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Tema I.2 El conocimiento Una noche Zhuang Zhou soñó que era una mariposa: una mariposa que revoloteaba, que iba de un lugar a otro contenta consigo misma, ignorante por completo de ser Zhou. Despertóse a deshora y vio, asombrado, que era Zhou. Mas, ¿Zhou había soñado que era una mariposa? ¿O era una mariposa la que estaba ahora soñando que era Zhou? Zhuang Zi II,7. ASIGNATURA: FILOSOFÍA (1º bachillerato) CURSO: 2015-2016

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Tema I.2

El conocimiento

Una noche Zhuang Zhou soñó que era una mariposa: una mariposa que revoloteaba, que iba de un lugar a otro contenta consigo misma, ignorante por completo de ser Zhou.

Despertóse a deshora y vio, asombrado, que era Zhou. Mas, ¿Zhou había soñado que era una mariposa? ¿O era una mariposa la que estaba ahora soñando que era Zhou?

Zhuang Zi II,7.

ASIGNATURA: FILOSOFÍA (1º bachillerato)CURSO: 2015-2016

Problemas fundamentales de teoría del conocimiento:

Podemos decir que el conocimiento es la relación dinámica que se establece entre el sujeto cognoscente y el objeto-cosa conocido.

Los filósofos han discutido desde los inicios de la filosofía la naturaleza exacta de esta relación entre sujeto y objeto que hemos denominado conocimiento. Aunque existen muchos problemas asociados al conocer los tres principales son: ¿en el acto del conocimiento qué elemento tiene el papel preponderante, el sujeto o el objeto?; ¿es posible un conocimiento cierto e indubitable en algún grado?; y ¿con qué facultad conocemos la realidad prioritariamente, con el intelecto o con los sentidos? Hoy en día estos mismos problemas preocupan a los epistemólogos o filósofos de la ciencia que investigan el funcionamiento y la realidad del conocimiento científico.

Por cada uno de los tres problemas enunciados se han dado dos respuestas fundamentales que han constituido, a su vez, a escuelas filosóficas confrontadas. Estas respuestas y las propuestas de sus diversas escuelas es lo que veremos a continuación.

¿Objetividad o Subjetividad? En la filosofía moderna se entiende por realismo aquella perspectiva filosófica que considera

que las cosas comunes son en mayor o menor grado “tal cual” se nos presentan a los sentidos y, además, tienen la propiedad de existir fuera del acto de conocimiento. Para el realismo el sujeto actúa como foco pasivo en el conocer pudiéndosele considerar incluso como un mero espejo que refleja la realidad exterior a sí mismo con bastante fidelidad.

El idealismo, por el contrario, sostiene que la realidad de las cosas externas al sujeto dependen del sujeto mismo y que por lo tanto el polo positivo y activo del conocer es el sujeto mismo y no el objeto. Un idealista tenderá a no considerar que los objetos existan fuera del acto cognitivo sino que sólo adquieren realidad cuando son conocidos. Un idealista se preguntaría ¿cómo es posible conocer un objeto que no está siendo conocido? La respuesta sería que esto no es posible por lo que no podemos estar seguro que el objeto exista independientemente del sujeto que lo conoce; este rasgo de “existir fuera del sujeto” no se percibe en ningún objeto por lo tanto es una propiedad que atribuimos nosotros gratuitamente a la realidad.

Podemos ver lo que querían decir tanto idealistas como realistas gracias al famoso dibujo de el Cubo de Necker que aparece a continuación:

Intentemos ver este cubo con el cuadradito que está en el centro en la esquina izquierda posterior del cubo; después veámoslo en la esquina izquierda superior como si la cara que antes estaba delante ahora estuviese abajo sosteniendo el cubo. ¿Qué es lo que ha cambiado la posición del cuadradito? Nuestra percepción es lo único que ha cambiado aunque pensemos que ha cambiado el objeto la transformación es sólo fruto de nuestra mente. Este ejemplo mostraría para el idealista la importancia del sujeto en el acto cognitivo: el individuo es el que impone categorías a una realidad amorfa y designificada. El realista vería este hecho de modo distinto: lo único objetivo y real son rallas y cuadrados en el papel, eso es “lo objetivo”, todo lo demás (el cubo de un lado o de otro, el cuadradito etc.) son insignificantes juegos de nuestro intelecto. Estas elucubraciones sobre donde está el cuadrado pueden tener mayor o menor importancia pero no se refieren a “lo real”.

Generalmente en los autores más relevantes se dan posiciones intermedias o muy matizadas; una excepción a esta tendencia a la conciliación es el idealismo radical que tuvo bastante éxito en el romanticismo alemán del XIX, conocido como solipsismo. Para el filósofo solipsista lo únicamente real es la conciencia del propio sujeto entendiendo como “el propio sujeto” a sí mismo.

Comprobamos que la realidad del mundo externo es muy controvertida y que en innumerables ocasiones lo que hemos creído más cierto se convirtió en falso; no podemos creer en la objetividad del mundo que, por otra parte, sólo es percibido cuando es percibido por el sujeto (¿quién nos garantiza que el mundo no es más que una mera recreación de la imaginación personal?). Pero tampoco podemos creer en la realidad de las otras conciencias, nada nos garantiza que las otras personas que vemos en el mundo posean pensamientos, sentimientos o sensaciones ¿por qué no podrían ser meros autómatas o meros constructos de mi fantasía? Ante esto el filósofo solipsista concluye que sólo sabe que existe el flujo de la conciencia que el denomina Yo pero que más allá de ese Yo solipsista no existe nada más que la incertidumbre.

¿Qué es la verdad? El segundo problema del conocimiento que expusimos más arriba era el que se planteaba si

era posible establecer verdades ciertas sobre algo. Para el dogmatismo la respuesta es que sí, el conocimiento cierto e indubitable es algo posible y alcanzable con mayor o menor dificultad. La palabra “dogmático” tiene hoy en día un matiz peyorativo en el lenguaje vulgar que no tiene en la filosofía. Un filósofo dogmático es aquel que cree que no absolutamente todo depende de la opinión sino que existen verdades absolutas.

En el polo contrario del dogmatismo está el escepticismo. Para el escéptico el conocimiento cierto e indubitable de la realidad no es posible, nada de lo que conozcamos o podamos conocer es absolutamente fiable sin ningún género de dudas. Desde los orígenes de la filosofía han existido corrientes escépticas en su seno que, por lo general, han sido fuertemente criticadas desde las posturas dogmáticas. Una crítica usual al escepticismo es que es autocontradictorio: si un escéptico afirma que nada se puede conocer con certeza ¿no está admitiendo que, al menos, se puede conocer que “no se puede conocer nada con certeza”? Por lo tanto, argumentan los dogmáticos, sólo hay dos posibilidades: que el escéptico sea en realidad un dogmático sobre la imposibilidad de conocer o que sencillamente se contradiga. La respuesta escéptica suele ser que ellos cuando afirman que nada se puede conocer están diciendo que no se puede conocer ni siquiera que nada se pueda conocer, puede que sí o puede que no pero no lo podemos saber.

