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Universidad Nacional de Misiones Facultad de Artes y Diseño Maestría en Cultura Guaraní Jesuítica Tesis de Maestría Cuando una proclama cumple su mandato... 200 años después Campaña del ejército Guaraní Occidental a Santa Fe (1819) Lic. Pablo Camogli

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Universidad Nacional de Misiones

Facultad de Artes y Diseño

Maestría en Cultura Guaraní Jesuítica

Tesis de Maestría

Cuando una proclama cumple su

mandato... 200 años después

Campaña del ejército Guaraní Occidental a Santa Fe (1819)

Lic. Pablo Camogli

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Cuando una proclama cumple su

mandato... 200 años después

Campaña del ejército Guaraní Occidental a Santa Fe (1819)

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Universidad Nacional de Misiones

Facultad de Artes y Diseño

Maestría en Cultura Guaraní Jesuítica

Tesis de Maestría:

Cuando una proclama cumple su mandato... 200 años después.

Campaña del ejército Guaraní Occidental a Santa Fe (1819)

Maestrando: Lic. Pablo Sebastián Camogli

Director: Dr. Alfredo Poenitz

Mes y año: Julio de 2019

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A los vencedores vencidos

Agradecimientos:

Durante la cursada de la maestría y el tiempo de elaboración de este trabajo final conté con el

apoyo, la ayuda y la colaboración de numerosas personas a las que deseo expresar mi

agradecimiento en términos formales y explícitos.

En primer término, a mis compañeres de la hermosa y diversificada cohorte que me tocó

integrar. En especial a Gabriela, Estela y Claudia, con quienes compartí los viajes entre Posadas

y Oberá.

A los profesores, administrativos y personal de la maestría y de la Facultad de Arte y Diseño.

A mi queridísima prima Mgst. Mariela Montero, gestora e impulsora de esta maestría, y quien

me incentivara para incorporarme a ella.

A mi director Dr. Alfredo Poenitz, con quien tengo el gusto de aprender a diario, no solo de su

sabiduría y conocimientos, sino también de su amistad.

A los colegas de las diversas disciplinas que me ayudaron a resolver o profundizar aspectos

generales y específicos de este trabajo. En especial a los magister Oscar Daniel Cantero y Dante

Pérez, siempre solícitos para atender mis consultas. A Mirta, la compañera de Dante, que

siempre lo acompañó para atender mis consultas desde la distancia.

A mi mundo interior, ese que brota de los años y la sangre. A les amiges, a la familia, a mi

madre, a mi madre trucha (y Ale y Marce), a Ceci, mi vida adorada, y a Martín y Juan Manuel,

que lo son todo.

A la memoria intensa de mi padre.

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Índice:

Introducción: Cuando el mandato de una proclama se cumple... 200 años después……..8

- El objeto de estudio, lo micro y lo macro. Método y episteme…………………......9

- Desamparo historiográfico………………………………………………………..16

- La doxa que emerge de la episteme, o como se estructura la obra………………...20

- Hipótesis……..……………………………………………………………………21

Primera parte

Capítulo I: Documentos de la historia……………………………………………………...23

1.1. Descripción de los documentos………………………………………………..…24

1.2. El mérito del hallazgo…………………………………………………………….26

1.3. Lo documentado……………………………………………………………….…27

1.4. Los actores……………………………………………………………………..…30

Capítulo II: Brevísima historia para un pueblo milenario……………………………..….43

2.1. Delimitación del objeto de estudio: de los guaraníes, ¿qué?....................................44

2.2. Delimitación del método: de los guaraníes, ¿cómo?................................................45

2.3. La génesis de la raíz autonómica y guerrera……………………………...…..…..47

2.4. La resistencia ante las invasiones bárbaras…………………………………..……50

2.4.1. La resistencia, capítulo español………………………………….…..….51

2.4.2. La resistencia, capítulo jesuita…………………………………….……52

2.4.3. La resistencia, capítulo portugués………………………………….…...55

2.5. Las milicias guaraníes como ejército del rey en el Plata…………………..……..59

2.5.1. El indicio de la marcha en términos de práctica militar…………….…..60

2.5.2. Milicias en funciones……………………………………………….…..62

2.6. El corto siglo XVIII de los guaraníes…………………………………………..…65

2.7. Milicias en las internas del poder……………………………………………..…..66

2.8. Señores de las letras………………………………………………………….…...68

2.9. La expulsión sin drama histriónico…………………………………………..……70

2.10. Construcción del eje conceptual……………………………………………..…..72

Capítulo III: De revoluciones e independencias……………………...……………………75

3.1. La revolución en la historiografía………………………………..………….……76

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3.2. El origen endógeno de la revolución………………………………………..……80

3.3. Tu programa no es mi programa…………………………………………….……84

3.4. Epifanía para un planteo en construcción………………………………….……..90

3.5. Las independencias………………………………………………………….……91

3.6. El Congreso de Oriente y el embrujo de lo formal………………………….……92

Capítulo IV: El artiguismo como alternativa para la revolución……………….…….…..95

4.1. El artiguismo como problema………………………………………...……….….95

4.2. Estado de la cuestión…………………………………………………….….…….96

4.3. La revolución que propuso el artiguismo………………………………….…….100

4.4. Revolución es la política como práxis……………………………………..….....101

4.5. Contacto y vínculo: el empalme de los imaginarios………………………..……102

4.6. Misiones en el contexto de la Liga de los Pueblos Libres………………….…...105

4.7. Especificidad en el caos del cambio…………………………………………….106

4.8. Andrés Artigas, expresión de una revolución radicalizada……………………..107

4.9. La “expansión” y sus múltiples acepciones………………………………….….108

Segunda parte

Capítulo V: La campaña del ejército de Guaraníes Occidentales a Santa Fe……….….111

5.1. Instancia para una readecuación metodológica……………………………….…112

5.2. La Provincia Federal de Misiones……………………………...……...…….…..113

5.3. La provincia del orden social invertido: Corrientes………………………….….116

5.4. La provincia del vértice: Santa Fe………………………………………….…....120

5.4.1. La autonomía santafesina………………………………………….…..121

5.4.2. El liderazgo de Estanislao López………………………………….…..123

5.5. La movilización de las fuerzas auxiliares……………………………………..…125

5.5.1. El Comandante de Marina Campbell………………………………..…131

5.6. Rumbo a Santa Fe…………………………………………………………….…132

5.7. “Fue preciso matarlo como a un tigre”……………………………………….…136

5.8. Un confuso episodio con múltiples interpretaciones………………………….…138

5.8.1. Las diferencias políticas que (mejor) explican las tensiones………….140

5.9. Escenas finales de las tropas misioneras en Santa Fe………………………...…146

6. Conclusiones: Mandato cumplido………………………………………………….…...149

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6.1. Síntesis del proceso de elaboración del proyecto……………………………….149

6.2. Hipótesis contrastadas……………………………………………………….…..151

7. Bibliografía………………………………………………………………………………156

8. Índice de mapas………………………………………………………………………….180

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Introducción

Cuando una proclama cumple su mandato...

200 años después

“La provincia de Santa Fe, país fiel de Amigos de nuestra

causa, ellos son tanto más dignos de nuestra

consideración (...) que vuestra conducta (…) no sea

despreciada; haced sí que sea recogida por la Historia y

que al despertar la remota posteridad se diga de vosotros:

fueron a proteger las virtudes Sangradas de nuestra

Santa Libertad.”

Proclama de Andrés Artigas del 6 de noviembre de

1818, en Corrientes

En diciembre de 1818 partió desde el puerto de Goya una fuerza expedicionaria al

mando del Comandante Francisco Sití. Se trataba de una porción del ejército guaraní-misionero

que respondía a las órdenes del Comandante General de Misiones y Comandante Militar de

Corrientes, Andrés Guacurarí y Artigas. La misión de este contingente liderado por Sití era

incorporarse como auxiliares al ejército del gobernador de Santa Fe, Estanislao López, que por

entonces resistía los embates conjuntos de las tropas directoriales de Córdoba y Buenos Aires.

Aquella campaña militar es uno de los capítulos menos conocidos de la experiencia

protagonizada por los guaraníes misioneros en el marco de la revolución y la lucha

independentista, bajo las banderas del federalismo propiciado por José Gervasio Artigas, el

Protector de la Liga de los Pueblos Libres.

En las semanas previas, el Comandante General Guacurarí desplegó una intensa labor

para organizar las tropas, mientras lidiaba con las tensiones de clase que emergen con la elite

blanca y criolla correntina, ni bien ingresa y ocupa la ciudad de Corrientes con su ejército de

“indios”, en agosto de 1818. Entre sus múltiples tareas, en su condición de jefe político y militar,

está la de exaltar el fervor guerrero, tanto de la población como de las tropas que conforman las

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Fuerzas Occidentales Guaranís, y de donde se desprende el grupo que irá en auxilio del “país

fiel de amigos” santafesinos. Es por ello que el 6 de noviembre publica y hace leer en los

cuarteles y las plazas, una proclama anunciando la expedición a Santa Fe, en la que conmina a

las tropas a mantener la disciplina y la buena conducta. No solo para evitar la mano de la

justicia, que Andrés anuncia aplicará “desviándose de la sensibilidad”, sino para que la Historia

recoja esa página que irían a escribir y que en la “remota posteridad” se diga que lucharon por

“proteger las virtudes Sagradas de nuestra Santa Libertad”.

Con este trabajo se cumple el mandato de aquella proclama. Esta investigación -por

primera vez en forma tan específica-, recoge la experiencia bélica de Sití y sus soldados y hace

presente la “remota posteridad” con la que Andresito arengó a los hombres que irían a jugarse

la vida por la “Santa Libertad”. Han pasado, exactamente, 200 años.

¿Qué hacían los guaraníes de las Misiones peleando en Santa Fe? ¿Cuál fue la lógica

militar que determinó su envío? ¿Cómo se integraron al ejército santafesino? ¿Cómo lucharon

contra las experimentadas tropas directoriales? ¿Quiénes fueron aquellos guaraníes? ¿Eran

todos guaraníes? ¿Eran todos federales? ¿Eran todos soldados? ¿Eran la herencia rebelde de un

pueblo milenario o la coyuntura de una masa social en resistencia contra el poder central de

Buenos Aires? ¿En esa lucha eran protagonistas de su propio destino o, más bien, constituían

la carne de cañón que alimentaba la disputa interna de las elites criollas, que aspiraban a heredar

los predominios coloniales? ¿Eran un pueblo en armas cohesionado o el efímero estertor de un

pueblo de pretérita palabra?1

El objeto de estudio, lo micro y lo macro. Método y episteme

El presente trabajo plantea un objeto de estudio puntal y preciso: la campaña militar de

auxilio a Santa Fe encabezada por el Comandante Francisco Sití entre diciembre de 1818 y julio

de 1819. Sití condujo un contingente de soldados pertenecientes al Ejército Occidental Guaraní,

que por entonces liderada el Comandante General de Misiones y Comandante Militar de

1 Se adopta el exónimo guaranís o guaraníes-misioneros como forma de identificar al colectivo que siguió

a Andresito y luchó junto a él, la mayoría habitantes de los pueblos de la costa occidental del Uruguay, del

departamento Concepción y, en menor medida, del departamento Candelaria (ver mapa 1: Departamentos de

Misiones en 1811). El uso del término “guaraní” es una generalización que puede conducir hacia una idea de

unidad étnica que, en la práctica, no fue (ni es) tal. Cada aldea, cada cacique o cada pueblo, mantuvo cuotas de

autonomía para definir qué postura adoptar ante cada coyuntura (Poenitz y Poenitz 1998, Wilde 2009 y Camogli

2015). Asentamos, por lo tanto, que con el uso de los términos “guaraníes” o “guaraní-misioneros” nos referimos

a los grupos que fueron parte de la experiencia histórica del federalismo en Misiones, ya sea en forma directa o

tangencial.

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Corrientes, capitán de Blandengues Andrés Guacurarí y Artigas.2 Si bien a priori parece un

tema algo acotado y en exceso específico para un trabajo final de posgrado, creemos que no lo

es. Para ello, confiamos en el acervo documental inédito que se aporta y, fundamentalmente, en

el enfoque epistemológico e historiográfico que se adopta, con el que se procura, en resumida

síntesis, detallar lo micro en su profunda complejidad temporal, espacial y cultural.

En este sentido, se apunta a entrecruzar el hecho fáctico de la expedición a Santa Fe,

con los procesos históricos que se desarrollaron en la época. Entre la aparente liviandad de la

descripción de acontecimientos, fechas y listados de personajes que se presentan, y la densa

trama de los cambios turbulentos acaecidos con la revolución y la lucha independentista, es que

surgirán las preguntas, las hipótesis y las conclusiones de este trabajo. Aceptamos el riesgo de

adentrarnos en un hecho que, en apariencia, reviste relativa importancia histórica porque

aspiramos, con el estudio del mismo, a profundizar planteos, posturas y definiciones

historiográficas que hoy gozan de un general consenso y que pretendemos debatir desde otras

concepciones.

El objeto de estudio será la campaña militar de auxilio a Santa Fe, pero también lo serán

los grandes temas historiográficos de la época, como la revolución, la independencia, la

omnipresencia de la guerra y su secuela de militarización social, el artiguismo y las disputas,

teóricas, simbólicas y prácticas, por definir las características del poder a construir al momento

2 El nombre de Andrés Guacurarí suele aparecer con diferente grafía, según las fuentes. En términos

generales, Andresito firmaba como “Andrés Artigas” (por ejemplo, AGPC: “Correspondencia oficial. Años 18-

19”, Tomo VIII, folios 195, 205, 210 y 217), una forma de convalidar su posición política como hijo adoptivo del

Protector de la Liga, José Artigas. Ahora bien, por lo menos en dos documentos puntuales, dirigidos a la población

guaraní, figura la firma de Andrés Guacurarí y Artigas, incorporando su apellido nativo escrito claramente como

“Guacurarí”. Se trata de la circular a los Cabildos de los pueblos misioneros, en la que se solicita azufre destinado

a la fábrica de pólvora a instalarse en Concepción y que está datada el 3 de septiembre de 1816 (MM, Tomo IV:

96-97). El documento agrega a pie de página, que esa misma circular se remitió a los siguientes pueblos: La Cruz,

Santo Tomé, Apóstoles, Concepción, Santa María, San Javier, Mártires, San José, San Carlos, Candelaria, Santa

Ana, Loreto, San Ignacio, Corpus y San Francisco de Paula). El otro documento es más claro aún, ya que el mismo

se inicia con su presentación como “Andrés Guacurarí y Artigas, Ciudadano Capitán de Blandengues, y

Comandante General de la Provincia de Misiones”. Se trata del “Exhorto a los naturales de los Pueblos Orientales

de Misiones”, difundido al oriente del Uruguay en septiembre de 1816, al inicio de la campaña sobre los siete

pueblos que Portugal había tomado en 1801. En ambos casos, es claro el objetivo del Comandante General de

identificarse como un igual, un avá, frente a los liderazgos locales a los que debía convencer de sumarse a la lucha

(El documento completo en: MM, Tomo IV: 21-24, Bauzá 1897, Cabral 1981 y Machón y Cantero 2006. Para un

análisis del mismo, ver Wilde 2009, Machón y Cantero 2010 y Camogli 2015).

Durante mucho tiempo, los historiadores escribieron el apellido como Guazurarí, Guaçurarí o Guasurarí,

cuya traducción del guaraní sería “venado veloz”. Ni en los censos de los pueblos Misioneros de Santo Tomé o

San Borja (Machón y Cantero 2006) ni en los documentos firmados por el propio Andresito que ya citamos, figuran

estos apellidos y sí el Guacurarí. Lo mismo ocurre en el documento inédito que damos a conocer en este trabajo,

en donde figura el capitán Lorenzo Guacurarí, posible hermano de Andrés y uno de los jefes de los regimientos

misioneros en Santa Fe. Por lo tanto, adoptamos para el uso en el resto del texto la grafía Guacurarí, por ser esta

la correcta.

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del derrumbe del Antiguo Régimen en el ámbito rioplatense. Se trata, en suma, de una propuesta

posicionada en el paradigma de la historia total. Paradigma, en tanto propuesta y desafío, que

se aleja del eco encapsulado de la escuela de Annales creadora de esta espisteme, que en su

momento alcanzó ribetes rupturistas,3 pero que en la actualidad, a casi un siglo de su aparición,

puede ser discutida desde ángulos diversos.4

Por lo tanto, adoptamos la episteme de la “historia total” como la certeza indubitable del

paso del tiempo: todo lo vivido ha ocurrido en el pasado, incluso más allá de la relatividad del

tiempo.5 Entendemos a la totalidad no con la pretensión de comprenderlo o explicarlo todo en

términos de ciencia e historiografía, sino, más bien, como certeza de lo inabarcable que resulta

dicha “totalidad”; certeza de espíritu poético, ante lo indecible del pasado. Esa dificultad

original de la historia como disciplina que pretende rigor científico, pero que a la vez carece de

la posibilidad metodológica de la contrastación más allá de la dialéctica y el discurso, nos

impele a buscar alternativas al documento escrito, que sigue siendo (y lo será por siempre), el

alma de nuestro trabajo, pero que por sí solo no alcanza para el objetivo de la construcción de

conocimiento.

En la actualidad, está visión epistemológica de la historia como una disciplina que

requiere del diálogo multidisciplinario con la antropología, la economía, la sociología, la

arqueología, la etnohistoria, la historia del Arte y, obviamente, la inseparable geografía, entre

otras, es un consenso generalizado. Así, la heurística y la hermenéutica, pilares básicos de

nuestra disciplina, son tan indispensables como la capacidad de sumar enfoques y miradas

contextuales que amplifiquen y resignifiquen los dichos, los datos y los hechos que surgen de

tal o cual documentación o fuente primaria.

En este punto, debemos dejar asentado un tema clave para el estudio de la historia

regional en el período en cuestión y que ampliaremos en el capítulo siguiente: la ausencia, la

3 Los fundadores de Annales fueron los historiadores franceses Marc Bloch [1886-1944] y Lucien Febvre

[1878-1956], creadores de la revista de Annales, en 1929, con base en la universidad de Estrasburgo. 4 Moradiellos García (2002) por ejemplo, remarca una crítica tradicional a Annales en la ausencia del

sujeto como protagonista del hecho histórico. Ver, también, Aguirre Rojas (2006). 5 Fue la propia escuela de Annales, a través del aporte de Fernan Braudel [1902-1985], miembro de la

segunda generación de historiadores de esta corriente, el que incorporó la theoría de la relatividad del tiempo, al

establecer tres tiempos históricos: el corto, el mediano y el largo. En la actualidad, cualquier análisis que se plantee

sobre coyunturas y estructuras, recurrirá a un esquema temporal influenciado por Braudel. En su tesis doctoral

(1947-1949) sobre el mundo mediterráneo en la época del rey Felipe II [1527-1598], Braudel desarrolló los

principios perennes de Annales, entre los que se encuentran, además de la citada cuestión del tiempo, la necesidad

del trabajo y el debate multidisciplinario y la búsqueda de nuevas fuentes que superen el recurso exclusivo del

documento escrito como objeto y límite para el trabajo del historiador. Al respecto, ver: Braudel (2001 y,

especialmente, 1990, capítulo 3 “La larga duración”).

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dispersión y la segura destrucción de una cantidad indeterminada de documentos referidos a la

experiencia guaraní-misionera.6 El hecho de haber sido sistemáticamente destruidos los pueblos

misioneros por los ejércitos luso-brasileños, en especial durante las campañas genocidas de

1817 (Camogli 2015),7 como así también el carácter móvil del ejército de Guacurarí, han

provocado un fenómeno de vacío documental. De hecho, los principales acervos documentales

para reconstruir aquella experiencia son el Archivo Artigas (a partir de aquí, AA8), el Archivo

General de la Provincia de Corrientes (a partir de ahora, AGPC) y, en menor medida, el archivo

obrante en el Museo Mitre (MM). Esto se explica porque, en el primer caso, Artigas logró cierta

estabilidad en su gobierno, lo que permitió la conservación de documentos, los que fueron

recopilados y ordenados por los historiadores uruguayos al momento en que se consagró a

Artigas como “padre de la Patria” oriental. Ese archivo se comenzó a publicar, primero, en

formato papel, y luego, en forma digital y de acceso público. En el caso del AGPC, se entiende

la presencia documental en que Guacurarí pasó allí varios meses.

Al carácter móvil del “pueblo en armas” (Poenitz y Poenitz 1998, Machón y Cantero

2006 y Camogli 2015) liderado por Andresito y a la destrucción sistemática de los pueblos, se

agrega la pérdida del carácter institucional de provincia para Misiones, una vez finalizada la

experiencia federal.9 Eso generó un corte de más de 50 años, hasta 1881, momento de la

6 Ver especialmente Cantero (2014). 7 Sobre el término “campañas genocidas” existen ciertos debates ineludibles. En especial porque en

Camogli (2015) es la primera vez que se utiliza el término, muy en boga en la época de edición de aquel material,

influenciado por la generalización de los juicios a los genocidas durante la última dictadura cívico-militar. El

reparo más importe proviene del Dr. Alfredo Poenitz, quien remarcó su rechazo al uso del término en una clase

que compartimos con alumnos del IMES (Instituto Misionero de Estudios Superiores), en Posadas, por

considerarlo anacrónico. Si bien es cierto que el término “genocidio” fue acuñado por Raphael Lemkin [1900-

1959] para describir el Holocausto judío, el término describe una práctica de exterminio que puede aplicarse a

otros contextos históricos. Hay veces que el uso de un término acuñado en otra época no resuelta anacrónico, sino

que facilita la comprensión de un proceso histórico por parte del lector, el estudiante o el receptor. Si es así, cabría

preguntarse si el uso de un léxico actualizado, dinámico y de fácil comprensión no debería ser un objetivo más en

el trabajo historiográfico, tanto en lo académico como para la difusión y la transferencia.

Retomando el tema, al repasar nuevamente para esta tesis tanto las instrucciones impartidas al jefe luso-

brasileño Francisco Das Chagas Santos, como el resultado de su paso por los pueblos misioneros, que dicho jefe

comunica detalladamente a sus superiores, resulta que el término “genocidio” es aplicable en la acepción adoptada

por el Estatuto de Roma, de 1998, que reactualiza la interpretación de genocidio dada con posterioridad a la

Segunda Guerra Mundial: “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a

un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”. En este caso, el objetivo indubitable de los luso-brasileños

fue destruir desde los cimientos a los guaraníes-misioneros que seguían a Artigas. 8 Junto a la bibliografía se incorpora el listado de todas las siglas utilizadas en este trabajo. 9 En diciembre de 1821 caerá, vencido por los paraguayos, el último Comandante General de Misiones

de origen guaraní, Nicolás Aripí, quien había reunido a un pequeño grupo de guaraníes dispersos y con los cuales

se instaló en San Ignacio, bajo la bandera tricolor que identificó a Guacurarí. Con más hidalguía que capacidad de

lucha, Aripí reclamó ante Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay, el derecho soberano de los indígenas a la

comercialización de yerba mate. La yerba (siempre la yerba, en la historia de Misiones) y el paso comercial que

irá surgiendo en torno al cuadrado formado por Itapúa, Campichuelo, Candelaria y la actual ciudad de Posadas,

que los paraguayos utilizarán para intercambiar productos vía Porto Alegre, serán las claves georregionales para

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creación del Territorio Nacional de Misiones y de la constitución del Archivo General de

Gobernación de Misiones (desde aquí, AGGM), que si bien custodia casi exclusivamente la

documentación emitida por el poder Ejecutivo provincial, mantiene una secuencia documental

ininterrumpida desde la conformación del Territorio hasta nuestros días. En el capítulo

siguiente, ampliaremos las características de la dispersión documental, sus consecuencias

historiográficas y el abordaje de diversas soluciones por parte de los historiadores regionales

para llenar los huecos o vacíos documentales con los que solemos encontrarnos en el estudio

de estas temáticas.

Debido a su incidencia en el planteo epistemológico que se adopta para este trabajo, se

recurre a la etnohistoria como auxiliar disciplinario fundamental para el abordaje del imaginario

guaraní-misionero, elemento central para la elaboración de las hipótesis y su posterior

contrastación. No tanto como metodología de análisis, sino más bien como forma de acercarse

“al sentido de los discursos y prácticas de los actores del pasado en el contexto en el que se

produjeron”.10 En este sentido, adoptamos la definición de Ana María Lorandi, quién considera

a la Etnohistoria como una disciplina que se ocupa de la sociedad indígena mediante un

maridaje entre paradigmas teóricos y metodológicos de la Antropología y de la Historia

(Lorandi 2012).11 A esta altura del avance del conocimiento científico sobre los guaranís, su

cultura y su particular relación con el mundo blanco, ya sea en tiempos coloniales o

revolucionarios, está claro, desde la perspectiva de este balance historiográfico, que los mayores

la expulsión definitiva de los guaraníes de la vera del Paraná. (Ver Machón 1991 y 2003a, Poenitz y Poenitz 1998,

Machón y Cantero 2008 y 2014 y Oviedo 2014).

Como dato de color, el naturalista francés Amado Bonpland conoció a Aripí y describió su campamento

en sus memorias. Es más, fue un defensor de la soberanía de los guaraníes sobre sus tierras y los yerbales en

disputa, que el Paraguay consideraba como propios. Intentó establecer un campamento experimental en Santa Ana,

a pocos kilómetros de San Ignacio, pero al momento del ataque a Aripí los paraguayos lo capturaron a él también

y lo mantuvieron durante 8 años extrañado en el interior del Paraguay. (Machón 2004).

Por último, la provincia soberana de Misiones perdurará, casi como un estertor institucional, a partir de

la intervención de Santa Fe, que debido a intereses comerciales decide poner bajo su protección a Misiones al

momento de la firma del Tratado del Cuadrilátero (artículo 15), firmado por Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y

Corrientes, el 22 de enero de 1822 y que pretendía ponerle fin a la guerra civil en el Litoral, luego de la victoria

en Cepeda de las tendencias federales (Camogli 2005) y del conflicto interno suscitado por Francisco Ramírez, al

suprimir las autonomías provinciales de Corrientes y Misiones para crear la República de Entre Ríos, con él mismo

como Jefe Supremo. En ese marco, Santa Fe designó a Félix Aguirre como gobernador de Misiones, con sede en

San Roquito. Este personaje, a la sazón un mestizo correntino de escasa influencia sobre los guaraníes, apenas

logrará sostener cierta autoridad sobre los antiguos pueblos del departamento Yapeyú, pero para entonces ya era

inexistente la provincia guaranítica (Poenitz y Poenitz 1998) o federal (Machón y Cantero 2008), al estar sus

pueblos gobernados por correntinos al servicio de los intereses comerciales de Santa Fe. (Ver, además de los

citados, muy especialmente Larguía 2013). Ver cita al pie 322. 10 Wilde (2009: 25). 11 Para un balance epistemológico sobre la etnohistoria, ver Lorandi (2012) y el dossier especial de

Memoria Americana on line: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/memoria-americana/issue/view/136/showToc.

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14

aportes provienen del entrecruzamiento producido por la historia con la antropología y la

etnohistoria, como puede observarse en la obra de Wilde (2009), pero también en Roulet (1993),

Avellaneda y Quarleri (2007), Saffi (2009), Avellaneda (2014a), y en el libro de la propia

Quarleri (2009). Lo mismo para el aporte inconmensurable de Bartomeu Melià, cuyo contacto

directo con los guaraníes le ha permito traducirlos para el hombre blanco de una manera única

y maravillosa (Melià 1997a y Melià y Temple 2004).

Mapa 1: Departamentos de Misiones en 181112

La centralidad del fenómeno bélico en la época, a partir de la sincronía entre guerra de

la independencia y guerra civil, nos conduce a abordajes propios de la “Historia social de la

guerra” planteados por el inglés John Keegan (1995 y 2013) y resumidos por Lorenz como una

forma de “prestar atención a la guerra, además del fenómeno histórico-político, como

experiencia vivida” y como un “fenómeno socio-cultural”.13 Planteos similares podemos

encontrar en Rabinovich (2013 y 2017) y en Camogli (2017).

Por último, se subraya en forma explícita que pensamos y vemos al pasado desde una

mirada netamente regional, en donde el clivaje centro-periferia, tan bien sintetizado por Juan

Álvarez [1878-1954] en su temprano y poco difundido Las guerras civiles en la Argentina

12 Camogli (2015: 109). 13 Lorenz (2015: 23).

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(Álvarez 2001), será reconocido en términos históricos, pero revertido en el plano

historiográfico. Álvarez logró describir las tensiones claves entre el puerto de Buenos Aires y

el interior del país, a partir de su condición de hombre del litoral: lo que abarataba la vida del

centro, pauperizaba la vida de la periferia. Esas tensiones se mantienen vigentes, por lo que el

clivaje centro-periferia resulta, así, incuestionable desde la perspectiva histórica. Pese a ello,

proponemos revertir el sentido del clivaje en términos historiográficos, y hacer centro a la

periferia a la hora de estudiar, interpretar y escribir sobre el pasado. Este cambio, un tanto

metodológico y mucho de cultural, permite poner en cuestionamiento ciertos consensos

historiográficos construidos en base a un exceso de la mirada porteñocéntrica.14

En virtud del planteo epistemológico en el que nos posicionamos, y de las salvedades

heurísticas expuestas, es que establecemos como método de trabajo, en primera instancia, la

presentación y la hermenéutica correspondiente de la documentación inédita obtenida en el

Archivo General de la Provincia de Santa Fe (a partir de aquí, AGPSF). Luego, procederemos

a contextualizar e interpretar dicha documentación a partir de una serie de hipótesis que surgen

de un marco teórico que se planteará para tres ejes contextuales, que se analizarán en capítulos

particulares y luego en conjunto, en la segunda parte de esta tesis, a saber:

a) la herencia guaraní, con la militarización vivida por este pueblo a lo largo

del tiempo como tema aparentemente subsidiario, pero que proyectamos de vital

importancia para las hipótesis planteadas;

b) la revolución y la guerra por la independencia como denso proceso

histórico de omnipresencia y agonal incidencia socio-cultural para todos los actores

de la época, y del cual se desprenden otras hipótesis a contrastar;

c) el alcance ideológico y su traducción en el estallido de una temprana

guerra civil, de la propuesta confederal impulsada por el Protector de los Pueblos

Libres, José Artigas, cuya instancia institucional (La Liga de los Pueblos Libres)

suele ser subalterizada por la historiografía nacional argentina, que identifica como

institucionalización formal de la revolución a los gobiernos porteños,15 como el

14 Este plateo historiográfico será desarrollado en términos académicos en el capítulo II. Como síntesis a

modo de difusión, digamos que se trata de hacer historia nacional desde las provincias, como forma de romper con

esa lógica que impele a los historiadores misioneros a hacer historia de Misiones, a los riojanos de La Rioja, o los

neuquinos de Neuquén y a los de Buenos Aires, historia nacional. Aquí no solo reclamamos el derecho de analizar

los grandes temas nacionales, también planteamos la necesidad de constituirnos en el centro del espacio y el tiempo

nacional a historiar. 15 De hecho, se asume a la Primera Junta del 25 de mayo de 1810 como el primer gobierno patrio, cuando

la realidad es que un año antes se habían formado juntas similares en Chuquisaca y La Paz. En especial la primera

de ellas, con Bernardo de Monteagudo [1789-1825] como su nervio político y cuyo brazo armado fue Juan Álvarez

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Directorio, 16 que detentaba el poder ejecutivo en la época de la campaña a Santa Fe,

y que desde el momento mismo de su instalación, en 1814, le declarará la guerra a

muerte al enemigo, al que tempranamente definirá como “anárquico”.17

Y aquí retomamos lo dicho en el párrafo inicial de este acápite, cuando se aseveró que

nuestra pretensión es “detallar lo micro en su profunda complejidad temporal, espacial y

cultural”. Esa será la propuesta epistemológica, con sus bases en conceptos adoptados de

Annales, muy especialmente el criterio de la historia como una totalidad. Totalidad en la que

pretendemos zambullirnos de la única manera en que lo concebimos posible: recurriendo a lo

multidisciplinario como herramienta y abordando la temática desde la complejidad enorme y

apasionante que tiene el pasado como objeto de estudio.

Desamparo historiográfico

El objeto de estudio de la campaña de auxilio a Santa Fe es un hecho de escasa difusión

en la historiografía, tanto nacional como regional. E, incluso, tan solo aparece en modo

tangencial en la historiografía misionera, que en las últimas dos décadas produjo una renovación

sobre el rol de Misiones en la revolución y las luchas independentistas con evidentes progresos

de Arenales [1770-1831]. Esas juntas, pioneras en el espacio rioplatense, también fueron patrias, pero tuvieron la

desagracia de ser vencidas y de ocurrir a enorme distancia del centro que, por entonces, comenzaba a gestarse

centrípeto, europeizante y dominante, en torno al puerto de Buenos Aires (Para Monteagudo, ver Pelliza 1916,

Carozzi 2011 y Garín 2011. Para Arenales, ver Novayo 1983 y Camogli 2014. Para los procesos revolucionarios

altoperuanos, ver el planteo siempre interesante y provocador de Brienza 2012, el capítulo 3 de Camogli 2017 o

los más específicos, pero igual de claves para comprender este espacio de cosmogonía tan diferente a la criolla,

Serulnikov 2006, Soux 2006, 2007 y 2009 y Vega 2013, como así también el revelador libro de Roca 2007 o el

precursor de Arze Aguirre 1979). 16 El Directorio fue creado por la Asamblea del Año XIII, el 22 de enero de 1814, luego del giro

conservador dado por este organismo a mediados de 1813, cuando se expulsó a los diputados orientales alegando

cuestiones formales en su elección. El primer Director Supremo fue Gervasio Antonio de Posadas [1757-1833],

tío de Carlos María de Alvear [1789-1852], la persona más influyente dentro de la Logia gobernante en Buenos

Aires, luego del desplazamiento parcial de José de San Martín [1778-1850]. Aquel hecho marcó el quiebre

definitivo entre Buenos Aires y las provincias litoraleñas y dio inicio a la guerra civil en el Litoral. (Ver Ravignani

1937, Canter 1947 y Camogli 2009a y 2013). 17 En la tesis para la obtención del título de licenciado en historia (aún inédita), se efectuó un análisis de

las referencias al otro en el marco de la guerra civil, a través de los partes de batallas de las guerras civiles de esos

años, recopilados, en buena parte, por un extraordinario trabajo de Benencia (1973). Ya en esa época el poder

central denominaba a los federales litoraleños como “anarquistas”, término al que aún recurren los grupos

hegemónicos en el país como forma de identificar al enemigo político, frente a cuyo accionar “anárquico” se

justifica el uso de la fuerza pública, por más brutal que esta sea. Remarca esta apreciación de larga duración, que

los sectores populares definan al enemigo, en todas las épocas, como tiranos o traidores. Quizás aquel estudio

como tesista amerite una actualización que permita recorrer las referencias al otro durante los más de 200 años de

vida independiente de nuestra patria, cuya violencia política es un síntoma de tensiones socio-económicas

irresueltas. (Camogli 2009a, 2009b y 2010).

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17

historiográficos.18 Quizás la principal característica de esta renovación sea el aporte documental

efectuado, en primerísimo término, por Jorge Machón (1991, 1992, 1993a, 1993b, 1995, 1996a,

1998, 2000, 2003a, 2003b y 2006), pero también por Salvador Cabral (1981), Edgar Poenitz y

Alfredo Poenitz (1998) y Oscar Daniel Cantero, quien ha publicado varios trabajos junto a

Machón (2005, 2006, 2008, 2010 y 2014) y en forma individual (2014, 2016 y 2017).

Por diversos motivos, la campaña a Santa Fe no mereció mayor atención de los

investigadores. Tan es así que no hemos podido encontrar ningún trabajo específico sobre el

tema, por lo que consideramos, como diagnóstico previo, que tendremos más dificultades que

certezas a la hora de establecer concusiones o puntos de debate.

Sí existen numerosas referencias en la bibliografía, pero en la mayoría de los casos se

trata de comentarios tangenciales o referencias muy puntuales, dentro de un relato más amplio.

De todas formas, esas referencias parciales permiten reconstruir parte de aquella campaña,

dimensionarla en su contexto histórico y establecer algunas hipótesis que pretendemos

contrastar gracias al corpus teórico en el que nos apoyamos.

Las primeras referencias figuran en las memorias de dos actores de la época. Por un

lado, las Memorias de Fermín Félix Pampín [1778-1870], comerciante español residente en

Corrientes al momento de la ocupación de la ciudad por las tropas de Andresito. Este dejó un

extenso testimonio sobre lo que denominó “la degradante humillación que Corrientes y su

provincia sufrió del ejército de guaranís y tapes, al mando de su general Dn. Andrés Artigas”

(Mantilla 2004).

Estas Memorias son la más completa fuente directa sobre el paso de Andresito y su

ejército por Corrientes. Con este texto contemporáneo a los hechos se inicia la “leyenda negra”

sobre Andresito, que perdura hasta la actualidad en parte de la historiografía correntina. Esto se

observa en trabajos como los de Deniri (2009 y 2013), cuya heurística erudita contrasta con una

hermenéutica militante, en especial en la primera de sus obras, cuyo provocador título, La

invención de Andresito, le valió al autor consistentes críticas por parte de una historiografía

misionera que, por la misma época, consolidaba su “nueva frontera” (Jaquet 1998 y 2001) en

torno a la figura del líder guaraní, pero ahora con un apoyo documental que demostraba,

18 En las biografías dedicadas a Andrés Guacurarí, la campaña de Francisco Sití ocupa un lugar

secundario, tal como puede corroborarse en Sánchez Ratti (1970), Cabral (1981), Savoini (1990), Machón y

Cantero (2006) y Camogli (2015). Tampoco le dedican mucho espacio los trabajos de estudio regional, como

Poenitz y Poenitz (1998) y Savoini (2000).

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indubitablemente, la intensa existencia de Guacurarí y su ejército. Esta postura de Deniri fue

matizada en su segunda obra.19

Las Memorias fueron publicadas en 2004 por Diego Mantilla, pero con ciertos recortes

fundamentales en la porción correspondiente al apéndice documental que se cita

permanentemente en el texto. Dichos documentos (19 en total) fueron transcriptos e

incorporados al final del escrito, que forma parte del “Fondo Mantilla” del AGPC. Según las

fotocopias de dichos documentos a la que pudimos acceder la mayoría de los autores, las hojas

aparecen traslúcidas y se hace imposible su lectura.20 Consultado tanto Diego Mantilla como el

Director del AGPC sobre la existencia de los documentos originales, ninguno lo confirmó.21

Incluso en los Papeles de Estanislao López, cuya colección fue digitalizada por parte del

AGPSF, no he podido corroborar la existencia de los documentos que Pampín transcribe. Si

bien esto puede deberse simplemente a la pérdida o destrucción de los documentos, dejamos

abierta la hipótesis, que se analizara en próximos capítulos, de que esta ausencia haya sido una

operación historiográfica destinada a diluir la experiencia federal de los guaraníes en la época,

algo que, ya veremos, se podría haber repetido a la hora de historiar las luchas desarrolladas en

1819, en Santa Fe (Peréz s/f.).

Un ejemplo de la importancia que tiene este acervo documental “oculto” en las hojas

traslúcidas de las Memorias de Pampín, es la proclama que se cita al inicio de esta introducción

y que origina el título de esta tesis. Dicho documento figura con el N° 8, entre las páginas 170

y 171, y fue transcripto en forma completa por primera vez en 2010 por Machón y Cantero

(2010 y 2014). Por lo tanto, aquel mandato de Andresito hacia la Historia para recoger la

conducta de sus hombres en lucha por la “Santa Libertad”, demoró 192 años en ser leída y 200

en ser historiada.

Si las Memorias de Pampín aportan datos desde el punto de partida de la expedición,

esto es, la provincia de Corrientes, Manuel Ignacio Diez de Andino [1747-1822] efectúa el

19 En la actualidad, Deniri es el director del AGPC y, en tal condición, es el encargado de custodiar buena

parte de la historia regional y, específicamente, los documentos vinculados al paso de Andresito por Corrientes.

Carente de los recursos necesarios para su profesionalización, modernización y acondicionamiento estructural para

la correcta conservación de los documentos, el AGPC se sostiene merced al esfuerzo de su personal. 20 Ver Cantero (2014), Machón y Cantero (2010 y capítulo 3 de 2014) y Deniri (2009 y 2013). 21 Se hicieron consultas vía facebook con Mantilla y personalmente y vía telefónica con Deniri. La

presunción es que esos documentos se extraviaron, se destruyeron y hasta existe la hipótesis de su ocultamiento o

extravío intencional para evitar su difusión. Dicha hipótesis me fue planteada por varios colegas correntinos y, a

priori, no podría descartarse. Ya había planteado ese “método” historiográfico Bartolomé Mitre, que extravío el

“Plan de Operaciones” que Eduardo Madero había encontrado en el Archivo General de Indias de Sevilla y que

recurrió al mismo procedimiento cuando Mariano Balcarce le remitiera toda la documentación que había

conservado su yerno, el Libertador José de San Martín (Ver Galasso 2000, 2006a y 2011 y Duhalde 2005).

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19

mismo aporte contemporáneo, pero desde el lugar de los hechos: Santa Fe. Durante siete años

(1815 a 1822) Diez de Andino redactó una especie de diario o crónica de los principales sucesos

acaecidos en Santa Fe, que se publicaron originalmente en 1931 como Diario de Don Manuel

Ignacio Diez de Andino (2008). Allí podemos encontrar, en un formato de tipo telegráfico,

algunas referencias sobre la presencia de las tropas guaraníes en la ciudad, como así también

las expectativas y las tensiones que este hecho desencadenó.

En cuanto a los historiadores, quién más espacio le dedica al tema es Savoini (2000).

Toda la “Quinta parte” de su libro Paso de los Libres III está dedicado a la “Campaña Misionera

de Santa Fe (1818-1819)”, con un total de 13 páginas. La base documental exclusiva para la

reconstrucción de la campaña, son las Memorias de Pampín.

En Poenitz y Poenitz (1998), por ejemplo, la campaña a Santa Fe se resume a un párrafo,

mientras que Machón y Cantero (2006) la desarrollan en dos carillas. Por su parte, Camogli

(2009 y 2017) apenas referencia la presencia guaraní entre las tropas santafesinas en el combate

de La Herradura, mientras que en Camogli (2015) la campaña no se profundiza en cuanto a lo

descriptivo, pero sí se esboza una interpretación global definida como “la expansión guaraní”,22

cuyo ejército gobierna, en la época, dos provincias (Misiones y Corrientes), envía tropas a Santa

Fe y pronto tendrá contingentes en la Banda Oriental. Más allá del intento por contextualizar la

campaña, esta descripción también se basó en los datos y documentos de Pampín.

Por ser este un capítulo secundario dentro de la experiencia artiguista, la historiografía

uruguaya refleja algunas –tenues- referencias. Ellas se vinculan, casi exclusivamente, a la figura

del corsario irlandés Peter Campbell, que prestó servicio al mando de la flota fluvial de la Liga

de los Pueblos Libres, en el Paraná. Campbell fue el jefe de la escuadra que trasladó a parte de

las tropas misioneras a Santa Fe y con las cuales mantuvo un necesario y conflictivo vínculo,

hasta su regreso a Corrientes. Durante todo el período fue una figura destacada en las luchas

navales contra la escuadra porteña y mantuvo cierto dominio sobre la navegación por el Paraná,

aguas arriba de Santa Fe. La fílmica vida de Campbell valió trabajos específicos por parte de

Beraza (1949 y 1992), Beraza, Patiño y Roma (1983) y Montalbán (2008).

La historiografía regional también le dedicó páginas a este personaje. Por ejemplo,

Brisighelli (2013), que lo presenta como parte de una tríada con actuación en Corrientes entre

1810 y 1820, junto a Andresito y Genaro Perugorría [1791-1815]. Y en Camogli (2014), donde

se le dedica uno de los textos. De todas formas, en la mayoría de los casos la ubicación del

22 Camogli (2015: 209).

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20

personaje siempre se vincula con su rol naval y escasas son las referencias sobre el punto que

aquí nos interesa.

La doxa que emerge de la episteme, o como se estructura la obra

Esta obra se estructura en base a un planteo epistemológico y en virtud del método

seleccionado para su desarrollo. Como se expresó anteriormente, a esta introducción un tanto

general, le seguirá una primera parte dedicada al despliegue documental y teórico del que

surgirá el marco de análisis para contrastar las hipótesis proyectadas.

Por lo pronto, el primer capítulo será un análisis hermenéutico sobre los documentos

que se aportan tanto en carácter inédito, como otros ya editados y que se constituyen en el

complemento de aquellos, para conformar una base de datos duros y fácticos que permitan

trazar una descripción, lejos de definitiva, sí consideramos detallada sobre la campaña de

auxilio a Santa Fe, realizada por tropas guaranís-misioneras en 1819 y bajo la conducción de

Francisco Javier Sití. Estos documentos inéditos provienen del AGPSF y fueron recabados por

el autor de este trabajo en visitas realizadas a dicha colección en los años 2015 y 2016.

Además, se aportan algunos documentos, también inéditos, suministrados por el colega

santafesino Dante Pérez, cuya generosidad deseo reiterar, pese a que ya figura en los

agradecimientos correspondientes.

Luego seguirán tres capítulos en donde se abordará el marco teórico para los tres ejes

vertebradores de la experiencia guaraní-misionera. La herencia guaraní; el carácter disruptivo

de la revolución y la guerra de la independencia; y la difusión de los principios de soberanía

particular de los pueblos impulsada por José Artigas en todo el litoral, con su correlato de guerra

civil, contexto final y determinante de la expedición de Sití a Santa Fe.

Los tres ejes atravesados, a su vez, por la mirada socio-cultural de la Historia Social de

la Guerra ya planteada, debido a la centralidad que tiene lao bélico en la vida de los guaraníes.

Fenómeno antropológico que se puede rastrear a las raíces culturales de este pueblo (Melià y

Temple 2004), pero que se resignifican a lo largo de la conquista (Avellaneda y Quarleri 2007,

Quarleri 2009, Wilde 2009, Avellaneda 2005, 2014a, 2016a y 2016b, Birolo 2014 y 2015 y

Camogli 2015) y, una vez más, se redefinen con la revolución, la guerra de la independencia y

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los conflictos fratricidas (Camogli 2009a, 2009b, 2010, 2015 y 2017, Wilde 2009, Di Meglio

2012 y 2013, O´Donnell 2012 y 2015 y Lorenz 2015).23

Ya en la segunda parte, se procurarán contrastar las hipótesis planteadas, mediante un

capítulo de amalgama de los documentos con el contexto en el que fueron producidos, a partir

del establecimiento de líneas generales de interpretación para el accionar de los guaraní-

misioneros en dicho tiempo y espacio. En términos concretos, esta segunda parte buscará

explicar la presencia de una fuerza del ejército de Guaraníes Occidentales peleando en el lejano

escenario santafesino contra las tropas coaligadas de Córdoba y Buenos Aires, que respondían

al Directorio. En suma, será el nudo gordiano que nos proponemos generar con las hipótesis y

los ejes contextuales y que aquí, en esta parte de análisis, buscaremos desatar para concluir con

la expectativa que nos trazamos: la generación de nuevos conocimientos sobre el pasado

rioplatense.

Por último, quedarán las conclusiones y el listado bibliográfico. Asimismo, todo el texto

será acompañado por una apoyatura cartográfica consistente en una serie de mapas generales y

específicos para cada momento. Esto último, que responde al planteo de Annales de la Historia

total como la imbricación del tiempo y el espacio, lo valoramos indispensable para la correcta

dimensión del fenómeno en estudio, mucho más en una territorialidad tan cambiante entre los

tiempos tardocoloniales y la etapa revolucionaria y postrevolucionaria (Maeder y Gutiérrez

1994 y 1995).

