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Sinopsis

El Príncipe de Hierro ―mi sobrino― nos traicionó

a todos.

Él me mató.

Y entonces, desperté.

Al despertar después de un mes de estar al borde de la muerte, Ethan

Chase está aturdido al saber que el velo que oculta a los fey de la vista humana

se rasgó temporalmente. Aunque el atisbo de humanidad al mundo Faery duró

sólo un breve momento, el mundo de los humanos ha sido lanzado en el caos, y

la emoción y el glamour producida por el miedo y el asombro han renovado el

tremendo poder de la reina olvidada. Ahora, ella está a la vanguardia de un

levantamiento contra las cortes de Verano e Invierno, un ajuste de cuentas que

tendrá efectos catastróficos en Nunca Jamás.

Liderando por la Dama del Ejército Olvidado está Keirran: sobrino de

Ethan, y el hijo traidor de la Reina de Hierro, Meghan Chase. Para detener a

Keirran, Ethan debe desobedecer a su hermana una vez más como él y su novia,

Kenzie, en la búsqueda de respuestas en el olvido. En el rostro de poder

maligno e insondable sin precedentes, los enemigos de Ethan deben ser sus

aliados, y el mundo de las hadas ha cambiado para siempre.

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Parte Uno

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Capítulo 1 Flotando

Mi nombre es Ethan Chase.

Y no puedo estar seguro, pero creo que podría haber muerto.

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Capítulo 2 Despertando

El sueño siempre termina igual.

Estoy en mi habitación de nuevo. O tal vez es la habitación de mi

hermana o la de un desconocido. No puedo decir. Hay fotos en la pared que no

reconozco, imágenes de una familia que no es la mía. Pero el escritorio es el

mío, creo. La cama, la silla y la computadora son míos. Hay una figura

durmiendo en la cama, el largo cabello castaño derramándose sobre la

almohada. Estoy tratando de moverme en silencio, así no la despierto, aunque

no puedo recordar por qué está aquí, en mi habitación. Si es que es mi

habitación.

De quien sea esta habitación, es oscura. Puedo oír la lluvia golpeteando

sobre el techo de zinc por encima, y los distantes chillidos de los cerdos en el

cobertizo exterior. Papá quería que los alimentara hoy; va a apestar salir por ahí

a la lluvia y el barro. Le dije que les daría de comer cuando la lluvia amainara.

A decir verdad, no quiero salir en la oscuridad. Sé que esto está ahí, acechando

en las sombras, esperando por mí. Lo he visto en el espejo, reflejado en el

vidrio: una silueta alta y delgada en la ventana de mi habitación, mirando.

A veces, por el rabillo de mi ojo, creo que veo largos dedos negros

saliendo por debajo de la cama. Pero cuando me vuelvo y miro, no hay nada

allí.

Mi teléfono vibra sobre el escritorio. Lo dejé sonar, sintiendo mi

estómago anudarse y retorcerse mientras el teléfono vibra en la superficie.

―¿Por qué no contestas? ―pregunta la chica de cabello castaño, sentada

ahora en mi cama. Sus ojos verdes parecen brillar en la oscuridad.

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―Porque ella va a estar enojada conmigo ―respondo―. La dejé. Prometí

volver, pero la dejé sola. No va a dejarme escapar de eso.

El teléfono se queda en silencio. Voces hacen eco desde la planta baja,

mis padres, diciéndome que es hora de cenar. Miro a la chica de cabello castaño

de nuevo, sólo que ya no es más ella, sino Meghan, sentada en su cama, su

pálido cabello largo plateado en las sombras de la habitación. Está sonriendo

hacia mí, y tengo cuatro años de edad, abrazando mi conejo de peluche a mi

pecho.

―Ve a cenar, imprudente ―dice Meghan suavemente. Todavía est{

sonriendo, aunque puedo ver las lágrimas en su cara, arrastrándose por sus

mejillas―. Dile a mam{ y a Luke que no me siento bien en este momento. Pero

regresa cuando hayas terminado, y voy a leerte, ¿de acuerdo?

―Est{ bien ―respondo, y camino con suavidad hasta la puerta mientras

aprieto a Floppy con fuerza en un brazo. Me pregunto por qué está llorando, y

si hay algo que yo pueda hacer para hacerla feliz otra vez; odio cuando mi

hermana está triste.

―Ha perdido a alguien ―me susurra Floppy, como lo hace a veces

cuando estamos solos―. Alguien ha desaparecido, por eso es que est{ triste.

Fuera de mi habitación, el pasillo es oscuro, y el resto de la casa está

envuelto en sombras. Una sola luz parpadea desde nuestra pequeña cocina, y

camino por las escaleras hacia esta, tratando de ignorar las cosas oscuras que se

mueven y se retuercen a mí alrededor, fuera de la vista. Un niño, de cabello

melenudo y desigual, espera por mí al pie de las escaleras.

―¿Me puedes ayudar? ―pregunta Todd Wyndham, los ojos suplicantes.

Las sombras se curvan a su alrededor, aferrándose a su cuerpo delgado,

atrayéndolo de nuevo a la oscuridad. Me estremezco y me apresuro a pasar,

apretando a Floppy a mi cara, tratando de no ver―. Ethan, espera ―susurra

Todd mientras las sombras lo absorben―. No te vayas. Por favor, regresa. Creo

que he perdido algo.

La oscuridad se lo traga, y ha desapareció de vista.

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―Ahí est{s ―anuncia mam{ cuando finalmente entro en la cocina―.

¿Dónde está tu hermana? La cena está lista. ¿No está bajando?

Parpadeo, ya no de cuatro años de edad, y la amargura se posa sobre mí

como una segunda piel.

―Ya no vive m{s aquí, mam{ ―le digo, hosco y enojado―. No desde

hace mucho tiempo, ¿recuerdas?

―Oh, eso es correcto. ―Mam{ lleva una pila de platos de la alacena y

me la entrega―. Bueno, ¿si la ves de nuevo, le dir{s que estoy manteniendo un

plato caliente para ella?

Hubo un golpe en la puerta delantera antes de que pudiera contestar.

Esto hace eco a través de la casa, un ruido hueco que hace que las sombras

retorciéndose en el borde de la luz retrocedan con terror.

―Oh bien. Justo a tiempo. ―Mam{ abre la puerta del horno y saca un

pastel, humeando y rebosando rojo―. Ethan, ¿querrías atender eso, por favor?

No dejes a tu invitado parado bajo la lluvia.

Pongo los platos en la mesa, camino a través de la sala de estar y abro la

puerta principal.

Keirran me mira desde el umbral.

Está mojado, su cabello plateado pegado a su cuello y frente, su ropa

también empapada de la lluvia. Charcos de agua a sus pies, sólo que el charco

es demasiado oscuro para ser agua.

Por debajo de su camiseta, algo pulsa, oscuro y amenazante, como un

latido de corazón retorcido. Puedo sentirlo, de repente, justo debajo de su

esternón, un gemelo del peso alrededor de mi propio cuello, el círculo frío de

acero colgando de una cadena.

La tormenta ruge detrás de él; el relámpago rasga a través del cielo,

iluminando las rayas rojas en su cara, el brillo glacial de sus ojos. Por una

fracción de segundo, mirando por encima de su hombro, veo a alguien más ahí

fuera en la oscuridad. Alto y pálido, con el cabello como niebla retorciéndose.

Pero el rayo se desvanece rápidamente, y la figura se ha ido.

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Miro de regreso a Keirran, un escalofrío arrastrándose a través de mí

cuando veo sus manos. Están empapadas en sangre, húmeda y reluciente, todo

el camino más allá de su codo. Una mano sostiene una hoja curva, brillando

entre nosotros.

Me encuentro con esos ojos azules helados. Me sonríe con tristeza.

―Lo siento, Ethan ―susurra, siempre igual.

Y embiste esa hoja a través de mi estómago.

* * *

Di un grito silencioso y abrí mis ojos.

La oscuridad rodeándome. Me quedo perfectamente inmóvil, mirando a

lo que parecía ser un techo normal preguntándome dónde estaba. Había grietas

atravesando el yeso, formando extrañas formas y caras, pero ellas no se

arremolinaban juntas o se reían de mí como lo habían hecho varias veces en el

pasado. De hecho, esta era la primera vez< en no sabía cu{nto tiempo< que

mi mente estaba clara. Antes, me apartaba de una oscura y surrealista pesadilla,

sólo para caer directo en otra, donde todo era retorcido, aterrador y jodido, pero

no lo sabía porque estaba en un sueño. Había unos pocos momentos de lucidez

donde, si pensaba lo suficientemente duro, recordaba rostros cerniéndose sobre

mí, ojos brillantes con la preocupación. Una cara en particular apareció mucho

en mis sueños, sus mejillas húmedas con lágrimas. Ella hablaba conmigo a

veces, diciéndome que me aferrara, susurrando cuánto lo sentía. Yo quería

desesperadamente hablar con ella, hacerle saber que estaba bien. Pero nunca

podía aferrarme a la realidad por mucho tiempo, y rápidamente caía de nuevo

en las retorcidas pesadillas de mi mente.

No podía recordar cómo había llegado aquí, pero finalmente tuve un

aguante consciente de mi cerebro. Estaba despierto, y alerta, y decidido a seguir

así esta vez.

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Con cautela, probé mis pensamientos temblorosos, reuniendo pedazos

fracturados de memoria cuando intenté juntar lo que había sucedido. Lo

primero, es lo primero.

¿Dónde estoy?

Poco a poco, volví mi cabeza, revisando mi entorno. Acostado en una

cama grande, las sábanas subidas hasta mi pecho y mis brazos a mis costados.

La habitación parecía una habitación normal o tal vez una oficina, aunque no la

reconocía y nunca había estado aquí antes. Un escritorio estaba colocado en una

esquina, la pantalla de la computadora brillando azul, y un aparador de pie

junto a esta. A mi derecha, una ventana parcialmente abierta dejaba entrar el

aire fresco de la noche, y la luz plateada lanzaba un resplandor brumoso a

través de la habitación. La luna llena brillaba a través del cristal, enorme,

redonda y más cerca de lo que jamás había visto antes.

Parpadeando, volví la cabeza hacia la otra pared, y mi aliento quedó

atrapado en mi garganta.

Una silla estaba colocada en la esquina más cercana a mi cama. Hundida

en esa silla, con los brazos cruzados y su cabeza apoyada contra el respaldo,

estaba una chica con el cabello pálido y esbeltas orejas puntiagudas.

Mi hermana. Meghan Chase, la Reina de Hierro.

La miré por un segundo, mi mente recién despierta tratando de dar

sentido a todo. Meghan se agitó, cambiando a otra posición, una reina tratando

de ponerse cómoda. Una manta había sido lanzada sobre ella, y un libro yacía

en el suelo debajo del reposa-brazos. Mi garganta se sintió repentinamente

apretada. ¿Había estado cuidándome, velando junto a mi cama? ¿Cuánto

tiempo había estado yo aquí, de todos modos? ¿Y qué demonios había

sucedido, durante el tiempo que estuve inconsciente?

Traté de sentarme para llamarla. Pero el movimiento envió a la

habitación en una repugnante picada, y mi voz salió como un ahogado

ronquido. Haciendo una mueca, me hundí, sintiéndome frágil y terriblemente

débil, como si hubiera estado enfermo durante mucho tiempo. Aun así, Meghan

debe haber estado apenas dormida, porque sus ojos se abrieron de golpe, azul

penetrante en la penumbra, y de inmediato se inclinó hacia mí.

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―Ethan. ―Su voz era un susurro sin aliento, y en un instante, estaba a

mi lado. Una esbelta mano agarró la mía cuando se arrodilló a mi lado, la otra

se extendió y rozó mi cara, dedos suaves deslizándose sobre mi mejilla. Sus ojos

estaban sospechosamente brillantes cuando se encontraron con mi mirada―.

Est{s despierto ―dijo, con la voz débil de alivio―. ¿Cómo te sientes?

Tragué saliva. Mi garganta estaba como papel de lija; hablar se sentía

como diminutas hojas de afeitar siendo arrastradas a través de mi tráquea, pero

logré decir un ronco:

―Estoy bien, supongo. ―Y entonces mi garganta explotó en un ataque

de tos que trajo lágrimas a mis ojos.

―Espera ―dijo Meghan, y se fue de mi lado. Un minuto m{s tarde

estaba de vuelta con una copa, entreg{ndomela con un severo―: Bébelo

lentamente.

Tomé un pequeño y cauteloso sorbo, preguntándome si estaba

enriquecido con encanto de hadas. Resultó ser agua, normal, no mágica, por lo

que pude ver. De repente seco, tuve que esforzarme para tragar lentamente,

sabiendo que probablemente se regresaría si tragaba demasiado rápido.

Meghan esperó pacientemente hasta que había terminado, luego arrastró la silla

hasta el lado de la cama.

―¿Mejor?

Asentí.

―Sí ―dije en voz baja, probando mi voz. Todavía sonaba ronca, pero al

menos podía hablar sin toser―. ¿Dónde estoy?

―En el Reino de Hierro ―respondió Meghan en voz baja―. Est{s en

Mag Tuiredh.

La capital del Reino de Hierro. La corte de Meghan, justo en el centro de

Nunca Jamás. Había terminado en la Tierra de las Hadas una vez más.

Me moví contra la almohada, y la habitación se inclinó un poco,

haciéndome apretar mis dientes. La expresión de Meghan se volvió

preocupada, pero apreté mi mandíbula, con la esperanza de que no fuera a

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buscar al médico, o al sanador o a la criatura hada que fuera que se hiciera

cargo de este tipo de cosas. Yo estaba despierto y alerta, y todavía no tenía ni

idea de lo que está pasando. Necesitaba respuestas.

―¿Cu{nto tiempo he estado fuera? ―pregunté, mirando a mi hermana.

No respondió de inmediato, mirándome con ojos azules preocupados, y algo en

su rostro hizo que mi estómago se retorciera―. ¿Meghan? ―insistí―. ¿Cu{nto

tiempo he estado aquí, en Nunca Jamás?

―Un poco m{s de un mes ―respondió finalmente Meghan―. Por lo que

podríamos decir, has estado en estado de coma, hasta hoy. Nadie estaba seguro

que despertarías. Te encontramos< en el anillo de hadas en Irlanda y te

trajimos aquí.

―¿Un mes?―Me atraganté. Un mes en Nunca Jamás significa que una

cantidad indefinida de tiempo había pasado en el mundo real. Un año podría

haber volado mientras yacía aquí, inconsciente―. ¿Por qué aquí? ―pregunté

débilmente―. ¿Por qué no me llevaste de vuelta al mundo de los humanos?

Una vez más, Meghan no respondió, bajando la mirada solemnemente,

los ojos sombríos.

―¿Qué pasa con mam{ y pap{? ―exigí. Justo antes de irme, había

prometido que no desaparecería con las hadas por Dios sabía cuánto tiempo.

Otra promesa rota, otra mentira que había dicho a la gente que amaba. Mamá

probablemente estaba volviéndose loca―. ¿Saben ellos dónde he estado? ―le

pregunté―. ¿Alguien les ha dicho? ¿Saben que estoy bien?

―Ethan ―susurró Meghan, y su voz tembló. Y, mirando a la cara de mi

hermana, mis entrañas se quedaron heladas de miedo. Su expresión era

demacrada, y me miró como si yo fuera un fantasma. Destellos de cruda

angustia brillaban detrás de esa máscara compuesta que llevaba, el disfraz de la

Reina de Hierro. Mi memoria era borrosa, pero yo sabía, en el fondo de mi

mente, que algo terrible había sucedido.

Cerrando los ojos, Meghan respiró hondo antes de enfrentarse a mí de

nuevo.

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―Cuando te encontramos ―continuó, su voz cada vez un poco m{s

fuerte―, estabas cerca de la muerte. Tu sangre estaba por todas partes, y ya

habías dejado de respirar. Hicimos todo lo que pudimos para salvar tu vida,

pero< ―Tragó saliva, y pude ver que apenas estaba conteniéndose de estallar

en l{grimas―. Pero, al final, te perdimos.

Mi corazón pareció detenerse. La miré fijamente, incrédulo, mi mente

negándose a aceptar el concepto.

―¿Qué< qué quieres decir?

―Ethan< moriste. Durante unos minutos, estuviste muerto.

Tambaleándome, me dejé caer sobre la almohada. Trozos de esa noche

volvieron a mí, desenredando el lío de sueños y pesadillas. Algo de eso había

sido real.

―Pero todavía estoy aquí ―razoné, mirando a Meghan―. Todavía estoy

vivo. ¿Cómo?

―No lo sé ―dijo Meghan―. Pero los sanadores encontraron esto en tu

cuerpo.

Se acercó y me entregó algo que sonó en la palma de mi mano. Metal frío

presionó contra mi piel mientras miraba las dos piezas de cobre en mi mano.

Encajaban a la perfección, formando un disco redondo y plano con un triángulo

grabado en el mismo centro.

Un amuleto. Había sido un regalo para mí de< mi mentor, Guro Javier,

para la protección contra los peligros de Nunca Jamás. Pero no siempre lo había

tenido< Mi cerebro giró, tratando de recordar. Lo había usado cuando me

había ido con Keirran a encontrar a la Dama de los Olvidados en Irlanda. Y de

pie en el anillo de hadas, rodeado por decenas de olvidados, la dama le había

dicho a Keirran que la forma de desgarrar el Velo, la barrera mágica que evita

que los seres humanos normales vean a la fey, era un sacrificio. Un sacrificio de

uno cuya sangre lo atara a las tres cortes, quien tenía familia en Verano,

Invierno y Hierro. Para que la fey exiliada viviera, para que los olvidados

fueran recordados por los seres humanos, una vez más, yo tenía que morir.

Y luego, Keirran me había apuñalado. Y yo había muerto.

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―Mis sanadores me dicen que había magia poderosa rodeando ese

amuleto ―continuó Meghan, su tono extrañamente calmado―. Y cuando tú<

moriste, se hizo añicos. Pensé que te había perdido. ―Su voz temblaba, pero se

recompuso de nuevo―. Pero justo cuando detuvimos el tratar de revivirte, tu

corazón comenzó a latir. Muy, muy lentamente, y no pudimos despertarte, pero

estabas vivo. ―Miró al amuleto quebrado en mi palma, asombro y alivio

entrelazados a través de su voz―. Sea lo que esto fuera, probablemente salvó tu

vida.

Me quedé mirando las piezas brillantes, sin saber qué sentir. Mis

emociones estaban tan revueltas, era difícil concentrarse en una sola. No es

todos los días que tu hermana mayor te informa que estabas muerto, incluso si

fue solo por unos pocos minutos. Y que habías sido asesinado, apuñalado por la

espalda, por un miembro de tu propia familia.

Keirran.

Forcé mis pensamientos lejos de mi traidor sobrino.

―¿Mam{ y pap{? ―pregunté con voz ronca, mirando a Meghan―.

¿Ellos saben?

Una mirada de dolor cruzó su rostro.

―Se les ha dicho dónde est{s ―respondió―. Saben que est{s conmigo,

en Nunca Jamás. Les dije que algo te pasó, y que tienes que quedarte aquí por

un tiempo, para tu propia protección. ―Tomó un tembloroso aliento―. No

podía decirles la verdad, no aún. Esta habría matado a mamá. Estaba esperando

que te despertaras antes de que tuviera que explicar lo que realmente sucedió.

Por qué no podía enviarte a casa.

Y entonces, en ese dormitorio oscuro, con los fragmentos del amuleto

que me salvó la vida brillando entre nosotros, Meghan se rompió. La máscara

de la Reina de Hierro desapareció, y se tapó la cara con una mano. Sus hombros

temblaban, y cortos y silenciosos sollozos escaparon de su cuerpo encorvado,

mientras mi corazón y estómago se retorcían en un nudo doloroso. Meghan

siempre había sido la fuerte; antes de que ella desapareciera con las hadas,

siempre podía buscarla para todo. Es cierto, yo era sólo un niño entonces, y

adoraba la tierra sobre la que caminaba mi hermana mayor, pero siempre que

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era atormentado por pesadillas, o terrores o monstruos que yo sólo podía ver,

Meghan era la que acudía. Ella era la que podía hacerme sentir seguro. Incluso

ahora, años más tarde, todavía no podía soportar la vista de ella infeliz.

Después que se fue, me había pasado la mayor parte de mi vida

resintiéndola, enojado de que ella los hubiera elegido a Ellos sobre la familia y

odiando al mundo que la había tomado. Pero incluso a través de todo eso,

todavía había extrañado a mi hermana como un loco y deseaba que pudiera

volver a casa.

―Oye. ―Sin saber qué m{s hacer, me incliné, ignorando el breve

momento de vértigo, y tomé su mano. Sus dedos se envolvieron alrededor de

los míos y la apreté fuerte, como para convencerla de que todavía estaba ahí.

Aún con vida―. Estoy bien ―le dije―. Meghan, est{ bien. Todavía estoy aquí.

No voy a morir en cualquier momento pronto.

―No ―susurró―. No est{ bien. No lo ha estado desde hace un tiempo.

―Tomó aire, tratando de recuperar la compostura, aunque las l{grimas

continuaban corriendo a través de sus dedos―. Lo siento, Ethan ―siguió―. Lo

siento mucho. Quería protegerte de todo esto. Traté tan duro de detenerlo,

distanciarme, nunca visitando, manteniéndolos separados a ti y a K-Keirran<

―Su voz se quebró ante el nombre de Keirran, y sentí una oleada de dolor, ira,

culpa y desesperación surgir entre nosotros, tan fuerte que hizo que mi piel

picara―. He mantenido tantos secretos, lastimando a tanta gente, para evitar

que esto sucediera. Ahora Keirran est{ ahí fuera, y tú casi mueres<- ―Sacudió

la cabeza, apretando su agarre casi dolorosamente alrededor de mis dedos―.

Lo siento ―susurró de nuevo―. Esto es mi culpa. Sabía que esto iba a suceder.

Debí haberlos vigilado mejor a los dos, pero nunca pensé que Keirran haría<

Que él sería capaz de<

Un estremecimiento atormentó su cuerpo, y dio otro sollozo silencioso.

De repente, me acordé de eso, de esa noche, justo después de que Keirran me

hubiera apuñalado y yo me hubiera desmayado, había oído el sonido de cascos

acercándose. ¿Eso habían sido Meghan y sus caballeros, viniendo a salvarme?

¿Ella había visto a Keirran, su único hijo, atravesar una espada a través de mi

cuerpo y dejarme morir?

Y entonces, recordé algo más.

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―Esa era la profecía ―dije, sintiéndome como un idiota por no verlo,

por nunca adivinarlo. Por supuesto, ¿cómo podría? ¿Cómo podría haber

adivinado que Keirran, mi sobrino, y, con toda honestidad, una de mis únicos

amigos, me apuñalaría por la espalda?―. La que tenía a todo el mundo tan

preocupado. A ti, a Ash, a Puck, incluso a Titania. Todos ustedes casi tuvieron

un ataque al corazón cuando nos vieron a Keirran y a mí juntos. Debido a la

profecía.

Meghan asintió con cansancio.

―Supongo que no debería estar sorprendida de que te enteraras ―dijo,

limpi{ndose los ojos mientras se sentaba derecha, frente a mí―. ¿Quién te dijo?

―El Or{culo dije, recordando a la vieja bruja polvorienta con agujeros

vacíos por ojos, el dolor punzante mientras había tocado mi cabeza y parecía

hundir sus garras justo en mi cerebro. Recordé la visión destellando en mi

cabeza: Keirran, cubierto de sangre y con la espada en la mano, de pie sobre mi

cuerpo sin vida―. Justo antes de que ella muriera ―añadí, viendo los ojos de

Meghan ensancharse―. Fue asesinada por los Olvidados.

Una mirada adolorida cruzó el rostro de Meghan.

―Así que, los rumores eran ciertos ―dijo, casi para sí―. Lamento

escuchar eso. No nos separamos en los mejores términos, pero siempre estaré

agradecida por la ayuda que me dio. ―Cerró los ojos brevemente en un minuto

de silencio por la antigua hada, luego los fijó en mí otra vez―. ¿Te dijo algo

m{s? ―preguntó―. ¿Lo que significaba la profecía? ¿Cómo se produciría, y tu

parte en ella?

Negué.

―No tuvo tiempo para explicarse antes de que los Olvidados la mataran

―le contesté―. Todo lo que vi fue a mí en el suelo, y a Keirran parado allí.

Quiero decir, yo sabía que estaba muerto, que ella estaba mostrándome mi

muerte< ―Me estremecí, y vi la mandíbula de Meghan apretarse, también―.

Parecía como que algo me había matado. Pero, nunca pensé< que sería Keirran.

La ira se encendió una vez más, disolviendo lo último de la sorpresa, y

apretó mi puño en las mantas.

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―Pero tú sabías eso ―le dije a Meghan, y era difícil no hacerlo sonar

como una acusación. Mi hermana me miró con tristeza mientras yo trataba de

controlar mis emociones, el sentimiento de traición de todos lados―. Tú sabías

de la profecía ―dije de nuevo―. Es por eso que nos mantenías separados a

Keirran y a mí. Es por eso que nunca regresaste. ―No respondió, y me incliné

hacia delante, decidido a llegar al fondo de esto, de una vez por todas―. ¿Por

cuánto tiempo lo supiste?

―Desde antes de que naciera Keirran ―respondió Meghan, su mirada

volviéndose distante―. El Or{culo vino a mí no mucho después de que me

convertí en la Reina de Hierro y me dijo que mi hijo primogénito no traería

nada más que dolor. Que Keirran estaba destinado o a unir a las cortes o a

destruirlas. ―Bajó la mirada hacia nuestras manos, todavía mantenidas

unidas―. Y que el catalizador< era tu muerte, Ethan. Si Keirran te mataba, ese

sería el disparador, el inicio de la destrucción.

La miré con incredulidad. Antes de que Keirran naciera. Eso era años de

saber, años de esa nube oscura colgando sobre su cabeza. Ella había llevado el

conocimiento de que su hijo podría hacer algo horrible durante toda su vida.

―Y ahora, eso ha sucedido ―dijo Meghan, su voz plana―. La profecía

se ha cumplido. Keirran ha comenzado algo que nunca puede deshacer, y tengo

que responder, como reina de esta tierra.

Sentí un nudo frío asentarse en mis entrañas, y me tragué la sequedad en

la garganta.

―¿Qué est{ pasando? ―pregunté, mi voz saliendo débil. Tenía casi

miedo de la respuesta―. ¿Dónde est{ Keirran, de todos modos?

―Nadie lo ha visto desde esa noche ―respondió Meghan―. Pero

tenemos razones para creer que está con los Olvidados.

Los Olvidados. Los fey que estaban desvaneciéndose poco a poco de la

existencia, porque nadie se acordaba ya más de ellos. La sangre se congeló en

mis venas. Si había “muerto”, entonces el Velo, la cosa que había mantenido a

las hadas ocultas e invisibles para los humanos, se había ido. Keirran creía que

destruirlo salvaría a los Olvidados, proveyéndoles con la creencia humana que

necesitaban desesperadamente para sobrevivir, ya que ellos no tenían glamour

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propio. Pero yo sólo podía imaginar el terror en todo el mundo, el caos y la

locura que habría sobrevenido si toda la humanidad había descubierto de

pronto que la fey era real.

―¿Qué pasó? ―pregunté, mirando a Meghan. Ella cerró los ojos,

haciendo que el temor se asentara en mi estómago. ¿Keirran realmente había

comenzado un apocalipsis de las hadas?―. ¿El Velo fue destruido? ―Me

atraganté―. ¿Todo mundo puede ver a la fey ahora?

―No ―susurró Meghan, haciéndome desplomar de alivio―. No es

posible destruir permanentemente el Velo ―continuó―. Incluso si el ritual

hubiera funcionado de la forma en que se suponía, el Velo finalmente se habría

reformado. Pero< ―Vaciló, su voz volviéndose seria―. Cuando moriste, todo

Nunca Jamás lo sintió. Hubo esta sobrecarga, esta oleada de emoción desde el

mundo de los mortales, sensaciones que las hadas nunca han sentido antes.

Pasó a través de las cortes, el Wyldwood, Mag Tuiredh, en todos lados. No

sabíamos lo que era al principio, luego empezaron a llegar informes desde el

mundo humano. Durante unos minutos después de tu muerte, Ethan, el Velo se

había ido. Por unos minutos<

―La gente podía ver a la fey ―terminé en un susurro.

Meghan asintió.

―Por suerte, después de que reviviste, el Velo volvió rápidamente, y

minutos después, todo el mundo olvidó lo que habían visto. Pero, en ese corto

tiempo, el mundo humano fue un caos. Muchas personas fueron heridas

tratando de escapar, matando o capturando a las hadas que encontraron.

Algunos se volvieron locos, o pensaron que se habían vuelto locos. Un gran

número de mestizos fueron heridos, algunos incluso asesinados, cuando los

seres humanos los vieron como lo que eran. Fue sólo unos minutos, pero el

evento aún dejó su marca. Nuestros mundos todavía se están recuperando,

incluso si uno no sabe de qué.

Me sentí enfermo y traté de no pensar en lo que yo sabía que podría

haber pasado la noche en que había muerto.

―¿Mam{ y pap{? ―pregunté con voz estrangulada. Nunca pensé que

tendría que preocuparme por los que dejé atrás en el reino de los mortales, el

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mundo normal, pero todas las apuestas estaban pagadas, al parecer―. ¿Dónde

estaban ellos esa noche?

―Est{n bien ―me aseguró Meghan, sonando aliviada―. Estaban

dormidos cuando sucedió, y tus encantos anti-hadas mantuvieron su casa

segura. En el momento en que se despertaron, todo estaba en su mayoría de

regreso a la normalidad. Aunque hubo mucha confusión, miedo e ira en los días

que siguieron.

Respiré profundo, disipando el nudo de pánico en mi estómago. Por lo

menos mi familia estaba bien, segura de la locura de las hadas que

aparentemente había barrido al mundo. Aunque algo más me molestaba.

Frunciendo el ceño, rastrillé mis recuerdos difusos de esa noche, tratando de

recordar lo que era real y lo que era una pesadilla. Había algo de lo que me

estaba olvidando< o de alguien. Keirran y yo habíamos ido a Irlanda juntos

para encontrar a la Reina de los Olvidados, pero habíamos dejado a otra

persona detr{s de<

―¡Kenzie! ―jadeé, sintiendo mi estómago anudarse una vez m{s. Kenzie

había tenido el amuleto, este había salvado su vida un par de veces mientras

estábamos en Nunca Jamás, pero ella me lo había dado de nuevo cuando yo la

había dejado en el hospital esa última noche. Mi mente giraba con los recuerdos

de una menuda y desafiante chica, con ojos marrón oscuro y rayas azules en su

cabello. Mackenzie St. James había sido la tercera parte de nuestro pequeño trío,

una chica que negoció con reinas hadas ganar la Visión, discutió con

desagradables gatos charlatanes y descaradamente se negó a permanecer

segura detrás en el mundo de los mortales. Alegre, terca, implacable, me había

seguido hacia las hadas, haciendo caso omiso de todos mis intentos de

mantenerla a distancia, y yo había, en contra de todo mi mejor juicio, caído

completamente enamorado de ella.

Yo le había dicho cuánto, la noche que Keirran y yo habíamos ido a

Irlanda a conocer a la Reina de los Olvidados. Habíamos tenido que dejarla

atrás porque Keirran había tenido una pelea, con Titania, de todas las hadas, la

maldita reina de la corte de Verano y Kenzie había quedado atrapada en el

medio. Recordé mi susurrada confesión esa noche en su habitación del hospital,

recordé mi promesa de volver, y me sentí como vomitando. ¿Cuánto tiempo

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había pasado en el mundo real? ¿Kenzie estaba bien? ¿Todavía estaba

esperándome?

¿O había seguido adelante, convencida de que las hadas me habían

tragado entero, una vez más, y no iba a volver esta vez?

―¿Dónde est{ Kenzie? ―le pregunté a Meghan, quien me dio una

mirada preocupada―. Ella estaba en el hospital la noche que me fui con

Keirran. ¿Está bien? ¿Dónde está ahora?

Meghan suspiró.

―No lo sé, Ethan ―dijo, haciendo que mi pulso subiera por la

preocupación―. Yo no estaba consciente que la joven estaba herida. Si lo

hubiera sabido, habría enviado a alguien a revisarla. Pero entre tú, Keirran y la

próxima guerra, no he tenido tiempo de pensar en nada más. Lo siento.

―¿Guerra? ¿Qué guerra?

Por un momento, Meghan pareció mirar directo a través de mí, su

expresión de culpa, ira y pesar. Pero entonces se levantó, y el personaje de la

Reina de Hierro llenó la sala, compuesta y resuelta, haciendo que el aire crujiera

con poder.

―La Reina de los Olvidados se ha vuelto lo suficientemente fuerte como

para invadir Nunca Jam{s ―respondió Meghan con calma, aunque sus ojos

eran duros―. Su ejército de Olvidados ha abandonado el reino de los mortales

y ha cruzado hacia el Wyldwood. Hay que estar en un consejo mañana por la

noche en Tir Na Nog para decidir qué debe ser hecho. Si es que hay guerra,

estamos en desventaja.

―¿Por qué?

Hizo una pausa, un hilo de angustia arrastrándose en su voz cuando

respondió, volteando mi estómago de adentro hacia afuera.

―Porque Keirran los est{ liderando.

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Capítulo 3 Sorprendiendo al Consejo

Unseelie

Miré por la ventana mientras el carruaje traqueteaba por las calles de Mag

Tuiredh, la victoriana ciudad del steampunk1 de las hadas de Hierro. Las

anchas calles empedradas estaban llenas de hadas y el moribundo sol de la

tarde se reflejaba en el metal brillante, cobre, alambre y un reloj, sobre todo en

las propias hadas.

Gremlins2 se deslizaban por las paredes y torres, mostrando sonrisas azul

neón. Un trío de espectros hechos de trapo y cables de hierro revoloteaban en la

calle, dejando el olor del ácido de batería a su paso. Un hada, de piel verdosa en

faldones y un sombrero de copa, se detuvo en una esquina e inclinó su cabeza

mientras pasábamos, un oxidado perro reloj sentado pacientemente a su lado.

Glitch, primer teniente de Meghan, se sentó frente a mí, las hebras de

neón iluminando su cabello haciendo que las paredes del carruaje parpadearan

como una luz estroboscópica. Me estaba dando un dolor de cabeza, y ya me

había estado sintiendo un poco enfermo. Entre las noticias de Meghan de

anoche y el temor persistente sobre a dónde íbamos ahora, probablemente

podría vomitar con muy poco esfuerzo.

Además, todavía estaba recuperándome de ser traspasado con una

espada. Esto podría haber tenido algo que ver con eso.

1 Steampunk: fue, en sus inicios, un subgénero literario nacido dentro de la ciencia ficción

especulativa que surgió durante la década de 1980 a manos de escritores conocidos por sus

trabajos cyberpunk. 2 Gremlin: Es una criatura mitológica de naturaleza malévola, popular en la tradición de países

de habla inglesa y surgida probablemente a comienzos del siglo XV.

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―¿Est{s bien, príncipe Ethan? ―preguntó Glitch, mir{ndome con

preocupación.

Eché un vistazo en su dirección, sin tratar de ser hosco. La esbelta hada

descansaba en la esquina opuesta, observando cada uno de mis movimientos.

Como todos los de la alta burguesía, Glitch parecía joven, no mayor que yo,

aunque yo sabía que había estado en el Reino de Hierro desde antes de que

Meghan se convirtiera en reina. También sabía que Meghan lo puso aquí para

cuidarme, y, a pesar de que no era su culpa, me molestaba estar bajo la

vigilancia de algún hada viéndose extraño con cabello como un globo de

plasma púrpura.

―Sí. ―Suspiré, mirando por la ventana de nuevo―. Estoy bien.

―Quería decirle que no me llamara príncipe, pero no serviría de nada. Yo era el

hermano de la reina. Por lo tanto, al menos para las hadas de Mag Tuiredh, era

un príncipe.

Aunque, hacia dónde nos dirigíamos, dudaba incluso que ser hermano

de la Reina de Hierro me haría ningún bien.

Tir Na Nog. La corte de Invierno, el hogar de la reina Mab y las hadas

oscuras. Y el último lugar en el cual quería encontrarme en Nunca Jamás. Todas

las hadas eran peligrosas, por supuesto; incluso el reino de Meghan no era

completamente seguro, pero palidecía en comparación con el reino de Mab. Las

hadas de hierro eran un grupo raro, peculiar y excéntrico; podrían ser molestos,

podían ser mortales, pero de lo que había visto, no arrancarían tu cara sólo por

el gusto de hacerlo. Lo mismo no puede decirse de la corte oscura, que se

jactaba de cosas entretenidas como duendes, gorros rojos y ogros. Y todas las

oscuras y retorcidas criaturas que no querías encontrarte en un callejón oscuro o

debajo de tu cama.

Tú querías esto, me recordé. Insististe en venir. Discutiste con Meghan para

estar aquí.

Esto es tu propia maldita culpa.

Un nudo se asentó en mi estómago mientras recordaba las palabras

acaloradas de esta mañana y las acciones apresuradas que llevaron a este viaje.

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* * *

―Señor, no se supone que esté levantado.

Miré al hada en el largo abrigo blanco, preguntándome si había estado

acechando fuera de mi puerta, esperando para saltar tan pronto como me

levanté de la cama. Era temprano en la tarde, y ya había sido hurgado,

pinchado y jalado por mucho más tiempo de lo que pensaba era necesario.

Meghan estaba fuera gobernando el reino de Hierro, así que había sido dejado a

la merced de varios atentos pero molestos hadas sanadores, que pululaban a mí

alrededor con agujas y termómetros, preguntando varias veces si tenía algún

tipo de dolor. Mis repetidas garantías de que estaba bien parecían sólo

convencerlos de que no lo estaba. Finalmente, después de decidir por ellos

mismos que no estaba en peligro de morir por segunda vez, el enjambre me

había dejado, con la firme instrucción de permanecer en la cama y no forzarme.

Sí, como que eso iba a suceder.

―Estoy bien ―le dije a este nuevo curandero, quien arqueó sus pobladas cejas

hacia mí, haciéndome respingar. Estoy bien parecía ser su código para estoy en

verdad sintiéndome bastante horrible y necesito atención médica inmediata―. ¿Dónde

est{ mi ropa? ―continué, con la esperanza de detenerlo de llamar al resto del

enjambre―. No necesito descansar, tengo que hablar con mi hermana. ¿Dónde

está ella?

Él me dio una mirada dudosa. Yo le di una mirada fulminante de

regreso. A decir verdad, no me estaba sintiendo de lo mejor. Mis piernas

estaban temblorosas, y solo pararme estaba haciendo que la habitación se

balanceara, un efecto secundario de estar horizontal por las últimas varias

semanas, supuse. Pero no podía quedarme allí como un vegetal, mientras tantas

cosas estaban sucediendo a mí alrededor. Anoche, después de que Meghan

había dejado caer ese bombazo sobre Keirran, el enjambre de curanderos había

llegado, impidiéndome hacer las diez mil preguntas arremolinándose en mi

cabeza.

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Había tratado de esperar hasta que ellos se fueran para reanudar la

charla con mi hermana, pero cual fuera el brebaje de hada que me hicieron

beber, debe haber sido una poción para dormir de algún tipo, porque lo

siguiente que supe, es que estaba despertando.

No necesitaba más horas de sueño. Necesitaba saber lo que estaba

pasando, con Keirran, los Olvidados y todo Nunca Jamás. Necesitaba ponerme

en contacto con mis padres, dejarles saber que estaba bien.

Y Kenzie. Mis entrañas se agitaron. ¿Dónde estaba ella ahora? ¿Qué le

había pasado en el tiempo en que había estado desaparecido? ¿Estaba todavía

esperando por mí? ¿O me había dado por muerto y siguió adelante, volviendo a

su vieja vida normal, una sin hadas peligrosas y magia mortal?

Un escalofrío se deslizó por mi columna vertebral, y casi me dejé caer en

la cama de nuevo. Un mes en el país de las hadas probablemente significaba

que varios habían pasado en el mundo real. ¿Cuánto tiempo había pasado

desde la última vez que vi a Kenzie, acostada en ese cuarto de hospital? Su

enfermedad<

El frío se propagó a todas las partes de mi cuerpo, y de repente estaba

desgarrado entre acurrucarme en una bola en la cama y golpear las paredes

hasta que mis nudillos estuvieran ensangrentados. ¿Qué si< que si ella nunca

había dejado ese hospital? ¿Qué si regreso a casa, y Mackenzie St. James ya no

estaba más allí?

―Mi señor. ―El sanador dio un paso adelante, una nota de

preocupación en su voz―. Usted realmente debe acostarse. Se ha puesto muy

pálido.

―No ―dije con voz {spera, despidiéndolo. Ya había tenido suficiente de

dormir, y no podía llegar a casa para ver a Kenzie ahora. Tenía que salir y hacer

algo antes de que me volviera loco―. Estoy bien. Yo sólo< necesito encontrar a

mi hermana.

Él parpadeó.

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―Su majestad est{ en la sala de guerra con el príncipe consorte y sus

asesores. Pero están en una reunión privada y han ordenado que nadie los

moleste. ¿Está seguro que no quiere acostarse, descansar un poco?

Lo dejé escupiendo protestas y caminé por el pasillo, deteniéndome un

momento para orientarme. No tenía ni idea de dónde estaba la sala de guerra y

no creía que el sanador me daría direcciones. Un caballero de Hierro, alto e

imponente con armadura completa, me lanzó una mirada de reojo desde donde

se encontraba parado al final de la sala, pero el rostro severo y la gran espada

me pusieron nervioso. Un gremlin, con orejas de murciélago y dientes como

hojillas, miró hacia abajo desde una lámpara de araña y me dio una sonrisa de

tiburón, pero yo no iba a perder el tiempo tratando de tener una conversación

sensata con un gremlin. Dos pequeñas hadas packrat3 encorvadas, llevando

enormes montículos de basura en sus espaldas, se contoneaban por el pasillo,

chillando en su extraño y estridente idioma, y me aparté del marco de la puerta.

―Oigan ―llamé―. Esperen un segundo. ―Ellos se detuvieron y

parpadearon hacia mí cuando me detuve enfrente de ellos―. Necesito

encontrar a mi hermana. ¿Dónde está la sala de guerra?

Ellos ladearon sus cabezas, y me pregunté si esto había sido una buena

idea después de todo. Sabía que podían entenderme, pero yo no hablaba packrat

y no tenía tiempo para un juego de adivinanzas en el medio del palacio de

Hierro.

―No necesito un mapa detallado ―continué―. Sólo señ{lenme la

dirección correcta.

Mantuvieron una breve conversación chillona con muchas sacudidas de

cabeza y gestos de la mano, antes de girar y hacerme señas para que los

siguiera. Aliviado, seguí a las hadas por varios largos y serpenteantes pasillos,

pasando caballeros, gremlins y otros innumerables fey de Hierro. Ellos me

miraron con diversos grados de curiosidad, desconfianza y temor. Como si yo

fuera el monstruo, la cosa fuera de lugar.

Supuse que lo era.

3 Packrat: También llamada rata de madera puede ser cualquiera de las especies de roedores del

género Neotoma perteneciente a la familia Cricetidae. Tienen una apariencia como de rata con

cola larga, orejas grandes y enormes ojos negros.

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Finalmente, ellos me llevaron a través de una amplia puerta abierta hacia

una antecámara que había visto una vez antes, grande y espaciosa, con una

enorme silla de hierro al final de una larga alfombra. La sala del trono de

Meghan. Estaba casi vacía ahora, sólo unos pocos caballeros de Hierro de pie en

las esquinas y una ninfa de cables puliendo los escalones del estrado. Las

packrats se quedaron atrás en la puerta pero señalaron al otro lado de la cámara

a otra puerta en la pared del fondo, custodiada por un solo caballero de Hierro.

Sonreí y asentí, haciéndoles saber que estaba agradecido sin agradecerles

directamente. No sabía las reglas particulares de la corte de Hierro, pero decir

las palabras gracias en el país de las hadas generalmente era un no-no. Las

packrats devolvieron la sonrisa, chillando algo que no entendí y contoneándose

para alejarse.

Tomé una respiración profunda, aclarando el débil mareo, y caminé a

través de la sala del trono a la puerta en el otro lado. El caballero de Hierro me

observó acercarme, la cara estrecha impasible, y no se movió. Levanté mi

barbilla y traté de sonar autoritario, como que se suponía que debía estar aquí.

―Tengo que ver a mi hermana. Es importante.

Él se me quedó mirando el tiempo suficiente para hacer que me

preguntara si iba a ser escoltado de vuelta a mi habitación “para mi propia

protección”, antes de que él inclinara la cabeza y con calma se hiciera a un lado.

Tratando de no temblar por el alivio, entré por la puerta y seguí por un corto

pasillo hasta que este terminó en otra puerta, ésta sin vigilancia. Con cuidado,

probé la manija, esperando que estuviera bloqueada, pero dio vuelta fácilmente

en mi palma, y voces familiares se filtraron a través del espacio mientras la

puerta se abría.

―¿Y est{s seguro de que era él? ―dijo una voz baja que reconocí al

instante, haciendo que mis pelos se pusieran de punta. Por supuesto, que él estaría

aquí. Me contuve, tratando de desterrar los sentimientos de ira y resentimiento

hacia esa hada en particular. Eran solo hábito ahora, parte del pesar persistente

de cuando yo había pensado que él había robado a mi hermana de mí. No fue

culpa de Ash que Meghan nunca viniera a casa.

Ella lo amaba, y había decidido quedarse en Nunca Jamás, para

convertirse en la Reina de Hierro. Estaba cansado de estar enojado, cansado de

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la amargura que me comía desde el interior. No me gustaba la idea de que

había muerto odiando a parte de mi familia.

―Sí, señor. ―Esta segunda voz tembló un poco, como si su propietario

preferiría estar en otro sitio―. Lo vi yo mismo. Él estaba con un pequeño

contingente de Olvidados, en el Wyldwood. Justo fuera de las fronteras de

Arcadia.

―Explorando la zona.

―Creo que sí, señor. Sin embargo, cuando intentamos seguirlos,

desaparecieron. Es como si se desvanecieran en el aire.

―Así que, es verdad. ―Esto vino de Meghan, su voz presa del dolor,

resignada, furiosa y aterradora, todo a la vez―. Los Olvidados intentan atacar a

las cortes. Voy a tener que decirle a Oberon que los Olvidados están

pr{cticamente en su puerta, y que Keirran< ―Se detuvo, tomó una respiración

profunda―. Glitch, envía patrullas a todas nuestras fronteras. Diles que estén

en la búsqueda de Keirran y que reporten cualquier avistamiento

inmediatamente. Si ven a Keirran, no traten de hablar con él. Hasta que

sepamos sus intenciones y por qué se queda con los Olvidados, tenemos que

tratar a Keirran como una amenaza potencial. ¿Está entendido?

Hubo un murmullo general de consentimiento, aunque la voz de Glitch,

enojada y frustrada, sonó un momento después.

―¿Por qué est{ haciendo esto él? ―El primer teniente casi gruñó―. Esta

es su casa. ¿Por qué está tirando todo por la borda al aliarse con el enemigo?

―Porque cree que los est{ salvando ―contesté, entrando en la

habitación.

Al instante, una mesa con cerca de diez hadas se enderezaron y se

volvieron hacia mí. Meghan estaba de pie a la cabecera con un hada alto en

negro cerca de ella. Sus ojos plateados se encontraron con los míos a través del

cuarto, fríos y evaluadores, e hice un pequeño asentimiento.

―Ethan ―dijo Meghan, una nota de cansada desaprobación en su voz―.

No se supone que estés levantado hora mismo.

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―Sí, todo el mundo me lo sigue diciendo. ―Caminé hasta la mesa,

apretando mi mandíbula para mantener el dolor alejado de mi cara, para

parecer perfectamente normal. El fey me miraba con curiosidad, pero fue la

mirada de Meghan la que busqué, encontrando sus ojos azules cuando llegué a

la mesa y puse una mano contra la superficie para estabilizarme―. Conozco a

Keirran ―le dije, habl{ndole a Meghan pero dirigiéndome a todos―. Yo estaba

con él cuando fue a la dama. La Reina Olvidada. Él< él realmente quería

salvarlos, a los exiliados y los Olvidados, de dejar de existir. ―Mi mirada fue a

Ash, de pie en silencio junto a la reina, y por un momento, me pregunté si debía

revelar la otra razón por la que Keirran había querido ayudar. Que, hace mucho

tiempo, Ash había pasado por el lugar donde todos los Olvidados fueron a

morir, y sin saberlo despertado a la dama.

Decidí en contra de esto. El daño ya estaba hecho, y acusar a Ash de todo

este lío no ayudaría en nada. Además, eso no excusaba las acciones de Keirran.

Yo iba a terminar ayudándolo; incluso en esto, explicar por qué el príncipe

estaba con los Olvidados, era ayudar a mi hermana a entender el tonto

comportamiento de su hijo. Keirran era familia, pero no era mi amigo. Yo traté

de ayudar, había arriesgado mi cuello por él, y él me había apuñalado,

literalmente, por la espalda. Yo podría excusar mucho, pero no eso. Si alguna

vez veía a mi sobrino de nuevo, iba a patearle el culo.

―¿Salvarlos? ―Glitch negó con la cabeza, haciendo que el rayo en su

cabello parpadeara―. ¿Al hacer la guerra a las otras cortes? ¿Al amenazar a su

propio reino, su propia familia? ¿Por qué? ¿Cómo eso va a lograr algo?

―No importa. ―La voz de Meghan era inflexible y resignada al mismo

tiempo―. Lo que importa es que Keirran y un ejército de Olvidados se est{

moviendo en Nunca Jamás. Debemos llevar esta noticia a Tir Na Nog, al consejo

de guerra de Verano e Invierno. Si los Olvidados tienen la intención de atacar,

debemos estar preparados. ―Su mirada recorrió la mesa y se quedó en

Glitch―. Prepara el ejército―ordenó, y Glitch se cuadró―. Partimos para la

corte de Invierno mañana a primera hora. Pueden retirarte.

La multitud de fey hizo una reverencia y salió de la habitación,

dejándome solo con los gobernantes de Mag Tuiredh.

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Cuando la puerta se cerró, Meghan puso ambas manos sobre la mesa e

inclinó su cabeza con un suspiro tembloroso.

―Así que, realmente est{ sucediendo ―murmuró―. La profecía se ha

cumplido. Realmente voy a ir a la guerra contra mi hijo.

Yo no sabía qué decir, si debería incluso decir algo, pero Ash se acercó,

poniendo una mano en su hombro.

―No sabemos eso aún ―dijo suavemente. La mano de Meghan se acercó

a agarrar la de él, como si fuera una línea de vida para evitar que se ahogara―.

No sabemos qué tan lejos ha ido él ―continuó Ash―, o lo que podría haber

prometido. Tal vez todavía hay tiempo para hablar con él.

―¡Él mató a Ethan, Ash! ―Meghan se giró sobre él, como si hubiera

olvidado que estaba allí―. A sangre fría. Lo apuñaló y lo sacrificó, para dar paso

a estos Olvidados. Nunca pensé< ―Se cubrió su rostro con una mano―.

Incluso después de la profecía, y la advertencia del Oráculo, nunca pensé que lo

haría. ¿Qué le ha pasado, Ash? Hicimos todo lo que pudimos para prevenir

esto, y ahora<

Ash sostuvo los hombros de Meghan y miró hacia ella con intensos ojos

plateados.

―Nada es seguro todavía ―le dijo―. Ethan est{ vivo, y ni Keirran ni los

Olvidados han atacado. Podemos solucionar este problema, Meghan, lo juro.

Todavía hay tiempo.

―Um< ―me aventuré, record{ndoles que todavía estaba en la

habitación. Se volvieron, d{ndome miradas sombrías, y tragué duro―. Podría

tener una idea ―dije, pregunt{ndome si ellos pensaban en mí como un intruso,

una plaga humana que no tenía participación en esta guerra.

Pensé que Meghan podría ordenarme regresar a mi habitación para

“descansar”, pero sólo asintió para que siguiera.

―Keirran est{ tratando de salvar a los Olvidados y los exiliados

―continué―. Rasgar el Velo se suponía que evitaría que se desvanecieran en la

nada. Por alguna razón, él cree que es responsable de los Olvidados. Y< est{

tratando de salvar a Annwyl, también ―Annwyl, su amor exiliado de la corte

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de Verano, había estado desvaneciéndose, también. De hecho, todo este lío

estúpido comenzó porque Keirran estaba tratando de encontrar una cura para

ella―. Incluso fuimos a Arcadia a pedirle a Titania que levantara su exilio

―continué, y noté las miradas graves de Meghan y Ash cuando probablemente

adivinaron cómo ese pequeño esfuerzo había terminado―. Cuando ella se

negó, Keirran enloqueció y la atacó. Estaba bastante desesperado en ese punto,

creo. Pero, tal vez si las cortes pueden llegar a algún tipo de acuerdo con los

Olvidados y dejar a Annwyl volver a casa, Keirran dará marcha atrás.

Me pregunté qué diablos estaba haciendo, defendiendo a Keirran así. Si

él estaba con los Olvidados y marchando a la guerra con las cortes, déjalo lidiar

con el desastre que había causado. Déjalo ver las consecuencias de sus acciones.

No es por Keirran, pensé ferozmente. No lo estoy defendiendo; estoy tratando

de ayudar a mi hermana a evitar que una guerra de hadas estalle. Keirran, los Olvidados

y la dama pueden irse al infierno, pero si Meghan tiene que luchar contra su propio hijo,

eso la destruirá.

Meghan asintió y pareció recuperar algo de su compostura.

―El consejo de mañana es para decidir si Keirran y los Olvidados son

realmente una amenaza ―dijo, sonando reflexiva―. Si podemos evitar que

Verano e Invierno declaren la guerra, tal vez eso nos permitirá el tiempo

suficiente para encontrar a Keirran. Todavía no sabemos lo que la dama

realmente quiere. Si todo lo que desea es que su pueblo sobreviva, entonces tal

vez podamos trabajar en algo. Algo que permitirá que los Olvidados existan

dentro del País de las Hadas y no se desvanezcan.

El alivio pasó a través de mí, pero no podía relajarme todavía.

―Hay< una cosa m{s ―continué―. Keirran estaba buscando una cura

para detener el desvanecimiento de Annwyl. Justo antes de que fuéramos a ver

a Titania, él convenció a Guro, mi instructor de kali, para hacer un amuleto para

ella. El amuleto lo conectaba a él y a Annwyl y< ah< drenaba la magia y la

fuerza vital de Keirran y se lo daba a ella. Esto le permitiría a Annwyl vivir

pero< probablemente iba a matar a Keirran.

Por unos instantes, hubo silencio.

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―Pero< Keirran todavía est{ vivo ―dijo Ash, mientras la cara de

Meghan se ponía tan p{lida como una hoja―. Lo hemos visto con los

Olvidados. ¿Annwyl podría haberse quitado el amuleto, destruirlo?

―No sé. ―Me apoyé contra la mesa para no perder el equilibrio―. Pero

ese amuleto era lo único que evitaba que Annwyl se desvaneciera. No creo que

Keirran haría nada para poner en peligro eso. ―A menos que él haya cambiado

tanto que yo no lo reconozca más.

Meghan se enderezó, convirtiéndose en la Reina de Hierro una vez más.

―Esto tendr{ que ser abordado en el consejo de guerra ―dijo.

―Yo también voy ―dije, y Meghan me dio una mirada penetrante―. Yo

estaba con Keirran cuando todo esto empezó ―continué, manteniendo mi

agarre―. Sé lo que pasó, y creo que las otras cortes querr{n oírlo. Quiero

ayudar, Meghan ―agregué cuando ella vaciló―. No puedo ocultarme de esto

por más tiempo. Esto se ha convertido en mi lucha, también.

Meghan suspiró.

―Haré que alguien envíe un mensaje a mam{ y Luke ―murmuró,

frot{ndose los ojos―. Dejarles saber que est{s bien, por lo menos. Sólo tienes

que prometerme una cosa, Ethan. Si sucede lo peor, y la guerra irrumpe entre

las cortes y los Olvidados, tú no puedes estar involucrado. No te quiero en el

frente, no te quiero en ningún lugar cerca de la batalla o la lucha. Si se llega a

eso, quiero que te vayas a casa. Por favor, necesito saber que estarás a salvo, que

una parte de mi familia está muy lejos de este lío. ¿Me prometerás eso?

Tragué duro y asentí.

―Sí ―dije con voz {spera―, lo prometo.

* * *

Mirando por la ventana del carruaje, me estremecí, tanto del frío entrando por

el cristal y por el prístino palacio blanco asomándose al final del camino.

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Conocía a Mab, Reina del Invierno y una de las fey más terribles de la

existencia, tenía a su corte en una gran ciudad subterránea llena con pesadillas

Unseelie. Yo sabía que iba a ser frío y había pedido prestado algún atuendo más

caliente de la corte de Meghan en preparación: un largo abrigo de lana, guantes

y sombrero. Pero había frío, y luego había frío. Como en, duele respirar frío. Al

igual que en habían cristales de hielo de colores, erizándose desde el suelo y

colgando desde los tejados, que eran más altos que yo. Como en el poco natural

frío de la corte de Invierno. La puerta se abrió con un remolino de aire helado,

escociendo, haciéndome apretar los dientes mientras me deslizaba fuera del

carruaje. Haciendo una mueca, me paré en el camino cubierto de hielo,

volteando el cuello de mi abrigo y deseando que tuviera una bufanda para

envolver alrededor de mi cara. ¡Por Dios, estaba helado! Qué no daría por un

par de frutas de llamas ahora.

Vaya, espera un segundo, Ethan. Cruzando los brazos, seguí a Glitch por el

sendero a través del prístino patio cubierto de nieve hacia la escalinata del

palacio. ¿Cuándo comenzaste a desear soluciones mágicas? Odias el encanto de las

hadas, ¿recuerdas?

Oh, cállate, me dije, molesto. Obviamente, no iba a hacer ningún acuerdo

peligroso o a beber una botella de vino de hadas, e iba a ser extremadamente

paranoico de cualquier encanto extraño lanzado en mi camino, pero todo

Nunca Jamás era un gigante lugar mágico. No podía evitar la magia si yo

quería. Lo admitiría, muy a pesar, que algo de magia de hada podría ser útil.

Como para evitar que me congele hasta la muerte en la escalofriante

corte de Invierno.

Meghan y Ash estaban esperando en la parte superior de los escalones

cuando Glitch y yo nos acercamos. Meghan llevaba una capa azul oscuro, pero

por debajo de eso, un abrigo de escamas plateadas brillando metálicamente

crujió cuando se volvió hacia nosotros. Una espada colgaba de su cintura, y su

cabello había sido recogido en lo alto, haciéndola parecer más vieja, real, casi

intimidante. A su lado, Ash estaba vestido con una armadura de color negro

azabache, con la silueta de un gran árbol en la coraza del pecho. Verlos así

causó un nudo de temor asentándose en mis entrañas. Esto no era un baile de

hadas o una fiesta de lujo. Esta era una reunión para determinar si las cortes de

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Verano, Invierno y Hierro irían a la guerra con los Olvidados, la dama< y mi

ex mejor amigo.

Caminábamos por los pasillos del palacio de Invierno, y me quedé muy

cerca de Glitch y la comitiva de caballeros de Hierro acompañándonos. No

tenía miedo< bueno, no, jode eso, tenía miedo. Las espadas gemelas en mi

cintura eran una necesidad; no había manera de que estuviera caminando a

través de Tir Na Nog desarmado. Pero estaba en su mayoría nervioso por

Meghan. Reina de Hierro o no, Keirran era su hijo; no podía imaginar lo que

sería tener que declarar la guerra en contra de tu propia familia. Tenía la

esperanza de que las cortes de hadas pudieran encontrar una solución pacífica a

los Olvidados y la dama. Yo haría mi más maldito esfuerzo por ayudar a que

eso pase.

Gorros rojos, ogros, duendes y otros fey de Invierno nos miraban, ojos y

colmillos relucientes, cuando caminos a través de los pasillos congelados. Al

final de un largo pasillo iluminado con lámparas de araña de color azul hielo,

un par de caballeros de Invierno empujaron unas enormes puertas dobles y se

inclinaron hacia Meghan a medida que pasábamos.

Oh, mierda.

Una enorme mesa redonda hecha completamente de hielo estaba en el

centro de la habitación, arrojando zarcillos de niebla que se retorcían por el

suelo. Rodeándola estaban decenas de fey, tanto Seelie como Unseelie, la

mayoría de ellos vestidos con equipos de batalla. Mi piel se erizó. Para un

consejo que supuestamente era sobre “discutir” la amenaza de los Olvidados,

aquí todo el mundo parecía más que listo para luchar.

Los gobernantes de Verano e Invierno estaban parados a la cabecera de la

mesa, mirándonos mientras entrábamos. Nunca había visto a ninguno de ellos

antes, pero eran inmediatamente reconocibles. Oberon, el Rey de Verano,

parado alto y orgulloso en el extremo de la mesa, cabello plateado cayendo por

su espalda, su corona astada lanzando sombras irregulares sobre la superficie.

Una pálida y hermosa mujer se puso de pie a unos pocos metros de distancia,

una cascada de cabello oscuro alrededor de sus hombros, una capa de cuello

alto envolviendo su armadura de color rojo y negro. Penetrantes ojos oscuros

me perforaron por encima de la mesa, y mis entrañas se curvaron con el miedo.

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Mab, la Reina de Invierno, era tan peligrosa y aterradora como me había

imaginado que sería. Lo único bueno era que Titania, la Reina de Verano,

parecía estar ausente hoy. El odio de las reinas la una por la otra era bien

conocido, y la situación era lo suficientemente volátil sin dos gobernantes hadas

inmortales teniendo una disputa en el medio del consejo de guerra.

Ahí estaba un hada en la sala que podría, involuntariamente, causar un

montón de problemas, sólo siendo él mismo. Robin Goodfellow estaba apoyado

contra una pared, con las manos entrelazadas detrás de su cabeza, mirando

todo con brillantes ojos verdes. Cuando me vio, una ceja se arqueó, y me lanzó

una sonrisa conocedora. Suspiré y me acerqué dando vuelta a la mesa para

pararme a su lado, sin querer estar demasiado cerca de la Reina de Invierno y

su séquito. A pesar de que yo era el hermano de la Reina de Hierro, todavía era

completamente humano, algo que era visto como “sin valor” aquí. O incluso

muy sabroso. Por lo menos no tenía que preocuparme por algún duende

atacándome si estaba con el gran bromista.

―Hola, Ethan Chase ―saludó Puck en voz baja mientras me acomodaba

junto a él, cruzando los brazos―. De vuelta de los muertos, ya veo. ¿Hubo coros

de ángeles y luces parpadeantes? Siempre me he preguntado acerca de eso.

―No puedo decirte ―murmuré―. No me acuerdo de estar muerto.

―Oh, bueno, eso es decepcionante. ―Puck sacudió la cabeza con una

sonrisa―. Morir suena terriblemente aburrido. Estaba esperando que me

demostraras que estoy equivocado. ―Sorbió y volvió su atención a la

reunión―. De todos modos, hablando de aburrido, estos consejos de guerra son

tan aburridos. Vamos a ver si puedo adivinar exactamente cómo va a ir esto. En

primer lugar, Mab ser{ toda fría y amenazante, porque bueno, esa es Mab<

―Reina de Hierro ―declaró Mab con voz fría cuando Meghan y Ash

dieron un paso adelante―. Qué bueno de tu parte unirte a nosotros. ¿Tal vez te

gustaría escuchar los informes de lo que tu hijo ha estado haciendo

últimamente?

―Soy consciente de que Keirran est{ con los Olvidados ―respondió

Meghan, mucho más tranquila de lo que habría esperado―. Sé que ha estado

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explorando las fronteras de Arcadia y de Tir Na Nog. Ellos no han, que yo sepa,

lastimado a nadie ni hecho ninguna apertura hostil hacia las cortes.

―Aún ―dijo molesta Mab―. Es obvio que planean atacar, y me niego a

ser sitiada en mi propio reino. Propongo que lancemos la lucha contra los

Olvidados ahora, antes de que ellos y su misteriosa dama se lancen sobre

nosotros en masa.

―Y ahora, señor orejas puntiagudas saltar{ con su lógica eterna,- siguió

Puck.

―¿Cómo planeas hacer eso, dama Mab? ―preguntó Oberon, su voz

como un manantial de montaña, tranquila pero frígida―. No sabemos dónde

están los Olvidados, donde está escondido el resto de este ejército. Siempre que

alguien trata de seguirlos, desaparecen, tanto del Reino de los Mortales como

de Nunca Jamás. ¿Cómo propones que encontremos algo que no existe?

Puck bostezó.

―Justo en el centro ―reflexionó―. Y ahora vamos a tener que soportar

varios minutos de discusiones mientras intentan resolver el misterio de a dónde

han desaparecido los Olvidados.

―Yo sé dónde est{n ―murmuré, y él arqueó una ceja hacia mí.

―Bueno, tal vez debería entrar allí, humano.

―Sí, pero realmente no quiero.

Mab miró a Oberon.

―Ellos no pueden simplemente desaparecer en el aire ―le espetó―.

Toda una raza de fey no puede simplemente desaparecer en la nada. Es

imposible. Tienen que estar en alguna parte.

Puck levantó ambas cejas hacia mí, y yo gemí.

―Lo est{n ―contesté, y me aparté de la pared―. Est{n en el

Entremedio.

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Todos los ojos se volvieron hacia mí. Mi corazón tartamudeó, pero tomé

una respiración furtiva y di un paso adelante, encontrando las miradas

inhumanas de un par de docenas de fey.

―El rey Oberon tiene razón ―dije, pasando al lado de Meghan,

sintiendo el frío de un caballero de Invierno a mi izquierda―. Los Olvidados no

pueden ser encontrados en el mundo de los mortales o en Nunca Jamás porque

no están aquí. Están entrando y saliendo de los dos mundos, desde un lugar

llamado el Entremedio. Es<

―Sé lo que es el Entremedio, Ethan Chase ―declaró Mab fríamente,

entrecerrando los ojos―. La mayoría lo llaman el Velo, la cortina entre el

mundo de las hadas y el Reino de los Mortales, la barrera que mantiene a

nuestro mundo oculto de la vista mortal. Pero la capacidad de los fey para ir al

Entremedio ha estado perdida durante siglos. Sólo conozco a uno que lo ha

logrado en los últimos cien años, y ella no ha tenido a bien compartir su

conocimiento con el resto del país de las hadas.

Leanansidhe. Sabía por Keirran que aquellos que entraban en el

Entremedio a menudo quedaban atrapados allí, vagando por la eternidad. La

Reina Exiliada era la única que había logrado crear caminos de las hadas

permanentes a su mansión en el Entremedio, permitiéndole a la red de exiliados

y mestizos ir y venir cuando quisieran. Pero ellos todavía necesitaban utilizar

un camino de las hadas. Ni siquiera Leanansidhe podría separar el Velo y

deslizarse entre los mundos cada vez que ella quisiera.

―Bueno, podría haber estado perdido para las cortes, pero la dama, la

Reina Olvidada, recuerda cómo ―dije―. Y enseñó al resto de los Olvidados,

también. Ustedes no han sido capaces de encontrarlos porque todos ellos están

quedándose en el Entremedio.

La gélida mirada negra de Mab se quedó en mi cara, y yo temía que ella

estaba viendo demasiado.

―¿Y el Príncipe de Hierro? ―preguntó con una voz suave y letal,

haciendo que Meghan se tensara a mi lado―. También ha estado

desapareciendo en el aire cada vez que nos acercamos. ¿Él tiene este talento

especial? ¿Le ha enseñado la dama a ir al Entremedio, también?

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Tragué.

―Sí ―confirmó Ash antes de que yo pudiera decir nada―. Lo hemos

visto. Sea cual sea el conocimiento antiguo que la dama trajo con ella cuando se

despertó, se lo ha enseñado a Keirran, también. Él puede moverse a través del

Entremedio como el resto de los Olvidados.

Oberon levantó la cabeza.

―Entonces parece que la dama ha elegido a su campeón ―afirmó él con

una voz grave―. Y así la profecía se cumple. Keirran destruir{ a las cortes a

menos que lo podamos detener. Reina de Hierro< ―Le lanzó a Meghan una

mirada casi simp{tica―. Sabes lo que debes hacer. Declarar a Keirran un

traidor, y echarlo de tu corte. Sólo entonces podremos permanecer unidos

contra los Olvidados y la dama.

―¿Qué? Cielos, espera un segundo. ―Me incliné hacia delante, sintiendo

el borde frígido de la mesa morder mis manos―. Ustedes no saben lo que ellos

quieren. Keirran solo está tratando de ayudar a los Olvidados a sobrevivir. Sí, él

lo hizo en la forma más retrógrada e imbécil posible, pero tal vez deberían

intentar hablar con ellos antes de declarar la guerra total.

―Y, ¿qué sabes de la guerra, Ethan Chase? ―preguntó Mab, mientras su

fría y escalofriante mirada se colocaba de nuevo en mí―. Tú eres la razón por la

que estamos aquí, la razón de que la profecía haya llegado a pasar. Fue tu

presencia la que permitió a los Olvidados invadir, tu sangre la que arrancó el

Velo, incluso si fue por un momento. ¿Tú y el Príncipe de Hierro han traído el

caos total al país de las hadas, y ahora te atreves a decirnos que debemos ser

misericordiosos? ―Sus ojos se estrecharon, y sus labios se curvaron en una

sonrisa aterradora―. No he olvidado tu participación en la destrucción de mi

bosque congelado ―dijo, haciendo que mi sangre se enfriara ante el recuerdo.

Traté de retroceder, pero de repente no podía moverme. Mis manos se

quemaban en el borde de la mesa, y miré hacia abajo para ver que el hielo se

había deslizado y sellado mis dedos a la superficie―. Eres afortunado que la

inminente guerra exija mi atención por el momento ―dijo Mab entre dientes―,

pero no creas ni por un momento que voy a dejar que eso pase. Tú y el Príncipe

de Hierro tiene mucho por lo que responder.

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―Dama Mab. ―La voz firme de Meghan irrumpió a través de la furia

creciente―. Por favor, deja de aterrorizar a mi hermano antes de que me

ofenda. ―Mis manos estaban repentinamente libres, y las tiré hacia atr{s,

frot{ndolas furiosamente para iniciar la circulación―. Soy consciente de la

profecía ―continuó Meghan, mientras yo metía mis congelados dedos debajo

de mis brazos―. Soy consciente de que, equivocado o no, Keirran ha hecho

cosas terribles. Pero les ruego a todos considerar con quién estamos tratando.

Este es mi hijo, y su familia. De ambos ―añadió, mirando hacia el Rey de

Verano y la Reina de Invierno por turnos―. ¿Vamos a declarar la guerra a

nuestra propia sangre sin conocer los detalles? Estamos todavía inseguros en

cuanto a lo que los Olvidados y la dama en verdad quieren.

―Yo puedo decirles lo que quiere ―dijo una nueva, y familiar, voz

detrás de nosotros.

Me giré, al igual que lo hizo el resto de la mesa, para hacer frente a la

entrada de la habitación. Las puertas dobles habían sido empujadas, y una

figura estaba parada en la entrada con un par de sombríos caballeros sidhe

flanqueándolo.

Keirran.

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Capítulo 4 La demanda de la Dama

Miré al Príncipe de Hierro, un escalofrío recorrió mi espalda mientras se

encontraban nuestros ojos. La plana mirada de Keirran no tenía emociones, ni

una chispa de arrepentimiento o remordimiento, nada más que la insensible

apatía. Su cabello plateado estaba más largo ahora, amarrado por detrás en una

cola suelta, que lo hacía ver más viejo y mostraba sus orejas puntiagudas. Un

abrigo andrajoso caía de sus hombros, arrastrando mechones de sombra que se

retorcían en el aire. Su sombrío séquito detenido justo detrás de él, cuatro

siluetas en una armadura de gris fantasmal con los brillantes ojos amarillos de

los Olvidados.

Vi un temblor pasar a través de Meghan, vi sus labios susurrar el nombre

de Keirran, pero ningún sonido salió de su boca.

―Príncipe de Hierro. ―La voz de Mab era glacial y letalmente suave―.

¿Qué significa esto? ¿Cómo te atreves a venir a mi casa sin invitación?

―Mis disculpas, reina Mab. ―El tono de Keirran podían igualar al de la

Monarca de Invierno en su frialdad―. Pero, ¿acaso no es este un concilio de

guerra? Se han reunido para conversar de los Olvidados, qué quieren, si

deberían prepararse para la guerra. Estoy aquí para decirles exactamente lo que

desean saber. Sean advertidos ―continúo con una rápida mirada al lado de la

mesa de Meghan y Ash―, vine aquí en buena fe, bajo la bandera de la paz; las

antiguas leyes establecen que no puedes atacar un mensajero de guerra; confío

en que todos se mantendrán en esa política.

―Habla entonces ―dijo Oberon, su voz era dura―. Entrega tus noticias,

Príncipe de Hierro, y termina con esto.

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Keirran inclino su cabeza, pero era una corta inclinación, una inclinación

para mofarse, y sus ojos permanecieron fríos mientras se enderezaba.

―Vengo en favor de la dama ―continúo en una baja y terrible voz―. La

diosa de los Olvidados, la primera reina de Faery, demanda que las cortes de

Verano y de Invierno sean anuladas, y que Nunca Jamás exista como un reino,

sin fronteras; no habrá tierra Seelie o tierra Unseelie, ni Arcadia, ni Tir Na Og,

sólo será Faery, y gobernará Nunca Jamás como hizo en tiempos ancestrales,

antes que existiera la corte; sólo el Reino de Hierro permanecerá como está.

―Miró a Meghan, cuya cara estaba p{lida con el horror―. La dama entiende

que los Fey de Hierro son leales a Faery pero no quieren una parte de ello, Mag

Tuiredh se convertirá en un asiento separado de Nunca Jamás y el Reino de

Hierro aún puede tener su reina, si ella jura lealtad a la dama y la reconoce

como la verdadera monarca del Faery.

»Si estos términos no son reconocidos ―Keirran continúo―, la Dama

declarará la guerra a Nunca Jamás, y descenderá sobre las cortes con su ejército

de Olvidados, para recuperar lo que le fue robado, y restaurar Faery a lo que

era.

Un quebradizo silencio cayó sobre la habitación, roto sólo por el golpe

sordo de mi pulso en mis orejas; Meghan miró a Keirran, y la mirada en su

rostro hizo que doliera mi interior; era una de completa devastación, conmoción

y negación, y me hizo querer golpear la cabeza del príncipe contra la pared; la

Reina de Hierro miró a su hijo como si ya no lo conociera, como si la persona

parada enfrente de ella fuera un extraño.

Entones sonó la risa de Mab, áspera y burlona, sobresaltándome.

―¿Te atreves, Príncipe de Hierro? ―siseó mientras la temperatura en la

habitación descendía. Como si no hiciera el suficiente frío―. ¿Te atreves a

permanecer al lado de esta dama, esta pretendiente olvidada, y exigir que

renuncie a mi reino? ¿Anular la corte de Invierno? ¡Blasfemia! ―Escupió la

palabra, y los carámbanos hicieron crujidos agudos al crecer de las paredes y el

suelo―. Puedes decirle a la dama que la corte de Invierno nunca se inclinará

ante usurpadores, que puede hacerse a la idea de hacer frente a todo el poder

de Tir Na Nog en el campo de batalla.

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―Y a todo el poder de Arcadia ―interrumpió Oberon, su propia voz

hizo que se estremecieran los carámbanos―. La corte de Verano apoya a la de

Invierno al negar a tu dama su demanda. Si quiere que la corte Seelie sea

destruida, tendrá que hacerlo ella misma.

Se hizo de nuevo el silencio. Keirran nos observó sin emoción, después

miró a Meghan.

―¿Y tú, Reina de Hierro? ―preguntó, cuando se rompió el silencio―.

¿Cuál es tu respuesta?

―Keirran. ―Se me hizo un nudo en la garganta al escuchar la voz de

Meghan, rota y desesperada. Casi inmediatamente, no obstante, la reina se

enderezó, recobrando su compostura y de pie con la espalda recta mientras

hacía frente al Príncipe de Hierro―. ¿Por qué estás haciendo esto? ―preguntó

con voz sosegada pero tranquila―. ¿Qué esperas ganar?

―Nada. ―La respuesta de Keirran no mostraba emoción―. No es por

mí ―continuó con el mismo tono acerado―. Esto es por los Exiliados, y los

Olvidados. Durante demasiado tiempo han sido ignorados. Durante demasiado

tiempo los exiliados han sufrido la crueldad del mundo humano, y las cortes no

han hecho nada. Es el momento de cambiar eso, incluso si tengo que limpiar lo

viejo para abrir paso a lo nuevo.

―Esta no es tu responsabilidad, Keirran. ―La voz de Ash era profunda

y controlada, aunque se entreveía su furia reprimida―. Hay otras formas para

que vivan los Olvidados y los Exiliados. Detén esta locura y ven a casa.

Por un breve momento, un pequeño surco agonizante arrugo la frente de

Keirran. Pero el Príncipe de Hierro parpadeo y desapareció.

―He tomado mi decisión ―dijo serenamente―. No puedo echarme para

atrás. ―Dirigió su fría mirada hacia Meghan, estrechándola―. Parece que

estaba vaticinado a traer la destrucción a las cortes mucho antes de nacer ―dijo,

haciéndola retroceder―. Todo el mundo lo sabía. Todo el mundo, excepto yo.

Simplemente estoy siguiendo el camino para el que siempre había estado

destinado.

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―Maldita sea, Keirran ―gruñí, incapaz de seguir conteniéndome―.

Sabes que eso no es cierto. ¡Saca la cabeza de tu trasero y abre los ojos!

Me dirigió una sonrisa fría.

―Eres demasiado ruidoso para ser un fantasma ―remarcó, haciéndome

querer ir hacia él y darle un puñetazo en los dientes―. Supongo que no debería

sorprenderme que vivieras. Eres demasiado terco para morir. ―En ese

momento se apagó su sonrisa mientras sus ojos brillaban con fría malicia―. Me

alegra que sobrevivieras después de todo, Ethan, pero que te quede claro algo.

Si te metes en mi camino, si intentas pararnos, te mataré. Y esta vez, me

aseguraré que permanezcas de esa forma.

Apreté mis puños, pero la voz de Meghan se elevó antes de que pudiera

hacer nada. El poder de la Reina de Hierro llenó la sala, aguda y crepitante,

como el aire antes de una tormenta.

―Si haces esto, Keirran ―dijo―, si declaras la guerra a todo Faery, no

tendré otra opción más que echarte de la corte de Hierro. No volverás a ser

bienvenido ni a estar a salvo, en Mag Tuiredh, o en ningún sitio en Nunca

Jam{s. Así que por favor< ―Vaciló ligeramente, aunque su voz permaneció

fuerte―. Piensa en lo que estás haciendo. Aún hay tiempo, para parar esto, para

encontrar otro modo.

Keirran la miro, una sonrisa tenue y triste cruzó su cara antes de que sus

ojos se endurecieran y retrocediera.

―Es demasiado tarde para mí, Reina de Hierro ―susurró mientras los

caballeros se acercaban, rodeándolo―. La profecía se ha puesto en marcha,

debo seguirla hasta el final. Volveré con la dama y la informaré de su decisión.

―¿En serio? ―Puck se había apartado de la pared, con los ojos verdes

brillando con una luz peligrosa―. ¿Y qué te hace pensar que vamos a dejarte ir,

principillo? ―preguntó, sonriendo de una manera que hizo que mi piel se

erizara de miedo.

Keirran no se movió, aunque los caballeros Olvidados se endurecieron,

dejando caer las manos a la empuñadura de su espada.

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―Vine aquí de buena fe ―dijo el Príncipe de Hierro con calma, sin mirar

a Puck, sino a los otros gobernantes―. De acuerdo con la ley antigua de Faery,

un mensajero de guerra podrá ofrecer sus noticias sin temor a la repercusión.

He presentado las demandas de mi dama, y no he hecho daño a nadie mientras

estaba aquí. Deben respetar la tradición y dejar que me vaya, o el propio Nunca

Jamás se levantará en su contra.

Miré hacia la mesa, preguntándome si esto era mentira, pero las miradas

sombrías en las caras de todos me decía que no lo era.

―Entonces ve ―dijo Mab, con la voz helada―. Vuelve con tu dama. Dile

que las cortes no se inclinarán. No vamos a someternos a ella, o a los Olvidados.

Si se levanta en contra de nosotros, vamos a enviarla a ella y a todos sus

seguidores de nuevo al olvido de donde vinieron.

Keirran hizo una reverencia.

―Como quiera ―murmuró, con una mirada final a los gobernantes de

Mag Tuired. Podría haber estado un indicio de arrepentimiento en sus ojos, que

pude haber imaginado―. La próxima vez que nos encontremos, será en el

campo.

Y entonces, se volvió y se alejó, con los caballeros flanqueándolo una vez

más. Nadie los detuvo. Nadie dijo nada mientras el Príncipe de Hierro se

deslizaba fuera de la sala sin mirar hacia atrás, y las puertas se cerraron detrás

de él con un crujido.

―Parece ―la voz de Oberon hizo eco en el silencio sepulcral que

siguió―, que el Príncipe de Hierro ha hecho su elección. ―Su tono no cambió, a

pesar de que prácticamente se podía oír el dardo, afilado y acusador, mientras

miraba a Meghan por encima de la mesa―. ¿Cuál es la tuya, Reina de Hierro?

Meghan cerró los ojos. Estaba de espaldas a los otros gobernantes, pero

vi deslizarse una lágrima por su rostro. Calmado, miré a Ash, vi la renuncia

sombría en sus ojos, y quise matar a Keirran por lo que había hecho.

―No tengo otra opción ―susurró Meghan. Al abrir los ojos, tomó una

respiración profunda, su voz cada vez más fuerte, aunque el dolor desgarrador

en su cara nunca desapareció―. Por la presente declaro al príncipe Keirran un

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traidor al País de las Hadas ―anunció en tonos claros y firmes―, y le exilio de

la corte de Hierro. Ya no está bajo la protección de Mag Tuiredh, y todos los

títulos y privilegios de rango han sido removidos. Que esto sea dado a conocer

a todos, Keirran ahora es enemigo de Mag Tuiredh, la corte de Hierro y de

Nunca Jamás.

