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SOLUCIÓN DE CONFLICTOS: MENTIRAS

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INTERDIDAK, S.L. Av. Pobla de Vallbona, 34. 46183 LA ELIANA (Valencia) SPAIN www.akros.org

¡ADVERTENCIA! No recomendado a menores de 36 meses por contener elementos susceptibles de desprendimiento con posibilidad de ser ingeridos.

Riesgo de asfixia. Conservar estas informaciones y los datos del fabricante.

Ref. 20832 SOLUCIÓN DE CONFLICTOS: MENTIRAS CONTENIDO - 30 FICHAS (ilustraciones) de 13,5 x 16,5 cm. con el desarrollo de 7 historias + 2 fichas interrogantes (4 viñetas

por historia, las 2 últimas viñetas de cada historia son reversibles).

- 1 CD AUDIO MP3 con la narración de 7 sencillas historias con 2 posibles finales (en total 14 historias). El CD

también contiene los textos de las historias, y las ilustraciones en blanco y negro para colorear.

- 1 Guía para el uso de CD

- 4 bases de madera

SISTEMA DE JUEGO Y RECOMENDACIONES DE USO Consta de 7 sencillas historias que narran dos formas de resolver diferentes conflictos y muestran las

consecuencias de tomar una buena o una mala decisión. Cada historia se desarrolla con 4 fichas y las 2 últimas fichas

son reversibles para mostrar dos posibles finales.

1º Familiarización con el material: Se recomienda al educador leer o escuchar las historias y familiarizarse con las ilustraciones antes de trabajar con

los niños.

2º Agrupar las fichas/ilustraciones por el color del marco.

3º Seleccionar del CD una pista/historia y coger las fichas con el marco de color correspondiente (según se

indica en la guía para el uso del CD que se adjunta).

4º Escuchar la historia y ordenar las fichas. Observar que las 2 últimas fichas ofrecen dos alternativas.

5º Comprobar que el orden es correcto mirando la numeración de las fichas, y que en las 2 últimas fichas se ha

escogido la alternativa correcta, correspondiente a la pista/historia según se indica en la guía para el uso del CD que

se adjunta.

Para trabajar con un grupo de niños y que todos puedan ver correctamente las ilustraciones, se recomienda apoyar

las fichas sobre las bases de madera que se adjuntan.

EDAD RECOMENDADA A partir de 3 años.

OBJETIVOS PSICOPEDAGÓGICOS - Aprender que las decisiones que se toman tienen consecuencias (buenas o malas), y que por lo tanto nuestras

decisiones implican una responsabilidad.

- Desarrollo de actitudes de escucha.

- Aprendizaje de nociones temporales (antes, luego, después,…).

- Desarrollo de la secuenciación temporal al ordenar las escenas correctamente.

- Estimulación y enriquecimiento del lenguaje: estimula a hablar al niño y le permite comenzar a estructurar el

lenguaje.

- Posibilita el enriquecimiento de vocabulario básico.

- Facilita el aprendizaje de otros idiomas.

DESARROLLO DE ACTIVIDADES - Preparar sobre las bases de madera las viñetas de una historia en orden, con el símbolo “descontento” en las 2

últimas viñetas y tapar estas dos últimas viñetas con las “fichas interrogante”. Escuchar atentamente el cuento y

preguntar a los niños: “¿qué es lo que el protagonista del cuento ha decidido hacer o decir?”. Entonces levantar

la ficha interrogante de la tercera viñeta y preguntarles: “¿qué creéis que pasa a continuación como

consecuencia?”, y levantar la ficha interrogante de la última viñeta. Dar la vuelta a las dos últimas viñetas, tapar

con la “ficha interrogante” la tercera viñeta, y observando la última viñeta preguntarles a los niños: “¿qué creéis

que ha pasado para que acabe así la historia?”. Finalmente, escuchar la historia correspondiente al símbolo

“contento” y levantar la “ficha interrogante” de la tercera viñeta.

- Con las viñetas de un cuento sobre la mesa y una vez el niño o niña conoce el cuento, realizará la ordenación de las

viñetas sin necesidad de escucharlo.

- Con las viñetas del cuento ordenadas sobre la mesa el niño o niña narrará y razonará lo ocurrido en el cuento.

