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EDITA:Asociación Cultural La Tertulia de La Granja. Café La Granja. Plaza Circular nº 3. 48001 Bilbao. IMPRIME: Metro Fotokopistegia. MAQUETACIÓN: Ite preimpresión. DIRECCIÓN: Agurtzane Zalbidea. REDACCIÓN: Agurtzane Zalbidea. COLABORADORES:Adrián Arza, Carlos Fernández, Susana Giraudo, Jaro Godoy, EvaKarcher, Emilio Hidalgo,Ana Horakova, Leoncio Luke, Joseba Molinero, María Isabel Quintana, Jon Rosáenz, Miguel San José, Roberto Sánchez, Adriana Serlick, Mitxelko Uranga. DEPÓSITO LEGAL: BI-1634-06. LA GOLA. EL CORAZÓN DE LAS PALABRAS. (y 3) COLABORACIÓN ESPECIAL: “Aire fresco, palabras nuevas”. “La cazadora quebrada. Recordando a Alejandra Pizarnik” ICONOS: “La cámara de Pórfido”. AFORISMOS DE LA GRANJA: “Una respiración secreta”. LA LITERATURA EN EL CINE Y VICEVERSA: El hombre delgado. Dashiell Hammett. LA CAJA DE LOS TRUENOS: “El árbol y la carretera”. LA BUHARDILLA. RELATARIA: Siete brazos extendidos. Advertencias. IMAGINARIO: El señor de las moscas. W. Holding. ENTREVISTAS EN LA GRANJA: Entrevista a Johnny Barbieri. Entrevista a Hans Magnus Enzensberger. LA SAGA DE LOS CORREOSOS: Don Albino, el Pajas. LA VENTA DE DOÑA SOL. El maravilloso viaje de Nils Holgersson. POEMANÍA: “Epístola a Juan Larrea.” “Edgar Alan Poe: el terror poético.” “César Calvo. Una cuerda sobre el abismo.” RESEÑAS EN EL METRO: El reinado de Witiza. Francisco García Pavón. Luis Cernuda. Antología. EPISTOLARIO. SUMARIO

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EDITA: Asociación Cultural La Tertulia de La Granja.

Café La Granja. Plaza Circular nº 3. 48001 Bilbao.

IMPRIME: Metro Fotokopistegia.

MAQUETACIÓN: Ite preimpresión.

DIRECCIÓN: Agurtzane Zalbidea.

REDACCIÓN: Agurtzane Zalbidea.

COLABORADORES: Adrián Arza, Carlos Fernández, Susana Giraudo, Jaro Godoy,EvaKarcher, Emilio Hidalgo, Ana Horakova, Leoncio Luke, Joseba Molinero, María Isabel

Quintana, Jon Rosáenz, Miguel San José, Roberto Sánchez, Adriana Serlick, MitxelkoUranga.

DEPÓSITO LEGAL: BI-1634-06.

LA GOLA.

EL CORAZÓN DE LASPALABRAS. (y 3)

COLABORACIÓN ESPECIAL:“Aire fresco, palabras nuevas”.

“La cazadora quebrada. Recordandoa Alejandra Pizarnik”

ICONOS:“La cámara de Pórfido”.

AFORISMOS DE LA GRANJA:“Una respiración secreta”.

LA LITERATURA EN EL CINE YVICEVERSA:

El hombre delgado.Dashiell Hammett.

LA CAJA DE LOS TRUENOS:“El árbol y la carretera”.

LA BUHARDILLA.

RELATARIA:Siete brazos extendidos.

Advertencias.

IMAGINARIO:El señor de las moscas. W. Holding.

ENTREVISTAS EN LA GRANJA:Entrevista a Johnny Barbieri.

Entrevista a Hans MagnusEnzensberger.

LA SAGA DE LOS CORREOSOS:Don Albino, el Pajas.

LA VENTA DE DOÑA SOL.El maravilloso viaje de Nils

Holgersson.

POEMANÍA:“Epístola a Juan Larrea.”

“Edgar Alan Poe: el terror poético.”“César Calvo. Una cuerda sobre el

abismo.”

RESEÑAS EN EL METRO:El reinado de Witiza.

Francisco García Pavón.Luis Cernuda. Antología.

EPISTOLARIO.

SUMARIO

Soy Adrián Arza; aunque si miro en el DNI resultaque me llamo Nicolás Zimarro. Y ciertamente debeser así, porque a ese nombre me vienen las facturas.Con todo, yo no hago caso de esas menudencias, einsisto: soy Adrián Arza. Y es más, me confieso unprosélito de la literatura. Al hacerlo sé muy bien loque afirmo, porque para mí la literatura es el impul-so vital que me ayuda a superar mi estancia en estemundo. Sí, leo y leo sin descanso, leo a los clásicos(y como digo “los” digo “las”), a los contemporá-neos, a los renombrados, a los malditos, a los pro-hibidos, a los encumbrados, a los díscolos, a lossesudos, a los cachondos, a todo aquel o aquellaque haya realizado el esfuerzo de enfrentarse al uni-verso increado de una página vacía o una hoja depapel en blanco pluma o teclado en mano, paracrear galaxias de amor libre, variar las órbitas de losplanetas, transitar por agujeros negros de miedos yodios, aniquilar mentiras y espantos, sacudirse lastinieblas de las frustraciones y para vertebrar laeternidad; en fin, leo a todo aquel o aquella que,estimulado o estimulada por el aliento del ordencósmico de su mente, ha vertido a las hojas de unlibro los recuerdos, los sueños, las pasiones y lossentimientos ordenados en columnas de palabras, alritmo de la cadencia de los latidos del lenguaje.Entre mis autores y autoras predilectos y predilec-

tas se hallan: Gabriela Mistral, William Faulkner,Luigi Pirandello, Miguel Ángel Asturias, JorgeLuis Borges, J. W. von Goethe, Antón Chejof,Federico García Lorca, Sófocles, Óscar Wilde,Victor Hugo, Roberto Arll, Gabriel GarcíaMárquez, William Shakespeare, Ignacio Aldecoa ytantos y tantas más… Entre mis libros favoritosdestacan: El testamento francés de Andreï Makine,El Sr. Presidente de Miguel Ángel Asturias, Ulisesde James Joice, El Hobbit de JRR Tolkien, Ensayosobre la ceguera de José Saramago, Elogio de lasombra de Jorge Luis Borges, Los miserables deVictor Hugo, Diario de una escritora de VirginiaWolf y algunos otros… Me hubiera gustado haberescrito El idiota de Fiodor Dostoievski, Las desdi-chas del joven Werther de J. W. von Goethe y Ladama de las camelias de Alejandro Dumas; perocomo no es posible, por ahora me conformo con serel autor de varios libros de poemas (El ser vencido,Cartas a Fan y Silencios), así como de numerososrelatos antologados en diferentes obras, algunos deellos premiados en certámenes literarios internacio-nales. Eso sí, no cejo en mi empeño, y escribo a dia-rio. Pronto aparecerán en el mercado otras nuevascreaciones con la firma de Adrián Arza. Si leesalguna, me conocerás un poco mejor.

BARATARIA Página 3

LA GOLA

EL CORAZÓN DE LAS PALABRAS (y 3)

Página 4 BARATARIA

Las palabras no son sólo la expresión gráfica deconceptos, nombres, sentimientos, objetos ydeseos. Son mucho más: seres en tinta con entidadpropia y un corazón que late en pálpitos de comu-nicación. Así sienten Joseba Molinero y JonRosáenz los términos “Jara” y “Celemín”.

La palabra “Jara” posee el sonidoJota fuerte de gran especificidaddentro del castellano. Dos vocales

iguales, gemelas, como en un espejo, dos “aes”rotundas y femeninas, que te obligan a pronunciarmasticando el término, sintiéndolo dentro. La erreintercalada se suspira, lubrica el sonido y le daritmo. Además “Jara” rima con un ciento de pala-bras hermanas, cara, Sara, mampara, bara, rara,vara, tara, para, avara, cámara, almazara, todos lostiempos del pluscuamperfecto del Subjuntivo -quesiempre atesoran un sabor a promesa- y variosmillones de palabras con rima en asonante. “Jara”,de etimología árabe (tierra llena de vegetación),expresa la mitad de un octógono de perfección infi-nita. Son célebres el juego de palabras “Ara la jara,Sara, mas la vara amarra a la tara; para allá va laavara” o este palíndromo traído por los pelos: “A lajara Sara jala”. Pero lo mejor de todo es que, a pesarde tanto boato literario, la jara no pase más que porser un despreciado arbusto pegajoso de los páramossecos.

“Celemín”Suena a mágico y aantiguo y más que nada a un dimi-nutivo cariñoso .... Suena a palabra

ajena al castellano, mezcla de hechizo y exótica avenocturna que vaga por las tinieblas de los bosques.El Diccionario de la Real Academia de la Lenguacita un origen árabe y la hace descender de la pala-bra "amaní". Dice así: celemín. (Quizá del ár. hisp.*?amaní, de un octavo). 1. m. Medida de capacidadpara áridos, que tiene 4 cuartillos y equivale enCastilla a 4,625 l aproximadamente. 2. m. Porciónde grano, semillas u otra cosa semejante que llenaexactamente la medida del celemín. 3. m. Medidaantigua superficial que en Castilla equivalía a 537m2 aproximadamente, y era el espacio de terrenoque se consideraba necesario para sembrar un cele-mín de trigo. Eduardo Martínez Addiego explicaalgo sobre esta palabra encuadrada en su apariciónextraña en la Biblia: “Pero además de esa 'perla' sin-gular, ideal para discutir con los que afirman quecada parte de la Biblia tiene sentido propio, apare-cen otras palabras muy poco usadas en el lenguajecomún: el sicómoro de Zaqueo no es más que unahiguera; y el celemín de la parábola es una "medi-da de capacidad para áridos que tiene cuatro cuarti-llos y equivale en Castilla a 4.625 ml", según midiccionario. Nadie explica por qué Jesús prefirióhablar de un celemín más que de un cajón común ycorriente”.

AGURTZANE ZALBIDEA

Jara

Celemín

COLABORACIÓN ESPECIAL

BARATARIA Página 5

AIRE FRESCO,PALABRAS

NUEVAS

A veces, los mayores (y estoyhablando de edad cronológica),

tiramos la mirada hacia atrás y nos damos cuenta dela sinuosidad el camino del poeta. Si nos detenemosen la actual condición innecesaria de la poesía y deese extraña y fatal pulsión que nos lleva a hacerlo apesar y contra de todo, debemos reconocer quecada día es más difícil hacerse escuchar comopoeta. Cuando esto sucede, cuando hacemos esebalance de nuestros propios pasos, es el momentode darle paso a la generosidad que tal vez encontra-mos o no en nuestro pasado, de la solidaridad quetal vez ejercieron o no para con nosotros y porsobre todas las cosas, llega el momento de no pasarpor alto la obra de un poeta nuevo, que sólo seempeña en escribir sin levantar su voz y sin evaluarsu propio trabajo, porque no hay tiempo para otracosa que para ganarse la vida, porque el día termi-na y el sueño y el cansancio tienen que resignarsepara dar paso a la poesía. Los poetas jóvenes, en sumayoría, llevan una doble vida: la lucha por lo coti-diano y la de poeta. La primera genera y alimenta ala otra. Imposible sería lo contrario, ya que sabe-mos que con la poesía no se come. Hay que reco-nocer que se ha dado un salto enorme en relación ala posibilidad testimoniante de la poesía de hoy y lade varias décadas atrás, que se esmeraba en métri-cas y rimas, buscando denodadamente la armoníadel ritmo y la palabra bella. Hubo siempre poetasque decían a su antojo sin ajustarse a ningún canon,pero eran los menos. Hoy, el poeta es un ser casianacrónico, pero libre, un ser que busca a sus parespara sentirse escuchado y lo hace eligiendo enlibertad y sabiendo que la poesía no es el pan decada día en este mundo de realidades en el que vivi-mos. Es más, un poeta es como alguien que se des-nuda y camina por la calle sin que nadie se de vuel-ta para mirarlo. Pero más allá de todo, insistimos,seguimos haciendo poesía, continuamos estrechán-donos entre nosotros y valiéndonos de todos losmedios para podernos comunicar y convertir cadadía en un milagro de expresión poética.

SUSANA GIRAUDO

LA CAZADORAQUEBRADA.Recordando a

Alejandra Pizarnik

Toda la noche escucho el lla-mamiento de la muerte, toda la noche escucho lavoz de la muerte que me llama Alejandra Pizarnik.

Desde un horizonte herido aparece como la proa deun barco fantasmal, es una palabra que se arrastracual gusano buscando guarida, pero ahí está ella lagran cazadora de palabras, la que no tiene compa-sión, la que la sacrificará en el altar de algún poemaque no terminará. Corro las cortinas de mi departa-mento, vivo en la Calle Montevideo al 900, últimabuhardilla junto a una mujer de clase media, judía,drogadicta, bisexual... Solo una niña asustada. Sehace llamar Alejandra, pero a mí me permite decir-le Bumita, siempre le gustó el fuego como nohabría de gustarle a la hija del incendio. Es justoque les diga que estoy completamente enamoradode esta mujer, que me atormentan sus ojos, me ator-menta su mirada, no puedo mirarla directamente alos ojos sin que un escalofrió recorra mi espina dor-sal, ese es mi trabajo pero ella me lo roba constan-temente, soy el cazador atrapado en su trampa, peroya tengo un plan, una red inmensa, un laberinto, ununiverso eterno de palabras, sólo para ella, no podrácon la tentación. Ahora mismo intenta mientrasmira por la ventana a mi lado, encontrar aquellapalabra que no sabe dónde puso, yo la tengo escon-dida y no la encontrará. Garabatea algo, murmura,pero no es eso, no, Alejandra, todavía no. Sólo tienecorpiño y bombacha y abre la ventana de par en par,no importa si el gordo está mirando, ya no, hoy esnoche de visitas, lo presiento, alguien vendrá, perono piensa en vestirse, no ya no. Es una mujer atra-pante, es curiosa, es terriblemente irritante, esseductora, no puedo dejar de mirarla, ella podríaseducir al mismo amor. Cuántas pieles, cuántosroces, en nombre de ese amor, cuántos lechos,cuántos besos, cuántos hombres, cuántas mujeres,cuántas cuentas sólo para descubrir que el dolorsigue siendo sólo tuyo. Dueña y señora, amante yesposa él te pertenece, dolor, sólo dolor. Es una

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noche triste, demasiado tal vez, pero alguien llega-ra, alguien tiene que atrasar este reloj de plástico.Se escuchan voces parecen salir del pasillo o tal vezde las paredes, pero no, éstas no son las voces desiempre, son diferentes, son rebeldes, son voces dealguien que está perdido, estas voces no se dejanpoetizar, no se pueden exorcizar o tal vez sí.Aquella ruta maldita Acaricio su pelo negro y seenciende su mirada, suavemente al oído le digo quela amo, no dice nada, sólo sonríe, y es suficiente, labeso tiernamente y ella se entrega, recorro con mismanos su cara y me detengo en su cuello, empiezoa apretar, aprieto, cada vez más fuerte, su cara cam-bia de color y la suelto desesperado, mi locura esella, es ella la que me tienta a ir más allá. Me diceque la lleve lejos, muy lejos, donde sólo estemossolos, donde no hay palabras que buscar, sólo misbrazos sobre su pequeño cuerpo tibio, que cure laherida, esa que no deja de sangrar, esa que enturbiasus ojos, que la cure sin decir nada, sin pedir nada,sólo con caricias, esas caricias que a veces salvanvidas. No tiembles, Alejandra, no tiembles.Entiendo que tienes el corazón roto de una niña queha envejecido de repente, si que entiendo la tristezade tus muñecas de trapo, ellas no lloraran si me voy,seguro que no. ¿Si tomo tu mano me prometes quela herida desaparecerá?, no quiero que me mirescon esa tristeza de barco sin tripulantes, recuerda“tremolarás tus manos” pero ya sabes que de todoslos amores míos sólo amo mi espejo, y esta noche“voy a llorar hasta romperme”. Ese pequeño finalahora siento la noche lastimándome, no quieroamanecer, la luz del día terminará matando mi últi-mo poema, la noche sigue su ruta de sangre, cruzapor mis entrañas, la noche, la noche y yo hemosroto para siempre. Como una daga musical atravie-sa mi cuerpo desnudo, extraños dibujos empiezan aformarse en el misterioso telar de la imaginación,yo cerraré las ventanas, ya avanza la noche, el díano puede encontrarnos, ven, Alejandra vamos adormir. Ya no será necesario seguir luchando cadadía por latir, ya no quedan búsquedas, ya nadiequiere encontrarse. Aquella palabra que no encon-trabas, ahora duerme a tu lado. Tambaleando escri-be en el pizarrón:

Criatura en plegariarabia contra la nieblaescrito en el crepúsculocontra la opacidadno quiero ir nada más que hasta el fondo¡oh vida!

¡oh lenguaje!¡oh Isidoro!".

Criatura solitaria, misterio de la palabra, eternamirada dentro de la poesía, no hay más tiempo,Alejandra ya el barco está partiendo, no hay tiempopara un adiós, no hay tiempo, son las cuatro ymedia de la mañana de este 25 de Septiembre de1972, afuera el cielo vomita sangre, hay sombrastodavía, demasiadas sombras, llora Buenos Aires,Alejandra, llora, tus ojos cerrados.

“Ella no sintió miedo, no tembló nunca. Entonces,ninguna compasión, ni emoción, ni admiración porella. Sólo un quedar en suspenso en el exceso delhorror, una fascinación por un vestido blanco quese vuelve rojo, por la idea de un absoluto desgarra-miento, por la evocación de un silencio consteladode gritos en donde todo es imagen de una bellezainaceptable.” La condesa sangrienta.

Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda, BuenosAires, el 29 de Abril de 1936. El 25 de septiembrede 1972, mientras soñaba nuevos poemas lejos de laclínica siquiátrica donde estaba internada, murió deuna sobredosis intencional de seconal, desde enton-ces su pequeña sombra ha cobijado a casi todopoeta local y visitante, mientras su corazón sigueenamorándose de la noche.