* * *

El viaje de regreso a Mag Tuireadh fue tenso. Glitch no dijo nada, aunque las

hebras de su cabello se encendieron y se dilataron de un rojo furioso, llenando

el aire con un zumbido de energía furiosa. Frunció el ceño hacia la ventana,

rodeado por una tormenta eléctrica en miniatura, con los ojos distantes y

oscuros. Me senté en la esquina lo más lejos que pude conseguir.

Así que, Keirran realmente lo ha hecho. Del lado de la dama y los

Olvidados, marchó derecho al corazón de Tir Na Nog y declarado la guerra a

todo Nunca Jamás. Apreté la mandíbula, recordando la cara de Meghan, la

mirada en sus ojos cuando se vio obligada a exiliar a su propio hijo.

¡Maldición, Keirran! ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Cómo había caído

tan bajo, cambiando de bando y declarando la guerra contra su propia familia?

Realmente no lo entiendo, por qué cree que no tenía otra opción. ¿Qué piensa

que está salvando? ¿Había llegado al punto de rendirse, donde pensaba que

nada de lo que hiciera ya no importaría, o había algo más?

Estaba seguro de una cosa: si Keirran y yo nos cruzábamos de nuevo,

todas las apuestas estaban echadas. No podía pensar en él como familia. Él era

mi enemigo, y no podría contenerme o me encontraría con otra espada en mi

interior.

Cuando los carros se detuvieron finalmente, miré por la ventana,

sorprendido de encontrarme en Mag Tuiredh. Había esperado que Meghan me

enviara de vuelta al mundo de los mortales directamente desde Tir Na Nog.

Ahora que la guerra contra los Olvidados era una cosa segura, me preguntaba

cuánto tiempo pasaría antes de que me ordenara ir a casa.

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Me bajé lentamente del carro y me dirigí al palacio. Meghan y Ash se

detuvieron en el vestíbulo, la Reina de Hierro estaba en una profunda

conversación con Fix, el roedor. Los pasé con cuidado, esperando que no me

notara, pero se enderezó rápidamente y se volvió.

―Ethan.

Hice una mueca. Esto es; Meghan me enviaba de vuelta al mundo de los

mortales. Y, por primera vez en mi vida, no quiero volver. No ahora. Sabía que

mis padres probablemente estaban frenéticos. Ni siquiera podía pensar en

Kenzie por miedo a quebrarme. Pero esta también era mi lucha. Yo era

parcialmente responsable de todo lo que pasó con Keirran. No podía ir a casa

con una familia sabiendo que había abandonado la otra.

Me di la vuelta, dispuesto a protestar, a encontrar las palabras para

convencer a mi hermana de que también estaba en esto. Pero Meghan tenía una

extraña mirada de resignación y diversión en su cara mientras me daba una

leve sonrisa.

―Hay< alguien esperando en tu habitación ―dijo, haciéndome fruncir

el ceño en confusión. Y antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, tomó

el brazo de Ash y se dio la vuelta, aunque la sombra de una sonrisa permaneció

en su rostro―. Ve a ver lo que quieren, y hablaré contigo más tarde esta noche.

Trata de relajarte por el resto de la noche.

Tiró del brazo de Ash, y caminaron por el pasillo, aunque Ash le dio una

breve, mirada interrogativa. Vi a Meghan inclinarse para susurrarle algo al

oído, y éste se echó hacia atrás, levantando las cejas. Doblaron una esquina y se

perdieron de vista antes de que pudiera ver más de su reacción, dejándome solo

en el pasillo.

Con un encogimiento de hombros, caminé de regreso a mi habitación,

esperando que mi huésped no fuera otra hada sanadora, esperando saltar al

momento en que entrara por la puerta. Mi estómago estaba doliendo de nuevo,

un latido bajo y constante, pero no era demasiado malo. Por lo menos podía

caminar. Aun así, la idea de acostarme durante unos minutos se hizo más

tentadora con cada paso. Si ahora mismo había un hada sanadora al acecho en

mi habitación, no le diría que no a un analgésico.

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Con cansancio, empujé la puerta, preparándome para ser atacado por un

enjambre de pequeñas hadas con largas batas blancas.

Y Mackenzie St. James levantó la vista de mi cama.

* * *

―Hola, chico duro.

Miré a la chica en mi cama, incapaz de hacer algo más que parpadear.

Esa era su voz, su cabello negro y liso, y sus ojos marrones, su sonrisa

apareciendo a través de su cara. Estaba aquí. ¿Cómo lo había hecho?, dado que

es imposible viajar a través de Nunca Jamás solo, no podía comprender. Solo

que, de forma totalmente inesperada e inexplicable, estaba en mi habitación en

medio del Reino de Hierro.

―¿Kenzie?

Kenzie saltó del colchón y, en los dos segundos que tardo mi cerebro en

descongelarse, cruzó la habitación y se arrojó sobre mí.

El dolor atravesó mi estómago cuando la chica chocó contra mi pecho,

colocando sus brazos a mi alrededor y apretando con fuerza. La puñalada a

través de mi estómago fue instantánea e impresionante. Grité y me tambaleé

hacia atrás, e inmediatamente me soltó.

―¡Oh, Dios! Lo siento, Ethan, no me di cuenta que<

Recuperándome, la agarré por la muñeca, tiré de ella hacia adelante, y

cubrí su boca con la mía.

Jadeó, antes de besarme casi con el mismo fervor. Sus manos agarraron la

parte delantera de mi camiseta, aunque mantuvo su toque ligero,

probablemente por no querer hacerme daño otra vez. Pero envolví mis brazos

alrededor de su cintura y la acerqué, con ganas de sentir su cuerpo contra el

mío, su corazón latía con fuerza contra su pecho. Sus manos subieron hasta mis

hombros y se enterraron en mi cabello, y la abracé con más fuerza, sin

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preocuparme por el dolor. Kenzie estaba viva, y< aquí. En el Reino de Hierro,

aunque, a decir verdad, no debería haber estado sorprendido. Por supuesto que

Mackenzie St. James había atravesado Nunca Jamás para encontrarme. Una vez

que decidía algo, no había ninguna fuerza en la tierra que pudiera detenerla.

Sus ojos estaban sospechosamente brillantes a medida que se separaba,

aunque me miró con una sonrisa irónica.

―Bueno ―susurró―, me preguntaba si estarías feliz de verme cuando

finalmente llegara aquí. Supongo que eso responde a mi pregunta.

Acaricié su mejilla, simplemente aceptándola. Su liso cabello negro

estaba más corto ahora, sólo alcanzaba la parte superior de sus hombros, y los

reflejos azul neón ya no estaban. Lo loco era que los echaba de menos; parecían

haber formado parte de ella, parte de lo que era. Pero aparte de eso, era la

misma chica pequeña y terca, de ojos marrones por la que había perdido la

cabeza.

―¿Cómo has llegado hasta aquí? ―le preguntó finalmente.

―Razor me mostró el camino ―respondió Kenzie, señalando a la

esquina más alejada. Miré hacia arriba, y el delgado Gremlin de orejas de

murciélago zumbó y me saludó como un maníaco desde la cómoda. Incapaz de

evitarlo, le devolví la sonrisa, absurdamente feliz de ver a la histérica cosa.

―Hola, Razor. Es bueno verte, también. ¿Has estado cuidando de

Kenzie?

Él asintió vigorosamente.

―Razor ayuda ―indicó, m{s serio de lo que nunca lo había oído antes―.

Razor aquí. Cuida de la niña bonita. ―Sus brillantes ojos se estrecharon

fuertemente―. El muchacho divertido se murió ―acusó, haciendo que mi

corazón dejara de latir―. El muchacho divertido puso triste a la niña bonita.

Razor cuido de ella. La trajo aquí. ¿Ya no está triste, cierto, niña bonita?

Tragué saliva. De repente, Kenzie se estremeció y pasó las manos por mi

pecho, creándome un nudo en el estómago.

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―Est{s aquí ―susurró, con la voz un poco tensa―. Est{s bien realmente.

No estaba segura de si< yo creía...

Se estremeció, y mi corazón dio un vuelco violento mientras la chica se

inclinaba hacia adelante, presionando su cara contra mi camiseta, y comenzó a

temblar sollozando. Sin saber qué decir, envolví mis brazos alrededor de ella,

mientras que Razor aplanó las orejas y me miró desde la cómoda.

―Pensé que estabas muerto ―susurró Kenzie―. Te esperé en el hospital,

y cuando no regresaste, tuve miedo de que algo terrible hubiera sucedido. Traté

de convencerme de que no era nada, pero en el fondo sabía que algo había ido

muy mal. Así que envié a Razor a buscarte. Cuando regresó< ―Se estremeció

de nuevo―. Me dijo que estabas muerto. Que habías sido asesinado en Irlanda.

―Estoy bien ―le digo, porque era lo único que se me ocurrió decir―.

Estoy bien, Kenzie. No iré a ninguna parte.

Resopló y respiró profundamente, tratando de recuperar la compostura.

―¿Ethan, qué sucedió en Irlanda<? ―preguntó, mir{ndome con los ojos

brillantes por las l{grimas―. Traté de sacarle toda la historia a Razor, pero

siguió diciendo que Keirran te apuñaló. ―Parpadeó, luciendo a la vez llena de

dolor, incredulidad y furiosa―. ¿Fue Keirran? ¿Es verdad?

Dudé, y luego asentí lentamente.

―Sí ―dije―. Sí, lo hizo.

―¿Por qué?

―Porque yo era un sacrificio ―continué―. La dama se lo pidió. Se

suponía que mi sangre desgarraría el Velo, para que el mundo humano pudiera

ver a las hadas, y eso salvaría a todos los Olvidados y Exiliados. Eso es lo que

quería Keirran, m{s que a nada, supongo. ―Mis ojos se estrecharon―. Así que

me apuñaló y me dejó allí para que muriera.

La cara de Kenzie se puso blanca.

―Oh, Dios mío ―susurró―. Ahí es donde empezó. El por qué todo se

volvió loco esa noche.

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Mi sangre se enfrío.

―¿Qué pasó?

Ella se lamió los labios.

―Sabía que algo estaba pasando cuando la enfermera entró y comenzó a

gritarle a Razor como si realmente pudiera verlo. Así que puse las noticias, y

allí estaban todos estos informes en vivo acerca de criaturas extrañas y

circunstancias locas. La gente hablaba de fantasmas, vampiros, extraterrestres,

lo que sea. Fue entonces cuando supe que algo grande había sucedido en Faery.

―Frunció el ceño, y se secó los ojos―. Fue extraño, sin embargo. Tal vez diez,

quince minutos después de su inicio, simplemente< se detuvo. No he podido

encontrar más información, los informes de noticias dejaron de hablar de ello, y

nunca se volvió a mencionar. Todo el mundo se olvidó de él.

―Sí. ―Asentí―. Cuando se reformó el Velo, las hadas se hicieron

invisibles de nuevo, por lo que la gente olvidó que alguna vez los vieron.

―¿Reformado?

―Cuando yo< um< reviví, volvió. ―Me encogí de hombros ante su

mirada de incredulidad―. No estaba tan muerto como pensaba Keirran.

Kenzie parpadeó rápidamente, poniendo su cabeza sobre mi pecho de

nuevo.

―Pensé que te había perdido ―susurró―. Cuando Razor dijo que habías

muerto, lo único que podía pensar era< que te había matado. Te dije que fueras

con Keirran. Insistí, y lo siguiente que supe fue que estabas muerto.

Apoyé la frente contra la suya.

―Lo siento mucho.

Dejo salir una pequeña risa ahogada a través de las lágrimas.

―No te< disculpes por morir, tipo duro ―susurró―. Estoy seguro que

no lo planeaste de esa manera. ―Tomó una respiración entrecortada,

agachando la cabeza―. En todo caso, deberías estar enojado conmigo. Yo fui la

que te envió con la dama. Si no te hubieras ido con Keirran<

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―Kenzie. ―Puse una mano en su mejilla. Ella parpadeó y miró hacia mí,

y yo sacudí la cabeza―. No podrías haber sabido lo que iba a pasar ―le dije en

voz baja―. Ninguno de nosotros podía. Tal vez si hubiéramos sabido acerca de

la profecía, o lo que realmente estaba pasando, pero nadie nos decía nada.

―Levanté un hombro con impotencia―. Todo esto con Keirran sólo< se salió

de control, y quedamos atrapados en el medio. No te culpo por lo que hizo.

―Pasé los dedos por su cabello ahora m{s corto―. De hecho, probablemente

me salvaste la vida. ―Ella parpadeó, frunciendo el ceño, confundida y yo

sonreí―. El amuleto que me diste justo antes de Keirran y yo nos fuéramos a

ver a la dama, creo que me protegió por última vez.

―¿El amuleto de Guro?

Asentí.

―Lamentablemente, no voy a ser capaz de devolverlo como dije que lo

haría. Cuando Keirran me apuñaló, se rompió. Se partió en dos. Creo que es

seguro decir que la magia ya ha desaparecido por completo.

Ella soltó una risa suave y se acercó más.

―Prefiero tenerte a ti que a un collar mágico cualquier día de la semana

―murmuró, enrollando sus brazos alrededor de mi cintura. Abraz{ndola con

fuerza, cerré los ojos, sintiendo sólo los latidos de su corazón contra el mío, y

Kenzie suspiró, relaj{ndose contra mí―. Te extrañé, tipo duro ―susurró―.

Han sido unos muy asquerosos cuatro meses.

Cuatro meses. ¿Realmente he estado fuera tanto tiempo? ¿Y por cuánto

había pasado Kenzie durante ese tiempo?

―¿Est{s bien? ―le pregunté, mirando hacia abajo con preocupación. La

última vez que había visto a mi novia, había estado en el hospital―. Sabes que

no quiero tocar el tema, pero< ¿qué pasa con tu enfermedad? ¿Te has

recuperado? ¿Está bien que estés aquí ahora?

Ella sonrió.

―No, Ethan, estoy en el umbral de la muerte en estos momentos,

después de haber pasado por Faeryland con un deseo y una oración. ―Su

sonrisa era malvada, pero un destello de algo oscuro pasó por sus ojos, a pesar

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de que se había ido en el próximo latido del corazón―. Sólo viajé a través del

Wyldwood y Mag Tuireadh para encontrarte, tipo duro. ¿Parece que voy a

desfallecer?

―Est{ bien, est{ bien. ―Levanté las manos―. Buen punto. Iba a decir

que no me puedo creer que viajaras todo el camino hasta Mag Tuireadh por ti

misma, pero< eres tú, después de todo. ―Ella me miró con recelo, y sonreí―.

Me alegra que hayas venido, Kenzie ―le dije, bajando la cabeza―. También te

extrañé.

Nuestros labios se encontraron, y dejé que mis ojos se cerraran. Razor

lanzó algo de la cómoda, probablemente burlándose de nosotros, pero no

importaba. Todo en lo que podía pensar era en Kenzie, que se encontraba bien,

que había encontrado una camino hacia Mag Tuiredh, y que de repente, ya no

estaba tan solo.

Un golpe seco en la puerta nos hizo parar. Irritado, esperé unos instantes,

y cuando no pasó nada, me incliné hacia adelante para besar a Kenzie nuevo.

Los golpes se reanudaron inmediatamente, acompañado de una voz chirriante.

―¿Príncipe Ethan? ¿Est{ despierto, señor?

Suspirando, Kenzie se echó hacia atrás y le dio a la puerta una mirada

medio molesta y medio resignada.

―Supongo que es mejor que veas quién es ―dijo, sonriendo con tristeza

mientras se limpiaba los ojos―. Si recuerdo algo sobre Nunca Jam{s, es que las

hadas no entienden el concepto de privacidad. Y tienden a llegar en el momento

menos oportuno.

Sí, así son. Acechando a la puerta, la abro de golpe y fulminó con la

mirada a la ninfa de alambre al otro lado.

―¿Qué?

La pequeña hada se encogió.

―Perdóneme, príncipe Ethan ―chirrió, luciendo tan acobardado que me

sentí culpable por gruñirle―, pero fui instruido para darle esto a toda prisa.

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Levantó una nota entre los dedos relucientes y largos. La tomé, y la ninfa

al instante echó a correr antes de que pudiera decir nada más, deslizándose por

una esquina y desapareciendo en un destello de alambre y acero. Con la

promesa de ser un poco más amable con los súbditos de Megan en el futuro,

cerré la puerta y di la vuelta, cruzándome con la mirada curiosa de Kenzie.

―¿De quién es?

―No sé. ―Miré hacia abajo a la nota y la abrí. La letra era simple y

elegante, pero no sabía si era de Meghan. El mensaje también fue corto, directo

y conciso.

Ven a la biblioteca, decía. Eso era todo.

―Eso es raro ―murmuré y le pasé el papel a Kenzie. Abrió la nota con el

ceño fruncido, y luego volvió a mirarme.

―¿Crees que es de tu hermana?

―No sé. Tal vez.

―Bueno. ―Kenzie se encogió de hombros y se la devolvió―. Quien

quiera que sea, supongo que deberíamos ir a ver lo que quiere. Vamos, Razor.

Ella levantó el brazo y el Gremlin saltó del aparador con una risa para

aterrizar en su espalda. Volviéndose, Kenzie se inclinó y cogió una mochila

llena del suelo, y luego la puso sobre sus hombros. Resonó cuando estuvo en su

lugar, y el Gremlin saltó para posarse en la parte superior de la misma.

Parpadeé. ―¿Qué tienes ahí?

Sonrió.

―¿Recuerdas que hace un tiempo, cuando mencioné algo acerca de

elaborar un kit de supervivencia para Nunca Jamás? Esta vez, vine preparada.

―Estoy casi asustado de ver lo que hay allí.

Se rió, se acercó a mí y tomó mi mano.

―No te preocupes, tipo duro. Yo nos cubro las espaldas. ―Uniendo

nuestros dedos, se apretó una vez y chocó su brazo contra el mío, mientras

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Razor se rió de nosotros desde su hombro―. Sólo preocúpate por cosas que

apuñalen, y yo me encargo de todo lo demás.

―En serio.

―Sí.

Abrí la puerta de mi habitación, miré hacia uno de los muchos, muchos

pasillos del Palacio de Hierro y suspiré.

―Bueno, si ese es el caso, entonces tal vez nos puedas encontrar un mapa

―dije―, porque no tengo ni idea de dónde est{ la biblioteca.

Kenzie sonrió.

―Oh, tengo algo mejor que un mapa. ―Se volvió y levantó la cabeza―.

Razor ―llamó, y el gremlin se enderezó, con las enormes orejas levantadas y

temblorosas. Kenzie le sonrió le señaló con un dedo―. Hacia la biblioteca,

Razor, ¡ahora!

El gremlin dio un zumbido de emoción. Saltando de sus hombros, se tiró

a la pared y al techo, donde colgó boca abajo como una enorme araña.

Haciéndonos señas con una garra, se alejó, luego se detuvo y miró hacia atrás

para ver si lo seguíamos. Kenzie me dio una sonrisa satisfecha.

―¿Qué estabas diciendo?

―Te ves linda cuando actúas mandona ―le dije, y gruñí cuando me dio

un codazo en las costillas. Levantando la mano libre, aparté el cabello de su

mejilla―. Estoy muy contento de que estés aquí.

Un crujido molesto salió del techo, y Razor se deslizó unos cuantos

metros hacia nosotros.

―¡Muchacho divertido! ―llamó el Gremlin, rebotando con

impaciencia―. ¡Muchacha bonita, por aquí! La biblioteca esta por aquí, ¡sigan a

Razor!

Kenzie puso los ojos en blanco.

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―Vamos. ―Suspiró, tirando de mí hacia adelante―. Mejor nos

apuramos, antes de que Razor se aburra y nos deje. Entonces necesitaríamos un

mapa.

Manteniendo un ojo en el gremlin, caminamos por un largo pasillo, a

través de varias cámaras, un conjunto de escaleras en espiral y por otro pasillo

hasta que llegamos a un par de grandes puertas dobles. Razor se arrastró hasta

el hombro de Kenzie y señaló con una garra.

―¡Cuarto tranquilo! Un montón de libros, asco. Los gremlins no están

permitidos.

―Buen chico ―dijo Kenzie, y el gremlin sonrió locamente. Abrimos la

puerta con un leve crujido y entramos.

En el interior, se veía como una biblioteca normal, aunque más grande

que las que había visto antes. Filas de libros se alineaban en las paredes hasta el

techo, y más estantes estaban dispuestos en pasillos estrechos en toda la

habitación. Era más tranquilo aquí que en el resto del Palacio de Hierro, con el

aire húmedo y fresco. Miré alrededor con cautela, en busca de la persona que

nos había convocado aquí, pero con el laberinto de pasillos y las sombras que se

adherían a las esquinas de la habitación, era difícil ver si estábamos solos o no.

Kenzie dio una vuelta, el brillo de los dientes de Razor perforaba algo de

la penumbra.

―No veo a nadie ―murmuró―. ¿Crees que tu hermana est{ aquí?

―No ―dijo una voz profunda desde las sombras. Me giré cuando Ash

salió de la oscuridad, con la expresión grave mientras entraba en la claridad―.

Meghan no te llamó aquí ―explicó el hada oscura, mir{ndonos con sus

penetrantes ojos de plata―. Yo lo hice.

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Capítulo 5 La petición de Ash

Me puse rígido, peleando con el impulso de dar un paso frente a Kenzie y dejar

caer mi mano en mi espada. El viejo resentimiento afloraba, llenándome con el

odio viejo y familiar. Lo hice a un lado. Ash no era mi enemigo, me recordé. Él no

era el responsable de la desaparición de mi hermana, hace tantos años. Meghan

había escogido estar con él, para convertirse en la Reina de las Hadas, y por las

pequeñas interacciones que había visto entre ellos, si mi hermana decide

regresar alguna vez al mundo de los mortales, Ash no iba a detenerla. Seguirla,

seguro; dudaba que nada a menos que un acto de Dios lo mantendría alejado, y

tal vez ni eso. Pero no podía seguir culpando a Ash por las decisiones de mi

hermana, mi idea del abandono o porque Meghan se enamorara. Me gustara o

no, él era mi familia, también. Ya era hora de crecer y aceptarlo.

―Ash ―saludé, mientras el hada nos miraba solemnemente―. ¿Tú

enviaste ese mensaje? ¿Por qué?

―Quería hablar contigo acerca de Keirran. ―Se colocó contra uno de los

estantes, el abrigo largo negro caía a su alrededor―. Hay algunas cosas que

necesito entender. Y yo< ―Por primera vez desde que lo conocía, su voz

vaciló―. Tengo un favor que pedirte, Ethan.

Aturdido, sólo pude mirar y tratar de mantener mi boca cerrada a quedar

con la boca abierta. Ash suspiró, mirando lejos por un momento, su mirada era

distante. Sólo durante un latido, él no era el frío, sin emociones hada de

Invierno que siempre había visto. Él era como Meghan, alguien cuyo mundo

había sido desgarrado por la traición de Keirran, y estaba luchando por

entender qué era lo que había pasado.

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―Estuviste con Keirran hasta el final ―dijo Ash finalmente―. Tú lo

conocías, antes y después de conocer a la Reina Olvidada. Ambos lucharon lado

a lado, y sé que él te consideraba un amigo, uno de sus únicos amigos. ―Su

expresión se oscureció, y sacudió su cabeza―. El Keirran de hoy en el consejo

de guerra< No lo reconocí. Ha cambiado mucho, nada de él tiene sentido. Me

niego a creer que es mi hijo.

Tragué ante el profundo dolor en la voz de Ash. El hada tomó una pausa,

un destello de angustia estaba rompiendo su perfecta compostura, antes de ser

el mismo de nuevo.

―Keirran no cambió de la noche a la mañana ―continuó el hada,

mir{ndome―. Algo debió haberle pasado, alguien debió haber hecho algo, para

volverlo en contra de su propia corte. Ethan, mencionaste un amuleto. ¿Puedes

decirme qué hace, con qué tipo de magia estamos tratando?

El amuleto.

Sentí un hueco en mi estómago. Maldita sea, ¿cómo podría haberlo

olvidado? Tal vez la sorpresa de ser asesinado y la preocupación por Kenzie,

mis padres y la guerra con los Olvidados lo había expulsado de mi cerebro,

pero me sentí como un idiota solo por recordarlo ahora.

No lo sabes, ¿o sí? Él es casi completamente humano. Está tomando su alma.

Ash notó mi reacción, y entrecerró los ojos.

―Dime ―dijo, y se apartó del estante―. Todo, Ethan. Todo lo que

condujo a aquella noche. ¿Qué te pasó a ti y a Keirran antes de ir a ver a la

dama?

De mala gana, asentí. No quería, no quería decir mi parte en todo esto,

pero Ash merecía saberlo.

―Cuando Keirran desapareció la primera vez ―empecé, volviendo a esa

noche y la cadena de eventos que condujeron a eso―, Annwyl vino a casa. Ella

estaba desvaneciéndose. Lo que sea que él Olvido le haya hecho había

acelerado el proceso. Keirran estaba desesperado por detenerlo. Nosotros,

Annwyl, Kenzie y yo, lo rastreamos a un mercado de duendes, donde estaba

tratando de encontrar la cura para el desvanecimiento. Eso fue cuando nos

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encontraste ―agregué, recordando esa noche, siguiendo al Príncipe de Hierro

por las calles de Nueva Orleans, tratando de correr más rápido que el hada que

teníamos ante nosotros―. Llegamos lejos porque Keirran había descubierto

como ir entre el< ese es por qué no pudiste encontrarnos. La dama le había

enseñado como abrir el Velo.

Ash no dio ni una señal de sorpresa, solo asintió para que continuara.

Vacilé, preparándome para lo que venía a continuación. Por la decisión que me

había costado un amigo, un miembro de mi familia y, finalmente, mi vida.

―Decidí llevarlo con Guro ―dije tranquilamente―. Mi instructor de

kali, en el mundo real. Él es< creo que es algo así como un cham{n, un

curandero, aunque no conocía esa parte de él hasta apenas. Guro fue el que

elaboró el amuleto de protección, el que estaba usando cuando Keirran<

―Callé, no queriendo decirlo, y Ash asintió rígidamente en comprensión―.

Fuimos a verlo ―continúe―, porque era la única cosa que quedaba en la que

podía pensar. Annwyl estaba muriendo, ella no tenía mucho tiempo. Era

nuestra última esperanza. Pero, cuando le explicamos lo que estaba pasando,

Guro dijo que no podía salvarla. Que no había nada en las artes de luz para

ayudar. ―Tomé una pausa, luego añadí―: Entonces fue cuando Keirran<

preguntó acerca de las artes oscuras.

―Magia negra ―murmuró Ash, sonando sombrío―. Sé que aún hay de

esos en el reino mortal que son capaces de usar su poder real. No es algo con lo

que se deba jugar, Ethan.

―Sí ―dije―. En cierto modo lo entiendo. Pero Keirran no lo dejaría ir. Él

le rogó a Guro salvar a Annwyl, a cualquier costo. Guro le dijo lo que pasaría.

Le dijo de los peligros de la magia negra, palabra por palabra. Pero Keirran

estaba determinado a hacerlo de cualquier manera. Y yo< acepté que lo hiciera.

Sabía que era una mala idea, y no lo detuve.

Ash sacudió su cabeza con una sonrisa cansada.

―No creo que pudieras ―murmuró―. Una vez que Keirran tiene algo

en mente, no lo deja ir. Siempre ha sido así. Tiene mucho de su padre en él.

―Suspiró, todo rastro de diversión desapareció mientras asintió para que

siguiera―. ¿Qué pasó después de eso?

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―Hay un ritual ―continúe―. Magia negra, sangre m{gica, como quieras

llamarlo. Fue muy intenso. ―Reprimí un escalofrío, recordando esa noche. Los

tambores, el canto, la rabia y el odio surgiendo en mí. Rabia hacia Keirran, por

llevarse a mi hermana lejos, por ser la causa de su abandono―. Keirran y yo

teníamos que participar ―confesé, deseando nunca haber aceptado hacerlo.

Todavía no me gustaba lo que había sido revelado, lo que había descubierto

sobre mí mismo esa noche―. Y cuando estuvo hecho, teníamos el amuleto que

podía robar la fuerza de Keirran y su glamour y dárselo a Annwyl. La

mantendría con vida, evitar que se Desvaneciera, pero a costa de la propia vida

de Keirran. Eventualmente< eso los mataría a los dos.

Hubo un momento de silencio sombrío. Sentí el frío emanando de la

dirección de Ash y me estremecí, preguntándome si me echaría la culpa de la

muerte definitiva de su hijo. Si lo hacía, estaría en lo correcto. No tenía nada

que decir en mi defensa.

―Lo mencionaste antes ―dijo Ash, frunciendo el ceño―. Pero Keirran

sigue vivo. ¿Cómo?

―No lo sé ―respondí―. Annwyl regresó a Leanansidhe cuando

cruzamos a Nunca Jam{s. No la vi desde entonces. Pero< ―Respiré

pesadamente. Esta sería la parte más difícil de explicar―. Hay una cosa m{s

que deberías saber, sobre el amuleto. Cuando Titania se negó a dejar a Annwyl

regresar a Arcadia, Keirran lo perdió. Atacó a la reina, y ella trató de matarnos,

y tuvimos que correr. ―No pude evitar que mi mirada se alejara de Kenzie en

ese punto, reviviendo el terror de ese momento. Keirran y la Reina de Verano

habían estado lanzando disparos mortales uno a uno, y Kenzie, atrapado en

medio, había sido golpeada por un rayo y había sido malherida.

Ella se acercó detrás de mí y entrelazó nuestros dedos, como para

dejarme saber que seguía ahí, que estaba bien. Apreté su mano y continué.

―Después de eso ―le dije a Ash―, Keirran no sabía qué hacer. Titania

fue nuestro último recurso. Él iba a ir a casa, pero entonces, la Reina Olvidada

lo llamó. Y porque prometió hablar con ella una vez más, tenía que ir. A

Irlanda, ahí es donde lo estaba esperando.

―Y fuiste con él ―adivinó Ash.

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Asentí.

―No pude dejarlo ir solo. ―Keirran era familia, y él había tratado de

salvar a Annwyl, a pesar de todas las estúpidas maniobras que había hecho. No

podía ir solo.

No mencioné que había dejado que hiciera precisamente eso.

Únicamente la insistencia de Kenzie hizo que ayudara a Keirran, una vez más,

que me había hecho ablandarme. Aún acostada en la cama del hospital,

recuperándome de la última catástrofe que él había provocado, ella era mucho

más indulgente que yo.

―Así que, fuimos a ver a la dama ―continué―. Y justo antes< Keirran

me apuñaló, la dama mencionó algo. Le dijo que mi sacrificio levantaría el Velo,

que si moría, todos los Exiliados y Olvidados serían salvados, porque los

humanos serían capaces de verlos. Y esa creencia los haría existir otra vez. Pero,

hay< una cosa m{s que nos dijo. Sobre Keirran, y el amuleto. Dijo que el

amuleto no solo drenaría la fuerza y magia de Keirran, también< ―Vacilé. Ash

me odiaría después de esto.

―¿Qué? ―Me apuró Ash gentilmente. Tragué.

―Robaría su alma.

―Se supone que sería una solución temporal ―rompió Kenzie, a la vez

Ash se quedó muy quieto, viéndose peligroso ahora―. Se suponía que

mantendría a Annwyl viva hasta que pudiéramos convencer a Titania de

levantar su destierro. Una vez que ella regresó a Nunca Jamás, Keirran

prometió que destruiría esa cosa. No era< ―Su voz temblaba, muy

ligeramente, y se redujo a un susurro―. No se suponía que terminaría así.

El silencio reino en la habitación. Recuerdos, arrepentimiento y el si

hubiera me desgarró. Era mucho lo perdido, amistades perdidas, promesas rotas

y familias destrozadas. Nunca Jamás iba a tener guerra. Meghan tendría que

pelear contra su propio hijo. Todo porque Keirran trató de salvar a alguien que

amaba de morir. No parecía justo.

―¿El amuleto puede ser destruido? ―preguntó Ash al final, su voz

letalmente suave.

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―Yo-yo no lo sé ―balbuceé sin poder hacer nada―. Tenemos que

encontrar a Annwyl, ver si todavía lo tiene. ―Si sigue con vida―. Pero aun si lo

destruimos, Guro dijo que el daño que cause podría ser permanente. Tendría

que hablar con él, ver si no hay nada que podamos hacer, alguna manera de

revertir lo que sea que le pase a Keirran.

Ash asintió lentamente.

―Eso es todo lo que podemos esperar por ahora ―reflexionó, casi tan

tenue para oír. Cerrando sus ojos, tomó una profunda respiración, y luego su

mirada me traspasó de nuevo―. No perderé a mi hijo ―dijo con voz

aterrorizada y casi desesperada―. Meghan es reina, sus manos est{n atadas en

este asunto, pero haré lo que sea necesario para verlo de vuelta con nosotros.

Ethan, tú fuiste su amigo una vez. Tú lo hiciste levantarse cuando nadie más

pudo. Sé que lo que ha hecho Keirran nunca podr{ ser perdonado, pero<

¿estarías dispuesto a hacer una última cosa? Por Meghan, si no es por nadie

más. Ve con Guro. Pregúntale acerca del amuleto. Ve si no hay nada que

podamos hacer para hacer que Keirran vuelva a ser el mismo. No es demasiado

tarde para salvarlo.

Tragué fuerte.

―Sí ―dije {speramente asintiendo―. Lo haré. Por Meghan. ―Por todos.

Ash se dio la vuelta, señalándonos para que los siguiéramos, y lo

seguimos al final de un pasillo. Alcanzando un anaquel, Ash enganchó un dedo

por encima del lomo de un libro tirándolo hacia abajo. Hubo un crujido, y una

parte del estante se apartó, revelando un túnel de piedra estrecho que se perdía

en la oscuridad.

―Esto te llevara fuera de la ciudad ―dijo Ash, volte{ndose―. Hay un

camino de las hadas al final del túnel que te regresará al reino de los mortales,

muy cerca de tu propia casa, Ethan. ―Parpadeé con sorpresa, y Ash sonrió

tristemente―. Keirran solía usar este pasaje todo el tiempo para escabullirse

fuera del palacio, hasta que finalmente lo bloqueé.

Una mirada de dolor cruzó por su rostro, pero sacudió su cabeza, y se

fue.

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―Me gustaría ir contigo yo mismo ―continuó―, pero< mi lugar es

aquí, con Meghan. Mucho está en juego en Nunca Jamás ahora mismo.

Debemos preparar al Reino de Hierro para la guerra, así que estoy contando

contigo, con los dos ―agregó, viendo a Kenzie―, para salvar a Keirran.

Tráiganlo a casa, así terminaremos con esta locura para siempre.

―No puedo prometer nada, Ash ―dije, pensando en que mis intentos de

hacer las cosas bien nos habían llevado a este lío en primer lugar―. Pero trataré.

Si hay una forma de destruir el amuleto sin matar a Keirran y Annwyl, la

encontraré.

Ash asintió una vez, y luego se dio la vuelta. Vi su delgada, forma oscura

desvaneciéndose en las sombras, y avancé un paso detrás de él.

―Oye ―lo llamé―. Ash, espera.

Él volteó hacia nosotros, y las palabras quedaron atoradas en mi

garganta. ¿Qué era lo que quería decirle? ¿No te odio más? ¿Ya no te culpo por

alejar a Meghan de nosotros? Sonaba estúpido e infantil, aun cuando era cierto.

Ash, de esa surrealista, y misteriosa manera suya, parecía saber

exactamente lo que estaba pensando.

―Todos tenemos de que arrepentimientos, Ethan ―dijo―. Cosas que

desearíamos cambiar. Hechos que desearíamos nunca hubieran pasado. Yo

mismo tengo demasiadas para contar, pero hay una cosa de la que nunca me he

arrepentido, y esa es haber conocido a tu hermana ―dijo calmadamente, como

si estuviera diciendo lo obvio―. No cambiaría nada que tenga que ver con

Meghan ―continuó Ash―, pero sé que nuestras decisiones hicieron tu vida

muy difícil. Ella deseaba que pudiera haber sido de otra manera, pero yo pienso

que los dos ahora sabemos por qué decidió hacer lo que hizo. Sólo recuerda que

ella siempre estuvo pensando en su familia, y en ti especialmente, Ethan.

Parpadeé rápidamente y tragué el nudo en mi garganta.

―Lo sé ―murmuré roncamente, y dije algo que nunca había hablado en

voz alta antes en Faery, nunca había pensado que lo haría―. Gracias.

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Ash dio la vuelta y desapareció en la oscuridad, dejándome a mí y a

Kenzie solos. Me quedé ahí parado un momento, esperando que se aclarara mi

vista, antes de sentir la cálida mano de Kenzie en mi espalda.

―¿Est{s bien, chico duro?

Arrastré una profunda respiración.

―Sí ―dije con voz {spera, volteando para encararla―. Estoy bien. ¿Est{s

lista pata esto?

Ella sonrió, deslizando ambos brazos alrededor de mi cintura y me

abrazó. Por un momento, solo la sostuve, mi cerebro dando vueltas en la

oscuridad interminables vueltas. Encuentra a Guro, destruye el amuleto. O al

menos, revierte el succionador de almas juju o lo que sea que actúa aquí. Eso

era. Y, quizá, una vez que estuviera hecho, Keirran pararía de ser un imbécil

imperdonable y volvería a casa. Por supuesto, aún estaba la dama y los

Olvidados de quien preocuparse, pero un problema a la vez.

Kenzie me soltó y dio un paso adelante, mirando fijamente el túnel.

Razor saltó de la saliente y aterrizó en su hombro, zumbando felizmente, y el

brillo azul con blanco de sus colmillos arrojó unas extrañas luces parpadeantes

en las paredes.

―¿Crees que Annwyl est{ bien? ―susurró Kenzie―. ¿Y ese Keirran de

verdad volverá en sí una vez que destruyamos el amuleto?

Me acerqué a su lado y tomé su mano.

―Averigüémoslo.

Juntos, caminamos hacia la oscuridad.

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Parte Dos

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Capítulo 6 Volviéndo con Guro

Seguimos el pasaje un tiempo, mientras suponía, nos llevaba por debajo del

palacio y luego por debajo de las calles de Mag Tuiredh. El túnel de piedra

pronto nos llevó a un tubo grande de cobre, donde me tuve que agachar

ligeramente para mantener la cabeza baja de golpear el techo. Pequeñas

tuberías y tubos salían desde el conducto principal, chorreando agua, aceite y,

ocasionalmente, una extraña, sustancia verde brillante que crepitaba cuando

tocaba cualquier cosa que no fuera la tubería de cobre. Tuve cuidado de

evadirlo y mantener un ojo en Kenzie, esperando que ella no tuviera curiosidad

y metiera un palo en los cáusticos charcos verdes solo para ver qué pasaba.

Pequeñas cucarachas de metal se arrastraban a lo largo de las paredes y

el techo, agitándose brillantes, moviendo sus brillantes antenas con pelo fino

ante nosotros, tenían brillantes ojos verdes del mismo verde venenoso como los

charcos. El brazo de Razor salió disparado una vez, más rápido de lo pensado,

tomando uno de los insectos de metal del techo y rellenó su boca con sonidos

chirriantes. Kenzie se asqueó, entregándome al gremlin y negándose a dejarlo

sentarse en su hombro de nuevo hasta que estuviéramos afuera. Abatido, Razor

hizo pucheros en mi espalda, murmurando cosas sin sentido y haciendo que

mis dientes vibraran con su siseo contante.

Finalmente, el tubo llegó a un callejón sin salida, con una escalera de

acero que conducía a una trampilla cuadrada. Empujando la tapa hacia atrás,

entrecerré los ojos así como la luz del sol inundo el aire sobre mí.

Arrastrándome fuera del tubo, sentí un cosquilleo de magia contra mi piel,

como caminando hacia una tela de araña. Ignorando la urgencia de limpiar mi

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cara, me lancé en un parche de hierba fresca, seca, dejando el reino atrás y

entrando en otro.

El mundo real. Casa.

Volteé para ayudar a Kenzie a través de la brecha, tomando su muñeca y

tirando de ella a mi lado. Razor inmediatamente saltó a su hombro, mientras

miraba alrededor para orientarnos.

―¿Dónde estamos? ―preguntó Kenzie, desempolvando sus manos.

Parpadeé, sacudiendo mi cabeza en asombro.

―No lo creo ―murmuré, mirando alrededor del lote cubierto―.

Estamos literalmente a tres cuadras de mi casa. Cuando Ash había dicho que

estaba cerca, no estaba bromeando.

―¿En serio?

Asentí y mire entre los árboles, localizando la carretera a unos metros de

distancia. Una vieja camioneta gris retumbó, arrojando ramas, y un nudo se

formó en mi estómago. Muy cerca. Mis padres, mamá especialmente, estaban

desesperados de verme.

Y< no podía ir a casa todavía. Tres cortas cuadras a mi casa< y no

podía verlos. Porque ellos no me dejarían irme de nuevo, y Meghan seguía

necesitando mi ayuda. No podía abandonar una parte de mi familia por la otra.

Los ojos de Kenzie tenían comprensión mientras ponía una mano en mi

brazo.

―¿Extrañando casa?

―Sí, pero no hay nada que pueda hacer al respecto ahora. ―Volteé y

forcé una sonrisa―. Vamos. La casa de Guro est{ al otro lado de la ciudad.

Tendremos que llamar a un taxi.

* * *

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Gracias a Dios, Kenzie tenía suficiente dinero para el viaje en taxi, el taxi

finalmente nos dejó en la acera en un pequeño barrio suburbano. Cruzando la

calle, la simple casa de ladrillo de Guro Javier esperaba al final de la acera,

aunque la entrada estaba vacía. Después de salir del taxi, miré a Kenzie.

―¿Qué día es?

―Um. ―Kenzie sacó su teléfono y frunció el ceño ante la pantalla―.

Ugh, la batería está casi muerta. Estúpida diferencia de tiempo de hadas. Es

jueves, de acuerdo a esto.

Jueves. La clase de Kali era los jueves por la noche.

―Él estar{ en el dojo est{ noche, enseñando ―le dije a Kenzie, mirando

por encima de su hombro al teléfono―. Probablemente tenemos una hora hasta

que él regrese.

Ella asintió, y nos sentamos juntos en la saliente para esperar. Los carros

transitaban, y un par de corredores nos pasaron sin detenerse, sin ver el gremlin

siseándoles desde el hombro de Kenzie. Escondí mis espadas detrás de la

cornisa, solo en caso de que alguien viera un par de adolescentes extraños

vagando alrededor del vecindario y notara que uno de ellos estaba armado.

Finalmente, un coche blanco se detuvo en el camino de entrada y se

estremeció hasta detenerse. La puerta del lado del conductor se abrió, y Guro

salió, cargando su bolsa de material sobre su hombro. Lentamente, me levanté,

preguntándome si debía caminar hacia adelante, repentinamente dudoso en

cuanto a lo que mi mentor pensaba ahora de mí. Me había ido por meses. La

última vez que él me había visto, traje un par de feys a su casa, realizó un ritual

oscuro y desaparecí hacia Nunca Jamás. Eso era mucha porquería extraña que

manejar para cualquiera.

Guro se congeló cuando me vio asomado en el borde de la acera. Tragué

y permanecí donde estaba, esperando. Si Guro no quería verme otra vez, si se

giraba, se alejaba sin mirar atrás y estrellaba la puerta tras él, no lo culparía.

―¿Vas a estar allí de pie, Ethan, o vas a venir adentro?

Mis piernas casi flaquearon de alivio. Entumecido, seguí a Guro por el

camino hasta la puerta principal de su casa, donde una serie de ladridos

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salvajes podían oírse detrás de la puerta. Razor siseó y se ocultó en el cabello de

Kenzie, y ella hizo una mueca.

―Esperaré afuera, si lo quieres también ―ofreció ella.

Pero Guro sacudió su cabeza.

―Un momento ―dijo, desbloqueando la puerta y abriendo un hueco―.

Regresaré en breve.

Se deslizó por la abertura, y lo escuché llamando a los perros,

llevándolos lejos de la puerta. Kenzie y yo estuvimos parados en el escalón y

esperamos, el gremlin murmuraba cosas sin sentido bajo su cabello. Unos

minutos después, Guro apareció en la entrada de nuevo, indicándonos pasar.

Lo seguimos a la misma sala donde, no hace mucho tiempo, parecía,

Keirran, Kenzie y yo nos habíamos reunido con una moribunda Annwyl, y

Keirran había rogado a Guro para que la salvara. Aun si eso significaba pasar a

las artes oscuras. Y Guro había aceptado. Y Keirran había perdido su alma.

Demonios, ¿por qué nosotros venimos en primer lugar? ¿Por qué estuve de acuerdo en

dejar a Keirran hacerlo?

Guro se sentó en el sillón y nos encaró, sus ojos negros eran difíciles de

leer. Mi corazón latió con fuerza de nuevo. Respiré profundamente para

tranquilizarme, no sabiendo por qué estaba de repente tan asustado. Era Guro,

quien creía en lo invisible, quien nos había ayudado antes siempre.

Quien puede hacer negra, magia sangrienta y crear un amuleto que

succiona el alma de tu mejor amigo.

―Ha pasado mucho desde que te vi la última vez ―dijo Guro, su oscura

mirada estaba únicamente en mí―. Ethan, antes que digas cualquier cosa,

respóndeme esto, ¿dónde has estado los últimos cuatro meses?

Mi estómago se retorció.

―Yo< uh< he estado en Nunca Jam{s, Guro ―dije, sabiendo que no

podía negarlo, no a él―. En verdad no podía volver.

―¿Y tus padres?

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―Ellos sabían dónde estaba. Les dije< antes de irme.

―¿Ellos saben que est{s aquí?

―No, Guro ―Mi voz sonó un poco ahogada, y deseé que mi instinto

dejara de cambiar―. No< he terminado, con lo que debo hacer. ―Él continuó

mir{ndome, y me quedé mirando mis manos―. Yo< cometí un error hace

tiempo, y mucha gente resultó lastimada, estoy tratando de repararlo.

―Ya veo. ―Guro entrelazó sus dedos bajo su mentón, su expresión era

seria―. ¿Hay algo que pueda hacerse por lo que pasó hace cuatro meses, la

noche en que el Mundo Oculto se hizo visible?

Kenzie y yo nos sacudimos.

―¿Lo sabes? ―Kenzie jadeó―. ¡Lo recuerdas! Puedes< ―Ella miró a

Razor, siseando en su hombro―. ¿Puedes verlos ahora?

―No ―dijo Guro calmadamente―. Cuando los espíritus se

desvanecieron de la vista una vez más, perdí la habilidad de verlos. Pero

recuerdo lo que pasó esa noche, aunque todos parecen haberlo olvidado.

―¿Qué pasó? ―pregunté. Él frunció el ceño.

―Caos ―dijo, y su tono envió escalofríos a mi espalda―. Estaba

teniendo una clase la otra noche ―continuó Guro―, cuando de repente oímos

gritos en el estacionamiento. Cuando fuimos a ver qué estaba pasando, había

un cuerpo sobre el camino con una extraña criatura arriba de él.

―¿Qué tipo de criatura? ―pregunté, sintiéndome enfermo―. ¿Cómo

era?

―Era muy pequeño, con dientes afilados y orejas puntiagudas. Y su piel

era verde.

―Un duende ―murmuró Kenzie, mientras sentía una punzada de

miedo por donde estaba yendo esta historia. Los ojos de Kenzie se ampliaron

también―. Oh, no ―dijo, también creyendo que esto no iba a terminar bien―.

¿Qué le pasó a los estudiantes? ¿Ellos trataron de atraparlo?

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―Les advertí que lo dejaran solo ―dijo Guro―, pero para cuando los

alcancé, era demasiado tarde. La criatura se puso furiosa, y muchos más de esos

aparecieron, justo antes de que ellos atacaran. La mayor parte de los estudiantes

escaparon con pequeños cortes en las piernas, pero ―Sus ojos se

oscurecieron―. Un chico tropezó tratando de correr, y ellos lo atacaron antes de

que yo pudiera llegar. Él fue llevado al hospital con múltiples heridas de arma

blanca, pero agradecidamente, fueron capaces de salvar su vida.

―Oh, Dios ―dije, y pase mis manos por mi cabello, enfermo y furioso

todo a la vez. ¿Esto era lo que querías Keirran? ¿Es como tu perfecto Faery se veía?

¿Cuántos más tenían que ser heridos? ¿Cuántos más muertos morirán cuando el

Velo caiga? Y eso era parcialmente mi culpa. Porque había sido lo

suficientemente estúpido de creerle a Keirran, en creer que él no me apuñalaría

por la espalda.

La voz de Guro era baja y con pesar mientras continuaba.

―Para cuando llegó la policía ―continuó―, los estudiantes ya habían

olvidado lo que habían visto. Ellos no me creerían. Así que les dije que eran

muchos los atacantes, que eran pequeños, y traían navajas. Nadie pudo explicar

los sucesos de esa noche o siquiera recordar lo que había pasado, pero eso me

persigue todos los días. Nunca olvidaré el rostro del chico mientras las criaturas

lo tiraban.

―Demonios ―murmuré, y cubrí mis ojos con una mano―. Lo siento

Guro. Yo provoqué esto. Es mi culpa<

―No ―interrumpió Guro―. Es mía. La magia negra siempre deja su

huella. Ese es el precio que se debe pagar por usarla.

Parpadeé sorprendido. Por un momento, Guro estuvo en silencio,

melancólico mientras miraba más allá de nosotros con ojos preocupados.

Finalmente, dijo, con voz atormentada:

―Tu otro amigo no est{ aquí. Asumo< ¿qué viniste a saber acerca del

anting-anting?

Yo solo pude asentir, aunque Guro seguía sin mirarme. Miraba el piso

sobre sus manos dobladas.

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―¿Lo mató? ―preguntó suavemente.

―No ―respondí―. Eso< tomó su alma.

Guro suspiró, su expresión era tensa, pero no se veía sorprendido del

todo. Lo miré, mi maestro, mi mentor, el único humano que sabía realmente

qué estaba pasando en mi vida. Había pensado que conocía a Guro Javier. No

pude haber estado más equivocado.

―¿Lo sabías? ―pregunté, mi voz sonaba {spera―. Cuando creaste esa

cosa. ¿Sabías lo que el amuelo haría?

―Lo sospechaba ―dijo Guro calmadamente, y bajo los brazos sobre sus

rodillas―. No había hecho magia negra antes, Ethan ―continuó―. Ni he hecho

mi trabajo para los espíritus, o criaturas del Mundo Oculto. No estoy seguro de

que tu amigo incluso tenga un alma.

―¿Nos lo dirías si lo estuvieras? ―No trataba de ser acusador; sólo

necesitaba entender. Keirran se había ido, y yo había visto de primera mano el

demonio en el que se había convertido. Un verdadero fey; si emociones, sin

arrepentimiento o remordimiento o conciencia para detenerlo. Sin su alma,

Keirran se había convertido en la especie de hada que yo siempre había

aborrecido y temido.

―Si lo hago ―Guro volvió a su voz tranquila―, ¿eso lo haría detenerse?

Me dejé caer, sacudiendo mi cabeza.

―No ―murmuré. Nada podría detener a Keirran. Él estaba obligado y

determinado a salvar a Annwyl, y ahora, estaba en su camino a destruir las

cortes. Justo como la profecía decía.

Y yo había ayudado a que eso ocurriera.

―¿Puede ser revertido? ―preguntó Kenzie, mientras Razor se arrastraba

por su espalda para asomarse entre su cabello―. ¿O, hay alguna manera de

destruir el amuleto sin herir a Keirran y Annwyl?

―El anting-anting no puede ser destruido ―dijo Guro gravemente,

haciendo que mi estómago se apretara―. No por medios normales. Ni puede

ser regalado o perdido. Siempre encontrara la manera de regresar a su

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portador. Si quieres que el alma de tu amigo se salve, sólo hay una solución.

―Guro subió sus ojos oscuros hacia mí y me sostuvo la mirada―. Él debe

destruirlo, por su propia voluntad. Tiene que ser su propia decisión.

El aire abandonó mis pulmones rápidamente. Keirran tenía que destruir

el amuleto por sí mismo. ¿Qué tan imposible era que pasara eso?

―Si Keirran lo destruye ―preguntó Kenzie―, ¿qué pasaría con Annwyl?

―Morir{ ―dijo Guro simplemente―. O, volvería a ser lo que sea que era

antes de que el anting-anting fuera creado. No hay más que pueda hacer por

ella. Lo siento.

Kenzie se dejó caer contra el sofá, su rostro tensándose con pena. Razor

se arrastró a su hombro e hizo sonidos, siseos de preocupación, acariciando su

cabello, y Kenzie apretó su pequeño cuerpo cerca. Ella no contradijo la

declaración de Guro o insistió en que él debía ser capaz de hacer algo más. No

más magia. No más hechizos. Nosotros sabíamos que era mejor no preguntar.

―Desearía darles mejores noticias ―continuó Guro, su propia voz era

suave, llena de arrepentimiento―. Pero si quieres que el alma de tu amigo

regrese a él, el anting-anting debe ser destruido, y él debe ser el que lo haga. No

hay otra manera.

Asentí aturdido.

―Entiendo ―dije, sintiendo la imposibilidad de todo que me estrujaba.

¿Cómo podríamos hacer que Keirran destruyera el amuleto, especialmente si

mataría a Annwyl a cambio? Aun si lográbamos hablar con Keirran sin que nos

atacara, él nunca estaría de acuerdo con eso―. Gracias, Guro.

―Una cosa m{s ―añadió Guro mientras me preparaba para ponerme de

pie―. Hace unos meses, alguien vino a mi casa. No pude verlo, pero pude

sentirlo. Sabía que alguien estaba ahí.

―¿Qué era lo que quería?

―No lo sé. ―Guro sacudió su cabeza―. Nunca dijo nada. Pero no creo

que deseara hacerme daño, quienquiera que sea. Se fue poco después, y no ha

vuelto desde entonces.

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Kenzie me miró.

―¿Annwyl?

Me encogí de hombros.

―¿Por qué vendría aquí y no dijo nada?

―No lo sé ―murmuró Kenzie, mientras Razor se balanceaba en su

hombro, murmurando “Bella elfo, bella elfo”. Su rostro se oscureció―. Pero

creo que es seguro decir que tenemos que encontrarla ahora.

Asentí, pensando ya acerca de dónde teníamos que ir después cuando,

en algún lugar detrás de las puertas cerradas, los perros explotaron en un

frenesí de ladridos. Y no de los ladridos de manera emocionada de hay personas

aquí que había escuchado hacer a los perros antes. Era un gruñido, era un

barullo gutural, del tipo que mostraban los dientes y erizaban el pelo, e hizo

que me pusiera los pelos de la nuca en punta.

Razor hizo un siseo de alarma y se agachó en el hombro de Kenzie. Guro

se levantó con rapidez, entrecerró los ojos en peligrosas rendijas negras. Salté a

mis pies, mirando a Guro y preguntándome si debía sacar mis espadas.

―Algo est{ viniendo ―dijo Guro, justo cuando una figura oscura se

deslizaba por la ventana de afuera, mirando dentro. Era delgado, muy delgado

para ser un humano, con brazos largos y con un cuerpo sin rasgos negro tal

como una mancha de tinta. Dos ojos brillantes saltones miraban de entre la

masa oscura, ojos sin pupilas fijas en todos nosotros. Pasó dos dedos largos por

el cristal y mi sangre se congeló.

Los Olvidados estaban aquí.

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Capítulo 7 Contra los Olvidados

Soltando una maldición, saqué mis espadas, mientras que en un segundo el

Olvidado se movió a través de la ventana, una mancha negra contra el vidrio. El

pánico floreció dentro de mí, y lo hice de lado. Guro no tenía la Vista; no podía

ver el Olvidado como Kenzie y yo lo hacíamos. Si fueran seres invasores

humanos, sentiría lástima por ellos, ¿pero cómo podías pelear con algo que no

podías ver?

―Guro ―dije, a la vez que él me miraba abruptamente―, los Olvidados

están aquí. Er, hadas que están tras de Kenzie y de mí. ¿Tienes una puerta

trasera? Si nos vamos ahora, podríamos ser capaces de llevarlos lejos.

Él entornó los ojos.

―¿Cu{ntos? ―preguntó con voz letal.

―Uh< ―Miré hacia la ventana. Tres Olvidados estaban ahora contra la

ventana, y otros dos se escabullían por la ventana junto a ellos―. No lo sé,

exactamente. Al menos cinco, quizá más.

Un alto chillido agudo nos interrumpió, haciendo rechinar mis dientes.

Un Olvidado mirando por la ventana rastrilló su garra en el cristal, dejando

cuatro largos, finos cortes detrás. Razor chilló de vuelta, mostrando sus

colmillos, y Kenzie se encogió de miedo. Guro lanzó una mirada a la ventana,

hacia los blancos rasguños, hechos por garras invisibles, y dio la vuelta a la

habitación.

―Por aquí ―ordenó―. Síganme.

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Seguimos a Guro por la cocina y se detuvo mientras abría una puerta de

madera en la pared contraria. Unas escaleras conducían abajo hacia lo que

supuse era el sótano, y Guro nos indicó ahí.

―Aquí, r{pido.

Fui escaleras abajo, Kenzie cerró detrás. En la parte inferior de la escalera

se abrió una habitación grande con paredes y piso de cemento. Estaba oscuro

aquí abajo, ni las sombras se aferraban a las paredes y ocultaban todo a la vista,

hasta que Guro prendió la luz.

Mis ojos se abrieron. El espacio en el centro estaba despejado, pero las

paredes estaban cubiertas con armas. Espadas cruzadas, cuchillos, garrotes,

palos dobles, un par de machetes y hachas, todo colgado en pares alrededor de

la habitación, brillando con malicia bajo las luces fluorescentes. Un muñeco de

neumáticos descansaba en una esquina de la habitación, un saco de pelea en el

otro lado, y un par de soportes de maderas acolchados y cascos estaban atrás.

Una pared entera tenía pares de pequeñas espadas Filipinas: los kris, gayang y

kalis eran algunos que sabía sus nombres, colgando bajo un escudo que decía

Armas de Moroland.

―Bien ―casi jadeé―. Lo admito. Estoy un poco aterrado.

Guro fue hacia la pared al fondo, donde colgaban un par de espadas,

aisladas de todo lo demás. Las reconocí como sus cuchillas personales, las

espadas de su familia, transmitida por su padre y su abuelo antes. Eran más

pequeñas que las mías pero no por eso menos letales, un par de barong afiladas

que eran probablemente varias décadas más viejas que yo.

―¡Ethan!

El asustado grito de Kenzie sonó detrás de mí. Me volví para ver un

montón sólido de Olvidados fluyendo a través de la puerta barriendo por las

escaleras, subiendo a lo largo de las paredes y el techo como enormes arañas

negras.

―¡Guro! ―llamé, mientras una larga y delgada sombra caía del techo y

se abalanzaba sobre mí―. ¡Est{n aquí!

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Esquivé hacia atrás cuando las garras largas y delgadas del hada, casi

alcanzan mi camiseta, y arremetí con una de mis cuchillas. Golpeó el cuello de

la cosa, penetrando profundo, y el Olvidado no hizo ningún sonido mientras se

retorcía en zarcillos oscuros y desaparecía. Otro saltó dentro, rozándome, y

corté a través de su brazo antes de retroceder.

El Olvidado siseó y se hizo hacia atrás, fundiéndose en un grupo con sus

hermanos. Cuando levanté las espadas, un escalofrío corrió por mi columna.

Los Olvidados habían rodeado tres lados de la habitación. Guro, Kenzie y yo

estábamos cerca de la pared del fondo, un semicírculo de masa sólida nos

miraba con siniestros ojos amarillos.

―Kenzie ―jadeé―, hacia atr{s. Trata de estar entre yo y Guro.

―Aunque no sabía cómo mi mentor iba a pelear contra ellos. Había una gran

cantidad de Olvidados aquí abajo, y eran invisibles para los ojos normales. A

menos que Guro hubiera conseguido de alguna manera la Vista, lo que dudaba,

la mayor parte de la lucha me tocaba a mí―. Si ves una abertura ―continué, no

atreviéndome a mirar atr{s a ella―, corre. Sal como puedas, y no me esperes.

Te alcanzaré.

―Olvídate de eso ―rompió Kenzie, y escuché el cierre de su bolsa atr{s

abriéndose―. Estoy tan segura como infierno que no voy a dejarte, Ethan,

deberías saberlo ya. Solo mantenlos atrás unos segundos.

El Olvidado se hizo hacia delante, silencioso y mortífero, preparándose

para atacar. Guro se paró a mi lado, los barongs sujetos ligeramente a sus

costados. Le di un vistazo y vi que sus ojos estaban cerrados.

Como un torrente de agua negra, el Olvidado se abalanzó hacia delante.

Antes de que pudiera reaccionar, Guro saltó delante de mí en medio de

los atacantes, ambas espadas girando en el aire. Se movieron como hélices de

helicóptero, borrosas y casi muy rápidas de ver, girando y cortando a su

alrededor. Cortaron a través de las filas de hadas como una trilladora a través

del trigo, y nubes de oscuridad estallaron alrededor de Guro a la vez que el

Olvidado caía ante el asalto implacable.

Siseando, retrocedieron, recuperándose y lanzándose de nuevo hacia

delante, garras y zarpas rastrillaron el aire. Me forcé a salir de mi trancé y me

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metí en el caos, lanzándome al lado de la muerte, añadiendo mis propias

espadas a la carga. El Olvidado gritó con furia, haciéndose hacia atrás para

evitar el acero, tratando de abalanzarse sobre mí por detrás. Estuve espalda con

espalda con Guro, defendiéndonos de los ataques, no pensando en nada pero

manteniendo mis brazos en movimiento, reaccionando a las manchas oscuras

arañándome por todos lados.

―¡Ethan, sobre ti! ―resonó la voz de Kenzie desde algún lugar m{s all{

de la masa de Olvidados. Di un paso atrás, alzando mi espada, cortando a

través de un Olvidado cayendo hacia mí desde el techo. Capté por un vistazo a

Guro, rodeado de Olvidados, sus espadas moviéndose tan rápido que eran un

borrón. Sus ojos seguían cerrados mientras giraba y blandía sus espadas

alrededor de él, conduciendo a las hadas atrás.

―¡Ethan, Guro! ―llamó Kenzie de nuevo―. ¡Por aquí! ¡Regresen a la

esquina, rápido!

No me atreví a voltear y ver qué era lo que estaba haciendo. Mirando a

Guro, empecé a dirigirme hacia su voz, volviendo a caer ante la implacable

prensa del Olvidado. Ellos sisearon y cortaban hacia nosotros, aun

aglomerándose por todos lados, y mis brazos empezaron a arder del constante

balanceo de mis espadas. Uno de los Olvidados golpeó mi brazo, sus garras

desgarraron a través de mi antebrazo y mandaron salpicaduras de sangre al

piso de cemento. Apenas sentí la herida, aunque sabía que iba a doler como el

infierno cuando esto terminara. Si ellos no me despedazaban antes de eso.

Y luego, cuando estuvimos de nuevo en la esquina con Kenzie, aun

defendiéndonos manteniéndolos lejos con nuestras espadas, la presión de los

Olvidados solo< se detuvo. Como si hubiéramos cruzado una barrera invisible

que los Olvidados no pudieran pasar. Los Olvidados sisearon y se aglomeraron

al otro lado de la línea de sal, mirándonos con sus siniestros ojos amarillos, pero

no podían llegar más lejos.

Cayéndome en alivio, miré a Kenzie. Su mochila descansaba en la

esquina, y sostenía un enorme bote de sal entre sus manos. Capturando mi

mirada, me ofreció una sonrisa irónica.

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―Parte del equipo de supervivencia para Nunca Jam{s ―dijo, con su

voz temblando ligeramente―. Primer cosa de la lista: hierro. Segunda cosa: sal.

―Se encogió ligeramente de hombros y puso el bote en el piso por su

mochila―. No seré capaz de envainar una espada, pero puedo lanzar sal

alrededor como nadie.

Manteniendo un ojo en los Olvidados, me acerqué y con mi brazo sano la

abracé. Ella apretó mi espalda, su corazón latía rápidamente contra el mío. La

negra pared de Olvidados se había quedado en silencio de nuevo, inmóviles

fuera del círculo. No se veían como si fueran a moverse o irse pronto, pero me

preocuparía por sacarnos de aquí después de que recuperara el aliento.

Guro volteó a nosotros, buscando con sus ojos.

―Est{s lastimado ―dijo, y por supuesto al señalarlo, mi brazo empezó a

palpitar con el recordatorio. Apreté los dientes y me puse detrás de Kenzie con

un siseo de dolor mirando mi brazo. Cuatro largos, cortes rectos a través de mi

antebrazo, escurriendo sangre por mi piel y goteando al piso.

Kenzie hizo una mueca en comprensión.

―Oh, Ethan. Resiste ―dijo, y se arrodilló hacia su mochila, hurgando en

los bolsillos―. Tercer cosa. ―Suspiró, y sacó una caja de pl{stico color rojo y

blanca, poniéndola en el suelo―. Un botiquín de primeros auxilios.

Guro se cernía sobre nosotros, con una espada en cada mano, mirando

pacientemente, mientras estaba sentado en la esquina y Kenzie se encargaba de

mi brazo destrozado. Sus ojos oscuros escaneaban la habitación más allá de la

barrera de sal, y mi corazón dio un salto.

―¿Guro? ¿Puedes verlos?

―No ―replicó Guro calmadamente, sin quitar los ojos de la

habitación―. No completamente. Puedo ver< destellos. Atisbos en las

esquinas de mis ojos, como sombras. Pero desaparecen cuando los veo

directamente.

―¿Es por eso que cerraste los ojos?

Miró abajo hacia mí.

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―¿Qué te he dicho antes, Ethan? ―preguntó en voz baja―. Tus ojos no

son el único sentido en una pelea. No necesito ver a mi oponente para saber

dónde está.

―Demonios. ―Respiré, sacudiendo mi cabeza. Mi respeto por mi

instructor se había convertido en un aterrado asombro. Si alguna vez salía de

aquí, nunca me perdería una clase de nuevo.

―¿Cu{ntos se han ido? ―preguntó Guro, volviendo a escanear la

habitación.

―Um. ―Apreté mi mandíbula mientras Kenzie reforzaba la gasa

alrededor de mi brazo y lo aseguraba cerrándola. Reparé en el Olvidado,

tratando de hacer un recuento. Era difícil. Ellos solo eran manchas oscuras que

se fundían entre sí. Si no fuera por sus brillantes ojos amarillos, sería

imposible―. Es difícil de decir. ¿Quiz{ una docena?

―Catorce ―dijo Kenzie en voz baja. Cerrando el botiquín de primeros

auxilios, la metió en su mochila y levantó la mochila sobre sus hombros,

dejando una mano libre para mí―. Así que, la pregunta es ―continuó, a la vez

que la agarraba de su muñeca, y ella me levantaba―, ¿cómo saldremos de aquí?

Miré al Olvidado sobre la línea de sal y entrecerré los ojos.

―Siempre podría atacarlos desde dentro de la barrera, creo.

Como uno, los Olvidados retrocedieron. Sólo unos pasos, pero sólo fuera

del alcance de mis espadas. Kenzie hizo una mueca.

―Ellos nos entienden, Ethan. ¿Quiz{ deberías tratar de hablar con ellos?

Mire hacia los Olvidados, y cuando lo hice, una de las formas sombrías

se hizo más al borde de la barrera de sal. Levanté mi espada y avancé frente a

Kenzie, a la vez que el Olvidado miraba de vuelta con sus dorados ojos vacíos.

―¿Qué es lo que quieren? ―pregunté.

―A ti ―susurró el Olvidado, con voz ronca poniéndome la piel de

gallina―. Te queremos, Ethan Chase. Tu vida. Tu sangre. Tú.

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―Perdona, pero ustedes ya la tuvieron hace algunos meses ―me burlé

del Olvidado, como si morir fuera algo que hiciera todos los días. Nada del otro

mundo―. Y en serio no me gustaría hacerlo de nuevo. Pueden volver y decirle

a la dama que sólo llegará a matarme una vez.

―No la dama ―siseó el Olvidado―. Ella no nos envió aquí.

¿No fue la dama?

―Entonces, quién<

La respuesta me golpeó como una bofetada, y miré hacia el Olvidado con

rabia y terror creciendo en mí.

―Keirran ―dije, a la vez que Kenzie jadeó y Razor daba un incrédulo

“¿Maestro?” por debajo de su cabello―. ¿Keirran los envió por mí?

―Sí ―susurró el Olvidado, y me apuntó con su largo, dedo afilado―. Te

quiere, Ethan Chase. Tienes el inquietante hábito de no morir cuando se supone

que debes, y el Príncipe de Hierro no dará más oportunidades. No interferirás

con los planes de la dama. Ríndete ahora, y los otros podrán irse. No tenemos

interés en los otros mortales. Pero deberías venir con nosotros.

Mis brazos temblaban, y no sabía si era por la conmoción o por una

cegadora, furia absoluta. No porque Keirran en serio me quería muerto, sino

porque había mandado secuaces a terminar el trabajo. Ni siquiera se había

molestado en enfrentarme él mismo. Simplemente una prueba más de que el

Príncipe de Hierro, el Keirran que solía conocer, se había ido.

―¿Sí? ―desafié, sintiendo el frío esparciéndose a través de todo mi

cuerpo―. ¿Y cómo esperas hacerlo, con nosotros de éste lado de la barrera?

―No podr{s estar ahí para siempre ―siseó el Olvidado―. Tarde o

temprano, deber{s salir. Tú eres mortal solamente. ―Se hizo hacia atr{s, hacia

el grupo de sus hermanos―. Podemos ser pacientes, Ethan Chase.

―Demonios ―murmuré, y me aparté del Olvidado, sintiendo la

desesperación crecer y mezclándose con el miedo y la rabia. Estaban en lo

correcto; no podíamos estar aquí para siempre, especialmente con la familia de

Guro estando aún fuera. Su esposa y su pequeña niña podrían venir a casa en

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cualquier minuto, y se heló mi sangre ante lo que podría pasarles a ellas―. Bien

―gruñí, alzando mis dos espadas de nuevo―. ¿De verdad me quieren tanto así,

huh?

Los Olvidados se desplazaron ansiosamente, listos para atacar tan pronto

como cruzara la barrera, y sonreí sombríamente.

―Kenzie, mantente atr{s ―dije, avanzando hacia el borde del círculo.

Ella hizo un molesto, sonido impaciente, pero al menos no protestó―. Guro

―continué sin dar la vuelta―, lo siento por los problemas que te he traído. No

tienes que hacer nada. Ellos están aquí por mí. ―Aunque dudaba que mi

maestro se mantuviera atrás y me dejara hacerle frente a los Olvidados solo.

Como suponía, Guro se movió silenciosamente a mi lado, alzando sus

espadas, y podría haber sido mi imaginación, pero la aglomeración de ellos

parecía estremecerse mientras él se acercaba.

―¡Espera! ―Y Kenzie se lanzó a nuestro lado, mirando ferozmente

mientras los Olvidados se acercaban más. Alzó sus manos, con el gran, ahora

abierto frasco de sal entre ellas, y arrojó el contenido en un amplio arco ante

nosotros.

Los Olvidados gritaron y cayeron cuando la sal los golpeó,

estremeciéndose y cubriendo sus ojos y rostros. Se tambalearon hacia atrás,

zarcillos negros salían de sus cuerpos como humo, y un agujero se abrió entre la

masa.

―¡Vamos! ―lloriqueó Kenzie, y se lanzó hacia delante, arrojando más sal

y obligando a las hadas a hacerse atrás. Sacudido en acción, corrí tras ella, con

Guro justo detrás de mí. Avanzamos todos los pasos sin ser desgarrados en

pedazos, pasando del hueco de la escalera hacia la cocina, y cerramos la puerta

tras nosotros.

Con el corazón acelerado, giré, listo para el oscuro fluido que vendría

desde abajo, pero Kenzie ya estaba echando los últimos granos de la sal por

encima del umbral. Mientras lo hacía, un largo brazo oscuro se deslizó por

debajo de la rendija de la puerta, rozándola a ella y haciendo que mi estómago

me subiera por la garganta. Kenzie se estremeció de nuevo, pero terminó

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vertiendo lo último de la sal a través del marco, y el brazo de disolvió

volviéndose vapor negro y se retorció hasta desaparecer.

―Ahí. ―Temblando, Kenzie se levantó y r{pidamente dio un paso atr{s,

mientras Razor zumbó y siseó desde su hombro, agitando un pequeño puño

hacia la puerta―. Eso debería darnos algo de tiempo, al menos. ¿Todos est{n

bien?

―Sí ―jadeé, mirando a Guro―. Deberíamos irnos ―dije, retrocediendo

a la puerta. Me hubiera gustado haberme quedado, hablar con él un poco más.

Aún tenía muchas preguntas y muchas cosas que quería explicarle. ¿Quién

sabía si tendría otra oportunidad? Pero como de costumbre, cuando me

involucro con la locura de las hadas, la mejor cosa que puedo hacer por

cualquiera era estar lejos, muy lejos―. De nuevo gracias Guro, por todo.

―Espera ―ordenó Guro, y caminó hacia la mesa de la cocina, tomando

un par de llaves y un celular de encima―. Los llevaré a un lugar seguro ―dijo,

volteando a nosotros―. ¿Tienen algún lugar a donde ir, donde esas criaturas no

puedan seguirlos?

―Guro. ―Dudé, agradecido pero reacio a meterlo en esto aún m{s―.

¿Qué con tu familia?

Él levantó el teléfono.

―Llamaré a Maria, le diré a ella y a Sadie que no vengan a casa esta

noche. Pueden quedarse con sus abuelos hasta que sea seguro regresar. Estarán

bien. Pero ustedes dos necesitan poner distancia entre lo que los está cazando.

―Pero<

Un golpe sacudió la puerta del sótano, haciéndome saltar, y Guro

entrecerró los ojos.

―Podemos hablar de eso en el carro, Ethan ―dijo enérgicamente,

caminando a zancadas por la habitación―. V{monos ahora.

Sin otra opción, seguí a Guro por la puerta y la entrada, deslizándome en

el asiento trasero de su carro con Kenzie y Razor en el otro lado.

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Una silueta de ojos amarillo apareció en la ventana de la casa, y Razor

siseó, sus brillantes azules dientes lanzaban luces parpadeantes sobre la cabina,

dándome un ligero dolor de cabeza. Pero Guro no parecía notar el gremlin o la

sombra mientras volvió a la carretera, puso el carro en marcha y salió a toda

velocidad hacia el atardecer que se aproximaba.

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Capítulo 8 Recurriendo a las hadas

―No nos est{n siguiendo ―murmuró Kenzie a la vez que miraba por la

ventana trasera―. Al menos yo no los veo.

Me relajé, pudiendo al fin liberar las espadas de mi agarre, dejándolas de

pie apoyadas en el asiento frente a mí. Kenzie desvió la mirada de la ventana y

se deslizó cerca de mí, y Razor se subió y se acurrucó en su regazo como un

Chihuahua mutante y desnudo.

Guro nos observaba por el retrovisor, examinándonos con sus ojos

negros.

―¿Ahora a dónde ir{s? ―preguntó.

―Em. ―Me pasé los dedos por el cabello y lo eché para atrás, intentando

pensar. ―De vuelta a Nunca Jam{s, supongo ―digo, sabiendo muy bien que

Guro no nos podría llevar hasta allí con el coche. La imposibilidad de lo que

teníamos que hacer cayó sobre mí otra vez: conseguir el amuleto, encontrar a

Keirran y convencer al Príncipe de Hierro que lo destruyera él mismo. El

Príncipe de Hierro quien había intentado matarme hace poco con su orza de

esbirros Olvidados. Parecía algo inútil, pero cada cosa a su tiempo―.

Tendremos que conseguir primero el amuleto ―dije pensativo, planeando la

próxima t{ctica a seguir―. Así que eso significa que tendremos que buscar a

Annwyl. ¿Alguna idea de dónde se encuentra?

―Leanansidhe ―dijo Kenzie, haciendo que Razor siseara y bajara las

orejas hacia su cr{neo―. La última vez que la vimos había vuelto a la mansión

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de Leanansidhe. Tenemos que buscar un camino de la hadas hasta el

Entremedio.

―Es m{s f{cil decirlo que hacerlo ―dije entre dientes, tratando de

recordar las pocas veces que habíamos ido a la mansión de Leanansidhe.

Keirran nos había llevado allí dos veces, y por supuesto eso no era una opción

ahora―. Tenemos que encontrar primero un camino de hadas que nos lleve

hasta Leanansidhe. Había uno a solo unas manzanas de mi casa ―dije,

frunciendo el ceño al recordarlo―, pero entonces Keirran fue y lo destruyó de

este lado, así que ese nada. Maldita sea, ¿dónde está Grimalkin cuando lo

necesitas?

Já, nunca pensé que llegaría a decir eso.

Se oyó un zumbido del regazo de Kenzie, y de pronto Razor alzó la

cabeza y parpadeó al mirarnos con sus enormes ojos verdes.

―Razor sabe ―dijo, alzando la vista hacia Kenzie―. No necesitan al

gatito malvado. Razor sabe camino de hadas a casa de la Dama Aterradora.

―¿Qué? ―Kenzie bajó la vista, y el gremlin la miró como un perro

embelesado―. Razor, ¿sabes cómo llegar hasta la casa de Leanansidhe desde

aquí?

El gremlin sacudió la cabeza batiendo las orejas.

―No aquí ―dijo―. No desde mundo humano. Ir a Wyldwood,

encontrar camino de las hadas que lleve a la Dama Aterradora. Pero Razor sabe.

Razor enseñar a chica bonita y a chico gracioso el camino.

―Est{ bien, solo para asegurarnos ―dije, tratando de seguir la extraña

forma de hablar del gremlin―, est{s diciendo que si volvemos a Nunca Jam{s,

nos podrás llevar a casa de Leanansidhe, ¿verdad?

El gremlin me miró pestañeando, como si yo fuera el tonto, y asintió.

―Bien. ―Suspiré, recost{ndome en el asiento―. Eso me parece bien. Así

que ahora lo que falta es encontrar un camino de hadas que nos lleve de vuelta

a Nunca Jamás.

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―¿Qué hay del que est{ en la casa abandonada? ―dijo Kenzie

pensativa―. Ese debería servir ya que Razor est{ con nosotros. Y si los duendes

de la zona no nos echan de allí.

Asentí, cansado.

―Supongo que esa es nuestra mejor opción. ¿Sabes cómo llegar hasta

allí?

―Creo que sí.

Guro no había dicho palabra durante toda la conversación, aunque aún

podía sentir que nos miraba por el retrovisor. Si creía que estábamos locos,

teniendo una conversación sobre hadas con algo que él no podía ni ver ni oír,

no dijo nada al respecto.

―¿A dónde tienen que ir? ―preguntó, y Kenzie se echó hacia adelante

para darle las indicaciones.

Unos minutos después, nos detuvimos delante de una conocida casa

abandonada rodeada de cadenas, pudriéndose en medio de un terreno cubierto

de vegetación. Tragué con fuerza al recordar. La última vez que vinimos fue

con Keirran.

Guro bajó el cristal mientras salíamos del coche, con sus ojos oscuros fijos

en mí. Dudé, sabiendo lo sospecho que esto le parecería a cualquier otra

persona, dos niños entrando en una casa abandonada, uno de ellos llevando un

par de espadas en su cintura.

―Guro ―empecé, sin saber muy bien que decir―. Yo<

―No pasa nada, Ethan. ―Como siempre, Guro estaba mucho m{s

tranquilo de lo que cabría esperar―. Siempre he sabido, desde el principio, que

eras diferente. Desde el momento en que te vi en mi clase, supe que tu destino

sería como ningún otro que haya visto antes. Lo comprendo, y quiero que sepas

que no te culpo por nada. ―Un nudo se formó en mi garganta, mientras Guro

sonrió débilmente y señaló a la casa abandonada―. Ahora vete ―ordenó―.

Haz lo que tengas que hacer. Nos volveremos a ver, y cuando eso pase me lo

podrás contar todo.

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Eché un vistazo a Kenzie y di un paso atrás hacia la valla.

―Volveré ―dije, mi voz llena de emoción―. Cuando todo acabe,

prometo que volveré. ―Guro no contestó, y yo me giré, caminando hacia la

entrada con candado donde se encontraban Kenzie y Razor. Sentí que nos

miraba cuando nos colamos por la valla, sintiendo sus oscuros ojos sobre mí

mientras cruzaba el patio y subía las escaleras adentrándome en las sombras de

la casa.

Dentro, la sala olía a polvo, humedad y madera podrida. Razor zumbó y

se subió a los hombros de Kenzie, enseñando su resplandeciente sonrisa a las

paredes que hendía la oscuridad. Hasta donde podía ver, no había ningún

movimiento, ni nada de espeluznantes feys o duendecillos ocultos en las

sombras. Se rumoreaba que este lugar estaba encantado, pero yo sabía que no

era más que un par de duendecillos que solían vivir aquí, alimentando el miedo

y la sospecha. Eso fue antes de que Keirran, Kenzie y yo llegáramos de camino a

Nunca Jamás, sólo para encontrarnos a un grupo de Olvidados que nos estaban

esperando y que habían espantado a los anteriores residentes del lugar.

―No veo a ningún duende. ―Kenzie observaba fijamente alrededor―.

Quizás nunca regresaron después de que los Olvidados los echaran.

―Tal vez. Esperemos que el camino de hadas aún sirva ―dije

dubitativo, caminando sobre el suelo inestable. Ella me siguió, iluminando el

camino con Razor. Con cuidado, atravesamos la habitación, subimos las

escaleras que crujían y nos metimos en la habitación de niño de la segunda

planta. Caminé hacia el armario, agarré el pomo y jalé para abrir la puerta.

Se me escapó de las manos y se cerró con un sonoro portazo, haciendo

que saltara para atrás. Razor aulló, haciendo que la luz fluctuara, y yo fruncí el

ceño.

―¿Qué diablos?

―¡Vete! ―espetó un voz {spera desde detr{s de la puerta―. ¡Mi

armario! ¡Mío!

―Que bien ―dijo Kenzie, con voz divertida―. Parece que los duendes

han vuelto.

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―Sí. ―Fruncí el ceño, e intenté de nuevo abrir la puerta. No se movió,

así que golpeé en la madera con mi puño―. ¡Muévete! ―bramé a través de la

madera―. Necesitamos usar el camino. Sal de ahí.

―¡Mi armario! ―contestó la voz―. ¡No tuyo! ¡Mío! Tú eres el que te vas.

