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aconsejamos (si te es posible) la compra del libro físico si

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formato digital.

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Créditos Moderadora de Traducción

Candy27

Traducción

3lik@

Anamiletg

Candy27

Gerald

Liliana

Mais

Manati5b

Mary Rhysand

NaomiiMora

Rimed

Vale

Wan_TT18

Yiany

YoshiB

Recopilación y Revisión

Mais

Diseño

Evani

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Índice Sinopsis

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Epílogo

Agradecimientos de la autora

Glosario

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Sinopsis Kyon Ensin ha conseguido finalmente lo que quería: la posesión de

Kricket Hollowell, la sacerdotisa que puede ver el futuro. Juntos, con su

poder combinado, pueden ser imbatibles. Kricket, sin embargo, no ansia

la corona de Ethar, tiene un deseo irrompible de vivir la vida bajo sus

propios términos, una vida que quiere compartir desesperadamente con

su amor, Trey Allairis.

Mientras las conspiraciones se recrudecen en la guerra por Ethar,

los supuestos aliados de Kricket quieren usarla como espía. Ni siquiera

se puede confiar en los más cercanos, incluida Astrid, su hermana, y

Giffen, un miembro de una misteriosa orden con una agenda oculta. Pero

la determinación de Kricket no le permitirá ser utilizada como el peón de

nadie, incluso cuando la Hermandad profundiza los planes para

arrancarle el corazón.

A medida que se acerca el destino profetizado por su madre, Kricket

recorrerá su feroz futuro para darle forma. Porque está segura de algo

por encima de todo: la única persona con la que realmente puede contar

es ella misma.

Darken the Stars (Kricket #3)

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Para Tommy, Max y Jack: cuando las cosas se oscurecen

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Prólogo Traducido por Candy27

rchivo: La Orden de la Tempestad.

—¿Estás seguro de que quieres golpear a Amster, Jax?

—susurra Wayra Waters mientras permanece de pie junto a

la puerta.

Está oscuro en la sala de control del centro de comando en el que

acaban de entrar. Él pasa un trozo de tela por su garganta, secándose el

sudor de los tatuajes tribales negros que lo marcan como un soldado

Rafe.

—Estamos en el corredor norte de la ciudad abandonada.

Los hábiles dedos de Jax Roule se mueven por el teclado virtual de

la pantalla holográfica con precisión militar. Mientras pasa a través de

cientos de archivos de imágenes holográficas, una franja de luz cae sobre

sus ojos violetas.

—Este lugar es un esqueleto en descomposición con la tecnología

moderna conectada a este.

Wayra ignora la desmoronada arquitectura gótica. Su enfoque está

en su trabajo como vigilante.

—Apuesto a que ni siquiera puedes conseguir venish aquí —

murmura. Sus labios hacen una mueca de desprecio—. ¿Cuánto tiempo

te tomará infiltrarte en su tecnología?

—Estoy dentro —responde Jax—. ¿Cómo estamos?

—Libres. Su patrulla está a mitad de camino. ¿Localizaste a

Kricket?

—No.

Wayra se gira bruscamente y lanza una mirada feroz hacia Jax.

—Deja de tontear. Tenemos que encontrarla y extraerla.

A

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La siniestra expresión de Jax está ensombrecida.

—Ella no está aquí...

—¿Es cierto entonces? Esa banda de mestizos Alameeda que nos

allanaron la entregaron a Kyon Ensin?

Jax asiente.

—La intercambiaron por su hermana, Astrid Hollowell.

—Eso es un desastre, ni siquiera sabía que Kricket tenía una

hermana.

—No creo que Kricket lo supiera tampoco. ¿Quieres oír algo peor?

Creo que acabo de encontrar a su padre.

—¡Estás mintiendo! —acusa Wayra, las aletas de la nariz se

mueven con ira.

—No, no lo estoy. Es Pan Hallowell. Está vivo.

—¿Dónde ha estado toda su vida?

—Aquí.

—¿En Ethar?

—En Amster.

—¿Qué ha estado haciendo aquí?

—Parece que ha estado construyendo un ejército de rebeldes. —

Jax busca algo más—. Encontré algo —sisea. Wayra echa otra larga

mirada fuera antes de unirse a Jax en el proyector de hologramas.

—¿Qué es?

—Es una cinta de entrenamiento, es para los soldados mestizos

que dirigen esta ciudad, se autodenominan la Orden de la Tempestad.

—¡Que montón de imbéciles! —se burla Wayra y se acerca a la

imagen virtual.

—Aquí, mira este holograma. Es Pan en Amster antes de que

reconstruyeran esta fortaleza hace varios floans. ¡Está explicando que es

la Orden de la Tempestad y Black Math! —Jax se quita el auricular de la

oreja y se lo da a Wayra, quién se lo pone en la oreja mientras Jax vuelve

a reproducir el mensaje.

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La imagen de Pan Hollowell más grande que el real camina sobre el

aire en el video holográfico. Filmado en medio de las antiguas ruinas de

la ciudad de Amster, Pan se parece un poco a un oficial militar en su

uniforme negro.

—¡Es uno de nosotros! —susurra Wayra—. ¡Pudo haber estado en

nuestra unidad!

—Es un antiguo Cavar, se puede decir por su tatuaje, era un Rafe

Triclone en la guerra antes de esta. —Jax señala los tatuajes de

triángulos concéntricos que cubren el lateral del cuello de Pan.

—¿Qué tiempo tiene esta grabación? —pregunta Wayra.

—Casi tan vieja como Kricket. ¡Shhh! ¡Esta es la parte que quiero

que escuches! —dice Jax.

En la grabación, los ojos penetrantes de Pan escudriñan la

devastación que les rodea.

—Black Math tuvo sus orígenes aquí —dice—, en la que en otra

época fue la próspera metrópolis de Amster. Esta plaga destruyó la mayor

parte de Ethar hace mil años. —Camina entre las desoladas ruinas de los

edificios—. Muchas personas creen que se trataba de una epidemia

natural, que comenzó por casualidad. Están equivocados. Black Math fue

infligido a las masas de ciudadanos Etharianos por un hombre llamado

Excelsior Ensin, para tomar el poder de las naciones establecidas y

formar las cinco Casas de Ethar: Rafe, Comantre, Peney, Wurthem y

Alameeda.

»Durante siglos, Excelsior Ensin ha estado creando una raza

mejorada femenina de Etharianos, conocidas como las Sacerdotisas de

Alameeda. A través de la manipulación genética, estas hmbras nacen con

dones extrasensoriales. Estos dones van desde la telequinesis, a la

adivinación, al control mental y más. Mi consorte, Arissa Hollowell,

heredó uno de esos obsequios: el don de la profecía.

»La Hermandad Alameeda ha hecho ilegal que existan machos con

las mismas habilidades. Los cazan porque les temen. Es por eso que

formamos nuestra sociedad secreta aquí, en la ciudad abandonada de

Amster. Los salvaremos porque son el futuro de Ethar.

»Este es el origen de la Orden de la Tempestad. Nuestra misión es

proteger a la verdadera sacerdotisa de la profecía: la sacerdotisa, nacida

de dos mundos y dos Casas. Ella se convertirá en nuestra Emperatriz de

Ethar.

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1

Sumergida Traducido por Candy 27

os labios de Kyon contra los míos son persuasivos. Con

dolorosa dulzura, intenta suavizar la resistencia que encuentra

en mi apretada respuesta a su beso.

—Kricket —susurra.

Sus labios deberían ser fríos, pienso, un espejo de su mirada azul

helada. Intento girar la cabeza y escapar de las curvas de su boca. Mis

labios se deslizan suavemente sobre su mandíbula rígida como una

piedra, saboreando la salinidad del aire marino que se asienta allí. Sus

labios cazan los míos, encontrándolos de nuevo, reclamando propiedad

al cubrirlos una vez más.

El placer que encuentra al tenerme entre sus brazos es

inconfundible. El latido de su corazón golpea contra mi mano en su

pecho. Jadeo mientras las puntas de mis dedos sienten la pequeña y

levantada cicatriz de su piel, la única indicación de que le había

apuñalado. Kyon no pierde el tiempo y aprovecha la oportunidad que

presentan mis labios abiertos. Su lengua se adentra en mi boca,

acariciando la mía. Un escalofrío pasa a través de mí. Él lo siente. Lo

empuja a tirar de mí, más fuerte contra su cuerpo.

Mi camisón delgado no protege contra el calor de su pecho

desnudo. Se filtra a través de la nube de tela blanca. Estoy sobrepasada

por su tamaño. Me sostiene con su mano contra mi espalda baja mientras

su otra mano traza un suave camino hacia mi hombro. Continuando, sus

cálidos dedos se extienden por mi nuca. Puede romperlo sin siquiera

intentarlo, susurra mi mente.

El calor de la mano de Kyon crea piel de gallina. Sus besos se

vuelven exigentes, inquietos contra mis labios. Escucho el agua suave y

L

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chapoteante que se empuja contra la arena blanca cerca de nosotros. La

brisa marina levanta el cabello de mis hombros, esparciendo largos

mechones rubios sobre la mejilla masculina de Kyon. Mueve su agarre

hacia mi mandíbula. Su pulgar acaricia el lóbulo de mi oreja mientras los

fuertes dedos se entrelazan en mi cabello.

Mientras los labios de Kyon continúan su asalto, soy un fantasma

en la oscuridad, esperando mientras en mi mente pienso qué hacer. Mis

nudillos deben estar blancos y sin sangre: mis uñas perforan las palmas

de mis manos. Él no me permitirá apartarme.

Con un gruñido, muerdo con fuerza el labio inferior de Kyon,

probando su sangre. Mi rodilla aparece en un intento de contactar con

su ingle. Fallo.

Agarra mi muñeca, doblándola detrás de mi espalda, forzándome a

soltar su labio antes de romperme el brazo. Estoy atrapada contra él. Mi

mejilla se presiona contra la brutal solidez de su pecho. No es un refugio

del dolor. Su enorme puño se retuerce en mi cabello sobre la base de mi

cráneo. Lo jala y me hace alzar la mirada hasta que nuestros ojos se

encuentran.

Está furioso. La sangre gotea de su labio inferior. Igualo su mirada

con una desafiante propia.

Viendo suficiente, suelta mi muñeca y me levanta del suelo,

poniéndome sobre su hombro. Cruza el patio de piedra hasta una puerta

de hierro forjado. Desbloquea la cerradura ornamentada. No chirría

mientras se desliza hasta abrirse. Sus pies desnudos se hunden en la

arena blanca. Golpeo su espalda con mi puño, tratando de patear con las

piernas, pero están atrapadas con la presión de su antebrazo.

—¡Suéltame! —demando.

Me lanzo hacia arriba e intento agarrar su pelo, pero me deja caer

tan abajo que no puedo levantarme lo suficiente para conseguirlo. Al

llegar al agua, me baja de su hombro y me toma en brazos. Mantiene mis

muñecas inmovilizadas para que no pueda golpearlo. Cuando la primera

ola fría me salpica, empapando mi camisón, comienzo a entrar en pánico

en serio.

—¡No lo hagas! —grito. Sale en un chillido agudo. Miro su bello

perfil, viendo su mandíbula apretada. No responde, simplemente

continua llevándome más dentro del agua—. ¡No, no, no, nooo!

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Con la cintura sumergida, se detiene. Violentamente, me agarra

por la parte delantera de mi camisón y me sumerge en el agua,

manteniéndome abajo. Mi pelo ondea sobre mi cara, flotando en la

corriente. Con los ojos bien abiertos, veo el resplandor fosforescente del

coral. Su brillo hace que mi piel tome un tinte azul verdoso. Contengo la

respiración. Mi corazón quiere salirse de mi pecho. Agarrando el brutal

antebrazo de Kyon, clavo mis uñas en él, arañando para que me suelte.

No hace nada. Golpeo su brazo con mi puño. Me saca a la superficie. Me

arden la nariz y la garganta, me atraganto y jadeo por aire. Puedo sentir

los pesados mechones rubios de mi pelo sobre mi cara.

El puño de Kyon se tensa nuevamente. Me empuja bajo el agua y

me aguanta ahí. La falta de oxígeno hace que mis pulmones se sientan

como si fueran a explorar en cualquier momento. Me entra el pánico.

Cada célula de mi cuerpo pelea por vivir, a excepción de una pequeña

parte de mí que está tentada a sucumbir a la locura del momento. Kyon

quiere que luche pero no me quiere muerta. Se ha tomado demasiadas

molestias para tenerme, demasiadas como para matarme ahora. Quiere

mi rendición, la aceptación del hecho de que le pertenezco a él y a la

Hermandad de Alameeda. Tengo que ganar la mano. Tengo que encontrar

una manera de controlar al monstruo del control.

Dejo de luchar contra él, permitiendo que mis uñas, que están

clavadas en su muñeca, se relajen. Lo dejo ir. Mis manos se deslizan en

el agua, debajo de las olas. Mis miembros ondean en la corriente que me

inunda, perdida en su abrazo.

Kyon me saca una vez más. Paso la superficie del agua. La luz de

las estrellas es solo un borrón. El resplandor del Mar de Estrellas se

refleja en la cara enojada de Kyon, destacando los músculos tensos de su

cuello y su fría mirada.

—¿Renuncias? —me pregunta en voz baja.

—Nunca —grazno.

—Puedo matarte ahora mismo.

—No lo harás.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta en tono siniestro.

—Soy tu pequeña salvaje. Me quieres demasiado.

Está ahí, en su cara. Tengo razón. Ambos lo sabemos.

—Te quiero demasiado —admite—, pero no toleraré el desafío.

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—Eres sádico. Disfrutas del desafío. Es lo que me hace diferente de

los demás. No te obedeceré ciegamente.

—Me gustas cuando usas tu mente. Pero estás equivocada —dice

con una voz suave mientras sus dedos me apartan el cabello mojado de

la mejilla—. Ahora mismo insisto en la obediencia.

Una ola se estrella contra mi espalda, empujándome contra su

pecho. Agarro sus hombros e intento estabilizarme en el agua. Sus manos

se mueven desde la parte delantera de mi camisón hasta mi cintura.

Cuando la siguiente ola me empuja hacia delante, mis pechos se

presionan contra su pecho, y su expresión cambia de enojo a deseo. Se

inclina más cerca; su áspera mejilla roza mi piel mucho más suave.

—Te traje aquí para lastimarte —murmura Kyo, el timbre de su voz

retumba a través de su pecho contra el mío. Sus palabras hacen que mi

corazón se apriete.

—Haz lo peor que sepas —le respondo con bravuconería, pero por

dentro tiemblo.

—No hay nada bajo tu control. Cuando te lastime o cómo lo haga

—responde, resumiendo mis problemas en pocas palabras—. Sométete a

mí, soy tu dueño.

—Suenas como si poseerme fuera algo remarcable, un logro. No

sabes lo que tienes, ¿verdad? —pregunto con una sonrisa insincera—.

Solo soy una colección de historias tristes, Kyon.

—Quiero saber cada una de esas historias. No pelees conmigo.

Podemos hacer que nuestra historia sea perfecta.

Mi sangre es tan líquida como agua de mar que nos rodea. Fluye

por mis venas demasiado rápido, mareándome.

—¿Dónde estaría la diversión en eso?

El profundo estruendo de su risa vibra a través de mi pecho

mientras me abraza con más fuerza.

—Nuestra historia nunca terminará, Kricket. Nunca te dejaré ir, no

cuando encajamos tan bien juntos. Eres mi mitad oscura.

Mis ojos se amplían con sorpresa.

—Tienes que estar bromeando, Kyon. Si alguien es el oscuro eres

tú.

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—Una estrella brillará más que todas las otras estrellas justo antes

de que se oscurezca para siempre —murmura, como si fuera un secreto

que está compartiendo conmigo.

—¿Quieres decir mientras explota y se extingue para siempre?

—Quiero decir, justo antes de que se transforme en algo

infinitamente más poderoso. Y una vez que tu corazón se vuelva negro,

no habrá escapatoria.

—Si soy la oscura entre nosotros, ¿por qué tengo miedo? —

pregunto.

—Porque debes.

Mi temblor se vuelve más pronunciado bajo su intensa mirada.

Tengo que esconder todo de él, mantener todo lo que estoy pensando en

secreto. Su asalto contra mi será brutal, tanto mental como físico.

No tengo lugar para esconderme, no de la forma en la que las

estrellas se han aliado contra mí. Estoy en esto con Kyon hasta que

encuentre una salida. Esta comprensión me hace hacer algo que nunca

pensé que haría en un millón de años: me acerco a Kyon y apoyo mi

mejilla contra su hombro. Nuestros pies se tocan bajo el agua, estamos

parados dedo contra dedo.

—No quiero ser oscura.

Los brazos de Kyon se tensan a mí alrededor antes de deslizar su

mano por mi espalda hasta mi nuca.

—Me haces querer quitarte la vida en un momento, y en el siguiente

muero por arrastrarte hacia la playa y hacerte el amor en la arena.

—¿Hay una opción C?

Su toque es impaciente, igual que el mar que gira a nuestro

alrededor.

—No. No hay opción C.

Me levanta en brazos y me lleva a la orilla. La sangre se drena de

mi cara. Me tiende en la arena y me cubre con su cuerpo. Espero ser

aplastada, pero no lo soy. Sostiene su peso con los codos. Aun así, estoy

atrapada, incapaz de moverme debajo de la jaula que ha creado con su

enorme cuerpo. Las olas se derraman sobre nuestros pies y muslos. El

brillo de las dos lunas sobre nosotros es suficiente para ver cada línea de

su mandíbula afilada mientras me estudia.

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—Quiero esto. —Su nariz roza mi garganta en una caricia íntima.

—Yo no —gruño entre dientes.

—Necesitas a alguien que no puedas controlar. Alguien que te

proteja y te aconseje.

Le pongo un dedo en la cara.

—Te equivocas. Yo necesito tener el control. Sin eso, estoy

desesperada. ¡Knob knockers como tú han tratado de controlarme toda la

vida!

—Parece que no tienes opciones —dice, pero no hace ningún

movimiento para besarme de nuevo. Solo me estudia como si fuera una

sirena arrojada a la orilla.

Mi mente susurra: No te quedes… Rezo para que el Mar de Estrellas

me trague.

—Hay una cosa en la que no has pensado, Kyon —respondo. Me

concentro, deseando un dulce olvido. Escape. Una lágrima se desliza de

mi ojo mientras susurro—: Trey.

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2

Escucha Tu Respiración Traducido por 3lil@ & NaomiiMora

oy violentamente arrancada de mí misma. Mi consciencia deja

mi cuerpo. Asomándome por un momento, veo a Kyon

sosteniendo mi cuerpo frío y sin vida. Él nota el cambio en mí de inmediato.

Sabe que ya no estoy allí. Sacudiéndome con ira, gruñe cuando no abro los

ojos.

—Kricket —ruge, sabiendo de alguna manera que aún sigo aquí.

Jala mi cuerpo sin vida de la arena, agarrando mis hombros; protege mi

cuerpo mojado de la fuerza del mar.

Mi atención se desvanece de Kyon porque estoy en todas partes y

en ninguna parte; urdida en el aire con un solo pensamiento: Trey. Me

convierto en una aguja de brújula en busca del norte. En un santiamén,

estoy a millas de altura, quemada por el calor incluso cuando estoy

bañada en la oscuridad que solo la luz de las lunas de Ethan alivia.

Viajo sobre el agua. Brilla debajo de mí con un fuego antiguo e

iridiscente. Una galaxia de estrellas arde bajo su superficie, pero el Mar de

Estrellas no dura. Avanzo rápido, cruzando ciudades en las que nunca he

estado antes, paso montañas y desiertos que albergan mandas de

criaturas para las que no tengo nombres. A la luz de la luna, la cáscara

abandonada de la ciudad de Amster se desploma. Lo reconozco desde el

momento en que viajé con Trey camino a Rafe. Se asienta en un valle y

crece al azar en el horizonte. Las olas de edificios decrépitos coronan el

paisaje en las corrientes.

Lo que sé de esta ciudad es que la plaga Black Math lo diezmó más

que hace mil años. Las paredes antiguas que fueron construidas hasta las

nubes se están desmoronando ahora. El viento silba a través de sus

ventanas rotas, haciendo eco de gemidos bajos y dolorosos.

Llego a un cruce cubierto de polvo donde los edificios se encuentran

con un triángulo. Los vehículos abandonados se alinean en las calles.

S

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Desgastados por el tiempo, se parecen a los esqueletos de las bestias en

descomposición. Nadie se molesta en perturbar el silencio del oxidado

cementerio.

Me tambaleo de lado, siendo arrastrada a los escalones de mármol

frente a una estructura gótica de piedra gris. Me muevo como un fantasma

a través de la maraña de vegetación y de vid que se aferra a la barandilla

de piedra retorcida. No uso la entrada cercana, sino que adelanto a través

de la pared sólida como el rayo en una barra de metal. Pisos de mármol

cubiertos de polvo con incrustaciones de oro me saludan en el otro lado.

Por encima de mí, techos altos con muralismos elaborados se extienden

como los tatuajes viejos de un marinero. Sus colores desteñidos aún

retratan la belleza de una época pasada.

Movimiento atrae mi atención. A mí alrededor, los soldados como

impostores con ojos de fuego y cuerpos delgados, cuerpos bien afinados

vigilan en puntos estratégicos. Están listos para atacar y darlo. Vestidos

con chalecos de alto polímero, ligeros como plumas, están armados

sofisticadamente. Sus agudos ojos miran a través de mí, invisible como

soy, al no ser de su época, más bien de muchos días atrás.

Este edificio es un portal, pienso. Están defendiendo algo.

No me quedo con ellos, sino que avanzo a través de las grandes

cámaras tipo catedral hasta que paso a través de la pared exterior a una

terraza de piedra elevada. Afuera una vez más, toda mi perspectiva

cambia en un instante. Es un oasis en un páramo en decadencia. Atrás

quedaron los edificios de concha deteriorados; son reemplazados por una

ciudad pequeña, escasamente iluminada. Está oculto debajo de una

cúpula iridiscente, que se eleva hacia el cielo nocturno.

Estoy bajando los escalones de un rápido tirón. Las lámparas flotan

a cada lado del sendero cerca del paso verde. Me muevo como fantasma

por las luces flotantes que se asemejan a las elaboradas cabezas de Aries.

Sus cuernos de hierro forjado se enrollan alrededor de sus orejas. Pasando

debajo de uno, veo que la luz brilla en la boca del carnero.

Mi atención se dirige a los edificios. Han sido arreglados con

artículos reciclados. Uno de los majestuosos edificios de estilo gótico ha

sido construido con la hoja de enormes molinos de viento que solían

generar energía para la ciudad antigua. Columnas robustas, con puntas

frondosas de hojas, lo sostiene. Otro edificio ha tenido un techo plano

alguna vez, pero ahora tiene un techo de metal plano con un avión de

aspecto genial agazapado en su cima.

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Un par de hovercycles se activan y despegan. Silencioso e invisible,

los vehículos se acercan. Noto que los conductores son del mismo tipo de

hombres pequeños que vi cuando entré por primera vez en esta ciudad.

Conducen lentamente, patrullando el paso vacío con solo el bajo zumbido

de sus vehículos para marcar su progreso.

Me apresuro hacia adelante y atravieso un arco. Está protegido a

cada lado por gigantescas estatuas de hombres espadachines. Lanzo solo

un breve vistazo a las expresiones maníacas de las estatuas, sus coronas

de laurel de pátina verde-azul, y su desnudez, lo suficiente para

asegurarme de que las estatuas permanecen inanimadas.

Paso sobre una gruesa losa de concreto agregada sobre un foso seco.

Un patio me encuentra del otro lado. Esta debe haber sido la residencia

del alcalde o algún otro representante de proa de la ciudad. Es un lugar de

residencia, habitado por hombres pequeños para la guerra, si el fuego

sordo en sus ojos es una indicación.

