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BIBLIOTECA DIGITAL DEL SOCIALISMO CHILENO SOCIOLOGISMO E IDEOLOGISMO EN LA TEORÍA REVOLUCIONARIA CLODOMIRO ALMEYDA MEDINA FONDO DE CULTURA ECONOMICA Archivos Internet Salvador Allende 1 http://www.salvador-allende.cl

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BIBLIOTECA DIGITAL

DEL SOCIALISMO CHILENO

SOCIOLOGISMOE IDEOLOGISMOEN LA TEORÍA

REVOLUCIONARIA

CLODOMIRO ALMEYDA MEDINA

FONDO DE CULTURA ECONOMICA

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SOCIOLOGISMO E IDEOLOGISMO EN LA TEORIA REVOLUCIONARIA

Prólogo de

GONZALO MARTINEZ CORBALÁ

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

ARCHIVOS DEL FONDO 69

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Prólogo

Cuando tuve el honor de representar a México en Chile, tuve también la oportunidad de conocer algunas de lasmuchas aportaciones que los intelectuales chilenos han hecho al acervo cultural latinoamericano, y entre ellos meimpresionó muy especialmente el libro publicado por la Editorial Universitaria, cuyo autor era a la sazón Canciller dela Unidad Popular.

Clodomiro Almeyda supo mantener la disciplina del estudio al tiempo que cumplía con la compleja y delicada labor quecorresponde a un Ministro de Relaciones y que, en ese momento, en Chile era especialmente delicada e importante.El sello personal que el Canciller Almeyda imprimía a su tarea era bien claro: la Unidad Popular fortalecía día a día susvínculos con el Tercer Mundo, con los países no alineados, con el Grupo de los 77, y ponía el énfasis necesario en elentendimiento sobre bases de serena objetividad con América Latina. Chile marchaba apresuradamente sobre lo queya se conocía mundialmente como la vía chilena al socialismo, reconocía las diferencias fundamentales con los demásgobiernos de América Latina y pedía solamente para sí misma el respeto a su derecho a la autodeterminación y a lasoberanía popular que había instaurado en el poder al régimen presidido por Salvador Allende.

México, cumpliendo con una vieja tradición diplomática, brindaba su apoyo y su calor fraterno a un gobiernodemocráticamente electo y sancionado en los términos de la propia Constitución chilena y por el Congreso, quereconoció sin reservas el triunfo de la Unidad Popular. La relación chileno mexicana se hacía fácil y amable en el tratodiario que el Embajador de México y el Canciller de Chile sostenían no solamente porque los unía la identidad en elrespeto a la libre autodeterminación y a la soberanía nacional, sino porque también el reconocimiento mutuo de lasdiferencias históricas era objeto de un trato franco y abierto, en el que el Canciller Almeyda ponía su mejor voluntadpersonal, expresando así además una vieja simpatía por México.

Leal amigo del Presidente Allende, Almeyda no lo era menos a sus convicciones como militante destacado del PartidoSocialista Chileno, y su labor en la cancillería era indudablemente consecuente también con los lineamientos de supartido en política exterior. Como militante del Partido Socialista y como participante activo en la lucha política chilenadurante los aciagos días del gobierno popular promovió la unidad de las fuerzas populares de Chile y el entendimientoentre socialistas y comunistas. Como teórico e ideólogo, ha luchado siempre por el desarrollo de la teoría revolucionaria,sin sectarismo ni dogmatismo, pero fiel a los principios marxista leninistas.

Su libro es una contribución al análisis de la problemática revolucionaria y es fruto de las preocupaciones porque elmarxismo sirva para esclarecer la verdadera naturaleza de la ideología y su relación con la dialéctica como interpretacióncientífica de la historia. Desde la perspectiva de la praxis totalizadora, hace un interesante análisis contrastando laactitud del teórico sociologista que no logra captar el sentido político profundo y que ignora la totalidad, con la delteórico dogmático que minimiza los hechos reales que constituyen la lucha social, ubicándola en una entidad metafísicameramente conceptual. Su análisis amplio y preciso es una valiosa aportación para el estudioso de la praxis revolucionariay encontrará en él, seguramente, nuevos conceptos que enriquecen la teoría revolucionaria.

La indiscutible autoridad moral e intelectual de Clodomiro Almeyda hace este trabajo especialmente valioso porque esfruto, además, de la experiencia de un militante revolucionario íntimamente honesto que quiere de esta maneracomunicar a las nuevas generaciones sus conocimientos en la materia, sometiéndose al mismo tiempo al juicio y alanálisis del lector.

GONZALO MARTíNEZ CORBALÁ

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Nota preliminar

El tema que motiva estas reflexiones no ha sido sugerido sólo por consideraciones meramente académicas. La prácticapolítica y la práctica docente en los medios universitarios chilenos durante los últimos años, nos ha llevado a constatarla coexistencia en la izquierda marxista ligada al trabajo teórico, de dos tipos de enfoques de la problemática social,contradictorios entre sí y cuya paralela vigencia configura una especie de «esquizofrenia» intelectual, dañina, estérily paralizante.

Por una parte, hay quienes adhieren a determinados esquemas interpretativos de nuestra realidad, elaborados con-forme las categorías del marxismo, pero que no pasan de ser esquemas y, por tanto, sólo aproximaciones abstractasy visiones simplificadas de una realidad más compleja, que necesita enriquecerse con nuevas determinaciones paradar cuenta de las situaciones concretas, que son, finalmente, las que interesan.

En oposición a éstos, otros, dejando en el hecho a un lado su adhesión formal y principista al marxismo, se orientantanto en la práctica política como en la teórica, por puras consideraciones empíricas, de acuerdo con lo inmediato dela experiencia, olvidando que el mundo de los fenómenos y de los datos oculta y vela una realidad más profunda, quelos trasciende, los articula y los explica. De la realidad sólo ven lo manifiesto, olvidando lo que late detrás de laapariencia y que es lo que en definitiva, puede explicarla y conferirle sentido.

La primera de esas actitudes teoréticas se enfatiza en los medios juveniles y estudiantiles de izquierda teñida deidealismo. La dificultad para discernir y distinguir entre la realidad y el esquema, que la explica en lo esencial, peroque no roza su existencia, lleva, a menudo, al movimiento estudiantil de vanguardia y a las jóvenes promocionesradicalizadas a adoptar posturas prácticas que los alejan de las masas y los hacen vivir subjetivamente, para sí, unaverdad y un mundo que no es aquel con el cual se enfrenta el hombre corriente en su quehacer cotidiano; un mundodistinto, subjetivo, que pasa a sustituir al mundo real como objeto de sus desvelos, creándose así, entre las minoríasradicalizadas y el conjunto del pueblo, una grieta o vacío difícil de llenar.

La situación opuesta se presenta corrientemente en los medios académicos e ilustrados de la izquierda supuestamentemarxista. Es frecuente en este ambiente que muchos que se proclaman seguidores del pensamiento dialéctico,trabajan intelectualmente influidos y determinados por un empirismo cientificista, que los hace menospreciar el aportemetodológico del marxismo, y los lleva a querer construir una ciencia social empírica y «objetiva», fundada desde susbases últimas en la mera constancia del dato y en la verificación de sus más superficiales conexiones aparentes.

Estos dos lenguajes teóricos coexisten y subsisten en la izquierda. Como es comprensible, no hay diálogo posible entrequienes conjugan estos dos lenguajes. Sus discusiones no conducen a parte alguna. Semejan un diálogo entre sordos.Están en desacuerdo en lo que ambos entienden por realidad. Para los unos, la realidad es la esencia abstracta y paralos otros, la apariencia concreta. Y ni unos ni otros tienen la razón, porque la realidad no es ésa, sino la síntesis entreambas, que la teoría intenta reproducir mentalmente.

Esta esquizofrenia en la actitud teorética origina o refuerza la ambivalencia en la conducta práctica. Por algunos, y enciertas ocasiones, se insiste en posturas prácticas derivadas de la adhesión indiscriminada al esquema o al modelo,con la fuerza de la fe en el dogma (dogmatismo), sin que se repare en el carácter de marco teórico de referencia querevisten las teorizaciones abstractas. Y cuando la realidad rebasa o desmiente al esquema, y los porfiados hechosparecen desmentirlo, se retrocede en desorden incurriéndose a última hora en renuncios y transacciones, apremiadospor las circunstancias, ante el temor de que la insistencia en . las postura inicial conduzca al aislamiento, a lainoperancia o al ridículo.

En otras oportunidades, priva el criterio oportunista, que deja de lado toda consideración de principios afincada en laaprehensión de la esencia de las situaciones concretas y, a fuerza de realismo, el movimiento social se conduce por elplano inclinado del compromiso con el orden, que en las palabras se quiere combatir. Es el caso de los políticos«prácticos», para quienes la teoría está buena sólo para los libros, pero no sirve para orientar el comportamiento real.No alcanzan a comprender que una teoría no puede dejar de ser eficaz como orientadora de la acción, si es correctay se la adecua y desarrolla para dar cuenta de las circunstancias concretas que la sobredeterminan.

Estas desviaciones ideológicas y empiristas en la práctica política se hallan, como se dejó dicho, ligadas a procesosanálogos en el plano de la práctica teórica. En el trabajo teórico, al oportunismo corresponde un criterio empirista; yal dogmatismo, un criterio idealista o ideologista.

Como es previsible, las posturas teóricas a que estamos aludiendo adquieren singular significación en el quehaceracadémico y en la lucha política universitaria, y su esclarecimiento representa una necesidad práctica y objetiva deldesarrollo y maduración del pensamiento revolucionario.

Para Lenin, el desenvolvimiento de una práctica política correcta es el resultado de una lucha en contra de lasdesviaciones oportunistas y dogmáticas que naturalmente engendra la dialéctica del proceso social. En la medida queel nivel teórico de la lucha política es específico y relativamente autónomo se torna relevante la tarea de combatir, enese plano, en contra de los reflejos del empirismo y del idealismo en la teoría revolucionaria, ya que esos reflejosracionalizan, legitiman y refuerzan las conductas prácticas oportunistas y dogmáticas.

En el plano estrictamente académico, la persistencia entre los cientistas sociales de izquierda de fuertes resabiosempiricistas, representa en Chile un obstáculo importante para lograr un desenlace satisfactorio en la pugna político-ideológica que, sobre el sentido de la Universidad, se desarrolla en su seno. A su vez, el auge que al nivel de laconciencia estudiantil alcanza la actitud teorética idealista, y sus graves consecuencias deformantes en la práctica,exige también dilucidar teóricamente la raíz de esas tendencias, a fin de enfrentar sus derivaciones negativas.

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El predominio en el ámbito de los docentes en ciencias sociales de una inflexión del marxismo influida por el empirismoy, entre los estudiantes radicalizados de estas disciplinas, de la tendencia opuesta, influida por el idealismo, da origena una extraña situación que dificulta extraordinariamente la eficacia de la formación teórica y política y el papel que lecorresponde a la docencia universitaria en esa formación. La desinteligencia fundamental que a veces se produceentre maestros y discípulos por esta ambivalencia interpretativa del marxismo, necesita ser objetivamente superadapara asegurar la eficacia de la labor universitaria en esta materia. Y ello sólo se consigue poniendo al desnudo la raízsocial e ideológica de los criterios metodológicos en pugna y sosteniendo contra ellos una definida y vigilante actitudde combate.

En la circunstancia actual, el problema reviste mayor complejidad y gravedad, por vigencia en ciertos ambientesestudiantiles de avanzada, de una actitud antiteórica, espontaneísta, que hace del culto a la acción y del menospreciopor el discurso intelectual, uno de los supuestos de su conducta política. Curiosamente, esta posición antiteórica sesuperpone a una posición dogmática y precrítica, de carácter idealista e ideologizante, que se contradicedisfuncionalmente con ese culto a la acción, al enfrentamiento directo y a la espontaneidad, que ahora está tan enboga en los medios estudiantiles radicalizados.

Quizás la inconsistencia de estos componentes de la actitud teórico práctica de los estudiantes radicalizados, explica,en parte, la frustración en su búsqueda del enfrentamiento directo, dejando la impresión de que no encuentranfácilmente el escenario y el contendor adecuado para descargar su legítima inquietud y su valeroso espíritu de lucha.

Como consecuencia de estas sumarias consideraciones fluye que está ahora a la orden del día el esclarecimiento de lanaturaleza del discurso teórico marxista y de las cuestiones metodológicas allí implicadas. Sin este esfuerzo, se veránnotoriamente resentidos el desarrollo creador y eficaz del pensamiento marxista y su contribución al proceso detransformación social en que estamos inmersos.

Las páginas que siguen pretenden allegar puntos de vista y materiales de discusión alrededor de la naturaleza deltrabajo teórico marxista, concibiéndolo siempre como un simple momento n el sentido hegeliano de la praxisrevolucionaria y percibiendo su desarrollo como el producto de la lucha de tendencias encontradas que, teniendo suraíz en la lucha social, traducen, en el nivel conceptual y teórico, las diferentes prácticas de las fuerzas sociales quepugnan en el proceso histórico.

Cada uno de los capítulos de este trabajo representa un distinto aspecto de la misma problemática, que insistentementese repite, enfocada con el mismo criterio teórico, pero analizada desde distintos ángulos.

Nuestro modesto esfuerzo se hallaría de sobra recompensado si contribuyera a profundizar el nivel de la discusiónideológica entre los marxistas chilenos, favoreciendo así un mejor aporte de la teoría revolucionaria a la dilucidaciónde las cuestiones que diariamente se plantean a quienes se encuentran comprometidos en la empresa de latransformación social.

Por último, una aclaración sobre la terminología usada. Algunas palabras utilizadas pueden parecer neologismos paralos no familiarizados con la polémica teórica alrededor de los temas fundamentales del marxismo. Pero, en realidad,no lo son si se tiene en cuenta que esos términos han adquirido ya carta de ciudadanía tanto en la discusión académicacomo en la política. Palabras como «sociologismo», «ideologismo», «espontaneísmo», etc., tienen ya un sentidoconocido en el discurso teórico marxista, por lo que nos hemos sentido autorizados para emplearlas, pese a lasreservas que pudieran tener quienes cuidan la pureza de nuestra lengua.

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PRAXIS, TEORÍA Y POLÍTICA

EL objeto de este trabajo es el estudio de la integración de los elementos empíricos e ideal del conocimiento en lateoría revolucionaria y de las deformaciones que ésta experimenta cuando uno de estos elementos excluye o limita elaporte cognoscitivo del otro, dando origen a desviaciones empiricistas o ideologistas.

Aunque la teoría surge de la práctica y es, en cierta medida parte suya, aunque esté destinada a convertirse enconducta y se explique sólo en función de su inserción en la práctica y, aunque sea en definitiva, el criterio de lapráctica lo que determina el valor de los instrumentos teóricos, ello no obstante, lo teórico goza de relativa autonomíay constituye un nivel específico de la existencia social. Autonomía, desde luego relativa, toda vez que es de la esenciade lo teórico ser reflejo de los objetos, pero autonomía que manifestada en la especificidad de lo teórico, le otorga aeste nivel una legalidad propia irreductible a la legalidad de los objetos que refleja. En otras palabras, los conceptosque el hombre piensa, no son de la misma naturaleza ontológica que los objetos en y con los cuales el hombre vive yactúa práctica aunque esos conceptos reflejen estos objetos. Todo esto es axiomático en la teoría marxista delconocimiento.

Siendo así, es lícito, metodológicamente hablando, plantearse un nivel teórico de análisis de lo teórico. En otraspalabras, es lícito estudiar la lucha ideológica, como tal, con y en su propia legalidad, aunque esa lucha ideológica nosea sino el reflejo de la lucha objetiva de clases en el seno de la práctica social. Existe, pues, además de una lucha declases objetiva una lucha de clases ideológica, que se refleja en el plano teórico en la medida en que los conceptos quese manejan en ella, traducen, al nivel conceptual, teórico, los intereses de las clases en pugna. Pero esa luchaideológica de clases no se desarrolla en el mismo nivel ontológico de la lucha objetiva de clases; no se efectúa, en lascalles, ni en las fábricas, ni en los campos de batalla, sino que se desarrolla en el nivel propiamente conceptual, dentrode una misma conciencia individual o en el interior de la conciencia social. Esa lucha al nivel de la conciencia, altraducirse en comportamiento, se reinserta en la corriente de la lucha de clases objetiva y se confunde en ella. Comoha dicho Marx... «la teoría se convierte en fuerza material apenas penetra en las masas».

Así miradas las cosas, y estimando la actividad teórica como parte distinta y relevante de la práctica, dotada deespecificidad, hay que reconocer la singularidad de la práctica teórica y, en consecuencia, reconocer también de quepuede ser objeto, a su vez, de una teoría específica.(1)

Teoría específica sobre la práctica teórica, especie de metateoría, que viene a ser en definitiva lo filosófico en elmarxismo, si la filosofía se entiende a la manera leninista como la síntesis de la dialéctica, la lógica y la teoría delconocimiento.(2)

Desarrollaremos, pues, estas reflexiones en el nivel filosófico, en el sentido marxista, en el entendido de que ese nivelsupone, por tanto, determinada articulación esencial e inesquivable de la teoría con la práctica social, de la que aquellaproviene, de la que forma parte y hacia la que converge en su condición instrumental.

Si tomamos como unidad de análisis un acto humano cualquiera, en lo que tiene específicamente de tal, vale decir, unacto inteligente que envuelve el uso de un medio o instrumento para conseguir una finalidad, este acto humanoresulta de la solución de una contradicción entre un momento práctico y un momento teórico, que componen suselementos constitutivos.

El momento práctico, inserto en la experiencia sensible del sujeto, consiste en la necesidad consciente de algo, que loune y vincula con el mundo y lo mueve a buscar una forma de satisfacerla. El momento teórico, que define larespuesta humana, racional, a esa necesidad, consiste en el esfuerzo de la conciencia por abstraer de la realidadaquellas cualidades de los objetos que permiten luego utilizarlas como instrumentos para satisfacer dicha necesidad.El esfuerzo teórico implica, pues, una serie de abstracciones que van descomponiendo idealmente los objetos y quevan descubriendo en ellos sus propiedades esenciales, es decir, aquellas cualidades suyas que, ocultas bajo la apariencia,manifiestan sus nexos necesarios con el resto de los objetos y los definen como objetos específicos frente a los demás.La esencia del objeto viene así a ser reflejada por el concepto, producto del esfuerzo o trabajo teórico.(3) Lo quepermite utilizar, instrumentar el objeto y resolver a través suyo la exigencia planteada por la práctica, es el conocimientode la esencia del objeto mediante el concepto, que expresa su legalidad específica. El momento teórico de la acciónniega la práctica, en la medida que sustrae al sujeto de su dependencia inmediata de los objetos, en la medida queabstrae, conoce y produce su concepto; y la supera, dándole un nuevo contenido, cuando a través del acto inteligentese dirige de nuevo hacia los objetos de una manera ,más profunda y eficaz. Antes que de la teoría, el hombre dependede los objetos; después de ella, los objetos dependen del hombre. Y entendemos por teoría, para estos efectos, suunidad mínima, el conjunto de abstracciones que definen el concepto de un objeto y que reflejan sus nexos necesariosy su especificidad.

Para nosotros, lo que denominaremos «praxis» es la práctica consciente, vale decir, la actividad humana operandosobre la realidad conforme a fines, incluyendo, por tanto, su momento teórico o cognoscitivo. La praxis es, pues, launidad dialéctica entre práctica y teoría, en la que ésta es concebida como momento de la primera.(4)

Nuestro estudio se refiere a cuestiones que tienen que ver con una especie determinada de práctica, la praxis política.La sola enunciación de los términos antedichos plantea problemas que es preciso aclarar previamente a cualquieranálisis ulterior sobre la materia. ¿Qué sentido tiene la expresión «praxis política»? Desde luego, conforme a loexpuesto, toda praxis supone una práctica lúcida, consciente de sí misma, en la que el hombre transforma la realidadpara producir una finalidad anhelada por él mismo.

En la acción transformadora de la naturaleza material, que equivale a mencionar la vida cotidiana del hombre, habría,desde luego, una praxis en la medida en que esa acción transformadora descansa en el conocimiento de las leyes dela naturaleza. La praxis social, en este sentido, supone el dominio de la naturaleza a través del conocimiento yutilización de sus leyes mediante técnicas adecuadas. La praxis social sobre la naturaleza es, por tanto, expresión de

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libertad, en la medida que ésta se produce como resultado del conocimiento de la necesidad. La praxis social sobre lanaturaleza va reflejando así el creciente dominio del hombre sobre la misma y la conquista de sucesivos grados demayor libertad.

La práctica social sobre la naturaleza se eleva a la categoría de praxis en la medida en que pasa a estar dirigida poruna conciencia que conoce sus leyes y que merced a ello se hace más libre y más eficaz.

Al lado de la práctica social que opera sobre la naturaleza, hay otra que lo hace sobre la sociedad, que actúa sobre ella,que la modifica y la transforma. Esta práctica social sólo puede alcanzar el nivel de praxis, o sea, el nivel de laconciencia teórica, de la lucidez, si es capaz de dar cuenta de sí misma, es decir, si logra fundamentarse sobre elconocimiento de la legalidad que rige en la sociedad y traducirse en el dominio consciente de la misma.

El conocimiento de la legalidad de la sociedad sólo se hace posible en determinado estadio del desarrollo social,cuando el grado de dominio de la naturaleza por el hombre origina un modo de producción que coloca a los hombresen una situación objetiva que le permite a la conciencia teorizar acerca de la naturaleza de la sociedad, desentrañandosu esencia y penetrando en su oculta y real estructura. Tal situación se produce con el advenimiento del modocapitalista de producción, cuyas contradicciones, al ser develadas, denuncian la naturaleza, no sólo de la sociedadcapitalista, sino también de los contextos sociales que la precedieron.

La crítica de la sociedad capitalista realizada teóricamente, desde el punto de vista de la condición obrera que esasociedad crea como su negación esencial, va configurando progresivamente las bases de una teoría: el marxismo, queasume el papel de agente teórico de una práctica social que, por el hecho de ser promovida por aquella teoría, pasaa elevarse al nivel de praxis.

En las condiciones anteriores a la crítica marxista de la sociedad capitalista y a la teoría social en ella implícita, huboreflexión teórica acerca de la realidad, pero esas reflexiones no lograban captar la esencia de la sociedad, traducían,al nivel conceptual, determinados aspectos de su apariencia y aunque importaban conocimientos acerca de la realidad,por no reflejarla fielmente, no podían servir de base a una práctica social «teórica», lúcida. Y no podían reflejarlafielmente, objetivamente, porque no existía la situación social y la condición humana determinada por ésta queproporcionara la experiencia necesaria para poder penetrar la esencia de la sociedad. En otras palabras, no habíaaparecido el sujeto capaz de realizar esa crítica fundamental, el que sólo se constituye sobre la base de la teorizaciónacerca de la condición obrera en la sociedad capitalista.(5)

Dada la índole ya precisada de este trabajo, no seguiremos el decurso de la crítica marxista a la sociedad capitalistay su explicitación a través de la producción del sistema teórico que llamamos materialismo histórico. La trayectoria delpensamiento de Marx, desde los Manuscritos económico filosóficos, hasta El capital, pasando por La ideología alemana,muestra el proceso de elaboración de dicha teoría.

La reflexión teórica, o, más bien dicho, pseudoteórica anterior al marxismo, da origen a ciertas imágenes de lasociedad, que son interpretaciones incapaces de engendrar, por las razones ya explicadas, una práctica consciente,una verdadera praxis. No estaba constituido objetivamente el sujeto posible de la experiencia necesaria para serconteptualizada en una teoría social que efectivamente reflejara la naturaleza esencial de la vida social.

Este tipo de conocimiento social premarxista, que da cuenta de las apariencias, pero no de las esencias, es el quealgunos marxólogos denominan «ideología» o «conocimiento ideológico» de la sociedad, contraponiéndolo al conocimientoesencial de la sociedad, la teoría marxista de la misma.

Cuando Marx, en su célebre undécima tesis sobre Feuerbach, señala que «... los filósofos hasta ahora no han hechosino interpretar el mundo, ahora corresponde transformarlo», está formulando de manera sintética el conjunto de susideas relativas a este asunto. En primer lugar, está marcando la diferencia entre la ideología y la verdadera teoríasocial. La primera sólo interpreta la realidad social, es incapaz de servir como instrumento de su transformación; a lomás, puede racionalizar una transformación que se produce o se ha producido, dando cuenta aparente de ella, perosin determinarla. La segunda, que es la propia teoría marxista, está intencionalmente dirigida y conformada paratransformar el mundo, como agente teórico de dicha transformación, que pasa así al nivel de praxis esencialmenterevolucionaria.(6)

De lo expuesto resulta que la praxis social que tiene a la sociedad como su objeto, se inaugura con la emergencia dela teoría marxista de la sociedad, el marxismo, que refleja en el plano conceptual la necesidad de la clase obrera deemanciparse, suprimiendo su condición de clase explotada, y con ello, eliminando las clases en general. La humanidad,ha dicho Marx, sólo se plantea los problemas que puede resolver. La humanidad no podía liberarse, el hombre no podíadesenajenarse, recuperar su ser alienado, sin que previamente las condiciones creadas por la sociedad capitalista nohubieran desarrollado los supuestos materiales y económicos para dicha superación y no hubieran generado en elproletariado al sujeto objetivamente interesado en transformar la sociedad de clases en una sociedad comunista, através de su propia liberación.

Esta praxis social es, pues, en su esencia, una praxis revolucionaria. Su contenido consiste en la transformación de laestructura social capitalista en una sociedad sin clases; su sujeto es la clase obrera en la medida que alcance laconciencia de su propio ser y de su propia necesidad de clase de emanciparse, destruyendo el capitalismo; y suconciencia es, precisamente, la teoría marxista de la sociedad, el marxismo, que es, por lo tanto, el instrumentoconceptual adecuado para comprender la realidad social Y, luego, para dominarla mediante la acción revolucionaria.No puede haber, por tanto, otra praxis sobre la sociedad que no sea la praxis revolucionaria, consciente de sí a travésdel marxismo. Las otras especies de prácticas sobre la sociedad no fueron o no son praxis, se trata de prácticassociales ideológicas, si entendemos por ideología, la pseudoteoría construida sobre las apariencias, sobre la partefenoménica de la realidad social, que no refleja su estructura real y esencial. De este tipo fue la práctica social de laburguesía revolucionaria. Esta clase, cuando promovió y desencadenó la revolución burguesa contra el «ancien regime»,

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no fue consciente de sí misma ni de lo que en realidad estaba haciendo. Tuvo una pseudoconsciencia de sí y de sumisión histórica, lograda a través de la ideología burguesa, que no reflejaba la realidad de la estructura social, sinosólo su imagen o representación determinada por la forma en que se insertaba la burguesía en la sociedad, unaimagen que no podía ser sino distorsionada e «ideológica» de la realidad. El hombre ha podido tomar conciencia delpapel objetivo de la burguesía y de su revolución en la historia, sólo a través del marxismo. Solamente éste hadevelado lo real de su misión, esto es, acrecentar el capital y asegurar las condiciones de su reproducción, y lo ilusoriode la misma, su creencia en que la emancipación «política» del hombre y el logro de su condición de “ciudadano”efectivamente lo iba a liberar y a realizar como tal.

La burguesía, una vez ya consolidado el capitalismo, tampoco se eleva al nivel de la praxis, en su práctica comogestora del proceso económico, por lo mismo que su conciencia no se identifica consigo misma. Y su prácticaespecíficamente política, que la lleva a tratar de producir y reproducir las condiciones sociales para poder llevar a cabosu práctica económica, tampoco alcanza el nivel de praxis Por la misma razón. La práctica política burguesa no es sinola condición de su práctica como agente de proceso de acumulación privada del capital y conlleva, por tanto, la mismadosis de falseamiento ideológico que su práctica social en general.

En cuanto a la propia clase obrera, el proceso de elevación de su nivel teórico logrado sobre la base de su enfrentamientoreal y empírico al orden burgués y de la concientización de esa contradicción a través de su progresiva asimilación dela teoría revolucionaria, el marxismo se confunde y es idéntico al proceso de transformación de su práctica socialempírica del nivel corporativo(7) en praxis social revolucionaria al nivel de clase. Y todos quienes alcanzan ese gradode conciencia naturalmente se convierten en sujetos de la praxis revolucionaria al asumir la realización de la tareahistórica inscrita en la condición obrera.(8)

Ahora bien, la praxis revolucionaria, que es la praxis de la transformación de la sociedad capitalista en comunista, esuna praxis política. Y aún más, es la praxis política por antonomasia, porque sólo esta praxis revolucionaria es únicay, totalmente política, lo que no ocurre con las otras especies de prácticas políticas, que sólo son «políticas» hastacierto límite.

Nos explicamos. Lo político es una categoría que refleja una especie de práctica social que sólo viene a configurarsedistintamente y a adquirir su plena especificidad con la praxis revolucionaria, con la transformación de la sociedadcapitalista en comunista. Sólo en esta praxis, en la práctica Consciente revolucionaria, el hombre actúa en un planorelativo a la sociedad como un todo, conscientemente, proponiéndose dominarla conforme a determinada finalidadque fluye del conocimiento objetivo de la legalidad social. Para que se pueda desarrollar esa forma de práctica sociallúcida, que es la praxis revolucionaria, es menester que el sujeto que la realiza actúe como ente político, o sea, comodominador consciente de la sociedad. Para que se den las condiciones para tal tipo de comportamiento humano, esmenester que lo público se haya escindido de lo privado, en ,otras palabras, que la sociedad civil se haya separado dela sociedad política. Y ello sólo ocurre, parcialmente, con el advenimiento de la sociedad burguesa. Allí el hombreconcreto, el hombre situado, sujeto de necesidades privadas, se escinde del hombre abstracto, el ciudadano, sujetooriginal de la soberanía y del poder político. En la sociedad burguesa, separada la sociedad civil de la sociedad política,se dan por primera vez las condiciones para una posible práctica política pura, en la que el hombre al actuar políticamentelo hace como miembro de la sociedad política y no como hombre situado, ya que en este caso su actuar político seconfunde con el privado, sin alcanzar el nivel político de su actividad, plena distinción y especificidad. El hombre quevive en una sociedad feudal, ya sea como señor, como artesano o miembro de una corporación, cuando actúa en laesfera del poder social lo hace en virtud del poder que le considera su condición de propietario o de noble o deposeedor de determinado fuero o de miembro de cierta cofradía, etc. En esa medida, el poder político mismo noadquiere real especificidad y es en verdad un poder en cuyo seno lo político como tal no está plenamente diferenciado.

La escisión que el modo de producción capitalista origina en las sociedades tradicionales entre la sociedad civil, poruna parte, y la sociedad política, por otra, la primera con raíces en la naturaleza y la segunda con raíces en laracionalidad humana, favorece la emergencia de la instancia política plenamente caracterizada, pero tampoco laconfigura cabalmente. En efecto, la emancipación «política» del hombre, de que hablaba Marx,(9) es una emancipaciónilusoria en la medida que «el ciudadano» es un hombre abstracto, no el hombre real de carne y hueso, con necesidadese intereses privados. En buenas cuentas, el burgués, que creía que al dar origen a una autoridad soberana, garante dela propiedad y la seguridad, estaba creando las condiciones para el libre desenvolvimiento de los individuos, en elhecho lo que hacía era imponer un orden social coactivo destinado a la reproducción del capital, y con ello, a surealización como individuo burgués, lo que como contrapartida trae consigo la explotación y la desrealización delproletario.

El comportamiento político burgués es, entonces, en la realidad, no un comportamiento político «emancipado» comose lo imaginaba, sino un comportamiento que en sustancia no supera el nivel corporativo, el nivel de la propia sociedadcivil en la que el burgués vive, y cuyas condiciones de existencia contribuye objetivamente a mantener y reproducircuando actúa en política. Esta práctica se realiza, sin embargo, bajo la ilusión “ideológica» de ser una práctica políticaemancipada, en la que la actividad política es percibida como una actividad racional encaminada al buen gobierno dela sociedad en interés de todos.

Los propios obreros, en la medida que actúan políticamente dentro de los marcos del sistema social que los definecomo tales, no hacen otra cosa que contribuir a la reproducción de las condiciones de la sociedad, cuyo espontáneofuncionamiento crea riqueza y capital, por una parte, y obreros desposeídos, por otra. Tal práctica no escapa tampocoal mecánico proceso de autorreproducción del sistema capitalista, y aunque sus protagonistas lo ignoren, no son ellos,sino es la sociedad burguesa la que está en el hecho reproduciéndose a través de esa práctica corporativa de losobreros, que contribuye a mantenerlos en la condición de tales.