JARO GODOY

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EN LA CÁMARA DE PÓRFIDO

Los sonidos de la tarde se movían perezosos alre-dedor de Constantino. El aviso de un claxon lejanose enroscó con el tartamudeo de un tubo de escape,y después ambos se abrazaron con el murmullo quesubía desde la marquesina de la parada del autobús.Las ramas de un plátano curioso acariciaron lacelosía del balconcillo, y sus hojas susurraronrumores suaves y lentos. La voz de un locutor seespesó hasta detenerse en una última palabra, y másallá el mundo se fundió en un remanso de silencioen el que Constantino se sumergió con placer.

Se despertó con un ligero sobresalto: llegaba tardea su cita con Irene. Se levantó apresurado del sillóny fue al baño. Se mojó la cara, se peinó y se arreglóla ropa. Cuando iba a salir por la puerta de la callese detuvo intranquilo, agitó la cabeza y regresó alsalón. Él no tenía ninguna cita con Irene, el noconocía a ninguna Irene; sin embargo, la sensaciónde saber quién era aquella mujer resultaba tanintensa… Podía pasear por sus facciones. Las finascejas eran como arcos perfilados sobre el cielo

pálido de su frente, parecían diademas que corona-ran unos ojos verdes, enormes, brillantes. Sus cabe-llos eran ajorcas desmayadas sobre el óvalo de sucara. La leve nariz oscilaba sobre unos labios casipúrpuras —como el color de la túnica que perfila-ba su cuerpo—, unos labios que se deformaban enuna sonrisa cruel desprovista de ternura o amor.

Se sentó de nuevo en el sillón. Desconcertado,apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos tra-tando de retener la imagen de la mujer. Los cerrócomo si la oscuridad fuera diferente cuando bajabalos párpados, como si no fuese ciego, como si,quizá, cuando los abriera la habitación pudiese vol-ver a estar allí. Al otro lado de la ventana los niñoscorrían y gritaban, el siseo de los monopatines sedeslizaba sobre el asfalto. La melodía de una can-ción de moda bailaba con el tintineo de platos,vasos y risas de una terraza de verano próxima. Ladesazón por no llegar a la cita con Irene se le enros-có de nuevo en el estómago. Irene… ¿Qué Irene?

Recogió su bastón blanco y bajó a la calle. El cami-no era sencillo: cinco pasos a la izquierda desde elportal y luego diez a la derecha hasta el semáforo.El parque era un viejo conocido desde hacía tresaños, desde que perdió la vista; por allí podía pase-ar sin temor, tranquilo. Y tenía tiempo, mucho tiem-po. Desde hacía tres años su tiempo era negro einfinito.

Aguardaba la cantinela que acompañaba al hom-

ICONOS

El sol se oscureció, las naves equivocaron su rumbo,

y todo el mundo convino en que si el sol ocultaba sus rayos

era porque se había dejado ciego al emperador.

“Crónica” de Teófanes

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brecillo verde del semáforo cuando sus pensamien-tos fueron barridos por un olor a sándalo. El cuer-po cálido de mujer del que emanaba aquella fra-gancia palpitaba allí, a su lado. Giró la cabeza, lamiró con sus ojos ciegos y su imagen se le formó enla retina: los pies calzados con unas botas de colorpúrpura; unas tiras de cuero que se le enroscaban enlas piernas hasta la altura de las rodillas, donde des-aparecían debajo de una túnica corta de seda queresaltaba sus bruñidas formas, una túnica tambiénde color púrpura, recamada en oro, como la de unemperador. Y sus facciones tal y como se le habíandibujado unos momentos antes.

Siguió el rastro de sándalo y durante unos minutoscreyó haber recuperado la vista. El aromaparecía dibujar los contornos de lamujer, podía ver su olor, podíacaminar por su perfume; hastaque Irene, porque era Irene laque rielaba sobre el fondode su noche interminable,se desvaneció con labrisa del atardecer y lanoche regresó a susojos. Tanteó el suelocon el bastón blanco,levantó el rostro hacia elcielo y dilató las aletas desu nariz tratando de recu-perar a Irene. Erró sin saberqué dirección elegir, cómo vol-ver a su hogar, desesperado porhaberla perdido.

La voz de Elvira y su mano sobre el hombro lesacaron de su negro laberinto. Una pesadilla, dijo élazorado. Un sueño, le replicó su mujer con unamirada divertidamente celosa que él no pudo apre-ciar. Informó a Constantino de los preparativos parasu cena —ella tenía turno de noche en el hospital—, y se despidió de él con un leve beso en los labios,quizá algo extrañada por la actitud distraída de suesposo. Cuando el alegre ‘hasta mañana’ de Elvirase hubo diluido entre los rumores domésticos delvecindario, se dirigió hacia el escritorio donde sehallaba el ordenador. El nombre de la mujer de susueño le oprimía las sienes. Activó el reconoci-miento de voz y ordenó su búsqueda en la enciclo-pedia digital. Él, que siempre había amado el olorde la tinta y el seco crujido del papel, ahora eraesclavo de un gorgoteo falso que sustituía al aletear

de las páginas entre sus dedos.

Irene, emperatriz de Bizancio, fue el primero de losresultados. Miró a la oscuridad, seleccionó la entra-da y regresó al sillón. Mientras la vida de aquellamujer se derramaba desde los altavoces de la com-putadora, la negrura empezó a disolverse. Una cla-ridad grisácea bañaba el interior de la celda. La luzde la luna resbalaba sobre los muros húmedoscubriéndolos de plata. Desde su yacija, Constantinointentaba adivinar el significado de los sonidos quereptaban por debajo de la puerta de su prisión.Voces amortiguadas por la madera y el metal, mur-mullos excitados y, al final, una orden que se mez-cló con el metálico golpear de la llave en la cerra-

dura. Entonces el temblor amarillo de lasantorchas bañó su túnica desgarrada;

dos hombres cubiertos sólo conun faldellín de cuero lo levan-

taron y acercaron al umbral.Seis magníficas águilas

bicéfalas labradas en oroplaneaban sobre lasarmaduras de losmiembros de laGuardia Imperial quele esperaban en la gale-ría. Alejo, el Estratega,

a quien él mismo habíanombrado unos meses

antes, cuando se creyóemperador, graznó:

— La emperatriz os reclama,Constantino. Os aguarda el castigo por

vuestra traición.

Constantino buscó los ojos de aquellos soldados —quizá aún retuviera un resto de autoridad—, perono los encontró; atrincherados entre las sombrasque danzaban por el corredor, todos le huían lamirada, incluido Alejo. Por fin, éste inclinó la cabe-za en un gesto de asentimiento dirigido a alguieninvisible situado a su espalda. Una mano poderosale agarró por el pelo y tiró hacia abajo obligándolea levantar la cara y mirar hacia la techumbre. Unasombra plateada cruzó por delante de sus ojos.Antes de que el dolor llegara, un trazo sanguino-lento pareció pintar el aire sobre su cabeza. ¿Quiéngritaba de aquella manera tan espantosa? En lassombras perpetuas del salón flotaba la voz metálicaque seguía desgranando los hechos de la emperatrizde Bizancio. Asustado, Constantino se palpó el ros-

BARATARIA Página 9

tro. La nariz continuaba en su sitio y sus manos noestaban manchadas con su propia sangre. Se pusoen pie y tendió las manos buscando el teclado delordenador. La madera negra estaba recubierta deincrustaciones de bronce; al otro lado de la enormepuerta de doble hoja se encontraba la Cámara dePórfido, el dormitorio de la emperatriz, el lecho deIrene, el lecho donde él mismo había nacido. Unasmanos que no eran las suyas golpearon con la alda-ba de oro, y la puerta giró sobre sus goznes arras-trada por dos esclavos nubios. Alguien le empujó y,con pasos breves, penetró en la gran sala donde lasparedes del color rojo de la sangre convertían laestancia en un útero gigantesco. Al fondo, erguida,el contraluz perfilaba una oscura silueta. Bajó lospárpados por un instante, y la negruraregresó, la bruma le abrazó furiosa.Se ahogaba, estaba ciego. Abriólos ojos y el aroma a sándalole inundó de nuevo. Una vozaguda reverberó entoncessobre los muros púrpuracomo si fuera el baladrode la pizarra herida porel granizo. Irene le pre-guntaba por qué la habíatraicionado; en su tonodespuntaba la ira sobre unfondo de desagrado y has-tío. Él se miró los pies des-nudos, sucios de barro y polvo.Su túnica destrozada y con cos-tras de sangre dejaba ver unas pier-nas cubiertas de heridas y cicatrices. Ensus muñecas brillaban con fulgores desmayadosunos grilletes herrumbrosos. Irene le hizo una seña:un espejo, le ordenaba que se mirara en él. En elcristal flotaba un rostro desfigurado. La barba cre-cida y el largo cabello que le caía sobre la frente nollegaban a ocultar la mutilación de su nariz. Conuna mano temblorosa tanteó el muñón rojizo, pri-mero sobre el azogue y después en su propia cara.Un pensamiento amargo, irritante e inoportunoempañó la imagen: estos despojos ya nunca podrí-an convertirse en los amos del Imperio.

La voz de Irene le repitió la pregunta. Soy tu sobe-rana, tu dueña, tu madre. ¿Por qué has querido ase-sinarme? ¿Por qué trataste de levantar a las tropasde Anatolia contra mí? La mujer se había apartadodel ventanal y se había recostado en el enorme

lecho. Era hermosa, tanto que apenas podía sopor-tar su visión. Los ojos le dolían, y a pesar de todono podía dejar de mirarla.

Irene hizo un leve gesto con sus cejas. Cuatro pode-rosas manos negras le sujetaron, le arrastraronhasta un sillón próximo y le ataron. La mujer se leacercó, y unos ojos verdes y helados le contempla-ron. ¿Por qué me odias? ¿Por qué me quieres matar,hijo? Constantino experimentó un profundo mareo.Estuvo seguro de que se había desvanecido, porquesoñó con un aposento extraño donde un mágicoartilugio le hablaba sobre su madre y todo a su alre-dedor era negro. Cuando se recuperó, la escenahabía cambiado sutilmente. Al lado de Irene se fro-

taba las manos un hombre calvo, de barbarala, vestido con una túnica bordada

con plata y perlas. Era el PrimerMinistro, el odiado eunuco

Estauracio. Una sonrisaminúscula se insinuó en

sus labios cuando leespetó, “Mira a tumadre, Constantino.Nunca más volverás averla”.

Constantino se debatióentre sus ligaduras.

Pensó en apretar los pár-pados; quizá pudiera des-

pertar allí donde él no erahijo de Irene, aunque le atemo-

rizaba la terrible oscuridad deaquel mundo. Supo que no lo había

conseguido porque en ese momento le sujetaronla cabeza contra el respaldo del sillón. De algúnlugar surgieron dos agujas doradas. El sufrimientofue atroz cuando se clavaron en sus ojos, pero notanto como el pánico que le asaltó al sumirse en lastinieblas de la ceguera. Sus últimas lágrimas semezclaron con la sangre que se le derramaba porlos pómulos; eran ríos de sangre y lágrimas que sellevaban los alientos finales de su vida. Sus propiosgemidos de agonía se le confundieron con la voz deIrene ordenando que se lo llevaran de la Cámara dePórfido. Ya se hundía en una noche sin estrellascuando la puerta de la calle se abrió. Constantinomurió sin llegar a oír el grito de horror de Elvira.

ROBERTO SÁNCHEZ

Página 10 BARATARIA

UNA RESPIRACIÓN SECRETA

Los alientos están dormidos, ni calientan ni guíanal extraño, sólo el que lee en el corazón, extraño yhondo corazón del reloj, recupera lo perdido parasí mismo y quizás consiga pasar a otros ese alientoque no muere, solamente muta.

19 de agosto de 1994, noticia de la muerte deCanetti.

El origen hispano, concretamente sefardí, del autorlo desvela un detalle curioso de su apellido : Canettiviene del original Cañete y no es sino un italianiza-ción de un ascendiente de Elías, un cambio hechocon el propósito de transformar el apellido en máseuropeo y distinguido. Pero no nació en nuestropaís, aunque sus lejanos antepasados sí lo hicieran.Nació en una pequeña aldea búlgara de nombreRutstschuk. A lo largo de su vida residió en variasciudades, y entre las más destacadas puede hablar-se de Londres, Viena y Zürich, lugar en el quefalleció en el año 1994. Fue un óbito desvelado,curiosamente, cinco días más tarde; el que éstoescribe, amante de sus aforismos y en general de suobra, leyó impresionado la noticia ese 19 de agos-to, y consignó en la primera página de su obra Elcorazón secreto del reloj el lacónico texto que enca-beza este escrito. Y también impresionado por laforma de marcharse: abandonaba el mundo mien-tras dormía, sin enfrentarse, cara a cara, a lo quemás detestaba, la muerte. Se iba de este mundo unode los últimos exponentes de la cultura centroeuro-pea del siglo XX, que había recibido el Nobel deLiteratura en 1981; este judío centroeuropeo domi-naba varias lenguas, entre ellas el inglés, el ladinoy el alemán, lengua en la que eligió escribir toda suobra.

En el año 1939 comenzó a escribir aforismos enLondres, donde residía después de haber huído dela Europa continental debido al estallido de lasegunda guerra mundial. Vivía con Veza, su esposa,y recogía información para su gran obra Masa ypoder. Este trabajo de creación a medio caminoentre el ensayo y el tratado antropológico al quededicó dos décadas de su vida; en este tiempo leíatodo tipo de textos que caían en sus manos y fue suválvula de escape a tanta reconcentración; eracomo una respiración secreta que iba construyendo

como fruto de sus lecturas, así como un diariosecreto del que sólo conocemos un diez por cientode sus aforismos; en el año 2025 quedarán libera-dos por deseo del autor el conjunto de sus manus-critos para poder ser publicados.

Los aforismos de Canetti son fogonazos que haceflorecer otros mundos y versan sobre aspectosimportantes en la vida de los hombres. Sin duda, lamuerte y Dios son los temas que más persistente-mente aparecen. Hay pequeñísimos relatos o histo-rias de una sola frase y también reflexiones sobreescritores u obras de la más variada índole, aunqueson más abundantes las obras literarias.

Su experiencia con la muerte habría marcado alniño Canetti. Como nos cuenta su editor, MarioMuchnik, la cara de espanto de sus mayores fuemayúscula cuando de pequeño intentó golpear auna primita suya en la cabeza con un hacha. Mástarde en Zürich, cuando un profesor les llevó a él ya los de su clase a visitar un matadero, el jovenCanetti, al contemplar allí una oveja preñada reciénsacrificada y abierta en canal, atina a decir al pro-fesor: “Asesinato”. También está relacionado con elasunto de la muerte el tema de las masas que inves-tigó a su manera en la obra mencionada de Masa ypoder. En tres momentos de su vida tuvo ocasión decontemplar y vivir en sus propias carnes los com-portamientos de la masa en experiencias imborra-bles: una, cuando en su aldea natal vio un pavoroso

AFORISMOS DE LA GRANJA

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incendio alrededor del cual merodeaban innumera-bles figuras, que no eran sino ladrones; otra, quetuvo lugar en Austria en 1914, cuando nuestro pro-tagonista se puso a cantar el “God save the King”que había aprendido en Inglaterra en medio de unamanifestación de nacionalistas germanos, quienesle propinaron una terrible paliza de la que se salvóde milagro; y la tercera, que le sobreviene tambiénen Viena el 15 de julio de 1927, a la edad de vein-tidós años, cuando fue testigo de los hechos queacontecieron en torno a una manifestación que pro-tagonizaba una multitud que se dirigía al Palacio deJusticia para protestar por una sentencia absolutoriaa los asesinos que habían matado a unos obreros, yvio cómo el Palacio comenzó a arder, cómo la poli-cía recibió la orden de disparar, y cómo en la callequedaron noventa muertos. El escritor recordósiempre aquella experiencia, como una pesadillaque permaneció en él mucho tiempo y le volvía aaparecer incluso en sueños. Él formaba parte deaquella masa que presenció el asesinato de decenasde personas, y ésto marcó su futuro como intelec-tual: “Aquel día terrible, iluminado por luces claras,capté la verdadera imagen de aquello que, en formade masa, domina nuestro siglo. La capté tan inten-samente que, tanto por obligación como por deci-sión espontánea, he vuelto a reflexionar sobre ella.Nunca he dejado de frecuentarla y observarla, y aúnhoy día siento lo mucho que me cuesta separarmede ella, ya que sólo he conseguido realizar unaparte mínima de mi proyecto inicial : conocer ycomprender a la masa”. Y así se recluyó del mundopara crear su gran obra en el Londres de los añoscuarenta. Contaba en su haber con una sola novelatitulada Auto de fe. Tuvo la idea de continuar laestela de Masa y poder en un segundo volumen quese hubiera titulado Poder y supervivencia, pero quenunca llegó a ver la luz.

Los aforismos que presentamos han sido extraídosde su segunda aforística, El corazón secreto delreloj (apuntes 1973-1985), quizá la primera publi-cada de esta naturaleza en nuestro país. Fue la obraque me introdujo en el resto de la obra de ElíasCanetti. Supongo que la adquirí a raíz de una rese-ña periodística de 1987 en la que el periodistaentresaca unas decenas de aforismos. Por aquelentonces yo contaba veintiun años y aquellas líneasme impresionaron. Ese antiguo artículo ya amari-llento ha sido rescatado estos días de mi archivo derecortes de periódico; y hasta endulzado por la

inesperada foto de un Canetti sonriente que enseñasu dentadura con un rostro distendido, lejos de lasfotos usuales que se pueden ver del autor, en las quehay una especie de reconcentración melancólica yque muestran la figura de un hombre que sacrificósu vida a la escritura, que se retiró del mundo conel único deber de indagar y crear. Lo que sigue esuna libre selección de esta obra aforística que hevuelto a revisar con gusto. Dejo para un artículoposterior, una más sesuda y seria semblanza de suobra más extensa y más difícil de encontrar en laslibrerías cuyo título grandioso es La provincia delhombre. Lean con calma y degusten aforismo a afo-rismo la sabiduría inmarcesible y el genio de ElíasCanetti. Hasta pronto.