―¡Maldita sea, no estoy para juegos! Si no sales de ahí en cinco

segundos, atravesaré esta puerta con acero.

―Ethan ―dijo Kenzie, y se quitó del hombro su mochila―, espera.

Sacó una botella dorada con forma de oso, colocó la miel en una

estantería y se volvió hacia el armario.

―Ya sabes lo que hay ―dijo, coloc{ndose de nuevo la mochila sobre los

hombros―. Una botella de miel. Eso es lo que podemos ofrecer a cambio de

usar el camino de las hadas. Tienes cinco segundos para tomar una decisión.

Cuatro. Tres. Dos<

No se escuchó ninguna respuesta del otro lado. Kenzie esperó un poco

más, y después me hizo un gesto. Con cuidado, alcé la mano para agarrar el

pomo y tiré.

Esta vez no hubo resistencia. La puerta se abrió sin ningún crujido, y una

brisa helada se filtró por el marco desde el espeso bosque gris.

Sonreí, sacudiendo la cabeza.

―Est{ bien ―dije, mirando a la chica que estaba junto a mí―. Entiendo

la indirecta. Los dejaré que Razor y tú lideren la excursión a partir de ahora.

Búscame si necesitas que apuñale algo.

* * *

Razor tomó la delantera cuando cruzamos hacia el Wyldwood, algunas veces

saltando por las ramas por encima de nuestras cabezas, y otras correteando por

el suelo como una araña gigante. Con la eterna penumbra de Wyldwood, el

duende era un guía que iluminaba, pero a la vez hacía difícil seguirle. Sus ojos

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enormes y sus dientes fluorescentes eran bastante visibles en la oscuridad, pero

se distraía fácilmente con cada cosa que se movía por las ramas o la maleza.

También dejó un débil pero reconocible rastro de corrupción tras él ―hierba

marchita, hojas muertas, y vegetación seca― ya que los fey de Hierro seguían

teniendo ese efecto adverso en el resto de Nunca Jamás. Afortunadamente,

Razor era lo suficientemente pequeño como para que el daño fuera mínimo,

aunque eso también nos desfavorecía. Una vez, algo grande se movió entre los

árboles, haciendo que el gremlin volviera volando hacia Kenzie y no se

moviera de su hombro por varios minutos.

Así que cuando la noche llegó no habíamos recorrido mucho camino

dentro de Nunca Jamás, poniéndome nervioso mientras las sombras se

alargaban a nuestro alrededor. Aunque quería seguir caminando, sabía que

seguramente no deberíamos tentar a la suerte. Viajar por Wyldwood en la

oscuridad nunca fue una buena idea; lo que merodeara en el bosque por la

noche eran cosas que normalmente querrías evitar.

―Deberíamos detenernos pronto ―le dije a Kenzie, quien observaba a

Razor corretear por una rama, con sus ojos verdes meneándose en la

oscuridad―. Wyldwood es bastante peligroso por la noche. Deberíamos buscar

un lugar donde refugiarnos hasta mañana. A menos que estemos muy cerca del

camino de las hadas.

―Bueno, Razor dice que lo estamos, pero no estoy completamente

convencida de que tengamos la misma definición de cerca ―contestó Kenzie―.

De todas formas, creo que parar ya es una buena idea. Veré si él puede

encontrar algún lugar seguro para nosotros.

Unos minutos más tarde, cuando Wyldwood estaba casi completamente

oscuro, seguimos al gremlin hasta pararnos ante unos árboles inmensos. Tan

grandes que un círculo formado por seis personas no sería capaz de envolver

sus brazos alrededor de los troncos. Se alzaban por arriba hasta perderse en la

cima y la oscuridad, tan altos que no podía verse la parte superior de las ramas.

Un musgo azul luminiscente colgaba como cortinas de los troncos y las ramas

bajas, revolviéndose con el viento como cortinas de encaje brillantes.

Me crucé de brazos, mirando a Kenzie.

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―¿Aquí? ¿Y a esto lo consideras un lugar seguro para detenernos?

Estaremos al descubierto. A menos que tu gremlin piense que vamos a escalar

los árboles.

Razor arrugó la nariz en mi dirección, y después cuchicheó algo en la

oreja de Kenzie. Ella asintió, después dio un paso al frente y apartó el musgo

como si se tratase de un par de cortinas, revelando así un espacio grande, seco y

vacío dentro del enorme tronco.

―Bien. ―Asentí, mientras Razor me lanzaba una mirada triunfante―.

Esto servirá.

El extraño musgo bañó el interior del tronco con un brillo inquietante

cuando Kenzie se arrodilló y abrió la cremallera de su mochila. La noche era

calidad, y el tronco bloqueaba al viento, así que no hacía tanto frío como para

encender un fuego. Lo que estaba bien, porque no creía que encender un fuego

con posibles llamas altas en un gran hueco de madera era la mejor de las idea.

―Toma, ―dijo Kenzie, pas{ndome una barrita energética y una botella

de agua―. Lo siento, esa es toda la cena de esta noche. Sólo me queda un par de

cada uno. Había mucho que empacar, así que tuve que sacrificar algunas cosas

para tener espacio suficiente.

―Por mi parte no hay queja. ―Me recosté contra la pared y abrí el

envoltorio―. Esa bolsa m{gica tuya ya nos ha salvado el pellejo un par de

veces. A este paso, esperaré a que saques de ahí un coche o algo.

Ella soltó una risita.

―Parece que tendré que hacer acopio de sal. No tenía ni idea que sería

tan efectiva. Me pregunto si existirá una forma de hacer granadas de sal.

―Tomó un trago de agua y se recostó cerca de mí, con su delgado brazo

rozando el mío. Razor subió gateando por la pared hasta encontrar un pequeño

saliente que sobresalía del tronco, y se posó allí como una diminuta g{rgola―.

¿Crees que Guro estar{ bien? ―preguntó Kenzie después de un rato.

―Eso espero ―murmuré, arrugando el envoltorio en un puño―. Los

Olvidados iban por mí, no por él. Espero que nos sigan buscando y dejen en paz

a él y a su familia.

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Kenzie se quedó callada, masticando su barrita. Yo también me quedé

callado, pensando, y en la calma aparecieron las preguntas, mofándose de mí.

Ahora que ya no huíamos para salvarnos o intentábamos encontrar la forma de

llegar a Nunca Jamás, un millar de dudas ocupaban mi mente, traspasando mis

defensas. Annwyl. ¿Estaba viva? ¿Podríamos encontrarla a ella y al amuleto

antes de que fuera demasiado tarde? Mis padres. ¿Estaba madre llorando hasta

dormirse cada noche, esperándome? ¿Algún día volvería a casa?

Y Keirran. Mi estúpido irritante y terco sobrino. ¿Cómo íbamos a

ocuparnos de él? Para poder devolverle el alma, Guro dijo que él mismo tenía

que destruir el amuleto. Por propia voluntad. Recordé al Keirran en el consejo

de guerra, al hada de ojos fríos y vacíos, y la imposibilidad de la tarea me

pareció abrumadora. Aquel Keirran no haría nada de lo que le pidiéramos.

Aquel Keirran seguramente me clavaría otra espada en las tripas y después me

cortaría la cabeza para asegurarse de que esta vez sí moría.

―¿Ethan? ―preguntó Kenzie con voz dudosa, mirando al frente―.

¿Puedo preguntarte algo?

Por lo visto no era el único que tenía preguntas.

―Claro.

―Desapareciste durante cuatro meses. ―Al girarse fijó su mirada en mí,

no enfadada, simplemente confundida. Y quiz{s un poco herida―. ¿Por qué no

me dijiste que estabas vivo? Todo ese tiempo, allí en el mundo humano, creí

que estabas muerto. ¿Por qué no me hiciste llegar un mensaje, algo que me

hiciera saber que estabas bien?

Tragué con fuerza. Oh, sí. Ella no supo que estuve dormido durante todo

ese tiempo. Quizás debería haberle explicado ese pequeño detalle antes.

―No pude ―le respondí entre dientes―. Después de que Keirran me

apuñalara, estuve en coma durante un largo tiempo. En realidad sólo llevo

despierto unos pocos días, y cuando me desperté, todo fue una locura con lo de

Keirran y la guerra. No tuve tiempo de hacer nada. ―Ella parpadeó, y pareció

aliviada de que existiera una explicación, de que en realidad no me había

olvidado de ella. Podía verlo en sus ojos, el miedo a que la hubiera dejado atrás

de nuevo.

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Estiré un brazo y la jalé hacia mí, y ella cedió sin vacilar, deslizándose

sobre mi pierna y sentándose entre mis rodillas. Rodeé su cintura con mis

brazos y me incliné, apoyando mí barbilla en su hombro.

―No pretendía preocuparte ―dije en voz baja, mientras ella se relajaba

apoyada en mí―. Si pudiera te hubiese enviado un mensaje.

Ella dejó escapar un suspiro, alzando una mano y enterrando sus dedos

en mi cabello. Medio cerré los ojos, sintiendo el subir y bajar de su respiración.

En este pequeño hueco de la realidad, todo era tranquilo. Por encima de

nuestras cabezas las luciérnagas se mecían en el aire como estrellas, y las

polillas luminiscentes pasaban flotando perezosamente, atraídas por el brillo de

la cortina de musgo. Me permití relajarme un poco, al menos por un rato.

Kenzie estaba aquí, y nada había intentado comerme entero. Un buen día en

Nunca Jamás, por lo que iba de día.

Kenzie suspiró.

―Ojal{ nos pudiéramos quedar aquí, aunque sea a veces ―dice

susurrando, sonando de pronto melancólica―. En Nunca Jam{s. Ojal{ no

tuviéramos que volver a casa.

Ligeramente alarmado, alcé el rostro.

―Tenemos que volver, Kenzie ―dije, y ella no respondió, surgiendo así

mis preocupaciones―. No podemos quedarnos aquí ―insistí―. ¿Qué hay de tu

familia? ¿Y el colegio? Si nos quedamos por mucho tiempo, todo en el mundo

real pasará muy rápido y nos dejará atrás. No quedaría nada que recordáramos.

―Sí ―dijo Kenzie pensativa, pero no sonaba convencida―. Lo sé. No iba

en serio. Es sólo que< ―Vaciló―. Tengo miedo, Ethan. Estos últimos meses

han sido<duros. ―Volvió a suspirar, su mirada lejana, torn{ndose oscura―.

No pretendía quejarme. A veces simplemente me provoca enfado, eso es todo.

A veces desearía haber tenido las mismas oportunidades que el resto.

Me entró un hormigueo en el estómago, incluso cuando ella se sacudió

como queriendo salir de su pésimo estado de ánimo.

―De todas formas, no importa ―dijo m{s animada―. Sé que no

podemos quedarnos aquí, chico duro. No te alteres por mí. ―Ladeó la cabeza

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hacia atr{s, pos{ndola en mi hombro―. Cuando acabemos con todo esto de

Keirran y Annwyl, tengo intención de ir a casa y enfrentarme con cualquier

explosión nuclear que tenga guardada mi padre cuando nos vea.

Fruncí el ceño. Había algo más, algo que no me estaba contando.

Normalmente Kenzie no dejaba que nada le afectara, pero desde que había

vuelto a la tierra de las hadas, parecía algo diferente.

―¿Qué pasó? ―pregunté, haciendo que ella se tensara―. Estos meses en

los que no he estado, dijiste que fueran malos. ¿Qué ocurrió?

―Nada ―contestó Kenzie r{pidamente, encorvando los hombros―. No

te preocupes, Ethan. Ya ha pasado. No hay nada que puedas hacer.

―Kenzie. ―Ella se hundió m{s, y yo bajé la voz, suplicando―. Por

favor. Quiero saberlo. ¿Fue< tu enfermedad?

Ella suspiró.

―Sí ―susurró al fin―. Yo< em< Maldita sea, no quería cont{rtelo

aquí, pero supongo que deberías saberlo.

Vaciló, y respiró profundamente. Me senté derecho, esperando a que

continuaría, asegurándome a mí mismo que no podía ser tan malo. Después de

todo, Kenzie estaba aquí. Eso era lo que importaba ahora.

―Después de saber que habías< muerto ― empezó con voz

entrecortada―. Caí enferma. Muy enferma. Me trasladaron al hospital de mi

pueblo, y no salí de ahí por un tiempo. Ellos< ellos tenían miedo que fuera el

fin, de que esta vez no me fuera a recuperar. Por un tiempo fue una situación

algo inestable. ―Tragó, y yo la sostuve m{s cerca, sintiendo que se me retorcía

el estómago―. Y por supuesto, yo no ayudaba mucho ―siguió―. Pensaba que

estabas muerto, y que fue mi culpa por haberte mandado con Keirran. Yo

estaba< Bueno, estaba bastante deprimida. Ni siquiera intentaba ponerme bien.

Cerré los ojos, presionando mi frente contra su nuca. Kenzie entrelazó

sus dedos con los míos y me estrechó la mano.

―Con el tiempo mejoré ―finalmente susurró―. Recobré el sentido, salí

de esa situación, y al final me mandaron a casa. Para ese entonces, no podía

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siquiera mirar de nuevo a los fey. Razor no se apartó de mi lado en todo el

tiempo que estuve en el hospital. Pero cuando llegué a casa, le envié de vuelta

al Reino de Hierro. Le pedí que también se fuera a casa.

En la pared, Razor alzó la vista de otro saliente, con ojos solemnes y

sabedores. Recordé su terca insistencia, y cómo a Keirran le costaba hacer que el

gremlin hiciera algo.

―¿Se marchó de verdad? ―pregunté.

―No quería. ―Kenzie sonaba contraída y un poco culpable―. Pero al

final le obligué. Creí que era mejor así. ―Suspiró, echando su cabeza hacia

delante―. Me encontraba en una mala posición, Ethan. Todo el mundo asumió

que te habías marchado, o que te habían encerrado en prisión. Y, por supuesto,

no pude contarle a nadie lo que realmente pasó. Mi padre quería que fuera a

terapia. Me negué, y estuvimos peleando por ello por un tiempo.

»Y entonces una noche Razor volvió. ―Kenzie miró al gremlin posado

en el saliente―. Me sorprendí. Nunca creí que lo volvería a ver. Pero dijo que

seguías vivo y que estabas en el Reino de Hierro. No le creí al principio, pero

Razor estaba complemente seguro. ―Se detuvo, trazando con sus dedos mi

brazo, haciendo que mi piel se erizara―. Así que, obviamente, decidí venir a

buscarte. Hice planes con Razor, cogí todo lo que podría necesitar e hice que me

trajera a Nunca Jamás. Así que, eso es todo. Aquí estamos.

Sacudí la cabeza, imaginándome a Kenzie de excursión por Nunca

Jamás, sola, siguiendo a un gremlin hacia Mag Tuiredh.

―¿Y tu padre?

―No sabe dónde estoy ―dijo Kenzie sin vacilación ni remordimiento―.

Y después de todo lo que ha pasado, seguramente creerá que me he escapado.

Otra vez. Pero da igual. Ya me encargaré de él cuando vuelva, cuando todo esto

con Keirran, el amuleto y los Olvidados acabe. No podía quedarme en casa.

Cuando escuché que seguías vivo< ―Se estremeció, su voz quebr{ndose, hasta

que se recompuso de nuevo―. Tenía que asegurarme.

―Kenzie< ―No quería preguntar, en realidad no quería saberlo,

pero<―. ¿Cómo te encuentras ahora? ―pregunté, y sentí que se tensaba. El

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nudo en mi garganta se hizo m{s grande, y cerré los ojos―. En realidad no est{s

mejor, ¿verdad?

―No ―contestó Kenzie con calma―. El pronóstico es el mismo de

siempre. Se supone< que tengo que hacerme m{s pruebas el mes que viene. Si

es que salgo de la Tierra de las Hadas a tiempo, claro. ―Apretó mi brazo antes

de que pudiera protestar―. Pero no me arrepiento de esto, Ethan. Y no habría

cambiado nada, así que no me digas que debería estar en casa. No hay forma de

que me quedará allí, preguntándome si estarías vivo.

La estreché con más fuerza, y de repente mi garganta se cerró.

―Lo siento ―murmuré, pensando en esos largos y terribles meses en los

que Kenzie se había quedado atrás. Yo había estado inconsciente durante gran

parte de ellos; Mackenzie tuvo que pasar por todo ello, lidiando con las

consecuencias, pensando que estaba muerto. Luchando contra su enfermedad

ella sola―. Desearía haber estado allí.

Kenzie se movió en mis brazos, y ahora se encontraba de rodillas frente a

mí. Sus suaves dedos acariciaron mi mejilla, haciendo que contuviera el aliento,

mientras ella miraba hacia abajo con sus solemnes ojos pardos.

―Est{s aquí ahora ―susurró―. Estoy agradecida por ello. No pasa

todos los días que tu novio vuelve de entre los muertos. ―Una sonrisa burlona

se asomó por la comisura de sus labios, y después se puso seria de nuevo―.

Supongo que ambos esquivamos esa bala.

Con delicadeza tiré de ella y la besé. Al instante respondió echándose

hacia delante, rodeándome el cuello con sus brazos y con sus dedos en mi

cabello. Al estrechar con mis brazos su cintura, me eché hacia atrás, haciendo

que ambos bajáramos hasta que mi espalda tocó el suelo, dejando a Kenzie

posada sobre mí. No vaciló, presionando sus labios contra los míos, deslizando

sus manos sobre mi pecho y los hombros. Cuando sus dedos se deslizaron bajo

mi camiseta y trazaron mi piel, solté un gemido. Acercándola más a mí, la besé

en el cuello, trazando con mi boca su mandíbula, y Kenzie suspiró contra mi

piel.

―Besucón ―zumbó la voz de Razor desde el saliente, moj{ndome

figuradamente con agua helada―. ¡Besucón, besucón, chico gracioso! ¡J{-já!

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Gemí, dejando caer los brazos al suelo, y miré a Kenzie con ojos

derrotados. Ella sacudió la cabeza y se sentó, con una sonrisa resignada en los

labios.

―Supongo que deberíamos esperar hasta tener un poco m{s de

privacidad ―susurró, reposando su manos en mi pecho―. All{ donde los

gremlins y las hadas entrometidas no estén merodeando, observando cada uno

de nuestros movimiento.

―Si es que eso es posible ―refunfuñe, deslizando mis manos hasta sus

brazos. Su cuerpo contra el mío se sentía bien, y no quería parar. Pero no había

manera de que siguiera con Razor ahí, carcajeándose de nosotros desde el

saliente, viéndolo todo. La mortificación sería demasiado―. Sólo recuerda, tú

eras la que querías la Vista ―dije con voz burlona―. Y toda la locura de las

hadas que venía con ella. A veces la ignorancia de verdad da la felicidad.

Kenzie suspiró.

―Sería maravilloso poder tomar un baño sin estar poniendo todo el

tiempo sal en las repisas.

―Hierba de San Juan ―le conté―. Hace maravillas. La flor no, la

pastilla. Empecé a comprarla por internet al por mayor para mantener a las

hadas fuera de mi habitación. Solamente asegúrate de cambiarla cuando se

marchite o se seque. No hay nada como que se te aparezca un pisky en el baño

cuando te estás duchando.

Kenzie se rió, y después recorrió con sus dedos mi mejilla, con ojos

repentinamente intensos.

―Te quiero, Ethan ―dijo suavemente, haciendo que me diera un vuelco

al corazón―. Lo sabes, ¿verdad?

―Yo también te quiero ―dije con voz ronca, sintiendo que se retorcía mi

estómago con el entendimiento―. Pero, Kenzie, todavía estamos vivos. Aún no

vamos a ninguna parte. Estuvo cerca, ambos tuvimos mucha suerte, pero<

―estiré el brazo y le aparté una hebra de pelo de los ojos―< todavía estamos

aquí. Tenemos algo de tiempo.

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―Eso espero. ―Kenzie se movió de nuevo y se colocó sobre mí, posando

su cabeza sobre mi pecho. La rodeé con los brazos y la sostuve cerca, sintiendo

cómo latía su corazón, disfrutando del calor―. Aún quedan cosas que quiero

hacer.

* * *

Se quedó dormida unos minutos después, acurrucada contra mí con la mejilla

en mi hombro, su respiración lenta y profunda. Eso era otra cosa que aprendí

sobre Kenzie: podía quedarse dormida en cualquier lugar. No como yo. Estaba

demasiado paranoico como para dormirme en Wyldwood, y más estando al

aire libre. Tenía miedo de despertarme en una jaula, o en una olla, o a medio

camino bajando por la garganta de algún monstruo. Si por casualidad algo nos

atacaba en Nunca Jamás, quería verlo venir.

Siguió la noche. En el saliente, Razor se hizo un ovillo y se quedó

también dormido, y unos ronquidos como zumbidos salieron de su boca con

colmillos. Me moví con cuidado, poniendo la pierna como almohada para la

cabeza de Kenzie, dejando que se estirara a mi lado. Murmuró algo que incluía

las palabras galgo y tacos, pero no se despertó.

Cruzándome de brazos, me volví a recostar y esperé a que amaneciera,

escuchando los suaves ronquidos de mis compañeros. Dentro de nuestro cobijo

estaba todo tranquilo, aunque podía escuchar cosas merodeando fuera,

batiendo las ramas y crujiendo las hojas. Algunas veces, un grito o en rugido

gutural hacía eco en algún lugar del bosque, y en algún momento, creí escuchar

a alguien cantar, pero era demasiado débil como para reconocer las palabras.

―Ethan Chase.

Me alcé de golpe. Eso fue perfectamente audible, un susurro filtrándose

por las cortinas de musgo, viniendo desde fuera. Me conocía, lo que sea que

fuera, y sabía que estaba aquí.

En silencio alcancé mis espadas y las saqué de sus vainas. Con cuidado

de no molestar a Kenzie, me aparté de ella, dejando reposar su cabeza en su

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mochila antes de dirigirme a la entrada, sosteniendo mis armas y preparado. Si

algo se abalanzaba por el agujero, me aseguraría de meterle el afilado acero por

entre los dientes antes de que tocara a mi novia.

―No queremos hacerte daño, Ethan Chase ―el susurro volvió, y

sonaban unos pasos fuera del tronco―. Solo queremos hablar. Por favor, sal y

ven a hablar con nosotros.

Ah, genial. Había más de uno ahí fuera. Suspiré, bajando la vista hacia la

chica. Dormir era algo preciado en Nunca Jamás, y Kenzie necesitaba descansar.

No quería molestarla, aunque era reacio a dejarla sola, pero mejor era salir y ver

qué querían que esperar hasta que se colaran dentro del tronco.

Me debatí por un minuto, después me levanté despacio y miré a Razor,

quien roncaba sonoramente desde su saliente.

―Razor ―susurré―. ¿Puedes escucharme? Despierta.

No hubo respuesta. Di un paso al frente, alcé un brazo y le sacudí con el

lado plano de la hoja.

―Oye, despierta.

Él soltó un zumbido, se contrajo, y entonces sus brillantes ojos verdes se

abrieron, mirando con la vista ofuscada por encima del borde.

―Para, chico gracioso ―murmuró, ech{ndose para atr{s, lejos de la

punta de mi espada―. Aléjate. Deja de pinchar a Razor.

Ah, que divertido. El gremlin me está diciendo que deje de molestarle.

―Hay algo ahí fuera llamándome. Tengo que ir a ver qué es y qué

quiere. ―Miré r{pidamente sobre mis hombros a la chica que seguía

durmiendo―. Vigila a Kenzie hasta que vuelva, ¿de acuerdo? Asegúrate de que

no le pase nada. Si algo entra, o si algo extraño empieza a ocurrir, házmelo

saber. ¿Puedes hacer eso, Razor?

De pronto completamente despierto, el gremlin se balanceó sobre sus

pies, asintiendo con fervor.

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―¡Razor ayuda! ―exclamó, por suerte zumbando con un susurro―.

Razor cuida a chica bonita, no deja que nada pasar a ella.

―Bien ―susurré, envainando mi espada. No era perfecto, pero el

chirrido de un gremlin alarmado me haría saber a ciencia cierta si algo malo

pasaba―. Volveré tan pronto como pueda.

Caminé hasta pasar de largo al gremlin, atravesé las cortinas de musgo

brillantes y me adentré en la arboleda iluminada por la luna y llena de feys.

Dríadas. Docenas de ellas, al menos lo que podía contar. Altas y esbeltas,

con la piel como corteza y unos enormes ojos negros, sus cuerpos gráciles se

parecían a los árboles a los que estaban unidos. Mi corazón latía con más fuerza,

y me obligué a alejar las manos de las espadas. Las dríadas nunca me había

atacado antes; los espíritus de los árboles normalmente se mantenían ajenos y

distantes a la política de las cortes, y solo intervenían cuando algo importante

estaba en juego. Viendo a tantas de ellas observándome con sus deslumbrantes

ojos negros me llenó de pavor.

Sobre todo cuando se acercaron y me di cuenta de que no todos ellos

eran dríadas. Mezclados con los espíritus de los árboles de Verano había varias

hadas altas y pálidas, de largo cabello blanco y ojos azul hielo. Parecidas a las

dríadas, quizás, pero definitivamente feys de Invierno. Lo cual hizo todo esto

más alarmante. No podía imaginar nada que pudiera unir a un puñado de

hadas de Invierno y Verano a menos que fuera muy gordo.

―Muy bien ―dije, contemplando con cautela los alrededores del

claro―. Me han llamado, y por lo que veo este pequeño encuentro no es para

hablar del tiempo. ¿Qué quieren?

Una de las dríadas dio un paso al frente. Su cabello era corto y

puntiagudo, erizándose sobre su cabeza como agujas de pino. El olor a savia y

a piñas flotaba en el aire mientras ella me contemplaba con sus oscuros ojos sin

pestañear.

―Los Olvidados te dan caza, Ethan Chase ―dijo ella, su voz cual

murmullo del viento atravesando los pinos―. Aún ahora exploran Nunca

Jamás, rastreando los rincones enzarzados de Wyldwood, e incluso el reino

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humano, buscándote. Es peligroso para ti estar aquí solo. ¿Por qué no te quedas

en el reino de la Reina de Hierro, donde no se atreven a aventurarse?

―Estoy buscando algo ―dije con un tono invariable―. Algo que quiz{s

ponga fin a esta estúpida guerra. No puedo quedarme sentado en el reino de

Meghan y esconderme allí. Esta también es mi lucha.

Una de las de las hadas de Invierno se acercó. Su cabello era tan fino

como las telarañas, meciéndose alrededor de su rosto pálido y afilado, y unas

diminutas ráfagas de viento ondeaban desde su piel mientras se movía. La

dríada tembló, inclinando su cuerpo a un lado mientras la otra hada se acercaba

a mí, pero no se apartó.

―El viento nos susurra ―dijo el hada de Invierno, su voz m{s {spera

que la de la dríada, record{ndome a un hielo arañando un vaso―. Nos dice

cosas, pistas sobre acontecimientos que están más allá de nuestro conocimiento.

Buscas algo que te llevará cerca de aquel que no tiene alma. El príncipe que

dispone de la magia de las tres cortes. Aquel que lidera a los Olvidados, y que

nunca se aleja del lado de la dama.

Keirran. Sentí un nudo helado posarse en mi garganta, y lo tragué con

fuerza.

―Sí. ―Asentí―. Así es. ¿Y qué pasa?

―Si ahora vas hacía el Príncipe de Hierro ―dijo la dríada lentamente―,

morirás.

La miré fijamente. Ella sacudió la cabeza con tristeza.

―Él no es el mismo, Ethan Chase. Nada queda del Príncipe de Hierro

que conociste. La pérdida de su alma humana ha desatado el demonio de la

profecía, y no parará hasta que la dama, la Primera Reina de Nunca Jamás,

recupere lo que cree que le ha sido robado.

―Se ha vuelto infinitamente m{s poderoso ―añadió el hada de

Invierno―. Incluso cuando una fuerza externa agota su glamour, su sentido de

identidad, la magia de la dama, y su odio contra las cortes, lo sustenta. Se ha

convertido en el campeón de ella, y ella se ha vuelto una fuerza rival a la de

Oberon, Mab, y las cortes que desea destruir.

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―No lo entiendo ―dije, frunciendo el ceño al intentar seguirle el hilo―.

La última vez que Keirran y yo vimos a la dama, apenas podía aferrarse a su

vida. No era más que casi una Olvidada. ¿Cómo se ha vuelto tan ponderosa, y

tan rápido?

―Por el ritual, Ethan Chase ―susurró la dríada―. El sacrificio, tu

sacrificio. Cuando tu sangre se derramó en el Anillo de Hadas esa noche, el

Velo se alzó. Durante unos minutos, el mundo pudo vernos. Todo ese poder,

todo el miedo, el pánico, el asombro, la fe, fluyó hasta la dama, recobrándola

por completo. Ahora es tal y como era antes. Antes de que las cortes de Invierno

y Verano se crearan, antes de los tiempos de Oberon y Mab, cuando no había

más que una reina que gobernaba todo Nunca Jamás.

―El viento recuerda ―dijo el hada de Invierno, su voz grave y baja―.

Aunque nosotros no lo hagamos, el viento recuerda esos días de miedo y

sangre. La dama nos destruirá, recreará Nunca Jamás a su imagen, y traerá de

nuevo el derramamiento de sangre y el terror de aquellos días, antes de que el

pueblo se alzara para derrocarla. Debemos detenerla, pero el Príncipe de

Hierro se interpone entre ella y cualquiera que se atreva a intentarlo.

―Pues bien, yo sí voy a intentarlo ―refunfuñé, ignorando los escalofríos

trepando y bajando por la espalda―. Y lo haré hablando o peleando, o haré que

Keirran entre en razón a golpes. No me importa si se ha convertido en su

campeón o lo que sea. Le haremos abrir los ojos, como sea. ―Las dos hadas me

miraron solemnes y dudosas, y yo me crucé de brazos―. Tengo que intentarlo.

Le prometí a Meghan, y a Ash, y a todos, que traería de vuelta a Keirran.

―No eres rival para él ―insistió el hada de Invierno―. Te volar{ a

pedazos antes de que puedas acercarte a cinco metros de él. Pero ―añadió,

mientras yo tomaba aire para seguir discutiendo―, si insistes en llevar acabo

esta misión, si de verdad pretendes enfrentarte al Príncipe de Hierro, hay algo

que podemos hacer por ti.

Instintivamente reculé, controlándome para no alejarme de allí. Nunca

hagas tratos con hadas, esa era mi regla principal. He vivido bajo ese código,

negándome a comprometerme, sabiendo que los tratos con hadas nunca salían

como uno esperaba.

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Pero esto era mucho más importante; un mundo entero a punto de

sumirse en el caos y la destrucción. ¿Podía dejar que el miedo me parase?

Aunque saliera absolutamente mal, si esto significa que tenía una oportunidad

para salvar a los que amaba<

Un escalofrío se apoderó de mí. Eso fue exactamente lo que Keirran

pensó cuando decidió tirar por ese camino.

―No ―dije con tono {spero, y ahora sí me alejé―. Nada de ofertas. Ni

contratos. Lo siento, no puedo prometer nada.

―No es una oferta, Ethan Chase ―dijo la dríada, ofreciendo una mano

tan fina como una rama―. Es un acuerdo. Un entendimiento. No te pediremos

nada a cambio, solo la promesa de que encontrarás al Príncipe de Hierro y

harás todo lo que esté en tus manos para detenerlo, sea lo que sea que eso

implique.

―Esta guerra nos afecta a todos ―añadió el hada de Invierno―. Y el

Príncipe de Hierro es la pieza clave que determinará a qué lado se inclina la

balanza. Como dice la profecía, o bien él es el que unirá a las cortes, o es el que

las acabará destruyendo. Y tú, un simple mortal sin magia o poder propio,

puede que tengas en tus manos el destino de Nunca Jamás.

Dejé escapar el aire, entrelacé mis dedos y presioné la frente contra las

palmas de mis manos, pensativo. Maldita sea, esto ya es no sobre mí únicamente. Se

trata de Meghan, de Kenzie, y de todos. Necesito toda la ayuda que pueda conseguir.

Sólo espero no estar cometiendo los mismos errores que él.

―¿Qué es lo que ofrecen? ―pregunté sin alzar la vista.

Una pausa, como si las dos hadas estuvieran compartiendo un momento

sopesando la situación, y entonces una de ellas dio un paso al frente.

―El Príncipe de Hierro domina la magia de Verano, Invierno, y Hierro

―dijo la dríada―. Antes, su lado humano temperaba un poco su poder. Ahora,

como fey de sangre total, no hay nada que le retenga. Para enfrentarte a él,

Ethan Chase, tienes que estar preparado, sabiendo que usará toda su fuerza

contra ti. El rayo de verano, el frío helado del invierno, volviendo al mismo

pueblo contra ti, Keirran puede controlarlo todo.

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―Ningún humano normal ser{ capaz de soportar tal descarga de magia

―dijo el hada de Invierno, mientras mis adentros se congelaban un poco. Sólo

había visto a Keirran perder el control una vez, cuando atacó a Titania, la Reina

de Verano. Y aunque el monarca Seelie era claramente más fuerte,

especialmente en su propia corte, el enfrentamiento mágico entre el Príncipe de

Hierro y la Reina de Verano había abierto la tierra y había desgarrado el bosque

a nuestro alrededor―. Sin embargo ―continuó el hada de Invierno―, aunque

no podemos hacer nada con el glamour de Hierro, sí que podemos hacer que la

magia de Invierno y Verano no pueda afectarte.

Me enderecé.

―¿Qué? ¿En serio?

Asintió.

―Sólo se le puede conceder a los mortales, y sólo si el mismísimo Nunca

Jamás elije otorgar el don. No es algo que podamos conceder por nuestra

cuenta. Pero toda la magia viene de Faery. Los humanos generan glamour, pero

es a través de Nunca Jamás que somos capaces de usar nuestro poder. Faery nos

sustenta, y en la misma línea, Faery puede dejar a un mortal completamente

invisible al glamour. La magia pasará de largo, o lo rodeará sin tocarlo, porque

no estaría “allí”. No es m{s que un espacio vacío, un agujero, donde el glamour

simplemente no puede existir.

―Esto sí tiene un precio ―añadió la dríada, mientras las observaba,

imaginándome qué habría pasado si hubiese sabido esto antes. ¿Cómo habría

sido mi vida si fuese completamente invisible a la magia de las hadas?―. Si

completamos este ritual y Nunca Jamás te concede inmunidad a la magia,

ignorarás todo tipo de glamour. Incluyendo los efectos beneficiarios de este,

como el curarse o la invisibilidad. Tampoco detendrá ningún daño físico contra

tu persona, de ningún tipo. Esto no te salvará de una flecha en el pecho, o de las

fauces de algo desgarrando tu cabeza.

―Pero detendr{ cualquier ataque m{gico ―repetí, solo para estar

seguro―. Como, digamos, un rayo. O un puñado de dagas de hielo.

―Sí. ―Asintió de nuevo el hada de Invierno―. Todo lo que sea

producido por el glamour de Verano o Invierno se deslizará y pasara a tu lado.

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Sin embargo, el Reino de Hierro y su magia envenenada, están más allá de

nuestro alcance. La inmunidad a la magia de Invierno y Verano tendrá que ser

suficiente.

―¿Pueden concederle esta habilidad a alguien m{s? ¿Alguien como

Kenzie?

―Todavía no sabemos si te lo podemos conceder a ti ―dijo la dríada,

entrecerrando los ojos―. Como ya hemos dicho, esta habilidad no proviene de

nosotros, sino del mismísimo Faery. Tú eres parte de la profecía, y tú eres de la

sangre de la Reina de Hierro. Nunca Jamás te conoce. Pero no la conoce a ella.

―Si acepto, ¿cu{nto tardaría en hacerse?

―No mucho ―dijo el hada de Invierno―. Pero debemos empezar el

ritual pronto, mientras la luna esté aún alta. Así que, ahí queda la cuestión,

Ethan Chase. ¿Estás dispuesto? ¿Es esto algo que deseas hacer?

Dudé un momento, pensándolo bien. De un tiempo atrás me habría

abalanzado ante tal oportunidad. ¿Ser inmune a la magia, al glamour y a todos

los hechizos horribles que los fey me podían lanzar? Parecía bastante obvio.

Pero después de haber conocido a Keirran, la magia nos había salvado la vida a

mí y a Kenzie, en más de una ocasión. Me había sacado de líos, evitado que me

congelara a muerte, y nos había permitido esquivar algunas circunstancias

bastante desagradables. Había llegado hasta tal punto donde, de mala gana,

admitiría que no toda la magia fey era pura maldad y que de hecho, era

bastante útil en algunas situaciones. El glamour en sí no era el problema; sólo

era una herramienta. Una herramienta extremadamente peligrosa donde tenías

que estar en guardia todo el tiempo o te arriesgabas a que te explotara en la

cara, pero la verdadera amenaza venía de la criatura que lo usará, no de la

magia en sí. Nunca experimentar eso de nuevo< ¿estaba preparado para ello?

Suspiré. De nuevo, esto no era sobre mí. Por mucho que odiara admitirlo,

sabía que la dríada tenía razón. No era rival para Keirran si él decidía usar la

magia contra mí. Ni siquiera estaba seguro de poder defenderme de su espada;

habíamos “peleado” una vez antes, y estábamos más o menos empatados en

cuanto a manejo de espada. Pero si Keirran usaba algo de ese poder que solo

había visto de pasada, me haría pedazos con solo pensarlo.

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―Sí ―contesté, desplomado―. Estoy dispuesto. Quiero hacer esto. ¿Qué

tengo que hacer ahora?

El anillo formado por las hadas se acercó, deslizándose por la arboleda

con un crujir de hojas y ramas.

―No mucho ―susurró la dríada, mientras yo me tensaba y obligaba a

permanecer quietas las manos, alejadas de mis espadas―. Simplemente

ponerte de pie en el centro del círculo mientras entramos en contacto con

Nunca Jamás. Si decide otorgarte el don, sólo necesitarás derramar unas gotas

de sangre en el suelo para aceptarlo. No hay nada que puedas hacer más allá de

eso. La decisión le concierne solo a Faery. ¿Estás preparado, Ethan Chase?

―Sí.

―Entonces empecemos.

Las hadas cerraron los ojos, y cada una de ellas, tanto de Invierno como

de Verano, se cogieron de la mano del vecino, formando un anillo a mi

alrededor. Cruzándome de brazos, permanecí allí en el centro un poco

incómodo mientras ellas empezaban a balancearse, moviéndose como retoños

al soplar fuerte el viento. El bosque a nuestro alrededor permaneció silencioso y

tranquilo, pero de pronto sentí algo acercándose, llegando a través de los

{rboles, desde la mismísima tierra. Algo< enorme.

La dríada con la que había estado hablando abrió los ojos, su escueta y

oscura mirada fija en mí.

―Acepta ―susurró ella con una voz baja e inhumana, haciendo que un

escalofrío me recorriera la espalda. Pero de pánico o de emoción, no estaba

seguro―. Derrama tu sangre en la tierra, Ethan Chase ―siguió el hada,

sosteniendo mi mirada mientras el resto seguía meciéndose―, y se completar{

el ritual.

Saqué mi espada, dudoso por una milésima de segundo, y entonces

deslicé la hoja por la carne de mi pulgar. Dejé que la sangre brotara,

acumulándose en mi palma, para después volcarla y dejar que el líquido se

derramara en la tierra.

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Un suspiro colectivo pareció salir del grupo de feys cuando mi sangre

tocó el suelo, y una ráfaga de viento revoloteó a nuestro alrededor, revolviendo

las hojas hasta formar un ciclón, azotando mi ropa y mi cabello. Las ramas de

arriba se agitaron, los árboles rebotando de arriba a abajo, como si el bosque

entero hubiera cobrado vida.

La tierra bajo mis pies dio una violenta sacudida, como un gigante

inhalando profundamente. Perdí el equilibrio y me caí de rodillas, la tierra fría

bajo mis palmas, y sentí algo succionándome, como si intentara hundirme.

Jadeé e intenté luchar contra ello, pero era como si quisiera arrastrar un coche

fuera de un hoyo con mis propias manos. Mis manos desapareciendo dentro de

la tierra, sostenidas por la enorme fuerza, y no pude moverme ni un poco

mientras algo, lo que fuese, continuaba tirándome hacia abajo. Mis piernas se

desvanecieron dentro de la tierra, y el suelo continuó subiendo por mis brazos,

pasando por los codos, hacia los hombros y la cabeza.

Tratando de no entrar en pánico, alcé la vista hasta el círculo y vi que

seguían meciéndose en el mismo lugar, con los dedos entrelazados, ojos

cerrados, mientras a mí me seguía succionando la tierra.

―¡Oye! ―grité, mirando a la dríada con la que había hablado antes.

Tenía de nuevo los ojos cerrados, y no dejaba de mecerse―. ¡Aquí alguien a

quien medio está tragando Nunca Jamás! ¿Es esto algo normal en el ritual, o

debería entrar en pánico ahora?

Por supuesto, no hubo respuesta. Me había hundido casi hasta los

hombros, sin señal alguna de que fuera a frenar. Me revolqué de nuevo,

intentando al menos liberar los brazos para agarrar las espadas por muy inútil

que pareciera, pero no pude mover ni un dedo. La tierra fría me hacía cosquillas

en el cuello y se coló por el cuello de mi camiseta, haciendo que mi estómago se

retorciera de miedo. Maldita sea, ¿por qué nunca te cuentan las hadas todos los

detalles?, pensé, furioso conmigo mismo por haber aceptado esto. ¿Por qué me

sorprendo siquiera?

La tierra presionaba mi mandíbula, rezumando hasta llegar a los

pómulos. Jadeando, estiré el cuello y eché la cabeza hacia atrás, sintiendo como

cubría mis orejas, amortiguando todo el ruido. Mientras subía poco a poco por

mi cara, tomé aire varias veces por última vez y cerré los ojos a la vez que la

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fuerza tiraba de mí hacia abajo, cubriendo mi cabeza y sumergiéndolo todo en

la oscuridad.

No podía respirar. No podía moverme. Podía sentir el peso de la tierra,

machacándome por todas partes, y los latidos de mi corazón acelerados,

golpeando frenéticamente en mi pecho. Voy a morir aquí, pensé aturdido.

Enterrado vivo por Nunca Jamás, y Kenzie, Meghan y mis padres jamás sabrán lo que

pasó. ¿Cómo puedes ser tan estúpido, Ethan?

Y entonces, mientras aguardaba a la oscuridad sofocante,

preguntándome cuándo me faltaría el aire, sentí una presencia. Una que ató mi

estómago en un nudo e hizo que mi corazón casi se parara del susto. Enorme no

sería la palabra más indicada. Antigua ni siquiera rascaría la superficie. Estaba

bajo tierra; podía sentir la tierra fría contra mi piel, mis parpados cerrados,

llenando mi nariz y mis orejas. Pero esta conciencia me rodeaba, me tragaba

como el océano o el cielo, eterno y sin fin. Yo era como un grano de arena o una

mota de polvo. Sentí que si me atrevía a abrir los ojos, podría estar flotando en

la inmensidad del espacio, rodeado de galaxias, planetas y estrellas, y que esta

presencia lo abarcaba todo.

¿Era esto< el mismísimo Faery? ¿Nunca Jam{s, que había venido a

matarme en persona? No tenía ni idea, pero mi habilidad para seguir

respirando se estaba desvaneciendo rápidamente. Mis pulmones empezaban a

gritar por aire, y estaba notando que me mareaba.

Ethan Chase.

No hubo palabras. Ninguna voz resonante que me hablara desde otra

galaxia. Ni hubo eco de voces en mi cabeza. Pero el mensaje era igual de claro

que si alguien me lo hubiera gritado a la cara. Detén a la dama, continuó. Detén al

Príncipe de Hierro. Restablece la balanza y salva este mundo.

De forma abrupta se liberaron mis brazos. La fuerza que me sostenía

inmóvil, desapareció. Me sacudí, revolcándome en mi tumba oscura, esperando

no estar a dos metros bajo tierra.

Mi cabeza salió a la superficie, y jadeé, succionando el bendito oxígeno

en mis pulmones hambrientos. Tosiendo, escarbé hasta salir de la tierra,

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ignorando el círculo de feys que habían dejado de corear y ahora me

observaban, y me dejé caer de espaldas al suelo.

―¡Ethan!

Kenzie caminó entre la multitud y se dejó caer a mi lado, con el rostro

pálido cuando se inclinó hacia mí. Razor saltaba, farfullando disparates y

ondeando los brazos, y el anillo de hadas se redujo, alejándose de él.

―Ethan ―dijo Kenzie con voz entrecortada, a la vez que apretaba mi

pecho con la palma de su mano―. ¿Est{s bien? ¿Qué diablos est{ pasando?

Llegó este viento loco, no estabas ahí cuando desperté, y Razor dijo que un

puñado de hadas te habían llamado. ―Fulminó con la mirada a las dríadas que

nos rodeaban, y yo estreché su mano, intentando recobrar la voz―. ¿Qué pasó?

¿Qué te hicieron?

―Estoy bien ―dije con voz {spera, esperando así detenerla antes de que

se pusiera en pie de un salto y empezara a gritar a las dríadas―. No pasa nada,

Kenzie, estoy bien. No me hicieron nada.

Me dirigió una mirada dudosa.

―Te acabo de ver salir de la tierra escarbando, mientras un círculo de

hadas se quedaba ahí de pie mirando. A mí sí me pareció que te estaban

haciendo algo.

El círculo de dríadas y feys de Invierno se dispersaba, perdiéndose en el

bosque sin hacer ruido alguno. Las dos que habían hablado conmigo me

dirigieron una última mirada solemne, y después, también se dieron la vuelta y

se desvanecieron entre los árboles. Me senté con gran esfuerzo, apoyándome en

el abrazo de Kenzie, y eché un vistazo alrededor. La arboleda estaba ahora

tranquila. El viento había cesado, y nada se movía excepto las formas

fantasmales de las dríadas que se fundían en el bosque.

―¿Est{s bien, chico duro? ―preguntó una vez m{s Kenzie, mir{ndome

fijamente con preocupación. Asentí, inhalando profundamente el aire por

última vez, y ella frunció el ceño―. ¿Qué paso?

―Oh, poca cosa. ―Bajé la vista hacia la zona de tierra revuelta, donde

había escarbado hasta salir de la tierra. Mis manos seguían temblando, y ni

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siquiera intenté detenerlo―. Sólo qué< creo que el mismísimo Nunca Jam{s

me ha pedido que detenga a Keirran.

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Capítulo 9 Viejos amigos, viejos enemigos

Horas después llegamos al camino de las hadas que llevaba a casa de

Leanansidhe.

―¡Aquí! ―anunció Razor, a la vez que brincaba encima de un pilar

destruido, que indicaba la entrada de una antigua ruina, con columnas de

piedra y estatuas destruidas esparcidas por el valle―. ¡Camino de hadas hasta

la casa de la Dama Aterradora! ¡Por aquí!

Eché un vistazo alrededor, cauteloso. Normalmente las antiguas ruinas

en Nunca Jamás estaban ya ocupadas, y a veces plagadas de arañas enormes,

tribus de duendes saqueadores, gigantes hambrientos y otras cosas

sospechosas.

―¿Est{s seguro de que este sitio est{ vacío?

Él ladeó la cabeza en mi dirección, como si yo estuviera haciéndome el

tonto de forma deliberada.

―¿No querer ver a la Dama Aterradora?

―Bueno, sí que queremos, pero< ―Suspiré―. Est{ bien. Acabemos con

esto, pero ten cuidado. ―Desenvainé mis espadas y empecé a caminar hacia la

entrada derrumbada de la ruina, con Kenzie detrás de mí y Razor correteando

por las paredes. Subiendo con lentitud los escalones, atento por si algo se

movía, me sentí extrañamente contraído. Por un lado, no quería abrirme paso

luchando contra una horda de cosas raras para llegar al camino, y menos

arriesgándome a que Kenzie saliera herida. Por el otro, tenía curiosidad por

saber si este nuevo escudo contra el glamour funcionaba de verdad. No me

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sentía nada diferente. A menos que cuentes el hecho de sentirme más sucio de

lo normal por haber sido enterrado vivo. Si iba a enfrentarme a Keirran, y él

como quien no quiere la cosa me lanzaba un rayo, me gustaría ser inmune de

verdad a la magia antes de que me achicharre vivo.

De todos modos, cuando nos aventuramos más adentro, sí que pareció

que la ruina estaba prácticamente deshabitada. Los rayos de sol se colaban por

la cima sobre nuestras cabezas, vertiendo su luz en el antiguo patio con una

piscina rectangular en el centro, reluciendo en el sol. Un par de ciervos con

motas levantaron las cabezas para vernos bajar los escalones, y dos pixies se

cernieron sobre el agua, pestañeando al mirarnos con sus enormes ojos

púrpuras, para después salir volando soltando risitas. Razor saltó hasta una

baranda de piedra y le enseñó los dientes a las formas que retrocedían.

―¿Ahora para dónde? ―pregunté, mientras Kenzie ojeaba el patio con

ojos como platos. El gremlin no respondió, estaba distraído con una araña

enorme de color verde y amarillo que se arrastraba por una línea reluciente de

su telaraña―. ¿Razor? ―le insté, y él se levantó de un tirón―. ¿El camino de las

hadas? ¿Dónde está?

El gremlin parpadeó, y después saltó al suelo y se escurrió por donde el

pilar se había partido en dos, donde media columna se posaba sobre la parte

alta de la otra, formando un arco entre las dos.

―¡Aquí! ―exclamó, señalando con el dedo mientras se zarandeaba―.

¡Camino de las hadas por aquí!

Miré a Kenzie, y ella sonrió.

―Muy bien. ―Ella se encogió de hombros y empezó a cruzar el patio,

pisando sobre rocas y columnas partidas―. Regresemos a casa de Leanansidhe.

Con suerte la encontraremos de buen humor.

Pero cuando seguí a Kenzie bajo el arco, nada sucedió. Me había

preparado para la oscuridad repentina, y para esa sensación pegajosa como de

telaraña al pasar a través del Velo hacia el Between. Pero no hubo oscuridad, ni

sentí ningún atisbo de magia al pasar por el arco. Los dos salimos por el otro

lado, y Kenzie pestañeó confundida, girándose para mirarme.

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―Eh, qué extraño. ¿Qué ha pasado?

―Em, ¿Razor? ―miré fijamente al gremlin, quién parecía casi tan

confundido como yo―. No creo que este sea el lugar correcto. ¿Olvidaste dónde

estaba el camino de hadas?

―¡Noooo! ―Razor bajó las orejas y se apresuró a cruzar el arco

agachado. Apareció por el otro lado, al igual que nosotros, y perplejo se

escabulló de nuevo bajo el arco. Con el mismo resultado―. ¡Es el camino de las

hadas! ―chilló el gremlin, brincando por encima del pilar y mir{ndonos desde

allí―. ¡Razor no olvidar! ¡Es el camino de las hadas a la casa de la Dama

Aterradora!

―Me temo que esa abominación de Hierro tiene razón ―dijo una voz

nueva y sibilante, que parecía venir de la nada. Me di la vuelta, alzando mis

espadas, y una forma alta y esbelta se apareció en el fino aire, sonriéndome

desde el otro lado de la piscina―. Ese era el camino de hadas hasta la casa de

Leanansidhe ―dijo el Hombre Delgado, observ{ndonos de lado, con sus manos

como arañas cruzadas frente a él―. Desafortunadamente, y debido a ciertos

acontecimientos, los caminos hacia la Reina Exiliada han dejado de existir.

* * *

―Hola, Ethan Chase ―me saludó el Hombre Delgado ondeando una de sus

p{lidas manos―. Nuevamente nos volvemos a encontrar.

―Kenzie, vuelve aquí ―rugí, a la vez que Razor siseaba al asomar sus

colmillos y saltaba a su hombro―. Coge tu cuchillo y cualquier hierro que

lleves encima. Razor, quédate con ella. No te alejas ni un segundo de su lado,

¿entiendes? ―El gremlin zumbó afirmativamente, y escuché que ella salía en

desbandada, quitándose la mochila de los hombros, pero no me atreví a apartar

los ojos del hada que se encontraba frente a nosotros.

El alto fey parpadeó con calma, luciendo una débil sonrisa en su pequeño

rostro, como si pensara que yo no estaba siendo razonable.

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―Puedes relajarte, Ethan Chase ―dijo con voz tranquila y serena―. No

estoy aquí para luchar.

―¿Sí? Entonces ya te puedes ir. ―Señalé con mi espada la entrada de las

ruinas―. Ahora mismo. Y no uses tu maldito truco de desaparecer. Quiero ver

cómo te vas.

Dejó escapar un suspiro.

―Bueno, ya me dijiste que él no iba a ser razonable ―declaró a la nada, o

eso parecía. Fruncí el ceño desconcertado―. Supongo que debería haberte

escuchado y dejar que explicaras las cosas desde el principio.

―Un lamento habitual ―ronroneó otra conocida voz desde lo alto del

arco donde Razor había estado apenas un momento antes―. Y uno que nadie

parece comprender hasta que ya es demasiado tarde.

Hice una mueca. Bueno, fuiste tú el que deseabas antes que estuviera aquí,

Ethan. Seguramente esta sea tu maldita culpa. Y el gremlin va a empezar a gritar

justo…

―¡Gatito malo! ―berreó Razor cuando me di la vuelta―. ¡Malvado,

gatito malo! ¡Ahogar en lago! ¡Afeitar pelo! ¡Quemar, quemar! ―Kenzie hizo

una mueca y se estremeció por la voz estridente del gremlin a sólo unos

centímetros de su oreja. Se bajó a Razor del hombro y le pidió que se callara.

Grimalkin nos miraba de forma indolente, enrollado como estaba en su peluda

cola gris y con un aspecto engreído. Por turnos, eché un vistazo primero a él y

luego al Hombre Delgado, sintiéndome confundido por completo.

―¿Qué diablos est{ ocurriendo aquí?

Grimalkin crispó su cola.

―Sabía que tarde o temprano vendrías ―dijo, mientras Kenzie pudo al

fin calmar al gremlin―. Sólo era cuestión de tiempo que pidieras ayuda a la

Reina Exiliada, y, tal y como has descubierto ya, los caminos hacia el

Entremedio han dejado de funcionar.

―¿Y por qué razón? ―preguntó Kenzie, dando un paso al frente

mientras miraba mal al gato. Razor murmuró algo que parecía ofensivo y

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desapareció en el cabello de ella―. ¿Tiene algo que ver con la desaparición del

Velo hace un par de meses?

―No estamos seguros ―dijo el Hombre Delgado al otro lado de la

piscina. Le miré fijamente; no se movía ni se acercaba, pero todo lo que tenía

que hacer era girar su cuerpo tan fino como el papel para encararme de frente, y

le perdería de vista. Y él sabría cómo moverse por ahí para seguir así,

básicamente volviéndose invisible. Ya me habían apuñalado varias veces con

una espada ridículamente fina que aparecía de la nada; de verdad no quería

pasar por eso otra vez―. No sabemos exactamente qué ha sido del Entremedio

―siguió el Hombre Delgado―, pero sospecho que así es. No ser{n capaces de

llegar hasta la Reina Exiliada con un camino de las hadas. Si quieren ir hasta

Leanansidhe, deben viajar a través del mismísimo Entremedio. Pero no les

recomiendo ir solos. ―Puso las manos en forma de campanario frente a él,

como pensativo―. El Entremedio< no se lleva bien con aquellos que no

conocen el camino. Si no estás seguro por dónde estás yendo, rápidamente te

perderás y posiblemente vagues por toda la eternidad.

―Déjame adivinar ―dije de forma rotunda―. Tú puedes llevarnos hasta

allí.

Desde encima del arco, Grimalkin bostezó.

―¿Tienes una idea mejor, humano? ―preguntó, mir{ndome con ojos

entrecerrados.

―No voy a dejar que él nos lleve por el Entremedio ―solté, haciendo

gestos con mi hoja―. Vamos hasta allí para buscar a Annwyl, y la última vez

que me fijé, él quería arrastrarla de nuevo a su repulsivo pueblo de Olvidados.

Ah, sí, y también quiso matar al resto de nosotros. ―Le clavé la vista con una

mirada de odio―. ¿Qué va a detenerlo ahora de dejarnos vagando por el

Entremedio para después ir hasta Leanansidhe por Annwyl?

―No, Ethan Chase. ―La voz del Hombre Delgado se volvió letal―. Ya

es demasiado tarde para eso. El daño ya está hecho. Conseguir ahora a la chica

de Verano no tendría ningún efecto contra el Príncipe de Hierro. La profecía ya

ha empezado su curso.

―¿Y eso que tiene que ver? Aun así intentaste matarnos.

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―Personalmente nunca te deseé ningún mal, Ethan Chase ―dijo el

Hombre Delgado casi siseando―. Simplemente quería restablecer la balanza,

para así prevenir el alzamiento de la Primera Reina. Pero tú has empezado algo

que podría romper la tela de este mundo. Por tu culpa, la profecía ha

empezado. Por tu culpa, el Velo ahora es débil e inestable. Y después de que la

Primera Reina elimine las cortes y tome el control sobre Nunca Jamás, intentará

destruirlo de nuevo. De forma permanente.

Un escalofrío recorrió mis entrañas. Destruir el Velo, permitiendo así que

todos los humanos vieran a los fey. Y esta vez para siempre. Meghan dijo que

no era posible romperlo de forma permanente, pero había escuchado ya

bastante para saber que no debemos dejar que eso pase nunca más.

―¿De verdad podría hacer eso? ―susurró Kenzie. El Hombre Delgado

alzó sus hombros nervudos y se encogió.

―No deseo averiguarlo ―dijo de forma solemne―. Simplemente quiero

que la balanza se restablezca, que se detenga a la Primera Reina, y que se

resuelva el conflicto con los Olvidados una vez más. Pero no puedo

enfrentarme a la Primera Reina yo solo, no con el poder que ella tiene ahora. El

Príncipe de Hierro se encuentra en el corazón de la profecía. Él será el que

desate el infierno sobre ambos mundos. A él es al que se debe detener.

―¿Y Annwyl? ―preguntó Kenzie―. ¿Qué planeas hacer, una vez la

encontremos?

―La chica de Verano es la llave hasta el Príncipe de Hierro ―respondió

el Hombre Delgado―. Puede que sea su única debilidad. Pero no debes

preocuparte ―añadió, alzando una mano mientras Kenzie le miraba

fijamente―. No tengo intención de amenazarla, ni secuestrarla, ni ponerla en

peligro, ni tampoco arrastrarla de vuelta a Phaed. No corre ningún peligro por

mi parte. Más bien lo contrario, de hecho. No dejaré que nada le haga daño

antes de que alcancemos al Príncipe de Hierro.

Kenzie se cruzó de brazos.

―Quiero una promesa ―anunció―. ¿Puedes jurarme que no quieres

lastimar a Annwyl?

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Le sonreí, sorprendido. Hacer que un hada prometa algo era bastante

gordo, ya que Ellos no pueden de ningún modo romper sus promesas, incluso

si así quisieran. Estaba sorprendido por lo rápido que ella había aprendido las

muchas peculiaridades e idiosincrasias de las hadas; adentrarse por el mundo

de los fey era cuando menos complicado, pero Kenzie lo había conseguido en

cuestión de meses. Había comprendido, con un punto de orgullo y de lamento,

que ella podría arreglárselas en el mundo invisible. No necesitaba que yo me

encargara de las hadas por ella; era más que capaz de lidiar con ello por si sola.

Ponle una espada en las manos y enséñala a luchar, y ella será imparable.

El Hombre Delgado hizo un gesto con la mano, irritado.

―Ah, muy bien. ―Suspiró―. Humanos tercos. Si eso es todo lo que

necesitan que haga< ―Se enderezó, poniendo ambas manos como arañas

sobre el pecho―. Yo, alcalde electo de Phaed y guardia de los Olvidados,

prometo prestar mi ayuda a Ethan Chase y a< sus amigos< ―miró a Razor

por el rabillo del ojo, que se asomaba por el cabello de Kenzie y curvaba los

labios―< en la búsqueda de Annwyl, la anterior sirvienta de la reina Titania.

También juro que no amenazaré, ni secuestraré, ni someteré a la chica de

Verano a ningún daño físico. Y esto lo juro bajo pena de muerte, que declarará

el asunto resuelto y nulo. ―Hizo una pausa y se quedó mirando a Kenzie

desafiante―. ¿Te parece esto suficiente, chiquilla mía?

Kenzie me miró. Yo me encogí de hombros. Seguramente había algún

tecnicismo de hadas escondido en esa promesa, algún giro extraño en la frase

que yo no había logrado captar, pero para mí ya estaba bien.

―Est{ bien. ―Asintió Kenzie, mirando de nuevo al Hombre Delgado―.

Supongo que eso podemos aceptarlo.

―Por fin. ―Grimalkin se enderezó y se estiró, arqueando así su

espalda―. Venga pues, si ya hemos acabado de balbucear los unos a los otros,

¿quiz{s podamos seguir con eso de salvar a Nunca Jam{s? ―Sus ojos medio

cerrados estaban fijos en mí―. Hay un grupo de Olvidados agrup{ndose ahora

en esta zona. Sugiero que nos demos prisa, a menos que creas que puedes

hablar con ellos hasta que mueran del aburrimiento.

Me enderecé.

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―¿Vienen los Olvidados? ¿Ya?

―Encuentro ese h{bito humano de repetir todo lo que les dicen tan pero

tan adorable. ―Grimalkin se rascó una oreja y miró al Hombre Delgado―.

¿Pero quizás podríamos acelerar un poco las cosas? Tengo entendido que

puedes ir hasta el Entremedio desde aquí.

―Sí ―dijo el Hombre Delgado, y después desapareció. Salté, mirando

alrededor buscando al hada escurridiza, pero él reapareció en el otro lado de la

piscina, caminando hacia nosotros―. Aunque aquí el camino de hadas hasta la

Reina Exiliada ha cesado de existir, el Velo entre ello y Nunca Jamás todavía es

muy fino. Así que deberíamos entrar en el Entremedio muy fácilmente.

Alzó los brazos y metió uno entre los pilares, y sus dedos se

desvanecieron en el vacío, tal y como había visto hacer a Keirran muchas veces

antes al separar la cortina entre los mundos. El Hombre Delgado corrió el Velo

a un lado, y una rasgadura oscura apareció por el arco, dejando escapar una

neblina que provenía de la obertura. El Hombre Delgado sonrió.

―Después de ustedes, humanos. Ah, pero antes una advertencia. ―Alzó

su otro brazo, haciendo que nos detuviéramos―. El Entremedio, al igual que el

Olvido, es un espacio vacío que se puede moldear y dar forma a cualquier cosa

que se necesite que sea. Mansiones, pueblos, incluso reinos; todo puede ser

creado de la nada, si uno tiene la suficiente fuerza de voluntad y desea verlo así.

Por supuesto, sin ningún tipo de ancla, esa materialización se desvanecerá en la

nada de nuevo, pero se han creado ya muchas cosas en los espacios oscuros

entre los mundos. Y en este momento, el Entremedio es bastante susceptible,

incluso inestable. No dejen que sus emociones saquen lo peor de ustedes, o

podrían desear algo cuya existencia podría llegar a ser< problem{tica.

Bueno, eso sonaba estupendo. Envainé una de mis espadas y con la otra

mano agarré a Kenzie de la mano. Ella entrelazó nuestros dedos, apretando con

fuerza, mientras Razor sacaba la cabeza de su cabello y enseñaba los dientes al

gato que nos observaba desde arriba.

―Gatito malo ―gruñó, mientras Grimalkin bostezaba y levantaba una

pata de forma deliberada para lamerla―. Gatito muy muy malo. No gustar.

Aléjate.

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Kenzie alzó la vista, también.

―¿Vienes con nosotros, Grimalkin?

El gato parpadeó lentamente.

―Tengo curiosidad por saber qué ha pasado con la mansión de

Leanansidhe ―contestó―. Ella ha demostrado ser la mar de elusiva a la hora de

rastrearla, y no se sabe a ciencia cierta si ella y sus secuaces siguen vivos

después de la destrucción del Velo. Así que, sí, humana. Los acompañaré. Eso

entraba en el trato. ―Grimalkin resopló y curvó sus bigotes hacia mí―. Si es

que empiezan a moverse alguna vez, claro.

―Ah, c{llate ya. Ya nos vamos. ―Respiré hondo, sostuve mi espada, y

apreté más fuerte la mano de Kenzie y di un paso hacia la rasgadura, sintiendo

ese cosquilleo frío y pegajoso que no noté antes. El Hombre Delgado caminó

detrás de nosotros, manteniendo abierta la cortina, y Grimalkin trotó por la

grieta, con la cola bien alta. Entonces el Hombre Delgado bajó su brazo, la grieta

se cerró con un silbido, y nosotros quedamos atrapados entre el mundo real y

Nunca Jamás.

Y fue tan extraño y tan poco atrayente como siempre. No había luz

alguna, ni cielo, ni sombras. Todo era de un gris apagado y monótono, y la

niebla era tan espesa que apenas se podía ver a tres metros frente a ti. No hubo

sonidos u olores. Ni ningún signo de vida. Nada más que neblina y vacío.

Condenadamente deprimente, de hecho.

Un área cercana de niebla se enturbió de repente y se enroscó, revelando

así un árbol rugoso y marchito, con ramas colgantes que se doblaban debido al

peso de fruta grande y pulposa. Fruncí el ceño, un momento antes ahí no había

ciertamente nada. El {rbol parecía< enfadado, de alguna manera. Quiz{s era

por la fruta que colgaba de sus extremidades, que parecían misteriosamente

similares a cabezas humanas. Cabezas humanas y ceñudas.

Sentí una sacudida y me tambaleé hacia atrás, casi cayendo encima del

Hombre Delgado. Una de las frutas con mal aspecto se había movido un poco, y

vi que eso era yo. Mi cabeza, mi cara, desfigurada en un grotesco ceño mientras

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se colgaba ahí en la rama. El Hombre Delgado echó un vistazo y dejó escapar

un suspiro.

―Ya te lo he dicho, chico. No dejes que tus sentimientos saquen lo peor

de ti. ―Sacudió su mano hacia el {rbol y la neblina de m{s all{―. El

Entremedio está bastante susceptible ahora. Se aferrará a cualquier sentimiento

fuerte y lo materializará acorde a tu voluntad, y puede que no te gusten los

resultados. Así que intentemos mantener esos sentimientos desagradables y

negativos al mínimo, ¿de acuerdo?

Ya te enseñaré yo a ti una sensación desagradable y negativa, pensé, pero a mi

espalda, las ramas de los árboles se agitaron, sacudiendo los frutos, y yo respiré

hondo, tratando de controlarme. El Hombre Delgado resopló.

―Por aquí, por favor ―indicó, gir{ndose hacia una dirección que parecía

al azar―. Tengo una idea general de dónde puede encontrarse la mansión de

Leanansidhe, pero no estoy completamente seguro de cuánto nos llevará llegar

hasta allí. Les sugiero que se mantengan cerca. No querría que nadie se acabara

perdiendo.

Seguro que no querrías… no, ¡déjalo ya, Ethan! Pensamientos felices,

¿recuerdas? Miré a Kenzie, quien hizo una exagerada mueca con el ceño

fruncido, como si supiera lo que estaba pensando. Puse los ojos en blanco, y a

ella se le escapó una sonrisa.

Con el Hombre Delgado de guía y la cola de Grimalkin sobresaliendo de

la neblina como un periscopio borroso, emprendimos el viaje en la espesa

niebla.

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Capítulo 10 La feria de los horrores

Perdí la noción del tiempo que estuvimos caminando. Tal vez fueron minutos,

tal vez horas o días, era imposible decirlo. Eso era lo bastante malo en

Wyldwood o Nunca Jamás, donde el tiempo estaba chiflado y no tenías manera

de saber cuánto había transcurrido. Por lo menos en Wyldwood todavía había

día y noche. Aquí, en el Entremedio, no había nada. Me sentía como si hubiera

caído en un vacío, sin forma de saber si todavía estábamos en el camino o

dando vueltas en círculo. Si hubiera estado solo, si no hubiera tenido a Kenzie,

Grimalkin, incluso los murmullos perturbados de Razor desde el hombro de

Kenzie, probablemente habría comenzado a volverme completamente loco.

Mientras caminaba entre la niebla hasta las rodillas, mi pie golpeó algo

sólido e inflexible, oculto en la niebla y me caí hacia adelante con un grito,

apenas sujetándome.

Cuando miré hacia arriba, el mundo había cambiado.

La nada había desaparecido, al igual que la luz gris mate que lo

silenciaba todo, aunque la niebla todavía estaba allí, flotando en trozos

irregulares a lo largo del terreno. Enderezándome lentamente, un escalofrío

recorrió mi columna, deseando tener el vacío de la niebla que quedaba atrás.

Me puse en pie, en el borde de una feria, abandonada y silenciosa, rojas y

blancas tiendas ondeando lánguidamente en la brisa. El área estaba embarrada

y llena de basura, cajas de palomitas de maíz, globos desinflados y vasos de

papel vacíos rodando por el suelo o flotando en charcos. La silueta de una

rueda de la fortuna se alzaba en la distancia y toda la escena parecía como si

hubiera salido directamente de una película de terror.

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―Oh, vaya ―dijo el Hombre Delgado, dando un paso hasta mi lado―.

Alguien ha encontrado un ancla.

Le miré frunciendo el ceño.

―¿Un qué?

―Un ancla ―repitió el Hombre Delgado, haciendo un gesto

impaciente―. Algo que existe simult{neamente en el Entremedio y el mundo

real. En general nada dura en el Entremedio. Podrías desear que existiera una

ciudad entera, sólo para que se desvaneciera y desapareciera en una hora. Nada

que se cree aquí permanece a menos que tenga un ancla, un lazo con el mundo

real. Es la manera en la que Leanansidhe construyó su mansión, como ella forjó

su propio reino en el Entremedio donde no debe haber nada. ―Miró alrededor,

hacia el espeluznante carnaval y negó con la cabeza―. Cuan molesto.

Kenzie se acercó, mirando por encima de mi hombro. La sentí

estremecerse.

―Molesto no es exactamente la palabra que utilizaría ―dijo, mientras

Razor hizo un suave zumbido de asentimiento―. Repulsivo, inquietante,

absolutamente aterrador, todos esos adjetivos me vienen a la mente antes que

molesto. Voto porque salgamos de aquí antes de que aparezcan los payasos

asesinos.

―No podemos.

Kenzie y yo nos quedamos mirando al Hombre Delgado con horror. Él

suspiró.

―Los lugares en el Entremedio son intangibles, eternos. No se ajustan al

espacio normal, ni tienen límites. Una vez que tropiezas con una de estas bolsas

de realidad, estás atrapado en ellas. A menos que haya una huella que te lleve

fuera, muy poco probable, o a menos que encuentres y destruyas el ancla.

―Fant{stico. ―Miré hacia el recinto ferial, sintiendo mi piel de gallina.

No quería aventurarme a través de ese escenario de terror de clase B,

absolutamente odiaba a los payasos. Pero desde luego no iba a quedarme aquí y

esperar a que ellos aparecieran con globos de animales y cuchillos de

trinchar―. Entonces, ¿dónde podemos encontrar el ancla?

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―En el centro ―dijo el Hombre Delgado, asintiendo hacia la feria―. Los

cambios en la tierra se extienden hacia afuera, conformándose alrededor del

ancla, de modo que siempre está en el medio.

―Por supuesto que es así ―dijo Kenzie, haciéndose eco de mis

pensamientos―. Así que eso significaba que tenemos que ir al espeluznante

culo de la feria que probablemente tiene un montón de espeluznantes payasos

asesinos, porque las ferias espeluznantes siempre tienen payasos asesinos y

buscar esta ancla que probablemente podría ser cualquier cosa< ―Hizo una

pausa, mirando alrededor un momento y luego suspiró―. Y, por supuesto,

Grimalkin ha desaparecido.

Sacudí la cabeza.

―Vamos ―murmuré y saqué mis espadas―. No hay nada que se pueda

hacer ahora, excepto encontrar este ancla y destruirla. El gato se mostrará

cuando salgamos de aquí, estoy seguro. Vamos a terminar con esto.

Cautelosamente, nos dirigimos hacia los terrenos de la feria.

La tierra succionaba mis zapatos, haciendo ruidos de chapoteo mientras

caminaba entre el barro y los charcos, atento a cualquier signo de movimiento

entre las carpas. No descubrí ningún indicio de vida. Descubrí un montón de

extraños, inquietantes coches de choque de mierda que tenían largos picos

erizados saliendo del capó, montañas rusas que se retorcían en locos,

antinaturales patrones, incluso atándose en nudos, osos de peluches con

calaveras en lugar de rostros y así sucesivamente. Había un kiosco de palomitas

donde estaba seguro haber visto desaparecer un tentáculo debajo de los granos,

toda una pared de muñecas de porcelana con las cabezas reducidas y un gran

globo rojo brillante que flotaba en el aire, pero que no estaba sujeto a nada.

―¿Quién vive aquí? ―murmuró Kenzie, mirando un cartel que

anunciaba una especie de espectáculo de fenómenos en la carpa principal.

Vengan a Ver a la Mujer Barbuda, decía, solo que la “mujer barbuda” tenía una

boca abierta que podría fácilmente tragarte entero y a una barracuda o similares

con colmillos―. ¿Alguien realmente conjuró todo este lugar a propósito? ¿Qué

clase de loco haría una cosa así?

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―Creo que acabas de responder tu propia pregunta, querida ―dijo el

Hombre Delgado, sus largas piernas llevándole fácilmente sobre los charcos y

los parches de barro―. El Olvidado sabe moverse entre los mundos,

deslizándose a través del Velo como un pez a través del agua, pero hay algunos

casos de hadas e incluso unos pocos mortales que se han perdido en el Between.

Nadie sabe cómo sucede. Podría ser que una huella sea inestable, o a veces,

aunque muy raramente, simplemente se desvanece en un extremo, y el viajero

nunca aparece en su destino. Y no se le vuelve a ver. Porque una vez que te

pierdes en el Between, puedes vagar por toda la eternidad. Después de cierto

tiempo, sus mentes simplemente< se rompen. ―Chasqueó sus delgados dedos

con énfasis, haciendo un agudo, rápido sonido que hizo eco a través del

silencio. Hice una mueca al oír el ruido, con la esperanza de que no llamara la

atención, aunque probablemente no había sonado más fuerte de lo que

realmente había sido.

El Hombre Delgado siguió ocupándose de Kenzie, agitando una mano

hacia nuestro alrededor afortunadamente todavía silencioso.

―Lo que vemos ahora son los restos de una mente fracturada

―afirmó―. Si tropezamos con los propietarios de este lugar, no habrá manera

de razonar con ellos. Ya sean mortales o feys, su mundo se ha vuelto tan oscuro

y retorcido como ellos lo son, y no se dan cuenta que los atrapa de igual modo

que lo hace fuera. Afortunadamente este mundo parece ser bastante nuevo.

Sospecho que no ha existido aquí mucho tiempo, por lo que parece desierto.

Aun así, quien quiera que viva aquí no va a estar feliz con nosotros queriendo

destruir el ancla. Sospecho que vamos a ver lo peor de este lugar cuando lo

intentemos.

―Oh, bueno, eso es algo que espero con impaciencia ―comenté―. Una

feria embrujada que salió de la cabeza de un loco.

Razor asomó la cabeza entre el cabello de Kenzie, las enormes orejas

retorciéndose hacia adelante y hacia atrás.

―Razor oye música ―dijo solemnemente.

Todos nos quedamos congelados. Agarré mis espadas y me acerqué a

Kenzie, conteniendo la respiración mientras escuchaba atentamente. Una

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melodía tenue, apenas audible flotaba a través de los pasillos y los faldones de

las tiendas que revoloteaban. Sonaba brillante y alegre, recordándome la

melodía que sonaba en el camión de los helados mientras bajaba por la calle,

atrayendo a los niños para que abandonaran sus casas como un moderno

Flautista de Hamelin.

Sí, estaba definitivamente asustado.

―Por aquí ―susurró el Hombre Delgado y se volvió hacia el pasillo de

la carpa. Nos arrastró por el angosto pasillo de tela, siguiendo el escurridizo

sonido de la música mientras se desvanecía y volvía a oírse a través de las

carpas. Por supuesto, las tiendas no se ajustaban a la lógica tampoco y pronto

nos encontramos en un laberinto de tela rojo y blanco, tratando de encontrar el

único camino que nos llevaría fuera.

―Muy bien, esto es ridículo ―gruñí mientras doblaba otra esquina y nos

encontramos en otro estrecho pasillo de rayas como un bastón de caramelo y

paredes de lona―. Digo que dejemos esto ahora mismo y que yo abra camino a

través de las tiendas. ¿Quién está a favor?

De repente el Hombre Delgado se detuvo en el centro del pasillo,

haciendo que Kenzie se detuviera abruptamente. Me deslicé en el barro para

evitar chocar con ella, agarrando uno de los tubos para no perder el equilibrio.

―¡Qué infiernos<!

El hombre delgado alzó un brazo silenciándome. Acercándome

lentamente hacia adelante, me asomé por encima del hombro de Kenzie,

echando un vistazo entre las enormes orejas de Razor para ver el resto del

pasillo.

Un cuerpo estaba al final del corredor, de espaldas a nosotros. Era muy

robusto, especialmente en sus hombros y cintura y el largo cabello castaño caía

en ondas por su espalda. Llevaba un vestido de lentejuelas color púrpura que

brillaba en la penumbra y justo cuando estaba pensando que había visto ese

vestido antes en algún sitio< se dio la vuelta.

―La Mujer Barbuda ―susurró Kenzie con horror, mientras la mujer, un

grueso collarín marrón brotando de sus mejillas y mentón, abrió una boca llena

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de colmillos lo suficientemente amplia como para tragarse un balón de

baloncesto y gritó.

―¡Corran! ―dijo el Hombre Delgado, dando la vuelta hacia atrás y lo

hicimos, luchando por retroceder por el estrecho y retorcido pasillo, oyendo los

pesados pasos de la Mujer Barbuda chapoteando en el barro detrás de nosotros.

Lanzándome al doblar una esquina, patiné hasta detenerme. De algún

modo habíamos llegado a un callejón sin salida, las amenazadoras paredes de

las tiendas nos rodeaban por todos los lados. Me volví, pero no había tiempo

para retroceder, los bufidos jadeantes de la Mujer Barbuda estaban cada vez

más cerca y su sombra cayó sobre las paredes de color rojo y blanco.

―Maldita sea ―gruñí y acuchillé a través de una de las tiendas. Mi hoja

se hundió fácilmente en el lienzo y cortó una larga incisión en la pared,

separando el tejido. Una luz anaranjada se derramó por la rendija y les hice un

gesto a los otros―. Kenzie, por aquí. ¡Date prisa!

Ella se agachó a través de la abertura y el Hombre Delgado la siguió,

desapareciendo brevemente de la vista mientras giraba. Tuve el tiempo justo

para ver a la Mujer Barbuda dando vuelta a la esquina con un bandazo,

jadeando, los colmillos relucientes en su enorme boca, antes de lanzarme a

través del desgarrón detrás de mis compañeros.

La música me recibió cuando miré hacia arriba, jadeando. Ahora nos

encontrábamos bajo una gran, abierta carpa, oscura y sombría salvo en el

centro. Las gradas se alineaban en el perímetro de la sala, rodeando un gran

círculo abierto en el centro y el olor a serrín, estiércol y algodón de azúcar

espesaban el aire, dándome nauseas. Las gradas estaban vacías, así como el

círculo abierto a pesar de que se había preparado para algún tipo de

espectáculo. Aros de colores, taburetes y barriles se asentaban en el serrín, a la

espera de los artistas, aunque no había nadie aquí salvo nosotros.

Un resoplido arrastrado resonó a través del desgarrón desde el exterior y

rápidamente nos metimos más profundamente en la habitación. Deslizándome

detrás de un conjunto de gradas, miré para ver si la monstruosa Mujer Barbuda

nos seguía dentro de la tienda, pero un vestido de lentejuelas color púrpura

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pasó brevemente por la apertura en la pared de la tienda y siguió por el

pasillo.

―Est{ bien, oficialmente no me gusta este lugar ―susurró Kenzie y

Razor asintió vigorosamente mostrando su acuerdo―. Si esa era la Mujer

Barbuda no quiero ni pensar en los payasos. Vamos a buscar esa ancla, la

matamos y nos largamos de aquí.

Eso sonó bien para mí y estaba a punto de decirlo cuando las luces

dentro de la carpa se apagaron sumiéndolo todo en la oscuridad.

Maldije y me apreté más cerca de Kenzie, alzando mi espada.

―Maldita sea, ¿Y ahora qué?

Un foco brilló en el centro del anillo, que ya no estaba vacío. Una figura

solitaria se encaramó en un taburete, lanzando una mirada sobre la “multitud”.

Llevaba un abrigo con cola de color rojo brillante, pantalón negro y brillantes

botas hasta la rodilla. El individuo era anormalmente largo, porque las piernas

de la figura eran el doble de la longitud de una persona normal y tan delgadas

como un palo de escoba convirtiéndole en una torre sobre todo lo demás. Su

cara no es que fuera pálida, era blanca, con los labios pintados de negro y

triángulos oscuros bajo los ojos. Levantando el brazo, se quitó el sombrero de

copa de su cabeza y esbozó una sonrisa con dientes que se extendía,

literalmente, de oreja a oreja.

―Sé que est{n ahí fuera ―llamó con una voz sorprendentemente

aguda―. Vengan hacia delante, visitantes, no sean tímidos. ¡Bienvenidos al

mejor espectáculo del mundo!

El Hombre Delgado sacudió la cabeza.

―Pobre criatura perdida ―murmuró, con su boca formando una línea

sombría―. Has construido tu mundo y ni si quiera sabes que est{s prisionero

aquí. Ahora se encuentra atrapado en este papel para siempre.

―Sí, bueno, yo haría algo como para asegurarnos que no quedamos

atrapados aquí para siempre ―le susurré. Las paredes de la tienda estaban a

solo unos pocos metros de distancia y di un paso hacia ellas―. Vamos,

podemos escabullirnos por aquí.

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―¡Vengan, vengan ahora! ―llamó el maestro de ceremonias justo

cuando llegué a la pared―. No hay necesidad de eso, invitado de honor. Este es

mi circo y sé exactamente dónde están tú y tus pequeños amigos. Si no avanzas

para ver el espectáculo, tendré que convencerte de otra manera.

Mierda. Levanté la espada y corté la tela, desgarrando a través de la

pared como antes.

