntomas”, identific�ndose con el modelo biom�dico de atenci�n psiqui�trica y hospitalaria, ya que en �l, en combinaci�n con criterios cl�nicos, se mide la incidencia y sintomatolog�a de la enfermedad a trav�s de indicadores como el n�mero de consultas, tratamientos y duraci�n en hospitalizaciones.

Aunque este posicionamiento no explica lo que realmente es la salud mental, sino por oposici�n a la presencia de enfermedad, se encuentra muy difundido e impregna la pr�ctica cl�nica de muchos profesionales de la psicolog�a y la psiquiatr�a. Adem�s, fundamenta la importancia que se conceden a aquellas enfermedades cuyos s�ntomas se ven claramente reflejados en el funcionamiento org�nico, f�sico de los sujetos, induciendo por tanto, a la separaci�n forzada y artificial de la salud f�sica sobre la mental.

El segundo enfoque, fundado en el concepto de normalidad estad�stica, viene determinado por la presunci�n te�rica de que la salud mental sigue una curva de distribuci�n normal y que la enfermedad estar�a representada por aquellas desviaciones de la normalidad. Es un modelo social y contextual que se halla presente en diferentes planteamientos, como los referidos a la medici�n del CI o los modelos factoriales de la personalidad.

Parad�jicamente, este modelo que persigue una absoluta objetividad cient�fica, depende, desde la elecci�n de las variables a estudiar hasta en la interpretaci�n de los resultados, de los presupuestos morales y culturales que cada sociedad tiene para explicar la “normalidad”.

El tercer posicionamiento profundiza en el concepto de normatividad social, basando sus presupuestos te�ricos en la necesaria interpretaci�n de la conducta, a partir del contexto social y cultural del individuo. A�n coincidiendo en la importancia de este planteamiento, aceptarlo como patr�n determinante para explicar la salud mental, nos pone en la tesiturade realizar la intervenci�n terap�utica sobre todo aquello que no es considerado por la sociedad, como comportamiento normal.

Las consecuencias sobre los profesionales de la salud mental son obvias, ya que les hace susceptibles de transformarse en agentes de control social, al identificar salud con la asunci�n de las normas sociales imperantes en un momento dado.

La Alemania nazi, las dictaduras sudamericanas, las esterilizaciones y lobotom�as de deficientes y enfermos mentales en los pa�ses n�rdicos hasta la d�cada de los sesenta, las penas de muerte a deficientes en EUA, o las

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pr�cticas del antiguo r�gimen sovi�tico, reflejan este modelo por exceso o por defecto, sentando las bases para convertir la pr�ctica cl�nica en un ap�ndice de los sistemas judiciales o pol�ticos de cada pa�s.

El cuarto modelo de nuestro recorrido, considera la salud mental como un proceso interactivo, causa y resultado a la vez de factores biol�gicos, medio ambiente, estilo de vida y capacidad del sistema sanitario y social de prevenci�n, asistencia y apoyo. Es una relaci�n entre el sujeto y su entorno en los t�rminos en que la OMS considera el ambiente total, como una combinaci�n de factores econ�micos, f�sicos, sociales y culturales.

El quinto modelo, se basa en las formulaciones de Allport, Jahoda, Rogers o Maslow (S�nchez, 1996), haciendo referencia a conceptos como los de actualizaci�n y potenciaci�n (Musitu, 1996), e incidiendo sobre las relaciones significativamente afectivas con el entorno, y un patr�n estable de personalidad saludable, m�s que sobre conductas concretas y puntuales de salud. Fundamentado sobre la psicolog�a humanista, intenta abordar el potencial de crecimiento de los seres humanos como parte de la salud mental m�s all� de la ausencia o no de enfermedad.

La carta fundacional de la OMS de 1946, haci�ndose eco de planteamientos generales coincidentes con estos dos �ltimos modelos, recoge el concepto general de salud como “el estado de bienestar f�sico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad o dolencia”.

Sin gran esfuerzo se percibe a lo largo de los supuestos de estos modelos, su relaci�n con el conocimiento que la sociedad tiene de la enfermedad mental. De este modo, se identifica al enfermo mental con “una persona que no es como los dem�s, no es normal”, “alguien a quien le fallan los nervios” o una persona que “ no ha podido resistir la presi�n y estr�s de la sociedad”. Por ello, la presencia social de alguno de estos modelos o su emergencia, ser� analizada a lo largo de la investigaci�n, a fin de concretar la comprensi�n de los grupos sociales sobre la etiolog�a y terapia de las enfermedades mentales, sin obviar que las representaciones que de ellos se derivan, construyen en la interacci�n social, la identificaci�n y curso de las mismas.

El concepto de salud mental, independientemente del enfoque que adoptemos, resulta un constructo social m�s o menos inclusivo, que a trav�s de diferentes categorizaciones nos sirve para identificar una determinada etiolog�a, curso y terapia de los trastornos mentales. Tanto es as� que hacia la d�cada de los sesenta, debido a las diferencias culturales entre Europa y Am�rica, los psiquiatras europeos con cierto sentido ir�nico, recomendaban a los pacientes esquizofr�nicos, que si quer�an obtener una curaci�n milagrosa, solo deb�an cruzar el Oc�ano, ya que en EUA ser�an diagnosticados casi con seguridad, como personas con psicosis maniaco depresiva.

El concepto de salud mental, est� formado de acuerdo con las representaciones sociales que los grupos tienen de la salud y la enfermedad

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y que se difunden, transforman y cambian, a partir de la interacci�n social de intereses de grupo y de los modelos cient�ficos que definen, de un modo determinado, los elementos que conforman todo trastorno ps�quico. Por ello, es necesario mencionar algunos de los paradigmas m�s influyentes en salud mental de los que se derivan diferentes formulaciones sobre la salud y la enfermedad, sobre lo cr�nico y lo agudo, y que por esto pueden estar en la base de las creencias y conocimientos que forman las Representaciones Sociales de la Enfermedad Mental (S�nchez, 1996).

Como hemos visto el modelo biom�dico se centra en explicar la etiolog�a de la enfermedad mental a trav�s de causas end�genas (Buzzard, 1930), org�nicas (Liddle y cols., 1992; Kay y cols., 1987), infecciosas (Fabregat, 1996; Mednick, 1988) o de tipo gen�tico (Bishop, 1992; Gotesman, Mcguffin, Farmer y cols., 1987).

La terapia consiste principalmente, en la atenci�n individual y el tratamiento farmacol�gico, siendo el caso cl�nico el paradigma interventivo dominante. Desde este enfoque, la enfermedad mental es considerada como “desviaci�n o desajuste de procesos biol�gicos”. La neuropsiquiatr�a, o la psiquiatr�a y el hospital psiqui�trico contra los que se han dirigido los movimientos antipsiqui�tricos, ser�an los exponentes m�s claros de esta corriente.

Las explicaciones sobre el origen de la esquizofrenia que hacen hincapi� en el exceso de dopamina en el medio sin�ptico, disfunciones en el hemisferio izquierdo y en el cuerpo calloso, hipofrontalidad cerebral o la susceptibilidad gen�tica, as� como la preeminencia otorgada a la terapia farmacol�gica, formar�an parte de las teorizaciones y pr�cticas de este modelo.

El modelo psicodin�mico, est� formado por todas aquellas corrientes te�ricas nacidas de las formulaciones iniciales del psicoan�lisis freudiano. Murray, Jung, Adler o Reich, ser�an exponentes de esta corriente (S�nchez, 1996). La etiolog�a de la enfermedad mental se refiere a un campo interno de fuerzas ps�quicas de car�cter end�geno y resultantes de conflictos no resueltos. El tipo de terapia dominante es el caso individual y la conceptualizaci�n de la enfermedad mental se concreta en “la incapacidad de la persona para trabajar y para amar”. La explicaci�n de la esquizofrenia, a partir de conflictos subconscientes y las teorizaciones sobre la enfermedad como una hu�da del yo, obedecen a esta corriente.

Investigadores como Watson, Skinner y Canfer representan la l�nea m�s pura del tercer modelo de nuestro resumen, el modelo conductista. Es necesario adscribir en este enfoque a Bandura (S�nchez, 1996; Vallejo, 1997), aunque con un car�cter mucho m�s cognitivo, sobre todo, a partir de las �ltimas formulaciones de sus planteamientos te�ricos, ya que en ellos destacan conceptos de car�cter cognitivo como capacidad de afrontamiento, expectativa de �xito o autoestima a partir de experiencias de logro.

Este modelo de gran aplicaci�n en la terapia psicol�gica, concibe la enfermedad mental como “una respuesta desadaptativa al entorno”,

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operando a trav�s de est�mulos externos causantes de la aparici�n de dicha conducta. Es por tanto, un modelo de etiolog�a ex�gena y la terapia se basa fundamentalmente en la manipulaci�n y control de esos est�mulos externos.

La esquizofrenia como resultado de un ambiente desestructurado y ca�tico, donde castigos y recompensas se producir�an sin causa justificable y una historia de aprendizajes an�malos o prematuros, formar�an para este modelo, la etiolog�a de la esquizofrenia.

1.4.1 Variables psicosociales en la etiolog�a, vulnerabilidad, cronicidad y gravedad de los trastornos mentales

De los modelos expuestos hasta aqu�, solo nos queda se�alar el modelo de intervenci�n psicosocial. Este modelo, que a�na la intervenci�n individual y grupal, intenta influir sobre la salud y la enfermedad como parte de los procesos que se dan en los grupos humanos con una estructura social determinada. En �l, los sujetos son agentes participantes de su propia recuperaci�n, a la vez que se convierten en dinamizadores de las redes sociales. Solo una excesiva tecnificaci�n y una intervenci�n meramente macrosocial, la alejan de la intervenci�n comunitaria, mucho m�s centrada en el desarrollo humano integral, equilibrado y multioriginado, centrando la intervenci�n, preferentemente, sobre la potenciaci�n del ambiente mesosocial e individual.

A modo de di�logo entre este modelo y el paradigma biom�dico, hemos elegido aquellas categor�as que se propugnan desde el modelo m�dico, esto es, etiolog�a, vulnerabilidad, cronicidad y gravedad, para resaltar como a�n en estas variables, existen factores sociales que modulan el origen, la expresi�n y el desarrollo de las enfermedades mentales. Es mas, estas variables resultan fundamentales para nosotros puesto que en parte, forman los conocimientos que modulan la informaci�n que las personas tienen sobre las afecciones ps�quicas, y las actitudes y conductas que sirven como respuestas de afrontamiento y manejo de la enfermedad mental (Leventhal y cols.1980, 1982 y 1984).

A diferencia del modelo m�dico, donde la etiolog�a, curso y terapia de las enfermedades mentales est�n determinadas por variables org�nicas y tratamientos biol�gicos, el modelo psicosocial identifica las causas y el curso de la enfermedad como resultante de la interacci�n entre el ambiente y factores individuales.

No existe por tanto, una sola causa dominante, sino un campo etiopatog�nico o concurrencia de concausas que generan resultados probabil�sticos para que aparezca la enfermedad. Es una formulaci�n que engloba elementos biol�gicos, psicol�gicos y sociales, cuya terapia debe aplicarse en el entorno natural de la persona, desde un enfoque grupal sin excluir la intervenci�n individual.

La aparici�n de la enfermedad mental estar�a determinada por el peso de los diferentes factores y la combinaci�n de los mismos, identific�ndose desde esta teor�a:

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-Factores de disposici�n o prenatales-Factores sensibilizantes o peri y neonatales-Factores psicosociales desencadenantes-Factores psicosociales de evoluci�n

La esquizofrenia entendida como resultante de factores gen�ticos no determinantes o problemas en el parto, combinados con la aparici�n de situaciones estresantes que desencadenar�an la enfermedad, y la existencia de condicionantes sociales como las caracter�sticas de la red sociosanitaria incidiendo sobre el desarrollo del trastorno, son teorizaciones que obedecen a los presupuestos de esta corriente. La terapia consistir�a en una acci�n combinada e integral frente a los diferentes factores identificados en el tratamiento terap�utico.

Conceptos como el de estresor social -percepci�n de las demandas ambientales, superiores a los recursos adaptativos de la persona- (Kessler, 1985), y el concepto de vulnerabilidad, est�n haciendo referencia a la combinaci�n de concausas del campo etiopatog�nico.

Desde nuestro punto de vista, las Representaciones Sociales de la enfermedad mental, forman parte de esos factores sociales que modulan la gravedad de su curso, ya que inciden en la elaboraci�n social y cognitiva de conductas de adhesi�n al tratamiento de la persona enferma, el manejo adecuado del trastorno por parte de los grupos primarios y en una instancia macrosocial, a la propia etiolog�a de la enfermedad mental, al conectarse la misma, con los programas, informaci�n y Recursos que institucionalmente se perfilan y se crean en base a creencias, ideolog�as y demanda social y que tienen su correlato en el perfil y objetivos de las instituciones sanitarias, sociales, educativas y laborales de una sociedad dada.

La etiolog�a multifactorial se complementa con la existencia de modelos te�ricos donde las variables sociales son susceptibles de ser manejadas y controladas con objetivos rehabilitadores.

Hace s�lo algunas d�cadas, investigadores como Zubin y Spring (1977), desarrollaron un modelo explicativo de la esquizofrenia a partir de las investigaciones realizadas hasta el momento, en campos tan dispares como la bioqu�mica, psicofisiolog�a, cognici�n y funcionamiento psicosocial.

El modelo de vulnerabilidad-estr�s, propugna la existencia de una determinada predisposici�n a padecer la esquizofrenia a partir de dos factores generales, as� como la existencia de variables sociales moduladoras del curso de la enfermedad:

-Vulnerabilidad o predisposici�n a la enfermedad.-Sucesos psicosociales estresantes que desencadenan y mantienen el trastorno.

Se se�ala que ninguno de los dos factores es causa suficiente para el inicio de la enfermedad, sino que ambos son necesarios para la aparici�n y

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mantenimiento del trastorno. Entre los marcadores de vulnerabilidad m�s reconocidos podemos citar los se�alados por Nuechterlein et al., (1991):

Disfunciones dopamin�rgicas.D�ficits en el procesamiento de la informaci�n.Hiperreactividad auton�mica ante el estr�s.Personalidad incluida en el espectro esquizofr�nico.

Para nosotros, lo importante es se�alar que algunos de estos factores obedecen a variables prenatales relacionados con la herencia gen�tica o causas infecciosas durante el periodo de gestaci�n, otros, a factores neonatales, como problemas en el parto por anoxia, hipoxia o causas que se relacionan con el soporte tecnol�gico del aparato sanitario, as� como la pol�tica de prevenci�n e informaci�n social disponible. Otros son de car�cter postnatal, como las historias de aprendizajes an�malos y la percepci�n de eventos estresantes.

En cuanto a estos estresantes ambientales que forman la ecolog�a social de la enfermedad mental, se pueden citar agrupados en categor�as generales, los siguientes:

Clima familiar con sobre implicaci�n emocional.Ambiente social sobre o infraestimulado.Percepci�n de sucesos vitales estresantes.

De acuerdo con este modelo, la aparici�n de la enfermedad mental no viene determinada por un solo factor, de modo que tener vulnerabilidad hacia los trastornos mentales no significa que inevitablemente vaya a aparecer el trastorno, para ello debe darse tambi�n, alguno de los estresores ambientales se�alados.

El c�mulo de factores, sus posibles combinaciones y la intensidad con que cada uno de ellos se presenta, forman el campo bio-psico-social de la enfermedad mental. De modo que, tanto en la aparici�n del trastorno, como en la gravedad de sus s�ntomas, se reflejar�a el peso espec�fico de cada una de las concausas posibles y su combinaci�n con otros factores etiol�gicos que obedecen en parte a factores sociales y culturales.

El modelo de vulnerabilidad-estr�s, esta confirmado por la realidad de la enfermedad mental, en la que indefectiblemente se dan relacionados, los factores descritos hasta aqu�. Ello significa que la intervenci�n terap�utica de car�cter preventivo en salud mental, no puede centrarse exclusivamente en la b�squeda de marcadores gen�ticos, sino que se extiende a la mejora de la calidad de vida en general, incluyendo en la misma, la atenci�n sanitaria relacionada con la asistencia a la natalidad o la psicoeducaci�n familiar para la salud, as� como un ambiente social y educativo integrador de las diferencias.

Otra de las categor�as ligadas cl�sicamente al modelo biom�dico es la cronicidad, como concepto b�sico en el tratamiento de los trastornos mentales, ya que sobre su significaci�n se asienta parcialmente el hecho de

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que la persona con enfermedad mental, deba ser tratado como un enfermo de por vida.

La cronicidad, que parece un hecho objetivo ligado a la cientificidad del modelo m�dico y a la naturaleza de la enfermedad mental, se debe originariamente, al intento de legitimar la fijaci�n duradera de la mano de obra m�s d�cil y gratuita que representaban los enfermos mentales, a las tareas agr�colas de los grandes asilos rurales del XIX (Lant�ri-Laura, 1974).

Por otra parte, este concepto se encuentra relacionado con la degeneraci�n (crosis), tisular y celular, aplicada expl�citamente a la enfermedad mental, puesto que en dicho siglo, la propia “locura” no es m�s que un signo de degeneraci�n respecto a las normas sociales.

La cuesti�n fundamental suscitada con ello, reside en que la cronicidad es una variable social provocada en parte por las propias instituciones, descriptiva y socialmente multiforme en cuanto puede tener un contenido rehabilitador o por el contrario, de contenci�n asilar, y que proviene no solo de la naturaleza esencial de la enfermedad mental, sino de su representaci�n y funci�n social.

Lo cierto, es que no todas las psicosis pueden ser etiquetadas como cr�nicas. Aunque en torno al 45 % de los enfermos de esquizofrenia pueden seguir un curso cr�nico y deteriorante, �De qu� est� compuesta realmente la cronicidad?. Bourgois (1999), apoy�ndose en una revisi�n de las investigaciones realizadas al efecto, nos describe como la cronicidad est� relacionada con:

-Los efectos residuales de la enfermedad, como los s�ntomas negativos.-Los efectos de la institucionalizaci�n.-La socializaci�n a partir del rol de enfermo mental.-La ausencia de estructuras de rehabilitaci�n social.-Falta de oportunidades econ�micas.-Alteraci�n y p�rdida de estatus social normalizado.-Los efectos secundarios de la medicaci�n inadecuada.-La falta de interacci�n social.-La p�rdida de esperanza en el futuro.

Aunque son evidentes sus contenidos psicosociales, el significado biol�gico de la cronicidad y su carga de incurabilidad para la enfermedad mental, pesa sobre todas las variables de la cuesti�n, ya que la sociedad tiene que hacer frente a una dolencia “de por vida” en parte de su poblaci�n, en la que las personas individualmente, deben asumir las limitaciones que conlleva un trastorno cr�nico, apareciendo la institucionalizaci�n y la dependencia, como la �nica soluci�n efectiva, cient�fica y natural, ante la generalizaci�n de la incurabilidad de los trastornos mentales.

La construcci�n social ha creado un concepto y este se ha reificado, se ha ontologizado y no es que sustituya la naturaleza m�rbida de la enfermedad mental, sino que realmente la recrea, la reconstruye a trav�s del conocimiento cient�fico y de la interacci�n social.

Este hecho, no s�lo cuestiona el marco hospitalario como la �nica referencia posible, sino que adem�s supone un aspecto social importante del

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tratamiento, que vuelve a incidir sobre la motivaci�n en la continuidad de la adhesi�n a las conductas de medicaci�n y al tratamiento psiqui�trico y Comunitario, el tipo de recursos dise�ados institucionalmente a tal fin y el impacto sobre el n�cleo familiar, como fuentes de cronicidad o de salud en la terapia de los trastornos mentales.

El modelo biom�dico, que supone la existencia de una malformaci�n en la citoestructura del cerebro que provoca una estabilidad de la sintomatolog�a y un curso prefijado por las variables org�nicas, nos hace plantearnos la siguiente cuesti�n de fondo, �Para qu� rehabilitar si no podemos variar ese hecho incontestable?.

La cuesti�n es que la cronicidad en enfermedad mental, adopta diferentes cursos dependiendo de circunstancias sociales y cl�nicas, como podemos observar en el gr�fico 1, comport�ndose como una constante que var�a en la medida que se introducen precisamente, procesos de rehabilitaci�n e integraci�n social.

Los ecos de lo cr�nico a�n llegan a nuestros d�as con un significado de incurabilidad o de estabilidad de los s�ntomas que presagian la creencia de que la acci�n rehabilitadora es ineficaz o cosm�tica y que en realidad no va a afectar el curso de un trastorno cr�nico e incurable.

Este planteamiento, pesa todav�a hoy de forma muy clara, en los gestores pol�ticos y tambi�n en muchos de los profesionales de la psicolog�a y psiquiatr�a, que incapaces de desprenderse de la terapia exclusivamente ejercida a trav�s de f�rmacos, no quieren ver o minimizan, los avances de la rehabilitaci�n psicosocial en la enfermedad mental, aunque parad�jicamente, reconocen la importancia de las variables sociales, precisamente en variar la estabilidad de los s�ntomas y el curso mismo del trastorno. Por tanto, la cronicidad es un producto de variables sociales y cl�nicas que se definen en una discapacidad de larga duraci�n, con alta sensibilidad al estr�s psicosocial, causada por una persistente sintomatolog�a psic�tica, institucionalizaci�n prolongada, falta de tratamiento eficaz o exceso continuado de medicaci�n neurol�ptica, en la que hay que subrayar los efectos de los agentes sociales cronificadores, as� como el papel de las estructuras y grupos sociales en el curso de los trastornos mentales.

Tambi�n conceptos m�dicos como la gravedad de la enfermedad mental se encuentra cruzada por variables sociales, defini�ndose la misma, a partir de criterios multidimensionales que combinan el diagn�stico de una psicosis con medidas de tipo “administrativo”, como el n�mero y frecuencia de ingresos hospitalarios y presencia de un grado determinado de discapacidad o minusval�a (Bachrach, 1988; Schinnar et al,1990).

En cuanto a la diferencia entre discapacidad y minusval�a, su distinci�n tambi�n tiene una base te�rica desde el campo de la rehabilitaci�n psicosocial. La discapacidad, es la consecuencia de los d�ficits que tiene la persona enferma en sus capacidades y habilidades para el autocuidado. Mientras que la minusval�a abarcar�a los d�ficits sociales

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(Sheperhed et al, 1989)

consecuentes a la discapacidad (p�rdida de la red social, empleo, problemas familiares, aislamiento social, etc).

Los elementos sociales y sanitarios que se hallan presentes en la mayor�a de clasificaciones definitorias de la gravedad en enfermedad mental son:

-Diagn�stico de esquizofrenia, Trastorno Depresivo Mayor o Trastorno Bipolar.

-De 3 a 5 admisiones hospitalarias en los �ltimos tres a�os, o estancias de m�s de seis meses en internamiento psiqui�trico no penitenciario, en el mismo plazo de tiempo.

-Problemas significativos en al menos dos de las siguientes �reas:

Habilidades lectoescritoras b�sicas.Autocuidado.Falta de apoyo social.P�rdida de empleo.Dificultades en las relaciones interpersonales.Rechazo o poca adhesi�n al tratamiento farmacol�gico y seguimiento psiqui�trico.Alta frecuencia en la aparici�n de crisis.

Gravedad de la enfermedad mental y cronicidad no deben ser confundidas ya que est�n haciendo referencia a dos realidades diferentes. Del mismo modo que una incapacidad m�nima puede no llevar aparejada una minusval�a, una enfermedad mental que aparece como grave puede no tener un curso cronificado como consecuencia necesaria.

Pero, no solo la vulnerabilidad, cronicidad y gravedad de la enfermedad mental est�n marcadas por variables sociales, tambi�n el

S�lo un episodio sin discapacidad. 22%

Varios episodios con discapacidad m�nima o nula. 35%

Discapacidad continuada sin retorno a la normalidad. 8%

Aumento de la discapacidad en cada episodio y sin retorno a la normalidad. 35 %

Gr�fico 1. Curso de la esquizofrenia

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pron�stico se define en parte por este tipo de variables (Fenton.,1994; Jablensky., 1986):

Buen pron�stico:

-Inicio agudo de la enfermedad (2/3 de los casos), (Chinchilla,1996).-Estar casado/a.-Trastornos esquizofr�nicos cercanos al polo afectivo.-Forma paranoide.-Buen ajuste social y laboral prem�rbido.

Mal pron�stico:

-Comienzo insidioso (1/3 de los casos), (Chinchilla,1996).-Ser var�n.-Mal ajuste prem�rbido en la adolescencia.-Estar en un pa�s desarrollado.-Consumo de substancias.-Forma residual o hebefr�nica (desorganizada).

Los factores sociales no s�lo se manifiestan en la esquizofrenia, sino que tambi�n han sido constatados en otro de los grandes s�ndromes, la depresi�n.

La p�rdida de autoestima como caracter�stica com�n a los trastornos afectivos, puede producirse por creencias err�neas sobre las metas sociales impuestas por el entorno, produci�ndose la psicopatolog�a a partir de la incapacidad del sujeto a renunciar a metas inalcanzables (Chinchilla.,1997).

Para el modelo cognitivo de la depresi�n, formulado inicialmente por Beck (1979), la causa fundamental de la depresi�n viene determinada por la existencia de pensamientos negativos, respecto al yo y/o el ambiente. Estos esquemas mentales provocar�an una generalizaci�n en la categorizaci�n negativa, respecto a metas y atribuciones que concluyen en el sentimiento de desesperanza y falta de control, propio de este trastorno. Para Seligman (1982), estos esquemas cognitivos son el resultado de aprendizajes sociales inadecuados, donde en �pocas precedentes se aprenden dichas respuestas como las �nicas posibles ante el estr�s o los problemas.

Para el modelo conductual, la depresi�n se da cuando se produce una disminuci�n de refuerzos positivos. As�, la persona depresiva, va perdiendo paulatinamente inter�s sobre un ambiente cada vez m�s empobrecido, donde las consecuencias agradables para su conducta y capacidades, no existen o van desapareciendo paulatinamente.

El modelo de estr�s psicosocial, apunta hacia los eventos estresantes vitales como la causa de la enfermedad, ya que estos exigen de la persona una adaptaci�n a otras situaciones nuevas o desconocidas para las que el sujeto puede no hallarse preparado. Algunos de estos factores en nuestra cultura, son los siguientes:

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-P�rdida de la pareja.-P�rdida del empleo.-Problemas conyugales.-Vivir con m�s de tres menores.-Cambios de estatus, vivienda o empleo.-Jubilaci�n.-P�rdida temprana de progenitor.-Episodios precedentes de depresi�n.-Separaci�n en la infancia.-Baja autoestima y asertividad.-Car�cter “melanc�lico”.-Falta de habilidades sociales.

Como vemos, a�n las variables cl�sicas introducidas por el modelo biom�dico, como etiolog�a, gravedad, cronicidad, diagn�stico y pron�stico, se encuentran entrelazados con variables sociales, sin las cuales no podr�an definirse. Los s�ntomas son interpretados por las personas sobre la base de su contexto social y los desencadenantes de los trastornos mentales obedecen a c�mo se perciben los hechos vitales a partir de las construcciones culturales, sistemas de creencias y conocimientos de sentido com�n. Integradas en ellas, las representaciones sociales de los modelos cient�ficos vigentes y de la enfermedad mental, informan a los sujetos sobre como entender y tratar los trastornos ps�quicos. Estas representaciones inciden sobre el contenido informativo disponible para el sujeto, afectando con ello la evaluaci�n, afrontamiento y aceptaci�n o no de las conductas de enfermedad (Leventhal y cols.1980, 1982 y 1984).

1.5 El Modelo de Intervenci�n Comunitaria

El modelo de intervenci�n Comunitaria tiene algunos de sus precedentes m�s relevantes en las formulaciones de Durkheim (1897), sobre la gestaci�n social de la patolog�a ps�quica, o los trabajos en etnolog�a de Mead (1934), donde se pone de relieve la importancia de los factores culturales en la enfermedad mental desde lo que algunos llaman ahora etnopsiquiatr�a. Estos trabajos iniciales han supuesto un gran desarrollo de aquellas investigaciones que desde un punto de vista Comunitario podr�amos englobar dentro de la Psicolog�a social de la salud.

Los trabajos de Kadushin (1982) sobre el sentimiento comunitario, las investigaciones sobre la salud y su relaci�n con el apoyo social y comunitario, la integraci�n y la participaci�n social (Musitu et al.,1994, 1995), o las investigaciones sobre las bases de la salud mental comunitaria de Korchin (1976), son s�lo algunas de las aportaciones que orientan sus formulaciones hacia la relevancia de las relaciones entre integraci�n social y salud.

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Esta reformulaci�n de la cronicidad y de la enfermedad mental que significa el modelo de Intervenci�n Comunitaria, tuvo su inicio en las d�cadas de los 60 y 70, con la aparici�n de las primeras promociones de psic�logos sociales, el nacimiento de la red de Servicios Sociales y el funcionamiento de los primeros Ayuntamientos democr�ticos de nuestro pa�s (S�nchez 1996). Este movimiento se afianz� durante la d�cada de los ochenta, al desarrollarse en paralelo a la Reforma Psiqui�trica.

Los factores originadores del movimiento Comunitario en Salud Mental se deben en gran parte al rechazo frontal del modelo biom�dico y sus consecuencias, identificadas (S�nchez Alipio 1996) a partir de tres factores definitorios:

- Rechazo del Hospital Psiqui�trico como �nico Recurso Asistencial no complementario a la intervenci�n Comunitaria, por su tendencia a la desocializaci�n y asunci�n de un rol de pasividad por el enfermo mental. La posibilidad de la rehabilitaci�n social y la integraci�n a partir del uso correcto de psicof�rmacos. El auge de la terapia en el Medio de origen del enfermo como alternativa a la adaptaci�n al ambiente hospitalario y la potenciaci�n del movimiento desinstitucionalizador.

- Desencanto ante la psicoterapia individual, debido a los malos resultados de la terapia psicodin�mica y su incapacidad para generar respuestas sociales favorables a la integraci�n social.

- Rechazo del modelo m�dico y de las funciones y roles que de �l se desprenden como la custodia o lo asistencial, en una relaci�n asim�trica y muy jerarquizada, a�n entre los propios profesionales de la salud mental.

La “revuelta” contra el modelo m�dico se vio potenciada por el inicio de la Reforma Psiqui�trica. Esta reforma surgi� como cr�tica a la funci�n de la instituci�n manicomial, cuestionando duramente las funciones que realizaba en la atenci�n del enfermo mental, denunciando los escasos contenidos terap�uticos de dicha instituci�n as� como su funci�n de control y segregaci�n social.

Los movimientos en pro de los derechos civiles, los valores democr�ticos, el gran costo de una hospitalizaci�n prolongada y la aparici�n de la medicaci�n neurol�ptica, posibilitaban como hemos mencionado, la aplicaci�n Comunitaria de la terapia en el campo de la enfermedad mental.

Esta Reforma se caracteriza por al menos, dos aspectos cruciales: En primer lugar, supone el desplazamiento del eje de atenci�n del hospital a la sociedad. Su consecuencia m�s inmediata consiste en que la respuesta a la cronicidad deja de ser de car�cter hospitalario para transformarse en social y comunitaria. En segundo lugar, el tratamiento se concibe desde un enfoque tripartito en un modelo integral de intervenci�n: biol�gico-psicol�gico-social (Rodr�guez A.,1997).

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Hobbs (1964), afirma que el modelo m�dico supuso un gran avance sobre el modelo demonol�gico de la Edad Media al instaurar la primera revoluci�n cient�fica en enfermedad mental. La segunda revoluci�n paradigm�tica fue introducida por los modelos psicodin�micos o psicol�gicos en general, pero lo que realmente nos interesa aqu�, es c�mo esa segunda revoluci�n desemboc� en la aparici�n de un tercer paradigma durante la d�cada de 1960, el modelo de intervenci�n Comunitaria. Donde la intervenci�n terap�utica se realiza a partir de tres niveles que interact�an entre s�, el individual, el grupal y la Comunidad desde una teorizaci�n ecol�gica de la conducta humana (Musitu.,1993).

La importancia de este enfoque reside en que supone en s� mismo, una propuesta que, como hemos se�alado, traslada la importancia de la intervenci�n terap�utica del hospital al entorno social del sujeto, a las familias y redes secundarias que rodean y reproducen aquellas circunstancias que inciden sobre el tratamiento y pron�stico de la enfermedad mental (Anthony y Liberman.,1992). En el que resulta fundamental las creencias sociales, el conocimiento popular, los paradigmas cient�ficos y los Medios de Comunicaci�n como marco de esas interacciones, donde los individuos tienen ciertamente, responsabilidad sobre sus actos, pero desde las pr�cticas y los conocimientos disponibles en el entorno social de los sujetos.

Otra de las caracter�sticas de este modelo, es la consideraci�n de la salud mental como el mejoramiento paulatino de las condiciones de vida y salud de la comunidad, a trav�s de actividades de protecci�n y promoci�n de la salud, prevenci�n y curaci�n de enfermedades. Todo ello de acuerdo con el apoyo y la participaci�n activa de la comunidad (San Mart�n y Pastor.,1984).

En �l, la etiolog�a de la enfermedad mental se sit�a en el campo de las redes sociales, es por tanto de car�cter ex�geno. La intervenci�n tiene b�sicamente un car�cter comunitario, donde las instituciones que propugnan la terapia a trav�s de institucionalizaciones prolongadas del enfermo mental, estar�an contribuyendo a su cronificaci�n y al agravamiento de la enfermedad.

Aqu�, el sujeto enfermo se convierte en parte activa de la recuperaci�n, y las redes sociales en las que se desarrolla su convivencia, determinan el campo de actuaci�n terap�utico, donde el personal paraprofesional, entrenado adecuadamente, es considerado de la misma importancia que los profesionales de la Psicolog�a, Psiquiatr�a o el Trabajo Social. Dentro de un esquema de relaciones horizontal y multidisciplinar durante todo el proceso de rehabilitaci�n e integraci�n social. Por ello, desde este modelo, la salud se transforma prioritariamente en un atributo social y deja de ser una caracter�stica individualizada en casi todos los aspectos de la intervenci�n.

El modelo ecol�gico de intervenci�n Comunitaria en salud mental,implica una visi�n totalizadora e interrelacionada de los sistemas sociales al

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entender el comportamiento, como una funci�n provocada por las variables personales y ambientales, subrayando la importancia del contexto social en que se desarrolla dicha interacci�n (Bronfenbrenner,1979).

En este modelo ecol�gico de la conducta, el contexto social es asumido en la intervenci�n junto a los valores e ideolog�a del individuo, las circunstancias situacionales, sus emociones y las redes sociales donde se desarrolla la interacci�n. En �l, se considera el sistema ambiental como una serie de estructuras en las que a trav�s de actividades, relaciones interpersonales y roles asumidos, el individuo va integr�ndose socialmente y va afrontando situaciones estresantes, como la enfermedad o las consecuencias que se derivan de la categorizaci�n social de la misma, la falta de apoyo social, la asunci�n del rol de enfermo o la percepci�n de las consecuencias vitales y de cronicidad del trastorno mental.

Este enfoque supone que la experiencia de enfermedad mental se da en diferentes estructuras, determinadas por el car�cter de las relaciones sociales que el individuo establece a varios niveles. As�, el estudio del microsistema se ocupa del an�lisis de los roles y actividades di�dicas del sujeto. La descripci�n del mesosistema se realiza a trav�s de la exploraci�n de grupos primarios como el entorno familiar. El exosistema est� representado por los diferentes agentes sociales y asociaciones.

El macrosistema como estructura m�s amplia e integradora, puede ser constatado a trav�s de la presencia de especialistas en el campo y el papel de los medios de comunicaci�n.

Por ello, esta orientaci�n ecol�gica y Comunitaria se ha tenido presente en el desarrollo de esta investigaci�n, a fin de lograr una visi�n global e interrelacionada de todas las estructuras sociales implicadas en la formaci�n, mantenimiento y cambio de las Representaciones Sociales de la enfermedad mental.

1.6 La rehabilitaci�n psicosocial

A partir del informe de la Comisi�n Ministerial para la Reforma Psiqui�trica de abril de 1985, la rehabilitaci�n psicosocial se transforma en un elemento clave del tratamiento de la salud mental en general y de la esquizofrenia en particular, ya que la gran mayor�a de enfermos institucionalizados son esquizofr�nicos. Esto se resume en un hecho fundamental, consistente en que la atenci�n, la resoluci�n de los problemas y necesidades del enfermo mental cr�nico, deben darse en su propio entorno social y familiar, en la comunidad.

En nuestra Comunidad, la aparici�n de este hecho se encuentra �ntimamente relacionado con el cierre del Hospital Psiqui�trico de B�tera, ya que a partir de la desinstitucionalizaci�n de sus pacientes y su problem�tico traslado a otras zonas, es la propia sociedad la que como rechazo al enfermo mental, reivindica que cada municipio se encargue de sus propios enfermos.

Es el momento en que la angustia de los familiares se manifiesta en la creaci�n de Asociaciones como AFEM (Asociaci�n de Familiares de Enfermos

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Mentales de la provincia de Valencia), que a�n en la actualidad sigue demandando la creaci�n de Recursos intermedios para los enfermos mentales.

Los profesionales del sector podemos ver todav�a hoy, minusv�lidos ps�quicos y sensoriales con problemas de abandono social, �ltimos ejemplos aislados de los antiguos usuarios de B�tera, etiquetados psiqui�tricamente e integrados con la poblaci�n psic�tica de los nuevos Centros de Rehabilitaci�n para enfermos mentales de la ciudad. Y como esa categorizaci�n negativa, que corresponde a una situaci�n social y no a una patolog�a mental, genera resistencias en los sistemas sociales y en los servicios espec�ficos para personas con deficiencia mental, que impiden o retrasan su derivaci�n a estos recursos m�s adecuados a su problem�tica.

El cuadro se completa a la inversa, con la existencia de enfermos mentales integrados en colectivos de discapacitados ps�quicos, confundidos por sus d�ficits en el leguaje y cognici�n, as� como por su estado residual, con minusv�lidos ps�quicos, consolidando con ello su cronicidad. Donde la insuficiencia de Recursos o la intervenci�n social indiferenciada y global hacia el “colectivo de discapacitados”, genera una cronicidad que es origen y consecuencia de factores y pr�cticas sociales y no de condicionantes biol�gicos o sindr�micos.

C�ndido Polo (1999), nos advierte c�mo la psiquiatr�a moderna, profundamente ligada hasta ahora al Hospital Psiqui�trico, no ha conseguido superar en nuestro pa�s la funci�n de custodia de los asilos medievales. Sin embargo, la Reforma Psiqui�trica se ha desarrollado por todo el Estado, con graves limitaciones y desequilibrios territoriales, con Centros con objetivos, plantillas y planteamientos diferentes.

�Podemos suponer que este hecho ha supuesto un cambio de relaciones entre ese modelo m�dico hegem�nico y el emergente modelo de Intervenci�n Comunitaria?, �Significa una nueva mentalidad en la poblaci�n respecto al tratamiento e integraci�n de los enfermos mentales?.

La contestaci�n a la primera cuesti�n pasa por la constataci�n de diferentes hechos:

- El auge incipiente de la Psiquiatr�a Social y Comunitaria entre los profesionales de la sanidad.

- La fragmentaci�n de competencias entre las Diputaciones y los Gobiernos Auton�micos, as� como los problemas de coordinaci�n entre las Consejer�as con competencias en las materias de Sanidad y Bienestar Social.

- Inhibici�n de las Administraciones Municipales en la ayuda, gesti�n y mantenimiento de servicios sociales para discapacitados mentales. De hecho, este colectivo no aparece, no es percibido por los servicios sociales de atenci�n primaria como un colectivo que necesite de la atenci�n de los servicios sociales (Zaragoza, 2001, p.150)

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- En el �mbito concreto de la Comunidad Valenciana, podemos indicar adem�s, la existencia de Recursos que se derivan del anterior Plan de Salud Mental, como los Centros Sociales o los Clubes de Rehabilitaci�n (Diputaci�n) y los Recursos que se derivan de la Orden 9/90 de la Generalidad, que establece como Recursos sociales para enfermos mentales, los Centros de Rehabilitaci�n Social, los Centros de D�a y los Centros Espec�ficos para enfermos mentales, donde en estos �ltimos, se asocia el perfil cr�nico a problemas de desestructuraci�n y dependencia social. Lo que dificulta la coherencia en los diferentes Recursos propuestos e invalida la caracter�stica b�sica de las acciones institucionales en Integraci�n Social, la coordinaci�n entre servicios.

- La participaci�n de las empresas privadas, de las Administraciones y de las Asociaciones de Familiares en la gesti�n de estos Recursos, lo que conlleva problemas de coordinaci�n y financiaci�n, as� como la introducci�n de valores de mercado o administrativos por encima de criterios terap�uticos.

- En consecuencia a lo anterior, estos nuevos Recursos tienen una heterogeneidad de modelos te�ricos, objetivos diferenciados, plantillas y salarios divergentes, que dificultan la aparici�n de un corpus homog�neo de conocimientos que recoja todas estas experiencias.

La contestaci�n a la segunda pregunta requiere de la investigaci�n cient�fica en la que se enmarca esta investigaci�n, que en su desarrollo reflejar� las circunstancias enumeradas hasta aqu�, como variables sociales capaces de redefinir la enfermedad mental.

1.7- Los contenidos de la rehabilitaci�n psicosocial

Tanto la psicolog�a como la psiquiatr�a coinciden en la importancia de la rehabilitaci�n social, no s�lo respecto a la evoluci�n de la enfermedad, incidiendo en una reducci�n significativa de los reingresos hospitalarios, sino tambi�n, en la reducci�n de la gravedad de los s�ntomas caracter�sticos de las psic�sis, siendo su aspecto m�s significativo el logro de la integraci�n sostenida del enfermo mental en su propio entorno social.

La Rehabilitaci�n e Integraci�n social est�n formadas por el desarrollo de diferentes programas de intervenci�n que est�n en funci�n de los d�ficits fundamentales producidos por la enfermedad mental ( Rodr�guez, 1997):

- Asistencia para el aseo e higiene personal.- Apoyo para el control de la medicaci�n.- Apoyo para el mantenimiento dom�stico.- Apoyo en la b�squeda y mantenimiento del empleo.- Apoyo para el manejo del dinero.- Apoyo en tramitaciones administrativas.- Apoyo para el manejo del transporte.- Apoyo a la estructuraci�n del ocio.

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De estos objetivos se derivan diferentes programas de intervenci�n pr�cticamente comunes a todos los Recursos intermedios de rehabilitaci�n e integraci�n social:

-Programa de Actividades de la Vida Diaria.-Programa de Apoyo a destrezas funcionales y lectoescritoras.-Programa de Psicomotricidad.-Programa de Habilidades Sociales.-Programa de Psicoeducaci�n.-Programa de Psicoeducaci�n Familiar.-Programa de Rehabilitaci�n Cognitiva.-Programa de Integraci�n Comunitaria.-Programa de Ocio y Tiempo Libre.-Programa de Inserci�n laboral.

Con ellos se pretende alcanzar los objetivos de la rehabilitaci�n consistentes en integrar en la comunidad y mejorar su funcionamiento social al enfermo mental con discapacidades y minusval�as cr�nicas, con la mayor autonom�a posible.

El marco de intervenci�n comunitaria en el que se desarrolla la rehabilitaci�n psicosocial, se realiza en torno a la atenci�n individual, grupal y comunitaria, a partir de la interacci�n de los diferentes programas (Tabla 5), incidiendo fundamentalmente en tres �reas b�sicas, la rehabilitaci�n cognitiva y psicoeducativa, la intervenci�n familiar y la Integraci�n Comunitaria, como variables fundamentales que inciden en la percepci�n y el manejo del estr�s y consiguientemente, en la conducta de enfermedad.

Resultados (Reca�das) en 12 meses.

Hogarty y Anderson (con cuatro condiciones):

1. S�lo medicaci�n 41% reca�das.2. Tratamiento familiar y medicaci�n 19%3. Entrenamiento en HH.SS. y medicaci�n 20%4. Tratamiento familiar, HH.SS. y medicaci�n 0%

Tabla 5. Terapia combinada en esquizofrenia

1.7.1 La rehabilitaci�n cognitiva:

Diferentes estudios demuestran la existencia de d�ficits cognitivos y neurol�gicos en la esquizofrenia, relacionando los mismos con la sintomatolog�a tanto positiva como negativa del espectro esquizofr�nico (Cornblatt.,1992), as� como la posibilidad de que las dificultades en el procesamiento de la informaci�n sean un adecuado marcador de una vulnerabilidad permanente en la esquizofrenia (V�zquez y Ochoa.,1989).

(Tomado de Strachan, A.M. (1986)

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De acuerdo con un modelo de procesamiento de la informaci�n por etapas, los problemas en los inputs de entrada ir�an generando nuevos errores en las etapas siguientes, provocando un efecto en cascada o domin� que finalizar�a con la aparici�n o el agravamiento del cuadro psic�tico (Braff,1991), tal y como indica el esquema siguiente:

FIG1. Funcionamiento cognitivo en esquizofrenia

La mayor�a de estos estudios demuestran un serio d�ficit atencional en las personas con esquizofrenia que puede estar relacionado con el agravamiento de los s�ntomas negativos y de la incomunicaci�n de estos enfermos. El test de ejecuci�n sostenida o CPT, ha demostrado en diferentes poblaciones la existencia de dificultades en pacientes esquizofr�nicos para mantener la atenci�n sin equivocarse o dar falsas alarmas, esta dificultad se relaciona con disfunciones del l�bulo temporal y en concreto los ganglios b�sales.

La rehabilitaci�n cognitiva por tanto, intenta rehabilitar los d�ficits en atenci�n, memoria y lenguaje que estar�an relacion�ndose con la sintomatolog�a positiva y negativa (Hemsley,1995; Frith, 1995).

Memoria: Desde los trabajos de Cutting en 1985, la memoria es considerada como una de las �reas de mayor d�ficit en la esquizofrenia. Las consecuencias pueden ser la ideaci�n o fabulaci�n complementaria a las

Problemas neuroanatómicos

Problemas en los neurotransmisores

Funcionamiento neurofisiológico

Atención

Funcionamiento cognitivo

Sintomatología Psiquiátrica

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lagunas de memoria, a fin de dotar de continuidad al yo y el mundo interno de experiencias.

(Confecci�n propia; adaptado de Cornblatt y Keilp, 1994)

FIG 2. Procesamiento de informaci�n y sintomatolog�a

Lenguaje: Los resultados en este campo son dispares y contradictorios, siendo quiz�s lo m�s llamativo, la falta de diferencia entre el lenguaje de personas con esquizofrenia predominantemente positiva, frente a aquellas con persistencia de la sintomatolog�a negativa.

Sin embargo, parece claro que las personas con esta psicosis, dan menos frases bien formadas, cometen m�s errores sint�cticos y tienen menos fluencia en sus respuestas (Morice e Ingram, 1982).

Cociente Intelectual: El deterioro intelectual en esquizofrenia ha resultado confirmado desde diferentes instrumentos y poblaciones y lo m�s curioso es que se relaciona con los diferentes subtipos de esquizofrenia (tabla 6).

Poblaci�n normal: 100 CIEsquizofrenia paranoide: 95 CIEsquizofrenia Catat�nica: 83 CIEsquizofrenia Hebefr�nica: 81 CI Payne., (1973)

Tabla 6. C.I y esquizofrenia

Déficits cognitivos Incapacidad

Para procesar información

Control desíntomas positivos y refuerzo de síntomas negativos

Exacerbación deSíntomas positivos

Evitación de interacción

Intentos de interacción

Estrés

Estilos de Afrontamiento

Representación social de las EM

Percepción de recursos

Percepción de Estrés

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Otros estudios demuestran que la enfermedad produce un deterioro en el C.I de hasta 13 puntos, a partir de que esta se presenta, respecto al C.I prem�rbido (Nelson,1990).

Uno de los programas de rehabilitaci�n cognitiva m�s utilizados y de mayor �xito contrastado, es la Terapia Integrada de la esquizofrenia ( Roder et al., 1995; Vallina y Lemos, 2001). Este programa incide sobre los d�ficits cognitivos como causantes de los problemas adaptativos en la esquizofrenia, desarrollando un conjunto de programas que act�an sobre la memoria y la atenci�n fundamentalmente, e intentando mejorar la autonom�a y funcionamiento social del enfermo mental.

La IPT de Roder (1995), ha demostrado sus limitaciones precisamente en lograr una estabilizaci�n de las conductas adquiridas y la generalizaci�n de las habilidades sociales, as� como su incapacidad en mejorar la estructura cerebral a trav�s de la estimulaci�n que supone la terapia integrada.

Pero fundamentalmente, lo caracter�stico para nuestra investigaci�n, es como la percepci�n de estos d�ficits se relacionan con los estilos de afrontamiento (variables cognitivas) y estos a su vez, con el curso y sintomatolog�a de las EM, en un proceso continuo de autoevaluaci�n y autocategorizaci�n, revelando con ello la importancia del contenido de la informaci�n social que a trav�s de procesos de categorizaci�n social y atribuci�n cognitiva, ponen al descubierto la relaci�n entre las estructuras biol�gicas, psicol�gicas y sociales en el desarrollo y evoluci�n de los trastornos mentales (Fig. 2).

1.7.2 La psicoeducaci�n familiar:

Los primeros estudios sobre la familia que alcanzaron cierta relevancia, fueron los realizados por Bateson y su grupo, en la d�cada de los 50 (Aldaz,1996), dentro del an�lisis de la sociog�nesis de la esquizofrenia.

Las conclusiones a las que llegaron coincid�an en la descripci�n del grupo familiar como un grupo cerrado que impide el desarrollo de la identidad o bien potencia patrones desviados de comunicaci�n que facilitan la aparici�n de la enfermedad.

El concepto de doble v�nculo es el acu�ado por esta escuela, que se concreta en la recepci�n por parte del ni�o de mensajes contradictorios. La persistencia de dichos mensajes en un ambiente tan significativo emocionalmente como la familia, generar�a un retraimiento de la persona hacia una vivencia interior de caracter�sticas psic�ticas y una ruptura con la realidad hacia un mundo autista de significados. Si el sujeto intenta adaptarse a esos mensajes contradictorios y de consecuencias arbitrarias, provocar�a una tensi�n suficiente como para que aparecieran s�ntomas de desorganizaci�n ps�quica. Si por el contrario, busca un significado idiosincr�sico a estos mensajes contradictorios, dando coherencia a una situaci�n que en realidad no la tiene, seg�n el grupo de Bateson, aparecer�an las condiciones �ptimas para la aparici�n de delirios

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paranoides. De esta manera la teor�a del doble v�nculo, intenta no s�lo explicar la etiopatogenia de la esquizofrenia, sino tambi�n las caracter�sticas observadas en sus diferentes tipolog�as.

Han aparecido otras teor�as que centran su atenci�n sobre los patrones de comunicaci�n familiar, como las referentes a la familia escindida y la comunicaci�n desviada, sin que ninguna de ellas haya obtenido apoyo emp�rico suficiente. Todas ellas hacen hincapi� en la existencia de un clima familiar pat�geno y desviado, donde la consecuci�n de un equilibrio conlleva necesariamente, la creaci�n de un mundo psic�tico m�s o menos grave y disfuncional.

Otras de las l�neas de investigaci�n psicosocial desarrolladas, son aquellas que hacen referencia al constructo de emocionalidad expresada. En la d�cada de los sesenta, Brow y su grupo (1972), reflexionaron sobre la aparici�n de crisis recurrentes, cuando pacientes ingresados y con perspectivas de buena evoluci�n, eran reintegrados al medio familiar. Las escalas de alta emocionalidad expresada (CFI), tienen en cuenta:

Comentarios cr�ticos.Comentarios hostiles.Sobreimplicaci�n emocional.Estilo Atribucional.Escucha activa.Miedos y ansiedades.

Los estudios de Kavanagh (1992), demuestran que los enfermos con familias de alta emocionalidad expresada, tienen muchas m�s probabilidades de recaer (48%), que aquellos con familias de baja emocionalidad (21%). Esto pondr�a la psicoeducaci�n familiar al mismo nivel de importancia terap�utica que el tratamiento neurol�ptico, como lo demuestra la tabla 7.

Recidivas en esquizofrenia, controlando exclusivamente la intervenci�n familiar en 2 a�os, variable: Emocionalidad Expresada (EE).

l. Intervenci�n con EE elevada: 33% 2.EE elevada sin intervenci�n: 59% 3.EE baja sin intervenci�n: 33%

1.7.3 El nivel macrosocial de la Intervenci�n Comunitaria

Como sabemos, aunque este modelo esta muy centrado en las relaciones a nivel mesosocial, no excluye la intervenci�n a nivel macrosocial desde una perspectiva de cambio de las condiciones sociales y de una mayor disponibilidad de los recursos institucionales. En este sentido, algunas investigaciones demuestran que las enfermedades mentales pueden ver reducida su incidencia a partir de campa�as comunitarias de informaci�n sobre el embarazo y la prevenci�n sanitaria en epidemiolog�a v�rica.

Tomado del Proyecto de Intervenci�n Famil iar de Saldford, en B�rchwood,1995.Tabla 7. Emocionalidad expresada y esquizofrenia

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Los primeros estudios de Tramer (1929), demostraban una cierta relaci�n entre un importante n�mero de casos de dementia praecox y el mes de nacimiento. En concreto, aparec�a un gran n�mero de casos cuya fecha de nacimiento se situaba entre los meses de Diciembre a Marzo, con un significativo repunte en el mes de Marzo. Estudios posteriores con mayor rigor metodol�gico, apuntaban a una mayor prevalencia de las psicosis entre los nacidos en los meses de enero y febrero (Lang.,1931), o de enero a abril (Barry y Barry., 1961) citados por Fabregat (1996). Los estudios m�s recientes confirman la existencia de un mayor n�mero de nacimientos de esquizofr�nicos en el primer cuatrimestre del a�o (Chinchilla y cols.,1985).

Estos hallazgos sugieren la existencia de un factor ambiental, que est� propiciando la aparici�n de la enfermedad y que sobre todo, estar�a operando en los meses de invierno. En este sentido se ha considerado la existencia de un agente viral, en concreto el virus de la gripe, que provocar�a una lesi�n fetalcapaz de incrementar el riesgo de padecer esquizofrenia, actuando sobre el feto sobre el segundo trimestre de embarazo.

Hakosalo y Saxen demostraron en 1957 (Mednick, 1988), que los ni�os expuestos durante su primer trimestre de vida intrauterina a epidemias de gripe presentaban un exceso de anomal�as en el SNC al nacimiento. Un estudio dan�s por las mismas fechas (Chinchilla y cols.,1985) confirm�, la relaci�n entre el n�mero de nacimientos de esquizofr�nicos entre aquellos en los que coincid�a el sexto mes de desarrollo fetal con una epidemia de gripe.

Estos estudios no han podido ser confirmados como el origen monocausal de la esquizofrenia, puesto que durante el embarazo existen causas de estr�s ambiental que tambi�n se relacionan con la aparici�n de la esquizofrenia (Mednick,1988):

-Notificaci�n de la muerte de los progenitores.-Alteraciones de la citoestructura del cerebro.-Alteraciones piramidales en el hipocampo.-Hemorragias de la madre en el 2� trimestre.-Efecto de f�rmacos o contaminaci�n ambiental.

Adem�s, en el segundo trimestre del embarazo se producen cambios importantes en el desarrollo cerebral del feto. En concreto, la formaci�n del neocortex a trav�s de un proceso de migraci�n celular, un aumento de volumen del cerebro a la vez que la disoluci�n de la matriz germinal, van ha provocar el incremento del riesgo de hemorragias.

Cualquier anomal�a en este proceso puede originar una disfunci�n posterior en el desarrollo de SNC, como postula la teor�a mixta bioambiental del neurodesarrollo o TND (Saiz,1995). Por lo que es necesario incidir, en que cualquier mejora de las condiciones sanitarias y sociales durante el embarazo y el parto, permitir�a la reducci�n de las enfermedades mentales a partir de pol�tica preventivas, que en una trayectoria bidireccional, incidan sobre la provisi�n de estos Recursos y tambi�n en generar en la Comunidad la percepci�n de los trastornos mentales como enfermedades que se pueden prevenir y tratar. No es extra�o que Norman Sartorius, en el Congreso de la

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Asociaci�n Mundial de Psiquiatr�a, celebrado en noviembre de 1997, afirmara que el 50% de las enfermedades mentales pueden prevenirse si se produce una mejora de los servicios sanitarios y sociales. De este modo, la terapia de los trastornos mentales se convierte en una tarea que incluye la prevenci�n, la rehabilitaci�n y la integraci�n social a partir de los objetivos y perfiles que las Administraciones generan en la atenci�n a las personas con enfermedad mental. Pero la intervenci�n macrosocial en las redes sociales, no s�lo est� ligada al papel de las Administraciones, sino que la integraci�n en redes sociales secundarias, por si misma, proporciona �xitos cl�nicos sorprendentes como el descrito en la tabla 8.

Resultados de la intervenci�n en pacientes con psicosis aguda, proporcion�ndoles intervenci�n en el medio social y actividades de tiempo l ibre

Con intervenci�n Sin intervenci�n

l. Media de d�as de recuperaci�n: 65 124 2.Media de d�as en Hospital: 56 122 3.Reca�das: 15% 35% 4.Remisi�n s�ntomas positivos: 65% 40%

Compromiso en el seguimiento

l. Contactos con los servicios: 81% 67% 2.Cumplimiento medicaci�n: 94% 55% 3.Formaci�n y empleo: 50% 33%

de Valerie Drury, en B�rchwood, I995.

Tabla 8. Intervenci�n en el Medio Social y esquizofrenia

Los programas de Habilidades Sociales, comunes a estos niveles de actuaci�n, inciden sobre el funcionamiento social y sobre el curso de la esquizofrenia, a partir de la mejora de la calidad de vida y de la construcci�n de los recursos sociales necesarios para mejorar el repertorio conductual del enfermo esquizofr�nico. Sirviendo como protecci�n ante las situaciones sociales cuyo afrontamiento puede ser causa de estr�s y por tanto, de la exacerbaci�n de la sintomatolog�a psic�tica.

1.7.4 Los sucesos vitales estresantes

Durante la d�cada de los 50, se concedi� especial importancia a aquellas caracter�sticas del ambiente que pudieran incidir sobre la aparici�n de la enfermedad mental.

Los estudios realizados en este contexto desarrollaron una serie de teor�as sobre la etiolog�a de la enfermedad mental a partir de causas ambientales (Rahe., 1974), que en la actualidad, han sido confirmadas solo parcialmente por los an�lisis realizados al efecto.

La aparici�n de eventos estresantes, imprevisibles, indeseables, que permanecen relativamente estables en el tiempo, a la vez que son vividos por

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las personas como incontrolables, son los que se relacionan en mayor medida, con s�ntomas depresivos y ansiosos y en segundo lugar, con manifestaciones de sintomatolog�a psic�tica (Monroe, 1983).

Por otro lado, estos eventos estresantes, para que produzcan su efecto devastador, deben “acumularse” en un per�odo de tiempo limitado y muy cercano a la aparici�n de la enfermedad (Brown y Harris, 1978).

Los sucesos que se relacionan en mayor medida con la sintomatolog�a mental, se refieren principalmente a aquellos que afectan a la red social primaria y en los que est�n involucrados sentimientos de p�rdida. En segundo lugar, aparecen aquellos relacionados con p�rdidas en la red secundaria de amigos, parientes y trabajo (P�ez,1986).

En cualquier caso, el concepto de evento estresante, suele ser bastante ambiguo y esta ambig�edad est� influenciando las controversias en este tipo de investigaciones. De hecho, en la actualidad se tiende a investigar, m�s que las caracter�sticas de una situaci�n dada, la percepci�n que de la misma poseen las personas. Los estudios de Bandura (1987), sobre “expectativa de �xito” y las formulaciones sobre afrontamiento (Lazarus y Folkman 1984), enfocan este tipo de estudios hacia la adquisici�n por parte de la persona, de aquellas estrategias y conductas que faciliten el manejo del estr�s. DeNelsky y Boat (1986), propusieron un modelo de afrontamiento, �til para la rehabilitaci�n, basado en:

-Aumentar el compromiso con las metas.-Disminuir las creencias err�neas sobre el s� mismo y el ambiente a partir del trabajo en relajaci�n, confrontaci�n de creencias y autoestima.

En la actualidad, el inter�s por el ambiente estresante se dirige hacia la influencia que ejerce en el curso y aparici�n de la enfermedad, m�s que en la consideraci�n de su papel etiopatog�nico. Donde la relaci�n entre recursos personales y sociales, su percepci�n por parte del sujeto y relaci�n con las demandas del ambiente como estresores sociales, determinan las conductas de salud y enfermedad (Musitu, 1996).

Esto contrasta con el hecho de que las personas realmente piensan, que un evento vital negativo y estresante puede provocar una enfermedad mental, reforzando la imagen social que relaciona las causas de la enfermedad mental y el estr�s con los entornos urbanos ( P�ez, 1986).

Sin embargo, la terapia psicosocial no se centra exclusivamente en el tratamiento de variables sociales, sino que debe abordarse desde un posicionamiento integrativo. De hecho, la rehabilitaci�n psicosocial en la actualidad no rechaza la existencia del hospital psiqui�trico como recurso asistencial integrado en una red de car�cter sociosanitario. As� mismo, se asumen las caracter�sticas del necesario tratamiento farmacol�gico (tabla 9), como una parte fundamental de la terap�utica a seguir.

Sin embargo, los problemas de coordinaci�n y competencias con la estructura sanitaria, contin�an dificultando la consolidaci�n de este

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modelo, a pesar de que el marco posterior a la Reforma, implica una dimensi�n hasta ahora desconocida, que incide de manera urgente en la construcci�n de los recursos sociales, as� como la necesaria sensibilizaci�n de familias y profesionales en el papel activo al que est�n llamados a asumir en el tratamiento de las enfermedades mentales.

Recidivas en el 1� a�o en esquizofrenia y su relaci�n con el tratamiento neurol�ptico

Con placebo Con neurol�pticos

-Kane et al (1982) 41% 0%-Crow et al (1986) 63% 38%

Reca�das tras remisiones prolongadas suspendiendo la medicaci�n-Wistedt (1981) 100%-Hirch et al (1973) 92% -Denker et al (1980) 99%Tomado de Saiz et al, Esquizofr enia enfermedad del cerebro y reto social, (1995)

Tabla 9. Esquizofrenia y neurol�pticos

Las nuevas expectativas abiertas por los resultados de la rehabilitaci�n e integraci�n social, tambi�n determinan la necesidad de multiplicar la investigaci�n de aquellos elementos presentes en el tejido social que pueden favorecer la integraci�n del enfermo esquizofr�nico, as� como detectar d�nde se encuentran las resistencias a dicha integraci�n y cu�l es su raz�n de ser.

Por ello, en nuestra investigaci�n, analizaremos los elementos representacionales que provocan dichas resistencias, utilizando el modelo de las representaciones sociales, al considerarlo como el m�s adecuado a los problemas planteados.

Este modelo, fue retomado inicialmente por Moscovici, en su estudio en 1961 sobre la Imagen del Psicoan�lisis en Francia, extendi�ndose a partir de aqu�, a diversos campos de investigaci�n dentro de la psicolog�a social, demostrando una gran capacidad heur�stica.

La teor�a de las representaciones sociales, propugna la existencia de un "campo psicol�gico interno" que condiciona las acciones, decisiones y actitudes de los sujetos. Este campo estar�a constituido por la representaci�n social que el sujeto posee de un fen�meno social dado, adquirida a trav�s de los procesos de socializaci�n, generando un marco referencial de conocimientos con cierto consenso social legitimador y que articulan sus respuestas y pr�cticas sociales.

Es por tanto, un elemento fundamental en el proceso cognitivo que media entre la construcci�n del concepto y el objeto percibido que se constituye en la interacci�n y comunicaci�n social.

A la vista de los datos y en el contexto de la terapia de los trastornos mentales, �Justifica la eficacia del Modelo biom�dico las inversiones p�blicas en la investigaci�n exclusiva de las bases gen�ticas y neurol�gicas de las EM, asignando un papel subsidiario a las variables psicosociales,

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como la rehabilitaci�n de Habilidades Sociales, el Enpowerment, Resoluci�n de Problemas o Integraci�n Laboral de la persona con enfermedad mental?.

�Hasta qu� punto la ciencia no es responsable de incentivar la investigaci�n de nuevas formas de explicaci�n de la realidad social, cuando los modelos vigentes potencian la visi�n del enfermo, como un ser pasivo y a la familia como una estructura dependiente?.

�Cu�les son las causas que dificultan la implantaci�n de un modelo como el Comunitario en EM, que incluso en el �mbito econ�mico resulta ser eficaz?, (tabla 10).

Acentuando la importancia del ambiente social para el curso y resoluci�n de la esquizofrenia, la OMS (1979), recomienda la necesidad de llevar acabo m�s investigaciones sobre el efecto de las variables socioculturales en el curso de los trastornos mentales.

-Coste de la intervenci�n comunitaria (IC) en esquizofrenia, respecto a la intervenci�n cl�sica sanitaria (IS)

Autor, Pa�s y A�o Costes /Resultados

Weisbroad et al, USA, 1980 IC m�s cara con mejores resultados

Hoult et al, Austria, 1984 IC m�s barata

Marks el al, Reino Unido, 1993 IC m�s barata

Fenton et al, Canad�, 1979 IC m�s barata

Burn et al, Reino Unido, 1992 IC m�s barata

Jackson et al, Reino Unido, 1993 Costes similares, con mejores resultados la IC

(Datos recopilados por el Proyecto RISEM). Gran Canaria.

Tabla 10. Coste de la Rehabilitaci�n Psicosocial

Puesto que la existencia de etiquetas negativas y representaciones sociales que influencian el comportamiento de las personas ante el enfermo mental se traducen en la merma del ejercicio real de su derecho a la salud, lo que desgraciadamente s�lo puede traducirse en m�s cronicidad y exclusi�n social. Esta investigaci�n, con sus limitaciones y desde la reflexividad te�rica y metodol�gica, apuesta decididamente por a�adir factores de conocimiento que permitan la plena integraci�n en la sociedad del enfermo mental cr�nico, a partir de un cambio de pr�cticas y actitudes sociales de cuyo proceso, esta investigaci�n quiere formar parte.

Como hemos visto hasta aqu�, la enfermedad mental debe definirse sobre la base de las relaciones sociales que entretejen su conceptualizaci�n y tratamiento, tambi�n hemos se�alado la existencia de un entramado

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cultural que proviene de un proceso hist�rico complejo, constat�ndose a la vez, la existencia de modelos cient�ficos que determinan la comprensi�n moderna de los trastornos mentales.

Por otra parte, se�alamos que esas circunstancias socioculturales son fundamentales en la adopci�n de conductas adecuadas de enfermedad y por lo tanto, capaces de variar el pron�stico de las enfermedades mentales a trav�s de su manejo. Por ello, hemos rese�ado la importancia de modelos emergentes como el de Integraci�n Comunitaria que precisan la intervenci�n desde un enfoque ecol�gico de la conducta humana y de las relaciones sociales.

Podr�a pensarse que nuestro inter�s por dichas variables sociales obedece a un enfoque terap�utico de la enfermedad mental, sin embargo esto implicar�a una reducci�n de los objetivos de esta investigaci�n, ya que en realidad, nuestros objetivos se dirigen a poner de relieve c�mo las Representaciones Sociales de la enfermedad mental, resulta una variable fundamental en el tratamiento de estos trastornos y que las mismas se sit�an a un nivel macrosocial, cuya comprensi�n requiere la apertura de nuestro trabajo a dos niveles fundamentales:

-El contenido informacional de las Representaciones actuales, ligado a los paradigmas cient�ficos dominantes.

-La descripci�n de las conductas de los profesionales, enfermos, familiares y Administraciones que se derivan de las mismas, en base a la difusi�n por los Media de determinadas representaciones sociales de los trastornos mentales.

Con ello, pretendemos aportar nuestra modesta contribuci�n a esclarecer las v�as por las que el contexto social afecta a los procesos, conductas y actitudes relacionadas con la salud mental y que han sido descuidadas en parte, limitando el papel de la psicolog�a en este campo concreto de la salud y la enfermedad (Ewart, 1991).

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CAP�TULO DOS

El marco te�rico de las representaciones sociales___________________________________________________________________________

2.1 Cultura y representaciones sociales.

Cuando decimos que el ser humano es un ser social, en realidad estamos identific�ndolo con todos aquellos seres que poseen caracter�sticas espec�ficas relacionadas con la adquisici�n de logros en su estructura social, y que a lo largo del trascurso evolutivo y cultural han llegado a ser valiosas para la supervivencia de la especie.

Sin embargo, la cultura no es solamente un proceso adaptativo que se explica exclusivamente a trav�s de las adquisiciones biol�gicas, t�cnicas o instrumentales, prescindiendo de los sistemas simb�licos, o de las creencias que integran la interacci�n humana. Por ello, consideramos que no puede admitirse un discurso reduccionista de la vida social estrictamente biol�gicista, ni a la inversa, es posible defender la existencia de un determinismo �nico meramente ambiental, ni la cultura puede entenderse exclusivamente como un proceso de innovaci�n tecnol�gica.

La interacci�n entre el sustrato biol�gico y el sistema social es sin duda, la �nica explicaci�n posible del por qu�, las sociedades humanas pueden cambiar su entorno y tambi�n su estructura social, a la vez que dichas modificaciones generan cambios org�nicos que afectan a individuos y etnias. Una separaci�n artificial que confiera una mayor prevalencia de la herencia biol�gica sobre la estructura social o a la inversa, no podr�a explicar la capacidad del ser humano para modificar el mapa gen�tico a trav�s del conocimiento adquirido, ni tampoco la existencia de diferentes estructuras sociales inmersas en un relativismo cultural evidente.

Por ello, la historia de la humanidad tambi�n es la historia de sus representaciones sociales, de sus creencias y de sus normas �ticas.

La existencia en el medio f�sico de las condiciones sociales para la extracci�n de las prote�nas necesarias para la vida humana, ha sido mediada por avances t�cnicos como el arado o las canalizaciones de riego, lo cual ha derivado en cambios de las caracter�sticas f�sicas de los sujetos, pero estos cambios se han producido a partir de representaciones sociales diferentes de la naturaleza y de la realidad (Flameen, 1987; Guimelli, 1989).

Es as� como la representaci�n cultural del hombre, ha sido en el pasado, el �nico medio de interpretar su naturaleza. Civilizaciones antiguas como la romana, se basaron en un sistema esclavista para su desarrollo, para lo que fue preciso representar al esclavo como una cosa que se puede vender o comprar, pero que a trav�s de mecanismos sociales pod�a llegar a adquirir la naturaleza humana, creando con ello, un concepto hoy desconocido del hombre, que encontr� sus ra�ces en la filosof�a aristot�lica y que afect� a las relaciones de producci�n, al derecho y en definitiva a la

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comprensi�n del entorno de su �poca, constituyendo en s� misma, el mundo real en que se mov�an los seres humanos de aquel tiempo.

El cristianismo con su capacidad para cambiar las relaciones sociales, su visi�n sobre la vida, la muerte y la trascendencia, provoc� cambios de los que la sociedad actual es deudora, as� como el sistema econ�mico actual lo es del protestantismo (Weber,1984).

Dicho de otro modo, la historia y el cambio social deben siempre entenderse como vinculado por una relaci�n dial�ctica a la historia de las ideas. Las apreciaciones deterministas, tanto materialistas como idealistas de esta relaci�n, pasan por alto dicha dial�ctica y de este modo distorsionan la historia (Berger, 1997).

Uno de los componentes esenciales de toda sociedad humana viene caracterizado por la existencia de procesos culturales. Tylor nos refiere una descripci�n de la cultura ya cl�sica en sociolog�a, defini�ndola como “un sistema complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, usos sociales y capacidades adquiridas por los seres humanos en cuanto son miembros de una sociedad” (Tylor, 1871).

La cultura influye en aspectos emocionales, cognitivos y conductuales, impregnando toda la vida de los sujetos. La cultura, es por tanto el proceso complejo por el cual los seres humanos llegamos a ser sujetos sociales que reflexionan sobre sus propios pensamientos y s�mbolos de comunicaci�n. Esa capacidad de reflexi�n sobre la simbolog�a por la que nos comunicamos proviene del hecho cultural. Y su interacci�n con el medio ambiente determina nuestro punto de vista cr�tico o conservador sobre la herencia cultural adquirida, nuestros sistemas de interacci�n social o nuestros valores y actitudes, a la vez que en �ltima instancia, modula los cambios sociales que las necesidades e intereses de grupos e individuos sean capaces de impulsar.

Y esto, es consecuente a que todo ser humano desde su nacimiento se encuentra con una realidad dada, externa al individuo, que este se apropia a trav�s del proceso de socializaci�n. La apropiaci�n de esta realidad externa se realiza a partir de la educaci�n, consistente en la socializaci�n met�dica de la generaci�n joven por la adulta (Durkheim, 1950).

A trav�s de ella, se transmite la cultura de la sociedad, el individuo biol�gico se transforma a partir de este proceso en individuo social, que interioriza los valores culturales, transform�ndolos en elementos constitutivos de su personalidad y de su conducta.

La funci�n social de la educaci�n se traduce por tanto, en integraci�n moral del sujeto en la estructura cultural, que ahora �l mismo, a partir de laaceptaci�n de sus valores, va a constituir en creencias y estereotipos que orientan su conducta.

De lo anterior se desprende que junto a la estructura econ�mica, opera una estructura cultural, cuyo principal objetivo es la inclusi�n del individuo

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en la sociedad, a trav�s de la interiorizaci�n de valores y creencias que se integran en su personalidad, pero que adem�s sirven de base a los mecanismos de solidaridad y cohesi�n social.

Estos mecanismos culturales de inclusi�n, se traducen en la generaci�n de valores que favorecen las instituciones sociales dentro de las cuales las personas van a desarrollarse. La familia, el papel del Estado o la b�squeda y desempe�o de un empleo remunerado, se aceptan por el sujeto por el convencimiento de que este, es un modo efectivo de inclusi�n social y de desarrollo personal.

Durante todo el proceso de socializaci�n, las personas aprenden los valores aparejados a estas instituciones, como la importancia de desempe�ar un rol adecuado para la paternidad o maternidad, o el valor de un trabajo bien hecho. A cambio, el sujeto podr� disfrutar de los bienes y servicios que la sociedad pone a su disposici�n y que son percibidos como la consecuencia natural de su conducta.

Por tanto, los valores aprendidos por el sujeto aparecen como constitutivos de la normalidad, de lo real. De este modo, la persona en el proceso de socializaci�n, llega a tener creencias y valores de normalidad que se relacionan con la inclusi�n y la participaci�n social.

Sin embargo la persona desempleada, los deficientes ps�quicos, los enfermos mentales o cualquier otro colectivo que no puede desempe�ar los roles productivos, familiares o c�vicos que se esperan de ellos, son objeto de incertidumbre por parte de la persona integrada, son categorizados como personas al margen de la normalidad. As�, los mecanismos culturales que permiten la inclusi�n social de los sujetos, se transforman tambi�n en las bases culturales de la exclusi�n a trav�s de procesos de estigmatizaci�n, categorizaci�n y estereotipia negativa. Al mismo tiempo, se inicia un proceso de racionalizaci�n y explicaci�n, de comprensi�n de lo “anormal”, de integraci�n cognitiva de realidades sociales ambiguas o discordantes, que son aprehendidas a trav�s de esquemas e im�genes adquiridas en el proceso social y reelaboradas individualmente de la misma forma, dependiendo de este proceso, la efectividad y caracter�sticas de nuestro repertorio conductual.

A trav�s de estos mecanismos representacionales, se legitima la conceptualizaci�n negativa de la diferencia, la generalizaci�n de caracter�sticas peyorativas a determinados colectivos, la atribuci�n indiscriminada de perfiles personales a los sujetos que forman determinados grupos, e incluso la despersonalizaci�n de dichos individuos como seres “incompletos” o cercanos a la animalidad, abriendo el camino de la marginaci�n e incluso el de la exclusi�n m�s extrema, el genocidio.

El proceso de socializaci�n y la adquisici�n de nuevos aprendizajes, continua a lo largo de todo el proceso vital del sujeto. La informaci�n es reelaborada a trav�s de procesos de inferencia social que intentan dar sentido a la realidad. Estos procesos de inferencia social, pueden dividirse en

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tres bloques diferenciados: Aquellos que facilitan un proceso de categorizaci�n social, las inferencias causales que buscan la raz�n o causa de un hecho observado y aquellos que buscan las relaciones entre estructuras de informaci�n.

La categorizaci�n social, se realiza a trav�s del uso de estereotipos (creencias), que generalizan una serie de atributos personales de los individuos que forman un grupo social determinado. Si la actitud del sujeto es negativa hacia ese grupo, probablemente el estereotipo ser� negativo y posiblemente el correlato conductual ser� la discriminaci�n negativa.

Por tanto, las actitudes se originan en el marco de la experiencia individual y en un contexto social determinado. Si la asociaci�n con el objeto se da trav�s del conocimiento del mismo, su resultado ser� una creencia o un estereotipo. Sin embargo, si la relaci�n entre el sujeto y el objeto social es una experiencia emocional positiva o negativa, su producto ser� una valoraci�n de prejuicio. Por el contrario, si la relaci�n con el objeto proviene de la implicaci�n conductual, tendremos conductas de discriminaci�n (tabla 11).

Componentes de las actitudes y sus expresiones

Plano cognitivo: creencias: estereotipos

Plano afectivo: valores: prejuicios

Plano conativo: conductas: discriminaci�n

Rosenberg y Hovland, 1960)

Tabla 11. Modelo factorial de las actitudes

Las actitudes se expresan a trav�s de sus componentes esenciales que son las creencias (plano cognitivo), los valores (plano emocional) y las conductas (plano conativo), generando con ello marcos de tendencia en cuanto a la adopci�n de determinados estereotipos, prejuicios y conductas. La existencia e interacci�n de estos tres elementos, junto con la experiencia de las personas, determinar� la coherencia, perdurabilidad y flexibilidad de las opiniones y conductas mantenidas, as� como la capacidad de influencia de las nuevas informaciones. De este modo, los sujetos pueden mostrar estereotipos muy fuertes pero que apenas tienen incidencia en sus conductas, o bien prejuicios no reflejados en sus opiniones o verbalizaciones.

La fuente de toda actitud resulta por tanto de la informaci�n que nos llega a trav�s del medio social, esta informaci�n es elaborada cognitivamente expres�ndose como creencias; el procesamiento afectivo de la misma, se expresar� a trav�s de sentimientos y por �ltimo la informaci�n conductual derivar� en acciones.

Los productos de estas elaboraciones los hemos identificado como opiniones, prejuicios, estereotipos o conductas de discriminaci�n o integraci�n.

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La capacidad de influencia social sobre las actitudes individuales, depende en gran parte de la coherencia y de la intensidad en que los factores de la actitud se relacionan entre s� y su expresi�n global es en definitiva, una valoraci�n estable sobre un objeto externo o el propio yo.

�Qui�n no tiene una valoraci�n sobre s� mismo, los dem�s o un objeto social dado? y a�n en el caso de no poseer dicha valoraci�n, �No implicar�a dicha circunstancia, una toma de posici�n respecto a la recepci�n y el procesamiento de ese objeto social?. Las actitudes son por tanto, aquellas im�genes mentales cargadas de significaci�n emocional, que los individuos elaboran a partir de la informaci�n social recibida, por las que llegamos a tener un determinado posicionamiento o valoraci�n respecto a un hecho interno o externo, individual o social (MacGuire, 1985).

Sin embargo, las actitudes se generan en un marco social m�s amplio, donde la informaci�n es reelaborada y asumida por el sujeto de acuerdo con diferentes variables. La informaci�n proveniente de sus grupos de referencia, sus propias actitudes, el marco de valores ideol�gicos, las creencias religiosas, los paradigmas cient�ficos o los medios de comunicaci�n de masas, modulan los conocimientos y valores adquiridos en el proceso de aprendizaje social (Kelley y Michela, 1980).

La elaboraci�n resultante de todos estos procesos sociales por los que el sujeto se apropia, explica e integra la informaci�n social ambigua en su propio marco cognitivo para devolverlo a la interacci�n grupal, se denomina: representaciones sociales.

Estas representaciones sociales operan de modo dial�ctico, siendo el medio por el que la informaci�n social moldea e influye los esquemas actitudinales del sujeto (Ajzen y Fishbein, 1980; Furnhan, 1984; Fehater, 1985; Budd y Spencer, 1985), creando lo que se ha venido en etiquetar como procesos de influencia de las representaciones sociales sobre los sesgos de la cognici�n social (Paez et al, 1986), por los que determinadas creencias y actitudes suelen estar compartidas culturalmente por los sujetos de diferentes grupos sociales (Hewstone 1989; Furnham, 1982).

Es por esto que las representaciones sociales proporcionan un marco te�rico valioso, que explica la relaci�n entre las actitudes individuales y el medio social como un todo integrado y mutuamente influyente.

De este modo, nuestras actitudes ante la pol�tica, la enfermedad mental o los excluidos, estar�an mediadas por las representaciones sociales que los medios de comunicaci�n, los sistemas religiosos e ideol�gicos y los paradigmas cient�ficos elaboran como pensamiento social, contribuyendo con ello, al proceso de formaci�n de las conductas y orientaci�n de las comunicaciones sociales (Moscovici, 1976).

2.2-Antecedentes te�ricos de las Representaciones Sociales

Emile Durkeim (1898), realiz� un considerable esfuerzo al intentar a trav�s de su obra, asentar las bases de un m�todo sociol�gico que tuviera una amplia comprensi�n de lo social. Para este investigador franc�s, lo social

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est� constituido de hechos observables que no pueden restringirse a una derivaci�n de la naturaleza individual o a un pacto social determinado, sino que obedece a la creaci�n de algo nuevo por encima de las individualidades subjetivas y que se expresa en su c�lebre concepto de “conciencia colectiva”.

Aunque el discurso de Durkeim se encuadra dentro de un enfoque funcionalista y normativo, sin llegar a expresar las contradicciones y paradojas que suponen los mismos hechos culturales y que ya hemos mencionado, al tratar de los mecanismos de inclusi�n–exclusi�n social, corresponde a este investigador el an�lisis de la relaci�n dial�ctica entre estructura econ�mica y cultura y la ampliaci�n de la segunda, al resto de instancias sociales normativas, enriqueciendo con ello, el reduccionismo marxista decimon�nico.

La conciencia colectiva, a partir de las representaciones compartidas, trasciende las representaciones individuales, que por su variabilidad no permitir�an la apreciaci�n de invariantes o regularidades sociales y por tanto dificultaba la aprehensi�n de esa nueva ciencia que trataba de sistematizar, la sociolog�a.

Aunque el an�lisis de Durkeim no est� exento de problemas epistemol�gicos y metodol�gicos como el rese�ado, es el primero que a trav�s de esta conceptualizaci�n ambigua, defiende la existencia de productos psicol�gicos netamente sociales y que confluyen en esa “conciencia colectiva” que no es la suma de pensamientos individuales sino que adquiere especificidad como construcci�n social de la realidad, abriendo el camino de otras orientaciones cient�ficas como el interaccionismo simb�lico de Mead y permitiendo abordar el problema social, dentro de un enfoque que nos es conocido y familiar, el de la psicolog�a social.

En 1961, otro investigador franc�s retomar� el estudio de esta “conciencia colectiva”. Para Serge Moscovici, Durkeim no hab�a precisado la verdadera naturaleza de las representaciones sociales, limit�ndose a se�alar su existencia en ese intersticio en el que lo individual se transforma en social, mezclando fen�menos ps�quicos y sociales y haciendo extensivo el concepto de representaci�n social a las creencias, ideolog�as o mitos. Debido a estas imprecisiones, el concepto deb�a ser reformulado, dot�ndolo de un rigor metodol�gico hasta ahora insuficiente.

Para �l, resultaba de capital importancia la separaci�n conceptual del t�rmino de otros como imagen, opini�n o mito, incidiendo en la funcionalidad y estructura de las representaciones sociales a fin de delimitar el concepto, diferenci�ndolo de las descripciones generalizadoras de Durkeim.

La tarea de Moscovici es sin duda brillante, aunque en muchos aspectos, no consiga dome�ar suficientemente y con claridad el concepto al que alude. �l mismo advierte en su obra de la dificultad de clarificar dicho concepto, que se observa bien en sus derivaciones sociales, pero que se analiza mal, por su caracter�stica posici�n “mixta” entre la sociolog�a y la psicolog�a.

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En su descargo, podr�amos decir que este terreno es surcado con habitual ambig�edad por los investigadores a la hora de explicar otros fen�menos psicol�gicos como las actitudes o la inteligencia. Ubicadas entre lo social y lo psicol�gico, las explicaciones sobre el concepto de actitud abarcan miles de formulaciones diferentes y ello a pesar de que Allport (1968), lo definiera como el concepto m�s distintivo e imprescindible en la psicol�gia social.

Si citamos esta circunstancia no es para legitimar cierta ambig�edad en el an�lisis que nos ocupa, haci�ndolo derivar de un determinado relativismo de las ciencias sociales, sino que m�s bien, creemos que la posible ambig�edad, reside en la multiplicidad y fragmentaci�n de los enfoques te�ricos adoptados, en la metodolog�a utilizada para la comprensi�n de los fen�menos psicosociales y en �ltima instancia, en el conflicto entre positivismo y fenomenolog�a que atraviesa disciplinas como la sociolog�a y la psicolog�a, en mayor medida que en la inabordabilidad de algunas formulaciones por el hecho de su car�cter h�brido o fronterizo.

En realidad, dicha caracter�stica “mixta” proporciona la riqueza de poder ser estudiada complementariamente desde diferentes disciplinas, lo que en la pr�ctica, aumenta tanto la complejidad, como el rigor de la investigaci�n, al huir de explicaciones monocausales sobre los hechos sociales o psicol�gicos.

El concepto de representaci�n social, nos impulsa a pensar en una elaboraci�n cognitiva posterior a la percepci�n de un est�mulo. Las ideas ser�an representaciones de la realidad que se organizan en esquemas o mapas cognitivos, estructuras arborescentes que nos ayudan a tomar decisiones, comparar y clasificar conceptos.

Sin embargo, cuando aludimos a la representaci�n social en este trabajo, no nos referimos al estudio de estas elaboraciones individuales, sino m�s bien, a los procesos sociales por los cuales los sujetos se apropian de la informaci�n ambigua, dotando a la realidad de nuevos significados. La representaci�n es social en cuanto ha obtenido validez en su uso compartido para analizar la realidad a trav�s de la relaci�n de un determinado grupo o grupos sociales con un objeto social dado.

El pan o el vino como elementos de la naturaleza no implican en s� mismos una representaci�n social determinada, s�lo a partir de que los grupos sociales le confieren determinadas cualidades y lo enmarcan en un sistema relacional de significados adquieren esa atribuci�n.

Sin embargo, el vino consagrado s� es un objeto social y las caracter�sticas religiosas, calor�ficas, liberadoras, inicuas o de prestigio social del vino; sus m�ltiples combinaciones m�s acertadamente, sobre la base de intereses contrapuestos o coincidentes de los grupos sociales, generan diferentes representaciones sociales del mismo que todos conocemos.

No importa que el esclavo romano no sea una cosa, ni que el vino no conlleve algunas de las caracter�sticas que se le atribuyen, no importa

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tampoco si los agentes sociales propagan consciente o inconscientemente dicho conocimiento, ya que el hecho se establece como realidad a partir de que los individuos act�an y se comunican como si lo fuera.

El hecho es, que diferentes grupos se refieren y elaboran contenidos de comunicaci�n, a partir de cualidades de los objetos sociales que son construidas en la misma interacci�n grupal y que en la medida en que dicha construcci�n es relevante para la sociedad, se disemina y es compartida por personas que no necesariamente se identifican con los postulados grupales iniciales.

A trav�s de los procesos de comunicaci�n social, las creencias y valores atribuidos a dicho objeto social, se transforman y se enriquecen con conceptualizaciones, valores y creencias de otros grupos, creando diferentes representaciones sociales de la realidad, de manera din�mica y consustancial a la actividad econ�mica y cultural. (Brewer y Cramer, 1985; Doise 1973,1984; Jaspars y Hewstone, 1984).

2.3 Concepto de representaciones sociales

Durante todo el siglo XX, la idea de progreso ha sido mantenida con vehemencia por multitud de pensadores y fil�sofos. Las personas, han confiado en la capacidad de la ciencia y la tecnolog�a para desarrollar todas las potencialidades del ser humano y aunque las cr�ticas a ese mundo feliz y tecnol�gico que auguraba el capitalismo industrial, son cada vez m�s acerbadas y fundamentadas, la verdad es que el sujeto del siglo XXI se encuentra sumido en un intercambio de conceptos t�cnicos que no comprende o de los que posee un conocimiento fragmentario. Pol�ticos, t�cnicos, fil�sofos y periodistas pugnan por explicar ese mundo de chips, �tomos, priones y genes sin conseguirlo del todo, o dicho de otro modo, cada uno lo hace seg�n sus conocimientos, cada uno seg�n su lenguaje.

Las personas inmersas en ese magma de informaciones especializadas, se esfuerzan en la comprensi�n del mundo en que viven, e intuyen la necesidad de aprehender esos nuevos conceptos a fin de calibrar, tomar postura o sencillamente lograr una adecuada interacci�n social con sus grupos de referencia.

Durante todo este proceso, los conceptos cient�ficos adquieren otro significado, son reelaborados en cada conversaci�n, el universo del discurso social se vuelve fragmentario y las personas acuden a los mediadores autorizados, legitimados por sus conocimientos o prestigio social, a fin de adquirir una orientaci�n sobre sus propias reflexiones y opiniones o confirmar sus creencias o conductas.

Los nuevos conocimientos son asimilados a las estructuras de conocimientos que cada uno de nosotros ha sido capaz de generar a lo largo de nuestra biograf�a y al hacerlo, el conocimiento indirecto de un hecho social inaprensible a nuestra experiencia directa, se transforma en certeza,

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en corpus de conocimiento subjetivo que crece, desaparece o se trasmuta a partir de nuevas informaciones, nuevas experiencias, nuevos descubrimientos.

Pero la definici�n de las representaciones sociales no debe hacerse exclusivamente desde un esquema funcionalista, ya que dicho planteamiento nos informar�a sobre las funciones y cometidos sociales de dichas representaciones sociales, pero determinar para qu� sirven o son utilizadas, no es clarificar su naturaleza.

Es por ello que adoptamos para tal cometido, un enfoque sist�mico en el que los fen�menos sociales son proceso y producto a la vez de una misma realidad din�mica y que permite ser analiza por eso mismo, desde enfoques diferentes (Wagner y Elejabarrieta, 1995; Jodelet, 1986 a).

Esta aproximaci�n ha sido utilizada con �xito en el an�lisis de problemas tan dispares como el estudio de las actitudes, de la cultura, de la ciencia o de la inteligencia.

La conceptualizaci�n de la representaci�n como proceso de conocimiento social, define a la misma como la elaboraci�n social de un conjunto de conceptos, a partir de la interacci�n de grupos sociales que culmina en la transformaci�n de ambos. Esta transformaci�n no resulta de un efecto colateral, sino que es consustancial y caracter�stico de dicho proceso.

Si nos acercamos a la representaci�n social como producto del proceso social, la definiremos como corpus de conocimientos sociales no institucionalizados, cuya coherencia, jerarqu�a, significaci�n emocional y permanencia de sus elementos, dependen de la ambig�edad, difusi�n e importancia social percibida del objeto al que se refieren.

Las representaciones sociales en su g�nesis, son siempre elaboraciones de grupos reflexivos, es decir, grupos sociales que se identifican con determinados postulados, creencias o valores que les definen como grupo homog�neo y que permiten su identificaci�n por parte de los exogrupos con los cuales interaccionan (Moscovici, 1984). Por ello, las representaciones sociales no se definen por s� mismas en tautol�gicas explicaciones circulares, sino que requieren la acci�n de agentes sociales en los que reside su g�nesis, por lo que no todos los objetos sociales poseen una representaci�n social.

Las flores, los �rboles, los l�pices son objetos de la realidad que pueden no poseer una representaci�n social, aunque s� conceptos e im�genes compartidas socialmente, �Por tanto, d�nde reside la diferencia entre los procesos de comunicaci�n social y las representaciones sociales?.

La principal cualidad diferenciadora es que, en dichos objetos no debe existir ambig�edad en la comprensi�n de sus caracter�sticas, que su conocimiento no posea ninguna relevancia para determinados grupos sociales y que adem�s, no existe ninguna circunstancia social que impela a

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la necesidad de una comprensi�n m�s profunda y sistematizada, a fin de asegurar mecanismos de adaptaci�n e interacci�n social.

Por otra parte, los mecanismos de cognici�n social como la atenci�n, codificaci�n, memoria e inferencia, citados por Wagner y Elejabarrieta (1995), se refieren predominantemente, a la cognici�n fr�a m�s que a la significaci�n emocional de los objetos sociales, diferenci�ndose cualitativamente de aquellos por los que las representaciones sociales llegan a existir y desarrollarse: la actitud, la informaci�n y el campo de representaci�n, identificados por Moscovici (1976), como dimensiones constituyentes de la representaci�n social. Siendo la objetivaci�n y el anclaje, los procesos por los que el conocimiento social se transforma en representaci�n social (Jodelet, 1986).

Veamos el ejemplo de un spot televisivo, una adolescente presenta al chico con el que sale a su madre, que est� comiendo un helado, parte del cual se le queda en los labios, el chico se acerca y le da a la madre un beso prolongado en la boca eliminando los restos del helado. Este anuncio publicitario juega sin duda, con procesos de cognici�n social como la categorizaci�n, memoria, disonancia e inferencia ante la ambig�edad a fin de fijar el mensaje en la mente del observador. Las situaciones sociales de este tipo ponen en marcha determinados esquemas cognitivos y su interacci�n con el medio, entrando de lleno en el an�lisis de la cognici�n social que se concreta en el estudio de c�mo afectan las situaciones sociales al procesamiento de la informaci�n.

Sin embargo, desde el an�lisis de representaciones sociales, los procesos de objetivaci�n y anclaje se dirigen m�s bien a analizar cu�l es la representaci�n de la adolescencia, de la maternidad o de las relaciones sexuales, de las que se nutren los bloques o categor�as en que se estructura la informaci�n cognitiva y todo ello relacionado con la estructura simb�lica del discurso y su significaci�n social y emocional. Por otra parte, la cognici�n social, al centrarse en los procesos por los que los sujetos procesan y perciben la informaci�n, descuidan que el pensamiento social es pensamiento compartido, o lo que es lo mismo, ignoran los aspectos simb�licos por los que los procesos sociales se transforman en representaci�n social.

En cualquier caso, la cooperaci�n entre ambos enfoques no deja de ser significativamente conveniente. As�, el concepto de them�ta (Moscovici y Vignaux, 1994), formulado con el objetivo de encontrar las relaciones entre la cognici�n y comunicaci�n, entre lo cognitivo y lo simb�lico, o los estudios sobre los esquemas cognitivos de base (Rouquette, 1994), analizando tanto la generaci�n como la transformaci�n de las representaciones sociales desde un punto de vista din�mico y trasversal, recogen la �ntima ligaz�n de las propuestas te�ricas de orientaci�n social cognitivista, respecto al an�lisis de la estructura y generaci�n de las representaciones sociales.

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Hemos mencionado como los dos procesos b�sicos de las representaciones sociales, en la formulaci�n original de la teor�a, se identificaron como objetivaci�n y anclaje.

-La objetivaci�n se refiere a la transformaci�n de conceptos extra�os, ambiguos o inaprensibles en im�genes cercanas o compartidas por los sujetos. Se trata de reabsorber un exceso de significados, materializ�ndolos. Los mecanismos que act�an en dicho proceso son la descontextualizaci�n, la transformaci�n ic�nica y la naturalizaci�n de la informaci�n (Jodelet, 1986).

La descontextualizaci�n reduce y simplifica la informaci�n disponible eliminando parte de la informaci�n recibida. As�, el contexto de las nuevas informaciones desaparece y se concentra en im�genes (transformaci�n ic�nica), que fundamentalmente resumen, no la importancia real del objeto comunicado, sino los rasgos identificados como importantes por el cuerpo social (Palmonari y Doise 1986).

Este proceso culmina con la generaci�n de un n�cleo figurativo de la representaci�n social, que destaca en im�genes, la esencia y conceptos de mayor representatividad social del objeto. En enfermedad mental, este proceso podr�a resumirse as�: “Algo les pasa en la cabeza a los locos, es cosa de nervios, por eso es mejor que est�n tranquilos, para que no agredan”.

La locura en este contexto, no aparece como una enfermedad, sino como un problema de falta de conciencia o control, que tiene que ver con una parte del cuerpo, la cabeza, o un lugar indefinido, “los nervios”. Una vez aislado del contexto cient�fico, la enfermedad mental adquiere, naturaleza y ubicaci�n propia y lo que es m�s sugerente, todo un sistema de conducta que pretende ser adaptativo, ante el esquema: nervios—locura—agresi�n.

La naturalizaci�n se produce al sustituir los conceptos en entidades f�sicas, lo simb�lico pasa ser realidad. No percibimos al concepto como un conjunto de informaciones sino como una entidad real, independiente y ontologizada. Preguntas de estudiantes como, �qu� gl�ndula endocrina secreta la libido?, o las referencias a la memoria a corto y largo plazo como entidades f�sicas, cajas compactas y aut�nomas, que realmente conforman org�nicamente el recuerdo, son resultados t�picos de este proceso. Sin embargo, no debemos entender este hecho como parte de una degeneraci�n de conceptos pr�stinos que van perdiendo su pureza hasta derivar en una imagen imperfecta del original, ya que las representaciones sociales son realmente construcciones sociales nuevas, sobre conceptos que tambi�n son expresados y originados a partir de la interacci�n social, afectando con ello hasta las formulaciones m�s rigurosas de la ciencia.

El conocimiento cient�fico no es una representaci�n social de las leyes f�sicas, pero el cient�fico como ciudadano de una sociedad dada, se expresa o es entendido a trav�s de ellas y la comunicaci�n al gran p�blico no tiene otro cauce que su representaci�n, a trav�s de la interacci�n de la vida cotidiana y en los contenidos de los medios de comunicaci�n.

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Aunque el efecto de los sesgos del experimentador es bien conocido, un ejemplo pr�ctico nos puede ayudar a entender c�mo las representaciones sociales, se insertan en el devenir de las teor�as cient�ficas desde su g�nesis y no s�lo en su popularizaci�n.

Hacia 1950, la sociedad occidental pose�a unos roles bien definidos tanto para el hombre como para la mujer. En este contexto, el Dr. Dart encontr� el rastro de los primeros hom�nidos en cuevas de los macizos monta�osos de Sud�frica, el hallazgo consisti� en un conjunto de esqueletos y restos �seos entremezclados de herb�voros y de nuestros antepasados.

La conclusi�n que Dart extrae es simple, los primeros hom�nidos eran cazadores, los machos recorriendo la sabana en hordas, capturaban a los herb�voros y los llevaban a la cueva donde eran devorados y con sus restos se fabricaban las armas y utensilios necesarios. La agresividad del var�n es por tanto el motor de la evoluci�n, la mujer mientras tanto, espera en la cueva cuidando de la prole.

Esta teor�a que corresponde claramente al rol masculino de esa �poca, es contestada con el tiempo, por los avances que se van produciendo y que identifican a nuestros antepasados como recolectores, carro�eros y v�ctimas de los depredadores, m�s bien que como cazadores agresivos.

En la d�cada de los setenta y en pleno auge de los movimientos de liberaci�n de la mujer, Elaine Morgan, escritora, ama de casa y antrop�loga aficionada, pone en entre dicho la teor�a de la Sabana y comienza a hablarse incluso en medios cient�ficos de la teor�a del “hom�nido acu�tico”. Para esta autora es el medio acuoso, la charca donde no se puede ir a cuatro patas, el motor del bipedismo y de la evoluci�n.

La legitimaci�n de la agresividad, del rol masculino y de la justificaci�n social del conflicto en la guerra fr�a, se desliza hacia las teor�as cient�ficas, las representaciones sociales vigentes premian unas teor�as sobre otras y modulan significativa y emocionalmente la realidad social, incluso en la formulaci�n del saber cient�fico. Construyen conceptualizaciones nuevas, marcos de interpretaci�n novedosos asumiendo el conocimiento existente, no lo denigra, sino que transforma el conocimiento cient�fico en conocimiento social dentro de un esquema circular de significados.

-El anclaje es el otro proceso por el que act�an las representaciones sociales. “Proteico” para Moscovici, excesivamente d�ctil para otros investigadores, supone el proceso de integraci�n cognitiva por el que los nuevos conceptos son insertados en una red preexistente de significaciones. El anclaje se relaciona cognitivamente con procesos de inferencia y categorizaci�n social.

A trav�s del anclaje se explica adem�s, la asignaci�n de significado de la representaci�n social. Esta, es una funci�n del proceso de anclaje que nos informa del campo representacional y de los contenidos resultantes de la

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interacci�n entre grupos, as� como de su relaci�n con los elementos culturales de una sociedad. De este modo, la enfermedad mental puede tener un significado de trastorno y discapacidad o por el contrario de liberaci�n de la creatividad y fantas�a humana, de curable o cr�nica y consecuentemente, de su tratamiento a trav�s de f�rmacos o de la rehabilitaci�n psicosocial, en la medida que dicha asignaci�n de significado, se difunda por la sociedad a partir de diferentes enfoques cient�ficos.

La funci�n del anclaje, es determinar las transformaciones que el objeto representado causa y asume a la vez, a partir de la estructura representacional existente en el individuo. Al mismo tiempo, intenta explicar la funcionalidad de lo representado en cuanto a su instrumentalizaci�n social.

Puesto que toda representaci�n es un manual de conocimiento pr�ctico, la instrumentalizaci�n dentro del proceso de anclaje, determina la funcionalidad social de la misma y legitima los procesos de categorizaci�n social. As�, podemos permanecer apartados del enfermo mental o propugnar su reclusi�n de acuerdo con la vaguedad, firmeza o significaci�n de nuestra representaci�n.

Al recoger elementos tanto cognitivos como sociales, parece una formulaci�n suficientemente ambigua como para que buena parte de las cr�ticas converjan sobre este concepto. Por otra parte, no parece muy claro si existe solapamiento o coincidencia con las formulaciones cognitivas de la categorizaci�n social, tal y como mencionan acertadamente Wagner y Elejabarrieta (1995).

En cualquier caso, lo importante al efecto de esta investigaci�n, no s�lo es destacar aquellos aspectos de la formulaci�n te�rica que se adopta, sino tambi�n, la funcionalidad de la misma, que en nuestro caso es el nivel de an�lisis emp�rico y que se concreta, en buscar y analizar aquellos conceptos que conforman la representaci�n social de la enfermedad mental, m�s que determinar te�ricamente el funcionamiento estructural de la misma.

Por otro lado, si el aspecto de integraci�n cognitiva que representa el proceso de anclaje est� a�n hoy poco definido, parece acertado mantener con rotundidad la utilidad de tal concepto, para explicar la asignaci�n de sentido social a las representaciones sociales. Describiendo las posibles transformaciones constitutivas o de desarrollo de las representaciones sociales, con relaci�n al marco social existente, formado por conceptos religiosos, pol�ticos o cient�ficos y la jerarqu�a de valores y creencias que dimanan del mismo.

En otro sentido y en el �mbito descriptivo, el proceso de anclaje explica adecuadamente la instrumentalizaci�n que de las representaciones sociales realizan los grupos seg�n sus fines y creencias. La consecuencia que se deriva de dicha utilizaci�n es el hecho de que las representaciones sociales no s�lo expresan relaciones sociales, sino que tambi�n las crean o transforman (Jodelet,1986).

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2.4- Cr�ticas a la teor�a de las representaciones sociales

Desde la aparici�n de la tesis doctoral de Moscovici en 1961, el estudio de las representaciones sociales se ha enfrentado a diferentes dificultades como la influencia del paradigma conductista y su reduccionismo a esquemas de est�mulo/ respuesta, o la orientaci�n predominantemente individualista del an�lisis de las actitudes y de lo social en la psicolog�a americana.

A esto hay que a�adirle cierto aire psicologicista, de existencia de entidades et�reas que no se encuentran en las personas, sino en entes colectivos difusos que sin duda proviene de las primeras formulaciones te�ricas de Durkeim.

Sin embargo, no ser�a riguroso atribuir todo el problema a causas externas, ya que la formulaci�n de las representaciones sociales ha tenido que salvar problemas te�ricos importantes y aunque la experimentaci�n robustece d�a a d�a sus proposiciones y dirime estas dificultades en la pr�ctica, es incoherente no mencionarlas cuando se intenta fundamentar una investigaci�n en sus principios te�ricos.

Las cr�ticas en la actualidad, han perdido la virulencia inicial y en la mayor�a de los casos, han sufrido un debate largo y continuado de r�plicas y contrarr�plicas aclaratorias que han servido para mejorar la conceptualizaci�n inicial, as� como el marco general de la disciplina (Paez 1986; Ib��ez 1988; Moscovici 1976; Jahoda 1988; Potter y Litton, 1985).

Las insuficiencias m�s destacables, recopiladas por Paez y cols. (1986), pueden enumerarse del siguiente modo:

a) Las representaciones sociales, al menos en su formulaci�n te�rica original, han sido formuladas de un modo poco expl�cito tanto en los elementos constitutivos de las mismas como en la adecuada diferenciaci�n de conceptos y procesos ya existentes en el an�lisis de la cognici�n social.

b) La metodolog�a utilizada, como estudios etnogr�ficos o entrevistas abiertas son dif�cilmente replicables y por tanto entra�an cierta debilidad metodol�gica.

c) No se encuentra correctamente definido el nexo de uni�n entre conductas y representaciones sociales.

d) El precedente te�rico no obedece a elementos netamente europeos sino que m�s bien est� influido por los trabajos de la psicolog�a americana sobre el an�lisis de valores y estereotipos, as� como por los postulados del interaccionismo simb�lico.

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e) La sociogen�sis de la representaci�n social sobreestima la capacidad del hombre de la calle en su b�squeda de conocimientos y en la estructuraci�n coherente en su discurso, de lo novedoso.

Para Ib��ez (1988), las cr�ticas a las representaciones sociales se agrupan en cuatro grandes �reas que aglutinan las cr�ticas con mayor presencia en la bibliograf�a revisada, a saber:

f) Esta teor�a no aporta nada nuevo a los conceptos ya existentes de actitud, sistema de creencias o ideolog�a, sino que a�ade confusi�n al introducir conceptos redundantes e imprecisos.

g) Esta teor�a posee un sesgo conservador por lo que enmascara las relaciones sociales a partir de su funci�n ideol�gica.

h) La mayor�a de los conceptos definitorios de dichas representaciones son falaces y no resisten un an�lisis detenido.

i) La aplicaci�n de la metodolog�a ha sido inadecuada con relaci�n a los objetivos de las investigaciones propuestas.

Podr�amos agrupar todav�a m�s las cr�ticas a dicha teor�a resumi�ndolas en:

-Insuficiencia conceptual.-Insuficiencia metodol�gica.

En este cap�tulo nos detendremos en el primer bloque, a fin de tratar el segundo cuando afrontemos la metodolog�a de la investigaci�n.

La insuficiencia conceptual se menciona como resultado de una pretendida ambig�edad terminol�gica respecto a conceptos afines.

Las representaciones sociales son teor�as impl�citas de la realidad que se encuentran presentes en otras construcciones sociales del discurso colectivo. Los mitos, la religi�n, el pensamiento cient�fico o las ideolog�as son algunos de estos fen�menos sociales, que junto a un sistema integrado de t�cnicas y patrones de comportamiento heredado, se han dado en llamar cultura.

La cultura para existir como tal, debe aglutinar todos los comportamientos de un grupo humano determinado, adem�s todos los aspectos culturales de cada grupo, est�n �ntimamente entrelazados en un modelo, que es �nico para ese grupo (Hoebel y Weaver, 1985).

Por ello, el an�lisis de dichas realidades s�lo puede hacerse a efectos descriptivos, encontr�ndonos frente a esa labor no s�lo con la tarea de definir las representaciones sociales, sino tambi�n, con la de redefinir todos los conceptos con los que se relacionan, por su validez consensual m�s que por su precisi�n y claridad.

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Semejante tarea nos llevar�a por otros derroteros m�s all� de los objetivos que nos hemos propuesto, por lo que nos detendremos solo lo necesario, al objeto de definir adecuadamente las bases te�ricas de la investigaci�n relacionadas con las representaciones sociales.

La religi�n como cuerpo de conceptos, normas y creencias no puede ser comparada con las representaciones sociales ya que la religi�n est� impregnada de lo “sagrado”, es decir necesita un n�cleo conceptual alimentado por el misterio y la fe en lo trascendente.

Por otro lado, la religi�n aspira a una ordenaci�n del universo, una comprensi�n global de relaciones y causalidades, sin que las representaciones sociales tengan ese inter�s totalizador, no se pueden comparar las zonas oscuras o poco estructuradas que las representaciones sociales pudieran contener, con ese concepto de lo sagrado al que antes alud�a, puesto que este, a diferencia de las representaciones, forma realmente el n�cleo de toda religi�n y por tanto la justifica.

Por otro lado, la religi�n posee una funcionalidad social a partir de un cuerpo integrado de rituales que suelen marcar las etapas del ciclo vital y orientan la conducta a trav�s de postulados morales, que la interacci�n de los grupos sociales puede no tener necesariamente en la generaci�n de las representaciones sociales.

No podemos confundir tampoco las representaciones sociales con mitos, puesto que estos se refieren a la sacralizaci�n del orden moral existente a partir de la personalizaci�n de pretendidas virtudes colectivas.

Pero las representaciones sociales no suelen buscar la legitimaci�n absoluta de un determinado objeto social, ni son narradas en un contexto sagrado, sino que como producto de la interacci�n social, a menudo suponen una construcci�n nueva y contradictoria de los t�rminos que contiene (Paez y Ayestar�n,1985).

El pensamiento cient�fico ya ha sido tratado con anterioridad, siendo evidente que posee m�todos y objetivos diferentes al de las representaciones sociales.

En cualquier caso, todo ello no supone que la realidad social no sea lo suficientemente rica para que no podamos encontrar sacralizaci�n en la ciencia, cient�fismo en la religi�n, o ciencia mitificada.

Por �ltimo, es necesario incidir en el concepto de ideolog�a y sus posibles relaciones con las representaciones sociales. Para Giner (1985), la ideolog�a es un conjunto de creencias y conceptos f�cticos y normativos que explican el mundo social a quienes la sustentan. Son evidentes, desde esta conceptualizaci�n general de la ideolog�a, las caracter�sticas comunes a la definici�n de las representaciones sociales. La ideolog�a proporciona una serie de conceptos f�cticos y normativos para explicar la realidad social, es un conjunto de creencias seculares que dan informaci�n y orientan la conducta. Por tanto, cuando hablamos de ideolog�a nos referimos al conjunto de creencias que intentan explicar el mundo secular y es aqu� donde se hace necesario definir su relaci�n con las representaciones sociales.

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Si hablamos de la ideolog�a de un cardenal de la curia pontificia, no nos referimos a la religiosidad inherente a la misma, sino a su red de creencias sobre la realidad social y pol�tica del entorno.

Evidentemente, lo sacro estar� presente en esa conceptualizaci�n ideol�gica, como lo estar� de manera diferente en aquellos sacerdotes de la teolog�a de la liberaci�n que con una ideolog�a opuesta, desarrollan su labor religiosa en los pa�ses del tercer mundo.

Adem�s, ambos conceptos se sit�an en ese espacio que intenta explicar c�mo los determinantes simb�licos influyen en las estructuras sociales en una relaci�n mutuamente influyente.

Todos los conceptos que hemos ido rese�ando, en sus elementos, no son m�s que sistemas de creencias, opiniones y valores. Para distinguirlos hemos tenido que recurrir a sus contenidos, origen y funci�n social diferenciada. Todos ellos est�n �ntimamente entrelazados y por ello se influyen entre s�, pero esto no significa como hemos visto, que se trate del mismo fen�meno social, aunque poseen nexos de uni�n por su pertenencia a un �nico y determinado sistema cultural.

Desde este contexto, podemos resaltar el hecho de que las ideolog�as como conjunto de creencias, conllevan expl�citamente un plan estructurado de acci�n y control social, la ideolog�a se dirige como objetivo social a la transformaci�n de la sociedad o a su conservaci�n, diferenci�ndose entre ellas en el ritmo de cambio propuesto. Por otro lado, pretenden explicar la totalidad de las relaciones sociales, la funci�n de la cultura, el arte o la econom�a, desde la acci�n, desde y para el control del poder. Incluso podr�amos se�alar que una ideolog�a forma parte de una representaci�n social en la medida en que triunfa o fracasa en el control del poder.

Las ideolog�as son reconocidas hoy como conjunto de creencias muy cristalizadas de cuya validez social, resulta determinante la coherencia entre sus propuestas te�ricas y su acci�n social.

Las representaciones sociales no poseen ninguna de estas caracter�sticas, no poseen un plan estructurado de control social en sus contenidos, no pretenden transformar expl�citamente la sociedad, ni poseen esa visi�n totalizadora del mundo social. Sus contenidos, no suelen ser el producto coherente y sistematizado de un solo grupo social y de un solo sistema de creencias. El grupo reflexivo que las crea, tampoco es el partido pol�tico, ni el ciudadano es un militante m�s o menos activo de una nueva verdad. De hecho, si en alg�n momento reflejan las caracter�sticas ideol�gicas se�aladas, es s�lo por que los grupos que las generan han introducido conceptos y creencias propias de sus ideolog�as.

Las ideolog�as tienen representaciones sociales de s� mismas, a la vez las representaciones sociales pueden estar nutridas de creencias y conceptos ideologizantes o ideol�gizados, pero no son el mismo fen�meno ya que socialmente no tienen las mismas funciones y objetivos, ni estructuralmente obedecen a los mismos procesos.