Hipótesis

La presente tesis para acceder al grado de magister en Cultura Guaraní Jesuítica por la

Facultad de Arte y Diseño de Oberá, perteneciente a la Universidad Nacional de Misiones,

plantea siete hipótesis que serán contrastadas a partir de un planteo epistemológico versátil, una

metodología práctica y una postura ideológica basada en el carácter subjetivo24 de todo tipo de

acción humana, a saber:

23 La bibliografía que aquí se aporta, es tan solo a modo general, ya que en cada capítulo se efectuará un

detallado repaso bibliográfico para cada eje contextual. 24 Postulamos que la “objetividad” no radica en establecer una relación aséptica entre el objeto de estudio

y el investigador, algo que nos resulta irreal. La única objetividad posible, por el contrario, es la de la ética

profesional, que consiste en hacer explícito el marco “subjetivo” con el que abordaremos el objeto de estudio,

desarrollaremos nuestra investigación y publicaremos los resultados obtenidos.

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22

- Los guaraníes se plegaron a la revolución y la lucha por la independencia cuando

fueron interpelados por el ideario federal artiguista, en el que encontraron puntos de contacto

con sus modos ancestrales de organización social y práctica política;

- Su experiencia quedó supeditada a criterios de evaluación y análisis geoestratégicos

regionales, que muchas veces excedían su marco ideológico-cultural;

- En momentos de crisis del sistema político que contenía a los guaranís-misioneros,

estos alcanzaron un despliegue territorial como no se registraba desde de la expulsión de los

jesuitas. Y, como hipótesis correlativa, que esa expansión evidencia tanto el apego al proyecto

federal de los guaraníes, como confirma la decadencia del proyecto, en tanto son los guaraníes

la última reserva en lucha;

- Esa misma expansión terminó por inviabilizar la idea de una Misiones provincia

federal que tuviera a los guaraníes como sujetos de la soberanía, debido, en parte, a las tensiones

que emergen entre las tropas y los liderazgos guaraníes, vitales para el sostenimiento del

proyecto;

- La campaña a un territorio tan lejano y extraño como Santa Fe se explica en la

cosmogonía guerrera de los guaraníes desde tiempos ancestrales, acrecentada en términos de

conflicto armado regular, a partir de las experiencias de los guaranís como soldados al servicio

del rey de España durante buena parte de la era colonial;

- Desde el mismo momento de la presencia de los guaraníes en Santa Fe, se operó un

mecanismo de invisibilización de su condición de tropas auxiliares, debido a la necesidad que

tenía el gobernador santafesino Estanislao López de consolidar su propio liderazgo en el marco

de una sociedad criolla, que mostraba reparos hacia la igualdad de tipo revolucionaria que

planteaba el artiguismo y que se materializaba en esos “indios” que gobernaban, incluso, sobre

las elites locales;

- La Historia suele recoger las historias de los derrotados, aquellos que viven, luchan,

sueñan y mueren con convicción y generosidad, por más remota posteridad que tenga que pasar.

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Primera parte

Capítulo I

Documentos de la historia

“Seamos libres y seremos felices”

Carta de José Artigas a Andrés Guacurarí y Artigas,

del 20 de agosto de 1815.

El origen de esta tesis lo constituye una serie de documentos inéditos hallados en el

Archivo General de la Provincia de Santa Fe, los que se complementan con otra documentación

específica obrante en archivos de la región y recopilaciones documentales. Todo este material

debiera permitir el abordaje descriptivo de la campaña que parte del ejército Guaraní Occidental

realizó a Santa Fe, entre finales de 1818 y comienzos de 1819.

Tanto la heurística como la hermenéutica de la presente documentación ameritan una

serie de consideraciones previas. Por más evidente, volvemos a definir al documento histórico

como consustancial a la práctica profesional del historiador. Es allí, en lo escrito, en donde

contamos con pruebas testimoniales que dan cuenta de porciones del pasado. El valor de estos

documentos, entonces, es que permiten identificar un hecho concreto de aquel pasado, por

ejemplo, la presencia de tropas de Dragones y Blandengues Guaraníes Occidentales en Santa

Fe, en abril de 1819. Pero el hecho fáctico no es la Historia, tan solo es una partícula de ella.

Por lo tanto, el valor epistemológico del documento no se percibe tanto por su contenido, sino

por su potencialidad para generar preguntas, plantear hipótesis o constatar ideas. Establecer la

empatía, o sea, ubicar en su tiempo y espacio a la prueba documental es un resultado a buscar

por la historia en tanto disciplina científica.

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24

1.1.Descripción de los documentos

El corpus documental que aquí se aporta en carácter inédito lo constituye la “lista de

fuerzas que manifiestan los regimientos de Dragones” y “Blandengues Guaraníes

Occidentales”, según la revista efectuada en el cuartel general santafesino los días 26, 27 y 28

de abril de 1819.25 En los mismos se contabilizan 184 individuos distribuidos en tres cuerpos

de Dragones y tres de Blandengues. Cada uno de estos nombres figura con su respectivo rango

y su destino militar al momento de la revista. De este grupo de 184 identificamos por lo menos

a 56 que tienen apellido guaraní, incluidos cuatro de los jefes de regimiento.

Estos listados aportan un dato relevante: la ausencia del Comandante Francisco Sití al

frente de las tropas misioneras. En ninguno de los listados aparece quien fuera el jefe del cuerpo

expedicionario que partió del puerto de Goya con destino a Santa Fe. ¿A qué se debe esta

ausencia? ¿Será posible determinar la ubicación de Sití en sincronía con la revista de las tropas?

¿Cuándo y en qué circunstancias se alejó del sitio, si es que se fue del mismo? ¿Fue el único en

retirarse? ¿Se encontraba en otro lugar o cumpliendo alguna misión específica?

Por lo pronto anticipamos que los cuerpos de Blandengues se integran con 29 (cuadro

2, al final del capítulo), 41 (cuadro 3) y 22 (cuadro 4) hombres respectivamente. El primero de

estos cuerpos pasó lista el 27 de abril bajo la jefatura del teniente Félix Cuyré. El regimiento

más numeroso de Blandengues tenía como jefe al teniente Mariano del Carmen Casota,26

mientras que el que figura con la denominación de “8° compañía” se encontraba bajo el mando

del capitán Tomás Batarecu, con un número total de solo 22 soldados.

En cuanto a los Dragones, dos cuerpos se indican como conformados por 35 individuos,

pese a que uno de ellos registra 37 nombres.27 Estos regimientos eran comandados por Lorenzo

Ticurey (cuadro 5) y por el capitán Lorenzo Guacurarí (cuadro 6), cuyas firmas figuran al final

de los listados respectivos (ver imágenes 1 y 2 al final del capítulo). Por su parte, la “3°

compañía de Dragones Guaraníes Occidentales” (cuadro 7) tenía como jefe al ¿capitán? José

Antonio Ferreira (o Fereira o Ferira o incluso Texeira según se interpretó de la grafía confusa

25 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 3 al 9. En total son siete hojas a doble faz. Es probable que la

revista se haya efectuado el día 26 de abril y que los documentos correspondientes se confeccionaran en los días

subsiguientes. 26 En el documento figura “39” como el total de integrantes, pero en el listado hay claramente 41 nombres

registrados. Creemos que la diferencia se debe a un simple error de conteo y por eso optamos por el número de 41. 27 Ídem up supra.

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25

con que se redactó, tanto en el listado como en la firma a pie de página). Este cuerpo es el de

menor cantidad de integrantes, ya que solo se contabilizaron 20 individuos.

La notoria heterogeneidad en la cantidad de hombres entre unidades es un punto

plausible de análisis. Más cuando Takeda (2012) resalta el cambio que se operó en la segunda

mitad del siglo XVIII en cuanto a la organización de las compañías militares guaraníes, que

pasaron a integrarse con estrictos 50 miembros cada una, con independencia del pueblo de

origen de cada grupo. Como vemos aquí, las seis compañías apenas llegaban a 184 miembros

(sobre 300 ideales). ¿Qué nos dicen estas cantidades? ¿Son efecto de la deserción?28 ¿Son

evidencia de bajas en combate? ¿Surgen de las dificultades para cubrir vacantes en medio de

una campaña, más cuando se trata de un teatro de operaciones extraño? ¿O acaso se podrían

interpretar a partir de los ejes contextuales propuestos, con especial referencia a la trayectoria

guaraní, tanto en el plano simbólico como desde la práctica guerrera? La integración de los

documentos en la descripción de la campaña a Santa Fe propuesta para la segunda parte de esta

tesis debería aportar respuestas, por lo menos parciales, a estos interrogantes.

Los documentos se encuentran en un relativo buen estado de conservación y su grafía

general es legible, salvo dos de los listados (cuadros 6 y 7). El primero debido a que la tinta se

trasluce, dificultando e incluso impidiendo en partes su lectura. El segundo, porque la tinta se

fue decolorando con el paso del tiempo. En total son 11 apellidos los que no se pudieron

trascribir, ocho de ellos pertenecientes al documento traslúcido. De esos 11, 1 fue incorporado

como guaraní, debido a que las posibilidades de lectura conducen, con reducido margen de

duda, a apellidos de origen indígena. Ídem para un nombre de fuerte evidencia criolla.29 En

síntesis, quedaron 9 nombres sin identificar, por lo que el total de tropas identificadas se redujo

a 175 individuos, cifra que será la base del análisis estadístico efectuado.

El papel en que fueron escritos es idéntico a la casi totalidad de los documentos emitidos

en la época por la contaduría santafesina. Sin haber efectuado un análisis documentológico

apropiado, se puede inferir de esto que los listados de tropa no revistieron mayor importancia

28 La deserción será un fenómeno generalizado en los ejércitos de la revolución y la independencia

(Rabinovich 2013 y Camogli 2017). Son múltiples los motivos por los cuales los soldados desertaban. La falta de

provisiones (carne, tabaco, yerba, alguna bebida alcohólica, eran vitales para sostener el sosiego entre las tropas)

o el pago en tiempo y forma del prest, pero también cuestiones ideológicas que distanciaba al soldado del ejército

que integraba, son solo algunas de las causantes de la decisión de desertar, pese al castigo que esta acción

conllevaba según los reglamentos militares de la época. 29 En cada caso se trascribieron las posibles lecturas efectuadas para cada apellido, como costa en los

cuadros correspondientes. Consideramos que la transcripción aquí propuesta es plausible de correcciones y

revisiones que podrían aportar mejores alternativas para su correcta lectura.

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26

administrativa y que su elaboración fue una tarea más entre las múltiples que realizaba la

contaduría.

El Archivo General de la Provincia de Santa Fe es una institución pública que afronta

las dificultades presupuestarias, edilicias y de personal especializado que se repiten en la

mayoría de los archivos del país. Ello se tradujo en la pérdida y/o destrucción de documentos

diversos, tal como se pudo constatar in situ y durante la revisión del material digitalizado

suministrado en formato CDs. Entre estos últimos se destaca los Papeles de Estanislao López30

y, fundamentalmente, el correspondiente al “Archivo de Gobierno”, cuyo deterioro es, en

algunos casos, insalvable.

Estos documentos medulares se complementan con otro material inédito que aporta

detalles sobre esta fuerza, en especial en torno al pago y alimento de las tropas, como así

también en la numerosa documentación obrante en las recopilaciones, tanto en papel como

digital, que se han efectuado en ambas orillas del Plata. En este sentido destacamos a la

Biblioteca de Mayo (Senado de la Nación 1963), al Archivo de la Nación Argentina (1917) y

al Archivo Mitre (Museo Mitre, 1913), en la Argentina, y al Archivo Artigas en el Uruguay.

Por último, se visitó el Archivo Histórico de la Provincia de Corrientes, en cuyo acervo

se encuentra importante documentación del período. Al igual que en Santa Fe, este reservorio

carece de las condiciones óptimas para el resguardo y la consulta, situación que ya provocó la

pérdida de documentos debido a la destrucción parcial o total de los mismos.

1.2.El mérito del hallazgo

Si bien consideramos a este aporte documental valioso para el estudio de la experiencia

del artiguismo en Misiones, no podemos soslayar el mérito parcial de su publicación. La

realidad es que no se trata de registros ocultos, perdidos o traspapelados sin identificación. Todo

lo contrario, se encuentran insertos en una serie documental de buena conservación y de fácil

consulta en un archivo accesible, como el santafesino.

Es más, ni siquiera hemos sido los primeros investigadores en toparse con estos

documentos. Como antecedente, el Magister Dante Pérez ya los había consultado y

fotografiado, pero todo indica que fue el único que no pasó por alto su existencia, su contenido

30 Recopilación de 701 documentos, 200 de los cuales corresponden a la década de 1810 (AGPSF 1976).

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y sus múltiples sentidos.31 Hasta hoy, entonces, esos documentos descansaron a la espera de la

“remota posteridad”.

En síntesis, ¿qué nos dice este acervo? En principio, ratifica que tanto el recorte temático

como la especificidad académica no son suficientes para el abordaje de temáticas disruptivas o

de complejo anclaje en el marco de los consensos historiográficos. En este caso, el gobierno de

López fue motivo de estudio para la historia política y económica, interesada en el manejo de

los fondos públicos y en como esa conducción validó y legitimó el poder del gobernador

santafesino (Chiaramonte, Cussianovich, y Tedeschi de Brunet 1993 y Camogli 2014). Para

esto, la sección “contaduría” fue de consulta obligatoria. Pero su abordaje se focalizó en López

y las características económicas de su administración. En ese contexto historiográfico, el listado

de las tropas Guaraníes Occidentales resultó irrelevante.

El hallazgo evidencia otra dimensión, esta de perspectiva local o regional: la dispersión

y pérdida de la documentación referida a Misiones desde 1810 y hasta finales de la década de

1830 (Cantero 2014). Por ende, si en Misiones no se encuentran los documentos sobrevivientes

de la época es porque, o ya no existen o están en otros acervos, quizás subsumidos bajo el

interés parcial y específico al que el sistema científico empuja a los investigadores.32

1.3.Lo documentado

Estos documentos confirman un hecho fáctico incuestionable: la presencia de tropas

guaraní-misioneras en Santa Fe a fines de abril de 1819. Las inquietudes frente a este hecho

concreto son múltiples: ¿Quiénes eran aquellos hombres? ¿Eran todos guaraníes? ¿Había

criollos? ¿Quién ejercía el liderazgo? ¿Cómo llegaron esas tropas allí? ¿A qué fueron y cómo

actuaron? ¿Cómo interpretaron esos hombres su misión militar? ¿Cómo fue el vínculo con las

tropas santafesinas y el Estado provincial? ¿Qué pasó con ellas luego de la revista del 26, 27 y

28 de abril? Y más amplio, ¿qué rol cumplían las fuerzas del comandante Andresito en el

contexto de la Liga de los Pueblos Libres como para justificar su despliegue en Santa Fe?

31 Agradecemos específicamente al colega Pérez y su compañera Mirta por las visitas que realizaron al

Archivo de Santa Fe, a pedido del autor de esta tesis, con el objetivo de ampliar lo más posible la información

disponible. 32 Se han encontrado documentos referentes a Andresito y la experiencia artiguista en los archivos y

recopilaciones mencionadas, pero también en España, Alemania, Estados Unidos, Brasil y Paraguay.

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Las tropas revistadas por la contaduría pertenecen al ejército de “Guaraníes

occidentales”. Para el Estado santafesino, entonces, no hay dudas sobre la pertenencia de estas

tropas al ejército que lidera Andrés Guacurarí y Artigas.

Ahora bien, del listado se desprende que su composición no era exclusivamente de

guaraníes (cuadro 1). De 175 nombres identificados, solo 56 son guaraníes, lo que representa

el 32 por ciento de las tropas. El resto son nombres criollos. Suponemos que se trata de soldados

correntinos incorporados en los meses previos, durante la ocupación de dicha provincia por

parte del ejército de Andresito. Esta acción, que se describirá oportunamente, favoreció la

articulación y colaboración entre las fuerzas guaraní-misioneras y las correntinas que

respondían al restituido gobernador Juan Méndez [1776-1865].

En contraste con otros listados de tropas guaraníes, en esta ocasión el número de

individuos pertenecientes a este grupo es un tanto bajo. Por ejemplo, en la “Relación de los

prisioneros que se encuentran en este pueblo de San Francisco de Borja”, al 30 de junio de

1819, y que encabeza el mismísimo Comandante General Andrés Artigas, se cuentan 243

prisioneros.33 De esa cifra, 142 eran guaraníes, lo que representa el 58 por ciento del total. Esto

marca una diferencia con el 32 por ciento de guaraníes presentes en la lista de tropas en Santa

Fe.

Sí se observa la preeminencia de los guaraníes en la conducción de cada regimiento.

Como vimos, cuatro de los seis jefes eran guaraníes (el 66 por ciento). Por su parte, hay 38

hombres con algún rango superior al de soldado, de los cuales 18 son guaraníes (el 47 por

ciento). Mientras que solo el 26 por ciento de los soldados eran guaraníes (34 de 131). Otra

perspectiva metodológica ratifica el aserto: de los 56 guaraníes, 22 ocupaban cargos de

conducción o función específica, o sea que el 39 por ciento de los guaraníes cumplía alguna

función de mando. Entre los criollos esa proporción se reduce a solo el 18 por ciento (22

individuos entre 119).

Cuadro 1

Composición de las tropas según origen y rango

Rango Total Guaraníes Porcentaje Criollos Porcentaje

Jefes 6 4 66 % 2 33 %

33 AA, Tomo XXXVI: 129.

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29

Con rango

militar

38 18 47 % 20 53 %

Soldados 131 34 26 % 97 74 %

Total 175 56 32 % 119 68 %

Estos datos permiten establecer una serie de conclusiones previas. En primer término,

notamos la composición mixta de los regimientos, integrados indistintamente por tropas criollas

o guaraníes. Esto podría ser reflejo del acelerado mestizaje que se produce en la región

guaranítica a partir de la expulsión de los jesuitas, fenómeno que se profundiza en el marco de

la revolución y la independencia (Poenitz 2012). También sería la evidencia del desgaste

demográfico sufrido por el pueblo guaraní misionero, tanto por la guerra como por la mudanza

de los pueblos.34 Pero hay más, ya que para fines de 1817 y comienzos de 1818 son evidentes

las tensiones existentes entre algunos liderazgos locales y el Comandante General Guacurarí

(Camogli 2015 y Cantero 2017), quien parece no gozar de la legitimidad suficiente como para

movilizar a esos grupos a la lucha. ¿Se podría concluir, entonces, que cuanto más Andresito se

convierte en un líder del ejército (blanco) de Artigas, más se aleja de sus bases étnicas de

sustentación? ¿Hasta dónde el proyecto de los Pueblos Libres sería capaz de interpelar a esta

población de costumbres milenarias?

En segundo lugar, remarcamos que si bien la composición de las tropas es de carácter

mixto, a nivel de la conducción de los regimientos es claro el predominio guaraní. Se trata, tanto

por su pertenencia como por su conducción, de una fuerza guaraní-misionera a la que se le

agregaron tropas de origen criollo, presumiblemente correntinas y, en menor medida,

entrerriana, como el caso de Juan Antonio González.35

En la composición de cada regimiento se destaca una mayor preeminencia guaraní en

dos de los Regimientos de Blandengues, con excepción de la denominada “8° compañía”, cuya

alta numeración permite inferir una reciente conformación, a partir, es probable, de la recluta

efectuada entre la peonada correntina luego de la ocupación misionera de aquella provincia, en

agosto de 1818.

34 En 1817 la población costera del Paraná se traslada hacia el sur, donde surgen los pueblos de San

Miguel y Loreto (Poenitz y Poenitz 1998 y Poenitz 2012), mientras que los de la costa del Uruguay se replegaron

hacia el suroeste, donde surgirá Asunción del Cambay (Poenitz y Poentiz 1998, Machón 1992, 1993b y 2003a,

Machón y Cantero 2008 y Franceschini 2011). 35 La referencia sobre el origen de González fue suministrada por Alfredo Poenitz.

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30

En los blandengues de Félix Cuyré (cuadro 2), por ejemplo, el cuerpo de individuos con

rango mayor al de soldado es de 5 guaraníes sobre 6 en total. Mientras que en el contingente

encabezado por Mariano Casota (cuadro 3) se registran 13 guaraníes para un total de 41

individuos. De todas formas, la mayor preeminencia se registra en los Dragones de Lorenzo

Guacurarí (cuadro 5), con 17 guaraníes entre 35 hombres. Esto podría indicar que el liderazgo

general de la fuerza correspondiera a Guacurarí y a su mayoritario grupo de guaraníes, hipótesis

que se refuerza por el apellido del jefe, lo que plantea un posible parentesco, ya sea sanguíneo

o político, con el Comandante General de Misiones. ¿Es Lorenzo el jefe ante la ausencia de

Sití?

Frente a esta descripción cabría preguntarse, por ende, si el imaginario bélico con el que

estos hombres emprendieron la campaña de Santa Fe respondía a un paradigma cultural

guaranítico o más bien a uno mestizo. También, si es factible pensar en ciertas tensiones entre

los liderazgos guaraníes y las tropas criollas, en virtud de imaginarios y prácticas no siempre

coincidentes. Creemos que estas cuestiones quedarán asentadas para futuras investigaciones, ya

que inferimos difícil lograr alguna conclusión contundente al respecto, debido a la carencia

documental.

1.4.Los actores

Un abordaje posible para estos documentos es el rastreo de los nombres que allí figuran.

En este caso, nos proponemos analizar los 55 nombres guaraníes con el objetivo de identificar

entre ellos a personajes reconocibles o posibles trayectorias enmarcadas en la figura del

cacicazgo guaraní (Takeda 2012 y 2016 y Cantero 2017), figura que abordaremos en el capítulo

siguiente.

Para efectuar este trabajo de identificación se recurrió a la elaboración de una base de

datos a partir de las lecturas que figuran en el listado bibliográfico, que arrojó un total de 364

apellidos guaraníes. Ese listado se complementó con un repaso detallado por los listados de

Takeda (2016). Consideramos que esta revisión es parcial y que puede ser ampliada con nuevos

apellidos que surjan de la documentación.

En total, se pudo identificar a 11 personas, ya sea en términos de individualización o

por su apellido homónimo al de algún registro de la base de datos.

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El primer nombre destacado es el de Lorenzo Guacurarí, jefe de uno de los regimientos

de Dragones. Si bien se lo suele identificar como hermano de Andresito,36 esto no consta en

ninguna documentación. Por ende, puede tratarse tanto de un pariente sanguíneo como de una

réplica del padrinazgo político ejercido por José Artigas sobre Andrés Guacurarí. Recordemos

que este último firmaba como Andrés Artigas, lo que puede interpretarse como un mecanismo

de legitimación política, algo indispensable para Andresito debido a su doble condición de

foráneo37 y de la nula trayectoria del apellido Guacurarí entre los cacicazgos guaraníes. Quizás

se trate de un hermano de Andrés. O quizás los antecedentes de Lorenzo no fueran suficientes

como para ejercer el mando de Capitán de Dragones y el uso del apellido Guacurarí no fuera

más que un mecanismo de legitimación.

Un caso particular es el del soldado Christobal Baybe, integrante del cuerpo liderado

por Guacurarí. Baybe, en sus diferentes grafías,38 es un nombre de larga trayectoria en el pueblo

de Concepción (Machón y Cantero 2008 y Takeda 2016), donde figuran como caciques desde

el siglo XVII. Si este Christobal pertenecía a dicho linaje tiene que haber estado emparentado

con Ignacio Mbaibé, uno de los comandantes de mayor importancia que acompañaron a Andrés

Guacurarí en la experiencia del artiguismo en Misiones. Ignacio fue designado comandante de

Candelaria luego de la recuperación por parte del ejército misionero de la margen izquierda del

Paraná, en septiembre de 1815, y acompañó a Andrés en su última campaña a las Misiones

Orientales, en 1819 (Machón 2003b y Machón y Cantero 2008).

Otro personaje que por su apellido se podría vincular con un importante protagonista de

la época, es el soldado de Blandengues Aramacio Cahiré. Manuel Cayré o Cahiré fue un

comandante originario de Concepción, cuyo apellido figura como perteneciente a diversos

cacicazgos desde el siglo XVII.39 Luego de la recuperación de su pueblo natal por parte de

Andresito, en abril de 1815, Manuel Cayré será designado corregidor de Concepción.

Posteriormente, será corregidor y comandante de Asunción del Cambay, la nueva capital de

36 Por ejemplo, en Machón y Cantero (2008) y Cantero (2017). 37 Sostenemos como hipótesis más probable que Andrés emigrara de joven hacia la campaña oriental en

procura de mejores condiciones de vida y que allí se produjera el encuentro con Artigas, quizás a fines del siglo

XVIII (Machón y Cantero 2006 y Camogli 2015). De allí que los líderes locales lo vieran con recelo cuando este

irrumpa, en 1815, investido del cargo de Comandante General de Misiones (Camogli 2015 y Cantero 2017).

Incluso Domingo Manduré protagonizará un conato de rebeldía, en 1818 (AA, Tomo XXXIII: 151 y 234 y AA,

Tomo XXXIV: 33, 334 y 382). 38 Por ejemplo, Takeda (2016: 84) registra como caciques del pueblo de Concepción, entre 1697 y 1801,

a Marcos Mbaybe, Matheo Mbaibe, Ignacio Mbaybe, Eduardo Baibe e Ignacio Baybe, a lo que se agregan las

variantes con tilde en la é, como figura en Machón y Cantero (2008). 39 Takeda (2016: 80 y 82).

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Misiones, que surgirá en 1817 a consecuencia de los devastadores ataques luso-brasileños de

ese año (Franceschini 2011). Luego de la captura de Andresito, Cayré integrará el contingente

que combatió junto a José Artigas en la batalla de Tacuarembó, en la que murieron 400 soldados

guaraníes. Machón y Cantero (2008) rastrean a Cayré hasta la Banda Oriental, en la década de

1830. Según estos autores, murió el 12 de mayo de 1838, a los 77 años.40

Otro vínculo se estableció entre el sargento 2° Vicente Chare, integrante del cuerpo de

Dragones que comandaba Lorenzo Ticurei, y un Miguel Chare que figura como capitán de una

compañía de guaraníes, a fines del siglo XVIII.41

El sargento 1° Félix Guarumbaré, tercero en el mando del cuerpo de Blandengues que

lideraba el teniente Cuyré, podría ser descendiente de Thomas Guarumbaré, uno de los 57

caciques que visitaron Buenos Aires en 1767, en el marco de la expulsión de los jesuitas, y que

el 10 de marzo de 1768 firmaron una carta de agradecimiento al rey Carlos III.42 También se lo

podría vincular con un Guarumbaré registrado en la década de 1860, descendiente de un

procurador de Santo Tomé y casado con una mujer de apellido Tiraparé, heredera de un antiguo

linaje jesuítico (Poenitz 1984 y Wilde 2009). Destacamos de este último caso el posible vínculo

entre Félix Guarumbaré y Guacurarí por su pertenencia al pueblo de Santo Tomé. Mucho

después se registra a un Miguel Guarumbaré que, en la década de 1870, protagonizará una

rebelión contra López Jordán, en Entre Ríos.43

Se identificó otra posible relación entre el soldado José Guayraca, miembro del cuerpo

liderado por Guacurarí, con un corregidor del pueblo de La Cruz registrado en 1816 y de nombre

Crisóstomo Guiraca.44 Este caso, de ser cierto el parentesco, podría ser indicio de las

transformaciones operadas por la revolución y la independencia en el esquema de los liderazgos

guaraníticos. Con Guayraca tendríamos una evidencia de que la condición de pariente de un

corregidor no sería motivo suficiente para gozar de cierto privilegio a la hora de la obtención

de algún cargo militar, por más modesto que este sea. En este caso tendríamos la contracara de

Andrés Artigas, convertido en la autoridad local pese a su carencia de vínculos o linajes previos,

mientras que Guayraca, posible pariente de un funcionario de importancia en un pueblo clave

en la época, reviste como soldado raso.

40 Machón y Cantero (2008: 139). 41 Takeda (2012: 71). 42 Couchonnal y Wilde (2014: 10). 43 Wilde (2009: 366). 44 AA, Tomo XXXI: 353.

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Un caso similar al de Guarumbaré es el de Santiago Ñepiñey, que batía el tambor del

regimiento de Blandengues de Mariano Casota. Es que su apellido figura entre los 57 firmantes

de la carta al rey Carlos III, en 1768. Allí se consigna la firma de un Ignacio Ñepiñey.45

En el regimiento liderado por Guacurarí, revestía en calidad de sargento José Manuel

Samandú, quizás emparentado con Santiago Samandú, comandante de la región de Yapeyú.

Este Samandú aparece registrado como parte del grupo de guaraníes que se proclaman a favor

de artiguismo, en 1813, y que encabezara Domingo Manduré.46

Otro nombre que se puede rastrear en las listas de cacicazgos de la época jesuítica, es el

del soldado Bonifacio Tamandé, del cuerpo de Blandengues de Casota. El apellido Tamandé

figura como integrante de un cacicazgo en Concepción, en 1657.47

El capitán Lorenzo Ticurei o Ticurey, jefe de uno de los regimientos de Dragones, es un

personaje de importancia en la época y también pudo haber sido el jefe de las tropas Guaraníes

revistadas en Santa Fe, en abril de 1819, en ausencia de Sití. Luego de la campaña a Santa Fe,

regresó a Goya, sumándose a las fuerzas que perseguían al capitán correntino Miguel Escobar,

que se había rebelado contra el gobernador Méndez.48 Ticurei murió el 27 de diciembre de 1819

en la batalla de la Quebrada de Belarmino, contra las tropas luso-brasileñas que asediaban a

Artigas. En ese mismo combate, por ciento, también moriría Lorenzo Guacurarí, su compañero

de aventuras en la campaña santafesina (Savoini 2002 y Cantero 2017).

Por último, tenemos el caso del cabo 2° de la 3° compañía de Dragones, Félix Yuripa,

posiblemente emparentado con Tomas Yuripa, quien en 1815 reviste como corregidor del

pueblo de San Carlos.49

Como anexo se consigna el caso del cabo 1° de la 8° compañía de Blandengues

Francisco Javier Chavei o Charei, que podría estar vinculado con el apellido Chavé, registrado

en Santo Ángel, en el año 1756.50

Para finalizar este análisis, observamos que de las personas o apellidos identificados hay

cinco soldados, cuatro con rango miliar y dos jefes. En el caso de estos últimos, se trata de

personajes carentes de linaje o de trayectorias familiares vinculadas a los cacicazgos de la época

jesuita. Al igual que en el caso de Andrés Guacurarí, serían liderazgos de reciente

45 Couchonnal y Wilde (2014: 10). 46 AA, Tomo XI: 290. 47 Takeda (2016: 81). 48 Mantilla (2004: 139). 49 AA, Tomo XXVIII: 207. 50 Melià (2005: 14).

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34

conformación, producto de los cambios político-sociales que se operan con la revolución, la

independencia y la adopción del ideario federal artiguista.

Entre los 4 que detentan algún rango o función específica se evidencia el bajo escalafón,

a nivel de cabo o tambor, como así también un vínculo lejano con el posible linaje hereditario,

que se remonta mediados del siglo XVIII. De todas formas, son indicativos de una antigua

preeminencia social del apellido, que bien pudo haber perdurado en el tiempo, por más que los

documentos actuales no lo registren.

Por último, entre los cinco soldados hay dos casos que llaman la atención, amén del ya

comentado de Guayraca. Por un lado, Cahiré y Baybe, que pertenecen a linajes seculares y que

estarían emparentados a personajes de idéntico apellido con alto protagonismo en la época. Pese

a estos antecedentes, ambos revisten como simples soldados, incluso en una fuerza en la cual

los guaraníes predominan entre los rangos altos. ¿Indica esto una posible mutación en la

administración del poder entre los grupos guaraníes? ¿Emergen nuevos liderazgos y se opacan

los linajes tradicionales? ¿Se trata de una mera coincidencia? Bien vale recordar, a modo de

ejemplo, que entre la batalla de Mbororé, en 1641, y las Guerras Guaraníticas, de 1752,

mediaron 120 años de distancia, pese a lo cual el comandante de las tropas guaraníes en ambos

casos pertenecía al mismo linaje guerrero: el de los Ñeenguirú.

Hasta aquí, los datos concretos que aportan los documentos obrantes en el archivo

santafesino, y que se transcriben como cierre de este capítulo. A posteriori, se abordarán los

ejes contextuales con los que se pretende dotar de sentido a la documentación, de forma tal de

profundizar en la interpretación de los datos fácticos, tanto en el plano descriptivo como en el

simbólico de la campaña de las tropas guaraní-misioneras a Santa Fe.

Cuadro 2

Regimiento de Blandengues Occidentales51

Cargo Nombre Destino52

Teniente Félix Cuyré P

Subteniente José Antonio Contino P

Sargento 1º Félix Guarumbare P

Sargento 1° Ysidro Aruyen P

51 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 7. 52 La “P” corresponde a presente al momento de la revista. La “C.P.” significa “con parte”, ya sea de

enfermo o destinado a otro lugar.

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35

Sargento 2º Secundino Yrama P

Tambor Julián Martínez P

Cabo 1º Marco Yurucaa P

Cabo 1° José Marco Villasante P

Soldados Ángelo Nguarú p

Miguel Ayegua p

Gregorio Yrama p

Miguel Gerónimo p

Pedro Juan Amarillo p

Félix Gómez p

Juan Antonio Caballero p

Franco Payaguari p

Cornelio Guaraupoti p

Santiago Cuyuri p

Marcelino Aruja p

Theodoro Parique p

Leandro Silba p

Lorenzo Nuñez p

Gregorio Nuñez p

Marcelino Araniyu p

Juan Esteban López p

Bautista Romero p

Lucas Basque p

Vicente Delgado p

Miguel Ramón Aranda p

Total 29

Cuadro 3

Regimiento de Blandengues Guaraníes Occidentales53

Cargo Nombre Destino

53 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 5.

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36

Teniente Mariano del Carmen Casota P

Teniente Juan Antonio González P

Subteniente Juan José Araguindi P

Sargento Patricio Buraya P

Tambor Santiago Ñepiñey P

Cabo 1° Santiago Silla P

Cabo 1° Lucas Ciyu P

Cabo 2° Eusebio Villagra P

Cabo 2° Cosme Damián Iribe P

Juan Antonio Piris P

Saturnino Vera P

¿Carlos? ¿Caston? Curaimí P

Marcos Piyu P

Marcos Gomes P

Josef Mariano Fernández P

Francisco Javier Apuca P

Christobal Caapiru P

Nicolás Ximenez P

Juan González P

Gervasio José Lafuente C. P. de enfermo

Francisco Diamarca P

Pablo Carrasco P

Bartolo Perez P

Bautista Ruidias P

Theodoro Borda P

¿Alejo? Planes P

Ciriaco Miño P

Tiburcio Frete P

Andrés González P

Gaspar José de Silva P

Pedro Pasqual Escobar P

Isidoro Torrey P

Manuel Antonio González P

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37

Pedro Regalado (¿) P

José Antonio Bargas P

Martín Sapi C. P. de enfermo

Juan Ángelo Cariaga P

Aramacio Cabiré P

Raimundo Juricu P

Vonifacio Tamandé C. P. de enfermo

Vicente Ximenez

Total 4154

Cuadro 4

Regimiento de Blandengues Guaraníes Occidentales

8° compañía55

Cargo Nombre Destino

Capitán Tomás Batarecu p

Subteniente Luciano Yací P

Sargento 1° Juan José Díaz P

Otro Victoriano Camero P

Tambor José Baltazar Sagobi (¿) P

Cabo 1° Francisco Javier Chavei o Charei P

Soldado Juan Cardozo P

Gregorio Arias P

José Mariano Castro p

Antonio Aguirre P

Domingo Cardozo P

Pantaleón Ramírez P

Juan José Marcos P

Diego ¿? P

Miguel Horacio Bais P

Miguel Ypia P

54 En el documento figura “39”. 55 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 9.

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38

Mariano Fueñas (¿) P

José Rosario Ocampo P

Gregorio (¿) P

Juan Fueñas (¿) P

Antonio Pare P

Bartolomé Sánchez P

Total 22

Cuadro 5

Regimiento de Dragones Guaraníes Occidentales56

Mando Nombre Destino

Capitán Lorenzo Ticurei P

Alferez Juan Pedro Lepez C. P. en comisión

Sargento 1° Nicolás Mendes P

Sargento 2° Vicente Chare P

Tambor Pedro Pablo González p

Cabo 1° Domingo Gómez P

Cabo 2° Bentura Pereira P

Cabo 3° Marcelino Ñongoi p

Soldados Cristóbal Cardozo p

Marcos Argüello P

Rafael Sandoval P

Manuel Abasi P

José Ignacio Núñez P

Gregorio Delgado P

José Mariano Vega P

Julián Portillo C. P. en comisión

Manuel Villalba C. P. en comisión

Laureano Piedrabuena P

Nicolás Idalgo P

56 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 3.

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39

Diego García P

Fulgencio Areiro P

León Condrado P

Pasqual Lencina P

Carlos González P

Lorenzo González P

Agustín Cardozo P

Nicolás Cañui P

Venancio Núñez P

Luciano ¿García? Mayor P

Mariano Amarilla P

Tomás Aquino P

Jacinto Pena P

León García P

Gabriel Moreira P

Francisco Atienza P

Ambrosio Soto C. P. de enfermo

Gregorio Sotelo C. P. de enfermo

Total 3757

Cuadro 6

Regimiento de Dragones guaraníes occidentales58

Cargo Nombre Destino

Capitán Lorenzo Guacurarí C. P. de enfermo

Ayudante Manuel ¿Aguilar? P

Ilegible Blas Manuel Sandoval P

ilegible ... Mendez P

Sargento José Manuel Samandú P

Otro 2° Bautista Ñengaré P

Tambor Plácido Romero P

57 El documento dice “35”. 58 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 4.

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40

Cabo 1° Enrique Arame P

Otro 2° Martín Cica P

otro Casimiro Baye P

Soldados Gregorio Yací P

José Guayraca P

Casimiro Javien P

Christoval Baybe P

Fracisco Arera P

Carlos Caraye P

Juan de la Cruz Siyu P

Ibo Mandicayu P

José Ignacio Baribe P

Antonio Cabral P

Pedro Ibabe P

Sebastián Paraguayu P

Tomás Pereyra C. P. de guardia en el

cuartel

José Candia C. P. de guardia en el

cuartel

Gregorio Baga (¿) P

Manuel Arroyo P

Vicente Núñez P

Patricio (¿) Giani Grani P

Mariano Colla P

Gregorio (¿) P

Baleriano Romero P

Mariano (¿) C. P. de enfermo

Antonio Cuma

Bentura ¿Piré?

Miguel Gerónimo ¿?

Total 35

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Cuadro 7

3° Compañía de Dragones Guaraníes Occidentales59

Cargo Nombre Destino

¿capitán? José Antonio Ferira o Ferreira p

¿teniente? Juan Andrés Silba P

Sargento 1° Manuel Inocencio Niz P

Cabo 1° Manuel Antonio Ojeda P

Cabo 2° Félix Yuripa P

Soldados Domingo Saricua C. P. de guardia

Leonicio Montiel P

Gervasio (¿) Lescano C. P. de guardia

Antonio Soto P

Agustin Barrios P

Clemente Pereira P

Mariano Espíndola P

Santiago González P

Luis Cambi P

José Antonio Ballejos P

Ignacio Ayala P

Alejo Ríos P

Pascual Martínez P

Seprian(¿) González P

Angel Basualdo

Total 20

Imagen 1: Firma de Lorenzo Ticurei

59 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX, folio 6.

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Imagen 2

Firma Lorenzo Guacurarí

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Capítulo II

Brevísima historia de un pueblo milenario

“Están los guaraníes de verdad y está lo que Melià dice de

los guaraníes”

Bartomeu Melià, clase de la Maestría en cultura

guaraní-jesuítica, 6 de junio de 2014.

Los guaraníes -por lo menos una porción de ellos- fueron los grandes protagonistas del

objeto de estudio de este trabajo. En primer término, porque parte de las tropas de auxiliares a

Santa Fe, comenzando por el jefe de las mismas, Francisco Sití y cuatro de los seis jefes de

regimiento a abril de 1819, eran guaraníes. En segundo lugar, porque dicha campaña se inserta

en la trayectoria de larga duración de este pueblo originario.

¿Se puede abordar una temática puntual como la campaña a Santa Fe sin adentrarse en

el perfil socio-cultural de sus protagonistas? ¿Es posible comprender la dimensión histórica del

acontecimiento sin el abordaje del sentido que este pudo haber tenido para sus actores? Y este

sentido ¿puede reconstruirse? ¿puede ser interpretado? ¿La experiencia vivida se puede

reconocer en estos hechos como herencia de símbolos, mecanismos y comportamientos? Ese

será el desafío y la intención de este capítulo, presentado como uno de los ejes contextuales que

dan sentido a la documentación que se aportó en el capítulo precedente.

Como antesala, planteamos la dificultad que conlleva la intención de abordar la

cosmogonía guaraní, de comprenderla, de desarrollarla y de utilizarla como base para entender

sucesos de comienzos del siglo XIX. Más allá de esta problemática, resulta indispensable

intentarlo, por lo menos como aproximación y siempre desde la certeza que adoptamos a partir

de las palabras de Bartomeu Melià, quien afirma que nuestros estudios y nuestras descripciones

no son los guaraníes de verdad, sino lo que decimos sobre ellos. Por lo tanto, proponemos esta

brevísima historia de un pueblo milenario como paso necesario para la identificación del actor

social que protagonizará el hecho histórico en estudio.

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2.1. Delimitación del objeto de estudio: de los guaraníes, ¿qué?

Hablar de los guaraníes en general, de su cosmogonía y su cosmovisión, de su cultura,

de su identidad, de su historia, es algo pretencioso para un simple estudio de posgrado y,

además, carente de sentido práctico como metodología para el objeto de estudio planteado en

este trabajo. Por lo tanto, parece prudente recortar esa generalidad hacia aquellos aspectos

socio-culturales que se vinculen con la temática o que nos permitan comprender las actitudes

de los guaraníes del siglo XIX a partir de características registradas por dicho pueblo en los

siglos previos.

Los recortes son esenciales como metodología de trabajo, tanto en términos académicos,

como mucho más en la dimensión pedagógica de la historia. En la formación docente el recorte

marca el inicio de la planificación áulica, por lo que su importancia es absoluta a la hora de

definir qué enseñar sobre cada tema del programa.60 Por ejemplo, el diseño curricular nos

planteará estudiar la época colonial y el desarrollo de las Misiones guaraní-jesuíticas, pero como

docentes sabemos que aquello no es más que un enunciado y que abarcar la totalidad de la

experiencia misional es imposible, tanto para el docente como para los alumnos. Es por ello

que procedemos a un recorte temático, en el que seleccionamos los aspectos que nos resultan

centrales para explicar lo que deseamos que los alumnos se lleven como aprendizaje. Por más

espíritu aséptico que adoptemos, la realidad es que dicho recorte será el reflejo de nuestra

ideología, de nuestra forma particular de ver e interpretar al mundo. De allí que lo mejor sea,

siempre, explicitar ese punto de partida. Se llama ética profesional y se aplica poco.

En el capítulo 2 de Andresito (Camogli 2015) se planteaba que los historiadores tenemos

manos de tijera, ya que “Si escribir la historia es recortar el pasado basados en las inquietudes

del presente, el punto de partida para toda investigación tiene que ser la definición explícita de

la sección del pasado que vamos a abordar. Tiempo, espacio y protagonistas deberían conformar

una tríada básica en el esquema introductorio de toda obra. Un reconocimiento del lugar desde

el que miraremos el pasado, no solo por honestidad intelectual, sino por la conveniencia

metodológica de dejar asentado el camino por el que transitaremos aquellos tiempos pretéritos.

En cierta forma, los historiadores somos como el personaje de la película de Tim Burton,

60 Ver, De Amézola (2008), Verstraete (2011) y Gregorini (2015).

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también tenemos manos de tijera”.61 La definición mantiene su vigencia, por lo que émulos de

Edward -el entrañable personaje interpretado por Johnny Deep- procederemos a recortar.

Entonces, de los guaraníes ¿qué? En términos generales, todo aquello que nos permita

contrastar nuestras hipótesis. Por ejemplo, rastrear el perfil y la trayectoria guerrera de los

guaraníes, como para comprender por qué en 1819 un contingente de ellos marchó a pelear a

Santa Fe para enfrentar a tropas de Buenos Aires y Córdoba. O qué elementos de su

organización y su imaginario político (y, si es posible, ideológico) confluyen en la adhesión al

artiguismo, a la revolución, a la independencia y a ese cúmulo de ideas aparentemente tan

abstractas y complejas que conforman el mundo moderno.

¿Eso es todo? No, claro. En especial porque vislumbramos que ambos fenómenos, tanto

el carácter guerrero como la identidad y las formas políticas de los guaraníes se explican por

una diversidad de factores culturales con los que deberemos nutrir nuestro análisis. En

definitiva, la política y la guerra son experiencias y fenómenos socio-culturales que expresan

desde identidades hasta mecanismos de organización de las sociedades.

El recorte estará dado, en consecuencia, en la intención de identificar la trayectoria

guerrera de los guaraníes y el imaginario político que la sostuvo en el tiempo. De cómo esa

trayectoria y ese imaginario mutaron para explicar nuevas realidades políticas y justificar, otro

vez, el tono guerrero de los guaraníes.62 Así, hasta su derrota; así, hasta el final.

Si esto resultara posible, creemos que las hipótesis planteadas podrán ser contrastadas,

amén de su corroboración, redefinición o, incluso, su rechazo por inconsistentes. Como

aclaración final, reafirmemos el carácter arbitrario y subjetivo de este recorte, que responde a

las inquietudes personales de un historiador que aspira, como Melià, a dar su versión de los

guaraníes... aunque pueda no ajustarse a la verdad.

2.2. Delimitación del método: de los guaraníes, ¿cómo?

La otra dimensión del recorte es el cómo. Y aquí no tanto en el sentido de cómo lo

haremos nosotros, algo que ya fue planteado en la introducción, sino en cómo lo han hecho

otros investigadores. La referencia tiene una lógica inevitable y es el carácter ágrafo de la

61 Camogli (2015: 58). 62 Adherimos al rechazo de la idea esencialista del “ethos guerrero” indígena para plegarnos a la propuesta

de Wilde (2009: 168) de atribuir un valor histórico singular a las fuerzas bélicas guaraníes en tiempos coloniales.

No solo coloniales, agregamos nosotros, también para los tiempos de la revolución y la independencia.

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cultura guaranítica, por lo menos hasta la aparición de la obra lingüística del padre Antonio

Ruiz de Montoya [1585-1652] (1639, 1649a y 1640b),63 que logró adecuar una sintaxis escrita

para un idioma de profunda raíz simbólica como puente para el vínculo y el contacto con el

pueblo guaraní (Melià 2012).

De regreso al cómo, se identifican tres grandes corrientes disciplinares en el estudio de

los guaraníes: la arqueológica, la antropológica y la histórica.

La primera ha descripto vías de migración, zonas de ocupación y evidencia estratigráfica

sobre la ocupación de espacios y territorios preguaraníticos y guaraníticos. ¿Cómo es que los

guaraníes, un pueblo migrante, lograron dominar una porción tan extensa de territorio en la

selva paranaense, hasta convertirse en la cultura más importante de la región? La arqueología

parece demostrar que la extensión territorial de los tupí-guaraníes se encuentra entre las más

importantes de toda América (Silva Noelli 2004 y Mineiro Scatamacchia 2016).64

Con esos datos, la antropología concluye que los guaraníes se impusieron sobre los

grupos de cazadores y recolectores que habitaban la región a partir de una serie de ventajas

comparativas, entre las que se destacan la capacidad guerrera, la organización agrícola y semi

sedentaria de las comunidades y una mayor concentración demográfica. A partir de estas

características, es que los guaranís fueron corriendo del territorio a otros grupos que dependían

exclusivamente de la caza y la recolección para su subsistencia.