El proceso de escribir tiene algo de infinito.Aunque se interrrumpa cada noche, la escrituracomo actividad es una sola y revela su máximaautenticidad cuando entra en escena sin recurrir aningún tipo de artificio.

Un hombre que crezca en el curso del día y al acos-tarse sea un gigante. Por la mañana se despiertamuy pequeñito se ha reducido mientras dormía yvuelve a empezar su crecimiento diario.

Las ideas de los filósofos tienen algo de truco ilu-sionista. Muchas cosas desaparecen para que, depronto, haya algo en la mano.

La primera condición previa para que existiera seríaque uno mismo planteara sus preguntas y no selimitara sólo a responder. Las preguntas ajenas dis-torsionan, uno se acomoda a ellas, acepta palabrasy conceptos que debería evitar pese a quien pese.

Sólo se deberían usar palabras que se hayan carga-do de un sentido nuevo.

Quien está obsesionado por la muerte, por ella sehace culpable.

Intenta hablar del futuro, se siente un chapucero yenmudece.

Advirtió el efecto de sus palabras y perdió el habla.

Alguien que, sólo, fuera invencible, pero al que susaliados debilitasen.

Se pasa dos días a la semana sin periódicos, y heteaquí que todo sigue como ahora.

Podría ser que Dios no duerma, sino que se man-tenga oculto por miedo a nosotros.

Unamuno me gusta, : tiene los mismos malos atri-

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butos que conozco por mí mismo, pero jamás se leocurriría avergonzarse de ellos.

Se consideraba inteligente porque al día siguientepensaba de otro modo.

El éxito es el espacio que uno ocupa en el periódi-co. El éxito es la desvergüenza de un día.

El espíritu vive del azar, pero ha de echarle mano.

Un país en el que los hombres estallaran con unbreve chasquido. Luego desaparecerían sin dejarhuellas, ni un solo resto.

Sé que no he hecho nada. ¿De qué sirve decirse quemuchos ni siquiera saben esto de sí mismos.

Se puede no ser absolutamente nada, se puedehaber fracasado de la manera más deplorable, y, sinembargo, servir de algo siendo consecuente conuna sola cosa.

Lo quiera o no, el que se explora a sí mismo acabaexplorando todo lo demás. Aprende a verse, pero depronto, si es que ha sido honesto, aparece lo demásy resulta tan rico como él mismo lo era, y en últimainstancia más rico.

Cada vez con más frecuencia se descubre a símismo pensando que no hay salvación para lahumanidad. ¿Será acaso un intento por quitarse deencima la responsabilidad?

Esta inquebrantable sensación de perdurar, no men-guada por ninguna muerte, ninguna desesperación,ninguna pasión por los otros, mejores (Kafka,Walser): no logro hacerle frente. Sólo puedo regis-trarla con repulsión.

Los profetas sienten la amenaza de los hombres porDios, que les parece justiciero. Hoy que los hom-bres se amenazan a sí mismos, los profetas se con-funden.

Cada cual tiene que enfrentarse de forma totalmen-te nueva a la muerte. Aquí no hay normativa algunaque pueda adoptarse.

¿Por qué sólo seré yo mismo en el miedo? ¿Habrésido educado para el miedo? No me reconozco sinoen él. Una vez superado, se vuelve esperanza. Peroes miedo por otros. He querido a la gente por cuyavida he temido.

Una fe que no conozca ningún cielo, para la cual elcielo aún no haya sido arrancado de la tierra.

Entiendo perfectamente que alguien se odie. Lo queno entiendo es que alguien se odie a sí mismo y a

los demás. Si se odiara de verdad ¿no debería ali-viarlo el hecho de que ellos no sean él?

Hay que emplear el elogio en reconocer lo que nose es.

Imaginar una forma de desaparecer que sojuzgue ala muerte.

Quien se ha abierto demasiado pronto a la expe-riencia de la muerte, jamás podrá cerrarle otra vezsus puertas; una herida que acaba siendo una espe-cie de pulmón a través del cual se respira.

Se ha refugiado en Dios. Es allí donde más le gustasentir miedo.

Volverse impreciso, ocultar la opinión propia,decirlo todo aproximadamente, degenerar en orácu-lo.

Por temor a posibles complicaciones se quedó anal-fabeto.

A veces tiene la impresión de llevar ojos falsos,colocados por Dios.

Cuando leo palabras en este idioma, para mí nuevo,mis propias palabras se llenan de frescura y ener-gía. Los idiomas encuentran su fuente de la eternajuventud unos en otros.

Escribir hasta que, en la dicha de la escritura, unodeje de creer en su propia desdicha.

Hace del miedo una esperanza. Impostura o méritode escritor.

Durante todo un año no utilizó un solo adjetivo. Suorgullo, su mérito.

El último árbol, una idea tan angustiosa como elúltimo hombre.

Montaigne, el afirmador del “yo”. “Yo” como espa-cio, no como posición.

Echa al vuelo la vieja campana : Dios. Pero ¿sonmejores las grandes campanas nuevas?

¡Cuánto has envejecido para llegar a la incertidum-bre! Y eso que tampoco es la clara epokhé de losescépticos; tu incertidumbre es negra.

Piensa mucho. Lee mucho. Escribe mucho. Expresatu parecer sobre todo, pero callando.

Que uno se irá realmente y no habrá pasado nada, yque uno no ha hecho nada y sólo ha entrevisto aratos lo que hubiera debido hacer.

Registrar el momento en el que uno se resigna a la

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muerte.

Solamente es feliz cuando lee. Más feliz es todavíacuando escribe. Pero el colmo de su felicidad con-siste en leer algo que aún no sabía.

Ningún poema puede ser la verdadera imagen denuestro mundo. La verdadera, la aterradora imagende nuestro mundo es el periódico.

Estuvieron a punto de matarlo : con la palabra“éxito”. Pero él la cogió en sus manos con gestodecidido y la rompió.

Conocer el número de pasos que nos han sido asig-nados desde un principio. El número de palpitacio-nes y de alientos. El número de mordiscos.

¿Por qué te enorgullece realmente tanto el que lamuerte no se aparte de tus pensamientos? ¿Te vesacaso a ti mismo más auténtico o más valiente? ¿Esésta tu forma de ser soldado : sin aceptar órdenes,pero vestido con una especie de uniforme que es delde todos y del que hasta ahora nadie ha sido capazde deshacerse? ¿Tendrías que pensar en la muerte sihubiera uno solo que hubiese escapado de ella?

Ya no me irrita el final feliz del cuento: lo necesito.

No se sabe nada, pero se coquetea con ello hastadar la impresión de que se tiene una gran sabiduríaoculta.

La astucia de olvidar: de todo ello ha de salir algomejor.

Llega una etapa, en la vejez, en que mentalmentesólo se pueden dar dos pasos atrás y dos adelante.Llamémosla la etapa del área reducida. Pero inclu-so esta etapa puede ser fecunda para alguien quepreviamente haya cazado en grandes cotos.

“Emli n mfas”... “Señor de la respiración”, uno delos nombres de Dios entre los tuaregs.

El dolor de hablar. Hablas como a las puertas de timismo.

Ha aumentado su indefensión ante la muerte. La fecon la cual se comprometió no era ninguna protec-ción. No le estaba permitido protegerse. Pero es quehabía otros ahí, con él. ¿Acaso no los protegió tam-bién a ellos? ¿Cómo es que casi todos han caído yél aún sigue en pie? ¿Cuál es la relación secreta yvergonzosa que él desconoce?

“Una uva que ve a otra, madura.”

Refrán bizantino

“Su rostro irradiaba la misma mezcla de seriedad y

dulzura cuando contaba, extasiado, cómo una veztuvo entre sus manos una golondrina, le miró losojos y, al hacerlo, tuvo la impresión de haber mira-do el cielo.”

Wasianski : Immanuel Kant en sus últimos años devida

Juan Rulfo : ”Un muerto no muere. El día de losdifuntos la gente habla con él y le da de comer. Laviuda engañada se dirige a la tumba de su difuntoesposo, le echa en cara sus adulterios, lo insulta, loamenaza con vengarse. La muerte en Mexico no essagrada ni es extraña. La muerte es lo más cotidia-no que hay”.

...

¿Y qué siente usted, señor Rulfo, cuando escribe?

Remordimientos de conciencia.

Lo más difícil para el que no cree en Dios : que notiene a nadie a quien poder agradecerle. Más aunque por el propio desamparo, uno necesita un Diospara darle las gracias.

Nadie entiende el trabajo preliminar, subterráneo,de la ira.

La forma de Masa y poder llegará a ser fuerte. Dehaberlo continuado, hubieras destruido este librocon tus esperanzas. Tal como está ahora, obligas alos lectores a buscar sus propias esperanzas.

Temor de Dios : se ha convertido en el temor deDios ante nosotros, y es tan grande que Él se man-tiene oculto y nadie sabe dónde localizarlo. Teme lacara insolente del hombre y que éste, su criatura, lepase con toda confianza un brazo por el hombro y

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lo tranquilice a Él, su creador. “No tengas miedo,

que aquí estamos nosotros, tus criaturas te protege-

rán.”

Llegó a casa. Todo estaba en su sitio. La mesa se

había disuelto. Se sentó y escribió en el aire.

El paranoico no está de camino en ningún sitio.

Todo lo exterior acaba formando parte de su labe-

rinto interior. No puede escapar a sí mismo. Se pier-

de, sin olvidarse.

¿Quién no hubiera aprendido a polemizar en la

escuela de Karl Kraus? Sin embargo, en lo más

profundo de mi ser aborrezco la polémica. No me

gusta disputar. Escucho al otro. Expongo mi causa.

Pero que el otro y mi causa luchen, no, es lo último

que deseo. La lucha tiene para mí algo de indeco-

roso.

La culpa de sobrevivir que tú siempre has sentido.

Te comportas como si desde los presocráticos y los

chinos no hubiera habido nada.

Los viejos, que saben cada vez menos, pero con

dignidad.

“Me muero de sed, dame de beber de las aguas de

la memoria.”

Órfico

Se siente creativo cuando dice ”dios”.

Un país en el que la gente camina cabeza abajo

cuando hace alguna maldad.

Hastío de las propias cosas, que no por eso han de

ser malas, sino sólo demasiado conocidas.

Quizás nadie haya dudado del hombre tan profun-

damente como tú. Quizás por ello tenga tanto peso

tu esperanza.

Puesto que desde muy antiguo, desde siempre, los

chinos han sido nuestros modelos en el arte de

vivir, resulta tanto más doloroso ver cómo ahora

imitan nuestro ejemplo. Al final, cuando nos alcan-

cen, habrán perdido todas las ventajas que nos lle-

vaban.

JON ROSÁENZ LARAUDOGOITIA

Ambientación y fuentes :

El corazón secreto del reloj Muchnik Editores, 1987

Auto de fe Biblioteca de Plata. Círculo de Lectores, 1994

Apuntes (1942-1993) Obras Completas IV. Galaxia Gutenberg.

Círculo de Lectores, 2006

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EL HOMBRE DELGADO.Dashiell Hammett

Para la ocasión hablaremos de género, no de hom-bres y mujeres, que también los habrá, sino denovela negra, sociedad gris marengo y cine rosa.Asistiremos a los primeros síntomas del efectoinvernadero, para ver como se calienta la tierra y sedespejan los cielos encapotados del duro invierno.El sol de verano dará la bienvenida a los turistas,que disfrutarán de su aperitivo en la tasca del pue-blo, que ahora se llama “Pub Manolo” y ademástiene pista de baile. A la noche el whisky lo mez-clan con cocacola y los sirven en vasos de plásticode un litro, a solo a 5 euros. Ya nadie se emborra-cha, tan solo van de “pedo”. En definitiva, veremoscómo una novela de sombras y bajos fondos se con-vierte en una comedia de sobremesa que guarda suúnico encanto en la nostalgia que nos despiertan laspelículas en blanco y negro.

Dashiell Hammett, autor del libro El hombre delga-do publicado en 1934 y llevada a la gran pantallaese mismo año y con el mismo título The Thin man,nació el 27 de mayo de 1894 y murió en Nueva Yorkel 10 de enero de 1961. Vivió como lo hicieron lospersonajes de sus libros, de forma accidentada ycomprometida, entre whiskies y ambientes sórdidosy subterráneos. Estuvo afiliado al partido comunis-ta, y para no desmerecer, fue investigador y comba-tiente. En 1915, entró en la "Pinkerton's NationalDetective Agency” de Baltimore, que abandonó en1918 para alistarse en la Armada, de la que fuelicenciado en menos de un año, tras contraer tuber-culosis, y a la que regresó en 1920 para dimitirdefinitivamente como agente secreto en 1922.

El propio Dashiell y el tiempo que le tocó vivir,una sociedad americana marcada por la gran depre-sión y afanada en luchar por la demagogia quesupone la palabra libertad en ese país, fueron pro-tagonistas principales en sus obras y en el naci-miento de la novela negra. Y así, en medio de estadicotomía entre la imagen puritana de valores con-servadores, y la de aquellos que se bebían las bote-llas que se escondían tras la ley seca, nacieron ellibro y la película, cada uno a un lado de esta visióndel mundo. Alejado del género clásico de intrigaspolicíacas, en las que es la propia trama el hilo con-

ductor de la novela, en El hombre delgado, la inves-tigación no es más que el marco en el que situar alos verdaderos protagonistas, los personajes y suentorno. La historia, centrada en la búsqueda delasesino de Julia Wolf y en la desaparición del prin-cipal sospechoso, el inventor Clyde Wynant, evitael misterio al presentar continuamente a sospecho-sos que son descartados casi de inmediato, y lospocos que permanecen sembrando dudas, lo hacena base de tanto engaño que dificulta tomar parte poruno de ellos. El desenlace se precipita en pocaspáginas y, aunque da coherencia a todo lo ocurrido,elimina la posibilidad de permitir al lector descu-brir la intriga a la par que el detective, al no pro-porcionarle pistas durante el desarrollo de la trama.

Sin embargo, esto no va de ser Sherlock Holmes,no se fuma en pipa ni se buscan pistas con lupa.Aquí hay cigarrillos a media asta y revólvereshumeantes. Esto va de ser Nick Charles, el detecti-ve protagonista de El hombre delgado. Como elresto de personajes que aparecen en la novela, cum-ple con un estereotipo, en su caso el de tipo sarcás-tico, ácido, habituado a los ambientes sórdidos, alos lugares donde se encuentra la información, losbajos fondos. Es duro y con clase, un hombre depalabra, que se acuesta borracho, se desayuna unwhisky y aún así permanece lúcido. Adentrarte conél en los suburbios neoyorkinos, en mitad de laomnipresente noche a tomar una copa en el“Pigiron Club”, el bar de Studsy Burke, en compa-

LA LITERATURA EN EL CINE Y/O VICEVERSA

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ñía de gansters, confidentes y expresidiarios, essumergirte en el mundo de la novela negra. Ungénero donde se habla sin rodeos, igual que se viveo se muere, sin tapujos y menos prejuicios, un lugarque no obvia la suciedad, donde la mujer es “fatal”y el hombre se emborracha, pega y mata. Sus fron-teras no cierran, pero tienen derecho de admisión.Es un mundo sin diminutivos.

Por todo esto sorprenden dos cosas. La primera, eléxito y la falta de censura que tuvieron las obras deDashiell Hammett, recordemos su activismo políti-co en unos años que eran la antesala de la caza debrujas. La segunda, es precisamente la adaptacióncinematográfica, que repitió el éxito, pero cam-biando por completo el registro de la novela.

La película dirigida por W.S. Van Dyke e interpre-tada por William Powell y Myrna Loy, en los pape-les del detective Nick Charles y su mujer NoraCharles, fue rodada en menos de dos semanas,prácticamente por completo en interiores y obtuvonominaciones a los Oscar en las categorías demejor película, director, actor principal y guiónadaptado. Aunque respeta la estructura y el conte-nido, prescinde de la esencia de los personajes y sealeja del retrato social. Cambia el tono sarcásticodel libro por el cómico, los ambientes sórdidos pordecorados de cartón piedra, el sexo por besos detornillo y la carga de violencia por cuatro mampo-rros mal pegados. Es cierto que como comedia, lapelícula no funciona mal, hay química entre la pare-ja protagonista, con interpretaciones correctas ymucha galantería de la de antes, sobreactuada perocon gracia. Lo mejor, la ausencia de chistes fácilesde las comedias de hoy, y la escena final, repleta dehumor inteligente, en medio de una situación com-pletamente surrealista, en la que se citan a cenar lossospechosos del crimen, para tratar de descubrir alverdadero asesino. El cambio de registro en laadaptación, es posible que se debiera a la forma dehacer cine en los años veinte y treinta a ese lado delAtlántico, momento en el que se entendía como unaforma de entretenimiento, que durante su etapamuda había tenido en la comedia su máximo vale-dor del éxito comercial. Todo lo contrario sucedíaen el cine europeo, que veía en lo artístico unaparte fundamental para reforzar el mensaje de lapelícula. Los decorados, la iluminación, fotografíay vestuario, dejaron de ser elementos accesorios ydieron sus primeros pasos hacia las técnicasmodernas de realización. Movimientos como el

“Expresionismo” alemán, o el propio cine propa-gandístico de la Unión Soviética, retrataban lasociedad más allá del puro acto teatral y buscabanun fin más allá del entretenimiento.

Esta forma de “ennegrecer” el cine fue calandopoco a poco en los estudios americanos, en partegracias a la emigración de directores europeos, quemás que los mensajes y contenidos, incorporaronlas nuevas técnicas, permitiendo la aparición denuevos géneros. Precisamente en 1941 se estrenó Elhalcón maltés, película dirigida por John Huston,adaptación de la obra homónima de DashiellHammett, y que se considera como la primera pelí-cula de cine negro.

Lástima que El hombre delgado no se hubiese roda-do tan sólo ocho años después. Nos habríamosreído menos, pero sonreído mejor, socarronamente,como lo hubiera hecho Nick Charles.

EMILIO HIDALGO

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EL ÁRBOL Y LA CARRETERAUn acercamiento a Nocilla Dream de AgustínFernández Mallo.

