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GOROSTIZA Y PELLICER: POETAS DE LA SOLEDAD Alvaro Ruiz Abreu U. A. M. - XOCHIMILCO (MÉXICO) Pocas veces la amistad ha sido tan íntima y provocativa como la que suscri- bieron, sin firma ni acuerdos mutuos, José Gorostiza y Carlos Pellicer. La con- cibieron en términos de intercambio de historias privadas y familiares, de infor- maciones de trabajo y sobre el amor, pero principalmente hay que verla como un estado de alma mediante el cual cada uno a su manera vio en el «otro» la ex- tensión de lo que le hacía falta a su personalidad. Como una proyección. Hay que considerarla además como una manifestación de la época que les tocó com- partir: llena de pesimismo político y social por la situación particular, ridicula a veces que vivía México; desesperante ya que el poeta de los años veinte y trein- ta era un ser a la deriva, sin empleo, sin modos de agenciarse un empleo si no era en el servicio diplomático o en una secretaría de estado. De cualquier mane- ra, el intelectual debía atender primero que nada su relación, siempre delicada y en peligro, con los líderes políticos, luego su trabajo literario. Muy propenso a los amigos, extrovertido hasta en los momentos más ínti- mos, Pellicer cosechó varias amistades. Una de las más sonadas y conocidas es la que sostuvo con José Vasconcelos, el intelectual y político, el escritor y filó- sofo, miembro del Ateneo de la Juventud junto a Alfonso Reyes y Pedro Hen- ríquez Ureña, que lo impulsó y le permitió viajar. Pellicer lo seguía como una estrella que le iluminaba el camino ideológico; hay por supuesto, en la poesía de Pellicer, en sus discursos y cartas, en su militancia americanista o bolivariana, una fuerte herencia del pensamiento vasconcelista. Pellicer fue una especie de dandy ' y pertenecía a la bohemia posmodernista, en su primera juventud, también cree en el porvenir y en el espíritu como el sal- vador de los desheredados de la fortuna de América, como el sostén de la raza; el espíritu, opuesto al materialismo enviado desde los Estados Unidos, haría po- sible la unidad americana mediante la cual nacería una nueva cultura, basada en el humanismo, las letras y las artes, una cultura en fin surgida de las entrañas del Iguazú y de Machupichu, de los Andes y de las pirámides mayas. Pellicer se vuelve el profeta de lo que cree la «nueva América», y no fue solamente una ' Esta descripción la hace Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos ayer, México: Fondo de Cul- tura Económica, 1978, págs. 38-41. 403

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GOROSTIZA Y PELLICER: POETAS DE LA SOLEDAD

Alvaro Ruiz AbreuU. A. M. - XOCHIMILCO (MÉXICO)

Pocas veces la amistad ha sido tan íntima y provocativa como la que suscri-bieron, sin firma ni acuerdos mutuos, José Gorostiza y Carlos Pellicer. La con-cibieron en términos de intercambio de historias privadas y familiares, de infor-maciones de trabajo y sobre el amor, pero principalmente hay que verla comoun estado de alma mediante el cual cada uno a su manera vio en el «otro» la ex-tensión de lo que le hacía falta a su personalidad. Como una proyección. Hayque considerarla además como una manifestación de la época que les tocó com-partir: llena de pesimismo político y social por la situación particular, ridicula aveces que vivía México; desesperante ya que el poeta de los años veinte y trein-ta era un ser a la deriva, sin empleo, sin modos de agenciarse un empleo si noera en el servicio diplomático o en una secretaría de estado. De cualquier mane-ra, el intelectual debía atender primero que nada su relación, siempre delicada yen peligro, con los líderes políticos, luego su trabajo literario.

Muy propenso a los amigos, extrovertido hasta en los momentos más ínti-mos, Pellicer cosechó varias amistades. Una de las más sonadas y conocidas esla que sostuvo con José Vasconcelos, el intelectual y político, el escritor y filó-sofo, miembro del Ateneo de la Juventud junto a Alfonso Reyes y Pedro Hen-ríquez Ureña, que lo impulsó y le permitió viajar. Pellicer lo seguía como unaestrella que le iluminaba el camino ideológico; hay por supuesto, en la poesía dePellicer, en sus discursos y cartas, en su militancia americanista o bolivariana,una fuerte herencia del pensamiento vasconcelista.