La antropología ha virado en un proceso de “etnología guaraní” (Melià 1997b), gracias

a los aportes de lo que podríamos denominar como vieja escuela antropológica de convivencia

extendida con el objeto de estudio, del que tanto León Cadogan como Branislava Susnik y el

ya citado Melià, son ejemplos notorios.65 El primero de ellos fue definido como la bisagra en

la que se divide la etnología guaraní: antes y después de Cadogan.66 La afirmación no parece

exagerada si consideramos el aporte crucial de este autor al revalorizar el sentido que la palabra

63 Para un estudio sobre la importancia del trabajo lingüístico de Montoya, ver, Melià (2011a y 2012). 64 En Misiones predominan los estudios arqueológicos sobre las Misiones Jesuíticas (por ejemplo,

Poujade y Roca 2011 y 2014 y Roca 2013), pese a lo cual en los últimos años han surgido nuevas investigaciones

para la época prehispánica, ver Pau (2015 y 2017) y Rodríguez (2018). Incluyamos los tempranos estudios sobre

el sitio de Gruta India, ubicado en el municipio de Garuhapé, departamento de Libertador General San Martín, que

fuera excavado en la década de 1960 (Rizzo, Figini, Salceda y Tonni 2006). 65 Para una revisión crítica sobre el proceso de gestación de la etnología guaraní y sus principales autores,

ver Melià (1997b). 66 Melià (1997b: 27). Con Cadogan “no es el antropólogo el que dice la cultura del otro, sino el guaraní

el que se dice a través del antropólogo”, afirma Melià sobre el autor del que registra más de 70 artículos dedicados

al tema.

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tiene para los guaraníes, debido a sus connotaciones existenciales, simbólicas e, incluso, como

ordenador socio-cultural (Cadogan 1997).

Por último, nuestra disciplina, la historia, confirma la larga trayectoria guerrera de los

guaraníes. Trayectoria que los encuentra tanto en la resistencia a la conquista como en la

adhesión al poder real,67 en tanto la coyuntura política les garantice la autonomía sobre sus

tierras y sus pueblos. Entre medio, se operan cambios simbólicos en el sentido y los usos de la

guerra por parte de los originarios, como así también algunas experiencias bélicas que

reputamos antecedentes a considerar al momento de estudiar la campaña a Santa Fe, de 1819.

A estos planteos se le agrega la etnohistoria como una propuesta disciplinar que procura

dar sentido a los datos, las fuentes y las palabras que ya son vestigio.68 No se trata de hacer o

reconstruir la historia de un pueblo o una cultura, sino de reflejar, dentro de lo posible, el sentido

(la palabra, podríamos decir en términos de cosmovisión guaraní) que ese pueblo le ha dado a

su propia experiencia. En cierta medida, la etnohistoria hace explícito el objetivo que la historia

se empaca en no aceptar: la empatía de ubicar en el tiempo y el espacio a los sucesos, los pueblos

y los hombres y mujeres que los protagonizaron. Pero no como simple fotografía –como

documento-, sino como pasado vivo (otra vez, como palabra dicha). Vivo más allá del drama

existencial; vivo en individuos y sociedades que dotaron de sentido a su propia experiencia

vivida.

En síntesis, el cómo evidencia múltiples posibilidades para el estudio del qué. Lo que

ratifica nuestra opción por la historia total como método para el abordaje de esta investigación.

2.3. La génesis de la raíz autonómica y guerrera

Existe generalizado consenso en cuanto a que los guaraníes forman parte de la familia

etnolingüística tupí-guaraní con origen en el Amazonas. Por una serie de factores diversos, estas

etnias iniciaron una larga migración que los desperdigó por toda la costa atlántica y las selvas

paranaense y del Mato Grosso.

67 Para la resistencia, ver Roulet (1993), Camogli (2007), Perusset (2008), Saffi (2009) y Avellaneda

(2011). Para la era colonial, ver Avellaneda (2005, 2010, 2014a, 2016a y 2016b), Avellaneda y Quarleri (2007),

Caletti Garciadiego (2015) y Birolo (2014 y 2015). 68 Según la definición brindada en clase por Melià, la etnohistoria rastrea “la memoria de los propios

indígenas sobre su paso por el mundo”. Para ver su aplicación y potencialidad tanto desde una propuesta de

centralidad antropológica como histórica, ver Wilde (2009) y Poenitz (2012), respectivamente.

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Los guaraníes que habitaban el territorio de la selva paranaense al momento de la

conquista, son una de las tantas familias de aquel tronco originario Tupí. Si bien la evidencia

arqueológica aún es insuficiente como para determinar con precisión el momento de ingreso al

actual territorio de Misiones -que aquí tomamos como referencia- se considera que ocurrió entre

1800 y 1000 años AP, en pequeños grupos de asentamiento (Silva Noelli 2004, Loponte y

Acosta 2013, Mineiro Scatamacchia 2016, Pau 2017 y Rodríguez 2018).

Como fue dicho, el dominio de la agricultura generó una ventaja comparativa a favor de

los guaraníes por sobre los grupos de cazadores recolectores que habitaban la zona. La

agricultura como práctica propicia dos fenómenos sociales. Por un lado, el sedentarismo o, en

el caso de los guaraníes, un sedentarismo sui generis, ya que no se trata de asentamientos

permanentes, sino que estos perduran lo que el ambiente determina. Luego de varios años de

cultivar un mismo sitio, los guaranís abandonaban el lugar en procura de nuevas tierras. Wilde

lo sintetiza como “el paradigma de la movilidad”.69 Por otro lado, la agricultura requiere de

cierta organización social y, por consiguiente, de liderazgos capaces de garantizar el

sostenimiento de dicha estructura para obtener los niveles de producción necesarios para la

supervivencia del grupo.

Planteamos, concomitante, que el “paradigma de la movilidad” no es el único horizonte

de los guaraníes. A él se podría agregar el “paradigma del liderazgo”, tal como se desprende de

Takeda (2016) y Cantero (2017) y el “paradigma de la coyuntura”, planteado por Camogli

(2015), pero que puede identificarse bajo otras denominaciones como una capacidad de

adaptación de los guaraníes.70

La cohesión social la constituía la casa comunitaria, el teii, que era “la unidad de

parentesco básica y se caracterizaba por su alto grado de autonomía política y económica”.71

En un plano superior, se encontraba el tekoá, que podía referenciar tanto a una como a un grupo

de aldeas (Perusset 2008 y Rodríguez 2018). Toda esta organización socio-política, confluye

en el ñande-rekó, definido por Melià como “nuestro modo de ser”, en el cual se remarca lo

existencial como algo colectivo e inclusivo.72 Por lo tanto, se interpreta que la organización en

sociedad de los guaraníes es el fruto de un constructo cultural de formación temprana, de obvias

69 Wilde (2009: 21). 70 En términos teóricos, se interpreta que toda resistencia se define en torno a una idea de adaptabilidad.

Lo que se pretende con la idea del “paradigma de la coyuntura” es remarcar, justamente, la adaptabilidad de los

guaraníes como un principio atávico de su proceso de toma de decisiones. Sobre resistencia y adaptabilidad

guaraní, ver, Wicker (2011). 71 Perusset (2008: 246). 72 Melià, apuntes de clase, Oberá, 6 de junio de 2014.

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reformulaciones o readecuaciones en el tiempo, pero de notoria pervivencia hasta nuestros días.

Y, por ende, también presente en el entramado cultural, identitario y simbólico de los

protagonistas guaraníes de la campaña a Santa Fe.

Tomemos nota, por lo pronto, de la temprana aparición de la idea de autonomía en la

base del imaginario político-social de los guaraníes, ya que será uno de los conceptos de fuerte

transversalidad en los ejes contextuales.

A la ventaja comparativa de la agricultura, se agrega el marcado tono belicoso.

Acicalados por el crecimiento demográfico, “para el siglo XVI, los hablantes de este tronco

lingüístico se extendían por más 4000 km en sentido norte sur, desde la cuenca del río

Amazonas hasta el Río de la Plata, y desde el Océano Atlántico hasta los contrafuertes andinos,

a través de 3000 km en sentido longitudinal”73 y a merced de someter y/o correr a las

poblaciones primigenias. Esto no se trataría de un fenómeno exclusivo de los guaraníes, sino

de un complejo socio cultural basado en las guerras por venganza y canibalismo ritual,74

compartido por otros grupos de tronco común, como los guaycurúes, pero de disímil trayectoria

posterior.

Esta actitud guerrera, cuya motivación práctica sería la conquista de nuevas tierras,

presenta una característica particular, la de estructurar una determinada constelación social

(Perusset y Rosso 2009). De esta forma, la actitud colectiva frente a la guerra vendría a

cumplimentar diversos objetivos: cohesionar al grupo en torno a un compromiso de

supervivencia que, paradoja, trasciende a la muerte; captar y sociabilizar nuevos miembros,

capturados como prisioneros, e incorporados al grupo vía naturalización, matrimonio o

antropofagia; exteriorizar las tensiones y la violencia por fuera del propio grupo; y, remarcar el

carácter autonómico de cada parcialidad.

La centralidad de la guerra no solo se manifestaba en campañas de conquista sobre

nuevos territorios o de venganza contra otros pueblos. El concepto de autonomía como base de

la organización política guaraní ponía a las diversas aldeas en competencia entre sí, lo que solía

resultar en guerras de baja intensidad y la configuración de alianzas tan inestables como

cambiantes (Perusset y Rosso 2009 y Camogli 2015). Esta característica bien podría explicarse

por la lógica del “paradigma de la coyuntura”, que asentáramos up supra.

73 Loponte y Acosta (2013: 196). 74 Carneiro da Cunha y Viveiros de Castro (1985), en Perusset y Rosso (2009).

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Tanto la idea autonómica como las tensiones internas solían desembocar en la

conformación de confederaciones de aldeas bajo el mando de un cacique principal, el que

imponía su liderazgo, en especial cuando el objetivo era la defensa de un territorio más amplio

(Avellaneda 2016a). Esto se explica en la necesidad de proteger el hinterland de cada

parcialidad.

La antropofagia ritual conformaba parte del ritual guerrero, bajo el enigmático precepto

de la “venganza”, pese a que será una práctica radicalmente prohibida por los padres jesuitas al

momento de la conquista y frente a lo cual no conocemos se registraran mayores resistencias.75

Lo concreto es que para el momento de la irrupción de la conquista, los guaraníes habían

controlado una enorme extensión de territorio y configurado un perfil socio-cultural de

identificable complejidad simbólica. Entre otros indicios, aquí remarcamos dos que nos parecen

fundamentales para la temática en estudio, a saber:

- la idea de autonomía como base fundamental de la organización política

guaraní, tanto a nivel de organización micro (dentro de la aldea) como macro y nodal

imaginario sobre el que se organiza, en la práctica y en lo simbólico, al amplio

territorio ocupado por esta parcialidad;

- la centralidad de la guerra como fenómeno socio-cultural, en tanto

dinamizador de prácticas sociales y elemento configurador de sentidos específicos.

2.4. La resistencia ante las invasiones bárbaras

Según el paradigma planteado de dar vuelta el sentido del clivaje centro-periferia,

observamos que el tan mentado “descubrimiento” de América bien podría ser definido como

las “invasiones bárbaras” al continente americano.76

La respuesta de los guaraníes a la conquista fue estudiada por numerosos autores y desde

diversos enfoques metodológicos. Sintetiza nuestra perspectiva la propuesta de Boccara de

poner “en tela de juicio las concepciones esencialistas de la identidad, sustancialista de la

cultura, arcaizante de la tradición y ahistórica de las sociedades llamadas hasta hace poco

75 Sobre el concepto de “venganza”, ver, Melià y Temple (2004). 76 Las “invasiones bárbaras” son un largo proceso histórico de unos cuatro siglos de duración,

caracterizado por la invasión de pueblos de diverso origen sobre la Europa -auto referenciada- “civilizada”, que

durante siglos se había conformado en torno al Mediterráneo. Los bárbaros eran los que provenían de la periferia,

según el centro del relato historiográfico.

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‘primitivas’ (...) Las sociedades ‘arcaicas’ no son sociedades frías, sin historia, antimodernas,

intrínsecamente opuestas al cambio o ajenas a los procesos de adaptación y de reformulación”.77

Aquí nos vamos a centrar en aquellos aspectos que reputamos claves para conformar el

eje contextual guaranítico que nos permita hacer la hermenéutica de los documentos en

términos de las hipótesis planteadas. En este sentido, identificamos tres momentos

fundamentales de la era colonial:

- la “triple resistencia” ante los conquistadores;

- la transformación de las fuerzas guaraníes en milicias reales; y,

- las guerras guaraníticas como irrupción simbólica de un marco

ideológico estructurado y reconocible.

Si los guaraníes eran celosos de su autonomía y belicosos por mandato socio-cultural,

es lógico encontrar en ellos diversas formas de resistencia ante la conquista. Tiempo atrás,

definimos a esta etapa como la de la “Triple Resistencia” guaraní ante los invasores (Camogli

2007 y 2015), proceso que incluye la lucha contra los españoles, los portugueses y la no siempre

recordada contra los padres de la Compañía de Jesús. En cada caso, los guaranís apelaron a sus

tres paradigmas, el de la “movilidad” para eludir al enemigo, el del “cacicazgo” para confluir

sobre ciertos líderes y el de la “coyuntura” para la toma de decisiones.

2.4.1. La resistencia, capítulo español

Los primeros españoles en aparecer en los límites de las tierras guaraníes fueron los que

se internaron por el Río de la Plata. Es conocida la historia de las dos fundaciones de Buenos

Aires, en especial de la primera, retratada por el cronista Ulrico Schmidl [1510-¿?], quién

acompañó a Juan de Ayolas [1493-¿?] en su excursión por el río Paraná, en donde vencieron a

parcialidades de carios-guaraníes. Al poco tiempo, los españoles fundaron el fuerte de

Asunción, que de inmediato se convertirá en el principal núcleo conquistador de la región

rioplatense (Schmidl 1997).

Perusset explica que “los españoles se insertaron en la región utilizando para su

beneficio los circuitos de intercambio de bienes y de mujeres preexistentes, los derechos y

deberes asociados al parentesco y los conflictos intertribales que oponían a los pobladores de

77 Boccara (2002: 8).

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una y otra banda del río Paraguay o a los miembros de distintas parcialidades guaraníes”.78

Habilidad de los conquistadores para encontrar los intersticios culturales de la sociabilidad

guaraní y, al mismo tiempo, adaptabilidad de estos para responder a la coyuntura provocada

por la irrupción de un “otro” desconocido. En primera instancia, los carios buscaron una alianza

en base al principio de la reciprocidad y el parentesco, ofreciendo a sus hijas y sobrinas como

parte del acuerdo, además de guerreros para avanzar contra parcialidades rivales (Quarleri

2009).

Esta alianza duró escaso tiempo (Necker 1990, Susnik 1993, Roulet 1993, Perusset

2008, Saffi 2009 y Maeder 2013), al quedar claro para los guaraníes la inexistencia de

reciprocidad en la relación con los españoles. Ello no obstó para que, con el paso del tiempo,

estos fortalecieran su posición, al sacar partido de las rencillas entre parcialidades y sus políticas

de alianzas circunstanciales y cambiantes. La metodología para la obtención de recursos, mano

de obra y mujeres, fueron las “malocas”, organizadas por los conquistadores en compañía de

“indios amigos” que se sumaban al saqueo violento de otros poblados. Esta experiencia

combinó “la tradición bélica de los guaraníes con la experiencia militar de los españoles, a lo

que se sumó la disposición de caballos y de armas de fuego”,79 lo que se podría señalar como

una primera adecuación de las prácticas bélicas de los guaraníes.

Luego de un primer ciclo de rebeliones, que va de 1537 a 1546 (Roulet 1993), se produce

una nueva etapa de conflicto en torno a 1570, a consecuencia de la generalización del sistema

de encomienda establecida por el gobernador Domingo Martínez de Irala [1509-1556]. Lo

distintivo de este momento es que las revueltas son encabezadas por los karaí o shamanes,

quienes enfatizan el sentido simbólico, profético y mesiánico de la rebelión, entendida como el

retorno a la “tierra sin mal” (Roulet 1993, Saffi 2009 y Avellaneda 2014b). Dicho discurso

adopta y adapta el mensaje que emiten los conquistadores (de allí el mesianismo como

traducción de las leyendas bíblicas en torno a la figura de Jesús de Nazaret), en especial los

voceros de la evangelización, a quienes indudablemente los karaí sindican como una

competencia en el control de una misma clientela espiritual.80

Lo concreto es que para fines del siglo XVI y comienzos del XVII, la población guaraní

en el ámbito de Asunción se había reducido en forma drástica (Avellaneda 2014b), pese a que

78 Perusset (2008: 263). 79 Quarleri (2009: 55). 80 Uno de los casos más famosos fue el del cacique Oberá, quien se rebeló a fines de la década de 1570 y

cuya historia narra Martín del Barco Centenera [1535-¿?] (1602) en el libro La Argentina.

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la demografía guaraní continuaba siendo considerable en las regiones del Guayrá y el Itatín

(Maeder 2013) (Ver mapa 2: Regiones de las primeras fundaciones jesuíticas).

Mapa 2: Regiones de las primeras fundaciones jesuíticas81

2.4.2. La resistencia, capítulo jesuita

Las dificultades de los conquistadores para consolidar el dominio en la región, entre las

que se encontraba la resistencia nativa a la encomienda, incentivó la convocatoria a las órdenes

religiosas, las que aceptaron el rol de pacificar y someter a los pueblos originarios. Esta tarea

corrió por cuenta de los franciscanos y los jesuitas (Mörner 1985, Avellaneda y Quarleri 2007,

Avellaneda 2011, 2014b y 2016b, Maeder 2013, Perusset 2015 y Sarreal 2017. Para un estudio

comparado sobre las misiones franciscanas y jesuitas, ver Salinas y Svriz Wucherer 2005 y

2010).

Si bien en las regiones del Guayrá e Itatín la introducción de los jesuitas fue exitosa,

debido al deterioro de las relaciones hispano guaraníes y al debilitamiento de las fronteras ante

el avance portugués (Avellaneda 2011), en el Paraná y el Uruguay “la expansión fue más lenta,

la resistencia indígena a la entrada de los españoles fue mayor y aunque la población no era tan

81 Maeder y Gutiérrez (1995: 61).

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numerosa como en el Guayrá existían caciques hechiceros muy renombrados que imponían su

poder político al resto de las comunidades”.82

En esta región se produjo la mayor resistencia guaraní ante el avance jesuita,

representada en la emblemática muerte del padre Roque González de Santa Cruz [1576-1628],

en noviembre de 1628, a consecuencia de una extendida revuelta comandada por el Karaí Ñezú.

Este acontecimiento suele ser obviado o poco explorado por la historiografía, que se ha centrado

en otros aspectos de la experiencia misional. Incluso cuando suele ser abordado se lo hace desde

un tono hagiográfico que exalta la figura de los “mártires del Caaró” (Kohler 1978, Bruno 1988,

Maeder 2013 y Venturini 2014), pero que invisibiliza al resto de los actores de este drama: los

líderes espirituales del pueblo guaraní.

Lo cierto es que esos actores existieron y apelaron a la resistencia como mecanismo de

supervivencia. En las Cartas Annuas83 escritas por la Compañía de Jesús, encontramos

numerosas referencias a este enfrentamiento tanto simbólico como armado entre los jesuitas y

los karaí. Más allá de la parcialidad de las fuentes, se pueden identificar en ellas elementos

identitarios de la ideología guaraní, en especial lo referente a la autonomía (Camogli 2007). En

muchos casos se reitera el mecanismo mesiánico, como lo expresa, por ejemplo, la Annua de

1637 cuando explica la captura de uno de los “hechiceros”, que

“hacía sus famosas ceremonias, y al otro en el acto de administrar su seudo-bautismo.

Consistían estas ceremonias en lavar el cuerpo de pie a cabeza, y cantar después a voz alta:

Taytin decara ybagué, lo que quiere decir: Yo te bautizo para quitarte el bautismo”.84

Las fuentes jesuitas evidencian el choque de dos cosmovisiones enfrentadas y la

adaptabilidad de los karaí para adecuar su argumentación a los nuevos tiempos discursivos que

se abrieron con la conquista espiritual. Es cierto, también, que esta resistencia fue posible en

tanto la presión territorial de los portugueses se centraba en la región del Guayrá, algo que se

modificará en la década siguiente y que licuará la influencia de los karaí que se oponían a la

alianza con los jesuitas.

82 Avellaneda (2011: 71). 83 Las Cartas Annuas “constituyeron una comunicación regular de los provinciales con el Padre Prepósito

General de la compañía, residente en Roma. Las mismas tenían por objeto brindarle una información detallada

acerca de la actividad pastoril cumplida en los distintos colegios y residencias de la provincia, así como los

progresos obtenidos en la evangelización entre las naciones aborígenes atendidos por sus misioneros” (Maeder, en

Boroa 1990: 11). 84 Documentos para la Historia Argentina (1929, Tomo XX: 579).

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Lo concreto es que frente al avance de los padres, se produjo una gran rebelión liderada

por el karaí Ñezú, referencia espiritual de gran ascendencia en la zona (Kohler 1978, Bruno

1988, Camogli 2007 y Saffi 2009). Este organizó el ataque del 15 de noviembre a la reducción

de Todos los Santos del Caaró, que Roque González había creado días antes junto al padre

Alonso Rodríguez. Ambos jesuitas murieron en el ataque. Dos días después, otro grupo asaltó

y dio muerte al padre Juan Castillo, en Pirapó. En poco tiempo, Ñezú había obstaculizado el

avance jesuita al oriente del Uruguay, por lo que estos sucesos, más que el de los “mártires del

Caaró”, se podrían definir como “la victoria del Caaró”, según el lugar del clivaje centro-

periferia en donde optemos por pararnos.85

Victoria parcial, es cierto, que resultó insuficiente para obturar el avance jesuita, que

finalmente consolidará sus fundaciones sobre ambas márgenes del Uruguay. La derrota final de

los “hechiceros” rebeldes se agilizará a partir de la irrupción de las bandeiras en la zona, frente

a los cuales la alianza con los jesuitas se asumió como la más conveniente desde la óptica de

los caciques, que tomaron distancia de las posturas más radicalizadas y de tono mesiánico de

los karaí.86

El propio Ñezú será derrotado por un ejército guaraní-jesuita conducido por Nicolás

Ñeenguirú, miembro de una familia de largo linaje guerrero, tal como vimos en el capítulo

anterior.

2.4.3. La resistencia, capítulo portugués

La disputa sostenida entre las Misiones guaraní-jesuíticas y los bandeirantes será un

momento clave para la conformación de nuestro eje contextual. Estas bandas de cazadores de

esclavos se integraban con colonos de San Pablo, propietarios de plantaciones, militares y

parcialidades de Tupí aliadas a ellos (Quarleri 2009), los que comenzaron a asolar la región del

Guayrá en torno a 1628 (Maeder 2013).87

En términos generales, nos interesa remarcar cuatro aspectos que se desprenden de la

irrupción de los paulistas y que aquí se sintetizan por obvias razones:

85 Estos sucesos fueron abordados en Camogli (2007). 86 Una vez más el “paradigma de la coyuntura” es el que parece definir la política de alianzas guaraníes,

que ven más conveniente la unidad con los jesuitas para enfrentar a los esclavistas. Los karaí poseían saberes

ancestrales, pero los padres aportaban armas y organización para la guerra que se avecinaba. 87 Según Avellaneda, “los bandeirantes esclavizaron más de 150 mil indígenas en sus diferentes entradas

al Guayrá, Tapé e Itatines” (Avellaneda 2014b: 135).

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La presión territorial y demográfica generada por los ataques lusitanos,

aceleró las condiciones del pacto entre los padres de la Compañía de Jesús y los

caciques guaraníes, tal como evidencian los estudios de Avellaneda (2005, 2011,

2016a y 2016b). Para los caciques, la alianza con los jesuitas emergió como la

alternativa más atractiva ante el encierro territorial y simbólico ocasionado por la

apropiación de la fuerza de trabajo que imponían los españoles vía encomienda y la

caza de esclavos de los lusitanos (Salinas 2006). Esta definición política de aliarse

con los jesuitas a cambio de la adopción del catolicismo y la transformación de los

tekoá en pueblos (misiones), se comprende desde la lógica del “paradigma de la

coyuntura”. Visto en perspectiva, esta resultó la mejor opción para los guaraníes,

algo que parece también entendieron decenas de caciques, de diversa relevancia, que

van a adherir al nuevo esquema misional. De este virtual pacto constitutivo (y sobre

el que girarán buena parte de las decisiones que se adopten en el futuro por los

liderazgos locales), se derivan los 150 años de experiencia histórica de las Misiones

guaraní-jesuíticas, la herencia antropológica del mestizaje litoraleño que subsiste en

el presente (Poenitz 2012) y los fenómenos socio-culturales que dan sentido a este

eje contextual.

Consecuencia directa de las bandeiras fue la delimitación territorial de

las misiones, que si bien sufrió cambios en el tiempo, se suele representar en los 30

pueblos históricos (ver mapa 3: Los 30 pueblos históricos de las Misiones guaraní-

jesuíticas). A partir de la relocalización de los pueblos del Itatín y el Guayrá en torno

a los ríos Tebicuary y Uruguay, en la década de 1630, es que se establece una zona

de protección y defensa que perdurará vigente durante casi siglo y medio. Este

esquema se resume a la distribución de los pueblos a una corta distancia uno de otro,

dentro de una amplia zona protegida por accidentes geográficos. Sobre el río Paraná,

los rápidos del Apipé (límite sur) y las Siete Quedas (límite norte). Sobre el Iguazú,

las cataratas. En el Uruguay, los saltos del Moconá al norte y Salto Grande al sur.

En el suroeste del dispositivo, los enormes esteros del Iberá. De esta forma, la

geografía blindaba los accesos y facilitaba la vigilancia ante cualquier ataque

externo.88

88 Maeder y Gutiérrez 1994 y 1995 y Poenitz y Poenitz 1998.

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A la definición política del pacto y la delimitación territorial, se

yuxtapone el recurso del uso de las armas para enfrentar al enemigo lusitano.

Destaquemos aquí la importancia estratégica de la victoria de Mbororé (11 de marzo

de 1641 y días subsiguientes), en proximidades de la actual localidad misionera de

Panambí. En este combate, el ejército guaraní desplegó su tradición guerrera, pero

ahora aggiornada a ciertos usos y costumbres de la guerra europea, bajo

adiestramiento y conducción militar de los propios padres de la compañía, quienes,

además, acopiaron armas de fuego e instruyeron en el uso de las mismas a los

guaraníes. Mbororé fue un hito en la historia, más allá de interpretaciones

anacrónicas a las que se pretenda arribar (Martín 1977 y Juncos 1990). Fue la

victoria que cerró la etapa de las bandeiras y que abrió paso a la consolidación y al

auge de las Misiones como organización colonial autónoma de los poderes

monárquicos constituidos en la América del sur. Por último, Mbororé fue la

argamasa que transformó en un pétreo “pacto de confianza” a aquel más endeble

“pacto de coyuntura” que originariamente habían sellado sacerdotes y caciques. Este

pacto, de profunda raigambre ética y moral, solo se rompería un siglo después con

las “guerras guaraníticas”.

Finalmente, nos queda la consecuencia socio-político-militar de la

resistencia frente a los lusitanos: la transformación de las tropas guaraníes en

milicias al servicio directo de los intereses reales en la cuenca rioplatense y la

redefinición de los liderazgos, que se adecúan a esta emergente estructura bélica.

Cual dominó de causas y efectos surge que la necesidad de defensa frente a las

bandeiras se tradujo en la organización de fuerzas militares numerosas y

pertrechadas que, una vez obtenida la victoria, perduraron en funciones milicianas

tanto como necesidad propia para la autodefensa, como recurso práctico y

económico para el poder colonial de turno que las requiriera como brazo armado.

Con idéntica lógica, resulta que esa organización militar sostenida en el tiempo

requirió de liderazgos tácticos, estratégicos y logísticos que debían reunir

características novedosas para la tradicional figura del cacique. Esta situación

redefinió la preponderancia socio-política de ciertos líderes sobre otros, como la ya

nombrada estirpe de los Ñeenguirú, uno de cuyos miembros comandó al ejército en

Mbororé, mientras que otro será protagonista de las “guerras guaraníticas”, en la

centuria siguiente.

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Mapa 3: Los 30 pueblos históricos de las Misiones guaraní-jesuíticas89

Por lo pronto, hagamos centro en los guaraníes, que se cercioran, 170 años antes que los

porteños, que la única forma de protegerse ante ataques externos era por sus propios medios.

Al igual que los habitantes de la Buenos Aires que resistirá la invasión inglesa al Río de la Plata

en el 1800,90 los guaraníes significarán su triunfo con aires de autosuficiencia y posturas

autonómicas.91 Bajo el riesgo de extrapolar indicios posteriores, nos preguntamos si no se

encuentran aquí sutiles gérmenes, en forma de política práctica y de imaginarios construidos,

de lo que mucho después emergerá con la revolución, la independencia y el federalismo.

89 Maeder y Gutiérrez (1995: 67). 90 Las denominadas “invasiones inglesas” a Buenos Aires fueron, en verdad, una invasión al Río de la

Plata que contó, sí, con dos ataques a la capital virreinal, la ocupación momentánea de Montevideo y varias

acciones sobre las islas y costas del Río de la Plata (Camogli 2005 y 2009a). El impacto social del triunfo porteño

sobre los “casacas rojas” será analizado en el próximo capítulo. 91 En dos paradigmáticos libros, Tulio Halperin Donghi elaboró la teoría sobre la revolución y la

independencia que aún hoy perdura con amplios consensos en el ámbito historiográfico local. Sin entrar en

polémicas que serán abordadas en los capítulos siguientes, tanto en Guerra y finanzas (1982) como en Revolución

y guerra (2014), el autor describe el proceso por el cual la población de Buenos Aires (tanto su elite como los

sectores populares) se convirtió en un determinante actor político en los años previos a la revolución, hasta dar el

golpe del 25 de mayo de 1810. En ese marco, la invasión inglesa de 1806-1807 resultó clave para la gestación de

un espíritu autónomo y autosuficiente, acendrado por el evidente derrumbe de la monarquía española. Su historia,

focalizada en la elite, fue complementada con el enfoque popular descripto, entre otros, por Di Meglio (2007, 2012

y 2013) y Camogli (2017).

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2.5. Las milicias guaraníes como ejército del rey en el Plata

El colofón de la batalla de Mbororé marca el inicio de una época de auge para las

Misiones. Esta etapa, de más de un siglo, registra una amplia diversidad de enfoques a la hora

de seleccionar posibles objetos de estudio.92 El caso de las milicias guaraníes no quedó exento

como preocupación académica. Es más, vislumbramos que el cúmulo de artículos y libros

específicos sobre el tema, más la documentación existente al respecto, nos permitirán enfocar

a las milicias con cierta solvencia y expectativas en la obtención de conclusiones significativas.

Avellaneda (2016a) establece la siguiente periodización en la conformación de las

mismas: 1609-1649, organización militar para la defensa territorial; 1649-1724, consolidación

del territorio de las reducciones; y, 1724-1735, crisis en la organización interna de las

reducciones. Como vemos, se trata de un período de tiempo que supera los cien años, pero que

no concluye en su totalidad la historia de las milicias guaraníes al servicio del rey o sus

representantes en la región platina. Con novedoso planteo, Birolo (2014) remarca que dicha

presencia perduró en el tiempo, incluso más allá de las “guerras guaraníticas” y de la expulsión

de los jesuitas.

El éxito obtenido con la contención de la expansión lusitana fue utilizado como

elemento de negociación por la Compañía de Jesús, la que obtuvo del rey un régimen de

excepcionalidad para las Misiones. En 1649 “el padre Montoya logró sellar un acuerdo con la

Corona para elevar los soldados guaraníes a la categoría de milicias al servicio del Rey con la

obligación de custodiar la frontera y defenderla de las entradas de los portugueses”.93 El acuerdo

que estableció las pautas en la relación entre jesuitas y caciques, ahora se extendía a un vínculo

casi directo con el propio monarca, denominado Mburubichá bati (el más poderoso de los

españoles) por los originaros.94 Con esto, los guaraníes se reconocían súbditos del rey, pero

bajo un sistema que les garantizaba su autonomía territorial, su relativa o aparente libertad

92 A modo de referencias puntuales en un marco bibliográfico extendido, se citan para un enfoque

económico clásico, a Mörner (1985). Para estudios del arte, Bollini (2007 y 2009) y Sustersic (2010 y 2013). Para

la arquitectura, Levinton (2012) y Sustersic (2013). Para la música, Cambas y Machón (1998) y Rocholl (2012).

Para estudios del discurso, Cadogan (1997), Couchonnal y Wilde (2014) y Boidin (2016). Para un balance

patrimonial, Snihur (2007). Para estudios arqueológicos, Poujade (2007) y Poujade y Roca (2011 y 2014). Para

los guaraníes como mano de obra, Neumann (1996). 93 Avellaneda (2016a: 4). 94 “Relación de 1677 sobre los privilegios obtenidos por los jesuitas para las reducciones”, en Archivo

General de la Nación, Archivo y Colección Andrés Lama, Leg.6, en Avellaneda (2011: 69).

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individual y una soberanía político-económica como no la gozó ninguna otra cultura originaria

en el marco de los 300 años de conquista.95

El repaso de las acciones realizadas por los guaraníes en condición de milicias al servicio

del poder colonial en el Plata, es elocuente de su importancia. Carentes casi por completo de

fuerzas estables en el territorio (Beverina 1992, Birolo 2014 y Camogli 2017), las autoridades

españolas en Buenos Aires y Asunción debían recurrir a las milicias para atender necesidades

bélicas, logísticas y hasta de infraestructura diversa. En Avellaneda y Quarleri (2007), como así

también en Avellaneda (2005 y 2016a) y en Svriz Wucherer (2011a), encontramos enumeradas

más de un centenar de misiones o servicios prestados por las milicias.

Por ejemplo, a pedido de la gobernación del Paraguay, se registra el suministro de

soldados para castigar y perseguir a parcialidades de guaycurúes, payaguás y mbayás refugiadas

en el Chaco luego de asolar a las poblaciones blancas.96 También figura el envío de mano de

obra para la fortificación de los presidios, “castillos” y obras en la ciudad de Asunción. Y

numerosos pedidos de tropas por parte del gobernador para acciones diversas (Avellaneda y

Quarleri 2007).

En cuanto a la gobernación de Buenos Aires, Svriz Wucherer (2011a) enfatiza que en

cuarenta y una solicitudes de tropas se remitieron un total de 38.798 indios,97 una cifra

prorrateada en un siglo, es cierto, pero igual considerable si tenemos en cuenta que el máximo

de población de los 30 pueblos fue de 140.000 almas, aunque generalmente la cantidad de

habitantes rondó las 100.000 o incluso menos.98

En el mismo sentido Avellaneda (2005), en base al registro del padre Carbonell,

contabiliza 130 servicios a la Corona.99 La misma autora establece que hasta 1735 se registran

casi 100 servicios prestados (Avellaneda 2016a). Esto quiere decir que, durante el servicio de

95 Existe un acendrado debate académico en torno al sometimiento o no de los guaraníes por parte de los

jesuitas. El mismo nos excede, por lo que tan solo asentamos nuestra postura intermedia, en donde reconocemos

tanto aspectos de aculturación y dominación como de sincretismo y autorrealización colectiva de la población

guaraní. Si los jesuitas utilizaron a los guaraníes para consolidar su posición de fuerza ante la Santa Sede o el

monarca, no es el eje central de nuestras preocupaciones. Sí lo es interpretar a la conquista desde la experiencia

nativa, sobre la cual nos preguntamos ¿si no fue esta la mejor opción que tuvieron como pueblo para garantizar su

subsistencia? 96 Sobre las campañas al Gran Chaco, ver Svriz Wucherer (2011c). 97 Svriz Wucherer (2011a) se basa en “El informe del padre provincial jesuita Jaime de Aguilar (1735)”,

un escrito justificatorio de los jesuitas, destinado a recopilar todas las acciones de las milicias, en momentos en

que estas eran blanco de las críticas de los asunceños, a los que habían enfrentado en el marco de las revueltas

comuneras. Ver también Svriz Wucherer (2014) 98 Maeder (2013: 214) y Jackson (2004). 99 Carbonell de Masy (1992), Apendice III: 331-355, en Avellaneda (2005: 28).

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las milicias guaraníes como ejército del rey en el Plata, se remitió más de un contingente armado

por año.

2.5.1. El indicio de la marcha en términos de práctica militar

Esta breve descripción de los servicios prestados por las milicias guaraníes a las

gobernaciones platinas durante más de un siglo, arroja un indicio que amerita su acotación.

Durante ese tiempo, las tropas de guaraníes se movilizaron por todo el territorio rioplatense

para atender las demandas bélicas de paraguayos y porteños, hasta en regiones alejadas y fuera

del control blanco, como el Chaco. Esto significa que en la totalidad de esos casos (recordemos,

hablamos de entre 100 y 135 servicios prestados) se trató de campañas militares extra

territoriales, o sea, más allá del territorio propio. De esta forma, generación tras generación de

soldados guaraníes experimentaron alguna campaña militar que los llevó lejos de sus propias

tierras, incluso más allá de la periferia de su hiterland o la zona fronteriza con el blanco.

Dicho esto, el indicio se vislumbra en tanto la práctica socio-cultural de la campaña

militar como “experiencia vivida” por miles de soldados guaraníes a lo largo de las décadas, es

un hecho incuestionable en términos históricos. La marcha hacia territorios lejanos formó parte

del cotidiano guerrero de los guaraníes hasta bien avanzado el siglo XVIII. Por lo tanto, dejamos

asentado el “indicio de la marcha” como un anclaje que nos aporta herramientas de

interpretación para brindar sentido a la campaña del contingente de guaraní-misioneros hacia

Santa Fe, en 1819.

“Indicio de la marcha” que se diferencia del “paradigma de la movilidad”100 con que se

caracterizó a la cultura guaraní anteriormente. La movilidad remite a la mudanza constante de

las aldeas, acicateadas por el axioma existencialista de la “tierra sin mal”, pero cuyo sustrato

material se encuentra en la procura de tierras y áreas vitales (hiterland) para garantizar la

supervivencia de la aldea o grupo de aldeas (Melià 2011b y Rodríguez 2018). La marcha, por

su parte, refiere a una expedición específica llevaba a cabo por una porción del grupo, en

especial hombres, que marchan con un objetivo específico (participar de una batalla, construir

una obra, garantizar la seguridad en una región) y bajo una organización de tipo militar.

Es dable preguntarse, entonces, ¿si esta campaña a Santa Fe no es manifestación, quizás,

de la supervivencia de una práctica guerrera ancestral que se mantuvo resguardada en la

100 Wilde (2009:21).

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memoria colectiva de aquel pueblo, cuya historia se transmite en la oralidad de las experiencias

vividas?101

2.5.2. Milicias en funciones

Las milicias requirieron de una aceitada organización, tanto en términos de alistamiento

y movilidad como en aspectos logísticos. Debido al uso sistemático por parte de los poderes

coloniales, esta maquinaria bélica se iría convirtiendo en uno de los ejes vertebradores de la

vida en las Misiones. La cotidianeidad en los pueblos se sintetizaba en cuatro tipos de

actividades: las político-administrativas, las económicas-productivas, las educativo-religiosas

y las militares, sobre las que nos centraremos en este acápite.

Un aspecto llamativo de esta organización es su temprana aparición en el marco de las

Misiones, que es previo, incluso, a la autorización del Rey para armar a las Misiones y enfrentar

a las bandeiras. Ya en 1614, el padre Juan de Salas organizó la defensa del pueblo de

Guarambaré “con 350 indios flecheros divididos en 12 escuadrones al mando de sus capitanes

y comandados por dos caciques principales, a los cuales los jesuitas les brindaron caballos”.102

En el mismo sentido, Avellaneda (2011) explica que incluso antes de la irrupción de los

bandeirantes el padre Claudio Ruyer había puesto particular cuidado para que en todos los

pueblos se atendiese y se hicieran centinelas, alardes y ejercicios militares. Lo mismo en el caso

del padre Diego de Boroa, que había conseguido aumentar notablemente el número de

mosquetes y arcabuces (Avellaneda 2011).

Esta temprana militarización de las Misiones y el acceso a las armas de fuego por parte

de los caciques se confirma en las quejas del Cabildo de Asunción, que en 1618 reclamaba al

gobernador por la remisión de 100 “bocas de fuego” a las reducciones (Avellaneda 2005).

En síntesis, la utilización de armas de fuego y la militarización en las Misiones serían

incisos conexos al pacto sellado entre jesuitas y caciques. Los primeros entendieron en forma

prematura la ventaja de dotar del distintivo de las armas de fuego a los caciques, por lo que

comenzaron a contrabandear armas y pólvora desde Buenos Aires (Avellaneda 2005 y 2011).

Para los segundos, implicaba la conservación del liderazgo y el acceso a un estatus diferencial

materializado en los logros militares y el botín obtenido en cada campaña (Avellaneda 2005).

101 Reiteramos el rechazo a la idea esencialista del “ethos guerrero” indígena, ya que procuramos

identificar, más que un destino perenne, una “experiencia vivida” en términos individuales y colectivos. 102 Avellaneda (2016b: 5).

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El paso a milicias del rey en la región afianzaría y profundizaría estas características

generales. La organización y la disciplina le otorgaban a estos cuerpos cierta efectividad que

los diferenciaba de las restantes milicias existentes en el Río de la Plata (Svriz Wucherer 2011a).

Para ello, los jesuitas reprodujeron la estructura política tradicional de los guaraníes en dos de

sus aspectos. Uno, que los liderazgos en campaña eran asumidos por los caciques principales

(Avellaneda 2016a). Dos, que según las necesidades cuantitativas, los reclutamientos se

efectuaban sobre varios pueblos, replicando el sistema de confederación propio de la era pre-

hispánica (Avellaneda y Quarleri 2007, Jarque y Altamirano 2008, Henis 2011 y Birolo 2014).

Un fenómeno que se desprende de lo anterior fue el otorgamiento de cargos militares

según el rango político ostentado por los guaraníes. Así, por ejemplo, capitanes para los

caciques, maestre de campo y sargento para el cacique principal y su ayudante (Salinas 2006 y

Avellaneda 2016b). En los registros coloniales se encuentran numerosas designaciones, como

las establecidas por el gobernador del Río de la Plata Don Ventura Múxica, en 1640, quién

nombró capitanes a don Nicolás Ñeenguirú de la reducción de Concepción, a don Francisco

Bairoba, de San Nicolás, a don Teodoro Iambatay, de San Carlos, a don Francisco Abié, de San

Miguel y a don Roque Guiracazú de la reducción de San Cosme (Salinas 2006). De esta manera,

“uno de los aspectos más significativos” en la estructuración de las milicias “fueron los títulos

recibidos en mayor medida por los caciques para ejercer funciones militares”.103

Otra dimensión característica de las milicias fue su indisciplina o, mejor dicho, su

autonomía relativa a la hora de cumplir las órdenes de los jefes españoles. El pillaje, la

obtención de un botín de guerra o la simple disconformidad frente a la extensión temporal o las

características de la campaña, podían ocasionar tensiones y acciones de indisciplina de difícil

control por parte de los padres jesuitas (Svriz Wucherer 2011b).

En las memorias escritas por estos encontramos ejemplos varios. El padre Tadeo Xavier

Henis (2011) registró en el diario sobre las operaciones en el marco de las guerras guaraníticas,

las dificultades para cohesionar a los grupos de tropas provenientes de distintos pueblos. Del

mismo modo, Jerónimo Herrán elaboró un diario sobre una campaña emprendida contra los

indios “infieles” del Uruguay, a comienzos del siglo XVIII. Allí menciona que ante la orden de

esperar la reunión de toda la tropa: “Dos pueblos obedecieron, los otros tres nos dejaron;

especialmente el Pueblo de la Cruz, que siendo repetidas veces avisados del peligro, y daño que

harían a su pueblo, atropellando por todo, el día 17 se fueron al Piray (...) la culpa de este

103 Salinas (2006: 17).

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desorden tuvo Pedro Abiaru, que siendo cabo de los soldados se huyó con 32 de los dichos

animando con esso a los baqueros que por si no se huvieran atrevido a apartarse de nosotros”.104

Birolo (2014) también describe escenas de indisciplina entre las tropas de guaraníes

movilizadas durante todo el siglo XVIII para atacar Colonia del Sacramento, como en el avance

de 1735, cuando el gobernador de Buenos Aires, Miguel de Salcedo [1689-1765], denunció a

los guaraníes por sus actos de indisciplina, entre los que enumeraba venderle carne a los

portugueses, negarse a colaborar con él e, incluso, regresar a sus pueblos sin autorización.

En términos más generales, Jarque y Altamirano (2008) afirman algo parecido cuando

explican que “de su cosecha los indios no saben delinear un ejército, ordenar los escuadrones,

dividir las compañías, acomodar los soldados ni acometer con orden de milicia; sólo a montón

pelean cargando con suma gritería sobre el enemigo”.105

No cabe dudas, tal como expresa la proclama de Andresito que encabeza la introducción

de esta tesis, que la indisciplina era un concepto vigente en 1819. El jefe del ejército misionero,

que como veremos oportunamente pretendía dotar de cierta marcialidad a sus tropas, los

conminaba a mantener la disciplina y una conducta que no pueda ser despreciada por la remota

posteridad.

Ahora bien, cabría preguntarse qué expresaba la indisciplina de las fuerzas guaraníes.

¿Era tan solo la manifestación de un espíritu anárquico, bárbaro e indócil o, más bien, era la

respuesta a un contexto determinado al que los guaraníes habían dotado de un sentido propio?

¿Quién dice que las tropas guaraníes eran indisciplinadas? ¿Ellos? ¿Los padres jesuitas? ¿Las

autoridades coloniales que los convocaban sistemáticamente para que les resolvieran sus

problemas? Y del otro lado, entonces, ¿los guaraníes consideraban a sus acciones como actos

de indisciplina? ¿Y si la indisciplina no derivara del desorden, sino de las tensiones?

Otro fenómeno que emerge al revisar la forma en que las autoridades coloniales

referenciaban a las milicias, es el deliberado intento por diluir su presencia en los documentos

de la época. Así lo acota como conclusión Svriz Wucherer (2014), quien observa que “el

término de milicias guaraníes no se emplea en las epístolas de los gobernadores (...) sino que

refieren a los indios auxiliares o amigos de los pueblos cercanos a Asunción”.106 Pese a que

104 Diario de los sucesos y de las operaciones de guerra de los tercios de indios de las Misiones

conducidas por los padres de la Compañía de Jesús, contra los indios infieles del Uruguay. Por el Pe Gerónimo

Herran. 1709, en Archivo General de la Nación. Sala VII. Colección Andrés Lamas. Legajo 2.609, en Svriz

Wucherer (2011b: 9). 105 Jarque y Altamirano (2008: 63). 106 Svriz Wucherer (2014: 59).

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muchos de los guaraníes se destacaron tanto en la función bélica como en la construcción de

fuertes y demás tareas, y que incluso fueron premiados por ello con el otorgamiento de títulos

de capitanes y maestres de campo, lo concreto es “en las cartas dirigidas desde el Paraguay a

las autoridades peninsulares no se mencionan las labores de esos líderes indígenas”.107 Este

mecanismo de invisibilización de los guaraníes, que incluso se repite en la bibliografía sobre el

tema (Neumann 1996), no es exclusivo de la era colonial, ya veremos más adelante como en el

relato oficial de la campaña a Santa Fe, las tropas auxiliares de Misiones se diluyen dentro de

la generalidad de “indios amigos” o carecen de referencias, salvo cuando a ellos se refiere el

personaje que los reconoció como iguales: José Artigas.

Como síntesis para esta breve descripción planteamos que las milicias actuaron durante

siglo y medio como una estructura específica dentro del funcionamiento de las Misiones. Que

el surgimiento y la consolidación del sistema de milicias en el orden colonial rioplatense

resignificó el tradicional liderazgo de los caciques guaraníes, al dotar y revestir el poder militar

de una nueva simbología surgida de la ostentación de armas y el uso de rangos y/o cargos

militares. Que la perdurabilidad y la utilización sistemática de las milicias dotaron de sentidos

específicos al rol guerrero, entre los cuales se subrayó al “indicio de la marcha”. Por último,

que ciertas características del funcionamiento de las milicias, aquí definidas en modo genérico

como “indisciplina”, se mantuvieron durante todo el período.