Sólo cuando los obreros en su comportamiento alcanzan el nivel de clase, auto consciente de sí, se alcanza el nivel depráctica revolucionaria, de praxis. En estas circunstancias, el sujeto de esa praxis actúa y modifica la estructura social,la cambia, la domina, la gobierna. Sólo en esta situación, la práctica revolucionaria o praxis, alcanza en plenitud el

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grado político al originar una instancia de poder, el poder revolucionario, que no es una mera proyección de lospoderes sociales de la sociedad civil para reproducir las condiciones de su existencia, sino que es un poder esencialmentepolítico, originado en la actividad política, por la praxis revolucionaria, un poder que es en su esencia un instrumentode la acción revolucionaria basada en el conocimiento y utilización de la legalidad que rige la sociedad.

Con el advenimiento de la teoría y de la praxis revolucionaria la categoría de lo político aparece, pues, plenamentefisonomizada. En esta situación, la categoría de lo político reviste cabalmente los rasgos que definen su esencia:actividad social racional de dominio de la sociedad por el hombre en pro de su emancipación. Aquí alcanza lo políticoa diferenciarse plenamente del simple ejercicio de los poderes sociales que como datos de la naturaleza se imponena los hombres en un determinado orden social. Ello, sin perjuicio de que, a través de las ideologías dominantes, loshombres hayan imaginado ser en realidad dueños de su propio destino, cuando sólo eran meros instrumentos de unasociedad que se regía por sus propias leyes, desconocidas todavía por la conciencia humana.

De ahí que la propia definición marxista de la esencia del Estado como instrumento de opresión de una clase sobreotra, sólo sea integralmente válida en el caso del poder revolucionario. Sólo mediante este poder se subvierte lasociedad, se expropia a los expropiadores y se sostiene el orden social revolucionario. En las situaciones políticasanteriores, la hegemonía de las clases dominantes en la sociedad se afincaba en el poder social objetivo que esasclases alcanzaron o alcanzan como detentadores de la riqueza, monopolizadores de la ideología vigente y administradoresdel orden social. El dominio plenamente político, caracterizado por el monopolio de la violencia legítima, era sólo laresultante de la hegemonía social de dichas clases, determinada por su papel en el funcionamiento del modo deproducción prevaleciente, pero, en manera alguna, el producto de la actividad política en sí, como es el PoderRevolucionario, producto puro de la práctica política elevada al nivel de praxis.

Si pensamos que el poder revolucionario, el Estado consciente de sí, tiene por misión precisamente el autosuprimirseen la medida que destruye las clases y construye el socialismo y luego el comunismo, tenemos que concluir quecuando la instancia política alcanza su máxima expresión y su propia identidad y distinción es precisamente en el actopor el cual se autodestruye como poder político desde el momento que el advenimiento del comunismo significa, almismo tiempo, la extinción del Estado y la pérdida del carácter político de las funciones de control social que antesejercía.

Ocurre en el campo de la ciencia política lo mismo que en el de la ciencia económica, en la que, como lo señala Marx:en su célebre Introducción a la crítica de la economía política, el pleno desarrollo de las categorías económicas de«trabajo» y «capital» en las condiciones del capitalismo, hizo posible que la ciencia diera cuenta de ellas, no obstanteque trabajo y capital existían desde los comienzos de la historia humana y habían sido objeto antes de consideraciónideológica. Lo político, de manera similar, existía germinalmente desarrollado en el seno de las sociedades desde queéstas se dividieron en clases, pero sólo logra configurarse Plenamente en la actividad política transformadora de lasociedad capitalista, lo que significa que sólo a través de la teoría marxista de la política y del Estado, alcance lapolítica como teoría el nivel de ciencia,(10) y la política como práctica, el nivel de praxis.

Las consideraciones que preceden y que tienden a definir el marco de referencia conceptual dentro del cual estudiaremosel problema concreto que nos preocupa, el sociologismo y el ideologismo en la teoría revolucionaria, no bastan, sinembargo, para permitirnos abordar directamente nuestro tema.

Es necesario precisar algunos conceptos básicos del materialismo histórico, que nos parecen indispensables ycomplementarios de las reflexiones formuladas acerca de los conceptos de «praxis», de «praxis revolucionaria» y de«lo político».

Se trata de determinar con alguna exactitud la significación del nivel jurídico político en la relación entre la estructuraeconómico social y la superestructura ideológica, superestructura de la que forma parte la instancia jurídico-política.

En las sociedades precapitalistas, el nivel jurídico político de la superestructura no se encuentra netamente configuradoni plenamente identificado. El control social, o sea, la función de mantener la cohesión de la sociedad conflictiva, seejerce directamente por los poderes que emergen “naturalmente» de la estructura económica, que aparecen encarnandovalores tradicionales que legitiman el uso de la fuerza con que esos poderes respaldan sus mandatos. Ni el poder queejerce el control social es específicamente político ni el ordenamiento social en que se manifiesta tiene específicamenteel carácter de jurídico. Como dice Marx, en la sociedad feudal el privilegio antecede al derecho. Y el privilegio no essino el poder social de hecho legitimado. “La vieja sociedad civil, explica Marx, tenía un carácter directamente político(o sea, agregamos nosotros, lo político no estaba diferenciado de la sociedad civil), es decir, los elementos de la vidasocial, como la propiedad, la familia y las formas de ocupación se habían convertido en los elementos de la vidapolítica en forma de señorío, casta y gremio».(11) En aquella sociedad lo político no alcanza a ser algo público, sinotodavía está comprendido en la esfera de lo privado.

En buenas cuentas, en las sociedades clasistas precapitalistas, las condiciones sociales prevalecientes no necesitantodavía de lo político plenamente diferenciado y caracterizado para mantenerse y reproducirse.

Los vínculos y relaciones que atan a los individuos al orden social y los hacen obedecer a los poderes reales en esassociedades, no son de naturaleza económica ni necesitan de la mediación típicamente política para imponerse. Lesbasta ser percibidos por la sociedad como hechos de la naturaleza, legitimados por valores tradicionales que sonestimados como naturales.

En la sociedad capitalista, el nivel superestructural jurídico político, se presenta ya idealmente configurado, como unainstancia conceptual (la sociedad política y el ciudadano, separados de la sociedad civil y del productor privado) antela cual el poder real dominante en esta sociedad la riqueza en forma de movimiento del capital es percibido como unstatus, como un sujeto ideal (el Estado Político, utilizando la redundancia de Marx) cuyo papel social es el de permitiry garantizar el ejercicio de los derechos individuales (propiedad y libertad), legitimándose su actividad (incluyendo el

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ejercicio de la coacción que monopoliza) por el origen contractual del poder emanado, en último término, de lospropios derechos naturales de los individuos.

El control social reviste aquí una forma política, pero su contenido es económico. Al realizarse el proceso de laproducción y reproducción del capital a través del contrato, del acuerdo de voluntades privadas (cuya vigencia estáasegurada por el Estado), el control social pasa en el hecho a ejercerse por el propio movimiento del capital, garantizadopor la protección jurídica a la propiedad y a la libertad burguesas. Marx lo expresa claramente refiriéndose al Estadoburgués: Esta base real del Estado la constituyen la vida material de los individuos que no depende, ciertamente, desu mera voluntad , su modo de producción y su forma de relación, que se influyen recíprocamente. No es el poder delEstado el que crea estas condiciones reales; son más bien ellas la fuerza que crea este poder. Los individuos quegobiernan en estas condiciones, aparte de que su poder tenga que constituirse en Estado, han de dar a su voluntad,determinada por estas circunstancias concretas, una expresión general en forma de voluntad del Estado, en forma dederecho».

«...Su dominación individual ha de ser, al mismo tiempo, una dominación general. Su poder individual se basa encondiciones de existencia que se han desarrollado en forma de condiciones sociales; y ellos han de demostrar que lacontinuidad de estas condiciones implica su propia supremacía, pese a ser válidas para todos. El derecho es laexpresión de esta voluntad condicionada por sus intereses comunes». “...El Estado no se basa en una voluntaddominadora, pero el Estado que surge del modo de vida material de los individuos tiene la forma de una voluntaddominadora».(12)

De las palabras transcritas fluye el concepto básico con que intentamos caracterizar la naturaleza del nivel jurídicopolítico en el contexto de una sociedad burguesa: las condiciones de existencia del modo de producción burgués semantienen y reproducen a través de la forma de un derecho general e manado de un Estado que se autodefine comorepresentante de todos, pero que no es sino la institucionalización legitimada del interés de la burguesía, como clase,cristalizado y personificado en un status o, si se quiere, en un sujeto ideal.(13)

En la sociedad burguesa, a diferencia de las sociedades precapitalistas, la mantención y el funcionamiento del ordensocial exigen que la dominación y el imperio de los intereses privados de carácter económico sean impuestos a lasociedad a través de formas jurídico políticas ya plenamente diferenciadas y caracterizadas. Pero tanto en uno comoen otro tipo de sociedad son real y sustantivamente poderes particulares y privados (no de toda sociedad) los quedominan e imperan, en un caso, expresando el predominio de lo privado, indiferenciado (extraeconómico) y en el otro,expresando el predominio de lo privado, devenido en interés económico general de la burguesía. Repárese en que enla sociedad capitalista el interés privado general (que no es otro que el de libertad y la propiedad burguesa, comocondición del movimiento autónomo del capital) asume el carácter de público. Este carácter de lo político encubre suraíz y naturaleza burguesas. Bajo la forma jurídico política (derecho y Estado) se promueve el interés privado, queemerge natural y espontáneamente de la naturaleza de la estructura económica capitalista.

A través de la praxis revolucionaria (construcción del partido, destrucción de la sociedad capitalista y construcción delsocialismo y del comunismo) el nivel jurídico-político se sustantiviza, adquiere un contenido distinto del de simplemarco formal para la realización del interés burgués, y aparece ahora específicamente fisonomizado en la accióntransformadora de la sociedad, ejercida por agentes que quieren (voluntad) realizar el interés objetivo de la claseexplotada por liberarse, y con ello, liberar a toda la sociedad humana.

En esta situación, el control social, que llega a ser del dominio de la sociedad, va a realizarse específicamente por lainstancia política, plenamente identificada, instancia que se realiza y extingue al consumar su papel revolucionario(construcción de la sociedad sin clases y sin Estado).

En el decurso de la praxis revolucionaria, la acción política no expresa meramente un interés privado inherente a lasociedad civil, sino un interés de clase que es, a la vez, interés público, de toda la sociedad global.

Aquí la conciencia y la voluntad revolucionarias, productos orgánicos de la sociedad capitalista, pasan a ser elementosdeterminantes y dominantes del desarrollo social. Por lo tanto, la política viene a ser la instancia decisiva, y en lamedida que adquiere su real identidad y especificidad, se independiza relativamente de la estructura económica y delos intereses privados (corporativos) que de ella derivan y que la manifiestan, y pasa a ser regida por la legalidadespecífica que le es inherente como nivel cualitativamente diferenciado dentro de lo social.

La elaboración conceptual que precede, como teoría que es, refleja lo que ha ocurrido y ocurre en la realidad. Larevolución burguesa no hace sino formalizar y legitimar en el plano político un modo de producción preexistente; esuna mera proyección de lo económico social a lo político, como lo es también el comportamiento político de laburguesía y el de los obreros cuando promueven su interés corporativo, en la medida que ese comportamiento reflejasu situación dentro del sistema. La revolución proletaria, por el contrario, crea, modela y construye una estructura.económica nueva, inédita, que no existía antes, y que, estando en el fondo determinada, en última instancia, por lanaturaleza de la sociedad de la que es su negación dialéctica, asume como praxis revolucionaria un nivel de concienciay de voluntarismo de la que está desprovista la práctica política de las fuerzas sociales que sólo traducen directamentelos intereses emanados de la estructura económica.

Registremos, por último, una característica de la praxis revolucionaria, complementariada a las ya anteriormenteseñaladas. Nos referimos al carácter universalizante del papel político del proletariado, cuyo ámbito de acción es latotalidad del mundo, unificado contradictoriamente por el sistema capitalista, lo que halla su reflejo en el internacionalismoproletario, como nota específica de su praxis política.(14)

Las reflexiones precedentes pueden aparecer, para más de alguien influido por el empirismo de la ciencia moderna,como lindantes con la más pura metafísica, dado su carácter extremadamente abstracto y lejano del mundo concretode los hechos.

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Tal punto de vista, que hace de la «objetividad», del “apego a los hechos», del culto al «dato», etc., el rasgo esencialdel conocimiento científico, traduce, sin embargo, cuando se proyecta en el estudio de la sociedad, la imagen «ideológica»,vale decir, distorsionada y deformada que la conciencia burguesa contemporánea se forja de la realidad social comoresultado de su práctica concreta en el seno de la sociedad.

Esta imagen de la realidad social en la medida que influye en la teoría revolucionaria, distorsiona y deforma tambiénla práctica política que de ella deriva o que de ella se alimenta. Se genera así una fuente teórica de deformación de lapráctica revolucionaria que actúa en el mismo sentido y está estrechamente relacionada con las deformaciones decarácter oportunista que emergen de la práctica concreta del movimiento revolucionario. En otras palabras, la influenciade la sociedad burguesa sobre la práctica revolucionaria se manifiesta directamente en esa misma práctica eindirectamente a través de la teoría, en cuanto ésta determina en alguna medida esa práctica.

La influencia de la ideología burguesa sobre el marxismo se realiza en nuestra época bajo la bandera del empirismo,del sometimiento al «dato» y se legitima en el presunto carácter empírico que debiera revestir el conocimiento social,si quisiera alcanzar un nivel científico.

Para enfrentar los ataques a la pureza del marxismo provenientes de estas tendencias, hay que reflexionar primerosobre la trayectoria del empirismo en la historia del pensamiento. Cuando el empirismo reflejaba en la esfera de lateoría metodológica la práctica social de la burguesía, fue el principal instrumento para ir desmistificando la visión queel hombre tenía de la naturaleza, para ir desvaneciendo la alienación metafísica y religiosa del hombre, que dificultabanla correcta inserción de la práctica humana sobre el mundo natural mediante el conocimiento y dominio de su legalidad.

El empirismo despojó a la naturaleza de esta cubierta mágica y metafísica con que estaba revestida y permitió así queel hombre pudiera encontrarse, por fin, con la realidad natural, tal cual es. Y fue sólo como resultado de ese largoproceso ,desmistificador, que la conciencia humana logró a través de la práctica burguesa, conocer y dominar larealidad natural. El empirismo, pues, acercó al hombre a la verdad. Lo hizo tomar conciencia, incluso de sí mismo,como ser natural, y proporcionó las bases para el desarrollo posterior, no sólo de la ciencia natural, sino de la propiaciencia social, a la que contribuyó parcialmente a constituir en la medida que ayudó a criticar los conceptos metafísicosa través de los cuales la sociedad era interpretada.

Pero la realidad social no es totalmente comprensible a través del dato de la constatación empírica del hecho social;no se agota con el dato, lo rebasa y lo trasciende. El socialismo no es un dato en la sociedad capitalista, pero existevirtualmente en ella. Es más, el capitalismo sólo puede comprenderse, inteligirse, a través del socialismo que, comohecho, como dato, no existe en la sociedad capitalista, sino sólo como concepto al comienzo, y como un modestoprincipio de realización después. Sin embargo, no se puede comprender el capitalismo sin el socialismo. Es que en lapraxis revolucionaria se realiza la síntesis del ser con el deber ser. En esa praxis no sólo está contenido lo que es, sinotambién lo que no es, lo que va a ser y cuya existencia va a determinar el sentido de lo que es.

El marxismo no suprime simplemente el ideal, lo explica y lo sitúa. Cuando el ideal lo era todo, en verdad no era sinola versión mistificada de la realidad, una “ideología». Pero en el contexto de la situación actual, cuando el ideal no estodo, sino se ha logrado identificarlo como un sistema conceptual que expresa el movimiento real de la sociedad,entonces viene a adquirir una realidad ontológica nueva, como elemento necesario para la comprensión de la realidady condición de su transformación.Una teoría meramente empírica es incapaz de dar cuenta de la realidad social, porque deja fuera de su consideraciónlo que en el dato la trasciende, lo que es su negación dialéctica y que sólo tiene al comienzo una existencia conceptual.Pero existencia conceptual que, a su vez, refleja un movimiento real que, a partir del dato, se produce y que locompromete con algo que es un “otro» con relación a él y que lo complementa y lo supera, dando origen a unaentidad distinta, a otro dato.

Desde este punto de vista, la aceptación pura y simple del dato y la limitación del esfuerzo cognoscitivo a la constataciónde las relaciones directamente verificables entre ellos, es ahora metafísica. No puede dar cuenta de la realidad en todasu riqueza. Sólo se queda en las apariencias, no logra descender ni ascender a las esencias, que son más reales quelas apariencias, en la medida que denuncian la estructura interna de las cosas y sus relaciones con las otras cosas ycon la totalidad general en que están insertas y de la cual reciben su sentido y significación.

El empirismo es metafísica cuando se proyecta en la ciencia social, porque no tiene en cuenta que el dato es apariencia,algo abstracto, en la medida que ese dato solamente encuentra su verdadera realidad en el proceso del cual constituyeun momento, y en la totalidad a la que expresa unívocamente. El dato, como momento de un proceso y corno partede una totalidad, es algo concreto y real. Pero ya no es, entonces, la única verdad, es sólo un aspecto de una realidadmás profunda que lo trasciende. Es sólo la parte visible sobre el agua, del «iceberg» de los mares antárticos, y todala ciencia que se quiera construir solo sobre él, no será sino pseudociencia, ciencia de las apariencias, conocimientoepifenoménico.

Entiéndase que lo que estamos sosteniendo tiene validez plena en el ámbito del conocimiento social de la realidadcontemporánea en la que su conocimiento verdadero es inseparable de la praxis revolucionaria. El marxismo, la teoríade la sociedad, lo es tal en la medida que es una crítica de la sociedad capitalista y mientras esta crítica le permitiódescubrir las categorías mediante las cuales puede interpretarse, no sólo la sociedad actual, sino aquellas de la queésta es su resultado.

El empirismo como actitud metodológica para el conocimiento de la realidad social contemporánea, es, por lo tanto,esencialmente deformador y no alcanza a dar cuenta de lo verdaderamente real, que no es lo particular abstracto, eldato, sino lo universal concreto, el hecho abierto hacia su propio devenir y hacia el contexto de que forma parte y quele confiere su identidad.(15)

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Esto no quiere decir que el proceso del conocimiento no deba comenzar con el dato, pero siempre teniéndose presenteque este dato no es lo real ni lo concreto, sino algo aparentemente concreto, pero que es, en realidad, abstracto, enla medida que, por no incluir la multiplicidad de relaciones que lo explican y configuran, sólo da cuenta de parte de sí,pero no de aquello que lo trasciende y lo conecta con el contexto en que está incluido.

En las primeras palabras de su célebre Introducción a la crítica de la economía política, ya Marx adelantó este puntode vista metodológico, poniendo en claro que el dato en bruto no podía reflejar la realidad social, y que para ello eranecesario conocerlo a través de aquellas categorías conceptuales que daban cuenta de la totalidad social en la que eldato estaba inserto y de las relaciones esenciales que lo ligan de manera específica a los demás elementos delconjunto. En el caso del estudio de la realidad social contemporánea, esto quiere decir que no se puede comprenderningún hecho social determinado sin referirlo a las categorías fundamentales que definen la situación general de lasociedad moderna, caracterizada por el tránsito del capitalismo al socialismo, y que explican la estructura interna dela sociedad capitalista, su funcionamiento, sus contradicciones y el movimiento que objetivamente tiende a superarlasconfigurando una nueva estructura social. Todo análisis que hoy pretenda efectuarse sobre algún aspecto de nuestrarealidad social, está radicalmente limitado en su verdad, si no tiene en cuenta y supone la definición de nuestrasituación social universal, como marco de referencia básico. Solamente la comprensión del sentido de la totalidadpuede explicar la significación de las partes. Y el querer moverse y construir ciencia social sobre la base de merasrelaciones entre datos, es puro conocimiento de apariencias y carece de valor teórico, ya que refleja, en este caso, nola realidad sino la forma cómo ésta se presenta en el comportamiento de una clase que, inmersa en una situacióndada, está imposibilitada orgánicamente para. comprenderse a sí misma y al contorno que la define. El empirismo yla pseudociencia social construida sobre sus supuestos epistemológicos y metodológicos, refleja, entonces, la impotenciade la práctica burguesa para superar las contradicciones de la sociedad que ha engendrado y de la que forma parte yla incapacidad correlativa de su pensamiento para autocomprenderse.

Sin embargo, ese mismo empirismo, integrando e iluminando la práctica burguesa en el proceso de conocimiento dela naturaleza, de generación de la técnica y de desarrollo del capitalismo privado, ha sido capaz de promoverlos encircunstancias de que para ello no fue necesario tomar conciencia de la situación general de la sociedad contemporánea,ni pudo serlo, ya que esa sociedad es producto de esa práctica.

Resumiendo: en el decurso de la práctica burguesa creadora del mundo moderno, el empirismo nos acercó a larealidad y nos permitió avanzar en el conocimiento de la naturaleza, dominarla e instrumentar en el nivel económicoaquellos elementos necesarios para desarrollar el capitalismo. Ahora, en el decurso posterior de esa misma práctica,cuando quiere interpretar la sociedad que contribuyó a forjar, el empirismo nos aleja de la realidad y nos impideconocer la sociedad y dominarla.

Desde otro punto de vista, todo esto quiere decir que el compromiso de la ciencia social contemporánea es algoesencial a ella misma; es algo más que el conocimiento de la necesidad social para dominarla, ya que ese conocimientoy la práctica teórica que lo genera forman parte esencial de la praxis revolucionaria y son incomprensibles fuera deella. No hay, pues, otra ciencia social, otro conocimiento científico de la realidad social en nuestra circunstancia, queaquella ciencia y aquel conocimiento que se realiza bajo el alero conceptual derivado de la crítica revolucionaria a lasociedad capitalista.

Todo lo anterior nos conduce también a diferenciar el concepto marxista de praxis del concepto burgués de conductao comportamiento. Mientras el primero integra en la actividad objetiva y material de los hombres el momento teóricode la misma y la concibe, en consecuencia, en relación con todo el trasfondo de nexos que la teoría va descubriendo,el segundo despoja a esa actividad objetiva de toda referencia a lo que no sea sólo ella, con lo cual desconecta elquehacer humano de las ideas y valores, sin los cuales resulta inexplicable.

En la articulación dialéctica entre la práctica y la teoría, la primacía le corresponde a la primera. La teoría se desprendede la práctica y va dirigida a enriquecerla, a profundizarla. Es parte suya, la más elaborada y más compleja, diferentede la práctica desnuda, pero siempre, en último término, dependiente de ella.

La praxis revolucionaria, tal como la hemos definido, no adquiere su fisonomía integral de repente, en un sólo acto. Seva forjando poco a poco a través de un proceso real y objetivo en el que las clases sociales van chocando entre sí y elsistema va generando crecientes contradicciones internas, que la conciencia registra y va interpretando parcial ycríticamente. Cuando, como resultado del paulatino desenvolvimiento de esta conciencia crítica, reflexionando sobrela experiencia práctica, aparece la teoría revolucionaria (marxismo) que da cuenta de la esencia de la sociedadcapitalista y la define y explica como totalidad concreta, el proceso cambia de calidad y la práctica empírica, orientadapor esta teoría cualitativamente nueva, se eleva al nivel de praxis revolucionaria.

Esta praxis surge, pues, de un enlace entre la experiencia y la teoría que la conscientiza, que como toda relacióndialéctica une y separa y vuelve a unir los elementos que la conforman. Hay toda una dialéctica del proceso real degestación de la praxis revolucionaria, que corresponde al mundo objetivo del ser. Pero existente ya la teoría revolucionaria,elevada la práctica de la lucha social al nivel de praxis, el elemento teórico que la constituye, en la medida que sediferencia de la práctica, comienza a experimentar su propio desarrollo dialéctico ya como teoría, desarrollo que se daahora en el campo del pensamiento.

Este desarrollo dialéctico del pensamiento revolucionario difiere también del desarrollo de la praxis revolucionariamisma, que se da en el campo de la realidad. Ese proceso teórico no refleja simplemente la praxis revolucionaria, sinoque influye sobre ella y la determina como elemento suyo. La teoría asume un papel activo y creador de praxis. Esdecir, cambia el sentido de la relación entre teoría y práctica vigente antes de la transformación cualitativa de lapráctica empírica en praxis, revolucionaria. Antes de esta transformación, la teoría reflejaba la experiencia práctica yen ese carácter generaba conceptos aislados incapaces todavía de dar cuenta de la totalidad social de cuyo contextoemergan y a la que parceladamente intentaban explicar.

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El aparecimiento del marxismo equivale a un poderoso acto de síntesis intelectual, por el cual los diferentes conceptosgenerados como resultado de la racionalización de la práctica empírica se articulan en un todo nuevo y distinto,determinando un enfoque teórico y una toma de posición frente a la realidad, cualitativamente nuevos. El genio deMarx y de Engels, fue, precisamente, el de integrar en una síntesis teórica original los conceptos que habían emergidode la filosofía, de la economía y de la lucha social en el siglo XIX, alrededor de la problemática de la sociedad de suépoca, de la sociedad capitalista ya plenamente configurada, síntesis que obviamente supone, a su vez, la creación denuevos conceptos que amarran y articulan la armazón intelectual de la que se desprenden.(16)

Desde ese momento, comienza a desarrollarse la praxis revolucionaria propiamente tal, en cuyo contexto «sin teoríarevolucionaria no hay acción revolucionaria» (Lenin). Repárese que esta fundamental proposición leninista sólo esválida en relación a la práctica política elevada al nivel de praxis revolucionaria, y a ninguna otra, a la vez que en estecontexto es absolutamente válida. No se trata de una mera frase, que destaque la necesidad de reflexionar y depensar para actuar eficazmente en política. No se trata de algo absolutamente distinto, se trata de que sin la asimilacióndel punto de vista marxista para concebir la sociedad capitalista y los procesos que en su seno se generan, y sindesarrollar esos puntos de vista, no se puede determinar una conducta revolucionaria y se está fatalmente condenadoa subsistir dentro de los límites del sistema, cualesquiera que sean las intenciones subjetivas que se tengan. Lapráctica, por lo demás, está demostrando cada día la verdad esencial de esa proposición.(17)

Queda claro, pues, que la teoría no sólo refleja la realidad social en el proceso de desarrollo de la praxis revolucionaria,como ocurría y sigue ocurriendo con las teorías que racionalizaban y racionalizan la práctica empírica de todas lasclases y grupos sociales, sino que determina esa práctica, cobrando como teoría una realidad nueva.

Precisando el carácter determinante de la teoría en el desarrollo de la praxis revolucionaria, volvemos al concepto queadelantábamos. Debido a la cualificación de la teoría revolucionaria o a la adquisición por ella de una identidadespecífica como teoría, su desarrollo se distingue, de ahí para adelante, del desarrollo de la praxis de la que ella es unelemento.

Hay, pues, ahora, dos procesos. Aquel que envuelve a la praxis, que se da en la realidad objetiva, y el de la teoría, quese da como proceso mental relativamente diferenciado, al nivel de las conciencias. Es obvio el sentido que tiene eldecir que este último es sólo «relativamente diferenciado». Ello no quiere decir “independiente», sino sólo dotado desingularidad en su ser y en su desenvolvimiento.

Las leyes que rigen ambos procesos, el de la praxis y el de la teoría, son, por tanto, diferentes, toda vez que afectana dos entidades de naturaleza ontológica distinta.

Las leyes que rigen la praxis revolucionaria como un todo, se refieren, primero, a la concientización de las fuerzassociales objetivamente opuestas al sistema capitalista; luego, al proceso de articulación de sus conductas políticasconscientes en una organización o partido y a la política de acumulación de fuerzas y de radicalización de su conducta,a la situación revolucionaria y a la toma del poder y, por último, a la construcción del socialismo y del comunismo.Lenin ha sido el pensador marxista que más ha contribuido a elaborar la teoría de las etapas de la praxis previas a latoma del poder y, sobre todo, a la teoría del partido, que es su pieza fundamental, concebido como agente o sujeto dela praxis revolucionaria.

Lenin concibe con justeza el desarrollo de la praxis revolucionaria en general y, en particular, el desarrollo de suagente, que es el partido, como el producto de la lucha que dentro del movimiento revolucionario se libra en contra delas desviaciones oportunistas de derecha, y en contra de las desviaciones ideologistas o infantilistas de “izquierda». Elmovimiento resultante de esta lucha es la praxis realmente revolucionaria, a la que sólo puede comprenderse como lasuperación dialéctica de los momentos oportunistas e ideologistas que la constituyen. La praxis revolucionaria y suagente no surgen dados; se constituyen en la lucha en contra del oportunismo y del ideologismo. El desarrollo de lapraxis es inconcebible sin haber afrontado y superado esa lucha, negando dialécticamente los momentos oportunistase ideologistas.

La formación del agente revolucionario, es decir, del partido, como fase decisiva en el desarrollo de esa misma praxisresulta, por ende, de la fusión de los dos elementos en que se desdobla la práctica política empírica: el movimientoobrero por una parte, y la teoría revolucionaria, por otra. Ambos elementos, aisladamente considerados, no logranconstituir un agente político revolucionario, porque el movimiento obrero al nivel corporativo, aunque es una fuerzahostil, empíricamente, al sistema capitalista, en la medida en que está inserto en él y no adquiere conciencia de supapel revolucionario, tiende a mantener y reproducir el sistema. Y porque la teoría revolucionaria, en la medida queno encarna y no penetra en las masas convirtiéndose en fuerza material, no es capaz de lesionar en lo más mínimo elsistema social. Las ideas en sí mismas son absolutamente impotentes.(18)

La instancia «partido», o, lo que equivale a lo mismo, la instancia política, propiamente tal, resulta así de la integraciónde un momento empírico, el movimiento obrero real, y de un momento teórico, el marxismo.(19)

La práctica empírica del movimiento obrero (al nivel corporativo, economicista), se prolonga en el partido que conduceal movimiento obrero a un nuevo nivel (el propiamente político, el de la praxis) y se niega al mismo tiempo, en lamedida que suprime su carácter meramente reivindicativo dentro de los límites del sistema. La teoría se prolonga enel partido, en la medida que es determinante del carácter político que asume el movimiento obrero, pero se niega encuanto teoría en la medida que se traduce en su contrario, la práctica política al nivel de praxis revolucionaria.

Las sucesivas etapas del desarrollo de la praxis revolucionaria reproducen la misma dialéctica que se manifiesta en elproceso de formación del partido, adecuadas a la naturaleza del problema objetivo que la praxis tiende a resolver. Haysiempre un momento práctico, que es fuente de oportunismo en la medida que encuentra su raíz en la prácticaempírica que no se puede realizar, sino dentro del sistema, y no puede afincarse sino en intereses objetivos decarácter corporativo que se desarrollan en su seno y en función de los valores que ese mismo sistema engendra. Y hay

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siempre un momento teórico, que es fuente de ideologismo en la medida que encuentra su raíz en la teoría, que porsu propia naturaleza es abstracta y no puede dar cuenta cabal de la riqueza de la situación concreta que la praxistiende a resolver, proporcionando siempre una imagen parcial y sólo relativamente aproximada de la realidad.

El momento práctico de la acción es fuente de oportunismo porque tiende a determinar la conducta del agenterevolucionario según los intereses y valores existentes dentro del sistema, negando en esa misma medida su condiciónde revolucionario. El momento teórico de la acción es fuente de ideologismo porque tiende a determinar la conductadel agente revolucionario en relación a una imagen abstracta de la realidad, por consiguiente, parcialmente falsa, loque acarrea su impotencia frente a la verdadera realidad, a la que se trata de subvertir, negando en esa mismamedida su condición de agente destinado a modificarla.

Si prevalece en esta contradicción el momento práctico, la conducta del agente producirá el efecto querido, perodentro del sistema; pero si prevalece el momento teórico, no producirá efectos o no producirá el efecto deseado. Ladesviación oportunista conduce a reproducir las condiciones prevalecientes a través de la promoción de los interesesque se desarrollan en su seno; la conducta ideologista conduce también a mantener esas condiciones, en tanto laacción que se concibe a la luz de una imagen abstracta y sólo parcialmente verdadera de la realidad, no es posible o,en el caso de serlo, es ineficaz e inconducente a su intencionalidad revolucionaria.