Si las representaciones sociales reflejan las ideolog�as que contienen, parece obvio concluir que en realidad el objeto de estudio de las

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representaciones sociales deb�a ser la detecci�n de las ideolog�as impl�citas en las mismas (Robert y Faugeron, 1978). Sin embargo, esto equivaldr�a a reducir la importancia de las ideolog�as al estudio de las representaciones sociales que contienen y a la inversa, tratar a estas exclusivamente como un artefacto ideol�gico.

Este punto de vista obviar�a que el estudio de las representaciones no puede convertirse en meramente instrumental, es decir, determinar en qu� sentido son un reflejo de las ideolog�as que contienen, ya que la representaci�n social de algo, no es s�lo un reflejo especular, sino una creaci�n nueva, diferente, que se entiende mal si es concebida s�lo como la suma de sus partes.

Si nos pregunt�ramos, qu� queda del marxismo si se eliminan contenidos como a cada uno seg�n su capacidad, y Moscovici (1976), nos se�ala que lo mismo ocurre con el concepto de la libido en la representaci�n del psicoan�lisis, responder�amos inmediatamente, su representaci�n social.

Y esto es as�, porque las representaciones sociales est�n surcadas de conceptos ideol�gicos pero descontextualizados de los sistemas estructurados de los que nacieron.

Ideolog�a y representaciones sociales no son objetos independientes, estas �ltimas se anclan en los sistemas ideol�gicos existentes y tambi�n poseen la funcionalidad que los grupos de una u otra ideolog�a les otorgan, pero las representaciones son precisamente la construcci�n social de elementos que provienen de la ciencia, la religi�n, de ideolog�as, de intereses y necesidades de los grupos sociales que insertan dichos elementos, en una nueva red conceptual y al hacerlo les confieren nuevos significados, otros objetivos y diferentes funciones.

Hasta aqu�, hemos realizado una descripci�n somera de la diferenciaci�n de las representaciones sociales respecto a otras construcciones sociales que poseen al igual que ellas, un cuerpo de elementos, creencias y valores capaces de orientar las conductas.

Pero las representaciones sociales no s�lo han sido confundidas con estos sistemas de creencias m�s o menos estructurados y reflexivos, sino tambi�n con los elementos que conforman la percepci�n y la conducta individual.

Las actitudes, im�genes o estereotipos son algunos de estos elementos, siendo mencionados como similares al concepto de representaci�n e incluso como intercambiables. Sin embargo, ya Moscovici (1961), en su teorizaci�n original, presenta las diferencias entre representaci�n y dichos conceptos.

La imagen es como una “sensaci�n” mental, es decir una copia de la realidad, una copia interna de algo externo. Sin embargo, las representaciones sociales generan a la vez, tanto la construcci�n del

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est�mulo como la orientaci�n de respuesta, no se limitan a reflejar los est�mulos externos sino que los construyen o representan.

Las actitudes, siguiendo el modelo Rosenberg y Hovland (1960), ya vimos que se trata de marcos de tendencia conductual, que se nutren de informaci�n cognitiva o creencias, informaci�n emocional o valores e informaci�n conductual, a la vez se expresan en cualquier de los tres planos o en todos ellos de una manera m�s o menos coherente.

En realidad, las representaciones sociales contienen creencias y valores, adem�s poseen un valor emocionalmente significativo para el sujeto y cumplen la funci�n de orientar la conducta al igual que las actitudes. La actitud se expresa a trav�s de respuestas ante un est�mulo dado, esa respuesta como producto, puede ser observable a partir de la conducta emitida o bien a trav�s de creencias o estereotipos, la elicitaci�n del tipo de respuesta depende del medio social, de la interacci�n humana, del coste de la respuesta o de los objetivos adaptativos que el individuo se plantee.

Sin embargo, la representaci�n social se sit�a en ambos polos, entrelaza la respuesta y el est�mulo de forma indisociable. La respuesta que damos ante un objeto determinado esta prefigurada ya en la forma en que construimos el objeto (Ib��ez, 1988).

Por otro lado, la actitud debe ser estudiada como un elemento m�s de los sistemas de representaci�n del sujeto y por extensi�n, de los sistemas representacionales de una sociedad dada. Lo que impide a una persona autoritaria expresar conductas de discriminaci�n, es en parte, el conocimiento, la interiorizaci�n, de que en las sociedades democr�ticas no son permisibles socialmente conductas intolerantes. As�, su actitud se halla mediatizada por un sistema superior de valores, por una representaci�n social de los derechos humanos a la que �l a su pesar, debe adaptar sus creencias, valoraciones emocionales y conductas individuales. Es as� como las actitudes forman parte de sistemas representacionales de origen social (Kaes, 1968). Por lo que las representaciones sociales engloban y desbordan el concepto de actitud y lo enmarcan en un contexto de interacci�n social. Las representaciones sociales al igual que la religi�n, la ciencia o las ideolog�as, son sistemas estructurados de conceptos, opiniones, creencias y actitudes que poseen caracter�sticas comunes como sistemas integrantes de una determinada cultura, que se hallan conectados entre s�, pero que socialmente poseen funciones y contenidos diferentes, superando con ello el marco estrictamente cognitivo del problema.

Un an�lisis puntual nos ha permitido diferenciar dichas similitudes y diferencias, situando el campo de las representaciones como proceso y producto a la vez de la interacci�n de grupos sociales, que a partir de la detecci�n de informaci�n novedosa o ambigua pero significativa, genera un corpus de conocimiento nuevo, a fin de orientar o justificar conductas individuales o pr�cticas grupales.

Es en esta funci�n de las representaciones sociales, donde se localiza la cr�tica de su relaci�n con la conducta. Sin embargo, las reflexiones en torno a esta cuesti�n no niegan la relaci�n entre representaciones sociales y

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conducta, como tampoco se pueden negar las relaciones con la conducta, de las ideolog�as o las religiones, sino que centran sus an�lisis en la ambig�edad de dicha relaci�n.

Al afrontar esta cuesti�n, es necesario puntualizar que las representaciones sociales solo pueden detectarse a partir de las opiniones, creencias y actitudes de los sujetos o grupos, por lo que las conductas estar�an influenciadas por dichos elementos. Esto significa que la demostraci�n de que una conducta es influenciada por una actitud o creencia se convierte en este campo de investigaci�n, en demostrar la pertenencia o no de esa actitud a una determinada representaci�n social. Es decir, la influencia de las representaciones sociales sobre la conducta s�lo puede inferirse a partir de la influencia de sus elementos constituyentes.

Este hecho ha sido poco entendido por algunos investigadores, al ver en la experimentaci�n de las representaciones sociales, una difusa relaci�n entre conducta y representaci�n. Pero es que el esquema molar de la representaci�n no puede vislumbrase sino a trav�s de un agrupamiento de segundo orden, a partir de elementos sobre los que no se discute su influencia sobre la conducta, o al menos existe consenso suficiente sobre el grado de dicha relaci�n, tal es el caso de las opiniones o actitudes.

As�, la influencia de las representaciones sociales sobre la conducta, s�lo puede demostrarse a partir de la demostraci�n de su existencia como conjunto estructurado y aglutinador de opiniones, valores y creencias respecto a un objeto social.

Aunque detectemos que existe influencia sobre las conductas, de creencias o perjuicios negativos sobre la enfermedad mental, pongamos por caso, para deducir qu� es la representaci�n social de la misma la que est� influenciando las conductas, debemos trasladar el problema de la relaci�n entre conducta y actitud, al problema de la pertenencia o no de actitudes y valores a una determinada representaci�n social.

Al hacerlo, nos alejamos de esquemas est�mulo-respuesta en un enfoque experimentalista y nos acercamos a t�cnicas descriptivas y correlaci�nales de inclusi�n / exclusi�n de categor�as, dentro de un marco cualitativo, que impide por definici�n la inferencia causal. Es as� como los estudios que intentan probar a partir de una determinada actitud efectos sobre las conductas, se transforman en el campo de an�lisis de las representaciones sociales, en la demostraci�n de la pertenencia de dicha actitud a un constructo m�s amplio que la incluye, el de una determinada representaci�n social.

De no hacerlo as�, corremos el riesgo de reducir las representaciones a alguno de sus elementos o a la inversa, generalizar las cualidades de los mismos a toda la representaci�n social.

Por ello, el estudio de la influencia sobre las conductas s�lo puede ser el resultado del an�lisis de dicha relaci�n a partir de opiniones y actitudes, a la vez que debe demostrarse que dichos elementos pertenecen a una

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representaci�n social. As�, la cuesti�n de su influencia y la de su existencia se constituyen en el mismo problema, ya que no puede haber una representaci�n social sin creencias o actitudes determinadas y socialmente significativas.

En resumen, esto significa que debemos reservar el concepto de representaciones sociales a aquellos conjuntos de opiniones, creencias y actitudes que poseen influencia social, sin la cual, la representaci�n que conforman ser�a indetectable. Para ello es necesario separar este concepto, de estados de opini�n y actitudes colectivas difusas en las que no existe una estructura interna que las integre.

Desde este esquema, abundan los trabajos experimentales que demuestran la existencia de relaciones significativas entre la conducta y las representaciones que poseen los individuos, tal es el caso entre otros, de los trabajos de Abric (1971, 1984, 1989), Apfelbaum (1967), Codol (1970 a y b) y Flament (1971,1979).

La investigaci�n cient�fica todav�a debe dilucidar con precisi�n algunos aspectos como el rese�ado y otros que obligar�n sin duda a reformular los existentes, como es el caso del consenso en los llamados grupos reflexivos, los mecanismos de sociog�nesis y din�mica de cambio de las representaciones, su contexto hist�rico con relaci�n al campo representacional o sus conexiones con la estructura cognitiva.

Quiz�s, estos retos deber�an tomarse no como un problema insalvable sino como un incentivo para mejorar la disciplina, ya que nos encontramos ante una teor�a que permite deslindar los fen�menos de comunicaci�n social y simb�lica, contribuyendo as� a desentra�ar la ligaz�n entre procesos sociales y psicol�gicos desde una perspectiva hol�stica e integradora.

2.5- Contenido de las Representaciones Sociales

Los elementos de una representaci�n social se describen como proposiciones, reacciones y evaluaciones que se expresan en un universo de opiniones propio de cada grupo social, en este sentido, habr� tantos universos de opiniones como clases, grupos o mentalidades existan.

Valores, opiniones, creencias, informaciones, im�genes, actitudes, categor�as, esquemas, estereotipos o juicios han sido mencionados por diferentes investigadores como los elementos que componen una representaci�n social (Moscovici, 1976; Herzlich, 1975; Hewstone,1982; Ib��ez, 1988).

Todos estos elementos interact�an entre s� a trav�s de una estructura dimensional propia que define la representaci�n social. Moscovici, en su estudio sobre el psicoan�lisis (�bid), identifica tres dimensiones propias de toda representaci�n, la actitud, la informaci�n y el campo de representaci�n.

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La actitud es citada en su estudio como el componente unidimensional valorativo de la representaci�n. Es un marco de tendencia conductual, derivado de la implicaci�n emocional que los sujetos o grupos establecen con el objeto social. El componente actitudinal de la representaci�n act�a a�n en los casos en los que los sujetos, no poseen informaci�n suficiente sobre el objeto social, impuls�ndoles a la acci�n seg�n la intensidad de su valoraci�n emocional.

La informaci�n modula y organiza el contenido de la representaci�n, as� la cantidad de informaci�n que un grupo puede tener sobre un hecho social determina las caracter�sticas informativas de la representaci�n. La accesibilidad al conocimiento cient�fico, a los medios de comunicaci�n, al contacto cara a cara, el tipo de liderazgo ejercido en los grupos o las ideolog�as y creencias implicadas en la recogida e interpretaci�n de la informaci�n determinan cualitativamente la representaci�n del objeto social.

El campo de representaci�n supone el concepto m�s caracter�stico de la representaci�n, ya que las actitudes y el proceso de informaci�n no son novedosos en los t�picos de la psicolog�a social. En cualquier caso, Moscovici se�ala la interacci�n de estos tres elementos y apunta al campo de representaci�n como el verdadero n�cleo organizador y descriptivo de la representaci�n social.

Esta organizaci�n se realiza a partir de un n�cleo figurativo alrededor del cual, se estructuran el resto de elementos. Este n�cleo confiere significado e integra el resto de conceptos, constituy�ndose a trav�s del proceso de objetivaci�n.

En relaci�n con este n�cleo figurativo, encontramos un sistema perif�rico mucho m�s sensible al cambio. Las relaciones entre nodo central y el sistema perif�rico son expresadas cualitativamente, ya que es el primero quien concede significado al segundo, los elementos del sistema perif�rico ser�n m�s propicios al cambio o no, seg�n la intensidad de su relaci�n con el n�cleo central (Abric, 1994).

Este mismo autor se�ala la funci�n generatriz y organizadora del n�cleo central cuya caracter�stica m�s saliente es dotar de estabilidad a la representaci�n social. La organizaci�n interna se estructura a trav�s de esquemas que entrelazan los elementos de la representaci�n y permiten explicar la variabilidad individual dentro de una representaci�n (Flament, 1989).

Todos los elementos de la representaci�n se estructuran en esquemas que orientan las decisiones y la conducta, expres�ndose a trav�s de opiniones, actitudes o creencias y ello no pod�a ser de otro modo, puesto que el n�cleo o sistema central de una representaci�n seg�n el mismo Abric (1994), proviene de las condiciones hist�ricas, sociol�gicas e ideol�gicas, por los sistemas de normas y por la memoria colectiva de un grupo social, constituyendo la base com�n de los grupos para constituir las representaciones sociales.

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Dentro de las tres dimensiones se�aladas originalmente, como integrantes de toda representaci�n social, sin duda la noci�n de campo de representaci�n es la que ofrece una mayor oportunidad de an�lisis novedoso y m�s clara especificidad del concepto de representaci�n social.

De hecho, gran parte de las investigaciones realizadas hasta la fecha se enmarcan en este �mbito. El an�lisis del campo de representaci�n nos informa de todos aquellos elementos que, influidos por la cultura, historia e ideolog�a de los grupos humanos son recogidos en la representaci�n, describiendo como todos ellos alcanzan un nuevo significado. Junto a este enfoque nos encontramos con aquellas investigaciones que se acercan a las representaciones con el objetivo de determinar sus elementos, de descifrar cual es el n�cleo de dicha representaci�n y su estructura interna.

Bueno Abad (1997), nos describe esta doble vertiente de investigaci�n, se�alando que no son opuestas entre s� sino complementarias, ya que la informaci�n recogida en ambos, sin duda, nos informa de dos aspectos diferentes del mismo fen�meno. Este investigador, identifica ambos acercamientos, bien como investigaciones centradas en el campo de representaci�n o bien centradas en el n�cleo de la misma. Hay que se�alar que en ambos casos, tanto el campo como el n�cleo de la representaci�n cumplen una funci�n estructurante.

En el campo de representaci�n se estructuran aquellos conceptos que definen la representaci�n y la dotan de un significado peculiar. Este enfoque utiliza un acercamiento de corte sociol�gico, etnol�gico y psicosocial, realizando la recogida de informaci�n a trav�s de cuestionarios y entrevistas, pero sobre todo, la informaci�n es recogida a partir de los medios de comunicaci�n o de aquellas t�cnicas que nos permitan ver c�mo los grupos sociales son part�cipes y en qu� medida lo son, de la representaci�n de un determinado objeto social, a la vez que se investiga hasta qu� punto dicha representaci�n, es producto de factores sociales puntuales, culturales, cient�ficos o religiosos. Se trata por tanto, de un acercamiento global sobre conjuntos de poblaci�n en busca de los posibles themata de una representaci�n.

Junto a las investigaciones centradas en el campo estructurante de una representaci�n social, encontramos aquellas que analizan el n�cleo estructurante de la misma, como son las opiniones, actitudes y esquemas. En este acercamiento, de interesar el tema de la representaci�n es s�lo tangencialmente y en relaci�n a los elementos cognitivos que forma la misma. La relaci�n entre la conducta y las representaciones sociales suelen pertenecer a este campo de investigaci�n.

Es ciertamente dif�cil agrupar las investigaciones realizadas hasta la fecha, seg�n se centren en el campo estructurante de las representaciones sociales o en el n�cleo de las mismas, ya que gran parte de ellas adoptan ambos campos de estudio por su significativa relaci�n entre ellos y por su interdependencia en el an�lisis de una representaci�n. Por ello, investigadores como Jodelet (1986 a), o Mart�nez y Garc�a (1992), agrupan

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los diferentes campos de investigaci�n en seis �mbitos diferentes seg�n la perspectiva conceptual adoptada en cada uno de ellos:

a) Centrados en la actividad puramente cognitiva y su relaci�n con la conducta, como la mayor�a de los estudios realizados por Abric (1971,1984), Flament (1971,1987) o Apfelbaum (1967), que inciden en esta l�nea de investigaci�n de corte experimentalista.

b) Centrados en el aspecto significante de la representaci�n en relaci�n con la asignaci�n de sentido de las experiencias sociales. Herlich (1969), o Kaes (1968), son investigadores que profundizan en este campo de estudio, donde la relevancia del an�lisis viene dado por la significaci�n social del objeto, al considerar la representaci�n como un producto de los valores de una sociedad dada.

c) Aquellos centrados en el repertorio ling��stico y la pertenencia grupal de los sujetos. Potter y Litton (1985), y los trabajos de Lipiansky (1979), obedecen a este enfoque eminentemente anglosaj�n.

d) El enfoque interesado en el papel del grupo social de referencia y en los roles que los sujetos desempe�an y c�mo estas circunstancias inciden en la representaci�n social, aglutinan investigaciones como los estudios de Di Giacomo (1987), o de Doise (1973,1984), ilustrativos de esta corriente, donde la importancia reside en el an�lisis de la evoluci�n de las representaciones seg�n la din�mica de los grupos sociales.

f) Por �ltimo, nos encontramos con investigaciones como las de Bourdieu (1980), en el que las representaciones son producto de las ideolog�as y que identifican a las personas como portadoras de determinaciones sociales al reproducir los esquemas y estructuras dominantes en el medio social.

Todos estos campos de investigaci�n con frecuencia son coincidentes en el estudio de una determinada representaci�n social, por lo que resulta sustancial clasificar los estudios a partir de un nuevo criterio complementario, consistente en la divisi�n de los mismos seg�n las hip�tesis de partida, considerando las representaciones sociales, bien como un producto de la interacci�n de grupos sociales y su anclaje en un campo de nociones y conceptos preexistentes (Moscovici,1961; Herzlich, 1969; Jodelet, 1979; Hewstone, 1982), o bien, aquellos otros donde la representaci�n m�s que producto, aparece como proceso que genera o modifica comportamientos, por lo que se recurre al control de variables y a un esquema experimentalista de investigaci�n (Abric, 1984; Codol 1970; Flament, 1971), desde esta posici�n nuestra investigaci�n se enmarca dentro del primer grupo, donde nuestro inter�s radica en la asignaci�n de sentido social a partir del anclaje en los productos culturales preexistentes y como expresi�n de determinados valores sociales (Herlich,1969 ; Kaes, 1968), sin que en las conclusiones de nuestro trabajo, nos sean ajenas las l�neas de investigaci�n de Di Giacomo (1987) o de Doise (1973,1984) ya mencionadas, centradas en los procesos de cambio social y su relaci�n con las

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representaciones sociales, o los trabajos de Bourdieu (19890). Si bien es cierto que rechazamos el enfoque determinista de este investigador, en la descripci�n que realiza entre estructura social y conducta individual.

2.5.1- Funciones de las Representaciones Sociales: Lo bueno para pensar.

De lo expuesto hasta aqu� podemos deducir algunas de las funciones esenciales de las Representaciones Sociales se�aladas por diferentes investigadores (Ib��ez, 1988; Paez 1986; Jodelet, 1984; Abric, 1993).

En primer lugar, es destacable el papel de las representaciones sociales en la conformaci�n de la comunicaci�n social. Esta depende de un sistema simb�lico cotidiano a los interlocutores, pero tambi�n estos deben participar de un fondo com�n representacional sobre fen�menos sociales compartidos. La transformaci�n o perdurabilidad de los contenidos del discurso social tambi�n depende de la capacidad de las representaciones sociales de integrar la informaci�n nueva o ambigua que resulte relevante para los individuos o grupos.

En un sentido bidireccional, las representaciones sociales tambi�n est�n presentes en los procesos de formaci�n de las identidades grupales y personales y por tanto en la configuraci�n y objetivos de los agentes sociales.

Por otro lado, la representaci�n de un objeto social orienta nuestra valoraci�n y conducta sobre el mismo, nos proporciona el marco informativo y valorativo suficiente sobre la asignaci�n de sentido grupal, sobre el que construir nuestras actitudes y conductas en interacci�n con el entorno social.

En el contexto del cambio social es importante puntualizar que como consecuencia de lo anterior, el conflicto entre grupos no s�lo se da por la acumulaci�n de privilegios o recursos, sino que tambi�n se produce en el campo de las im�genes sociales que cada fuerza es capaz de transmitir, de la representaci�n de sus objetivos, intenciones y m�todos.

El marxismo como teor�a pol�tica, hist�rica y econ�mica es algo muy diferente a la pr�ctica pol�tica en que deriv�, al mismo tiempo la representaci�n social del comunismo para militantes y adversarios supone en realidad, el campo de batalla donde se dirime en parte, su viabilidad hist�rica o sus posibilidades de resurgimiento.

As�, los votantes no se preocupan por saber el programa econ�mico en concreto de las fuerzas pol�ticas en conflicto, sino m�s bien sobre su imagen y la de sus l�deres. Aquellos que objetan que esto es s�lo producto de la propaganda, deber�an reflexionar sobre por qu� la misma se sit�a sobre estos contenidos y no en otros.

Las grandes formaciones pol�ticas pugnan por popularizar ciertas representaciones de sus intenciones, logrando con ello en ocasiones, que el debate social no se d� sobre ideolog�as o hechos pol�ticos, sino sobre sus representaciones sociales, la paradoja es que esta discusi�n se relaciona con

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la obtenci�n del poder pol�tico y por tanto con la capacidad de transformar la realidad.

Si la ideolog�a cuenta en la emisi�n del voto, la representaci�n social de la ideolog�a, tambi�n. Son por ello, procesos de comunicaci�n que por su car�cter social influyen en la preservaci�n o el cambio de los sistemas de creencias existentes y por tanto en la conservaci�n de los actuales grupos de poder o su sustituci�n, as� como en la variabilidad de un determinado orden simb�lico y cultural dominante (Ib��ez,1988). En resumen, las representaciones sociales estar�an implicadas en :

-La formaci�n de la identidad individual y grupal al proporcionar universos simb�licos compartidos.

-En la orientaci�n de nuestra conducta y actitudes al mostrar un marco valorativo e interpretativo de las situaciones sociales.

-La asimilaci�n o reproducci�n de las ideolog�as y creencias dominantes y por tanto en la legitimaci�n de determinados grupos sociales, o bien en su sustituci�n por otros a partir de la integraci�n de la novedad.

La representaci�n social del poder o de la enfermedad mental como veremos, surge desde diferentes grupos que, a partir de sus conocimientos e intereses, generan un corpus de conceptos que son compartidos por un n�mero considerable de individuos.

Dicho cuerpo de conocimientos, proporciona el marco normativo donde se identifica tanto el rol del sano como el del enfermo, paciente o agente, su curaci�n a trav�s de la terapia social o la reclusi�n, sus derechos y sus obligaciones. Y todo ello impele poderosamente a que cada uno de los actores del drama social asuma su papel, su rol asignado, realice valoraciones emocionales e inferencias cognitivas, e incluso en su conjunto, aliente o cercene la aparici�n de nuevas terapias, nuevas escalas de valores, nuevas representaciones sociales de la enfermedad, en suma nuevas relaciones sociales.

Por ello, el estudio de las representaciones sociales de la enfermedad mental nos puede ayudar a comprender los roles y las conductas de las personas sanas y de aquellas que padecen enfermedades mentales, la vigencia de distintos modelos cient�ficos y sobre todo, las posibles consecuencias sociales, individuales y colectivas sobre la salud y la enfermedad.

2.6- Las Representaciones Sociales de la enfermedad mental

El marco de investigaci�n descrito ha encuadrado tradicionalmente los trabajos sobre la salud y la enfermedad mental en el grupo de an�lisis de la representaci�n como campo estructurante, donde la misma, es considerada como expresi�n de la sociedad que la genera, dot�ndole de significados seg�n el marco socio-hist�rico vigente y la interacci�n de los grupos que se muestran interesados en la comprensi�n de la salud mental, o bien

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pretenden difundir un mensaje comprensivo de la misma de acuerdo con sus intereses o necesidades.

En este sentido, cabe destacar los trabajos de Ayestaran (1985,1986), Bellelli (1987), Herzlich (1969), Cabruja (1988), Da Rosa (1984, 1987), Itza, Pinilla y Paez (1987), Paez (1983, 1986), Jodelet (1983,1986 b, 1989), Mart�nez y Herreros (1985), Schurmans (1985), Buend�a (1985), o Coudin (1979). Todos estos estudios se centran en la b�squeda de creencias compartidas y elaboradas por los grupos sociales respecto a la salud y la enfermedad, ya que este sistema de creencias y opiniones es utilizado en la interacci�n social, clasificando y explicando las caracter�sticas y categor�as que describen dicho continuo.

Desde el momento en que se convierten en un cuerpo de conceptos que son utilizados asiduamente, condicionan dicha interacci�n y lo que es m�s importante, constituyen en s� mismos la realidad social, en la medida en que grupos e individuos les conceden valor de realidad.

La metodolog�a utilizada en estos estudios ha seguido com�nmente los procedimientos oportunos para detectar un determinado campo sem�ntico que describa la representaci�n de la enfermedad mental. Este campo sem�ntico est� formado por respuestas a determinadas preguntas, estructuradas a partir de diferentes instrumentos como las entrevistas directivas, semiestructuradas o abiertas, cuestionarios estandarizados y asociaci�n libre de palabras.

Las investigaciones de Ayestaran de 1985, a partir de encuestas abiertas, se�alaban que el campo de representaci�n de la enfermedad mental para pacientes, familiares y profesionales, se defin�a a partir de categor�as como, chiflado, loco y enfermo mental.

Las hip�tesis de partida de este investigador pretend�an demostrar entre otras, la existencia de diferentes representaciones de la enfermedad mental dependiendo de la posici�n social respecto a la misma y del rol profesional, as� como la posible evoluci�n de la representaci�n de la enfermedad mental a trav�s de diferentes generaciones.

En sus estudios preliminares y a partir de una revisi�n bibliogr�fica sobre las actitudes frente a la salud mental, que abarcaba los trabajos realizados en el campo desde 1955 hasta 1981, constat� que:

-La poblaci�n no tiene una representaci�n n�tida de la enfermedad mental.

-Los trastornos mentales son catalogados como enfermedades de los nervios y diferenciados de la locura verdadera.

-Los enfermos mentales deben ser mayoritariamente encerrados, otros que no son verdaderamente locos no deben ser encerrados.

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-El concepto de enfermedad mental es reservado para trastornos psic�ticos graves.

-Ser etiquetado como enfermo mental conlleva una carga de valoraci�n peyorativa.

-El enfermo mental es definido por la conducta irracional e imprevisible, falta de control y peligrosidad social.

Adem�s, encontr� que las representaciones de la enfermedad mental est�n enmarcadas en tres modelos diferentes:

a) Modelo sobrenatural, donde la enfermedad se debe a un ciclo natural e imprevisible, ligado a comunidades en desarrollo.

b) Modelo biom�dico, que concibe la enfermedad mental a partir de causas biol�gicas e incurables, ligada a un entorno agr�cola.

c) Modelo psicol�gico-funcional, donde la enfermedad se debe a causas externas, casi siempre problem�ticas. Concibiendo como posible, la recuperaci�n del enfermo a la que el mismo debe contribuir.

En este trabajo, Ayestaran (1985), se�ala que dependiendo de la adscripci�n a uno u otro modelo o representaci�n, y a su rol profesional, los t�cnicos de las Instituciones de salud eran favorables a mantener una cultura asilar o bien se potenciaba la autonom�a personal y la rehabilitaci�n e integraci�n social de los pacientes. Por otro lado, los enfermos se representaban dichas Instituciones, como lugares de encierro y asilo y as� mismos, con la misma visi�n negativa que las personas normales tienen de ellos.

Por lo que la conducta de t�cnicos, pacientes y familiares a partir de representaciones biom�dicas, est�n incidiendo en los objetivos de lasinstituciones, en el comportamiento de los agentes sociales y lo que es m�s importante, en el curso y evoluci�n de la enfermedad mental hacia la cronificaci�n. En un modelo de intervenci�n que se justifica a s� mismo, no ya por sus �xitos, sino precisamente por su incapacidad para explicar y tratar la enfermedad mental y que concluye en el internamiento, alimentando un planteamiento circular que legitima la representaci�n negativa del enfermo y la locura.

La mayor�a de las revisiones bibliogr�ficas confirman las actitudes de rechazo hacia los enfermos mentales y la din�mica cambiante de las representaciones sociales de la locura. Se ha indicado en ocasiones, que un cambio en dichas actitudes podr�a mejorar las conductas hacia los enfermos mentales, sin embargo se ha observado que aunque existan actitudes m�s favorables hacia los enfermos mentales, los prejuicios y temores contin�an presentes en el trato social a los enfermos (Cabruja, 1988). Esto nos permite constatar que dichas actitudes se encuentran ligadas a conceptos m�s

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hol�sticos y resistentes al cambio, que se relacionan con las creencias, opiniones y conductas originadas a partir del marco social, hist�rico y cultural, por su relaci�n con determinadas representaciones sociales de la enfermedad mental.

En su estudio sobre el campo representacional de la locura, Cabruja (1988), encuentra y con ello confirma de nuevo, la representaci�n del loco como:

-Irresponsable.-Irracional.-Diferente.-Imprevisible.-Amenazante.-Peligroso.-Sensibilidad especial ante los problemas.-Causa de humillaci�n para la familia.

Herzlich en su trabajo de 1969, sobre la salud y la enfermedad, no encontr� pr�cticamente ninguna referencia a la enfermedad mental, a excepci�n de las continuas referencias al progreso urbano como causa de la fatiga nerviosa, depresi�n y malestar. Esto situaba a las personas entre ambos polos, ya que no se est� enfermo pero tampoco se est� completamente sano, sin que se definiera tal estado como enfermedad, sino m�s bien, como una consecuencia del progreso en las ciudades modernas. Esto parece coincidente con la suposici�n de la mayor importancia del modelo psicol�gico funcional en las ciudades y la reserva de t�rminos como “enfermedades de los nervios” a trastornos que no son realmente psicosis.

Sin embargo, en el desarrollo de mi trabajo profesional he podido constatar reiteradamente, c�mo familiares y enfermos se refieren a las psic�sis como enfermedades de los nervios, evitando utilizar el concepto de locura. Por lo que es plausible concluir, que las representaciones sociales var�an de acuerdo con la cercan�a de los agentes sociales a las enfermedades mentales.

Esto significa que los grupos sociales definen sus relaciones sociales de acuerdo con la significaci�n social de los conceptos que utilizan y a la inversa, usando conceptos y asignando significados a la enfermedad mental de acuerdo con su cercan�a a la misma, en mayor medida que de acuerdo con las caracter�sticas reales del trastorno y sin que sea necesario tener ning�n tipo de conocimiento sobre la etiolog�a de las enfermedades mentales.

He aqu� como la locura se expresa en t�rminos de mayor conveniencia social que describen otras realidades sociales y psicol�gicas, modelando la asunci�n de categor�as cognitivas de escaso poder explicativo para la persona que las utiliza, pero de gran utilidad social y cognitiva en cuanto al mantenimiento de la propia identidad y autoestima. Lo que a la postre nos confirma la visi�n negativa de la locura y la variabilidad de sus representaciones (Paez 1987), la ligaz�n con la dimensi�n actitudinal de su

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representaci�n social, su relaci�n con esquemas cognitivos individuales y de estos con la conducta manifestada en las relaciones sociales.

Si tomamos como ejemplo de la interacci�n de estas variables psicosociales con la sintomatolog�a y la toma de medicaci�n neurol�ptica, que implica un rasgo fundamental en la terapia de los trastornos mentales, ser�a necesario preguntarnos si la representaci�n de la enfermedad en estos t�rminos y su internalizaci�n por parte de enfermos y familiares, ayuda a mejorar la conciencia de la propia enfermedad y la adopci�n de conductas apropiadas, o m�s bien, potencia la falta de la misma y por tanto acent�a la gravedad de los s�ntomas psic�ticos.

En respuesta a este tipo de cuestiones, invariablemente nos encontramos ante representaciones sociales que inciden sobre el curso de la enfermedad mental a partir de las ideas, creencias y conductas que tanto familiares, enfermos y profesionales ejecutan de acuerdo con su proximidad a la enfermedad. A causa de esto, la integraci�n social del enfermo mental pasa necesariamente por el an�lisis macrosocial de las Representaciones Sociales, donde las actitudes de estigmatizaci�n devienen de las redes e informaci�n social, fomentando en este caso, un rechazo estable de la propia enfermedad y por tanto, de las conductas de salud y adhesi�n al tratamiento.

En este contexto, el resultado inevitable es un c�rculo vicioso de retorno circular a la hospitalizaci�n y el encierro, donde la red sanitaria se ve como la �nica alternativa posible, a�n siendo insuficiente en s� misma para erradicar un problema que reside m�s all� de las puertas del hospital y que ella misma fomenta en parte, con la categorizaci�n negativa de pasividad, peligrosidad y dependencia del enfermo mental (Ayestaran,1985).

Jodelet (1983), en su estudio sobre las representaciones sociales de la locura, nos describe un peque�o pueblo franc�s llamado d�Ainay-le-Ch�teau en una comarca del centro de Francia que acoge a enfermos mentales de forma institucionalizada desde principios de siglo.

En su tesis, Jodelet profundiza en la relaci�n entre las elaboraciones cognitivas y la adopci�n de comportamientos concretos. A partir de dicha relaci�n, se evidencia c�mo las familias poseen un ritual higi�nico y peculiar en los usos de los utensilios y de las estancias de la casa para evitar que la locura del hu�sped, pueda pasar a la familia por medio del contagio. As�, al establecer una distinci�n en el trato, se mantienen las diferencias y los sanos no son asimilados a los locos, a su vez y a causa de ello, el enfermo mantiene constantemente su estatus de extra�o.

De esta forma, la pol�tica gubernamental de integraci�n de la poblaci�n psic�tica se transforma en exclusi�n social, al chocar con la representaci�n social de la locura y sus correlatos conductuales.

Puesto que los habitantes d�Ainay-le-Ch�teau contaban con una representaci�n social de la enfermedad que conten�a la etiolog�a de la enfermedad mental, una tipolog�a lega de los diferentes trastornos mentales y un c�digo de conducta que contemplaba, tanto rituales dom�sticos como sanciones morales, respecto a comportamientos sentimentales y que

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Enfermedad Sujeto

Actividad Normal Actividad Alterada

Problemas y disgustos Alteraci�n de los nervios

Pensar demasiado Enfermedad de los nervios

Persistencia

Locura

afectaban por igual a sanos y enfermos, podemos concluir que la representaci�n de un fen�meno dado, define las interrelaciones de los grupos sociales en su conjunto, desbordando a los agentes directos y extendiendo su representaci�n al conjunto del tejido social.

Dentro de los estudios que han analizado la representaci�n de la enfermedad mental, es conveniente se�alar los trabajos de Itza, Pinilla y Paez (1987) que junto a Ayestar�n (1985,1986), han contribuido significativamente en nuestro pa�s, al conocimiento de este campo a partir de sus investigaciones en los m�dulos de salud mental de Vizcaya.

En su investigaci�n de 1987, encontraron diferencias significativas en la representaci�n de la enfermedad mental, constatando que la misma es identificada a partir de rasgos externos y de conducta, que existen diferencias entre la representaci�n de la “locura” y la “enfermedad de los nervios” y que el loco era definido como: imprevisible, irracional, molesto y peligroso. En la muestra utilizada, un 16% de los sujetos no mostraron poseer una definici�n concreta de la locura o una enfermedad de los nervios, lo que no les impidi� poseer una serie de categor�as definitorias sobre ambas. La locura y la enfermedad nerviosa eran explicadas predominantemente, a partir de etiolog�a externa y social, siendo este punto compartido tanto por los enfermos como por sus familiares. Es importante destacar que las explicaciones de la locura debida a causas biol�gicas, supon�an un 29 % de las respuestas, frente a un 39% que abogaban por causas sociales, al mismo tiempo, se puso de relieve que existe una ligera tendencia en las clases bajas a conceptualizar la etiolog�a de la enfermedad mental como biol�gica.

A partir de sus resultados, el equipo de Paez elabor� un esquema figurativo de la enfermedad mental, que reflejamos en la figura (3). La enfermedad mental seg�n dicho esquema, se producir� por una persistencia de ataques externos a los “nervios” de las personas, a partir de lo cual, aparecer�a la locura con sus manifestaciones de irresponsabilidad, imprevisibilidad y peligrosidad.

FIG 3. Esquema figurativo de la enfermedad mental (Paez, 1987).

No parece muy claro si el pensamiento de sentido com�n realmente concept�a una visi�n evolutiva de la enfermedad mental, o bien, las

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categor�as analizadas recogen la distinci�n entre lo que cl�sicamente se han llamado trastornos neur�ticos frente a las psicosis, y si tal distinci�n es fruto de la percepci�n de diferentes niveles de gravedad en los trastornos mentales, o m�s acertadamente se debe a una indefinici�n de la locura que protege la autoestima de pacientes y familiares, relacionada con la proximidad de la misma.

En este sentido, es importante se�alar que en este estudio, el 47% de los entrevistados (familiares y enfermos), no reconoc�an sus s�ntomas como enfermedad.

En cualquier caso, las conclusiones en el estudio de las representaciones sociales de la enfermedad mental, apuntan a unarepresentaci�n poco definida, pero que sin embargo, marca fuertemente el comportamiento social a trav�s de una evaluaci�n negativa y estigmatizante del enfermo y su dolencia.

Por otro lado, dichas representaciones parecen estar cruzadas de diferentes modelos cient�ficos seg�n los grupos sociales que se analicen. Al mismo tiempo, mayoritariamente se realizan atribuciones externas respecto al inicio de la enfermedad (modelo psicosocial), pero se perpetua una visi�n biologicista y de incurabilidad para el curso de la misma (modelo biom�dico).

En realidad, no son modelos cient�ficos lo que se constata, sino sus representaciones, que posiblemente evidencian el deseo de evadir la posible responsabilidad personal y familiar en el origen del trastorno, al mismo tiempo que propugnan la resignaci�n ante lo incurable y la preponderancia de la responsabilidad del terapeuta en el tratamiento de la enfermedad. La funci�n social de esta representaci�n de la enfermedad mental, sin duda, favorece y legitima un tratamiento asilar y excluyente del enfermo y sus familias.

Dicha representaci�n conllevar�a una visi�n bastante pesimista de la enfermedad mental, pero de conocimiento oportuno y necesario para desarrollar los criterios que orienten la acci�n y la cr�tica de las intervenciones psiqui�tricas o psicosociales en la terapia a enfermos mentales y en los programas de psicoeducaci�n familiar, que en cualquier caso, nos deber�an impulsar hacia la profundizaci�n en el an�lisis de aquellas variables como las representaciones sociales, que est�n incidiendo en el diagn�stico y curso de los trastornos mentales.

2.6.1- Ciencia y Representaciones Sociales de la enfermedad mental

Durante el siglo XIX, el control social ejercido hacia toda forma de impulsos, relacion� las enfermedades nerviosas con la incontinencia y las pasiones irracionales, por lo que coincidiendo con la p�rdida de influencia de los pastores religiosos, el m�dico tendi� a ocupar su puesto como guardi�n de la moralidad, puesto que se consideraba sano atenerse a las normas sociales, el comportamiento anormal o todo lo que se saliera de esas normas, era etiquetado como enfermedad nerviosa (Mosse, 1997).

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Por ello, la medicina no se mostr� m�s objetiva que la religi�n en las categorizaciones de la enfermedad mental, as� como en la extensi�n de sus pretendidas caracter�sticas, a la totalidad del tejido social. De este modo, Charcot en el Salpeti�re, afirmaba que el comportamiento nervioso caracter�stico del loco se daba muy a menudo en esos personajes inquietos que son los jud�os.

Exclusi�n, punici�n y encierro est�n en la base de la representaci�n social de la enfermedad mental a partir de la hibridaci�n de modelos cient�ficos y religiosos. Pero en la sociedad contempor�nea, son los paradigmas cient�ficos y su popularizaci�n a trav�s de los medios de comunicaci�n, los que generan y reflejan a la vez, las representaciones sociales de la enfermedad mental. La ciencia y la tecnolog�a, dominan el conocimiento de saber popular y los paradigmas cient�ficos se amalgaman con las creencias, ideolog�as y h�bitos preexistentes en las sociedades actuales.

Los mecanismos por los que las jergas cient�ficas se transforman en representaciones sociales han sido descritos inicialmente por Moscovici (1961), en su tesis original sobre el psicoan�lisis, se�alando los mecanismos b�sicos de dicha transformaci�n, denominados objetivaci�n y anclaje a los que ya hemos hecho referencia, produciendo revoluciones simb�licas que afectan a otras �reas del conocimiento y del comportamiento social.

Sabemos que las representaciones sociales de la enfermedad mental, por las investigaciones precedentes, se mueven en el marco de dos paradigmas b�sicos, el modelo biom�dico y el de intervenci�n comunitaria. Puede objetarse, y estar�amos de acuerdo con dicha objeci�n, que en la realidad social pueden no existir modelos puros, o que dichos modelos, a�n presentes en la pr�ctica terap�utica, no conllevan necesariamente una representaci�n social de la enfermedad mental.

Otra objeci�n plausible se sigue del hecho de que mejorar la “imagen”, su representaci�n, no conlleva necesariamente una modificaci�n de actitudes ante la misma, como nos advierte el modelo jer�rquico de la actitud y se confirma en los trabajos de Fari�a (1982) y Rabkin (1972), citados por Ayestar�n (1985). Sin embargo, las investigaciones sobre la enfermedad mental, han demostrado la existencia de estos dos modelos de conocimiento social para la explicaci�n de la etiolog�a y curso de la enfermedad mental (Kaplan,1971; Melus,1982; Towsend,1975; Ayestar�n, 1985).

Ante la segunda objeci�n, creo necesario recordar que la representaci�n social de un hecho social dado, no determina por s� misma la actitud y conducta de las personas, otros factores como estatus, clase social, proximidad a la enfermedad, tipo de residencia o nivel cultural est�n operando en este campo y produciendo una serie de matices y diferencias individuales que no menoscaban la existencia de marcos comunes de referencia a partir de los cuales, los seres humanos intenta planificar su comportamiento y su futuro o justificar las pr�cticas del presente.

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La representaci�n social de la enfermedad mental se relaciona con estos elementos y al reflejarlos, crea marcos de referencia sociales que son compartidos o no, por personas que no han tenido contacto alguno con los trastornos mentales, se transforman en figuras de la literatura y el cine entendibles por todos y a partir de ah�, emerge la figura moderna del loco y la terapia m�s adecuada. As� como las estructuras de rehabilitaci�n, sanitarias o sociales y la velocidad con que se han de producir las inversiones p�blicas bajo el dictado de la opini�n p�blica, que juzga sobre la base de informaciones, sentimientos e interacciones sociales. Marcos de referencia representacional que se transforman en realidad, e impregnan la vida cotidiana por el hecho de ser creencias compartidas socialmente.

Animados por su posible impacto sobre la conducta social, no analizamos aqu� los modelos cient�ficos sino las consecuencias psicosociales de su representaci�n. Y lo hacemos en un momento de transici�n entre el desarrollo de la Reforma Psiqui�trica de 1985 y el surgimiento de un nuevo modelo de Intervenci�n Comunitaria en Salud Mental.

�Ha cambiado la representaci�n de la enfermedad mental en estos quince a�os transcurridos?. �El modelo de intervenci�n comunitaria se ha consolidado, o m�s bien ha retrocedido ante el modelo biom�dico?. �Podemos esperar un cambio en las actitudes sociales, una vez que los ciudadanos han tenido que hacer frente a la locura sin instituciones como el manicomio?.

Y por �ltimo y como resultado del impacto social de la Reforma, �Nos encontramos ante una nueva representaci�n social de la enfermedad mental, integrada por ambos modelos?.

Las respuestas a estas preguntas no son meramente ret�ricas sino que inciden sin duda, sobre la formaci�n de los profesionales en salud mental, el tipo de recursos que ser�n solicitados por los familiares, las actitudes ante la enfermedad mental y la respuesta de los propios enfermos hacia la adhesi�n o no del tratamiento terap�utico.

Para analizar las consecuencias de la representaci�n de la enfermedad mental antes de la reforma psiqui�trica tomaremos como punto de partida las investigaciones dirigidas por Ayestar�n en 1985, justo al inicio de la Reforma, por ser un estudio extenso y a la vez referirse a la poblaci�n espa�ola, siendo contrastado en otras poblaciones europeas, en las que:

-La poblaci�n no se representa claramente qu� es la enfermedad mental.

-Hay diferencias entre los enfermos de los nervios y los locos, por la gravedad percibida de los s�ntomas.

-La etiqueta de enfermo mental se relaciona con la de loco, teniendo connotaciones negativas. Las clases subordinadas s�lo etiquetan de enfermedad la locura o ante casos muy graves, optando en los mismos, por

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las medidas m�s autoritarias y siendo estas, mucho menos sensibles a la detecci�n temprana de los s�ntomas.

-Impredicci�n y peligrosidad parecen homogeneizar la categorizaci�n social del enfermo mental.

-La desinstitucionalizaci�n puede agravar actitudes de rechazo ante la poblaci�n.

-La poblaci�n agr�cola posee una representaci�n de la enfermedad mental deorigen biol�gico e incurable.

-La poblaci�n de las ciudades posee una visi�n de la misma como originada por el ambiente, susceptible de mejora. Occidente se caracteriza por compartir ambos modelos.

-En ambos casos, dichas representaciones son compartidas por profesionales, familias y pacientes.

-Los profesionales adoptan dos tipos de roles diferentes:

Asilar: pacientes irracionales, insensibles y peligrosos. Control.Humanista: Inclinada a estructuras abiertas de rehabilitaci�n.

-Los enfermos se ven a s� mismos bajo el rol asilar y con informaci�n insuficiente.

-El modelo biom�dico favorece que el enfermo sea un ser pasivo, incapaz de cumplir obligaciones sociales y asumir la responsabilidad de su propia rehabilitaci�n.

-El modelo de Intervenci�n Comunitaria favorece la aceptaci�n de la propia responsabilidad del enfermo y la integraci�n en la familia y en la sociedad, no resultando eficaz en la desculpabilizaci�n de los grupos primarios respecto a la enfermedad.

-Los recursos ambulatorios se adscriben en mayor medida, al modelo de Intervenci�n Comunitaria en contraposici�n a los hospitalarios que se adscriben al modelo M�dico.

No es extra�o que en los estudios al efecto, se encontraran datos tan significativos como el que las personas no acudieran a los terapeutas hasta tres meses y un a�o despu�s de aparecidos los s�ntomas, o que el 73 % de los familiares encuestados opinaran que la terapia deb�a pasar por el internamiento y la farmacolog�a como primera opci�n. No extra�a tampoco, que la opini�n mayoritaria de los familiares de pacientes en institutos psiqui�tricos respondan con un “no hacer nada” o “soportar la situaci�n como se pueda”.

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Otro resultado de esta investigaci�n expresa claramente c�mo el internamiento genera cronificaci�n y aislamiento, ya que el 86% de los familiares quieren que el enfermo internado vuelva a casa, pero despu�s del internamiento inicial, la mayor�a se inclina a prolongar dicho internamiento y al no retorno del enfermo. Por otro lado, los pacientes se reconocen como enfermos, pero no como enfermos mentales, defini�ndose as� mismos como “personas normales sin problemas” (Mart�nez y Herreros, 1985; Arzac, 1985).

Este era el marco social de la Reforma en su inicio, caracterizado por la divisi�n entre profesionales respecto a los objetivos y formas de desempe�ar la pr�ctica terap�utica y la falta de informaci�n de pacientes y familiares, que contribuye a la falta de prevenci�n eficaz y por tanto, a la detecci�n tard�a de los trastornos mentales. Donde los mecanismos hospitalarios a�n con la mejor voluntad, conllevan la potenciaci�n del aislamiento del enfermo, la ruptura con el medio social y por ende, la cronificaci�n convertida en una rueda de la marginaci�n y no de rehabilitaci�n del enfermo mental.

Los paradigmas cient�ficos emergentes no s�lo deben luchar con sus propias contradicciones sino tambi�n, con este conglomerado de actitudes y representaciones, con la falta de recursos, sus inconcreciones en la terapia y en la evaluaci�n de objetivos y tambi�n, con la diversidad con que progresa la Reforma Psiqui�trica a partir de estructuras diferentes en cada Autonom�a. En unas con sesgos m�s sociales y comunitarios, en otras con mayor influencia sanitaria, sin que se concrete socialmente en una alternativa real y consolidada (Aldaz,1996).

Es por tanto un momento crucial para tomar el pulso a la Reforma Psiqui�trica en nuestra Comunidad a partir de aportaciones e investigaciones que clarifiquen los contenidos de las representaciones sociales de la enfermedad mental.

2.6.2 Modelos cient�ficos y conductas de enfermedad

La enfermedad, como conjunto de s�ntomas que conllevan un pron�stico y un curso determinado, obedece en su definici�n a la patolog�a que determinan las clasificaciones cient�ficas. Sin embargo, la reacci�n que las personas adoptan cuando creen que padecen una sintomatolog�a determinada, como la b�squeda de ayuda terap�utica o la adhesi�n al tratamiento, se define como conducta de enfermedad (Taylor, 1990).

Ya vimos que la enfermedad como psicopatolog�a, est� integrada en parte por variables sociales. Tambi�n las conductas que las personas realizan en el afrontamiento de los trastornos mentales y la asunci�n de roles determinados, est�n influenciadas por variables psicosociales que se determinan sobre la base de factores:

-Socio-demogr�ficos y personales, como edad, sexo o nivel de rentas, sin descuidar la significaci�n psicosocial de dichos conceptos, como por ejemplo la percepci�n de la gravedad de un trastorno, dependiendo de la

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edad o las creencias, religi�n, representaci�n social o ideolog�as que se tengan sobre una enfermedad determinada y su curaci�n.

-Relacionados con las caracter�sticas de la enfermedad, como curso, pron�stico, tratamiento, gravedad, duraci�n, curaci�n, naturaleza de las discapacidades y el tipo de cambios en la apariencia f�sica y funcional que produce.

-Ambientales f�sicos y sociales, como el espacio vital, el apoyo social, la participaci�n en redes secundarias o la calidad de las relaciones en las redes primarias y familiares (Moos, 1977).

Estos tres factores generales determinan una adecuada asunci�n de las conductas de enfermedad o bien la aparici�n del estr�s como elemento resultante de la percepci�n de la falta de las habilidades necesarias para afrontarla. Las conductas que un enfermo mental cr�nico puede asumir dependen de las condiciones relacionadas por Moos (1977):

A- Reconocer los s�ntomas y prevenir la exacerbaci�n de los mismos para prevenir las posibles crisis, dependiendo de:

o Informaci�n sobre los mismos.o Su gravedad.o Percepci�n de los mismos por el grupo social.o Su interpretaci�n en base a las experiencias previas,

expectativas, actitudes y opiniones del sujeto y de sus grupos de referencia ( Sanders, 1982).

o La materialidad de la afecci�n, en este caso el cerebro.

B- Aceptaci�n o no del tratamiento, dependiendo esta decisi�n de:

o La naturaleza de la enfermedad.o Las etapas de la enfermedad.o La complejidad del tratamiento.o La adopci�n de cambios comportamentales.o La importancia de los efectos secundarios.o La estabilidad de las redes sociales.o La estabilidad de las redes familiares.o El grado de informaci�n general sobre la enfermedad.

C- Relaciones �ptimas con el personal sanitario y de integraci�n social.

D- Afrontamiento del distres por la aparici�n de la enfermedad.

E- Conservaci�n de autoestima positiva y la autonom�a personal.

F- Adaptaci�n familiar comunicativa a la nueva situaci�n.

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G-Iniciar un proceso de afrontamiento de la frustraci�n e incertidumbre.

Abundando en estos conceptos Moos (1977), a�ade en lo que �l llama, el significado de la enfermedad, la importancia entre otros factores de la valoraci�n, normas y expectativas de los otros. En ellos, cobra especial importancia el an�lisis del contexto personal (familia, amigos, grupos de referencia) y el contexto socio-cultural (normas, valores, Recursos, etc.), al formar parte de ese macrosistema que hemos mencionado anteriormente y que es capaz de dotar de nuevos significados a la enfermedad mental. Porque a partir de las respectivas posiciones sociales, cada agente social interpreta de modo diferente el trastorno, su trascendencia y significaci�n.

Es en este nivel ecol�gico, donde las conductas de enfermedad de los sujetos se ven influenciadas por la informaci�n y conductas que los grupos sociales tienen de los trastornos mentales y que se han constatado y descrito a partir de diferentes modelos (Becker y Maiman, 1975; Ajzen y Fishbein,1980; Ewart, 1991) en Rodr�guez Mar�n (1995).

En todos ellos la incidencia de los factores sociales queda patente en su relaci�n con las conductas de enfermedad a adoptar. Ya que en su totalidad, estos autores se�alan la interrelaci�n entre estos factores y las pautas conductuales y actitudes necesarias, para que se establezca un patr�n estable de afrontamiento de la enfermedad y la asunci�n del rol de enfermo no como una etiqueta peyorativa, sino desde la aceptaci�n activa de los cambios oportunos para mantener una adecuada calidad de vida.

En este contexto, nuestra tesis se centra en la b�squeda en los Medios, de cual es la representaci�n actual de la enfermedad mental en nuestra Comunidad. Para ello, avanzamos la hip�tesis de que dicha representaci�n social est� constituida por los modelos cient�ficos de la enfermedad mental, las im�genes sociales provenientes de la historicidad de los trastornos ps�quicos, las caracter�sticas estructurales de los Media analizados y el posicionamiento ideol�gico de los mismos, en base al cambio social que supone la desinstitucionalizaci�n psiqui�trica. Pensamos que estos factores que integran la representaci�n social de la enfermedad mental, afectan a las actitudes y comportamientos de las personas sanas e influyen sobre las conductas de enfermedad de los enfermos mentales.

Por la recopilaci�n bibliogr�fica realizada y sobre la base de las investigaciones examinadas, pensamos que los dos modelos predominantes est�n conformados por el modelo biom�dico de la enfermedad mental y el modelo de Intervenci�n Comunitaria de bases psicosociales. Todas estas hip�tesis ser�n formuladas con precisi�n en el apartado al efecto, sin embargo es necesario destacar las caracter�sticas m�s significativas de ambos modelos.

El modelo m�dico ha recibido importantes cr�ticas, que en la mayor�a de las ocasiones ten�an su origen en los propios psiquiatras y personal sanitario

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que en parte han potenciado la aparici�n de la psiquiatr�a social o la intervenci�n Comunitaria a partir de la propia red sanitaria.

En cualquier caso como evidencian estudios como el de Ayestar�n (1984), los profesionales y estudiantes de medicina se encuentran divididos entre la aplicaci�n de este modelo y en el desarrollo de la intervenci�n Comunitaria, dependiendo su postura de su adscripci�n a recursos ambulatorios u hospitalarios entre otras variables.

En 1996, el Dr. Espinosa, Decano de la Facultad de Medicina de El Salvador, inauguraba con una ponencia sobre la crisis del paradigma biom�dico, el Hospital Nacional Psiqui�trico de su pa�s y se�alaba como deficiencias fundamentales del mismo, las siguientes caracter�sticas:

-Modelo altamente tecnol�gico.

-Diluidor de las relaciones m�dico-paciente.

-Costes exorbitantes con base predominantemente hospitalaria.

-Visi�n reduccionista de los determinantes sociales del proceso salud / enfermedad.

-Es lineal al considerar la enfermedad mental como resultante del da�o infligido al Sistema Nervioso Central, las medidas terap�uticas van err�neamente dirigidas unilateralmente a la reparaci�n de ese da�o.

-Es individualista, al ignorarse el entorno del individuo, las intervenciones se centran en los recursos o deficiencias del individuo.

-Es ahist�rico ya que ignora la interacci�n del sujeto y su medio y el car�cter multifactorial y multitemporal de la misma, valorada sin embargo como producto de un instante aislado.

-Es mercantilista por considerar la salud como bien de cambio.

En dicha ponencia se�alaba las consecuencias ante las deficiencias observadas, que “Obviamente este modelo hegem�nico, dista mucho de poder atender las necesidades de la poblaci�n como un todo”.

Korchin (1976), con un car�cter coincidente, describe el modelo m�dico de la enfermedad mental a partir de las siguientes caracter�sticas:

-Los trastornos mentales poseen caracter�sticas homog�neas que permiten agruparlos en categor�as nosol�gicas.

-Estas enfermedades son de origen org�nico.

-Los trastornos mentales se adquieren independientemente de la voluntad del sujeto.

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-La intervenci�n terap�utica se realiza de modo individual y a trav�s de un especialista de probada capacidad y conocimientos.

Las caracter�sticas que se desprenden de este modelo parecen evidentes, el enfermo mental es un ser pasivo tanto en la adquisici�n de su enfermedad como en la cura. Esta se da a trav�s de un profesional que ejerce su rol institucionalizado, por �ltimo la enfermedad mental solo es tratada a trav�s de f�rmacos, que intentan combatir diferentes familias de s�ntomas propios de toda enfermedad mental (stress, ansiedad, alucinaciones o delirios), independientemente del entorno y personalidad del enfermo.

Este paradigma cient�fico, genera una representaci�n de la enfermedad mental que legitima la concepci�n de un sujeto enfermo pasivo e incapaz (Ayestar�n,1984; Fari�a y Fisher,1982), donde la intervenci�n terap�utica se da por un profesional con poder para administrar f�rmacos y en �ltima instancia, si el modelo no funciona, para decidir sobre el internamiento del individuo (S�nchez,1996).

Esta representaci�n social de la enfermedad sin duda recibe apoyos m�s o menos directos de la profesi�n m�dica, que basa su prestigio social en su reconocida autoridad cient�fica, en el apoyo y reconocimiento de los medios de comunicaci�n y en la financiaci�n y los halagos de las grandes industrias qu�micas. Esto �ltimo es tan evidente que Shorter (1999), expone que en doscientos a�os, los psiquiatras han pasado de ser los sanadores del manicomio terap�utico a trabajar como porteros de la fluoxetina.

En relaci�n con ello Rodr�guez Mar�n (1995), incide sobre las cr�ticas ya se�aladas, al describir las deficiencias de este modelo en la atenci�n a las enfermedades cr�nicas:

-El sistema es pasivo, espera a que los pacientes acudan y pidan ayuda.

-Tiene una relaci�n generalmente epis�dica, de consulta y prescripci�n de tratamiento y de espera a los resultados del mismo.

-La medicina como sistema sanitario no tiene un buen equipamiento para tratar las conductas de afrontamiento, el apoyo familiar, la rehabilitaci�n y la integraci�n social.

La ubicaci�n de externalidad de las estructuras sanitarias, respecto a las redes sociales en las que se definen los trastornos mentales y las caracter�sticas del modelo biom�dico , contrastan con el hecho de que sea el estigma social de la enfermedad mental, el que provoca en buena medida, que los enfermos mentales sean discriminados en la vivienda y el empleo, o que sufran categorizaciones sociales m�s bajas que los convictos o minusv�lidos.

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Considerados como peligrosos, se les impide el tratamiento y alojamiento en zonas normalizadas, y la opini�n p�blica se divide entre aquellos que optan por la integraci�n “pero no junto a mi patio” y aquellos que decididamente optan por el encierro. Esquemas que incluso algunos profesionales de la sanidad, adoptan en la manifestaci�n de conductas de estigmatizaci�n mayores que la poblaci�n en general y por �ltimo, consecuentemente se constata que el propio enfermo se categoriza a s� mismo m�s negativamente que los profesionales y los familiares (L�pez-Ibor, 2000).

La relaci�n de las representaciones sociales de la enfermedad mental vigentes, con las insuficiencias y caracter�sticas negativas del modelo biom�dico parecen evidentes, sin embargo es necesario un esfuerzo investigador que realmente compruebe emp�ricamente dicha relaci�n.

Si la representaci�n de la enfermedad mental corresponde al paradigma biom�dico, podemos deducir que las bases de la marginaci�n encuentran una legitimaci�n apropiada, por su posici�n hegem�nica de este modelo y dado su capacidad de incapacitaci�n y categorizaci�n social de las enfermedades y los enfermos mentales. El enfermo mental deviene as� en un ser definido por su discapacidad, enfermo cr�nico e incurable no puede desempe�ar un empleo remunerado, o decidir en las relaciones de compra y venta, un ser pasivo que muestra su debilidad a trav�s de su enfermedad.

Susceptible de ser tratado no por el grupo social, sino solo por expertos conocedores de la enfermedad y la farmacolog�a, se facilita la creaci�n de una categor�a social generalizadora que atribuye a los enfermos mentales caracter�sticas similares, independientemente del tipo de trastorno psicol�gico que sufran.

En la d�cada de los sesenta las cr�ticas, a este modelo aplicado a la enfermedad mental, se hicieron patentes a trav�s de los trabajos de algunos psiquiatras ingleses e italianos (Laig, Cooper, Basaglia, etc.), la aparici�n en el mercado de f�rmacos eficaces y los avances de la psicolog�a social, a la vez que ganaba fuerza el modelo de intervenci�n comunitaria. En realidad, es este modelo de intervenci�n psicosocial y comunitaria, el que junto a la insatisfacci�n de los profesionales de la red sanitaria, va a potenciar la aparici�n de la Reforma antipsiqui�trica.

Esta reforma lleg� a nuestro pa�s en torno a la d�cada de los ochenta y provoc� el cierre de los manicomios y la aparici�n de los primeros Recursos intermedios, propugnando nuevas v�as terap�uticas para la enfermedad mental. El modelo de intervenci�n Comunitaria se caracteriza a trav�s de los siguientes conceptos (S�nchez, 1996):

-La etiolog�a y curso de la enfermedad mental se ve influido directamente por la relaci�n del individuo con su entorno.

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-La intervenci�n no est� en manos exclusivamente de profesionales, sino que estos forman parte de un sistema de redes sociales, igualmente influyentes sobre el sujeto.

-La terapia se realiza a trav�s del empleo de f�rmacos, terapia individual e intervenci�n grupal, donde el enfermo participa de forma activa en su restablecimiento, desarroll�ndose la misma en las redes comunitarias donde han surgido los trastornos.

-El curso de la enfermedad est� influenciado por las estructuras de rehabilitaci�n e integraci�n social y laboral que la Comunidad posee.

Actualmente la vigencia en nuestro pa�s de este modelo podemos calificarla de emergente e �ntimamente relacionada con la estabilidad del modelo biom�dico anteriormente expuesto. De su modificaci�n o de la s�ntesis de ambos, depender�n las representaciones sociales de la enfermedad mental y la cantidad y tipo de recursos que la sociedad destine a fines preventivos y de intervenci�n social.

Musitu (1996), identificaba algunas de las variables, como la autoestima, el apoyo y la participaci�n social, que pueden jugar un papel de protecci�n ante la aparici�n y curso de los trastornos mentales. En este campo, a partir de las formulaciones del modelo de vulnerabilidad-estr�s, estas variables de car�cter social y psicol�gico, se convierten en una parte esencial de la investigaci�n y el tratamiento, ya que sabemos que los eventos estresantes generan una exacerbaci�n de la sintomatolog�a psic�tica.

Estas circunstancias, junto a la estigmatizaci�n social, justifican por su necesidad y oportunidad aquellas investigaciones que como la nuestra, consideran las Representaciones Sociales como elementos sociales de primer orden para la comprensi�n de las creencias y conocimientos sociales y su incidencia sobre la prevenci�n y tratamiento de las enfermedades mentales.

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CAP�TULO TERCERO: Medios de Comunicaci�n e influencia social.

3.1 La era informacional

Ya hemos comentado con anterioridad c�mo el campo representacional forma el topos de una representaci�n, alud�amos a la existencia de aquellas opiniones, creencias o valores que recogidas a trav�s de diferentes m�todos nos informan de la existencia de una serie de conceptos relacionados entre s�.

Pero una representaci�n social no es una opini�n sobre, sino una verdadera teor�a, un universo de opiniones seg�n las palabras de Moscovici (1976), teor�as con valor de verdad, por las que la pr�ctica social se transforma en pensamiento individual.

Estos universos de opiniones est�n sujetos a la presi�n social (Noelle Neumann,1980, p.8), caracterizada por el hecho de que ”las personas observan su propio ambiente social, est�n atentas a la manera de pensar de las que tienen cerca, que son conscientes de las tendencias de cambio de opiniones; Los individuos toman nota de cu�les son las opiniones que ganan terreno convirti�ndose en dominantes”.

De este modo, los sujetos, en base a preservar su rol social en las interacciones cotidianas, se vuelven permeables a la asimilaci�n de ideas ajenas o a la influenciabilidad de las propias por la “opini�n p�blica”, convertida as�, en “ opini�n dominante que obliga a la conformidad de actitud y comportamiento, en la medida en que amenaza con el aislamiento al individuo disconforme” (Noelle Neumann,1974, p. 52).

La presi�n a la conformidad ejercida por los grupos sociales sobre los sujetos, ha sido estudiada de modo sistem�tico desde la d�cada de los cincuenta, a partir de los trabajos pioneros en este campo de Solomon Asch. Estas investigaciones demostraron que la influencia grupal est� mediatizada por variables como, la complejidad perceptiva del hecho, la dificultad y cercan�a de la tarea o el n�mero y la unanimidad de la opini�n mayoritaria.

Es necesario puntualizar que esta influencia no necesariamente conlleva a la uniformidad de conductas y opiniones, ni el logro de efectos directos y estables sobre las personas, pero no cabe ninguna duda respecto al hecho objetivo de que, las opiniones coincidentes con nuestros grupos de referencia o aquellas aceptadas mayoritariamente, se expresan con mayor libertad por los sujetos, que en la totalidad de los casos encuentran refuerzo y satisfacci�n al expresarlas, mientras que las opiniones o conductas minoritarias o discordantes se canalizan con dificultad y gran esfuerzo en las interacciones sociales. As�, los grupos sociales potencian o disuaden determinadas formas de pensar, sentir y actuar.

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Por tanto, es posible afirmar que la informaci�n en cuanto es compartida por un mayor n�mero de personas, tiende a crear estados de opini�n, creencias, valores o conductas dominantes y que estos ser�n estables en el grado que interact�en con las caracter�sticas culturales y econ�micas adquiridas por una sociedad dada, a lo largo de su proceso hist�rico, dot�ndolos de funcionalidad y dinamismo.

Dicho de otro modo, las ideas y valores que alcancen mayor persistencia y difusi�n ser�n aquellas de mayor influencia social.

Desde este punto de vista, la aparici�n y desarrollo de las representaciones sociales esta influenciado por la difusi�n de la informaci�n que los grupos sociales impulsan o silencian, de acuerdo a sus intereses y necesidades.

A partir de la d�cada de los sesenta, la sociedad ha experimentado un cambio que nos introduce en lo que Castells llama la sociedad red. Una sociedad en la que la identidad se construye a partir de la disyuntiva entre lo global y lo local, donde los seres humanos sobre la base de su comprensi�n y participaci�n en esta era informacional, organizan sus intercambios simb�licos en el contexto predominante de las tecnolog�as de la informaci�n (Castells, 1997).La construcci�n de la propia individualidad se encuentra influida por estos procesos de comunicaci�n medial, que por su importancia y extensi�n modula todas las interacciones de la sociedad red.

Ello no significa que los Medios tengan una influencia tan poderosa que permitan derribar sin m�s, la selectividad y filtraje del receptor, sino que debido a su potencial de penetraci�n y presencia social, la realidad cotidiana, la pol�tica, la religi�n o la ciencia han quedado atrapadas bajo el dominio de los Medios, dejando para la marginalidad a todas aquellas expresiones que se encuentren fuera de los mismos.

Por esta raz�n, las Representaciones Sociales junto con los Medios de Comunicaci�n suponen las dos categor�as fundamentales de la sociabilidad de los grupos humanos en esta nueva era informacional. Los Media significan una poderosa e influyente herramienta para la difusi�n de la cultura. A�n si reducimos la misma a los meros instrumentos y avances tecnol�gicos, deber�amos reconocer que ellos mismos en este sentido, son parte fundamental de la cultura de nuestro tiempo. Pero es la interacci�n social lo que fundamentalmente le proporciona el alcance de su influencia y repercusi�n en la interpretaci�n de la realidad. Por ello, podemos afirmar que las instituciones informativas nucleadas en torno a los Medios de Comunicaci�n de masas, proponen modelos y valores sociales que generan marcos de interpretaci�n de la realidad asumidos y legitimados por el pensamiento social (Bueno Abad, 1996). Este hecho, de importancia fundamental, es el que dota de historicidad y sentido al an�lisis de las representaciones sociales a trav�s de la influencia de los Medios de Comunicaci�n.

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3.2 Los efectos de los Media sobre la poblaci�n. Los efectos de la poblaci�n sobre los Media.

Una pregunta esencial recorre toda la investigaci�n sobre los medios de comunicaci�n, �Cu�les son realmente los efectos de los Medios de Comunicaci�n sobre las personas?.

A esta cuesti�n b�sica pueden a�ad�rsele otros planteamientos respecto a cu�l es realmente su poder medi�tico, o qu� funciones cumplen los Medios en la sociedad actual.

Sin embargo, tales cuestiones no pueden desligarse de la pregunta inicial y su respuesta, sin duda alguna, modula y condiciona los conocimientos que podamos exponer al respecto.

Las primeras investigaciones sobre los efectos de los procesos de comunicaci�n en los grupos sociales se remontan a 1896, con los estudios de Le Bon, que identifica a la masa con una estructura en la que predominan los instintos primarios frente a los valores sociales, la desindividualizaci�n o disoluci�n de la identidad personal, el contagio como modo de propagaci�n informacional dentro de la masa de actitudes y emociones colectivas, y por �ltimo, la sugestionabilidad de los sujetos, en tanto que participantes en una masa colectiva con las caracter�sticas irracionales descritas.

McDougall en 1921 y en la misma l�nea de Le Bon, caracterizar� a las incipientes manifestaciones colectivas de los grupos sociales, como portadoras de “un pensamiento que se desarrolla en un plano inferior al de los individuos que lo forman”. En cierto sentido, el grupo opera en el sujeto como degradaci�n de su individualidad. Las caracter�sticas de la masa para este investigador, se centran en una similitud de intereses y emociones entre los miembros de la misma y la existencia de un cierto grado de homogeneidad mental entre sus individuos.

Pasar�a alg�n tiempo para que esta visi�n del grupo social quedara en entredicho a trav�s de los trabajos de Sheriff, Asch y Lewin, fundadores de la psicolog�a social y que demostrar�an con sus investigaciones que la divisi�n entre individuo y grupo no es tan n�tida y determinante como los modelos anteriores pretend�an, sino que los valores, emociones y normas del propio individuo, se interiorizan a partir de creaciones ocasionadas en la interacci�n grupal. Los grupos, lejos de ser entes sin normas establecidas, tienen objetivos, se rigen por conductas ritualizadas y mediatizadas por la influencia de sus miembros, su capacidad de gestionar los conflictos con el entorno, por el estilo de liderazgo y por la capacidad de potenciar o minimizar las individualidades de las personas que los integran.

Sin embargo, las primeras teor�as sobre los efectos de los Medios de Comunicaci�n, estuvieron presididas por una serie de supuestos nunca demostrados que obedec�an a conceptuar a las nuevas manifestaciones de comunicaci�n social, como la masa irracional descrita sobre la base de las teor�as de Le Bon y McDougall.

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Las teorizaciones de Pareto, Ortega y Gasset y tantos otros, segu�an incidiendo sobre la homogeneidad de la masa social, su vulnerabilidad hacia los mensajes sencillos y su indefensi�n por la irracionalidad de su sistema de pensamiento.

En realidad, exist�a un pasado todav�a latente que trasluc�a un cierto temor ante la acci�n de las masas y una problem�tica social impl�cita en la definici�n de la libertad y el individualismo, del que encontramos los primeros ecos en las conferencias de Benjam�n Constant en 1819 (Mosse,1997), sobre la irracionalidad del pensamiento de Rousseau y el problema de ceder la soberan�a a las masas. Lo que seg�n este autor, llevaba directamente a la guillotina de la plaza de la Concordia.

Por otro lado, el periodo de entre guerras y el propio conflicto armado que supuso la II Guerra Mundial, parec�an confirmar esta visi�n de grandes colectivos humanos dirigi�ndose, por la eficacia de sus l�deres y el poder de los Medios de Comunicaci�n, a una aventura autodestructiva de proporciones planetarias.

Los esfuerzos b�licos centrados en parte, en el objetivo de ganar la batalla propagand�stica, y el fortalecimiento de la incipiente sociedad de consumo masivo de la postguerra, cristalizar�an en una serie de presupuestos te�ricos dispersos respecto a los Medios de Comunicaci�n a los que se etiquet� como Teor�a Hipod�rmica.

Esta teor�a presupone que el comportamiento de los individuos puede ser determinado por los Medios de Comunicaci�n, de acuerdo con las caracter�sticas de aislamiento e indefensi�n de los sujetos que forman las masas pasivas e irracionales.

Las personas desarraigadas de sus entornos culturales tradicionales y envueltas en una sociedad urbana homogeneizada reciben individualmente el mensaje y reaccionan mec�nicamente ante los est�mulos informativos. Por tanto, se pueden generar nuevas actitudes o cambiar las existentes, ya que los receptores del mensaje forman parte de una masa atomizada y pasiva, �No qued� demostrado tal supuesto con ejemplos tan notorios, como la emisi�n radiof�nica de Wells sobre la Guerra de los Mundos?.

La teor�a Hipod�rmica, parec�a responder no s�lo a los problemas que planteaban los Medios de comunicaci�n y sus efectos, sino tambi�n a las necesidades de una sociedad donde el consumo de bienes y la relaci�n entre los aparatos de poder social y los Media parec�an demandar ese tipo de funciones y objetivos.

La d�cada de los treinta signific� el apogeo de esta teor�a, y tambi�n el inicio de nuevas corrientes de investigaci�n. Los primeros estudios de La Piere en la d�cada de los sesenta, en su an�lisis de las actitudes ante los prejuicios raciales, sentar�n las reflexiones iniciales que culminar�n en un cambio de paradigma cient�fico. La Piere (1967), comprob� en su estudio de

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campo, que las actitudes, opiniones y creencias de las personas, no necesariamente tienen que coincidir con las conductas que desarrollan. Esta l�nea de investigaci�n tuvo su correlato inicial en el modelo jer�rquico de los componentes de las actitudes de Rosenberg y Hovland (1960)

Este modelo al que hemos hecho referencia, propugna que la actitud esta formada por tres componentes b�sicos, de modo que la actitud puede originarse o bien por un c�mulo de informaci�n sobre el objeto, por una relaci�n emocional o bien por una interacci�n conativa o conductual. Por tanto, las personas nos relacionamos con los objetos sociales a trav�s de diferentes planos, cognitivo, emocional y conductual. El marco valorativo que los interrelaciona es la actitud en s�.

Lo esencial de este modelo en relaci�n con el objetivo que nos ocupa, est� formado por las consecuencias que se derivan respecto a la influencia de los Media. A partir de dicho an�lisis se puede concluir que un mensaje puede incidir sobre alguno de los componentes de la actitud, sin que dicho cambio afecte a la conducta del individuo.

Es decir, las personas pueden tener prejuicios raciales por la informaci�n acumulada (plano cognitivo) o por sus vivencias emocionales (plano emocional), sin que lleguen a expresar los mismos a trav�s de su conducta. O a la inversa, podemos encontrarnos con comportamientos discriminatorios sin que exista una informaci�n suficiente en el sujeto que los justifique. Por tanto, influencia de los Medios, seguro, pero �Sobre qu� y con qu� intensidad ?.

En la d�cada de los cincuenta, Lasswell (Wolf, 1996), iniciar� una serie de trabajos respecto a los Medios de Comunicaci�n que pondr�n de relieve la siguiente conclusi�n: Los componentes de la audiencia tienden a exponerse a la informaci�n m�s af�n a sus actitudes y a evitar los mensajes que les resultan discordantes.

Estas actitudes son aprendidas en un marco social, donde las interacciones entre las personas forman un conjunto de significados, quiz�s diferentes o antag�nicos a los mensajes que provienen de los Media.

Si la investigaci�n hab�a sentado las bases para dudar seriamente de la relaci�n autom�tica entre modificaci�n de actitud y conducta y adem�s, se constataba que las personas seleccionan los mensajes que confirman sus actitudes y evitan los discordantes con las mismas, �Qu� respuesta coherente con esos postulados podemos ofrecer, respecto a la cuesti�n de los efectos de los Media sobre los sujetos?.

La teor�a Hipod�rmica hab�a supuesto la existencia de un impacto directo de los mensajes publicitarios sobre los sujetos y como consecuencia de la comprobaci�n de tal supuesto, comenzaron los estudios de tipo experimental que descubrieron que los efectos de los Media estaban siendo

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anulados o mediatizados por diferentes variables de car�cter individual y social.

B�sicamente, los estudios experimentales se centraron en dos aspectos de la cuesti�n, el primero se centraba en las diferencias individuales y la forma que estas pod�an incidir en la selecci�n de un programa o en la exposici�n a determinados mensajes.

El segundo aspecto se centr� en las caracter�sticas del mensaje como veh�culo de informaci�n (Reardon, 1981).

Los estudios de esta corriente experimental psicol�gica, se pueden sintetizar en los siguientes factores:

A) Factores diferenciales de la audiencia:

1-Inter�s variable por adquirir informaci�n.

2-Exposici�n selectiva a los mensajes dependiendo de las actitudes preexistentes.

3-Existencia de un conjunto de significados precedentes en el sujeto que generan una interpretaci�n del mensaje que realza o disminuye algunas partes del mismo o le confiere otros significado.

4-Los aspectos de la informaci�n coherentes con las propias actitudes y opiniones son mejor recordados que los dem�s, esta tendencia se acent�acon el paso del tiempo, se trata por tanto de una memorizaci�n selectiva.

B) Factores vinculados al mensaje:

1- La credibilidad y competencia de la fuente, centrada en la reputaci�n y conocimientos del emisor sobre el tema, respecto a la influencia sobre las actitudes.

2- El orden de los argumentos, que analizan los efectos sobre las opiniones si se presentan en primer lugar o al final de la exposici�n.

3- La exhaustividad de las explicaciones, referidas a aquellos mensajes que contienen por igual los puntos a favor y en contra.

4- La explicitaci�n de las conclusiones, que analizan la eficacia de un mensaje respecto a clarificar o no cu�l es la conclusi�n o s�ntesis del mismo.

Si efectuamos una recopilaci�n de las diferentes l�neas de investigaci�n, podemos observar que las primeras teor�as hac�an posible la manipulaci�n como efecto de los Medios de Comunicaci�n, y que este concepto es sustituido en el modelo anterior, por la influencia de los Media a trav�s de la persuasi�n.

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Es evidente que el modelo psicol�gico al que hemos hecho referencia, admite la posibilidad de efectos sobre la audiencia, a condici�n de que el an�lisis previo de la misma y las caracter�sticas del mensaje “sorteen las defensas” del receptor.

Esta teor�a sumamente descriptiva, dejaba sin resolver aquellos aspectos que influencian a la audiencia en aquellos factores que inciden sobre la composici�n diferenciada de los p�blicos. Por otro lado, se basaban principalmente en estudios de laboratorio de tipo experimental, donde no aparece generalmente una variable fundamental, aquella que se refiere al contexto social de la situaci�n comunicativa.

Otras orientaciones te�ricas cubrieron este olvido en el an�lisis de la influencia de los Medios a trav�s de modelos como el de los Efectos Limitados. De clara orientaci�n sociol�gica, describe cu�l es la influencia de los mensajes en el entorno natural en que se desarrollan. Para este modelo, la comunicaci�n ejercida por los Medios, se produce en un contexto social determinado hist�ricamente por otras Instituciones socializadoras, a la vez que es reelaborado por el sujeto de acuerdo con los grupos en los que se adscribe.

As�, el campo de investigaci�n se centr� en variables como los grupos religiosos, familiares, status socioecon�mico, l�deres sociales de opini�n o caracter�sticas sociol�gicas relacionadas con el sexo y la edad. De acuerdo con esto, Wolf (1994), citando a Klapper (1960), sostiene que la eficacia de la comunicaci�n de masas est� muy relacionada y depende en gran medida deprocesos de comunicaci�n no medial de la estructura social en la que vive el individuo.

La consecuencia fundamental de las teor�as mencionadas se resume en el hecho concreto, de que las actitudes de los sujetos son generadas y modificadas a trav�s de las relaciones interpersonales y los Medios de Comunicaci�n. Que ambas variables no deben ser estudiadas de modo interdependiente, puesto que mutuamente se relacionan y contribuyen a generar un mundo de significados en los que el mensaje de los Media es reelaborado de acuerdo a la influencia social ejercida sobre y por los individuos en los grupos a los que se adscriben (Castells, 1997).

La interacci�n social y la experiencia cotidiana de las personas, implican una negociaci�n con el entorno del que forman parte los Medios, determinando con ello, la selectividad diferencial hacia los mensajes, su aceptaci�n o no, la comprensi�n y retenci�n de los mismos, as� como sus efectos a largo plazo.

De acuerdo con estas variables, la influencia de los Media ir�a desde la conformidad con el mensaje, que traducir�a una adscripci�n mec�nica y artificial del sujeto con el fin de evitar alg�n castigo o discriminaci�n del grupo al que pertenece. La identificaci�n, que implica la aceptaci�n del mensaje tanto p�blica como �ntimamente, pero al objeto de mantener un rol

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asignado por el grupo. Y por �ltimo, la internalizaci�n en el que el mensaje es aceptado por ser coherente con su cosmovisi�n y su sistema de valores.

La influencia por tanto, no es una cuesti�n del todo o nada, ni afecta a la conducta necesariamente, ni puede ser obviada del entorno social en la que se produce. Los efectos de los Media no pueden entenderse totalmente desde una perspectiva de cambio individual, sino que adquieren su verdadero significado en un entorno social determinado, donde conforman las Representaciones Sociales que los sujetos poseen de los objetos sociales.

3.3- La construcci�n social de la realidad

La representaci�n social se define como la elaboraci�n de un objeto social por una comunidad, a partir de la interacci�n de grupos reflexivos. Abarca por tanto, diferentes procesos sociales y cognitivos, por los cuales la sociedad se apropia de los conceptos extra�os y reelabora la ambig�edad.

Tenemos diferentes representaciones sociales, del deporte, de la pol�tica o de los paradigmas cient�ficos vigentes. Estas representaciones se ven influidas por los Media, el entorno econ�mico e hist�rico y por los sistemas de ideolog�as y creencias religiosas. Nuestras actitudes y conductas se enmarcan dentro de estas representaciones de la realidad.

Un ejemplo de ello ser�a, la vigencia del paradigma cient�fico que representa el modelo biom�dico de la enfermedad mental, en este enfoque el enfermo es representado como un sujeto pasivo, incapaz de realizar conductas adaptativas durante el proceso morboso, susceptible de ser tratado a trav�s de especialistas con un rol reconocido cuya terapia fundamentalmente se realiza a trav�s de f�rmacos, siendo el origen de su enfermedad principalmente debido a causas org�nicas o ajenas al sujeto. Sabemos que este modelo se sustenta en la percepci�n de la eficacia del sistema sanitario en la experiencia diaria de los sujetos, las condiciones sociales vigentes y el apoyo a tal modelo de las industrias qu�micas, pero tambi�n en la imagen que los Media recogen del mismo. Por lo que las conductas de las personas, sus actitudes y valores estar�n mediatizadas por las Representaciones Sociales de la enfermedad coincidentes con el modelo biom�dico, en la medida que los medios de comunicaci�n reflejen sus caracter�sticas cient�ficas y postulados te�ricos. Sabemos que la influencia de los Media se da a partir de la emisi�n de mensajes persuasivos que operan en la modificaci�n de opiniones, pero la influencia s�lo ser� duradera y global si ata�e al entorno social, es decir si dirige sus esfuerzos a la modificaci�n o reforzamiento de las Representaciones Sociales de la enfermedad y la salud, a trav�s de la presentaci�n y difusi�n de nuevos paradigmas cient�ficos o la modificaci�n de los actuales.

De este modo, el cambio de opiniones y actitudes se relaciona con los intereses y valores de grupos sociales consolidados o emergentes de intereses grupales contrapuestos y de las Representaciones sociales que emergen de dicha din�mica.

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Llegados a este punto, podemos resumir las teor�as expuestas al menos, desde sus limitaciones. Si las primeras teorizaciones sobrestimaban la influenciabilidad del espectador, las �ltimas, pr�cticamente lo concept�an como el �nico sujeto v�lido y determinante dentro del proceso informacional.

Si los Media ejercen alg�n tipo de influencia, desde luego no desear�an otra formulaci�n, ya que les permitir�a difundir sus mensajes, no como producto de grupos determinados, sino como mero y fiel reflejo de la realidad, lo que a la postre legitima en la pr�ctica su influencia. El pretencioso, as� son las cosas y as� se las hemos contado, del �nclito Buruaga, o el “esto es todo” final, del informativo Euronews, ser�an algunos exponentes anecd�ticos de esta pretensi�n medi�tica.

Sin embargo, los Medios de comunicaci�n permiten el cambio de actitudes s�lo si tienen en cuenta las diferentes condiciones sociales de la audiencia, las caracter�sticas del mensaje, los grupos de opini�n que operan en la sociedad, as� como la informaci�n previa que posee el individuo a partir de las representaciones sociales de la realidad, y sus efectos pueden ser s�lo nominales y superficiales o bien conseguir la interiorizaci�n del mensaje. Obviamente, esto no se consigue siendo exclusivamente el reflejo de una sociedad dada, como proclama el modelo de Efectos Limitados, sino que implica una intencionalidad en la modificaci�n de actitudes como principio necesario a todo mensaje que pretenda ser persuasivo.

Los Media, desarrollan su influencia en el aspecto social, ejerciendo sus efectos a trav�s del fortalecimiento y difusi�n de las im�genes y conceptos de las Representaciones Sociales de la realidad. Estas operan de manera incipiente o estructurada en las redes sociales, como resultado de la din�mica e interacci�n de diferentes grupos sociales de los que los propios Medios forman parte. Los mecanismos por los cuales ejercen dicha acci�n, est�n descritos en diferentes modelos de comunicaci�n que inciden sobre la importancia de la interacci�n social en el proceso comunicativo. Algunos de los de mayor relevancia, son modelos como el denominado Agenda Setting (Shawn,1979) o La espiral de silencio de Noelle Neumann (1974).

Los presupuestos de la Agenda Setting son resumidos por Shaw (1979, pp. 96-105), indicando que como consecuencia de la acci�n de los Medios, el p�blico es consciente o ignora, presta atenci�n o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos espec�ficos de los escenarios p�blicos.

Los Media determinan una agenda al espectador de lo que es importante, ordenan los temas respecto a los cuales es conveniente hablar, orientan sobre con qu� o quien alinearse, describen la realidad social de un modo propio, sobre temas respecto a los cuales las personas no tienen m�s informaci�n que los Medios de Comunicaci�n. Pero la magnitud de su influencia, ser� determinada por su interacci�n con las redes sociales del sujeto y sus caracter�sticas personales, sin olvidar que estas redes tambi�n est�n recibiendo el mensaje persuasivo de los Media.

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Roberts (1972, pp. 380), incidiendo sobre este punto, expresa: “En la medida en que el destinatario no est� en condiciones de controlar, la exactitud de la representaci�n de la realidad social, sobre la base de ning�n est�ndar al margen de los Media, la imagen que se forma mediante estarepresentaci�n, acaba siendo distorsionada, estereotipada o manipulada” (Wolf,1996). La influencia voluntaria o involuntaria de los Media por tanto, radica en su capacidad de representaci�n de una sociedad compleja einasible para el sujeto en todos sus extremos, y en su poder de referenciacomo sistema integral de comunicaci�n.

Los Media no proporcionan s�lo noticias, sino tambi�n las categor�as en las cuales enmarcar el objeto social analizado, proporcionan a las personas los elementos comunes necesarios para que estas formen las Representaciones Sociales de aquellos aspectos de la ciencia o de la sociedad que no entienden o no pueden adquirir de otro modo.

Determinan la importancia de los temas que ser�n objeto de comunicaci�n interpersonal y tambi�n la centralidad de los mismos respecto al propio discurso de los Media. Estos son criterios por los que la influencia social de los Medios de Comunicaci�n se desarrolla. A estas caracter�sticas hay que a�adirles la existencia de algunos mecanismos espec�ficos que tienen que ver con la industria masiva de comunicaci�n en mayor medida que con una sociedad de masas (Quir�s, 1998). Por lo que las personas, consumen informaci�n masiva perfilada por las condiciones del propio sistema informacional, que por ello ofrece un producto informativo elaborado, una representaci�n de los hechos que se transforma en social, en la medida en que es originada, respaldada y asimilada por los grupos sociales.

Las caracter�sticas de esa industria masiva de comunicaci�n, determinan la mec�nica de la Agenda Setting, que no se define exclusivamente por un determinado orden de presentaci�n, o la jerarquizaci�n y centralidad de sus contenidos, sino que tambi�n comparte las caracter�sticas por las que los Media intervienen en los contenidos de una determinada cultura, y por las que influencian el conjunto de conocimientos que forman la realidad social. Interviniendo en ella de forma din�mica (Chomsky, N. Y Herman, E.1990; Noelle Neumann, 1973), a trav�s de los procesos caracterizados por:

a-La acumulaci�n

En base a esta caracter�stica, los Media se comportan como un sistema global, capaz de crear y mantener la importancia de un tema gracias a su poder de repetitividad. Esta repetitividad, es susceptible de generar efectos indirectos y a largo plazo a partir de la intervenci�n acumulativa en la cotidianeidad.

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b-La consonancia

Que implica la similitud de los mensajes emitidos, por las caracter�sticas de la industria informativa en la adquisici�n de noticias y que provoca homogeneidad tanto en la factura de las mismas como en sus contenidos.

c-La omnipresencia

De los mensajes de los Media, ya que est�n presentes no s�lo en todo tipo de soportes comunicativos, sino tambi�n, en la interacci�n de las personas independientemente del contexto social que ocupen.

d- El tama�o de las empresas y su capacidad de adquirir noticias

Ya que de esta variable, depende su accesibilidad y capacidad para adquirir las noticias en los c�rculos comerciales dedicados tal fin. La necesidad de generar masivamente noticias para todos los Media de una gran empresa, genera la inclusi�n de paquetes de informaci�n tratados y distribuidos de manera previsible y de acuerdo con la planificaci�n de la producci�n, similar a cualquier otro producto comercial. La escasa capacidad del tama�o empresarial puede, por el contrario, generar dependencia de otros Medios m�s poderosos o la especializaci�n en noticias localistas o caracterizadas por su carga emocional, limitando su capacidad informativa al seguidismo de otros Medios a los que se tiene por referencia .

e- Las necesidades de la publicidad

Determina la dependencia de las casas anunciadoras y la influencia de posibles grupos de presi�n en la configuraci�n de la agenda y en el contenido, factura y contexto de la informaci�n. Es dif�cil describir las excelencias de las fuentes de energ�a ecol�gicas, si tu mayor anunciante o incluso el Consejo de accionistas est� presidido por las El�ctricas. Es costoso, aunque no imposible, enfrentarse al sistema productivo del que se obtienen cuantiosos ingresos o del que depende la propia permanencia del Medio.

f- El suministro de noticias a los Medios de comunicaci�n

En la relaci�n simbi�tica entre las fuentes pol�ticas y econ�micas poderosas de informaci�n y los Media, tanto por necesidad econ�mica como por reciprocidad de intereses. Por otra parte, ante el coste y la imposibilidad de cubrir todos los focos de opini�n, los Medios, recurren a otros Medios, Instituciones o Agencias en una especie de afinidad burocr�tica que les aleja de los hechos en la medida que el Medio requiera de esta dependencia.

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g- Los profesionales “reforzadores de opini�n”

Como la actitud profesional de informar desde lo “pol�ticamente correcto” ante la posible cr�tica de anunciantes o el rechazo de la audiencia. Este hecho destila paulatinamente la presencia de estos profesionales, no legitimados por su actividad profesional, sino por su propia asiduidad en los diferentes Medios, que intentan as� remedar o sustituir a los l�deres sociales de opini�n a trav�s de estas caricaturas opin�ticas, propias de los programas de tertulias y debates televisivos.

h- El Anticomunismo y el nacionalismo patri�tico

Como resultado de la guerra fr�a cualquier hecho que amenace el libre mercado suele ser minimizado, esquematizado, o sencillamente ignorado. Dividiendo la realidad de manera simplista, generalizadora y dicot�mica entre buenos y malos, el bien y el mal, comunistas y defensores del mundo libre, integristas y moderados y todo ello desde la defensa de valores nacionales y etnocentristas.

Es as� como podemos concluir con Fishman (1980), que los Medios de comunicaci�n de masas, establecen las condiciones de nuestra experiencia del mundo, m�s all� de las esferas de interacciones en las que vivimos.

En la medida que los Media crean o potencian un marco social perceptivo, los sujetos lo asumen a la vez que lo transforman en conocimiento com�n, devolvi�ndolo a la sociedad y a los propios Medios acomodado a sus intereses de grupo e individuales.

Los Media asumen, como objeto y sujeto activo, la formaci�n de representaciones que provienen de grupos cient�ficos, econ�micos, pol�ticos o religiosos poseyendo una intencionalidad de influencia manifiesta en la informaci�n que suministran, que en parte, se debe a la interiorizaci�n de los profesionales del marco social en el que viven, a los intereses de las empresas a las que pertenecen, a sus efectos acumulativos y a los requerimientos t�cnicos de los propios Media y su industria. Son por tanto responsables activos del proceso informacional y de su influencia.

Esa influencia se halla matizada por los mecanismos de defensa del propio espectador, que no es un agente pasivo, ni en la recepci�n ni en la reelaboraci�n y recuerdo del mensaje, realizando estos procesos de acuerdo con su historia de aprendizajes, sus grupos de referencia, su sistema de creencias y representaciones y sus intereses y necesidades. Tambi�n por tanto es responsable activo del proceso y de su influencia.

Por lo que la influencia real de los mensajes de los Media se resume, en su capacidad para crear, reforzar o minimizar campos de significaci�n que los individuos y grupos sociales validan o no en su interacci�n social.

A su vez, esta interacci�n se halla mediada por los atributos psicosociales, hist�ricos y socioculturales que poseen los agentes sociales.

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Por otro lado, en la medida que los Medios asumen un proceso de concentraci�n y aumentan sus requerimientos t�cnicos y econ�micos respecto al mercado informacional, por su p�rdida de credibilidad, se hacen m�s vulnerables a la influencia de los grupos y las representaciones sociales dominantes.

Quiz�s, el verdadero efecto preocupante y pernicioso no mencionado en las diserciones usuales al respecto, sea el hecho de que los individuos empiezan a rechazar como in�til o, a infravalorar, la necesidad misma de permanecer informados mediante los Medios de comunicaci�n. Los comentarios cotidianos que se�alan como todos los Medios, “siempre dicen lo mismo”, o “solo dicen mentiras”, son generalizaciones que nos advierten de su descr�dito.

Hemos podido observar c�mo la influencia, es un proceso interactivo entre los grupos sociales y los Medios de comunicaci�n, que se concreta en la creaci�n, mantenimiento y cambio de representaciones sociales de conocimiento social.

Tambi�n hemos constatado que la influencia de los Medios reside en el uso y funci�n que a sus contenidos les confieren los grupos sociales. Para ello, nos hemos situado en los presupuestos te�ricos del modelo de Agenda Setting, lo que implica que los efectos de los Media est�n modulados por la interacci�n con los grupos sociales que determinan su impacto, dependiendo del tipo de noticias, su significaci�n social y el tipo de audiencia a la que se dirige dicha agenda. Es pues, un modelo que incide sobre la existencia real de la influencia medial, a trav�s de efectos indirectos y a largo plazo que influyen en los procesos cognoscitivos y en la descripci�n de la realidad social m�s all� de la individualidad y de un impacto directo de la informaci�n.

Si nuestra tesis inicial es, que la representaci�n social de la enfermedad mental, construida a partir de conocimientos sociales, cient�ficos, conductas y actitudes, resulta en conocimiento compartido en base al grado y caracter�sticas de la difusi�n obtenida en los Medios, el problema de c�mo la Agenda Setting transforma variables sociales en conductas individuales y sociales, se convierte tambi�n en un problema que afecta a la metodolog�a y objetivos de nuestra investigaci�n.

Por esta raz�n, resulta necesario describir los diferentes efectos de la agenda, de acuerdo con el perfil diferencial de cada uno de los Medios. En nuestro caso, analizaremos la televisi�n por su importancia medi�tica y la prensa escrita por sus caracter�sticas peculiares.

3.4- Televisi�n, Prensa y Representaciones sociales

En 1870 Goethe, se preguntaba d�nde iba a parar la sociedad despu�s del diab�lico invento de la difusi�n masiva de prensa, c�mo podr�a sobrevivir la poes�a al reducido espacio de un art�culo period�stico o qu� pasar�a con el teatro si el p�blico entraba en �l, despu�s de haber le�do las noticias y con

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la prensa debajo del brazo. La prensa sin duda no era un artefacto neutral, sino que realmente iba a ser el inicio del fin de la verdadera cultura, la cultura de las �lites, frente a un conocimiento popular, plebeyo y de difusi�n masiva, del que la prensa era s�lo un s�mbolo premonitorio.

Visiones apocal�pticas como la anterior se repiten invariablemente a cada paso que el desarrollo tecnol�gico o los cambios sociales nos impelen a analizar la realidad hist�rica. Visiones que limitan o fallan al explicar los fen�menos sociales, al intentar analizar los productos culturales o tecnol�gicos a partir de ellos mismos, y no como productos del contexto social en el que se originan, donde los sujetos y no los objetos son los agentes del cambio.

An�lisis donde desaparece el lector, el espectador o el contexto social y que conllevan un reduccionismo de la realidad, que se relaciona en la mayor�a de las ocasiones, con la legitimaci�n de los intereses de grupo o cierta visi�n elitista y mesi�nica de las propias construcciones te�ricas.

Sin embargo, el poder de los Media no obedece simplemente a su propia estructura y especificidad, sino a su capacidad de referencia social en el entorno cambiante de esta �poca en transici�n.

En el an�lisis de los Media, abundan este tipo de discursos de magnificaci�n del objeto t�cnico, que parecen impregnados de aquella teor�a Hipod�rmica ya superada que propugnaba los efectos inmediatos y directos de los Media sobre los sujetos.

La televisi�n como paradigma actual de los Medios de comunicaci�n, nos interesa, no solo por sus especiales efectos, sino tambi�n por su influencia sobre el resto de los Medios que han adoptado gran parte de sus formas, presentaci�n y contenidos.

Algunos de los investigadores m�s significativos y se�alados sobre la influencia de los Medios, describen la influencia social de la televisi�n de un modo francamente negativo.

Sartori (1998), en su libro Homo Videns, nos ilustra sobre ello, “el ni�o formado en la imagen, se reduce a ser un hombre que no lee y por tanto la mayor�a de las veces, es un ser reblandecido por la televisi�n, adicto de por vida a los videojuegos ( p.41)”.

El mismo autor, algunas l�neas m�s adelante nos informa que seg�n los c�lculos de un profesor americano innominado, si no hubiera televisi�n en Estados Unidos, habr�a 10.000 asesinatos y 700.000 agresiones menos al a�o, y a�ade que aunque el c�lculo no es de fiar esta influencia es real. Lo que nos deja todav�a m�s perplejos, si cabe.

�Se puede pensar en la existencia inmutable de una sociedad americana sin televisi�n?, �C�mo es posible aislar la televisi�n de la sociedad que la cre�?, �Hasta qu� punto te�rica y metodol�gicamente, podemos elaborar aserciones con estos planteamientos y con datos poco

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fiables?. Estos argumentos vac�os y cosificadores, se asemejan a los razonamientos simplistas del tipo, si no hubiera armas..no habr�a violencia; si no hubiera dinero... no existir�a la usura. Son criterios circulares y deterministas que separan artificialmente cultura, tecnolog�a e interacci�n social, y que parad�jicamente, intentan explicar la din�mica social y la psicolog�a de los seres humanos, prescindiendo de ellos al reducirlos a ap�ndices pasivos de objetos tecnol�gicos.

Otro ejemplo, a�n m�s notorio de estas advertencias catastr�ficas sobre la influencia de la televisi�n, nos llega del investigador franc�s Pierre Bourdieu (1997). En su libro, Sobre la televisi�n nos anuncia que, “La televisi�n... pone en muy serio peligro las diferentes esferas de la producci�n cultural: arte, literatura, ciencia, filosof�a, derecho.... la vida pol�tica y la democracia”.

Este brillante autor y ensayista nos advierte que lo que expone, no es producto de investigaciones profundas y sistem�ticas, ya que estas habr�an exigido mucho m�s tiempo.

Sin duda es as� y por ello nos encontramos en este caso ante opiniones personales y no ante estudios cient�ficos “profundos y sistem�ticos”. Quiz�s, si Bourdieu hubiera ocupado m�s tiempo, podr�a haber matizado sus opiniones a partir de la reflexi�n sobre estudios como el citado por Castells (1997): “Seg�n Draper (1991), aunque el estadounidense medio se expone a 1600 mensajes publicitarios al d�a, la gente responde (y no de forma necesariamente positiva) s�lo a unos 12 de ellos. En efecto, MacWire (1986) tras revisar los datos sobre los efectos de la publicidad de los Medios, lleg� a la conclusi�n de que no hay pruebas sustanciales de que existan impactos espec�ficos de los mismos sobre la conducta real.”

Bourdieu (1997), en su estructuralismo determinista, no repara en los mecanismos que los individuos usan a la hora de afrontar los efectos de los Media. Sin embargo, no es dif�cil imaginar al propio autor, sentado en su sal�n, c�modamente instalado en su sill�n favorito, cambiando de canal ante mensajes no coincidentes con sus actitudes, interfiri�ndolos al criticarlos, deform�ndolos al interactuar con las personas eventualmente presentes, o sencillamente descubriendo los puntos d�biles de una determinada noticia, para rebatirla a partir de su propia comparecencia en los Medios de comunicaci�n. Comparecencia que por su puesto, ser� decodificada y boicoteada por los grupos e individuos cr�ticos a su obra, de la misma forma. Y lo m�s lamentable es que Bourdieu no observa que precisamente, es en este proceso donde se encuentra la verdadera influencia de los Medios y donde la televisi�n atrapa en su mundo simb�lico la experiencia individual y la conducta de los sujetos.

Sin duda, este autor cae en esta contradicci�n evidente por que “en esa confrontaci�n entre el intelectual universal y el fast thinker, no tiene presencia el espectador. Y si ese espectador no tiene presencia, si en ese discurso queda abolido el ciudadano-espectador, es por que carece de influencia, es por que en esa guerra de influencias, el p�blico carece de

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encarnadura, de visibilidad, de voz y, finalmente, de incidencia, de gobierno sobre s� mismo” (Serna, 1999, 136).

La influencia de los Media como hemos visto, se encuentra limitada por el contexto social y al conocimiento de sentido com�n o representaciones sociales dominantes de los grupos e individuos capaces de ejercer influencia social. En este sentido, la televisi�n es concebida por estos autores como fundamental y preponderante, en relaci�n con los otros Media. Para Ramonet (1998), la televisi�n a extendido su modelo de informaci�n, consistente en:

-Ver es entender.-La inmediatez y rapidez frente a reflexi�n.-La emocionalidad como factor impactante y preponderante de la noticia.-La manipulaci�n pol�tica de las noticias.

Esto lo ha conseguido por el afianzamiento de un paradigma informacional basado en la aparente libertad que provoca en el espectador decodificar las im�genes, entenderlas, vi�ndolas en el mismo tiempo que ocurren. De hecho, Ramonet se lamenta que entre la noticia y el receptor, entre el hecho y el ciudadano, ya “nadie pilota la nave”, ha desaparecido elperiodista, concluyendo que la idea de auto informaci�n a trav�s de im�genes, es peligrosa ya que ver no es comprender.

Creemos que Ramonet incurre en algunas imprecisiones que le hacen poco entendible en sus planteamientos, ya que solo �l percibe la desaparici�n del periodista entre el hecho y el ciudadano, todo el mundo es consciente que entre ambos extremos existen periodistas que reelaboran las noticias, las encajan en una determinada agenda y las comunican seg�n sus referencias.

Tambi�n, es evidente que existe una industria que establece requerimientos t�cnicos y comerciales al mundo informacional, que no es ajena a la desaparici�n de la profesionalidad period�stica, y de la que el mismo Ramonet es parte integrante y no parcial.

Pero lo que obliga al rechazo, es por un lado, la creencia de que el ciudadano decodifica los mensajes sobre la base de las im�genes que ve y no de acuerdo con su contexto personal y social. De nuevo, aparece un espectador inerme, atomizado y aislado, que en realidad ya no existe ni siquiera en los estudios de laboratorio.

En segundo lugar, poner de relieve que nadie pilota el barco y verlo como un hecho lamentable, nos obliga a pensar, dado el conocimiento de los Medios que posee el autor, que Ramonet se refiere a la desaparici�n de un tipo determinado de periodista, del que no podemos analizar nada por que no explicita sus caracter�sticas.

Por otro lado, parece que el autor considera legitimado a dicho periodista para mediar entre el hecho y el ciudadano y que tal mediaci�n

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supone una fuente de veracidad, en este sentido podr�amos citar al propio Ramonet sobre la tarea de los periodistas:

“Roger Gicquel, presentador del telediario franc�s: La elecci�n de las informaciones se hace en funci�n de una eventual composici�n dram�tica con eventuales noticias de impacto. Es esa dramaturgia, inherente a la informaci�n, la que yo exploto”.

“Patrick Poivre d�Arbor, presentador de telediario franc�s: Soy un vendedor, vendo productos que los dem�s han preparado, puesto a punto, yolos lanzo lo m�s honestamente que puedo”.(Ramonet ,1998)

�Se puede deducir de estas aseveraciones de los propios profesionales, que corremos el peligro de “auto informarnos” o de que no hay mediadores entre la noticia y el ciudadano?. M�s bien parece lo contrario, y ello no redunda en la legitimaci�n de los Medios, sino en su dem�rito. El mismo Ramonet nos informa que el telediario ha resultado ser la informaci�n del pobre, por su censura, distorsi�n, dramatizaci�n y personificaci�n de las noticias.

De hecho, se constata un descr�dito y p�rdida de influencia de la prensa y la televisi�n a partir de las manipulaciones de la Guerra del Golfo (Encuesta Telerama, citada por el autor).

Para Ramonet, la tiran�a de la comunicaci�n se resuelve en que esta absorbe la cultura, de modo que ya no hay m�s cultura que la de masas.

En este punto creo que se le concede demasiada importancia a los Medios como creadores de la cultura de masas, olvidando la humildad que nos previene de dolorosos desenga�os.

Como ya se mencion� con anterioridad m�s que cultura de masas, hecho hist�rico y social multicausal e inscrito en un tiempo determinado, es muy probable que la tiran�a de la comunicaci�n se origine de la necesidad del propio mundo de la informaci�n, de producir noticias y mensajes de forma masiva, aunque tal esfuerzo, seg�n algunos datos que hemos visto, influencien directamente, a un grupo “numeroso” de una decena de personas, quiz�s la mayor�a de ellas periodistas, mientras leen la prensa de la competencia.

Nuestras consideraciones, no intentan negar la influencia de los Medios, sino el enfoque reduccionista de su influencia al plano de las actitudes individuales. Centrando el debate de su influencia, no en la masificaci�n e irracionalidad del espectador, sino en la devaluaci�n de un producto informacional sujeto a una producci�n masiva, que precisamente define sus efectos en su relaci�n con la estructura social en la que el mismo, es un distintivo componente del conocimiento social.

Autores como Bordieu (1997), sin embargo, no ven el peligro de la televisi�n en el hecho de que nadie pilote, sino m�s bien en la condici�n de que quien pilota est� condicionado, tanto por sus propias categor�as

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perceptivas, como por los intereses del Medio, lo que conlleva una censurade hecho y que se resume en las siguientes caracter�sticas:

-Se privilegian los sucesos por su mayor impacto emocional.-Los contenidos deben ser para todos los gustos.-Se muestran realidades sin contextualizarlas.-Algunas realidades se muestran d�ndoles importancia y otras se

ocultan por su importancia.-Se busca lo sensacional.-La selecci�n de las noticias y su exposici�n se realiza a partir de las

categor�as de los propios periodistas, es decir se les impone el esquema perceptivo del mediador.

-Utilizaci�n incorrecta del lenguaje.-B�squeda de la exclusiva y su consecuencia en la uniformizaci�n del

mensaje.-L�gica comercial por indicadores de audiencia.-Producci�n de noticias a partir de “profesionales maleables, o

“panelist”, consagrados por los Medios y no por su �rea espec�fica de conocimiento.

-Control sesgado de los periodistas, sobre el contenido de los debates y tiempos de los intervinientes.

En nuestra opini�n, las criticas de Bourdieu en este sentido son acertadas e implican una disecci�n del mundo televisivo dolorosa y realista, sin embargo, todas estas circunstancias no hacen amenazadora a la televisi�n sino d�bil, en suma y en contra de la argumentaci�n de Bourdieu, pensamos que todo ello no la hace m�s influyente sino m�s influenciable por la red social.

Existe un elemento a tener en cuenta en el an�lisis de este agudo investigador y que incide sobre el aspecto hist�rico y social del problema, referente a su formulaci�n sobre el “campo period�stico” como un conjunto de fuerzas sociales, econ�micas y tecnol�gicas, que inciden sobre el mensaje y sus protagonistas, monopolizando y regulando la producci�n y difusi�n de la informaci�n.

Sin embargo, ser�a conveniente profundizar en las consecuencias de dicho campo no s�lo en el aspecto econ�mico, sino tambi�n en la red de relaciones hist�ricas y culturales y en las transformaciones simb�licas y sociales que est�n impl�citas en el mismo, y esto es lo que patentiza Serna (1999.p138), ya que “el problema es que deja fuera una parte, el comportamiento del p�blico, cuyo significado es crucial, ahora s�, en el cultivo de la responsabilidad, de la autorrealizaci�n y de la ilustraci�n que Bourdieu dice profesar”.

La visi�n e ilusi�n de unos Medios sin agentes receptores, siquiera sin mediadores ni emisores para algunos, sin personas que activamente decodifican el mensaje, de acuerdo con par�metros que no se relacionan directamente con los Media, sino con factores sociales y culturales m�s

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amplios que la prensa o la televisi�n, se encuentran presentes en algunos de las teor�as que hemos analizado. Son an�lisis parciales que centran su investigaci�n en la percepci�n de un ciudadano aislado, atomizado en sus relaciones y vulnerable ante los mensajes de los Media.

Por otra parte, los agentes que invierten miles de millones en mantener su influencia sobre la poblaci�n, se sienten complacidos en demostrar que los Medios no influyen en lo social sino que solo reflejan la realidad, como si la misma, s�lo se expresara en singular y existiera al margen de sus intereses y de las creencias de los hombres y mujeres que la construyen, transforman y transmiten de manera intencional.

En cualquier caso, debe concretarse que aunque existe una influencia real y poderosa de la televisi�n, esta se fundamenta en el inter�s de la misma, en mantener la persistente replicaci�n de algunas de las representaciones sociales existentes en la poblaci�n frente a otras. Una poblaci�n, que no puede entenderse de modo reduccionista a partir de an�lisis de investigadores invidens.

Una poblaci�n constituida por personas que no se definen exclusivamente por su rol de lectores o espectadores sino como sujetos sociales dentro de grupos determinados, que construyen su realidad con las categor�as dominantes presentes a lo largo de toda su biograf�a.

Por esto, nuestra investigaci�n se sit�a en el campo no de los efectos limitados, sino de la influencia acumulativa y cultural, donde el inter�s se desplaza del proceso de transmisi�n hacia el proceso de significaci�n, donde los Medios inciden en el proceso de construcci�n social al estructurar a largo plazo una imagen de la realidad, produciendo cambios de creencias y opiniones.

Desde el modelo de informaci�n que adoptamos, para explorar la influencia de los Medios en los contenidos de las representaciones sociales y lig�ndolo a los argumentos que hemos mencionado hasta aqu�, se puede concluir que, en este sentido, la televisi�n resulta de menor influencia en sus efectos, que la prensa escrita (MacClure y Patterson, 1976 en Wolf, 1996).

Las razones explicativas de este fen�meno se basan en la inmediatez, fragmentaci�n, brevedad y descontextualizaci�n en el que se dan las noticias televisivas, trivializando con ello la importancia de su significado.

Por el contrario, la prensa expresa una indicaci�n, fuerte, visible y constante de la relevancia de los temas tratados. Consiguiendo con firmeza, decir al p�blico, no ya qu� es lo que deben pensar, pero s� qu� es aquello sobre lo que deben hacerlo. Frente a esto, la televisi�n aparece como productora de noticias con tal car�cter de superficialidad y descontextualizaci�n que descarga de significado los temas emitidos, haci�ndolos incomprensibles.

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De lo expuesto hasta aqu� podemos sacar algunas conclusiones relevantes para nuestra investigaci�n:

-Los efectos de la Agenda, dependen de la estructura diferencial de los Media.

-La Agenda provoca cambios en las actitudes y opiniones de modo indirecto, contextual y a largo plazo, por lo que requiere la comprensi�n del mensaje y de las consecuencias psicosociales que de esto se deriva.

-La televisi�n resulta incapaz de generar una influencia sobre la creaci�n o cambio de elementos cognitivos estables y por lo tanto, de establecer un conjunto de conocimientos concretos en la audiencia, aunque puede resultar v�lida en la apreciaci�n indiferenciada de representaciones generales de fen�menos sociales.

-Como consecuencia de lo anterior, los Medios de Prensa resultan m�s adecuados para detectar la influencia de las Representaciones Sociales, a la vez que reflejan en mayor medida, la influencia a largo plazo de los Media sobre la poblaci�n.