2.6. El corto siglo XVIII de los guaraníes

El siglo XVIII será crítico para las Misiones, con tres momentos claves que marcan el

inicio y la culminación de una crisis que será terminal para la experiencia misional. Entre 1717

y 1769 las Misiones guaraní-jesuíticas serán fagocitadas por diversos fenómenos locales,

regionales y mundiales. El abismo ideológico que se abre entre la modernidad que emerge y la

utopía comunitaria de las Misiones que persiste, manifiesta con claridad el cambio de las

mentalidades propio de la larga duración del tiempo histórico. Resulta una paradoja que hayan

sido los cambios que la pesadez del tiempo provoca, los que acortaran los tiempos existenciales

de aquellos pueblos. Cual oxímoron de Eric Hobsbwan, el siglo XVIII se podría definir como

el siglo corto de los guaraníes. Tan corto como intenso y dramático.108

107 Svriz Wucherer (2014: 62). 108 Eric Hobsbwan [1917-2012] definió al siglo XIX como “el siglo largo”, ya que plantea que se inicia

con la Revolución Francesa (1789) y concluye con la primera guerra mundial (1914). La influencia de Annales en

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En poco más de cincuenta años las Misiones atravesarán las revueltas comuneras de

Asunción (1717-1735), las “guerras guaraníticas” (1750-1754) y la expulsión de los jesuitas

(1769). Cada capítulo tendrá una dinámica propia, pero los tres conducen a un mismo final: la

decadencia de los pueblos.

A continuación, se reseñan ciertos aspectos de estas coyunturas que consideramos

aportan para el plateo general. Tanto las revueltas comuneras, pero muy especialmente las

guerras guaraníticas, han sido y continúan siendo estudiadas con profusión. Pese a ello, y luego

del balance historiográfico realizado, consideramos que existe un campo propicio para su

profundización.

2.7. Milicias en las internas del poder

Las revueltas comuneras conforman parte del relato historiográfico fundacional de la

nacionalidad paraguaya y existe una tendencia a presentarlas como antecedentes válidos del

proceso revolucionario e independentista de comienzos del siglo XIX. Al respecto existe una

amplia bibliografía,109 por lo que aquí nos detendremos en aquella que aporte indicios

ideológicos, simbólicos y comportamentales del pueblo guaraní y, más específicamente, de sus

tropas en campaña.

En términos amplios, las revueltas comuneras expresaron las tensiones de las diversas

facciones de la elite en lucha por la hegemonía del control estatal, con el objetivo ulterior de

obtener beneficios económicos, tanto individuales como sectoriales. En ese contexto, la

participación de las milicias activó el secular conflicto entre asuncenos y las Misiones,

originado en el mismo momento de la resistencia guaraní ante los españoles y profundizada por

las singulares ventajas otorgadas por el rey a los “indios”. La imposibilidad de apropiarse de la

fuerza del trabajo guaraní vía encomienda, el tributo, el patrimonio territorial de los 30 pueblos,

la recolección de yerba y las ventajas impositivas para comercializar sus productos fueron

factores del secular conflicto (Avellaneda 2004 y Telesca 2010). Si bien las revueltas

comuneras no fueron contra las Misiones, este terminó por constituirse en uno de los focos

principales de la disputa.

este planteo es evidente. El autor la desarrolla en sus tres libros dedicados a la centuria: La era de la revolución:

Europa, 1789-1848, La era del capital, 1848-1875 y La era del imperio, 1875-1914. 109 Para no abundar en citas, recomendamos la síntesis propuesta por Telesca (2010).

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La movilización de aproximadamente una décima parte de la población de las Misiones,

entre las décadas de 1720 y 1740, replica las características ya descriptas para las milicias.110

Solo que en esta ocasión lo cuantitativo de la movilización se constituyó en un factor de crisis,

al que se debe agregar el de la duración. Por ejemplo, la denominada campaña del río Tebicuary,

que concluye con la derrota guaraní, el 25 de agosto de 1724, fue las más prolongada en la

historia de las milicias guaraníes (Avellaneda 2010, 2016a y 2016b). A eso hay que sumarle el

traslado de miles de hombres destinados a la defensa y la fortificación de los fuertes de

Montevideo y Buenos Aires (Neumann 1996 y Avellaneda 2010), cuya permanencia en el sitio

alcanzó, en algunos casos, hasta los dos años de duración.

Este combo de hombres movilizados más la extensión temporal de las campañas,

ocasionó una crisis económica-productiva de gravedad para las Misiones (Avellaneda y

Quarleri 2007 y Avellaneda 2010, 2016a y 2016b). Como parte del acuerdo que había

convertido a los guaraníes en milicias del rey, se estableció que estas se movilizarían son sus

propios pertrechos y recursos logísticos (alimentos, caballos, armas, bebidas, vestuario,

etcétera), situación que demandaba enorme esfuerzo económico y productivo, aparentemente

insostenible en el tiempo y bajo dichas condiciones.111

La derrota del Tebicuary -debido en gran parte a la relajación en la disciplina de las

milicias-, fue un duro golpe para el ejército jesuítico-guaraní. No solo murieron 300 soldados,

también se perdieron 3000 animales. Más simbólico, aún, fue que los cuatro pueblos próximos

a Asunción fueron saqueados por los vencedores y por un instante parecieron escindirse de la

unidad relativa de los 30 pueblos históricos.

Igual de grave fue el desastre provocado por la merma productiva y su concatenación

de efectos: desabastecimiento, drástica reducción del stock ganadero, quiebre de las redes de

intercambio de productos entre pueblos y una extendida hambruna que asoló a las poblaciones.

Avellaneda (2010 y 2016b) asevera que la tasa de mortandad y de indios fugados alcanzó el 50

por ciento, algo que los censos de Maeder (2013) registran en un período de apenas 8 años

(140.000 personas censadas en 1732, que se reducen a 74.000 en 1740).

Las milicias, por primera vez en la historia, se habían mostrado ineficaces militarmente

e incapaces de mantener los mecanismos de legitimación del poder de los caciques mediante la

gloria militar y la obtención del botín de guerra. En cierto sentido, las revueltas comuneras

110 Avellaneda (2016a) y censos de población en Maeder (2013). 111 Para las autoridades coloniales era un negocio perfecto, ya que podían contar con tropas numerosas y

adiestradas sin mayores costos pecuniarios o materiales.

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marcan el inicio del quiebre del pacto de confianza entre jesuitas y los liderazgos nativos. Esta

alianza, basada en el doble pacto con la Corona, nunca más se recompuso plenamente y

evidenció que las milicias ya no estaban en condiciones de defender su territorio y seguir

sirviendo como soldados al servicio del Rey.112 Para una cosmovisión filosófica y política

sustentada en el tekohá como autonomía territorial, esta evidencia se podía interpretar como un

lúgubre designio.

2.8. Señores de las letras

Las guerras guaraníticas fueron un acontecimiento nodal en la conformación de un

imaginario político que, por primera vez, los guaraníes explicitaron en palabra escrita. Desde

el esquema epistemológico básico de la ciencia histórica, esta palabra documentada es prueba

fehaciente de un pasado que se corporiza. Según nuestro esquema de investigación, esa palabra

es más bien un puente entre el imaginario construido y los sucesos a historiar.113

A groso modo, sinteticemos que las guerras guaraníticas fueron la consecuencia del

tratado de Madrid suscripto por Fernando VI [1713-1759], rey de España, y Juan V [1689-

1750], su par portugués, el 13 de enero de 1750. En él, se establecía la entrega por parte del

primero de los siete pueblos misioneros ubicados al oriente del río Uruguay, a cambio del puerto

contrabandista de Colonia del Sacramento, el enclave que los lusitanos habían fundado en 1680,

frente a Buenos Aires. El acuerdo monárquico, que respondía a intereses geoestratégicos de

cuestionable adopción por parte de España, implicaba de facto la ruptura del pacto con los

pueblos misioneros, cuyo basamento era la garantía de la autonomía territorial guaraní. Claro,

eso desde la interpretación de los líderes locales, que rechazaron abandonar sus tierras.

Debido a que el impacto político de estos hechos se expondrán en el capítulo siguiente,

bajo el axioma del “origen endógeno de la revolución”, y a que la descripción cronológica de

los sucesos de las guerras guaraníticas (1752-1756) excede nuestro objeto, se selecciona para

112 Avellaneda (2016a: 12). 113 Una vez más, la bibliografía al respecto es amplia, diversa y enriquecedora, tal como puede apreciarse

en el balance historiográfico de Quarleri (2010). De esta autora también Quarleri (2007 y 2008), los que se

completan en Quarleri (2009). Lo mismo con Wilde, que confluye sus investigaciones en el trascendente: Wilde

(2009). Pero también la fuente primaria del padre Henis (2011), las consecuencias que propone Birolo (2014), la

mirada local de Poenitz y Poenitz (1998), Larguía (2000) y Camogli (2015) o el análisis desde la historiografía

brasileña con Neumann (2000) son aportes relevantes y con enfoques diferenciados.

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el análisis el elemento novedoso que emerge de esta coyuntura: los señores de la palabra

transmutan en señores de las letras.114

Frente a la determinación real de cumplimentar lo acordado en el tratado, los jesuitas

quedaron en incómoda posición, ya que debían obediencia al rey, pero al mismo tiempo tenían

un vínculo singular con los guaraníes y con la experiencia misional que ellos mismos habían

forjado. Por más que la cabeza de la Compañía y hasta el mismo Papa ordenara entregar los

pueblos, para los padres con actuación territorial no era una decisión sencilla, mucho más ante

la rebeldía de los guaraníes. Frente a la dualidad, emergieron los liderazgos locales, los que no

solo restablecieron con celeridad las redes de reciprocidad y parentesco (Quarleri 2008, Wilde

2009 y Cantero 2017), sino que interpelaron la decisión del monarca a partir de escritos

directamente dirigidos a él o a las principales autoridades coloniales rioplatenses, como el

amenazante gobernador de Buenos Aires, José de Andonaegui [1685-1761].

Del cúmulo de cartas escritas en el contexto del rechazo al Tratado de Madrid (la

mayoría de ellas redactadas en guaraní) emergen conceptos que se podrían definir como propios

de la cosmovisión política que por la época sostienen, sino el pueblo guaraní en su conjunto,

claramente sí sus caciques, autoridades de los Cabildos y jefes de la milicia.115 Estos textos se

organizan con una estructura que refleja la adaptabilidad de los guaraníes para interpretar el

discurso del otro y resignificarlo como base de su propia argumentación. Mecanismo que ya se

había identificado en los siglos XVI y XVII cuando los líderes espirituales se alzaron contra la

evangelización mediante la adopción del mesianismo. ¿Acaso esa adaptabilidad para apropiarse

del discurso no se reitera en los tiempos de la revolución y la independencia? La respuesta se

presume afirmativa, pero será abordada más adelante.

El principio existencial del ser (ñande rekó) enmarca el rechazo a la mudanza, ya que

sacarlos de los pueblos, indica una de las cartas, implicaría perder “nuestro buen ser”.116 En

otro texto firmado por el cacique y corregidor de Concepción, Nicolás Ñeenguirú, se deja en

claro que los jesuitas llegaron a sus tierras para enseñarles el “ser de Dios” y el “ser de

cristianos”, por lo que se entregaron a Dios, primero, y al Rey, después, “para que fuese siempre

114 Melià 2005:10. Recordemos que fue Ruiz de Montoya el que instrumentó la grafía del idioma guaraní.

Los primeros escritos producidos por un guaraní datan del siglo XVII e incluso existe un diario de la campaña a

Colonia de 1704/1705, elaborado por un cronista indígena (Melià 2005). Lo que irrumpe con las guerras

guaraníticas es el sentido político que asume la palabra escrita. 115 Para una revisión de los textos, ver, además de los ya citados Quarleri (2010) y Wilde (2009), Melià

(2005), quien hasta el 2005 enumera la existencia de 57 cartas, Gaona y Sustersic (2002) y Couchonnal y Wilde

(2014). 116 Wilde (2009: 176).

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nuestro protector”. El sentido del pacto se expresa con claridad en la pluma de este líder guaraní,

cuando asevera que “El Rey dio su palabra de tratarnos bien a nuestros abuelos y también

siempre a nosotros nos ha repetido la misma palabra. Pues ¿cómo solo ahora de repente quiere

mudar su palabra?”.117

El tekó guaranítico se vincula irremediablemente con la tierra, elemento en torno al cual

giran la mayoría de los argumentos para explicar la incredulidad ante la medida real. Es que fue

el propio Rey el que “haciéndole decir al padre nos dijese que jamás por más entraría en esta

tierra español, ni uno siquiera”.118 El texto firmado por “los caciques e indios de San Juan” le

explica al gobernador que “esto no está bien”, ya que “nuestros padres nos mandan que nos

mudemos; mas nosotros, haciendo memoria de lo que el santo Rey nos tiene dicho, no nos

queremos mudar”.119

Desde la etnohistoria se interpreta a esta resistencia en forma de palabra escrita, como

expresión de memoria e identidad (Quarleri 2010). Más allá del resultado militar de la guerra,

que acabó con la lógica derrota guaraní luego de la actuación conjunta y combinada de las

tropas españolas y portuguesas (los dos ejércitos más poderosos del mundo occidental en ese

momento), lo cierto es que este conflicto tuvo profundo impacto en el “imaginario colectivo”,120

en el cual los guaraníes plantearon estrategias autónomas de acción y pusieron en

funcionamiento mecanismos de colaboración sustentados en las relaciones de parentesco para

la conformación de una confederación de pueblos en lucha (Wilde 2009). La imagen y

semejanza con las formas de organización prehispánicas y de los tiempos de la triple resistencia,

son notorios.

2.9. La expulsión sin drama histriónico

El siglo corto de los guaranís concluyó sin drama ni teatralidad histriónica el 2 de abril

de 1767, fecha en la que el Rey Carlos III [1716-1788] firmó la “Pragmática sanción de su

Majestad en fuerza de ley para el extrañamiento de estos reinos a los regulares de la Compañía”

de Jesús. En concreto: se expulsaba a la orden de los jesuitas de las tierras pertenecientes al

117 En Wilde (2009: 177). Ñeenguirú incluso recuerda el ingreso de Roque González en esas tierras, de la

mano de su abuelo, de homónimo nombre, y quien venciera a Ñezú, el verdugo del aquel jesuita, tal como viéramos

en el subacápite “La resistencia, capítulo jesuita”, de este capítulo. 118 Wilde (2009: 176). 119 Melià (2005: 13). 120 Quarleri (2010: 252).

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imperio español y se suprimía, con ello, la original experiencia de las Misiones guaraní-

jesuíticas, que había perdurado durante siglo y medio.121

La “pragmática” recién se aplicó en 1768, debido al temor de las autoridades coloniales

frente a posibles reacciones adversas de la población local. De allí que se tomaran todos los

recaudos posibles para evitar un nuevo conflicto como el de las guerras guaraníticas. Pero nada

de ello ocurrió.

Con metodología ya adoptada, recortamos aquí el enfoque a los aspectos que

consideramos aportan a nuestro objeto.122 En primer término, se identifica el mecanismo del

“paradigma de la coyuntura” como base de la respuesta brindada por las autoridades

guaraníticas ante la expulsión de los padres. Con el pacto de confianza resquebrajado desde las

guerras guaraníticas (e incluso desde las revueltas comuneras), para los liderazgos nativos el

extrañamiento jesuita abrió expectativas en dos sentidos. Por un lado, de recomponer el vínculo

político con el rey, al que habían desairado y enfrentando quince años atrás. Por otro lado, de

reordenar el mapa político interno, a partir de un reacomodamiento de los liderazgos, tan vitales

como estratégicos para el funcionamiento socio-cultural de los guaraníes (Wilde 2009).

Es notoria la supervivencia en el plano ideológico de los liderazgos guaraníes del

principio de la autonomía, entendido este como la soberanía sobre la tierra, más allá de la

relación jurídica que se establezca con el poder colonial. Dentro de la autonomía todo, fuera de

ella, nada. Y esa idea perdura, desde la ocupación ancestral de las selvas paranaenses hasta los

días en que Francisco Sití actúa en Santa Fe.

La expulsión abrió paso a la etapa ya ampliamente definida como la de la “decadencia

de las Misiones”. De causas múltiples, la decadencia se sintetiza en la supresión del régimen de

comunidad, que supuestamente encorsetaba las “libertades individuales” de los guaraníes. Bajo

principios teóricos propios del liberalismo, se presentaba al nuevo régimen jurídico aplicado a

los guaraníes como el de la “libertad”. La matriz de pensamiento asociada a un liberalismo

políticamente controlado (Querleri 2013) de tal libertad, no era más que una entelequia

121 La Compañía de Jesús había sido expulsada del reino de Portugal en 1759, de Francia en 1762, de

Napóles y Parma en 1767 y 1768, hasta que finalmente la orden fue disuelta por el Papa Clemente XIV [1705-

1774], en 1773. Recién en 1814 la orden fue restaurada. Desde el 2013, uno de sus miembros, Jorge Bergoglio

[1936-], se convirtió en el 266° Pontífice y en el primer jesuita en llegar a dicho cargo, adoptando el nombre de

Francisco. Al respecto, fue simbólica la visita que Bergoglio realizó, ya en su condición de jefe de la Iglesia

Católica, a las Misiones del Paraguay, en el año 2015. 122 Algunos enfoques generales sobre la expulsión, en Maeder (1992 y 2013), Poenitz y Poenitz (1998),

Wilde (2001 y 2009), Quarleri (2007, 2009 y 2013) y Couchonnal y Wilde (2014).

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inasequible para el pueblo guaraní, cuyo tekó se proyectaba en el sentido de comunidad que le

era intrínseco a su propia existencia.

Los pueblos pasaron a ser gobernados por administradores españoles, más interesados

en su propio beneficio económico que en implementar el buen gobierno sobre sus dominios e

incapaces de comprender la cosmovisión nativa. Salvo el caso de Juan de San Martín [1728-

1796], la mayoría de los administradores ahondó las consecuencias de la decadencia: descenso

demográfico, deterioro urbano de los pueblos, liquidación del stock ganadero, pérdida del

hinterland económico-productivo y ruptura simbólica de los lazos de cohesión socio-cultural

de la población guaraní.123

2.10. Construcción del eje conceptual

A lo largo de este capítulo construimos una mirada sobre la historia de los guaraníes.

Adherimos a Melià para ratificar que esta es la verdad de Camogli sobre los guaraníes, pero no

son los guaraníes. Dicho esto, se concluye que el presente eje contextual se elaboró luego de

recorrer la trayectoria histórica de este pueblo en sus diversas coyunturas, con la intención de

dotar de sentido a la “experiencia vivida” por los protagonistas, ya sean estos individuales o

colectivos, y con especial énfasis en sus vínculos y relaciones con el orden colonial. Para ello

utilizamos herramientas y metodologías de diversas disciplinas, al igual que fuentes primarias

y bibliografía de balance, estudios y revisión, pero preferentemente de actualidad académica.

Propusimos un recorte temático centrado en el estudio del imaginario ideológico de los

liderazgos guaraníes, en especial aquellos que se adoptaron como política práctica para afrontar

coyunturas claves del pasado. En este sentido, destacamos la adaptabilidad política de los

liderazgos nativos para dialogar, confrontar, consensuar y/o pactar con los poderes coloniales,

siempre bajo lo que se definió como el “paradigma de la coyuntura”. Esa capacidad quedó

manifiesta durante el proceso de la “triple resistencia” y la aceptación de la alianza con los

jesuitas bajo condiciones de marcada singularidad en el marco de la conquista.

En dicho entramado de ideas identificamos a la autonomía territorial como elemento

nodal para el accionar político de caciques y líderes espirituales. Este fenómeno se registra en

cada una de las coyunturas estudiadas, en los cuales el tekó es, más que una abstracción, un

123 El caso de Juan de San Martín, administrador de Yapeyú y padre del Libertador José de San Martín

[1778-1850], fue estudiado por Poenitz y Poenitz (1978 y 1998) y Maeder (2014), de donde se desprende la

interpretación general para la época.

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vínculo concreto de relevancia existencial con la tierra. Incluso si aceptamos la polisemia del

término “autonomía” y lo reconocemos como propio de contextos posteriores, ratificamos con

su uso la comprensión presente de un ideario que ya no es. Mientras la modernidad bullía en

los nuevos tiempos de la mentalidad liberal que había convertido al hombre en el centro de la

reflexión y en sujeto de la soberanía –pese a que por entonces era más “potencia” aristotélica

que realidad-, en sincronía los guaraníes hacían práctica política aquello que en Europa se

plasmaba como novedad.

En conceptos más simples y a fuer de extrapolar contextos, lo que se afirma es que en

la práctica política de los guaraníes se identifican los lineamientos generales de la teoría de la

soberanía que dará sentido a los procesos revolucionarios americanos. La teoría hecha palabra

por los guaraníes y manifiesta en decisiones específicas, reflejan el ideario soberano de este

pueblo. Esto mismo expresa el cúmulo de textos producidos por “los señores de las letras” en

el marco de las guerras guaraníticas, donde los caciques justifican la desobediencia a la

soberanía absoluta (o sea, incuestionable) del rey, bajo un principio superior: la soberanía

inmarcesible sobre la tierra y el derecho soberano de los líderes guaraníes a interpretar el pacto

político y de obediencia con el monarca, en el sentido en que fuera transmitido de generación

en generación por los “abuelos”. Memoria e identidad surgen como las categorías que la

etnohistoria señala como constantes en la elaboración de respuestas ante cada meandro de la

historia. Estos fenómenos se perpetúan como palabra dicha en sentido de herencia cultural para

la supervivencia étnica ante contextos de profunda gravedad, como la decadencia de la segunda

mitad del siglo XVIII, que pareció borrar para siempre la cosmogonía guaraní en la región del

Plata. ¿Será la experiencia de Andrés Guacurarí manifestación de esta herencia o tan solo un

evento inconexo? ¿Hasta dónde las tropas guaraníes, más bien mestizas, que se identificaron en

los listados de la contaduría santafesina de 1819 son la continuidad de aquella herencia?

A la pregunta de los “guaraníes ¿qué?” planteada al inicio de este capítulo, respondemos

que se identificó un ideario político, social, cultural y simbólico perdurable en el tiempo y, a la

vez, adaptable en términos de construcción discursiva, sin que por ello se pierda o desnaturalice

su esencia filosófica. Ni siquiera la supresión del sistema de comunidad, la pérdida de la unidad

y el equilibrio de los 30 pueblos y la decadencia de los mismos logró desmontar la cosmovisión

política de los guaraníes. A partir de las revueltas comuneras se evidencian las dificultades para

manifestar y ejecutar estos principios en términos prácticos, debido al profundo cambio en la

correlación de fuerzas que se profundiza desde entonces y hasta la expulsión de los jesuitas.

Con esto reconocemos indicios para contrastar la hipótesis planteada sobre el apoyo al

ideario artiguista en tiempos de la revolución y la independencia. ¿Acaso Artigas con el

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concepto aparentemente moderno de la soberanía particular de los pueblos no proponía lo

mismo que los guaraníes hacían como práctica política desde hacía siglos? ¿Y si la modernidad,

por lo menos en cuanto a esta definición del poder, no fuera otra cosa que el refinamiento

literario de una práctica de antigüedad ancestral? La pregunta es obligada y en su respuesta se

encontrarán clivajes para interpretar el proceso revolucionario en el Río de la Plata: ¿por qué

un sector importante de los guaraníes adhirió en forma tan temprana y con tanto ahínco al

ideario artiguista si, supuestamente, este era expresión del ideario de la modernidad ilustrada

propio de las elites y de dificultosa aprehensión para las masas?

Por otro lado, desde la metodología específicamente histórica, centralizamos la mirada

en el rol militar de los guaraníes, cuya actuación en la época fue más que intensa. Aquí

destacamos la trascendencia de lo bélico en la construcción y reconfiguración de los liderazgos

guaraníes, aspectos que el propio Andrés Guacurarí y Artigas tendrá que afrontar para legitimar

su autoridad. También anotamos el indicio de la marcha como característica a considerar en el

abordaje de la campaña a Santa Fe, cuyo itinerario implicó una movilización que si bien se

enmarca en el espacio común de la Liga de los Pueblos Libres, no deja de ser una campaña a

territorios extraños e inexplorados previamente por los guaraníes.

La idea de los liderazgos nos conduce, inevitablemente, hacia una serie de preguntas

que actúan como puentes conceptuales para unir el pasado originario y el hecho histórico en

estudio. Es que ¿se podrá, acaso, reconstruir las relaciones de liderazgo entre las tropas

protagonistas de la campaña a Santa Fe? Y esas relaciones, ¿serán expresión de los mecanismos

de legitimación que se han identificado hasta aquí o es que la coyuntura revolucionaria e

independentista las habrá resignificado con un nuevo sentido? Y si fuera posible establecer esas

relaciones más allá de sus cambios y/o continuidades, ¿serán suficientes para visibilizar a la

campaña a Santa Fe como la experiencia vivida por un específico grupo de soldados

pertenecientes al ejército guaraní-misionero?

Entendemos, por lo tanto, que esta brevísima historia de un pueblo milenario cumplió

con su objetivo de plasmar al actor social que protagoniza la Historia. Suenan pífanos y clarines,

ya son tiempos de revolución e independencia.

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Capítulo III

De revoluciones e independencias

“Seamos libres y lo demás no importa nada”

Proclama de José de San Martín al ejército de los

Andes, del 19 de julio de 1819.

El proceso revolucionario y las luchas por la independencia son temas centrales en la

historiografía argentina y latinoamericana. El paso del antiguo régimen a la modernidad, el

surgimiento de las naciones americanas y el debate en torno a los alcances y sujetos

comprendidos en el concepto de soberanía, se encuentran entre las principales preocupaciones

del análisis académico producido sobre estos fenómenos históricos.

Desde nuestro objeto de estudio esta temática es fundamental, en tanto y en cuanto se

constituye en el eje contextual sincrónico sobre el que interactúa la descripción simbólica y

cultural que presentamos en el capítulo anterior. La revolución, la independencia y la guerra

civil serán el marco de actuación de las tropas guaraní-misioneras en campaña en la provincia

de Santa Fe, en 1819. Por lo tanto, consideramos de vital importancia metodológica esbozar

una interpretación de los acontecimientos generales, con el doble objetivo de encuadrar en ellos

al puntual hecho histórico en estudio, pero también para dotar al mismo de un específico sentido

socio-cultural. Nos proponemos, con esto, interpretar a la campaña del ejército guaraní-

misionero como parte de un contexto revolucionario más amplio, pero siempre desde la

centralidad que adjudicamos a los protagonistas de la misma y a sus “experiencias vividas”. No

pretendemos explicar la revolución o la independencia como hechos genesíacos de nuestra

patria, sino abordarlos desde el imaginario posible y probable de las huestes de Andresito. ¿Por

qué se plegaron a la lucha? ¿Qué idea de revolución desarrollaron? ¿Cómo se forjó ese ideario

que los impulsó a ser protagonistas tanto de la guerra por la emancipación como de las luchas

fratricidas?

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3.1. La revolución en la historiografía

Como no podía ser de otra manera debido a su trascendencia histórica, el proceso

revolucionario americano fue visitado por la totalidad de las corrientes historiográficas. A

diferencia de otros temas de similar densidad, en este caso pareciera existir un generalizado

consenso en torno a un conjunto de ideas y definiciones que se asumen con cierto tono

categórico. A ese conjunto de ideas es el que pretendemos repensar desde las bases

epistemológicas y metodológicas expuestas oportunamente.

En apretada síntesis, se destacan tres “fronteras” historiográficas124 para la revolución,

a las que definimos como la frontera nacionalista, la frontera liberal y la frontera conceptual.125

Cada una de ellas realizó aportes sustanciales e, incluso, se evidencia el carácter acumulativo

del conocimiento que emerge del reemplazo de una hegemonía interpretativa por otra.126

La “frontera nacionalista” surgió con la misma revolución y es aquella que interpretó al

proceso como la génesis de las naciones en que se balcanizó el (¿unificado?) imperio español

en América. En ese marco es que nacen las historias de la “revolución argentina”, de la

“revolución chilena”, de la “revolución venezolana”, etcétera. Este recorte arbitrario de los

temas a historiar por parte de las investigaciones nacionalistas, que identificará como sus

objetos de estudio a los actores, hechos y procesos ocurridos dentro de las fronteras nacionales

constituidas con posterioridad a los propios hechos, tendrá funestas consecuencias para el

estudio del pasado de la región que nos ocupa. Del mismo modo, dicho recorte obturó la

posibilidad de identificar fenómenos socio-culturales de ancestral presencia y fuerte influencia

en las regiones que arbitrariamente se establecieron como limítrofes, como Salta y Jujuy con

respecto a Bolivia o Misiones y su vínculo con el Paraguay y Brasil.

El mentor de la frontera “nacionalista” en la Argentina fue Bartolomé Mitre [1821-

1906], quien en su biografía dedicada a Manuel Belgrano (Mitre 1927) fue el primero en

encorsetar al estallido revolucionario en América bajo la definición de “Revolución Argentina”.

Poco después, y con el objetivo de dotar de épica a la revolución local, la americanizó en la

biografía de San Martín (Mitre 1968), a la que subtituló como la “emancipación americana”.

124 Frontera en el sentido dado por Jaquet (2001). 125 De ninguna manera entendemos que estas tres fronteras reflejen la totalidad de las corrientes

historiográficas, tan solo que cada una de ellas alcanzó, en su momento, una poderosa y generalizada hegemonía

académica. Una cuarta frontera, de tono disruptivo, podría ser la revisionista. 126 Para la evolución de la historiografía argentina, ver, entre otros, Scenna (1976), Moreyra (2003),

Cattaruzza y Eujanian (2003) y Devoto y Pagano (2004).

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Más allá de la distancia ideológica y ética que nos separa de Mitre, su uso de la historia como

cimiento de la Nación en construcción tiene la lógica de ser él mismo el protagonista principal

(y trágico) de esa elaboración.127

Si bien en la actualidad el anacronismo “nacionalista” es rechazado por casi la totalidad

de las corrientes historiográficas, algunos elementos interpretativos del mitrismo perduran

como enfoques recurrentes para el estudio de la revolución y la independencia.128

La “frontera liberal” no se define aquí tanto por adscripción ideológica, sino por la

preeminencia social de los actores históricos. El mérito de esta corriente fue desterrar la génesis

nacionalista, en forma clara y contundente. En una visión de conjunto, mientras Mitre erige

héroes y próceres para el panteón de la Nación, la escuela liberal colectiviza al sujeto al ubicar

a la elite en su conjunto como la gran protagonista de la etapa histórica.

De tan paradigmático e influyente que resultó para la historiografía argentina y

latinoamericana se suele obviar que el secreto de su éxito no está en el título Revolución y

guerra, sino en la bajada: “Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla” (Halperin

Donghi 2014).129 En esta frase Tulio Halperin Donghi [1926-2014] brinda el marco conceptual

y argumental para la teoría del origen exógeno de la revolución, que se mantiene hasta nuestros

días como consenso. A Revolución y guerra lo completa con el menos conocido Guerra y

finanzas en los orígenes del Estado argentino, donde el autor enhebra una secuencia de causas

y consecuencias de la que surge el poder popular en la Buenos Aires de la coyuntura

efervescente de los años 1806 a 1810 (Halperin Donghi 1982). El autor identifica en forma

empática al poder popular que emerge en la capital virreinal, pero no logra proyectarlo en el

tiempo, y solo será historiado en tanto actor secundario del drama que protagoniza la elite

porteña como sujeto del cambio histórico.

El planteo de la elite como actor desencadenante de la revolución o, cuanto menos,

protagonista principal de la misma, amplió su densidad argumental gracias al trabajo de

François-Xavier Guerra,130 impulsor de una Nueva Historia Política que terminará

definitivamente con los vicios hermenéuticos de la frontera nacionalista. Guerra articula un

127 Para un balance sobre la figura de Mitre, ver Duhalde (2005), Galasso (2006a) y Camogli (2009a, en

especial capítulo 5). Desde hace años se impulsa en Posadas el cambio de nombre de la Av. Mitre, arteria que

desemboca en el puente internacional que une a la ciudad con el Paraguay, propuesta a la que adhiero. 128 Para una “deconstrucción” de los mitos nacionalistas, ver Pimenta (2011). 129 A modo de planteo superador, pero desde el reconocimiento del paradigma creado por aquella obra,

Camogli (2017) tituló “Pueblo y guerra” a su obra, en donde se identifica a los sectores populares como los grandes

protagonistas de la revolución y la guerra independentista. 130 Sus principales obras son: Guerra (1992 y 1995), Guerra, Annino y Castro Leiva (1994), Guerra y

Lempérière (1998) y Guerra y Annino (2003).

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discurso que integra al proceso histórico dentro del espacio imperial, el que es concebido como

una unidad. Además, produjo avances notorios en el plano metodológico, al proponer nuevas

fuentes131 y formas diversas para su análisis e interpretación. Pese a estos logros, la teoría de

Guerra no escapa al paradigma liberal que encasilla a la revolución como la lucha entre la

modernidad y el antiguo régimen.

A riesgo de extendernos, presentamos somera síntesis del entramado interpretativo del

actual consenso historiográfico sobre la revolución, debido a nuestra intención de cuestionarlo.

Dicho consenso postula que la revolución es un “proceso único que comienza con la irrupción

de la Modernidad en una monarquía del Antiguo Régimen”,132 descartando, de esta manera,

cualquier incidencia de fenómenos que no respondan a objetivos liberales o modernos (por eso

se habla de proceso “único”). Esto plantea una segunda dimensión: “el origen exógeno de todo

el proceso revolucionario”,133 que tiene su génesis en la Europa moderna y que soslaya la

conflictiva realidad americana. La dicotomía tradición-modernidad explicaría, en consecuencia,

desde el estallido de la revolución merced al accionar de las elites liberales y modernas, hasta

los conflictos internos que surgen casi en simultáneo y que, dentro de esta lógica, se interpretan

como expresión de las tensiones latentes entre una mentalidad moderna (propia de las elites) y

una mentalidad conservadora (propia de las masas y sus líderes, los caudillos).

Por ende, cabría preguntarse si la disputa entre la modernidad que encarna el Directorio

en tanto expresión institucional de la elite ilustrada rioplatense, frente al imaginario tradicional

del ejército guaraní-misionero no se debería encuadrar dentro de esta lógica binaria. ¿Enfrentar

al Directorio es rechazar a la modernidad? ¿Eso piensan en su imaginario político los hombres

de Sití, de Ticurei o de Cuyre? ¿Acaso actúan en defensa de conservar el orden vigente? Y en

ese caso, ¿de qué orden se trata, del colonial? ¿Del colonial de los tiempos jesuitas o el posterior

a la expulsión, ese que la historiografía define como el de la “decadencia”? Si así fuera, el

conflicto se podría definir como un abismo entre mentalidades diversas. Ya veremos que no,

que no se trata de lo antiguo contra lo moderno, de lo arcaico frente a lo contemporáneo, de lo

atávico trémulo ante lo cambiante.

Por último, la “frontera conceptual” la constituye una extendida y numerosa camada de

historiadores, que si bien herederos del paradigma liberal, configuran una oxigenación

131 Además de sus estudios sobre los escritos periodísticos, se destaca el trabajo con otro tipo de fuentes,

como los archivos judiciales, de enorme vitalidad hasta hoy en día. 132 Guerra (1992: 12). 133 Guerra (1995: 45).

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epistemológica dentro del estudio del pasado en la Argentina. El punto de partida para esta

escuela es la elaboración de una síntesis entre lo dicho por Halperin en cuanto a los orígenes y

las consecuencias de la revolución y los planteos de José Carlos Chiaramonte [1931-] en torno

al dilema de la soberanía y su institucionalización.134 Con Chiaramonte ya no será la Nación ni

la elite revolucionaria la fuente primaria de la soberanía, sino que esta se dispersa en variopintas

porciones que, con el paso del tiempo, se van agrupado en torno a diversos conglomerados de

poder: las ciudades, las provincias y los estados. Agrega Chiaramonte en (2016) a los caudillos,

fenómeno transversal a las ciudades y provincias. Se define aquí, en el marco de la

historiografía académica o de “autoridad”, la idea de una soberanía que se construye de abajo

hacia arriba.135

Estos “herederos” son protagonistas de una verdadera revolución historiográfica, quizás

sin los pincelazos geniales de sus antecesores, pero indudablemente mucho más prolíficos y

diversificados en temáticas, objetos de estudio y métodos de análisis. Esto se potenció en los

últimos años a partir del uso intensivo de la tecnología y del apoyo brindado por el Estado (por

lo menos durante 2003 y 2015) para la investigación y la ampliación de planteles profesional.

En términos generales la escuela conceptual efectuó dos aportes sustanciales. En primer

lugar, cuestiones de metodología como la diversificación de fuentes y la ampliación de las

temáticas. Sumado esto a la naturalización del diálogo multidisciplinar, que incorporó

herramientas de análisis y marcos conceptuales novedosos para la obtención de respuestas

enriquecedoras. A modo de ejemplos: la problemática de la representación de la soberanía y su

organización en el marco del nuevo orden revolucionario, que resulta central en la frontera

liberal, se profundiza mediante perspectivas enfocadas en el sufragio (Sábato y Lettieri 2003 y

Ternavasio 2003 y 2007), en la construcción de una estructura estatal que legitime el ejercicio

de la soberanía (Ternavasio 2007 y Barriera 2009 y 2014) o en las características y el impacto

que tuvo la militarización de la vida cotidiana en el siglo XIX (Camogli 2009a y 2017,

Rabinovich 2013, 2015 y 2017 y Lorenz 2015. Ruiz Moreno 2007, de profusa erudición,

continúa interpretaciones propias de la escuela nacionalista, pero aggiornadas a ciertas

propuestas de la historiografía conceptual).

134 Igual de paradigmático que Revolución y Guerra, el libro Ciudades, provincias, estados (Chiaramonte

2007) consolidó la centralidad de la disputa por la soberanía como eje vertebrador de la época. 135 En su último libro, Chiaramonte (2016) rompe definitivamente con la subalteridad que la historiografía

académica le ha dado al ideario federal en el ámbito rioplatense. Por el contrario, el autor recupera y destaca

profundas raíces teóricas y prácticas de esta propuesta, como así también platea la “coherencia” que reviste la

adhesión a este ideario por parte de las provincias y los sectores sociales que lo sostuvieron en las décadas de 1810

y 1820.

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En segundo lugar, serán estos autores los que incorporen -se espera que en forma

definitiva- a la historia popular como objeto del estudio académico. Di Meglio (2007, 2012 y

2013), Fradkin y Gelman (2008), Bragoni y Mata (2008), Mallo y Telesca (2010), Fradkin y Di

Meglio (2013) y Camogli (2017) son solo algunos de los trabajos que, en la última década, han

tomado a los sectores populares como tema de investigación, ya sea como actores principales

o a partir de las tensiones que emergen en su vínculo con las elites.136

Para la presente tesis este último aspecto es clave, ya que si bien identificamos

preeminencias sociales hacia adentro de los guaraníes en el capítulo anterior, en el marco de la

revolución y la independencia y frente a los enemigos con los que confrontan, no encontramos

concepto más apropiado que el de “sectores populares”.137

Esto nos deriva a una serie de inquietudes que asentamos aquí. ¿Esa estructura social

guaraní que reflejaban los tiempos misionales tiene continuidad en la era revolucionaria? ¿En

tiempos coloniales aquella suerte de elite guaraní se podía definir como sector popular o era

una casta privilegiada? ¿Y en el marco de la revolución, esos privilegios continúan? ¿Continúan

como herencia o como práctica para nuevos actores? Retomemos, entonces, las conclusiones

parciales del análisis efectuado a los listados de tropas del capítulo I. Allí se definió como

liderazgos emergentes de reciente conformación a los jefes y oficiales del ejército de Guaraníes

Occidentales acuartelados en Santa Fe. Por ende, si se trata de jefaturas de reciente

conformación, sería dable presuponer que son producto del ascenso social que propicia la

revolución, en el plano teórico, y el proyecto artiguista en términos de política práctica.

3.2. El origen endógeno de la revolución

En actual consenso historiográfico entorno al origen exógeno de la revolución es

generalizado. Ya vimos como las principales escuelas académicas explican que la revolución

136 Destaquemos que la primera escuela en enfocar la mirada en los sectores populares fue el revisionismo,

con especial ahínco en los estudios sobre caudillos, como en Ortega Peña y Duhalde (1968, 1973 y 2015). En la

actualidad, el principal exponente de esta corriente es Pacho O’Donnell, ideólogo y primer presidente del efímero

Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, creado por Cristina

Kirchner en 2011, a modo de contrapeso de la Academia Nacional de la Historia, de tendencias conservadoras y

centralistas. El Dorrego fue clausurado por Mauricio Macri en una de sus primeras medidas de gobierno, en

diciembre de 2015. 137 En Di Meglio (2012) se habla de “clases populares” y se los define como “la gente común, la que

formaba la base de la pirámide social, de aquellos cuyo recuerdo se ha perdido o es difícil de recuperar, de quienes

no tienen calles que lleven sus nombres” (Di Meglio 2012: 9). Fueron Di Meglio, Fradkin y Gelman los que

impulsaron la primera mesa dedicado a los sectores populares en los Interescuelas de Historia, en Catamarca 2011.

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se produjo a partir de la adopción del ideario moderno por parte de las elites ilustradas

americanas, las que lo difundieron a través de diversos espacios de sociabilidad, como las

tertulias y la opinión pública (González Bernaldo 1991, Goldman 2003, Goldman y Pasino 2008

y Molina 2009). De esta forma, el origen exógeno de la revolución se manifiesta tanto por el

lugar donde se originaron las ideas como por la mecánica para su difusión. Incluso autores que

se definen de la corriente “socialista, federal-provinciana o latinoamericana” (Galasso 2006b)

interpretan a la revolución americana como continuidad de la revolución española (1808), que

es, a su vez, continuidad de la francesa (1789) (Galasso 2000, 2006a y 2011).

Por nuestra parte, desde hace años planteamos la teoría del origen endógeno de la

revolución (Camogli 2009a, 2010, 2011, 2013, 2015 y 2017). La tesis general es que los

sectores populares del continente protagonizaron un proceso de acumulación política durante

la segunda mitad del siglo XVIII que, si bien no llegó a triunfar, sentó las bases para la ruptura

definitiva con la colonia al producirse la coyuntura favorable de la crisis monárquica española,

a causa de la acefalía real, a comienzos del siglo XIX.

Es en las guerras guaraníticas que vimos en el capítulo anterior, cuya traducción al

léxico de la modernidad sería la apropiación del ejercicio de la soberanía política por parte de

los guaraníes, en confrontación con una decisión del monarca absoluto, cuya potestad se

desconoce; y en la extendida conflictividad que se registra durante toda la centuria en la región

andina (Lewin 1967 y 1999, Arze Aguirre 1979, Stern 1987, Walker 1995, Roca 2007 y

Serulnikov 2006 y 2015), donde anidan los antecedentes revolucionarios que conducen a la

emancipación del cono sur (ver mapa 4: Estallidos revolucionarios en el ámbito rioplatense,

previos a 1810). Son los pueblos originarios, el sector popular mayoritario de la pirámide social,

el que sienta las bases del procero revolucionario. Proceso al que luego, décadas después y ante

la debacle real, se plegará la elite criolla con el objetivo de apropiarse del proceso de lucha para

dirigirlo hacia el cumplimiento de objetivos propios del ideario liberal que profesan. Esto es lo

que en Camogli (2009a) definimos como la sinécdoque de la revolución, o sea, tomar una parte

del proceso (el ideario liberal y su triunfo político-militar sobre los sectores federales, en la

década de 1860) para describir la totalidad de los sucesos.

El ejemplo más sencillo para entender esto es el de la “propiedad privada”, uno de los

objetivos centrales del proceso revolucionario según la interpretación liberal. Ahora bien ¿fue

la propiedad privada un objetivo para los pueblos originarios, cuya concepción se sustenta en

la comunidad y en el uso colectivo de la tierra? Claro que no lo fue, pero no por la incapacidad

de los originarios en interpretar los “beneficios” de la modernidad liberal que supone la

propiedad privada como un bien en sí mismo, sino porque ese ideario no los representaba ni los

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movilizaba como colectivo (ni antes ni en la actualidad). Plantear que la modernidad es la

propiedad privada y que lo arcaico es la propiedad comunal no reviste el más mero análisis

académico, por lo menos no sin el debido reconocimiento del marco ideológico con el que se

concluye tal aserto. ¿Solo se era revolucionario en América si se idolatraba a la propiedad

privada? Pues esa pareciera ser la ramplona interpretación propuesta por el actual consenso

hegemónico.

Mapa 4: Estallidos revolucionarios en el ámbito rioplatense, previos a 1810138

Entonces, ¿en dónde se ubican o se distinguen los antecedentes revolucionarios que nos

permiten plantear el origen endógeno? Ya sea por cuestiones tributarias o por conflictos

interétnicos, por disputas territoriales o por tensiones con el poder colonial, lo cierto es que

durante más de media centuria se fue gestando en la región andina un clima revolucionario que

confluirá en las grandes revueltas lideradas por Túpac Amaru y Túpac Katari entre 1779 y 1781.

Se trata del “acontecimiento insurreccional más radical y prolongado ocurrido en

Hispanoamérica desde los tiempos de la conquista española”139 y el “origen de la independencia

Hispanoamericana” (Lewin 1967).

En esos años, los multitudinarios ejércitos indígenas pusieron sitio a cinco de los

principales centros urbanos de la región: Cusco, La Plata, Oruro, Puno y La Paz. Serulnikov

138 Camogli (2017: 47). 139 Serulnikov (2006: 10).

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explica las coincidencias entre estos movimientos, a los que define, en homónima definición a

lo aquí planteado, como “fenómenos endógenos”. Para este autor, revelan “el formidable grado

de movilización social y radicalización política alcanzados por la insurgencia” y fueron el

resultado “de prolongados procesos locales de confrontación que se potenciaron unos a otros y

terminaron confluyendo en un mismo estallido de descontento”. Asimismo, remarca que “las

profundas raíces históricas del acontecimiento quedaron de manifiesto en la composición de las

fuerzas rebeldes. Se trató en esencia de pueblos indígenas, hombres y mujeres, encabezados por

sus jefes étnicos. No eran en rigor ejércitos sino más bien familias, comunidades en armas”.140

La era de la insurrección andina141 se articula en el programa político que impulsa Túpac

Amaru, el que se sintetiza en la tríada básica compuesta por la libertad, la igualdad y la

independencia (Lewin 1967 y 1999 y Gutiérrez Escudero 2006). El radicalismo revolucionario

del líder inca se evidencia en medidas como la supresión de la esclavitud (“Bando de libertad”

del 16 de noviembre de 1780), decretada 35 años antes de que la propusiera José de San Martín

para el Río de la Plata, 53 años antes de la Slavery Abolition Act que le puso fin a la esclavitud

en Gran Bretaña -el mayor traficante de seres humanos de la historia-, 73 años antes de la

sanción de la constitución Argentina de 1853 que abolió la esclavitud en nuestro país y 83 años

antes del fin de la esclavitud en los Estados Unidos.142

Este programa, de notorias reminiscencias modernas, nos obliga a preguntarnos cómo

es posible que los pueblos andinos fueran capaces de elaborar este tipo de discurso una década

antes de la revolución francesa y 30 años antes de que la moderna e ilustrada elite porteña

planteara, como novedad, exactamente lo mismo que este líder incaico (libertad, igualdad e

independencia). Al respecto surgen dos hipótesis. O se trata de una notable capacidad de

anticipación, la que permite a los indígenas aprehender la mentalidad moderna antes de que esta

termine de emerger o habrá que concluir que el origen del programa socio-político de las

insurrecciones andinas se elaboró a partir de tradiciones culturales, políticas y sociales tan

ancestrales como endógenas.

140 Serulnikov (2015: 70). 141 Stern (1987). 142 Según Unesco (2004), entre “25 y 30 millones de personas” fueron desplazadas por la fuerza desde el

continente africano a América, la mayoría destinada a las plantaciones azucareras, algodoneras y cafeteras del

caribe y la costa atlántica, como así también para el servicio doméstico de las elites locales. Destaquemos,

igualmente, que la población esclava en el mundo andino era más bien escasa, al igual que en la región rioplatense.