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1. Un balón a la Luna

La hora del recreo estaba a punto de llegar. Hoy no iba a ser un recreo como los demás, ya que

todos los compañeros habían planeado jugar un partido de fútbol contra la clase de al lado y

querían demostrar que formaban un equipo invencible.

Por fin llegó el esperado momento, los niños bajaron corriendo las escaleras entre gritos y risas y

en unos minutos, el partido ya había comenzado en el patio. Los dos equipos luchaban con

entusiasmo por hacerse con el balón, pero, pasado un rato, nadie había conseguido marcar un gol.

De repente, el balón rebotó en una de las paredes del patio y cayó al suelo dando unos pequeños

botes, muy cerca de la posición de Rubén y de uno de sus contrincantes, Alberto. Los dos niños

corrieron apresuradamente a por el balón y prácticamente llegaron a la vez, pero fue Rubén quien

consiguió chutar el balón con todas sus fuerzas. El balón salió disparado por los aires. Todos los

niños miraban hacia el cielo siguiéndolo con la mirada. Nadie en el patio recordaba algo así. La

pelota iba con tanta fuerza que pasó de largo la portería, y siguió avanzando por el aire más allá

de los columpios, más allá de la fuente… parecía como un cohete directo hacia la luna. ¡Era

imparable!

Las caras de sorpresa de los niños cambiaron a auténticas caras de pánico cuando vieron que el

balón se dirigía hacia una de las ventanas del colegio, hasta que finalmente, el balón llegó a su

destino… ¡CRASH!. El cristal de la ventana se rompió en mil pedazos y el ruido se oyó por todo el

colegio. No habían pasado ni cinco segundos cuando uno de los profesores salió por la puerta con

la pelota entre sus manos y una cara muy, muy seria. Se acercó a los niños del partido de fútbol y

éstos rápidamente le rodearon. El profesor señalando la ventana rota y con voz muy firme

preguntó:

-¿Quién ha sido el responsable de este destrozo?

���� Rubén, nervioso y algo agitado, tardó un poco en contestar y finalmente dijo:

-Ha sido Alberto. Él ha chutado el balón.

-¿Qué dices?- respondió Alberto indignado -¡Pero si has sido tú!.

Los dos niños se enzarzaron en una discusión pero como no había manera de averiguar la verdad,

el profesor decidió castigar a los dos niños sin recreo. Así pues, Rubén y Alberto permanecieron en

el aula mientras oían como sus compañeros habían reanudado el partido.

Rubén se dio cuenta de que mentir no había sido una buena idea. No sólo no había podido evitar

el castigo, sino que encima Alberto, su amigo, había sido castigado injustamente. Ahora estaba

enfadado con él y tardaría algún tiempo en recuperar su amistad. La jugada le había salido fatal, y

es que la mentira nunca nos trae nada bueno.

☺☺☺☺ Rubén estaba muy avergonzado, y le daba miedo decir la verdad por si el profesor le reñía. En

ese momento recordó que sus padres siempre le habían dicho que tenía que ir con “la verdad por

delante”. Así que Rubén se armó de valor y confesó:

-He sido yo profesor, le di demasiado fuerte a la pelota, pero no pretendía romper nada, de

verdad.

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Rubén bajó la cabeza y estaba a punto de llorar. Alberto, su amigo, le puso la mano en el hombro

para animarle y dijo en su defensa:

-Es cierto profesor, ha sido sin querer.

El profesor miró a los dos niños con una media sonrisa y por fin se decidió a hablar. Todos

esperaban un castigo de, al menos, una semana entera sin recreo, pero sorprendentemente, el

maestro dijo:

-Está bien Rubén, no te preocupes. Has hecho muy bien en reconocer la verdad, tus compañeros

han de tomar ejemplo de tu valentía. De todos modos, sería conveniente que tuvierais más

cuidado la próxima vez. Tenéis un patio muy grande, haced el favor de jugar un poco más lejos de

las ventanas.

Rubén sonrió y corrió junto a sus compañeros a seguir el partido en una zona más alejada.

Durante el resto del recreo, jugaron con más cuidado pero se divirtieron igualmente. Además,

Rubén marcó un gol que fue aplaudido por todos sus amigos.

