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EL MUNDQ, 3AN.^UAN,.P. R.-rMIERCOLES, 20 DE JUUO.DE 1938. u SUS PECHOS NO TENÍAN LECHE SUFICIENTE Común- mente es- to se debe a que su dieta ca- te c e de los ele- mentó* nutritivos ciefl cía- les... '"• la leche de stis pecho» ie agota, rnmt bastante lecht y cmu i'utu» : legumbre* /re.teut en abundancia Varíe «u dieta. (Vea al pie) Como Ovaltine con frecuen- cia ayuda. Enriquece ademas la calidad dt la leche materna. Con frecuencia caima de esca- sea de la leche materna ei le. Inade- cuada nutrición JA madre. Con e»to queremoe decir que en la die- ta de la madre faltan los elemento» ••caaarloe para mejorar y aumentar :a leche. Cieneralmente. el reeultadu ee que el bebe no prospera y ae desarro- lla romo en debido, o sufre de día- lintaa perturbaclonea. Para tener leche materna en can- tidad «unciente ea Indlspensoble una dieta variada, pero como ento a ve- ce» no ea poaible, mucha* madrea vencen cae obstáculo lomando Oval- tine con regularidad durante el em- baraño y durante el periodo de la lactancia. Enriqueciendo au dieta can ele- mentna nutritivo» de importancia, O'alune con frecuencia estimula el flujo de la leche materna, y adema* me'eira la calidad de la leche, enri- queciéndola, por «Jemplo. en Vita- mina D. la vitamina lndltpenaanle para formar hueaoa y d.entes fuer- te.» n-.alfine atiple también Vitamina» A B y O, minerales como hierro y calcio v otro» elemento» altmentt- rtoa Trelntlún elemento» allmentl- « en total! Ee en realidad un alimento "pro- tector" Le ayuda a fortalecer aua fuerza* Ayuda también a digerir otro» alimento». Conato-e hoy una lata de Ovaltine e incluyala en eu dieta. i UN CUENTO BREVE (Continuación da la página 11.) el vaaquito, al aobrine fuerte, op- tlmlata y enraveaado. Pero ést* ea- lentó poco el nido. Una tarde Salvatierra comunicó al viejo pulpero que te Iba. ¿A donda? —Quédate... Ando con ganas de volar... Sabes que la pulpería ae- ra taya, con el tiempo... No hubo que hacerle. El viejo insistió. Todos los Salvatierra ha- blan sido navegantes. Mirando el cielo o el campo, sentían Rusto a aal marina en la boca. En la primera diligencia que pa- so, Salvatierra tomó rumbo a Treinta y Tres. Todos loa Salvatierra hablan si- do marinos!... Esla certidumbre angustiosa que- | zumbando en la cabeza del vie- jo pulpero, como ti fuera una mos- ca atrapada en una telaraAa. Ahora, Salvatierra habla veni- do aolo, ain que lo llamaran. Ven- teador de pagos, habla sentido, de pronto, que Los Mollea tenia un extraño perfume. La pregunta del negro quería de- ! cir ealo: el pulpero solitario no era la isla pétrea, detenida para siem- pre en el campo. Ahora regenteaba la pulpería un mocito de Montevideo, enviado por la casa mayorista. En ese momen- 10 hacia la siesta. texto. Zorreando. —Por ai preetaaban algo del pue- blo.:. Las mujeres prometieron hacer- se escribir una carta para el otro viaje. —Si sabe este... explicaba la vieja. Ea una carta" pe, Francisca Olivera. Va pa quince años .que no sabemos d'ella... SI, este... La pobre vino con unas carpas, pa unas carreras que habla del otro lao, e'nel boliche de Alonso... Bueno, ta bien, —quiso inte- rrumpir Salvatierra, viendo que ae alejaba mucho la diligencia. . La vieja conversadora seguía su "pororó". —Si, pue»... La pobre s'^nfermó de repente y salló de cuidado ahi nomi, e'nel boliche... La patro- na no queria guachitos en la car- pa. Iban pal Paran, a otras ca- rreras... Francisca es la madre d'esta, sabe... La muchacha habla desapareci- do en el interior del rancho. Sal- vatierra le hizo sombra con los ojos. La vieja proseguía: La criaron en el boliche como hija... Pero cuando la mujer de Alonso la vldo mujer también a la chiquilla, ¡empezaron a picar unas ideas locas, que... ¡Dina mió!... Celos, sabe, estea... Ton- ce el viejo Alonso la puso a mi lita la" muda" de caballos, el t " ulrt « do - p * ««• «itrlegue a 1 IA la izquierda) La leche de vaca forma grandes endg tilos en el estómago fA la derecha) Cuando se métela Ovalttne a la leche forma endoulos pequeño* \ que *e digieren mas /rtcil- mente Ovalttne a v t< d a además a digerir lo» ali- mentos /eeuloso*. ENVIÉ ESTE CUPóN Dept 2.1-B Sr. Alberto Valldejull. P. O Box 1592. San Juan, P. R. Incluyo 10 centavoe para fran- queo» v empaque. Slrvaae en- viarme una lata de mueetra de Ovaltine. Nombre Dirección ».. - Ciudad (Anuncio) SE ACUESTA MALHU- MORADO DESPIERTA CANTANDO Maravilloso Cómo Calo- tabs, «1 Compuesto de Caló- me! en Tabletas que no Causa Náuseas, le Hace Sentir tan Bien al Levantarse. El antiguo calomel era el favorito loe medicoa contra la Bllloaldad ( llamado "Hígado Torpe", tan pre- aomlnente en lo» trópicos, pero te- nia SUS inconveniente» desde el pun- to de vlata del paciente. Loa nau- seabundo» y deaagradablea efectos y la nerealdad de continuarlo con una dosis de Sal de Higuera a mucho» taci», odiar el tomarlo. Ahora PUL— . de usted realmente disfrutar el ca- lomel, pue* Caloteo* lo hace un . placer. Le da lo» efectos combinado» \ riel calomel y las salea eliminando I la» »en*»cinnea deaagradablea. Cuando eate malhumorado y bl- j lioao, tome una o do» Calotaba con un vaao de agua o leche al acoatar- e Al amanecer au sistema eatá lim- pio y refrescado, au mbeza clara. reanimado, y con un gran apetito para el desayuno. Come lo que gus- te y vsva a'trabajar con deseo» Las senuma» Calotaba aon expen- dida» solo en aobrecltna a cuadros tblancoe y negros), demostrando la marca "Caloubs". Evita imitaciones P»qu»te familiar 25c. Paquete de pruebe 10c.. en laa farmaclaa. IOS mayoral preguntó, por cortesía: —¿Se queda, companero?... Y Salvatierra. No. Seguimos... Le dejó la mano callente al ne- gro Juan. El chasquido seco de un airee* dnrazo al aire, arrancó a la dili- gencia. Los parroquianos se esfumaron en loa caminos blancoa y vaporosos de resolana. Salvatierra hizo dos, tres, mu- chos viajes como cuarteador. La primera vez, por culpa luya, sacaron un gordo peludo en el Pa- so de Las Talas. Habla que entrar, bordeando unos camelotes, la de- recha. Luego seguir el cauce, por- fundóle a la corriente. Y después pegar el seco hacia la izquierda, para salvar la barranca, disimu- lada en el agua turbia de un gajo del arroyo. —¿Entendió) compañero?...— preguntó el mayoral. Salvatierra hizo punta, apresu- rado. Traía la cuarta floja, sin ma- nejo. J.e armaron gritería desde H vehículo y los chirlazos sonoros se entretejieron en el aire aturdiendo las urejas de los yoleros. Salvatle- na se precipitó en falso. La dili- gencia se levó, con las ruedas chi- ras emparedada! y el tren suspen- dido en un morro. Hubo que descargar la boca y meterla pala y pico a la barranca. Salvatierra fué en busca de ayu- da a un rancho cercano. Había só- lo mujeres. Dea mujeres. Un puco olvidado *del eonlra- tiempo. volvió al p«o pensando que sobraba qna: la mas vieja. Cuando salieron del peludo," Sal- vatierra se aproximó al rancho, sin desmontar, ron cualquier pre- madre, que anda por ahí... Si la encontramo... Pa ella es la carta. Ta bien. —¿No se olvidará usté del nom- bre? Francisca Olivera... —No. Volvemos pasao mañana. Salvatierra aalió al galope pa- ra alcanzar a sus compañeros de viaje. Iba pensando: —Con los nómbreles que se po- nen es como para encontrarla. Ha- brá que pedirle la fe de bautismo a todo el loquerio!.... Cuando se apareó a la diligen- cia, el mayoral preguntó, recalcan- do las palabras, con picardía: —¿Volvió a peludear, compañe- ro?... A loa ranchos enclavados en la cruz de loa caminos, Salvatierra les desconfiaba siempre. De lejltos, nomás, solía verse una muchacha lendiendo ropa, sin apuro, en el alambrado. El jinete saludaba y pregunta- ba una dirección cualquiera. —¿Va pa lejos? Daba la casualidad frecuente que la muchacha estaba "sola en laa casas. I.» madre y las herma- nas andaban de lavado por las ca- ñadas. Siempre había itlguna sombrila 0 un resguardo en los ranchos. Las palabras y la soledad empe- zaban a i asnear el instituto. El cuerpo, apagado en las lar- gas trotadas aburridas, se encen- día de piorno. ¡Cuántas Veces se había chamus- cado Salva)ierra en el brasero «le un catre de guascas, que crepita- ba en el esfuerzo y en el deseo, co- mo si le hubieran echado un tron- co de coronilla a medio quemar...'