En el escepticismo radical, denominado nihilismo (del latín nihil = nada), se sostiene la imposibilidad de conocer con certeza cualquier cosa. Como dijo Nagarjuna “Todo está vacío”, el bien, el mal, lo bello o lo feo son sólo construcciones personales o sociales que nada tienen que ver con el mundo real. Toda pretensión de conocer es fruto de la soberbia humana; los sistemas de valores, de códigos o de verdades no tienen mayor solidez que la de un castillo de arena a la orilla de un mar mientras sube la marea. La historia y la experiencia muestran que las ideas que creíamos más ciertas eran en realidad quimeras y las verdades ciertas y firmes de hoy no serán mañana más que ruinas y olvido. Como es obvio, los dogmáticos atacan ferozmente esta concepción nihilista y sobretodo sus consecuencias prácticas.

De todos modos, no es usual un escepticismo radical sino más bien una postura intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo o sino, un escepticismo relativo. Ejemplo de esto es Carnéades (c. 214-129 a.C.), fundador de la Academia Nueva, que sostuvo que ningún conocimiento es totalmente cierto pero que sí existen grados de probabilidad entre unos conocimientos y otros.

¿Razón o experiencia? El tercer y último problema sobre el conocimiento que vamos a tratar es el de si conocemos

la realidad prioritariamente por los sentidos o por el intelecto. Por ejemplo, al ver una rosa y al identificarla como tal ¿qué es lo prioritario el concepto rosa en el que subsumimos la percepción o esa realidad-objeto a la que denominamos rosa?

El racionalismo responde que lo prioritario son los conceptos de la razón frente a los datos de los sentidos. El lenguaje es el instrumento básico de la supervivencia del hombre, este instrumento trabaja con conceptos o ideas: “rosa”, “mujer” o “caballo” son conceptos que engloban una pluralidad casi infinita de objetos dispares; gracias a estos conceptos podemos percibir esa realidad agrupada en conjuntos homogéneos. Ya que la realidad es un puro fluir de percepciones de objetos disímiles entre sí la razón es la herramienta fundamental que nos permite captar esa realidad en continuo cambio y comprenderla. La ciencia actual aprehende la realidad a través de un potente aparato matemático, es esta construcción matemática la que sustenta la realidad cambiante ya que sin este fundamento fijo la realidad sería un caos inasible por nuestro intelecto. El mundo de los sentidos es un mundo aparente pero gracias a la razón y a sus conceptos unificadores podemos comprender la verdadera esencia de lo real.

Frente al racionalismo se sitúa el empirismo como la escuela filosófica que pretende que todo el conocimiento que poseemos proviene de la experiencia. El hombre al nacer es una “tabula rasa”, es decir, como una pizarra en blanco sobre la que la experiencia lo escribe todo. Aunque no

todos los empiristas negaban absolutamente la existencia de ideas innatas sí se mostraban cautos en admitir su existencia, si es que lo hacían. Sólo la reiteración de las experiencias hace que nos formemos los conceptos en nuestra mente por lo tanto, los conceptos no son más que constructos de nuestra sensación. No existe “rosa” sino que sólo existe “esta rosa”; el objeto concreto que percibimos es el que posee realidad mientras que el nombre-concepto es sólo una construcción artificiosa de nuestro intelecto. Desde esta posición Hume llegó a plantear que los conceptos de sustancia o de causa-efecto no eran más que imposiciones de nuestra fértil imaginación a la realidad. ¿Percibimos por los sentidos que este folio tenga la propiedad de existir fuera de nuestra percepción? ¿Percibimos que si una bola de billar choca contra otra la mueve o más bien una serie de hechos concurrentes en el tiempo? Para Hume estaba clara la respuesta: observamos hechos que son reales y les endosamos etiquetas o relaciones que pertenecen a nuestra imaginación pero no a los objetos mismos.

ICuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba "Historias vividas",

una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera.En el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla. Luego ya no

puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión".Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con

un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera:

Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.—¿por qué habría de asustar un sombrero?— me respondieron.Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante.

Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender.Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:

Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueranabiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De estamanera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionadopor el fracaso de mis dibujos número 1 y número 2. Las personas mayores nunca pueden comprenderalgo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.

Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendía pilotear aviones. He volado un poco por todo elmundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguirperfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.

A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho conpersonas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opiniónsobre ellas.

Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a laexperiencia de mi dibujo número 1 que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era unser comprensivo. E invariablemente me contestaban siempre: "Es un sombrero". Me abstenía dehablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablabadel bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a unhombre tan razonable.

A. de Saint-Exupery; El principito

EL EFECTO PIGMALIÓN: CÓMO NUESTRAS EXPECTATIVAS ALTERAN LA REALIDAD

¿De qué manera pueden verse alterados nuestros comportamientos a partir de las creencias que tienen los demás sobre nosotros? ¿Las expectativas favorables que sobre nosotros tiene nuestro entorno de afectos y amistades pueden llevarnos a llegar más allá de lo que esperamos? O, por el contrario, ¿cuántas veces ni lo hemos intentado o nos ha salido mal, movidos por el miedo al fracaso que otros nos han transmitido, por su falta de confianza o por su invitación a la resignación y al abandono?

No es descabellado afirmar que en cada día de nuestras vidas suceden actos porque, consciente o inconscientemente, estamos respondiendo a lo que las personas que nos rodean esperan de nosotros, para lo bueno y para lo malo. Lo que los demás esperan de uno puede desencadenar un conjunto de acciones que nos lleven mucho más allá de lo que podemos imaginar, en lo mejor y en lo peor. Este principio de actuación a partir de las expectativas de los demás se conoce en psicología como el efecto Pigmalión.

El psicólogo americano R. Rosenthal observó en los años 60 que tendemos a vivir a la altura de lo que se espera de nosotros y mejoramos cuando se nos trata como si estuviéramos capacitados para el éxito.

Pigmalión, un escultor griego mítico, creó la estatua de una mujer tan hermosa y tan perfecta que se enamoró locamente de ella, imaginando que estaba viva. Ante tal determinación, los dioses, encabezados por Afrodita, le otorgaron su deseo y dieron a esta mujer de “mármol” una sonrisa, palabras… respiración. Sus creencias eran tan fuertes que permitieron a Pigmalión trascender las limitaciones de una realidad que parecía rígidamente fijada en mármol y conseguir lo que esperaba con tanto fervor.

Desde el innovador trabajo del psicólogo norteamericano R. Rosenthal en la década de los años 1960, esta profecía de autocumplimiento se ha conocido como “efecto Pigmalión”. Lo que este investigador de las ciencias sociales y pedagógicas descubrió es que podía ser una profecía aterradora o tranquilizadora, en función de nuestra perspectiva. Tendemos a vivir a la altura de lo que se espera de nosotros y mejoramos cuando se nos trata como si estuviéramos capacitados para el éxito. Es decir, el efecto Pigmalión se podría resumir así: "consigues lo que esperas conseguir".