Pellicer fue una especie de dandy ' y pertenecía a la bohemia posmodernista,en su primera juventud, también cree en el porvenir y en el espíritu como el sal-vador de los desheredados de la fortuna de América, como el sostén de la raza;el espíritu, opuesto al materialismo enviado desde los Estados Unidos, haría po-sible la unidad americana mediante la cual nacería una nueva cultura, basada enel humanismo, las letras y las artes, una cultura en fin surgida de las entrañas delIguazú y de Machupichu, de los Andes y de las pirámides mayas. Pellicer sevuelve el profeta de lo que cree la «nueva América», y no fue solamente una

' Esta descripción la hace Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos ayer, México: Fondo de Cul-tura Económica, 1978, págs. 38-41.

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pose, sino una conducta que iba en contra de los valores y las formas de ver elamor, el arte, la poesía y la política.

Él y Gorostiza son dos cimas de la poesía mexicana del siglo XX; cada unocreó a su manera y siguiendo estéticas diferentes una forma poética segura de sí,innovadora, profunda en sus propuestas. Gorostiza trabaja la imagen del hombremetido en su propio sueño, que al despertar se pregunta como Hamlet o Segis-mundo quién es, cuál es su origen. Pellicer prefiere las imágenes plásticas que secombinan con la naturaleza, siempre como destellos de colores, y con el sonido.Gorostiza, en cambio, cree que los primeros pasos poéticos de su paisano reve-lan la herencia de Darío y Santos Chocano; admira «la capacidad ilimitada porgozar de todas las cosas bellas del mundo. Tiene una sensibilidad especial parareconocer lo bello, para admirarlo». Ve que Pellicer ha influido mucho en losjóvenes que han encontrado en su poesía un estímulo a su visión de la natura-leza, del arte y del universo, hecha a imagen y semejanza de Dios. Gorostiza re-cuerda no sin nostalgia:

Nos conocimos desde que nuestras mamas nos llevaban en brazos. Así no po-dría decir que Carlos es mi amigo: él es mi hermano. Estuvimos separados du-rante los primeros estudios. Luego, y cuando nos volvimos a encontrar en 1917,aquí en la Escuela Preparatoria, ya en uso de razón, él fue quien me guió, quienme inclinó y me entusiasmó por la poesía. Así es que Gorostiza poeta, se debe aPellicer poeta. [...] Creo que Carlos exalta, principalmente, los sentidos del hom-bre. Las cosas que se perciben por la vista, principalmente por el oído, por eltacto.2

En sus «Notas sobre poesía» Gorostiza hizo una radiografía del significadode la composición poética, definiendo el lugar que ocupa el poeta moderno, suestética es una extensión de la de su amigo y paisano, y al revés. La poesía, dicecomo quien da una lección sencilla, es una «investigación de ciertas esencias-el amor, la vida, la muerte, Dios». El sentido autocrítico de Gorostiza no esestricto; se trata de una confesión que le provoca desesperanza, angustia. Esosconceptos le parecían vagos, pues «encierran frustración y desaliento»; con eltiempo tuvo que corregirse y entonces vio a la poesía como «especulación, unjuego de espejos, en el que las palabras, puestas unas frente a otras, se reflejanunas en otras hasta lo infinito y se recomponen en un mundo de puras imágenesdonde el poeta se adueña de los poderes escondidos del hombre y establececontacto con aquel o aquello que está más allá».

Entonces la poesía era una cosa oculta, indescifrable; sin embargo uno de loscaminos que puede escoger el hombre agobiado por sus propias pesadillas diur-nas y nocturnas para su salvación es el de la poesía. Si Pellicer escribió una obravasta, diversa, la de Gorostiza, en cambio, es limitada en su extensión y su pun-

José Gorostiza, «Carlos Pellicer», El Gallo ¡lustrado, suplemento de El Día, 19 de noviembre,1968, pág. 1. Reproducido en J. G., Prosa, Lecturas Mexicanas, 3a serie, n.° 97, Consejo Na-cional para la Cultura y las Artes, 1995, pág. 214, de donde cito.

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to de partida y de llegada es la reflexión sobre la forma, el tiempo y la muerte.Casi toda su poesía se encuentra en dos libros, Canciones para cantar en lasbarcas (1925), y Muerte sinfín (1939). Además suele citarse su «Declaración deBogotá» de 1948 y algunos poemas recogidos en sus Poesías, libro en el que so-bresale el «Prólogo», especie de poética que sintetiza su pasión y su filosofía delquehacer poético.

