soledad

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Soledad. Entrevista a Catherine Millot ¿Qué se puede encontrar más allá del desierto solitario? En su último libro, Oh Soledad, Ned (Barcelona, 2014), a través de una narrativa autobiográfica, cuenta el trayecto recorrido entre las vivencias devastadoras de la soledad, originadas por la dependencia del vínculo amoroso, hasta llegar al otro extremo de esa misma experiencia en el que estar sola, al decir de Katherine Philips, se vuelve la más dulce de las opciones. Millot sabe sobre la soledad, quiere escribir y transmitir cómo sorteó el abismo de la angustia,“… la dicha de vivir sola, cuando la levedad que la acompaña llega hasta el borramiento de sí en la alegría contemplativa”. Pero en ese intento, la escritora rápidamente se da cuenta de que para para hablar de esa soledad luminosa, era necesario evocar su faz negra, la que toma el rostro del abandono. Y ese lado oscuro de la soledad conecta con el amor. Conoció “tantas soledades como hombres amados y pasaron muchos años antes de que se hiciesen livianas”. Millot se ve entonces obligada a asociar el recuerdo de ese primer encuentro amoroso que la marcó largamente. Escribe: Aquel primer amor había sido un desastre… En un instante me había sentido vencida y devastada… Un campo de ruinas, sin haber tenido tiempo de entender lo que me pasaba. Con el sentimiento de que el otro tampoco había entendido nada. ¿Por qué esta calamidad se me había venido encima, a mí que ni siquiera soñaba con el amor, a mí que nunca había soñado con el amor… ¿Cómo es que el amor se le viene encima y descubre allí la soledad más profunda? Tal como se destaca en el posfacio del libro, es curioso que el encuentro amoroso lejos de presentarse como una solución para la soledad, a la joven Cathernine se le presenta como un golpe traumático que la arroja a la dependencia más absoluta del otro. El mundo se desmorona si el otro no está. Escribe Millot: Un retraso, un plantón, una llamada telefónica sin respuesta, y ese otro, casi indiferente cuando creíamos poder contar con su presencia, se vuelve objeto de irreprimible necesidad, ya que sólo él tiene poder, a partir de ese momento, de calmar la angustia que originó. El otro se vuelve entonces, alternadamente, el veneno y el remedio. En la alternancia de presencia y ausencia puede abismarnos en la nada o volvernos a la vida… Este amor alienado y doloroso deja a la joven o bien como juguete del otro o bien abandonada, y no tiene más salida que su extinción. Pero la deja atrapada en el callejón sin salida de la soledad más radical; lo que lleva a Millot a reafirmar, por los ecos de Proust, que el amor es la enfermedad sagrada con la que habrá que contar y contemporizar una vez contraída. Cuando las compuertas del amor se abrieron para esta mujer no fueron las olas de felicidad las que comenzaron a inundarla. El plomo de la angustia le hizo perder toda espontaneidad y toda liviandad. Los celos formaron parte de la enfermedad: Una mirada suya puesta en otra muchacha y yo quedaba destruida, relata Millot. Y en diálogo con Letra Urbana añade que “el dolor de los celos se nutre de ser tres.