Rosenthal realizó un experimentó con ratas y estudiantes. Tomó dos muestras aleatorias de animales, dio a seis estudiantes un primer grupo de seis ratas y les dijo que habían sido seleccionadas con rigor y podían mostrar resultados excepcionales en recorrer con éxito un laberinto.

Dejó otras seis ratas con otros seis estudiantes, y a ellos Rosenthal les dijo que sus ratas eran normales y que, genéticamente, podían tener algún problema para encontrar su camino en el laberinto.

Los estudiantes que creían que sus ratas eran excepcionales demostraron una cierta simpatía hacia ellas, calidez y estímulo. Por otra parte, los estudiantes que dudaban del potencial de sus ratas las descuidaron y olvidaron estimularlas. Pasados varios días de experimentos, los resultados de las ratas en ambos grupos confirmaron las predicciones de Rosenthal. Las ratas cumplieron las expectativas y fueron lo que se esperaba de ellas (algunas ratas del segundo grupo ni siquiera empezaron el recorrido del laberinto).

En 1964 Rosenthal realizó otro experimento en una escuela elemental al sur de San Francisco (California). La idea no podía ser más simple: ¿qué pasaría si se les dijese a los profesores que ciertos niños de su clase estaban destinados al éxito académico?

Para conseguir que los profesores le creyeran, Rosenthal tomó un test de inteligencia estándar, el FTGA, pero en la cubierta de cada copia puso un nuevo nombre, algo más pretencioso, “Harvard Test of Inflicted Acquisition”. Rosenthal les dijo a los profesores que este especialísimo test de Harvard tenía la peculiaridad de ser capaz de predecir qué niños estaban a punto de ser muy especiales, es decir, qué niños estaban a punto de experimentar un aumento espectacular en su cociente intelectual (CI).

Una vez que los chavales hicieron el test, Rosenthal escogió de cada clase a varios niños completamente al azar. No había nada en absoluto que distinguiese a estos niños de los demás, pero les dijo a los profesores que los resultados del test indicaban que estaban apunto de florecer intelectualmente.

El seguimiento de los niños durante los dos años siguientes puso de manifiesto que las expectativas de los profesores realmente estaban afectando a los niños. Si los profesores esperaban que los niños tuviesen mayor CI, esos niños ganaron más CI.

¿Pero cómo pueden las expectativas influir en el CI?Investigaciones posteriores del mismo Rosenthal y otros pusieron de manifiesto

que las expectativas afectan a las interacciones cotidianas con los niños de mil formas diferentes. Las más consistentes alteraciones del comportamiento de los profesores que esperan mucho de un alumno serían, entre otras, que les dan:

· más tiempo para responder· retroalimentación mucho más específica· reconocimiento no verbal: los tocan (codo, hombro), asienten más con la cabeza

cuando los alumnos hablan y les sonríen más.

Vemos que no es magia ni telepatía. Son las herramientas con las que nos comunicamos sin palabras e inconscientemente, todos los días y con todo el mundo sin darnos cuenta. La cuestión es: sabiendo que esto es así, ¿puede un influenciador alterar sus expectativas de manera creíble? Dicho de otra manera, habida cuenta que el efecto actúa por vías inconscientes, ¿podemos llegar a simular creíblemente que “creemos en alguien” con objeto de alterar su rendimiento (para mejor o para peor)?

Muchos otros estudios similares han confirmado en los últimos años la existencia de este efecto que, por otro lado, es de puro sentido común. Sin duda, la predisposición a tratar a alguien de una determinada manera queda condicionada en mayor o menor grado por lo que te han contado sobre esa persona.

Otro llamativo caso tuvo lugar en una conocida empresa multinacional fabricante de productos de alta tecnología. Los responsables del departamento de personal convocaron a una persona de su servicio de limpieza, en el último escalafón de la jerarquía de la organización y sin el bachillerato finalizado, a quien dijeron que era, entre todos los miles de miembros de la empresa, el mejor capacitado para ocupar un altísimo cargo de responsabilidad técnica en el plazo de dos años. Las consideraciones éticas sobre este procedimiento darían mucho de sí, pero el caso es que esta persona no sólo llegó a desempeñar las funciones del alto cargo prometido en menos tiempo del previsto, sino que años después siguió prosperando en la organización. La profecía se cumplió de nuevo con un éxito extraordinario, más allá incluso de lo que los propios promotores del experimento imaginaban.

En efecto, la perspectiva de un suceso tiende a facilitar su cumplimiento. Y eso ocurre también en muchos otros ámbitos. En el terreno de la investigación científica o social, el investigador tiende muchas veces a confirmar sus hipótesis por descabelladas que parezcan; siempre existe el dato que todo lo confirma. En economía, un caso del cumplimiento del efecto Pigmalión a gran escala se vivió con la crisis económica de 1929.

Si muchas personas están convencidas de que el sistema económico se hunde, se hundirá. Incluso hablando de nuestra propia salud, el efecto Pigmalión se manifiesta en el también conocido efecto placebo: hay quien cree obtener del medicamento lo que necesita obtener cuando en realidad se trata de una pastilla de almidón, sin principios activos. ¿Por qué cura entonces, en determinados casos, un caramelo inocuo? Simplemente porque el médico dice que así será; porque alguien en quien creemos asegura que nos hará bien y porque deseamos curarnos.

Incluso si analizamos las biografías de grandes genios, mujeres y hombres que a lo largo de la historia han hecho enormes aportaciones a la humanidad, veremos que en muchos casos hubo una persona que tuvo una fuerte esperanza depositada en ellos. Y es que Pigmalión tiene una explicación científica: hoy sabemos que cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza, nuestro sistema límbico acelera la velocidad de nuestro pensamiento, incrementa nuestra lucidez y nuestra energía, y en consecuencia, nuestra atención, eficacia y eficiencia.

Las profecías tienden a realizarse cuando hay un fuerte deseo que las impulsa. Del mismo modo que el miedo tiende a provocar que se produzca lo que se teme, la confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, puede darnos alas.

Fuentes:

http://www.experientiadocet.com/2012/09/efecto-pigmalion-expectativas-lenguaje.html

http://www.krauthammer.com/es/articles/el-efecto-pygmalion

http://elpais.com/diario/2006/09/17/eps/1158474420_850215.html

FRAGMENTO DE

“SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL”

DE FRIEDRICH NIETZSCHE

En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves

respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos.

Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el contrario, sin ese aditamento tendrían toda clase de motivos para huir [...]. Ese orgullo, ligado al conocimiento y a la sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los hombres, los hace engañarse sobre el valor de la existencia, puesto que aquél proporciona la más aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su efecto más general es el engaño —pero también los efectos más particulares llevan consigo algo del mismo carácter—.

El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento,

el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe “formas”, su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En realidad, ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo, de modo que, al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del rápido flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras, quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la llave, y ¡ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar fuera a través de una hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que el hombre descansa sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su ignorancia y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del lomo de un tigre! ¿De dónde procede en el mundo entero, en esta constelación, el impulso hacia la verdad?