A las consideraciones anteriores, debemos a�adir una raz�n espec�fica que afecta a esta investigaci�n y la fiabilidad de la televisi�n como canal ideal para el an�lisis de categor�as, que reside en el hecho de que, bien como reflejo de la programaci�n televisiva u otras razones, el espectador asiduo de televisi�n posee una imagen del enfermo mental como m�s violento y agresivo que el resto de la poblaci�n (Gerbner y Tannenbaum, 1962).

Es por esto, que utilizaremos en esta investigaci�n, una muestra de diferentes peri�dicos, donde la repetitividad de la noticia a trav�s de los diferentes matices constatables de cada peri�dico, la continuidad cronol�gica de los temas tratados y el an�lisis longitudinal de la prensa escrita, facilita la revisi�n, registro y comprensi�n de las noticias sobre enfermedad mental, aparecidas en la actualidad. La prensa con ello, nos ofrece el Medio adecuado para discriminar entre noticia y tema, entre opini�n y representaci�n.

La noticia puede entenderse como un mensaje con un contenido determinado, el tema sin embargo, se define en esa continuidad de la noticia que la hace comprensible y asimilable socialmente a trav�s de la descripci�n de su contexto y de la permanencia de sus consecuencias.

La aprehensi�n de las representaciones sociales de la enfermedad mental, no puede realizarse a partir de una colecci�n de noticias, sino que m�s bien, encuentra su raz�n de ser en la continuidad de opiniones, creencias y actitudes interrelacionadas, que s�lo pueden apreciarse desde un punto de vista cronol�gico y longitudinal, condici�n indispensable para fundamentar v�lidamente los an�lisis que determinan la presencia, no de opiniones simplemente, sino de Representaciones Sociales en los Media.

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3.4.1 Procesos de Comunicaci�n, Representaciones Sociales e Investigaci�n Social

Es evidente el hecho de que el hombre como ser simb�lico, genera su cultura a trav�s de la producci�n y consumo de signos. Por ello, la separaci�n de la realidad de su representaci�n simb�lica es cada vez m�s difusa, debido a la gran penetraci�n de los Media en la vida cotidiana de las personas.

Los Medios en la actualidad, poseen una capacidad suficiente como para abarcar y capturar por completo la experiencia vital de las personas, en donde las apariencias se convierten en la misma experiencia, de acuerdo con Castells (Ib�d.).

Esto tambi�n es cierto para los propios periodistas, independientemente de la imagen ideal que de s� misma tiene esta profesi�n. Lo cierto es que los dietarios o agendas de los profesionales, prefiguran y adelantan lo que ellos esperan que sean los hechos m�s destacados, seg�n su representaci�n del mundo y de la realidad social.

La prefabricaci�n de lo noticiable en base a categor�as previas del profesional, requerimientos t�cnicos del Medio y el contenido de otros Media, es lo que sin duda reflejan los estudios de newsmaking.

La consecuencia de ello, supone la reproducci�n formal y de contenido de aquellos “t�picos”, mentalidades o teor�as comunes existentes en una determinada sociedad y que se ven amplificados y difundidos a trav�s de los Medios.

Este hecho, no implica necesariamente, una homogeneidad de la informaci�n, sino una reelaboraci�n social rica en matices y constante de dichas mentalidades en un proceso de construcci�n del discurso colectivo donde los Media participan de forma destacada.

La prensa cumple as�, dos requerimientos espec�ficos de nuestra investigaci�n. Por un lado, nos informa de aquellos conceptos e ideas que se hallan vigentes en la sociedad o al menos de aquellas im�genes de los hechos sociales, que seg�n los Medios, interesan o son compartidos por un mayor n�mero de personas. En otra direcci�n, el an�lisis de los Mediasupone un acercamiento a la prensa, en su funci�n de mantenimiento y reproducci�n del orden simb�lico vigente, d�ndonos informaci�n sobre el sentido de por donde pueden orientarse los cambios de las representaciones sociales empleadas en la definici�n de fen�menos culturales, cient�ficos o econ�micos.

El estudio de la prensa escrita supone adem�s, detectar el grado de eclosi�n y definici�n de las representaciones sociales de la enfermedad mental y de su relaci�n con los temas de actualidad, lo que nos permite aprehender su significaci�n e importancia social. En este sentido, Moscovici (1976), en su an�lisis de la representaci�n del psicoan�lisis en Francia, pudo distinguir que para el surgimiento de una determinada representaci�n deb�an darse tres condiciones necesarias que �l identificaba con:

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Dispersi�n de la informaci�n sobre el objeto social, ya que una dispersi�n importante de informaci�n conlleva una baja accesibilidad del conjunto de las redes sociales respecto al objeto descrito, impidiendo dotar de significado los aspectos informativos que se van destilando de forma muchas veces inconexa al cuerpo social. En estos casos hay informaci�n pero todav�a no hay representaci�n social.

Un segundo aspecto que se evidencia a partir del an�lisis de los Medios es, el desigual inter�s de los individuos o grupos respecto al objeto social, as�, respecto a los art�culos que hacen referencia a la problem�tica de orden p�blico o judicial relacionados con la enfermedad mental, es muy diferente el inter�s de la poblaci�n sana, de aquel que pueden manifestar los familiares o los propios enfermos. Una informaci�n as� representada, no nos informa exactamente sobre lo que comparten o no colectivos sociales respecto a la enfermedad mental, e incluso la proximidad a la misma genera representaciones e interese diferentes ante un mismo hecho social.

La tercera condici�n enunciada por Moscovici es la denominada, presi�n a la inferencia. Los seres humanos sentimos una necesidad de estar informados ante todo lo nuevo, extra�o o amenazante a fin de tomar postura, adoptar una posici�n que nos permita interactuar con nuestros semejantes, o enfrentarnos al problema a trav�s de la informaci�n que somos capaces de recopilar. De hecho, despu�s de recibir una informaci�n y aun sin tener tiempo de analizarla, siendo su contenido parcial o insuficiente, muchos lectores de prensa o espectadores de televisi�n, deciden no sobre el hecho en s�, sino sobre con quien estar, a qu� grupo social o ideol�gico pertenecen o simpatizan en relaci�n al problema social planteado. Nos identificamos y al hacerlo, optamos por una determinada posici�n social, por una construcci�n l�xica del problema e incluso por una reafirmaci�n o no de algunos aspectos de nuestra identidad social.

Por todo ello, la presencia y persistencia de la enfermedad mental en la prensa escrita nos proporciona una informaci�n valiosa sobre las tres caracter�sticas descritas por Moscovici, puesto que supone un registro mucho m�s variado, capaz de reflejar la multiplicidad de agentes sociales implicados en la misma y las categor�as en las que se expresan las representaciones de la enfermedad mental, en un formato m�s accesible a la contrastaci�n y al an�lisis. Con una estructura informativa, en la que el contenido y caracter�sticas del tema period�stico no resultan tan influidas por las caracter�sticas ef�meras del mensaje televisivo.

Nuestro estudio se centra en el an�lisis de contenido de algunos Medios de comunicaci�n escrita, que seg�n los criterios de la investigaci�n, son representativos de determinados posicionamientos ideol�gicos y diferente amplitud en su tirada e influencia. Sin embargo, los objetivos de la investigaci�n partiendo del an�lisis de la prensa escrita, no pueden pretender describir todas las representaciones sociales de la enfermedad mental existentes en la sociedad, sino solo aquellas contenidas en los Medios analizados. Las entrevistas con familiares, profesionales o enfermos

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pertenecen a la esfera del esfuerzo que las Instituciones y otros investigadores sean capaces de sostener e impulsar.

Sin embargo, el contenido y formato de los art�culos period�sticos nos proporcionan elementos veraces de referencia sobre las actitudes, opiniones, valoraciones y modelos de explicaci�n de la enfermedad mental que expresados socialmente, son reflejados de un modo espec�fico y significativo por la prensa escrita. Para Moscovici (1976), el contenido de los mensajes esta determinado por tres sistemas de comunicaci�n:

La difusi�n que implica que la fuente no tiene una direccionalidad en cuanto a reproducir, convencer o reforzar un determinado contenido, su objetivo en este caso, es difundir a un mayor n�mero de personas los contenidos del mensaje.

Aqu�, el Medio es en s� mismo un receptor de informaci�n, un mediador que difunde sin tomar partido por lo difundido, m�s all� de la conveniencia del conocimiento emitido a la poblaci�n. El mismo periodista refleja sin ambages en un mismo art�culo afirmaciones opuestas o la misma publicaci�n presenta informaciones diferenciadas.

La difusi�n es hoy el modo m�s extendido de informaci�n y provoca aparentemente, una imagen de homogeneidad e imparcialidad en los mensajes. Las opiniones y ocasionalmente las actitudes, se ven influenciadas por este tipo de informaci�n.

Para Moscovici la propagaci�n representa una mayor presencia de intencionalidad manifiesta en la direccionalidad de la informaci�n a fin de integrar la informaci�n novedosa con la ya existente en determinados grupos sociales. De este modo, lo discordante se armoniza con las categor�as preexistentes a fin de evitar discrepancias en el grupo social. Las actitudes y las Representaciones Sociales de un hecho determinado pueden verse influenciadas por este tipo de informaci�n.

La persistencia de mensajes propagand�sticos nos informar�a de la existencia de conflictos entre grupos sociales respecto al hecho planteado, en la propaganda se intenta subvertir el razonamiento y la �tica de otros grupos sociales o individuos, al mismo tiempo que se reafirma la propia visi�n de la realidad. La diferenciaci�n social es en �ltima instancia, el objetivo de la propaganda y el estereotipo y el etiquetaje social, el modo de actuaci�n preferente en este tipo de comunicaci�n. La propaganda, que no debe confundirse con lo panfletario o la publicidad, intentan influir en mayor medida que el resto, en las Representaciones Sociales y sobre todo en las ideolog�as (Rouquette,1986).

La difusi�n, propagaci�n y propaganda se definen, no s�lo por su contenido, sino tambi�n y fundamentalmente, en su relaci�n con el objeto representado y los grupos sociales implicados.

As�, el humor de los titulares, la negrilla, las fuentes consultadas, o las conclusiones explicitas o no, pueden obedecer a un esquema de difusi�n

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o propagand�stico sin que podamos apreciar su sentido a excepci�n de sus intenciones y objetivos respecto a un hecho o grupo social. Son por tanto, m�s que caracter�sticas del texto, procesos de comunicaci�n social que nos informan del posicionamiento de los Media sobre un hecho o grupo social.

La propaganda y la propagaci�n han sido identificadas como las formas de comunicaci�n cuyos objetivos se dirigen a influenciar las Representaciones Sociales (Rouquette,1997; Moscovici, 1976).

En la medida en que la presencia de la enfermedad mental se exprese a trav�s del fuerte posicionamiento de los grupos sociales, sea representada a partir de estereotipos o figuras metaf�ricas o por el contrario sea objeto de opiniones y actitudes heterog�neas e indiferenciadas, podremos describir el grado en que dicho fen�meno es parte de una Representaci�n y cual es la posici�n de los Medios respecto a este hecho social.

Sin embargo, lo que nos atrae en mayor medida, es la posible existencia del etiquetaje social como producto de la diferenciaci�n a partir de mensajes esquem�ticos, generalizadores o propagand�sticos. Es en este sentido donde podemos identificar c�mo la sociedad se v�rtebra en grupos reflexivos, cuales son los mecanismos psicosociales que originan dicha diferenciaci�n y si las representaciones sociales son un elemento clave, no s�lo en este proceso, sino tambi�n en su traslado a normas de comportamiento y actitudes sociales hacia la enfermedad mental.

FIG 4. Elaboraci�n propia. Modelo Integral de relaci�n entre Comunicaci�n y Representaciones Sociales.

ESTABILIDAD

+

-

Ideologías

Representaciones

Opiniones

Actitudes

internalización

grupos sociales de referencia

factores diferenciales de la audiencia y el mensaje

identificación

conformidad

propaganda

propagación

difusión

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Por las investigaciones citadas hasta aqu�, sabemos que los grupos sociales no tienen una visi�n definida sobre la enfermedad mental, esto podr�a hacernos pensar que este tema se encuentra todav�a en fase de “dispersi�n”, donde no existe una direccionalidad clara respecto a la interpretaci�n social del hecho.

Pero esto, a nuestro juicio, supone una visi�n evolutiva de los mecanismos citados por Moscovici pero ahist�rica de las representaciones, ya que estas, se modifican y cambian sin que desde este punto de vista sea posible deslindar d�nde reside la emergencia de una nueva representaci�n y d�nde el cambio incipiente de una ya existente.

Paro nosotros, la existencia o no de los procesos sociales identificados por Moscovici no es la cuesti�n esencial (es dif�cil no encontrar un objeto social que no est� sujeto a estas caracter�sticas), sino que m�s bien, nuestro objeto de inter�s es el grado con que la dispersi�n, heterogeneidad de intereses y presi�n a la inferencia, se encuentran reflejados en un determinado fen�meno social. Lo que a efectos te�ricos, supone una inversi�n de los argumentos de Moscovici, ya que este grado de dispersi�n, heterogeneidad de intereses y presi�n a la inferencia, s�lo puede constatarse a partir de la presencia de la representaci�n, como consecuentes de la misma y no solo como sus precedentes sociales. Desde este punto de vista las tres caracter�sticas citadas por Moscovici, no son condicionantes de la existencia de una Representaci�n, sino m�s bien caracter�sticas definitorias de la misma.

As�, en la Representaci�n Social de la enfermedad mental, podremos observar el grado de dispersi�n de su campo de representaci�n o la heterogeneidad de intereses, por el grado de presencia de individuos y colectivos con puntos de vista diferentes, y la presi�n a la inferencia por el grado y frecuencia en que dicho tema aparece en la prensa escrita, lo que nos dar� un perfil bajo o alto de la presencia social de las Representaciones analizadas, dentro de un contexto din�mico y cambiante de las mismas, lejos de esquematismos artificiosos.

Por otro lado, los procesos de difusi�n, propagaci�n y propaganda, detectados por Moscovici, recrean las condiciones que imperaban en 1961, fecha de su investigaci�n y cruzada de una fuerte presencia social de agentes ideol�gicos en una sociedad convulsa. Sin embargo, los an�lisis actuales de las representaciones sociales, se inscriben mayoritariamente en el proceso de difusi�n (Madrigal, 2000). Lo que equivaldr�a a pensar seg�n el esquema de Moscovici, que la influencia de la prensa escrita se centra mayoritariamente sobre las opiniones, excluyendo a estos art�culos de difusi�n, no solo de ser un veh�culo de propagaci�n de las actitudes, representaciones e ideolog�as, sino presuponiendo su nulo efecto sobre las mismas y situando su influencia en el nivel m�s superficial e inestable del proceso de informaci�n, las opiniones (Fig. 4).

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Si los art�culos que aparecen en prensa, s�lo reflejan y afectan las opiniones, por su car�cter “difusivo”, �Es coherente hablar de la presencia y repercusi�n de las representaciones sociales en la prensa escrita?.

Contestar a esta cuesti�n pasa por la enumeraci�n de algunos hechos evidentes, consistentes en :

-P�rdida de la importancia social de las ideolog�as y de los mensajes ideol�gicos.

-Adopci�n general del proceso de difusi�n en la prensa escrita actual.

-Influencia de los Medios constatable, no en su funci�n propagand�stica, de difusi�n o propagaci�n, sino en su grado de adhesi�n a las caracter�sticas de modelos de la informaci�n como el de la Agenda Setting o similares, que inciden sobre el papel de los Medios y la construcci�n social del mensaje.(Fig. 5).

FIG 5. Elaboraci�n propia. Modelo Integral de influencia entre Comunicaci�n y Representaciones Sociales.

Por estas razones, la investigaci�n no se centra en el car�cter propagand�stico o de difusi�n de los Medios analizados, puesto que nuestro supuesto de partida al respecto, es que en su conjunto, la prensa analizada se situar� sin diferencias rese�ables en el modelo de “difusi�n”, lo que no supone como ya hemos dicho, que esta posici�n signifique limitar la influencia de los peri�dicos analizados al nivel de las opiniones. Influencia que en nuestro caso y en la actualidad, encontramos relacionada en mayor

ESTABILIDAD

+

-

Ideologías

Representaciones

Opiniones

Actitudes

internalización

grupos sociales de referencia

factores diferenciales de la audiencia y el mensaje

identificación

conformidad

acumulación

consonancia

omnipresencia

Alta influencia

Baja influencia

MEDIOS

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medida con las caracter�sticas de la agenda informativa (acumulaci�n, consonancia y omnipresencia), que con el perfil de los procesos descritos por Moscovici.

El an�lisis de contenido de la prensa escrita nos informar� por tanto de:

-Las actitudes sociales, entendidas como elemento de la Representaci�n Social, m�s que como valoraci�n de los lectores frente a la enfermedad mental. Esto es as�, en cuanto que no podemos suponer que la compra de un determinado peri�dico, sea indicativo de la existencia de un grupo reflexivo por su afinidad a una determinada l�nea editorial. Y aunque este supuesto es plausible, no se sostiene si deducimos de ello, la existencia de una comunidad de intereses y opiniones ante la enfermedad mental del grupo lector de ese determinado peri�dico, ante los trastornos ps�quicos.

Por esta raz�n, la informaci�n actitudinal se deduce del an�lisis del conjunto de la muestra y de la valoraci�n persistente, positiva o negativa, que la opini�n expresada en los art�culos contengan. La existencia y variedad de diferentes valoraciones contrapuestas o disonantes, nos informar�n de su pertenencia a un fen�meno social, las representaciones sociales, y no al posicionamiento puntual e individual, de lectores o periodistas (Moliner y Tafani,1997).

-La informaci�n de las representaciones sociales de la enfermedad mental, ya que la misma puede ser descrita a partir de la presencia de los grupos sociales, paradigmas cient�ficos y elementos representacionales contenidos en la prensa escrita.

-Su campo de representaci�n, analizado a partir de sus conceptos y categor�as, as� como la estructuraci�n de los mismos.

-Las caracter�sticas de la prensa escrita como agente y parte activa de “el clima de opini�n” de las redes sociales respecto a la enfermedad mental, entendido este, como marco de referencia que predispone a los sujetos a posicionarse individualmente respecto a un tema dado (Noelle-Neuman,1978; Lazarsfeld, Berelson, Gaudet,1944).

De manera que el an�lisis de la misma, no se realiza exclusivamente como agente amplificador o especular de las representaciones sociales, sino como agente activo de las mismas, en un modelo transaccional y construccionista de las interacciones sociales (Gerbner et al, 1982).

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PROCESO DE INVESTIGACI�N

CAP�TULO CUARTO: Planteamiento de la investigaci�n___________________________________________________________________________

4.1 Introducci�n

El siglo XX podr�a llamarse con cierto rigor la era de las utop�as negativas, en �l han abundado relatos de literatura anticipatoria donde ha predominado la presencia de un mundo caracterizado por un poder omn�modo y dictatorial, desaparici�n de las diferencias entre la esfera privada y la p�blica, Medios de Comunicaci�n controlados y homog�neos en su discurso, desaparici�n de la cultura escrita y modificaci�n de las normas sociales a partir de los adelantos de la ciencia y la t�cnica.

Invariablemente, relatos como 1984 o Un Mundo Feliz que como colof�n a lo anterior, describ�an una sociedad perfecta que inclu�a alg�n medio de extermino masivo o exclusi�n social de los diferentes, han iniciado su decadencia y ruptura a partir de la toma de conciencia de alg�n h�roe an�nimo y de su acci�n individual.

Pero en todos estos relatos, el verdadero detonante del cambio ha sido el descubrimiento por parte de los personajes, de la relaci�n social, de la interacci�n emocional entre seres humanos, del descubrimiento de redes primarias de comunicaci�n, frente a la falsa comunicaci�n interpersonal producida por la tecnolog�a.

Ya hemos visto como factores culturales e hist�ricos como los descritos, est�n influyendo en el an�lisis de diversos investigadores en la direcci�n de explicar los cambios sociales a partir de los cambios tecnol�gicos en los Medios, con consecuencias casi siempre negativas.

En nuestra investigaci�n, los Medios adoptan tambi�n, una direcci�n inversa, ya que pensamos que son los cambios sociales los que pueden explicar adecuadamente el contenido de los mismos, dentro de una influencia rec�proca. Son por tanto, indicadores de la realidad social y nos orientan sobre la existencia de diferentes grupos sociales y de sus representaciones en la interacci�n entre sujeto, forma colectiva de saber y pr�ctica social (Bueno Abad, 1997). Pensamos tambi�n, que el an�lisis de los Medios fracasa cuando se pretende realizar exclusivamente desde los propios Medios, ya que son los grupos sociales los agentes que determinan y modulan la realidad social. El an�lisis de esa din�mica grupal, est� intr�nsecamente ligada a la importancia de los Media, como elementos fundamentales de los procesos actuales de sociabilidad y representaci�n social.

Por otro lado, el estudio de los Medios como objeto social, se relaciona con el an�lisis de las representaciones sociales. La fuerza de las ideolog�as y

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de las representaciones sociales como sistemas de creencias se nos muestran con toda crudeza con s�lo buscar sus consecuencias.

As�, durante el r�gimen nacional socialista, la medicina cient�fica retrocedi� hasta casi desaparecer en aras al curanderismo y los procedimientos dru�dicos, como producto de la ideolog�a y el programa pol�tico de restaurar los valores de la raza aria.

La representaci�n social de la salud corri� pareja a estos hechos, el propio Hitler, sosten�a la creencia en la eficacia de las gachas y el agua mineral para conservar su estado f�sico. La sangre, como principio vital terap�utico y regenerador se puso de moda hasta en los matrimonios, gran parte de los cuales se realizaron bajo el rito n�rdico de la mezcla de sangre.

La representaci�n social de la enfermedad mental no se presenta de esta forma en nuestro tiempo, pero las conductas respecto a los enfermos mentales, como ya hemos mencionado, genera etiquetajes y categor�as sociales que son compartidas incluso por los propios enfermos y que en muchas ocasiones, les impiden adoptar conductas de salud.

Por �ltimo, la ciencia se ha constituido en la explicaci�n paradigm�tica del mundo y la realidad, al menos en nuestro entorno cultural. Incluso asumiendo en parte, el papel moral que hab�a tenido la religi�n.

En este contexto, la psiquiatr�a y la psicolog�a se han destacado por su utilidad en generar clasificaciones nosol�gicas y al hacerlo, han formulado las bases para la comprensi�n y la categorizaci�n social de personas y no s�lo de enfermedades. Por lo que esta investigaci�n considera a la ciencia, como uno de los n�cleos de la representaci�n social de la enfermedad, y la existencia de modelos cient�ficos, como determinantes en dicha representaci�n.

Sin embargo, nuestro inter�s no se centra en patentizar una pretendida cr�tica antipsiqui�trica, sino en demostrar que la importancia de estos modelos se encuentra contenida en las actuales representaciones sociales de la enfermedad mental y que su vigencia est� determinada no solo por ser compartida por los profesionales, sino por el hecho de que los grupos sociales todav�a no tienen otros paradigmas consolidados y alternativos en su repertorio de conductas.

La Reforma Psiqui�trica iniciada en 1985, se transform� desde ese momento por sus objetivos, en un objeto social capaz de redefinir al enfermo mental, los trastornos y su curso, el papel de los profesionales, un posible cambio de paradigma cient�fico y como consecuencia de ello, variar la actitud y conducta de la sociedad hacia los enfermos mentales. Consecuentemente, nos encontramos ante un cambio social de suma importancia, un hecho que determinar� en su desarrollo, lo que es bueno para investigar, lo que es bueno para pensar sobre la enfermedad mental, para actuar respecto a los enfermos mentales, en definitiva, lo bueno para la integraci�n o la exclusi�n social.

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4.2 Objetivos de la investigaci�n

La concreci�n de los postulados te�ricos en que se funda esta investigaci�n, se plasma en el an�lisis de las Representaciones Sociales de la Enfermedad Mental en la prensa escrita de nuestro pa�s, a trav�s de la exploraci�n de los contenidos de cuatro peri�dicos, dos de ellos de tirada nacional y los dos restantes de tirada auton�mica, adscritos a diferentes posicionamientos ideol�gicos. La investigaci�n se centra en dos niveles de trabajo que a�na en unos mismos objetivos, tanto el an�lisis cuantitativo como cualitativo de la informaci�n recopilada.

Se trata por tanto, de un estudio correlacional y descriptivo que por su metodolog�a y objetivos no pretende inferencias causales ni generalizaciones de predictibilidad m�s all� de la muestra elegida, estando orientado hacia los objetivos descritos en las tablas 12 y 13.

El an�lisis cuantitativo, pretende ser exhaustivo en cuanto a la objetivaci�n de categor�as, campo sem�ntico, presencia e identificaci�n de la imagen de la enfermedad y del enfermo mental, representados en los Medios. Para lo que se ha realizado una descripci�n cuantitativa de las categor�as que identifican la etiolog�a, curso, terapia, consecuencias sociales y legales, as� como el rol del enfermo ante las diferentes dolencias, incluyendo al efecto, un an�lisis descriptivo de los titulares y LID de las noticias analizadas.

En el an�lisis cualitativo y a partir del trabajo anterior, descendemos con m�s detalle a las valoraciones, creencias y conceptos definitorios de la enfermedad mental, a trav�s de la investigaci�n de art�culos protot�picos de la problem�tica social, cient�fica, m�dica, legal y familiar ocasionada por la enfermedad mental, en coherencia y complementariedad al an�lisis cuantitativo previo.

Tabla 12. Objetivos Generales de la investigaci�n

Objetivos Generales

-Describir las representaciones sociales de la enfermedad mental a partir de su presencia en cuatro Medios de prensa escrita espa�oles.

-Analizar las diferencias y similitudes entre los peri�dicos de tirada auton�mica y nacional, as� como por su posicionamiento ideol�gico.

-Describir los elementos que conforman el campo de representaci�n de la enfermedad mental en los Medios seleccionados.

-Analizar la evoluci�n de los modelos de intervenci�n y los cambios producidos a trav�s de la informaci�n social transmitida por los Medios de Comunicaci�n.

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Tabla 13. Objetivos Espec�ficos de la investigaci�n

4.3 Hip�tesis de la investigaci�n

Si el desarrollo de la Reforma Psiqui�trica est� teniendo efectos sobre las Representaciones Sociales de la Enfermedad Mental, dichos cambios deben reflejarse en los Medios de Comunicaci�n Social, de los cuales hemos elegido una muestra constituida por Medios de prensa escrita, que de acuerdo con los supuestos te�ricos de partida, la revisi�n bibliogr�fica efectuada y los objetivos de la investigaci�n nos sugieren que podemos esperar:

a.- Encontrar un n�cleo representacional de la enfermedad mental, com�n a todos los peri�dicos analizados.

b.-Esperamos que exista una presencia predominante del modelo biom�dico y emergente del modelo de intervenci�n Comunitaria, como consecuencia de la Reforma Psiqui�trica.

Objetivos Espec�ficos

-Identificar los temas que se asocian a las representaciones sociales de la enfermedad mental.

-Identificar los temas que se asocian a las representaciones sociales del enfermo mental.

-Identificar los grupos sociales de mayor presencia en la generaci�n de noticias.

-Describir las pr�cticas sociales respecto a la enfermedad mental de los sujetos sociales que aparecen en las noticias.

-Descripci�n del tratamiento period�stico y sus posibles diferencias.

-Descripci�n de la presencia institucional en los temas period�sticos.

-An�lisis de modelos emergentes en la comprensi�n y tratamiento de la enfermedad mental.

-An�lisis de las nuevas demandas sociales.

-Descripci�n de valoraciones, conductas y roles respecto a los trastornos mentales.

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c.-De la hip�tesis anterior, se deduce que junto a un n�cleo representacional estructurante, encontraremos diferencias significativas entre peri�dicos en aquellos conceptos y categor�as definitorias de la enfermedad mental conformando una representaci�n social en evoluci�n, integradora o no, de ambos modelos.

d.-Encontraremos diferencias significativas en el tratamiento y mensajes de las noticias en los cuatro peri�dicos analizados, en funci�n de la influencia ejercida por el car�cter de la tirada de los peri�dicos, as� como por su posicionamiento ideol�gico.

Estas hip�tesis nos llevan a formular algunos supuestos espec�ficos que se derivan de las hip�tesis generales de partida, a saber:

-Las Representaciones sociales que encontraremos, se comportar�n de modo relativamente independiente al posicionamiento ideol�gico de la prensa escrita analizada.

-Las diferencias expresar�n la presencia emergente de grupos sociales, profesionales e Instituciones con nuevas necesidades y discursos sociales.

-Los peri�dicos analizados, con relaci�n a esa representaci�n en desarrollo de la enfermedad mental, no mantendr�n discursos totalmente homog�neos sobre la imagen de la enfermedad y los enfermos mentales.

-Las caracter�sticas propias de cada peri�dico diferenciar�n y modificar�n el mensaje.

4.4 Metodolog�a y proceso de la investigaci�n

4.4.1-Justificaci�n metodol�gica

La investigaci�n propuesta implica la aprehensi�n de los mecanismos de comunicaci�n social, tanto en sus caracter�sticas formales como en sus contenidos, de modo que el contenido manifiesto que se desprende de la misma, debe ser completado con el an�lisis del contenido latente de la �nica forma posible, esto es, el estudio de los significados desde su contexto social y su continuidad temporal y tem�tica.

Se entiende el tejido social, como diferentes ecosistemas ambientales, explor�ndose por tanto los niveles propios del yo, el entorno familiar, las redes de asistencia sanitaria y las representaciones sociales del macrosistema social.

La metodolog�a cualitativa en este estudio resulta fundamental, ya que se adapta a dichos postulados, al mismo tiempo que entra�a un proceso din�mico que se ajusta a las necesidades del objeto de la investigaci�n.

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Por otro lado, nuestro an�lisis no presupone la descripci�n de una enfermedad institucionalizada y sus repercusiones sociales, sino el estudio de ese tel�n de fondo social constre�ido a aceptar la rehabilitaci�n del enfermo mental cr�nico como modelo de actividad normativa. Se trata por tanto de investigar no ya la exclusi�n, sino las representaciones sociales de la integraci�n en la cotidianeidad de los fen�menos considerados como anormales, no desde una din�mica de causa y efecto, sino como an�lisis de un proceso social que pretendemos describir en sus caracter�sticas esenciales.

Este proceso como es l�gico, se da en una realidad cambiante y en construcci�n, donde los m�todos cuantitativos ajustados a un proceso en el que las etapas desarrolladas se apoyan en la anterior dentro de un ambiente controlado, no representan la mejor opci�n en esta investigaci�n, que no busca efectos en s�, sino que desde un punto de vista hol�stico, analiza la aprehensi�n de personas y grupos, significantes y significados, como un todo dial�ctico, respecto a la enfermedad y al enfermo mental.

En este proceso seguiremos propuestas, como las de Ib��ez Garc�a T.(1989) o Moscovicci, S y Farr,. (1984), sobre la relevancia del lenguaje expresado por los actores sociales con relaci�n a su contexto social.

Por otro lado, el estudio de las representaciones sociales implica un an�lisis constructivista de la realidad, en el que los sujetos no trasmiten el hecho en s�, sino su interpretaci�n del mismo, versi�n que a su vez es traducida por el investigador e interpretada con la metodolog�a apropiada al m�todo cient�fico, tal y como aparece en Oriol Rojas J (1998), que aboga por la adecuaci�n entre el objeto de estudio y el m�todo que lo analiza, tanto en su tratamiento sem�ntico como en las caracter�sticas din�micas de ambos.

Por ello, esta investigaci�n utiliza para su desarrollo, un m�todo de an�lisis cuantitativo a trav�s de la utilizaci�n de la t�cnica del an�lisis factorial de correspondencias simples, a fin de identificar las diferencias significativas entre los diferentes peri�dicos seleccionados. Esta t�cnica, ha sido utilizada con �xito en numerosos estudios dentro del campo de investigaci�n de las representaciones sociales, gozando por ello de la fiabilidad y validez necesaria (Mart�nez y Garc�a, 1992; Bueno Abad, 1996.b).

Previamente a la utilizaci�n de esta t�cnica factorial, se ha empleado el estad�stico 2 para determinar la posible existencia de diferencias significativas entre las variables analizadas. Ello nos ha permitido determinar la existencia o no de diferencias en las categor�as utilizadas.

La cuantificaci�n de los datos observados se ha realizado a partir de un conteo de frecuencias para aquellos datos de car�cter descriptivo y la elecci�n de un conjunto de categor�as definitorias de la enfermedad mental contenidas en la prensa escrita.

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Se ha partido de un trabajo previo de rastreo bibliogr�fico y documental, a la vez que se ha usado el m�todo interjueces para determinar las categor�as realmente definitorias de la enfermedad mental, resolver interpretaciones discrepantes y determinar la selecci�n final de noticias en el an�lisis cualitativo.

En lo que respecta a este an�lisis cualitativo, se ha utilizado la t�cnica del an�lisis de contenido a partir, como ya se ha mencionado, de la valoraci�n interjueces, a la que se le ha a�adido los criterios y conclusiones derivados del an�lisis cuantitativo inicial.

La importancia del an�lisis de contenido ha sido puesta de manifiesto en m�ltiples estudios, convirti�ndose casi con exclusividad en la forma de determinar la influencia de los medios de comunicaci�n de masas sobre la conducta humana (Clemente, 1992).

Para la selecci�n de las unidades de registro y de contexto, donde se recogen las caracter�sticas f�sicas de los art�culos detectados se ha utilizado el Cuestionario de �tems para el An�lisis de la Prensa Escrita (Bueno Abad, 1996.b), ya validado por el an�lisis de prensa en anteriores investigaciones y dise�ado de modo espec�fico a este fin, tal y como se recoge en los anexos de esta investigaci�n.

4.4.2 An�lisis cualitativo vs. cuantitativo

Esta investigaci�n, como tantas otras que en este momento se realizan, se sit�a en la intersecci�n de diferentes encrucijadas. Entre la psicolog�a social y la cl�nica, entre la teor�a cient�fica y la pr�ctica profesional, entre lo individual y lo grupal, a medio camino entre la psicolog�a y el constructivismo social, entre el an�lisis sociol�gico y la psicolog�a social, tomando desde la ciencia, a la ciencia misma como objeto social de estudio, analizando la enfermedad mental como concepto en transici�n y desarroll�ndose por �ltimo, a caballo entre siglos diferentes. Y lo hace desde una metodolog�a que re�ne el enfoque cualitativo y cuantitativo en unos mismos objetivos de investigaci�n.

Aunque estas consideraciones caractericen el contexto del an�lisis, no suponen otra consecuencia que la asunci�n de las aportaciones de diferentes campos te�ricos en la b�squeda de la mayor aproximaci�n a la realidad social objeto de estudio.

Los supuestos te�ricos y la metodolog�a utilizada devienen del marco de la Psicolog�a Social y su preocupaci�n no es otra, que la descripci�n de las mutuas influencias entre una enorme variedad de hechos de car�cter psicol�gico y social, alrededor de la ciencia y la enfermedad mental. La complejidad de la tarea no se resume en posicionarse equilibradamente entre diferentes corrientes te�ricas, sino en la asunci�n de que al hacerlo, se construye algo nuevo, donde la metodolog�a adecuada se construye en raz�n de las necesidades de la investigaci�n (Lewin, 1939; Gergen, 1989).

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La superaci�n de la vieja antinomia entre cuantitativismo/ cualitativismo, supone un elemento necesario para la psicolog�a social. Conflicto que por otro lado, s�lo tiene vigencia desde la perspectiva de la evoluci�n hist�rica de la metodolog�a en ciencias sociales. �Se expresan los n�meros por s� mismos?, �Puede la palabra explicar una realidad social abstracta, sin la cuantificaci�n como complemento?.

Pero quiz�s, un planteamiento concreto del problema nos conduzca a las claves de esta vieja pol�mica, que en esencia, no son otras que las referidas a la causaci�n frente a la descripci�n, el enfoque experimentalista frente al correlacional, que resumen el problema de la validez externa e interna de la investigaci�n cient�fica.

Los problemas de la metodolog�a experimental, se centran en la validez externa de sus conclusiones como consecuencia de la generalizaci�n de situaciones artificiosas de laboratorio, a la vida social o a la inversa, la recreaci�n de relaciones sociales en el laboratorio que a�n siendo consustancial a la situaci�n experimental, provoca el cambio de sentido de las conductas sociales en este contexto. Y precisamente por ello, las cr�ticas m�s exhaustivas se han dirigido no hacia su punto m�s d�bil, la validez de la generalizaci�n de sus resultados, sino hacia su fundamentaci�n esencial, la validez interna.

En este contexto, los problemas provienen precisamente del control de las variables llamadas “contaminadoras”, bajo las que en ocasiones, se esconden aut�nticos efectos psicosociales que est�n presentes en la situaci�n experimental. Por otro lado, el efecto del experimentador, o el efecto de la demanda, causado por las personas en un ambiente experimental y desconocido, en el que buscan pistas y se�ales que orienten su conducta; el desconocimiento de la personalidad y variables de la estructura social de los participantes que en la situaci�n experimental pueden traducirse en relaciones estereotipadas, donde las respuestas, son funci�n de la construcci�n de est�mulos dispuestos por el investigador, en mayor medida que por la l�gica psicosocial que se pretende dilucidar (Alvira et al,1979; Harr� y Secord, 1972), forman algunas de las cuestiones que se han planteado con mas asiduidad en el cuestionamiento de la validez experimental.

La metodolog�a correlacional, sin embargo, se relaciona con problemas de validez interna provocado por la interacci�n de variables moduladoras, cuyos efectos podr�an suponer una interpretaci�n falsa sobre la causaci�n o relaci�n de los fen�menos sociales, a partir de la visi�n del propio experimentador o de los objetivos de la investigaci�n.

La huida hacia adelante de algunos investigadores, ha llevado a la experimentaci�n con un muy reducido n�mero de variables, lo que ha supuesto bajos niveles de inferencia y abstracci�n, como recogen Sarabia (1983); o Clemente (1992), o bien la legitimaci�n de la interpretaci�n de un hecho social, s�lo por la consideraci�n del investigador como agente y participante social del proceso.

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En nuestra investigaci�n, asumimos las limitaciones tanto del enfoque cualitativo, como cuantitativo hacia la inferencia causal o descripci�n de los fen�menos sociales, ya que creemos que su complementariedad, supone un paso adelante en esta controversia. Realizando esta investigaci�n social desde un constructivismo metodol�gico, donde los diferentes enfoques utilizados obedecen a aspectos concretos de la investigaci�n, a objetivos diferentes y a fases, que a�n separadas en el tiempo, responden complementariamente al objeto de explicar y describir las Representaciones Sociales como proceso inherente a la interacci�n social. Donde el investigador, asume su responsabilidad como agente no neutral que construye conocimiento, como menciona Stake, 1995 (Rodr�guez G�mez, 1996), dando unidad a la investigaci�n, sin que ello suponga una renuncia a los postulados de objetividad y validez respecto a los objetivos marcados en la investigaci�n.

4.5 -Dise�o de la investigaci�n

El dise�o de la investigaci�n responde a los objetivos y tareas que se deducen de las hip�tesis de partida. Por ello, vamos a describir en este apartado las diferentes fases en que se ha desarrollado el trabajo de investigaci�n y que incluye una fase exploratoria, que nos ayuda a definir el marco conceptual y el campo de estudio, una fase siguiente, de car�cter descriptivo, donde se concretan las categor�as y supuestos detectados en la etapa anterior. Una fase anal�tica dividida en dos espacios complementarios, como son el an�lisis cuantitativo y cualitativo de la muestra. Y por ultimo, una fase sint�tica donde se da una discusi�n de las hip�tesis de partida.

A) FASE EXPLORATORIA

I) Marco conceptual y acercamiento al campo de investigaci�n

El empleo de los m�todos descritos y las t�cnicas que de ellos se derivan, se han establecido a partir de un proceso desarrollado con las siguientes fases y actividades:

Estudio y actualizaci�n bibliogr�fica de la enfermedad mental, sus variables sociales, importancia, nosolog�a y terapia, durante todo el proceso de investigaci�n.

Estudio y actualizaci�n bibliogr�fica de las Representaciones Sociales, precedentes te�ricos e investigaciones realizadas, durante todo el proceso de investigaci�n.

Estudio y actualizaci�n bibliogr�fica de la influencia de los Medios de Comunicaci�n sobre la poblaci�n, durante todo la investigaci�n.

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An�lisis exploratorio del tratamiento de la prensa escrita en enfermedad mental, 3 meses.

Delimitaci�n del marco conceptual y metodol�gico de la investigaci�n, 2 meses.

B) FASE DESCRIPTIVA

II) Dise�o conceptual, recogida de la muestra

Formulaci�n de objetivos e hip�tesis de trabajo.

Elecci�n de la muestra de prensa escrita, per�odo e instrumentos de an�lisis, 1 mes.

Elecci�n de jueces para el an�lisis de los art�culos y categor�as seleccionadas.

Elecci�n de categor�as definitorias y formaci�n de encuestadores en el tema e instrumento a utilizar, 3 meses.

C) FASE ANAL�TICA

III) Seguimiento del muestreo y Proceso Cuantitativo

Recogida y recopilaci�n de los contenidos informativos, 12 meses.

An�lisis interjueces sobre exclusi�n/inclusi�n de art�culos seleccionados, 6 meses.

Elaboraci�n de los par�metros descriptivos, gr�ficos y figuras, 3 meses.

Elaboraci�n del An�lisis Factorial de Correspondencias, 3 meses.

An�lisis de los datos cuantitativos, 1 mes.

IV) Proceso Cualitativo

Segunda recogida y recopilaci�n de los contenidos informativos de la muestra para su an�lisis cualitativo, 6 meses.

Aplicaci�n del an�lisis cualitativo, 3 meses.

Interpretaci�n de categor�as, 1 mes.

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D) FASE SINT�TICA

V) An�lisis de los datos y formulaci�n de conclusiones

Interpretaci�n global de los datos de ambas fases, 5 meses.

Elaboraci�n de conclusiones, 2 mes.

4.6-Caracter�sticas de la muestra, del an�lisis y de la recogida de Informaci�n.

La muestra est� formada por cuatro peri�dicos que cl�sicamente han defendido su orientaci�n pol�tica e ideol�gica de manera muy se�alada, entre el polo conservador (ABC, Las Provincias) y el progresista (El Pa�s, Levante), cruzando dicha variable con su �mbito de influencia auton�mico o nacional.

Se trata por tanto de una muestra no aleatoria, sino opin�tica, ya que responde a criterios prefijados por el investigador en relaci�n con los objetivos de la investigaci�n.

Se ha optado por que la muestra incluya todos los ejemplares de dichos peri�dicos durante los a�os 1997 y 1998, al efecto de que el espacio temporal elegido sea representativo de la l�nea editorial de los peri�dicos, as� como de la continuidad de las categor�as analizadas.

La recogida de informaci�n, ha significado una ardua tarea de coordinaci�n y seguimiento, que excede al trabajo de un solo individuo para convertirse de hecho, en un compromiso efectivo de la l�nea de investigaci�n de Psicolog�a Comunitaria, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Valencia y la confirmaci�n de la eficacia del Cuestionario de �tems para el An�lisis de la Prensa Escrita (Bueno Abad, 1996.b). Durante doce meses, los investigadores que realizaban el seguimiento de cada uno de los 2920 ejemplares de la muestra, han recorrido las hemerotecas de la ciudad, manteniendo constantes y asiduas reuniones de control y orientaci�n, donde estos investigadores y estudiantes, se han convertido en agentes activos y participantes insustituibles de esta investigaci�n. Este seguimiento de prensa ha supuesto registrar, a�o de la noticia, mes, d�a, p�gina, ubicaci�n, numero de l�neas y numero de columnas para cada uno de los art�culos de la muestra y las mismas operaciones para el soporte gr�fico. El registro del lid o titular de la noticia, el periodista o agencia que la origin�, as� como una fotocopia de la misma, para la realizaci�n del posterior an�lisis cualitativo, y esto para cada una de las 1297 noticias analizadas.

El posible error muestral de este proceso, se ha controlado a partir de la existencia de una muestra grande, as� como por el control de variables contaminadoras como:

-El posible desinter�s por parte de los investigadores que han recogido las noticias.

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-Sobreestimaci�n de informaci�n no relevante e infravaloraci�n de informaci�n relevante.

-Sesgos ideol�gicos en la recogida de informaci�n.

-Simplificaci�n de la recogida de informaci�n por falta de tiempo o motivaci�n.

El control ejercido sobre estas variables se ha obtenido a trav�s de la asignaci�n aleatoria de peri�dico, mes e investigador, a partir de la selecci�n de 24 investigadores de un grupo de voluntarios inicial y la divisi�n en 12 meses por cada peri�dico elegido. Por tanto, cada investigador ha sido asignado al azar, tanto al seguimiento de cuatro meses, como de un determinado peri�dico.

El rastreo de noticias, se ha realizado a lo largo de 12 meses estando precedida por la celebraci�n de cuatro sesiones de dos horas de duraci�n, en las que se ha incidido sobre el an�lisis cuantitativo de las noticias, criterios en la recogida de informaci�n y definici�n y caracter�sticas de la enfermedad mental, as� como el uso adecuado del Cuestionario de An�lisis. Los investigadores seleccionados, deb�an reunir el perfil m�nimo de estudiantes de Trabajo Social.

Las categor�as seleccionadas para la b�squeda de art�culos, se realizaron de acuerdo con una valoraci�n interjueces, los objetivos de la investigaci�n, la revisi�n bibliogr�fica y un prean�lisis de la prensa escrita, que incluy� tanto los lid como una muestra inicial de la prensa elegida, este proceso tubo dos meses de duraci�n. En la recogida de informaci�n, se paut� el registro inicial de cualquier art�culo dudoso, aplicando un criterio amplio. A fin de no desechar informaci�n �til, al mismo tiempo que se posibilitaba una criba significativa en el nivel de an�lisis interjueces posterior.

El n�mero total de noticias recogidas durante el proceso ha sido de 1297, rechaz�ndose 182 noticias por su falta de conexi�n con la enfermedad mental, por lo que la muestra esta formada por 1115 noticias que se distribuyen seg�n la tabla (10), y que obedecen al an�lisis y seguimiento de un total de 2920 peri�dicos. Las noticias como ya se ha referido, han sido analizadas a partir de:

An�lisis de Lid y titulares de las 1115 noticias seleccionadas, que determin� la presencia de 49 conceptos definitorios de la enfermedad mental, encuadrados en esta ubicaci�n preeminente de los art�culos analizados con una frecuencia de 1197 palabras para el conjunto de la muestra.

An�lisis de los textos de las 1115 noticias seleccionadas a trav�s de un nuevo cuestionario (CATMEPES), con 52 variables y 492 categor�as y que figura en el anexo de esta investigaci�n. Basado en el CASPESS (Bueno Abad, 1996.b), ha sido adaptado espec�ficamente para el an�lisis de la

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 119

enfermedad mental en la prensa escrita. Dividi�ndose las variables elegidas para el seguimiento de las noticias, en dos bloques diferenciados:

-Variables descriptoras de ubicaci�n, que determinan las caracter�sticas de la presencia period�stica de los art�culos, como su extensi�n, columnas, l�neas, gr�ficos, etc. (15 variables). A trav�s de estas variables se ha podido recoger toda la informaci�n referente a d�a, mes, a�o, secci�n period�stica y periodista o agencia que la originaba, ayud�ndonos con ello, a ubicar exactamente las caracter�sticas “f�sicas” de las noticias aparecidas en prensa durante el periodo de seguimiento.

-Variables descriptoras de contenido, que expresan el campo representacional de la enfermedad mental, el enfermo, profesionales y las instituciones y grupos sociales implicados en la problem�tica de los trastornos mentales (37 variables). En ellas hemos materializado los supuestos de Leventhal y cols. (1980, 1982 y 1984) y los hemos conjugado con una �ptica ecol�gica del hecho social a analizar. Las causas de la enfermedad mental, los tipos que aparecen en prensa, su objetivaci�n distintiva, la curaci�n o el diagn�stico, son variables que definen los trastornos mentales como construcci�n comunicativa y social. Sus consecuencias sociales, antecedentes y consecuencias legales nos informan del contexto global en que se desarrollan. El rol del enfermo mental y sus datos sociodemogr�ficos nos han ayudado a perfilar n�tidamente la categorizaci�n del mismo y los rasgos de la persona que aparece en los Medios como enfermo ps�quico. A un nivel mesosocial, la familia a sido descrita a trav�s de tipolog�a, composici�n o ingresos, as� como sus reacciones m�s usuales ante la enfermedad mental y por ultimo, en el �mbito macrosocial, las Instituciones, los profesionales o las Asociaciones de Familiares, han sido descritas a trav�s de la categorizaci�n de sus representantes, objetivos, declaraciones y especificidad.

-Listados nominales de periodistas, representantes de las Asociaciones, Instituciones y profesionales.

Todo ello, nos ha permitido describir la enfermedad mental como representaci�n social, como campo de tensiones, donde diferentes agentes sociales construyen un marco perceptual de significados que es devuelto, amplificado y reconstruido por los Medios de Comunicaci�n.

Las variables de ubicaci�n han sido analizadas, a partir de un conteo de frecuencias y tomadas como indicativo de donde pudieran estar las diferencias. Posteriormente las pruebas de Chi cuadrado sobre las categor�as de contenido y ubicaci�n, han dado lugar al an�lisis de Correspondencias entre los cuatro peri�dicos escogidos, para al fin y como paso previo a la fase cuantitativa, proceder a una agrupaci�n de segundo orden en aquellas variables significativas, al cruzar las categor�as relevantes con “prensa conservadora y prensa progresista”, consecuentemente a la comprobaci�n de las hip�tesis de partida.

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Los an�lisis de Correspondencias se han realizado con el programa ANCORSIM presentado por J. M. Cornejo, 1990, y los gr�ficos y diagramas se han confeccionado con el programa EXCEL de Microsoft, paquete Office 2000.

4.7 Aspectos metodol�gicos del acercamiento cuantitativo

En la presente investigaci�n, como ya hemos mencionado, vamos a seguir la orientaci�n que se desprende de las investigaciones de Leventhal y cols. (1980, 1982 y 1984), que junto a los trabajos de otros investigadores como Hofstadt (1996), proponen que las im�genes que las personas se forman sobre la enfermedad, se derivan de la informaci�n recibida de sus redes sociales, de las experiencias pasadas de enfermedad y de las sensaciones y vivencias actuales. Esto provoca que los pacientes desarrollen modelos impl�citos o creencias sobre los tratamientos, curso y pron�stico de la enfermedad, que sirven de gu�a para afrontarla, valorando la efectividad de su propia conducta y por consiguiente, la decisi�n de mantenerla o modificarla seg�n dicha valoraci�n (Hofstadt, 1996). En este contexto, nuestra investigaci�n se centra en el an�lisis del campo representacional de la enfermedad mental en los Medios de comunicaci�n (prensa), como elemento informador de esas im�genes que influencian las conductas de enfermedad y las relaciones sociales que las definen.

Las investigaciones a las que hemos hecho referencia, confirman el papel crucial de las representaciones sociales de la enfermedad como interpretaciones de sentido com�n, normalmente contrarias a presupuestos m�dicos de salud, lo que dificulta la adopci�n de h�bitos y actitudes saludables, dado que estas representaciones sociales, se transforman en gu�as para afrontar el tratamiento, la enfermedad y los problemas vitales que se derivan de ella (Leventhal y cols.1984).

Las investigaciones de Leventhal y cols. citadas, se concretan en la identificaci�n de cuatro dimensiones que expresan el campo representacional de la enfermedad en general, capaces de predecir las conductas de enfermedad:

-Identidad o nombre y s�ntomas del trastorno.

-Raz�n u origen de la dolencia.

-Consecuencias de la enfermedad.

-Expectativas sobre curso y duraci�n.

A estos cuatro grandes grupos de constantes definitorias, hay que a�adirle una quinta (Hofstadt, 1996), sobre la base de los trabajos de Lau y Hartman (1983):

-La curaci�n.

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Estos cinco grandes factores han sido aplicados y desarrollados en nuestra investigaci�n desde la especificidad de la enfermedad mental, a fin de generar categor�as, agruparlas y posteriormente, realizar el an�lisis de correspondencias.

Leventhal y cols. (1984), completan sus investigaciones con el establecimiento de un modelo de procesamiento de la informaci�n, que describe c�mo la enfermedad, es redefinida en un proceso de tres etapas que contiene:

-Una fase de representaci�n, nutrida como hemos mencionado, por la informaci�n social y la experiencia del sujeto.

-La elaboraci�n de t�cnicas de afrontamiento.

-La autoevaluaci�n constante de todo el proceso.

El modelo explicita que las conductas de afrontamiento, son en parte, consecuencia de la representaci�n de la enfermedad. Dicha representaci�n y las propias conductas de afrontamiento, son reelaboradas sobre la base de la efectividad en explicar de modo satisfactorio para el sujeto, el origen, consecuencias, curso y curaci�n del trastorno, donde el contexto social de referencia resulta crucial para la interpretaci�n de dichas caracter�sticas.

De acuerdo con este planteamiento, la aplicaci�n de los cinco conjuntos de categor�as aplicadas, tanto a la fase cuantitativa como cualitativa de la investigaci�n, nos aportar�n, no s�lo el contenido representacional de la enfermedad mental, sino tambi�n, las bases para comprender las conductas sociales e individuales capaces de redefinir el curso cr�nico de las psicosis funcionales. Desde un an�lisis que alcanza su pleno significado, en este cruce entre lo psicol�gico y lo social, entre lo cuantitativo y lo cualitativo, donde la reflexi�n te�rica puede suponer un cambio en la praxis rehabilitadora y de integraci�n social.

4.8 Aspectos metodol�gicos del acercamiento cualitativo

La fase anteriormente descrita, supone en primer lugar, un acercamiento cuantitativo sobre las frecuencias de las categor�as empleadas, a la vez que se realiza un an�lisis estad�stico de aquellas variables que han resultado con diferencias significativas.

Este an�lisis cuantitativo de contenido, est� regido por la descripci�n objetiva, sistem�tica y cuantitativa de las noticias de la prensa muestreada (Berelson, 1942).

En una fase posterior y teniendo en cuenta estos datos, realizaremos un estudio cualitativo que complementa los primeros resultados de la investigaci�n. Con el objetivo de descubrir valores, datos y creencias que nos permitan deducir efectos sobre la audiencia, o bien, aquellos cambios de

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opini�n, actitudes e ideolog�as contenidas en las noticias de la muestra (Clemente y Santalla, 1990).

El an�lisis cualitativo que vamos a desarrollar, se fundamenta en una orientaci�n estructural, donde a partir de una exploraci�n molecular y tem�tica, se realizan inferencias generales sobre los principios que organizan el contenido de la prensa analizada. De modo que las noticias seleccionadas de entre el total de la muestra, son interpretables seg�n el car�cter de su relaci�n con las categor�as que expresan las representaciones sociales de la enfermedad mental. Pero tambi�n con los modelos te�ricos que representan. En realidad hemos actuado a trav�s de tres criterios b�sicos:

- El esquema te�rico inicial sobre la informaci�n pertinente al campo de representaci�n de las enfermedades mentales.

- La representatividad de las noticias seleccionadas, como conjuntos de categor�as que trascienden su contenido puntual, para ser representantes de l�neas tem�ticas prevalentes en EM.

- El an�lisis cualitativo de un numero representativo de noticias sobre el total de la muestra. Por lo que hemos elegido 175 noticias, (15 % de la muestra), a fin de describir adecuadamente la representaci�n social de la enfermedad mental.

Buscamos con ello, potenciar la validez de la investigaci�n, a fin de confirmar, matizar o desmentir los resultados obtenidos en la fase cuantitativa. Por tanto, la existencia del campo sem�ntico encontrado, se convierte en el hilo conductor del an�lisis cualitativo.

La selecci�n de las noticias para este an�lisis, supone una continuidad de los criterios generales empleados en la primera parte de la investigaci�n, a la vez que son consecuencia de los mismos (Clemente D�az, 1992), y que se resumen para esta etapa concreta de la investigaci�n en la existencia de la:

-Exhaustividad: La selecci�n cualitativa surge de todo el corpus de noticias inicial, sobre el que se ha realizado un an�lisis inicial no excluyente, de su totalidad.

-Representatividad: Una vez identificados los temas y categor�as emergentes, las noticias seleccionadas son representativas del total de la muestra.

-Homogeneidad: Los criterios de elecci�n en esta fase, corresponden a una selecci�n precisa de aquellas noticias que se relacionan con la representaci�n social encontrada. Esto permite la obtenci�n de resultados globales, desechando con ello, el caso particular cuando este no a�ade nada mas que el matiz de lo anecd�tico y no representativo.

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-Pertinencia: Por lo que los art�culos seleccionados son escogidos como fuente de informaci�n respecto a los objetivos e hip�tesis que han suscitado la investigaci�n.

A estos criterios, hay que a�adirle uno m�s que consideramos necesario e �ntimamente relacionado con el an�lisis cualitativo, la b�squeda de significado. Por ello, el orden concreto en que se va a presenta las diferentes noticias recogidas en esta parte de la investigaci�n, no obedece en sentido estricto, a una sucesi�n de las categor�as enunciadas en la fase cuantitativa, ya que apenas existen art�culos que no contengan una gran cantidad de las mismas y que por tanto, puedan ser analizados desde diferentes puntos de vista. Por el contrario, optamos por presentar las noticias desde la propia l�gica del hecho que relatan, d�ndole continuidad y sentido a trav�s de su coherencia cronol�gica y tem�tica, buscando el sentido de la noticia, m�s que la mera constataci�n y registro de los art�culos en que esta contenida, no supedit�ndonos r�gidamente a la forma de presentaci�n de la fase precedente de la investigaci�n y compaginando el esquema general de Leventhal y cols. (1980, 1982 y 1984), con el an�lisis ecol�gico de tres componentes b�sicos: la imagen de la enfermedad, del enfermo y de las Instituciones implicadas en los trastornos mentales.

Dentro de un esquema cr�tico de investigaci�n, pero sin atribuir a la comunicabilidad social, de modo axiom�tico, ning�n tipo de racionalidad a priori, pretendemos al modo de Habermas (1973. p 180), “Concebir en todo momento el an�lisis como parte del proceso social analizado, y como su posible autoconciencia cr�tica”.

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CAP�TULO QUINTO: An�lisis cuantitativo de la informaci�n

5.1 Introducci�n al An�lisis Cuantitativo

La fase cuantitativa se desarrolla en dos procesos secuenciales a partir de la presentaci�n y an�lisis de frecuencias y porcentajes de las noticias. En primer lugar, describiremos de este modo el total de la muestra para pasar subsiguientemente al an�lisis diferencial. Para los objetivos de la investigaci�n resulta de importancia referir, tanto aquellos aspectos compartidos sin diferencias por los peri�dicos analizados, como aquellas variables que presentan diferencias significativas. Por lo que expondremos en esta primera fase, las categor�as, describiendo sus frecuencias y se�alando la existencia o no de diferencias, para pasar con posterioridad a exponer mas detalladamente y por peri�dicos, el an�lisis diferencial de aquellas variables estad�sticamente significativas, derivadas del an�lisis de correspondencias. Las categor�as han sido descritas a partir de su divisi�n en variables de ubicaci�n y de contenido.

FASE CUANTITATIVA:

An�lisis del total de la muestra-An�lisis descriptivo del grado de presencia de las variables en el total de la muestra. (Porcentajes y frecuencias) y menci�n de �ndices estad�sticos diferenciales.

An�lisis por peri�dicos-An�lisis diferencial de las variables estad�sticamente significativas. (An�lisis de correspondencias simples)

5.2-An�lisis descriptivo las variables de ubicaci�n en el total de la muestra:

5.2.1-La distribuci�n de noticias

Puesto que esta variable no ha resultado estad�sticamente significativa (2: 0.88; : -1.22; p > 0.05), solo podemos describir la existencia de distintos porcentajes en la cantidad de noticias que se dan en enfermedad mental, donde las mayores frecuencias se producen en los peri�dicos de tirada auton�mica, tal y como se muestra en la tabla siguiente:

Peri�dicos nacionales Peri�dicos auton�micos

Conservadores

Progresistas

ABC Las Provincias179 noticias (16%) 425 noticias (38%) 604 (54%)

El Pa�s Levante146 noticias (13%) 365 noticias (33%) 511 (46%)

325 (29%) 790 (71%) 1115

Tabla 14. Frecuencias seg�n tirada y posicionamiento ideol�gico

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En el gr�fico 2, podemos observar las diferentes frecuencias que se encuentran descritas en la tabla anterior, de acuerdo con el car�cter de la tirada.

179146

365425

050

100150200250300350400450

N acionales Autonóm icos

LevanteProvinciasABCEl País

Gr�fico 2. Tiradas Nacionales y Auton�micas en noticias con presencia de la enfermedad mental.

Como vemos, las diferencias porcentuales observadas, son escasas en funci�n de la tendencia ideol�gica de la prensa y mucho m�s acusadas debido a la cobertura Nacional o Auton�mica de su tirada. Lo que nos permite adelantar que los peri�dicos auton�micos reflejan en mayor medida que los peri�dicos nacionales, los hechos relacionados con la enfermedad mental. Sin embargo, no podemos concluir que exista una influencia efectiva, ni del car�cter de la tirada, ni del posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada, sobre el numero de noticias, puesto que no han existido diferencias estad�sticamente significativas.

5.2.2-.El a�o de aparici�n de las noticias

Los datos resultantes de la investigaci�n en cuanto a la distribuci�n de noticias seg�n los a�os examinados, arrojan una cantidad total de 513 noticias para el a�o 1997, lo que supone un 46% de la muestra y un aumento de 8 puntos (54%), para el a�o siguiente de 1998, con 602 noticias. Lo que forma un total de 1115 noticias analizadas, sin que en tan breve plazo temporal, lleguen ha re-presentar diferencias significativas, (2:2.8; : -0.1; p > 0.05).

Sin embargo, los datos apuntan a un aumento considerable y progresivo de la presencia de la enfermedad mental en la prensa escrita, que solo puede ser confirmado como tendencia por esta investigaci�n, dadas las limitaciones temporales del an�lisis (gr�fico 3).

513

602

460480500520540560580600620

1997 1998

Grafico 3. A�o de aparici�n de las noticias

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5.2.3-Los meses de mayor presencia de la enfermedad

La distribuci�n de los meses en los que se producen las noticias, apunta a un aumento importante en el n�mero de noticias en los meses de

invierno.Con diferencias significativas, (2135.4; :: 35,6; p<.0.05), es el mes de Diciembre el que obtiene una frecuencia mayor, que alcanza el 12% del total de las noticias de la muestra.La interpretaci�n de estos porcentajes, permite apuntar la hip�tesis de que dicha distribuci�n se debe a unaumento de hechos noticiables referidos a las enfermedades mentales en la

prensa escrita. Incremento que se inicia a mediados de oto�o y tiene su m�xima expresi�n en los meses de invierno, empezando a reducirse hacia la mitad de la primavera. Dado que la mayor presencia en noticias sobre la enfermedad mental, corresponde al g�nero de sucesos, estos datos podr�an estar informando sobre la relaci�n entre la exacerbaci�n de la sintomatolog�a y su relaci�n con cambios clim�ticos.

5.2.4.- La secci�n period�stica

Otra de las variables estudiadas, es la secci�n period�stica a partir de treinta y una secciones diferentes, donde se ubican las noticias relacionadas con los trastornos mentales. La identificaci�n nominal de estas secciones aparece en el anexo de la investigaci�n.

Las frecuencias acumuladas sobre el total de la muestra, identifican la secci�n de Sucesos como la m�s reveladora (31%), seguida por la secci�n de Sanidad/Salud (14%) y Sociedad (12%). La secci�n de Sociedad, recoge principalmente noticias de todo tipo relacionado con los avances cient�ficos, estudios sociales o art�culos que utilizan conceptos relacionados con la enfermedad mental a t�tulo metaf�rico o figurado. Contienen noticias desde el punto de vista de inter�s humano as� como las declaraciones de familiares o grupos sociales, pero tambi�n una importante presencia de noticias relacionadas con sucesos y tribunales.

Tal y como se expresa en la tabla 16, podemos determinar que la prensa escrita analizada, considera la enfermedad mental de manera preferente, como un asunto que origina sucesos violentos o disruptivos y que tiene derivaciones sanitarias y sociales.

estación Mes noticias %Enero 115 10Febrero 109 10

PRIMAVERA Marzo 101 9Abril 98 9Mayo 63 6

VERANO Junio 80 7Julio 72 6Agosto 51 5

OTOÑO Septiembre 62 6Octubre 106 10

INVIERNO Noviembre 128 11Diciembre 130 12

Tabla 15. Mes de aparici�n de las noticias

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En tanto que el ambiente escolar es propicio para campa�as desensibilizaci�n y prevenci�n, es importante destacar la ausencia significativa de la enfermedad mental en los art�culos relacionados con la educaci�n.Este hecho sugiere la inexis-tencia en el mundo educativo de los trastornos mentales, o lo que puede ser m�s preocupante, la interpretaci�n err�nea de estos trastornos como comportamientos “raros” o simplemente como problemas de conducta o aprendizaje, lo que resulta indicativo de una inexistente pol�tica de prevenci�n.

Esta variable asume un car�cter exclusivamente descriptivo, no s�lo por la heterogeneidad de los contenidos de la secci�n de Sociedad, sino tambi�n, por el hecho objetivo de que cada peri�dico, posee una estructura diferente de secciones period�sticas, donde no est�n representadas las mismas secciones en la totalidad de los peri�dicos de la muestra.

5.2.5-La ubicaci�n de las noticias

Este an�lisis se inscribe dentro de la localizaci�n de las noticias a partir del n�mero de l�neas, columnas y soporte gr�fico dedicado a la enfermedad mental en los art�culos de la muestra.

A)-Extensi�n y ubicaci�n de las noticias

Gr�fico 4. Extensi�n en l�neas Gr�fico 5. Extensi�n en columnas

Secciones Noticias %Sucesos 344 31Sanidad/Salud 156 14Religión 0 0Economía 0 0Ecología 0 0Sociedad 136 12Local y Comarcas 95 9Comunidad 97 9Nacional 63 6Editorial 0 0Art. Opinión 18 2Cartas al Director 23 2Internacional 17 2Portada 19 2Tribunales/Justicia 73 7Política 7 1Educación 2 0Entrevistas 4 0Tabla 16. Secciones period�sticas

Lineas de los artículos

23%

30%20%

11%

16%1.....2525.....5050.....7575.....100Mas de 100

Columnas de los artículos

42%

20%

17%

17%4%

12345

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El art�culo sobre la enfermedad mental, generalmente suele tener entre 25 y 50 l�neas (30% de la muestra), en una sola columna (42%). Preferentemente. El art�culo se sit�a en la p�gina par (56%), en la parte

superior izquierda (10%), y superior derecha (9%).

A�n siendo estas las caracter�sticas generales de las noticias publicadas y que apuntan a una relevancia escasa del espacio informativo textual, los peri�dicos han mostrado diferencias significativas en el tratamiento del formato y ubicaci�n de la informaci�n publicada.

B)-Extensi�n y ubicaci�n del soporte gr�fico

El apoyo gr�fico aparece solo en el 27 % del total de los art�culos analizados, existiendo una peque�a prevalencia de la ubicaci�n del soporte gr�fico en la p�gina par (54%), frente a un 46% de la impar). Pr�cticamente la mitad de estas ilustraciones ocupan el espacio de dos columnas period�sticas (45,8%). Con una extensi�n m�xima de 50 l�neas

Gr�fico 6. P�gina par/impar

Gr�fico 7. Ubicaci�n de los art�culos

Gr�fico 8. P�gina par/impar

Ubicación en Páginas

56%

44% Página ParPágina Impar

Ubicación en la página

8%9%

8%

8%

7%7%6%0%0%8%

9%

5%

8%

7%6% 4%

P.SuperiorIzquierdaP.Superior Derecha

P.Inferior Izquierda

P.Inferior Derecha

P.Central Superior

P.Central

P.Central Inferior

Páginas del gráfico

54%46% Página Par

Página Impar

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(93.7%), y se sit�an en la parte central superior de la p�gina par e impar indistintamente (23% y 20%). Por tanto, la descripci�n porcentual apunta al tratamiento de las noticias relacionadas con la enfermedad mental, con art�culos sin soporte gr�fico en la mayor�a de las ocasiones y situados en la parte superior de la p�gina par o impar.

Gr�fico 11. Ubicaci�n del gr�fico en la p�gina period�stica.

C)-Origen de las noticias

En cuanto al origen de las noticias, con una abrumadora mayor�a, los peri�dicos analizados se nutren de noticias generadas por la propia Redacci�n (69 %), sin que esto signifique una especializaci�n tem�tica de los profesionales del periodismo, como puede comprobarse en los listadosnominales del anexo de esta investigaci�n, que indican como factor sobresaliente, la discontinuidad de los profesionales del periodismo en esta tem�tica.

Gr�fico 9. Columnas Gr�fico 10. L�neas

Líneas de gráfico

45%

49%

5%1%0%

Menos de 2525-5050-7575-100Mas de 100

Ubicación del gráfico

13%

6%3%1%

23%

5%4%0%0%7%

6%2%1%

20%

7% 2%

P.SuperiorIzquierdaP.Superior Derecha

P.Inferior Izquierda

P.Inferior Derecha

P.Central Superior

P.Central

P.Central Inferior

Columnas de gráfico

020406080

100120140160

1 2 3 4 5

23,7%

45,8%25,1%

3,7 % 1,7 %

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-Ubicaci�n: Art�culos entre 25 y 50 l�neas, en una columna y situados en la p�gina par/impar, superior izquierda, con soporte gr�fico en uno de cada cuatro art�culos, cuya extensi�n est�, entre 50 y 75 l�neas a dos columnas, posicionado en la parte superior central de la p�gina.

-Secciones period�sticas: Sucesos-Sanidad-Sociedad.

-Enfermedad predominante en rese�as y titulares: Esquizofrenia.

-Modelo cient�fico de mayor presencia en titulares y rese�as: Biom�dico.

-Identificaci�n en titulares y rese�as: Enfermedad/Trastorno mental.

-Temas predominantes en todos los art�culos: Legal-Agresi�n-Sanidad.

-Mayor presencia de las noticias de sucesos en la prensa auton�mica.

Tabla 17. Caracter�sticas de ubicaci�n sobresalientes para el total de la muestra

5.3-An�lisis descriptivo de las variables de contenido en el total de la muestra:

5.3.1-Representaci�n de las enfermedades mentales

5.3.1.1-Identidad o nombre del trastorno.

La identidad de la enfermedad, es el primer elemento necesario para identificar el trastorno por parte de los agentes sociales, configurador de la imagen de las enfermedades mentales y de su representaci�n. En la investigaci�n est� descrita a partir de las siguientes variables:

5.3.1.1.1-Los temas prevalentes de las noticias -De la crisis psic�tica a la exclusi�n:

La exploraci�n de las noticias recogidas en prensa, ha dado como resultado su agrupaci�n en nueve temas que integran toda la informaci�n analizada. Los temas que han ocupado el total de la muestra son los relacionados con: Agresi�n, Investigaci�n, Sanidad/Psiquiatr�a, Servicios Sociales, Psicolog�a, Familia, Legal, Laboral y Metaf�ricos.

La Sanidad y la Psiquiatr�a se han contabilizado juntas ya que en gran parte de los art�culos se utilizan indistintamente, al igual que en este campo profesional, en la gran mayor�a de los casos, se identifica al m�dico o psiquiatra de modo an�logo. Es necesario adelantar que el an�lisis estad�stico ha demostrado en esta variable, la existencia de diferencias significativas entre los peri�dicos de la muestra (2: 99.36; : 32.8; p < 00.5).

La prensa analizada dedica pr�cticamente un 50% de las noticias que publica en enfermedad mental, a temas relacionados con aspectos legales y a los sucesos referidos a la agresi�n que los provocaron. En la tabla 18, podemos ver una distribuci�n de las frecuencias y porcentajes de todas las noticias.

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El aspecto sanitario y el de investigaci�n cient�fica, ocupan las posiciones siguientes, y en �ltimo lugar, los temas relacionados con Servicios Sociales y familia. Estos datos prefiguran a la enfermedad mental como un hecho implicado en problemas le-gales, relacionados con noti-cias de sucesos que incluyen la agresi�n; conectados con el

sistema sanitario y en �ltima instancia, con la exclusi�n o problemas sociales.

Destaca el hecho de que gran parte de las noticias sobre trastornos mentales implican al sistema legal, sin que dichas noticias sean consideradas como espec�ficas de la secci�n de Tribunales o Justicia (7%).

Lo que indica que una vez producido un suceso, van adquiriendo m�s importancia las ramificaciones legales del caso, que las circunstancias sociales o m�dicas de las noticias. Por lo que los contenidos de la prensa, describen la enfermedad mental como un entramado m�dico-legal no resuelto por la reforma psiqui�trica y todav�a muy dependiente del modelo de internamiento, criminalizaci�n y exclusi�n anterior a la Reforma.

En este sentido, el an�lisis de correspondencias y el an�lisis cualitativo, nos proporcionar�n mas informaci�n sobre las causas, contexto y consecuencias que se derivan de tales hechos y de la respuesta social y cient�fica a los mismos.

Hecho Tem�tica en Prensa

-enfermedad mental:crisis agresi�ndetenci�n legalhospit/Inter. legal/sanitarioexclusi�n s.socialesinsatisfac.social familia

Fig 7. Problem�tica en E.M y su reflejo tem�tico en la prensa.

Temas Frecuencias %Agresión 265 24Investigación 129 12Psiquiatría. Sanidad 169 15Servicios Sociales 117 10Psicología 25 2Familia 82 7Legal 277 26Laboral 16 1Metafóricos 35 3

1115 100Tabla 18. Temas de las noticias

24%

12%

15%10%2%

1% 3% 7%

26%

AgresionInvestigaciónPsiquiatría/SanidadServicios SocialesPsicologiaLegalLaboralMetafóricosFamilia

Gr�fico 12. Los temas.

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En cualquier caso, la confirmaci�n del esquema de la figura 7, implicar�a que a pesar de la llamada “revoluci�n neurol�ptica”, la actual situaci�n conlleva una incapacidad del sistema social y del modelo biom�dico para evitar las crisis morbosas, hospitalizaciones reiteradas, internamientos, sentencias judiciales de incapacitaci�n o penales, en un proceso que culmina con la exclusi�n y el deterioro social.

El �xito o no de la Reforma se relaciona por tanto, con un cambio cualitativo en el modelo de intervenci�n terap�utica, as� como reformas coordinadas y espec�ficas en los sistemas sanitarios, judiciales, de empleo, educaci�n y de servicios sociales. La insuficiencia del modelo asistencial actual, legitima una representaci�n social de la enfermedad mental de curso deteriorante e incontrolable y que contribuye al hecho de que, el propio enfermo, se convierta en un sujeto dependiente. En �ltima instancia, justifica la falta de inversi�n en recursos sociales, dado el curso natural de las enfermedades mentales.

Ante lo que nos preguntamos una cuesti�n esencial �Podemos separar ese “curso natural” de la enfermedad mental, de los sistemas sociales y culturales en los que se inserta ?. Los estudios transculturales apuntan firmemente a que esto no es posible ni siquiera en el curso de la esquizofrenia (OMS,1973, 1979; Jablensky y cols. 1992; Leff y cols, 1990).

5.3.1.1.2-Tipo de enfermedad mental:

La imagen de la enfermedad mental difundida en la prensa, describiendo el tipo de enfermedad, ha sido analizada a trav�s de 26 categor�as, que han demostrado diferencias significativas entre los peri�dicos analizados (2: 112,8;: 5,5; p < 0.05). Concret�ndosefundamentalmente, a trav�s de la presencia de cuatro categor�as mayoritarias: Esquizofrenia, Depresi�n, Trastornos de Personalidad y Trastornos de Ansiedad, m�s un concepto gen�rico para todas ellas, el Trastorno Mental. Estas categor�as suponen el 49 % del total de la variable como se observa en la tabla siguiente.

Nombre n� noticias % en la var. % en la muestra

Depresi�n 118 12 11Esquizofrenia 130 14 12Trastornos de Personalidad 81 9 7Trastornos de Ansiedad 63 7 6Trastorno Mental 79 8 7

Total: 471 49% 43%

Tabla 19. Nombre de las enfermedades mentales

Como vemos, un 43% de los art�culos de la muestra total, incluyen alguno de estos cinco conceptos o categor�as, donde la esquizofrenia y la depresi�n son los trastornos con mayor presencia en los Medios.

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Depresión12%

Esquizofrenia14%

T.Ansiedad7%

Resto51%

T.Personalidad9%

T.Mental8%

DepresiónEsquizofreniaT.MentalT.PersonalidadT.AnsiedadResto

Gr�fico 13. Nombre de las enfermedades Mentales para tipo de EM.

5.3.1.1.3-Objetivaci�n de la enfermedad mental:

La objetivaci�n, supone el complemento descriptivo que califica la definici�n de las enfermedades mentales, es el apellido que acompa�a al nombre y lo define.

Objetivaci�n n� noticias % en la var. % mues.

Enfermedad 290 27 26Trastorno 198 19 18Problema 78 7 7

Total 576 53 51

Tabla 20. Objetivaci�n de los Trastornos Mentales

La objetivaci�n de las enfermedades mentales, ha resultado con diferencias significativas entre los peri�dicos analizados (2: 42,15; : 11; p < 0.05). Como puede verse en la tabla anterior, el 51% del total de los art�culos de la muestra, considera a las enfermedades mentales como una enfermedad, trastorno o problema, distribuy�ndose el resto de categor�as en frecuencias de escasa entidad y gran dispersi�n. Estas tres categor�as adscriben a estas afecciones al �mbito del lenguaje m�dico. El trastorno mental, es fundamentalmente una enfermedad y el concepto de problema, en esta ocasi�n, no hace referencia una vivencia conflictiva de la enfermedad, sino que aparece como un termino an�logo a trastorno.

Los agentes sociales, por tanto conocen que se trata de una dolencia, definida m�dicamente, pero � Podemos anticipar que la terapia tendr� tambi�n un car�cter m�dico?. Si su distintividad resulta coherente con el modelo de intervenci�n psiqui�trica y la terapia tambi�n nos describe las pr�cticas medico psiqui�tricas, no cabr� mas que concluir la preeminencia absoluta de este modelo en la representaci�n de la enfermedad mental en los Medios de Comunicaci�n. Pero si por el contrario, nos hallamos con t�rminos diferenciadores o contrapuestos a este modelo, descubriremos que

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la enfermedad mental, no es definida en todas sus variables por este modelo cient�fico en exclusiva.

5.3.1.1.4-Distintividad de la enfermedad mental:

En la prensa analizada, la enfermedad mental, tambi�n es definida sobre la base de la naturaleza que se le asigna desde los diferentes modelos cient�ficos. Podemos ver c�mo el t�rmino psiqui�trico no tiene el predominio para el etiquetaje de todos los trastornos, diferenci�ndose significativamente aquellas categor�as asignadas a uno u otro modelo (2: 137,7; : 8,8; p<.05).

Distintividad n� noticias % en la var. % mues.

Mental 369 46 33Psiqui�trico 216 27 19Psicol�gico 135 17 12Neurol�gico 87 11 8

Total 807 100 72

Tabla 21. Distintividad de los trastornos mentales

Tampoco destaca en los peri�dicos analizados, la evocaci�n tradicional a la etiolog�a nerviosa de la enfermedad mental, adopt�ndose mayoritariamente, un concepto neutral como mental, que difumina y engloba las diferencias entre lo psiqui�trico y lo psicol�gico. Este hecho, confirma la existencia de diferentes categor�as glo-bales que no se ajustan a los datos encontrados en la revisi�n bibliogr�ficainicial, en la que aparec�an la locura y la enfermedad de los nervios, como distinciones b�sicas.

Estos resultados no son equiparables, dada la diferente metodolog�a utilizada. Sin embargo, la existencia de un campo de dominio definido por el concepto mental, supone la plasmaci�n de una categor�a definitoria com�n a todos los profesionales y orientaciones cient�ficas, propiciatorio de una intervenci�n de car�cter interdisciplinar en enfermedad mental, que al mismo tiempo, es generadora de ambig�edad sobre la naturaleza, etiolog�a y terapia de estos trastornos. Como vemos, la distintividad de la enfermedad mental se define sobre la base de las disciplinas cient�ficas que le caracterizan, pero tambi�n, con relaci�n a la importante presencia de la categor�a mental.

Psiquiátrico27%

Mental46%

Neurológico11%

Psicológico17%

MentalPsiquiátricoPsicológicoNeurológico

Gr�fico 14. Distintividad y Modelos Cient�ficos

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Lo que supone la existencia de un concepto categorizador, que descontextualiza la enfermedad mental de un modelo cient�fico concreto y lo naturaliza a partir de su ubicaci�n, no en el cerebro o los nervios, sino en la mente de las personas. En relaci�n con esto, lo importante no es solamente la constataci�n de la existencia de esta categor�a, sino su adopci�n generalizada por los protagonistas sociales de las noticias de la muestra (46%).

5.3.1.2-Raz�n u origen de la dolencia.

5.3.1.2.1-Etiolog�a:

Este es el segundo de los elementos que definen la imagen de la enfermedad mental. El origen del trastorno se refiere a la etiolog�a, tanto en su car�cter org�nico o g�nico, como a variables sociales atribuidas al inicio de la dolencia y que han sido recogidas a partir de las categor�as que figuran en este apartado. En el gr�fico 15, podemos ver c�mo el 74% de los art�culos que mencionan alguna causa etiol�gica, citan el origen de los trastornos mentales como gen�tico, social y org�nico, por este mismo orden.

Etiolog�a n� noticias % en la var. % mues.

Gen�tica 69 27 6Social 64 25 6Org�nica 55 22 5

Tabla 22. Etiolog�a de los Trastornos Mentales

Es importante destacar que en las pruebas estad�sticas al respecto, esta variable no ha demostrado diferencias significativas entre los peri�dicos analizados (2: 27,2; : 1,3; > 0.05). Por tanto, podemos concluir que existe una variedad importante en la prensa, sobre los factores etiol�gicos de las enfermedades mentales y que se distribuyen sin diferencias, en un continuo definido por las categor�as de gen�tico y org�nico (49 %), cercanas al modelo biom�dico y de mayor presencia porcentual. Y el concepto de social (25%), referido a una causaci�n ex�gena.

En este sentido, resulta oportuno recordar que la categor�a multicausal, que formaba uno de los niveles de la variable, s�lo aparece reflejada en un 9% de las categor�as de la variable, por lo que puede concluirse que las categor�as encontradas en el an�lisis, se refieren a

Gr�fico 15. Etiolog�a de las EM.

Etiología

22%

27%

6%

25%

5%2%

9%4%

OrgánicaGenéticaInfecciosaSocialPsicológicaPsiquiátricaMulticausalesProfesional

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comprensiones deterministas y separadas de la etiolog�a de las enfermedades mentales y no complementarias entre s�.

5.3.1.3-Consecuencias de la enfermedad.

Las consecuencias de la enfermedad, definen el tercer elemento que caracteriza la imagen de las enfermedades mentales y que se relaciona directamente con las conductas que las personas asumen ante las mismas.

El impacto social y legal que produce la enfermedad difundido por la prensa, resulta por tanto de especial importancia, ya que nos describe la informaci�n producida en aquellas caracter�sticas contextuales que rodean a las enfermedades mentales.

5.3.1.3.1 -Consecuencias Sociales:

Con diferencias estad�sticamente significativas (2: 132,4; : 16; p < 0.05), la distribuci�n porcentual de las categor�as definitorias de la variable, se describen en la tabla siguiente.

n� noticias % en la var. % mues.Conflicto familiar 244 31 22Aislamiento social 106 14 10Rechazo social 94 12 8

Tabla 23. Consecuencias sociales de las EM

De las categor�as que reflejan esta variable, como podemos ver en la tabla, casi un 60 % de las noticias que describen alguna consecuencia social se refieren a estas tres categor�as, lo que supone un 40% de los art�culos analizados de la totalidad de la muestra. Estas noticias informan de consecuencias sociales referentes al conflicto familiar de modo claramente destacado, al aislamiento y al rechazo social. Lo que confirma que, la enfermedad mental y sus contradicciones sociales y terap�uticas, se desarrollan fundamentalmente dentro de las redes familiares. Como vemos, la existencia del enfermo mental desinstitucionalizado, genera el rechazo del resto de las redes sociales, potenciando la extensi�n de la estigmatizaci�n social al n�cleo familiar, por lo que la familia, debe hacer frente a los problemas derivados de la enfermedad y por a�adidura, al aislamiento social que esta provoca.

5.3.1.3.2-Consecuencias Legales:

Las consecuencias legales m�s distintivas y sobresalientes descritas en prensa, con diferencias significativas (2: 51,4; : 6.6; p < 0.05), respecto a esta variable, son la judicializaci�n de la enfermedad mental y el internamiento en Centro Psiqui�trico.

Detenci�n Policial- Procesamiento- Internamiento, nos permiten confirmar la inexistencia de un modelo v�lido asistencial y la consideraci�n

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de la enfermedad mental como un fen�meno social polifac�tico, que evidentemente, no resulta reductible a la intervenci�n sanitaria o jur�dica.

El contexto de la enfermedad mental, confirma la aparici�n de un tercer elemento de suma importancia m�s all� de los paradigmas cient�ficos, la judicializaci�n de los trastornos mentales y su relaci�n con la terap�utica m�dica del internamiento. No se trata por tanto, de una enfermedad que resuma caracter�sticas sociales o cl�nicas en exclusiva, sino que abarca diferentes campos de la vida social, que recibe influencias de diferentes grupos profesionales y que configura un problema que queda dibujado a trav�s de variables cient�ficas, legales y sociales.

n� noticias % en la var. % mues.

Internamiento Centro Psiqui�trico 100 17 9Detenci�n Policial 110 19 10Procesamiento Judicial 156 27 14

Tabla 24. Consecuencias Legales de las EM

5.3.1.4-Expectativas sobre curso y duraci�n.

Las im�genes que las personas tienen, sobre el curso y duraci�n de la enfermedad resultan cruciales para la elaboraci�n del repertorio de conductas y actitudes de afrontamiento. Estas expectativas dependen de la informaci�n que las redes sociales y los Medios ponen a disposici�n de los sujetos y que les informan sobre la duraci�n, terapia y diagn�stico.

5.3.1.4.1 –Duraci�n:

Sin diferencias significativas entre los peri�dicos analizados (2: 3.8; :-0.9; p > 0 .05), el peso de esta variable en el total de la muestra supone un 10 % de los art�culos analizados, esto significa que el n�mero de noticias que hacen referencia a la duraci�n de las enfermedades mentales es relativamente escaso, destacando el hecho de que en el 74 % de ellas, la enfermedad mental es incluida dentro de las enfermedades cr�nicas, aunque como sabemos, los trastornos ps�quicos obedecen en su curso y duraci�n a caracter�sticas temporales muy diferenciadas.

n� noticias % en la var. % mues.

Temporal 26 23 2Cr�nica 83 74 7

Tabla 25. Duraci�n de las EM

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5.3.1.4.2-Terapia:

Con diferencias significativas entre peri�dicos (2: 72.1; : 11.2; p < 0.05), el 54% de las frecuencias que definen esta variable est�n representadas por las categor�as de la tabla 27. De ellas, como puede verse, la categor�a m�s acentuada es la que se refiere al Internamiento Psiqui�tricocomo terapia o actuaci�n frente a las enfermedades mentales.

Resulta destacable el hecho de que en esta variable, aparecen de nuevo, dos l�neas terap�uticas diferenciadas y relacionadas con el modelo biom�dico de manera muy marcada (39 %), y con la intervenci�n social (15 %). Por ello, las diferencias significativas entre peri�dicos respecto a la terapia, resultan consistentes con la heterogeneidad demostrada en la descripci�n de la etiolog�a de los trastornos mentales, coincidentes con im�genes y categor�as definitorias que provienen de dos modelos interventivos, basados en lo org�nico/g�nico, en oposici�n a lo social, donde los peri�dicos analizados muestran diferencias significativas en la acci�n terap�utica, que resulta enmarcada en ambos modelos.

n� noticias % en la var. % mues.

Intervenci�n M�dica/Psiqui�trica 137 19 12Internamiento Psiqui�trico 141 20 13Integraci�n social 106 15 10

Tabla 26. Terapia de las EM

Por otro lado, es necesario destacar que el internamiento psiqui�trico,asume dos papeles intercambiables, como terapia y como consecuencia legal. La terap�utica de los trastornos mentales, se resume gr�ficamente en este hecho, en la intersecci�n indisoluble entre lo psiqui�trico y lo legal, entre la autorizaci�n jur�dica para intervenir cl�nicamente y el hospitalocentrismo del modelo biom�dico, en una relaci�n difusa donde ninguna Instituci�n parece asumir mecanismos eficaces de coordinaci�n o de iniciativas legales aunque sin embargo suponen categor�as distintivas de la problem�tica social de los trastornos mentales.

5.3.1.4.3-Diagn�stico:

S�lo un 10% de las noticias del total de la muestra, informan sobre el diagn�stico de las enfermedades mentales, sin que existan en esta variable diferencias significativas en la prensa analizada (2: 9,34; : 1,4; p > 0 .05). La categor�a que define preponderantemente a la enfermedad mental es la de grave, con un 63% de las noticias (Tabla 28).

n� noticias % en la var. % mues.Leve 17 15 2Grave 71 63 6Muy grave 25 22 2

Tabla 27.Diagn�stico de las EM

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5.3.1.5-Curaci�n o pron�stico

5.3.1.5.1-Curaci�n:

La curaci�n es el quinto y �ltimo elemento de la imagen de las enfermedades mentales, mostrando diferencias significativas en la prensa analizada (2: 28,3; : 14,6; p < 0.05), siendo destacable la escasa presencia de art�culos que refieren esta informaci�n a sus lectores (3%). En esta variable, la categor�a m�s sobresaliente es la de incurable.

Curaci�n n� noticias % en la var. % mues.Curable 5 13 0Incurable 33 87 3

Tabla 28. Curaci�n de las EM.

El an�lisis descriptivo de las frecuencias m�s sobresalientes y que caracterizan al total de la muestra, nos permiten concluir que los peri�dicos analizados presentan diferencias significativas en cuanto al tipo de enfermedad mental que aparece en sus noticias, en su objetivaci�n, distintividad, consecuencias sociales y legales; en su terapia y curaci�n. Sin embargo, todos ellos comparten sin diferencias las mismas im�genes de la enfermedad mental sobre su origen, duraci�n y diagn�stico, definidas como enfermedades de etiolog�a org�nica y social, diagnosticadas como graves y de duraci�n cr�nica.

Imagen de la enfermedad mental en el total de la muestra:

Variables Categor�as

-Nombre: Esquizofrenia*, Depresi�n, T. de Personalidad y Ansiedad.-Objetivaci�n: Enfermedad*, Trastorno Mental-Distintividad: Mental*, Psiqui�trica-Etiolog�a: Gen�tica-Org�nica* y Social-Consecuencias: Conflicto Familiar* y Procesamiento Judicial*-Duraci�n: Cr�nica*-Diagn�stico: Grave*-Terapia: Internamiento e Intervenci�n Psiqui�trica*, Integraci�n Social-Curaci�n: Incurable*

__: Sin diferencias significativas* : Categor�as con mayor presencia porcentual

Tabla 29. Im�genes de las enfermedades mentales en el total de la muestra

Estos resultados indican claramente, la existencia de los dos modelos cient�ficos que est�n perfilando la informaci�n que los Medios ponen a disposici�n de las personas a partir de las noticias aparecidas en la muestra. Las diferencias que existen entre las categor�as de ambos modelos, se�alan la influencia de un modelo hegem�nico (biom�dico) con categor�as definitorias de la representaci�n social de las enfermedades mentales en los Medios, como psicosis de etiolog�a org�nica o g�nica, con diagnostico de gravedad, de duraci�n cr�nica e incurables, -estas tres ultimas caracter�sticas son compartidas por todos los peri�dicos, sin diferencias-

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junto a un modelo social incipiente, definido por las categor�as de causaci�n social frente a etiolog�a org�nica, enfermedad mental, frente a trastorno psiqui�trico e integraci�n social frente a internamiento, afectando con ello, la imagen de los trastornos mentales de manera se�alada al incidir en la representaci�n de la etiolog�a y terapia de los mismos. Adem�s, las enfermedades mentales son tratadas desde el punto de vista period�stico, como un hecho social multiforme y cargado de significaci�n emocional, en mayor medida que como una enfermedad (entre el 33 y el 40% de las noticias se centran en las consecuencias sociales y legales del fen�meno), y de ah� las escasas noticias referidas a sus caracter�sticas cl�nicas.

La consecuencia de esto, es que todos los peri�dicos sin diferencias, ofrecen una imagen de la etiolog�a de las enfermedades mentales cruzada por ambos modelos, ofreciendo explicaciones divergentes para su objetivaci�n, distintividad, consecuencias sociales y legales, terapia y curaci�n, en las que, manteniendo una mayor presencia del modelo biom�dico, el an�lisis descriptivo de la muestra, nos permite confirmar la evidencia de que en esta etapa de transici�n, no existe ya un s�lo paradigma cient�fico que homog�neamente defina por s� s�lo en los Medios, la representaci�n social de la enfermedad mental.

5.3.2-Representaci�n del enfermo mental

El an�lisis ecol�gico de cualquier fen�meno social, al que nos adscribimos, supone la exploraci�n de aquellas caracter�sticas definitorias de la enfermedad mental en los diferentes niveles sociales en que se expresan las interacciones humanas. Por esta raz�n, resulta necesario el estudio de la imagen del enfermo mental. A tal fin, le hemos dedicado los apartados siguientes.

5.3.2.1-Rol asociado al enfermo mental

Rol del enfermo mental

5% 7%

0%

7%

21%

24%1%

4%

2%

1%

6%

1%

5%

1%

1%

1%

4%

2%

6%

Psicopata

Paciente

Normalidad

Victima

Agresor

Enfermo

Delincuente

Loco

Demente

Enajenado

Perturbado/Trastornado

Desequilibrado

Discapacitado

Desfavorecido

Pacifico

Incapacitado

Peligroso

Violento

Etiquetado por el trastorno

Gr�fico 16. Rol del enfermo mental

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La variable rol asociado ha resultado con diferencias significativas (2:127.7; : 10 < 0.05), para el conjunto de la prensa analizada. Es rese�able el que en este apartado, centrado en la imagen del enfermo mental, las variables rol asociado al enfermo mental, contacto social y tipo de residencia, han resultado con diferencias significativas entre los peri�dicos de la muestra. El enfermo mental, es definido mayoritariamente como enfermo (24%) y agresor (21%). Las variables analizadas en los peri�dicos, se refieren por tanto, a la descripci�n de un enfermo que agrede, o bien la de un agresor enfermo, extremos que son matizados por su representaci�n diferencial en la muestra.

En cuanto a la variable contacto social y su categor�a m�s definitoria(integrado), llama la atenci�n el hecho de que la imagen del agresor en la prensa, no concuerda con el perfil cl�sico del enfermo mental (�lvaro y cols. 1992; Paez y cols. 1996; Saiz y cols. 1997; Chinchilla, 1996), descrito como una persona aislada socialmente, con escaso apoyo de las redes sociales y preferentemente soltero/a, sino que m�s bien, encaja perfectamente en la personificaci�n que el “maltratador familiar” o el “psic�pata” posee en la literatura especializada.

Integrado, con hijos y familia propia, resultan conceptos propios del enfermo descrito en las noticias, el cual una vez producido el hecho, es calificado como “trastornado” y etiquetado por la abogac�a como “enajenado mental”, en busca del eximente o atenuante jur�dico. O por el contrario, es una persona con psicopat�as (trastornos de la personalidad) y no con psicosis funcionales cr�nicas (esquizofrenia).

La agresi�n, ha supuesto uno de los temas m�s sobresalientes de la informaci�n relacionada con las enfermedades mentales y con el rol del enfermo como agresor. Sin embargo, la incongruencia rese�ada respecto al contacto social del enfermo mental, est� indicando que no existe una relaci�n que tenga como �nico precedente del acto agresivo a la psicosis mental cr�nica (esquizofrenia). Sino que la agresi�n, se comporta como un hecho que puede ser explicado a partir de otras causas no relacionadas con las psicosis funcionales. O lo que es lo mismo, el trastorno mental que provoca la agresi�n, es en parte, una construcci�n social y jur�dica que se diferencia y se aleja del enfermo psic�tico cr�nico, en la medida en que se perfilan tipos diferentes de agresor (los maltratadores trastornados, los enajenados por consumo de t�xicos y alcohol, el var�n violento, los enfermos aquejados de psicopat�as y los psic�ticos esquizofr�nicos). Los datos de la tabla 30, nos permiten especular dicha magnitud con relaci�n al tipo de familia donde se produce la agresi�n, correspondiendo al perfil del psic�tico (solitario o en familia paterna), no m�s del 49% de los art�culos que definen esta variable. Por otro lado cabe recordar, que cuando las noticias determinan claramente el nombre de la enfermedad, la esquizofrenia es identificada en el 12 % de los art�culos de la muestra y cercano a dicho porcentaje (7%), se encuentran presentes los trastornos de personalidad o psicopat�as.

En relaci�n con la autoagresi�n y la heteroagresi�n de las personas con psicosis cr�nica, Saiz y cols. (1997), citando a Cabrerizo (1994), indican

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que un 76% de los ingresos motivados por estas causas en los Juzgados de Granada, se deb�an a enfermos de esquizofrenia paranoide. Estos mismos autores recogen el hecho de que la posibilidad de actos violentos en enfermos psic�ticos, no puede desligarse de la falta de medicaci�n y el consumo de alcohol y t�xicos (asociados al 70% de los casos de agresi�n), citando la investigaci�n de Virkkunen (1989), que relaciona este tipo de trastornos asociados, con los conflictos y violencia en el seno familiar. L�pez Ibor (2000), recogiendo las diferentes investigaciones al respecto, concluye que:

-La gran mayor�a de enfermos mentales no cometen nunca actos violentos.

-La agresi�n en EM se relaciona con la esquizofrenia asociada al consumo de t�xicos y alcohol y a la falta de adhesi�n al tratamiento, a�n en cuyo caso, su comportamiento violento no presenta diferencias del de aquellos, que no son esquizofr�nicos y que poseen las mismas conductas de consumo.

-Las v�ctimas usuales de la agresi�n en EM son los familiares y las figuras de autoridad.

Las variables referidas a la imagen del enfermo mental que a continuaci�n se exponen de manera gr�fica y descriptiva, figuran en el an�lisis por su valor como variables demogr�ficas con contenidos de car�cter psicosocial, ya que como hemos mencionado, no en todas ellas han aparecido diferencias entre las noticias analizadas.

-Contacto social-Sexo-Edad-Residencia-Hijos-Situaci�n familiar-Autonom�a

5.3.2.2- Contacto social:

El contacto social ha sido descrito a partir de tres categor�as, que sonaislado (11%), integrado (68%) e institucionalizado (21%).

En el gr�fico se puede ver, c�mo los peri�dicos analizados, identifican al enajenado o trastor-nado, como alguien integradosocialmente. El agente de la agresi�n no pertenece a ninguna categor�a excluida a priorisocialmente, sino que se trata de

sujetos que viven en la comunidad y que en un momento determinado provocan una ruptura biogr�fica y social en su entorno vital. Esta imagen,

Gr�fico 17. Contacto social

Contacto Social

11%

68%

21% Aislado

Integrado

Institucionalizado

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es compartida por todos los peri�dicos de la muestra con diferencias significativas (2:27.5; :4,5; p < 0.05).

5.3.2.3-Sexo:

El enfermo mental es un var�n (75% de las frecuencias en la variable),como describe el gr�fico siguiente, sin que las noticias de la muestra presenten diferencias (2:1.6; : -0.8; p >0.05).

5.3.2.4-Edad:

La edad de las personas con enfermedad mental se sit�a sin diferencias entre peri�dicos (2: 27,5; : 0.05 p > 0.05), en el rango entre 25

y 50 a�os (41%), seguidos en importancia por el grupo de edad de los menores de 25 a�os (29%) y los mayores de 50 a�os (22%).

5.3.2.5-Residencia:

La residencia, determina la zona geogr�fica en su car�cter urbano (55%), rural (41%) o metropolitano (4%). Como se ve en el gr�fico, son las zonas urbanas las que aportan el mayor n�mero de noticias sobre la

Sexo

17066

14743

64

17

48

160

50100150200250

PRO,ABC,LEV,PAIS

MujerVaron

Edad

050

100150200

Menor de25

Entre 25 y50

Más de 50 Adulto Joven

PaísLevanteABCProvincias

Gr�fico 18. Sexo

Gr�fico 19.

55%41%

4% En zona Urbana

En zona Rural

En zonaMetropolitana

Gr�fico 20. Residencia

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 144

enfermedad mental, sin que exista una gran diferencia porcentual, respecto a las zonas rurales. Constat�ndose diferencias significativas, aunque m�nimas, en esta variable (2:15; : 3.7; p: < 0.05).

5.3.2.6-Numero de Hijos:

El n�mero de hijos, describe la variable demogr�fica que nos informa sobre la calidad de la red familiar del enfermo, descrita a trav�s de las categor�as con hijos y sin hijos y sin diferencias entre los peri�dicos (2:2.9;:-0.02; p >0.05).

La prensa analizada describe con mayor frecuencia, la presencia de enfermos mentales con hijos (80%), lo que coincide con el rango de edad

predominante de los mismos, as� como un entorno social marcado por las relaciones familiares, que contrasta con el perfil del enfermo mental que comete agre-siones, ya que este, de manera reiterada, ha sido descrito como un enfermo con precedentes de falta de apoyo social y carencia de redes sociales

(Lutumba et al, 1999).

5.3.2.7-Situaci�n Familiar:

La situaci�n familiar, al igual que la anterior variable, describe la calidad de la red familiar en la que se inscribe el enfermo mental, sin diferencias significativas (2:6.7;: -0.7; p > 0.05).

n� noticias % en la var. % mues.Solitario 38 12 3Familia paterna/materna 118 37 11Familia Propia 154 49 14Familia Extensa 7 2 1

Gr�fico 21. N� de Hijos.

Situación familiar

050

100150200

Solit

ario

Fam

iliapa

tern

a/m

ater

na

Fam

iliaPr

opia

Fam

iliaEx

tens

a

PaísLevanteABCProvincias

Hijos

36 9

14

26 10

9 2

0%

20%

40%

60%

80%

100%

PaísLevanteABCProvincias

Con Hijos Sin Hijos

Gr�fico 22.Situaci�n familiar

Tabla 30. Situaci�n familiar del enfermo mental

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 145

Los enfermos mentales con familia propia (49%), y aquellos que residen en el hogar paterno (37%), acumulan el protagonismo de las noticias aparecidas en prensa. La enfermedad mental se convierte con ello, en una dolencia que afecta principalmente a las relaciones familiares, tanto a ascendientes como a descendientes; a c�nyuges y a hermanos, caracterizando un fen�meno extensivo a toda la red primaria del sujeto.

5.3.2.8-Autonom�a: Esta variable responde al hecho de recoger la visi�n del enfermo como sujeto dependiente o aut�nomo, sin que se hallan encontrado diferencias entre peri�dicos (2: 2.2; :-0.4 p > 0.05), ni siquiera en la importancia de una categor�a sobre otra, distribuy�ndose al 50% en cada concepto. Lo que no deja de ser sorprendente, en cuanto a la ambig�edad del rol del enfermo mental, ya que este, no es identificado claramente como una persona dependiente de alguna instituci�n (el dependiente o usuario de las poblaciones excluidas, o de la instituci�n familiar). Volviendo a perfilarse en esta variable, la fuerte presencia de personas que de manera aut�noma, est�n integradas en la sociedad y que irrumpen en la prensa a trav�s de diferentes hechos, que los caracterizan como enfermos mentales o trastornados.

Esta descripci�n resultante del an�lisis de las noticias que forman la muestra, es indicativa de la imagen de un enfermo mental que protagoniza principalmente, noticias de sucesos ligados a procedimientos judiciales, fundamentalmente relacionados con la esquizofrenia paranoide, y que en gran parte de los casos, s�lo concuerdan parcialmente con los criterios de mal pron�stico recogidos en la literatura especializada, ya que en su mayor�a est�n casados e integrados socialmente. En este sentido, cabe destacar que la muestra de noticias no se limita espec�ficamente a personascon esquizofrenia, lo que refuerza el hecho de que se est� etiquetando como enfermo mental o enajenado, a protagonistas de hechos violentos que est�n casados, tienen un buen ajuste social, est�n integrados y forman mayoritariamente familias propias con hijos. Cabe concluir al respecto, que el “maltratador” familiar, no es en s� mismo, un enfermo mental y que sus caracter�sticas ps�quicas no perfilan los s�ntomas propios de la enfermedad mental cr�nica. Por lo que a trav�s de los Medios, se produce una vinculaci�n entre agresi�n y enfermedad mental que se adjetiva con los calificativos de enajenaci�n o trastorno mental, lo que deviene en una fuerte atribuci�n de la violencia a las enfermedades mentales de manera inespec�fica y generalizada. Pero esta no es una relaci�n univoca, por lo que no solo se atribuye la agresi�n a la enfermedad mental, sino que a la inversa, el enfermo mental tambi�n se define por la agresi�n, puesto que las causas que las personas imputan a su conducta, sin diferencias entre los peri�dicos (2: 6.8; : -0.74; p > 0.05), est�n atribuidas a la EM.

Enfermo Mental 253 60Discapacitado 46 11Adicción 25 6Estado de Estrés/Ansiedad 95 23

Tabla 31. Antecedentes atribucionales de causa

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 146

Confirmando para el conjunto de la muestra y sin diferencias significativas entre los peri�dicos analizados, que cuando se refleja una explicaci�n social sobre la atribuci�n en el origen de las noticias, se trata de una persona que agrede por causa de su enfermedad (enfermo que agrede), y no a la inversa.

* Variables con diferencias significativas n� noticias % en la var. % mues.*V.28-Contacto social: Integrado 259 68 23V.29-Sexo: Var�n 426 75 38V.30-Edad: Entre 25 y 50 174 41 16*V.31-Residencia: En zona Urbana 251 55 23 V.32-Hijos: Con hijos 85 80 8V.33-Situaci�n familiar: Familia Propia 154 49 14*V.35-Rol asociado: -.Enfermo 246 24 22-.Agresor 214 21 19V.36-Autonom�a: Aut�nomo/Dependiente 100 50/50 3/3V.39 Antecedentes atribuidos:Enfermo Mental 253 60 23

5.3.3-Representaci�n de las Instituciones implicadas:

Los diferentes conceptos que definen este campo han sido estudiados a partir de cinco conjuntos de variables, Familia, Administraciones P�blicas, Asociaciones de Familiares, Profesionales y Contexto social.

Esta �ltima variable recoge el contexto social en el que es interpretada la noticia por los agentes sociales involucrados en la misma, se�alando las caracter�sticas m�s sobresalientes sobre el hecho causal, los precedentes y las circunstancias asociadas.

5.3.3.1-Familia

-Familia:n� noticias % en la var. % mues.

V.40-Ingresos: Bajos ingresos 30 52 3V.42-Reacci�n familiar:Solicitud ayuda a la Administraci�n. 55 22 5Denuncia policial 56 22 5

Tabla 33. EM y familia, para la totalidad de la muestra

La variable reacci�n familiar ha mostrado diferencias entre peri�dicos (2:53.79; : 5.15; p <0.05), por su parte la variable ingresos, sin diferencias (2:5.7; : -0.1 p > 0.05), perfila la presencia porcentual predominante en todas los peri�dicos de familias de bajos ingresos involucradas en las noticias sobre los trastornos mentales (30%), frente a un 9% de ingresos

Tabla 32. Im�genes en Prensa del enfermo mental, para el total de la muestra

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 147

medios y el 19% de altos ingresos. Estos datos se relacionan con otras investigaciones que apuntan a la relaci�n entre la exacerbaci�n de s�ntomas y la falta de medios y recursos de apoyo social (�lvaro y cols. 1992; P�ez y cols. 1996). Indican tambi�n, que la gravedad del problema es tal, que las familias, independientemente de su nivel de ingresos, se ven envueltas en las noticias que los peri�dicos publican sobre la enfermedad mental, ante la que reaccionan de modo diferente.

La situaci�n de las familias provoca como reacci�n prioritaria, la denuncia policial y la solicitud de ayuda ante la Administraci�n, lo que resulta congruente con la descripci�n de las circunstancias que en este momento rodean a las personas con enfermedad mental y sus familias. Saiz y cols. (1997) citando el estudio de Cabrerizo (1994), confirman que al menos, el 50% de los ingresos involuntarios y por tanto con precedentes policiales o jur�dicos, son solicitados directamente por los familiares del enfermo.

5.3.3.2-Administraciones

Las Administraciones han sido estudiadas a partir del an�lisis de las variables �mbito, Sector, Representantes P�blicos y Declaraciones Institucionales, a fin de determinar cual es la Administraci�n que contribuye especialmente a la representaci�n social de los trastornos mentales y en que sentido se producen las intervenciones p�blicas.

-Administraciones:n� noticias % en la var. % mues.

V.43-�mbito: Adm�n. Central 384 52 34V. 44-Sector: Adm�n. de Justicia 261 38 23V. 45-Representantes P�blicos:

Consejer�a de Asuntos Sociales 51 36 5 V.46-Declaraciones Institucionales: Falta de recursos sociales 36 19 3 Falta de recursos sanitarios 32 17 3Creaci�n de recursos sociales 35 19 3

Tabla 34. EM e Instituciones P�blicas, en el total de la muestra

-�mbito: Ayuntamientos 13%, Diputaciones 6%, Adm�n. Auton�mica 26%, Adm�n. Central 52%, Adm�n. Europea 1% y Ad. Internacionales. 2%. La presencia de estas Instituciones viene determinada por la actuaci�n predominante de la Adm�n. Central, dada la fuerte presencia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y el sector de la Administraci�n de Justicia debido a la evidente judicializaci�n del tema, que es compartida para todas las noticias sin presentar diferencias entre los peri�dicos analizados (2: 21.56; :1.69; p > 0.05).

-Sector: Hace referencia a la Administraci�n Sanitaria 21%, de Justicia 38%, de Servicios Sociales17% y Fuerzas de Seguridad 24%, apareciendo

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diferencias entre los peri�dicos encuestados (2: 32.47; :7.82; p < 0.05), y siendo la Administraci�n de Justicia la de mayor presencia en el conjunto de la prensa analizada. Los peri�dicos de la muestra se caracterizan diferencialmente por su cercan�a a publicar noticias relacionadas con el sector de Sanidad (ABC), Justicia (Las Provincias), Servicios Sociales (El Pa�s) y Levante a Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

-Los Representantes P�blicos con presencia rese�able en la prensa analizada son los pertenecientes a la Consejer�a de Bienestar Social, con el 36% de las declaraciones y noticias institucionales, lo que testimonia la fuerte aparici�n de la intervenci�n p�blica en la creaci�n de Recursos sociales para la enfermedad mental.

-Las Declaraciones Institucionales han sido recogidas, sin diferencias significativas, a partir de las siguientes categor�as:

Falta de recursos sociales (19%)Falta de recursos sanitarios (17%)Creaci�n de recursos sociales (19%)Creaci�n de recursos sanitarios (5%)Cierre de recursos sociales (2%)Cierre de recursos sanitarios (5%)Proyecto o ejecuci�n de cambios legislativos (15%)Estudios sobre enfermedad mental (9%)Demanda de participaci�n (1%)Informaci�n para la prevenci�n (5%)Informaci�n institucional presupuestaria (3%)

Las declaraciones Institucionales versan fundamentalmente, sobre la creaci�n, insuficiencias de la red de Servicios Sociales y la falta de recursos sanitarios.

Pr�cticamente todas las noticias de car�cter institucional, se centran en la falta de recursos sociales y sanitarios y tambi�n en la creaci�n de nuevos recursos de car�cter social, describiendo la importancia y la

noticias institucionales

19%

17%

19%5%2%5%

15%

9%5% 3%

1%

Falta de recursos sociales

Falta de recursos sanitarios

Creación de recursos sociales

Creación de recursos sanitarios

Cierre de recursos sociales

Cierre de recursos sanitarios

Proyecto o ejecución de CambioslegislativosEstudios sobre enfermedad mental

Demanda de participación

Información para la prevención

Información institucionalpresupuestariaGr�fico 23. Noticias Institucionales

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 149

centralidad del debate institucional en torno a la creaci�n y funcionamiento de una red de servicios de intervenci�n psicosocial.

Las declaraciones cr�ticas de los partidos pol�ticos, son protagonizadas fundamentalmente por los representantes de IU (9%) y a mayor distancia, por el PSOE (3%).

La relaci�n nominal de la representaci�n institucional, est� contenida en su totalidad en los anexos de esta investigaci�n, present�ndose a continuaci�n aquellas personas que han aparecido en prensa con preferencia al resto:

Referencias-Partidos pol�ticos: Carmen Cana (IU) 3

-Ad. Local: Vicente Luis Requena (Alcalde Ontenient) 3Julio de Espa�a (Dip. Alicante) 5

-Ad. Auton�mica: Garc�a Merita (Dir. As. Sociales) 14Marcela Mir�. Cons. Bienes. Social Valencia 9

-Ad. Central: Carlos Gonz�lez Cepeda. Del. Gobierno CV 3

5.3.3.3-Asociaciones

-Asociaciones n� noticias % en la var. % mues.-Acci�n de las Asociaciones:

Centradas en la Integraci�n social 39 27 3Centradas en el funcionamiento de la Ad. Sanitaria 28 20 3 Centradas en el funcionamiento de la Ad. de Servicios Sociales 32 23 3

-Recursos solicitados:

CRIS 18 16 2Centros espec�ficos 14 12 1Residencias 13 12 1Tabla 35. Asociaciones y EM, para el total de la muestra.