. laa, no era un rancho. Era una casa decente. Se vela a la legua. Las Oliveras haban sido carperas. ¿Y qué culpa tenli la muchacha? —Es que el' carozo que nace, en los basureros da duraznos ámar- «oi... ... . Bueno..,. ¿Y a, él. qué le lnv portaba? Si encontraba a la ma- dre, a tal francisca Olivera, it en- tregaba la carta y nada mea... —¿Nada máa?... ¡Velorio!... ¿Y qué seria de la muchacha, des- pués? Era llmplta y tenia los ojos tranquilos... ¡Bah, bah, bah!.\. ¡Zonce- ras!... El habla conocido mucha- chas tan lindas como ella y hasta más jóvenes, que andaban "en eso". La muchacha y el rancho le bai- laban en la cabeza a Salvatierra. Se hacia tremendas preguntas mientras galopaba con el cuerpo muerto junto a ia diligencia. Una esperanza de los primeros trucos que vio jugar en la pulpería, lo levantaba': —¿Nunca vldo, amigo, un -gusa- no volverse una mariposa? El mayoral lo sacó a flote: —Hay que apretar la cincha, compañero... El paso ta medio hlnchao. Aquello era un juguete para Sal- vatierra. Se arremangó las bom- bachas, dio vuelta loa cojinillos, mordió el barbijo acortado y al grito de: ¡Vamooo!... Se mandó al agua. Caer ai cauce y estar al otro lado, fué todo uno. No le dio tiempo a repetir su man- do al mayoral. ¡Mire que haber peludlao en Las Tablas!... Si, pero eso fué antes. Estaba aburrido ahora de traela como por un hilo, salvar la barranca y el morro, a galope, y a los veinte metroe del obstáculo, pasarle en- cima a una moneda de plata, ti- rada a propósito, con las dos rue- das de un lado. En seguida de vado estaban las mujeres, junto ai alambrado, es- perando contestación a la carta .que. se. ajaba en los bolsillos de Salvatierra. Estaban siempre. Salvatierra empezó a levantar vidas olvidadas en los pueblos del trayecto. Como quien da vuelta piedras o bosta "verde" en los cam- pos. Pero Francisca OH vera no aparecía. Hurgó toda»--la» rancherías. —¿De quince años airea, decís vos?... No las husqués en los ran- chos..? Esa mujer será honrada por juerza... Tara consumida... Tendrá marido... A lo mejor, también hijos... La palrona de otra casa le dijo, intencionada: —¿Ta sin madre, la mucha- cha?.... Y giieno. Tralla p'acá. So- bra techo. No de gusto tamos'nel "Rancho largo"... Aquí no faltará quien la -cuide y la ponga en la senda... Si es güeña cabeza, al hace sola... Se la tuvieron que -sacar de las manos a, Salvatierra. -Casi la des- - SI, pero el rancho de Las Ta- loma. ^ to cV y LATITA \ ,0* <r -f* ¡mitaca * « lOets.í Lea loe clasificado* de EL MUNDO traen por consecuencia el 0 ESTREÑIMIENTO y traa de «ato una larga cadena de enfermedaden que nos debilitan y nos roban la energía y vitalidad. Tengan cuidado dt no usar purgantes drásticos que empeoren sus condiciones. Inflaman las visceras y debilitan el organismo. El remedio más seguro y eficaz para correg.r «I ESTREÑIMIENTO son Las Sales Naturales de MONTECATINI extraídas de las famosas Fuentes de Montecatini, Italia. Estas sales no son una droga, sino un estimulante NATU- RAL. Son receladas y usadas por miles de médicos en todas las Américas porque: 1) ejercen su acción laxante suave y eficazmente, sin perjudicar los ríñones; 2) lim- pian y desinfectan los Intestinos sin provocar dolores ni punzadas agudas; 3) estimulan el hígado a producir más bilis, indispensable para la digestión. *-.- .-.*•> Las Sales Naturales de Montecatinl no son desagradables al paladar y se toman siempre por la mañana, en ayunas. Dosis: de media a una cucharadiu diluida en café callen- te, con o sin lache. Pidas* siempre: SALES DE MONTECATINI LAS ÚNICAS SALES NATURALES DEL MUNDO De venta- en todas las farmacias. —i—a——^^é I a Agente: J. D. Yordén, Box 1492, Pones, P. R. Los Sales da Monttcatini- Simples son Indicadas para Estreñimiento Hemorroides Acidez. . e Mal Aliento Dolores de Cabeza Erupciones de la Piel Alta Presión BU i os i dad o Náusea Cuando son debidos a Estreñimiento. Precio 80c. la botella. Los Salas da Montecatini- lodadas son indicadas para, Obesidad Gota o Artritis Reumatismo rArteriosclerosi's , ' donde el uso 'del iodo lee necesario Precio 91.00 la botella. =F Iban solos, sin pasajeros. —¿Sabe una cosa, compañero MIeres? , r-¿Lo qué?... —No .. busco