La prevalencia del momento que encuentra su raíz en la práctica empírica de las clases explotadas, asume el carácterde una política «realista», desde el momento que es siempre posible actuar dentro del sistema, promoviendo interesesque de él emergen. En cambio, la prevalencia del momento que encuentra su raíz en la teorización abstracta de larealidad, asume su carácter «idealista» desde el momento en que es imposible modificar la realidad empleando uninstrumento teórico abstracto que no da cuenta y omite las fuerzas reales que podrían producir prácticamente lasmodificaciones que se desean. En el primer caso, se afianza el sistema por acción; en el segundo, por omisión. En elprimer caso, se confunden la transformación del sistema con la reproducción del mismo; en el segundo, se confundela acción sobre la realidad con la acción sobre un esquema abstracto. En un caso se toma por modificación de unasituación, lo que en su despliegue; en el otro, se toma por realidad lo que no lo es.

La desviación oportunista hace prevalecer el elemento objetivo de la situación, al extremo de que la valoración de loque «es» llega a ser tan intensa que se subestima la posibilidad de cambio, se la juzga «utópica» o imposible. Ladesviación ideologista hace prevalecer el elemento subjetivo de la situación, al extremo de que la valoración de lo quese quiere que sea, es tan intensa que deforma y adultera la imagen de la realidad sobre la que se quiere actuar.

Para Lenin, el quehacer realmente revolucionario se va forjando a través de la lucha que en la praxis del agenterevolucionario se produce en contra de estas tendencias deformantes de su contenido ideal. Este contenido ideal sehace real en la medida que la praxis da cuenta de ambos momentos: del que tiende al oportunismo y del que tiendeal ideologismo. Y este proceso se efectúa en la medida que la lucha contra una desviación origina la afirmación de laposición contraria, la que, a su vez, se ve modificada por la influencia de la primera, hasta que se llega a un momentocrítico, en el que la tensión se resuelve en una acción concreta que contiene y suprime sus elementos integrantes, enuna síntesis que niega el oportunismo contenido en el momento práctico de la situación problemática que se quieresolucionar, y desconoce a su vez el ideologismo contenido en el momento teórico de la misma situación, al mismotiempo que reafirma lo que hay en ambos momentos de conducente a la acción transformadora.

La tensión entre lo real (momento práctico) y lo ideal (momento teórico) se manifiesta en la siguiente forma: lo realestá regido por su propia legalidad que reproduce lo existente y tiende por su naturaleza (inercia) a subsistir como tal,dando origen al oportunismo. Lo ideal, que es abstracto en la medida que tiende a ser pensado como concreto y aconfundirse con lo real, da origen al ideologismo. En este caso, la incorrecta identificación entre lo ideal y lo real,impide que la teoría abstracta, en cuanto refleja sólo la esencia de lo real, pueda inducir a una acción eficaz, pues éstasólo puede llegar a la esencia a través de la modificación de la apariencia que, en el caso del ideologismo, es omitiday no tomada en cuenta.

Una teoría correcta, o sea, que refleja la esencia de la realidad abstractamente, se toma ineficaz cuando es concebidade manera ideologista, porque al no distinguirse en este caso, entre la realidad y los conceptos que reflejan suesencia, se induce al agente a la inactividad o a la actividad frustrada. A la inactividad, cuando el hiato entre larealidad y la forma ideológica en que es concebida es tan grande, que la acción se torna imposible. Entonces, elideologismo conduce a la impotencia práctica, al verbalismo o al bizantinismo teorizante. Se lo induce a la actividadfrustrada, cuando el hiato entre la realidad y la forma en que ésta es percibida no es tan grande como para imposibilitarla acción, pero es lo suficientemente significativo como para que la acción equivoque el blanco y produzca efectos nodeseados, contraproducentes o disfuncionales con los propósitos del actor. Su caricatura es la de don Quijote, embistiendocontra los molinos de viento.

La teoría correcta refleja adecuadamente la esencia del objeto, la legalidad a que éste está sometido. Implica, por lotanto, la posibilidad de la instrumentación de esa legalidad conocida, y, por ende, de la modificación del objeto por elagente orientado por la teoría correcta. La teoría es así, el comienzo ya de una acción virtual, en cuanto determina laposibilidad del cambio a través de la instrumentación de la legalidad del objeto hecha consciente a través suyo. Estaposibilidad latente, es objetiva en la medida que resulta de la objetiva legalidad vigente en el objeto, y es subjetiva ala vez, en tanto es aprehendida teóricamente por el agente. Esta posibilidad se actualiza cuando la finalidad concebidapor el agente, como resultado de la aprehensión de su esencia, es susceptible de alcanzarse conforme a los recursosrealmente disponibles por el agente, los que están determinados por la realidad integral de la situación.

La actualización de lo posible, latente en el objeto, se frustra cuando esa posibilidad es desconocida (no hay teoría),cuando la teoría lo refleja insuficientemente (teoría falsa), o cuando la teoría correcta es concebida de maneraideologista, vale decir, cuando se toma la abstracción que ella es, por la realidad. En este último caso, el agente pasapor alto los rasgos aparentes, fenoménicos de la realidad, y no puede penetrar eficazmente en el objeto, ya que esmediante la instrumentación de esas apariencias como puede llegarse a la esencia (estructura social, en nuestro caso)

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que se quiere alterar.

Resulta entonces que en la praxis revolucionaria eficaz, se afirma el momento práctico, cuando se reconoce la legalidadespecífica del objeto; se niega ese momento, en tanto se quiere alterar esa legalidad y, con ello, la práctica fundadaen ella; se afirma el momento teórico, en tanto implica conocimiento y dominio posible del objeto y, se niega esemomento, en tanto se toma conciencia de la diferencia que hay entre lo abstracto de la teoría y lo concreto del objeto.

La praxis revolucionaria, ya se ha dicho, implica una síntesis, un momento nuevo que destruye y prolonga a un nuevonivel, los momentos práctico y teórico que le dan origen. Esta síntesis es fundamentalmente práctica, porque se tratade una acción. En cuanto tal continúa siendo práctica, aunque de una manera diferente, pues implica en este nuevonivel el dominio de una legalidad que la teoría ha sacado a luz. Esta síntesis es a su vez, teórica, porque la acciónnueva implica una adecuación de la teoría al nivel concreto o, lo que es lo mismo, implica la formulación de una teoríaespecífica para las circunstancias concretas (apariencias) en que se manifiesta su esencia. Este carácter teórico de laacción práctica específica se traduce en que ella envuelve la solución al nivel de la mente, de la problemática surgidapor la presencia de las circunstancias de hecho que ayudan u obstaculizan el logro de la finalidad deseada y derivadade la teoría abstracta. En este sentido, la acción contiene la teoría abstracta de la que ha surgido su finalidad, pero laniega en la medida que ha requerido de nuevas teorizaciones a niveles más concretos para poder dominar e instrumentarlas circunstancias a través de las cuales se manifiesta la legalidad esencial que se quiere alterar.

La acción eficaz inserta en la praxis revolucionaria envuelve, pues, una actividad práctica y un trabajo teórico, queniegan y continúan las prácticas y teorizaciones anteriores, de las que derivan. Implica por ello la solución de lacontradicción objetiva existente en el interior de esa praxis, entre aquello que la lleva a adecuarla a la realidad y, a lavez, a modificarla. Implica la superación de los momentos prácticos y teóricos que la integran y de las tendenciasorgánicas al oportunismo (realismo, objetivismo) y al ideologismo (idealismo, subjetivismo), que ambos momentoscontienen como posibilidad.

Vale la pena insistir en algo que queda relativamente implícito en las consideraciones precedentes, pero que procedeexplicar claramente.

La teoría de la praxis que hemos explicado, y la teoría de la acción que se inserta en su contexto, sólo son teoríasaplicables a la praxis revolucionaria y a la actividad en que ésta se manifiesta. No son adecuadas para explicar otraforma de actividad social o política.

En efecto, sólo la teoría revolucionaria, al dar cuenta de la totalidad social concreta que es la sociedad capitalista entransformación, refleja la legalidad imperante en la sociedad y solamente ella es, en consecuencia, una teoría correctaque adquiere un carácter determinante de la actividad política, transformadora de la sociedad capitalista. Las otrasprácticas políticas, al ser ideológicas, al no traducir la esencia de la realidad social, reflejan lo parcial y limitado de losintereses sociales corporativos generados por el sistema y no están determinados por una teoría, como la praxisrevolucionaria. Se desarrollan empíricamente y las teorizaciones en que se expresan son meras racionalizaciones deun comportamiento práctico. No niegan la realidad, como fase necesaria para su superación, sino están determinadaspor ella. En consecuencia, la articulación dialéctica de los momentos de la actividad en la práctica empírica, refleja eneste caso la dependencia del hombre, de su circunstancia. Esta articulación cambia de signo y de sentido cuando, através de la praxis revolucionaria se desarrolla el proceso de subordinación consciente de la sociedad y de su estructuraa las potencialidades de la humanidad desplegada.

La teoría de la praxis revolucionaria bosquejada aquí, representa lo idealmente posible, que se va realizandodialéticamente a través de la lucha por conscientizar las fuerzas sociales objetivamente opuestas al sistema, pordesatar sus potencialidades revolucionarias y por combatir las desviaciones oportunistas e ideologistas que su propiodesarrollo necesariamente crea. La praxis revolucionaria no se constituye en un solo acto, se autodefine en su realización.Todas las experiencias y ensayos que desde hace más de un siglo se vienen produciendo en el contexto de la luchasocial en contra de la explotación capitalista, son fases del desarrollo de la praxis revolucionaria, la que sólo puededesplegarse Plenamente con todas sus virtualidades con la integral realización del comunismo. Es utópico, falso eidealista, en consecuencia, el querer hacer absoluto un momento determinado de la praxis, ya sea pretendiendo queaquél ha logrado de manera absoluta el reflejo de la realidad social en la teoría o la total conscientización del movimientosocial por esa teoría o la victoria definitiva en contra del oportunismo o en contra del ideologismo. Y uno de losprincipales obstáculos que encuentra el desarrollo progresivo de la praxis revolucionaria, lo constituye el permanenteintento de considerar absolutos algunos de sus momentos, fenómeno que es, a su vez, una manifestación de ideologismoque reviste la forma de dogmatismo, cuando se hace absoluta a todo nivel una teoría fuera de su contexto; o desectarismo, cuando se quiere identificar con determinada experiencia o determinado agente revolucionario la praxisrevolucionaria total, la que rebasa y trasciende lo que piensan y hacen los hombres en una circunstancia específica.

Una buena ejemplificación de estas tendencias dogmáticas y sectarias nos ofrecen los intentos de darle carácter deabsoluta a cada una de las experiencias revolucionarias victoriosas, debido al prestigio que adquieren esas experienciasante sus contemporáneos que no han podido triunfar por su cuenta en sus respectivos países. La Revolución Rusa, laRevolución China y la propia Revolución Cubana, entre otras, han servido para que se pretenda dar, en un doblesentido, carácter general y absoluto a dichos procesos. En un sentido dogmático, en cuanto se quiere reproducir elmismo análisis con las mismas categorías que se emplearon en estas experiencias, para enjuiciar y comprendercontextos diferentes, que necesitan de otras categorías para inteligirse. En un sentido sectario, en cuanto se identificael destino de la praxis revolucionaria total con esas experiencias, y, por lo tanto, se tiende a subordinar las tareaspolíticas en los distintos escenarios sociales a las finalidades, al destino y al desarrollo de aquella praxis específica quese privilegia y que es identificada con el todo.

Esto sin perjuicio, es claro, de la existencia de leyes generales de la revolución, válidas en todo tiempo y lugar, y quese derivan de la naturaleza de todo proceso revolucionario; pero leyes generales, a su vez, que se manifiestan demodo específico e inconfundible en cada experiencia revolucionaria particular.

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Dialéctica del desarrollo de la teoría revolucionaria

En el capítulo anterior se ha precisado la existencia de tres procesos relativos a la praxis revolucionaria, íntimamenterelacionados entre sí.

En primer lugar, se ha identificado el proceso de emergencia de la praxis revolucionaria, como resultado de la elevaciónde la práctica política empírica al nivel de praxis por la mediación de la teoría, proceso que va precedido por toda unaetapa de desenvolvimiento conceptual que da cuenta en forma fragmentaria de los distintos aspectos de la sociedadcapitalista y que el marxismo condensa en una síntesis cualitativamente distinta. En segundo lugar, se ha identificadoel proceso de desarrollo de la praxis revolucionaria, que comienza donde termina el anterior, y que se realiza a travésde la creación del agente revolucionario y de su actividad consiguiente, dialécticamente entendido como resultado dela tensión que se produce entre su componente práctico, objetivo, real, tendiente a la conducta oportunista, y sucomponente teórico, subjetivo, ideal, tendiente a la actitud ideologista. La actividad objetivamente revolucionaríaimporta una práctica creadora que modifica la realidad concreta a través de actos lúcidos que, por serlo, son eficaces.En tercer lugar, hemos identificado como un proceso diferenciado y relativamente independiente al de la praxis total,al proceso teórico implícito en esa misma praxis, que no es fáctico, que no se da en realidad, sino que es de naturalezamental y que consiste en el desarrollo de la teoría abstracta hacia niveles más concretos, desarrollo que va dandocuenta de la forma fenoménica en que se expresa la esencia de la sociedad que se quiere transformar, en losdiferentes contextos problemáticos que afronta la praxis revolucionaria.

El primer proceso es de naturaleza empírica y teórica a la vez, pero en él lo teórico sólo refleja lo empírico, no lodetermina. El segundo es de naturaleza política propiamente tal, lo que equivale a decir que es un proceso real,fáctico, empírico, pero, a la vez, autoconsciente de sí mismo y eficaz en cuanto es teóricamente determinado. Eltercero, es de naturaleza meramente mental y representa el trabajo teórico necesario para ir determinando realmentela práctica y otorgándole el carácter de praxis revolucionaria.

En el capítulo anterior nos detuvimos a describir brevemente la dialéctica de la praxis revolucionaria. Ahora, y entrandode lleno en el tema básico que nos preocupa, trataremos de la dialéctica del proceso teórico, merced a cuyo desarrollose determina la praxis revolucionaría. Es decir, trataremos acerca de la dialéctica del momento teórico de la praxis.

La teoría es una realidad que se da en la conciencia y .que refleja de manera abstracta el mundo exterior. Por suintermedio, la conciencia descubre y registra las interconexiones de los objetos entre sí, precisa la naturaleza y elsentido de su desenvolvimiento dentro del contexto en que estos objetos están ubicados y define así su esenciaíntima. Siendo abstracta, la teoría resulta a la vez ser el medio para superar esa abstracción ya que al reflejar demanera más profunda la realidad que la mera representación sensorial o empírica, nos proporciona una versión de lamisma más real, vale decir, más concreta.

Pero este mayor valor gnoseológico de la teoría, sólo puede actualizarse cuando una práctica determinada, en nuestrocaso la praxis revolucionaria, se inspira en ella. La teoría, como mera teoría, es absolutamente ineficaz, las ideas depor sí no determinan nada ni pueden alterar en nada el mundo exterior. La articulación de la teoría revolucionaria conla praxis viene a ser así la forma como se expresa la verdad de la teoría, el medio como lo esencial de la teoría, quees su verdad, se manifiesta en la realidad. La praxis viene a ser, entonces, la apariencia de la teoría, sin la cual éstano es nada en la realidad fáctica, sino queda encerrada y frustrada en la interioridad de la conciencia. Así como todaesencia, ésta no existe sino a través de su apariencia. De esta manera, la teoría revolucionaria se expresa y sale almundo en la praxis que determina. La fuerza de la teoría, su poder, se manifiesta en el poder de las fuerzas socialesque ella logra orientar y conducir.

A nosotros nos preocupa ahora el proceso de desarrollo interno de la teoría, y no la forma como se entronca en lapraxis, cuya dialéctica, como se ha dicho, tiene su propia legalidad.

La teoría revolucionaria, el marxismo, es el reflejo de la situación social creada por el desenvolvimiento del capitalismoen el mundo, es la autoconciencia del mundo moderno. Es, en consecuencia, el punto de partida inesquivable paratoda ulterior aproximación a sus verdades específicas.

Como reflejo de la situación social general creada por el capitalismo en el mundo, la teoría revolucionaria básica es,por demás, abstracta. No refleja ni da cuenta de ninguna situación específica, en cuanto a tiempo y lugar. No teorizalas situaciones aparentes, en la medida que éstas configuran una situación específica que tiene su propia esencia. Elmarxismo, como teoría general, teoriza sobre las apariencias que reflejan lo general de la era histórica en que vivimosy ha descubierto su esencia abstracta. Por lo tanto, es la única vía para determinar una praxis concreta sobre el mundocontemporáneo, en el sentido de que sólo el conocimiento abstracto de la situación general, es capaz de reflejar laesencia de esta situación, y permitir luego una praxis revolucionaria eficaz en la medida que ésta apunte al objetivoque se desprende de la problemática de la situación general.

Afirma Lenin: «...en esencia, Hegel tiene toda la razón frente a Kant. El pensamiento que se eleva de lo concreto a loabstracto siempre que sea correcto no se aleja de la verdad, sino que se acerca a ella. La abstracción de ‘la materia’de una ‘ley’ de la naturaleza, la abstracción del “valor”, etc.; en una palabra, ‘todas’ las abstracciones científicasreflejan la naturaleza en forma más profunda veraz y completa».(20)

El valor intrínseco del marxismo como teoría revolucionaria, su contenido, consiste en ser el reflejo al nivel másabstracto posible de las características generales de la sociedad capitalista, que no por ser generales, dejan de estarpresentes en todas las circunstancias y situaciones específicas que se dan dentro del contexto de la situación generaldel capitalismo, en la medida que están insertas en él.

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Dice Godelier: «El contenido que estudia Marx es la estructura ‘pura’ de la relación capitalista de producción, no es elestudio del capitalismo en tal o cual país, o en tal o cual época, sino el estudio de la esencia de las relacioneseconómicas que hacen del capitalismo un sistema económico definido que posee una unidad y una homogeneidadtípicas».(21) Es importante recalcar esta posición metodológica básica del marxismo, para el cual lo abstracto, engeneral, en el proceso de todo conocimiento, y lo abstracto referido a la situación general del mundo generado por elcapitalismo, como su objeto, constituye el fundamento, el punto de partida de todo análisis científico de la realidad. Nose puede dar un paso correcto en el desarrollo del conocimiento social sin ubicarse correctamente en la sociedad enque vivimos, a través de una teoría que dé cuenta de esta sociedad, y todo lo que se piense de un aspecto concretode la realidad al margen de esta toma de conciencia, que es, a la vez, una toma de posición, una actitud prácticafrente a la misma, no tiene ni desde el punto de vista, del conocimiento social (teoría) ni de la praxis revolucionaria(práctica), sino un valor y una verdad esencialmente limitados. Esto significa que la más inocua y aparentementeincontrovertible constatación empírica, fuera del contexto general reflejado por el marxismo, es, en el mejor de loscasos, una verdad a medias, cuya limitación estriba en no implicar ni suponer la totalidad concreta en que está inscritay de la que recibe su significación para la praxis revolucionaria creadora de una nueva realidad. El dato indiferente, porel solo hecho de ser indiferente, ya está de hecho, también, ubicado dentro del contexto de la prácticacontrarrevolucionaria que racionaliza e ideologiza el esfuerzo del sistema social vigente por reproducirse a través de lamanipulación de las apariencias, del aspecto meramente fenoménico de la realidad, que no es sino la traducción de lapráctica burguesa en la conciencia, ya que para esta práctica basta con moverse en el círculo cerrado de su pseudoracionalidad superficial. No necesita conocer la verdad; por el contrario, necesita encubrirla.

«En el pensamiento dialéctico escribe Kosic la realidad se concibe y representa como un todo, que no es sólo unconjunto de relaciones, hechos y procesos, sino también su creación, su estructura y su génesis”.(22) En la medidaque la realidad social se concibe como un mero conjunto de hechos, relaciones y procesos, se margina a esa realidady a su reflejo en la conciencia, no sólo del conocimiento social, sino también, y por eso mismo, de la creación de lanueva realidad social, que es más real, y lo verdaderamente real en las circunstancias históricas nuestras. Todosestarán de acuerdo en que en el campo de la ciencia natural la mera descripción de los objetos, como un agregado decaracterísticas específicas, no constituye ciencia, ya que ésta apunta al conocimiento de las leyes que gobiernan aesos objetos, que determinan sus cualidades y que hacen posible su dominio a través de su explicación. El meroregistro de datos no sirve a la práctica social que busca explicar para dominar. Así, también, en el campo del conocimientosocial, toda ideología que no dé cuenta de la realidad social concreta y que margina de la práctica social contemporáneaa la praxis revolucionaria, se margina también de la ciencia social que, en nuestra circunstancia, está integradadialécticamente a esa práctica. En el caso de la ciencia social contemporánea, la marginación de que hablamos es nosólo marginación, sino, a su vez, articulación suya con la práctica social conservadora y contrarrevolucionaria, para lacual la racionalización ideológica de las apariencias es parte del proceso de reproducción de la sociedad vigente, quela necesita para autoafirmarse.

La categoría de la totalidad surge determinante en este análisis, porque el papel del pensamiento abstracto esprecisamente el de dar cuenta de ella, y, en el caso del conocimiento social, la función del marxismo es dar cuenta dela totalidad, que hemos denominado situación general creada por el capitalismo.(23)

Y es la, imposibilidad orgánica en que el empirismo se encuentra para alcanzar la totalidad, por su negativa atrascender las apariencias, lo que hace de él un pensamiento esencialmente abstracto, a diferencia del pensamientodialéctico que, a través de la captación de la totalidad, redescubre tras las apariencias fenoménicas la verdaderarealidad, resultando ser así un pensamiento aparentemente abstracto y esencialmente concreto, si por concretoentendemos, en este caso, el reflejar la realidad tal cual es en toda su riqueza actual y potencial.

«El principio metodológico de la investigación dialéctica de la realidad social anota Kosic es el punto de vista de larealidad concreta, que ante todo significa que cada fenómeno puede ser comprendido como elemento del todo. Unfenómeno social es un hecho histórico en tanto y por cuanto se le examina como elemento de un determinadoconjunto y cumple, por lo tanto, un doble cometido que lo convierte definitivamente en un hecho histórico: de un ladodefinirse a sí mismo, y, de otro, definir el conjunto; ser simultáneamente productor y producto; ser determinante y, ala vez, determinado; ser revelador y, a un tiempo, descifrarse a sí mismo; adquirir su propio auténtico significado yconferir sentido a algo distinto. Esta interdependencia y mediación de la parte y del todo significa al mismo tiempo quelos hechos aislados son abstracciones, elementos artificiosamente separados del conjunto, que únicamente mediantesu acoplamiento al conjunto correspondiente adquieren veracidad y concreción. Del mismo modo, el conjunto dondeno son diferenciados y determinados sus elementos, es un conjunto abstracto y vacío».(24) Dentro de esta perspectivadialéctica, la verdad del marxismo consiste en que es la aprehensión teórica de la situación social engendrada por elcapitalismo, como una totalidad, a través de la identificación de los nexos con que la práctica burguesa (expresión delmovimiento autónomo del capital) la generó y la desarrolló. Esta aprehensión teórica constituye a su vez, como se hadicho, una toma de posición frente a esa totalidad y por ello, el comienzo del desarrollo de una nueva práctica, lapraxis revolucionaria, práctica totalizante en la medida que inscribe en su contexto, a medida que se desarrolla, lasexperiencias, las acciones y las teorizaciones mediante las cuales recrea y produce otro tipo de sociedad.

Repárese en que lo que permite captar teóricamente la situación general engendrada por el capitalismo, en cuantototalidad, es la captación de sus limitaciones y de las posibilidades latentes en ella de llegar a transformarse en unasociedad comunista. Estamos en una circunstancia en que no podemos comprender nuestro presente, sino a través denuestro futuro como posibilidad contenida en lo actual, cuya realización es la praxis revolucionaria totalizante.

Reaparece de esta manera en nuestro análisis el carácter esencialmente comprometido de la auténtica teoría social, lateoría revolucionaria. Mediante la captura conceptual del sentido de nuestro tiempo y del valor que se juega en él, selogra desvalorizar también esta sociedad actual, y valorizar la praxis creadora de la nueva sociedad. Sin este contenidovalórico, supraempírico, que en su esencia tiene la praxis revolucionaria y, por lo mismo, la práctica social y políticaque se le opone, no puede haber conocimiento objetivo de la realidad.

Salta a la vista, por lo tanto, la diferencia abismal que existe entre el pensamiento dialéctico y el empirismo en boga,

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en cualquiera de sus variantes neopositivistas y de sus proyecciones en la ciencia social. Se trata de dos mundosconceptuales, de dos cosmovisiones distintas de la realidad, de dos metodologías, de dos posiciones ante la realidad,de dos actitudes prácticas. Lo absoluto e irreconciliable de la lucha de clases en el campo de la praxis real, encuentrasu correlato actualmente en la oposición en el campo de la teoría; entre la dialéctica, como teoría formal revolucionaria,y el empirismo, como reflejo gnoseológico de la práctica de la reproducción de la sociedad actual. Hemos señaladoque el carácter abstracto de la teoría revolucionaria en cuanto refleja la situación general de la sociedad producida porel capitalismo, con su legalidad propia y sus contradicciones internas que la dinamizan y la comprometen con el futurono es óbice, sino, al contrario, es la condición que hace posible que pueda reflejar la esencia de esa totalidad y, enconsecuencia, su realidad más profunda, y, por ende, más concreta. Lo aparentemente abstracto resulta seresencialmente concreto y, a la inversa, lo aparentemente concreto (empirismo) resulta ser esencialmente abstracto.

Pero la esencia se revela en sus apariencias, se da en el mundo de los fenómenos. La esencia pura no existe, comopensaba Hegel, sino es sólo un momento de la realidad mientras es objeto de conocimiento que no logra realizarse,sino mediante sus manifestaciones fenoménicas. El mundo real, en cuanto es objeto de la acción humana, es el mundode los fenómenos y es, a través suyo, que el hombre logra acceder a la realidad, y la praxis revolucionaria a transformarla.

Al mismo tiempo, entonces, la esencia es sólo apariencia, y la apariencia, solamente esencia. Es decir, la esencia almanifestarse en las apariencias, le otorga a éstas su calidad esencial; y ella misma, la esencia, al ser sólo un conceptoque refleja la realidad fenoménica, viene a ser sólo una apariencia de esa misma realidad.

En la medida que esto es así, el trabajo teórico no se agota ni culmina con el descubrimiento de la esencia. Esta fasees sólo una etapa en el recorrido del proceso, de la aprehensión teórico práctica de la realidad. El conocimiento de lasola esencia, por ser abstracto, no permite acceder prácticamente a la realidad. Al contrario de lo que creía Platón, elcontacto intelectual con las esencias, no es la relación real entre hombre y mundo, sino que lo es la práctica fáctica,la acción concreta que se traduce en modificaciones físicas sobre algo también físico. El conocimiento debe, pues,desplegarse desde la esencia a las apariencias, de lo abstracto a lo concreto, si quiere, en verdad, dar cuenta de larealidad objetiva en la cual y con la cual el hombre vive. La praxis revolucionaria se ejerce sobre realidades objetivasy no sobre los conceptos.(25)

La dirección de la marcha del conocimiento que se acerca a la verdad, parte pues de lo abstracto (esencia), paraaproximarse a lo concreto, que es, en fin de cuentas, lo único real, en la medida que no es un dato particular, sino lamanera como se da la totalidad en lo particular. Esto entendido sin perjuicio de que lo esencial sólo puede acceder alhombre, a su vez, a través de lo aparente. Pero una vez que el concepto ha sido creado, en nuestro caso la teoríarevolucionaria, ésta pasa a ser ahora el punto de partida para rehacer el camino andado y volver por esa vía de nuevoa lo concreto y a lo particular. «Marx opone dos métodos: el uno que va de lo concreto a lo abstracto y el otro que vade lo abstracto a lo concreto, al que califica del único método científicamente exacto». (26) El primer método es eldel empirismo: para éste el conocimiento marcha de lo concreto particular (dato) a lo abstracto general (ley) y ahítermina el proceso cognoscitivo. La ciencia viene a ser así el fin del conocimiento, pero como su contenido es abs-tracto, y la realidad es concreta, la ciencia viene a ser, en definitiva, nada; a lo más un sistema de convenciones útiles,cuya única verdad reside en su utilidad, en su eficacia. La imagen empirista contemporánea del mundo (neopositivismo)es el de una multiplicidad de datos, cuyas correlaciones no delatan su verdadera trama objetiva, sino demuestran serválidas porque permiten actuar eficazmente sobre la realidad. El pretender que esa eficacia deriva de la correspondenciarelativa entre el dato empírico y la realidad en sí, es para el empirismo pura metafísica, pues la realidad se agota enel dato y el postular algo que lo trascienda es pura invención, humana. Lo abstracto (ley, concepto) es sólo apariencia,no denuncia una realidad más profunda que el dato, que lo es todo. Solamente sirve, es útil, resulta. ¿Por qué?Misterio, porque si el empirismo llegara a admitir que la eficacia práctica depende de la verdad de la teoría, tendríatambién que reconocer que hay una realidad más allá del dato que la experiencia sensible no logra captar, y ello loempujaría a irse progresivamente deslizando a tener que admitir que hay una totalidad social sujeta a una legalidadesencial de la cual el dato es sólo una manifestación. Y la práctica burguesa en nuestro tiempo no necesita parareproducir el sistema en que vive, admitir la existencia de esa legalidad. Destruida como lo fue su confianza en la«mano invisible», de que hablaba Adam Smith, en la que se manifestaba el «orden natural», esa práctica no requierede otra ley que explique la sociedad que la ley del éxito, que la victoria empírica en la lucha por la vida. A esaconvicción práctica corresponde la posición teórica del empirismo sociológico para el cual la verdad resulta del triunfopráctico de sus hipótesis de alcance mínimo o medio, en su comprobación experimental.

Nada más falaz que esa manera de concebir y de hacer ciencia social. El contenido fundamental de nuestra época quedetermina el sentido de la situación actual del mundo, es el tránsito del capitalismo al socialismo, mediante la praxisrevolucionaria. Sólo la comprensión de esta praxis exige una interpretación dialéctica, que la perciba como totalidadabierta en desarrollo. El mundo que se plantea frente a la práctica burguesa no necesita ni exige de esa comprensióntotalizadora. El mundo a que hace frente la práctica burguesa es conocido a través de una falsa conciencia, que norequiere de una visión dialéctica de la totalidad para ser instrumentado conforme a las exigencias de dicha práctica.La realidad social «para» la práctica burguesa se presenta constituida por un conjunto de datos aislados, cuyascorrelaciones intenta precisar la ciencia empírica, en la medida que son necesarias para racionalizar y profundizar supráctica. Como esta ciencia empírica no llega a acceder a la totalidad ni necesita comprenderla, sus conocimientosserán, en consecuencia, abstractos, ya que sólo lo particular «en la totalidad» es concreto.

La verificación empírica de una hipótesis de alcance mínimo o medio no prueba, por lo tanto, su verdad objetiva, sinosu verdad en el contexto de una práctica que, por definición, es fragmentaria y cuya autoconciencia es, por lo mismo,por definición, también, «ideológica», falsa conciencia.

En otras palabras, la «falsa conciencia» implícita en la imagen del mundo que surge de la práctica burguesa secomunica a cada uno de los elementos que se inscriben en ella. La verdad de cada uno de estos elementos, por másverificada empíricamente que esté, resulta sólo ser verdad a medias, verdad parcial. Esa misma verdad, integrada enel contexto de la praxis revolucionaria, como totalidad, adquiere otra significación, que es más profunda y veraz. entanto la totalidad abierta que brota de la praxis revolucionaria no es objeto de conocimiento fragmentario, sino es

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creación de una nueva realidad, que envuelve y trasciende a aquella que fluye de la mera constatación empíricapasiva.