Una enorme mano blanca se disparó a través de la apertura y me agarró

del brazo. Grité y traté de dar un tirón hacia atrás, pero los dedos en mi muñeca

no se movieron mientras un enorme payaso dio un paso a través del desgarrón.

Era grueso y ancho de hombres, con un vientre hinchado y unas uñas curvadas

amarillentas que se clavaban en mi piel. Su boca pintada se extendía en una

amplia sonrisa llena de dientes mientras avanzaba pesadamente hacia adelante,

tratando de alcanzar mi camiseta.

¡Mierda! Bien, aquí estaban los payasos. Ataqué con mi segunda espada,

balanceándola hacia su grueso cuello, pero en un segundo otro apareció,

idéntico al primero y me agarró del brazo, apretando con fuerza. Gruñendo, le

di una patada a uno de ellos en la barriga, pero sentí como si mi pie chocara con

un muro de gelatina y el payaso en realidad se echó a reír.

Gruñendo el uno al otro, los dos payasos se volvieron, pusieron sus

manos debajo de mis brazos y me levantaron dejando que mis pies colgaran en

el aire. Impotente, miré hacia arriba para ver a Kenzie en las garras de otro

payaso, mientras Razor zumbaba furiosamente y mordía su mano enguantada.

Frunció el ceño ante las volutas de humo que se alzaban de sus dedos, al

parecer demasiado tonto para darse cuenta que le estaba hiriendo y lanzó al

gremlin lejos como a un insecto. Razor rebotó poniéndose de pie de nuevo,

silbando y tenso para atacar una vez más.

―¡Razor, no lo hagas! ―ordenó Kenzie. Se quedó inmóvil, mir{ndola y

ella sacudió la cabeza―. ¡Solo corre! ¡Sal de aquí! ¡Vete!

Con un gemido abatido, el gremlin aumentó la distancia, se escabulló

hasta un poste y desapareció. Desesperado, busqué alrededor al Hombre

Delgado, pero él también había desaparecido. Observé a un cuarto payaso

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caminando alrededor de las gradas rascándose la cabeza, como si estuviera

seguro de haber visto algo un segundo antes y que ya no estuviera allí.

Maldita sea, estaba cansado de hadas que desaparecían de nuestro lado cuando

había problemas, pensé, mientras el cuarto payaso se sacudió y me despojó de

mis espadas. Grimalkin, el Hombre Delgado; infierno, el único que siempre

permanecía alrededor era el gremlin maldito. No tenía idea de lo que el Hombre

Delgado podría haber hecho contra los cuatro payasos mutantes gigantes,

especialmente cuando Kenzie y yo habíamos sido capturados. Pero podría

haber hecho algo. Al menos no había sido atrapado. Pero juro que esos dos harían

mejor en estar haciendo algo para sacarnos de esta.

―¡Excelente, excelente! ―La voz del maestro de ceremonias hizo eco

desde el centro de la carpa―. ¡Vengan hacia delante, amables visitantes! ¡Por

favor, no sean tímidos! Vengan hacia adelante y vean lo que tenemos para

ustedes.

Todavía llevándome por los brazos, los dos payasos se movieron

pesadamente hacia adelante, mientras que el tercero arrastraba tras de sí a

Kenzie agarrándola por la muñeca. Traté de estirar la cabeza hacia atrás para

mirarla, esperando que no se estuviera volviendo loca, pero mis gorilas

captores me dieron una sacudida que volvió el mundo borroso por un segundo.

En el momento en que mi visión se aclaró, estábamos en el borde del círculo y el

maestro de ceremonias estaba sonriendo hacia mí.

―¡Hola pequeños! ―dijo alzando los brazos como si nos estuviera

dando a todos la bienvenida―. ¡Estoy muy contento de tenerlos en el

espectáculo! Y es su día de suerte. Tenemos asientos de primera fila para

ustedes.

Señaló con un bastón coronado por un cráneo y los payasos se volvieron

hacia una fila de asientos en el borde del anillo. A diferencia del resto de las

gradas de madera que rodeaban la carpa, estos se veían como los asientos del

teatro. Aunque el cuero estaba roto y podrido y vi unas pocas manchas oscuras

sospechosas que esperaba no fuera lo que quedaba de los últimos visitantes de

este loco infierno.

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Los payasos me dejaron caer sobre uno de los asientos y, antes de que

pudiera reaccionar, me ataron las muñecas a los reposabrazos con tiras de tela

amarilla y roja. Hicieron lo mismo con Kenzie un par de asientos más allá.

Cuando se fueron flexioné mis brazos, tratando de aflojar las cuerdas que me

sujetaban a la silla, pero los nudos habían sido apretados por los payasos-gorila

con las manos de tamaños de melones. Yo no iría a ningún sitio por un tiempo.

El maestro de ceremonias hizo un pequeño extraño baile, sonriendo

como un gato de Cheshire demoníaco.

―¡Señoras y señores! ―clamó, como si estuviera hablando a una

habitación llena de cientos en lugar de solo dos muy reacios adolescentes―.

¡Bienvenidos al espectáculo! ¡Bienvenidos todos y cada uno de ustedes al circo!

¡Déjenme que les cuente las maravillas que podrán ver esta noche!

―Kenzie ―murmuré, mientras el maestro de ceremonias divagaba―.

¿Sabes dónde han puesto mis espadas?

―Vi al payaso soltarlas en aquel barril de allí ―respondió Kenzie,

asintiendo hacia un barril azul brillante con una estrella amarilla pintada en él.

Mis espadas brillaban encima de él y estreché mis ojos―. ¿Tienes un plan?

―preguntó Kenzie, sonando esperanzada―. También se llevaron mi mochila.

Realmente no quiero quedarme para el espectáculo. Me sentiría mucho mejor si

me dijeras que tienes un plan.

―Estoy trabajando en ello ―murmuré―. Si puedo llegar a mis espadas

creo que tendría una oportunidad. Sin embargo, todavía estoy luchando con la

fase uno.

―¿Cu{l es la fase uno?

―No estar atado a una silla.

El maestro de ceremonias detuvo de repente su discurso, dirigiéndonos a

Kenzie y a mí un puchero tremendamente exagerado.

―Oh querida, creo que tenemos a alguien que no se est{ entreteniendo

―indicó―. No podemos tener eso ahora, ¿verdad? ¡Queremos que todos se

diviertan esta noche! ―Extendió sus brazos, hablando a la imaginaria

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audiencia―. ¿Qué podemos hacer para que el espect{culo sea m{s entretenido?

¡Ah, ya lo tengo! Para este primer acto, creo que necesitaremos< un voluntario.

Oh, no. El pánico se disparó a través de mí mientras el maestro de

ceremonias volvía la cabeza hacia detrás y hacia adelante, como si escaneara a

la audiencia.

―¿Alguien? ―preguntó, alzando una mano―. ¡Venga, vamos, ser{

divertido! Un valiente voluntario es todo lo que necesitamos. No hay razón

para ser tímido. ―Sus ojos se movieron hacia abajo, hacia la fila donde Kenzie y

yo est{bamos sentados―. ¿Nadie? Debe haber algún alma valiente dispuesta a

dar un paso al frente.

―Yo ―dije con voz {spera, cuando su mirada finalmente nos alcanzó―.

Yo seré el voluntario. Llévame.

―Ethan, no ―susurró Kenzie, mir{ndome bruscamente. La ignoré,

sosteniendo la mirada del maestro de ceremonias. Parpadeó mirándome,

entonces, deliberadamente, volvió la cabeza para sonreír a Kenzie.

―Señoras y señores ―dijo mientras mi corazón se apretaba con

horror―. Creo que tenemos nuestro voluntario. Démosle todos un aplauso a la

joven.

―¡No! ―Di un tirón contra las cuerdas, luchando por liberarme,

mientras los payasos se acercaban a Kenzie―. ¡Déjala en paz! ―le grité al

maestro de ceremonias―. ¡Yo seré el voluntario! ¡Tómame a mí en su lugar!

―Todos me ignoraron mientras los payasos cortaban sus ataduras, la agarraban

por los brazos y la llevaban hacia la pista. Luché más fuerte contra las

cuerdas―. ¡Eh! ―llamé, neg{ndome a renunciar―. ¡Mírame! Te estoy

hablando, maldita sea. ¡Sé que puedes oírme!

El maestro de ceremonias chasqueó los dedos y de repente un trapo de

color rojo brillante se apretó contra mi boca desde atrás.

―Señoras y señores, por favor limiten su entusiasmo ―dijo con calma

mientras un payaso anudaba la mordaza alrededor de mi cuello―. Me doy

cuenta de que esto podría resultar aterrador para los niños más pequeños, pero

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si ese es el caso, por favor respete a sus vecinos y llévelos fuera. No queremos

que nadie arruine el espectáculo ahora. ¿Verdad?

Asqueado, los vi arrastrar a Kenzie a un gran disco de madera

aposentado en posición vertical en la arena como una diana gigante, empujaron

su espalda contra la superficie y sujetaron sus muñecas con las correas de cuero

cerca de la parte superior. Gruñendo, se alejaron dejándola atada en el centro de

un blanco enorme. Mi corazón se paralizó con la comprensión.

Gemí y doblé mis esfuerzos con las cuerdas mientras una criatura

huesuda entro en el anillo, frente a Kenzie. Llevaba un chaleco rojo y negro que

dejaba ver su hundida caja torácica y cuchillos para lanzar de cobre estaban

atados a todas las partes de su esquelético cuerpo. Su cabeza era un cráneo de

ave momificado, las cuencas de sus vacíos ojos en blanco y negro mientras

consideraban a la chica desde varios metros de distancia.

―Señoras y caballeros, necesito que estén en completo silencio para este

acto ―dijo el maestro de ceremonias con voz dram{tica―. Es necesario que

Pete Ojo de Toro se concentre completamente para no atravesar el corazón de

nuestra encantadora voluntaria, o algo peor. No queremos que ella termine

como su último asistente, ¿verdad? ―Se rió e hizo que se me pusiera la piel de

gallina―. Recuerda, Pete, se supone que tienes que golpear en el centro de la

diana, no en los ojos de la chica. Asegúrate de recordar la diferencia.

La criatura esquelética en ningún momento echó una mirada a Kenzie.

―No te encojas ―lo escuché susurrar mientras desenvainaba uno de los

cuchillos del cinturón―. No veo muy bien, ya no. ―Lentamente, alzó su brazo,

el cuchillo brillando entre sus garras y mi estómago se retorció tanto que sentí

hasta náuseas.

Oh, Dios, no puedo ver esto. Lo siento mucho, Kenzie.

―¡Espera!

La voz de Kenzie cortó a través del tenso silencio, haciendo que el

lanzador de cuchillos se parara. Sorprendido, el maestro de ceremonias se giró,

un ligero ceño frunciendo su cara, mientras Kenzie le miró.

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―Quiero hacer un acuerdo ―dijo con claridad―. Uno que ser{ aún m{s

entretenido que el que estás haciendo con Pete Ojo de Toro.

El lanzador de cuchillos miró a Kenzie como si le hubiera ofendido, pero

el maestro de ceremonias levantó su mano enguantada y lo detuvo.

―¿Un acuerdo dices? ―repitió―. Bien, esto es un giro interesante. ¿Qué

es lo que propones, señorita?

Mi corazón latía con fuerza. Odiaba hacer tratos con las hadas, pero en

este caso, si Kenzie salía ilesa, no me iba a quejar. Hacer cualquier tipo de

acuerdo, aunque fuera uno para salvar tu vida, era arriesgado, pero Kenzie

sabía eso tan bien como yo. Sabía lo que estaba haciendo.

Confío en ti, Kenzie, pensé, aliviado de no estar viendo a una espeluznante

hada lanzadora de cuchillos ensartando a mi novia. Sé que puedes manejar esto.

Solo… ten cuidado.

Kenzie dio un hondo suspiro.

―Deja que lo haga Ethan ―dijo, haciendo que me sorprendiera―. Si

puede golpear el blanco tres veces sin darme a mí, dejarás que nos vayamos. Si

él falla, entonces nos quedaremos y veremos el resto del espectáculo por tanto

tiempo como quieras.

―Intrigante ―dijo lentamente el maestro de ceremonias―. ¿Y si te

golpea?

Kenzie se encogió de hombros.

―Entonces lo recibiré. Y probablemente habr{ una gran cantidad de

sangre y muchos gritos por mi parte, y un montón de angustia y culpa por

parte de Ethan. De cualquier manera sería entretenido, ¿verdad?

El maestro de ceremonias se rascó la barbilla por un momento, pensando

y luego sonrió y giró, sosteniendo sus manos en alto.

―¡Señoras y señores! ―exclamó―. ¡Tenemos un nuevo participante! Por

favor, den una cálida bienvenida a nuestro maravillosos voluntario que tomara

el lugar de Pete.

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Mi cabeza daba vueltas mientras los payasos cortaban las ataduras

soltándome, me pusieron en pie y me empujaron hacia el círculo. Tirando de la

mordaza, avance tropezando, tratando de pensar, para idear algún tipo de plan.

Era bueno en la lucha con cuchillo, eso seguro; Kali nos enseñó como ser hábiles

con todo tipo de hojas, no solo espadas. Pero mis habilidades con el cuchillo

eran más bien defensivas, centradas en desarmar a una persona que estaba

intentando apuñalarte, no en lanzar el cuchillo como una estrella ninja. Guro

nunca propugnó lanzar cuchillos, porque incluso si no los perdías, quedabas

desarmado por el momento. Nunca había lanzado un cuchillo a un blanco

antes, ciertamente nunca a una persona real. No sabía qué esperaba Kenzie que

hiciera, pero mis manos estaban temblando cuando entré en la pista.

El maestro de ceremonias se cernía sobre mí, con una sonrisa de oreja a

oreja.

―Ah, aquí estamos ―anunció, clavando unos dedos acerados en mi

hombro―. ¡Bienvenido, joven, bienvenido! ¿Est{s listo para mostrarnos lo que

puedes hacer?

No, pensé, mi boca seca. No quiero hacer esto. No estoy seguro de poder lanzar

un juego de cuchillos a mi novia y no querer matarme si la hiero. Pero el maestro de

ceremonias no me estaba dando ninguna opción de volver atrás.

―¡Pete! ―llamó y la cosa esquelética se acercó, mir{ndome con las vacías

cuencas de sus ojos. El maestro de ceremonias pareció no darse cuenta―. Dale

al joven tus cuchillos ―le ordenó alegremente―. ¡Y vamos a comenzar el

espectáculo!

Pete agarró mi mano, tiró de mi brazo y me golpeó en la palma con tres

cuchillos de cobre con la hoja ligeramente curvada. Tenían cerca de quince

centímetros de largo, afilado a ambos lados y cuchillas afiladas. Una delgada

línea de sangre brotaba desde donde el borde de uno de los cuchillos había

cortado mi piel, pero apenas lo sentía.

En un sueño, dejé que el maestro de ceremonias me llevara a través del

anillo y me dejara a unos treinta pasos de donde Kenzie estaba atrapada en el

blanco gigante. Un par de payasos nos esperaban y me flanquearon en silencio

cuando el maestro de ceremonias se alejó.

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―Cuando estés listo, muchacho ―dijo, señalando a Kenzie.

Miré atontado los cuchillos en mi mano, entonces a Kenzie, frente a mí en

el otro lado del círculo. Bueno, puedo hacer esto. Sólo tengo que dar en el blanco sin

darle a ella. Nada del otro mundo. Mi estómago se retorció y mis manos temblaban

mientras cogía uno de los cuchillos con un tintineo hueco. Dios, Kenzie, tienes

demasiada confianza en mí.

―Un momento, muchacho. ―El maestro de ceremonias alzó la mano

antes de que pudiera bajar mi arma―. Tengo una idea incluso mejor

―caminando hacia Kenzie sonrió hacia ella, luego se volvió hacia la

“audiencia”―. ¡Señoras y señores! ―clamó, levantando los brazos―. Tenemos

un regalo especial para ustedes. ―Buscando de su abrigo, sacó una brillante

manzana roja de caramelo, hizo un gesto efectista alrededor con la mano,

entonces la colocó en lo alto de la cabeza de Kenzie. Kenzie se congeló, abriendo

mucho los ojos y el maestro de ceremonias sonrió―. ¡Este joven valiente

intentará lanzar un cuchillo y atravesar la manzana justo encima de la cabeza de

esta chica!

El estómago se me desplomó hasta los talones.

―¡No! ―protesté―. Eso no era parte del trato.

―Oh, vamos, ser{ divertido. ―El maestro de ceremonias se dirigió hacia

mí, una sonrisa de advertencia brillando en su sonrisa―. No querr{s

decepcionar a todos, ¿verdad? ―Hizo un gesto hacia Kenzie―. Golpea la

manzana y la chica y tú podrán irse. Tienes tres intentos. No puede ser tan

difícil, ¿verdad?

―¿Y si me niego?

―Entonces me llevaré una decepción, pero obviamente no puedo hacer

que participes si no estás dispuesto o estás asustado. Pero no te preocupes.

―Asintió hacia la cosa esquelética que permanecía de pie detr{s de mí y

sonrió―. Pete lo har{. El espect{culo debe continuar.

Tragando saliva, miré hacia atrás a Kenzie y al pequeño blanco de color

rojo encima de su cabeza. No puedo acertar en eso; no sé la manera de ser capaz de

llevar esto adelante. No sin matarla o mutilarla en el proceso. Maldición, Kenzie, esto no

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puede ser en lo que estabas pensando. Los payasos matones permanecían en

silencio e inmóviles a mi lado y el maestro de ceremonias miraba expectante,

agarrando su bastón. Podía sentir crecer su impaciencia, aun así, mi mente

giraba, tratando de pensar. Si solo pudiera llegar a mis espadas. Tendría una

oportunidad contra esos tipos si estuviera armado…

Oh.

Mentalmente me pateé el trasero. Kenzie no quería que fuera voluntario

para lanzarle cuchillos; ese no había sido su plan en absoluto.

Ethan, eres idiota.

Girando sobre mí mismo, apuñalé a ambos payasos, hundiendo el

cuchillo profundamente en el pecho de uno y luego en el del otro. Dieron un

grito sorprendido y mientras tiraba de las hojas hacia fuera, parecieron

desinflarse sobre sí mismos, silbando como un globo que se vacía lentamente.

Sonriendo salvajemente giré hacia el maestro de ceremonias, pero dio un

grito y se apartó, sus largas piernas llevándolo hasta la mitad de la

circunferencia.

―¡No! ―gritó, mientras alzaba los cuchillos y comenzaba a

perseguirle―. ¡Joven, por favor, siéntese! ¡Est{ arruinando el espectáculo!

¡Seguridad!

Tres payasos corrieron hacia el círculo. Me volví hacia ellos justo cuando

algo brillante pasó zumbando junto a mi cara, cortando una punzante herida a

lo largo de mi mejilla. Mirando alrededor, vi a Pete Ojo de Toro sacando

silenciosamente otro cuchillo de las decenas que tenía en el cinturón y alzando

el brazo para lanzármelo.

Con un chillido, algo pequeño y oscuro cayó sobre su cabeza, unos ojos

verdes parpadearon. Razor gruñó y clavó sus garras en las cuencas de los ojos

de la cosa huesuda, haciéndole aullar y sacudir la cabeza, tratando de quitarse

de encima al gremlin. No creía que Razor sería capaz de detenerlo, pero al

menos sería una gran distracción.

El primer payaso llegó hasta mí y se abalanzó, tratando de atraparme en

un abrazo de oso. Me metí por debajo de sus extremidades y le clavé el cuchillo

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en los intestinos, el payaso se tambaleó alejándose, plegándose sobre sí mismo.

Mientras los otros dos salían disparados hacia mí, me di la vuelta con un

cuchillo en la mano, sujetándolo por la punta y alcé mi brazo.

Lo siento, Guro, pensé y arrojé el cuchillo a la enorme masa del payaso.

Incluso aunque fuera el peor tirador del mundo, era como disparar al costado

de una casa. La hoja le golpeó justo en el centro, hundiéndose profundamente,

el payaso cayó hacia adelante, su cuerpo contrayéndose y perdiendo la forma

mientras se desinflaba en el suelo.

El último payaso gritó de rabia y se estrelló contra mí como un toro. El

aliento se escapó de mis pulmones en una dolorosa explosión y caí hacia atrás,

con el payaso ocupando mi visión mientras caía conmigo también. Al golpear el

suelo le apuñalé con el cuchillo, preparándome para ser aplastado. Hubo un

estallido y el payaso se estremeció, desinflándose encima de mí como un

colchón de aire gigante.

Temblando, pateé hasta liberarme y me levanté, aferrando un cuchillo

todavía en la mano. Vi a Razor, aferrándose al lateral de la tienda, esquivando

el cuchillo que le lanzó Pete y trepando más arriba en la pared mientras le

zumbaba insultos furioso al lanzador de cuchillos. Por lo menos el gremlin lo

mantenía ocupado. Pero, ¿dónde estaba el maestro de ceremonias<?

Algo me golpeó por detrás, haciendo que viera estrellas. Me caí hacia

adelante, consiguiendo aprovechar el impulso para rodar sobre mis rodillas,

mientras el mundo todavía giraba vertiginosamente a mi alrededor. Aturdido,

miré hacia arriba para ver al maestro de ceremonias, su enorme boca desnuda

en una mueca horrible, desenvainando una espada de su bastón con un cráneo

encima y elevarla por encima de mi cabeza.

―Hoy no, Ethan Chase ―dijo una voz familiar surgida de la nada, y el

Hombre Delgado se materializó, apareciendo detrás del maestro de ceremonias.

Su propia espada brilló, casi demasiado rápida para ser vista y el maestro de

ceremonias se congeló, su espada a pocos centímetros de mi cara. Retrocedí

rápidamente, dando tumbos con mis pies, mientras la cabeza del maestro de

ceremonias cayó hacia adelante, golpeando el suelo con un ruido sordo. Su

cuerpo se desplomó lentamente, plegándose en ángulos extraños como si

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estuviera hecho de pilotes, mientras su sombrero de copa rodaba unos pocos

pasos hacia adelante y golpeaba mi zapato.

Me tensé, preguntándome si la muerte del maestro de ceremonias

causaría que toda esta loca realidad empezara a fragmentarse, cayéndose en

pedazos, pero nada de eso ocurrió. Pete, sin embargo, dejó escapar un gemido

que me hizo rechinar los dientes y huyó del anillo, rasgando a través de la lona

de la tienda y desapareciendo en la oscuridad.

Corrí hacia Kenzie, corté las correas de cuero y tiré de ella hacia mis

brazos. Ella se aferró a mí, su corazón tronando y me abrazó con fuerza,

mientras sentía que mi corazón se aceleraba contra ella. Razor aterrizó a nuestro

lado, saltando arriba y abajo, zumbando de emoción y miedo, pero apenas lo

sentí.

―¡R{pido, Ethan Chase! ―El Hombre Delgado se alejó repentinamente

de nuestro lado, con mis espadas y la mochila de Kenzie, la cual le arrojó―. No

hay tiempo. Toma tus horribles armas de hierro antes de que arruinen mis

guantes. ―Empujó mis espadas dentro de mis manos y echó los brazos hacia

atr{s, sacudiéndolos como si le picaran―. De prisa, antes de que lleguen el

resto de fenómenos del espectáculo. Todavía tenemos que encontrar el ancla y

destruirla.

―Humanos. ―Y Grimalkin apareció, en lo alto de un barril, sus ojos

dorados entrecerrados con impaciencia―. Por aquí, si les parece. Mientras

ustedes estaban perdiendo el tiempo jugando al circo con el maestro de

ceremonias y los payasos, he encontrado la localización del ancla. Síganme.

Un rugido nos interrumpió. La monstruosa Mujer Barbuda había echado

hacia un lado las solapas de entrada a la carpa y entró pisoteando, su enorme

boca se abrió furiosamente cuando nos vio. Fuera de las paredes de tela

aparecieron más sombras, deformes y retorcidas, comenzando a rasgar a través

de la tela con garras y dientes.

Corrimos, siguiendo al gato cuando saltó hacia la pared de tela y se

deslizó por debajo. Rajé la pared y huimos otra vez a través del laberinto de

tiendas.

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Mientras corríamos, siguiendo de cerca al invisible gato a través de las

sombras, el barro y la niebla enroscándose alrededor de nuestros pies, comencé

a escuchar la música de nuevo. Brillante y alegre y sin duda, mucho más cerca

esta vez. Las paredes de tela, de repente, se separaron y me encontré en campo

abierto. Una amplia, fangosa calle se extendía frente a nosotros, llena de casetas

y juegos de feria.

Al final de la calle, quizás a unos cien metros de distancia, un carrusel

giraba en un círculo lento y perezoso. A diferencia de los puestos de juegos y la

rueda de la fortuna, brillaba con docenas de luces parpadeantes, aunque las

criaturas que componían el viaje no eran aptas para niños en absoluto. Caballos

con los dientes ensangrentados al descubierto mientras giraban sobre sus

postes, muchos torcidos en posiciones antinaturales de agonía, sus ojos

enloquecidos y en blanco. Las otras “monturas” eran igual de horribles. Lobos

babeantes, arañas gigantes y un oso con un niño pequeño en sus mandíbulas

eran algunas de las pesadillas congeladas en escayola, todo girando alrededor

con la música que había oído antes.

Kenzie, siguiendo mi mirada e inhaló fuertemente.

―Ese es el ancla ―dijo en voz baja―. El centro de la feria.

―Sí ―concordó Grimalkin―. Destruye el carrusel y esta realidad

desaparecerá. Sin el ancla todo se desvanecerá en el Between de nuevo. Sin

embargo, tendrás que hacerlo rápido. Los habitantes que componen este mundo

no están nada contentos con ustedes.

―Excelente. Entonces ¿Cómo lo destruimos? ―pregunté, mirando al

gato. Solo para encontrar que se había ido.

Vi moverse algo por el rabillo de mi ojo. Miré hacia la caseta de juegos

m{s cercana< para ver que uno de los osos de peluche se descolgaba de la

pared, se arrastraba por el mostrador y me enseñaba sus pequeños dientes

afilados. Y entonces me di cuenta que todos los juguetes, muñecas y animales

de peluche habían vuelto sus cabezas hacia nosotros, mirándonos, sus ojos

brillando como brasas desde las sombras de las casetas.

No creo haber corrido nunca tan rápido en mi vida.

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Voces agudas balbuceaban y nos chillaban mientras huíamos por la calle

y varias cosas saltaron de las paredes, tratando de agarrarnos mientras

corríamos. Una muñeca de porcelana con la cara agrietada se tambaleó en el

camino delante de Kenzie, levantando sus brazos; Kenzie pateó la cosa como si

fuera un balón de fútbol lanzándola lejos y no se detuvo. Un muñeco vestido de

payaso con los ojos rojos se lanzó sobre mí desde uno de los mostradores, con

un cuchillo de carnicero en miniatura en su mano enguantada. Le golpeé con mi

espada lejos y seguí corriendo.

Llegamos al carrusel y cuando estábamos cerca, los animales volvieron a

la vida, gruñendo y golpeando contra sus postes, tratando de mordernos.

Esquivé una patada de una pezuña de un caballo y corté a un conejo gigante,

blanco, empapado en sangre mientras se daba la vuelta. La hoja cortó a través

de una oreja, haciendo que repiqueteara en el suelo, pero eso no pareció afectar

al propio carrusel.

―¡Llega hasta el centro! ―ordenó el Hombre Delgado, señalando a

través de la turba de animales que silbaban y chillaban. El centro de espejos nos

devolvió nuestros propios reflejos, una docena de Ethans, Kenzies y Hombres

Delgados, mirando hacia los paneles dorados―. Rompe los espejos ―dijo el

Hombre Delgado, saltando dentro del carrusel―. Los espejos son el centro de

este mundo. Destrúyelos y< ―Un dragón atacó y clavó sus fauces alrededor de

su brazo y el Hombre Delgado desapareció mientras se giraba para luchar con

él.

Juré.

―Est{ bien, supongo que tendré que entrar. Kenzie, ¿tal vez podría

encontrar algo que tirarles? ¿Tal vez algunas pelotas de béisbol de alguno de los

stand?

―Eemm, ¿Ethan? ―dijo Kenzie, su voz ligeramente estrangulada―. No

es muy buena idea. ―Miré hacia atrás y vi una avalancha de animales de

peluche y muñecos tambaleándose por la calle hacia nosotros, sus

espeluznantes ojos rojos como un enjambre de hormigas. Más allá de ellos y

acercándose desde todas direcciones, había un ejército de payasos y fenómenos

de circo, deformados y torcidos y parecían enojados como el infierno.

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Se me congeló la sangre.

―Bien, entonces ―jadeé, volviéndome hacia el carrusel, tratando de

encontrar una brecha entre las retorcidas criaturas que gruñían. Detectando un

agujero entre un leopardo y el conejo que había golpeado antes, agarré la mano

de Kenzie y grité―: ¡Salta!

Saltamos al carrusel. El conejo gritó y araño, rechinando los largos

incisivos frontales, pero por suerte no nos podía alcanzar.

―Espera aquí ―le dije a Kenzie, mientras los dem{s animales nos

miraban torvamente y mostraban sus dientes. Me estremecí. Conseguir

atravesar ileso iba a ser difícil, pero prefería ser yo el corneado por ese

unicornio de aspecto diabólico a que lo fuera Kenzie.

Sin esperar respuesta, comencé a avanzar hacia el centro. Un lobo intentó

morderme; le esquivé. Un tigre rastrilló sus garras hacia mi cabeza; giré lo

suficiente para recibirlo en el hombro en lugar de la cara, pero aun así arrancó

un trozo de mi brazo haciendo que se me saltaran las lágrimas por el dolor. Los

últimos pasos hacia los espejos estaban bloqueados por un unicornio y un oso,

hice una pausa, para intentar buscar el mejor momento para lanzarme.

Kenzie dejó escapar un grito. Miré hacia atrás para ver a un payaso, con

la boca pintada abierta para mostrar sus colmillos afilados, agarrándose al

carrusel, fallando y tambaleándose en la distancia. Pero mientras íbamos dando

la vuelta, pude ver más cosas saltando sobre los bordes, aferrándose a los postes

mientras el carrusel giraba cada vez más rápido y los animales rugían con rabia.

―Maldita sea. ―Me giré, me preparé y me zambullí a través de la

abertura, haciendo una mueca cuando el cuerno del unicornio se clavó en mi

espalda. Rodando hasta levantarme, cargué contra el panel, alcé mi espada y

bajé la empuñadura lo más fuerte que pude rompiendo la superficie.

El cristal se hizo añicos. Y también lo hizo todo lo demás. Mi reflejo

explotó en una docena de fragmentos y se derrumbó, así como el carrusel, la

feria y el cielo sobre nuestras cabezas hicieron lo mismo. Fragmentos de

realidad cayeron sobre nosotros, mientras retrocedía tambaleándome hacia

Kenzie, tiré de ella hacia mí y cubrí su cuerpo con el mío lo mejor que pude. No

sabía lo que le estaba ocurriendo a los payasos, los monstruos y los juguetes

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asesinos; solo esperaba que no nos fueran a cortar en tiras en un abrir y cerrar

de ojos. Sonaron gritos y aullidos y el aire se llenó con el ruido de un millón de

lámparas de araña rompiéndose. Y después, un silencio de muerte.

Cautelosamente, alcé la mirada.

La feria se había ido. Las tiendas y los payasos y las casetas

espeluznantes habían desaparecido. Kenzie y yo permanecíamos en el centro de

un viejo y deteriorado carrusel, los caballos de yeso agrietados, descascarillados

y definitivamente no vivos. A nuestro alrededor el Between se extendió, oscuro

y brumoso e infinito.

Miré a Kenzie.

―¿Est{s bien?

Asintió y me desplomé con alivio.

―Bien ―dijo, mientras Razor se dejó caer sobre la cabeza de un caballo,

zumbando y el Hombre Delgado serpenteó a través de las monturas hacia

nosotros, mirando molesto―. Esto fue< horrible. Al menos ya puedo tachar

una cosa más de la lista de cosas que quería hacer antes de morir.

―¿Sobrevivir a un apocalipsis payaso? ―adiviné.

Me sonrió.

―Nop. Unirme al circo.

Me reí, sacudiendo la cabeza. El alivio de que estuviéramos fuera de ese

loco lugar me estaba provocando una especie de vértigo. Incluso estaba aliviado

de ver la horripilante, vacía oscuridad del Between. Así era lo contento que

estaba.

―Eres una chica extraña ―le dije―. Genial, pero extraña.

Sonrió.

―Y por eso me quieres.

―Sí ―le susurré. Se puso seria, mir{ndome a los ojos mientras la

acercaba m{s contra mí―. Aunque si alguna vez te unes al circo ―murmuré,

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sosteniendo su mirada―, ¿me prometes que no querr{s que sea voluntario para

ayudar al lanzador de cuchillos? Creo que al menos tuve tres ataques leves al

corazón esta noche.

―Oh, no lo sé ―dijo Kenzie, una mirada malvada cruzando su rostro―.

Fue muy emocionante. Nosotros dos podríamos perfeccionar una actuación y

llevarla de gira. ―Ante mi fingida mirada de horror sonrió y se apartó el

cabello―. Confío en ti, chico duro ―murmuró―. Incluso esta noche en la pista,

cuando no estaba segura de si lanzarías el cuchillo a mi cabeza o lo utilizarías

para apuñalar al maestro de ceremonias, confiaba en ti. Sé que nunca me harías

daño.

―Humanos.

La aburrida voz de Grimalkin cortó el silencio. Retrocedí, haciendo girar

los ojos, mientras el gato aparecía en la montura de un caballo cercano.

―Diría que estamos perdiendo el tiempo ―dijo, golpeando su cola

contra la pintura desconchada―, pero nunca parece captarse. ¿Vamos, antes de

que el Entremedio empiece a mostrar corazones y globos y otras cosas

nauseabundas? ―El gato se levantó y saltó con gracia del caballo del carrusel,

lanzándonos una mirada reveladora al aterrizar―. Me estremezco al pensar en

la realidad que podría surgir en torno a ustedes dos. Creo que sería incluso más

aterrador que la feria.

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Capítulo 11 Realidades desaparecidas

Más tiempo vagando por el Entremedio. Bueno, tal vez vagando no era la

palabra correcta, ya que el Hombre Delgado parecía saber a dónde iba. Pero

seguro que se sentía como vagar, caminando en círculos interminables a través

de un paisaje espeluznante que siempre fue más de lo mismo. Estaba adolorido,

de varias heridas causadas por cuchillos arrojadizos, garras de tigre y cuernos

de unicornio. Y ahora estaba paranoico sobre tropezar con otra bolsa de

realidad, otro mundo golpeado que había surgido de la cabeza de un hada

murciélago de mierda loca. La feria había sido suficientemente aterradora; no

quería encontrarme de repente atrapado en un manicomio abandonado,

corriendo con pesadillas en batas blancas largas que quieren "curarme".

―Deja de hacer eso ―dijo el Hombre Delgado, mientras una camilla

salió de la niebla, ruedas chirriando en el silencio. Continuó por delante de

nosotros y desapareció en la niebla, y me estremecí―. Lo est{s haciendo de

nuevo.

―Sí, perdóname por estar un poco asustado por todo el asunto de la

feria malvada ―gruñí―. Supongo que debería estar agradecido que no era una

sirena o un selkie el que encontró el ancla y que la feria no estaba bajo el agua.

Podrías haber mencionado que podríamos correr en algo así antes de comenzar.

―No creía que fuera probable que encontr{ramos una ―respondió el

Hombre Delgado―. Las anclas son muy pocas y distantes. No est{n

simplemente ahí para que cualquiera pueda adjuntar un mundo. Se podría

vagar por el Entremedio para toda la vida, un milenio, y no encontrarte con

una. ―Me dio una mirada desde la esquina de un ojo p{lido―. Estaba tan

desagradablemente sorprendido como tú cuando nos topamos con esa realidad,

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pero estoy descubriendo que tienes una extraña habilidad para atraer

problemas, Ethan Chase. Es casi un talento.

―Sí. ―Suspiré―. Bienvenido a mi mundo.

Y, por supuesto, en ese momento, caminamos a través de alguna barrera

invisible en la niebla< y el mundo cambió.

―Maldita sea, no otra vez ―gemí, pregunt{ndome en qué clase de

pesadilla nos habíamos metido esta vez. No fue, al menos, otra feria. O

espeluznante manicomio abandonado. Estábamos de pie en el borde de la

pradera dormida, una enorme luna amarilla colgaba encima de nosotros, tan

cerca que casi podía ver su superficie llena de cráteres. Bosque nos rodeaba,

oscuro y enredado, y un riachuelo estrecho a lo largo del borde de los árboles.

Aunque parecía inmóvil y normal, había algo en toda la escena que me molestó.

No en esto es sacado de una película de terror forma, sólo una sensación leve de

inquietud.

En el centro de la arboleda se levantaba una enorme mansión victoriana.

Torres y torreones se dispararon en el aire, pinchando el cielo nocturno.

Ventanas y balcones se elevaron por encima de nosotros, arcos y columnas eran

esparcidos alrededor de los muros de piedra, y un par de enormes leones de

piedra protegían el final de la pasarela.

―Vaya ―comentó Kenzie, estirando el cuello hacia arriba para mirar la

enorme casa―. Bueno, quien posee est{ loca realidad, al menos tiene buen

gusto.

Grimalkin paseó y saltó sobre una roca cercana.

―Eso ―afirmó imperiosamente, agitando su cola―, es la mansión de

Leanansidhe.

Exhalé de alivio. Nunca había estado tan contento de ver la guarida de

una hada reina peligrosa e increíblemente voluble en mi vida. Por supuesto,

nunca había visto la parte exterior de su mansión, pero tome la palabra de

Grimalkin de que se trataba de ella.

―Vamos ―le dije, y me dirigí hacia la mansión―. Cuanto antes

encontramos a Annwyl, más pronto podremos salir de aquí.

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―Espera un momento, Ethan Chase ―dijo el Hombre Delgado. Le di

una mirada de curiosidad, y él cruzó sus manos por delante―. Creo que es

mejor que veas a la Reina Exiliada sin mí ―continuó con una sonrisa un tanto

dolida―. No creo que Leanansidhe tomaría amablemente tener a un Olvidado

en el interior de su hogar. Y la chica de Verano podría reaccionar mal si me ve

contigo. No me gustaría asustarla. ―Asintió hacia la mansión―. Sigue, reúnete

con la Reina Exiliada. Esperaré hasta que vuelvas con la chica.

―¿Dónde estar{s? ―preguntó Kenzie.

El Hombre Delgado agitó una mano aireado.

―Voy a estar cerca ―dijo, haciendo un gesto de vuelta a la pradera―.

No te preocupes, tengo la sensación de que no hay peligro en esta realidad.

Leanansidhe, al parecer, tiene un control firme sobre su territorio. Así que,

sigan adelante, y cuando estén listo para irnos, me reuniré con ustedes.

Se dio la vuelta, y mientras lo hacía, desapareció de la vista.

Caminando por el largo sendero de grava a los escalones, me di cuenta

de lo que me estaba molestando antes. La pradera no emitía ningún sonido.

Había una brisa; pude ver tallos de hierba y ramas ondeando en el viento, pero

no había sonido alguno. Ni siquiera el arroyo que corría a lo largo del borde del

bosque había hecho ningún ruido. Mirando el bosque era como mirar una

pintura real muy surrealista o una película sin el sonido. Era extraño, pero de

nuevo, me tomaría la tranquila espeluznante pradera sobre espeluznante feria

asesina cualquier día.

Pero eso no era ninguna razón para bajar la guardia.

Con Grimalkin deambulando detrás de nosotros y Razor posado en el

hombro de Kenzie, caminamos hasta los grandes escalones de mármol a las

enormes puertas dobles esperando por nosotros en la parte superior, y Kenzie

golpeó la madera con las aldabas de león de bronce en el centro.

No hubo respuesta.

―Inténtalo de nuevo ―le dije a Kenzie, después de unos minutos que

habían pasado en silencio. Ella lo hizo, golpeando un poco más fuerte esta vez,

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los golpes resonaban fuertemente en la completa quietud. Sin embargo, no

hubo respuesta.

―Bueno, eso no es muy alentador ―dijo Kenzie, mirando fijamente a la

mansión―. ¿Crees que algo le pasó a ella, o que simplemente nos est{

ignorando?

Fruncí el ceño. No, algo estaba definitivamente mal. Leanansidhe podría

haber sido inconstante, dramática, impredecible y con tendencia a convertir a la

gente en guitarras cuando le molestaban, pero siempre había dado la

bienvenida a los Exiliados y fugitivos en su casa. Por supuesto, los utilizaba

como mano de obra barata y más para sus propios fines, pero no era conocida

por alejar a la gente. Especialmente si pensaba que podía ganar algo de ellos.

―Déjame intentar ―le dije, y me dirigí a la puerta mientras Kenzie se

hizo a un lado. Pero en lugar de utilizar la aldaba, levanté mi espada y golpeé el

mango contra la madera, haciendo con el golpe que vibrara mi brazo.

Esta vez, la puerta se abrió con un silbido, haciéndome parpadear y dar

un paso atrás. Y Leanansidhe misma, la musa Oscura, Reina de los Exiliados,

parada sobre nosotros. Llevaba un vestido negro brillante y guantes hasta el

codo, y una melena brillante de cabello de color cobre flotaba alrededor de su

cabeza. Se puso de pie en el marco de la puerta, majestuosa, hermosa y

mirándose peligrosamente enojada.

―Bueno ―anunció, sus fríos ojos azules fijos en mí―. Ethan Chase. No

has hecho un lío de todo.

* * *

Uh-oh. ¿Ahora qué había pasado?

―Bueno, no se queden ahí, queridos ―dijo Leanansidhe―. Si van a

entrar, entren. Tengo mejores cosas que hacer que verlos embobados en mí

como ciervos asustados. Vamos, vamos, palomas. Muévanse.

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Kenzie y yo compartimos una mirada confusa, y luego entramos en el

vestíbulo y miramos alrededor con cautela. A primera vista, parecía lo mismo,

pisos de azulejo, columnas de mármol, una enorme chimenea contra una pared

y un piano de cola bebé en la esquina. Pero había algo diferente en él, también.

Algo que no podía distinguir que<

Leanansidhe cerró la puerta con un golpe que me hizo saltar. Se volvió

hacia nosotros, sonriendo una brillante y frágil sonrisa en mi dirección.

―Ethan, cariño ―dijo con una voz que hizo que mis entrañas se

encogieran―. Que amable que pasaras por aquí. Yo solo estaba pensando en ti.

Bueno, eso fue todo tipo mal agüero. Compartí otra mirada con Kenzie y

vi que ella todavía parecía tan desconcertada como yo. También me di cuenta

que Grimalkin había desaparecido convenientemente, y que Razor estaba

escondido debajo de la camiseta de Kenzie y sin hacer ningún ruido en

absoluto.

―Uh. ―Me enfrenté a la Reina Exiliada de nuevo―. ¿Algo est{ mal,

Leanansidhe? ―le pregunté, tratando de ser diplom{tico.

―Oh, ¿por qué no me lo dices tú, querido? ―Leanansidhe levantó los

brazos, indicando toda la habitación―. Eres un chico inteligente. ¿Por qué no

echar un vistazo alrededor y ver si algo te viene a la mente? ¿Nada te parece mal

a ti?

Recorrí el vestíbulo de nuevo, tratando de averiguarlo. Todo parecía bien

para mí; nada estaba roto, agrietado, quemado o dañado de alguna manera.

Pero Kenzie trajo de repente en una profunda exhalación y miró a la Reina

Exiliada.

―Est{ muy tranquilo ―dijo―. ¿Dónde est{ todo el mundo?

Claro. Eso era lo que me estaba molestando. La mansión de Leanansidhe

era un refugio para parias, y estaban por lo general aquí en tropel. Exiliados,

mestizos y fugitivos por igual, esto era un último recurso para los que no tenían

otro lugar a donde ir, y la mansión estaba siempre llena de hadas. Por no

mencionar un número de seres humanos dotados que Leanansidhe había

"recolectado" en los últimos años. Todo brillante, musical o artístico de alguna

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manera, y todo completamente loco por vivir en el Between tanto tiempo. La

mansión parecía vacía, carente de vida. Ahora que lo pensaba, era raro que

Leanansidhe misma hubiera abierto la puerta; generalmente tenía criados que

hacían ese tipo de cosas para ella.

―¿Dónde, verdad? ―dijo Leanansidhe, sonriéndonos―. Esa es la

pregunta del millón, ¿no es así? Tendrán que perdonarme, palomas, si parezco

distraída. He estado muy ocupada últimamente. Ya ves< ―me clavó una

mirada penetrante―, no hace mucho tiempo, yo estaba fuera de casa en el

mundo mortal, en un viaje de negocios, figúrate, cuando esto fue< oh, cómo

debo decirlo< este pulso que pasó por el aire como una carga eléctrica. Casi me

tiró al suelo, era tan fuerte. Naturalmente, me sorprendió y comencé a

preguntarle a esta chica joven y agradable si ella lo había sentido, también.

»¿Sabes lo que hizo, cariño? ―preguntó Leanansidhe, aunque era

evidente que no tenía intención de esperar una respuesta―. Gritó. En mi cara.

Justo en el medio de una calle muy transitada. No tenía ni idea lo que estaba

sucediendo alrededor al principio, pero puedes imaginar mi sorpresa cuando

me di cuenta de que podía verme. Realmente verme. De hecho, y aquí es la parte

divertida, cariño, todos ellos podían verme, toda la ruidosa y torpe

muchedumbre humana. Los bárbaros me rodearon, hablando todos a la vez,

gritando, tomando fotos, tratando de tocarme. ―Leanansidhe dio un suspiro

dram{tico―. Ha sido una tarde m{s bien complicada.

Hice una mueca.

―¿Qué has hecho con ellos?

―Oh, ¿no te gustaría saber, querido? ―La Reina Exiliada me dio una

sonrisa malévola―. Pero eso no es la parte importante de esta historia. ¿Quieres

saber el clímax? Después de que< me ocupe de los mortales, regrese a casa. O,

traté de regresar a casa. ¿Y sabes lo que encontré, Ethan Chase?

Sus ojos estaban casi brillando ahora, un congelado azul peligroso, por lo

que mis entrañas se encogieron.

―¿Nada? ―supuse en un hilo de voz.

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―¡Bravo, Ethan Chase! ―Leanansidhe aplaudió. Salté, y las luces que

nos rodean parpadearon―. Nada es exactamente lo que encontré. El Entremedio

había desaparecido. Mi casa se había ido. ―Chasqueó los dedos―.

Desapareció, como si nunca hubiera existido.

―Pero< finalmente regresó ―aventuró Kenzie, y Leanansidhe volvió su

penetrante mirada en ella―. Quiero decir, est{ aquí ahora.

―Notamos eso, ¿verdad, cariño? ―La voz del hada estaba cortando―.

Sí, el Velo finalmente fue reformado, y tuve la oportunidad de volver al

Entremedio. ¿Pero sabes lo que no se reforma m{gicamente? ―Agitó sus manos

alrededor de la habitación―. Esto. Mi casa. El centro de mi reino. Es por eso

que he estado tan ocupada en los últimos tiempos, mi paloma. He tenido que

reconstruir desde cero. ¿Y todos mis seres humanos, mis artistas y músicos y

compositores que habían crecido en mi estima todos estos años? ―Agitó una

mano al techo―. Se fueron. Perdidos. Corrieron hacia el reino de los mortales

cuando el Velo cayo, y no los he visto desde entonces. Estoy todavía bastante

perturbada por eso.

Oh mierda. Esto no iba bien. Nos escapamos de un nido de dragón

solamente para caer en uno aún más grande, y más desagradable. La Reina

Exiliada se detuvo mirando a Kenzie y me sonrió de nuevo, y sentí mi interior

encogerse.

―Y entonces, comencé a escuchar cosas sobre ti, Ethan querido. Los

rumores fueron llegando, de todos los rincones de Nunca Jamás y el reino de

los mortales. Tales historias interesantes, mi paloma. Acerca de ti, y el Príncipe

de Hierro, y cómo ambos eran responsables de la destrucción del Velo. ―Juntó

las manos enfrente de ella, d{ndome una mirada simulada inquisitiva―. ¿Te

importaría trabajar en eso, querido? Veras, estoy un poco molesta contigo y el

príncipe en este momento, y una explicación podría hacerme estar menos

inclinada a rasgar tus intestinos por tu nariz y hacer las cuerdas de mis arpas

con ellos.

―Keirran me apuñaló ―le dije, mientras Kenzie se movió

protectoramente a mi lado. No sabía lo que podría hacer frente a la

increíblemente poderosa Reina Exiliada, pero sabía que iba a tratar de hacer

algo si Leanansidhe cumplía su amenaza. Tenía que conseguir manejar esta

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situación, ahora―. Fuimos a ver a la Reina de los Olvidados ―continué―, y

ella le dijo que podía destruir el Velo y salvar a todos los Exiliados si sacrificaba

a alguien cuya sangre lo atara a las tres cortes. Y luego me atravesó y me dejo

para que muriera. ―Leanansidhe levantó una ceja, e hice un gesto

desesperado―. No era mi intención destruir el Velo y hacer que tu reino se

desvaneciera ―le dije serio―. Hubiera tratado de detenerlo, pero estaba casi

muerto en el momento.

Me miró insatisfecha.

―Me temo que no es muy buena excusa, cariño ―dijo, haciendo que mi

estómago cayera hasta el suelo―. Fue tu sangre la que destruyó el Velo, tu vida

la que causó este desastre. Intencional o no, la culpa sigue siendo tuya.

―¿Qué pasa con Keirran? ―exigió Kenzie airadamente―. Él es el que

apuñaló a Ethan. Lo sacrificó, sabiendo que destruiría el Velo. Si desea señalar

con el dedo, Keirran es el que hizo la elección, no Ethan.

―Oh, el Príncipe de Hierro tiene mucho que responder ―acordó

Leanansidhe con voz terrorífica―. Y sentir{ mi castigo antes de que esto

termine, te lo aseguro. Pero< ―Su mirada afilada, mir{ndome―. Él no está

aquí. Y es sólo la mitad de la ecuación. Todo lo que ha sucedido, todo lo que ha

hecho hasta este punto, lo hizo posible sólo con tu ayuda, Ethan Chase.

―Inclinó la cabeza, levantando ambas cejas―. ¿Puedes negar esto, querido?

Aturdido, sacudí la cabeza.

―No ―dije con voz {spera―, pero estoy tratando de hacer lo correcto.

―¿Hacer lo correcto? ―Leanansidhe dejó escapar una breve carcajada―.

Perdóname, querido, pero es demasiado tarde para eso. ¿Puedes devolverme a

todos mis seres humanos? ¿Se puede hacer desaparecer a los Olvidados?

¿Puedes deshacer la profecía, ahora que se ha puesto en marcha? ―La Reina

Exiliada negó―. Esto es una guerra, Ethan Chase. Y tú no eres como tu

hermana. Tú no mandas el poder de Verano y de Hierro. Tú no tienes al hijo de

Mab y el famoso Robin Goodfellow a tu lado. Tú eres un simple mortal sin

poder por tu cuenta, una chica que está muriendo y un gremlin. ¿Cómo esperas

“hacer lo correcto”, Ethan Chase? ¿Cómo esperas hacer frente contra los

Olvidados y su reina?

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―No lo hago ―le dije, de repente sintiéndome muy cansado―. No estoy

tratando de detener una guerra. No tengo planes para la dama y los Olvidados

solo. Yo sólo< estoy tratando de salvar a mi familia. Lo que queda de ella, de

todos modos. ―Sentí a Kenzie presionarse m{s cerca, y sus dedos rozaron

brevemente los míos, dejándome saber que estaba ahí. Apreté su mano a

cambio―. Si quieres matarme por eso ―continué, haciendo a Kenzie

tensarse―, conviérteme en un arpa o guitarra o lo que sea, adelante. Pero soy el

único que puede detener a Keirran ahora. La profecía no se trataba de la dama,

era sobre él. Y yo. De una forma u otra, vamos a tener que enfrentarnos otra

vez.

―No puedes salir de esto sin Ethan ―interrumpió Kenzie, ahora

apretando mis dedos en un apretón de muerte―. Esto no fue su elección. Él

hizo todo lo posible para ayudar a Keirran a salvar a Annwyl y Keirran le pago

apuñalándolo por la espalda. Y si crees que voy a dejar que lo convierta en una

guitarra<

―Oh, cariño, no seas ridícula ―espetó Leanansidhe, rodando los ojos―.

Y yo que pensaba que era la dramática. ¿De verdad crees que me gustaría

convertir al precioso hermanito de la Reina de Hierro en una guitarra?

¿Permanentemente, de cualquier forma? No, paloma. ―Me dio una mirada de

disgusto―. Si quisiera venganza, no sería tan burda y evidente como eso. No

cuando hay mil otras formas más creativas de arruinar la vida de alguien. Así

que puedes parar de mirarme, querida ―continuó, mirando a Kenzie―. Y

Grimalkin puede dejar de esconderse. No convertiré a nadie en nada hoy.

―Por favor. ―Soltó la voz familiar de Grimalkin, desde el banco del

piano. El gato levantó la vista de lavar su cola, como si hubiera estado allí todo

este tiempo―. Como si tuviera algo que temer de la gran cantidad de ti ―dijo,

y se puso de nuevo a la preparación de sí mismo. Sentí a Kenzie descansar de

alivio.

―Sin embargo, yo soy curiosa, queridos ―continuó Leanansidhe,

después de una breve mirada al gato, que parecía ajeno―. ¿Qué piensan hacer

con el Príncipe de Hierro? Lo último que supe, es que había declarado la guerra

a todas las cortes, incluso a su propio Reino de Hierro, enfrente de cada rey y

reina del País de las Hadas. Por el delito de traición, ya sabes. Penado con la

muerte. Parece que nuestro querido Príncipe de Hierro es enteramente serio

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sobre destruirnos a todos nosotros. ―Negó con la cabeza―. Muchacho

descarado y estúpido. No pensé que tenía lo suficiente.

―Él no lo tiene ―le dije, haciéndola parpadear―. Él< no es del todo sí

mismo. Hay este amuleto que< eh< como que aspiro su alma.

La Reina Exiliada me miró con esos ojos azules de miedo, y el aire que

nos rodeaba se quedó muy quieto.

―Este amuleto ―dijo en voz baja―, ¿est{ alrededor del cuello de cierta

hada de Verano?

Tragué saliva.

―Supongo que lo has visto en Annwyl.

―No hace mucho tiempo, cariño. ―Leanansidhe se enderezó con un

resoplido―. No es como si quisiera volver a ver a la chica de nuevo. Esa

pequeña ramera me ha causado un sinfín de problemas. ―Alcanzando sobre su

cabeza, sacó un cigarrillo con flauta de la nada, se pegó un extremo en la boca e

hinchó nubes de humo violeta―. Nunca debería haber accedido a tomar a la

chica en primer lugar ―se quejó―, pero tú conoces a nuestro querido príncipe.

Pestañeando sus ojos y con esa mirada de cachorro herido que te da, y es casi

imposible decirle que no. Y si eso no funciona, él sólo te molesta constantemente

hasta que te rindes. Niño imposible.

Casi me sonreí. Keirran había sido así, una vez. Cuando lo conocí. El

príncipe del Reino de Hierro había sido caballeroso, de voz suave y sin tregua,

cortés incluso con sus enemigos. También era terco, imprudente e imposible,

pero al menos era civilizado al respecto, así que era difícil ponerte en contra de

él. Cuando me enteré de quién era en realidad, pensé que le odiaría. Pero mi

sobrino me había conseguido por su manera de tratarme, no sólo como familia,

sino como un amigo. Y, sorprendentemente, eso es en lo que se había

convertido. Érase una vez, no hace mucho tiempo, Keirran había sido mi amigo.

Nada como el frío, extraño sin emociones que se había mostrado en Tir

Na Nog ese día, sus ojos completamente planos mientras le había dicho a las

cortes, a su propia familia, que eran sus enemigos ahora.

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―Sabía que algo andaba mal cuando ella volvió con esa< cosa<

alrededor de su cuello ―continuó Leanansidhe, haciendo un giro en mi

estómago―. Sucia magia que era, querido. No sé dónde lo consiguió, pero sabía

que no lo quería en mi casa. La niña desdichada no me dijo dónde lo consiguió,

como sea, sólo que la conectaba a ella y al Príncipe de Hierro, y que no podía

quitárselo. Debería haberla echado entonces. Pero deje que se quedara, como la

tonta de corazón blando que soy.

―¿Dónde está Annwyl ahora? ―preguntó Kenzie.

―La última vez que vi a la chica del Verano ―reflexionó Leanansidhe―,

fue un par de noches después de que el Velo fuera arrancado. Ella había estado

en la mansión cuando el Entremedio desapareció. No sé cómo sobrevivió ella, o

lo que le pasó a todos los Exiliados y mestizos en la casa cuando el Velo cayó.

Sólo sé que regresé del reino mortal esa noche, y el Entremedio ya no estaba allí.

Cuando el Velo se reformo y pude ir al Entremedio de nuevo, nada quedaba de

mi mansión, excepto el ancla. Todo y todos se habían ido.

»Unas noches m{s tarde ―continuó Leanansidhe―, Annwyl vino y me

anunció que se iba. Que algo había sucedido con el príncipe, y tenía que irse

antes de que el amuleto hiciera algo más. O algo así. En realidad no estaba

escuchando en ese momento.

Kenzie parpadeó.

―¿No le importaba que Annwyl se fuera?

―Vas a tener que perdonarme, querida. Mi casa se había ido, el

Entremedio ya no existía, y, para mi mente, la niña solo me había dicho que era

en parte responsable de su desaparición. ―A Leanansidhe le brillaban los ojos

mientras giraba su flauta―. No estaba del humor m{s razonable en ese

momento. Estuvo de suerte que estaba agotada por la renovación. De lo

contrario podría haber decorado mi oficina con Esencia de Chica de Verano.

―¿Que le ocurrió?

La Reina Exiliada frunció los labios, soplando una nube de humo que

parecía inquietantemente como un hada de Verano. La imagen de humo se

encogió de algún terror invisible, recogió su falda y corrió.

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―Le dije se fuera de mi vista ―dijo Leanansidhe, viéndola irse

corriendo―, y que si la veía de nuevo, separaría su hermosa cabeza de sus

hombros.

Hizo un gesto rápido con la flauta de cigarrillo, y la cabeza del hada de

humo cayó de su cuerpo antes de que ambas partes se retorcieran en la nada.

Kenzie arrugó la nariz.

―Así que no, queridos. ―La Reina Exiliada había terminado―. Me temo

que no he visto a la chica de Verano últimamente. Como he dicho, he estado

ocupada restableciendo mi casa desde cero.

―Tenemos que encontrarla ―insistió Kenzie―. Tenemos que conseguir

el amuleto antes de que sea demasiado tarde. ¿Dijo dónde iba, lo que estaba

buscando?

Leanansidhe suspiró.

―No tengo ni idea de lo que est{ buscando, cariño ―dijo―. Pero sí sé

adónde fue. No es que les haga mucho bien. ―Chupó la flauta de cigarrillo e

hinchó una larga columna de humo que se acurrucó en el aire como un río

lento―. La chica de Verano se ha ido a la frontera de Wyldwood ―entonó la

musa oscura solemnemente―, y m{s all{ del río de los sueños. M{s all{ de los

territorios de Verano e Invierno, en Deep Wyld.

Sentí un escalofrío en la grande y acogedora habitación.

―¿Deep Wyld? ―Kenzie hizo eco, sonando intrigada―. ¿Qué es eso?

¿Otra región de Nunca Jamás?

―Sí ―dije, recordando las partes y piezas que había recogido en los

últimos años acerca de Deep Wyld. No mucho, pero sabía que era la parte más

profunda y más oscura de Nunca Jamás, un lugar en que las hadas normales

rara vez se aventuran. Nadie sabía mucho sobre Deep Wyld, lo que era, qué

tipo de cosas vivían por ahí―. Algo así como Wyldwood, pero< m{s grande.

Es supuestamente la parte más antigua del País de las Hadas.

Y, probablemente, la más peligrosa.

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―Exactamente, cariño ―estuvo de acuerdo Leanansidhe―. Deep Wyld

es el vasto desierto salvaje de Nunca Jamás, más allá de las cortes y Wyldwood

y nada familiar. Sólo los más valientes o más aventureros desesperados cruzan

a través del Río de los Sueños y a Deep Wyld. Y muchos que intentar cruzar

nunca regresan.

―¿En serio? ―Por supuesto, la noticia no hizo nada para disuadir a

Kenzie. ¿Otra región del País de las Hadas que fuera aún más misteriosa y

peligrosa que la mayoría? Prácticamente podía ver sus ojos brillando ante la

idea―. Pero ¿por qué Annwyl entraría en Deep Wyld? ―preguntó.

―Ni idea, mi paloma ―dijo la Reina Exiliada con ligereza―. Se dice que

muchos secretos antiguos y conocimientos prohibidos descansan en las regiones

más oscuras de Deep Wyld. Si Annwyl está buscando algo en particular, ya sea

conocimiento o poder, no es un mal lugar para buscar. Sin embargo, seguir a un

hada de Verano a través del Wyldwood es bastante difícil. Si ellos no quieren

ser encontrados, es casi imposible encontrarlos. Seguir un hada de Verano a

través de Deep Wyld, que es más vasto, más oscuro e infinitamente más

peligroso, es harina de otro costal. Ustedes no pueden simplemente correr tras

la chica sin ninguna pista en cuanto a dónde se dirige, queridos. Van a necesitar

algún tipo de guía.

―Tenemos a Grimalkin. ―Kenzie señalo, mirando el gato en el banco

del piano. Tenía los ojos cerrados―. Él nos puede mostrar el camino, ¿verdad?

Leanansidhe sorbió.

―Contrariamente a lo que crees que Grimalkin es, querida, no lo sabe

todo sobre Nunca Jamás. Impactante, lo sé. Pero si ustedes van a tratar de

encontrar a la chica de Verano hasta Deep Wyld, sólo hay alguien que será

capaz de ayudarlos. Y creo que nuestro querido Grimalkin sabe exactamente de

quién estoy hablando.

―No puedes estar hablando en serio. ―Los ojos amarillos de Grimalkin

abrieron una grieta y le miraron con desdén―. ¿Convocarlo? ¿Para seguir a un

hada de Verano a través de Deep Wyld? No puedo decir si incluso podría

molestarse en responder a dicha solicitud.

―Él vendría si tú le preguntas, cariño.

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El gato aplanó sus orejas.

―Supongo que si no hay otra manera ―dijo con voz disgustada―.

Aunque alguien me va a deber un gran favor cuando esto termine. Pero no se

preocupen, seres humanos. ―Él me dio una mirada de exasperación―. Voy a

encargarme de todo, como siempre.

―Ahí est{ ―dijo Leanansidhe, y la sonrisa poco malvada estaba de

vuelta en su cara―, un diminuto problema más. Verán, Deep Wyld se

encuentra al otro lado del Río de los Sueños, no está cerca desde aquí, queridos.

Podría tomar muchos días de viaje recorrer las partes más desagradables de

Wyldwood para llegar a él. ¿Cómo pretenden llegar?

―Caminando, supongo ―murmuré, aunque la idea de andar a través de

Wyldwood durante días finalmente no era agradable. Y yo era muy consciente

de que nos est{bamos quedando sin tiempo―. A menos que alguien pueda

pensar en algo mejor.

―Bueno, tengo una sugerencia, querido. ―La Reina Exiliada agitó su

mano, y la flauta de cigarrillo retorció lejos unos zarcillos de humo―. Estoy

empezando a reunir mis vehículos de nuevo, y sucede que tengo uno funcional

de nuevo. Se dirige a Wyldwood, a un lugar muy cerca del Río de los Sueños.

Todavía harán un día de camino desde el río, pero te llevará a la frontera

mucho más rápido que si van caminando desde aquí.

Al instante sospechoso, me crucé de brazos.

―Uh-huh. ¿Y cuál sería el truco? Tú, sin duda no nos vas a dejar usar ese

vehículo por la bondad de tu corazón.

―Vaya querido, qué idea horrible. No podemos tener esos rumores

dando vueltas, ¿verdad? Piensa en el daño a mi reputación. ―Leanansidhe rió

entre dientes, como si la idea fuera absurda, y sacudió la cabeza―. Adem{s,

Ethan Chase, tú y el príncipe me han causado un sinfín de problemas. Algunos

argumentarían que me debes.

―Bien. ―Suspiré―. Creo que acepto eso. ―Levanté los brazos en un

encogimiento de hombros antes de dejarlos caer a los lados―. Vamos a acabar

de una vez, entonces. ¿Qué quieres?

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―Ethan, espera. ―Kenzie se adelantó y nos hizo dar la espalda a la

Reina Exiliada. Bajando la voz, susurró―: Déjame negociar con ella.

Leanansidhe no está enojada conmigo, no como contigo y Keirran, el precio

podría ser menor si me ocupo de ella.

―No, Kenzie ―murmuré, y le tomé la mano―. Es mi turno. Tú ya has

hecho tanto, hecho tantas ofertas. Sé que podrías hacer esto sin pensarlo dos

veces, pero< creo que es hora de que comparta parte de esa carga.

―Pero odias negociar con las hadas.

―Lo sé. ―Tirándola hacia delante, deslicé un brazo alrededor de su

cintura, manteniendo mi voz suave―. Ya no es acerca de mí. Y yo no voy a ser

como Keirran y hacer ofertas que son demasiado altas, o prometer algo que va a

herir a los demás, especialmente a ti. Pero tenemos que encontrar a Annwyl

pronto. Y si la negociación con Leanansidhe nos llevará allí más rápido,

entonces estoy dispuesto a hacerlo. Si el costo es algo con lo que puedo vivir.

Algo con lo que ambos podemos vivir.

―Est{ bien. ―Asintió lentamente―. Sólo ten cuidado chico duro.

―Lo haré. Y si crees que voy a terminar como un arpa o algo, patéame.

―Yo no ―dijo Leanansidhe con voz molesta mientras nos daba la

vuelta―, te voy a convertir en un arpa, Ethan Chase. Uno, ya tengo una

importante colección. Dos, harías una terrible arpa, demasiado quejica y

melancólica. Nada de elegancia en absoluto. Pero eso no viene al caso. ―Se

enderezó majestuosamente, mirando por encima del hombro a nosotros―.

¿Est{s listo para escuchar mis términos, cariño? ―preguntó―. ¿O ni siquiera

debería molestarme en desperdiciar mi aliento, porque todos sabemos que

Ethan Chase no negocia con las hadas, y el precio va a ser significativo?

Tragué saliva. Todo en mí me decía que me negase, pero me obligué a

preguntar.

―¿Cu{l es el precio?

Leanansidhe sonrió.

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―Un año ―dijo la musa oscura en voz baja, misteriosa―, de tu vida,

sólo para mí. Todas tus ideas, todos tus sueños, miedos, emociones, todo lo que

has sentido o experimentado en esos doce meses, serán míos.

Mis entrañas se entregaron en un nudo.

―¿Un año? ―exigió Kenzie detr{s de mí―. ¿Sólo por usar el vehículo?

Eso es un poco exagerado, ¿no crees? Te di un mes para obtener la Visión, ¿por

qué es tan alto para Ethan?

―Porque, cariño ―dijo Leanansidhe―, y no lo tomes a mal, pero, tú no

eres tan importante para Nunca Jamás como Ethan Chase. Es el hermano de la

Reina de Hierro. Él es parte de una profecía. Su sangre lo ata a las tres cortes de

Faery. Él está íntimamente ligado a nuestro mundo, y una vida como la suya

sólo ocurre una vez en una luna azul. ―Se encogió de hombros―. Adem{s,

todavía estoy de mal humor sobre mi colección de Charles. ¿Sabes cuánto

tiempo me llevó a reunir a todos los seres humanos? No, Ethan Chase.

―Sostuvo un dedo levantado―. Un año de su vida, ni m{s, ni menos. Por

supuesto, todavía puede viajar a Deep Wyld a través de la ruta normal. Sólo le

llevar{, oh< ¿tres semanas, tiempo hadas? Si no se meten en problemas de

camino.

―Un año de mi vida, ¿eh? ―murmuré―. ¿Y no hay nada que pueda

decir u ofertar que pudiera acortarlo un poco?

―En realidad ―ronroneó Leanansidhe―, lo hay. ―Sonriendo, me miró

sobre los dedos juntos―. Tu vida no es la única que me interesa. Estaría

dispuesta a dividir el costo con la otra mitad que me causó tantos problemas.

De hecho, sólo para ti, querido, te voy a dejar completamente fuera< si me

prometes un año de la vida del príncipe en tu lugar.

Kenzie jadeó.

―¿Puedes hacer eso? ―le espetó, mir{ndonos con los ojos abiertos―.

¿Prometer un año de la vida de otra persona? ¿Incluso si no están de acuerdo

ellos mismos?

―Normalmente no puedo, querida ―dijo Leanansidhe―. Pero este es

un caso especial. Veras< ―hizo un gesto en dirección a mí―< Ethan y el

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príncipe están vinculados entre sí por más que sangre. Son dos mitades de una

profecía, y les hace, en esta situación, únicos. Keirran ya ha tomado la vida de

Ethan. Por lo tanto, Ethan podría inclinar la balanza y tomar una parte de la

vida del príncipe a cambio. Si él quisiera."

―Pero< Keirran es parte hada ―dijo Kenzie, frunciendo el ceño

mientras trataba de entender.

―Técnicamente, es inmortal. ¿Cómo se puede acortar la vida útil de algo

que no puede morir?

―Todas las hadas pueden morir, mi amor ―dijo Leanansidhe―.

Simplemente no se marchitan y mueren de vejez como los mortales. Pero tú eres

una chica inteligente como para recordarlo. ―Sonaba a regañadientes

impresionada y molesta al mismo tiempo―. Yo no estaría acortando la vida del

príncipe sino tomando una parte de ella. El valor de un año de los sueños, las

emociones, el glamur, la felicidad, todo lo que él llevaría a cabo, querida.

―¿Qué le haría eso? ―preguntó Kenzie.

―¿Quién sabe, paloma? ―Leanansidhe se encogió de hombros―. No he

hecho este tipo de negociación antes, no con un receptor hada. Todas mis

relaciones han sido con los mortales. Tal vez el príncipe se marchite, se

convierta en una sombra de lo que es durante un tiempo. Tal vez pasaría un año

fuera de sí, sabiendo que algo está perdido, pero incapaz de poner el dedo en

qué. En realidad no importa, ¿no? El Príncipe de Hierro es tu enemigo ahora, el

enemigo de toda hada verdadera. ¿A quién le importa lo que esto va a hacer

con él? ―Se volvió hacia mí expectante―. Entonces, ¿qué dir{s, Ethan Chase?

Puedes tomar tu venganza en Keirran aquí mismo. Lleva tu venganza por su

traición, por haberte matado, un miembro de su familia, para salvar a los

Olvidados.

En mi vacilación, su voz bajo, halagüeña.

―Es justo, ¿no te parece, querido? ―cantó―. “Ojo por ojo”, ¿no es uno

de tus refranes humanos? ¿No crees que Keirran deba ser castigado por todo el

dolor que ha causado?

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―Sí, pero< ―Me pase una mano sobre mi cabeza, pensando. A decir

verdad, y yo podría haber sido un podrido ser humano para admitirlo, la oferta

sonaba muy tentadora. Keirran había hecho daño a tanta gente. No sólo a mí,

sino a Kenzie, Meghan, Ash, Annwyl, mis padres, Razor, Guro, todos en Mag

Tuiredh, y la lista seguía. Y ponerse del lado de la Reina Olvidada, estaba

poniendo en peligro un infierno de mucho más. Quería que pagara. Quería que

supiera las consecuencias de sus acciones, y que no sólo fuera a darse la vuelta

y aceptar que había tratado de matarme. No estaba de acuerdo con eso, maldita

sea. El hecho de que él no tenía un alma no significaba que podía excusar toda

la mierda que había hecho.

Pero< si estaba de acuerdo, no estaría simplemente haciéndole daño a

Keirran. Estaría haciendo daño a Meghan, también. Y eso era algo que Keirran

nunca llegaría a entender; sus acciones estúpidamente imprudentes no lo

afectaron sólo a él como había creído una vez. No estaba haciéndose daño a sí

mismo, estaba haciéndole daño a todos los que se preocupaban por él.

Y, aunque yo estaba enojado con el príncipe, incluso si se lo merecía, la

vida de Keirran no era mía para comerciar con ella. Eso me haría igual que él.

―No ―me dije, sacudiendo la cabeza―. No, Keirran es un hijo de puta,

pero< no es mi lugar. No voy a hacerle eso a él, o a Meghan.

―Muy bien, cariño. ―Leanansidhe se enderezó, lanzando su cabello

hacia atr{s―. Es tu elección, después de todo. Pero el precio para el uso del

transporte sigue en pie. Un año de su vida, o un año de la tuya. ¿Qué va a ser?

Suspiré, empujando hacia abajo el miedo, la torsión salvaje de mis

entrañas.

―Un año ―le dije con cautela―. Exactamente uno. ¿Y esto ser{ al final

de mi vida normal? ¿No voy a despertar como un vegetal cuando tenga treinta?

―No, mi paloma. ―La Reina Exiliada sacudió la cabeza con una

sonrisa―. Si nada te sucede, vivir{s una larga vida humana normal.

Simplemente va a ser un año más corta que cuando se supone debes morir. Yo

no puede decir cuándo será eso, querido. Nadie puede decir eso.

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―Kenzie. ―Miré a mi novia, que estaba observando todo esto en silencio

sombrío. Sus brazos se cruzaron, pero ella no parecía enojada o como si quisiera

protestar. Sólo parecía sombría.

Me acerqué, poniendo mis manos en sus brazos, bajando la voz.

―Si no quieres que haga esto ―le dije―, no lo haré. Estoy dispuesto a

hacer el trato, pero tienes que estar bien con esto, también. ―Me hubiera

gustado poder haber hablado con mis padres, pero por supuesto que no iba a

suceder―. No quiero ser como Keirran ―le dije con una mirada

desconcertada―. Hacer negocios y promesas sin pensar en nadie m{s. Y tú<

eres la persona m{s importante en mi vida, así que< ―Me callé, mientras los

ojos de Kenzie brillaban―. Quiero estar seguro de que est{s bien con esto

―continué―. Si no lo est{s, est{ bien. Encontraremos otra manera<

―Ethan. ―Kenzie puso una mano en mi pecho. Sus ojos estaban todavía

brillantes mientras me miraba―. No estoy exactamente de acuerdo con esto,

pero< ciertamente no soy nadie para decir nada acerca de hacer negocios con

las hadas. Sería muy hipócrita de mi parte detenerte ahora, a pesar de que

quiero tenerte alrededor tanto tiempo como pueda. Pero sé que eso no es

posible. ―Se aferró a su sonrisa, incluso mientras un bulto subió a mi

garganta―. Nadie puede vivir tu vida, sino tú, y esto es tu elección, tipo duro.

Decidas lo que decidas, siempre tendr{s mi apoyo. ―Se inclinó y besó mi

comisura de la boca―. Mientras tú no te dejes convertir en un hámster o algo

así ―susurró mientras se apartaba―. Si fuera así yo podría protestar un poco.

―Besito ―zumbó Razor de debajo de su cabello.

―Oh, por favor, conviértele en un h{mster ahora mismo ―comentó

Grimalkin desde el piano. Los ignoré a todos y la besé.

Leanansidhe estaba esperando pacientemente mientras retrocedí, aunque

Kenzie deslizó sus dedos entre los míos y los apretó, negándose a dejar mi lado.

Hubo una leve sonrisa en el rostro de la Reina Exiliada mientras nos miraba.

―¿Has decidido entonces, querido?

Asentí.

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―Sí ―dije, obligando a mi corazón que se calmara―. Estoy dispuesto.

Estoy de acuerdo.

―Un año de tu vida, dado a mí, en cualquier momento puede llegar.

―Leanansidhe levantó una delgada mano antes de que pudiera responder―.

La última oportunidad para echarse para atrás, cariño. Una vez que te

comprometas, es permanente. Tus siguientes palabras decidirán este negocio,

por lo que hay que estar muy seguro. A cambio del uso del vehículo que te

llevara a Deep Wyld, estás de acuerdo a renunciar a un año de tu vida para mí.

¿Sí o no?

Kenzie me apretó la mano. Tragué saliva, respire hondo y le respondí:

―Sí.

Me preparé, pero no estaba preparado para lo que se sintió como un

puño de hielo que se hundía en mi pecho, agarrando algo vital y rasgando hacia

fuera otra vez. Di un grito sin aliento y habría caído, pero Kenzie me agarró del

brazo, plantando sus pies mientras tomaba todo mi peso, manteniéndome en

posición vertical.

Jadeante, me sorprendí y le di una mirada de agradecimiento mientras

me enderezaba. Leanansidhe no se había movido, aunque sus ojos estaban

cerrados y su cabello se agito y retorció como si detectara un fuerte viento.

―¿Est{s bien, tipo duro? ―susurró Kenzie.

―Sí. ―Apreté, mientras que el dolor desaparecía y mis músculos

finalmente aflojaron. Por un segundo, sentí un enorme agujero en algún lugar

profundo dentro de mí, antes de que contuviera el aliento, y se llenara una vez

m{s―. Todo bien. Gracias.

Leanansidhe abrió los ojos y sonrió.

―¡Esplendido, querido! ―anunció, y podría haber sido mi imaginación,

parecía más brillante, más vibrante y viva. Me pregunté si parecía diferente

para cualquier hada a mí alrededor, si pudieran sentir que algo no estaba bien.

Que no estaba completo.

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No importaba, me dije. Era un año, y nadie sabía cuándo iba a morir. Yo

podría renunciar a un año si eso significaba salvar a mi familia, mis amigos y el

resto de este mundo loco. Pasara lo que pasara, cualquier cosa que el futuro

trajera, acababa de hacer lo que tenía que hacer, Kenzie me había enseñado eso.

Aunque hace unos pocos meses, nunca hubiera hecho este tipo de trato.

Antes de que Kenzie y Keirran se estrellaran en mi vida, antes de los Olvidados

y la dama, antes de que Nunca Jamás me eligiera como su campeón humano, no

quería tener nada que ver con las hadas. Apenas había querido nada que ver

con mi familia inmortal. Todo era diferente ahora. Yo estaba dispuesto a

renunciar a mucho más, incluso mi propia vida, para salvar todo lo que una vez

había despreciado.

Yo… seguro he cambiado.

―Bueno. ―Leanansidhe juntó las manos―. Creo que esto concluye

nuestra transacción comercial. Grimalkin, cariño< ―Miró al gato, que se había

acurrucado en el banco del piano con su cola sobre su nariz―. Sé amable y

muéstrales el camino al vehículo. Tú sabes dónde está, ¿no? Ah, y si vas a traer

ese horrible delgado Olvidado por mi casa, no lo dejes en ningún lugar cerca

de< bueno, cualquier cosa en realidad. No quiero que chupe el glamur de las

paredes. Ethan, ¿cariño? ―Me sonrió―. Te deseo suerte. Y si terminas

encontrándote de frente con Keirran en un futuro próximo, sé un amor y patea

su pequeño culo real por mí, ¿sí? Lo apreciaría. Ciao, queridos.

Un viento azoto a través del vestíbulo, lanzando el cabello de Kenzie y

haciendo que el fuego estallara con un rugido. Cuando se calmó de nuevo, la

Reina Exiliada se había ido.

―Bueno ―dijo una voz alta y familiar, mientras el Hombre Delgado

volvió a la existencia en una esquina―. Creo que estoy ofendido.

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Capítulo 12 El puente Gnomo

De vuelta en Nunca Jamás otra vez. Estaba empezando a sentirme un poco

deteriorado, ya que habíamos estado saltando del mundo real a Wyldwood, al

Between y viceversa, sin apenas oportunidad de descansar o comer o tomar

aliento. Al menos Kenzie había conseguido dormir unas horas esa noche en el

árbol, aunque estaba empezando a mostrar signos de agotamiento también, a

pesar de que trataba de ocultarlo. Estaba preocupado por su salud y tratando de

no ser sobreprotector a medida que seguíamos a Grimalkin través de varios

largos y estrechos pasillos que conducían más profundamente en la mansión.

Que no parecía del todo sólida cuanto más lejos nos aventuramos en sus

salas. Pasillos se veían vacilar en la distancia, brillando como las olas de calor. O

parpadeaban como si estuvieran en peligro de desaparecer. Pasamos varias

habitaciones grandes que estaban completamente vacías y otras donde

fantasmales muebles se desvanecían dentro y fuera de la existencia, como si no

hubiera suficiente glamour para que fueran completamente reales. Una vez,

Kenzie se detuvo frente a una puerta, y miré por encima de su hombro para ver

todo más allá del marco flotante en el aire. Sofás, sillas, una mesa de café,

lámparas, una estantería, todo a la deriva perezosamente por la habitación

como los astronautas en una estación espacial. Rápidamente, le aparté,

esperando que Grimalkin pudiera llevarnos al vehículo sin que los pisos se

desvanecieran o nosotros cayendo a través de las escaleras o algo.

Por último, el gato nos condujo por un largo tramo de escalones de

piedra hasta la mazmorra como el sótano de Leanansidhe. Las antorchas

parpadeaban en corchetes sobre pilares de piedra, y los pisos estaban fríos y

húmedos. Parecía mucho más pequeño que cuando había estado aquí abajo

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antes, o tal vez sólo parecía así porque no podía ver más allá de la luz de las

antorchas. Más allá de los círculos de luz naranja, no había más que negro.

―Aquí ―dijo Grimalkin, sentado delante de un arco de piedra. Un par

de cabezas de gárgolas cada una abrazando una parpadeante linterna a cada

lado del arco, pero al igual que el resto de la habitación, no podía ver nada

excepto oscuridad a través del marco―. Este es el vehículo que los llevar{ hasta

la frontera de Deep Wyld ―continuó el gato inclinando una oreja hacia ahí―. A

partir de aquí, el río de los Sueños no está lejos. Voy a emitir esta advertencia,

sin embargo. Deep Wyld no es como el Wyldwood. Es mucho más peligroso,

mucho más fácil para perderse y mucho más probable para los mortales que se

tropiezan con cosas que no deberían tocar. Tengan cuidado humanos.

―Grimalkin suspiró, agitando su cola cuando se volvió hacia el arco―. Odiaría

tener que explicar a la Reina de Hierro que su hermano fue comido por hongos

carnívoros porque no veía dónde ponía los pies.

