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Se ha atribuido al historiador la misión de juzgar el pasado, de enseñar el mundo contemporáneo para servir al futuro: nuestro intento no se inscribe en tan elevadas misiones; sólo intenta mostrar lo que realmente fue. LEOPOLD VON RANKE, Zur Geschichte der germanischen und romanischen Volker, 1824. Por encima de su extrema diversidad, los argumentos presenta- dos en las páginas anteriores tienen en común fundamental- mente su insistencia en las mutaciones del período reciente. Sin negar la especificidad de los problemas actuales, en este capí- tulo quisiera mostrar que éstos son también la expresión de una contradicción que atraviesa toda la historia de la disciplina. Ésta, en efecto, sólo ha podido conquistar su autonomía en el ámbito intelectual situándose en el terreno (le la investigación empírica y rechazando las generalidades sobre la historia que eran espe- cialidad de los filósofos. Pero para justificar este proceso, los propios historiadores se han visto obligados a introducir discur- sos generales sobre la historia, abandonando el terreno del tra- bajo empírico en favor de un "metalenguaje" tomado, directa o indirectamente, de la filosofía. Cuando a principios de siglo Charles Seignobos se pregunta cómo hacer, cuando se es his- toriador, para hablar sobre la práctica de la historia per- maneciendo al mismo tiempo en "el interior de esta práctica 1 , expresaba una inquietud que no ha dejado de atormentar a la disciplina. Examinando las respuestas que se han aportado sucesivamente a esta cuestión, recordaremos aquí las grandes etapas que han hecho posible la constitución de la historia como "paradigma" científico. De La Historia-Arte a Ia Historia-Ciencia Desde hace unos veinte años el término "paradigma" ha entrado de forma notable en los escritos de los historiadores. La mayoría de ellos lo emplea en el sentido que le ha dado el estructuralismo lingüístico designando un conjunto de discursos organizados en tomo a un principio unificador. Pero, paradójicamente, los mismos historiadores suelen justificar esta definición haciendo referencia a la célebre obra de Thomas Kuhn, La estructura de las revolu- ciones científicas 2 . Ahora bien, ésta señala muy claramente que un "paradigma" científico supone la constitución previa de una comunidad, de investigadores formada por un conjunto de espe- cialistas que han recibido una misma formación, en el curso de la cual han asimilado la misma literatura técnica, sacando de ella idéntica enseñanza. En este marco, un "paradigma" puede con- siderarse, en sentido amplio, como un conjunto de creencias, va- lores y técnicas comunes a los miembros del correspondiente grupo. Es lo que Kuhn denomina "matriz disciplinar". En un senti- do más restringido, el término puede designar un elemento aisla- do de esta matriz: las soluciones concretas utilizadas como mod- elo o como ejemplo, y que muy a menudo sustituyen a las reglas explícitas para hallar solución a los enigmas que plantea la inves- tigación en la correspondiente disciplina. Estudiar la historia del "paradigma" que constituye la historia científica significa, desde UNTREF VIRTUAL | 1 Sobre la Crisis de la Historia Gérard Noiriel Traducción de Vicente Gómez Ibáñez 1 C Seignobos, " Les conditions pratiques de la recherche des causes dans le travail historique ", Boletín de La Sociedad francesa de filosofía, sesión del 30 de mayo de 1907. Esta conferencia es una respuesta a las críticas anteriores de F. Simiand, "Méthode historique et science sociale" Revue de synthése historique, I, 1903, págs. 1-22, y 2, 1903, págs. 122- 157 (texto nuevamente publicado en Annales E.S.C. 1,1960, págs 83- 119). Cfr. también F. Simiand, "La causalité en histoire" Boletín de la Sociedad francesa de filosofía, sesión del 31 de mayo de 1906, 2 T. S. Kuhn, La structure des revolutions scientifiques, Flammarion, 1983 (1º ed., 1962). (Trad. esp : La estructura de las revoluciones cien- tíficas, Madrid, 1975) Sobre la importancia de la perspectiva "kuhniana" para la reflexión sobre la historia, cfr. D. A. Hollinger, "T. S. Kuhn's Theorie of Science and Its Implications for History" American Historical Review, 78, 1973, págs 370- 393. El autor subraya con razón " la ori- entación profundamente sociológica de Kuhn", (pág 381). Capitulo 2: La formación de una disciplina científica

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Page 1: Sobre La Crisis de La Historia Cap 2

Se ha atribuido al historiador la misión de juzgar el pasado, deenseñar el mundo contemporáneo para servir al futuro: nuestrointento no se inscribe en tan elevadas misiones; sólo intentamostrar lo que realmente fue.

LEOPOLD VON RANKE, Zur Geschichte der germanischenund romanischen Volker, 1824.

Por encima de su extrema diversidad, los argumentos presenta-dos en las páginas anteriores tienen en común fundamental-mente su insistencia en las mutaciones del período reciente. Sinnegar la especificidad de los problemas actuales, en este capí-tulo quisiera mostrar que éstos son también la expresión de unacontradicción que atraviesa toda la historia de la disciplina. Ésta,en efecto, sólo ha podido conquistar su autonomía en el ámbitointelectual situándose en el terreno (le la investigación empíricay rechazando las generalidades sobre la historia que eran espe-cialidad de los filósofos. Pero para justificar este proceso, lospropios historiadores se han visto obligados a introducir discur-sos generales sobre la historia, abandonando el terreno del tra-bajo empírico en favor de un "metalenguaje" tomado, directa oindirectamente, de la filosofía. Cuando a principios de sigloCharles Seignobos se pregunta cómo hacer, cuando se es his-toriador, para hablar sobre la práctica de la historia per-maneciendo al mismo tiempo en "el interior de esta práctica1,expresaba una inquietud que no ha dejado de atormentar a ladisciplina. Examinando las respuestas que se han aportadosucesivamente a esta cuestión, recordaremos aquí las grandesetapas que han hecho posible la constitución de la historia como"paradigma" científico.

De La Historia-Arte a Ia Historia-Ciencia

Desde hace unos veinte años el término "paradigma" ha entradode forma notable en los escritos de los historiadores. La mayoría

de ellos lo emplea en el sentido que le ha dado el estructuralismolingüístico designando un conjunto de discursos organizados entomo a un principio unificador. Pero, paradójicamente, los mismoshistoriadores suelen justificar esta definición haciendo referenciaa la célebre obra de Thomas Kuhn, La estructura de las revolu-ciones científicas2. Ahora bien, ésta señala muy claramente queun "paradigma" científico supone la constitución previa de unacomunidad, de investigadores formada por un conjunto de espe-cialistas que han recibido una misma formación, en el curso de lacual han asimilado la misma literatura técnica, sacando de ellaidéntica enseñanza. En este marco, un "paradigma" puede con-siderarse, en sentido amplio, como un conjunto de creencias, va-lores y técnicas comunes a los miembros del correspondientegrupo. Es lo que Kuhn denomina "matriz disciplinar". En un senti-do más restringido, el término puede designar un elemento aisla-do de esta matriz: las soluciones concretas utilizadas como mod-elo o como ejemplo, y que muy a menudo sustituyen a las reglasexplícitas para hallar solución a los enigmas que plantea la inves-tigación en la correspondiente disciplina. Estudiar la historia del"paradigma" que constituye la historia científica significa, desde

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Sobre la Crisis dela Historia

Gérard Noiriel

Traducción deVicente GómezIbáñez

1 C Seignobos, " Les conditions pratiques de la recherche des causesdans le travail historique ", Boletín de La Sociedad francesa de filosofía,sesión del 30 de mayo de 1907. Esta conferencia es una respuesta a lascríticas anteriores de F. Simiand, "Méthode historique et science sociale"Revue de synthése historique, I, 1903, págs. 1-22, y 2, 1903, págs. 122-157 (texto nuevamente publicado en Annales E.S.C. 1,1960, págs 83-119). Cfr. también F. Simiand, "La causalité en histoire" Boletín de laSociedad francesa de filosofía, sesión del 31 de mayo de 1906,

2 T. S. Kuhn, La structure des revolutions scientifiques, Flammarion,1983 (1º ed., 1962). (Trad. esp : La estructura de las revoluciones cien-tíficas, Madrid, 1975) Sobre la importancia de la perspectiva "kuhniana"para la reflexión sobre la historia, cfr. D. A. Hollinger, "T. S. Kuhn'sTheorie of Science and Its Implications for History" American HistoricalReview, 78, 1973, págs 370- 393. El autor subraya con razón " la ori-entación profundamente sociológica de Kuhn", (pág 381).

Capitulo 2: La formación de una disciplina científica

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esta perspectiva, mostrar cómo se han constituido a la vez la"matriz disciplinar", y la comunidad profesional que ha presididosu creación y su perpetuación3.

"La tarea del historiador"

La historia, en su sentido primitivo de investigación del pasado,se ha practicado, como es sabido, desde la Antigüedad. Noobstante, Reinhardt Koselleck ha mostrado que "ei actual con-cepto de historia con sus múltiples extensiones, que en parte seexcluyen lógicamente, no se elaboró hasta fines del siglo XVIII"4.La filosofía de la Ilustración y la Revolución francesa transfor-maron radicalmente las relaciones que, tradicionalmente, loshombres mantenían con el tiempo. Mientras que anteriormentela historia era aprehendida como una pluralidad de ejemplos,desde entonces tiende a presentarse como un singular colectivo,como la suma de todas las experiencias humanas. En adelante,un mismo concepto sirve para hacer referencia a la vez a la his-toria en tanto que realidad y a la historia en tanto que reflexiónsobre esa realidad. Por proporcionar un saber acerca del pasa-do que arroja luz sobre el futuro, la historia se presenta cada vezmás como una guía para la acción, gracias a la cual los hombresaspiran a ser dueños de su destino. Estas transformaciones delos modos de pensar dan origen, fundamentalmente bajo elimpulso de Voltaire, a una forma inédita de reflexión sobre elpasado: la filosofía de la historia. Pero desde finales de siglo, laperspectiva universalista y racionalista desarrollada por laIlustración -que evalúa todas las épocas y las civilizacionessegún el rasero de los valores de La Europa del siglo XVIII- esrechazada en Alemania por una nueva generación de intelec-tuales que se oponen enérgicamente a la ocupación de su paíspor las tropas francesas. Para Herder, cada pueblo es una enti-dad en sí que elabora su propia cultura y su propia "identidadcolectiva" (Volksgeist) y nadie está autorizado a juzgarlo "exte-riormente", en función de otro sistema de normas5. Al mismotiempo, la voluntad napoleónica de imponer, en Los territoriosconquistados, Los principios emanados de la Revolución france-sa (especialmente el Código civil) a despecho de las tradiciones

y costumbres Locales, incita a las primeras figuras de lo que mástarde se llamará "La Escuela histórica alemana" a salvaguardary defender el viejo derecho consuetudinario (Savigny) y la litera-tura popular (J. Grimm). Este entusiasmo por el estudio del pasa-do estimula asimismo la crítica documental. Constantementeperfeccionadas desde el Renacimiento, las técnicas de análisisde textos se benefician de los espectaculares progresos realiza-dos en el siglo XVIII por la gramática comparada, La filología, Lahermenéutica y La arqueología. Estas innovaciones, hastaentonces dispersas, son integradas en un método único porNiebuhr, quien en los primeros años del siglo XIX sienta los prin-cipios básicos del "método histórico": establecer Los hechosmediante la critica científica de las fuentes, agruparlos, no extraerde ellos más que las conclusiones que de su examen se imponen.

La creación de La Universidad de Berlín, en 1810, por Wilhelmvon Humboldt es testimonio de La importancia que a partir deentonces se concede a la historia en tanto que objeto de estudioy de reflexión. No obstante, en un principio, es a La filosofia de la

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3 En un estudio que ha desempeñado un importante papel en la difusiónde este término entre los historiadores, Carlo Ginzburg afirma explícita-mente: "utilizo este término en la acepción propuesta por Thomas S.Kuhn". Pero en realidad, lo que él toma es su definición linguistica. Porlo demás, Ginzburg reconoce que ha hecho "abstracción de las preci-siones y distinciones introducidas posteriormente por este mismo autor".Ahora bien, las aclaraciones que Kuhn introduce en la advertencia finalde la segunda edición del libro son esenciales, pues destacan toda laimportancia que su definición del "paradigma" científico atribuye a losfactores sociológicos; cfr. C. Ginzburg, "Traces. Racines d'un paradigmeindiciatre", en C. Ginzburg, Mythes, emblèmes, traces, Morphologie ethistoire, Flammarion, 1989, pág. 268 (1º ed., 1986) (trad. esp : Mitos,emblemas e indicios: Morfología e historia, Barcelona, 1994).

4 R. Koselfeck, Le futur passé. Contribution á la semantique des tempshistoriques, Ed, EHESS, 1990, pág. 234 (1º ed., 1979). (Trad. esp.:Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona,1993.)