El viejo y cavernoso edificio alberga una ráfaga de actividad. Las

salas de control sofisticadas constituyen la mayor parte de la planta baja.

Las estaciones de monitoreo central se envuelven alrededor de hologramas

en el fondo de las cámaras adornadas y góticas. Los hologramas mapean

y sondean secciones de Amster, pero otros monitorean una variedad de

lugares en Ethar. Reconozco la Isla de Skye, o lo que queda de ella. En las

devastadas calles de la ciudad de Rafe, a las afueras del juzgado donde

me hicieron la pupila de Manus, los heridos y muertos alineados por

montones en las calles, mientras los Alameeda Strikers, llevan máscaras

de gas tipo serpiente enroscada con ojos de lechuza, lanzallamas

apuntándoles y convirtiéndolas en brasas que fluyen de las hogueras.

El soldado Amster más cercano me está mirando en la pantalla

holográfica. Su expresión cambia de estoica a temerosa. Me pone nerviosa

tanto como la escena en la imagen holográfica. No quiero ver más. Me

mantengo en movimiento, bordeando otro holograma, este de una ciudad

prístina donde los fuegos artificiales de cada ráfaga de color explotan y

hacen añicos el horizonte con letras de color brillante que deletrean la

palabra Ethariana para V I C T O R I A en la oscuridad. La escena atrae a

una multitud de soldados. Sus ojos apasionados están hechos por la luz

de colores frente a ellos, sus caras ardiendo rojo, dorado y oscuro.

El tiempo no esperará a que descubra qué está pasando. La cadena

invisible en la que estoy colgando me jala hacia la esquina de la habitación.

Los soldados uniformados de negro de Amster en las escaleras no saben

que estoy allí. Los atravieso sin oposición y me levanto sobre la irregular

losa. Rodeo las paredes como una concha marina en espiral. Llego a un

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aterrizaje. Un comisario abarca este piso. No me detengo, sino que continúo

escalando, siguiendo el tirón urgente.

Detrás de mí hay un fuerte ruido. Giffen está de pie frente a una silla

volcada a la mitad de unos soldados que continúan moviéndose y

hablando a su alrededor. Sus hermosos rasgos tienen la expresión de

alguien que tiene todos los pelos de punta. Sus largas rastas de color arena

caen detrás de sus hombros y lejos de su rostro mientras gira la cabeza.

Sus ojos, cuando se lanzan en mi dirección, son inesperadamente íntimos.

Por un momento creo que me ve. Está flexionando sus manos de forma

animal mientras endereza sus amplios hombros pero sus ojos verdes me

dejan y escudriñan el área, buscando por la fuente del cambio de energía

en el aire. Me alegro de que no pueda verme. No estoy aquí para hablar

con él. Espero que piense que soy un demonio que se levanta de entre los

muertos.

Sin pausa, me arrastro a la cima del edificio. Paso a través de un

gran umbral de piedra tallada en una habitación de techo alto con

buhardillas que conducen a la terraza de la azotea. Los catres

desocupados y suspendidos alinean las paredes en filas. La iluminación

es tan tenue que cualquiera podría esconderse en las grietas de la

habitación sin ser detectado. Un bajo zumbido de una máquina remota me

llama la atención. En el último merodeo de la esquina, encuentro a Trey.

Mi corazón de piedra inexistente se aprieta como una extremidad

fantasma.

Inconsciente en un catre suspendido, Trey está rodeado por las

probabilidades y los extremos de cables y tubos. Parecen ser algún tipo de

sistema de monitoreo, verificando sus signos vitales. Una gruesa banda de

metal sujeta su frente y se envuelve alrededor de la circunferencia de su

cabeza. La banda tiene lecturas hechas de luces intermitentes.

Elimino el espacio entre nosotros, si no es el tiempo, para arrastrarse

en la cama a su lado, acunando mi forma fantasma hasta la verdadera.

—Estoy aquí —digo las palabras, pero no sé si él puede oírme. Tal

vez solo sean pensamientos.

A la vuelta de la esquina unos pies corriendo se acercan. Astrid se

pasea en la habitación con una expresión de asombro en su rostro. Alarga

la mano y se agarra al respaldo de una silla para sostener su alto cuerpo.

Se dobla un poco en la cintura, tratando de recuperar el aliento.

Claramente corrió las escaleras para llegar aquí. Lanzando su largo cabello

negro detrás de sus hombros, se endereza y mira detrás de ella mientras

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Raspin aparece a la vista. Su amplio cuerpo llena la puerta. Quita el

flequillo color cobre de su cara mientras mira a Astrid.

Giffen palmea a Raspin en el hombro, llamando su atención para que

pueda abrazar a su amigo y entrar a la habitación. Giffen mira alrededor

confundido y dice:

—Creí haber sentido...

—¡Shh! —Astrid lo calla. Mira lejos de sus dos compañeros—. Kricket

—susurra sin aliento, y mientras dice mi nombre, es como si el sonido

emanara de mí incluso mientras habla. Sus ojos azules, tan parecidos a

los de nuestra madre, revisan la habitación. Giffen la mira. No está sin

aliento, a pesar de que sé que debe haber subido las escaleras hasta aquí.

Astrid camina tentativamente hacia el centro de la habitación.

—Kricket —dice nuevamente mientras gira en un círculo. Es una

vibración en mi mente, un pensamiento. Su talento especial de comunicarse

de forma no verbal funciona incluso sin mi cuerpo presente.

Raspin extiende su mano hacia Astrid protectoramente.

—Astrid…

—¡Silencio! —lo amonesta con el dedo en los labios—. ¡Ella está aquí!

Lo sé.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Raspin mientras se acerca a Astrid.

Él mira con cautela en los rincones oscuros de la habitación.

Astrid levanta su mano y se da vuelta lentamente, sosteniéndola

frente a ella. Deja de girar cuando se enfrenta a mí de nuevo. Da un paso

en mi dirección.

—La siento.

Detrás de ella, Giffen dice:

—Yo también la siento.

Los ignoro.

—Trey. —Trato de hablar con él. Lo veo respirar, pero su piel

normalmente vibrante está pálida y tensa.

La cabeza de Astrid se mueve en nuestra dirección.

—¡Eres tú! ¡Sabía que te sentía! —Se vuelve hacia Raspin y dice—:

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¡Es ella! ¡Está aquí!

La alta figura parecida a Frankenstein de Raspin se acerca más a

Astrid. Revolotea indeciso, como si yo fuera una amenaza para ella en mi

estado astral. Claramente no puede oírme. Rascando su cabeza alargada

y cobriza, adopta una mirada vacía, tratando de descifrar por qué no

puede verme o escucharme.

Astrid se acerca a Trey y a mí.

—Está respondiendo bien —dice suavemente—. Se despertó por

unos momentos antes. Preguntó por ti.

—¿Lo hizo? —Odio la forma en que suena, débil.

—Sí —dice Astrid, asintiendo.

—¿Qué pasa con él? —exijo.

—Su cerebro se hinchó. Aunque pudimos disminuir la inflamación.

El miedo me corrompe.

—¿Estará bien?

—Sí —dice.

—¿Sabe que me he… ido?

—¿Que te han entregado a Alameeda?

—Sí.

—¡Eso nunca se suponía que sucediera! —Las palabras salen de ella

apresuradamente—. Cuando descubrí lo que hicieron…

—¿Lo sabe?

Levanta su mano en un gesto indefenso hacia Trey.

—No. No le hemos dicho todavía. No ha habido tiempo. Solo se

despertó y fue breve. Lo siento mucho, Kricket. Yo no...

—¡No! ¡No me hables! Solo vete. ¡Déjanos en paz! —advierto.

Astrid se estremece. Retuerce sus manos y mira a Giffen. Su

mandíbula se aprieta. Giffen gruñe.

—¿Dónde está ella? —le pregunta a Astrid.

Astrid gesticula débilmente hacia donde Trey está acostado conmigo

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acurrucado de lado.

—Por ahí con él.

Giffen frunce el ceño.

—¿Cuánto tiempo ha estado aquí?

Astrid se encoge de hombros, las arrugas de su rostro se hacen más

profundas.

—No lo sé. ¿Cuánto tiempo llevas aquí, Kricket? —pregunta Astrid.

Ignoro su pregunta, intentando con terquedad todo lo que puedo para

mantenerla fuera de mi mente—. ¡No va a hablarme! — La triste mueca de

sus labios hace que Giffen frunza el ceño.

Giffen levanta sus manos en mi dirección. Usa su poder de

telequinesis para conectarse conmigo de la manera más íntima,

infiltrándose en mi espíritu. Energía tan espesa como agua fangosa se

arremolina dentro de mí. El poder de Giffen se extiende a través de mí como

una fiebre. Es como si me hubiera tragado la luz del sol. Su esencia se

mezcla con la mía, y la sensación es nada menos que eufórica. Lo odio por

eso. Brillo y me convierto en una silueta dorada de ondulante polvo de

estrellas y luz, aparentemente visible para ellos, si el jadeo de asombro de

Astrid es una indicación.

Giffen camina hacia adelante hasta que se para justo a mi lado.

Agachándose a mi lado, murmura:

—Kricket, no puedes quedarte aquí. Tienes que volver. —

Definitivamente puede verme.

¡No me iré! Pienso. No necesito la habilidad de hablar con él. Es una

parte de mí ahora. Está interfiriendo con mi tiempo con Trey. Me queda

muy poco.

—Si te quedas mucho más tiempo, tu cuerpo que dejaste morirá.

Sé que tiene razón. La atracción por irse es tan fuerte.

—Tu cuerpo necesita lo que sea que esto sea… —Mueve la mano en

mi dirección—, para sobrevivir.

—¿Por qué te importa? —gruño.

—Tú eres mi… —duda—, estás asustando a tu hermana. —Su

respuesta es tan tonta como él.

Incluso sin un cuerpo, mi respuesta suena como un bufido.

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—No me importa.

—¡No eres buena para nosotros muerta! Necesitamos información, y

tú eres la única en condiciones de proporcionarla. Eres la única que puede

acercarse a ellos. ¡Deja de ser una niña egoísta!

Quiero arremeter contra él, herirlo. Quiero que su corazón duela como

el mío.

—No te estoy ayudando.

—¡Entonces ayúdate! ¡Debes aprender cuándo irte! ¡Tu don te

matará!

—¡Bien! —replico.

—Tu vida está fallando. —Empuja más de su propia fuerza de vida

dentro de mí, fortaleciendo la silueta de mí que está empezando a

desvanecerse—. ¡Tienes que regresar! ¡Ahora!

—Nunca volveré —respondo. Aparto la mirada de él. El brillante y

dorado polvo de estrellas de mi cabello corre en ondas relucientes sobre el

pecho de Trey mientras apoyo mi mejilla contra él.

—¡Entonces morirás! —ruge Giffen mientras desliza su mano sobre

la mesa lateral, derribando viales de líquido y esparciéndolos por el suelo

con un fuerte estrépito.

—Vas a tener que encontrar otra forma de entrar con Alameeda.

Estoy harta.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando ahí?

—Lo sabes —lo acuso.

—Si lo supiera, no preguntaría.

—Por favor vuelve, Kricket —suplica Astrid.

La apuñalo con mi mirada dorada de polvo de estrellas.

—Va a hacerme dormir con él.

Se ve como si le diera un puñetazo en el estómago.

—¿Quién lo va a hacer?

—Kyon, tu amigo Alameeda que te cambió por mí. Me tiene ahora.

Me entregaron a él.

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Su cara pierde la mayor parte de su color.

—No es mi amigo.

—Tampoco el mío —respondo.

Mira a Raspin, cuya cara se retuerce en vergüenza. Señala con el

dedo hacia él.

—¡Nunca volveré a hablar contigo! —Su veneno se vuelve hacia

Giffen después—. ¡Tienes que sacarla de allí!

Giffen niega con la cabeza.

—No hay manera en este momento, pero incluso si la hubiera, no lo

haría. ¿Crees que estaría a salvo aquí? —Me hace un gesto mientras gruñe

a Astrid—. Está en el único lugar donde no estará bajo la constante

amenaza de muerte en cada rotación. Despiadado o no, Kyon la protegerá.

No puede evitarlo. Vi la expresión de su cara cuando la vio, cuando la

rescaté. Era alivio. Nunca hubiera negociado con nosotros por ti si ella no

fuera la transacción. Habría traído su ejército y nos hubiera aplastado en

su lugar. La necesita, y nosotros la necesitamos allí. ¡Ella regresará! Los

Alameeda Strikers están aniquilando Rafe. Es solo una cuestión de tiempo

antes de que vuelvan su atención hacia nosotros. Tenemos que encontrar

una manera de sacarlos ahora, y tu hermana es la única que tenemos en

el interior.

—Entonces soy prescindible —le digo a Giffen—. Creo que ese es el

tema de mi vida con ustedes.

—¡Eres un activo! ¡Comienza a actuar como uno! —Giffen se niega a

ser intimidado. Camina frente a mí con una mirada fulminante en su

rostro—. Solía pensar que eras tan fuerte.

—¿Cuándo pensaste eso? —pregunto.

—No importa. ¿A dónde te ha llevado?

—No puedo regresar. ¡No conoces a Kyon! Es todo mordiscos. Sin

ladridos. ¡Simplemente golpea y sigue golpeando!

—Eres más inteligente que él. Hazlo tuyo —responde Giffen.

—¡No hay forma de hacerlo mío! De todos modos, ya no importa. Te

lo dije. Prefiero morir antes que volver.

—No puedo dejar que hagas eso —responde Giffen.

—No tienes elección.

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—¡No te he observado todo este tiempo para dejar que te mates

ahora! ¡Volverás con él y encontrarás la forma de derribar a los Alameeda,

o juro que te mataré yo mismo!

—¿Me has observado? ¿Cuándo me observaste?

Giffen no responde mientras se para frente a mí respirando

pesadamente en un intento de controlar su enojo.

En cambio, responde Astrid:

—Te asignaron a él para protegerte. Ha sido tu guardián.

—¿Mi guardián?

—Es miembro de la Orden de la Tempestad: es la sociedad de

mayormente machos descendientes Alameeda que sobrevivieron con el gen

EVS819.

—¿Es así como llamas a nuestro gen raro, EVS819? —Cuando

asiente, le digo—: ¿Y tu banda de chicos perdidos es la Tempestad?

Astrid hace un gesto a Giffen y luego a Raspin.

—Ellos son los que hicieron el juramento de proteger a las

sacerdotisas de la profecía, esas somos nosotras. —Nos señala con un

gesto de su mano.

—Creo que quieres decir protegerte a ti, porque hasta ahora, he

estado por mi cuenta.

Astrid se acerca a mí.

—¡Eso no es cierto! Giffen ha estado allí para ti cuando...

—¡Silencio, Astrid! —grita Giffen mientras señala a Astrid, que cierra

los labios con fuerza, sorprendida por el tono que ha usado con ella.

—¿Cuándo qué, Astrid? —exijo.

Astrid dirige ojos suplicantes a Giffen. Él sacude la cabeza.

Dirigiéndose a mí con una mirada determinada, dice:

—¿Dónde te han llevado?

—¡Jódete! —replico, apenas aguantando ahora. No puedo discutir

más. Quiero hacerlo, pero soy una luz parpadeante, ya no hecha de fuego

de estrellas, sino simplemente polvo gitano a la pálida luz de la luna.

Giffen se cierne sobre mí, una luna nueva cuya silueta es lo único

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que puedo ver.

—Te encontraré. Observa por mí. ¡Te enviaré de regreso antes de que

te mates! —Levanta sus manos hacia mí otra vez, y la fuerza de energía

que envía hacia mí me devuelve a la corriente del tiempo, hacia una

inundación celestial. Giro hacia atrás, siguiendo el camino que me había

llevado a Trey.

* * *

Aterrizo contra una cacofonía de sonidos en mi cabeza. Siento un

yunque en mi pecho. Alguien está tratando de exprimir mi corazón y

empujarlo hacia arriba en mi garganta aplicando compresiones en mi

pecho. Me escucho jadear en murmullos que se agitan en agonía en mi

pecho. Toso en sofocantes respiraciones. El yunque deja de caer. La

presión constante sobre mi corazón lo reemplaza. Alzando mis manos,

mis dedos se enredan en el cabello de Kyon mientras presiona su oreja

hacia mí. Escucha mi corazón. Las olas chocan contra los dedos de mis

pies. El agua se siente caliente, mucho más caliente que yo.

Kyon levanta su cabeza de mi pecho y se pone de rodillas. Su mano

fuerte agarra mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos. Parpadeo un

par de veces, preguntándome sobre las sombras de miedo que veo en su

mirada. El pánico en sus facciones disminuye a medida que respira

profundamente conmigo. Coge mi floja figura hacia él, casi

aplastándome. Mi camisón mojado se pega a los dos. La frialdad de mi

piel invernal contra la suya provoca piel de gallina que estalla en su

carne.

—Kricket… —su voz baja es urgente—, tengo que calentarte.

Kyon se levanta, llevándome con él. Estoy temblando tanto que me

atraviesa en atroces temblores. El calor de su piel debajo de mi mejilla

casi quema mientras estoy recostada contra su cuello. Mi temperatura

corporal es mortalmente baja.

Se apresura hacia la casa. Se eleva ante nosotros, un barco

fantasma gigante. Su marco pálido de concreto y madera de color hueso

se asemeja a velas blancas a la luz de las lunas azules y plateadas.

Pájaros nocturnos vuelan sobre nuestras cabezas, acosando

silenciosamente a su presa. Kyon me lleva directamente al patio y lo

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pasamos. Pasamos por las fauces abiertas de la entrada del dormitorio.

Las cortinas blancas y suaves nos saludan en señal de rendición.

Rodeando la curva de la terraza envolvente, Kyon me lleva a un

gran recinto al aire libre. Tres de las paredes están hechas de madera con

pequeñas grietas entre las tablillas. La cuarta pared es una enorme

chimenea hecha de las rocas lisas y grises que rodean la costa. Sin un

techo, el resplandor de las estrellas brilla sobre nosotros. Puedo

distinguir el mar entre los huecos en las tablas de planchas anchas.

Kyon camina hacia un panel de control negro elevado y pasa la

mano sobre la superficie. Hace funcionar la chimenea, las llamas cobran

vida en el hogar. Al mismo tiempo, pequeños cirios blancos se encienden

desde mechas bajas alrededor del recinto. La luz suave no disminuye el

brillo de las estrellas y las lunas sobre nosotros.

Nos movemos cerca de las tablillas de madera de la pared que dan

al mar. Él hace un gesto con su brazo que recuerda a un director de

orquesta, indicándole a sus músicos que se preparen para tocar. Cinco

orbes negros se desenrollan del suelo. Sorprendida, jadeo cuando brotan

como serpientes de la canasta de un encantador, siseando y arqueándose

sobre nuestras cabezas. El agua bombea a través de largas mangueras

unidas a sus cabezas en forma de diamante a medida que nos rodean.

Alejándome del calor abrasador, envuelvo la nuca de Kyon con mis

brazos y giro mis labios temblorosos contra su cuello tratando de

encontrar refugio del agua caliente. Los círculos negros y redondos que

marcan su garganta me devuelven la mirada. Kyon me aprieta más,

murmurando palabras ininteligibles en voz baja. Vapor se levanta a

nuestro alrededor, y durante varios momentos, ninguno se mueve. El

único sonido mío es el castañeteo de mis dientes.

Lentamente, me caliento y me relajo contra Kyon. El agua se desliza

sobre mí en un ritmo vertiginoso.

—¿Por qué regresaste? —pregunta Kyon. Sus labios están cerca de

los míos—. Cuando te enviaste al futuro, esperé, pero luego tu corazón

se detuvo y supe que no regresarías. Traté de mantenerte viva de todos

modos, pero realmente no pensé que volverías. —Su tono es reflexivo—.

Sé lo terca que eres.

Mis ojos se dirigen a los suyos. Está mirando mi boca. El agua sabe

como a mil lágrimas en mis labios cuando hablo:

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—La mejor pregunta es: ¿por qué trabajarías tan duro para traerme

de vuelta? Te mataré antes de dejarte controlarme. Deberías haberme

dejado ir.

Ríe en tono bajo.

—Ya has tratado de matarme. No funcionó.

—Entonces, ¿por qué traerme de vuelta?

—Te miro y veo a la chica más solitaria del mundo.

Mi barbilla se crispa.

—Tengo un corazón de piedra, Kyon. Nada lo conmueve. —Es una

mentira que necesito volver a hacer realidad.

Me mira por un momento. De alguna manera siento que sabe todo

lo que hay que saber sobre mí.

—Tal vez es tu trágica inocencia lo que me hizo mantenerte con

vida. Tal vez quiero verlo morir gritando mi nombre. —Acerca sus labios

a los míos. Mi mano agarra su cabello mojado. Lo tiro con suficiente

presión para llamar su atención. Sus ojos se mueven de mi boca a mis

ojos.

—Tienes que ganarme.

El agua fluye sobre el afilado ángulo agudo de su mejilla para

gotear desde su barbilla hacia mí. Sus tatuajes negros se enredan

alrededor de sus músculos y corren por su cuello. Las líneas gruesas se

agrupan, formando un arrollador puñetazo lateral a mis palabras. Suelta

mis piernas, permitiéndome deslizarme sobre su tatuaje, que baja por su

abdomen hasta que mis dedos de los pies tocan el duro suelo de piedra.

—No tengo que ganarte, Kricket. Ya eres mía.

Agita su mano en un gesto desdeñoso. Los colgantes cabezales de

la ducha se apagan y descienden a posiciones de descanso en el suelo.

Me deja donde estoy por un momento mientras camina hacia un nicho

empotrado. Sacando una toalla de una pila de ellas, se quita la ropa

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mojada. Me alejo, sonrojándome. Las yemas de mis dedos agarran a la

áspera tabilla de madera que me separa del mar más allá. Miro a través

del espacio. ¿Cómo escapo de aquí?

Kyon se mueve detrás de mí; es tan silencioso que no sé que está

allí hasta que lo siento agarrar el borde de mi camisón empapado. Me

alejo de él, chocando contra la madera astillada.

—¿Qué estás haciendo? —jadeo.

Tiene una toalla seca sobre su brazo. La otra toalla está envuelta

en sus caderas.

—Estoy cuidando de ti —responde, sujetando rápido mi dobladillo.

Intento apartar su mano de aquello.

—No necesito que me cuides.

—Es mi deber —responde, sin dejarlo ir.

—Te absuelvo de eso —digo a través de mis dientes.

—Es mi derecho.

Lucho por alejarme, pero cuando le doy la espalda, presiona su

mano contra mi hombro, sosteniéndome contra las tablillas de madera

mientras levanta mi camisón. Mueve su mano para ponerlo sobre mi

cabeza. Me estremezco de nuevo con la brisa fresca mientras mi espalda

se aleja de su toque. Los dedos de Kyon rozan mi espalda, una caricia.

No lo miro. No puedo.

Envuelve la longitud de la delgada tela a mí alrededor, cubriendo

mi piel desnuda. Metiendo el extremo en la parte superior, su mano

alcanza la mía. Retiro mis dedos hacia atrás, pero se agarra y los sostiene

rápidamente hasta que lo miro. Su expresión es estoica. Espera que me

dé cuenta que no va a soltar mi mano. Cedo. Se da vuelta y me lleva de

regreso a su casa.

Entramos a la habitación a través de la amplia abertura en la

pared. Me lleva directamente a la cama grande. La cama todavía está

deshecha en donde había trepado antes. Endereza las sábanas y las

sostiene con un gesto para que pueda entrar. Cuando no obedezco de

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inmediato me dice:

—¿Quieres que te haga entrar?

