temas de familia n°10

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Edición N°10

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Page 1: Temas de Familia N°10
Page 2: Temas de Familia N°10

2AÑO 5 - Nº 10 - 2008 - ROSARIO, ARGENTINA

UNA REVISTA DE LA FUNDACIÓN ARRECIFES

Agradece la colaboración de las siguientes empresas:

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: -wm|[email protected]

IMPRESIÓN: -ACQUATINT - Alem 2254, Rosario.(0341) 4813768 / 2267

REVISTA Nº10TIRADA: 50.000 ejemplares

Foto de tapa: Simona Balint

Presidente: Italo Benjamín CostaVicepresidente: Carlos M. Boglioli Secretario: Adrián Suero

Aldo H. LattucaContador Público Nacional

Page 3: Temas de Familia N°10

3AÑO 5 - Nº 10 - 2008 - ROSARIO, ARGENTINA

IMPORTANTE. La impresión y distribución de esta revista, así como otras actividades gratuitas organi-zadas por la Fundación Arrecifes, pueden llevarse a cabo y crecen gracias a la colaboración de empresas y particulares que se suman a nuestros objetivos. Respondiendo a las inquietudes de quienes nos consultan cómo colaborar, hemos implementado un sistema de donaciones a través de débitos automáticos en tarjetas de crédito.Para mayor información, Ud. podrá contactarse con nuestra Fundación al mail [email protected] o bien solicitar en su colegio las fichas de adhesión correspondientes, para que nos sean remitidas. Quien lo desee, puede realizar un aporte en cualquier sucursal del Banco Bisel, cuenta corriente 175-16317/3, CBU 388-0175-8 101-00001631 de la Fundación Arrecifes. Su pequeño aporte suma. Muchas gracias.

La situación de la familia en Europa, con directas consecuencias sociales y demográficas,

ha llegado a límites que están haciendo reaccionar fuertemente a los gobiernos.

Partiendo de la base que «la familia importa a toda la sociedad porque prácticamente

cada problema social que afrontamos depende de su estabilidad» surge inmediatamente

la necesidad de no quedarse de brazos cruzados y así lo han entendido muchas organiza-

ciones hoy nucleadas en el Foro Español de la Familia.

Esta Federación, que representa a cuatro millones de familias, acaba de asegurar que en su

país el 98% de la población vive en familia y que ésta es «el medio básico de orden afectivo,

educativo, económico y social, donde los ciudadanos nacen y perciben por primera vez no

sólo que son sujetos de derechos, sino también de deberes ineludibles».

En Argentina, y teniendo en cuenta que las corrientes de «moda» del viejo mundo tienden

a imitarse en estas latitudes, deberíamos estar atentos para evitar las consecuencias que

actitudes, omisiones y/o políticas contrarias o al menos indiferentes hacia la familia, hacen

que hoy los gobiernos del viejo mundo estén tratando de revertir.

La protección a la familia es un patrimonio común que debe mantenerse al margen de

ideologías. Los gobiernos, los medios de comunicación y cada uno de nosotros, debemos

tener claro que ello redundará en la protección de los más desfavorecidos, en el robuste-

cimiento del tejido social y en la conformación de un futuro mejor.

En este sentido, en la Fundación Arrecifes tratamos de aportar nuestro granito de arena

con el convencimiento de que a partir de la preocupación de cada uno por ser mejores

padres, mejores hijos, mejores estudiantes, mejores políticos, mejores trabajadores, etc.

estamos generando un país mejor para todos.

EDITORIAL

F�������� A��������.

NECESIDAD DE UNA POLÍTICA FAMILIAR PARA AYUDAR A PROMOVER FAMILIAS ESTABLES Y COMPROMETIDAS CON LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS.