―¿Hongos carnívoros? ―Kenzie me miró y sonrió―. ¿Algo así como los

Goombas de Super Mario Bros? No te preocupes, si hay hongos malos,

simplemente saltamos sobre sus cabezas, eso va a matarlos.

Le di una mirada desconcertada.

―¿Qué?

―¡Super Mario Bros! ―exclamó Kenzie, frunciendo el ceño―. ¿Mario,

Luigi, Bowser? Es un cl{sico. ―Cuando todavía me veía desconcertado, rodó

los ojos―. Eres un chico. ¿Cómo es que no sabes de vídeo juegos?

Sonreí.

―Posiblemente porque estaba m{s preocupado por monstruos reales que

me podían comer.

―Como sea. Cuando vayamos a casa, voy a pedir prestado el Nintendo

de Alex y te presentaré a Super Smash Bros.

―Hongos. ―Razor, posado en el hombro de Kenzie de nuevo, arrugó la

nariz―. Bleh. Fuchi, malos hongos. Como gatito.

El Hombre Delgado negó.

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―Oh, esto va a ser de mucha experiencia. ―Suspiró, y nos siguió a través

del arco.

* * *

Nos tomó un par de horas para llegar al río. El Wyldwood seguía tan oscuro,

enredado y poco atractivo como antes, y me preguntaba cómo este misterioso

Deep Wyld podía ser peor. No tenía ninguna duda de que lo era, sin embargo.

Porque así es como siempre funcionan las cosas en Nunca Jamás. Las cosas

nunca fueron tan retorcidas, desagradables y totalmente horribles que no

podían empeorar aún más.

Bueno, eso es un pensamiento alegre, Ethan. Estás hecho una bola de sol hoy,

¿no es así?

Mi mal humor continuó empeorando cuanto más caminamos, marcado

por picos ocasionales de temperamento cada vez que me tropecé con un tronco,

o una vid serpenteaba alrededor de mi pie y deliberadamente me tiraba.

Agregado a mis quejas, mis muchos pequeños cortes y heridas latían,

haciéndome aún más irritable. Estaba, me di cuenta, cansando del país de las

Hadas. Estaba cansado de sus guerras y luchas de poder. Estaba cansado de sus

estúpidamente paisajes peligrosos que desafiaban la lógica y la cordura y te

volvería loco si pensabas demasiado duro sobre eso. Estaba cansado de las

hadas y ofertas de hadas y misiones y elecciones imposibles. Estaba cansado de

todo.

―Oye ―dijo Kenzie cuando nos detuvimos para un breve descanso.

Grimalkin estaba sentado sobre un tronco en un raro parche de sol, lavándose

la cola, y el Hombre Delgado había desaparecido de algún lugar u otro. Yo

estaba apoyado en el tronco de un enorme árbol, sintiéndome malhumorado y

antisocial y deseando que este viaje acabara ya, cuando Kenzie caminaba con

una barra de granola en la mano. Sus ojos estaban preocupados cuando me

miró―. ¿Est{s bien?

Tomé la barra ofrecida con una breve inclinación de cabeza.

―Sí. Estoy bien.

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―¿Est{s seguro? No has dicho mucho desde que dejamos a Leanansidhe,

y tienes ese ceño de odio todo en ti. Est{s<

―He dicho que estoy bien ―le espeté, haciéndola saltar. Razor silbó

hacia mí y desapareció por su camiseta, y los ojos de Kenzie brillaron.

―Est{ bien, chico duro, entendido. ―Se alejó, no siendo capaz de

enmascarar el dolor y la rabia de su cara―. Te dejaré solo.

Suspiré.

―Kenzie, espera. ―Se volvió con cautela, y me pasé una mano por el

cabello―. Lo siento ―ofrecí, dejando caer mi brazo―. No tenía la intención de

gritarte. Estoy cansado< supongo.

Parpadeó, mirándome con preocupación.

―¿Vas a estar bien?

―¿Honestamente? No lo sé. ―Miré hacia abajo a mis manos,

jugueteando con la envoltura de la barra, sintiendo su mirada en mí―. Es sólo

que< todo el mundo cuenta con nosotros, ¿sabes? Y hay mucho que podría ir

mal. Tenemos que encontrar a Annwyl, que podría estar en cualquier lugar en

este momento, convencerla de volver con nosotros, y de alguna manera llegar a

Keirran, que está, probablemente, en el otro lado de un ejército maldito. Y si

nosotros manejamos todo eso, si de alguna manera logramos que Keirran no

muera, tenemos que convencerlo de que destruya la única cosa que ha

mantenido viva a Annwyl. Así ella puede morir. Y él pueda tener su maldita

alma de vuelta. ―Me pasé una mano por los ojos, sacudiendo la cabeza. Kenzie

continuó viéndome, sin decir nada, aunque sus ojos eran comprensivos

ahora―. No he visto a mis padres en meses ―murmuré―. No sé lo que est{n

haciendo, lo que está pasando en el mundo mortal o cuánto tiempo va a pasar

antes de que finalmente terminemos aquí. Todo está tan jodido. Mi hermana va

a la guerra con mi sobrino, mi mejor amigo me mató para que la dama pudiera

subir al poder y la única manera de parar todo esto es dejar que otro de

nuestros amigos muera. Y yo tengo< ―De alguna manera tengo que convertirme

en el campeón del mismo Faery. No hay presión, ¿verdad?

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Incline la cabeza hacia atrás, me quedé mirando hacia Wyldwood,

sintiendo la fea verdad caer sobre mí. Estaba agotado, estaba adolorido y me

dolía la cabeza, pero la verdad, estaba asustado. Estaba descansando en

nosotros encontrar el amuleto y destruirlo, ¿pero qué si no podíamos? ¿Qué

pasaría con mi familia si no podía traer a Keirran de regreso? ¿Si la Primera

Reina ganaba realmente?

Oí a Kenzie quitarse la mochila, la dejó en el suelo y caminó sobre las

raíces para pararse a mi lado. Poniendo sus manos detrás de ella, se apoyó

contra la madera, la mirada perdida en el bosque.

Razor salió de su camiseta, murmuró, "niño gruñón" en mi dirección y

corrió por el tronco, desapareciendo en las ramas.

―Tengo miedo, también ―dijo Kenzie después de un momento.

Sorprendido, miré hacia ella, pero ella tenía la mirada fija en los árboles, con la

mirada distante―. Sé que no soy tan cercana a este mundo como tú, pero sí sé

lo que est{ en juego. Estoy preocupada por ti, mis padres, Alex, Razor y< y yo

ni siquiera puedo pensar acerca de Annwyl ahora. Sigo esperando que haya

otra manera, de que vamos a encontrar otra solución, así Annwyl no tiene

que< ―Su voz tembló un poco en la última parte, antes de que tomara una

respiración r{pida y se volvió de vuelta a mí―. Es un asco ―admitió, sus ojos

oscureciéndose―. A veces el mundo es así. A veces sólo tienes que jugar con la

mano que te tocó. Pero déjame preguntarte esto< ¿podrías confiar esto a

alguien más? Tú has dicho que el propio Nunca Jamás te eligió, un humano con

poderes especiales, no hay magia o glamur o cualquier otra cosa. Tiene que

haber una razón para ello, y creo que es porque nadie más puede hacerlo.

Tienes que ser tú, tipo duro.

―Pensé que no creías en el destino.

―No lo hago. ―Kenzie se encogió de hombros―. Siempre hay una

elección, Ethan, aunque sea entre huir y hacerle frente a lo que nos asusta.

Incluso si todos los caminos conducen al mismo lugar. ―Se detuvo un

momento, mirando hacia arriba al dosel, su voz m{s suave―. Cómo llegamos

allí, y lo que hacemos en el camino, eso siempre depende de nosotros.

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―Humanos. ―Grimalkin apareció en un tronco cubierto de musgo. No

rodeo el árbol; no lo había visto saltar en el tronco. Él solo estaba allí―. Voy por

delante ―indicó, parpadeando hacia nosotros l{nguidamente―. Nuestro

delgado amigo debe ser capaz de hacer el resto del camino.

―¿Qué? ―le fruncí el ceño―. ¿Te vas? ¿Ahora? ¿Por qué?

―Debo verme con nuestro contacto y hacer los arreglos necesarios para

su travesía en Deep Wyld, ya que parece que tengo que hacer todo por aquí

―dijo el gato en un tono de cansancio en la voz―. No te preocupes, humano.

Nos reuniremos de nuevo pronto.

Saltando al suelo, movió la cola en el aire y trotó hacia el arbusto.

―Confío en que ser{n capaces de continuar sin entrar en demasiados

problemas ―dijo mientras se deslizaba por debajo de una mata de helechos y

desapareció―. El Río de los Sueños no est{ lejos. Si pudieran abstenerse de su

tediosa charla humana y la tendencia a caer uno encima del otro, es posible que

lleguen ahí antes del anochecer.

* * *

La noche cayó antes de llegar al Río de los Sueños, y cayó de repente. Al igual

que en, un segundo estábamos caminando a través del crepúsculo gris nebuloso

del Wyldwood, al siguiente, ya era de noche. Como alguien que apaga la luz.

Kenzie se sobresaltó, y de inmediato agarré mis espadas, seguro de que lo que

sea que había apagado las luces estaba esperando para emboscarnos, y

estábamos a segundos de un ataque.

―No te asustes, Ethan Chase ―dijo el Hombre Delgado cuando me di

vuelta en un círculo cauteloso, escudriñando la oscuridad y las sombras―. Esto

es perfectamente normal. ¿Has oído eso? ―Inclinó su cabeza, y en ese

momento, lo oí también. Un murmullo sordo filtrado a través de los árboles, el

sonido del agua en movimiento en la distancia. El Hombre Delgado sonrió―.

Estamos muy cerca de allí.

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No sabía qué esperar de algo que se llama el Río de los Sueños, pero

cualquier cosa que había imaginados ―estrellas y soñadores y los barcos

piratas flotando en una corriente perezosa― no era nada en comparación con la

realidad.

―Vaya ―jadeó Kenzie unos minutos m{s tarde, su mirada asombrada

mientras miraba por encima del agua―. Eso es sólo< Creo que vaya lo cubre

todo.

No respondí, sintiendo que mis ojos no eran lo suficientemente grandes

como para ver todo. Nos quedamos en el banco de un enorme río negro, la

superficie de tinta que reflejaba el cielo de la noche, hasta que parecían

fusionarse juntos. El agua estaba llena de estrellas, lunas, constelaciones, y

cuanto más tiempo me quedaba mirando, más me sentía como si estuviera en

peligro de caer en el vacío. Ni siquiera podía ver mi propio reflejo en la vítrea

superficie. Aunque pude ver otras cosas bajo el agua o flotando en la parte

superior. Un violín, un osos de peluche, un enorme y gordo pez dorado del

tamaño de una pelota de baloncesto. Un tronco a la deriva pasando, girando

perezosamente en la corriente, y un zorro rojo mirando hacia mí con los ojos

brillantes de color naranja. Esferas de luz, ya sea bolas de fuego de hadas o

gigantescas luciérnagas, se cernían sobre la superficie también, sólo agregando

confusión deslumbrante.

―El Río de los Sueños ―dijo el Hombre Delgado, de pie en el borde del

agua con sus manos enlazadas detr{s de él. Sonaba< no triste, sino

contemplativo. Anhelante. Mirándome y a Kenzie, su boca se torció en una

sonrisa―. ¿Sabes cu{ntos mortales han estado parados en estos bancos, Ethan

Chase? ¿Cuántos han visto el río mientras están despiertos? Ninguno en mi

tiempo de vida, y he vivido mucho, mucho tiempo.

―Es increíble ―susurró Kenzie, incapaz de apartar los ojos. Razor,

encaramado en su hombro, parecía en trance, también. El Hombre Delgado

parpadeó cuando ella dio un paso adelante.

―Yo no me pararía demasiado cerca de la orilla, mi niña ―advirtió―.

Este no es el tramo de pesadillas, pero eso no quiere decir que deseas inclinarte

demasiado sobre el agua. Si caes en el río podrían no estar dispuestos a dejarte

ir.

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Un murmullo fuerte lo interrumpió. Miré hacia arriba, justo cuando una

parte del río hervía, y una casa extraña subió del agua, el puntiagudo techo

amarillo señalando al aire. La casa se alzaba sobre la espalda de una enorme

tortuga, que volvió la cabeza para mirarnos con ojos negros vidriosos. Yo estaba

congelado, pero el enorme reptil parpadeó perezosamente, como si no nos

pudiera ver, dio media vuelta y se alejó nadando, llevando sobre él la casa por

el río, hasta que se hundió en las profundidades una vez más y se perdió de

vista.

Tragué la sequedad en la garganta. Bueno, eso fue escalofriante. Demos un

paso atrás del borde ahora.

Kenzie también, se había trasladado unos veloces pasos lejos del agua.

―Deep Wyld est{ en el otro lado, ¿no? ―preguntó, mientras las ondas

de la tortuga monstruosa comenzaron a morir a la distancia―. ¿Cómo vamos a

conseguir cruzar? ¿Hay un muelle cerca? ¿En algún lugar podemos coger un

barco?

―No. ―El Hombre Delgado se volvió para mirarnos, con el ceño

fruncido―. Sólo hay un ferry que viaja por el Río de los Sueños ―dijo, un tanto

misterioso, pensé―, pero no es para cruzar el río. Dudo que lo veamos aquí, e

incluso si lo hacemos, no se detendrá por nosotros, me temo.

―Est{ bien. ―Kenzie dio a la orilla del agua una mirada recelosa―.

Espero que no esperes que nademos.

―Paciencia, querida. ―El Hombre Delgado levantó un dedo

imposiblemente delgado―. El Río de los Sueños es muy largo, y no somos los

únicos que desean cruzar esta noche. No se preocupen. Con suerte, estará aquí

pronto< Ah, ahí est{. En tiempo perfecto.

Me volví, oyendo a Kenzie soltar una exclamación de sorpresa.

Abarcando la longitud del Río de los Sueños, donde nada había estado

antes, había un puente. Un muy viejo puente, de madera, piedra y cuerda,

crujiendo suavemente en el viento como si fuera a romperse en cualquier

momento.

Miré hacia atrás al Hombre Delgado.

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―Tienes que estar bromeando.

―No, Ethan Chase. Ese es el puente para cruzar el Río de los Sueños

―dijo el Hombre Delgado, aparentemente desconcertado por mi reacción―.

Debes de considerarte afortunado. A veces no aparece el puente durante varias

horas. A veces no aparece en absoluto. Como he dicho antes, el Río de los

Sueños es muy largo. No puedes esperar que el puente sólo aparezca con un

chasquido de dedos.

―Eso no es lo que me preocupa.

―Entonces, ¿cu{l es el problema aquí, Ethan Chase?

―El problema es que no quiero terminar en el medio del Río de los

Sueños si esa cosa podrida decide romperse. O desvanecerse en el aire.

El Hombre Delgado negó.

―Est{s siendo ridículo, mi muchacho. El puente ha existido desde hace

mucho, mucho tiempo. Nunca ha fallado. Además, me permito recordarles que

no hay otra manera de cruzar el Río de los Sueños, a menos que ustedes estén

planeando nadar. Lo cual no recomiendo. Hay mucho más cosas peligrosas en

el agua de lo que has visto esta noche. ―Con un resoplido, se enderezó, tirando

sus mangas de la chaqueta―. Me voy ahora ―anunció con gran dignidad―.

Siéntanse libre de unirse a mí cuando hayan terminado de ser paranoicos.

Se dio la vuelta y desapareció brevemente de la vista, y caminó por el

banco donde el puente se alzaba ominosamente. Suspiré, compartí una mirada

con Kenzie y Razor, y corrimos tras él.

Dos antiguas piedras cubiertas de musgo marcaban la entrada al paseo

de tablas de madera desvencijada estiradas precariamente sobre el agua. Los

pasamanos eran un par de cuerdas viejas a cada lado, y podía ver el río a través

de los espacios entre los tablones. El Hombre Delgado se dirigió hacia el puente

sin dudarlo, pero Kenzie se detuvo, agachándose para mirar una de las piedras,

Razor iluminando la superficie con su sonrisa de neón.

―Hay algo aquí< ―murmuró, rozando la cubierta de musgo―.

Palabras, o un mensaje, o algo. No puedo leerlo. Esta demasiado desgastado.

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Más adelante, el Hombre Delgado había volteado y nos estaba dando

una mirada impaciente, golpeando los dedos largos contra su brazo.

―Vamos ―le dije, tirando a Kenzie para ponerla de pie―. No podemos

preocuparnos de eso ahora. Esperemos que no sea importante.

Con cuidado, empezamos a cruzar el puente, Kenzie delante con Razor

aferrado a su cuello, mientras yo los seguía muy de cerca. Los tablones crujían

terriblemente bajo mis pies, las cuerdas se sentían podridas como el infierno y

contuve la respiración cada vez que un soplo de viento hacía que todo el puente

se meciera. Debajo de nosotros, el Río de los Sueños brillaba y se agitaban

lentamente a través de los muchos agujeros en la madera. Una vez, cometí el

error de mirar hacia abajo, mientras que un gran ojo rosa pálido salía del agua,

mirando hacia mí. Antes de que pudiera decir nada, parpadeó un vaporoso

parpado azul y se hundió en las profundidades. Tragué saliva histéricamente y

me concentré en seguir adelante, manteniendo mis pasos tan ligeros como me

fuera posible.

Delante de mí, Kenzie dio un escalofrío.

―¿Viste eso?

―No ―dije tercamente―. No lo hice, y no estoy pensando en eso. No

mires hacia abajo. Solo tenemos que seguir caminando.

―Lo haría ―susurró Kenzie a cambio―. Pero hay un gnomo

bloqueando mi camino.

―¿Qué? ―Miré por encima del hombro. Sí, ciertamente lo era. Un hada

con barba corta con una nariz como una manzana arrugada, mirando hacia

nosotros con los brazos cruzados sobre su pecho. Unos pasos más allá, el

Hombre Delgado miró con el ceño fruncido, pero el gnomo no parecía notarlo.

―Hola, humanos ―dijo, con la voz como una rueda chirriante―.

Hermosa noche, ¿no?

―Um. ―Kenzie me miró, confundida. Me encogí de hombros y puse

una mano sobre la empuñadura de mi espada―. ¿Sí? ¿Supongo que sí?

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―Excelente, excelente. ―El gnomo se frotó las manos―. No conocer a

muchas personas en mi puente, queriendo cruzar a Deep Wyld. Muy valiente,

que son. Espero que no se dejen comer.

―Pero eres un gnomo ―señaló Kenzie, haciéndole inclinar la cabeza―.

¿No son los puentes custodiados por trolls?

―No todos los puentes son puentes trolls ―exclamó el gnomo, sonando

ligeramente ofendido―. Simplemente porque los trolls les gusta esconderse

debajo de ellos no les da derechos exclusivos para todos los puentes en Nunca

Jamás. Soy un gnomo de puente. Este es mi puente.

―Est{ bien ―murmuré, cerrando los dedos alrededor de mi espada―.

Por supuesto. Así que, ¿qué tal si das un paso a un lado ahora y nos dejas

pasar? ―Kenzie me dio una patada ligera en la espinilla, y me estremecí―. Por

favor.

―Sí, sí, sí. ―El gnomo asintió con la cabeza―. Estoy seguro que tienen

mucho que lograr. Así que, si ustedes pagan amablemente el peaje, podemos

saldar nuestras deudas, y voy a salir de su camino.

―¿Peaje? ―preguntó Kenzie―. ¿Qué peaje?

―Bueno< el peaje por usar mi puente, por supuesto. ―El gnomo

frunció el ceño, entrelazando sus brazos detr{s de su espalda―. Esas son las

reglas. Todos los peajes deben ser pagados a petición. ¿No has visto el cartel? Está

justo en la entrada, claro como el día.

Kenzie volvió a darme una breve mirada, ilegible. Hice una mueca.

―¿Qué pasa con él? ―le pregunté, asintiendo hacia el Hombre Delgado,

que todavía nos estaba observando varios metros abajo―. Me doy cuenta que él

no tiene que pagar ningún peaje.

―Bueno, no. ―El gnomo miró por encima del hombro―. El alcalde está

exento de pagar el peaje. Como todos los habitantes de Deep Wyld, si deciden

utilizar el puente en absoluto. La mayoría no lo hacen. Ustedes son forasteros.

Por lo tanto, ustedes deben pagar el peaje.

―Sólo por curiosidad ―preguntó Kenzie―, ¿qué pasa si no podemos?

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―Entonces voy a tomar mi puente e irme. Y puede nadar el resto del

camino hasta la orilla.

―Est{ bien, est{ bien. ―Suspiré. No me gustaba la idea de pagar otro

precio, pero me gustó menos la idea de ser tirado en el Río de los Sueños―.

¿Cuál es estúpido peaje?

―Oh, algo muy simple ―dijo el gnomo, mir{ndonos de arriba hacia

abajo―. Creo que< tu primogénito. Sí, eso debería ser suficiente.

Tomé un respiro para decir ¡Jódete! o algo por el estilo, cuando Kenzie me

dio un codazo en las costillas, haciéndome gruñir. Sorprendido, le fruncí el

ceño, pero su atención estaba en el hada enfrente de nosotros.

―Te voy a dar un anillo ―dijo con calma, y el gnomo arqueó una ceja―.

Es de plata ―continuo―. Con una joya de color rosa en el centro. Perteneció a

una princesa, una vez.

El gnomo intrigado ladeó la cabeza.

―¿Una princesa?

―Sí. La princesa Alexandria San James. ―La voz de Kenzie estaba

completamente seria―. Ella era la dueña anterior. Te daría la tiara que va con

ella, pero la princesa la perdió con un truco-o-travesura.

El gnomo de puente ponderó esto un momento.

―Vamos a ver este anillo ―dijo finalmente.

Kenzie abrió la cremallera de un bolsillo lateral de su mochila y sacó un

anillo de plástico chillón. Era de un juguete de niño, del tipo que encontrarías

en compartimientos de negocio en las tiendas de dólar. La gema rosada falsa

brillaba en la penumbra, y los ojos del gnomo brillaban mientras lo seguía.

―Bueno< ―El gnomo golpeaba con el pie, tratando y fallando en sonar

renuente―. No sé, humano. Es sólo un anillo, después de todo. A pesar de que

pertenecía a una princesa<

Kenzie se encogió de hombros y retiró el brazo, cerrando los dedos

alrededor del anillo ocultándolo de la vista.

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―Si no lo quieres<

―No, no, no. Eso no es lo que quise decir. ―El gnomo soltó un bufido―.

Muy bien. Acepto su peaje. Pero sólo por ti ―añadió r{pidamente―. El niño

tendrá que darme algo más.

―Uh. ―Yo me enderecé, mientras el guardi{n del puente me lanzó una

mirada expectante. No tenía nada que ofrecer excepto mis espadas y la ropa en

mi espalda. Y entrar al Deep Wyld desnudo o sin armas no era una opción. Pero

Kenzie puso una mano en mi muñeca y se inclinó con una sonrisa.

―Est{ bien, tipo duro. Te tengo cubierto. ―Metió la mano en la bolsa de

nuevo, sacó una pulsera de plástico, del tipo de elástico con brillo, perlas

multicolores, colgaba delante del gnomo, y los ojos del hada se iluminaron de la

misma manera que antes―. ¿Tenemos un trato?

Kenzie sonrió, sacudiendo la cabeza, mientras el gnomo asintió y

desapareció, tomando las piezas de joyería de fantasía con él.

―Hijo primogénito. Por favor ―murmuró mientras continuamos por la

última parte del puente, donde el Hombre Delgado esperaba en el otro lado―.

¿Por qué siempre inician con eso?

Le di una mirada alarmada que era sólo medio burlona.

―Te est{s volviendo tan buena en esto que casi da miedo ―le dije,

haciéndola reír―. ¿Tomaste clases o algo en la forma de negociar con las hadas

antes de que regresaras?

―No, pero no es tan difícil< una vez que te das cuenta de algunas cosas.

―Kenzie levantó un dedo―. Uno, nunca debes aceptar su primera oferta. Dos,

todo es negociable. Tres, cuando se le presenta una opción, las hadas casi

siempre optan por tener algo en este momento, en lugar de tener que esperar por

algo mejor. ―Bufó, rodando los ojos―. ¿Bisutería barata ahora o hijo

primogénito en unos años? Sí, siempre van por lo brillante.

Negué con incredulidad.

―Eres brillante ―le dije―. Lo sabes, ¿no?

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―Sólo observadora. Y aprendo r{pido. No puedo blandir una espada, así

que iré con mis puntos fuertes. Y tú… ―continuó mientras finalmente llegamos

a la orilla opuesta, donde se encorvaba el Hombre Delgado contra una roca,

esperando por nosotros―. ¿Por qué no nos dijiste que era un puente de peaje?

¿No pensaste que era un poco de información importante para compartir, antes

de que nos quedáramos atrapados en el medio del río?

―Mis disculpas, querida. ―El Hombre Delgado se apartó de la piedra―.

Ha sido un tiempo muy largo desde que he usado ese puente. Me olvidé del

peaje. Sobre todo porque nunca he tenido que pagar uno. Pero todo salió bien al

final, ¿no? Y aquí est{s, en el otro lado del río. ―Movió un brazo hacia la

maraña de bosque negro detr{s de él―. Bienvenidos a Deep Wyld, humanos.

Esto sólo va a conseguir ser más interesante desde aquí.

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Capítulo 13 El guía de Grimalkin

―¿Por qué estamos esperando, otra vez? ―pregunté, caminando por la orilla

de donde un pequeño fuego crepitaba en una fosa poco profunda. El paquete

de supervivencia mágico de Kenzie también contenía un encendedor y una

pequeña botella de líquido para encendedores, y después de un par de salidas

en falso logré convencer a una pequeña llama a la vida, después la alimenté con

ramitas hasta que pudiera mantenerse. No tenía ni idea de porqué estábamos

acampando a orillas del Río de los Sueños, pero el Hombre Delgado nos había

dicho que teníamos que esperar un rato antes de partir hacia el bosque detrás

de Annwyl. Kenzie estaba sentada en un tronco cerca del fuego, y Razor estaba

posado en su borde, aventando las hojas a las llamas y empujándolas con un

palo, pero me estaba impacientando.

―Vamos ―le dije al Hombre Delgado , que estaba sentado en la arena

cerca del fuego, el borde plano de su perfil se volvió hacia las llamas―. ¿Por

qué estamos aquí sentados? Conoces el Deep Wyld. Puedes hacernos pasar.

Deberíamos estar buscando a Annwyl, no asando perritos calientes y haciendo

s'mores.

―Mmm, s’mores ―comentó Kenzie con voz melancólica―. Perritos

calientes. Hombre, realmente podría ir por algo de comida real en este

momento.

El Hombre Delgado le sonrió a Kenzie, luego me dio una mirada

agravada.

―¿Y dónde sugieres que empecemos a buscar, Ethan Chase? ―preguntó

con una voz afilada―. ¿Ves ese bosque detr{s de nosotros? ―No apuntaba a la

maraña de árboles y maleza, pero miré de todos modos―. Ese es Deep Wyld.

No es como el Wyldwood. No puedes simplemente marchar alegremente a

través de él sin saber a dónde vas. Si pensabas que era fácil perderse en el

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Wyldwood, no has visto nada todavía. Si tropiezas o pierdes de vista el camino

por un momento, el Deep Wyld te tragará entero.

»No sé dónde est{ la chica de Verano ―continuó el Hombre Delgado,

mientras le daba al bosque otra mirada cautelosa. Podría haber sido mi

imaginación, pero las sombras que marcaban el borde del Deep Wyld se veían

m{s cerca―. No sé lo que la chica de Verano est{ buscando. El Deep Wyld es

demasiado vasto para vagar a ciegas, con la esperanza de que vayamos a

tropezar con ella por casualidad. Si queremos tener la más mínima brizna de

esperanza de encontrarla, hay que esperar el contacto del sith Cait. ―El

Hombre Delgado se quitó el sombrero de hongo y lo hizo girar entre los

dedos―. Debemos ser pacientes un poco m{s. El gato dijo que estaría aquí, si

decide venir en absoluto.

―Sí, es el “Si decide venir en absoluto” la parte que me molesta

―murmuré, pero me volví y vagué de nuevo a la hoguera. Kenzie se deslizó a

un lado en el tronco, haciendo espacio para mí.

―¿Te sientes mejor? ―preguntó, mientras me dejaba caer y miré de mal

humor a las llamas. Me sacudí, dándome cuenta de que estaba " taciturno" de

nuevo, y me apoyé en ella, apoyando mi cabeza en su hombro.

―No. ―Suspiré, mientras su delgada mano se posaba sobre mi rodilla―.

Pero voy a tratar de no quejarme más. Tienes razón. Siempre voy a ser parte de

este mundo. Puede que no me guste, pero< esta es mi familia. ―Me encogí de

hombros y sentí que Kenzie miraba hacia mí―. Es hora de dejar de correr,

supongo, y aceptar el hecho de que nunca voy a ser normal.

―Normal est{ muy sobrevalorado ―dijo Kenzie alegremente―. Solía

pensar que todo lo que quería era normal, pero entonces te conocí. Normal no

es el Hombre Delgado y monstruos de sombra y gatos que hablan, y locas

aventuras a través de Faeryland de la vida real. Normal no es acampar en el Río

de los Sueños con tu novio, que, oh, por cierto, es el hermano de una reina de

las hadas.

―Normal no es ser perseguido a través de una feria de pesadillas por

payasos feos y muñecas espeluznantes que vuelven a la vida.

―Sí, bueno, simplemente no vamos a hablar de eso ―dijo Kenzie con un

escalofrío―. Eso era directamente salido de una película de terror, que no

cuenta, porque nadie quiere ser parte de eso. Ugh. ―Se estremeció de nuevo, y

yo reí entre dientes, aunque sus siguientes palabras me congelaron en mi

asiento―. Normal< no es desear que sólo pudieras quedarte aquí, en

Faeryland, porque de vuelta a casa están los médicos y las pruebas y todas esas

cosas a las que desearía no tener que hacer frente. ―Preocupación y temor se

levantaron, haciendo que mis entrañas giraran, pero Kenzie se sacudió con una

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sonrisa forzada―. Así que, supongo que soy igual de no-normal como tú, chico

duro. Hacemos una buena pareja, ¿eh?

―Oye. ―Me senté, arrastr{ndola cerca―. Est{ bien ―murmuré,

sonriendo con tristeza―. Normal no es la chica de la que me enamoré.

Me besó. Cerré los ojos, dejándome relajar contra ella. Levanté la mano,

ahuecando su mejilla, y sus dedos se arrastraron por mi pecho, atrapando mi

respiración. Por un momento, me olvidé de Keirran, Annwyl, el amuleto, la

guerra, y simplemente me perdí en Kenzie.

Sentí su sonrisa mientras la atraje de regreso, mis sentidos todavía

aturdidos por la sensación de sus labios sobre los míos.

―Eso es extraño ―murmuró Kenzie―. Es lo m{s lejos que hemos ido sin

Razor gritando “besito besito " y nos interrumpiera.

―Tal vez se est{ acostumbrando a ello ―murmuré, inclin{ndome hacia

adelante para besarla de nuevo. Pero Kenzie volvió la cabeza y miró a su

alrededor, buscando al gremlin. Miré en el borde de la hoguera donde había

visto a Razor antes, hurgando en las llamas.

No estaba ahí.

―¿Razor? ―Kenzie se puso de pie, explorando la zona por el gremlin

desaparecido. Me levanté, también, en silencio maldiciéndole mientras miraba

alrededor. Al principio, no vi nada. Pero luego me di cuenta de su pequeño

cuerpo negro moviéndose por la orilla del río. El gremlin parecía fascinado por

una pequeña luz verde que se balanceaba y flotaba en el aire justo fuera de su

alcance, a la deriva lentamente hacia el borde del agua.

Le di un codazo a Kenzie, asintiendo con la cabeza hacia abajo a la orilla, y

frunció el ceño.

―¡Razor! ―gritó, alej{ndose de la fogata―. Oye, vuelve aquí. No te

acerques demasiado al agua.

El gremlin la ignoró. La luz se cernió en su lugar por un segundo, y se

abalanzó, golpeando con rapidez hacia ella con brazos largos, pero pasó

volando lejos. Zumbó y trató de agarrarlo otra vez; se precipitó aún más cerca

del agua.

Kenzie suspiró.

―Maldita sea, Razor ―murmuró, caminando por la orilla hacia él. Él saltó

sobre una roca, silbando y haciendo ruidos confusos hacia la luz, ahora flotando

fuera de su alcance sobre el agua. Kenzie lo sacó de la roca, y él dio un zumbido

decepcionado―. Vamos, pequeñín, vamos a alejarnos de la orilla antes de que

algo te arrastre<

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Un tentáculo viscoso negro surgió de la superficie, enrollándose alrededor

de la pierna de Kenzie y tiró de ella hacia el río. Ella gritó una vez, antes de que

el agua se cerrara sobre su cabeza y desapareciera.

Volé por la orilla, jalando mi espada, mientras Razor chillaba y se

escabullía hacia atrás y adelante, zumbando salvajemente. Entré en el Río de los

Sueños, que era sorprendentemente frío y aferrándose a mis jeans como manos

congeladas, me eché a donde había visto a Kenzie sumergirse, buscando

desesperadamente cualquier rastro de ella.

―¡Kenzie! ―Mi voz resonó sobre la superficie, aguda y frenética.

Y luego, su rostro rompió la superficie con un jadeo y una explosión de

agua del río. Un tentáculo oscuro estaba enrollado alrededor de su cuello como

una enorme serpiente, arrastrándola hacia atrás mientras ella luchaba por

mantenerse a flote.

Me lancé hacia adelante y llegué a Kenzie justo cuando se hundió de

nuevo, dejando atrás un remolino de agua oscura. Pero cogí un destello de

negro a través de la oscuridad, algo largo y brillante, desapareciendo en las

profundidades. Rezando por no golpear a Kenzie, me disparé hacia eso y bajé

mi espada tan fuerte como pude.

La hoja golpeó algo duro y gomoso. Hubo un grito ahogado en algún

lugar por debajo del agua, y el tentáculo retrocedió. Kenzie subió a la superficie

de nuevo, jadeando y ahogándose, y la apreté contra mí.

El agua que nos rodeaba se revolvió con furia, y varios tentáculos negros

surgieron de las profundidades e hicieron círculos en el aire. Mantuve un brazo

alrededor de Kenzie, el otro agarrando mi espada, mientras el primero de los

tentáculos se disparaba hacia nosotros. Golpeé con mi espada, cortándolo en

dos, e icor oscuro roció en todas partes, mientras la cosa lo retorcía hacia atrás

antes de desaparecer en el agua.

El resto de los tentáculos serpenteaba. Rebané uno, cortando profundo,

golpeé a otro y sentí una cuerda viscosa curvándose alrededor de mi brazo.

Antes de que pudiera registrar que estaba en problemas, hubo un destello de

plata, y el tentáculo se fue lejos, dejando el final todavía enrollado alrededor de

mi brazo.

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―No te quedes ahí parado, Ethan Chase ―soltó el Hombre Delgado,

dando vuelta brevemente a la vista mientras clavaba otro tent{culo―.

¡Retrocedan! ¡Salgan del río ya!

Oh cierto. Buena idea. Protegiendo a Kenzie, me acerqué hacia la orilla,

golpeando con fuerza hacia los tentáculos que se agarraban a nosotros. Había

un montón de ellos, pero entre el Hombre Delgado y yo, logramos

ahuyentarlos. Cuanto más nos acercábamos a la costa, más frenéticos se

volvieron, y saqué mi segunda espada para hacer frente a los crecientes ataques.

Mis pies tocaron tierra firme, y lancé un golpe de disparar un vistazo una

fracción de segundo a Kenzie.

―¡Ve! ―le dije―. Hacia la orilla. Aléjate del agua<

Algo caliente serpenteaba alrededor de mi tobillo y me tiró de mis pies.

Golpeé el suelo sobre mi espalda, sacando el aire de mis pulmones, y me sentí

siendo arrastrado de nuevo hacia el río. Logré aspirar una bocanada de aire

antes de que mi cabeza se hundiera y fuera jalado a la oscuridad tenebrosa.

Tratando de no entrar en pánico, golpeé la cosa alrededor de mi pierna,

picoteándola, pero otro tentáculo se extendió y serpenteo alrededor de mi

pecho, sujetando mis brazos. Logré mantener el asimiento de mis espadas, pero

no podía hacer mucho más mientras me arrastraban a las profundidades.

Algo se levantó desde el fondo del río, viniendo hacia mí. En la oscuridad

y tinieblas, sólo podía divisar una enorme burbuja negra, dos ojos pálidos de

pescado fijos en mí. Una boca boquiabierta, llena de dientes como una lamprea,

y mi corazón se paralizó mientras los tentáculos me atraían hacia él. Le di una

patada salvajemente, golpeando en las garras de la cosa, pero con mis brazos

sujetos sólo podía ver mientras los dientes se acercaban.

Hubo un destello de plata a mi lado, una lámina delgada apuñalando la

oscuridad, perforando la banda alrededor de mi pecho. El tentáculo dio un

espasmo y retrocedió, soltándome lo suficiente para que liberara mis brazos.

Con la boca abierta sólo a unos metros de distancia, lo apuñalé con todo lo que

tenía y hundí la hoja de acero entre dos colmillos curvos.

Un rugido sordo pasó por el agua, vibrando contra mi piel, y yo era libre.

Pataleando, nadé por mi vida, rompiendo en la superficie con un grito y de

inmediato me dirigí hacia la costa. Kenzie y Razor estaban en la orilla del agua

de nuevo, los ojos muy abiertos mientras me tambaleaba fuera del río. Mis

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pulmones ardían, y el suelo no se sentía tan sólido como debería, balanceándose

bajo mis pies mientras me tropecé en tierra firme.

―¡Ethan! ―Kenzie corrió hacia mí, tomando mi brazo cuando casi me caí

de rodillas en el barro, sintiendo mi corazón martillear en mis oídos. Cerca

detrás de mí, el Hombre Delgado salió del río, sacudiendo el agua de su espada

y dándome una mirada exasperada mientras agarraba mi manga con sus dedos

largos. Juntos, trepamos por la orilla, Kenzie y el Hombre Delgado medio

arrastrándome, hasta que estuvimos a unos tres metros de distancia del borde

del agua. Sólo entonces me derrumbé, jadeando, más feliz que nunca de sentir

la tierra firme bajo mis palmas.

Razor dejó escapar un grito y se posó en el hombro de Kenzie,

frenéticamente apuntando de nuevo al río. Miré hacia arriba, y mi sangre se

enfrió mientras un largo tentáculo negro se elevaba en el aire, seguido de otro, y

otro, mientras la enorme mancha amorfa se jaló a sí mismo a la orilla. Ojos

brillantes, abrió su boca para desnudar el círculo de dientes de lamprea y se

deslizó hacia adelante con un siseo.

Agarrando mis espadas, me tambaleé a mis pies. Pero mientras levantaba

mis armas, los tentáculos que venían hacia nosotros de repente fueron retraídos

como si escociera. El pulpo-burbuja se tambaleó en alto, mirándonos con ojos de

plata en blanco. Luego, con un siseo, se dio la vuelta y huyó, los tentáculos

llevándola sobre el suelo y de vuelta a la orilla. Hubo un salpicadero, cuando

llegó al río, y luego silencio, mientras se hundía en las profundidades y

desaparecía de la vista.

Con el ceño fruncido, miré hacia atrás a mis compañeros.

―¿Qué demonios ha pasado?

Kenzie, viéndose igual de desconcertada como yo me sentía, se encogió de

hombros.

―¿Tal vez la asustaste?

Una risa grave resonó detrás de nosotros desde el borde de los árboles.

―El zorro no huye del ratón, pequeña humana ―retumbó una voz

profunda y grave que hizo que los pelos de mi nuca se levantaran―. A menos,

por supuesto, que sepa que el oso está por venir.

Con el corazón en la garganta, me di la vuelta.

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Algo nos miraba desde el borde del bosque, casi invisible en las sombras, a

excepción de un par de ojos dorados verdosos brillando con sutil diversión.

Algo enorme y negro, con pelaje enmarañado disparándose en todas

direcciones. Soltó otra risita y se dirigió a la luz de la luna.

Un lobo, me di cuenta mientras se deslizaba fuera de la oscuridad. Un

lobo negro< del tamaño de un maldito caballo Budweiser. La parte superior de

mi cabeza apenas alcanzaba sus enormes hombros, y sus mandíbulas eran cerca

de la longitud de mi brazo. Sonreía mientras salía a la vista, su lengua colgando

entre hileras de colmillos blancos lisos. Rápidamente me paré delante de

Kenzie, levantando mis espadas mientras más se acercaba, y el enorme lobo

soltó un bufido de claro disgusto.

―Ugh, ¿por qué debemos ir a través de esta tonto baile cada vez que me

encuentro con uno de ustedes? ―retumbó, sin tener sentido alguno. Nunca

había visto esta cosa antes y sin duda recordaría un lobo de trasero gigante que

pudiera hablar. El enorme canino negó―. ¿Crees que esos pequeños juguetes

me har{n daño, muchacho? ―preguntó en un tono excesivamente paciente, sus

dientes destellando intermitentemente en la penumbra mientras hablaba―.

¿Sabes quién soy?

―Yo lo sé ―dijo el Hombre Delgado, sobresalt{ndome. El alto fey se

acercó a mi lado, entrecerrando sus ojos pálidos, y el lobo le devolvió la mirada,

sin pestañear―. Me acuerdo de ti ―dijo el Hombre Delgado con suavidad―.

Cuando viniste a través de mi ciudad. Me acuerdo de ti y el Príncipe de

Invierno, el bufón de Verano y el vidente. Ese vidente, cuyo tiempo ya se había

terminado, ella nunca debió haber debió salir de Phaed. Sabía que era una

locura dejarla ir, pero tú y el príncipe se negaron a dejarla atr{s. ―La voz del

Hombre Delgado se endureció, la amargura se filtraba en sus palabras―.

Podría haberlos detenido allí, incluso al Príncipe de Invierno. Pero tú fuiste el

que los ayudó a escapar, escapar con ella, y debido a ese descuido, todo este lío

aconteció. ―Señaló al lobo con un dedo largo y picudo―. Si no fuera por la

vidente, el Príncipe de Invierno habría fracasado, pero porque ella vivió, la

profecía se puso en marcha. Si la Primera Reina y el Príncipe de Hierro emergen

victoriosos, que sea por tu cabeza.

El lobo gruñó, mostrando sus enormes colmillos y haciendo vibrar el

suelo.

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―Tú no sabías lo que pasaría m{s de lo que yo lo hacía ―retumbó, los

pelos en la parte posterior de sus hombros se erizaron furiosamente―.

Tampoco puedes saber lo que podría haber pasado, si el Príncipe de Invierno

no cumplía su misión. Tal vez un futuro peor que éste. Tal vez se habría

convertido en un monstruo aún más terrible que la Primera Reina.

―¡O tal vez hubiera muerto, y el niño de la profecía, el que es responsable

de poner a la Primera Reina al poder una vez más, nunca habría nacido!

―¡Oye! ―Kenzie se interpuso entre el Hombre Delgado y el lobo,

mirando a los dos―. Basta, ustedes dos ―les ordenó, mientras el Hombre

Delgado parpadeaba y el lobo levantó sus orejas con sorpresa divertida―. Esto

no está ayudando nada. ¿A quién le importa quién hizo qué, y quién es el

responsable de cada profecía? No podemos volver atrás y cambiarlo. Así que,

en lugar de señalarse con el dedo el uno al otro, ¿por qué no intentamos pararlo

ahora? ―Se volvió hacia el enorme lobo, la espalda recta, completamente sin

miedo―. ¿Supongo que eres el guía del que Grimalkin nos habló? ―preguntó,

mientras yo contuve la respiración, tratando de no imaginar esas enormes

mandíbulas mordiendo para arrancarle su cabeza―. ¿El que nos puede ayudar

a encontrar a Annwyl?

El lobo se le quedó mirando, y luego soltó una risa gutural, haciéndome

saltar.

―La pequeña humana tiene dientes ―comentó, y se sentó en cuclillas,

dando a Kenzie una mirada casi de aprobación. Envainando mis cuchillas, me

acerqué para así estar de pie a su lado, por si acaso. Incluso sentado, el lobo se

elevaba sobre ella―. Pero est{s en lo correcto pequeña mortal. Yo soy el mejor

rastreador en el Deep Wyld, el Wyldwood y todo Nunca Jamás. El gato

desgraciado me informó que ustedes estaban buscando a una noble de Verano

que había cruzado el río hacia Deep Wyld. Me sugirió que podría conducirlos a

ella. ―Resopló, curvando un labio con desdén―. Normalmente, este tipo de

cacerías sin esfuerzo son un desperdicio de mi tiempo, pero el gato no me

llamaría si no fuera importante. ―Jadeó, dejando al descubierto los dientes

brillantes en una sonrisa maligna―. Y yo nunca rechazaría la oportunidad de

obtener un favor sobre su arrogante cabeza insoportable. Bueno, entonces.

―Estir{ndose con f{cil gracia, el lobo me miró a mí y al Hombre Delgado―.

¿Vamos a seguir adelante con ello, entonces? Olí una noble de Verano que

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pasaba por aquí no hace mucho tiempo, por lo que el rastro no será difícil de

encontrar.

―¿Qué pasa con Grimalkin? ―preguntó Kenzie.

El lobo se encogió de hombros.

―El gato no vendr{. Dijo que no se uniría a ustedes esta vez, algo acerca

de regresar al reino que lo necesitaba. ¡Que tenga buen viaje!, si ustedes me

preguntan. Escucharlo hablar me dan ganas de romperle la cabeza. ―El lobo

rodó sus ojos brillantes―. V{monos. Cuanto antes terminemos con esto, mejor.

Pero, sugiero que se mantengan cerca, pequeños humanos. El Deep Wyld no es

un lugar que sea amable con los intrusos. No dejen el camino, y no deambulen

por ustedes mismos. Si miran fijamente a los árboles y algo les devuelve la

mirada, ignórenlo y sigan caminando. Si algo los llama por su nombre,

ignórenlo y sigan caminando. Con un poco de suerte, podrán dejar el Deep

Wyld con el mismo número con que empezaron.

―Estamos aquí por Annwyl ―le recordé al lobo, mientras se volvía y

caminaba silenciosamente hacia la línea de {rboles―. Debemos salir con uno

m{s que con los que empezamos. ―Él resopló sin mirar atr{s.

―Lo sé.

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Capítulo 14 Cambio de pollo

Sorprendentemente, el viaje a través de Deep Wyld no era tan traicionero como

me temía. A pesar de que podría haber sido, sospeché, mucho más peligroso

que el río, o Wyldwood, o cualquier reino en los que nos habíamos encontrado

hasta ahora. A diferencia del crepúsculo gris nebuloso de Wyldwood, este

bosque era casi de un tono negro. El dosel cerraba el cielo, y el haz de la mini-

linterna de Kenzie parecía débil en la oscuridad absoluta de Deep Wyld. Podía

sentir ojos sobre mí desde todos los ángulos, que observaban desde los árboles

y las sombras.

De vuelta en el Wyldwood, las cosas se movían entre la maleza y en las

esquinas de nuestros ojos, lo suficiente para hacerte paranoico. En Deep Wyld,

la sensación de ser observado era constante hasta el punto de volverte loco.

Como si todo el bosque de árboles, rocas, incluso la oscuridad en sí, te estuviera

observando, juzgándote, y si devolvías la mirada demasiado, podrías ver algo

horrible.

Al parecer, no era el único al borde.

―¿Sientes como si estuviéramos siendo observados? ―preguntó Kenzie

después de varios minutos de caminata. Razor, encaramado en su hombro,

miró a su alrededor con enormes ojos verdes y ocasionalmente murmuraba algo

en voz baja, mostrando un rayo de luz de neón.

―Sí. ―Asentí―. Lo hago. ―Revisé mis espadas, asegur{ndome de que

todavía estaban allí, en mi cintura―. ¿Me pregunto cu{nto tiempo pasar{ antes

de que algo venga saltando hacia nosotros?

Unos pasos por delante, el lobo soltó un bufido.

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―No se preocupen tanto, pequeños humanos ―gruñó, mirando hacia

nosotros―. Nada va a atacarlos aquí.

―¿Cómo puedes estar seguro? ―preguntó Kenzie.

―Porque est{n conmigo ―contestó el lobo.

―Correcto ―murmuré, sin estar convencido. Sí, el lobo era enorme, y

fuerte, y daba miedo, pero había visto cosas como gigantes y dragones que eran

mucho m{s grandes―. ¿Y quién eres tú, otra vez?

―No eres muy brillante, ¿verdad? ―fue la retumbante respuesta―. Soy

Lobo, Ethan Chase. Cada historia, cada cuento que has oído que tenía un lobo

en él, ese era yo. Los hermanos Grimm, Esopo el narrador, incluso su fábula

moderna de un hombre que se convierte en una bestia en la noche de luna llena.

Esas historias son todas mías. Deberías saber quién soy.

―Oh ―dije, mientras que finalmente entendía. No un lobo. El Lobo. El

que se comió a la abuela de Caperucita Roja, aterrorizó al niño que gritó lobo y

amenazó a los tres cerditos. El Lobo Feroz mismo.

Me callé después de eso.

Un rato más tarde, nos detuvimos en un pequeño arroyo. Por cuánto

tiempo habíamos estado caminando a través de Deep Wyld, no podía decir.

Horas o días, por todo lo que sabía. El Lobo nunca desaceleró excepto para

olfatear el suelo o el aire, probando el viento, y luego estaba en marcha de

nuevo. Un puente de madera desvencijada alcanzaba las orillas del arroyo,

aunque era apenas de un metro de ancho, y el Lobo olfateó eso, también.

―Ella ha estado aquí ―dijo, curvando el labio. Sus colmillos brillaron

brevemente en la oscuridad mientras se retiraba, arrugando la nariz, y fruncí el

ceño.

―¿Algo est{ mal?

―No para mí. Pero es posible que quieras ver esto.

Con cautela, caminé alrededor de la entrada del puente. Alguien había

clavado una cabeza y las patas de un pollo a cada uno de los postes de madera.

Algunas plumas apelmazadas por la sangre se agitaban en la brisa, y me uní al

Lobo en arrugar la nariz.

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―Ew ―dijo Kenzie, haciendo eco de mi sentimiento―. ¿Qué diablos es

eso?

―Es una advertencia ―dijo Lobo―. El que puso esto est{ diciéndole a la

gente que se mantenga alejado. No es un problema en sí mismo, pero si es la

persona que creo que es, tu chica podría estar en un montón de problemas si

pasó por aquí. ―Se sacudió, y luego saltó {gilmente sobre el arroyo, mirando

hacia atr{s con ojos brillantes―. V{monos. Y no toquen el agua. Se convertirán

en una rana si la beben.

Cruzamos el puente, teniendo cuidado de no tocar los restos

espeluznantes, y continuamos hacia Deep Wyld.

―Al menos estamos en el camino correcto ―comentó Kenzie, mientras

Razor posado en su hombro murmuraba “¡Bleh, cabezas de pollo! ¡Bleh!”, una y

otra vez―. Tal vez la alcancemos pronto.

―Eso espero ―murmuré―. Este lugar est{ empezando a<

En algún lugar en el bosque, una rama se rompió. Parando en el medio del

camino, jalé a Kenzie a un alto, frunciendo el ceño.

―Escuché algo ―gruñí. Kenzie inmediatamente hizo callar a Razor y se

quedó en silencio, con la cabeza inclinada mientras escuchaba. Más adelante,

Lobo también se había detenido, orejas erguidas y la cabeza elevada a la brisa.

Algo venía hacia nosotros a través de los árboles. Algo enorme. Algo que

hizo que el suelo temblara y las ramas de los árboles se balancearan

violentamente hacia atrás y adelante.

Lobo se dio la vuelta, erizado.

―¡Muévete! ―gruñó hacia mí―. Fuera de la vista, humanos. Ahora.

Trepamos en torno a un árbol mientras el estruendo y los chasquidos se

hacían más fuertes. El Hombre Delgado se desvaneció, y Lobo se fundió en la

sombra, mientras algo enorme y pesado continuaba pisando su camino hacia

nosotros.

Cuando me asomé alrededor del tronco, mi boca casi se cayó abierta de

asombro.

Era< una casa. Una maldita casa caminaba por el bosque, en un par de

gigantescas patas de pollo. Incrédulo, parpadeé con fuerza y miré de nuevo,

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asegurándome de que estaba viendo correctamente. Síp, definitivamente eran

piernas de pollo. Las retorcidas garras amarillas aplastaron barro y rompieron

ramas a su paso, llevando la cabaña de madera destartalada a través de los

árboles con cada zancada. Sólo podía mirar, con la boca abierta, mientras la casa

con patas de pollo pasaba por delante, dejando una voluta de humo de la

chimenea por detrás, y continuaba hacia el bosque.

―Est{{{ bien ―comentó Kenzie después de que el estruendo había

amainado y los bosques estaban en silencio―. No estoy loca, ¿verdad? Todo el

mundo acaba de ver una casa caminar a un lado de nosotros, ¿no?

Razor zumbó y asintió vigorosamente, las orejas aleteando.

―¡Casa graciosa! ―exclamó―. Casa divertida, pies divertidos ¡Ja!

―Maldita sea todo ―dijo el Hombre Delgado, saliendo de detr{s de un

pequeño arbolito que era m{s ramita que {rbol―. Lamentable que ella esté al

acecho sobre esta zona del Deep Wyld. Tenía la esperanza de que pudiéramos

evitarla. ¿Es posible recoger el rastro de la chica? ―le preguntó a Lobo―. ¿Est{

todavía alrededor? ¿A dónde conduce?

Lobo nos miraba y no contestó. Suspiré.

―Va en la misma dirección, ¿no? ―supuse.

Él sonrió.

―La caza acaba de ponerse interesante.

Seguimos la casa, que era bastante fácil ya que dejó un gigante, rastro

tamaño casa de destrucción detrás de ella. Vegetación aplastada, extremidades

arrancadas, ramas rotas y enormes huellas en forma de pollo en la tierra.

Eventualmente, llegamos a un pequeño claro, donde casi se podía ver el cielo a

través de los enormes troncos que rodean el valle. La casa se sentó, o se puso en

cuclillas, o se encaramó, en el mero centro, las piernas ahora dobladas debajo de

ella. Una valla la rodeaba, pero cuanto más lo miraba, más parecía que los

postes y barandas estaban hechos de hueso, cubierto con varios cráneos. Varios

pollos merodeaban por el patio, rascando y picoteando, aparentemente

indiferentes a que una maldita casa acababa de entrar y se había dejado caer

dentro del cerco.

Kenzie empujó mi brazo.

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―Mira eso ―dijo, señalando una X de madera cruda cerca del perímetro

de los árboles. Más cráneos y patas de pollo colgaban de él, girando

perezosamente en el viento. Lobo resopló.

―M{s señales de mantenerse fuera. ―Olfateó, y dio un bostezo

exagerado―. Como si eso pudiera detenerme. Pues bien, ¿humanos? ¿Van a ir

allí o no? Los esperaré aquí. Probablemente es mejor así, confíen en mí. Nadie

quiere mirar hacia arriba y ver a un lobo en su puerta.

―¿Est{s seguro que Annwyl fue allí abajo? ―pregunté.

―Puedo oler el rastro de la chica desde aquí ―fue la gruñida respuesta―.

Lleva directamente a la puerta principal y no vuelve. Si todavía está viva, nunca

dejó esa casa.

―Chica tonta. ―El Hombre delgado negó, mirando a la casa con los ojos

graves―. Tonta, o desesperada. Algunos viejos poderes no los buscas, por

cualquier razón.

―¿Por qué? ―preguntó Kenzie, observando que la casa se movía,

crujiendo y gimiendo, antes de quedarse quieta otra vez―. ¿Quién vive aquí,

exactamente?

―Una bruja ―dijo Lobo, curvando el labio―. Vieja, aunque no tan vieja

como yo. Ella viaja a Nunca Jamás en esa casa ridícula suya, a veces en el

Wyldwood, a veces en el Deep Wyld, nunca en un solo lugar por mucho

tiempo. No me molesta, y mientras se quede fuera de mis tierras de caza, le

devuelvo el favor. Sin embargo, tiene muchos nombres y muchas leyendas

propias en el reino de los mortales. Es mejor para ustedes humanos ser

cautelosos cuando se trata de ella.

―Es mejor no tratar con ella en absoluto ―añadió el Hombre Delgado,

cruzando los brazos―. Pero, si debemos hacerlo, debemos hacerlo. Una vez

más, no se puede exagerar lo cuidadosos que deben ser, humanos. La bruja de

esta casa es realmente vieja y poderosa, y también bastante impredecible.

Podría ayudar, o podría tratar de atraparlos para hacer un trato del que se

arrepentirán. Así que cuidado con lo que dicen a su alrededor.

Kenzie suspiró y compartió una mirada conmigo.

―Día normal en Faeryland.

Le di un gesto cansado.

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―Sabes qué hacer si estoy a punto de vender mi alma.

Juntos, nos alejamos de los árboles y caminamos de manera constante

hacia la casa. A medida que nos acercábamos a la valla, que era completamente

de huesos, la puerta se abrió y una mujer de edad se inclinó cojeando por las

escaleras en el patio. El cabello blanco enredado colgaba alrededor de su rostro;

su piel estaba marcada y arrugada como una nuez, y un chal harapiento estaba

envuelto sobre sus hombros huesudos. Parecía la abuela de alguien, pero

también como cada bruja en todos los cuentos de hadas que había leído. Las

únicas cosas que faltaban eran la túnica negra y sombrero puntiagudo.

Ella nos notó de inmediato, pero no parecía sorprendida. En cambio,

siguió por las escaleras, agarrando un cubo de madera en una garra nudosa.

Los pollos, en lugar de crear un enjambre por la comida, se dispersaron ante

ella, corriendo a diferentes rincones del patio. La bruja arrojó el cubo de restos

en el suelo y se volvió, fijándonos con ojos negros saltones.

―¿Y bien? ―Su voz chirriaba como una bisagra oxidada, mientras

levantaba las cejas blancas y finas hacia nosotros―. ¿Vas a venir, muchacho, o

vas a estar allí y bostezar hasta que algo vuele y se te pose?

Tragué saliva.

―Um. ―Miré al Hombre Delgado. Dio con su cabeza una pequeña

sacudida, haciendo eco de mis sentimientos. Entrar en el patio de la bruja no

parecía la m{s brillante de las ideas en este momento―. En realidad, sólo

estamos buscando a alguien ―le dije, volviéndome hacia la bruja―. Un hada de

Verano. Pensamos que podría haber venido por aquí.

La bruja sorbió y dejó el cubo encima de un gran balde de madera.

―¿Es una declaración, humano, o una pregunta? No me hagas perder el

tiempo con historias que no me importan. Si quieres preguntarme algo,

pregunta

―Bien. ¿Has visto a un hada de Verano llamada Annwyl?

―Mejor. ―Una sonrisa socarrona curvó la boca sin sangre de la bruja―.

Sí, Ethan Chase ―cantó, haciendo mi piel de gallina―. Sí, de hecho. Pero esa no

es la pregunta con la que deberías haber empezado. La he visto en la corte de

Verano y el Wyldwood, en el reino de los mortales y Tir Na Nog. He visto a la

chica de Verano muchas veces, en muchos lugares diferentes, y tú deberías

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empezar a hacer preguntas más inteligentes, o esto va a ser del todo demasiado

fácil para mí.

Gemí, rastrille mis manos por mi cara.

―Kenzie ―murmuré, sintiendo un dolor de cabeza empezando a palpitar

detr{s de mis ojos―. Ayuda.

Kenzie dio un paso adelante, rozando mi brazo mientras se enfrentaba a la

bruja sobre los postes de la cerca.

―Podría decirnos por favor ―empezó con una voz tranquila y firme―, en

la medida de su conocimiento, ¿dónde está Annwyl de la corte de Verano es en

este momento?

―Ah ―dijo la bruja―. Una pregunta mucho m{s inteligente. Tu amiga es

mucho mejor en esto que tú, Ethan Chase. De hecho sé dónde puedes encontrar

a Annwyl de la corte de Verano. La niña vino a mí no hace mucho tiempo, en

busca de respuestas, como la mayoría lo hace. Parecía bastante desesperada,

como la mayoría, para el momento en que se acercaron a mí. Ella ya había

estado en el Wyldwood y el reino de los mortales, y ambos fueron incapaces de

ayudar.

―¿Por qué? ―preguntó Kenzie, luego añadió r{pidamente―: ¿Cu{l fue la

pregunta para la que necesitaba una respuesta?

La sonrisa de la bruja se desvaneció.

―Quería saber ―dijo con voz grave―, cómo destruir el amuleto al que

está atada.

Los ojos de Kenzie se agrandaron.

―Pero eso la mataría ―exclamó―. Sin el amuleto, se desvanecerá en la

nada. Tenía que haber sabido.

―Lo sabe ―dijo la bruja con calma―. No la disuadir{. Estaba decidida a

verlo destruido, y quería saber si yo sabía cómo.

―¿Y lo sabe? ―preguntó Kenzie.

La bruja le dio una mirada nivelada.

―Lo sé ―respondió―. Efectivamente. Pero no necesitan esa información,

¿verdad? ―Me miró a mí y al Hombre Delgado―. Ustedes ya saben cómo

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destruir el amuleto ―dijo―. Esa no es la razón por la que est{n aquí. No,

ustedes han venido por ella.

―Sí ―dijo el Hombre Delgado, dando un paso adelante―. Usted conoce

el peligro, vieja madre. Debe haber oído los rumores, incluso aquí en el Deep

Wyld. La Primera Reina ha vuelto, y el niño de la profecía lleva su ejército de

Olvidados contra las cortes. Si tiene éxito, los días de sangre y oscuridad se

tragarán todo Nunca Jamás, y nada estará seguro. Usted no puede esconderse

de ella para siempre, incluso en el Deep Wyld. Esa chica tiene la llave de la

victoria contra la Primera Reina, incluso aunque sea la más mínima posibilidad.

La bruja lo miró.

―Soy muy consciente de esto, Olvidado ―le espetó, mostrando un

destello de dientes amarillos irregulares―. Que es la razón del porqué la chica

no está corriendo fuera para enfrentarse al Príncipe de Hierro y condenarnos a

todos. La Primera Reina sabe sobre el amuleto, y los Olvidados matarían a la

chica de Verano antes de que pudiera alcanzar al príncipe. Están probablemente

todavía busc{ndola, a todos ustedes. ―Miró hacia abajo con su nariz torcida

hacia nosotros―. Sabía que vendrías aquí, Ethan Chase ―dijo con aire de

suficiencia―. Si no eras tú, entonces alguien m{s. Tú hermana, tal vez. O el

insufrible Goodfellow. Con el tiempo, sabía que alguien iba a llegar en busca de

la chica y el amuleto. Por lo tanto, la mantuve a salvo. Oculta. ―Sus labios se

torcieron en una sonrisa leve―. A pesar de que ella no podría verlo de esa

manera.

―¿Dónde est{? ―le pregunté―. Sabemos que ella est{ aquí. ¿Dónde la

estás reteniendo?

La sonrisa de La bruja se amplió, e hizo un gesto hacia el patio detrás de

ella, a la docena de pollos pululando por la hierba. Por un segundo, no supe lo

que quería decir; no vi a Annwyl en cualquier lugar en el patio, o entre el

rebaño. Entonces mi estómago se retorció con horror ante la comprensión y

Kenzie jadeó.

―Sí ―dijo la bruja con voz complacida―. Ella est{ aquí. ¿No es esto

mejor, Ethan Chase? Ningún Olvidado vendrá por ella a mis tierras. Ningún

príncipe traidor pensará en buscarla aquí. Tu chica de Verano está

perfectamente segura, oculto de la Primera Reina, y tiene todo lo que necesita.

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―C{mbiala de vuelta ―le dije con firmeza, entrecerrando los ojos―.

Ahora mismo.

―¿Est{s seguro, muchacho? ―La bruja miró el rebaño, sin dejar de

sonreír―. Es mucho más feliz de esta manera, no hay cargas, no hay

responsabilidades. No recuerda su vida pasada y es perfectamente feliz

rastrillando con sus compañeros. ¿Seguro que quieres que la restaure a cómo

estaba, sabiendo que seguramente morirá?

Tragué saliva.

―No voy a dejarla así ―gruñí―. La necesitamos, y el amuleto, para

detener a Keirran. Así que, por favor, cámbiala de vuelta.

La bruja se rió entre dientes.

―Supongo que podría hacer eso ―comenzó, haciéndome desplomar en

alivio―. Aunque no veo lo que yo obtendré. ―Reflexionó un momento y luego

chasqueó los dedos―. Aquí est{ un juego divertido, Ethan Chase. ―Se rió―.

Voy a dejar que tomes a la chica de Verano y el amuleto, de forma gratuita, e

incluso estaré de acuerdo en cambiarla de vuelta ―hizo un gesto hacia el

rebaño detr{s de ella―, si puedes escogerla del resto. Tráeme el ave correcta, y

voy a dejar que todos se vayan.

Mi estómago cayó.

―¿Y si elijo mal?

―Entonces uno de tus amigos se convertir{ en un miembro feliz de la

manada ―dijo la bruja―. Y puedes tratar de adivinar de nuevo. Pero, ten

cuidado. Sólo estoy de acuerdo en dejar ir un ave esta noche. Ya se trate de la

chica de Verano o de tu pequeña amiga humana, depende de ti. ―Sonrió,

mostrando una boca llena de afilados dientes―. Así que yo trataría de hacerlo

bien la primera vez, Ethan Chase.

―Maldita sea. ―Me pasé una mano por el cabello, mirando sin poder

hacer nada a los dem{s. Si adivinara mal, y Kenzie pagara el precio<―. No

―le dije a la bruja―. No voy a hacer esto. Tiene que haber algo m{s que

quieras.

―No hay nada m{s que quiera ―dijo la bruja con calma―. Tengo todo lo

que necesito. Han traspasado hacia mi tierra, y hay un precio que pagar,

independientemente de las circunstancias. Te he dado la tarea, y si quieres que

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la chica de Verano salga de este lugar, ya sabes lo que debe suceder. Esa es el

trato, y ni tú ni tu inteligente amiga humana me van a hacer cambiar de

opinión. Lo tomas o lo dejas, Ethan Chase.

Kenzie se acercó y puso una mano en mi brazo.

―Tú puedes hacer esto, Ethan ―murmuró, y yo negué en señal de

protesta―. Tienes que hacerlo ―continuó―. Es la única manera de encontrar a

Annwyl. No podemos dar marcha atrás.

―No puedo ―le dije con los dientes apretados―. ¿Qué pasa si adivino

mal? No voy a ponerte en peligro de esa manera. Lo siento, pero me niego a

tener un pollo como novia. Eso no va a suceder.

―Ethan. ―Kenzie me apretó la muñeca―. Hemos llegado hasta aquí

―susurró―. Tenemos que llevar a Annwyl y el amuleto de vuelta a

Wyldwood antes de que comience la guerra. Es la única oportunidad que

tenemos para detener a Keirran y a la dama. ―Respiré para discutir, pero ella

me hizo caso omiso―. Tu familia depende de ti. Tenemos que traerlo de vuelta.

Me dejé caer.

―Maldita sea, Kenzie. Tenías que traer a Meghan a la conversación, ¿no?

―Pero ella tenía razón, y ambos lo sabíamos. Disparando un vistazo al patio, a

la docena de pollos de los que tenía que elegir, mi interior se agitaba. Tantos, y

todos ellos eran exactamente iguales―. ¿Algún consejo para disputas de pollos

en esa cabeza entrenadora de animales tuya? ―le pregunté con desesperación.

―No es mi {rea de especialización ―respondió Kenzie, mirando al

patio―. Pero< todos los animales responden mejor a la paciencia y

movimientos lentos. Trata de no perseguirlos. Si Annwyl está ahí, si hay alguna

parte de ella en absoluto, tal vez te reconozca.

―Muchacho ―dijo la bruja, sonando impaciente―. El tiempo se est{

acabando, y tengo una tetera en la estufa. Si vas a hacer esto, ponte a ello.

Apreté la mano de Kenzie.

―Muy bien ―murmuré―. Deséenme suerte. ―Por el bien de ambos.

Tragando la sequedad en mi garganta, abrí la puerta y entré en el patio.

Bueno, esto era probablemente la cosa más estúpida que jamás había

accedido a hacer, y eso incluía todo el jolgorio de Keirran mientras lo seguíamos

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a un extremo de Nunca Jamás y de vuelta. Sí, seguir a Keirran había llevado a

mi muerte, pero al menos nadie había terminado como un pollo.

La multitud miró mi acercamiento desde diferentes rincones del patio,

ojos pequeños y brillantes y en blanco, revoloteando alrededor con cacareos

nerviosos. Ninguno de ellos parecía que me reconociera.

Di unos pasos hacia ellos. Se deslizaron lejos. Di otros pocos, con el mismo

resultado, temerosos graznidos mientras corrían detrás de troncos y balas de

paja. No me dejaron acercarme a ellos.

Estábamos tan jodidos.

Detrás de mí, la bruja soltó una carcajada.

―¿Tienes problemas, muchacho? ―llamó, y resistí la tentación de

mostrarle el dedo medio―. Trata de acorralarlos entre los montones de heno y

el barril de agua. Normalmente soy capaz de atrapar a un par de ellos allí.

―Correcto ―murmuré, y di un paso hacia el barril de agua, donde un trío

de gallinas estaban acurrucadas. Se tensaron, listas para correr, y me detuve.

Espera un segundo. Esto es exactamente lo que ella quiere que haga, perseguirlos

por ahí como un idiota hasta que estén asustados y exhaustos y con demasiado miedo de

acercarse a mí. ¿Qué me había dicho Kenzie hace unos minutos? Los animales

responden mejor a la paciencia y movimientos lentos. No podía pisotear detrás de

ellos como un gigante, con la esperanza de ganar su confianza. Incluso si el

cerebro de pollo revuelto de Annwyl medio me reconocía, perseguirlos así solo

la asustaría.

Me quedé mirando las tres aves en la esquina. Dos de ellas se tensaron,

listas para correr, pero una gallina me miró con ojos cautelosos, como si no

estuviera seguro si huir o no. Si hiciera algún movimiento hacia ella en

absoluto, lo haría.

Muy bien, entonces. Annwyl, donde quiera que estés, espero que haya suficiente

de ti todavía allí para que me recuerdes.

Muy despacio, me senté, cruzando las piernas en el húmedo césped frío.

Los pollos miraban desde los bordes del patio, unos pocos curiosos, pero la

mayoría de ellos aún desconfiados. Lancé una mirada rápida en el lugar donde

una gallina había estado, pero ya no estaba allí.

Dios, espero que esto funcione, pensé, y cerré los ojos.

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Durante unos minutos, me quedé absolutamente inmóvil, contando mis

respiraciones, escuchando el arrastrar de patas de pollo y los cloqueos ululantes

que me rodeaban. Oí a Razor zumbándole algo a Kenzie, quien le hizo callar de

inmediato. Por suerte, la bruja no se movió, tampoco. Hubiera apestado mucho

si ella hiciera algo para enloquecer a los pollos, aunque ahora que lo pensaba,

no había nada en el acuerdo que dijera que ella no pudiera interferir. Me sentí

aliviado de que me dejara hacer esto en paz, pero todavía podía sentir su

mirada ardiente en la parte de atrás de mi cuello.

Espero que no convierta a Kenzie en un pollo solo por el placer de hacerlo, pensé,

justo cuando hubo un golpecito en mi zapato.

Con cautela, abrí los ojos. Una pequeña gallina roja se situaba en la punta

de mi bota, inclinando su cabeza hacia mí. No podría decir si era el mismo pollo

de antes o no, pero era el único que se había aventurado cerca. Por un segundo,

me quedé mirando mientras mi corazón comenzaba a latir con fuerza. ¿Qué si

esta no era el ave correcta? ¿Qué pasa si adiviné mal?

Vamos, Ethan. Vas a tener que elegir alguna vez.

La gallina parpadeó, mirando hacia arriba a mi cara, mientras yo le daba

una sonrisa esperanzada.

―Hola, Annwyl ―susurré.

En el segundo que las palabras salieron de mi boca, el pollo comenzó a

brillar. Se hizo más brillante y más brillante, sus rasgos se fusionaron con la luz,

hasta que tuve que apartar la mirada. Cuando la luz se desvaneció y fui capaz

de mirar atrás, ya no había un pollo de pie allí.

En cambio, una ligera, hermosa chica fey se sentaba a mi lado en la hierba,

viéndose desconcertada. Cabello castaño ondulado caía por su espalda y los

hombros. Sus orejas eran largas y puntiagudas, y sus enormes ojos verdes me

miraron como en un sueño.

―¿Ethan< Chase? ―susurró Annwyl, mientras mi aliento abandonaba

mis pulmones r{pidamente y casi derrumb{ndome en alivio―. ¿Por qué est{s

aquí? Pensé< Oí que habías muerto.

Logré una pequeña sonrisa.

―Sí, bueno, los rumores de mi muerte son muy exagerados.

Ella parecía confundida, pero de repente su mano fue a su cuello.

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―El amuleto. ―Se quedó sin aliento―. ¡Se ha ido! ―Empecé a responder,

pero sus ojos cambiaron, ira cruzando su cara normalmente pasiva―. ¿Dónde

est{? ―preguntó―. Ethan Chase, ¿qué has hecho?

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Capítulo 15 La búsqueda de Annwyl

Oh, mierda. ¿Ahora qué?

Annwyl se levantó de un salto, viéndose frenética, y yo me reacomodé en

posición vertical, también.

―¿Dónde est{ el amuleto? ―preguntó de nuevo, mir{ndome―. ¿Est{

destruido? ¿Está perdido? ¿Dónde está, Ethan Chase?

―Tranquila. ―Levanté mis manos, dando un paso atr{s. Los ojos de

Annwyl brillaban de un verde escalofriante, y la hierba alrededor de sus pies

comenzó a retorcerse y enrollarse. Los pollos se esparcieron por todos los

rincones del patio, graznando de terror, cuando la fey de Verano anteriormente

dócil se quebró y pulsó con la energía de una tormenta―. Annwyl, c{lmate―le

dije, levantando mi voz para que fuera escuchada por encima de los pollos y el

siseo de las plantas. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Nunca había visto a

Annwyl así―. Yo no lo tengo, ¿de acuerdo? Nosotros pens{bamos que estaba

contigo.

―No lo est{. ―Annwyl no parecía como que se calmaría pronto―. Pero

lo tenía. Estaba en mi poder cuando vine aquí. ―Miró alrededor del patio, su

mirada persistiendo en la casa, antes de darse la vuelta hacia mí otra vez―.

¿Dónde est{? ―casi susurró―. ¡Tengo que encontrarlo ahora!

―¡Basta! ―gritó la bruja, frunciendo el ceño, y Annwyl dirigió una

mirada furiosa sobre ella. Pero Kenzie y el Hombre Delgado caminaron a través

del patio hacia nosotros, y ante la vista del alto Olvidado, el hada de Verano

retrocedió, más temerosa de él que de la anciana a mi lado.

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―¡El Hombre Delgado! ―rabió y vides espinosas brotaron de la tierra,

enroll{ndose como serpientes―. ¡Regresa! ¡No voy a ir contigo! Debo encontrar

el amuleto y a Keirran.

―Annwyl, detente ―imploró Kenzie, tendiendo una mano―. Todo est{

bien, él est{ con nosotros ahora<

―¿Por qué est{s aquí? ―interrumpió Annwyl, haciendo caso omiso de

Kenzie mientras miraba al Hombre Delgado. El alto Olvidado empezó a

responder, pero el hada de Verano hizo caso omiso de él―. Sé que has venido

por mí―dijo―. No puedo ir a tu ciudad Olvidada. ¡Debo llegar a Keirran antes

de que sea demasiado tarde, y tú no me detendrás!

―¡No tengo ninguna intención de llevarte a ningún lugar, mi querida!

―le respondió el Hombre Delgado―. Si solo escucharas a tus amigos, te darías

cuenta de eso. Cálmate antes de que lastimes a alguien.

―¡Annwyl! ―grité, agarrando su brazo―. Él est{ diciendo la verdad.

Vinimos aquí para buscarte y al amuleto. Cálmate.

No se calmó, pero se volvió hacia mí de nuevo, con los ojos brillando.

―¿Dónde est{ el amuleto, mortal? ―exigió, sonando m{s como Titania

que la Annwyl que yo había conocido―. ¡Dímelo ahora!

―¡Dije suficiente! ―La bruja agitó su mano, y las vides y las raíces

serpenteando alrededor del hada de Verano se congelaron, luego se deslizaron

de regreso bajo tierra. Annwyl parpadeó, sorprendida, mientras el viento se

calmaba, la hierba dejaba de enrollarse, y la tierra volvía a la normalidad una

vez más. Sólo los pollos revoloteando sobre el patio todavía graznaban y

farfullaban a todo pulmón―. Detén esta locura ―continuó la bruja, mirando al

hada―. Esto no est{ ayudando en nada. Est{s tan cegada por tus sentimientos

por el Príncipe de Hierro, que no puedes ver lo que está en juego. Mira lo que

estás haciendo a tus amigos que han viajado tan lejos para encontrarte.

Annwyl se puso pálida, y la luz escalofriante desapareció de sus ojos.

―Ethan ―susurró, mir{ndome―. Kenzie. ―Sacudió la cabeza, como si

fuera ahora que nos estaba reconociendo―. Lo siento. Perdónenme. Yo

supongo< que me entró el p{nico.

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―Sí ―estuvo de acuerdo la bruja antes de que pudiéramos decir nada―.

Lo hiciste. Y esto es precisamente por lo que te cambié, chica. Tan lista para salir

corriendo a tu destrucción, a desperdiciar tu vida. Incluso si lograras alcanzar al

Príncipe de Hierro a través del ejército de Olvidados, ¿de verdad crees que él te

escucharía ahora?

Salté por la sorpresa, pero Annwyl se volvió con calma, enfrentando a la

bruja.

―Lo haría ―dijo―. Te lo dije antes. Él me escucharía. Lo habría hecho

ver.

―No. Tú habrías muerto. Y el príncipe habría perdido su alma para

siempre. ―La bruja entrecerró sus brillantes ojos en el hada de Verano―. No

podrías haber hecho esto tú sola, pero escucharías a esos mayores y más sabios

que tú. Por lo tanto, tomé la decisión para protegerte y mantener seguro a ese

maldito pedazo de magia, por tu propio bien, hasta que alguien apareciera que

pudiera ayudar.

―¿Qué? ―Kenzie se apartó de mí para mirar a la bruja, frunciendo el

ceño―. Si ese fuera el caso, entonces ¿por qué nos haces pasar por toda esta

mierda? ¿Por qué no solo convertir a Annwyl y acabar con esto?

Su boca delgada se torció.

―Porque tengo una reputación que mantener, querida. Y si el chico no

pudo entenderlo, no tenía ninguna esperanza de poder alcanzar al Príncipe de

Hierro. Además, era divertido. Vivir aquí con casi ningún visitante, tomo mi

entretenimiento cuando puedo.

Se rió, luego metió la mano en su chal y sacó un familiar disco de cobre

en un cordón de cuero.

Mi piel se estremeció ante la vista de esto, y el Hombre Delgado

retrocedió cuando la bruja lo sostuvo en alto. El amuleto, la cosa que había

atrapado el alma de Keirran, colgaba de la cuerda, girando en la brisa.

―Creo que esto es lo que est{s buscando.

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Por un momento, Annwyl parecía que podría lanzarse hacia adelante y

arrebatar el amuleto de los dedos torcidos de la bruja. Pero tomó una

respiración profunda y calmante, y cuando volvió a hablar, sus palabras eran

estables.

―¿Vas a devolvérmelo, o esto es algo por lo que debo negociar?

―Bah, no negociaría por esta cosa maldita ―dijo la bruja, curvando un

labio con disgusto―. Es tu carga para soportar, no la mía. Sin embargo, emitiré

esta única advertencia. El Príncipe de Hierro, como ustedes lo conocían antes,

ya no existe. Su alma ha estado desaparecida de su cuerpo durante demasiado

tiempo. Mientras más tiempo uses ese amuleto para mantener tu propia vida,

más está en peligro de desaparecer por completo.

Annwyl se estremeció, pero asintió.

―Entiendo ―susurró, y la bruja le tendió el cordón. El hada de Verano

lo tomó y cuidadosamente lo colocó alrededor de su cuello, donde el amuleto

latía con un desagradable latido.

―Bueno. ―Suspiró el Hombre Delgado, cuando Razor se arrastró fuera

de la camiseta de Kenzie y saludó a Annwyl, zumbando alegremente―. Aquí

estamos todos.

―Sí ―murmuré―. Me da la sensación de que era la parte f{cil.

* * *

―Así que, déjame ver si lo entiendo ―le dije, cuando dej{bamos la casa de la

bruja, de regreso al bosque―. Viniste aquí con la esperanza de destruir el

amuleto. Sabiendo que te mataría si lo hacías.

―Sí―dijo Annwyl calmadamente―. Después oí< lo que Keirran te

había hecho en Irlanda, lo que provocó, sabía que algo terrible le había

sucedido. No podía ser el mismo. El Keirran que conocía nunca haría algo como

eso. Sabía que el amuleto tenía que ser el responsable. Podía sentirlo,

corroyéndolo constantemente. No podía soportar la idea de que por salvarme la

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vida, Keirran se había convertido en eso. Lo que ellos le están llamando ahora, el

Sin Alma. El Destructor de las Cortes.

»Así que, sí ―continuó Annwyl―. Empecé a buscar una manera de

deshacer el amuleto. Primero probé buscando a su creador, el mortal en el

mundo humano. Pero< parece que ya no puedo hacerme visible m{s a los

humanos. Tal vez porque estoy tan cerca al Desvanecer, sólo el amuleto me está

manteniendo viva. Pero los mortales en el mundo humano no pueden verme ni

oírme, así que no podía preguntarle a tu Guro cómo romper esta maldición.

―Por lo tanto, esa era la presencia de la que Guro estaba hablando

cuando fuimos a verlo ―dijo Kenzie―. Fuiste tú.

Annwyl asintió.

―Pensé que el humano podía sentirme. Pero todavía no podía darme a

conocer. Y en ese momento, la noticia de lo que Keirran había hecho se había

extendido. Mi propia especie no me ayudaría. Leanansidhe podría haberme

matado si no hubiera estado tan preocupada por la desaparición de su mansión.