Suspiro y me trepo en la cama sin decir palabra. Acostada de lado,

estiro la manta hasta mi barbilla mientras giro y vuelvo la cara lejos de

él. Moviéndose al otro lado de la cama, Kyon también entra.

Inmediatamente me alejo de él y me dirijo hacia el borde de la cama. Sus

brazos se cierran a mí alrededor. Me atrae hacia él y me pone cerca de su

cuerpo. Mis músculos se ponen rígidos. Kyon me besa el pelo y se

acurruca contra mí. Empiezo a luchar y trato de alejarme de él.

—No te muevas.

—No quiero que me toques.

—No me importa lo que quieras. Esto es lo que yo quiero. Debes

saber que soy la única persona a quien puedes recurrir.

—No te necesito.

—Lo harás.

Al darme cuenta de que luchar solo hace que me abrace más fuerte,

me relajo y trato de fingir que su cuerpo no está amoldado contra el mío.

No puedo razonar con él. Por el momento, lo único que es capaz de captar

es a mí. La calidez que irradia de él no es desagradable. El estrés y la

lucha por sobrevivir me están alcanzando. Mis ojos se ponen pesados,

lucho para mantenerlos abiertos.

—Duerme —dice Kyon y es como si leyera mi mente.

—No puedo. ¿Quién me protegerá de ti si lo hago? —murmuro

cansadamente.

—Nadie.

Lucho por mantenerme despierta, pero ha sido una noche tan

brutal que eventualmente me quedo dormida en los brazos de mi

enemigo.

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3

Pozo Vacío Traducido por Manati5b & Rimed & NaomiiMora

i mejilla se presiona contra piel desnuda. Me muevo para ver

la amplia extensión de su pecho. Moviendo las yemas de mis

dedos, noto que están descansando contra una rajada fina de una cicatriz

plateada. La trazo, sin saber lo que es de inmediato. ¿Cuándo Trey

consiguió esto? Jadeo. Mis dedos se curvan sobre su carne y rápidamente

alzo la mirada.

—¡Kyon!

Su profunda voz murmura

—Me gusta escuchar que despiertas con mi nombre en tus labios

—murmura con profunda voz.

Con sus hombros descansando sobre las almohadas blancas y

esponjosas, sus ojos azules se entrecierran mientras Kyon continua

mirándome. Mueve su mano a lo largo de mi cabello, acariciándome como

a una mascota favorita.

—Te dormiste —agrega, como si me contara un secreto. Todo viene

corriendo hacia mí en una envión. Mi cabeza se sacude fuera de él

mientras me cubro la cara con las manos y me siento.

—¿Cómo te sientes?

No puedo decir si su preocupación es verdadera. Lo miro entre mis

dedos, lanzándole una mirada de soslayo.

—Mi pecho duele como si alguien tratara de ahogarme.

—Todavía está mallugado. Comprimí tu corazón después de que

dejara de latir anoche. —Con cara de piedra observa mi reacción—.

Cortaré tu cabello ahora, así sanarás más rápido.

M

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Recoge algo de mi cabello lejos de mi rostro. Palidezco. Todavía me

preocupa que esté genéticamente diseñada para regenerar las células

cuando se me corta el cabello. Me hace sentir que de alguna manera soy

menos que real, y estar en Ethar ya es una dosis suficientemente irreal.

Dejando caer mis manos, alejo mi cabello de él.

—No. no lo hagas. Estoy bien. —Y no quiero que me toques chester,

pienso, usando el término Ethariano para “pervertido”.

—Te sentirás mejor al instante cuando lo corte. Tus moretones

desaparecerán. —Trata de alcanzarme de nuevo, pero yo me alejo.

Mis brazos se elevan a la defensiva.

—No quiero sentirme mejor. —Él alcanza lo que está debajo de la

almohada detrás de él y extrae un cuchillo de aspecto malvado con un

mango de marfil. Mis ojos se ensanchan y me pongo rígida cuando mi

aliento se atraganta en mi garganta—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué

tienes un cuchillo debajo de tu almohada? —Estoy orgullosa de la forma

en que mi voz no tiembla, incluso cuando mi sangre ruge por mis venas.

Kyon sostiene el mango del cuchillo mientras perezosamente

acaricia la hoja de acero con su dedo.

—Dime, cuando fuiste enviada a esa institución en la Tierra,

después de huir de esa casa de acogida, ¿alguna vez sentiste la necesidad

de esconder un arma cerca mientras dormías?

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, mientras pienso en el

tiempo que pasé en una instalación de menores en Chicago. Las calles

habían sido más seguras que ese lugar.

—Sí —respondo honestamente.

Sus ojos perforan los míos mientras se mueven de su cuchillo a mí.

—¿Por qué?

Su intensa mirada me detiene, incapaz de mirar hacia otro lado.

—Porque tenía enemigos.

—Todavía los tienes —contesta.

Extendiéndose hacia adelante, su enorme mano toma un puñado

de mi cabello. Inclinando la hoja afilada del cuchillo, Kyon me corta el

cabello cerca de la base de mi cuello. El puñado de cabello en su puño se

torna negro y se encoge hasta que no es más que polvo en la palma de su

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mano. Rápidamente fluyen astas de nuevo cabello que crecen

rápidamente en mi cuero cabelludo. De un rubio pálido, cae por sobre

mis hombros en ondas, volviendo a su longitud anterior. Kyon entrelaza

sus dedos en este, sintiendo su suavidad de seda de maíz contra su piel.

El dolor opresivo y la presión en mi pecho se alivian, lo que me permite

tomar la primera respiración completa que he tenido desde la noche

anterior. Juega con mi cabello por un momento, completamente

hipnotizado por este.

—¿De qué tienes miedo? —pregunto.

Su mirada se vuelve fría. Su mano se aprieta incómodamente en

mi cabello, pero no me estremezco.

—De nadie —contesta—. Ellos tienen miedo de mí. —Me pregunto

por primera vez por lo que él ha pasado en la vida para hacerlo tan

despiadado e inflexible.

—¿Quién te teme? —Puedo imaginar, observando al asesino

psicópata a mi lado, que no hay muchas personas que no le teman a

Kyon.

—Cualquiera que es lo suficientemente inteligente para vernos

como una amenaza. —La verdadera resonancia en su voz es tan

aterradora como sus palabras.

Quiero estremecerme, pero no lo permito.

—Necesito un arma.

No vacila. Al abrir la palma de su mano, me tiende el malvado

cuchillo para que lo tome. Me detengo, no estoy segura si su oferta es

una trampa. Espera pacientemente a que llegue a una decisión.

Cautelosamente, extiendo la mano, tocando el mango de marfil. Tan

rápido como el chasquido de la mordida de una serpiente, la mano de

Kyon se cierra sobre la mía, para que cada uno sostenga el cuchillo con

la hoja apuntando hacia el colchón.

—Usa esto en mí, Kricket, y haré que te arrepientas.

Rehusándome a retirarme, respondo:

—No me has hecho arrepentirme por haberte apuñalado la primera

vez.

Una lenta sonrisa se desenvuelve en sus labios. Se extiende por su

rostro. Sus ojos se arrugan con humor.

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—Eso es porque solo sirvió para convencerme de que eres perfecta

para mí. Mi pequeña salvaje, la estrella más oscura.

Es un psicópata.

—¿Quién viene detrás de nosotros Kyon?

Se vuelve de piedra una vez más. Suelta el cuchillo,

entregándomelo a regañadientes. Es pesado en mi mano.

—Nadie que no pueda manejar. ¿Tienes hambre?

Exhalo profundamente. Empujo el cuchillo debajo de mi almohada,

escondiéndolo de la vista una vez más.

—Sí.

Luz danza fuera de su rostro desde la puerta abierta que conduce

al mar. Es un dios dorado, uno alrededor de su casa.

—¿Qué te gustaría? —pregunta.

—Cualquier cosa que no me haga enfermar.

Se inclina hacia mí, su nariz se acerca a la mía. Con las cejas juntas

pregunta:

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que no me haga daño.

Sus cejas se profundizan.

—¿Piensas que voy a envenenarte?

Me encojo de hombros.

—Acabas de tratar de ahogarme anoche.

Señala con su dedo mi rostro.

—Estarías muerta si verdaderamente quisiera ahogarte. Estaba

estableciendo quien está a cargo aquí. Y no eres tú.

Me estremezco, pero no alejo la mirada.

—¿Era eso lo que estábamos estableciendo? Eso no es lo que

obtuve de eso.

Sus cejas se levantaron en pregunta.

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—¿Qué obtuviste del encuentro?

—Es un buen año para los cazadores.

Sus ojos se afilan, volviéndose de un azul profundo.

—Recuerda eso. Te encontraré, no importa a dónde vayas. —Sus

dedos tocan mi mejilla, apartando mi cabello de este.

Me inclino lejos de su mano.

—¿Por qué siempre me amenazas?

—Esa fue una promesa.

—Fue una amenaza.

—Me perteneces. No te dejaré ir, nunca. —Algo en sus ojos cambia,

haciendo que su rostro sea atractivo en su austeridad. Él tiene el control,

y lo sabe. También necesita que yo lo sepa.

—Tal vez si me pidieras que me quede y fueras agradable, quisiera

estar aquí.

Sus pupilas se agudizan, como si lo que dije me hiciera una presa

más interesante. Agarrando mi barbilla, hace que no pueda apartar la

mirada.

—Nunca soy agradable.

—Podrías tratar. —Sé que lo que sugiero es ridículo.

—Ansias la fuerza.

—Ansío panqueques. —Levantando mi barbilla, la alejo de su

mano—. Con jarabe.

—Entonces los tendrás —ronronea.

—¿Vas a hacerlos para mí?

En verdad, no puedo imaginarlo en una cocina cocinando; no es

que pueda imaginar algún Ethariano cocinando, ya que dependen de la

automatización para hacer la mayoría de sus tareas domésticas. Todavía

tengo que ver a otra alma viviente aquí. Me preocupa.

—No sé lo que son panqueques. Parece como si quisieras comer

metal. —Su mirada es perspicaz. Está tratando de entenderme—. Esto

no es Rafe, hay una tecnología que resolverá todo por nosotros. —Y en

un tono más fuerte agrega—: ¿Oscil?

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Una pantalla holográfica se materializa frente a nosotros. Es del

tamaño de una de las pantallas de televisión que solían colgar detrás del

bar de Lumin, el club nocturno donde trabajé en Chicago.

—¿Requisito? —pregunta la sexy voz robótica.

—Necesito panqueques.

Cientos de diferentes tipos de recetas de panqueques pasan frente

a nosotros. Me acerco a Kyon para echar un vistazo a las coloridas

imágenes, mi frente arrugada ante la selección.

—¿Estos? —pregunta, señalando algo que parecen crepas.

—No —murmuro concentrada—. Estos. —Señalo una imagen de

una pila que gotea jarabe—. Mantequilla.

Kyon toma mi mano en la suya más grande, y estira mi dedo hacia

la imagen de los panqueques que quiero, la imagen se retuerce como si

tocara el agua. La imagen se desvanece, y luego desaparece. Los artículos

que se combinan con los panqueques aparecen en su lugar: jarabe, fruta,

jugo, crema batida. Kyon selecciona todas ellas por mí, enviando las

imágenes ondulándose.

Mi estómago gruñe ruidosamente.

—¿Cuánto tiempo hasta que estén listos? —pregunto.

—Estará aquí en breve. Puedes preguntarle a Oscil por cualquier

cosa que necesites. Solo di su nombre y te ayudará, pero solo cuando

estés dentro o cerca de la residencia o a bordo de una de mis aeronaves.

No cuenta con la habilidad de responder a solicitudes más allá de cierta

proximidad a un receptor.

—¿Qué es Oscil?

—Es un prototipo de tecnología de inteligencia que desarrollé y uso

en todas mis propiedades. Solo responde a algunas voces. La tuya es una

de ellas.

—¿Qué hace?

—Controla toda la automatización y sensores en todas mis

residencias. También está destinado a ser un asistente personal.

—¿Dónde está? ¿Cómo funciona?

—¿Recuerdas haber estado en mi satélite?

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Pienso por un momento, recordando haber visto a Kyon en su

cápsula de estasis a bordo de una elaborada estación espacial.

—¿Ese lugar es tuyo?

—Sí. Yo lo diseñé. Es mío.

—Técnicamente, nunca estuve allí, no físicamente de todos modos,

y para mí parece más una estación espacial.

Había estado proyectada allí en el pasado para poder espiar a Kyon.

No sé cuan inteligente es para mí admitir eso ante él, pero parece que ya

no está demasiado preocupado por eso. Él sabía que yo estaba allí en ese

momento.

—Oscil se encuentra principalmente en el satélite, cerca de la luna

de Inium, pero tengo instalaciones de respaldo en varios lugares a lo largo

de Ethar. Ellos pueden funcionar de manera simultánea o autómata.

No pretendo saber cómo funciona todo esto, pero el hecho de que

él lo haga me hace estremecer por su extrema inteligencia. El frio hace

que me mire a mí misma. Solo tengo una sábana a mí alrededor. Se ha

deslizado hacia abajo, pero no es indecente.

—¿Tienes algo que pueda usar? —pregunto.

Kyon está ocupado haciendo una selección del menú enfrente de

él. Cuando termina, agita su mano en un gesto desdeñoso y el holograma

se evapora en el aire. Sus ojos se deslizan lentamente sobre mí,

deteniéndose en mis pechos de una manera que me hace acercar la

sábana.

—No tienes que usar nada. Estamos solos aquí.

No sé qué es más atemorizante: el hecho de que estemos solos aquí,

o el hecho de que podría hacerme caminar desnuda.

—No soy realmente una chica de ropa opcional.

—Es una lástima.

—¿Tienes ropas para mí o no? —pregunto con una forzada calma.

—La tengo. Todo lo que necesitas está en tu vestidor.

Su mirada me pasa para quedarse en las puertas blancas en la

pared alejada opuesta al océano. Me deslizo hacia ese lado del colchón.

Cuando mis pies tocan el piso, sostengo la sabana contra mí y camino en

esa dirección. Soy detenida por un firme tirón a la cola de mi sábana.

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Mirando por sobre mi hombro, miro a Kyon, y lo veo envolviendo el

extremo de mi sábana alrededor de su mano.

—No me preguntaste qué deberías usar —dice en tono severo.

Mis ojos se estrechan hacia él.

—Soy una chica grande. No necesito tu ayuda para vestirme.

Me mira de pies a cabeza de nuevo.

—Eres pequeña.

Me irrita ese comentario.

—Lo que sea.

Me doy la vuelta y trato de dar otro paso, pero Kyon no suelta la

sábana. Exhalo un suspiro y me giro para enfrentarlo. La sábana se

tuerce torpemente a mí alrededor. Lo miro. Las cejas de Kyon se unen

cuando su expresión se vuelve maligna. Jala la sábana. Trato de

mantenerme firme pero termino siendo arrastrada de regreso a su lado.

Nariz con nariz conmigo, gruñe:

—Dile a Oscil que quieres seleccionar la prenda número tres treinta

y tres.

Su cálido aliento está en mi mejilla mientras miro sus fríos ojos.

—De donde yo vengo —digo lentamente, para que mi voz no

tiemblo—, ese número significa medio maligno.

Sus labios se contraen y luego se encrespan en una genuina

sonrisa.

—En ti será lo mismo.

Deja ir la sábana. Me retiro de él. Mis sudorosas palmas agarran el

material blando mientras me retiro. Me observa mientras me alejo, su

expresión ilegible. Cuando mis pies tocan el piso de nuevo, me alejo unos

pasos del psicópata. Ganando algo de distancia, me alejo de él y me

apresuro al vestidor.

Abriendo las puertas, encuentro una gran sala redonda que

probablemente puede acomodar a veinte personas o más. Ventanas altas

y redondas dan hacia las dunas de arena cubiertas de hierba marina.

Una elaborada lámpara de araña de madera cuelga en el centro del

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cuarto, encendida brillantemente. Cierro las puertas detrás de mí y me

desplomo en ellas, dejando escapar una profunda exhalación.

Me toma unos segundos recomponerme, pero una vez que lo hago,

corro hacia las ventanas, buscando una salida. Mi barbilla está al ras de

la parte inferior del alfeizar. Afuera hay caminos de piedra a través de las

dunas. Los bancos se alinean en los senderos y en la distancia se agitan

arboles tropicales bajo la brisa. Pero eso es todo. No veo otra criatura viva

y ningún medio de transporte. Aunque realmente no esperaba hacerlo.

Kyon estaba diciendo la verdad cuando dijo que estábamos solos aquí,

donde sea que esté.

Me doy la vuelta y miro la habitación. Hay un diván y varias sillas

elegantes de respaldo alto cubiertas de seda color espuma de mar. No

hay ninguna ropa a la vista.

—¿Qué se supone que deba usar? —pregunto con frustración.

Pienso por un segundo—. Oscil.

—¿Requisito?

—Necesito vestirme para la rotación.

—Por favor ingrese al canal y haga una selección —dice una voz

robotizada femenina. En medio del cuarto, un recinto cilíndrico oscuro

se levanta del piso. Lo miro con recelo. Al acercarme tomo un profundo

respiro e ingreso en el área sombreada a través de su panel abierto—. Por

favor haga su selección —reafirma la voz. El panel se cierra,

encerrándome dentro.

—¿Tres, treinta y tres?

Una luz azul desciende desde la parte superior del cilindro,

escaneando mi cuerpo. Cuando cae al piso, cuatro cuchillas de tijera

afilas y metálicas salen de los agujeros redondos que se abren en el piso.

Las cuchillas giran sobre brazos robóticos de acero, girando en golpes de

rotor de helicóptero. Me agarro y rasco las paredes del tubo, arañando

para salir, mientras la máquina me quita la sábana de mi cuerpo. Las

piezas de material caen al suelo. Las fibras se rasgan y son inhaladas por

los agujeros en forma de pulmón en el piso junto a mis pies. Golpeo el

tubo, buscando una salida.

—¡Alto! —grito—. ¡Alto! ¡Para! ¡Cesa! ¡Jodidamente apágate! —Nada

sucede. La máquina sigue cortando y triturando. Tiene la misma actitud

que su creador.

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Cuando las tijeras alcanzan la parte superior de mi cabeza, las

cuchillas se retraen hacia los brazos de la máquina. Jadeo y pataleo

mientras trato de calmarme. Luego, latas de aerosol emergen de los

extremos de los brazos robóticos.

—Levante los brazos… levante los brazos… levante los brazos —la

voz robótica canta.

—¡Para, pedazo de chatarra!

—Levante los brazos… levante los brazos… levante los brazos…

Tentativamente, levanto mis manos un poco. La voz continúa su

canto:

—Levante los brazos… levante los brazos…

Sigo subiendo las manos hasta que están por sobre mi cabeza.

Las latas de aerosol giran a mí alrededor, rociando cada área de mi

cuerpo excepto mi cabeza. Todo mi vello corporal no deseado, desaparece

en un instante.

Cuando los brazos robóticos alcanzan el piso, las latas de aerosol

se retraen dentro de los brazos automatizados. En su lugar, agujas de

tejer largas y delgadas emergen en los extremos de dos de los brazos

mientras agujas más pequeñas se presentan en los otros dos. Los hilos

se enrollan entre las agujas, tejiendo y cosiendo la tela dorada a mí

alrededor mientras se levantan del suelo. Cuando los brazos robóticos

llegan a la parte superior de mi cabeza, estoy ataviada con un traje de

baño de dos piezas de color dorado. Los palillos afilados de muerte que

giran descienden otra vez, esta vez girando una red de tela dorada

transparente a mí alrededor. Una falda tipo tul envuelve mi cintura hasta

los dedos de los pies.

Los brazos mecánicos suben a mi cabeza otra vez. A medida que

descienden una vez más, la misma tela dorada reluciente se teje

alrededor de mis hombros y brazos. Cuando los brazos vuelven al suelo,

el cilindro oscuro que me rodea se convierte en un espejo reflejante. Miro

mi imagen. Estoy vestida con una cubierta dorada con una larga cola que

fluye detrás de mí. Debajo de este, un traje de baño es mi única otra

cubierta.

—¿Necesita arreglarse? —pregunta la voz robótica.

—Um… ¿está bien? —murmuro con una poco de aprensión.

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—¿Debo emparejar su arreglo con su atuendo? —pregunta la voz

automatizada.

—Ahh, claro.

Las manos robóticas vuelven a salir del suelo, pero esta vez no hay

tijeras o agujas; hay brochas y cepillos. En menos de un minuto, mi

cabello es cepillado y recogido en una coleta alta con intrincadas trenzas

en todas partes.

Después de que los brazos desaparecen una vez más en el piso, la

voz pregunta:

—¿Necesita más ayuda?

—No —contesto.

El cilindro vuelve a caer en pequeños listones en el piso, y quedo

otra vez en medio del cuarto. Mis manos se deslizan sobre el suave

material de mi atuendo y me miro a mí misma. Sandalias de oro se

encuentran cerca de mis pies. Me las pongo: un calce perfecto.

Mirando las puertas que llevan al dormitorio, me acerco a ellas de

puntitas. Empujo la palanca abriendo la puerta un poco. Mirando hacia

afuera, no veo a Kyon en ninguna parte. No está en la cama donde lo dejé.

Cuadrando mis hombros, abro más ampliamente la puerta, dando un

paso tentativo fuera del vestidor. Mi piel pica y siento a Kyon antes de

sentir su mano descansar firmemente en mi nuca. Cada célula en mi

cuerpo reacciona cuando alzo la mirada para verlo a mi lado. Debió de

haber estado recargado contra la pared, esperando que abriera la puerta.

Cambió la sábana blanca alrededor de sus caderas por unos pantalones

cortos de color azul marino que muestran la obscena forma de V de su

abdomen. Su pecho desnudo es repugnantemente perfecto y solo cubierto

por su tatuaje negro.

Escondiendo mi miedo a él con una expresión molesta, sigo

caminando en la dirección en que iba. Intento superarlo para que su

mano caiga desde mi nuca, pero me frena con un apretón de advertencia.

—El desayuno está listo en la terraza —dice con un murmullo

satisfecho cerca de mi oreja. Me pregunto por su tono por un momento

hasta que dice—: El número tres treinta y tres se ve aún mejor en ti de

lo que imaginaba.

No contesto. Paso a través del cuarto hacia la terraza, y me

aproximo a la redonda mesa de piedra. Un toldo con forma de vela se

extiende sobre la mesa, protegiéndonos del resplandor del sol tropical.

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Kyon saca una silla acolchada para mí. Es tan grande y alta que mis pies

apenas alcanzan el piso de piedra.

Un carrito de servicio que levita está esperando cerca de nosotros.

Kyon recupera platos de peltre de su superficie. Coloca un plato frente a

mí. La tapa se levanta sola, apoyada en una bisagra. El aroma de los

panqueques se eleva. Inhalo, y se me hace agua la boca. Mis ojos se

mueven hacia el plato de Kyon mientras se sienta a mi lado. Tiene algo

que parece calamar hervido en su plato. Me estremezco y le hago una

mueca. Luego, apuñalo un panqueque de la pila alta en mi plato,

empujando uno a un costado de su plato.

—Come eso —le digo en desafío.

Ojos azules del color del cielo caen sobre mí.

—¿Por qué? —pregunta.

—Porque no voy a comer mis panqueques hasta que tú lo hagas —

respondo con un levantamiento de mi barbilla.

Trata de esconder su sonrisa detrás de un suspiro.

—No tengo necesidad de drogarte Kricket. Puedo dominarte cuando

lo desee.

—Eso es lindo, ya me has drogado, así que tu punto es discutible.

Aquí, ten algo de jarabe también. —Levanto un pesado dispensador de

peltre que tengo delante y le echo una generosa cantidad de jarabe sobre

el panqueque.