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4AÑO 5 - Nº 10 - 2008 - ROSARIO, ARGENTINA

Encontré a Federico hace unos días en el colectivo. Salimos a tomar un café y me contó que sigue con sus movidas reivindicativas, porque -afirma rotun-

damente -«este mundo es un asco y hay que cambiarlo». En los últimos meses ha estado expresando clamorosamente su opinión acerca de la guerra en varias paredes. Fede es un buen tipo y para nada violento... Le he visto prestar genero-samente su tiempo, sus apuntes y sus libros a compañeros de clase más despistados que él. Si bien es cierto que no re-sponde al perfil clásico de revolucionario urbano, también lo es que se comporta como un entusiasta capaz de ano-tarse en cualquier discusión. Tanto le da que se trate del petróleo en las playas, de los desajustes de la globalización o de la caza indiscriminada de ballenas en el Ártico.

Su deseo de hacer justicia y de castigar a los malvados que hacen de este planeta un lugar inhabitable.

A pesar de todo, su onda retórica-justiciera se viene al suelo cuando descendemos al terreno personal. No ha terminado ninguna de las tres carreras que em-pezó, jamás ha ganado un mango en un trabajo y vive confortablemente acogido en la modesta casa de sus padres.

Su padre, en cambio, es uno de esos viejos luchadores, obrero de una conocida fábrica de camiones que se encon-tró «jubilado» de la noche a la mañana y terminó de jardin-ero en algunas casas del barrio. A su madre no se le cayeron los anillos por limpiar pisos cuando Fede y sus hermanos cabían todos en un cesto. Lo pasaron mal, bebieron en las fuentes amargas del resentimiento contra una sociedad dura pero sin regalarle el tiempo de las lágrimas. Lo canali-zaron trabajando duro.

Keremos ser LIBRES.

Ahora, las cosas han mejorado. Disfrutan de una pensión y sus hermanos trabajan, salvo la pequeña que todavía va al colegio.

Sólo Fede parece varado. Con algo más de un cuarto de siglo a sus es-paldas, le hago notar que está viviendo a costa de esa sociedad que tan mal le cae. Y se irrita cuando le digo que parece más que un hijo de obrero parece un «hijo de papá».

En mi barrio es frecuente encontrar multitudes de pinta-das. Algunas son muy ingeniosas y otras simples aullidos de una generación desorientada. Una me llamó la atención por su aire categórico, y es la que da título a este artículo: Keremos ser libres. Era como una explicación de muchas conductas anticon-vencionales:

¿QUÉ SIGNIFICA SER LIBRE?

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5AÑO 5 - Nº 10 - 2008 - ROSARIO, ARGENTINA

¿Por qué hacen esto?, se les podía preguntar. «Porque keremos ser libres», parecían responder. Y se lo decían sin reparo a la misma sociedad que les da de comer y les abriga. Semejante libertad con ira se parece sospechosamente a la actitud de un hijo capri-choso que se siente legitimado a destrozar los regalos de cumpleaños porque, a fin de cuentas, han pasado a ser de su exclusiva propiedad.

No tengo nada, al contrario, contra las justas reclama-ciones de paz, justicia o libertad. Pero me atrae una liber-tad, llamémosla «creativa».Una libertad que no es carta blanca para que los demás ten-gan que fastidiarse por lo que elijo. Una libertad que me lleva a ser mejor persona, en relación conmigo mismo y con los otros.

El alma necesita abrir caminos, explorar rutas ambiciosas, entusiasmarse con la ilusión de conquistar mundos. Qu-edarse atrapada en opciones raquíticas, miopes, utilitaris-tas o de simple consumo es como represarla y arriesgarse a que el agua limpia se estanque y se llene de bichos al menor descuido.

Un experto en educación me aseguraba hace unos días que muchos de los problemas con que a diario tropezamos en las aulas se resolverían con sólo enviar a los alumnos a tra-bajar duro una temporada, de sol a sol, como tantos lo de-ben hacer. Argumentaba su original propuesta educativa con la pretensión de corregir el poco valor que damos en las sociedades urbanas a las innegables ventajas del bienestar alcanzado con el esfuerzo de los demás.