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2. Un regalo de ida y vuelta

En el calendario que colgaba en la habitación de Andrea, había una fecha muy bien señalada con

rotulador rojo, el 20 de Febrero. Ese era el día en que Andrea cumplía 6 años, ¡nada menos que 6

años! En esa fecha tan especial, Andrea y su familia habían preparado una gran fiesta de

celebración en su casa con todos sus amigos del cole. A las cinco en punto empezaron a llegar los

invitados. Andrea estaba impaciente por abrir los regalos pero sabía que no debía hacerlo hasta

que no soplara las seis velas de la tarta de cumpleaños.

De repente, apareció su padre sosteniendo un gigantesco pastel de chocolate y bizcocho coronado

con seis velas encendidas. Todos juntos le cantaron la canción de “cumpleaños feliz”. Andrea

inspiró lentamente y sopló con tanta fuerza que si hubiera habido 20 velas más también las habría

apagado.

Mientras repartían el pastel, Andrea comenzó a abrir los regalos: una caja con lápices de colores,

unos patines, unos prismáticos… ¡Qué ilusión!

Pepe, uno de sus mejores amigos, se fijó especialmente en los prismáticos. Eran chulísimos y

permitían ver desde la ventana todo lo que ocurría en el parque de enfrente. Pepe se quedó

alucinado con los prismáticos, nunca había mirado a través de unos, se los colgó al cuello y se

pasó la tarde mirando a través de ellos mientras los otros niños jugaban con otros juguetes.

Pasaron una divertida tarde de cumpleaños hasta que casi se hizo de noche y los papás de todos

los niños vinieron a recogerlos.

���� Una vez en la calle, de regreso a casa, Pepe le contaba entusiasmado a su madre lo bien que lo

habían pasado en el cumpleaños ¡Qué ganas tenía de celebrar el suyo! Aunque la verdad es que

aún quedaban unos meses. La mamá de Pepe observó que llevaba unos prismáticos colgando del

cuello y le preguntó:

-¿Y esos prismáticos que llevas?, entonces Pepe se dio cuenta de que sin querer se los había

llevado puestos.

-Ehh… Nada, nada- respondió Pepe. Y mintió a su madre diciendo: “Es sólo un juguete que me ha

dejado Andrea para jugar este fin de semana”

Esa noche en casa de Andrea, toda la familia estaba recogiendo los envoltorios de los regalos, los

platos, vasos… Todos, menos Andrea, que pasaba lista de los regalos que había recibido una y

otra vez. Pero algo fallaba -¿dónde estaba el mejor regalo de todos?, ¿dónde estaban esos

fantásticos prismáticos que le habían regalado?-. Ni su papá ni su mamá podían encontrarlos, y

eso que miraron en todos los sitios posibles ¡hasta dentro de la nevera!

Andrea no quería ni pensar que se habían perdido y aunque sus padres intentaron consolarle

diciendo que aparecerían tarde o temprano, Andrea se sintió muy triste y empezó a llorar. Lo que

había sido uno de los mejores días de su vida se estaba estropeando por la “misteriosa”

desaparición de los prismáticos.

☺☺☺☺ Saliendo de casa de Andrea, en el ascensor, Pepe le contaba entusiasmado a su madre lo bien

que se lo había pasado en el cumpleaños. Tenía muchas ganas de celebrar el suyo aunque aún

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quedaban unos meses. La mamá de Pepe observó que llevaba unos prismáticos colgando del

cuello y le preguntó:

-¿Y esos prismáticos que llevas?- Entonces Pepe se dio cuenta de que sin querer se los había

llevado puestos.

Pepe podía decir que se los había prestado su amiga Andrea y así podría seguir jugando con ellos

en su casa, pero mentir a su mamá… eso estaba muy feo. Así que finalmente dijo la verdad: ¡me

los he llevado puestos sin darme cuenta!.

Gracias a que Pepe dijo la verdad volvieron a subir a casa de Andrea y Pepe le devolvió a su amiga

los prismáticos que casi se lleva por error.

Entonces Andrea, en agradecimiento decidió dejárselos para jugar el fin de semana, ya que ella

tenía otros regalos con los que disfrutar y no iba a poder jugar con todos a la vez. A Pepe se le

dibujó una sonrisa de oreja a oreja y se puso rojo como un tomate.

