teogonia hesiodica y orfismo - miradas filosóficas
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TEOGONÍA Y FILOSOFÍA EN LA ANTIGÜEDAD: HESÍODO Y LOS ÓRFICOS
Sebastián R. Aguilera Quiroz∗
‹‹Un poeta griego no inventaba caprichosamente la forma en que pudo originarse el
mundo, sino que elaboraba su propuesta sobre la base de la concepción que tenía de él››1.
Esta afirmación de Alberto Bernabé invita a pensar la relación entre dos elementos: la
historia y el hombre. El hombre cuenta la Historia, aunque tal y como él la ve. Y esta
singularidad en el ver, esta particularidad y quizá subjetividad del hombre que hace
historia, en sentido lato, trae consigo dos clases de historia: una de ellas es la tradición y
otra es la contemporaneidad histórica del hombre que comienza a pensar de forma que se
plantea interrogantes históricas; en el caso de Hesíodo, esto a aparece como relato mítico
sobre el origen del cosmos en la Teogonía. Un pensar que, aunque mítico-simbólico, pone a
Hesíodo dentro de una línea de pensamiento histórico y filosófico, en sentido aristotélico,
por preguntar por las causas en sentido amplio.
Así las cosas, podemos dar por supuesto que el desarrollo de la historia es cíclico o en
espiral, por estar avanzando siempre hacia adelante y por repetirse siempre unos puntos
comunes. Viendo el mundo griego esto ocurre en varios casos, aunque, claro está, no sólo
en el mundo heleno sino en otras culturas del mismo modo. La Teogonía de Hesíodo, por
ejemplo, es un avatar de este avance en espiral, en la medida en que Hesíodo es receptor de
una tradición (de múltiples variables) pero a la vez creador de otra y así, avanzando en la
espiral, la posteridad por su parte es receptora de Hesíodo y antecedente de una nueva y
otra posteridad. Pensemos en los líricos arcaicos, en los presocráticos, Platón, etcétera; son,
en el mismo sentido, receptores de la tradición (una multitud de tradiciones, como es de
suponer) y creadores de nuevas cosmovisiones, filosofías, estilos en las artes, etcétera. Así
avanza el espiral hasta nuestros días.
En este sentido, es plausible buscar las interesantes influencias mutuas, tanto entre
escritores y poetas, historiadores, filósofos y hasta, desde el lado de la ciencia, médicos, por
∗ Licenciado en Educación y Filosofía, Profesor de Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Estudiante de Doctorado en Filosofía en la misma institución. Becario CONICYT. E-mail: [email protected] 1 BERNABÉ, A., “Teogonías Órficas” en BERNABÉ, A., & CASADESÚS, F. (eds.), Orfeo y la tradición órfica: un reencuentro, AKAL, Madrid, 2008, p. 291.
ejemplo. Sabido es que en Grecia, y en especial antes del siglo V, los conocimientos o
disciplinas estaban bellamente conectados y se nutrían unos con otros. Estas relaciones o
influencias se ven especialmente, en a partir del siglo VII en adelante, entre las creaciones
religiosas de tipo cosmogónico-teogónico-antropogónico y el nacimiento o aurora del
pensar filosóficos. En este escrito trataré de mostrar y no de “de-mostrar” la influencia de
la filosofía en las creaciones cosmogónicas de la antigüedad desde Hesíodo hasta más o
menos el siglo V, fecha tentativa de la llamada Teogonía Órfica Antigua2, que compararé
con la tradición hesiódica. Usaré los estudios recientes, de segunda mitad del siglo XX
sobre el orfismo y un estudio no tan reciente, más bien en desuso, pero no obsoleto, de
Werner Jaeger, a saber, el capítulo que dedica a -como las califica él- “las llamadas
teogonías órficas”, en su libro La teología de los primeros filósofos griegos3. Pero cabe
aquí una pregunta: ¿Por qué utilizar el texto de Jaeger si, en palabras de Walter Burkert4, en
lo que toca al orfismo, todo escrito anterior a 1980 aproximadamente, está prácticamente
superado? Por la simple razón de que, pese a lo escéptico que se muestra con el tema órfico
en este breve texto, sus planteamientos y argumentos tienen validez aún hoy, y no son
desestimables, sino que aportan luces a la cuestión de la comprensión del orfismo en los
actuales estudios sobre el tema en general, y en especial aportan buenos elementos para el
propósito de este escrito.