En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad como por hastío, desea existir en sociedad y gregariamente, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con este, procura que, al menos, desaparezca de su mundo la más grande “guerra de todos contra todos”. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia la verdad. En este mismo momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser “verdad”, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las designaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, “soy rico” cuando la designación correcta para su estado sería justamente “pobre”. Abusa de las convenciones consolidadas haciendo cambios discrecionales, cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada y que además ocasione perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él y, por este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados mediante el engaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes. El hombre nada más que desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos. Y, además, ¿qué sucede con esas convenciones del lenguaje? ¿Son quizá productos del conocimiento, del sentido de la verdad?

¿Concuerdan las designaciones y las cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?

Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una “verdad” en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades. ¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón. ¡Cómo podríamos decir legítimamente, si la verdad fuese lo único decisivo en la génesis del lenguaje, si el punto de vista de la certeza lo fuese también respecto a las designaciones, cómo, no obstante, podríamos decir legítimamente: la piedra es dura, como si además captásemos lo “duro” de otra manera y no solamente como una excitación completamente subjetiva! Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el árbol como masculino y la planta como femenino: ¡qué extrapolación tan arbitraria! ¡A qué altura volamos por encima del canon de la certeza! Hablamos de una “serpiente”: la designación cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por tanto, atribuírsele también al gusano. ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. La “cosa en sí” (esto sería justamente la verdad pura, sin consecuencias) es totalmente inalcanzable y no es deseable en absoluto para el creador del lenguaje. Éste se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces. ¡En primer lugar, un impulso nervioso extrapolado en una imagen! Primera metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo en un sonido! Segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente distinta. Se podría pensar en un hombre que fuese completamente sordo y jamás hubiera tenido ninguna sensación sonora ni musical; del mismo modo que un hombre de estas características se queda atónito ante las figuras acústicas de Chladni en la arena, descubre su causa en las vibraciones de la cuerda y jurará entonces que, en adelante, no se puede ignorar lo que los hombres llaman “sonido”, así nos sucede a todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas. Del mismo modo que el sonido configurado en la arena, la enigmática x de la cosa en sí se presenta en principio como impulso nervioso, después como figura, finalmente como sonido. Por tanto, en cualquier caso, el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico, y todo el material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas.

Pero pensemos especialmente en la formación de los conceptos. Toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto en tanto que justamente no ha de servir para la experiencia singular y completamente individualizada a la que debe su origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias, por así decirlo, más o menos similares, jamás idénticas estrictamente hablando; en suma, con

casos puramente diferentes. Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales. Del mismo modo que es cierto que una hoja no es igual a otra, también es cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación, como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese la “hoja”, una especie de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo. Decimos que un hombre es “honesto”. ¿Por qué ha obrado hoy tan honestamente?, preguntamos. Nuestra respuesta suele ser así: a causa de su honestidad. ¡La honestidad! Esto significa a su vez: la hoja es la causa de las hojas. Ciertamente no sabemos nada en absoluto de una cualidad esencial, denominada “honestidad”, pero sí de una serie numerosa de acciones individuales, por lo tanto desemejantes, que igualamos olvidando las desemejanzas, y, entonces, las denominamos acciones honestas; al final formulamos a partir de ellas una qualitas occulta con el nombre de “honestidad”.

La omisión de lo individual y de lo real nos proporciona el concepto del mismo modo que también nos proporciona la forma, mientras que la naturaleza no conoce formas ni conceptos, así como tampoco ningún tipo de géneros, sino solamente una x que es para nosotros inaccesible e indefinible. También la oposición que hacemos entre individuo y especie es antropomórfica y no procede de la esencia de las cosas, aun cuando tampoco nos aventuramos a decir que no le corresponde: en efecto, sería una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan demostrable como su contraria.

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.

F. Nietzsche; Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (fragmento)

Eclesiastes:

LIBRO I

1. Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén.

2. ¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad!

3. ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?

4. Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece.

5. Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir.

6. Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el

viento a girar.

7. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a

fluir.

8. Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de

oír.

9. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, ese se hará. Nada nuevo hay bajo el sol.

10.Si algo hay de que se diga: "Mira, eso sí que es nuevo", aun eso ya sucedía en los siglos que

nos precedieron.

11.No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los

que después vendrán.

12.Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén.

13.He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo.

¡Mal oficio éste que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan!

14.He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos.

15.Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar.

16.Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis

predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia.

17.He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad,

he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos,

18.pues: Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor.

LIBRO II

1. Hablé en mi corazón: ¡Adelante! ¡Voy a probarte en el placer; disfruta del bienestar! Pero vi

que también esto es vanidad.

2. A la risa la llamé: ¡Locura!; y del placer dije: ¿Para qué vale?

3. Traté de regalar mi cuerpo con el vino, mientras guardaba mi corazón en la sabiduría, y

entregarme a la necedad hasta ver en qué consistía la felicidad de los humanos, lo que

hacen bajo el cielo durante los contados días de su vida.

4. Emprendí mis grandes obras; me construí palacios, me planté viñas;

5. me hice huertos y jardines, y los planté de toda clase de árboles frutales.

6. Me construí albercas con aguas para regar la frondosa plantación.

7. Tuve siervos y esclavas: poseí servidumbre, así como ganados, vacas y ovejas, en mayor

cantidad que ninguno de mis predecesores en Jerusalén.

8. Atesoré también plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me procuré cantores y

cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y reposteros.

9. Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en Jerusalén, y mi

sabiduría se mantenía.

10.De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría; toda

vez que mi corazón se solazaba de todas mis fatigas, y esto me compensaba de todas mis

fatigas.

11.Consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán de mi hacer y vi que

todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol.

12.Yo me volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que

suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron?

13.Yo vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas.

14.El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio en las tinieblas camina. Pero también yo sé

que la misma suerte alcanza a ambos.

15.Entonces me dice: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué vales, pues, mi sabiduría?

Y pensé que hasta eso mismo es vanidad.

16.No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los días, todos son

olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio.

17.He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y

atrapar vientos.

18.Detesté todos mis fatigosos afanes bajo el sol, que yo dejo a mi sucesor.

19.¿Quién sabe si será sabio o necio? El se hará dueño de todo mi trabajo, lo que realicé con

fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es vanidad.

20.Entregué mi corazón al desaliento, por todos mis fatigosos afanes bajo el sol,

21.pues un hombre que se fatigó con sabiduría, ciencia y destreza, a otro que en nada se fatigó

da su propia paga. También esto es vanidad y mal grave.

22.Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con que se fatigó bajo el

sol?

23.Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa.

También esto es vanidad.

24.No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus

fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano de Dios,

25.pues quien come y quien bebe, lo tiene de Dios.

26.Porque a quien le agrada, da El sabiduría, ciencia y alegría; mas al pecador, da la tarea de

amontonar y atesorar para dejárselo a quien agrada a Dios. También esto es vanidad y

atrapar vientos.