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3. ¡Qué caramelos tan raros! Los sábados por la tarde, Antonio y Paula solían dar un paseo por el parque con sus padres, pero

ese día llovía muchísimo y decidieron quedarse en casa. La idea de no salir tampoco les importaba,

porque los dos hermanos se divertían mucho jugando juntos y les daba igual si era en casa, en el

parque o en cualquier otra parte. Así pues, esa tarde decidieron terminar un gigantesco puzzle que

su tía les había regalado. Aún les faltaban muchas piezas por encajar y esa tarea les iba a

mantener distraídos toda la tarde. De repente, un extraño ruido salió de la barriga de Antonio. Su

hermana se rió porque a penas hacía una hora que habían comido ¡y su hermano ya tenía hambre!

Antonio decidió ir a la cocina a por galletas. Se fue corriendo y se subió a una silla para poder abrir

el armario de la cocina donde se guardaba el bote de las galletas. Nunca recordaba bien cuál de

los tres armarios era, así que abrió el primero para probar. Por las cajas que se veían no parecía

que ninguna fuera de galletas, pero había un frasco que dejó a Antonio con la boca abierta y una

sola palabra en su pensamiento: “¡CARAMELOS!”. El frasco estaba lleno de unas bolitas rojas y

brillantes. Antonio lo cogió sin dudar y se bajó de la silla. Tuvo que hacer mucha fuerza para abrir

el frasco y cuando finalmente lo consiguió se guardó cuatro bolitas, dos para él y dos para su

hermana. Volvió corriendo a la habitación dejando el frasco sobre el banco de la cocina.

El papá de Antonio entró en la cocina unos minutos más tarde. Había ido a beber un vaso de agua

y se llevó una gran sorpresa cuando vio el frasco de medicamentos sobre el banco de la cocina.

Estaba bien seguro de haberlo guardado en el armario de las medicinas así que con el frasco en la

mano se fue a donde estaban sus hijos para preguntarles si lo habían cogido ellos.

Antonio le acababa de enseñar a su hermana las cuatro apetitosas bolitas rojas de caramelo que

había descubierto en la cocina, pero cuando oyó que su padre venía se las volvió a guardar en el

bolsillo ya que era bien sabido que había que pedir permiso antes de comer golosinas.

���� Su padre entró en la habitación y les preguntó:

-¿Alguno de los dos ha cogido este frasco de la cocina?

-No papá, nosotros no hemos sido- respondieron los niños a la vez.

El papá de Antonio y Paula se quedó un poco extrañado pero pensó que probablemente se había

olvidado de guardarlo cuando lo trajo de la farmacia. Cuando el padre de los niños salió de su

habitación, Antonio y Paula se metieron en la boca una bolita cada uno. La verdad es que el sabor

no era muy agradable. Poco a poco la pastilla se deshizo en la boca dejándoles un amargo sabor

en su garganta. -¡Qué asco!- dijeron los niños, y rápidamente se fueron a beber agua a la cocina.

Un rato después, mientras terminaban el puzzle, los dos niños empezaron a sentirse mal, notaron

unos fuertes pinchazos en el estómago y eran incapaces de seguir jugando. Antonio y Paula no

tuvieron más remedio que contarles a sus padres que les dolía muchísimo la tripa:

-¿Pero qué os ha podido sentar mal?- preguntó su padre.

-Es queee…- comenzó a decir tímidamente Antonio -… nos hemos tomado una de esas bolitas

rojas de caramelo cada uno y me parece que no estaban muy buenas…-.

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- ¿Cómo?- dijo sorprendido su padre. No eran caramelos Antonio ¡Eran medicinas! Mira que os lo

he preguntado y me habéis dicho que no los habíais cogido. Ahora, por no haber dicho la verdad,

os habéis puesto enfermos y vamos a tener que llamar al médico para que os cure.

-Lo siento papá- dijo Antonio. -Si hubiera sabido que eran medicamentos no los habría cogido.

¡Perdóname por haberte mentido!

-No te preocupes- dijo su padre poniéndole la mano sobre el hombro. -Ahora lo importante es que

llamemos al médico.

Una hora más tarde, tanto Antonio como su hermana estaban en la cama tomándose un jarabe que

les había traído el médico. Mañana ya estarían del todo recuperados pero tendrían que estar el

resto del día reposando en cama. “¡Vaya rollo!” pensó Antonio. Decir una mentira había sido, una

vez más, la peor de todas las opciones. Antonio se prometió a sí mismo que nunca jamás volvería

a mentir a sus padres.