5 J. G Herder. Idées sue la philosophie de l'histoire de l´humanité,Presse Pocket, 1991 (1 .' ed , 1785)

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historia, dominada por la imponente figura de Hegel, a La que sele confía la tarea de indagar la verdad del pasado. Como Kant,Hegel considera que para comprender la historia en su ver-dadero sentido filosófico, es inútil seguir el curso de los aconte-cimientos singulares, pues lo importante es captar la "intenciónúltima", la "Idea" suprema que se manifiesta en cada instante en"el autodespliegue de Lo universal". Según hegel, "el individuosólo es verdadero en la medida en que participa con todas susfuerzas en la vida sustancial e interioriza La Idea"6. Esta filosofía"emanantista" (Max Weber) postula La existencia de entidadesmetafisicas tras la realidad, que el filósofo ha de esforzarse porsacar a la Luz para extraer La "objetividad" de todo conocimien-to y, por lo tanto, de La historia. Hegel afirma que "también el his-toriador medio cree que es puramente receptivo, que se entregaal dato; pero su pensamiento no es pasivo, sino que hace inter-venir a sus categorías y ve el dato a través de ellas"7. De ahí,según él, la supremacía de la filosofía, que, como señalaCatherine Colliot Thélène, procura a la historia "lo que la histo-ria no podría extraer desde sí misma", a saber: "el criterio quepermite distinguir Lo que importa, es decir, Lo que da sentido ala masa infinita de acontecimientos"8. Afirmando así la subordi-nación de la historia a la filosofia, Hegel recuerda una situaciónde hecho. Hasta fines del siglo XVIII, la historia no goza deautonomía alguna en las universidades. Es utilizada en las facul-tades de filosofia de derecho y de teología como una "reserva deejemplos". Para poner fin a esta dependencia y conquistar ellugar en la institución universitaria que los recientes progresos dela disciplina justifican con creces, los historiadores se veninmediatamente confrontados con la necesidad de defender supráctica, demostrando que el tipo de conocimiento del pasadoque ellos ofrecen no puede ofrecerlo la filosofia. Durante lasprimeras décadas del siglo XIX, el debate sobre esta cuestiónocupa el centro de las polémicas que animan la vida intelectualalemana9. Es en este contexto en el que Ranke, colega de Hegelen la Universidad de Berlín, publica en 1821 la frase célebre quetan a menudo se le ha reprochado10: "Se ha atribuido al histo-riador la misión de juzgar el pasado, de enseñar el mundo con-temporáneo para servir al futuro: nuestro intento no se inscribeen tan elevadas misiones; sólo intenta mostrar lo que realmente

fue" (wie es eigentlich gewesen). Reservo para los capítulossiguientes el análisis de los absurdos a los que esta afirmaciónha dado lugar desde hace más de un siglo. Retengamos por elmomento que esta afirmación pertenece al prólogo a la primeraobra publicada por Ranke (entonces tiene sólo 29 años) parapresentar sus trabajos empíricos sobre la historia de los pueblosromano y germano. Ranke quiere demostrar que es la investi-gación empírica, el estudio de los hechos, la que posibilita el pro-greso del conocimiento, y no las especulaciones metafísicassobre el "sentido de la historia". De ningún modo se trata, pues,de una reflexión "teórica" sobre el estatuto de la historia, auncuando afirma explícitamente que la disciplina tiene como misiónocupar el lugar de la filosofía11. Para comprender la concepción

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6 G. W. F. Hege/, La raison dans l´histoire, Plon, 1965, págs. 113- 114.(Trad. esp. La razón en la historia, Madrid, 1972.) Kant consideraba quepara captar la "intención última" de la historia era necesario haber sen-tado previamente los principios generales de la moralidad, la libertad yla razón Cfr. I. Kart, Idée d'une histoire universelle du point de vue cos-mopolite, Aubier, 1947 (1.' eil., 1784) (rrad. esp.: en 1 Kant, Filosofía dela historia, México, 1984 ) I legel rechaza el moralismo kanuano y sitúael problema de la libertad en el centro de su filosolia de la historia.

7 Citado por H. L. Marrou, De la connaissance..., ed. cit, pág 16. Desdeestos principios, como subraya Murou, si Hegel se refiere frecuente-mente a la historia empírica de historiadores como Niebuhr, "es siemprepara rechazarla, criticarla, cubrirla de sarcasmos fáciles", Ibid, pág. 15.

8 C. Colliot Thélérse, Le désenchantement de /'Erat de Hegel á MaxWeber, Minuit, 1992, pag. 43.9 Cfr. F. Gilbert, Politics or Culture? Reflections an Ranke andBurckhardt, Princeton U. P., 1990. Sobre Ranke, cfr. también G G Iggersy J. hl Powel (eds ), Leopold ton Ranke and ihr Shaping of the HistoricalDiscipline, Syracuse U. P, 1990.

10 Cfr. L. von Ranke, Zur Geschichte der germanischen und romanis-chen Volker, en Samtliche Werke, Leipzig, 1874, t. 33, pág VI (1º ed,1824). Me he servido de la traducción de Jochen y Marie Claire Hoocken R. Koselfeck Le futur passé, ed. cit , pág 47.

11 Ranke escribe en efecto: "la historia no se opone a la filosofía, sinoque es su cumplimiento", citado por C. Colliot-Thélène, op. Cit, pág. 95.

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de la historia introducida por Ranke, no podemos contentarnoscon algunas frases aisladas y sacadas fuera de contexto. Esnecesario interesarse por los textos en los que tal concepción seexpresa de forma rigurosa. Desde este punto de vista, el docu-mento fundamental es la conferencia sobre la "tarea del histo-riador" que el propio Wilhelm von Humboldt pronuncia en 1821.Pese a que la mayoría de las veces los historiadores lo ignoran,este texto es capital, pues constituye la primera definición "epis-temológica" de la historia en tanto que actividad práctica, "codifi-cando" al mismo tiempo algunas de las grandes reglas que, aúnhoy, rigen el "oficio de historiador". Desde la primera frase de suconferencia, Humboldt afirma lo que Ranke no hará sino repetiralgunos años después, a saber: que "la tarea del historiador esexponer lo que ha ocurrido"12. Si rechaza explícitamente lasespeculaciones de la filosofía hegeliana, él mismo admite tam-bién que "la historia en su totalidad no es sino la realización deuna Idea" y que las Ideas "no se introducen en la historia desdefuera, sino que constituyen su misma esencia". Pero Humboldtconsidera que el mejor medio de acceder a lo universal es estu-diarlo en sus realizaciones concretas. Cada época, cada "indivi-dualidad", por su carácter único y por su misma singularidad,constituye una "actualización" de lo universal. Influenciado porVico y Herder, Humboldt concibe la historia como una "fuerzacreadora", como un "principio espiritual" que se manifiesta medi-ante la eclosión, a lo largo de la totalidad de su curso, de "indi-vidualidades nacionales" únicas en su género, como la Greciaantigua, Roma, etc. Por eso, añade, "el oficio de historiador, ensu determinación última, que es también la más simple, consisteen exponer cómo una Idea tiende a hacerse efectiva en la reali-dad". Así pues, mostrar "lo que realmente fue" significa descubrirtras las configuraciones particulares del pasado otras tantasmanifestaciones de "la Idea". La dificultad del trabajo del historia-dor estriba en el hecho de que cada una de las "individualidades"que él estudia es, a la vez, una expresión del "todo" y una com-binación de los elementos que constituyen ese todo. Solamentedilucidando el "nexo" (Zusammenhang) que los une en una con-figuración singular, podría obtenerse una "imagen" satisfactoriadel conjunto. "Así pues, para acercarse a la verdad histórica, esnecesario recorrer simultáneamente dos vías: la investigación

rigurosa, imparcial y crítica de lo que ha ocurrido y la síntesis delcampo explorado, la intuición de todo lo que no es posible alcan-zar por esos otros medios." Según Humboldt, en esta actividadde "síntesis" se concentran todas las dificultades del "oficio". Elhistoriador sólo podría alcanzar la verdad "completando y relacio-nando las piezas y los frag memos que le ofrece la observacióninmediata". Sólo su "intuición", su "imaginación creadora" le per-mitirá restituir "el nexo vital" que suelda los diversos elementosen un todo orgánico, pero que permanece invisible para la obser-vación inmediata. Humboldt insiste en la actividad creadora queha de demostrar el verdadero historiador. Primero, éste ha de"separar lo necesario y lo contingente, revelar la consecuenciainterna, para que su exposición [...] satisfaga la exigencia primeray esencial de verdad y de fidelidad que es la suya". Pero paraacceder a la verdad, el historiador ha de ser, además, un poeta,pues sólo el lenguaje poético permite "devolver la vida" a losmundos que han desaparecido. Distinto del artista por subordinarsu actividad creadora a la investigación de la realidad, el historia-dor se asemeja a él por cuanto que ofrece, gracias a su genio,"cuadros" del pasado cuya originalidad estriba esencialmente enla forma de combinar los elementos sobre el lienzo. La importan-cia otorgada a este poder de evocación se debe a que las "hue-llas" del pasado con las que trabaja el historiador son espírituhecho materia, vestigios que han perdido "su carácter espiritual".Tiene, pues, que buscar la vida tras las huellas que ésta nos hadejado. De ahí la importancia que Humboldt otorga al procedercomprensivo. "El historiador cumple tanto más perfectamente suoficio cuanto más profundamente comprende -mediante su genioy el estudio- la humanidad y su obrar." Para Humboldt, aparente-

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12 W. von Humboldt, La táche de l historien, Presses Universitaires deLille, 1985, pag. 67 (1º ed., 1821). Todas las citas han sido extraídas deesta edición. Mucho antes de que fuesen publicadas, Humboldt tuvomuchas ocasiones de presentar sus reflexiones de forma oral a los prin-cipales historiadores alemanes de su época, con quienes manteníaestrechas relaciones. Dilthey afirma que este ensayo "ha ejercido unainfluencia extraordinaria" en la génesis de la reflexión alemana sobre las"ciencias del espíritu". Cfr. W. Dilthey, L ´édification du monde historiquedans les sciences de 1 éspnt, Cerf, 1988 (1.' ed., 1910), pág. 67.

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mente esta tarea es imposible: "cuando un abismo infranqueablesepara dos seres, ninguna comprensión es capaz de tender unpuente entre ellos", pues "para comprenderse mutuamente, esnecesario haberse comprendido ya en otro sentido". Noobstante, "en historia, ese fundamento previo de la comprensiónes perfectamente evidente, pues todo lo que obra en la historiamundial obra también en el interior del hombre". Es porque elhistoriador es también un ser humano por lo que es capaz dealcanzar esa "pre-comprensión", gracias a la cual puede espe-rar conocer mejor el pasado de la humanidad.

Si he citado extensamente este texto, es porque hallamos en él,de forma extremadamente condensada, los elementos funda-mentales de la definición "hermenéutica" de la historia que lasposteriores generaciones de historiadores y filósofos no haránsino enriquecer. Desde la Monarquía de julio, esta definición hasido adoptada por los historiadores franceses. La importanciaotorgada a la crítica de fuentes, el rechazo del racionalismoabstracto de la Ilustración, el papel esencial atribuido a la escri-tura de la historia son características compartidas por Barante,Augustin Thierry y Midielet (al que entonces se le llamaba "SeñorSímbolo"). Pero es Renan quien rinde el mayor homenaje a "laEscuela histórica alemana". El porvenir de La ciencia13 es unconmovedor elogio de la erudición germánica, de la gramática.comparada, de la mitología y de la filología. Convencido tambiénde que el objetivo de la historia es ofrecer "la intuición verdaderade la humanidad", Renan está de acuerdo con la idea de que latarea primordial del historiador es aprehender el todo corno com-binación particular de sus elementos. No obstante, y veremosdespués la importancia de este punto, las reflexiones de Renandeben más a Hegel que a Humboldt. Renan concibe la historiaen una perspectiva teleológica, como una dialéctica del devenirorganizada en tres grandes etapas. En los primeros tiempos dela humanidad, todos los elementos están enlazados entre sí enun sincretismo confuso. La progresiva separación de los elemen-tos caracteriza la edad del ..análisis" que prepara la era de la"síntesis", el "gran cuadro definitivo (...) que vuelve a ensamblaresas partes aisladas que, habiendo vivido separadamente,tienen ya conciencia de sí mismas, y las integra de nuevo en una

unidad superior". Sincretismo, análisis y síntesis corresponden alas tres edades del conocimiento, pero ningún sabio podríarecorrerlas todas por sí mismo. Dado que la ciencia de la histo-ria se halla todavía en la infancia, el historiador del siglo XIX per-manece encerrado en el estadio del análisis. "Quien ha hecho elanálisis no hace la síntesis. A cada cual su trabajo, tal es la leyde la historia."

La formación de las comunidades profesionalesnacionales

Desde comienzos del siglo XIX, han quedado firmementeestablecidos dos elementos esenciales del "paradigma" de lahistoria-ciencia. En primer lugar, la filosofía de la Ilustración haelaborado un nuevo concepto de historia que designa a la vezla "realidad" del pasado y su "representación". De ahí laambigüedad semántica que explica la importancia de los pre-supuestos "empiristas" compartidos por la mayoría de los histo-riadores desde hace dos siglos. Inmediatamente después, losrepresentantes de "la Escuela histórica alemana" logranestablecer -contra la filosofía de la historia- la legitimidad de lainvestigación histórica empírica, introduciendo una primeracodificación de las "tareas" prácticas realizadas por el historia-dor. Pero pese a la creación de algunas cátedras de historia enlas universidades, en esa época no existe una verdadera"comunidad profesional". Los historiadores todavía son, antesque nada, "autores", se dedican a la producción de una obrapersonal. Para entender las razones de la aparición de las "ciu-dades del saber" a fines de siglo, hay que decir algo acerca deesa nueva transformación radical del pensamiento que repre-senta el "positivismo".