EL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO

COMO MÉTODO DE LA CIENCIA

I. EL MÉTODO DEDUCTIVO:

Podemos definir el método deductivo como aquel método que partiendo de unas premisas teóricas dadas llega a unas conclusiones determinadas a través de un procedimiento de inferencia o cálculo formal. El paso de las premisas a la conclusión o conclusiones se realiza a través de ciertas reglas lógicas específicas (por ejemplo, la regla del modus ponens o procedimientos silogísticos derivados de ella) o de ciertos procedimientos matemáticos. Pondremos algún ejemplo:

Todos los cisnes son blancos.

Charly es un cisne.

La conclusión es que Charly es blanco.

Como se ve en el ejemplo la verdad de la conclusión se encuentra dentro ya de las dos premisas iniciales. Esta es una de las críticas que se hace al método deductivo: que es tautológico o, en otras palabras, que la información que se obtiene a través de él es una información repetitiva contenida en las premisas que usa.

Otro problema que plantea el método deductivo es cómo introduce en sus premisas información empírica. En el ejemplo, el dato de que todos los cisnes son blancos ¿cómo se obtuvo? ¿qué método se usa para introducir datos de la experiencia en las premisas? Téngase en cuenta que en la definición de la deducción expuesta más arriba no entra para nada ningún procedimiento de introducción de datos empíricos.

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente muchos autores sostienen que el método deductivo, tal cual, no es el método de las ciencias naturales pero sí el método de las ciencias matemáticas que, aparentemente, no hacen referencia a la experiencia inmediata.

Uno de los usos más habituales de la deducción es cuando se intenta resolver un problema de matemáticas. Pongamos un ejemplo:

El ángulo A de un triángulo mide 40º, el ángulo B mide 60º ¿cuánto mide en tercer ángulo?

Es claro que la resolución del problema se resuelve con los datos expresados en las premisas y conociendo los procedimientos pertinentes con los que operar con esos datos. No se introduce elementos de la experiencia sensible de ningún modo.El método deductivo siendo básicamente un método lógico-matemático no es, por ello, un método de resolución mecánica de los problemas. La creatividad, el análisis y la reflexión humana son elementos imprescindible para el uso de este método.

II. EL MÉTODO INDUCTIVO:

Se puede definir la inducción como el método de investigación que partiendo de observaciones particulares llega a leyes generales. Veámoslo de nuevo con un ejemplo:

Un ornitólogo europeo estudia a los cisnes, realizando múltiples observaciones de cisnes llega a la conclusión inductiva de que como todos los cisnes que ha visto son blancos todos los cisnes que existen son blancos.

En el ejemplo el investigador observó un número grande pero finito de cisnes y de esa observación particular (particular quiere decir que no es general, i.e., que no vio a todos los cisnes del mundo) sacó una ley general que es aquella que afirma que todos los cisnes (tanto vistos como no vistos) son de color blanco.

Este método, a diferencia del deductivo, permite introducir elementos de la experiencia en el conocimiento pero ha recibido innumerables críticas por parte, sobre todo, de autores empiristas como David Hume. El problema que plantea la inducción, según Hume, es que, precisamente, la idea de que de observaciones particulares pueden inferirse leyes generales es errónea. Una observación particular, por muy amplia que sea, siempre será particular y por lo tanto no englobará a todo; afirmar que todos los cisnes son blancos porque todos los que has vistos son blancos es tan falaz como que un europeo medieval, sin contacto con los pueblos africanos, afirmase que todos los hombres son de tez blanca. El salto de la experiencia particular a la ley general ésta justificado por el hábito o la costumbre nunca por la ciencia. Para que podamos inferir de la experiencia una ley general sería preciso que el número de observaciones fuese igual al número de casos posibles, algo, por lo común, imposible (en el ejemplo que hemos visto el ornitólogo tendría que observar todos los cisnes presentes pasados y futuros para afirmar que todos los cisnes son blancos).

Para terminar una curiosidad zoológica: todos los cisnes no son blancos, de hecho hay una raza de cisne de color negro (Cygnus atratus) pero no se encuentra en el ámbito europeo sino en Australia; durante siglos los europeos pudimos decir que todos los cisnes eran blancos por una sencilla razón: no habíamos llegado al continente austral.

III. EL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO:

El método hipotético-deductivo es según muchos epistemólogos el método propio de la ciencia. Se puede decir que aúna elementos de los métodos inductivos y deductivos aunque con características y formas propias. A continuación se describirán sus fases.

III.A.FASES DEL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO:

III.A.1. Observación: el investigador observa un hecho sobre el que desea encontrar una explicación o elaborar una ley.

Un antropólogo observa que en los alrededores del ecuador los nativos de esas tierras suelen tener una piel más oscura que los oriundos de zonas más cercanas a los polos. Una

vez hecha esta observación se pregunta ¿por qué es esto así?

III.A.2. Construcción de hipótesis: tras hacer la observación de un hecho o de una regularidad el investigador busca una explicación si no existe ninguna en el corpus aceptado de la ciencia, así construye una hipótesis. El investigador construye una teoría o ley que explique los hechos observados, para la construcción de esta hipótesis debe tener en cuenta numerosas limitaciones que trataremos más adelante. Esta es, quizás, la parte más importante, creativa y compleja del método hipotético-deductivo.

El antropólogo del ejemplo anterior establece una hipótesis para explicar el color oscura de piel de los habitantes del ecuador: los habitantes del ecuador están expuestos a más horas de sol que los habitantes de las zonas templadas como consecuencia su piel ha sido oscurecida por el sol. Otro antropólogo establece otra hipótesis diferente a la de su compañero: los nativos del ecuador poseen unos rasgos genéticos diferentes a los habitantes de las zonas templadas que les hace tener un color de piel más oscura, este rasgo genético hace a los habitantes del ecuador más resistente al calor y a los enfermedades de la piel propios de su zona.

III.A.3. Deducción de las consecuencias de la hipótesis: el investigador una vez elaborada una hipótesis explicativa debe de sacar las consecuencias empíricas y teóricas de esta hipótesis. En otras palabras debe preguntarse ¿si mi hipótesis fuera cierta qué ocurriría?

El primer antropólogo llega a las siguientes conclusiones: si es el sol el que hace que la piel de los habitantes del ecuador sea oscura entonces: a) los niños de los habitantes ecuatoriales tendrán el mismo color que los niños de los habitantes de las zonas más cercanas a los polos; y b) a un habitante de zonas templadas que pase un tiempo suficiente en el ecuador su piel se le oscurecerá como la de los indígenas.El segundo antropólogo llega a las conclusiones de que: a) los niños recién nacidos tendrán una piel aproximadamente tan clara o tan oscura como sus progenitores independientemente de la zona en la que nazca; y b) las persona de tez blanca que vivan en el ecuador tendrán mayores problemas de adaptación climática y de salud dérmica que los nativos.

III.A.4. Contrastación empírica de las consecuencias deducidas: en este paso el investigador vuelve a la experiencia para analizar si sus predicciones sobre lo que debe ocurrir, según su teoría, son ciertas o no.

Los antropólogos del ejemplo analizan los nacimientos de niños en el ecuador, los cambios de tonalidad de piel y la adaptación física de los blancos desplazados a esa zona.