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3.3. Tu programa no es mi programa

Para comienzos del siglo XIX ya se encontraban plasmados los principios centrales del

programa que adoptarán masivamente los sectores revolucionarios e independentistas

americanos. En contradicción a lo planteado por el actual consenso historiográfico, serán las

elites locales las últimas en plegarse al movimiento, lo que harán en la medida en que exista

clara certeza sobre el derrumbe monárquico en España.143 La ocupación francesa de la península

Ibérica, la acefalía real por la captura de Fernando VII y la formación de juntas, tanto en España

como en América, serán las condiciones coyunturales que permitan la confluencia táctica de

diversos sectores sociales bajo un objetivo estratégico común: la supresión del Antiguo

Régimen y su reemplazo por un programa de transformación social.144

Las características extraordinarias del fenómeno democrático de la reversión de la

soberanía y su traducción en forma de Juntas de Gobierno, explica, en parte, la hegemonía del

actual consenso historiográfico. Se trata, sin dudas, de una etapa atrapante del pasado que

amerita la atención disciplinar correspondiente. Sin embargo, cuestionamos que el concepto de

soberanía definido en términos de modernidad sea el adecuado para comprender la realidad

empática de nuestro objetivo de estudio: los guaraníes de Misiones en la década de 1810. Es

entendible desde la óptica de la historiografía española preguntarse por las causas de la crisis

real, como es lógica la secuencia institucional que la historiografía del país central plantea para

la revolución, al enumerar solo los gobiernos surgidos en Buenos Aires.145 ¿Pero si esos

gobiernos nunca gobernaron en el litoral, cuál fue la trayectoria institucional de la revolución

en esta zona? ¿Cómo se definió la representatividad o el sentido tanto ideológico como en

términos de política práctica del concepto “soberanía”? ¿Cuál fue el sentido de orden propuesto

por la Liga de los Pueblos Libres y cómo lo entendieron los guaraníes de Misiones? ¿Y los

143 De allí todos los proyectos que plantea la elite para coronar un monarca europeo, como el temprano

carlotismo (Ternavasio 2015) o la búsqueda infructuosa que emprenden Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia

por Europa, en 1815. Del mismo modo se podría interpretar como dubitativa la actitud de la elite dirigente al

demorar la declaración de la independencia, algo que solo se efectiviza 6 años después de la revolución de Mayo.

¿Por qué esperaron tanto? ¿Tenían expectativas de recomponer el pacto colonial en beneficio propio? ¿o, como

enfatiza Galasso (2000), pretendían reconstituir la hispanidad a partir de la adopción de reformas democráticas

que modernizaran la monarquía? 144 Para el proceso de derrumbe de la monarquía española ver, entre otros, a Artola (1978), Palacio Atard

(1978), Anes (1983), Guerra (1992 y 1995), Guerra, Annino y Castro Leiva (1994), Pérez (1999) y Guerra y

Annino (2003). Para la idea de la confluencia táctica, ver Galasso (2000 y 2011). 145 Son ellos la Primera Junta, la Junta Grande, el Primer Triunvirato, el Segundo Triunvirato y el

Directorio, que cae derrotado el 1° de febrero de 1820 en los campos de Cepeda. Para una mirada institucional,

ver Romero Carranza, Rodríguez Varela y Ventura Flores Pirán (1970) y Ternavasio (2007).

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gauchos correntinos que integraban masivamente las fuerzas lideradas por guaranís en Santa

Fe, lo entendieron de la misma forma? ¿Quién le ordenó a Sití y a sus soldados que se movilicen

en apoyo de Estanislao López? ¿Con qué autoridad lo hizo? ¿Por qué obedecieron? Estas

preguntas carecen de sentido bajo el tamiz de la hegemonía de la modernidad como esquema

de interpretación. Una vez más resulta necesario subvertir el sentido dado al clivaje centro-

periferia, no tanto por la certeza de encontrar respuestas, más bien con el impulso de gestar una

renovación de interrogantes.

El 25 de mayo de 1810 no fue más que una revuelta local. Importante, es cierto, por

tratarse de la capital virreinal y por el tono popular del proceso que desemboca en el cabildo

abierto (Halperin Donghi 1982), pero expresión coetánea de un fenómeno más amplio. Incluso

resulta exagerada la denominación de “Primera” para la Junta que encabezó Cornelio Saavedra

[1759-1829], ya que en 1808 se había conformado una junta en Montevideo y al año siguiente

ocurrió lo mismo en Chuquisaca y La Paz, por entonces pertenecientes al virreinato del Río de

la Plata, y con Bernardo Monteagudo [1789-1825] y Juan Álvarez de Arenales [1770-1831]

como protagonistas.146 La Junta porteña tuvo, sí, el enorme mérito de triunfar, y ya sabemos,

“a la historia, la escriben los que ganan”.147

La coyuntura favorable generada por la crisis real española se tradujo en la confluencia

táctica de diversos sectores sociales (Galasso 2000 y 2011) con un mismo objetivo estratégico:

suprimir al Antiguo Régimen. Desde los criollos de variada condición hasta los pueblos

originarios; desde sectores de la elite ilustrada hasta los esclavos; desde algunos dueños de los

medios de producción hasta las mujeres, todos encontraron en la finitud del orden colonial una

expectativa de transformación de la (su) realidad. Esa confluencia se expresó, en términos

ideológicos, en un programa de transformaciones que podríamos englobar bajo los abstractos

conceptos de libertad e igualdad.148 Conceptos que a priori se definirían como propios de la

modernidad, pero que, como vimos, ya se habían manifestado en la práctica autónoma

(soberana) de los pueblos sublevados en las guerras guaraníticas y en el programa social de los

pueblos andinos durante la segunda mitad del siglo XVIII.

Esto conlleva a una segunda conclusión: que no existió un solo programa

revolucionario, sino que cada sector social interpretó a la revolución y la lucha independentista

146 De allí que Brienza (2012) remarque que Chuquisaca es el “lugar en donde nació la patria”. 147 “Quién quiera oir que oiga”, letra de Litto Nebbia, 1983. 148 Para un estudio de sentidos sobre los conceptos clave en tiempos de revolución e independencia, ver

Goldman (2008).

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según su propia cosmovisión ideológica y sus intereses específicos. En referencia a los pueblos

alto peruanos, Soux enfatiza que “las comunidades y sus autoridades aprovecharon los

intersticios que se presentaban en un ambiente político conflictivo para garantizar su propio

proyecto”,149 del mismo modo en que lo hicieron los guaraníes, los esclavos o la elite dirigente

de Buenos Aires. Cada cual atendía su juego.

Dicho en términos de política práctica, si para la elite ilustrada “libertad” implicaba el

respeto sagrado a la “propiedad privada”, para los pueblos originarios o los gauchos salteños y

orientales esa libertad se traducía como posibilidad cierta para el uso y usufructo de la tierra

propiedad (privada) de los hacendados. Si para las elites locales “igualdad” significaba el acceso

a los cargos públicos en igualdad con los peninsulares, para los esclavos representó el anhelo

concreto de ser libres. Y si para la elite porteña la “soberanía” debía decantar en la conformación

de un gobierno unitario centralizado en Buenos Aires, para los guaraníes de Misiones se debía

encauzar bajo la teoría (¿moderna? ¿ancestral?) de la soberanía particular de los pueblos. Por

ende no hay una sola y unívoca revolución, sino revoluciones diversas, complejas, confusas,

contradictorias. Revolución no en sentido de destino manifiesto, sino como entramado

yuxtapuesto de intereses, anhelos, sentidos y horizontes que proyecta cada uno de los colectivos

sociales que se pliegan a la lucha por la emancipación.

En la medida en que la amenaza realista se mantuvo latente, la confluencia táctica

sostuvo la cohesión revolucionaria entre actores de trayectorias y objetivos heterogéneos. A

partir de 1814 con la caída de Montevideo y mucho más después de la exitosa campaña de los

Andes de 1817, la confluencia se deshizo para dar paso a la profundización de las

contradicciones que desataron la guerra civil. En Camogli (2009a) postulamos que la

frustración de los sectores populares ante las transformaciones nulas o parciales que el proceso

revolucionario había generado, más la tozudez de Buenos Aires por imponer un régimen

centralista que era enfáticamente rechazado por la mayoría de las provincias, explican, en parte,

los orígenes de la guerra entre el Directorio porteño y el interior. La derrota o la lejanía de los

sectores más progresistas de la revolución en Buenos Aires, en especial la de aquellos que

procuraron ampliar la base social de la revolución, como San Martín con la incorporación

masiva de libertos al ejército de los Andes y el despliegue de una economía de fuerte

intervención estatal en Cuyo,150 o Mariano Moreno [1778-1811] y Juan José Castelli [1764-

149 Soux (2009: 57). 150 Sobre San Martín, ver Galasso (2000 y 2006a) y Camogli (2005, 2011 y 2017). Para una ampliación

de la bibliografía específica, ver el listado que se consultó en Camogli (2011).

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1812],151 que impulsan el despliegue de la revolución con medidas de corte radicalizado, como

el fin del sometimiento indígena, decretado en 1811 en el sitio sagrado de Tiahuanaco, pocos

días antes del desastre de Huaqui, profundiza las contradicciones hasta barrer con los puntos de

contacto entre programas. Muerto Moreno en 1811, muerto Castelli en 1812, embarcado en su

gesta libertadora San Martín, reducido a jefe de un ejército harapiento Belgrano, la elite

dirigente en Buenos Aires se agrupa en torno a las posturas centralistas y autoritarias que

emanan desde las sombras en las que actúa la Logia. Frente a ellos, solo Artigas y Güemes

sostendrán, en tanto miembros de las elites locales, el ideario de la ampliación de la base social

mediante la incorporación de los gauchos y los originarios al nuevo orden que se gesta con

enorme dificultad.152

La simultaneidad entre guerra de la independencia y guerra civil es tan pringosa que por

momentos resulta difícil distinguirlas, salvo que se insista con el planteo maniqueo de la lucha

entre la modernidad y la tradición, entre la civilización y la barbarie, entre las elites ilustradas

y los caudillos. ¿Los guaraníes que peleaban contra el Paraguay para defender la costa oriental

del Paraná y que sostenían la soberanía de la occidental del Uruguay ante los embates luso-

brasileños, no peleaban por la independencia de igual manera a como lo hacían Güemes en

Salta o San Martín en Chile y el Perú? ¿Acaso no era una lucha por la independencia la que

sostenían los Pueblos Libres contra el poder central de Buenos Aires? A partir de la

argumentación que se expone en los párrafos siguientes, se procurarán las respuestas para estos

interrogantes. Respuestas que, en este caso, estamos en condiciones de aportar.

Interpretar y definir que la independencia se resume a la separación jurídica de la

Argentina con respecto a la monarquía española, es una caracterización simplista que pudo ser

funcional en contextos de hegemonía de la “frontera nacionalista”, pero que en la actualidad

carece de sustento epistemológico. La complejidad del fenómeno “independencia” se ubica en

las antípodas del sentido de singularidad. En contrapartida, definimos que la independencia fue

todo lo que de ella interpretaron, imaginaron y proyectaron los diversos sectores sociales de la

época.

151 Sobre Moreno, se recomienda la biografía escrita por su hermano Manuel Moreno (1918) y Pigna

(2017). Para Castelli, ver Carozzi (2011) y Wasserman (2011). 152 Güemes dará impulso a un programa de revolución social en la región salteño-jujeño caracterizado por

el ascenso social de los gauchos que se incorporan a sus fuerzas, tanto regulares (Los Infernales) como irregulares.

Ese ascenso se manifiesta, por un lado, en la inmunidad que le otorga a sus tropas, que solo pueden ser juzgadas

por las autoridades militares locales (no civiles, no porteñas), y en la reformulación del sistema de arriendos en

beneficio de los gauchos y en detrimento de los hacendados. Para Güemes, ver Mata (2002, 2010, 2012, 2014 y

2016) y Camogli (2017, capítulo 4).

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Fue el propio Congreso de Tucumán el que debió lidiar con estas complejidades. El 9

de julio de 1816 la asamblea declaró la independencia de las “Provincias Unidas en Sud

América”. La ruptura de “los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España”, era el

paso indispensable para que estas provincias pudieran “investirse del alto carácter de una nación

libre e independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.153 Según esta

redacción, no queda más que reconocer que el texto se encuadra en la interpretación nacionalista

de la independencia, en él se proclama la separación de España, su monarca y herederos. Ocurre

que tan solo 10 días después el congreso debió intervenir, para rectificar la especificidad de la

declaración del 9 de julio. A propuesta del diputado bonaerense Pedro Medrano se agregó, tanto

en el acta como en la fórmula de jura, la frase: “y de toda otra dominación extranjera”.

Ese mínimo agregado de seis palabras resulta clave para confirmar la polisemia del

concepto independencia y rastrear, allí, la específica interpretación que los congresales le

otorgaron. En principio damos relevancia a dos de las dimensiones que se observan. Primero,

que la independencia se interpreta con carácter de aplicabilidad tanto para personas o

instituciones individualizadas (Fernando VII, la monarquía española, etc.), como para entes

abstractos (“dominación extranjera”). Segundo, las múltiples temporalidades que se involucran

en el momento en que se rompen los lazos con el pasado (España y el orden colonial) y, en

simultáneo, se proyecta hacia el futuro el sentido que el congreso ha dado a la independencia

(el rechazo a una posible, futura e indeterminada “dominación extranjera”).

Recurrimos al ejemplo del congreso de Tucumán para articular las respuestas que se

prometieron up supra. Respuestas que, casi de modo socrático, pretendemos obtener mediante

la elaboración de nuevos interrogantes. O más puntal, de una pregunta que nos resulta de lógica

elemental. Si para los congresales en Tucumán la independencia implicaba tanto la separación

de España como el rechazo de cualquier otra dominación extrajera, ¿no es dable reconocer que

para los guaraníes de las Misiones la independencia significara la lucha contra los luso-

brasileños, los paraguayos e, incluso, el centralismo porteño? Entendemos que sí, que para las

tropas guaraní-misioneras, o por lo menos para sus líderes, los múltiples frentes de guerra

abiertos eran parte de una misma lucha: la de la independencia tal y como la interpretaron, la

definieron y la proyectaron ellos mismos.

153 El original del Acta de Declaración de la Independencia se extravió, pese a lo cual se aceptan como

fidedignas a las copias que de ella se emitieron y difundieron por parte del Congreso, ver: Romero Carranza,

Rodríguez Varela y Ventura Flores Pirán (1970) y Galasso (2000).

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Traslademos esta idea de carácter macro al micro mundo de los soldados en Santa Fe,

para indagar sobre el imaginario bélico posible con el que emprendieron la campaña aquellas

tropas, en especial las guaraníes: ¿lo vivían como parte de un conflicto fratricida o como una

batalla más por garantir su secular derecho a gobernarse a sí mismos, a ser independientes?

Proyectamos encontrar indicios sobre estas inquietudes en la descripción sincrónica y

contextual de la campaña, que se presenta en la segunda parte de esta tesis.

Para el cierre del acápite se plantea una variable de interpretación, a partir de la cual

cabría preguntarse si es que aquellos soldados reunían las condiciones socio-culturales básicas

para la elaboración de algún tipo de imaginario en torno a sus vivencias. Por qué no asentar

como posibilidad que las “experiencias vividas” de estos sujetos se hubieran constituido

desprovistas de un trasfondo cultural o ideológico. Quizás, en su cotidianidad, la campaña a

Santa Fe no revistiera mayor interpretación que el cumplimiento de una orden emitida por

autoridad superior. Tan solo eso. ¿Tan solo eso?

Por último, consideramos que Chiaramonte (2016) finiquita el debate en torno al

caudillismo y las características de su representación política, al definirlos como “fenómenos

generados por sociedades necesitadas de darse una organización estatal”.154 Integración estatal

que adopta las formas del Estado provincial, entendido este como la institucionalización formal

(la búsqueda de orden) para el ejercicio de la soberanía. Incluso Chiaramonte destaca, por su

carácter precursor en términos de política práctica, a la “Constitución Territorial” de la Banda

Oriental, documento artiguista de 1813.155

En concordancia resulta la observación de Wilde (2009), quien identifica, en torno al

mismo año, la manifestación de “algunos indicios de un sentimiento ‘provincial’ misionero en

ciernes”156 entre los guaraníes de la margen occidental del Uruguay. Este elemento, de absoluta

novedad en el imaginario político guaraní, será el eje vertebrador para el accionar de las huestes

de Andresito, cuyo objetivo central será la constitución de una provincia guaraní o federal en

el marco de la Liga de los Pueblos Libres (Poenitz y Poenitz 1998, Machón y Cantero 2008 y

Camogli 2015). Aquí identificamos una nueva muestra de la capacidad de los guaraníes para

apropiarse del discurso imperante en la época, tal como remarcamos en el capítulo anterior. Los

154 Chiaramonte (2016: 117). 155 Chiaramonte (2016: 119). El fenómeno del caudillismo viene en constante revisión desde el

paradigmático Goldman y Salvatore (1998). Un aporte sustancial al respecto resulta De la Fuente (2007), pese a

que en Camogli (2009a) cuestionamos la conceptualización de “clientelar” para caracterizar cierto tipo de relación

entre el caudillo y sus seguidores, a partir del caso del Chacho Peñaloza en La Rioja. 156 Wilde (2009: 333).

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guaraníes adoptan el sentido de lo “provincial” como estrategia de adecuación a los tiempos

“modernos” que se viven, pero lo resignifican con un específico sentido autonómico, propio de

sus tiempos pretéritos.157

Por lo tanto, entendemos que la guerra desatada entre los diversos programas posibles

para la revolución no debería interpretarse como el choque de una mentalidad moderna en

pugna contra idearios de tipo tradicionalista y conservadores, sino, más bien, como expresión

del abismo ideológico que distancia a horizontes revolucionarios en apariencia similares

(libertad, igualdad, soberanía) pero que, al desplegarse como práctica política, evidencian sus

profundas contradicciones.

3.4. Epifanía para un planteo en construcción

La campaña de apoyo a Santa Fe en 1819 se enmarca en el contexto general de la

revolución, las luchas independentistas y los conflictos internos en la región rioplatense. La

propuesta de mexer con el clivaje centro-periferia permitió obviar tanto a la crisis monárquica

como al 25 de mayo de 1810 y al proceso de fermento político porteño como el punto de partida

emancipador. Así, se pudo rastrear a la revolución en las “experiencias vividas” por los

guaraníes en guerra contra España y Portugal o en la “era de la insurrección andina” y su

radicalizado programa de cambio social.

Aceptamos, empero, que el planteo del origen endógeno resulta insuficiente para dar

cuenta de la complejidad americana de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera década

del XIX. En el mismo plano, consideramos como riesgoso el recorte que obvia la situación de

la Europa moderna de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, como así también la

influencia que tuvo la independencia federalista de los Estados Unidos, de 1776. Pero no

detectamos en ellos los orígenes ni los puntos de partida para historiar los procesos

revolucionarios e independentistas en el escenario guaraní-misionero o el espacio andino.158

157 En Camogli (2015) se remarcó la adopción del término americano que aparece en 1815 en las cartas

que Andrés Guacurarí le envía al jefe paraguayo, acantonado en Candelaria: “...esto hago como verdadero

americano y hermano que somos”, le dice (MM 1913, Tomo IV: 45-46). Es interesante porque la idea de americano

remite a un colectivo tan difuso como heterogéneo, en claro contraste con la tradición socio-cultural de los

guaraníes, custodios por siglos de la unidad endógena del grupo. 158 Del mismo modo no se pude comenzar una explicación sobre la conquista de América desde la

expansión europea, sino que se debería partir de la realidad de los pueblos originarios en aquel momento. Las crisis

sincrónicas por las que atravesaban los imperios azteca e inca al momento de la irrupción de los conquistadores

fue determinante para el triunfo de estos últimos.

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De idéntica manera consideramos perimido al actual consenso historiográfico que ubica,

en forma tajante, a los orígenes de la revolución en un exógeno mundo de ideas, tan solo

aprehensibles para las elites ilustradas. Sí creemos demostrado que mucho antes de que las

elites se asomaran a la revolución, fueron los pueblos originarios los primeros en sacudir la

estructura de la dominación colonial, incluso bajo programas políticos de notable similitud

conceptual con el que luego planteará, como novedad, la modernidad. Endógeno o exógeno,

debate en construcción.

3.5. Las independencias

Debido a que el proceso revolucionario e institucional desde 1810 en adelante será

abordado en los próximos dos capítulos, cerramos el presente apartado con algunas definiciones

sobre las independencias rioplatenses. La idea de la pluralidad de independencias gana fuerza

en la historiografía reciente, proceso que se aceleró con los bicentenarios de 1810, 1815 y 1816,

que cautivaron el interés de instituciones, medios de comunicación, investigadores, editoriales

y público en general.

Hablar de independencias en plural (Cantero 2016) replica la lógica del planteo de LAS

revoluciones y LOS programas políticos que en principio confluyen tácticamente pero que

luego confrontan en el plano estratégico. La disolución de los relatos nacionalistas ante las

propuestas de una historiografía regional y empática con el tiempo y el espacio de los sucesos

historiados, favoreció la incorporación de la experiencia del artiguismo, no ya como fenómeno

exógeno a la argentinidad, sino como expresión auténtica y genuina del proceso revolucionario

rioplatense.

Al igual que lo ocurrido con el estallido revolucionario, la elite ilustrada fue la última

en plegarse a las posturas independentistas. Galasso (2000 y 2011) sostiene que la

independencia se torna salida inevitable solo a partir de 1814/1815, momento de la restauración

de Fernando VII y su giro conservador. Es en esa coyuntura que la separación con España

asoma como el único camino posible para mantener en alto los ideales democráticos de la

revolución. Principios que, bien remarca el autor, no comparte la totalidad de la elite dirigente,

sino algunos de sus líderes radicalizados, entre los que ubica a José de San Martín, a Martín de

Güemes y, por momentos, a Manuel Belgrano. Estos serán protagonistas centrales del Congreso

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de Tucumán,159 que declara la “independencia de las Provincias Unidas en Sud América” el 9

de julio de 1816 y que incluso debate la posibilidad de coronar a un rey inca, propuesta

destinada a obturar el creciente predominio de la Logia de Buenos Aires, cuyas tendencias

centralistas y aristocratizantes son motivos nodales de las disputas con el Litoral y el interior.160

El Congreso de Tucumán y la declaración de la independencia el 9 de julio son hechos

nodales del relato historiográfico nacionalista argentino. Sin embargo, su centralidad no

responde tanto al hecho histórico en sí mismo sino a la, valga la redundancia, centralidad

ejercida en la construcción de relatos sobre el pasado del país. El ejercicio es muy simple para

cualquier litoraleño que decida percibirse como centro del pasado colectivo que le antecede.

Alcanza con preguntarse por quiénes fueron los representantes de Misiones, Corrientes, Entre

Ríos o Santa Fe en aquella asamblea para descubrir que no hubo ninguno. ¿Acaso estas

provincias nunca declararon su independencia? ¿La independencia de Tucumán las contenía a

ellas también? ¿Adhirieron con posterioridad a la declaración?

La historiografía nacionalista es incapaz de responder a estas preguntas, porque ellas se

resuelven más allá de las fronteras del Estado-Nación. El anacronismo nacionalista rompe así

con las dimensiones temporales y espaciales de la metodología histórica y deja sin pasado a las

regiones que le son periféricas. ¡Y hasta nos deja sin independencia!

3.6. El Congreso de Oriente y el embrujo de lo formal

El 29 de junio de 1815, en el Arroyo de la China, en las afueras de la actual ciudad de

Concepción del Uruguay, se reunió el Congreso de Oriente con representantes de todas las

provincias del Litoral, más la Banda Oriental y Córdoba. En aquella reunión, a la que los

diputados de Misiones llegaron tarde,161 se terminó de conformar la Liga de los Pueblos Libres

bajo el Protectorado de José Artigas.162

Según diversos historiadores, aquel día se declaró la independencia de las provincias

integrantes de la Liga, pese a que jamás se encontró un acta formal de independencia, como sí

159 Para el congreso de Tucumán se puede ver “Sesiones del Congreso de Tucumán...” (2016), Galasso

(2000 y 2011), Ternavasio (2007) y Di Meglio (2016), entre otros. 160 La propuesta incaica se constituyó, según Díaz-Caballero (2005: 71), en la “primera ficción orientadora

en la lucha por definir un centro histórico de una Nación emergente”. Aquí la idea de Nación se proyecta como

inclusiva, en el sentido de englobar y unificar a los pueblos andinos y rioplatenses bajo un mismo paraguas de

contención político: la monarquía incaica. En contraposición, los liberalismos portuarios interpretarán a la Nación

como excluyente, en el sentido de diferenciación entre regiones 161 Carta de José Artigas a Andrés Artigas, 9 de agosto de 1815, MM 1913, Tomo IV: 41. 162 La bibliografía específica sobre Artigas y los Pueblos Libres se consignará en el próximo capítulo.

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existe el acta de Tucumán. Pacho O’Donnell (2012 y 2015) adhiere a la idea de la declaración

y aporta pruebas, testimonios e indicios de ello. Por su parte, la historiografía misionera se

acerca a esta postura, pero con ciertas reticencias, como en Poenitz y Poenitz (1998), Machón

y Cantero (2008), Camogli (2015) y Cantero (2017). En contrapartida, la historiografía

uruguaya no destaca particularmente esta fecha, lo que podría ser un indicio claro de la no

declaración de independencia.

Si en el Arroyo de la China no se declaró la independencia de los Pueblos Libres y estos

tampoco concurrieron a Tucumán un año después, la pregunta sigue latente: ¿estas provincias

nunca se independizaron en términos formales? Todo parece indicar que nunca lo hicieron.

Ahora bien, ¿era central en el imaginario político de los Pueblos Libres formalizar la

independencia? O mejor, ¿necesitaban los guaraníes de Misiones un acta de independencia para

sentirse libres de las ataduras coloniales de España o de los dictados de Buenos Aires? ¿La

formalidad es un requisito para quién? ¿Por qué deberíamos centrarnos en los aspectos formales

de una situación que, quizás, la propia práctica política de la Liga ya había resuelto desde su

inveterada informalidad?

Incluso porque a diferencia de la elite dirigente de Buenos Aires, que adhirió con

remilgo a la salida independentista, el artiguismo ya la había planteado tempranamente en las

famosas instrucciones del año 13, con las que los diputados orientales se presentaron a la

Asamblea del Año XIII.163 En 20 artículos el artiguismo desplegó su propuesta alternativa para

la institucionalización de la revolución bajo el paradigma confederal. El artículo 1° conminaba

al cuerpo a la “declaración de la independencia absoluta de estas colonias”, algo que la asamblea

jamás realizó.164

Por lo expuesto, todo indica que en el Congreso de Oriente no se produjo una

declaración formal de independencia por parte de la Liga de los Pueblos Libres; tanto como

parece estar claro que a partir de aquella reunión las provincias que la integraban se sintieron y

actuaron emancipadas de España... y de Buenos Aires.

Los estados nacionales reorganizaron el territorio y trazaron límites artificiosos que

desconocieron las particularidades regionales. No solo balcanizaron trayectorias sociales

ancestrales (como la cultura guaraní o la jesuítico-guaraní), sino que además impusieron hasta

163 Para la Asamblea del Año XIII, ver Urien (1913), Ravignani (1937), Canter (1947) y Camogli (2013). 164 Los diputados artiguistas fueron impedidos de incorporarse a la asamblea bajo la excusa de falencias

formales en sus designaciones, las que, es cierto, se apartaban del reglamento establecido en la convocatoria

(Camogli 2013 y 2014).

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naturalizar una interpretación del pasado que invisibilizó al sujeto histórico local. En el plano

simbólico la naturalizó, por ejemplo, en los nombres de los espacios públicos, la mayoría de

ellos consagrados a próceres de la independencia y de la generación del 80.165 Personajes casi

todos de tendencia liberal, centralista y autoritaria, o sea, contrarios a los intereses de las

provincias cuyos espacios públicos los celebran y perpetúan.

Más grave aún, al negar al sujeto local como parte de la realidad a historiar se limitaron

las posibilidades de abordar el pasado y de profundizar su comprensión en términos de

disciplina científica. La “experiencia vivida” por personajes o colectivos locales, regionales o

periféricos a los centros hegemónicos, se constituye en un interesante objeto de estudio, capaz

de resignificar, incluso, a los actuales consensos historiográficos.

En nuestro ámbito, planteamos que los guaraníes contemporáneos a las luchas por la

revolución y la independencia, en la década de 1810, construyeron un imaginario propio para

entender el mundo político que los rodeaba. Lo hicieron desde una específica cosmovisión

ancestral que sirvió de base para la toma de decisiones inherentes al momento histórico que

vivían como colectivo social. Insertarlos dentro del gran relato de la revolución y la

independencia implica, desde esta propuesta de estudio, romper tanto con la lógica de la

subalteridad como con el supuesto de la superioridad ideológica de la modernidad.

Ese imaginario político que los guaraníes elaboran para interpretar y actuar en el marco

de la revolución y la independencia es nuestro objeto de estudio. Un objeto al que vamos

enfocando en cada capítulo desde un eje contextual específico. Hasta aquí, las revoluciones y

las independencias rioplatenses. A continuación, veremos a una de esas propuestas, el

artiguismo, el ideario revolucionario e independentista al que adhirieron los guaraníes de

Misiones.

165 Ver el texto Calles que te nombran (Camogli 2014), con un estudio parcial sobre los nombres de las

calles céntricas de todas las capitales de provincia y CABA. También Cútolo (1994).

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Capítulo IV

El artiguismo como alternativa para la revolución

“Seamos libres y seremos felices”

Carta de José Artigas a Andrés Guacurarí y Artigas,

del 20 de agosto de 1815.

En este capítulo abordaremos el último de los ejes contextuales que se plantearon para

el estudio de la campaña de las fuerzas guaraní-misioneras a Santa Fe, en 1819. Por diversos

motivos que analizaremos a continuación, la experiencia revolucionaria del artiguismo implica

un desafío en términos epistemológicos. En primer lugar, porque su abordaje es indisoluble de

las construcciones nacionalistas de la historia. En segundo plano, porque no pretendemos

explicarlo en tanto proyecto revolucionario alternativo al de Buenos Aires, sino más bien en su

rol de sustento material, institucional e ideológico para la “experiencia vivida” por nuestro

sujeto de estudio, los guaranís misioneros.

Nos preguntamos, en paráfrasis de una de las hipótesis nodales de esta pesquisa, ¿cuál

fue el punto de contacto entre el imaginario artiguista y el de los guaraníes? ¿En qué momento

y bajo qué circunstancias se produjo el empalme entre ambas trayectorias? ¿En qué elementos

simbólicos y de política práctica se sustentó la adhesión misionera al proyecto revolucionario

impulsado por José Artigas? ¿Y en qué medida esta adhesión y las características de la misma

nos aportan elementos para el estudio y la comprensión de la campaña a Santa Fe?

4.1. El artiguismo como problema

La experiencia del artiguismo es un problema para la historiografía argentina y un

desafío para aquellos que trabajamos desde una propuesta epistemológica regional. En los

últimos años la historiografía, tanto de argentina como del Uruguay, logró enfocar la temática

más allá de los límites impuestos por el nacionalismo genesíaco. Pese a este reconocible avance,

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identificamos ciertas falencias en el estado de la cuestión, propias, quizás, del carácter

incipiente de los estudios específicos.

A casi 200 años de la derrota y el exilio de José Artigas, su figura se mantiene como un

acertijo para la mayoría de las interpretaciones sobre el proceso revolucionario e

independentista. Por más inevitable que en la actualidad resulte su incorporación en los relatos

sobre aquel pasado, no implica esto dilucidar su enigma.

Por nuestra parte, consideramos que tanto desde el encuadre epistemológico como a

partir de la propuesta metodológica de este trabajo, la dificultad resultante de contextualizar al

objeto de estudio en un entorno complejo y difuso es más una potencialidad que una limitación.

Que Artigas sea un problema irresuelto para la historiografía, quizás se deba a las dificultades

para su encuadre dentro del marco teórico de los actuales consensos historiográficos que fueron

analizados en la introducción y en el capítulo III de esta obra. Por ende, podemos conjeturar,

en términos provisorios, que el artiguismo transita por carriles paralelos y disruptivos, similares

a los que se plantearon como hipótesis endógena para la revolución y, mucho más, incluso, en

los propuestos para el abordaje de la trayectoria socio-cultural del pueblo guaraní-misionero.

En síntesis, definimos aquí al artiguismo como un fenómeno histórico de perfiles

autónomos y en tensión constante, tanto con los centros del poder contemporáneo como frente

a los relatos que dieron cuenta de aquel pasado. Concomitante, que es en esos pliegues de

especificidad y conflicto donde debemos rastrear las causales del empalme entre las

cosmovisiones –en teoría distantes- de la modernidad artiguista y la ancestralidad guaraní.

4.2. Estado de la cuestión

El estado de la cuestión sobre Artigas y el artiguismo evidencia dos trayectorias surgidas

del paradigma nacionalista: la argentina y la uruguaya. La primera intentó negarlo, la segunda

se lo apropió hasta convertirlo en el héroe de la identidad oriental, concepto que da sentido, per

se, a la nacionalidad uruguaya.

Artigas fue el enemigo de la elite dirigente de Buenos Aires, la que al triunfar sobre el

federalismo provinciano166 optó por desterrarlo del pasado nacional “argentino” en elaboración.

Mitre (1927) lo anatematizó como un “ser anárquico y antinacional”. La descripción encierra

un sutil silogismo, según el cual si Artigas es antinacional se encuentra fuera de la nación. Por

166 Para las guerras civiles, ver Camogli (2009a).

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ende, su existencia no amerita la atención de la historiografía local, cuyo objeto de estudio se

limita al pasado de la Nación Argentina. Este recorte arbitrario, anticientífico y anacrónico,

alcanzó también a los guaraníes de las Misiones y su experiencia en el marco de la revolución,

la independencia y la guerra civil, las que tampoco serían historiadas por tratarse de

experiencias subsidiarias y conexas al artiguismo. Los guaraníes y la provincia de Misiones

quedaban, así, afuera de la Nación y de su historia.

Bajo el manto sagrado de la “autoridad”, Mitre impuso el olvido de Artigas en las futuras

generaciones de historiadores. Recién en la década de 1960 será la corriente revisionista la que

integre al artiguismo al relato de la revolución, en especial al identificar en Artigas ciertas

características y valores de los caudillos populares, sobre los que esta escuela había centrado su

interpretación del pasado.167

Le cabe al actual consenso historiográfico la incorporación del artiguismo como

fenómeno propio de la revolución. La preocupación por los debates en torno a la soberanía,168

la reformulación de la categoría “caudillo”169 y los estudios sobre los sectores populares en el

contexto de la independencia,170 despertaron el interés sobre los Pueblos Libres.

En los últimos años, y al calor de los bicentenarios, la presencia del artiguismo se

acrecentó en la historiografía argentina. Así aparecerá como actor social colectivo en Di Meglio

(2012), como resabio de una ruralidad contestataria del orden establecido en Frega (2008),

como exégesis en O’Donnell (2012) o como búsqueda inquietante en Nocera (2015). En la

mayoría de los casos se presenta al artiguismo como subalterno al protagonismo de la elite

revolucionaria de Buenos Aires, en especial al desconocer la institucionalidad bifronte en que

se organiza la revolución, con el Directorio por un lado y el Protectorado por el otro, tal como

vimos en el capítulo anterior (ver mapa 5: Institucionalización de la revolución para 1815).

Por último, el artiguismo gana en densidad en las historias locales de las provincias que

integraron la Liga, como en la recopilación de la Junta de Estudios Históricos de Santa Fe

(2015) o en Brisighelli (2013) y Deniri (2009 y 2013) para Corrientes. Mucho más intensa será

la presencia en la historiografía misionera, en especial desde la declaración de Andrés Guacurarí

167 Por ejemplo, Rosa (1973), que le dedica algunos capítulos de su voluminosa Historia Argentina. 168 Ver capítulo III, acápite: “La revolución en la historiografía”. 169 Goldman y Salvatore (1998), establece un nuevo paradigma para la interpretación del caudillismo en

su experiencia específica en el contexto de la política argentina de la primera mitad del siglo XIX. En dicha obra

la uruguaya Ana Frega escribe un artículo sobre Artigas, al que se encuadra, por lo tanto, como una expresión más

del caudillismo. La inclusión del oriental en esta obra implica, también, la adopción de la región rioplatense como

un espacio plausible de historiarse como unidad. También ver De la Fuente (2007). 170 Ver capítulo III, acápite: “La revolución en la historiografía”.

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y Artigas como prócer provincial por parte de la Cámara de Representantes local.171 El

artiguismo ocupará un lugar destacado en Cabral (1981), Poenitz y Poenitz (1998), Machón

(1998, 2003a y 2006), Machón y Cantero (2006 y 2008) y Camogli (2009a, 2013, 2015 y 2017).

Mapa 5: Institucionalización de la revolución para 1815172

La contraparte es la historiografía uruguaya, cuya producción es extensa y, por

momentos, enriquecedora.173 La exégesis de Artigas como héroe del Uruguay y el surgimiento

de una historiografía nacionalista data de mediados del siglo XIX. Fue a partir de “las nuevas

demandas epistémicas de la nación en formación, operadas durante la modernización”174 que el

Estado uruguayo (en concreto, las elites dirigentes que se apropiaron de él) instrumentó un

relato identitario en el que anclar el proyecto del país visualizado como “un algodón entre dos

cristales”.175 En ese relato Artigas fue ungido el padre de la patria oriental.

171 Ley VI-N° 155. La justificación de la ley presenta groseros errores históricos, pese a lo cual desde su

sanción, el 5 de julio de 2012, ha logrado el objetivo de instalar en la sociedad la figura del prócer guaraní. 172 Camogli (2015: 97). 173 Para un balance sobre la historiografía uruguaya, ver Sansón Corbo (2010, 2011a, 2011b, 2011c y

2014), Ribeiro (2011) y Ribeiro y Caetano (2015). 174 Sansón Corbo (2010: 88). 175 Frase atribuida a John Ponsonby [1770-1855], cónsul inglés en Montevideo al momento de la guerra

entre Argentina y Brasil (los algodones de la metáfora), que desembocó en la conformación definitiva del Estado

Oriental del Uruguay.

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Aporte sustancial surgió de la escuela marxista (Sansón Corbo 2011b), en especial al

identificar a la cuestión de la tierra como uno de los ejes centrales del debate político, social,

económico y cultural en los tiempos de Artigas. A diferencia de la historiografía argentina, en

donde el aporte marxista no logra horadar los consensos vigentes, en el Uruguay los trabajos de

Sala de Touron, de la Torre y Rodríguez (1978) y De la Torre, Rodríguez y Sala de Touron,

(1967), entre otros, se constituyeron en parte del relato hegemónico. Entre otras cuestiones,

contribuyeron “a demostrar que el Reglamento [de tierras de 1815]: a) se aplicó en todo el

territorio provincial e implicó una reforma agraria que procuraba aplicar una solución

‘democrático-burguesa’ al problema de la posesión de la tierra; b) por su carácter radical

provocó la reacción de los hacendados que abandonaron el frente artiguista y conspiraron a

favor de los portugueses”.176

En cuanto a los estudios actuales identificamos, a groso modo, la ampliación de los

equipos académicos, la diversificación de enfoques177 y temáticas,178 la profundización sobre

acontecimientos puntuales179 y la desacralización de la figura de Artigas.

Son ejes centrales de los estudios contemporáneos las categorías de “pueblo” y

“soberanía”. Conceptos nodales dentro del planteo político del artiguismo y en definitiva

factores de diferenciación con la revolución porteña. Es factible que la atención de la academia

uruguaya en ellos se deba al carácter particular con que “pueblo” y “soberanía” se resignificaron

en la Banda Oriental.180 Como límite de estos estudios, digamos que la particularidad se expresa

más por el contraste entre las interpretaciones dadas por el artiguismo y la elite porteña a estos

conceptos, pero que ambos siempre se definen dentro del esquema argumental de la modernidad

como el motor principal de la historia. Para el actual consenso historiográfico uruguayo no hay

dudas, el artiguismo expresa un ideario moderno. Y quizás tengan razón.

Con ánimo de colofón digamos que la historiografía uruguaya se muestra activa en la

producción de conocimiento sobre el impacto de la revolución y las luchas independentistas en

la Banda Oriental. Esta última delimitación (Banda Oriental) no es casual, más bien responde

a una característica que se concluye luego del repaso efectuado: Artigas y el artiguismo

176 Sansón Corbo (2011b: 6). 177 Ejemplos pueden ser el estudio del lenguaje en Bruno (2015), el rol de los afrouruguayos en Palermo

(2010 y 2012) y Frega (2010), las instrucciones del Año XIII en Ribeiro y Caetano (2015) y la militarización en

Frega (2015) y Delgado (2015). 178 Por ejemplo, el aporte desde la filosofía de Rodríguez Maglio (2018). 179 Ejemplo en Ferreira (2011, 2016a y 2016b). 180 Frega (2002 y muy especialmente 2011), pero también se abordan estos temas en Suárez Cabal (2004),

Delgado (2015) y Bruno (2015).

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parecieran ser fenómenos encapsulados en el territorio oriental. Son escasas las referencias a la

Liga de los Pueblos Libres o a la influencia y la difusión del artiguismo sobre el litoral

argentino.181 Es otra frontera, otro límite artificial que no solo separa, también acota el ejercicio

de la práctica profesional de nuestra disciplina.

4.3. La revolución que propuso el artiguismo

En Camogli (2017) se definió al artiguismo como un proyecto alternativo para encauzar

a la revolución y la independencia por un sendero disímil al propuesto por Buenos Aires.

Confederación, puertos, unidad, república, constitución, son solo algunos de los postulados que

el artiguismo plasmó como propuesta concreta frente al centralismo porteño. La antigua capital

virreinal consideraba a la soberanía como una unidad “indivisible” e “inalienable”182 del Estado

y el Estado era Buenos Aires.183 Desde un punto de vista pragmático, se debe reconocer que

ambas posturas eran funcionales a la procura de cada bando por legitimar su poder político.

Rodríguez Maglio (2018), por su parte, plantea el carácter filosófico del ideario

artiguista, cuyas ideas se incuban y emergen a partir de un entramado ideológico que el autor

pretende diferenciar tanto de la aparente simpleza que se desprende de la categoría “caudillo”,

como de la tradición cultural de los sectores populares, definidos como conservadores por las

elites ilustradas. Coincidimos en definir al artiguismo como expresión de un constructo

ideológico complejo, pero no es este el diferencial del fenómeno. Del mismo modo era compleja

la argumentación centralista de Bernardino Rivadavia [1770-1845] o la jacobina de Mariano

Moreno [1778-1811]. Lo distintivo fue que este ideario no se redujo a una dialéctica en

abstracto, sino que se plasmó como política práctica.

Artigas y Buenos Aires enarbolaron las mismas banderas de libertad, igualdad y

fraternidad, pero traducidas a la realidad concreta con un significado propio. En este aserto

identificamos el primer indicio para explicar el empalme entre la cosmovisión ancestral

guaranítica y la modernidad artiguista: no fue en el plano de las ideas donde se reconocieron

aliados, sino en su traducción en términos de política cotidiana. La Liga de los Pueblos Libres

propuso un enfoque radical para la revolución, consistente en materializar el axioma de la

libertad y la igualdad. Con esto “Artigas cumplía con las aspiraciones humanas y sociales de

181 Ribeiro (2009), desarrolla esta porción de la historia. 182 Chiaramonte (2007: 129). 183 La interpretación de la soberanía como unidad indivisible, en Chiaramonte (2007) y Herrero (2010).

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los sectores más postergados”,184 no en sentido de filantropía, sino más bien como

interpretación de las expectativas de transformación de estos actores, algunos de los cuales

venían actuando en clave revolucionaria desde el siglo anterior, tal como se explicara en el

capítulo precedente y como el propio Artigas habría podido palpar en su larga trayectoria en la

campaña oriental, asiento de una variopinta gama de actores sociales, la mayoría de ellos en

conflicto con el sistema colonial imperante.

4.4. Revolución es la política como práxis

Si bien el proceso revolucionario en la Banda Oriental excede al eje contextual en

desarrollo, es oportuno destacar dos aspectos relevantes.185 Primero, la fidelidad real de la

ciudad de Montevideo,186 puesta de manifiesto en 1808, con la conformación de una Junta de

Gobierno a nombre del Rey Fernando VII y en el sostenimiento de la contrarrevolución hasta

mediados de 1814, cuando la ciudad se rinde al ejército sitiador de Buenos Aires. Segundo, la

complejidad social de la denominada campaña, donde “conviven contrabandistas, troperos,

charrúas, minuanes, guaraníes misioneros, hacendados beneficiados con donaciones de

estancias realizadas por Artigas entre 1801 y 1808, afrodescendientes, luso-brasileños y

europeos”. Esa será la base del “ejército mestizo, con profundo sentido de libertad y de

pertenencia a la tierra, con clara oposición a Montevideo y a lo que ella representaba”187 que

liderará Artigas.

De esta forma, el artiguismo se construirá en tanto expresión de los sectores populares

y, a su vez, en contradicción a los intereses de la elite montevideana.188 Cuando más real se

hacía el programa revolucionario, más rechazo generaba entre las oligarquías portuarias. En

1815, justo en el momento en que el artiguismo institucionaliza su sendero revolucionario con

la conformación de la Liga de los Pueblos Libres, Halperin Dongi explica que “las autoridades

comienzan a alarmarse de su propio éxito; desearían contar con gobernados más dóciles, menos

persuadidos de las excelencias de la libertad y la igualdad”.189

184 Palermo (2012: 279). 185 Para el desarrollo de la revolución en la Banda Oriental, ver Ribeiro (2009 y 2011) y Frega (2011). 186 Ribeiro (2013) y Ferreira (2011 y 2016a). 187 Palermo (2012: 278). 188 Sala de Touron, De la Torre y Rodríguez: (1978). 189 Halperin Dongi (1972: 168).

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Halperin describe un momento específico del pasado, el instante en que las elites se

asumen temerosas frente al avance de los sectores que entienden subalternos. Es el miedo que

entre “la gente propietaria y de alguna consideración’ desató el artiguismo, visualizado como

una amenaza al orden social vigente”.190 Mas lo interesante no está allí en lo descripto, sino en

visualizar a ese mismo instante mediante la inversión del clivaje centro-periferia. Algo que

Fradkin sintetiza en dos interrogantes: “¿Cuáles fueron las concepciones populares de la

“independencia” y la “revolución”? O, más aún, ¿qué otras revoluciones fueron

imaginadas?”.191 A lo que nos preguntamos, en el mismo sentido, ¿qué revolución imaginaron

y pelearon los guaraníes de Misiones y porqué lo hicieron dentro del artiguismo?

4.5. Contacto y vínculo: el empalme de los imaginarios

El contacto entre Artigas y los guaraníes de Misiones se produjo a consecuencia del

armisticio firmado entre Buenos Aires y los realistas de Montevideo, en octubre de 1811. Este

acuerdo significó la entrega de toda la Banda Oriental a las fuerzas monárquicas sitiadas en

Montevideo y ocasionó dos fenómenos de honda incidencia regional, uno hacia adentro del

artiguismo y el otro en cuanto al empalme con lo guaranítico.

La respuesta de las fuerzas orientales fue la de rechazar el armisticio y replegarse hacia

la margen occidental del Uruguay, algo que fue imitado por buena parte de la población de la

campaña, en un hecho conocido como la “Redota” (Ministerio de Educación y Cultura 2011).

Esta marcha cohesionó a un grupo social heterogéneo y marcó el “inicio de una identidad

colectiva que después lograría un perfil nacional”,192 y que se irá incubando bajo el concepto

“oriental”, que se adopta casi a modo de etnónimo autónimo. El éxodo sirvió, además, para

establecer mecanismos de organización que serán característicos en el artiguismo y que

permiten establecer los primeros puntos de contacto con la práctica política guaraní.