La profundidad con que la acción revolucionaria afecta a la estructura social, exige mayor profundidad en su penetraciónteórica. La verificación de las hipótesis que, en forma de líneas políticas, surgen de la reflexión sobre la experiencia nopuede ser sino la historia misma, ya que sólo en el contexto de ésta alcanza el dato su ser universal y se despliegatoda su riqueza, que la práctica y la ciencia social burguesa perciben sólo parcial, fragmentaria y unilateralmente.

Las hipótesis «micro o mesociológicas» que engendra la reflexión sobre la práctica burguesa, no obstante verificadas,no alcanzan en ese carácter su plena verdad, pues el objeto sobre que recaen es percibido como dato, y no comoproducto, es concebido como recibiendo su identidad de sí mismo y no de su lugar en la totalidad o de su historia; es,en síntesis, mutilado en su ser y empobrecido en su virtualidad.

La única hipótesis que puede en. plenitud verificarse es aquella que explica, y no sólo explica, también crea, latotalidad: la teoría revolucionaria cuya verificación es la realización victoriosa de la praxis revolucionaria. Y la verdadde esta hipótesis, va a condicionar, por lo tanto, la verdad de las otras que la suponen, complementan y adecuan. Sólointegradas las hipótesis complementarias en el cuadro general que les da significación, sólo así ellas pueden alcanzarobjetividad, en cuanto reproducen y enriquecen a niveles más concretos la verdad abstracta de la totalidad general.

El carácter fragmentario de la práctica burguesa traduce el individualismo con que el burgués enfrenta a la sociedad,y la anarquía de la producción y el desorden (irracionalidad) de la sociedad que resulta de dicho limitado enfrentamiento.Para esa práctica, hay sólo racionalidad dentro de las partes o unidades en que se divide el todo, pero solamentemisterio y azar en el conjunto. Se refleja en ello, como dice Engels, «el divorcio entre la organización de la produccióndentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de la sociedad».(27) La «ciencia» social queracionaliza dicha práctica tiene el mismo carácter fragmentario, está hecha de pedazos, los que no puedencomplementarse para producir una imagen homogénea y coherente de la sociedad, así como del libre juego de lasunidades productivas no resulta tampoco ninguna totalidad racional, sino la anarquía, las crisis y las guerras. Así comola racionalidad del conjunto social no se logra por la suma de las racionalidades de las empresas privadas, sino por sutransformación en empresas socializadas merced a la praxis revolucionaria, así también las verdades parciales de la«ciencia» social empírica no consiguen dar cuenta del conjunto sumándose entre sí, sino integrándose en el procesode desarrollo de la teoría revolucionaria, en cuyo contexto se transforman en verdades relativas, en momentos de untodo que las reabsorbe y dentro del cual alcanzan su máxima veracidad.

Mientras el empirismo considera agotada la realidad en el dato, y para él el concepto es sólo apariencia «pura”«abstracción pura», convención útil o simplemente nada, para el idealismo el concepto es esencia «pura» y la realidadsólo apariencia (Platón o Hegel). El idealismo tiende a desvalorizar el mundo de los fenómenos, ignorando que laverdadera realidad es concreta y que lo abstracto es sólo un momento necesario en el proceso de su reproducciónconcreta en la conciencia. Para formas menos radicales de idealismo que las de Hegel y Platón, las ideas o conceptostienen una existencia autónoma de sus referencias empíricas (Husserl) y constituyen una realidad ideal independientedel sujeto que la piense. Los idealismos, cualquiera que sea su versión, trasladan el centro de la existencia del hombrea sus productos conceptuales, dan vuelta la realidad al revés y representan las formas más primarias de enajenaciónhumana, desde el pensamiento mágico hasta las religiones modernas.

Tal como el empirismo refleja en el plano del pensamiento la actitud gnoseológica de la práctica burguesa, en lamedida que racionaliza su comportamiento y comprende su obra, así el idealismo refleja la práctica social de las clasesdominantes en las sociedades precapitalistas, basadas en la diferenciación absoluta entre el trabajo manual y laactividad espiritual, clases para las cuales este mundo recibía su valor de algo que lo trascendía, como su creador,como su causa o como su esencia. Refleja igualmente la práctica burguesa en su periodo de lucha en contra delfeudalismo, en su periodo de ascenso, en el que la conquista de la libertad, la igualdad o de una sociedad racional eransus motivaciones históricas. Repárese el doble carácter de la práctica burguesa. En cuanto asciende y lucha por unanueva sociedad (racional, igualitaria y libre) tiende al idealismo; en cuanto racionaliza y sostiene lo que su práctica hacreado y tiende a reproducirla, se orienta hacia el empirismo. La pequeña burguesía que cree en los ideales burgueses,pero que no produce ni usufructúa de las realidades burguesas, tiende a permanecer idealista, cuando la granburguesía se torna empirista. De ahí por qué todavía hoy, incluso, la pequeña burguesía una burguesía que piensacomo burguesa pero que no vive su experiencia y más bien experimenta su frustración, tiende a pensar en formaidealista y a desvalorar siempre la realidad empírica frente a los esquemas teóricos, a las entelequias abstractas, a losque reviste del carácter de «ideales» o de «valores» o simplemente, los confunde con la realidad, dándose con ésta decabezazos en empresas utópicas, libertarias o moralistas que traducen su alienación ideologizante.

Detengámonos ahora en el examen del proceso de desarrollo de la verdad general del marxismo, como teoríarevolucionaria que refleja la esencia de la totalidad social actual.

Hemos dicho que este desarrollo de la verdad general supone la asunción de ésta como punto de partida abstracto desu ulterior desenvolvimiento hacia niveles más concretos.

¿Cómo se produce la marcha de lo abstracto a lo concreto ? ¿Cómo se avanza en el conocimiento desde lo universalabstracto a lo universal concreto (la verdadera realidad) ? ¿Cómo se llega de la teoría general al dato interpretado que,por esta razón, no es ya mero dato sino versión específica de la totalidad?

Así como el punto de partida del proceso de desarrollo es la asunción de la verdad general del marxismo, el punto dellegada es el conocimiento específico de la situación concreta, que no es ya la mera constatación o registro del datoempírico, sino el reconocimiento de su identidad dentro de la totalidad, su interpretación, el hallazgo de su significacióny su sentido. Repárese que usamos los conceptos de «significación» y «sentido», que denominan no sólo el hecho desus conexiones con el todo, sino su función en ese todo concebido como realización de los valores que mueven laconducta humana.

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Este punto de Regada del proceso de desarrollo del conocimiento es lo que Marx llama «lo concreto pensado», paradiferenciarlo de lo concreto sólo pasivamente recibido como dato. «Lo concreto sostiene Marx es concreto porque esla síntesis de múltiples determinaciones», no porque es un dato objetivo de la experiencia, como pensarían losempiristas. Luego, añade: «a ello se debe a que (lo concreto) aparezca en el pensamiento como proceso de síntesis,como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida y, en consecuencia, el Punto departida también de la intuición y la representación. En el primer caso, la representación plena es volatizada en unarepresentación abstracta (empirismo) ; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción delo concreto por la vía del pensamiento».(28) Esta reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento, es laestación terminal del proceso del conocimiento (lo concreto pensado), que refleja ahora de manera fiel lo concretoobjetivo, con toda la riqueza de sus determinaciones que sólo pudieron ser descubiertas por el momento abstractoconceptual del pensamiento.

Althusser llama «concepto empírico», a este «concreto pensado», para contraponerlo al concepto teórico o conceptopropiamente tal, y se refiere a él diciendo, «. . los conceptos empíricos no son solamente datos, el puro y simple calcoo lectura inmediata de la realidad. Son el resultado de un proceso de conocimiento... Expresan, en realidad, unrequerimiento absoluto de todo conocimiento concreto, que no puede prescindir de la observación y la experiencia desus datos, pero, al mismo tiempo, estos conceptos son irreductibles a los simples datos de una observación empíricainmediata. Nunca una observación o una investigación son pasivas: sólo son posibles bajo la conducción y el controlde conceptos teóricos que actúan en ellas, ya sea directa o indirectamente, en sus reglas de observación, de eleccióny clasificación, en el montaje técnico que constituye el campo de la observación o de la experiencia. Una investigación,una observación, incluso una experiencia, no ofrecen, en principio, sino sólo materiales, que luego son elaboradoscomo materias primas, de un trabajo ulterior de transformación que, finalmente (por la mediación de los conceptosteóricos), va a producir los conceptos empíricos. Con la denominación, “conceptos empíricos”, consideramos no ya elmaterial inicial, sino el resultado de sus elaboraciones sucesivas. Tenemos, pues, en vista el resultado de un complejoproceso de conocimientos en el que el material inicial y luego la materia prima objetiva son transformados en conceptosempíricos, por la intervención de conceptos teóricos. . .».(29)

La marcha de lo abstracto a lo concreto, o, lo que es lo mismo, el desarrollo de la teoría revolucionaria, una vezasumida como verdad general de nuestra época y, por serlo de ésta, como verdad general a cuya luz se comprendenlas de todas las épocas, es, como todo movimiento, contradictorio. Envuelve un proceso en el que cada avance suponeuna negación de su carácter general y una reafirmación del mismo a nuevo nivel. A la vez, envuelve un proceso deafirmación de su carácter general y una negación del mismo a nuevo nivel.

Nos explicamos. La verdad general, por darnos cuenta de todo, nos lo da de nada. Hay que reencontrar en lo particularla verdad de ese todo. Si afirmamos, por ejemplo, que la lucha de clases entre proletariado y burguesía es lacontradicción esencial existente en la sociedad moderna, afirmamos una verdad general. Pero esa verdad no nos sirvede nada si no descubrimos esa verdad esencial tras las apariencias en las qué se manifiesta. Hoy por hoy, concretamente,en pocas partes del mundo la lucha efectiva de clases al nivel político entre obreros y burgueses es la forma principalen que se manifiesta esa lucha de clases esencial. En muchos países, la burguesía ha integrado parcialmente a losobreros al sistema, y la oposición entre ambas no reviste carácter político. En otros contextos, la lucha efectiva se damás entre generaciones que entre clases (rebeldía juvenil). Hoy en el ámbito mundial las luchas empíricamente másagudas, son las que se producen entre los pueblos dependientes y sus movimientos de liberación contra las metrópolis,o las que se advierten entre los Estados socialistas y los Estados capitalistas. Y la lucha política de obreros yburguesía, disputándose realmente el poder, no aparece casi en parte alguna, teniendo en todo caso un carácterresidual y marginal si se la compara en su trascendencia empírica con otras luchas sociales. Esto bastaría para dar pordemostrado la falsedad esencial del marxismo, como, por lo demás, lo declaran sus adversarios de clase, que noconocen ni pueden conocer la dialéctica. La verdad general de la lucha de clases se reencuentra a sí misma y se haceverdad concreta a niveles empíricos en los que su esencia puede manifestarse en las más variadas apariencias yformas. En cada una de éstas debe redescubrirse la lucha de clases tras los fenómenos en que se manifiesta. Fenómenosque aparentemente niegan esa lucha, pero que la reafirman en cuanto no son sino la versión que ésta asume en lascondiciones concretas de que se trata. Siguiendo con nuestro ejemplo anterior, la oposición entre el imperialismo y losmovimientos de liberación nacional, la oposición entre el sistema socialista y el sistema capitalista mundial, sonmodalidades que asume la lucha de clases en el contexto de la coyuntura de nuestra época. No se pueden explicarambas series de contradicciones si no reparamos que, tras sus apariencias de conflictos de distinta naturaleza, seesconde una sola raíz que los hace inteligibles a ambos, la que sólo se descubre examinando la trabazón de losfenómenos empíricos que ligan y hacen derivar dichos conflictos de la misma contradicción fundamental de nuestrasociedad. No necesitamos seguir ahora la secuencia del trabajo teórico que permite encontrar esos lazos y queautorizan para sostener que, en el contexto de la situación coyuntural advenida con el imperialismo y la Revoluciónsocialista, la lucha de clases se manifiesta como lucha entre los sistemas socialistas y capitalistas y entre el imperialismoy los movimientos de liberación nacional, sin que esto signifique, es claro, que éstas sean las únicas modalidades enque esa lucha se presenta.

El trabajo teórico de desarrollo de la teoría marxista supone, entonces, la identificación de situaciones más o menosestructuradas, con una problemática concreta a niveles crecientes de complejidad, para cada una de las cuales hayque elaborar una teoría situacional específica. Esta tiene un doble carácter. En primer lugar, es una teoría que deberegistrar lo nuevo y lo específico de la situación, identificando su originalidad. En este sentido, esta teoría niega lateoría general. En segundo lugar es una teoría que no crea una sistemática conceptual absolutamente nueva para darcuenta de la originalidad de la situación, sino que, asumiendo esta originalidad y reconociendo, al mismo tiempo, launidad e identidad esencial de la sociedad moderna en cuyo contexto se da la situación específica, redescubre lascategorías esenciales de la totalidad general en la nueva situación tras sus apariencias inéditas, y las reelabora demanera que reflejen lo nuevo de la situación. En este segundo sentido, esta teoría específica reafirma la teoríageneral.

Esta reelaboración de lo general abstracto a un nivel más particular y concreto no es una mera deducción, porque lo

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nuevo de la situación específica no está contenido íntegramente en lo general y en la totalidad que lo explica. Estasituación añade un grado más de realidad, importa una creación que es completamente irreductible al nivel abstractode la teoría general. Y desde el momento que en la situación específica hay algo nuevo, la reelaboración de lo generalabstracto al nuevo nivel importa, el mismo tiempo, la creación de nuevos conceptos, en tanto reflejan lo nuevo de lasituación, pero que reproducen los conceptos esenciales mientras se insertan dentro de su sistema general y son sólointeligibles dentro de él. Esta inserción de nuevos elementos dentro del sistema conceptual general importa, a su vez,un enriquecimiento de esa misma teoría general, en tanto que los nuevos conceptos más específicos reflejan elproceso mismo de la praxis creadora de la realidad social nueva, de manera que no se limitan a adaptar, a adecuar loesencial a lo coyuntural, sino que incorporan lo específico de la instancia coyuntural a la teoría general enriqueciendoesta teoría al mismo tiempo que la praxis revolucionaria.

El movimiento del espíritu de lo abstracto a lo concreto no se genera por el propio decurso del pensamiento. Ocurre enel ámbito del pensamiento, pero se origina en la práctica. la constatación de lo nuevo, su conciencia, que pone enmovimiento el trabajo teórico para comprenderlo, es una constatación que resulta de un enfrentamiento práctico conel hecho nuevo. En otras palabras, son los problemas originados en la práctica los que sugieren y estimulan eldesarrollo teórico. Sólo abstractamente podemos independizar el decurso del trabajo teórico de su vinculación con lapráctica, ya que de ésta surge precisamente su objeto.

Resumiendo: el tránsito de lo universal abstracto a lo universal concreto se va produciendo a través de un proceso decontinua reelaboración y producción conceptual destinada a dar cuenta de situaciones específicas estructuradas. Estasestán sometidas a la legalidad general, lo que lleva a reelaborar los conceptos generales a un nivel más concreto, yestá sometida, también, a la legalidad propia de la situación específica, lo que lleva a producir nuevos conceptos, peroinsertos en la trama del sistema conceptual general. En otras palabras, los contextos específicos son al mismo tiempogenerales; a su vez, los conceptos generales reelaborados son específicos y deben esta circunstancia a lo original dela situación. Los conceptos nuevos específicos son generales porque no niegan la legalidad general, sino la prolongany enriquecen incorporándose a su contexto. Ejemplo: la teoría leninista del imperialismo es una teoría específica enrelación a la teoría marxista general. Responde a la necesidad de dar cuenta de una situación específica dentro de lasociedad capitalista en determinada etapa de su evolución. La primera condición para desarrollar la teoría marxista ypoder incluir en ella una teoría del imperialismo, es la de constatar empíricamente la novedad de la situación, traducidaen la aparición de fenómenos nuevos, inexplicables a la luz de las categorías provenientes del análisis del capitalismocompetitivo.

Constatada la originalidad de la nueva situación, procede afirmar la inclusión de la nueva situación como una variedaddel modo de producción capitalista, es decir, afirmar la raíz idéntica de esta variedad del capitalismo con la delcapitalismo en esencia, lo que supone un esfuerzo teórico de investigación, cuya conclusión es que es el carácternuevas apariencias. Ello, a la vez, reafirma el carácter de totalidad inclusiva que reviste la situación social generadapor el capitalismo, en cuyo contexto adviene la situación específica originada por el imperialismo. La esencia de estanueva situación sólo puede descubrirse por un esfuerzo teórico de investigación, cuya conclusión es que es el caráctermonopolista del capitalismo el rasgo fundamental determinante de los otros que configuran la nueva situación. Elconcepto de capital monopolista surge así como una reelaboración del concepto de capital en el nivel concreto que seestudia. Este concepto es un desarrollo del concepto de capital en general y son sus caracteres específicos, su esencia,lo que traduce la originalidad de la nueva situación. Pero, junto con producir el concepto de capital monopolista, comouna reelaboración del concepto de capital a nuevo nivel, surge la necesidad de producir otros nuevos conceptos quederivan del concepto esencial de la nueva situación, el capitalismo monopolista, y que no pueden derivarse del análisisdel capital en general, ni del análisis del capitalismo competitivo, como los de conflictos ínterimperialistas, movimientosnacionales de liberación antiimperialistas, alianza de las clases dominantes de los países dependientes con el imperialismo,etc. Estos conceptos, no obstante reflejar la originalidad de la nueva situación, se inscriben en el contexto de la teoríarevolucionaria y no podrían haber sido concebidos y definidos en el carácter que tienen, si no se asume básicamentela teoría general marxista sobre la sociedad capitalista.

La nueva situación, la época del imperialismo, queda así definida conceptualmente y . se explica, tanto por la legalidadgeneral del capitalismo, de la que es una expresión particular, como por su legalidad propia, traducida en leyes quedan cuenta de las relaciones entre lo nuevo que allí se ha generado y que recogen los nuevos conceptos que caracterizanla situación. Repárese en la naturaleza contradictoria de la nueva situación; es la misma que aquella de que deriva yes, al mismo tiempo, distinta. Dialécticamente, lo idéntico no está divorciado de lo distinto. Lo distinto es idéntico enla medida que lo primero incluye y está en parte condicionado por lo idéntico; y lo idéntico es distinto en cuanto laidentidad no existe ahora, sino a través de la distinción; el capital en la era imperialista es el capital monopolista y noel capital ni el competitivo.

La necesidad de desarrollar teorías situacionales específicas responde a una doble exigencia. Por una parte, la totalidad,que es la sociedad capitalista, cambia y se desarrolla internamente, dando origen a nuevas situaciones. A la época delcapitalismo competitivo siguió la del capitalismo monopolista. Una vez capturado el poder por las fuerzas revolucionarias,en una sociedad todavía capitalista, se origina una nueva situación que obedece también a una legalidad distinta.Instaurado el poder revolucionario, a su vez, son discernibles por la experiencia distintas situaciones específicasderivadas del grado de profundización a que se llega en el proceso revolucionario. Hay así una exigencia de teorizacionesespecíficas derivadas de las distintas fases que en el tiempo se van sucediendo dentro de la praxis revolucionaria. Porotra parte, el despliegue de la teoría es exigido también en virtud de los distintos contextos espaciales en que sedesarrolla esta praxis. En las diferentes regiones de la tierra hay variados contextos sociales, con característicasoriginales derivadas de su historia específica, original en cuanto en ella confluyen, en cada caso, toda una constelaciónde circunstancias que hacen de cada pueblo una situación problemática distinta en relación a la praxis revolucionaria.

En la misma época del capitalismo competitivo, la situación de la sociedad francesa era distinta de la inglesa. Elcarácter marítimo e insular de Inglaterra, la naturaleza de sus riquezas naturales, el carácter de su pueblo, sucondición de nación protestante, etc., determinaban para este país una situación diferente a la de Francia, aunsuponiendo a ambos países en el mismo estadio de la evolución capitalista.

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Hoy día, no es igual la situación de América Latina a la de Asia o de África, dentro de la categoría común de regionesdependientes. Hay rasgos en nuestra historia y en nuestra geografía, en nuestro patrimonio cultural, en las modalidadesque aquí asume la penetración imperialista, en la forma cómo se han desarrollado y articulado los intereses de lasclases sociales, etc., que configuran para nuestro continente una situación y una problemática específicas a la quedebe responder también con especificidad la praxis revolucionaria. Para ello, se requiere la teorización de la originalidadde nuestra circunstancia.

Dentro de cada situación específica es, a su vez, posible distinguir subsituaciones más específicas aún. Dentro de laera del imperialismo, es diferente la situación prevaleciente en 1900 a la de hoy día. Es posible distinguir en ella fasesdistintas sujetas a una sublegalidad específica. Dentro de América Latina, no es igual la situación chilena a la deMéxico, por ejemplo, lo que determina una problemática específica a la que sólo se puede responder con una praxistambién específica, determinada por la teorización correspondiente. Hay así una serie sucesiva de escalones de larealidad, en la que se van superponiendo situaciones y legalidades específicas, cada una de las cuales requiere de unateoría particular desarrollada a partir de la teoría correspondiente al nivel más general, pero que, a continuación,integra orgánicamente a ella lo que hay de inédito y original en el nivel más concreto.

Siguiendo esta dirección, se produce una serie de teorizaciones sucesivas, imbricadas las unas con las otras, que vandesde la más general y abstracta a la más particular y concreta; con la especial característica de que lo que esta últimatiene de particular, no sólo niega, sino también continúa y prolonga, la teoría de rango superior, desarrollándola.

El desenvolvimiento de la teoría revolucionaria conforme a esta dialéctica sólo va a culminar al nivel de la acciónespecífica, como respuesta a un problema ya absolutamente específico y concreto. Esto quiere decir que cada uno delos actos que integran la praxis revolucionaria supone una tácita o expresa teorización acerca de la situación originalsobre la que se actúa. Hay, pues, como se ha dicho, una teoría de la acción singular que envuelve una definición delcontexto objetivo y concreto en que se da la actividad correspondiente.

Sin embargo, la infinita complejidad de la situación singular que condiciona una acción determinada hace imposibleque la aproximación teórica pueda dar cuenta absoluta de esa situación. Las sucesivas aproximaciones teóricas a larealidad dejan siempre un vacío entre el concepto y su objeto, que se manifiesta luego en las limitaciones, errores yvacíos que encontramos en cada práctica concreta.

Una teoría revolucionaria, así, no puede anticipar ni prever de manera absoluta la práctica que ella orienta. Cuando lateoría se lleva a la práctica, sus limitaciones e insuficiencias se hacen presentes y se convierten en problemas que elprogresivo desarrollo teórico tiene que ir resolviendo en la medida que más se acerca a la realidad concreta. Esteprogreso de las teorías específicas, a su vez repercute en la teoría general, la que se profundiza y se hace más ricacuando incorpora a ella el fruto de su despliegue. La verdad general del marxismo, incluso en su nivel más abstracto,no permanece igual en la medida que la teoría se desarrolla. Dialécticamente, esa verdad general es, a la vez,absoluta y relativa. En cuanto es absoluta sirve de firme punto de partida para su ulterior desarrollo hacia lo concreto;en tanto es relativa, se hace distinta en la medida que recoge en su verdad general y abstracta el producto de supropio desarrollo.

El desarrollo teórico, como instancia constituyente de la praxis revolucionaria, insistimos, viene a trascender sucarácter de mero proceso mental y deviene en agente de transformación social objetiva, sólo cuando se inserta en laacción práctica concreta, cuyo contenido determina. En ese punto se confunden la teoría con la práctica, haciéndosela primera eficaz, y la segunda, lúcida.

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El empirismo y el idealismo en la teoría revolucionaria

En el capítulo precedente hemos considerado la esencia del trabajo teórico en la praxis revolucionaria, como unpaulatino acercarse mentalmente, desde el concepto (abstracto) hacia la realidad a que alude (concreto), en cuyavirtud se va reproduciendo idealmente lo concreto, hasta llegar, finalmente, a crearlo a través de la determinaciónteórica de la acción concreta revolucionaria.

En el decurso de la praxis revolucionaria lo hemos visto cada acto resulta de la resolución de una contradicción entrela exigencia del interés corporativo por cambiar la realidad social dentro del sistema y la exigencia de la concienciarevolucionaria de destruir ese sistema. La praxis supera esa contradicción en la medida en que recoge la energía y lavoluntad de los intereses insatisfechos y los inserta en el cuadro de una acción política revolucionaria. transformandolos intereses corporativos en políticos, y el ideal revolucionario, en posibilidad concreta. Esta solución de la contradicciónsignifica integrar en la acción práctica, el oportunismo que se desarrolla cuando se trasladan al sistema político lasdemandas provenientes del interés corporativo y el ideologismo, que pretende acomodar la realidad al ideal finalistade la actividad revolucionaria.

En el desarrollo de la teoría, como elemento de la praxis revolucionaria, se produce un proceso semejante que reflejaen el plano de lo mental la contradicción objetiva que se da en el plano de los hechos entre oportunismo e ideologismo.

Cuando la teoría revolucionaria reproduce, a un determinado nivel de abstracción, una situación social, es a la vezverdadera y falsa; verdadera en cuanto refleja la esencia abstracta de esa situación, pero falsa desde el momento enque no da cuenta de la totalidad de esa situación, sino sólo de elementos suyos abstraídos por la teoría.

Si la teoría hace absoluta la parte de verdad que encierra y la confunde con toda la verdad, niega en esa mismamedida la parte de la realidad no reflejada en ella, la omite, la desprecia y la ignora. Esta interpretación de la teoríaconduce a hacerla ineficaz porque una acción determinada por ella chocará con una realidad distinta de la supuesta,más rica y más compleja, que ha sido ignorada o falseada.

Si al constatarse la incapacidad de una teoría general para reflejar la complejidad del objeto concreto, aquélla esdejada de lado para dar paso a otra teorización que se refiera a lo específico del objeto, sin relación con el esquemateórico abstracto que refleja su esencia, entonces lo que se hace absoluto es lo específico, el dato y la apariencia, esdecir, la parte de la realidad no reflejada por la teoría general; entonces es negada e ignorada la esencia del objeto.

En el espíritu hay tendencias naturales a asumir estas actitudes interpretativas unilaterales que se proyectan en lapráctica teórica. Hay quienes reparan, destacan y valoran lo específico, lo nuevo, lo particular de cada situación, endetrimento de su conexión con el todo, de su esencia que la articula con la totalidad. Hay otros que desprecian,ignoran y omiten lo particular de las situaciones y tienden a enjuiciarlas, desde el punto de vista de determinadosesquemas conceptuales o modelos, asimilándolas y confundiéndolas con ellos, en detrimento de su especificidad y desu originalidad.

Prescindiendo de las variables psicológicas individuales que juegan también su papel, la práctica teórica de las distintasclases sociales, en determinadas circunstancias, se marca nítidamente con una u otra postura. El pensamiento burgués,en el periodo de ascenso político de la burguesía y de su lucha contra el feudalismo, se caracterizó por su idealismo,su tendencia hacia lo abstracto y hacia el menosprecio de lo singular y distintivo de las situaciones particulares, enabierto contraste con la reacción romántica, por demás particularista y concretizante.

Luego, una vez consolidado el predominio de la burguesía y ya en plena vigencia del capitalismo, el pensamientoburgués tiende a ser cada vez más particularista y antiideologista, se aleja de los esquemas teóricos abstractos y seconcentra en la descripción y la explicación de lo singular y circunstanciado, despreciando las generalizaciones. Lapequeña burguesía, sin embargo, continúa manteniendo una actitud marcadamente ideologista hasta mucho mástarde y sólo desde el momento en que se vuelve también conservadora, pierde aquella actitud y adopta un criterioparticularista y concretizante.

En el contexto de la praxis revolucionaria, como es obvio, las tendencias derechistas oportunistas tienden al particularismoy a la valoración de lo concreto (aparente); tendencias izquierdistas ideologizantes, tienden a la generalización y alabstraccionismo.

La solución de la contradicción, en el movimiento de la teoría revolucionaria, entre la resistencia que opone la teoríaabstracta a incluir una realidad concreta que la rebasa y la tendencia de esta realidad concreta a ser teorizada conindependencia de la teoría abstracta de nivel más general, se traduce en una ruptura de esa teoría abstracta, que esnegada en la medida que cambia al incluir lo nuevo, y en una reconstitución suya a nivel más concreto cuando integra,desarrollándola, lo nuevo dentro de su estructura.

Veamos un caso concreto. Se trata de definir teóricamente la situación actual de la clase obrera en Occidente. Para lateoría general marxista una de las características de la clase obrera es su tendencia a empobrecerse cada vez más,mientras la riqueza se acumula en el otro polo de la sociedad, la burguesía. Es un hecho que los obreros en Europaoccidental y en los Estados Unidos han incrementado su insoluto per capita durante los últimos decenios. Frente a estehecho, surge, desde luego, la tendencia a considerar equivocada, y, por lo tanto, caduca, la teoría marxista general,porque su caracterización teórica de la clase obrera aparece desmentida en la práctica. Se deja de lado, entonces paradefinir a la clase obrera occidental su caracterización por el marxismo y, sobre la base de su actual situación, se tratade elaborar una nueva explicación del hecho nuevo: el mejoramiento absoluto de su nivel de vida, con prescindencia

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de las categorías del marxismo, al que se estima insuficiente como instrumento teórico para explicarlo.

Surgen así toda clase de teorías «empíricas» sobre la clase obrera occidental que, sobre la base de su apariencia,tratan de explicar el papel que cumple en la sociedad industrial moderna de Occidente. Estas teorías de base meramenteempíricas, en el hecho operan e influyen dentro de la praxis revolucionaria, como verdaderos intentos de revisión delmarxismo. De allí por qué se denomina corrientemente revisionismo a esta actitud teorética particularista, de baseempírica, en cuanto se proyecta en la teoría revolucionaria; actitud teorética que, a su vez, alimenta y racionaliza lasdesviaciones oportunistas en el plano concreto de la práctica política.

Por otra parte, frente a este incremento del ingreso absoluto de la clase obrera occidental, surge también la tendenciaopuesta, que ante lo nuevo que aparentemente niega y desmiente la caracterización de la clase obrera que fluye delanálisis de Marx, lisa y llanamente deja de lado este hecho nuevo, lo oculta o lo desfigura. Es corriente leer en algunostextos «marxistas», pintorescos alegatos para demostrar lo imposible: que el obrero inglés o francés o alemán onorteamericano, vive peor ahora que como vivía en el siglo pasado. Se distorsionan estadísticas y se manipulan lascifras a fin de demostrar algo que es evidentemente falso. Estamos aquí en presencia de la actitud que denominamosdogmática, por cuanto la conclusión del análisis marxista de una determinada situación ha sido elevada a la categoríade verdad absoluta, de dogma. Y como tal, frente al dogma, los hechos no cuentan para nada. Es de presumir losfracasos a que esta actitud dogmática lleva en la práctica al movimiento revolucionario, ya que lo hace operar sobreuna situación real, falsamente definida, distorsionada, cuando no simplemente negada. El avance de la teoría resultade la superación dialéctica de la contradicción entre el momento «ideologista» del pensamiento, que niega lo real yafirma lo ideal, y el momento «empirista», que, a la inversa, niega lo ideal y afirma lo real.

Así, el desarrollo de la teoría pasa, en primer lugar, por el reconocimiento del hecho nuevo (a la inversa del dogmatismo,que lo niega) y sigue por la reafirmación de la teoría marxista, como explicación del fenómeno al nivel abstracto ygeneral en que la teoría está planteada (análisis de la clase obrera en un sistema capitalista «puro». Esta reafirmaciónsupone la identificación de la situación abstracta para la cual ha sido predicada y continúa en el esfuerzo por determinarla forma en que los hechos concretos que definen ahora la situación específica de la clase obrera occidental, alteran laforma en que se manifiesta la relación esencial a que apunta el esquema marxista general. Se va a llegar, de estemodo, a la conclusión de que el decurso del régimen capitalista en Occidente, entre otras cosas, ha generado, por unaparte, la explotación por las metrópolis de los países dependientes, de la que se aprovechan incluso los obreros de lamisma metrópolis, fenómeno que es explicable dentro del propio esquema marxista y al que ya apuntó Lenin cuandose refirió a las «aristocracias» obreras de Europa en el periodo anterior a la guerra. Este fenómeno nuevo debearticularse con otro, que es como el anterior, producto de la propia evolución del capitalismo: la influencia política delmovimiento sindical, que logra en virtud de su fuerza como grupo de presión, arrebatar a la burguesía parte de laplusvalía, a la vez que ésta se deja arrebatar esa parte, como precio que paga por estabilizar el sistema capitalista eintegrar a la clase obrera en su seno, limando sus aristas revolucionarias.