Me mira como si yo fuera tonta, pero no se niega. En cambio,

levanta sus cubiertos y rebana el panqueque. Limpia el almíbar del

panqueque con su tenedor. Con más elegancia de la que nadie debería

tener, le da un mordisco y lo mastica demostrativamente. Con una

sonrisa petulante, se inclina y levanta mi vaso con agua. Saludándome,

toma un largo sorbo. Lo deja junto con sus cubiertos y levanta sus manos

con la palma hacia arriba en un gesto de estás satisfecha.

Olfateo y levanto mis cubiertos, comenzando a comer. Tan pronto

como el bocado cruza mis labios, tengo que sofocar el impulso de gemir

de placer. Es divino.

—Así que… —pregunto entre mordidas—, ¿qué hacemos aquí?

—Estamos tomando el desayuno —contesta Kyon. La brisa del

océano agita su cabello. La luz del sol hace que su piel se vea dorada.

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—Está bien. ¿Qué haremos después del desayuno? —pregunto.

—Pensé en mostrarte tu nuevo hogar.

—¿Realmente vives aquí?

—Nosotros vivimos aquí.

—¿Solos?

—No me gustan las personas.

—¿No te gustan o no les gustas? —pregunto.

—¿Acaso importa?

—No realmente —digo, encogiéndome de hombros. Su presencia

domina todo mi ser. Invade mis sentidos con su cercanía. No puedo

ignorarlo y el silencio se vuelve repentinamente pesado—. ¿Has vivido

aquí por mucho tiempo?

—Lo suficiente.

—¿Lo suficiente para enamorarte?

—Podría decirse —acuerda. Intento esconder una sonrisa, pero la

ve—. ¿Qué es gracioso?

—Tú. La idea de que te enamores de algo.

—¿Por qué eso te sorprendería?

—Me das la impresión de alguien que está acostumbrado a la

riqueza extrema, algo como esto debe ser como acampar para ti —

respondo. La casa es increíble, pero obviamente está pensada para

funcionar sin personal. Cuando Kyon estaba en el palacio, estaba

constantemente acompañado por un séquito de sirvientes Alameeda,

todos esperando por sus caprichos.

Levanta su vaso y toma un pequeño sorbo. Dejándolo en la mesa,

me lanza una rápida mirada.

—¿Cómo sabes a lo que estoy acostumbrado?

—¿Crees que simplemente te ignoré mientras estaba bajo custodia

del Regente? Tuve que buscar y encontrar la verdad entre las mentiras

que tu gente me entregaba, pero me las arreglé para aprender unas

cuantas cosas sobre ti.

Sus ojos se estrechan peligrosamente.

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—¿Cómo cuáles?

—Como tu posición dentro de la hermandad. Tienes el asiento más

codiciado en Alameeda. El prestigio de controlar el Lago de Cerulean es

inigualable, así como las galas que trae. Un embajador de Wurthem

sugirió que no estabas originalmente en línea por él.

—¿Lo hizo?

—Mmm. Implicó que lo ganaste a través de otros medios.

—¿Qué otros medios?

—Intimidación. Asesinato.

—¿Siempre oyes los chismes? —pregunta.

—Siempre —digo, entre bocados de panqueque.

—¿Qué más crees que sabes?

—Eres un hábil inversionista. Una fuente dijo que posees algunas

altamente lucrativas empresas en Wurthem, un hecho que molestaba a

mi fuente, dado que él creía que solo la elite social en Casa Wurthem

debería ser capaz de tener sus riquezas. Dijo que tus conexiones en

Alameeda te hacían intocable, pero se negó a decir qué conexiones. Lo

que me hizo pensar que temía más a tus conexiones que lo que te teme a

ti.

Kyon frunce el ceño.

—Yo me hago intocable —dice con más fuerza de la que espero. He

dado con algo ahí. Su soledad tiene raíces profundas.

Decido presionar a pesar de la gélida recepción que tienen mis

palabras.

—Mi fuente indicaba que tus proezas de negocios eran

subestimadas al inicio. Él no deseaba creer al inicio que un soldado como

tú pudiese entender las complejidades relacionadas con las altas

finanzas.

—¿Qué crees tú?

Me encojo de hombros.

—Estrategia es estrategia. Aprende el juego y juégalo. Por lo que sé

de ti, creería que eres mejor que la mayoría en él.

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—¿Por qué es eso?

—Porque cuando alguien como tú es sobrepasado, usualmente

puede hacerse camino usando la fuerza.

—¿Hay algún punto en esto? —pregunta Kyon, inclinándose en su

silla.

Me inclino también en la mía. Limpio mi boca con la servilleta antes

de dejarla en mi plato.

—No. No hay punto. Solo estoy haciendo conversación.

Kyon se levanta de su asiento y me extiende su mano.

—¿Quieres hablar? Te mostraré el lugar y podrás hablar.

Miro su mano por un momento. No la tomo, pero me levanto por

mí misma y empujo mi silla lejos de la mesa.

—Oscil —dice en un tono plano—, limpia la mesa. —Indica que lo

siga nuevamente a la casa.

En el camino, miro sobre mi hombro. Un gran agujero se abre en

el centro de la mesa. Los platos sucios son atraídos magnéticamente

hacia este y tragados, luego el agujero desaparece y la mesa recupera su

sólida forma. Una bandeja flotante pasa sobre la mesa, rociándola con

limpiador y utilizando un brazo robótico para limpiar la superficie. Lo

miro todo con fascinación hasta que siento la mano de Kyon en la parte

baja de mi espalda, guiándome lejos.

Entramos por el arco del dormitorio, y él camina a través del

elegante cuarto hacia la puerta de la izquierda. Al cruzarla, entramos a

un cuarto con un alto techo de vidrio. Es algún tipo de solárium que

parece un barco vikingo al revés. Costillas de madera salen de la larga

espina y enmarcan los paneles de cristal del techo. Paredes de cristal

encarando al mar descienden automáticamente y caen sobre el piso

mientras caminamos por el lugar, permitiendo que la brisa marina toque

mi piel. Un pequeño río de agua corre por el centro del cuarto de una

fuente a otra en el extremo opuesto. Hay reposeras y mesitas dispuestas

aquí y allí para sentarse y disfrutar de la vista del agua del exterior.

Una escalera de caracol en el extremo del cuarto atraviesa el techo

dando al siguiente piso. Subiendo las escaleras, llegamos al otro piso.

Otra galería nos recibe. Esta tiene tablones de madera de piso.

Candelabros de luces acordonan las paredes. Pasamos puertas de

cuartos cerrados.

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—¿Qué hay en ellos? —pregunto.

—Son cuartos de huéspedes —responde Kyon.

Nos detenemos frente a una y Kyon la abre. Es un espacio hermoso

con una vista al jardín de flores al otro lado de la casa, pero no hay

muebles. Está vacía en el interior. Miro fuera de la ventana; robots

jardineros flotan sobre el terreno, podando arbustos en ángulos

perfectos.

—Así que… ¿nadie se queda aquí contigo?

—Eres la primera.

¡Qué afortunada! Pienso sarcásticamente. Alejándonos de la

ventana, dejamos silenciosamente el cuarto. Cruzamos la galería sin

abrir más puertas. Encontramos otra escalera de caracol que llega al

techo, me agarro de los postes de hierro forjado en forma de tridente.

Estos escalones nos llevan al tercer piso, donde al final del corto pasillo

se encuentra una gran oficina.

La oficina es un centro de comando. Cada aspecto de la isla es

visible por pantallas virtuales que abarcan toda la circunferencia del

cuarto. La isla no es muy grande, tal vez tres o cuatro millas. Tiene forma

de estrella, y por lo que revelan las imágenes satelitales, hay solo otros

pocos y pequeños edificios en la isla.

—¿Qué son aquellos? —pregunto, señalando a la pantalla que

muestra un par de techos de paja entre grupos de palmeras en el otro

lado de la isla.

—Pequeñas cabañas. Nadie vive en ellas. Son para nuestro uso.

—¿Y esto? —Señalo a un enorme edificio en la cima de una colina

cerca de una cascada que fluye a gran velocidad.

—Cobertizo. Es donde almaceno todos los botes y aeronaves. ¿Has

aprendido a operar alguno de ellos? —pregunta.

—No.

—¿Te gustaría?

Lo miro con recelo.

—Sí.

—Te enseñaré.

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—¿Por qué lo harías? —pregunto.

—Es una habilidad que debes saber, ¿no estás de acuerdo?

—He oído que las sacerdotisas no son entrenadas en ese tipo de

habilidades —digo, frunciendo el ceño. Son tratadas como idiotas hasta

que alguien quiera usar cualquiera sea el don extrasensorial que posean,

y luego son explotadas y usadas por su pericia, ya sea que estén de

acuerdo o no.

—No lo son, pero tú y yo nos atendremos a un nivel más alto.

Desvío mi mirada de él mientras proceso su respuesta.

—¿Y este edificio? —pregunto, señalando al edificio más grande

luego de la casa.

—Cobertizo.

Miro alrededor de su oficina. Hay un escritorio de madera sólida

que es algo que solo un pirata tendría. Voy hacia este y deslizo mis dedos

por su suave superficie. Una cuadrícula de luz se ilumina en la superficie

del escritorio, es un teclado de algún tipo para acceder al centro de

control. Camino alrededor del escritorio y me siento en la enorme silla

detrás de este. Está hecha para ser apta para los amplios hombros de

Kyon. Me acomodo hacia atrás, sintiéndome como un niño en un mundo

de adultos. Mis dedos rodean los extremos de los reposabrazos. Los froto,

intentando obtener una idea de la persona que los posee.

Kyon lentamente toma asiento en la silla frente a su escritorio, sus

manos tranquilas mientras me observa mirarlo.

—Este lugar es muy distinto a los lugares en los que he estado en

Ethar —comento.

—Lo es.

—Todo es minimalista.

—Pensé que sería menos confuso para ti.

—¿Para mí? —me burlo.

—Pasas mucho de tu tiempo observando la superficie de las cosas,

y casi nunca te tomas el tiempo para evaluar lo que hay debajo. —Levanta

una mano, evitando mi molesta respuesta—. No es un insulto —ladra de

manera amenazadora.

Dudo y luego digo calmadamente:

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—Está bien. —Me doy cuenta abruptamente que él está

reaccionando al enojo que ve en mi rostro, y el hecho de que estaba a

punto de gritarle. Le afecta, no sabe cómo hablar conmigo. Me reclino en

la silla nuevamente—. Así que eso no se suponía que fuera un insulto,

por favor, explícate.

Toma aliento, intentando recobrar la calma.

—Has sido lanzada a un mundo lleno con gran abundancia de

tecnología, riquezas y exceso. Te he observado ir pelando las capas de a

poco, procesando todo rápidamente, a tu modo. Pensé que sería más fácil

para ti verme sin todas esas distracciones. Podría haberte traído a bordo

de uno de mis yates, pero te he observado en botes en el pequeño lago

del palacio de Rafe. Escondes bien el pánico, pero sé que odiaste cada

momento que estuviste a bordo. Te hizo sentir inútil. También pude

haberte llevado a una de mis propiedades, donde habrías encontrado

formas de esconderte en muchas de las distracciones que proveen. No.

Te quería aquí. Quiero que nos veamos.

—¿Crees que me conoces? —pregunto.

—No. No creo que nadie realmente te conozca. Tenemos eso en

común.

—¿Cuánto tiempo crees que nos llevará conocernos?

Se encoge de hombros y está a punto de decir algo cuando una

cacofonía de pitidos lo interrumpe. Con la mandíbula apretada, se

levanta de su asiento.

—Oscil, informe.

—Vindercrafts entrando, siete series.

—Imagen.

Una imagen de un paisaje holográfico aparece sobre la superficie

del escritorio entre nosotros. Un impresionante avión que se asemeja a

un boomerang negro mate vuela bajo sobre el agua cristalina, pero no

deja sombra en la superficie. Detrás de este, hay una flota de aeronaves

similares, una veintena al menos, que lo siguen en una formación en V.

Kyon frunce el ceño.

—¿Están armados?

—Completamente armados.

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—¿Ocupantes?

—Veintisiete formas de vida en la nave principal.

—¿Acercamiento?

—Cuadrante dos.

—¿Tiempo?

—Un fleat —responde el robot femenino, indicando que en un

minuto esa nave estará aquí.

—¿Han sido advertidos de que no intenten aterrizar aquí?

—Afirmativo. ¿Debo iniciar los protocolos de terminación? —

pregunta la computadora desapasionadamente.

—Contén la terminación —murmura Kyon—. Permite el paso de la

nave principal. Corta al resto de la formación.

—¿Quién es? —pregunto, mirándolo. No puedo decir si está feliz o

descontento con el visitante.

—Alameeda Strikers.

—¿Por qué están viniendo aquí?

—Tienen la intención de devolverte a la Hermandad.

¿Y vas a decir que no?

—Eso es.

—¿Por qué?

—Porque eres mía —responde.

El holograma entre Kyon y yo muestra que la armada de la

aeronave detrás de la nave principal se desvía repentinamente en varias

direcciones diferentes, evitando una cúpula iridiscente, similar a una

burbuja, que existe entre ellos y su nave principal. Mientras se revuelcan

en el aire, realineándose en un grupo detrás del escudo, la nave en forma

de boomerang se detiene bruscamente en el borde de la playa. Cambia

su forma y saca sus alas; pronto se parece a una salamandra negra.

Cuatro patas se forman desde el cuerpo, anclándola a la playa. Soldados

vestidos con armaduras negras se deslizan dentro de la boca de la nave

cuando se abre sobre la orilla. Kyon no se ve en absoluto preocupado.

Encontrando que es difícil respirar, me trago la bilis que asciende a mi

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boca.

—Oscil —dice Kyon con calma.

—¿Requerimiento?

—Infiltración enemiga. ¿Excelsior está entre ellos?

—Buscando a Excelsior Ensin —responde la voz desapasionada—.

Negativo. Excelsior Ensin no es detectado.

—Extermina a todas las entidades extranjeras —dice, pareciendo

decepcionado.

—¿Código de autorización?

—Formular Infinito.

—¿Quién es Excelsior? —exijo.

Kyon está distraído, observa el holograma entre nosotros cuando

dice:

—Es el Canciller Supremo de la Hermandad Alameeda, mi padre.

—¡Tu padre es el Canciller Supremo! —digo en estado de shock.

—¿Qué? ¿Tu fuente nunca mencionó eso? —pregunta

sarcásticamente Kyon. Me da una mirada burlona—. Tal vez asumió que

lo sabías.

—Tal vez debería comenzar a pagarle mis fuentes —murmuro.

En el escritorio entre nosotros, parpadea luz de las imágenes

holográficas proyectadas allí. El agua azul cristalina y el sol dorado se

convierten en el telón de fondo del monstruoso escenario negro formado

por la boca del avión abierto. Una tropa de soldados en miniatura

representa una escena extraña cuando se derraman en el agua en el

borde de la playa, encendiendo latas de humo que actúan como pesadas

cortinas humeantes rojas en la periferia del escenario.

Los soldados se dividen rápidamente en dos unidades. Armados

con armas perversas, principalmente fusiles parecidos a un rifle

llamados frestons que se pueden configurar para proyectar electro-

pulsos, proyectiles láser o municiones tipo bala, la primera unidad

avanza. Tienen cinturones de utilidad negros que tienen cartuchos de

batería de repuesto, recortados alrededor de su armadura de combate.

Los cinturones tienen buscadores de calor y cilindros de plata conocidos

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como amplificador sanctum que Hollis una vez me dijo que explotan

cuando son lanzados.

—Supongo que no eres cercano a tu padre.

—No disfrutamos de la compañía del otro —responde Kyon. Mi

estómago esta hecho un nudo. Quiero correr hacia la puerta de su oficina

y bloquearla, pero una puerta cerrada no los detendrá, no con las armas

que tienen.

Miro más allá de la escena desarrollándose frente a mí, a Kyon.

Las imágenes del holograma forman patrones de luz en su rostro.

—Necesito otra arma —le digo con urgencia—. Dejé mi cuchillo en

la habitación.

Kyon me sonríe como si acabara de decir algo gracioso.

—Estarás bien, Kricket.

Señala el holograma. Mis ojos se vuelven hacia este, viendo una

onda que aparece debajo de la arena cerca de la casa. Una onda de

choque se mueve hacia afuera tan rápido que la arena se traga la primera

unidad antes de que puedan dar otro paso.

Parpadeo con incredulidad.

—¿A dónde se fueron? —susurro.

Kyon me mira desde el holograma.

—Han sido enterrados vivos. Los sistemas defensivos en la isla

están siguiéndolo los protocolos de protección.

La segunda unidad de soldados cerca del agua grita los nombres

de los desaparecidos. Sin embargo, nada se mueve bajo las blancas olas

de arena. Un soldado alto y rubio se vuelve frenético; corre hacia donde

se vio por última vez la primera unidad, se introduce en las arenas

movedizas y desaparece de la vista. Kyon niega con la cabeza y murmura:

—Siempre hay alguien que pierde la cabeza y hace eso. No puedes

entrenar eso fuera de ellos.

El soldado al que se refiere Kyon no resurge. Los otros se retiran a

los oscuros recovecos de su nave oscura.

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—¿Se están yendo? —pregunto con esperanza. Mis manos

sudorosas se agarran el borde del escritorio.

Kyon niega con la cabeza.

—Están bajo órdenes de recuperarte. Si regresan sin ti, serán

ejecutados. Mejor morir aquí.

Kyon tiene razón. Los Strikers pronto reaparecen en la entrada de

su avión. Vestidos con Riker Paks, las llamas azules se encienden debajo

de las dos latas en forma de fuselaje en cada uno de los jets pack de los

soldados. Se levantan de la orilla uno por uno y vuelan hacia la casa.

Las defensas de la casa reaccionan. Una ola abrasadora de luz

ardiente se extiende en círculos concéntricos desde los picos en los

aleros. El fuego enciende a los Strikers aerotransportados,

cortocircuitando sus jet packs mientras los quema. Caen del cielo, y la

arena hambrienta los saluda, apagando las llamas mientras arrastra sus

cadáveres carbonizados.

La voz sedosa del robot de Oscil me sobresalta.

—Todas las formas de vida extranjeras han sido terminadas —

afirma.

Me estremezco. Kyon mira hacia otro lado del holograma en el

escritorio y hacia el banco de pantallas que muestran diferentes aspectos

de la isla y el interior de la casa. Está tenso; su mandíbula esta rígida.

Estudia las otras naves que no pueden acercarse a la orilla.

—¿Pueden pasar tu escudo?

—No.

—¿Cuánto tiempo crees que se sentarán allí afuera? —pregunto,

mientras jugueteo con un mechón de cabello entre los dedos.

—Es intimidación. Me están haciendo saber que aunque no puedan

entrar, no podremos irnos sin que nos detecten. —Me mira a la cara—.

No había planeado irme pronto, pero cuando lo haga, no importará quién

salga a saludarnos.

—Transmisión entrante de Excelsior Ensin — Oscil irrumpe de

nuevo.

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Kyon se reclina en su asiento. Espero a que responda el mensaje,

pero no hace ningún movimiento para hacerlo. Levanto mi ceja.

—¿Vas a responder eso? —pregunto.

—Acabo de decir todo lo que necesitaba decirle a Excelsior.

—¿Debería responderlo yo? —pregunto.

—No sé, ¿deberías? —me devuelve mi pregunta. Su expresión es

ilegible—. ¿Quieres esconderte detrás de mí o quieres defenderte?

—No voy a confiar en ti para nada, Kyon.

—Entonces, por supuesto, debes responderlo. Dile a Oscil que

acepte la transmisión. —Junta sus manos otra vez, mirándome en

desafío.

Me recuesto en la enorme silla de Kyon e intento adoptar un sereno

semblante. Levanto mi barbilla y murmuro:

—Oscil, acepta la transmisión.

Como un control de misión retro, Oscil responde:

—Transmisión aceptada.

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4

Sombras Sin Forma Traducido por Mary Rhysand & Liliana

ntre Kyon y yo, una imagen holográfica de un guapo hombre

rubio toma forma. El parecido de Excelsior a Kyon es, en una

palabra, ridículo. A pesar de que el padre de Kyon de algunos cuarenta

años tiene un estilo de pelo diferente—el cual es corto, rubio, y recto—no

hay duda en mi mente cómo lucirá Kyon cuando tenga esa edad; eso es,

si Excelsior de alguna forma le permite vivir tanto. Los ojos brillantes del

líder, hechos de luz azul, se entrecierran en reacción al verme en el

asiento detrás del escritorio de Kyon.

—¿Dónde está mi hijo? —Su voz severa tiene una resonancia

similar a la de Kyon.

Trato de ser amable.

—Saludos, Excelsior. Lindo día. ¿Estás disfrutando el cálido aire

de mar?

—Te lo preguntaré de nuevo, ¿dónde está él? —ladra Excelsior.

Me encojo de hombros, tratando de no lucir asustada.

—Creo que fue por un aperitivo. —Señalo con mi pulgar—. ¿Hay

algo que pueda hacer por ti aparte de eso? —pregunto inocentemente.

Mirando a Kyon, veo una sonrisa avara formándose en sus labios.

—Kricket —gruñe Excelsior.

Alzo mis cejas.

—Excelsior.

—¿Entonces sabes quién soy?

—He oído de ti.

—¿De Kyon?

E

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—No. Él apenas ha hablado de ti. No creo que le gustes mucho —

susurro de forma conspiradora.

—Tráelo. ¡Ahora! —ruge.

—No. No creo que lo haré —declaro calmadamente. Extiendo mi

mano, estudiando mis uñas, como si no tuviera ni una preocupación en

el mundo.

El silencio se estrecha por unos largos respiros, antes de que

Excelsior diga:

—Luces exactamente igual a tu madre… excepto por tus ojos.

Violeta.

Mis ojos se disparan de vuelta a los suyos una vez más.

—Y tú luces como Kyon.

Frunce el ceño.

—Él se parece a mí. Es por eso que no está muerto.

—¿Fue salvado de tu narcisismo entonces? Estoy segura que

estará feliz de escuchar eso.

—Fue salvado por el hecho de que sé que es mío —responde. Lo

que dice es cierto, pero al mismo tiempo no lo es. Su respuesta me hace

detenerme, confundida.

—Siempre hay una prueba de paternidad —murmuro—. Sin

necesidad de dudas.

—No siempre se puede creer en ellos. Demasiados técnicos de

corazones latiendo dispuestos a salvar a un niño.

Entiendo a qué se está refiriendo, porque desconocido para él, he

conocido a unos cuantos de los premiados ‘niños perdidos’, a quienes ha

fallado en destruir: los machos nacidos de sacerdotisas que exhiben el

tipo de gen extraño que tengo yo.

—Sospecharía que después de conocerte, cualquiera se desviaría

de su camino para negar tu paternidad.

—Se desviven por afirmar que los machos nacidos de sacerdotisas,

como tú, se declaran no donados… incluso cuando no lo son.

Pienso en Giffen. Él es uno de ellos.

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—Suena como si nadie quisiera que asesinaras a niños inocentes.

—Estoy salvando a la gente q cuenta. De sobrevivir esos machos,

se alzarían y nos matarían a todos.

—O tal vez solo a ti. Creo que me gustaría ver eso.

Frunce el ceño.

—Sé que tú lo harías. Es por eso que estoy aquí.

—¿Así puedo verte morir? Aww, eso es muy sincero de tu parte. Lo

disfrutaré.

Me ignora.

—Kyon debe entender que no vales la pena su fallecimiento.

—Tienes razón, realmente no lo valgo. ¿Tal vez deberíamos

convencerlo de llevarme de vuelta a la Tierra? Prometo que no regresaré

a la Tierra.

—Nunca dejarás Ethar. Tienes algo que me pertenece.