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13 E. Renan, " L'Avenir de la science-" en E. Renan, Histoire et parole,R Laffont, 1984" pags 247-297 (1º ed , 1891)). La obra fue redactadadurante los años 1848- 1849, pero no se publicó hasta treinta añosdespués (Trad. esp. El porvenir de la ciencia, Madrid, 1976)

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Filosofía positiva y "positivismo"

El término "positivismo" pertenece al vocabulario que los histo-riadores han tomado de los filósofos para, la mayoría de lasveces, hacer de él un uso peyorativo. Evaluar exactamente elpapel jugado por esta corriente de pensamiento en la constitu-ción del "paradigma" de la historia, sólo es posible si se tomaconciencia de los aspectos novedosos de la "filosofía positiva"de Auguste Comte. En relación con lo que aquí nos ocupa, elpunto esencial es la nueva relación que él establece entrefilosofía e historia, en ruptura con el "historicismo" anterior.Aunque Comte sigue siendo prisionero de una concepción"teleológica" del progreso, su "ley de los tres estadios", resitua-da en su contexto, es de una importancia decisiva, pues re-chaza las especulaciones teológicas y metafisicas que domina-ban la reflexión sobre la historia en el período anterior14.Comte se esfuerza por integrar en su reflexión la contradicciónmayor que origina, ante sus ojos, la revolución industrial, quefortalece el prestigio de la ciencia pero que agrava la pobrezay el malestar social. Su concepción del conocimiento científicoobedece a una nueva definición de "la objetividad". La cienciaproduce conocimientos a los que se considera "verdaderos" enla medida en que son verificados experimentalmente, gracias amétodos de investigación que introducen hipótesis teóricas.Dado que se trata de una actividad especializada, el métodocientífico es necesariamente colectivo, pues se basa en ladivisión del trabajo y en la cooperación de los investigadores enel seno de la "ciudad del saber. Esta valoración del métodoempírico no significa, sin embargo, que la filosofía abdique desus prerrogativas. Al contrario. Comte no condena la filosofíade la historia más que para establecer la primacía de la filosofiade la ciencia. Desto que, según él, todas las ciencias estánsometidas a un método único y deben producir leyes, es com-petencia del filósofo determinar los criterios universales sobrelos que se funda el conocimiento científico. Evidentemente, elhomenaje que se rinde a la investigación empírica ya no per-mite tratar a quienes se dedican a ella a "tiempo completo" conla arrogancia de la que Flegel dio prueba. Comte concibe lasrelaciones entre filósofos e investigadores sobre una base

igualitaria. Para atenuar las consecuencias negativas de ladivisión del trabajo, exige que "en adelante los otros científicos,antes de entregarse a sus respectivas especialidades, setomen aptos, mediante una educación que abarque el conjuntode los conocimientos positivos, para aprovechar inmediata-mente las luces propagadas por los científicos consagrados alos conocimientos generales e, inversamente, para rectificarsus resultados, situación a la que los científicos de hoy seaproximan visiblemente día a día"15. Sin embargo, estas her-mosas palabras no le impiden elaborar una jerarquía del saberque restablece la soberanía de la filosofia en detrimento delconocimiento histórico, situado en lo inferior de la clasificación,en razón de su carácter demasiado "concreto" y su incapacidadde producir leyes16.

Otro aspecto fundamental de la filosofía positiva, por lo queaquí nos concierne, reside en la importancia que Comte otorgaa la elaboración de una ciencia de la sociedad, la "sociología",concebida a partir del modelo de las ciencias de la naturalezay a la que atribuye el fin supremo de ayudar a los hombres aresolver los males del mundo moderno17. Mientras que hasta

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Traducción deVicente GómezIbáñez

14 N. Elias considera que su importancia es "comparable a la de la revo-lución copernicana", Qu´ est-ce que la sociologie? Pandora, 1980, pág.47 (1º ed. 1970).

15 Citado por N. Elias, op. cit, pág. 53.

16 Comte distingue entre las ciencias abstractas o generales capaces deproducir leyes (como la fisiología) y las ciencias particulares, que nohacen sino aplicar esas leyes (es el caso de la zoología respecto de lafisiología).

17 Si Comte sitúa la sociología en lo más alto de su jerarquía de las cien-cias, es por que el "positivismo" constituye también un proyecto político.Detenninando las leyes de la acción social, el sociólogo no sólo da solu-ciones a la "cuestión social-, sino que además ofrece la posibilidad dedirigir científicamente la sociedad. Sobre esta doble dimensión de laobra de Comte, cfr A. Petit, Heurs el malheurs du positivisme comtien.Philosophie des sciences et politique scientifique chez Auguste Comte etses premiers disciples (1820- 19W), Tesis doctoral, Universidad de ParisI, 1993 (mecanografiado),

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entonces la historia era la única disciplina consagrada al estu-dio empírico de las actividades humanas, Comte le enfrentauna competidora tanto más temible cuanto que sólo ésta puedehacer alarde de cientificidad. Desde este punto de vista, la his-toria consagrada al estudio de las "singularidades-, no puedeser más que un "lugar de observación" o un "campo de manio-bras" al servicio de la ciencia social.

Viviendo aún Comte, el "positivismo" se extiende por toda Eu-ropa bajo un gran número de variantes. Aquí nos conformare-mos con enumerar aquellas que desempeñarán un papel direc-to en la primera gran "crisis de la historia", que estalla con elcambio de siglo. Primero es en Gran Bretaña donde los proyec-tos de constitución de una ciencia de la sociedad hallan un ecomayor. Marx elabora su "materialismo histórico" con el objetivode determinar las "leyes de la historia" y de guiar al movimien-to obrero en sus luchas revolucionarias. Spencer se apoya enel darwinismo para elaborar su sociología evolucionista. JohnStuart Mill, uno de los primeros discípulos de Comte, se intere-sa más concretamente por los aspectos lógicos de la investi-gación científica, desarrollando análisis que constituyen elpunto de partida de la reflexión moderna sobre el problema dela causalidad. En Alemania, la discusión se centra fundamen-talmente en el problema de la clasificación comtiana de lasciencias, desembocando en la oposición entre "ciencias de lanaturaleza" y "ciencias del espíritu" teorizada por Dilthey. Bajoel Segundo Imperio, el "naturalismo" -que científicos comoPasteur, Claude Bernard y Marcelin Berthelot18 contribuyen adifundir a través de sus discursos y sus escritos sobre la cien-cia- se presenta como la principal contribución francesa al"positivismo". Este entusiasmo se apodera de la pintura, de laliteratura, pero también de la historia. Es la época en la queFustel de Coulanges sostiene que "la historia es pura ciencia,una ciencia como la fisica o la geología. Su único objetivo esestablecer hechos, descubrir verdades"19. Distanciándose unpoco del idealismo hegeliano de su juventud, Renan aboga, enel prólogo a su famosa Vida de Jesús, por una historia experi-mental comparable a la química y a la fisiología20. Pero esTaime (muy ligado a Claude Bernard y a Marcelin Berthelot)

quien va más lejos en este sentido. En 1866, en el prólogo a lasegunda edición de sus Ensayos de crítica y de historia, hacela apología del "método moderno" que "comienza a introducirseen las ciencias morales", apoyándose explícitamente en lateoría de la inducción desarrollada por John Stuart Mill21. Exigea los historiadores que empiecen a examinar los fenómenoshistóricos "como hechos y productos de los que hay queseñalar las características y buscar las causas y nada más"22,a estudiar la diversidad y la heterogeneidad aparentes de losproductos de la cultura a fin de determinar sus leyes. Paraavanzar hacia esa meta, propone un método de trabajo basadoen cuatro operaciones: el análisis (descubrir y aislar loshechos), la clasificación, la definición (que expone los rasgoscaracterísticos de los hechos aislados) y la valoración de lasrelaciones entre las definiciones, constituyendo la "síntesis" lastres últimas operaciones. A partir de estos principios, Mill llegaa su famosa trilogía raza/medio/momento, que pretendeexplicar todas las configuraciones culturales de la histona.

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Traducción deVicente GómezIbáñez

18 C. Bernard, Introduction á la médecine experimentale, Flammarion,1984 (1ª ed. 1863). M Berthelot, La chimie organique fondée sur la syn-thése, Mallet-Bachelier, 1860.

19 Citado por F. Hartog, Le XIXe siécle et l'historie. Le cas Fustel deCoulanges, PUF, 1988, pág 341.

20 E. Renan, Vie de Jésus, en Oeuvres Complétes, ed. cit, t. 4, 1949 (lªed. 1863). (Trad. esp : Vida de Jesús, Madrid, 1981)

21 Taine, Essais de critique et d'histoire, Hachette, 1923, pág. 111 (lª ed,1858). Sobre esta coyuntura historiográfica, cfr. C. O. Carbonnel,Histoire et historiens, une mutation idéologique des historiens français,1863-1885, Toulouse, Privat, 1976.

22 H. Taine, Philosophie de l'art, citado por E. Cassirer, Logique des sci-ences de la culture, Cerf, 1991, pág 167 (1ª ed, 1942). Cassiser analizadesde un punto de vista lógico las razones del fracaso de Taine, y mues-tra que éste, en sus investigaciones literarias, no pudo utilizar los con-ceptos tornados de las ciencias naturales más que sometiéndolos a unradical cambio de sentido. (Trad. esp.: H. Taine, Filosofía del arte,Madrid, 1957; E. Cassiser, Las ciencias de la cultura, México (1965 )

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La profesionalización

Contribuyendo al entusiasmo general por la ciencia, el "posi-tivismo" estableció nuevos objetivos para la investigaciónhistórica. Establecer los "hechos" ya no significa hallar las ma-nifestaciones de la Idea, sino buscar la verdad "por sí misma",aplicando los principios de la ciencia23. Los historiadores adop-tan tanto más rápidamente estas nuevas reglas cuanto que sebenefician del creciente e intenso apoyo que los gobiernos delos países desarrollados prestan a la investigación científica.En las universidades se crea un gran número de cátedras queposibilitan la constitución de las primeras "comunidades profe-sionales". El prestigio de la ciencia no es la única razón queexplica el apoyo que la historia recibe de los poderes públicos.La guerra franco-alemana de 1870 acelera el proceso de"nacionalización" de las sociedades europeas. Por eso losEstados exigen ahora a sus historiadores que participen activa-mente en la elaboración y difusión de la memoria colectiva, fun-damento de la identidad nacional. En el capítulo 6 analizare-mos más detalladamente la aparición de esta "profesiona-lización" de la historia en relación con Francia. Limitémonosaquí al examen de sus aspectos más importantes y más univer-sales. El historiador "de oficio" es un asalariado (generalmentees funcionario, pero también puede depender de una instituciónprivada) que ejerce actividades investigadoras y docentes,siendo el objetivo de estas últimas transmitir a los más jóveneslos conocimientos acumulados por las generaciones anterio-res. Los estudiantes sólo pueden aspirar a pertenecer a la pro-fesión si han adquirido una formación especializada. Estadesemboca en la realización de una tesis que ha de poner enpráctica las normas de cientificidad propias de la disciplina.Todos los miembros de la comunidad se comunican entre sígracias a la existencia de una (o varias) revista especializada yse agrupan en una (o varias) asociación profesional, cuyo obje-tivo es defender sus intereses frente a poderes externos. Lamultiplicación de los puestos va acompañada de una jerar-quización de las funciones que permite dar sentido a la nociónde "carrera universitaria".

Este proceso cae institucionalización representa una etapa fun-damental en la emergencia de la historia-ciencia. Como sub-raya Kuhn, "la creación de revistas especializadas, la fundaciónde sociedades de especialistas y la reivindicación de un lugarespecial en el conjunto de los estudios están generalmente li-gadas al momento en que un grupo encuentra por vez primeraun paradigma único"24. Momento decisivo no sólo para el oficiode historiador, sino también para la definición del saber históri-co. El examen de los principales escritos publicados a fines delsiglo XIX por los "padres fundadores" de la historia universitariafrancesa, nos permitirá mostrar cómo los elementos esencialesque, según Humboldt, definían la "tarea del historiador" fueronreestructurados entonces en función de las exigencias del "po-sitivismo" y de la profesionalización, para formar el "paradigma"de la ciencia histórica tal como se ha practicado hasta hoy. Lanueva perspectiva aparece ya claramente en el texto de pre-sentación que Gabriel Monod publica abriendo el primernúmero de la Revue Historique, el órgano cuasi oficial de la

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Traducción deVicente GómezIbáñez

23 En el caso de Francia, la fuerza que adquirió el "positivismo" a partir de1870 se debe al hecho de que la Tercera República lo convierte práctica-mente en la ideología oficial del régimen, por oposición al catolicismo.

24 T. S. Kuhn, op cit., pág. 41. U definición pusamente "discursiva" delconcepto de "paradigma" en la que se apoya Carlo Ginzburg, "Traces",op. Cit. pág. 268, no le permite ver que el verdadero acontecimiento quetransforma radicalmente la investigación histórica a fines de siglo es laprofesionalización, y no lo que él llama el "paradigma del indicio", que esuna invención de la Escuela histórica alemana. Cuando Ranke define lahistoria como el "desciframiento de jeroglíficos sagrados", se sitúa ya enla lógica de la interpretación indiciaria. La ruptura "positivista" tienecomo principal efecto su "laicización", impulsando a los historiadores ainterpretar los indicios como signos de la actividad humana y no como lahuella de la Providencia. Pero lo más importante, como veremosdespués, es tal vez que a fines de siglo el desciframiento de los indiciosno obedece ya a un razonamiento de tipo "metonímico" (en el que cadaelemento es considerado como expresión del todo), sino a un razon-amiento "analítico", que sitúa la interpretación bajo la dependencia deuna organización colectiva del trabajo histórico.