Ninguna de las dos variables presentan diferencias significativas en la prensa analizada, que describe la Acci�n de las Asociaciones de Familiares(2: 20.45;:0.58; p > 0.05), en dos vertientes diferenciadas: lograr la Integraci�n Social de los Enfermos Mentales y denunciar el funcionamiento de las Administraciones Sanitaria y de Servicios Sociales. Los Recursos solicitados (2: 46.58; : 1.76; p > 0.05), se centran fundamentalmente en la creaci�n de Centros de Integraci�n Social y Residencias, por lo que integraci�n social y Recursos de respiro familiar se convierten en las primeras necesidades del movimiento asociativo.

Las 94 Asociaciones que forman en el anexo, el listado nominal del asociacionismo valenciano, caracterizan el gran dinamismo de las organizaciones no gubernamentales, as� como la atomizaci�n del tejido social con diferentes objetivos espec�ficos. A continuaci�n se presentan las Asociaciones con mayor presencia en los Medios analizados.

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 150

Asociaciones ReferenciasFEVAFEM (EM) 21 FEAFES (EM) 8 AS. ESPA�OLA DE PSIQUIATRIA 10 CRUZ ROJA 8

Como puede verse, la Federaci�n Valenciana de Familiares de Enfermos Mentales, supone la mayor frecuencia de las declaraciones y acciones reflejadas en la prensa escrita. Esta Organizaci�n, es seguida con una fuerte presencia en los Medios, por la Asociaci�n Espa�ola de Psiquiatr�a, debido fundamentalmente, a Congresos y Jornadas celebradas en nuestro pa�s durante los a�os comprendidos en el seguimiento de los peri�dicos analizados. De los 47 representantes de las Asociaciones, los siguientes, son los de mayor n�mero de referencias e intervenciones en las noticias seleccionadas:

Fernando Ferrer Ribera 13 (F. Valenciana de As. Fam. En. Ment. FEVAFEM)Juan Jos� L�pez Ibor 6 (Asociaci�n Espa�ola de Neuropsiquiatr�a) Adolfo Calle 3 (Asociaci�n Valenciana de Psiquiatr�a)Norman Sartorius 3 (Asociaci�n Mundial de Psiquiatr�a)

La descripci�n de la presencia de las Asociaciones Sociales y susrepresentantes, confirman que los colectivos con mayor influencia en los Medios obedecen a los intereses de las Asociaciones de Familiares, centradas en la integraci�n social y a la creaci�n de Recursos sociales intermedios, as� como al importante peso espec�fico de la psiquiatr�a en este campo. Por el contrario, destaca la absoluta falta de presencia significativa de organizaciones ligadas a la Psicolog�a o el Trabajo Social, profesiones dependientes fundamentalmente de Recursos sociales intermedios, inexistentes en la actualidad, que se nutren de estos sectores profesionales en la conformaci�n de sus plantillas.

5.3.3.4-Profesionales

-Campo de actuaci�n profesional: n� noticias % en la var. % mues.PSIQUIATR�A 182 23 16ABOGAC�A 169 21 15POLIC�A 189 24 17

-Profesi�n: n� noticias % en la var. % mues.PSIQUIATRAS 183 19 16ABOGADOS 169 17 15JUECES 94 10 8

-Sector: n� noticias % en la var. % mues.SANIDAD 101 46 9JUSTICIA 110 50 10UNIVERSIDAD 53 24 5

Tabla 36. Profesionales y EM, en el total de la muestra.

Las tres variables que definen la presencia de los profesionales, el campo de actuaci�n profesional (2:97.59; : 13.59; p < 0.05), profesi�n

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 151

(2:125.71; : 25.37; p < 0.05), y sector (2: 31.13; : 3.10; p < 0.05), han resultado significativamente diferentes en los peri�dicos analizados. En cualquier caso, las opiniones, actitudes e informaci�n que aparecen en prensa, provienen preponderantemente como puede verse, de la abogac�a, la judicatura, la polic�a y sobre todo de la psiquiatr�a. La Universidad aparece como sector de importancia por el hecho de que gran parte de los psiquiatras y abogados que aparecen en los peri�dicos analizados, simultanean sus actividades profesionales con el desempe�o de tareas docentes y de investigaci�n en las Universidades espa�olas.

Si en la definici�n de las caracter�sticas de la enfermedad mental, exist�an datos suficientes para determinar un modelo cient�fico hegem�nico, resulta oportuno destacar que la psiquiatr�a y la abogac�a, son las dos profesiones que definen sobre la base de sus conocimientos e intereses, la realidad cotidiana de las enfermedades mentales. Pr�cticas y mentalidades que como vemos, no s�lo representan las fuentes profesionales de referencia en los Medios, sino que tambi�n se conectan con el mundo de la educaci�n universitaria y la cultura, asegurando con ello su difusi�n social, m�s all� de la pr�ctica profesional.

5.3.3.5-Contexto Social

-Hecho causal: n� noticias % en la var. % mues.

Agresi�n producida por el enfermo 375 27 34 Divulgaci�n 266 19 24Internamiento Psiqui�trico 105 8 9

-Situaci�n descrita:

Agresi�n a terceros 231 25 21Agresi�n a familiares 174 19 16

-Circunstancias asociadas:

Con diagn�stico m�dico 192 16 17

-Antecedentes situacionales:

En n�cleo familiar 154 30 14

Tabla 37. Contexto social de la EM

Las cuatro variables que definen el contexto social, han resultado significativamente diferentes para los peri�dicos de la muestra. Hecho causal, como informaci�n sobre el origen de la noticia (2: 88.40; : 8.73; p < 0.05), la Situaci�n descrita, como los conceptos que definen la situaci�n global del suceso (2 : 71; : 6.63; < p 0.05), las Circunstancias asociadas, que describen aquellas caracter�sticas que estando presentes, no definen por s� solas la situaci�n (2:159.18; : 9.72; < p 0.05), y Antecedentes situacionales (2 : 83.53; : 10.88; < p 0.05), que describen los precedentes indicados por los actores sociales del hecho relatado.

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Gr�fico 24. Hecho causal de las noticias

-El hecho causal: De un abrumador 34% de los art�culos de la muestra, est�n referidos a la agresi�n producida por el enfermo mental. Un 9 % de las categor�as de la muestra, se expresan a trav�s de la agresi�n recibida y la autoagresi�n, con un 7% sobre el total de muestra.

Lo que significa que el hecho causal que origina el 50% de los art�culos de la muestra, tiene su causa en la agresi�n.

-La Divulgaci�n (19%), supone la segunda de las categor�as que definen los hechos causales de las noticias, este concepto se refiere a aquellas informaciones que popularizan datos epidemiol�gicos, caracter�sticas indirectas de la enfermedad mental, noticias sobre investigaci�n o declaraciones generales sobre estos trastornos.

-El Internamiento Psiqui�trico es la tercera categor�a con mayor presencia en la variable, junto a hospitalizaci�n. Supone el 13% de las frecuencias de la variable y el 15 % del total de todos los art�culos de la muestra.

Por lo que la agresi�n, la divulgaci�n cient�fica, el internamiento y la hospitalizaci�n psiqui�trica suponen el 82 % de las categor�as que describen la causalidad de las noticias.

-La situaci�n descrita:

Sobre la que giran los argumentos o testimonios reflejados en los art�culos de la muestra, sigue siendo la agresi�n, centrada en terceros en primer lugar y a los familiares en segundo lugar.

Si a estas categor�as le a�adimos la autoagresi�n y agresi�n recibida, la agresi�n satura el 60% de las noticias recogidas en esta variable y el 50% del total de la muestra.

Hecho Causal

28%

7%

6%

6%4%4%1%8%

5%

4%

19%

4% 4%

Agresión producida por el enfermoAgresión recibida por el enfermoAutoagresiónFalta de recursos socialesFalta de recursos sanitariosCreación de recursos socialesCreación de recursos sanitariosInternamiento PsiquiátricoHospitalizaciónEvaluación mentalDivulgaciónPronunciamientoAbandono del enfermo

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Gr�fico 25. Situaci�n descrita

-Las circunstancias asociadas a las noticias resumen el hecho entre otros, de que gran parte de los protagonistas de la informaci�n relatada, est�n en tratamiento psiqui�trico o bien lo han estado en el pasado (16% de las noticias de la variable).

Situación descrita

Crisis

Ingreso Hospitalario

Agresi�n a terceros

Agresi�n a familiares

Autoagresi�n

Agresi�n recibida

Delitos

Accidentes

Hu�da

Conductas disruptivas

Incumplimiento terap�uticoSujeto de abandono

Crisis

Ingreso Hospitalario

Agresi�n a terceros

Agresi�n a familiares

Autoagresi�n

Agresi�n recibida

Huida

Delitos

Conductas disruptivas

Sujeto de abandono

Accidentes

Incumplimiento terapeutico

0 50 100 150 200

Prisi�n

Con diagnostico m�dico

Circunstancias ambientales o climatol�gicas

Ancianidad

SIDA

Abusos sexuales sobre el enfermo

Incapacidad

Desordenes alimentarios

Discapacidad sensorial

Discapacidad Fisica

Situaciones de estr�s/ Ansiedad

Sin atenci�n Psicol�gica

Con atenci�n Psicol�gica

Sin atenci�n Psiqui�trica

Con tratamiento Psiqui�trico

Sin Medicaci�n

Con Medicaci�n

Normalidad

Ambiente familiar conflictivo

Ambiente social conflictivo

Psicosis

Neurosis

Indigencia

Discapacidad Psiquica

Alcohol

Drogas

*

*

Gr�fico 26. Circunstancias asociadas a la EM

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Las drogas y el alcohol, aparecen como circunstancias asociadas a la enfermedad mental en un 12% de las noticias del total de la muestra.

El ambiente social (4%) y familiar (12%) conflictivo, la indigencia (2%), las situaciones generadoras de estr�s y ansiedad (10%) y la ancianidad (7%), describen el 35 % del total de las noticias de la muestra, confirmando a las adicciones, el conflicto familiar y las situaciones estresantes, junto a en tratamiento psiqui�trico, como las de mayor fuerza en su asociaci�n con las enfermedades mentales.

La discapacidad ps�quica (4%), f�sica (1%) y sensorial (1%), aparecen en un 6% de los art�culos de la muestra. La discapacidad ps�quica en la mayor�a de los art�culos, no permite definir diferencialmente la enfermedad mental de la deficiencia mental.

Las categor�as con medicaci�n (5%), con tratamiento psiqui�trico (14%) y con atenci�n psicol�gica (3%), suponen un 22% del total de la muestra. Estas elevadas cifras apuntan al hecho de que, uno de cada tres de los protagonistas de las noticias referentes a agresi�n, (las �nicas en las que puede aparecer esta referencia), est� bajo tratamiento o lo hab�a estado en el pasado, por lo que este hecho describe la insuficiencia del tratamiento farmacol�gico en la contenci�n y manejo de las circunstancias que est�n potenciando la agresi�n en la enfermedad mental.

Incapacidad (1%) y prisi�n (5%), forman las categor�as que describen las circunstancias cercanas a la intervenci�n jur�dica en enfermedad mental.

SIDA (1%) y con diagn�stico m�dico (17%), son categor�as que hacen referencia a circunstancias m�dicas en la enfermedad mental, sin embargo el concepto de diagn�stico m�dico, se usa de modo an�logo al psiqui�trico, por lo que no posee capacidad para definir por s� solo la posibilidad m�s que evidente, de la existencia de enfermedades asociadas a los trastornos mentales. En el caso de su uso por analog�a, la existencia de casos de agresi�n bajo tratamiento psiqui�trico, aumentar�a considerablemente.

Abusos sexuales sobre el enfermo (2%) y circunstancias ambientales o climatol�gicas (1%), son caracter�sticas heterog�neas que rodean la enfermedad mental y contextualizan esta variable.

-Los antecedentes situacionales, describen aquellas caracter�sticas que son descritas por los agentes sociales y periodistas como situaci�n precedente al hecho relatado. Las noticias destacan fundamentalmente cuatro situaciones:

Normalidad (6%), en Tratamiento Psiqui�trico (6%), en Prisi�n ( 6%) y en el N�cleo Familiar (14%). Todos estos datos son coherentes con los resultados precedentes, al seguir incidiendo sobre el hecho de que gran parte de los enfermos mentales antes de los hechos publicados, pose�an un buen ajuste social, lo que no es coherente con en el perfil del psic�tico

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cr�nico. Tambi�n describen la insuficiencia del modelo biom�dico de manera reiterada, al se�alar que una de las caracter�sticas de la situaci�n precedente es, precisamente, el estar bajo tratamiento psiqui�trico, lo que deber�a hacer reflexionar sobre la eficacia y direcci�n de las inversiones en recursos para los enfermos mentales, as� como en la reformulaci�n de los objetivos y m�todos de la atenci�n psiqui�trica actual. As� mismo, se se�ala la existencia de un internamiento previo en el �mbito penal, sin que el mismo, haya generado ning�n tipo de rehabilitaci�n ni social ni psicol�gica, conductual o psiqui�trica. Y por ultimo, nos muestra el seno familiar como campo de tensiones de manera inequ�voca. Evidenciando con ello, el coste que las familias espa�olas y los propios enfermos mentales est�n pagando por el abandono al que est�n siendo sometidos.

Variables con diferencias significativas entre los peri�dicos de la muestra, referidas al contexto social.-Hechos causales de las noticias: Agresi�n producida por los enfermos mentales.-Situaci�n descrita en las noticias:Agresi�n a terceros y familiares.-Circunstancias asociadas a las noticias:Situaciones de ansiedad, con tratamiento psiqui�trico y ambiente familiar conflictivo.-Antecedentes situacionales:En el n�cleo familiar, tratamiento psiqui�trico, prisi�n, normalidad.

Tabla 38. Factores diferenciales del contexto social en EM

5.3.4-Los t itulares de la locura

En este apartado hemos querido constatar las categor�as que aparecen en los titulares como definitorias de las noticias. Su selecci�n y frecuencia (1007), se ha realizado a partir de 48 categor�as diferentes, sobre la base de un an�lisis entre jueces sobre los contenidos de los titulares de las noticias y aquellos conceptos que aparecen rese�ados, encuadrados o resaltados en los art�culos de la muestra (lid). Nuestro objetivo es detectar qu� conceptos describen la enfermedad mental de modo preferente. Por lo que podemos identificarlos como las palabras que para los peri�dicos tienen mayor poder explicativo de los trastornos mentales y que por esta raz�n, se rese�an de modo destacado. En el gr�fico 27, podemos detectar aquellos conceptos de mayor contenido explicativo en los titulares y lid, sobre qu� enfermedad mental aparece con mayor incidencia, c�mo se las etiqueta y qu� orientaci�n cient�fica resulta predominante.

5.3.4.1-Enfermedades mentales:

Las enfermedades mentales que aparecen con mayor frecuencia en titulares y rese�as son:

1.-La esquizofrenia, (5,8%)2.-Enfermedades neurol�gicas como Alzheimer, (4,6%) 3.-La depresi�n, (4,4%)

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Las representaciones de la enfermedad mental se agrupan sobre la base de estos tres tipos de trastornos, su etiolog�a, curso y consecuencias son las que generan el mayor contenido cualitativo del an�lisis realizado, a excepci�n de las enfermedades neurol�gicas u org�nicas, que se encuentran desplazadas en el contenido de las noticias por los trastornos de personalidad.

5.3.4.2- La etiqueta de la enfermedad mental:

La etiqueta que aparece en los titulares, con la que se identifican los trastornos mentales, se han agrupado en seis grandes categor�as:

A) Como enfermedad: (Total :14,4 %)

Cr�nica: 0,3 %Psiqui�trica: 0,5 %Ps�quica: 0,3 %Mental: 13,3 %

Lo que confirma que tambi�n en titulares, la locura es considerada como una enfermedad de caracter�sticas propias o “mental”, no sujeta enteramente a etiquetas relativas a modelos cient�ficos determinados.

B). Como hecho fortuito e incontrolable: (Total: 7,4%)

Alteraci�n: 0,8%Arrebato: 0,1%Enajenaci�n: 1%Perturbaci�n: 3,2%Crisis nerviosa: 2,3%

Como se ve, un 7,4 % de los titulares, se refieren a los trastornos mentales como una perturbaci�n o una crisis nerviosa, lo que confirma los datos que se�alaban la acentuada presencia del estr�s y la ansiedad y su relaci�n con la enfermedad mental. La distintividad entre psicosis y neurosis que corresponde a la diferenciaci�n encontrada entre locura y enfermedad de los nervios (P�ez y cols.1986), ser� analizada en el an�lisis cualitativo, aunque podemos adelantar que la susodicha enfermedad nerviosa, viene referida a estados de ansiedad que se relacionan, pero no siempre sustituyen a las psicosis.

C). Como Trastorno: (Total: 6 %)

De conducta 1,2%De personalidad 2,2%Mental 6%Psiqui�trico 0,6%Psicol�gico 1,4%

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El trastorno mental, no representa en este caso un sin�nimo de “trastornado”, como una indefinici�n propia del pensamiento social, sino m�s bien al contrario, ya que aparece con alguno de los complementos que figuran en la relaci�n C, deriv�ndose precisamente, de la especializaci�n del t�rmino. Es un concepto generalizador de las enfermedades mentales en su conjunto, proveniente de manuales clasificatorios como el DSM IV y el CIE 10.

D). Como Demencia: (Total: 3,8%)

Durante el proceso posterior de an�lisis cualitativo pudimos observar que en la mayor�a de los casos, el concepto de demencia se utiliza como un conjunto donde todo cabe. As�, “demencia pasajera”, es muy utilizado en el campo jur�dico, e incluso, en el testimonio de personas poco informadas, erautilizado de modo equivalente a “fuera de control”. Sin embargo, en la mayor�a de los casos se aplicaba como intercambiable con las demencias seniles. Tanto el concepto de demencia como el de discapacidad, son utilizados en un campo difuso donde su mayor aportaci�n se relaciona con enfermedades de origen org�nico y de retraso mental respectivamente, aunque ello no impide su aplicaci�n en menor proporci�n, al campo de las enfermedades mentales en general.

E). Como locura: 4,6%Manicomio: 0,7%

Como vemos, los s�ndromes psiqui�tricos son representados en los titulares o rese�ados en los art�culos, como enfermedades y trastornos mentales, que en menor medida, tambi�n se relacionan con un hecho fortuito, estresante o incontrolable de car�cter nervioso.

Una de las sorpresas de este primer an�lisis de frecuencias ha residido en la escasa presencia de la palabra “locura” en las noticias y lids de la muestra. La importancia de este evocador concepto ha sido contrarrestada y sustituida de modo fulminante por el concepto de “enfermedad” o “trastorno”. Son en estos hechos donde vislumbramos cierta modificaci�n en las representaciones cl�sicas de la enfermedad mental. Bajo estos cambios y en concordancia con los datos de este primer an�lisis estar�an, tanto los modelos m�dicos como los jur�dicos y su terminolog�a.

Frente a los conceptos populares de identificaci�n del trastorno, esto implicar�a una “especializaci�n” de la locura como enfermedad, lo que se confirma con una fuerte y heterog�nea presencia de los profesionales de la salud y la judicatura en las noticias analizadas. Por otra parte, cabe recordar que conceptos como el de locura, evocan siempre, aquellos t�rminos con los que las culturas m�s antiguas hacen alusi�n a problemas que afectan a la globalidad del individuo y de este con su entorno, al ser conceptos cercanos a las explicaciones ontol�gicas a partir de la esencia o naturaleza de las cosas. El desuso de este concepto es coherente con el apogeo y consolidaci�n de los modelos cient�ficos y la especializaci�n en la descripci�n de la enfermedad mental, como una dolencia que puede tener efectos limitados, sobre �reas concretas y por un tiempo determinado.

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0 20 40 60 80 100 120 140

Alteración Psíquica

Alzheimer/Parkinson

Arrebato Mental

Autismo

Centro/Hospital Psiquiátrico

Crisis Nerviosa

Demencia

Depresión

Desequilibrados

Desorden Mental

Discapacidad Mental/Psiquica

Enajenación

Enfermedad Crónica

Enfermedad Psiquiatrica

Enfermedad Psíquica

Enfermos Mentales

Epilepsia

Esquizofrenia

Histeria

Incapacitación

Informes Psquiatricos

Ingreso

Internamiento

Lesiones Psíquicas

Locura

Manicomio

Neurología

Neuropsiquiatria

Neurosis

Obsesión

Paranoia

Perturbación Mental

Problema Psquiatrico

Problemas Mentales

Problemas Pscológicos

Psicofármacos

Psicópata

Psicopatologia

Psicósis

Salud Mental

Secuelas Psíquicas

Trastorno de Conducta/Atención

Trastorno de la Personalidad

Trastorno Mental

Trastorno Psiquiatrico

Trastornos Psicológicos

Tratamiento Psicológico

Tratamiento/Atención Psiquiátrica

Gr�fico 27. Titulares y Lid en EM.

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Lo que enlaza con el contenido de esta investigaci�n, ya que nos situamos en los efectos de la barbarie producida por la especializaci�n, al analizar las consecuencias psicosociales de los modelos cient�ficos consolidados, que a partir de la conversi�n en dogmas de algunos de sus postulados (hospital, manicomio, internamiento, incapacitaci�n, f�rmacos, cronificaci�n, etc.), afectan a aquellas variables que no entran dentro del conocimiento cl�sico del enfoque biom�dico, incidiendo negativamente con ello, en la definici�n, curso y terapia de las enfermedades mentales. Esta cr�tica no surge desde un enfoque irracionalista, ni su objetivo es el conocimiento cient�fico, sino aquellas explicaciones circulares generadas por la ciencia como tradici�n, y por los cient�ficos como corporaci�n de intereses.

F).La enfermedad como discapacidad ps�quica o mental:

Un 4,6% de las noticias analizadas identifican los problemas mentales como discapacidad, en gran parte de ellos se rastrean problem�ticas sociales que no expl�citamente se refieren al retraso mental.

El retraso mental y las demencias, fueron descartadas como ya mencionamos, de un an�lisis espec�fico, por pertenecer a otros campos ajenos a esta investigaci�n, centrada preferentemente en las psicosis funcionales cr�nicas y no a aquellos trastornos de clara etiolog�a org�nica. En cualquier caso, cabe destacar que en la mayor�a de estas noticias, no se diferencian taxativamente dentro del colectivo de discapacitados ps�quicos, aquellas discapacidades debidas a trastorno mental.

5.3.4.3- La enfermedad mental como modelo cient�fico, (20,5%)

Centro/Hospital Psiqui�trico: 7,3%Informe Psiqui�trico: 4,1%Ingreso Hospitalario: 1,6%Internamiento Psiqui�trico: 1%Neurolog�a: 1%Neuropsiquiatr�a: 0,4%Psicof�rmacos: 1,6%Psicopatolog�a: 1,1%Tratamiento/Atenci�n Psiqui�trica: 4,2%

Con un 20,5% de los datos, el modelo biom�dico es sin discusi�n, el representado de manera hegem�nica en los titulares de la muestra.

La presencia de este modelo, desplaza cualquier otra consideraci�n hacia otra forma de tratamiento, no s�lo por la amplitud de su descripci�n categorial, sino tambi�n por el detalle de la misma. El modelo de intervenci�n social, apenas tiene conceptos difundidos por los titulares y lids que describan la pr�ctica, desarrollo y Recursos caracter�sticos de esta corriente.

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5.3.4.4- La EM como Salud y Enfermedad

La posici�n que la prensa escrita adopta frente a la salud y la enfermedad denota tambi�n un punto de vista relacionado con modelos cient�ficos determinados. De este modo la presencia de la salud mental, implica una preocupaci�n por la conservaci�n en positivo de la calidad de vida y del ajuste social, de la prevenci�n y de la detecci�n de las causas sociales que estimulan y modulan la aparici�n y el curso de los s�ndromes.

En este sentido y frente al 14,5% de los titulares o rese�as centrados en la enfermedad (Tabla 40), aparece solo un 3,1%, centrados en la salud mental (Tabla 39). Por lo que los Medios centran su discurso sobre los supuestos del modelo biom�dico de manera sobresaliente, al incidir casi exclusivamente sobre la enfermedad y no sobre la conservaci�n y promoci�n de la salud.

Levante El Pa�s Las Provincias ABC

Salud (0,3%) (1,4 %) (0,9 %) (0,5%)

Tabla 39. Porcentajes de la categor�a “salud” en lid y titulares

Aqu� aparece una diferencia significativa entre la prensa del polo progresista y la conservadora (2:9.85; : 3,96; p < 0.05), que describiremos m�s adelante en el an�lisis diferencial, consistente en que la primera, le dedica una mayor importancia a los contenidos referentes a la salud mental, que no necesariamente est�n ligados en exclusiva a evitar la enfermedad, sino a mejorar el bienestar individual y social que supera la visi�n cl�sica del modelo m�dico.

Enfermedad Levante Las Provincias ABC El Pa�sMental (5,1%) (7,1 %) (2,2%) ( 1 %)

Tabla 40. Porcentajes de la categor�a Enfermedad mental en lid y titulares.

Coherentemente con lo anterior, tambi�n podemos observar una mayor presencia de la enfermedad en los peri�dicos de posicionamiento conservador, Tabla (40).

Como hemos visto, un primer an�lisis descriptivo de las frecuencias encontradas en las noticias y en sus titulares, da como resultado una diferenciaci�n significativa en muchas de las variables que definen la representaci�n social de las enfermedades mentales en la Prensa analizada.

As� mismo, hemos detectado un comportamiento diferencial en algunas variables de contenido y ubicaci�n con relaci�n a las caracter�sticas

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de los peri�dicos de la muestra. Tambi�n hemos observado la importancia en los titulares y lid, en la categorizaci�n de los trastornos mentales. Por lo que resulta oportuno se�alar las caracter�sticas generales de la muestra, antes de proceder al an�lisis diferencial de los datos observados.

5.4 Caracter�sticas sobresalientes de las variables de contenido

5.4.1-Im�genes de las enfermedades mentales:

La enfermedad mental gira alrededor de los temas legales, de agresi�n y sanitarios que ocupan el mayor n�mero de noticias de la muestra. Las enfermedades m�s referidas son: la esquizofrenia, la depresi�n y los trastornos de personalidad, aunque en titulares, las demencias ocupan el lugar de los trastornos de personalidad. La muestra de peri�dicos analizados ve la enfermedad mental, como enfermedad, como trastorno y como problema.

La problematicidad ligada al trastorno, esta definida tanto desde una terminolog�a pseudocient�fica (problema mental), como por las secuelas y derivaciones sociales del mismo.

En los Medios, la enfermedad mental, ya no es un problema de los nervios, ni siquiera es identificada totalmente con un trastorno psiqui�trico, en este sentido, el concepto generalizador: mental, genera un campo sem�ntico donde no existe una definici�n clara de la etiolog�a y tratamiento de estas enfermedades y que resulta llamativo por la fuerza de su presencia y la minimizaci�n de conceptos medicalizados, como psiqui�trico o neurol�gico. De hecho, las creencias sobre las causas o etiolog�a de la enfermedad mental se encuentran muy repartidas y sin diferencias para el total de la muestra, a partir de concepciones deterministas de los modelos de estr�s social, g�nico y org�nico.

La enfermedad mental no tiene suficiente peso por s� misma para provocar las noticias de la muestra, solo en parte y en relaci�n con la divulgaci�n cient�fica y social, aparece como causa principal. Es la agresi�n y el internamiento psiqui�trico, las dos principales razones que son reflejadas en los art�culos sobre estos trastornos. As�, frases destacadas como internan al joven que..; un demente agrede a.....; Las hemos visto repetirse una y otra vez a lo largo del proceso de recogida y an�lisis de la informaci�n.

Las enfermedades mentales, para el total de la muestra, tienen como consecuencia el conflicto familiar; la convulsi�n de toda la red social y la exclusi�n del enfermo mental. Aislado y rechazado socialmente, el enfermo de la era postpsiqui�trica, se ve abocado a las consecuencias legales del procesamiento judicial de acusaci�n o incapacitaci�n, a la detenci�n policial y al internamiento psiqui�trico.

La frontera entre lo criminal y lo psiqui�trico se difumina en nuestra actual sociedad, los tr�mites legales de incapacitaci�n, los ingresos hospitalarios por orden judicial al ser involuntarios y los servicios de urgencias con sus dotaciones policiales en cada crisis esquizofr�nica, criminalizan al enfermo mental ante la sociedad, al mismo tiempo que los propios representantes de la abogac�a convierten los delitos comunes en procesos morbosos llenos de conceptos como enajenaci�n mental transitoria, impulso patol�gico, trastorno de personalidad, que en la mayor�a de las

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noticias, constan con escasos o nulos s�ntomas psic�ticos, en busca de eximentes y atenuantes, que desdibujan las fronteras de la enfermedad mental cr�nica y ampl�an su problem�tica a todos los sectores de la sociedad, transformando el fen�meno en un hecho social multiforme.

Sin diferencias entre los peri�dicos analizados, el curso de la enfermedad se considera cr�nico, grave e incurable. La aceptaci�n de este hecho ante un trastorno como la esquizofrenia, en el que c�clicamente pueden aparecer crisis de importancia, resulta estremecedora para la mayor�a de los familiares que se encuentran impotentes ante estas situaciones. La intervenci�n psiqui�trica y el internamiento son algunas de las salidas que el tratamiento actual preconiza. Sin embargo, ante el auge de la Intervenci�n Comunitaria y la nula posibilidad de nuevos internamientos por falta de Recursos p�blicos vemos como la Integraci�n Social, rivaliza o complementa seg�n sea el caso, con las categor�as anteriores de modo incipiente y poco estructurado.

5.4.2-Im�genes del enfermo mental:

Sin apenas diferencias entre los peri�dicos, el enfermo mental es un var�n de entre 25 y 50 a�os, vive en la comunidad y en el entorno de una zona urbana, esta casado, tiene hijos y vive con su familia, agrede a conocidos o desconocidos y sobre todo a los miembros de su propia familia.

Es un ENFERMO QUE AGREDE, que posee un diagn�stico y ha sido tratado de su dolencia, siendo conocidas por el entorno social las caracter�sticas de su enfermedad. Familiares y vecinos entienden la insuficiencia del modelo asistencial sanitario actual y se preguntan si no hay “algo” para ellos, en la mayor�a de los casos se refieren al encierro, por la incontrolabilidad de los trastornos mentales en el contexto social actual.

Pero mayoritariamente, el enfermo mental se relaciona con la agresi�n, una agresi�n que aparece ante los lectores de peri�dicos, como imprevisible en sus causas y consecuencias.

La conceptualizaci�n de las afecciones mentales, aunque se definan como enfermedades, en realidad desencadenan una serie de atribuciones en la que la enfermedad es la explicaci�n de la agresi�n inmotivada. La magnificaci�n de este hecho, alienta la atribuci�n social respecto a que la agresi�n no se debe a problemas cl�nicos como la falta de adhesi�n a la medicaci�n, o la falta de Recursos y de redes de apoyo social, sino a la propia “naturaleza” morbosa del loco. De ello, se deduce que ni siquiera el internamiento, en este contexto, es concebido como una medida terap�utica, sino como una medida cautelar que evite o disminuya el riesgo de agresi�n. Y ello, supone la m�s grave contradicci�n entre la existencia de Recursos sociales y sanitarios intermedios y la representaci�n social de la locura en esta era de la post Reforma Psiqui�trica.

En realidad, esto significa que cuanto m�s tarde la red sociosanitaria en completarse, mas resistencias sociales y familiares va a encontrar en su desarrollo, bien como presi�n a transformar lo ambulatorio en residencial, bien como oposici�n directa a la inversi�n en Recursos intermedios, o sencillamente, con la expulsi�n del tejido social de los recursos de integraci�n para enfermos mentales, por los propios ciudadanos.

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5.4.3- Im�genes de las Instituciones implicadas:

a) Familia:

Aunque las enfermedades mentales no distinguen a las familias por el nivel de sus rentas, la gran mayor�a de las que aparecen en los peri�dicos por esta causa, tienen un bajo nivel de ingresos. Las familias aristocr�ticas con alg�n v�stago sujeto a anorexia, aparecen en las portadas de los peri�dicos; sin embargo el resto, aparecer� sin excepci�n en las p�ginas de sucesos. Para la prensa, estos personajes p�blicos son los protagonistas de la noticia, no son generalizados ni etiquetados socialmente. En el resto de los casos, la situaci�n se invierte y es la enfermedad mental la que adopta la identidad y el protagonismo de la noticia. “El esquizofr�nico” o “el enajenado”, se convierte en la identidad period�stica que reviste al enfermo y lo categoriza en el pensamiento social.

Normalmente, estas familias sin medios para costearse una Residencia privada para sus hijos, solicitan a la Administraci�n la creaci�n de estos Recursos, ya que en nuestro pa�s el derecho a la salud mental todav�a depende casi enteramente de la disponibilidad de las rentas propias.

Conseguir una plaza en estas Residencias o el Internamiento de su familiar, implica a menudo, con el fin de proveerse de raz�n ante el juez, argumentar la peligrosidad o incapacidad del enfermo. En este contexto, la denuncia policial es el paso previo a la incapacitaci�n y a la posibilidad subsiguiente de encontrar la tan ansiada ayuda institucional. Para ese momento, dado el abandono social que padece, el enfermo realmente se ha convertido tr�gicamente en la confirmaci�n estereot�pica de su imagen social.

b) Administraciones:

Como consecuencia l�gica de lo anterior, la Administraci�n Central, en concreto Justicia, se encuentra involucrada en la mayor�a de las noticias que se relacionan con la enfermedad mental.

Sin embargo, es una Administraci�n que genera escasas declaraciones al respecto, estas en realidad, corren a cargo de los representantes de la Consejer�a de Bienestar Social, al menos en nuestra Comunidad, donde al mismo tiempo que anuncian de hecho, el cierre de los antiguos Recursos Sanitarios, anuncian la creaci�n de Recursos de Integraci�n Social para el futuro.

c) Asociaciones:

Las asociaciones de enfermos mentales, son otra de las variables que han eclosionado a partir de la Reforma, conscientes de que los Psiqui�tricos se cerraban, han intentado buscar Recursos alternativos a la anterior institucionalizaci�n.

Divididos entre, el apoyo a la Integraci�n Comunitaria y el deseo de respiro y descarga familiar, se mueven entre fuertes contradicciones, como la exigencia a las Instituciones de la responsabilidad p�blica del cuidado de

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la salud, al mismo tiempo que gestionan recursos Sociales, casi siempre con escasa cobertura presupuestaria. La Administraci�n actual en el futuro, posiblemente les resuelva este problema, cediendo estos Recursos a la ley del mercado y la empresa privada. En cualquier caso, estas Asociaciones demandan Centros Espec�ficos, no como est�n contenidos en las normas de Servicios Sociales, sino m�s bien, como “Recursos para estos enfermos”, de un modo generalizador.

As� mismo, se solicitan Residencias, sobre todo ante la zozobra del futuro de sus hijos y de manera destacada, los Centros de Rehabilitaci�n e Integraci�n Social (CRIS), donde a trav�s de un tratamiento ambulatorio se imparten programas de rehabilitaci�n y de integraci�n en redes sociales.

Estos Centros, no est�n dise�ados como respiro familiar y su m�xima potencialidad se expresa a partir de su coordinaci�n con los servicios sociales de base y especializados, as� como con las �reas de salud de la ciudad. Verdaderos puzzles, donde los modelos de Intervenci�n Comunitaria y biom�dico se encuentran o rivalizan entre s�, en la definici�n del curso y terapia de las enfermedades mentales. Campo de tensi�n de las aspiraciones familiares y la escasez actual de Recursos, con orientaciones diferentes en la rehabilitaci�n y punto de encuentro de diferentes profesionales, forman realmente el n�cleo caracter�stico de la Reforma.

d) Profesionales:

Coherentemente con lo expuesto, el mayor n�mero de profesionales intervienen desde la psiquiatr�a y la abogac�a; Los jueces y los psic�logos, como representantes estos �ltimos, de la Intervenci�n Comunitaria aparecen en segundo t�rmino y de manera tangencial.

Los trabajadores Sociales aparecen en una zona intermedia, donde no resultan todav�a definitorios de ese nuevo modelo, aunque en la pr�ctica, tanto en la red de servicios sociales, como en la sanitaria, son figuras esenciales de este proceso. La mayor�a de los profesionales pertenecen al sector Sanitario Institucional, la Justicia y la Abogac�a.

El modelo tem�tico legal-agresi�n-sanidad est� institucionalizado, las Administraciones lo subvencionan y legitiman, es en �l, donde gran parte de los profesionales logran reconocimiento econ�mico, social y profesional. La mayor�a de estos, tambi�n desempe�an cargos en las Universidades que se convierten as�, en una extensi�n de sus quehaceres profesionales, de su propia carrera y de su pr�ctica profesional.

La intervenci�n Comunitaria por el contrario, es rechazada como actividad directamente institucional. Movi�ndose en el sector de servicios, en empresas privadas u organizaciones sin �nimo de lucro, los profesionales que se integran en ella, son psic�logos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, integradores sociales, animadores socioculturales, educadores o t�cnicos de integraci�n social, sin que la mayor�a de ellos aparezcan como tales, de modo significativo, como intervinientes en el tratamiento de la enfermedad mental.

Ante el vac�o legal e institucional entre la red sanitaria y la incipiente red asistencial Comunitaria y a la vista de los datos, s�lo el voluntarismo y la profesionalidad de unos y otros, permite albergar a corto plazo, alguna

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efectividad en la rehabilitaci�n de los enfermos mentales, m�s all� de la “puerta giratoria” de la hospitalizaci�n temporal o de ese modelo asistencial actual, que legitima su insuficiencia a trav�s de las instituciones judiciales, la incapacitaci�n y el internamiento; y en su anclaje en un pensamiento social mayoritariamente de car�cter asilar, como �nicas v�as posibles de intervenci�n para los enfermos mentales.

5.5 An�lisis Diferencial

En la secci�n anterior, hemos podido describir las frecuencias m�s importantes, as� como la descripci�n de los titulares, los elementos rese�ados de las noticias y la descripci�n porcentual de las variables de ubicaci�n y contenido. Esto nos ha permitido encontrar caracter�sticas comunes a todos ellos y diferencias entre los peri�dicos de la muestra.

Tomando como indicativo esta exploraci�n inicial, pasamos a realizar el correspondiente an�lisis de correspondencias de acuerdo con la ubicaci�n y los contenidos de las noticias de los cuatro peri�dicos, en aquellas variables que han resultado con diferencias significativas.

5.5.1- Variables de ubicaci�n:

a 1. Extensi�n de las noticias en l�neas:Con (2:73; :17,6 p < 0.05), los peri�dicos de la muestra han

resultado con diferencias, que para Las Provincias se concretan en art�culos entre menos de 25 a 50 l�neas. En el ABC, la extensi�n en l�neas alcanza de 50 a 75, mientras que para El Levante la extensi�n es de entre 75 y 100 l�neas. Por ultimo, el Pa�s se caracteriza por art�culos de mas de 100 l�neas. Estos resultados describen como el tratamiento formal de las noticias puede estar relacionado con el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada. Donde los peri�dicos progresistas le dedican una mayor extensi�n de contenido a los textos donde se habla de enfermedad mental frente a una menor extensi�n de la prensa conservadora.

a 2. Extensi�n de las noticias en columnas:Tambi�n en esta variable, las noticias han resultado con diferencias

significativas (2: 107,4; : 27,5 p < 0.05). En ella, Las Provincias se caracteriza por el empleo de 1 y 3 columnas, El ABC encuadra sus noticias en 2 columnas, El Pa�s en 4 columnas y El Levante en 5 columnas. Lo que confirma, coherentemente con los resultados de la variable anterior, una posible mayor extensi�n de la informaci�n escrita en la prensa progresista frente a los peri�dicos conservadores.

a 3. Ubicaci�n de las noticias:Esta variable no ha producido diferencias significativas entre los

peri�dicos analizados (2: 43,4; : 0.7; p > 0 .05), compartiendo todos ellos las caracter�sticas generales descritas al respecto, sin diferencias y con escasa perceptibilidad por el lector, dada su ubicaci�n (art�culos en la parte superior izquierda). Respecto a la ubicaci�n en las paginas pares o impares,

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si han existido diferencias significativas entre peri�dicos (2: 1.05; : 7.40; p < 0 .05), con un solo factor explicativo del 100% de la varianza, donde Las Provincias y el ABC, publican sus art�culos en las paginas pares, frente a El Pa�s y El Levante que lo hacen en las impares, con una mayor perceptibilidad del contenido period�stico.

B)-Extensi�n y ubicaci�n del soporte gr�fico

El apoyo gr�fico aparece solo en el 27 % del total de los art�culos analizados, existiendo una peque�a prevalencia de la ubicaci�n del soporte gr�fico en la p�gina par (15% frente a un 12% de la impar), y sin diferencias significativas(2: 1.05; -1.12; p > 0.05). Pr�cticamente la mitad de estas ilustraciones ocupan el espacio de dos columnas period�sticas (46%). Con una extensi�n de entre 50 y 75 l�neas y se sit�an en la parte central superior (89% y 77%), de la p�gina par e impar respectivamente. Por tanto, la descripci�n diferencial de frecuencias apunta al tratamiento de las noticias relacionadas con la enfermedad mental, con art�culos sin soporte gr�fico en la mayor�a de las ocasiones y situados en la parte superior de la p�gina par o impar.

b 1. Extensi�n de los gr�ficos en l�neas:

Las noticias son publicadas de manera diferente en cuanto a la extensi�n en l�neas del soporte gr�fico (2: 28; 4,6; p < 0.05). As�, Las Provincias y EL Pa�s se caracterizan por gr�ficos de entre 25 y 50 l�neas. El ABC y el Levante utilizan un apoyo gr�fico de menos de 25 l�neas.

b 2. Extensi�n de los gr�ficos en columnas:

Las diferencias significativas en esta variable (2: 58,3; 13,4 p < 0.05) se expresan para Las Provincias, en art�culos con soporte gr�fico a 2 columnas, para el ABC a 1 columna, para El Pa�s a 3 y 4 columnas y para El Levante a 5 columnas. Lo que sugiere una mayor verticalidad y fragmentaci�n gr�fica en los peri�dicos conservadores frente a una mayor horizontalidad en los progresistas.

b 3. Ubicaci�n del soporte gr�fico:

Las noticias, han mostrado diferencias (2: 67.7; : 4,6 p < 0.05) en esta variable, que se expresan para Las Provincias, tanto para la pagina par como impar, en la parte superior izquierda. El ABC ubica este soporte, preferentemente, en la pagina par inferior derecha. El Levante utiliza en la pagina par, la parte inferior izquierda y en la impar la superior derecha, mientras que El Pa�s lo ubica, en la pagina par y en la zona central inferior.

Pudiendo deducirse de estos datos la preferencia de los peri�dicos de tirada nacional, en la ubicaci�n del soporte gr�fico en la parte inferior de la

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pagina par, frente a la prensa de tirada local con mayor heterogeneidad en la inclusi�n del soporte gr�fico, tanto en paginas pares como impares.

Este an�lisis diferencial nos permite concluir inicialmente, que la variabilidad en la ubicaci�n y extensi�n de las noticias est�n relacionadas con el posicionamiento ideol�gico y el car�cter de la tirada de los peri�dicos de la muestra.

5.5.2-Titulares y Lid.

En la fase anterior, se han detectado diversas im�genes de la enfermedad mental, por lo que el an�lisis diferencial aborda en primer lugar esta heterogeneidad en titulares y su relaci�n con posibles diferencias entre peri�dicos.

En este sentido, es necesario destacar que todos los peri�dicos de la muestra asumen por igual en sus titulares, la existencia de las categor�as en que son identificadas las enfermedades mentales, ya que no hay diferencias en el tipo de enfermedad (2: 3.06; : -1.2; p > 0.05), ni en la clase de enfermedad (2: 7.92; : -0.36; p > 0.05), ni en la distinci�n de la misma como hecho fortuito o arrebato (2: 11.8; : -0.05; p > 0.05). Tampoco existen diferencias al considerarla como trastorno o problema (2: 19.8; : 2.27; p > 0.05), ni como locura (2: 2.3; : 0.17; p > 0.05).

� +neu� � � � � � � +ABC� � � � � � � � � infEV � � ing � int � tra

___________________________________�______________________________________________________________�PAI �

+osp � � � � � �

+PRO � � �

+far � �

+pat �

Gr�fico 28. El modelo biom�dico en titulares y Lid

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El an�lisis estad�stico solo muestra una d�bil diferencia, aunque significativa a p < 0.05, en el tratamiento del modelo m�dico en titulares y lids (2: 3.51; : 3.09; p < 0.05). El an�lisis de correspondencias ha dado como resultado dos factores que explican el 97.49 de la varianza. El primero de ellos es el formado por el polo en el que se sit�a El Levante, cercano a Informe Psiqui�trico (inf), y que corresponde a una categor�a relacionada con los peritajes legales, frente a ABC y el concepto de Neurolog�a (neur), significativo de un enfoque org�nico de los trastornos mentales. Este primer factor explica el 75.89 de la varianza. El segundo factor, se caracteriza en un extremo por Las Provincias, definido por Patolog�a (pat), que se trata de un concepto bastante general y difuso, y de nuevo el ABC, en el polo opuesto con neurolog�a. Este segundo factor explica el 21.60 de la varianza.

En el cruce de ambos factores, tal y como se ve en el gr�fico 28, observamos que Las Provincias se sit�a cercano a los psicof�rmacos y psicopatolog�a, y el ABC resulta caracterizado por la neurolog�a. Mientras que el Pa�s y el Levante se encuentran muy cercanos a Hospitalizaci�n, Ingreso, Internamiento y Tratamiento Psiqui�trico, adem�s el Levante resulta m�s cercano a Informe psiqui�trico, dentro de un acercamiento legal de las EM. Constat�ndose con ello, que los peri�dicos con posicionamiento progresista, asumen un numero mayor de categor�as del modelo biom�dico

en los titulares y lids de las noticias que pu-blican, que la prensa con posi-cionamiento con-servador.

5.5.3- Secciones Period�sticas

En el gr�-fico (29), pode-mos observar las diferencias entre los peri�dicos a-nalizados en re-ferencia a la va-riable “secci�n pe-riod�stica”.

Teniendo en cuenta exclusi-vamente, las ca-tegor�as m�s so-bresalientes, re-feridas a sanidad, sucesos, sociedad y tribunales. Donde la variable

³ +pai³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ tribunales ³ ³ ³ sociedad ³ ³ ³ ³ lev³ ³ ³ ³

_______________________________³__________________________________________________³ provsucesos ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³ ³

+abc ³ ³ ³ ³

+sanidad ³ Gráfico.(29) . Secciones ³

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se define entre dos polos contrapuestos por el posicionamiento ideol�gico de los peri�dicos (2: 31.13; : 3.10; p < 0.05).

La varianza explicada a partir de dos ejes es del 99.97. En la que el eje formado entre El Pa�s y las Provincias, cercanos a sociedad y el Levante cercano a tribunales, explica el 92.94 del total de la varianza.

Sin embargo, las d�biles diferencias significativas en esta variable, s�lo deben tenerse en cuenta a efectos descriptivos y de la pol�tica editorial de cada peri�dico. Las categor�as de esta variable se resisten a ser comparadas entre s�, porque los peri�dicos analizados no poseen la misma estructura de secciones period�sticas. En un contexto cualitativo, el simple hecho de que algunos de los peri�dicos analizados, no tengan una secci�n espec�fica para Sucesos, no deja de ser un importante dato diferencial que debe ser tenido en cuenta si hablamos precisamente de diferencias en las secciones period�sticas como resultado de una determinada l�nea editorial.

Por tanto, y s�lo desde este punto de vista, podemos considerar diferencias significativas entre los peri�dicos analizados, que sit�an al peri�dico ABC muy cercano a Sanidad y Las Provincias a Sucesos, mientras que el Levante se sit�a en Tribunales y El Pa�s a Sociedad.

Realizados los an�lisis diferenciales de estas las variables de ubicaci�n y titulares, continuaremos en este cap�tulo la descripci�n del an�lisis de correspondencias de aquellas variables que han resultado con diferencias significativas, de acuerdo con el esquema de Leventhal y cols. (1980, 1982, 1984; Hofstadt,1996) anteriormente expuesto, representando en los gr�ficos aquellas distancias iguales a 0.0, para p < 0.05 en el an�lisis estad�stico.

5.5.4-Variables de contenido con diferencias significativas entre peri�dicos:

-Identidad de las enfermedades mentales

-Identidad o nombre y s�ntomas del trastorno.

-Temas-Tipo de enfermedad mental-Objetivaci�n de la enfermedad mental-Distintividad de la enfermedad mental

-Raz�n u origen de la dolencia (no).-Consecuencias de la enfermedad.

-Consecuencias Sociales-Consecuencias Legales

-Expectativas sobre curso y duraci�n.

-Terapia

-Curaci�n

-Curable/ Incurable

-Identidades representacionales del enfermo mental

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-Rol asociado-Contacto social-Tipo de Residencia

-Contexto social

-Hecho causal-Situaci�n descrita-Circunstancias asociadas-Antecedentes situacionales

-Identidades representacionales de las Instituciones implicadas:

-Familia

-Reacci�n familiar

-Administraciones (No)

-Asociaciones (No)

-Profesionales

-Campo de actuaci�n profesional-Profesi�n-Sector Profesional

& 5.5.5-Identidad de las enfermedades mentales

5.5.5.1-Identidad o nombre del trastorno.

-Temas:

Esta variable supone la agrupaci�n de las noticias en diferentes �reas tem�ticas por la continuidad y relevancia con que se expresa su contenido diferencial. El an�lisis de los temas ha significado detallar el contenido de secciones como Local, Comunidad o Sociedad, quedando al descubierto la orientaci�n real de la mayor�a de los art�culos y su significado period�stico. Ya que mientras las secciones donde se encuadran las noticias, son un hecho que viene dado por las caracter�sticas editoriales de la muestra, los temas de las noticias han sido agrupados a partir del an�lisis interjueces sobre la tem�tica predominante en el art�culo.

El an�lisis por peri�dicos nos describe en Las Provincias, un predominio de los temas de agresi�n, seguidos por las noticias referidas a los aspectos legales o jur�dicos. Sin apenas diferencias, este peri�dico centra sus art�culos en temas de servicios sociales, investigaci�n y psiquiatr�a.

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TEMAS LAS PROVINCIAS

ABC LEVANTE EL PA�S

LEGAL 106 (25%) 42 (23,5%) 102 (27,9%) 27 (18,5%)AGRESI�N 121 (28%) 29 (16%) 90 (24,7%) 25 (17%)PSIQUIATR�A 43 (10%) 28 (15,6%) 66 (18%) 32 (22%)INVESTIGACI�N 45 (11%) 40 (22%) 23 (6%) 21 (14%)S. SOCIALES 56 (13%) 7 (3,9%) 37 (10%) 17 (11,6%)FAMILIA 38 (9%) 15 (8,4) 15 (4%) 14 (9,6%)Tabla 41. Temas por peri�dicos

En el ABC, predominan las noticias que definen su l�nea editorial a partir de art�culos centrados en los aspectos legales de la enfermedad mental y en temas referentes a la investigaci�n, ocupando la agresi�n y los temas psiqui�tricos una posici�n subordinada.

Respecto al Levante, los aspectos legales y la agresi�n ocupan los temas principales, sigui�ndole en importancia los contenidos referidos a temas de psiquiatr�a.

El Pa�s, destaca en primer t�rmino, los temas psiqui�tricos, y los aspectos legales y posteriormente la agresi�n. El perfil diferencial del conjunto tem�tico de la prensa analizada, se concreta en el siguiente resumen:

Las Provincias: Agresi�n. LegalABC: Legal. Investigaci�n psiqui�tricaLevante: Legal. Agresi�nEl Pa�s: Psiquiatr�a. Legal

A partir de los porcentajes relativos del n�mero total de art�culos de cada peri�dico, el eje que articula las noticias sobre enfermedad mental, viene determinado por la presencia de profesionales, conceptos, Instituciones o hechos, donde se mencionan tres aspectos fundamentales que forman la Tr�ada Tem�tica:

Legal-Agresi�n-Psiquiatr�a

Las diferencias observadas en los peri�dicos analizados, apuntan a la importancia de los temas de sucesos aparecidos en la prensa muestreada, destacando en importancia como ya se ha mencionado, la prevalencia de la prensa escrita, en reflejar preferentemente, las noticias sobre la enfermedad mental a partir de los hechos donde intervienen claramente figuras y conceptos relacionados con la Tr�ada Tem�tica descrita. Donde las categor�as de investigaci�n (referida fundamentalmente al aspecto sanitario), servicios sociales, familia, laboral y psicolog�a, aparecen como complementarios o integrados al eje tri�dico principal.

La descripci�n diferencial de los porcentajes citados, resulta ajustada a la existencia de diferencias significativas que caracterizan a los peri�dicos de la muestra en esta variable (2: 107.59; : 17.06 < 0.05). Las pruebas estad�sticas revelan, para un 83.89 de la varianza expresada, la existencia

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de dos factores. El primero de ellos explica el 53.88 de la varianza y el segundo eje da cuenta del 36.01 de la misma.

El primer eje se caracteriza por el peri�dico el Levante cercano a temas metaf�ricos, frente al ABC que se sit�a cercano a psicolog�a y laboral, situ�ndose en la zona intermedia, compartidas por todos los peri�dicos las categor�as de agresi�n, legal y psiquiatr�a.

El segundo eje, esta formado por Las Provincias y familia, frente al Levante con metaf�ricos, situ�ndose en la zona intermedia, los temas deagresi�n, investigaci�n y legal. El cruce de ambos ejes, como puede verse en el gr�fico, a partir del contenido y orientaci�n de los art�culos en 9 categor�as, reflejan este an�lisis:

Agresi�n (24%). Investigaci�n (12%). Sanidad (15%). Servicios Sociales (10%).Psicolog�a (2%). Familia (7%). Legal (26%). Laboral (1%). Metaf�ricos (3%).

+met � � � � � � �� � � � � � +psicolog�a � � � +psiquiatr�a �

LEV � � � � � ABC � � PA�S

________________________________ +legal__�______________________________________________� � � +investigaci�n � �

+agresi�n � �

+ssociales � � +laboral

PRO� +familia

Gr�fico 30. Temas en EM

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En este sentido, como describe el gr�fico 30, Las Provincias resulta el peri�dico m�s cercano a Agresi�n, y en segundo lugar a Servicios Sociales, Familia y Legal, lo que significa que este peri�dico centra sus art�culos con preferencia al resto de la prensa analizada sobre las noticias en las que figura el tema central de la agresi�n. La presencia de los Servicios Sociales y los problemas que ata�en al n�cleo familiar, tambi�n aparecen cercanos a este peri�dico. Por �ltimo, los temas jur�dicos y legales consecuentes al suceso, obtienen aqu�, la mayor cercan�a respecto al resto de peri�dicos.

El ABC se encuentra cercano a Investigaci�n, Psicolog�a y Laboral, ya que en este peri�dico existe una presencia caracter�stica de la problem�tica referida a la investigaci�n m�dica y psiqui�trica y en menor medida a los problemas neur�ticos de la poblaci�n, que se compagina con el hecho de que en titulares y lid, asuma un mayor protagonismo la tem�tica relacionada con la neurolog�a, no como representaci�n de problemas de “nervios”, sino como base org�nica de los trastornos mentales. La presencia de lo Laboral, viene determinada por el inter�s que el ABC siente, durante los dos a�os de seguimiento, en dilucidar si el S�ndrome del Norte, (un estado continuado de estr�s y ansiedad en polic�as que han realizado su servicio en el Pa�s Vasco) es una enfermedad profesional o no.

El Levante, resulta el m�s cercano a Legal y muy pr�ximo al concepto de Psiquiatr�a, a la misma distancia que El Pa�s. Este ultimo, se encuentra a distancias inferiores a 0.0, cercano a Psiquiatr�a e Investigaci�n y algo m�s lejos de Familia y Legal. De los dos �ltimos conceptos, El Pa�s se encuentra m�s lejano que Las Provincias.

Este an�lisis se resume en la confirmaci�n de las relaciones descritas respecto a la Tr�ada Tem�tica. Desde el punto de vista del posicionamiento ideol�gico de los cuatro peri�dicos, destaca la gran y persistente cercan�a a los temas de Psiquiatr�a en la prensa de orientaci�n progresista. En el an�lisis de la cobertura de la tirada, destaca el hecho de que los peri�dicos auton�micos, est�n m�s cercanos a Agresi�n y Legal que los de tirada nacional. Mientras que los peri�dicos de tirada nacional, se acercan a Investigaci�n, con art�culos que expresan una continuidad de la presencia de opiniones profesionales o temas de car�cter cient�fico relacionados con la enfermedad mental. Como hip�tesis, es necesario se�alar que la agresi�n parece estar influenciada por alguna de las caracter�sticas de la muestra o por ambas, dada la mayor cercan�a de la prensa auton�mica a temas de contenido emocional como el conflicto familiar y la agresi�n.

Estos datos permiten descartar la hip�tesis de que pudiera existir una representaci�n social de la enfermedad mental conectada con el conservadurismo y el modelo biom�dico, puesto que los datos apuntan a una representaci�n tem�tica de la enfermedad mental, de estructura heterog�nea, con un n�cleo com�n, que se nutre de diferentes ejes tem�ticos, influida por la ideolog�a y el car�cter de la tirada de la prensa, donde precisamente, son los peri�dicos progresistas los m�s cercanos al modelo biom�dico.

Este hecho, refuerza la hip�tesis de la existencia de una representaci�n social de la enfermedad mental a partir de diferentes modelos cient�ficos propios de la post Reforma y asumidos de modo compartido y heterog�neo por todos los peri�dicos en funci�n de su

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posicionamiento ideol�gico y del car�cter de la tirada, articulando el n�cleo de la misma, el concepto central de legal-agresi�n. La centralidad de la agresi�n, aparece claramente si analizamos porcentualmente las categor�as que definen las variables, donde aparece la misma:

-Como Tema: La agresi�n (24%) y legal (26%), con porcentajes pr�cticamente similares, ocupan el 50 % de las noticias de la muestra.

-Como hecho causal: La agresi�n producida por el enfermo (27%). Agresi�n recibida (7 %) y la autoagresi�n (6 %) determinan en 40 % de las causas de las noticias de esta variable.

-Como descripci�n de la situaci�n: Agresi�n a terceros (25 %), Agresi�n a familiares (19 %), Autoagresi�n (8 %) , Agresi�n recibida (8 %). Lo que resulta de nuevo, en un porcentaje del 50 % de la variable.

-Agresor, como rol (21 %) de las noticias de la variable.

Todas estas categor�as, est�n perfilando un enfermo mental que resulta compartir las caracter�sticas de v�ctima y verdugo a la vez, y que en su globalidad parecen configurar a las diferentes formas de agresi�n como el elemento clave de la representaci�n social de las enfermedades mentales.

-Tipo de enfermedad mental:

Las diferencias en esta variable (2: 122.84; : 5,52; < 0.05), explican el 80.17 de la varianza, en dos ejes que la describen con el 51.51 y 28.66, respectivamente. El primero de ellos, est� definido por El Pa�s y el ABC cercanos a los trastornos de conducta, mientras que las Provincias, con trastornos psiqui�tricos, define el polo opuesto. El segundo eje se encuentra determinado por el Pa�s para los trastornos de conducta y El Levante para los trastornos de ansiedad. El cruce de ambos ejes nos informa de un mayor acercamiento de los peri�dicos de tirada nacional a enfermedades org�nicas como el Alzheimer, las demencias o el Parkinson, mientras que los peri�dicos auton�micos se encuentran m�s cercanos a conceptos gen�ricos e inespec�ficos como trastorno mental, neurosis y psicosis. Describiendo con ello, la relaci�n entre el car�cter de la tirada y el tipo de enfermedad rese�ada, as� como el menor grado de especializaci�n en la descripci�n de la EM en la prensa auton�mica. Por lo que podemos concluir que a mayor cercan�a al polo de legal-agresi�n, existe una descripci�n m�s imprecisa de los trastornos mentales y que ambas caracter�sticas son espec�ficas de la prensa auton�mica.

Recordemos que un primer an�lisis de los titulares y texto rese�ado (lids), sobre la identificaci�n de la enfermedad mental, se�alaba la existencia de tres grandes grupos de trastornos: Esquizofrenia, enfermedades de origen org�nico como las Demencias, y la Depresi�n. Y sin embargo, en el an�lisis de frecuencias de esta variable, tipo de EM, aparec�an como predominantes: Esquizofrenia, Depresi�n y Trastornos de Personalidad.

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� +tco� � � +a+tpq � +auti � � +tpsi � � +PAIS� � +hist � � +tsom � ABC +demen� timpzh� park� +paraf �

_____________________________�__tans______________________________________________tper

+depre PRO +tment +e+tbi �

+epil � +paran,esqui �

+neu� � � �

+LEV � +psico �

� +tad �

+taa � Gr�fico 31. Tipos de EM

Esto significa que las demencias aparecen menos en las noticias que los trastornos de personalidad, pero cuando lo hacen, ocupan una mayor proporci�n de rese�as y titulares que estos. Observemos ahora en detalle, a partir del an�lisis de correspondencias y de acuerdo con los contenidos de los art�culos, los diferentes tipos de enfermedad identificados en prensa, tal y como figura en el gr�fico 31 como resultado de las 26 categor�as que componen la variable.

En �l, observamos que por peri�dicos, con distancias de 0.0, Las Provincias se distinguen por su cercan�a a los conceptos de epilepsia, neurosis, trastorno mental, trastorno psicol�gico, trastorno de personalidad y trastorno del control de los impulsos (piroman�as y ludopat�as).

El ABC, destaca por su cercan�a a los conceptos de agresi�n sexual, Alzheimer, demencia, depresi�n, Parkinson y trastorno de ansiedad (estr�s).

El Levante consigue las mayores cercan�as, a los significados de agresi�n sexual, deficiencia mental, depresi�n, esquizofrenia, paranoia, psicosis, Trastorno Bipolar, drogadicci�n, alcoholismo y trastornos de personalidad.

El Pa�s destaca, la agresi�n sexual, el Alzheimer, la demencia, la histeria, Parkinson, parafilias (paidofilias) y trastorno de ansiedad (estr�s).

Como puede observarse, la descripci�n anterior integra dos polos formados por los peri�dicos de tirada nacional, frente a la prensa de tirada auton�mica, que ya apunt�bamos inicialmente. En los primeros, se detecta su cercan�a a enfermedades de origen org�nico o neurol�gico, como Alzheimer, Demencias y Parkinson mientras que en los peri�dicos locales, existe un abanico m�s amplio de trastornos, en el que el Levante resulta

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m�s descriptivo que Las Provincias, situ�ndose ambos con preferencia, en el polo de los trastornos neur�ticos y las psic�sis.

-Objetivaci�n de la enfermedad mental:

(2: 137.68; : 8.82; p < 0.05), con el 79.71 de la varianza explicada, esta variable, describe aquellos otros conceptos con que son identificados en las noticias, los s�ndromes que en ellos se mencionan. As�, una esquizofrenia puede ser identificada como una enfermedad, un arrebato o simplemente como locura. En las relaciones entre categor�as, han aparecido dos ejes diferentes, explicando el primero de ellos, el 53.27 de la varianza y 26.44, el segundo. En el primer eje, se observa la oposici�n entre disminuci�n, cercano a las Provincias y secuela, t�rmino cercano al ABC. En el segundo eje, crisis cercana al Levante se opone a lesi�n pr�xima al ABC.

El cruce de ambas dimensiones se ha realizado a partir de las siguientes categor�as:

alteraci�n (alt) (3%)arrebato/ataque (arr) (1%) crisis (cri) (3%) cuadro (cua) (1%) desequilibrio (des) (1%)desorden (dso) (1%) discapacidad (dis) (7%)disminuci�n (dim) (1%)enajenaci�n (ena) (2%)enfermedad (enf) (27%) incapacitaci�n (inc) (1%)lesi�n (les) (0%),locura (loc) (5%)perturbaci�n (per) (3%) problema (pro) (7%)proceso (prc) (0%) psicopatolog�a (ppt) (6%)salud (sal) (1%), secuela (sec) (1%) s�ndrome (sin) (1%),trastorno (tra) (19%), tratamiento (trt) (6%), mal (0%).

En el gr�fico 32 podemos ver, c�mo Las Provincias acumulan los conceptos de desequilibrio, disminuci�n, incapacitaci�n, discapacidad y enfermedad. Levante y El Pa�s aparecen unidos acumulando los conceptos de enajenaci�n, trastorno, salud, tratamiento, crisis, perturbaci�n, arrebato y desorden. La palabra mal se utiliza para identificar el Alzheimer como “el mal del siglo”.

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� +les � � � � � � � � +sec � � � +loc � � � � +ABC�

+des � � � �

+dim +inc +dis � �+prc +ppt � +pro

_______________ _+PRO___+enf___________�__________________________________________+sin_______� � +tra

+alt � PAISena � � +dso � � +sal +mal � +trt +per +LEV� � +arr

+cua � � � � � +cri

Gr�fico 32. Objetivaci�n en EM.

El ABC aparece en el polo de los conceptos de locura, problema, secuela y perturbaci�n, junto con los t�rminos m�s medicalizados de psicopatolog�a y s�ndrome.

La carga simb�lica en la adjetivaci�n de la enfermedad, resulta expl�cita en los peri�dicos conservadores, donde la enfermedad mental aparece como una incapacitaci�n, enfermedad, discapacidad, problema y psicopatolog�a. Las Provincias matiza esta posici�n hacia la discapacidad, mientras que el ABC, adopta t�rminos t�cnicos en esta descripci�n, aunque parad�jicamente los simultanea con el t�rmino locura, que como puede verse resulta caracter�stico de este peri�dico.

Los peri�dicos progresistas adoptan una l�nea cercana a la percepci�n de la enfermedad mental como un hecho puntual, debido a crisis o arrebatoy que es identificado tambi�n con el necesario tratamiento en un proceso de salud. Por tanto y coherentemente con an�lisis ya expuestos, los peri�dicos conservadores se sit�an ante los trastornos mentales en el polo de la enfermedad y la discapacidad, al contrario que los progresistas que lo hacen en torno a crisis, tratamiento y la salud.

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-Distintividad de la enfermedad mental:

Con esta variable hemos identificado las categor�as que definen la relaci�n de la enfermedad mental con los paradigmas y disciplinas cient�ficas dominantes. Con diferencias significativas (2: 42.15; : 11.05 p < 0.05), las categor�as de esta variable explican el 99.85 de la varianza, en las que el primer eje, define el 79.82 del factor y el segundo solo explica el 20.03.

El primer eje viene definido entre los polos mental y neurolog�a, los peri�dicos que se sit�an en ambos extremos son el Levante y el ABC respectivamente. Este factor se define por tanto, entre un concepto general y totalizador y la especializaci�n caracter�stica del modelo biom�dico, incidiendo en el soporte org�nico de las enfermedades mentales.

El segundo eje se define entre Las Provincias cercano a psicolog�a y el Levante situado en el polo de la neurolog�a. La contribuci�n de este factor, es muy reducida, constat�ndose en �l, una gran cercan�a de los cuatro peri�dicos al total de categor�as de la variable.

La representaci�n de ambos factores y sus categor�as, (psicol�gica 17%, psiqui�trica 27%, neurol�gica 11% y mental 46%), pueden verse en el siguiente gr�fico.

� � � � � � � � � � � �

+LEV � � � �PAI+psq +neu�

_____________________+men______________�_____________________________________________+ABC____� � � � �

+PRO � � � � � � +psi

Gr�fico 33. Distintividad de las EM.

En el gr�fico anterior, podemos observar c�mo se distribuye esta variable, que resulta estar formada por los peri�dicos de tirada nacional en torno al polo psiquiatr�a /neurolog�a, frente a los de tirada local donde predomina la cercan�a a “mental”. Esto confirma una mayor especializaci�n en la definici�n de los trastornos mentales en los peri�dicos de tirada

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nacional, que cursa junto a una menor descripci�n del abanico de trastornos, as� como una mayor presencia del modelo biom�dico en ellos.

Los peri�dicos locales se identifican con t�rminos menos especializados y que engloban las psicosis y las neurosis, revelando con ello, en coherencia con los resultados de la v.18, tipo de enfermedad, una mayor amplitud descriptiva de los trastornos mentales, elaborada a partir de conceptos m�s generalizadores.

5.5.5.2-Raz�n u origen de la dolencia.

-Etiolog�a:

Esta variable ha sido estudiada a trav�s de las categor�as de org�nica (22%), infecciosa (6%), gen�tica (27%), social (25%), psicol�gica (5%), psiqui�trica (2%), profesional (4%) y multicausal (9%). No resultando del an�lisis, ninguna diferencia significativa entre los cuatro peri�dicos (2: 27.16; : 1.34, p >0.05), con una varianza explicada de 83.54.

La visi�n cl�sica de la enfermedad mental como producto de “los nervios” no ha resultado confirmada, ya que apenas aparece mencionada como tal en la prensa analizada. Adem�s, los peri�dicos locales presentan un acercamiento a causas, sociales y psicol�gicas mientras que en los peri�dicos de tirada nacional, se observa una mayor proximidad a causas gen�ticas o psiqui�tricas, sin que estas diferencias tengan significaci�n estad�stica. En este caso, es la ausencia de informaci�n predominante sobre la enfermedad mental lo que resulta llamativo. Como representaci�n, el origen de la enfermedad mental, del cual debiera derivarse una l�nea de trabajo e investigaci�n predominante o integradora, no parece existir. Lo destacable de este hecho, es la definici�n de los trastornos mentales como enfermedad, a la cual no se le atribuye ninguna etiolog�a m�dica con diferencias, sino m�s bien una causa y efecto sociog�nico: la agresi�n.

Es conveniente recordar que la disposici�n del gr�fico 34, s�lo aparece cuando se toma la muestra en su conjunto, ya que no existen diferencias entre peri�dicos. Como puede verse, en la muestra aparece claramente un factor etiol�gico psicosocial minoritario, frente a otro org�nico-gen�tico

5569 64

0

50

100

Etiología en EMOrgánicaGenéticaInfecciosaSocialPsicológicaPsiquiátricaMulticausalesProfesional

Gr�fico 34.

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 180

predominante, sin que existan diferencias significativas en la representaci�n de la etiolog�a de las EM en los peri�dicos de la muestra, lo que significa que la representaci�n en los Medios, incluye tanto conceptos del modelo biom�dico como de un modelo psicosocial.

5.5.5.3-Consecuencias de la enfermedad.

El tercer aspecto de la representaci�n de la enfermedad mental se relaciona con las consecuencias de la misma, que hemos dividido en sociales y legales en base al an�lisis de las noticias:

-Consecuencias Sociales:

Esta variable ha resultado con diferencias significativas entre peri�dicos (2: 132.45; : 16.08 p< 0.05), con el 89.18 de varianza explicada.

Los dos ejes que definen esta variable est�n conformados por Las Provincias con integraci�n laboral, frente al Pa�s con aislamiento social(54.06 de la varianza). La segunda dimensi�n esta formada por el Pa�s con aislamiento social frente a ABC con problemas o aislamiento laboral (35.12 de varianza explicada). Por lo que las relaciones entre categor�as y peri�dicos parecen describir una preocupaci�n de los peri�dicos conservadores respecto a los problemas y la integraci�n laboral en los trastornos mentales, frente a un mayor detalle en los peri�dicos de posicionamiento progresista respecto a la EM como causa de exclusi�n social. La definici�n de esta variable se configura en torno a trece categor�as:

Rechazo social (rso).12%.Recursos para la Integraci�n social (ris) 6%.Aislamiento social (ais). 14%.Integraci�n laboral (inl). 1%.Problemas / Aislamiento laboral (pla). 4%.Buen clima familiar (bcf). 1%.Conflicto familiar (cof). 31%.Angustia /Alarma Social (ans). 3%.Temor social (tso). 6%.Indignaci�n social (ids). 0%.Suicidio del enfermo (sui). 8%.Abuso sexual recibido por enfermo (abx). 4%.Abandono del enfermo (aba). 10%.

En el siguiente gr�fico, donde se encuentran representadas ambas dimensiones, podemos observar el agrupamiento de los dos peri�dicos progresistas en torno a categor�as como aislamiento social, rechazo social, conflicto familiar y suicidio del enfermo. En el polo conservador observamos que los conceptos m�s cercanos son temor y alarma social. La indignaci�n social, es la categor�a m�s cercana a Las Provincias (Gr�fico, 35).

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� +pla � � � � � � +ABC� � � �

+tso � � � � +ans � � � �

+cof +rso ________________________________________�_____________________________________________________

� +sui +ids �

+bcf +PRO � �

+inl +abx � +LEV �

+aba � � � +PAI

+ris � � +ais

Gr�fico 35. Consecuencias sociales

Por tanto, resulta destacable que para el ABC y Las Provincias la consecuencia fundamental de la enfermedad mental es la alarma social, mientras que para el Levante y El Pa�s, las consecuencias se centran b�sicamente en el enfermo, sobre el que la enfermedad opera como factor de conflicto y de exclusi�n social.

La preocupaci�n espec�fica por los problemas laborales de la prensa conservadora, se refiere fundamentalmente a los problemas puntuales de ansiedad de las fuerzas de seguridad del Estado. Y a la conexi�n con las categor�as de discapacidad y disminuci�n (variable: objetivaci�n), como describiremos a lo largo de la investigaci�n. En cualquier caso, lo que el gr�fico nos describe, son las consecuencias sociales de la enfermedad mental reflejadas, bien como alarma social o como aislamiento social. Lo que parece resaltar de modo evidente, diferencias ideol�gicas y consecuencias contrapuestas a la hora de abordar la informaci�n sobre estos trastornos.

-Consecuencias Legales:

Los peri�dicos de la muestra han demostrado posicionamientos diferentes en la representaci�n de esta variable (2: 51.46; : 6.65, p < 0.05), para un porcentaje de varianza explicada de 90.50. Donde las categor�as se agrupan en dos dimensiones que explican respectivamente el 65.55 y el 24.95 de la varianza.

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 182

La primera de estas dimensiones se define por la oposici�n entre la eximente legal (Las Provincias) y la incapacitaci�n (El Pa�s). El segundo de los ejes est� definido por el ABC con detenci�n policial, e incapacitaci�n para Las Provincias.

En gran parte de las noticias, las consecuencias sociales se presentanjunto a consecuencias de otro tipo. De modo preponderante, las consecuencias de los hechos relatados tienen que ver con el sistema legal, por lo que hemos podido identificar ocho categor�as relacionadas con este hecho:

Incapacitaci�n (inc). 3%Reclusi�n Prisi�n (rec). 8%Cambios Legislativos (cle). 7%Internamiento Centro Psqui�trico (icp). 17%Ingreso Hospitalario (inh). 9%Detenci�n Policial (dpo). 19%Procesamiento Judicial (prj). 27%Eximente/Atenuante (exa). 10%

� +ABC� � �

+dpo � � � +cle � �

LEV � +icp ________________________________________ �___________________________________________________

� � inh

+prj � � +PAI

+exa +PRO � � � � +rec � � +inc

Gr�fico 36. Consecuencias Legales en EM

El an�lisis de distancias que nos da el gr�fico anterior, donde se integran las dos dimensiones de esta variable, describe para Las Provincias, su cercan�a al procesamiento judicial, eximente, ingreso hospitalario y reclusi�n en prisi�n como ejes destacables de su l�nea editorial en cuanto a las consecuencias legales de la enfermedad mental.

Parad�jicamente, el orden en que las categor�as expresadas se acercan a este peri�dico, expresa fielmente la ruta legal, consecuente con un hecho violento protagonizado por un enfermo mental. El ABC menciona la detenci�n policial, como consecuencia legal m�s cercana.

En el Levante, al igual que en Las Provincias, resulta caracter�stica su cercan�a a detenci�n policial, ingreso hospitalario y procesamiento judicial.

A diferencia de Las Provincias, la consecuencia final para el Levante, es la incapacitaci�n m�s que la reclusi�n. Mientras que El Pa�s, resulta m�s cercano a la incapacitaci�n y cambios legislativos. La conexi�n de la

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 183

judicializaci�n y penalizaci�n de la enfermedad mental se hace muy significativa en la informaci�n de los dos peri�dicos auton�micos al encontrarse en ambos y perfectamente descrito, todo el proceso actual m�dico-legal, inherente a los trastornos psic�ticos funcionales.

5.5.5.4-Expectativas sobre curso y duraci�n.

-Duraci�n:

La duraci�n de la enfermedad mental, ha sido descrita a partir de tres categor�as, cr�nica, temporal y f�sica. Las diferencias encontradas entre los peri�dicos no han resultado significativas (2: 3.8; :-0.9, p > 0.05), para el 100 % de la varianza explicada. Coincidiendo todos ellos en la duraci�n cr�nica de las enfermedades mentales (83% de las noticias en la variable). Lo que refleja el escaso peso espec�fico de la descripci�n de los trastornos cr�nicos frente a los no cr�nicos, y la inexistencia de interpretaciones cient�ficas en las noticias de prensa, que incidan en el car�cter c�clico o f�sico de los trastornos mentales.

-Terapia:

El curso de una enfermedad mental esta �ntimamente ligado a la terapia a desarrollar ya que de esta depende, en gran parte, el curso del trastorno, conformando con ello, las expectativas de pacientes y familiares ante la enfermedad. En esta variable se han encontrado diferencias significativas (2: 72.19 ; :11.17; p < 0.05), con el 87.10 de la varianza explicada a trav�s de dos dimensiones. La primera de ellas esta formada por El Levante con farmacolog�a frente a ABC con intervenci�n psicol�gica (61.01 de la varianza). La segunda, esta delimitada por el polo formado por el Pa�s con integraci�n social frente a ABC con intervenci�n psicol�gica (26.09 de la varianza). Por lo que las categor�as de esta variable se distribuyen entre la intervenci�n a trav�s de f�rmacos o en su caso, integraci�n social frente a la intervenci�n psicol�gica. Es decir, que los peri�dicos cuanto m�s hablan de integraci�n social o farmacolog�a, menos se refieren a la intervenci�n psicol�gica y a la inversa, por lo que podemos deducir que la terapia psicol�gica no es complementaria a un modelo psicosocial de integraci�n, sino que se sit�a de manera aislada y preferentemente, a trav�s de la intervenci�n de profesionales libres, como se detallar� m�s adelante. En esta variable se han identificado ocho categor�as:

F�rmacos (far). 13%, Intervenci�n M�dica/Psiqui�trica (imp). 19%, Internamiento Psiqui�trico (inp). 20%, Hospitalizaci�n (hos). 13%, G�nica (gen). 2%, Intervenci�n Psicol�gica (ips). 9%, Intervenci�n integral (itg). 9%, Integraci�n social (ins). 15%.

Las Provincias conforma el polo formado por la terapia g�nica, la intervenci�n social e integral y la intervenci�n psiqui�trica.

El Levante se sit�a cercano a internamiento psiqui�trico, hospitalizaci�n y farmacolog�a.

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El ABC se sit�a en la intervenci�n psicol�gica. Y el Pa�s describe los f�rmacos, el interna-miento psiqui�trico, la hospitalizaci�n y la intervenci�n integralcomo medidas tera-p�uticas de mayor presencia en sus textos. Queda claro que no existe un patr�n com�n a todos los criterios y que las diferencias significa-tivas no parecen conformar o ajustarse a ning�n modelo concreto, sino a un conjunto de terapias diferenciadas, donde cada peri�dico asume terapias distintas pero con el absoluto predominio de la presencia del modelo biom�dico y sin que ninguno de ellos, tenga la intervenci�n social como caracter�stica dominante y definitoria.

Las Provincias (modelo m�dico, con la terapia g�nica), el Levante (modelo m�dico, con el Inter.-namiento psiqui�-trico), el Pa�s (modelo m�dico, con f�rmacos) y el ABC, que posee ese aire erudito y de profesionaliza-ci�n, que le acerca a tratar las enfer-

medades como expresi�n de determinados estamentos profesionales o de la investigaci�n m�s que como hechos sociales, es el �nico que menciona la intervenci�n psicol�gica individual de manera caracter�stica.

Lo destacable de esta dispersi�n en los datos, es la constataci�n de que no existe en la actualidad, un solo modelo sobre la terapia a seguir en enfermedad mental, a pesar de la importancia del modelo biom�dico, este no recoge en s� mismo, todas las categor�as que definen los aspectos diferentes de la enfermedad mental, donde un apreciable 32 % de las categor�as que

� +ABC� � +ips �

+LEV � +imp � �

+inpsiqu � � �

+hos � ________________________________________�___________________________________

� � � � � � +itg �

+far � +PRO�

+PAI � � gen � � � �

Gr�fico 37. Terapia � � +ins

Gr�fico 38. M�todos terap�uticos en EM

Terapia en EM

13%

19%

20%13%

2%

9%

9%

15%

FÄrmacos

IntervenciÅnMÇdica/PsiquiÄtricaInternamiento PsiquiÄtrico

HospitalizaciÅn

GÇnica

IntervenciÅn PsicolÅgica

IntervenciÅn integral

IntegraciÅn social

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 185

definen la informaci�n, se refieren a terapias cercanas al modelo de intervenci�n social.

-Curaci�n o pron�stico:

La curaci�n forma la �ltima variable descriptora de las identidades de la enfermedad mental. Esta ha sido tratada a trav�s de dos categor�as, curable (13%) o incurable (87%), como consecuencia del an�lisis de los peri�dicos analizados. Estas categor�as han resultados significativas en los cuatro peri�dicos (2: 28.31; :14.61; p < 0.05), para el 100% de la varianza en un solo factor, mostrando todos ellos una homogeneidad casi total, al considerar los trastornos mentales como incurables. Solo el Levante menciona en sus noticias la reversibilidad de las enfermedades mentales.

Los peri�dicos de tirada nacional con distancias equivalentes a 00.0, consideran incurables a las enfermedades mentales. Dato que resulta congruente con su mayor orientaci�n a destacar los trastornos mentales dentro de un esquema org�nico, neurol�gico o g�nico. La enfermedad mental adopta por tanto, un aire tr�gico para el enfermo y sus familias que conforma sin duda, la existencia de las personas que deben hacer frente a un trastorno de etiolog�a difusa, de car�cter cr�nico e incurable, o al menos esa es la imagen predominante que se desprende de la prensa analizada.

5.5.6-Im�genes del enfermo mental

En este apartado, vamos a describir los an�lisis encontrados en aquellas categor�as que enmarcan la imagen de las personas con enfermedad mental y sus caracter�sticas. De las variables que discriminan este elemento de la representaci�n recordemos que rol asociado, contacto social y lugar de residencia, han resultado con diferencias significativas.

-Rol asociado:

Nos informa de la categorizaci�n en que se encuadra al enfermo mental. Con diferencias significativas entre peri�dicos (2: 127.72 ; :10.03; p < 0.05), sus categor�as definen el 88.53 de la varianza explicada. Esta viene definida por la existencia de dos factores. El primero de ellos, sit�a a Las Provincias y la categor�a de discapacitado, frente a El Pa�s, con el concepto de violento (69.07 de la varianza). El segundo factor (19.46 de la varianza), se define entre demente para el Levante y desequilibrado para el ABC. El rol ha sido descrito a trav�s de 19 categor�as encontradas en los peri�dicos de la muestra. Las categor�as utilizadas en esta variable son:

Psic�pata (pst).5%Paciente (pat).7%Normalidad (nor).0%V�ctima (vic).7%Agresor (agr).21%Enfermo (enf).24%Delincuente (del).1%Loco (loc).4%

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 186

Demente (dem).2%Enajenado (ena).1%Perturbado/Trastornado (per).6%Desequilibrado (des).1%Discapacitado(dis).5%Desfavorecido (de).1%Pac�fico (pac).1%Incapacitado (inc).1%Peligroso (pel).4%Violento (vio).2%Seg�n la enfermedad (sle).6%

� � +des � +inc +pst +ABC� +ena �

+del � +loc � � � +vio

+vic � � �

+agr � +sle

__________________________+PRO_______ _�_____________________________________________________� � � +nor +pat � +PAI � +pel �

+per � +enf � +LEV

+dis +pac � +des �

� �

Gr�fico 39. Rol Asociado � +dem

Como puede verse en el gr�fico 39, en el cruce de ambas dimensiones puede verse como Las Provincias, considera al enfermo mental como v�ctima y agresor, como delincuente y como discapacitado.

El Levante lo considera como un enfermo, pac�fico, perturbado y tambi�n un desfavorecido, que en ocasiones pierde la identidad para adquirir la del s�ndrome que padece; “el esquizofr�nico”, ”el perturbado actu�.”.

Para el ABC el enfermo mental es un psic�pata, un loco, enajenado, desequilibrado y un incapacitado.

El Pa�s, describe el rol del enfermo mental a partir de las categor�as de paciente, demente, peligroso y violento.

Si el an�lisis de frecuencias nos describe al enfermo mental como “un enfermo que agrede”, las diferencias entre peri�dicos a�aden matices en esta direcci�n respecto a su imagen, llamando la atenci�n la cercan�a en Las Provincias de los conceptos de agresor y v�ctima; delincuente y discapacitado, en un esquema que obedece a una visi�n del enfermo mental entre la culpabilizaci�n y la asistencia social.

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El ABC destaca por su especial dureza en estos calificativos, a pesar de mantener en su l�nea editorial una acentuada presencia de profesionales. Los t�rminos enajenado, psic�pata y loco son los m�s caracter�sticos de sus noticias. El Pa�s identifica al enfermo mental como paciente y peligroso, mientras que en el Levante obtiene los calificativos m�s benignos de enfermo y desfavorecido. Cabe destacar que categor�as caracter�sticas del modelo biom�dico como paciente y enfermo, son agrupadas en torno a estos dos peri�dicos, al mismo tiempo que s�lo en ellos, aparece el concepto de normalidad para etiquetar al enfermo mental. El rol del enfermo mental se encuadra ideol�gicamente, como agresor y enajenado para la prensa conservadora (00.1) y como enfermo y paciente peligroso para el posicionamiento progresista (00.0). En un continuo, donde las categor�as se expresan entre un extremo caracterizado por la discapacidad y la violencia en su opuesto.

-Contacto social:

Con diferencias significativas, aunque no muy acusadas (2:27.50; :4.47 ; p < 0.05), las categor�as de esta variable (aislado, integrado e institucionalizado), explican el 99.22 de la varianza, a partir de dos factores. El primero de ellos revela el 70% y el segundo el 29.22 de la misma. El primer factor, est� determinado por la oposici�n entre institucionalizado (el Pa�s) y aislado (ABC). El segundo factor se encuentra situado entre integrado (Las Provincias) y aislado (El Pa�s). En todos los peri�dicos la categor�a con mayor presencia es la de integrado.

Grafico 40. Contacto social

El an�lisis por peri�dicos de esta variable, y su representaci�n en ambas dimensiones, describe dos extremos diferenciados relacionados con el posicionamiento ideol�gico y el car�cter de la tirada de la prensa analizada, de modo que, la prensa progresista nos habla de un sujeto preferentemente institucionalizado. Esto significa que el enfermo descrito en estos peri�dicos mantiene una relaci�n de dependencia con hospitales, Recursos sociales, prisiones o establecimientos psiqui�tricos. Las Provincias sin embargo, se caracteriza por la descripci�n del enfermo mental como una persona que vive en la sociedad y se encuentra integrado. En este sentido, el Levante tambi�n es el m�s cercano al concepto de integrado. Por lo que los peri�dicos auton�micos preferentemente, describen a un enfermo con un buen ajuste social pero muy relacionado con lo legal y la agresi�n.

13

103

19

13

44

6

10

89

40

6

23

15

0%

50%

100%

PROVINCIAS ABC LEVANTE PAÍS

INSTITUCIONALIZADOINTEGRADOAISLADO

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El ABC, sin embargo, se centra en la descripci�n de un enfermo aislado, caracter�stico de situaciones de indigencia, ancianidad y marginalidad social.

� +ais � � +PAI � � � � +ABC � � � � � � � instt �

___________________________________ __�______________________________________� � �

LEV � +int �

� +PRO �

Gr�fico 41. Contacto social por peri�dicos

-Tipo de Residencia:

En esta variable existen diferencias significativas en los peri�dicos de la muestra (2:15; : 3.7; p: < 0.05), para una varianza explicada de 99.93. Con dos factores, en el que uno de ellos explica el 90 % de la misma. Estando comprendido por el eje formado por residencia urbana (Provincias),frente a residencia metropolitana (Levante). Tanto en esta variable como en la anterior, existen diferencias entre las noticias de la muestra, con estad�sticos que indican diferencias d�biles pero significativas.

En el cruce de ambos factores, solo Las Provincias, ha resultado el m�s caracterizado por un enfermo que vive en la ciudad, ya que el resto de peri�dicos se encuentran cerca-nos a la descripci�n de situa-ciones en los que los enfermos son residentes de zonas rurales y metropolitanas.

134

3464

19

69

28

67

21

7

3

10

0

50

100

150

200

250En zonaMetropolitana

En zona Rural

En zonaUrbana

Pro-ABC-Lev-País

Gr�fico 42.Residencia

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5.5.7-Contexto social:

-Hecho causal:

Es el hecho descrito en las noticias como causante o desencadenante de la informaci�n, nos informa de la versi�n de testigos y participantes, al mismo tiempo que describe el origen de la noticia en un contexto donde los agentes sociales son interpretados por el periodista, que a su vez destaca un significado determinante en el origen del proceso. Para ello hemos detectado hasta 13 categor�as fundamentales, en las que su representaci�n encuentra diferencias entre los peri�dicos de la muestra (2: 88.40; : 8.73, p < 0.05) para una varianza explicada del 86.56.

� +ABC�

� � � � � � � +div � � � � � �

+aut � � � +fra � � � � +frs +PAI

__________________________________ �__________ +are_______________________�

+age � �

+PRO � � � � � +evm

+ipq � +crs � +LEV� � � � +cra � � +pro�

+hos � � +aen

Gr�fico 43. Hecho causal

El an�lisis de correspondencias ha identificado dos factores para esta variable. El primero de ellos explica el 43.82 del total, estando formado por

Agresi�n producida por el enfermo (age) (27%).

Agresi�n recibida por el enfermo (are) (7%).

Autoagresi�n (aut)(6%).

Falta de recursos sociales (frs) (6%).

Falta de recursos sanitarios (fra) (4%).

Creaci�n de recursos sociales (crs) (4%).

Creaci�n de recursos sanitarios (cra) (1%).

Internamiento Psiqui�trico (ipq) (8%).

Hospitalizaci�n (hos) (5%).

Evaluaci�n mental (evm) (4%).

Divulgaci�n (div)(19%).

Pronunciamiento (pro)(4%).

Abandono del enfermo (aen) (4%).

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la oposici�n entre hospitalizaci�n (Las Provincias), frente a abandono del enfermo (El Pa�s). La segunda dimensi�n esta formada, para el 42.74 de la varianza, por abandono del enfermo (Levante) frente a divulgaci�n para el ABC. En el gr�fico anterior, que expresa conjuntadas ambas dimensiones, podemos ver c�mo Las Provincias acumula la agresi�n producida por el enfermo (27 %) y la autoagresi�n, la hospitalizaci�n y el internamiento psiqui�trico (8%). En el Levante se acumulan la agresi�n recibida, informaci�n sobre la creaci�n de recursos sociales y sanitarios, denunciando a la vez la necesidad de los mismos, el internamiento psiqui�trico y la evaluaci�n mental. En El Pa�s se denota su cercan�a a evaluaci�n mental, quejas y pronunciamiento de las familias y falta de recursos sanitarios. Ambos destacan por su cercan�a a la falta de recursos sociales y sanitarios. El hecho causal que m�s destaca el ABC es la divulgaci�n popular y cient�fica m�dico-psiqui�trica (19%).

Se evidencia por tanto, el hecho de que la agresi�n en todas sus formas, se comporta como una constante en el origen de las noticias sobre la enfermedad mental. En las Provincias, se describe, a partir de las categor�as reflejadas, un proceso de agresi�n e internamiento; mientras que el otro peri�dico auton�mico, matiza esta l�nea, haci�ndose eco de las noticias sobre creaci�n de nuevos Recursos (cosa que en menor medida tambi�n hace Las Provincias), pero refiri�ndose a la agresi�n como efecto o acci�n sobre el enfermo mental. Por su parte el ABC, mantiene un tono divulgativo en sus noticias, como expresi�n de opini�n de expertos o datos demogr�ficos sobre los distintos s�ndromes. El Pa�s y el Levante son los �nicos que adoptan un tono cr�tico, al reflejar las demandas de los ciudadanos y la necesidad de crear recursos, pero no sociales en el caso de El Pa�s, sino fundamentalmente, sanitarios.

Lo que sin duda denota el origen de las noticias es que, en su causa o inter�s period�stico, recoge con absoluta preponderancia a la agresi�n, donde los distintos peri�dicos, adoptan posturas contrapuestas sobre sus caracter�sticas y din�mica diferencial.

-Situaci�n descrita:

La diferencia entre “situaci�n descrita” y “hecho causal”, consiste en que las categor�as de la primera, son tomadas en los peri�dicos no como hecho causal de la noticia, sino como circunstancias contextuales asociadas al enfermo. Esta variable ha resultado significativa, por lo que existen diferencias entre peri�dicos, respecto a la situaci�n difundida por las noticias (2: 71.06; : 6.63; p < 0.05), para una varianza explicada del 83.03. La variable ha sido expresada a partir de dos factores. El primero de ellos (53.58 de la varianza), esta formado por la categor�a huida del enfermo (Las Provincias), frente a normalidad (El Pa�s). La segunda dimensi�n se define para el 29.45 de la varianza a trav�s de crisis (Levante), frente a accidentespara el ABC. Doce categor�as han sido encontradas en el rastreo de la prensa, para esta variable:

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Fco José Mestre Luján. Los Titulares de la Locura 191

-Crisis (cri). 11%-Ingreso Hospitalario (inh). 5%-Agresi�n a terceros (agt). 25%-Agresi�n a familiares (agf). 19%-Autoagresi�n (atg). 8%-Agresi�n recibida (agr). 8%-Hu�da (hui). 3%-Delitos (del). 11%-Conductas disruptivas (cdi). 4%-Normalidad (nor). 3%-Accidentes (acc). 1%-Incumplimiento terap�utico (ict). 2%

Las Provincias se encuentra cercana a todas las formas de agresi�n que contiene la variable, excepto aquella que se refiere a la autoagresi�n, incidiendo fundamentalmente sobre la agresi�n a familiares. La autoagresi�nsin embargo, resulta caracter�stica de este peri�dico cuando se le atribuye la causalidad de la noticia y no cuando esta categor�a se menciona en el contexto de la noticia. Las crisis, los delitos y sobre todo las desapariciones y huidas, son los conceptos relacionados con este peri�dico.

� +acc � � � +ABC� � � � � +agt � � +atg

+agf � +ict ________________________________________�_____________________________________________________

� +normalidad+PRO +agrecibida +PAI

� +cdi +hui � +LEV

� +del � +inh

� � �+cri

Gr�fico 44. Situaci�n descrita

El Levante recoge las categor�as de autoagresi�n y agresi�n recibidacomo las m�s cercanas. La crisis, el ingreso hospitalario, los delitos y las conductas desordenadas o disruptivas conforman la imagen de las circunstancias que se asocian al enfermo mental. El ABC destaca sobre todo, aquellas categor�as que se relacionan con la agresi�n a terceros y la autoagresi�n (suicidios, etc.). Los accidentes son los m�s cercanos a este peri�dico. Por su parte, El Pa�s recoge preferentemente el ingreso hospitalario y las conductas disruptivas como categor�as descriptivas del contexto.

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Cabe destacar que este peri�dico, es el m�s cercano a incumplimiento terap�utico, lo que significa un salto cualitativo al se�alar la inexistencia de adhesi�n al tratamiento de los enfermos mentales protagonistas del hecho period�stico.

En el gr�fico anterior se observa, que la situaci�n descrita por el Levante y El Pa�s, recogen variables de tratamiento y m�dicas, al mismo tiempo que se describe un contexto social donde el enfermo es objeto de agresi�n. En las Provincias y en menor medida en el ABC, aparece un contexto donde el enfermo mental es agente de la agresi�n, involucrado de huidas, desapariciones y delitos. Este hecho apunta a un tratamiento diferencial de la prensa respecto a la agresi�n relacionado con el posicionamiento ideol�gico de los peri�dicos de la muestra.

-Las circunstancias asociadas a la noticia:

Esta variable nos informa de las diferencias significativas (2: 159.18; : 9.72; < 0.05), para una varianza explicada de 90.72, relacionadas con el contexto social a partir de veintis�is categor�as recopiladas en el an�lisis de contenido de aquellas caracter�sticas que poseen una menci�n secundaria e indirecta sobre los hechos relatados. La existencia de dos dimensiones, determina para el primer factor un espacio entre psicosis (Las Provincias) y prisi�n (Levante), para el 58.45 de la varianza. El segundo factor explica el 32.27 de la variabilidad a partir de la oposici�n entre prisi�n para el Levante y desordenes alimentarios, para el ABC. En la relaci�n siguiente, vemos el conjunto de categor�as en su totalidad.

Drogas (dro).6%, Alcohol (alc).5%.Discapacidad Ps�quica (dip).4%.Indigencia (ind).2%. Neurosis (neu).1%. Psicosis (psi).2%.Ambiente social conflictivo (asc).4%.Ambiente familiar conflictivo (afc).11%.Normalidad (nor). 1%. Con Medicaci�n (med).5%. Sin Medicaci�n (smd).1%.Con tratamiento Psiqui�trico (ctq).13%Sin atenci�n Psiqui�trica (stq).1%.Con atenci�n Psicol�gica (ctp).3%.Situaciones de estr�s/Ansiedad (sea) .9%.Discapacidad F�sica (dif).1%. Discapacidad sensorial (dis).1%. Des�rdenes alimentarios (doa).0%.Incapacidad (inc).1%. Abusos sexuales sobre el enfermo (axe).2%.SIDA (sid).1%.Ancianidad (anc). 6%.Circunstancias ambientales o climatol�gicas (cac).1%.Con diagn�stico m�dico (cdm).16%.Prisi�n (pri).5%.

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� +doa � � � � � � � � � +ind �

+stq � � � +sid � � � +ABC +stp � �

+dif �+dro �

+alc � +ancPA�S� �

_________________________________________+seamed______________________________________+neu +cac �

psi +dis � +ctq +cdm +PRO +axe +afc +smd � +inc

� � +LEV

+ctpdip � � +asc � +pri

Gr�fico 45. Circunstancias asociadas

Tal y como se muestra en el gr�fico anterior, Las Provincias satura el polo de la discapacidad ps�quica (0.03) y sensorial, la neurosis, la normalidad (expresando aqu�, que el individuo era normal antes de, no como categor�a que define al enfermo cuando ya lo es, sino a la situaci�n asociada o precedente al hecho relatado), sin medicaci�n pero en tratamiento psicol�gico, de la agresi�n sexual al enfermo y circunstancias climatol�gicas.

El Levante se posiciona cerca del ambiente social conflictivo(0.02), incapacidad y con diagn�stico m�dico.

El Pa�s por su parte, se encuentra cercano a drogas, ambiente familiar conflictivo, con medicaci�n, tratamiento psiqui�trico, estados de ansiedad, sin atenci�n psicol�gica y ancianidad (00.0).

Para el ABC, las categor�as m�s cercanas son las drogas, la indigencia, sin tratamiento psiqui�trico ni psicol�gico, y SIDA (0.01).

Independientemente de los matices con que se presenta el contexto de la enfermedad mental, b�sicamente todos los peri�dicos comparten que los enfermos mentales est�n o han sido tratados psiqui�tricamente, a pesar de lo cual, los servicios sanitarios no consiguen evitar la aparici�n de la agresi�n, debido a la falta de continuidad en la adhesi�n al tratamiento.

Esta variable confirma el fuerte papel de la falta de adhesi�n al tratamiento farmacol�gico y la presencia del estr�s asociado a los hechos protagonizados por los enfermos mentales. Se constata tambi�n, lo

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inapropiado de las redes sanitarias actuales para lograr un tratamiento continuado, as� como la tensi�n y conflicto que se desarrolla dentro de las redes familiares y la importancia de las conductas adictivas.

Las Provincias se encuentra muy cercano a la discapacidad ps�quica, ya que gran parte de la terapia que preconiza desde sus p�ginas en cuanto a integraci�n social, apuntan a colectivos de personas con deficiencia mental, donde la existencia de las asociaciones de familiares y recursos como los Centros Ocupacionales que aparecen en sus p�ginas est�n presentes de modo indiferenciado con la discapacidad por enfermedad mental.

El ABC apunta a situaciones donde la enfermedad mental est� presente a una problem�tica social a�adida a ambientes de marginaci�n o de desfavorecidos, asociadas a la drogadicci�n, SIDA y a las situaciones de desamparo como las que se dan en la indigencia o en la ancianidad.

Tanto El Levante como El Pa�s, son los �nicos en esta variable que destacan la descripci�n contextual de la enfermedad mental con relaci�n a situaciones de estr�s, problem�tica social y ruptura de redes sociales y familiares.

-Los antecedentes situacionales:

Los hechos o situaciones precedentes a la noticia son identificados a partir de diez categor�as, que con diferencias entre peri�dicos (2: 83.53; : 10.88; p < 0.05), han resultado con diferencias significativas con una varianza explicada de 90.23, a partir de dos ejes formados por en n�cleo familiar (ABC), frente a indigencia para el Pa�s, con el 60.53 de la varianza. El segundo eje explica el 29.70 de la variabilidad, estando formado por las categor�as diagnosticado para el Levante, y sin tratamiento psiqui�trico, para Las Provincias. Por lo que las dimensiones de esta variable describen a los peri�dicos de tirada nacional, m�s preocupados por antecedentes situaciones relacionados con lo social, frente a los auton�micos que describen m�s caracter�sticamente, precedentes relacionados con variables cl�nicas o de tratamiento.

Normalidad (nor) 13%En Centro Psiqui�trico (ecq) 6% En Hospital (enh) 5%En tratamiento Psiqui�trico (etq) 12%Sin tratamiento Psiqui�trico (stq) 2%Diagnosticado (dag) 11%Institucionalizado (ins) 7%En n�cleo familiar (enf) 30%Prisi�n (pri) 13%Indigencia (ind) 2%.

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� +stq �

� � � � � � � � � � +ind� � � �

+PRO � ecq �

� � +nor � ++pri � +PAI

___________________________________ _ _�______+enh__________________________________+enf � +ins

� � �

ABC � �

+LEV�

+etq � � +dag

Gr�fico 46. Antecedentes de las noticias

La integraci�n de las dos dimensiones de las situaciones antecedentescoloca a Las Provincias cercana a en centro psiqui�trico y prisi�n, esto significa que este peri�dico destaca el hecho de que el enfermo mental est� o pas� por estas Instituciones.

El Levante describe el antecedente de la hospitalizaci�n y el tratamiento psiqui�trico.

El Pa�s se encuentra cercano al concepto generalizador de Institucionalizado, mientras que el ABC destaca en ambiente familiar.

Las Provincias y El Pa�s acent�an los antecedentes s�lo en el caso de que est�n ligados a instituciones cerradas, insistiendo con ello en la reincidencia o persistencia del problema. El Levante los menciona relacion�ndolos a instituciones sanitarias, mientras que en el ABC predominan los antecedentes familiares de la situaci�n descrita.

La caracter�stica cercana a todos ellos es que los enfermos mentales que aparecen en las noticias, mayoritariamente est�n siendo tratados psiqui�tricamente o han sido institucionalizados u hospitalizados. Lo que confirma que no es solo la falta de asistencia, sino las actuales caracter�sticas de la misma, lo que resulta insuficiente en la atenci�n al enfermo mental. La psiquiatrizaci�n como modelo de intervenci�n prevalente en la informaci�n social que difunden los peri�dicos, est� fuertemente anclada en las noticias analizadas a pesar de sus insuficiencias, por el hecho de ser un referente b�sico en el pensamiento social, que relaciona

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psiquiatr�a y enfermedad mental, como un binomio indisoluble que estructura su representaci�n.

-Antecedentes atribuidos al hecho:

Esta variable no ha resultado con diferencias significativas (2: 6.79; : -0.74 > 0.05), aunque porcentualmente, la mayor atribuci�n causal referida, es que el contenido de los sucesos relatados es consecuencia de la enfermedad mental (60%), y en menor grado, de la discapacidad (11%), la adicci�n (6%), o la ansiedad (23%). Cabe destacar sin embargo, la confirmaci�n de la fuerte presencia del estr�s y la ansiedad en la atribuci�n causal que los testigos de la noticia realizan sobre los hechos relatados, as� como la consideraci�n de la existencia de una enfermedad que no es la locura, ni psiqui�trica, ni nerviosa, sino mental y sin diferencias para el conjunto de la muestra.

5.5.8-Identidades de las Instituciones implicadas:

5.5.8.1-Familia:

La familia como instituci�n ha sido estudiada a trav�s de tres variables. Los ingresos econ�micos ( :5.67, : -0.13, p> 00.5), Antecedentes familiares( : 31.57, : 0.29, p> 00.5) y Reacci�n familiar, de las que s�lo esta �ltima ha resultado significativa ( 2: 53.79; : 5.15 p < 0.05), con una varianza explicada de 89.38. Respecto a los ingresos, como ya sabemos, predominan las familias de bajo nivel econ�mico y no se rastrean antecedentes m�rbidos familiares con datos significativos.

La reacci�n familiar ante la enfermedad mental, supone la respuesta expl�cita de los familiares ante la cercan�a de los enfermos mentales, que en la mayor�a de los casos son sus propios hijos o c�nyuges. Las diferencias se expresan a partir de dos dimensiones, en la que la primera de ellas explica el 55.24 de la varianza y la segunda el 34.14 de la misma. El primer eje est� formado por reclusi�n en centro psiqui�trico (Levante), frente a abuso sobre el enfermo, del Pa�s. El segundo eje esta delimitado por tensi�n familiar en las Provincias, frente a abuso sobre el enfermo en el Pa�s. Diez han sido las categor�as con las que se expresa esta variable:

Solicitud ayuda a la Administraci�n (aya) 22%Ocultaci�n del enfermo (ocu) 5%Incapacitaci�n (inc) 1%Ingreso en Hospital (inh) 9%Angustia (ten) 7%Miedo 5%Tensi�n 7%Dolor 2%Reclusi�n Centro Psiqui�trico (icq) 4%Denuncia policial (dpo) 22%Abandono (aba) 7%Apoyo (apo) 7% y Abuso (abu) 2%.

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� +abu � � � � +inc � �

+icq � +PAI� � � +apo ABC � � +aya �

+LEV � � �

+inh � ________________________________________�__________________________________________

� �

+dpo � +ocu � � � � � +aba

� +PRO +ten

Gr�fico 47. Reacci�n familiar

Los dos ejes integrados nos muestran como Las Provincias se encuentra muy cercano a las reacciones familiares que implican tensi�n, dolor y abandono del enfermo. El Levante resalta el ingreso hospitalario, la reclusi�n psiqui�trica y la denuncia policial.

El Pa�s se encuentra relativamente lejos de estas categor�as y recoge aquellas peticiones de las familias que se dirigen a la Administraci�n por la generalizada falta de Recursos.

El ABC se�ala esta misma circunstancia, el apoyo familiar a los enfermos y la incapacitaci�n.

Los peri�dicos analizados describen la reacci�n de las familias desde sus quejas en el �mbito institucional (ABC y El Pa�s), hasta el lado m�s doloroso de la tensi�n y la angustia continuada ante la enfermedad mental (Las Provincias). Por su parte, el Levante refleja adecuadamente las reacciones m�s usuales de los familiares en estos momentos, girando los peri�dicos auton�micos en torno a la problem�tica familiar y la asistencia sanitaria.

5.5.8.2-Profesionales

Campo de actuaci�n profesional:

Esta variable ha resultado con diferencias significativas (2: 97.59; : 13.59 p < 0.05), para una varianza explicada de 86.88 a partir de dos factores. El primero de ellos est� definido por bomberos (Levante), frente a psicolog�a (el Pa�s), para el 53.43 de la varianza, siendo el punto equidistante

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de ambos polos, el formado por abogac�a, psiquiatr�a y neurolog�a. El segundo factor est� formado por neurolog�a en el Pa�s, frente a medicina en Las Provincias, para el 33.45 de la varianza.

Esta variable se refiere al campo de las disciplinas cient�ficas o sociales as� como las organizaciones en las que mayoritariamente se encuentran representados los profesionales que intervienen en la enfermedad mental, descritas a trav�s de diez categor�as:

Neurolog�a 5% (neu)Psiquiatr�a. 23% (psq)Medicina. 12% (med)Biolog�a. 3% (bio)Intervenci�n social. 2% (ses)Psicolog�a 8% (psi)Abogac�a 21% (abo)Polic�a 24% (pol)Bomberos 2% (bom)Educaci�n 1% (educ)

El gr�fico 48 describe para los peri�dicos de tirada nacional, una cercan�a manifiesta a los sectores de la sanidad, como la neurolog�a, biolog�a (El Pa�s) y la psiquiatr�a (ABC). Las Provincias y el Levante de modo diferenciado se encuentran cercanos a medicina y educaci�n el primero y abogados y polic�a el segundo.

� +neu � +bio �

+ses � � � � +PAI � � � � ABC� +psq � � �

________+LEV___________________________�____________________________________________+pol �

+bom � � � edc +psi

+abo � � � � � � +PRO�� � +med

Gr�fico 48. Campo Profesional

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Psiquiatras, M�dicos, Polic�as y Abogados son los profesionales con mayor representaci�n en las noticias sobre enfermedad mental, esto confirma sin lugar a dudas, que el modelo agresi�n-legal-sanidad, est� apoyado por la evidencia diaria de las opiniones y actuaciones de estos profesionales en la salud mental. Las personas, ante los problemas que le acarrean los trastornos mentales, recurren a ellos preferentemente, recibiendo las soluciones que desde estas profesiones pueden generarse, a partir de sus marcos te�ricos y de su pr�ctica profesional.

Es de destacar, que el modelo de intervenci�n social apenas tiene presencia a trav�s de sus profesionales m�s representativos (trabajadores sociales), y que la psicolog�a se encuentra demasiado alejada como para ser un referente en la prensa analizada. Es evidente el alto grado en que los profesionales que aparecen en la muestra, representan o pertenecen a una determinada instituci�n, sin embargo en el caso de la intervenci�n social y la psicolog�a, las redes municipales de servicios sociales no cuentan con programas o Recursos, por lo general, que incidan directamente sobre la enfermedad mental y acojan la pr�ctica de estos profesionales.

El resultado como vemos, es la institucionalizaci�n de intervenciones sanitarias y jur�dicas claramente insuficientes y la tangencialidad de los profesionales de la intervenci�n psicosocial, como resultado de su falta de soporte institucional. Con ello, se evidencia que la socializaci�n o privatizaci�n de los servicios sociales en EM, s�lo deber�a concebirse como complemento y no como sustituci�n de las redes institucionales, que a la postre, se convierten en las �nicas con la continuidad necesaria para afrontar el fen�meno complejo que es el tratamiento de las enfermedades mentales.

En este contexto, es de destacar el papel de los Medios como reproductores del sistema de influencia y poder vigente en la actualidad y su dependencia tem�tica de los modelos institucionalizados, influyendo con ello, en el pensamiento social, ya que en este caso, no se comportan independientemente de los modelos cient�ficos que conforman las representaciones sociales de las enfermedades mentales, sino a partir de la difusi�n de la representaci�n que poseen los grupos de influencia.

-Profesi�n:

Las distintas profesiones tambi�n encuentran diferencias significativas con relaci�n a los peri�dicos analizados (2: 125.71; : 9.76 p < 0.05), para una varianza explicada del 89.63, a partir de dos ejes formados por polic�a local (Levante), frente a investigaci�n para el Pa�s (64.26 de la varianza). El segundo eje se define entre pediatras para Las Provincias y bomberos para el Levante, con un 25.37 de la varianza explicada. La variable a sido delimitada por la recopilaci�n de las categor�as siguientes:

Psiquiatras 19% (psq)Neur�logos 4% (neu)M�dicos 10% (med)Psic�logos 8% (psi)Trabajadores sociales 2% (trs)

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Enfermer�a 3% (enf)Investigaci�n 4% (inv)Bi�logos 0% (bio)Abogados 17% (abo)Jueces 10%(jue)Pediatra 0% (ped)Bomberos 2% (bom)Maestros 1% (mae)Guardia civil 8% (guc)Polic�a nacional 4% (pna)Polic�a local 5% (plo)Polic�a auton�mica 1% (poa)Prisiones 1% (pri)Sacerdotes 1% (sac)

Del cruce de ambas dimensiones resulta que Las Provincias, se encuentra cercano a m�dicos, psic�logos, enfermer�a, judicatura, pediatr�a, guardia civil y sacerdotes.

El Levante, refleja los conceptos de abogac�a, guardia civil, polic�a nacional y polic�a local.

El ABC, se encuentra cercano a Psiquiatr�a, maestros, polic�a auton�mica y funcionarios de prisiones. El Pa�s por su parte, se posiciona cerca de psiquiatr�a, biolog�a y neurolog�a.

Las diferencias se deben fundamentalmente, no s�lo a la existencia de diferentes profesiones en las noticias, sino tambi�n y de modo anecd�tico, al diferente cuerpo de polic�a al que hacen referencia, puesto que b�sicamente, todos ellos contienen las figuras profesionales propias de un modelo sanitario (peri�dicos nacionales) frente a un modelo judicializado (prensa auton�mica), como muestra el gr�fico siguiente.

� �

+bom � � �

+plo � � +bio +neu

+pnaLEV � � +inv� +PAI� +psq

_____________________________+abo_______�_____________________________________________________+guc �

+enf � � +juesi +poa +ABC� � � +pri +mae

+PRO � � +sac � +trs

+med +ped

Gr�fico 49. Profesiones

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En �l, puede observarse una determinada distintividad, basada en la especializaci�n de figuras profesionales. Las Provincias recoge el mayor y m�s amplio surtido profesional, el Levante resulta el m�s pobre en cuanto a la cita de profesionales como fuente de autoridad cient�fica, pero no como autoridad p�blica, ya que recoge la actuaci�n tanto de la polic�a nacional como de la local. El ABC, recoge diferentes profesiones que se relacionan con problemas concretos en sus sectores, tal es el caso de las prisiones o de la educaci�n. El Pa�s resulta el que m�s claramente refleja el modelo m�dico y sanitario, estando ambos peri�dicos nacionales muy cercanos a la especializaci�n profesional y a la investigaci�n psiqui�trica.