—No lo creo, ¿pero qué es lo que crees que te debo Excelsior?

—El futuro.

—¿Esperas que te lea la palma de la mano o algo? ¿En serio podrías

creerme si lo hiciera?

—Tengo todas las predicciones que necesito. Tu madre vio eso. Ella

me dio sus profecías. No, estoy hablando de tu otro futuro.

—¿Cuál sería?

—Tu descendencia, Kricket. Ellos me pertenecen.

Mi boca cuelga abierta. Miro a Kyon. Él me está observando. Mis

ojos viajan de vuelta a la imagen de Excelsior.

—No tengo ningún niño.

—Ni tendrás.

—¿Entonces cómo pretendes apoderarte de mi descendencia?

—Tus órganos serán cortados. Tendré todo lo que necesito para

crear a mis propias hijas de tu línea de sangre.

Me siento empalidecer.

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—Eres un enfermo psicópata, Excelsior. ¡Haré mi misión arruinarte

en formas que ni siquiera puedes imaginar! —Estoy fanfarroneando. Por

dentro, mi sangre se congela.

—Espero que des más batalla que tu madre. Ella fue confiable

hasta que fue casi demasiado tarde.

—Era una niña.

—Tú eres una niña.

—Te equivocas. No he sido una niña desde hace tiempo.

—Cuando venga por ti, te dividiré en tantas piezas que tú…

—Oscil, fin de la transmisión —interrumpe Kyon.

La imagen de Excelsior se evapora, dejándome cara a cara con

Kyon en su lugar. No digo nada. Mi mente está pitando con el

conocimiento de que mi situación acaba de ir de completamente horrible

a extremadamente retorcida en cuestión de momentos. No sé cuánto

tiempo miro a Kyon, sin verlo en realidad, pero me estremezco cuando

habla.

—Te teme, Kricket. Él no es del tipo que amenaza verbalmente a

sus rivales. Usualmente no les permite saber que son sus enemigos hasta

después que los atraviesa con un soplo mortal.

—No sé si me gusta la distinción.

—No me importa. Nos da algo en común.

—¿Cuánto tiempo hasta que Excelsior sobrepase tus defensas,

Kyon?

—Tú tendrás que dejarme saber la respuesta a esa pregunta.

Su respuesta me asusta.

—Me gustaría estar sola.

Kyon se encoje de hombros.

—Las naves serán mantenidas en la bahía, lo que abre la isla para

ti. —Indica el avión en el banco de pantallas que rodean la oficina. Se

están alejando—. Estamos seguros hasta que formulen otra estrategia.

Si gustas, puedes dar una vuelta por los jardines y caminos detrás de la

casa.

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Me pongo de pie, desesperada por alejarme de aquí. Me muevo

alrededor del escritorio. Cuando estoy cerca de él, estira una mano y me

agarra la muñeca gentilmente.

—Quédate lejos de la playa hasta que diga lo contrario —ordena.

Asiento, entumecida—. Y no vayas demasiado lejos. Es fácil perderse.

—Bien. —Aparto su mano.

—Te espero de vuelta antes de que anochezca.

—Lo tendré en mente —murmuro. Toma todo de mí no huir de la

habitación. Cuando llego a la entrada, me detengo. Sin mirar a Kyon,

pregunto—: ¿Por qué Excelsior me teme?

—Sabe que estás aquí para matarlo.

No es voluntario, la forma en que reacciono a lo que dice Kyon. No

recuerdo haber cruzado el umbral de la habitación o llegar a la escalera,

pero en algún lugar en el segundo piso, me doy cuenta de que estoy

corriendo. Volviendo sobre mis pasos al piso principal, corro hasta

encontrar un vestíbulo hecho con miles de paneles de vidrio. Lleva afuera.

El resplandor del sol se encuentra conmigo, cegándome por un momento

mientras tropiezo, buscando una dirección para correr. Al encontrar un

camino cubierto de piedras, lo sigo lejos de la casa.

Al pasar junto a las botas de jardín, cuyos cuerpos metálicos

brillan bajo el sol abrasador, protejo mis ojos del resplandor. El camino

conduce a través de setos bien cuidados. Mientras me lanzo a su

alrededor, raspo mis brazos con sus ángulos agudos. Miro por encima del

hombro para asegurarme de que Kyon no me está siguiendo, pero todo lo

que veo es la casa. Es un barco de hadas de madera y vidrio.

Me apresuro a ir más lejos hacia el vasto mar de pasto y bosques

de árboles en la distancia. Las piedras cubiertas de musgo marcan el

camino por el que viajo. Cuando llego a los árboles, al instante siento

alivio del sol a su sombra. Una suave brisa flota sobre mi cara. Jadeando,

ralentizo un poco el ritmo, siguiendo el camino cubierto de hierba que

serpentea por delante de mí.

Incapaz de pensar claramente, solo soy capaz de poner un pie

después del otro por el momento. El impulso de esconderme es tan fuerte.

No sé cuán lejos estoy de la casa, pero me detengo cuando veo un techo

de pizarra en el bosque. Es una pequeña glorieta de piedra construida en

una loma para contemplar el mar en la distancia. A su lado, un pequeño

arroyo balbucea y fluye sobre piedras lisas en su camino hacia el lado de

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la colina en una cascada de agua. Voy al borde del refugio y me siento

sobre él. En la distancia, el Mar de Estrellas brilla como los destellos de

mil reflectores. Al mirarlo, intento unir mi cabeza, pero no puedo ignorar

los eventos de mi mañana de pesadilla.

Excelsior Ensin está loco. Las personas como yo no le ganan a las

personas como Excelsior. Sé eso por crecer en Chicago. Si le hago frente,

muero. El gran obstáculo que afronto es que Kyon se reúsa a dejarme ir.

Tengo que encontrar una forma de escapar de ambos. Esta nunca ha sido

mi pelea, no en realidad. Fue desechada en la Tierra. Ethar significa nada

para mí, o al menos, nunca lo ha hecho, ahora no estoy tan segura. Es el

hogar de Trey y él es mi hogar.

—Necesito que vengas a encontrarme —susurro, como si mis

palabras pudieran cambiar el espacio y tiempo y traerme lo que más

deseo.

El chasquido de un palo cercano me hace ponerme en pie. Busco

una piedra en el suelo, tomándola en mi puño. Miro alrededor,

examinando el área en busca de cualquier cosa que se mueva. Escucho

un profundo y masculino rumor de risa. Retrocediendo, tiro la piedra en

dirección a ella. La roca cambia de rumbo y se desvía cuando llega a la

entrada de la glorieta. Cae al suelo en el medio del pabellón. Mis ojos se

abren de sorpresa mientras una voz dice:

—Casi me golpeas.

—¡Giffen! —susurro acusadoramente, aun incapaz de verlo.

—Tu intuición es asombrosa. Buen tiro, por cierto.

—¡Knob-knocker! —escupo—. ¿Dónde estás? ¡Sácame de aquí!

—Acabas de llegar aquí.

—¡Deja de esconderte así puedo matarte! —gruño.

Aparece instantáneamente bajo el arco de la glorieta. Su mano cae

de una pequeña caja plateada sujeta a la pretina de su cinturón negro.

Está ataviado con el mismo tipo de uniforme que vi usar a los soldados

de cerillas de Amster cuando proyecté en su complejo la noche anterior.

Se quita las rastas color marrón claro de la cara y apoya la mano en la

empuñadura de un cuchillo enfundado en su costado. Lo hace parecer

peligroso, incluso cuando no hace un movimiento para sacarlo. Me alejo

un paso de él. Lo nota. Sus ojos siguen los míos a su mano en el cuchillo.

Aparta su mano de la hoja y se acaricia la barba, alisando el pelo que es

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más oscuro que el rubio. Sus ojos verdes me recorren como si estuviera

evaluando mi bienestar.

—No estoy aquí para herirte, Kricket.

—Bien, porque te mataré si lo intentas.

—No puedes matarme. —No lo dice en una forma despectiva, es

solo un simple hecho.

—Todo lo que necesito hacer es decirlo a Kyon que estás aquí y eres

hombre muerto.

Su rostro se contrae en furia. Sus músculos se encrespan en sus

mangas enrolladas.

—¿Es tu hombre ahora?

—¡Que te jodan! ¿Cómo siquiera supiste que estaba aquí?

—La Hermandad desplegó una armada de aviones. No fueron

difíciles de detectar. He estado viendo la acción en la playa. Cuando

terminó, me quedé mirando la casa. Entonces… saliste, así que te seguí.

—Sabías que estaba aquí.

Se encoge de hombros.

—Tenía una idea. Eres nuestro fantasma. Te dije que te encontraría

y haría contacto.

—Desperdicias tu tiempo, no te diré nada hasta que me saques de

aquí.

Sacude su cabeza.

—Así no es como funciona.

—Así es como funciona para mí a menos que quieras que le deje

saber a Kyon que estás aquí. —Hago un movimiento hacia la entrada de

la glorieta.

Da un paso hacia mí para bloquearme el paso. Su mandíbula se

aprieta mientras señala.

—Me habré ido para el tiempo que logres llegar a la casa.

Quiero asustarlo.

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—No olvides que sé dónde vives… —Tan pronto como salen las

palabras de mi boca, me levanta del suelo y me golpea contra la columna

de piedra detrás de mí. Me mantiene atrapada en el pilar con su poder de

telequinesis. Toso y resuello, tratando de recuperar el aliento mientras

cuelgo por encima del suelo.

—Cuidado, Kricket —advierte Giffen—. En el momento en que

realmente crea que nos darás la espalda es el momento en que estás

realmente muerta.

—¿Cómo conseguiste pasar a través de Oscil? La seguridad en esta

isla es extensa; hay sensores en todas partes.

—Soy único, Kricket. He estado usando mis habilidades para

obstruir los sensores. No me atraparán a menos que se los permita.

—¿Qué quieres? —jadeo. Debo haberme mordido el labio porque

escuece y pruebo sangre en mi boca.

—Información. ¿Qué puedes decirnos de los barcos que vimos

amontonados en la isla? —pregunta.

No respondo, solo lo miro, esperando que de alguna manera eso lo

mate. ¿Por qué no conseguí esa habilidad? Mirada mortal. Ver el futuro

es completamente inútil comparado con eso.

Suspira.

—¿Sabes que tenemos a Trey? Justo estuviste allí. Su bienestar

depende de cuan bien lo hagas aquí.

—Astrid no te dejará herirlo.

—Astrid no tiene nada que decir en lo que le pase. Él es mi

prisionero. Si quieres mantenerlo vivo, cooperarás.

Giffen subestima a Trey. Tendrá a Trey siempre y cuando esté

herido. Después de eso, Giffen no tendrá nada. Solo tengo que aguantar

hasta entonces. Todo lo que necesitamos es tiempo. Cedo, diciendo:

—Las naves fueron enviadas por la Hermandad Alameeda,

liderados por Excerlsior Ensin. Intentó colarse y llevarme.

Giffen muestra poca emoción.

—¿Kyon se negó a entregarte a su padre?

—Eso es correcto.

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Giffen alza la mirada hacia mí, sus ojos verdes entrecerrados.

—¿Cuánto tiempo planea quedarse Kyon aquí, en esta isla? —Se

acerca a mí, deteniéndose donde me encuentro pegada a la pared. La

sombra del pilar que se proyecta en él esconde sus hebras rubias.

Estudio los apuestos contornos de su cara antes de responder:

—No lo sé. Kyon dijo que quería que nos conociéramos. Piensa que

será complicado hacerlo con otros alrededor.

Los labios de Giffen se tuercen. Casi luce celoso.

—¿Por qué? ¿Qué quiere saber de ti?

Me encojo de hombros.

—No sé. Dada nuestra historia, lo único que espero de Kyon es

dolor. —El entrecejo de Giffen se profundiza, haciéndome decir—: No

crees que tenga razón.

—No quiso entregarte a Excelsior. Se quedó contigo.

—Tal vez Kyon quiere algo de Excelsior a cambio de mí y solo está

esperando elevar las apuestas.

—O tal vez tú eres lo que él quiere —responde Giffen.

—Eso crees —suspiro suavemente.

—Podría haber demandado lo que fuera a cambio de ti y su padre

se lo hubiera dado. No lo hizo.

—Creo que te equivocas. Se odian entre sí con la clase de

aborrecimiento que solo he visto en malos hogares de acogida —murmuro

pensativa—. Puede que Kyon no me haya entregado porque es Excelsior

quien me quiere.

Niega con su cabeza de nuevo.

—Es más que mala sangre, Kricket. Kyon tiene un plan en mente.

Necesito descubrir cuál es.

—¿No me llevarás contigo? —Algo en mi interior se oprime. Creo

que es mi corazón sin sangre, pero no estoy segura porque todo el pecho

me duele.

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—Eres de valor para nosotros aquí, con Kyon. Puedes acercarte a

él, descubrir lo que sabe sobre los planes de la Hermandad. Gánate su

confianza. Permanece de valor para nosotros y vives. De cambiar eso…

—¿Qué? ¿Me matarás? —pregunto, incluso sabiendo que su

amenaza está implícita—. ¿Mi padre te dejaría hacer eso?

—Esto es más grande que alguno de nosotros. Este es el destino de

Ethar. Sé que no te preocupas por eso, como podrías, en tu interior aún

crees que eres de la Tierra.

—¿De quién es la culpa? —pregunto.

Giffen se para justo debajo de mí.

—Sé nuestros ojos, Kricket, y sobrevivirás esto.

Me deja caer del pilar, atrapándome en sus brazos. Mientras mis

pies tocan el suelo, me empuja contra su fuerte pecho, manteniéndome

presa. Mi mejilla descansa brevemente contra la sueva tela de su

uniforme. Inhalo su esencia. Un recuerdo destella en mi mente: Chicago

en otoño, mi rostro descansando contra las hojas caídas, un dolor

insoportable en mi pecho, ese olor, su olor, su voz diciendo “Estarás bien.

Haré que estés bien, solo aguanta…”

Giffen interrumpe la imagen diciendo:

—Me tengo que ir. Tu padre quería que te diera un mensaje cuando

te viera.

—No. No quiero escucharlo. —Trato de alejarme de él, pero no me

lo permite.

Giffen me acaricia el cabello.

—Me dijo que te dijera: “El futuro es lo que tú haces”. —Me aparto

de Giffen por completo, pero él continúa sosteniéndome.

—¿Se robó eso de una poster de un gato o algo así? —pregunto

desdeñosamente.

Giffen me agarra el brazo y me aparta de su pecho así puedo

mirarlo a los ojos.

—¿Qué? ¡No! Fue sincero.

—De acuerdo, ya has entregado el mensaje. Ahora déjame ir. —

Inmediatamente me suelta. Distanciándome de él, miro hacia el muy

lejano Mar de Estrellas—. Puedes irte ahora.

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—¿Hay algo que quieras decirle a Pan en respuesta? —pregunta

Giffen en una voz recta.

—No.

—Así no es como tu padre quiere que las cosas…

—Pero así es como son —respondo mordazmente. Me doy la vuelta,

mirándolo—. ¡Solo vete! ¡Quiero que te vayas!

Estira una mano hacia mí, agarrando mi cabello en un puño.

—Te herí. —Su otra mano ahueca mi barbilla. Frota mi labio

inferior con su pulgar. Una mancha de sangre se muestra en su piel—.

Déjame cortarte el cabello así dejará de sangrar.

—¡Eres tan malo en esto! —Trato de apartar su mano de mi cabello,

pero él lo sostiene fuerte.

—¿A qué te refieres? —pregunta a la defensiva, frunciendo el ceño.

—No puedes intentar matarme, y luego preocuparte de mi labio

sangriento, ¡y honestamente hiciste los dos, lo que es totalmente loco!

Saca un cuchillo y me corta el cabello sin una palabra. Dejando los

restos caer al suelo, se aleja de mí y dice sobre su hombro:

—Descubre qué está planeando Kyon. Estaré en contacto. —Su

mano alcanza la caja de plata en su cinturón. Un instante después,

desaparece de mi vista, haciéndose invisible.

No me muevo de inmediato. Incluso después del sonido de pisadas

alejándose, solo me quedo donde estoy como una completa idiota.

Finalmente, doy un paso para irme, pero me detengo. Miro alrededor. No

sé a dónde ir, ¿regresar a la casa de Kyon? ¿Por qué haría eso? debería

estar tratando de encontrar una manera de salir de esta isla… ¿pero

luego qué? ¿A dónde iría? ¿Amster? No soy bienvenida allí, y eso es si lo

logro, lo que probablemente no haga.

Mis rodillas tiemblan. Me hundo en el suelo, sentándome y

recostando mi espalda contra uno de los pilares. Llevando mis rodillas al

pecho, descanso mi cabeza en ellas. Necesito un plan. El único que se me

ocurre ahora mismo involucra aguantar lo suficiente hasta que Trey se

recupere y venga a encontrarme, pero odio ese plan. Es débil.

Alzo mi cabeza. Mirando alrededor, no estoy segura de si estoy sola.

La tecnología aquí es ridícula. Decido que no me importa. Puede que no

sea capaz de alejarme de aquí físicamente, pero aun puedo irme, al menos

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por un rato. Me froto las manos, recostándome contra el pilar, pero luego

lo pienso mejor. Me estiro en el piso del mirador así no me golpearé la

cabeza accidentalmente cuando deje mi cuerpo. Mi piel pica con miedo.

La última vez que hice esto casi muero y hay océanos entre yo y donde

quiero estar, pero tengo que ir de todas formas.

—Trey —susurro—. Desearía estar contigo aun. —Busco mis

sueños de él, tratando de concentrarme hacia donde quiero ir y cuándo.

Mientras exhalo, veo vestigios de mi aliento alejarse de mis labios

abiertos. Nada puede prepararme realmente para la separación de mi ser

de mi cuerpo. Siempre es brutal.

Mientras asciendo lejos de mi cuerpo a una increíble velocidad,

soporto la tortura. Me retorcería ante el fuerte calor de ello si tuviera un

cuerpo para retorcerme. El fuerte dolor se desvanece rápidamente a una

ligera disconformidad, sin embargo, mientras me muevo hacia adelante.

Tomando un estímulo ferroviario a tiempo, me lleva a donde fui la otra

noche: al gran cuarto en la cima de la recientemente renovada mansión del

gobernador de estilo Gótico en Amster.

Moviéndome por la línea vacía de camas colgantes, veo la espalda

de Raspin y otros cuatro soldados uniformados de Amster. Se están

moviendo con cuidado hacia un Trey con el pecho desnudo. Está vestido

con un fino pantalón de algodón ceñido a su cintura por un cordón. Parece

desorientado, como si estuviera tratado de entender dónde está y qué le

está pasando. Se lleva la mano a un lado de su rostro, tocándose un gran

moretón negro con sus dedos. Se estremece, y luego mira a su mano.

Estudia el cilindro pequeño, de liberación prolongada y dispensador de

medicamentos sujeto a él.

Entre los soldados de Amster y Trey, Astrid está alzando sus manos,

suplicándole a Trey:

—Necesitas volver a tu cama. Has estado muy enfermo.

Le toca el pecho desnudo donde sus tatuajes tribales giran y ondean

un camino por su piel hasta su cincelado abdomen. Trata de llevarlo de

nuevo a la litera vacía a sus espaldas. Él se sacude su mano,

inadvertidamente desconectando un par de cables que habían estado

conectados a él.

—¿Dónde está? ¡Quiero verla! —demanda Trey con una media

mirada en pánico, media desconcertada en sus ojos violetas. En la

distancia, las puertas se azotan, pies se apresuran. Más soldados de

rostro severo se acumulan en el pasillo, observando, esperando.

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Luz de sol ilumina la habitación desde las ventanas de estilo

buhardilla, poniendo a Astrid y Trey en una luz dorada. Tienen el cabello

de un color similar: alas de un cuervo en la luz, negro azulado con una

pizca de luz. Raspin merodea cerca de Astrid. Le toca el brazo, intentando

alejarla de Trey, pero ella no lo deja. Se lo quita de encima. Su atención

está centrada en mi soldado Rafe.

—¿Sabes quién soy? —pregunta.

Trey se agarra la frente como si tuviera un dolor de cabeza masivo.

—No… pero eres parte Rafiana.

—Y soy parte Alameedana. Probablemente ya notaste mis ojos

azules —responde Astrid, gentilmente.

—¿Te conozco?

—Sí… y no —responde Astrid—, por así decirlo, nos conocimos,

brevemente, apenas estabas consiente, sin embargo.

—¿Eres la doctora? —pregunta Trey, enderezándose y apartando la

mano de su frente.

—He estado asistiendo con tu cuidado, Trey —responde Astrid,

usando su nombre.

Trey se toca el antebrazo, y dice precipitadamente:

—Hay una chica. Su nombre es Kricket. Ella…

—Deberías volver a la cama así puedo decirte….

—…ella estaba conmigo en mi casa en territorio Rafe, fuimos

atacados…

Trata de acercase a Astrid, pero los cables atados a su pecho se lo

impiden, tirándolo de vuelta. Los agarra todos con su otra mano y se los

quita sin pestañar. Una miríada de pitidos y alarmas suenan en la litera.

Astrid va hacia ella y apaga el ofensivo sonido presionando algunos

botones en la consola. Trey la enfrenta, ignorando al hombre detrás de él.

—Ella es pequeña… —Alza su mano, indicando mi tamaño en su

pecho, —rubia, luce como una sacerdotisa, pero no es una de ellas, es una

de nosotros. ¿Sabes dónde está? ¿Fue traída aquí también?

Astrid se endereza para mirar a Trey de nuevo, pero se ha

desinflado un poco de su postura estoica. Se mete el largo mechón de su

pelo detrás su oreja.

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—Mi nombre es Astrid. ¿Sabes quién soy?

—No… yo… —Trey hace una pausa—. ¿Dijiste Astrid?

Ella asiente.

—Eso dije.

La mira entonces, realmente la mira.

—¿Quién eres?

—Soy la hermana de Kricket, su hermana menor.

Apenas se perturba por la respuesta, lo que corrobora su cerebro

herido o el hecho de que está particularmente enfocado en mí.

—¿Kricket está aquí? —Asiente con su cabeza como respondiéndose.

Ella niega con la cabeza.

—No. Es complicado. Siéntate y te lo explicaré.

—No necesito sentarme. ¿Dónde está ella? ¿Está viva?

—Está viva —responde Astrid—, creemos…

—¿Creen? ¿No saben si está viva?

—Creemos que está viva. Creemos saber dónde está ahora, pero no

está confirmado. Giffen no se ha reportado aun…

—¿Giffen? ¿Es un soldado de Comantre, estaba en la Nave de Skye

antes de que fuera destruida?

—Él estaba allí —afirma Astrid—. Es uno de nosotros, sin embargo,

no es un Comantre.

—¿Es parte de esto? —Trey ondea su mano alrededor, indicando a

los soldados.

—Es parte de la reconstrucción de Nueva Amster.

—¿Tiene él a Kricket? —pregunta Trey.

—No. Cree tener la localización de dónde se encuentra. Estamos

esperando su confirmación….

—¿Dónde?

—El Mar de Estrellas. —Se ahoga con las palabras.

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—El Mar de Estrellas, eso es Alameeda… —Su rostro se contorsiona

como si ella le hubiera echado agua fría—. Esos son los aposentos de la

familia de Kyon. ¿Él la tiene?

—Estamos tratando de localizarla.

La frustración lo hace espetar:

—¿La tiene Kyon?

Astrid se retira un poco de él. Alejándose, responde:

—Sí.

La voz de Wayra los interrumpe entonces:

—Giffen y ese alto y tonto de allá… —Señala a Raspin—, le dieron

Kricket a Kyon a cambio de su hermana, Astrid.