Trataré en primer lugar y de manera muy somera, de mostrar los puntos en común que
las teogonías posteriores a la hesiódica guardan con ella misma, que actuará, en la mayoría
de las veces (si no en todas), como el modelo a seguir. Y como no es el tema específico de
esta presentación, tomaré los análisis de Alberto Bernabé, Martin West y Walter Burkert
como base, para mostrar luego, de la mano de Jaeger, dónde empieza a aflorar la filosofía
en el devenir cosmo-teogónico de los escritos de este tipo posteriores a Hesíodo.
Sabemos que una teogonía no es posible, en el mundo griego arcaico, sin una
cosmogonía, pues esta última actúa como una suerte de productora de un sitial, un locus 2 Debemos esa denominación al trabajo de MARTÍNEZ NIETO, ROXANA, Estudio sobre las cosmogonías prefilosóficas griegas, UCM, Madrid, 1997. Tesis dirigida por el Dr. Alberto Bernabé Pajares. 3 JAEGER, W., La teología de los primeros filósofos griegos, FCE, México D. F., 1952. La primera edición inglesa es de 1947. 4 Cf., BURKERT, W., De Homero a los magos, la tradición oriental en la cultura griega, Traducción de Xavier Riu, El Acantilado, Barcelona, 2002, p. 85. ‹‹Ha habido una serie tal de descubrimientos que cualquier tratamiento escrito, digamos, antes de 1980 está superado. W. K. C. Guthrie escribía en su libro Orpheus en 1935: “Sobre este tema no ha aparecido ningún testimonio notable, ni es probable que aparezca”. Estamos contentos de que se equivocara››.
donde van a surgir los dioses y los hombres. La cosmogonía es anterior, tanto en la
literatura como en el mero pensamiento, a una teogonía, y ésta es anterior a una
antropogonía; no es posible pensar algo con forma, como un dios o las montañas, sin algo
que los sostenga o en donde puedan ejercer su ser.
La estructura de la Teogonía de Hesíodo es bien conocida, y sigue este mismo orden,
aunque el tercer estadio, la antropogonía, hay que buscarla en los Erga más que en la
Teogonía, pero aparece claramente en un tercer lugar de sucesión: una cosmogonía (vv.
116-125), una teogonía (vv. 126-962) y una antropogonía que se supone presente pero que
en verdad aparece con claridad en Trabajos y Días, específicamente en el mito de las
edades (Trab. vv. 106 – 201). Esta estructura del relato sobre el origen del mundo tal cual
lo conoció y concibió Hesíodo se mantuvo en las creaciones literarias posteriores del
mismo orden, como es la órfica. Las semejanzas entre una y las otras creaciones son claras.
Primero, todas las creaciones llamadas órficas posteriores siguen en alguna medida el
modelo instaurado por el poeta beocio5, básica es la secuencia antes mencionada, el
surgimiento del lugar (cielo, mar y tierra, etcétera), los dioses y los hombres, pero en los
detalles la similitud es notoria. Escribe West:
“El poema de Hesíodo ofrecía un marco muy conveniente para que lo usaran los poetas tardíos. Había comenzado con el origen del cosmos y narrado los nacimientos de las sucesivas generaciones de poderes divinos hasta los dioses que gobernaban el mundo presente, junto con una narración de los acontecimientos asociados a su sucesión. Había mucho en la narrativa de Hesíodo que los poetas órficos no necesitaban cambiar y que estaba además tan firmemente fijado en la tradición que difícilmente podría cambiarse, a menos que hubiera una necesidad positiva de hacerle sitio a alguna doctrina novedosa. Por ejemplo, la sucesión genealógica Urano-Crono-Zeus-Dioniso era demasiado fundamental para someterse a una alteración azarosa”6
Estos pocos elementos se mantienen en las diversas teogonías órficas. En ellas, hay
matices diversos y ellas mismas, además, son de fechas disímiles, la más antigua de la que
se tiene noticia es –según West- la llamada Teogonía de Protógono, pero allende esta
denominación, que está basada en el tema de dichos fragmentos (a los que West dio cierta
5 Cf. WEST, M., “Los poemas órficos y la tradición hesiódica” en en BERNABÉ, A., & CASADESÚS, F. (eds.), Orfeo y la tradición órfica: un reencuentro, AKAL, Madrid, 2008, pp. 280 – 281; BERNABÉ, A., op. cit., “Teogonías...”, pp. 292 ss, Textos órficos y filosofía presocrática, Trotta, Madrid, 2004, pp. 41 ss; BURKERT, W., op. cit., De Homero..., pp. 61, 115, 117; JAEGER, W., op. cit., La teología..., pp. 67 ss. 6 WEST, M., op. cit., “Los poemas...”, p. 281.