Profesi�n Rese�as nominales

Las Provincias ABC Levante El Pa�s

Abogados: 16 4 8 8M�dicos: 24 10 3 5Neur�logos: 3 12 9 9Periodista: 4Psic�logo: 7 8 9 15Psiquiatras: 27 30 26 46Pediatra: 1Investigadores: 12 11 7 14Escritores: 1 2Juez 2 3 6Trabajadora Social 1Sacerdote 1Maestros 2Psicoanalistas 2Toxic�logo 1Empresario 1Bi�logo 1Ginec�loga 1Pedagoga 1

Total: 99 80 66 108

*Nota: La relaci�n nominal y el n�mero de rese�as individuales, figura en los anexos de esta investigaci�nTabla 42 . Profesionales

El detalle que se muestra en la tabla anterior, se refiere al n�mero de rese�as por peri�dico y profesi�n en los que el profesional es citado por su nombre o se realiza una alusi�n directa a su actividad u opini�n, que no debe confundirse con el porcentaje sobre la variable, de la lista de categor�as.

Como puede verse, los nombres que conforman e informan la opini�n sobre los trastornos mentales, incluyen fundamentalmente a psiquiatras, neur�logos, m�dicos ( psiquiatras en su mayor�a), abogados y polic�a para los cuatro peri�dicos, confirmando la existencia en las fuentes de opini�n, del protagonismo de la actuaci�n medico-legal ya referida. Hay que mencionar la fuerte presencia de psic�logos, que nominalmente aportan su opini�n, sobre todo en el campo de los trastornos neur�ticos y de la conducta, de manera puntual e individual.

La mayor contribuci�n de los profesionales y por tanto la mayor especializaci�n en la informaci�n difundida, la obtiene El Pa�s, donde un 74% de sus noticias cuentan con la cita o aportaci�n de profesionales y el ABC con un 45%. Los peri�dicos auton�micos, cuentan con la opini�n de los profesionales en un 23% de las noticias (Las Provincias) y un 18% (Levante).

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-Sector:

El sector, resulta de la agrupaci�n de las anteriores profesiones en sectores laborales de acuerdo con siete categor�as:

Instituto p�blico/privado.2% (ins), Sanidad.32% (san), Justicia.34% (jus), Ser.Sociales.6% (sso), Libres.5 (lib), Asociaci�n profesional.5% (asp), Universidad.17% (unv).

Con diferencias d�biles pero significativas entre peri�dicos ( 2:31.13; : 3.10 p < 0.05), para una varianza explicada de 92.23. Esta variable de define a partir de dos dimensiones, explicando la primera de ellas el 50.17 de la varianza, mientras que la segunda lo hace con un 42.06 de la misma.

La oposici�n entre institutos de investigaci�n (ABC) y profesionales libres (Pa�s), marca la primera dimensi�n, mientras que la segunda esta formada por asociaciones profesionales para Las Provincias frente a institutos de investigaci�n para el ABC.

El gr�fico 50, al recoger ambas dimensiones nos indica c�mo Las Provincias se encuentra cercano a Sanidad y Servicios Sociales. El Levante se encuentra cercano a Justicia y a Profesionales Libres. El Pa�s y el ABC se encuentran muy cerca de Universidad.

+ins � � � � +unv

+ABC � � +PAI� � � � �

____________________________________ _�_____________________________________________________� +jus � +LEV �

+sso � �

+san � +lib +asp �

+PRO �

Gr�fico 50. Sector Profesional

Por tanto, Las Provincias suele recurrir a profesionales de la Sanidad y de los Servicios Sociales, mientras que el Levante lo hace para Justicia y Profesionales Libres. Sanidad y Justicia son los estamentos m�s referenciados en las noticias y con mayor presencia en la prensa auton�mica. La prensa nacional, busca sus fuentes en los profesionales vinculados a la Universidad, confirmando con ello su pretensi�n de trasmitir informaci�n cient�fica y de investigaci�n sobre las enfermedades mentales.

En relaci�n con la descripci�n de las Instituciones, es necesario destacar que el contenido de las variables: noticias institucionales ( : 31.57, : 0.29, p > 00.5), acci�n de las Asociaciones de Familiares( : 20,45, : 0.58, p > 00.5) y los Recursos que est�n solicitan( : 46.58, : 1.76, p > 00.5), no han presentado diferencias significativas, por lo que los datos porcentuales y

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descripciones ofrecidas en la primera parte del an�lisis las definen convenientemente.

5.6-Caracter�sticas de la muestra e informaci�n diferencial

Analizadas todas las variables que han demostrado diferencias significativas, podemos reflejar algunos de los patrones de cambio que est�n afectando la informaci�n difundida por la prensa escrita relacionados con las dos caracter�sticas que se encuentran reflejadas en la muestra: posicionamiento ideol�gico y car�cter de la tirada.

En cuanto a la variabilidad relacionada con el car�cter de la tirada de los peri�dicos, en los de �mbito auton�mico observamos en las variables de ubicaci�n, una mayor heterogeneidad en la ubicaci�n del soporte gr�fico, frente a los peri�dicos de tirada nacional donde existe un predominio en la utilizaci�n de la parte inferior de las paginas pares. Los temas en la prensa auton�mica, se centran fundamentalmente en la agresi�n y en la imagen del enfermo mental como agente, receptor y victima de la agresi�n, en contraposici�n a los peri�dicos nacionales, donde la tem�tica caracter�stica es la difusi�n de investigaci�n cient�fica y una imagen del enfermo mental como receptor de la agresi�n.

Otra de las caracter�sticas que se relacionan con el car�cter de la tirada y con el posicionamiento ideol�gico, es la mayor judicializaci�n y presencia de la agresi�n en la tem�tica que recoge la prensa auton�mica, frente a los temas de psiquiatr�a que recogen los peri�dicos nacionales, aunque esto tambi�n es aplicable para los peri�dicos conservadores y progresistas respectivamente.

El tipo de enfermedad mental que aparece en las noticias de la prensa auton�mica responde con mayor profusi�n a aspectos relacionados con los trastornos neur�ticos y problemas psicol�gicos. Por el contrario, en la prensa nacional, el tipo de EM se caracteriza por su base neurol�gica y org�nica. De manera coherente, cuando se reflejan en las noticias categor�as globales e inclusivas, los peri�dicos auton�micos etiquetan los trastornos como mentales, psicosis y neurosis, mientras que la prensa de tirada nacional los distingue como “psiqui�tricos” y “neurol�gicos”. Tambi�n, de modo coherente con estos datos, significativamente estos mismos peri�dicos inciden en la incurabilidad de los trastornos mentales.

Para los peri�dicos de posicionamiento conservador, la enfermedad mental se relaciona con la discapacidad, la enfermedad y la locura. Los peri�dicos de posicionamiento progresista se caracterizan por categor�as como crisis o salud. En cuanto a la terapia, de modo heterog�neo se encuentran reflejadas tanto la intervenci�n psiqui�trica como la integraci�n social, aunque el modelo biom�dico resulta absolutamente hegem�nico.

En cuanto a las consecuencias sociales, estas categor�as tambi�n parecen relacionarse con el posicionamiento ideol�gico. As�, la prensa de orientaci�n conservadora refleja a la enfermedad mental como causa de alarma social, frente a los peri�dicos progresistas que se definen en torno a la exclusi�n y aislamiento social. Las consecuencias legales, sin embargo, se relacionan con el car�cter de la tirada, coherentemente con el mayor

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contenido que reflejan de las categor�as referidas a agresi�n y legal. As� los peri�dicos auton�micos muestran con mayor detalle que los nacionales, todo el proceso medico-legal consecuente con la crisis morbosa. Estos �ltimos, se centran m�s en cambios legales o en la incapacitaci�n.

El hecho que causa las noticias en la prensa auton�mica viene determinado por la agresi�n y la hospitalizaci�n frente a la prensa nacional que se identifica con la evaluaci�n mental y la investigaci�n. Sin embargo, la prensa conservadora refleja en mayor medida al enfermo mental como agente de la agresi�n, mientras que la prensa progresista lo hace como objeto de la misma. El rol del enfermo mental en la prensa conservadora se relaciona con el loco, agresor y discapacitado, en la progresista aparece como enfermo, paciente o violento. Todos los peri�dicos reflejan a un enfermo mental integrado o institucionalizado. Los antecedentes reflejados en las noticias, tambien muestran un tratamiento diferencial. Para la prensa auton�mica, se centran en la descripci�n de variables cl�nicas comodiagnosticado o sin tratamiento, mientras que la prensa de tirada nacional relata antecedentes de tipo social como indigencia o referidas al n�cleo familiar.

La reacci�n familiar reflejada en El Levante y Las Provincias, se refiere al dolor y la tensi�n familiar, que junto a la hospitalizaci�n, caracterizan su posici�n en esta variable. A este respecto, El Pa�s y El ABC, reflejan las reacciones familiares como las quejas ante la Administraci�n por falta de Recursos.

Coherentemente con estos datos, los profesionales que aparecen en la prensa de tirada nacional son fundamentalmente psiquiatras, enmarcados dentro del campo profesional de la neurolog�a y la psiquiatr�a. Con relevancia especial de aquellos profesionales que representan a las Universidades espa�olas. Los profesionales de la prensa auton�mica se mueven dentro del campo m�s difuso de la “medicina” y significativamente de la abogac�a, con predominio del campo judicial y por consiguiente, dentro de los sectores de sanidad y justicia.

Por ultimo, y sin diferencias entre peri�dicos, la etiolog�a de las EM es fundamentalmente biol�gica u org�nica, reflej�ndose tambien una causaci�n psicosocial de los trastornos mentales que determinan una imagen heterog�nea del campo etiopatog�nico. La duraci�n de las EM es cr�nica. Los hechos se atribuyen a la condici�n de enfermo mental y al estr�s, aunque el perfil responde al de una persona de 25 a 50 a�os, aut�noma, con familia propia e hijos. Las familias reflejadas en prensa suelen tener bajos ingresos. Las noticias institucionales marcan la gran preocupaci�n de este periodo en la creaci�n de recursos sociosanitarios, al mismo tiempo que se describe homog�neamente la solicitud reiterada de recursos, sobre todo de rehabilitaci�n e integraci�n social por parte de las Asociaciones de familiares.

La descripci�n de estos datos indica, que los peri�dicos de car�cter auton�mico, en contraste con la prensa de tirada nacional, presentan la informaci�n desde categor�as que reflejan una menor especializaci�n y mayor ambig�edad en la imagen de las EM. Esta, es compensada en la estructura

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de la informaci�n difundida, con la fuerte presencia de la enfermedad mental como agresi�n en las noticias que publica. Adem�s, muestran una imagen negativa del enfermo mental y reflejan en sus p�ginas un mayor componente de judicializaci�n de los trastornos mentales. Por lo que el car�cter de la difusi�n de las noticias, esta influyendo sobre el tipo de informaci�n ofertada y sobre la representaci�n de las enfermedades y de los enfermos mentales.

Otra caracter�stica de la muestra, hace referencia a los dos posicionamientos ideol�gicos contenidos en la misma definidos por un polo conservador y otro progresista. En relaci�n con esto, el an�lisis de los datos en los que existen caracter�sticas diferenciales relacionadas privativamente con este dato, apuntan a una fuerte influencia sobre las variables de ubicaci�n de las noticias. De hecho, hemos podido referir anteriormente, los datos en que los peri�dicos progresistas utilizan un mayor numero de l�neas y columnas, as� como una mayor extensi�n y perceptibilidad horizontal en la presencia del soporte gr�fico. Contrastando con ello, las noticias de la prensa conservadora ocupan un menor numero de l�neas y columnas, con un acompa�amiento fragmentario y vertical del soporte gr�fico.

Para la prensa progresista, el hecho distintivo de las EM es su relaci�n con el tratamiento dentro de un proceso de salud/ enfermedad. Sin embargo, para los peri�dicos conservadores, las enfermedades mentales se caracterizan por la discapacidad y la incapacidad como correlato legal, as� como por el viejo e identificativo concepto de locura.

Como hemos mencionado anteriormente, es necesario recalcar que El Pa�s y El Levante trasladan la imagen de aislamiento y exclusi�n social como consecuencias sociales, a diferencia de los peri�dicos conservadores que se�alan como caracter�stica esencial el temor y la alarma social. Estos �ltimos tambi�n identifican a los trastornos mentales como incurables. Puesto que como hemos visto, este resultado tambi�n esta relacionado con el car�cter de la tirada, hemos realizado un an�lisis estad�stico al respecto, cruzando la variable prensa con dos niveles: progresista y conservadora, frente a curable e incurable y en otro an�lisis subsiguiente hemos cruzado de nuevo, curable e incurable con la variable prensa, cuyos dos niveles, esta vez, estaban referidos a auton�mica y nacional, dando los siguientes resultados:

- Prensa auton�mica/ nacional: (2: 8.67; : 7.67. p < 0.05), para el 100 % de la varianza. Donde la prensa auton�mica se caracteriza por incurable.

- Prensa progresista/ conservadora:(2: 16.97; :15.97. < 0.05), para el 100 % de la varianza. Donde la prensa conservadora se caracteriza por incurable.

Por lo que podemos afirmar, que tanto el car�cter de la tirada auton�micacomo la ideolog�a conservadora de la prensa influyen sobre la consideraci�n como incurables a los trastornos mentales, existiendo una mayor asociaci�n en la relaci�n entre, incurabilidad e ideolog�a conservadora.

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El rol de enfermo, tambi�n resulta diametralmente opuesto seg�n el posicionamiento ideol�gico, ya que mientras la prensa conservadora se caracteriza por la difusi�n de la imagen de un enfermo mental agresor y enajenado, la progresista lo etiqueta fundamentalmente como paciente violento y enfermo. En este ultimo posicionamiento, el enfermo esta institucionalizado, mientras que en la prensa conservadora se trata de un agente de la agresi�n en situaci�n de marginalidad, aislado o por el contrario permanece integrado socialmente antes de producirse los hechos relatados en las noticias. Hecho que como vemos, parece perfilar un enfermo mental no psic�tico, sino al agresor psicop�tico que padece un trastorno de la personalidad, el popular y temido “psic�pata”, o bien el maltratador familiar.

La situaci�n descrita, es dibujada por la prensa conservadora a trav�s de las noticias que relatan la agresi�n a la familia por parte del enfermo mental, o cuando esta causa accidentes. Para la prensa progresista, es el internamiento y la agresi�n recibida lo que caracteriza a la situaci�n.

Dada la importancia de la agresi�n en el contexto de los datos que emergen de esta investigaci�n, hemos decidido realizar pruebas estad�sticas que nos permitan confirmar si los diferentes tipos de agresi�n se conectan con los diferentes peri�dicos de la muestra de manera significativa.

Para ello, hemos agrupado todas las categor�as incluidas en la investigaci�n y referidas a la agresi�n, en un variable que hemos denominado “agresi�n”, que incluye: las categor�as referentes a la agresi�n como tema: Agresi�n producida y recibida por el enfermo y autoagresi�n; como consecuencia social: suicidio y abuso sexual recibido; como situaci�n descrita: Agresi�n a terceros, a familiares, auto agresi�n y agresi�n de terceros o recibida; como rol del enfermo: agresor y victima; Como circunstancia asociada: Abuso sexual sobre el enfermo y por ultimo como reacci�n familiar, cuando esta se traduce en trato abusivo o de explotaci�n sobre el enfermo. Las categor�as de esta variable han sido cruzadas en primer lugar, con los cuatro peri�dicos que componen la muestra, mostrando la existencia de diferencias d�biles pero significativas en el tratamiento de la agresi�n de las noticias de la muestra ( 2: 63.02; : 3.85 p < 0.05), para una varianza explicada del 59.05 y 26.52 de la variable.

Sin embargo, esta relaci�n entre agresi�n y los diferentes peri�dicos, puede simplificarse sobre la base de lograr, una percepci�n clara del enfermo mental y su relaci�n con las caracter�sticas muestrales en cuanto a las diferentes formas de agresi�n reflejadas en las noticias de la prensa.

Hemos detectado diferencias entre los cuatro peri�dicos, pero todav�a no sabemos si realmente este trato diferencial de la agresi�n, obedece a factores de la tirada o de la posici�n ideol�gica. Tampoco sabemos claramente, si existen diferencias en el rol del enfermo mental, como agresor, como victima o como autoagresor relacionadas con el car�cter de la tirada y el posicionamiento ideol�gico de la muestra.

A fin de contestar a estas preguntas, hemos recogido las categor�as de la variable agresi�n, en la que, como ya se ha mencionado, se han detectado diferencias significativas, y las hemos agrupado en tres niveles: agresi�n

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producida, agresi�n recibida y autoagresi�n, a fin de cruzarlas con prensa auton�mica / nacional y posteriormente, prensa conservadora/ progresista:

- Variable agresi�n y prensa auton�mica y nacional:

Este an�lisis ha dado como resultado (2: 6.29; :3.03 p < 0.05), para el 100 % de la varianza, la existencia de diferencias significativas, aunque d�biles a este nivel de significaci�n. Donde los peri�dicos auton�micos se sit�an a la misma distancia de la agresi�n producida y de la recibida, mientras que los peri�dicos nacionales se caracterizan por la autoagresi�n.

- Variable agresi�n y prensa conservadora y progresista:

En este an�lisis se han encontrado diferencias significativas (2: 8.17 :4.36, p < 0.05) para el 100 % de la varianza, con un mayor grado de asociaci�n. Donde los peri�dicos conservadores se caracterizan por una agresi�n producida por el enfermo, los progresistas en una agresi�n recibida por el enfermo y un mismo posicionamiento para ambas tendencias frente a la autoagresi�n.

Por lo que podemos concluir que ambas caracter�sticas de la muestra afectan al trato dado para la agresi�n, debido a la amplitud con que el tema es tratado por la prensa auton�mica, en todas sus vertientes. Pero que cuando analizamos la relaci�n entre el rol agresivo del enfermo mental con el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada, encontramos diferencias significativas y de mayor intensidad, que identifican a la prensa conservadora con la imagen del enfermo mental como agente de la agresi�ny a la progresista con la imagen del enfermo mental como receptor de la agresi�n.

Encontramos por tanto influencias del posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada en los contenidos de las noticias sobre EM y que se relacionan con una fuerte presencia del modelo biom�dico y la psiquiatrizaci�n, as� como al enfermo, principalmente como receptor de la agresi�n pero capaz de autoagredirse, en la prensa progresista, frente a la significativa presencia de aquellas categor�as que definen al enfermo como un agente agresor, loco, discapacitado, causa de alarma social que agrede principalmente a sus familiares y cercano a situaciones de marginalidad social o definido fundamentalmente por el perfil cl�sico del psic�pata, como caracter�sticas de la prensa conservadora.

Por lo que la tr�ada Legal-Agresi�n-Sanidad, presente en todos los an�lisis realizados de la investigaci�n, resulta influenciada en su expresi�n, tanto por el posicionamiento ideol�gico de la prensa como por el car�cter de su tirada y en su contenido, por el modelo biom�dico con car�cter dominante.

De modo persistente, la imagen del loco como un ENFERMO QUE AGREDE, emerge poderosamente como la representaci�n moderna del

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enfermo mental. Producto sin duda, de la situaci�n generada por el insuficiente desarrollo de la Reforma Psiqui�trica.

5.7-Perfil especifico de los peri�dicos analizados

El an�lisis de contenido realizado hasta ahora, nos informa sobre las categor�as de las variables de ubicaci�n y contenido de todos los peri�dicos de la muestra. A partir de las pruebas estad�sticas realizadas hemos detectado y descrito, aquellas categor�as que definen las diferencias entre peri�dicos. Por ello, podemos en esta secci�n determinar cu�l es el perfil de cada peri�dico, teniendo en cuenta las categor�as de las variables que han resultado con diferencias significativas y que se encuentran m�s cercanas a cada uno de ellos.

LAS PROVINCIAS

Las noticias en este peri�dico, est�n encuadradas en la secci�n de sucesos. Los temas predominantes se relacionan prioritariamente con la agresi�n, servicios sociales y familia, lo que le sit�a en una l�nea editorial culpabilizadora y asistencial. Esto resulta coherente con el rol del enfermo mental descrito en sus noticias, en las que el enfermo, que habitualmente ya ha pasado por una instituci�n psiqui�trica o la prisi�n, aparece acusadamente como agresor, v�ctima y tambi�n como delincuente y discapacitado.

Centrado en la enfermedad y en la discapacidad, la terapia que difunden sus p�ginas sigue la l�nea mencionada, que determina una preocupaci�n por el internamiento y la hospitalizaci�n en paralelo a la integraci�n social del discapacitado. Este peri�dico le presta igual atenci�n, tanto a las “neurosis” como a las “psicosis” en detrimento de otros trastornos de origen org�nico y degenerativo.

Los s�ndromes psic�ticos son etiquetados como enfermedad mental, como adjetivo generalizador. Las consecuencias sociales en este peri�dico se centran en resaltar la indignaci�n social consecuente con los contenidos violentos de sus noticias.

Las consecuencias legales fijadas en sus p�ginas describen con detalle todo el proceso de institucionalizaci�n actual, a partir de la judicializaci�n de la enfermedad mental, en el que la hospitalizaci�n o el internamiento casi siempre es consecuencia de un hecho violento, la detenci�n policial y el procesamiento judicial. Estas son las circunstancias que se convierten en el hecho causal de sus noticias.

Las situaciones que se describen giran en torno a la agresi�n del enfermo mental sobre sus familiares y las desapariciones o huidas, por el hecho de que el enfermo no estaba medic�ndose; contribuyendo a difundir repetidamente, el car�cter incontrolable de las enfermedades mentales. La discapacidad vuelve a aparecer como una de las caracter�sticas situacionales m�s se�aladas por este peri�dico. Las reacciones de los familiares se centran en la institucionalizaci�n psiqui�trica u hospitalizaci�n del enfermo y en los sentimientos de dolor y desamparo de las familias.

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Los profesionales que definen la enfermedad mental a trav�s de sus actuaciones, se centran en el campo de la medicina, la abogac�a y las fuerzas del orden, los protagonistas t�cnicos que figuran con asiduidad en sus noticias son los miembros de la polic�a, la judicatura y la abogac�a, coherentemente con su enfoque de la agresi�n como factor principal. Los sectores caracter�sticos de sus noticias son los de sanidad y servicios sociales al no englobarse dentro de “Justicia “, a la polic�a y los abogados libres o no relacionados directamente con la Instituci�n.

Las Provincias

Temas preferentes: Agresi�n, Servicios Sociales, Legal, Familia, Tipos de enfermedad mental: Ludopat�a. Epilepsia.T. Mental. T. Personalidad. T. Ps�quico.Distintividad de los trastornos: Psicol�gicos, Mentales y Psiqui�tricos.Adjetivaci�n: Enfermedad. Discapacidad. Alteraci�n. Desorden.

Incapacitaci�n. Proceso.Hecho causal: Agresi�n producida. Agresi�n recibida. Auto agresi�n. Falta

de Recursos Sociales y Sanitarios y Creaci�n de los mismos. Internamiento Psiqui�trico.

Consecuencias sociales: Indignaci�n social. Abuso sexual. Buen clima familiar.Consecuencias legales: Procesamiento Judicial. Reclusi�n Prisi�n. Ingreso

hospitalario. Eximente.Terapia: G�nica. Integraci�n Social. Intervenci�n Psiqui�trica.Situaci�n contextual: Agresi�n a familiares. Hu�da. Delito. Agresi�n recibida.

Agresi�n a terceros. Crisis.Situaci�n asociada a: Falta de adhesi�n a la medicaci�n. Agresi�n sexual.

Discapacidad ps�quica y sensorial. Neurosis. Normalidad. Con Tratamiento Psiqui�trico y Psicol�gico. Circunstancias Climatol�gicas.

Antecedentes: En Centro Psiqui�trico. Prisi�n. Rol del enfermo: Agresor. V�ctima. Delincuente. Pac�fico.Reacci�n Familiar: Tensi�n Familiar. Abandono.Profesi�n: Medicina. Psicolog�a. Abogac�a. Judicatura. Pediatr�a.

Guardia Civil. Sacerdocio. Campo de Actuaci�n: Medicina.Sector Profesional: Sanidad. Servicios Sociales. Profesionales libres.

Tabla 43.Perfil diferencial de Las Provincias

EL LEVANTE

Este peri�dico caracterizado por la presencia del modelo biom�dico, la exclusi�n social y lo legal, inserta los art�culos sobre la enfermedad mental en las p�ginas de Sociedad, secci�n no muy diferente a la de sucesos del peri�dico anterior, pero mucho m�s heterog�nea en cuanto a contenidos. Los trastornos mentales aparecen como un proceso de salud y enfermedaddonde est� muy presente la psiquiatrizaci�n, por ello la persona con enfermedad mental, es un enfermo categorizado a trav�s de su dolencia. De manera consistente, las terapias que se difunden desde sus p�ginas, son fundamentalmente la hospitalizaci�n y el tratamiento farmacol�gico. La etiolog�a de estos trastornos es neurol�gica o psiqui�trica, en los que la enfermedad es sin�nimo de tratamiento y salud. Sin embargo el modelo biom�dico tan presente en este peri�dico, distingue a la enfermedad como psiqui�trica por detr�s de mental, que supone como ya hemos mencionado,

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un concepto inclusivo de diferentes tipos de trastornos. Las consecuencias sociales que perciben sus lectores son aquellas que se refieren a la enfermedad como causa de rechazo social y exclusi�n, as� como el conflicto familiar que ello produce. Las consecuencias legales descritas, al igual que en el peri�dico anterior, se centran sobre la detenci�n, el procesamiento judicial y la institucionalizaci�n psiqui�trica.

Los hechos que generan sus noticias est�n determinados por la agresi�n recibida por el enfermo mental y la falta de recursos sociales y sanitarios, as� como el eco que alcanzan en sus p�ginas la creaci�n de nuevos servicios, describiendo situaciones en los que la autoagresi�n, la agresi�n recibida y las crisis psic�ticas tienen su consecuente en el internamiento y hospitalizaci�n del enfermo mental. El conflicto familiar y la existencia de diagn�stico m�dico, son constantes que figuran asociadas a la descripci�n de las situaciones en los dos peri�dicos auton�micos.

Los precedentes que se hacen constar giran de manera coherente con el historial m�dico de hospitalizaciones y tratamientos psiqui�tricos del enfermo mental y al igual que en el peri�dico anterior, se se�alan la institucionalizaci�n psiqui�trica, el estr�s y el dolor familiar, como la reacci�n familiar m�s usual ante la enfermedad mental. Los profesionales citados en este peri�dico, se incluyen preferentemente dentro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y la abogac�a.

LEVANTE

Temas preferentes: Legal y Psiquiatr�aTipos de enfermedad mental: T. Adictivos. Ag. sexual. D. mental. Depresi�n. Esquizofrenia.

Paranoia. Psicosis. T. Bipolar., T. Personalidad.Distintividad de los trastornos: Mentales y Psiqui�tricos.Adjetivaci�n: Perturbaci�n. Arrebato. Crisis. Enajenaci�n. Problema. Salud.

Trastorno. Tratamiento.Hecho causal: Crisis. Agresi�n recibida. Agresi�n producida. Auto agresi�n.

Falta de Recursos Sociales y Sanitarios y Creaci�n de los mismos. Internamiento Psiqui�trico y Evaluaci�n Mental.

Consecuencias sociales: Suicidio. Rechazo Social. Conflicto Familiar.Consecuencias legales: Procesamiento Judicial. Ingreso Hospitalario. Detenci�n

Policial. Eximente. Incapacitaci�n.Terapia: Internamiento. Hospitalizaci�n. Farmacolog�a.Situaci�n contextual: Agresi�n recibida. Delito. Conductas disruptivas. Crisis.

Ingreso Hospitalario. Agresi�n a familiares. Agresi�n a terceros.

Situaci�n asociada a: Ambiente social conflictivo. Con Tratamiento Psiqui�trico. Incapacidad. Con diagn�stico m�dico. Prisi�n.

Antecedentes: En tratamiento Psiqui�trico. Hospitalizaci�n.Rol del enfermo: Enfermo. Paciente. Normal. Perturbado. Desfavorecido.

Pac�fico. Seg�n la enfermedad.Reacci�n Familiar: Ingreso Hospitalario. Intern. Psiqui�trico. Detenci�n Policial.Profesi�n: Polic�a Nacional. Guardia Civil. Polic�a Local. Abogac�a.

Enfermer�a.Campo de Actuaci�n: Polic�a Local.Sector Profesional: Justicia. Profesiones Liberales.

Tabla 44. Perfil diferencial del Levante

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EL ABC

Este peri�dico encuadra las noticias sobre la enfermedad mental en la secci�n de sanidad, con presencia importante de los temas de psiquiatr�a e investigaci�n cient�fica. Centrado en estos s�ndromes como enfermedad, difunde una imagen del enfermo mental como psic�pata, loco o enajenado, siendo el peri�dico que m�s caracter�sticamente combina una imagen de divulgaci�n medicalizada y culpabilizadora de la enfermedad mental.

La enfermedad mental como consecuencia social, s�lo aparece significativamente en la descripci�n de los trastornos ps�quicos que padecen las fuerzas del orden en el Pa�s Vasco, por el llamado “S�ndrome del Norte” como enfermedad profesional, ante el que se recomienda la intervenci�n psicol�gica.

Los peri�dicos nacionales, mencionan las consecuencias legales referidas fundamentalmente a cambios legislativos y las consecuencias de la detenci�n policial. Las enfermedades caracter�sticas de este peri�dico son las relacionadas con la etiolog�a org�nica, como las demencias, y la enfermedad en s� misma se objetiva como discapacidad. El ABC es el �nico que incide en el car�cter neurol�gico de las enfermedades mentales, pero no como sin�nimo de neurosis sino con relaci�n a la etiolog�a org�nica referida.

El enfermo mental aparece como un agresor e involucrado en accidentes, normalmente ligado a situaciones de marginalidad como la drogadicci�n, la mendicidad y el SIDA, casi siempre sin tratamiento psiqui�trico, contribuyendo con ello a percibir la enfermedad mental relacionada con el fracaso social. La solicitud de ayuda a la Administraci�n, es la principal reacci�n familiar que recoge este peri�dico. Los campos en los que intervienen los profesionales son la psiquiatr�a, la neurolog�a, la biolog�ay aquellos que trabajan en los servicios sociales.

ABC

Temas preferentes: Investigaci�n. Psicolog�a y Laboral.Tipos de enfermedad mental: T. Ansiedad. Ag. sexual. Alzheimer. Demencia. Depresi�n.

Parkinson. Pedof�lia. Distintividad de los trastornos: Neurol�gicosAdjetivaci�n: Locura. Problema.Hecho causal: Divulgaci�n cient�fica y socialConsecuencias sociales: Problemas laboralesConsecuencias legales: Detenci�n policial. Ingreso Hospitalario. Pro. JudicialTerapia: Intervenci�n Psicol�gicaSituaci�n contextual: Accidentes. Agresi�n a terceros. Auto agresi�n.Situaci�n asociada a: Drogas. Indigencia. Sin tratamiento Psiqui�trico ni

Psicol�gico. SIDA Ancianidad.Antecedentes: Enfermedad mental. En tratamiento Psiqui�trico. Rol del enfermo: Psic�pata. Loco. Enajenado. Incapacitado.Reacci�n Familiar: Solicitud de Ayuda a la Administraci�n. Incapacitaci�n. Apoyo

Familiar.Profesi�n: Polic�a Auton�mica. Funcionarios Prisiones. Psiquiatr�a.

Magisterio.Campo de Actuaci�n: Psiquiatr�a. Educaci�n.Sector Profesional: Servicios Sociales

Tabla 45. Perfil diferencial de ABC.

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EL PA�S

El Pa�s, sit�a la informaci�n sobre la enfermedad mental en el campo de la secci�n period�stica de Tribunales, ya que el rol asignado al enfermo mental es el de un paciente peligroso y violento, la terapia sin embargo, se instala en un perfil biom�dico y de integraci�n social, donde se rese�an las causas de la exclusi�n, el aislamiento y el rechazo social del enfermo mental, en el que se ubican tambi�n, las llamadas de ayuda de las familias a la Administraci�n.

Los trastornos mentales son identificados como proceso, donde son importantes la salud y el tratamiento psiqui�trico. Las evaluaciones mentalesque se realizan, dentro de los procesos judiciales y los pronunciamientos que emiten los familiares por su situaci�n, son los hechos que generan las noticias en el Pa�s. El contexto descrito es el de la hospitalizaci�n y el internamiento psiqui�trico.

La ancianidad, el alcohol, el ambiente familiar conflictivo y la existencia de tratamiento, son las circunstancias asociadas a la enfermedad mental, consistentes en hechos, protagonizados por enfermos con precedentes de institucionalizaci�n. Al igual que el ABC, este peri�dico se centra en la Psiquiatr�a y en la Justicia, siendo el que m�s rese�a las opiniones de los investigadores y personal universitario.

EL PA�S

Temas preferentes: Psiquiatr�a, Investigaci�n, Familia, Legal.Tipos de enfermedad mental: : Hipocondr�a, Ag. sexual, Alzheimer, Demencia, Histeria,

Parkinson, Paidof�lia, T. Ansiedad . Distintividad de los trastornos: Psiqui�tricos, Mentales y Psicol�gicos. Adjetivaci�n: Enajenaci�n, Alteraci�n, Cuadro, Perturbaci�n, Enfermedad,

Problema, Salud, Trastorno y Tratamiento.Hecho causal: Evaluaci�n mental, Falta de Recursos Sanitarios, y

Pronunciamiento Social.Consecuencias sociales: Aislamiento y Rechazo Social.Consecuencias legales: Incapacitaci�n.Terapia: Integraci�n Social, Hospitalizaci�n, Internamiento,

Farmacolog�a.Situaci�n contextual: Incumplimiento terap�utico, Conductas Disruptivas, Ingreso

Hospitalario.Situaci�n asociada a: Ancianidad, Drogas, Alcohol, Ambiente Familiar Conflictivo,

Con Medicaci�n, En Tratamiento Psiqui�trico, sin tratamiento Psicol�gico, Estados de Ansiedad, Con diagn�stico M�dico.

Antecedentes: Institucionalizaci�n.Rol del enfermo: Paciente, Peligroso , Normal, Loco, Demente , Violento.Reacci�n Familiar: Solicitud de Ayuda a Administraci�n, Incapacitaci�n, Apoyo

Familiar.Profesi�n: Neurolog�a.Campo de Actuaci�n: Psiquiatr�a, Biolog�a.Sector Profesional: Justicia, Universidad.

Tabla 46. Perfil diferencial de El Pa�s

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5.8-Diferenciaci�n e ideolog�a en la prensa analizada

A lo largo de todo el proceso de an�lisis, hemos podido describir aquellas categor�as con mayor presencia en las noticias de la muestra. Esto ha supuesto la detecci�n de diferencias significativas en la representaci�n de la EM en los Medios de Comunicaci�n analizados. Esta diferenciaci�n se relaciona con dos caracter�sticas muestrales b�sicas, el car�cter de la tirada de los Medios y el posicionamiento ideol�gico del discurso period�stico.

Adem�s, hemos detectado la presencia de los conceptos definitorios de dos modelos cient�ficos que definen la representaci�n de los trastornos mentales en interacci�n con las dos caracter�sticas rese�adas de la muestra. Por lo que las noticias sobre la enfermedad y los enfermos mentales, su contenido y significaci�n, se encuentran ligados a la influencia ejercida por las caracter�sticas estructurales de la prensa analizada, su posicionamiento ideol�gico y la existencia de im�genes y conceptos provenientes de teor�as cient�ficas.

Los presupuestos te�ricos que describen como el Medio influye en el mensaje (McLuhan, 1962), as� como las formulaciones que proponen las representaciones sociales como una construcci�n social relacionada con modelos cient�ficos e ideolog�as dominantes (Moscovici, 1976; Bourdieu, 1980; Rouquette,1986), que se expresan como campo de tensiones de la interacci�n social, resultan coherentes con los datos derivados del an�lisis de esta investigaci�n.

En este contexto, es necesario delimitar con mayor precisi�n, el papel de las ideolog�as y su interacci�n con los modelos cient�ficos, as� como su contribuci�n al contenido de las representaciones sociales de la enfermedad mental.

Cuando mencionamos la frase “posicionamiento ideol�gico”, no debe entenderse que asumimos la dicotom�a cl�sica entre derecha e izquierda, sino que m�s bien, estamos haciendo referencia a la realidad social de unos peri�dicos que en nuestra Comunidad, han llegado a ser distintivos de diferentes opciones ideol�gicas contrapuestas y modos de entender la cultura diferentes. En el �mbito estatal, hemos seleccionado obviamente, aquellos peri�dicos que en la vida nacional, tradicionalmente se encuentran muy identificados, no solo con opciones pol�ticas concretas, sino que tambi�n son representativos de una determinada forma de entender las creencias sociales, pol�ticas y culturales, defini�ndose en esto, por su polaridad contrapuesta. Y esto es consecuente con la descripci�n de las ideolog�as de la sociedad post, donde el conservadurismo se relaciona con las creencias y actitudes formalistas y tradicionales, mientras que el progresismo, lo hace con actitudes rupturistas, humanitaristas y de confianza en el dominio de la t�cnica y en el conocimiento de los profesionales para la soluci�n de los problemas sociales (Seoane, 1993; Seoane et al, 1996).

Por otro lado, las hip�tesis de partida planteaban la posibilidad de que las Representaciones Sociales actuales de la enfermedad mental, se comporten de modo relativamente independiente de las ideolog�as, lo que ha encontrado soporte en los an�lisis diferenciales realizados, mostrando la diferente entidad de las ideolog�as y las representaciones sociales, as� como

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la relaci�n de estas ultimas, con el formato y la estructura diferencial de los Medios de Comunicaci�n. En este contexto, cabe se�alar el hecho de que en un mismo peri�dico, independientemente de su posicionamiento ideol�gico, encontramos diversas categor�as sobre la enfermedad mental, algunas incluso, contradictorias entre s�, que evidencian un esquema de difusi�n de la informaci�n y la influencia de diferentes elementos muestrales sobre el contenido y ubicaci�n de las noticias. Esto es congruente con estas hip�tesis de partida y de hecho, justifica la metodolog�a desarrollada, ya que las Representaciones Sociales detectadas, deben ser un fiel reflejo de las “teor�as populares” que, aunque dotadas de cierta l�gica social, sin embargo, no tienen porque tener una total homogeneidad interna, semejante a un mismo tronco que une una diversidad de ramas diferentes. La metodolog�a utilizada, refleja fielmente los cambios, ca�ticos o no, que se producen en la sociedad en torno a los fen�menos culturales, sociales y sus representaciones, sin imponer una estructura racional a priori y revel�ndonos las relaciones entre los contenidos de las noticias y los distintos sistemas de creencias y las diferentes realidades sociales, como partes integradas de hechos culturales e hist�ricos anclados en la representaci�n social de los trastornos mentales. Por lo que describir la heterogeneidad o la coherencia de las representaciones sociales de las EM, asumir la influencia detectada a partir del posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada y la confirmaci�n o no de las hip�tesis iniciales al respecto, hacen necesario el an�lisis de la variable peri�dicos, con dos niveles definidos por el polo conservador y el polo progresista, a fin de cruzarlas con aquellas variables que han resultado con diferencias significativas, con el objetivo de determinar la relaci�n entre ideolog�a y representaci�n y si su influencia sobre las variables de la investigaci�n no es un producto azaroso. Con ello, pretendemos contribuir a la discusi�n de tres objetivos concretos:

- Descripci�n del campo de informaci�n de las Representaciones Sociales de la EM.

- Independencia de las Representaciones sociales de los sistemas de ideolog�as, como producto social espec�fico.

- Relaci�n entre ideolog�as y Representaciones Sociales.

5.8.1- Enfermedad mental /salud mental.

Extra�da de las categor�as de la variable “objetivaci�n”, ha resultado significativa para 2: 9.51; : 8.51; p < 0.05; con un solo factor explicativo para el 100 % de la varianza.

+ + ENFERMEDAD SALUD

________�____________o___________________________�___� � conservador progresista + fig (8). Variable: Salud /Enfermedad.

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Lo que confirma la posici�n de los peri�dicos conservadores respecto a la enfermedad en contraposici�n a la salud. Condici�n que se ve reforzada por los resultados globales del an�lisis de la variable 19, sobre la objetivaci�n de los trastornos mentales.

5.8.2-Las secciones period�sticas:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 136.99; 31.50; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + conservador progresista

__�________________o_____________________�_____________________________________� � �� � �� � �� � � � �� � op dirannaclosuc port com + + +ot+ ++ cultintcjust anu ag +cien +

Fig (9). Posicionamiento ideol�gico y secciones

Este an�lisis nos muestra claramente, c�mo los peri�dicos conservadores acumulan las secciones de Sanidad (san) y Sucesos (suc).Los peri�dicos progresistas sin embargo, se inclinan al polo formado por Justicia (just) y Ciencia (cien). Aunque es necesario recordar que esta variable solo debe interpretarse como preferencia editorial en el encuadre de las noticias, que en realidad no refleja fielmente el contenido tem�tico de los art�culos.

5.8.3-Los temas period�sticos:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 33.93; 9.17; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG

_____________________�____________o______________�_____________________________� � � � � � � � lab infam san met + + + AGRS leg psiser + +

Fig (10) . Posicionamiento ideol�gico y temas

En los temas period�sticos, donde recordemos que el an�lisis de contenido es el que determina la agrupaci�n de categor�as, nos da como resultado un polo conservador a partir de Familia (fam), Investigaci�n (in) y Agresi�n (agr). El polo progresista se define por Sanidad (san) y Psicolog�a (psi). Las categor�as de Servicios Sociales (ser) y Legal (leg) guardan una distancia equidistante entre ambos polos.

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5.8.4-El hecho causal de las noticias:

Esta variable ha resultado significativa para (2: 31.69; 5.68; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG

_____�_______________o__________________�______________________________________� � � � �� � � � � � � hosp divul aenf frsanevment pronun abnd+ + autaginterc arefecrsan+ + + + Fig (11). Ideolog�a y hecho causal

Los datos confirman que el polo conservador se define por Agresi�n producida por el enfermo (aenf) y Autoagresi�n (autag), Falta y creaci�n de servicios sociales (frsoc, crsoc). Internamiento (Inter.), Hospitalizaci�n (hosp) y Divulgaci�n (divul).

A su vez el posicionamiento de la prensa progresista se refleja en Falta y creaci�n de recursos sanitarios (frsan y crsan), Agresi�n recibida (arefer), as� como Evaluaci�n mental, de claras resonancias legales, y abandono del enfermo (abnd).

5.8.5-Tipo de enfermedad mental:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 41.44; 3.29; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG

____________________________________�__________o____________�__________________� � � � � � � � ���� �� � � trpqui trpsi park anox trimpalzh dep ttrans absex trsc+ + + + tsoma+ + trpersog++ + +

Fig (12). Ideolog�a y tipo de enfermedad

Anorexia, epilepsia, histeria, hipocondr�a, juego patol�gico o piroman�a, los trastornos bipolares, las psicopatolog�as de la personalidad ( trpers) y las demencias, caracterizan a los peri�dicos conservadores. Los progresistas, rese�an enfermedades como paidofilia, trastornos de ansiedad (trans) y alcoholismo.

La depresi�n y la esquizofrenia, aunque m�s cercanos al polo de la prensa progresista, se encuentran en una zona compartida y casi homog�nea a ambos posicionamientos. La variable esta definida en el polo conservador, por trastornos psiqui�tricos (trpqui) y en el progresista por los trastornos de conducta (trsc). Estos datos aparecen formando un espacio representacional que se mueve entre lo psiqui�trico y lo conductual (prensa conservadora vs. progresista).

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5.8.6-Distintividad de los trastornos mentales:

Recordemos que con las categor�as de esta variable, explor�bamos la relaci�n entre la descripci�n de la enfermedad mental en general, definida a partir de las etiquetas que provienen de diferentes modelos cient�ficos, como neurol�gico, psiqui�trico, psicol�gico y mental. En esta variable, la contribuci�n del posicionamiento ideol�gico a la distintividad de las enfermedades mentales, resulta significativa pero de menor intensidad que el car�cter de la tirada. Con 2:12.61; 5.55; p < 0.05, para un solo factor explicativo del 100% de la varianza, los peri�dicos conservadores se caracterizan por su cercan�a a neurol�gico y psicol�gico, mientras que los progresistas se ubican cercanos a psiqui�trico y mental.

+ + AUT NAC �_______________o_____________________________�________________________________� � � � pscol psqui neur+ + mental Fig (13).Distintividad y �mbito de la tirada

Al cruzar estas categor�as con prensa nacional y auton�mica, la enfermedad mental como trastorno psiqui�trico es la categor�a m�s definitoria de la prensa auton�mica, frente a trastorno neurol�gico en la prensa nacional (2: 18.91; 9.18; p < 0.05), para un solo factor explicativo del 100 % de la varianza. Por lo que podemos concluir que ambas caracter�sticas de la muestra influyen de tal modo que hacen inviable una descripci�n diferencial que no sea especifica de dicha interacci�n, reiterando en esta variable, el mayor peso definitorio del �mbito de la tirada sobre el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada.

5.8.7-Objetivaci�n de la enfermedad mental:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 51.35; 6.26; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

El posicionamiento progresista se acerca a crisis (3), tratamiento (22), psicopatolog�a (17) y salud (18).

CONS PROG ______________________�________o_____________�_______________________________� � � � ���� � � � � � �� � � � 8 127 13 10 2115 22 20 1718 2 6 23+ + + + 1991 + + 4 + + ++ + + +

Fig (14). Objetivaci�n e ideolog�a

Los conceptos de Enfermedad (10), Discapacidad (7), Locura (13) e Incapacidad (11), caen dentro de la esfera conservadora, mientras que el de Trastorno (21), se encuentra equidistante de ambos polos. Estos datos resultan coincidentes con los encontrados en los an�lisis precedentes de la investigaci�n.

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5.8.8-Terapia descrita:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 25.32; 6.93; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG

_______ _�_________________________o____________�______� � � � � �� � intintinte intsoc fhosp inte+ + + psqui en ++ +

+ + Fig (15). Terapia descrita

El concepto de Intervenci�n Psiqui�trica (psqui) se encuentra casi equidistante entre ambos polos, estando sensiblemente cercano al polo progresista (0.01, diferencial). Los peri�dicos conservadores caracterizan su perfil diferencial saturando Integraci�n social, Integral y Psicol�gica (intsoc, intint, intpsi). Mientras que los progresistas se ordenan en torno a F�rmacos (farm), Internamiento (intern) y Hospitalizaci�n (hosp).

En relaci�n con los resultados de esta variable, llama la atenci�n el hecho de que en la descripci�n del contexto social, sean los peri�dicos de posicionamiento progresista los que inciden en la enfermedad como causa de exclusi�n, a la vez que los conservadores son los peri�dicos que m�s estigmatizan al enfermo mental y sin embargo, son estos �ltimos, los que denoten una mayor cercan�a a la integraci�n social, mientras que el Levante y El Pa�s, saturen la institucionalizaci�n sanitaria. Es necesario recordar que no estamos analizando determinadas ideolog�as, sino su influencia o participaci�n en las representaciones sociales de la enfermedad mental, que como vemos, precisamente se caracteriza por ser una construcci�n nueva del pensamiento social, relativamente independiente de las significaciones ideolog�as originarias de las que participa.

Pero con esto, no s�lo constatamos esta independencia, sino tambi�n el grado en que la representaci�n de la enfermedad mental se encuentra en proceso de cambio, a partir de la estructuraci�n de los elementos que la conforman. As�, los peri�dicos progresistas se interesan por la enfermedad mental como causa de exclusi�n social pero en la terapia, adoptan y transmiten los postulados y acciones del modelo biom�dico.

Ideolog�a y modelos de la ciencia, construyen el pensamiento social sobre la enfermedad mental, que como observamos, se ancla en ambos elementos y construye su representaci�n como un nuevo objeto de conocimiento.

Por otro lado, los peri�dicos conservadores, se centran claramente en la enfermedad y la discapacidad, conceptuando la terapia sobre las minusval�as sociales y los d�ficits de la poblaci�n discapacitada desde un punto de vista asistencial e integrador. Donde el objeto de la integraci�n social, no es en s� mismo el enfermo mental, sino el disminuido, el deficiente mental, el dependiente social controlable y pac�fico al que se puede insertar y ayudar.

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Es por tanto una representaci�n conservadora en la plena extensi�n del concepto, puesto que tambi�n ella, se encuentra anclada en viejas formulaciones todav�a presentes en la ideolog�a y el pensamiento social: la Beneficencia decimon�nica, donde la discapacidad era un concepto inclusivo y generalizador, y el objetivo, ayudar a las personas en situaci�n de desamparo social. En cualquier caso, la preponderancia del modelo biom�dico, es un elemento de tal importancia estructuradora, que la Intervenci�n Comunitaria parece ser todav�a la etapa futura de un proceso, que en el pensamiento social, todav�a no llega a vislumbrarse.

Nos encontramos por tanto, ante la evidencia de que en una misma orientaci�n ideol�gica, coexisten informaciones contrarias sobre la terapia de las enfermedades mentales, al operar en la misma, conceptos derivados de diferentes modelos cient�ficos, irreductibles a las ideolog�as y que informan la representaci�n como un fen�meno de pensamiento social integrador de diferentes sistemas cient�ficos e ideol�gicos. Verdadero marco de la interacci�n social, que se comporta diferencialmente de la l�gica del pensamiento individual; que no busca reducir la disonancia en su estructura, sino que la refleja como producto de la variedad del pensamiento social en momentos de transici�n y de cambio como el actual.

5.8.9-Pron�stico:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 16.97; 15.97; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + PROG CONS

___________�__________________o____________________________________�___� � cur inc +

Fig (16). Pron�stico e ideolog�a

El pron�stico en este caso supone, una variable que afecta a la asunci�n de conciencia de enfermedad, tanto para el enfermo como para el entorno familiar. En las categor�as que definen esta variable, vemos como son los peri�dicos conservadores los que se inclinan del lado de incurable y los progresistas sobre curable.

Es obvio que ambos representan dos posiciones antag�nicas que afectan el tratamiento social e individual de las enfermedades mentales, suponiendo la frontera entre la rehabilitaci�n psicosocial y la resignaci�n ante la fatalidad o lo inevitable.

Esta diferencia sobre el diagn�stico, contrasta con la homogeneidad en cuanto a la etiolog�a y curso cr�nico de los trastornos mentales, donde no hay diferencias entre los peri�dicos analizados.

La etiolog�a, el curso y la curaci�n forman parte esencial de la informaci�n sobre la enfermedad mental, sin embargo, en la curaci�n de los trastornos mentales aparecen importantes diferencias a partir del posicionamiento ideol�gico.

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Algunas hip�tesis explicativas ser�an:

-La enfermedad mental es considerada por los peri�dicos conservadores como incurable debido a su etiolog�a org�nica.

-Los peri�dicos progresistas la consideran curable porque su representaci�n del trastorno mental obedece al perfil de los trastornos neur�ticos.

Sin embargo, si observamos la variable tipo de enfermedad mental, encontraremos que existen escasas diferencias entre peri�dicos, lo que se complementa con ausencias detectables en los perfiles espec�ficos de los peri�dicos analizados. Incluso, en la distintividad de los trastornos, encontramos datos contrarios a estas hip�tesis de modo consistente, dada la psiquiatrizaci�n de peri�dicos progresistas y la psicologizaci�n en los conservadores. Por otro lado, debemos descartar ambas hip�tesis de manera taxativa, puesto que la variable “etiolog�a”, no ha resultado con diferencias significativas entre ambos posicionamientos.

Pero lo m�s importante es la consideraci�n de que la representaci�n de las EM no consigue diferenciar tipos de trastornos, en una construcci�n especular de la dicotom�a cient�fica entre psicosis y neurosis, sino que por el contrario, lo que observamos, no son rasgos de las enfermedades mentales, sino rasgos ideol�gicos proyectados sobre la imagen de los trastornos mentales. Son por tanto, caracter�sticas de las ideolog�as y la cultura respecto a las EM y no espec�ficas de las propias enfermedades mentales.

Cabe concluir, que la curabilidad de la enfermedad mental, es un elemento de su representaci�n social, que obedece a la posibilidad de tratamiento. Y que esto, es caracter�stico de la prensa con posicionamiento progresista y la tratabilidad de las EM que implica la orientaci�n comunitaria.

Los datos consecuentes a los an�lisis de las variables, apuntan a la presencia compartida por todos los peri�dicos del modelo biom�dico, pero con una magnitud mayor en la prensa progresista. La curabilidad de las EM en la prensa progresista, pone en entredicho las investigaciones que describen las representaciones sociales de los trastornos mentales, prescindiendo de factores ideol�gicos, al centrarse en explicar su sociog�nesis, exclusivamente a partir de modelos cient�ficos, presuponiendo la coherencia interna de los mismos y su traslado autom�tico a la representaci�n social que conforman.

As�, Ayestaran (1984), relaciona la incurabilidad al modelo biom�dico y la curabilidad al modelo psicol�gico funcional, persuadido de que la representaci�n de los trastornos mentales, realmente identifica etiolog�as diferentes (causas negativas situacionales, frente a causas biol�gicas; locura frente a normalidad o enfermedad de los nervios), lo cual puede explicarse en funci�n del traslado a cuestionarios y entrevistas semi estructuradas de sesgos originados por los resultados de investigaciones en otro entorno cultural (citados por Ayestaran: Rabkin,1972; Kaplan 1971), o por proposiciones tendentes a sobrevalorar la coherencia interna de la representaci�n, al reflejar la dicotom�a cient�fica neurosis/psicosis y pensar que el pensamiento social se mueve con los mismos procesos que el

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pensamiento cient�fico, en el que a una etiolog�a determinada, se corresponde con un pron�stico de curaci�n espec�fico.

Estas investigaciones, que relacionan el modelo comunitario o las teor�as psicosociales sobre la etiolog�a de la EM con la curabilidad de las mismas, no est�n equivocadas, sino que dicha relaci�n no expresa todas las facetas de su representaci�n. Son incompletas si no se conectan los modelos de la ciencia con los sistemas de creencias estructuradas que son las ideolog�as y el formato de la informaci�n, al menos en el an�lisis de los Media. As� puede explicarse la existencia de la tratabilidad de la EM, aunque el modelo psicol�gico funcional o el de intervenci�n comunitaria, no sean significativos en la formaci�n del campo de la representaci�n social de los trastornos mentales, o en el mismo posicionamiento ideol�gico, la enfermedad mental aparezca como curable o incurable, al asumir el mismo ambos modelos cient�ficos, en un esquema de difusi�n de la informaci�n.

Los resultados de nuestra investigaci�n, apuntan a que los propios modelos cient�ficos se encuentran reconstruidos y despojados de algunas de sus caracter�sticas “acad�micas”, por la influencia de factores ideol�gicos y del car�cter de la tirada de los peri�dicos, que tambi�n contribuye a la variabilidad de esta categor�a en una relaci�n de menor fuerza (2: 8.67; : 7.67; p < 0.05). A la vez, se constata la independencia en algunas de las �reas del campo de informaci�n de las representaciones sociales de las EM, como son la duraci�n y la etiolog�a (aun s� cruzamos, la etiolog�a, con prensa conservadora y progresista, seguimos sin encontrar diferencias significativas (2: 7.32; 0.12. p > 0.05), entre los distintos posicionamientos ideol�gicos.

El resultado es una serie de categor�as, que no resultan de la mera adici�n de los presupuestos de partida de las ideolog�as o la ciencia, sino una construcci�n social nueva, espec�fica, en ocasiones contradictoria que no es reductible a las partes que la conforman. Donde la heterogeneidad en la etiolog�a no impide la concepci�n de cronicidad, o el enfermo mental, es enfermo, agresor y victima en una din�mica social que no es cient�fica sino representacional.

5.8.10- Consecuencias sociales:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 64.01; 15.01; p < 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

CONS PROG ______________________________o________________�__________________� � � � � � �� � � � � � d f j i b e hl a c + + + + + + ++ g m k + +Fig (17). Consecuencias sociales

La lectura estad�stica, nos indica que en los peri�dicos conservadores destacan Alarma social (h) y Recursos para la integraci�n (b), mientras que en los peri�dicos progresistas lo hace Rechazo social (a). Esta variable se define entre los polos aislamiento social (c) e integraci�n laboral (d), en el polo progresista y conservador respectivamente. Podemos concluir por tanto, que la prensa progresista esta anclada en la enfermedad como causa de la

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exclusi�n, mientras que la conservadora destaca aquellos hechos que incluyen la integraci�n efectiva de la poblaci�n discapacitada, concepto inclusivo de los discapacitados ps�quicos y mentales. Por otro lado, las diferencias significativas nos evocan el etiquetamiento del fen�meno, como un factor de alarma social para el polo conservador y generador de exclusi�n para el progresista, ante el que hay que tomar soluciones, sean sociales o sanitarias.

Sin embargo, la terapia adoptada como vemos, es diferente en sus m�viles. En los peri�dicos conservadores surge como respuesta ante una amenaza que produce temor o alarma (la agresi�n producida por el enfermo) o como protecci�n institucional al discapacitado, mientras que en los progresistas, se constata la exclusi�n social de este colectivo, sin que se muestren actividades y opiniones que faciliten su integraci�n social, como apoyan las conclusiones obtenidas en esta variable y en los datos sobre los hechos que causan las noticias de la muestra. Por otro lado, coherentemente con estos datos, la categor�a de Temor (i), Angustia (h) e Indignaci�n social (j), saturan el polo conservador, mientras Aislamiento social (c), lo hace en el polo progresista.

El que los peri�dicos progresistas se asocien a Internamiento y Hospitalizaci�n y los conservadores a Servicios Sociales, es una muestra de que la ideolog�a est� estructurando solo en parte, como ya se ha mencionado, la informaci�n de las representaciones sociales de la enfermedad mental. Tambi�n es necesario puntualizar, que con diferentes perfiles ambos posicionamientos, mantienen posiciones negativas ancladas en la denuncia y la negaci�n o bien en lo ben�fico y el alarmismo, en torno a la imagen de las enfermedades mentales.

Es de destacar, que las consecuencias legales de las enfermedades mentales (2: 10.34; 1.26; p > 0.05), son compartidas sin diferencias significativas por ambos posicionamientos, la detenci�n, el procesamiento judicial y el internamiento subsiguiente, forman como ya sabemos, el n�cleo definitorio de esta variable.

5.8.11-Situaci�n descrita:

Esta variable ha resultado significativa para 2:27; 4.82; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG _�___________o______________�______________________________________� � � � � � � � � � � �

g c d h a b i l j k + + + + f e + + + + +

Fig (18). Situaci�n descrita

En la situaci�n descrita los peri�dicos conservadores acumulan todas las categor�as de la agresi�n en las que el enfermo mental aparece como agente agresor, Agresi�n a terceros (c), Agresi�n a familiares (d), Hu�da (g) yAccidentes (k). La criminalizaci�n del enfermo mental se completa

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incluy�ndose en el polo conservador la categor�a Delitos (f), como concepto definitorio de las situaciones que se relacionan con la enfermedad mental.

Por su parte los peri�dicos progresistas se acumulan en Crisis (a) e Ingreso hospitalario (b), manifestando con estas categor�as la descripci�n de las situaciones desde el modelo m�dico. La definici�n de las categor�as de esta variable y su distribuci�n, confirman la fuerte presencia del modelo biom�dico en la prensa progresista y la presencia del enfermo mental como agresor, caracterizando a la prensa conservadora.

5.8.12-Rol del enfermo mental:

Esta variable ha resultado significativa para 2: 78.77; : 14.32; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

En esta variable, las diferencias encontradas confirman los an�lisis previos, indicando que el polo conservador, se caracteriza por las categor�as de Agresor (e) Psic�pata (a) Delincuente (g), Discapacitado (m) y Peligroso (o).

Los peri�dicos progresistas, se caracterizan por Paciente (b) Enfermo (f) y Violento (q). El enfermo mental es un enfermo violento, un ser pasivo que puede agredir, cuando como hemos visto en la variable anterior, surge una crisis esquizofr�nica; un paciente loco e incontrolable que puede llegar a la violencia. La informaci�n que difunde la prensa, es proclive a la formaci�n de actitudes de rechazo social y de autoconcepto negativo. Aparece claramente en el posicionamiento conservador, una imagen casi televisiva del enfermo mental, delincuente y psic�pata peligroso, es un agresor en potencia que confirma con ello, que la integraci�n del discapacitado no significa lo mismo que la integraci�n del enfermo mental, aunque aparezcan confundidos en las p�ginas de sus peri�dicos.

La prensa progresista se�ala al enfermo mental, como un tipo especial de paciente sanitario, ya que es un enfermo violento, lo que conforma un posicionamiento muy concordante con el modelo m�dico y ambos se complementan en la generaci�n y difusi�n de noticias, en la que la visi�n negativa y de pasividad de los enfermos mentales, se convierte en el eje de las opiniones y actitudes que pueden generar sus noticias. La dimensi�n en que se expresa el rol, se sit�a entre las demencias (i) (trastornos de origen org�nico), para la prensa progresista y el etiquetaje del enfermo mental, sobre la base de la enfermedad que padece (r), (prensa conservadora).

CONS PROG ___________________�____________o________________�_________________� � � ���� � � ��� � � � � � � r d e f b q p i + + g o+ma j l �kh n + + + + +

Fig (19). Rol asociado

5.8.13-Contacto social:

Esta variable ha resultado significativa para 2:17.80; 11.17; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

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Este an�lisis confirma, que los peri�dicos progresistas reflejan con preponderancia, la imagen de un enfermo mental institucionalizado, mientras que la prensa conservadora lo sit�a, o bien como una persona integrada, o bien en situaci�n de marginalidad. Estos datos resultan coherentes con la mayor presencia de la psiquiatrizaci�n en la prensa progresista y los datos sobre agresi�n, caracterizados por trastornos de personalidad en individuos aparentemente normales, as� como la relaci�n que existe entre EM, SIDA, drogas y alcohol en la prensa conservadora.

+ + CONS PROG �________________________o__________�__________________________� � � aislado integrado institucionalizado+ + +

F�g (20). Contacto social.

Cabe concluir que las psicosis cr�nicas, se definen entre el aislamiento social y la institucionalizaci�n, mientras que las psicopat�as permanecen integradas en la sociedad, por su propia naturaleza y caracter�sticas espec�ficas.

5.8.14-Residencia:

Esta variable ha resultado significativa para 2:10.28; 5.85; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG

____�_________________________o________________ _�_______� � � urb rur met + + +

Fig. (21). Residencia

El an�lisis estad�stico, nos indica como los peri�dicos conservadores se centran en los hechos producidos en las ciudades, mientras que los peri�dicos progresistas, prestan una especial atenci�n a las noticias que se producen en ambiente rurales o en zonas metropolitanas, confirmando el an�lisis diferencial previo que apuntaba a este hecho.

Estos datos, contrastan con las investigaciones que propugnan una mayor presencia del modelo biom�dico en el entorno agr�cola y rural, frente al modelo comunitario, caracter�stico de las ciudades (Ayestaran, 1984), ya que la prensa conservadora, portadora de una imagen del enfermo mental agresor e incurable, refleja predominantemente los hechos y testimonios de los agentes sociales, acaecidos en las ciudades. Por lo que la imagen de agresi�n e incurabilidad tambi�n resulta adoptada por el entorno urbano.

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Como consecuencia de esta observaci�n, puede concluirse que en nuestro pa�s, a diferencia del entorno cultural inmediato, el modelo biom�dico es muy caracter�stico, tanto de las zonas rurales como de las ciudades.

5.8.15-Circunstancias asociadas:

Esta variable ha resultado significativa para 2:89.14; 12.83; p < 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PROG

_______________________�________________o_______�___________� � � � � � � �� � � ��� �� � � � � � f p q m r w k nc b l � g x y + + + + + + + ++ + t ahuv dj s+ + + + Fig (22) Circunstancias asociadas

Las circunstancias asociadas al hecho period�stico, describen los detalles de contexto que rodean y caracterizan a los protagonistas de la noticia. Aquellas que son resaltadas diferencialmente por la prensa conservadora se refieren a la Discapacidad ps�quica (c), Ambiente familiar conflictivo (h) y Sin medicaci�n (q).

Los peri�dicos progresistas se caracterizan por se�alar un Ambiente social conflictivo (g), Situaciones de estr�s y ansiedad (�) y Con tratamiento psiqui�trico (l), como indicativo de que a pesar de estar en tratamiento, el enfermo hab�a destruido todas las redes sociales, de modo reiterado y notorio.

La interpretaci�n de estos resultados y el examen de las variables anteriores, confirma la inclusi�n de las dolencias mentales en la categor�a de la discapacidad ps�quica, utiliz�ndose de modo indistinto, sin que ello suponga que las ventajas que los servicios sociales dedican a esta poblaci�n, aceptada socialmente, y la informaci�n al respecto de la prensa conservadora, incluya objetivamente a los enfermos mentales. Las situaciones de estr�s y ansiedad son recalcadas por la prensa progresista y el conflicto familiar y social, vuelven a ser para ambas tendencias, una caracter�stica fundamental de las circunstancias asociadas a la enfermedad mental. La prensa conservadora asocia a las EM, situaciones de drogas (a), alcohol (b) y SIDA (u), mientras que la indigencia (d), resulta en un espacio compartido apenas sin diferencias entre ambos posicionamientos.

5.8.16 -Antecedentes situacionales:

Esta variable ha resultado significativa para 2:31.42; 7.47; p < 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

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PROG CONS _______�__________o_________________�_____________________________________� � � � � �� � � � f g a h e + + j c d ib + + +

Fig (23) Antecedentes situacionales

Los antecedentes situacionales que conforman uno y otro polo, est�n determinados para los peri�dicos conservadores por En n�cleo familiar (h) eIndigencia (j), para los progresistas, lo que a�ade detalle a su imagen del enfermo como institucionalizado, ya que este resulta tener como precedente situacional el abandono y la indigencia.

Podemos concluir, que la familia y las condiciones familiares son importantes para la prensa conservadora, mientras que la progresista relaciona la exclusi�n y la pobreza con los problemas ocasionados por la enfermedad mental, a pesar del perfil del ABC en este sentido.

La situaci�n precedente y consecuente de la enfermedad mental en la prensa progresista, es la exclusi�n, a diferencia de la prensa conservadora donde la enfermedad mental est� precedida de una situaci�n familiar dada; se desarrolla en tensi�n con las redes familiares y desemboca en alternativas sociales de asistencia e integraci�n social.

Para la prensa conservadora, la situaci�n de exclusi�n y enfermedad se convierte as�, en un asunto que afecta especialmente a la familia como instituci�n.

5.8.17- Noticias Institucionales:

Esta variable ha resultado significativa para 2:24.33; 4.53; p < 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

Esta variable asume aquellas categor�as donde un representante p�blico, realiza una declaraci�n desde el gobierno o desde la oposici�n pol�tica.

+ + CONS PROG

____ ________�______________o__________________�______________________� � � � � � � � � � j k c d e g b h+ + + + + i + f + +

Fig (24) Noticias institucionales

El Cierre de los recursos sociales y sanitarios (d y e) satura el polo conservador, mientras que la Falta de recursos sociales (b) y los estudios estad�sticos sobre Investigaci�n (h) e incidencia de la enfermedad mental, lo hace con los progresistas. La prensa conservadora es por tanto m�s receptiva a este hecho social, que el mensaje neutro o t�cnico de los estudios cient�ficos reflejados en la prensa progresista, que se compensa al se�alar la insuficiencia de recursos sociales. La dimensi�n resultante, evidencia la

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falta de relaci�n entre la investigaci�n (h) y la prevenci�n (j), ya que los peri�dicos progresistas en la medida que se centran en la investigaci�n, minimizan la presencia de la prevenci�n, frente a los peri�dicos conservadores, donde se da la relaci�n opuesta.

5.8.18-Recursos solicitados por las Asociaciones:

Esta variable ha resultado significativa para 2:27.51; 4.48; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

Con esta variable se definen aquellos recursos que las Asociaciones perciben como necesarios, recursos m�dicos, comunitarios o residenciales indican sin duda, el modelo que esta detr�s de cada solicitud, as� como la soluci�n que desean los familiares de los enfermos mentales.

+ + CONS PROG

__________�___________________o_________________�_______________________� �� � � � � � � � � � b hc g f m l d k + ++ j i e + + + + + +

Fig (25). Recursos solicitados por las Asociaciones

Los peri�dicos conservadores se centran en torno al concepto de Residencias (c) y los progresistas se acercan a Programas de rehabilitaci�n (l).

Las Residencias suponen por lo general, lugares donde la familia tiene un escaso y cada vez m�s espaciado contacto con el enfermo, donde no se busca como objetivo prioritario la integraci�n social, sino la descarga familiar a trav�s de la semiinstitucionalizaci�n que suponen estos Recursos, con una funci�n marcadamente contenedora. Los programas de Rehabilitaci�n son programas de duraci�n determinada, ejecutados fundamentalmente por profesionales de la psicolog�a, que son subvencionados por la Consejer�a de Bienestar Social y gestionados por las Asociaciones. Normalmente, el objeto de dichos programas es la psicoeducaci�n familiar, las habilidades sociales o programas de ocio y tiempo libre.

5.8.19-Profesionales:

Esta variable ha resultado significativa para 2:30.96; 3.06; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

CONS PROG __________________�_______________o______�________________� � � �� � � � � � � �� � � � � � k r m ce ia bg � o l + + + ++ q p f d j n ++ ++ + + +

Fig (26) Profesionales

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Los profesionales que definen ambos polos, est�n representados por Psic�logos (d), Trabajadores sociales (e), Enfermer�a (f) y Jueces (j) para la prensa conservadora y Neur�logos (b), Psiquiatras (a), Investigaci�n (g) y Abogados (i) para los progresistas.

Estos datos confirman la fuerte presencia de opiniones y actividades m�dicas en la prensa progresista, mientras que la psicolog�a, representada por profesionales libres, los trabajadores sociales y de enfermer�a se encuentran cercanos a los peri�dicos conservadores, que en principio, no se relacionan necesariamente con la intervenci�n social sino con la sanitaria, como indican los resultados de la variable siguiente. La fuerte presencia de los funcionarios del orden p�blico, as� como las figuras profesionales de la abogac�a y la judicatura, en ambos posicionamientos, refuerzan la idea de un campo compartido por los dos posicionamientos sobre los conceptos que definen lo legal en la enfermedad mental.

5.8.20-Campo Profesional:

Esta variable ha resultado significativa para 2:31.54; 7.51; p < 0.05, con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza. El campo profesional en los peri�dicos conservadores, est� representado sobre todo, por el campo de la Medicina (d). Los peri�dicos progresistas se definen tambi�n por contenidos m�dicos de mayor especializaci�n, como la Neurolog�a (a) y la Psiquiatr�a (b). En relaci�n con la variable anterior, los profesionales de la categor�a intervenci�n social, no figuran en el polo conservador, sino en el progresista (e) con 0.02, lo que confirma que psic�logos y trabajadores sociales aparecen en la prensa conservadora fuera del modelo de intervenci�n comunitaria, ligados al campo de la medicina / sanidad o bien como profesionales libres.

+ + CONS PROG

___________�________________o___________�__________________________� � � � � � � � � f c d g a b e i + + + h + + j + + Fig (27) Campo profesional

5.8.21-Variables de ubicaci�n e ideolog�a:

A partir de las pruebas estad�sticas al respecto, hemos encontrado una importante relaci�n entre estructura de las noticias y posicionamiento ideol�gico. As�, con diferencias significativas (2: 37.36; : 16,68; p < 0.05. 100% ), el numero de l�neas en los art�culos de la prensa progresista es mayor (m�s de 75 l�neas), que en la prensa conservadora (de menos de 75 l�neas).

Tambi�n el numero de columnas (2: 49.15; 22.57; p < 0.05. 100 % ) es mayor en la prensa progresista (4 y 5), que en la conservadora (1, 2 y 3).

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El soporte gr�fico ha mostrado diferencias (2: 28.40; : 12,20; p < 0.05.100% en el numero de columnas, donde la prensa progresista utiliza mayor numero de columnas (3,4 y 5) que la conservadora (1 y 2).

Estos resultados nos permiten concluir, que los peri�dicos progresistas ofrecen mayor cantidad de informaci�n textual y gr�fica que los peri�dicos conservadores sobre los trastornos mentales y que como veremos m�s adelante, las diferencias son de mayor grado considerando el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada, que el car�cter de su tirada.

Perfi l de la prensa conservadora-Noticias en las secciones de Sanidad y Sucesos.-Temas de: familia, agresi�n e investigaci�n.-Hecho causal: autoagresi�ny agresi�n producida por el enfermo, hospitalizaci�n y divulgaci�n.

-Tipo de enfermedad mental: esquizofrenia, depresi�n, trastornos org�nicos.-Objetivaci�n: Proceso y secuela, enfermedad.-L�nea terap�utica: Integraci�n social del discapacitado-Pron�stico: Incurable. Grave. Cr�nico

-Consecuencias sociales: Alarma Social-Situaci�n descrita: agresi�n a terceros, agresi�n a familiares, hu�da y accidentes.-Circunstancias asociadas: discapacidad ps�quica, sin medicaci�n, con atenci�n psicol�gica.-Antecedentes situacionales: n�cleo familiar.-Rol del enfermo mental: agresor, delincuente, incapacitado.

-Noticias Institucionales referidas: Sobre el cierre de recursos sociales-Recursos solicitados por las Asociaciones: Residencias

-Profesi�n m�s caracter�stica: Polic�a-Sector profesional: Profesionales libres.

Tabla 47. Perfil de la prensa conservadora

Perfi l de la prensa progresista-Noticias en las secciones de Justicia y Ciencia.-Temas de: Sanidad y Psicolog�a.-Hecho causal: falta y creaci�n de recursos sanitarios, as� como evaluaci�n mental.

-Tipo de enfermedad mental: esquizofrenia, depresi�n.-Objetivaci�n: crisis, perturbaci�n, psicopatolog�a y salud.-L�nea terap�utica: f�rmacos, internamiento y hospitalizaci�n.-Pron�stico: curable-incurable. grave. cr�nico

-Consecuencias sociales: Rechazo social.-Situaci�n descrita: crisis e ingreso hospitalario.-Circunstancias asociadas: ambiente social conflictivo.-Antecedentes situacionales: indigencia.

-Rol del enfermo mental: paciente, violento.

-Noticias Institucionales referidas: Sobre Investigaci�n-Recursos solicitados por las Asociaciones: Programas de Rehabilitaci�n

-Profesi�n m�s caracter�stica: Polic�a-Sector profesional: Institutos de investigaci�n.

Tabla 48. Perfil de la prensa progresista

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5.9-El an�lisis cuantitativo y la estructura de la Representaci�n

Las conclusiones sobre un proceso de an�lisis descriptivo que es capaz de detectar diferencias significativas, no nos puede llevar como es obvio, a realizar inferencias causales. Por otro lado, en el estudio de la representaci�n social de la enfermedad mental, se requiere que sean tenidas en cuenta, tanto sus zonas en com�n como sus diferencias, sus zonas de silencio, como aquellas que aparecen claramente interpretables.

Por ello, las conclusiones s�lo pueden referirse a las hip�tesis de partida, que destacaremos en la conclusi�n posterior al an�lisis cualitativo.

Sin embargo, la metodolog�a estad�stica utilizada, as� como la amplitud y naturaleza de la muestra, nos permiten apuntar algunas afirmaciones consistentes con los resultados obtenidos en este an�lisis cuantitativo.

1. Se constata la presencia de tres modelos informativos de la representaci�n social de la enfermedad mental, a partir de las categor�as caracter�sticas de cada enfoque, evidenciadas en los peri�dicos analizados individualmente y confirmadas a partir de su perfil ideol�gico:

Modelo Biom�dico, con car�cter dominante:

Modelo de Intervenci�n Comunitaria,

incipiente y poco estructurado:

Modelo de Agresi�n /Legal:

-Psicopatolog�a -Integraci�n social -Agresi�n-Proceso -Discapacidad -Alarma social-Enfermedad -Exclusi�n -Incapacitado-Incurabilidad -Curabilidad -Delincuente-F�rmacos -Salud -Violento-Internamiento -Contexto Familiar -Polic�a-Paciente -Evaluaci�n mental

Tabla 49. Modelos en EM

2. En todos los casos, el an�lisis de correspondencias confirma la existencia de un s�lo factor explicativo para cada uno de los modelos, para el 100% de la varianza de la relaci�n entre modelos e ideolog�a.

-Modelo M�dico: 2: 26.4; : 8.33. p < 0.05-Modelo Comunitario: 2:88.96; :37.55. p < 0.05-Modelo Agresi�n/Legal: 2: 9.87; :1.58. p > 0.05

3. El Modelo de agresi�n/legal no encuentra diferencias significativas al cruzarse con la variable prensa conservadora/progresista (Beta, 1.58). Por lo que dicho modelo, resulta ser la base compartida de ambas tendencias ideol�gicas. El modelo de intervenci�n comunitaria muestra fuertes relaciones con la prensa conservadora y en menor medida con la

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progresista. El modelo biom�dico se caracteriza por la relaci�n inversa, siendo definido fundamentalmente por el posicionamiento progresista.

4. La representaci�n social resultante del an�lisis total, de las variables utilizadas, no es enteramente explicable a partir de las diferentes ideolog�as con las que se relaciona, recibiendo influencias tanto de modelos cient�ficos como de la estructura de la informaci�n.

5. El campo sem�ntico de la representaci�n social se configura a partir de las categor�as de los tres modelos detectados, donde en los dos siguientes, se han encontrado diferencias significativas.

Modelo Biom�dico:

(2:26.40; 8.33; p < 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PRO

________�_________________o________ __________�________� � � �� � � enf pfaint pac

pr+ inc ++ + +

Fig (28) Modelo biom�dico

Se puede ver c�mo gran parte de las categor�as que definen la enfermedad como referida a la psicopatolog�a, f�rmacos, paciente e internamiento psiqui�trico, est�n contenidas en el extremo progresista. Con diferencias significativas, el polo conservador esta definido por enfermedad(enf) con una importante y elevada tasa de frecuencia.

Modelo de Intervenci�n Comunitaria

(2: 88.96; 37.55; p < 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + PRO CONS

_______________�_____________o_______________�____________� � � � � � cur exc int dis + + sal fam + +

Fig (29) Modelo de intervenci�n comunitaria

En este modelo, las caracter�sticas definitorias del mismo, se encuentran repartidas entre ambos modelos, siendo determinado el extremo progresista por Exclusi�n (exc), como consecuencia social de la enfermedad mental y Curabilidad (cur). En el extremo conservador encontramos

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Enfermedad PsicopatologíaProceso Incurable

Fármacosgrave y crónica Internamiento, Paciente

T personalidad, orgánicos. esquizofrenia. depresión

Modelo Médico

Imagen del enfermo mental

Integraci�n (int) y Discapacidad (dis), que nos vuelve a confirmar la acotaci�n de la integraci�n social al colectivo de discapacitados.

Modelo de Agresi�n-Legal:

(:9.87; :1.58. p > 0.05), con un solo factor explicativo del 100 % de la varianza.

+ + CONS PRO

___________�_______________o________�_____________________� � � � � � �

del inc ala agr eva pol vio + + + + + + +

fig (30). Modelo de Agresi�n-Legal.

En la figura anterior y solo a efectos descriptivos podemos ver la distribuci�n de las categor�as en este modelo de los diferentes posicionamientos ideol�gicos, recordando que esta distribuci�n no es significativa, ya que sin diferencias, ambos posicionamientos comparten este modelo. La descripci�n gr�fica de la representaci�n de la enfermedad y el enfermo mental a partir de las ideolog�as y modelos cient�ficos en que se insertan estas categor�as, nos dar�a el siguiente campo estructurante:

Posicionamiento Conservador Posicionamiento Progresista

Gr�fico 51.Campo sem�ntico de las Representaciones sociales de las EM

Delincuente ViolentoIncapacitación AGRESIÓN PolicíaAlarma Social Evaluación mental

Contex . Familiar CurableIntegración social Causa de exclusiónDiscapacitado Salud

Modelo legal/agresión

Modelo de Intervención Comunitaria

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6. Se confirma la existencia de la representaci�n social como proceso, en el que las circunstancias sociales cambiantes y en transici�n, modulan la estructura y coherencia de las categor�as perif�ricas actuales del pensamiento social sobre las enfermedades mentales, generadas a partir de diferentes productos sociales.

Como se puede ver en el gr�fico, la actual representaci�n de los trastornos mentales en la prensa escrita, a partir del an�lisis cuantitativo, nos brinda la visi�n de im�genes en tensi�n que auguran un futuro incierto para la integraci�n social del enfermo mental. Mientras que el modelo biom�dico es en mayor grado, caracter�stico de la prensa progresista, el modelo de intervenci�n Comunitaria es compartido m�s equilibradamente por ambas tendencias.

La consideraci�n de que el n�cleo com�n para ambos posicionamientos ideol�gicos, es la agresi�n, patentiza la latente vigencia social del viejo modelo del “encierro” e incapacitaci�n y su posible reactualizaci�n. Todav�a influyente en nuestra sociedad y junto con otros condicionantes, sin duda va a determinar significativamente la viabilidad de una soluci�n integral y positiva para los enfermos mentales y sus familias.

7. Actitudes

Nuestra investigaci�n, no recoge una parte espec�fica que suponga el estudio directo de las actitudes hacia la enfermedad mental. La actitud como marco de tendencia de la conducta individual, s�lo puede inferirse en esta investigaci�n, como resultante de las creencias y valores que devienen de la representaci�n social descrita y que pueden describirse adecuadamente seg�n sus categor�as expresen una valoraci�n positiva o negativa de la enfermedad mental, en una interpretaci�n coherente con los trabajos que hemos descrito al respecto en la revisi�n bibliogr�fica.

En este sentido, cabe concluir que la valoraci�n de la enfermedad mental resulta expresada preponderantemente como enfermedad, problema y proceso deteriorante, por lo que no podemos esperar actitudes positivas como tendencia social prevalente. La valoraci�n negativa del enfermo mental, como agresor, enfermo y paciente son coincidentes con actitudes de rechazo, exclusi�n y pasividad, baja autoestima y la no aceptaci�n del rol de enfermo y de las conductas de enfermedad ( Ayestaran, 1984. pp. 20-21).

Estas valoraciones negativas deben ser matizadas, con las creencias y valoraciones consecuentes a la enfermedad mental y a los enfermos, como trastorno curable, v�ctimas y discapacitados, aunque dichas actitudes solo pueden considerarse como emergentes en el grado en que lo es, el modelo Comunitario del que proceden.

8. Informaci�n

Hemos visto en este ultimo apartado, como las ideolog�as se relacionan con el campo de informaci�n de las representaciones sociales. Es importante destacar que cuando existe una relaci�n entre ideolog�a y las variables de la investigaci�n, excepto en la variable distintividad, esta

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relaci�n resulta mas fuerte que la ejercida por el car�cter de la tirada. Pero tambi�n hemos observado como la informaci�n que la prensa difunde a los grupos sociales, depende de los modelos cient�ficos que reflejan las opiniones y actitudes de los profesionales que recogen sus p�ginas, y de las iniciativas y medidas institucionales tomadas respecto a la enfermedad mental. En este sentido, la informaci�n accesible a los grupos e individuos, nos habla de tres modelos que constituyen en su integraci�n, la representaci�n social de la enfermedad mental. No hablamos en este caso de “representaciones”, puesto que el paradigma agresi�n-legal-sanidad articula y nuclea indisolublemente el resto de categor�as que aparecen en la representaci�n.

LEGAL-AGRESI�N-SANIDAD, son conceptos complementarios que no pueden entenderse sin su mutua participaci�n, al igual que agresi�n, procesamiento, internamiento y exclusi�n por separado, significan cosas diferentes a su conjunto, entre los polos de inclusi�n y exclusi�n social que definen la enfermedad mental. En realidad, cada concepto del campo representacional es explicado por la interacci�n de los tres modelos y su significado social proviene de dicha relaci�n compartida, a�n en las categor�as contradictorias entre s�.

La informaci�n suministrada por la prensa, tambi�n ha resulta modulada por el car�cter de la tirada de los peri�dicos que forman la muestra, influenciando en menor medida que la ideolog�a, los contenidos de las noticias, y centr�ndolos en la agresi�n y los sucesos en la prensa auton�mica, que describe con todo detalle, las consecuencias m�dico-legales de todo el proceso de internamiento, recogiendo con menor especializaci�n las denominaciones de las enfermedades mentales y sin embargo, con mayor amplitud su diversidad. Mientras que la prensa nacional, describe caracter�sticamente, enfermedades org�nicas, con conceptos m�s ligados a la neurolog�a, centr�ndose en los cambios legislativos como consecuencias legales deseables y citando a profesionales en n�mero muy superior al de la prensa auton�mica y con una gran presencia del mundo de la investigaci�n y la universidad.

Recordemos que tambi�n la estructura impresa de las noticias, ha resultado con diferencias significativas, como consecuencia del cruce de l�neas y columnas de noticias y gr�ficos para cada peri�dico de la muestra.

Estas diferencias se concretan en que la estructura de la informaci�n se encuentra relacionada con el car�cter de la tirada, existiendo diferencias, al cruzar las variables de ubicaci�n con prensa auton�mica y nacional y resultando significativas, aunque de nuevo, de menor influencia que la ideolog�a, en las l�neas de art�culo (2: 28.24; , 12.12; p < 0.05), columnas de art�culo (2: 14.63; , 5,32 p < 0.05) y columnas de gr�fico (2: 16.92; 6.46; p < 0.05). De lo que se deduce que la prensa auton�mica presenta su informaci�n en art�culos de no m�s de 75 l�neas, siendo mayoritarios los que poseen una extensi�n de entre 25 y 50 l�neas.

En las noticias de la prensa auton�mica, presentadas en 3, 4 y 5 columnas, con un soporte gr�fico que suele ocupar 2 y 5 columnas, el formato de la informaci�n puede describirse como noticias con menor superficie de texto y con mayor presencia de soporte gr�fico. La prensa

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nacional se caracteriza por art�culos de m�s de 75 l�neas, presentados en 1 y 2 columnas, con 1 y 4 columnas de soporte gr�fico, por lo que a la inversa de los peri�dicos auton�micos, existe un mayor espacio para la lectura y un menor volumen de soporte gr�fico.

9. Campo de representaci�n

El campo de representaci�n interact�a con la informaci�n, actitudes y creencias de la representaci�n y lo hace en una relaci�n cualitativa (Abric, 1994), en la que los conceptos obtienen significados espec�ficos sobre la base de su posici�n en la estructura de la representaci�n. La representaci�n tiene un n�cleo estructurante y una serie de conceptos perif�ricos m�s sensibles e inestables (Bueno Abad, 1997), de acuerdo con el grado y variedad de la presi�n al cambio y a la inferencia social.

En nuestro caso, el n�cleo estructurante, estable y que confiere significado a toda la representaci�n es la agresi�n, en todas sus formas y niveles, que afectan al resto de conceptos y determina las actitudes y valoraciones de todo el campo representacional. El resto de categor�as perif�ricas detectadas en la actualidad, cambiar�n en la medida en que los modelos cient�ficos contenidos en la representaci�n, se consoliden o cambien de acuerdo con la creaci�n y caracter�sticas de los Recursos, grupos sociales y profesionales que participen en la rehabilitaci�n e integraci�n del enfermo mental. S�lo a partir de las respuestas que den ambos modelos o de su integraci�n, depende la modificaci�n del n�cleo estructurante de la representaci�n actual.

10. Objetivaci�n

Durante el primer viaje de Col�n, las poblaciones ind�genas de las Indias, fueron descritas de acuerdo con su comparaci�n a las poblaciones africanas y canarias que este navegante conoc�a bien (Pagden, 1988). Este proceso por el que la informaci�n ambigua y llena de conceptos extra�os, se convierte en campo de conocimiento individual y social a partir de su inclusi�n y comparaci�n con esquemas de conocimientos preexistentes, se realizaba tanto en el siglo XV como en la actualidad, a trav�s de los procesos de objetivaci�n y anclaje que Moscovici (1976), nos describe en su tesis doctoral. La objetivaci�n transforma los conceptos que consideramos incomprensibles o con una insuficiente informaci�n, pero ante los que debemos realizar una valoraci�n determinada. La locura como proceso hist�rico es el concepto que debe explicarse, debe objetivarse para ser comprendido y para ello debe descontextualizarse, eliminando la parte de la informaci�n que no resulta comprensible o se juzga superflua por los grupos sociales, a fin de entender este fen�meno social. La locura actual, la entendemos a trav�s de la ciencia, que encarna en este sentido, un sistema de creencias y conocimientos que engloba, tanto la enfermedad como el tratamiento psiqui�trico, por lo que �ste, resulta el n�cleo de la objetivaci�nvigente de los trastornos mentales. A partir de este hecho, ladescontextualizaci�n elimina la informaci�n, en este caso cient�fica, que no es entendible y mantiene aquella que caracteriza esta enfermedad, la

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agresi�n. El siguiente proceso en el que se apoya la objetivaci�n es la transformaci�n ic�nica, por la que se ve al loco como alguien incompleto, discapacitado a quien le falta algo en la cabeza, que no puede controlar lo que hace o lo que piensa. En base a ello y una vez descontextualizada y transformada en imagen, se concluye que es suficiente motivo para que se le supervise o se le encierre dada su peligrosidad. Los nervios con anterioridad, la ansiedad y el estr�s en la actualidad, al actuar sobre la mente o la “cabeza” con exceso o defecto, son naturalmente la entidad f�sica de la locura.

Descontextualizaci�n

Transformaci�nic�nica

Naturalizaci�n

11. Anclaje

El anclaje es el segundo de los procesos que generan las representaciones sociales. En �l se produce la acomodaci�n de los nuevos conocimientos a los ya existentes en la sociedad, logrando con esta integraci�n, un nuevo campo de significados relacionados con la instrumentalizaci�n que se asigna a la representaci�n, por su capacidad para explicar la realidad social, o m�s bien, para adaptarse a una realidad sociohist�rica dada.

Bueno Abad (2000 b), nos describe el proceso de anclaje en el que la representaci�n vigente de la enfermedad mental se integra en las creencias, valores y modelos cient�ficos preexistentes socialmente en nuestro pa�s (Fig,30). El modelo que se muestra, no es evolutivo ni secuencial, sino descriptivo de todas aquellas creencias y conocimientos que perviven en la representaci�n actual, dot�ndola de nuevos significados e influyendo el pensamiento social, definiendo las creencias, valores, intereses y conocimientos cient�ficos que generan las interacciones sociales respecto a la enfermedad, la salud y la terap�utica de los trastornos mentales, transform�ndolos en producto de esa misma construcci�n social.

Modelo cient�fico Bi�m�dico.Psiquiatrizaci�n

Agresi�n

-Peligrosidad-Exceso o defectual funcionamiento en “la mente” (mental)

Estr�s, Nervios, ImprevisibilidadEnfermedad

Fig (31) Proceso de objetivaci�n en EM Bueno Abad (2000 b)

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Demonol�gico Iglesia Eliminaci�n, HogueraPose�do

Filantr�pico �rdenes Religiosas Asilo, HospitalDesamparado La ciudad

M�dico-Moral Estado Hospital Laico Loco, Degenerado Medicina

M�dico-Cient�fico Universidad El ManicomioDemente, Incontrolable Psiquiatr�a Esterilizaci�n

Eliminaci�n

Bio-M�dico Psiquiatr�a Sala Psiquiatr�aEnfermo violento, Ins. Legales Incapacitaci�nAgresor. Investigaci�n Farmacolog�a

Fig (32) Anclaje en enfermedad mental

La objetivaci�n y el anclaje se interrelacionan en mostrar una imagen del enfermo mental como incontrolable y peligroso. La ciencia m�dica como sistema de conocimiento autorizado, legitimaba el encierro del trastornado a trav�s de los postulados deterministas de la biopsiquiatr�a y la hospitalizaci�n . A partir de este momento, la legalidad supervisa el encierro y lo introduce en el ordenamiento vigente, haci�ndolo participe de las normas jur�dicas que rigen la convivencia social. Pero ahora el loco, ya no puede ser encerrado, tiene derechos reconocidos y defendidos por el mismo aparato legal, tampoco el encierro funciona al ser destruido en sus ra�ces por los mismos profesionales de la salud. Y sin embargo, a pesar de ser esquemas y conceptos que obedecen a otros momentos y condicionantes hist�ricos, aplicables solo a parte de la poblaci�n psic�tica, permanece vigente, s�lo porque el pensamiento social contin�a percibi�ndolo as�, como modelo b�sico de la representaci�n social de la enfermedad mental. Como respuesta a este desajuste, el loco en este momento, es un discapacitado, un excluido, pero sobre todo es un enfermo, un enfermo con las caracter�sticas generalizadoras y la peligrosidad de anta�o. La ciencia m�dica asume por tanto su control, y recurre a la legalidad cuando el tratamiento farmacol�gico y la desinstitucionalizaci�n no funcionan. Este conglomerado de creencias e intereses, permanece estable sin que pueda dar respuestas a los problemas planteados, y es en este momento con la Reforma Psiqui�trica, donde surge un nuevo enfoque, incipiente y relacionado con la salud como variable social, la definici�n del enfermo mental como sujeto social con discapacidad, pero que en gran parte de los casos puede ser integrado. En este caso, la salud mental no es s�lo definida por la psiquiatr�a, sino tambi�n por la psicolog�a y el trabajo social, lo que obliga a

Modelo y rol Institución Terapia

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replantear su posici�n a todo el sistema sanitario y de servicios sociales, sin que se vea muy claro el porqu� de dicho esfuerzo, ya que el cuerpo social no dispone de suficientes conocimientos alternativos sobre los trastornos mentales. Conoce su incontrolabilidad y peligrosidad y se pregunta por qu� las Administraciones han cerrado los manicomios y cu�les son las razones por las que estos enfermos deben ser atendidos exclusivamente por la familia. Generando con ello la persistencia de una conceptualizaci�n circular que lejos de ser inocua, genera decenas de muertes cada a�o y miles de millones en gasto p�blico ineficaz. Toda esta Representaci�n es potenciada por el conservadurismo de la ciencia m�dica, por su lentitud en asumir los postulados de la Psiquiatr�a Comunitaria y su preferencia por Instituciones como el Hospital, que limitan la acci�n m�dica al interior de sus puertas, donde reinan criterios cl�nicos y farmacol�gicos controlables y una profesi�n determinada se erige como la �nica garante de la salud, pretendiendo que la enfermedad mental se adapte a la sala de psiquiatr�a o al modelo biom�dico, hospitalario y farmacol�gico. Por esta raz�n, este modelo cient�fico que ha supuesto importantes mejoras para la sociedad, dado el temor de reconocerse inerme ante la EMC, retorna circularmente a la b�squeda de soluciones propias, que en realidad no posee, por lo que se convierte en s� mismo, en obst�culo permanente para desinstitucionalizar al enfermo mental, para socializar la salud mental. Por lo que la institucionalizaci�n de la rehabilitaci�n e integraci�n social y no del enfermo mental, es la �nica v�a para instaurar marcos de pensamiento social y pr�cticas terap�uticas m�s eficaces e integradoras socialmente. Es posible que esta llamada a la institucionalizaci�n de servicios sea considerada como una contradicci�n con los propios principios de la Intervenci�n Comunitaria, sobre todo, en ese aspecto esencial que la define, consistente en potenciar las redes sociales, transformarlas en apoyo social y dinamizar la sociedad en procesos de cambio autorregulado. Pero plantear la cuesti�n as�, supone un debate falso, ya que dada la actual desprotecci�n de los enfermos y sus familias, plantear que las Asociaciones sean capaces de generar la red asistencial sociosanitaria, financiarla y dinamizarla, supone algo parecido a pretender que una asociaci�n de vecinos construya una red de carreteras o un buque de guerra. Las representaciones sociales de los trastornos mentales, se cruzan aqu� con otros sistemas de creencias e ideolog�as que intentan legitimar la inhibici�n de los poderes p�blicos en la generaci�n de una red mucho m�s completa de servicios sociales para la salud mental. Ninguno de los �mbitos de la Administraci�n est� dispuesto asumir un mayor gasto social a cargo de sus arcas o pasar de su acotado papel en la distribuci�n de subvenciones. El reduccionismo de la problem�tica social de las enfermedades mentales a la agresi�n, facilita la resoluci�n del problema en direcci�n al encierro o la incapacitaci�n. Pero el problema no es la agresi�n en s�, sino la falta de atenci�n a los enfermos mentales y sus familias y el comportamiento injustificable de las Administraciones, que asumen de buen grado pol�ticas reformistas cuando estas suponen ahorro del gasto, pero se olvidan de las mismas cuando obligan al compromiso de costosas inversiones. Estas son en realidad, las condiciones materiales en las que surgen y se desarrollan las Representaciones Sociales de las enfermedades mentales.

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An�lisis Cualitativo de la Informaci�n

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(Imagen 1).Las Provincias, 10 de diciembrede 1997, mi�rcoles. Secci�n: el cabinista.

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CAP�TULO SEXTO: An�lisis cualitativo de la informaci�n

6.1- Descripci�n de las categor�as-criterio orientativas del an�lisis cualitativo

Este an�lisis cualitativo se desarrolla a partir de la inclusi�n en el mismo, de aquellas noticias que contengan las categor�as que definen los tres modelos estudiados en el an�lisis cuantitativo; que guarden un contenido que exprese coherencia y continuidad tem�tica; sean protot�picas de la problem�tica de los trastornos mentales y contribuyan a clarificar, por su inter�s, los datos encontrados en la primera parte de la investigaci�n, dentro del esquema de an�lisis que hemos adoptado desde el inicio de la misma (Leventhal y cols; 1980, 1982 y 1984; Hofstadt, 1996).

En este sentido, antes de realizar el an�lisis cualitativo resulta procedente describir las categor�as m�s rese�ables, a fin de determinar sus caracter�sticas cualitativas y su aportaci�n a la Representaci�n Social de las enfermedades mentales cr�nicas, advirtiendo que el orden de su presentaci�n, dada la imposibilidad de citar noticias que contengan categor�as espec�ficas excluyendo otros aspectos, obedece a la tem�tica relevante que representan y que viene determinada por los Temas de la muestra en una exposici�n que se define por los diferentes niveles del an�lisis ecol�gico de los trastornos mentales.

6.1.1-EL MODELO BIOM�DICO

El an�lisis estad�stico conclu�a con la detecci�n de un s�lo factor explicativo de la varianza para cada uno de los conjuntos o modelos que defin�an la representaci�n de las enfermedades mentales.

Recordemos que el modelo m�dico quedaba expresado a partir de las categor�as de:

1) Psicopatolog�a, proceso, enfermedad:

Los tres conceptos que forman el enunciado, son los m�s significativos para definir la enfermedad mental

en la muestra de la prensa analizada. La categor�a Psicopatolog�a para los peri�dicos progresistas, determina un claro car�cter cientificista, consistente en el hecho de considerar la enfermedad como conjunto de s�ntomas que obedecen a una etiolog�a y curso pat�geno. Se inscribe por tanto, en una comprensi�n especializada de los trastornos mentales dentro de la tradici�n m�dica m�s representativa y cl�sica.

Por otro lado, lo psicopatol�gico es utilizado por gran parte de los profesionales de la psiquiatr�a, como una categor�a relacionada con los trastornos de la personalidad o psicopat�as diferenciando este concepto del de enfermedad mental. Al mismo tiempo, se evidencia por la relaci�n de los psic�patas con la agresi�n y el entramado legal, la importante presencia de este t�rmino en la prensa analizada y sobre todo, la variabilidad de su significado de acuerdo con el contexto de la noticia.

Modelo m�dico, con car�cter dominante:-Psicopatolog�a-Proceso*-Enfermedad*-Incurabilidad-F�rmacos-Internamiento-Paciente

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La enfermedad sin embargo, es un concepto m�s hol�stico, que engloba tanto la patolog�a como la percepci�n social de la enfermedad mental. De modo que una enfermedad dada, no s�lo resulta en la psicopatolog�a que manifiesta, sino que tambi�n engloba un conjunto de percepciones y comportamientos tanto sociales como individuales, que llegan incluso a modular la sintomatolog�a patol�gica.

La categor�a proceso, es un constructo caracter�stico de larga tradici�n en el modelo biom�dico. De hecho, se asocia con psicopatolog�a y sin embargo, se diferencia de �l en que presupone la existencia de una consecuencia defectual en la personalidad o la inteligencia, dentro de una enfermedad activa, progresiva y autodestructiva, mal vivenciada por el enfermo (Chinchilla, 1996) .

2)Incurabilidad:

Excepto proceso y enfermedad, recordemos que el resto de categor�as defin�an a la prensa progresista. No todas las enfermedades mentales son incurables, existen muchos trastornos que no pueden definirse de este modo y sin embargo la prensa progresista significativamente, cuando describe la cl�nica de las enfermedades mentales las considera como incurables.

La incurabilidad de una enfermedad equivale a su cronicidad, lo que es evaluado por la persona enferma y su familia como una amenaza de por vida a los proyectos vitales del enfermo y su entorno. Sin embargo, es un hecho el que ni siquiera todas las esquizofrenias sean incurables y que parte de ellas, progresan de manera epis�dica y no defectual. Por ello, la categorizaci�n indiscriminada de la incurabilidad de los trastornos mentales, no es m�s que una generalizaci�n simplista que condiciona tanto la solicitud de ayuda como la aceptaci�n de la enfermedad (Moos,1977), determinando y comprometiendo con ello, todo el proceso terap�utico posterior.

3)F�rmacos:

Esta categor�a junto con internamiento define las dos v�as terap�uticas m�dicas, descritas de manera preponderante en el tratamiento de las enfermedades mentales.

Los medicamentos neurol�pticos se suceden en un proceso constante, los efectos secundarios de los primeros “grandes tranquilizantes” han sido sustituidos por los neurol�pticos de nueva generaci�n con menores efectos secundarios pero de coste astron�mico. Sin embargo, en esquizofrenia la medicaci�n supone un arma eficaz contra la sintomatolog�a positiva y mucho menos efectiva contra la negativa. Adem�s, resulta muy adecuada a los esquemas de una atenci�n sanitaria que concentra su efectividad, en este tipo de terapia epis�dica sobre lo “agudo”.

Alabados por unos, como los medicamentos que permiten la permanencia del enfermo mental en un medio no institucionalizado y denostados por otros, como la “camisa de fuerza” que aturde y cronifica al

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enfermo mental, es sin duda uno de los elementos clave de la terapia m�dica para los trastornos mentales.

En la actualidad, la industria farmacol�gica forma parte del entramado psiqui�trico (o a la inversa) y en menor medida, tambi�n lo es de la rehabilitaci�n social, tanto por su efectividad como por su presencia econ�mica en subvencionar o alentar encuentros de familiares, Programas o Congresos de psiquiatr�a. Adem�s, es conocida la colaboraci�n continuada y estrecha entre los laboratorios y los profesionales de la atenci�n psiqui�trica, a fin de comprobar la eficacia de los nuevos f�rmacos en los Centros de Salud Mental.

La medicaci�n o los f�rmacos en enfermedad mental, son mucho m�s que una variable del tratamiento, en la gran mayor�a de los casos es el tratamiento en s� mismo. Muchos de los protagonistas de las noticias que aparecen en los peri�dicos estaban en tratamiento cuando han cometido hechos luctuosos, lo que expresar�a las limitaciones de una terapia basada en f�rmacos exclusivamente, sobre todo, si nos percatamos de que la administraci�n de los mismos, est� mediada por otras variables sociales como la aceptaci�n de la enfermedad por parte del enfermo, la informaci�n a los familiares, las relaciones de ambos con el facultativo y el estigma social de los trastornos mentales.

La terapia farmacol�gica que los enfermos mentales cr�nicos deben tomar de por vida y las propias limitaciones de la estructura sanitaria, determinan una contradicci�n b�sica de funestas consecuencias expresada en la incompatibilidad de una asistencia puntual y “a distancia”, frente a una enfermedad cr�nica con eventuales brotes agudos en el entorno social y familiar. En este contexto, existen muchas posibilidades de que los enfermos m�s reacios a la toma de medicaci�n o de visitar, cada uno o dos meses al psiquiatra, sean derivados de un Centro de Salud Mental a la atenci�n en un Centro de Especialidades, en un proceso de selecci�n de los m�s d�ciles o receptivos al tratamiento farmacol�gico. As�, el enfermo que m�s atenci�n necesita, puede verse privado de la asistencia sanitaria y social especializada. Sin medicaci�n y sin conciencia de enfermedad, el enclaustramiento y las dificultades familiares son cada vez mayores sin que esto por lo general, sea suficiente para que el especialista se desplace al domicilio o incluso niegue la posibilidad de informar favorablemente para la demanda de un recurso social ya que usualmente, se esgrime por parte del facultativo frases como: “si no viene a la consulta, no puedo dar ning�n tipo de informe, ya que no lo veo”. Para las familias, el resultado es que sus hijos y familiares no tienen derechos efectivos sobre la salud, ni sanitarios ni sociales. As�, la efectividad de los f�rmacos a�n sobre la sintomatolog�a positiva, resulta anulada por la acci�n de las variables que socialmente definen la enfermedad.

A partir de aqu�, el camino para la desesperaci�n, la solicitud de internamiento, hospitalizaci�n, denuncia e incapacitaci�n se convierte en el �nico camino posible y la justificaci�n �tica y social, de que la enfermedad mental requiere necesariamente, ”naturalmente”, soluciones m�dico-legales de internamiento, convirti�ndose con ello en la �nica terapia insoslayable y justificada, no por la naturaleza de la enfermedad mental, sino por la naturaleza y las limitaciones de un determinado modelo m�dico asistencial.

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4) El internamiento:

El Internamiento ha supuesto una de las categor�as b�sicas que definen este modelo. Es necesario destacar, que tanto en el an�lisis preliminar como en el posterior de los textos que componen la muestra, se ha analizado otro concepto muy relacionado con este pero que sin embargo, se refiere a un hecho m�s concreto, la hospitalizaci�n.

En todos los contenidos observados, la hospitalizaci�n estaba referida al ingreso en un hospital a partir de una crisis esquizofr�nica o de un hecho disruptivo sobre la vida y el entorno del enfermo mental. Sin embargo, el termino internamiento, es utilizado de modo homologable a la hospitalizaci�n por la jerga m�dica, con la salvedad de que el internamiento adquiere un significado m�dico legal que va m�s all� de la atenci�n hospitalaria. Es de destacar, que sea el concepto de “internar” el que ha resultado sumamente descriptivo de la relaci�n entre el entramado legal y el sanitario en los trastornos mentales.

Por otro lado, puede causar perplejidad que los peri�dicos progresistas se definan a partir de esta categor�a, puesto que en s� misma y descontextualizada, obedece a objetivos y formas de actuar contrarios a la integraci�n social.

(Imagen.2). Pr�cticas terap�uticas en S�lpetri�re. Gravado de la �poca. S XIX, Paris.

�Puede considerarse este hecho como que el internamientoes la caracter�stica que define a la prensa “progresista” ?.

Ante esto, cabe responder que no debemos analizar cada modelo de manera aislada, sino a trav�s del contraste con otros posiciona-mientos. Para la prensa progresista, en el contexto del modelo de “agresi�n-legal”, que comparte sin diferencias con la prensa conservadora, el enfermo mental es un paciente-violento. Este “progre-sismo” s�lo puede entenderse as�, como contraposici�n al enfermo como delincuente y causa de alarma social de la prensa conservadora. El internamiento deviene de este modo, en una medida “m�s social”que la c�rcel.

Reclusi�n terap�utica, en un sanatorio, con cuidados psi-qui�tricos y no en prisi�n, como corresponde a un enfermo que agrede.

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5) El paciente

Al analizar esta categor�a no puedo dejar de evocar aquellos tiempos ya lejanos del antiguo bachillerato, cuando se nos repet�a insistentemente que el sujeto-paciente o pasivo: es aquel que no ejecuta la acci�n, sino quien la sufre, quien la recibe. Esta categor�a result� ser una de las m�s definitorias en este modelo en la descripci�n del rol asociado al enfermo mental. De claras resonancias m�dicas, evoca las relaciones asim�tricas entre m�dico y paciente, entre los que saben (clero) y los que no (legos).

Se�alando la importancia de los sustantivos que identifican y definen socialmente a las personas, recordamos un viejo dicho jud�o: el nombre es el hombre. De hecho, en la comunidad jud�a, las ceremonias de cambio de nombre ante enfermedades graves o Sinuy Hasem, se realizan porque intentan dotar de una nueva naturaleza a la persona enferma (Fern�ndez,1998). Paciente, delincuente o discapacitado, son los tres roles que definen la naturaleza del enfermo mental detectados en nuestro trabajo, y que evidentemente, no permiten esperar que de estos roles sociales, los enfermos y sus familiares, puedan producir las conductas de salud, inclusi�n o autoayuda, inexcusables para la rehabilitaci�n y la integraci�n social. Quiz�s, cambiando estos nombres pudi�ramos modificar la naturaleza misma de la enfermedad y tambi�n la del enfermo mental.

6.1.2-EL MODELO DE INTERVENCI�N COMUNITARIA

Recordemos que en el modelo m�dico se han encontrado diferencias significativas entre prensa progresista y conservadora. La prensa progresista asum�a en �l, un mayor n�mero de categor�as definitorias. Sin embargo, en el modelo de intervenci�n comunitaria existen diferencias significativas, pero las categor�as se reparten por igual alrededor de ambos posicionamientos.

El an�lisis cualitativo es especialmente apropiado en estos casos, a fin de determinar contextualmente el sentido y significado de las categor�as que se adscriben a uno y otro posicionamiento ideol�gico.

1) Integraci�n Social, Discapacidad y Familia:

Integraci�n social, es un concepto que ha resultado significativo como una de las l�neas terap�uticas que se est�n siguiendo en enfermedad mental y que ha encontrado eco en la tendencia ideol�gica conservadora.

Est� referida a la creaci�n de Recursos como CRIS, Residencias y Centros Ocupacionales, recogiendo a la vez, las orientaciones de los profesionales sobre el tratamiento de los trastornos mentales, frente a otras categor�as como f�rmacos u hospitalizaci�n.

Modelo de Intervenci�n Comunitaria, incipiente y poco estructurado:-Integraci�n social*-Discapacidad*-Exclusi�n-Curabilidad-Salud-Familia*

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En este sentido, rese�amos dos cuestiones preferentes. La primera de ellas surge como reflexi�n del an�lisis de la variable tipo de recursos solicitados por las Asociaciones. En ella, podemos observar que aunque no existen diferencias entre ambas ideolog�as, los recursos con mayor cercan�a a la prensa conservadora se refieren a Residencias.

Este tipo de Recursos suponen un apoyo social para las familias y un servicio de larga estancia, que por sus caracter�sticas, se relacionan preferentemente con el respiro familiar, de acuerdo con las funciones propias de un Recurso-Contenedor, m�s que con la Integraci�n Social. As�, esta �ltima se entiende en su vertiente asistencial, en mayor medida que en su funci�n de integraci�n en redes sociales. En este contexto, Integraci�n Social se convierte en apoyo de respiro familiar o de contenci�n social y no en una actividad proactiva y de asimilaci�n de colectivos en riesgo de exclusi�n.

La segunda de las caracter�sticas a destacar y la m�s importante, se relaciona con la categor�a discapacitados. Ambas se encuentran relacionadas en el posicionamiento conservador, reflejando la amalgama existente en la actualidad respecto la poblaci�n con deficiencia mental. Los colectivos de discapacitados ps�quicos o mentales, no son definidos diferencialmente en multitud de ocasiones. La creaci�n de recursos como Centros Ocupacionales o pisos tutelados para los colectivos de discapacitados mentales no posibilita la detecci�n, en gran parte de los casos, sobre el tipo de poblaci�n concreta al que van destinados.

La prensa conservadora se ha hecho eco desde siempre, de las necesidades del colectivo de personas con deficiencia ps�quica y supone para esta orientaci�n un nexo de uni�n, donde discapacitados “inofensivos”, familias e Integraci�n, con toda evidencia se encuentran reflejados en los tres conceptos caracter�sticos de la prensa conservadora: Familia, Integraci�n, Discapacitados.

Otra circunstancia a tener en cuenta, es el hecho de que el colectivo de enfermos mentales, recibe las ayudas y subvenciones dentro de los servicios que la Administraci�n Auton�mica mantiene para la poblaci�n discapacitada. Los escasos recursos sociales destinados a este colectivo eran hasta hace bien poco, los mismos que gen�ricamente eran utilizados para las personas con deficiencia mental. Por tanto, las noticias institucionales recogidas en la prensa sobre subvenciones y creaci�n de Recursos Sociales engloban bajo la categor�a generalizadora de la discapacidad, a colectivos diferentes cuyos d�ficits y minusval�as, tienen or�genes y consecuencias muy diversos.

En cualquier caso, cabe resumir que para el posicionamiento conservador, la integraci�n social de las personas con discapacidad merece un esfuerzo como v�a contra la exclusi�n, teniendo gran importancia en esta orientaci�n, el aspecto humano, emocional y familiar del problema.

Considerar que el foco de atenci�n es la familia y no la persona con discapacidad, aunque ser�a una reflexi�n relacionada con esquemas cl�sicos conservadores, no resulta permisible sobre la base de los datos observados, a no ser que realicemos el an�lisis de la ideolog�a conservadora a partir del esquema ideol�gico contrapuesto de tipo reduccionista.

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2) Exclusi�n, curabilidad y salud.

Frente a la “tutela de la discapacidad” y la problem�tica familiar queconlleva, el n�cleo de la imagen de la Intervenci�n Comunitaria en la prensa conservadora, nos encontramos con tres categor�as diferentes que definen el polo progresista.

Exclusi�n, curabilidad y salud, son los conceptos que con significaci�n estad�stica, se encuentran m�s cercanos a la prensa progresista.

La exclusi�n supone una categor�a que se expresa como consecuente con la enfermedad mental, de este modo se enfatizan negativamente las consecuencias sociales de esta dolencia.