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Soledad. Entrevista a Catherine MillotQu se puede encontrar ms all del desierto solitario?En su ltimo libro, Oh Soledad, Ned (Barcelona, 2014), a travs de una narrativa autobiogrfica, cuenta el trayecto recorrido entre las vivencias devastadoras de la soledad, originadas por la dependencia del vnculo amoroso, hasta llegar al otro extremo de esa misma experiencia en el que estar sola, al decir de Katherine Philips, se vuelve la ms dulce de las opciones.Millot sabe sobre la soledad, quiere escribir y transmitir cmo sorte el abismo de la angustia, la dicha de vivir sola, cuando la levedad que la acompaa llega hasta el borramiento de s en la alegra contemplativa. Pero en ese intento, la escritora rpidamente se da cuenta de que para para hablar de esa soledad luminosa, era necesario evocar su faz negra, la que toma el rostro del abandono. Y ese lado oscuro de la soledad conecta con el amor.Conoci tantas soledades como hombres amados y pasaron muchos aos antes de que se hiciesen livianas.Millot se ve entonces obligada a asociar el recuerdo de ese primer encuentro amoroso que la marc largamente. Escribe: Aquel primer amor haba sido un desastre En un instante me haba sentido vencida y devastada Un campo de ruinas, sin haber tenido tiempo de entender lo que me pasaba. Con el sentimiento de que el otro tampoco haba entendido nada. Por qu esta calamidad se me haba venido encima, a m que ni siquiera soaba con el amor, a m que nunca haba soado con el amorCmo es que el amor se le viene encima y descubre all la soledad ms profunda? Tal como se destaca en el posfacio del libro, es curioso que el encuentro amoroso lejos de presentarse como una solucin para la soledad, a la joven Cathernine se le presenta como un golpe traumtico que la arroja a la dependencia ms absoluta del otro.El mundo se desmorona si el otro no est. Escribe Millot: Un retraso, un plantn, una llamada telefnica sin respuesta, y ese otro, casi indiferente cuando creamos poder contar con su presencia, se vuelve objeto de irreprimible necesidad, ya que slo l tiene poder, a partir de ese momento, de calmar la angustia que origin. El otro se vuelve entonces, alternadamente, el veneno y el remedio. En la alternancia de presencia y ausencia puede abismarnos en la nada o volvernos a la vidaEste amor alienado y doloroso deja a la joven o bien como juguete del otro o bien abandonada, y no tiene ms salida que su extincin. Pero la deja atrapada en el callejn sin salida de la soledad ms radical; lo que lleva a Millot a reafirmar, por los ecos de Proust, que el amor es la enfermedad sagrada con la que habr que contar y contemporizar una vez contrada. Cuando las compuertas del amor se abrieron para esta mujer no fueron las olas de felicidad las que comenzaron a inundarla. El plomo de la angustia le hizo perder toda espontaneidad y toda liviandad. Los celos formaron parte de la enfermedad: Una mirada suya puesta en otra muchacha y yo quedaba destruida, relata Millot. Y en dilogo con Letra Urbana aade que el dolor de los celos se nutre de ser tres. Cuando se est de a dos uno puede imaginarse que se hace uno. De a tres, la ilusin de disipa y esto es doloroso. El amor da la ilusin de salvarnos de la soledad. Esta ilusin puede durar mucho tiempo. Pero tal vez existe el verdadero amor, all donde dos soledades se encuentran.Tal vez existe el verdadero amor, all donde dos soledades se encuentran.Catherine Millot es psicoanalista y ensayista, bien advertida de la cartografa de su propio mundo y tambin aguda en las observaciones sobre el universo solitario de los otros. En su mirada atenta capt que la soledad puede desgarrar, pero tambin restituir al sujeto hacia un estado sereno, que habilita para la creacin y otro modo de estar en el mundo. Fue inevitable preguntarle cuntas soledades conoci hasta llegar a sentirse leve y poder decir la dicha de vivir sola, con la que concluye en su libro. Su respuesta hizo foco en un largo camino recorrido y dijo que conoci tantas soledades como hombres amados y pasaron muchos aos antes de que se hiciesen livianas. Y en cuanto a la dicha de vivir sola, aclara que lo dije en el momento en que ya no estaba sola.Esta ltima afirmacin le da relieve a un punto crucial de su libro, la funcin que tiene para Millot la escritura. La escritura es su compaera, ya no est sola. El libro indaga la relacin entre el amor y el arte, Retomo la idea de Proust, el arte es la realizacin del amor. Ambos realizan una apertura, pero el arte cumple la promesa all donde el amor falla con frecuencia. El arte de escribir que consigue la autora cumple la