☺☺☺☺ El papá entró en la habitación donde los niños jugaban y les dijo:

-Escuchadme chicos, ¿por casualidad, alguno de los dos ha cogido este frasco en la cocina?

Antonio pensó que si contaba la verdad seguro que su padre le decía que las golosinas no se

cogían sin permiso, que se esperara a la hora de la merienda… en fin, lo de siempre. Pero al ver la

cara de preocupación de su padre sosteniendo el frasco, recordó que otras veces que había dicho

una mentira no le había dado muy buen resultado, así que respondió:

-He sido yo papá. Pensaba que por tomarnos una par de caramelos no pasaba nada.- Y sacó los

caramelos del bolsillo ofreciéndoselos a su padre.

-¿Caramelos? Hijo mío, menos mal que me has dicho la verdad. ¿Es que no sabes que son

medicamentos? Has abierto el armario de las medicinas y sabes que no debes hacerlo.

-Es que me he confundido- dijo el niño alarmado. ¡De la que se habían librado!

Su padre les dijo que si se hubieran tomado esas pastillas habrían tenido un fuerte dolor de

estómago y hubieran tenido que quedarse en cama todo el día hasta que se pusieran buenos.

Antonio se sintió muy aliviado y orgulloso por haber dicho la verdad a su padre. Después del

susto, los dos niños disfrutaron de un buen vaso de leche acompañado de unas riquísimas galletas

que seguro que les iban a sentar fenomenal. Desde ese día, Antonio siempre recordó cuál era el

armario de las medicinas y cuál el de las galletas.

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4. Los deberes de vacaciones

Era el último día de clase antes de las vacaciones. Lorena estaba muy nerviosa porque faltaban

pocos minutos para que tocara el timbre y eso significaba que tenía por delante quince días para

disfrutar con su familia en la playa. Sentada en su pupitre junto con el resto de sus compañeros,

Lorena escuchaba cómo su profesor les deseaba unas felices vacaciones a todos. Pero de pronto,

el profesor dijo:

- Todos en fila, os voy a entregar el cuaderno de actividades que os he preparado para estas

vacaciones. Es importante que lo traigáis todo hecho a la vuelta.

-¡Vaya chasco!– pensó Lorena -un cuaderno lleno de operaciones de matemáticas, actividades de

lengua, de ciencias, de inglés….

El maestro entregó a cada niño y niña su cuaderno y justo en ese momento tocó el timbre. Las

vacaciones habían comenzado, pero no de la manera que Lorena hubiera deseado.

Una vez en casa, toda la familia estaba muy atareada con los preparativos del viaje a la playa: su

madre intentaba cerrar una maleta repleta de ropa sentándose encima, su padre buscaba como un

loco su caña de pescar, aunque luego nunca la utilizaba, su hermano pequeño, intentaba meter un

flotador hinchado en su mochila y el perro Lolo daba vueltas ladrando por toda la casa pensando

que la familia había enloquecido por completo.

Lorena ayudó a su hermano a meter el flotador deshinchado en la mochila y empezó a llevar

bolsas y trastos al maletero del coche.

Por fin, toda la familia estaba lista para emprender su viaje. En el maletero del coche no cabía ni un

alfiler y los niños ya estaban esperando bien sentados, con su cinturón puesto, en el asiento de

detrás. Cuando toda la familia estaba ya en el coche, el papá de Lorena le preguntó:

-Lorena, ¿te has acordado de coger la mochila con el cuaderno de actividades que os dio el

profesor?

���� Lorena recordó que había dejado la mochila apoyada en su cama y que con tanto jaleo había

olvidado cogerla, pero pensó que no tenía importancia y decidió decir:

-Claro, papá, está en el maletero- mintió Lorena.

-Pues entonces… ¡Ya puedes arrancar el coche mamá!- gritó entusiasmado el hermano pequeño.

Dos horas después, la familia llegaba a la playa. Mientras Lorena guardaba todas sus cosas en los

cajones y en el armario de su habitación, su padre entró para echarle una mano:

-Escucha Lorena, ¿qué te parece si damos un vistazo al cuaderno de actividades y planificamos la

semana para trabajar un ratito cada día?