unidad), lo cierto es que la teogonía órfica más antigua data del siglo V a. C., (La Teogonía
Eudemia y la Teogonía del Papiro de Derveni son de esta fecha) y la más “tardía” data del
siglo I a. C., donde encontramos la famosa Teogonía de las Rapsodias, y anteriores a ésta y
posteriores a las más antiguas están la Teogonía de Jerónimo y Helánico y una que está
testimoniada por Aristófanes (que debería ser antigua y conocida por el público), donde la
Noche juega un papel importante como principio primero. En todas estas teogonías Zeus,
igual que en Hesíodo, tiene un papel primordial. En el Papiro de Derveni, texto descubierto
en 1962, se comentan unos versos de un poema antiguo atribuido a Orfeo, y podemos leer
en la columna XVII del papiro: “Zeus nació el primero, Zeus el último, el de rayo
refulgente” y “Zeus cabeza, Zeus centro, por Zeus todo está perfectamente dispuesto”7 y
otras menciones. Alberto Bernabé divide en dos grandes grupos las cosmogonías órficas
existentes: las cosmogonía “de la Noche” y las cosmogonías “del Huevo”, ambos grupos
comparten la característica de comenzar el origen de lo que hay por un elemento
indeterminado, la Noche (y en la cosmogonía de Jerónimo y Helánico el agua) y culminan
con el dios más importante para los órficos: Diónysos, importante por diferentes razones
que no es pertinente comentar en este trabajo. Veamos un ejemplo. En la Teogonía de las
Rapsodias: “tras un proemio con una invocación a Febo Apolo, se describía que, antes de
que se produjeran las primeras transformaciones cosmogónicas, había una oscuridad
confusa, compuesta por cuatro elementos mezclados, a la que el autor llama ‹‹Tinieblas››,
‹‹Niebla tenebrosa›› y ‹‹Noche››...”8. Luego, de esta masa informe nace Tiempo, de éste
nacen Éter y Abismo, “es decir, una primera materia diferenciada”, Tiempo dispone en Éter
un huevo resplandeciente en cuyo interior se gestaba un ser divino que nace rompiendo la
cáscara y que representa el surgimiento de la luz en el mundo, su nombre era Fanes, dado
su carácter brillante, aunque de aspecto monstruoso, con cabezas humana, de carnero, de
toro, de león y de serpiente, que muge y ruge, y que está dotado de alas de oro9.
“Enamorado de sí mismo, ya que es un ser bisexuado, Fanes se une consigo mismo y fecunda una creación completa. Como es la representación de la luz del día, al engendrar después a una Noche personificada, capaz de unión sexual, logra producir la primera secuencia temporal, la secuencia día/noche, modelo de la alternancia de los días y las noches en el nuevo orden del mundo. Luego se une con ella y de tal unión
7 Texto completo en griego y en español en BERNABÉ, A., op. cit., Textos órficos ..., cap. 8. 8 BERNABÉ, A., op. cit., “Teogonías...”, p. 312. 9 Cf. Ibíd., p. 313.
nacen Cielo y Tierra. El Cielo se convierte en custodio del mundo y morada de los dioses”10
Cielo junto a Tierra engendran una numerosa prole y la historia continúa muy
semejante a como ocurre en la Teogonía hesiódica, pero con pequeños detalles alterados,
como el que Océano se muestre reacio a participar en el complot contra Cielo y se
mantenga al margen del ardid. Pero el relato sigue los pasos de Hesíodo muy de cerca hasta
que llega al nacimiento de Zeus y a la maquinación contra Cronos. Zeus ha tomado el poder
en ambas teogonías pero en las Rapsodias, Zeus hereda el cetro de Fanes, gobernando con
él. Y la historia sigue nuevamente el modelo hesiódico, Zeus engendra hijos, libera a los
Cíclopes, hace frente a los Titanes, etcétera, hasta que, mutado en serpiente, y violando a
Perséfone, su hija con Deméter (su madre) engendra a Diónysos en Creta. La historia, por
supuesto, continúa, pero no viene al caso mencionarla.