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nueva comunidad profesional25. Lo que primero llama la aten-ción en este texto es que no ofrece ninguna definición explícitadel ámbito de conocimiento que propone estudiar. Para Monod,la historia es una forma del saber problemática, pues su origense remonta a la noche de los tiempos. Por eso, para ubicar suproyecto y subrayar su novedad, se limita a recordar detallada-mente las diferentes etapas que han marcado los progresos delconocimiento histórico. El silencio en torno a la definición de "elobjeto" de la historia es para Monod una forma de cerrar laetapa de las polémicas con los filósofos. Ya no es cuestión derefutar los argumentos de la filosofía, intentando reemplazarla,como había hecho Ranke. Son las mismas "intenciones últi-mas" de la filosofía lo que se rechaza. Puesto que la historia esuna ciencia empírica, como la física o la fisiología, ya no nece-sita a la filosofía26. La segunda característica fundamental del"manifiesto" redactado por Gabriel Monod es que toda la "cien-cia de la historia" que él propone está contenida en su "método",lo que justifica el calificativo de "metodicista" que a menudo seha dado a esta generación de historiadores. Además, si bien lasinnovaciones de la Escuela histórica ale-mana constituyen elpunto de partida, ahora se las reinterpreta en función de lasnuevas normas científicas. En su presentación, Monod insisteparticularmente en el hecho de que el historiador despliegueuna actividad especializada que requiere un contacto directocon las fuentes. Desde las primeras líneas del prefacio que abreel primer número de la Revue Historique, sus directores,Fagniez y Monod, subrayan que ésta no admitirá más que "tra-bajos originales y de primera mano" que pongan en práctica losmétodos de exposición "estrictamente científicos, donde cadaafirmación esté acompañada de pruebas, de referencias a lasfuentes y a las citas, excluyendo rigurosamente las generali-dades vagas y los ejercicios de oratoria". Además, fiel a las tesisdefendidas por Claude Bernard, Monod considera que todainvestigación especializada supone la adopción de un método"inductivo", que va de lo "particular" a lo "general"27. "Se haentendido", escribe en su "Introducción", "el peligro de las ge-neralizaciones prematuras, de los vastos sistemas a priori quepretenden abarcarlo y explicarlo todo [...] Se ha comprendidoque la historia ha de ser objeto de una investigación lenta y

metódica, en la que se avance gradualmente desde lo particu-lar a lo general, desde el detalle al conjunto, en la que seesclarezcan sucesivamente todos los puntos oscuros, paraobtener finalmente cuadros completos y poder establecer ideasgenerales, susceptibles de ser probarlas y verificadas, acercade conjuntos de hechos perfectamente constatados". El proble-ma de las relaciones entre el "análisis" y la "síntesis" vuelve apensarse en el marco de esta nueva concepción de la investi-gación científica, entendida como movimiento ascendentedesde lo "particular" a lo "general". En verdad, entre los histori-adores de comienzos de siglo no se planteaba la cuestión decómo el investigador puede generalizar observaciones particu-lares, puesto que cada época, cada cultura, era consideradacomo una expresión del "Todo". Si la síntesis se presentabacorno una tarea infinita, era porque el historiador no podíaesperar revelar todas las configuraciones singulares de la Idea.El porvenir de la ciencia constituye, al menos en Francia, elprincipio de una verdadera reflexión de los historiadores sobreel paso desde lo "particular" a lo "general". Pero, como hemos

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25 G Monod, " lntroduction: du progrès des études historiques en Francedespuis le XVI siècle ". Revue Historique, I, enero- junio, 1876, págs. 5-38 (todas las referencias están extraídas de esta edición) Una nota pre-cisa: esta exposición "es al mismo tiempo la introducción y el programade nuestra revista".

26 La influencia de Claude Bernard es aquí manifiesta. Volviendo contraAuguste Comte los argumentos que éste había esgrimido contra lasespeculaciones filosóficas anteriores, C. Bernard escribe: "la tarea delfisiólogo, como la de todo científico, es buscar la verdad por sí misma sinquerer erigirla en instrumento de control de tal o cual sistema filosófico.En este caso, el mejor sistema filosófico es no tener ninguno", C.Bernard, Principes de médecine expérimentale, PUF, 1987, pág. XXXIII(1ª ed., 1947).

27 Claude Bernard escribe: "las mayores verdades científicas hundensus raíces en los detalles de la investigación experimental, que consti-tuyen de alguna manera el suelo en el que esas verdades se desarro-llan". Y lamenta que estos detalles sean "tan frecuentemente ignoradosy despreciados por los falsos científicos que se llaman a sí mismos ge-neralizadores", Principes…, ed. Cit., pág XII.

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visto, Renan lo entendía en los términos de la dialécticahegeliana, haciendo del análisis y de la síntesis dos edadessucesivas de la historia de la humanidad. A fines de siglo, comoatestigua la célebre obra que Charles-Victor Langlois y CharlesSeignobos publican sobre el "método histórico"28, esta pers-pectiva es rechazada en favor de un enfoque fuertemente mar-cado por los principios del "positivismo". A primera vista, su per-spectiva se sitúa en la línea de la concepción humboldtiana."Hay que aislar los hechos para constatarlos, y unirlos paracomprenderlos", escriben los dos autores. Además, reconocenexplícitamente su deuda con Savigny y Niebuhr, que fueron losprimeros en valorar los "nexos" (Zusammenhang) que unen, enla realidad, los diferentes tipos de actividad. Langlois ySeignobos asumen la idea de que cada "época" y cada uno delos "mundos" estudiados por el historiador constituyen unatotalidad cuyos elementos sólo tienen sentido en relación conel "todo". No obstante, en su obra "análisis" y "síntesis" se inte-gran en una lógica de pensamiento totalmente imbuida de losprincipios "naturalistas". El signo más evidente de esta reinter-pretación es la primacía que ahora se concede al análisis.Humboldt insistía en la síntesis porque sólo ella podía poner derelieve la relación vital que une a todos los elementos delmundo estudiado confiriéndole su forma particular. Pero estanoción de "relación vital" ha sido desacreditada por la críticanaturalista. En sus escritos científicos, Berthelot señala que laantigua química se vio en un callejón sin salida precisamenteporque partió del principio según el cual cada cuerpo contieneuna "fuerza vital". Víctima de este prejuicio, aquélla considera-ba que era imposible reproducir o repetir la naturaleza. Laquímica orgánica, en cambio, añade Berthelot, ha demostradoque la ciencia puede producir perfectamente nuevas sustanciasmediante un trabajo de "análisis", que consiste en aislar ciertoselementos presentes en las sustancias naturales, para despuéspurificarlos, antes de combinarlos y obtener una nueva "sínte-sis". La definición del método histórico que ofrecen Langlois ySeignobos se adhiere a esta nueva perspectiva. Lo esencial, apartir de ahora, no es ya evocar una "forma" que haga concre-ta una Idea, ni la dialéctica del despliegue del pensamiento enel tiempo. Lo que cuenta, ante todo, es realizar operaciones

sobre los materiales. De ahí el estatuto privilegiado queadquiere entonces el análisis. Los procedimientos de crítica"externa" e "interna" tienen corno objetivo "aislar" y "purificar" elhecho, a partir de la masa de materiales reunidos para su estu-dio. Solamente después de haber cumplido este largo y minu-cioso trabajo puede el historiador realizar la "síntesis", es decir,comparar, relacionar, agrupar los hechos en marcos generalesy en "cuadros" que están más próximos a la tabla deMendeleiev que a las "obras de arte", como soñaban los histo-riadores de la primera mitad del siglo. En consecuencia, el his-toriador ya no puede ser un poeta. En su "Introducción", Monodafirma ya claramente que "el estilo no consiste en redondearfrases sonoras, sino en revestir el pensamiento de la formaconveniente" (pág. 320). Así como en química los símbolosexpresan la identidad de una sustancia, así también en historialas palabras han de estar lo más cerca posible de la realidadque representan. Ciertamente, Langlois y Seignobos afirmanque "el desprecio por la retórica, el oropel y las flores de papelno excluye el gusto por el estilo puro y enérgico, vigoroso ypleno". Pero los autores justifican esta concesión a la literaturaprecisando que, si el historiador "no tiene derecho a escribirmal", es debido a "la extrema complejidad de los fenómenosde los que intenta dar cuenta" (Pág. 273).

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28 C.V. Langlois y C. Seignobos, Introduction aux études historiques,Kimé, 1992, con prólogo de Madeleine Rébérioux (1ª ed., 1898). (Misreferencias, salvo que se indique lo contrario, remiten a la primera edi-ción). Si este manual ha desempeñado un papel esencial en la definicióndel "paradigma" histórico, no es sólo debido a su amplia difusión, sinotambién a la importancia que concede a los "conocimientos tácitos" queha de poseer el verdadero historiador. Para los autores, solo quienes sehan familiarizado con los documentos "están en posesión de nocionesintransmisibles que, por lo general, les permiten criticar mejor los nuevosdocumentos" (pág 40). Trad., esp.: Introducción a los estudios históricos,Buenos Aires, 1972)

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La solidaridad profesional como solución práctica alproblema de "la objetividad" del saber histórico

La definición "naturalista" de la relación análisis/síntesis en his-toria ya había sido esbozada por Taine, en términos muchomás filosóficos, en las postrimerías del Segundo Imperio. Si afines de siglo adquiere un sentido nuevo, es porque la institu-ciona-lización de la disciplina ha permitido el surgimiento deuna ideo-logía profesional que exalta los intereses colectivosde la nueva comunidad. En adelante el historiador ya no seráconsiderado como un autor, sino como un "obrero de la ciencia"(Charles Víctor Langlois). Éste es el cambio radical respecto acomienzos de siglo. El historiador ya no elabora una "obra" per-sonal concebida como un todo, sino que explora una parceladel saber que sólo adquiere sentido en el marco de la colabo-ración de todos los historiadores. En su "Introducción", GabrielMonod no aborda la cuestión de "el objeto" de la historia, ni lareferida a sus "fundamentos científicos"; en cambio, subrayadesde un principio que el objetivo primordial de la RevueHistorique es estrechar los lazos entre los miembros de lanueva comunidad. La revista quiere publicar trabajos origi-nales, "pero además, y sobre todo, servir de vínculo entre todosaquellos que consagran sus esfuerzos a la vasta y múltipleinvestigación de que la historia es objeto, haciéndoles sentir susolidaridad". Su ambición es "formar con el ejemplo de un buenmétodo a los jóvenes que quieren incorporarse a la profesiónde historiador, alentar y apoyar a quienes ya están en ella,servir a todos como foro y como centro de información". La con-tinuación del texto prueba la importancia que Monod atribuye ala dimensión colectiva de la investigación histórica: "Todos losque se entregan a ella son solidarios unos con otros; trabajanen la misma obra, ejecutan diversas partes de un mismo plan,tienen un mismo objetivo". La relación de lo "particular" con lo"general" se entiende ahora en términos de esta nueva organi-zación del trabajo. En su "manifiesto" -publicado en un momen-to en que la "profesionalización" de la historia apenas hacomenzado- Monod concibe todavía las relaciones entre "análi-sis" y "síntesis" corno una distribución de tareas en el tiempo,entre sucesivas generaciones. Bajo la influencia de Renan,

también él piensa que la hora de la "síntesis" aún no ha llega-do. "Pese a todos los progresos realizados, nos hallarnostodavía en fase de preparación, de elaboración de los materi-ales que después servirán para construir edificios históricosmás vastos". Veinte años después, Langlois y Seignobos hacende la relación análisis/ síntesis el resultado de una división deltrabajo "horizontal", que organiza las relaciones entre los difer-entes niveles de la comunidad profesional. El análisis es tareade los historiadores más jóvenes, que aplican las reglas delmétodo estudiando directamente las fuentes con los instrumen-tos elaborados por los especialistas en técnicas de erudición(archiveros, bibliotecarios, etc.) Realizan así investigaciones decarácter monográfico (la tesis), bajo la dirección de sus profe-sores. Éstos se consagran fundamentalmente al trabajo de sín-tesis, dedicando todo su tiempo a estudiar estas monografías"con el fin de integrarlas científicamente en construcciones gen-erales" (pág. 277). Gracias a la cooperación de los especialis-tas en cada materia, pueden elaborarse obras que ofrecen unavisión de conjunto, cuyo modelo ideal es la célebre Historia deFrancia en varios volúmenes, dirigida por Ernest Lavisse29. Losmismos principios aparecen claramente en el balance de lainvestigación histórica francesa que Pierre Caron y PhilippeSagnac redactan para el Congreso Internacional de CienciasHistóricas que iba a celebrarse en Roma en 1902 30. Despuésde subrayar que "las síntesis muy generales sólo se realizan encolaboración" exigen que "los trabajadores, en lugar de pro-ducir aisladamente, se conozcan más, sepan en todo momen-to lo que se hace cerca y lejos de ellos, sean verdaderamentesolidarios unos con otros, no sólo en cada país, sino en elmundo entero". Lamentan que "el entendimiento, la solidaridady la disciplina científica" sean tan débiles en historia. "Es nece-sario que la colaboración, al menos con vistas a la publicaciónde documentos, pase de ser algo aceptado a ser algo habitual,

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Traducción deVicente GómezIbáñez

29 E. Lavisse (dir), Histoire de France, Hachette, 1900- 1911. (9 vols).

30 P. Caron y P. Sagnac, L' état actuel des études d´histoire moderne enFrance. Publicación de la Revue d' Histoire Moderne et Contemporaine, 1902.

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que las relaciones entre los historiadores que exploran unmismo ámbito o ámbitos próximos sean mucho más frecuentes,que la comunicación entre los trabajadores, hasta ahorademasiado fortuita, sea en adelante regular y constante"31.

Estas reflexiones demuestran la importancia que entoncesadquiere para los historiadores el principio de "solidaridad"32.Ciertamente, esta exaltación de la colectividad es una manerade reforzar el proceso de profesionalización en el que está in-mersa la disciplina. Pero también puede interpretarse como unarespuesta al desafío "epistemológico" lanzado por la filosofía.Implícitamente, los historiadores "metodicistas" consideran yaque la historia es una disciplina científica, pero no porque obe-dezca a unos principios teóricos que supuestamente rigen todaslas disciplinas, sino porque, a nivel práctico, su organización esidéntica a la de las ciencias de la naturaleza. Se basa en unadivisión del trabajo que permite la producción de un saber espe-cializado (el "método"), gracias al cual se elaboran medios sus-ceptibles de verificación. Y la cooperación del conjunto de inves-tigadores hace posible compensar la fragmentación del saberque es consecuencia de la especialización. De este modo, unconocimiento histórico ya no puede considerarse "verdadero"porque haya sido producido según reglas tomadas de las cien-cias de la naturaleza, como afirmaba Taine, sino porque esaceptado como tal por el conjunto de los historiadores compe-tentes. Defender el carácter científico de la historial es pues,necesariamente, defender la práctica colectiva dula investi-gación. De allí la importancia primordial que los historiadores"metodicistas" atribuyen a la cuestión del "buen entendimiento"entre los "trabajadores de un mismo ámbito". En el texto deMonod, el principio de "comprensión" tiene un sentido muchomás amplio que el que tenía en Humboldt medio siglo antes.Ciertamente, Monod asume la idea de que "el historiador nopuede (...} comprender el pasado sin cierta empatía, sin dejar aun lado sus propios sentimientos e ideas para apropiarse porun instante de los sentimientos de los hombres de otro tiempo,sin ponerse en su lugar, sin juzgar los hechos en el medio enque se produjeron". Incluso insiste en el papel que tiene la"conmprensión" en la consecución de la "objetividad" entendi-

da como "imparcialidad"33. Pero para Gabriel Monod, la "com-prensión" es también una norma de comunicación que ha deimponerse en las discusiones entre científicos. Por eso, auncuando critica a los historiadores de las generaciones prece-dentes o a sus adversarios, los historiadores del partido católi-co, Monod siempre intenta "ponerse en su lugar" para compren-der su propio punto de vista, lo que le lleva a subrayar su deudapara con ellos y el papel positivo que han desempeñado en eldesarrollo de la disciplina. El principio de solidaridad lo ilustrantambién las preocupaciones por la justicia y la igualdad queafloran en los escritos de los historiadores "metodicistas", espe-cialmente en lo que se refiere a los criterios de evaluación deltrabajo científico (cfr. capítulo 7). Si la verdad supone un acuer-do entre historiadores competentes, entonces es necesario quelos principios sobre los que se basa su actividad científica sean"objetivos" (es decir, indiscutibles). Ésta es una de las razonesfundamentales de la importancia atribuida al "método histórico".Langlois y Seignobos recuerdan con cierto deleite que la críticade fuentes desarrollada en Francia por la Revue Critique d'Histoire et de Littérature (creada en 1866) ha permitidoresolver, casi siempre de modo certero, los problemas referidosa la naturaleza de un documento, a su datación, a su grado deautenticidad, y que ha puesto fin a la laxitud antes reinante enel uso de los archivos, "sancionando públicamente a los erudi-tos sin conciencia o sin método" (pág. 113). Estos procedimien-tos técnicos hicieron posible alcanzar conocimientos admitidos

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31 La Sociedad de Historia Moderna se creó en 1901 precisamente paraponer en práctica este ideal colectivo.