El principal de estos mecanismos será el modo asambleario en que se adoptarán las

decisiones del conjunto (Buzzetti 1952 y Frega 2011). La historia de la conformación

institucional de la Liga de los Pueblos Libres se inscribe en una sucesión de congresos de tipo

190 Frega (2002: 7). 191 Fradkin (2016: 19). 192 Ribeiro (2009: 85).

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asambleario.193 Más allá de la influencia de Artigas para imponer criterios en este tipo de

reuniones, se destaca una vocación por colectivizar la toma de decisiones, concepto de política

práctica que resulta de la aplicación del planteo teórico de la soberanía particular de los pueblos.

Será la sumatoria de las voluntades de cada pueblo soberano la que determine (y legitime) las

medidas que se adoptan. Será la soberanía colectiva la que legitime el ejercicio del poder por

parte de las autoridades emergentes, tal como lo explicita Artigas en su alocución de apertura

del Congreso de Abril o de Tres Cruces, el 5 de abril de 1813, cuando remarca que “mi autoridad

emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”.194

De este esquema participarán, en igualdad de condiciones con blancos y criollos, los

guaraníes de Misiones, cuyo derecho soberano es reconocido por Artigas, tal como fuera

explicado en el capítulo anterior en referencia al Congreso de Oriente. Pero también se

manifiesta en la reunión que el propio Artigas convoca en Asunción del Cambay, luego de la

captura de Andresito, en junio de 1819 (Poenitz y Poenitz 1998, Machón 1992 y 2003a, Machón

y Cantero 2008 y Franceschini 2011), o en la designación de un originario para gobernar

Corrientes, provincia de preponderancia blanca. En consecuencia, parece lógica la empatía que

los guaraníes pudieran sentir frente a un proyecto revolucionario que los incluye como pares,

pero no sería este el único motivo que da cuenta de la adhesión.

Sostenemos, entonces, que el empalme entre idearios se produjo a partir de las

similitudes que se identifican entre la propuesta de la soberanía particular de los pueblos del

artiguismo y el ancestral modo de organización de las aldeas guaraníes, autónomas cada una,

pero integrantes de un colectivo mayor que se reformula según las necesidades y las coyunturas.

De igual modo funcionaron las Misiones jesuíticas, compuestas por pueblos autónomos con

profundo sentido de la unidad.195

Una vez más la “experiencia vivida” por los actores protagonistas de esta tesis nos

obligan a relativizar el influjo de las ideas modernas como el motor exclusivo de los sucesos en

la época. No fue la modernidad propuesta por el artiguismo la que movilizó a los guaraníes,

sino que estos se plegaron a la lucha al interpretar la coyuntura desde su específica y ancestral

193 Desde la Asamblea de la Quinta de la Paraguaya (10 de octubre de 1811), en que se decidió rechazar

el armisticio y reconocer a José Artigas como “jefe de los orientales”, hasta el famoso Congreso de Oriente de

junio de 1815, son numerosas las reuniones de tipo asambleario que realiza el artiguismo. 194 AA, Tomo XI: 68. 195 Ver capítulo II, acápite: “La resistencia, capítulo portugués”. En las charlas que suelo brindar en

escuelas e instituciones de la provincia, explico este fenómeno a partir de una escena imaginaria en la cual Artigas

le explica a los guaraníes su teoría de la soberanía particular de los pueblos, luego de la cual los guaraníes le

responden: “Pero José, así nos organizamos nosotros desde hace cientos de años”.

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cosmovisión política. Es en ese plano simbólico donde los guaraníes (parte de ellos, reiteramos)

establecerán su inserción en el proceso histórico en marcha. Esa inserción se define y se

materializa a partir de reconocer en los postulados de la soberanía particular de los pueblos una

especie de alter ego de las formas de política práctica ancestrales. La modernidad le venía a

decir a los guaraníes lo mismo que ellos practicaban desde antaño, de allí el vínculo y la

adhesión. Reiteramos, adhesión no en sentido de comprensión o adopción de un programa

moderno de corte liberal, sino como reelaboración y síntesis resultantes del tamiz de la

mentalidad ancestral.

Abona a esta teoría, por contraste, la incomprensión existente entre Manuel Belgrano y

los guaraníes cuando el primero pasara por Misiones, de camino al Paraguay, entre 1810 y 1811.

Podría explicarse en el carácter reciente de la revolución, pero lo cierto es que ni merced a su

humanismo ni a partir del programa de corte moderno que Belgrano plasmará en el

“Reglamento para el régimen político y administrativo y reforma de los 30 pueblos de las

Misiones”,196 que el abogado devenido en general logrará interpelar a los guaraníes. Entre otras

cuestiones sobresale el de la propiedad privada, que se otorga a los guaraníes en el artículo 7°.

Desde la cosmovisión de la reciprocidad este dogma moderno no interpela a su destinatario,

que no encuentra elementos de atracción sobre los que confluir en la lucha por la revolución

(Camogli 2015 y 2017).197

Por otro lado, la “Redota” puso en contacto directo a Artigas con los guaraníes. Los

migrantes orientales se asentaron en Salto Chico, en las afueras de la actual ciudad de

Concordia. Por entonces, la presencia de los guaraníes se extendía hasta Mandisoví, poblado

distante 60 kilómetros al norte, también sobre la costa del Uruguay. La cercanía se acrecentó a

partir de la designación de Artigas como “Teniente gobernador justicia mayor y capitán de

guerra” del departamento de Yapeyú,198 integrado por los pueblos de Santo Tomé, La Cruz y

Yapeyú. Con el nombramiento, el Primer Triunvirato pretendía aflojar las tensiones provocadas

por el armisticio y, subsidiario, mantener a Artigas alejado de la Banda Oriental.

196 BM, Tomo XIV: 12482-12483. 197 Incluso Belgrano soslaya las cualidades guerreras de los guaraníes, a los que no incorpora a sus tropas,

pese a que contaba con un reducido ejército como para invadir el Paraguay. Algo similar ocurrirá con Juan José

Castelli, quien opera en el Alto Perú en forma sincrónica con Belgrano. La modernidad que irradia Castelli es

ineficaz para despertar adhesiones de las poblaciones locales, que pelearán por la revolución desde su específico

horizonte de reivindicaciones, necesidades y coyunturas (Soux 2006, 2007 y 2009, Wasserman 2011, Vega 2013

y 2015, Rabinovich 2017 y Camogli 2017). 198 AA, Tomo VI: 29.

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Por unos meses Artigas será el gobernador de Misiones (Poenitz y Poenitz 1998 y

Machón 1998) y en tal condición establecerá vínculos epistolares con los cabildos locales,

órganos del poder político guaraní. La difusión del ideario artiguista será relativamente rápido

en la región, quizás debido a la facilidad con que el imaginario político guaraní logró

interpretarlo.

Las ideas federales o confederales como propuesta alternativa al centralismo de Buenos

Aires originan las primeras batallas en el marco de las guerras civiles que caracterizarán la vida

política argentina durante buena parte del siglo XIX (Poenitz y Poenitz 1998 y Camogli 2009a,

2009b y 2010). Estas luchas de origen intraétnico se resolverán con el triunfo de las tendencias

federalistas, las que a partir de allí articularán la actuación política de los guaraníes

misioneros.199

4.6. Misiones en el contexto de la Liga de los Pueblos Libres

La irrupción del ideario artiguista entre los guaraníes sirvió de base para la

configuración de una identidad provincialista entre los originarios de Misiones (Wilde 2009),

formato institucional de carácter novedoso en el imaginario local. La adopción de la idea de

provincia se inscribe en la capacidad ya descripta de los guaraníes para apropiarse del discurso

del otro y articular respuestas específicas para contextos coyunturales. Provincia en tanto

concepción moderna de la soberanía (Chiaramonte 2007); provincia como síntesis de la

identidad socio-cultural de los actores aquí en estudio; provincia como espacio de autonomía.

La idea de provincia será, en definitiva, la que permita el empalme de cosmovisiones

diversas, expresadas en la adhesión guaraní al artiguismo. Además, dotará de legitimidad al

accionar de sus autoridades y colocará a sus protagonistas en un plano de igualdad con los

hombres libres de las otras provincias integrantes de la unión, cuya condición social había sido,

hasta allí, de preeminencia y superioridad. Con esto se enfatiza tanto el alcance revolucionario

del artiguismo como la voluntad del nativo por encontrar alternativas que garanticen su

autonomía. Así como el pacto con los jesuitas y el monarca sustentaron 150 años de relativa

distancia frente a los imperios coloniales, será en la propuesta de la Liga de los Pueblos Libres

199 La primera batalla que se encuadra en la categoría de “guerra civil” se produjo en Mandisoví, entre el

federal Domingo Manduré y el centralista Pablo Areguatí. El choque se produjo en junio de 1813 en el contexto

general de la expulsión de los diputados artigistas de la Asamblea del Año XIII (Camogli 2009a). Remarquemos,

por cierto, las dificultades que encierra la diferenciación entre “guerra civil” y lucha independentista, temática

cuyo abordaje nos excede (Ver Lorenz 2015).

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donde los guaraníes encontrarán un espacio desde el cual proyectar su especificidad político-

cultural.

4.7. Especificidad en el caos del cambio

Ahora bien, ¿hasta dónde esa especificidad era real? ¿Hasta dónde era la expresión cabal

del actor social guaraní? ¿Es posible, acaso, identificar a dicho actor en la época en estudio?

¿Es la cultura guaraní que observamos en la segunda década del siglo XIX continuidad ancestral

de sí misma? ¿Los guaraníes de la época -los hombres, las mujeres, las familias-, se reconocían

en su particularidad originaria y sostenían, por ende, un modo propio de interpretar al mundo

que los rodeaba? Más puntual, ¿los 55 guaraníes que visibiliza la revista santafesina se perciben

herederos de una historia milenaria y, por lo tanto, dotan a su presencia bélica de un sentido

específico? ¿O, más bien, su cosmovisión se difumina en la cotidianeidad del criollo que,

mayoritario, integra las fuerzas, tanto las propias como las ajenas?

Reconocemos en Wilde (2009) un intento por interpretar a esta etapa a partir de la

procura antropológica por las continuidades simbólicas y la reformulación de los imaginarios

sociales. Del mismo modo, adherimos al planteo de Poenitz (2012) en cuanto al proceso de

mestizaje producido en la región guaranítica luego de la expulsión de los jesuitas. Postulamos,

en consecuencia, una alternativa intermedia, que reconoce evidencias tanto de la persistencia y

vitalidad del imaginario cultural guaraní, como del mestizaje que lenta, pero

irremediablemente, va gestando un nuevo actor social en la zona: el gaucho, el mencho, el

gaúcho del litoral. Este será un personaje homónimo al pampeano, pero de especificidad propia

y distintiva, fruto, obviamente, del particular mestizaje que aflora de la mezcla entre lo criollo

y lo guaranítico.

Al comienzo de este trabajo se asentó que el uso del término “guaraníes” no tenía

pretensiones de generalidad y que se recurría a él a modo de practicidad narrativa. En el

contexto de 1815 o 1819 la inconsistencia de la generalización resulta aún mayor. El error de

generalizar es recurrente en la historiografía misionera, aunque merced a los nuevos estudios la

tendencia se ha matizado (Camogli 2015 y 2017 y Cantero 2017). Como vimos, las fuerzas

“Guaraníes Occidentales” en Santa Fe se componían solo en un tercio por originarios, los que

sí mantenían la supremacía en los puestos de mando. Incluso durante la ocupación de Corrientes

por parte de Andrés Guacurarí, éste aparece rodeado de blancos, criollos y mestizos entre sus

auxiliares y ayudantes, como el cura José Acevedo, el gobernador correntino Méndez, el

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irlandés Pedro Campbell o los asistentes a las tertulias en lo del comerciante inglés

Postlethwaite.200

La convivencia entre guaraníes y criollos era constante para la época, por lo que es

lógico plantear adecuaciones en los imaginarios culturales de uno y otro. ¿En el caso de los

guaraníes, esas adecuaciones se podrían interpretar como propias del “paradigma de la

coyuntura”?201 Sin elementos etnohistóricos definitorios, nos atrevemos a interpretar que, por

lo menos para el caso puntual del grupo de guaraníes-misioneros que reconocían el mando de

Andresito, este paradigma ya había sido permeado por el mestizaje, pese a lo cual mantendrá

su vigencia como estructurante para la toma de decisiones hasta el fin de la experiencia de la

provincia federal o guaranítica.

4.8. Andrés Artigas, expresión de una revolución radicalizada

La designación de Andrés Guacurarí y Artigas como Comandante General de Misiones,

en el verano de 1815, consolidó y profundizó la idea de una provincia guaraní como espacio de

especificidad. Desde la periferia, tanto a nivel de los aliados de la Liga como para los enemigos

del Directorio, el ascenso de Andresito evidenció la determinación de Artigas por avanzar hacia

una propuesta de revolución radicalizada, en la cual daba lo mismo que gobernara un blanco o

un indio.

No fue ese, empero, el enfoque con el que recibieron al nuevo comandante los liderazgos

locales. Es que debido al carácter foráneo de Andresito, este afrontó cuestionamientos a su

autoridad (Camogli 2015 y Cantero 2017), cuya única -e indubitable- legitimidad era el estar

apadrinado por Artigas. Serán los logros militares, en especial la victoria de Candelaria sobre

los paraguayos, en septiembre de 1815, los que consoliden su liderazgo, como así también la

definitiva adhesión guaraní al federalismo artiguista. A partir de estos elementos diferenciales

en cuanto a la legitimación del poder por parte de la cultura nativa, es que entendemos que la

experiencia de la provincia federal de Misiones (Machón y Cantero 2008) se inscribe dentro

del trayecto más amplio de la provincia guaranítica (Poenitz y Poenitz 1998).

200 Las hijas del comerciante inglés, Anne y Jane Postlethwaite (1948), escribieron una memoria sobre la

invasión de Andresito a Corrientes. El texto humaniza al personaje, que es descripto sin prejuicios ideológicos,

con todas sus virtudes y todas sus miserias. 201 Ver capítulo II, acápite: “La génesis de la raíz autonómica y guerrera”.

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La trayectoria de Guacurarí como Comandante General de Misiones será breve en el

tiempo: apenas cuatro años y medio. Un lustro que por su intensidad invita a resignificar ciertos

sentidos e interpretaciones dadas para aquel contexto y que desmiente, categórico, la tesis de la

“invención” postulada por Deniri (2009). En Camogli (2015) se definió a la “irrupción del indio

gobernador” como el emergente individual de una larga trayectoria socio-cultural de tipo

colectivo, la que se imbrica con el ideario moderno sintetizado por el artiguismo en tanto praxis

política. El rol que le cupo dentro de la Liga de los Pueblos Libres a los guaraníes de la provincia

de Misiones y a su máxima autoridad definen, per se, el alcance radicalizado del proyecto

alternativo que Artigas propuso para encauzar la revolución en el ámbito rioplatense.

No abordaremos aquí en detalle al gobierno de Guacurarí en Misiones, sobre el que la

historiografía local refleja notorios avances, tanto en cantidad como en calidad (Cabral 1981,

Poenitz y Poenitz 1998, Machón 1993a, 1996a y 2006, Machón y Cantero 2006, 2008, 2010 y

2014 y Camogli 2015). Más bien subrayamos la historicidad disruptiva que se desprende de un

fenómeno particularísimo, que contrasta con el tinte homogeneizador con el que las hegemonías

historiográficas tienden a describir a la revolución y la independencia. Esa uniformidad para

interpretar al pasado su resquebraja con la sola existencia del “indio”202 Guacurarí al mando de

una provincia habitada por sus pares y se termina de romper al momento en que Andresito con

sus tropas ocupan Corrientes, provincia de preponderancia blanca y criolla. Asistimos a la

inversión del orden social; a la reversión del clivaje centro-periferia; al instante de mayor

despliegue del proyecto de transformación social del artiguismo.

4.9. La “expansión” en sus múltiples acepciones

Entre 1818 y 1819 se produce la “expansión litoraleña” de los guaraní misioneros

(Camogli 2015), que por entonces controlan dos provincias (Misiones y Corrientes) y envían

importantes contingentes de tropas en apoyo de Santa Fe y la Banda Oriental. De esta

descripción general se desprende la primera de las acepciones posibles, en la cual “expansión”

sería indicativo de una etapa de ampliación del espacio de actuación político-militar de los

guaraníes artiguistas.

202 El concepto “indio” ha sido desterrado como referencia posible para indicar a un integrante de los

pueblos originarios, pese a lo cual su utilización resulta adecuada en aquel contexto.

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La presencia cada vez mayor de tropas guaraníes203 en el escenario litoraleño es un

hecho incuestionable y sobradamente documentado. Las inéditas revistas de tropas que se

presentaron en el capítulo I ratifican este aserto. Esta visualización de contingentes guaraníes

dispersos por toda la región, que se observa entre fines de 1818 y comienzos de 1820 (ver mapa

6: Despliegue de tropas guaraní-misioneras en el litoral entre 1818 y 1820), se asemeja a la

situación de las milicias del siglo XVIII que fuera descripta en el capítulo II. En aquel momento

se concluyó que la organización de las milicias jesuítico-guaraní había favorecido la etapa de

auge de las Misiones, como así también que su uso sistemático debilitó el engranaje logístico y

simbólico en que se sustentaba su funcionamiento. Las milicias, exitosas siempre luego de la

victoria de Mbororé, alcanzaron su máximo despliegue casi en simultáneo con su decadencia,

puesta de manifiesto durante las revueltas comuneras de Asunción.

Mapa 6: Despliegue de tropas guaraní-misioneras en el litoral entre 1818 y 1820204

En virtud de este antecedente cabría repensar a la “expansión litoraleña” no tanto desde

la acepción optimista que encierra la idea de ampliación, sino, más bien, como respuesta

estratégica ante una evidente debilidad, no ya de Andresito y su gente, sino de todo el sistema

203 Como “tropas guaraníes” no solo se referencian a los originarios, sino a la totalidad de las fuerzas

militares que se reconocen integrantes de las Fuerzas Guaraníes Occidentales, o sea, del ejército liderado por

Andresito. 204 Camogli (2015: 198).

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de los Pueblos Libres. En concreto, postulamos que la presencia cada vez mayor de las fuerzas

misioneras en todo el litoral se origina en el repliegue de Artigas, que era cercado por fuerzas

portuguesas que invaden la Banda Oriental en connivencia con el Directorio porteño y la

burguesía montevideana. En ese contexto, las fuerzas misioneras actúan como reserva

estratégica en un amplio despliegue territorial. En el mediano plazo, este despliegue y el

fraccionamiento del ejército misionero terminarán por debilitarlo. Algo que se registra, por

ejemplo, en la campaña que Andrés Artigas emprendió a mediados de 1819 sobre las Misiones

Orientales, para las que contó con tropas limitadas y un plantel de oficiales acotado.

La campaña a Santa Fe se encuadra dentro de la “expansión litoraleña”, concepto que

se incorpora al marco teórico elaborado hasta aquí.

En el capítulo I se presentó el acervo documental que compone el núcleo central de este

trajo en términos de metodología de la historia. Los ejes contextuales desarrollados en los

capítulos II, III y IV nos brindan las herramientas para el abordaje empático de la campaña de

Santa Fe, esto es, en su debido tiempo y espacio. En la segunda parte de esta tesis se articularán,

según el planteo epistemológico propuesto, los hechos históricos descriptos en la

documentación con las conclusiones expuestas para cada contexto.

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Segunda Parte

Capítulo V

La campaña del ejército de Guaraníes Occidentales a Santa Fe

“...inmensos son los auxilios que tenemos a la mano de la

Provincias Federadas Orientales. Solo el valiente

Comandante General de las Fuerzas Occidentales

Guaranís, Ciudadano Andrés Artigas tiene en aptitud dos

mil quinientos bravos capaces de contrastar esto solo,

todos esos Regimientos de tristes soldados, instrumentos

débiles de desolación y exterminio”

Proclama del gobernador Estanislao López a la

población de Santa Fe, octubre de 1818.

Los listados de tropas pertenecientes al ejército de Guaraníes Occidentales que se

encontraban en la provincia de Santa Fe, en abril de 1819, dan cuenta de un instante concreto

del pasado regional. Este acervo documental, que en carácter inédito fue presentado en el

capítulo I, se tradujo en una serie de inquietudes y posibles abordajes cuyo objetivo ulterior no

fue otro que el de aportar a la construcción del conocimiento histórico. Para tal fin se delimitó

y explicitó el marco teórico y metodológico a utilizar en la elaboración y contrastación de las

hipótesis planteadas oportunamente. Este enfoque requirió, además, de la formulación de tres

ejes contextuales, desarrollados en los capítulos II, III y IV. A continuación, procedemos a

reconstruir la historia de la campaña de los guaraníes-misioneros tanto en sus características

fácticas, esto es, tal como los documentos la revelan, como así también en su faz simbólica, en

tanto “experiencia vivida” por sujetos históricos cuyo imaginario socio-político-cultural resultó

de la imbricación de los ejes contextuales expuestos.

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Desde un principio este capítulo se proyectó como la síntesis descriptiva que aportara la

densidad y el entramado histórico que permita la verificación de hipótesis y la elaboración de

las conclusiones que, prevemos, serán ajenas a cualquier tono categórico con el que se las quiera

presentar. En esta segunda parte el tiempo y el espacio amplio de los capítulos previos se acota

a un puñado de meses, que van desde finales de 1818 a mediados de 1819, y a un escenario que,

para entonces, no se define tanto por la extensión, la territorialidad o la distancia, sino por la

concentración centrífuga de la experiencia misionera en torno a la figura de su líder, Andrés

Guacurarí y Artigas.

5.1. Instancia para una readecuación metodológica

La organización del presente texto en dos partes responde a la especificidad

metodológica con que se abordó el tema en cada una. Si para el acervo documental y la

elaboración de los ejes contextuales se recurrió al enfoque macro característico de la “historia

total”, a partir de aquí será necesario calibrar el lente para auscultar lo micro.205 Se desprende

de esto cierta lógica deductiva, según la cual la(s) generalidad(es) permiten inferir aspectos de

la(s) particularidad(es), planteo unidireccional en el que identificamos una limitación

epistemológica para nuestra disciplina. En contraste, interpelamos al pasado desde la mayor

cantidad de planos combinados posibles: lo macro yuxtapuesto a lo micro; lo particular en

diálogo con lo general; lo simbólico en sincretismo con lo fáctico. La historia en tanto dinámica,

movimiento, cambio y continuidad de las sociedades y los individuos en el tiempo y el espacio.

La historia como pretérito reconstruido, como pasado probable y propuesto a través del tamiz

interpretativo y la subjetividad del historiador.

Con el análisis macro se interpretó a la Provincia Federal de Misiones como emergente

y continuidad de la cosmovisión política guaraní, cuyos perfiles se delinearon a partir del

concepto de las “mentalidades”, inserto en la idea de la “larga duración” (Braudel 1990). La

ubicación de un suceso dentro de una trayectoria extensa amplifica las posibilidades para su

entendimiento, pero no es suficiente para su comprensión cabal. Solo a partir de lo micro es que

se logra la comprensión, siempre parcial, del pasado. Es en los detalles, en las decisiones, en

las marchas y contramarchas, en el imaginario que construyen los triunfos y las derrotas... es

205 La “microhistoria” es una corriente historiográfica fundada por la escuela italiana a partir de las obras

de Carlo Ginzburg (2016) y Giovanni Levi (1990 y 2018). No se ahonda en ella más que en el aspecto evidente de

que pretendemos acercarnos al máximo posible al hecho histórico.

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en las cartas que se intercambian Artigas y Andresito, en donde se manifiesta la historicidad de

la Provincia Federal de Misiones.

Lo micro manifiesta la existencia del pasado al describirlo en sus detalles. Pero esa

imagen reconstruida tampoco es suficiente para comprender los sucesos y los procesos

históricos en su complejidad, por lo menos no en términos de aportes sustanciales a la

construcción del conocimiento científico. Esto último, entendemos, solo será plausible

mediante un abordaje sistémico en el que se combinen las múltiples dimensiones, como lo son

lo macro y lo micro, tal como se propone en los lineamientos teóricos y metodológicos que

conforman el esquema de estudio multifactorial y “caótico” que postulamos oportunamente.206

La historia que aquí nos proponemos reconstruir surgirá de la episteme de la “historia total”.

Totalidad, se reitera, no como pretensión de comprenderlo todo, sino como certeza sobre lo

inabarcable del pasado, abismo intelectual que nos impele a ser creativos, diversos y

experimentales en el diálogo y los préstamos multidisciplinares.

En esta segunda parte nos enfocaremos en el micro suceso histórico de la campaña a

Santa Fe, a la que pretendemos describir hasta donde lo permitan las fuentes documentales con

las que contamos. Será la primera vez en que la historiografía se ocupe de ella en procura de lo

micro del detalle, de la palabra escrita, de las acciones y las decisiones de los sujetos que la

vivieron. Descripción, insistimos, no como finalidad en sí misma, sino como una instancia más

de análisis.

5.2. La Provincia Federal de Misiones

En el capítulo IV se establecieron los puntos de contacto y el momento de empalme

entre el ideario ancestral de la cultura guaranítica y el programa moderno de la propuesta

alternativa de revolución que impulsaba, para el Río de la Plata, Artigas. Se amojonó a la Redota

de 1811 como indicativo de los orígenes de dicho empalme, cuya consolidación se produjo a

partir de dos momentos puntuales. El primero, con las revueltas lideradas por Domingo

Manduré, en 1813 (Poenitz y Poenitz 1998, Camogli 2009a y Fradkin 2010),207 que dieron

206 “Sistemas”, “conjuntos”, “caos” son teorías ajenas a nuestra disciplina, pero en cuyos planteos

epistemológicos y metodológicos encontramos herramientas y variables de estudio que enriquecen las

posibilidades de construir conocimiento para la historia en tanto disciplina científica. Para la teoría de sistemas,

ver Von Bertalanffy (1976), para la teoría de conjuntos, ver los “diagramas” de Venn (1881 y 1907) y para la

“teoría del caos”, ver Lorenz (1995). 207 El Teniente de Gobernador de Misiones Bernardo Pérez Planes informaba el 21 de julio de 1813 que

debió “pasar a Mandisoví para contener la nueva sublevación que pretenden fomentar los orientales”, Pérez Planes

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inicio a la guerra civil que caracterizará la vida política argentina durante toda la centuria

(Camogli 2009a, 2009b, 2010, 2013, 2014 y 2015). El segundo, en 1815, con la designación de

Guacurarí como Comandante General de Misiones, provincia que de esta forma se incorporaba

a la Liga de los Pueblos Libres en igualdad de condiciones al resto de sus miembros. Nacía la

Provincia Federal de Misiones (Machón y Cantero 2008), entidad de existencia breve, es cierto,

pero de perfiles disruptivos frente a los actuales consensos historiográficos sobre la revolución

y la independencia.

Andresito gobernará Misiones entre el verano de 1815208 y junio de 1819. Las

características y detalles de su administración exceden a este trabajo,209 que se focaliza en los

elementos que permitan describir y comprender en forma empática al objeto de estudio de la

campaña a Santa Fe.

A modo de síntesis puntualizamos algunos aspectos de la administración de Guacurarí

como Comandante General de Misiones:

Su liderazgo, cuestionado en un primer momento,210 se consolidó con la

recuperación del departamento de Concepción y, fundamentalmente, a partir de la

victoria de Candelaria, en septiembre de 1815.211

Fueron sus objetivos socio-económicos la recuperación del aparato

productivo local,212 la instalación de una proto-industria para el aprovisionamiento de

a la Secretaría de Gobierno, 21/07/1813, en AGN, Sala X 7-3-2, División Gobierno. En nota posterior, el

subdelegado de Concepción, Celedonio del Castillo, sindicaba a Manduré como “cabecilla del grupo”, en AGN,

Sala X 7-3-3, División Gobierno. 208 Hasta el momento no se han encontrado documentos que confirmen la fecha exacta de la designación

de Andrés Artigas como Comandante de Misiones, pero sí está registrada su presencia en la provincia para

comienzos de 1815, ya que el 13 de marzo de ese año Artigas le envía una nota en la que le dice que “ya por mis

dos últimas comunicaciones de que aún no me acusa V. recibo” (AA, Tomo XX: 240), por lo que antes de esa

fecha Andrés debió encontrarse en la provincia. Por ende, su nombramiento bien pudo haberse producido a

comienzos del 1815, quizás luego de la estratégica batalla de Guayabos (10/01/1815), en donde Artigas venció a

las fuerzas directoriales comandadas por Manuel Dorrego y consolidó su liderazgo en la Banda Oriental y el

Litoral. Machón y Cantero (2006: 75) establecen entre febrero y marzo de 1815 el arribo de Andresito a Misiones. 209 Para profundizar en la cronología y las características del gobierno de Andresito se puede consultar,

entre otros, a Sánchez Ratti (1970), Cabral (1981), Savoini (1990, 2000 y 2002), Poenitz y Poenitz (1998), Machón

(2003a y 2006), Machón y Cantero (2006, 2008, 2010 y 2014), Cantero (2017), Deniri (2009 y 2013) y Camogli

(2015 y 2017). 210 En el parte de la batalla de Candelaria, firmado el 14 de septiembre de 1815, Andrés le pide a Artigas

que interceda ante sus oficiales para reforzar la obediencia hacia su persona, ya que esta era evidentemente

cuestionada: “Solo deseo después de esto me haga el favor en contesto de esta incluya V.S. una Exhortación a mis

oficiales para mayor comprometimiento y que conozcan sus deberes” (AA, Tomo XIX: 10). 211 Ver Machón (2006), Camogli (2015) y Cantero (2017). 212 Para ello procurará retomar el monopolio de la explotación y comercialización de los yerbales

naturales, a la par que José Artigas le remite ganado y semillas para reactivar la producción. El 31 de agosto de

1815 este le indica a Andrés que “no deje de alumbrar a esos naturales para que conduzcan sus maderas, algodón,

yerba, tabaco por el Uruguay a este destino. Así abriremos el comercio” (AA, Tomo XXXI: 8). Hay varias cartas

de Artigas en donde se reitera esta cuestión, por lo menos hasta 1817, cuando la guerra concite toda la atención.

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pertrechos bélicos213 y la recuperación de la unidad territorial de la mayor cantidad

posible de los 30 pueblos históricos.214

Estos objetivos quedaron truncos debido a la situación de guerra

permanente y a la destrucción sistemática de los pueblos que se registró entre 1815 y

1819, debido a la acción de las fuerzas luso-brasileñas.

Durante las luchas contra los luso-brasileños (dos ataques de Andresito

y tres del enemigo), fueron destruidos los pueblos misioneros215 y buena parte de su

población emigró hacia nuevos asentamientos, como San Miguel y Loreto, sobre el

Iberá, o San Roquito y Asunción del Cambay, sobre el río Miriñay (Poenitz y Poenitz

1998, Franceschini 2011, Poenitz 2012 y Maeder 2014) (ver mapa 7: Pueblos destruidos

y nuevas fundaciones 1815-1819).

Para 1818 la autoridad de Andresito se circunscribía a la capacidad

operativa de sus fuerzas (Camogli 2015 y Cantero 2017), claramente insuficientes para

afrontar al mismo tiempo los ataques paraguayos y lusitanos. Por ende, su condición de

mando recibe cuestionamientos por parte de algunos liderazgos de base cacical, los que

interpretan, desde la lógica del “paradigma de la coyuntura”, que la guerra y la

destrucción que rodean como un sino dramático a Guacurarí, no serían lo más

conveniente para la subsistencia de su grupo inmediato, frente a lo cual despliegan

estrategias alternativas y, por momentos, de abierta desobediencia al Comandante

General, como ocurrirá con los contingentes de la costa del Paraná, que se repliegan

hacia el sur sin luchar (Poenitz y Poenitz 1998, Poenitz 2012, Maeder 2014, Camogli

2015 y Cantero 2017).

Será en este contexto que la situación política en la provincia de

Corrientes concite la atención de la Liga y, en especial, del ejército guaraní-misionero,

cuya movilización se podría establecer como el preámbulo para la campaña a Santa Fe.

213 El 3 de septiembre de 1816, Guacurarí remitió circulares a los cabildos de los pueblos bajo su mando,

para que colaboraran con la instalación de la fábrica de pólvora “que ha sido preciso poner en Concepción” (MM,

Tomo IV: 96-97). En San Carlos funcionó una armería bajo la dirección de Nicolás Arayaní (Machón y Cantero

2006: 82). 214 En carta del 16 de agosto de 1815 Artigas le indicó a Andresito que “la línea de demarcación” territorial

entre Misiones y el Paraguay era el río Paraná, lo que dejaba en manos del vecino país 8 de los antiguos pueblos

jesuítico-guaraníes (MM, Tomo IV: 42). En cartas posteriores Artigas reiterará esta demarcación limítrofe, que

continúa vigente en la actualidad. 215 “…saqueadas y demolidas las 7 poblaciones de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé, Santa María, San

Javier, Mártires y Concepción, situados en la margen derecha del Uruguay, y solamente saqueados los pueblos de

San José, Apóstoles y San Carlos, saqueada y talada toda la campaña en la distancia de más de 80 leguas” describe

Moraes Lara (1964) en sus Memorias de la campaña de 1816.

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Mapa 7: Pueblos destruidos y nuevas fundaciones 1815-1819216

5.3. La provincia del orden social invertido: Corrientes

En agosto de 1818 el ejército guaraní-misionero al mando de Andrés Guacurarí ocupó

la ciudad de Corrientes y asumió el poder de facto en un hecho inédito en la historia americana:

un indígena al mando de un Estado de población mayoritariamente blanca.217 La sola imagen

del “indio” gobernador impuesto por sobre la elite patricia basta para dimensionar el alcance

dado por Artigas al ideario moderno de la igualdad, una interpretación de contraste abismal

frente al proyecto conservador y aristocrático de la elite revolucionaria de Buenos Aires, la que

por entonces seguía en procura de un príncipe europeo al cual coronar en el Plata (Lozier

Almazán 2011). Guacurarí en Corrientes es la contracara del proceso histórico que protagonizan

las elites y, por lo tanto, su experiencia se constituye en un hecho significante. Se trata, ni más

ni menos, que del orden social invertido (Camogli 2015). Una especie de anomalía del pasado,

de un pasado al que el actual consenso historiográfico entiende resuelto.

216 Poenitz y Poenitz (1998: 199). 217 En 1814 Corrientes contaba con una población de 25.413 personas, de las cuales 14.844 eran blancos,

3.611 indígenas y 2.247 eran esclavos, libertos y/o negros libres (Valenzuela 2017a: 62). Según Maeder (1969:

38), en 1814 vivían en Corrientes 30.184 personas, con porcentajes similares en cuanto a la composición social de

la población.

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Una vez más los sucesos históricos nos invitan a repensar ciertos marcos teóricos. En el

estado de la cuestión que se esbozara en la introducción, se acotó que la frontera liberal

identificó a las elites como las grandes protagonistas de la revolución y la independencia

(Halperin Donghi 2014), consenso que perdura vigente hasta nuestros días, como se evidencia,

por citar un caso, en Barriera (2014). Según este paradigma, los sucesos de la ocupación de

Corrientes se deberían estudiar desde la “experiencia vivida” por la elite local, cuyo

desplazamiento del poder implicaría un retraso en el proceso institucional y revolucionario

(Mantilla 1972, Rial Seijó 2011 y Deniri 2009 y 2013). Es comprensible que la elite local

interpretara a la situación como la “degradante humillación que Corrientes y su provincia sufrió

del ejército de guaranís y tapes”218 o que otro autor clásico la describiera como la “plena

barbarie”.219 ¿Pero cómo lo interpretaron los guaraníes? ¿Qué imaginario se visualiza al voltear

el clivaje centro-periferia, no ya como recurso historiográfico, sino como reflejo del orden

social invertido? ¿Y si la preeminencia guaraní sobre el hombre blanco en Corrientes fuera,

más que un retraso para la revolución, la evidencia de la aceleración del proceso de

transformaciones? Por lo menos sería así desde la interpretación y el horizonte político

construido por los guaraníes a partir del empalme entre su imaginario ancestral y la modernidad

propuesta por los Pueblos Libres, algo que en términos coloquiales se puede explicar en el

siguiente axioma: “Si todos somos iguales, lo mismo da que gobierne un blanco que un indio”.

Así como resultan incuestionables los hechos fácticos del “terror y el espanto”220 que

sintiera la elite correntina ante el gobierno indígena y el triunfo de aquella sobre la experiencia

guaraní-misionera, entre 1820 y 1830, cuando fagocita sus tierras y absorbe su soberanía

(Poenitz y Poenitz 1998, Machón 2003a, Buchbinder 2004, Wilde 2009, Larguía 2013 y Maeder

2014), del mismo modo es un hecho real y palpable la existencia de un sentido específico dado

por los naturales a estos sucesos, incluso pese a que no existan documentos que lo expliciten.221

Esto refuerza el planteo de la existencia de diversos proyectos revolucionarios para encauzar el

proceso emancipador, con prescindencia de cuál de ellos lograra imponerse en el tiempo... y en

los relatos históricos.

218 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 47). 219 Mantilla (1972: 214). 220 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 83). 221 Sería un caso similar al de los “Mártires del Caaró” y el cacique Ñezú que se analizara en el capítulo

II.

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Las tensiones sociales y culturales entre el gobierno “indio” y el patriciado correntino

caracterizaron al período en que duró la ocupación.222 El imaginario construido en base a la

preminencia de las elites condujo a sintetizar los vínculos entre la población correntina en

general y el ejército guaraní desde el abismo social que distanciaba a este último del grupo

minoritario que constituía la elite.223 Por el contrario, la ocupación de Corrientes y la restitución

del legítimo gobernador Juan Méndez abrió paso a un período de estrecha colaboración y

articulación entre las fuerzas artiguistas de ambas provincias, las que de facto quedaron bajo la

autoridad de Andresito. En el plano político se restituyó en el cargo a Méndez224 y en todo

momento Guacurarí se mostró respetuoso del cabildo, al que escribió el 14 de julio (antes de

vencer en Saladas y ocupar la ciudad), para

“lisongearme [de] tener el honor de anunciaros noble y distinguido vecindario, que ya

tenéis en vuestro seno organizado el cuerpo moral de vuestra representación política por medio

de los virtuosos ciudadanos a quienes [ilegible] la representación de vuestros derechos

públicos”.225

La cooperación se extendió al plano militar con la incorporación de soldados correntinos

a los regimientos misioneros, tal como inferimos de la preponderancia de nombres criollos entre

las tropas de “Guaranís-Occidentales” revistadas en Santa Fe (ver capítulo I). Esclavos, libertos,

indígenas y criollos serán incorporados mediante reclutamientos forzosos,226 a la par que se

reorganizaron las milicias rurales, que eran, desde tiempo atrás, el principal sostén social del

artiguismo en la provincia (Valenzuela 2017a).227

222 Existen dos fuentes directas sobre la ocupación de Corrientes, las Memorias de Fermín Félix Pampín

(Mantilla 2004) y el de las hermanas Postlethwaite (1948). 223 Para un estudio sobre la conformación de la elite correntina, ver Buchbinder (2004). 224 Si bien Méndez recuperó el puesto de gobernador y en la documentación obrante en el AGPC constan

numerosas órdenes emitidas por él, todo indica que su poder era compartido con Andrés Artigas, de quien por

momentos parece subalterno, dada la preminencia militar del líder guaraní. 225 Andrés Artigas al Cabildo de Corrientes, 14 de julio de 1818, en AGPC, “Correspondencia oficial.

Años 18-19”, Tomo VIII, folio 195. 226 El 20 de agosto Andresito dispuso una recolección perentoria de armas en manos de civiles (Bartolomé

Cabral y Francisco de Paula Pérez a la sala capitular y de gobierno de Corrientes, 20/08/18, en AGPC,

“Correspondencia oficial: años 18-19”, Tomo VIII, folio 203) y el 5 de septiembre lanzó un indulto general

mediante el cual se procuraba aflojar las tensiones políticas y proceder al rearmado de las fuerzas militares

(Pampín: 157, en Savoini 2000: 279 y Mantilla 1972, Tomo I: 424). 227 El cineasta correntino Camilo Gómez Montero, realizador del documental “Buscando al comandante

Andresito” (2012), fue el primero en hacerme notar el apoyo de la población rural correntina hacia el artiguismo,

algo que no fuera reflejado en toda su dimensión en Camogli (2015).

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También se estableció un régimen propio de una “economía de guerra”,228 mediante el

cual la totalidad de los recursos monetarios y productivos de la provincia quedaron a disposición

de las necesidades bélicas. Quizás fuera en esta política de exacciones forzosas donde radiquen

las causas profundas de las tensiones entre las fuerzas de ocupación y la elite, cuyas riquezas

eran las únicas disponibles para lograr la acumulación de capitales que los ejércitos de la época

demandaban. Tanto en el acervo documental como en la historiografía específica se registran

numerosos ejemplos de esta política, por lo que aquí citamos, verbigracia, la nota del 18 de

septiembre de 1818 dirigida a Manuel Mantilla, “ministro de haberes”, al que frente al “estado

de languidez de las cajas del sostén de nuestras armas”, Guacurarí conmina a

“que presente a este despacho los adeudos de los comerciantes para yo practicar pronto

en sus pagos, para ver el rebozo de las cajas”.229

Por último, enunciemos que en los meses de la ocupación la grieta social se evidenció

en una serie de hechos que, muchas veces, la historiografía ha presentado en narrativa

anecdótica, pero que, entendemos, dan cuenta de la intensidad del conflicto de clase.230 La

liberación de los niños guaraníes de las estancias correntinas y el secuestro de los hijos de los

dueños de esas estancias como castigo aleccionador,231 el desaire de la elite ante las

celebraciones ignacianas y la represalia de enviar a las mujeres a bailar con los soldados al

cuartel y a los hombres a carpir la plaza central,232 son parte de estas escenas de tensión social.

Si un grupo de mujeres blancas, de las familias principales de Corrientes, bailando con tropas

indias en un cuartel militar, o conspicuos miembros de la elite local cortando yuyos bajo el sol

correntino no son el reflejo de un orden social invertido, no sabemos qué lo podría ser. Pero así

228 Para el concepto de “economía de guerra” o “Nación en armas” ver, Ornstein (1931), Gentiluomo

(1950), Artesano (1951), Galasso (2000) y Camogli (2011 y 2017). 229 Andrés Artigas a Manuel Mantilla, ministro de los haberes del Estado, 18/09/18, en AGPC,

“Correspondencia oficial: año 18-19”, Tomo VIII, folio: 205. En el tomo IV de los “Expedientes administrativos”

obrantes en el AGPC, se encuentran las relaciones mensuales de cobros y gastos del gobierno durante la ocupación. 230 El concepto de “clase” es propio de la escuela marxista y su utilización en este contexto ameritaría

cierto marco teórico que nos parece excesivo. Proponemos se lo interprete como una referencia práctica para

remarcar la distancia social existente entre la elite local y el ejército de ocupación. 231 Postlethwaite y Postlethwaite (1948: 93-94). Parece poco creíble que los estancieros dejaran a sus

familias en las casas de campo ante la invasión de Andresito, mucho más cuando la mayoría de ellos no residía en

forma permanente en las estancias, sino en la ciudad. Esto no invalida la veracidad de la historia, pero sí la

relativiza. 232 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 104-106) y Postlethwaite y Postlethwaite (1948: 95-

97). Las hermanas Postlethwaite relatan que ellas mismas confeccionaron las alas para los niños que actuarían

como ángeles.

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estaba la situación en Corrientes para finales de 1818. Así era, así funcionaba, el proyecto de

revolución de Artigas.

5.4. La provincia del vértice: Santa Fe

La provincia de Santa Fe será una pieza clave en la configuración política de las

Provincias Unidas del Río de la Plata durante las dos primeras décadas de vida independiente

del país. Tanto por su ubicación estratégica como por su potencial económico, este territorio

será factor de disputas e intensas campañas militares desplegadas por el Directorio porteño en

su afán por sustraerla de la influencia del artiguismo, al que ansiaba circunscribir al ámbito

mesopotámico, incluso a riesgo de un desacople territorial, ya sea en forma de Estado

independiente o debido a la ocupación definitiva del espacio por parte del imperio portugués.

Tanto para Artigas como para Buenos Aires el control de Santa Fe era estratégico. A fines de

la década de 1810 esta provincia era el vértice sobre el que parecían confluir todas las tensiones

regionales. Santa Fe será, también, escenario del despliegue de las tropas del ejército de

Guaraníes Occidentales.

Al igual que en otras ciudades de la hispanidad, los vecinos principales de Santa Fe

interpretaron que la teoría de la retroversión de la soberanía era aplicable para ellos mismos,

por lo que se consideraron con idéntico derecho de darse un gobierno propio. Durante la época

colonial Santa Fe, al igual que Corrientes y Entre Ríos, estuvo subordinada a la Intendencia de

Buenos Aires, cuyas facultades le permitían designar e imponer a las autoridades locales, desde

los Tenientes de Gobernador hasta los oficiales de hacienda, entre otros (Romero Carranza,

Rodríguez Varela y Ventura Flores Pirán 1970 y Zinny 1987).233 La resistencia local frente a

esta subordinación registra diversos episodios, la mayoría de los cuales se encauzó “en

peticiones reiteradas para elegir gobernantes ‘nativos’ o ‘vecinos’ de Santa Fe en los principales

cargos”.234

El estallido revolucionario y la temprana adhesión santafesina a la Primera Junta porteña

no modificaron el ordenamiento colonial, pero sí profundizaron un sentimiento de autonomía a

partir de un razonamiento de incuestionable lógica política: si Buenos Aires se autopercibía con

233 Desde el 25 de mayo de 1810 fueron designados por Buenos Aires los siguientes Tenientes de

Gobernador para Santa Fe: Manuel Ruiz, Juan Antonio Pereyra, Antonio Beruti, Luciano Montes de Oca, Ignacio

Álvarez Thomas y Eustoquio Díaz Vélez (Zinny 1987 y Damianovich 2015a). 234 Tedeschi (2000: 4).

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pleno derecho para reasumir la soberanía a nombre del rey cautivo, Santa Fe consideraba lo

mismo frente al “primer gobierno patrio”, cuya representatividad emanaba de un cabildo

abierto, institución cuya jurisdicción era de estricto alcance municipal.235

Menos visible que las inquietudes políticas, operaba sobre la región una mutación

económica, cuyas características terminarían por determinar buena parte del futuro productivo

de la provincia y del país. En términos de larga duración, estos cambios forman parte del paso

de una economía del “espacio peruano”, hacia la conformación de un nuevo espacio mercantil,

identificado como “economía del Atlántico”, en el cual la ganadería se iría convirtiendo en la

actividad dominante (Sempat Assadourian y Palomeque 2010).236

En ese contexto, Santa Fe era descripta por los contemporáneos como una “provincia

pequeña”,237 la que apenas contaba con 15.000 habitantes238 agrupados en torno a la ciudad de

Santa Fe y otros tres pueblos rurales: Rinconada de San José, Coronda y Rosario, todos ellos

recostados sobre la costa del río Paraná.

El elemento diferencial de Santa Fe era su rol como importante nudo de redistribución

al conectar rutas hacia Buenos Aires y el mercado atlántico, Alto Perú, Chile, la Banda Oriental

y el Brasil (Wentzel 1988, Fradkin y Ratto 2008 y Tedeschi 2016). Esta condición de vértice

comercial entre regiones diversas se amplificaba por la proximidad de los pueblos originarios

de la Pampa y la región chaqueña, que reducían el control de los criollos a una estrecha franja

de territorio, constituida en el único camino disponible para las comunicaciones entre Buenos

Aires y el resto de las provincias bajo control del Directorio (Martínez Sarasola 2005).