Se trata de la misma trama sistematizada por Hesíodo pero con matices la que aparece
en las Rapsodias.
Ahora bien, es clara la influencia hesiódica en las distintas construcciones teogónicas
órficas, así Hesíodo sigue apareciendo en el espiral histórico, reaparece, cambia, se
transforma y modifica para continuar viviendo incluso hasta hoy. Pero el lado teogónico y
cosmogónico de Hesíodo se ha mezclado en perfecta armonía también con los desarrollos
filosóficos del siglo VI y especialmente con los pensamientos teológicos de los filósofos,
resultando en las llamadas teogonías o cosmogonías órficas. Jaeger llega a decir en su
escrito del año 1947 que: “La verdad es que los escritores teogónicos no pueden entenderse
si no es a la luz de su estrecha relación mutua con los filósofos de su propio período, que
están conectados con ellos por el común vínculo de la especulación teológica, por mucho
que puedan diferir de su tipo intelectual”11.
Si ponemos atención, podemos ver en el desarrollo de la teogonía hesiódica un paso
sucesivo desde el Caos (“En verdad, en primer lugar llegó a ser Caos”, v. 11612) hasta el
algo ordenado y ‹‹ordenante››, Zeus portador de la égida. Pues por una parte, Caos, en
general, es un algo sin mayores determinaciones y, por otra, la misma palabra Kháos es de
difícil traducción (aunque se ha emparentado más con “lo abierto” y por ende, 10 BERNABÉ, A., op. cit., “Teogonías...”, pp. 313. 11 JAEGER, W., op. cit., La teología..., p. 62. 12 êtoi mèn prôtista Kháos génet’...
indeterminado, confuso y falto de límites13), esto es, pura apertura, fusión de todos lo
elementos (recuerda el akataskeúastos de Gen., 1:214); mientras que Zeus, o cualquier
materia diferenciada es “símbolo” de orden, el Kháos de Hesíodo, a la luz de esta
clasificación (desorden/orden) quedaría como siendo lo “desordenado”, pero esta
comparación sólo es lícita hasta cierto punto15. Roxana Martínez Nieto en su estudio sobre
las cosmogonías antiguas, en el apartado en que se dedica a Hesíodo, se esfuerza
enormemente por estudiar en detalle las etimologías y las distintas interpretaciones del
Kháos de Hesíodo, pero la que más nos hace sentido y a ella también, es entenderlo como
“abertura”, identificado o al menos relacionado con chásma: espacio amplio, abismo,
inmensidad, etcétera. Caos sería una suerte de principio desordenado que se va ordenando
en el transcurso de la historia, puesto que de él salen todas las cosas. Zeus sería, tanto en la
cosmogonía hesiódica como en las órficas, quien pone y establece el orden en el mudo con
su gobierno. Caos puede asemejarse a la Noche en las cosmogonías órficas16, Noche
primordial que, al igual que en Hesíodo, es tenebrosa y poderosa, pero que igual que el
Caos del poeta beocio, no tiene mayores determinaciones y es lo indeterminado en grado
sumo, desde donde todas las cosas se diferencian, ya sea por su propia potencia, como en
Hesíodo17, ya sea por acción del amor y Odio, como en algunas Teogonías órficas, por
ejemplo.
Otro punto en común entre ambas construcciones cosmogónicas es que existe un
proceso de desarrollo en el que el elemento ordenador, finalmente, es la inteligencia de
Zeus, es decir, la razón. No sin razón Hesíodo es precursor del pensamiento racional.
Incluso el Caos es algo impensable en concreto, es una abstracción tremenda.