«Quizá nos hemos acostumbrado a recibir mucho de arriba y, para colmo, no nos satisface». Basta observar el hastío y aburrimiento de los veranos vacíos de no pocos jóvenes y adolescentes.

Me gustó muchísimo el planteamiento de la película Billy Elliot: un chico de once años, crecido en una barriada obrera, testigo y víctima de la lucha de su padre viudo y de su hermano por evitar el cierre de las mi-nas, descubre que su vocación no es el boxeo sino el ballet clásico. Todo un feroz conflicto social sirve de telón de fondo al drama de un muchacho que ve crecer dentro de sí un anhelo que nadie de su entorno está en condiciones de comprender.

Escena de la película Billy Elliot.

Hay quien se la juega por alcanzar sus ideales mientras que otros, con toda la buena intención que se quiera ver en su gesto, simplemente viven de ellos sin arriesgar nada.

Es natural que a muchos jóvenes no les guste el mundo que encuentran como herencia. Gente como Fede sirve de vanguardia para despertar en to-dos el deseo de un mundo más justo. Admiro su gesto que reclama libertad porque se siente atenazado por fuerzas poderosas. Y lo comprendo también, porque el agua, como ocurre con los ríos, tiene que pasar por algún sitio.

Nuestros tatarabuelos hicieron revoluciones para entroni-zar a la diosa Razón. Ahora muchos parecen encaminarse -como dice la canción de Sabina- a una manifestación para enaltecer el Santo Antojo. Un ídolo de barro consumista y reaccionario que no aporta soluciones ni arrima el hombro. Sólo brama disgustado porque no se le mima lo suficiente. Sin una elección que apueste por la excelencia, por el deseo de servir, de colaborar, de darse, es fácil caer en el capricho pueril o en el lamento estéril.

Hay en el alma de Billy una firme determi-

nación que le empuja a luchar por aquello en

lo que se cree. Y asume los riesgos que supone

alcanzar esa meta. Me pregunto si eso será

posible cuando a un niño se le ha educado en la

seguridad práctica de que más que pelear las

cosas es mejor comprarlas. El simple gesto de

diferir las gratificaciones ha sido siempre una

sana medida para hacer madurar lo que los

sabios llaman inteligencia emocional.

ELEGIR UNA RUTA.

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6AÑO 5 - Nº 10 - 2008 - ROSARIO, ARGENTINA

La duración de los noviazgos.Se está volviendo a poner de moda el que la gente se

case, pero dentro de la línea de la sociedad de con-sumo, lo que trae como consecuencia el que mu-

chos se casen tarde y mal. No es insólito el que se oigan comentarios de este porte: «¡Quién lo iba a decir! Fulanito y Zutanita después de catorce años de noviazgo se casan y al año se separan. No será porque no tuvieron tiempo de conocerse.» Por supuesto, tuvieron tiempo de conocerse y de aburrirse de tanto conocerse.

Cada caso es un caso en esto de la duración del noviazgo, pero el más frecuente, hoy en día, es que los novios necesi-tan tener tantas cosas para casarse, que cuando las con-siguen ya no les quedan fuerzas para lo principal: quererse, crear una familia, educar a los hijos y educarse ellos mis-mos en la interesante aventura de perseverar en el amor. Para enamorarse de una encantadora joven de dieciocho años, o viceversa, sirve cualquiera. Para seguir enamorado cuarenta años después hace falta, además, cierta dosis de inteligencia.

Dada mi afición a escribir novelas que me obligan a aden-trarme en el pasado, he podido constatar cómo, según dis-curren los siglos, se retrasa la edad para contraer matrimo-nio. En tiempos del Cid Campeador -siglo XI- los caballeros se casaban siendo donceles y las doncellas a los doce o trece años, apenas alcanzada la pubertad. Por supuesto no tenían problemas de piso. La gente del pueblo se alzaba una casa en poco más de un mes con ayuda de los vecinos; entonces para vivir sólo precisaban de cuatro paredes y un tejado. El suelo era de tierra apisonada y no tenían pomería, ni elec-tricidad, ni las diversas tomas de tantos artilugios como se concitan en los modernos habitáculos de la actual sociedad de consumo.