5.4.1. La autonomía santafesina

Al igual que entre los guaraníes de Misiones, las ideas del artiguismo permearon

amplios sectores del litoral, atraídos por el seductor planteo de la soberanía particular de los

pueblos que sintetizaba el proyecto de Artigas. La expulsión de los diputados artiguistas de la

Asamblea del Año XIII desató las amarras que contenían las tensiones entre Artigas y Buenos

Aires (Camogli 2009a y 2013). El conflicto se generalizó en todo el litoral ante el deseo

235 Un interesante contrapunto sobre las interpretaciones dadas por las elites porteñas y santafesinas a

conceptos nodales como soberanía y representatividad, en Damianovich (2010). Para el concepto de soberanía y

representación, remitimos al capítulo III de esta obra, en especial al estado de la cuestión y al debate propuesto en

torno al actual consenso historiográfico sobre la revolución y la independencia. 236 Para una discusión sobre los planteos de Sempat Assadourian, ver Gelman (2014). 237 Paz (1951, Tomo I: 262). 238 Maeder (1969) y Tedeschi (2016).

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creciente de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe por alcanzar su autonomía, desprenderse de la

subordinación a Buenos Aires y constituirse en provincias soberanas.

El combate de “El Espinillo”, el 22 de febrero de 1814, consolidó el predominio

artiguista sobre la Mesopotamia (Camogli 2005 y Ruiz Moreno 2007). Vencido en el plano

bélico, el Director Supremo Gervasio Posadas debió formalizar lo que ya era una realidad de

facto: el 10 de septiembre de 1814 decretó la creación de las provincias de Entre Ríos y

Corrientes,239 difiriendo para más adelante la definición en torno a la estratégica Santa Fe.

El último Teniente de Gobernador designado por Buenos Aires fue el General Eustoquio

Díaz Vélez [1782-1856], cuya presencia adoptó las formas de una ocupación militar. Mientras,

el artiguismo agrupaba sus fuerzas en la vecina Bajada del Paraná, listas para operar en apoyo

del autonomismo santafesino. El 20 de marzo de 1815 Manuel Francisco Artigas [1769-1822],

Eusebio Hereñú [c. 1790-1835] y la flotilla fluvial de Luis Lanché desembarcaron en Santa Fe

y provocaron la retirada de las fuerzas directoriales. El 24 de marzo, “con motivo de haber

entrado en este pueblo las tropas orientales, ha dimitido el gobierno de él el Sr. Coronel

Eustoquio Díaz Vélez y lo ha reasumido el Ayuntamiento, para ejercerlo en nombre del mismo

Pueblo”.240 De inmediato la provincia se sometió al Protectorado de Artigas, quién indicó a

Francisco Candioti [1743-1815] para ocupar el cargo de gobernador.

El logro de la autonomía provincial es una de las temáticas centrales para la

historiografía santafesina y forma parte de un relato fundacional de claras reminiscencias

genesíacas. En el caso santafesino, empero, la “frontera historiográfica” (Jaquet 1998) surgió y

se sostuvo en el tiempo sin que surgieran nuevas fronteras que la cuestionaran o la suplantaran,

quizás debido a la continuidad institucional del nuevo Estado provincial surgido en aquel

momento. El carácter nodal de la autonomía se refleja perdurable tanto en los estudios clásicos

de Cervera (1908) y Gianello (1978), como en las recientes producciones colectivas de la Junta

Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, dedicadas a celebrar los bicentenarios de la

autonomía (Junta Provincial… 2015) y de la independencia nacional (Junta Provincial…

2016).241

239 Con la creación de estas provincias, la elite dirigente porteña pretendía congraciarse con los sectores

autonomistas de las provincias, incluso mediante concesiones de notoria ilegitimidad, como en el caso de

Corrientes, a la que se adjudicó soberanía sobre territorios pertenecientes a la provincia de Misiones, algo que en

la época evidentemente no se concretó. Con esta medida Posadas no solo manifestaba la invisibilidad que los

guaraníes tenían en su proyecto de revolución, sino que procuraba insertar una cuña, un motivo de conflicto

territorial, entre dos provincias aliadas a Artigas. 240 El Cabildo de Santa Fe al ministro de Hacienda Rafael Martínez, 25/03/15, en AA, Tomo XX: 258. 241 Para un repaso sobre la historiografía santafesina, ver Suárez y Tedeschi (comp.) (2009), Micheletti

(2010 y 2014) y el estado de la cuestión elaborado en su tesis de maestría por Pérez (2018).

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La separación con Buenos Aires se tradujo en la profundización de la guerra civil

rioplatense. La capital no podía resignarse a ceder porciones estratégicas de su hinterland y el

artiguismo necesitaba sostener su influencia más allá del ámbito mesopotámico. En esa tensión

se sintetiza la omnipresencia que tendrá la guerra en territorio santafesino hasta 1820. En esa

tensión, también, se explica la presencia de las tropas del ejército de Guaraníes Occidentales en

Santa Fe.242

5.4.2. El liderazgo de Estanislao López

El proceso autonómico e institucional de la provincia de Santa Fe se referencia en la

figura del gobernador Estanislao López,243 una de las personalidades más importantes en la

historiografía local y un hombre clave en la articulación del orden post revolucionario que

decantará, a fines de la década de 1820, en la hegemonía rosista.244 Hasta su muerte, acaecida

en 1838, López será un complemento clave para el sostenimiento del liderazgo de Juan Manuel

de Rosas [1793-1877], en una alianza que se forjó en las cláusulas secretas del Pacto de Benegas

(24 de noviembre de 1820), al que en Camogli (2014) se definió, con las licencias propias de la

difusión, como “el Plan Marshall para Santa Fe”.245 López será, además, el anfitrión de las

tropas remitidas desde Misiones, vínculo sobre el que profundizaremos en procura de indicios

y evidencias.

La construcción del liderazgo de López se diferencia a la de otras referencias locales en

que se sustentó en el creciente poder militar del cuerpo de Blandengues de la Frontera, que él

242 Entre 1815 y 1819 el Directorio organizó por lo menos cinco invasiones sobre Santa Fe, llegando a

duplicar el número de tropas entre la primera y la última: 1500 soldados en 1815 y 4000 en el ’19 (Ruiz Moreno

2007, Camogli 2009a y Fradkin 2010). 243 En 1986 la provincia de Santa Fe adoptó como bandera oficial a la que enarbolara López en 1822.

Compuesta por los tradicionales colores del federalismo rioplatense (rojo, blanco y azul), más el agregado de un

óvalo con diversos elementos simbólicos, el emblema incorpora la altiva leyenda de: “Provincia invencible de

Santa Fe”. La invencibilidad de la provincia se corporiza, entonces, en la figura del jefe militar que había

comandado sus ejércitos, que no era otro que el propio López. 244 La glorificación historiográfica de López se inicia con la obra de Ramón Lassaga (1881) y se continúa

en, por ejemplo, Busaniche (1969). Al respecto, ver Micheletti (2014). Para Rosas, los clásicos Saldías (1968) y

Rosa (1973). 245 Las cláusulas secretas estipulaban la entrega a Santa Fe de 25.000 cabezas de ganado, compromiso

que asumió y cumplió en forma personal Rosas. Con eso López garantizaba la reactivación del devastado aparato

productivo santafesino y Rosas obtenía la lealtad y el apoyo de aquel. En las décadas siguientes, Buenos Aires le

remitirá fondos de tesorería a la vecina provincia en forma sistemática y sostenida (Chiaramonte, Cussianovich y

Tedeschi 1993). El “Plan Marshall” fue un plan de reconstrucción de la Europa occidental luego de la Segunda

Guerra Mundial que fue “concebido estratégicamente como una política de contención a la expansión de la

influencia soviética” (Rapoport 2008: 311).

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mismo comandaba.246 Este regimiento se integraba con tropas fogueadas en el combate ante los

pueblos originarios y gozaba de cierto prestigio social a partir de su capacidad para establecer

alianzas con diversas parcialidades indígenas y garantizar con ello la paz en las zonas limítrofes,

que para el caso de la ciudad de Santa Fe se encontraban extremadamente próximas (Cervera

1981, Damianovich 1987-1991, Fradkin y Ratto 2008 y 2012, Candioti 2016 y Pérez 2018).

La irrupción de López en 1816 y su salto a la gobernación dos años después clausuraron

la lucha facciosa en la que se encontraba la elite local, la que debió encolumnarse detrás del

nuevo jefe de Estado.247 Para entonces, la provincia se enfrentaba a un posible ataque

combinado de tropas directoriales desde Córdoba y Buenos Aires, a la par que se profundizaba

el deterioro del aparato productivo, en especial en la arrasada zona sur.248

Durante 1818 el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón [1777-1850] dio por

concluida la lucha independentista para enfocar sus miras -y los recursos de Buenos Aires- en

la guerra contra el litoral. El apoyo brindado a San Martín para el cruce de los Andes será el

último aporte sustancial realizado por la capital para el sostenimiento de los ejércitos

libertadores (Galasso 2000 y Camogli 2011). Esto permitió la concentración de un nutrido

ejército para operar sobre Santa Fe, el que fue puesto al mando del General Juan Ramón

Balcarce [1773-1836]. Entre jefes, oficiales y tropas, el ejército directorial contó con 2.959

hombres.249 Esta fuerza operaría en combinación con las tropas cordobesas que, en febrero, se

habían desprendido del ejército Auxiliar del Perú, para instalarse sobre la frontera con Santa Fe

bajo el mando del coronel Juan Bautista Bustos [1779-1830].250 Además se conformó una

escuadra fluvial destinada a remontar el Paraná, la que se integró con 18 naves, entre las de

guerra y mercantes fletados para transporte y logística. El comandante Ángel Hubac [1780-

1820] izó su estandarte de capitán en el bergantín Aranzazú,251 siendo acompañado por el Belén

246 Un origen similar tendrá el liderazgo de José Artigas, quien desempeñó idéntico cargo de jefe de

Blandengues en la campaña oriental. 247 Un estudio sobre la conformación de la elite santafesina, en Cervera (2004). 248 La frontera entre Santa Fe y Buenos Aires fue tema específico de investigación en Fradkin y Ratto

(2008) y Barriera (2014). Simbólicamente, el departamento que ocupa todo el sur santafesino se denomina

“General López”. 249 Ruiz Moreno (2007, Tomo I: 264). 250 El contemporáneo José María Paz (1951, Tomo I: 262) afirma que eran 400 soldados, mientras que el

investigador militar Ruiz Moreno (2007, Tomo I: 264) brinda el número de 600. También ver Camogli (2009a y

2010). Para el rol de Córdoba en la época, ver Bischoff (1989). 251 Barco de 28,40 metros de eslora, 8,25 de manga, 3,65 de puntal y desplazamiento de 181 toneladas.

Su artillería original lo constituían 10 cañones de hierro de a 12 y su tripulación era de 80 hombres. El 31 de

diciembre de 1819 este navío fue abordado por tropas indígenas (¿guaraníes?) pertenecientes a la escuadra de

Pedro Campbell, las que hirieron de gravedad a Húbac, quien moriría dos meses después. Las características de

los buques intervinientes en el conflicto en Arguindeguy (1972, Tomo I), salvo indicación en contrario.

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(Leonardo Rosales [1792-1836]),252 la Invencible (Casimiro Rouget o Raget),253 la Fortuna

(Miguel Theodoro Spiro),254 el San Martín (Nicolás Jorge [1786-1866]),255 más seis lanchones

artillados y siete embarcaciones tomadas del comercio local como apoyo.256

Al momento de partir, el Director Supremo entregó las órdenes a las que debía ajustarse

el jefe de la división, al que indica “que los santafesinos que se sometieran fuesen tratados con

consideración en sus personas y bienes, pero a condición de ser transportados a la nueva línea

de frontera o a la Capital bajo vigilancia militar”. Para aquellos que se resistieran se establecía

que fuesen “tratados militarmente como rebeldes, imponiéndoles sin dilación la última pena

correspondiente, lo mismo que a los que en lo sucesivo se subleven”.257

En esa emergencia es que, una vez más, las fuerzas artiguistas van a confluir sobre Santa

Fe para auxiliarla, debido a que era determinante para el sostenimiento de una correlación de

fuerzas cuanto menos equilibrada entre federalismo y centralismo. La urgencia era tal y la

amenaza tan grande, que acudieron refuerzos provenientes de todas las provincias, incluso

desde Misiones.

5.5. La movilización de las fuerzas auxiliares

La campaña a Santa Fe presenta los mismos vacíos documentales ya señalados en el

estado de la cuestión referente a la experiencia de la Provincia Federal de Misiones. Para su

reconstrucción contamos con los listados de las tropas revistadas en abril de 1819, parte de la

correspondencia intercambiada por López, Artigas y Guacurarí y otra documentación suelta

con referencias parciales y puntuales a diversos momentos, situaciones o protagonistas de la

campaña. Esto se complementa con las memorias contemporáneas de Diez de Andino y de

252 Bergantín de 30 metros de eslora, 8 de manga y 4,80 de puntal. Desplazamiento de 220 toneladas y

dotación de 2 cañones de a 18 y 8 de a 8 con una tripulación de entre 80 a 150 hombres. 253 Goleta de 26,5 metros de eslora, 7,75 de manga y 3,3 de puntal. Desplazamiento de 150 toneladas,

contaba con 3 cañones de a 8 y 4 de a 12, atendidos por 66 hombres de tripulación. 254 Goleta de 23 metros de eslora, 3,2 de manga y 3,25 de puntal. 138 toneladas de desplazamiento y una

dotación de 4 cañones de a 8 para una tripulación de 25 hombres. Miguel Spiro era hermano de Samuel Pedro

Spiro, muerto en el combate contra la escuadra realista en Arroyo de la China, el 28 de marzo de 1814. Ambos

eran griegos de nacimiento y el rastro de Miguel Theodoro se pierde en la década de 1830, según consta en los

registros del archivo del contraalmirante Pablo Arguindeguy, cuyo hijo Diego tuvo la gentileza de consultar a mi

pedido. 255 Falucho de 18 metros de eslora, 2,8 de manga y 2,3 de puntal. Desplazamiento de 60 toneladas, armada

con 1 cañón de a 7 y 2 de a 1 y tripulada por 20 a 30 hombres. 256 Arguindeguy (1987: 510 y 511) y Arguindeguy (1972, Tomo I). 257 Instrucciones dadas por Pueyrredón al jefe del ejército Juan Ramón Balcarce, en Maeso (1885, Tomo

II: 209) y Ruiz Moreno (2007, Tomo I: 264).

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Pampín, estas últimas provistas de un anexo documental importante, pero cuya autenticidad no

pudo ser corroborada mediante los documentos originales.258 Por lo tanto, reiteramos el criterio

ya adoptado de considerar que las carencias documentales no niegan la existencia de los hechos

históricos, tan solo implican una dificultad mayor para su abordaje, lo que nos impele a

implementar métodos y enfoques diversos y creativos.

Al iniciarse la primavera de 1818, mientras Guacurarí y Méndez restablecían el gobierno

federal en Corrientes, la situación en Santa Fe se agravó ante el avance de los porteños. López

le comunica a Andrés Artigas que “han sido escarmentados los tiranos”259 en un combate

sostenido por ambas vanguardias, el 26 de septiembre, triunfo que, en la práctica, no modificaba

la situación general de los contendientes.

A fin de ese mismo mes Artigas le comunica a López que:

“…marcho mañana mismo a la costa del Uruguay a ver si hago repasar 900 hombres

de caballería. Se ponen en marcha las divisiones de Andrés y Ramírez. Yo no necesito más

gente que la indicada. El resto puede emplearse en otras atenciones.

Sin embargo, que el Entre Ríos demanda aún algún cuidado por el fuego que han de

activar los porteños en [¿?] partidarios, le ordeno a Ramírez en esta fecha, que toda la división

del Paraná al mando de Rodríguez la haga marchar volando al Paraná, encargándole a este

repase en auxilio de esa provincia”.260

Es a partir de estos informes que Guacurarí habría decidido iniciar un despliegue de

tropas hacia la zona del conflicto. El primer paso fue el traslado de la escuadra fluvial hacia

Goya, la que dejó Corrientes el 10 de octubre al mando del Comandante de Marina Pedro

Campbell [fines del siglo XVIII-1832]. Esta escuadra se integró con la goleta Itatí,261 el falucho

258 La ética profesional nos impone consignar la imposibilidad de ubicar los documentos originales que

supuestamente fueran transcriptos y anexados por Pampín, lo que no obsta a que los utilicemos debido a su alto

grado de verosimilitud y al uso generalizado que de ellos han hecho y hacen los colegas. 259 López a Andrés Artigas, 26 de septiembre de 1818, en Memorias de F. F. Pampín: anexo documental:

167. 260 Artigas a López, 29 de octubre de 1818, en AGPSF, Notas y otras comunicaciones del Cabildo, Tomo

XXXIII. El resaltado es nuestro. 261 Buque con 18 metros de eslora, 3 de manga, 2,5 de puntal y un desplazamiento de 100 toneladas.

Estaba artillada con 2 cañones de a 8 y tenía una tripulación de entre 25 a 40 hombres (fuente en cita al pie 251).

Según las Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 86), la Itatí le fue arrebatada por Campbell a los

correntinos que habían fugado de la ciudad antes del ingreso del ejército guaraní. En octubre de 1818 la tesorería

de Santa Fe socorrió con dinero a un grupo de 12 individuos pertenecientes a la Itatí. Incluso con la posibilidad de

que los oficiales no hayan figurado en dicho listado, queda claro que la tripulación del barco en aquel momento

no alcanzaba la dotación ideal para una situación de guerra, que era de 25 a 40 tripulantes (AGPSF, “Contaduría”,

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Oriental262 y la lancha o sumaca La Correntina,263 siendo reforzada con una veintena de lanchas

artilladas y canoas indígenas para actuar tácticamente al momento de las acciones,264 recurso

que nos remite al accionar anfibio que se indicara para los tropas guaraníes en sus campañas

pretéritas, como en la batalla de Mbororé descripta en el capítulo II de esta tesis.

El comandante Campbell era un irlandés cuya trayectoria, por demás curiosa, se

presenta en acápite específico. Tan solo acotemos aquí que será uno de los oficiales principales

del artiguismo en la zona del Paraná debido a su condición de jefe de la escuadra artiguista, al

frente de la cual combatirá con bizarría frente a la armada porteña. La fuerza naval se completó

con soldados de tierra al mando del Sargento Mayor Francisco Sití, otro de los oficiales de peso

dentro del ejército misionero (Machón 1993b y 2003a, Poenitz y Poenitz 1998, Machón y

Cantero 2008, Camogli 2015 y Cantero 2017).

Esta descripción nos conduce a formular la siguiente pregunta: ¿En qué momento y bajo

qué circunstancias se decidió el envío de tropas guaraní-misioneras a Santa Fe? Ante lo cual

respondemos que no se ha encontrado, ni en la bibliografía ni en los archivos consultados, las

órdenes específicas, ya sean estas emitidas por Artigas o por el propio Andresito. Pese a este

vacío documental estamos en condiciones de establecer una serie de evidencias que podrían

resolver el interrogante. Ya destacamos que los informes que recibía Andresito desde Santa Fe

consignaban la amenaza que se cernía sobre aquella provincia, la que a toda prisa era reforzada

por tropas remitidas desde Entre Ríos y la Banda Oriental. Esos informes habrían sido, en parte,

los causantes del traslado de la flota a Goya, en la que se incluyeron soldados de tierra al mando

de un importante oficial (Sití), indicio que nos permite suponer que en los planes de Guacurarí

ya estaba el de enviar tropas en auxilio de López.

Asimismo, tenemos documentada la presencia de la Itatí en Santa Fe, entre septiembre

y octubre de 1818,265 quizás como parte de una misión de tipo diplomática destinada a definir

las características y las condiciones del auxilio que brindaría el ejército misionero y correntino.

Tomo XIX, doc. 309, leg. 6, fol. 1684). ¿La Itatí se encontraba en Santa Fe cumpliendo alguna misión específica

que no requería de una tripulación numerosa? 262 Buque de 16 metros de eslora, 3,5 de manga, 2,3 de puntal y 35 toneladas de desplazamiento. Contaba

con 1 cañón de a 8 y su tripulación era de 15 a 20 hombres. 263 Navío de 18 metros de eslora, 4 de manga y 2,20 de puntal. Tenía un desplazamiento de 40 toneladas

y estaba artillada con 1 cañón de hierro de a 5 y dos carronadas de idéntico calibre. Su tripulación era de 20 a 40

hombres. 264 Arguindeguy, (1987, Tomo V: 511). Según Beraza (2014: 9) los lanchones artillados fueron montados

en Esquina. 265 Documentos obrantes en la sección “contaduría” del AGPSF confirman la presencia del barco insignia

de la escuadra del Paraná en Santa Fe, tema que ampliaremos más adelante. Ver, por ejemplo, lo dicho en nota al

pie 261.

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El carácter diplomático de la misión, y por lo tanto no bélica de la misma, se desprende de la

escasa tripulación que detallamos en nota al pie 261 y que se complementa con la información

de la nota al pie 291.

Estos planes se habrían puesto en ejecución en los primeros días de noviembre, al

regreso de la Itatí y en consonancia con la proclama que Estanislao López dirige a los

santafesinos en aquellos momentos acuciantes, ¿quizás escrita luego del parlamento con

Campbell? El gobernador enfatizaba que:

“...inmensos son los auxilios que tenemos a la mano de las Provincias Federadas

Orientales. Solo el valiente Comandante General de las Fuerzas Occidentales Guaranís,

Ciudadano Andrés Artigas tiene en aptitud dos mil quinientos bravos capaces de contrastar

esto solo, todos esos Regimientos de tristes soldados, instrumentos débiles de desolación y

exterminio”.266

La referencia al Comandante misionero, si bien exagerada en cuanto a su capacidad de

movilización, evidencia el prestigio alcanzado por Guacurarí y sus tropas en el ámbito de los

Pueblos Libres. Esta proclama no era otra cosa que un pedido de auxilio militar y así lo

interpretó el jefe guaraní, quien pocos días después haría circular una proclama en la que

anunciaba el envió de tropas “a la provincia de Santa Fe, país fiel de amigos de nuestra causa”

y en donde se consigna aquel mandato que diera sentido a este trabajo:

“…que vuestra conducta, en adelante no sea despreciada; haced sí que sea recogida

por la Historia y que al despertar la remota posteridad se diga de vosotros: fueron a proteger

las virtudes Sangradas de nuestra Santa Libertad”.267

A “proteger las virtudes sangradas de nuestra santa libertad” marcharon Campbell, Sití

y los 184 hombres revistados en abril de 1819 en los cuarteles santafesinos. Con esta tesis se

despierta, tardía y parcial, aquella remota posteridad de la que Andrés parece haber tenido plena

conciencia.

266 Proclama de Estanislao López a los santafesinos, sin fecha precisa, en Memorias de F. F. Pampín:

anexo documental: 168-169. 267 Proclama de Andrés Guacurarí a la población misionera y correntina del 6 de noviembre de 1818, en

Memorias de F. F. Pampín: anexo documental: 170-171 y Machón y Cantero (2014: 75-76).

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Pero volvamos a la pregunta inicial ¿cómo? ¿cuándo? ¿quién decidió la movilización

de las tropas guaraní-misioneras a Santa Fe? La respuesta la encontramos en una carta de

Artigas a Luis Manuel Aldao, gobernador delegado de Santa Fe,268 del 10 de diciembre de 1818,

en la que el Protector informa que:

“Andrés me escribe con fecha dos, mandó bajar los corsos [la escuadra] para abajo y

400 hombres que estaban en Goya, pero no me dice de su objeto. Yo creo será en razón del

auxilio que Uds. le pidieron”.269

Pocos días después le escribe al mismo destinatario para anunciarle que recibió “oficio

de Andrés anunciándole su aproximación para repasar a esa provincia con sus fuerzas de mar

y tierra”.270 Asimismo le manifiesta a López que para “esta fecha supongo reunidos y bajo las

órdenes de V. S. las fuerzas del Sr. Comandante General Ramírez y las del de Misiones

dirigidas todos en auxilio de esa heroica provincia”.271

Con esto queda claro que la movilización fue decidida por el Comandante Guacurarí a

partir de los informes que recibió de Santa Fe y del pedido de auxilio que las autoridades de

esta provincia le hicieran, ya sea elípticamente mediante la proclama de López, a partir de

alguna solicitud específica cuya documentación probatoria aún no ha sido encontrada o, incluso,

luego del posible parlamento entre Campbell con alguna autoridad local durante la estadía de

la Itatí en Santa Fe. La carta de Artigas resuelve, a nuestro entender, el origen de la

movilización.272

Ahora bien, si Andresito, en su condición de Comandante General de Misiones y jefe

del Ejército de Guaranís Occidentales que ocupa Corrientes decidió, suponemos que junto a sus

principales asesores, el envío de tropas a Santa Fe, ¿por qué lo hizo? ¿cuál fue su motivación?

268 El 19 de octubre de 1818 López delegó el “mando político y militar en el Alcalde de primer voto Luis

Manuel Aldao” para atender a la “defensa de los sagrados derechos de la provincia”, (AGPSF, Cabildo de Santa

Fe-Notas y otras comunicaciones, Tomo III, f. 342, en AGPSF 1976, Tomo I: 97). Lo mismo repetirá el 5 de enero,

delegando el mando político en el Cabildo y el militar en el capitán Juan Francisco de Echagüe y Andía, (Cabildo

de Santa Fe. Notas y otras comunicaciones, Tomo IV, f. 5 y v., en AGPSF 1976, Tomo I: 100). 269 Artigas a Luis Manuel Aldao, 10/12/1818, AA, Tomo XXXVII: 351. 270 Artigas a Luis Manuel Aldao, 27/12/18, AA, Tomo XXXVII: 361. 271 Artigas a López, 27/12/18, AA, Tomo XXXVII: 363. 272 La campaña sobre Corrientes para reponer al gobernador Méndez presenta los mismos interrogantes

sobre quién, cuándo y cómo se determinó su realización. Todo indica que se trató, una vez más, de una decisión

autónoma de Guacurarí, quién habría interpretado como prioritario restablecer la causa federal en la vecina

provincia. En ambos casos (Corrientes y Santa Fe) el libre albedrío del Comandante misionero no fue cuestionado

ni por Artigas ni por otros protagonistas, por lo menos no en la documentación disponible.

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¿qué elementos del contexto habrá considerado para tomar tal decisión? ¿Acaso podríamos

identificar en esta decisión alguna de las características político-culturales inherentes a la

cosmovisión guaraní? O más específico aún ¿será que esta decisión se encuadra en el

“paradigma de la coyuntura” propuesto como consustancial en el capítulo II?

En la proclama del 6 de noviembre Andrés inserta dos conceptos propicios para el

análisis. Uno es la condición de “país fiel de amigos de nuestra causa” con la que se describe

a los santafesinos. “Nuestra causa” expresa un sentido de pertenencia que trasciende a lo

“guaranítico” como el marco referencial casi excluyente en el que se identificaron a sí mismo

los guaraníes, tanto en los tiempos prehispánicos como luego en la etapa colonial. Esta

pertenencia a un colectivo más amplio (la Liga de los Pueblos Libres) tiene un antecedente

cercano en las referencias a la identidad “americana” y a la condición de “hermanos” que

figuran en la intimación al jefe paraguayo José Isasi, al que se invita a retirarse de Candelaria.273

“Americanos”, “hermanos”, “nuestra causa” son categorías novedosas en el imaginario guaraní,

al igual que lo es el “sentimiento provincial misionero en ciernes”274 que también surge en la

época. El uso de estos términos podría explicarse en la capacidad de este pueblo para apropiarse

del discurso del otro y dotarlo de un sentido específico, aspecto que fuera destacado en el

capítulo II como propio y perdurable de la cultura guaraní. Claro que en el contexto

convulsionado de la era revolucionaria estas adecuaciones discursivas bien podrían estar

manifestando otros fenómenos. Quizás asistimos, más que a una apropiación, a un capítulo más

del mestizaje en el que los aspectos cosmogónicos de la cultura guaranítica se van diluyendo al

ritmo de las mudanzas, las batallas, la muerte, la destrucción y el avance incontenible del

hombre blanco (Poenitz 2012).

El otro elemento destacable de la proclama del 6 de noviembre es la idea de que

“asociados no será tan fácil el destruirlos” a los santafesinos. En Camogli (2015) se definió a

esta etapa como la de la “expansión guaraní”, cuyos ejércitos ocupaban dos provincias a la vez

que se remitían contingentes a Santa Fe, Entre Ríos y, posteriormente, la Banda Oriental. El

despliegue territorial de las huestes de Andresito a fines de 1818 es innegable en términos

históricos, pese a lo cual el concepto de “expansión” es más una hipérbole que una descripción

literal. Claro, esto es algo que observamos los historiadores a la distancia y con el resultado

puesto, pero que desde el imaginario posible de los guaraníes se habrá cargado con otros

273 Andrés Artigas a José Isasi, 12/09/1815, “...esto hago como verdadero americano y hermano que

somos” (MM, Tomo IV: 45-46). 274 Wilde (2009: 333).

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sentidos. Este despliegue es probable que fomentara un espíritu de autosuficiencia e incluso de

cierta jactancia ante el protagonismo inédito que habían alcanzado en el marco de la Liga de

los Pueblos Libres. Gobernaban su provincia, aterrorizaban a la elite blanca correntina a la que

habían subalterizado y humillado en su propio territorio y desde la lejana Santa Fe imploraban

por su auxilio. Ante este panorama parece lógico suponer que desde la “experiencia vivida” por

los guaraníes-misioneros aquella etapa se interpretara como de plena expansión, como un

instante de auge y predominio del que era difícil sustraerse. Podemos plantear, entonces, que

Andresito considerara indispensable y determinante la presencia de sus fuerzas en Santa Fe para

asegurar el destino de la causa común. En este probable esquema interpretativo consideramos

se encuentra el origen de la decisión del envío de las tropas. Decisión, por cierto, que José

Artigas confirma fue del propio Guacurarí sin que mediaran directivas superiores para tal fin.

Este detalle ratifica el prestigio y la legitimidad que el liderazgo del Comandante General de

Misiones tenía en el marco de la Liga, por lo menos en cuanto a la valoración dada por su

máxima autoridad, el Protector Artigas, a “quien siempre llamé mi padre”.275

5.5.1. El Comandante de Marina Campbell

El jefe de la escuadra fluvial artiguista sobre el Paraná será “uno de los personajes más

románticos entre todos los hombres y mujeres irlandeses que se lanzaron a nadar en las

corrientes revolucionarias”: Peter (Pedro) Campbell.276 Si bien no es de extrañar la presencia

de marinos británicos en las armadas independentistas americanas,277 en este caso se trata de

una trayectoria particular. Campbell arribó al Río de la Plata en el marco de la invasión inglesa

de 1806 y 1807 y no queda claro si fue tomado prisionero o si desertó del ejército británico. Lo

cierto es que terminó en Corrientes, en donde adoptó las formas y las costumbres de la vida

campera, al extremo de ser descripto por sus connacionales hermanos Robertson como un

gaucho más, solo diferenciable por el color rojizo de sus cabellos y su barba (Robertson y

Robertson 2000).

275 Última carta de Andresito conocida, del 4 de mayo de 1821, dirigida al Conde de Casa Flores, en

Archivo Histórico Nacional de Madrid, legajo N° 3768, en Machón (1995) y Machón y Cantero (2006 y 2014). 276 Fanning (2017: 177-178). 277 El jefe más importante de la armada rioplatense fue el también irlandés Guillermo Brown [1777-1857],

héroe de la independencia y de la guerra contra el Brasil, ver Carranza (1962), Armada Argentina (1987), Camogli

(2005), Ruiz Moreno (2007) y Fanning (2017). Para la guerra con el Brasil, ver Baldrich (1905). Mientras que el

inglés Thomas Cochrane [1775-1860] fue el jefe de la escuadra libertadora del Perú en la que San Martín transportó

sus tropas, en 1820, ver Otero (1944), Mitre (1968), Siri (1979) y Galasso (2000).

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Al irrumpir el artiguismo en el escenario correntino, Campbell se vinculó a él y acabó

por ser designado jefe de la segunda escuadrilla278 del río Paraná, cuya función primordial era

la de interceptar aquellos navíos que pretendieran comerciar por fuera del marco de la Liga de

los Pueblos Libres (Beraza, Patiño y Roma 1983, Montalbán 2008, Brisighelli 2013, Beraza

2014 y Camogli 2014). Estas operaciones, que perjudicaban tanto a Buenos Aires como al

Paraguay, brindaron cierto prestigio al irlandés, el que prácticamente fue amo y señor del puerto

de Goya. Desde allí, incluso, habría organizado una red comercial en sociedad con los hermanos

Robertson (Beraza 1992 y Fanning 2017).

Ni bien el ejército guaraní-misionero avanzó sobre Corrientes, en julio de 1818,

Campbell se puso al servicio de Guacurarí. Es más, este, luego de la batalla de Saladas, lo

remitirá como avanzada a la ciudad de Corrientes para negociar las condiciones de la entrega

de la ciudad y el ingreso de las tropas guaraníes al casco urbano. El 22 de septiembre279

Campbell fue designado Comandante de Marina y desde entonces alternó sus días entre

Corrientes y el puerto de Goya, hasta que debió abocarse por completo al armado de la campaña

a Santa Fe.

Para comienzos de diciembre de 1818 Campbell se encontraba al frente de una escuadra

muy particular, en la que confluían británicos, franceses, españoles, criollos, libertos y

guaraníes. La diversidad de los tripulantes era reflejo de los cambios que la revolución había

provocado en la estructura social de la época. Algo que no solo se ponía de manifiesto en los

orígenes diversos de sus tripulantes, sino también en la designación de los mandos militares. Es

que si la máxima autoridad naval era Campbell, el jefe de las tropas de tierra era el indio Sití.

¿Hasta dónde era posible articular ambos liderazgos? ¿Cómo podrían congeniar bajo un mismo

objetivo militar estos dos sujetos de conformación socio-cultural tan distante? Quizás la

descripción de la campaña a Santa Fe, incluso con sus profundos vacíos documentales, nos

ayude a responder estas cuestiones.

5.6. Rumbo a Santa Fe

Hasta aquí pudimos establecer que para noviembre/diciembre de 1818 se habían

concentrado en el puerto de Goya una veintena de navíos fluviales al mando de Campbell y un

278 Beraza (2014: 8). 279 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 101).

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contingente de infantes bajo la conducción de Sití. Sobre el total de tropas movilizadas existen

divergencias, ya que Pampín nos habla de 500 hombres entre “indios del pueblo de Santa Lucía

y gente que arrebataron de la campaña”,280 mientras que Artigas indica que eran “400 hombres

que estaban en Goya”281 y Savoini abona a la confusión al proponer, sin fuente documental

anexa, la cifra de 600 hombres entre “guaraníes, indígenas del Pueblo de Santa Lucía, esclavos

y mulatos que habían sido liberados en la capital, como también correntinos -especialmente

peones- que se unieron voluntariamente a la causa artiguista”.282 Por último, contamos con el

testimonio de Diez de Andino, quien registra en su Diario que en diciembre de 1818 arribaron

a Santa Fe “500 de las tropas de Andresito Artigas, de Corrientes”,283 cifra que reitera en la

acotación del 9 de enero, cuando detalla que “embarcaron en botes la mitad de estos 500 a Santo

Tomé y el gobernador Estanislao con ellos y sus oficiales”.284

Todo indica, por ende, que las tropas de guaraníes occidentales movilizadas a Santa Fe

fueron entre 400 y 500 soldados. Estas diferencias en el número de 400 que dice Artigas

partieron de Goya y los 500 que Andino informa llegaron a Santa Fe, tiene varias explicaciones

posibles, y hasta es probable que se trate de una combinación de factores. Es factible que

Campbell desistiera de algunos tripulantes para su escuadra, en especial de aquellos que

desconocieran de navegación y marinería, a los que pudo haber enviado para servir en las tropas

de tierra. También es viable la incorporación de soldados entrerrianos en las filas misioneras

durante su paso por Paraná, antes de cruzar a la vecina orilla. Recordemos el caso del teniente

entrerriano Juan Antonio González, quien figura incorporado en uno de los regimientos

revistados (ver Capítulo I cuadro 3). ¿Por qué no pensar que se haya sumado al mando de una

partida de tropas entrerrianas? Más allá de estas conjeturas, las evidencias indican que cerca de

medio millar de soldados identificados como integrantes del ejército guaraní-misionero se

presentaron, listos para la lucha, ante el gobierno santafesino.

A fuer de lo cuantitativo, hay dos detalles que sobresalen del repaso de estas fuentes

primarias. Por un lado, se refuerza la hipótesis del reclutamiento del paisanaje correntino como

explicación para la preeminencia de los criollos entre las tropas revistadas, tal como lo indican

Pampín y Savoini. Si bien los listados representan menos de la mitad del contingente original

(184 sobre 400/500), y que incluso resulta plausible proyectar una proporción mayor de

280 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 114). 281 Artigas a Luis Manuel Aldao, 10/12/1818, AA, Tomo XXXVII: 351. 282 Savoini (2000: 321). 283 Diez de Andino (2008: 117). 284 Diez de Andino (2008: 137).

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guaraníes si pudiésemos observar la totalidad de las tropas, no deja de ser una evidencia

histórica la presencia numerosa de criollos entremezclados con soldados indígenas. Presencia,

concluimos, que se origina en el reclutamiento más o menos forzoso de peones, gauchos,

troperos, del paisanaje correntino en general.

Por otro lado, Diez de Andino anota que el propio Estanislao López y sus oficiales

acompañaron a parte de las tropas misioneras durante la operación de cruce del río Salado,

rumbo a Santo Tomé. ¿A qué se debe la presencia del gobernador? ¿Se trata de una actitud de

reconocimiento hacia las tropas misioneras? ¿Es uno de esos gestos simbólicos en cuya

teatralidad los guaraníes identificaban el sentido consustancial de la reciprocidad? ¿O es tan

solo fruto de una casualidad logística? Por nuestra parte, creemos identificar en esta actitud

cierta muestra de agradecimiento de López, idea que se fortalece con la entrega, ese mismo día,

de “carne para la escolta del comandante Siti”,285 una atención especial prodigada al jefe de las

tropas que acudían en su auxilio.

Otro aspecto complejo de dilucidar es la fecha exacta en que parte el contingente, ya

que encontramos referencias distintas sobre el particular. En sus Memorias Pampín indica que

zarparon el 24 de diciembre,286 fecha en la que coincide Arguindeguy.287 Por su parte Savoini

marca el 6 de diciembre como fecha de partida, pero otra vez sin el aporte documental

correspondiente.288

Frente a esto contamos con tres indicios que podrían aclarar el panorama. En primer

término, están las cartas de José Artigas del 10 y las dos del 27 de diciembre, en las que informa

sobre la marcha y el probable arribo de las tropas misioneras, tal como explicáramos más arriba.

En segundo lugar, Diez de Andino confirma que parte del contingente llegó a destino durante

el mes de diciembre, pese a que no indica la fecha precisa. Por último, existe un documento

firmado por Campbell, el 17 de diciembre, en el que se constata su presencia en Goya.289

A este intríngulis de fechas, se agrega que hemos confirmado que la Itatí se encontraba

en Santa Fe, entre septiembre y octubre de 1818. Así lo evidencian las notas de contaduría en

285 AGPSF, “Contaduría”, Tomo XX 1818-1819, doc. 24, leg. 16, folio 652. 286 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 114). 287 Arguindeguy (1972: 195). 288 Savoini (2000: 322). 289 Campbell a Manuel Mantilla de los Ríos, ministro de Hacienda, 17/12/1818, en AGPC,

Correspondencia oficial: año 18-19, Tomo VIII, folio 218.

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las que se indica, por ejemplo, el suministro de “una arroba de yerba”,290 “una res de carne”291

y otras “dos reses”292 para el abasto de la goleta. Los registros de contaduría sobre el

abastecimiento del barco insignia de la escuadra artiguista se interrumpen en la segunda

quincena de octubre y se activan nuevamente en enero de 1819.293 A partir de este acervo

concluimos que Campbell viajó a Santa Fe, seguramente con parte de la escuadra y una

tripulación mínima, en la primavera del 18, donde permaneció hasta mediados de octubre, para

regresar a Goya a finiquitar la preparación de la campaña. En el AGPC constan tres documentos

datados en Goya por Campbell, entre el 28 y 29 de octubre.294 Esta intensidad epistolar podría

explicarse en el arribo reciente del comandante de Marina, luego del viaje relámpago a Santa

Fe.

Frente a esta diversidad de fechas y registros, se impone que la expedición no partió en

un mismo momento, sino que lo hizo en forma escalonada. Con esta hipótesis, incluso, tendría

sentido el dato de Savoini, quien asegura que unos 300 soldados al mando de Sití marcharon a

pie hasta Santa Fe,295 pese a que no compartimos su afirmación de que lo hicieran por la margen

derecha del Paraná, luego de ser trasbordados a la vecina orilla a la altura de Goya. Ello

implicaría internarse por tierras bajo control de las belicosas tribus chaqueñas, de ancestral

enemistad con los guaraníes. Es más probable, en este caso, que marcharan por la margen

izquierda hasta la Bajada del Paraná, en donde habrían sido trasladados a Santa Fe sin mayores

dificultades y tal como lo hacían los restantes contingentes que provenían de Entre Ríos y la

Banda Oriental. La hipótesis de la marcha a pie, ya sea de todas o de una parte de las tropas de

tierra, se refuerza con solo repasar las características de los buques de la escuadrilla de

Campbell, integrada por naves de menor tamaño y limitada capacidad de carga.

Estos indicios sustentan la idea de la marcha escalonada de las tropas. Con esta hipótesis

se resuelve la superposición de los registros sobre la presencia de las fuerzas misioneras, a las

que se ubica en diacronía espacial y en sincronía temporal. Como la física es taxativa en cuanto

290 AGPSF, “Contaduría”, nota del 14/09/18, Tomo XIX, doc. 32, leg. 6, folio 1667. Toda la

documentación referida a los suministros de la Itatí nos fue facilitada por el colega Dante Pérez, quién la recopiló

en el Archivo santafesino. 291 AGPSF, “Contaduría”, nota del 01/10/18, doc. 6, leg. 6, folio 1734. 292 AGPSF, “Contaduría”, nota del 17/10/18, doc. 3, leg. 6, folio 1834. 293 En enero y febrero de 1819 las remesas de recursos son más cuantiosas, posible indicio de una

tripulación completa para afrontar una situación de guerra, a diferencia de la acotada que fuera registrada en el

viaje de septiembre y octubre, como se indicara en la cita al pie 261 (AGPSF, “Contaduría”, Tomos XIX y XX). 294 Notas varias de Campbell del 28 y 29/10/18, en AGPC, Correspondencia oficial: año 18-19, Tomo

VIII, folios 207-208. 295 Savoini (2000: 321).

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a la imposibilidad de estar en dos lugares al mismo tiempo, debemos aceptar como única

explicación posible que la marcha se hiciera en forma escalonada, lo que permitiría ubicar a

Sití en Santa Fe,296 a parte de la escuadra izando velas en Goya a comienzos de diciembre, al

propio Campbell todavía en puerto a mediados de ese mes, quizás levando anclas con el resto

de las fuerzas en las víspera de Navidad, para arribar a destino en enero, cuando la contaduría

santafesino retoma el suministro de recursos para su navío.

5.7. “Fue preciso matarlo como a un tigre”

Al arribar las tropas guaraní-misioneras a Santa Fe, López ya había repelido al ejército

de Balcarce, el que antes de abandonar la provincia prendió fuego al poblado de Rosario

(Cervera 1908 y Ruiz Moreno 2007). El otro peligro eran las fuerzas de Bustos en Córdoba, por

lo que el ejército de los Pueblos Libres, integrado por santafesinos, correntinos, entrerrianos,

orientales y guaraníes de Misiones, se dirigió hacia la frontera entre Santa Fe y Córdoba. Allí

Bustos se había atrincherado en La Herradura, punto ubicado en un recodo del Río Tercero,

dónde se le habían incorporado tropas desprendidas del ejército del Perú, bajo la comandancia

de los experimentados Gregorio Aráoz de Lamadrid [1795-1857] y José María Paz [1791-1854]

(Paz 1951 y Ruiz Moreno 2007).

El 18 de febrero se produjo el combate de La Herradura, en el cual tuvieron actuación

las fuerzas misioneras incorporadas en el ejército de López. Esta acción, además, habría sido el

desencadenante de un conflicto interno entre las tropas de guaranís occidentales, al que la

historiografía simplificó al catalogarlas como una muestra de indisciplina pero que, como

veremos, pudo haber estado originada en otro tipo de motivaciones. Veamos primero los

detalles del combate para luego analizar sus consecuencias.

La mejor descripción de las acciones la brinda Paz (1951) en sus Memorias póstumas.

Según el protagonista, la lucha se generalizó a las 14 con cargas de los federales, los que seguían

“la famosa táctica de la infantería de Artigas, con la que había triunfado de los ejércitos de

Buenos Aires, y que, a juicio de aquellos caudillos, era el último esfuerzo del ingenio

humano”.297 Y luego agrega un comentario sobre el que nos detendremos:

296 Es factible que estas tropas, que por su marcha a pie demorarían más en llegar a destino, hayan sido

las que partieran el 2 de diciembre, tal como Artigas indica fue informado por el propio Andresito. 297 Paz (1951, Tomo I: 267).

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“…su entusiasmo degeneraba en el más ciego fanatismo, y su engreimiento por causa

de sus multiplicadas victorias sobre las tropas de Buenos Aires se parecía al delirio. […] Vi

un indio (no hablo de los salvajes, que traía algunos del Chaco), que habiendo perdido su

caballo había quedado a retaguardia de los nuestros cuando había pasado el momento de la

carga, y que, rodeado de diez o doce soldados que le ofrecían salvarle la vida, los desafiaba

con la lanza en la mano, despreciando su perdón; a alguno hubo de costarle cara su clemencia,

pues el bárbaro hirió a uno de sus generosos vencedores. Semejante a una fiera acosada por

los cazadores, que vuelve a esperarlos para vender cara su vida, así este furioso no escuchaba

sino su rabia y su desesperación. Fue preciso matarlo, como se hubiera hecho con una

pantera o con un tigre”.298

¿A qué indios se refiere Paz, si él mismo descarta sean los chaqueños? La respuesta la

tenemos tanto en Pampín como en Diez de Andino, quienes aseveran que se trata de los

guaraníes. Este último relata que López “no quiso exponer su gente, y el comandante Campbell,

de los indios de Corrientes, se precipitó con 100 y tantos de sus indios, y que le mataron algunos

y otros heridos”.299 Si bien este relato no coincide con la descripción de Paz, quien asegura

fueron atacados por todo el ejército de López, la realidad es que parte del peso del combate

recayó en las tropas misioneras y que estas demostraron una bravura combativa digna de ser

registrada por la pluma de uno de los oficiales más célebres de la guerra de la independencia y

las luchas civiles.300

El comentario de Paz manifiesta la continuidad del espíritu guerrero de los soldados

guaraníes, característica ancestral que subrayamos como un rasgo socio-cultural distintivo. La

identificación de este rasgo durante el combate de La Herradura es demostrativa, tanto de su

vigencia como de su perdurabilidad a lo largo del tiempo y de las guerras. Incluso la

determinación de pelear hasta la muerte se puede enlazar con la forma en que se desarrollaba

la guerra contra el imperio luso-brasileño, cuyos ribetes barbáricos eran mucho más

pronunciados a los que se registraban, coetáneo, en esta etapa incipiente de las luchas fratricidas

argentinas.301 En el imaginario guerrero de las tropas guaraníes la lucha era a muerte, porque

298 Paz (1951, Tomo I: 168). 299 Diez de Andino (2008: 140). 300 La figura de Paz, en Franco (1985) y Delupi (2019). 301 El fusilamiento de Manuel Dorrego [1787-1828], en diciembre de 1828, marcará el inicio de una

espiral de violencia y barbarie que será característico de la guerra civil en la Argentina, hasta fines del siglo XIX

(Camogli 2009a y 2010. Para Dorrego, ver Brienza 2007).

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así la entendían frente al enemigo imperial, ante el cual la rendición implicaba la condena de la

esclavitud, la pérdida de la libertad, el fin de la autonomía como horizonte constitutivo del

teko’a (el ser guaraní). Perusset (2008) nos recuerda el ancestral mandato que la “comunidad

imponía a sus guerreros” y cuyo “destino ineludible era que no podían dejar de combatir”,302

una descripción que, a grandes rasgos, es coincidente con la forma en que luchaba este pueblo

en el contexto del siglo XIX.