Se explica así, conforme a las propias categorías del pensamiento marxista, por qué no aparece reflejada en la claseobrera occidental la tendencia esencial hacia el empobrecimiento del proletariado. Pero, a su vez, «el análisis concretode la situación concreta» (Lenin) nos lleva a Constatar, en primer lugar, que ese empobrecimiento absoluto se estáproduciendo en los países dependientes, en los Cuales el ritmo de su crecimiento económico es inferior al del crecimientode la población. En segundo lugar se constata, que dado el actual nivel de extraordinario desarrollo tecnológico de lasfuerzas productivas, es mayor aún que en la época de Marx, el hiato, entre la cuota de la riqueza producida que quedaen poder de la clase obrera, incluso en Occidente, y el volumen de riqueza potencial que esas fuerzas productivaspueden generar. De manera, entonces, que lo que ocurre en la situación actual es que el fenómeno que Marx constatabaen su época, y que era la expresión de una tendencia esencial en el capitalismo, permanece vigente aunque manifestadoen forma diversa y modificado en lo referente a la clase obrera occidental por la interferencia de fenómenos ytendencias nuevas, originadas por el propio capitalismo, que modifican, atenúan y contradicen la tendenciafundamental.(30)

Otro ejemplo. La teoría marxista de la revolución plantea el hecho de que el advenimiento del socialismo, a través dela dictadura del proletariado, significa, al mismo tiempo, el comienzo de la extinción del Estado, en cuanto se vansuprimiendo las clases y con ello, los antagonismos y los conflictos sociales. La experiencia práctica de las transformacionessocialistas inauguradas por la Revolución de Octubre, demuestra que durante el periodo socialista y bajo las condicionespolíticas de la dictadura del proletariado, lejos de advertirse el comienzo de la extinción del Estado, éste se refuerzaconsiderablemente, a extremos desconocidos en otras formaciones sociales. De este aparente desmentido de la teoríapor la realidad, se desprende para el pensamiento no dialéctico el siguiente dilema: 0 la incapacidad de la teoría paradar cuenta de un fenómeno real y la consiguiente necesidad de elaborar otra teoría alternativa que, partiendo de laevidencia empírica, explique el refuerzo y la expansión del Estado bajo el socialismo (punto de vista empírico sociologista),o la negación arbitraria de esta evidencia y la reafirmación «principista» del esquema teórico, por sobre y contra loshechos (punto de vista dogmático ideologista).

El desarrollo dialéctico de la teoría marxista nos lleva a superar esa antinomia, reconociendo primeramente el hechonuevo inexplicado, del reforzamiento del Estado bajo las condiciones socialistas, e intentando, luego, determinarcuáles son las circunstancias concretas que en esa situación original conducen a la persistencia y a la expansión delEstado.

Ese trabajo teórico nos lleva a la identificación de varias situaciones específicas. Primero, la de una RevoluciónSocialista en países no desarrollados bajo el capitalismo; segundo, la de una Revolución Socialista en un país aislado,que subsiste amenazado frente al sistema capitalista mundial; tercero, la de una Revolución Socialista cuyo procesode transformaciones estructurales no va seguido de inmediato por la erradicación de los valores burgueses en laconciencia de los hombres. Esta identificación nos lleva a concluir que esas situaciones específicas, concurrentes en lasexperiencias socialistas contemporáneas, determinan que el Estado bajo el socialismo se haga cargo de continuar latarea incumplida por el capitalismo en el sentido de desarrollar las fuerzas productivas, defenderse de la hostilidad yla agresión de los países capitalistas y proceder a la remodelación de la conciencia social para hacerla coincidir con las

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modificaciones estructurales. Se explica así, finalmente, a forma original que asume la dictadura del proletariado enestos contextos, sin necesidad de negar absolutamente ni la realidad fáctica ni la teoría marxista.

El desarrollo de la teoría general envuelve, pues, dos negaciones relativas: se niega la realidad en la medida que sela explica por algo que la trasciende y se niega la teoría abstracta en cuanto se la invalida para dar cuenta de un nivelempírico concreto. Pero se reafirma la realidad nueva, en la medida que se la reconoce como existente, y la teoríaabstracta, desde el momento en que, con su elenco conceptual u otro derivado compatible con él, se explica la nuevasituación.

En la actual coyuntura de la praxis revolucionaria, denominamos “sociologismo» a la actitud teorética de raícesempíricas, que tiende a definir teóricamente las situaciones que afronta esa praxis, con prescindencia de los marcosde referencia conceptuales más abstractos, y, particularmente, con prescindencia de la definición general de lasituación de la sociedad burguesa, a que se refiere la teoría general del marxismo. Denominaremos indistintamente“ideologismo» o dogmatismo» a la actitud teorética que tiende a definir esas situaciones concretas, identificándolescon los esquemas teoréticos más generales, que se refieren a la realidad en sus rasgos esenciales a niveles abstractos.

No necesita mayor justificación el uso, por demás consagrado, del término «dogmatismo» para denominar la actitudteorética de raíz ideologista, que absolutiza, eleva a la categoría de dogma, «dogmatiza» una verdad abstracta y lacongela, la petrifica, haciendo imposible su desarrollo a través de la captación de la totalidad concreta.

Caben sí algunas palabras para justificar el uso del término “sociologismo» para denominar la actitud teorética de raízempírica, que se inclina renovadamente a teorizar una situación dada desde lo particular, sin relación con la teoríageneral que se refiere a un contexto social más inclusivo.

El uso del término «sociologismo» aparece justificado en la actual circunstancia del desarrollo de la teoría revolucionariaen América Latina, porque la principal fuente teórica de que se alimenta, es el impacto de la sociología conductista ofuncionalista norteamericana en las nuevas promociones de intelectuales de izquierda. Detrás de esta razón circunstancialsubyace una razón esencial. La sociología empírica norteamericana, en cualquiera de sus matices, desde la másapegada a los hechos hasta la más «teórica», el estructural funcionalismo de Parson, no es sino la racionalización dela práctica burguesa en la época del capitalismo consolidado, en conflicto con el socialismo. Es la teoría dc la estabilidadsocial, de la defensa del orden establecido, resultante del análisis de la práctica burguesa en la sociedad, o sea, delanálisis de la forma cómo el sistema vigente se reproduce a través de la conducta concreta de quienes viven en él.(31)

La influencia de la sociología empírica en la teoría revolucionaria se produce de manera insidiosa, sin que quien laexperimente tenga clara conciencia de la deformación metodológica que está sufriendo y sin que se percate tampocode la incompatibilidad existente entre los fundamentos epistemológicos de la sociología empírica y los del marxismo.La relevancia que esta sociología otorga a los hechos concretos, se presenta como una exigencia del método científico,y la desconfianza frente a la teorización abstracta es percibida como una saludable reacción frente a las supervivenciasdel pensamiento metafísico en la ciencia social. No se repara en que esa relevancia concedida a los hechos y esedesprecio por la teorización abstracta, traduce y racionaliza la naturaleza de la práctica burguesa contemporánea yexpresa, en el plano de la metodología y de la epistemología, la concepción burguesa del mundo. Se produce así enel seno del movimientos o partidos, dos teorías, una, la “oficial» que especie de «esquizofrenia» teórica. Subsisten enlas conciencias individuales y en las culturas políticas colectivas de los movimientos o partidos, dos teorías, una, la«oficial» que sirve para definirse «teóricamente» ante la praxis, que es el marxismo, y otra, para definirse frente a lassituaciones concretas. que son las teorizaciones empíricas elaboradas de acuerdo con la metodología sociológicaconvencional.

El empirismo propio y característico de la racionalización de la práctica de la reproducción del sistema capitalistaestablecido, se presenta ahora mediatizado y teorizado en1a llamada sociología empírica, la que cualesquiera que susambiciones de generalización, no rebasa su carácter objetivo de teoría del orden, de la estabilidad. Recordemos queno se puede sustraer la teoría social de su manipulación por el sistema, si no se asume el punto de vista crítico practicoimplícito y explícito en la definición marxista de la situación global en que vivimos.

Estimamos, pues, que en el contexto de la práctica teórica del movimiento revolucionario latinoamericano de hoy’ latendencia empírica, fuente teórica del oportunismo práctico, encuentra su principal expresión en lo que llamamossociologismo, originado por la influencia deformante de la sociología empírica norteamericana en las nuevas generacionesintelectuales de izquierda.

Examinaremos ahora la trayectoria que siguen las líneas de pensamiento influidas tanto por el sociologismo como porel dogmatismo frente al análisis de algunos problemas concretos. Tomemos, en primer lugar, el tema de la lucha declases en las sociedades dependientes o subdesarrolladas, como se las llama ahora.

Los analistas de izquierda de inspiración sociologista elaboran sus teorías sobre la base del estudio empírico de lapráctica social. Comienzan así a observar la calidad empírica, que para ellos erróneamente se confunde con lo concretoy lo absolutamente real, y, sobre la base de esas observaciones, intentan inferir, metódica y escrupulosamente, lasleyes que gobiernan la sociedad, las que ellos suponen compatibles con los puntos de vista marxistas que de manerasuperficial comparten por una especie de armonía preestablecida. Profundo error. Siguiendo ese camino metodológicono se puede llegar jamás a confirmar una tesis marxista, porque a causa del método que siguen se les escapa de surealidad aquello que precisamente distingue el análisis marxista de la sociedad y que permite a la teoría revolucionariatrascender la apariencia en la cual se mueven los sociologistas, y llegar, así, a aprehender la naturaleza de losfenómenos sociales. El caso que proponemos analizar, el de la lucha de clases en las condiciones ya aludidas, es pordemás revelador de lo que estamos afirmando.

Nuestros sociólogos «marxistizantes» y «desarrollistas» comienzan por constatar la existencia en las sociedadesdependientes, de una lucha entre los obreros y la burguesía y empíricamente logran demostrar que esa lucha objetiva

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y real conduce, por lo menos de manera inmediata, a aumentar los ingresos de los obreros. La lucha de clases llegaa ser, de este modo, un poderoso estímulo para que el capitalismo nacional se empeñe por incrementar la productividadde sus empresas a fin de hacer frente a las mayores exigencias laborales. Los teóricos que se colocan en este puntode vista, valoran objetivamente el papel de la lucha de clases en el desarrollo económico y justifican, desde eseángulo, todo lo que conduzca a crear en nuestros países las condiciones políticas para que pueda promoverse esalucha de clases que, a su juicio, contribuye a hacer avanzar nuestras economías por la vía capitalista.

La lucha de clases es concebida como un poderoso agente del desarrollo económico y político de estas sociedades, desu progresiva «modernización». Por consiguiente, es explicable y justificable que la izquierda se empeñe por desataresa lucha social, que Marx: ya definió como, «motor del avance social».

El papel que pueda jugar la «ideología» revolucionaria en la motivación de la lucha social economicista, es el derecurso para estimular esa lucha en aquellos sectores obreros o campesinos que por su escasa racionalidad, semueven más por el poder atractivo de mitos políticos, más o menos escatológicos, que por consideraciones objetivas.El marxismo considerado como teoría social es concebido así por el sociologismo, como un mito o una ideología, en elsentido peyorativo del término, que sirve para mover a las masas que actúen en pos de las reivindicaciones dentro delsistema. Su funci6n práctica puede alcanzar significación allí donde el nivel de conciencia es tan bajo que se necesiterecurrir a la mitología marxista, como a cualquiera otra semejante que pueda producir el mismo efecto movilizador.(32)

Lo que importa, en resumen, en la lucha social, es su incidencia en el proceso de modernización y de desarrollo delcapitalismo, logrados como consecuencia del incremento de la productividad con que el sistema responde a lasexigencias laborales, como también por el incremento de la demanda a que da origen el aumento del ingreso de lapoblación, resultante de la lucha reivindicativa, con el consiguiente efecto estimulante en la producción de bienes.

Por otra parte, la lucha reivindicativa contribuye a crear conciencia en los obreros acerca de su interés corporativo y,por lo tanto, a favorecer su participación en el sistema político con miras a promover la satisfacción de ese interés.

Contribuye así la lucha social a favorecer la «democratización» del sistema político y a darle mayor representatividady estabilidad.

Como lo advertirá quien haya asimilado los fundamentos del marxismo, todas las disquisiciones antedichas alrededorde la lucha de clases y de su papel en las sociedades en desarrollo, no tienen que ver absolutamente nada con él,comenzando, desde luego, por el concepto de lucha de clases. La lucha de clases economicista, la única que descubrenlos análisis empíricos de la conducta obrera y la única a la que, por consiguiente, aluden los sociólogos desarrollistas,es para el marxismo sólo un momento en el desenvolvimiento de la lucha de clases al nivel político, que es la real luchade clases. Por lo tanto, sólo en ese contexto, el proletariado alcanza la condición de clase, entendida como antagonistadel orden social capitalista. En las condiciones contemporáneas, la lucha de clases al nivel político se manifiesta, entreotras formas, por el antagonismo entre el mundo capitalista y el sistema socialista mundial, por la oposición entre elimperialismo y los movimientos nacionales de liberación, etc. De manera, entonces, que la lucha de clases economicista,que no ha alcanzado todavía el nivel político., llega a ser real en el sentido marxista, en primer lugar, en tanto es unmomento del desarrollo de la conciencia política de los obreros y, en segundo lugar, cuando se inscribe en el procesopolítico objetivo de lucha contra el sistema social vigente que se afirma en la acción de las fuerzas revolucionarias dedentro y de fuera del país. El papel político de esa lucha de clases consiste, entonces, por una parte, en ser factor deconcientización que eleva el carácter de la lucha economicista al nivel político y, por la otra, en ser factor de deteriorodel sistema, en cuanto crea condiciones desintegrativas que lo debilitan y favorecen la configuración de una situaciónrevolucionaria.

Nada hay de común, en consecuencia, salvo el uso del mismo equívoco término «lucha de clases», entre el fenómenode la lucha obrera enfocado por los sociólogos de «izquierda» y el mismo fenómeno concebido por la teoría revolucionaria.Se ve claro que, para los primeros, su concepto de la lucha de clases surge del análisis de la práctica social quereproduce el orden social vigente, y su significación resulta de su incidencia en el incremento de la productividad delsistema económico y en la representatividad y estabilidad del sistema político. Se ve claro, igualmente, que para losmarxistas, esa misma lucha de clases adquiere una naturaleza muy diferente desde el momento que la inscribe en elcontexto de la praxis revolucionaria, internacional por definición, y dirigida a la subversión del orden social y a sureconstrucción sobre bases diferentes. Las categorías que sirven para definir la lucha de clases, en el caso de lossociólogos, derivan de la racionalización de la práctica social en el sistema, dentro de él mismo; en el caso de losmarxistas, las categorías que utiliza para definir esa lucha no derivan de práctica alguna realizada dentro del sistema,sino de la teoría de la praxis revolucionaria, que, por definición, está colocada fuera del sistema, que lo trasciende yque lo subvierte.

De manera similar, el papel de la clase burguesa empresarial se define para los sociólogos, desde el punto de vista desu condición de agente potencial del desarrollo económico, mientras que, para la marxistas, se define sobre la base dela significación política que asume su comportamiento en la lucha de clases dentro del contexto total en que ésta sedesenvuelve.

La gran diferencia que se puede descubrir entre ambos enfoques consiste en que mientras para los sociólogosdesarrollistas es imposible incluir dentro de su esquema la situación a que se refiere el enfoque marxista, para quienesse colocan en este último punto de vista es posible incluir la perspectiva de los primeros, como una situación especialdentro de su esquema general.(33)

Nos explicamos. La perspectiva de la sociología desarrollista en cuya virtud la lucha de clases cumple un papelprogresivo dentro de los marcos del actual sistema socioeconómico, es incapaz de dar cuenta de la significación queesa lucha de clases particular tiene para el curso y desenlace de la pugna universal entre socialismo y capitalismo, encuyos términos los marxistas definen la situación total de nuestro tiempo. A la inversa, la perspectiva marxista no sólopermite explicar la lucha de clases en el sentido definido por ella, sino también dar cuenta de la lucha de clases al nivel

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economicista, dentro del mismo contexto conceptual y como un momento o etapa del desarrollo general de esa lucha.

Por consiguiente quien enjuicia la lucha de clases en los términos de la perspectiva sociologista, debe abandonarnecesariamente esa perspectiva si quiere interpretar el fenómeno dentro de una óptica que trasciende los límites delsistema, de cuya estructura ideológica forma parte aquella perspectiva. Si no lo hace así, se encontrará definiendo lamisma situación en términos de dos marcos conceptuales diferentes, que no son homogéneos ni compatibles entre síy que lo llevan a dar respuestas contradictorias frente a una idéntica situación. Es lo que les ocurre a menudo amuchos intelectuales de izquierda influidos por el sociologismo. Cuando tienen que enjuiciar, por ejemplo, a undeterminado movimiento huelguístico de significación, se ven simultáneamente solicitados por dos lealtades intelectuales:La proveniente de su postura de izquierda que los lleva a considerar ese movimiento huelguístico como funcional parael desarrollo de la praxis revolucionaria, y la proveniente del impacto del sociologismo en su conciencia, que losconduce a calificar ese movimiento como disfuncional para el desarrollo económico de su país, objetivo que aparecedeseable en la perspectiva sociologista, que no trasciende los límites del sistema. En otras palabras, tienen dosrespuestas distintas para el mismo problema, según sea el ángulo en que alternativamente se coloquen.

No ocurre lo mismo para quien analiza esa misma huelga, colocándose consecuentemente en el punto de vistamarxista. Sin salirse del enfoque universalista e inclusivo del marxismo, es posible evaluar positivamente como algodeseable en determinadas circunstancias el desarrollo económico y la estabilidad política de un país dependiente,incluso dentro del marco socioeconómico capitalista, si esto redunda eventualmente en la consolidación de una basede poder para enfrentar en mejores condiciones el imperialismo o para desenvolver y vigorizar un determinadomovimiento de liberación nacional. Pero, en este caso, la «política desarrollista» se convierte en algo deseable desdeel momento que se inscribe en el proceso de la pugna general entre socialismo y capitalismo, y no independientementede esa pugna. Dentro de la misma perspectiva puede considerarse por el contrario, preferible sacrificar el desarrolloeconómico o la estabilidad política dentro del sistema, si un proceso subversivo y revolucionario aparece como viabley desencadenante de un deterioro general del sistema capitalista y como eslabón decisivo en la generación delproceso revolucionario. En el caso propuesto de una huelga determinada, que es disfuncional para el desarrolloeconómico y la estabilidad política de un país, y funcional para la promoción del proceso revolucionario general, suprogresividad dependerá del valor positivo o negativo, que en las circunstancias concretas pueda tener para la praxisrevolucionaria, el desarrollo económico y la estabilidad política de ese supuesto país.

La regla general para apreciar la situación no puede ser otra, para el que se coloca dentro de, la perspectiva marxista,que el juzgar cada acontecimiento en relación con su contribución al desarrollo de la praxis revolucionaria. Por lo tanto,una huelga funcional con el desarrollo de esa praxis será deseable, aunque comprometa el desenvolvimiento económicodel país, precisamente por afectar su estabilidad política, salvo el caso de que situaciones especiales asignen a esaestabilidad política circunstancialmente, un valor mayor para la praxis revolucionaria que la contribución que esahuelga pudiera proporcionarle. Es la situación que se presentó en Cuba con los intentos de algunos sectores obreroscubanos de desencadenar huelgas contra Fidel Castro en el momento en que éste, todavía vigente el capitalismo enel país, asestaba fuertes golpes al imperialismo y éste contraatacaba con violencia al gobierno revolucionario. En esacircunstancia, la estabilidad del gobierno cubano era más importante para la praxis revolucionaria que el estímulo queésta pudiera recibir de una huelga en contra suya en esos críticos momentos.

Como se ve, la perspectiva marxista permite dentro de sus propios marcos conceptuales proporcionar un canon deenjuiciamiento para cualquier acontecimiento, lo que! no ocurre a quienes asumen una posición de izquierda inspiradaen un enfoque sociologista de la situación, ya que se ven enfrentados al dilema de tener que escoger entre su posiciónpolítica asumida, echando por la borda su análisis teórico, o ser consecuentes con este último, traicionando su posturapráctica en favor de la revolución.

La situación que estamos suponiendo se ha dado dramáticamente en la práctica en América Latina frente, precisamente,a la Revolución Cubana. Nuestra inteligentziz de izquierda ya se ha dicho ha sido nutrida ideológicamente en granmedida por la ciencia social norteamericana, que es el fruto más depurado del empirismo y de la presunta «objetividad»teórica, fiel al «dato» y aséptica frente a cualquier ingrediente estimativo. Estas promociones intelectuales experimentarongran perplejidad frente a la Revolución Cubana. Se vieron atraídas por dos lealtades de signo diferente: aquella de sussentimientos que las empujaban hacia Cuba, pero que no podían justificar desde el punto de vista de los elencosconceptuales de que se habían nutrido, y la de su ideología, a cuya luz lo que pasaba en Cuba, no tenía explicación«racional», aunque fuera atrayente. Hubo así quienes se decidieron por Cuba, sin entenderla, y quienes se alejaron deella por no entenderla.

Más de alguien puede pensar, siguiendo la moda antiintelectualista que persiste en nuestras juventudes radicalizadas,que adherir a una postura revolucionaria vitalmente, sin entenderla, no resta valor alguno a la decisión. Cuando setrata de intelectuales, cuyo pensamiento racional puede influir en el curso del proceso al cual adhieren, resultapeligroso no poder inteligirlo a la luz de la teoría revolucionaria. Y más de algún traspié debe haber experimentado lapropia Revolución Cubana como resultado de recomendaciones de algunos sociólogos o economistas latinoamericanos,que en lo grande respaldaban la Revolución, pero cuyo elenco conceptual, determinante de sus orientaciones al nivelmás concreto, era incompatible con el sentido general del proceso.

Generalizando esta presunta y verosímil experiencia que suponemos vivió la Revolución Cubana, podemos afirmarque de ninguna manera es indiferente el que alguien apoye una política justa con, o sin, respaldo teórico suficiente.Gran parte de las inconsecuencias y frustraciones de la izquierda latinoamericana se deben a la falta de desarrollo deuna teoría revolucionaria al nivel de las situaciones específicas, vacío que es llenado, a menudo, por teorizacionesprovenientes de otras fuentes conceptuales, incapaces de dar cuenta cumplida de esas situaciones desde el punto devista de la teoría general y que desorganizan, por lo tanto, la actividad práctica cuando inspiran y orientan políticas,Es lo que lamentablemente está ya ocurriendo con las re, formas agrarias en América Latina. Partiendo de un enfoquegeneral correcto acerca de lo progresivo y deseable de uno reforma agraria en el contexto de la praxis revolucionaria,el vacío producido por la ausencia de teorías especiales que den cuenta de las situaciones concretas, es llenado luegopor teorizaciones provenientes de los esquemas teóricos «desarrollistas», incompatibles en su esencia con h teoría

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general del proceso, por lo que la implementación de la política así conformada, crea en la práctica para el procesorevolucionario, más problemas que los que pretende resolver.

Veamos, ahora, cómo enfrentan teóricamente la realidad de la lucha de clases en los países dependientes, quienes, alcontrario de los sociologistas, subestiman, ignoran o de, forman el dato empírico, para recluirse en la mera adhesión,al esquema abstracto de la teoría general.

Hay varios grados de dogmatismo en estas posiciones de raíz ideologista. El grado extremo es aquel en que se concibela realidad social de acuerdo con el nivel más abstracto de la teorización marxista de la situación global, que definenuestro mundo como el escenario de una pugna entre capitalismo y socialismo, manifestada en la lucha de clases alnivel político entre burguesía y proletariado. Este enfoque, simplemente, omite hasta nuestra propia condición depaíses dependientes. Todo lo específicamente nuevo que aporta a nuestra situación el hecho de ser dominados por elimperialismo, en tanto se considera etapa específica del capitalismo, de tener débiles y escuálidas burguesías nacionales,de ser países generalmente agrarios con mayoría de población campesina, etc., ignorado en ese tipo de análisis. Sólose ve la pugna radical entre burguesía reaccionaria y proletariado revolucionario. No importa, si en alguna situación deesta especie la burguesía es nacional y antiimperialista (caso ahora de difícil ocurrencia, pero que en alguna forma sedio en el pasado) y el proletariado apenas existe y carece incluso de conciencia económica de sus intereses. Eldogmático no ve nada de eso, percibe a esa supuesta burguesía como encarnación del capitalismo esencial y alproletariado informe y sin siquiera conciencia de su identidad, como agente iluminado de la próxima revolución social.Este grado de enajenación ideologista no es ahora de tan frecuente ocurrencia, como lo fue hace 30 o 40 años.

La Revolución rusa, que no fue tampoco producto de la lucha entre esos arquetipos de burguesía y proletariado, fuea menudo concebida, sin embargo, en términos de un enfrentamiento de esa naturaleza. Y luego, la adhesión quedespertó la revolución no fue generalmente acompañada por una adecuada interpretación de lo que ella fue enrealidad, y sus adeptos eran proclives a ver reproducidas en todas partes la imagen simplista y abstracta que teníande la revolución. Durante los años veinte y particularmente durante el periodo de agitación social que siguió a la grancrisis del año 29, la izquierda radical de orientación marxista percibió aquellas situaciones prerrevolucionarias enrelación con su errónea y desfigurada imagen de la Revolución rusa.

Después se fue extendiendo paulatinamente en los medios marxistas el esquema teórico de la revolución agraria yantiimperialista, como marco conceptual para definir las tareas revolucionarias en nuestro subcontinente y en todoslos países atrasados.

Este esquema corresponde a un desarrollo de la teoría marxista para entender la situación en los países dependientesen la etapa del imperialismo. Como tal, representa un aporte creador a la teoría revolucionaria. Pero fue sólo un marcode referencia para evaluar en su conjunto la situación del mundo subdesarrollado. No podía tampoco servir en lostérminos todavía muy abstractos y generales en que fue concebida, para orientar políticas concretas en contextossociales tan disímiles como cada una de las regiones o países de África, Asia y América Latina.

Veamos lo que pasa dentro de ese esquema con la significación que se le atribuye a la burguesía de los paísesdependientes. Los que adhieren dogmáticamente a él, deforman la realidad en un sentido opuesto al que la deformala variedad extrema de dogmatismo considerada anteriormente. Esta última identifica a las burguesías concretas delos países dependientes con el concepto abstracto de la burguesía en el contexto de la sociedad capitalista «pura», sinadvertir en ella ninguna peculiaridad determinada por la circunstancia de darse en una sociedad dependiente delimperialismo, lo que le da cierta opción progresista desde el momento en que sus intereses pueden chocar con los delcapital foráneo. La segunda variedad dogmática, aferrada al esquema de la revolución agraria antiimperialista, tiendea hacer absolutas estas opciones antiimperialistas de la burguesía, como igualmente a exagerar sus divergencias conla clase terrateniente, definiendo, entonces, a la burguesía como una clase progresista, en general, interesada encombatir el imperialismo y el feudalismo.

Evidentemente tal situación tampoco se da con frecuencia en la realidad, y cada vez menos a medida que el tiempotranscurre. Tanto que ahora, hablar de burguesía nacional, como algo opuesto, aunque sea secundariamente, alneoimperialismo contemporáneo, no tiene prácticamente sentido. Sin embargo, mucho ha costado logrado desterrarde la teoría y de la política revolucionaria en los países dependientes, esta tendencia dogmática a identificar elesquema abstracto de la revolución agraria antiimperialista en esos países con la realidad fáctica, pese a que loshechos, desde hace mucho tiempo, vienen requiriendo una conceptualización distinta y más concreta para definir elpapel de las clases sociales.

Repárese en que ahora estamos calificando como dogmática la valoración positiva que se hace de la función progresivade las burguesías en los países dependientes, desde el momento en que ello deriva de la identificación de la realidadcon un concepto de burguesía proveniente de un esquema abstracto que le atribuye, en alguna forma, esa condicióny que a su nivel refleja una tendencia objetiva. Porque también puede ocurrir que esa estimación positiva de laburguesía como clase en los países dependientes, provenga de una fuente teórica opuesta, es decir, el sociologismo.Esto último acontece cuando se han constatado empíricamente algunas conductas nacionalistas y antiimperialistas delas burguesías y sobre la base, en este caso de la experiencia, se elabora un concepto de burguesía nacional progresista.Aquí el error no consiste en atribuirle dogmáticamente a un ente real como es la burguesía de un país determinado,una calidad progresista que se le predica a un concepto abstracto (error dogmático), sino precisamente en lo contra-rio, en la falta de articulación de la experiencia, con la teoría general, de la que se desprende que en las condicionesactuales la burguesía es esencialmente reaccionaria, y sólo secundaria y accidentalmente progresista en muydeterminadas circunstancias.

Este accidental reencuentro teórico de sociologistas y dogmáticos alrededor de este asunto se ha dado en la práctica,cuando en algunos países de América Latina, particularmente en Argentina y Brasil, los comunistas coincidieron en unmomento con teóricos empíricos de izquierda en atribuirle a las burguesías nacionales notables virtualidades progresistas.Ambos pensaron circunstancialmente lo mismo; unos por fidelidad al esquema abstracto, sin reparar en los hechos,

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otros por fidelidad a los hechos, sin insertarlos en lo abstracto.

El dogmatismo también se hace presente cuando se define el papel objetivo de la clase obrera en el proceso políticoconcreto. Conforme a la teoría marxista general, la crítica teórica y práctica del sistema capitalista emerge de lacondición obrera, de ella se desprende, en cuanto se la considera producto contradictorio del capitalismo, tanto lafuerza como la forma y dirección necesarias para superarlo.

A este nivel de abstracción es lícito hablar de la clase obrera como agente de la revolución y atribuirle los predicadosque le confieren esa calidad: conciencia política de clase y, consecuentemente, conducta revolucionaria lúcida.

Pero ocurre que a niveles más concretos las cosas adquieren otra fisonomía, que no contradice el cuadro abstracto,pero que lo hace relativo en mayor o menor medida. Sin embargo, no obstante la evidencia empírica de que losobreros concretos en el mundo contemporáneo, no sólo en nuestros países, sino especialmente en las metrópoliscapitalistas, se mueven y actúan en alguna medida dentro del sistema y se hallan en buena parte prisioneros de losvalores engendrados por éste, no obstante ello, se insiste en identificar a la clase obrera, definida en términos delparadigma abstracto de la teoría general, con los obreros de carne y hueso de un país y de un tiempo determinados.

Así como los sociologistas en el contexto latinoamericano, no ven en el comportamiento obrero en la lucha de clasesotro ingrediente que el que se desprende de sus motivaciones inmediatas dentro del sistema, los dogmáticos tiendena verlo en relación con un enfrentamiento político constante en el que los obreros estarían en todo momento cuestionandoconscientemente el sistema bajo una inspiración revolucionaria. Esta última actitud teórica conduce, finalmente, a lacreación de una verdadera mitología alrededor de la clase obrera.

Al contrario de lo que les ocurre a los sociologistas, los dogmáticos no ven a la clase obrera, considerada como datoempírico, sino que la ven en su imagen abstracta en el esquema teórico general. Para definir su contribución a la praxisrevolucionaria no es posible concebirla ni en una ni en otra forma.

La clase obrera no es solamente lo que de ella dan cuenta los survey y las encuestas sobre sus actitudes en unmomento de tranquilidad social. Hay potencialidades dormidas en ella que pueden y deben despertarse bajo estímulosadecuados y que le confieren un gran potencial revolucionario. Para la praxis revolucionaria no hay datos,sino procesos. Por otra parte, se desarrolla en la clase obrera un proceso incesante de concientización a través de susluchas, que tiende a enfrentarla objetivamente con el sistema. Su actividad lesiona actual o potencialmente la estabilidaddel sistema, al engendrar de hecho una fuerza social distinta de la que sostiene el orden social. Hay, por último, uninterés objetivo suyo en escala universal que legítimamente puede y debe gestionar y promover un partido que, a esenivel abstracto y general, puede representarla con fidelidad. Nada de esto ve el empirismo sociologista.

Si la clase obrera fuera lo que de ella se piensa en abstracto, no sería necesario el partido Político que la representara.Precisamente, la presencia del partido, como instancia específica de la praxis, se justifica por la distancia que existeentre la actitud y el comportamiento real de los obreros, promoviendo su interés corporativo y el papel que objetivamentederiva de la esencia de la condición obrera, hecho conciencia y traducido en conducta revolucionaria a través de lainstancia partidista.