32 Esta tendencia no es exclusiva de Francia. Peter Novick muestra quela formación, a fines del siglo XIX, de la comunidad profesional de loshistoriadores americanos, supone, también allí, una valorización de lasolidaridad y del trabajo colectivo P. Novick, op. cit., pags. 52 y ss.

33 El papel del historiador "consiste ante todo en comprender y explicar,no en alabar o condenar". Por eso "no se acusa a la monarquía en nom-bre del feudalismo, ni al 89 en nombre de la monarquía". G. Monod, op.Cit., pág. 138.

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por todos los historiadores, mientras que las grandes inter-pretaciones contemporáneas, como las de Augustin Thierry,Michelet o Taine, nunca serán objeto de consenso en el senode la comunidad.

Como vemos, es asimismo en función de estas nuevas reglascolectivas como los historiadores "metodicistas" juzgan a lageneración anterior de "historiadores, filósofos, generali-zadores y artistas", para decirlo con las palabras de GabrielMonod. En su "manifiesto" de 1876, el principal reproche que éldirige a estos últimos es precisamente no haberse integrado enel seno de una comunidad profesional. El hándicap de la histo-riografía francesa en relación con Alemania durante la primeramitad del siglo XIX, se imputa a la falta "de toda disciplina cien-tífica general de toda autoridad rectora, de estas reglas metódi-cas, de estos hábitos de trabajo colectivo que procura la forma-ción universitaria superior". Nombrando a Michelet, a AugustinThierry y a Guizot, Monod lamenta, que hayan sido "casi todosautodidactas; no han tenido maestros y no forman discípulos.Marcan la historia con la impronta de su temperamento, de supersonalidad. Por lo común, incluso los más eruditos de entreellos, son escritores antes que científicos (...) en sus escritos, loque les importa no son tanto los hechos mismos cuanto la formaque les confieren" (pág. 317). La amplia polémica que enfrentaa Monod y a Fustel de Coulanges a lo largo de este períodorefleja incomprensiones que, a mi juicio, sólo pueden explicarsepor la ruptura provocada por la institucionalización de la disci-plina. Anteriormente, el historiador tenía un estatuto muy cer-cano al del escritor. A partir de ahora, el historiador se entiendea sí mismo fundamentalmente como un investigador quepertenece a una "ciudad del saber". De este modo, las mismaspalabras cambian de sentido, como observa amargamenteFustel de Coulanges en relación con el término "análisis".Mientras que para él, el análisis es una etapa en la elaboraciónde una obra individual, para los "metodicistas" designa unaparcela de un saber colectivo. Idéntica incomprensión se pro-duce en relación con la "síntesis". Para Fustel, ésta, por defini-ción, no puede ser una labor colectiva. "Imaginad cien especia-listas repartiéndose en lotes el pasado de Francia; ¿creéis real-

mente que al final habrán escrito la historia de Francia? Yo tengoserias dudas; al menos les faltará el nexo entre los hechos;ahora bien, ese nexo es también una verdad histórica"34.Afirmación que demuestra hasta qué punto el autor de LaCiudad Antigua permanece fiel a la concepción humboldtiana dela historia. Para él, sólo el genio del historiador, su capacidadexpositiva, puede dar vida al cuadro por él elaborado. Pero afines de siglo, la "síntesis" se ha convertido en el momento privi-legiado en el que el conjunto de la comunidad se reúne paraofrecer al público el producto de su labor colectiva. Es a la vezla recompensa de quien ha pasado años enteros al servicio delanálisis y la expresión de la solidaridad de la comunidad. De ahílas virulentas críticas dirigidas por Langlois y Seignobos a los"divulgadores" que no respetan estas reglas sagradas y quepublican síntesis sin haber pasado por el análisis (pág. 115).

La actitud hacia la política ilustra las misma preocupaciones. Sila producción de la verdad histórica se basa en el consenso delos historiadores competentes, entonces la disciplina ha demantenerse al margen de las pasiones políticas, factores dedivisiones internas. Por eso Monod y Fagniez, en el prefacio enel que se presenta la Revue Historique, precisan inmediata-mente: "Nuestra pretensión es permanecer independientes detoda opinión política y religiosa". Y añaden que la nueva revistase dirige "a todos los que, cualesquiera sean sus tendenciasparticulares, aman la historia por sí misma y no hacen de ellaun arma de combate para la defensa de sus ideas religiosas opolíticas". Rechazando las "controversias contemporáneas", suintención es agrupar a los historiadores que practican "el mismorigor metódico y crítico, la misma imparcialidad de espíritu". "Elpunto de vista estrictamente científico en que nos situamos",

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34 Citado por F. Hartog, op. Cit. pág. 346.

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agregan los dos directores, "basta para conferir a nuestraselección un tono y un carácter unitarios" (pág. 322)35. Peroesta voluntad de autonomía profesional no impide que los his-toriadores "metodicistas" defiendan la "función social" de sudisciplina.

Para ellos, el principio de solidaridad constituye no sólo unanorma fundamental que garantiza la cohesión de su comunidadprofesional, sino también la contribución decisiva de la historiaa la unidad de la comunidad nacional. Como subraya GabrielMonod, la función del historiador es poner de relieve "el nexológico que une todas las etapas del desarrollo de nuestro paíse incluso todas las revoluciones: de ese modo todos se sen-tirán retoños de la misma tierra, hijos de la misma raza, sinrepudiar nada de la herencia paterna" (pág. 323). La preocu-pación de imparcialidad se presenta así fuertemente impregna-da de otro aspecto esencial de la ideología profesional propiade esta generación de historiadores "metodicistas". Como fun-cionarios del Estado francés, cumplen con pundonor sus "ser-vicios al Estado". Por eso, conforme a la misión que les haadjudicado el poder republicano, sirven a la vez a los interesesde la ciencia y de la nación. "Así es como la historia, sin pro-ponerse otra meta y otro fin que el beneficio que trae consigola verdad, trabaja de forma callada y segura por la grandeza dela Patria y al mismo tiempo por el progreso del género humano"(pág. 323. cursiva en el texto).

La Primera "Crisis De La Historia" y Sus SolucionesFilosoficas

A fines de siglo, bajo los golpes propinados conjuntamente por el"positvismo", el "marxismo", el "darwinismo" y la corriente niet-zscheana, el "idealismo historicista" que había dominado laescena filosófica durante la primera mitad del siglo XIX estádesacreditado. En adelante ya no es posible considerar lacuestió de "la objetividad" en historia como desocultación de unaIdea preexistente o como desciframiento de "jeroglíficos sagra-dos", para decirlo con una expresión cara a Ranke. Habiendo

ocupado la Ciencia el lugar de Dios, todo el debate sobre la natu-raleza del conocimiento histórico se reorganiza en función deaquélla. En tan sólo unas décadas se elaboran las grandes con-cepciones filosóficas que van a delimitar el espacio en cuyo senose desarrollarán, hasta hoy mismo, la mayor parte de las discu-siones "epistemológicas" sobre la historia. No era posible, ninecesario, analizarlas aquí detalladamente. Sólo aludiré a ellasen la medida en que han desempeñado un papel directo en lastransformaciones ulteriores de la disciplina. Para distinguir estascorrientes de pensamiento, partiré de la división ya mencionadaere relación con el debate entre Hegel y Humboldt, refiriéndomeprimero a los filósofos que conciben la "epistemología", como unesfuerzo por dotar a la historia de nuevos fundamentos teóricos.En segundo lugar, examinaré las reflexiones que se presentancomo contribuciones al estudio de la lógica de las ciencias y queentienden que su objetivo es únicamente aclarar lo que hacen loshistoriadores cuando investigan 36.

Las dos críticas "positivistas": el "naturalismo" y la"hermenéutica"

Las corrientes nacidas del "positivismo" pertenecen, evidente-mente, a la primera categoría. Dos de ellas tienen una impor-tancia muy especial en el debate sobre la historia: el "monismonaturalista" (o "legalista") y la "hermenéutica". Los represen-tantes más eminentes de la primera de estas dos doctrinas son,indiscutiblemente, los filósofos-sociólogos durkheimianos. Paraofrecer una idea general de todo lo que los separa de los histo-riadores, basta comparar el "Prólogo" redactado por Emile

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35 El deseo de reforzar la autonomia de la "ciudad del saber" lo ilustratambién la introducción de un comité patrocinador del que indistinta-mente forman parte universicarios, archiveros y bibliotecarios represen-tantes de diversas tendencias de la vida intelectual francesa.

36 He seguido la distinción propuesta por R. Weingartner, "The Quarrelabout Historical Explanation", en R. H. Nash (ed), Ideas of History,Nueva York, Dutton, 1969, vol. 2, pág. 140-157.

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Durkheim anunciando la creación de L´ Année Sociologique 37,con la "Introducción" publicada por Gabriel Monod en el primernúmero de la Revue Historique. Mientras que éste, como hemosvisto, se sitúa desde un principio en un universo de conocimien-to ya ampliamente establecido, Durkheim apela a la creación, apartir de ámbitos del saber sobre la sociedad ya constituidos, deuna disciplina que todavía no existe. El objetivo de L´AnnéeSociologique es informar a sus lectores de "todas las investiga-ciones que se realizan en las distintas ciencias particulares" (elderecho y la historia fundamentalmente) en la medida en quetienen que ver con la sociedad. Evidentemente, para saber quétrabajos pueden interesar a una ciencia que no existe, hay queempezar proponiendo criterios que posibiliten definir esta cien-cia. Habiendo sido Auguste Comte el primer filósofo que hizovotos por la constitución de la sociología, no es sorprendenteque Durkheim asuma los principios de la filosofía positiva. Dadoque el objetivo de toda ciencia es producir leyes explicativas, lasociología sólo podrá considerarse "científica" si es capaz dedeterminar relaciones universales elevándose por encima de lasparticularidades propias de cada contexto estudiado. ParaDurkheim, la mejor vía de que dispone la ciencia social paraavanzar en esta dirección es el comparacionismo. El método delas variaciones concomitantes posibilita, en efecto, determinarregularidades estadísticas realizando experimentos indirectos,idénticos, a nivel lógico, a los experimentos que los especialistasde las ciencias naturales realizan en su laboratorio. "La concomi-tancia constante es, pues, por sí misma una ley, cualesquierasean los fenómenos excluidos de la comparación (...) En elmomento en que se ha comprobado que, en cierto número decasos, dos fenómenos varían uno y otro, puede estarse segurode que se está en presencia de una ley"38. En el prólogo alprimer número de L´Année Sociologique, Durkhem afirma clara-mente que el objetivo de la revista es "ver salir a la sociología desu fase filosófica y ocupar finalmente su lugar entre las ciencias".De este modo, asume los argumentos de los historiadores sobrela necesidad del trabajo empírico. Pero, al mismo tiempo, tomade los filósofos la definición de la ciencia que él opone a los his-toriadores. El objetivo de su revista es, efectivamente, ayudar aque la historia sea más científica. "Hacer que el historiador

supere su punto de vista habitual [...], que tenga en cuenta lascuestiones generales que plantean los hechos particulares que élobserva, es servir a la causa de la historia". De ahí la ambiciónde "formar historiadores que sepan ver los hechos históricoscomo sociólogos, o lo que es lo mismo, formar sociólogos queestén en posesión de toda la técnica de la historia". Fustel deCoulanges declaraba: "la verdadera sociología es la historia".Durkheim añade: nada más cierto, con tal que la historia se prac-tique sociológicamente", pues, añade, "en cierto sentido, todo loque es histórico es sociológico". La comparación de los dos ma-nifiestos que determinarán las grandes orientaciones de la histo-ria y de la sociología francesa durante la primera mitad del sigloXX, evidencia dos posiciones intelectuales radicalmente diferen-tes. Los historiadores hablan de la ciencia tal cual es, proponién-dose simplemente mejorarla prolongando, en un esfuerzo de sol-idaridad colectiva que implica a toda su comunidad profesional,el trabajo realizado desde la noche de los tiempos por sus ante-cesores. Los sociólogos hablan de la ciencia tal y como ellosquisieran que fuese, partiendo de una concepción de la objetivi-dad que supone a la vez una ruptura con las formas de saber yaconstituidas y un total rechazo de los proyectos rivales que inten-tan "fundamentar, las ciencias sociales sobre principios teóricosdiferentes 39. La polémica que, a principios de siglo, enfrenta aFrançois Simiand, discípulo de Durkheim, y al historiador

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Traducción deVicente GómezIbáñez

37 E. Durkheim, "Prólogo", L'Année Sociologique, 1, 1898, pág. I-VII.

38 E. Durkeim, Les régles de la méthode sociologique, PUF, 1981, Págs130 y 172 ( 1º ed., 1894). (Trad. Esp.: Las reglas del método sociologi-co y otros escritos sobre la sociedad, Madrid, 1988)

39 En su prólogo, Durkheim condena en nombre de la filosofia positivatodas las otras comentes sociológicas, y considera que hay "demasiadossociólogos que dogmatizan diariamente". Si bien afirma, como GabrielMonod, que la ciencia "sólo puede progresar mediante un trabajo colec-tivo", la comunidad científica por la que él hace votos no es concebidasegún el modelo de la agrupación de todos los "trabajadores del mismooficio". Sólo puede estar constituida por los investigadores que aceptenadherirse a su propio proyecto intelectual.