Así que, fui a Nunca Jamás, buscando a alguien que pudiera darme la respuesta

que buscaba. Con el tiempo, escuché que la bruja de hueso había viajado a

través del Río de los Sueños, de regreso a Deep Wyld de nuevo, así que caminé

hasta aquí.

―Pero< ―La frente de Kenzie se arrugó―. ¿No fuiste exiliada de

Nunca Jam{s? ―preguntó―. ¿No fue por eso como empezó todo este lío?

¿Cómo regresaste?

―Cuando el Velo desapareció ―respondió Annwyl―, todos los viejos

sellos y barreras que los gobernantes habían colocado en los caminos de las

hadas desaparecieron, también. Los fey Exiliados encontraron de pronto que

podían volver a Nunca Jamás, y muchos lo hicieron. Pero es demasiado tarde

para mí. ―Tocó ligeramente su pecho, donde el amuleto estaba escondido

debajo de su vestido―. Estaba demasiado cerca del Desvanecer. No sé si estoy

siquiera realmente viva ya, o si sólo soy un recuerdo que no puede morir. En

este momento, el amuleto es lo único que me mantiene aquí. Incluso ahora, de

vuelta en Nunca Jamás, sin este me desvanecería por completo.

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―Annwyl. ―La cara de Kenzie era simp{tica y enojada al mismo

tiempo―. Lo siento mucho ―susurró, y sus ojos brillaban―. Esto no es< ¡Es

solo que no es justo! Tú no pediste nada de esto. No es tu culpa que Keirran

fuera completamente estúpido.

―Todo est{ bien. ―Annwyl mostró una pequeña sonrisa―. Estoy<

cansada, Mackenzie. He vivido una larga vida, más larga que la mayoría. Tengo

menos pesares que alegrías, menos dolores que recuerdos felices. ―Miró a lo

lejos, hacia los {rboles, su voz el murmullo m{s esencial―. No tengo miedo. Es

hora de dejar de quedarme y seguir adelante. Keirran es la última pieza de la

que debo cuidar.

Hubo un susurro de movimiento en la oscuridad adelante, y Lobo salió

sin ruido de los árboles. Annwyl se puso rígida, abriendo mucho los ojos con

temor y asombro cuando la enorme criatura caminó hacia nosotros, pero no

entró en pánico, incluso cuando el lobo giró su enorme cabeza hacia ella,

olfateando el aire.

―¿Asumo que es por la que viniste? ―gruñó, su voz haciendo vibrar las

hojas de encima―. No me dijiste que era una de ellos.

―¿Una de quién? ―preguntó Kenzie.

―De ellos. Los Desvanecidos. Los Olvidados, como ustedes los llaman.

―Lobo resopló con disgusto―. Huele a magia robada, a encanto prohibido, sin

embargo, ella misma no est{ del todo aquí. Y hay algo m{s. Algo< oscuro.

Enojado. ―Su hocico se curvó, revelando colmillos, y siguió adelante

amenazadoramente―. De alguna manera me hace querer arrancar su cabeza.

―Bueno, refrénate ―espetó Kenzie, dando un paso delante de la fey de

Verano―. Nadie est{ arrancando la cabeza de nadie. Tú, quédate. ―Miró al

Lobo que, aunque no se veía exactamente intimidado, resopló y retrocedió un

paso―. Tenemos que volver al Wyldwood y buscar a Keirran ―continuó

Kenzie, mirando al resto de nosotros―. ¿Alguna idea de cómo vamos a hacer

eso?

―R{pidamente, sería mi consejo ―vino una voz por encima. Un par de

ojos brillantes flotaban en las ramas arriba, un momento antes de que Grimalkin

se materializara en la rama de un {rbol―. Veo que lograste localizar a la chica

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de Verano y el amuleto ―dijo el gato, sonando como si hubiera puesto en duda

nuestra capacidad para llevar a cabo eso―. Y el perro recordó su parte del trato

y no arrancó la cabeza de nadie como de costumbre. Supongo que las

maravillas nunca acaban.

Esperaba que Lobo gruñera y desnudara sus dientes, pero para mi

sorpresa, sólo se rió entre dientes.

―No seas mal perdedor, gato ―dijo retumbante. ― Recuerda, tuviste

que pedir mi ayuda. Espero que recuerdes eso en cada oportunidad.

―Hmf ―resopló Grimalkin, con aire aburrido―. Supongo que los

menos inteligentes tienen que tranquilizarse, como sea, si es que

pueden―reflexionó―. Yo, por el contrario, he estado ocupado con asuntos

importantes. Ethan Chase< ―Esa mirada dorada pasó a mí―. La Primera

Reina ha invadido el Wyldwood ―dijo, haciéndome saltar―. Las cortes est{n

ahora en guerra. Una multitud de Olvidados se interpone entre el Príncipe de

Hierro y tú, por no hablar de la dama misma. Ir tras él ahora sería muy

imprudente.

―Excelente. Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer?

―Eso no puedo decírtelo. Sin embargo, las cortes han establecido un

campamento en el borde del Wyldwood y Arcadia ―continuó Grimalkin,

curvando su cola alrededor de sí mismo―. La Reina de Hierro est{ entre ellos,

al igual que los gobernantes de Verano e Invierno. Tal vez conseguirán una

solución. Una más factible que dirigirse precipitadamente hacia el Príncipe de

Hierro a través de una horda de Olvidados y conseguir que los vuelvan trizas.

Volver al Wyldwood. Volver a Meghan y el resto de las cortes. Me

pregunté si ella estaría enfadada conmigo; le había prometido que me quedaría

lejos del campo de batalla, si todo se reducía a la guerra con los Olvidados.

Pero… Miré a Annwyl, observando en silencio sombrío. Esta es mi familia. No

puedo quedarme fuera. Tengo que tratar de salvarlo. La chica de Verano hizo una

pequeña inclinación de cabeza, como si supiera lo que estaba pensando, y mi

estómago se revolvió. Maldita sea, me gustaría poder salvar a Annwyl, también.

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―Muy bien ―dije, y miré al Hombre Delgado, quien no había dicho

mucho desde que habíamos dejado la casa de la bruja―. Volveremos al

Wyldwood, entonces. ¿Puedes llevarnos allí? ¿A través del Between?

Él levantó una ceja muy estrecha.

―No desde aquí ―dijo lentamente―. Uno sólo puede separar el Velo

donde este está débil, y conozco un solo lugar en Deep Wyld donde la barrera

entre los mundos es así de delgada. Tendríamos que cruzar el Río de los Sueños

para encontrar un lugar donde pudiera llevarlos a Between.

Suspiré.

―Supongo que si esa es la única manera ―murmuré―. Pero nos

estamos quedando sin tiempo. Y llámame cínico, pero no puedo vernos no

topándonos con algún tipo de problema en el camino de regreso, sin embargo.

Lobo sacudió su enorme cabeza.

―No habr{ problemas ―declaró con una voz profunda y firme―. Nada

se atreverá acercarse. Los regresaré yo mismo.

Kenzie parpadeó.

―¿Lo har{s? ¿Por qué?

―Soy viejo, niña. ―Lobo la miró con solemnes ojos verdes―. M{s viejo

que la bruja. Mayor incluso que tu amigo delgado de allá. Recuerdo los días en

que la Primera Reina gobernó. Las cortes lo han olvidado, a propósito,

sospecho, pero esos eran tiempos caóticos, sangrientos. El mundo vivía con

miedo de nosotros, aterrorizado de los buenos vecinos y las criaturas que

acechaban en la oscuridad. Ella traería esos días de regreso, si pudiera.

―No lo entiendo ―dijo Kenzie―. ¿Todo ese miedo, encanto y creencia?

¿No es eso lo que tú quieres?

―¿Caos y pánico y los mortales corriendo como pollos sin cabeza?

―Lobo ladró una carcajada―. Sería muy divertido. Pero el mundo ha

cambiado. Aquellos días se fueron. Y sé lo que los seres humanos son capaces

ahora. Ya no adoran a las cosas que temen. Tratan de erradicarlas. ―Sus ojos se

estrecharon―. La Primera Reina traería destrucción a Nunca Jam{s, incluso

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mientras trata de salvarlo. No se puede permitir que el Velo desaparezca de

nuevo. Así que si necesitas a alguien para tallar una sangrienta franja a través

de las filas de Olvidados para llegar a la Primera Reina y su pequeña mascota

de Hierro, soy el mejor para el trabajo.

―Oh, que bien ―dijo Grimalkin, levant{ndose de la rama―. Y ahora

que hemos recogido al perro. Le informaré a la Reina de Hierro de tu inminente

llegada, y que se prepare para el olor.

Él agitó su cola una vez y se había ido. Razor enseñó los dientes en la

dirección en que el gato había estado y siseó.

―Malvado, gatito malo ―murmuró el gremlin―. ¡Atar roca a la cola y

tirar en el lago, ja!

El lobo se rió entre dientes en señal de aprobación.

―Por lo menos uno de ustedes tiene buen gusto.

* * *

Como predijo Lobo, no nos encontramos con ningún problema en nuestro

camino de vuelta a través de Deep Wyld.

Aunque hubo un momento tenso cuando una roca se estiró y se levantó,

revelando que en realidad era un gigante gris arrugado con pelo musgoso,

colmillos amarillos y brazos hasta sus rodillas. Lobo y el gigante se miraron el

uno al otro durante unos segundos aterradores, antes de que el monstruo de

dos piernas diera un paso atrás y arrastrara los pies hacia los árboles.

El puente estaba esperando por nosotros cuando salimos de la selva

enmarañada, lo que fue de alguna forma una sorpresa. Y un muy gruñón

gnomo del puente nos informó que un gato gris mandón ya se había hecho

cargo del peaje, y que éramos libres de cruzar cuando gustáramos. Por qué él no

podría haber hecho eso la primera vez que cruzamos, yo no tenía ni idea, pero

ese era, después de todo, Grimalkin. Una vez que estuvimos de vuelta en

Wyldwood, el Hombre Delgado rápidamente encontró un lugar en el que el

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Velo era delgado, y nos deslizamos hacia el blanco gris del Between una vez

más.

―Hum ―comentó Lobo cuando la cortina de la realidad se cerró detr{s

de nosotros. Al igual que Razor, sus ojos brillaban de un verde nebuloso

mientras miraba alrededor del paisaje sin luz―. Así que, este es el Between

―reflexionó, su profunda voz resonando a través de la niebla―. Yo estaba en

un pueblo muy parecido a esto, creo. No olía a nada, y sus residentes trataron

de succionar el encanto de nosotros.

―Esa era mi ciudad ―dijo el Hombre Delgado llanamente―. Y tú ni

siquiera debiste haber sido capaz de encontrarla. Aún no tengo idea de cómo

muchos de ustedes se las arreglaron para tropezar con Phaed, pero esto ha

causado todo un dolor de cabeza, ¿no? Y ahora debemos arreglar este lío que

cierto Príncipe de Invierno ha causado, o Nunca Jamás y Between podrían

perderse para siempre.

Lobo gruñó.

―No me culpes. Él era el que quería un alma. Traté de advertirle. ―Su

mirada se deslizó hacia Annwyl―. Tu gente y sus almas. En primer lugar,

tuvimos que encontrar una, ahora tenemos que regresar una. ―Frunció su

hocico con disgusto―. ¿Para qué son buenas, excepto para causar dolor?

―No lo sé ―dijo Annwyl suavemente, tocando la cuerda en su cuello―.

Pero la de Keirran siempre se ha sentido tan brillante. Tal vez si yo tuviera una

propia, no estaría Desapareciendo. Supongo que nunca lo sabré ahora.

―Suspiró y miró a lo lejos, su voz casi melancólica―. No pasar{ mucho antes

de que mi tiempo esté terminado.

―Noooo ―gimió Razor desde el hombro de Kenzie―. No irse.

Quedarse, linda chica elfo. Quedarse.

Bueno, yo había escogido bien el grupo, ¿no? Me pregunté qué diría

Meghan cuando entrara en el campo de hadas con Kenzie, Annwyl, un gremlin,

el Hombre Delgado y el gran lobo feroz arrastrándose detrás de mí. Me

preguntaba lo que los otros gobernantes pensarían.

Supongo que lo averiguaría muy pronto.

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―¿Qué tan lejos estamos de la frontera de Arcadia? ―le pregunté al

Hombre Delgado.

―No muy lejos ―respondió el alto faery. Mirando alrededor del paisaje

vacío, suspiró y se dio la vuelta, levantando una mano―. Síganme, y vamos a

tratar de no tropezar con cualquier otra realidad esta vez.

―No discutiremos eso.

No nos tropezamos con ninguna bolsa de realidad, y cuando el Hombre

Delgado partió el Velo, una vez más, entramos en la oscuridad familiar y

enredada del Wyldwood.

―Arcadia est{ en esa dirección, creo ―dijo el Hombre Delgado,

apuntando en una dirección cualquiera―. Aunque no estoy seguro de dónde

las cortes establecerían un campamento. El cait sith sólo mencionó que estaban

en la frontera entre la corte de Verano y el Wyldwood.

Lobo ladeó su cabeza peluda.

―Oigo agua corriendo ―dijo, y levantó el hocico al viento―. Y huelo<

muchos fey. Verano, Invierno< ―su labio se apartó de sus colmillos―< y

hierro.

―Ese debe ser el ejército ―dije, ignorando el giro en mi estómago.

Meghan estaba cerca. Como lo estaba la guerra y, probablemente, la Primera

Reina. Pronto, tendría que enfrentarme a ambos, a mi hermana y al Príncipe de

Hierro, y no tenía idea de cuál me asustaba más.

Nada de esto por ahora.

Tomando una respiración profunda, comencé a avanzar, hacia el

campamento, hacia mi hermana y tal vez la lucha final con mi sobrino.

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Capítulo 16 Debajo del estandarte de Hierro

Había probablemente unas pocas miles de tiendas de campaña acampando a la

orilla del río.

―Vaya ―murmuró Kenzie, mirando hacia el valle, que se veía como una

especie de circo loco o campo de refugiados. Casi todo el espacio disponible

había sido retomado por tiendas de campaña, y fey de todo tipo vagaban entre

los estrechos senderos. Sin embargo, me di cuenta de una clara separación entre

las tiendas pertenecientes a Verano, Invierno y Hierro. Las tres cortes

mantenían aislados sus lados del campo, sin mezclarse o interactuar con los

otros territorios. Al menos, eso es lo que supuse, basado en los diferentes

colores de las tiendas agrupadas: tonos de verde y marrón para el Verano;

negro, rojo y azul para el Invierno. La corte de Hierro era fácil de detectar. No

sólo estaba colocada muy lejos de las otras cortes; el área alrededor parecía un

poco enferma. Los árboles estaban marchitándose y se inclinaban, las plantas

estaban en el proceso de morir, e incluso la hierba parecía muerta.

Me imaginé que una cantidad tan grande de fey de Hierro, sentados en el

medio del Wyldwood estaba envenenando lentamente la tierra alrededor de

ellos, pero nada podría ser hecho al respecto. La corte de Meghan era un aliado

demasiado poderoso para no participar en la guerra con los Olvidados. Por

supuesto, una vez que la lucha haya terminado, Verano e Invierno

probablemente no perderían tiempo sacando a la fey de Hierro fuera del

Wyldwood y de regreso a Mag Tuiredh. Me preguntaba cómo Meghan había

sido capaz de aguantarlos por tanto tiempo.

―Uf ―gruñó Lobo mientras miraba hacia el valle. Se alejó de la orilla―.

Demasiado lleno para mi gusto ―dijo―. Ustedes cuatro sigan adelante.

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Reúnanse con sus gobernantes, hagan lo que tengan que hacer. Yo me voy a

quedar atrás, mantener un ojo en el perímetro. Asegurarme de que no hay

Olvidados escondidos alrededor de los límites.

―¿Est{s seguro, Lobo? ―preguntó Kenzie. El Lobo jadeó con una

sonrisa.

―Oh, confía en mí, es mejor de esta forma. Probablemente habría pánico

si me fuera a pasear por allí ahora. ―Se sacudió, luego se volvió hacia el

bosque―. Voy a estar cerca. Si hay problemas, simplemente grita.

Galopando hacia los árboles, desapareció.

Saliendo del bosque, nos dirigimos hacia el río y un puente de madera

que cruzaba el banco.

Dos caballeros hada, altos y delgados, custodiaban la entrada del puente

con armadura azul y blanco con carámbanos creciendo de los hombros y cascos.

Los caballeros de Invierno nos miraron mientras nos acercábamos, las manos

enguantadas se dejando caer sobre sus espadas de hielo.

―Espera ―gruñó uno cuando nos detuvimos a unos metros de los

puestos―. Identifíquense, humanos. Este campamento est{ fuera de los límites

de su especie.

―Mi nombre es Ethan Chase, hermano de su alteza la Reina de Hierro

―dije, encogiéndome ante cu{n imbécil sonaba. Pero, como descubrí, los feys

respondían mejor al rango y la pompa, y por lo general se inclinaba ante el

protocolo―. Déjanos pasar. Tengo un mensaje importante para mi hermana.

Los caballeros de Invierno se miraron. Era obvio que no les gustaba ser

ordenados por un humano y estaban buscando una manera de rehusarse. Crucé

mis brazos y traté de parecer impaciente e importante. Los caballeros,

finalmente, dejaron caer sus manos de las empuñaduras de sus espadas.

―Muy bien ―dijo uno de ellos de mala gana, y se apartó―. Tú puedes

pasar, Ethan Chase. La tienda de la Reina de Hierro se encuentra en el lado este

del campamento.

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―Espera ―dijo el otro, justo cuando me relajé. Su mirada se deslizó

pasando a Annwyl y Kenzie, afortunadamente, Razor se había escondido en su

camiseta, y se fijó en el Hombre Delgado, esperando en silencio detrás de

nosotros. Los fríos ojos azules del caballero se estrecharon, y de repente sacó su

espada―. ¡Olvidado! ―gruñó―. ¡Ese es un Olvidado! ¡Traidor!

Él empezó a avanzar, una mirada asesina en sus ojos. Saqué mis espadas

y me interpuse entre ellos, bloqueando su camino.

―Ni un paso m{s―le advertí.

Sonriendo, trató de empujarme a un lado usando la fuerza bruta; esquivé

su brazo, interviniendo y puse la punta de mi espada contra su coraza. La

armadura de hielo se deshilachó donde la tocaba el acero, disolviéndose en el

aire como niebla de color, dejando un pequeño agujero atrás. El caballero se

quedó inmóvil, mirando a su arruinado pectoral, y yo sonreí con frialdad.

―La última vez que te lo pediré amablemente.

―¡Cómo te atreves a traer a esa abominación aquí! ―escupió el

caballero, cambiando a una rabia indignada ahora que la cruda violencia había

fracasado―. ¿Cómo te atreves a traer a un Olvidado en medio de nosotros? Los

gobernantes nunca lo tolerarán.

―¿Te relajar{s? Él no est{ con la Primera Reina. ―Lancé un vistazo de

una fracción de segundo de vuelta al Hombre Delgado para asegurarme que

todavía estaba allí. Él estaba, viendo a los caballeros con calma, una expresión

casi divertida en su rostro estrecho. Supuse que si estaba en algún peligro real,

esencialmente podría hacerse invisible. Siempre y cuando encarara a sus

oponentes de frente, no podría ser visto.

Debe ser agradable.

―Él est{ de nuestro lado ―insistí, mientras el caballero me daba una

flagrante mirada de desprecio―. Est{ trabajando con nosotros para detener a la

Primera Reina y al resto de los Olvidados, así que todo el mundo solo puede

calmarse. Y nosotros tenemos información importante sobre la guerra,

información que todos los gobernantes querrán oír. Pero, bueno, si no quieres

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dejarnos pasar, dejaremos que esté sobre tu cabeza cuando la Reina de Hierro se

entere.

Los caballeros me miraron.

―Espera aquí ―ordenó uno finalmente, dando un rígido paso hacia

atr{s―. Informare a los gobernantes de tu llegada. Ellos pueden decidir qué

hacer contigo y tus< amigos.

Girando sobre un tacón, él marchó rígidamente al campamento, mientras

que el segundo caballero volvió a su puesto, todavía mirándome con ojos

entornados.

―Encantador ―dijo Kenzie, cuando Razor se asomó fuera de su cabello

y le hizo muecas al caballero en retirada.

El Hombre Delgado suspiró.

―Estaba temeroso de que esto podría suceder ―dijo, y lanzó una mirada

cansada de vuelta a los {rboles―. Tal vez debería irme ―reflexionó―. Unirme

a Lobo esperando por ti en el borde del bosque. No me gustaría que nuestra

misión peligrara debido a la sospecha de las cortes.

―No ―dije―. No habríamos llegado tan lejos si no fuera por tu ayuda.

Estás quedándote con nosotros. Las cortes solo van a tener que aguantar y

actuar como adultos razonables por una vez.

El caballero de Invierno no regresó, pero después de varios minutos de

tensión, el ruido metálico de armadura podía ser escuchado viniendo hacia

nosotros, y un escuadrón de caballeros de Hierro marchó hasta el puente.

―Príncipe Ethan ―llamó el único adelante―. Por favor, perdona la

espera. Si usted y sus amigos nos acompañan, lo llevaremos a la Reina de

Hierro.

Respiré de alivio. Meghan misma había pedido por mí. Sin tener que

pelear nuestro camino más allá de una iracunda Mab o Titania. Íbamos

directamente a ver a mi hermana.

Tenía la esperanza de que ella no estuviera demasiado enfadada porque

yo había logrado colarme fuera sin su permiso. De nuevo.

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Viéndose molesto, el caballero de Invierno se paró a un lado para

dejarnos pasar. Yo estaba enormemente tentado a sonreírle mientras

cruz{bamos el puente, pero había acabado de hacer ese comentario de “adulto

razonable” hace un momento, por lo que me abstuve. Los caballeros de Hierro

nos rodearon, manteniendo un ojo cauteloso en el Hombre Delgado cuando lo

hicieron, y comenzamos a atravesar el campamento.

Las hadas nos miraban, curiosas y suspicaces, mientras seguíamos a los

caballeros por las calles fangosas. Por supuesto, tuvimos que pasar por el lado

Unseelie del campamento para llegar al territorio de Hierro, así que la mayor

parte de hadas, duendes, gorros rojos, ogros y por el estilo, parecía que podrían

habernos atacado si no hubiéramos estado rodeados por un muro de hierro y

acero. Varios gorros rojos se arrastraron junto a los caballeros, permaneciendo

apenas fuera de alcance, y gruñeron o lanzaron insultos contra nosotros, en

especial al Hombre Delgado. Un escalofrío se cernía sobre todo, y el aire estaba

cargado de tensión y la amenaza de violencia. Aquí todo el mundo estaba

nervioso, me di cuenta, ávido de batalla y derramamiento de sangre. Mantuve

mi espada fuera, por si acaso, y me pregunté qué tan cerca estaba el ejército de

la Primera Reina y qué tan pronto antes de que todo el infierno se desatara.

Finalmente salimos libres del campamento de Invierno, para mi alivio, y

la multitud de hadas Unseelie pronto desapareció mientras cruzábamos hacia el

territorio de Hierro. La ciudad de tiendas de campaña se veía muy diferente

bajo el estandarte de Meghan. A diferencia del caos salvaje del campamento

Unseelie, donde las moradas fueron arrojadas juntas en filas desordenadas

donde había espacio, las tiendas de aquí estaban organizadas en perfectas líneas

rectas, casi como una cuadrícula. En vez de antorchas, faroles parpadeaban en

las esquinas, postes de hierro creciendo fuera de la tierra. Las hadas todavía nos

miraban con curiosidad: elfos informáticos, ninfas de alambre, caballeros de

Hierro y enjambres de los siempre presentes gremlins, todos nos miraban

mientras caminábamos a través del campamento. Pero, aparte de los gremlins,

muchos de ellos se inclinaban o asentían cuando yo pasaba, todavía tratándome

como a un príncipe. Esto me puso incómodo, pero era mejor que ser llamado

una “golosina” por un gorro rojo con dientes afilados deseando tomar un

pedazo de mí.

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Mientras pasábamos por debajo de una torre de vigilancia, una manada

de zumbantes y agudas voces sonaron, y un enjambre de gremlins apareció,

aferrándose a las paredes de la torre. Ellos charlaban y señalaban,

confundiéndonos con su lenguaje sin sentido y sonando como una emisora de

radio con estática.

Razor salió del cabello de Kenzie, una enorme sonrisa cruzando su rostro

cuando rebotó y devolvió el saludo, zumbando sin parar. Kenzie hizo una

mueca, inclinando la cabeza mientras esperaba pacientemente a que la emoción

del agitado gremlin parara. Razor se volvió hacia ella, orejas tiesas, expresión

esperanzada, y ella sonrió.

―Ve ―dijo, y el gremlin salió, dispar{ndose hacia la torre para unirse al

resto del enjambre.

Ellos rieron y gritaron en maníaca alegría, saltando uno sobre el otro,

hasta que toda la multitud se alejó y se perdió de vista. Kenzie negó.

―Él regresar{ ―suspiró, mientras sus voces animadas se desvanecían en

el viento―. No puedes mantenerlo lejos, me temo. ¿Sabías que pasé casi un mes

enseñando a mi perro a ignorar a los gremlins? Mi padre y madrastra pensaron

que me había vuelto loca, ladrando a cosas que no estaban allí. ―Su rostro se

entristeció entonces, sus ojos volviéndose oscuros―. ¿Me pregunto qué están

haciendo ahora? ―murmuró, casi para sí misma.

Mi estómago se revolvió. ¿Qué estaban haciendo mis padres ahora? ¿Qué

estaba pasando en casa? Sabía que meses habían pasado en el mundo real desde

que vi a mis padres la última vez, la mañana en que me escapé a Nueva Orleáns

con Annwyl y nunca regresé.

―¿Príncipe Ethan? ―La voz de un caballero me sacó de mis

cavilaciones. Habíamos parado en la entrada de un carpa gris, mucho más

grandes que aquellas rodeándola y custodiada por otro escuadrón de

caballeros. Me di cuenta que estábamos de pie en el mismo centro del

campamento de Hierro, y el estandarte de un enorme roble blanco ondeaba en

el viento en la cima del poste m{s alto―. Estamos aquí, señor ―dijo el caballero

con una corta reverencia, e hizo un gesto a los faldones de la tienda―. Su

Majestad está esperándolo en el interior.

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Lamí mis labios, tomé una corta respiración y di un paso a través de los

faldones.

Dentro de la tienda estaba tenue y fresco. Una gran mesa estaba en el

centro de la habitación, un mapa de Nunca Jamás extendido a través de esta.

Alfileres de colores habían sido presionados en la superficie, marcando

escaramuzas o batallas o avistamientos de los Olvidados, yo no sabía. Miré

rápidamente alrededor buscando a Ash y vi que ni él ni Puck estaban presentes.

Pero Meghan estaba parada en el otro extremo de la mesa, rodeada por

fey de Hierro y viéndose imponente en un traje de batalla flexible plateado, una

espada colgando a su lado. Su cabello había sido apartado, exponiendo

completamente sus orejas puntiagudas, y llevaba una diadema brillante de

alambre y acero en su frente. Mi piel se erizó. Esta era la primera vez que la

había visto así, una verdadera reina de las hadas, poderosa y terrible, dispuesta

a defender sus tierras.

―Los exploradores de Rylan est{n monitoreando la situación, su

majestad ―estaba diciendo una de las hadas―. Nos informar{n si hay avances,

pero hasta el momento no se han registrado nuevos avistamientos de Olvidados

en ninguna parte del Wyldwood.

―¿Ninguna señal de la Primera Reina, todavía? ―preguntó Meghan.

―No, majestad. ―El hada negó con la cabeza―. No ha habido

avistamientos de ella o del prínc< ―tropezó con la palabra, pareciendo

adolorido―, o Keirran, en el Wyldwood o en cualquier lugar en Nunca Jam{s.

La Reina de Hierro asintió.

―Muy bien ―dijo―. Sigan monitoreando la situación y h{ganme saber

si algo cambia. Si aparece Keirran o la Primera Reina, infórmenme de una vez.

―Sí, su majestad.

―Eso ser{ todo. Puedes retirarte.

Los fey en la sala pusieron un puño en sus corazones, hicieron una

reverencia y salieron, moviéndose alrededor de nosotros con corteses

asentimientos. La Reina de Hierro permaneció en la mesa, mirando hacia abajo

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a la superficie, hasta que se habían ido, y el silencio descendió sobre la

habitación.

―Ethan. ―Meghan levantó la vista de la mesa de guerra. Sus ojos azules

estaban cansados, tristes, cuando se encontraron con los míos a través de la

habitación―. Aquí no es donde quería que estuvieras, hermanito ―dijo, y su

voz era m{s resignada que enojada―. Deberías estar en casa, no en la primera

línea de esta locura. Me prometiste que te quedarías lejos de la guerra.

Tragué.

―Lo siento, Meghan. Pero no puedo. Esta es mi lucha, también.

―Terco. ―Sacudiendo la cabeza, Meghan fue alrededor de la mesa, con

su mirada dirigiéndose al Hombre Delgado de pie detrás de mí. Por un

momento, una mirada acerada cruzó su rostro cuando reconoció al alto faery

por lo que realmente era―. ¿Y tú eres<? ―preguntó, una nota de advertencia

en su voz.

El Hombre Delgado se inclinó.

―Un conocido de la familia ―dijo en un tono cortés―. Tú podrías no

darte cuenta de ello, Reina de Hierro, pero he estado observándote y a tu gente

desde hace bastante tiempo. Estamos más conectados de lo que tú sabes.

―Es un amigo, Meghan ―interrumpí, cuando la reina continuó

mir{ndolo con recelo―. Quiere detener a la dama y a los Olvidados. Nos ha

estado ayudando a encontrar una manera de traer de vuelta Keirran.

Ante el nombre de Keirran, Meghan parpadeó, y su mirada se dirigió a

mí, la esperanza repentina haciendo que mis entrañas se aprieten.

―Entonces< ¿has encontrado una manera?

―Sí ―dije, y dudé―. Bueno, algo de eso. Es complicado.

―Complicado. ―Meghan cerró brevemente los ojos―. Vi a Keirran en el

consejo de Tir Na Nog ―siguió―. Escuché lo que dijo. Sé lo fuerte que es, el

gran peligro que representa para Nunca Jamás. No puedo permitir que mi hijo

destruya a aquellos por los que me preocupo. ―Su mirada se detuvo en mí―.

Hice una promesa a mi pueblo que iba a protegerlos, de todas las amenazas.

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Incluso si la mayor amenaza proviene de mi propia sangre. ―Parpadeó

rápidamente, desvaneciendo las lágrimas que comenzaban a brillar, y se paró

firme―. Soy una reina. Esto me est{ matando, pero< no puedo dejar que

Keirran destruya este mundo, o a la gente que amo. Haré cualquier cosa para

llevarlo a casa, pero si no puede ser salvado<

―No. ―Esta vez, fue Annwyl quien habló, sorprendiéndome. La chica

de Verano dio un paso adelante, su mirada suplicante, para hacer frente a la

Reina de Hierro―. Su Majestad ―susurró, dejando caer su mirada mientras

Meghan se volvió hacia ella―. Mi nombre es Annwyl, ex criada de Titania de la

corte de Verano. Y yo< ―Tembló, tomó una respiración profunda para

calmarse―. Yo soy la única responsable de la traición de Keirran.

―Annwyl ―interrumpió Kenzie, mientras Meghan se quedaba mirando

al hada de Verano, su expresión ilegible―. Eso no es cierto. Tú no hiciste a

Keirran hacer nada. En todo lo que hizo, él tuvo una opción. Todos la tenemos.

No te culpes por sus acciones.

Annwyl negó.

―Yo fui débil ―dijo, todavía sin mirar a ninguno de nosotros, sobre

todo no a Meghan―. Sabía que no debería haberme reunido con él. Si

solamente hubiera prestado atención a las leyes en ese entonces, nada de esto

habría sucedido.

Meghan mostró un ligero ceño fruncido.

―Annwyl ―dijo lentamente, como si acabara de comprender―. La chica

de Verano de la corte de Titania ―reflexionó―. ¿Tú< eres de la que Keirran se

enamoró?

―Lo siento mucho, su majestad ―dijo Annwyl, y cayó de rodillas,

mirando al suelo―. Todo este lío se puede rastrear de regreso hasta mí. Titania

quería que me reuniera con Keirran, seducirlo y ganar su afecto, y yo no pude

rechazar a la reina. Me reuní con el príncipe varias veces, sabiendo que tendría

que traicionarlo al final, que Titania lo exigiría. Pero< ―Su voz temblaba, y

aferró sus manos a su pecho para evitar que temblaran―. Cuando ella me

ordenó pedirle a Keirran que matara a uno de sus rivales, un noble de la corte

de Invierno, no pude hacerlo. Nunca la había desobedecido antes, y sabía que

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me exiliaría por traición, pero me negué a una orden directa de mi reina por

primera vez en mi vida y fui desterrada al reino de los mortales. Porque me

había enamorado de Keirran, también.

»Sabía que nuestra relación estaba prohibida ―continuó Annwyl―.

Sabía que no deberíamos estar juntos, incluso si Keirran se burlaba de las viejas

leyes. Debería haber roto su corazón esa primera vez, convencerlo que lo

despreciaba, que lo culpaba por mi exilio. Habría sido más amable a largo

plazo, dejarlo irse. Debería haberlo dejado irse. ―Sus ojos brillaban, y

finalmente levantó la vista, encontr{ndose con la mirada de Meghan―. Es por

mi culpa que Keirran hizo todos esos tratos, y es por mí que fue a ver a la dama

esa noche. Su hermano murió, y Keirran perdió su alma< por mi culpa.

Meghan cerró los ojos.

―Annwyl ―dijo en voz baja, y la chica de Verano hizo una mueca, como

si se preparara para el castigo. Pero la voz de la Reina de Hierro era tranquila

cuando abrió los ojos y bajó la mirada hacia ella―. Lev{ntate. Mírame.

Enamorarse no es un delito. Incluso si una relación ha sido prohibida por las

cortes. Conozco a mi hijo. Es extraordinariamente difícil hacerle cambiar de

opinión, acerca de cualquier cosa, una vez que toma una decisión. Estoy segura

que has descubierto cu{n obstinado puede ser. ―Annwyl soltó una pequeña

risa que era parte sollozo mientras se levantaba, y Meghan sonrió tristemente―.

Sabía que Keirran se había enamorado de alguien ―continuó la Reina de

Hierro―. Trató de ocultarlo, pero una madre siempre sabe. Sólo esperaba que

quien fuera que había capturado su corazón lo tratara con cuidado, porque él es

muy parecido a su padre en que una vez que ama a alguien, lo hace por

completo. ―Una mirada de dolor cruzó su rostro, antes de que se compusiera

de nuevo―. No te culpo por las decisiones de Keirran. No puedo estar enojada

contigo y Keirran por haberse enamorado. Tú lo protegiste de Titania a costa de

tu propia libertad. Esa no es la decisión de un hada que está meramente

jugando el juego.

―Su majestad es demasiado amable ―dije Annwyl, y su voz fue un poco

ahogada―. Pero no merezco su simpatía. No cuando tengo esto.

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Lentamente, Annwyl cogió el cordón de debajo de su vestido y sacó el

amuleto a la luz. El disco de cobre brillaba en su mano mientras lo sostenía en

alto, mirándolo como si un escorpión vivo descansara en su palma.

―Esto< es lo que me est{ manteniendo viva ―susurró Annwyl,

mientras Meghan miraba el amuleto y se ponía pálida. Me pregunté si mi

hermana podía sentir la magia negra palpitando dentro del disco de cobre. O, y

mi estómago se dio vuelta ante el pensamiento, ¿podía de alguna manera sentir

lo que el amuleto realmente contenía?―. Esto es lo que mi existencia vale

―continuó el hada de Verano, su propia expresión arrugada con asco―. El

alma de Keirran, y la destrucción de las cortes. Yo no quería esto ―susurró,

cuando el disco de metal se reflejó en sus ojos―. Me habría Desvanecido

felizmente si hubiera sabido que esto lo convertiría en un monstruo.

―¿Este es el amuleto del que Ash estaba hablando? ―preguntó

Meghan―. ¿Esto es lo que contiene el alma de Keirran? ―Y aunque su voz

seguía siendo tranquila, podía oír la furia tejida, horror y desesperación por

debajo.

Annwyl debe haberlo sentido también, porque se puso blanca hasta el

punto que pensé que podía desmayarse. Pero asintió con firmeza.

―Sí, su majestad.

―¿Puede ser destruido? ―preguntó Meghan en esa misma voz

tranquila. Sus ojos brillaban mientras miraba el amuleto, y sentí la inmensa

aglomeración de poder a su alrededor, como la energía antes de una tormenta.

Como si ella lo haría añicos en un momento―. ¿Eso liberaría el alma de Keirran

y nos lo devolvería?

―Puede ser destruido ―dijo Annwyl lentamente, su voz temblorosa―.

Pero<

―Keirran tiene que hacerlo ―terminé, y la mirada de Meghan se posó en

mí―. Por su propia y libre voluntad. Él tiene que hacer esa elección por sí

mismo.

―Ya veo ―murmuró Meghan, y la energía alrededor de ella parpadeó y

murió. Vi la comprensión deslizarse sobre ella, el mismo enorme problema que

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me había estado plagando desde que me fui de la casa de Guro. ¿Cómo

demonios íbamos a convencer a Keirran, el autoproclamado Destructor de las

Cortes, de romper el amuleto él mismo?―. ¿Y tienes un plan de cómo vas a

hacer eso? ―preguntó Meghan, como si leyera mis pensamientos.

En realidad no, pensé, pero por suerte Annwyl se me adelantó.

―Voy a hablar con él ―dijo el hada de Verano―. Él va a escucharme. Al

menos, espero que lo haga. ―Cerró los ojos, dejando caer su voz hasta un

susurro―. Espero que no haya llegado tan lejos que se haya olvidado de

nosotros.

Asentí.

―Si Keirran escuchar{ a alguien, ser{ a Annwyl ―le dije a Meghan―. El

único problema será llegar a él. No sabemos realmente dónde está, excepto que

nunca está lejos de la Primera Reina, y que probablemente va a haber un gran

ejército de Olvidados entre nosotros.

La frente de Meghan se frunció.

―Ash y Puck est{n explorando la zona donde los Olvidados fueron

vistos la última vez ―dijo―. Ha habido escaramuzas a lo largo de las fronteras,

lugares donde los Olvidados saltan de la nada, pero nunca hemos vislumbrado

al ejército real. Nadie ha visto a Keirran o a la Primera Reina, tampoco, aunque

sospechamos que los Olvidados se están preparando para lanzar un ataque

completo. Si podemos de alguna manera llegar a Keirran antes de que eso

suceda, podemos salvarlo como mínimo. Pero si ataca con los Olvidados<

―Meghan se interrumpió, sacudiendo la cabeza―. Incluso si no puedo dar el

golpe final, los otros gobernantes no le mostrarán piedad. Si Keirran lidera a los

Olvidados a la guerra, no podemos detenernos. A la Primera Reina no se le

puede permitir ganar.

―Reina de Hierro ―dijo el Hombre Delgado, y dio un paso hacia

adelante―. Si me lo permite< Tengo información sobre la Primera Reina que

su gente puede no tener. Estoy dispuesto a compartirla con ustedes, y todo el

mundo, con la esperanza de que podamos derrotar a la dama. Pero tenemos que

trabajar juntos. La Primera Reina de las hadas gobernó durante mucho tiempo

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antes de que finalmente fuera derrocada y olvidada. No la subestime. No es una

oponente para tomar a la ligera.

Meghan asintió y se enderezó, mirándonos a todos nosotros.

―Voy a llamar a un consejo de guerra ―anunció―. Mab y Oberon

querrán oír esto, y quiero explicar lo del amuleto para ellos. Tal vez los

convenza de no sacrificar a Keirran a la vista. ―Sus ojos brillaron, ese peligroso

remolino de energía alrededor de ella una vez más, antes de que se alejara―.

Voy a tener que llamar de regreso a algunas de mis fuerzas, por lo que podrían

ser unas horas hasta que se presenten. Hasta entonces, voy a tener a alguien

acomodando unas cuantas tiendas de campaña. Todos ustedes parece que

podrían necesitar el descanso. Annwyl< ―Miró al hada de Verano―. Sé que tu

estancia en el campamento de Hierro probablemente es desagradable para ti.

¿Vas a estar bien? Puedo hablar con Oberon si deseas permanecer dentro de

Verano.

―Estoy agradecida, su majestad ―contestó Annwyl―. Pero no hay

necesidad. Yo< yo no siento la enfermedad del Hierro como debería. Tal vez el

amuleto la absorbe, pero< ―Se miró las manos―. No creo que estoy

enteramente aquí, ya no más. Y, después de lo que pasó con Keirran y la Reina

de Verano, ninguno de mis parientes realmente me quiere alrededor. Titania lo

dejó muy claro, en Arcadia, al menos, que yo era la causa de la traición de

Keirran. Incluso hubo rumores de que yo fui la que le ordenó a Keirran atacar a

la reina, para obligarla a levantar mi exilio. Por lo tanto, no soy bienvenida en la

corte de Verano por más tiempo, y probablemente hay aquellos dentro de

Verano que me desean mal. Si todo es lo mismo para usted, preferiría

quedarme en este lado de la frontera.

La mirada de Meghan era simpática cuando asintió.

―Por supuesto ―respondió―. Y no te preocupes por Titania. Ninguno

de sus criados se atreverá a cruzar la frontera hacia Hierro. Estarás a salvo aquí.

El Hombre Delgado aclaró su garganta.

―Yo, por el contrario, creo que voy a excusarme ―dijo, inclinando su

sombrero hacia la reina―. No quiero ser grosero, pero estoy encontrando los

efectos de su Reino de Hierro desagradables. Creo que voy a estar en otro lugar

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hasta que usted tenga necesidad de mí. Ethan Chase< ―miró en mi

dirección―< estaré cerca. No vayas detr{s del príncipe sin mí.

Se dio la vuelta< y desapareció.

Meghan suspiró.

―Consejero Fix ―llamó en voz baja, y el roedor que había estado

ocupado garabateando notas se desplazó hacia adelante, parpadeando―. ¿Por

favor arreglarás unas tiendas para Kenzie y Annwyl? Debemos tener el espacio

para ello. A ver si puedes conseguirles algo de comer, también. Ethan< ―me

miró―< quiero hablar contigo un momento a solas.

El roedor asintió y contoneándose salió de la tienda, haciéndoles señas a

Kenzie y Annwyl que lo siguieran. Kenzie se detuvo, mirándome, y yo asentí.

―Ve ―le dije―. Ve a conseguir comida. Voy a estar bien. ―Vaciló,

luego siguió a Annwyl y Fix al exterior. Hubo un breve destello de la luz del sol

mientras atravesaba los faldones de la tienda, y luego se habían ido.

A solas con la Reina de Hierro, contuve la respiración, preguntándome si

me daría el sermón sobre meterme directo de nuevo en este lío, cuando le había

prometido que me quedaría lejos. Meghan hizo una pausa como si estuviera

esperando a que todos estuvieran fuera del alcance del oído antes de volverse

hacia mí.

―Hablé con Ash la noche que volvimos de Tir Na Nog ―dijo, haciendo

que mi estómago cayera―. Me dijo que te dejó a ti y a Kenzie salir del palacio.

Dijo que tú podrías ser capaz de ayudar a Keirran, que un mortal que no está

vinculado por la ley de las hadas podría tener éxito donde nosotros no

pudimos. ¿Es eso cierto?

Asentí. No había querido delatar a Ash, pero si él ya había confesado, no

había ninguna razón para negarlo.

―Sé que querías que me quedara fuera de esto ―le dije―, pero no

puedo solo sentarme en casa, sabiendo que tú y Keirran están ahí fuera,

probablemente luchando entre sí. Eso me volvería completamente loco. Incluso

si no tengo sangre de hada, soy parte de esta familia, lo que significa que soy

parte de esta guerra, si te gusta o no. También< ―Me froté la parte de atr{s de

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mi cabeza―. No culpes a Ash por completo. Si él no nos hubiera dejado ir esa

noche, Kenzie habría insistido en que hiciéramos algo de todos modos. Y

probablemente estaríamos de vuelta aquí.

Sorprendentemente, Meghan sonrió.

―Estaba furiosa con él ―dijo―, pero me dijo que tuviera m{s fe en la

parte humana de mi familia. Supongo que tenía razón. Tengo que recordar que

has crecido, como yo tuve que hacerlo. ―Me dio una mirada nost{lgica y un

poco triste―. Tu cumpleaños fue hace tres semanas en el reino de los mortales,

¿sabías eso? ―continuó, haciendo que mis cejas se dispararan―. Tienes

dieciocho años ahora, Ethan. Ya no eres más un niño.

¿Tengo dieciocho años? La idea me impactó. Era legalmente un adulto. Fue

una comprensión agridulce.

Dieciocho había sido el número mágico que representaba la libertad, en

muchos niveles. Por un lado, no estaba obligado a ir a la escuela o a vivir con

mis padres. Por otro, realmente no había tenido mucha infancia, no una normal,

de todos modos. Meghan había estado ausente durante gran parte de ella, y

esos años se habían ido verdaderamente ahora. Nunca podría volver atrás y

revivirlos, esperando que mi hermana viniera a casa y nuestra familia

finalmente estuviera completa.

Meghan asintió, sonriendo débilmente.

―Has crecido tan r{pido ―murmuró, caminando hacia adelante.

Nostalgia coloreando su voz―. Todavía recuerdo cuando tenías cuatro,

queriendo que te contara a ti y a Floppy una historia, así los monstruos en tu

armario se irían.

Me reí, sacudiendo la cabeza.

―No he sido así durante mucho tiempo, hermanita.

―Lo sé. ―Meghan se detuvo a medio metro de distancia, los ojos azules

solemnes ahora mientras miraba hacia mí―. Y sé que me he perdido gran parte

de tu vida, Ethan. Me gustaría poder haber estado allí, para verte crecer. Pero,

tú lo has hecho. Y has crecido para convertirte en alguien< del que estoy muy

orgullosa ―Su palma presionó contra mi mejilla, apartando el cabello de mi

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cara―. Te quiero, hermanito ―dijo, mir{ndome directo a los ojos―. Tú te has

convertido en más de lo que cualquiera podría haberse imaginado, y no

importa lo que pase, siempre serás mi familia. Quiero que sepas eso, antes de

que tengas que enfrentarte a Keirran de nuevo. Incluso si no pude ser una parte

de tu vida, siempre estaba pensando en ti.

Tragué duro.

―Lo salvaremos ―le dije―. Lo juro, Meghan. Incluso si tengo que

golpearlo yo mismo para meter algo de razón en él. Traeremos a Keirran de

regreso, y luego vamos a acabar con la Primera Reina y los Olvidados juntos.

Ella asintió, pero sus ojos estaban distantes.

―Espero que tengas razón ―susurró―. Espero que puedas cambiar la

profecía donde yo fallé.

―Lo haré ―prometí―. Y, ¿Meghan?

Ella ya se estaba alejando, pero se detuvo, mirando hacia mí. Tomé una

respiración rápida.

―No te culpo ―le dije en voz baja―, o a Ash. O a Keirran. Sé< Ahora

me doy cuenta, que tenía que ser de esta manera. Me tomó un tiempo, pero creo

que finalmente lo entendí. ―Los ojos de Meghan brillaban, y forcé una sonrisa

irónica―. Así que, no m{s lloriqueo de mi parte por no visitarme en mi

cumpleaños o en vacaciones de primavera o lo que sea. Sólo voy a ser feliz de

saber que todos en mi familia están vivos.

Meghan sonrió, incluso mientras una sola lágrima resbaló por su mejilla.

―Esa ha sido siempre mi esperanza, también.

* * *

Agotado como estaba, no podía dormir. Tal vez porque estaba ansioso por el

próximo consejo, aunque sabía que probablemente estaba a varias horas de

distancia. O tal vez porque mi cerebro no se callaba y me dejaba solo. Después

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de devorar un plato de guiso y pan en mi tienda de campaña, finalmente,

comida verdadera, me acosté sobre mi catre en la oscuridad, mirando al techo

mientras mi mente giraba en círculos interminables.

Estábamos cerca. Cerca del final, sin embargo, eso podría voltearse. La

dama y los Olvidados estaban ahí fuera, como lo estaba Keirran. Habíamos

peleado el camino a través del Wyldwood, el Between y el Deep Wyld para

encontrar a Annwyl. La habíamos rescatado y al amuleto. Sabíamos cómo

liberar el alma atrapada dentro. Las piezas estaban todas en su lugar.

Y todo sería en vano, si no podíamos convencer a Keirran de destruir el

anting-anting él mismo.

E incluso si lo convencemos, pensé, ¿entonces qué? La guerra no se va a

detener. Los Olvidados no van a renunciar sólo porque Keirran consiga su alma.

Meghan y Ash han estado preocupados por él, claro, pero la verdadera amenaza es la

Primera Reina. Tal vez ese era su juego después de todo; tener a las cortes tan centradas

en Keirran, que se olviden completamente de ella hasta que sea demasiado tarde.

Cualesquiera que sean sus razones, la estratagema de la Primera Reina

de usar a Keirran contra las cortes era una brillante. Lo que fuera que ellos

pudieran decir, incluso si lo sabían bien, Meghan y Ash no herirían a su propio

hijo, y la fey de Mag Tuiredh probablemente dudaría en matar a su antiguo

príncipe, también. Y Keirran era bastante peligroso, y lo suficientemente

potente, como para representar una amenaza real para todos excepto para los

gobernantes de las cortes. Entonces, ¿qué hacías? ¿Asesinarlo y enfrentarte la

terrible pena y la ira de la corte de Hierro y su reina, o dejarlo vivir para causar

estragos como él deseaba? Una situación bastante horrible por completo.

Así que eso nos dejaba a nosotros. Yo, Kenzie, Annwyl, Razor y el

Hombre Delgado. Para irrumpir a través de una horda de Olvidados, encontrar

a Keirran y meter algo de sentido común en él. Con tal de que incluso

pudiéramos encontrar a Keirran. Y que él nos escuchara si lo hacíamos.

Gimiendo, apreté los talones de mis palmas a mis ojos. Los mismos viejos

miedos, los mismos viejos argumentos, con ninguna respuesta a la vista. Mis

pensamientos se sentían como un hámster corriendo en una rueda, girando y

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girando y sin llegar a ninguna parte. Me pregunté dónde estaba Kenzie, si sus

pensamientos estaban volviéndola loca, también.

―¿Ethan?

Un suave golpe en la pared exterior llamó mi atención hacia la puerta, y

mi corazón dio un vuelco.

―¿Est{s ahí, tipo duro? ―Llegó la voz suave y vacilante de Kenzie―.

¿Estás dormido? ¿O estás acostado en tu cama obsesionado con todo lo que tu

hermana te dijo esta tarde?

Solté un bufido.

―Estoy planeando ―le dije a la silueta en el otro lado de la solapa―, no

obsesionado. Hay una diferencia.

―A-ja. ―La voz sonaba seriamente poco convencida―. Bueno, lo que

sea, ¿estás decente, o debo volver más tarde?

―No ―le contesté, sin moverme del catre―. Estoy decente. Entra.

La solapa crujió mientras se abría, y un momento después, la cara de

Kenzie apareció por encima de mí. Ella llevaba una pequeña linterna, y la luz

echaba parpadeantes sombras sobre su rostro y las paredes de tela de la carpa.

―Esto ―anunció con una sonrisa―, no parece planificación para mí.

Esto definitivamente parece obsesión.

Suspiré en derrota.

―Bien, estoy obsesionado. ¿Me seguiste sólo para señalar eso, o había

otra razón?

Sonrió, puso la linterna en el suelo y se dejó caer para sentarse junto a mí,

haciéndome gruñir.

―Solo manteniéndote sincero, tipo duro. Si no lo señalo, ¿cómo sabrías

qué estabas haciendo? Podrías sobre-obsesionarte y perder la cosa obvia justo

enfrente de ti. Adem{s< ―su voz se suavizó un poco―, con todo lo que

sucede, no podía dormir, tampoco. Y no quiero estar sola. ―Se volvió hacia mí

con una sonrisa brillante―. Así que, pensé que vendría a molestarte, aunque no

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pudiéramos dormir juntos. Y< um< Uff. ―Su rostro se puso rojo remolacha al

darse cuenta de lo que acababa de salir de su boca―. Abre la boca, inserta un

pie, Kenzie, caramba. ―Encorvando sus hombros, comenzó a deslizarse fuera

del catre―. Correcto. Creo que voy a encontrar un buen agujero para

arrastrarme ahora.

Riendo, deslicé mis brazos alrededor de su cintura y la arrastré hacia

atrás.

―Oh, no. No tienes oportunidad ―dije cuando ella gritó―.

Considerando que por lo general soy el que dice toda la mierda estúpida, esto es

demasiado bueno para dejarlo pasar. No estás saliéndote así de fácil.

Ella luchó. Con poco entusiasmo.

―Yo no digo cosas estúpidas ―protestó Kenzie, tratando de zafarse,

poco convincentemente, fuera de mi agarre―. Ese es tu departamento,

¿recuerdas? Yo soy la inteligente, tú eres el enojado y cínico. Así es como trabaja

esta asociación.

―A-ja. ―Sonreí y no cedí―. ¿Qué fue eso hace unos segundos,

entonces?

―No tengo ni idea. He bloqueado eso de mi memoria.

―Correcto. ―La clavé al colchón, sosteniendo sus muñecas por encima

de su cabeza con una mano. Sonrió hacia mí, desafiante, sus labios a sólo

centímetros de los míos< y de repente olvidé lo que iba a decir.

Así que la besé en su lugar.

Kenzie dejó escapar un pequeño suspiro y se relajó en mí, sus labios

cálidos sobre los míos, suaves y acariciantes. Sentí su lengua acariciar mi labio

inferior y abrí mi boca para dejarla entrar, un gemido escapando de mi

garganta. Su cuerpo se movió sobre el colchón, sutilmente arqueándose hacia

mí, y todas mis terminaciones nerviosas se dispararon en atención.

La besé más profundo, y ella gimió, inclinando su cabeza para darme

acceso a su cuello. Arrastré besos por su mandíbula y garganta, oyendo su

jadeo, sintiendo sus manos corriendo a lo largo de mi espalda, deslizándose

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debajo de mi camiseta. El toque de sus dedos suaves contra mi piel desnuda me

hizo brincar, temblando, para mirarla a los ojos.

―Kenzie< ―Mi voz salió en un susurro desigual. Mi corazón estaba

latiendo con fuerza, y el sentimiento en mi pecho estaba atrapado en algún

lugar entre eufórico y aterrorizado. Kenzie miró hacia mí, hermosa y perfecta, y

yo quería nada más que inclinarme hacia abajo y besarla, sentirla, arrastrarla

hacia mí hasta que nada nos separara. Mis dedos se enredaron en su cabello,

doliendo por tocarla, acariciar su piel caliente. Pero me obligué a estar quieto y

mirar a la chica en mis brazos. Le había hecho una promesa, y esta decisión no

era mía. No me movería otro centímetro a menos que supiera que ella estaba

segura―. Puedo parar ―le dije―. No tiene que ser esta noche. Pero, si

seguimos adelante<

Sus dedos acariciaron mi mejilla.

―Yo quiero esto, Ethan ―susurró, haciendo que mi corazón diera la

vuelta―. Creo< creo que estoy lista. ―Tembló, pero su voz permanecía

tranquila, decidida―. Nunca me he sentido de esta manera, acerca de nadie.

Mientras todavía tengo la oportunidad, quiero que sea esta noche, y quiero que

sea contigo.

―¿Est{s segura? ―Mi propia voz no era ni de cerca tan tranquila como

la suya, emergiendo como algún chirrido ahogado. Ella asintió, sus ojos oscuros

con emoción mientras me miraba, y me tragué los nervios trepando por mi

garganta―. Kenzie, sabes que yo no he< Con las hadas alrededor, nunca me

acerqué lo suficiente a nadie para<

Podía sentir mi cara calentándose como el infierno ante la confesión. Por

mucho que había alejado a la gente, mantenido mi distancia, por temor a lo que

las hadas harían si me acercaba. Pensé que estaba destinado a vivir mi vida

solo, preocupándome por nadie, así las hadas no se preocuparían por ellos,

también. Enamorarse no había sido parte del plan.

Pero Kenzie sonrió y me atrajo suavemente abajo, besándome, así que las

palabras, y mis últimos y restantes temores, murieron en mi garganta.

―Nadie est{ juzgando, tipo duro ―susurró―. Y, finalmente, nadie est{

aquí, excepto nosotros. Lo vamos a resolver juntos.

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Y, mientras la noche continuó y una quietud precediendo al amanecer se

apoderó de Nunca Jamás, lo hicimos.

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Capítulo 17 El segundo Consejo

―¿Ethan Chase?

Un golpeteo insistente me arrancó de un sueño cómodo. Soñoliento,

entreabrí mis ojos, mirando a la pared del fondo y la silueta en forma de packrat

más allá de los faldones de la tienda. Yo estaba cálido, una pesada colcha cubría

mi cuerpo, y lo más importante, mi brazo todavía estaba alrededor de una

durmiente Kenzie. Por, tal vez, la primera vez desde que había llegado a Nunca

Jamás, estaba reacio a moverme.

Tap tap tap.

―¿Ethan Chase? ―Tap tap tap―. ¿Est{s ahí? ¿Est{s despierto?

―No ―gruñí encima del hombro de Kenzie―. Vete.

El packrat vaciló, tal vez confundido por la obvia mentira saliendo de mi

boca, o porque le había dado una orden que no podía obedecer.

―Perdóname, príncipe Ethan ―continuó tímidamente―, pero su alteza,

la reina ha solicitado su presencia. El príncipe consorte y Robin Goodfellow han

llegado. El consejo de guerra está a punto de comenzar.

Suspiré.

―Muy bien ―respondí en voz baja, esperando no despertar a Kenzie por

el momento―. Ya voy. Diles que estoy en camino.

La silueta se balanceó y arrastró los pies, llevándose sus molestos tap-tap

con él. Me impulsé sobre un codo y suavemente retiré la manta, solo lo

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suficiente para revelar a la chica a mi lado. Como de costumbre, Kenzie estaba

muerta para el mundo, durmiendo profundamente, su hermosa cara libre de

preocupación y estrés. Maldita sea, la amaba. Deseaba que pudiéramos haber

tenido un poco más de tiempo. Sin guerras de hadas, políticas y antiguas Reinas

Olvidadas jodiendo todo.

Pero desear nunca funcionó en Nunca Jamás. No como tú querías.

Besé el hombro de Kenzie, luego acaricié debajo de su oreja, deslizando

un brazo alrededor de su cintura. Ella se movió con un suspiro, entonces ojos

marrones oscuros se entreabrieron para echar una mirada a mi cara.

―Hola ―saludé, y me dio una sonrisa soñolienta que me hizo querer

besarla toda de nuevo. Me contuve, recordando lo que estaba en juego―. Esto

va a apestar, pero el consejo de guerra está aquí. Están esperando por nosotros.

Su nariz se arrugó, y gimió, tratando de empujar las mantas sobre su

cabeza.

―Cinco minutos m{s ―murmuró.

Me reí.

―Sí, por desgracia, las hadas no son conocidas por su paciencia. No creo

que vaya a salir bien. ―Gimió de nuevo, y besé la parte posterior de su

cuello―. Tú no tienes que venir ―le dije, saliendo del catre―. Quédate aquí y

duerme si quieres. Pero yo tengo que ir.

Ella carraspeó y se sentó, tirando de la manta alrededor de sí.

―No, yo voy, también. ―Suspiró cuando me metí en mis vaqueros,

luego agarré mi camiseta a los pies de la cama―. No hay descanso para el

cansado, supongo.

Empujé mi camiseta sobre mi cabeza, entonces busqué alrededor por el

cinturón de mi espada.

―Mira el lado brillante ―dije, arrastr{ndolo de debajo del catre―. Por lo

menos Razor no saltó anoche gritando besito besito y haciéndome querer

matarlo.

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―¿Me pregunto dónde est{? ―reflexionó Kenzie, mirando alrededor de

la tienda, como si el monstruo de orejas de murciélago pudiera estar

escondiéndose en las sombras―. Espero que esté bien con los dem{s gremlins,

donde quiera que estén.

―Estoy seguro de que va a aparecer con el tiempo―le dije, abrochando

mis espadas a mi cintura―. Probablemente en el momento m{s inoportuno

posible. ―Agarrando mis zapatos, me acerqué a la cama, me incliné y la besé en

la boca―. Voy a esperar fuera ―le dije, retrocediendo―. Tómate tu tiempo,

pero si comienzo a escuchar ronquidos, me iré sin ti.

Kenzie frunció el ceño.

―¡Yo no ronco! ¿Ronco?

―Um. Debo irme ―le contesté, y huí de la tienda de campaña.

Afuera, el cielo todavía estaba oscuro, pero el campamento de Hierro en

sí latía con la luz suave de las farolas en las esquinas, de hadas llevando

linternas, de las luciérnagas metálicas que parpadeaban a través del aire en

tonos de naranja, azul y verde. Era tranquilo, pacífico. La calma antes de la

tormenta.

Kenzie salió de la tienda y bostezó, estirando sus brazos sobre su cabeza.

Me deslicé por detrás de ella, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, y

besé el lado de su cuello.

―¿Lista?

―En realidad no. ―Suspiró, inclin{ndose hacia mí―. Pero supongo que

no podemos mantenerlos esperando por más tiempo.

Enlacé su mano a través de la mía, y caminamos por las calles tranquilas

del campamento de Hierro, pasando caballeros y la ocasional ninfa de alambre,

hasta que llegamos a la gran tienda del comandante en el centro. Un trío de

caballeros de Invierno esperaba en una esquina exterior, mirando al pelotón de

caballeros de Verano en el lado opuesto, por lo que parecía que Mab y Oberon

ya estaban aquí. Haciendo caso omiso de las miradas oscuras de Verano e

Invierno, caminamos hasta la entrada, asintiendo al solitario caballero de Hierro

que guardaba la puerta, y entramos.

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Meghan estaba parada a la cabecera de la mesa otra vez, la que estaba

rodeada por hadas una vez más. Solo que esta vez, en lugar de los exploradores

y hadas de Hierro al azar, todos los pesos pesados de las hadas se paraban

hombro con hombro con cada uno. Oberon estaba allí, y Titania la Reina de

Verano, pareciendo como que preferiría estar en cualquier otro lugar. Mab

estaba parada frente a ellos, irradiando poder y causando que un lado de la

mesa estuviera cubierto de escarcha. Ash estaba parado a un lado de Meghan,

viéndose sombrío y protector, y Robin Goodfellow estaba inclinado

casualmente contra una pared con sus brazos cruzados y una sonrisa leve

pegada a su cara, como si encontrara todo esto secretamente divertido. Había

otras hadas en la habitación: exploradores y tenientes, Glitch y un muy grande

capitán troll, pero esos seis eran los únicos fey que importaban.

Bueno, siete, en realidad.

Annwyl estaba parada un poco detrás de Meghan, la cabeza gacha, los

ojos bajos, casi invisible. Si no fuera por el brillo opaco del amuleto, ni siquiera

la habría notado allí parada. Ella parecía< menos real que las hadas

rodeándola, más sombra que nada, y el resto de las hadas no parecía fijarse en

ella, tampoco.

Ellos si me notaron y a Kenzie cuando entramos en la habitación.

―Ah, ahí est{ él ―anunció Puck, sonriendo mientras nos acerc{bamos a

la mesa. Sus ojos verdes brillaron con picardía cuando nos dio un saludo

burlón―. Salve al héroe conquistador. ¿Ganando batallas antes de que

comience siquiera la guerra, eh, Ethan Chase?

Obligué a mi cara a no ponerse roja. A un lado, Glitch tosió

ruidosamente, cubriendo su boca con un puño, y Meghan y Ash compartieron

una breve y secreta sonrisa. Forcé mis pensamientos lejos de lo que eso podría

significar y me recordé golpear a Goodfellow en la mandíbula antes de que

todo esto terminara.

―Si podemos volver al trabajo. ―La voz de Oberon no era divertida, y

los murmullos del resto de las hadas r{pidamente se calmó―. ¿Ahora que los

mortales por fin han llegado, tal vez pueda decirnos por qué ha convocado este

consejo, Reina de Hierro?

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―Sí. ―Meghan dio un paso adelante, par{ndose derecha mientras se

enfrentaba al resto de la mesa―. Ha habido un nuevo desarrollo con respecto a

Keirran ―anunció, llamando la atención de todos al instante―. Me doy cuenta

que nadie ha visto a Keirran o a la Primera Reina, pero creo que esto es lo

suficientemente importante como para llamar a un consejo. Puede haber una

manera de detener a Keirran sin matarlo, romper lo que sea que sostenga la

Primera Reina que tiene sobre él.

―¿Y por qué haríamos eso, Reina de Hierro? ―preguntó Titania, su voz

suave y alta, haciéndome erizar con desagrado―. Tu hijo es un traidor a las

hadas. Nos traicionó y se alineó con una usurpadora, un delito penado con la

muerte. El príncipe Keirran no nos mostrará ninguna misericordia. Por su

propia admisión, él busca anular a las cortes. ¿Por qué deberíamos extender

nuestra mano?

―Porque él aún es mi hijo ―dijo Ash en una voz baja, y fría, mirando a

la Reina de Verano a los ojos―. Y no importa lo que haga Keirran, cualquiera

que sea la locura que lo lleva a traicionar a los suyos, eso no lo cambiar{. ―Un

hilo de acero entró en la voz de Ash, una promesa y una amenaza sutil a todos

los presentes―. No permitiré que mi hijo sea destruido delante de mí. No

cuando hay una posibilidad de salvarlo.

―Tengo que estar de acuerdo con el chico-hielo ―añadió Puck,

alej{ndose de la pared―. Toda esta< esta guerra y destrucción, y oscuridad y

perdición, no es el principito. Quiero decir, he conocido al chico la mayor parte

de su vida. Prácticamente ayudé a criarlo, a pesar de las amenazas frecuentes a

mi vida. Es como que ciertas partes innombrables no querían que le enseñara las

cosas buenas. ―Le sonrió a Ash sobre la mesa, antes de enseriarse―. Keirran

nunca querría esto ―siguió Puck, negando―. Y estoy un poco incómodo con la

idea de destruirlo si el problema real es que ha perdido su alma.

―¿Y qué de la profecía? ―preguntó Oberon―. Todos sabíamos que esto

venía, y a pesar de lo que Keirran era, la advertencia se mantiene. El Príncipe de

Hierro unirá a las cortes o las destruirá. Él ya ha elegido su camino, y es el

Destructor. Nadie puede discutir eso.

―Um. ―La voz de Kenzie nos sorprendió a todos. Caminando a mí

alrededor, se acercó a la mesa mientras un par de docenas de hadas se

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volvieron hacia ella―. No quiero ser grosera ―dijo, mientras Oberon y Mab la

miraban con diversos grados de curiosidad y diversión―, pero, basada en la

redacción de esa profecía, Keirran ya ha unido a las cortes.

Mab frunció el ceño.

―Explícate, humana ―dijo rotundamente. Kenzie frotó su brazo.

―Bueno, la profecía no decía exactamente que él tenía que juntar a las

cortes. Pero< él es la razón por la que todos ustedes están aquí esta noche.

Juntos. Bajo un estandarte, Verano, Invierno y Hierro. ―Kenzie contempló

alrededor de la mesa, a todos los gobernantes, y se encogió de hombros―. Así

que, si ustedes lo miran de esa manera, entonces Keirran ha unido a las cortes.

Contra él, claro, pero la profecía no decía cómo o por qué. Así que, si él ya ha

unido a las cortes, entonces eso significa que no tiene necesariamente que

destruirlas.

Por un momento, hubo silencio, ya que todas las hadas, los reyes y reinas

de las hadas, parecían haberse quedado sin palabras. O, al menos, ponderando

la declaración de Kenzie. Puck abrió la boca una vez, la cerró, luego se inclinó

hacia mí.

―Así que, ¿cómo terminó una chica tan inteligente contigo? ―murmuró.

Solté un bufido.

―Me atrapaste.

Meghan se sacudió.

―A pesar de todo ―dijo, tomando el control de la reunión de nuevo―,

pensamos que tenemos la respuesta para regresar a Keirran a sí mismo.

―Levantó una mano, y Annwyl se adelantó mansamente, con los ojos todavía

bajos. Oí el resoplido de desdén de Titania y apreté los puños, recordando lo

que la reina le había hecho. El amuleto pulsaba alrededor del cuello de la chica

como un hosco latido, y algunos de los otros fey retrocedieron desde el borde

de la mesa.

―Qué interesante, Reina de Hierro ―dijo Titania, el desprecio

rezumando fuera de su voz melosa―. Has traído a la desgraciada, y prohibida,

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amante del príncipe de regreso a Nunca Jamás. Haciendo alarde de tu falta de

respeto por nuestras leyes, como tú y el Príncipe de Invierno alardearon hace

años. De tal madre, tal hijo, supongo.

―Annwyl eligió venir aquí ―dijo Meghan con calma, mientras yo hervía

de odio hacia la Reina de Verano, deseando que Meghan solo lo perdiera y

empujara un poste de Hierro en el culo de Titania―. Est{ bajo la protección del

Reino de Hierro, y tú no la obligarás a irse de nuevo, reina Titania. Su exilio está

terminado.

―¿Qué es esa cosa que est{ usando? ―preguntó Mab, mirando el

amuleto brillando en la penumbra―. Puedo sentir su ira desde aquí. Un objeto

maldito es seguro.

―Sí ―estuvo de acuerdo Meghan―. Este es el elemento responsable del

cambio de corazón de Keirran. El porqué él se puso del lado de la Primera

Reina y los Olvidados. Por qué se ha vuelto contra nosotros. Si es destruido,

esperamos que Keirran pueda volver a la manera que era.

―¿Entonces por qué no destruirlo ahora? ―preguntó Oberon, y el aire a

su alrededor crepitó, como la energía antes de una tormenta eléctrica―. Coloca

la cosa maldita sobre la mesa, y nosotros nos encargamos de eso aquí.

―No ―dije r{pidamente―. No funciona así.

Todos los ojos se dirigieron a mí.

―Nadie m{s puede destruir el amuleto ―dije―. Si tú lo haces, est{s

asegurando por completo que él perderá su alma para siempre. Keirran tiene

que hacerlo por sí mismo.

Otro momento de silencio mientras el círculo de hadas se daba cuenta de

lo que eso significaba.

―Entonces ―dijo Oberon lentamente―, alguien debe llevar el amuleto a

Keirran, y, o bien convencerlo o engañarlo para destruirlo. ¿Cómo esperas

lograr esto, Reina de Hierro?

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―Yo lo haré ―dijo Annwyl, tranquila pero firme, levantando los ojos de

la mesa. ― Si puedo llegar a Keirran, puedo hablar con él. Me escuchar{. Puedo

convencerlo de destruir el amuleto.

―Y, ¿cómo esperas llegar al Príncipe de Hierro, y mucho menos

convencerlo? ―quiso saber Mab―. Nadie ha visto a Keirran, o el ejército

Olvidado, en ninguna parte de Nunca Jamás. No puedes hablar con alguien que

no está aquí.

―Ah< creo que puedo ayudar con eso ―dijo una voz, y el Hombre

Delgado apareció en la esquina. Las hadas saltaron, poniendo sus manos sobre

sus espadas, sin saber si atacar o no. Meghan levantó un brazo.

―Esperen ―dijo bruscamente―. Yo lo llamé a esta reunión. Él no es un

enemigo. Si todos ustedes lo escucharan, está aquí para ayudar.

―¿Un Olvidado? ―Oberon le dio al Hombre Delgado una mirada

sospechosa, su rostro frío―. ¿Por qué nos ayudarías? ―exigió―. Tu reina

intenta destruir a las cortes, rehacer el Nunca Jamás y darlo a sus seguidores.

¿Qué buscas obtener de oponerte a ella?

―Ella no es ―dijo el Hombre Delgado con firmeza―, mi reina. Todos

ustedes han olvidado los días de antes, cuando la dama gobernó. Eligieron

purgarlo de sus recuerdos, borrar todo conocimiento de la Primera Reina, por lo

que ni siquiera el Nunca Jamás recuerda lo que era antes de que existieran las

cortes. Pero algunos de nosotros recordamos. Oh, sí, unos pocos de nosotros

sabemos lo que ocurrirá si la Primera Reina gana esta guerra.

―Lo cuál es el porqué el amuleto debe ser destruido ―ronroneó una voz

familiar, y Grimalkin miró hacia arriba desde el centro de la mesa, con su cola

enroscada alrededor de sus patas. Nadie parecía sorprendido de verlo―. El

arma secreta de la dama es el Príncipe de Hierro ―continuó el gato,

entrecerrando sus ojos en nosotros―. Por su cuenta, ella es poderosa, sí, pero él

es el instrumento que traerá la destrucción de las cortes y Nunca Jamás. La

profecía no es acerca de la Primera Reina. El Príncipe de Hierro siempre ha sido

la clave.

―Como creo que ya saben, el Príncipe de Hierro ha aprendido a abrir el

Between ―dijo el Hombre Delgado, siguiendo donde Grimalkin lo dejó―. Esa

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es la forma en que ha sido capaz de evitar la detección, y así es como la Primera

Reina ha estado escondiendo su ejército de Olvidados. El príncipe estará con la

dama en el Between, por lo que, naturalmente, ustedes necesitarán a alguien

que aparte el Velo, entre en el Between y lo encuentre. Y, ya que soy el único

aquí con esa habilidad, supongo que me corresponde. ―Señaló hacia mí―.

Puedo llevar a Ethan Chase y a la chica de Verano al Between para encontrar al

príncipe. Más allá de eso, cualquier cosa para convencerlos dependerá de ellos.

―Si esta criatura puede abrir el Velo ―dijo Mab―, debemos marchar

con nuestros ejércitos hacia el territorio de la Primera Reina y obligarlos a

involucrarnos ahora.

―Ah, no ―dijo el Hombre Delgado con una mueca―. No puedo hacer

eso. Enviar a todo un ejército a través del Velo toma un tremendo poder, poder

que yo no tengo. No sólo eso, el Velo sigue siendo muy inestable. Meter tanto

glamour, poder y emoción en el Between podría tener desastrosas

consecuencias. Los Olvidados no tienen glamour y poco o nada de recuerdos,

así pueden deslizarse entre mundos sin dejar cicatrices de su paso. Ese no es el

caso con sus ejércitos o ustedes mismos. Una guerra en el Between muy bien

podría destrozarlo de nuevo. Tal vez de forma permanente en esta ocasión. ―El

Hombre Delgado entrecerró sus ojos p{lidos―. Y creo que es exactamente lo

que quiere la Primera Reina.

Ninguno de los gobernantes de las hadas discutió con él, ni siquiera

Titania.

―Así que, luchar en el Between es un no-no, lo entendí ―remarcó Puck,

y se encogió de hombros―. Est{ bien, entonces. Digamos que Ethan y Annwyl

convencen al principito que deje de ser un idiota y vuelva a casa. Viva por eso.

¿Alguien tiene alguna idea sobre cómo sacar a la Primera Reina de su pequeño

escondite seguro? ¿Tal vez a ella le gusta la torta?

―¡Maestro!

Un agudo grito rasgó el aire antes de que alguien pudiera responder, y

Kenzie se levantó de un salto. Un segundo después, una pequeña mancha de

oscuridad voló a través de la apertura y se lanzó hacia Kenzie con un grito.

Mab rodó los ojos.

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―Aparentemente no podemos lograr pasar ni siquiera una reunión sin

gatos y Olvidados y hadas de Hierro apareciendo cada vez que

quieran―remarcó, cuando Razor se revolvió todo sobre Kenzie, zumbando en

una aguda y frenética voz―. ¿Qué quiere la criatura, mortal? Silénciala o s{cala.

―¡Razor! ―Kenzie sacó al gremlin de su hombro y lo sostuvo a

distancia. Él siseó y crujió como una mala estación de radio, y ella frunció el

ceño―. No entiendo gremlin, Razor. ¡Inglés! ¿Qué está pasando?

―¡Maestro! ―graznó Razor―. ¡Maestro viene! ¡Maestro viene ahora!

Mi sangre se heló, casi al mismo tiempo, que los faldones de la tienda se

abrieron y un caballero de Verano cayó sobre una rodilla en la entrada.

―Perdónenme, sus majestades ―dijo sin aliento―. Pero hay una gran

horda de Olvidados acercándose por el lado del campamento de Verano.

¡Pensamos que quieren atacar!

―¡Alista las tropas! ―retumbó Oberon, caminando por la tienda―.

¡Reúne a nuestros caballeros y protege las líneas del frente! ¡Ve!

El caos estalló. La voz de Mab se levantó junto a la de Oberon, llamando

a sus guerreros, reuniéndolos para la batalla. Meghan asintió hacia Ash y

Glitch, y los dos fey se alejaron, probablemente para tomar el control de las

fuerzas del Reino de Hierro y prepararlos para la guerra. Saqué mis espadas,

permaneciendo cerca de Kenzie y Annwyl, mientras las hadas pululaban a

nuestro alrededor, en dirección al lado de Verano del campamento. Agarrando

mis hojas, empecé a seguirlos.

―¡Ethan! ―Meghan se volvió, el manto de la Reina de Hierro

rode{ndola, chasqueando con poder―. Mantente detr{s de las líneas del frente

―ordenó, su tono cortando cualquier discusión―. Quédate aquí, donde es m{s

seguro. No te quiero en el meollo de las cosas.

―Maldita sea, Meghan, puedo luchar<

―Sé que puedes ―interrumpió la Reina de Hierro―. Pero tienes algo

m{s que hacer, Ethan, tú y Annwyl. ―Miró al hada de Verano, un destello de

angustia cruzando su rostro, antes de pasar a mí de nuevo―. Tu lucha no es

con los Olvidados. Es con Keirran. Si nadie más puede salvarlo, debo depender

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de ti. Así que, por favor. ―Agarró mi hombro―. Quédate aquí. Protege a

Annwyl y a Kenzie. ¿Harás eso por mi paz mental?

Me dejé caer, asintiendo.

―Sí―murmuré. Ella tenía razón; tanto como quería estar con ella y el

resto de mi familia, no podía ir a lanzarme a la batalla con los Olvidados.

Todavía tenía que lidiar con Keirran.

Meghan apretó mi hombro, sus ojos intensos.

―Mantente seguro hermanito ―susurró mi hermana una vez m{s, y se

giró alejándose. Observé su paso detrás de los otros gobernantes, caballeros y

otros fey de Hierro encaminándose detrás de ella, e hice mi propia promesa de

verla de nuevo cuando todo esto hubiera terminado.

Regresé con Kenzie y Annwyl, quienes estaban esperando cerca de la

tienda de Meghan mientras el resto del ejército se apresuraba a pasarlos. Razor

posado sobre el hombro de Kenzie, los ojos muy abiertos mientras se apretaba

más, murmurando disparates.

―¿Est{s bien, tipo duro? ―preguntó Kenzie, mir{ndome con

preocupación. Parecía nerviosa por el ataque inminente, pero no temerosa.

Detrás de ella, Annwyl observaba a la fey prepararse para la batalla con la

misma resignación tranquila con que hacía todo ahora. Envainé mis espadas,

luego alcancé a Kenzie y la atraje, envolviendo mis brazos alrededor de ella.

Razor estaba o tan ansioso o traumatizado que ni siquiera me hizo una mueca.

―Probablemente deberíamos encontrar algún lugar seguro para

escondernos―murmuré, mirando a lo último de la fey de Hierro escurrirse

detrás de su reina―. Dado el aspecto de esto, las cosas se van a poner muy

locas.

―¿Crees que Keirran estar{ con el ejército de los Olvidados? ―preguntó

Annwyl, su voz distante mientras miraba a los gobernantes. Fruncí el ceño

hacia ella.

―Incluso si lo est{, no puedes ir a perseguirlo sola, Annwyl ―advertí―.

Él va a estar rodeado por Olvidados, y habrá hadas luchando y desgarrándose

mutuamente. Es demasiado peligroso buscar a Keirran ahora.

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―Lo sé ―respondió, para mi alivio―. Entiendo lo que est{ en juego,

Ethan Chase. No voy a poner en peligro eso.

―Chica inteligente ―dijo el Hombre Delgado, volviendo a la existencia a

nuestro lado―. Me alegra ver que todos estamos pensando con nuestras

cabezas. ―Su mirada se elevó m{s all{ de nosotros, siguiendo la dirección

donde Meghan y los reyes y reinas del país de las hadas se habían desvanecido

en la oscuridad―. Es extraño que los Olvidados eligieran atacar ahora

―reflexionó, entrecerrando los ojos―. Esto parece improbable en ellos. ¿Por

qué marchar hacia nosotros de frente cuando todos pueden deslizarse a través

del<?

Sus ojos se abrieron.

―¡Oh, muchacho inteligente! ―dijo entre dientes, y se adelantó―.

¡Ll{malos de regreso! ―Todos lo miramos fijamente, y él se dio la vuelta,

desapareciendo de la vista por una fracción de segundo―. ¡El ejército debe

regresar! ¡Los gobernantes deben volver de una vez! ¡Los Olvidados están a

punto de tendernos una emboscada por detrás!

―¡Ethan! ―jadeó Kenzie―. ¡Mira!

Giré. Detrás de nosotros, una grieta apareció en el aire, un desgarro en el

tejido de la realidad. Mientras observaba, horrorizado, esta rápidamente se

amplió, mostrando la oscuridad brumosa del Between más allá. Y entonces una

inundación de sombras y ojos amarillos brillando salieron de la brecha como

hormigas y se agruparon para atacarnos.

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Capítulo 18 El destructor

―¡Corre!

Empujé a Kenzie hacia adelante mientras Razor daba un chillido de

terror y rebotaba lejos.

―¡Ve! ―grité―. Tenemos que llegar a Meghan y al resto del ejército. ¡Ve!

Ellos se fueron, corriendo por los pasillos de la tienda, el Hombre

Delgado y yo mismo cerrando detrás. Lancé una mirada por encima de mi

hombro y vi la enorme horda de Olvidados todavía brotando de la brecha, una

inundación de sombras oscuras. Algunos eran de tamaño normal; algunos eran

más grandes y mal formados, con enormes cabezas y brazos que se arrastraban

por el suelo cuando caminaban. Algunos eran enormes, elevándose sobre sus

parientes más pequeños mientras pesadamente se desplazaban hacia adelante.