13 Cf., la explicación de Kháos que hace JAEGER, W., op. cit., La teología..., pp. 17 ss. 14 En el relato del Génesis, al contrario, la tierra ya era o estaba en un estado de “indisposición”, “informe”, desordenada o caótica, mientras que en la cosmogonía hesiódica la tierra (Gea) fue luego de Caos, es decir hay una diferenciación no producida por una entidad ordenadora personal anterior, como en el Génesis, se trata en Hesíodo más bien del devenir mismo del cosmos. 15 Cf., JAEGER, W., op. cit., La teología..., pp. 17 ss. 16 Dicho sea de paso, hay que tener en cuenta que en las teogonías órficas, Caos aparece después de Noche primordial, pero el punto es la cualidad del principio primero, pues no estamos viendo las diferencias y semejanzas formales de los textos, sino más bien el sentido y pensamiento de los autores, las influencias mutuas y los desarrollos culturales. 17 Esta idea de que Caos tiene una fuerza interna está presente en la interpretación cosmológica del concepto Caos en Hesíodo que argumenta Martínez Nieto en su estudio MARTÍNEZ NIETO, ROXANA, op. cit., Estudio..., p. 47.
El desarrollo y surgimiento de las filosofías nacientes del siglo VI ayudó a la
especulación sobre el origen, y en algunos casos, sobre el destino del mundo y del hombre.
Los filósofos, con su crítica a la religiosidad tradicional, es decir, la homero-hesiódica, o en
general, la religión olímpica, ayudaron, paradójicamente a repensar la religiosidad estatal y
contribuyeron a la emancipación de una teología rica en elementos conceptuales y más,
cada vez más, alejada de la creencia ilusa, aquella que no cuestiona lo que uno sabe y que
es propia de un tipo intelectual especial, no el del filósofo o el de espíritu filosófico,
acostumbrado a cuestionarlo todo, incluso al punto de cambiar la estructura de algo tan
íntimo como el sentimiento religioso, sino el de la persona común, que se conforma con lo
que tiene por sabido18. Recordemos a Jenófanes, el caso paradigmático, pero también está
Anaximandro e incluso Tales, pues al poner en el origen de todo al agua, está justamente
dejando de lado la tradición y comenzando a pensar por sí mismo sobre los problemas que
producen asombro, como lo es justamente, el problema del origen del cosmos.
Comienza también a manifestarse en las creaciones de poetas y filósofos (quienes
tratan estas cuestiones) la idea de que en el origen debía de haber algo perfecto y no algo
imperfecto como podría entenderse el confuso Caos hesiódico, y la razón, o mejor, el
principio racional que gobierna el mundo comienza a concebirse como eterno, es decir, este
principio perfecto, completo, no puede tener un origen, como supone el Caos de Hesíodo y
muy parecido a los razonamientos aristotélicos, parece que los filósofos del siglo VI,
comenzaron a pensar un principio increado e imperecedero, puesto que alcanzaron a ver
que preguntando por la causa se sigue ad infinitum. Es claro que no fue un pensamiento
avasallador y absoluto entre la totalidad de los intelectuales de la Grecia arcaica, pero se
estaba gestando esta idea, que nadie conceptualizó hasta Aristóteles.
Tomemos el ejemplo de Ferécides de Siro. Este autor vivió en el siglo VI, su
florecimiento ha quedado determinado por Schibli hacia el 544-541 a. C.19, y es
contemporáneo de los filósofos jonios de esos momentos. Su cosmogonía incluye un tríada
primordial constituida por Zas, Ctonié y Tiempo (Cronos y no el Kronos hesiódico), estos
18 Ver FINLEY , M., Grecia Primitiva: la edad de bronce y la era arcaica. Eudeba, Buenos Aires, 1987, p. 190 – 191, donde dice “La mayor parte de la gente no estudiaban los mitos, simplemente los transmitía o los llevaba a la práctica con ritos apropiados y eso era suficiente”. 19 Existen divergencias en los testimonios. Según Suda (s. v. Pherekúdês) floreció en el 600/596, pero según Laercio, Vidas I, 121, lo hizo entre 544/540 y según Cicerón, Ferécides tuvo su acmé durante el reinado de Servio Tulio, hacia el 578-535. Pero la fecha en que todos los estudiosos concuerdan es en 544-541. El detalle de los testimonios pueden leerse juntos en MARTÍNEZ NIETO, ROXANA, op. cit., Estudio..., pp. 140-141.