La curabilidad vs. incurabilidad no expresaba ninguna diferencia en los peri�dicos analizados, s�lo en el an�lisis cruzado de la posici�n ideol�gica de la prensa examinada se han encontrado diferencias significativas. El hecho de que ambos conceptos, a�n siendo contrapuestos (EM curable en el modelo Comunitario, EM incurable en el modelo biom�dico), se reflejen en la misma tendencia ideol�gica, es indicativo de la situaci�n sociog�nica de la representaci�n social actual de la enfermedad mental. A la vez que evidencia, la existencia de modelos y posicionamientos cient�ficos que estructuran la representaci�n y explican la realidad m�s all� de las ideolog�as.

La salud, es una categor�a significativa del modelo de intervenci�n Comunitaria. Su inclusi�n en este modelo y no en el biom�dico, no resulta arbitraria si nos atenemos a los criterios que definen la salud en uno y otro modelo. Recordemos que en este �ltimo, la salud se define como ausencia de enfermedad, incidi�ndose sobre el tratamiento de las disfunciones org�nicas o ps�quicas para recuperarlas. En intervenci�n Comunitaria, la salud es la potencialidad que el ser humano tiene para alcanzar un total bienestar bajo la influencia de variables sociales, econ�micas, psicol�gicas y sanitarias, en un contexto de relaciones global y totalizador de las relaciones sociales.

Por tanto, la prensa progresista se aleja de esa tutela de las discapacidades conservadora y su problem�tica familiar, para reflejar como la enfermedad, es causa de exclusi�n y que esta supone una imposibilidad de adquirir ese estado de bienestar y de desarrollo individual y social que es la salud.

6.1.3-EL MODELO AGRESI�N-LEGAL

A este conjunto de categor�as al que hemos llamado de agresi�n-legal, no podemos llamarle con propiedad, un modelo cient�fico, a no ser que desarrollemos una parcial argumentaci�n sobre la cientificidad del derecho positivo. M�s bien, resulta un fen�meno propio y expl�cito de la problem�tica de la enfermedad mental y que junto a la agresi�n como desencadenante, supone la base compartida de su representaci�n. Ambos posicionamientos ideol�gicos comparten por igual sus contenidos sin diferencias

Modelo de agresi�n/ legal-Agresi�n-Alarma social-Incapacitado-Delincuente-Violencia-Polic�a-evaluaci�n mental

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significativas y estad�sticamente, ha demostrado una existencia propia y diferencial de los modelos cient�ficos analizados. Todo este mecanismo legal de procesamiento, condena, incapacitaci�n, internamiento o reclusi�n se pone en marcha cuando la intervenci�n sanitaria o social, no tiene efecto y se ha generado una situaci�n de agresi�n, abandono social o exclusi�n.

1) La agresi�n:

Las noticias sobre la agresi�n est�n determinadas por tres circunstancias determinadas:

-Las diferencias significativas lo son, en funci�n del car�cter de la tirada de los peri�dicos y en mayor medida, por el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada.

-La agresi�n, mayoritariamente la producen personas integradas en un contexto familiar.

-Las diferentes formas de agresi�n implican tambi�n, aquellas acciones que el enfermo sufre o se autoinflige, sin embargo el enfermo mental aparece en las noticias analizadas mayoritariamente como agresor y no como v�ctima. De hecho, la tendencia no la marcan estas dos categor�as en exclusiva, sino delincuente y agresor para el posicionamiento conservador y violento y v�ctima para el progresista.

Respecto a la primera consideraci�n, ya hemos constatado como los peri�dicos de tirada auton�mica le prestan una mayor atenci�n a los temas de sucesos y agresi�n. La informaci�n se ve afectada por la necesidad u orientaci�n de esta prensa hacia lo emotivo, puesto que la tirada se comporta como una variable que modifica el contenido de las noticias aparecidas en prensa. El Medio condiciona por su propia estructura la informaci�n que difunde. Sin embargo, es el posicionamiento ideol�gico con un mayor �ndice de asociaci�n, el que modula la variabilidad de la agresi�n en la prensa analizada.

En cuanto al segundo tema, es destacable que las personas que causan la agresi�n sean personas casadas, con hijos y en un ambiente familiar determinado. Esto no se ajusta con las estad�sticas al respecto, ni con la realidad de un enfermo mental, mayoritariamente solo y con dificultades para construir una familia. Adem�s, debe constatarse el hecho de que parte de la agresi�n relatada en los peri�dicos y atribuida a los enfermos mentales en gran medida como veremos, deber�a ser redefinida como violencia de g�nero, constituida por altercados familiares que buscan su eximente o atenuante, aduciendo la enajenaci�n mental de sus protagonistas.

El modelo de agresi�n-legal resulta as�, en un entramado que no s�lo refleja los problemas sociales en enfermedad mental y los judicializa, sino que su representaci�n en prensa contribuye a la creaci�n de la imagen de un enfermo mental agresivo, como efecto indirecto de los objetivos e intereses de los profesionales de la abogac�a, en la defensa de sus clientes.

La tercera y �ltima consideraci�n hace referencia a la agresi�n como rol del enfermo, cuya naturaleza esencial es la agresi�n hacia el otro.

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La agresi�n tambi�n se produce cuando el enfermo se inflige da�os as� mismo o cuando se suicida o huye sin rumbo, sin embargo generalmente no aparece como v�ctima de esta agresi�n, sino como verdugo.

Siendo la agresi�n el n�cleo representacional y por tanto, resistente al cambio, no es de extra�ar que su difusi�n adopte las formas de comunicaci�n cercanas a la esquematizaci�n y generalizaci�n propias de la propaganda. La verdadera naturaleza del loco le impulsa a la violencia, s�lo en ella el enfermo mental aparece como agente, mientras que las otras categor�as que definen su rol, describen la pasividad de un paciente, un discapacitado. Como si la �nica conducta que pueden realizar los enfermos mentales fuera la agresi�n. Esto, legitima la institucionalizaci�n de pr�cticas terap�uticas de contenci�n, y por extensi�n, la generalizaci�n de la excepci�n como regla. O lo que es lo mismo, se constata la socializaci�n de la exclusi�n, a trav�s de la representaci�n social de un enfermo que delinque o es violento, en la que sin diferencias ideol�gicas participan por igual todos los peri�dicos analizados.

Por otro lado, la representaci�n social actual de la enfermedad mental, con sus contradicciones, facilita la estabilidad de este concepto molar cargado de emotividad, posibilitando la emisi�n de juicios y conductas legitimadas a partir de la informaci�n emocional contenida en la representaci�n social, en la que la �nica conducta activa clara que emite el enfermo como tal, es la agresi�n.

El resto de categor�as de este modelo son suficientemente expl�citas por s� mismas, deriv�ndose en su totalidad de este n�cleo central, al expresarse como la consecuencia legal de un determinado suceso.

Cabe mencionar que la categor�a de evaluaci�n mental, supone el concepto que legitima las consecuencias legales y marca la frontera entre lo m�dico y lo legal, entre lo imputable y la irresponsabilidad penal. Sin embargo, la evaluaci�n mental no supone un hecho al margen de las mentalidades con que se aborda, sino que ella misma, esta influida por la representaci�n de los trastornos mentales. En manos de peritos con opiniones contrapuestas sobre la etiolog�a, clasificaci�n y consecuencias conductuales que se derivan de las enfermedades mentales, se convierte en una herramienta jur�dica que determina y cierra en �ltima instancia, aquellas situaciones que la sociedad y la ciencia no han sido capaces de definir y tratar por otros medios. Por lo que el proceso social, por el cual la enfermedad mental pasa de ser una cuesti�n sanitaria a un asunto legal, configura e interrelaciona la totalidad de las categor�as perif�ricas del campo de representaci�n con el n�cleo estructurante de la misma.

6.2- Las noticias y sus contenidos.

6.2.1 Identidad, Origen y Terapia de las Enfermedades Mentales

6.2.1.1-El Internamiento Psiqui�trico

Extendi�ndose sobre 21 hect�reas de terreno a las afueras de Lima, se encuentra un complejo de edificios conocidos por todos los peruanos, es el

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Larco Herrera. Con 620 camas y 700 empleados, 50 de ellos m�dicos, constituye el mayor centro psiqui�trico del Per�.

Durante 1989, murieron en �l, cincuenta enfermos de hambre y desamparo, aunque este hecho fue negado en su momento por el ministro de Sanidad del momento. Hacia 1997, la nueva mentalidad surgida de las directrices de la OMS sobre la enfermedad mental y la rehabilitaci�n social, abr�an los grilletes y las celdas de castigo del Larco Herrera, siendo sustituidas progresivamente por los nuevos psicof�rmacos y el electroshock.

Las habitaciones han sido adecentadas y los enfermos disponen de catres donde dormir, “algo que puede parecer normal en Europa, pero que no era posible en un pa�s como el nuestro”, se�alaba su director.

(Imagen.3) El Pa�s, 15 de Junio de 1997.

Como se describe en el art�culo, los enfermos mentales del Larco Herrera han ido recuperando paulatinamente su condici�n de seres humanos. En realidad el camino inverso hacia la animalidad, hab�a comenzado tiempo atr�s. En el siglo XVI, Las Casas sentenciaba la unidad del g�nero humano en su defensa de los derechos de los ind�genas del Nuevo Mundo, con la aseveraci�n siguiente: “Todas las naciones del mundo son hombres, y de todos los hombres y de cada uno de ellos es una no m�s la definici�n, y �sta es que son racionales” (Las Casas, 1967).

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En esto, Las Casas segu�a a Cicer�n que, en De Inventione, describ�a como el dominio de la raz�n y el conocimiento representa la esencia de lo humano. Lo que separa al hombre de las bestias, es su capacidad para comprender el ordo divino y universal. La sociabilidad, la cultura y la religi�n son expresiones de ese raciocinio que le aleja de la animalidad y del mundo de las pasiones.

Sin embargo, la raz�n humana se expresaba a trav�s de diferentes gradaciones, as� el ni�o, la mujer o el campesino europeo no se separaban demasiado de la mentalidad del indio. El loco, tambi�n se encontraba en los intersticios de ese continuo, que en uno de sus extremos, conten�a las similitudes hominis, (esclavos naturales como los et�opes, las poblaciones africanas), en oposici�n a los santos, los h�roes y los grandes gobernantes de Europa.

Apoyando su tesis, Las Casas (ib�d) citaba a Aquino, a fin de demostrar que la existencia de Dios no admite que grandes pueblos est�n faltos de raz�n, ya que esto les impedir�a conocer el plan divino. “Los hombres que tienen suficiente conocimiento para gobernar sus vidas son la mayor�a; y son muy pocos los que carecen de ese conocimiento, a los que se les llama locos e idiotas”.

La clasificaci�n de seres humanos a partir de su capacidad intelectiva, supon�a la inclusi�n de grandes etnias en la familia humana, pero tambi�n la exclusi�n, tutela y reeducaci�n de aquellos seres locos o idiotas, que privados de raz�n, no pueden controlar sus pasiones o gobernar sus vidas.

Adem�s, esta nueva forma de pensar y clasificar hombres, presupon�a la existencia en todo ser humano, de condiciones externas (clima y costumbres) y de circunstancias internas (disposiciones humorales), que moldeaban su capacidad de razonamiento (Rosen,1974; Pagden, 1988), lo que permit�a su tratamiento a trav�s de la ciencia. Esto result� en una etapa de transici�n donde el modelo demonol�gico de posesi�n, las primeras pr�cticas terap�uticas en hospitales y la cultura asilar, coexistieron hasta mediados del siglo XVII. Sin embargo, la certeza de que la locura pod�a ser tratada por la sociedad, bien desde la caridad o bien como servicio de la comunidad ciudadana, se expresaba de manera n�tida en iniciativas como la de Vives en la ciudad de Brujas (XVI), en la que apareci� una nueva forma de entender la atenci�n al enfermo mental a partir de la asistencia p�blica que las ciudades organizaban en recintos concretos, los hospitales, donde los locos pudieran ser atendidos con un trato m�s humano y regenerarse de sus costumbres y de su insanitas (Rosen, Ibid).

Como ya sabemos, el internamiento psiqui�trico y asilar supuso a largo plazo el fin del modelo demonol�gico, pero no de las creencias sobre la naturaleza defectual del loco, sobre la incompletud de su desarrollo respecto a los seres racionales. Tampoco supuso una nueva conceptualizaci�n del loco como un ser humano pleno, con derechos que deben ser respetados y con habilidades que pueden ser potenciadas. Por lo que la aparici�n de nuevas pr�cticas y recursos terap�uticos no supuso la desaparici�n de las creencias del siglo XVI sobre la naturaleza del enfermo mental, sino que los mismos conocimientos cient�ficos se entremezclaron, se anclaron, con las im�genes y conocimientos que el pensamiento social y los sistemas de creencias, previamente ofrec�an sobre el mismo.

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En este contexto, el Larco Herrera es la prueba fidedigna de la tensi�n entre ciencia y creencias sociales, la expresi�n palpable de la inutilidad de un enfoque exclusivamente sanitario y psicopatol�gico de las enfermedades mentales, de la futilidad simplista y pretenciosa, de que nuevos recursos y t�cnicas, conllevan indefectiblemente nuevas actitudes sociales; en suma, de la existencia de un campo representacional de la enfermedad mental que debe ser acometido complementariamente a la creaci�n de Servicios. De otro modo, los nuevos Recursos quedar�n distorsionados en sus objetivos y procedimientos, perfilando un nuevo marco de dependencia y tutela, en la medida que la Reforma Psiqui�trica deja de serlo para convertirse en su caricatura.

La institucionalizaci�n psiqui�trica no ha supuesto en s� misma, ninguna contradicci�n con la imagen del enfermo mental como un ser incompleto o incapaz, sino que ha unido ambos aspectos, complement�ndose en la pr�ctica. As�, el ingreso en estas instituciones se ve reforzado y legitimado por la declaraci�n de incapacidad o peligrosidad social del enfermo mental. Lo que deviene en la indisoluble asociaci�n entre la imagen negativa del loco como un ser incompleto y la institucionalizaci�n psiqui�trica, que de este modo se constituye como la �nica garante de la pol�tica asilar y de contenci�n que de forma natural, se deriva de las caracter�sticas de estos enfermos y de la enfermedad mental cr�nica.

La noticia siguiente (imagen 4), confirma esta funci�n de contenci�n e incluso de exterminio. En ella, se nos informa de c�mo el ex dictador Videla, ocult� un hijo oligofr�nico en un centro para enfermos mentales de Buenos Aires, del cual desaparecieron de forma sospechosa 3.000 pacientes en los �ltimos 20 a�os.Las noticias so-bre el uso de las instituciones psi-qui�tricas como lugares de con-tenci�n, donde los enfermos pierden hasta los derechos m�s elementales, co-mo vemos, no son s�lo cosa del S. XVII, sino que resultan una constante en la

prensa de nuestros d�as, extendi�ndose tanto a pa�ses subdesarrollados o con falta de libertades democr�ticas, como a pa�ses desarrollados e instituciones de nuestro pa�s, como lo recogen los art�culos siguientes.

En la noticia de la imagen 5 publicada en el diario Las Provincias, los enfermos mentales compart�an el Recurso con personas de edad avanzada

(Imagen,4).Levante.23,6,1998

(Imagen,5). Las Provincias.20,7,1997.

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en un geri�trico de Barcelona. Las crisis y la sintomatolog�a propia de los trastornos mentales, eran mitigadas con el encierro de estos diecis�is enfermos en los s�tanos del recinto. Con posterioridad a esta noticia, el juez que dictamin� sentencia, absolvi� sin cargos a los responsables del Centro al no ver indicios de delito. El juez del caso, interpret� que puesto que no exist�a una sentencia de incapacitaci�n ni una autorizaci�n judicial al respecto, los enfermos estaban en dicho recurso por propia voluntad y pod�an marcharse o aceptar el trato recibido, seg�n su libre albedr�o.

Bien desde una �ptica de libre mercado en las sociedades avanzadas, o como marco de actuaci�n en sociedades no democr�ticas, la institucionalizaci�n de los enfermos mentales ha supuesto como norma, la plasmaci�n evidente de mentalidades, actitudes y pr�cticas que despojan a los enfermos mentales de sus derechos b�sicos y los confinan junto con otros colectivos en el espacio de la exclusi�n social y el olvido.

El seguimiento de las noticias aparecidas en prensa, van mostr�ndonos de manera progresiva y coherente, aquellos aspectos negativos caracter�sticos de la institucionalizaci�n, que se concretan en:

a) P�rdida de los derechos fundamentales.

b) Agresi�n hacia los enfermos mentales.

c) Funci�n de contenci�n m�s que de rehabilitaci�n o “regeneraci�n”.

d) Inclusi�n indiferenciada en otros colectivos, dentro de una pol�tica asilar, donde predomina la improvisaci�n pol�tica y las leyes de mercado.

Como puede verse en las noticias recogidas por El Pa�s (Imagen 6), estas caracter�sticas se extienden m�s all� de las fronteras nacionales y se manifiestan de modo diferente seg�n la cultura y entorno social donde se reproducen. Pederastia,

drogas, alcohol y pornograf�a son algunas de las “pr�cticas terap�uticas” del Hospital ingles de Rampton, en Nottinghamshire. Donde los hechos a pesar de su gravedad, no son denunciados por el personal del Centro sino por uno

(Imagen,6). El Pa�s del 9 y 11 de Febrero de 1997, respectivamente.

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de los pacientes. Parad�jicamente, la denuncia de un demente permiti� imponer la cordura a m�dicos, t�cnicos y pol�ticos.

Las noticias publicadas en la prensa, no s�lo evidencian los problemas de la institucionalizaci�n psiqui�trica, sino que tambi�n, contextualizan las noticias producidas en nuestra Comunidad, por lo que pueden percibirse estos hechos de modo interrelacionado y no como incidentes aislados o anecd�ticos sino constitutivos de un mismo fen�meno social, persistente en el tiempo y globalmente diferenciado en su expresi�n. En este contexto, la figura del Psiqui�trico de B�tera surge paradigm�tica y representativa de los cambios ocurridos en nuestro pa�s en la atenci�n al enfermo mental.

6.2.1.2-B�tera, Forever

A trav�s de la recopilaci�n de 903 noticias publicadas en la prensa desde el a�o 1973 hasta 1985, C�ndido Polo (1999), nos describe estas circunstancias de manera clarificadora y amena. El trabajo de Polo, supone en este aspecto, un valioso precedente cronol�gico y parcial de nuestra investigaci�n.

En su libro, Cr�nica del Manicomio, Prensa, Locura y Sociedad, se ofrece un an�lisis de la institucionalizaci�n en nuestra Comunidad y tambi�n un avance clarificador sobre las consecuencias de la Reforma

Psiqui�trica. Nuestra intenci�n no ha sido recoger informaci�n en exclusiva sobre esta instituci�n, por lo que en nuestro caso, el campo de an�lisis ha resultado ser mucho m�s global. Sin embargo, las noticias recogidas en este contexto, vuelven a presentar al Psiqui�trico de B�tera como un campo de tensiones, donde los intereses y creencias sociales sobre la enfermedad mental, se manifiestan de manera elocuente y de modo coherente con el resto de noticias que hemos descrito en este apartado.

Las noticias que hemos seleccionado, representativas de la din�mica de los problemas de este Recurso de la Diputaci�n, afectan a varios aspectos del internamiento

psiqui�trico. El primero de ellos consiste en que:(Imagen,7). Levante, 30 de Abril de 1997.

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-El internamiento de los enfermos mentales no garantiza su integridad f�sica.

La noticia, de una enferma que quema su colch�n, produci�ndose con ello lesiones en un 40% de su cuerpo, incluyendo la amputaci�n de un brazo y una pierna (imagen 7), representan cabalmente el tipo de accidentes que en estos Recursos se producen.

C�ndido Polo (Ib�d., pp. 181), aludiendo a este respecto a un lid de Las Provincias bastante descriptivo titulado “Los muertos del Psiqui�trico”,refiere la continuidad de estos sucesos a lo largo del tiempo, sin dejar dese�alar que todo ello, no s�lo no desemboc� en la revisi�n del modelo, sino que potenci� su fortalecimiento con la construcci�n del muro con que se circunval� el recinto en 1987. La experiencia de abrir las puertas a los enfermos mentales fracasaba al mostrar la incompatibilidad entre el funcionamiento de los Recursos derivados del modelo de internamiento y los objetivos derivados de la integraci�n social.

“Algunas empleadas, limpia-ron el culo, a una residente con la escobilla del ino-doro” (imagen.8)

Las cr�ticas de FEVAFEM hacia las irregularidades en la gesti�n de B�tera, eviden-ciar�n la sinton�a entre la Adminis-traci�n y la empresa adju-dicataria (EULEN), ya que la denun-cia de la propia directora del Re-curso, acabar� con su despido y el traslado de Centro de la protagonista direc-ta del hecho, “cu�ada de un ejecutivo de la compa��a”. Lo que a la postre, muestra otra caracter�stica del internamiento de la Reforma Psiqui�trica en nuestra Comunidad:

(Imagen,8). Levante, 8 de Mayo de 1998

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- La defensa pol�tica e ideol�gica de la iniciativa privada frente a la p�blica, que ampar�ndose en su supuesta eficacia, justifica la no asunci�n por parte de los poderes p�blicos, de su responsabilidad directa en la creaci�n, gesti�n y mantenimiento de una necesaria red p�blica de servicios sociales y sanitarios, reduciendo en la pr�ctica toda la pol�tica referente a la salud mental, a la mera concesi�n de contratos y subvenciones.

(Imagen.9). El Pa�s 3 de Julio de 1998

-Las consecuencias:

“B�tera, aparcadero de locos”.

“La Administraci�n ha optado por quitarse de encima a un colectivo de enfermos “que molestan”.

“Lo �nico que no quieren son problemas, no les interesa el trato que reciban los ingresados. Y si hablas, te vas a la calle”.

“El S�ndico de Quejas admite a tr�mite las quejas de la ex directora”.

Trece a�os despu�s del informe de la comisi�n ministerial para la Reforma Psiqui�trica, los hechos que siguen apareciendo en los peri�dicos, demuestran en qu� se han quedado sus planteamientos respecto a la rehabilitaci�n social. B�tera, como recurso contenedor de enfermos mentales, junto a animales de laboratorio en el pasado (Polo, Ib�d.), o como

(Imagen, 10) El Pa�s 7 de Julio de 1998.

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en la actualidad, compartiendo el lugar con objetos almacenados provenientes del museo de La Beneficencia de Valencia, evidencia de nuevo que ni las intenciones declaradas (imagen 10), ni el hecho en s� mismo de la creaci�n de Recursos pretendidamente rehabilitadores, deja de ser una aplicaci�n exclusivamente nominal, fragmentaria y voluntarista de la Reforma Psiqui�trica. De nuevo, la representaci�n social del enfermo mental como agresor, le incluye en un colectivo de enfermos que molestan,contenidos en un aparcadero para locos, determinando con ello, tanto la pol�tica emanada desde los poderes p�blicos como el car�cter de la asistencia que adoptan los recursos en enfermedad mental en este contexto.

Resulta significativo que no exista en la muestra recopilada, ninguna noticia en la prensa conservadora referida a estos hechos, lo que evidencia, o bien su falta de inter�s ante los temas en los que el enfermo mental aparece como objeto de la agresi�n, o bien un claro sesgo ideol�gico en la omisi�n de aquellas noticias contrarias a la pol�tica del Gobierno valenciano actual. En cualquier caso, ambas son caracter�sticas de los fen�menos

descritos por Noelle Neumann (1974), en su modelo sobre la Espiral de silencio, consistente en la potenciaci�n o eliminaci�n de aquellos aspectos de la realidad, conflictivos con el campo de intereses y cultura de los Medios de Comu-nicaci�n, como forma espec�fica de la influencia de los Media sobre la poblaci�n, potenciando con ello, una selectiva construcci�n social de la realidad.

Otro de los as-pectos destacables en la tem�tica analizada, es la ausencia de declara-ciones de los represen-tantes pol�ticos de los partidos de izquierda. De modo que, aunque los hechos relatados inciden directamente sobre pol�ti-cas sociales y sanitarias, pretendido n�cleo dife-renciador entre tenden-cias ideol�gicas, el con-flicto se desarrolla

exclusivamente entre la Administraci�n, empresa privada, profesionales y

(Imagen.11). ABC, 12 de Enero de 1997.

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Familiares de Enfermos Mentales (FEVAFEM), sin que ello requiera la atenci�n de estos representantes p�blicos. Afirmando con ello su ausencia significativa de la problem�tica que afecta a los agentes sociales de la Reforma Psiqui�trica.

En realidad, hechos similares justificaron las primeras cr�ticas modernas al funcionamiento de las instituciones manicomiales debidas fundamentalmente a los psiquiatras Cooper (1971) y Basaglia (1972), fundadores de lo que ha venido en denominarse el movimiento antipsiqui�trico. Conscientes de las contradicciones de un modelo de salud mental basado en el internamiento psiqui�trico, estos autores, reclamaban un cambio radical en este modelo. Sus argumentos se basaron en la protecci�n de los derechos del enfermo mental y en la creaci�n de recursos intermedios de atenci�n sociosanitaria, dentro de una cr�tica global de las relaciones sociales y econ�micas, de las que consideraban a la enfermedad mental un mero reflejo de los mecanismos de alienaci�n social.

Sin embargo, a pesar de que Italia ha sido uno de los pa�ses pioneros en la trasformaci�n de sus estructuras asistenciales, como vemos en el art�culo del ABC (imagen.11), todav�a quedaban en los psiqui�tricos italianos en fechas tan tard�as como 1997, unos 17.000 enfermos mentales.

La noticia a la que hacemos referencia, destaca en titulares este hecho, as� como la preocupaci�n de los familiares ante la desinstitucionalizaci�n de los enfermos mentales. A pesar que el ABC ha resultado ser uno de los peri�dicos con mayor presencia de profesionales en sus p�ginas, en este caso, la fuente de la cual se nutre el art�culo es L�Observatore Romano, el peri�dico de la Santa Sede, que en esta ocasi�n, advierte de la preocupaci�n de las familias y del posible abandono social que pudiera derivarse de la Reforma.

En este sentido, llama la atenci�n el car�cter ambivalente de la noticia. Por un lado, se advierte que “nadie llorar� a los manicomios, a menudo verdaderos campos de concentraci�n”, por otro, nos informa del posible “abandono de los enfermos y de la preocupaci�n y el escepticismo de las familias”.

Sin existir un posicionamiento descalificador de ninguna posici�n, s� que advierte que, el modelo de Basaglia ha sido trasladado a nuestro pa�s a trav�s de las directivas de la OMS, “con resultados a veces nefastos”. Sin embargo, es obvio que la desinstitucionalizaci�n psiqui�trica en Espa�a, no sigue el modelo de Basaglia, ni siquiera el de la OMS, sino que m�s bien, responde a la amortizaci�n puntual de gasto sanitario, con la desaparici�n de camas para el cuidado de cr�nicos, sin que se haya creado una red asistencial alternativa eficaz.

La falta de un acercamiento positivo hacia la Reforma y tambi�n realista, sin minimizar los problemas de la desinstitucionalizaci�n, es sustituida en el peri�dico conservador por una descripci�n, pretendidamente as�ptica, que se centra sobre todo en los derechos de los familiares, en la que la problem�tica de los enfermos mentales como seres humanos, todav�a se muestra ausente de su argumentaci�n.

Como podemos ver, pacientes, desequilibrados, enfermos mentales, esquizofr�nicos y residuos manicomiales, son las categor�as que describen a los enfermos mentales. Un perfil desdibujado, homogeneizador y global,

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relacionado indefectiblemente con el psiqui�trico y el internamiento cuyo fin, parad�jicamente, causa preocupaci�n y reserva y que contiene un velado mensaje: la desinstitucionalizaci�n es igual al abandono. �Para qu� abrir las puertas de los manicomios si seg�n el propio art�culo, a�n el 95 % de los enfermos que viven con sus familias, “sufren en el calvario de las calles, lalenta agon�a de sus vidas” ?.

La informaci�n cr�tica sobre los hechos luctuosos sufridos por los enfermos mentales en su internamiento y que hemos podido constatar, se encuentra ausente en la prensa conservadora. Los temores de la desinstitucionalizaci�n sin embargo, si aparecen en sus p�ginas en un esquema de difusi�n de la informaci�n escrita, caracter�stico de los elementos definidos por Moscovici (1976), y que en realidad, nos informa de un posible conflicto en la defensa de aquellos servicios hospitalarios gestionados por estamentos eclesiales y el Estado italiano. Con una desafortunada traslaci�n a nuestra cultura, ya que entre otras cosas, nuestro gobierno nunca ha aprobado ninguna ley estatal sobre salud mental, verdadero eje del conflicto relatado.

6.2.1.3-La tipolog�a de los trastornos mentales

El concepto de psicopatolog�a asume como tal, una amplia diversidad de significados sociales atribuidos a los trastornos mentales. Aunque la psicopatolog�a siempre describe trastornos diferenciados, como conjuntos de s�ntomas espec�ficos, en ocasiones se utiliza como un concepto intercambiable y generalista, a�adiendo con ello, ambig�edad en la descripci�n de los trastornos mentales. En realidad, la psicopatolog�a en la prensa analizada puede estar identificando de manera espec�fica una esquizofrenia, una depresi�n, una fobia, una demencia e incluso un trastorno de personalidad, aunque en este �ltimo caso, ser�a m�s conveniente hablar de psicopat�a. En ocasiones, por el contrario, no se aplica a ninguna enfermedad concreta y s� a todas ellas en general. Esto es similar a hablar de cardiopat�as referidas globalmente a las enfermedades del coraz�n, facilitando en este caso, una imagen de enfermedad que se ubica en el entorno difuso de la psiqu� y a cuya disfunci�n se le atribuyen hechos de todo tipo. As�, en Las Provincias del 30 de Abril de 1988, se pod�a leer:

“Piden ocho meses de c�rcel para un joven que abuso de una ni�a... La v�ctima asegur� que su agresor le toc� los genitales por encima de la ropa e intent� besarle en la boca, mientras le quitaba los pantalones... El fiscal aplic� a su demanda de pena una eximente incompleta debido a la psicopatolog�a compatible con retraso mental en grado leve...”.

De nuevo Las Provincias, en un art�culo fechado el 14 de Mayo del mismo a�o, se hace eco en los mismos t�rminos de un hecho similar:

“...Un joven de Fortaleny que padece una grave psicopatolog�a, neg� ayer al tribunal de la secci�n primera de la Audiencia de Valencia haber violado a una vecina suya en presencia de sus dos hijos peque�os. el agresor

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que se cubr�a el rostro con una media, fue identificado porque la v�ctima asegur� que quien le atac�, hablo en todo momento valenciano, tenia la cara de formas redondeadas, los ojos rasgados y vest�a una camisa azul... Lo cual indujo a la v�ctima a creer que era Ram�n su asaltante... En su defensa, (del acusado)... hoy testificaran 25 personas que supuestamente le acompa�aron a Benidorm en una excursi�n, el mismo d�a en que se produjo la agresi�n”.

En los dos art�culos auton�micos, se diferencia perfectamente entre agresor y v�ctima y en ambos casos, el agresor es una persona con una grave enfermedad mental. En ellos, volvemos a encontrar la relaci�n entre psicopatolog�a y agresi�n, aunque no se nos describa la naturaleza de la afecci�n ni su relaci�n directa con la agresi�n, generando con ello un concepto categorizador e inclusivo que afecta negativamente a todas las personas que padecen un trastorno ps�quico, que generaliza y relaciona el crimen con la psicopatolog�a, en una descripci�n que de aplicarse a otras situaciones, causar�a asombro y perplejidad ya que no observamos noticias

como “un dentista cojo provoca una infecci�n en cuatro de sus pacientes” o “un industrial miope” estafa a sus clientes”. La raz�n por la que se cita a la psicopatolog�a es por que se la considera la causante principal de los hechos, el origen de la agresi�n, aunque parad�jicamente no se constate tal supuesto ni se defina su origen concreto, puesto que “se da por demostrado” exclusivamente por su evocaci�n.

No parece importar que no sepamos si se trata de un violador, un paid�filo, un deficiente, un esquizofr�nico, un depresivo, o sencillamente un delincuente con antecedentes psiqui�tricos. La categor�a “psicopatolog�a”, resulta lo suficientemente potente y evocadora para los periodistas, como para incluir en ella a todo tipo de personas y enfermedades mentales.

De lo que no cabe duda, es que estas agresiones, no se ajustan a la violencia provocada por los trastornos mentales cr�nicos y que en mayor medida flota en ambos art�culos la figura social del loco psic�pata, con una fuerza de categorizaci�n social de tal magnitud, que no s�lo minimiza los posibles trastornos reales sino que afecta al propio contenido del art�culo. De hecho, en el mismo, no se habla del supuesto agresor (presunci�n de inocencia), sino del testimonio de los testigos de la defensa que “supuestamente” le acompa�aron a..”(presunci�n de culpabilidad), extendiendo la categorizaci�n negativa como vemos, no s�lo a la persona afectada por la

psicopatolog�a, sino tambi�n a las personas cercanas a �l que por “contagio”, parecen haber perdido su credibilidad o la raz�n. La imagen del psic�pata, la similitud conceptual entre psicopatolog�a y psicopat�a y los prejuicios

(Imagen 12) . Las Provincias, 18 de Enero de 1997.

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latentes sobre esa figura del loco, que existe en todos nuestros pueblos, parecen estar a la base de una imagen social que cobra m�s fuerza que la de veinticinco testimonios directos de personas que en este caso, la contradicen.

-Las psicopat�as, llamadas gen�ricamente trastornos de personalidad implican una categorizaci�n cl�nica diferente a los trastornos psic�ticos. De hecho, en los trastornos de la personalidad no existe una p�rdida del juicio de realidad, no hay una confusi�n entre el mundo real y un mundo delirante, sino que la persona con este trastorno, siendo sin duda un enfermo mental, no es sin embargo un psic�tico, no es un esquizofr�nico o un depresivo delirante. Conoce la importancia de sus juicios pero su car�cter le marca tendencias de actuaci�n anormales, que dependiendo del trastorno concreto le llevan a un mundo de suspicacias, dobles sentidos, frialdad emocional y aislamiento social.

La persona con trastorno de personalidad no es en absoluto, el psic�pata del cine y la televisi�n. Muchos de ellos, salvando la existencia de posibles complicaciones org�nicas, responden bien a la terapia, aunque esta suele tener una aplicaci�n compleja. Incluso, muchos de estos trastornos no s�lo pasan desapercibidos, sino que en ocasiones, su sintomatolog�a es interpretada por el tejido social como una cualidad socialmente deseable, en mayor medida que como un s�ntoma morboso (el amor al detalle, a la puntualidad y la dedicaci�n al trabajo, caracter�stico del trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad, es un ejemplo de ello).

En algunos casos, la falta de tratamiento puede hacerles cometer actos que dentro de su visi�n del mundo, no implican necesariamente la autorepresi�n o condena moral y castigo propios de los actos reprobables que pueden llegar a cometer. Si tuvi�ramos que resumir el patr�n de conducta anormal de las psicopat�as, lo describir�amos en tres l�neas generales del modo siguiente:

-Se sienten las responsabilidades y las relaciones cotidianas a trav�s de la inflexibilidad.-La frustraci�n rige las apreciaciones sobre el s� mismo y sobre el entorno.-La salud se ve resentida por las conductas manifiestas inadaptativas.

La continuidad y persistencia de estos rasgos a lo largo del tiempo, determina realmente la incapacidad de la persona para ser feliz y aprovechar los recursos que el entorno puede proporcionar. En la medida que estas conductas y actitudes son persistentes, la persona se ve limitada tanto en el desarrollo de su personalidad como en sus capacidades de afrontamiento ante el estr�s, aumentando con ello la vulnerabilidad, no s�lo en cuanto a trastornos de personalidad, sino tambi�n a la aparici�n de trastornos asociados.

Actualmente, el DSM IV revisado identifica hasta diez trastornos diferentes de la personalidad que se codifican en el eje II. Estos trastornos tienen en com�n un patr�n estable e inflexible tanto de experiencia interna como de relaciones con el entorno. De inicio temprano o al comienzo de la edad adulta, permanecen de manera raificada a lo largo de toda la vida del

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sujeto, siendo sus comportamientos no coincidentes con los patrones aceptados de la cultura de la Comunidad en la que viven, aunque por lo general se muestran integrados y respetuosos con las normas sociales, a excepci�n de aquellos trastornos de tipo disocial.

Otro de los criterios distintivos de los trastornos de personalidad es la extensi�n de este patr�n de hacer, sentir y pensar, a una generalidad de situaciones diferentes, proporcionando malestar significativo o conductas de evitaci�n muy limitantes para el sujeto. Adem�s, para que exista un trastorno de personalidad, debe descartarse la existencia de una dolencia f�sica o mental como causante del cuadro sindr�mico.

Seg�n la clasificaci�n de Millon (1994), la gravedad de las psicopat�as estar�a determinada por dos grupos de afecciones, sin embargo su relaci�n con la agresi�n se conecta en la mayor�a de los casos con variables sociales que potencian y seleccionan aquellos aprendizajes que refuerzan un tipo espec�fico de personalidad anormal:

-Como muy graves:

Trastorno esquizot�picoTrastorno L�miteTrastorno paranoide

-Graves:

Trastorno antisocialTrastorno narcisistaTrastorno histri�nicoTrastorno por dependenciaTrastorno por evitaci�nTrastorno obsesivo compulsivoTrastorno esquizoide

Los trastornos de tipo esquizoide, paranoide, l�mite y antisocial, son susceptibles de aparecer con mayor frecuencia que el resto ligados a hechos delictivos, similares a los ocurridos a lo largo de 1997 y 1998.

Como la puesta en libertad de Fco. L�pez Maillo, autor de m�s de cien violaciones y que se neg� a recibir tratamiento, a pesar de lo cual fue excarcelado despu�s de 10 a�os de condena, aunque la misma ascend�a inicialmente a seiscientos a�os. Algunos de los art�culos que se dedicaron al caso, describ�a la situaci�n as�:

“Al psiquiatra forense, no le cabe ninguna duda. Francisco L�pez Maillo rechaza las normas sociales. Si necesita dinero, roba. Si necesita sexo, viola. Y necesita mucho sexo, al menos seg�n los informes de los forenses, que le registraron elevad�simos niveles de testosterona. Leopoldo Ortega Monasterio lo examin� antes del juicio. Act�a sin compasi�n, ordenadamente.....”

Despu�s de un estudio complejo concluyeron que se hallaban ante un trastorno antisocial de la personalidad... Carec�a de recursos econ�micos y se hab�a criado en un entorno marginal, de forma que aprendi� a robar. Las

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pruebas hormonales dieron altos niveles de testosterona, prueba de una hipersexualidad marcada, de manera que se acostumbro a violar”..

Los psiquiatras reclaman iniciativas legales: “� C�mo va a ir una bomba ambulante por las calles de Barcelona sin que se pueda hacer nada?”.

Alonso Fern�ndez que ha tratado la psicolog�a del violador y el sexo violento.. ha catalogado hasta cuatro tipos de violadores. El agresivo... el org�smico... el s�dico y el adictivo. Ante la posibilidad de castraci�n quir�rgica Alonso Fern�ndez reacciona airadamente “es una barbaridad y adem�s innecesaria. Existen sustancias como el acetato de ciproterona... es un proceso qu�mico reversible, que permite el aprendizaje de conductas m�s adecuadas”..

(ABC. 18 de Octubre de 1998)

El reportaje resulta atrayente porque resalta todo aquello que perfila a la enfermedad mental como factor convulsionante de los supuestos y creencias sobre el control social. El papel de la biolog�a (que produce violadores) y el medio ambiente (que produce ladrones), los f�rmacos, la cirug�a eugen�sica, los cambios legislativos o la modificaci�n de conducta, en un episodio que parece un remedo fiel del film, La naranja mec�nica de Kubrick. Solo que en este caso, estamos hablando de trastornos mentales que no son de naturaleza psic�tica, sin que por ello se proceda a una clara diferenciaci�n de las im�genes que el pensamiento social posee sobre la locura y la psicopatia y sus consecuencias.

Dos meses despu�s, otro psic�pata tristemente famoso, ocupaba las paginas de las Provincias “Joaqu�n Ferrandiz Ventura, autor confeso de los asesinatos de cinco mujeres, refleja que padece una psicopat�a y un trastorno

de la personalidad de tipo esquizoide, seg�n manifest� ayer Rosa Edo, su abogada defensora” (Imagen. 13).

Es dif�cil saber si la noticia se debe a un desliz de la abogada, quiz�s interesada en magnificar los posibles eximentes de su defen-dido o se trata por el contrario, de desin-formaci�n manifiesta en este caso, del

periodista. Pero el hecho es que, como por arte de magia, la psicopat�a y el

trastorno de personalidad se han convertido en dos entes separados que se acumulan entre s� y poseen naturalezas diferenciadas. La imagen de las psicopat�as a�n es susceptible de mayores confusiones, as� en el art�culo de

(Imagen 13) Las Provincias. 12/12/98.

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las Provincias del 3 de diciembre de 1988, en la secci�n de Tribunales podemos leer:

“Juzgan a un padre paid�filo que abus� de la menor de sus hijas....el fiscal considera una circunstancia atenuante el trastorno de personalidad (paidofilia) que sufre Antonio R.C..”

Sin embargo, la paidofilia es considerada en los manuales diagn�sticos (DSM IV, pp. 508 y 540) como un trastorno de la identidad sexual (parafilias) que no debe confundirse con los trastornos de personalidad. Como vemos, en la prensa de �mbito auton�mico la generalizaci�n e imprecisi�n son dos de las caracter�sticas que presiden y sesgan la informaci�n sobre los trastornos de personalidad, a las que hay que a�adir una tercera caracter�stica, la ambig�edad en la descripci�n y diagn�stico del trastorno, lo que potencia sin duda, im�genes heterog�neas de las enfermedades mentales en el pensamiento social con una naturaleza y perfil, cuya mayor caracter�stica es la multiplicidad de categor�as e im�genes para un mismo trastorno y su relaci�n con actos violentos, lo que facilita la transmisi�n del esquema general, mental-agresi�n. En relaci�n con esto, podemos leer en el ABC de 30 de enero de 1997:

“Tercer d�a del juicio del rol, los psiquiatras creen que no es imputable; los psic�logos afirman que sabe lo que hizo... Las psic�logas Blanca V�zquez y Susana Esteban consideran....que es un psic�pata primario.. Los diez especialistas tanto en psiquiatr�a como en psicolog�a que asistieron a la sesi�n de ayer coincidieron en afirmar que se encuentran ante un caso dif�cil... La mayor�a de los psiquiatras coinciden en que es un esquizofr�nico”.

En relaci�n con este mismo caso, leemos en Las Provincias del 1 de febrero de 1997: “El cerebro del crimen del rol desacredita a los psiquiatras y dice no recordar los hechos....ya al final de su intervenci�n, el presunto asesino, sobre cuyo estado, (no se ponen de acuerdo psiquiatras y psic�logos), pidi� perd�n por su continua sonrisa..... Luis L�pez Ramos (abogado de la defensa), pidi� que se le exima totalmente de culpa, por enfermedad mental, y que sea internado en un psiqui�trico, “por motivos de seguridad, dada su peligrosidad”

D�as m�s tarde, en el Levante de 19 de Febrero del mismo a�o, se nos informa del desenlace:

“El tribunal condena a 42 a�os al asesino del rol tras concluir que es un psic�pata....padec�a un trastorno de personalidad, aunque manten�a intactas, su voluntad y sus facultades intelectuales.....su abogado defend�a que padec�a esquizofrenia...”

El caso del asesino del rol resulta altamente revelador, destacando dos hechos que por su persistencia afectan sin ninguna duda, la imagen de los trastornos mentales y que ponen al descubierto la importante contribuci�n tanto del sistema de justicia, como de las im�genes que la prensa traslada de los diagn�sticos del modelo m�dico en la construcci�n de la

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representaci�n social de las enfermedades mentales y la culpabilizaci�n de las personas afectadas por trastornos psic�ticos, que se deriva de estas caracter�sticas:

- La prensa se hace eco de la disparidad de criterios de los profesionales en realizar diagn�sticos diferenciales entre esquizofrenias y trastornos de personalidad.

- La mec�nica procesal exime al enfermo mental y no a la persona con trastorno de personalidad, por lo que existe una fuerte tendencia legal a maximalizar la atribuci�n de peligrosidad a la esquizofrenia (psicosis) y minimizar dicha atribuci�n respecto a los trastornos de personalidad (psicopat�as).

- Los profesionales del periodismo, m�s acusadamente en la prensa auton�mica como sabemos, utilizan categor�as generalistas que no permiten distinguir claramente los diferentes tipos de enfermedades que se reflejan en las noticias sobre enfermedad mental, validando con ello conceptos generales y homogeneizadores como “mental”.

En el caso de Fco. L�pez Maillo, la referencia a altos niveles de testosterona y su relaci�n causal con h�bitos de violaci�n compulsiva, merece una peque�a reflexi�n, dada la fuerte presencia de la agresi�n en las im�genes de la enfermedad mental y el hecho, como ya conocemos, de que todos los peri�dicos sin diferencias, opten preponderantemente por una explicaci�n causal de los trastornos mentales fundamentalmente biol�gica. Lo que llevar�a a aceptar como axioma, que la enfermedad mental y la agresi�n son hechos fijados, estables y no tratables, originados por la determinaci�n de la herencia gen�tica.

En la actualidad, los debates sobre la agresi�n en seres humanos versan en torno a dos argumentos concretos, la existencia de una pulsi�n primaria a la agresi�n o innata, y la existencia de la agresi�n como pulsi�n secundaria o aprendida, sobre todo, en el curso evolutivo de la juventud. El debate se centra tambi�n, en la existencia, tanto de mecanismos inhibidores como elicitadores de la agresi�n y sus caracter�sticas sociales o biol�gicas.

Eibesfeldt (1986), uno de los mayores investigadores sobre la agresi�n intraespec�fica (agresi�n a un cong�nere), expone: “No existen pruebas terminantes de una pulsi�n innata para la agresi�n, pero una serie de importantes indicios abogan por su aceptaci�n” (P�g. 123). Previamente nos informa que: “La hormona sexual masculina aumenta la disposici�n para la agresi�n”(P�g.55). Las pruebas a que nos remite el autor son trascendentales:

”Esto explica por qu� reptiles, aves y mam�feros se vuelven tan ariscos en �poca de apareamiento (n�tese que los seres humanos no tenemos “�pocas de apareamiento” espec�ficas)...los polluelos de pavo (�?), tras recibir dosis de testosterona, comienzan a luchar con sus cong�neres (p.55).(Los signos de interrogaci�n son nuestros).

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Sin embargo, en unas l�neas anteriores se nos hab�a advertido de un peque�o detalle:

“En muchos de estos experimentos de estimulaci�n cerebral, no se ha investigado si el estimulo provoca dolor o desagrado, generando por esta v�a un efecto secundario, en cierto modo: la agresi�n” (P�g.56).

Por lo que m�s adelante, este investigador nos tranquiliza describiendo como �l, no observ� en los pollos de pavo, reptiles, aves y mam�feros ninguna reacci�n de desagrado, huida o dolor.”

Por otro lado, Eibesfeldt nos habla sobre las funciones antag�nicas de una misma sustancia en la estimulaci�n cerebral: “La noradrenalina, en fin, activa la agresi�n afectiva y paralelamente inhibe la agresi�n de captura” (P�g. 35). No podemos entender por qu� este investigador, no nos ofrece tambi�n una imagen del ser humano como gen�ticamente altruista y pac�fico, ya que como menciona, la misma base biol�gica heredada simult�neamente predispone a los seres humanos tanto a la inhibici�n de la agresi�n como a la emisi�n de la misma.

Toda esta hueca e inconexa parafernalia determinista inicial, concluye sorprendentemente en la P�g. 51, con la siguiente aseveraci�n: “El antrop�logo Freeman defiende nuestra misma opini�n: “Una aproximaci�n interaccionista al estudio de la agresi�n lleva a la conclusi�n general de que el comportamiento agresivo est� determinado por ambas variables, internas y externas, y profundamente influido por el aprendizaje”.

Por lo que nos quedamos como hab�amos empezado, �Existe una pulsi�n primaria hacia la agresi�n determinada gen�ticamente, o bien existe una multicausalidad ?.

La imagen en prensa sobre la contribuci�n de las variables biol�gicas y ambientales, como hemos visto, dista mucho de asemejarse a esta �ltima aseveraci�n multicausal; el robo es producto del aprendizaje y la deprivaci�n social y sin embargo, la violaci�n es producida por el alto nivel de testosterona. No olvidemos, que el sesgo determinista de las categor�as encontradas no viene expresado en este caso por factores sociales, sino biol�gicos. Lo que subraya la importancia en los conceptos al uso, del modelo biom�dico. Y ello, a pesar de que las m�ximas correlaciones en factores de personalidad, no se deben a variables biol�gicas, sino a variables sociales que relacionan caracter�sticas de padres e hijos, referidas a sectas religiosas y partidos pol�ticos (Lewontin et al, 1987).

Evidentemente, resulta necesario ser un genetista recalcitrante para buscar la heredabilidad del progresismo o de la religi�n episcopalista.

Sin duda, la imagen de los diferentes trastornos mentales que se difunde en los medios de prensa, resulta una descripci�n esquem�tica y determinista, objetivada, dir�a quiz�s Moscovici. Que genera, a partir de las im�genes de las teor�as cient�ficas, un producto social nuevo: Las representaciones sociales actuales sobre la naturaleza, efectos y terapia de los trastornos mentales.

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-Los trastornos de ansiedad.

La heterogeneidad en el contenido de los art�culos, cuando se describe la sintomatolog�a de los trastornos, no s�lo se limita al caso de las psicopat�as. As�, la noticia publicada el jueves, 25 de septiembre de 1997, en el peri�dico ABC, nos informa que:

“Ana Maria G.T, de 19 a�os, fue juzgada ayer por un delito de homicidio frustrado al intentar matar a su propia madre, a la que asest� varias pu�aladas con un cuchillo de cocina para matarla. Como consecuencia de su obsesi�n neur�tica de que �sta le odiaba. El fiscal y la defensa piden el internamiento de la muchacha en un centro psiqui�trico”....”La acusada a recibido tratamiento psiqui�trico desde los 12 a�os y presenta un conjunto de rasgos neur�ticos y paranoides que definen una personalidad b�sicamente desajustada”..”Entre el 6 y 7 de Abril, sufri� una crisis de estr�s y ansiedad, en la que desarrollo ideas de tipo paranoide sobre que su madre la odiaba y quer�a que muriera”...”El fiscal pide la absoluci�n de la acusada, al aplicar la eximente completa de enajenaci�n mental y solicita su internamiento por un periodo no inferior a diez a�os en un centro psiqui�trico”.

Aqu�, la enfermedad mental es una “obsesi�n neur�tica”, “rasgos neur�ticos y paranoides” de una “personalidad desajustada” y que aunque existe un tratamiento psiqui�trico previo y por tanto indicios de un trastorno de larga evoluci�n, es originada a partir de una “crisis de estr�s y ansiedad”.

En este texto, es la sentencia la que define el tipo, curso y curaci�n del trastorno ya que no podemos discernir que afecci�n concreta es la referida.

No sabemos si se trata de un trastorno de personalidad, o bien de un problema de neurosis obsesiva continuada; el inicio de una esquizofrenia o incluso, la concurrencia de diferentes trastornos mentales, anidados en un trastorno ansioso. Destacan en dicha descripci�n, la indefinici�n de las caracter�sticas neur�ticas, psic�ticas o bien caracterol�gicas del caso. Sin que ello suponga en esta ocasi�n, un debate entre profesionales, a la vez que se consensua jur�dicamente el internamiento, en una mezcla de condena y rehabilitaci�n dif�cil de definir.

Si se trata de un estado neur�tico obsesivo y dada la eximente completa sobre el hecho perpetrado, �Qu� ocurre si se produce una mejor�a sustancial antes de dicho plazo?. O por el contrario, finalizados los diez a�os y si es una enferma mental cr�nica, �Debe continuar en el centro penitenciario o ser excarcelada?.

Como vemos, la agresi�n esta vez a familiares, aparece de manera continuada y en relaci�n con el estr�s, la ansiedad y el internamiento psiqui�trico.

Adem�s, en este caso, la ansiedad es descrita como generadora de la psicopatolog�a delirante, trasladando una imagen social en la que las enfermedades mentales parecen estar ligadas etiol�gicamente a situaciones de ansiedad continuadas. Aunque la descripci�n del hecho nos permite aventurar el papel secundario del estado ansioso, en un cuadro sindr�mico de naturaleza diferente.

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No todos los art�culos se caracterizan por la ambig�edad en la descripci�n de los trastornos mentales. Parte de ellos, identifican claramente

a las enfermedades mentales y ofrecen datos concretos sobre la sintomatolog�a y epidemiolog�a de las mismas.

En la noticia de la imagen 14, podemos observar aquellas noticias que no s�lo tipifican las enfermedades mentales, sino que tambi�n ofrecen datos sobre su incidencia ofreciendo al mismo tiempo una descripci�n de la sintomatolog�a, as� como una indicaci�n sobre la terapia a seguir. En este caso, los datos provienen de los sistemas sanitarios de salud mental. Coherentemente con el modelo m�dicosanitario, “las crisis tienen curaci�n con tratamientos farmacol�gicos.”

Es conveniente resaltar como en esta noticia, de nuevo se relaciona la ansiedad con casos agudos de locura, con lo que se refuerza la representaci�n de los trastornos de ansiedad y su conexi�n con la locura, sin que podamos deslindar en Prensa la separaci�n n�tida entre enfermedades de los nervios y locura detectada cl�sicamente en otras investigaciones.

Este hecho, resulta por tanto, una caracter�stica espec�fica de las representaciones sociales de la enfermedad mental en la prensa escrita, que como ya observamos en el an�lisis de la variable objetivaci�n de la EM, es descrita en un marco generalista, como enfermedad o trastorno, sin que aparezcan diferencias significativas en la etiolog�ade las mismas y bajo el concepto global y heterog�neo

de mental, como categor�a predominante en la descripci�n de su distintividad.

-La depresi�n, ha sido una de las enfermedades mentales con mayor presencia en la prensa escrita. En las noticias referidas a este trastorno del estado del �nimo, abundan los art�culos que inciden sobre una completa descripci�n del trastorno, as� como sobre su incidencia y gravedad. Esta circunstancia obedece a una creciente preocupaci�n en los Medios por este tipo de dolencia y las consecuencias incapacitantes que la misma origina.

En la noticia de la imagen 15, podemos observar como la depresi�n es identificada como un trastorno grave. “ La depresi�n no es un hecho banal. Su evoluci�n es peor de lo que hasta ahora se pensaba”. Sin embargo, a pesar de su gravedad, el contenido del art�culo evidencia la insuficiencia e inadecuaci�n del tratamiento impartido por el sistema sanitario, “que en la mayor�a de los casos prima los ansiol�ticos, que no se corresponden con una presencia equivalente de s�ntomas ansiosos en los pacientes”.

(Imagen, 14). Levante, 4 de Enero de 1998.

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Estas acciones poco eficaces generan un gasto farmacol�gico innecesario. Sorprendentemente, y coincidiendo con nuestras tesis sobre la insuficiente e inadecuada atenci�n ofrecida desde el modelo biom�dico:

“en el mejor de los casos, alargar� la duraci�n del cuadro depresivo”.

Las personas, seg�n el texto de la noticia y “en el mejor de los casos”, aumentamos el ries-go de alargar nues-tros problemas de-presivos si acudimos al tratamiento m�-

dico. Sin duda, el contenido de este art�culo har�a las delicias de cr�ticos del modelo m�dico como Feyerabendt.

Aunque no propugnemos un retorno a Plat�n, como es el caso de este ensayista, es evidente que los datos referidos justifican sobradamente la critica epistemol�gica del m�todo y su tratamiento respecto a los trastornos mentales.

Las consecuencias sociales, se resumen en art�culos como el publicado por el Levante, el 13 de mayo de 1997:

“Un 60% de los pacientes con depresi�n nunca acude a la consulta del m�dico”.”Un 25% de los facultativos de primaria derivan siempre estos casos a los especialistas por: falta de tiempo, dificultad para manejarlos o deficiente formaci�n”.

Si los trastornos mentales, aparecen en prensa preponderantemente como una enfermedad, �Por qu� un 60% de los pacientes no acuden a ser tratados por un facultativo?. La respuesta a esta pregunta no puede ser formulada a partir exclusivamente de las deficiencias del modelo sanitario, sino en la categorizaci�n social previa de los trastornos mentales de la que el mismo forma parte y que a trav�s de los Medios, relaciona la psicosis con todo tipo de trastornos, incluidos los referentes a la ansiedad o los estados de �nimo, al describirlos a partir de categor�as generales que extienden el estigma de la locura al resto de afecciones ps�quicas.

Como hemos visto, las enfermedades mentales no acaban de desligarse n�tidamente en los Media de sus connotaciones con la locura, por lo que las conductas y solicitudes de ayuda especializada se encuentran condicionadas por variables socioculturales que evocan el estigma social de

(Imagen 15). El Pa�s, 29 de Abril de 1997.

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los trastornos mentales y que afectan la comprensi�n social, incluso, de aquellas dolencias ps�quicas (estr�s, ansiedad, depresi�n), que no adoptan necesariamente el perfil de las psicosis cr�nicas.

-Las demencias, y en concreto el Alzheimer, son otras de las tipolog�as que han resultado con una fuerte presencia en los Medios. A pesar de la consideraci�n social que supuestamente reciben tanto la familia como las personas mayores, como instituciones caracter�sticas de nuestra sociedad, art�culos como el aparecido en el Levante del 22 de septiembre de 1998, nos informan que:

“El 20% de la poblaci�n acabar� demente”

“La familia es una de las grandes afectadas por la enfermedad de Alzheimer ya que, en su mayor�a no reciben ninguna ayuda econ�mica para la atenci�n sociosanitaria de unos pacientes que exigen atenci�n las veinticuatro horas del d�a”.....”Uno de los datos m�s relevantes es que el 87 % de los pacientes no recibe ayuda econ�mica”.

A pesar que las demencias, pueden deberse a cualquier causa que altere la citoestructura cerebral, la enfermedad paradigm�tica que las define en este momento, es el Alzheimer. Una enfermedad que anunciada en titulares con un tono alarmista como el citado, est� afectando no s�lo a los pacientes que la padecen sino que se extiende en su influencia a las redes sociales y familiares. Tambi�n en este caso, los sistemas sanitarios o las ayudas sociales aparecen como insuficientes, en un cuadro pol�tico preocupante de total improvisaci�n ante los trastornos mentales en general.

Cacabelos, director del Centro de Investigaciones Biom�dicas EuroEspes, advierte en el mismo art�culo que una pol�tica adecuada, “Ahorrar�a al Estado unos 400.000 millones de pesetas al a�o.”

La insuficiencia del modelo asistencial para el tratamiento de las enfermedades mentales es compensada en el art�culo, con la menci�n de la inversi�n desde el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales “de 1.800 millones de pesetas en un Plan espec�fico contra el Alzheimer, parte de ese dinero se dedicar� a ayudar a las ONG que atienden enfermos”.

La recalcitrante perseverancia en un modelo asistencial entre la improvisaci�n y lo ben�fico, dejando preferentemente en manos del voluntariado y organizaciones sin �nimo de lucro, la atenci�n a enfermedades que requieren una fuerte preparaci�n profesional y una importante dotaci�n en estructuras sociales y sanitarias, prefiguran la pol�tica adoptada en enfermedad mental, sin que las indicaciones sobre el ahorro real de la rehabilitaci�n, parezcan merecer una m�nima reflexi�n por parte de los poderes p�blicos. A pesar de lo cual, la realidad de las enfermedades mentales se muestra tozuda e inaplazable ya que:

“Los expertos prev�n que el n�mero de enfermos de Alzheimer se duplique en los pr�ximos a�os, esta enfermedad afecta al 15% de las personas mayores”...”La edad y los factores gen�ticos son dos de los

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principales factores que predisponen a la aparici�n de esta enfermedad, sin olvidar otros como la marginaci�n, el alcoholismo y la drogadicci�n”.

“Seg�n los estudios recientes, el coste de los recursos sanitarios y de atenci�n domiciliaria de los pacientes con diagn�stico de la enfermedad en Espa�a se cifran en unos 3,2 millones de pesetas anuales por persona”.

“El trabajo del cuidador puede durar a�os, durante todo el d�a, lo que obliga en muchos casos al abandono de su vida laboral para concentrar todos los esfuerzos sobre el enfermo”.

ABC, 21 de septiembre de 1997.

En esta misma l�nea El Pa�s del 27 de Abril de 1998, nos informa que:

“Es en las familias con menores medios en las que recaen todos los cuidados del paciente, mientras que en aquellas con m�s recursos se tiende a su institucionalizaci�n... “Seg�n el estudio, las demencias supondr�n la factura sanitaria m�s elevada en los pr�ximos 25 a�os”.

En este caso, las enfermedades mentales ponen al descubierto la existencia de discrepancias entre el lenguaje y los hechos. No estamos ante la pretensi�n de que las familias ayuden y completen los servicios p�blicos, sino ante la pretensi�n de que las familias desempe�en sin medios, los servicios que deber�an desarrollar las Instituciones. Como vemos, nuevas palabras para expresar viejas ideas que se resumen, como expresan los Medios, en la institucionalizaci�n privada en las familias con medios frente a socializaci�n de la pobreza y la enfermedad, de las familias m�s pobres.

-La esquizofrenia, es la enfermedad que ha obtenido en nuestro estudio una mayor presencia porcentual. El art�culo siguiente (Imagen 16), nos informa de datos epidemiol�gicos sobre la incidencia y prevalencia de este trastorno mental. La incidencia de la misma se sit�a entre 15 y 30 nuevos casos al a�o por cada 100.000 habitantes y su prevalencia en el mundo, alcanza los 52 millones de personas. Seg�n el art�culo, en Espa�a la cifra de personas con esquizofrenia se sit�a en torno a las 300.000.

El art�culo se�ala al factor gen�tico como el principal causante de la misma, aunque su expresi�n var�a en funci�n de condiciones ambientales, una de las cuales de importancia fundamental, es que el paciente est� bien tratado farmacol�gicamente. Los rasgos que definen este trastorno y que se encuentra descrito en la noticia citada expresan los criterios generales del modelo m�dico de la enfermedad.

En este sentido, Adolfo Calle, Presidente de la Sociedad Valenciana de Psiquiatr�a nos informa al respecto, en una noticia aparecida en el peri�dico Las Provincias del 24 de agosto de 1998:

“La esquizofrenia es una enfermedad mental grave, tambi�n llamada psicosis, o lo que la gente llama locura”....”Existe una base familiar aunque no hereditaria en el sentido mendeliano: El 60% de los esquizofr�nicos no tiene antecedentes en su familia”..

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“Los esquizofr�nicos no tienen su inteligencia disminuida y su memoria permanece normal”...”A pesar de ello, algunos esquizofr�nicos no tienen s�ntomas obvios, pero su falta de metas, les hace descender en la escala

social, hasta convertirse en vagamundos”..”El tratamiento se basa en la medicaci�n, principalmente de neurol�pticos. Actualmente no es necesaria la hospitalizaci�n en un 70% de los casos, siempre que sean tratados por un psiquiatra...”

En la imagen 17, el Levante nos informa de otro dato relacionado con la esquizofrenia, consistente en que un 28% de los ingresos hospitalarios referentes a la salud mental obedecen a esta dolencia. Lo caracter�stico de este peri�dico es el de ofrecer una correcta aproximaci�n a la posible etiolog�a multicausal del trastorno.

As�, despu�s de reconocer su origen desconocido hace referencia a las distintas teor�as sobre su etiolog�a que se barajan seriamente en el mundo cient�fico: la relaci�n de la enfermedad con un posible componente hereditario, infecciones prenatales o problemas madurativos en el SNC as� como la existencia de variables sociales y ambientales.

La incidencia para este peri�dico se sit�a en una media de un caso nuevo al a�o por cada 1.500 habitantes, con una prevalencia para el trastorno de 30.000 personas en nuestra Comunidad.

De los art�culos mencionados destaca sobre todo, la descripci�n del trastorno a partir de su perfil m�dico psiqui�trico, fundamentado en la etiolog�a hereditaria y la terapia ejercida a trav�s de f�rmacosque se constituye en sustituto de la hospitalizaci�n. Sin embargo, es importante rese�ar algunas caracter�sticas constitutivas de la representaci�n de este modelo cient�fico en la prensa analizada.

En primer lugar, es rese�able la disparidad de cifras en cuanto a la incidencia y prevalencia de los trastornos esquizofr�nicos. Los estudios al efecto, sit�an la prevalencia vida de la esquizofrenia en un 1% de la poblaci�n, que puntualmente se distribuyen

en un 0,8% para adultos menores de 45 a�os y un 0,2% para mayores de dicha edad (Klerman, 1986). Algunos investigadores la cifran en un mayor porcentaje, cercano al 1,5 % (Chinchilla et al, 1996, p.18). La prevalencia tambi�n est� sujeta a la variaci�n en cuanto a los resultados en estudios europeos, situando las diferencias en una horquilla entre el 0.2 y el 0.9%.

(Imagen 16). El País, 10 de febrero de 1997

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Por lo que si aceptamos la cifra del 1% como prudente, en nuestro pa�s, en torno a 400.000 personas sufrir�an de esquizofrenia en este momento, pudiendo esperarse un aumento de entre el 0,1.5 % y el 0,3 % en la incidencia anual de nuevos casos. Sin embargo, los datos sobre la incidencia en nuestra Comunidad (imagen 17), nos advierten de 66 nuevos casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes, lo que duplica las cifras de nuevos casos al a�o, anunciadas por la OMS (imagen 16).

�Aumento vertiginoso de la esquizofrenia en nuestra Comunidad, o mejora de los mecanismos de diagn�stico?. Quiz�s ambas cosas, en un contexto preocupante de insuficiencia y descoordinaci�n en la atenci�n al enfermo mental.

En segundo lugar, la importancia de la herencia gen�tica es considerada de diferentes formas sin homogeneidad. Bien como el factor fundamental sobre el que el ambiente incide en su expresividad gen�tica, ya que dicha herencia “es inmodificable y similar en cualquier pa�s del mundo” (imagen 16). O bien, s�lo se menciona como base hereditaria no explicable a trav�s de la acci�n de un gen dominante (Adolfo Calle). O sencillamente, se reconoce la disparidad de teor�as para la etiolog�a de este trastorno (imagen 17).

A pesar de la multiplicidad de estos enfoques, el resultado de dicha tendencia en este modelo se resume en que la base para la terapia debe corresponder a su etiolog�a biol�gica, consistente en la administraci�n de neurol�pticos bajo control psiqui�trico. Una vez detectado el defecto en la estructura biol�gica u org�nica, su eliminaci�n nos permite curar la enfermedad o combatir sus s�ntomas, al menos en la medida suficiente para sustituir el hospital por f�rmacos en la mayor�a de los casos, en un esquema cl�sico biom�dico de las enfermedades mentales.

Sin embargo, la esquizofrenia no es inmutable “en cualquier pa�s del mundo”. La carga gen�tica de la esquizofrenia es rastreada a partir de estudios que relacionan diagn�sticos, familias, tasas de incidencia y de prevalencia. Pero estos conceptos a trav�s de los que se explica la herencia, est�n cruzados de variables temporales, geogr�ficas, sociales y culturales. Es dif�cil ponerse de acuerdo sobre la heredabilidad de una enfermedad, cuando no existe en los estudios al efecto, un consenso m�nimo sobre los rasgos diagn�sticos esenciales que definen el trastorno (Eaton 1986, en Chinchilla et al, 1986).

En tercer lugar, la imagen en prensa referida a su sintomatolog�a tampoco resulta ajustada a la realidad. Adolfo Calle nos describe algunos de sus s�ntomas record�ndonos que en los enfermos esquizofr�nicos “la

(Imagen 17). Levante, 12 de Abril de 1998

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memoria permanece normal”, cuando sabemos que precisamente, la atenci�n y la memoria se ven afectadas seriamente en las esquizofrenias y forman el n�cleo de los d�ficits cognitivos m�s estudiados (Cornblatt, 1992, 1994; Cutting, 1985; Payne 1983; Hemsley, 1995; Frith,1995; Ochoa y V�zquez, 1989; Braff,1991). Estos dos �ltimos citados por Aldaz y cols (1996).

A pesar de ello, la imagen de la esquizofrenia es la de una dolencia gen�ticamente heredada y farmacol�gicamente tratada, que gracias a los adelantos de la ciencia permite que un 70 % de los pacientes no necesiten hospitalizaci�n. Por la que algunos de los enfermos “por falta de metas en la vida” y no por falta de Recursos y servicios de salud, se convertir�n en vagamundos, �En el sentido mendeliano de la expresi�n?.

Como vemos, la consideraci�n de que la esquizofr�nica es el trastorno con mayor presencia en los Medios, no le libra un �pice de tener una imagen heterog�nea para su incidencia, prevalencia, etiolog�a y sintomatolog�a. Las contradicciones inherentes al modelo m�dico (es �l quien nos informa sobre estas caracter�sticas), se unen al trabajo de los sistemas judiciales y de los propios informadores, en esa construcci�n social que hemos convenido en llamar Representaci�n social de la enfermedad mental, marcada por la predeterminaci�n biol�gica de una agresi�n impredecible.

6.2.1.4-La Gen�tica de la enfermedad mental.

Gen�tica es el t�tulo de la obra de Suzuki y Knudson (1991), que nos describe los adelantos de la ciencia en ingenier�a gen�tica al mismo tiempo que nos alerta de las posibles consecuencias negativas de una mala utilizaci�n de los mismos, o bien de fijar y trasmitir objetivos absolutamente ilusorios en el desarrollo e investigaci�n de estos impresionantes avances cient�ficos. En ella, nos advierten que para el lego la ciencia se asocia con una jerga de conocimientos incomprensibles que potencia el sentimiento com�n, de que la evaluaci�n de los adelantos cient�ficos, es una tarea ajena a la supervisi�n social y por tanto deber�a responder al control de los propios cient�ficos. Pero la ciencia en s� misma y los conocimientos que de la investigaci�n se derivan, se encuentran inmersos en un contexto social determinado que los transforma:

“� No podemos aceptar que la mayor�a de los esfuerzos cient�ficos est�n al servicio de la Comunidad?. La respuesta es no, por una serie de motivos: La raz�n m�s importante es que los dos mayores usuarios del conocimiento cient�fico son, hoy, la industria militar y la privada *. De este modo el poder destructivo y el lucro son los m�viles principales que gu�an la explotaci�n de los nuevos conocimientos. Las consecuencias a largo plazo de tipo ambiental o social, que tienen las innovaciones cient�ficas, pocas veces se contemplan frente a dichas prioridades”. “Hay otra raz�n por la que los cient�ficos no act�an siempre en inter�s del p�blico. En la jerarqu�a de cient�fico, mantener el estatus o promocionarse son cosas que dependen de publicar continuamente y obtener subvenciones de investigaci�n” (Ib�d., pp. 21-22).

* NOTA: En nuestro pa�s, en el a�o 2001, el 40% la inversi�n I+D se realiz� en el sector militar. Entre el 65 y el 80% de los presupuestos de investigaci�n del Ministerio de Sanidad, fueron aportados por la industria farmac�utica.. El Pa�s 30 de octubre de 2001.

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Aunque la reflexi�n sobre la ciencia como un engranaje determinante del conocimiento social en la sociedad contempor�nea, tiene sus derivaciones para el an�lisis, en el campo de la filosof�a de la ciencia, lo que nos atrae aqu�, es la observaci�n de que la transformaci�n de las ideas cient�ficas en su representaci�n social, no puede explicarse como obra exclusiva del esquematismo de los “legos”, que simplifican y vac�an de contenido las teor�as de la ciencia. Ni se deben �nicamente a problemas de lenguaje en la traslaci�n del vocabulario cient�fico a los Media, sino que en parte, son producto directo de la actitud de los cient�ficos, originado en su necesidad de acomodarse a los requerimientos de los Medios de Comunicaci�n, simplificando las propias teor�as, esquematizando sus conceptos o reiterando investigaciones no novedosas a fin de conseguir importancia social y recursos econ�micos para las correspondientes l�neas de investigaci�n.

Por lo que las representaciones sociales de los modelos de la ciencia, no son un proceso de simple degradaci�n de la informaci�n imputable a los Media, sino el producto social peculiar de las actitudes y conductas de cient�ficos y ciudadanos frente a la interacci�n social, intereses de grupo y la difusi�n del conocimiento a trav�s de los Medios de Comunicaci�n.

Ya hemos visto como los presupuestos del modelo biom�dico, se esquematizan y vac�an de contenido en la explicaci�n de las enfermedades mentales, tanto en su incidencia, como en la etiolog�a y s�ntomas propios del trastorno, como consecuencia del esfuerzo que realizan los investigadores para mantener una presencia social en los Medios, as� como a las imprecisiones y ambig�edades inevitables en todo campo de investigaci�n. Sin embargo, tambi�n hemos constatado la importancia de lo biol�gico en la EM y su correlato terap�utico, en la importancia del tratamiento a trav�s de f�rmacos. El foco de atenci�n sobre esta cuesti�n, es doble para nuestra investigaci�n. Por un lado, este modelo pr�cticamente convierte en testimonial la representaci�n de la investigaci�n psicosocial y la rehabilitaci�n como m�todo terap�utico. Pero lo m�s importante, es que los enfermos y sus familiares ante la falta de alternativas, ocasionadas precisamente por la hegemon�a de este modelo, ven en la gen�tica la salvaci�n milagrosa y r�pida de sus problemas, dentro de una comprensi�n simplificadora de la ciencia y esquem�tica de la intervenci�n psiqui�trica.

Todos los d�as, los Medios se hacen eco de la cuesti�n. No pasar� mucho tiempo, sin que la ciencia descubra el gen de la esquizofrenia, gracias al cual, una simple inyecci�n se dirigir� como una certero proyectil hacia la diana g�nica solucionando el problema de manera definitiva. Estas son las esperanzas de un gran n�mero de familiares respecto al conocimiento biom�dico.

Las derivaciones sociales de esta manera de pensar son de indudable importancia. Las terapias psicosociales, cualitativamente son aceptadas como alternativas temporales ante el pr�ximo milagro cient�fico, las causas de la enfermedad son externas e inevitables y la terapia no necesita de ning�n ajuste en la vida del enfermo ni en el comportamiento de la familia o la sociedad mas all�, de la resignada esperanza en la omnipotencia de la ciencia y la psiquiatr�a, y en la aparici�n de ese bala g�nica que se podr� comprar con dinero en las farmacias de cualquier ciudad.

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Es por ello, que la imagen de los adelantos gen�ticos en EM adoptan en su representaci�n las caracter�sticas de los sistemas sociales de creencias estructurados que trasmutan el conocimiento cient�fico en pautas de comportamiento y actitudes que de modo creciente, se asemejan en sus consecuencias al falseamiento de la realidad que provocan las ideolog�as.

“ESQUIZOFRENIA GEN�TICA: Un amplio estudio estad�stico realizado durante 15 a�os por el Instituto John Hopkins y publicado por la revista “Nature Genetics”, sugiere que la esquizofrenia, trastorno que afecta a un uno por ciento de la poblaci�n, puede tener un origen gen�tico. Seg�n los investigadores, el gen involucrado, a�n sin identificar, podr�a encontrarse en el cromosoma 13.”

ABC del 3 de septiembre de 1998.

La gratuidad de la noticia resulta m�s que evidente, no s�lo porque en realidad no se identifica ning�n gen concreto, sino porque los estudios publicados sobre la herencia gen�tica que incluyen el estudio del cromosoma 13, todos ellos con resultados negativos, han sido publicados ya por distintos autores desde 1991. A los estudios del citado cromosoma hay que a�adirles, con resultados similares, investigaciones sobre el cromosoma 5, 11, 12, 15, 9, 21 y 22 entre otros ( Chinchilla y cols, 1996. pp. 28-33).

El hecho resulta m�s preocupante si cabe, cuando los investigadores de la gen�tica de las EM conocen perfectamente que “se ha se�alado la existencia de alteraciones cromos�micas en la poblaci�n en general sin traducci�n cl�nica en el individuo ( aunque pueden afectar a la herencia), por lo que en un trastorno como la esquizofrenia que afecta al 1% de la poblaci�n, las aberraciones cromos�micas encontradas pueden ser debidas simplemente al azar”. (Ib��ez Cuadrado,1997, p.64).

Este mismo autor aludiendo al an�lisis del genoma, advierte: “La acci�n de los genes no explicar�a por s� misma la etiolog�a del trastorno, por lo que se considera que existen otros factores de riesgo no gen�ticos (o ambientales) para su desarrollo”( Ib�d., pp.72).

“Los psiquiatras creen que la melancol�a tiene un origen gen�tico”Paykel, expres� que aunque el termino de melancol�a es antiguo, hoy se

utiliza para describir una depresi�n cl�nica grave, ya que tiene m�s aspectos de enfermedad biol�gica que de enfermedad producida por acontecimientos sociales”.

-Levante, 7 de Noviembre de 1997.

“ La herencia gen�tica influye en el 60 % de las enfermedades mentales.La herencia gen�tica influye en un 60 % en algunas enfermedades

mentales, dijo ayer el profesor Jer�nimo Sa�z”..... “Sa�z explic� que se hereda la predisposici�n a padecer ciertos trastornos mentales, aunque hay un 40% de factores que pueden ser culturales, afectivos o del entorno de la persona”.

-Las Provincias, 21 de febrero de 1998.

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El determinismo del primer art�culo, que separa depresi�n grave (biol�gica) de la depresi�n reactiva o social, es consistente con los resultados de nuestra investigaci�n que describen una separaci�n n�tida entre lo biol�gico y lo social en la etiolog�a de los trastornos mentales.

No estamos por tanto ante un modelo predominante, basado en la interacci�n genes-ambiente, sino ante declaraciones que inciden en el perfil m�s cl�sico del modelo biom�dico. Este sesgo, se ve incluso en aquellos art�culos donde no aparece claramente un enfoque estrictamente biol�gico, y que sin embargo, queda difuminado por los propios esquemas del informador. N�tese que no es lo mismo que un 60 % de las enfermedades mentales tengan un origen gen�tico, que el 60 % de los factores presentes en la etiolog�a de algunas enfermedades mentales tienen un origen gen�tico. En cualquier caso, ambas aseveraciones no pasan de ser simplificaciones indemostrables en este momento, por lo que objetivamente estamos ante un mecanismo de desinformaci�n por la imprecisi�n, tanto de los modelos cient�ficos que se transmiten, como por los esquemas distorsionadores preexistentes en los informadores de las noticias analizadas.

“Avalancha de hallazgos gen�ticos sobre el autismo, el s�ndrome de Down y la sordera, los tres genes identificados arrojan importante luz sobre estas enfermedades.. “ Ratones s�per musculosos con ingenier�a gen�tica”.

-ABC, 1 de mayo de 1997.

“La herencia gen�tica predispone a la adicci�n al juego”.. “En la sesi�n de ayer tambi�n se presentaron los resultados del primer estudio gen�tico sobre ludopat�a que se ha hecho en Espa�a. No obstante, la doctora �ngela Ib��ez, del Hospital Ram�n y Cajal de Madrid, destac� que no se puede hablar de un gen de la ludopat�a.. “ los jugadores que presentan cuadros m�s graves son los que tienen los antecedentes familiares m�s graves y es donde hemos detectado mayor frecuencia de estos genes”.

-El Levante, 6 de Noviembre de 1997

Las caracter�sticas m�s notorias de estas noticias se resumen en la traslaci�n inmediata de probabilidades a certezas y de conexiones relacionales a esquemas de causaci�n-efecto, en un esquema que repugna los presupuestos metodol�gicos m�s simples y que a la postre, menoscaban los resultados de este campo tan importante de investigaci�n, como es la biopsiquiatr�a.

A la vista del valor real de las investigaciones, surge la evidencia de que las im�genes de la etiolog�a gen�tica de los trastornos mentales, se encuentra influenciada activamente por los investigadores, que fuerzan y trasladan a los Medios de Comunicaci�n una representaci�n de sus investigaciones ocasionada por los m�viles que describ�a Suzuki, m�s que por su intr�nseco valor cient�fico, prefigurando las representaciones sociales, no como un proceso de comunicaci�n defectual y simplificador, sino como resultado de la activa construcci�n social del conocimiento a trav�s de la acci�n de los grupos sociales, que en este caso, condiciona y potencia una

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explicaci�n biol�gica por encima de otras teor�as, conformando esquem�ticamente en esta direcci�n la representaci�n social de las EM.

Esta representaci�n, no es una imagen ef�mera y puntual sino que forma parte del significado atribuido a la ciencia por el pensamiento social y que encuentra su relevancia en los Medios de Comunicaci�n. La persistencia del modelo g�nico en la agenda de la prensa escrita, es claramente constatable a trav�s de titulares antecedentes y posteriores a nuestra investigaci�n, esta vez, reiterando los an�lisis del cromosoma 22, para la esquizofrenia:

“Consiguen una terapia g�nica contra el mal de Parkinson...la estrategia del equipo norteamericano consisti� en inyectar, directamente sobre los tejidos cerebrales afectados de un grupo de ratas, un virus del resfriado com�n, que previamente hab�a sido manipulado para que transportara el gen responsable del factor neurotr�fico GDNF”.

-ABC, 8 de Febrero de 1996.

“Hallan un nuevo gen relacionado con el Alzheimer”

-Provincias, 1 de marzo de 1998.

“Un nuevo tratamiento elimina los s�ntomas de la esquizofrenia en ratas”

-El Mundo, 28 de agosto de 1998.

“Descubierto el primer gen implicado en la esquizofrenia”

-ABC, 20 de marzo de 2001.

“Una leve alteraci�n en un s�lo gen provoca un tipo de esquizofrenia”

-El Pa�s, 27 de marzo de 2001.

“Identificado el primer gen relacionado con la esquizofrenia”

-El Mundo, 21 de marzo del 2001.

Un gen para cada tipo de esquizofrenia; genes descubiertos una y otra vez; experimentos con incre�bles ratas esquizofr�nicas (ratas delirantes o alucinadas suponemos), superratones y pollos de pavo; herencia dominante desde un modelo mendeliano o herencia polig�nica en interacci�n con el ambiente; estudios gen�ticos basados en la dopamina, a los que se enfrentan las investigaciones sobre otras substancias como el glutamato, a su vez, descubierto de nuevo como agente relacionado con la esquizofrenia (El Mundo, 28/8/1998) y a pesar que dicha relaci�n, es conocida desde 1987 (Chinchilla y cols, 1996, p. 41; Saiz et al,1997. p 25). Hip�tesis gen�ticas que forman el argumento fundamental de la etiolog�a en las EM, aunque:

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“Conviene recordar, sin embargo, la dificultad que entra�a la identificaci�n de genes implicados en la fisiopatolog�a de una enfermedad tan compleja como la esquizofrenia.

El genoma humano contiene entre 70.000 y 100.000 genes; de ellos cerca de la mitad se expresan s�lo en el cerebro y cualquiera de ellos podr�a estar relacionado con este trastorno.” (Ib��ez Cuadrado, Ib�d.).

Los adelantos gen�ticos, amplificados y difundidos por los Media aparecen como la nueva panacea, extendi�ndose a todas

las ramas del conocimiento cient�fico (incluso a la fisioterapia) y formando parte del marco referencial que sobre las enfermedades mentales asumen los grupos sociales.

“La gran esperanza del siglo XXI”, “Pilar de la terap�utica que ayudar� a la prevenci�n y curaci�n de enfermedades” (Imagen, 18).

La exploraci�n de la herencia gen�tica, sin duda supone uno de los hechos m�s importantes que el devenir cient�fico nos deparar� en el pr�ximo futuro. Pero no son los adelantos y descubrimientos de la gen�tica lo que analizamos aqu�, sino la discrepancia entre sus logros reales y la imagen que de la misma se da en los Medios, ya que ha resultado una caracter�stica fundamental del campo de informaci�n contenido en la representaci�n social de la enfermedad mental, tanto por su predominio porcentual como por ser compartida sin diferencias por todos los peri�dicos de la muestra.

La fuerte presencia de la gen�tica y su expresi�n biol�gica y org�nica, tambi�n nos ilustra sobre el car�cter de las representaciones sociales, como producto cultural inserto en un determinado sistema de creencias sociales con el que interact�a. Representaciones sociales que transformamos en actitudes y conductas ante la enfermedad y que internalizamos a trav�s de los supuestos de nuestra propia cultura, formando un marco categorial que refleja la b�squeda de una nueva mitolog�a, esta vez, basada en los avances de la ciencia y que se resume en la erradicaci�n milagrosa de las enfermedades mentales del acervo gen�tico humano. La ciencia como creencia, como sistema de conocimientos socialmente representado, nos obliga a reflexionar sobre la falsedad de unas virtudes generadas intr�nsecamente en el proceso de comunicaci�n social, m�s que en la realidad de los laboratorios.

La erradicaci�n de las enfermedades mentales, requiere la terapia g�nica de las c�lulas germinales, que no limita los beneficios y los posibles efectos secundarios perversos al organismo individual, caracter�stico de la terapia en c�lulas som�ticas. Los cambios gen�ticos en la herencia, a partir de la manipulaci�n de c�lulas germinales, determinan una terapia global con cambios que una vez introducidos afectaran irreversiblemente al resto

(Imagen 18). Las Provincias, 9 de mayo de 1998.

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de generaciones venideras. Es en este marco, donde los conceptos de “defecto”, “eugenesia”, “categorizaci�n social” o “cong�nitamente peligroso”, transforman la ciencia en variables sociales y estas en biol�gicas.

No existen espec�ficamente genes “malos o buenos”, que puedan ser eliminados bajo apriorismos, sino la expresi�n diferente de los mismos, en interacci�n con el ambiente. As�, un gen que no se comporta como deseamos en un determinado ambiente (anemia falciforme), puede ser absolutamente valioso en otro contexto social o ambiental.

En segundo lugar, los errores y la imperfecci�n en la herencia gen�tica es una caracter�stica inapelable de los procesos hereditarios humanos y por tanto perdurable. En tercer lugar, la eliminaci�n de un gen recesivo implica su eliminaci�n, no s�lo en aquellos sujetos que lo han expresado, sino en todos aquellos que incluso permanecen asintom�ticos, en programas de rastreo y eugenesia g�nica de incalculables proporciones en extensi�n y costo. Por �ltimo, el car�cter polig�nico e interconectado a otros rasgos gen�ticos de nuestra herencia y al ambiente, implicar�a eliminar un rasgo defectuoso a trav�s de reparaciones de complejidad absolutamente incre�ble y de efectos secundarios impredecibles provocando que los efectos secundarios indeseados, multipliquen los errores m�dicos y sociales de forma exponencial y se extiendan por todo el acervo g�nico de futuras generaciones (Suzuki et al, 1991).

Solo la transformaci�n de los postulados cient�ficos en sistemas de creencias y en este caso, la representaci�n social de la etiolog�a biol�gica de los trastornos mentales, como producto de unos determinados patrones culturales y de intereses grupales, puede explicar la perseverancia extraordinariamente reiterativa y la calidad acr�tica de las noticias referidas a las investigaciones sobre la gen�tica de la esquizofrenia.

Por otro lado, la consideraci�n de las representaciones sociales como sistema de creencias sociales y actitudes que interact�a en un marco hist�rico dado, no puede obviar que la limpieza g�nica en esquizofrenia, se basa en los trabajos pioneros de Ernst R�din. Sus estudios sobre la herencia gen�tica en esquizofrenia dejaron de ser teor�as y se convirtieron en las leyes nazis de esterilizaci�n en 1933, a partir de su trabajo a las ordenes directas de Himmler, jefe de la GESTAPO, en el Grupo de Trabajo de Expertos en Herencia del Reich alem�n.

Las investigaciones de R�din fueron proseguidas por su alumno F. JKallman, verdadero promotor de los estudios sobre las correlaciones entre lazos familiares y probabilidades de padecer esquizofrenia. En el congreso de Berl�n de 1936 para la Ciencia de la Poblaci�n y en su obra posterior, Kallman abog� por la decidida esterilizaci�n hasta de los parientes sanos de los esquizofr�nicos. En 1938, a su llegada a los Estados Unidos, repiti� que los esquizofr�nicos son “fuente de ladrones inadaptados, de exc�ntricos as�ciales y del tipo m�s bajo de delincuentes criminales” (Lewontin et al,1987). Algunos a�os m�s tarde, Kallman se convert�a en el presidente de la American Society of Human Genetics.

Los estudios de Kallman aparecen a�n hoy, en cualquier manual sobre la herencia en esquizofrenia como prueba de la susceptibilidadgen�tica del trastorno, a pesar de la metodolog�a y resultados altamente

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defectuosos de sus investigaciones (Ib��ez Cuadrado, 1997; Llinares 1996; Lewontin et al, 1987).

Es una gran suerte disponer de los conocimientos que la gen�tica est� suministrando para la prevenci�n y tratamiento de las enfermedades que hasta ahora se consideran cr�nicas e incurables. Sin embargo, las derivaciones de estas nuevas t�cnicas hacen necesario un adecuado control social de sus aplicaciones. Lo que fundamenta nuestro inter�s en el an�lisis de su representaci�n social actual y sus relaciones con aquellos sistemas de creencias, que implican un predominio de la concepci�n social del dominio t�cnico de los expertos sobre la salud y la enfermedad.

Su imagen en la etiolog�a de las EM, es una manifestaci�n espec�fica del entramado cultural en el que la misma se inserta, advirti�ndonos del esquematismo y simplificaci�n de su representaci�n social. A la vez que se relaciona con los rasgos de un modelo cient�fico que favorece la estigmatizaci�n social y la categorizaci�n negativa del enfermo mental al enfocar unidireccionalmente, la etiolog�a y naturaleza de estos trastornos hacia las bases biol�gicas u org�nicas de la conducta humana.

La consideraci�n del enfermo mental como un enfermo que agrede y el reduccionismo de estos trastornos a su psicopatolog�a, y de esta a sus or�genes gen�ticos u org�nicos, no puede llevar m�s que a la reedici�n de las palabras de Mark y Ervin, que en su libro Violence and the brain (1970), explicaban:

“Si las condiciones del medio ambiente son inadecuadas en el momento determinante, el desarrollo anat�mico ser� irreversiblemente defectuoso, a pesar de que las condiciones del medio sean corregidas m�s tarde”.....”Podr�a ser que el ambiente fuese el origen del comportamiento violento relacionado con la disfunci�n cerebral, pero una vez que esta a quedado afectada de modo permanente, no se podr� nunca m�s modificar el comportamiento violento del individuo mediante la manipulaci�n de influencias sociales y psicol�gicas. Todos los m�todos para rehabilitar a estos individuos violentos, como la psicoterapia o la educaci�n, o para mejorar su car�cter, envi�ndolos a prisi�n o proporcion�ndoles afecto y comprensi�n, son irrelevantes o in�tiles. Es la propia disfunci�n cerebral lo que debemos considerar, y s�lo reconociendo esto puede esperarse una modificaci�n de la conducta”( Lewontin et al,1987. p.205).

Con ello, se tiende a legitimar la falta de compromiso de los agentes y grupos sociales y de las Instituciones en la gesti�n de la salud y la enfermedad mental, m�s all� de las r�pidas y milagrosas soluciones g�nicas y farmacol�gicas. Aunque las alucinaciones tengan una base biol�gica, su contenido, magnitud, desarrollo e implicaciones sociales, as� como la desigualdad, la desinstitucionalizaci�n amortizadora y la exclusi�n social desde luego, no est�n en los genes.

6.2.1.5-La farmacolog�a de las enfermedades mentales

Afortunadamente, en la actualidad muchos psiquiatras discrepar�an de los razonamientos de Mark y Ervin, aduciendo la importancia de los

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f�rmacos para eliminar o atenuar las alucinaciones y los delirios (consideraci�n que compartimos) y no s�lo el comportamiento agresivo. Sin embargo, el hecho es que la conducta agresiva es uno de los criterios psiqui�tricos fundamentales para la elecci�n del tratamiento farmacol�gico de por vida en el contexto de las esquizofrenias. La Conferencia de Consenso de Brujas de 1991 sobre enfermedades mentales, fij� los siguientes criterios sobre el tratamiento farmacol�gico:

-Un brote esquizofr�nico: Tratamiento durante uno o dos a�os-M�s de un brote: Tratamiento durante cinco a�os-M�s de un brote e intentos de suicidio o agresividad: Toda la vida.

De este modo la terapia farmacol�gica y su estabilidad en el tiempo, se determinan, al menos formalmente por la sintomatolog�a, pero tambi�n por la agresi�n. La terapia de los trastornos mentales a diferencia de la etiolog�a de los mismos, se basa como hemos visto y con diferencias en la prensa analizada, en el internamiento, en la intervenci�n psiqui�trica y en la integraci�n social.

El internamiento se refiere tanto, al de car�cter hospitalario como al institucional, que junto a la farmacolog�a integran la intervenci�n psiqui�trica para los trastornos mentales. De hecho, en algunos de los art�culos que ya han aparecido (Demetrio Barcia, Adolfo Calle), puede verse como dicha intervenci�n se resume en la supervisi�n de la toma de los correspondientes antipsic�ticos. Es necesario recordar que los f�rmacos obten�an un porcentaje del 13% sobre las categor�as de la variable terapia,con el mismo porcentaje que hospitalizaci�n y dentro de las cuatro primeras categor�as en que se define dicha variable.

La terapia farmacol�gica tiene importantes apoyos y detractores, en este sentido se ha argumentado que es la herramienta esencial para transformar el problema social de la salud mental en un problema privado o familiar, ya que antes de la era neurol�ptica era necesaria la existencia de establecimientos de control, pero ahora la familia o el propio sujeto con la medicaci�n adecuada, puede permanecer controlado en casa por la “camisa de fuerza” neurol�ptica. Por otro lado, se acusa a esta terapia de ser en realidad un gran negocio de las industrias qu�micas que reducen el problema a lo meramente farmacol�gico, cuya efectividad es producto de los Medios en mayor medida que la realidad de sus efectos.

Pero tambi�n se esgrime que la inserci�n y la rehabilitaci�n social s�lo han sido posibles a partir de los avances de la farmacopea en esta �ltima “d�cada del cerebro”, y los te�ricos de la intervenci�n social la potencian como parte del tratamiento, reduciendo sus cr�ticas a aquellos planteamientos que la consideran como la �nica variable a seguir en la terapia. Al mismo tiempo, la calidad de vida del enfermo esquizofr�nico no es comparable si se sigue un tratamiento antipsic�tico o no. Ya que en este �ltimo caso, el enfermo esta mucho m�s expuesto al reingreso hospitalario.

La hospitalizaci�n, cuando tiene car�cter forzado e involuntario, significa para el enfermo una importante ruptura vivencial adem�s de desconfianza en las relaciones familiares de apoyo social. Este ingreso, puede implicar las ataduras a la cama hospitalaria o la restricci�n de visitas

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durante un tiempo determinado y como resultado final, el rechazo del enfermo a la hospitalizaci�n psiqui�trica. Una buena adhesi�n al tratamiento farmacol�gico puede evitar el car�cter deteriorante de estas hospitalizaciones. La terapia farmacol�gica se fundamenta en la acci�n de sus principios activos, en los diferentes sistemas de neurotrasmisi�n cerebral sobre los que act�an. Sin que sepamos muy bien por qu�, los antidepresivos y los antipsic�ticos producen una serie de efectos diferentes, seg�n la funci�n y el neurotransmisor afectado. La acci�n de los neurol�pticos se centra principalmente en los s�ntomas positivos de la esquizofrenia, actuando fundamentalmente sobre los sistemas dopamin�rgicos o noradren�rgicos, por lo que los efectos terap�uticos sobre los problemas cognitivos o sintomatolog�a negativa son pr�cticamente inexistentes, indirectos o muy limitados.

Pero la terapia farmacol�gica supone para el an�lisis de la enfermedad mental mucho m�s que la descripci�n de sus efectos. En realidad, la medicaci�n con antipsic�ticos, supone la tercera revoluci�n en psiquiatr�a despu�s de los trabajos de Pinel y el psicoan�lisis de Freud, siendo por ello en este momento, la caracter�stica fundamental de esta disciplina. Los manicomios, en parte, han desaparecido por la creencia en la eficacia de que estos “grandes tranquilizantes” iban a controlar las crisis esquizofr�nicas, permitiendo el fin del encierro de por vida, que los enfermos mentales pod�an esperar de la situaci�n anterior a la introducci�n de la clorpromazina (Davis, 1986).

Sin embargo, entre el 30 y el 40 % de los enfermos, a�n con adhesi�n al tratamiento neurol�ptico, continua presentando crisis esquizofr�nicas a lo largo de la enfermedad. El estudio de Loebel de 1992, encontr� que a�n entre los pacientes con un s�lo episodio psic�tico y con tratamiento farmacol�gico, el 14 % de ellos segu�an presentando crisis un a�o despu�s de presentarse la enfermedad. Los problemas de la terapia farmacol�gica pueden resumirse en tres bloques concretos: los fracasos terap�uticos por su falta de eficacia, el �ndice de reca�das y de ingresos hospitalarios en aquellos pacientes con abandono del tratamiento neurol�ptico (36,5%), y por �ltimo, los abandonos producidos por los importantes efectos secundarios de los antipsic�ticos (Ayuso,1997).

Las razones que dificultan el tratamiento medicamentoso se encuentran de nuevo en variables psicosociales (Stoudemire, Thomson 1983, Ayuso 1997), en la que destacan las actitudes y creencias respecto al tratamiento y la enfermedad:

-El enfermo no posee una conciencia de enfermedad que le haga susceptible a sus caracter�sticas y complicaciones.

-El paciente no cree o no reconoce la gravedad de la enfermedad y las consecuencias sobre su vida.

-El enfermo est� sometido a carencias y obst�culos para la toma de medicaci�n (efectos secundarios, calidad de la atenci�n psiqui�trica, costo de la medicaci�n, transporte al consultorio, etc.).

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-Creencias err�neas sobre la medicaci�n.

-Insuficiente informaci�n o motivaci�n por parte del m�dico.

-La actitud del c�nyuge o de los cuidadores principales respecto a los f�rmacos y la enfermedad.

Falta de informaci�n, creencias err�neas y actitudes negativas a cargo del propio enfermo o sus cuidadores respecto los antipsic�ticos y la enfermedad en general, son losrasgos esenciales de car�cter psicosocial que definen la falta de adhesi�n individual al tratamiento farmacol�gico. Conductas y actitudes indivi-

duales que las personas integran en sus repertorios vivenciales a partir de la informaci�n obtenida en las relaciones interpersonales y los Media, que se transforman en variables cl�nicas y estas en variables sociales en una interacci�n ilimitada.

Hemos comprobado que existen una serie de categor�as que definen la terapia en general de las EM, sin embargo, �Existe una imagen social concreta en los peri�dicos que defina el tratamiento farmacol�gico?

“Cientos de pacientes afectados por la enfermedad de Alzheimer podr�an curarse en breve, gracias a la ayuda de las drogas descubiertas recientemente y que favorecen la memoria” (Imagen 19).

La enfermedad, esta vez Alzheimer, puede curarse “en breve”. Los descubrimientos que presagian dicho resultado son obra de “James McGaugh, director del Departamento de neurolog�a de la Universidad de California, cuyos experimentos con ratas han demostrado que el tipo de memoria a largo plazo, aumentaba con la toma de estos nuevos medicamentos”, pero, �Quienes son los patrocinadores de este tipo de curas milagrosas?. En este sentido la noticia del Levante cita a los grandes laboratorios “SmithKline, Beecham, Sanofi y Ciba-Geigy”. La apuesta parece ser suculenta puesto que tal y como nos informa el mismo art�culo, el gasto mensual por usuario, con los nuevos f�rmacos asciende a “300.000 ptas, cantidad sensiblemente inferior a lo gastado en hospitales o servicios de asistencia dom�sticos”.

Las p�ldoras milagrosas, los genes melanc�licos, las ratas delirantes, pollos de pavo agresivos y ahora el dinero, parecen ligados indisolublemente a esta faceta del conocimiento cient�fico.

(Imagen 19) Levante, 3 de Abril de 1997

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En cualquier caso, podemos ya adelantar tres caracter�sticas al respecto:

a-Mensaje esperanzador sobre lo beneficioso de las drogas. b-Relaci�n entre las bases biol�gicas y la medicaci�n neurol�ptica.c-Intervenci�n farmacol�gica como sustituto de la estancia hospitalaria y de los servicios sociales.

-El Pa�s, 13 de Octubre de 1997:

“La mol�cula del estado de �nimo..... “A la serotonina o su carencia, se le han atribuido no s�lo las depresiones, el apetito incontrolado y las disfunciones obsesivo compulsivas, sino tambi�n el autismo, la bulimia, las fobias sociales, el s�ndrome premenstrual, la ansiedad y el p�nico, las migra�as, la esquizofrenia e incluso la violencia extrema”....”El psiquiatra de Northwestern University, James Stockard, lo expresa de una manera m�s po�tica: “El estado de �nimo de una persona es como una sinfon�a y la serotonina es como la batuta del director”....“ Otras sustancias qu�micas nos ayudan a percibir el nivel de agua en un vaso; la serotonina nos ayuda a decidir si nos parece que est� medio lleno o medio vac�o”.

En este art�culo impagable de coleccionista, El Pa�s, el d�a 13 de Octubre de 1997 nos informa, que un exceso o defecto (un detalle sin importancia que no es necesario precisar) en la serotonina, es la causante no s�lo de la esquizofrenia, sino tambi�n del autismo. Am�n de la migra�a, la fobia social, el s�ndrome premenstrual y otras zarandajas menores como la violencia extrema. Pero adem�s, cada vez que usted ve un vaso medio lleno o medio vac�o, es la serotonina quien nos ayuda a golpe de batuta wagneriana, a determinar que es lo que en realidad vemos. �Que fue primero, el huevo o la serotonina?, Depende de la serotonina que tuviera el huevo, evidentemente.

Sorprende que despu�s de estas aseveraciones, en el mismo art�culo leamos: “ A pesar de los avances, s�lo se est� empezando a comprender c�mo act�a la serotonina”...”en lo que se refiere a la depresi�n, la bulimia, la obesidad y el resto de las enfermedades relacionadas con la serotonina, nadie est� seguro de qu� parte del cerebro es la relacionada con ellas y por qu� funcionan exactamente los medicamentos.”

En este texto protot�pico, podemos detectar dos caracter�sticas m�s de la imagen de la farmacolog�a de las EM:

d-Imagen de las drogas como panacea milagrosa, basada en creencias acr�ticas sobre sus efectos, funcionamiento y efectividad.

e-Traslaci�n de conexiones relaci�nales a conexiones de causa y efecto.

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En El Pa�s del lunes 20 de abril de 1998, podemos leer lo siguiente:

“Los psiquiatras alertan sobre los riesgos del creciente consumo de ansiol�ticos. En 1995 se vendieron en Espa�a m�s de 23 millones de cajas de tranquilizantes”....”Dar ansiol�ticos es la respuesta del sistema sanitario, que act�a como proveedor y que tiene que ver con el dar algo al paciente, que como paga tiene que recibir. Y los m�dicos de cabecera recetan para casi todo ansiol�ticos, manifiesta Ana Romero, psiquiatra del Hospital Cl�nico de Madrid.”

-Las Provincias, 29 de Junio de 1997:

“En Espa�a se venden anualmente mil millones de comprimidos que crean dependencia....Por ejemplo s�lo del antidepresivo fluoxetina, en 1996 se vendi� por un importe superior a 6.000 millones de pesetas. ...el estr�s y la poca disponibilidad horaria de los m�dicos generan una prescripci�n abusiva de psicof�rmacos, bien acogida entre los usuarios, que muchas veces prefieren la soluci�n r�pida de una pastilla que el esfuerzo lento de una reflexi�n o el sacrifico personal”.

-ABC, 19 de Noviembre de 1998:

“El diagn�stico correcto de la depresi�n dispara la venta de f�rmacos en Espa�a.... “facultativos y especialistas en psiquiatr�a consideran el incremento de ventas un signo de que la depresi�n ha empezado a diagnosticarse correctamente”.

-El Pa�s. 20 de abril de 1998:

“Comprar tranquilidad...Las farmacias espa�olas vendieron en 1995, casi 24 millones de envases de benzodiacepinas. Uno de los ansiol�ticos m�s conocidos movi� en 1996 unos 800 millones de pesetas....” los m�dicos no tienen tiempo de atender bien a los pacientes. Y como la gente va disparada les dan ansiol�ticos y punto; se supone que hay que darles algo y as� se gana tiempo y tranquilidad, zanja el farmac�utico”.

Del an�lisis de estos �ltimos cuatro art�culos, se deducen algunas de las caracter�sticas que hay que a�adir a las hasta ahora descritas:

f-Los f�rmacos son una respuesta espec�fica en extensi�n y grado, relacionada con el modelo de diagn�stico y atenci�n biom�dico.

g-Los Medios advierten en un tono general sobre los efectos negativos de los psicof�rmacos, sobre todo aquellos riesgos relacionados con la dependencia, y los profesionales que los se�alan en mayor medida son los psiquiatras.

Lo que ya no puede sorprendernos es que las personas esperen soluciones milagrosas y r�pidas de los psicof�rmacos, �No son esas, las

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premisas que se extraen de las declaraciones al respecto?, �Se puede basar el modelo biom�dico, casi exclusivamente en la medicaci�n y esperar al mismo tiempo que las personas no crean en su omnipotente y milagrosa eficacia?, �Si realmente se quisiera dimensionar adecuadamente la importancia de los f�rmacos, c�mo podr�a pervivir la actual atenci�n psiqui�trica?

Hay una caracter�stica m�s que debemos se�alar, no por la notoriedad de su presencia, sino por su ausencia palpable en los peri�dicos de la muestra. Y es la referente a noticias concretas sobre los f�rmacos espec�ficos relacionados con la terapia de las psicosis. Creemos que ello es debido a que la investigaci�n se desarrolla en un plazo temporal concreto, en la que la muestra recoge los a�os 1997 y 1998. Precisamente en la d�cada de los noventa, aparecen en el mercado con cierto auge, sustancias como la risperdona y la holanzapina, que van a marcar el inicio de los neurol�pticos de segunda generaci�n con un pretendido efecto sobre los s�ntomas negativos y la aparici�n de un menor n�mero de efectos secundarios (El Mundo, 13,10.94). En este sentido, el Pa�s, en un art�culo del 14 de Diciembre de 1999, firmado por las farmac�uticas Encarnaci�n Cruz, Marta Alcaraz y Antonio Espino, jefe de servicio de Salud Mental de Majadahonda, consideraban, a�n en una fecha tan tard�a, que: “Se trata de medicamentos j�venes en el mercado, por lo que los estudios realizados con ellos incluyen todav�a pocos pacientes, han sido en general de corta duraci�n y no han evaluado suficientemente par�metros tan importantes como el efecto sobre la calidad de vida y la mejor�a en la capacidad social y funcional de estos pacientes.

Para estos profesionales, la acci�n sobre los s�ntomas positivos es similar a la de los antiguos f�rmacos no pudi�ndose asegurar una mayor eficacia sobre la sintomatolog�a negativa ni la aparici�n de efectos secundarios s�lo visibles de forma insoslayable, cuando los medicamentos llevan ya un tiempo en el mercado. Es oportuno recalcar un aspecto interesante descrito en el mismo art�culo: “Es necesario considerar, adem�s, otros efectos de estos f�rmacos sobre la sociedad y el propio sistema de salud. Un punto de debate es el coste de estos nuevos antipsic�ticos, 50 veces m�s que los f�rmacos tradicionales. Siendo responsables de que el gasto en este grupo de f�rmacos haya aumentado de forma espectacular de 4000 millones de pesetas en 1995 a 21.000 millones de pesetas el a�o pasado”.

“Es preciso terminar recordando, una vez m�s, que el tratamiento farmacol�gico, no es m�s que una parte del tratamiento global de esta enfermedad, que necesita de medidas psicol�gicas, de rehabilitaci�n social y laboral y de apoyo familiar sostenidas en el tiempo para obtener resultados satisfactorios. Si sabemos que al a�o de tomar medicamentos para su psicosis m�s de la mitad de los pacientes esquizofr�nicos los han abandonado, es obvio que estamos ante un problema m�dico sanitario que todav�a ning�n f�rmaco ha resuelto satisfactoriamente”.

Las cosas no han cambiado desde entonces, con una din�mica asombrosamente parecida a la aparici�n en el mercado de nuevos modelos

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de autom�viles, los laboratorios siguen sorprendi�ndonos con nuevos medicamentos o los mismos en un nuevo formato (gotas, comprimidos, inyectables, etc.).

14 de Mayo de 2001-Solidaridad Digital: “Un laboratorio anuncia un prometedor f�rmaco contra la esquizofrenia.

21 de Julio de 2001- ABC. Salud: Tecnolog�a frente a esquizofrenia, (sobre la risperidona, esta vez inyectable).

Sabemos sin embargo, que dichos f�rmacos se encontrar�n con las barreras psicosociales de las actitudes y creencias negativas sobre la enfermedad mental de sus potenciales usuarios y el desconocimiento en su uso de las familias. Posiblemente esto conlleve a que los nuevos f�rmacos los tomar�n aquellos enfermos que ya toman medicaci�n, cambiaremos medicamentos baratos por caros, comprobaremos su efectividad en los enfermos, convertidos as� en los nuevos ratones de las industrias farmac�uticas, pero las causas psicosociales de su fracaso seguir�n sin acometerse, a pesar de que supondr�a una atenuaci�n del sufrimiento de las familias y los enfermos, una rebaja en el gasto referente a hospitalizaci�n y farmacia y con toda seguridad, menos titulares referidos al horror cotidiano de la improvisaci�n pol�tica y la violencia que por ser previsible, resulta ya absolutamente injustificable.

6.2.2 -La agresi�n en los trastornos mentales

Hemos constatado que la agresi�n como caracter�stica esencial de los trastornos psic�ticos, ha supuesto una constante en la imagen del rol que el enfermo mental ha adquirido en los Medios de Comunicaci�n. Su consideraci�n y descripci�n, junto con las consecuencias legales de los actos violentos, han formado los temas con mayor presencia de la prensa analizada. Durante el an�lisis

cuantitativo pudimos ver que las categor�as que conformaban la agresi�n inclu�an agentes y v�ctimas, en papeles hasta cierto punto intercambiables, pero que establec�an al enfermo mental como agresor de una violencia diferencial ante los otros, ante s� mismo, ante la familia, e incluso pod�an convertirse en objeto de la misma.

Por otro lado, la agresi�n aparece relacionada con otras circunstancias sociales como estr�s, ansiedad, alcoholismo y drogadicci�n. Al mismo tiempo, la imagen de un enfermo que agrede pero integrado socialmente en un �mbito previo de normalidad social, no parece congruente con la situaci�n del enfermo mental que vive solo o en la casa paterna. Por tanto,

QUEJAS DE LOS LECTORES

(Imagen 20). Las Provincias. 30 de noviembre de 1997

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en este apartado describiremos la agresi�n como un factor sujeto a la variabilidad de los elementos detectados en la fase precedente del an�lisis.

No es nuestra intenci�n transformar lobos en corderos, ni endulzar los hechos espeluznantes que en ocasiones relata la prensa. M�s bien al contrario, pretendemos describir la agresi�n en enfermedad mental como la cr�nica negra que realmente es, pero con el convencimiento de que esta tragedia que no cesa, es evitable.

-La autoagresi�n:

La agresi�n producida por los enfermos mentales no es unidireccional ya que no se dirige exclusivamente sobre el otro, sino que la propia persona enferma la dirige de muchas formas contra s� mismo. Esto s�lo es sorprendente para el profano, que cataloga esta expresi�n de la enfermedad bajo el arquetipo del asesino televisivo o el psic�pata, que nunca agrede contra s� mismo.

En la imagen 21, Las Provincias del 25 de marzo de 1998, nos informa de c�mo “un individuo esquizofr�nico se autoseccion� la mano derecha con una sierra, con bastante lentitud, por lo que sangr� mucho”. La raz�n: “su mano era mala”.

En este hecho podemos ver sin ninguna duda, la existencia de los efectos sobre la persona de la sintomatolog�a delirante y alucinatoria de las psicosis cr�nicas.

El Levante de 26 de febrero de 1997, nos informa de otra autoagresi�n, esta vez, el

protagonista es un preso del pabell�n de depresivos.

“El centro tem�a que pudiera colgarse pero no le quito el mechero. Un interno de Fontcalent se prende fuego en una celda para suicidas.”

En este caso el interno, a�n en una “celda especial para suicidas” se pudo autolesionar, quem�ndose el 90 % de su cuerpo.

En la imagen 22, se nos muestra el caso de un joven de 17 a�os, con “episodios convulsivos y crisis violentas” y un trastorno mental moderado.

“Mi hijo se pone muy agresivo, ha atentado tres veces contra m�. Es un peligro dejar en la calle a estas personas”.Hay d�as que tiene dos o tres crisis. Seg�n afirma su madre”.

(Imagen 21). Las Provincias, 25 de marzo de 1998.

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“Cuando se encuentra bajo los efectos de esta crisis, coge cristales y se corta los brazos, tambi�n se ha hecho heridas en las piernas”.

“Me han dicho que haga una denuncia contra mi hijo, pero yo como madre no puedo. Hasta que no golpee a alguien y lo denuncie no van a hacer nada”.

Es probable que el adolescente en cuesti�n, padezca una esquizofrenia temprana inserta en una deficiencia mental. Pero lo preocupante que se desprende de las palabras de la madre, es que ni ella ni el enfermo, cuatro meses despu�s de la primera crisis, saben o han sido informados sobre la gravedad del problema al que realmente se enfrentan.

Tambi�n queda patente la delgada l�nea de la agresi�n, primero hacia uno mismo o la propia familia, si esto no acarrea ninguna

consecuencia terap�utica, la agresi�n se extiende a otros y se agrava en sus manifestaciones. Estas familias humildes, debido a la falta de informaci�n y Recursos, lejos de reajustar el trato con su familiar e informarse de que en la fecha del art�culo, a�n no exist�a ning�n centro en Valencia “para curar a su hijo”. M�s que manifestar un deseo de rehabilitaci�n, solicitan el encierro de su familiar “que no debe estar por la calle”, como consecuencia del desconocimiento y el miedo. Miedo a la agresi�n cotidiana y al sufrimiento sin esperanza en la que est�n miles de familias en todo el Estado. Aunque quiz�s, todo esto sea dramatizar y en realidad no se trate de un problema social y sanitario sino de un problema de los propios enfermos y sus familias por su “falta de miras”.