Cuatro siglos después, en el XVI, las cosas no han cambiado demasiado. La madre de Teresa de Jesús, la encantadora doña Beatriz de Ahumada, casó de trece años y alcanzó a tener diez hijos. Catalina de Aragón, la que con el tiempo fuera esposa legítima del temible Enrique VIII de Ingla-terra, había casado previamente con el hermano mayor, el príncipe Arturo, ambos rondando los quince años, y produ-jo gran asombro que no lograran consumar el matrimonio, lo que atribuyeron a enfermedad del príncipe, que murió un año después.

En el siglo XIX lacosa se mantiene dentro de unos términos razonables y las doncellas casan de diecisiete, dieciocho o, como mucho, de diecinueve años. Por: José Luis Olaizola. Premio Planeta.

La debacle se produce mediado el siglo XX, en el que con pocos lustros de diferencia tanto se demoran los matrimo-nios -una media de diez años- que las doncellas tienen muy pocas posibilidades de seguir siendo tales cuando lo con-traen. ¿Por qué se alargan tanto los noviazgos y se demo-ran los matrimonios? Porque hoy en día los contrayentes entienden que el cariño, para que no se marchite, debe estar debidamente enmarcado; piso, coche/s, televisor, vídeo, viaje de novios transoceánico, etc.

-¿Y usted a qué edad se casó?

-Pues yo, me casé de veintitrés años y mi prometida tenía dos menos. De viaje de novios nos fuimos a El Escorial y luego nos acomodamos en un piso viejo, pero como no disponía ni de ascensor, ni calefacción, ni nevera, ni nada de nada, hay que reconocer que vivíamos por cuatro per-ras gordas. Comprendo que las cosas han cambiado, pero aquella carencia tenía su encanto. Ibas accediendo al dis-frute de las cosas poco a poco. El primer coche utilitario, el primer viaje al extranjero, la primera vez que salías a cenar a un restaurante, los primeros veraneos en la playa. Y, por supuesto, la primera vez que hacías el amor con tu novia que ya era tu esposa.

-Por favor no se ofenda. Entonces los noviazgos eran más cortos y más controlados. No digo que saliéramos con carabina, pero tampoco se nos daban tantas facilidades. Ahora esos noviazgos tan largos, con salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con viajes colectivos en los que no por eso las parejas dejan de estar individuali-zadas... En fin, qué le voy a contar que usted no sepa. Conviene llegar al matrimonio con un buen bagaje de ilu-siones y no irlas desgajando durante el noviazgo. Y, por supuesto, con cierto espíritu de sacrificio. A los novios que se acostumbran a un noviazgo largo, ambos con coche a la puerta, cenas en restaurantes de moda, esquí navideño en los Alpes y vacaciones en el Caribe, cada vez les cuesta más dar el paso al frente.

-¿No estará usted exagerando un poco?

-Eso espero.

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7AÑO 5 - Nº 10 - 2008 - ROSARIO, ARGENTINA

«Mi hijo no confía en mí. Le he dicho que el padre es el mejor amigo, que me diga lo que le pasa, que no tenga miedo, pero... no sé qué hacer. No tengo influ-

encia sobre él. Ud. no sabe cuanto me duele. ¡El padre es el mejor amigo! ¡Pura teoría!».

La amistad solo se da entre pares.La amistad, en al sentido estricto, no puede darse entre padres e hijos. El intercambio que la amistad implica solo puede alcanzarse entre pares. El hijo -niño, adolescente o joven- puede llegar a confiar en el padre sus problemas y sus más íntimas experiencias, actitud que no puede darse a la inversa. El hijo no puede comprender y asimilar los prob-lemas del padre. Padres e hijos no son pares. En cambio, en un sentido amplio, tal amistad es posible: el padre puede llegar a ser, si no el «mejor amigo», al menos un amigo. El niño debe encontrar en él al primer amigo pues es su confi-dente natural. Es la primera persona en que el niño confía.