III.A.5. Conclusiones de la contrastación: simplificando podemos decir que esencialmente hay dos posibilidades tras la contrastación empírica: que la experiencia concuerde con las predicciones de la hipótesis o que no concuerde. Si los datos empíricos están en acuerdo con las predicciones de la hipótesis esta queda momentáneamente corroborada no obstante, el científico no debe quedarse ahí sino que debe intentar realizar nuevos experimentos para volver a corroborar su hipótesis o, llegado el caso, refutarla. Que una hipótesis haya sido corroborada por un número N de experiencias no significa que sea verdadera sino solo que hasta ese momento no ha sido refutada; la verdad científica es una verdad en construcción y no absoluta. Como pasaba con la inducción no sabemos si

experiencias futuras (N+1) mostrarán a la hipótesis como falsa. Este carácter abierto de la verdad científica es, según muchos autores, un rasgo esencial que muestra a la ciencia como una disciplina tolerante y en continua construcción.

El filósofo analítico ingles B. Russell puso un ejemplo, que se hizo famoso, para mostrar lo erróneo de suponer que las hipótesis científicas tienen un valor de verdad absoluto, es el llamado caso del “pollo de Russell” : Un pollo observa que el granjero va cada día a darle de comer, y construye una hipótesis según la cual esta conducta es una ley universal que se repetirá indefectiblemente. Podríamos decir que el pollo ha “extrapolado” sus observaciones en una teoría, y que cada comida la justifica un poco más. Un buen día, sin embargo, aparece el granjero y, en vez de darle de comer, le retuerce el pescuezo al pollo, era el día de Navidad y había estado engordando al ave para la celebración. Millones de pollos probablemente hayan construido una hipótesis como esta y se han visto igualmente defraudados. ¿Están equivocados los pollos? Si es así ¿en qué?

La segunda posibilidad es que la hipótesis no concuerde con la experiencia en este caso podemos decir que existen, a su vez, otras dos posibilidades: que la hipótesis sea abandonada o que la hipótesis sea reconstruida con la ayuda de una explicación “ad hoc”. Veamos en primer lugar qué ocurre cuando una predicción de una hipótesis está en contradicción con la experiencia y esa hipótesis, por lo tanto, es abandonada. Nos encontramos, en este caso, con el hecho de que mientras que una teoría científica solo puede ser verificada (dada como indiscutiblemente verdadera) con un número infinito de experiencias basta solo una experiencia contradictoria para que la teoría se muestre como falsa.

Esta percepción del progreso científico fue bautizado por el filósofo K. Popper como falsación. El filósofo austriaco consideraba que lo propio del método científico era, efectivamente, no el ser verificable sino el ser falsable por la experiencia, las teorías más resistentes a las contrastaciones empíricas serían las adoptados por los científico y las que no resistieran esa contrastación deberían ser abandonadas. El criterio de demarcación, entre lo que es ciencia y lo que no lo es, es que la ciencia puede falsarse empíricamente y lo que no es ciencia no. Esta idea no implica que lo no científico sea falso o inútil (téngase en cuenta que dentro de lo no científico entran disciplinas como la política, la poesía, la religión etc.) sino simplemente que son conocimientos o percepciones de la realidad ajenos a la contrastación y por lo tanto ajenos a la racionalidad científica.

Un científico cree que una persona sufre una enfermedad desconocida por la exposición a un virus indeterminado; otra persona creyente piensa que esa misma persona sufre la enfermedad por un castigo divino. Mientras que el científico puede falsar su teoría (si en un análisis de sangre no hay rastro de virus su hipótesis sería falsa) la persona religiosa nunca vería falsada su teoría ya que sería necesario para ello una declaración de Dios diciendo que no ha castigado a la persona enferma y esto es, a todas luces, no contrastable empíricamente.

Sin embargo, en contra de lo que defendía Popper, puede suceder que una hipótesis sea refutada por la experiencia y que sin embargo los científico no la abandonen. Las motivaciones pueden ser varias y no podemos analizarlas todas pero las más usual es que, cuando una hipótesis ha sido corroborada por un número elevado de experiencias y solamente falsada por una o muy pocas experiencias los investigadores tienden a despreciar esas experiencias contradictorias o a formular una hipótesis explicativa “ad hoc”.

Hipótesis “ad hoc” significa literalmente hipótesis “para esto”. En el contexto de la

filosofía de la ciencia significa una hipótesis que sirve para justificar datos empíricos que no están de acuerdo con la teoría que mantenemos. En otras palabras es una hipótesis auxiliar que nos permite seguir usando la hipótesis principal a pesar de que los datos de la experiencia nos la muestran como falsa. Popper considera que el uso de hipótesis “ad hoc” en ciencia debe ser nulo o mínimo. El uso continuado de hipótesis ad hoc para defender una teoría muestra su debilidad y, en último término, su inutilidad.

Observaciones de la órbita de Mercurio a través de muchos años demostraron que su perihelio (punto en el que un planeta está mas cercano al Sol) gira 43 de arco más por siglo″ de lo prevista por la mecánica clásica de Newton. Esta discrepancia llevó al astrónomo Urbain Le Verrier a pensar que existía un planeta aún más cerca del Sol, al cual llamaron Vulcano, que perturbaba la órbita de Mercurio. Ahora se sabe que Vulcano no existe; la explicación correcta del comportamiento del perihelio de Mercurio se encuentra en la Teoría General de la Relatividad.

(esquema del método hipotético-deductivo)

III.B. ELECCIÓN ENTRE HIPÓTESIS:

Una vez llegado a este punto debemos plantearnos ¿cómo se elige entre diferentes hipótesis que explican un mismo hecho? ¿cuáles son los rasgos propios de las hipótesis de la ciencia? Existen varios criterios para seleccionar hipótesis y considerarlas como científicas, algunos se pueden deducir de lo que ya hemos dicho:

III.B.1. Posibilidad de contrastación empírica: Por todo lo visto anteriormente es claro que para que una hipótesis sea considerada científica es necesario que pueda analizarse sus consecuencias de modo empírico y riguroso. Este rasgo es esencial ya que podemos construir infinidad de hipótesis que no tengan basamento empírico alguno ni posibilidad de tenerlo.

Volvamos al ejemplo anterior de la persona aquejada de una enfermedad extraña la hipótesis de que un espíritu la posee no es contrastable empíricamente de ninguna manera por lo tanto no es una hipótesis científica.

III.B.2. Posibilidad de matematización: los resultados experimentales y las mismas hipótesis tienen que poder ser traducidos al lenguaje de las matemáticas. Las matemáticas, por su carácter objetivo y claro, es el lenguaje propio del método científico. No a todas las disciplinas científicas se les exige un mismo grado de matematización de sus resultados.

III.B.3. Amplitud explicativa de la hipótesis: puede darse el caso de que dos hipótesis expliquen con igual exactitud un mismo hecho a traves del lenguaje matemático en este caso ¿cuál elegir? Los científicos tenderán a adoptar las hipótesis que tengan un mayor campo explicativo es decir, que expliquen un mayor número de fenómenos.