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Charles Seignobos, en la que aquí no entraré, es la más claray radical expresión del antagonismo entre los dos puntos devista40. Al mismo tiempo, este enfrentamiento petrifica posi-ciones que posteriormente apenas se aproximarán, como lodemuestra la persistencia de las disputas entre los sociólogosy los historiadores franceses durante todo el siglo XX.

El papel decisivo que la historia ha representado en la vida inte-lectual alemana en el siglo XIX es la razón de que la crisis queallí aqueja a la disciplina a fines de siglo alcance una magnituddesconocida en Francia. El "positivismo naturalista" entraestrepitosamente en la disciplina, sobre todo tras los trabajosde Karl Lamprecht41. Rechazando los principios de "la Escuelahistórica" en nombre de las "leyes de la historia" que él buscaen la psicología, Lamprecht inaugura la Methodenstreit que agi-tará el mundo universitario alemán durante veinte años. Noobstante, esta ofensiva apenas tiene impacto en la investi-gación histórica empírica. Incluso hace que la mayoría de loshistoriadores alemanes se encierren en sus modelos tradi-cionales42. En la escena filosófica, Dilthey combate el "natura-lismo" en nombre de la "hermenéutica", nacida también del"positivismo", aunque opone radicalmente las "ciencias de lanaturaleza" y las "ciencias del espíritu"43. En vez de negar elcarácter científico de la historia, Wilhelm Dilthey (que fue alumnode Ranke) se apoya en la definición de la historia de Humboldtpara determinar los principios fundamentales de las cienciasconsagradas al estudio de la humanidad44. Recogiendo la con-traposición entre "explican" y "comprenden" introducida porDroysen (historiador, discípulo de Hegel), Dilthey profundiza ysistematiza el proceder "comprensivo". La especificidad de lasciencias del espíritu, comparadas con las ciencias de la natu-raleza, estriba en que su tarea es aprehender el significado de laacción humana. El historiador sólo puede avanzar en esta vía sies consciente de que toda la historia se escribe siempre en elpresente, desde un punto de vista particular en función del cualel mundo estudiado adquiere su coherencia. Así pues, el inves-tigador no puede, con el pretexto de "objetividad", excluirse a símismo del cuadro que quiere pintar; debe asumir el carácter enparte subjetivo de su perspectiva. Su tarea consiste esencial-

mente en un trabajo de interpretación a través del que seesfuerza por comprender las "experiencias vividas" de los hom-bres del pasado. Estas experiencias se han "objetivado" entodas las huellas que los hombres han dejado a su paso (lostextos escritos, las instituciones, los monumentos) y gracias alas cuales el historiador puede entrar en contacto con el pasa-do. La importancia atribuida a la comprensión explica el que laobra de Dilthey pueda entenderse como "una psicología de laexperiencia interior” y que él mismo haya considerado el mundohistórico "como un texto que hay que descifrar”45. No obstante,si su reflexión está marcada por el "positivismo", es porque enprimer lugar Dilthey rechaza los presupuestos del "idealismohistoricista". Para Dilthey, la tarea primordial del historiador noes estudiar la "Idea" que dominaría una época o una cultura,

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40 Cfr. G. Noiriel, "L'étique de la discussion chez François Simiand. À pro-pos de deux conférences sur fhistoire (1903-1906)", journéedétudesurFrançois Simiand Universidad de París VII, 14-15 de mayo de1992 (de próxima publicación).

41Cfr. especialmente K Lamprecht, Moderne Geschichtswissenchaf4Friburgo H. Heyfelder, 1905.

42 Cfr. E. François, "Les historiens allemands", en A. Burguière (dir.),Dictionnaire de 1 histoire, PUF, 1986. (Trad. esp.: Diccionario de las cien-cias históricas, Madrid, 1991.)

43 Como subraya Vincent Descombes, la concepción que los partidariosde la "hermenéutica" tienen "de la ciencia natural es idéntica a la de lospositivistas. Mejor dicho, la filosofia hermenéutica pide al positivismo quele diga qué es una ciencia natural", V. Descombes, La denrée mentase,Minuit, 1995, pág. 58.

44 Cfr. W. Dilthey, L'édification du monde historique dans les sciences del'esprit, ed. cit., y S. Mesure, Dilthey et la fondation des sciences his-toriques, PUF, 1990.

45 "Como las letras de una palabra, la vida y la historia tienen un signifi-cado", escribe Dilthey. Citado por H. G. Gadamer, Le problème de la con-science historique, Louvain, Beatrice Nouwelaertz, 1957, pág. 36. (Trad.esp.: El problema de la conciencia histórica, Madrid, 1993.)

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sino los mundos reales, constituidos por individuos relaciona-dos entre sí por plexos de sentido. Por otra parte, aunque con-trapone las ciencias del espíritu a las ciencias de la naturaleza,Dilthey sigue estando convencido, como Comte, de que corres-ponde al filósofo señalar a los investigadores el cairino que hande seguir para llevar a buen término su trabajo empírico. Desdefines del siglo XIX, la historia ocupa el centro de las polémicasque enfrentan entre sí a los partidarios del "monismo natura-lista" y a los de la "hermenéutica". A lo largo de todo el siglosiguiente, la disputa entre los primeros (llamados "objetivistas"por sus adversarios) y los segundos (los "subjetivistas") nocesará de acrecentarse. La historia es el motivo de disputa queenfrenta, por ejemplo, a los adeptos al "positivismo lógico",como Hempel, y a los adeptos a la "fenomenología hermenéu-tica" de Heidegger, prolongada tras la Segunda Guerra Mundialpor Gadamer. En Francia -volveré sobre esto posteriormente-la disputa enfrenta principalmente a los filósofos-sociólogosfieles a Durkheim y a los partidarios de la "filosofia crítica de lahistoria", desde Raymond Aron hasta Henri-Irénée Marrou yPaul Ricoeur.

El "neokantismo"y la lógica de las ciencias históricas

El final del siglo XIX también ve florecer perspectivas que seesfuerzan, como hiciera Humboldt algunas décadas antes, porexplicitar qué hacen los historiadores cuando investigan, enlugar de indicarles el camino que deben seguir. Es el caso deWilhelm Windelband, que reprocha a Dilthey querer imponer alos historiadores un nuevo modelo de referencia que ya no estátomado de las ciencias de la naturaleza, sino de una "psicologíaauténtica" a la que se cree indispensable para el progreso de lahistoria. Ejemplo del éxito creciente de las interpretaciones"neokantianas" del conocimiento, Windelband considera que losprincipios de una ciencia no pueden hallarse en la realidadmisma. Por eso, la única ayuda que la filosofia puede prestar ala investigación empírica es aclarar las operaciones lógicas dela ciencia. Windelband introduce así la famosa distinción entreciencias "nomotéticas", que establecen relaciones universales

(como la fisica), y ciencias "ideográficas", centradas en el estu-dio de configuraciones singulares (como la historia).Prolongando esta perspectiva, Heinrich Rickert se apoya enesta contraposición no ya para establecer una clasificación delas ciencias, sino para iluminar las posibles direcciones del tra-bajo científico. Según él, todas las ciencias combinan lo "singu-lar" y lo "general". Son los fines últimos perseguidos por el cien-tífico los que explican el privilegio concedido al uno o al otro 46.Incluso si la historia es la disciplina más orientada hacia el estu-dio de lo singular, en ciertos momentos puede servirse de losprocedimientos generalizadores que caracterizan a las cienciasnaturales. Los profundos análisis sobre "la epistemología" de lahistoria que Georg Simmel publica en el cambio de siglo puedenconsiderarse como la culminación de este enfoque "neokan-tiano". Es imposible ofrecer aquí una visión de conjunto. Me lim-itaré a recordar algunos de sus elementos, cuya importancia sehará evidente cuando analicemos los nuevos "paradigmas" de lainvestigación histórica. Como Dilthey, Simmel parte del hechode que el historiador estudia conjuntos de individuos relaciona-dos entre sí por interacciones cuyo sentido hay que determinar.Ésta es la razón por la que, frente a las ciencias naturales, losprocesos psicológicos constituyen el objeto propio de la histo-ria47. Aceptando también que la historia se escribe siempre enpresente, Simmel considera que toda investigación supone unpunto de vista particular y una subjetividad. La verdad históricaes así relativa a la perspectiva previamente elegida. Además,como el historiador nunca puede desligarse totalmente delmundo social al que pertenece, el razonamiento histórico tienesiempre un carácter "impuro", mezclando, de forma indisocia-ble, observaciones científicas y "prejuicios". Para poder poneren cuestión cualquiera de estos prejuicios, el historiador tiene

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46 Estos estudios no han sido traducidos al francés; cfr. W. Windelband,Geschichte and NaturwssenschaA Strasburg, Heintz, 1900 (1.' ed.,1894); H.Rickert, Science and History: a Critique of Positivist Epistemology,Princeton, Van Nostrand, 1962 (edición alemana de 1899).

47 G. Simmel,.Les problàmes de la philosophie de l'histoire, PUF, 1984,con una presentación de Raymond Boudon (1.' ed., 1892).

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que aceptar necesariamente los demás como "datos", como"evidencias", pues es imposible cuestionar simultáneamente elconjunto de los materiales en los que un investigador ha deapoyarse para avanzar en su trabajo. Este "relativismo" es,para Simmel, la condición de posibilidad de alcanzar una ver-dadera "objetividad". Ésta no es para él un hecho, sino un pro-ceso consistente en clarificar y explicitar el conjunto de opera-ciones que forman parte de las prácticas de investigación. Estaclarificación inmuniza al historiador contra la forma más perni-ciosa de "relativismo"; aquella que se ignora a sí misma hacien-do que el investigador juzgue todos los trabajos de los demása partir de un único punto de vista, el suyo, erigido en verdaduniversal. Estas cautelas no le impiden a Simmel admitir que elhistoriador pueda formular explicaciones causales del mismotipo que las de las ciencias naturales. Este es particularmenteel caso cuando el historiador logra descubrir los encade-namientos y los "motivos" de las acciones individuales. Noobstante, este tipo de explicación no puede considerarse comola única forma de cientificidad legítima en historia. Cuando ellano es posible (por ejemplo, cuando el historiador no se proponeestudiar interacciones entre individuos a nivel particular), elinvestigador introduce otra forma de inteligibilidad, basada enla interpretación. Ésta no permite determinar relaciones univer-sales, sino que conduce a la elaboración de "formas" singu-lares, de "cuadros" que aproximan al historiador al artista.

También las filosofias preocupadas por explicitar las múltiplesmodalidades de la actividad científica se enriquecerán durantetodo el siglo XX. Desde este punto de vista, la monumental"filosofia de las formas simbólicas" de Emst Cassirer constituyeuna contribución capital48. Para Cassirer; "sólo comprendemosla estructura lógica de una ciencia cuando hemos captado clara-mente de qué forma subsume lo particular en lo general 49. Estatarea es común a todas las ciencias, pero cada una de ellas lasolventa de manera diferente y "es precisamente esta diversidadlo que constituye la especificidad de los diferentes tipos deconocimiento". La ciencia histórica construye conceptos yjuicios, introduce hipótesis y procedimientos de verificación deacuerdo con reglas que, desde un punto de vista lógico, no son

distintas de las reglas de las ciencias naturales. No obstante,añade Cassirer, contrariamente a lo que creían tantos histori-adores que, en la segunda mitad del siglo XIX, depositaron"ridículas esperanzas en la introducción de métodos estadísti-cos", profetizando así una nueva época para el pensamientohistórico50, no ha sido imitando a las ciencias naturales comola historia ha innovado más. Las tentativas de Tame y deLamprecht de construir una historia "naturalista" fueron un fra-caso. La contribución específica de la disciplina al progreso delconocimiento radica en ese tipo de generalización que Husserldenomina "construcción eidética". Los documentos estudiadospor el historiador son símbolos de un mundo desaparecido.Para interpretarlos, éste ha de empezar por saber leerlos fami-liarizándose con el contexto que los ha producido. Este esfuer-zo de interpretación conduce a la integración de los hechosanalizados en una forma nueva que otros historiadores, a la luzde nuevos documentos o de nuevos métodos, podrán enrique-cer, modificar o discutir. Si bien este tipo de generalizacióncientífica permite describir la realidad, no la explica, en el sen-tido científico del término, "pues lo particular que se ordena enestos hechos no puede deducirse de ellos". El "hombre delRenacimiento" descrito por Burckharduen uü libro célebre, es

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48 E. Cassirer, Philosophie des formes symboliques, t. III, La philosophiede la connaissance, Minuit, 1972 (1. ed., 1929). (Trad. esp.: Filosofía delas formas simbólica, México, 1971-1972.)

49 E. Cassirer, Logique..., ed. cit., pág. 157. Cursiva en el texto.

50 Cfr. especialmente H. T. Buckle, History of Civilizadon in Englan4Londres, J. W. Parker, 1857.

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un tipo social elaborado a partir de un gran número de mate-riales empíricos y cuya "verdad" nadie podrá discutir, aunquenunca se lo hallará encarnado en un individuo concretos51.