-Ya lo haremos más tarde- respondió Lorena disimuladamente mientras doblaba una toalla. Su

padre sabía perfectamente que cuando su hija tenía ese tono de voz, algo raro pasaba…

-Lorena, creo que es mejor verlo ahora y así ya nos organizamos para hacer los deberes, enséñame

el cuaderno que será un momento- insistió su padre.

Cuando su padre se lo había repetido hasta cuatro veces, Lorena no pudo ocultarlo más:

-¡Es que me lo he olvidado en casa papá!

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-¿Cómo? Pero si en el coche me has dicho que lo tenías en la mochila y que estaba en el maletero.

¡Pues vaya! Ya sabes que los deberes han de hacerse antes de comenzar de nuevo las clases, así

que nos tendremos que volver unos días antes de lo previsto para que te dé tiempo a acabarlos en

casa. Nos has acortado a todos las vacaciones en la playa.

Lorena se dio cuenta en ese momento de que no tenía que haber mentido.

☺☺☺☺ Lorena pensó unos segundos antes de responder y recordó que se había dejado la mochila

olvidada en la habitación. Pensó en decir que la había cogido para no tener que hacer los deberes

en la playa y tener más tiempo para divertirse, pero sabía que las mentiras nunca traen nada

bueno, así que dijo la verdad:

-Verás papá, creo que me he dejado la mochila en la habitación.

-No pasa nada hija- respondió su padre. Ahora entro rápidamente a casa y la cojo, que ya sabes

que es importante llevar los deberes hechos a clase. Además yo te echaré una mano y ya verás

como también tendrás tiempo de divertirte.

Su padre subió de nuevo a casa a por la mochila donde estaba el cuaderno y Lorena se sintió un

poco más animada.

Esos quince días en la playa fueron inolvidables. Cada día después del desayuno Lorena hacía una

página de su cuaderno y su padre siempre estaba junto a ella para que se concentrara bien y para

resolver cualquier duda que tuviera. Luego disfrutaba del día entero con sus amigos en la playa

bañándose, jugando con el balón, haciendo excursiones… en fin, que se lo pasó en grande.

Mereció la pena haber dicho la verdad, tuvo tiempo para todo, para divertirse y para hacer los

deberes.

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5. ¿Dónde está Carlitos?

Una tarde Vero decidió construir la torre más alta que pudiera caber en su habitación. Era una

tarea complicada y Vero necesitaba máxima concentración. De pronto, algo interrumpió su

concentración, alguien le estaba dando unos golpecitos en la espalda. Vero se giró y

efectivamente, ahí estaba… su hermano pequeño, Carlitos.

-¿Qué quieres Carlitos? ¿No ves que estoy jugando yo sola?

-Es que yo quiedo jugar contigo “Vedo” – contestó Carlitos.

- Está bien, Carlitos. ¿Qué te parece si jugamos al escondite? Mira, escóndete tú primero y yo ahora

iré a buscarte, pero escóndete muy bien para que no te encuentre enseguida.

Aún no había terminado de hablar y Carlitos ya estaba corriendo por el pasillo buscando un buen

lugar donde esconderse. Finalmente encontró el mejor sitio, el armario de las escobas que había

en el garaje. Mientras tanto, Vero concentrada en su torre olvidó totalmente ir a buscar a su

hermano.

De pronto Vero escucho la voz de su padre que llamaba a los dos hermanos para merendar. Vero

bajó corriendo a la cocina y se encontró a sus padres muy extrañados:

-Hija ¿Has visto a tu hermano? No lo encontramos. ¿No estaba jugando contigo?

���� Vero se quedó pensando antes de contestar y decidió no decir la verdad por si la reñían.

-No papá, yo estaba sola en mi habitación y no lo he visto en toda la tarde.

Los tres se pusieron a buscar a Carlitos. Sus padres estaban bastante preocupados.

Mientras tanto, el pobre Carlitos ya estaba aburridísimo de esperar en el armario de las escobas.

Intentó abrir el armario desde dentro pero no pudo. ¡Se había quedado encerrado! Al darse cuenta,

Carlitos se asustó y empezó a llorar.

Su padre al oír el llanto acudió al garaje corriendo y vio que el armario de las escobas se movía de

lado a lado, abrió la puerta y encontró a Carlitos llorando. Dijo cogiéndole en brazos: - ¿Se puede

saber qué haces aquí?