promesa. La obra requiere soledad, una soledad que ya no se padece sino que se espera. El principio de Oh Soledad narra en tono entusiasta: La impaciencia feliz de los comienzos. El horizonte es un crculo perfecto, el mar est desierto, vaco como la pgina blanca que me espera, como los das que vendrn, y tan slo el mar y el sol, y las islas Escribir es siempre volver a conectar con el fondo, con el gran silencio de los orgenes. La soledad se ha vuelto compaera predilecta, la hace feliz, ahora puede ir a su encuentro.Este ltimo libro de Catherine Millot, escrito en pleno Siglo XXI, es un elogio de la soledad que no deja de ser un poco discordante con la significacin negativa que tiene hoy estar desconectado o detenerse para contemplar. Pero, la historia de cmo los hombres consideraron a la soledad comenz a contarse de otro modo y son algunos de esos ecos los que resuenan en la experiencia de la psicoanalista.A lo largo de las civilizaciones la reclusin y la meditacin fueron apreciadas para favorecer la introspeccin y la dimensin espiritual. Se ha ido pasando de posiciones extremas de tranquilidad y aislamiento a perspectivas ms balanceadas, que ya no requieren de la clausura total para lograr un estado de reflexin y recogimiento.Hay que destacar que desde la mirada del psicoanlisis, la soledad tiene su raz en el desamparo y eso marca el destino de ligarse dependientemente a los otros. La tradicin filosfica se orient a partir de considerar la necesidad de desapegarse de los placeres corporales o materiales, porque estos corrompen. La soledad es el modo de obstaculizar la dependencia. El estado de contemplacin y la soledad elevan el espritu y dan mayor libertad.El arte es la realizacin del amor cumple la promesa all donde el amor falla con frecuencia.Cunto hay que aislarse para lograr este equilibrio y libertad? Cmo aislarse? Cun austero se necesita ser?Cmo recluirse hoy en este ruidoso mundo pleno de satisfacciones inmediatas? Cmo estar a distancia de los gadgets que todo lo invaden para mantener la conexin continua? Y ms an, cmo separarse de los propios fantasmas y pensamientos para conectar consigo mismo y la naturaleza?La celda o el desierto son dos variantes extremas que histricamente han funcionado para propiciar esta la introspeccin. Es por eso que Catherine Millot se interesa en Hudson, y dichas reflexiones son profundizadas en el anexo de su libro, por Jean-Philippe Barnab.Hudson fue un naturalista y escritor anglo-argentino que cabalg solitaria y largamente por las pampas. Creci y vivi hasta los 33 aos en los campos de la provincia de Buenos Aires, edad en la que se mud a Inglaterra y jams regres. En ese pas, tierra de sus antepasados lejanos, public su obra que incluye varias crnicas dedicadas a la flora y la fauna, tanto de la Pampa argentina como de diversas regiones de Inglaterra. Evocando sus cabalgatas por el Valle del Rio Negro, Hudson pudo narrar las crnicas naturalistas que testimonian sus aventuras del espritu, donde la soledad se asocia con lo inmenso y lo vasto de la naturaleza.Cuando nos enfrentamos al abismo de la existencia, la inmensidad sugiere el abandono del hombre y Millot agrega que cuando uno se abandona al abandono, uno encuentra goce. Y seguramente hay un goce en los sufrimientos del abandonado. En la entrevista tambin afirm que hace tiempo que se habla acerca de la afinidad entre el genio y la melancola y, sin duda, la retirada melanclica es necesaria para la creacin.Con cierto tono taosta, hallar una concordancia con la naturaleza fue el arreglo que Hudson logr con su soledad pero, no sin pasar por la escritura.Por otra parte, Millot tambin se interes en analizar algunos rasgos de Roland Barthes, quien busc un camino para sentirse libre pero sin abandonar la vida en sociedad. Este filsofo y semilogo francs, en su curso Cmo vivir juntos?, aproxim soluciones posibles para resolver la tensin entre el deseo de estar en soledad para pensar y escribir libremente y la necesidad de mantener el lazo con otros. Abrir una pregunta que cuestiona los extremos, es delinear una orientacin hacia un mesurado punto medio.Si desde el origen de la existencia, marcada por el desamparo, los humanos debemos depender de los otros y luego vivimos entre otros, la pregunta obligada es cmo es posible generar el espacio para la libertad y la serenidad contemplativa. En la entrevista Millot subraya que la soledad es necesaria para darle aire a la relacin con los dems, que la serenidad se sita ms all de la dependencia, una vez atravesado el abandono. Es otro espacio en el que uno tal vez no puede instalarse. El hecho de entreverlo ya es mucho.