Gorostiza ofrece, con su agudeza acostumbrada, una reflexión sobre la esen-cia de la poesía: el poeta puede llegar a reconocer la poesía como algo que seencuentra fuera de él y la persigue, la captura «en una red de palabras lumino-sas, exactas, palpitantes». La sustancia poética, explica, es una especie de luz«que revela matices sorprendentes en todo cuanto baña». Al penetrar en la pala-bra, por ejemplo, «la descompone, la abre como un capullo a todos los maticesde la significación».

Hombre introvertido cuyo mérito distintivo fue el silencio y la parquedad desu escritura, Gorostiza es, en la acción poética y en la vida, lo contrario de Pel-licer. Mientras éste le pedía al verso libertad, luz para sobrevivir, Gorostiza leexige profundidad, inmersión en los laberintos de la filosofía, del yo, de Dios.Dijo en una entrevista:

La poesía, para mí, es una investigación de ciertas esencias (el amor, la vida, lamuerte, Dios), que se produce en un esfuerzo por quebrantar el lenguaje de talmanera que, haciéndolo más transparente, se puede ver a través de él dentro deesas esencias.3

A Pellicer y Gorostiza no los une tanto la idea sobre la poesía que es másbien distante sino la actitud frente al fenómeno de la naturaleza. Compartían elmismo origen, la solidaridad familiar, y además la inclinación literaria. Pero elfragor de las batallas culturales de los años veinte los pusieron frente a frente;formaron alianzas literarias y de grupo a través de los Contemporáneos. Sin em-bargo, tal vez tenga razón Carballo cuando dice que Gorostiza no es tabasqueñoni es un vecino de Aguascalientes, sino un hombre universal que «al mismotiempo que se expresa da voz a todos los hombres, los entiende y perpetúa. Esun poeta, un vidente» que no tiene obra de juventud y de madurez ya que desdeel comienzo fue el mismo poeta atado a las profundidas de su propio mar: el ser.Consideraba que un poema es el anuncio de la construcción del gran poema que,en su caso, fue Muerte sinfín. Pero antes de este complejo y extenso poema, es-cribió Canciones para cantar en las barcas. Se ha negado que este libro sea laexpresión de un joven, la de un iniciado: se trata sin duda de una toma de con-ciencia frente al mundo, el hombre, la vida, el tiempo, el amor y la muerte. Loescribió entre 1918 y 1919, casi en la adolescencia, pero la factura de los poe-mas refleja una dimensión totalizadora, no obstante el tono ingenuo, infantil,

3 José Gorostiza, «Notas sobre poesía», México en la Cultura, suplemento de Novedades, n.° 315, 3de abril, 1955; reproducido en J. G., Prosa, op. cit., págs. 190-201, de donde cito.

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como de canción de cuna o de juegos con imágenes de humor y pasatiempo quemantienen algunos de sus poemas.

DOS ESTILOS, DOS VOCACIONES

Si el temperamento no los aproxima, porque uno es austero, reflexivo y ca-llado, y el otro espectacular, exuberante y extrovertido, la vida literaria los pusoen el mismo barco de su tiempo. Pellicer vio a los Contemporáneos como grupolejano a él, que poco o casi nada tenía que ver con el trabajo poético y culturalque hacía; ellos, es decir, Novo, Villaurrutia, Torres Bodet, creyeron que Pe-llicer era un viajero, representante de cierto nacionalismo que jamás aceptaronen el México de los años veinte, cuando era lo más normal del mundo verlo yasumirlo.

Las Canciones de Gorostiza revelan un marcado empeño por recuperar el pa-sado, la nostalgia por el ayer que no es más: un calendario casi desdibujado porlos años, un reloj descompuesto que «parece una dolida conciencia de caoba enla pared», un muro despintado. Por su evocación a los puertos, los mares, losmarineros, las barcas que navegan bajo la mirada de un Dios que les da sentido,ese libro establece relación con el de Pellicer, Colores en el mar. En Gorostizahay huellas apenas vislumbradas de la luz tenue que alumbra el ser en su intentopor remontar la realidad; se ve apenas la presencia de la nostalgia en su formamás pura. Al contrario de los poetas modernistas que impulsaron lo suntuoso ysonoro en la poesía, Gorostiza es el poeta de las cosas sencillas, del silencio:«reposar de barcas», «quietud de las arenas». Su adjetivación es persuasiva, ma-tizada; nombra los atardeceres, la luna, la sombra de las palmeras, con un ritmosutil.