Podemos pensar que la oposición entre dos personalidades -una ya hecha, la otra en formación-, hacen imposible que el padre sea el confidente natural de su hijo adolescente. No lo creemos imposible, pero, como todos los problemas humanos, tampoco lo consideramos fácil.

Los padres policías.Muchos padres adoptan con sus hijos la actitud de un «policía», y esto provoca que sus hijos lo vean como «el enemigo». Para esos hijos, los padres sólo existen para vigilarlos, controlarlos, amonestarlos y castigarlos. Por su-puesto que - aunque negativa- ésa también es una función paterna, pero no es la única ni la más importante. Lo «pa-dres policías» se dirigen a sus hijos con frases como éstas: «¿Cómo te portaste en el colegio? ¿Por qué no entregaste la libreta? ¡Debes tener malas notas! ¡Qué notas! ¡Aprende de tu hermano! ¡No te comas las uñas! ¡Qué manera de hablar es esa! ¿Adónde fuiste? ¿Por qué llegaste tarde? ¡Mañana no salís!»

Comprendamos la actitud del hijo.Las únicas palabras que esos padres tienen con sus hijos son frases secas, cortantes y en cierto modo agresivas: es comprensible que el hijo «huya» de su padre y lo mire con resentimiento. No dejará de amarlo, y lo manifestará en la primera ocasión que se le presente, pero no le hará confi-dencias; salvo que así vea la forma de evitar un castigo o para pedido, en caso extremo, la solución a un problema que lo ahoga. Comprendamos la actitud del hijo comparándola, por analogía, con la de un empleado con un jefe que siempre lo está controlando, corrigiendo y poniendo en evidencia sus errores. Los sentimientos del empleado y del hijo son similares: ambos «odian» al jefe y padre «policías», y es comprensible que así suceda.

Los padres deben dialogar con sus hijos.Si los padres quieren que sus hijos sean sus amigos, deben hablar con ellos. Sus conversaciones deben ser diálogos y no sermones o conferencias, y deben girar alrededor de las inquietudes de sus hijos: juegos, diversiones, estudios, tra-bajos, aspiraciones y problemas. No deben esperar que sus hijos inicien el dialogo. Respetando su intimidad y personalidad naciente, ellos de-ben dar el primer paso. El padre debe dirigirse a su hijo no sólo para preguntarle si cumplió sus obligaciones o para criticarlo, sino también para estimularlo oportunamente, elogiarlo con prudencia, interesarse espontáneamente por sus quehaceres, valorar sus ideas e iniciativas, acom-pañarlo en sus emociones y problemas. Regocijarse con sus alegrías y triunfos, apesadumbrarse por sus tristezas y fracasos, levantar su ánimo cuando lo ve abrumado por las dificultades, menguado con tacto cuando lo observa arro-gante y altanero en sus éxitos, enfrentarlo prudentemente con la realidad que ignora y comprenderlo en su edad y temperamento.

«Si quieres la amistad de tu hijo, dásela tu primero» La amistad no es un «botín de guerra» ni la imposición de un vencedor o de autoridad alguna. La amistad no es una concesión gratuita, es un don voluntario que se debe ga-nar. No es tarea fácil para un padre ganar la amistad de su hijo, pero si realmente lo ama y apunta al ideal de padre señalado, es posible que la conquiste. El padre que quiera conseguir la amistad de su hijo, lo mejor que un hombre puede brindar a otro, ha de brindársela él primero.

¿El Padre es el mejor amigo?

Autor: anónimo.