más nada. Hace tiempo que me acosa esto: ¿qué hago yo, si la encuentro a la Fran- cisca Olivera, i'nun rancho pa hombres? Hubo silencio. Mieres detuvo los caballos, sil- bándoles bajito, y recogiendo las riendas. Armó cigarro, luego de enaañl- var cuidadosamente la chala. Con- vidó. Empezó como hablando para si: —Soy baquiano, Salvatierra. Mát que uste\ por la edi. Usté conoce más mundo, pero yo he visto mái hombres... y más mujeres... Asi. mirando siempre a lo lejo, se poca gente... Salvatierra encendió y le buscó los ojos, fraternal. El otro siguió, espaciando las pa- labras, ahumándolas. Las llevaba y las traía en el goloso deleite que produce la fijación neta del pen- samiento: —Tiene de acertarme un con- sejo, si no quiere andar vacido pa siempre. Usté es servicial y diño. Compafterazo. Vea bien que lo vli endilgar contra mis Intereses. ¿Us- eré que si el rancho de Las Ta- las juega un rancho cualquiera l'iban a pedir es* servido?... —Muchas veces he pensao '.o mismo... -Usté fien* mucho converso ron la muchacha. Lo callao tamién es bastante. SI Dios lo mandara bus- car compañera por ohllga-ión y por gusto, ¿usté no ramblar!* pa Las Talas? " —Talvei... —Tiene q ue pegar la sentada aura me«mo... Vaya al paso, cie- rre trato pa siempre y déjese de andar tragando saliva... Hágase un calce que lo pare en la rodada sin fin... Es feo llegar a viejo de cuarteador d* mayoral... ¿No si anima a brotar y echar raices ro- mo los mimbres, er\-\'M de andar boyando como los camalotes?... Es di hombres... Se separaron. Salvatierra, desandando haH* Las Talas, envainado en una tar- decita gamura. Una hora de trote manso para ir madurando la cer- tidumbre esperanzada. —Un cale* pa siempre, habla di- cho Mieres. ¿Y por qué no? SI ca- minamos, aunque no busquemos nada será porque nos falta algo... Mieres lo aguardaba en la pos- cercana, esa mlama noche. Kestejamo con un trago y seguí- mo... Que mañana será otro día... ¿Nu haya, hermano? En la madrugada reemprederán la marcha por el camino sin sor- presas. Van nuevamente solos, camino de Nlco Pérez. Mieres saca conversación como de un "peludo". Un* conversación que duele y place. —La fresca... qui hay cosas grandes, compañero... Y al rato: —Alo mejor, la muchacha nu es mala. Pero el camino, siempre cin- chando y repitiendo hombres... Los caminos persiguen a las mujeres hasta que las embretan, las can- san y las voltean, pa arrastrar- las... ;Si lo sabré!... Y debe ser lindo, tanto clavao pa siempre en el mismo lugar, dirse un poquito, aunque sea de memoria, con cada uno que pasa... ¿Nu haya? La amanecida es lenta. La cla- ridad comienza de abajo desde el horizonte. Ya no son las arboledas y las co- linas espesas, las que apagan las estrellas, absorbiéndolas como es- ponjas negras. Ahora es la luz, que se empina desde airas de las distancias, y por agrandar las bra- sitas movedizas, las consume. La brasa larga y sin humo, da- masquina el rostro d* Salvatierra. Parece recortado en el cerno de un coronilla viejo. Se ajuaja la chala del cigarro y, a intermiten- das, las bocanadas d* humo gris, disparando hacia atrás, ponen un fino y flotante pañuelo en su cue- llo. Asi, arqueado, como va, dlspa- (Continúa en la página 14, Col. 2.) ¡ALIVIO RÁPIDO, SCQUROl Dolores de caben y de mueles; neurálgico* 7 reumáticos, y fiebre de los reafriade* A N A C I N Ea lo que recetan médico* y dentiataa Distribuidores: CASTAGNET * CASTILLO. - tan Juan. . i Señora! Para su higiene In- tima - Use MU'COL. el an- tiséptico renombre mun- dial. Su eficiencia ha sido demostrada miles de vece». Doctores, enfermeras, parteras lo usan continuamente porque saben que es efi- caz y benéfico. Pide un fifi I hoy en su farmacia- mU'UUL Westinghouse LE OFRECE- BRISA ABUNDANTE EN SU » ESTABLECIMIENTO El duradero abanica comercial WeitingHousa It ha sido diseñado especialmente para uiot en que sa haca necesaria proveer "Frescura Apa* cible" en vastas áreas con brisa abundante. IDEAL PARA: ALMACENES TALLERES CLUBS RESTAURANTES OFICINAS CAFETINES Modelo de 24 pulgadas. 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EL MUNDQ, 3AN.^UAN,.P. R.-rMIERCOLES, 20 DE JUUO.DE 1938. u