Con ese imaginario pelearon los hombres de Sití en La Herradura y ese imaginario es el

que registra, entre sorprendido y admirado, “el manco” Paz en sus célebres Memorias.303

5.8. Un confuso episodio con múltiples interpretaciones

La acción de La Herradura desembocará en una situación caótica con las tropas guaraní-

misioneras, algo que tanto los contemporáneos como los historiadores interpretan como fruto

de la indisciplina de estos soldados, sobre lo cual aquí pretendemos asentar una renovada

conclusión. Para ello, una vez más, procederemos a colocar en el centro de nuestro anclaje a

los guaraní-misioneros, pese a que solo sean actores secundarios en el escenario santafesino.

En las notas de José Luis Busaniche que acompañan a la publicación del Diario de Diez

de Andino (2008), el historiador explica que “los combates librados en La Herradura […]

fueron causa de indisciplina y desorden en el ejército, al punto de que López los expulsó y

amenazaron la ciudad”.304 Según el autor de estas memorias, las tropas misioneras “se

disgustaron” cuando el “comandante Campbell, de los indios de Corrientes, se precipitó con

100 y tantos de sus indios, y que le mataron algunos y otros heridos”.305 El líder de este grupo

de disgustados, informa el propio Diez de Andino, fue “un hermano de Andresito”,306 que

suponemos se trata de Lorenzo Guacurarí.

En una tónica parecida, Pampín afirma que las tropas se rebelaron contra Campbell, ya

que “trataron sus soldados de deshacerse y liberarse de su jefe tan inexperto como desaforado,

y no pudiendo conseguir lo principal, por la fuga de Campbell, abandonaron el puerto [de Santa

Fe] y se retiraron para este territorio”,307 en referencia a Corrientes.

302 Perusset (2008: 249). 303 En Camogli (2014) se relata el origen del apodo de “el manco” que identificará al general Paz. 304 Nota 9 de Busaniche correspondiente al año 1819, en Diez de Andino (2008: 165). 305 Diez de Andino (2008: 140). 306 Diez de Andino (2008: 140). 307 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 123).

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A partir de allí las fuentes describen una serie de tensiones y actos de indisciplina en

todo el territorio santafesino, pero no ya con las tropas misioneras como únicos protagonistas,

sino que también aparecen las entrerrianas. Al encuentro del grupo de guaraníes revoltosos salió

el comandante de armas Juan Francisco Echagüe, que “pudo contener más de la mitad” y lograr

que se retiraran de la ciudad.308 En una carta que Echagüe le dirige a López, el comandante de

armas le explica que “había impedido la entrada a la ciudad de los insurgentes de las tropas

de Campbell; […] que Campbell con su escolta había entrado en la ciudad, dejando antes en

Coronda al ayudante Sití con gente; que este aventurero trataba de reunir su gente para pelear

contra los porteños y no pasaba al otro lado del Paraná sin concluir con el enemigo, siéndole

sensible la deserción de los soldados y asegura que reparará el mal”.309

A partir de este repaso entendemos que luego del combate de La Herradura se generó

una situación de tensión dentro del heterogéneo ejército que comanda López, en el cual las

tropas guaraníes protagonizaron acciones de indisciplina y desobediencia a la autoridad:

“Campbell no obedecía órdenes de retirarse”,310 se indica. La interpretación, tanto de los

contemporáneos como de la mayoría de los historiadores, es que ello se produjo por la

indisciplina de las fuerzas auxiliares de Misiones y Entre Ríos. En nuestro caso, consideramos

que el origen de las tensiones pudo haber sido otro.

En primer término, y antes de adentrarnos en nuestra hipótesis, es necesario regresar por

un instante a La Herradura. Allí se explica que las tropas santafesinas no lograron doblegar la

fuerte posición enemiga y que ello provocó tensiones en el ejército federal. ¿Y si la indisciplina

no fuera producto del resultado militar de la acción sino consecuencia de una promesa

incumplida? Es probable que a las tropas se les hubiera prometido el saqueo de las pertenencias

del enemigo y hasta de los poblados cercanos una vez obtenida la victoria, algo que finalmente

no ocurrió. En el capítulo II vimos cómo la motivación del botín era uno de los elementos

centrales para garantizar la movilización de las milicias guaraníes y optimizar su

funcionamiento.311 Por ende, es factible que las tropas guaraní-misioneras se sintieran

decepcionadas por el resultado de la campaña, en la que no pudieron concretar el saqueo.

Mucho más cuando esta campaña se hacía a una distancia considerable del territorio original,

situación que se encuadra en el “indicio de la marcha” que asentáramos en el capítulo II, pero

308 Diez de Andino (2008: 140). 309 Carta de Echagüe a López, en Cervera (1908, Tomo II: 460). 310 Cervera (1908, Tomo II: 461). 311 Avellaneda (2014b y 2016a).

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que sin el beneficio material del saqueo podría haber sido motivación insuficiente, según la

“experiencia vivida” como auxiliares de los santafesinos. La promesa del saqueo, que

reiteramos se plantea como hipótesis, podría haber surgido como alternativa para el fisco local,

el que debía “cubrir los altos costos generados tanto por el consumo y movilización del ejército

santafesino, como por las demandas en bienes y cuantiosas entregas de pesos plata por parte de

las tropas auxiliares artiguistas”.312

A consecuencia de estos sucesos, parte de las tropas misioneras regresaron rumbo a

Corrientes (Memorias de F. F. Pampín, Cervera 1908, Savoini 2000 y Diez de Andino 2008).

En sus Memorias Pampín brinda detalles del agrio recibimiento que estas tropas tuvieron por

parte de Guacurarí, el que quizás les recordara aquella proclama del 6 de noviembre del año

anterior, en la que los conminaba a tener “disciplina, orden militar”.313 Otra porción importante

del ejército de guaraníes-occidentales (que Sití “trataba de reunir para pelear con los porteños”)

permaneció en Santa Fe y es, claramente, el que fuera revistado en abril de 1819. También será

revistado Lorenzo Guacurarí, dato que nos obliga a relativizar la posibilidad de que fuera él uno

de los cabecillas del grupo de díscolos, tal como se desprende del relato de Diez de Andino,

quien sindica a “un hermano de Andresito” al frente de los “disgustados”.314

5.8.1. Las diferencias políticas que (mejor) explican las tensiones

Ni la expulsión de Balcarce de Rosario ni la acción de La Herradura significaron triunfos

definitivos para López. El Directorio porteño estaba decidido a doblegar a la provincia federal

y multiplicaba su despliegue militar, tanto en la frontera bonaerense como en la cordobesa,

sobre la cual se anunciaba el avance del jefe del ejército Auxiliar del Perú, Manuel Belgrano,

con buena parte de sus tropas, las que serían definitivamente retiradas de la contienda

independentista en el frente salto-jujeño. Incluso el poder central de Buenos Aires llegaría al

extremo de ordenar el repliegue sobre el litoral del ejército de los Andes, algo que San Martín

rechazará de plano en privilegio de la campaña al Perú, indispensable para garantizar la

emancipación sudamericana (Galasso 2000 y Camogli 2009a, 2011 y 2017).

Frente a la amenaza creciente, López decidió establecer negociaciones con el enemigo.

Según Busaniche, fue inducido por “la deserción de los blandengues ‘sirirís’, los desórdenes y

312 Tedeschi (2016: 25). 313 Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 121). 314 Diez de Andino (2008: 140).

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saqueos de la indiada de Campbell y la indisciplina de las tropas entrerrianas al mando de López

Jordán”.315 En el mismo sentido, Cervera justifica que “la desorganización existente en la

ciudad de Santa Fe y campaña, obligaron al gobernador de esta provincia a procurar las bases

de un tratado de paz”.316

El acuerdo se efectivizó en dos etapas. La primera, el 5 de abril en Rosario, mediante

un armisticio provisorio (Romero Carranza, Rodríguez Varela y Ventura Flores Pirán 1970 y

Diez de Andino 2008), la segunda, el 12, con la firma del Pacto de San Lorenzo que, entre otras

cuestiones, estipulaba el retiro de las fuerzas porteñas de Santa Fe y Entre Ríos.317

Este acuerdo fue rechazado por Artigas, quien expresó al Cabildo santafesino que

“menos doloroso me hubiera sido un contraste de la guerra que ver debilitado los resortes que

animaban las comunes esperanzas. Tuve que retrogradar por este incidente y dejar de conseguir

ventajas sobre Portugal temeroso de nuevas complicaciones por Santa Fe”.318 Además,

anunciaba que “soy precisado a marchar de nuevo sobre la frontera en combinación del señor

Comandante General de Misiones”, por lo que “si no son precisos los esfuerzos en esa

provincia, las tropas auxiliares pueden hacerlos en otra”.319

En la misma carta el Protector desliza un comentario que nos parece revelador sobre lo

que pudo haber ocurrido con la conducta de las fuerzas misioneras:

“Vs. no ignora los resultados de la tropa adormecida. La ociosidad debilita su energía.

Vs. mismo ha visto ya el disgusto de los guaraníes y por mi parte no deseo se repitan trágicas

escenas, animadas por el descontento resultante de la inacción. Estos son unos males más

crueles que los de la guerra”.320

Artigas nos brinda un panorama diferente al de la indisciplina resultante de la indefinida

acción de La Herradura. Aquí el Protector habla del “disgusto de los guaraníes” frente a la

“inacción” del ejército. ¿A qué inacción se refiere si supuestamente Santa Fe atravesaba una

etapa de guerra generalizada? ¿O será que la inacción remite a las tratativas de paz que

315 Nota 15 de Busaniche correspondiente al año 1819, en Diez de Andino (2008: 167). 316 Cervera (1908, Tomo II: 462). 317 Romero Carranza, Rodríguez Varela y Ventura Flores Pirán (1970, Tomo II: 495). 318 Artigas al Cabildo de Santa Fe, 17/05/1819, en AGPSF, Notas y otras comunicaciones del Cabildo,

Tomo XXXIV. 319 Artigas al Cabildo de Santa Fe, 17/05/1819, en AGPSF, Notas y otras comunicaciones del Cabildo,

Tomo XXXIV. 320 Artigas al Cabildo de Santa Fe, 17/05/1819, en AGPSF, Notas y otras comunicaciones del Cabildo,

Tomo XXXIV.

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concluyeron con el armisticio de San Lorenzo? En esta línea llama la atención que las tropas

conflictivas sean justamente las de mayor fervor artiguista, o sea, las misioneras y las

entrerrianas. ¿Por qué son ellas las protagonistas de las tensiones con el gobernador santafesino?

¿Es fiable resumir la indisciplina al desconocimiento de una autoridad ajena al origen provincial

de las tropas o a una manifestación de fastidio ante el curso de la guerra? ¿Y si esta indisciplina

focalizada en los sectores de mayor adhesión artiguista fuera la exteriorización de ciertas

diferencias políticas surgidas al conocerse las negociaciones de paz con los directoriales?

Creemos que existen indicios como para afirmar que la sublevación de parte de las

tropas auxiliares (entre ellas las misioneras) se originó, entre otros factores concurrentes, en el

rechazo de estos ante las negociaciones entabladas por López. Esto cambiaría el orden de los

factores, ya no sería la indisciplina y el caos en Santa Fe los que motivaron a López a buscar

un armisticio, sino que la premura del gobernador por llegar a un acuerdo habría sido la causante

de la rebelión, tal como en forma original e inédita plantea Pérez (s/f). El propio Diez de Andino

asevera que en marzo ya circulaba en la ciudad la noticia de un “parlamento” entre los generales

de ambos ejércitos,321 noticia que las tropas debieron haber conocido con anterioridad a esa

fecha.

Otro dato que abona a esta teoría es que uno de los vecinos que se opuso al armisticio

fue Luis Aldao, cuya pertenencia al artiguismo es ratificada tanto por los contemporáneos como

por los historiadores (Cervera 1908 y Diez de Andino 2008). Incluso se culpa a Aldao de haber

sido el responsable de la ya mencionada deserción de los blandengues indígenas “sirirís”,322 por

lo que López lo conmina a “pagar su desacato”, ya que “dejar impune la criminal insolencia de

D. Luis Aldao es aniquilar la autoridad y hacerla el ludibrio de un impávido”.323

Busaniche concluye explicando que “este hecho, unido a las tropelías de los indios de

Campbell, jefe artiguista, afectó mucho las relaciones entre Artigas y Santa Fe”.324 Por nuestra

parte, consideramos que no fueron los actos de indisciplina, saqueo y desorden que pudieron

haber protagonizado las tropas auxiliares, los reales motivos del distanciamiento entre López y

Artigas, sino que ello se explica en la creciente autonomía del gobernador santafesino para

321 Diez de Andino (2008: 145). 322 Nota 15 de Busaniche correspondiente al año 1819, en Diez de Andino (2008: 167). 323 López al Cabildo, 21/04/1819, Cabildo de Santa Fe, Notas y otras comunicaciones, Tomo IV. 1819-

1832, folio 29/30 (AGPSF 1976, Tomo I: 109). Recordemos que Aldao había sido designado “Gobernador

delegado” en momentos en que López marchaba al frente de batalla (ver nota al pie 268). Esto se repitió hasta que

emergieron las tensiones internas entre los grupos artiguistas en Santa Fe, cuya intensidad no puede seguir siendo

interpretada a partir de la indisciplinada de las tropas. 324 Nota 22 de Busaniche correspondiente al año 1819, en Diez de Andino (2008: 168).

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negociar directamente con Buenos Aires, evitando con ello la intervención del Protector de los

Pueblos Libres. Los sucesos del año ’20 abonan esta teoría. Veamos.

Luego de la batalla de Cepeda (1° de febrero de 1820), que resultó en el triunfo de las

tropas federales de López y Ramírez sobre las del Directorio, los vencedores firmaron con

Buenos Aires el Tratado del Pilar (23 de febrero de 1820), en el que no se adoptaba una firme

postura en torno a la acuciante situación de la Banda Oriental, invadida por el ejército luso-

brasileño. Artigas rechazará las cláusulas del Tratado, pero carente de una base de sustentación

en su propio territorio,325 deberá replegarse sobre la Mesopotamia, donde será perseguido,

derrotado y forzado a exiliarse al Paraguay326 por sus antiguos lugartenientes López y Ramírez

(Poenitz y Poenitz 1998, Machón 2000 y 2003a, Machón y Cantero 2008, Ribeiro 2009 y

Camogli 2009a, 2009b y 2015).

Un último elemento de análisis lo constituye la carta de Echagüe a López, que citáramos

en la nota al pie N° 310 de este capítulo, y en donde el primero informaba que Sití reunía a los

dispersos “para pelear contra los porteños” y que se negaba a repasar el río Paraná “sin concluir

con el enemigo”. Este testimonio evidencia que, por lo menos en el imaginario del jefe guaraní

más importante en Santa Fe y quizás también en el de los soldados que no habían desertado, la

presencia de las tropas misioneras en aquella provincia se justificaba en el objetivo común de

pelear “contra los porteños” o, lo que es lo mismo, en sostener “nuestra causa”, tal la definición

utilizada por Andresito en la proclama del 6 de noviembre de 1818. Sití se niega a retirarse

hacia Entre Ríos sin antes “concluir con el enemigo”, ya que “asociados [al resto de las tropas

auxiliares] no será tan fácil el destruirlos” a los santafesinos, que es como decir a nosotros

mismos en tanto integrantes de un sentido de pertenencia común: “nuestra causa”.

Estas fuentes y testimonios permiten trazar, como posibilidad, que las divergencias

políticas, en tanto expresión de imaginarios revolucionarios particulares, fueron las verdaderas

causantes del conflicto entre López y los auxiliares misioneros y entrerrianos. Para el ejército

325 Artigas será vencido por los invasores lusitanos en la batalla de Tacuarembó (22 de enero) y obligado

a abandonar definitivamente la Banda Oriental. En Tacuarembó la mayoría de las bajas artiguistas serán las tropas

de guaraníes-misioneros que, en persona, condujo en la acción Pantaleón Sotelo, quien desde la captura de

Andresito se había convertido en Comandante General de Misiones. Sití será su reemplazante. (Poenitz y Poenitz

1998, Machón 1992, 1993b y 2003a, Machón y Cantero 2006 y 2008, Ribeiro 2009, Nocera 2015 y Cantero 2017). 326 Artigas pasó al Paraguay desde Misiones y en compañía de un reducido grupo de compañeros de

infortunio. Entre ellos, se encontraba Matías Abucú, el mismo que años atrás había conducido el contingente de

guaraníes que solicitara San Martín para el cuerpo de Granaderos. El futuro libertador, nacido en Misiones como

los guaraníes, le obsequió a Abucú un uniforme de Granadero, vestimenta que calculamos lo habrá acompañado

durante años, quizás hasta aquel instante final del artiguismo (Machón 2000). Para un repaso sobre el exilio de

Artigas en Paraguay, ver Sansón Corbo (2011a).

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remitido desde Goya por Guacurarí, o por lo menos para sus oficiales principales, la guerra

contra los enemigos de la Liga tenía una centralidad absoluta, algo en lo que coincidían con la

visión del propio Artigas, remarquemos. Este sentido otorgado por los guaraní-misioneros a la

contienda fratricida, en la que se luchaba hasta la muerte sin que cupiera la posibilidad de

rendirse, tiene perfiles similares al sentido dado a la lucha contra el imperio portugués, ya desde

tiempos coloniales. ¿Hay aquí, acaso, una continuidad simbólica en cuanto a los sentidos

bélicos que los guaraníes le otorgaban a la guerra, a sus enemigos y a la forma de emprender la

lucha? Proponer una conclusión al respecto no solo que nos excede, sino que demandaría un

abordaje más profundo y específico, de características metodológicas propias de la etno-historia

y la antropología, pese a lo cual consideramos oportuno dejar asentado el interrogante.

Repasemos, entonces, lo que el estudio histórico arroja como saldo. Las tropas guaraní-

misioneras, en número de entre 400 a 500 soldados, arribaron a Santa Fe a lo largo del mes de

diciembre de 1818 y en enero del ’19 fueron incorporadas al ejército santafesino mediante la

operación de cruce del río Salado, encabezado por el propio gobernador López, en una actitud

que bien pudo ser fortuita, pero al que los guaraníes pudieron haber interpretado según

parámetros socio-culturales específicos y vinculados a la categoría de la reciprocidad. Esas

tropas lucharon con denuedo en los combates de La Herradura y de Posta de Gómez (10 de

marzo).327

En simultáneo con estas acciones se registran actos de indisciplina y desobediencia,

protagonizados por las tropas auxiliares, en especial las misioneras y entrerrianas. Un grupo

considerable del ejército guaraní-misionero se replegó en desorden sobre Santa Fe y luego se

retiró del escenario por la vía de San Jerónimo, internándose en el Chaco, hasta regresar a

Corrientes entre mediados y fines de marzo, en donde fueron públicamente reprendidos por

Guacurarí. Otro grupo, reorganizado por Sití, permaneció en Santa Fe empeñado en combatir a

los porteños. Recordemos que la revista de los regimientos evidenció una dispar composición

de los mismos, ya que tenían entre 41 y 20 hombres. Por lo tanto, es dable suponer que la

dispersión pudo haber sido un fenómeno transversal y no algo focalizado en un regimiento

327 Parte de Estanislao López dando cuenta del combate de Posta de Gómez, 11/03/1819, Cabildo de Santa

Fe, Notas y Otras comunicaciones, Tomo IV 1819-1832, folio 18 y v. (AGPSF 1976, Tomo I: 105). Pampín

reconoce la participación de las tropas guaraníes en esta acción: “…distinguiéndose en esta gloriosa acción, el

sargento mayor guaraní Sití, con los pocos indios que le habían quedado de la dispersión de Campbell, según

comunicación oficial del general y gobernador López recibida en Corrientes, el miércoles santo 7 de abril”,

Memorias de F. F. Pampín, en Mantilla (2004: 128).

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específico o expresión del descontento de un grupo puntual, sino una muestra del malestar

general de las tropas.

La presencia de los misioneros en Santa Fe se dio en un clima de creciente tensión.328

Las mismas se pudieron originar a partir de reacciones propias de la guerra, como la frustración

ante una acción desfavorable o la imposibilidad de acceder a beneficios materiales a través de

la práctica del saqueo. Postulemos como otro posible foco de tensiones a las diferencias sociales

entre los criollos santafesinos y el ejército de oficiales indios, abismo social que ni siquiera el

igualitarismo radicalizado del artiguismo podía diluir por completo, tal como ocurría en la

Corrientes ocupada por las tropas guaraníes.

Más allá de estas cuestiones, consideramos que el elemento nodal de las tensiones fue

el despliegue de una política autónoma por parte de López, con el objetivo de encauzar la guerra

contra Buenos Aires independientemente de las instrucciones de Artigas o de las necesidades

del conjunto de la Liga. Es a partir del acercamiento y las tratativas con el enemigo, que

desembocan en los acuerdos de abril en Rosario y San Lorenzo, donde se identifica el principal

argumento para entender las tensiones entre las fuerzas locales y las auxiliares. En definitiva,

estas últimas interpretaron la actitud del gobernador en el mismo sentido en que lo haría el

propio Artigas, quien también rechazó agriamente los puntos del armisticio, ya que no

representaban las necesidades de “nuestra causa”.

Digamos, en alegato de López, que este comandaba una provincia devastada y bajo el

asedio de prácticamente todo el poder militar con el que contaba Buenos Aires, a partir de lo

cual quizás sopesara que pegarse a la figura de Artigas implicaría un sacrificio que su provincia

no estaba en condiciones de afrontar. Mucho más cuando para 1819 había un diagnóstico

generalizado de z la incapacidad material del artiguismo para resistir el ataque portugués sobre

su territorio. Vencida la Banda Oriental se caía Artigas, y para entonces eran pocos los que

dudaban de que la Banda Oriental sería doblegada. En esta contingencia es que López apuesta

por sostener las banderas federales desde la mínima expresión de la soberanía particular del

pueblo santafesino: la dispersión de la soberanía se reagrupa en torno a una nueva identidad, la

provincia (Chiaramonte 2007 y 2016). Es por ello que decide pactar con Belgrano, en San

Lorenzo, para garantizar la paz; con los escombros del Directorio vencido, en Cepeda, para

328 Andino indica que el 19 de mayo se “levantaron contra sus oficiales los orientales que estaban

acuartelados en la Aduana” y que “en la noche saquearon la misma aduana” (Diez de Andino 2008: 149). Mientras

que para el 4 de julio se registró un conflicto con los Blandengues, quienes no se “contentaron con el socorro” que

les habían pagado (Diez de Andino 2008: 151).

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consolidar el régimen federal de autonomías provinciales; y con Rosas, en Benegas, para

reactivar el aparato productivo local y garantizar el financiamiento del Estado a partir del aporte

financiero que Buenos Aires efectuará en forma periódica y sistemática durante más de dos

décadas (Chiaramonte, Cussianovich y Tedeschi 1993).

“La dignidad de la provincia será siempre el blanco primero de mis miras”329 comunica

el gobernador al anunciar una nueva era en la región rioplatense: la de las “autonomías

provinciales descentralizadas” (Camogli 2009a).330 Los Estados provinciales se constituyen en

la época sin vínculos estatales entre ellas, tan solo unidos por un pasado común y el deseo futuro

de constituirse en Nación (Chiaramonte 2007 y 2016). Santa Fe será precursora al sancionar el

estatuto de 1819, en el que se manifiesta “un fuerte indicio de soberanía e independencia del

estado provincial santafesino”.331

Con este párrafo final proyectamos una profundización digna de un estudio doctoral, en

el que se revise el vínculo, tan estrecho y particular, registrado entre Misiones y Santa Fe

durante las dos primeras décadas revolucionarias. En apenas un lustro, Santa Fe pasaría de

solicitar el auxilio del “valiente Comandante General de las Fuerzas Occidentales Guaranís,

Ciudadano Andrés Artigas”, que eran capaces de “contrastar esto solo, todos esos Regimientos

de tristes soldados, instrumentos débiles de desolación y exterminio”, a poner bajo su control

directo la etérea y endeble soberanía misionera que resulta de la experiencia de la Provincia

Federal de Misiones (Poenitz y Poenitz 1998, Machón y Cantero 2008 y Larguía 2013).332

5.9. Escenas finales de las tropas misioneras en Santa Fe

La descripción de la campaña a Santa Fe indica que la revista realizada entre el 26 y 28

de abril de 1819 se realizó poco después de la firma del Pacto de San Lorenzo, en un momento

329 López al Cabildo de Santa Fe, 21 de abril de 1819, Cabildo de Santa Fe, Notas y otras comunicaciones,

Tomo IV 1819-1832, folios 29/30 (AGPSF 1976, Tomo I: 108). 330 La hegemonía del rosismo consolidará un nuevo sistema definido como el de las “autonomías

provinciales centralizadas” (Camogli 2009a). 331 Tedeschi (2000: 5). 332 El tratado del Cuadrilátero, del 25 de enero de 1822, es uno de los “pactos preexistentes”

fundamentales del ordenamiento jurídico del país. Además, es el antecedente directo del Pacto Federal de 1831,

que sentará las bases definitivas para la organización federal del país, luego ratificada y garantizada por la

Constitución Nacional de 1853 (Romero Carranza, Rodríguez Varela y Ventura Flores Pirán 1970 y Etchart y

Douzon 1973). En el artículo 15 de dicho tratado se establecía que “el territorio de Misiones queda libre para

formarse su gobierno y para reclamar la protección de cualquiera de las provincias contratantes” (Tratado del

Cuadrilátero, en Etchart y Douzon 1973: 53). López impondrá a un hombre de su confianza en Misiones, el que,

va de suyo, reclamará la protección de Santa Fe para su subsistencia (Larguía 2013). Ver cita al pié 9.

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de relajación de la guerra y, posiblemente, de reorganización de las tropas santafesinas. Luego

de varios meses caóticos, López requiere de un estado de situación sobre las fuerzas existentes

en la provincia, en donde la pertenencia de las mismas, y por ende su posible obediencia o no

hacia su autoridad, habrá sido un foco de interés. Gracias a esta revista el gobernador se

encontró con 184 soldados pertenecientes al ejército de guaraníes-occidentales, cerca del 40 por

ciento del total que le remitiera Andresito a fines del año anterior. El resto, como vimos, había

desertado.

En los listados no figura Sití, jefe original del contingente que, según Echagüe, no solo

que no formó parte del grupo de desertores, sino que se negó a dejar el territorio ante el deseo

de acabar con los porteños. ¿Qué ocurrió con Sití, entonces? Machón y Cantero explican que

luego de la firma del armisticio de San Lorenzo, Sití “permaneció un tiempo en Goya con las

tropas que participaron”333 de la campaña.

¿Pero cuándo abandonó Santa Fe? ¿Lo hizo solo o al frente de las tropas? Creemos que

no salió antes del 8 de mayo, ya que ese día el gobernador López le ordena al ministro de

Hacienda que “Sírvase Ud. entregar al señor comandante de los guaraníes, don Francisco

Javier Siti, la cantidad de 25 pesos”.334 Con esto establecemos la presencia de Sití en Santa Fe

hasta el 8 de mayo por lo menos, pese a que su nombre no figuró en la revista efectuada unos

días antes. Su ausencia en los listados es comprensible debido a su condición de jefe de

importancia, por lo cual consideramos como confirmada su presencia en la zona al momento

de la revista. Esto revalida la conclusión en torno a la preeminencia guaraní entre los mandos

de las tropas, cuya composición general era de base mayoritariamente criolla. Con Sití pasan a

ser 5 los jefes guaraníes para un total de 7 comandantes, lo que aumenta la preponderancia de

los originarios a nivel de comandancia al 71 por ciento del total. La pertenencia de aquel

conjunto de hombres al ejército de Guaraníes Occidentales de Misiones queda con esto

plenamente ratificada.

Parece ser que aquella entrega de 25 pesos ordenada por López, y de la que no

encontramos comprobante de pago, no fue suficiente para apaciguar los ánimos. Diez de

Andino acota en su diario que el 9 de mayo se “despacharon algunos indios de Campbell al

Paraná, por dañinos”335 y que dos días después “se han embarcado en los botes para despachar

333 Machón y Cantero (2008: 134). 334 López al ministro de Hacienda, Sección Contaduría, Tomo XX 1818-1819, folio 1075 (AGPSF 1976,

Tomo I: 110). 335 Diez de Andino (2008: 148).

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los demás indios de Campbell, por estar robando y destrozando las quintas y huertas; los han

desarmado; andaban con sables”.336

Quizás sea el 11 de mayo, entonces, la fecha en la que culminó la campaña de los

misioneros en Santa Fe. Si algún contingente o individuo suelto, de los registrados como

enfermo, por ejemplo, permaneció en aquella provincia, es probable que fuera definitivamente

remitido a su lugar de origen luego de la nota de Artigas al Cabildo: “Si se decide por la

continuación de la guerra, quedarán las tropas que marcharon a protegerla: si por la paz, ellas

son innecesarias en ese destino y deben marchar donde puedan combatir contra sus

enemigos”.337

Para ese entonces las fuerzas misioneras ya se encontraban enfocadas en una nueva

campaña sobre las Misiones Orientales. Bajo la conducción directa del Comandante General

Andrés Guacurarí y en coordinación con el propio Artigas, los misioneros actuaron como

señuelo de un ataque desesperado sobre la retaguardia y el flanco enemigos que acabó en

desastre.

El repliegue de las fuerzas de Sití hacia Goya se tuvo que haber completado entre fines

de mayo y comienzos de junio. A los pocos días se conocerá una dramática noticia, la captura

de Andresito, el 24 de junio de 1819 sobre la costa del río Uruguay.338 Lo que sobrevino a la

detención del líder misionero trasciende a nuestro trabajo, tan solo apuntamos que su caída

marcó el inicio del final para la experiencia de la Provincia Federal de Misiones, la que perduró

fantasmagórica durante un tiempo para sucumbir al unísono con el único líder revolucionario

que había creído en la posibilidad y la justicia de su existencia: José Artigas. El Protector y la

Misiones de los guaraníes se apagaron al mismo tiempo, se hundieron en las aguas del Paraná

como Alfonsina en el mar, ambos se fueron por “un sendero solo de pena y silencio”.

336 Diez de Andino (2008: 148). 337 Artigas al Cabildo de Santa Fe, 19/05/1819, en AGPSF, Cabildo de Santa Fe, Notas y otras

comunicaciones, Tomo XXXIV. 338 Conde da Figueira a Thomaz Antonio de Villanova Portugal, 28/06/19, en AA, Tomo XXXVI: 125-

126.

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Conclusiones

Mandato cumplido

“Volvé Andresito, volvé”

“Andresito”, de Mario Bofill y Julián Zini.

A lo largo de este trabajo, destinado a la obtención del título de Magister en Cultura

Guaraní Jesuítica por la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Misiones,

se abordó la campaña protagonizada por tropas pertenecientes al Ejército de Guaraníes

Occidentales destinadas a Santa Fe, entre 1818 y 1819. A continuación, presentamos las

conclusiones del mismo, en donde se incluye la constatación de las hipótesis planteadas

oportunamente, el balance del marco teórico y metodológico propuesto, los aportes resultantes

y los interrogantes inconclusos que ameritan e invitan a una futura profundización.

Compartimos este balance con la sensación de estar colaborando con los estudios

regionales, pese a lo cual nuestra mayor satisfacción no es esa, sino la de haber sido el medio

para el cumplimiento de aquella proclama del 6 de noviembre de 1818. Este trabajo marca el

despertar de la “remota posteridad” proyectada por Andresito. Con esta tesis sentimos que se

cumple, quizás bajo una subjetividad que aspiramos se nos permita, aquel mandato del

Comandante para sus tropas, aquella orden de no despreciar “vuestra conducta”, ya que la

misma seguramente sería despreciada por los contemporáneos, pero no por la historia, la que

en algún momento la vendría a recoger. Con mayor o menor acierto académico eso es lo que

acabamos de hacer: recogimos la historia de aquellos hombres que fueron a “proteger las

virtudes Sangradas de nuestra Santa Libertad”. Mandato cumplido, Comandante Guacurarí.

6.1. Síntesis del proceso de elaboración del proyecto

El origen de este trabajo lo constituyó una serie de documentos inéditos, obrantes en el

Archivo General de la Provincia de Santa Fe, que fueron identificados, transcriptos y copiados

en soporte digital por el autor de este trabajo, quien visitó aquel repositorio en varias

oportunidades en procura de ampliar la base documental disponible para este estudio. Con

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idéntica finalidad se consultaron el Archivo General de la Provincia de Corrientes, el Archivo

General de la Nación y el Archivo General de la Gobernación de Misiones. Además, se

auscultaron valiosos acervos documentales digitalizados, como el Archivo Artigas y parte del

material perteneciente al Museo Mitre. Por último, se consultaron los tomos de la Biblioteca de

Mayo y otras recopilaciones documentales de similar valía, tanto en formato papel como digital.

La publicación de estos documentos se constituye en un aporte para la profundización

de los estudios regionales, concepto que se amplifica desde el momento en que nos propusimos

ubicarlos dentro de una línea temporal específica e interpretarlos como partes integrales de un

contexto de corta, media y larga duración.

La base documental se consideró suficiente para delimitar, como objeto de estudio, a la

campaña a Santa Fe protagonizada por las tropas misioneras. Más allá del aspecto un tanto

acotado de la temática, detectamos en ella un gran potencial y en enorme desafío, para el cual

se debió elaborar un marco teórico y metodológico creativo y dinámico.

En la formulación de estos marcos nos posicionamos en la episteme de la “Historia

total”, no con la pretensión de comprenderlo todo, insistimos, sino ante la certeza de lo

indubitable e inabarcable del pasado. De esta definición epistemológica se desprende la

propuesta multidisciplinar y multidimensional que caracterizó nuestra investigación. Junto a

esto, adoptamos un enfoque disruptivo consistente en modificar el clivaje centro-periferia, no

como recurso historiográfico sino como definición epistemológica. Hicimos de las minoritarias,

secundarias y subalterizadas tropas guaraníes el eje central de todos nuestros análisis, ya que

nos propusimos conocer, describir y comprender las “experiencias vividas” por estos sujetos.

El planteo demandó de un enfoque multidisciplinar, en el que la historia fue

vertebradora del diálogo establecido con y entre las disciplinas concurrentes. Nos servimos de

los préstamos de la antropología, la etnohistoria, la lingüística y la geografía, entre otras, con el

objetivo de ampliar al máximo posible el material en estudio, de forma tal de afrontar la

problemática ya indicada del vacío documental.

Por último, de la conjunción entre la espisteme y la metodología, surgió la doxa que

estructura la obra a partir de su condición de texto científico. El relato se organizó en dos partes.

En la primera, se presentaron el acervo inédito y se desarrollaron los tres ejes contextuales que

brindaron densidad histórica y marcos referenciales para la interpretación de la documentación

obrante. Toda esta información se concatenó en la segunda parte, consistente en la descripción

fáctica de la campaña a Santa Fe.

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6.2. Hipótesis contrastadas

El presente trabajo de investigación postuló una serie de hipótesis que fueron

contrastadas a lo largo del texto y cuyos resultados presentamos a continuación. Previo a la

revisión puntual de cada una de ellas, anticipamos como correcta la hipótesis transversal y

subyacente en torno al carácter disruptivo (y anómalo) de la experiencia histórica de los

guaranís-misioneros en el marco de la revolución, la independencia y la guerra civil. Esta teoría

se consolida a partir de nuevos aportes académicos y pone en cuestionamiento a los actuales

consensos historiográficos que pretenden clausurar los debates sobre los grandes procesos

históricos regionales.

Esta definición corrobora y, al mismo tiempo, se sustenta en la primera de las hipótesis

propuestas, según la cual se interpreta a la actuación de los guaraní-misioneros en la época a

partir de la adhesión al ideario artiguista, en el que encontraron puntos de contacto que sirvieron

de empalme entre las ideas modernas que expresaba el proyecto alternativo de revolución de

Artigas y su ancestral cosmovisión político-cultural. Es ese empalme el que genera las

condiciones que favorecieron la participación activa de este colectivo social durante la primera

década revolucionaria. Consideramos a esta explicación consistente y verosímil, tal como se

describe en los capítulos III y IV y se confirma en diversos momentos de la segunda parte. Esta

interpretación, además, está en consonancia con otras similares a las que arribaron diversos

colegas en los últimos años.

La documentación disponible refleja dos elementos que dan cuenta de este empalme.

Por un lado, la construcción novedosa de un sentido de pertenencia colectivo que trasciende la

ancestral endogamia de la cultura guaraní. Las referencias a “nuestra causa”, a ser “hermanos

americanos” y a los “amigos del país fiel”, como así también la integración mixta de las tropas,

compuestas tanto por soldados indígenas como por criollos, evidencian la conformación de un

imaginario político novedoso que surge, afirmamos, como síntesis de aquel empalme.

Por otro lado, existen coincidencias en la interpretación dada por los guaraníes y el

Protector Artigas a ciertos acontecimientos. Aquí registramos cómo las decisiones de avanzar

sobre Corrientes y de mandar tropas a Santa Fe fueron adoptadas por Andresito sin que

mediaran órdenes de autoridad superior. Estas decisiones autónomas del Comandante

misionero fueron aprobadas y refrendadas por Artigas. También parecen coincidir Artigas y los

guaraníes al rechazar los acuerdos firmados por López y Buenos Aires, ya que estos últimos

eran un enemigo al que había que “concluir” para garantizar el triunfo de “nuestra causa”.

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152

Para el resto de las hipótesis establecemos contrastaciones parciales. En el caso de

aquellas que refieren a la “expansión” de la experiencia de la Provincia Federal de Misiones

(hipótesis 2, 3 y 4), son consistentes y verosímiles, pero no concluyentes. La campaña a Santa

Fe marcó el punto máximo de la expansión guaranítica en la región, pero esto no se produjo

debido a la consolidación del proyecto artiguista, sino a consecuencia de sus derrotas y su

repliegue. Entre la supuesta expansión guaraní y la captura de Andresito no hay más que seis

meses de distancia, demasiado poco como para evidenciar otra cosa que no sea la endeblez

estructural en la que se encontraba el proyecto colectivo que representaba el Comandante de

Misiones.

Esta conclusión, reiteramos, nos pertenece a los historiadores, pero bien pudo haber

tenido otros sentidos para los protagonistas en la época. ¿Qué otra sensación a la de triunfo

habrán tenido los guaraníes que gobernaban dos provincias y auxiliaban con sus tropas a una

tercera? Por ende, concluimos que desde la “experiencia vivida” por los sujetos históricos la

realidad se pudo haber interpretado desde criterios de evaluación y análisis geoestratégicos

regionales que muchas veces excedían su marco ideológico-cultural, a partir de lo cual habrían

efectuado evaluaciones incorrectas que pudieron desembocar en la toma de decisiones ajenas

al concepto descripto como “paradigma de la coyuntura”.

Todo esto, además, atravesado por dos fenómenos de honda incidencia en el período.

Uno de tipo ancestral y otro, de aparición más reciente, pero que se acelera ante el derrumbe

del orden colonial. La figura del liderazgo en tanto construcción nodal de la organización socio-

político-cultural del pueblo guaraní entra en crisis durante la época. La premisa básica de la

supervivencia del grupo de pertenencia colisiona, en muchos casos, ante el ideal (¿utópico?) de

la unidad de la Nación guaraní. La reconfiguración permanente de los liderazgos, que se

produce durante la década de 1810, debilita al “paradigma de la coyuntura” como herramienta

de adaptación al contexto y de vínculo frente a los “otros” que irrumpen en el territorio, no

como actores esporádicos, sino como presencia constante y cada vez más numerosa.

El otro fenómeno es determinante, pese a que no fuera apuntado ni en el marco teórico

ni en las hipótesis de este trabajo. El mestizaje será un factor desestructurante para la

supervivencia del imaginario y las prácticas específicas de la cultura originaria. Si bien el

mestizaje se rastrea desde la expulsión de los jesuitas, medio siglo antes de la campaña a Santa

Fe, su incidencia será abrumadora en el marco de la emancipación. Salvo en los pueblos de las

antiguas Misiones, en el resto de los escenarios los guaraníes se entremezclan con criollos,

libertos, europeos y otros pueblos originarios. Incluso es dable preguntarse si la utopía de la

Provincia Federal de Misiones fue un proyecto indigenista o si, por el contrario, se trató de una

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experiencia con notorias particularidades, claro está, pero en definitiva integrada (¿o sometida?)

al proyecto liberal burgués de las elites criollas americanas que pretenden (y logran) apropiarse

de la revolución. Observamos que este planteo cuenta con el potencial suficiente como para ser

profundizado mediante estudios de posgrado específicos.

Por lo tanto, consideramos que el factor del mestizaje operó sobre las estructuras

cosmogónicas del pueblo originario, con especial incidencia sobre aquellas parcialidades que

habían transitado las décadas de la resistencia ante la conquista y el largo siglo y medio de

sincretismo socio-cultural de las Misiones jesuíticas. A diferencia de las etapas anteriores, en

donde el “paradigma de la coyuntura” había garantizado la traducción de los discursos

hegemónicos y su readecuación simbólica por parte de los guaraníes, en el marco de la

revolución esta herramienta perdió eficiencia debido, en gran medida, a las interferencias que

el mestizaje producía. Esta incidencia se proyecta, también, sobre el imaginario y los sentidos

dados al contexto por parte de las tropas revistadas en Santa Fe, en tanto estas se integran con

nutrida cantidad de criollos, más allá de su conducción y pertenencia guaraní-misionera.

En cuanto a la hipótesis de la “cosmogonía guerrera” y los supuestos que de esto se

desprenden, consideramos haber detectado elementos parciales cuya corroboración resultaron

consistentes y verosímiles. Lo más evidente radica en la bizarría de estas tropas, aspecto que

fuera descripto en el capítulo II y que resalta el contemporáneo José María Paz (1951) en su

descripción de las luchas en la frontera santafesina. La lucha a muerte como “si fuera un tigre”

y la negativa de pasar “al otro lado del Paraná sin [antes] concluir con el enemigo”, ponen de

manifiesto una particular concepción de la guerra que proviene de antaño y que perdura en el

tiempo. Incluso pese a que esta concepción extrema de la lucha a muerte aún no estuviera

generalizada en el contexto de las guerras fratricidas, motivo por el cual se explica que la forma

de pelear de las tropas indias llamara tanto la atención entre los contemporáneos.

Vinculado a esto registramos otros fenómenos propios de la guerra, pero que no

pudieron ser corroborados. Un caso es el de la indisciplina, desvío comportamental que se pudo

rastrear en las milicias desde los tiempos coloniales y que perdura como preocupación, tal como

lo evidencia la proclama del 6 de noviembre de 1818. Vimos que las tropas guaraníes fueron

acusadas de indisciplina por el gobernador Estanislao López y que esta descripción se replicó

en el discurso historiográfico. A partir de una serie de indicios y del análisis de la

documentación disponible, se pudo elaborar una teoría distinta para estos sucesos. Si bien no

se llegó a negar o desconocer la posible indisciplina de las tropas misioneras, sí se propuso una

explicación alternativa que modifica notoriamente el sentido dado a estos hechos. Apuntamos

el potencial de esta temática en cuanto a un futuro abordaje desde una perspectiva que articule

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esta revelación histórica con los aportes que puedan surgir desde la antropología y la

etnohistoria.

Algo similar concluimos para el “indicio de la marcha”, según el cual la movilización

de las tropas a un escenario lejano como el santafesino pudo haber sido interpretado por los

protagonistas como expresión de una práctica militar ancestral. Lo que se podría trasladar,

también, a la acción del saqueo y la obtención del botín. Este tipo de planteos resultó de

dificultosa corroboración en tanto el grueso de las tropas documentadas se constituía de criollos,

evidentemente ajenos a este marco cultural. Esta dificultad persiste, incluso, más allá de haber

establecido la preeminencia de las jefaturas guaraníes entre los comandantes y oficiales de las

fuerzas revistadas, como así también su indiscutible pertenencia al ejército de “Guaraníes

Occidentales”.

Sobre la hipótesis de la invisibilización de las tropas guaraníes consideramos que la

misma requiere de una pequeña reformulación, a partir de lo cual se la puede considerar como

consistente y verosímil. Es notoria la ausencia de referencias puntuales por parte de las

autoridades santafesinas (el gobernador y el Cabildo) sobre la presencia de las tropas guaraníes

en Santa Fe, salvo cuando se registran sus actos de indisciplina, como en el informe del

Comandante Juan Echagüe, del 29 de marzo. El colega Dante Pérez (s/f) desliza que esta

ausencia se debe a una operación de construcción de relato destinada a glorificar la figura de

López como el héroe de la autonomía santafesina. Para ello se procedió a invisibilizar o a

minimizar la participación de otros actores, en especial la de aquellos que no eran santafesinos,

como el caso de las tropas guaraní-misioneras.

Si bien es factible la existencia de una preocupación histriónica por parte de López,

también es cierto que su actitud hacia las tropas guaraníes no siempre fue igual. Tanto en la

proclama de octubre de 1818 que encabeza el capítulo V de esta tesis, como en la actitud de

compartir el cruce del río Salado con “la mitad de estos 500”339 soldados auxiliares, se puede

identificar un trato respetuoso y cercano hacia estos. Esta actitud no se modifica con el combate

de La Herradura, como sostiene la historiografía, ya que las tropas misioneras lucharán con

denuedo en la Posta de Gómez, veinte días después de aquella batalla. Por lo tanto, es dable

suponer que López se malquista con los guaraníes no por su indisciplina, sino cuando estos se

manifiestan contrarios al acuerdo con los porteños, a los que Sití enfatiza que quiere “pelear”

al extremo de negarse a repasar el Paraná “sin antes concluir con el enemigo”.

339 Diez de Andino, (2008: 137).

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Es allí cuando se inicia la invisibilización, la ausencia de referencias puntuales y el uso

del genérico “indios amigos” en el que se diluye la identidad de los diversos grupos indígenas

que operaban en la región (Pérez 2018). El único registro surge de la carta de Artigas del 17 de

mayo, en la que se marca el “disgusto de los guaraníes” ante la “inacción” de las tropas en Santa

Fe. Quizás se trate de una referencia casual, o quizás el Protector de los Pueblos Libres

nombrase a los guaraníes para hacerlos visibles, como forma de reconocimiento hacia ese

colectivo al que pretende integrar, dentro del proyecto revolucionario, en igualdad de

condiciones al resto de los actores sociales que lo componían.340

La última de las hipótesis escapa del marco académico, más bien se inscribe como

justicia poética en cada una de las historias bellas y dramáticas que le dan sentido a la vida. La

experiencia de Andresito como emergente individual de un colectivo milenario es la historia de

un hombre vencido, la tragedia de un pueblo derrotado, la memoria sepultada por el olvido.

Aquellos que vencieron, los héroes que lo doblegaron, sobreviven y perduran, generación tras

generación, incólumes en vitrinas de cristal. Y perduran, y sobreviven, y se reproducen para

reproducir su relato de victoria y el olvido de la derrota. Y así por años, y así por décadas, y así

por siglos, durante dos siglos. Hasta que un día la remota posteridad despierta. Hasta que ese

día llega. Hasta hoy, en que ese día ha llegado desde el fondo de los tiempos, tan solo para ser

Historia, la historia mínima, la historia total, la historia, de un mandato cumplido.

340 Recordemos la cita de Svirz Wucherer (2014) inserta en el capítulo II, quien remarcaba la actitud de

las autoridades coloniales de invisibilizar la presencia y el accionar de las milicias guaraníes, a las que ellos mismos

habían convocado en su auxilio.

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Índice de mapas:

Mapa 1: Departamentos de Misiones en 1811………………………………………..14

Mapa 2: Regiones de las primeras fundaciones jesuíticas…………………………... 53

Mapa 3: Los 30 pueblos históricos de las Misiones guaraní-jesuíticas………………58

Mapa 4: Estallidos revolucionarios en el ámbito rioplatense, previos a 1810………..82

Mapa 5: Institucionalización de la revolución para 1815…………………………….98

Mapa 6: Despliegue de tropas guaraní-misioneras en el litoral entre 1818 y 1820…109

Mapa 7: Pueblos destruidos y nuevas fundaciones 1815-1819……………………..116