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La familia no es sólo un conjunto de personas a las que les «tocó» nacer bajo el mismo techo. Es muchísimo más que ver nacer, crecer y morir a

una serie de personas con rasgos físicos y de personali-dad a veces semejantes. Si bien es cierto que la familia no se escoge, es menester optar por ella y aceptarla con un acto de voluntad y amor. La familia es una comunidad natural de vida, es una unidad viviente, de los padres con los hijos, que se origina en el matrimonio. Es un sistema vivo, de tipo abierto ligado e intercomunicado con otros sistemas como el sistema escolar, el sistema de gobierno, etc. Es decir, la familia no es un sistema aislado, lo sabemos por experiencia propia, en nuestro vivir cotidiano.

La familia posee vínculos vitales y orgánicos con la socie-dad porque constituye su fundamento y alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y estos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales como la justi-cia, la honradez, el respeto, la veracidad, la generosidad, la solidaridad, etc., que son el alma de la vida y del desarro-llo de la sociedad misma. Así, la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a la sociedad, asumiendo su función, convirtiéndose como en un vivero en donde las flores y los árboles (los ciudadanos) se cultivan dando lugar a un jardín maravi-lloso, plural, lleno de personas distintas con una función específica que enriquecen al resto.

La familia es toda una experiencia de comunidad que se manifiesta mediante su participación en la vida dia-ria. Esta experiencia representa su primera y funda-mental aportación a la sociedad. Siendo así, que los problemas de hoy, de una juventud apática, no solida-ria, indiferente, en muchos sentidos se deben a la falta de vivencia y educación en la primera comunidad.

Se da como pretexto la necesidad de los padres de estar fuera de casa a causa del trabajo. Por esto la importancia de que la sociedad a través de su gobierno sea capaz de crear empleos realmente bien remunerados de modo que los miembros de la familia no sólo se traten con prisas, sino que convivan, teniendo así el tiempo de educar y de favorecer a las relaciones entre los miembros de la comu-nidad familiar. Así, la promoción de una auténtica y ma-dura comunión de personas en la familia, se convierte en la primera e insustituible escuela de sociabilidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias en un clima de respeto, justicia, diálogo y amor. De este modo, la familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y personalización de la sociedad.

Se puede afirmar que la familia es para la sociedad hu-mana la más importante comunidad de educación y for-mación. Como el amor y el afecto son el principio vital de

La Familia: Escuela de la Sociedad.

la familia, nace de ella una fuerza educadora sin igual que desarrolla la personalidad de sus miembros.

En la familia hay que distinguir las diversas funciones que tiene cada miembro. En primer lugar están los padres que poseen una autoridad y una misión educadora con respecto a sus hijos. Estas dos características tropiezan con una influencia extra familiar que reciben los hijos, por lo que es de vital importancia que los padres estén con-scientes de que deben impartir a sus hijos una educación, una orientación sexual, religiosa, etc. Es una obligación irrenunciable porque los padres, deben ser los formadores y si no lo hacen ellos lo harán otros quién sabe como. En segundo lugar citaremos a los hermanos, ya que se edu-can unos a otros. A pesar de su diferencia de edad, sexo y temperamento, los hermanos constituyen una comunidad viva de educación mutua y eficaz.

Por: María del Rosario G. Prieto Eibl.

La familia, que está en peligro constante de volverse cada vez más despersonalizada y deshumanizada, posee y comunica energías formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo siempre consciente de su dignidad personal, de enriquecerlo dándole profundo sentido humano y de insertarlo activamente con su unicidad e ir-repetibilidad en el tejido de la sociedad. El mundo necesita de niños, de jóvenes y de adultos bien formados, que con su alegría, con su entusiasmo logren crear un mundo de valores, donde reine la justicia, la honestidad, la seguridad, la solidaridad. Si esto se promoviera, los presidentes, los diputa-dos, los senadores, los policías, los servidores pú-blicos, los abogados, los maestros, los vecinos, los compañeros de trabajo, los compañeros de la es-cuela provendrán de familias integradas que ase-gurarán el comportamiento adecuado y educado de cada miembro de nuestra sociedad. Solo así po-dremos tener el mundo que todos soñamos y que queremos ver. Empecemos por casa.