Las leyes de Kepler (1571-1630) permitían predecir el movimiento de los astros sin embargo, la teoría de Isaac Newton (1643-1727) explicaba no solo el movimiento de los planetas sino los fenómenos de movimiento de caída libre en la Tierra. Esta fue la razón por la que las leyes de Kepler fueron abandonadas por la teoría de la gravitación universal de Newton nacida en 1685.

III.B.4. Coherencia con el corpus científico: las hipótesis deben ser coherentes con el resto de hipótesis ya contrastadas por la experimentación.

Entender, por ejemplo, que la construcción de las pirámides de Egipto fue realizada por los atlantes es una hipótesis que no tiene coherencia con los conocimientos históricos actuales, no es una hipótesis científica.

III.B.5. El principio de economía o la navaja de Occam: este principio hace referencia a un razonamiento basado en una premisa muy simple: en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta. En su forma más simple, el principio de Occam indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad. Cuando dos explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible. Si vemos una res muerta en el campo y con señales de haber sido mordida, puede haber sido víctima de los carroñeros o de una especie de mascota espacial llamada “chupacabras”. La explicación más simple y suficiente es la lógica —mas no necesariamente la verdadera— según el principio de Occam. En el caso de la res muerta, los culpables de sus mordiscos serán los carroñeros terrestres con mayor probabilidad que un bicho intergaláctico.

Para explicar la órbita de los planetas tenemos principalmente dos opciones:

* Suponer que los planetas orbitan alrededor del sol en órbitas fijas y elípticas. Unas leyes simples nos permitirían predecir la posición de todos los cuerpos celestes.* Suponer que los planetas giran alrededor de la Tierra. Para mantener esta teoría habría que suponer cosas como que el tipo de movimiento de los planetas es diferentes en cada uno de ellos, la necesidad de epiciclos para explicar sus retrocesos etc.

Entre estas dos teorías la ciencia escogerá la más simple y que necesite menos supuestos auxiliares, en este caso la teoría heliocéntrica. “La Naturaleza goza de la simplicidad”.

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¿Ouién ent re vosot ros purede ju rar no habe i 'escuchado nL lnca: uSé razona-

b le) , (No eres razonabler , nEso no es razonabler o r<ZCulándo enipezarás a ser

razonable?r y o t ras inv i tac iones para sumarse a los argLtmentos c ie los

padres? Nacl ie . De hecho, los adul tos no pueden pr ivarse de reprender o cr i -

t i car un Compor tamiento que, a sus o jos , pasa por inmaduro, in fant i l o

ret rasado. Cualqu iera que os reproche no ser razonable cree tene r razÓn y

por ese parecer se pe rmi te ordena r , luzgar y dar su op in ión. Porquie e I u¡so de

la razón es Ltn verc iadero desaf ío soc ia l , L lna lóg ica de guerra ev idente en e l

combate por ser adul l to -como dec imos.

Ser razonable cons is te en ur t i l i zar la razon como los ot ros. Muchas veces

reconnpe nsamos a a lgu ie n con un: r rT ie nes razón>t cuando s impleme nte p ien-

sa como nosot ros y mani f ies ta una op in ion exactamente conforme a la

nuest ra, De ahí procede la idea de que, s iendo razonables, exponemos L lna

propos ic ion impos ib le de censurar , qut damos ml ¡es t ras c le un ju ic io sano y

normal -en una pa labra , que no somos poco raz0nables . No se puec l t o f re-

cer nre jor perspect iva c ie esta expres ión y sLts supuestos: un ind iv ic luo nor-

malmente const i tu ic lo u l t i i i za su razÓn como todo e l rnunc io para poner sL ls

op in iones en conformidac l con las de la mayor ía .

: : a _!:J!it,il,

De igual manera, esta expresión también s igni f ica que sabemos contener yretener nuestros deseos y anhelos. Al n iño que quiere todo inmediatamen-te se le l lama poco razonable, a l que renuncia a sus deseos, en cambio, se lecal i f ica de razonable. Así , la razon actúa como un instrumento de integra-c ión socia l y de dominio de sí , a t ravés de la renuncia de sus impulsos pr i -meros. Destru i r en uno ni ismo los desecs, rechazar las puls iones que quieren,ahí está lo que dist ingue al indiv iduo razonable, y, por c ier tc, también res-ponsable, d igno de consjderación. Renunciar a uno mismo, a l mundo, d i fe-r i r sus ganas, inc luso ext inguir las: ¿se puede proponer proyecto más s in ies-t ro a los n ipos, los acjo lescentes, e inc luso a los adul tos?

N

Los aCul tos in tegran a l adolescente en su mundo s i este ha aprendido adesplazar sus deseos a un segundo p lano y a dar pr imacía a los imperat i -vos de la real idad. La razón funciona en ese caso, pr inc ipalmente, como uninst rumento normat ivo (product ivo de normas), una facul tad út i l parainver t i r la pr ior idad in fant i l que hace de la real idad i lus ión según nuestrodeseo. El adul tc se def ine a l contrar io : toma la real idad por su deseo, t ras-forma lo real en obteto c jeseable y termina por acornodarse a é1. La razónrazonable crea ei o i 'den socia l que rrp i 'oduce los mecanismos jerárquicosút i les para e l buen funcionamiento dei muncio ta l y como va. Al l í c londeimpera la v i ta l idad natura l , la razón opera con f recue nc ia una convers ióny reemplaza e l movimiento impuls ivo por una sumis ión cul tu i 'a l , un ordenciv i l izado.

lgualmente, la razón puede serv i r para just i f icar otra cosa dist inta a lorden socia l . A veces, s i rve también, desgraciadamente, para legi t imaropciones indefe ndib les, inmorales o pel igrosas. Su uso no ga rant iza laobtención de pensamie ntos sanos, e levados y del icados o moralmentedefendibles. En tanto que instrumento, s i rve a las más bel las tareas tantocomo a las más bajas faenas. Desconfiad, pues, del uso de la razón si escon-de una ideología perversa y pel igrosa. La razón t iene también su vert ientesombría, no s iempre se emplea para l iberar a los pueblos: es igualmente ut i -l izada por rétores, hábi les habladores, d ia léct icos retór icos (br . renos ora0orescapaces de arrasar en los sufragios por procesos deshonestos), t r ibunos hip-nÓi icos que envLielven la negat iv idad bajo formas especí f icas, racionales, yapa rentemenie lóq icas.

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Ls t l l i - r a c l c [ - cn in e r r \ i r l t ¿ r , Uc ran i i ' r ' l 99 r i [o togra t ía c le N lar t in Par r ) .