Cuando se reconoce la necesidad del partido político revolucionario como agente político de la clase obrera, pero se loidentifica con ella, atribuyéndole, entonces, al partido, por el solo hecho de proclamarse intérprete de sus intereses,todos los atributos que se desprenden de la naturaleza esencial de la condición obrera, se cae entonces en la formaespecial de dogmatismo que es el sectarismo, para el cual el partido, ya no la clase, se confunde con el conceptoabstracto. No es necesario insistir acerca de la peligrosidad de tal desviación sectaria, que da origen al culto delpartido, como entidad todopoderosa e infalible, culto que viene a sustituir y a equivaler a la mitología de la claseobrera, propia de la forma de dogmatismo que consideramos anteriormente.

Al otro extremo de esta desviación dogmático sectaria el sociologismo disminuye la significación de la instanciapartidaria, restándole especificidad y percibiéndolo sólo como una estructura que recoge y traslada al sistema políticolas demandas provenientes de los intereses particulares, sin reparar en la transformación cualitativa que en el caso delinterés obrero se produce cuando su lucha se eleva por mediación del partido, del nivel corporativo al político. Seadvierte aquí, como en toda la concepción sociologista, la indebida extrapolación que hace de las categorías derivadasde la práctica social burguesa al campo de la praxis revolucionaria, que está regida por una legalidad diferente. Escierto que el partido cumple, en el contexto de la práctica política burguesa, con el papel de articular y agregarintereses corporativos y presentarlos al sistema político. Pero no es lícito asignarle la misma función al partidorevolucionario, cuyo radical papel es cambiar la calidad de la demanda política, convirtiendo la aspiración por satisfacerun interés dentro del sistema social, en una voluntad de cambio del sistema social mismo.

Analizaremos, por último brevemente, las visualizaciones que tanto sociologistas como ideologistas tienen, acerca dela articulación de los esfuerzos que llevan a cabo los países dependientes por desarrollarse económicamente, con laproblemática política de la revolución.

En términos globales, podemos definir desde el ángulo marxista, la situación general actual del mundo, en función dela contradicción real existente entre el nivel alcanzado por las fuerzas productivas de la humanidad capacespotencialmente de resolver la necesidad de los pueblos atrasados por desarrollar rápidamente sus economías - y laestructura sociopolítica del mundo capitalista, que impide que esa capacidad potencial del sistema económico seaplique a resolver los problemas concretos de los hombres, entre los cuales el más agudo y grave es el del subdesarrolloen el que viven dos tercios de la población del planeta.

El consumo superfluo originado por una artificial creación de necesidades, la mala utilización de considerables recursosen gastos militares, suscitados por el conflicto virtual entre el mundo capitalista y el socialista, y la capacidad ociosade la gran industria moderna, sin tomar en cuenta las posibilidades económicas que abre la nueva tecnología, todavía

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no aprovechadas, determinan que sea cada vez más correcto el aserto básico del marxismo que hace radicar el origende la pobreza en el mundo, y, por consiguiente, del subdesarrollo, en la supervivencia del capitalismo como forma devivir y producir.

El contenido básico de la praxis revolucionaria consiste en la destrucción del capitalismo y la construcción de unasociedad que libere las fuerzas productivas latentes en la moderna tecnología y las aplique racionalmente a la satisfacciónde las necesidades humanas, entre ellas a la superación del subdesarrollo. La lucha revolucionaria se da actualmentecada vez más en términos universales y la interdependencia de los distintos frentes de lucha política es cada díamayor. Las luchas políticas en los escenarios particulares reciben contenido principal de la forma como se insertan enla lucha política internacional. Pero a su vez., la consistencia de esta lucha internacional, concebida como totalidadsignificativa, depende de la consistencia de las luchas específicas en los distintos frentes particulares; y por lo tanto,de la forma en que estas luchas recojan y transformen las demandas específicas en cada escenario y las engarcen yarticulen en la lucha general.

El enfoque empírico sociologista de la superación del subdesarrollo, lo visualiza desde el punto de vista particular delinterés de cada país atrasado, independizando, entonces, las tareas internas para superar el subdesarrollo, del procesopolítico mundial para destruir el capitalismo, proceso del que depende en lo esencial la posibilidad de liquidar el atrasoeconómico de los países dependientes. Precisamente su carácter dependiente, los hace también dependientes deldesenlace de la pugna universal entre el capitalismo y el socialismo, y el resultado positivo de esta pugna favorece ellogro de su independencia y de sus esfuerzos por desenvolver sus economías, libres de las deformaciones y obstáculosde toda índole que su dependencia les origina. A la vez, este desenlace hace posible que los excedentes económicosque quedarán disponibles por la liquidación del despilfarro consustancial con el capitalismo, se vuelquen hacia ellospara promover su desarrollo.

El enfoque ideologista dogmático del desarrollo, por su parte, omite toda referencia a la circunstancia particular decada país y se limita a considerar la problemática específica del subdesarrollo como algo que sólo y exclusivamentepuede resolverse como subproducto del desenlace de la pugna mundial entre el socialismo y el capitalismo. Se caeaquí en el error inverso del enfoque anterior, haciendo absolutamente dependiente del resultado de esa contiendamundial, el proceso de emancipación de los países atrasados.

Un enfoque correcto del problema planteado supone articular una política que tenga en cuenta la subordinaciónobjetiva que la situación local tiene con relación a la situación mundial, pero que a la vez, traduzca a la escala local lademanda también objetiva de los pueblos por desarrollar sus economías y aprovecharse de los frutos de ese desarrollo.Naturalmente, tal tipo de política económica supone que no sean las burguesías nativas el principal agente deldesarrollo independiente de nuestras estructuras productivas, de suyo comprometidas con las situaciones de dependencia,sino el propio Estado, en la medida que refleja la presión y la influencia de las fuerzas sociales interesadas en eldesenvolvimiento económico independiente y en el desenlace de la pugna política contemporánea en un sentidofavorable al socialismo.

Dialécticamente así, la ruptura y debilitamiento de los lazos de dependencia de las zonas subdesarrolladas delimperialismo, afirmando su independencia, constituye la forma de ir ligando y apoyando sus luchas a las del conjuntode las fuerzas que trabajan por el socialismo y, por lo tanto, de ir haciendo posible un aprovechamiento racional de losrecursos productivos de la humanidad en beneficio indiscriminado de todos los pueblos.

El desarrollo económico de un país deja de ser así una finalidad en si misma, independiente del proceso políticomundial, y pasa a ser visualizado y concebido como fase de ese proceso, ligado, en consecuencia, al robustecimientode las fuerzas sociales que adentro y afuera de ese país están comprometidas en la praxis revolucionaria.

El punto de vista del desarrollo económico como un fin en si mismo, ignora implícitamente la crisis orgánica y esencialde la sociedad capitalista y las implicaciones de su solución socialista; supone la vigencia indeterminada del actualstatus sociopolítico de la humanidad y de la escala de valores hoy dominantes, en función de los cuales se promuevey determina la naturaleza del desarrollo. Este punto de vista no comprende que la dependencia determinante delsubdesarrollo, derivada de la naturaleza del sistema capitalista mundial, no es superable radicalmente sin el triunfodel socialismo sobre el capitalismo, hecho que replantea la problemática del desarrollo en términos absolutamentediferentes.

El punto de vista opuesto, que reduce la solución del subdesarrollo a una mera consecuencia del desenlace de larevolución socialista mundial olvida, por su parte, que dicha revolución es inconcebible si no recibe su fuerza precisamentede los movimientos y fuerzas sociales que en los países dependientes luchan por sus reivindicaciones específicas, ypor la ruptura de los lazos que los ligan al imperialismo, a través de un proceso local que dialécticamente se vasuperando e integrando en el proceso político mundial.

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El sociologismo y el ideologismofrente a la praxis totalizadora

Dos categorías resultan ser fundamentales para la comprensión esencial de las tendencias empíricas e idealistas en lapráctica teórica. Los ejemplos que hemos analizado de la forma como estas actitudes teoréticas ocultan la verdaderanaturaleza de la realidad social, nos han ayudado a descubrir que es en relación a los conceptos de totalidad y de lopolítico donde debemos buscar las raíces de esas visiones unilaterales e incompletas del proceso social.

La marcha del pensamiento hacia la realidad puede definirse como un intento de aprehender la totalidad concreta.Esto quiere decir que, en medida que el hombre profundiza en el conocimiento de la realidad, tiende a reproducirmentalmente la totalidad concreta, es decir, la totalidad de los hechos debidamente articulados entre sí, de maneraque cualquiera de ellos implique y suponga los demás. Ya hemos precisado que para llegar a conocer mundo comototalidad concreta, es menester previamente descomponer la totalidad aparente de que nos dan cuenta los sentidosy la práctica empírica y, por el camino de la abstracción analítica, llegar a formarse un concepto de las cosas, o sea,llegar a percatarse de su esencia, lo que sólo se logra cuando se precisan las relaciones que la determinan en suproceso de desarrollo.

La totalidad concreta no es simplemente algo distinto y cualitativamente diferente de las partes que la componen. Es,además, algo que contiene a las partes que la componen, como elementos suyos y es algo que ha llegado a sertotalidad gracias al movimiento de esas mismas partes, que en ese sentido son determinantes.

Cuando se piensa en la línea del empiricismo se tiende ignorar la totalidad, a ver los árboles, pero no el bosque, a nocaptar lo cualitativamente nuevo que la totalidad implica con relación a las partes que la componen y de la queproviene. Cuando se piensa en la línea ideologista, se tiende a destacar lo nuevo y distintivo de la totalidad, pero comoalgo independiente y separado de sus partes, como si su misma existencia diferente no fuera producida por determinadarelación entre sus partes, relación nueva que se manifiesta en una cualidad nueva, regida por una distinta legalidad.

Cuando el teórico sociologista no capta el sentido político que alcanza en determinado momento la lucha de clases yse empeña en verla en términos internos al sistema en que se desarrolla, está ignorando la totalidad nueva a la queesa lucha social está ingresando, por el hecho de alcanzar nivel político, y está, por lo tanto, preteriendo de su análisisla consideración de la legalidad específica a que esa lucha se está ahora sometiendo por el hecho de integrarse en untodo distinto.

Cuando el teórico dogmático destaca y repara en el carácter político de la lucha social y se empeña en definirlaexclusivamente en términos de la nueva legalidad, sin referirla a los hechos reales que la constituyen, está separándolade los acontecimientos fácticos que la componen y que la han producido y determinado concretamente. Está confiriéndoleuna existencia separada de los ingredientes que la constituyen y otorgándole una entidad metafísica meramenteconceptual. Es fácil por ese camino, que el teorizante dogmático esté manejando en realidad sólo conceptos, mientrascree que está actuando sobre realidades. La eficacia política de la lucha social no la da la conciencia de la significacióndel enfrentamiento entre clases, sino la fuerza que objetivamente tienen quienes se oponen al orden establecido.

Lo mismo vale para la segunda situación ejemplar que consideramos en el capítulo anterior. Cuando el teórico sociologistaconcibe el desarrollo económico únicamente desde la perspectiva particular del país dependiente, ignora la totalidaden que ese subdesarrollo y esa dependencia se dan, el carácter y la naturaleza de la contradicción que desgarra esatotalidad concreta: la sociedad capitalista; ignora, también, la incidencia que tendrá la superación de esa crisis en elproblema particular que le preocupa. Cuando el teórico dogmático aborda el mismo asunto y destaca el cuadro políticouniversal en que se engarza la lucha por el desarrollo, olvidándose de los hechos concretos en que se sostiene lapugna entre capitalismo y socialismo, está separando la totalidad de las partes que la integran, le está confiriendo aaquélla una entidad absoluta y la está convirtiendo, por lo tanto, en una totalidad abstracta, vacía, que, en el fondo,no es sino puro concepto. Algo que ocurre en la mente, pero no en la realidad. Diciéndolo en otras palabras, una pugnaentre socialismo y capitalismo en la que no haya protagonistas que combatan en los hechos; cualquiera que sea elgrado de conciencia que de ello se tenga, no es pugna real, sino sólo el concepto de esa pugna en la mente de algúnideólogo.

El empirismo empuja, pues, a ignorar la totalidad, y, en esa forma, a desvirtuar la naturaleza de los hechos queintegran esa totalidad y que reciben su significación precisamente del todo en que se inscriben. Por el contrario, elideologismo empuja a ignorar los hechos cuyo contexto configura la totalidad, separándola de aquellos, y concibiéndolaasí como una totalidad abstracta y vacía, de existencia meramente ideal.

La totalidad concreta, a la que aspira reproducir mentalmente el pensamiento, es el resultado de un proceso, cuyosprotagonistas son las contradicciones reales. La totalidad concreta se va creando y la historia es la creación social yhumana de esa totalidad. Por lo tanto, la realidad es en sí una totalidad que va asumiendo a medida que se desarrolla,formas cada vez más complejas, determinantes de sucesivos niveles de concreción de la totalidad real.

Cuando el capitalismo ligó de manera nueva las diferentes regiones del mundo y vinculó prácticamente a toda lahumanidad en un solo sistema económico integrado, creó una nueva forma concreta de totalidad social. Ésta, que esel sistema generado por el desarrollo del capitalismo, tiende a convertirse en una nueva totalidad cuando el sistemasocial capitalista es remplazado por el socialista. Esta nueva totalidad es más concreta que la anterior en cuanto esmás completa e incluye a la primera, como que surgió del despliegue de sus propias contradicciones internas. Loslazos, que en la nueva estructura social que se está desarrollando, van ligando a los hombres, llegan a ser también deotra índole; las relaciones interhumanas adquieren con el advenimiento del socialismo otra naturaleza y, por lo tanto,determinan la nueva naturaleza de la totalidad social concreta que es la sociedad socialista. En esta nueva totalidad

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social, sus componentes no se ligan por las oposiciones y luchas entre ellos, como ocurre en la sociedad capitalista, enque se oponen los burgueses entre sí en la libre concurrencia; la burguesía con el proletariado en la pugna social; unosestados con otros; la metrópolis con la periferia en el plano internacional, etcétera.

Los lazos que van ligando a los hombres a medida que el socialismo se desarrolla y profundiza hasta llegar alcomunismo, surgen del concierto racional de las acciones humanas para lograr propósitos comunes. En estas nuevascondiciones el antagonismo entre los hombres puede ser superado y es posible concebir y realizar una existenciasocial no conflictiva.

La praxis revolucionaria, que es la actividad estructurada del hombre para transformar la sociedad capitalista ensociedad socialista, es ya un concierto de actividades para modificar racionalmente la realidad social. Implica porconsiguiente, ya el comienzo de la creación de esa nueva sociedad y se prolonga naturalmente en la sociedad socialista,en la praxis de la convivencia cotidiana, perdiendo progresivamente su carácter de praxis revolucionaria para Regar aser, simplemente, la experiencia vivida en la nueva sociedad.

Dicho en otros términos, la praxis revolucionaria que crea la nueva sociedad es una praxis política y es en ella dondela politicidad se revela en su carácter esencial, como actividad transformadora de la sociedad, como lucha por construirun nuevo tipo de convivencia a través de la destrucción del orden social capitalista. La nueva totalidad social, lasociedad socialista es, pues, un producto de la política, de la lucha política, de la praxis política. En otras palabras, lanueva totalidad, la totalidad concreta en que se está incorporando el hombre a medida que lucha por el socialismo, esuna totalidad política, porque es política la contradicción de cuya resolución emerge y porque son los lazos y relacionespolíticas los determinantes en el periodo de cambio de una sociedad por otra. Mientras que la nueva sociedad sereafirma y se desarrolla, la actividad política se irá prolongando y confundiendo con la actividad cotidiana, perdiendo,así, su politicidad.

Lo dicho nos lleva a insistir en la esencial politicidad del periodo histórico en que vivimos. Si aceptamos el asertomarxista de que vivimos en la etapa de tránsito del capitalismo al socialismo, tenemos que admitir que la instanciapolítica adquiere ahora su mayor relevancia y se convierte en instancia determinante del proceso social. Desde elmomento que vivimos una época revolucionaria y que es la revolución lo que le imprime carácter y sentido a nuestraépoca, desde ese momento el proceso social tiende a transcurrir por los canales de la política; es el carácter y laproyección política de los hechos humanos lo que va adquiriendo progresiva significación.

Mientras en el tránsito de la sociedad precapitalista a la burguesa, el orden político constata y consolida, afirma ylegitima una situación ya producida por el natural predominio de las relaciones burguesas en la sociedad relacionesgeneradas por la actividad privada de los hombres durante el cambio de esa sociedad burguesa por el socialismo, esla actividad política, la praxis revolucionaria, la que produce ese cambio, la que realmente opera como agente detransformación. La política llega a ser la instancia creadora de una totalidad nueva y adquiere, por lo tanto, una nuevasignificación. La nueva totalidad que emerge es, pues, una totalidad políticamente creada y constituida. La praxisrevolucionaria, desde el momento en que es praxis política es totalizadora y, a la inversa, en la medida que es praxistotalizadora es política. El desarrollo de la praxis revolucionaria va progresivamente politizando el mundo y confiriendoa la política, paulatinamente, la primacía absoluta en la totalidad social en la medida que crea la sociedad socialista.

A los teóricos orientados hacia el empirismo se les escapa esa esencial politicidad de la época, como tampoco ven latotalidad. Los teóricos ideologistas por su parte, tienden a exagerar la significación de lo político dentro del contextosocial contemporáneo, desde el momento en que sólo ven la totalidad, y se olvidan o separan de ella sus partesintegrantes. Porque la politización de la realidad social es un proceso que se va desplegando progresiva mente y deninguna manera es ya un hecho, por la sola circunstancia de ser advertida por el análisis teórico, como tendenciaesencial de nuestra era.

La práctica burguesa tiende también a politizarse, como consecuencia de la presencia de la praxis revolucionaria. Laburguesía adquiere conciencia de clase en cuanto repara en el peligro y en la amenaza que para su predominio comoclase tiene la praxis revolucionaria. Su conducta, entonces, también cambia y lo político pasa a ser lo fundamentaltambién para ella.

En la hora actual, han comenzado a ser determinantes las motivaciones políticas relativas a la persistencia y a ladefensa del capitalismo como sistema mundial. El imperialismo pasa a redefinirse en las nuevas condiciones como unimperialismo esencialmente político, dentro de cuya práctica la fuerza no ampara ya el interés directo de tal o cualcorporación inversionista, como en la época del big stick, sino el interés político general del sistema imperialista, el quepuede, en algún caso determinado, sacrificar el interés y el lucro de un monopolio determinado en aras de la seguridaddel mundo capitalista como totalidad.

El predominio de las consideraciones políticas, a escala nacional e internacional en la práctica burguesa con lo queésta adquiere carácter contrarrevolucionario, contribuye también a acentuar el carácter político de la praxis revolucionaria,a hacerla más consciente de si misma y a elevar, por lo tanto, el nivel de su acción política. Revolución y contrarrevoluciónse condicionan y reafirman recíprocamente y su pugna va siendo cada vez más determinante y decisiva en el mundoactual.

La totalidad concreta de hoy la sociedad contemporánea es esencialmente la pugna entre revolución y contrarevolución,y es este rasgo o contenido determinante el que imprime sentido y confiere realidad a cada uno de los episodios quela constituyen. El empirista no advierte este contenido esencial del todo y cuando analiza una situación social específicaprescinde, al aislarla de la totalidad, del carácter político que, como parte del todo, tiene esa situación específica,restándole así aquello que precisamente es más importante en ella.

El ideologista, al percibir sólo la totalidad, separada de las partes advierte solamente lo político que hay en ella yrestringe su realidad a su sola esencia política, formándose una imagen caricaturesca de esa realidad, simple y

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esquemática, en la que todos lo actores se comportan como entes «puramente» políticos, con desprecio, por consiguiente,de la forma particular de acceder a la. politicidad de cada uno de ellos como, también, del grado en que han logradocomprometerse en el proceso político general.

Cuando se analiza el comportamiento de las burguesías latinoamericanas con un criterio sociologista, se tiende adefinirlas teniendo en cuenta su interés en el desarrollo económico, olvidándose de que la incidencia que tiene en suconducta la percepción de la peligrosidad de su situación como clase dominante, la lleva progresivamente a darleprioridad en su comportamiento al aspecto político, con el propósito de sostener el sistema social que juzga amenazado,por sobre la expansión que como clase pudiera experimentar a través del desarrollo del sistema. Para definir el papel,actual de la burguesía hay que colocarse en el marco de .referencia proporcionado por la situación totalizadorauniversal, en la que la conciencia política es decisiva.

La desviación ideologista, a la inversa, tiende a definir _él papel de la burguesía exclusivamente en términos de suconciencia política frente a la situación general, despreciando la consideración de la forma específica en que cadasector burgués toma conciencia de su interés político y el grado en que éste llega a comprometerla. La burguesía noes así, en nuestros países, en un momento dado, ni una ,clase que pueda definirse exclusivamente por su papel,dentro del propio sistema, ni tampoco por el que desempeña dentro de la pugna política radical e internacional la quetiende a culminar la lucha de clases. La burguesia pertenece, desde este punto de vista, a dos sistemas: por unaparte, a su sistema, cuya lógica interna la lleva a comportarse teniendo en cuenta su interés por reproducirlo desarrollarlo;por otra parte ‘ en la medida que adquiere conciencia política, se va inscribiendo en el sistema configurado a partir dela vigencia de la pugna entre revolución y contrarrevolución, cuya lógíca interna, en este caso,lleva a sacrificar laexpansión del sistema y su propio desarrollo como burguesía, al propósito de sostener y defender su persistenciacomo clase dominante que se juzga amenazada.

Toda la literatura «desarrollista» en América Latina, trabajada con una orientación sociológica empirista, subestima uolvida la inserción de la burguesía nacional en el contexto de la pugna cada vez más radical e internacional entrerevolución y contrarrevolución. Toda la literatura «ultra» de izquierda, influida por el dogmatismo, olvida o subestimala incorporación de la burguesía en la práctica de la reproducción de su propio sistema social, que la induce acomportarse en función de su interés económico inmediato, el que puede estar en contradicción con su interés político.Es claro, sin embargo, que lo que tiende a desarrollarse y a predominar es el interés político de la burguesía por sobresu interés económico, desde el momento que hemos definido nuestra época como una totalidad en proceso depolitización cuyo contenido es la transformación del capitalismo en socialismo. Lo que quiere decir que tiende apredominar la definición de la burguesía en relación a la situación general determinada por el antagonismo revolucióncontrarrevolución, por sobre su definición de acuerdo con los papeles internos que desempeña en su sistema.

La politicidad del mundo contemporáneo, como categoría que define la actual situación general, resulta de la constataciónde los nuevos hechos producidos en las últimas décadas, que denuncian un cambio en la calidad general del contextosocial, determinada por la prevalencia de la praxis revolucionaria en el acontecer social. Dicho fenómeno ya semanifestó después de la Revolución rusa y se desarrolló cuantitativamente aún más con el advenimiento de la guerrafría, llegando, entonces, a producirse un cambio cualitativo en la conducta del imperialismo, dentro de cuyas motivacionesentraron a privar aquellas que se refieren a la defensa político militar del llamado «mundo libre».

Asumido el punto de vista general resultante de esta nueva caracterización de la situación contemporánea, la influenciaque este rasgo de la totalidad tiene en cada contexto circunstancial sólo puede determinarse por «el análisis concretode la situación concreta» correspondiente. Ello exige, entonces, tomar en cuenta en cada contexto específico laspeculiaridades suyas que le confieren al proceso de politización en ese caso una inflexión especial. Los dogmáticosolvidan el momento teórico inexcusable de desenvolver la teoría general en el contexto específico, a diferencia de lossociologistas que parten del estudio de este contexto, independientemente de la teoría general.

Cuando se estudia así, por ejemplo, el comportamiento de la clase obrera en los países desarrollados, mientras elsociologista registra aquello que denuncia una pérdida de empuje revolucionario y una creciente adecuación de losobjetivos de la lucha social a los valores internos del sistema capitalista, como resultado de su investigación empírica,el dogmático, a la inversa, partiendo de la definición general de la situación, infiere que esa clase obrera estádesempeñando el papel de agente revolucionario. Pero, ni esa clase obrera es sólo lo que de ella se refleja en la,,naturaleza de sus objetivos empíricos de lucha, ni tampoco lo que deriva de su papel abstracto en la definicióngeneral de la situación. En efecto, esa clase obrera, aparentemente conformista, está influida, en parte al menos,también por los movimientos políticos de orientación marxista, que con mayor o menor fidelidad reflejan en suconducta ,la toma de conciencia del carácter fundamental de nuestra época.

Por otra parte, sectores minoritarios de los obreros se encuentran efectivamente radicalizados y su capacidad virtualde liderazgo en una coyuntura conflictiva es considerable. Sectores no obreros estudiantiles, intelectuales de guardiapor su parte, han captado también la naturaleza revolucionaria de la época y constituyen al mismo tiempo reserva depotencial revolucionario.

Podemos concluir, entonces, que, para predecir el comportamiento político de la clase obrera en los países adelantados,no basta con reparar sólo en el proceso objetivo de conservatización que se observa en ella a medida que aumenta sunivel de vida, sino que es menester también tener presente un conjunto de otras variables que de un modo u otroreflejan la naturaleza revolucionaria de nuestra época, y que si bien en periodos normales pueden representarcontradicciones secundarias frente a la contradicción economicista entre obreros y burguesía, en periodos conflictivospueden pasar a ser principales.

En el razonamiento que estamos haciendo juega un papel importante la posibilidad de la emergencia de una situacióncoyuntural conflictiva. La admisión de la eventualidad de este conflicto en’ un contexto determinado, es de la esenciade la teoría marxista de la situación general, de manera que la introducción de esta variable en la definición de loscontextos específicos, como una posibilidad, en cada caso, y como una necesidad, dentro de la situación global, es

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indispensable para dar cuenta correcta de la situación que se analiza. Olvidarlo, implicaría aceptar que la sociedadcontemporánea tiende a la estabilidad absoluta y que está en condiciones de resolver dentro de sus marcos todos losconflictos existentes. Es fácilmente comprensible que un marxista no pueda aceptar tal planteamiento.

Las investigaciones acerca de la conservatízación de la clase obrera en los países industrializados en las condiciones deuna coyuntura de normalidad política y económica, concluyen, a menudo, proponiendo la caducidad de las hipótesismarxistas acerca de la necesidad de la revolución. Dichas investigaciones y sus conclusiones deben ser reevaluadasdentro de un marco de referencia general, que tenga en cuenta tanto la conflictividad propia del sistema consideradoglobalmente, como el carácter crecientemente político de la totalidad social que se va configurando con el desarrolloen escala universal de la praxis revolucionaria. En otras palabras, las situaciones sociales en que prevalece la estabilidaddeben ser consideradas como situaciones especiales dentro de un contexto general que las determina y que sepresenta definido como una totalidad caracterizada por la prevalencia creciente de lo político, forma superior en quese manifiesta el contenido conflictivo del sistema social capitalista.

Si profundizamos esta línea de pensamiento llegamos a la conclusión de que la realidad social contemporánea essusceptible de integrarse en diferentes totalidades, según las prácticas que articulan sus distintos elementos. Larealidad social contemporánea es una determinada totalidad para la práctica de la reproducción de la sociedad burguesay para la conceptualización que emerge de ella, racionalizándola. En el marco de referencia de esta totalidad, que estámarcada por el signo de la estabilidad Y de la armonía funcional, de la desideologización del mundo, del predominio dela técnica y del consumo, en este contexto total, la conservatización de la clase obrera europea y hasta la despolitizaciónde los obreros soviéticos, de que da cuenta la observación empírica, son indicadores que confirman la hipótesisgeneral en que se sustenta esa práctica burguesa de hoy. En el marco de referencia de la totalidad que . se crea, apartir del desarrollo de la praxis revolucionaria, que es esencialmente política y que integra la teoría marxista con elmovimiento social, esos mismos fenómenos adquieren un sentido muy distinto y pasan a ser situaciones relativas,especiales, dentro de esa praxis, que denuncian la nueva forma que va asumiendo la sociedad capitalista avanzada,los nuevos caracteres que van apareciendo en ella y que van exigiendo, de rechazo, nuevas formas y modalidades ala praxis revolucionaria y nuevas teorizaciones que den cuenta de esos cambios.

Hay, pues, dos totalidades, dos estructuras, dos tramas de relaciones alrededor de las cuales se articulan losacontecimientos contemporáneos, cada una de las cuales tiene su propia lógica interna y su propia expresión teórica.La totalidad que emerge de la Práctica de la reproducción de la sociedad burguesa es aquella que liga sus elementostal como éstos se presentan en la vida cotidiana e la sociedad capitalista, en la que el individuo, su deseo, susaspiraciones y su órbita de acción son tomados cual se manifiestan en la práctica corriente. Es la totalidad construidaalrededor de lo privado, que es la esencia de la sociedad civil burguesa.

La totalidad en desarrollo que emerge de la praxis revolucionaria, liga sus elementos tal como éstos se articulan enfunción del discurso de esa misma praxis. Vale decir, va articulando no las relaciones privadas de los individuos, sinosu influencia en el plano de lo político; por una parte, desenvolviendo el proceso revolucionario y, por otra, respondiendoa la contrarrevolución en sus múltiples manifestaciones. A medida que la praxis se desarrolla, se va construyendo elsocialismo a través del esfuerzo por hacerlo triunfar, construyéndose en la conciencia de los hombres y en los hechospor medio del partido, que no es sino la estructuración de la actividad lúcida de los revolucionarios en la tarea de ladestrucción de la sociedad capitalista y de la construcción paralela del socialismo. Así como la totalidad de la prácticaburguesa es la totalidad de la sociedad privada civil, así también la praxis totalizadora de la revolución es la totalidadde la sociedad política, pero una sociedad no ya enajenada de la vida real, la concebida por la burguesía en el Estadode derecho, democrático y liberal, sino una sociedad política que se va construyendo en la práctica a través de la lucharevolucionaria y no separada de la sociedad civil, como la concebía la burguesía, sino surgida en su seno como suantítesis que la destruye, y genera en su lugar una nueva forma de convivencia social inclusiva y totalizadora.Dialécticamente, desde el momento que lo político se va afirmando como la esencia del proceso revolucionario, se vancreando al mismo tiempo las condiciones para la disolución de lo político en la sociedad comunista, en la que elciudadano, concebido abstractamente por los racionalistas burgueses, no será ya un concepto en un Estado ideal, sinoun hombre de carne y hueso en una sociedad real para el que ya no existirán separadas las esferas de lo público y loprivado. Lo público será cosa suya, y lo que es suyo será del público. Con ello la política se realiza plenamente y sediluye en lo social; su misión es hacer la nueva sociedad y, luego, confundirse en su obra, desapareciendo en ella.Es interesante destacar que mientras en el Occidente capitalista se tiende a caracterizar la época contemporáneacomo la del «fin de las ideologías” para los marxistas lo que ocurre es precisamente lo contrario. Nunca como ahora sehace más relevante el papel de la política en el mundo y, por ende, de la teoría, en la medida que ella integra y calificala praxis revolucionaria.

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ESPONTANEÍSMO Y VOLUNTARISMOEN LA PRAXIS REVOLUCIONARIA

EL Sociologismo desconoce el carácter totalizador y determinante de la praxis política revolucionaria. Es incapaz depercibir en esta praxis lo que trasciende del papel que desempeña en el proceso de reproducción de la sociedadburguesa. La burguesía acude al sistema político en demanda de orden y garantías para poder gestionar la sociedadpor la mediación di la actividad egoísta de sus componentes individuales. Dentro de esa perspectiva, las demandas delos otros sectores sociales, cualquiera que sea su naturaleza, son reducidas conceptualmente a demandas por resolverlos problemas sociales que crean conflictos y descontento, de manera que el objetivo de estas demandas es, en últimotérmino, también, asegurar el orden, en la medida que el sistema político que las recibe y procesa, las traduce endecisiones que eliminan o atenúan el descontento y la tensión, afectando a las causas que los producen. En otraspalabras, la exigencia de la revolución es concebida como demanda dentro del orden dado y como síntoma, enconsecuencia, de inestabilidad y de peligro para la paz social que el sistema político tiene que cautelar.