SUS PECHOS NO TENÍAN LECHE SUFICIENTE Común- mente es- to se debe a que su dieta ca- te c e de los ele- mentó* nutritivos ciefl cía- les... '"• la leche de stis pecho» ie agota, rnmt bastante lecht y cmu i'utu» : legumbre* /re.teut en abundancia Varíe «u dieta. (Vea al pie)

Como Ovaltine con frecuen- cia ayuda. Enriquece ademas la calidad dt la leche materna.

Con frecuencia 1» caima de esca- sea de la leche materna ei le. Inade- cuada nutrición d» JA madre. Con e»to queremoe decir que en la die- ta de la madre faltan los elemento» ••caaarloe para mejorar y aumentar

:a leche. Cieneralmente. el reeultadu ee

que el bebe no prospera y ae desarro- lla romo en debido, o sufre de día- lintaa perturbaclonea.

Para tener leche materna en can- tidad «unciente ea Indlspensoble una dieta variada, pero como ento a ve- ce» no ea poaible, mucha* madrea vencen cae obstáculo lomando Oval- tine con regularidad durante el em- baraño y durante el periodo de la lactancia.

Enriqueciendo au dieta can ele- mentna nutritivo» de importancia, O'alune con frecuencia estimula el flujo de la leche materna, y adema* me'eira la calidad de la leche, enri- queciéndola, por «Jemplo. en Vita- mina D. la vitamina lndltpenaanle para formar hueaoa y d.entes fuer- te.»

n-.alfine atiple también Vitamina» A B y O, minerales como hierro y calcio v otro» elemento» altmentt- rtoa Trelntlún elemento» allmentl-

« en total! Ee en realidad un alimento "pro-

tector" Le ayuda a fortalecer aua fuerza* Ayuda también a digerir otro» alimento».

Conato-e hoy una lata de Ovaltine e incluyala en eu dieta.

i UN CUENTO BREVE (Continuación da la página 11.)

el vaaquito, al aobrine fuerte, op- tlmlata y enraveaado. Pero ést* ea- lentó poco el nido.

Una tarde Salvatierra comunicó al viejo pulpero que te Iba. ¿A donda?

—Quédate... Ando con ganas de volar... Sabes que la pulpería ae- ra taya, con el tiempo...

No hubo que hacerle. El viejo insistió. Todos los Salvatierra ha- blan sido navegantes. Mirando el cielo o el campo, sentían Rusto a aal marina en la boca.

En la primera diligencia que pa- so, Salvatierra tomó rumbo a Treinta y Tres.

Todos loa Salvatierra hablan si- do marinos!...

Esla certidumbre angustiosa que- | dó zumbando en la cabeza del vie- jo pulpero, como ti fuera una mos- ca atrapada en una telaraAa.

Ahora, Salvatierra habla veni- do aolo, ain que lo llamaran. Ven- teador de pagos, habla sentido, de pronto, que Los Mollea tenia un extraño perfume.

La pregunta del negro quería de- ! cir ealo: el pulpero solitario no era

la isla pétrea, detenida para siem- pre en el campo.