Nocilla Dream es la primera novela de este autorcoruñés nacido en 1967. Fue considerada como unade las mejores novelas del 2006 por los críticos deEl Cultural, y la mejor según la revista literariaQuimera. Es la primera entrega de su Proyecto“Nocilla”, que consta de dos libros más todavíainéditos: Nocilla Experience y Nocilla Lab.Comenzó a bosquejar lo que luego acabaría siendoesta obra en julio de 2004, y la concluyó meses mástarde en la habitación de un hotel de Bangkok(Tailandia), lugar en el que hubo de permanecerrecluido más de tres semanas para recuperarse delas lesiones sufridas tras ser atropellado por unamotocicleta el primer día de sus vacaciones. Conestos antecedentes, la obra parece desde su origenuna locura febril y contagiosa. Ya el título nos ponesobreaviso de lo que el libro nos depara. FernándezMallo lo tomó de una canción con ese nombre delgrupo musical “Siniestro total”. ¿Curiosas circuns-tancias, no? Ante esto, cabe preguntarse si en laconcepción del libro todo es fruto de la casualidad,o más bien se trata del resultado de una clarividen-cia extraordinaria. Él reconoce que escribió la obrade forma intuitiva, guiado por un instinto que“bebe” de Borges, de Thomas Bernhardt y deWittgenstein, del cine y de las ciencias, y del arteconceptual (Duchamp).

Nocilla Dream, tal y como la considera el mismoautor, no es propiamente una novela, sino una docu-ficción en tono poético, una ficción con tintes dedocumental en la que convive poesía, internet y unárbol en mitad de un páramo con las ramas plaga-das de zapatos de todas clases; desiertos y micro-naciones; ancianos surferos chinos, Falconetti o elChe. Fernández Mallo entreteje una especie de telade araña que enlaza realidades pluridimensionales.Y es que este escritor es un ecléptico. Su mundo esun espacio vital en el que operan agentes tan hete-rogéneos como los personajes televisivos delEquipo-A y el pensamiento filosófico de Cioran, ola ciencia física y la poesía de Valente, o los chiclesde fresa ácida y el grupo indie Sr. Chinarro, etc. Yese universo personal de Fernández Mallo es, porun lado, un cosmos de certezas precarias, probabi-

lidades y verdades flotantes, en el que la realidad esmera información, una ficción o representación delmundo, pura construcción subjetiva sustentada enla interpretación cultural de una serie de códigos delo “pretendidamente objetivo”; y por otro, unanebulosa que orbita en la constelación de un pos-modernismo tardío, en donde el tiempo progresivono existe, sólo el presente perpetuo, en donde laHistoria no es lineal ni está abocada a un finalideal, y en donde se desvaneció hace ya muchasdécadas la utopía de una humanidad sublime e idí-lica, esa meta a la que supuestamente nos conduci-ría el progreso continuo, tal y como preconizabanlas caducas teorías de la Modernidad.

En este orden de ideas, Nocilla Dream se presentacomo una tentativa reivindicativa y reinventiva dela posmodernidad, como una muestra fehaciente deuna incipiente narrativa con un sugerente efectolisérgico. Es un performance literario en el que seembrollan todo tipo de textos (científicos, filosófi-cos, descriptivos, dibujos narrativos de fotografías,anuncios, noticias, historias reales, relatos de fic-ción, informes técnicos, artículos de crítica social,etc.) que nos recuerda a la forma de expresión delas artes plásticas, en las que se entreveran texturasmuy heterogéneas (aceites y óleos, pinturas, telas,metales, minerales, utensilios, elementos naturales,aparatos electrónicos, etc.) y se combinan formatos

LA CAJA DE LOS TRUENOS

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diferentes (montajes luminotécnicos, electrónicos,informáticos o sónicos, instalaciones multimedia,interactivas, conjuntos de híbridos de cuerpos natu-rales y sintéticos, etc.). En esta obra, que ha sidocalificada como collage, docuficción, indie, poesíapostpoética, narrativa de blog y cosas similares,Fernández Mallo presenta de forma abstracta, conun lenguaje pulcro y ligero, textos que pretendencomunicar algo por pura sensación, y no por surelación argumental o estructuración narrativa. Norelata una historia, sólo traza pinceladas híbridas ydispersas, en una especie de perspectivismo que leimpide enfocar o determinar objeto, personaje oasunto alguno (descripciones someras, personajessin caracterización ni rol definido, historias sin dis-curso ni final, etc.), al igual que las obras de arte nofigurativo moderno presentan líneas, volúmenes ymanchas de color con la única intención de llegar alespectador a través de la impresión espontánea quetransmiten.

Evidentemente, no es una novela al uso. En ella,Fernández Mallo despliega los presupuestos estilís-ticos propios de la estética posmoderna: la frag-mentación del discurso narrativo, la intertextuali-dad, el metalenguaje, la ironía, el lirismo contenido,la exposición de las interpretaciones de los hechos(que prima al relato minucioso de los mismos), losambientes artificiales, la despersonalización de lospersonajes, que más que como individuos humanosaparecen como modelos de roles sociales, la estruc-tura anárquica del texto (el libro no está organizadoen capítulos hilados), la infinidad de historias queaparecen sin cerrar, como si no tuvieran nada que

ver entre ellas y simplemente estuvieran ensambla-das por un artificio conductor, y las numerosaspáginas de reseñas tecnológicas y científicas queparecen un pegote sin sentido. Por este motivomuchos lectores encontrarán la obra extraña y des-concertante. Probablemente piensen así no pocoslectores habituados al modo de hacer de la narrati-va convencional. Están en su derecho. Aunque susprejuicios y resistencias a la hora de abordar unaobra que exige una nueva perspectiva estética ten-gan bastante de apriorísticas. Porque es cierto queNocilla Dream consiste básicamente en una repre-sentación escrita de lo que es el autor, que segúnparece transita por un mundo interior conformadopor historias reales, imaginarias, propias unas yapócrifas otras, y en la mayoría de los casos estram-bóticas y rocambolescas, historias que vuelca en unsinfín de microrrelatos que distribuye aparentemen-te de forma aleatoria a lo largo del libro, de suerteque las situaciones, los objetos y los personajes quelas constituyen se confunden en un maremágnumde caóticas y exorbitantes ideas que vertebra entorno a un árbol perdido en una planicie desierta ya una solitaria carretera de Nevada. Pero es muchomás que eso. Es un ejercicio de funambulismo en ladivisoria entre el abismo del vacío y la plenitudexistencial, una novela sobre los desiertos persona-les y la incomunicación humana, una novela de“fronteras”, de límites entre lo social y lo asocial, lofísico y lo simbólico, la vida y la muerte, etc. Ysobre todo es primordialmente una miscelánea lite-raria resultante de la plasmación en narrativa delejercicio creativo y la metodología propias de laactividad poética. Es, por decirlo así, un poemarioformado con más de una centena de capítulos, queen realidad no son sino poemas reunidos bajo elnexo metafórico de una carretera y un árbol queflorece zapatos. La diversidad formal y de conteni-do de cada capítulo-poema se explica como multi-plicidad de tipos de estrofa poética y como variedadde mensajes poéticos. De esta manera, si el lectorsupera las reticencias que pueda tener o el rechazoinicial que pueda sentir ante un libro de estas carac-terísticas y lo considera como una suerte de poe-mario, comprenderá que todos los capítulos-poemaque lo componen, en apariencia y sentido tan diver-gentes, conducen a un único propósito: hablar delindividuo humano actual. El poemario abunda enlas impresiones, observaciones, informaciones eimaginaciones que Fernández Mallo realiza en unviaje figurado que tiene lugar en el territorio del apoesía. Así, lo único que hace es reproducir en un

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escrito, como una experiencia unitaria y global, laspercepciones, las informaciones, las imágenes, lospensamientos, los sueños y las historias que havivenciado en su peripecia fantástica, en esa incur-sión en el fondo de las catacumbas de la esencia delindividuo humano. Individuo que es representadosimbólicamente por medio de un árbol solitarioenraizado en un erial y una carretera infratransita-da. El árbol expresa el egocentrismo (o si se quiere,la egolatría) que caracteriza a dicho individuo,mientras que la carretera significa la virtualidad dela apertura y el movimiento hacia lo diferente, osea, el tránsito por la esperanza a una nueva identi-dad individual. El árbol es cada uno de nosotros.Nosotros en nuestra soledad radical, nosotros enro-cados en nuestra mismidad, nosotros creciendoexclusivamente para nosotros; ese árbol cubierto dezapatos (árbol y zapatos forman un todo) es cadauno de nosotros emperifollados con miles de ador-nos llamativos y coloristas (que nos sirven paraocultar nuestra verdadera entidad y despistar así aquien se nos acerca), nosotros mostrando el pechoengalanado de medallas de todos los colores de lasoberbia… La carretera es la posibilidad de cam-bio, la vía a otra parte, la dimensión de la libertad,los brazos abiertos de los demás, el curso de un pro-yecto, el cordón umbilical con el futuro… Todo esoson uno y otra. Y mucho más… Porque si nos dete-nemos un momento a reflexionar sobre el particu-lar, encontramos que ese árbol que cada uno de nos-otros es representa la esencia de nuestra individua-lidad, esa reclusión voluntaria en nuestro herméticoego, el silencio ante la acción arbitraria de los agen-tes externos (el árbol se deja hacer cada vez quealguien cuelga de una de sus ramas un par de zapa-tos, lo mismo que nosotros aceptamos las medallasque nos conceden, merecidamente o no), la artifi-cialidad de la parafernalia tras la cual nos parapeta-mos y nos mostramos en sociedad. Nadie conoce laespecie a la que pertenece ese árbol, si florece enprimavera, si algún pájaro anida en sus ramas, sialguna vez le acompañó un heliotropo o un rodo-dendro, si en otoño se desnuda melancólico y lloradesconsolado vertiendo al suelo lágrimas de hojascaídas o si en invierno tirita de frío recubierto decarámbanos. A nadie parece importarle nada detodo esto, sino sólo satisfacer la curiosidad porsaber la razón de tanto zapato colgado de las ramas.Como tampoco a nadie le preocupan los sueños delotro, del individuo que se le presenta delanteenmascarado en diferentes pantallas de apariencias,ni si en su corazón habita el amor, si tiene amigos,

si llora alguna pena en silencio o sufre en la tumbade su soledad, sino nada más que la naturaleza de lamáscara que porta y su valor social o económico,así como la idoneidad u originalidad de la misma.Con este talante tan ridículo y tan superficialenfrentamos las relaciones interpersonales, de igualmodo que el árbol se perfila en la carretera, inmu-table y aparente, y de semejante forma a la que lacarretera se constituye en un marco de desencuen-tro y distancia que constriñe su virtual dimensiónde apertura y libertad. La consecuencia palmaria esla radical y absoluta incomunicación e inautentici-dad en las que supuestamente nos “comunicamos”.Y eso… en el mejor de los casos. Porque lo habitualen la mayoría de las relaciones humanas es la des-preocupación respecto de todo lo ajeno a nuestroego, el nulo conocimiento del “otro” (fundamenta-do principalmente en una hermenéutica de las más-caras que ostenta ese “otro”, la cual se afianza enlos prejuicios) y en la utilización del “otro” para lospropios fines, características que constituyen lossíntomas de lo que podríamos denominar el “sín-drome burbuja”, la pandemia moral e identitaria denuestros días. Fernández Mallo recoge en tono casiperiodístico el pulular anárquico, alocado e insólitode tantas y tantas “burbujas” a la deriva en la cons-telación llamada Nocilla Dream. Cada personaje,cada situación, cada información, cada descripciónque traslada al lector es un hecho atómico, la repre-sentación del microcosmos de cada una de esas“burbujas” o, si se quiere, la placa radiográfica dela diversidad de la tipología humana. Y son tantaslas “burbujas”, tantas las especificidades de sunaturaleza, tantas y tan diferentes las direcciones desus movimientos, tantas las peculiaridades de losámbitos de concomitancia, que el conjunto de rea-lidades atómicas o constelación de “burbujas”resulta un estremecedor absurdo, una locura queenvuelve y contagia al lector, quien a fin de cuentascomprende que Fernández Mallo lo único que hacees conglomerar en las páginas de un libro las imá-genes de la realidad social y la realidad personal delindividuo tipo actual reflejadas en el espejo des-criptivo de un observador objetivo. Esta sociedad seconcreta en un mundo globalizado en parámetroseconómico-socio-culturales universales, que másbien parecen un “totum revolutum” que otra cosa, yque paradójicamente se traducen en comportamien-tos individuales de “todo vale” y de “cada uno va alo suyo”. Por eso, es posible que unos surfistasnonagenarios orientales surfeen en olas de las pla-yas asturianas, que muchachas díscolas se extraví-

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en en cualquier carretera, que individuos extrañossean ciudadanos de micronaciones ignotas, que loscientíficos se dediquen a adiestrar a ratas para quedesactiven minas antipersona, que un beodo seatocado por la luz diáfana del conocimiento o quelos políticos compitan en estupidez. Nada de esto esmás inverosímil ni extraordinario que los conteni-dos de cualquiera de los programas de tele-basura,de los “realities” multimedia, de la página de suce-sos de los noticiarios, de las grabaciones colgadasen “you tube”, o la laia de los retos a los que seenfrentan los aspirantes a figurar en los records“Guinnes”, por ejemplo.

No obstante, y a pesar de todo, Fernández Mallo nopuede sustraerse a la magia del amor, a la genuinay sincera proyección física y espiritual de un indi-viduo en otro sujeto humano. El mensaje que noslanza en Nocilla Dream es que el amor es la espe-ranza y la clave para la superación del embota-miento en uno mismo, este mal endémico que asolanuestra sociedad. El amor es la vivencia íntima queensambla catárticamente el “yo árbol” y el “yocarretera” que todos somos, proyectándonos a losotros. Así ocurre en la novela, cuando el árbol y lacarretera conforman el punto de reencuentro yreconciliación de dos enamorados. El hombre,obnubilado por la longitud y el potencial recorrido

de la carretera por la que transitaba con la amada,decide abandonarla y lanzarse a la aventura en soli-tario, en un alarde de egoísmo y de carencia deseriedad y compromiso personal. La mujer, desva-lida y desahuciada, queda en medio de la carreteraa expensas de lo que le depare la suerte. El hombre,al cabo de un tiempo, reconsidera su acción y vuel-ve a la carretera en busca de la amada. La encuen-tra junto al único árbol que jalona esa carretera a lolargo de muchos kilómetros. Halla a la mujer des-calza, herida y derrotada. Es entonces cuando aflo-ra en el hombre el verdadero amor, que brota incon-tenible, con la fuerza del dolor y el arrepentimien-to. La desnudez de la mujer, su “poquedad” fla-grante, hace que el hombre se sienta tal cual ella ydecida equipararse a la amada. De este modo, éltambién se quita los zapatos, se abraza a la mujer,le da la mano y juntos comienzan a caminar descal-zos por la carretera. El hombre colgó los zapatos deuna rama del árbol testigo de una verdadera histo-ria de amor. Fueron los primeros que adornaron elárbol, que posteriormente sería objeto de un trasie-go morboso de zapatos-adorno colgados de susramas. Como dicen los “pragmáticos” modernos, osea, esos pusilánimes coyunturales que atestan loscírculos mediáticos y de poder, “Es lo que hay”. Ylo que hay es que un acto de amor, un singular des-prendimiento de ego simbolizado en un par dezapatos abandonados en la rama de un árbol perdi-do en una carretera de quinta categoría, queda abso-lutamente oculto y desvirtuado bajo el vistosomanto de cientos de zapatos que otros tantos adve-nedizos colgaron caprichosamente, por mor de lasuperficialidad imperante y la obsesión de protago-nismo que caracterizan su tránsito por la carretera.Y nosotros no somos diferentes a estos oportunistasde solera. Lo que hay es que la hipotética tridimen-sionalidad de la realidad (lo que es, lo que vemos ylo que queremos ver) se reduce a un único planoacotado exclusivamente a lo que queremos ver, a lapura subjetividad, que no es más que una formasublimada de egoísmo. Como dicen los “confor-mistas de pro”: “Es lo que hay”, que no es sino latragedia asumida y consentida que vivimos los indi-viduos humanos en estos tiempos en los que todosqueremos ser Dios. Y Nocilla Dream no es más queun escaparate de “eso” que hay, de esa tragedia.Que no es poco…

ADRIÁN ARZA

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Averigua el título y el autor de la obra ala que pertenece el texto. Si sabes la res-puesta, envía un e-mail a la dirección decorreo electrónico:[email protected] los acertantes se sortearán doslibros.

Este año, el año cuarenta y cinco, los alemanes yano dominaban el espacio aéreo de nuestra ciudad. Ymenos aún el de toda la región, el del país. Los ata-ques de la aviación habían desbaratado las comuni-caciones de tal manera que los trenes de la mañanapasaban al mediodía, los del mediodía por la tardey los de la tarde por la noche, así que a veces suce-día que el tren de la tarde llegaba sin un minuto dediferencia, con lo que marcaba el horario, pero esose debía a que era el tren de pasajeros de la maña-na que llevaba cuatro horas de retraso.