Las palabras de Wayra resuenan en la habitación mientras hace su

camino a través de los soldados que son casi de su tamaño. Alguien le ha

dado un uniforme negro carbón de Amster, pero lo ha modificado. Ya no

luce un collar, después de haber sido roto para que se vean más tatuajes

militares negros que se arremolinan a un lado de su garganta. Jax está

detrás él, esquivando a los otros soldados con un poco más de tacto que el

que Wayra mostró.

—¿Eres su hermana? —pregunta Trey a Astrid en confusión, como

si ella no se lo hubiera dicho ya.

—Eso es correcto —responde mientras se retuerce las manos.

—¿Por qué harías eso? ¿Por qué le darías tu hermana a él? —Trey

no puede entender esa clase de deslealtad. No está en él.

Wayra no la deja responde la pregunta:

—Kyon tenía a Astrid. Fue un intercambio equilibrado.

—¿Por qué no lo detuviste? —pregunta Trey, girándose con furia

hacia Wayra.

Wayra no se amedrenta.

—También me habían golpeado la cabeza. —Se señala el lado de la

cabeza. Su oreja está cortada y parece como si hubiera sido cosida

nuevamente con agujas de tejer—. ¡No lo descubrí hasta que volví, aquí en

la knob-knocking Amster! —espeta, pero no está dirigido a Trey. Sus

palabras insinuantes son para los soldados cerca de Astrid. Uno de ellos

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gruñe y hace un movimiento hacia Wayra. Astrid tranquiliza al soldado con

un gesto de su mano. Los labios de Wayra se curvan con desprecio. Quiere

pelear. Lo está rogando.

—Podemos arreglar tus cicatrices —le dice Astrid a Wayra.

Él se gira hacia ella.

—¿Por qué te dejaría hacer eso? ¡Eres una traidora de sangre!

¡Entregaste a tu propia hermana!

Astrid se pone emocional también:

—¡No la entregué! ¡Estaba intentando salvarla!

—Wayra —dice Jax detrás de él—. Permíteme darle a Trey un

resumen de lo que sabemos.

Jax se mueve hacia Wayra, acercándose a Astrid. Le da a mi

hermana un breve asentimiento, diciendo:

—¿Si me permites?

Astrid le responde de inmediato con una sonrisa ante su innata

amabilidad. Jax tiene ese efecto en casi todo el mundo.

—Por supuesto —responde, alzando su mano para indicarle que se

acerque a Trey.

—Señor —dice Jax, enfrentando a Trey—, estábamos justo abajo en

uno de los cuartos de operación. Tiene información confirmada que Kricket

está viva. Está en una pequeña isla en el Mar de Estrellas.

—¿Está bien? —pregunta Trey.

—Lo está, por lo que cuenta.

—¿Cuándo es su extracción? —pregunta Trey—. Quiero todos los

detalles.

Jax duda, y entonces dice:

—No hay extracción, señor.

—¿Por qué no? ¿Se encuentra aún en planes?

—Negativo. Ella se queda.

—¿Se queda? ¿Kricket está espiando?

—No —dice Jax, haciendo una mueca—. No lo diría de esa forma.

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—Explica —ruge Trey.

—Comenzó como un rescate, un intercambio dado por Astrid, quien

fue atrapada y detenida por Strikers cerca de la Isla de Skye. Sin embargo,

la Nueva Amster no tiene intención de rescatar a Kricket. Se formuló un

plan desde el principio, pero se ha descartado.

—¿Por qué?

—Kricket se perfila como una distracción para los Alameeda, algo

por lo que deben pelear. Si puede proporcionar información a Nueva

Amster, entonces eso es una ventaja, pero dada su inteligencia, han

descubierto que simplemente insertándola en la refriega ha enviado a la

Hermandad al modo caótico… y Nueva Amster lo está disfrutando

bastante.

—¿Por qué la usarían así?

Jax mira de nuevo a Astrid antes de mirar de vuelta a Trey.

—Si la Hermandad está centrada en Kricket, no estarán mirando en

otro sitio. Nueva Amster es una base rebelde ahora. Ellos planean luchar

contra la Alameeda y todos sus aliados.

Lo que sea que Jax está diciendo le llega a Trey y actúa como una

campana de peaje para un gigante dormido. Trey se aleja de Jax y agarra

la mesa junto a su cama, encorvándose sobre ella. Lo levanta y lo golpea

contra el piso un par de veces antes de arrojarla a través de la habitación.

Los soldados cerca de la puerta se apartan de su camino. Choca contra la

pared, astillándose en mil pedazos. Se dirige a los otros soldados de Nueva

Amster, el más cercano es Raspin.

Jax lo atrapa antes que pueda atacar a Raspin.

—Wayra —dice Jax implorando—, ¿un poco de ayuda?

—¿Por qué? —responde Wayra, pero agarra los hombros de Trey de

todas formas—. ¡Deberíamos matar a todos estos malditos!

Jax gruñe, no le irá bien ir en contra de Trey, incluso en su estado

debilitado.

—Porque entonces… ¡la dejamos sola en una pelea que no puede

ganar! —gruñe.

Wayra y Jax luchan por mantener a Trey alejado de Raspin, hasta

que Wayra fuerza a Trey contra la pared.

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—Hermano —dice Wayra—, nos encargaremos de esto. —Mira a los

ojos de Trey como si fueran los únicos aquí.

—Está sola, Wayra. —La voz de Trey suena siniestra.

—Entonces hacemos lo que tenemos que hacer. La encontramos

nosotros mismos y la recuperamos. —Soltando sus brazos, Wayra agarra

a Trey por el hombro y lo abraza, diciendo—: Baw-da-baw, Trey.

La mano de Trey se aprieta, pero su brazo alrededor del hombro de

Wayra lo abraza.

—Baw-da-baw. —responde Trey mientras mira fríamente a Astrid

sobre el hombro de Wayra.

No puedo quedarme más. Un viento helado sopla sin piedad a través

de mí. El tirón en mí para regresar a mi cuerpo es invencible, y me

desvanezco en la oscuridad como una estrella incolora. Me doy por vencida

y retrocedo más rápido que una corriente de agua para regresar a mi

cuerpo.

Tomando posesión de mí misma una vez más, lucho por inhalar

una respiración completa. Mis pulmones están desinflados, como una

gaita sin viento. Abro los ojos a un prisma de colores sangrantes en la

brillante luz del sol, y los cierro de nuevo. Estoy lo suficientemente

consciente como para entender que alguien me está cargando… Kyon. Me

empujo y choco contra su pecho mientras corre conmigo en sus brazos.

La luz que se ve roja a través de mis párpados se atenúa de repente, y

escucho sus zapatos chocar contra el suelo de piedra.

Me coloca en un suave colchón. Ahora estamos en nuestra

habitación. Lo siguiente que siento es una fuerte bofetada en la mejilla.

Abro los ojos y lo veo encima de mí. Levantando mi mano hacia mi

hinchado rostro, gruño:

—Sí, sentí eso.

—Has vuelto —dice. Exhala de alivio. Me mira como si estuviera

contento de verme.

—¿Preocupado, verdad? —Mi voz es grave mientras tiemblo de frío.

Me siento congelada de adentro hacia afuera.

—Tienes que ganar un poco de control sobre tu habilidad, Kricket,

o te matará. —Es algo guapo cuando está preocupado, lo acepto a

regañadientes. Recoge la manta sobre la cama y la arroja sobre mí,

cubriendo mis temblorosos miembros.

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—Trabajaré en ello si aceptas dejar de golpearme —le digo

frotándome la mejilla.

Mi piel está helada y tengo aliento a helado de vainilla. Hay algo en

mi boca. Lo escupo en mi mano. Mirando en mi palma, encuentro una

haba de vainilla, solo que debe ser la versión Ethariana porque es del

tamaño de un grano de café. Lo dejo caer en los pliegues de la manta.

—Me dijeron que el sabor a vainilla a veces haría que tu madre

volviera del futuro —explica Kyon. Lo levanta y lo arroja al patio.

—¿Así que me metiste un haba en la boca?

—Los llevo conmigo desde anoche. Pensé que podría ayudarte a

traerte de vuelta. ¿Lo hizo? —pregunta.

—No sé —respondo honestamente. Estoy empezando a

descongelarme—. Me gustó más que la bofetada.

Se deja caer en la cama junto a mí, y ambos nos apoyamos hombro

con hombro mirando hacia arriba mientras la luz del menguante sol se

mueve por el techo. Mis dientes dejan de tintinear. Lo miro; su camisa

está mojada de sudor.

—¿Me cargaste todo el camino de regreso desde la glorieta en el

bosque?

—Sí, y pesas una tonelada —miente—. Tendré que dejar de

alimentarte de panqueques.

Estudio su perfil perfecto. Su cabello rubio cubre el mío.

—¿Qué pasó?

—¿Me estás preguntando? No soy el que acaba de regresar del

futuro.

—¿Me encontraste en el suelo en la glorieta?

—Sí. Oscurecería pronto. Debías haber vuelto antes. Fui a

buscarte.

—¿Estabas preocupado? —pregunto, frunciendo el ceño—. Pensé

que dijiste que aquí estábamos a salvo del ataque.

—Muchas cosas pueden suceder aquí. Hay otras formas de salir

lastimado.

—Oh. —Me encojo de hombros—. Puedo cuidarme sola.

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—Claramente —se burla, gesticulando en mi dirección.

—Estoy bien —murmuro.

—Unos momentos más lejos de tu cuerpo y no lo hubieras estado.

Intenté todo lo que sabía para que regresaras.

—Claramente. El haba fue genial —lo molesto.

—Te fuiste mucho tiempo. Debes haber visto algo muy importante.

—No vi nada —miento.

—Y yo no te acabo de pegar.

Necesito cambiar el tema. Me vuelvo hacia él, levantando mis

piernas.

—¿Por qué odias a tu padre?

No muestra emoción cuando dice:

—Tampoco parecía que te gustara demasiado.

Mi risa es hueca.

—Tiendo a no gustarle a las personas que quieren matarme. Es

esta regla que tengo.

—Él también quiere matarme. Quiere matar todo lo que no puede

controlar.

—¿No puede controlarte? —pregunto.

—Ya no. No por mucho tiempo.

—Así que somos aliados en esto.

—¿En qué? ¿En permanecer vivos? —pregunta con una pequeña

sonrisa.

—Sí —digo en voz baja.

—Si quieres —responde.

—Prefiero irme a casa.

—Estás en casa.

Me alejo de él y miro hacia el techo una vez más.

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—Es gracioso… esto no se parece en nada a mi apartamento en

Chicago.

—Has superado a Chicago —responde Kyon.

Se inclina y me besa rápidamente en la mejilla. Rueda al borde de

la cama y se levanta. Quitándose la camisa húmeda, la arroja a una silla

cercana. Se vuelve hacia mí y veo su ridículo físico. Se ve falso: alguien

tuvo que pintarse el abdomen con aerosoles o algo así porque es

demasiado perfecto. Puedo sentirme sonrojada. Miro hacia el techo otra

vez.

—Voy a nadar. ¿Necesitas algo antes de irme?

Niego con la cabeza.

—¿Estás segura de que te sientes mejor? —pregunta.

—Estoy bien.

—Volveré, y luego podremos cenar juntos.

—Bien.

Entonces se marcha, y me arrastro hasta las almohadas de la

cama. Apoyando mi cabeza contra una, me estiro debajo de la manta,

llevándola hasta mi cuello. Mientras Kyon está distraído, probablemente

debería revisar la casa en busca de armas y lugares para esconderme,

pero estoy exhausta. Siento que me han atropellado y tengo la cabeza

dolorida. Busco debajo de mi almohada, y encuentro que el cuchillo que

escondí esta mañana todavía está allí. Lo vuelvo a meter debajo de la

almohada y cierro los ojos.

* * *

—Kricket. —La profunda voz de Kyon penetra en mi adormecida

mente.

—¿Qué? —gimo, tratando de aferrarme al sueño. Le entrecierro los

ojos y veo que afuera está oscuro.

—¿Tienes hambre? —pregunta, acariciando mi cabello.

—¿Me estás despertando para ver si tengo hambre? —pregunto

soporíficamente.

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—Sí —murmura Kyon.

—Eres tan cruel —refunfuño—. ¡Estaba durmiendo! ¡Nunca puedo

dormir en este estúpido planeta! —Suspiro—. Alguien siempre me está

persiguiendo, golpeándome o despertándome. Este planeta es tan

grosero.

Kyon se ríe.

—¿Entonces no tienes hambre?

Me alejo de él y entierro mi cabeza debajo de otra almohada. Kyon

se estira a mi lado y me desliza hacia su pecho. Me alejaría, pero no tengo

la energía para luchar contra él. Siento que he estado despierta por días.

—Ve a dormir entonces —susurra cerca de mi oreja.

Intento ignorarlo.

—Estás a salvo aquí.

Suspiro fuertemente y me vuelvo para enfrentarlo, diciendo “Shh”

mientras cubro su boca con mi mano. Puedo sentirlo reír debajo de esta.

Retira mi mano de su boca y pasa sus dedos por los míos. Apoya su

barbilla contra mi cabeza y no dice una palabra más.

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5

Amanecer Dorado Traducido por Gerald

i ojos se abren ante la brillante luz del sol derramándose en el

interior de la habitación. Las cortinas blancas junto al arco que

lleva hacia el mar se inflan en el sol de la mañana tardía.

—¿Estás despierta ahora? —pregunta Kyon. Está acostado junto a

mí con su cabeza sobre un par de almohadas color marfil.

Entro en pánico por un segundo cuando lo veo, pero entonces

recuerdo dónde estoy.

—Sí —digo, estirándome. Todavía tengo puesta la misma ropa de

ayer, lo que me hace sentir mejor. Él no intentó nada criminal anoche.

—¿Te sientes bien? Dormiste durante mucho tiempo.

Se gira y acomoda una tableta sobre la mesa junto a mí, dándome

un vistazo de su espalda. Mis ojos recorren su piel desnuda. ¿Me siento

bien? No, no lo hago. Odio los sentimientos perturbadores que él inspira en

mí: miedo, odio, atracción...

Froto mis ojos.

—Generalmente no duermo tanto como la mayoría de los

Etharianos. Estoy acostumbrada a días y noches más cortos. Me canso

más a menudo.

—Eso cambiará con el tiempo. ¿Ahora tienes hambre? —pregunta.

—Estoy muriendo de hambre —respondo, sentándome contra mi

almohada.

Frunce el ceño y de inmediato puedo decir que ahora me está

tomando demasiado en serio.

M

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—¿Sientes que te vas a desmayar? Ya ordené algunos panqueques.

¡Deberías haber comido algo anoche!

Levanto mi mano para prevenir una crisis más grande.

—Realmente no me estoy muriendo de hambre, Kyon. Solo es una

expresión. Estoy moderadamente hambrienta.

Se detiene, considerando lo que acabo de decirle.

—Tus expresiones son confusas —responde.

—Lo sé —murmuro—, pero las digo por hábito. Es difícil

cambiarlas. Así que cuando te diga que estoy muriendo de hambre,

simplemente es que me gustaría comer pronto.

—¿Como sobreviviste en la Tierra? Nadie ahí dice lo que realmente

quiere decir.

Resoplo.

—Como si fuera algo diferente aquí.

—Yo digo lo que quiero decir.

—Y quieres decir lo que dices.

—¿Eso está mal?

—Lo está cuando es una oposición directa hacia mí —respondo.

—No sabes lo que no sabes, Kricket.

—¿Alguien realmente sabe lo que no sabe, Kyon? Y te sorprendería

lo que sé.

—¿Lo estaría?

—Mmm.

—¿Qué sabes? —pregunta.

Me inclino cerca de él y susurro secretamente:

—Es bastante oscuro en Ciudad Bonita. —Me enderezo de nuevo—

. Puedes citarme.

—No sé qué significa eso.

—Significa que eres oscuro —respondo.

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—¿Y piensas que soy bonito? —pregunta. No sabe si debería

sentirse ofendido o halagado, pero que está inclinado hacia lo último.

—¿Esos son los panqueques? —pregunto, evitando la pregunta

cuando un reluciente hovercar se desliza en nuestra habitación y viene a

detenerse en el costado de la cama—. ¿Vamos a comer en la cama?

—Mostrarte una gran propensión a ello anoche que pensé que

podrías disfrutar comer aquí. Después, puedo mostrarte el resto de la

isla.

El carrito se abre, lanzando dos bandejas flotantes de color

plateado. Una se detiene frente a mí. Cuando la toco, la tapa se abre,

revelando un gran montón de panqueques. Miro a Kyon. Tiene un montón

de panqueques del mismo tamaño en su plato. Levanta su tenedor y dice:

—Sabes que estos no soy muy buenos para Ciudad Bonita.

Casi me atraganto. Cuando puedo hablar una vez más, murmuro:

—Creo que Ciudad Bonita puede manejarlo.

Cuando terminamos de comer, Kyon me muestra cómo empujar la

bandeja para que se aparte. Se desliza hacia el carrito y se mete. El

hovercar se aleja flotando entonces, probablemente dirigiéndose hacia el

lavavajillas. Me dirijo hacia el baño y luego al Commodus en el cuarto de

baño. De ahí me dirijo hacia el vestidor. Salgo desde detrás de las puertas

blancas llevando un traje de baño negro de dos piezas con una falda

envolvente suelta a juego y una camiseta marfil de cuello redondo.

Kyon tiene su espalda hacia mí mientras se para debajo del arco,

mirando hacia el mar. Debe haberse bañado en el exterior o ido a nadar

porque su cabello está mojado, pero está apartado de su rostro. Se ha

cambiado en unos pantalones corto para nadar de ajuste flojo color gris

paloma y una suave camiseta blanca. Se gira para ver cuando me

escucha acercarme, sus ojos caen en mi cabello. Fue trenzado por el robot

de belleza.

Kyon toca mi espalda baja y me guía hacia el exterior al patio.

—El cobertizo está por este lado —dice.

Antes de moverme hacia la arena, pregunto:

—¿Es seguro?

—Para ti.

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Espero a que pise hacia la arena blanca. Cuando lo hago, me lleva

hacia la playa. Me quito mis sandalias y caminamos juntos a lo largo de

la costa. El arena está caliente, así que me muevo hacia el agua y salpico

alrededor para enfriarme.

—Te enseñaré —dice, señalando hacia el agua.

—¿Enseñarme qué?

—A nadar —dice en un tono bajo.

Miro hacia el agua y luego de nuevo hacia él.

—¿Quieres decir que puedes enseñarme a nadar en el agua en la

que intentaste ahogarme?

—Sí.

Me estremezco involuntariamente.

—No, gracias. Estoy bien —digo y doy unos cuantos pasos.

Toma mi brazo.

—Aprenderás a nada. No es una petición. No puedes tener ninguna

debilidad.

No puedo encasillarlo o a lo que está sucediendo aquí. ¿Habla en

serio? Me ha estado persiguiendo durante meses, abusando de todas mis

debilidades. ¿Ahora quiere enseñarme a nadar así no seré débil? Es tan

voluble como ninguno. Me encojo de hombros, sin comprometerme.

Continúa el recorrido de la isla, llevándome hacia el cobertizo. Está

construida de grandes troncos de madera y bisagras de acero. En el

interior, hay cuatro botes suspendidos en el aire por elevadores

hidráulicos. Dos de ellos probablemente puedan llevar a cuarenta

personas o más y los otros dos son más pequeños, hechos para ser

rápidos, a juzgar por sus diseños aerodinámicos. Cada uno tiene

capacidad para llevar solo a tres o cuatro personas. Es dueño de dos

vehículos acuáticos negros en forma de bala que se parecen a

deslizadores, pero viajan sobre la superficie del agua. También tiene un

embarcadero donde flota un submarino en las olas ondulantes. Me

recuerda a una mantarraya con alas ondulantes y una piel resbalosa con

marcas de mamífero marino en ella.

—¿Cuál te gusta más? —pregunto, señalando hacia la colección de

juguetes ante mí.

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—¿Qué bote? —pregunta—. Este. —Apunta hacia el largo bote de

remos que está acomodado en la pared junto a nosotros. Es plateado con

franjas negras sobre el casco.

—¿Por qué? —Me acerco más al brillante bote de remos. Es arcaico

en términos de los estándares Etharianos, un tipo de bote que alguien

que es muy diestro en remar utilizaría para entrenar. No hay partes

automáticas en él. Paso mis dedos por encima de un escálamo. Se siente

como el acero.

—Porque requiere fuerza —dice Kyon detrás de mí—. Puede

lastimarte, pero también puede liberarte.

Por alguna razón, me pregunto si todavía estamos hablando sobre

el bote.

—¿Alguien como tú de qué necesitaría ser liberado? —pregunto.

—De las preguntas, por ejemplo —responde Kyon.

—¿Qué tienen de malo las preguntas?

—¿Te gustan las preguntas? Tengo una. ¿Qué viste en nuestra

primera noche aquí?

—¿Disculpa?

—Me dejaste solo con tu cuerpo en la playa. Te proyectaste hacia

el futuro. Quiero saber qué viste ahí. —Sus brazos forman una jaula a mi

alrededor, apoyándose contra el casco de su bote favorito.

Miro fijamente hacia sus ojos azules. Repentinamente encuentro

difícil tragar. No hay manera en que pueda contar algo de ello. Si lo hago,

es como si pusiera un arma en la cabeza de cada persona en Amster y

disparara. Kyon los mataría a todos con impunidad.

—No vi mucho —miento.

—Te fuiste durante un tiempo bastante largo. Creo que viste

bastante.

—Vi a tus Alameeda Strikers apilar civiles heridos en las calles de

Rafe y quemarlos vivos —lanzo la declaración hacia él. Es mi única arma.

Sus cejas se juntan cuando frunce el ceño.

—No son mis soldados. Si fueran míos, los estaría llevando fuera

de Rafe.

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—¿De qué estás hablando?

—Son tus soldados.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Lo único que tienes que hacer es reclamarlos como tuyos. Al no

hacerlo, cada día que pasa estás permitiendo que Rafe muera. Solo tú. —

Cree en lo que está diciendo.

—No entiendo lo que estás diciéndome.

—Lo harás. —Se gira para alejarse de mí, moviéndose hacia la

entrada—. He tenido suficiente de ti por ahora. Puedes valerte por ti

misma para regresar a la casa —dice por encima de su hombro.

—¿Crees que me tienes domesticada, Kyon?

Kyon se gira con una mirada fría en sus ojos.

—Planeo llevarte a ponerte de rodillas de nuevo, Kricket.

—¡Te odio! —digo con voz grave—. ¡Desearía que alguien

simplemente pudiera matarte! —Aire helado exhala de mi boca como

humo de hielo seco. Intento permanecer en mi cuerpo—. ¿Por qué está

sucediendo esto? —susurro mientras mi espíritu deja mi cuerpo

involuntariamente.

Mi consciencia se eleva en el aire mientras mi cuerpo colapsa en los

amplios tablones del suelo del cobertizo. Mi cabeza rebota contra el suelo

con un golpe seco. Kyon corre hacia mi costado, se arrodilla junto a mí.

Floto por encima de él, desorientada y silenciosa, incapaz de permanecer

en este momento.

Incluso separada como estoy de mi ser físico, siento el calor feroz en

mis huesos inexistentes. El aire estruendoso rueda debajo de mis pies,

impulsándome hacia el futuro. En menos de un segundo, estoy del otro

lado de la isla junto a unas pequeñas cabañas con el techo de paga que se

agachan entre la línea de árboles justo junto a la playa de arena blanca.

La oscuridad cae como lo haría si fuera vista en una fotografía secuencial.

Las olas chocan contra la costa hasta que entregan docenas sobre docenas

de nadadores con trajes negros. Estos hombres emergen de las olas y

forman un pequeño montón en la costa.