Los fasc isrnos, iaS t i ranías, los regí rnenes autor i tar ios, los cc lon ia l is rnos se

han c lesarro l lac lo con razones, argumentos, demostrac iones, teor ías, d ia léc-

t ica y , tambrén, c ienc ia . H i t i t r , Len in , s ta l in , Mao ' Péta in , todos han recur r i -

c lo a la raTan pai .a fasc inar a los pureblos y condr ;c i r los de l lado en e l qL le

t r iun fa la pu ls ion c le muer te , e l oc i io a l o t ro , la in to leranc ia y e l fanat ismo

cl rs t r r - rc ior c le hombres. Las c loct r inas c le l espac¡o v i ta l , Ia l i rcha de lcs rnás

f r - ter tes cont ra los menos aptos, e l oct io a los judíos, la gurerra i rnper ia l is ta

como sa l r - rc l c le la c iv i l izac ion, la c lest ru¡cc iÓn de la bu¡rguesía, la d ic tadura de l

pro le tar iac lo , la lurcha c le c lases, la revo luc iÓn nac ional , todas esas ideas-pro-

gran- ras sr han c lesar ro l iac lo ampl iarnente a go lpe de razonamientos ' de

razonsingr- r lar , Con ayLrc la c le las ar rnaS habi tua les de la re tÓr ica y la expost -

c ion c l t iCtas, antes c le t raer a l mr ' lnc lo las cárnaras de !JaS' los campos de

cxtermin io , los gur lag;s c lespurés; mas tarc le , s iempre con e l misnro fervor

rac iona l , la bornba a tomica, la pur r i f i cac ion é tn ica , la g lL ler ra c lu imlca ' La

r¿zon ian lb len Par t nronst ru¡os '

En e i o r rgcn c l t l c peor l ra l lannos pas iones naustabunc las , pr - r ls ionts ant -

i ; ta l rs v v io lentas , c ieseos c le honr ic lc i io , resent lmlcn ios recoc ldos, cc l lo a l

tá . - : -

z / 3

zN

J

i j t: r .; ij nal'i,¡ j ü l",tl. ] ¡: j-j

mLrndo en cant idad, vo luntad de venganza, ya qL ie todos los d ic tadores

const ruyen sLt poc le r esenc¡a lmente sobre esas pu ls iones fuer tes y best ia les.

Seguidame nte, r- lsan la razon para disirazar esos intereses primeros, y les dan

,n, for*a aceptable, presentable, a la cual una gran par te c le inc l iv ic iuos

tcrmina por asent i i - . Ser razonable cons is te en rendl rse a los argt lmenios de

la autor ic lad, de la mayor ía , de l je fe , de l d ic tador . ¿Pcco razonable e l ind iv i -

d , ;o que no se o l ie ga a esas rezones pe rn ic iosas?

5e ha encer rado, apr is ionado ba jo la acusac ión de locura , a los rebe ldes

c ie esta razón mayor i ta i ' ia y obediente, a los que prefer ían la razón cr í t ica y

res is tente . A menudo, los regí rnenes po l í t i cos l laman loco a l indrv idL lo que

conserva su razón cuando toc los la han perd ido o la usan de rnanera er rát i -

ca. Como un loco qr , re est imamos desprov is to de razón, e l opos i tor a los

lugares Comunes de su época pasa muchas VeCeS, inc luso s iempre, por L ln

or ig ina l , una c lase de ben igno cha lado, a l que se le concede moderadamen-

ie e l derecho de d ivagar , o a qu ien se le o f recen, de vez en cuando, estan-

c ias en e l hosp i ta l ps iqu iá t r ico .

!1i-' e 5 "r:i:,-rrrrrbi+

La razón no debe conver t i rse en ído lo , como fue e l caso durante la Revolu-

c ión Francesa, en la qr . re los Templos de ia Razon ( ig les ias t ransformacias en

lugai ' rs consagrados a la venerac ión de ia Razón, a veces personi f icada bajo

e l semblante de una ch ica joven l levada en proces ión) brotan a la sombra de

las gu i l lo t inas Conde se decap i taba a los hombres y rnu jeres que no parecían

razonables -porqLre no defendían las ideas de los proveedores de la V iuda

(e l sobrenombre dado a l aparato de la GLr i l lo t ina) . Cu l to de la razón también

en Lenin, amante de la d ia léct ica (e l ar te de exponer las ideas ba jo r - rna

forma c ient í f ica, r igurosa y aparentemente i r re fu l tab leJ e inventor de cam-

pos de depor tac ion en S iber ia . Desconf iad razonablemente de la razÓn,

sabie ndo que también se ap l ica para rea l izar f ines cr r lpables.

El r iesgo en la empresa rac ional izadora cons is te s iempre en qL lerer redu-

c i r lo rea l y la comple j idad del mundo a fórmLr las práct icas pero fa lsas. La

razón s i rve a menudo para reduc i r en Lrn pLrñac lo de ideas s imples Ltna rea-

l ic lad más compl icada de lo qLte se imagina o pr ior i . La rec lucc ión rac ional y

la p lan l f icac ión suponen c¡ue lo rea l es rac iona l y qr - re ' lo rac iona l puede

siempre conver t i rse en rea l . S in embargo, ex is te un munclo ent re esos dos

urn ivr rsos, que se cornLln ican bastante poco y mant iene n re lac iones c j i f íc i les .

Perdernos en in te l rgenc ia c lesde e l momento en c lLre apr is ionamos con la

razÓn, cn pocas pa labras, Lrn rnunc io d lverso, pro l i jo , resp landec i tn l r ; c l t

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igual manera, corremos e i r iesgo de la s impl i f icac ión excesiva s i .nos c l t t ic i i -

mos a hacer de lo rac ional , de lo que tenemos una idea, modelo qLle ha Ci t

ser encarnado para producir efectos en la h istor ia.

Los utopistas del s ig lo xtx anhe laron sociedades que les parecían raciona-

les, razonables. Todo en el las estaba decid ido: desde la forma de vest i r hasta

la organización de las comidas, pasando por la d imensión de las casas, t l

reparto c le las tareas, la estructura de la cuidad, e l estatuto de los niños, c l t

las mujeres, de los hombres, de las personas mayores, de los muler tcs, nacla

se c ie jaba al azar, todo estaba r igurosame nte plani f icaio según pr incip ios

racionaies. La razón, a l haber ocupado todo el espacio, r io dejaba luga¡

alguno para la fantas ia, la imaginación, la invención, la creación - la v ida.

Todas las exper ienc¡as que buscaban la real izaciÓn de esas microsociedadts

utóoicas se han t ransformado en f racasos. . .

A l l í donde lo razonable, lo rac ional y la razÓn t r iunfan por completo,

surge con f recuencia e l malestar , inc luso lo peor. Dejemos alarazón el podtr

exclusivo de dis ipar las i lus iones, de destru i r las creencias, de ser un instr r - l -

mento cr í t ico, de desmontar las f icc iones fa lsasy que cuestan sangre ht¡rna-

na. Desde e l momento en que e l la contr ibuye a crear nuevas i lus iones, a dar

a luz quimeras rac ionales, anuncia s iempre lo peor , mientras que, a l contra-

r io, deber ia ayudarnos a temer lúc idamente, y después a conjurar '

Proyecto de arquitectwra d.e una ciu.claclicleal (después de 1470), escuela de Pierc della

Francesca (hacia 1'+ I 6- I194).