Anteayer un caza enemigo ametralló encima denuestra ciudad a un caza alemán hasta quitarle unala. Y el fuselaje se incendió y cayó en algún lugaren el campo, pero el ala aquella, al soltarse del fuse-laje, arrancó varios puñados de tornillos y tuercas,que cayeron sobre la plaza y les abollaron las cabe-zas a unas cuantas mujeres. Pero aquella ala plane-aba sobre nuestra ciudad, los que podían se queda-ban mirándola, hasta que el ala, con un movimien-to chirriante, se elevó por encima de la mismaplaza, donde se juntaron los clientes de los dos res-taurantes, y la sombra del ala aquella cruzaba laplaza y la gente atravesaba la plaza corriendo haciaun lado y enseguida corría hacia el lado dondehabía estado un momento antes, porque el ala nodejaba de moverse como un péndulo enorme, quehacía huir a los ciudadanos en dirección contraria alsitio posible de su caída y mientras tanto emitía unruido cada vez más fuerte y un sonido silbante. Yentonces dio un giro rápido y cayó en el jardín deldecano. Y a los cinco minutos los ciudadanos ya sellevaban el metal y las chapas de aquella ala, paraque enseguida, al día siguiente, aparecieran comotechos de jaula de conejos o gallineros; un ciudada-no cortó esa misma tarde tiras de aquella chapa ypor la noche se hizo en la moto unos hermosos pro-tectores para las piernas. Así desapareció no solo elala sino también toda la chapa y las piezas del fuse-laje del avión del Reich, que cayó en las afueras dela ciudad, sobre los campos nevados. Yo fui en bici-

cleta a mirarlo, media hora después de que lo derri-baran. Y ya me encontré por el camino con ciuda-danos que arrastraban en sus carritos el botín quehabían obtenido. Era difícil adivinar para qué lesiba a servir. Pero yo seguía en la bicicleta, queríaver aquel aeroplano destrozado, yo no soportaba ala gente que siempre anda buscando algo, ¡qué va,qué voy a andar yo recogiendo o arrancando piezas,trastos! Y por el camino de nieve pisoteada, queconducía ya a aquellas negras ruinas, venía mipadre; llevaba una especie de instrumento musicalplateado y sonreía y agitaba aquellas tripas platea-das, una especie de tubitos. Sí, eran tubitos delavión, los tubitos por los que pasaba la gasolina, yhasta la tarde, en casa, no averigüé por qué estabatan contento papá con aquel botín. Los cortó en tro-zos del mismo tamaño, les sacó brillo y despuéspuso junto a aquellos sesenta tubitos relucientes sulápiz metálico, al que se sacaba la mina. Mi padresabía hacer de todo, porque desde los cuarenta yocho años estaba jubilado. Era maquinista y habíaconducido locomotoras desde los veinte, así quesus años de servicio valían el doble, pero los ciuda-danos se volvían locos de envidia al pensar que mipadre podía vivir aún veinte o treinta años. Y ade-más papá se levantaba aún más temprano que losque iban a trabajar. Por toda la región recogía cual-quier cosa, tornillos, herraduras, se llevaba de losdepósitos públicos cualquier trasto innecesario y loalmacenaba todo en casa, en el cobertizo y en eldesván; una chatarrería parecía nuestra casa. Ycuando alguien decidía prescindir de unos mueblesviejos, todo se lo llevaba nuestro padre, así que aun-que en casa no éramos más que tres, teníamos cin-cuenta sillas, siete mesas, nueve canapés y monto-nes de armaritos y lavabos y jarras. Y hasta eso erapoco para mi padre, salía en bicicleta a recorrer laregión y aún más lejos, hurgaba en los depósitoscon una barra de hierro y por la noche regresabacon el botín, porque todo podía servir algún díapara algo, y servía, porque cuando alguien necesi-taba algo que ya no se fabricaba, alguna pieza parael coche o la trituradora o la trilladora y no loencontraba, venía a nuestra casa, y mi padre seponía a pensar, la memoria lo conducía a algún sitiodel desván o del cobertizo o a los montones quehabía en el patio, y entonces metía la mano en algu-na parte y al cabo de un rato sacaba algún trasto quede verdad servía. Por eso mi papá solía ser el jefe

LA BUHARDILLA

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de las campañas de recogida de chatarra, y cuandotransportaba todos aquellos trastos de hierro a laestación, siempre pasaba frente a nuestro portal ydejaba caer parte del producto de aquella campañade recogida. Y a pesar de eso los vecinos eran inca-paces de perdonarle. Debía de ser porque nuestrobisabuelo Lukás recibía un doblón al día de renta, ydespués, cuando llegó la República, en coronas. Mibisabuelo nació en mil ochocientos treinta y en milochocientos cuarenta y ocho era tambor del ejérci-to y como tal luchó en el puente de Carlos, dondelos estudiantes les tiraron adoquines a los soldadosy le acertaron a mi bisabuelo y lo dejaron inválidopara toda la vida. Desde entonces cobraba la renta,un doblón diario, con el que se compraba cada díauna botella de ron y un paquete de tabaco; y enlugar de quedarse sentado en casa, fumando ybebiendo, iba cojeando por las calles, por los cami-nos, pero a donde más le gustaba ir era a los sitiosen los que la gente se dejaba la piel trabajando, yahí se burlaba de aquellos obreros y bebía aquel rony fumaba aquel tabaco, y por eso todos los años ledaban al bisabuelo en algún lugar una paliza tal queel abuelo lo llevaba a casa en carretilla. Pero cuan-do el bisabuelo se reponía, volvía a ponerse a pre-guntar quien lo pasaba mejor, hasta que volvían adarle otra paliza terrible. La caída de Austria lequitó al bisabuelo aquella renta, la que había reci-bido durante setenta años. Con la pensión que ledieron al llegar la República se acabaron el ron ylos paquetes de tabaco. Y a pesar de eso todos losaños le seguían pegando al bisabuelo Lukás hastadejarlo inconsciente, porque se seguía jactando deaquellos setenta años durante los cuales había teni-do todos los días la botella de ron y el tabaco. Y enel mil novecientos treinta y cinco el bisabuelo sefue a jactar delante de unos picapedreros a los queacababan de cerrarles la cantera y le dieron tal pali-za que se murió. El doctor dijo que podía haberseguido viviendo tranquilamente otros veinte años.Por eso no había ninguna otra familia que cayesetan mal en la ciudad como la nuestra. Mi abuelo,para que la astilla no fuera tan distinta del palo, delbisabuelo Lukás, era hipnotizador y trabajaba encircos pequeños y toda la ciudad veía en su hipno-tismo el deseo de hacer el vago toda la vida. Perocuando los alemanes cruzaron en marzo nuestrafrontera para ocupar todo el país y avanzaban endirección a Praga, el único que fue hacia ellos fuenuestro abuelo, únicamente nuestro abuelo fue ahacerles frente a los alemanes como hipnotizador, a

detener los tanques que avanzaban con la fuerza delpensamiento. Así que el abuelo iba por la carreteracon los ojos fijos en el primer tanque, que dirigía lavanguardia de aquellos ejércitos motorizados. Yencima de aquel tanque estaba metido hasta la cin-tura en la cabina un soldado del Reich, en la cabe-za llevaba un birrete negro con la calavera y lastibias cruzadas, y mi abuelo seguía de frente haciaese tanque y llevaba los brazos estirados y con losojos les infundía a los alemanes la idea, dad la vuel-ta y regresad... y de verdad, el primer tanque sedetuvo, todo el ejército se quedó quieto, el abuelotocó aquel tanque con los dedos y siguió emitiendola misma idea... dad la vuelta y regresad, dad lavuelta y regresad, dad la vuelta... y después unteniente hizo una señal con un banderín y el tanquese puso en marcha, pero el abuelo no se movió y eltanque lo atropelló, le arrancó la cabeza, y ya nohubo nada que le cerrara el camino al ejército delReich. Y después papá se fue a buscar la cabeza delabuelo. El primer tanque se detuvo antes de llegar aPraga, estaba esperando que llegase una grúa, lacabeza del abuelo había quedado aplastada entre lascadenas y las cadenas estaban tan retorcidas quepapá pidió que le dejasen sacar la cabeza del abue-lo y enterrarla después con el cuerpo, como corres-ponde a un cristiano. A partir de entonces, la gentede toda la región solía discutir. Unos gritaban quenuestro abuelo era un loco, los otros, que no deltodo, que si todos se hubieran enfrentado con losalemanes como nuestro abuelo, con las armas en lamano, quién sabe cómo hubieran terminado los ale-manes.

En aquella época vivíamos fuera de la ciudad, fuemás tarde cuando nos trasladamos a la ciudad, y amí, que estaba acostumbrado a la soledad, cuandollegamos a la ciudad se me estrechó el mundo.Desde entonces sólo cuando salía a las afueras, sóloasí respiraba. Y cuando volvía, a medida que lascalles y las callejuelas se estrechaban al cruzar elpuente, me estrechaba yo también, siempre tenía ytengo y tendré la impresión de que detrás de cadaventana hay por lo menos un par de ojos que memiran. Cuando alguien me hablaba, me sonrojaba,porque tenía la impresión de que a todas las perso-nas les molestaba algo de mí. Hace tres meses mecorté las venas de las muñecas, y fue como si notuviera motivo para hacerlo. Pero yo sí tenía moti-vo y lo conocía y sólo me daba miedo que cual-quiera que me mirase fuese a adivinar el motivo.

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Por eso detrás de cada ventana aquellos ojos. Pero¿qué puede pensar una persona cuando tiene veinti-dós años? Yo podía pensar que la gente de nuestraciudad me miraba porque me había cortado las venaspara librarme del trabajo que ellos tenían que haceren mi lugar, igual que lo habían hecho en lugar de mibisabuelo Lukás y de mi abuelo Vilém, que era hip-notizador, y de mi papá, que había conducido unalocomotora durante un cuarto de siglo sólo para notener después nada que hacer.

Este año los alemanes ya no dominaban el espacioaéreo de nuestra ciudad. Cuando llegué por el sende-ro hasta el fuselaje del avión, la nieve brillaba en losllanos y en cada cristalillo de nieve era como si hicie-se tictac una manecilla pequeñísima de segundero,porque la nieve se quebraba bajo el calor del sol y seponía de todos los colores, y oí que no sólo en cadacristalillo hacían tictac las manecillas, sino tambiénen otra parte. El tictac de mi reloj se percibía con cla-ridad, pero yo oía otro tictac más, y ese tictac salía delavión, de aquel montón. Y, en efecto, hacía tictac allíel reloj de la cabina, hasta marcaba la hora correcta yyo la comparé con las manecillas de mi reloj. Y des-pués vi que un poco más abajo había un guante ilu-minado por el sol, y sentí perfectamente que el guan-te no estaba solo, que dentro de él estaba la mano deun hombre, y que la mano no estaba sola sino en unbrazo y el brazo en un cuerpo humano que estaba enalgún lugar debajo de aquellos restos. Y con todo elpeso del cuerpo me apoyé en el pedal de la bicicleta;por todas partes sonaban las manecillas de los segun-deros, empujadas por la luz del sol, y por las vías a lolejos resoplaba un tren de carga, resoplaba con ale-gría; era un tren carbonero, volvía de la cuenca deMost, seguro que de ciento cuarenta ejes, y a la mitaddel tren se había quedado trabada la zapata de unfreno, estaba al rojo y el metal goteaba sobre el riel,pero la locomotora del Reich arrastraba con alegríaaquel vagón trabado.

El texto propuesto en el númeroanterior de BARATARIA está saca-do de la novela Hijo de ladrón delescritor Manuel Rojas, publicada en1951 y considerada por algunos lanovela chilena más importante delsiglo XX. Hijo de padres chilenos,Manuel Rojas nació en Argentina(Buenos Aires, 8 de enero de 1896), sibien durante el primer tercio delsiglo XX reside alternativamente enambos países. En 1922 un cuentosuyo obtiene el segundo premio deuna revista literaria argentina. En1924 vuelve a Chile, adentrándoseprogresivamente en la actividad lite-raria. En este país obtuvo a lo largode su vida numerosos reconocimien-tos (director de publicaciones de laUniversidad de Chile, presidente dela Sociedad de Escritores de Chile...)y en 1957 recibe el Premio Nacionalde Literatura. Manuel Rojas fallecióen Santiago el 11 de marzo de 1973.

Hijo de ladrón (1951) es la primeraobra de una tetralogía que tienecomo denominador común la vida deAniceto Hevia, y que Rojas constru-yó a lo largo de los años. Se completacon Mejor que el vino (1958),Sombras contra el muro (1964) y Laoscura vida radiante (1971).

La ganadora de este concurso buhar-dillero es NEKANE URKIJO.

Se ha llevado dos libros: Tren noctur-no de Martin Amis y Los peces de laamargura de Fernando Arámburu

¡Enhorabuena Nekane! y gracias atodos los participantes del concurso.

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IMAGINARIO

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SIETE BRAZOS EXTENDIDOS

Estaba sentada con el brazo extendido mirando latele. Eran siete brazos extendidos por donde pene-traba lentamente el líquido. Algunos llevaban algu-na revista o un libro, otros se quedaban aparente-mente dormidos durante esas horas que se hacíaninterminables comosi los minutos notuvieran valor enesas sesiones queles prolongaban lavida. Fuera espera-ban los otros bra-zos, las otras pelu-cas, las esperanzaspuestas en eselíquido venenosoque circularía porsus cuerpos y mata-ría todo, lo malo yparte de lo bueno.Mientras, en la tele,seguían hablandode las corruptelas odel último amor delmatador de toros,porque el mundo, apesar del miedo ylos sueños de losque miraban el apa-rato en ese recintoblanco, seguía fun-cionando. Muchasveces quería gritarque el mundo se detuviera, que se quedara allícomo si fuese la única oportunidad para que su vidacontinuara, sin el líquido por sus venas, coronadapor la cabellera que había perdido a grandesmechones, con el sabor de un buen plato de comi-da, sentido anulado entre tantas otras cosas por eselíquido infernal. Se acercó la enfermera a cambiar-le la bolsa y la lágrima rodó hasta llegar a la comi-sura de sus labios, secos y descarnados.

ADRIANA SERLICK

ADVERTENCIAS

En la puerta de la consulta me asalta el primer letre-ro: “Por favor tocar una sola vez”. Mi vista traspa-sa a la secretaria para fijarse en un aviso de letrasnegras sobre papel blanco: “Se ruega a los pacien-tes no abrir la puerta ni contestar el teléfono”.

Ingreso a la salade espera, conuna gran pared devidrio y el consa-bido anuncio:“Se ruega noabrir puertas niventanas”. Estoysola, un tabiqueme aísla de lasecretaria. Cruzolas piernas, lasdescruzo, trato demorderme lasuñas, me levanto,me acerco alletrero pero no lomiro. Buscoárboles, pero sóloencuentro techosque se elevanpintando deóxido las nubes.El chirrido delteléfono mesobresalta. ”No,el doctor no hallegado”. La

estridencia del timbre me estremece. Quiero irme.Alguien llega y parlotea con la secretaria. El volu-men de la música es insoportable. Huyo como loca,me resbalo en el inmaculado parquet. Con los ner-vios destrozados vomito sobre el último letrero: “Seruega no manchar el piso”.

MARÍA ISABEL QUINTANA

RELATARIA

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JOHNNY BARBIERI, Y SUBÚSQUEDA DE LA NUEVA

SENSIBILIDAD EN LA POESÍA DELATINOAMÉRICA, A TRAVÉS DE

YO ES OTRO

Johnny Barbieri es un vate importante dentro de lapoesía peruana y latinoamericana, y no falto a laverdad, sus obras lo respaldan. Realizar un segui-miento poético, es algo que demandaría tiempo yespacio; un estudio preliminar, sería lo más justo, ya partir de ésta, encontrar toda la concepción poé-tica, que vislumbra su última publicación. Por esome sobró razón, para acercarme, a conversar,explorar y esclarecer su pensamiento y por ende,en cuanto al libro: Yo es otro que se presentó enLima el 4 abril y el 28 de septiembre en Chimbote,el libro más representativo y controversial que con-mueve las fibras del ser humano e invita a encon-trar los rasgos de relación y de ruptura que existeentre el primer poemario: Branda y la Mesón de losPandos (1993) y El libro azul 1996, libro, génesisimprescindible para comprender su poética y almismo tiempo, el espíritu vital que dominan en loslibros publicados posteriores hasta Yo es otro, quees síntesis y testigo, de esa conciencia profunda queha adquirido Johnny, a partir de la reconversión,como una propuesta capital y contextual del poema,que como objeto muere y resucita en el tiempo yespacio: “lo que ha envejecido se renueva, lo queha muerto se revive, la idea es inyectar vida al textoque ya no la tiene, que ya cumplió su ciclo vital.”“La idea del envejecimiento de los textos alcanza atodos, no hay poeta intocable.”

La poesía nunca es la misma, a partir de la pro-puesta de Johnny Barbieri que se revitaliza en elsiglo XXI y nos plantea nuevas formas de hacerpoesía. Aquí las preguntas y las respuestas:

LEONCIO LUKE: Johnny antes de iniciar con laspreguntas que me trae a entrevistarte, quisiera queme dijeras ¿quién es Johnny Barbieri?

JOHNNY BARBIERI: Johnny Barbieri es alguienque un día después de haber tenido una experienciabudista (1973-1977) decidió hacer lo que más que-ría: escribir. Quizás el mundo conspiró para lograr-lo –como diría Coelho–, pero estoy aquí, haciendo

lo que más me agrada. He escrito poesía desde muytemprana edad y creo que cada cosa de importanciaque he hecho en la vida ha estado relacionada a ellade alguna u otra forma.

L. L.: ¿Qué es la poesía para Johnny, acaso unespacio de conocimiento, insistencia, persistencia,recreación o solamente el acto de escribir, comoplacer para trascender?

J. B.: Es la suma de todo. Un hecho artístico o inte-lectual es un hecho de conocimiento, la misma quese hace valiosa sólo a través de la rigurosidad y éstase logra con la persistencia, el orden, la lectura, lacorrección, etc. Recrear para producir placer en elgoce lo logras después. La poesía es como un por-tal hacia el conocimiento (o la reflexión) no sólo deti mismo sino del mundo, y como casi nunca lograsconcretar esto, siempre terminas por buscar más,explorar más, ahí radica el movimiento, la apertura.Es una obra abierta no en el sentido de la variadainterpretación que el texto pueda tener – como loplanteaba Umberto Eco – si no en la posibilidad deser reconvertida y vuelto contemporánea con elpropósito de alcanzar el fin último de todo poemaque es el goce mayor, la sacudida del espíritu dequien la contempla.

ENTREVISTAS EN LA GRANJA

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L. L.: ¿Cómo podríasclasificar tu poética?Sabemos que has publi-cado a la fecha nuevelibros de poesía, desdeBranda y la Mesón delos Pandos 1993 hastaYo es otro 2007. ¿Hayun hilo conductor odisentimiento entre elprimer y el últimolibro?