Vi una docena de tipos diferentes de Olvidados de un vistazo, pero todos eran

sombras borrosas e indistintas con jirones de oscuridad arrastrándose detrás.

Siluetas sin rasgos excepto por sus brillantes ojos amarillos.

Y los estaban alcanzando. Una manada de magras, cosas como perros

corría hacia nosotros, sin hacer ruido, mientras saltaban por encima de carpas y

entre pasillos. Uno corría a mi lado, chasqueando mandíbulas puntiagudas a

mis tobillos, y maldije mientras sacaba mi espada. Esto salté a un lado mientras

lo rebanaba, y el resto de la manada se acercó. Sentí uno de los dientes

enganchar mis vaqueros y tropecé con una punzada de miedo, apenas

manteniéndome. Si caía, eso sería todo. Los perros me mutilarían hasta la

muerte, y sería tragado entero por un flujo negro de Olvidados.

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Gruñendo, acuchillé a un perro y lo vi erupcionar una nube de sombra

antes de que desapareciera. Al mismo tiempo, otro par de colmillos afilados se

cerraron alrededor de mi tobillo, y sentí que me caía.

Justo mientras golpeaba el suelo, hubo un borrón de oscuridad, mucho

más grande que los perros Olvidados, mientras algo enorme rodaba en la

manada con un rugido, golpeándolos a un lado como figuras de palo. La

manada gritó y se dispersó, y yo me empujé en posición vertical cuando una

enorme criatura peluda brincaba a mi lado, los colmillos largos parpadeando en

la oscuridad.

―¿Lobo?

―¡Ve! ―El enorme hada gruñó, enfrentando a la horda acerc{ndose―.

Voy a frenarlos. ¡Muévete! ―Desnudando sus dientes, rugió un desafío,

haciendo temblar la tierra, y saltó hacia adelante, directamente al ejército de

Olvidados. El que, aunque no podía estar seguro, pareció vacilar mientras el

enorme Lobo se lanzaba hacia ellos como un tren de carga. Entonces Kenzie me

arrastró a mis pies, y seguimos corriendo.

Alcancé a ver la armadura plateada de batalla entre las tiendas de

campaña, y me dirigí hacia esta, sintiendo el silencioso flujo de los Olvidados a

mi espalda.

―¡Meghan! ―grité, y la figura se volvió, abriendo mucho los ojos

cuando me vio―. ¡Meghan, da la vuelta al ejército! Los Olvidados est{n aquí<

Hubo una ráfaga de viento desde arriba, y un enorme y alado Olvidado

aterrizó delante de nosotros con un chirrido. Llameantes alas, oscuras y

espinosas, se echaron hacia atrás para golpear.

Un relámpago descendió del cielo, golpeando a los Olvidados, los cuales

explotaron en una nube de humo que se retorció alejándose. Meghan estaba

parada en el centro de un ciclón, un brazo extendido, su cabello azotando

alrededor en el vendaval. Sus ojos brillaban con un penetrante blanco azulado

en la oscuridad, y mientras los Olvidados se disparaban hacia adelante, ella

levantó ambos brazos hacia la horda acercándose.

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El suelo tembló, luego estalló en una maraña de raíces de metal y vides

que brillaban y raspaban mientras se enrollaban en el aire. Subieron sobre los

Olvidados, rompiendo y aplastando, arrojando cuerpos ensombrecidos lejos, y

una espesa niebla negra comenzó a hervir desde el borde del ejército.

Jadeando, nos alejamos de la carnicería, mientras el enorme número de la

horda comenzaba a empujar. Pero con un grito, las tropas de Verano, Invierno y

Hierro corrieron más allá de la Reina de Hierro, golpeando en las olas de

Olvidados y todo el infierno se desató alrededor de nosotros.

Retrocedí con Kenzie y Annwyl, tratando de mantenerme entre las chicas

y la batalla que se libraba en todos lados. Atrapé destellos del Hombre Delgado

aquí y allá, cortando las cosas rodeándonos, pero concentrado en mantener a

Kenzie y Annwyl a salvo. Un caballero Olvidado se apresuró hacia nosotros,

balanceando una enorme espada negra hacia mi cabeza. Esquivé, rodando por

debajo del golpe, y corté sus piernas cuando me levanté de nuevo.

Se tambaleó, y yo hundí mi otra espada a través de su espalda,

haciéndolo disiparse en un remolino de niebla. Un enjambre de pequeñas cosas,

de orejas puntiagudas, rebotó a mi alrededor, golpeando con pequeñas y

afiladas dagas, haciéndome esquivarlas y bailar alrededor para evitar ser

apuñalado. Uno de ellos se lanzó delante de mí y hacia arriba por la pierna de

Kenzie hacia su hombro, pero fue empujado por un furioso y chirriante Razor y

arrancado lejos por Kenzie cuando eso golpeó el suelo. Maldije, enviando a la

última de las pequeñas criaturas hacia la nada y corrí hacia ella.

―Ay ―murmuró ella, sosteniendo su brazo mientras me apresuraba. La

sangre estaba manando por su piel, haciendo que mi aliento quedara atrapado

con el horror―. El pequeño bastardo tenía garras afiladas.

―Maldita sea, estamos demasiado expuestos aquí ―gruñí. Teníamos

que encontrar un lugar más seguro o arriesgarnos a ser desgarrados en

pedazos.

Meghan se había ido, habiendo desaparecido en la refriega, aunque la

tormenta girando por encima y los destellos de relámpagos me dijeron que

todavía estaba pateando culos de Olvidados. No podía ver a los otros

gobernantes, pero imaginé que estaban por ahí en algún lugar, causando

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estragos. Un Olvidado de seis patas saltó hacia mí, desnudando los dientes,

pero una raíz de árbol se estiró desde el suelo y lo aplastó en la tierra. Annwyl

hizo una mueca, balanceándose sobre sus pies, y Kenzie la cogió mientras se

tambaleaba. Tomé mi decisión.

―Vamos ―les dije a ambas, levantando mis espadas―. Retrocedan.

Vamos a llegar al río. Por lo menos vamos a estar protegidos ahí por un lado.

Asintieron, pero un caballero de Verano de repente salió despedido,

golpeando el suelo a pocos metros de distancia y rodando hasta detenerse

encogido. El suelo tembló, y un enorme Olvidado, de cuatro brazos, cargó hacia

adelante, aplastando caballeros a un lado con un par de porras. Un solo ojo en

el centro de su cara cuadrada miró hacia mí, mientras rugía y levantaba las

armas alto por encima de su cabeza.

Una ráfaga de brillantes dagas de hielo giró a través del aire, golpeando

al Olvidado en la cara, y este se tambaleó hacia atrás con un bramido. Ash se

dirigió hacia nosotros, la espada azul hielo desenvainada, y el gigante aulló un

desafío, girando para enfrentarlo.

No vio al delgado y pelirrojo hada saltar detrás de él, lanzándose desde

su carnoso muslo y plantando una daga en su espalda, mientras volvía a bajar.

Aullando, el Olvidado se giró, olvidándose por completo de nosotros en su afán

de aplastar a Puck contra el suelo. Puck se rió y bailó alrededor de las piernas

del gigante, evitando las dos porras que se balanceaban hacia él, a veces

fallando por centímetros. El Olvidado bramó con furia cuando el gran bromista

lo llevó más lejos, y me dejé caer con alivio.

―¿Los tres están bien? ―preguntó Ash, d{ndonos una mirada de

preocupación mientras caminaba acercándose. Su mirada plateada fue al brazo

de Kenzie y se entrecerró―. Mackenzie, est{s sangrando. Ethan, necesitas

sacarlas de aquí. Ahora.

Asentí.

―¿A dónde? ―le pregunté, y Ash señaló detr{s de él.

―Dirígete hacia el lado del campamento de Verano. La lucha no ha

alcanzado completamente allí todavía. Busca la torre de vigilancia por el río.

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Estar{n a salvo si logran entrar. ―Levantó su espada―. Pónganse en marcha.

Los mantendremos a raya.

Un grito llamó nuestra atención. Puck se puso de pie en el extremo de la

enorme porra del Olvidado, sonriendo diabólicamente mientras el gigante

revisaba el suelo, sin verlo posado allí. Estirando la mano, el pelirrojo bromista

tocó su hombro, y el Olvidado se sacudió, gritando con ira cuando Puck lo

saludó descaradamente.

―Justo aquí, feo.

Ash suspiró.

―Vayan ―nos dijo, mientras el Olvidado aplastaba a Puck con la otra

porra, y terminaba golpeándose a sí mismo en el brazo mientras Puck saltaba

lejos―. Protéjanse ustedes mismos. Estamos empezando a hacerlos retroceder,

así que espero que esto vaya a terminar pronto. ¡Vayan!

Agarré la mano de Kenzie y me fui, oyendo la risa burlona de Puck

detrás de mí mientras lo hacía. Esquivamos y fuimos a través de hadas y

Olvidados, evitando los enfrentamientos lo mejor que pudimos. Un caballero de

Verano y uno de Invierno luchaban lado a lado, la espada de hielo y una lanza

de fuego girando una detrás de otra. Una manada de duendes pululaba

alrededor de otro gran Olvidado, apuñalando con sus cuchillos de hueso hasta

que el gigante, derramando humo desde una docena de heridas, finalmente se

disolvió en niebla.

―¡Detr{s de ti, Ethan Chase! ―Vino la voz del Hombre Delgado, y yo

giré, cortando con mi espada. Un Olvidado, precipitándose desde el aire,

conoció un repentino final en el borde de mi espada, y el Hombre Delgado

apareció a mi lado, haciendo un gesto hacia una línea de tiendas de campaña

adelante―. ¡Casi estamos allí! La torre de vigilancia est{ en el otro lado del<

Sentí un pulso pasar a través del aire, un aumento repentino de inmenso

poder, antes de que un chirriante vendaval arrancara la hilera de tiendas de

campaña desde el suelo y las dispersara, y a varios fey, en todas direcciones. Me

tambaleé hacia atrás, protegiendo mi cara cuando el viento me azotó, crujidos

de electricidad levantando el vello de mis brazos.

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Haciendo una mueca, miré hacia arriba, y la sangre se congeló en mis

venas. Keirran estaba caminando hacia nosotros, el cabello y la capa ondeando

en el viento, hebras de rayo parpadeando a su alrededor. Su espada estaba a su

lado, y sus ojos brillaban azul-blanco con poder. La expresión de su rostro era

aterradora, asesina y completamente sin emoción.

Una línea de caballeros de Invierno corrió hacia él; Keirran agitó su mano

y relámpagos salieron de su palma, chocando contra los guerreros y

lanzándolos hacia atrás. Rugiendo, un enorme troll verde se abalanzó sobre el

príncipe, colmillos y garras reluciendo mientras se disparaba hacia él. Keirran

dio casualmente una mirada hacia este, y el troll se congeló a mitad de camino

mientras hielo recubría su cuerpo, convirtiéndolo en una estatua. Con un gesto

del príncipe, la enorme hada se hizo añicos, lloviendo al suelo en mil

fragmentos brillantes. Me encogí, y la fría e impasible mirada de Keirran

parpadeó hacia mí, una leve sonrisa cruzando su rostro.

―Hola, tío.

―¡Kenzie, vuelve! ―grité, sacando mis espadas cuando Keirran levantó

una mano, y un rayo cegador de relámpago se disparó hacia mí. Sentí la carga

mortal de electricidad chisporrotear a través del aire y ni siquiera tuve tiempo

de parpadear cuando el rayo se estrelló contra un árbol a casi un metro de

distancia, astillando el tronco y prendiéndole fuego. Me lancé a un lado,

rodando hasta levantarme para hacer frente a mi sobrino, quien parecía algo

molesto de que todavía estuviera vivo―. Keirran, no hagas esto.

Él sacudió la cabeza.

―Llegas demasiado tarde, Ethan ―dijo con calma―. Verano e Invierno

caerán, como lo hará el Velo, y una vez que eso suceda, una vez que el mundo

de los mortales nos pueda ver de forma permanente, ningún hada tendrá miedo

de Desvanecerse de nuevo.

―¡Esa no es una solución, Keirran! ―grité, dando vueltas alrededor de

él, lejos de Kenzie y Annwyl―. ¿Qué crees que los humanos van a hacer una

vez que puedan ver a las hadas? ¿Crees que solo vamos a dejarlo así? ¡La gente

va a salir lastimada! ¡Las hadas van a ser asesinadas! ¡No puedes seguir con

esto!

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―Voy a seguir con esto ―respondió Keirran. Su voz envió escalofríos

por mi columna vertebral; era plana y sin emoción, sus ojos en blanco mientras

me observaba―. Porque eso es lo que la dama quiere, y yo seré el instrumento

para llevarlo a cabo. Este es mi destino, Ethan. Tú y yo, siempre estuvimos

destinados a convertirnos en enemigos. ―Levantó una mano, el frío glamour de

Invierno arremolinándose en torno a él, cubriendo el suelo con hielo. Lanzas de

hielo se formaban por encima de sus dedos, encogiéndose agudamente a

medida que crecían a la existencia, haciendo que mi intestino se anudara―.

Siento que esto tuviera que ser de esta manera.

―¡Keirran, no!

Sonó la voz de Annwyl, y la chica de Verano se paró delante de mí,

enfrentando al príncipe.

Keirran vaciló, las lanzas de hielo temblando por encima mientras la

miraba.

―Esto no es lo que tú quieres, Keirran ―dijo Annwyl, su voz de alguna

manera levantándose sobre el aullido del viento y los gritos de batalla que nos

rodeaban―. Sé que esto no eres tú. El Keirran que yo conozco, el Keirran que

amo, nunca habría atacado a su familia. A todos nosotros. Por favor< ―le

tendió la mano―, aún puedes detener esto. Regresa con nosotros. Regresa a mí.

―Annwyl. ―Por solo un momento, la voz de Keirran tembló, y cerró los

ojos. Cuando los abrió, estaban iguales: fríos, blancos, resignados―. Te amé,

una vez ―murmuró, y mi corazón se hundió―. Creo que, en el fondo, una

parte de mí todavía lo hace. ―Negó, y su voz se endureció de nuevo―. Pero es

demasiado tarde para mí ahora. No puedo ser ese príncipe que conocías antes.

Y si te paras en mi camino, no mostraré ninguna misericordia. ―La cara de

Annwyl se volvió blanca, y Keirran mostró una sonrisa triste―. Ódiame ahora,

pero todo lo que he hecho fue por ti.

―¡Keirran! ―Annwyl empezó a avanzar, pero Keirran señaló

agudamente con la otra mano, y una ráfaga de viento empujó al hada de

Verano a un lado, causando que se tambaleara hasta el suelo. Al mismo tiempo,

arrojó su brazo, y el grupo de letales lanzas de hielo voló hacia mí.

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Hice una mueca y me alejé, preparándome para que una docena de

carámbanos chocara contra mi cuerpo. Sentí el viento de su paso, escuché los

golpes mientras golpeaban el suelo y los árboles a mi alrededor, sentí la

quemadura del frío mientras dejaban rastros helados en mi piel< pero no

dolor.

Levanté la mirada y vi a Keirran viéndose tan sorprendido como yo me

sentía. Un campo de lanzas de hielo me rodeaba, brillando bajo la luna, pero el

espacio alrededor de mis pies estaba claro. Todas y cada una me habían fallado.

―Oh, sí. ―Sonreí y miré de nuevo a Keirran, levantando mis espadas―.

Me olvidé de eso. Al parecer, Nunca Jamás me eligió como su campeón. Soy

inmune a la magia y al glamour ahora. ¿No es eso un hecho muy divertido? De

alguna forma nivela el campo de juego.

Keirran frunció el ceño. Levantando su mano, envió otra ráfaga de lanzas

de hielo hacia mí. Esta vez, no me moví, viendo como viraban hacia un lado,

nunca tocando mi piel. Él hizo un gesto y un relámpago brilló desde el aire,

acurrucándose a mi alrededor para golpear en el suelo, dejando un agujero

humeante en la tierra. Un pulso de glamour pasó a través del suelo, un segundo

antes de que una maraña de raíces y enredaderas estallaran, retorciéndose y

enroscándose locamente, espinas y garras leñosas rastrillando el aire, pero nada

me tocó.

Sonreí, caminando hacia adelante a través de la tormenta de Invierno y el

glamour de Verano, sintiéndolo deslizarse y pasar por encima de mi piel.

―Parece que no eres el único que est{ destinado ―dije, mientras la cara

de Keirran se oscurecía con cada paso que yo daba. Una oleada de frío se

arremolinó hacia mí, se desvió y volvió un árbol cercano en un carámbano,

rompiéndolo un momento después―. Si quieres matarme, príncipe, vas a tener

que hacerlo de la manera antigua.

Los ojos de Keirran se redujeron a rendijas heladas.

―Así parece ―murmuró, y levantó su propia arma mientras me

acercaba―. Muy bien. Si ese es el caso, entonces creo que una espada a través

del corazón es la única alternativa< ¡Aay!

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Él brincó, arqueándose hacia atrás, cuando una hoja delgada atravesó su

hombro, chorreando sangre, mientras desgarraba a través de su armadura. El

Hombre Delgado, con su boca puesta en una línea sombría, apareció por una

fracción de segundo por detrás del príncipe, sujetando la hoja que hundió en el

hombro de Keirran. El príncipe se volvió, liberándose de la espada, y cortando a

su agresor con su propia arma, pero el Hombre Delgado ya se había ido.

―¡Keirran! ―gritó Annwyl, cuando el príncipe se tambaleó, agarr{ndose

el hombro. La sangre goteaba de sus dedos y se extendía por su camisa

mientras él miraba alrededor, buscando a su atacante. El Hombre Delgado

apareció a mi lado, la sangre del príncipe extendida sobre su espada, su rostro

solemne. Agarré su brazo.

―¡Oye! ¿Qué demonios est{s haciendo?

―Lo que debo, Ethan Chase. ―El Hombre Delgado arrancó su brazo de

mi agarre―. Ya escuchaste al Príncipe de Hierro. Has oído la confesión de sus

propios labios. No va a detenerse, y si le dejamos vivir, destruirá el Velo con la

Primera Reina. Esperé esto tanto tiempo con la esperanza de que la chica de

Verano sería capaz de llegar a él, pero ahora que no puede, nuestro rumbo es

claro. El Príncipe de Hierro debe morir. ―Su p{lida mirada se dirigió hacia

mí―. Y tú debes matarlo.

Mi estómago cayó.

―No ―dije con voz {spera, mirando al Hombre Delgado―. No puedo.

Aún no.

―Pero yo puedo, Ethan Chase ―dijo una voz suave y femenina detr{s

de nosotros.

Un relámpago se disparó desde el aire, chocando contra Keirran mientras

él se enderezaba, arrojándolo hacia atrás.

Annwyl gritó cuando él golpeó el suelo a varios metros de distancia, y

me giré para ver a Titania la Reina de Verano dar zancadas adelantándose, sus

labios curvados en una sonrisa salvaje.

―Príncipe Keirran ―llamó Titania, ansiosa e inmisericorde, cuando

Keirran se puso de pie, viento y polvo azotando a su alrededor. Sus ojos

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brillaron mientras miraba a la Reina de Verano―. He estado esperando por ti.

Tenemos asuntos pendientes, tú y yo. ―Levantó su mano, y un remolino de

nubes negras apareció por encima, vacilante y mortal―. No te vas a escapar de

mí por segunda vez. Si el chico Chase no termina tu vida, ¡entonces yo lo haré!

―¡No, tú no lo har{s! ―Una r{faga de nieve y aire helado, y la reina Mab

apareció, agarrando el brazo de Titania antes de que pudiera bajarla―. ¡Tú no

vas a matar a ninguno de mis parientes! ―siseó Mab a la otra reina a través de

los dientes desnudos. Un escuadrón de caballeros de Invierno apareció,

marchando hacia Keirran con lanzas de hielo levantadas, cuando Titania se giró

sobre Mab―. ¡No voy a permitirlo! ―gruñó la Reina de Invierno―. ¡El Príncipe

de Hierro no es tuyo para destruirlo!

―¡Cómo te atreves! ―La monarca de Verano arrancó su brazo hacia

atrás, los ojos brillando, y las dos hadas se enfrentaron en el centro del campo,

el glamour girando alrededor de ellas.

Bueno, esto se estaba volviendo loco. Me estremecí, temiendo que las dos

reinas irían la una contra la otra justo entonces, y posiblemente explotarían todo

el campamento en mil pedazos en el proceso, pero Keirran levantó un brazo, y

un destello de luz se disparó de sus dedos, penetrando en el aire y volviendo

todo blanco durante una fracción de segundo.

El suelo comenzó a temblar, y un seto de espinas y zarzas arañó su

camino desde el suelo, formando un espinoso y erizado muro entre nosotros y

Keirran. En el tiempo que me tomó parpadear, la barrera se estremeció y se

volvió de hierro, ennegrecido y venenoso, y todavía arrastrándose hacia

nosotros por el suelo.

Los caballeros se detuvieron, cayendo detrás de la escalofriante barrera

de metal con gritos alarmados, y por suerte causaron suficiente distracción para

detener a las reinas de atacarse la una a la otra en ese mismo momento.

Los sonidos de la batalla se desvanecieron. Jadeando, miré alrededor. Por

lo que podía ver, la lucha casi se había detenido, y la mayor parte del ejército de

los Olvidados estaba en el proceso de huir. Me pregunté si el haz de luz que

Keirran había lanzado era una especie de señal de retirada. Miré alrededor a la

carnicería dejada detrás, tierra revuelta, árboles destrozados, dagas de hielo

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sobresaliendo de todo, y sentí mi corazón golpear. ¿Dónde estaba Kenzie? Ella,

muy sabiamente, se había salido del camino cuando Keirran atacó, pero luego

todo se había vuelto loco, y la había perdido de vista. ¿Había quedado atrapada

en el fuego cruzado? Nunca me lo perdonaría si había sido herida, otra vez.

―¡Kenzie! ―llamé, mirando alrededor salvajemente. A pocos metros de

distancia, Annwyl miraba fijamente la pared de espinas, su mirada ilegible.

Mab estaba ordenando a sus caballeros que las derribaran mientras Titania

miraba sombríamente. Yo no veía al Hombre Delgado en ningún lugar, pero él

era el menor de mis preocupaciones―. ¡Kenzie! ―grité de nuevo―. ¿Puedes

oírme? ¿Dónde estás?

―Aquí. ―Salió de detr{s de una pila de cajas, con aspecto p{lido y

agitado, su cabello azotado por el viento, pero por lo demás bien. El alivio

estalló, y la atrapé mientras se apresuraba, aplastándola contra mí.

―¿Est{s bien? ―le susurré en su cabello, y ella asintió, aunque su

corazón estaba latiendo salvajemente por debajo de su camiseta. Me relajé con

un suspiro―. No te lanzaste ―murmuré, sorprendido―. Pensé con seguridad

que tumbarías a Keirran o tratarías de disuadirlo. ―Kenzie hizo una mueca.

―Bueno, la última vez que lo intenté, conseguí ser golpeada en la

espalda por un rayo y pasé cuatro meses en el hospital ―respondió con voz

temblorosa―. Y con todo el rel{mpago y el viento y el hielo volando alrededor,

pensé que sería mejor dejar que el tipo que es inmune a todo esto lo manejara

esta vez. ―Apretó mi cintura―. A pesar de que casi me provocaste un ataque al

corazón, una o dos veces, con todos esos que casi fallaron. Él realmente estaba

tratando de matarte. ―Su voz se quebró, y se alejó, temblando de ira< o

dolor―. Keirran nos ha mostrado completamente el lado oscuro, ¿no es

verdad? ―susurró, mirando a la pared de zarzas, donde los caballeros casi la

habían derribado. Yo sabía que ellos no lo encontrarían al otro lado, que él ya se

había ido. Los ojos de Kenzie brillaban, y negó―. ¿Qué vamos a hacer?

―No lo sé ―le susurré. La ira, la culpa y la desesperación quemaron mi

interior, haciéndome sentir enfermo.

Keirran no nos escucharía; no habíamos sido capaces de llegar a él. Ni

siquiera Annwyl había sido capaz de alcanzarlo, y ella había sido nuestra

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última esperanza. ¿Qué oportunidad teníamos de convencer al príncipe de

destruir el amuleto? Ni siquiera podríamos evitar que tratara de matarnos a

todos.

―Maestro ―gimió Razor en el hombro de Kenzie―. Maestro malo.

Maestro malo.

―Ethan Chase ―dijo el Hombre Delgado, apareciendo junto a nosotros

y haciendo que Razor siseara. Sus ojos p{lidos eran simp{ticos pero severos―.

Creo que sabes lo que tienes que hacer ahora. La próxima vez que veas al

Príncipe de Hierro, debes matarlo.

»Tratamos, mi muchacho ―continuó suavemente, cuando me puse

rígido en señal de protesta―. La chica de Verano lo intentó< y falló. El

Príncipe de Hierro no nos oirá. No va a destruir el amuleto por su propia

voluntad. Y las apuestas son demasiado altas para permitir que esto continúe.

Ya oíste lo que dijo el príncipe. Acerca de la dama. Acerca del Velo. ―Miró a lo

que quedaba de la pared de zarzas, su rostro sombrío―. Ella intenta destruirlo

para siempre. Y utilizará al Príncipe de Hierro para lograr su objetivo. Tanto

como él viva, las cortes no serán capaces de detenerla. No cuando están tan

ocupadas luchando entre sí. Este ataque no será el último. Los Olvidados

pueden golpear en cualquier lugar, en cualquier momento. Y cada vez que lo

hacen, cada vez que la Primera Reina los envía a través del Velo, ella lo

desestabiliza un poco más. Ese ha sido su plan desde el principio, creo. Usar al

Príncipe de Hierro y la guerra para debilitar la barrera, hasta que la rompa por

completo. ―El Hombre Delgado se volvió hacia mí, su voz dura―. Una vez

que la reina reúna a sus fuerzas, el príncipe las conducirá a través de este de

nuevo. Debemos detenerlo antes de que eso ocurra. Debemos entrar en el

Between y matarlo nosotros mismos.

―No ―susurró Annwyl. Se había movido cerca y nos estaba mirando

con vidriosos ojos verdes, su cara inerme por el horror―. Ethan Chase, por

favor ―dijo, mir{ndome―. Puedo llegar a él. Déjame intentarlo de nuevo.

―¡No hay tiempo para volver a intentarlo! ―soltó el Hombre Delgado―.

El Príncipe de Hierro debe ser detenido. ¡Mira el daño que ha causado, las vidas

que tomó, en una sola noche! Está usando el alcance completo de su poder, y no

podemos aguantar más. Tus sentimientos por él nos condenarán a todos.

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―Annwyl ―dijo Kenzie, aún presionada cerca de mí―. No quiero

aceptarlo, tampoco, pero< tal vez él tiene razón. Keirran podría haber

desaparecido. Quiero decir, si Ethan no fuera inmune al glamour ahora, lo

habría matado. De nuevo. ¿Cuántas oportunidades podemos darnos el lujo de

darle?

―Por favor ―susurró Annwyl, sus ojos llenos de l{grimas mientras me

miraba―. Te lo ruego. Una vez m{s, Ethan Chase. Él es tu familia, tu sangre.

Una última oportunidad.

Miré a través del campo sin responder. Los caballeros, ahora

acompañados por varios fey tanto de Verano como de Invierno, finalmente,

habían abierto un camino a través de la pared de zarzas. Como era de esperar,

Keirran no estaba por ningún lado. Probablemente se había escabullido de

nuevo al Between, tan pronto como había lanzado la distracción y estaba

dirigiéndose hacia la dama en este momento. Porque no podíamos pararlo.

―¡Tú!

Salté cuando la voz furiosa de Titania sonó sobre el campo, pero por una

vez, no estaba dirigida a mí. La Reina del Verano cruzó el campo, su mirada

ardiente fija en Mab, quien la esperaba con hielo extendido a sus pies.

―¡Te maldigo! ―escupió Titania, mientras el aire alrededor de las dos

reinas se arremolinaba en un peligroso ciclón―. ¡Maldigo tu interferencia, Mab!

Tuve al Príncipe de Hierro donde lo quería. ¡Podría haberlo detenido esta

noche, si no hubieras interferido!

―Ese es mi nieto ―siseó Mab en respuesta―. El único descendiente de

mi último y restante hijo. No voy a dejar que lo asesine alguien como tú.

―Te lo advierto, Mab. ―Titania se irguió, los ojos brillantes―. Est{s a

poco de estar en guerra con la corte de Verano, también.

Mab se burló.

―¿Esa es una amenaza, Reina de Verano? ¿Crees que tengo miedo de ti y

tu patética corte? ―Sus labios se curvaron en una salvaje y peligrosa sonrisa―.

En cualquier momento que desees experimentar la ira de Invierno, estaremos

felices de hacerlo.

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―Alguien tiene que parar esto ―susurró Kenzie con una voz de

advertencia. No podría estar más de acuerdo, pero no quería ser el que diera el

paso entre las dos enojadas reinas de las hadas. Titania se llenó de furia, viento

y relámpagos gritando a su alrededor, y Mab se enderezó, también, carámbanos

asomándose fuera del suelo para agarrar el aire. Cada una de ellas levantó sus

brazos, y la tierra comenzó a temblar. Susurré una maldición, entonces me alejé

de Kenzie.

―¡Deténganse!

Ambas reinas se voltearon, sujetándome con ardientes y escalofriantes

ojos. Caminé hacia adelante, tratando de poner distancia entre Kenzie y yo en

caso de que un rayo o una tormenta de hielo vinieran de repente en mi

dirección.

―Este no es el momento para luchar entre sí ―dije, mirando a las reinas

con m{s valentía de la que sentía―. Si ustedes declaran la guerra a la otra corte,

sólo estarán ayudando a la Primera Reina. Estarán jugando justo su mano, y ella

se estará riendo de todos ustedes mientras toma Nunca Jamás y destruye el

Velo. ¿Es eso lo que quieren?

―¿Te atreves, mortal? ―preguntó en voz baja Mab, y varias afiladas

puntas de car{mbanos giraron en mi dirección―. ¿Te atreves a hablarle a una

reina de las hadas así?

―Alguien tiene que hacerlo. ―Me oí diciendo, e hice un gesto hacia el

paisaje desgarrado, de repente furioso conmigo mismo―. Miren a nuestro

alrededor. Si no lo han notado ya, el reino de las hadas está siendo destrozado,

el Velo está siendo desgarrado, y la Primera Reina todavía está por ahí,

mientras que ustedes dos están teniendo un concurso de meadas. Puedo ser

solo un mortal, pero mi mundo está siendo amenazado, también. Si el Velo cae,

va a ser el infierno en la tierra para todos, no sólo para Nunca Jamás. Así que de

alguna manera me gustaría detener eso antes de que Keirran y la Primera Reina

desaten el apocalipsis hada. ¡Y ustedes dos no están ayudando al estar sobre la

garganta de la otra todo el tiempo!

Varias lanzas de hielo volaron hacia mí, increíblemente rápido. Mis

entrañas se encogieron, pero me obligué a pararme erguido, enfrentándolas,

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mientras se desviaban en el último segundo, pegándose a los árboles y al lodo

detrás de mí. Mab parecía sorprendida, y usé esa pausa para decirle a mi

corazón que podía comenzar a latir de nuevo.

―¿Qué está pasando aquí?

Una oleada de energía anunció la llegada de la Reina de Hierro. Meghan

caminó a través de la multitud, Oberon a su lado, y la multitud de fey

rápidamente retrocedió. Haciendo caso omiso de Mab y Titania, Meghan se

dirigió directamente a mí, su mirada preocupada mientras agarraba mis brazos,

los ojos azules buscando.

―¿Ethan? ¿Est{s herido? ¿Qué pasó?

―Keirran ―murmuré, y Meghan se quedó quieta como una roca―. Él

estaba aquí. Lo siento, Meghan. No pude detenerlo.

―El Príncipe de Hierro ha huido de regreso a su dama ―anunció

Titania, mientras Meghan apretaba mis brazos y se enderezaba, volviéndose

para enfrentar a los otros gobernantes―. Ha ido al Between, y debemos

seguirlo. Abre el Velo ―ordenó, mirando al Hombre Delgado―. Esto ha ido

demasiado lejos. El Príncipe de Hierro y la Primera Reina no se ocultarán de

nosotros por más tiempo. Vamos a entrar en el Between y encontrarlos nosotros

mismos. Abre el Velo, Olvidado.

―No ―contestó el Hombre Delgado―. No lo haré.

Titania se tensó con furia e indignación, pero Oberon levantó la mano,

silenciando su arrebato.

―Yo no apresuraré la destrucción del Velo más de lo que ya lo he hecho

―prosiguió el Hombre Delgado―. Llevar a cualquiera de ustedes< ―miró

alrededor, a los cuatro gobernantes―< al Between pondrá demasiada tensión

en el Velo. Ya es peligrosamente débil. Una oleada de poder tan fuerte podría

disolverlo completamente.

―Entonces, ¿qué esperas que hagamos? ―escupió Titania―. ¿Sentarnos

aquí y esperar a que los Olvidados y el Príncipe de Hierro ataquen de nuevo?

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―No ―dije, y di un paso adelante―. Voy detr{s de Keirran, ahora

mismo.

Todos ellos me miraron.

―Los Olvidados aún podrían estar retir{ndose ―continué―. Si nos

damos prisa, podríamos ser capaces de llegar a él antes de que llegue a la

Primera Reina.

―¿Nosotros, Ethan Chase? ―preguntó Mab.

―Sí. ―Asentí al pequeño grupo a mi alrededor―. Annwyl, Kenzie, el

Hombre Delgado y yo. No representamos una amenaza para el Velo, y espero

que seamos capaces de deslizarnos a través del Between sin que los Olvidados

noten que estamos allí.

Meghan frunció el ceño.

―Ser{n ustedes cuatro contra los Olvidados, Keirran y la Primera Reina

―dijo ella―. Si son descubiertos, no tendr{n una oportunidad. No sé si pueda

dejarte hacer esto, Ethan.

―Tengo que hacerlo, Meghan. ―Me enfrenté a mi hermana con

cansancio―. Siempre estuvo destinado a ser Keirran y yo al final. No puedo

hacer nada acerca de la Primera Reina, o los Olvidados, pero puedo tratar de

salvar a Keirran. ―De una forma u otra.

Meghan suspiró.

―¿Est{s seguro de que puedes hacer esto? ¿Solo?

―Él no va a estar solo ―dijo una voz profunda, cuando Ash, Puck y

Lobo se acercaban juntos. Me quedé inmóvil cuando Ash volvió su fría mirada

en nosotros―. Vamos con él ―dijo el hada oscura, su voz firme sin dejar

espacio para la discusión―. Si podemos encontrar a la Primera Reina,

podríamos ser capaces de detenerla.

―Sí ―estuvo de acuerdo Puck, entrelazando sus manos detrás de su

cabeza―. Y es de esperar, que nuestra ilustre presencia no har{ que el Between

se vuelva poco estable y zas desaparezca de la existencia. ―Miró al Hombre

Delgado―. Eso no ser{ un problema, ¿verdad, Slim Shady?

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El Hombre Delgado frunció el ceño.

―Podría ser ―dijo con incertidumbre―. ¿Dos leyendas y un antiguo

Príncipe de Invierno? No sé si el Between será capaz de aguantarlo.

―Arriésgalo ―dijo Ash, entrecerrando los ojos―. Esta es nuestra mejor

y única oportunidad de llegar a Keirran y a la Primera Reina. Si ella no vendrá a

nosotros, tendremos que ir a ella.

―¿Y si se destruye el Velo en el proceso?

Alguien bostezó, en voz alta y en tono burlón, a pocos metros de

distancia.

―Yo no creo que tengas que preocuparte por eso ―ronroneó Grimalkin,

apareciendo en un cercano tocón destrozado. Enroscando su cola alrededor de

sus patas, nos miró perezosamente―. El Velo va a sobrevivir ―afirmó en una

voz aburrida―. Independientemente de lo que él pueda creer, Robin

Goodfellow no va a estar lanzando el poder de un rey o reina de la hadas. La

fuerza del perro proviene de la historia y la leyenda. Él no tiene magia propia,

excepto la capacidad molesta para no morir cuando debería. Y el anterior

Príncipe de Invierno ya no es más fey, no del todo. Llevarlos al Between será un

riesgo, pero podría ser su mejor opción para cualquier esperanza de victoria

esta noche.

Lobo hizo un ruido en acuerdo.

―El gato tiene un punto ―dijo, curvando su labio como si esas palabras

fueran de alguna manera desagradables―. Dos seres humanos, una chica de

Verano Desvaneciéndose y un Olvidado no podrán pararse contra todo un

ejército. Al menos podemos llevarte hasta allí.

―Oh, muy bien ―soltó el Hombre Delgado―. Pero nadie m{s. Ya

estamos empujando los límites de lo que el Between puede tomar. ―Frunció el

ceño a todos nosotros; yo, Annwyl, Kenzie, Ash, Puck, Lobo, y suspiró―. ¿Nos

vamos, entonces? Creo que desean encontrar al Príncipe de Hierro y a la dama

pronto, antes de que los Olvidados tengan la oportunidad de reagruparse.

Asentí antes de que tuviera la oportunidad de pensar en ello.

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―Sí ―dije―. V{monos. Ahora mismo. Cuanto antes mejor.

―Como quieras ―murmuró el Hombre Delgado―. Espera aquí. Me

llevará más que un momento encontrar donde atravesó el príncipe.

Se alejó hacia el agujero en la pared de zarzas que los caballeros habían

desgarrado. Sintiéndome culpable, miré a Kenzie, preguntándome qué estaba

pensando acerca de todo esto. Ella miró con calma hacia atrás, y yo tragué.

―¿Est{s bien con hacer esto? ―le pregunté suavemente―. ¿Ir al Between

otra vez?

Kenzie sonrió.

―¿Tratando de dejarme atr{s de nuevo, tipo duro?

―No. ―Negué―. Siempre te querré conmigo, no importa a lo que nos

enfrentamos. Pero quiero que estés segura. No tienes que hacer esto, Kenzie.

Esto es algo familiar. Si Keirran< me mata, va a ir detr{s de ti, igualmente. No

voy a ser capaz de protegerte de él.

La sonrisa se ensanchó.

―Si eso sucede, él es el que va a necesitar protección ―respondió Kenzie,

medio en broma, y se acercó a mí. Sus brazos se deslizaron alrededor de mi

cintura, tirando de mí contra ella―. Empezamos esto juntos, Ethan ―dijo,

sonriendo hacia mí―. La terminamos juntos. No importa que.

―¡Besito, besito! ―zumbó Razor, mientras yo bajaba mi cabeza y hacía

justo eso.

―Ethan Chase ―llamó el Hombre Delgado, mientras nos

separ{bamos―. Es hora. ―Miramos hacia arriba justo cuando él empujó sus

largos dedos en la nada y apartó la realidad como una cortina. Un desgarro

irregular apareció ante él, filtrando humo―. Date prisa ―instó, haciéndonos

señas de que nos adelant{ramos―. Antes de que o bien la Primera Reina o el

Príncipe de Hierro se den cuenta que estamos llegando.

Está bien, entonces. Supongo que es hora. No más correr, Keirran. Estamos

yendo por ti ahora.

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―Vamos ―le dije a Kenzie, Annwyl y Razor, y comencé a dirigirme

hacia el Hombre Delgado, a través de las filas de hadas. Meghan y Ash se

quedaron detrás por un momento, la Reina de Hierro poniendo sus manos en

su rostro mientras lo miraba.

―Ten cuidado, Ash. ―La oí susurrar mientras pasaba―. No puedo

perderte, a mi hermano y a mi hijo en la misma noche.

―Voy a ser cuidadoso con él ―respondió Ash, tomando sus manos―. Y

vamos a traer a Keirran de regreso. Esa es una promesa, Meghan.

Aparté la vista mientras se besaban, dándoles un poco de intimidad. Yo

no había pensado en eso, en cuánto tendría Meghan que perder esta noche. A

mí, Keirran, Ash, toda la mitad de su familia. No es de extrañar que estuviera

preocupada. Puck y Lobo cayeron al paso junto a nosotros, y Ash se nos unió en

el desgarro un momento después, su rostro sombrío y decidido.

―Bueno ―comentó Puck, mirando a nuestra extraña partida―, esto es

todo, ¿eh? Debo admitir, esta es probablemente una de las cosas más extrañas

que he tenido que hacer, con uno de los grupos más extraños con los que he

tenido que hacerlo.

Lobo resopló.

―No m{s extraño de lo habitual, Goodfellow.

―Supongo que no. ―Suspiró Puck, luego se enderezó con una sonrisa

brillante, frot{ndose las manos―. Bueno, como una cierta bola de pelo

señalaría, el tiempo es un desperdicio. ¿Quién se ofrece para salvar Nunca

Jamás una vez más?

Kenzie deslizó sus dedos a través de los míos y apretó. Tomé una

respiración profunda, y pasamos a través del desgarro hacia el Between.

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Parte 3

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Capítulo 19 El Reino de la primera reina

―Est{ bien ―comentó Puck cuando la cortina de la realidad se cerró detr{s de

nosotros, atrap{ndonos en el Between una vez m{s―. Eso es< acogedor.

Un viento frío sopló contra mi espalda, y me estremecí. Un escueto

paisaje áspero nos rodeaba, afloramientos rocosos alzándose desde el suelo a

intervalos aleatorios, apuntando hacia un cielo gris apagado. Montañas de color

negro azabache rodeaban un valle sombrío, la niebla y las sombras tan gruesas

que eran impenetrables. No había color en ningún lugar. Las rocas eran grises,

los pocos árboles dispersados aquí y allá eran negros con vetas blancas y

parches rodeando los troncos. Unas hojas plateadas de hierba se asomaban de

entre las rocas, y las sombras eran anormalmente largas, pareciendo casi

moverse. Era como estar dentro de una vieja fotografía negativa, y desde que el

filtro de color no había afectado al resto de nosotros, definitivamente

destacábamos. El cabello rojo de Puck y los brillantes dientes azules de Razor

eran casi dolorosamente brillantes, y Lobo casi se mezclaba con el fondo, sus

ojos flotando orbes verdes en la oscuridad.

―Sí ―concordó el Hombre Delgado, girando en un lento círculo,

moment{neamente desapareciendo de la vista―. Parece que la Primera Reina

ha estado muy ocupada ―meditó, reapareciendo una vez m{s―. No es de

extrañar que su ejército de Olvidados haya sido capaz de esconderse en el

Between.

―Síp, obteniendo un cierto ambiente Nosferatu aquí ―continúo Puck,

observando el muerto paisaje gris con sus manos en las caderas, antes de dar un

pequeño estremecimiento―. Brr, definitivamente pueblo horripilante. ¿Me

pregunto dónde estarán todos los nativos? ¿Y la Primera Reina?

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Kenzie señaló.

―Voy adivinar qué allí.

Seguí su brazo. Una enorme fortaleza negra estaba encima del pico de

una montaña, apuntando las siluetas de torres contra el cielo. Llevando hacia el

castillo había un largo, largo puente de piedra, suspendido sobre una caída de

varios cientos de metros hacia la oscuridad total.

―Oh, eso parece seguro ―comentó Puck, alzando una ceja―. No puedo

pensar en nada que pudiera ir mal allí.

―Vamos ―dijo Ash, caminando hacia adelante―. Allí es donde Keirran

se dirigirá. Tratemos de atraparlo antes de que alcance a la Primera Reina.

Comenzamos a cruzar el paisaje desolado, con dirección hacia la

fortaleza surgiendo en la distancia, Ash, Puck y el Hombre Delgado lideraban.

Yo seguía detrás con Kenzie y Annwyl, y Lobo cerraba la marcha, pisando

silenciosamente sobre las rocas. Excepto por el bajo zumbido constante de

Razor y el profundo, jadeo gutural de Lobo, todo estaba tranquilo. Incluso

nuestros pasos parecían apagados, tragados por las sombras que arañaban

hacia nosotros desde todas las direcciones. Ellas cambiaban y se retorcían por el

rabillo de mis ojos, y más de una vez, pensé haber visto brillantes esferas

amarillas, observándonos desde la oscuridad. Pero cuando sacudía mi cabeza

para mirarlos directamente, siempre desaparecían.

―¿Alguien m{s tiene la sensación de que estamos siendo observados?

―dije finalmente, mi voz extrañamente fuerte en el silencio.

Detrás de nosotros, Lobo dio una risa baja.

―Definitivamente ―gruñó, haciendo que mis vellos se erizaran―. Las

sombras están llenas de ojos. Puedo sentirlas, incluso si no puedo olerlas. No

estamos solos.

―¿Por qué no nos est{n atacando? ―preguntó Kenzie, acerc{ndose m{s

a mí. Razor dio un zumbido preocupado y se escondió debajo de su cabello―.

¿Qué están esperando?

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―Me imagino que sólo unos pocos Olvidados han notado que estamos

aquí ―dijo el Hombre Delgado―. Sin embargo, sólo toma a unos pocos para

alertar al resto del ejército. Probablemente deberíamos movernos un poco más

rápido.

Así lo hicimos, caminando sobre el sombrío, paisaje negro y gris, en

alerta por cualquier cosa que pudiera saltar de las sombras eternas. A medida

que nos acercábamos al puente, más y más ojos amarillos aparecieron en la

oscuridad que nos rodeaba. El número de Olvidados estaba creciendo.

―¡R{pido! ―dijo Ash, haciéndonos señas hacia adelante. Me reuní con él

y vi una larga escalera de piedra cortada en el lado del acantilado,

zigzagueando un camino hacia la montaña. Subimos, y los ojos nos siguieron,

deslizándose sobre las rocas y hacia la pared del acantilado, convirtiéndose en

un enorme enjambre. Trepando las escaleras, por fin llegamos a la cima y el

estrecho puente de piedra que se extendía sobre la nada. En la distancia, el

castillo llamaba, una mancha irregular de negro contra el gris.

Un Olvidado se lanzó por el costado y agarró a Kenzie con dedos

puntiagudos. La tiré del camino, cortando a la cosa con mi espada, y ondeó lejos

hacia la niebla. Pero más sombras aparecieron, arrastrándose sobre la

barandilla, surgiendo por las escaleras, mil pares de ojos amarillos vinieron

hacia nosotros, y corrimos.

La fortaleza se cernía en lo alto, oscura y amenazante, haciéndome sentir

pequeño debajo de su sombra. Sentí, en vez de escuchar, la horda de Olvidados

a nuestras espaldas y me pregunté cómo íbamos alguna vez a enfrentar a

Keirran mientras corríamos de un ejército.

Ash se detuvo y giro con un remolino de su capa, desenvainando su

espada. Una luz azul se apoderó del puente cuando Ash lanzó una mano,

provocando una línea de lanzas de hielo crecer de las piedras, puntos

perversamente afilados dirigidos hacia los Olvidados.

―¡Ash!

―Sigue avanzando. ―La voz del hada oscura era calmada mientras

Puck y Lobo giraban y se unían a él en el centro del puente. Juntos, los tres

formaron una barrera entre nosotros y la horda que se aproximaba―. Los

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mantendremos aquí ―continuó Ash, cuando Puck sacó sus dagas y Lobo jadeó

una sonrisa salvaje―. Ustedes tres sigan hacia el castillo.

―¿Est{s loco? ¡No los vamos a dejar aquí!

Él me ignoro, enfrentando a la multitud con su espada azul brillante a su

lado. Los Olvidados continuaron amontonándose sobre el puente, deslizándose

sobre las piedras, concentrándose más allá de la barrera de hielo hasta que el

otro lado no era más que negro. Ash, Puck y Lobo estuvieron de pie en silencio,

esperando por ellos, tres cuerpos inmóviles contra una inundación de sombras

y ojos.

―Eso es un terrible grupo de Olvidados, chico-hielo ―meditó Puck

cuando el grupo alcanzo la barrera y comenzó a arañar un camino sobre ella. Él

hizo girar sus dagas en ambas manos y dio un paso adelante, una sonrisa feroz

en su voz―. Podemos no lograrlo esta vez. Excitante, ¿no? igual que los viejos

tiempos.

Di un paso adelante para unirme a ellos, pero un remolino de luz y brillo

estalló entre nosotros, haciéndome retroceder. Entrecerré los ojos cuando, la alta

elegante figura de la Reina Exiliada salió de la luz, cabello de cobre fluyendo

detrás de ella.

―Hola, queridos.

Miré boquiabierto el hada alta.

―¿Leanansidhe? ¿Qué est{s haciendo aquí? ¿Cómo incluso llegaste aquí?

―Querido, por favor. ―La Reina Exiliada ondeó una frívola mano―. Es

el Between. Este todavía es mi reino, incluso si unos intrusos se han mudado.

―Miró a los Olvidados, con ojos azules aterradores y fríos―. Parece que voy a

tener que patearlos afuera yo misma.

―Aw, Lea, ¿quieres decir que no viniste hasta aquí para vernos a

nosotros? ―preguntó Puck, girando sus dagas mientras caminaba hacia

adelante―. Estoy herido. Pero, oye, si est{s aquí para ayudarnos a lanzar

algunas sombras sobre el costado del puente, no me estoy quejando.

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―Ethan. ―Ash no se dio la vuelta cuando hablo, pero levanto su brazo.

Glamour se arremolino, y dagas de hielos se formaron en el aire sobre su

cabeza―. Esto es lo mejor que podemos hacer por ti ―continuó el hada―.

Encuentra a Keirran. Nada más importa ahora. Encuéntralo, y tráelo a casa.

Los Olvidados se acercaron. Ash lanzó su brazo, y la ráfaga de dagas de

hielo aceleraron a través del aire hacia la horda que se acercaba por el puente.

Muchos gritaron y retorcieron, girando lejos hacia la nada, espirales de sombras

se desvanecieron en el viento. Leanansidhe levanto su brazos, luz y energía

crujiendo a su alrededor, y cantó una sola nota penetrante. Mis orejas sonaron,

y apreté mis dientes por el repentino dolor en mi cráneo, viendo a Kenzie

contraerse por el dolor y cubrir sus orejas. Delante de Leanansidhe, la primera

fila completa de Olvidados gritó, manos volando hacia arriba para cubrir los

costados de sus cabezas, antes de que sus cráneos explotaran en nubes negras y

se disolvieran en nada.

Me encogí cuando Lobo dejo salir un ansioso, aullido resonando que

hizo vibrar las piedras del puente y saltó hacia adelante hasta la masa de

Olvidados retrocediendo. Puck gritó, dagas brillando, cuando él saltó hacia

adelante, también. Ash me dio una última mirada penetrante.

―Ethan, ¡vete!

Susurré una maldición y corrí, escuchando a Ash, Puck y Lobo

enfrentándose con el ejército de Olvidados, sus aullidos y explosiones de

glamour resonando detrás de nosotros. Unos Olvidados arañaron sobre el

costado del puente y brincaron hacia mí, pero los corté y seguí andando.

Mis ojos ardían, parpadeé furiosamente alejando las lágrimas cuando nos

retiramos a través del puente. No pensaría en Ash, Puck y Lobo como un

sacrificio. Ellos no serían un sacrifico, demonios. Si alguien podría sobrevivir a

un ejército de Olvidados, serían esos tres. Y tenían a Leanansidhe

respaldándolos. Tenía que confiar en ellos. Nos estaban comprando tiempo,

manteniendo a los Olvidados fuera de nuestras espaldas para así poder lidiar

con Keirran en paz. No los defraudaré.

Llegamos a los escalones del castillo y subimos hacia las grandes puertas

de madera en la cima. Mientras las alcanzábamos, me pregunté, fugazmente, si

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estarían cerradas o bloqueadas desde el interior. Estaríamos un poco jodidos si

lo estuvieran. Pero la manilla giró bajo mi palma cuando la moví, y las puertas

pesadas se abrieron lentamente cuando empujé. Mirando a través de la rendija,

vi un patio abierto vacío, tan desolado y llano como todo lo demás. En lo alto,

una luna llena extrañamente opaca colgaba en el cielo, luciendo más como un

retrato que algo real. Estatuas extrañas se alineaban en pared perimetral,

estatuas de hadas que nunca había visto antes. ¿Los Olvidados, tal vez? ¿Antes

de que se transformaran en criaturas de sombra espeluznante? No lo sabía. Pero

el espacio parecía estar vacío; sin movimientos, sin ojos amarillos brillando en la

oscuridad, sin Olvidados moviéndose a través de las sombras. Empujé la puerta

abriéndola más y dejé que Kenzie y Annwyl entraran antes de seguir yo con el

Hombre Delgado, asegurándome de que el patio estuviera realmente vacío.

Girando, puse un hombro en la madera y la empujé cerrándola, y el tronar

vacío de la puerta cerrándose hizo eco a través del castillo.

Está bien. Aquí estábamos, en el vestíbulo de la Primera Reina. Me

pregunté si ella sabía que estábamos aquí, antes de decidir que por supuesto lo

sabía; este era su reino, después de todo. Así que si la dama ya sabía que

estábamos aquí, eso significaba que Keirran probablemente lo sabía, también.

Así qué, ¿dónde estaba él?

―Manténganse cerca ―les advertí a los otros. Kenzie estaba observando

alrededor con curiosidad. Razor encaramado sobre su hombro, mientras

Annwyl revisaba el patio como si buscara al príncipe en las sombras. Un viento

frío onduló a través de las losas cuando me acerqué más adentro, y vi que una

sección alta de la pared de piedra que rodeaba el patio se había desmoronado.

Más allá de la brecha estaba oscuro, aire libre y una larga, larga caída hacia el

fondo de la montaña. Me estremecí y di un paso cauteloso hacia atr{s―. Con

cuidado ―advertí, asegur{ndome de que Kenzie estaba a una distancia segura

de la pared rota y la caída letal―. Keirran y la dama podrían estar en cualquier

lugar. No queremos que nos sorprendan.

―Eso no ser{ un problema, tío.

Me sacudí. Una figura brillante, con capa estaba de pie en un balcón

contra la pared opuesta, mirando hacia nosotros. Incluso con su capa negra y

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armadura, brilló en la oscuridad, cabello plateado y fríos ojos azules, un

contraste rígido con el entorno sin vida.

Tan pronto como lo vimos, Keirran agitó una mano, y una pesada reja de

madera cayó sobre la puerta que acabábamos de atravesar, golpeando las

piedras con un fuerte sonido. Otro cayó sobre el arco al otro extremo del patio,

encerrándonos dentro. Saqué mis espadas cuando mi corazón comenzó un

rápido golpe en mi pecho. Esto era. Éramos solo nosotros y Keirran ahora.

El príncipe saltó sobre la baranda del balcón y cayó por el aire para

aterrizar con gracia sobre las losas. Sus ojos ya estaban brillando cuando se

levantó, viento y glamour comenzando a girar a su alrededor, azotando su

cabello. Su sonrisa era cruel cuando dio un paso adelante.

―Y aquí est{s. ―La voz de Keirran era plana, sus ojos cortando―. Justo

como la reina dijo que estarías. Eres bastante predecible, ¿no es así, Ethan? ―Su

mirada se desvió de mí hacia las chicas, apretadas a cada lado de mí, y

estrechadas―. No debiste haber traído a Annwyl y Kenzie, sin embargo. No

tengo deseo de hacerles daño. Esto es entre tú y yo. Y tú<

Él señaló bruscamente. Una ráfaga de viento aulló a través del patio,

lanzando polvo y hojas y haciendo que la ropa de Kenzie y Annwyl se rasgara,

aunque no estaba dirigido a nosotros. Pero hubo un gritó, y el Hombre Delgado

de repente golpeó con una estatua, su cuerpo parpadeando a la existencia antes

de caer inmóvil hacia las piedras. Keirran hizo un gesto de nuevo, y la estatua

se sacudió y cayó hacia adelante, chocando en las piedras y fijando al Hombre

Delgado debajo. El príncipe sonrío con frialdad.

―Eng{ñame una vez ―murmuró él, y levantó su brazo de nuevo.

―¡Keirran, detente! ―Annwyl dio un paso a mi alrededor, sus ojos

llenos de l{grimas mientras enfrentaba al príncipe―. Por favor ―rogó,

extendiendo sus manos―. Si alguna vez me amaste, por favor, detén esto. No es

demasiado tarde. Puedes dejar este lugar, dejar a la dama y regresar a casa.

Keirran la miró, sus ojos suavizándose.

―Annwyl ―dijo, y por un momento, su voz era casi como el Keirran que

yo conocía―. ¿Cómo puedes preguntarme eso? ―susurró―. Todo lo que he

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hecho, todo lo que he sacrificado, fue por ti. La dama, los Exiliados, los

Olvidados, todos ellos estaban muriendo, pero lo que más me importaba era

salvarte.

―No quería ser salvada ―regresó Annwyl―. No cuando te transformó

en esto. No cuando me costó todo lo que amaba de ti. ―Su voz se hizo m{s

dura, casi desesperada―. No quiero esto, Keirran ―dijo―. Quiero de regreso al

antiguo tú, incluso si puedo verlo por sólo un momento. Incluso si debo morir

para que regreses.

Alcanzando alrededor de su cuello, se quitó el amuleto, sosteniéndolo en

alto de modo que se balanceó y vibró en la luz sobrenatural. Keirran se puso

rígido a la vista de ello.

―Esto es la causa de todo ―dijo―. Prolongando mi vida, al costo de tu

alma. Es una cosa malvada, Keirran, ¿no puedes sentirlo? No quiero ser parte

de ello nunca m{s. ―Empujó el amuleto hacia él, haciéndolo oscilar y

resplandeció sobre su cordón―. Tienes que destruirlo. No puedo hacerlo yo

misma.

―No.

―Keirran<

―¡No te veré morir, Annwyl! ―Por solo un momento, una chispa de ira

y dolor cruzó su rostro. Apretando sus dientes, cerró sus ojos―. Este es mi

legado ―susurró―. Muerte, y traición, y destrucción. Esto es el destino, lo que

el destino ha decidido. Tú eres la única cosa buena que dejaré detrás. Si yo< te

mató, también ―hizo un gesto cansado, sin esperanza―, si tú mueres, todo esto

será por nada. Todo el mundo que he traicionado, toda la muerte que he

causado, serán por nada. ―Pasó una mano por sus flequillos plateado, sus ojos

ensombrecidos―. ¿Qué me importa si los Olvidados y los Exiliados son

salvados ―susurró―, si no est{s en el mundo m{s tiempo?

La voz de Kenzie fue comprensiva.

―Todavía la amas.

―Nunca dejé de hacerlo ―gruño Keirran, d{ndole una mirada fría―.

Tal vez es tonto. Tal vez es el único pedazo de mi alma que todavía me queda.

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Pero no importa. El plan de la Primera Reina está casi completo. Es demasiado

tarde para mí detenerlo.

―No es demasiado tarde para ti, príncipe ―espeté―. Todavía puedes

terminar esto. Sal de aquí con nosotros, y vamos a casa. ¿De verdad quieres

seguir luchando con todo el mundo? ¿Tus padres, los tribunales, todo Nunca

Jam{s? ―Hice un gesto hacia la puerta principal―. Ash est{ allí afuera, justo

ahora, reteniendo a los Olvidados. Si él logra llegar aquí, ¿qué vas hacer?

¿Luchar contra tu propio padre? ¿Vas a matar a toda tu familia antes de que

esto termine?

Por un segundo, él dudo. Por un latido de corazón, pensé que habíamos

logrado llegar a él. Pero luego sus ojos se nublaron, y su rostro se puso duro.

―No ―dijo, su voz resuelta―. No puedo parar ahora. No cuando

estamos tan cerca. He escogido mi camino, y no fallaré. La profecía ha decido

mi destino, y soy lo que ellos me llaman el Destructor. El sin Alma. Que así sea.

―Sus ojos se volvieron gélidos, esa fría indiferencia instalándose en él como un

manto―. Seré su villano ―murmuró, levantando su cabeza―, pero también

cambiaré el mundo con la Primera Reina. Y nada se interpondrá en nuestro

camino.

―Keirran, por favor ―susurró Annwyl―. El reino est{ siendo

destrozado. Esta guerra va a destruir todo. Por favor, tienes que destruir el

amuleto. Solo déjame ir.

El Príncipe de Hierro la miró fijamente, todo rastro del viejo Keirran

desapareciendo cuando el extraño frío tomó su lugar.

―¿Tengo que? ―reflexionó, ladeando su cabeza―. Tal vez lo haga. Tal

vez lo destruiré después de todo. Pero no hasta que el Velo haya caído. Incluso

ahora, la dama trabaja para debilitarlo. ―Me miró―. Sólo hay una cosa que

falta, una cosa que ella necesita para que se rompa y nunca se reforme de

nuevo.

―Intentaste eso una vez ―le gruñí―. No funcionó. ¿Qué te hace pensar

que esta vez hará alguna diferencia?

Él me dio una sonrisa escalofriante e hizo un gesto hacia el patio.

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―Mira alrededor ―dijo Keirran―. ¿Sabes dónde est{s? ¿Algo de esto

parece familiar?

―Ni siquiera un poco.

―Lo vimos una vez, de paso ―insistió Keirran―. ¿No recuerdas? La

primera vez que te llevé a través del Between. Era sólo una ruina entonces, pero

hice nota de dónde estaba. Un sitio de gran poder. Un lugar que existe en

ambos mundos.

Como siempre, Kenzie lo consiguió antes que yo.

―Esto es un ancla ―adivinó, y el príncipe asintió.

―Sólo una ruina ―dijo él―. Algunas piedras. Pero era suficiente.

Suficiente para que la dama construyera este reino y crear un refugio seguro

para los Olvidados. No es como si fuera a necesitarse mucho más.

Él se giró hacia mí, una sonrisa jugando en sus labios.

―Lo pasamos mal antes ―casi susurró―. Sabemos ahora por qué el

Velo se reformo. El sacrificio debe ser hecho en el lugar de ambos mundos, no

solo en el reino de los mortales. ― Su sonrisa se hizo m{s amplia, m{s mala―.

Así qué, es una suerte que no murieras en Irlanda después de todo.

Horror me inundó, y Kenzie jadeó con la comprensión. Keirran sacó su

espada, el chirrido ronco haciendo eco sobre las paredes. Retrocedí, empujando

a las chicas detrás de mí, y levanté mi propia arma. El Príncipe de Hierro dio

una paso adelante, el aire a su alrededor se volvió frío.

―Bueno, ahora que est{s aquí, puedes cumplir la verdadera profecía,

Ethan Chase. Puedes morir, de nuevo, y tu sangre será la fuerza final que

romper{ el Velo para siempre. ―Levantó su espada, glamour gélido

comenzando a girar a su alrededor―. Y esta vez, no habr{ regreso.

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Capítulo 20 Sangre y sacrificio

No se molestó con magia esta vez. Sin relámpagos, dardos de hielo, ráfagas de

viento, nada. Simplemente se abalanzó hacia mí, la hoja de acero curvada

cortando hacia abajo hacia mi cuello. Salté hacia atrás, apenas conseguí sacar mi

espada a tiempo, y el chirrido de metal contra metal me sacudió y envió un

escalofrío corriendo por mi columna.

Kenzie y Annwyl se precipitaron hacia atrás.

―¡Keirran, detente! ―lloró Annwyl, alzando su brazo. El glamour se

arremolinaba a su alrededor, pero el Príncipe de Hierro dio la vuelta, arrojando

su mano hacia ella. Una ráfaga de viento la envió cayendo en sus pies y chocar

contra las piedras con un jadeo. Keirran sonrió sombrío.

―Podr{s ser inmune al glamour ahora, pero me temo que tus amigos no

lo son ―dijo, e hizo señas de nuevo, enviando a Kenzie tropezando hacia

atr{s―. Y me gustaría mantener la interferencia al mínimo esta vez, así que<

Me dirigí hacia Kenzie, ignorando al príncipe, pero las sombras

alrededor de nosotros cobraron vida de repente. Los Olvidados emergieron de

la oscuridad, relucientes ojos amarillos, y se deslizaron hacia las chicas. Dos se

abalanzaron hacia Annwyl, sosteniéndola arriba de los brazos, y el otro par se

apoderaron de Kenzie. Razor chilló y arremetió contra uno con sus colmillos

descubiertos pero fue arrojado lejos y pegó contra una estatua con una pequeña

pero enfermiza grieta. Él cayó sobre las piedras, gimiendo y sosteniendo su

brazo, y el Olvidado empujó a Kenzie contra la pared, ignorando sus gritos de

protesta.

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Furioso, fui hacia el Olvidado que sostenía a Kenzie, pero una línea de

brillantes lanzas de hielo se formó en el suelo entre nosotros.

―La pelea es aquí, Ethan ―me llamó Keirran con voz burlona―. A

menos que estés asustado de pelear contra mí uno a uno. Sin Titania para

salvarte esta vez. ―Me volví hacia él, gruñendo, y sonrió―. Ahora sin

interrupciones. Sólo tú y yo.

―Bien ―gruñí, blandiendo mi espada. Enojo, furia y odio hirvieron al

encararme con mi sobrino a través de las losas. Esto era. La batalla final entre yo

y el Príncipe de Hierro, y estaba listo. No más contenciones o intentos de hablar

con él. Esto se veía venir desde el día en que nos conocimos―. Ven entonces,

príncipe ―dije, haciendo una mueca con los labios―. Si esta es la única manera

de detener esta guerra y salvar a Nunca Jamás, entonces tendré que patear tu

trasero todo el camino de regreso hacia tu preciosa dama.

Él sonrió y se abalanzó sobre mí. Me encontré con él en el centro del

patio, el estruendo de nuestras armas resonó contra las piedras. Nos separamos

y esquivamos nuestras espadas, apenas perdiendo algunos, con los filos de las

espadas peligrosamente cerca. Keirran sólo tenía una espada contra las dos

mías, pero su rapidez y su gracia natural lo compensaban. Aparte que él había

entrenado con Ash, uno de los mejores espadachín en Nunca Jamás. Sabía que

sólo era cuestión de tiempo antes de que la sangre empezara a volar y

preguntarme fugazmente quién lo haría primero.

Tuve mi respuesta cinco segundos después. Keirran esquivó un golpe

violento hacia su cabeza, se precipitó y me apuñaló en el brazo con la punta de

su espada. El corte no fue muy profundo, pero el dolor quemó a través de mi

antebrazo a la vez que la sangre brotó y cayó en las losas.

Un viento fuerte atravesó el aire e hice una mueca y me tambaleé hacia

atrás, y el mundo entero onduló como la superficie de un estanque. Kenzie

jadeó, y Keirran bajó su espada, sonriendo.

―¿Sientes eso? ―susurró, mirando hacia el cielo―. Est{ pasando. El

Velo se está desintegrando. Cada gota de tu sangre lo debilita un poco más. Y

cuando mueras, finalmente caerá. Los humanos serán finalmente capaces de

vernos, temernos y creer en nosotros de nuevo.

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―¿En verdad son esos tus ideales, Keirran? ―preguntó Kenzie desde la

pared, aún luchando contra sus captores―. ¿O es la Primera Reina quien está

hablando? ―Como él no respondió, continuó―. Ya me lo imaginaba. No creo

que ni tú sepas qué es lo que quieres, sólo que tienes que seguir este camino por

una estúpida profecía. Bueno, ¡eso es mierda! ¡Siempre hay una opción, Keirran!

―Silencio ―gruñó Keirran, la señaló, y uno de los Olvidados cubrió su

boca con una mano―. Ustedes dos ―agregó, y los Olvidados que sostenían a

Annwyl hicieron lo mismo―. Tus constantes protestas se est{n haciendo

tediosas, y yo ya tomé mi decisión. Si no te importa, quiero matar a mi tío en

paz.

Me lancé hacia Keirran con un gruñido, furia y desesperación corrían por

mis venas, y Keirran avanzó hacia adelante, con ojos asesinos. Nuestras espadas

chocaron y tronaron en el sombrío silencio, haciéndose eco de las paredes.

Peleamos ferozmente, ambos sin misericordia u oportunidad. Ataqué y le hice

un feo corte en el cuello. Él respondió haciéndome una herida punzante bajo

mis costillas. Más sangre se esparció por mi camiseta, caliente y pegajosa, y el

mundo se tambaleó con cada gota que cayó al suelo.

Lanzándome, golpeé la espada de Keirran lejos y lo apuñalé profundo,

golpeándolo en el hombro izquierdo bajo su clavícula. Haciendo muecas,

Keirran se tambaleó hacia atrás, alzó una mano, y unas dagas de hielo vinieron

hacia mí y viraron lejos. Sonreí sombríamente.

―Sigo siendo inmune a la magia, príncipe. ¿O lo olvidaste?

Me miraba fríamente, con una mano sosteniendo la herida.

―No ―dijo―. Pero es un talento realmente molesto el que tienes.

Burlón, alcé mi espada.

―Aw, ¿qué pasa, príncipe? ¿No me puedes enfrentar en una pelea justa?

¿Triste de que en serio tienes que ensuciarte las manos?

Su mirada se hizo más fría.

―No me presiones, Ethan ―advirtió con voz gélida―. Puedo matarte

cuando yo quiera. Pensé que por el bien de la familia, lo haría por el camino

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honorable. Pero si insistes, puedo ser el demonio sin corazón que piensas que

soy.

―¿En serio? ―Di un paso adelante―. Entonces lanza tu mejor golpe,

Keirran.

―Como desees.

Alzó su brazo, y lanzas de hielo se formaron en el aire, puntiagudas y

letales.

―Sólo recuerda, tú me empujaste a esto ―dijo Keirran, y barrió su mano

hacia abajo<

< hacia Kenzie.

Tenía el corazón en la garganta. Miré, impotente, mientras que el

olvidado sostenía a Kenzie se desvanecía en la pared, un momento antes de que

la lluvia de lanzas de hielo se estrellara contra ellos. Las lanzas se rompieron

contra la roca sonando a cristales rotos, y Kenzie gritó, las manos volaron hasta

cubrir su rostro, mientras los fragmentos de navajas de hielo desgarraron su

piel y destrozaron su ropa.

―¡Kenzie! ―Me lancé hacia ella mientras se desplomaba, sangrando de

una docena de pequeñas heridas por todo su cuerpo.

La voz de Keirran resonó mientras me apresuraba hacia delante, helado

y sin misericordia.

―Puedes ser inmune al glamour, ¡pero Kenzie no lo es! ―Lo ignoré y

seguí hacia Kenzie, mientras la voz de Keirran me seguía―. ¡El amor es una

debilidad, Ethan! Quizás podrías tener una oportunidad si ella no hubiera

estado aquí, pero ahora morirás, porque no la puedes dejar ir.

Otro fuerte pulso de glamour pasó a través de las piedras, y me lancé a

mi novia. Justo cuando la alcancé, el suelo entró en erupción, raíces gruesas y

vides se enrollaron en el aire, enviando rocas y gravas volando. Éstas

serpentearon alrededor de Kenzie, levantándola lejos, fuera de mi alcance.

Aullé de rabia y hundí mi espada en los troncos, intentando cortarlos hacia

abajo, pero las raíces eran gruesas y retorcidas, y resistieron mis esfuerzos.

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Kenzie fue alzada alto, vides rodeaban sus brazos y piernas hasta que colgó seis

metros en el aire. Con un crujido y el gemido de las extremidades, el nudo de

raíces retorcidas, haciéndola colgar por encima del muro perimetral, hacia el

vacío.

―¡No! ―Giré hacia Keirran, que permanecía calmadamente con su brazo

estirado, sus ojos eran impasibles―. ¡Joder, Keirran, no te atrevas! ¡Kenzie fue la

única que te defendió, incluso de mí! Ella era tu amiga cuando yo estaba listo

para mandarlo todo al diablo y dejarlo. No puedes<

―¿No? ―La voz de Keirran era gélida―. ¿Por qué no? ¿Qué es una vida

humana para mí, cuando miles de Exiliados y Olvidados están colgando de un

hilo? ―Sus ojos estaban entrecerrados, duros e inexpresivos―. Tú no me

conoces más, Ethan. O lo que estoy dispuesto a sacrificar. No subestimes de lo

que soy capaz.

―¡Muy bien! ―Mi voz se rompió, y tomé una respiración entrecortada,

encontr{ndome con su fría mirada―. No la lastimes ―susurré―. Tú ganas.

Haz lo que quieras conmigo, sólo< déjala ir.

―Ethan. ―La voz de Kenzie resonó en algún lugar por encima de mí,

débil y apretada con el dolor―. No. ¿Qué hay de tu hermana y tus padres? No

puedes dejarlo<

Algunas de las ramas se desenrollaron, liberándola haciendo que sus

piernas se liberaban mientras que caía. Kenzie jadeó, arañando las vides

tratando de agarrarse de ellas, y casi me atraganté en pánico.

―¡Nooooo!

Un pequeño, grito furioso resonó, y Razor aterrizó en el hombro de

Keirran, golpeándolo con sus puños, mostrando los dientes.

―¡No no, maestro deténgase! ¡Alto, alto! ¡No lastime a la chica bonita!

―¡Razor! ―espetó Keirran, sonando exasperado. Gesticuló bruscamente,

y el pequeño gremlin se fue volando con una ráfaga de viento, cayendo al suelo.

Antes de que pudiera recobrarse, una raíz serpenteó hacia abajo, levantando el

siseante, gremlin que se retorcía en el aire y lo arrojó sobre el muro. Razor se

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lamentaba y se arqueaba sobre las piedras, una diminuta mota negra contra el

cielo, y salió fuera de la vista. Kenzie gritó su nombre con horror y furia.

―Maldito, Keirran<

―Podría enviarla después de él ―remarcó el príncipe calmadamente, y

varias raíces se aflojaron, derribando a Kenzie a un par de metros. Ella lloro y

gritó, agarrándose desesperadamente de las ramas, pero sus dedos se

deslizaron, y se precipitó hacia abajo. Sólo una vid, rodeándola por la cintura,

impedía que cayera en picado a su muerte. Frenético, me volví y di un paso

hacia él.

―¡Keirran, alto! ¡Maldita sea, ya ganaste! ¡Mira! ―Tiré mis espadas a un

lado, arroj{ndolas al suelo―. He terminado ―me atraganté mientras me

miraba―. No pelearé contigo. Sólo m{tame, si eso es lo que quieres.

Mi pecho se sentía apretado con el fracaso, sabiendo que les había fallado

a todos. Meghan, mis padres, Guro, todo mi maldito mundo. Lo siento, Kenzie,

pensé mientras Keirran finalmente bajó el brazo y se apartó de ella. Nunca pensé

que podría llegar tan lejos. Pero si puedo salvar a una persona de todo este estúpido

suplicio, serías tú cada vez. Te amo. Por favor, cuídate.

Keirran alzó su espada y apuntó a la mitad del patio.

―Ahí, Ethan ―ordenó en voz baja―. No m{s peleas. No m{s retrasos.

Lo haremos justo aquí.

Aturdido, caminé a donde el Príncipe de Hierro apuntó, encarándolo a

través de las piedras. Él dio un paso adelante, su hoja de acero brillaba en la

oscuridad.

―Arrodíllate ―me dijo.

Caí de rodillas sobre las losas. Pequeñas gotas de sangre ya salpicaban el

suelo donde me arrodillé; en un momento, habría un enorme charco

extendiéndose a través de las piedras. Otra vez muerto, musité. Sólo que esta

vez, no iba a volver, y el Velo sería destruido para siempre. Meghan, pensé

mientras Keirran se puso frente a mí, mi piel hormigueaba con el repentino

escalofrío. Espero que puedas perdonarme.

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―Lo haré r{pido ―dijo Keirran casi gentilmente, y alzó su espada. Bajé

la cabeza pero mantuve los ojos abiertos, escuchando el rugir de mi corazón en

mis oídos, prepar{ndose para el golpe final―. No sentir{s nada, Ethan, lo

prometo.

Una luz abrasadora inundó el patio.

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Capítulo 21 La desición de Annwyl

Keirran se sacudió, y levanté la mirada cuando una luz brillante iluminó la

oscuridad, haciendo retroceder a las sombras. Era caliente y dorada, como la luz

del sol en un día de verano abrasador, deslumbrante e intenso. Ambos

retrocedimos, y protegí mis ojos con una mano, entrecerrando los ojos al lugar

de donde venía el resplandor.

Annwyl.

Annwyl estaba brillando, un pequeño sol que casi era demasiado

brillante para mirar. A su alrededor, los Olvidados se retorcieron y se

encogieron, alejándose de la luz, cuando la chica Verano se acercó a nosotros, su

cabello flotando a su alrededor como un halo. Sus ojos brillaron con un verde

salvaje cuando enfrentó a Keirran, quien lucía aturdido.

―Suficiente, Keirran. ―Su voz resonó por el patio, clara y segura. Y

enojada. Avanzo decida, y me alejé de ella, sintiendo la calidez bañar mi piel

mientras se acercaba. Miré más de cerca y vi lágrimas corriendo por su rostro,

incluso mientras sostenía su mirada furiosa en el príncipe―. No m{s ―dijo en

voz baja Annwyl, y su voz era tanto resuelta e increíblemente triste―. Esto ha

ido demasiado lejos.

―Annwyl ―susurró Keirran, incrédulo. Se tambaleó hacia atr{s y se

dejó caer sobre una rodilla, apoy{ndose sobre las losas―. ¿Cómo<? Tú

magia< ya no tienes m{s glamour.

―No, no lo tengo. ―Annwyl se puso delante de mí, poniéndose a sí

misma entre yo y el príncipe―. Esta es tú magia, Keirran. El amuleto nos une.

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Tu glamour es lo que me mantuvo viva todo este tiempo. Nunca lo usé antes,

porque temí drenarte de más y acelerar tu muerte. Por tanto tiempo, me negué

la magia, apenas aferrándome a la existencia, porque estaba preocupada por ti.

―Respiró profundamente, y la luz se expandió con ella, haciendo retroceder la

oscuridad―. Te amo, Keirran ―susurró, mientras el príncipe luchaba por

ponerse de pie―. Pero esto no puede continuar. No puedo estar de pie aquí y

ver que destruyes todo lo que una vez amaste. Si estás dispuesto a sacrificar a

tu propia familia, entonces el príncipe que conocía está realmente muerto. Y

yo< debo hacer esto bien, para todo el mundo.

―Annwyl< ―Keirran parecía casi nervioso mientras retrocedía,

bordeando la luz―. Detente. No me hagas matarte, también.

El hada de Verano sacudió su cabeza.

―Ya me fui, Keirran ―dijo en voz baja―. Lo he estado por un largo

tiempo ahora. Pero planeo llevarte conmigo cuando mi esencia regrese a Nunca

Jamás. Y tal vez algún día, cuando renazcamos, nos volveremos a ver.

Ahora Keirran lucía enojado. Levantó su brazo, pero la luz de Annwyl se

volvió más caliente, más brillante. El suelo a sus pies se agrietó, y la hierba

comenzó a surgir, arrastrándose sobre las piedras desnudas y esparciéndose

alrededor de ella. El príncipe se tambaleó, su color filtrándose, cuando la luz

continúo derramándose desde Annwyl. Donde tocaba, flores y helechos

aparecían, trozos sorprendentes de color en el patio gris muerto.

―Ethan ―continuó Annwyl, sin quitar la mirada de Keirran―, ve a

ayudar a Kenzie. Yo lidiaré con el príncipe.

―Annwyl<

―¡Ve, Ethan Chase! ―La voz del hada de Verano resonó con autoridad,

y fui.

―No ―gruñó Keirran, cuando me precipité hacia la pared. Lo vi

arrancar detrás de mí, pero hubo una ráfaga de calor de Annwyl, y el príncipe

dio un grito de consternación y rabia. No miré atrás. Cogiendo una de mis

espadas del suelo, corrí a la pared y salté hacia la maraña de raíces y vid,

escalando mi camino hacia la cima.

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―¡Kenzie!

Ella me miró, colgando sobre el vasto precipicio, un brazo todavía

enredado en la vid.

―Resiste ―le dije, y hundí mi espada en una de las vides enrolladas

alrededor de su brazo. Kenzie se aferró obstinadamente cuando despejé la

mayor parte del nudo, luego extendí un brazo―. ¡Aquí! ―grité, estir{ndome

hacia ella―. Kenzie, toma mi mano.

Apretando sus dientes, ella se abalanzó, sujetándose en mi muñeca. Tiré

de ella de las enredaderas de raíces, luego con cuidado la bajé hacia el patio.

Alivio pinchó a través de mí cuando ella golpeo el suelo. A salvo.

Pero antes de poder relajarme, las raíces debajo de mí se volvieron locas,

retorciéndose y balanceándose como algo quemándose. Sobresaltado, agarré

violentamente una vid, pero con un repentino tirón, la rama me lanzó, por

suerte con dirección al patio. Por unos segundos, estaba en el aire y vi el suelo

apresurándose hacia mí.

Golpeé hierba en lugar de piedra, lo cual fue una bendición aunque

todavía chasqueé mis dientes y envió una llamarada de dolor en mi costado.

Aturdido, levanté la mirada para ver a Keirran y Annwyl en el centro de un

torbellino mágico, hojas, ramas, piedras y fragmentos de hielos

arremolinándose alrededor de ellos. Keirran tenía su espada en alto, y Annwyl

estaba desarmada, explosiones de magia estallando alrededor de ellos. El

Príncipe de Hierro lucía pálido y débil, de algún modo menos como sí mismo,

mientras Annwyl todavía brillaba con su glamour robado, su cabello azotando

alrededor de su cabeza.

Viéndonos a nosotros, los ojos de Keirran se estrecharon, y levantó su

brazo, apuntando hacia Kenzie, haciendo mi corazón saltar. Por instinto, salté

delante de ella cuando un rayo relampagueó, se curvó a mi alrededor y golpeó

contra la pared, apenas perdiéndola.

―¡No seré derrotado, Ethan! ―exclamó Keirran, mientras yo retrocedía

delante de Kenzie, escud{ndola lo mejor que podía―. ¡Ya sea si mueres, o

Kenzie muere! El Velo caerá<

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―¡No! ―Annwyl lanzó su palma hacia Keirran, y una salvaje ráfaga de

viento levanto al príncipe de sus pies, golpeándolo contra el piso unos metros

más lejos. Aturdido, él levantó la mirada cuando Annwyl dio un paso adelante,

la tormenta girando alrededor de ella. Levanto su mano, y una bola de llama,

rayo y luz pura de sol se formó en su palma mientras la extendía. Keirran se

tambaleó, viéndose pálido y vulnerable cuando el hada de Verano se alzó sobre

él.

―Annwyl ―susurró, su voz perdiéndose en la tormenta alrededor de

ellos―. Detente, por favor, todo lo que he hecho< todo esto< fue por ti.