El modelo ya clásico de Easton Almond para describir la naturaleza del proceso político es inadaptable para expresarla demanda de la revolución, de la praxis revolucionaria, como esfuerzo por destruir un sistema social y construir otro.La praxis política revolucionaria, como esfuerzo por remodelar la sociedad, es incognoscible a la luz de ese esquemaconceptual con que se ha explicado la práctica politica dentro de los límites de la sociedad burguesa.

El sociologismo ve en la praxis revolucionaria solamente masas agitándose por resolver los problemas de la existenciacotidiana, percibe sólo luchas mezquinamente reívindicativas, advierte nada más que demandas por mayor bienestar,no se percata de’ que a través y por debajo de esas masas, esas luchas y esas demandas, se configura y estructurauna práctica política distinta que cuestiona el sistema, que germinalmente está ya construyendo otra sociedad, entanto concientiza y organiza a los comprometidos en la lucha social y los dispone para la obra revolucionaria.

El sociologismo concibe el contenido de la lucha social, pero no la nueva estructura que va creando, no ve la forma queva adoptando ni el movimiento en que se va insertando y que su propio desarrollo va a originar.

El ideologismo, a la inversa, percibe la estructura, la forma, el movimiento que anima a la lucha social, capta susentido, pero lo hace sin referencia a sus elementos constitutivos, al contenido real y concreto de la lucha social; lapercibe en su dirección, pero no en su realidad. En otras palabras, trabaja con el concepto de la lucha revolucionaria,pero no con los hechos que la componen, no advierte que la exigencia de la revolución se traduce y manifiesta endemandas dentro del sistema; no repara que la aspiración al cambio total se configura por la articulación y desarrollode las demandas de cambios parciales; no se percata de que el cuestionamiento del sistema surge del descontento yde la lucha contra las manifestaciones particulares del mismo; no comprende que nadie se enfrenta con el sistemacomo tal, que es una mera estructura formal, sino con las cristalizaciones factuales de ese sistema, traducidas enprivaciones y en represiones concretas.

En síntesis, mientras el sociologismo empirista percibe el contenido factual de la praxis revolucionaria y niega suforma, el ideologismo dogmático ignora ese contenido y sólo percibe su forma.

Si llevamos hasta sus últimas consecuencias el punto de vista sociologista, el contenido de la práctica políticarevolucionaria resulta ser mera práctica y no praxis, consiste en meras y nudas acciones, cada una de las cuales esrespuesta inmediata a un estímulo dado que surge del contorno social. La acción es así «pura», no «mediatizada»,esto es, «auténtica».

La práctica burguesa no requiere de una visión totalizadora del conjunto de la vida social, desde el momento en quesu sistema ya se ha establecido y consolidado. El ideologismo burgués propio de la época en que se combatía encontra del orden tradicional, se ha desvanecido. A la burguesía actual, no le interesa, ni necesita del ideal; no requierede otra fe que la creencia en la Potencialidad del egoísmo institucionalizado; se ha torna4o escéptica, antiteórica,realista, oportunista. Ni siquiera cree ya en la razón, sólo la admite en el marco estrecho de la racionalización en laempresa, en la búsqueda de la eficiencia productiva. Más allá de esta razón empresarial y económica, la nada, o, a lomás, el sentimiento; J)ero en otra esfera, irracional por definición.

El irracionalismo y el escepticismo, la hostilidad a la teoría y la desconfianza en el poder del pensamiento, propios dela práctica burguesa en el periodo del capitalismo consolidado y ya en la pendiente de su decadencia, influyen en lateoría y práctica del movimiento revolucionario, contribuyendo a deformarlo y a desnaturalizarlo.

Los movimientos radicales pequeño burgueses de izquierda en nuestros días, especialmente los de raigambre juvenil,acusan fácilmente el impacto de esta faceta de la ideología antiideológica de la burguesía decadente. Paradójicamente,quienes creen estar más lejos de la burguesía y se proclaman sus más radicales adversarios, comparten con ella elculto a los hechos desnudos, a la acción «pura», desprecian y combaten toda mediación teórica u orgánica queinstrumentalice la actividad revolucionaria y la articule a través de la praxis política colectiva.

El sociologismo, deformación derechista del pensamiento revolucionario, cuando se despliega hasta sus últimasconsecuencias deviene en su contrario, en una antiideología “izquierdista» que, basándose en el apego al dato,conduce al fetichismo de la acción. El culto a la teoría de los hechos se transforma en el culto a los hechos sin teoría.

De esta desviación teórica antiideologista surge una práctica política no teorizada, espontaneísta, que espera que delnudo enfrentamiento con el sistema, de su cuestionamiento físico, surja y se desarrolle el Germen de la nuevasociedad. El espontaneísmo antiideológíciy de esta tendencia se complementa con rasgos antiorganicistas, por cuantose señala que la estructuración orgánica de los comportamientos revolucionarios lleva a mediatizar el contenido de laacción revolucionaria en provecho de los «aparatos burocráticos», que se convierten en fines por sí mismos. De ahí

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deriva el antiautoritarismo característico de estos movimientos espontaneístas que, en su empeño por cautelar la«pureza» y la «autenticidad» de la lucha revolucionaria, no sólo minimizan el rango que corresponde a la elaboraciónteórica, sino también cuestionan la significación de la instancia orgánico política de la praxis revolucionaria.

Este carácter espontaneísta, antiteórico y antiorgánico de algunos movimientos izquierdistas juveniles, se explicacomo una reacción contra una teoría y una práctica dogmáticas y fosilizadas que no abren caminos ni señalan perspectivasy contra un organicismo burocratizado que sacrifica la finalidad revolucionaria al partido, derivando en un perniciosoy estéril sectarismo. Pero de ahí a rechazar de plano el valor relevante de la teorización y a considerar como indeseabletodo intento de estructurar orgánicamente en un partido disciplinado los comportamientos revolucionarios individuales,hay mucha distancia.

La práctica subversiva pura, puede lograr en determinados casos cuestionar en el hecho un sistema, afectar sensiblementesu estabilidad y hasta provocar una situación revolucionaria, pero no puede sustituir ese sistema por uno alternativo.Para ello, se requiere de un agente político revolucionario, de un partido, que sepa aprovechar esa situación revolucionariay el vacío de poder que ésta origina, para erigir, al menos, la armazón básica de la nueva sociedad. Los acontecimientosde mayo de 1968 en Francia son bastante aleccionadores al respecto. La acción por la acción, como máxima políticapara la praxis revolucionaria, es incompatible con la naturaleza de esta última.

El reconocimiento del papel orientador de la teoría y de la necesidad de organizarse para luchar, envuelve el hecho deadmitir como cierta una autoridad ideológica y orgánica, sin la cual es imposible pretender triunfar en la empresarevolucionaria. El antiautoritarismo, característico de los movimientos radicales juveniles contemporáneos, expresauna fe ingenua en la espontaneidad de las masas, que no se condice con la teoría leninista de la actividad revolucionaria.Como no queremos alejarnos del nivel en que estamos considerando estas cuestiones, no nos referiremos a las raícessociales de tal actitud, pero nos parece de todos modos evidente que detrás de esta postura antiteórica, antipartidista,espontaneísta y antiautoritaria, hay una racionalización de la práctica individualista pequeño burguesa en el mundo dehoy, que poco o nada tiene que ver con la auténtica praxis revolucionaria, surgida del esfuerzo colectivo de las masasen proceso de concientización y organización para la lucha.

Hemos concebido aquí el espontaneísmo ultraizquierdista como una variante ideológica emparentada con el sociologismoy que deriva, en último término, de la práctica pequeño burguesa. El culto a los hechos, propio de la ideologíaburguesa conformista, corresponde aquí al culto a la acción, propio de la pequeña burguesía inconformista, acción queal plantearse como espontánea e inestructurada resulta, a la postre, infecunda e incapaz de reniodelar la realidadsocial; no emerge de la crítica racional, sino de la emoción difusa; no es instrumental, sino expresiva; traduce unainsatisfacción; refleja un estado de ánimo, pero es incapaz de convertirse en fuerza real consistente, sin la mediaciónde la reflexión teórica sobre sí, reflexión que eleva esa acción espontánea y sintomática a la categoría de medioinstrumental operativo, capaz de producir determinados fines, de acuerdo con la naturaleza del objeto sobre que seactúa.

La acción pura y auténtica puede abrir el camino hacia la praxis, pero a condición de que deje de ser “pura» y“auténtica» y se mediatice merced a la reflexión teórica y se estructure en un agente político que organice loscomportamientos humanos.

El espontaneísmo radical precisamente se rebela en contra de esa mediación teórica y orgánica. Intenta quemaretapas y llegar al fin último en un solo acto, que se justifica por sí mismo en su espontaneidad y en su autenticidad.Como tal, el activismo espontáneo puede tener un valor, pero éste será de orden estético y no político. Se confundela política con el arte, y se quiere hacer de una actividad que es esencialmente instrumental y teorética otra que esexpresiva y estetizante, actividad que tiene, repetimos, su valor en sí, pero no como praxis política revolucionaria, sinocomo práctica artística. Ello, sin perjuicio del aporte que esta última puede prestar a la primera, pero identificada yconsciente de lo que es: una expresión estética del espíritu.

Mirada desde este punto de vista, la práctica espontaneísta tiene el valor político de una protesta. Como tal, se insertaen la praxis revolucionaria y puede y debe enriquecerla, pero a condición que se defina como tal protesta expresiva yno se confunda a sí misma con la praxis revolucionaria.(34)

Hemos señalado que el ideologismo dogmático percibe la forma específica que asume la praxis revolucionaria, pero norepara en los hechos que la van configurando en su real complejidad. De manera que, en último término, capta sóloel concepto que refleja esa forma y tiende a confundirlo con la realidad concreta a la que ese concepto se refiere y quesólo expresa parcialmente.

Esta identificación espuria entre concepto y realidad, que es lo que define al ideologismo dogmático, al despojar lapercepción de contenido factual y al convertirla en una imagen esquemática, simplista y caricaturesca de la realidad,engendra fácilmente una tendencia a confundir también la práctica revolucionaria con la mera teorización. La imposibilidadde poder actuar con eficacia frente a una realidad que se desconoce o se percibe parcial y distorsionadamente,conduce a sublimar esa impotencia práctica en un escolasticismo estéril.

Pero cuando, pese a esa dificultad para operar sobre la realidad tal cual es, el dogmático actúa sobre ella según suapreciación deformada de la misma, devíene, entonces, en voluntarista, es decir, en alguien que cree que basta supropósito de que los hechos se acomoden a la imagen que se tiene de ellos, para que así ocurra.

Si por alguna circunstancia coyuntural el dogmático logra controlar una situación social la que, por definición, no halogrado captar en su integridad, el rechazo de los hechos a sus propósitos lo conduce a tener que limitarse a triunfarformalmente sobre ellos, aunque su contenido se le escape. El voluntarismo arbitrario deriva en formalismo: unasociedad se define y concibe como se quiere que sea, aunque la realidad diga claramente otra cosa. La voluntad sólopuede en este caso imponer una forma, pero no el contenido. El afán de hacer prevalecer una determinada forma encontradicción con el contenido, favorece el desarrollo del autoritarismo externo, del centralismo y del burocratismo, en

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tanto se convierten en medios para poder, compulsivamente, imponer una forma social determinada a un contenidoque no se expresa en esa forma y que está en contradicción con ella. La experiencia concreta de las revolucionessocialistas ofrece múltiples ejemplos de situaciones en que el voluntarismo dogmático ha impuesto o tratado deimponer contra viento y marea un determinado propósito u objetivo que deriva de una definición espuria de larealidad. En estas circunstancias, solamente se consigue una victoria formal sobre la realidad, la que luego se vengaa través de graves deformaciones del proceso de construcción socialista, manifestadas en la liquidación de la democraciarevolucionaria y en el desarrollo hipertrofiado de una burocracia autocrática separada de las masas. Todo ello comprometeel decurso progresivo del proceso revolucionario y pone en peligro el carácter socialista de la sociedad que se construyede manera tan dañada.

El formalismo viene a ser así la antítesis del espontaneísmo. El primero desprecia el hecho o el acto en sí, en surealidad directa. A ésta la percibe identificada con su concepto abstracto y le basta, en consecuencia, que la realidadformalmente se defina o aparezca como su voluntad lo quiere, para que crea que a esa forma y a esa apariencia lecorresponda un contenido que en verdad está ausente. Una sociedad es socialista no por el contenido de sus relacionessociales de tipo socialista, sino por la forma jurídica que reglamenta esas relaciones. Una sociedad ya no tiene clases,no porque éstas ya no existan, sino porque se ha «declarado» que no existen y formalmente no se reconoce suexistencia. La Constitución soviética stalinista de 1936 es un monumento al formalismo. Se construye en ese documentotoda una imagen de una sociedad que no tiene nada que ver con lo que realmente era la sociedad soviética en esaépoca. La Constitución «más democrática del mundo» regía formalmente en la URSS en la época en que el poderabsoluto estaba radicado autocráticamente en una persona que lo ejercía arbitrariamente, sin control ni participaciónpopular alguna.

La discordancia entre forma y contenido, entre los propósitos queridos y las condiciones objetivas para hacerlosviables, características del voluntarismo formalista, conducen, en la práctica de la construcción del socialismo a ladeformación autocrática de su estructura política, ya que la fuerza desde arriba es el único medio para poder obligarcompulsivamente a la realidad, en este caso a las masas concretas, a asumir un papel que conscientemente no estánen condiciones de desempeñar. La democracia obrera, la democracia de los trabajadores, que no es otra cosa ladictadura del proletariado, deriva así en la dictadura de los que disponen de la fuerza compulsiva. Y el papel delpartido, como vanguardia que dirige, orienta, empuja, promueve y conscientiza a las masas, se deforma, a su vez, yse convierte en instrumento para someterlas a los dictados arbitrarios de la cúspide. El voluntarismo formalista alfavorecer el distanciamiento entre el pueblo y sus gobernantes, adquiere de hecho un carácter conservador y opresivo.El dogmatismo, desviación de «izquierda», conduce, cuando se hace inspirador de una práctica política, a un tipo deactitud y comportamiento conservadores.

La acción consciente y eficaz supone diferencia entre forma y contenido ya que, a través de ella, se resuelve ladiscordancia entre ambos, adaptando el contenido a la nueva forma que le es impuesta. Pero para ello es menesterque esta nueva forma sea posible, dado el contenido. No cualquiera forma le puede ser impuesta a un contenido dado.El voluntarismo formalista olvida ese nexo y pretende imponer arbitrariamente una forma, aunque ella no sea posibledada la naturaleza del contenido. El espontaneísmo, al contrario, supone que el contenido puede por sí solo adoptaruna nueva forma que lo exprese sin necesidad de que la acción reflexiva se lo imponga.

Toda acción consciente y eficaz supone una subjetividad que opera sobre un objeto. El voluntarismo formalista acentúael momento subjetivo de la acción en la creencia de que la sola voluntad es capaz de crear el nuevo objeto, sinatenerse a la naturaleza del antiguo sobre el cual actúa. El espontaneísmo, por su parte, le niega trascendencia almomento subjetivo, el que es concebido como mera expresión del objeto, que se desarrolla autónomamente. Elvoluntarismo es subjetivista y el espontaneísmo, objetivista. La modificación real del objeto supone la actividad delsujeto encaminada a producirla, pero supone, a la vez, que esa actividad esté condicionada por la naturaleza delobjeto que le señala sus límites y determina sus posibilidades de eficacia.

Procede aquí hacer un paréntesis metodológico. Nos hemos movido en las consideraciones precedentes alrededor delespontaneísmo y del voluntarismo en el plano abstracto de la teoría’ general sobre ambas tendencias. No hemosaludido a ninguna situación coyuntural en que el espontaneísmo o el voluntarismo se hagan presentes. Este enfoqueabstracto, por consiguiente, no es suficiente para tomar posición frente a una situación concreta en la que se manifiestanlas tendencias analizadas. Ello solamente es posible si este enfoque abstracto se despliega hacia niveles más concretosque permitan darse cuenta de la forma específica y circunstancial en que aparecen tanto el espontaneísmo o elvoluntarismo en una práctica política dada.

Ahora bien, estas circunstancias específicas, que en lenguaje althusseriano «sobredeterminan» una situación, no selimitan a adecuar deductivamente la teoría más abstracta a una situación concreta, sino importan la configuración deuna realidad única, nueva y factual, a la que es preciso captar en su singular especificidad y a la que hay queresponder prácticamente. No nos enfrentamos jamás al espontaneísmo o al voluntarismo en general, sino al uno o alotro inmersos en tal o cual contexto político dado, ocurrido en un momento y en un lugar determinados.

El trabajo teórico elabora en un instante de su decurso, conceptos o categorías generales que aprehenden la esenciade los fenómenos, pero sólo culmina, como dice Lenin, con «el análisis concreto de la situación concreta». Sólo cuandoel análisis llega a ese nivel concreto es y puede ser fecundo mover a la acción eficaz. Para llegar a ese nivel es previodisponer de las categorías o conceptos adecuados, que den cuenta de la esencia de la situación que se aborda, paraque sobre la base de su instrumentación teórica podamos visualizar y penetrar en la realidad fáctica.

Si queremos, por ejemplo, analizar los acontecimientos de Francia ocurridos en mayo de 1968, deberemos usar comoinstrumento de análisis para comprenderlos, las categorías del espontaneísmo y del voluntarismo, pues los referidosacontecimientos aparecen teñidos con una buena dosis de ambas tendencias de la práctica política. Pero esas categoríasabstractas no van a reflejar la modalidad específica que asumieron el espontaneísmo y el voluntarismo en dichosacontecimientos. Si pretendiéramos limitar nuestra reflexión teórica a inscribir ciertas formas de comportamientopolítico en los casilleros categoriales correspondientes y les asignáramos mecánicamente a esos comportamientos los

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atributos que definen abstractamente a ambas categorías, habríamos simplificado la realidad y en vez de conocerla enlo que ella tiene de específica y singular, la habríamos reducido a su caricatura abstracta.

La verdadera práctica teórica, creadora, capaz de dar cuenta de la genuina realidad, no se limita a redescubrir losconceptos en ella, a la manera de la reminiscencia platónica, ni tampoco a reducirla o identificarla con aquellos, sinoque se dirige a la elaboración de conceptos cada vez más específicos que van desentrañando la esencia de lassituaciones accidentales que constituyen la singularidad del fenómeno, a través de una serie de aproximacionesteóricas sucesivas.

Durante los acontecimientos del mayo francés hubo espontaneísmo en el movimiento juvenil que los precipitó eimpulsó. Y hubo voluntarismo en la conducta del Partido Comunista francés que los condujo conscientemente adesembocar en un alza de salarios y en una consulta electoral, contrariando su inspiración radical y revolucionaria.Pero hubo también voluntarismo en los jóvenes ultraizquierdistas que querían de golpe conquistarlo todo a partir dela revuelta como hubo espontaneísmo en el Partido Comunista cuando se dejaba guiar en su acción por la inmediatay directa aspiración economicista que en mayor o menor medida latía en el seno de la clase obrera francesa. Losestudiantes rebeldes eran espontaneístas cuando sin mediación de ninguna especie, ni teórica ni orgánica, dabanrienda suelta a su auténtico repudio al orden social que los ahogaba, enfrentando físicamente el aparato represivo delEstado y planteando sus reivindicaciones antiautoritarias y anarquizantes. Y esos mismos estudiantes eran voluntaristascuando pretendían que el socialismo integral era allí posible in toto y de repente, y querían de la noche a la mañanaconvertir a Francia, todavía conservadora y burguesa, en una nueva comuna libertaria y humanista. Los comunistaseran voluntaristas cuando quisieron y lograron imponer una solución economicista y electoral a la crisis, desafiando ynegando los objetivos revolucionarios del movimiento, guiados en ello por su esquemática y abstracta definición de lasituación francesa en el marco general de la teoría de la coexistencia y del tránsito pacífico, sin apreciar en formarealista la peculiaridad revolucionaria de la coyuntura que se vivía. Y esos mismos comunistas eran espontaneístascuando reflejaban en su comportamiento el interés economicista corporativo de los sindicatos obreros, de manerapasiva, negándose a prolongarlo e insertarlo en el movimiento revolucionario latente en esos días, que trascendía conmucho la mera perspectiva de las reivindicaciones dentro del sistema.

La praxis revolucionaria integra un momento espontaneísta que la inscribe en el quehacer concreto de la vida cotidianay un momento voluntarista que niega ese quehacer y lo trasciende en una acción posible destinada a modificarlo. Latarea de integrar dialécticamente ambos momentos en la praxis revolucionaria, de precisar esa conexión entre lo realy lo posible, entre el dato y la idea, esa tarea, repetimos, es función de la instancia orgánica que es el partidorevolucionario. Éste representa la posibilidad de «ser realistas y pedir lo imposible», mediante una articulación deconductas humanas que recojan de la experiencia cotidianaa lo que niegue y trascienda su inmediatez y las proyectehacia la reconstrucción de la realidad, o sea, hacia la realización del nivel que se ha tornado posible. En la consignapolítica de los comunistas chinos, «de las masas, a las masas», se contiene sintetizada la índole de la praxis revolucionaria,que afirmándose en lo que las masas sienten, necesitan y piensan, se niegan en un segundo momento esos sentimientos,necesidades y pensamientos, cuando se los dirige y orienta hacia objetivos que se inscriben en la obra revolucionariay que van más allá de las originarias motivaciones que los impulsan.

No es nuestro propósito ahora hacer un análisis exhaustivo de los sucesos del mayo francés, pero nos parece evidenteque la frustración de las posibilidades revolucionarias que entonces se dieron, se debió a que en Francia no existía, enese momento, un partido capaz de articular los elementos de rebeldía espontánea y de organización consciente, enuna verdadera praxis revolucionaria. La rebeldía espontánea no pudo superar su inorganicidad; la organización cons-ciente no supo, a su vez, superar su espontaneidad. El partido que allí faltó debió haber logrado lo uno y lo otro.

Como dice André Gorz, «la ausencia del partido revolucionario se traduce así en una multiplicidad de reivindicacionesy de luchas tendientes a objetivos parciales, inmanentes al sistema, sin ningún nexo orgánico ni unidad de objetivos.Las fuerzas potencialmente anticapitalistas se empefian en batallas paralelas y sucesivas. que, en virtud de unaconcepción falsa de lo que es ‘concreto’, permanecen totalmente abstractas. Les falta la capacidad teórica de ver, através de las razones inmediatamente aparentes del descontento, las razones determinantes es decir, en últimainstancia las relaciones capitalistas de producción y oponer a la ideología neocapitalista (a su tipo de racionalidad y asu sistema de valores), una concepción superior de la racionalidad, de la civilización, de la cultura, concepción a cuyaluz las reivindicaciones sectoriales son, al mismo tiempo, iluminadas críticamente en su relatividad, integradas yelevadas a un nivel superior».(35)

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La inmadurez teóricadel extremismo de «izquierda»

A la desviaciones de “izquierda», dogmático ideologistas, se las moteja corrientemente de posiciones inmaduras einflantiles.

Esta calificación refleja objetivamente el carácter de verdadera «fijación» del decurso del pensamiento humano enuna de las etapas primarias de su desarrollo, que reviste el dogmatismo y su proyección en el voluntarismo.

En efecto, el desarrollo del pensamiento humano, filogenéticamente considerado, envuelve un proceso de progresivadesalienación de sus primitivas concepciones mágico - religiosas, que trastrocaban la verdadera naturaleza de lascosas y hacían aparecer al creador (el hombre) como la creaturaa y a la creatura (Dios) como el creador. El pensamientoracional, en su etapa filosófica, logra desmistificar la realidad y adecuar la imagen conceptual del mundo a su objetividad.Pero esta adecuación no le quita a esta imagen conceptual su carácter de reflejo abstracto de la realidad, impotentepara reflejarla con exactitud.

Henri Lefevbre señala con precisión « ... en su relación conlo no filosófico (lo concreto) la conciencia filosófica seescinde y no puede evitar esta escisión. Ella da lugar, por una parte, al voluntarismo y, por la otra, al positivismo (loque nosotros hemos llamado sociologismo). El caracter, doble de la conciencia filosófica se traduce en la existencia dedos tendencias contrarias. La una retiene el concepto y el principio de la filosofía; es una tendencia teorizante quequiere desprender de la filosofía la energíapractica; quiere realizar la filosofía. La otra tendencia crítica a la filosofía,pone en el primer lugar lo que pasa en el pueblo, sus necesidades, sus aspiraciones; quiere suprimir la filosofía. Estasdos tendencias o partidos dividen el movimiento y lo bloquean. En efecto, el error fundamental del primer partido(dogmático voluntarista) se puede formular así: cree poder realizar la filosofía sin suprimirla. En cuanto a la segundatendencia (empírico sociologista) cabría responderle: no podéis suprimir la filosofía sin realizarla». (36)

Hay así, en el dogmatismo, la insólita pretensión de querer que la idea, que el concepto, derive en realidad objetiva,de que los hechos «nos den la razón» y se acomoden a nuestras ideas. Y todo lo que en la realidad no se ajuste alesquema, no se ve, se niega arbitrariamente, se suprime porque sí. Tanto peor para la realidad.

Cuando el dogmatismo quiere realizar su verdad abstracta, olvida que la idea es en sí impotente y que su voluntarismose mellaría frente a los «porfiados hechos» (Lenin). Lo más que puede lograr el espíritu es interpretarla, es asignarlesubjetivamente la forma deseada, pero en manera alguna alterar su contenido. De ahí por qué la tendencia de losdogmáticos a describir la realidad en relación con la forma que subjetivamente se le ha impuesto, y su incapacidadpara transformarla esencialmente y de hacer que el producto de esa transformación se exprese auténticamente en laforma que le corresponde.

De ahí el formalismo esencial en el que necesariamente recae el voluntarismo impotente.

El destino del pensamiento conceptual no es el de realizarse en los hechos, como lo creen los dogmático voluntaristas.Pretender que la realidad se acomode al ideal, querer, como lo anota Lefebvre, «realizar la filosofía», envuelvemantener en el marxismo, sin superarlo, el momento idealista del hegelianismo, significa fijar el desarrollo delpensamiento en su etapa idealista premarxista, en la que la realidad es la Idea, y ésta se realiza al convertirse enrealidad.

El doginatismo, el ideologismo, el voluntarismo, el formalismo variantes todas de la misma actitud teórico-prácticaexpresan así, una desviación del pensamiento marxista, consistente en la fijación de su evolución en una etapapremarxista, desde el momento en que no da cuenta de la negación marxista del idealismo hegeliano y se mantieneen los límites de este último. Y en esta misma forma refleja inmadurez, infantilismo, ya que la maduración delpensamiento marxista surge precisamente de la negación del momento idealista del hegelianismo. El dogmático noalcanza a convertirse en marxista, propiamente tal. Permanece en una fase premarxista. Se comprende así por quéLenin caracterizó el extremismo, proyección práctica del dogmatismo, como la «enfermedad infantil del comunismo»,apuntando así a su carácter de marxismo larvario, en germinación, subdesarrollado.

Al decir de Lefebvre, el positivismo del que deriva el sociologismo aspira a suprimir la filosofía sin realizarla. Estatendencia pretende llegar directamente a la realidad, sin mediación teórica. Quiere hacer ciencia, reflejar fielmente larealidad, sin profundizarla, sin acceder a su esencia. Se queda, entonces, en el dato desnudo, en la mera aparienciaa.A la realidad tal como aparece, es menester criticarla, negarla en cuanto apariencia, para poder aprehenderlacognoscitivamente. Y ese momento crítico es el que el sociologismo elude. Cree poder prescindir de la filosofía, sinantes haber actualizado sus virtudes críticas. Cree poder conocer sin haber desarrollado previamente los instrumentosteóricos, vale decir, los conceptos necesarios para penetrar cognoscitivamente la realidad.

Mientras el dogmatismo representa una fijación del pensamiento en una etapa premarxista, idealista, el sociologismotraduce, por una parte, la frustración de la teoría y del pensamiento burgués para crear en la práctica la sociedad idealque concebía y, por la otra, su éxito en la empresa de someter la naturaleza a sus designios.

La sociedad racional y justa que se quería instaurar, resultó a la postre irracional e injusta. De esa frustración seconcluye el fracaso y la bancarrota de toda teoría. Paralela a esa frustración burguesa en su empeño de quererconquistar la libertad y la justicia ideal, la burguesía triunfó en su empeño por imponer la racionalidad en su micromundode la empresa, sobre la base de la técnica fundada en la ciencia empírica.

Se desarrolla así, por un lado, el escepticismo agnóstico en la burguesía en cuanto al valor de la teoría abstracta, y por

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el otro, su entrega al dato inmediato de la experiencia, su fetichismo de los hechos.

Así como el pensamiento burgués premarxista se prolonga en el dogmatismo, el pensamiento burgués de la fase delcapitalismo consolidado y decadente se prolonga en el sociologismo. El dogmatismo se aproxima al pensamientoinmaduro y juvenil, ambicioso e idealista de la impetuosa burguesía del siglo xviii. El sociologismo se aproxima alpensamiento escéptico, realista y decadente de la burguesía ya en su ocaso y en el comienzo de su descomposición.Ambas tendencias reflejan, sin embargo, momentos dialécticos en el desenvolvimiento del pensamiento a los queexageran y empujan más allá de sus límites. El marxismo integra ambos momentos desde el instante en que reconocesus límites y los niega y supera en el proceso de desarrollo del pensamiento hacia la aprehensión de lo universalconcreto. Un proceso dialéctico paralelo se desarrolla al nivel de la praxis política, en la que la revolución se vaforjando en la lucha contra el extremismo y el oportunismo, que en ese plano se identifican con el dogmatismo y elsociologismo.

La praxis revolucionaria, entonces, al desarrollar hasta sus últimas consecuencias el pensamiento racional, supone larealización cabal de la filosofía, para hablar en los términos de Marx, que recoge Lefebvre en el párrafo citado, desdeel momento en que, por intermedio de la praxis, el pensamiento no interpreta meramente el mundo, sino que seempeña en transformarlo. La posibilidad de esa transformación está determinada en el marxismo por la culminacióndel desarrollo del pensamiento conceptual y en la praxis revolucionaria por su negación. En esta praxis, a la vez, serealiza y se suprime la filosofía, articulándose en ella el momento teórico de la práctica y a la inversa, el momentopráctico de la teoría.

El carácter inmaduro e infantil del dogmatismo que hemos abordado hasta aquí, desde el punto de vista de laevolución filo ‘genética del pensamiento, es susceptible también de advertirse si enjuiciamos esas posiciones dogmáticoideologistas desde el ángulo ontogenético, vale decir, desde el ángulo del desenvolvimiento mental e ideológico delindividuo.

Al respecto, Joseph Gabel, en varios de sus ensayos, enfoca las posiciones dogmáticas con ese criterio, coincidiendocon lo que hemos sostenido en este trabajo. Gabel pone de relieve que el dogmático tiende a identificar los conceptoscon la realidad y a unas realidades con otras, violentando la naturaleza objetiva de las cosas; tiende a verlo todo enblanco y negro, despreciando las diferencias y los matices. La errónea percepción de la realidad a que ello conduce lolleva a sustentar una imagen «infantil» del mundo, simplificada y «egocéntrica», en el sentido de que lo único que sedestaca en la realidad es aquello que afecta o interesa directa e inmediatamente al sujeto, dejando en la penumbra yel olvido todo lo demás. (37)

Resulta así que el dogmatismo, como adelantábamos, no sólo representa filogenéticamente una posición inmadura einfantil, sino también ontogenéticamente. Habría en el dogmatismo una fijación del estilo de pensamiento en la etapainfantil del desarrollo mental. El autor que comentamos insiste, a su vez, en que este estilo de pensar, que tambiénllama «geométrico», envuelve un germen de estructura esquizofrénica de la conciencia desde el momento en quelleva a quien razona en esos términos a vivir un mundo artificial, el mundo de sus imágenes simplificadas y esquemáticas,mundo irreal que sobrepone a la genuina objetividad. Gabel ve en el stalinismo la forma más depurada y conspicua delpensamiento dogmático dentro del marxismo y subraya el carácter radicalmente antidialéctico que envuelve estamanera de pensar.