El lector de Canciones para cantar en las barcas se encuentra de prontosumergido en un universo aéreo, apenas alumbrado por los «faroles opacos delas luciérnagas», tocado por el «aire rosa de la madrugada» o «las acuarelasmalvas del crepúsculo». La luz, sin duda, una de las sustancias básicas de la poe-sía de Gorostiza, que contrasta con la forma, el agua, la nada y la muerte, es lagran herramienta lírica de Pellicer.

En ambos poetas el agua es un motivo constante, la usan como imagen agresivahacia el pescador o placentera; «Se alegra el mar», por ejemplo, utiliza la técnicaparalelística del leixa pren tan común en las Cantigas de amigo galaico-por-tuguesas del siglo XII.4

Dicha técnica consiste en ir repitiendo un verso en el siguiente par de versoscon una variación; es una manera de hilar el poema en una especie de «toma ydeja», o sea, toma el verso anterior y lo deja con una nueva variación que to-

Esto lo ha visto con claridad María José Rodilla, «Las barcarolas de Gorostiza: un retorno a lalírica medieval», Biblioteca de México, núms. 11-12, septiembre-diciembre, 1992, págs. 46-48.

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mará en el siguiente. Tal vez, a eso se refería Gorostiza cuando dijo que el únicomérito de sus Canciones era haber hecho flotar sus poemas, «sobre un fondo decentenares de versos malos, muchos sumergidos por la lectura de poetas ma-yores; muchos vaciados en moldes viejos, y en los más viejos quizá, con el de-seo de producir (aun por paradoja) un tono nuevo».

Y consideró que era un libro de «liquidación espiritual», lo que muestra eltemperamento tímido y apagado con que aparecía Gorostiza en el ambientecultural de su tiempo, exactamente lo opuesto al temperamento libre, desatado,de Pellicer. La biografía de ambos poetas es diferente; Pellicer fue el viajeroimpaciente, intentó atrapar el mundo en un instante; Gorostiza, el sedentario queesperó pacientemente toda su vida. Subsecretario y secretario de Relaciones Ex-teriores, académico de la lengua, su primer viaje fue a Londres a cumplir unamisión diplomática y se sintió solo, aislado, en el olvido absoluto en esa ciudad.Gorostiza escribió una poesía hermética y sin embargo anclada en las orillas delmar, pero no el mar que imagina Pellicer, impulsivo, resplandeciente en el quela luz se hace verbo, sino un mar místico que se desprende de su apariencia ytoca el alma y el ser de los hombres. El paisaje marino se dibuja en «pesadoscolores», mientras el alma duerme y sólo comienza el alba cuando la vida se ex-tiende por las arenas calladas. Es una poesía que saluda al mar y a las barcas, ala luna puesta sobre un cielo moderno, y que se derrama en ríos de colores comola de Pellicer. Ahora, ambos poetas se tocan.

Poesía intimista, hacia los sentidos, que la uruguaya Juana de Ibarbouroullamó en una carta de felicitación a su amigo mexicano «milagro acuo, floral yluminoso», y también «poesía del mar y del viento».5 Gorostiza llama al faro«Rubio pastor de barcas pescadoras» y suple las ganas de llorar con el mar; en-tonces el mar pasa a ser un amigo y hermano del poeta, templo de oraciones ysúplicas, donde el agua estancada semeja nuestras ilusiones y nuestros sueños.Es ya una inmersión en el inconsciente. El mar que es tiempo, rueda de los díasy del primer amor que apenas gira, tal y como se ve en ese gran poema «Ora-ción»:

La barca morena de un pescador,cansada de bogar,sobre la plaza se puso a rezar:¡Hazme, Señor,un puerto en las orillas de este mar!

González Martínez, guía y ejemplo poético de Pellicer y de Gorostiza, en unacarta enviada a éste en 1926, le dice que su actitud respecto a la poesía le parecejusta; que Canciones para cantar en las barcas es un libro «inicial, bello, hen-chido de realidades y rebosante de promesas»; está convencido de que es una

Citada en Emmanuel Carballo, Protagonista de la literatura mexicana, págs. 260-261.