Mientras él hablaba, hubo un resplandor de movimiento por el rabillo de mi

ojo. Miré para ver que una de mis espadas se había levantado del piso, la punta

angulada a la espalda de Annwyl, enfrentando a Keirran, no lo notó.

―Lo siento, Keirran ―dijo Annwyl, mientras me levantaba y corría hacia

ella. Su voz estaba ahogada por las l{grimas mientras levantaba su brazo―.

Desearía que no tuviera que ser de este modo.

La espada voló hacia ella. Golpeé contra el hada de Verano, empujándola

a un lado justo cuando la hoja nos alcanzó. Al mismo tiempo, una llamarada de

agonía rasgó a través de mi espalda cuando el arma se deslizó dentro de mí,

rasgando un corte profundo por mi piel. Grité y casi caigo, y vi los ojos de

Keirran ampliarse por medio segundo, luego estrecharlos severamente cuando

se dio cuenta.

No es inmune al glamour de Hierro.

Él se puso de pie, levantando su mano. Solo, con dolor y desarmado,

podría solo observar como el aire sobre él llameó, y una docena de cuchillos

reluciendo parpadearon a la existencia. Por un latido, nuestros ojos se

encontraron. Vi por medio segundo la duda cruzar su rostro, un latido de

corazón de arrepentimiento, antes de que lanzará su mano, y una tormenta de

hojas letales voló hacia mí.

Retrocedí y levante mis brazos, tensándome para ser ensartado. Sentí

una de las hojas rozar mi hombro, rasgando a través de mi manga haciéndome

jadear. Escuché el sólido, repugnante golpe de hierro golpeando carne,

golpeando a casa, pero no sentí dolor.

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Con cautela, abrí mis ojos, y mi corazón cayó.

Annwyl estaba de pie delante de mí, con los brazos cruzados ante ella en

una X, enfrentando a Keirran. Por un par de segundos, sólo podía mirar,

esperanzado y aterrorizado. Su espalda estaba ante mí, así que no podía ver el

daño, pero no parecía estar con dolor. Tal vez Keirran había fallado. Tal vez

había redirigido el ataque en el último segundo.

Entonces vi la sangre, goteando en charcos debajo de ella, cuando

Annwyl dio un suspiro sin aliento y cayó hacia atrás en mis brazos. Su cuerpo

estaba cubierto de cuchillos, hundidos profundamente en su pecho y estómago,

brotando con sangre. Una fina línea de rojo salió de su boca cuando tosió, su

delicado cuerpo estremeciéndose violentamente en mi agarre.

La espada de Keirran cayó de sus manos con un estruendo.

―Annwyl. ―Enfermo, me puse de rodillas, acunando al hada de Verano

tan suavemente como podía. Sus ojos estaban vidriosos por el dolor mientras

miraba hacía mí, luchando por hablar―. Oye, no trates de hablar ―me

ahogué―. Sólo resiste, nosotros< pensaremos en algo.

Ella sonrió suavemente y sacudió la cabeza. Sentí un toque suave sobre

mi hombro y sabía que Kenzie se había acercado, que había visto todo. Incluso

mientras la sostenía, Annwyl parpadeó, volviéndose casi sin peso en mis

brazos. El amuleto latía contra su pecho, como si estuviera desesperadamente

succionando glamour, tratando de salvar su vida. Pero Annwyl seguía

Desvaneciéndose, su color lentamente filtrándose, incluso cuando la sangre

empapó su vestido y goteó hacia el suelo debajo de nosotros.

Una sombra cayó sobre mí. No tuve que levantar la mirada para saber

que era Keirran. ¿Me mataría, aquí y ahora? ¿Empujaría una espada contra mi

corazón y nos dejaría a los dos sangrar sobre las piedras? Pero él estaba

inmóvil, sin hablar, añadiendo al misterioso silencio a nuestro alrededor. La

tormenta se había desvanecido, la hierba y flores ya se habían marchitado y

estaban volando. La luz brillante rodeando a Annwyl había muerto, y todo

estaba oscuro de nuevo, sumido en la oscuridad. No podía mirar al príncipe,

pero la mirada de Annwyl cambió hacia arriba, y con debilidad levantó una

mano.

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―Keirran.

Su voz era apenas audible, y Keirran cayó de rodillas y agarró su mano.

Por fin lo miré y vi su rostro.

Mi estómago se retorció. Su expresión era impasible, excepto por una

sola lágrima arrastrándose por su rostro. Moviéndose más cerca, se estiró,

deslizando sus brazos debajo de Annwyl, tomándola de mí. Por un segundo,

me resistí; él no tenía derecho. Pero la mirada de Annwyl era solo para Keirran,

y sabiendo que estos eran sus últimos momentos en el mundo, la dejé ir.

Levantándome, retrocedí con Kenzie, quién deslizo sus brazos alrededor

de mi cintura y se presionó más cerca. Y juntos, observamos el último

intercambio del Príncipe de Hierro y el hada de Verano. Kenzie sorbió, sus

lágrimas humedeciendo el frente de mi camiseta, y la sostuve fuerte, también

emocionalmente exhausto para preguntarme dónde estaríamos cuando esto

terminara.

―Annwyl. ―La voz de Keirran era un susurro. Sus hombros temblaron

cuando se inclinó sobre ella, una mano suspendida sobre los fragmentos de

metal que sobresalían de su pecho. Impotente, apretó un puño―. Nunca<

quise que esto pasara ―jadeó―. Yo<

El Hada de Verano sacudió su cabeza.

―Sin disculpas ―murmuró, y Keirran de inmediato se quedó en

silencio, su mirada atormentada―. Sin promesas vacías, Keirran. No< queda

mucho tiempo. ―Parpadeó de nuevo, su contorno desapareciendo en los

bordes. Keirran cerró sus ojos, y un sollozo finalmente se liberó.

―Quería salvarte ―dijo en una baja, voz angustiada. Su mano se

levantó, arrastr{ndose por su mejilla―. ¿Qué haré ahora, Annwyl? ¿Cómo

enfrentaré algo< cuando te has ido?

Ella alcanzó su mano, colocándola sobre su corazón, sobre el amuleto

latiendo contra su pecho.

―Toma de vuelta tu alma, Keirran ―susurró. Él parpadeó, mirando

hacia abajo a ella, y ella sonrió―. Por favor. Antes de irme, déjame verte<

como eras. Como el príncipe del que me enamoré.

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Él inclinó su cabeza, dudando por unos instantes. Cuando abrió sus ojos

de nuevo, estaban vidriosos por las l{grimas, pena, arrepentimiento< y

resignación. Lentamente, asintió.

Levantando el amuleto, lo sostuvo en su palma, y la mano de Annwyl se

posó sobre ambos. Los dedos de Keirran se apretaron, y el amuleto comenzó a

brillar. Se volvió más caliente y brillante, hasta que los dos fey parecían estar

sosteniendo una estrella pulsante entre ellos.

Finalmente, con el sonido de cristales rotos, el amuleto se hizo añicos.

Keirran dio un espasmo, poniéndose rígido, mientras remolinos de luz fluían de

su palma y ondulaban en el aire. Subieron en espirales, lanzando una luz

brillante sobre el hada arrodillado, antes de girar como una y apresurándose

hacia él. Keirran encorvó sus hombros cuando las lanzas de luz se estrellaron

contra su cuerpo y desaparecieron debajo de su piel. Se estremeció, sosteniendo

a Annwyl cerca, mientras él parpadeaba y palpitaba como una luz

estroboscópica, haciendo difícil mirarlo.

Finalmente, la luz farfulló y desapareció, hundiendo todo en la oscuridad

una vez más. Jadeando, Keirran se enderezó lentamente y miró a Annwyl.

Se me hizo un nudo en la garganta, y Kenzie apretó un puño en mi

camiseta. Apenas podía ver a la hada de Verano. Estaba tan tenue, una sombra

desvaneciéndose acunada en sus brazos, volviéndose más oscura por segundo.

Keirran miró hacia ella, lágrimas ahora fluyendo sin control de sus ojos, y

suavemente la acercó más. Sus labios se movieron, aunque su voz era

demasiado suave para escuchar. Realmente no podía ver el rostro de Annwyl,

pero creo que ella le sonrió. Lentamente, una mano transparente se elevó,

presionando contra su mejilla.

Y luego se había ido.

* * *

Por un largo tiempo después, los tres no nos movimos. Kenzie se aferró a mí,

llorando suavemente, su mejilla presionada en mi camiseta. Keirran arrodillado

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sobre las losas, la cabeza inclinada y los hombros encorvados. No sabía qué

hacer, que decirle a él. Ni siquiera estaba seguro de que él no trataría de

matarme. Sí, él había conseguido su alma de regreso, pero eso no significaba

que abandonaría su plan de destruir el Velo.

―Ethan. ―La voz de Keirran era un susurro, y no se movió de donde

estaba arrodillado sobre las losas. Me tensé y sentí a Kenzie tensarse, también,

conteniendo la respiración. Keirran alzó la cabeza, pero todavía no nos

miraba―. Deberías irte ―murmuró en voz baja y con aquellas palabras, era de

nuevo el mismo. El Keirran que conocía antes de que toda esta locura sucediera.

No sabía si estar aliviado o si quería caminar y golpearlo en los dientes―. La

dama< llegar{ pronto ―continuó Keirran―. Ella sabr{ que el amuleto ha sido

destruido, y estará buscando matarte aquí, de una vez por toda. Vete, Ethan.

Tienes que irte, o el Velo caerá. Toma a Kenzie y regresa a Nunca Jamás.

Tomé una respiración profunda y lo solté lentamente. Un respiro, para

decidir lo que iba a hacer. Para elegir dónde estaba con él ahora.

―¿Qué hay sobre ti? ―pregunté.

―Me quedaré atr{s. Tratando de demorarla un poco. ―Se puso de pie,

mirando alrededor por su espada. Todavía no nos miraba, y sus siguientes

palabras fueron ahogadas, apenas audibles―. Es lo menos que puedo hacer<

por todo lo que causé. Enfrentaré a la Primera Reina yo mismo.

Kenzie frunció el ceño.

―Ella te matar{, Keirran.

―Lo sé. ―Levantó su espada y la dejo colgada a su lado―. Pero al

menos sabré de qué lado se supone que debo estar. ―Inhaló, y cuando volvió a

hablar, su voz estaba llena de aversión a sí mismo―. No puedo siquiera

comenzar a disculparme, Ethan ―dijo―. No hay nada que pueda decir que lo

hará bien. Los otros tribunales llamaran por mi muerte o exilio, y serán

completamente justificados. Es mejor de este modo. ―Paso una mano por su

rostro―. Dile< dile a mis padres que morí luchando con la Primera Reina y

que lo siento< por todo.

Él se estremeció. Levantando su cabeza, su mirada fue al cielo.

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―Ella est{ viniendo ―susurró―. Vete, Ethan. Sal de aquí.

―No ―gruñí.

Él me miró, ojos azules ampliándose con sorpresa cautelosa.

Ignor{ndolo, miré a Kenzie, pregunt{ndome ―esperando― que pensara lo

mismo. Si quería salir de aquí, no sabía lo que iba a hacer. Pero me dio una

pequeña sonrisa y asintió, haciéndome desplomar con alivio. Gentilmente, la

liberé y comencé a avanzar hacia mis espadas olvidadas. Keirran me observó

por un momento, luego sacudió su cabeza.

―Ethan, no<

―¡Keirran, de una vez por todas, saca tu cabeza de tu trasero!

―agarrando una de mis espadas, giré sobre él, furioso―. ¿Realmente piensas

que puedo regresar y decirle a Meghan que te dejé morir? ¿Cuando venimos

hasta aquí para encontrarte? Cuando Annwyl murió para< ―Me callé. El

príncipe lucía como si hubiera sido golpeado en el estómago y estuviera a

punto de colapsar―. Nos iremos juntos ―le dije firmemente―. Ahora mismo.

Al diablo con la dama, los otros gobernantes se encargarán de ella. No vine aquí

para luchar con hadas reinas. Vine por ti. ―Entrecerré mis ojos y miré al

príncipe―. Y saldr{s de aquí, vivo, y regresar{s a Meghan y rogaras por perdón

y esperaras que no pateé tu trasero como te lo mereces. ¡Pero estaré maldito si

atravesamos todo este infierno para traerte de regreso, y tú decides lanzarte a la

dama y conseguir que te maten!

―Ellos nunca me perdonar{n.

―Patrañas ―interrumpió Kenzie, sonando enojada, también. Keirran

parpadeó hacia ella, y ella frunció el ceño―. Todo este tiempo has estado

librando una guerra contra los tribunales, todo lo que tus padres han pensado

era traerte a casa. Y no sólo ellos. Puck, Lobo, Grimalkin, el Hombre Delgado,

Razor. ―Su voz se quebró con el último nombre, y limpió sus ojos―. Todos han

sacrificado algo para traerte de regreso.

―M{s de lo que mereces ―añadí en una voz fría. Él no me contradijo, y

apunté una espada hacia él―. Así que, no tienes derecho a jugar al m{rtir,

Keirran. Morir es el camino más fácil. Si realmente lo lamentas, regresa a cada

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persona que hiciste pasar un infierno y diles. No dejes que el sacrificio de

Annwyl sea por nada.

Keirran cerró sus ojos.

―Annwyl ―murmuró finalmente, y arrastró un suspiro tembloroso―.

Sí. Tienes razón. Tengo< a muchas personas con las que necesito disculparme.

Muchas cosas que expiar. ―Abrió sus ojos, y estaban brillantes con dolor y

arrepentimiento, pero también esa determinación obstinada que había visto con

demasiada frecuencia―. Algún día seré digno de ella ―susurró, casi para sí―.

Dónde quieras que estés, Annwyl, si puedes verme ahora, juró que haré la cosas

bien. Que este sea el primer paso.

Envainando su espada, se giró hacia mí, su expresión solemne.

―Estoy contigo, Ethan ―dijo―. Salgamos de aquí, antes de que llegue la

dama.

―Demasiado tarde, me temo ―anunció una nueva voz, en algún lugar

por encima de nosotros.

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Capítulo 22 La primera reina

Nos dimos la vuelta, mirando hacia arriba, y mi corazón se desplomó.

La dama, la Primera Reina, flotaba en el aire a unos nueve metros del

suelo. Ella ya no era la pálida, hada descolorida que había visto en Irlanda,

incolora y casi transparente, con el destrozado esqueleto de las alas detrás de su

espalda. Ahora brillaba con poder, el cabello negro azabache ondeando

alrededor de ella, con ojos cambiando del verde al azul a negro sólido en la luz.

Sus alas estaban ahora completas y tan oscuras como un cuervo, las plumas

dando débiles temblores metálicos mientras se movían en la brisa. Ella flotaba

allí cómo una diosa, un ángel vengador, su cambiante, mirada multicolor

instalándose en mí y Keirran.

―Mi querido príncipe ―dijo la dama, su voz suave, tranquilizadora―.

Creo que estas confundido. ¿Te escuché decir irnos? ¿Ahora? ¿Cuándo estamos

tan cerca, a un paso de lograr lo que habíamos planeado?

―Sí. ―El tono de Keirran era firme mientras daba un paso adelante,

mirando hacia ella―. He terminado, mi dama ―dijo―. No m{s lucha. No m{s

muertes. Ya no seré más tu instrumento de guerra.

Ella inclinó su cabeza.

―La guerra est{ casi acabada, príncipe Keirran. Una vez que el Velo

caiga y los mortales sean capaces de vernos, la lucha será olvidada. Podemos

empezar de nuevo, un nuevo comienzo con nuevas reglas. Un mundo en el cual

los humanos realmente teman y crean en nosotros como deberían, dónde

Nunca Jamás crecerá fuerte una vez más, y las hadas nunca más se desvanezcan

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en la nada. ―Su rostro se suavizó mientras le daba una mirada compresiva a

Keirran―. Podrías haber salvado a tu chica de Verano, si el chico sólo hubiera

llegado aquí antes.

La mandíbula de Keirran se tensó, sus ojos volviéndose peligrosos. La

Primera Reina levantó un dedo.

―Una muerte m{s ―susurró―, eso es todo lo que te pido, Keirran. Una

muerte para salvar a miles, un mundo entero. Mira a tu alrededor, príncipe.

Mira a lo que está en juego.

Ella levantó sus brazos, señalando el patio. Miré hacia arriba y vi cientos

de ojos amarillos mirándome desde lo alto de las paredes del patio. Un ejército

completo de Olvidados silenciosos, mirando hacia nosotros. Un escalofrío subió

por mi espalda, y di un paso más cerca de Kenzie, levantando mi espada.

Keirran se quedó mirando a los Olvidados, su expresión una mezcla de tristeza

y culpa.

―Hemos llegado tan lejos ―susurró la dama―. Tan lejos. Hemos

sobrevivido a ser olvidados, una guerra, teniendo el recuerdo de nosotros

purgados del Nunca Jamás. Nos hemos aferrado a la existencia por un hilo, y

ahora el instrumento de nuestra salvación está de pie justo allí. ―El largo, dedo

elegante de repente señaló directo a mí―. M{talo, príncipe ―instó, mientras yo

me tensaba―. Una vez m{s. Por el futuro de todos nosotros. Tus manos ya

est{n manchadas con su sangre. No debería importar ahora. ―Keirran dudó, y

la voz de la dama creció triunfante―. No puedes escapar del destino, príncipe

―dijo―. Esto es lo que fue profetizado desde el comienzo. Esto es a lo que

siempre estuviste destinado hacer.

―¿Destino?

Keirran miró a la reina, y una sonrisa dura torció sus labios.

―Hablas de eso tan f{cilmente, como si no tuviera opción en el asunto

―dijo―. Pero tú sabías sobre el amuleto, y lo que me estaba haciendo. Estaba

sin alma y vacío, y tu magia me mantuvo vivo incluso mientras me llenaba con

ira hacia las cortes y todo lo que ellos habían hecho. Era fácil de manipular,

pero incluso entonces, sabía que tenía una opción. A pesar de que creí en tu

causa y quería salvar a los Olvidados, sabía que no tenía que declarar la guerra

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sobre las otras cortes. Yo escogí convertirme en el enemigo. Al igual que tengo la

opción justo ahora.

Sacó su espada, dándome la mirada más breve antes de girarse hacia la

dama.

―Tengo mucho por lo que responder ―dijo en una voz dolorosa―, pero

finalmente sé dónde pertenezco, y es con mi familia. Si quieres a Ethan, o a

cualquiera de Nunca Jamás, tendrás que pasar sobre mí.

Los ojos de la Primera Reina cambiaron completamente a negro.

―Como desees, príncipe Keirran ―dijo en una voz mortalmente

calmada―. Lamento que haya llegado a esto. Pero el Velo caer{ esta noche. Y si

tengo derramar tu sangre al igual que la de él, entonces que así sea. Será un

precio pequeño a pagar por nuestra salvación.

Ella precipitó sus alas hacia adelante. Sentí una ráfaga de viento sacudir

mi cabello, al igual que una ráfaga de plumas negras apresurándose hacia

nosotros como dardos. Agarré a Kenzie, protegiéndola con mi cuerpo, y Keirran

estiró un brazo con una explosión de glamour de Invierno. Las plumas se

apartaron con un silbido, clavándose en las paredes y piedras, brillando como

fragmentos de ónix.

Mierda.

―Kenzie ―le advertí, y ella asintió. Mientras Keirran enviaba una

pequeña tormenta de dagas de hielo hacia la reina, ella se separó y corrió hacia

la pared. A la estatua dónde la forma apenas visible del Hombre Delgado

estaba todavía tumbada debajo de la roca.

Bien. Desaparece de la vista, Kenzie. Esto se va a poner feo. Me giré,

levantando mi espada, mientras las alas de la dama se precipitaban hacia abajo,

y las dagas de hielo de Keirran se destruían contra ellas. Ella rió.

―No eres el único con múltiples glamour, mi querido príncipe ―se

burló la dama, elevándose más en el aire. Alrededor de nosotros, los Olvidados

eran una audiencia silenciosa, observando la batalla con brillantes ojos

amarillos. La reina sostuvo en alto sus manos, hielo y rayos arremolinándose

entre sus dedos―. Antes de que hubiera una corte de Verano e Invierno, antes

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de Arcadia y Tir Na Nog, ¡yo gobernaba Nunca Jamás! ¡Verano e Invierno se

inclinaban ante mí, así como todos, al final!

Extendió sus brazos, y un remolino explotó alrededor de nosotros.

Vientos de tornados chillaron, un relámpago parpadeó, fragmentos de hielo y

rocas giraron con locura en un círculo, precipitándose el uno hacia el otro.

Medio cegado, levanté mi brazo, buscando a Keirran. Aunque el viento tiró

salvajemente mi cabello y ropa, y sentí la carga de electricidad levantando el

vello de mi piel, en realidad nada me tocó, ni siquiera los fragmentos

congelados y los guijarros girando por el aire. Aunque Keirran era una historia

diferente.

Vi al príncipe y me tambaleé hacia él, justo cuando un par de relámpagos

cayeron, atrapándolo en un fuego cruzado de muerte. Keirran gritó,

arqueándose hacia atrás en agonía, luego colapsó de rodillas sobre las losas.

Me lancé hacia el príncipe, tratando de ponerme entre él y un trozo de

navaja de hielo girando hacia su cabeza. Con un silbido me paso, lo bastante

cerca para quemar mi oreja con el frío, y fue dejando de girar mientras me

acurrucaba sobre él.

― Keirran. ―Extendí la mano y agarré su hombro, tratando de ver el

daño. Él estaba jadeando, humo saliendo de su espalda, su rostro tenso por el

dolor. Viento aullaba alrededor de nosotros, relámpagos parpadeando, y

escombros volaron por todos lados, pero era más tranquilo en el centro de la

tormenta. Me incliné más cerca de mi sobrino, la espada desenvainada para

desviar cualquier objeto afilado que viniera hacia él, tratando de protegernos a

ambos.

―No es bueno ―murmuró él a través de los dientes apretados―. Ella es

demasiado fuerte. Esto ni siquiera es la mitad de su poder. Ella era< una reina

faery, después de todo. ―Me miró, los ojos azules llenos de dolor y

arrepentimiento―. Todavía puedes< correr, Ethan. Su glamour no puede

tocarte ahora< pero si le ordena a los Olvidados atacar<

―C{llate ―le dije, y golpeé una roca dirigiéndose a su cabeza―.

Todavía estoy respirando, así que aún no se ha acabado. Saldremos de aquí<

de algún modo. ―Mirando desesperadamente alrededor, vi que los Olvidados

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se habían acercado más al borde, muchos cayendo de la pared hacia las losas de

abajo. Un enjambre negro esperando en el borde del patio.

Abruptamente, el viento chisporroteo y murió. El rayo se apagó, los

fragmentos de hielo y rocas cayeron al suelo con tintineos débiles, rebotando a

la distancia o haciéndose añicos en la roca. Me enderecé, todavía de pie sobre

Keirran, mientras la Primera Reina inclinaba su cabeza, mirándome con fríos

ojos negros.

―Ethan Chase. ―Su voz ya no era suave o calmada; ahora era

simplemente molesta―. Eres ya sea el mortal m{s afortunado o el m{s

testarudo que he conocido en mi larga existencia. ¿Cuántas veces debo matarte

para que pueda seguir? Simplemente no mueres como debieras.

Sonreí, levantando mi espada y dando un paso delante de Keirran.

―Las personas siguen diciéndome eso. Supongo que sólo soy esa

cucaracha de la que no puedes deshacerte.

Ella envió una docena de espinas brillantes hacia mí, treinta centímetros

largo y mortal puntiagudo. Retrocedí para proteger a Keirran, y las púas se

curvaron alrededor de nosotros, volando en cambio hacia un par de Olvidados.

Ellos se sacudieron y retorcieron lejos hacia las sombras, y la Primera Reina

frunció el ceño.

―Muy bien, Ethan Chase. Te iba a dar una muerte r{pida, pero te

rehúsas a cooperar. Por lo tanto< ―Levantó sus brazos y remontó m{s alto en

el aire―. Puedes ser rasgado en pedazos por mis Olvidados. El príncipe y tú.

¡M{tenlos! ―gritó al enjambre de hadas a nuestro alrededor―. ¡Destrócenlos!

¡Derramen su sangre a través de las piedras, y dejen que por fin el Velo caiga!

La masa negra de Olvidados brincó de las paredes, corriendo en el patio

y deslizándose hacia nosotros como tinta. Giré mientras Keirran se tambaleó en

sus pies y levantó su espada. Por un momento, de pie espalda con espalda con

el Príncipe de Hierro, rodeado por Olvidados en un lugar de poder, tuve un

destello surrealista de deja vu. La última vez que esto había pasado, Keirran se

había dado la vuelta y clavado una espada por mi mitad.

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―Ethan. ―Su voz era tranquila, al igual que la última vez. Me tensé y

forcé una risa ronca.

―Keirran, si est{s a punto de apuñalarme, juró que voy a salir de la

tumba y arrastrarte de vuelta conmigo.

―No. ―Un estremecimiento pasó por él, y tomó una respiración

profunda―. Sólo< gracias. Y, lo lamento. Por todo. Yo sólo< desearía poder

hablar con mis padres una vez m{s. ―Se movió hacia atr{s, y levanto su

espada, su voz volviéndose dura―. Pero estaré orgulloso de morir luchando a

tu lado.

Hice una mueca.

―No nos adelantemos. ―Pero< se veía bastante imposible desde donde

yo estaba de pie. Había una tonelada de Olvidados, en el patio, en las paredes,

con incluso más deslizándose a la vista. Incluso con la ayuda de Keirran, no

podía luchar contra tantos. Aunque les daría un infierno de tiempo difícil antes

de caer.

Kenzie, pensé con una punzada de pesar. No podía verla a través de la

ola de Olvidados, pero desesperadamente esperaba que estuviera a salvo. Ve a

casa. Ve a casa, y a salvo. Las cosas se van a poner locas después de esta noche, pero sé

que estarás bien. Eres demasiado listo para dejar que te golpeen. Y si ves a mis padres,

diles que lamento no poder ir a casa.

Los Olvidados se arrastraron más cerca, solo un par de metros de

distancia. Sentí la tensión rodeándonos, vi al enjambre preparándose para

brincar, y tomé una última respiración profunda.

―¡Alto!

Una nueva voz resonó, clara y fuerte con autoridad, haciendo que todo

se congelara. Perplejo, miré hacia la esquina de dónde provenía la voz y vi al

Hombre Delgado de pie, una mano esbelta sobre el hombro de Kenzie mientras

ella estaba de pie a su lado. Sus pálidos ojos recorrieron a los Olvidados y los

entrecerró.

―¡Detén esto! ―siseó de nuevo―. ¡Todos ustedes! ¡Esto no es lo que

quieren!

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―Tú ―murmuró la Primera Reina, mientras los Olvidados,

sorprendentemente y como uno, giraron a enfrentarlo―. Te conozco.

―Sí ―concordó el Hombre Delgado―. Me conoces. Todos ustedes me

han visto antes, en Phaed. Y te conozco. ―Su mirada recorrió a la multitud―. A

todos ustedes. Incluso ahora, cuando han sido retorcidos casi más allá de lo

reconocible, los conozco. ―Sacudió su cabeza, su voz simp{tica―. Olvidados,

escúchenme. ¿Es esto realmente lo que quieren? ¿Ir a la guerra, luchar contra las

otras cortes, matar por ella? ¿Morir por ella? ¿Realmente creen que tiene los

mejores intereses de ustedes en el corazón? Miren lo que les ha hecho a todos

ustedes. En lo que los ha transformado.

Los Olvidados estaban en silencio, toda su atención clavada en el

Hombre Delgado. Unos cuantos se removieron inquietos, pero el resto sólo lo

miraban, sin parpadear. El Hombre Delgado se alejó de Kenzie y dio unos

pocos pasos hacia adelante, todavía mirando alrededor de la horda.

―Ustedes eran felices en Phaed ―dijo―. Contentos de no saber nada, de

regresar tranquilamente el Nunca Jamás hasta que pudieran renacer de nuevo.

Y luego, ella despertó y los convenció que sus ideales eran las de ustedes. ―Su

voz se endureció―. No lo son. ¡Ustedes nunca fueron así! ¡Y ahora, no son nada

m{s que peones en su búsqueda de poder! Ella<

Él se sacudió, echando su cabeza hacia atrás, cuando una tormenta de

plumas de hojas golpeó contra él por detrás, desgarrando a través de su pecho

con espirales de niebla. Kenzie jadeó, y los Olvidados se enderezaron cuando el

Hombre Delgado se balanceó en sus pies, la boca abierta a mitad de frase.

Lentamente, se vino abajo, deshilachándose en los bordes, y colapsó de rodillas,

antes de finalmente desintegrarse en la niebla. Una brisa agitó el patio, y los

espirales de lo que solía ser el antiguo alcalde de Phaed se desvaneció en el

viento.

―Siempre fuiste una espina en mi costado ―dijo la dama en el silencio

conmocionado―. No me cuestionar{s m{s. ―Mirando sobre la multitud

todavía congelada, sonrió―. Su alcalde se ha ido ―dijo, triunfante―. ¡Soy su

reina y siempre he sido su reina! Obedézcanme, Olvidados. No queda nadie a

quien seguir, nadie quien los guíe a la victoria más que yo.

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―¡Sí, lo hay!

La voz de Keirran me hizo saltar. El Príncipe de Hierro dio un paso

adelante, alzando su voz hacia la multitud.

―¡Olvidados! ―gritó―. ¡Únanse a mí! Me han seguido a la batalla,

obedecieron mis órdenes y confiaron en mí con sus vidas. ¡Síganme ahora!

Podemos cesar esta lucha, poner un fin a esta guerra. Juró, no los dejaré

Desvanecerse, pero destruir el Velo no es la respuesta. Han sido usados por la

Primera Reina. Los ha vuelto en contra de su propia especie, pero si nos

mantenemos juntos, ¡podemos poner un alto a esto para bien!

―¡Silencio, traidor! ―siseó la Primera Reina, y envió un r{faga de

plumas afiladas hacia él. Yo rápidamente salté hacia adelante, y ellas se fueron

girando a un lado―. Los Olvidados son míos ―escupió la reina a Keirran―.

¡No tienes ningún reclamo, Príncipe de Hierro! No has sido Olvidado por las

cortes. No estás en peligro de Desvanecerte. ¡Tú no necesitas las emociones y

creencia de los mortales sólo para mantenerte con vida, para existir! ¡Guiaré a

los Olvidados a una nueva era, una era dónde todos los mortales nos temerán,

creerán en nosotros! ¡Una era donde las cortes no existan más, dónde hay sólo

una reina de Nunca Jam{s, y esa seré yo! ¡Olvidados! ―gritó, barriendo su

mano hacia abajo―. ¡M{tenlos! ¡Al Príncipe de Hierro y a los mortales!

¡Mátenlos a todos!

Me tensé, pero los Olvidados no se movieron. La miraban fijamente, con

ojos amarillos sin parpadear. La Primera Reina frunció el ceño, mirando

alrededor con confusión. Keirran dio un paso delante de nuevo.

―Parece que los Olvidados no comparten su punto de vista después de

todo, mi dama ―dijo en una voz baja, mientras la expresión de la reina

cambiaba a furia―. Quiz{s si verdaderamente los hubiera escuchado, habría

sabido lo que realmente querían. Pero lamento que haya tenido que llegar a

esto.

La Primera Reina se puso rígida, poder y glamour comenzando a girar

alrededor de ella, azotando su cabello.

―¡Ingratos! ―rugió―. ¡Traidores! ¡Obedezcan mis órdenes, o los

destruiré a todos y a cada uno de ustedes!

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Los Olvidados todavía no se movieron. La dama se hinchó con furia y se

elevó más alto en el aire, levantando sus brazos.

―Muy bien ―gruñó, mientras un rel{mpago parpadeaba alrededor de

ella―. Si esa es su decisión, entonces todos ustedes<

Vaciló, cayendo varios metros desde el cielo, sus ojos volviéndose

grandes. El viento y el relámpago chisporrotearon y se apagaron.

―¿Qué? ―jadeó, mientras Keirran inclinaba su cabeza, luciendo

adolorido―. ¿Qué es<? No. No, ¡cómo se atreven! Alto, ¡les ordeno a todos que

se detengan!

Confundido, miré alrededor. Los Olvidados todavía estaban en el mismo

lugar, pero sus ojos estaban fijos en la Primera Reina mientras ella se agitaba y

tambaleaba en lo alto, tratando desesperadamente de mantenerse en el aire.

Sentí un escalofrío ir a través del aire, una débil, lenta sensación tirando, y de

repente me di cuenta de lo que estaba pasando.

Ellos estaban drenando su glamour. Succionando su magia y su esencia,

como lo habían hecho a los Exiliados y mestizos hace tiempo. Aturdido, observé

que la reina siseaba, maldecía y lanzaba relámpagos y vientos y fragmentos de

hielos, pero todos esos chisporrotearon y murieron antes de que alcanzar a

cualquiera de los Olvidados. Incluso su tremendo poder no era rival para las

fijas miradas combinadas de los Olvidados.

―¡Príncipe de Hierro! ―gritó la Primera Reina, buscando

desesperadamente a Keirran. Miré a mi sobrino y lo encontré observándola con

calma, aunque su expresión era severa―. ¡Alto! ¡Diles que se detengan! ¡Est{s

cometiendo un terrible error! ―Keirran no respondió, y la reina cayó m{s bajo,

a solo unos metros del piso ahora, sus alas batiendo el aire

desesperadamente―. Todo lo que quería era ser recordada ―susurró―. Eso es

todo lo que anhelaba. No ser olvidada. Y por fin derrotar el Desvanecimiento,

por todos nosotros. ¿Es eso< tan terrible? ¿Es tan terrible ser recordada?

―No, mi dama ―respondió Keirran, tan calmado y amable como

siempre―. Pero est{ querer, y hacer lo que sea necesario para lograrlo, a costa

de todo a tu alrededor. ―Su frente se arrugo―. No comprendía eso hasta hace

poco. Como la obsesión puede robarte todo, incluso tu alma. ―Su mirada se

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desvió hacia mí muy brevemente―. Algunas veces, aferrarlo muy fuerte es

peligroso. Tienes que saber cuándo dejarlo ir.

Con un grito final, la Primera Reina se derrumbó contra las losas. Estaba

perdiendo color ahora, volutas de glamour elevándose de ella como humo.

Unas cuantas plumas salieron, revoloteando a través del patio, y Keirran inclinó

su cabeza.

―Lo lamento ―murmuró―. Pero no permitiré que lastimes a mi familia

nunca más.

―Tú. ―La reina jadeó, enseñando sus dientes. Colocando sus palmas

sobre el piso, se puso derecha, sus ojos ardiendo. Los Olvidados continuaron

mirándola, pero se tambaleó hacia adelante, su mandíbula apretada con

determinación―. Eres m{s que un monstruo, príncipe. Los volviste contra mí.

Destruiste todo por lo que trabajamos tan duro. ―Levantó sus manos, uñas

negras creciendo desde sus dedos, y Keirran dio un paso hacia atr{s―. ¡Puedo

morir aquí, olvidada por todos, pero te llevaré conmigo!

Ella se abalanzó, manos como garras alcanzando el rostro de Keirran.

Salté entre ellos, alzando mi arma, y sentí un sacudida correr por mi brazo

cuando la Primera Reina golpeó contra la espada, la punta hundiéndose

profundamente en su estómago.

Sus ojos se abrieron exorbitados, pero se giró hacia mí con un siseo, y sus

manos estaban de repente alrededor de mi garganta, apretando con fuerza.

Sentí garras curvadas hundiéndose en mi cuello y cortar mi aire. Ahogándome,

traté de empujarla, pero se aferró a mí con la fuerza de los moribundos,

forzándome a ponerme de rodillas, y mi visión comenzó a volverse negra.

Hubo un grito, como una furia, gruñendo Kenzie se lanzó a mi lado,

trayendo mi otra espada cortando hacia abajo a la reina. La dama chilló y se

alejó tambaleándose, un brazo pálido retorciéndose en la niebla, mientras

Keirran reforzaba, con su rostro duro y con remordimiento al mismo tiempo, y

condujo su espada a través del pecho de la dama, todo el camino hasta la

empuñadura.

La Primera Reina titubeó, su rostro volviéndose relajado con sorpresa

mientras miraba al príncipe. Keirran se encontró con su mirada con tristeza.

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―Adiós, mi dama ―dijo―. No ser{s olvidada, lo prometo.

Tiró de la espada liberándola y se apartó. La dama se estremeció, manos

temblorosas yendo hacia su pecho, como si no pudiera creer que había sido

apuñalada. Su boca se movió, su mirada de nuevo buscando al príncipe, antes

de inclinarse hacia adelante y desplomarse en un montón de huesos y plumas.

Su color se desvaneció, filtrándose hasta que era un fantasma pálido, casi

transparente. Las plumas afiladas de las alas se disolvieron, dejando detrás

huesos destruidos. Con un último estremecimiento, la Primera Reina se

deshilacho, niebla y sombras hirviendo sobre el piso desde donde yacía, y se

retorció en la nada en el viento.

Kenzie se estremeció, aferrándose a mí, mientras observábamos los

últimos rastros de niebla desvanecerse.

―¿Hemos ganado? ―susurró, mientras la traía m{s cerca y sostenía

contra mí, solo escuchando el sonido de su corazón contra el mío―. ¿Realmente

ha terminado?

Keirran respiró profundo y dejo salir el aire lentamente.

―Est{ hecho ―dijo―. La Primera Reina se ha ido. La guerra ha

terminado.

Como siempre, los Olvidados estaban en silencio. Sin aplausos, sin

gritos, sin saltos de arriba y abajo en celebración. Nos rodeaban, oscuros e

inmóviles, sus ojos únicamente en Keirran. Una sombra se desenredó del resto y

se adelantó, hasta que estuvo a unos pasos del príncipe.

―Príncipe de Hierro ―susurró―. La dama se ha ido, y no tenemos

propósitos, ni casa. Hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué será de nosotros

ahora?

Keirran me miró, luego recorrió su mirada sobre el resto de los

Olvidados, esperando en los bordes.

―No lo sé ―admitió en voz baja―. No estoy seguro de lo que suceder{

o qué será de nosotros, pero les prometo una cosa. No los olvidaré. La manera

de la dama estaba mal, pero tenía una razón sobre una cosa, ustedes merecen

ser recordados, no Desvanecerse en el olvido. Haré lo mejor para hacer un lugar

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para ustedes en Nunca Jam{s, pero< tengo mucho por lo que responder, y las

cortes podrían no estar dispuestas a escuchar. Pero no los abandonaré. Trataré

lo más duro para hacer que ellos vean. Eso es lo mejor que puedo ofrecer ahora

mismo. Espero que sea suficiente.

―¡Keirran!

Mi corazón saltó cuando una profunda, voz familiar resonó a través del

patio. Keirran se enderezó con rapidez, un destello de alivio, alegría y absoluto

terror pasando a través de sus ojos antes de girar hacia la entrada.

Ash, Puck y Lobo caminaron a través de la verja, separando Olvidados

ante ellos como pájaros. La capa de Ash estaba hecha trizas y Puck tenía un

corte sangriento a través de una mejilla, pero aparte de eso, parecía estar bien.

Como si no hubieran luchado a través de un ejército entero para llegar a

nosotros. Leanansidhe no estaba con ellos, pero tenía cero dudas que la auto-

proclamada Reina del Exilio estaba viva y bien. Ella probablemente había

regresado a su propia bolsa de realidad tan pronto la batalla había terminado.

Puck y Lobo miraban a los Olvidados a cada lado, Lobo curvando un labio en

advertencia silenciosa mientras pasaban, pero la brillante, intensa mirada de

Ash era solo para Keirran.

Miré al príncipe. Él estaba de pie, rígido, en el centro del patio,

observando a su padre acercarse. Miré más cerca y vi que sus manos estaban

temblando, antes de que las apretara en puños a sus costados. Los Olvidados

retrocedieron hacia las sombras cuando Ash camino a través de las losas y se

quedó de pie a unos centímetros enfrente de Keirran.

―Padre. ―Incapaz de encontrarse con esos ojos penetrantes, la mirada

de Keirran cayó al piso. Ash no dijo nada al principio, su expresión

indescifrable cuando enfrentó a su hijo―. Yo<

Él vaciló, estremeciéndose.

―No hay nada que pueda decir ―susurró, sacudiendo su cabeza―.

Nada lo que sea alguna vez aceptable. Sé que te he decepcionado más allá de lo

razona<

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Ash dio un paso adelante, enganchó la parte trasera del cuello de Keirran

y lo atrajo hacia él. Keirran dejó salir un suspiro tembloroso y cerró sus ojos,

desplomándose contra su padre, y los dos se quedaron de pie así por un par de

latidos mientras los Olvidados observaban silenciosamente desde los bordes del

patio. Kenzie se apoyó contra mí, y Puck cruzó sus brazos, la leve sonrisa en su

rostro un defecto para cubrir su alivio.

―No importa lo que hayas hecho ―murmuró Ash, su voz baja apenas

llegando a nosotros en el silencio―, o lo que hayas tratado de lograr, todavía

eres mi hijo. Nada va a cambiar eso, Keirran. ―Cerró sus ojos, inclinando su

cabeza, mientras la sonrisa m{s leve cruzaba su rostro―. Aunque, no tienes ni

idea en el problema en que estás cuando lleguemos a casa.

Keirran dio una risa temblorosa y asintió.

―Me di cuenta. ―Se atragantó. Ash lo liberó, presionando brevemente

una palma al lado de su rostro, antes de girarse hacia nosotros.

―Ethan ―dijo, sonando aliviado, también―. Kenzie. Est{n a salvo.

¿Dónde está la Primera Reina?

―Se ha ido ―respondí, sin perderme el destello de dolor y culpa pasar

por los ojos de Keirran―. Para bien esta vez. No regresará.

Ash tomó una respiración tranquila y la dejo salir lentamente. Pensé que

podía ver la tensión dejándolo, un gran peso se levantó de sus hombros cuando

abrió sus ojos.

―Entonces de verdad ha terminado ―dijo―. La guerra est{ acabada.

―¿Qué sucedió con Leanansidhe? ―preguntó Kenzie.

―Oh, conoces a Lea. ―Puck se encogió de hombros―. Regresó a casa

cuando acabo de hacer explotar los tímpanos. ―Metió un dedo en su propio

oído, frotando vigorosamente―. Ella iba a tener una charla con el principito

aquí, pero el chico de hielo la convenció de superarlo. ―Arrugó su nariz―. Sin

embargo, yo la evitaría por un par de décadas, si fuera tú, principito. No está

terriblemente feliz contigo o con tus amigos ahora mismo.

Keirran hizo una mueca.

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―No creo que alguien lo esté ―murmuró, y miró de vuelta al anillo de

ojos amarillos, observ{ndonos a todos―. Sólo espero los gobernantes perdonen

a los Olvidados ―susurró―. Ya no son una amenaza, y prometí que cuidaría

de ellos, de algún modo. ―Ash entrecerró sus ojos, y Keirran bajó la mirada―.

Si< si las cortes lo permiten. Si todavía estoy alrededor< después de que ellos

decidan qué hacer conmigo.

Ash dio un sombrío asentimiento.

―La preocupación de los Olvidados tendr{ que ser abordado ―dijo, y

miró a Puck, quién se encogió de hombros―. Las cortes tendr{n que decidir

qué hacer con ellos. Pero nos preocuparemos por eso más tarde. Ahora

mismo< ―Suspiró, sonando cansado, aliviado y ansioso todo al mismo

tiempo―. Vayamos a casa. Meghan estar{ esperando, por todos nosotros.

Eso sonaba bien para mí. Tomando la mano de Kenzie, entrelacé

nuestros dedos y comencé a seguir a Ash y Keirran fuera del patio. Los

Olvidados nos observaron irnos, sin hacer movimientos para detenernos o

intervenir. Sus rostros y expresiones eran imposibles de ver, pero me di cuenta

que sus ojos seguían a Keirran mientras él se alejaba, y un bulto se instaló en

mis entrañas. Ellos pensaban que nunca lo volverían a ver de nuevo.

―Eso es gracioso ―murmuró Puck―. Siento que estoy olvidando algo.

Qué era< ¡Oh, cierto! ―Avanzando hacia adelante, extendió una mano y

golpeó a Keirran en la parte posterior de la cabeza, fuerte.

―¡Ow! ―Keirran se dio la vuelta, una mano yendo hacia su cabeza, para

enfrentar la sonrisa desafiante de Puck. El Gran Bromista levantó una ceja, casi

desafi{ndolo a decir algo, y Keirran hizo una mueca―. Est{ bien, supongo que

me lo merecía ―murmuró.

―¿Tú crees? ―disparó de nuevo Puck, y sus ojos eran peligrosos―.

Confía en mí, niño, solo estoy yendo fácil contigo porque tú, mi amigo, todavía

tienes que enfrentar a Meghan cuando regresemos a Nunca Jamás. Así que, sí,

buena suerte con eso. De lo contrario, probablemente patearía tu trasero por lo

que le hiciste pasar a ella.

En la verja, Lobo resopló una risa y se levantó sobre sus patas.

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―Todos ustedes son idiotas ―constató sacudiendo su enorme cabeza―.

Estaré feliz de regresar a Deep Wyld. Lejos de todo este drama. ―Miró a

Keirran y a Puck y curvó un labio―. Todos ustedes son el grupo más

delincuente que jamás haya visto.

Sonreí, pero Kenzie de repente desaceleró y me tiró hasta detenerme.

Perplejo, la miré y vi que estaba observando hacia atrás al patio, su rostro

apretado con dolor.

―¿Kenzie?

Su expresión cayó.

―Pensé que lo escuché ―susurró ella―. Por un segundo, pensé<

―Sorbió, pasando una mano por sus ojos―. Voy a extrañarlo ―dijo―.

Demonios. Voy a extrañar su pequeña voz estridente.

Mi garganta se apretó al pensar en nuestra víctima más pequeña.

―Lo lamento ―le dije, porque no había nada m{s que pudiera decir―.

¿Estarás bien?

Ella asintió.

―Sí ―murmuró, apretando mi mano―. Estaré bien. Sólo< salgamos de

aquí.

Puse mi brazo alrededor de sus hombros, y nos alejamos del castillo de la

Dama, comenzando después de Ash, Puck y el resto de ellos.

―¡Espereeeeen!

Esta vez ambos nos congelamos. Contuve mi respiración, y Kenzie estaba

rígida a mi lado, escuchando una débil, pequeña voz flotó sobre la brisa. Conté

los segundos en mi cabeza, rezando que hubiera escuchado correctamente, que

mis oídos no me estaban jugando una broma.

―¡Esperen! ―la voz llamó de nuevo< y entonces él apareció, grandes

orejas asomándose sobre la cima de la pared. Las manos de Kenzie fueron hacia

su boca, los ojos ampliándose, mientras el gremlin se arrastraba sobre las

piedras con un brazo―. ¡Esperen! ―jadeó, enormes ojos brillantes y frenéticos

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mientras miraba hacia abajo a nosotros―. ¡No se vayan! ¡No dejen a Razor!

¡Razor est{ aquí! ―Y cayó sobre los brazos de Kenzie.

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Capítulo 23 El rey de los Olvidados

El campamento de las hadas se encontraba silencioso cuando pasamos por la

rasgadura del Between de vuelta a Nunca Jamás, por una última vez. A nuestro

alrededor, la tierra aún conservaba las marcas de la última batalla violenta; los

árboles arrancados de raíz y las ramas quebradas yacían por todas partes, las

tiendas de campaña estaban arrojadas por todos los rincones del campamento,

y las largas gubias habían rastrillado la tierra como si fueran marcas de zarpas.

Todo estaba tranquilo mientras pasábamos por el Velo. Un escuadrón de

caballeros de Invierno y Verano se enderezaron en cuanto llegamos, pero aparte

de los guardias, no había señal alguna de hadas.

―Eh ―remarcó Puck, cruz{ndose de brazos y echando un vistazo a la

destrucción―. Vaya, que decepción. ¿Ninguna multitud eufórica para recibir en

casa a los héroes? Estoy dolido.

―Tenemos bastantes heridos y muchas bajas ―respondió Ash con

gravedad―. Imagino que se estar{n reagrupando e intentando recuperarse de

la última batalla.

Puck resopló.

―Aun así, uno esperaría que al menos una persona estuviera aquí para

recibirnos< Ah, vaya, aquí viene.

Y la Reina de Hierro apareció, levantándose de un tocón cerca del límite

del bosque, obviamente a la espera de nuestra llegada. Caminó con pasos largos

hasta llegar al centro del claro, y su mirada pasó por todos nosotros, aliviada y

agradecida, hasta que se posó en Keirran.

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Keirran tragó con fuerza. Ash le dirigió una mirada de advertencia que

claramente decía no vayas a ningún sitio, y empezó a caminar por el campo, sus

largas piernas cargándole fácilmente sobre el suelo revuelto y las ramas

esparcidas. Un momento después, Keirran respiró hondo y le siguió, trazando

los pasos de su padre hasta que ambos se detuvieron delante de la Reina de

Hierro.

Ash no se detuvo ni tampoco aminoró el paso, sino que camino recto

hacia los brazos de Meghan y la besó apasionadamente. Era más por alivio que

pasión, aunque Meghan le devolvió el beso con igual intensidad, abrazándole

con fuerza. Y por primera vez, eso no me molestó. Al fin entendí por qué

Meghan se había marchado, todos estos años atrás. Si la situación fuera a la

inversa, habría hecho lo mismo por Kenzie.

Ash y Meghan se separaron, Meghan presionando brevemente la palma

de su mano a un lado de su cara, y después se giró hacia Keirran. Él estaba ahí

de pie, con la cabeza gacha, los ojos fijos en el suelo que los separaba, y no alzó

la vista cuando la reina dio un paso al frente. Vi moverse los labios de Meghan,

aunque su voz fue tan baja que no pude escuchar, algo que sólo era para

Keirran, y el príncipe levantó la cabeza. Le temblaban las manos cuando

respondió, de nuevo demasiado bajo para escucharlo, y Meghan le puso las

manos sobre los hombros. Una palabra y una mirada se intercambiaron, y

entonces Keirran dejó escapar un débil sollozo y cayó entre sus brazos.

Kenzie suspiró, y me acerqué, deslizando un brazo a su alrededor a la

vez que ella se apoyaba en mí. Razor resopló, lanzándome una mirada

resignada y después moviéndose hacia su otro hombro. Apenas lo noté. Ver a

Meghan, Keirran y Ash y sentir que el último resquicio de tensión finalmente se

perdía. Se había acabado. No sabía qué le esperaría ahora a Keirran, qué tipo de

castigo demandarían las cortes, pero al menos para nosotros ya había acabado.

La dama se había ido, el amuleto había sido destruido, y el Príncipe de Hierro

estaba en casa. Esta parte de mi familia estaba al fin a salvo.

Aunque las pérdidas seguían siendo estúpidamente altas; me dolía aún

la garganta al pensar en Annwyl, dando su vida por salvar al príncipe que

amaba, y en las últimas palabras del Hombre Delgado a los Olvidados. Nunca

Jamás era un desastre, el Between estaba peligrosamente inestable. La guerra de

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Keirran había desgarrado este mundo, y esas cicatrices tardarían un tiempo en

sanar. Nada volvería a ser nunca lo mismo.

A nuestro lado, Puck sorbió de forma exagerada y se limpió la mejilla.

―Ohh, es un momento tan distintivo ―remarcó, mientras Lobo

resoplaba y ponía los ojos en blanco―. Recuérdame que nunca nunca nunca

nunca tenga hijos, nunca.

Lobo sonrió jadeando.

―Creo que el mundo entero haría eco de ese sentimiento, Goodfellow.

―¿Ves? Nunca digas que no doy cosas a los dem{s. ―Ojeó de nuevo al

trío en el claro, e hizo una mueca―. Bien, aquí vienen las cortes. Esto se va a

poner interesante.

Miré de nuevo. Las cortes habían llegado de verdad, con Oberon, Titania

y Mab a la cabeza, y una multitud grande de hadas siguiéndoles el paso.

Rápidamente nos dirigimos hacia donde se encontraban Meghan, Ash y

Keirran, mientras los soldados de Invierno, Verano y Hierro se detuvieron a

sólo unos metros. Podía sentir la energía de su ira arremolinándose en el aire,

las temperaturas heladas haciendo que me hormigueara la piel y la electricidad

estática poniéndome el pelo de punta.

―Príncipe Keirran. ―Fue Oberon el que habló, y su voz no era

amigable―. Has vuelto. ¿Dónde est{ la Primera Reina?

―Ha muerto, mi señor Oberon ―contestó Keirran, manteniendo su

cabeza gacha―. Nunca m{s volver{ a amenazar a las cortes y al Between. La

guerra ha acabado. Los Olvidados se han retirado de la lucha< ―Su voz bajó

un poco―. Al igual que yo.

―Qué conveniente ―llegó la voz delicada y llena de odio de Titania―.

Ahora que la Primera Reina ya no está, quieres suplicarnos para así ponerte en

buen lugar con las cortes. Pero nosotros no hemos olvidado tus crímenes, la

destrucción que trajiste a Nunca Jamás, las vidas que quitaste, tu intento de

destruir el Velo. La Reina de Hierro no puede protegerte esta vez, príncipe.

―Titania entornó los ojos, curvando lo labios con una mezcla de odio y de

triunfo―. Eres un traidor para Faery, y la ley exige que seas castigado. La

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muerte o el eterno exilio de Nunca Jamás. Esa es la recompensa por traición. Y

ni Mab ni la Reina de Hierro pueden discutir eso. Es la antigua ley.

―A la mierda con la ley ―rompí yo, sorprendiendo a todos, incluso a

mí. ¿Por qué diablos le estaba defendiendo? No podía hacer otra cosa cuando se

trataba de familia. Keirran merecía un castigo, por supuesto, pero yo pensaba

en algo así como servicios a la comunidad o quizás no dejarle salir hasta que

cumpliera los cien. Muerte o exilio eterno de su mundo y su familia parecía

demasiado duro, incluso para él.

Además, de ninguna manera dejaría que la bruja de la Reina de Verano

se saliera con la suya en esto. Puede que estuviera enfadado con mi sobrino,

pero no podía soportar a Titania.

―Él mató a la Primera Reina ―seguí, mirando fijamente a los

gobernantes―. La dama habría destruido el Velo, pero Keirran escogió

detenerla y acabar mismo con la guerra. Eso debería contar para algo.

―No sabes nada sobre nuestras leyes, Ethan Chase. ―Esta vez fue Mab

la que habló, aunque su voz no era tan delicada ni tan venenosa como la de

Titana. La Reina de Invierno sonaba casi< apesadumbrada. Casi―. El príncipe

Keirran es un traidor para todas las hadas. Libró una guerra contra las cortes,

intentando así usurpar el poder. Y no sólo eso, también intentó destruir el Velo

y sumir tanto el reino mortal como Nunca Jamás en el caos. Él es responsable de

la destrucción de cientos de vidas y, si su plan hubiera funcionado, de miles

más. Cualquiera de esos crímenes sería la causa de muerte o exilio. No

podemos mirar hacia otro lado, ni siquiera por el hecho de que el Príncipe de

Hierro es hijo de la reina. Ni tampoco importa que sea de nuestra sangre.

―Mab alzó la voz, y su tono se tornó helado―. La ley es clara. Él debe

enfrentarse a las consecuencias de sus actos.

―Si la Reina de Hierro fuera a negarse ―añadió Titania, sonriendo con

superioridad a Meghan―, se metería en una guerra contra Invierno y Verano.

No creas que puedes hacer que el príncipe se vaya como si nada. Todo Nunca

Jamás se rebelará si lo haces.

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―Soy plenamente consciente de ello, reina Titania ―dijo Meghan entre

dientes―. ¿He dicho yo lo contrario? Keirran será castigado, pero quizás

puedas dejar que decida el destino de mi hijo, por mi cuenta.

La Reina de Verano la fulminó con la mirada.

―Merece la muerte ―siseó, haciendo que me tensar{ y que Kenzie se

pusiera rígida del horror―. El exilio es demasiado bueno para él, y más con la

destrucción que ha creado. Ese chico es un peligro para Nunca Jamás y para

todo Faery, y por eso deberíamos asegurarnos que nunca más pueda tener otra

oportunidad para rebelarse.

―Si alguien quiere intentarlo ―la voz de Ash sonó aterradora y grave, y

un manto de hielo se extendió por el suelo―, que dé un paso al frente ahora

mismo. ―Sin sorpresa, nadie lo hizo.

―¿Qué deberíamos hacer entonces, Reina de Hierro? ―preguntó

Oberon―. Titania plantea una cuestión bastante seria. Tu hijo es un príncipe de

Faery, con el glamour de las tres cortes fluyendo por él. Has visto de primera

mano la destrucción de la que es capaz. Si le exiliamos, ¿cómo sabemos que no

volvería algún día con un ejército de exiliados a su espalda para amenazar

nuevamente a Nunca Jamás?

―Oh, ¡venga ya! ―exclamó Kenzie―. Aquí lo tienen, de rodillas. ¿De

verdad parece que va a volver a intentar apoderarse de Nunca Jam{s? ―Su voz

se suavizó, y miró al príncipe con compasión―. Él también ha perdido cosas

―murmuró―. M{s de lo que podrías llegar a entender. Si intentaras hablar con

él, lo sabrías.

―¿Es eso cierto? ―Oberon no parecía muy convencido―. Entonces

quizás sea él el que debería decir esas cosas. Habla entonces, Príncipe de Hierro

―ordenó, bajando la vista hacia el hada arrodillado―. Ahora es tu oportunidad

para declarar tus intenciones, antes de que decidamos tu suerte. ¿Tienes algo

que decir a tu favor?

―Me pongo a merced de las cortes ―contestó Keirran con voz monótona

y sin alzar la vista―. No tengo nada que decir en mi defensa. Hagan conmigo lo

que deseen. Pero< ―Dudó, pero después tomó aire―. Por favor, perdonen a

los Olvidados. Ellos fueron simples peones en el plan de la dama, y ella<

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nosotros, los usamos de forma terrible. Ellos no son ninguna amenaza para las

cortes o Nunca Jamás. Simplemente lo único que quieren es sobrevivir.

―¿No son una amenaza? ―se burló Titania, haciendo que quisiera

apuñalarla―. El ejército que nos atacó esta misma noche, que siguió a la

Primera Reina y mató por ella sin vacilar, ¿no son una amenaza? Son casi tan

peligrosos como tú, Príncipe de Hierro. Debemos ocuparnos de ellos, de una

forma u otra.

―¿Deseas entonces otra guerra, reina Titania? ―la desafió Meghan―. ¿O

simplemente estás sugiriendo el completo genocidio de toda una raza de hadas?

Esos Olvidados no son tan peligrosos como lo fueron los fey de Hierro cuando

estuvieron bajo el mandato de Ferrum y Machina. Seguramente hay una forma

de que los Olvidados puedan vivir sin ser un peligro para Faery.

Un bostezo que sonó bastante fuerte y aburrido interrumpió lo que

podría haber sido otro desafío para Titania.

―Creo ―dijo un gato grande y gris sentado en una roca donde no había

nada antes―, que todos se est{n olvidando de la solución m{s obvia. Los

Olvidados están apiñados en el Between ―siguió Grimalkin, enroll{ndose la

cola mientras todas las cortes de Verano, Invierno y Hierro se giraban para

mirarle―. Ellos no deben ser una amenaza para Nunca Jam{s o para el Velo,

eso está claro. ¿Quién es el único, aparte de la Primera Reina, que puede colarse

entre los mundos? ¿Quién ha escarbado de la nada un lugar, un reino entero,

dentro del Velo? ¿A quién escuchan los Olvidados? ―Con otro bostezo, el gato

meneó su cabeza y se inclinó para lamerse sus patas traseras―. En serio, es un

misterio cómo ha sobrevivido Faery durante tanto tiempo ―musitó―. Me

estremezco al pensar lo que podría pasar de no haber estado aquí para señalar

lo obvio.

Un silencio cayó tras las palabras de Grimalkin. Titania parecía que

quería decir algo, pero no pudo encontrar las palabras para discutir o protestar.

Oberon simplemente parecía estar pensando, pero Mab tenía un débil trazo de

una sonrisa en sus labios. Desapareció al instante, pero estuvo allí.

Miré a Meghan, vi que intercambiaba una mirada con Ash. Él asintió, de

forma adusta, y ella cerró los ojos.

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Enderezando sus hombros, bajó la vista para mirar a Keirran.

―Príncipe Keirran. ―Su voz timbró con autoridad, y todo permaneció

completamente quieto, como conteniendo el aliento. Keirran estaba inmóvil,

mirando fijamente al suelo, esperando―. Has sido declarado culpable de

traición a las cortes de Verano, Invierno y Hierro. Como monarca de Mag

Tuiredh, te sentencio al exilio< en el Between. Ya no ser{s bienvenido a Nunca

Jamás, los caminos de las hadas quedarán cerrados para ti por siempre, y no

entrar{s en Faery por el Velo ni por ningún otro camino. ―Su voz tembló por

un momento, pero después volvió a crecer con fuerza―. Desde hoy y para

siempre, serás conocido como el Rey de los Olvidados, Guardián del Velo, y te

asegurarás de que tus súbditos nunca vuelvan a amenazar Nunca Jamás.

¿Queda claro?

―Sí, su majestad ―susurró Keirran, un poco aturdido.

―Entonces lev{ntate, Rey de los Olvidados ―dijo Meghan―. Y vuelve

junto a tus súbditos. ―Parpadeó rápidamente mientras Keirran se alzaba, aún

sorprendido―. Ve con los Olvidados. Ahora ellos son tu responsabilidad. Diles

que la guerra ha acabado, y que las cortes les dejarán en paz si ellos hacen lo

propio.

―Así haré, su majestad ―dijo Keirran, y hubo un cambio en su voz.

Ahora sonaba profunda y determinada, esa misma resolución que había visto

antes, pero sin la terca destemplanza―. Prometo que haré que las cosas vuelvan

a estar bien. Me ganaré mi título y mi redención, incluso si eso me cuesta miles

de años.

―Puede que así sea, Rey de los Olvidados ―dijo Mab suavemente. La

Reina de Invierno no parecía ni enfadada ni hostil, pero su voz tenía un deje de

advertencia―. Nosotros somos fey. No olvidamos. No perdonamos. Y

recordaremos este día por toda la eternidad. Si esperas la redención, me temo

que tendrás que esperar por mucho tiempo.

Keirran hizo una reverencia a todos ellos.

―Entonces mejor ser{ que empiece lo antes posible.

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―Espera ―dijo Meghan cuando Keirran dio un paso atr{s. Al encarar a

los otros gobernantes y al ejército de fey a sus espaldas, alzó la voz―. Ya est{

hecho ―declaró―. La sentencia se ha llevado a cabo. Keirran partir{ de Nunca

Jamás en breve, pero antes de que se vaya, hablaré con mi hijo a solas.

Oberon asintió. Los tres gobernantes se alejaron, Titania no sin antes

lanzarle una mirada de asco y llena de malicia a Meghan, y el ejército tras ellos

empezó a disiparse. Pronto, sólo quedábamos Kenzie, Megan, Ash, Keirran y

yo. Miré a mi alrededor y, para empezar, vi que Lobo se había desvanecido,

volviendo al lugar desconocido de donde había venido, habiéndose cansado al

fin de la multitud y la política de las hadas. Grimalkin estaba sentado en la

misma roca a solo unos metros, aún limpiándose el pelo pero probablemente

escuchando todo lo que decíamos. Razor sacó su cabeza del cabello de Kenzie,

enseñó los dientes al gato, y se volvió a meter en el cabello, murmurando

“gatito malo” entre dientes.

―Bueno. ―Suspiró Puck, entrelazando los dedos tras la nuca―. Aquí

estamos, una vez más. Supongo que esto es un “Hasta la vista” para todos.

―Echó un vistazo a Keirran, alzando una ceja―. Espero que no te creas que

desde hoy te llamaré “su majestad”, niño. Porque eso no va a pasar.

Keirran le dirigió una sonrisa triste.

―Gracias ―susurró, lo suficientemente bajo para que ningún otro hada

le escuchara―. A todos ustedes. Sé que no lo merezco pero< haré que esto

funcione. Por los Olvidados. Y por Annwyl. ¿Ethan? ―Tragó con fuerza, y su

mirada buscó la mía―. Sé que te he fallado a ti m{s que a nadie. Y aun así

viniste por mí. Tú y Kenzie. ―Miró a la chica junto a mí, y ella sonrió, aunque

Razor siseó a Keirran y soltó un “Maestro malo”, para después darle la espalda.

Los ojos de Keirran se nublaron de dolor y culpa, y se tomó un momento para

recomponerse―. Te< debo m{s que mi vida ―siguió Keirran, trab{ndose un

poco con las palabras―. Y después de lo que te hice, no puedo si quiera

empezar a disculparme, pero< ―se pasó una mano por el cabello―< yo

sólo< quiero que sepas<

―Ah, c{llate ya. ―Suspiré, y sostuve mi mano―. Disculpa aceptada.

Dame un apretón de manos y para de hablar antes de que esto se vuelva más

incómodo.

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Keirran sonrió. Dando un paso al frente, agarró mi mano, casi

aplastándome los dedos del alivio. Apreté la mandíbula y lo aguanté,

devolviéndole el apretón de manos.

―Supongo que ir{s a casa después de esto ―dijo, al fin soltando mi

mano―. ¿De vuelta al mundo mortal? ―Asentí.

―Sí. Por suerte para siempre esta vez. ―Pensé en mis padres y en el

tiempo que había pasado desde que los vi por última vez. En el mundo mortal,

mi decimoctavo cumpleaños ya había pasado, y ni siquiera había estado allí

para celebrarlo. Pensando en mamá, sentada en casa en mi cumpleaños y

llorando encima de un pastel con las velas sin encender, hizo que se me cerrara

la garganta. Yo también tenía mucho que arreglar.

Él asintió.

―Adiós, pues, Ethan. Quiz{s algún día nos volvamos a ver. Kenzie, a ti

también.

―Aguarda un momento ―dijo Kenzie cuando él retrocedió―. Le debes

a alguien una disculpa, Keirran. ―Cuando él se detuvo, perplejo, ella señaló al

gremlin en su hombro―. Creo que tienes algo que decirle a Razor, ¿no es así?

―Ah. ―Keirran parpadeó, después sonrió con tristeza―. Sí, lo habría

hecho antes, pero los duendes son hadas. Ellos guardan rencor para siempre.

Tiene todo el derecho a estar enfadado conmigo.

―¡Eso no es excusa! Lo tiraste por un muro, entre otras cosas.

―Tienes razón. ―Keirran sostuvo su mano, y después miró al gremlin.

Razor giró la cabeza, de forma deliberada para no mirarle―. Lo siento, Razor

―dijo el príncipe muy solemnemente―. Sé que est{s enfadado, y no pasa nada.

Gracias por cuidar de Kenzie.

Las orejas del gremlin se crisparon. Lentamente, giró la cabeza,

encontrándose con la mirada del príncipe, y resopló.

―Maestro malo ―dijo, casi como una reprimenda―. No importar Razor.

No volver a hacer daño a chica bonita. ¡Promete!

Las cejas de Keirran se alzaron sorprendidas.

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―Ah ―dijo, mientras el gremlin le miraba fijamente―. No< no lo haré.

Lo prometo.

Puck soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza por la expresión del

príncipe.

―Parece que le acaba de regañar un gremlin, su majestad. ―Se rió por lo

bajo, y se cruzó de brazos―. Ah, no puedo decir que no los echaré de menos a

los dos. Nos divertimos bastante, ¿verdad, principito? La triste es que no

volveré a escuchar al chico hielo quejarse de que te estoy corrompiendo. Pero,

supongo que todo lo bueno debe llegar a su fin. ―Suspiró, d{ndole a Keirran

un puñetazo amistoso en el brazo, y alzó la vista―. Ya nos veremos por ahí,

niño. Intenta no dejar que esos Slim Shadys4 te quiten toda la diversión. ¿Ethan

Chase? ―Punk me guiñó el ojo―. Estoy seguro de que nos volveremos a ver, lo

quieras o no.

―Sí. ―Puse cara de póquer―. Lo estoy deseando tanto.

Puck se volvió a reír.

―No lo olvides. Hasta la próxima aventura, niño. ― Metiéndose las

manos en los bolsillos, el Gran Bromista se alejó a ritmo tranquilo, silbando,

hasta que llegó al límite del bosque y desapareció entre las sombras.

Keirran vio cómo se iba, y después respiró hondo.

―Supongo que eso es todo ―murmuró, mirando alrededor del bosque,

como si lo estuviera memorizando―. Es extraño. Nunca pensé que sería tan

duro dejar esto atrás.

Meghan le estrechó entre sus brazos una vez más.

―Te quiero, Keirran ―susurró, a la vez que el príncipe enterraba el

rostro en su hombro―. Siempre. No importa donde estés, nunca olvides eso.

―No lo haré. ―Keirran se atragantó―. Y conseguiré que te sientas

orgullosa. Algún día, me redimiré y volveré a casa. Lo prometo.

4 Slim Shady: Es el alter ego de Eminem, que simboliza el lado oscuro del rapero en sus

canciones. Ese lado oscuro es capaz de cualquier cosa malvada, al igual que los Olvidados en su

fase más oscura.

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Ella le soltó y le besó en la frente. Ash le sostuvo por los hombros,

compartiendo una breve mirada de complicidad con su hijo. Entonces Keirran

dio un paso atrás, les hizo una reverencia y se marchó.

Vimos que cruzaba el claro, hacia el lugar donde los Olvidados se habían

ido en masa por la barrera antes esa noche. Le vimos levantar un brazo y correr

el Velo, revelando la oscuridad del Between por el hueco. Keirran volvió la vista

sólo una vez más, con sus ojos azules y su cabello plateado resplandeciendo a la

luz de la luna. Por un momento, esto me recordó a esa primera noche cuando

conocí a mi sobrino, sentado sobre la baranda de un balcón del Palacio de

Hierro, alegre y descuidado con la luz de la luna brillando implacable sobre él.

Nos dirigió una breve y fugaz sonrisa<

< y se desvaneció en el Between, desapareciendo como si nunca hubiera

estado ahí.

Meghan parpadeó, una lágrima cayendo por su rostro, y después se

limpió los ojos y se giró hacia mí.

―Muy bien ―dijo, y aunque una terrible pena aún se reflejaba en su

rostro, intentó sonreír―. Ha sido una noche muy muy larga. Vamos a llevaros a

los dos a casa.

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Epílogo

Ocho meses después.

Estaba de pie en mi habitación, mirando fijamente mi cama, con los

brazos cruzados mientras observaba la variedad de ropa doblada dentro de una

maleta abierta. Camisetas, pantalones, ropa interior, calcetines, productos de

aseo personal< ¿me faltaba algo? Aparte de los artículos anti-hadas, metidos en

otra bolsa de viaje, claro está. No es que fuera a necesitar mucho, ya no. Siendo

inmune al glamour, ya no era divertido atormentarme, o eso descubrieron

muchas hadas y por eso me dejaron en paz. Deseaba que los humanos fueran

igual de fácil de evadir.

Había pasado un año desde que el Velo desapareció, desde que los

humanos fueron capaces de ver a los fey, y aunque solo fue por unos minutos,

eso había dejado huella. Nada grande u obvio, pero el mundo había cambiado

de forma sutil. Incluso en mi pequeña realidad. En la escuela, el arte y los

programas de música estaban llenos hasta arriba de asistencia, y no podía pasar

una semana sin ver panfletos de sesiones improvisadas de poesía o formularios

para apuntarte a clases de teatro, al menos según Kenzie. Hace cinco meses

recibí la sorpresa de mi vida cuando Todd Wyndham apareció en mi puerta,

con la memoria totalmente recuperada, queriendo hablar sobre todo lo que

había pasado. Él seguía siendo humano, pero podía ver a los fey de nuevo, así

que nos habíamos pasado varias largas noches hablando sobre el Mundo

Escondido y lo que él haría ahora. No es que fuéramos muy cercanos, pero

Todd era otra de las personas que podía ver a los fey, quien entendía esa parte

de mi vida y sabía por lo que estaba pasando. Cuando él y su familia se

mudaron a otro estado en verano, me entristeció verle marchar.

Todd no fue el único afectado. All{ donde iba, la gente parecía< menos

frenética, por decirlo de algún modo. Menos cínica e insensible, y más dispuesta

a creer que existían cosas que nos acechaban en la oscuridad. El mundo fey

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también había cambiado, o al menos en este lado del Velo. Las hadas que había

visto de pasada en el mundo mortal eran m{s alegres ahora, m{s< reales<

más de lo que habían sido antes de que cayera el Between. Sentí que, con solo

un poco más de glamour, un poco más de fe, podrían traspasar el Velo y

empezar a volverse visibles a aquellos que quisieran verlas.

O quizás estaba loco. Quizás el ver a los fey por tanto tiempo había

distorsionado mi percepción de la realidad. Pero, ya desde que había vuelto de

Nunca Jam{s, había notado que el mundo a mi alrededor< ambos mundos, de

hecho, eran algo diferentes a los de antes. Sospechaba que pasaría algún tiempo

hasta que las cosas volvieran de verdad a la normalidad, si es que volvían.

Quizás eso era algo bueno.

―¿Ethan? ―Mi madre dio unos golpes en la puerta de mi habitación―.

MacKenzie está aquí. ¿Le digo que estás ocupado?

Di un respingo.

―¡No! Ahora salgo ―grité. Cerré la cremallera de la maleta, la dejé en el

suelo al lado de la bolsa de viaje y abrí la puerta.

Kenzie me sonrió desde el umbral.

―Hola, tipo duro ―me saludó, mientras Razor se reía a carcajadas a la

vez que saltaba de su hombro a mi habitación. Aunque su sonrisa era alegre,

sus ojos estaban ensombrecidos―. Pensé que podría pasarme por aquí m{s

temprano, considerando que te perderé mañana.

La atraje hacia mis brazos, y la besé profundamente.

―No me vas a perder ―dije cuando eché para atr{s la cabeza―. Es sólo

que< tengo que salir de aquí, Kenzie. Ya lo sabes. Demasiados susurros.

Demasiados rumores que me rodean a mí y a mi familia. Necesito encontrar un

lugar donde nadie me conozca, donde pueda empezar de cero. ―Kenzie

suspiró, y la sostuve con m{s fuerza―. Volveré ―prometí―. No te voy a dejar.

Ella aspiró.

―Lo sé.

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―Adem{s ―dije para provocarla, mientras pasaba los dedos por su

cabello―, tú te ir{s a la universidad muy pronto, Sra. Becada. Y estarás

ocupada yendo de fiesta y a clase, y haciendo todas esas cosas de clubs de

fraternidades, que te olvidarás completamente de mí.

―Eso lo dudo bastante ―dijo Kenzie, su mirada volviéndose hacia

Razor, quien masticaba uno de los l{pices que estaban en la mesa―. Es difícil

olvidar todo lo que hemos pasado con un gremlin con la vista fija en ti todo el

rato. ―Frunció una ceja, y yo sacudí la cabeza―. No sé qué pasar{ cuando me

vaya a la universidad, porque no hay manera de que Razor se quede. Cuando le

dije la semana pasada que volviera al Reino de Hierro, formó tal berrinche que

casi crea un corto circuito con todas las luces de la casa. Así que, parece que

tendré que quedarme con él. ―Puso los ojos en blanco―. Pase lo que pase, va a

ser divertido.

Apartándose de mí, se acercó a mi cama y se tiró sobre el colchón, y yo

crucé la habitación para cerrar la puerta.

―Oye, ¿cómo van las sesiones de terapia? ―pregunté, rescatando un

bolígrafo de tinta de las manos de Razor, quien me soltó un zumbido irritado y

saltó hacia Kenzie. Ella bufó, y daba de forma distraída palmaditas en la cabeza

del gremlin mientras él gateaba por su hombro.

―Bien, supongo. Pap{ aún no quiere hablar sobre mam{, pero esta mujer

es persistente. Durante la última sesión, él hasta se quedó sin habla. ―Kenzie

sacudió la cabeza, impresionada―. Por fin tuvimos una especie de

conversación esta mañana, sin ninguna intervención. Él no sabe sobre mis<

em< talentos con lo invisible, pero no creo que eso entre nunca en mis planes.

Aun así, asumo que para cuando me vaya a la universidad, quizás me trate

como a una hija y no como a un mueble muy delicado. ―Suspiró―. Aunque

será agradable dejar la casa sin escuchar todas esas advertencias sobre drogas y

adolescentes embarazadas.

Me reí entre dientes.

―Sigue odiando hasta mi sombra, ¿no?

―Odio es una palabra muy fuerte. ―Kenzie sonrió de oreja a oreja―.

Ahora es más bien una fuerte repulsión. Y te he estado echando flores, le dije

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que conseguiste tu diploma de bachillerato en verano y todo lo que se me

ocurrió. El hombre está intratable.

―Sí. ―Aparté de mi mente mis pensamientos del padre de Kenzie,

empeñado en no arruinar este momento―. Oye, ven aquí un segundo. ―Ella

frunció el ceño pero se puso en pie y caminó hacia donde yo me encontraba

apoyado en el escritorio. Mi corazón latía con fuerza mientras me giraba,

buscando algo dentro de uno de los cajones y sacando una pequeña caja

blanca―. Yo< em< tengo algo para ti ―dije, viendo que sus ojos se avivaban

cuando volví hacia donde estaba―. Algo así como un regalo de felicitación.

Desde hace seis meses contando con hoy, has estado en remisión. Espero que

sea para otros seis años. Más que eso. Espero que sea para siempre.

Se formó un nudo en mi garganta, y lo tragué con fuerza. Puede que no sea

para siempre, me recordé. La remisión no era una cura, no era algo seguro. La

enfermedad de Kenzie podía volver cualquier día. ¿Quién sabe cuánto tiempo

nos quedaba? Pero esto era el mundo real; la magia de las hadas no podía hacer

que todo mejorara. No podías agitar una varita y ver que se te cumplían todos

tus deseos. La vida real no era un cuento de hadas.

De todos modos, ya me valía con eso. No necesitaba la magia para

resolver las cosas. El tiempo que fuera que me quedara con Kenzie, no iba a

malgastarlo.

Ella parpadeó confusa, y sus ojos se pusieron vidriosos.

―No es mucho ―la advertí, sosteniendo en alto la caja―. Sólo un

recordatorio de que, a pesar de que estemos lejos, siempre seré tuyo.

Con cuidado, ella abrió la caja. Dentro había un colgante simple con dos

corazones, uno de oro y el otro de plata, entrelazados por el centro. Estaban

grabados, en el de plata ponía tipo duro, y en el otro simplemente decía para

siempre.

―Ethan ―susurró Kenzie, sonando sorprendida―. Es hermoso.

Despacio, lo saqué de la caja y se lo abroché alrededor del cuello, y ella

me miró intensamente con sus enormes ojos negros, con un indicio de una

sonrisa jugando en sus labios.

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―Nunca pensé que pudieras ser tan rom{ntico.

Sonreí.

―Bueno, entonces, deja que te convenza para que no tengas m{s dudas

―dije. Pein{ndole hacia atr{s el cabello, la atraje hacia mí, mir{ndola a los

ojos―. Te amo, Kenzie ―dije―. Tú eres mi pareja, mi cordura, y mi salvadora.

Hemos pasado por muchas cosas, más de lo que ninguna otra persona podría

siquiera soñar, y siempre has estado ahí para mí. Algún día, cuando estés lista,

será un anillo lo que haya en esa caja en vez de un colgante. No puedo pensar

en nadie más que quisiera tener a mi lado. Y algún día, si Faery me vuelve a

llamar, quiero que estés junto a mí. Luchando contra dragones, haciendo tratos

con reinas de hadas y discutiendo con gatos parlantes. ―Ahora ella lloraba,

sonriendo ampliamente a pesar de las l{grimas, y le limpié la mejilla―. Así que

no pienses que me vas a perder mañana ―le dije―. Porque nunca habrá forma

de que te deje.

Me besó entonces, y el beso fue largo. Ni siquiera las carcajadas de Razor

diciendo besito-besito podían apartar mi concentración de la chica que tenía

entre mis brazos. Sólo el sonido del timbre nos hizo separarnos. Curioso, me

eché para atrás, escuchando que volvía a sonar. No teníamos muchas visitas.

Aparte de Kenzie, quien nunca tocaba el timbre, nadie se pasaba por la casa.

Saliendo de la habitación, recorrimos de la mano el pasillo hasta el

vestíbulo y nos encontramos con mamá en la cocina. Parecía tan desconcertada

como yo. Papá también estaba en casa esa noche, y ahora caminaba por las

baldosas para abrir la puerta. Cuando su mano se cernió sobre el pomo, Razor

dejó escapar un grito de emoción y, de golpe, supe quién era. Tirando de la

puerta, papá miró sorprendido que Meghan me sonreía por el marco. Mi

corazón dio un vuelco, y mamá jadeó.

―¡Meghan!

Ella fue para allá a toda prisa, y Meghan entró para encontrarse envuelta

en un abrazo. Atónito, pude ver que mamá se apartaba, con el rosto ardiente de

preguntas.

―¡No sabíamos que venías! ―exclamó mam{, cogiéndola de las

manos―. ¿Cómo te ha ido? ¿Te vas a quedar por mucho<?

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Ella se detuvo, mirando fijamente a algo justo fuera de la puerta. Meghan

tomó aire y se hizo a un lado<.

< a la vez que Keirran entraba en la habitación.

Yo me enderecé, y a mi lado, la mano de Kenzie fue directa a su boca. El

Rey de los Olvidados, vestido con tejanos normales y una camiseta, sonriendo y

salud{ndome con la cabeza al otro lado de la sala. Él parecía< feliz. Contento.

Aunque había algo serio en él que no había estado allí antes, una madurez que

iba más allá de los años. Razor soltó un bufido agudo de bienvenida y saludó

con la mano a su antiguo maestro, y Keirran también le sonrió.

―Mam{. ―La voz de Meghan era baja, vacilante mientras se giraba

hacia Keirran y le colocaba una mano en el hombro. Pero su voz y su rostro

brillaron con orgullo cuando lo atrajo hacia delante, y el brillo que él desprendía

parecía llenar toda la sala―. Creo que ya es hora de que conozcas a tu nieto.

Fin.

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Créditos Moderación

Maka.mayi

Traducción Rihano

maka.mayi

Albasr11

monica

Kirtassh

Kiiariitha

Ctt

-Marlene-2207-

Corrección y Revisión final

Nanis

Diseño

MewHiine