Quitándose sus máscaras y protectores de cabeza negros, cada uno

revela cabello corto de color platino. Son Alameeda. Escupiendo

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mecanismos para respirar, los dejan en la playa. Uno saca armas de una

bolsa repelente de agua y se las entrega a los otros.

Sin un sonido, se extienden por toda la playa. Están cazando. Me

muevo con ellos, una gacela siguiendo a los leones. Sin hacer ruido, rodean

la casa principal de Kyon. Justo cuando uno de ellos llega a la puerta de

nuestra habitación, un squelch tracker emerge de ella. Se fija en este y un

largo pincho de proyección sale disparado de su cuerpo plateado. El

apartado metálico asesino se lanza hacia adelante. Un grito agudo sale de

él mientras empala al soldado con traje de buceo en el abdomen. Él

también grita, pero no suena como el gemido de una foca cuando el láser

se agita fuera del squelch tracker y lo corta en pedacitos.

Una explosión en el lado lejano de la casa indica que otro soldado

ha encontrado una trampa colocada por Kyon. Dos squelch tracker más

encuentran a los soldados Alameeda, reduciéndolos a montones de carne

y hueso.

Kyon silenciosamente emerge desde detrás de la arena blanca.

Corta las gargantas de dos soldados antes que puedan siquiera poner un

pie en el patio de piedra. Kyon se mueve fuera de la playa. Está cerca de

nuestroa habitación cuando un proyectil rasga su costado. Balanceándose

alrededor, dispara su freston automático hacia el soldado Alameeda que

le disparó. Ambos descargan municiones de punta hueca contra el otro. El

soldado enemigo cae en la arena sin la mitad de su rostro, pero Kyon

también es un desastre ensangrentado. Se deja caer de rodillas. Sus fosas

nasales ensanchándose mientras intenta tomar algo de aire. Sosteniendo

su mano contra su costado, mira hacia su abdomen y descubre que falta

un pedazo. Ahora incapaz de caminar, se arrastra hasta la puerta de nuestra

habitación.

Gritos de dolor vienen desde el interior, mis gritos. La luna pálida

brilla sobre la cama donde me estoy retorciendo y atacando con mis manos

intentado alejarme del soldado que me sostiene. Al mismo tiempo, pateo

con mis piernas y batallo contra otro despiadado soldado mientras corta mi

ropa.

—La Hermandad envía su amor —gruñe el que tiene el cuchillo.

Kyon levanta su freston y le dispara al soldado en la cabeza. El

cerebro del soldado explota encima de toda la cama. Antes que el otro

soldado pueda reaccionar, Kyon es capaz de hacer unos cuantos disparos

más, matando al que me sostiene.

Kyon colapsa contra el suelo. Veo a mi yo futuro sentarse en la cama

y arrastrarse por el suelo hacia el costado de Kyon. Colocando una mano

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sobre sus heridas, mi yo futuro intenta contener su sangrado, pero es

inútil. Las heridas de Kyon son demasiado serias.

Más soldados entran en la habitación. No intentan tomarme como

rehén. Dos disparos suenan: uno atraviesa mi corazón y el otro atraviesa mi

cabeza. Mi cadáver cae junto al de Kyon en el suelo.

Lo que sucede después es aterrador. Uno de los soldados se

arrodilla junto a mi cuerpo. Inyecta un tubo en mis venas y extrae mi

sangre. Mientras lo hace, otro soldado abre mi abdomen y extrae mis

ovarios de mi cadáver. Horrorizada, no puedo quedarme más tiempo.

Escapo de la casa a través del flujo de tiempo iluminado por las estrellas.

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6

Cacería Inútil Traducido por Yiany

l dolor me saluda cuando caigo en mi cuerpo, recuperándolo.

Mi espalda se arquea mientras agarro mi pecho donde me

dispararon. Trago saliva en frenéticas inhalaciones de aire, tratando de

aliviar el malestar en mi dolorido corazón. La tensión en mi pecho es

extraña, sin embargo. Mis dedos buscan la herida masiva y abierta, pero

no encuentro nada malo en mí. En algunas respiraciones más, el dolor

disminuye y comienza a desvanecerse.

Los ojos de Kyon son de un azul suave mientras lo miro. Mi cabeza

está en su regazo. Su mano es gentil mientras acaricia mi cabello de una

manera lenta y rítmica. Mis dientes castañean, no solo por el dolor y el

miedo que acabo de experimentar, sino también porque tengo tanto frío.

Todo mi cuerpo tiembla.

—Tranquila —murmura—. Repira lentamente.

Todavía estamos en el cobertizo. El agua gira contra las vigas de

soporte debajo de nosotros, emitiendo sonidos suaves.

—¡Están… —jadeo—, llegando! —Respiro un poco más—.

Soldados…

—Shh, necesito calentarte. Te estás congelando.

Levanta suavemente mi cabeza de su regazo y la apoya en el piso

de madera. Se acuesta a mi lado, me toma en sus brazos y me sostiene

contra su pecho para compartir el calor de su cuerpo. Mi mejilla descansa

sobre su hombro mientras frota mi brazo, disipando la piel de gallina.

Toma unos minutos para que mi respiración se desacelere y mis dientes

dejen de castañear.

Los labios de Kyon me rozan el cabello antes de murmurar:

—¿Cuándo vienen?

E

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El miedo es la cualidad inconfundible en mi temblorosa voz cuando

susurro:

—Esta noche. —Trato de sentarme, pero Kyon aprieta sus brazos y

no me permite moverme.

—¿Cuántos? —pregunta en un tono tranquilo.

—Por lo menos un centenar, tal vez más…

—¿Cómo vienen?

—¿Qué? —Cierro los ojos, sintiendo su mano gentilmente frotar mi

espalda. Alivia algo de mi ansiedad.

—¿Cómo obtienen acceso a la isla? ¿Es un ataque aéreo?

—No. —Niego con la cabeza—. Vienen por agua, nadan hasta la

orilla, así es como entran sin ser detectados.

—¿En qué parte de la isla preparan su llegada? —pregunta.

—La playa frente a tus cabañas.

—¿Es ese su único punto de acceso? —Pienso por un momento, y

luego asiento con la cabeza. Kyon me acerca más a él, apoyando su

barbilla en mi cabeza—. Buena chica —susurra.

—¡No lo entiendes! —Intento alejarme de él. Me deja ir lo suficiente

para poder mirarlo a los ojos—. ¡Tenemos que irnos! ¡Nos van a matar!

Sus ojos se suavizan. No hay miedo en ellos en absoluto.

—No, ellos no…

Aprieto con fuerza su brazo, tratando de hacerlo entender.

—¡Sí! ¡Lo harán! Van a venir y no puedes detenerlos a todos...

—No nos pueden hacer nada ahora, Kricket, porque vas a contarme

todo lo que sabes que sucederá y yo me ocuparé del resto.

El pánico me abruma. ¡Todavía no lo entiende!

—¡Hay demasiados! ¡Son enviados por la Hermandad, por

Excelsior!

—Lo sé. Tú los asustas.

—¿Los asusto? —Me río sin humor.

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Mi incrédula respuesta se enfrenta con un estoicismo

inquebrantable.

—Más que nada en este mundo —responde.

—¿Por qué no me has entregado a él?

Su expresión se vuelve enojada. Lo que acabo de decirle es algo que

encuentra completamente ofensivo.

—Te lo dije, eres mía.

Me estremezco.

—Me quieren muerta.

—Quieren matar todo lo que no pueden controlar.

—Bueno, lo harán esta noche —aseguro mientras observo las vigas

expuestas del techo del cobertizo. El agua hace patrones de diamantes

en la madera. Normalmente es hipnótico y hermoso, pero ahora no me

agrada.

La mano de Kyon se extiende y me cubre la mejilla. Volviendo mi

rostro hacia él, dice:

—Si vamos a morir esta noche, entonces quiero un último beso.

Antes que pueda reaccionar, cubre mis labios con los suyos. No es

un último beso, no hay desesperación. En cambio, su cuerpo se acerca

más al mío, como atraído magnéticamente hacia mí. Cuando sus labios

se mueven sobre los míos, mi piel estalla con carne de gallina. Quiero

pelear con él, pero hay algo en su beso que necesito desesperadamente

en este momento: una garantía de que viviremos. Mi cuerpo traidor

reacciona al suyo, a la seguridad que ofrece en este momento. El

momento pasa, sin embargo, y aparto mis labios de los suyos. Mi corazón

late con fuerza contra la jaula de mi pecho. Su respiración es pesada

contra mi cuello.

—Vamos a vivir, ¿no es así? —pregunto con voz temblorosa,

tocando con mis dedos mis labios hinchados que aún lo sienten contra

ellos.

Sonríe contra mi piel.

—Eso puedo prometértelo —dice en voz baja—, al menos por esta

noche. —Levanta la cabeza para mirarme. Sus ojos azules me hacen

pensar que puede ver dentro de mi alma. Me suelta y se levanta del piso

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del cobertizo, luego extiende su mano—. Necesito que me muestres

exactamente dónde llegan a la orilla.

Agarro su mano y me ayuda a ponerme de pie. Me siento mareada.

Me mantiene cerca, pero me alejo de él.

—Estoy bien ahora —refunfuño. Me siento incómoda, solo quiero

poner algo de espacio entre nosotros.

—Me necesitas, Kricket. —Toma mi mano de nuevo y yo se la

arrebato.

—No, no lo hago.

Frunce el ceño, pero no intenta tomar mi mano otra vez. En cambio,

hace un gesto hacia la puerta. Lo precedo hacia allí. Afuera en la luz del

sol, todo se siente más irreal. ¿Cómo puede pasar algo en este lugar, este

paraíso tropical?

—Este es el camino a las cabañas desde la playa.

Camina a lo largo de un pequeño sendero de arena a través de las

palmeras. Lo sigo, y disminuye la velocidad hasta que caminamos uno

junto al otro en el camino. Envuelvo mis brazos alrededor de mí de

manera protectora. Mis pensamientos se consumen con el ataque

inminente. Cuando llegamos al otro lado de la isla, le muestro el punto

preciso donde los soldados llegarán a la playa. Discutimos el tipo de

armamento que poseerán. Le cuento sobre los squelch tracker.

Kyon escucha cada detalle, haciéndome repasar las cosas varias

veces. Luego dice:

—Voy a establecer más squelch tracker para adaptarme a sus

números.

—Odio los squelch tracker —murmuro, recordando el que casi me

mata.

—Ninguno de los squelch tracker que configuraré te perseguirá,

Kricket. Si te encuentras aquí, te ignorará. Están programados para

objetivos específicos, no podrán lastimarte.

—Uno fue puesto para mí en el palacio.

—Dos fueron puestos para ti en el palacio. Encontré y destruí el

segundo.

—¿Quién los puso?

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—Sospecho que fue Em Nark —responde honestamente.

Lo recuerdo. Lo llamaba "el Narco". Me odiaba. Era el embajador de

cara rechoncha de Alameeda que intentó negociar mi liberación de la

custodia de Manus en nombre de la Hermandad Alameeda.

—¿Lo mataste? Su trift explotó antes de dejar el territorio de Rafe.

Kyon niega con la cabeza.

—Lo planeé. —Sonríe maliciosamente—. Hubiera estado muerto en

el momento en que aterrizara en su propiedad en Alameeda. Tenía a mi

gente en eso, pero nunca llegó allí.

—¿Entonces quién lo mató?

—Manus —dice con naturalidad.

—¿Manus? ¿Por qué? —pregunto.

—No quería que Em Nark transmitiera a nadie tu don específico

como soothsayer, una adivina de la verdad. Si los demás supieran que

podías saber cuándo estaban mintiendo, tu don sería un tanto

irrelevante, simplemente se negarían a hablar en tu presencia. Manus

mató a Em Nark para que tu secreto permanezca intacto; hizo que tu don

fuera valioso. Tuvimos una conversación al respecto: el Regente y yo,

ambos acordamos que era en nuestro mejor interés que los Hermanos no

supieran nada al respecto.

—¿Hablaste con Manus sobre mí? —La información hace que mi

corazón se estremezca en mi garganta por alguna razón.

—Pasé todas las rotaciones que estuviste cautiva en Rafe tratando

de negociar tu liberación de la custodia de Manus. Es decir, hasta que

me arrestó y casi me ejecuta. Pero, ambos sabemos cómo resultó eso para

él. Manus no fue lo suficientemente fuerte como para protegerte de la

Hermandad.

—¿Y tú lo eres?

—Soy tu única esperanza. ¿Te das cuenta de que la Hermandad

está tratando de matarte durante tu reclamo? Están obligados a respetar

este tiempo entre nosotros como parte del contrato que hice con ellos.

—¿Mi reclamo? ¿De qué estás hablando?

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—Es el momento que pasamos juntos después de un compromiso

—se esfuerza por explicar, mirándome como si supiera de lo que está

hablando.

Pienso por un segundo, mi nariz se arruga como si oliera algo malo.

—No quieres decir luna de miel, ¿verdad? —Lo miro de soslayo

mientras frunzo el ceño. Ese pensamiento es inquietante.

—¿Luna de miel? —dice la palabra como si no tuviera idea de lo

que significa—. Se supone que debemos pasar juntos el tiempo, a solas,

para llegar a conocernos como pareja.

Estrecho mis ojos hacia él.

—No somos una pareja.

Frunce el ceño.

—Somos una pareja.

—No quiero ser reclamada.

—No tienes voz en el asunto.

Está preparado para una pelea. Se ve muy musculoso de repente.

Ignoro su locura por un momento, porque podemos pelear sobre eso más

adelante si vivimos. En cambio, pregunto:

—¿Entonces la Hermandad no aprobó esto? —Muevo mi dedo

apuntando entre nosotros.

Frunce el ceño.

—La Hermandad te comprometió conmigo; tenemos un contrato y

ellos quieren anular el contrato. Siempre planearon secretamente

rescindirlo.

—¿No eres parte de la Hermandad?

—Lo soy —dice, asintiendo.

—¿Entonces no puedes decidir qué sucede?

—Tengo un voto, tengo cierta influencia, pero no siempre puedo

controlar lo que hacen. Son un grupo de políticos viciosos y gruñones que

sonríen en tu cara mientras planean tu muerte.

—Súper. Qué buen club en el que estás. ¿Por qué no quieren que

me reclames?

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—Juntos, tú y yo somos excepcionalmente poderosos. Sabían que

yo era su mejor oportunidad de encontrarte y matarte si no podía

asegurarte para Alameeda. Si te quedas conmigo, no pueden controlarte.

—¿Y sabías todo esto de antemano?

—Por supuesto.

—Todas sus pequeñas tramas y esquemas están saliendo mal.

¿Cómo crees que se sienten al respecto?

—Estoy seguro que es bastante molesto para ellos, se podría decir

que se sienten asesinos.

Parpadeo. ¿Acaba de hacer una broma? No puedo decirlo, es tan

directo. Me froto la frente. No me siento bien, es como si hubiera muerto

hoy y hubiera resucitado.

—Está bien. —Miro a mí alrededor en busca de una forma de

ayudar—. ¿Entonces qué debo hacer? ¿Cavar hoyos para minas

terrestres? ¿Tallar estacas de bambú? ¿Hacer bombas de cáscara de

coco? ¿Qué? —Solo estoy medio bromeando. No quiero morir esta noche,

especialmente no de la manera que han planeado para mí. También me

gustaría conservar todos mis órganos, así que prefiero cambiar esto, si

puedo—. O podríamos irnos. Podríamos escondernos, sabes, en algún

lugar donde nunca nos encuentren. ¿Sabes cómo llegar a Chicago?

Porque si pudiéramos llegar allí, podría escondernos...

Kyon me toma en sus brazos y me besa con fuerza en la boca.

Empujo contra su pecho, pero es un fuerte hombre de las cavernas. Me

deja ir por su cuenta.

—Eres tan adorable a veces, casi no me arrepiento de no matarte.

Me limpio la boca con el dorso de la mano.

—Estás loco. Lo sabes, ¿verdad?

—Soy la persona más sensata que conoces —dice honestamente.

—O el más delirante. Me inclino por este último. —Suspiro—. ¿En

qué quieres que te ayude?

—Aquí, te mostraré.

Me pasa el brazo por el hombro y me lleva a la cabaña justo al lado

de la playa. Es pequeña para los estándares de la casa más grande de la

isla. Hecha de teca, parece un montón de cabañas conectadas por

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puentes de madera marrón con barandas de madera pulida. Los techos

de paja golpean y crujen con la brisa del mar, haciendo el mismo sonido

que las palmeras en la orilla.

Subimos los escalones de madera y llegamos a una cubierta. Está

bordeada de tumbonas flotantes para tenderse al sol. Mantas rellenas de

color crema cubren las sillas flotantes. Subimos unas escaleras más y

enfrentamos una serie de estructuras de teca interconectadas. A nuestra

izquierda hay una glorieta con techo de paja con una hamaca colgada de

sus pilares de madera. Una plataforma lo conecta a la estructura

directamente en frente de nosotros. También está hecha de teca con

techos de paja, pisos de madera y arcos de pared abierta. Bajo el cobijo

de un techo en pico, unas sillas elegantes, cubiertas de verde musgo se

agrupan alrededor del hogar rústico y la chimenea de madera flotante.

Un pequeño bar y una cafetería están detrás de la sala de estar. Más allá

de la barra, hay dos habitaciones: una parece ser un baño, o como lo

llaman, un lavare, porque tiene una ducha de vidrio que se abre por un

lado con una vista del mar. La otra habitación es una habitación

encantadora con un maravilloso y esponjoso mosquitero blanco sobre ella

y una pared abierta para acceder a un puente de madera que lleva a más

estructuras de cabañas de paja detrás de esta.

Entramos en la choza justo delante de nosotros a través de una

pared abierta que tiene exuberantes palmeras verdes en macetas en

ambos lados.

—¿Te gustaría un poco de agua? —pregunta Kyon.

Asiento.

Pasa la sala de estar y va al bar. Lo sigo y me apoyo contra la

encimera de piedra arenisca mientras rodea el otro lado.

—Oscil, dos vasos de agua.

Desde el centro de la piedra arenisca, un agujero se abre en el

mostrador, y hermosas copas de agua emergen de debajo de su

superficie. Alcanzo una copa y bebo un sorbo mientras Kyon dice:

—Oscil, prepara las cabañas para configuración tres.

—No se detectan inclemencias climáticas en esta área. La

probabilidad de que un huracán toque tierra aquí es el cero coma cero,

cero, cero, cero…

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—Anula la probabilidad de huracán. Asegura las cabañas para

configuración tres. Acceso a configuraciones de emergencia restringidas

a Kyon Ensin.

La glorieta a nuestra izquierda cambia. Paredes de paneles de vidrio

emergen del piso de madera, bloqueando el acceso a la hamaca dentro.

Una vez que las barreras transparentes están en su lugar, las

tormenteras metálicas ruedan hacia abajo sobre el vidrio.

Miro a Kyon por un momento mientras bebe su agua y me mira.

Miro hacia otro lado y veo que la mayoría de las paredes abiertas de esta

estructura de teca comienzan a cerrarse, dejando solo una de las paredes

exteriores abiertas, el camino por donde entramos. Las paredes exteriores

de la habitación cierran el acceso al puente que la conecta a las otras

cabañas de teca mientras las separaciones de vidrio emergen del piso.

Las persianas de acero también bajan sobre el vidrio en esta área,

oscureciendo la habitación. Lo mismo ocurre en el lavare: está envuelto

en la oscuridad en cuestión de segundos por las tormenteras.

—¿Qué vamos a hacer aquí? —pregunto mientras me vuelvo hacia

Kyon confundida y encuentro que se ha ido.

Al mirar alrededor, lo veo acercarse a la única salida que queda

abierta a la cabaña.

—Vas a esperar aquí. Estarás a salvo —dice Kyon mientras se va.

Me apresuro hacia la salida también, pero un panel de vidrio surge

del suelo entre nosotros, bloqueando mi salida.

—¡No, no, no, no, no! —me quejo mientras pongo mis manos sobre

el vidrio e intento evitar que se cierre por completo.

No es bueno; no soy suficientemente fuerte. Las tormenteras

comienzan a caer sobre la parte exterior de la pared transparente. Golpeo

el vidrio.

—¡Kyon! —grito, mientras él me sonríe desde el otro lado.

—Toma una siesta —dice de regreso—. Todavía estás exhausta.

Los postigos se cierran sobre todas las paredes de vidrio y

ventanas, dejándome en total oscuridad dentro.

—¡Oh, no; no solo me encerró aquí y me dijo que echara una siesta!

¡Qué completo knob knocker! —Intento cruzar la habitación, tropiezo con

una silla, magullándome la rodilla, camino un paso más, tropezándome

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con una mesa pequeña, agito los brazos y me tropiezo el dedo del pie—.

¡Oww! —Levanto mi pie y lo froto—. ¡Oscil! —grito de frustración.

—¿Puedo ayudar? —La femenina voz robótica pregunta desde

arriba.

—Necesito un poco de luz. —Cada luz del lugar se enciende de

inmediato—. Déjame salir de aquí —ordeno.

—No estás autorizada para un cambio en el modo de comando.

—¡Oh, es tan wacker! —grito—. Oscil, abre tormenteras.

—No estás autorizada para ese comando.

—¡Anula la configuración tres!

—No estás autorizada para ese comando.

—¿Qué puedo hacer? —gruño.

—Puedes utilizar las funciones de la cafetería. ¿Puedo sugerir una

taza de kafcan?

—No. ¿Qué otras funciones tengo disponibles? —Cruzo los brazos.

—Tienes acceso al control del clima.

Miro alrededor de la habitación.

—¿Tengo acceso a la chimenea?

—Sí —responde Oscil—. ¿Necesitas fuego?

Sonrío.

—Por qué; sí, Oscil. Necesito fuego.

Los troncos falsos apilados en la chimenea se encienden desde un

encendido de gas. Un fuego agradable chasquea en el hogar.

Dirigiéndome a una silla, saco una de las mullidas almohadas color

musgo. Llevándola al fuego, la empujo sobre las llamas hasta que las

atrapa. Sacándolo, tiro la almohada sobre la silla. En unos instantes, el

elegante asiento es una furiosa y ardiente bola de fuego con un humo

negro que se encrespa.

—Fuego detectado, fuego detectado —Oscil repite la declaración

como un mantra.

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—Oh no. Ayuda —digo en un tono aburrido—. Debo salir. Abre la

puerta.

—No estás autorizada para ese comando —afirma Oscil.

La adrenalina fluye a través de mí cuando siento un momento de

pánico. Sin embargo, es de corta duración, porque en el siguiente

momento, los rociadores se encienden y rocían la zona de estar con un

chorro de agua de alta potencia. No pasan más que unos pocos minutos

para que se apague el fuego y para que quede completamente empapada.

—¡Maldición! —murmuro.

El humo sale de la pequeña habitación a través de un sistema de

filtración de aire. Robots limpiadores emergen de las pequeñas ranuras

en una pared. Un robot rueda alrededor, chupando los charcos de agua

en el piso; otro se cierne sobre los muebles, chupando el agua de la

tapicería. Un tercer robot quita el material quemado del elegante marco

de la silla y laboriosamente comienza la tarea de retapizarlo.

—¡Tienes que estar bromeando! —gimo con disgusto por la

eficiencia del lugar. Miro hacia el techo, pero no tiene techo de paja, es

de madera maciza.

Me quito la camisa mojada y enrollo la falda, haciéndolas una bola,

con la intención de arrojarlas a la basura con ira hasta que miro lo

bonitas que son. En cambio, las sacudo y las pongo sobre una silla junto

a la cafetería para que se sequen. En mi traje de baño negro de dos piezas,

salgo de esa habitación con frustración y me voy al dormitorio. Encuentro

un armario y miro adentro. Tiene un par de trajes de neopreno y algunos

atuendos de playa masculinos… algunas camisas. Elijo una camisa

celeste que definitivamente fue hecha para Kyon, porque cuando me la

pongo, parece un vestido para mí. Sin embargo, no me importa; es suave

y perfecta en este momento.