Ahora regenteaba la pulpería un mocito de Montevideo, enviado por la casa mayorista. En ese momen- 10 hacia la siesta.

texto. Zorreando. —Por ai preetaaban algo del pue-

blo.:. Las mujeres prometieron hacer-

se escribir una carta para el otro viaje.

—Si sabe este... explicaba la vieja. Ea una carta" pe, Francisca Olivera. Va pa quince años .que no sabemos d'ella... SI, este... La pobre vino con unas carpas, pa unas carreras que habla del otro lao, e'nel boliche de Alonso...

— Bueno, ta bien, —quiso inte- rrumpir Salvatierra, viendo que ae alejaba mucho la diligencia. .

La vieja conversadora seguía su "pororó".

—Si, pue»... La pobre s'^nfermó de repente y salló de cuidado ahi nomi, e'nel boliche... La patro- na no queria guachitos en la car- pa. Iban pal Paran, a otras ca- rreras... Francisca es la madre d'esta, sabe...

La muchacha habla desapareci- do en el interior del rancho. Sal- vatierra le hizo sombra con los ojos.

La vieja proseguía: — La criaron en el boliche como

hija... Pero cuando la mujer de Alonso la vldo mujer también a la chiquilla, ¡empezaron a picar unas ideas locas, que... ¡Dina mió!... Celos, sabe, estea... Ton- ce el viejo Alonso la puso a mi

lita la" muda" de caballos, el t"ulrt«do- p* ««• '» «itrlegue a 1

IA la izquierda) La leche de vaca forma grandes endg tilos en el estómago fA la derecha) Cuando se métela Ovalttne a la leche forma endoulos pequeño* \ que *e digieren mas /rtcil- mente Ovalttne a v t< d a además a digerir lo» ali- mentos /eeuloso*.

ENVIÉ ESTE CUPóN Dept 2.1-B Sr. Alberto Valldejull. P. O Box 1592. San Juan, P. R.

Incluyo 10 centavoe para fran- queo» v empaque. Slrvaae en- viarme una lata de mueetra de Ovaltine.

Nombre

Dirección ».. -

Ciudad —

(Anuncio)

SE ACUESTA MALHU- MORADO DESPIERTA

CANTANDO E§ Maravilloso Cómo Calo-

tabs, «1 Compuesto de Caló- me! en Tabletas que no Causa Náuseas, le Hace Sentir tan

Bien al Levantarse. El antiguo calomel era el favorito

loe medicoa contra la Bllloaldad ( llamado "Hígado Torpe", tan pre- aomlnente en lo» trópicos, pero te- nia SUS inconveniente» desde el pun- to de vlata del paciente. Loa nau- seabundo» y deaagradablea efectos y la nerealdad de continuarlo con una dosis de Sal de Higuera a mucho» taci», odiar el tomarlo. Ahora PUL— . de usted realmente disfrutar el ca- lomel, pue* Caloteo* lo hace un . placer. Le da lo» efectos combinado» \ riel calomel y las salea eliminando I la» »en*»cinnea deaagradablea.

Cuando eate malhumorado y bl- j lioao, tome una o do» Calotaba con un vaao de agua o leche al acoatar- ■e Al amanecer au sistema eatá lim- pio y refrescado, au mbeza clara. reanimado, y con un gran apetito para el desayuno. Come lo que gus- te y vsva a'trabajar con deseo»

Las senuma» Calotaba aon expen- dida» solo en aobrecltna a cuadros tblancoe y negros), demostrando la marca "Caloubs". Evita imitaciones P»qu»te familiar 25c. Paquete de pruebe 10c.. en laa farmaclaa.

IOS

mayoral preguntó, por cortesía: —¿Se queda, companero?... Y Salvatierra. No. Seguimos... Le dejó la mano callente al ne-

gro Juan. El chasquido seco de un airee*

dnrazo al aire, arrancó a la dili- gencia.

Los parroquianos se esfumaron en loa caminos blancoa y vaporosos de resolana.

Salvatierra hizo dos, tres, mu- chos viajes como cuarteador.

La primera vez, por culpa luya, sacaron un gordo peludo en el Pa- so de Las Talas. Habla que entrar, bordeando unos camelotes, la de- recha. Luego seguir el cauce, por- fundóle a la corriente. Y después pegar el seco hacia la izquierda, para salvar la barranca, disimu- lada en el agua turbia de un gajo del arroyo.

—¿Entendió) compañero?...— preguntó el mayoral.