J. B.: Creo que si lascosas las has tenido

claras desde el principio el hilo conductor siempreva estar allí. Por un lado Branda… inició un pro-yecto de búsqueda interior que lo continué conMAKA, Carne de mi carne, La Virgen negra, etc.Fue una especie de introspección a la cual siemprevuelvo en mis momentos más difíciles. En cambioEl Libro azul inició una perspectiva de acepciónfrente al mundo, que fue más un ver hacia fuera, locual es también conocerse a sí mismo conociendosu entorno, el mundo que lo rodea, al igual queJugando a ser Dios o Libro Hindú. Claro, siemprecon el hilo conductor bien tensado.

L. L.: Yo percibo en tu poética dos o tres grandesmomentos o hitos que dejan huellas, como es elcaso de Branda y la Mesón de los Pandos un poe-mario inubicable, lúdico, suprarreal, muy personal,de despegue, y huída en búsqueda de un lenguajepropio, de ruptura con la tradición, y el otro es ElLibro azul 1996, un poemario de puertas abiertasque insinúa el nacimiento de cada uno de lossiguientes libros, segundo momento que se eslabo-na sin perder el ritmo hasta llegar a la publicaciónde Yo es otro 2007, que es una síntesis y justifica-ción de los libros anteriores. ¿Es verdad lo que afir-mo o es una percepción equivocada?

J. B.: Sí, es cierto. El primer momento de aperturaa una poesía personal es Branda…con este poema-rio intento concretar una poética que sea ruptura ya la vez inicio de una nueva acepción en el ejerciciopoético (sobre todo frente a lo planteado por lageneración anterior). Me parece es más la concre-ción de un lenguaje propio basado en un hedonismode la imagen, lo cual hace ver una poesía lúdica.Desestimo el lenguaje coloquial y, sobre todo, elespíritu de lucha de clases que animó la poesía delos poetas que nos antecedieron generacionalmente

las dos décadas anteriores, e intento una poesíamucho más moderna, posmoderna – quizás-, peromucho más libre en todo caso. Con El libro azulintento un proyecto más grande, tal vez totalizador,en él se anuncia, como bien has percibido, el iniciode mis otros libros; están allí, MAKA, que desarro-lla un mundo de reminiscencias, Jugando a serDios, en la que ensayo un homenaje al hombre y,sobre todo, a la vida, Libro Hindú, que habla de miexperiencia budista que lo inicie en un colegio deLima, y el comienzo de Yo es otro con la propuestasobre la reconversión del objeto.

L. L.: Yo es otro es un libro fundamental que tocalas fibras más íntimas y conmueve, ¿Acaso es lacaza mayor que has logrado hasta la fecha? ¿Qué espara ti este libro, que va más allá de la propuestamisma y aduce como un modelo teórico y prácticode la misma?

J. B.: Yo es otro, título tomado de cartas del viden-te de Rimbaud, es un libro hecho de la reunión depoemas, algunos ya había publicado en libros ante-riores y otros los escribí exclusivamente para estelibro. Quizá el peso de intimismo al que te refierespertenece a los poemas que escribí para un librodedicado a mi madre, a su vida y a su muerte, elcual lo publicaré próximamente. La propuesta cen-tral de este libro es la reconversión del objeto o seael poema reconvertido a partir de una nueva sensi-bilidad y de una nueva acepción de moral y de arte.Lo que ha envejecido se renueva, lo que ha muertose revive, la idea es inyectar vida al texto que ya nola tiene, que ya cumplió su ciclo vital. El productoes un objeto nuevo, es un texto radiante de vida. Espor ello que percibes estos poemas de tal forma quete tocan la fibra más íntima.

L. L.. Cada libro es como un hijo que nace, crece yreclama al mismo tiempo, más cariño que otro,¿cuál de todos tus libros requiere más atención?

J. B.: Tú lo has dicho son como hijos y a los hijosse les quiere por igual. Cada libro mío tiene algodistinto al otro, es allí donde radica su valor.Aunque siempre, como a los hijos, se estime deforma distinta al mayor por ser el primero y al últi-mo por ser el más chiquitín. Con mis poemariossucede casi lo mismo. Aunque creo que cada poe-mario está construido siendo un principio y un fin,y a la vez un eterno continuar (proceso ineludible,en la acepción tradicional) porque el sujeto es siem-pre el mismo; pero esto ya no más. Ahora con lareconversión del objeto se hace posible una nueva

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dicotomía que es la del sujeto múltiple y el objetoúnico. Con esto la posibilidad del eterno continuares imposible porque el objeto está hecho de muchasexperiencias y no de una sola como hasta ahorahabía sido.

L. L.: A estas alturas de tu vida ¿qué te ha dado lapoesía, o mejor dicho la literatura en general?

J. B.: La poesía me ha dado una bella razón parasentirme vivo, más vital. Y a la vez el reto de alcan-zar siempre algo más, algo que por lo general se veinalcanzable y aún así lo sigues intentando. Creoque la gran valía de un verdadero creador es eso,abrir nuevas ventanas, crear nuevas formas quelogren más ricas sensaciones estéticas. Es llegar alo imposible o morir en el intento. Mi poesía ente-ra está enmarcada en esta forma de ver lo poetiza-ble. Es muy fácil continuar lo trazado, lo difícil essaltar el trazo y crear uno nuevo, buscar un nuevolenguaje (como quería Paz), escudriñar nuevas rela-ciones con las imágenes, intentar estructuras másricas, más vitales y lograr al final sensaciones másintensas –poéticamente hablando.

L. L.: ¿Por qué la idea de desacralizar los poemas,no es una falta de respeto a los poetas reconocidos,de la talla de Vallejo, Pizarnik, etc.?

J. B.: La idea más bien es desacralizar al poeta,sobre todo, a aquellos que se ufanan en serlo, y quegracias a lo poco logrado van alimentando la ideade ser unos pequeños dioses, llenándose luego deposes, de gestos retóricos a fin de crear o afianzarsu mito. Ahora pueden verse como simples morta-les, hombres comunes y corrientes como cualquie-ra de nosotros. La idea del envejecimiento de lostextos alcanza a todos, no hay poeta intocable. Eltiempo determinará qué textos han envejecido omuerto, como muchos poemas del modernismoperuano, por ejemplo, que ya no provocan ni unapizca de emoción, están hechos fósiles. El poemavivo es aquel que al leerlo te provoca catarsis, unestado de profunda alegría al verte frente a un textorealmente hermoso.

L. L.: Aunque, déjame decirte, que muchos poetasen forma tímida, han tomado los epígrafes, comocierta manera de contextualizar o de reconvertir lospoemas.

J. B.: Es cierto y eso me da la razón, hay que volvercontemporáneo un texto inyectándole nueva sensi-bilidad. El epígrafe evidencia la parte del poemaque ha resistido al envejecimiento. Reconvertir el

poema es hacer epígrafe al poema entero.

L. L.: ¿Qué dirías a los poetas que quieren conti-nuar tu propuesta, porque los hay ya, y también alos que no están de acuerdo?

J. B.: Creo que con la reconversión del objeto el artede escribir ya no será el mismo, el siglo XXI nosexige ser nuevos hombres, plantear nuevas formasde hacer poesía. La reconversión del objeto es lasíntesis de todo un proceso de búsqueda de esasnuevas formas iniciadas con el vanguardismo. Esya el comienzo de una página nueva para el ejerci-cio poético y, sobre todo, para la conciencia de lamisma. Lo que queda en adelante, me parece, essólo seguir a pie firme por el camino abierto, en elandar encontraremos algunas bifurcaciones, esaserá la gran confirmación de que la poesía y el arteen general está más viva que nunca.

L. L.: ¿Cuál es el recibimiento a este poemario Yoes otro que es la síntesis de tu propuesta?

J. B.: Por el momento es muy buena, aunque pre-fiero esperar que el tiempo pase y encasille lascosas en su merecido lugar. He recibido, vía correoelectrónico, muchas inquietudes sobre esta nuevapropuesta, algunas alentadoras otras con más resis-tencias al cambio. Lo cierto es que la nueva posibi-lidad está abierta y así lo están entendiendo lamayoría. Creo que ese es el gran logro del libro.

L. L.: Y por último, ¿qué nuevo proyecto tienes enmente?

J. B.: Como te dije la publicación del poemario queescribí a la memoria de mi madre, que espero publi-car el próximo año, terminar algunos cuentos quetengo por ahí y otros que recién estoy escribiendo y,sobre todo, promover la idea de la reconversiónpara lo cual pienso organizar recitales y publicaruna antología con poemas reconversos, y, por últi-mo, llevar la propuesta a los demás países latinoa-mericanos.

LEONCIO LUKE CCOTA

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ENZENSBERGER Y SU MÁQUINADE HACER POESÍA

Hace algunos años, en el festival-happening de poe-sía de Landsberg, Alemania, el escritor HansMagnus Enzensberger presentó su Poesie-Automat,un programa de computación para escribir poesía,que costó 100.000 dólares y desató una polémica.Apocalíptica y lúdica, divertimento surrealista yuna ironía sobre el monopolio informático, la pro-vocación de Enzensberger tiene su precedente enNanni Balestrini, el primero en componer una poe-sía por computadora, la Tape Mark I, en el remotoaño de 1961. En estas cuatro décadas hubo innu-merables experimentos de "poesía automática; peroel invento adquiere otro giro al contacto deEnzensberger, autor de poemas notables como Elhundimiento del Titanic y Mausoleo, de ensayoscríticos paradigmáticos, como Migajas políticas yPolítica y delito.

ANA HORAKOVA/ EVA KARCHER: La músicapopular moderna recuerda con frecuencia eldadaísmo en su estilo. ¿Qué puede ofrecer la poesíade nuevo, ante esta embriaguez dadaísta?

H. M. ENZENSBERGER: la poesía no es un movi-miento de masas. ¿Por qué millones de personastendrían que leer necesariamente a Paul Celan? Porotra parte, vivimos en una sociedad pluralista, en laque cada uno elige sus preferencias. En este con-texto, sin embargo, se puede reflexionar sobre unaépoca de semivalores de corto plazo. En el mundocontemporáneo se puede ser famoso y dejar deserlo en cuestión de media hora. En Alemania ter-minó hace un tiempo la transmisión televisiva de"Big Brother", con sus vidas vividas en vivo.Dentro de nada, ¿quién se acordará de los partici-pantes?

H./E. K.: Su autómata puede producir un hermosopoema en treinta segundos con sólo apretar unbotón. ¿Esa es su respuesta a la situación actual delos intelectuales?

H. M. E.: No. Sólo se trata de un entretenimiento.Mi lema es: "Quien no puede hacer poesía mejorque una máquina, que deje de hacer pavadas.

H./E. K.: ¿Y escribe bien su máquina?

H. M. E.: Bueno, yo esperaba que la máquina pro-

dujera poesía anónima pero comprobé con sorpresaque todos sus poemas tienen algo enzensbergeria-no. Es evidente que, de alguna manera, la persona-lidad del que elabora el programa de la computado-ra se transfiere al software y, por lo tanto, a la formaen que opera. Aunque ella todavía no es tan buenacomo yo.

A.H./E. K.: Europa tiene una larga tradición enintentos de crear máquinas pensantes. Desde eljugador automático de ajedrez del siglo XVIII, a losprimeros patos de juguete que podían nadar.¿Adueñarse de la realidad es lo que usted ambicio-na?

H. M. E.: No, eso no tendría ningún viso de serie-dad. Programar no equivale a dominar. No puedodescartar la posibilidad de que, en su infinita mul-tiplicidad, la máquina termine un día por producirpoesía auténtica.

A. H./E. K.: Muchos creen que su máquina es unaestupidez…

H. M. E.: A quienes conciben la poesía como algosagrado, es evidente que una máquina de este tipoles resulta sacrílega. Ese tipo de reacciones hacehonor a la tradición alemana a este respecto.

A. H./E. K.: El dinero necesario para financiarlaprovino básicamente de instituciones privadas. ¿Aquién pertenecen su producción y sus derechos deautor?

H. M. E.: A nadie, son libres. Cualquiera puede dar-les el uso que quiera a partir del momento en quecada poema aparezca en la pantalla de la computa-dora. Además, la lengua que usamos no es propie-dad exclusiva de los escritores que, por otra parte,

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no son más que máquinas de hacer poesía dotadasde conciencia.

H./E. K.: Usted también es editor; sabe, por lotanto, que la poesía no es muy rentable. ¿No creeque el Estado debería subvencionar a los editoresde poesía?

H. M. E.: No. La literatura tiene su mercado, ysobre todo la poesía. Sólo se necesitan papel ylápiz. El que quiera dedicarse a la poesía no puedepensar que con eso se va a hacer rico. Para hacerdinero hay que convertirse en banquero.

H./E. K.: ¿Cree que la poesía puede detener elempobrecimiento de la lengua?

H. M. E.: No creo que haya ningún empobreci-miento de la lengua. Es verdad que hay una enormecuota de idiotez, como la de los especialistas, noto-ria en la publicidad y la televisión. Es gente que notiene un buen manejo del alemán, como sucedetambién con los gurúes de la Bolsa. Es gente que noconoce tampoco el inglés o que, como máximo,sólo maneja el inglés que se habla en los aeropuer-tos.

H./E. K.: ¿No sería útil que cada estudiante tuvieraque escribir un poema semanal para combatir laidiotez generalizada?

H. M. E.: ¡Al contrario! La sola obligación deaprender un poema de memoria o de responder pre-guntas sobre el mismo, lleva a los estudiantes aodiar a la poesía.

H./E. K: ¿No se siente en la obligación de hacermás por la poesía, dedicarle más esfuerzo público?

H. M. E.: ¡Yo no soy de esos que adoptaron la cos-tumbre de aparecer en televisión y en programasperiodísticos! En la televisión lo único que importaes qué corbata se usa o la manera de reírse. Se le daimportancia a todo menos a lo que se dice. Además,las cámaras me parecen muy indiscretas.

H./E. K.: ¿La poesía es privilegio de una minoría?

H. M. E.: Ese es un prejuicio clásico. Desgraciada-mente, los poetas se aislan y ya no elaboran nuevasestrategias de búsqueda de vehículos para su men-saje. No tengo nada contra ese aislamiento. Loúnico que digo es que la poesía puede ser elitistapero que no conviene que no sea más que eso, nitampoco que lo sea siempre.

A. H./E. K.: ¿No sería necesario que los poetas

abordaran con mayor frecuencia problemas políti-cos actuales para tener un público más nutrido?

H. M. E.: ¡No! No me importa en lo más mínimo silas jubilaciones tienen que subir o bajar un punto omedio punto. La polémica sobre bienestar social oconflictos sindicales no corresponde a los poetas.

H./E. K.: Sin embargo, en los años setenta ustedescribió un poema contra el aumento de las tarifastelefónicas…

H. M. E.: También escribí poemas sobre las mate-máticas. Es verdad que no puede existir una poesíaque sea por completo ajena a la política, el sexo ola naturaleza. La poesía es un animal omnívoro.

H./E. K.: ¿Cuál es la esencia de la lírica?

H. M. E. : Esa pregunta me queda grande. Es paraque la conteste alguien de mayor estatura que yo.Habría que habérselo preguntado a MartinHeidegger.

En fin...

"Ser un artista significa no cerrar nunca los ojos".(AKIRA KUROSAWA)

ANA HORAKOVA/EVA KARCHER

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DON ALBINO “EL PAJAS”

Recuerdo con nitidez el día que Don Albino “ElPajas” se quedó sin reloj. Comenzaba el mes deJunio y todos estábamos tensos: los inminentes exá-menes, la proximidad de las vacaciones, la excita-ción propia de la época de estío que en un colegiomasculino hace estragos, el final de la adolescen-cia… Resultaba difícil controlarse, y eso con DonAlbino “El Pajas” podía acabar en drama. Así ocu-rrió… Leíamos un párrafo de El conde Lucanor,cuando a Matibáñez “El mochuelo” le hicieronefecto las alubias de la comida y sin previo avisoexpidió un cuesco del cuatro, que además de hacervibrar la pizarra confundió a Matia “el sordo”,quien se dispuso a marchar pensando que habíasido el timbre que anunciaba el final de la clase.Don Albino “El Pajas” se levantó como una exhala-ción de su mullido sillón, le propinó una certeracolleja a Matia y lanzó la consabida pregunta:“¿Quién ha sido el cerdo y degenerado que hahecho eso?”, preguntó iracundo. Don Albino “ElPajas” no se caracterizaba por tener una mente ágily rápida, sino mas bien por todo lo contrario, por-que si no ya sabría que el único capaz de emitir unpedo de esa índole era “El Mochuelo”. Aunque Don

Albino “El Pajas” no era ciego, y se percató de quetoda la clase miraba a “El Mochuelo”, por lo quetras varios minutos de profunda cavilación, dedujosin temor a equivocarse que el culpable de tanreprobable acción había sido Matibáñez.“Matibáñez, salga inmediatamente”, le ordenó. “ElMochuelo”, con los ojos aún más saltones que decostumbre y con cara de carnero degollado, dejó detallar el agujero de la tinta del pupitre, se puso depie y se acercó a Don Albino “El Pajas”, temiéndo-se lo peor. “Mu mal Matibáñez, pero que mu mal.Y ahora ¿qué crees tú que debo hacer?”, inquirióamenazante. El aludido permaneció mudo, en unaagónica espera que intentó mitigar a rascándose elcuello, mirando hacia el techo y carraspeandovarias veces. “¡Contesta imbécil!”, le apremió.“¿Castigarme sin recreo?”, acertó a decir como enun hilillo de voz “El Mochuelo”. “¡Castigarte!... Loque voy a hacer es partirte la cara”, vomitó coléri-co. Y no era una exageración, porque Cuando DonAlbino “El Pajas” hablaba de partir la cara no sepodía considerar una frase hecha, resultaba doloro-samente exacto. “El Mochuelo” mudó de piel,desde el blanco terroso habitual hacia un blancoamarillento, casi tísico. Don Albino “El Pajas” seremangó su peludo brazo derecho, colocó la faz delMochuelo allí donde consideró que su mano podría

LA SAGA DE LOS CORREOSOS

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impactar con mas contundencia y, tras un primeramago para pillarlo a la contra, le propinó al inde-fenso Matibáñez un sopapo de tal magnitud que nila escala Richter podría acotar. Al mismo tiempoque la cara de “El Mochuelo” recibía el descomunalimpacto, un objeto dorado surcó el espacio aéreodel aula en la misma dirección que la trayectoria delcachete, para traspasar limpiamente la ventana–previamente mandada abrir por el propio DonAlbino “El Pajas” al grito de “jode, qué calor hace.Santiesteban abre la ventana”-. Después de unacaída libre de tres pisos golpeó rotundamente contrael suelo de cemento del campo de baloncesto y sehizo migas. “¡Mi reloj, mi reloj! Que es un regalo dela Marce… Tú, Arana, baja rápido y tráemelo.Como le pase algo te la cargas”, gritó desesperado.Arana, “Calimero”, se bebió la escalera al bajar y alsubir, y se ganó un coscorrón cuando depositó en lamesa de Don Albino “El Pajas” el cadáver del reloj.Por lo visto, ese amasijo de piezas había sido unregalo de su mujer, Marcelina, maestra de segundo,por su ultimo cumpleaños hacía escasamente unasemana. Era un reloj de oro con una pulsera especialsin cierre, de muelle, que no estaba preparado paraaguantar las aceleraciones del brazo de Don Albino“El Pajas” en plena acción represora. Con todo, elresto de la clase transcurrió entre risas contenidas,algún pedo amortiguado de “El Mochuelo” y reite-radas preguntas del populacho por la hora.