principios, según él, son eternos, es decir, no nacieron. Al parecer trató de rectificar “la
declaración imprecisa de Hesíodo, cuando afirmaba que Caos ‹‹nació››”20, como hacen,
quizá sin intención, los filósofos, por ejemplo un Heráclito que dice que todas las cosas son
transformaciones del fuego, o que el mismo cosmos es un eterno pûr aeízôon. Jaeger nos
dice que “esta corrección estaba en la atmósfera de la época, como resulta claro de las
críticas de Jenófanes, que la emprende con Hesíodo por creer éste que los dioses habrían
venido a la existencia, lo mismo que de las burlas de Epicarmo, el cual ataca especialmente
la idea de que incluso Caos haya tenido generación en algún momento, exactamente como
todo lo demás”21. Este texto muestra cómo la idea de principio increado, eterno, no nacido
como todas las demás cosas, está presente en épocas muy tempranas en Grecia. Ferécides
es, si no el primero, uno de los primeros que comenzó a escribir en prosa su obra, pero no
fue tomado muy en serio por la tradición, aunque “este tipo de reflexiones implican ya para
nosotros un avance racional decisivo para el siglo VI a. C., pero somos conscientes de que
la expresión en forma mítica de su pensamiento, impidió que el interés por sus contenidos
cosmogónicos creciera, y relegó la obra de Ferécides a una curiosidad literaria”22 es que ya
el lenguaje estaba operando un cambio en ésa época y habrá que esperar más o menos un
siglo para que surgiera un pensamiento semejante, como el de Heráclito de Éfeso23. “Todas
estas críticas – dice Jaeger- de la vieja teogonía indican un cierto conocimiento de la idea
filosófica de una archê del mundo, de una fuente originaria que nunca se generó, ni nunca
se corromperá”, lo que indicaría un avance respecto de la explicación unívoca de Hesíodo
para el origen del mundo, los dioses y los hombres. Es que ya desde el tiempo de
Anaximandro había empezado el desarrollo de una conversión de los contenidos de los
poemas didácticos genealógicos y teogónicos en escritos en prosa, donde se incluye,
además de a Ferécides, al mismo Anaximandro (que según Jaeger es el primero en poner en
prosa su pensamiento), a Acusilao de Argos y a Hecateo de Mileto. Como se ve, hay algo
en el ambiente que va cambiando el “tema” de las reflexiones de los filósofos, poetas,
teólogos, etcétera.
20 MARTÍNEZ NIETO, ROXANA, op. cit., Estudio..., p. 150. 21 JAEGER, W., op. cit., La teología..., p. 72. 22 MARTÍNEZ NIETO, ROXANA, op. cit., Estudio..., pp. 138-139. 23 Cf., ibíd., p. 139.
Veamos ahora, para ir cerrando esta comunicación, las teogonías órficas, que son
posteriores al nacimiento de la prosa griega y que por lo tanto se nutren, en el espiral
histórico, de los resultados de esa cultura. Uno de esos resultados o desarrollos es el
tratamiento del problema de lo uno y lo múltiple; en esa línea se enmarca en gran medida la
construcción teogónica órfica.
Echemos mano de la Teogonía de las Rapsodias, el poema en 24 cantos (como Iliada
y Odisea) que es el más largo que se conoce de la tradición órfica y que data, como
habíamos dicho, del siglo I a. C24., y de autor desconocido. Hemos dicho ya, más o menos,
cuál es la sucesión de divinidades presente en ella, pero hay un elemento que sirve a
nuestro análisis. En la historia de genealogías de las Rapsodias, llega un momento en que
Zeus, por consejo de Cronos o de Noche (Zeus pide a ambos consejo) devora a Fanes, muy
anterior a él en la sucesión, y con ello, por engullir al primer ser, al primer Dios, se
convierte a sí mismo en ‹‹el primero›› y, con toda la potencialidad de Fanes, crea desde sí
mismo nuevamente el mundo, comenzando nuevamente una genealogía de dioses25. Zeus,
devorando a una divinidad, no parece un tema nuevo, recordemos que en la Teogonía de
Hesíodo, Zeus devora a Metis antes del nacimiento de Atenea, pero lo que sí es novedoso
es que al devorar a Fanes, Zeus se identifica, corporalmente, con todo lo que hay: “su
cabeza es el cielo, sus cabellos las estrellas, sus dos cuernos orto y ocaso, sus ojos el sol y
la luna y su inteligencia, que lo hace omnisciente, el éter. Sus hombros, pechos y espalda
son el aire, su vientre la tierra, su cintura, el mar; y su basamento el Tártaro”26. Vemos aquí
que ocurre una suerte institución o eco de un panteísmo que bien puede ser entendido desde
Heráclito, por ejemplo, pero que tiene sus raíces en la idea y problema de la multiplicidad y
la unidad.