Salvatierra hizo punta, apresu- rado. Traía la cuarta floja, sin ma- nejo. J.e armaron gritería desde H vehículo y los chirlazos sonoros se entretejieron en el aire aturdiendo las urejas de los yoleros. Salvatle- na se precipitó en falso. La dili- gencia se levó, con las ruedas chi- ras emparedada! y el tren suspen- dido en un morro.

Hubo que descargar la boca y meterla pala y pico a la barranca.

Salvatierra fué en busca de ayu- da a un rancho cercano. Había só- lo mujeres. Dea mujeres.

Un puco olvidado *del eonlra- tiempo. volvió al p«o pensando que sobraba qna: la mas vieja.

Cuando salieron del peludo," Sal- vatierra se aproximó al rancho, sin desmontar, ron cualquier pre-

madre, que anda por ahí... Si la encontramo... Pa ella es la carta.

Ta bien. —¿No se olvidará usté del nom-

bre? Francisca Olivera... —No. Volvemos pasao mañana. Salvatierra aalió al galope pa-

ra alcanzar a sus compañeros de viaje.

Iba pensando: —Con los nómbreles que se po-

nen es como para encontrarla. Ha- brá que pedirle la fe de bautismo a todo el loquerio!....

Cuando se apareó a la diligen- cia, el mayoral preguntó, recalcan- do las palabras, con picardía:

—¿Volvió a peludear, compañe- ro?...

A loa ranchos enclavados en la cruz de loa caminos, Salvatierra les desconfiaba siempre.

De lejltos, nomás, solía verse una muchacha lendiendo ropa, sin apuro, en el alambrado.

El jinete saludaba y pregunta- ba una dirección cualquiera.

—¿Va pa lejos? Daba la casualidad frecuente

que la muchacha estaba "sola en laa casas. I.» madre y las herma- nas andaban de lavado por las ca- ñadas.

Siempre había itlguna sombrila 0 un resguardo en los ranchos.

Las palabras y la soledad empe- zaban a i asnear el instituto.

El cuerpo, apagado en las lar- gas trotadas aburridas, se encen- día de piorno.

¡Cuántas Veces se había chamus- cado Salva)ierra en el brasero «le un catre de guascas, que crepita- ba en el esfuerzo y en el deseo, co- mo si le hubieran echado un tron- co de coronilla a medio quemar...'.

laa, no era un rancho. Era una casa decente. Se vela a la legua. Las Oliveras haban sido carperas. ¿Y qué culpa tenli la muchacha?

—Es que el' carozo que nace, en los basureros da duraznos ámar- «oi... ... .

—Bueno..,. ¿Y a, él. qué le lnv portaba? Si encontraba a la ma- dre, a tal francisca Olivera, it en- tregaba la carta y nada mea...

—¿Nada máa?... ¡Velorio!... ¿Y qué seria de la muchacha, des- pués? Era llmplta y tenia los ojos tranquilos...

— ¡Bah, bah, bah!.\. ¡Zonce- ras!... El habla conocido mucha- chas tan lindas como ella y hasta más jóvenes, que andaban "en eso".

La muchacha y el rancho le bai- laban en la cabeza a Salvatierra. Se hacia tremendas preguntas mientras galopaba con el cuerpo muerto junto a ia diligencia. Una esperanza de los primeros trucos que vio jugar en la pulpería, lo levantaba':

—¿Nunca vldo, amigo, un -gusa- no volverse una mariposa?

El mayoral lo sacó a flote: —Hay que apretar la cincha,

compañero... El paso ta medio hlnchao.

Aquello era un juguete para Sal- vatierra. Se arremangó las bom- bachas, dio vuelta loa cojinillos, mordió el barbijo acortado y al grito de:

—¡Vamooo!... Se mandó al agua. Caer ai cauce y estar al otro lado, fué todo uno. No le dio tiempo a repetir su man- do al mayoral.

—¡Mire que haber peludlao en Las Tablas!...

Si, pero eso fué antes. Estaba aburrido ahora de traela como por un hilo, salvar la barranca y el morro, a galope, y a los veinte metroe del obstáculo, pasarle en- cima a una moneda de plata, ti- rada a propósito, con las dos rue- das de un lado.

En seguida de vado estaban las mujeres, junto ai alambrado, es- perando contestación a la carta .que. se. ajaba en los bolsillos de Salvatierra.

Estaban siempre. • • •

Salvatierra empezó a levantar vidas olvidadas en los pueblos del trayecto. Como quien da vuelta piedras o bosta "verde" en los cam- pos. Pero Francisca OH vera no aparecía.