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Poesía emocionada, final, sutil, diáfana y de engañosa sencillez la suya. Y digode engañosa sencillez porque no se llega a expresión tan pura sino a costa degrandes esfuerzos y complicaciones espirituales.6

El verso de Gorostiza es refinado pero de profundidad espiritual; Gorostizaen este sentido parece el primer poeta de la existencia y el ser que pone sobre labalanza el verso libre y desencajado, el verso complejo, de la Razón. ¿Qué otracosa puede ser Muerte sinfín, sino la vocación filosófica hecha poesía? Pellicerjamás se planteó un poema que fuera el resumen de su labor poética, una expre-sión definitiva de sus mundos literarios; sus ojos estaban puestos en el movi-miento de las cosas y de los hombres, en tanto que los de Gorostiza en la formay el ser. «Del poema frustrado» es un título que solamente se le puede ocurrir aun hombre vuelto sobre sí mismo como Gorostiza; ahí hace interesantes revela-ciones sobre la dificultad de la expresión, de la palabra que se congela antes devolverse realidad, y que «se ahoga en el humo de su sombra».

Muerte sin fin alude a la dicotomía de forma y contenido que aparece nítidaen la imagen del agua que en el vaso toma forma; el vaso es una «red de cristalque la estrangula» como el canto del pozo o el ojo del agua. El vaso se asemejaa Dios; el agua, al hombre. Como el vaso sirve de molde al agua, la moldea,Dios hace lo mismo con el alma humana. El agua toma forma en el vaso, es be-lla su fisonomía y está «de pie frente a las cosas». «Es, por lo que toca a su es-tructura formal, una poesía romántica», dijo Jorge Cuesta, y una poesía «honda-mente dramática» que brota del toque que Gorostiza le concede a la alegoría.7

Alfonso Reyes vio en ese poema la poesía del eterno retorno: el espíritu sematerializa y la materia se quiere esterilizar; la rueda del tiempo gira sobre símisma, del fuego al agua, del agua al fuego. «La vida se hace muerte sin fin. Lasustancia, sutilizada, se asfixia y perece en eternidad de la Forma». Gorostizasin duda usa elementos simples, como el vaso, el agua, pero metamorfoseados;así, el vaso en sí mismo no adquiere significado, es vacío, un «espejo ególatraque se absorbe a sí mismo contemplándose»; su deseo es el agua, el vino, elaceite para ser colmado. La forma del agua es la forma del universo:

No obstante -¿por qué no?- también en ellatiene un rincón el sueño,árido paraíso sin manzanadonde suele escaparse de su rostro,por el rostro marchito del espectroque engendra, aletargada, su costilla.

6 La carta de González Martínez la cita Emmanuel Carballo, Protagonistas de la literatura mexi-cana, págs. 258-59.

7 Cuesta publicó un inteligente ensayo sobre Gorostiza, «Muerte sinfín de José Gorostiza», NoticiasGráficas, diciembre 18, 1939, pág. 9. Reproducido en Jorge Cuesta, Poemas y ensayos, v. III,UNAM, 1978 (Ia reimp.), págs. 226-31. Agrega: «Pero su drama es interior, como en una po-esía mística; interior y trascendental».

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Ese poema ha sido, por tanto, el rompecabezas de la crítica mexicana y eldesafío mayor al que pueden -y deben- atenerse los poetas de su generación.Un poco en broma, Carballo asegura que si Gorostiza nació para escribir esegran poema, no nació «para curarse de sus consecuencias», pues el poeta lo es-cribió y «enmudeció», y coincide con la opinión de Alfonso Reyes:

En él la vida se transforma en muerte, y la muerte resucita de sus propias ceni-zas para no volver a morir, para eternizarse. Poema materialista y dialéctico, noescapa de las huellas del idealismo (Kant y Hegel). Poema filosófico, se mofa delas ideas; poema artepurista, se burla de la forma; poema triste, posee notas ale-gres; poema del tiempo, lucha y no consigue evadirse de sus estragos; poema di-dáctido, rompe sus moldes y se convierte en lúdico; poema del poema, es unpoema que condena a los exaltados que aún creen en la poesía; poema de la equi-vocidad, hace de ésta la más angosta de las expresiones unívocas. Deísta y ateo,humano e inhumano, exaltación y elegía, reúne las distintas concepciones que sal-van y condenan al hombre.8

Este hombre «sin biografía» y ajeno a la talacha literaria, recluido entre laburocracia del servicio diplomático, pudo escribir este largo y hermoso poema«didáctico», «deísta y ateo», gracias a una perspicaz veneración por el lenguaje.La palabra es, para Gorostiza, como el agua que se queda en la garganta «y desu gracia original no queda / sino el horror de un pozo desecado / que sostienesu mueca de agonía».