-La agresi�n sobre el enfermo mental:

En el art�culo siguiente podemos ver como la agresi�n tambi�n es dirigida contra los enfermos mentales e incluso, en contra de los “psic�patas”, ya que una enferma mental de 25 a�os con esquizofrenia y un trastorno de personalidad, es prostituida por su padre en las playas de Pinedo.

(Imagen 22)Levante, 25 de septiembre de 1998.

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Pero la agresi�n tambi�n acompa�a la etiolog�a de los trastornos mentales. As�, Las Provincias del 22 de octubre de 1998, nos informa que: “El agresor insult� reiteradamente a su mujer y amenaz� con darle cuatro pu�aladas. La v�ctima tuvo que ser atendida en un centro m�dico de la localidad presa de un ataque de nervios”.“La mujer de 43 a�os, que ha estado en tratamiento psiqui�trico con anterioridad a consecuencia de las agresiones del marido...”

La agresi�n como vemos, convierte a enfermos mentales en v�ctimas y a v�ctimas en enfermos mentales. A hijos en agresores de sus madres y a estas, en denunciantes de sus hijos.

Todo ello inserto en un contexto social, donde la etiolog�a esquizofr�nica o no, s�lo forma una peque�a parte de un entramado social y sanitario, en el que problema de la agresi�n no se percibe en todas sus facetas sino a trav�s del elemento totalizador, esquem�tico y simplista, contenido en el rol de un enfermo que agrede, un enfermo que no puede estar en la calle por que es un peligro. Para cuya soluci�n se esgrimen los psicof�rmacos, la institucionalizaci�n psiqui�trica y la denuncia policial.

-La agresi�n a familiares:

Pero la agresi�n que m�s se refleja en los peri�dicos de la muestra se relaciona con la agresi�n a familiares y a terceras personas. No es dif�cil encontrar noticias relacionadas con la agresi�n. Los peri�dicos analizados en la investigaci�n abarcan un total de 730 d�as, las noticias relacionadas con la agresi�n y sus derivaciones legales suponen un total de 542. Por lo que cada 1.3 d�as, en alguno de los peri�dicos de la prensa analizada aparece un art�culo relacionado con la agresi�n y la enfermedad mental o con sus correlatos legales.

“La estrangul� obsesionado por la sospecha de que le enga�aba. UN JUEZ SALDA CON 6 A�OS EL ASESINATO DE UNA MUJER A MANOS DE SU MARIDO”....”pocos meses despu�s comenzaron las desavenencias entre la pareja debido al alcoholismo que sufr�a la mujer y sus profundas depresiones. Las discusiones entre ambos fueron aumentando junto a los trastornos de personalidad que sufr�a el acusado”.

-Levante, 13 de Enero de 1998.

En la noticia precedente observamos algunas de las circunstancias presentes en la acci�n agresiva psic�tica, que de manera reiterada, va ha presentar varios trastornos asociados. En este caso, trastorno de personalidad y la adicci�n al alcohol, en casos anteriores la deficiencia mental.

(Imagen 23) Levante, 9 de Julio de 1998.

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“DETIENEN A UN JOVEN TRASTORNADO QUE AMENAZ� A SU MADRE CON UNA TOALLA.....La Guardia Civil detuvo a un joven que sufre un trastorno mental....R.R.R de 19 a�os y en estado muy violento, pretend�a acabar con su madre con una toalla....El joven que s�lo tiene un 66 por ciento del coeficiente mental normal...fue detenido y llevado al pabell�n de psiquiatr�a del Hospital General de Valencia, aunque qued� en libertad poco despu�s”.

-Las Provincias, 19 de Agosto de 1998.

Aunque no sabemos si el joven referido tiene un trastorno mental, lo que de modo reiterado aparece en la prensa es la existencia asociada de varios trastornos y de manera especial, la deficiencia ps�quica.

En cualquier caso, deficiencia ps�quica no esta exenta de episodios de agresividad. Por el contrario, el retraso mental implica en ocasiones, conductas agresivas e incontroladas (enfermedad de Morquio), en otras circunstancias como la relatada, pueden asociarse a enfermedades mentales, donde la propia deficiencia ps�quica se convierte en un obst�culo a�adido para la adopci�n de conductas de enfermedad. Es rese�able que en la prensa, nunca aparece como “un deficiente, agrede a...”, sino que el protagonismo de la agresi�n se produce siempre por la condici�n de enfermo mental y no por la condici�n de minusv�lido ps�quico. Para nosotros, es un claro indicativo del grado de integraci�n social conseguido por este colectivo, que como vemos, se ha realizado sin que haya sido un obst�culo para la misma, la relaci�n con la agresividad que pudiera tener de dicha dolencia.

“ENV�AN AL PSIQUI�TRICO AL ASESINO DE CREVILLENTE....El presunto parricida de Crevillente que el pasado lunes se entreg� a la Guardia Civil autoinculp�ndose de la muerte por estrangulamiento de su madre....el joven padec�a continuas crisis nerviosas, posee alg�n tipo de esquizofrenia.

-Levante, 4 de Febrero de 1998.

“EL PELUQUERO DE ONTENYENT LE DIJO A SU MUJER: <�HA LLEGADO LA NAVIDAD�> ANTES DE DEGOLLARLA....Roberto Vidal pronunci� esta frase antes de degollar a su mujer, Adela Caballero, con el mismo cuchillo de cocina que despu�s utiliz� para suicidarse....Roberto sufr�a desde hace tiempo trastornos ps�quicos -depresiones y brotes esquizofr�nicos-..hace tan s�lo unos d�as provoc� un accidente de trafico, en el que pretend�a acabar con su vida....En el citado hecho los agentes le tomaron declaraci�n, ya que insisti� en dejar constancia de que intentaba suicidarse..”

-El Levante, 27 de Diciembre de 1998.

“Un hombre mata a su mujer con un cuchillo en Ontenyent y despu�s se suicida...el hombre hab�a sufrido depresiones y ataques de esquizofrenia en diversas ocasiones.”-El Pa�s, s�bado 26 de Diciembre de 1998.

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“El parricida de Ontenyent sufr�a un trastorno de personalidad...El ayuntamiento prestar� asistencia psicol�gica a los tres hu�rfanos..”

-El Pa�s, 27 de Diciembre de 1998.

En los art�culos sobre el parricida de Ontenyent volvemos a encontrar algunos de los factores caracter�sticos de este tipo de agresi�n: La agredida en el seno familiar es una mujer, existe un estado previo de fuerte labilidad emocional en el enfermo y el tipo de enfermedad permanece difuso, variando de una noticia a otra y de un peri�dico a otro. Tambi�n queda de manifiesto como las Administraciones locales y sanitarias no poseen un mecanismo de actuaci�n frente a estos hechos que eviten sus dram�ticas consecuencias. Por otra parte, estos homicidios suelen acabar con el suicidio del enfermo.

“DENUNCIA A SU COMPA�ERA TRAS UNA PELEA...T.C. asegur�, antes de acudir a comisar�a en compa��a de los agentes, que su mujer le hab�a golpeado, aunque algunos de los polic�as confirmaron que el tambi�n hab�a pegado a su mujer...Miguel �ngel reconoci� que hab�a sido denunciado repetidas veces por su compa�era sentimental por malos tratos, aunque justific� las denuncias, porque su mujer est� “en tratamiento psiqui�trico”.... La pareja se conoci� en un centro de desintoxicaci�n........se�al� que su mujer ha reca�do de nuevo en el mundo de las drogas y que por eso, “ya le han retirado la custodia de otra hija que ten�a”.

-El Levante, 5 de Enero de 1998.

“Un esquizofr�nico, propina una paliza a su mujer en Alicante... Un hombre de 35 a�os fue ingresado el jueves por la noche en el Hospital Psiqui�trico de Alicante.....”se encontraba ebrio y violento, padec�a esquizofrenia y se negaba a tomar los medicamentos”.

-El Levante 18 de Julio de 1998.

“MAT� A MI T�O PORQUE ME DIJO QUE YO LE IVA A CONTAGIAR EL SIDA Y ME DIO EL IMPULSO...Eduardo A.H que padece esquizofrenia comparece ante un jurado.....Le expulsaron del ejercito por abusar de las drogas y el alcohol...Su mujer le dej�, estuvo en tratamiento psiqui�trico y adem�s contrajo el virus del SIDA.”

-El Levante, 17 de junio de 1998.

“EL HOMICIDA DE VALENCIA SUFR�A DESDE 1992 UN TRASTORNO MENTAL Y ESTABA EN TRATAMIENTO....Jaime Palop Blas, el vecino de Enguera (Valencia) que el jueves mat� a sus padres y a un conocido y luego se suicid�, sufr�a un trastorno delirante, seg�n la coordinadora de la Unidad de Salud Mental de J�tiva......Palop no recib�a ning�n tipo de medicaci�n.....”estos pacientes son los �ltimos en reconocer que tienen un problema y no aceptan ni diagn�sticos m�dicos ni medicaciones”.-ABC, 11 de Octubre de 1997.

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En este �ltimo bloque de noticias, la agresi�n aparece acompa�ada de drogas, alcohol y falta de adhesi�n a la medicaci�n. Este aspecto concreto resulta clarificador, ya que el sistema m�dico legal vuelve a mostrarse totalmente inadecuado con aquellos enfermos que se resisten a la toma de f�rmacos, para los que la atenci�n ambulatoria es sin duda insuficiente ante la enfermedad cr�nica.

“AFIRMA QUE MAT� A SU MADRE PORQUE ERA <DIOS>.....N.C..que abandon� recientemente un sanatorio psiqui�trico y que afirma ser Lucifer.....fue empujado, seg�n afirm� “por voces que le daban la orden de matar a Dios antes de medianoche”, por que sino ser�a el fin del mundo”.

-El Levante, 23 de marzo de 1998.

“QUEMA EL ROSTRO A SU MARIDO TRAS INTENTAR CORTARLE EL PENE....La mujer estaba harta de sus infidelidades..La agresora hab�a estado ingresada recientemente en un centro psiqui�trico...”.

-El Levante, 21 de marzo de 1998.

“UN PERTURBADO MENTAL MATA A SU MADRE TRAS UNA RI�A EN NOVELDA....Los vecinos explicaron que el detenido ha estado tres veces ingresado en un psiqui�trico..” -El Levante, 21 de Noviembre de 1998.

“ASESINA A SU COMPA�ERA, Jos� A.R. de 63 a�os de edad, acusado de haber matado a pu�aladas a su compa�era sentimental...el detenido se encontraba bajo tratamiento psiqui�trico...”

-El Levante, 19 de febrero de 1998.

Las noticias que aparecen en este bloque, nos confirman que la agresi�n se produce en una crisis psic�tica, donde los m�viles obedecen a la sintomatolog�a delirante. Por otra parte, se producen en recidivas con una intervenci�n psiqui�trica reciente, donde las altas cl�nicas y el mismo tratamiento resultan claramente inapropiados e insuficientes.

Es posible que se argumente que estos datos obedecen a aquellos casos donde fracasa el sistema por lo que deber�amos centrarnos en aquellos donde el sistema resulta efectivo. Sin embargo, resulta evidente que el sistema sanitario act�a satisfactoriamente cuando el perfil del usuario se ajusta a las caracter�sticas del dispensario de risperidona en que se ha convertido. Funciona s�lo en aquellos casos en los que precisamente, su intervenci�n no resulta prioritaria, donde el enfermo se toma la medicaci�n de manera continuada, donde sus s�ntomas prevalentes no son los positivos, (alucinaciones y delirios) y adem�s se encuentra protegido por relaciones familiares efectivas de apoyo y protecci�n social.

Pero el sistema deber�a prepararse para los casos donde el enfermo, no acepta la toma de medicaci�n, desea trabajar y consumir y se encuentra sin redes sociales de apoyo y de integraci�n. De otro modo, la sociedad no

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podr� acometer el gigantesco problema que significa la desaparici�n m�s o menos temprana de la generaci�n de cuidadores, que en este momento ya se encuentra entre los 65 y los 75 a�os.

Por otro lado, los rasgos de este sistema no pueden considerarse iatrog�nicos o de da�o colateral impredecible en la intervenci�n psiqui�trica, sino que sus contradicciones e insuficiencias son realmente caracter�sticas consustanciales y persistentes de las limitaciones e insuficiencias del modelo m�dico de intervenci�n hospitalaria.

Un primer an�lisis de la auto agresi�n y la agresi�n en el medio familiar nos suministra las siguientes caracter�sticas generales:

- El objeto de agresi�n, por lo general es una figura femenina, en concreto la madre o la compa�era.

- Existe una continuidad en la presencia de factores debidos a estados de inestabilidad emocional, que pueden formar parte de la sintomatolog�a del propio trastorno en mayor medida que responder a un elemento externo o independiente de la misma. Por el contrario, las agresiones descritas como ataques de nervios muy posiblemente se est�n refiriendo realmente a un estado alterado por crisis esquizofr�nicas continuadas y persistentes, debidas a la exacerbaci�n sintomatol�gica de la propia enfermedad m�s que a estados de ansiedad o estr�s debidos al contexto social. De ser as�, estar�amos ante una mayor incidencia de la agresi�n, en los casos de psicosis con componentes emocionales o de tipo esquizoafectivo.

- En las noticias aparecidas en prensa sobre la agresi�n, existe una fuerte presencia de trastornos asociados, como los trastornos de personalidad y la deficiencia mental, que juegan un papel favorecedor de los hechos agresivos al empeorar el pron�stico de las enfermedades mentales.

- La agresi�n se da por lo general, en medio de un estado de recidiva y crisis esquizofr�nica. Sin que los episodios previos merezcan la consideraci�n de las autoridades, hasta que no se produce un asesinato u homicidio y sin que la hospitalizaci�n puntual o de respiro y el tratamiento farmacol�gico puedan contener esta situaci�n.

- En los trastornos de personalidad, aunque en ocasiones son se�alados como tales, s�lo un seguimiento continuado de la noticia permite diferenciar la agresi�n psic�tica de la agresi�n m�rbida de las psicopat�as.

- Por �ltimo, la drogadicci�n y el alcoholismo, est�n muy presentes en la agresi�n protagonizada o sufrida por las personas con enfermedad mental.

-La agresi�n a terceros:

Hasta aqu� hemos visto las caracter�sticas de la agresi�n psic�tica dentro del seno familiar. Pasamos ahora a analizar la agresi�n a terceros, a

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fin de poder describir si coinciden las caracter�sticas generales o por el contrario, asumen rasgos diferenciales y espec�ficos.

En este sentido, observamos en la imagen 24, la locura tomando cuerpo bajo la apariencia de su imagen social m�s temida. En ella, la locuraa�n bajo tratamiento psiqui�trico, sale armada al balc�n de las noticias en una escena que recuerda profundamente nuestra guerra civil. Sin embargo,

la fotograf�a pertenece a otra guerra m�s cotidiana, librada entre la psic�sis y la realidad; entre enfermos, familias, psiquiatras y polic�as, en la que en esta ocasi�n, afortunadamente no hay heridos.

-DOS A�OS DE C�RCEL PARA UN JOVEN CON PROBLEMAS PS�QUICOS QUE ACUCHILL� A OTRO...El Tribunal de la secci�n tercera de la Audiencia de Valencia, aten�a sensiblemente la pena, al estimar probado que Enrique padece un trastorno cong�nito esquizoide o paranoide de la personalidad, que se vio agravado en el momento de los hechos por la ingesti�n de

bebidas alcoh�licas”... -Levante, 3 de Enero de 1997.

-“DETENIDA UNA DEMENTE QUE INTENTO AGREDIR A UN HOMBRE PORQUE SE QUED� MIR�NDOLA...la detenida estaba sobre un turismo ocasionando importantes desperfectos. Fue entonces cuando un transe�nte se par� a mirarla at�nito. La mujer interpret� esto como una agresi�n,, baj� del coche y se dirigi� hacia el hombre, contra el que esgrimi� un cuchillo de cocina con el que intento agredirle..” -Levante, jueves 2 de enero de 1997.

-“COMIENZA EL JUICIO CONTRA UN HOMBRE QUE PLANEABA VIOLAR A STEVEN SPIELBERG”. ( Noticia aparecida en la secci�n de espect�culos, moda y televisi�n).

-Las Provincias, 19 de febrero de 1998.

-“MATA DE UN NAVAJAZO EN UNA CALLE DE ARGANDA AL DEFENSOR DE UNA MUJER A LA QUE ACOSABA.....El supuesto homicida ten�a un historial cl�nico de esquizofrenia y hab�a sido denunciado en m�s de 200 ocasiones por acoso y actitudes obscenas. El ayuntamiento de la localidad, as� como los familiares m�s cercanos hab�a solicitado sin �xito su internamiento...:Cipriano estaba bajo tratamiento psiqui�trico pero hac�a unos meses que hab�a suspendido la medicaci�n..”-ABC, 4 de Octubre de 1997.

(Imagen 24).Las Provincias, 5 de Abril de 1998.

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“LA FAMILIA DEL HOMBRE QUE APU�AL� A UN �RBITRO CRITICA EL ABANDONO DE LOS ENFERMOS MENTALES....”Solicitamos por todos los medios posibles el auxilio necesario para que el enfermo fuese sometido a un tratamiento m�dico adecuado. Como prueba de ello, obra en el Juzgado de instrucci�n n� 9 de Valencia una demanda con fecha de s�bado, d�a 14 de junio, donde se solicit� urgentemente el internamiento del enfermo, petici�n que no fue atendida y que trajo como consecuencia el lamentable suceso”...

-Las Provincias, 18 de junio de 1997.

“CLAVA SIETE VECES UN CUCHILLO A UN CURA PORQUE <ERA EL ANTICRISTO>......una mujer asest� ayer siete pu�aladas al p�rroco de la iglesia del barrio de Garrido, en Salamanca...Los hechos ocurrieron sobre las 11 horas, cuando la mujer que est� en tratamiento psiqui�trico acudi� al despacho del cura”.

-El Levante, 30 de enero de 1998.

Esta �ltima agresi�n, acaecida dentro del grupo de actos cometidos en estado de delirio, resulta especialmente �til para ilustrar la contribuci�n cultural de las creencias religiosas al contenido de los sistemas psic�ticos delirantes. El seis, es el s�mbolo del Anticristo (Apocalipsis, 13.18), es el n�mero que representa el mal, lo incompleto. Por el contrario, el siete es el s�mbolo de la c�lera divina, de lo completo. “Y o� una voz fuerte procedente del santuario decir a los siete �ngeles “Vayan y derramen sobre la tierra los siete tazones de la c�lera de Dios”. (Apocalipsis, 16.1). Siete veces fue apu�alado el p�rroco, el falso profeta, el anticristo, ni una m�s ni una menos, tal y como marca el plan divino de la Revelaci�n.

Las noticias sobre la agresi�n a terceros corroboran las caracter�sticas generales de la agresi�n detectadas en el an�lisis previo, siendo ostensibles al menos tres rasgos definitorios:

-Aunque algunas de las personas agredidas lo son en funci�n de la notoriedad de su rol social ( Spielberg, arbitro o cura), un gran n�mero de agresiones son indiscriminadas.

-La agresi�n psic�tica, a diferencia de la agresi�n morbosa, se produce en el contexto de una crisis o recidiva.

-Se confirma de nuevo, que frente a la enfermedad mental no se posee ning�n mecanismo eficaz, ni judicial, ni m�dico, que permita abordar con eficacia, una serie de homicidios y asesinatos, que podr�amos llamar con toda propiedad “muertes anunciadas”, en las que el papel de las Administraciones ser�a definido seg�n la jurisprudencia anglosajona como de “homicida indolente”, al no evitar hechos que sin duda son de su responsabilidad y competencia.

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Aunque no la compartamos, no puede extra�arnos como la noticia siguiente describe el miedo y rechazo social al enfermo mental.

En el caso de la noticia reflejada en la imagen 25, son los vecinos de un conocido barrio de Valencia los que se sienten alarmados por los ataques a mujeres a cargo de un enfermo mental, caso que esta provocando una gran alarma social.

En el art�culo, los vecinos se sienten mermados en sus derechos ciudadanos y solicitan que dicha persona sea atendida en un Centro por profesionales adecuados. En realidad, tres meses despu�s, estos mismos vecinos se opondr�n con �xito, a que en su barrio se abra un centro de rehabilitaci�n en r�gimen abierto (P�g. 299). Cabe preguntarse por tanto, �Qu� tipo de recursos demandan los vecinos como adecuados y d�nde?.

Preocupaci�n, alarma social y falta de respeto a los derechos sociales y civiles de sanos y enfermos, no aseguran el contenido rehabilitador e integrador de la Reforma Psiqui�trica, que como vemos, se muestra ineficaz frente a los problemas derivados de la agresi�n.

-La agresi�n morbosa:

El an�lisis cualitativo de la agresi�n, nos permite describir al menos, dos bloques diferenciados. La agresi�n psic�tica que hemos definido hasta aqu� en sus caracter�sticas generales, y la que hemos llamado agresi�n morbosa, determinada por dos caracter�sticas esenciales:

-Se produce en un contexto de conflicto o desequilibrio ps�quico no reductible a un estado psic�tico, pero que resulta representada con categor�as aplicadas asiduamente a los trastornos mentales cr�nicos, sin que en la mayor�a de los casos, existan referencias a antecedentes psic�ticos previos.

-En parte, supone una construcci�n de los mecanismos legales de defensa, que configura esta violencia dentro de un proceso de morbilidad transitoria con fines exculpatorios. La violencia dom�stica tambi�n aparece significativamente dentro de esta categor�a.

“DRAMA FAMILIAR CON TRES MUERTOS EN UNA FINCA DE ALBACETE POR LA LOCURA DE UN NONAGENARIO....mat� a tiros de escopeta a su mujer e hija, hiri� a su yerno y luego se ahorc� en un poste. Nada hac�a presagiar este desenlace al ser personas consideradas como muy normales...Por el momento se desconocen los m�viles de tan brutal agresi�n, si bien ha circulado la hip�tesis de una posible enajenaci�n mental transitoria

(Imagen 25)Las Provincias, 9 de

Junio de 1998.

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del anciano. As� mientras la Polic�a y vecinos de la familia aseguran que el anciano no ten�a perturbadas sus facultades mentales, otras fuentes indicaban que pudo sufrir un ataque de locura.

-ABC,1 de Octubre de 1998.

“UN ANCIANO MATA A TIROS A SU MUJER Y SU HIJA EN ALBACETE Y LUEGO SE AHORCA, el Comisario Jefe de Albacete, Antonio Moreno Luz�n, adelanto que la causa puede ser una desavenencia familiar o un ataque de demencia del anciano. Aunque los vecinos del agresor se�alaron que se encontraba bien f�sicamente y que no se conoc�a disputa familiar alguna.

-El Pa�s, 1 de Octubre de 1998.

En el art�culo precedente, vemos como opera la representaci�n de la agresi�n morbosa. A pesar de que la polic�a y vecinos afirman el perfecto estado del anciano, el entorno social de la familia intenta explicar a trav�s de la locura la causa de esta agresi�n irracional. Por otro lado, ABC usa en sus titulares el concepto de locura como categor�a explicativa de cualquier agresi�n fortuita e inesperada, mientras que El Pa�s, en un tono mucho menos sesgado, se hace eco de opiniones que consideran posibles “ataques repentinos de demencia senil”. En resumen, en el contexto social que reflejan ambos art�culos, la agresi�n incontrolable es entendida y descrita como consecuencia de una enfermedad mental cuya existencia no se constata.

“UN GUARDIA CIVIL ENLOQUECIDO MATA A SU MUJER Y A UN HIJO, HIERE A OTRO Y LUEGO SE SUICIDA..el matrimonio que viv�a en Granada, estaba en tr�mites de separaci�n. Los que conoc�an al agente aseguran que era de trato correcto, pero ten�a un car�cter violento con su familia, a la que pegaba.

-ABC, 6 de Junio de 1997.

En este episodio de violencia dom�stica, observamos como al agresor se le etiqueta de enloquecido. Confirmando con ello la polisemia peyorativa del concepto de locura como falta de control, agresi�n e imprevisibilidad.

“UN SOLDADO ISRAEL� HIERE A SEIS PALESTINOS EN UN ATAQUE INDISCRIMINADO AL ZOCO DE HEBR�N. Noam Friedman: No estoy loco ni me arrepiento, pues los palestinos son enemigos de Israel...El ministro de seguridad Interior, Avigdor Kahalani, hab�a declaro ayer tarde que Friedman sufre de problemas mentales.

-Levante 2 de Enero de 1997.

En el texto del Levante, no es ya la violencia domestica la que es descrita en clave de locura incontrolable, sino la violencia pol�tica, debido a

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la tensi�n militar y a la animadversi�n �tnica y religiosa entre israel�es y palestinos.

En la portada del Levante de 6 de mayo, observamos de nuevo como el impulso criminal es definido como un arrebato o ataque de locura.

El asesinato, dentro de este esquema se produce por una p�rdida moment�nea del auto-control. Sin embargo, incluso los agresores que

planifican sus actos declaran estar bajo ese impulso incontrolable:

“EL ASESINO DE TORREVIEJA DICE QUE ACTU� POR DESPECHO Y VENGANZA...el ex polic�a nacional que mat� de un disparo a un ni�o de siete

a�os e hiri� de gravedad a su abuela....dijo ante el juez que hab�a llevado a cabo los cr�menes por despecho y venganza y aleg� trastorno mental a pesar de reconocer que lo hab�a estado planeando desde hacia d�as”. (Imagen 27).

Es evidente que este ex polic�a conoce las propiedades salut�feras de la enajenaci�n mental. Pero, �Existe realmente ese impulso criminal e incontrolable, definido como locura transitoria por los tribunales?.

“LA MAYOR�A DE LOS DELINCUENTES NO SUFREN TRASTORNOS MENTALES.....La inmensa mayor�a de las personas que delinquen en Espa�a no sufren ninguna enfermedad o trastorno mental que pueda servir como eximente de sus acciones en un juicio....Los psiquiatras Jos� Cabrera Forneiro, director de la Agencia Antidroga de Madrid y Jos� Carlos Fuertes, director de la unidad de investigaci�n del Hospital Militar de Burgos, autores de “Psiquiatr�a y Derecho, dos ciencias obligadas a entenderse”, rechazaron que en sociedades como la espa�ola existan los criminales natos, personas que por patolog�as mentales no puedan evitar delinquir. Es m�s, seg�n el director de la Agencia Antidroga de Madrid, s�lo el 2% de los espa�oles que sufren la enfermedad mental m�s grave –la esquizofrenia- son delincuentes...” –Las Provincias, 30 de Enero de 1998.

“EL FISCAL PIDE 16 A�OS PARA EL JOVEN QUE ASESIN� A SU VECINA, la defensa sin embargo, reclam� la absoluci�n por trastorno mental

(Imagen 26)Levante, 6 de Mayo de 1998.

(Imagen 27) Levante, 15 de julio de 1997

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transitorio”..El abogado sostuvo que el estr�s provocado por una multa de tr�fico hizo aflorar en V�ctor Jes�s, “la bestia que todos llevamos dentro”.-El Levante, 2 de Abril de 1998.

“EL JURADO ESTIMA QUE EL HOMICIDA DE GANDIA SUFR�A “ESTR�S EMOCIONAL”....V�ctor Manuel, M.B., el joven de 19 a�os que mat� y quem� a una vecina en un garaje de Gandia...actu� bajo estr�s emocional que le disminu�a en cierto grado, sus facultades mentales. As� la condena podr�a ser reducida porque el joven sufri� un trastorno mental transitorio. El acusado declar� durante el juicio que viv�a una situaci�n de gran tensi�n y nerviosismo despu�s de ser multado con 10.000 ptas. al viajar acompa�ado de su novia en un ciclomotor.”..

-El Pa�s, 4 de Abril de 1998.

“EL JUEZ CASTIGA CON OCHO A�OS DE C�RCEL AL JOVEN DEGANDIA QUE ESTRANGUL� A SU VECINA”...el juez ha aplicado la atenuante de confesi�n de los hechos y la eximente incompleta de trastorno mental transitorio...”

-El Levante, 9 de Abril de 1998.

“EL JOVEN QUE MAT� A SU VECINA, SABIA LO QUE HACIA”...era consciente en todo momento de sus actos y no padece ni ha padecido ning�n trastorno mental ni de la personalidad, seg�n manifestaron ayer en la segunda sesi�n del juicio con jurado contra el procesado, los psiquiatras que le examinaron. V�ctor Jes�s ya fue juzgado en Abril, aunque el TSJ anul� la sentencia y orden� repetir la vista”...

-El Levante, 11 de noviembre de 1998.

Impulso incontrolable, estr�s o tensi�n son los nuevos conceptos en que se objetivan los trastornos mentales. La manifestaci�n f�sica de la locura, capaz de sacar “la bestia que todos llevamos dentro” y que todos los abogados conocen bien, incluso mejor que los psiquiatras seg�n parece.

“EL JURADO DECLARA CULPABLE AL PARRICIDA DE SEVILLA. el jurado que ha enjuiciado en Sevilla a Jos� L.T, por matar a su compa�era sentimental Celsa M. P. de un disparo por la espalda en 1996, lo ha declarado culpable de asesinato con la atenuante de trastorno mental transitorio..”

-El Levante 31 de Enero de 1998.

El parricida de Bonrep�s, Vicente M. N (imagen 28), asesin� a su mujer de un certero disparo con una escopeta de fabricaci�n propia. Para su abogado sin embargo, “el disparo se produjo, con la intenci�n de asustar, ya que es una persona muy de pueblo. No esta loco, pero tiene problemas psicol�gicos de suficiente envergadura”.

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Las acusaciones defend�an por el contrario, que el reo era muy listo y capaz de enga�ar a los forenses. La defensa solicit� la eximente por alteraci�n mental, solicitud que fue desatendida esta vez, pero que no consigue desanimar a los maltratadores, que ven en ella la legitimaci�n de que su estado de frustraci�n y celos sea un motivo suficiente para atenuar sus condenas.

“EL HOMBRE QUE QUEM� A SU MUJER EN GRANADA, INTENTAR� ALEGAR ENAJENACI�N MENTAL EN EL JUICIO”.

-Levante, 8 de Diciembre de 1998.

El bloque de art�culos que representan la enfermedad mental como un hecho social relacionado con lo jur�dico y la agresi�n, ha supuesto un 49% de las noticias de la muestra. Pero la violencia representada en los Medios, obedece a diferentes caracter�sticas que no son imputables en toda su extensi�n, a enfermedades mentales cr�nicas de car�cter psic�tico como la esquizofrenia. En este sentido, el an�lisis cualitativo ha descrito con mayor detalle lo que en principio, s�lo eran frecuencias cuantitativas. Y en �l, hemos podido constatar la existencia de una cultura legal que busca la eximente o atenuante ante los cr�menes producidos en el contexto familiar, (10% del total de los art�culos de la muestra), as� como la fuerte presencia de los trastornos de personalidad en las noticias que giran en torno a la agresi�n (7% de las noticias), frente a la esquizofrenia, que queda reflejada en un 12 % de las mismas. Por otro lado, hemos constatado la contribuci�n de los problemas de drogadicci�n y alcoholismo relacionados con las EM, (12% de los art�culos de la muestra).

Todos estos datos apuntan a la agresi�n como un fen�meno social relevante y multifactorial que s�lo en parte, puede ser explicado por la agresi�n psic�tica de los enfermos mentales cr�nicos. Sin embargo, de manera predominante la enfermedad mental es definida a trav�s de la agresi�n y a la inversa, a partir de las caracter�sticas con que los Medios difunden su representaci�n. A ello, contribuyen significativamente la existencia de problemas diagn�sticos en los peritajes judiciales, la insuficiencia del modelo m�dico, la falta de informaci�n espec�fica de los profesionales de la prensa, la excesiva acentuaci�n de lo general y emotivo, sobre todo en los peri�dicos de tirada auton�mica, y por �ltimo, a la acci�n intencionada de los profesionales de la abogac�a, que a fin de lograr un eximente judicializan la enfermedad mental y psiquiatrizan el delito.

Pero estas consideraciones permanecen soterradas bajo la potente imagen de un enfermo mental que agrede. De hecho, la agresi�n no s�lo centra gran parte de las noticias sino que tambi�n define poderosamente el rol y la identidad del enfermo mental.

(Imagen 28) Levante, 21 de Enero de 1998.

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“Ese no es payo ni gitano: Es un demente”.

El agresor no es payo ni gitano, no pertenece a ninguna etnia determinada, sino a un tipo espec�fico de raza: el loco.

Las palabras de Aquino sobre la clasificaci�n de hombres por su capacidad para usar la raz�n, los escritos de Foucault sobre la necesidad hist�ricamente construida, de mantener colectivos que asuman los miedos y los problemas sociales y la identidad individual como construcci�n social, no pod�an tener un correlato m�s claro que la noticia de El Pa�s del 20 de julio de 1998.

Imagen gr�fica, viva y constatable de la pervivencia en nuestra sociedad de los viejos esquemas y mentalidades en los que se ha anclado el pensamiento social, y de la funci�n de la agresi�n como detonante este-reot�pico y n�cleo estructurador de la representaci�n social de las enfermedades mentales.

6.2.3-El rol de los enfermos mentales

En 1973, en las instituciones mentales de la soleada California, aparecieron algunos sujetos decla-rando o�r voces que les indicaban lo que deb�an hacer. En realidad

eran investigadores de campo que bajo la supervisi�n de D.L Rosenhan investigaban el sistema de salud mental.

Gran parte del grupo fue hospitalizado y siguiendo la experimentaci�n, una vez pasado un peque�o tiempo en el hospital psiqui�trico, los investigadores comunicaron que estaban bien y que no ten�an ning�n tipo de s�ntomas. Ni los m�dicos ni el personal auxiliar les hicieron el menor caso, fueron tratados como objetos y dados de alta despu�s de un considerable periodo de tiempo. Algunos de ellos, salieron de las Instituciones con completos historiales m�dicos donde se diagnosticaba y describ�a su psicosis de manera detallada. De hecho, la conducta de tomar notas en un miembro del equipo durante su estancia en el Hospital, fue etiquetada como “conducta compulsiva de escritura”. Cuando Rosenhan

(Imagen 29) El Pa�s, 20 de Julio de 1998.

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comunic� a los facultativos los detalles del experimento y advirti� que sus colaboradores podr�an aparecer de nuevo, las admisiones hospitalarias de esquizofr�nicos disminuyeron ostensiblemente (Rosenhan,1973).

El grupo de Rosenhan puso en evidencia el papel social asignado a los enfermos mentales, la categorizaci�n social negativa de todas sus conductas a partir de la psicopatolog�a de los trastornos mentales y tambi�n, la construcci�n social de las enfermedades mentales a trav�s de la actuaci�n de las instituciones psiqui�tricas.

Esta investigaci�n, evidenci� como el rol del enfermo mental prefigura en los sanos, una serie de conductas y actitudes que act�an como respuesta a determinados estereotipos. Y lo que es m�s importante, si la realidad no se adecua a ellos, se act�a para que esa realidad heterog�nea se ajuste a su representaci�n social.

En este sentido, el rol del enfermo mental en las noticias analizadas ha resultado identificado fundamentalmente como el de enfermo y agresor, paciente, v�ctima, seg�n su diagn�stico, discapacitado, trastornado y enajenado. Muchas de estas categor�as ya han aparecido en los art�culos que hemos visto relacion�ndose con la agresi�n y la imprevisibilidad. Por lo que en este apartado analizaremos en detalle, por su conexi�n con el modelo de intervenci�n social, el rol de discapacitado y tambi�n la valoraci�n social de las categor�as con las que se define al enfermo mental.

Una de las investigaciones m�s importantes desarrolladas hasta la fecha, que describe las relaciones entre estereotipos y rol en el contexto de las enfermedades mentales, es la realizada en Montreal sobre Las actitudes y las creencias en torno a las personas con enfermedad mental y las personas con deficiencias ps�quicas (Dorbil y Benoit,1999). En su fase cualitativa y a trav�s entrevistas semiestructuradas, descubrieron que el personal de las instituciones psiqui�tricas trasladaba el estereotipo de “peligroso” para los pacientes con enfermedad mental y “d�ciles” para las personas con deficiencia ps�quica. En consecuencia, el personal auxiliar femenino prefer�a ostensiblemente trabajar en recursos para deficientes ps�quicos. El trato dado a estos �ltimos, fue descrito como femenino, maternal y comprensivo, frente al trato dado para los enfermos mentales calificado como de control. Por otro lado, este estudio demostraba que tanto a las personas con enfermedad mental como a las personas con deficiencia ps�quica, despu�s de pasado un tiempo en recursos de acogida, se les llamaba chavales, chicos, pensionistas o residentes, en categor�as que independientemente de su car�cter infantilizador o excluyente, eran una construcci�n categorial propia de las instituciones de atenci�n al enfermo mental.

En este contexto, sabemos que las categor�as que en este momento definen a los enfermos mentales a partir de su relaci�n con las Instituciones, se refieren evidentemente al modelo biom�dico, con conceptos como paciente o enfermo. Tambi�n hemos detectado que la categor�a que define preferentemente al enfermo mental dentro del discurso judicial es la de trastornado o enajenado. Por tanto, coherentemente con los resultados de nuestra investigaci�n cabe plantearnos si existe un rol determinado para los enfermos mentales desde el modelo de Intervenci�n Comunitaria.

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En nuestra Comunidad, la rehabilitaci�n e integraci�n social de los enfermos mentales es asumida por la Consejer�a de Bienestar Social, dentro de la Direcci�n General para la Atenci�n al Discapacitado (Decreto 132 / 1996, de 7 de julio, del Gobierno Valenciano). Estamos por tanto, ante las circunstancias sociales que hacen prever la emergencia de una nueva categorizaci�n, ya que existe una Instituci�n, grupos sociales y profesionales y un concepto “nuevo” para la EM: La discapacidad . Pero realmente, �Qu� hay detr�s de la palabra discapacitado?.

En la noticia que acompa�a al margen este texto, podemos ver una de las caracter�sticas fundamentales de la representaci�n de la discapacidad con relaci�n a los enfermos mentales: En ella se describen como sin�nimos intercam-biables tanto a la enfermedad mental como la deficiencia mental.

En el art�culo de Las Provincias del domingo, 25 de octubre de 1998, podemos

leer de nuevo, la misma ambivalencia:

“VALENCIA CLAMA POR LA INTEGRACI�N LABORAL DE LOS ENFERMOS MENTALES....Las principales asociaciones espa�olas de ayuda a las personas que sufren alg�n tipo de discapacidad ps�quica....solicitaron el compromiso de la sociedad para hacer realidad la igualdad en el acceso de los enfermos mentales a un puesto de trabajo digno...... En este sentido desde hace unos meses, diez discapacitados ps�quicos trabajan en distintas dependencias de la Consejer�a de Bienestar Social”.

El asociacionismo de los familiares de enfermos mentales (FEVAFEM, FEAFES, etc.) esta organizado independientemente de las conocid�simas Asociaciones de Minusv�lidos Ps�quicos (ASINDOWN, ASPRONA, etc.), sin embargo, en las noticias aparecen como un todo indiferenciado donde la discapacidad ps�quica se entiende como enfermedad mental (lo que es correcto), pero no a la inversa, al considerar la enfermedad mental como discapacidad ps�quica y a esta �ltima como sin�nimo de deficiencia mental.

En la imagen 31, podemos ver como las discapacidades ps�quicas, se utilizan de modo intercambiable a los discapacitados mentales y al retraso mental. La fotograf�a que acompa�a el texto no es suficiente para discernir si las viviendas tuteladas se dirigen a la integraci�n de los discapacitados ps�quicos o mentales. Es el texto quien indirectamente nos aclara tal cuesti�n al mencionar que esta iniciativa pertenece a la asociaci�n Asprona para minusv�lidos ps�quicos. La discapacidad y la valoraci�n de las minusval�as se encuentran reguladas en nuestro pa�s, a trav�s del RD 1723/81 y la Orden de 5 de Enero de 1982 y del 8 de Marzo de 1984 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social que en su cap�tulo XIII, bajo la discapacidad producida por los trastornos mentales, incluye tanto la deficiencia mental como la enfermedad mental. Por lo que el concepto de discapacidad por trastorno mental incluye tanto a los deficientes ps�quicos como a los enfermos mentales. Su correlato en los Medios se resuelve en que

(Imagen 30) Las Provincias, 2 de diciembre de 1997. (El Cabinista)

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no existe una diferencia clara entorno a los l�mites entre la discapacidad mental frente a la ps�quica, ni entre la enfermedad mental y la deficiencia mental.

En las Provincias del 2 de Abril de 1997, leemos:

“EL 26 Y 27 DE ABRIL SE CELEBRAR� LA FERIA DE PRIMAVERA A BENEFICIO DEL DEFICIENTE.......pretende recaudar fondos para ayudar a las asociaciones valencianas que trabajan con las personas que sufren alguna deficiencia mental..., por la integraci�n social y laboral de los ni�os y j�venes afectados por alguna discapacidad mental... para que los valencianos volvamos a demostrar nuestra solidaridad, en este caso con los discapacitados mentales...”

Como vemos, la mayor�a de los art�culos asimilan las condiciones de discapacitado mental

y ps�quico y estas con la deficiencia mental. Por lo que el modelo de integraci�n social reflejado en los Medios obedece en gran parte, a las iniciativas que tradicionalmente ocupan las Asociaciones de deficientes ps�quicos, refiri�ndose s�lo tangencialmente a medidas de integraci�n social para los enfermos mentales. La asunci�n institucional de la atenci�n a los enfermos mentales a trav�s del servicio de atenci�n al discapacitado, no s�lo parece no servir a la diferenciaci�n entre estos dos colectivos, sino que por el contrario, tiende a crear un concepto homogeneizador de ambos, bajo la categor�a de “discapacidad mental”, en la que parece caber todo.

Tradicionalmente los enfermos mentales han compartido recursos sociales con otros colectivos, en residencias para la tercera edad o en centros para los deficientes ps�quicos. Sabemos que existen frecuentemente casos que comparten ambas dolencias, e incluso recursos sociales compartidos por deficientes ps�quicos, alcoh�licos, drogadictos o cualquier

(Imagen 31 ) El Levante, 7 de junio de 1998.

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otro colectivo afectado por la patolog�a social de la exclusi�n, en recursos “contenedor” e inespec�ficos.

De hecho, en nuestra Comunidad podemos definir esta forma de actuaci�n como cl�sica y tradicional. Ya en 1983, E. Bargues, A.T.S y alcalde de Godella en ese momento, elegido diputado para los servicios psiqui�tricos, despu�s de su primera visita al Hospital Psiqui�trico de Jes�s afirmaba que, “La mitad de los ingresados no son enfermos mentales” (Polo, Ib�d. , p. 198).

En este contexto, la imagen de los enfermos mentales como discapacitados ps�quicos y la falta de Recursos sociales espec�ficos, alientan la creaci�n de Servicios, sobre todo en el �mbito municipal, que bajo la apariencia de centros de servicios sociales especializados o multifuncionales, desvirt�an en la pr�ctica, la rehabilitaci�n psicosocial de los enfermos mentales. Acudo a mi experiencia profesional para recalcar que el tratamiento para las personas con psicosis cr�nicas no se asemeja en absoluto, a la intervenci�n con discapacitados ps�quicos. Estos Centros, que en la actualidad se encuentran a punto de empezar a funcionar (Sagunto, J�tiva, etc.), no resolver�n el problema de la enfermedad mental en las localidades que los promueven, m�s all� de lograr estancias puntuales de una m�nima parte de la poblaci�n psic�tica (un enfermo mental cronificado y sobre medicado, puede resultar tan “d�cil” y ausente como una persona con deficiencia mental).

En cualquier caso, el rol de discapacitado para el enfermo mental, dada su significaci�n actual, aunque se relaciona con la intervenci�n social, no esta suponiendo como en principio se podr�a pensar una categor�a definitoria de un nuevo modelo de intervenci�n comunitaria, al menos desde el enfoque kuhnniano de las revoluciones paradigm�ticas de la ciencia, “La aparici�n de una nueva teor�a rompe con una tradici�n de pr�ctica cient�fica e introduce otra nueva que responde a reglas distintas, lo mismo que a un universo de discurso diferente”, (Kuhn, 1971).

En este caso, no existe un discurso diferente sino la reproducci�n de viejas pr�cticas en intervenci�n social, que no s�lo no innovan la atenci�n al enfermo mental sino que incluso pueden llegar a vaciar de contenido la Reforma. Y esto es as� porque, la creaci�n de nuevos Recursos para los enfermos mentales no garantizan por s� solos que se produzca un cambio en su representaci�n social, sino que por el contrario, los esquemas del pensamiento social actual, pueden llegar a transformar estos recursos sociales incipientes y poco definidos, tanto en sus funciones como en sus objetivos, transform�ndolos en instituciones para la cronificaci�n y no en Recursos para la rehabilitaci�n e integraci�n social.

Es necesario puntualizar que la conceptualizaci�n de los enfermos mentales como discapacitados, tampoco impide la aparici�n de un modelo de intervenci�n social comunitaria aplicable a la EM. Y dado que los nuevos paradigmas y modelos cient�ficos asumen gran parte del vocabulario y conceptos de otros paradigmas anteriores, no podemos negar rotundamente que no estemos ante la base conceptual de una nueva forma de intervenci�n en EM, o mejor dicho, de la naciente aplicaci�n de la Intervenci�n Comunitaria en el campo de las psicosis funcionales cr�nicas.

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Pero esto se decidir�, en la medida en que los profesionales de los nuevos recursos sociales de salud mental, opten claramente por objetivos espec�ficos de car�cter comunitario, que estos resulten terap�uticamente eficaces, y que por �ltimo, la comunidad cient�fica acepte la l�gica interna de estos modelos como valiosa para la acumulaci�n del conocimiento cient�fico.

Cosa que en estos momentos no pasa de ser una suposici�n optimista, dada la importancia y prevalencia de la psiquiatrizaci�n sanitaria y sus orientaciones org�nico farmacol�gicas, la importancia de la agresi�n como n�cleo que estructura la representaci�n social, y un embrionario modelo de intervenci�n comunitaria, que en la actualidad s�lo se percibe en sus rasgos e intenciones m�s generales.

6.2.3.1- Rol y valoraciones sociales

Hemos visto como las categor�as que definen la locura dependen en gran parte de los casos, del contexto social en el que se insertan. Palabras como loco, demente o enajenado est�n haciendo referencia a distintas realidades pero en ocasiones, se utilizan de modo intercambiable, como conceptos que en el fondo explican la esencia de un hecho imprevisible. Las palabras que describen a las enfermedades mentales, a partir de la

heterogeneidad del discurso social, adoptan significados diferentes pero en todos ellos podemos ver la valoraci�n negativa que los grupos sociales les otorgan.

En la imagen 32, podemos observar la valoraci�n reflejada en prensa de un ciudadano respecto a los locos y el manicomio. Se apela a una cultura superior, en este caso la americana, para argumentar que el violador de Barcelona es un loco, un asesino reincidente y que por tanto su lugar esta en el Psiqui�trico. En realidad, la psicopat�a del violador de Barcelona no es

interpretada diferencialmente de las psicosis funcionales cr�nicas o locura. Lo que evidencia no s�lo la utilizaci�n de conceptos homogenizadores y extensivos, sino tambi�n la valoraci�n peyorativa del loco y del manicomio, as� como la pervivencia dentro de los esquemas actuales del pensamiento social de los contenidos y funciones m�s estereot�picos de dicha instituci�n.

Pero no s�lo el violador o el asesino irrecuperable son etiquetados como enfermos mentales. En la opini�n de un lector de la secci�n Cartas al Director del diario El Pa�s (Imagen 33), los terroristas de ETA tambi�n se comportan como lo har�a un esquizofr�nico, con conductas imprevisibles y contradictorias.

(Imagen 32) Las Provincias, 17 de octubre de 1998.

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As�, la terapia para la demencia y la esquizofrenia de ETA se realiza a trav�s de la ejecuci�n de un asesinato, que se asimila en el art�culo, a un electrochoque autoadminis-trado.

Las actitudes negativas ante la locura en general y la esquizofrenia en particular, como vemos, se extienden al modelo de institucionalizaci�n psiqui�trica y a sus pr�cticas, que son consideradas como

un castigo m�s que como una acci�n m�dica. Por ello, cuando desde la sociedad se pide el internamiento para los enfermos mentales, se realiza desde la consciencia de su barbarie, pero tambi�n desde el profundo temor a la agresi�n incontrolada del loco, que en el imaginario social, es capaz de comportarse como un violador, un terrorista o un asesino irrecuperable.

En una opini�n reflejada en la secci�n Cartas al Director, en el diario ABC del 6 de septiembre de 1998, titulado: ESQUIZOFRENIA, se nos informa:

“70.000 mujeres fallecen por llevar a cabo los �25 millones de abortos! que se registran en el mundo. Sin embargo, no se hace ninguna menci�n de los 25 millones de ni�os sacrificados que los mismos suponen. En verdad, dec�a el celebre doctor Lejeune – que descubri� el s�ndrome de Down- que nuestra sociedad es una sociedad enferma, esquizofr�nica, pues mata a ni�os sanos”

La sociedad esta esquizofr�nica, pues tiene un comportamiento contradictorio, se preocupa de las mujeres o por los animales en peligro de extinci�n, pero no de los ni�os. Pero sobre todo, es esquizofr�nica porque...mata a ni�os sanos. En la secci�n de Opini�n del ABC del 20 julio de 1997, un art�culo titulado PSIC�PATAS, refiri�ndose de nuevo al terrorismo, expresa:

“Deben ser considerados como psic�patas y, en calidad de tales, ser tratados de por vida en manicomios premodernos, tipo Charenton (recuerden <Marat/Sade> de Peter Weiss) o el Arkham Asylum de <Batman>, con celdas como zulos de los que ellos utilizan, parecidas a las ocupadas por Renfiel, el cazador de moscas vivas, en el tremendo <Dr�cula> de Stoker”.

El encierro psiqui�trico de por vida dentro del imaginario colectivo, se configura de nuevo como un castigo merecido, un recurso reivindicado como lugar propicio para las psicopat�as a las que las pr�cticas terroristas son equiparadas.

(Imagen 33) El Pa�s, 24 de Diciembre de 1997

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Todas estas valoraciones negativas sobre s�ndromes concretos, se realizan al amparo de una categorizaci�n superior, relacionada con la cordura como definici�n de la naturaleza del ser humano. La falta de salud mental desvaloriza los actos de las personas y minusvalora su cualidad humana. As�, el s�bado 23 de mayo de 1998 y a ra�z de una propuesta municipalista del alcalde socialista de la Coru�a, podemos leer en el diario Levante: “Fraga <duda> de la salud mental del socialista Francisco V�zquez”.

Pero las descalificaciones a trav�s de conceptos relacionados con la enfermedad mental no se limitan a la descalificaci�n personal sino que tambi�n afectan a las conductas de solicitud de ayuda profesional.

“IU invita al ex presidente del Gobierno a acudir al Psiquiatra.....Antonio Romero, aseguro ayer que el ex presidente del gobierno Felipe Gonz�lez “demuestra tener problemas patol�gicos”, por lo que le invito a acudir al psiquiatra”

-Levante, 19 de febrero de 1998.

Adem�s, la categorizaci�n social negativa de las EM no se circunscribe solamente a las descalificaciones

pol�ticas, sino que se extienden a otros campos de la vida social.En el Levante del 13 de junio de 1998, podemos leer lo siguiente:

“UN CONSEJERO DE LA JUNTA ANDALUZA DICE QUE CELA < EST� UN POQUITO ALZHEIMER>...a�adi� que lo �nico que ha conseguido es demostrar que “el premio N�bel est� un poquito “gag�”, Alzheimer, y le ha patinado un poco el disco duro que tiene en su mente”.

En el Levante del 14 de junio de 1998, el periodista J.J Mill�s, en un comentario sobre los presupuestos del Estado, comenta:

“ESQUIZOFRENIA PRESUPUESTARIA.....Es lo malo de ser de derechas y de izquierdas a la vez, que acaba uno esquizofr�nico perdido”.

“ESQUIZOFRENIA FUTBOL�STICA....por la noche no te dejan conciliar el sue�o los pitidos y las tracas de los m�s escandalosos y ruidosos....Esto es esquizofrenia pura.”

-Levante, 30 de mayo de 1998.

“ROSA MONTERO: ESCRIBIR NOVELAS ES LA AUTORIZACI�N DE LA ESQUIZOFRENIA..En este sentido todos los novelistas somos unos grandes disociados, as� como todos los humanos estamos habitados por miles de personajes”..

-ABC, 20 de mayo de 1997

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La enfermedad mental aparece siempre como una desvaloraci�n negativa de la persona que la sufre, motivo de castigo, causa de hechos impredecibles o de conductas incoherentes y desordenadas, confundida con po�ticos o cinematogr�ficos trastornos de personalidad m�ltiple, pero siempre amenazando directamente la identidad de la persona etiquetada como enferma mental. La categorizaci�n social negativa de la EM se extiende a la pol�tica, la literatura, el cine o el deporte, descalificando no s�lo al enfermo mental, sino tambi�n, a las pr�cticas de intervenci�n psiqui�trica y creando con ello un verdadero obst�culo social para la adopci�n de conductas individuales de enfermedad y la asunci�n de la terap�utica del trastorno.

6.2.4- Contexto social de las enfermedades mentales

En el peri�dico ABC del jueves, 10 de abril de 1997, en la secci�n de sanidad, podemos leer una noticia que describe la esquizofrenia en los siguientes t�rminos:

“DOCTOR: YO ESTOY MUERTO; El uno por ciento de la poblaci�n mundial sufre esquizofrenia, una enfermedad que produce delirios, angustia y aislamiento del medio. La esquizofrenia es una enfermedad mental cr�nica que impide llevar una vida normal a quien la sufre. Produce alucinaciones, delirios, angustia y un aislamiento progresivo del medio. El tratamiento psiqui�trico exige mantener una medicaci�n toda la vida, pero los graves efectos secundarios que ocasiona provocan el rechazo de muchos pacientes. Los f�rmacos m�s recientes (risperidona) son una esperanza para los 52 millones de enfermos.....es una enfermedad mental grave, pero tal como explica Jacobo Mintzer, psiquiatra de la universidad de Charleston, se trata principalmente de un problema de adaptaci�n”

Existen diferentes problemas para la adaptaci�n o integraci�n de los enfermos mentales a la normalidad. Como menciona el art�culo el primero de ellos se relaciona con la sintomatolog�a de la esquizofrenia, no s�lo por que las alucinaciones y delirios (s�ntomas positivos), contribuyen a crear un mundo propio donde el enfermo no distingue entre la internalidad y la externalidad de los hechos, sino tambi�n por que estos s�ntomas se acompa�an de aislamiento, abandono personal, desgana vital, embotamiento afectivo y ensimismamiento (s�ntomas negativos). En segundo lugar, los enfermos pierden costumbres sociales e higi�nicas, dif�cilmente respetan los horarios o las convenciones que en muchas situaciones sociales son la norma usual. Por �ltimo, los problemas en la memoria y la atenci�n forman el tercer conjunto de caracter�sticas que acent�an la tendencia a la exclusi�n social imputables a la propia enfermedad

El segundo de los problemas que dificulta su integraci�n social, como menciona la noticia, est� contenido en los efectos secundarios de los f�rmacos antipsic�ticos, que constituye una caracter�stica debida espec�ficamente al tratamiento psiqui�trico. Estos efectos colaterales var�an de un f�rmaco a otro, un breve resumen de los mismos nos hace

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comprender la importancia de los mismos. Entre los efectos secundarios que pueden aparecer durante el primer mes despu�s de iniciar el tratamiento, encontramos:

-Parkinsonismo:Temblor en las manos y extremidades o rigidez muscular

-Acatisia:Balanceo de piernas, incapacidad para permanecer sentado, paseos.

-Discinesia:Movimientos involuntarios de las extremidades, lengua, boca o mand�bula, chasquidos, fruncimiento de ce�o, parpadeo extremo.

-S�ndrome neurol�ptico maligno:Rigidez muscular grave, p�rdida de consciencia y aumento de temperatura que precede al coma

-Diston�a:Contractura de la musculatura sobre todo de cuello o movimientos involuntarios de globo ocular ( ojos hacia arriba).

-Amenorrea-Galactorrea-Impotencia-Disminuci�n de la libido-Confusi�n-Sequedad de boca-Estre�imiento-Visi�n borrosa-Retenci�n urinaria-Taquicardia-Retardo en la eyaculaci�n o desaparici�n de la misma-Glaucoma

Los efectos secundarios de los nuevos antipsic�ticos como las Dibenzodiacepinas (Leponex, Etumina) y el Benzosoxazol (Risperdal, Ziprexa) son:

-Considerable aumento de peso-Agranulocitosis-Pigmentaci�n cut�nea-Sarpullidos

En muchos casos, la falta de eficacia de estos nuevos f�rmacos, determina que al enfermo se le administre un combinado de estos y de los antiguos, con lo que los efectos secundarios no desaparecen.

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El tercer elemento que favorece la exclusi�n de los enfermos mentales se resume en la falta de Recursos para la rehabilitaci�n e integraci�n social.

Por �ltimo e interrelacionado con los anteriores, encontramos el cuarto y �ltimo bloque de circunstancias que afectan a la integraci�n social del enfermo mental en la estigmatizaci�n social, materia donde se inscribe nuestra investigaci�n. Estigma social como producto de los contenidos e im�genes con los que el pensamiento social representa los trastornos psic�ticos. La categorizaci�n negativa de la enfermedad mental no es un

hecho banal, sus conse-cuencias, no s�lo han conllevado la institu-cionalizaci�n y el desam-paro posterior, sino que a�n en nuestros d�as nos llegan los ecos de la exclusi�n m�s extrema, el exterminio.

“El programa (nazi) consist�a en censar, llevar a los hospitales y despu�s matar a los enfermos mentales que “no ten�an derecho a la vida.”

“Posteriormente, con el ansia de ser m�s eficientes, los nazis prefi-rieron eliminar a esos

enfermos en las c�maras de gas especialmente instaladas en los hospitales psiqui�tricos”. “Un ex m�dico en jefe de la cl�nica de Spiegelgrund, cuando se

realizaba el programa de eliminaci�n, el profesor Heinrich Gross, vive todav�a, retirado en Viena, y a�n realiza informes psiqui�tricos en Austria, indic� el doctor Alexandre Friedmann.”

Se equivocan totalmente aquellos que limitan la ejecuci�n de atrocidades semejantes a la Alemania nazi de 1940. El Levante del siete de Abril de 1998, nos informa de lobotom�as impuestas por el estado sueco a personas con enfermedad mental. Intervenciones que duraron hasta fechas tan tempranas como 1963.

(Imagen 34) Las Provincias, 20 de febrero de 1997

(Imagen 35) El Levante, 7 de Abril de 1998.

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Sin embargo, la privaci�n de los derechos ciudadanos al colectivo de personas con enfermedad mental, aunque en la actualidad ya no tiene los rasgos de genocidio masivo, contin�a siendo una constante que de forma peri�dica aparece en las noticias de la prensa. As�, el Pa�s de 22 de Febrero de 1998, nos informa:

“UCRANIA PURGA A LOS RESPONSABLES PSIQUI�TRICOS DE LOS EXPERIMENTOS CON NI�OS ABANDONADOS...Las autoridades de Ucrania est�n haciendo rodar cabezas por los casos de abusos psiqui�tricos en enfermos y ni�os abandonados que investiga la Uni�n Europea. Vitali Lisovenko, director del hospital psiqui�trico Pavlov de Kiev, donde se redactaban diagn�sticos falsos de los pacientes para apropiarse de sus bienes, ha sido despedido”...”unas operaciones cerebrales que tienen como objetivo “cambiar la personalidad del paciente”, en palabras de los propios doctores que las practican”.

Por otra parte y dentro del entorno occidental, la d�cada de los ochenta supuso un cambio en la atenci�n a los enfermos mentales que como consecuencia, gener� una nueva situaci�n caracterizada por su relaci�n con la exclusi�n social y la pobreza. Estas consecuencias son descritas en el ABC del 30 de octubre de 1997, del modo siguiente:

“EL CIERRE DE LOS PSIQUI�TRICOS CONVIRTI� EN MENDIGOS A M�S DE LA MITAD DE SUS ENFERMOS...Estos centros clausurados en 1984, nunca fueron sustituidos por Residencias. Gran parte de los mendigos que deambulan por nuestras ciudades son enfermos mentales. La Reforma Psiqui�trica de 1984 les dej� en la calle al decretar el cierre de los manicomios. Trece a�os despu�s, la mayor�a de estos enfermos viven de la caridad p�blica, y parece que no se encuentra una soluci�n estable a su dram�tica situaci�n. El abandono es tal que cada a�o algunos pierden la vida debido a las heladas de las noches de invierno. Seg�n un estudio realizado por el doctor Luis Loren Torres, psiquiatra del Hospital Real y Provincial de Nuestra Se�ora de Gracia, de Zaragoza, el 65% de los mendigos de esta ciudad padecen trastornos mentales. Los m�s frecuentes son el alcoholismo (31%), trastornos afectivos (13%), esquizofrenia (10%) y paranoia (8%). Estos datos son extrapolables a la mayor�a de ciudades espa�olas, tal y como demuestra la coincidencia de resultados con otros dos estudios llevados a cabo en Madrid y en Gij�n.

En nuestra Comunidad, que en la actualidad parece protot�pica del m�tico Levante feliz, los datos confirman las peores previsiones. As�, en el ABC del 17 de octubre de 1998, citando lo que este peri�dico llama “las cifras de la verg�enza”, se describe el problema del siguiente modo:

“EL PORCENTAJE DE POBRES EN LA COMUNIDAD VALENCIANA SUPERA LA MEDIA NACIONAL....CARITAS (autor del informe)....aboga por una mejor distribuci�n de los recursos, que, seg�n ellos, deb�a arrancar con un ataque a todos los factores que originan situaciones de penuria, como la imposibilidad de acceder a una educaci�n b�sica, el desempleo, las

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distinciones sexuales, el absentismo laboral o la discriminaci�n por minusval�as y enfermedades.....otras medidas de erradicaci�n de la pobreza como la prevenci�n, tratamiento y seguimiento de adicciones, intervenci�n en el �mbito judicial e intervenci�n en el �rea de salud mental....”

Es necesario considerar que la desinstitucionalizaci�n psiqui�trica ha supuesto una nueva situaci�n para los enfermos mentales que a la vista de las noticias y las investigaciones al respecto, ha convertido al enfermo mental de un excluido encerrado, a un excluido social, indigente y desprotegido.

En la medida en que la iniciativa de lucro privado y el voluntarismo asociativo sustituye la iniciativa p�blica, la pobreza y la enfermedad mental empiezan a configurarse como un binomio indisociable que se expresa no s�lo desde una pretendida etiolog�a social de las enfermedades mentales sino tambi�n como su consecuencia m�s notoria.

Este conjunto enfermedad mental-pobreza, que sustituye al binomio anterior enfermedad mental-psiqui�trico, se configura como un fen�meno social que trasciende las fronteras nacionales y prefigura un nuevo mapa de la exclusi�n en el que la combinaci�n de las enfermedades cr�nicas y la pobreza asume un creciente protagonismo.

“TRASTORNOS MENTALES Y POBREZA..uno de cada cuatro casos de trastornos mentales en ciudadanos brit�nicos est� asociado a un nivel de vida bajo, seg�n concluye un estudio realizado por doctores del Royal Free Hospital School of Medicine de Londres y de la Universidad de Gales en Cardiff.”

ABC, 29 de enero de 1998.

“EL PARO Y EL SIDA PRECIPITAN LAS ENFERMEDADES MENTALES CR�NICAS....problemas de este fin de siglo, como el alto �ndice de paro, presente incluso en las sociedades m�s desarrolladas, y el SIDA, son factores que precipitan las enfermedades mentales cr�nicas, como la esquizofrenia y las paranoias cr�nicas...” -El Pa�s, 10 de mayo de 1998.

“EL 10% DE ENFERMOS DE SIDA DESARROLLA DEMENCIA...grave, que puede llevarles a s�ndromes maniaco depresivos e incluso al suicidio, seg�n manifest� el psiquiatra Jos� Catal�n”

-Levante, 11 de noviembre de 1997

Pero la exclusi�n, como contexto social en el que se desarrollan las enfermedades mentales, tiene otros rasgos definitorios a parte de la pobreza. Uno de esos aspectos es el rechazo institucional a la creaci�n de recursos sociosanitarios por la presi�n vecinal, que no desea tener cerca de sus hogares este tipo de Recursos. Las razones de este rechazo social deben buscarse en las caracter�sticas negativas centradas en la agresi�n, que configuran la Representaci�n Social de las enfermedades mentales.

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Esto es evidente en el art�culo de las Provincias, que reproducimos seguidamente:

“El problema arranca de lo ambiguo del t�rmino, “como enfermos mentales pueden acudir al centro para su reinserci�n personas que pueden ser peligrosas para la zona”. “En estas barriadas tenemos cementerio,

crematorio y ahora faltaba el centro para enfermos mentales.”

Finalmente la protesta vecinal inclin� la actitud de las autoridades municipales y auton�micas y el Centro no se llev� a cabo.

El rechazo vecinal todav�a fue m�s patente en el pueblo valenciano de Godella, que se neg� a la permanencia de una cl�nica psiqui�trica que acogiera entre sus pacientes a trece reclusos, enfermos mentales, excarcelados por la reforma del C�digo Penal.

“EL AYUNTAMIENTO INSTA AL JUZGADO DE PATERNA A QUE FUERCE EL TRASLADO DE LOS PACIENTES. EL TSJ ORDENA EL DESALOJO DE LA CL�NICA DE ENFERMOS MENTALES DEL CONVENTO DE GODELLA....LOS VECINOS SALEN VENCEDORES EN SU LUCHA CONTRA LA CL�NICA SAN ONOFRE....As� mismo, Serra (la alcaldesa), ha declarado que fueron duros los sucesos de aquellos d�as de junio del a�o pasado, cuando llegaron los enfermos y se produjeron importantes incidentes, pero que el PP ha actuado en todo momento dentro de los l�mites de la legalidad para intentar solucionar la situaci�n de malestar que caus� la

instalaci�n de la cl�nica entre los vecinos”.

-Levante, 23 de mayo de 1997

Aunque la batalla legal, aparentemente, s�lo afect� a la licencia de actividades y construcci�n de la cl�nica, en cuyo tramite y a juzgar por las circunstancias posteriores, la actuaci�n municipal no parece estar “dentro de los limites de la legalidad” como afirmaba la Presidenta de la Corporaci�n, el tel�n de fondo apenas disimulado, en el que subyace la causa del conflicto, es evidentemente, el miedo vecinal a la agresi�n y a los enfermos mentales excarcelados.

(Imagen 36) Las Provincias, 21 de octubre de 1998.

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“Serra pudo negar la licencia a la residencia de enfermos mentales de forma arbitraria..LA FISCAL�A HALLA INDICIOS DE PREVARICACI�N DE LA ALCALDESA DE GODELLA HACIA LA CL�NICA SAN ONOFRE...los hechos que deber�n ser juzgados se desarrollaron entre los meses de julio a diciembre de 1996...Mientras tanto, el traslado de esos enfermos a Godella, entre los que hab�a 13 ex reclusos del establecimiento psiqui�trico penitenciario de Fontcalent (Alicante), desencadenaba airadas protestas y manifestaciones de los vecinos, que no los quer�an en el pueblo”...

-El Levante, 19 de noviembre de 1997.

La presi�n vecinal de rechazo a los enfermos mentales se hace insostenible cuando al estigma de la enfermedad mental se le a�ade el hecho de pertenecer a la poblaci�n reclusa, confirmando en el pensamiento social la relaci�n entre agresi�n y trastornos mentales.

Los ciudadanos no desean cerca de sus casas Residencias, Centros de rehabilitaci�n o internamiento, pero la cuesti�n es que tampoco desean a los enfermos mentales en las calles de la ciudad. El internamiento puntual es la soluci�n para la ciudad de Castell�n, al menos, durante las fiestas de la Magdalena. En un art�culo, que har�a las delicias de un psicoanalista, se nos informa que:

“SEG�N FUENTES DE LA POLIC�A LOCA.....debido a las fiestas de la Magdalena: “algunas de estas personas padecen enfermedades mentales y, por este motivo, los internamos en la Unidad de Psiquiatr�a del Hospital. No son peligrosas, pero es mejor que est�n controladas por si generan alg�n problema en d�as en los que hay tanta gente por las calles”.

-Las Provincias, 20 de marzo de 1998.

�S�lo en las fiestas de la Magdalena necesitan los enfermos mentales hospitalizarse?, �La hospitalizaci�n sigue siendo un mecanismo de control?,�Activa la fiesta de la Magdalena, alg�n mecanismo, gen�tico por supuesto, que desencadena una mayor peligrosidad social de los enfermos mentales?.

Estas preguntas nos causan cierta zozobra y perplejidad, pero la noticia es real. Conocemos como algunos psiquiatras se niegan a autorizar internamientos de enfermos y los problemas judiciales que se aducen. Pero sin embargo, al llegar la fiesta de la Magdalena estos problemas desaparecen y toda la poblaci�n psic�tica controlada por una polic�a local o loca o enloquecida, es ingresada en el hospital, en un internamiento festivo totalmente absurdo. Si los enfermos mentales son peligrosos, lo ser�ntambi�n cuando no haya fiesta y si se pretende proteger a los ciudadanos, habr� que hacerlo tambi�n fuera de las fiestas de la Magdalena y si no es

(Imagen 37) Las Provincias, 20 de marzo de 1998.

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as�, �A qu� viene este ingreso masivo?. En nuestra geograf�a local (Jalance), a�n quedan “fiestas de los locos” donde la locura subvierte por un d�a el orden social y reina a todos los efectos. Sin embargo, en las “fiestas de los cuerdos” y en la cotidianeidad de nuestras ciudades, el enfermo mental es excluido, rechazado o internado de nuevo de manera incre�ble y atropellada en las salas de psiquiatr�a de los hospitales generales. Pero s�lo por un tiempo, un momento, que sirva de respiro familiar, de control social. Las dos principales funciones que en la actualidad cumple la hospitalizaci�n psiqui�trica.

De manera puntual y c�clica, nuestras ciudades engalanadas para fiestas populares, retoman el encierro de los locos. Como en el siglo XIV, en esta nueva �poca del Decorum urbano y humano, la locura sigue siendo algo que debe camuflarse, ocultarse, como un hecho que no encaja dentro de la modernidad y ante el que se reacciona con los viejos esquemas que la sociedad y las instituciones han practicado ancestralmente. Se�al inequ�voca de que la representaci�n social de los trastornos mentales todav�a no ha supuesto un cambio cualitativo en el pensamiento social, ni actuaciones rese�ables m�s all� del empleo de la polic�a y el hospital psiqui�trico.

Otro aspecto fundamental del contexto social de las enfermedades mentales, viene dado por las relaciones que enfermos y familiares establecen con las instituciones de Justicia. Aunque como hemos visto, son los asuntos puramente procesales relacionados con la agresi�n los aspectos m�s definidos en Prensa de dicha relaci�n, existen otros rasgos con menor presencia, aunque no menos importantes, que tambi�n tienen su reflejo en la prensa escrita. Entre ellos podemos citar los problemas de incapacitaci�n, la excarcelaci�n de enfermos mentales a ra�z de los cambios en el C�digo Penal y las derivaciones sociales causadas por la ambig�edad de los diagn�sticos y sus consecuencias legales sobre la inimputabilidad de las personas involucradas en tales hechos.

“EL DEFENSOR DEL PUEBLO DETECTA IRREGULARIDADES AL INCAPACITAR A LOS INTERNOS DEL PSIQUI�TRICO..el informe atribuye las disfunciones procesales al alto n�mero de peticiones de internamiento.

El Defensor del Pueblo indic� que la nueva regulaci�n dada por el C�digo Penal, deber�a haber sido acompa�ada y completada por la correspondiente normativa sanitaria y asistencial, de tal forma que se pueda coordinar la salida de estas personas de los centros psiqui�tricos penitenciarios, con su ingreso en centros hospitalarios o asistenciales de la red p�blica, ya que en muchos casos estos enfermos carecen de familias de acogida”.

Pero nos preguntamos, �A qu� red p�blica se refiere el Defensor del Pueblo?

“En principio se pens� en ingresarles en el Hospital Psiqui�trico de La Santa Faz, pero el rechazo frontal de los vecinos de esta localidad abort� el proyecto...la excarcelaci�n oblig� a un traslado r�pido a la Casa de Reposo de San Onofre en Quart de Poblet, el ingreso de estos enfermos se realizaba de

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manera provisional ANTE LA AUSENCIA DE RECURSOS HOSPITALARIOS P�BLICOS DE MEDIA Y LARGA ESTANCIA EN LA COMUNIDAD VALENCIANA..a la campa�a ciudadana en contra se le uni� el requerimiento del juzgado de Quart, exigiendo el desalojo de las instalaciones..... el porcentaje de pacientes que resultan muy peligrosos para la sociedad despu�s de haber cumplido su estancia en prisi�n es m�nimo y oscila aproximadamente alrededor de un 10% de los pacientes externados”....”los largos periodos de internamiento de los pacientes no han contribuido a la correcta integraci�n de los mismos en la sociedad civil...”

-El Levante, 20 de septiembre de 1997.

Excluidos del entorno urbano, de las calles, y s�lo aceptados temporalmente en las salas de psiquiatr�a, la situaci�n de los enfermos mentales en las c�rceles, tampoco resulta muy halag�e�a. Una noticia fechada el 15 de octubre de 1998, en el peri�dico Levante nos describe una llamada de atenci�n del sindicato UGT de la Administraci�n P�blica:

“Cientos de enfermos mentales de la prisi�n Valencia II conviven con el resto de internos en una situaci�n de riesgo para los funcionarios y para los propios enfermos, que por su debilidad, son objeto del tipo de abusos, propios del submundo carcelario. Seg�n FSP-UGT, s�lo en el centro de cumplimiento hay m�s de doscientos internos en esta situaci�n, por lo que propone la creaci�n de unidades espec�ficas para atenderlos y el replanteamiento de los psiqui�tricos penitenciarios...Seg�n el sindicato, la salud mental deber�a tener un tratamiento, cuanto menos, similar al de los enfermos del SIDA, “pero claro, como en principio, esta enfermedad no se contagia con el mismo poder”, no se hace nada, dicen..”

-El Levante 15 de octubre de 1998

Como vemos, la situaci�n de los enfermos mentales, sujetos a un trastorno contagioso, aunque “en principio, no se contagia con el mismo poder que el SIDA”, no tienen hueco en las instituciones penitenciarias, pero tampoco parecen tenerlo fuera de ellas. Sin recursos sociales y sanitarios y rechazados por la poblaci�n, son un colectivo condenado de por vida, no s�lo a la cronicidad de su enfermedad sino tambi�n, a una end�mica y persistente exclusi�n social, como si a trav�s de ella, se pretendiera incluso su desaparici�n f�sica. Otro de los problemas legales que afectan a las instituciones judiciales es el proceso de incapacitaci�n e internamientos decretados o involuntarios. En este sentido, el Levante de 15 de enero de 1997, declaraba en sus p�ginas:

“Las competencias, atribuidas al Juzgado de primera instancia n� 13, suponen unos 1.200 asuntos anuales. EL CGPJ CREA EN VALENCIA UN JUZGADO EXCLUSIVO PARA TRAMITAR INTERNAMIENTOS PSIQUI�TRICOS E INCAPACIDADES”

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Como vemos, los 1.200 casos de internamiento obligatorio e incapacitaci�n dan una buena perspectiva de la magnitud del problema legal y de la multidimensionalidad de las enfermedades mentales, irreducible al tratamiento psiqui�trico de su patolog�a y que describe reiteradamente, la conversi�n de problemas cl�nicos en problemas legales y a la inversa. La transformaci�n de problemas legales en cl�nicos tambi�n resulta un hecho concreto, ya que otro de los problemas que inciden sobre la asistencia a los enfermos mentales proviene de los conflictos provocados por la desconexi�n entre Administraciones y la existencia de los derechos fundamentales de los enfermos mentales cuando estos se niegan a recibir tratamiento.

“Algunos se niegan a recibir tratamiento y constituyen un peligro. SOLICITAN CAMBIOS LEGALES PARA CONTROLAR A ENFERMOS COMO EL HOMICIDA DE ENGUERA..El presidente de la Sociedad Valenciana de Psiquiatr�a. Adolfo Calle, reivindic� ayer la necesidad de cambios legales que otorguen a los psiquiatras la capacidad para ordenar ingresos de determinados enfermos mentales que se niegan a recibir tratamiento y que constituyen por ello, un peligro para sus familias y el resto de ciudadanos....”Existen ocasiones en que vemos que una persona ha de ingresar en un centro en beneficio de �l y de la sociedad y no podemos hacerlo contra la voluntad del paciente...a�adi� que los jueces no pueden ordenar ingresos hasta que los enfermos no hacen algo, y entonces ya es tarde...”

-Las Provincias, 14 de octubre de 1997.

De nuevo, el problema resaltado por los profesionales en el tratamiento a los enfermos mentales es el peligro que puedan acarrear, pero si no existiera tal peligro y dada su conciencia delirante, �No deber�a plantearse el problema de igual modo?. Por otro lado, es absolutamente falso que la psiquiatr�a no pueda promover este tipo de acciones.

La Ley General de Sanidad del 14 de Abril de 1986 en su art�culo 10, apartado 6, regula el consentimiento previo del usuario ante cualquier tipo de intervenci�n m�dica, a excepci�n de que:

-La no intervenci�n suponga un riesgo para la salud p�blica-Cuando el usuario no este capacitado para tomar decisiones, en cuyo caso, el derecho corresponder� a la familia o personas allegadas.-Cuando la urgencia no permita demoras por poderse ocasionar da�os irreversibles o existir peligro de fallecimiento.

Este art�culo debe considerarse complementario al 211 del C�digo Civil, que especifica que el internamiento requerir� una autorizaci�n judicial previa, “salvo que razones de urgencia hiciesen necesaria la adopci�n de dicha medida”.

A las razones que pueden generar un internamiento forzado se unen las contenidas en la Resoluci�n 1029/1994 de la Asamblea Parlamentaria

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del Gobierno de Europa, que considera l�cito el internamiento sin previa autorizaci�n judicial, cuando:

-Existe riesgo grave para el paciente o para los dem�s.-Riesgo para el paciente derivado de que la ausencia de la medida pueda dar lugar a un deterioro de su salud.

Por a�adidura, Las Jornadas Psiqui�trico-Legales 2001 de la Consejer�a de Bienestar Social, Subsecretar�a de Justicia y la Consejer�a de Sanidad, ratificaban en su resumen final que los ingresos involuntarios obedec�an a criterios m�dicos y requer�an soluciones m�dicas, independientemente de su autorizaci�n judicial posterior.

No existe por tanto, un vaci� legal respecto a qui�n debe iniciar un ingreso involuntario ni en que supuestos. La imagen que traslada el Presidente de los psiquiatras valencianos no es m�s que una pose, que trata de evitar la asunci�n de responsabilidades que de llevarse a cabo, colapsar�an todos los recursos sanitarios en un breve periodo de tiempo. El precio de esta desidia profesional e institucional, es el motor que alienta la aparici�n de nuevos casos de auto y heteroagresividad, que en goteo continuo, van minando la salud de los enfermos mentales y sus familiares, en un c�rculo de agresividad y abandono que se retroalimenta y refuerza en cada una de las noticias sobre la agresi�n que los Medios difunden entre la poblaci�n.

Por �ltimo, en este entramado m�dico legal, �Cu�les son los esquemas culturales, mejor dicho, cu�l es la representaci�n social con la que los abogados afrontan las psicosis funcionales?, para responder a esta pregunta es mejor dejar hablar a uno de los abogados del “juicio del rol”:

“< PSICOSIS> O <EL SILENCIO DE LOS CORDEROS>....Es la diferencia –explica Javier Saavedra, abogado de la acusaci�n particular- entre Norman Bates, de “Psicosis” y Annibal Lecter de “El silencio de los corderos”. El primero no sabe lo que hace cuando asesina y, cuando se da cuenta de ello, una vez superado el delirio, se ve muy afectado y se aflige. El segundo es perfectamente consciente de lo que hace, planea sus cr�menes y no se duele de ellos. Este es el caso de Javier Rosado.”

-ABC, 2 de Febrero de 1997.

6.2.5- Familia, Instituciones, Asociaciones, Profesionales y la Enfermedad Mental

-Las familias:

La preocupaci�n por la familia y por los colectivos de discapacitados, supone una de las prioridades de los �ltimos gobiernos democr�ticos valencianos.

As�, Marcela Mir�, anterior Consejera de Bienestar Social del Gobierno Valenciano y que como consecuencia imagino, de su �ptima labor en dicha Consejer�a, ocupa en la presente legislatura la Presidencia de las Cortes

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Valencianas, declaraba el 1 de diciembre de 1997 en el peri�dico las Provincias:

“NUESTRA PRIORIDAD FUNDAMENTAL ES PROTEGER A LA FAMILIA COMO UNIDAD B�SICA DE CONVIVENCIA”... debemos priorizar los que se encuentran en una situaci�n m�s acuciante: Ancianos, menores abandonados, toxic�manos, discapacitados, deficientes mentales, etc...somos partidarios de que el Bienestar Social no est� en el Estado, ni siquiera loreparta el Estado, es algo de la misma sociedad.”

-Mi hijo es un loco, lleva un mes sin comer y me matar� alg�n d�a”....esta madre de Albal lucha desde hace a�os porque el Gobierno o quien sea se haga cargo de su hijo Pedro Antonio....s�lo har�n algo cuando mate a alguien..No lo podemos tener en casa, mis hijas est�n siempre asustadas y con miedo...su psiquiatra no quiere visitarlo en casa y nadie, ni el juzgado, me quiere ayudar para que mi hijo ingrese en un centro especializado, como hace la gente que tiene dinero en los centros privados...Mi hijo no es un enfermo

mental, es un loco y hasta que no haya sangre no se lo llevaran....”

(Imagen 38) Las Provincias, 1 de diciembre de 1997

(Imagen 39) Las Provincias 27 de agosto de 1998.

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Esta madre, bien podr�a preguntarse, �Qu� familia desea proteger la Consejera?. Desde luego a la vista de la permanencia de los acontecimientos, no se trata de las familias de los enfermos mentales. En ese caso, �Qu� discapacitados deben priorizarse?. Tampoco parece que en esta ocasi�n se estuviera refiriendo a los enfermos mentales. Mas a�n, �De qu� calidad es la riqueza y el bienestar que se reparte por la sociedad?:

-El 84 % de las 800.000 personas que padecen en nuestro pa�s una enfermedad mental cr�nica, vive en sus hogares al cuidado de sus familias.

-El 65% de los cuidadores de estos enfermos son sus madres.

-El 50% son amas de casa.

-El 26% de los familiares llevan entre 10 y 15 a�os cuidando al enfermo.

-El cuidado de estos enfermos requiere de un m�nimo de 50 horas a la semana.

-El 32% de las familias tiene unos ingresos mensuales de entre 100.000 y 150.000 ptas.

-Por t�rmino medio se gastan alrededor de 30.000 ptas mensuales en cuidar al enfermo, sin contar la medicaci�n.

Estos datos provienen de la FEAFES, con motivo del D�a Mundial de la Salud Mental. Su Presidente, Francisco Morata subraya:

“Que uno de los aspectos m�s preocupante es el futuro de los enfermos cuando falten sus madres, que son quienes, en el 84% de los casos se encargan del cuidado de estos enfermos....Otro dato del estudio que llama la atenci�n es que el 75,4 por ciento de las familias que cuidan a estas personas reconoce que su papel de cuidador ha afectado su estado de salud, y que el 21,6 por ciento admite sentirse aislado socialmente.

-ABC, 9 de octubre de 1998.

(Imagen 40) ABC 9 de Octubre de 1998.

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�Socializaci�n del Bienestar? o �Privatizaci�n de la riqueza y socializaci�n de la pobreza?, en cualquier caso, demasiado serio para hacer demagogia familiar o minimizar su gravedad. La dificultad que entra�a la enfermedad mental, no parece soportar la incoherencia entre los discursos huecos y la realidad, declaraciones de intenciones o proyectos de futuribles por mucho m�s tiempo:

“LOS FAMILIARES CRITICAN A LA ADMINISTRACI�N POR EL ABANDONO QUE SUFREN SUS HIJOS..ENFERMOS MENTALES, ESOS GRANDES DESCONOCIDOS....Era horroroso, explica Luisa, cuando entraba en crisis se pon�a violento. Me pegaba y, como estaba descontrolado, se dedicaba a destrozar todo el mobiliario de la vivienda, recuerda. Esa fue la �nica raz�n por la que Luisa decidi� que tenia que separarse de su hijo. Sin duda es la situaci�n m�s dolorosa que puede vivir una madre. Separarse de la persona que m�s quiere....Para m� la Comisi�n de Tutelas es un enga�o...en un a�o ni se acercaron por la casa donde viv�a...adem�s descuidaron por completo su medicaci�n....Se cerr� B�tera y se iban a crear centros alternativos. � D�nde est�n?. Dicen que tienen los planos pero que yo sepa los enfermos mentales no pueden vivir en el interior de un boceto..”.

-Las Provincias, 18 de agosto de 1997.

En las cartas al Director del diario El Pa�s y bajo el t�tulo de MADRES DE ENFERMOS MENTALES, leemos:

“La Administraci�n p�blica no ha planificado ninguna intervenci�n para evitar que se deterioren hasta convertirse en enfermos cr�nicos...muchas familias est�n padeciendo situaciones dram�ticas y desesperadas como consecuencia de la total falta de recursos que cubran las necesidades de asistencia domiciliaria, residenciales, de ocupaci�n y trabajo y de ocio y tiempo libre....ESTAMOS ANIQUILANDO EL �NICO SOPORTE QUE TIENEN LOS ENFERMOS Y ENFERMAS MENTALES DESDE 1986: SU FAMILIA... Por todo esto, creo que ha llegado la hora de romper silencios personales, familiares y profesionales. Denunciar y exigir con contundencia una soluci�n en todos los foros y niveles que sea necesario.

Madres de enfermos y enfermas mentales, nosotras asumimos todos los cuidados y responsabilidades de por vida seg�n dicen las estad�sticas. Ha llegado la hora de dejar de sufrir calladas la cruz que nos han impuesto”.

-El Pa�s,22 de septiembre de 1997.

En la portada del Levante de 27 de febrero de 1997, aparec�a una peque�a rese�a en la parte inferior izquierda de la p�gina:

“UN PADRE ALERTA AL JUEZ DE QUE SU HIJO ES PELIGROSO...un vecino de Valencia ha alertado al juez mediante un escrito que su hijo esquizofr�nico es un peligro para los ciudadanos, ya que se ha vuelto violento lleva un hacha y suele comprar cuchillos. El padre se declara impotente para controlar a su hijo...el padre reconoce que a pesar de los reiterados ingresos

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en la unidad de psiquiatr�a del hospital Doctor Peset “ha entra en un estado de gravedad y tiene un car�cter violento y agresivo, ya que se niega a tomar la medicaci�n...En la actualidad la familia vive en un callej�n sin salida, ya que no tiene recursos para pagarle una residencia privada y la Administraci�n carece de centros para alojar a estos pacientes....Mi hermano es v�ctima de su enfermedad y del sistema, porque no hay derecho a que cierren un psiqui�trico sin abrir otro. Ahora, los locos est�n sueltos por la calle y no pasan m�s desgracias por que Dios no lo quiere”.

-Portada y P�g.32 de El Levante de 27 de febrero de 1997.

“EL ENFERMO MENTAL RECIBI� UNA FUERTE PALIZA EN UN BAR DE SU BARRIO....EL JUEZ ARCHIVA EL CASO DEL PADRE QUE ADVIERTE QUE SU HIJO ES PELIGROSO..”

-Levante, 18 de marzo de 1997.

Tanto el an�lisis cuantitativo como cualitativo de las noticias, nos advierten de algunas circunstancias que rodean la problem�tica familiar de la post Reforma y que consideramos necesario recalcar:

-Las familias en general, no perciben la ayuda necesaria de la Administraci�n, a la que consideran en parte responsable.

-Los �rganos sanitarios y judiciales est�n colapsados y resultan ineficaces ante la falta de coordinaci�n y la inexistencia de recursos.

-La familia y sobre todo las madres, se configuran como el objeto central de la heteroagresi�n familiar.

-Las familias no poseen medios para contratar recursos privados.

-La propia familia califica de violento y agresivo al enfermo mental que por lo general ha sido hospitalizado repetidamente y solicita claramente la existencia y reapertura de instituciones manicomiales o de r�gimen cerrado.

El miedo que las familias sienten no es injustificado, sabemos que en los casos donde existe agresi�n, son las figuras familiares las que la sufren en primer lugar. As� en el Levante de 10 de octubre de 1997, leemos:

“UN PERTURBADO MATA EN ENGUERA A SUS PADRES Y A UN AMIGO Y LUEGO SE SUICIDA....le hab�an diagnosticado esquizofrenia paranoide....LAMADRE TEN�A MIEDO.....Rosa se hab�a quejado en alguna ocasi�n de que su hijo tomaba muchas pastillas” debido a los problemas psiqui�tricos que padec�a. En el pueblo si que se comentaba que el asesino ten�a problemas de nervios”.

-El Levante, 10 de octubre de 1997. Portada y P�g. 18,19 y 20.

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Despu�s de esta noticia, recordamos la incriminaci�n de la madre de Albal, advirtiendo que “s�lo despu�s de que haya sangre se har�a algo por parte de las autoridades”. Lo que s� parece claro, es que en aquellas familias en las que concurren circunstancias de mal pron�stico o no existen habilidades m�nimas para manejar las crisis esquizofr�nicas, en numerosas ocasiones, la agresi�n resulta una profec�a autocumplida y esperada, sin que el goteo de muertes y asesinatos, aparentemente, sea suficiente para modificar o reformar radicalmente la atenci�n a los enfermos mentales.

Las noticias que hemos seleccionado de la muestra, son s�lo algunas de las que hubi�ramos podido reproducir, pero en todas ellas, la situaci�n que se describe n�tidamente apunta sin duda, a la necesaria creaci�n de un Ley de Salud Mental de �mbito estatal, donde de una vez por todas se fijen los fondos suficientes para la atenci�n socio sanitaria, las competencias y responsabilidades en �reas como la Educaci�n, Justicia, Trabajo, Sanidad o Servicios Sociales, as� como la adecuada coordinaci�n entre la Administraci�n Local y Auton�mica. Otra de las reflexiones que se producen en la lectura continuada de estas noticias, es lo que podr�amos llamar “el segundo error hist�rico institucional”.

El primer error hist�rico de las instituciones en la atenci�n a los enfermos mentales, lo cometi� el anterior gobierno socialista al considerar de manera simplista, que la desinstitucionalizaci�n psiqui�trica se transformar�a autom�ticamente en integraci�n social, y que a lo sumo, ser�an suficientes los recursos generales, que en ese momento se destinaban a los minusv�lidos ps�quicos. El error de la Administraci�n actual, desde mi punto de vista, resulta de pensar que la poblaci�n espa�ola va a generar recursos propios y a capitalizar Asociaciones, que a su vez, con una m�nima ayuda presupuestaria, creen por s� mismas Recursos sociales de rehabilitaci�n. La mentalidad estatalista europea, est� muy lejos de la forma de pensar anglosajona, y la estructura crediticia, administrativa y presupuestaria de nuestro pa�s tampoco resulta favorable a este tipo de planteamientos un tanto pueriles (en dos a�os de seguimiento, s�lo aparecen cuatro entidades bancarias con ocho referencias relacionadas con la discapacidad mental), por lo que las familias siguen esperando del Estado, una respuesta dif�cil de producirse, dadas las consideraciones ideol�gicas de la actual Administraci�n, a la vez que esta, espera de una pol�tica meramente asistencial y economicista, la creaci�n y gesti�n social de unos Recursos, que nuestro tejido social no puede producir.

Dejando al margen esta peque�a digresi�n sobre mentalidades y expectativas sociales y pol�ticas, que el lector, espero me sabr� perdonar, es necesario recalcar un punto de especial inter�s. Una lectura en detalle de las noticias, nos informa de la diferencia entre el enfermo mental y el loco(imagen 39). El enfermo mental psic�tico cuando alcanza la m�xima expresi�n de agresividad incontrolable, “no es un enfermo mental, es un loco”. Por otra parte, en ocasiones, el enfermo mental s� resulta identificado socialmente como una persona con problemas “de nervios” (El Levante, 10 de octubre de 1997). Esto apunta a que el pensamiento social, dispone de diferentes im�genes para etiquetar la gravedad de las enfermedades mentales, que van desde la locura, siguiendo con la enfermedad mental, para terminar con el “problema de los nervios”.

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Desde nuestro punto de vista, esta no es una representaci�n que distinga entre psicosis y neurosis, ya que como vemos se aplican por igual al mismo s�ndrome. Sino que son categorizaciones que var�an de acuerdo con la proximidad de los agentes sociales al trastorno y la percepci�n de incontrolabilidad y agresividad con que este resulta percibido. Por lo que no estar�amos ante una diferenciaci�n de s�ndromes, mentales/nervios, sino ante una gradaci�n definitoria de la agresi�n para todos ellos. Las psicosis, las neurosis o las psicopat�as ser�an categorizadas a trav�s de un continuo donde la locura es la m�xima expresi�n de esa agresividad incontrolable, la enfermedad mental supondr�a un acercamiento y agresividad percibida, de nivel intermedio o difuso, y las enfermedades de los nervios, ser�an una categor�a generada por un nivel neutro de agresi�n y propio de una lejan�a suficiente del trastorno.

Utilizamos aqu� el concepto de lejan�a-proximidad, como lejan�a emotiva, valoraci�n actitudinal que se deriva del efecto directo sobre la vida y la identidad de las personas, como consecuencia de la intensidad y duraci�n de su relaci�n con los trastornos mentales. Por lo que la posici�n social ante las EM y la cercan�a actitudinal de las personas ante las mismas, se convierte en un factor de diferenciaci�n personal en la expresi�n de las Representaciones Sociales, as� como un factor individual que incide en su variabilidad, modificaci�n y desarrollo.

-Las Asociaciones de Familiares:

Son una de las instituciones caracter�sticas y genuinas del paisaje social posterior a la Reforma Psiqui�trica y la expresi�n m�s fiel del modelo de intervenci�n comunitaria. No s�lo porque suponen una iniciativa de car�cter asociativo, sino porque realmente generan en este campo, la expresi�n social del control a las Instituciones p�blicas, as� como la solicitud constante de creaci�n de recursos sociosanitarios de rehabilitaci�n e integraci�n social. En el �mbito estatal, FEAFES supone la federaci�n de todas las asociaciones de las autonom�as del Estado, y a nivel auton�mico FEVAFEM encarna ese Asociacionismo para toda la Comunidad Valenciana.

Sabemos, a partir del an�lisis cuantitativo, que son dos las caracter�sticas fundamentales de sus actividades. En primer lugar, la solicitud de Recursos a las diferentes Administraciones y en segundo lugar, el control en la gesti�n p�blica de las Consejer�as de Sanidad y Bienestar Social. Al menos, estas son las perspectivas que nos ofrecen de manera se�alada, los art�culos de prensa que forman la muestra.

“LOS FAMILIARES DE DISCAPACITADOS DENUNCIAN QUE ELGOBIERNO HA INCUMPLIDO LOS ACUERDOS PARA CONSTRUIR SIETE CENTROS...LA GENERALIDAD DESVI� SESENTA MILLONES DESTINADOS A UN CENTRO DE ENFERMOS MENTALES A OTRAS PARTIDAS....Desesperanza. Con esta palabra resumi� el presidente de la Federaci�n Valenciana de familiares de enfermos mentales (FEVAFEM), Fernando Ferrer, el sentimiento existente en este colectivo por el incumplimiento por parte de la Direcci�n de Servicios Sociales de la Generalidad de los acuerdos alcanzados en 1996 para la construcci�n en la

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Comunidad de siete centros de rehabilitaci�n e integraci�n social (CRIS) de estos enfermos....el colectivo m�s olvidado de la Administraci�n, concluy�.. (F.Ferrer)”.

-El Levante 31 de mayo de 1997.(Portada y p�gina 31)

“LOS FAMILIARES DE ENFERMOS MENTALES CRITICAN A GARC�A MERITA...La Federaci�n Valenciana de Familiares de Enfermos Mentales (FEVAFEM) ha criticado el desvi� de los presupuestos de la Generalidad destinados a la construcci�n de centros de rehabilitaci�n psico-social...que considera que estos enfermos y sus familias se encuentran en una situaci�n dram�tica debido al “desinter�s y discriminaci�n” por parte de la directora general de Servicios Sociales, Maria Luisa Garc�a Merita....las asociaciones se ver�n obligadas al cierre de sus centros y servicios debido a la falta de liquidez econ�mica como consecuencia del retraso de las resoluciones de ayudas.”

-ABC, 8 de junio de 1997.

En estos art�culos podemos apreciar, por un lado la preocupaci�n por la construcci�n de nuevos recursos psicosociales (CRIS), el control sobre la gesti�n presupuestaria de la Administraci�n y tambi�n la existencia de centros y servicios gestionados por las propias Asociaciones que se ven en la necesidad de cerrar por la demora de las subvenciones para el mantenimiento de estos recursos.

En las Provincias del s�bado, 11 de octubre de 1997, podemos leer el siguiente titular:

“LOS FAMILIARES DE LOS ENFERMOS MENTALES RECLAMAN CENTROS DE D�A Y DE REINSERCI�N....El Presidente de la Federaci�n Valenciana de Familiares de Enfermos Mentales (FEVAFEM), consider� que uno de los problemas de que la Generalidad no ponga en marcha el plan de salud mental es “la descoordinaci�n entre las consejer�as de Bienestar Social y Sanidad respecto a lo que son recursos alternativos a la hospitalizaci�n....FEVAFEM solicita a los representantes de los Medios de Comunicaci�n que eliminen el estigma de peligrosidad que pesa sobre los enfermos mentales, ya que en la mayor�a de los casos son personas totalmente pac�ficas....Fernando Ferrer lleg� a calificar la actuaci�n de esta Residencia de B�tera de oscurantista...”

-Las Provincias,11 de octubre de 1997.

En el art�culo anterior, se manifiestan dos elementos importantes y que son percibidos por el movimiento asociativo como problem�ticos, consistentes en:

-La imagen que los Medios difunden sobre los enfermos mentales, ligada fundamentalmente a la agresi�n.

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-La dificultad de desarrollar iniciativas legales y pol�ticas por la descoordinaci�n entre la Consejer�a de Bienestar Social y la Consejer�a de Sanidad, que se resuelve en la existencia de una situaci�n de conflicto y ambig�edad en la asunci�n de competencias entre la atenci�n m�dica sanitaria y la intervenci�n psicol�gica y comunitaria.

Junto a estos dos rasgos espec�ficos, es necesario destacar el papel de las Asociaciones como primer contacto de las familias que sufren la enfermedad de algunos de sus miembros. En este sentido, en las Provincias de 30 de octubre de 1988, leemos como despu�s de buscar ayuda m�dica, esta madre nos relata que “Pas� un tiempo y viendo que no hab�a mejor�a, nos pusimos en contacto con una asociaci�n de enfermos mentales (AFEM) y all� encontramos apoyo moral y nos asesoraron de c�mo deb�amos tratarla”.

“La Asociaci�n nos ayuda, ya que la Administraci�n no es demasiado generosa...Las familias hacemos todo lo que podemos y m�s, pero no es suficiente. Pedimos talleres ocupacionales, residencias...y las respuestas son siempre promesas.”

En este contexto, es necesario destacar una caracter�stica que s�lo se percibe con la sutileza que proporciona haber realizado la lectura de cientos de art�culos, pero que resulta visible en las noticias que hemos seleccionado en esta fase cualitativa.

Una particularidad consistente en el diferente lenguaje y actitud de las familias que afrontan la esquizofrenia a trav�s de los sistemas sanitarios y jur�dicos, frente a aquellas familias que han recurrido al Asociacionismo como soporte de apoyo social.

En las primeras, se observa un lenguaje inapropiado (a�n en familias con un largo contacto con la enfermedad, he escuchado referirse a la esquizofrenia con t�rminos como la cristofenia),

que incluso en ocasiones, resulta m�s exacerbado que el de la propia sociedad. Palabras como “loco” o “peligroso” e “internamiento”, referencias a “enfermedades de los nervios”, o el afrontamiento de la enfermedad como un castigo o condena insufrible, contrastan con el lenguaje de las familias asociadas, que por lo general manejan adecuadamente los conceptos de esquizofrenia, cronicidad, o centros de rehabilitaci�n, observ�ndose al mismo tiempo, como las quejas ante la Administraci�n se transforman en actitudes cr�ticas y orientadas a la demanda de Recursos. Esta riqueza proporcionada por las redes sociales, no se percibe profusamente en las noticias analizadas, pero est� muy presente en toda la tem�tica analizada a

(Imagen 41) Las Provincias, 30 de octubre de 1998

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partir de su contrastaci�n. Este hecho, junto a la conceptualizaci�n del enfermo mental como un discapacitado que requiere una atenci�n espec�fica, resulta palpable en estas familias como consecuencia de la labor de las Asociaciones, generando con ello, las bases del modelo de Intervenci�n Comunitaria en el impulso de sus objetivos m�s caracter�sticos:

-Incidir sobre la enfermedad a partir de la intervenci�n de las redes sociales existentes, (programas de psicoeducaci�n familiar y grupos de ayuda mutua).

-Transformaci�n de la frustraci�n individual y aislada, en opciones de cambio de las instituciones sociales y los servicios p�blicos.

Estos dos elementos, ejemplifican las diferencias entre el concepto gen�rico de intervenci�n social y el de intervenci�n comunitaria y unen al mismo tiempo, los dos enfoques que esta �ltima adopta. Como servicio planificado o “interventivo” (top-down), y como potenciaci�n de los sujetos a partir de las redes sociales existentes (bottom-up), al objeto de provocar un cambio individual, incremental o cultural (S�nchez, 1996).

Sin embargo las Asociaciones, al asumir la gesti�n directa de servicios, dada la inexistencia de los mismos, asumen tambi�n, la contradicci�n latente entre las iniciativas que promueven cambios sociales y aquellas basadas en la redistribuci�n de la riqueza existente. Ya que mientras las primeras requieren liderazgo y generan conflicto, las segundas requieren planificaci�n, aportaci�n t�cnica y consenso social.

En la actualidad, parece que son los presupuestos auton�micos y su cuant�a, el criterio diferencial que bascula la situaci�n de uno a otro de los extremos mencionados, y con ello, arrastra la actuaci�n de las Asociaciones a un papel meramente complementario a la gesti�n administrativa de la Administraci�n, o bien, a una acci�n reivindicativa de cambio social de car�cter m�s radical.

Por otro lado, la gesti�n directa de un n�mero cada vez mayor de servicios, crecientes en su complejidad t�cnica y funcional, puede agotar las l�neas de intervenci�n basadas en la potenciaci�n de individuos y de las redes sociales a trav�s del apoyo, la autoayuda y la reivindicaci�n social, verdaderos principios aglutinadores del movimiento asociativo. Si esto se produce, los requerimientos administrativos de las Instituciones P�blicas y la p�rdida de los criterios derivados de la “terap�utica comunitaria”, pueden vaciar de contenido los Recursos sociales creados, haciendo que la pervivencia de su funcionamiento como “contenedores” sea m�s importante que sus contenidos, desarrollo y objetivos de integraci�n social.

Otro de los elementos a destacar del movimiento Asociativo es la gran diversidad y fragmentaci�n de entidades que de manera directa o indirecta se ven afectadas por los problemas derivados de la enfermedad mental. Hasta 94 asociaciones o entidades sociales diferentes con 366 referencias, se han contabilizado en el seguimiento de las noticias, lo que por otra parte, muestra un paisaje muy rico en cuanto a la interacci�n social, a la vez que ejemplifican como los trastornos mentales son de una indudable

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importancia social, al afectar directa o indirectamente tan gran n�mero de agentes sociales.

-Las Instituciones P�blicas:

Son otro de los focos de atenci�n que perfilan la acci�n de los agentes sociales en torno a la EM. Las Administraciones p�blicas han basado su actuaci�n durante los a�os en que se ha desarrollado esta investigaci�n, en generar un fuerte impulso en la creaci�n de una red de centros de rehabilitaci�n e integraci�n social. En la mayor�a de las ocasiones, la creaci�n de estos recursos ha requerido de un esfuerzo compartido por la Administraci�n, Entidades Bancarias, Asociaciones de Familiares y o Administraciones Locales. En este momento, existen en nuestra Comunidad siete Centros de Rehabilitaci�n e Integraci�n Social (CRIS), tres en Alicante (Alicante, Villena y Elche), dos en Castell�n (Castell�n y Vinaroz) y dos en Valencia ciudad, lo que suponen en torno a 600 plazas para la rehabilitaci�n de los enfermos mentales, dentro de los recursos subvencionados por la Consejer�a de Bienestar Social. Durante la investigaci�n, algunos de estos recursos no exist�an. Por ejemplo, los dos creados en Valencia comenzaron a funcionar en Diciembre del 2000 y abril del 2001, respectivamente. Por lo que las declaraciones institucionales todav�a se refieren a proyectos, donde se destaca el impulso de la Administraci�n actual frente al olvido y el desmantelamiento de las estructuras sanitarias del anterior gobierno socialista.

“LA CONSEJERA DE BIENESTAR SOCIAL, Marcela Mir� asegur� que la red de Centros de Rehabilitaci�n e Integraci�n Social para enfermos mentales (CRIS) cubrir� el vac�o asistencial a estos pacientes en la Comunidad Valenciana, heredado del anterior gobierno”.

-ABC,18 de agosto de 1997.

Los a�os transcurridos desde 1985 al 2000, son quince a�os de atascos, denuncias, retrocesos e iniciativas vacilantes que culminar�n con la aparici�n en fecha tan pr�xima como Junio de 2001, del �ltimo Plan Director de Salud Mental y Asistencia Psiqui�trica de la Comunidad Valenciana. En realidad, este �ltimo Plan supone la consecuencia l�gica de la actividad institucional que se desarroll� durante estos a�os, y esta actividad, es la que preponderantemente refleja la prensa de ese per�odo.

“EL S�NDICO DE AGRAVIOS CONSIDERA URGENTE UN PLAN DE SALUD MENTAL. LIZ�N DENUNCIA LA FALTA DE ATENCI�N A MENORES Y ENFERMOS MENTALES..La recomendaci�n del S�ndico de agravios sobre el plan de salud mental se arrastra desde su informe de 1996. El informe recuerda los graves problemas que surgieron en las localidades de Quart de Poblet y Godella cuando el centro de San Onofre acogi� a los enfermos mentales excarcelados de Fontcalent y denuncia “la improvisaci�n y la falta de coordinaci�n de las distintas administraciones ante una situaci�n en la que exist�a sobrado tiempo para atenderla.-El Pa�s, 10 de junio de 1998.

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En ambas noticias podemos ver dos de las caracter�sticas que marcan la actuaci�n de la Administraci�n. En primer lugar, la creaci�n de recursos psicosociales, sobre todo, la Consejer�a de Bienestar Social. En segundo lugar la descoordinaci�n en la tipolog�a, funciones y competencias de los recursos y de las distintas Administraciones implicadas en la atenci�n a los trastornos mentales.

En la noticia al margen, es la secci�n sindical de sanidad de CC.OO., quien da la voz de alarma, calificando de “desatenci�n y dejaci�n de funciones”en la gesti�n de los RR HH para la atenci�n a los enfermos mentales. Al mismo tiempo, se vuelve a se�alar la descoordinaci�n administrativa como causa de la no soluci�n de los problemas, lo que permite que la Consejer�a de Sanidad y la Diputaci�n Provincial “se pasen la pelota” de las responsabilidades.

La descoordinaci�n entre Administraciones, la creaci�n de Recursos de integraci�n social, las iniciativas pol�ticas para la consecuci�n de un nuevo Plan de Salud Mental junto con la defensa de las

empresas privadas y su introducci�n en el sector, son los cuatro rasgos distintivos de las actuaciones institucionales durante este per�odo.

Este �ltimo aspecto, es resaltado sobre todo por la prensa progresista, ya que se encontraron ciertas ramificaciones, que de manera indirecta, relacionaban al Gobierno central conservador con la concesi�n de determinados servicios a una empresa concreta del sector.

En titulares destacados y en primera plana, el Levante destaca que para la gesti�n del Centro Espec�fico para Enfermos Mentales de B�tera, se le ha concedido a EULEN, un contrato que ronda los 663 millones de pesetas. En la p�gina 21 del mismo peri�dico, un

art�culo que ocupa toda la p�gina, nos informa de que los contratos de la Administraci�n con EULEN en esas fechas, suponen ya una cifra de 856 millones de pesetas.

Resaltando el aspecto pol�tico del hecho, el peri�dico nos informa de la amistad personal del propietario de EULEN con el Presidente del Gobierno y de la relaci�n contractual que Jaime Mayor Oreja y su hermano tuvieron en el pasado con la citada empresa.

Esta, se defiende alegando sus contratos con autonom�as socialistas y lo oneroso de mantener un recurso como B�tera con una plantilla de 33 personas y s�lo 17 usuarios (los excarcelados de Fontcalent).

(Imagen 42) El Levante, 6 de septiembre de 1998.

(Imagen 43) El Levante 15 de Abril de 1997

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Por �ltimo, este diario se�ala como una residencia de Massanasa para disminuidos ps�quicos pas� de manos p�blicas a EULEN por un procedimiento de urgencia, que el columnista se�ala como una concesi�n “a

dedo”. La privatizaci�n de los

servicios sociales especializados y la intervenci�n en ayudas presupuestarias para el mantenimiento de Centros gestionados por Asociaciones, suponen la concreci�n de la pol�tica institucional en materia de atenci�n a los enfermos mentales. Si bien, la socializaci�n de los servicios p�blicos es una meta loable, la sustituci�n de la iniciativa p�blica por el lucro y el voluntarismo, en un sector en el que no existe un n�cleo estable de servicios p�blicos al que la iniciativa privada complete, supone en la pr�ctica, mayores problemas en la creaci�n de un perfil homog�neo de los Recursos dependientes de la Consejer�a de Bienestar Social, dispersos entre empresas privadas y Asociaciones de familiares. Esta heterogeneidad en la estructura de plantillas, objetivos terap�uticos,

orientaciones empresariales y salarios, se concret� al a�o siguiente con los sucesos de B�tera y la destituci�n de la directora del Recurso.

Las vejaciones a un interno, de las que ya nos hemos hecho eco anteriormente, suponen “el despido de la directora del centro despu�s de que �sta denunciara en Servicios Sociales un supuesto caso de vejaciones a un interno. La Generalidad ha defendido la acci�n de la compa��a y, adem�s, ha trasladado de centro a una de las empleadas implicadas en los hechos”.

En el art�culo se se�ala que a el jefe de los servicios sociosanitarios de EULEN –Luis Roldan- se le reconoci� en una reuni�n interna la veracidad de los hechos, lo que motiv� el despido de la directora (una A.T.S) y el traslado de la presunta responsable de la acci�n, una auxiliar -cu�ada de Luis Roldan-.

(Imagen 44) El Levante 15 de Abril de 1997

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En cualquier caso, la Consejer�a no abre un expediente informativo sino que confirma explicitamente la gesti�n de esta empresa. A�n en situaciones en las que se encuentra comprometida la calidad de la atenci�n a los enfermos mentales, el apoyo de la Administraci�n a la iniciativa privada, resulta una constante de esta etapa, en la que B�tera, vuelve a ser la tipificaci�n paradigm�tica de las contradicciones sociales en torno a la enfermedad mental.

-Los profesionales:

Ocupan el �ltimo an�lisis de los agentes sociales sobre los que ha versado el estudio cualitativo desde una �ptica ecol�gica, donde la realidad es una construcci�n compartida por la acci�n de estos protagonistas sociales. Como sabemos, son las Fuerzas de

Seguridad, la Psiquiatr�a y la Abogac�a, los tres sectores profesionales de mayor relaci�n con las enfermedades mentales. La calidad de dicha relaci�n var�a seg�n su rol profesional. Sin embargo, la agresi�n supone de nuevo una caracter�stica constante de dicha relaci�n.

“PARA REDUCIRLO FUERON PRECISAS 3 INYECCIONES. UN ESQUIZOFR�NICO HIERE A DOS POLIC�AS EN VALENCIA..El enfermo mental. Antonio O.C. de 39 a�os, convive con su padre, un hombre de avanzada edad, qui�n reclam� la presencia de una ambulancia al observar que su hijo se encontraba muy alterado. Cuando el equipo m�dico lleg� al domicilio, los facultativos se vieron obligados a requerir ayuda policial, ya que el enfermo se encontraba “en estado de gran excitaci�n y violencia”...Los agentes intentaron tranquilizarlo, pero el enfermo, con antecedentes de

esquizofrenia, arremeti� contra ellos con un cuchillo de cocina que llevaba escondido..”-Levante 9 de octubre de 1997.

(Imagen 45) El Levante 11 de Abril de 1998

(Imagen 46) El Levante (Portada) 2 de abril de 1998.

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La imagen 46, ilustra la continuidad de la actuaci�n policial en las acciones que involucran a los enfermos mentales en crisis. Estas intervenciones son por lo general, simult�neas a la acci�n de los equipos m�dicos de urgencias. Los polic�as uniformados, el equipo y los veh�culos m�dicos con sus luces destellantes, forman la imagen habitual que todofamiliar recuerda de manera imborrable.