Hurgó toda»--la» rancherías. —¿De quince años airea, decís

vos?... No las husqués en los ran- chos..? Esa mujer será honrada por juerza... Tara consumida... Tendrá marido... A lo mejor, también hijos...

La palrona de otra casa le dijo, intencionada:

—¿Ta sin madre, la mucha- cha?.... Y giieno. Tralla p'acá. So- bra techo. No de gusto tamos'nel "Rancho largo"... Aquí no faltará quien la -cuide y la ponga en la senda... Si es güeña cabeza, al hace sola...

Se la tuvieron que -sacar de las manos a, Salvatierra. -Casi la des-

- SI, pero el rancho de Las Ta- loma.

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Iban solos, sin pasajeros. —¿Sabe una cosa, compañero

MIeres? , r-¿Lo qué?...

—No .. busco más nada. Hace tiempo que me acosa esto: ¿qué hago yo, si la encuentro a la Fran- cisca Olivera, i'nun rancho pa hombres?

Hubo silencio.

Mieres detuvo los caballos, sil- bándoles bajito, y recogiendo las riendas.

Armó cigarro, luego de enaañl- var cuidadosamente la chala. Con- vidó.

Empezó como hablando para si: —Soy baquiano, Salvatierra. Mát

que uste\ por la edi. Usté conoce más mundo, pero yo he visto mái hombres... y más mujeres... Asi. mirando siempre a lo lejo, se vé poca gente...

Salvatierra encendió y le buscó los ojos, fraternal.

El otro siguió, espaciando las pa- labras, ahumándolas. Las llevaba y las traía en el goloso deleite que produce la fijación neta del pen- samiento:

—Tiene de acertarme un con- sejo, si no quiere andar vacido pa siempre. Usté es servicial y diño. Compafterazo. Vea bien que lo vli endilgar contra mis Intereses. ¿Us- té eré que si el rancho de Las Ta- las juega un rancho cualquiera l'iban a pedir es* servido?...

—Muchas veces he pensao '.o mismo...

— -Usté fien* mucho converso ron la muchacha. Lo callao tamién es bastante. SI Dios lo mandara bus- car compañera por ohllga-ión y por gusto, ¿usté no ramblar!* pa Las Talas?

" —Talvei...

—Tiene q ue pegar la sentada aura me«mo... Vaya al paso, cie- rre trato pa siempre y déjese de andar tragando saliva... Hágase un calce que lo pare en la rodada sin fin... Es feo llegar a viejo de cuarteador d* mayoral... ¿No si anima a brotar y echar raices ro- mo los mimbres, er\-\'M de andar boyando como los camalotes?... Es di hombres...

Se separaron. Salvatierra, desandando haH*

Las Talas, envainado en una tar- decita gamura. Una hora de trote

manso para ir madurando la cer- tidumbre esperanzada.

—Un cale* pa siempre, habla di- cho Mieres. ¿Y por qué no? SI ca- minamos, aunque no busquemos nada será porque nos falta algo...

Mieres lo aguardaba en la pos- té cercana, esa mlama noche.

Kestejamo con un trago y seguí- mo... Que mañana será otro día... ¿Nu haya, hermano?

En la madrugada reemprederán la marcha por el camino sin sor- presas.

Van nuevamente solos, camino de Nlco Pérez.

Mieres saca conversación como de un "peludo". Un* conversación que duele y place.

—La fresca... qui hay cosas grandes, compañero...

Y al rato: —Alo mejor, la muchacha nu es

mala. Pero el camino, siempre cin- chando y repitiendo hombres... Los caminos persiguen a las mujeres hasta que las embretan, las can- san y las voltean, pa arrastrar- las... ;Si lo sabré!... Y debe ser lindo, tanto clavao pa siempre en el mismo lugar, dirse un poquito, aunque sea de memoria, con cada uno que pasa... ¿Nu haya?

La amanecida es lenta. La cla- ridad comienza de abajo desde el horizonte.

Ya no son las arboledas y las co- linas espesas, las que apagan las estrellas, absorbiéndolas como es- ponjas negras. Ahora es la luz, que se empina desde airas de las distancias, y por agrandar las bra- sitas movedizas, las consume.

La brasa larga y sin humo, da- masquina el rostro d* Salvatierra. Parece recortado en el cerno de un coronilla viejo. Se ajuaja la chala del cigarro y, a intermiten- das, las bocanadas d* humo gris, disparando hacia atrás, ponen un fino y flotante pañuelo en su cue- llo.

Asi, arqueado, como va, dlspa- (Continúa en la página 14, Col. 2.)

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