En esta orientación de la poesía de Gorostiza, el ser, la soledad y la nada, noparticipa Pellicer sino de forma muy distante. A Pellicer lo enloquece el viaje,Europa y el Oriente Medio; cree en una misión salvadora en la que conjuga poe-sía y militancia social, cultura y cristianismo. Escribe como si el mundo se lefuera a terminar a los treinta años de edad. Gorostiza no conoce la prisa por es-cribir y publicar, ni las leyes de la competencia. La brevedad es su signo; elmundo que construyó con Muerte sin fin se termina en la forma, y desemboca enel minuto del quebranto. Apuesta, juega, con la imagen de la muerte que se ave-cina: la llama «putilla del rubor helado» o Demonio, pero la define como la im-posibilidad de juntar la forma con lo perfectible. El poeta entiende que mediantela muerte los hombres vuelven a su origen, los vegetales a la semilla, los mine-rales a su «nido subterráneo». Esto ocurre en el momento preciso en que laforma pura «se entrega a la delicia de su muerte». Es el tiempo del fin, «dra-mático», del poema: entrar por una puerta alegórica a la nada, mientras «sóloflota el espíritu de Dios que gime».

Después de una muerte incesante que es todo el poema, Gorostiza se fundeen la oscuridad, desaparece; la convoca para que juntos, poeta y Muerte, se va-yan al diablo. ¡Qué manera de sintetizar el poema con su última morada, y alpoeta con ese mismo fin! ¿Es cierto que ese es el poema que todo poeta hubieradeseado escribir?

E. Carballo, Protagonistas de la literatura mexicana, págs. 255-56.

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Pellicer hubiera contestado que no, de ningún modo, a pesar de la gran admi-ración que sentía por su paisano y colega. Pocas amistades literarias han tenidola sobrevivencia y la vitalidad como la de Gorostiza y Pellicer, a pesar de losaños y los viajes, a pesar de los gustos a veces encontrados de ambos. Confesióníntima, mirada del mundo y de los hombres, la correspondencia entre ellosocupa un lugar privilegiado de la cultura mexicana de este siglo. Por la distanciaque los separa se les ha considerado como mitades de una Poesía compartida:

El nombrar todas las cosas interiores y exteriores es una búsqueda de una de-finición propia, ontológica, un camino a las aproximaciones de los arquetipos queson fuente del arte. Tanto Gorostiza como Pellicer forjan el instrumento lírico depronunciar un todo ante los ojos y detrás de los ojos.9

Se dice a menudo que Pellicer es fundamental en los Contemporáneos, y almismo tiempo se escuchan voces que niegan su papel en el grupo. Esto últimosucedió en la antología prologada y preparada por Luis Maristany; excluyó alpoeta de Hora de junio con esta simple explicación: Pellicer escribió una obra«de suma importancia, unido en amistad al grupo, pero tangencial a éste encuanto al sentido de su trayectoria literaria».10

¿Contemporáneos es una invención de la crítica? Por supuesto que no, pero¿dónde comienza el grupo? Fue apenas una suma de individuos en el mismo ta-blero literario del México de los años veinte. Cada uno jaló por su lado; unacosa es la gran amistad entre Pellicer y Gorostiza y otra la de Pellicer con TorresBodet. Frente a ellos, Villaurrutia y Novo, amigos y amantes, parecen de otrosiglo; y Cuesta, Owen, Ortiz de Montellano, junto a los demás, son algo insólito.Entonces la pregunta sigue vigente, ¿cómo justificar a un «grupo sin grupo»? Enla imaginación de la crítica, que ordena el caos, le da sentido a lo que carece desentido, acerca lo distante, reconstruye la historia de la literatura, inventa sectasdonde apenas hubo un suspiro. Pero este paréntesis no le quita originalidad,fuerza, a la obra de cada uno de ellos, solamente quiere inducir a pensar en esaargucia llamada Contemporáneos. Es una invitación a ver en Pellicer y Go-rostiza, más que la voluntad unánime por crear una una nueva poesía, la actitudinvoluntaria de influir en la cultura mexicana de los años veinte, a la que vieronde pronto chata, raquítica, nacionalista.

9 Javier España, «Pellicer y las poéticas de su generación», en Los frutos de la voz. Ensayos sobrela obra de Carlos Pellicer, México: Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997, pág. 22.

10 Vid. «Contemporáneos. Poesías», ed. Luis Maristany, Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1992,pág. 15.