-Estaba jugando al escondite con “Vedo”- dijo mientras se secaba las lágrimas.

Un minuto después, toda la familia estaba reunida en el salón.

-Vero ¿Puedes decirnos qué es lo que ha pasado?- preguntó su padre.

Vero sabía que ya no podía sostener más esa situación, así que dijo la verdad:

-Es que quería acabar mi torre y le dije a Carlitos que se escondiera para ir a buscarlo, pero luego

olvidé ir a por él.

Sus padres le explicaron a Vero que no debía haberles dicho una mentira cuando le preguntaron

por su hermano, que no estaba bien ocultar la verdad y menos aún tratándose de su hermano.

Vero se acercó a su hermano y dándole un abrazo le dijo: - Lo siento hermanito.

Después miró a sus padres y les dijo que también sentía haberles mentido.

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☺☺☺☺ Vero pensó un poco antes de responder. Se dio cuenta de que su hermano llevaría un buen rato

escondido y que ella había olvidado ir a buscarle. Vero sabía que eso no había estado bien, pero

tampoco lo había hecho intencionadamente, así que dijo a sus padres la verdad de lo ocurrido:

-Hace un rato le dije que se escondiera, que yo le buscaría, pero me he distraído con mis cosas y

me he olvidado completamente de buscarlo.

-Pero hija, no está bien que te olvides de tu hermano.

-Lo sé papá- respondió Vero avergonzada.

-Bueno- añadió su padre -manos a la obra. Hay un niño escondido en esta casa y tenemos que

encontrarlo ¡Adelante la patrulla de rescate!

Vero y su madre se miraron extrañadas y le preguntaron: -¿Por qué gritas tanto papá?

-Para que Carlitos me oiga y piense que todos estamos jugando al escondite con él.

A Vero le encantó la idea, y toda la familia buscó a Carlitos con entusiasmo por todos y cada uno

de los rincones de la casa. Cuando Vero llegó al garaje, notó unos extraños ruidos que salían del

armario de las escobas ¡Eran ronquidos! Abrió el armario y se encontró a Carlitos durmiendo

plácidamente mientras abrazaba una escoba. El pobre se había cansado de esperar y se durmió.

Vero le ayudó a salir y avisó a sus padres. Carlitos ya en pie, se restregó los ojos y miró a su

familia plantada frente a él. Luego miró a Vero y le dijo:

-¡Hay que ver qué tardona eres! Menos mal que me he dado una siestecita.

Al decir esto Vero y sus padres se pusieron a reír. Lo habían pasado tan bien que decidieron seguir

jugando todos juntos al escondite.

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6. La escapada en bici Era una magnífica tarde de viernes, Claudia y Berta tenían muchas ganas de estrenar sus

bicicletas. La bicicleta nueva de Claudia era roja, su color favorito, y la de Berta, que no tenía color

favorito, era azul, que como decía su padre “era del color de sus ojos”. Como había estado

lloviendo esa semana, aún no habían podido salir a disfrutar de sus bicicletas. Esa tarde, aunque

hacía un sol espléndido, sus padres tenían que ir a comprar y no querían que las niñas salieran de

casa solas con las bicis. Claudia y Berta les pidieron por favor una y otra vez, que les dejaran dar

un paseo corto, pero no había manera de convencerlos. Al final se rindieron y se sentaron de

brazos cruzados en el sofá con cara de enfado.

Al marcharse sus padres, Berta dijo:

-Seguro que si salimos un rato con las bicis no pasa nada.

-Tienes razón, ¿qué puede pasar? No tienen porque enterarse- respondió Claudia.

Así que salieron de casa y se fueron calle abajo montadas alegremente en sus bicicletas. Tras la

primera curva, la bicicleta de Berta tropezó con una piedra que le hizo caer al suelo. Al caer, Berta

se lastimó el tobillo.

���� De vuelta en casa, Claudia y Berta volvieron a sentarse en el sofá, pero a Berta le dolía el

tobillo cada vez más. Un rato después regresaron sus padres de la compra y les preguntaron:

- ¿Todo bien hijas?

-Sí, todo perfecto- dijeron las dos hermanas mirando hacia otro lado.