Éste es el contexto filosófico en el que emerge la sociologíaalemana a principios de siglo, bajo el impulso decisivo de MaxWeber. Como en Francia, la sociología alemana adquiereautonomía a través de un diálogo crítico con la historia. Noobstante, basta comparar el debate entre Weber y el historiadorEduard Meyer con el que en el mismo momento enfrenta enFrancia a Simiand y a Seignobos, para determinar exacta-mente todo lo que separa estos dos universos intelectuales.Weber, habiendo llevado a su término el proceso de rupturacon la filosofia, defiende un empirismo radical, que en el fondo,aunque se exprese en términos muy diferentes, está próximo ala opinión compartida por la gran mayoría de los historiadores.Para él, la epistemología de los filósofos es de tan escasa uti-lidad para la investigación empírica como el conocimiento de laanatomía pueda serlo para andar. Solamente el estudio de losprocedimientos lógicos del trabajo científico puede ayudar aquien lo practica a ser más consciente de lo que hace cuandoinvestiga. Aparte de esto, la cultura filosófica no puede servir alhistoriador más que para defender su ámbito de actividad con-tra quienes quieren desacreditarlo, lo que es moneda corrienteen un mundo dominado por la competitividad52. Si Max Weberse niega a participar en la disputa sobre los fundamentos de laciencia, es porque, al igual que los filósofos neokantianos, re-chaza el punto de vista epistemológico "realista". Puesto que laciencia no se basa en ningún fundamento exterior a la prácticaempírica, sólo los historiadores son competentes para zanjarlos problemas históricos. Siendo así, una polémica como la queen Francia enfrenta a historiadores y sociólogos no tiene razónde ser. Y ello tanto menos cuanto que, para Weber, las fron-teras disciplinares no se corresponden con demarcacionesexistentes en la realidad misma, sino qué son resultado de con-venciones anteriores entre los investigadores. "No son las rela-ciones materiales entre las cosas las que constituyen la basede las delimitaciones de los ámbitos del trabajo científico, sinolas relaciones conceptuales entre los problemas." "Sólo cuan-

do se aborda un problema nuevo con un método nuevo y cuan-do de este modo se descubren verdades que abren nuevoshorizontes importantes, sólo entonces nace también una "cien-cia" nueva"53. Ésta es la razón por la que Weber rechaza ladefinición "realista" de la "sociedad" adoptada por losdurkheimianos para justificar sus pretensiones hegemónicas.

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51 E. Cassirer, Logique..., ed. cit., pág. 160. Pueden hallarse prolonga-ciones de estos análisis en los trabajos de epistemólogos contemporá-neos. Gilles-Gaston Granger considera que las ciencias, entendidas enel sentido más amplio como conocimientos metódicos de objetos, se div-iden según la atracción que en ellas ejercen y el papel que en ellasdesempeñan dos polos fundamentales y radicalmente opuestos. "Unoestá representado por la matemática pura sin contenidos empíricos; elotro, precisamente, por una Historia ficticiamente pura, cuyo proyectoteórico sería restituir ad integrum los objetos concretos que realmentehan existido. Es el polo poiético del pensamiento científico, cuya atrac-ción resulta apreciable, en diferentes grados, y distintamente según eltipo de objetos, en todas las ciencias empíricas." No obstante, incluso sila historia es la disciplina más próxima al polo poiético, las Historias real-mente elaboradas "construyen modelos explicativos semiabstractos"; cfr.G. G. Granger, La vénficadon, ed. Odile Jacob, 1992, págs. 181-186.Volveré posteriormente sobre el libro de Jean-Claude Passeron, Leraisonnement sociologique. L espace non popperien du raisonnementnature~ Nathan, 1991, que también se sitúa en la perspectiva de una"clarificación" de las operaciones reales de la investigación.

52 Contrariamente a Raymond Aron y a sus actuales discípulos, no meparece posible considerar a Max Weber como un representante de la"filosofia crítica de la historia". Con Julien Freund, hay que ver en él másbien el principal representante "de una teoría por así decir no filosóficade la ciencia y del conocimiento" inseparable de una teoría de la acción;lo que aproxima considerablemente a Max Weber a las tesis que hoyexponen los "pragmatistas". Cfr. M. Weber, Essais sur la théorie de lascience, Presses Pocket, 1992 (se trata de una selección de artículosaparecidos a comienzos de siglo), y el prólogo de J. Freund, especial-mente págs. 114-115. Cfr. también al respecto C. Colliot Thëlène, Lede'senchantement de l'État.., ed. cit.

53 M. Weber, "L'objectivité de la connaissance dans les sciences et lapolitique sociales", en M. Weber, Essais..., ed. cit, págs. 142-143 (1.' ed.,1904). (Trad. esp. en M. Weber, Sobre la metodología de las cienciassociales, Barcelona, 1971.)

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Considera que el término "social" no nos procura, cuando "setoma en su sentido genérico [...], ninguna clase de punto devista específico que hiciese posible elucidar el significado deelementos determinados de la civilización" (cursiva en el texto).La historicidad del mundo y la infinidad de significados que loshombres son capaces de dar a sus actos es la razón por la quelas ciencias de la cultura no pueden esperar establecer leyesuniversales. La generalidad dé la validez de sus observacionesestá siempre limitada por el contexto. Por eso, en estas disci-plinas, cuanta mayor extensión tiene un concepto general(clasificatorio), tanto más nos aleja de la realidad, pues paraabarcar lo que es común al mayor número de fenómenos ha deabstraer lo más posible, lo cual empobrece su contenido. Deahí la importancia decisiva que Weber atribuye a los conceptosgenéticos (tipos ideales). Estás construcciones "artificiales",que la mayoría de las veces no existen en la realidad (dado quese obtienen acentuando los rasgos característicos del fenó-meno observado), permiten especificar lo que constituye la par-ticularidad del hecho considerado. A las disciplinas que tienencomo objeto de estudio los individuos y los significados de susactos les es indispensable la elaboración de conceptos genéti-cos, debido a que las situaciones sociales sólo pueden com-prenderse verdaderamente especificando lo más posible. Estasreflexiones sobre la lógica de las ciencias conducen a Weber adefender un comparacionismo que completa la metodologíaestadística desarrollada por los durkheimianos. La compara-ción de diferentes configuraciones singulares permite constatarla presencia o la ausencia de rasgos comunes y de este modovalorar la frecuencia de determinada relación. Gracias a estemétodo comparativo, la sociología es capaz de ofrecer formasde generalización que la distinguen de la historia; lo que bastapara justificar su existencia y su importancia para el progresodel conocimiento.

La "Apología de la Historia" o la Madurez De Un"Paradigma"

La célebre obra escrita por Marc Bloch durante la Resistencia,poco tiempo antes de que fuera ejecutado por los nazis, repre-

senta la culminación del "paradigma" constitutivo de la ciencianormal de la historia y no, como se ha escrito tan a menudo, elpunto de partida de una "nueva historia" 54. En esta obra, MarcBloch se entiende a sí mismo explícitamente como continuadorde la disciplina tal y como ésta ha sido definida por la gene-ración anterior. Hay que tomar en serio su advertencia de laprimera página, en la que previene inmediatamente al lector deque, pese a ciertos desacuerdos, sigue los pasos de Langlois ySeignobos (pág. 69). El subtítulo del libro indica claramente quetambién él considera la historia como una práctica profesionalbasada en la división del trabajo y en la especialización. El cen-tro de la obra (los capítulos dedicados a la observación, la críti-ca y el análisis histórico) presenta el "método histórico", pueses éste el que, según Marc Bloch, concentra todo el savoir-fairecaracterístico del "oficio de historiador>. La historia es una cien-cia porque se ha convertido en un saber que requiere un apren-dizaje, supone unos conocimientos especializados y la coo-peración de todos los que la practican55. La verdadera origina-lidad de este libro radica en que en él, Marc Bloch, se apoya enlos recientes progresos de "la epistemología de la historia" y dela filosofía de la ciencia (inseparables de las radicales transfor-maciones que la fisica ha conocido con la teoría de la relativi-dad) para rechazar las distintas variantes del "positivismo" que

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54 M. Bloch, Apologie..., ed. cit. La obra presenta las grandes líneas dela concepción de la historia desarrollada en el período de entreguerrastanto por Marc Bloch como por Lucien Febvre.

55 El aprendizaje [de estos conocimientos especializados] es lento; suplena posesión requiere una práctica aún más prolongada y práctica-mente constante" (pág. III).

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dominaban la escena intelectual francesa en el cambio desiglo56. Considerando que ya no es posible postular un modelogeneral de ciencia, no sólo rechaza el "monismo naturalista" delos durkheimianos, sino también la pusilanimidad de los histo-riadores "metodicistas", quienes, con Seignobos, habían acabadopor asumir la clasificación comtiana de las formas de conocimien-to, afirmando que la historia no era una ciencia, sino un simple"proceder cognoscitivo". Marc Bloch considera, por el contrario,que las ciencias humanas no tienen "necesidad de renunciar asu originalidad, ni avergonzarse de ella" (pág. 78), pues cadaciencia no es sino "un fragmento del movimiento universalhacia el conocimiento" y posee una "estética del lenguaje quele es propia". Cada disciplina es una "perspectiva que otrasperspectivas habrán de completar" y "el peligro comienza cuan-do cada óptica pretende verlo todo por sí sola; cuando cadaregión del saber se toma a sí misma por la patria" (pág. 163).Afirmando que la época de las disputas sobre la legitimidad delas ciencias pertenece al pasado, Marc Bloch hace posible almismo tiempo la apertura de la historia al mundo exterior. Lageneración anterior, completamente inmersa en el proceso deprofesionalización y autonomización arriba descrito, era tantomás proclive a encerrarse en su "torre de marfil" cuanto menossegura estaba aún de su estatuto científico. Considerando queeste período fundacional ha terminado, Marc Bloch exhorta a loshistoriadores a asumir plenamente tanto la identidad de su disci-plina como sus límites. "Las investigaciones históricas no pade-cen de autarquía" (pág. 97). En nombre de este principio, del queel conjunto de su obra empírica es una excelente ilustración,defiende una "interdisciplinandad" entendida tomó una coo-peración entre especialistas de distintas disciplinas y no como unesfuerzo en favor de la unificación de las ciencias humanas.

Esta nueva perspectiva resulta evidente en la forma en que élconcibe las relaciones entre la historia y la filosofia. Por unaparte, como hemos visto, rechaza, aún más radicalmente quelos "metodicistas", todos los análisis que pretenden decir a loshistoriadores en qué debería consistir una "verdadera" cienciade la historia. Pero por otra, admite que la división del trabajointelectual y la especialización disciplinar impiden que un histo-

riador hable rigurosamente acerca de la historia, pues "a sumodo, el estudio de los métodos por sí mismos constituye unaespecialidad cuyos técnicos se llaman filósofos". Y añade: "Sinduda, esta laguna en mi formación hará que el presente ensayopierda mucho en precisión lingüística así como en amplitud demiras" (pág. 78). Esta lucidez, sin embargo, no hace que MarcBloch renuncie a su proyecto, sino que le lleva a tomar de lostrabajos de los filósofos argumentos que le permiten enriquecersu concepción de la historia. El mejor ejemplo que puede darsede esta actitud se refiere a la cuestión del "empirismo" objeta-do a los historiadores tanto por Simmel en Alemania como porlos durkheimianos en Francia. Temiendo asistir al restableci-miento de la influencia de la filosofia sobre la disciplina, la gen-eración "metodicista" se negaba enérgicamente, como hemosvisto, a someter la investigación de los hechos a una proble-mática ya claramente elaborada, lo que conllevaba someter lahistoria a las "evidencias" del sentido común. Marc Bloch con-dena esta actitud asumiendo los argumentos que Simiandhabía esgrimido contra Seignobos. "Toda investigación históri-ca supone, desde sus primeros pasos, que la búsqueda tieneya una dirección" (pág. 109). Las disciplinas vecinas, como lafilosofia o la sociología, pueden ayudar al historiador a elaborarsus problemas. Dando ejemplo, Marc Bloch integra en su obralas reflexiones hermenéuticas de inspiración diltheyana. Si con-cede un lugar esencial al problema de la "comprensión", esporque al mismo tiempo considera que "los hechos históricosson esencialmente hechos psicológicos" y porque la historia seescribe siempre en presente. Llega incluso a afirmar que laespecificidad y las dificultades del "oficio" de historiador sedeben a la dialéctica de las relaciones entre pasado/presente.

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56 Subrayando que Marc Bloch estaba "perfectamente al corriente" de losdebates teóricos alemanes sobre la historia, Otto Oexle considera que siBloch ocupa "una posición particular en todas las discusiones epistemoló-gicas de nuestra discipina" es porque es el único historiador que ha sacadotodas las consecuencias del abandono del "positivismo"; cfr. O. G. Oexle,"Marc Bloch et la critique de la raison historique", en H. Atsma y A. Burguière(dirs.), op. cit., págs. 420-433. Si hasta ahora no se ha tenido verdadera-mente en cuenta la importancia "teórica" de sus argumentos, es sin dudaporque los expresa en el lenguaje "natural" de los historiadores.

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Del mismo modo, en sus reflexiones sobre el método - históricointegra las aportaciones de la sociología durkheimiana referidasal comparacionismo y al análisis estadístico.