Casi se me olvida. A Don Albino “El Pajas” le lla-mábamos así por su inveterada manía de rascarselos genitales de tal modo y manera que se le forma-ban unos cercos amarillentos en los pantalones detergal azul marino dos tallas menor que solía vestir.Dice la cátedra que en cierta ocasión encontró unamanta del ejército en la estación, y que como aque-llos días tenía en casa más invitados que camasdecidió utilizarla como ropa de cama para cubrir unsofá muy apañadito que remataba una esquina delsalón, en donde supuestamente debía dormir surepelente cuñado. Pero se alinearon cinco planetas,y el propio Don Albino “El Pajas” tuvo que dormiren ese sofá envuelto en la dichosa manta. Acabó conuna plaga de ladillas de tal importancia que necesi-tó una semana, cinco lociones plaguicidas y las uñasal completo para poder aplacarlas.

Desde entonces la costumbre de rascarse.

JOSEBA MOLINERO

¡LOCURA POÉTICA!

LOCURA POÉTICA

Locura poética

Visita la web site de la UNESCO

en el “Word Poetry Directory”

Visita la web www.locurapoetica.com

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EL MARAVILLOSO VIAJE DE NILSHOLGERSSON

¿Cómo está Ud.? ¡Un poco sorprendido por quesigamos abiertos ¿verdad?! Y con una bandada degansos en el patio de la venta. ¿A que le recuerdaotros tiempos más tranquilos? Es lo mismo quepuede encontrar en la entrada de Bilbao porZabalburu, donde las ocas pastan en el jardincillode un viejo caserío desvencijado, mientras dan labienvenida a los visitantes de la ciudad.

...

No, no hemos cambiado las actividades del local,los gansos que están en el patio también se alojanen la venta. Son los compañeros de viaje de aquelmuchacho rubio, Nils Holgersson, que está sentadojunto a su madre literaria: la Sra. Lagerloff.

...

A principios del siglo XX, Nils, convertido en unnuevo Pulgarcito escandinavo, por la maldición deun duende recorre los cielos de Suecia a lomos deuna oca blanca que decide seguir a una bandada degansos silvestres, cuando pasan sobre la granjadonde viven, una mañana de primavera, camino delos lagos septentrionales de Laponia; volando sobre

campos y ciudades, bosques y lagos Nils participa-rá en todo tipo de aventuras, sencillas y fantásticas,que le permitirán conocer su país y sobre todoconocerse a sí mismo y madurar hasta convertirseen un hombre de provecho.

...

¿Dice que es una fábula para niños? Pues no le faltarazón, ya que en la obra los animales adquierencomportamientos humanos, como en las de Esopoy Samaniego, aportando una enseñanza moral allector. También debo decirle que fue el GobiernoSueco quien encargó a la autora la redacción dellibro como un tratado de Geografía para adolescen-tes; sin embargo la maestría y el amor por su paísde Selma Lagerloff le impidieron quedarse en unasimple redacción de lugares y hechos, alumbrandoun texto de gran sensibilidad, desprovisto de cual-quier nacionalismo rancio, revolucionario en susconceptos ecologistas, que llegó a ser la mejor cartade presentación de Suecia en el mundo y le sirviópara convertirse en la primera mujer que recibió elpremio Nobel de Literatura.

...

No lo dude, Kenzaburo Oe, cuando viajó a Sueciapara recoger su premio Nobel, apuntó que todo loque había visto en su viaje por las tierras suecas eraigual a lo descrito en el viaje de Nils Holgersson.Así, si Ud se decide a viajar a Suecia podrá encon-trar a Okka con sus gansos y barnaclas en el parquedel Skansen en Estocolmo, a las cornejas y al cuer-vo Bataki en los campos de Esmaland, los viejos

LA VENTA DE DOÑA SOL

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castillos como el de Örebro, a los estudiantes enUpsala, los hornos altos y minas en Dalecardia y alos osos... A propósito… ¿Sabe que el mes pasadoestuve en Suecia?

...

Es una vieja historia… En mi juventud tuve unnovio sueco que trabajaba como mecánico de pues-ta en marcha de una compañía de trenes de lamina-ción,... ya sabe como reaccionamos las mujeresante los hombres grandones, rubios, de ojos azulesy con cara de niño, que nos hablan en una lenguaque no conocemos,... me enamoré locamente y...después... se me rompió el cora-zón cuando volvió a su país,...pero mantenemos una buenaamistad, como dicen las modelosen los programas rosas,.. en finque me invitó a la boda de su hijaen Ludvika, una pequeña ciudad a200 Km de Estocolmo, donde lostemas de conversación eran elcomienzo de la temporada de cazadel alce y que un oso se habíacomido a un cazador y a su perroen las cercanías de la ciudad.

...

Si, sentí un poco de miedo, peroenseguida me aclararon que sólohabía habido tres casos en los últi-mos cien años...

...

El pueblo sueco es tranquilo, vive muy en contactocon la naturaleza y de forma sencilla, son aficiona-dos a contar historias, reparar viejos automóviles,beber licor de patata y cantar canciones alegres deforma muy seria, son trabajadores y testarudos, taly como los describe la Sra. Lagerlof, con un len-guaje simple y bello, en un libro que le enamorará(El maravilloso viaje de Nils Holgersson.Traducción: C. Talavera y V. Clavel. AKAL BASI-CA DE BOLSILLO) que es tan representativo deSuecia como El Quijote de España, y que goza losmismos elogios, todos los suecos llevan a Nils y ala Sra. Lagerlof en los billetes de veinte coronas, ysufre los mismos problemas, ya que casi nadie lo haleído.

...

Hágame caso, vaya con Nils y los gansos silvestresa volar sobre las tierras escandinavas, y vaya sinmiedo, pues acabo de hablar con mi amigo sueco yme ha dicho que ya han cazado al oso.

...

Ha sido un placer. Si necesita cualquier cosa yasabe dónde encontrarme... Pregunte por Doña Sol.

SOL SOSTENIDO

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EPÍSTOLA A JUAN LARREA

Querido Juan:

“El hombre más poderoso es el que está más solo.”

Henrik Ibsen

Hace mucho que ya no nos vemos porque me man-tienen eternamente ocupados estos tiempos velocesque pasan por encima de nosotros sin dejar apenasnada que nos podamos llevar a nuestro interior. Hedecidido escribirte esta epístola, sin apenas haberteconocido pero habiéndote llegado a conocermuchos relojes líquidos antes de que tu memoria seevaporase (todavía no se ha evaporado). He de con-tarte que te escribo con una estilográfica: se desli-za mucho más suavemente y no presenta ningúnimpedimento al conectar espada y pensamientomediante hilo directo. Te fuiste en enigma en el año1980 desde tu Córdoba querida de la Pampa, allídonde te acogieron calurosamente y te dieron el pany el sustento. Hace escasas fechas, supimos de tulegado a punto de ser despedazado por tus vario-pintos herederos; nuestra alta institución foral no hatenido a bien comprarlo – ¡tal vez diera para mon-tar un humilde museíto!- porque estaba carísimo.Cómo se puede decir tal cosa de un legado infinito,tan eterno y quebradizo; y es que para las cosas delEspíritu ni tiempo ni dinero hay. Ni espacio ni nada,lo que demuestra que el Espíritu sopla por dondequiere, mas no en estas tierras azotadas por los idio-tas del horror. Viniste al mundo, supongo que sinestridencias, y te nacieron en el número dos de labilbainísima Henao, joya del Ensanche. Todo unlujo, pues tal poeta precursor, tan vívido personajenace una vez entre un millón en una ciudad de pro-vincias habitada por oficinistas, negociantes y mer-caderes, lugar en el que quien más y quien menoshace florecer el capital. Valgan para tu presentaciónunas líneas que manaron en el París de los añosveinte, cuando por allí deambulabas portando unaimagen de Cristo en medio de una negra crisis espi-ritual, en una atroz atmósfera de búsqueda deli-cuescente:

“Un día, por fin, llegué a darme cuenta del vidriomedianero que existía entre los otros y yo, vidriomás o menos transparente según los agentes psíqui-

cos, de manera que en ciertos claros instantes podíacreerme a su lado y hasta formar parte de su tiem-po. Entre todos constituíamos un solo ramillete,mas contemplado por dos ojos de diferente color.De este modo, siendo el que miraba oscuro, eraexplicable lo turbio y parcial de mis sensaciones.Porque sentía no ser sino en una global ausencia, laausencia de algo difícil de concretar, y experimen-taba el deseo de romper el vidrio, convirtiéndomeyo mismo en esa ausencia después de hacerla idén-tica a mis anhelos.

Pero a veces el vidrio estaba empañado, como si sehubiera dicho el fin de todo, y yo encerrado a solascon el deseo de escribir en él mi nombre con eldedo. Angustiosos instantes, porque hacerlo equi-valía a decretar mi muerte, redactando mi epitafio.Equivalía a dar un nombre a la muerte, llamarlaJuan o Pedro o Nicomedes. Por eso una vez medecidí: deseo, y oí un pequeño crujido como unpétalo que cayera mientras que, como si formaseparte de una balanza, se elevaba un suspiro. A tra-vés de esas letras me era dado contemplar.

Y así vi que había un lugar y en él un hombre, uno

POEMANÍA

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sólo, habiendo todos los demás desaparecido. Unhombre que nunca antes de entonces había visto. Ycomprendí que debía ser yo mismo.”

Pero antes, en tu vida interior, equiparable a la decualquier mortal, te embargó la desazón existen-cial, y querías ser poeta. Me imagino que poeta debrazo escarpado y, quién sabe, quizá también pro-feta, como si tú fueras mi guía en el Madrid de losveinte, cuando tu amigo del alma, Gerardo Diego,salió a recibirte y ambos acudisteis tiritando deansias y de juventud al encuentro de RafaelCansino-Assens, con afanes de publicar tus prime-ros poemas, poemas que dicen así:

“Yo clavé mis ojos en los por venir

Y una voz oculta me dijo: ? Serás...

Cerré yo mis ojos, no quise ver más,

Cerré mis oídos y no quise oír.

Voló mi esperanza que dio en perseguir

Lo que en este mundo no ha de ser jamás

Y el corazón dentro, con triste compás;

Has de ser... me dijo y rompió a reír.

Y hoy que sepultada mi esperanza fue,

Sabiendo que en polvo me convertiré

Vuelvo atrás los ojos con sed de dolor.

Soy un pobre diablo lleno de inquietud

Que ha vivido esclavo de una esclavitud.

¡ He sido un iluso que murió de Amor !”

Bilbao, noviembre de 1916

Estos tus embriones espirituales, clásicos y a la vezdignos de una nueva estética que se madura con lalectura de unos cuantos poemas del chileno VicenteHuidobro, vate de acendrada vanguardia por aque-llos tiempos en los que el siglo veinte alboreaba,hablan de tu íntima angustia. ¡Cómo quedaste des-lumbrado por las nuevas ideas creacionistas del chi-leno! En toda tu corta vida de poeta, aunque eso sí,longeva de místico y profeta, llegaste a caligrafiar

apenas unos doscientos poemas. Ese viaje aMadrid, que te alejaba de tu provinciano y sofocan-te Bilbao de comerciantes, significó la publicaciónde unos pocos versos en dos revistas bautizadascomo Grecia y Cervantes. Después vino un segun-do encuentro en el Ateneo, más frío pero que afor-tunadamente desembocó en una relación epistolarcon Huidobro, el cual te hizo madurar hacia el hori-zonte de huída que intuías, ese oscuro y promisoriohorizonte de París; incluso empezaste a escribir tusversos en francés. De la mano de Huidobro entras-te en el sagrado círculo de artistas como Juan Gris,Tristán Tzara, Jacques Lipchitz, y más tarde hicistede esta ciudad tu lugar de vagabundeo metafísico ylugar de residencia. En el París de los artistas tam-bién trabaste relación con otro profeta que venía delas altiplanicies peruanas, César Vallejo. Escribisteentonces este poema con un comienzo tan vallejia-no, que aún hoy hace crujir el papel cuando lo leo:

EVASIÓN

“Acabo de desorbitar

al cíclope solar

Filo en el vellón

de una nube de algodón

a lo rebelde a lo rumoroso

a lo luminoso y ultratenebroso

Los vientos contrarios sacuden las velas

de mis carabelas

¿Te quedas atrás Peer Gynt?

Las cuerdas de mi violín

se entrelazan como una cabellera

entre los dedos del viento norte

Se ha ahogado la primavera

mi belleza consorte

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Finis terre la

soledad del abismo

Aún más allá

Aún tengo que huir de mí mismo.”

Querido Juan, qué lejanos los recuerdos y qué cer-canos a un tiempo. Acudo con asiduidad a la calledonde naciste, y cada día renaces (por allí caminoesperando no sé qué señales de ti). La placa con-memorativa nunca aparece. No hay una simplefrase que perpetúe tu recuerdo (la que hubo una vezalguien se la llevó para venderla a algún chamarile-ro). Sí, hay una sala de exposiciones con tu nombreen la Gran Vía bilbaína, pero nada más… Yo teestoy viendo ahora, hablo contigo y no sólo palpotu viva faz sino que la contemplo ?. Leo tus escri-tos de profeta. He de reconocerlo. Aquél que escri-biste en Nueva York que descubrí hace tantos añosaún sigue reverberando en mi alma. Se titulaba “Laespada de la paloma” y versaba sobre “El apocalip-sis de San Juan” y acerca de tu brillante e increíbleteoría del velado mensaje de repudio a la iglesia deRoma que Juan de Patmos le enviaba. Un silencio yun vacío repentinos ... y en esto conozco que viene

un poema de los que te ganaron para la vida y elespíritu. Por el bien nuestro y el de los futuros poe-tas del deshumanizado arte, para que nos quedebien claro por toda la eternidad de qué hablamoscuando calibramos un poema, es indispensable quetodo el mundo lo conozca. Es éste:

RAZÓN

Tras ese salto elegíaco que me he permitido, queri-do Juan, quiero recordarte aquella inesperadaherencia familiar que te sirvió para comprar unafenomenal colección de arte Incaico en tu visita alPerú del año 1931. Viajaste acompañado por tuesposa, Guite, y guiado por la corazonada del des-cubrimiento de un nuevo mundo, la América de laque hablaba Rubén Darío. Ciertamente supuso unaexperiencia absolutamente gratificante. Despuésvino la guerra, y de nuevo París, donde muere entus brazos tu gran amigo y poeta César Vallejo unviernes santo de 1938. Allí participaste en la gesta-ción del “Guernica” de Pablo Picasso, a quien soli-citaste la realización del cuadro en nombre de laRepública. Tú le indicaste dónde colocar las figurassimbólicas al genio malagueño. Conozco el inci-dente que al respecto tuvo lugar en su estudio, quehoy en día resulta una anécdota curiosa: Ciertanoche llovió en París y una gotera cayó en unaesquina del cuadro. Al día siguiente aquel borrónpasó a ser la cola del toro, y por consiguiente, gra-cias a tal azaroso contratiempo, esta figura que enprincipio iba en otra parte del cuadro fue desplaza-da a aquel área del lienzo. De todo esto hay escri-tos, mi muy estimado Juan. Pero nadie se acuerdade ti, que conociste a tantos egregios artistas e inte-lectuales, algunos ya mencionados y otros talescomo el poeta León Felipe, el filósofo Juan DavidGarcía Bacca y otros muchos con los que mantu-

“Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor, poema

es esto

y esto

y esto

Y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy,

que existe

porque existo

y porque el mundo existe

y porque los tres podemos dejar correctamente de existir.”

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viste una estrecha relación de amistad. Nuevo silen-cio… Nueva llegada de un poema esclarecedor…¡Escuchemos, Dios mío!:

EN LA NIEBLA

...Y exiliado te marchaste de este mundo sin despe-dirte, para habitar otro, casi a los 85 años en laArgentina de los Comandantes. Pero apenas te fuis-te, fue sólo un hasta luego, ya que los profetas habi-tan los siglos y las remociones a largo plazo y supresencia se abriga en el Espíritu. Tu denso alientoque Bilbao vio nacer en la calle Henao, ese Bilbaoque después miró para otro lado, ninguneándote

como una madre que amamantara a su hijo y poste-riormente lo olvida, a pesar de todo perdura en eltiempo. En ese nueve de julio hace paisaje el poemade Huidobro (que para mí tengo como secreto epi-tafio), abunda y certeramente te instala en la eter-nidad:

Tanto te echo a faltar que tu imagen viva está en mí.Nadie puede dudar de esta vivencia que tengo. Mispasos diarios por la ciudad de tus recuerdos sonpasos cansados y melancólicos, pasos de aprendizde versos y de humanidades. Deseo profundamenteindagar en tu recuerdo aunque no te tenga en pre-sencia. Prefiguro tu voz y los movimientos de tuslabios y tu sonrisa, como la de uno que hubieradado con el secreto de la humanidad, con la de un

“En la niebla raza de nuestra raza domicilio

de las faltas de convicción de nuestros fantasmas

desde los gendarmes hasta las hipótesis más atrevidas

hasta los almendros obligados a presagiar el porvenir de

[nuestra Europa

la nuestra la de los diplomáticos

que subordinan las flores a las secretas inclinaciones de

[nuestra piel

guardando un equilibrio exento de ociosidad

occidente bello occidente

antes que el sol se encuentre la máscara que busca

entre las ramas y que ya se inclina a recoger

El hombre es la más bella conquista del aire.”