Pero no s�lo son los familiares quienes quedan impactados por este despliegue necesario, tambi�n los vecinos asumen con perplejidad que algo serio y amenazante convive en su cercan�a cotidiana. Por �ltimo, el propio enfermo dependiendo de su estado y al menos en las primeras hospitalizaciones, ve confirmados sus temores sobre conspiraciones contra �l, en las que acaba involucrando a las fuerzas de seguridad, al personal m�dico e incluso al propio familiar que ha puesto en marcha tal dispositivo. Las consecuencias de todo ello, se plasman en el rechazo a la hospitalizaci�n y el tratamiento psiqui�trico, en una espiral de agravamiento y cronificaci�n de los s�ntomas, o bien, el enfermo adquiere cierta experiencia en el autocontrol de su sintomatolog�a mientras dura este episodio, para reactivarla de nuevo en cuanto se siente seguro en casa, despu�s de una breve visita al hospital. Y es que el enfermo esquizofr�nico aprende, de manera psic�tica, ha manejar su enfermedad evitando lo que para �l son amenazas y agresiones hacia su nueva identidad, que le proporciona borrar todas sus frustraciones junto con un omnipotente y delirante dominio sobre el entorno, no sujeto ya a las convenciones y limitaciones que obliga la realidad cotidiana.

En el personal sanitario, la relaci�n alcanza matices diferentes y abarca un n�mero mayor de roles profesionales, indicativo de una mayor amplitud de esta profesi�n con la problem�tica de las enfermedades mentales, en la que no siempre el enfermo es el agresor.

“LE SOMETIERON A UN M�TODO REVOLUCIONARIO DE RAYOS GAMMA. JUZGAN A DOS M�DICOS ACUSADOS DE LA MUERTE DE UN JOVEN NEUR�TICO...El ministerio fiscal pidi� ayer cuatro a�os y dos meses de prisi�n para dos m�dicos de Barcelona acusados de causar la muerte a un joven que fue tratado con un “m�todo revolucionario” de rayos gamma para curarle la neurosis obsesiva...el doctor aleg� que el riesgo era mucho menor que con una intervenci�n cl�sica, es decir utilizar el bistur� y abrir la cabeza...el doctor asegur� que la operaci�n fue muy bien, pero asegur� que “el cerebro act�a como le da la gana”. - El Levante, 5 de junio de 1997.

Noticia sorprendente en todos los sentidos, tanto por los a�os de condena, como por calificar de cl�sica una intervenci�n quir�rgica para afrontar un trastorno obsesivo y sobre todo, causa de perplejidad, producida al constatar que “el cerebro act�a como le da la gana”. Posici�n muy diferente a la reflejada en los Medios por los miembros de esta profesi�n, en situaciones m�s halag�e�as, y totalmente incoherente con la actitud de seguridad y firmeza con que se acomete el tratamiento de las bases org�nicas de los trastornos mentales.

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“Casi todo el personal que est� en la unidad de psiquiatr�a ha sido lesionado”.

Tanto en el desarrollo de mi profesi�n como en mi condici�n de familiar de enfermo mental, siempre he tenido la percepci�n de la labor del personal sanitario y de las fuerzas del orden, como de profesionales implicados abso-lutamente en su trabajo, s�lo de este modo puede explicarse su dedicaci�n frente a la escasa dotaci�n de medios de que disponen. De hecho, las salas de psiquiatr�a albergan hoy, por la penuria de recursos, enfermos cronificados y resistentes al tratamiento que se apartan del perfil correspondiente al enfermo

agudo para el que han sido dise�adas estas salas de psiquiatr�a. Esto resulta confirmado por las propias auxiliares (imagen 47), que

afirman: “Ni la sala re�ne condiciones ni hay suficiente personal para atender a los pacientes..indican las trabajadoras lesionadas, quienes describieron la unidad como “una jaula” de 56 metros cuadrados en las que hay seis habitaciones con dos camas y cuarto de ba�o y comedor”.

“Los ide�logos de la Reforma psiqui�trica no han sabido conciliar la atenci�n al paciente, el espacio hospitalario y la seguridad del personal de enfermer�a”.

Son por tanto, condiciones objetivas que contribuyen sin duda al rechazo de la hospitalizaci�n psiqui�trica por parte del enfermo mental.

La labor de los profesionales de la sanidad, que en ocasiones, son la �nica ayuda con que cuentan los enfermos y sus familias, algunas veces queda reflejada en los Medios. As�, en las Provincias del 12 de diciembre de 1998, en la secci�n “El Cabinista”, leemos:

“ GRACIAS AL HOSPITAL DE SAGUNTO...porque mi hijo estuvo en psiquiatr�a y es una gente maravillosa, estupenda, encantadora, las enfermeras, los psiquiatras, estupendos. No como lo que hab�a ayer en La Primera de los psiqui�tricos en el programa “Digan lo que digan”, soy una madre que tengo a mi hijo con esquizofrenia mental y mi hijo est� muy bien gracias a ellos....”

Sin embargo, ha pesar de felicitaciones puntuales a los profesionales implicados en la atenci�n al enfermo mental, podemos detectar que el rol que ocupa cada uno de ellos determina las caracter�sticas de su relaci�n con los trastornos mentales.

(Imagen 47) El Levante, 3 de diciembre de 1997.

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Las agresiones a polic�as y al personal auxiliar de enfermer�a, nos hablan de dicha diferenciaci�n. En la medida que el profesional tiene una cercan�a mayor a la atenci�n cotidiana de la salud mental. Lo que a la postre, confirma los trabajos mencionados hasta aqu�, y que demuestran un repertorio de actitudes y conductas diferentes ante la enfermedad mental, dependiendo del rol profesional, cercan�a al trastorno y formaci�n acad�mica recibida (Ayestaran, Arzac, Taboada, 1985; Dorbil y Benoit,1999; L�pez Ibor, 2000). As� mismo, es importante destacar que la insuficiencia del modelo de hospitalizaci�n, contribuye a simbiotizar la agresi�n y la enfermedad mental, lo que genera una demanda de soluciones jur�dicas y de seguridad, a�n entre los propios profesionales de la sanidad.

Una de las figuras profesionales de mayor relieve es sin duda, la figura del psiquiatra. Muchos de los doctores que hoy ocupan las c�tedras de psiquiatr�a o puestos de responsabilidad en la red de hospitales p�blicos, vivieron e impulsaron la reforma psiqui�trica en nuestra Comunidad. Otros sin embargo, rechazan incluso la intervenci�n psicol�gica paralela al tratamiento con psicof�rmacos o bien reducen la integraci�n social a salidas puntuales de ocio o actividades deportivas grupales en el mejor de los casos. Algunos m�s, aplican decididamente programas de rehabilitaci�n, sobre todo, la IPT de Roder (1995), muy cercano en su formulaci�n inicial, a los esquemas de la etiolog�a y rehabilitaci�n org�nica y funcional, propios del modelo biom�dico. Sin embargo, la aceptaci�n de que la atenci�n a la enfermedad mental, al menos en sus aspectos de rehabilitaci�n e integraci�n social, se desarrolle no ya fuera del hospital, sino fuera incluso del sistema sanitario, a trav�s de prestaciones y servicios de Bienestar social, es todav�a hoy una actitud incipiente y poco extendida. A ello contribuye sin duda, el escaso peso que tiene en el curr�culo acad�mico la Psiquiatr�a Comunitaria, de naturaleza opcional en nuestras universidades; el escaso desarrollo de la Psicolog�a de Salud y la falta de mejora suficiente en las teorizaciones de la Psicolog�a Comunitaria. Si estas son variables de tipo cultural, no es menos cierto que el sistema sanitario carece de estructuras de media y larga estancia, as� como de dispositivos de coordinaci�n interna y externa, a la vez que la propia estructura de servicios sociales, con la que deber�an coordinarse dichos servicios sanitarios, esta a�n hoy por construir. Por ello, adquiere importancia relevante, no s�lo la construcci�n de dichos recursos, sino tambi�n la elaboraci�n y desarrollo de programas formativos compartidos entre la red social y la sanitaria para el personal de la futura red asistencial.

En cualquier caso, el desgajamiento de la EM de la red sanitaria plantea dudas en cuanto a las resistencias de los profesionales de la salud respecto a su estatus profesional, lo que augura no pocos conflictos de competencias. Esto, unido a los problemas de coordinaci�n entre Administraciones, no s�lo entre el �rea sanitaria y de servicios sociales, sino tambi�n en el �mbito local y auton�mico, dada la autonom�a municipal y la ambig�edad de las disposiciones en servicios sociales sobre la creaci�n de recursos especializados para los enfermos mentales, dibujan un panorama poco halag�e�o para el inmediato futuro.

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Por otro lado, la situaci�n de los profesionales contratados por las Asociaciones y empresas privadas, con una end�mica inseguridad contractual y econ�mica y los problemas de coordinaci�n con el sistema sanitario, predispone a su aislamiento y a la fragmentaci�n te�rica y procedimental, que no hace m�s que agravar y justificar los recelos que los profesionales de la sanidad, empiezan a abrigar sobre la pretendida eficacia de los Recursos sociales. Si dicha dispersi�n y descoordinaci�n no resultan atajadas en el �mbito estatal por una ley de salud mental o al menos, no se afrontan con rigor desde el Plan de Salud Mental auton�mico, quiz�s fuera preferible, que previo reciclaje formativo, la rehabilitaci�n e integraci�n social retornara de nuevo al sistema sanitario, �nico capaz de garantizar servicios p�blicos y atenci�n continuada a los enfermos mentales y sus familias. En cualquier caso, la relaci�n del psiquiatra con la enfermedad mental, se define a trav�s de las relaciones que caracterizan al experto con el objeto de estudio.

En la fotograf�a, el presidente de la Asociaci�n Mundial de Psiquiatr�a, Norman Sartorius, con el dedo levantado y marcando la direcci�n, a partir de la autoridad del experto, nos advierte que:

“El 50% de las enfermedades mentales se puede prevenir”,mejorando las condi-ciones sociales, conta-minaci�n ambiental y la atenci�n perinatal; abo-

gando por terapias farmacol�gicas y t�cnicas psicoanal�ticas para afrontar las enfermedades mentales (en EE UU, s�lo los m�dicos pueden ostentar la especialidad de psicoanalista). Indicando que s�lo el 5 � 6 % de todos los s�ndromes de Alzheimer pueden explicarse gen�ticamente. Por �ltimo, en relaci�n con la esquizofrenia se�ala que:

“Las diferencias sin embargo, pueden estar en el tratamiento y la integraci�n social de los afectados. As�, en zonas agr�colas es m�s f�cil que el enfermo mental se integre porque puede realizar un trabajo de ese tipo, hecho que no ocurre en las zonas urbanas. Faltan todav�a 20 a�os para que la salud mental deje de estar estigmatizada”.

Como vemos, el Presidente saliente de la Asociaci�n Mundial de Psiquiatr�a se muestra preocupado por la integraci�n social del enfermo mental y el estigma social que agrava y transforma la enfermedad.

Paralelamente a estas declaraciones, L�pez Ibor, presidente electo dela Asociaci�n Mundial de Psiquiatr�a, nos recuerda la autoridad moral y aleccionadora del experto: “La permisividad por el consumo de drogas a

(Imagen 48) Las Provincias, 6 de noviembre de 1997.

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aumentado las enfermedades mentales. A�adi� que esta actitud con las drogas “ha tra�do como consecuencia una patolog�a que se deriva del abuso de sustancias, de la dependencia de las mismas y las complicaciones ps�quicas y f�sicas que se derivan de esto, como el SIDA....las enfermedades mentales ligadas al consumo de drogas son las psicosis y la esquizofrenia, adem�s de las demencias, que han tenido una especial repercusi�n entre los enfermos de SIDA.”

La etiolog�a de la enfermedad mental obedece en parte, a una variable relacionada con la moral social: la permisividad frente a las drogas. El experto, advierte sobre las consecuencias de dicha actitud social: esquizofrenia, psicosis, demencia y SIDA. Es cierto que existen s�ndromes espec�ficos que generan cuadros psic�ticos a las personas que consumen drogas, tambi�n es cierto que dicho consumo, puede ser el detonante para la aparici�n de la esquizofrenia y que en el �ltimo a�o de su enfermedad y en estados terminales, entre los enfermos del SIDA abundan las demencias. En lo que expreso mi desacuerdo es en que dichos hechos se deban a una pretendida permisividad social. Creo que se puede defender, con argumentos igualmente s�lidos, que es precisamente su prohibici�n lo que est� generando la incontrolabilidad de sus consecuencias y la ignorancia sobre su gravedad. La Ley Seca en EUA potenci� y reforz� la industria y cultura del alcohol. Quiz�s, la falta de control en la distribuci�n de las drogas ilegales facilitan esa misma mitificaci�n social para los estupefacientes. En cualquier caso, el hecho es que relevantes psiquiatras aportan en sus juicios profesionales, clasificaciones morales que relacionan permisividad, drogas y enfermedad mental.

Creencias morales, �tica personal y juicio profesional, en una representaci�n m�dico-moral de las enfermedades mentales que se trasmite a trav�s de los Media.

En realidad, L�pez Ibor tiene todo el derecho para realizar este juicio �tico sobre las conductas sociales, aunque dichos juicios coincidan en parte con los criterios morales de una sociedad ajena a la nuestra como es la americana. En la que, en una encuesta de investigaci�n (Borenstein,1992), citada por el propio L�pez Ibor (2000), el 58 % de los americanos encuestados consideraban a la esquizofrenia, como una consecuencia de la herencia, la falta de disciplina, el alcohol y las drogas.

En nuestro caso, s�lo constatar como la psiquiatr�a en estos importantes aspectos, centra sus esfuerzos en la terapia de corte psicoanal�tico y en los f�rmacos, impregnando todo ello, de un juicio moral ejemplarizante e impl�cito en sus juicios profesionales.

Aunque los intentos de aplicar la terapia psicoanal�tica al tratamiento de las enfermedades mentales han resultado fallidas reiteradamente y han sido abandonadas por la psicolog�a desde 1960 (ver el magnifico trabajo de Vallina y Lemos, 2001), parad�jicamente, es la figura del psic�logo la que com�nmente es representada en prensa como relacionada con dicha t�cnica y los trastornos neur�ticos.

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“VOY AL PSIC�LOGO, PERO NO ESTOY LOCO”.

Este titular expresa claramente la relaci�n actual de la psicolog�a con las llamadas psicosis funcionales cr�nicas.

En el art�culo, se nos informa sobre las afecciones que ocupan la labor de los psic�logos,

“Relatos referidos a conflictos de pareja, frustraciones laborales, estr�s, problemas de aprendizaje e incluso a prop�sito de afianzar nuestra propia creatividad”.

Fernando Chac�n, Presi-dente del Colegio de Psic�logos de Madrid, explica porqu� existe un aumento en la demanda de los servicios de los psic�logos: “En los �ltimos cinco a�os la presencia de los psic�logos en los medios de comunicaci�n aument� much�simo, y eso ayud� a que la gente tenga una imagen m�s correcta de nuestro trabajo”.

A trav�s de la opini�n de diferentes expertos, la noticia desgrana las causas m�s habituales para ir al psic�logo: el estr�s y la ansiedad, los problemas afectivos y los trastornos de alimentaci�n. En nuestra investigaci�n la imagen del psic�logo responde a este perfil. Un perfil que considera ajustado el Presidente del Colegio madrile�o y que implica una relaci�n tangencial e indirecta de los psic�logos con las psicosis cr�nicas.

En realidad, la intervenci�n psicol�gica se realiza en esta �rea desde una intervenci�n privada, como profesional independiente y centrada espec�ficamente en la intervenci�n sobre problemas de nervios. De hecho, gran parte de los nuevos psic�logos que se incorporan a los Centros de Salud Mental, ambulatorios y hospitales, son restringidos a esta �rea de actuaci�n o en el mejor de los casos, a la administraci�n de test para confirmar los diagn�sticos psiqui�tricos de demencia. Es demasiado temprano para describir el impacto que puede tener la incorporaci�n de psic�logos (PIR) al sistema de salud p�blica. Pero no cabe duda, de que la consecuencia m�s inmediata es la medicalizaci�n de la psicolog�a, precisamente en un momento en el que resulta perentorio la socializaci�n de la psiquiatr�a.

(Imagen 49) El Pa�s, 3 de octubre de 1998.

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En cualquier caso, el sistema PIR se ve como un avance para aquellos profesionales que piensan haber ganado cuotas de influencia frente a la propia competencia interna en el campo de la intervenci�n cl�nica. Sin embargo, muchos psic�logos sin el PIR, con gran experiencia en el campo de la rehabilitaci�n psicosocial en los CRIS o los CEEM (Recursos tan novedosos que no pueden entrar en el plazo de homologaci�n profesional contenido en el decreto PIR), est�n ya supervisando el programa de pr�cticas PIR. Legitimar dicha especializaci�n, a partir de personas que no la poseen, no parece muy coherente. Tal hecho nos lleva a una situaci�n equiparable a repartir carn�s de conducir por examinadores que no lo tienen. Por lo que la intervenci�n psicol�gica en la rehabilitaci�n e integraci�n social de las enfermedades mentales, se encuentra aislada en un terreno de nadie y extremadamente dependiente de un esquema interventivo restringido a los servicios sociales y dentro del �rea de la discapacidad mental. Esta circunstancia contrasta con una menci�n triunfalista, sin duda, lo m�s cercano que hemos visto a un texto propagand�stico, en la p�gina 6 del cuaderno informativo “Recull” del Colegio Oficial de Psic�logos del Pa�s Valenciano, de agosto de 2001, n� 115, donde se nos informa que:

“El Colegio Oficial de Psic�logos del Pa�s Valenciano, ha participado activamente en la elaboraci�n del Plan Director de Salud Mental y Atenci�n Psiqui�trica de la Comunidad Valenciana, consigui�ndose que se tuviera en cuenta dentro del mismo, una ampliaci�n importante de las plazas de psic�logos, que deber�n estar incluidos en los Centros de Salud Mental, potenci�ndose nuestro rol profesional en las reuniones mantenidas.”

Sin embargo, en el texto del citado Plan no se regula en ning�n momento el n�mero de plazas de ninguna categor�a laboral. Por otra parte, las plazas correspondientes a la funci�n p�blica, vienen determinadas por las leyes de presupuestos y las ofertas de empleo p�blico subsiguientes, sin que exista tampoco, ninguna menci�n de alg�n acuerdo en ese sentido. De hecho, el texto no contiene ning�n compromiso econ�mico ni presupuestario de planificaci�n en la extensi�n y temporalidad del gasto, a excepci�n de la promesa de finalizar su implantaci�n en el 2004.

Pero la raz�n esencial por lo que traemos a colaci�n este tema, es para evidenciar que el Colegio de Psic�logos no percibe ni menciona a sus propios profesionales que trabajan en los CRIS, CEEM o Centros de D�a para enfermos mentales, a pesar de que dichos recursos s� que figuran en el texto del Plan. Y sobre todo, que la hospitalizaci�n de la psicolog�a que anteriormente apunt�bamos, produce a los ojos de este Colegio, “la potenciaci�n del rol profesional” del psic�logo.

Aunque para la direcci�n de los recursos psicosociales de rehabilitaci�n en EM, la Consejer�a de Bienestar Social exija la titulaci�n de psicolog�a, convirtiendo con ello, a estos profesionales, en una de las figuras centrales de la Reforma, resulta clarificador que los propios profesionales de esta disciplina, consideren su acercamiento a las estructuras sanitarias como legitimador de su rol profesional. En la pr�ctica, esto supone “activamente” una renuncia expl�cita por parte de las organizaciones oficiales que aglutinan a estos profesionales de constituirse en agentes

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sociales activos en la potenciaci�n de un modelo de intervenci�n psicosocial, a fin de generar un corpus de conocimientos te�ricos homog�neo y objetivos multidisciplanares relacionados con la orientaci�n comunitaria, para la terapia de los trastornos mentales. Renuncia que, sin duda, se relaciona con la presencia hegem�nica y la estabilidad social y profesional que proporciona el modelo biom�dico.

La abogac�a y la judicatura son las dos profesiones que representan los aspectos legales de las noticias sobre enfermedad mental recogidas en los peri�dicos. Hemos visto como los abogados, no s�lo se mueven en una realidad determinada por la agresi�n, sino que tambi�n, ellos mismos act�an como agentes sociales que a trav�s de su profesi�n, generan o contribuyen a generar, una imagen concreta de los trastornos psic�ticos.

No estamos diciendo que los profesionales crean la enfermedad mental, de hecho, no compartimos un determinismo cultural que niegue la existencia misma de la patolog�a psic�tica, al estilo de Foucault. Lo que decimos es que la imagen de los trastornos mentales, su representaci�n, s� es una construcci�n social de los grupos e individuos que participan en dicho fen�meno, a trav�s de la defensa de sus intereses y postulados profesionales. No deseamos introducir esquemas maniqueos ni enjuiciamientos morales, es m�s, pensamos que la gran mayor�a de los profesionales y t�cnicos de los cuerpos de seguridad, de la sanidad y la abogac�a, desean un cambio estructural y cualitativo de gran alcance. La descripci�n que hacemos se centra en poner al descubierto aquellas actitudes y orientaciones que suponen un reduccionismo monopolizador en la asistencia al enfermo mental y sus repercusiones sobre la gestaci�n de ese pensamiento social, que en im�genes period�sticas, construye un aspecto crucial y socialmente muy difundido de la representaci�n social de las enfermedades mentales.

En este sentido, se�alamos que la estructura legal actual, genera conductas y actitudes en los miembros de la abogac�a que alientan la relaci�n entre agresi�n y psicosis, desculpabilizan las enfermedades mentales no psic�ticas y psiquiatrizan la violencia social, potenciando con ello, un n�cleo figurativo centrado en la agresi�n y por ende, su extensi�n como caracter�stica principal, al resto de los trastornos mentales. Recordemos que porcentualmente, el eje tem�tico “legal” se sit�a ligeramente incluso por encima de “agresi�n”, convirti�ndose con ello, en uno de los temas que los Medios reflejan con mayor profusi�n y asiduidad.

En la pr�ctica, la acci�n de abogados y jueces no se reduce a los aspectos penales de las EM. Sin embargo, en el periodo elegido para la recogida de la muestra, sabemos, que las noticias que hablan sobre incapacitaci�n o cambios legislativos, obedecen a referencias indirectas, o bien no son protagonizadas por los profesionales del derecho.

Por otro lado, al reflejar los contenidos de la agresi�n, tambi�n hemos visto las actitudes y opiniones de estos profesionales, su dependencia y manejo de los peritajes judiciales y sus declaraciones sobre las consecuencias legales y efectos de los trastornos mentales. Por esta raz�n, se�alaremos aqu� una noticia que gr�ficamente resume la relaci�n entre la

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desculpabilizaci�n de la violencia de g�nero, la enfermedad mental, la etiolog�a biol�gica y la acci�n de los f�rmacos.

“UN ABOGADO EXCULPA A UN ASESINO ACHACANDO SU LOCURA A UNA ENZIMA. Mat� a su amante mientras recib�a un tratamiento para una rodilla. El Tribunal de apelaci�n ha desestimado la petici�n de absoluci�n de un condenado a 17 a�os por matar a su amante, en la que afirmaba que al cometer el crimen ten�a alterado su equilibrio ps�quico, por el aumento en el nivel de una enzima, la Creatina Kinasi. Los abogados basaban la petici�n de absoluci�n en que recientes estudios m�dicos han desvelado que aumentos considerables del nivel de Creatina, pueden estar relacionados con diferentes psicosis. Los defensores estaban convencidos que cuando Ortolina mato a su amante se encontraba al menos, “medio enfermo de mente”. Un psiquiatra del Hospital de Mil�n, que mantiene que la CPK no puede ser considerada como la causa desencadenante de una alteraci�n ps�quica”.

-El Levante, 11 de enero de 1997.

El caso de la “enzima asesina”, materializa la conducta profesional de buscar el eximente a trav�s de la argumentaci�n de las enfermedades psic�ticas. Estas enfermedades son causadas por sustancias qu�micas, que tienen su origen en procesos patol�gicos naturales o drogas y f�rmacos sint�ticos, lo que resulta suficiente para que, en caso de no poder negar la culpabilidad del cliente, al menos lograr su absoluci�n o eximente. Pero lo m�s importante no es este hecho, que en realidad s�lo es un ejemplo de las anteriores noticias que hemos analizado. Lo verdaderamente sorprendente es que para este abogado, la mera demostraci�n de la existencia de una “medio enfermedad de mente”, es equiparable a la explicaci�n de una agresi�n homicida. Aunque la CPK, creara estados puntuales de alteraci�n ps�quica, �Cu�l es el argumento por el cual se evidencia que dicha alteraci�n convierte en homicida a quien la padece?.

La actuaci�n profesional que relatamos, contiene un hecho valioso de car�cter pr�ctico, ya que demuestra como se imponen a las relaciones intergrupales, las representaciones sociales de la enfermedad mental, a partir de la actuaci�n de los profesionales involucrados en alguno de sus aspectos. Por otra parte, vuelve a confirmar que, precisamente, esa representaci�n est� estructurada a trav�s del concepto de la agresi�n activa del enfermo mental, junto al que aparecen v�nculos relacionados con el poder de los f�rmacos sobre la conducta; con la causaci�n org�nica y lo involuntario; con lo incontrolable o ansioso; y materializado en ese lugar ignoto que es la mente de los sujetos.

Porque la verdadera locura est� en la mente, no reside en el mundo del car�cter o el de la personalidad. El �rgano en el que reside la raz�n (debe haber uno), es el cerebro. Solo la afecci�n de dicho �rgano puede deslegitimar e incapacitar a una persona. La raz�n es lo que nos convierte en humanos y su falta, en locos; Aquino dixit y el Gobierno del Poder Judicial tambi�n:

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“LOS INFORMES FAVO-RABLES OBLIGARON A LEVANTAR LA SUSPENSI�N A UN JUEZ DE “PERSONALIDAD AN�MALA”. El Servicio de Inspecci�n comprob� que, en un juicio de divorcio, en lugar de admitir o denegar la petici�n de la esposa, de que un psic�logo emitiera un dictamen y explorara a una menor, el juez dijo ser licenciado en psicolog�a y practic� ambas pruebas. En otros casos de sus juzgados, actu� como perito cal�grafo....Entre otras irregu-laridades... mantuvo detenidas durante 24 horas a tres personas sin justificar porqu�......Uno de los m�dicos psiquiatras diagnostic� que en la exploraci�n psicopatol�gica no se hab�a producido ning�n hallazgo que pudiera mermar su total

capacidad en el ejercicio de juez de primera instancia e instrucci�n. Una psic�loga apreci� en el juez rasgos marcados, pero siempre sin constituir anormalidad alguna. Un m�dico forense neg� que el juez padeciera ninguna enfermedad mental... el juez lament� que se cuestionara su capacidad y se�al� que su �nico problema es “ser un modesto ajedrecista y un maratoniano popular”

-El Pa�s, 16 de agosto de 1998.

Ser�a rid�culo que tener una personalidad an�mala, fuertemente marcada por el ajedrez y la popularidad que da correr en el marat�n, o ampliar las perspectivas profesionales hacia la psicolog�a y el peritaje caligr�fico, fueran causa para incapacitar laboralmente a un juez, �hasta ah� podr�amos llegar!.

Esta noticia, pone en evidencia que los problemas de salud mental, afectan a m�s personas que aquellas a las que la pobreza, la falta de metas, o las drogas condenan a la exclusi�n. Pero tambi�n, pone de relieve el trato diferencial de los diagn�sticos psiqui�tricos cuando el enfermo mental posee un estatus social elevado. Y esto no es una apreciaci�n inferencial sino de la propia Inspecci�n del CGPJ.

“S�ez explica as� las dificultades que encuentra el CGPJ en los expedientes de incapacitaci�n: El problema es que hay casos en que los m�dicos dicen que el juez no es incapaz, pero detectamos que no re�ne las condiciones para enjuiciar”.

(Imagen 50) El Pa�s, 16 de agosto de 1998.

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El mismo peri�dico, en portada, nos se�ala que “existen notables dificultades legales para incapacitar a un juez”. Y en la columna situada en la misma p�gina 21, un abogado y ex diputado, nos dice que “si Justicia somete a revisi�n a sus profesionales, los jueces se subir�an por las paredes”.

Parad�jicamente, existen dificultades legales para incapacitar a los incapacitadores, sobre todo, si en el proceso topamos con un juez “marcadamente” psicoajedrecista. Pero lo fundamental, es como la prensa describe un trato diferencial respecto a los enfermos mentales, ya que como vemos, la enfermedad mental se tolera cuando es sufrida por personas con un rol profesional reconocido socialmente.

La frase “ni payo ni gitano, sino loco”, no tiene parang�n ni r�plica en “ni m�dico, ni juez, sino loco”. Realmente, suena tan mal la una como la otra, sin que por ello podamos evitar que la realidad de la enfermedad mental sea una construcci�n social diferencial, dependiente en parte de la estructura social, el rol profesional y la calidad emocional de la propia posici�n respecto al campo de tensiones que envuelve a los trastornos mentales. Y s�lo para darnos cuenta que, en esa antinomia, pervive la edad Media y su categorizaci�n social, donde en un extremo est� el loco, cercano a las similitudes hominis y a la ciega agresi�n inesperada o bestial, y en la otra, la normalidad, sin que en este razonamiento bipolar y esquem�tico que nos proporciona cierta segura distancia de la enfermedad mental y lo anormal, quepa un gran intermedio, donde sin excepciones, “el cerebro puede hacer lo que le da la gana”.

6.3-Conclusiones. Los sue�os de la raz�n

A lo largo de todo el an�lisis cualitativo, las im�genes del Larco Herrera nos persiguen de manera indeleble, conscientes de que su origen se encuentra en la reclusi�n y en el m�todo bienintencionado de la caridad humana, pero tambi�n en las pretensiones de la raz�n cient�fica, en el juicio ponderado y respetado de los que en un tiempo determinado, gozaron de la consideraci�n de expertos.

Actualmente y como norma, esta actitud no es ya imputable a la ciencia, que trata, no de controlar la realidad, sino que modestamente aspira a acercarse en el mayor grado posible a la descripci�n de hechos que permitan asumir mayores cotas de conocimiento humano. Nos referimos por tanto, a las creaciones de la raz�n instrumental, aquella que se legitima moralmente por la eficiencia y la eficacia econ�mica de sus resultados en resolver un problema social.

Llegados a este punto de nuestra investigaci�n, nos planteamos las siguientes preguntas. Si la Administraci�n fue sensible a las opiniones de una minor�a de psiquiatras referente a la desinstitucionalizaci�n de los enfermos mentales en 1984, �Por qu� no lo es ahora, para la creaci�n de recursos sociales y sanitarios?. Si en 1984 se deseaba la integraci�n del enfermo mental, �Porqu� incluso hoy, el producto m�s sobresaliente de la Reforma es la exclusi�n y desamparo de los enfermos mentales?. Si el objetivo fundamental en la pol�tica de bienestar social es la protecci�n a la familia y a los excluidos, �Por qu� se consiente, como si fuera algo inevitable

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y natural, las decenas de muertes “anunciadas” de mujeres, madres de personas con enfermedad mental?.

Michael Foucault (1972), nos advierte que la sociedad siempre busca colectivos a los que cargar la responsabilidad de los problemas sociales, actuando como pantallas sociales que legitimen un reforzamiento del poder econ�mico, moral o pol�tico. La locura legitimaba a su contrario, el buen burgu�s. La reacci�n contra lo irracional, las pasiones desenfrenadas y la vagancia, legitimaron al ciudadano laborioso y al trabajo dignificador. Sin embargo, los argumentos de Foucault, similares a los de Marvin Harris (1991), para explicar la persecuci�n de las brujas en la Edad Media, no aparecen en nuestro contexto, o al menos, los colectivos utilizados para esa funci�n no son hoy los enfermos mentales. Nadie parece echarles la culpa de que la econom�a vaya mal, o de que nuestro coche se aver�e, o de que nuestras mujeres no tengan hijos. Pensamos que el problema de la enfermedad mental en la actualidad, es precisamente ese, su falta de asignaci�n de valor. La verdad es que el enfermo mental, no le sirve a la sociedad moderna, ni siquiera para exculparse de problemas y dificultades.

Su nuevo estatus de enfermo, tampoco le sirve a la Sanidad actual, centrada en el tratamiento ambulatorio para legitimarse como sistema necesario, sino que m�s bien, la deslegitima por el car�cter cr�nico y recidivante de estas dolencias. Por �ltimo, el enfermo mental, no trabaja ni tampoco... vota.

Pero la molestia de la agresi�n sigue ah�, convirti�ndose en un problema de orden p�blico de primera magnitud que provoca inquietud, miedo y alarma social. En realidad, no es la enfermedad mental lo que legitimar�a una vuelta al Encierro, sino la agresi�n y la incurabilidad que naturalmente le acompa�an. Si no les sirve la Seguridad Social y no pueden estar tranquilos en casa, �Por qu� no les encierran?. Es por eso que las Administraciones est�n deseosas de volver a la institucionalizaci�n de los enfermos mentales. Una institucionalizaci�n formalmente diferente, pero que responsabilice a los propios familiares de los problemas inherentes a la contradicci�n de asumir Recursos sociales contenedores (al fin y al cabo, los familiares de las brujas, tambi�n pagaban los haces de le�a de la hoguera y el convite subsiguiente de los inquisidores), con los mismos contenidos de incurabilidad, cronicidad, peligrosidad e imprevisibilidad de anta�o, propios de enfermos irrecuperables, pero esta vez, bajo el ropaje de la modernidad y el reformismo. Desde esta �ptica, las respuestas a las preguntas planteadas no pasan por contestar porqu� no se abren m�s recursos sociosanitarios, sino � Porqu� se cerraron realmente los manicomios ?.

Antonio Espino, psiquiatra y coautor del libro La psiquiatr�a en la Espa�a de fin de siglo, nos da una respuesta convencional que todos los profesionales compartimos sobre la Reforma Psiqui�trica:

“Aqu� desde el principio, la reforma psiqui�trica tiene un componente ideol�gico muy fuerte y una gran radicalidad, porque est� vinculada al mayo de 1968 y a la lucha antifranquista” (El Pa�s, 8 de noviembre de 1998).

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Es cierto que la Reforma fue iniciada por un gobierno progresista y los profesionales que la apoyaron coincid�an en su mayor�a con las tesis antifranquistas y de defensa de los derechos civiles. Pero, si obedec�a a postulados ideol�gicos donde la institucionalizaci�n psiqui�trica deb�a ser sustituida por recursos sociales y sanitarios p�blicos, que protegieran el derecho a la salud de todos los ciudadanos, �Por qu� no se ha dado esta sustituci�n?. Antonio Espino, reconoce algunas claves:

“La Reforma psiqui�trica que deb�a abolir los viejos manicomios y sustituirlos por una red de atenci�n sociosanitaria destinada a la inserci�n del enfermo mental, esta a medio camino”...

”El viejo manicomio ya no existe, pero los hospitales psiqui�tricos se resisten a perder su papel central en la red asistencial y se ha iniciado un proceso de externalizaci�n de pacientes que no ha ido acompa�ado de la creaci�n de una red suficiente de servicios asistenciales.”

�Por qu� no se invirti� el ahorro producido en la amortizaci�n de camas psiqui�tricas, para la creaci�n de estos Recursos?, ya que estamos hablando de cifras nada despreciables:

“En 1978, Espa�a ten�a 41.942 camas psiqui�tricas de internamiento, unas 100 por cada 100.000 habitantes. Seg�n el informe del Defensor del Pueblo en 1993, la red de hospitales de d�a era de 7 plazas por cada 100.000

En 1996, mientras Catalu�a se gastaba 2.500 ptas. por habitante en salud mental, el Pa�s Vasco gastaba 7.500. Ese mismo a�o Holanda gastaba 24.000. ”

(El Pa�s, 8 de noviembre de 1998).

“La Comunidad Valenciana tiene una de las tasas m�s bajas de todo el Estado en n�mero de camas por cada 10.000 habitantes. Frente a 1,5 camas disponibles en Catalu�a por cada 10.000 habitantes, la Comunidad se sit�a en una tasa del 0,7 ”. (El Levante 17 de Abril de 1997).

Como vemos, el impulso institucional para la Reforma marc� r�pidamente un ahorro en el n�mero de camas hospitalarias, pero a�n hoy sigue sin reflejarse en la creaci�n de estructuras sociales y sanitarias alternativas a la Institucionalizaci�n psiqui�trica. No s�lo el Hospital psiqui�trico sigue “resisti�ndose a perder su papel central”, sino que en muchas Comunidades como Catalu�a, “Los viejos manicomios se llaman ahora psiqui�tricos, pero siguen llenos de pacientes que llevan all� a�os” (El Pa�s, 8 de noviembre de 1998).

La Reforma psiqui�trica fue impulsada para eliminar el gasto sanitario derivado de la enfermedad mental cr�nica. Lo que ha progresado de ella es el perfil desdibujado del abandono y la exclusi�n, junto con una incipiente reinstitucionalizaci�n encubierta que se reconoce en la falta de estructuras alternativas, la persistente centralidad del hospital psiqui�trico y la falta de asunci�n de iniciativas pol�ticas de rehabilitaci�n e integraci�n social.

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Ram�n Noguera Hosta, Presidente del Congreso Nacional de la Sociedad Espa�ola de Psiquiatr�a, en el art�culo citado de El Pa�s, confirmaba que ni siquiera es s�lo un problema econ�mico sino de decisi�n pol�tica:

“El problema no es s�lo de recursos econ�micos, aunque tambi�n. Los psiquiatras que impulsaron la Reforma tienen conciencia de cenicienta, porque la salud mental, salvo excepciones, no ha sido considerada prioritaria por las Administraciones”.

No, los problemas de la Reforma no han sido la improvisaci�n ni la falta de Recursos, sino m�s bien, la previsi�n y planificaci�n sistem�tica de la eliminaci�n de los recursos hospitalarios existentes y la no inversi�n en recursos sociales ni siquiera de la cantidad amortizada. De hecho, la pol�tica global de reducci�n del gasto sanitario a partir de la reducci�n de camas hospitalarias, continua en la actualidad.

El colectivo Llu�s Alcanyis, en un art�culo del Levante de 2 de Octubre de 2001, haciendo referencia a lo que ellos llaman la dilapidaci�n del “patrimonio p�blico sanitario”, nos informan que la Comunidad Valenciana est� a la cola de dieciocho autonom�as en el n�mero de camas hospitalarias (3.1 por cada mil habitantes), y que entre 1995 y el 2000, el sector p�blico ha perdido 300 camas en nuestra Comunidad.

Por otro lado, el primer Plan de Salud Mental de la Generalidad data del a�o 1991. A pesar de que en dicho Plan ya figuraba el objetivo de la integraci�n social de los enfermos mentales, dos a�os despu�s segu�an sin existir ning�n tipo de recurso sociosanitario en nuestra Comunidad. Sin embargo, eso no impidi� que las camas psiqui�tricas siguieran descendiendo a 7 por cada 100.000 habitantes en 1993 y hasta el 0,7 en 1997.

La ideolog�a y la ciencia subliman de nuevo la raz�n instrumental. La Reforma psiqui�trica no s�lo serv�a para reducir el gasto sanitario sino que adem�s lo justificaba. Han pasado 16 a�os desde el impulso dado a la Reforma por la Comisi�n Interministerial de 1985 y todav�a hoy el hospital psiqui�trico asume la centralidad de la atenci�n al enfermo mental. Pero las contradicciones de esa pol�tica son ya palpables y cada vez m�s insoportables para enfermos, familiares y profesionales que se encuentran divididos y frustrados respecto a la valoraci�n de la Reforma desarrollada.

“Los especialistas se encuentran insatisfechos por la rehabilitaci�n de los enfermos mentales”. ( Word Online. Salud 7.6.2000)

“El Consejo Europeo de Psiquiatr�a afirma que la sanidad mental en Espa�a es escandalosa y sangrante”. (Salud Digital. 8.6.2000).

En este sentido el Dr. Beneyto, un profesional comprometido con la Reforma, explicaba en el mismo art�culo:

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“De promedio en la sanidad p�blica espa�ola existe la octava parte de camas y trabaja la quinta parte de psiquiatras y la d�cima parte del personal de enfermer�a”.

Este hecho incontrovertible marca la realidad de la asistencia en salud mental para todo el Estado:

“C�ritas pide la urgente integraci�n social del enfermo mental que carece de hogar” (El D�a Digital. 6.8.2000).

“No hay Centros para los enfermos mentales cr�nicos en Alicante”. ( La Verdad Digital.8.9.2000)

“Que la Reforma no sea un simple lavado de cara” ( El Pa�s Digital, 30.1.2001)

“Cr�tica a los pocos Recursos en salud Mental en Catalu�a” ( EL Mundo, 8.4.2001)

“Un maniaco depresivo puede estar 10 a�os sin diagnosticar seg�n los expertos” (Madrid E.P. 29.5.2001).

“La falta de recursos sociosanitarios amenaza los objetivos de la Reforma Psiqui�trica”. (ABC. Sevilla, 10.10.2000)

Incluso aquellas familias que sufren casos extremos, abogan ya por la reinstitucionalizaci�n de sus familiares. La sociedad tampoco ha mejorado la representaci�n social del enfermo mental. Gabriel Incl�n (Consejero de Sanidad del Gobierno Vasco), reconoce que el estigma de los trastornos mentales es todav�a hoy un problema sin resolver:

“ Destac� que “la lucha fundamental es evitar la marginaci�n y quitar esa imagen negativa que significan las enfermedades mentales. Es fundamental que seamos capaces de quitar el estigma que significa ser enfermo mental” (Europa Press.14 de septiembre de 2001).

Esta categorizaci�n negativa y de peligrosidad, genera el rechazo a “tenerlos sueltos por las calles”, y provoca el miedo y la alarma social. Un concepto muy sensible para los poderes p�blicos. Este es el contexto social en el que podemos entender las directrices que en nuestra Comunidad emanan del Plan de Salud Mental aprobado en el a�o 2001 por la Generalidad Valenciana.

Los Planes de Salud Mental suponen una oportunidad para orientar la direcci�n de la atenci�n sociosanitaria y de los Recursos destinados altratamiento de la enfermedad mental. De hecho, como m�nimo, deber�an ser el compromiso p�blico de la Administraci�n sobre los l�mites y programaci�n del gasto, los objetivos y el cronograma de las acciones emprendidas y la resoluci�n de los problemas de coordinaci�n interadministrativa. Los precedentes de este Plan, se remontan a 1995 en el que a ra�z de las denuncias de un gran n�mero de familias sobre la atenci�n

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a los enfermos mentales, Arturo Liz�n, S�ndico de Quejas o Agravios de la Comunidad Valenciana (cargo auton�mico an�logo al de Defensor del Pueblo a nivel estatal), inst� de oficio a la Generalidad para que pusiera en marcha un nuevo Plan de Salud Mental que sustituyera en la pr�ctica, el incumplimiento del Plan elaborado por la Administraci�n socialista en 1991. Este Plan, aunque acertaba en las l�neas b�sicas de la integraci�n y la rehabilitaci�n social, nunca dispuso de un desarrollo presupuestario m�nimo, por lo que no se pusieron en marcha ninguna de las iniciativas que conten�a.

Dos a�os despu�s de la iniciativa de Liz�n, el Gobierno valenciano presentaba un borrador para un nuevo Plan de Salud Mental. En su presentaci�n al Pleno de la Diputaci�n Provincial, la oposici�n (PSOE), lo calificaba de “El Plan de salud mental del PP es una cataplasma llena de interrogantes”. Se�alando algunas de sus insuficiencias: “graves, en materia de prevenci�n, cuidados paliativos, tratamiento del dolor y formaci�n del personal...nada habla de los enfermos cr�nicos ni de los catalogados como peligrosos, ni de c�mo atender los problemas que estos generan en el entorno familiar”..Otras patolog�as mentales como el alcoholismo o las drogodependencias son ignoradas completamente en el borrador..tampoco hace alusi�n alguna a las peritaciones judiciales...“

-El Levante, 15 de enero de 1997.

El 17 de Abril de ese mismo a�o, el borrador del Plan todav�a segu�a siendo un proyecto a debate, hasta el punto que las Cortes valencianas por unanimidad aprueban una moci�n que instaba al Gobierno valenciano a que “en el trascurso de 1997, presente el Plan director de salud mental”. (El Levante, 17 de Abril de 1997).

Y aunque esta unanimidad, permit�a abrigar buenos pre-sagios, la verdad es que la oficina del Plan, que contaba con s�lo dos funcionarios, ve�a reducida su plantilla a un s�lo empleado justo el d�a antes de aprobarse dicha moci�n.

“La responsabilidad (del Programa) que ha reca�do en Alberto Dom�nguez...ya que el Plan de salud mental

ten�a una exigua n�mina, con tan s�lo dos personas. En la actualidad, la plantilla de la nueva unidad de coordinaci�n de salud mental s�lo tiene un empleado, el propio Dom�nguez”. El Levante, 16 de Abril de 1997

(Imagen 51) El Levante, 16 de Abril de 1997.

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Despu�s del borrador y de esta novedosa y revolucionaria pol�tica de Recursos Humanos, casi un a�o m�s tarde el Plan segu�a siendo un proyecto. El 26 de marzo de 1998 (imagen 52), el S�ndico de Agravios volv�a a plantear la cuesti�n:

“Liz�n advierte que los enfermos no reciben la ayuda sanitaria y social a la que tienen derecho”.

“La situaci�n de abandono y la inexistencia de recursos socioasistenciales de car�cter p�blico era tal, que las familias se ve�an avocadas a recurrir a instituciones privadas, hasta que se les acababan los medios para costearse este tipo de asistencia”.

“Por todo ello, el S�ndico considera que debe darse la m�xima prioridad a la aprobaci�n del Plan de salud mental, con el rango suficiente de vinculaci�n jur�dica y presupuestaria”.

El S�ndico pon�a el dedo en la llaga, se�alando“lo que parece una disminuci�n del impulso pol�tico que animaba su aprobaci�n hace dos a�os”.

Por �ltimo Liz�n, abordaba uno de los rasgos fundamentales de la Reforma:

“Mantener una ade-cuada y eficaz coordinaci�n entre las dependencias

auton�micas y entre las distintas administraciones con competencias en la materia, con especial incidencia en los niveles municipales”.

Este mismo a�o, volv�a a presentarse un nuevo borrador del Plan de salud Mental, que inmediatamente es descrito en el Levante de 2 de mayo de 1998 del modo siguiente:

“EL DOCUMENTO NO INCLUYE ESTIMACI�N PRESUPUESTARIA NI LOS PLAZOS PARA LLEVARLO A LA PR�CTICA. EL GOBIERNO HACE UN PLAN DE SALUD MENTAL POR DEBAJO DE LA MEDIA NACIONAL”....

El peri�dico cita diferentes indicadores por debajo de la media nacional, en el marco del 2002, fecha contemplada en el propio Plan.

Objetivos del Plan 2002. Media nacional 2002

5,2 psiquiatras por 100.000 hab. 5.4.

(Imagen 52) El Levante, 26 de Marzo de 1998.

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2,79 psic�logos por 100.000 hab. 2,8. 0,8 camas de agudos por 10.000 hab. 1,03. 1,75 a 2 camas de media y larga estancia por 10.000 hab. 3,79.

“El Plan no incluye estimaci�n presupuestaria ni cronograma de actuaciones, lo que a juicio de CC.OO. y N.I, resta credibilidad al Proyecto y lo deja en una mera declaraci�n de intenciones”.

Tres de las tres indicaciones que se�alaba el S�ndico quedaban por cumplir:

-Marco Jur�dico del Plan.-Dotaciones Presupuestarias.-Coordinaci�n entre Administraciones.

Realmente, si consideramos que un Plan tiene su raz�n de ser precisamente en estos tres aspectos, es dif�cil calificar positivamente el proyecto que se present� en 1998. Por otra parte, la noticia inclu�a una advertencia de CC OO sobre la m�s que probable generaci�n de problemas de coordinaci�n entre la Consejer�a de Bienestar Social y Sanidad.

Dos meses despu�s, en julio de 1998, se presentaba al Gobierno valenciano la propuesta del Plan, que era saludado por UGT, cuatro semanas m�s tarde, como un “Intento de volver al viejo modelo de los manicomios”.

El 29 de septiembre de 1998, en el peri�dico el Levante, CC.OO. se incorporaba a la cr�tica, se�alando algunas de las carencias del Proyecto:

“No establece prioridades de actuaci�n... deja sin resolver el problema de integraci�n de los servicios de salud mental de las

administraciones locales en una red asistencial �nica del SVS. Persiste la acci�n sanitaria y lo social por separado, sin articulaci�n de los mecanismos que posibiliten la coordinaci�n entre la Consejer�a de Sanidad y la de Bienestar Social, que impide en la pr�ctica la atenci�n sociosanitaria....No se mencionan para nada las fuentes de financiaci�n ni la dotaci�n presupuestaria destinada al Plan de Salud mental..”

Gregori Sabater, firmante del art�culo, califica el Plan de “contrarreforma” para reimplantar un modelo obsoleto basado en “disminuirel n�mero de unidades de agudos en los hospitales generales y concentrarlas en menos centros con mayor n�mero de camas, Crear tres unidades de media

(Imagen 53) El Pa�s, 12 de agosto de 1998.

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estancia ( entre 120 y 170 plazas) , en las tres capitales de provincia �son los nuevos manicomios?. Centralizar las decisiones en las direcciones territoriales y no en las �reas de salud.. no se detecta una preocupaci�n por evitar el deterioro progresivo y la cronificaci�n, poniendo el �nfasis en la rehabilitaci�n una vez que se ha cronificado. Introduce la psiquiatrizaci�n de los sin techo...Por �ltimo Sabater, termina se�alando entre otras consideraciones “que no se vuelva a un modelo asistencial hospitalocentrista y de concentraci�n de servicios”.

As�, el an�lisis cualitativo de la representaci�n social que de la enfermedad mental difunden los Medios, no s�lo se�alan la preeminencia del modelo biom�dico, sino tambi�n la reedici�n del viejo modelo manicomial, adaptado a una nueva realidad social y que formalmente se traduce en la falta de coordinaci�n en el desarrollo de un modelo integral sociosanitario; La centralidad del hospital psiqui�trico; La concentraci�n de decisiones en �rganos administrativos (las Direcciones Territoriales), y no en criterios profesionales (�reas de Salud); En la falta de compromisos pol�ticos y jur�dicos para la ejecuci�n de inversiones p�blicas, y sobre todo en su expresi�n m�s notoria: la pr�ctica sistem�tica de la negligencia institucional.

Si la enfermedad mental no se aborda como un problema cultural, legal, sanitario, educativo y social; si se reduce a la intervenci�n sanitaria; si no participan las administraciones locales en la descentralizaci�n y mantenimiento de Recursos, el nuevo Psiqui�trico aparecer� en escena con todas sus viejas contradicciones, aunque quiz�s en esta ocasi�n los familiares y los profesionales le vean con condescendencia, o ya no tengan fuerzas suficientes para impedir que la raz�n econ�mica potencie la aparici�n del nuevo monstruo con un rostro m�s amable que ya se perfila n�tidamente y que a la postre, prolonga la exclusi�n social de los enfermos mentales.

“LA CONSEJER�ADE BIENESTAR SOCIAL SE EST� PLANTEANDO REABRIR HOS-PITALES PSIQUI�-TRICOS COMO EL DE B�TERA para atender los casos absolutamente ne-cesarios, seg�n in-dico ayer Eloy Velasco, sub-se-cretario de Justi-cia. Velasco reco-noci�, en declara-ciones a Radio Nacional de Espa-�a, que ha habido otras �pocas en

(Imagen 54) El Levante, 30 de Abril de 1998.

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las que el planteamiento era que la psiquiatr�a se deb�a acercar a los afectados y a sus familiares. Sin embargo, asegur� que el planteamiento pol�tico ahora, es distinto.”........el responsable de Justicia anunci� que se est� planteando reactivar grandes hospitales como el de B�tera..” -Levante 28 de Abril de 1998.

El verdadero sentido de esta aparente contradicci�n, debe entenderse como el resultado de la parcialidad con que cada Administraci�n defiende sus propias �reas de responsabilidad y dentro de un esquema que evidencia la necesaria intervenci�n legislativa de la Administraci�n Central en la ordenaci�n de criterios y Recursos para la salud mental.

Sin embargo, el an�lisis cualitativo no s�lo confirma las l�neas generales que en la fase cuantitativa defin�an las representaciones sociales de la enfermedad mental, sino que adem�s, apunta a que dicha Reforma se agot� en el mismo momento en que finaliz� su principal objetivo: la legitimaci�n de la reducci�n del gasto sanitario. De hecho, e independientemente de las intenciones declaradas de las diferentes administraciones, el caso es que el desarrollo de la desinstitucionalizaci�n psiqui�trica ha conseguido hacer m�s veros�mil y cre�ble para el pensamiento social, la imagen de peligrosidad y violencia de los enfermos mentales.

Esta situaci�n dura ya demasiado tiempo y se da con demasiada intensidad como para considerarla un “olvido o error”, es por el contrario, la plasmaci�n pr�ctica de una determinada pol�tica sobre la salud mental. Su producto cultural son im�genes que en la conciencia de las personas evocan al enfermo mental como un “enfermo peligroso”.

La objetivaci�n y el anclaje social de estas conciencias individuales, forman, como dir�a Moscovici, la actual representaci�n social de los trastornos mentales que esta investigaci�n nos ha permitido describir parcialmente a trav�s del an�lisis de su difusi�n por los Medios de Comunicaci�n.

(Imagen 55).El Pa�s, domingo 8 de noviembre de 1998

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CAP�TULO S�PTIMO:Discusi�n y an�lisis de futuro

7.1 La iconolog�a social

Cualquier ciudadano puede entender lo que significan conceptos como la religi�n, las actitudes o las ideolog�as, f�cilmente se percibe su utilidad y todos estamos familiarizados con su significaci�n y eficacia desde el uso que la cotidianeidad nos da. Sin embargo, pocas son las personas que perciben la noci�n de representaci�n social. A diferencia de las anteriores formulaciones, expresamos su significado a partir de conceptos cercanos como estados de opini�n, mentalidades, actitudes colectivas o im�genes, que no consiguen expresar el significado real que para las ciencias sociales obtienen las representaciones. Solo despu�s de percibir que existen esas realidades simb�licas compartidas, que no son ideolog�as, ni religiones ni siquiera actitudes o im�genes mentales, el investigador social asume la importancia del concepto de representaci�n, sin que pueda ya prescindir de �l, en el an�lisis de los hechos sociales. A�n as�, se percibe claramente la importancia de su valor, al mismo tiempo que se constata con preocupaci�n la dif�cil descripci�n del concepto, entre los productos y los procesos sociales, entre lo individual y lo social, agrupando el s�mbolo y el significado en una misma construcci�n cognitiva no exenta de una carga valorativa que nos recuerda su valor emocional y tambi�n, que la asignaci�n final de sentido depende del contexto social en el que se produce. Diferenciar y describir los productos simb�licos originados en la interacci�n social precisa de un m�todo caracter�stico, que conciba la creaci�n cultural como un conjunto de productos y procesos iconol�gicos o portadores de significado.

Panofsky (1979), el gran te�rico del an�lisis de las im�genes y los s�mbolos del arte, nos recuerda la diferencia entre iconograf�a e iconolog�a. El t�rmino iconograf�a hace referencia en el mundo del arte a la descripci�n de las relaciones entre formas y temas, para nosotros, esa relaci�n se expresa entre categor�as y temas. En el �mbito del arte, esta relaci�n constituye la alegor�a de una obra, en nuestro caso, esta relaci�n determina las im�genes de una representaci�n. La iconolog�a por el contrario, es la asignaci�n de significado a esa descripci�n relacional de regularidades simb�licas constituidas por las im�genes. Es la diferencia entre describir y entender, entre el an�lisis y la s�ntesis, entre la forma externa y el contenido latente, porque cuando se describen los s�mbolos y las im�genes de la humanidad, se describen tambi�n de manera indisociable, a los hombres y mujeres que las producen. As�, el cuadro de Da Vinci, La �ltima cena, a nivel iconogr�fico, son s�lo trece personajes envueltos en un tema sacro; Paso necesario para entender la representaci�n, pero insuficiente. Solo cuando establecemos el significado de las relaciones entre categor�as y tema, percibimos realmente lo que estamos viendo; la moral y forma de pensar de una �poca determinada, junto a los rasgos de una personalidad y una conducta individual. As�, el campo que estudia las representaciones sociales deviene en la orientaci�n te�rica y metodol�gica que profundiza en la iconolog�a de las interacciones sociales, por la que las tendencias y

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expresiones simb�licas compartidas, muestran el significado moral y normativo de las interacciones sociales en torno a un objeto significativo para la comunidad.

La metodolog�a iconol�gica incluye una fase previa iconogr�fica de exploraci�n y an�lisis de las regularidades categoriales, de las semejanzas y desigualdades significativas, para que en la fase iconol�gica posterior, recurramos a un an�lisis sint�tico, en cuyo proceso de reconstrucci�n percibimos el significado formado por todo el conjunto de im�genes representacionales, que en contraste con el estudio de los signos, no se basa en la convenci�n social sino el contexto material y social en el que adquieren su significado.

El significado de la locura en nuestra sociedad, revela la moral, lo justificable, la normalidad de lo aceptable, cimentada en la raz�n instrumental, pr�ctica y cientifista de una sociedad que subordina la comprensi�n de la salud y la enfermedad mental, al debe y al haber de un libro contable, en el que la agresi�n, es un dispositivo representacional que justifica el encuadre de los enfermos mentales cr�nicos en la columna del olvido y la irrecuperabilidad.

7.2 El m�todo. Brujas e Inquisidores.

Los antiguos te�ricos del arte, llamaban a esa relaci�n entre concepto y tema, que describimos como im�genes de la representaci�n, con el nombre de: invenzioni. Esto nos recuerda el riesgo de validar esa tendencia social que existe todav�a hoy, propia del romanticismo en que vivimos, que se manifiesta en la revalorizaci�n de lo subyacente, de la individualidad, los estados de conciencia, las creencias, y los sentimientos, como valores absolutos y verdaderos pilares de la realidad, a la vez que identifica el progreso y la tecnolog�a como algo nefasto, que aparta a los seres humanos de su verdadera naturaleza y los introduce en una especie de falsa conciencia que hay que liberar a trav�s del abandono de la ciencia y de la raz�n.

La gente es lo que ocurre en su conciencia individual, nos dicen los nuevos santones de este pensamiento d�bil, que relativiza los hechos sociales como un mero reflejo de esa conciencia particular. No existe para este nuevo idealismo postmoderno, ni verdades ni mentiras cient�ficas, ni realidad material, solo relativismo social y estados de conciencia personal que hay que potenciar, recuperar, aflorar y extender, ya que piensan que solo cambiando primero las conciencias se podr� transformar la realidad.

La investigaci�n social, desde este punto de vista se centra en la descripci�n no comprometida de los hechos sociales, o por el contrario, se subvierte el respeto a la validez y fiabilidad metodol�gica, confundiendo la necesaria coherencia del discurso que gu�a la investigaci�n cient�fica y que debe ser justificada, con la simple legitimaci�n te�rica de la subjetividad personal del investigador y de los sujetos sociales.

Sin embargo, investigar es redefinir categor�as o validarlas en su relaci�n con las condiciones materiales en las que se desenvuelve el pensamiento social. Foucault (1973), nos advierte de la subjetividad de la categorizaci�n de la realidad. Citando a Borges, en algunas de las categor�as

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que �ste utiliza en su fant�stica enciclopedia china, nos describe clasificaciones de animales como: Aquellos pertenecientes al emperador, los innumerables, los sueltos, los fabulosos, los pintados con un fin�simo pincel depelo de camello..., situ�ndonos con ello, frente al problema de las categorizaciones sociales y cient�ficas y la posible arbitrariedad de las mismas. En este contexto, los sujetos sociales pueden convertirse en una especie de inquisidores modernos, que al aplicar a la realidad, sus propios esquemas de pensamiento no solo encuentran brujas sino que al buscarlas, las crean, tanto en calidad como en cantidad. De hecho, los hombres de los siglos XV al XVII, encontraron quinientas mil brujas por toda Europa y con ello, conmovieron las conductas y las vidas de todo su entorno social. Esta clasificaci�n, no solo afect� a aquellas personas estigmatizadas sino que tambi�n supuso la aceptaci�n por todo el tejido social, de realidades que implicaban cambios de actitudes, conductas y atribuciones sobre los hechos que envolv�an sus vidas y que en ultima instancia, serv�an para legitimar los poderes de esa �poca. Al mismo tiempo, la categorizaci�n social fortaleci� un orden basado en categor�as ligadas a la biolog�a y a la moral, a partir de la pureza de sangre y a la limpieza de los propios actos. As�, durante ese mismo siglo XVII, la nobleza y el alto clero en que se divid�a la sociedad estamental de aquel tiempo, relegaban a los pintores y escritores al rol social de artesano. Esto significaba una menor importancia social y el pago de impuestos y tributos, de los que estaban exentos los nobles. El rechazo de estos artistas a ese rol, ocasionaba un proceso examinador, en el que a trav�s de probanzas, se determinaba una genealog�a limpia y tambi�n una limpieza de oficio o profesi�n (G�llego, 1972). Si el artista probaba que no tenia ascendientes conversos o semitas y si su pintura siempre hab�a tenido dignos comitentes, pod�a pasar del rol social de artesano a la de miembro de una Orden nobiliaria. El ejemplo m�s notorio de este proceso en nuestro entorno cultural, es Vel�zquez y sus intrigas para transformarse de artesano en artista, de gremialista en acad�mico, de posibles ascendientes jud�os a cristiano viejo (P�rez S�nchez, 2000). Este verdadero cambio en la naturaleza humana a partir de procesos sociales, era sancionado con la autorizaci�n de los poderes de entonces y conllevaba una nueva posici�n social y si se me permite la expresi�n, incluso un nuevo destino individual. De este modo, la categorizaci�n social no solo modifica la posici�n de las personas y los recursos de que va ha disponer en su trayectoria vital, sino que tambien afecta la naturaleza y conducta de los seres humanos.

La aplicaci�n de categor�as para el conocimiento y ordenaci�n de la realidad, supone en s� misma la creaci�n de una ontolog�a latente que no se percibe directamente de la realidad, pero que se introduce en nuestros esquemas cognitivos de pensamiento e influyen sobre nuestra conducta. As� la categorizaci�n social, crea esquemas de conocimiento, actitudes y representaciones que influyen la vida de las personas, incluso, aunque uno tenga el talento de Vel�zquez. Pero no podemos olvidar que estas im�genes siempre tienen su encarnadura en las condiciones materiales que intentan legitimar, ya que a la postre, describen el orden moral de lo que es bueno para pensar, sentir y hacer dentro de esa materialidad.

A veces, es la raz�n y la ciencia las que cambian las categorizaciones sociales y con ello, fuerzan la transformaci�n de esa realidad material. As�,

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en la Enciclopedia, Diderot y d�Alembert, en la referencia: antropofagia, especificaba: V�ase, eucarist�a, comuni�n, altar. La simple categorizaci�n en ese nuevo �rbol del conocimiento que estaban construyendo, supuso una completa reordenaci�n del saber y de la percepci�n de la realidad.

Muchos otros hombres de conocimiento han encontrado sus brujas particulares, tambi�n en el campo de la investigaci�n de las representaciones sociales. Moscovici (1976) en su tesis doctoral, se�ala que uno de los aspectos relevantes de las representaciones sociales del psicoan�lisis, es la p�rdida del sentido te�rico original de la libido, que no aparece como tal en su representaci�n, generando con ello una disgregaci�n de los conceptos de la teor�a psicoanal�tica y con ello la transformaci�n de una teor�a cient�fica en una representaci�n social:

“Sucede que los valores dominantes de nuestra sociedad se oponen al reconocimiento de las pulsiones sexuales como fuerzas esenciales de la personalidad”....Si se elimina o niega la libido y su funci�n, epistemol�gica o real...la teor�a psicoanal�tica se transforma en un conjunto de relaciones que pueden tener cierta autonom�a y ocasionalmente, integrarse en otra concepci�n.... Sin la teor�a de la sexualidad, el psicoan�lisis se vuelve socialmente aceptable, y descartado este principio fundamental, el grupo procede a una reorganizaci�n de la topograf�a de los conceptos sobre la base que m�s le conviene”...(P�g.83).

La observaci�n de que s�lo el 1% de los sujetos mencionaba la libido, es explicada por Moscovici como el hecho que posibilita la conversi�n de la ciencia en pensamiento social.

En 1934, Wilhem Reich escrib�a, estando todav�a en Alemania, un peque�o trabajo que denomin� Materialismo Dial�ctico y Psicoan�lisis. En la p�gina 54 y 55 de su edici�n espa�ola (1974, Edit. Siglo XXI), podemos leer:

“El psicoan�lisis se hunde cuando no se adapta a la sociedad burguesa, es cierto, pero cuando se adapta experimenta lo mismo que experimenta el marxismo en manos de los socialistas y reformistas, a saber: perece por que se le mella, sobre todo por el desprecio del que es objeto su teor�a de la libido”.

Reich a lo largo de las notas a pie de p�gina incluye en la transformaci�n del psicoan�lisis, por la desvirtuaci�n de la teor�a de la libido, a psicoanalistas como Adler, Jung o Rank, a los que despu�s de etiquetar como secesionistas, los hace responsables de dicha transformaci�n por su contribuci�n a la reelaboraci�n mermada de la libido, como concesi�n al orden burgu�s.

Precisamente, este es el n�cleo de la explicaci�n que Moscovici dar� treinta a�os m�s tarde como caracter�stica estructurante de la representaci�n social del psicoan�lisis, para su transformaci�n de teor�a cient�fica a pensamiento social, o lo que es lo mismo, la explicaci�n de su “adaptaci�n a la sociedad burguesa a trav�s del desprecio a la teor�a de la libido.”

Aunque no negamos que las personas encuestadas por Moscovici apenas describ�an el concepto de la libido, es evidente que la interpretaci�n

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de tal hecho, se fundamenta en las premisas ideol�gicas de Reich, al que Moscovici sin duda, tuvo acceso en las lecturas preliminares a su tesis doctoral. En este caso, el investigador franc�s encontr� lo que deseaba encontrar.

En otras ocasiones, es el canon te�rico autoaplicado, el que permite encontrar lo que se busca. Tal es el caso de Bourdieu (1997.b) y su radical estructuralismo. La utilizaci�n de conceptos tan queridos para �l, provenientes de su propia reelaboraci�n te�rica, como son el “habitus” y “el campo de tensiones”, que hacen desaparecer la voluntad y la conciencia individual, para transformar la actividad humana, la biograf�a personal, en “un modo peculiar de envejecimiento de las redes sociales” (Ib�d.pp. 384-385).

Pero en nuestro caso, no hemos buscado estructuras sociales ni conciencias individuales, sino que nuestro inter�s se centra precisamente, en definir los proceso sociales en las que se objetiva la conciencia individual.

Sin renunciar al compromiso de exponer las implicaciones de los resultados de la investigaci�n, nos hemos dotado de una metodolog�a que a�na tanto el enfoque cuantitativo como cualitativo en el an�lisis de los datos examinados, como �nico m�todo capaz de conjugar la tensi�n entre teor�a y hechos, entre la autorreflexibidad y libertad frente al rigor y la coherencia (Rodr�guez, 1989). Tampoco hemos escatimado el n�mero de categor�as a registrar, sin imponer previamente ninguna, a fin de reducir el riesgo de construcciones te�ricas ajenas a la realidad de la prensa analizada. Las hip�tesis de partida, poseen un rango lo suficientemente amplio como para orientar sin lastrar la investigaci�n, ni generar caracter�sticas a priori que desvirt�en sus resultados, como es usual en aquellas investigaciones sobre las representaciones sociales, que a trav�s de cuestionarios o categor�as, imponen esquemas prefijados por los propios investigadores.

Sin embargo, nuestra posici�n de observadores, no es similar a la del lector de alguno de los peri�dicos de la muestra, sino a la de aquel que observa sistem�ticamente, a fin de detectar regularidades, similitudes y diferencias a trav�s de un m�todo replicable. Por ello, la discusi�n de los resultados se refiere a un objeto social (la enfermedad mental), que trasciende las caracter�sticas de cada Medio analizado, sin que su especificidad pueda ser reductible a los contenidos singulares de cada uno de los peri�dicos de la muestra, sino a nuestra peculiar y met�dica ubicaci�n como observadores de la prensa escrita.

En nuestra investigaci�n, nos hemos sentido m�s cercanos a una labor de reconstrucci�n dial�ctica, cr�tica, dir�a Habermas (1973), en la que sin fijar apriorismos, damos fe de las im�genes que definen los trastornos mentales en los Medios de Comunicaci�n. Por ello, cada noticia ha sido tratada como si estuvi�ramos leyendo uno de esos retablos medievales o pol�pticos, donde detr�s de peque�as y numerosas puertas se encontraran im�genes muy expresivas por s� mismas, pero que alcanzan su verdadera comprensi�n en el propio proceso de observaci�n del conjunto, cuando se relacionan entre s� y con la imagen central a la que nos conduce el hilo tem�tico de la propia representaci�n. Esto, nos alienta a pensar que las brujas que hemos encontrado no son espec�ficas de nuestra investigaci�n, no son invenzioni, sino que materializan realmente las creencias y

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representaciones que forman el marco en el que se desenvuelve el pensamiento social respecto a las enfermedades mentales en la actualidad.

Fase anal�tica o iconogr�fica: Categor�as

Im�genes representacionalesTemas

Fase sint�tica o iconol�gica:

Conjunto de im�genes representacionales

Otros productos culturales (ideolog�as, religi�n, etc.)

Procesos sociales (comunicaci�n, etc.)

Agentes sociales

Asignaci�n de sentido a la Representaci�n Social

33. El m�todo social iconol�gico

7.3 Discusi�n de las hip�tesis de partida

El supuesto de partida de la investigaci�n se centraba en los efectos de la Reforma Psiqui�trica y c�mo los mismos eran reflejados por los Medios de Comunicaci�n. De este supuesto inicial se derivan algunas suposiciones generales e hip�tesis concretas que es necesario sintetizar en esta �ltima parte de la investigaci�n.

7.3.1- La Reforma Psiqui�trica:

En este sentido, las variables analizadas sobre temas, rol del enfermo mental e instituciones implicadas en la Reforma, nos describen c�mo efectivamente, la desinstitucionalizaci�n est� teniendo efectos en la poblaci�n, centrados en una percepci�n claramente sobresaliente del enfermo mental como un enfermo violento y causa de alarma social.

Fundamentalmente, los efectos de la Reforma se deben a su restricci�n a aquellos aspectos relacionados con la amortizaci�n del gasto sanitario, y la falta casi absoluta de inversiones en la red de asistencia sociosanitaria. La consecuencia m�s destacada de la Reforma se resume en:

Una mayor credibilidad social en la peligrosidad del enfermo mental y la insatisfacci�n de familias y profesionales en el desarrollo de la Reforma, lo que genera las bases para una reacci�n de car�cter institucionalizador.

La representaci�n social de los trastornos mentales se encuentra por tanto, enmarcada en la acci�n que las instituciones, grupos sociales e individuos adoptan en este marco concreto de relaciones sociales.

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Una vez establecida una representaci�n, el cambio de esas estructuras sociales no le afecta directamente, sino que esas nuevas estructuras y relaciones son interpretadas de acuerdo con la representaci�n social vigente.

Este es el caso de los nuevos Recursos sociales, que tienden a ser considerados como un aspecto m�s de la atenci�n paternalista a los discapacitados ps�quicos o bien una nueva forma de custodia o control. Es as� como sin variar el n�cleo central de la representaci�n, esta se nutre en su periferia, de categor�as diferentes y en ocasiones contradictorias, que nos informan de los intereses, necesidades y conocimientos de los agentes sociales implicados en el proceso, y que ofrecen una imagen heterog�nea del enfermo mental, que en este caso, se conectan con la apertura a un incipiente modelo de intervenci�n social, la importancia del modelo biom�dico y una fuerte presencia de la agresi�n, que predomina y estructura toda su representaci�n.

Desde nuestro punto de vista, este hecho pone en entredicho los supuestos te�ricos de la Reforma, as� como el perfil y objetivos de los Recursos que se puedan crear en este contexto social. El desarrollo de la Reforma ha supuesto un agravamiento del estigma del enfermo mental, s�lo matizado por su consideraci�n de discapacitado y sin que ello suponga visiblemente, un cambio cualitativo de signo positivo en la comprensi�n de su rol social.

7.3.2-El n�cleo estructurante de la Representaci�n Social. La agresi�n:

La primera hip�tesis que se ha visto confirmada por la investigaci�n, consiste en el hallazgo de un n�cleo central de la representaci�n social de los trastornos mentales, en dos niveles diferentes de an�lisis.

Como contenido tem�tico, la prensa analizada no posee un n�cleo homog�neo sino un eje representacional definido por lo que hemos venido en llamar la Tr�ada Tem�tica, formada por los temas de Legal, Agresi�n y Sanidad. A la vez, como concepto estructurador del campo de representaci�n, hemos encontrado en la muestra (el 50 % de las noticias describen sucesos violentos y sus repercusiones legales) y sin diferencias entre ambos posicionamientos ideol�gicos, a la agresi�n como elemento central de la misma.

Sabemos, que todos los peri�dicos, estructuran la informaci�n a partir de la difusi�n de este n�cleo representacional y podemos afirmar que dicha representaci�n en los Medios, se ve influida en su contenido por el �mbito de la tirada, donde los peri�dicos auton�micos se encuentran tem�ticamente m�s cercanos al binomio agresi�n-legal, mientras que la prensa de tirada nacional se acerca a sanidad-legal. Pero es el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada quien determina en mayor grado el papel del enfermo mental y define su relaci�n con la agresi�n, al estar significativamente m�s cercana la prensa conservadora al rol de agente agresor, y la progresista a la de receptor de la agresi�n. Por otro lado, hemos podido distinguir una construcci�n social y legal de la misma, a partir de la actuaci�n de los diferentes agentes sociales, que nos permite diferenciar entre la agresi�n psic�tica y la agresi�n morbosa, aunque ambas suelen aparecer indiferenciadas en la prensa escrita.

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Agresi�n diferencial Objeto de la agresi�n

-Autoagresi�n Preferentemente personas con psicosis funcional cr�nica-Agresi�n familiar Preferentemente personas de sexo femenino-Agresi�n a terceros Notoriedad social, pero tambi�n por causas azarosas-Agresi�n recibida Preferentemente personas de sexo femenino

Agresi�n psic�tica

Inestabilidad emocional, desajuste de los “nervios”Trastornos asociados (de personalidad y deficiencia mental)Situaci�n de recidiva o crisis psic�tica delirantePresencia de alcohol y/o drogasCercano ingreso hospitalario antecedenteEn tratamiento o lo ha recibidoAbandono de la medicaci�nSituaci�n de aislamiento, ruptura social o escasas redes sociales

Agresi�n morbosa

Desajuste ps�quico con estr�s o tensi�nInexistencia de antecedentes psic�ticosInexistencia de crisis deliranteLigada a la eximente judicialRelacionada con delitos sexuales y violencia dom�sticaSituaci�n previa de integraci�n socialDefinida usualmente como ocasionada por enfermedad o trastorno mental

Caracter�sticas del tratamiento de la agresi�n en prensa:

Prensa nacional: Destaca los aspectos legales de la agresi�nPrensa auton�mica: Destaca los aspectos violentos y emocionales de la agresi�nPrensa conservadora: El enfermo mental es el agente de la agresi�nPrensa progresista: El enfermo mental es el objeto de la agresi�n

Enfermo, paciente, enajenado, trastornado, delincuente e incapacitadoInformaci�n profesional proveniente de jueces y abogadosEvaluaci�n mental y diagn�stica contradictoria de psiquiatras y psic�logos

Fig. 34 Agresi�n y Prensa

7.3.3- La presencia del modelo Biom�dico:

La segunda de las hip�tesis de partida, predec�a la presencia dominante del modelo biom�dico, lo que tambi�n se ha visto confirmado.

La presencia del modelo biom�dico es realmente dominante, y ello, se muestra claramente en las categor�as definitorias de la enfermedad mental y en la intervenci�n de las figuras profesionales analizadas.

La asiduidad con que la prensa refleja este modelo en la etiolog�a, terapia, curso y sintomatolog�a de la EM y a la persona con una afecci�n mental, como un enfermo o paciente, describen a la enfermedad, la

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hospitalizaci�n, lo biol�gico, los f�rmacos y al m�dico psiquiatra como uno de los conjuntos de categor�as m�s definitorios de los trastornos mentales en los Medios de Comunicaci�n.

-Enfermedad o trastorno mental-Grave-Cr�nica-Causas gen�ticas y org�nicas-Incurable-Imprecisi�n en la descripci�n de su tipolog�a, curso, sintomatolog�a e incidencia-Terapia basada en el dominio t�cnico y la eficacia de la farmacolog�a como panacea, en la investigaci�n demostrativa de relaciones causales y en el internamiento psiqui�trico-Enfermo como paciente-Informaci�n profesional m�dica y psiqui�trica

Fig. 35 El modelo Biom�dico en la prensa

Es un modelo hegem�nico, respecto al modelo de intervenci�n comunitaria, pero no respecto a su importancia en la representaci�n social, que de modo fehaciente se forma y estructura en torno a la agresi�n y sus correlatos legales. Sabemos por otro lado, que es la prensa con un posicionamiento progresista, aquella que lo refleja en mayor medida en casi todas sus categor�as y que tambi�n, el car�cter de la tirada, se relaciona con un mayor detalle en su representaci�n, al utilizar la prensa nacional un mayor n�mero de aportaciones de profesionales frente a un repertorio categorial menos definido y menos especializado de la prensa auton�mica.

7.3.4-La presencia del modelo de Intervenci�n Comunitaria:

La hip�tesis anterior, ten�a su correlato te�rico en la existencia de un modelo complementario o antagonista de la intervenci�n psiqui�trica. En realidad, este supuesto estaba alimentado por nuestra pretensi�n inicial de comprobar la existencia de dos modelos cient�ficos como estructurantes del campo de representaci�n. En este sentido, la existencia del esquema dominante agresi�n-legal, desplaza este modelo, a una presencia cuya importancia no era la esperada al inicio de la investigaci�n.

En este sentido, es cierto que hemos podido constatar la existencia de categor�as que definen a las enfermedades mentales dentro de par�metros de la rehabilitaci�n psicol�gica e integraci�n social. Tambi�n existe una imagen etiopatog�nica de estos trastornos, que proviene del modelo funcional psicol�gico y que propugna causas sociales y externas en la aparici�n de las enfermedades mentales. Por otro lado, las asociaciones de familiares tienen un protagonismo apreciable como nuevos agentes sociales en la Reforma, que impulsan y representan la vertebraci�n de la sociedad y los objetivos de potenciaci�n de las redes sociales. Adem�s, el propio enfermo mental es identificado y definido de acuerdo a tres enfoques diferentes; el enajenado, producto del modelo legal-agresi�n; el enfermo o paciente, originado por el modelo biom�dico y el discapacitado, correlato de un enfoque de intervenci�n social. Por �ltimo, al menos en nuestra Comunidad, es la Consejer�a de Bienestar Social la que asume un mayor protagonismo en la creaci�n de Recursos de car�cter social.

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Sin embargo, frente a estos hechos, este modelo apenas resulta representado en el discurso de los profesionales que definen los trastornos mentales. La acci�n de las Asociaciones, todav�a esta centrada en lo que podr�amos llamar un tratamiento paliativo y de prestaci�n de servicios a los familiares, donde la potenciaci�n del enfermo mental como agente de su propia integraci�n todav�a no se vislumbra. Por lo que no podemos decir que exista un modelo de intervenci�n comunitaria emergente, a no ser que reduzcamos dicho modelo, a la participaci�n de las familias en la problem�tica social de las enfermedades mentales. Si lo hici�ramos as�, ser�a dif�cil distinguir cualquier movimiento social de los movimientos comunitarios. Por otro lado, la categor�a de discapacitado y excluido, como hemos visto en el an�lisis cualitativo, implica un trato que evoca la terap�utica de intervenci�n social, pero no una emergencia en la potenciaci�n de las redes sociales ni en la producci�n te�rica o presencia de conceptos, que aun mencionando la integraci�n social, puedan ser identificados como espec�ficos de una intervenci�n comunitaria significativa y novedosa en este campo.

-Enfermedad o trastorno mental-Grave-Cr�nica-Causas sociales-Posibilidad de curaci�n-Imprecisi�n en la descripci�n entre enfermo mental frente discapacitado ps�quico-Terapia basada en la integraci�n social con car�cter asistencial y voluntarista-Enfermo como discapacitado, disminuido y excluido-Informaci�n no profesional sino asociativa

Causas que dificultan la integraci�n:

-Sintomatolog�a-Efectos secundarios de los f�rmacos-Informaci�n generalista e imprecisa sobre la enfermedad y sus efectos-Estigma social del enfermo mental, que se extiende al tratamiento psiqui�trico y a las familias.-Insuficiente desarrollo de la Reforma Psiqui�trica

Fig. 36 El modelo de Intervenci�n social en prensa

En el sentido que animaba nuestras hip�tesis iniciales, y sobre la base de los resultados del an�lisis, nos parece ajustado confirmar la fuerte presencia del modelo biom�dico, que a pesar de su preeminencia no define por s� solo a los trastornos mentales, compartiendo la definici�n en prensa de las afecciones ps�quicas, con un conjunto de conceptos jur�dico-legales definitorios de la agresi�n y sus consecuencias, y de categor�as espec�ficas de un modelo de intervenci�n social, que aunque presente, no se caracteriza todav�a por un perfil de actuaci�n comunitaria.

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7.3.5-La din�mica de la Representaci�n social:

La tercera de nuestras hip�tesis presupon�a una representaci�n social en proceso de transformaci�n, que a�n integrando ambos modelos, presentara suficientes diferencias entre los peri�dicos de la muestra como para caracterizar una representaci�n social en evoluci�n.

En este sentido, la presencia de categor�as propias de un modelo de intervenci�n social –�nico elemento previsiblemente innovador respecto a las representaciones anteriores-, no tiene la suficiente significaci�n ni cualitativa ni cualitativa como para determinar que se ha producido una evoluci�n de la representaci�n social en ese sentido. Por lo que no podemos confirmar que la prensa analizada se mueva entre estos dos modelos, sino que m�s bien, las pruebas y an�lisis realizados en el apartado 5.3 y siguientes de la investigaci�n, nos informan de una fuerte heterogeneidad de la representaci�n de los trastornos mentales, si consideramos cada peri�dico de manera individual.

Las diferencias entre los peri�dicos forman binomios diferenciales entre los elementos de la tr�ada tem�tica, mientras que en sus categor�as se detectan im�genes diferentes de distintas corrientes cient�ficas, sin que las mismas se encuentren integradas. Es decir, que las categor�as que forman el perfil diferencial por peri�dicos, no forman un cuerpo de significados coherentes, sino que en cada peri�dico se asumen, incluso de manera “incoherente”, conceptos como el de enfermo y agresor, discapacitado y peligroso, exclusi�n social e institucionalizaci�n, enfermedad y locura, etiolog�a org�nica y tambi�n social, etc. Es as� como realmente se le aparece al lector de cada peri�dico.

A partir de este an�lisis preliminar, hemos podido detectar aquellas categor�as en las que las variables que definen la representaci�n de la enfermedad, presentaban similitudes y diferencias, sobre la base de los modelos cient�ficos con que se relacionan, constatando la presencia de factores unitarios explicativos de la varianza entre los peri�dicos analizados.

Por lo que en relaci�n con nuestra hip�tesis, podemos mantener que existen diferencias significativas entre los peri�dicos analizados en los conceptos y categor�as que definen a la enfermedad mental. Pero este cambio, sucede en la periferia del n�cleo representacional. Las categor�as de discapacitado, excluido, enfermo, o agresor encuentran sentido bajo la cobertura del concepto general de enfermedad mental, que precisamente por su inespecificidad, se transforma en un concepto polis�mico que dota de significado, la heterogeneidad de las categor�as perif�ricas.

La presencia, de conceptos como exclusi�n o discapacidad, as� como la acci�n de las asociaciones de familiares como nuevos agentes sociales, nos permite constatar una evoluci�n de la representaci�n de la enfermedad mental limitada a sus aspectos perif�ricos y enmarcada en una d�bil presencia de estas categor�as en las frecuencias de la muestra. Por lo que laevoluci�n de la representaci�n de la enfermedad mental se produce, no en direcci�n a un campo compartido por dos modelos cient�ficos, sino a la sustituci�n progresiva de lo biom�dico por la agresi�n y sus consecuencias legales, como caracter�stica esencial de la representaci�n social actual.

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Podemos confirmar por tanto, la especificidad de una representaci�n generalista de las enfermedades mentales y peyorativa del enfermo mental, similar a las encontradas en otras investigaciones sobre los Medios y EM (Abrego,1989; I.A.S.A.M,1987), y que caracterizan negativamente los rasgos esenciales de la Reforma Psiqui�trica. Por tanto, es una Representaci�n social que efectivamente responde y evoluciona a los cambios e intereses de los actuales grupos sociales implicados en los trastornos mentales, que con importancia se definen en este caso, a trav�s de la agresi�n y su relaci�n con el sistema legal y sanitario.

Sin embargo, en relaci�n con nuestra hip�tesis de partida, no podemos mantener que la representaci�n de los trastornos mentales, sea una integraci�n de solo dos modelos. Aunque como sabemos, ambos est�n presentes en la prensa analizada, las categor�as que los definen, no guardan una relaci�n de coherencia interna, a excepci�n de las relaciones entre el modelo bio m�dico y el modelo que hemos definido como de agresi�n legal.

Hemos detectado el perfil diferencial de cada peri�dico de la muestra que se resume en un acercamiento de Las Provincias a la Agresi�n, el Levante a Legal, el ABC a Investigaci�n y El Pa�s a Psiquiatr�a. Pero estos temas no se desarrollan de manera aleatoria o azarosa, sino que se expresan a partir de modelos cient�ficos y estructuras sociales caracter�sticas e identificables. As�, el eje tem�tico legal, no encuentra su estructura en el vac�o, sino en su relaci�n con la agresi�n. Del mismo modo, la investigaci�n no se produce de manera as�ptica, sino que viene referida a par�metros que como hemos constatado, est�n determinados fundamentalmente por el modelo biom�dico. Por lo que estos temas, son expresados a trav�s de conceptos, im�genes y categor�as relacionados con los modelos que est�n en la base de su representaci�n, sin que en la misma, pueda observarse por peri�dicos, una presencia relevante y significativa del modelo de intervenci�n comunitaria.

El enfermo mental, es fundamentalmente, un enfermo que agrede, no un enfermo excluido, o un excluido que agrede. Los trastornos mentales, objetivamente, son trastornos o enfermedades, y la problem�tica que rodea a las dolencias ps�quicas, es predominantemente legal. La topograf�a de los trastornos mentales recoge categor�as de diferentes grupos sociales y modelos cient�ficos, pero como hemos visto, los peri�dicos analizados solo presentan homogeneidad tem�tica en la centralidad de la agresi�n, como n�cleo estructurante de la representaci�n social de los trastornos mentales.

7.3.6- Estructura y contenido del mensaje:

Nuestra cuarta hip�tesis propugnaba la existencia de diferencias significativas en los peri�dicos de la muestra, tanto en los mensajes como en el tratamiento formal de las noticias con un comportamiento relativamente independiente al posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada.

Respecto a las variables de contenido, el 53% de las variables analizadas reflejan un contenido diferencial, mientras que 17 de las 36 iniciales (47%), han resultado con contenidos compartidos sin diferencias, por todos los peri�dicos de la muestra. En este sentido, el mensaje m�s homog�neo que se difunde sobre los trastornos mentales a trav�s de los

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Medios se refiere a la gravedad de las enfermedades mentales y a su duraci�n cr�nica, as� como al perfil demogr�fico del enfermo mental.

Respecto a la etiolog�a, existen tres categor�as, que sin relacionarse entre s�, informan por igual de esta caracter�stica, la causaci�n gen�tica, la org�nica y la social. Bajo el ep�grafe de enfermedad mental, la prensa difunde mensajes sobre su etiolog�a, que no necesariamente son espec�ficas de s�ndromes concretos. Por lo que podemos mantener que a partir de los Medios, los agentes sociales poseen un marco informativo, que potencia una gran variabilidad individual en sus actitudes y conductas respecto a la etiolog�a de los trastornos mentales, de acuerdo con su posici�n emocional y social respecto a las mismas.

Sobre la base de estos resultados podemos determinar la agenda que comparten todos los Medios en cuanto a la imagen de los trastornos mentales:

-En cuanto a la enfermedad mental se centra de modo persistente en la informaci�n sobre una dolencia cr�nica, grave y originada por causas internas (biol�gicas) o bien por causas externas ( sociales) y que se caracteriza por la agresi�n que provocan quien la padecen.

-Respecto a la imagen del enfermo mental, la agenda informativa se expresa sin diferencias en la descripci�n de, un hombre, entre 25 y 50 a�os, con hijos, familia propia, aut�nomo y que una vez producido el hecho, los agentes sociales lo atribuyen a un trastorno mental. Por lo que podemos afirmar, sin negar la existencia de lo que hemos llamado “agresi�n psic�tica”, que el enfermo mental esta soportando en este momento, la autor�a de hechos que corresponden a la violencia social y que son reelaborados en este sentido por las redes y estructuras sociales.

-La imagen de la familia, que sin diferencias aparece en los Medios, es la de una familia con bajos ingresos familiares, de la que no consta informaci�n significativa sobre antecedentes de enfermedad mental. Por lo que la problem�tica de la agresi�n en los trastornos mentales, se encuentra s�lidamente ligada a la insuficiencia de recursos. Es f�cil imaginar que para algunos, esto confirma la relaci�n entre pobreza y enfermedad mental, sin embargo, la profundidad del problema es todav�a mayor al considerar que la propia enfermedad mental, es un factor de empobrecimiento de las familias que la afrontan, dada la falta de recursos asistenciales.

-La acci�n de las Asociaciones de familiares se centra en la integraci�n social de estos enfermos a partir de sus demandas ante la administraci�n sanitaria y de servicios sociales. Los recursos utilizados son fundamentalmente Centros de Rehabilitaci�n e Integraci�n Social, pero sin descartar, recursos espec�ficos que no se concretan y que abarcan todo el espectro sociosanitario de la atenci�n a los enfermos mentales.

-La Administraci�n Central, debido a la persistente presencia de �rganos judiciales (Justicia es el sector predominante) y fuerzas de seguridad, resulta la m�s involucrada en la problem�tica de los trastornos

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mentales. Circunstancia profundamente significativa sobre las consecuencias reales que en nuestro pa�s est� teniendo la Reforma Psiqui�trica.

Los representantes p�blicos que asumen el protagonismo, son sin embargo, los representantes de la Consejer�a de Asuntos Sociales, que invariablemente informan sobre la falta y creaci�n de Recursos sociales y sanitarios. Aunque la hegemon�a de la atenci�n a los enfermos mentales descansa en la Consejer�a de Sanidad, como vemos, esta no muestra como instituci�n, ning�n protagonismo especial como impulsora de la Reforma o de la coordinaci�n entre Administraciones.

-Los profesionales que en mayor medida definen la representaci�n social que los Medios difunden, son los psiquiatras y en segundo lugar los miembros de la abogac�a y la judicatura. Spitzer, Williams y Skodol (1980), nos relatan como los profesionales de los seguros y los psiquiatras, influyen con sus intereses de grupo, en los pron�sticos de los trastornos mentales, en su taxonom�a, en su terapia, e incluso en su definici�n a trav�s de los conflictos de intereses que se libraron en torno a las categor�as del DSM-III, donde la Asociaci�n Americana de Psiquiatr�a sosten�a que todos los problemas mentales eran problemas m�dicos. Una traducci�n general de estos planteamientos equivale a la influencia de lo que hemos llamado una imagen hegem�nica del modelo biom�dico, por la que los Medios, difunden la representaci�n de las afecciones mentales como enfermedades psiqui�tricas. Muchos de estos profesionales no opinan as�, sin embargo la representaci�n en los Medios, preponderantemente obedece consecuentemente, a la influencia de psiquiatras y abogados en la representaci�n de las enfermedades mentales.

Este breve resumen, nos indica aquellas variables que aunque de manera evidente, se relacionan con alguno de los tres modelos que se han detectado en esta investigaci�n, no han sido influidas por el car�cter de la tirada ni el posicionamiento ideol�gico de los peri�dicos de la muestra. El resto de variables se han comportado de modo diferente sobre la base de estas dos caracter�sticas de la muestra. Por lo que podemos aseverar que el supuesto que alentaba las anteriores hip�tesis ha resultado confirmado en su totalidad, al encontrar variables que se comportan de modo relativamente independiente al posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada.

La existencia de variables definitorias de la enfermedad mental que se expresan independientemente del posicionamiento ideol�gico de los Medios, confirman las teor�as que inciden en que las representaciones sociales no son reductibles enteramente a los sistemas ideol�gicos, o dicho de otro modo, las ideolog�as no explican por s� solas la representaci�n simb�lica de un fen�meno social. En este contexto, es fundamental destacar, que el n�cleo de la representaci�n social de la enfermedad mental, definido por la agresi�n, es compartido sin diferencias por todos los posicionamientos ideol�gicos de la prensa analizada, aunque no es este el caso, para la expresi�n de las diferentes formas de agresi�n que aparecen en los peri�dicos de la muestra.

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En cuanto a las variables de ubicaci�n, la localizaci�n de los art�culos, tanto en p�ginas pares como impares, en su parte superior o inferior aparecen sin diferencias entre peri�dicos, y la extensi�n de las l�neas del gr�fico, no han resultado influenciadas en sus diferencias ni por el posicionamiento ideol�gico de la prensa ni por el car�cter de su tirada. Mientras que la extensi�n del texto y gr�fico si han resultado influidas por ambas variables.

7.3.7- Nuevas necesidades, nuevos grupos sociales:

El segundo supuesto que se deriva de las hip�tesis de partida, referente a la presencia de grupos sociales, profesionales e instituciones con nuevas necesidades y discursos sociales como expresi�n del auge e influencia de la intervenci�n comunitaria, solo ha podido ser confirmado parcialmente, ya que mientras se observa una mayor presencia de las instituciones de servicios sociales y asociaciones de familiares con nuevas necesidades y objetivos, es muy problem�tico calificar de nuevo discurso, sus postulados. A lo sumo, son las Asociaciones de Familiares las que representan m�s adecuadamente esta tendencia, sin que la misma represente, al menos en los Medios, una concepci�n cualitativamente diferente de la enfermedad y el enfermo mental. Los conceptos de discapacitado o excluido, m�s bien, parecen anclados en el esquema propio de la tutela y el paternalismo destinado a los disminuidos ps�quicos. Por otra parte, como ya hemos mencionado, la ausencia de las figuras profesionales representativas del modelo de intervenci�n comunitaria, confirman que aunque presente en los Medios, la rehabilitaci�n e integraci�n de los enfermos mentales, no supone todav�a un discurso estructurado, claro y concurrente o contrario del modelo bio m�dico.

7.3.8-Las caracter�sticas de la prensa y el contenido del mensaje

Por �ltimo, el supuesto de que la variabilidad de las noticias en su contenido y forma, se relaciona con las caracter�sticas de la tirada de los Medios analizados, a resultado confirmada por la investigaci�n.

Baste recordar c�mo los peri�dicos de tirada nacional se muestran m�s cercanos a un tipo determinado de enfermedades org�nicas, al aspecto referente a la investigaci�n psiqui�trica, a una mayor especializaci�n y una mayor extensi�n en el contenido textual de las noticias. Frente a una menor superficie escrita y una mayor receptividad a la agresi�n, junto con una menor presencia de los profesionales en los peri�dicos auton�micos. Sin embargo, es necesario destacar que en todas las variables con las que hemos cruzado ideolog�a y car�cter de la tirada, el posicionamiento ideol�gico de la prensa analizada ha mostrado una mayor influencia que la cobertura de la tirada. Por otro lado, todas las variables de ubicaci�n que contribuyen a la diferenciaci�n formal de las noticias, se han visto influenciadas por el car�cter auton�mico o nacional de la tirada, aunque tambi�n en este caso, su contribuci�n es de menor magnitud que el posicionamiento ideol�gico de la prensa muestral.

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Por tanto, es necesario concluir que en este momento, quince a�os despu�s de iniciada la Reforma Psiqui�trica, la representaci�n de los trastornos mentales en la prensa escrita, conlleva fundamentalmente, una imagen global e inespec�fica de las enfermedades mentales y una categorizaci�n negativa y estigmatizante del enfermo mental, expresada a trav�s de una estructura tridimensional, formada por el modelo de agresi�n-legal, el modelo bio m�dico y un modelo de intervenci�n social, que no puede llamarse todav�a con propiedad, comunitario, puesto que no solo carece de la presencia de los profesionales representativos de este modelo (Zaragoz�, 2001, p.62), sino que tambi�n carece de algunos de sus rasgos esenciales, como son la Integraci�n-Normalizaci�n y la Implicaci�n-Participaci�n, elementos fundamentales de este modelo, centrados en el papel activo del propio enfermo mental en su integraci�n social (Bueno Abad, 1996.b).

Dicha representaci�n, se encuentra muy influenciada por el posicionamiento ideol�gico de los Medios y en menor medida por el car�cter de la tirada. Junto a esto, destacar que casi el 50% de las variables de contenido son comunes a los peri�dicos analizados, repiti�ndose de modo sistem�tico en la agenda de los Medios, una imagen del enfermo mental ajena a la naturaleza y caracter�sticas de las psicosis funcionales cr�nicas.

Por tanto, la Reforma Psiqui�trica tal y como se est� desarrollando en nuestro pa�s, debe apuntarse al menos, dos logros significativos:

La privaci�n de servicios de salud a personas que los necesitan por las enfermedades mentales que padecen, y la naturalizaci�n cada vez m�s completa y veros�mil de la agresi�n como caracter�stica destacable de la enfermedad y del enfermo mental.

A las nuevas brujas de nuestro siglo, no se les quema, basta con dejar que ellos mismos lo hagan mientras se mira para otro lado, basta con desnaturalizarles, con darles una nueva imagen conveniente y desaparecer�n, entre los colectivos de la exclusi�n y el desamparo social.

7.4 –La conducta y las Representaciones sociales

La interacci�n humana resulta posible s�lo si pensamos que los dem�s se comportar�n previsiblemente como respuesta a nuestras actitudes y conductas. Es as� como llegamos a almacenar y usar repertorios de conductas que usamos en los diferentes escenarios sociales. Si por el contrario, pensamos que la conducta individual obedece a factores imprevisibles, emocionales, azarosos e irracionales, deber�amos olvidarnos de esos mapas cognitivos y h�bitos sociales que gu�an nuestra conducta, ya que cada d�a deber�amos enfrentarnos a interacciones nuevas y absolutamente desconocidas.

Sin embargo, sabemos que las conductas se enmarcan en c�digos simb�licos compartidos, que expresan contenidos provenientes de un fondo cultural com�n. Es ah� donde se enmarcan las relaciones entre las creencias culturales, econ�micas y pol�ticas y su relaci�n con la personalidad individual y la conducta (Adorno, 1950).

Simmel (1976), fue el primero que situ� los procesos en que las creencias sociales obedec�an a condiciones materiales y estas a

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condicionamientos culturales en una reciprocidad sin fin. La construcci�n y contenido de las de representaciones sociales obedecen a esta relaci�n dial�ctica, son productos de grupos sociales y de la interacci�n de los mismos, que en nuestro caso, han resultado claramente reconocibles. Obedecen por tanto a causas materiales, analizables e identificables, pero una vez impulsadas a la din�mica social, adquieren contenidos diferentes, capaces de desencadenar conductas y actitudes individuales imprevisibles para los grupos en que se origin� su g�nesis.

Por ello, las representaciones sociales, transforman condiciones materiales concretas en productos culturales y a su vez, en actitudes y conductas individuales. Simmel (1997), apunt� algunos elementos por los que los sistemas formales dan paso a la intersubjetividad individual, al se�alar que la identidad individual se construye a trav�s del sentimiento de pertenencia a grupos sociales concretos. La autorreflexi�n sobre la propia identidad se realiza a partir del espejo con que los dem�s nos devuelven nuestros actos. De este modo el yo y el grupo social se funden en un todo interaccionista de actitudes, cogniciones y creencias.

Por otro lado, el ser humano no es en parte social y en parte individual, sino que es parte y todo a la vez, agente y observador, producto y elemento de la sociedad, por lo que decide dentro del marco social sus conductas, como s�ntesis de ambos opuestos, por lo que esa intersubjetividad esta imposibilitada de quedarse al margen del pensamiento social.

Por �ltimo Simmel, profundiza en c�mo las estructuras sociales dependen de las prenociones y creencias de los individuos, a la vez que estas, se encuentran insertas en el conocimiento previo que de ellas tienen los individuos. Estamos por tanto, ante la resoluci�n de la tensi�n entre lo social/individual a trav�s de estereotipos y representaciones sociales que forman los aspectos cognitivos y psicosociales de la estructura social (Rodr�guez Ib��ez, 1989).

En este contexto, las conductas de enfermedad y su relaci�n con variables sociales y estructurales han sido analizadas desde diferentes enfoques. Estos modelos explicitan y describen c�mo el contexto social afecta a procesos regulatorios, biol�gicos y cognitivos del comportamiento de salud. Los m�s significativos son descritos por Rodr�guez Mar�n (1995), que cita el modelo de Creencias sobre la Salud, de Becker y Maiman (1975), en el que las conductas de salud est�n supeditadas a la informaci�n que las personas tienen sobre la enfermedad. En el que los sujetos est�n motivados al verse vulnerables ante la enfermedad, donde las conductas de salud est�n condicionadas a que exista un convencimiento de la bondad y eficacia del tratamiento, y a la vez, que no existan dificultades sociales y econ�micas para la puesta en pr�ctica de dicho comportamiento. De este modo, las conductas respecto a una determinada enfermedad, est�n relacionadas con las variables sociales que nos informan sobre el tipo, curso, gravedad y terapia de un trastorno; las variables demogr�ficas y psicosociales; as� como la informaci�n que nos llega del medio a trav�s de la familia, amigos y Medios de Comunicaci�n.

Otro de los modelos citados por Mar�n, es el de la Acci�n Razonada de Ajzen y Fishbein (1980), donde se describe que las conductas ante la

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enfermedad obedecen a una valoraci�n personal ante la misma (actitud ante la conducta a emitir), a partir de la evaluaci�n de la informaci�n recibida. El otro componente est� determinado por la presi�n social que el sujeto cree que va a recibir si asume o no dicha conducta. Variables individuales y variables normativas o sociales, que influencian el campo sem�ntico de la representaci�n social de los trastornos mentales, conformando actitudes y creencias sociales que inciden directamente en la adopci�n de conductas de prevenci�n, rehabilitaci�n o adhesi�n continuada al tratamiento.

Por �ltimo, la Teor�a de la Acci�n Social de Leventhal, Meyer y Nerenz (1980), enriquecida con las aportaciones de Bandura (1987), supone la descripci�n de la influencia de los factores del contexto social, en la permanencia y cambio de las conductas de salud. La motivaci�n e intercambio de informaci�n sobre metas posibles, a partir de la interacci�n con las redes sociales, determinan la permanencia o cambio de h�bitos o la adopci�n de nuevas conductas. As�, la interdependencia social, la conexi�n del gui�n que la persona tiene sobre su enfermedad y los guiones de amigos, familia y Medios, generan procesos de informaci�n-motivaci�n, que se apoyan en la expectativa sobre los resultados, la auto-eficacia percibida y el establecimiento de metas.

En la figura 29, podemos ver, integrados, los elementos b�sicos de este modelo y la informaci�n proveniente de la influencia de los Medios, su relaci�n con la evaluaci�n individual, as� como su conexi�n con las conductas de enfermedad y la sintomatolog�a psic�tica.

En este instante de la investigaci�n �Qu� podr�amos decir sobre la informaci�n que les llega a las personas de las enfermedades mentales?. El estigma social de la enfermedad mental, se extiende al enfermo, a su familia y como hemos visto, aun hoy, incluso a los tratamientos psiqui�tricos al uso. Es dif�cil no aceptar que el enfermo mental rechace su enfermedad como primera medida de autoprotecci�n, que no desee tomar la medicaci�n ni acudir al psiquiatra; hasta aqu�, creo que est� siguiendo las primeras l�neas de un gui�n que inicialmente todos compartir�amos. En este primer momento, ni el enfermo ni la familia sabe lo que realmente ocurre, existe miedo y perplejidad por parte de ambos. Ante esto, la Medicina no suele dar informaci�n adecuada, hasta que el diagn�stico m�dico es fidedigno. Pero en ese momento, los delirios est�n ya muy consolidados, posiblemente haya existido una par de hospitalizaciones y la relaci�n entre profesionales, familiares y enfermos este rota o haya adquirido un desarrollo psic�tico y desadaptativo.

A partir de este momento, la rehabilitaci�n social, reconstruir� las potencialidades del individuo, su identidad y autoestima como paso previo o simult�neo a la integraci�n social. Pero para ello, el enfermo mental debe obtener informaci�n de profesionales, familiares y Medios que sea congruente con esa acci�n. La autoeficacia no puede potenciarse en un Recurso de manera aislada y con un horario prefijado, sino que todo el tejido social debe orientarse en esa direcci�n. Sin embargo, lo que esta investigaci�n ha encontrado, es el desarrollo y afianzamiento de ese estigma social de la enfermedad mental y la agresi�n como caracter�stica esencial de los enfermos mentales, junto a un reducido discurso comunitario y frente a la generalidad y vigencia del modelo biom�dico, que como hemos visto en la

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acci�n de sus Instituciones representativas, est� ausente completamente en el impulso para la creaci�n de Recursos sociales de Rehabilitaci�n e Integraci�n Social.

Por ello, apuntamos como hip�tesis para otras investigaciones de campo, que la Representaci�n Social de los trastornos mentales existente en la actualidad, alienta conductas de rechazo hacia el tratamiento, desinformaci�n a las familias, y estereotipos, creencias y perjuicios potenciadores de la exclusi�n social hacia los enfermos mentales. Al mismo tiempo, se�alamos que dichas circunstancias se asientan sobre condiciones materiales y culturales ligadas a su representaci�n social. Ambas son reversibles, mejorables y modificables en la medida en que se conocen y se desee hacerlo.

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-VULNERABILIDAD ORG�NICA/ BIOL�GICA

-EVENTOS ESTRESANTES

ENFERMEDAD MENTAL CRÓNICA

V. CULTURALES

-CIENCIA-RELIGIÓN-REPRESENTACIONES SOCIALES-IDEOLOGÍAS

V. ESTRUCTURALES

-ROL-COMPROMISOS Y METAS VITALES

V. SOCIALES

-APOYO SOCIAL-REDES SOCIALES-REDES INSTITUCIONALES

V. PSICOL�GICAS-AUTOEFICACIA-ESTILOS DE AFRONTAMIENTO-LOCUS DE CONTROL-ESTILO ATRIBUCIONAL-MECANISMOS INTRAPSÍQUICOS DE DEFENSA

V. F�SICAS

-SALUD-DISCAPACIDAD

DAÑO PERCIBIDO

CERCAN�A AL TRASTORNO-FAMILIA-SUJETO-REDES SOCIALES

E. M PERCIBIDA-TIPO E. M-SÍNTOMAS-CURSO-PRONÓSTICO-TERAPIA-CURACIÓN-ETIOLOGÍA-ROL ASIGNADO

PROCESO DE SOCIALIZACIÓN

-INTERACCIÓN SOCIAL-MEDIOS DE COMUNICACIÓN

V. DE LAS REDES SOCIALES-CALIDAD-CONTENIDO-AMPLITUD

VARIABLES DE LA AGENDA SETTING Y DE ESTRUCTURA DE LOS MEDIA

AMENAZA CONTROLABLE

GRADO DE AMENAZA SOBRE LAPROPIA

IDENTIDAD

-SINTOMATOLOGÍA DELIRANTE-DÉFICITS COGNITIVOS

AMENAZA INCONTROLABLE M�XIMO/ M�NIMO ESTR�SPERCIBIDO

CONCIENCIA APROPIADA DE ENFERMEDAD

CONCIENCIA INAPROPIADA DE ENFERMEDAD

GRADO DE DEPENDENCIA/ AUTONOM�A

ADECUADO ESTR�S PERCIBIDO

NIVEL DE PROCESAMIENTO

-CONFORMIDAD-ACEPTACIÓN-INTERNALIZACIÓN

APOYO SOCIAL PERCIBIDO

ATRIBUCIÓN DE SIGNIFICADO

ACTITUDES POSITIVASHACIA EL TRATAMIENTO

ACTITUDES NEGATIVASHACIA EL TRATAMIENTO

-GRADO DE ADHESIÓN A:-PROGRAMAS PSICOSOCIALES-INTERVENCIÓN PSIQUIÁTRICA

EVALUACI�N DE ESTRESORES Y RECURSOS

Fig.37 . Representaciones Sociales , conducta y sintomatolog�a en EM.Elaboraci�n propia: Bueno Abad ; Mestre Luj�n.

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7.5-Imago Praexentis

Durante el siglo I despu�s de nuestra era, el Imperio de Augusto, se hab�a extendido y pacificado a lo largo de todo el mundo de entonces. El emperador era conocido a trav�s de sus retratos, que eran reproducidos hasta la saciedad y enviados a lo largo y ancho de las provincias y naciones del imperio. La influencia del C�sar era conocida a trav�s de sus im�genes, no era necesaria su presencia f�sica, ya que su imagen deb�a ser igualmente respetada como si realmente formara parte de su persona y poder.

La continua repetici�n de estas efigies y la diversidad de aspectos con que era representado, poco ten�an que ver en �ltima instancia con la persona misma de Augusto, pero las im�genes que simbolizaban el poder de Roma, cumpl�an su funci�n social a pesar del ya lejano parecido con la realidad original. En cualquier caso, el emperador estaba “imago praexentis”, presente a trav�s de sus im�genes.

Nuestra investigaci�n tambi�n ha dibujado la imagen reelaborada socialmente de la locura en nuestro contexto social. La prensa, al igual que aquellos artesanos que copiaban el retrato del emperador de otras copias sin conocer el original, han captado y reelaborado como aquellos, el sentido y significado de los trastornos mentales a trav�s de las noticias que escriben.

Al igual que entonces, el hecho social que nos ocupa se presenta con diferentes ropajes y funciones seg�n los intereses y necesidades de los grupos sociales que interact�an bajo la cobertura de su informaci�n. El dibujo de las enfermedades mentales est� presente en toda la red social a trav�s de los Medios y su original, es ahora mismo una construcci�n de variables cl�nicas y sociales, en la que destaca por encima de otras consideraciones, la imagen presente en la agenda de los Medios, de una enfermedad que produce conductas violentas en quien la padece.

Sabemos que dichas im�genes corresponden a conocimientos y pr�cticas de diferentes grupos sociales y paradigmas cient�ficos, as� como a la acci�n u omisi�n de las Instituciones P�blicas. Esto significa que se asientan en caracter�sticas e intereses materiales bastante mundanos y previsibles. Por tanto, la exclusi�n social que se deriva de esta representaci�n puede ser atajada con la creaci�n y mantenimiento de Recursos sociosanitarios y con un importante esfuerzo educativo y de prevenci�n. Esto se traducir�a sin duda en un curso y tratamiento diferente de los trastornos mentales. Pero ambas medidas deben ser impulsadas de modo simultaneo y ampliarse a las �reas educativas, sociales, sanitarias, jur�dicas y laborales de nuestra sociedad, en una labor ingente de coordinaci�n entre Administraciones a todos los niveles, con especial importancia en la administraci�n local, como la instituci�n m�s cercana al ciudadano y descentralizadora de las prestaciones y servicios sociales.

Durante este a�o se ha desarrollado una iniciativa que debe ir en esa direcci�n, ya que ha sido publicado el nuevo Plan Director de Salud Mental y Asistencia Psiqui�trica de la Comunidad Valenciana. En �l, se contempla por primera vez, la necesidad de hacer un esfuerzo para contrarrestar el estigma social de los trastornos mentales, est� asesorado por psiquiatras, psic�logos

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y la Federaci�n de Asociaciones de Familiares de la Comunidad Valenciana, que a partir de este momento son en cierto modo, corresponsables de sus contenidos, desarrollo y aplicaci�n. Pero este nuevo Plan se perfila como una herramienta de centralizaci�n administrativa y sanitaria, no fija �rganos de coordinaci�n descentralizada (�reas de salud) entre la administraci�n sanitaria y de servicios sociales, ni tampoco entre los servicios sociales de base, especializados y de salud. Por �ltimo y lo que resulta m�s inexplicable, no contiene ning�n compromiso explicito de financiaci�n para los recursos, ni ning�n calendario de inversiones al respecto. Es en realidad, una reedici�n mejorada de los anteriores Planes, pero que mantiene su defecto principal, la falta de un compromiso con rango legal entre la Administraci�n y sus administrados.

De hecho, coincidiendo con el final de esta investigaci�n, los Medios de comunicaci�n audiovisuales, se hac�an eco de la expulsi�n de los enfermos mentales de un piso tutelado en Aldaya, por motivo del rechazo vecinal a su presencia, evidenciando con ello, que la creaci�n de Recursos no generar� por s� sola la integraci�n social, si no va acompa�ada de una ambiciosa y extensa planificaci�n que integre el compromiso y coordinaci�n institucional. Parejo a esta situaci�n, la prensa se hacia eco del recorte en un 50% de los fondos destinados a la creaci�n de Recursos para discapacitados y enfermos mentales. De doce Centros para discapacitados y cuatro para enfermos mentales, los presupuestos auton�micos para el 2002 reducen su n�mero a dos Recursos para discapacitados y dos para enfermos mentales, situados ambos en Benidorm. (El Pa�s, 19 de noviembre de 2001). Adem�s, este peri�dico nos informa de una l�nea de actuaci�n que ya nos resulta familiar: “Los cr�ditos para la construcci�n de estos Recursos (fondos del FEDER con un montante de 14.818 millones), han sido reducidos y sustituidos por convenios para que sean las asociaciones de familiares las que asuman el peso de las obras.”

Es posible que tengamos que llamar a este Plan, el Plan Cal�pides, ya que al igual que este histri�n de la antigua Roma, puede ser capaz de moverse sin siquiera avanzar un solo paso. Sin embargo, la enfermedad mental sigue siendo en la actualidad el m�s grave problema sociosanitario al que se enfrentan nuestras sociedades. En nuestro caso, hemos aportado elementos para entender sus mecanismos sociales de representaci�n, la imago praexentis que de nuestra propia naturaleza, nos devuelve la sociedad y la ciencia.

Valencia, Enero de 2002

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