Como no habían dicho la verdad, Berta se pasó el resto del día disimulando que caminaba

perfectamente, mientras su tobillo se hinchaba cada vez más. ¡A Claudia le parecía que su

hermana tenía una pelota de tenis en vez de un tobillo! Pasadas unas horas, el dolor era

insoportable y Berta les tuvo que contar la verdad a sus padres. Finalmente, Berta volvía del

médico con el pie escayolado y avergonzada de no haber dicho a tiempo lo que le había pasado.

Ahora sí que tardaría en montar en bicicleta. ¡Por lo menos un mes!

☺☺☺☺ Claudia ayudó a su hermana y tuvieron que volver a casa andando, con las bicis a un lado.

Cuando regresaron sus padres, Berta estaba tumbada en el sofá con el tobillo un poco hinchado, y

las dos hermanas decidieron contarles toda la verdad. Sus padres, aunque al principio se

enfadaron porque les habían desobedecido, luego se alegraron de que les contaran la verdad. Le

pusieron hielo en el tobillo y afortunadamente, la hinchazón fue bajando poco a poco.

Claudia y Berta comprendieron entonces por qué sus padres no querían que salieran solas. Lo

importante es que habían dicho a tiempo la verdad, porque si lo hubieran ocultado, seguro que el

tobillo de Berta habría empeorado. El resto de la tarde, como lo mejor era que Berta permaneciera

sentada, toda la familia terminó jugando felizmente en el salón a un juego de mesa divertidísimo.

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SOLUCIÓN DE CONFLICTOS: MENTIRAS ES

7. “Rufus” y los bocadillos

Cuando Elisa decidió estudiar un año en el extranjero, Raúl, su hermano pequeño, se puso muy

triste. Pero por fin la espera había acabado y hoy regresaba a casa su querida hermana. Raúl y su

padre estaban organizando una gran fiesta de bienvenida mientras su madre iba a recoger a Elisa.

Raúl y su padre prepararon en la cocina bocadillos para todos los amigos que venían a la fiesta.

A continuación, se pusieron a hinchar globos para terminar de decorar el salón y dejaron en la

mesa las bandejas con la merienda.

Mientras, Rufus, el gato del vecino, que solía merodear por el jardín, se acercaba a la ventana

atraído por el olor de los deliciosos bocadillos.

Solamente faltaba ir a la tienda que había a la vuelta de la esquina para comprar los refrescos de

la fiesta. Justo antes de salir por la puerta, el padre de Raúl le preguntó:

-¿Has cerrado la ventana del salón?

���� Raúl no recordaba haberla cerrado, pero pensó que por un momento no iba a pasar nada, la

tienda estaba muy cerca, así que sin dudarlo respondió:

-Sí, está todo controlado.

Padre e hijo entraron tranquilamente en la tienda sin saber nada del desastre que les esperaba al

regresar a casa.

De vuelta a casa cargados con latas y botellas de refrescos, tanto Raúl como su padre se quedaron

boquiabiertos: Rufus había entrado por la ventana abierta y se había dado un festín con los

bocadillos que había sobre la mesa. Además, ¡había arañado los adornos de la fiesta!.

El padre de Raúl miró seriamente a su hijo porque éste no le había dicho la verdad. Raúl, triste y

avergonzado, le pidió perdón a su padre por haberle mentido. Un simple descuido había arruinado

su magnífica fiesta de bienvenida.

☺☺☺☺ -Pues la verdad es que no estoy seguro Papá- respondió su hijo con franqueza.

Así que su padre fue corriendo al salón y cerró la ventana justo cuando Rufus, se disponía a entrar

para disfrutar de un inesperado manjar. Menos mal que su padre fue a asegurarse, si no, menudo

desastre se habría organizado.

Al regresar de la tienda cargados con los refrescos, terminaron de prepararlo todo y se pusieron a

esperar a los demás invitados.

Finalmente, llegó el esperado momento: Elisa, entró en la casa arrastrando dos maletas enormes y

con cara de cansada después del largo viaje. Pero su cara cambió al ver la estupenda fiesta de

bienvenida que su familia y amigos le habían preparado. Raúl y su padre corrieron a darle un

fuerte abrazo. Raúl estaba muy contento de tener a su hermana en casa de nuevo, ¡estaba deseoso

de escuchar con detalle lo que había vivido durante tantos meses! Todo el mundo disfrutó de la

fiesta y felicitaron especialmente a Raúl por los sabrosos bocadillos que había preparado.

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