[...]

Va rápido

Va rápido impulsado por los suspiros

El mar está cargado de naufragios

Y yo he alfombrado el mar para su paso

Así es el viaje primordial y sin pasaje

El viaje instructivo y secreto

En los corredores del viento

Las nubes se apartan para que él pueda pasar

Y las estrellas se encienden para mostrar el camino

Qué buscas en los bolsillos de tu chaqueta

Has perdido la llave

En medio de ese zumbido celeste

Vuelves a encontrar en todas partes tus horas envejecidas

El viento es negro y hay estalactitas en mi voz

Dime Juan

Has perdido la llave del infinito

Una estrella impaciente iba a decir que hace frío

La lluvia aguzada comienza a coser la noche.”

Página 40 BARATARIA

Cristo verdaderamente resucitado. “Larrea es elgenio joven”, nos dice Vicente Huidobro ?. Todo enél es extraordinario”. Adiós y hasta pronto Juan,cuídate que ya hablaremos de nuestros territoriosen la siguiente epístola. Sin prisa te haré llegar a laeternidad. ¡Qué digo!... ¡Si ya estamos ambos en laeternidad!... Así que simplemente me acercaré a laPlaza Nueva bilbaína y daré allí a una paloma her-mana mi pequeña carta enrollada y atada con unpedazo de tela; y le diré: “A volar hasta donde Juanmora. Sí, Juan Larrea, poeta y hombre, hombre yprofeta, la más bella conquista del aire”.

Tu amigo,

JON ROSÁENZ LARAUDOGOITIA

Dedicado a Javier de Bengoechea, también con-quista del aire.

Ambientación y fuentes :

Versión celeste. Juan Larrea. Edición de Miguel Nieto.

Cátedra Letras Hispánicas 1989.

Juan Larrea : Cartas a Gerardo Diego 1916-1980.

Cuadernos Universitarios Nº2. Mundaiz 1986

Orbe. Biblioteca Breve Seix barral 1990.

Ángulos de visión. Juan Larrea. Marginales Tusquets

Editores 1979.

Juan Larrea : versiones del poeta. Juan Manuel

BARATARIA Página 41

EDGAR ALAN POE:EL TERROR POÉTICO

Nuestros misterios y terrores más o menos actuales,tanto en historias literarias como cinematográficas,tienden quizá no a la violencia simplemente -si nose saldrían con toda plenitud del género-, pero sí ala violencia terrorífica, al golpe por el golpe y elterror por el terror.

Pero Freddy no es Roderick Usher, ni un monstruomutante es el cuervo sobre el busto sereno, clásico,de Palas Atenea sobre el dintel de la puerta. EdgarAllan Poe publicó primero, todavía muy joven, supoesía, pero siempre se expresa, además de escritor,poeta. Poemas-furtivos- seguirían siendo, claro,ciertas características de la mayoría de sus narra-ciones.

En La caída de la Casa Usher, cuando el narradorllega a la mansión hidalga, no hay truenos, ni lluvia,ni un peligro manifiesto- el sentimiento lírico no esmanifiesto- lo que agobia a la ominosa receptividaddel visitante de la Casa. Es la naturaleza metafóri-camente orgánica de la mansión y su ambiente, desus ventanas como ojos y el vívido lago, aspectosque refieren más a la contemplación poética (expre-

sa) que a una simple descripción. La cosa poéticano es fácilmente aparecible, debe buscarse, recrear-se y complicarse en la palabra.

El cuervo que decía “nunca más”, iba a ser, segúnel plan previo de la obra de Poe, un loro, colorinchey chillón, más sensato según las características desu función; pero no tan lírico, tan horroroso y tris-te, como un melancólico y negro cuervo- y menossobre el dintel de la puerta, el dintel de la puerta delbusto de Palas, diciendo: “Nunca más”. Palabras deun escritor que no obsesiona ni repite; que reitera,que afirma y se reafirma.

No hacen falta los pájaros que comen la carne o queatacan, el arma de miedo del poeta misterioso es lapalabra, la palabra que con su solo sonido hiere alpie de cada estrofa del poema: “Nunca más”, porsupuesto, Roderick Usher, el gentilhombre del másfamoso cuento del autor bostoniano, no vería resti-tuida ni su razón ni su salud, que son una y lamisma acaso; su mente cae, como caen él mismo ysu Casa, de ojos y árboles que se desmayan; sumansión vitalizada por el lirismo terrible de Poe.No hay una tempestad a secas en la Casa Usher. Poeno es tan desnudo y plano como nuestros bestselle-ristas.

Vemos que en un momento, recuerdo, hay en efec-to una tempestad. Roderick Usher, pues, abre lasventanas hacia aquella inolvidable y sugerenteatmósfera creada en nuestra mente por el relato;entonces el busto de Palas y el cuervo se reúnen, elcadavérico Usher y el delicado misterio del lagoson lo mismo, cuando el narrador de Poe hace resu-mir al mismo Poe, al final de una frase, con dospalabras reveladoras y conexas, como enquistadasen la propia tempestad: “Era una noche de tormen-ta horriblemente bella...”

DANIEL ALEJANDRO GÓMEZ

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CÉSAR CALVO. UNA CUERDASOBRE EL ABISMO

Cuando César Calvo - mismo Zarathustra - dijo queel hombre es una cuerda sobre el abismo, un peli-groso ir más allá, un peligroso detenerse, un peli-groso volver atrás, un vacilar peligroso y un peli-groso estar de pie, todos lo miraron con sorpresa.Decir que el hombre es un puente, y no una meta,un tránsito y un ocaso, despertó en "los otros", unextraño malestar que se recompuso cuando el poetaexplicó que era un rayo que lamía con su lengua defuego el horizonte.

Y es que así era César Calvo: intuitivo y genial,rompedor de esquemas. Un poeta que quería justi-ficar, como Nietzche, a los hombres del futuro.

Antes de irse con sus gotas grávidas a la eternidad,

me hizo el prólogode mis Confesionesde un árbol, y tuve laoportunidad de con-firmar que disponíade una flecha y de unarco para conquistarla vida.

Amigo entrañable,de corazón auténtico- fregado a veces conlos que odiaba -amaba el pudor delas calandrias, sinenvidia. Y se hizopoeta semejandohuracanes, arrasandocon todo, queriendoser luz en la oscuri-dad de una sordera

que lo condenó al infortunio y le hablaba de vocesinconclusas. No intentaba dañar a quienes ilumina-ba, ni se hacía a la mar sin redes ni luciérnagas.

Cuando Betty lo invitó a nuestra casa en San Isidro(Lima) para probar nuestro tumbesinísimo "caldode bolas", mi familia lo incorporó a participar denuestra exaltación, de nuestro gozo, y aunque pare-cía que no tenía muy cercano a Dios en sus pudo-res, fomentó con nosotros una amistad que la leja-nía de su ausencia corrobora y afirma a cada rato.

Allí y en su casa de Chaclacayo, conocimos cómose habla de frente a las cascadas, al manantial y alviento. César Calvo fue un poeta por nosotros con-sentido; y en esa plenitud, en ese regalo de su ser,nos extasiamos.

César Calvo era en verdad - dionisíaco y apolíneo -"un bosque y una noche de árboles" crecidos. Y ensu tozudez, en esa insistencia por crear, nos con-venció que nosotros no somos hijos de madre sinohijos e hijas de su memoria.

Cuando la muerte se lo llevó, nosotros recorrimosel monte de sus olivos, y a su calvario, de un extre-mo a otro, y nos pusimos a pensar que sólo habíaentrado a un profundo sueño, que sólo podrá serterminado con un dindondán de campana de nues-tro corazón que hasta ahora llora su partida.

CARLOS GARRIDO CHALÉN

BARATARIA Página 43

Un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra,así era Francisco García Pavón del que os quierohablar ahora.

Leer a García Pavón producesosiego. Te sientes bien. Y ese y nootro es su principal valor.

Francisco García Pavón nace en1919, un 24 de Setiembre –día dela Merced- en Tomelloso, CiudadReal. Vino al mundo en casa y conla ayuda de una comadrona. Tuvouna infancia y juventud intensa yfeliz a pesar de la enfermedad desu madre que le marcó, como leinfluyeron la liberalidad de suabuelo –dueño de un taller demuebles, El Infierno- y las cos-tumbres y las tradiciones y lasgentes de su pueblo natal y delalma. La infancia, el pueblo y lasgentes esos son los temas de losque trata la literatura de Pavón.

Vivió en Tomelloso, Oviedo yMadrid, dirigió la editorial Taurus,fue bibliotecario, profesor y alfé-rez, catedrático de crítica teatral,periodista, trabajó en televisión,participó en tertulias, fumó, bebióy vivió siempre en el seno de unafamilia liberal y burguésa, vivien-do y dejando vivir sin dejar derelatar la vida que quiso vivir.Escribió cuentos y novelas, críti-cas y ensayos y recibió varios pre-mios, entre ellos el Nadal.

Escribió Pavón recordando su infancia: "A mí metocó el último. Salté la parcilla temblando, entre lasmiradas de los veteranos. El Calichero, siempre ins-peccionando el campo, me puso la mano. Le echéel patacón. Como notó que era nuevo en el mirade-ro, me apretó el hombro para que me arrodillase. Ytomando las sayas con las dos manos, alzó suave lascortinas del teatrillo, hasta dejarme encarado con lacuña de los muslos -tenía los senijoles muy bajos-que acababa en un hondo oscurísimo... Apenas

empecé a acomodar los ojos a aquel Montesinos,bajó el telón y me dijo:

- ¡ Espabila!

Volví colorado, no muy cierto de haber visto algocontable. Los amigos me miraban con la risa mali-ciosa.

- Hale, vamos -dijo el de la boina del rabillo largo.

Cuando pasada la parcilla volví la cabeza, el cuar-tillejero ya estaba otra vez en el serijo, haciendo supleita. Y la Bernarda, con la silla vertical, dándolea agujas en espera de nuevos miradores."

Y hay más cuentos, cuentos intensos, bellos, autén-ticos, quizá sin la perfección de Ignacio Aldecoa,

RESEÑAS EN EL METROEL REINADO DE WITIZA. FRANCISCO GARCÍA PAVÓN

Página 44 BARATARIA

pero con mas autenticidad. Cuentos como Paulinay Gumersindo o Las sandías, Certificado de Adictoal régimen o El Señor de “El Gato Negro” que sonimprescindibles para entender a García Pavón.Cuentos que os ruego no dejéis de leer.

Aunque lo que quiero es hablaros de Plinio, ManuelGonzález, alias Plinio, jefe de la G.M.T.- o sea dela Guardia Municipal de Tomelloso- personaje cen-tral de la obra narrativa de Pavón. Sí, amigos, esta-mos hablando de un libro policiaco, donde apare-cen asesinatos, secuestros y delitos graves quePlinio ayudado por Don Lotario –un trasunto deWatson, gordito, bajito, con seiscientos y veterina-rio (albeitar como dice Pavón)- resuelve gracias asus pálpitos, sus intuiciones. Lejos de investigacio-nes científico-técnicas, tan de moda y muy cercadel caldo de gallina, la churrería, el paseo, la char-la, los amigos, la refriega de las ingles y ante todoel canto del mirlo y de la perdiz y del alcaraván y elcolor amarillo y verde y rojo de los campos de

cereal a la luz de la mañana, fría otibia o tostada. EfectivamentePavón escribió principalmentenovelas policiacas donde se derra-mó entero mientras resolvía asesi-natos, donde nos explicaba que lavida es una y sencilla, la muerte esuna, inevitable y pasajera (por esono merece dramas) y el amor escostumbre y fornichio.

Hoy Francisco García Pavón yPlinio son escritor y personajeolvidados y os costará encontrarlosen las librerías. RecientementeDestino ha publicado un libro conun compendio de cuatro de susnovelas policiacas con el títuloPlinio, sus casos célebres, y que esuna delicia.

El reinado de Witiza es uno de esoscasos y, debo confesar, el que másme gusta. Es una novela hilarante,a la vez que seria, por la compleji-dad de las investigaciones. Elmotor principal es la aparición deun cadáver embalsamado en elnicho de un vecino. Aparecen con-tinuas digresiones que nos sitúanen el universo de Pavón: en su pen-samiento (Braulio, el filósofo,Faraón y la importancia del humor

en la vida), en su pueblo (en este sentido, ésta fueconsiderada como su primera novela psicológico-costumbrista, esto es, un testimonio, un ensayo y unrelato policiaco en una sola pieza, algo mágico) yen sus personajes (que no son más que sus conciu-dadanos y amigos pasados por el filtro de la litera-tura). Una magnífica novela, compleja, sencilla,seria y divertida, policiaca y humana.

Una novela que como explica acertadamenteAntonio J. Marqués López conjuga a la perfecciónel reparto del material narrativo, el sostenimientode una intriga que puede parecer confusa a travésdel manejo exquisito del narrador y de los elemen-tos digresivos. Pavón trasiega con maestría contodos estos aspectos en una novela que se mastica ypaladea y que no puedes dejar de leer. Créeme.

Francisco García Pavón y su detective Plinio.Antonio Jesús Marqués López. Ediciones Soubriet.

BARATARIA Página 45

LUIS CERNUDA,ANTOLOGÍA

Terminaré siempre estas reseñas con poe-sía, para intentar comprender desde labelleza.

Y nada más bello que la poesía de LuisCernuda (Sevilla 1902). La eterna luchaentre el deseo de lo armónico, lo bello–que todos buscamos directa o indirecta-mente, deliberada o intuitivamente- , lopuro y la realidad que nos circunda,mediocre, inesperada, desasosegante,material. Y de ahí, de ese enfrentamientorefinado con el tamiz de la sensibilidad,surge exquisita, mágica, entera la poesíade Cernuda. ¡No os la perdáis!

Sombras frágiles, blancas, dormidas en laplaya,

Dormidas en su amor, en su flor de uni-verso,

El ardiente color de la vida ignorando

Sobre un lecho de arena y de azar abolido.

Libremente los besos desde sus labioscaen

En el mar indomable como perlas inútiles;

Perlas grises o acaso cenicientas estrellas

Ascendiendo hacia el cielo con luz desvanecida.

Bajo la noche el mundo silencioso naufraga;

Bajo la noche rostros fijos, muertos, se pierden.

Solo esas sombras blancas, oh blancas, sí, tan blan-cas.

La luz también da sombras, pero sombras azules.

---

Con tal vehemencia el viento

viene del mar, que sus sones

elementales contagian

el silencio de la noche.

Solo en tu cama le escuchas

insistente en los cristales

tocar, llorando y llamando

como perdido sin nadie.

Mas no es él quien en desvelo

te tiene, sino otra fuerza

de que tu cuerpo es hoy cárcel,

fue viento libre, y recuerda.

JOSEBA MOLINERO GOÑI

Página 46 BARATARIA

PIAR DE AVIONES28 DE MAYO DE 2004

Queridos contertulios:

Hace mucho tiempo visité, con mi hermano y sunovia, a los padres de ésta. Pasaban las vacacionesde verano en su pueblo natal, sito en uno de losvalles montañeses del viejo reino de Castilla. Elpueblo no ofrecía muchas distracciones a un ado-lescente; podéis imaginar casas de canto con facha-das enfoscadas y balaustradas de roble agrisadaspor fríos y nevadas centenarias, sin agua corriente ycon luz de baja tensión, calles de tierra y lastrasrotas, poca población. En fin, la España delmedioevo con pantalones de tergal.

Aburrido y fuera de lugar, mi única distracciónconsistía en realizar todo tipo de preguntas estúpi-das a mis mayores, quienes me respondían con lapaciencia del que cree que la ignorancia no es unamala cualidad, si es deseo de su propietario reducirsu tamaño. En una de estas sesiones, creyendo aca-bado mi arsenal de cuestiones, levanté la vista haciael cielo donde una bandada de pájaros negros vola-ba cambiando continuamente de dirección y piandomonosílabos. Aproveché la ocasión y pregunté aÁngeles, la suegra de mi hermano:

- ¿Qué pájaros son esos?

- Aviones - respondió. Y siguió con sus quehaceres,quizás pensando que la educación franquista dejabaen los jóvenes grandes lagunas.

Yo creí que me había tomado el pelo con aquellarespuesta tan cachazuda, pues ¡no sabía yo biencómo eran los aviones!.

Pero la duda anidó en mi interior y decidí reducirmi falta de conocimiento ornitológico. Para elloadquirí unos prismáticos soviéticos y una guía deaves con los que aprecié como buena la escueta res-puesta que Ángeles me había dado algunos añosantes.

Sirva este resumen para conocer a uno de los másantiguos inmigrantes africanos en la península ibé-rica: el avión común.

De la familia de las golondrinas, el avión común

(Delichon Urbica, ¿la delicia de la ciudad?) es unave negra azulada, con el pecho y el obispillo, zonadonde el cuerpo se une a la cola, blancos y con lasalas caudales con una abertura en forma de flecha,menos acusada que en el caso de las golondrinas.Vive en áreas con salientes rocosos o urbanasdonde cuelga de los aleros su nido, hecho con boli-tas de barro que el mismo mastica y va pegando unaa una hasta conseguir un cuarto de esfera, cerradopor la pared y el voladizo del alero, dejando un agu-jerito por donde entra y sale para alimentar a suspolluelos con todo tipo de insectos voladores.

Sí, el avión es un vecino alegre pero no molesta anadie, quizás por eso no haya atraído la atención dealgunos contertulios. Esperemos que a partir deahora su piar forme parte de nuestros trinos en elcorcho.

Con afecto.

MIGUEL SAN JOSÉ

EPISTOLARIO

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