Mircea Eliade dice que en “esta teogonía órfica hallamos una significación más
matizada, en que se advierte un esfuerzo por convertir el dios cosmócrata en creador del
mundo que gobierna. Por otra parte, el episodio refleja la especulación filosófica relativa a
la producción de un universo múltiple a partir de la unidad”27 y ello queda claro en cómo
24 Básicamente, esta datación se apoya en que la división de los dos grandes poemas épicos del poeta Homero en veinticuatro cantos fue realizada en época alejandrina y la Rapsodias, o Discurso sagrado en 24 rapsodias se divide en veinticuatro cantos, siguiendo evidentemente el modelo de la Iliada y la Odisea. 25 Cf. BERNABÉ, A., op. cit., “Teogonías...”, pp. 316-317. 26 BERNABÉ, A., op. cit., “Teogonías...”, p. 317. 27 ELIADE, M., Historia de las ideas y de las creencias religiosas, Tomo II, Cristiandad, Madrid, 1979, p. 190.
resuelve el problema el poeta de las Rapsodias. Cuando Zeus llega al poder y hereda el
cetro de Fanes, una de sus acciones es distribuir los poderes divinos en el nuevo orden, de
forma que le corresponde a él el imperio sobre el cielo, a Poseidón el gobierno sobre el mar
y a Plutón sobre el Hades, y acude de nuevo a Noche en busca de un consejo,
preguntándole: “¿Cómo debo disponer el indómito principio de los inmortales? ¿Cómo
todas las cosas me serán una sola, y cada una por separado?”28, a lo que Noche le contesta:
Sujétalo todo en derredor con éter inefable. Y en el medio queden el cielo, la tierra sin límites, el mar y las constelaciones que coronan el cielo. Mas cuando en torno a todo hayas tendido el poderoso vínculo, suspende del éter la áurea cadena.
En este episodio, según las palabras de Alberto Bernabé, “Zeus se plantea el problema
de la relación entre lo uno y lo múltiple. Noche lo resuelve con el uso de una cadena de oro
como una especie de símbolo de la unidad del cosmos, siendo el éter el elemento que da
cohesión al mundo”. Donde se aprecia claramente el problema filosófico de lo uno y lo
múltiple.
Para finalizar, queda por decir que este problema también aparece en el Papiro de
Derveni, un ejemplo de ello es la Columna XVI:
Ha quedado claro que (Orfeo) dijo que el sol es un falo. Y que dice que las cosas que son ahora proceden de cosas que ya había:
Del falo del rey nacido el primero, y en él todos los inmortales se gestaron: dioses felices y diosas, ríos, fuentes amables y todo lo demás cuanto entonces había llegado a ser, así que él llegó a ser lo único (...)29
Pues se trataría de una trama común de los relatos cosmogónicos órficos, es decir, la
mezcla es evidente. Los órficos se sirven de múltiples elementos para construir su teología
y uno de ellos es la especulación filosófica que surgió en la época arcaica griega, siglo del
surgimiento de múltiples movimientos religiosos en parte alentados por las ácidas críticas
de éstos filósofos al respecto de una tradición religiosa que no se cuestionaba la mayoría de
28 Citado por Bernabé en BERNABÉ, A., op. cit., “Teogonías...”, p. 316. 29 Pap. Derv., col. XVI. Texto griego y traducción de Alberto Bernabé en BERNABÉ, A., op. cit., Textos órficos ..., p. 173.
la gente, sino que simplemente vivía con sus dioses y creencias, sin mayores
cuestionamientos sobre el caso. Así, se cumpliría lo que dice Jaeger al inicio de su escrito y
que citamos también al comienzo de este trabajo, que “la verdad es que los escritores
teogónicos no pueden entenderse si no es a la luz de su estrecha relación mutua con los
filósofos de su propio período, que están conectados con ellos por el común vínculo de la
especulación teológica, por mucho que puedan diferir de su tipo intelectual”30, de la misma
manera que se hacen verdad las últimas palabras de su texto: “Aunque la filosofía significa
la muerte para los viejos dioses, es ella misma religión; y las simientes sembradas por ella
prosperan ahora en la nueva teogonía”31.
30 JAEGER, W., op. cit., La teología..., p. 62. 31 Ibíd., p. 76.