El énfasis puesto en la elaboración de una problemática recto-ra de la investigación empírica constituye, como se ha subraya-do frecuentemente, la principal aportación de los fundadores deAnnales al progreso de la investigación histórica. Sin embargo,la importancia de esta contribución no puede entenderse com-pletamente si se olvida, como ocurre generalmente, otradimensión esencial de su concepción de la historia. No escasual que Marc Bloch defienda una "historia-problema" mien-tras que filósofos y sociólogos se preocupan de la "construc-ción del objeto". En ningún momento exige a los historiadoresque adopten los principios y el lenguaje teóricos elaborados porestas disciplinas. La historia-problema que él defiende se basaen un enorme trabajo de "traducción" de estas aportacionesexternas, de modo que puedan resultar comprensibles y útiles,si no al conjunto de los historiadores, sí al menos a una partesignificativa de ellos. La importancia que Marc Bloch atribuye aeste punto es la consecuencia lógica de su rechazo del "posi-tivismo". Si no existe ningún criterio universal- que permitaevaluar la actividad científica, corresponde a cada disciplinaelaborar sus propias reglas de verdad. Como los "metodicistas"de comienzos de siglo, también Marc Bloch piensa que unconocimiento puede considerarse "verdadero" si el conjunto deespecialistas del área correspondiente lo acepta como tal.Cuando afirma que "la definición previa, por común acuerdo, dealgunos de los grandes problemas dominantes" es una necesi-dad de la que "depende todo el futuro de nuestra ciencia" (pág.112), va incluso más lejos que sus predecesores. Lo que con-fiere importancia a un problema histórico no es, fundamental-mente, la perspectiva teórica subyacente, sino el hecho de quelos historiadores implicados estén de acuerdo en conferir prio-ridad al estudio de ese problema. La perspectiva desarrolladaen la Apología se basa así en dos principios indisociables: paraelaborar sus problemas y sus verdades, los historiadores hande estar atentos al mundo exterior, pero al mismo tiempo hande mostrarse capaces de "traducir” a su propio lenguaje los

interrogantes y las innovaciones de aquél. Hay que tener pre-sentes estos principios si se quiere comprender las razones delinterés de Marc Bloch por la cuestión del lenguaje en estelibro57. Según él, lo que distingue la literatura y las ciencias, esque éstas son capaces de elaborar un lenguaje común a todoslos investigadores que las practican. Si la ciencia histórica estátodavía "en la infancia", es porque no ha logrado superar el"curioso defecto de las ciencias humanas que, ¡por haber sidotratadas durante tanto tiempo como un simple género literario,parecen haber conservado algo del Incorregible individualismodel artista!" 58. Para convertirse en una disciplina plenamentecientífica, la historia ha de lograr construir, como la química, supropio sistema de signos. "Sin duda llegará un día en que unaserie de acuerdos permitirán precisar su nomenclatura y afi-narla después, etapa tras etapa. Incluso entonces la iniciativadel investigador conservará "sus" derechos; ahondando en elanálisis, éste reorganiza necesariamente el lenguaje. Lo esen-cial es que el espíritu de equipo esté vivo entre nosotros" (pág.178). Considerando que ha de alentarse todo cuanto puedafavorecer la constitución de este lenguaje colectivo, MarcBloch, siguiendo los pasos de Gabriel Monod, hace de la "com-prensión" una regla esencial de la comunicación entre investi-gadores, esforzándose siempre en poner de relieve el lazo quelo une a los mismos a quienes critica y su deuda para con ellos.Idéntica preocupación le lleva a abogar por la continuidad delvocabulario histórico de una generación a otra: "es necesarioque el historiador renuncie a alterar desconsideradamente elsentido de los términos transmitidos [...] que se prohíba a sí

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57 En su prólogo, Jacques Le Goff destaca el lugar fundamental que lareflexión sobre la "comunicación" ocupa en la Apología..., ed. cit., pág. 26.

58 Marc Bloch precisa: "Por más rigurosos que se los crea, los lengua-jes de los historiadores, alineados uno tras otro, nunca constituirán ellenguaje de la historia" (página 178). La importancia que Marc Blochconfiere a la cuestión del vocabulario de las ciencias humanas tiene queentenderse en relación con los trabajos que se emprendieron en estadirección en el Centro de Síntesis durante el período de entreguerras yen los que él colaboró.

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mismo rechazar caprichosamente aquellos que ya handemostrado su valor; que al utilizar cuidadas definiciones, lohaga guiado por la preocupación de que su vocabulario resulteútil para todos" (pág. 178). No obstante, hay que reconocer quela reflexión de Marc Bloch sobre esta cuestión contiene impor-tantes contradicciones59. Puede observarse, por ejemplo, queaun deseando el establecimiento de un lenguaje común al con-junto de los historiadores, Marc Bloch considera como unhecho irreversible la segmentación de la disciplina en tenden-cias inconciliables y rechaza la perspectiva consensual cara alos "metodicistas". Por eso entiende el "análisis" y la "síntesis"como dos aspectos de la tarea que incumbe a cada historiador,y ya no como una cooperación entre todos los miembros deuna misma comunidad. Asimismo, si exhorta a sus colegas aseguir el ejemplo de los químicos dotándose de su propio sis-tema de signos, Marc Bloch afirma al mismo tiempo que el his-toriador ha de poder ser comprendido por el "gran público". Eseste ideal de comunicación universal lo que le ha llevado aescribir: "No imagino más hermoso elogio, para un escritor, queel que sepa hablar, con el mismo tono, para doctos y para esco-lares".(pág. 69). Pero ¿cómo puede conciliarse este ideal conla necesidad de elaborar un lenguaje reservado a los especia-listas? Marc Bloch no aborda esta cuestión. No obstante,implícitamente, ofrece elementos que permiten responderla, aldistinguir diferentes niveles de comunicación adaptados a losdiferentes círculos de interlocutores a los que se dirige. En rea-lidad, cuando habla de "lenguaje corriente", Marc Bloch serefiere al conjunto de competencias compartidas por los indivi-duos que pertenecen a una misma comunidad. Desde esta per-spectiva, el "método histórico" delimita los contornos de unprimer círculo que incluye a todos los que ejercen el mismo ofi-cio y que por eso pueden discutir entre sí problemas queconciernen al conjunto de la profesión. Pero en el interior deeste círculo, existen o pueden constituirse otros círculos, basa-dos en conocimientos técnicos más especializados. Este tipode subconjuntos es el que tiene en mente Marc Bloch cuandohace votos por la introducción de programas de investigaciónque requieren la elaboración de un vocabulario común y reú-nen a especialistas de diferentes ámbitos a nivel nacional e

internacional. Aunque Marc Bloch no se refiere explícitamentea esta diferenciación de niveles de competencias, puede com-probarse que se sirve de ella en sus propias reflexiones. Porejemplo, el principio de "comprensión" sólo constituye unanorma de comunicación para los individuos que, á su juicio,pertenecen al mismo mundo que él (como Durkheim, Simiando Seignobos). Pero no se aplica a los historiadores "amateurs",como Bainville, cuya ideología reaccionaria denuncia MarcBloch. En cuanto a los historiadores profesionales que profesanuna concepción de la disciplina inconciliable con la suya, MarcBloch considera que no tiene nada que decirles. Por eso sulibro ni siquiera los nombra60. El problema de la diferenciaciónde niveles de recepción del discurso histórico está asimismo enel centro de la distinción que Marc Bloch establece, desgracia-damente sin insistir en ella, entre "historia" (en tanto que sabercientífico) y "memoria". Aunque la preocupación de demostrarla legitimidad de la historia recorre toda la Apología, Marc Blochno se hace eco de los argumentos aportados en este sentidopor la generación anterior. Cuando Gabriel - Monod afirmabaque investigando la verdad el historiador puede servir a la veza su patria y al género humano, cometía una doble confusiónentre "historia" y "memoria", por una parte, y entre "memorianacional" y "memoria social", por otra. Negaba así el principiode autonomía científica, por lo demás tan vehementementeproclamado. Extrayendo todas las consecuencias de este prin-cipio, Marc Bloch distingue entre la comunidad de los científi-

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59 Las principales razones que explican estas contradicciones se dis-cuten en el capítulo 5.

60 Ni una sola palabra, por ejemplo, sobre su eterno rival, LouisHalphen, medievalista.como él y cuyas reflexiones sobre la historia sonel mejor ejemplo de "la historia historizante" rechazada por Annales cfr.especialmente L. Halphen, Introduction à l histoire,,PUF, 1946, y la críti-ca de L. Febvre, "Sur une forme d'histoire qui n'est pas la nôtre", AnnalesE.S. C., 1947, reproducido en L. Febvre, Combats pour l ´histoire, A.Colin, 1953, págs. 114-118. (Trad. esp.: Combates por la historia,Barcelona, 1975.)

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cos, la comunidad de los ciudadanos y la comunidad de loshombres. Aunque, como es sabido, fue un gran patriota que nodudó en entregar su vida para defender a su país, en laApología Marc Bloch no afirma ni una sola vez que el histo-riador haya de estar al servicio de su patria, pues él distingueradicalmente entre los problemas que preocupan al ciudadanoy los que preocupan al científico61. En tanto que investi-gadores, los historiadores no están al servicio de ningunacausa particular. Construyen sus reglas de cientificidad, susproblemáticas y sus objetos de investigación de maneraautónoma. En este sentido, hablan un lenguaje propio. Noobstante, no pueden ignorar la función social de su oficio, pueslas ciencias sociales, como las ciencias de la naturaleza, sóloalcanzan plenamente su objetivo si aspiran a contribuir al pro-greso de la humanidad. Las ciencias físicas lo logran porquelos lenguajes especializados que elaboran desembocan enconocimientos, convertidos en "productos" (en "objetos") que,potencialmente, se ponen a disposición de todos los hombres.En el caso de las ciencias humanas, es el mismo lenguaje elque constituye la mediación entre el mundo científico y elmundo profano. Por eso el historiador que se preocupa de lafunción social de su disciplina ha de hablar, a la vez, para losespecialistas y para el gran público. Pero dirigiéndose al mismotiempo a dos categorías de lectores muy diferentes, el histo-riador se expone a: no ser comprendido. Como lamenta MarcBloch: "entre la investigación histórica tal como se practica oaspira a practicarse y el público lector, subsiste, indiscutible-mente, un malentendido" (pág. 124). Éste sólo puede elimi-narse distinguiendo claramente las competencias propias decada una de las dos comunidades de lectores a las que sedirige el historiador: la comunidad de saber (los "historiadoresde oficio") y la- comunidad de memoria- (el "gran público"). Ladificultad estriba en que ambos universos están estrechamenteimbricados. Marc Bloch insiste en que el ejercicio del oficio dehistoriador exige un constante vaivén entre el mundo social, delque forma parte el científico y al que ha de rendir cuentas, y lacomunidad profesional de la que depende. Los temas de inves-tigación en los que trabaja no carecen de relación con lascuriosidades o las preocupaciones dominantes en la sociedad

de su época. Pero éstas sólo se convierten en verdaderos prob-lemas "históricos" si el historiador es capaz de transformarlasen objetos de investigación adaptados a las exigencias científi-cas de su comunidad. Pero en segundo lugar, el historiador hade restituir a la sociedad los conocimientos que él ha elabora-do gracias a ese trabajo de distanciamiento, con el fin de ayu-dar a los hombres "a vivir mejor", guiándolos en su acción62.Gracias a este doble movimiento, la historia puede conservarsu autonomía y a la vez asumir su función social. En la prácti-ca, este proceso corresponde a las dos funciones profesionalesque la mayoría de las veces ha de asumir el historiador: lainvestigación y a docencia. En sus actividades científicas pro-piamente dichas, el historiador se dirige al público de especia-listas del ámbito correspondiente. Solamente esta comunidadde saber está en condiciones de validar o de rechazar losconocimientos que él aporta. Éstos pueden difundirse inme-diatamente, gracias a la docencia, entre el público no especiali-zado. No obstante, en la Apología la relación entre el historiadory su público no se entiende corno una relación entre maestro yalumno. Al contrario, Marc Bloch hace del público el juez supre-mo ante el que él defiende la causa de la historia, con el fin deque sea el público quien pueda "decidir, inmediatamente, si esteoficio merece ejercerse" (pág. 74). La dificultad estriba en que lascompetencias que el público no especializado puede poner enjuego para ejercer sus facultades de juicio son extremadamenteheterogéneas. Cada individuo aprecia el trabajo del historiadorcon los recursos que le ofrece la memoria colectiva de los gruposa los que pertenece (clase social, familia, región, nación, comu-nidad étnica, género). Ahora bien, estas memorias son, pordefinición, subjetivas, fragmentarias y parciales, orientadas a

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61 De esta voluntad de distinguir perfectamente los papeles es ejemplola redacción, a partir de 1940, de otra obra en la que Marc Bloch presen-ta, en tanto que ciudadano, un testimonio político -que es también unadenuncia- sobré las causas de la derrota de la nación francesa, cfr. M.Bloch, L étrange defaite, Gallimard, 1990 (1.'ed., 1946).

62 "La ignorancia del pasado no sólo perjudica la comprensión del presente;en el presente, esta ignorancia compromete a la acción misma" (pág. 93).

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encomiar o a denunciar una causa y no al conocimiento críticodel pasado. Para Marc Bloch, el historiador digno de este nom-bre no puede respaldar estas memorias particulares. De hecho,difundiendo los resultados de sus investigaciones más allá de loscírculos especializados, se esfuerza por enriquecer la memoriacolectiva del único grupo al qué acepta servir: la humanidadentera. Como Wilhelm von Humboldt, Marc Bloch considera quesi los historiadores de hoy pueden comprender a los hombres delpasado, aun cuando no pertenezcan a su mismo mundo, esporque comparten con ellos características que definen a lahumanidad en su universalidad. Estas mismas cualidades cons-tituyen también el lazo que no sólo hace posible, sino necesaria,la comunicación entre el historiador y el "gran público". "Siendolos hombres nuestro objeto de estudio, si los hombres no alcan-zan a comprendemos, ¿cómo no íbamos a tener el sentimientode no cumplir más que a medias nuestra misión?" (pág. 124).Marc Bloch insiste no obstante en que esta comprensión sola-mente puede ser efectiva si los historiadores profesionalesponen a disposición de los lectores no especializados puntos dereferencia críticos con los cuales éstos puedan juzgar conconocimiento de causa los trabajos que se les presenta, sindejarse engañar por el oropel de la pequeña historia. Es multipli-cando las indicaciones referidas a las fuentes que él ha utilizadoy las explicaciones sobre la forma en que ha procedido para lle-gar a sus resultados, como el historiador puede ayudar al lectora aguzar su espíritu crítico.

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