Vale la pena, aunque sea de manera episódica, aludir aquí a las reflexiones de Karl Mannheim sobre el pensamientoconservador, que representa la otra cara de la medalla analizada por Gabel. Mannheim ve el rasgo decisivo de lamentalidad conservadora en la tendencia a la valorización de lo concreto y de lo particular, en oposición al6tabstraccionismo» y al «universalismo» del progresismo racionalista burgués. Este autor liga, acertadamente anuestro juicio, ese «realismo» del pensamiento conservador a la práctica social y política de las clases dominantes. Ennuestra caracterización del sociologismo, advertimos esos mismos Rasgos «concretizadores» y «particularistas» queMannheim distingue en la mentalidad conservadora y que explican la desviación derechista que asume el marxismoinfluido por os puntos de vista sociologistas.

Destaca en ese ensayo cómo la dialéctica constituye una superación de las limitaciones inherentes tanto al racionalismoabstracto como al conservatismo concretizante. Ve en el pensamiento de Hegel un intento por superar íntegrativamenteel racionalismo y el conservatismo. Es interesante, a este respecto, precisar que para Mannheim, la dialéctica es una«forma de racionalidad muy difícil de conciliar con el positivismo de la ciencia natural» y, por lo tanto, agregamosnosotros, con el sociologismo, que no es sino la prolongación del positivismo cientificista en el plano de la ciencia social. (38)

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¿Es el marxismo una ciencia?

No podemos dejar de tocar en este ensayo, aunque no sea sino marginalmente, la discusión contemporánea alrededorde las relaciones entre el marxismo, la ciencia y la filosofía, tema que alcanza una aguda actualidad, especialmentedebido a la beligerante posición asumida al respecto por Althusser y sus seguidores.

A nuestro juicio, el pensamiento althusseriano constituye en muchos aspectos un aporte importante y creador aldesarrollo de la teoría revolucionaria. Nos parece de sobremanera valioso su logrado intento de profundizar en elmaterialismo histórico, precisando la conceptualización un tanto rudimentaria con que hasta ahora se han manejadolos marxistas en algunos de sus aspectos.

Sin embargo, aunque es peligroso todavía emitir juicios definitivos alrededor de una problemática teórica aún enelaboración, creemos que su interpretación del marxismo adolece de cierto énfasis «cientificista», emparentado conlas desviaciones empírico sociologistas del pensamiento revolucionario en sus raíces positivistas.

Paradojal y dialécticamente esta posición cientificista, desde el momento en que se desarrolla y condiciona unapráctica determinada, deriva en posturas dogmáticas e ideologistas que precisamente ese cientificismo quisiera superar.Los nexos que más de alguien ha creído ver en el plano teórico entre el pensamiento de Althusser y el stalinismoreflejan esa evolución.

Ocurre con el pensamiento de Althusser algo semejante a lo que ya hemos advertido en la actitud de los espontaneístas.Éstos parten de una práctica autodefinida como ultraizquierdista, pero comulgan con la percepción de la realidad queemerge de la práctica burguesa y que necesariamente los conduce a jugar un papel negativo en el decurso de la praxisrevolucionaria. En el caso de Althusser, se parte de una teorización autodefinida como de izquierda, opuesta a laspresuntas supervivencias idealistas en el marxismo, pero que, influida por una percepción de la realidad provenientede la práctica burguesa, como lo es la positivista, conduce en su decurso dinámico a posiciones dogmáticas y voluntaristasque juegan, a la postre, un papel negativo y conservador en el desenvolvimiento de la praxis revolucionaria.

Partamos para nuestras someras observaciones de la afirmación de Marx: «los filósofos hasta ahora han interpretadoel mundo, ahora corresponde transformarlo».

Conforme lo hemos explicado, esto significa que con la emergencia del marxismo, la filosofía, vale decir, la teoríafilosófica acerca de la realidad social, se consume y se revierte en la praxis revolucionaria, pasando a integrarla comosu ingrediente teórico determinante de la actividad concreta.

¿Qué pasa, entonces, con la ciencia, o más concretamente, con la ciencia social o la ciencia de la, historia, como lallama Althusser? En nuestra opinión lo que ocurre es que no ha habido antes ni habrá jamás ciencia social o ciencia dela historia, en el sentido de teoría cristalizada de la realidad social, objetiva, independiente y específica, a la manerade las ciencias naturales.

La objetividad y la especificidad características del conocimiento científico, o, por lo menos, esos rasgos tal como sedan en las ciencias naturales, son incompatibles con el objeto mismo de la presunta ciencia social. El conocimientosocial es por esencia subjetivo, o, si se quiere más precisamente, no alcanza ni puede alcanzar nunca el nivel deobjetividad que logra el conocimiento de los objetos de la naturaleza. El hombre puede negar decisivamente susubjetividad en el conocimiento natural. En el plano del conocimiento social eso es imposible, y cuando siguiendo elmodelo de las ciencias naturales, el positivismo y el sociologismo creen estar haciendo ciencia objetiva, estánracionalizando la visión del mundo que emerge de la práctica burguesa afincada en la experiencia de la reproducciónde la sociedad capitalista.

Ahora, cuando los marxistas alineados en la tendencia empírica creen, a su vez, estar haciendo ciencia social, le estánconfiriendo a su producto la teoría revolucionaria un carácter que no tiene, el de ciencia, que no es predicablerespecto a ese producto. Están recurriendo, para caracterizarlo, a una categoría, la de ciencia, que sólo es utilizable eneste caso por un analogía espuria o simplemente en forma metáforica. La ciencia es esencialmente objetiva, o, si sequiere, su momento objetivo es determinante. No ocurre lo mismo con la teoría revolucionaria; ésta está insumida enla praxis y la unidad de análisis en la praxis es un acto humano teórico práctico. Es una toma de conciencia y una tomade posición al mismo tiempo. De manera que aunque lo que eleva la práctica empírica a la condición de praxis es latoma de conciencia, ésta en este caso, se traduce y no puede dejar de traducirse en una toma de posición. o sea, quela actitud teórica frente al objeto deviene de inmediato en una actitud práctica y, por lo tanto, en el mismo momentoen que la teoría social, alcanza objetividad, se torna dialécticamente en subjetiva; en subjetiva de otra manera que lametafísica o la filosofía idealista, pero subjetiva, en todo caso, es el instrumento de la acción práctica ligada a unacondición, a una perspectiva y a un objetivo de clase. No hay nunca pues, ciencia social objetiva, que no sea en elmismo momento en que ésta deja de ser tal, al devenir en praxis e insumirse en ella. Desde ese instante lo «científico»de la teoría revolucionaria se insume en la universalidad de la subjetividad creadora de la actividad revolucionaria. Deallí que no se puede estrictamente pensar que el marxismo sea una ciencia que pueda desenvolverse como unadisciplina académica; no pueda alejarse de la práctica ni constituirse en una práctica teórica dotada del grado deautonomía, de independencia y de especificidad con que se lo concibe en la concepción althusseriana. Desde luego, loque Althusser llama práctica teórica no es científica, en el sentido de que supone una articulación entre el sujeto y elobjeto de índole diferente a la que existe en el caso de la práctica teórica del científico naturalista. Éste genera unconocimiento que puede insertarse en la práctica humana general y no necesariamente en una práctica de clase. Elmarxismo no es verdadero para los adversarios de la revolución. Y no puede serlo, porque sólo quienes toman laposición ligada esencialmente a la toma de conciencia de la situación social que es por esencia revolucionaria, puedenplenamente llegar a esa toma de conciencia. Si la toma de posición no complementa la toma de conciencia es porque

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no existe tal toma de conciencia, o es porque estamos en presencia de un fenómeno de desorganización de lapersonalidad y entramos ya al campo de la psicología patológica. También, como ya lo advertimos en otro lugar eneste trabajo, entramos al plano ético de la traición.

El conocimiento científico supone también cierta especificidad. El actor en la praxis revolucionaria se aproxima a larealidad de modo que trasciende lo específico. Se compromete en ella como hombre, no sólo como ser congnoscente;no es un receptor pasivo que registra el objeto; es creador al mismo tiempo que receptor, es constructor al mismotiempo que analista.

En la praxis revolucionaria no sólo hay instrumentalismo, hay también expresividad, aunque ésta esté determinadapor el carácter esencialmente instrumental del proceso revolucionario. Pero desde el momento en que allí se forja unanueva realidad y un nuevo hombre, la empresa revolucionaria adquiere caracteres éticos y expresivos, de los quecarece totalmente el conocimiento científico, como tipo de acceso a la realidad.

El acentuar el carácter estrictamente objetivo y específico, del marxismo, el calificarlo fundamentalmente como ciencia,envuelve empobrecer su rico contenido como praxis revolucionaria, que está definida como la prefiguración no sólo delobjeto que crea, sino por el sujeto mismo que a través de esa creación va emergiendo y que es otro hombre, por lomismo que forja y es forjado por otra sociedad. Subrayar lo específico y lo objetivo en el marxismo, lleva ,a emparentarlocon la conceptualización sociologista de la teoría burguesa contemporánea que define el proceso histórico actual comotránsito entre el tradicionalismo y la “modernidad”, entre cuyas características se anotan la espe‘cificidad y la objetividad,como ingredientes de la racionalidad, que no es humana, sino burguesa. La praxis revolucionaria contiene, perosupera, los rasgos que Parsons supone característicos del comportamiento «moderno»; es objetiva, pero también essubjetiva; es específica, pero también es difusa; es universalista, pero también es particularista; está orientada allogro, pero también es adscriptiva.

Subyace en el cientificismo de las versiones marxistas que comentamos, una concepción ya obsoleta de la realidad.Hay en el marxismo, como bien lo anota Karl Kosic, una concepción distinta de la realidad. Ésta no es solamente loobjetivo; no es sólo el dato. La realidad para la praxis revolucionaria es el mundo que se está creando, es la articulaciónde las acciones humanas comprometidas en un proceso que desde el momento en que se desarrolla, niega la realidad,empírica y la vivifica y transforma al integrarle con el ideal, implícito en la praxis revolucionaria. Hay un cambio desentido en lo existente a través de la praxis revolucionaria, qu e supone otro tipo de relación entre sujeto y objeto, ala luz de la cual resulta peregrino querer encasillar al marxismo en una categoría como la de «ciencia», proveniente dela práctica productora y reproductora de la sociedad burguesa. Cuando la revolución recurre a la teoría para ser tal, nolo hace a la manera que el ingeniero recurre al texto científico que le informa acerca de la legalidad natural paradominarla. Aquí la «ciencia» ha sido producida en la revolución y por la revolución. No es ajena, impersonal y distante,sino que ha nacido con ella, proviene de ella y tiende a ella. No es por lo tanto ciencia, sino conciencia; no esconocimiento específico, sino acceso multiforme a la realidad, no es utilización de leyes para dominar la realidad, sinocreación de esas leyes por la praxis misma; no es reflejo de la realidad externa, sino creación de una realidad nuevaque emerge del interior de la humanidad alienada; no es determinación del hombre por la realidad, sino determinaciónde la realidad por el hombre.

Paradojal y dialécticamente, como decíamos, en el marxismo, el, «cientificismo» deviene en una posición idealista ydogmática, a la que precisamente aquél trata de combatir. Porque al acentuar la autonomía e independencia de laciencia, acentúa la autonomía e independencia del marxismo como tal ciencia, lo erige en una instancia distinta ysuperior con cuyo rasero hay que juzgar los acontecimientos. Y de ahí a convertirlo en dogma y luego en mito, sobretodo cuando se está en el poder, hay muy poco trecho. Y en la práctica resulta, entonces, que el intento de «objetivizar»el marxismo, para hacerlo riguroso y «científico», s1 trueca en su contrario, se convierte en mero instrumentoracionalizador y justificador de experiencias. Se le subjetiviza, pero de mala manera, colocándolo al servicio deexperiencias particulares que se desea absolutizar. El stalinismo, no es otra cosa que esto en el terreno de la prácticateórica. Y en nombre de la ciencia, que está por encima de todo, se mediatiza el saber esencial a la práctica empírica;se subordina torcidamente la teoría hacia la práctica menguada; se construye idealmente una realidad que no corres-ponde a los hechos ni se edifica sobre ellos, sino sobre los deseos emanados de un voluntarismo más o menosarbitrario. Esa es la trágica lección de los hechos.

La teoría revolucionaria se va desarrollando al compás de la praxis misma. El querer convertirla en «ciencia» contribuyea alienarla, favorece la tendencia a independizarla de la práctica y a constituirla en instancia suprema, determinantedel destino humano. Se hace del marxismo un «dato” matando su esencia dialéctica de movimiento del espíritu haciael objeto, que se recrea permanentemente en la praxis revolucionaria.

Se vuelve así insensiblemente a la utopía positivista de raigambre idealista platónica: querer hacer de la Idea o de laCiencia, de lo universal abstracto, la instancia decisiva de la historia; querer hacer del conocimiento la actividadesencial y privilegiada del hombre. Y es evidente que por este camino nos alejemos de Marx para quien ahora ,no setrata de interpretar el mundo ni tampoco de conocerlo, agregamos nosotros , sino de transformarlo.

No es una casualidad que nunca aparezca en el discurso althusseriano el concepto de praxis. Sólo existe la ciencia yla práctica científica, por una parte, y la práctica política, por otra. Y el carácter totalista, omnicomprensivo de la praxisrevolucionaria, es concebido por el althusserismo como ingrediente ideológico adjunto a la práctica política, a la quepercibe como pura aplicación de la ciencia.

Lo que pasa es, sin embargo, diferente. La práctica política no es la mera técnica consistente en aplicar el conocimiento,de la legalidad social para dominar la realidad social. Es más que eso, se vuelve una aproximación a la realidad queno es meramente cognoscitivo instrumental, es también actividad creadora, expresiva, práctica totalizadora, en fin, enla que está envuelto el hombre todo, tanto como hombre individual que se compromete por entero en la praxispolítica, como también en tanto humanidad nueva y virtual, socialmente recreada y reivindicada en el transcurso deesa misma praxis.

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(1) «Existe, por tanto, una práctica de la teoría. La teoría es una práctica especifica que se ejerce sobre un objetopropio y desemboca en su producto propio: un conocimiento...» Luis Althusser, Por Marx. La habana, 1966, p.170.«Es necesario, pues, retener que no hay ciencia posible sin la existencia de una práctica específica, distinta de lasotras prácticas: la práctica científica o teórica. Hay que retener que esta práctica es irremplazable y que como todapráctica posee sus leyes propias, y exige medios y condiciones propios de actividad...» Luis Althusser. «Prácticateórica y lucha ideológica», incluida en el Vol. La filosofía como arma de la Revolución. Cuadernos del Pasado yPresente. Córdoba, p. 38.

(2) «En El capital, Marx aplicó a una sola ciencia, la lógica, la dialéctica y la teoría del conocimiento del materialismo(no hay necesidad de tres palabras, pues es una y la misma cosa) que tomó todo lo que había de valioso en Hegel ylo desarrolló. . .» Lenin. «Cuadernos filosóficos» incluidos en Obras Completas, tomo XXXVIII, Ed. Política, La Habana,p. 311

(3) «El conocimiento se realiza como separación del fenómeno respecto de la esencia, de lo secundario respecto delo esencial, ya que sólo mediante tal separación se puede mostrar la coherencia interna y, con ella, el carácterespecífico de la cosa. En este proceso no se deja a un lado lo secundario, ni se le separa como algo irreal o menos realsino que se revela su carácter fenoménico o secundario, mediante la demostración de su verdad en la esencia de lacosa. Esta descomposición del todo unitario, que es un elemento constitutivo del conocimiento filosófico en efecto, sintal descomposición no hay conocimiento filosófico demuestra una estructura análoga a la del obrar humano, puestoque también éste se basa en la desintegración del todo.«Toda acción es unilateral, ya que tiende a determinado fin y, por tanto, aísla algunos aspectos de la realidad comoesenciales para esa acción, mientras deja a un lado, por el momento, a otros. Mediante esta acción espontánea quepone de manifiesto determinados aspectos, que son importantes para el logro de cierto fin, el pensamiento eseinde larealidad única, interviene en ella y la valora...» Karl Kosic, Dialéctica de lo concreto, Ed. Grijalbo, México, 1967.

(4) El concepto de praxis, no obstante su relevancia en el pensamiento marxista, ha dado lugar a puntos de vistamuy diferentes. Para conocer la problemática planteada al respecto, ver especialmente en Adolfo Vásquez, La filosofíade la praxis, Ed. Grijalbo, México, 1967

(5) Esto no quiere decir que la emergencia de la teoría marxista de la sociedad no haya sido preparada y condicionada,incluso teóricamente, por el desarrollo acumulativo del pensamiento precedente. Así, por ejemplo, la trayectoria de laideología sobre el trabajo, desde la concepción naturalista medieval hasta la noción de trabajo abstracto de AdamSmith, pasando por la interpretación fisiocrática, prepara, condiciona y torna posible la formulación de la teoríamarxista del valor trabajo y de la plusvalía.

(6) Marx se refiere en esta tesis a la filosofía como reflexión filosófica sobre la sociedad, excluyendo la filosofía de lanaturaleza. Cuando habla de «mundo», se refiere al mundo social, con la reserva de que la transformación del mundosocial, también influye en la acción sobre la naturaleza, profundizándola, pero no determinándola.

(7) Usamos el término «corporativo» para aludir a lo relativo a un grupo social que se identifica por el interésinherente al papel que ese grupo desempeña dentro de una estructura social dada. En este sentido, la clase social«para sí», no es un grupo corporativo porque se define por su interés contradictorio con la estructura en que estáinmersa, y no por su interés que proviene de su papel funcional en la reproducción de esa estructura.

(8) La conciencia de clase no es una categoría empírica, como anota Lukács, no es ni la suma ni la medida de lasconciencias individuales de los integrantes de una clase, concepto éste que sí es empírico. La conciencia de clase es la«conciencia posible» de desarrollarse en una determinada y objetiva condición social de clase, siempre que se capteintegralmente esta situación en sus relaciones con la totalidad social. En ninguna sociedad el número de tales situacioneses ilimitado. Aunque su tipología sea elaborada merced a investigaciones detalladas y profundas, se llega, por último,a encontrar ciertos tipos fundamentales claramente distintos los unos de los otros y cuyo carácter esencial estádeterminado por la tipología de la situación de los hombres en el proceso de producción. La conciencia de clases, lareacción racional adecuada que debe, de cierta manera, adscribirse a una situación típica determinada en el procesode producción. Georg Lukács, Histoire et conscience de classe, Les editions de Minuit, París, 1960. (La traducción esnuestra.)El uso abusivo del concepto de conciencia de clase, al margen de su correcto contenido teórico, es fuente de considerablesconfusiones y errores, tanto en la práctica teórica como en la práctica política del movimiento socialista.

(9) Carlos Marx, La cuestión judía, Ed. Coyoacán, Buenos Aires.

(10) Usamos el término «ciencia» en el sentido de reflejo veraz en la conciencia de una realidad objetiva, sin ningunaotra connotación, para oponerlo al conocimiento «ideológico» o «falsa conciencia».

(11) Carlos Marx, La cuestión judía, p. 58.

(12) Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, Ed. Pueblos Unidos, Montevideo, 1959, pp. 366 367.

(13) “ ... el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunesy en la que se condensa toda la sociedad civil de una época...», Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana,p. 69.

(14) «...la conciencia de la clase obrera no puede ser sino aquel sistema de ideas y representaciones a partir del cualse hayan comprendido las contradicciones del capitalismo, el movimiento general de la historia y la vocación delproletariado como clase destinada a promover la liberación general de la humanidad». Víctor Flores Olea, Política ydialéctica, Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, México. 1964, p. 111.«En La ideología alemana, Marx afirmó proféticamente: ‘...el comunismo empíricamente sólo puede darse como la

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acción coincidente y simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzasproductivas y el intercambio universal que lleva aparejado...’ El proletariado sólo puede existir en un plano históricomundial, lo mismo que el comunismo, su acción sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal.Para Marx, en otras palabras, el comunismo no es posible como puro fenómeno local, como hecho aislado queconsistiese simplemente en arreglar cuentas con los explotadores ‘puertas adentro’. La misma naturaleza y sentido dela revolución comunista la universalización del hombre implica necesariamente el desarrollo universal de las fuerzasproductivas, su internacionalización y la participación de la humanidad entera en la obra revolucionaria». Víctor FloresOlea, op. cit., p. 120.

(15) En su prólogo al Lenin de Lukács, el estudioso marxista francés, J. M. Brohm, alude en penetrantes términos aldesgarramiento de la visión empirista del mundo, bajo el impacto de la concepción del mismo que arrastra la concienciarevolucionaria: «...pero la aparición de esta figura autónoma histórica que es la conciencia de clase, significa que elvelo de lo empírico se desgarra y que, detrás de las apariencias inmediatas y atomizadas del edificio capitalista, seperfila la revolución. Ésta se vuelve ‘visible’ en todas las tendencias que llevan al derrumbe de la sociedad. Los‘hechos’ adorados por los revisionistas y que, de acuerdo con el pensamiento positivista momificado, testimonian elcarácter inquebrantable del ambiente inmediato, se vuelven movientes y su separación mecanicista se vuelve fluida.Lo real se convierte así en un entrecruce de procesos revolucionarios o contrarrevolucionarios. Es así que la razóndialéctica capta todo acontecimiento en función de esa totalidad concreta que es la revolución. Ésta no es ya más unobjetivo final, lejano, motivo de culto y de sermones dominicales, una utopía, sino más bien una fuerza motriz realimplicada en cada movimiento práctico. Se convierte en la categoría reguladora de la acción. La actualidad de larevolución significa, entonces, que a partir de aquí, los ‘hechos’ son captados a través de la mediación del ‘todo’. Laapariencia fenomenal de las cosas queda quebrada y los ‘hechos’ aparecen en un proceso ininterrumpido de revolución»,Ed. Rosa Blindada, Buenos Aires, 1968, p. 17.

(16) Esta síntesis teórica lograda como resultado de la profundización de la crítica a la economía y a la sociedadcapitalista lleva implícita y Marx y Engels además lo explicitaron una teoría de las sociedades (materialismo histórico)y una determinada concepción gnoseológica y epistemológica (materialismo dialéctico). A ello alude Godelier cuandodespués de haber explicado la articulación de las categorías económicas marxistas alrededor de la teoría del valor,como concepto eje, añade: «.. esta arquitectura compleja de las estructuras metodológicas supone una concienciaexplícita de las relaciones de la teoría económica, de la historia como ciencia y de la ciencia sociológica y de lasrelaciones de estas ciencias con la realidad concreta. Por lo tanto, esto suponía una elaboración epistemológicamúltiple que implicaba la aplicación de un avance filosófico». Mauricio Godelier, Racionalidad e irracionalidad de laeconomía, Ed. Siglo XXI, México, p. 156.

(17) Dialécticamente, el juicio «Sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria», supone también la recíproca«Sin acción revolucionaria no hay teoría revolucionaria» todo en el contexto de praxis revolucionaria tal como lohemos definido.Este último juicio «Sin acción revolucionaria no hay teoría revolucionaria», hay que entenderlo en el sentido de que lateoría revolucionaria supone como ingrediente suyo, a su vez, la práctica revolucionaria, ya que es teoría de esapráctica y contribuye a determinarla. La teoría revolucionaria no es sólo, pues, un conocimiento, sino, a su vez, unatoma de posición frente a la totalidad social, que constituye el momento práctico de la teoría y que se traduce enacción y conducta revolucionarias. De ahí que con justeza Rodolfo Mondolfo haya calificado al marxismo como teoríacrítica-práctica de la historia, significando con ello el carácter teórico crítico de la práctica y el carácter práctico de lateoría crítica.La toma de posición práctica que la asunción de la teoría revolucionaria implica, es tan esencial y necesaria a ella comoesencial y necesaria es la teoría revolucionaria para que haya acción revolucionaria. No se puede ser revolucionario enteoría sin serlo en la práctica, sin que se origine en el contexto ético, la figura de la traición, y en el psicológico, unprincipio patológico de desorganización de la conducta individual.La relación dialéctica de la unidad y penetración de los contrarios se torna así evidente cuando se consideran los nexosentre los dos juicios complementarios que hemos considerado. Pero es necesario recalcar que es la asunción teórica laque determina la toma de posición: es la instancia teórica la determinante desde que ésta se constituye comoinstancia específica, aunque, a su vez, esta constitución de la teoría como instancia específica sólo sea explicable porun determinado desarrollo cuantitativo de la teoría como racionalización de la praxis empírica en el nivel premarxista.Se trata aquí de la transformación de la cantidad (teoría de la práctica empírica) en calidad (teoría de la praxisrevolucionaria), estando la teoría determinada por la práctica en el primer nivel y la práctica por la teoría, en elsegundo.

(18) Al contrario, la idea, la teoría, se «convierte en fuerza material cuando penetra en las masas» (Marx), cuandodetermina el comportamiento objetivo de los hombres.

(19) “La socialdemocracia es la unión del movimiento obrero con el socialismo. Su cometido no estriba en servirpasivamente al movimiento obrero en cada una de sus fases, sino en señalar a este movimiento su objetivo final, sustareas políticas, en representar los intereses del movimiento en su conjunto y en salvaguardar su independenciapolítica e ideológica. Desligado de la socialdemocracia, el movimiento obrero se achica y se transforma por fuerza enun movimiento burgués». Lenin, Obras Completas, iv ed., t. iv, p. 343.En este párrafo, cuando Lenin se refiere a la socialdemocracia, está aludiendo al partido del proletariado, así comocuando se refiere al socialismo está nombrando la teoría del socialismo, el marxismo.

(20) Lenin, Obras Completas, t. XXXVIII, Ed. Política. La Habana, 1964, p. 165.

(21) Maurice Godelier, op. cit.

(22) Karl Kosic, op. cit.

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(23) «No es el predominio de los motivos económicos en la explicación de la historia lo que distingue de una maneradecisiva el marxismo de la ciencia burguesa, es el punto de vista de la totalidad. La categoría de la totalidad, elpredominio universal del todo sobre las partes, constituye la esencia misma del método que Marx recibió de Hegel ytransformó para hacer de él el fundamento original de una ciencia completamente nueva..., el predominio de lacategoría de la totalidad es el soporte del principio revolucionario de la ciencia». G. Lukács. Histoire et conscience declasse, p. 47.

(24) Karl Kosic, op. cit., p. 61.

(25) «La mejor formación teórica no sirve absolutamente de nada, si se limita a lo general; para llegar a ser eficaz enla práctica, ha de expresarse justamente en la solución de estos problemas particulares». G. Lukács, Lenin, Ed. RosaBlindada, Buenos Aires, 1968, p. 40.

(26) Charles Bettelheim, La transition vers l’économie socialiste, Frangois Maspero, París, 1968, p. 154.

(27) Federico Engels, Anti Dühring, Ed. Frente Cultural. México, p. 252. ,

(28) Carlos Marx, Introducción general a la crítica de la economía política, Cuadernos del Pasado y Presente,Córdoba, 1968, p. 51.

(29) L. Althusser, «Acerca del trabajo teórico», La filosofía como arma de la Revolución, Op. cit., p. 79.

(30) La raíz de la tendencia que conduce en la sociedad capitalista a la acumulación de la riqueza en un polo y aldesarrollo de la pobreza, en el otro, cualquiera que sea la forma específica en que esta tendencia se manifieste, radicaen la naturaleza misma de la relación social entre el obrero y el capitalista, que lleva a acumular plusvalía en el capitaly a regular el ingreso de los obreros con independencia de la capacidad productiva de ese capital, explicándose así latendencia crónica al subconsumo de la sociedad capitalista. La llamada sociedad de consumo actual representa elesfuerzo del capitalismo por defenderse de esa tendencia y neutralizarla.

(31) Ernesto Mandel, refiriéndose al funcionalismo de Talcott Parsons, máxima sofisticación de la sociología empírica,señala que su intento teórico ha fracasado por tres razones: su carácter ahistórico, su incapacidad de comprender lanaturaleza contradictoria del sistema social y su tendencia apologética de la sociedad capitalista contemporánea. Elcarácter ahistórico de la sociología parsoniana se revela en que sus definiciones básicas, como aquellas de «economía»,y de «contrato», entendido éste como su institución central, son generalizaciones de la experiencia de una sociedadmercantil y no pueden aplicarse lícitamente en modo alguno, a otros tipos de sociedad. Es obvio, por otra parte, queuna sociología que racionalice la experiencia de la reproducción del sistema capitalista, ha de hacer absolutos susragos, y colocarlos fuera de la historia; ha de ignorar la naturaleza esencialmente contradictoria y conflictiva delsistema, y, por consiguiente, ha de centrarse en la determinación de las condiciones de la estabilidad, de la armoníay de la funcionalidad de las partes con el todo social que, en este caso, es la falsa totalidad abstracta inferida de lapráctica burguesa, en otras palabras, la versión burguesa de la realidad social.

(32) Celso Furtado, Dialéctica del desarrollo. Fondo de Cultura Económica, México, 1965, p. 85.

(33) «Desde el punto de vista de su acción sobre el pensamiento científico las diferentes perspectivas e ideologías nose sitúan en el mismo plano. Ciertos juicios de valor permiten una comprensión de la realidad mayor que otros. Entredos sociologías antagónicas, el primer paso para saber cuál de las dos tiene un valor científico mayor, es preguntarsecuál de las dos permite comprender a la otra como fenómeno social y humano, desprender su estructura y sacar a laluz, por una crítica inmanente, sus consecuencias y sus límites». Al justificar, en atención a la argumentación transcrita,su preferencia por el marxismo frente a la sociología «objetiva», el autor que estamos citando agrega «Comprendemosmuy bien la infraestructura de esta sociología, la utilidad parcial y, sin embargo, eficaz de sus investigaciones concretas,la limitación más estrecha cada vez, de sus posibilidades de comprender la vida social bajo la influencia de la agravaciónde una lucha de clases que, incluso, pone en tela de juicio la existencia misma del mundo burgués. Los sociólogos‘objetivos’, por el contrario, comprenden hoy menos que nunca el pensamiento marxista como hecho humano y social;menos que nunca llegan a discutir seriamente la verdad o el error, o la limitación parcial del pensamiento marxista».Lucien Goldman, Las ciencias humanas y la filosofia, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires 1967, pp. 42 y 44.

(34) André Gorz, comentando los acontecimientos parisienses de mayo de 1968, alude al espontaneísmo en lossiguientes términos: «La huelga general insurreccional, cuando no es sustituida por una ofensiva política tendiente adar el golpe de gracia a un adversario debilitado y a producir organismos de coordinación y de poder obrero con unprograma y con soluciones políticas preparadas a prior¡, es más rebelión primitiva que acción revolucionaria. Cuandofalta una preparación de ese tipo, el radicalismo del rechazo global inmediato es el reverso de la indeterminación delos objetivos, de la ausencia de estrategia. En la medida que permanece como instintivo, o sea, espontáneo y noreflexivo, el movimiento pasa fácilmente de la reivindicación revolucionaria maximalista a la reivindicación salarial detipo puramente ‘tradeunionista’: confía a objetivos exclusivamente salariales la tarea de expresar una aspiraciónrevolucionaria, e inversamente. Tal confusión no debe sorprendernos: sea maximalista o puramente ‘tradeunionista’,o también las dos cosas a la vez, el movimiento permanece en el plano de las reivindicaciones inmediatas por falta demediaciones que le permita organizar su acción en el tiempo y en el espacio tras un objetivo consciente, en suma,darse una estrategia». Y continúa Gorz: «. . es importante no transformar en un signo de originalidad y de fuerza elcarácter de arrebato elemental, que era, en realidad, un síntoma de debilidad profunda del movimiento de mayo.Tampoco es válido, con el pretexto de que el movimiento ha revelado el potencial revolucionario hasta ahora latentede las clases trabajadoras, renegar de todo el trabajo de reflexión política, por otra parte insuficiente, realizado enEuropa en los últimos veinte afios, respecto a la estructura revolucionaria en las condiciones del capitalismo avanzado,para volver a la teoría del todo o nada, de la ‘hora Y ‘y del hundimiento inmediato del sistema. André Gorz. «Límitesy potencialidades del movimiento de mayo», incluido en el vol. Francia 1968: ¿Una revolución fallida?, Cuadernos depasado y presente, Córdoba, 1969, pp. 21 22.

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(35) André Gorz, op. cit., p. 35

(36) Henri Lefebvre, Sociologie de Marx, Presses Universitaires de France, 1968, p. 8 (los paréntesis y la traducciónson nuestros).

(37) Joseph Gabel, Formas de alienación, Editorial Universitaria de Córdoba, Buenos Aires, 1967.

(38) Karl Mannheim, Ensayos sobre sociología y psicología social, Primera Parte, cap. ii, «El pensamiento conservador»Fondo de cultura Económica, México, 1963.

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