Cerrando el armario, voy a la enorme cama. Tiene una colcha de

seda blanca. Subo a la cama y enrollo la manta a mí alrededor. Tomo una

de las almohadas mullidas en mis brazos y la abrazo para mayor

comodidad. Cierro mis ojos. Estoy agotada, pero no puedo dejarme

dormir ahora. Necesito planear mi escape—nuestro escape—el de Trey y

el mío. Malgastar este tiempo a solas sería estúpido. Intento

concentrarme en el futuro, solo necesito ir unos minutos a partir de

ahora; pero no es solo el "cuándo" que necesito controlar, también el

"dónde" y el "qué" que quiero ver, eso es importante. Necesito controlar

la aleatoriedad de mi don. Perderme en el tiempo no va a ayudarme, así

que me concentro en "quién". Trey.

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La temperatura de mi cuerpo baja, trayendo consigo una

exhalación gélida. Todavía estoy recostada en la cama y mi parte

consciente sale de mi cuerpo.

En lugar de resistir la fuerza que se ejerce sobre mí, obedezco al cielo

mientras me jala hacia él. Destellando sobre un borrón de terreno, no estoy

del todo sorprendida cuando Amster se materializa ante mí. Estoy fuera

de la mansión del gobernador una vez más; las enormes estatuas de

musculosos guerreros se elevan sobre mí. Los hombres de Matchstick

están convergiendo aquí; algo importante está sucediendo para que

acumulen tantos soldados en Amster.

Mi aparición sube por las escaleras hasta su cuartel general. Todo

el primer piso está lleno de hombres que se agolpan en una de las

habitaciones cavernosas. La arquitectura gótica está en desacuerdo con

los gráficos sofisticados y la configuración de imágenes para mostrar una

pequeña sección de una ciudad, una que nunca he visto antes.

Está extremadamente silencioso en la habitación, a excepción de la

voz grave de un soldado alto con pelo corto y castaño y ojos marrones. Se

dirige a la multitud de soldados, señalando edificios en una red de paisaje

tridimensional desconocido.

—El posicionamiento óptimo es colocar las cargas aquí… aquí… y

aquí.

Utiliza su puntero láser para indicar los lugares que está discutiendo

en el modelo holográfico. Mi atención se desvanece de él; no estoy

interesada en lo que están planeando, solo estoy interesada en encontrar

a Trey. Paso a través de los cuerpos de los soldados que están muy juntos.

Alguien pregunta:

—¿Cómo propone que obtengamos los paquetes para esos puestos?

Su seguridad es imposible de violar. Lo hemos estado estudiando por

algunos specks y no hemos encontrado una manera de entrar. —Un

murmullo de discusión pasa a través de la multitud.

Una voz que reconozco responde:

—No necesitas entrar. De hecho, no tienes que estar allí antes de que

suceda.

Siento que podría derretirme en el piso. La voz de Trey tiene el mismo

efecto que tocar mi canción favorita: quiero subir el volumen, acercarme y

sentir su vibración.

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—¿Quién dijo eso? —pregunta el soldado pelirrojo mientras

escudriña la multitud. La multitud se separa y si tuviera un corazón real,

dejaría de latir.

Trey aparece a la vista. No se ve bien, quiero decir, sigue siendo

increíblemente apuesto, pero parece que podría caerse en cualquier

momento. Ojeras oscurecen sus ojos. Todavía tiene moretones profundos

en la sien y la mandíbula izquierda.

—Trey Allairis —se presenta.

—Rossi Latener —responde el pelirrojo—. Eres Rafiano.

—Lo soy —responde Trey.

—Bienvenido. ¿Estabas diciendo?

—Puedes entregar los paquetes con drones.

La habitación estalla en carcajadas. Wayra aparta a los soldados

para pararse junto a Trey. Parece que tampoco ha dormido en unos días.

Su expresión es asesina mientras sus ojos de color violeta miran a los

rostros sonrientes de los soldados de Amster.

—¿Oyeron algo gracioso? —dice, hirviendo.

Los soldados más cercanos a él dejan de reír. Probablemente sea

porque es enorme y amenazante, se alza sobre ellos como un ángel

vengador. El oscuro tatuaje de guerrero en su cuello lo hace parecer más

aterrador de lo que realmente es, o tal vez es aterrador y simplemente lo

olvidé porque somos amigos.

Rossi intenta ser algo diplomático cuando dice:

—Solo estábamos discutiendo sobre la máxima seguridad de

Kalafin. No hemos sido capaces de hacer que nuestros hombres pasen por

su matriz de bloqueo aquí o aquí… —Señala lugares en el holograma

tridimensional con un puntero láser—, y mucho menos nuestros drones.

—No estoy sugiriendo que hagas que tus hombres o tus drones

pasen su matriz de seguridad. Estoy diciendo que no lo necesitarás porque

usaremos sus drones.

Jax viene a pararse al otro lado de Trey.

—Gennet Trey ha estado pirateando los drones Alameeda y tomando

el control de ellos desde que comenzó la guerra. Puede infiltrarse en

cualquier nave nodriza y conseguirte tantos drones como necesites.

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Wayra se pone nariz a nariz con el soldado Amster junto a él

mientras se burla:

—¿Somos graciosos ahora? —Mientras el soldado se aleja de él, la

habitación estalla con un estruendo de voces.

Trey espera que se calmen un poco antes de levantar la voz y decir:

—Estamos hablando de drones totalmente armados. —La

habitación se queda en silencio—. El tipo de armas que puede borrar una

ciudad de Ethar.

Rossi mira a su derecha. Miro en esa dirección también, y veo a un

soldado de cabello oscuro apoyado en la repisa de la consola que alberga

un holograma. Es tan familiar, y sin embargo, no recuerdo dónde podría

haberlo conocido hasta que pregunta:

—¿Qué tan pronto puedes traernos esos drones?

La resonancia de su voz me parte en dos. Todo mi mundo cambia en

su eje. La derecha es izquierda y la izquierda está al revés. Trey lo reconoce

también.

—Eres Pan Hollowell.

—Sí, lo soy —dice mi padre.

Es la persona más alta en la habitación. No tiene ni un cabello gris,

parece tan joven como Trey. De hecho, son sorprendentemente similares.

Pelo corto y oscuro, ojos de color violeta, porte militar. Aunque los tatuajes

en sus gargantas son de formas diferentes, los de Trey son remolinos

entrelazados y los de Pan se asemejan a triángulos concéntricos; ambos

son negros como la tinta e intimidantes. Pan se ve increíblemente bien para

alguien que ha estado muerto desde que tenía cinco años.

Trey se endereza en toda su altura, ignorando el obvio dolor que

causa hacerlo.

—Puedo conseguirte los drones tan pronto como nos proporciones

una nave y algunas armas para que podamos recuperar a tu hija.

—¿Conoces bien a mi hija?

—Sí. Amo a tu hija.

—Entonces deberías haberla dejado donde la escondí.

Encogiéndome, mi visión se vuelve borrosa. Hay un tirón doloroso

dentro de mí para regresar a mi cuerpo. Intento con todas mis fuerzas

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resistirlo, no quiero dejar a Trey; quiero ser su sombra, pero algo está muy

mal. ¿He estado fuera de mi cuerpo demasiado tiempo hoy? Me pregunto.

—Cuando la encontré, Chicago se había convertido en un entorno

hostil para ella: la cazaban —explica Trey.

Pan cruza los brazos sobre su pecho.

—Teníamos ojos en los Alameeda en Chicago; Kyon, Forester, Lecto,

no habrían salido vivos de la Tierra con ella. No te anticipamos. Una vez

que juntamos lo que sucedió, tu secuestro de Kricket, casi te tuvimos en

Naren Falls. Si no hubiera sido por los Comantre Syndics allí, hubieras

estado en Amster antes.

—¿Tenías ojos en ella en la Tierra? ¿Cuáles ojos?

Pan mira en mi dirección.

—Giffen ha sido el guardián de Kricket desde que mataron a su

último guardián. ¿Cuánto tiempo ha pasado, Giffen?

Detrás de mí, Giffen dice:

—Casi seis floans. —Me doy vuelta. Los ojos de Giffen están

enraizados en mí, en el lugar que ocupo. Sabe que estoy aquí, puede

sentirme.

Trey fulmina con la mirada a Pan.

—¿Cómo pudiste dejar a Kricket en la Tierra? Era una niña, estaba

indefensa. Tus guardianes no valían nada; ninguno de ellos la protegía.

—Se les ordenó no protegerla, es más fuerte por eso. Kricket tiene un

destino. Lo que aprendió en la Tierra determinará cómo actúa aquí, ahora.

—¿Te das cuenta que ni siquiera sabía que tenía una hermana?

Pensó que Astrid era una muñeca o un juguete que perdió cuando murieron

sus padres… ¡cuando tú moriste, Pan! Eso no le impidió buscar a Astrid,

simplemente no sabía lo que estaba buscando.

Pan mira hacia otro lado, inquieto por la información.

—El nepenthe nos aseguró que todos sus recuerdos de Astrid serían

eliminados.

—¿El nepenthe? —pregunta Trey confundido.

—Sanham. Es el primer descendiente masculino Alameeda con el

gen EVS819 que rescaté de ser exterminado. Después de conocer a Arissa,

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la madre de Kricket, comenzamos nuestra misión de encontrar y proteger

a tantos machos mejorados como pudimos sacar a escondidas de

Alameeda con vida. El don de Sanham es inculcar el olvido; limpia los

recuerdos, intentó que Kricket nos olvidara. A diferencia de la mayoría de

los Etharianos, no funcionó muy bien en ella. Lo repelió. Siempre ha sido

excepcional.

—¿Por qué le harías eso? ¿Por qué intentarías hacerla olvidar a todos

los que amaba?

Una parte de mí espera que diga que no quería que sufriera con mis

recuerdos de ellos.

—Tengo dos hijas —dice Pan—. Tenía que proteger a Astrid en caso

que descubrieran a Kricket y la interrogaran. El don de Sanham funcionó

bastante bien. Olvidó a Astrid y Astrid estaba a salvo.

Siento como si me hubieran apuñalado. Su traición es casi más de lo

que puedo soportar.

La expresión de Trey se pone fea.

—¿Te preocupas por ella siquiera? —pregunta con resentimiento en

su voz.

—¿Y tú? —Pan le devuelve la pregunta.

—Más que nada —responde Trey sin tener que pensar en ello.

—Entonces ayúdanos a entregar los paquetes a Kalafin, eso podría

ayudarla. La Hermandad tiene que tener una razón para mantenerla viva,

tienen que necesitarla.

La oscuridad me está acariciando. Mi visión se vuelve un túnel y

estoy perdiendo todo en la periferia. Estoy abrumada por eso, luchando

por quedarme. Todo sobre mí quiere volver a mi cuerpo, pero mi voluntad,

mi voluntad, quiere desesperadamente quedarse. Las únicas personas que

me importan ahora son mis Cavars: Trey, Jax y Wayra. Todos los demás

aquí pueden pudrirse por todo lo que me importa. Necesito quedarme lo

suficiente como para descubrir cómo comunicarme con Trey. Necesito que

me vea.

—Es hora de que te vayas, luchadora —me susurra Giffen, como si

no quisiera que nadie más supiera que estoy aquí—. Vuelve y corre con los

lobos. No pierdas, cuento contigo.

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Lo que sea que pueda hacer con la energía de su don, su

telequinesis, la usa conmigo. En el instante en que empuja en mi dirección,

soy desterrada de su presencia.

Volviendo a mi cuerpo en este momento, no puedo moverme de

inmediato. Estoy paralizada. Jadeo en respiraciones superficiales; la

primera se caracteriza por el aire helado de mis pulmones. Mi piel es

gélida y de un tono azulado.

Algo explota afuera en la playa. La cabaña restumba; botellas

decorativas de vidrio verde que contienen arena y conchas resuenan y

caen de los estantes de teca. Fragmentos rotos y arena se asientan en los

pisos de teca de tablones anchos. Crece el silencio, Kyon ya pelea con los

Strikers. No me he ido tanto tiempo, pero debe estar oscuro aquí. Debo

haber regresado a un tiempo posterior. Permanecer lejos tanto tiempo me

ha costado tiempo.

Sacudiendo mis extremidades, me arrastro hacia un lado de la

cama, pero no puedo levantarme. Me tiro al suelo y me arrastro sobre el

vientre hasta el baño, arrastrando mis piernas. Al lado de la ducha, hay

una enorme bañera hecha de madera oscura que se asemeja a una gran

ensaladera. Me arrastro hasta un tocador hecho de la misma madera

oscura. Al levantar la vista, me apoyo contra la encimera. Usando mis

dedos, los rasco sobre la superficie. Un grupo de pequeños estantes se

levanta de la superficie de la teca. Entre las botellas de lociones, aceites

y perfumes, peines y cepillos, encuentro lo que necesito. Agarro un par

de tijeras con mango de carey en mi puño.

Hundiéndome en el suelo una vez más, me doy la vuelta sobre mi

espalda y escucho un sonido familiar. Viene del exterior; suena como

disparos, el tipo automático. Recojo mi pelo en mi puño y le pongo las

tijeras. Corto enormes trozos rubios y vuelven a crecer instantáneamente.

La circulación vuelve a mis piernas inútiles, mis rodillas ya no duelen

tanto, y puedo ponerme en pie. Jadeando, coloco mis manos sobre la

superficie del tocador y miro mi pálido reflejo en el espejo redondo. Una

cosa está clara, si me hubiera mantenido alejada de mi cuerpo durante

mucho más tiempo, no habría sobrevivido.

Un terrible estruendo, como golpear la tapa de un basurero, perfora

el aire a mi lado. Dejo escapar un grito involuntario, saltando y

rehuyendo. Algo como el parachoques de un gran auto se estrella contra

la tormentera. Cada vez que se estrella contra el metal, salto. Cuando me

alejo, otra sacudida fuerte golpea la tormentera, esta vez rompiendo el

vidrio también, arrojando fragmentos por todo el piso.

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Reaccionando por miedo, apuñalo el aire con las tijeras, sin cortar

nada. El miedo se extiende por mis venas. En el baño, alguien afuera tira

de la contraventana para tormenta, sacudiéndola como si fuera una

máquina expendedora que se niega a escupir frituras.

—¡Oscil! —siseo—. ¡Mata a los intrusos!

—No estás autorizada para ese comando —responde Oscil.

Aprieto mis dientes y gruño. Intento sopesar mis opciones. Si salto

al futuro ahora, dejaré mi cuerpo demasiado vulnerable a quien sea que

esté irrumpiendo. Me precipito a la sala principal, buscando un lugar

para esconderme, pero otro grito sale de mí cuando una especie de

explosión fractura el metal y vidrio en el frente de la cabaña.

Me vuelvo para correr al dormitorio, pero un Alameeda Striker está

de pie en la puerta de entrada. Sus ojos azules de pesadilla recorren mi

cuerpo. Desearía tener algo más que un traje de baño y la camiseta de

Kyon. Otro soldado se une a él en la puerta del dormitorio; está en un

uniforme de combate acuático negro de piel de foca. Parece que está

hecho más para la natación que para la protección. El soldado que acaba

de llegar le da un empujón al primero duro desde atrás con el hombro.

—No va a hacerte daño, Valko. ¿No leíste su biografía? El único don

que tiene es una mirada de pitonisa.

—Ve primero entonces, Cree —ofrece Valko.

Cree golpea juguetonamente a su amigo antes de avanzar hacia mí.

Agarrándome por el cuello, me levanta en el aire con fuerza bestial.

Sonríe.

—Ves, es débil y…

Le lanzo las tijeras a los ojos. Cree me deja y comienza a gritar. La

sangre brota en todas partes mientras saca las tijeras de su cabeza.

Me precipito hacia el lavare, pero Valko me levanta y me arroja

contra la barra de la cafetería. Caigo contra la encimera.

—No eres débil, ¿verdad? —gruñe Valko.

—¡Oscil! ¡Kafcan!

Una olla de kafcan se eleva desde el agujero en la encimera cerca

de mí. Agarro la urna y la estrello contra el costado de la cabeza de Valko

lo suficientemente fuerte como para golpear su cerebro de lado. El kafcan

color café caliente como cera derretida le quema la piel. Valko gime

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cuando su carne se pone roja. Enderezándose, da un paso en mi

dirección. Kyon aparece detrás de él, aprieta su mano en la frente de

Valko, y gira. El cuello de Valko se rompe en una suave sacudida.

Cuando el cuerpo del Striker cae al piso, Kyon se acerca a Cree,

quien no para de gritar, y le corta la garganta. Cree hace un sonido de

gorgoteo y luego se queda en silencio.

Kyon no respira con dificultad, mientras que parece que yo no

puedo atrapar el mío. Levanta las tijeras que usé en Cree. Mis rodillas se

debilitan. No me puedo mover. Sacudida con temblores de cuerpo entero,

miro aturdida mientras Kyon va al lavabo a mi lado; corre las tijeras bajo

el agua, lavando la sangre, las seca y me las devuelve. Las tomo de su

palma, apretándolas en mi puño, las sostengo para mí.

—¿Estás herida? —pregunta Kyon, acariciando mi mejilla y

palmeándola suavemente.

—No.

Recogiéndome en sus brazos, Kyon me lleva a la silla junto a la

chimenea que está completamente restaurada por haber sido quemada.

Me coloca allí.

—Oscil, enciende un fuego —ordena.

Un alegre fuego ruge a la vida y cruje en la chimenea. Lo miro por

un largo tiempo mientras Kyon se mueve alrededor de la cabaña, sacando

cadáveres y ordenando robots para llevar a cabo la limpieza masiva. En

algún momento dejo de temblar, apoyando mi cabeza contra el brazo de

la silla. Cierro los ojos, pero mantengo mis tijeras cerca.

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7

La Marca Está Hecha Traducido por Vale

otas de lluvia suaves golpetean en la plataforma y en el techo

de paja en el exterior. Las tormenteras están abiertas en el

dormitorio. Hay acceso sin restricciones al puente de teca, así como a la

cubierta que conduce a la playa. Despertándome un poco más, trato de

moverme pero estoy metida debajo del brazo de Kyon. Estamos

entrelazados en la cama suave, debajo de la hermosa mosquitera.

Mi espalda está moldeada en el frente de Kyon. El aroma de los

casquillos disparados se aferra a su mano grande, que descansa sobre

mi cadera. Mirándolo por encima del hombro, veo la nariz de Kyon cerca

de mi mejilla. Está dormido. Giro mi rostro de vuelta para descansar

contra la almohada, mirando la lluvia, preguntándome si debería

moverme. Podría despertarlo si lo hago, y no creo que sea algo con lo que

quiera lidiar en este momento. Observo las tijeras que yacen en el colchón

cerca de mi mano. Las agarro, sosteniéndolas apretadas una vez más.

—No las necesitarás —murmura Kyon.

Su boca está junto a mi oído. Su voz profunda hace que me tense.

Le temo—su ultra-violencia—me asusta. Mi corazón late en mis oídos

porque está loco, tal vez incluso un poco loco por mí. Su crueldad se

siente atraída por mi salvajismo.

—¿Cómo sabes que no las necesitaré? —Aprieto más las tijeras,

temerosa de que intente quitármelas, y ahora mismo, las necesito.

Sus dedos lentamente trazan un camino desde mi hombro hacia

mi brazo hacia las tijeras en mi mano.

—Matamos a todos los que la Hermandad envió anoche; a algunos

los torturé primero, pero al final, todos perecieron.

G

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—¿Has torturado a algunos? —Tiemblo cuando sus dedos cambian

de dirección y vuelven a subir por mi brazo para quitarme el pelo del

hombro y el cuello.

—Los rompí por ti, Kricket —susurra como si fuera un secreto. Un

fuego se enciende debajo de mi piel, y estoy demasiado caliente de

repente.

—¿La Hermandad no enviará más de ellos? —pregunto, mientras

él me acurruca más cerca. Es perturbador lo bien que encajo en sus

brazos.

—En este momento, es más que probable que convoquen una

reunión del Consejo Superior. Algunos Hermanos se tomarán su tiempo

para llegar allí; a la mayoría no se les puede molestar para atender

negocios antes del zenith, y no todos vendrán. Una vez que los que se

presenten finalmente se reúnan en el foro, habrá opiniones disidentes

con respecto a qué acción tomar en mi contra, y por defecto, contra ti.

»Será divisivo. Algunos querrán organizar otro ataque contra

nosotros, aunque este falló y ya usaron a sus soldados mejor entrenados.

Saben que tengo un sistema avanzado de defensa antimisiles aquí. Lo

saben porque yo diseñé su sistema de defensa antimisiles. Lucharán para

que sus técnicos se encarguen de crear un nuevo sistema que me

bloquee. Pero eso llevará una cantidad significativa de tiempo y no

encontrarán todas las puertas ocultas que he tejido en la que ahora usan.

Cuando lleguen a esta conclusión, verán que el asesinato no se puede

lograr mientras estamos aquí en la isla.

—Entonces, ¿aquí estamos a salvo? —Exhalo. Mis dedos se aflojan

en las tijeras.

—Por ahora. En algunas rotaciones, enviarán un delegado para

hablar conmigo. Será alguien a quien cuento como amigo. Intentará

convencerme de hablar con el Consejo Superior y llegar a una resolución.

—¿Una solución diplomática? —pregunto.

—Sí.

—¿Crees que puede haber una solución así?

—No.

—¿Por qué no?

—No quiero una.

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—¿Qué quieres?

—Quiero saber por qué estás usando mi camisa.

—¿Eh?

—Mi camisa. ¿Por qué la llevas puesta? —Pasa su mano por mi

costado, agarrando el dobladillo de la camisa celeste en cuestión

mientras la sube hasta mi cadera.

—¡Kyon! ¡No! —chillo y pongo mi mano sobre la suya e intento

evitar que la levante más.

—Dime por qué la llevas puesta —exige, manteniendo la tensión en

el dobladillo de una manera amenazante.

Apenas lo estoy manteniendo bajo control. De prisa, explico:

—Como que le prendí fuego a tu cabaña.

Su mano queda inmóvil.

—¿Hiciste qué?

—Incendié tu silla.

—¿Por qué?

—Pensé que las puertas se abrirían si comenzaba un incendio.

—No lo hicieron, ¿verdad?

—No. Los rociadores se encendieron —respondo.

—Así que te mojaste.

—Empapada.

—¿Y en lugar de tener algo hecho para ti por Oscil, elegiste usar

algo mío? —pregunta, como si hubiera hecho algo alocado.

—Esto es cómodo. ¿Qué es, algodón egipcio? Es tan suave.

—Nadie ha usado mi ropa antes.

—Nadie se atrevería —murmuro—. Eres una bestia aterradora.

—Tú te atreviste.

—Lo hice, pero tengo un problema con la autoridad.

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Alisa la camisa hacia abajo sobre mi cadera y apoya su mano allí

posesivamente.

—¿Qué te gustaría hacer hoy?

—No morir —respondo.

—¿Aparte de eso?

Diría ir a casa a la Tierra, pero no quiero enfadarlo, así que, en

cambio, respondo:

—No quiero que des miedo hoy.

—Eso está completamente en tus manos. Si me obedeces, no

tendré motivo para asustarte.

—No obedezco. No es algo que hago bien.

—Tendrás que aprender... con rapidez.

Quiero golpearlo. Es tan arrogante. Suspiro y vuelvo a intentarlo.

—Dijiste que quieres saber quién soy. ¿Es eso cierto?

—Sí.

—Bueno, entonces, intentemos actuar de manera normal. ¿Por qué

no hacemos lo que haces normalmente cuando estás aquí solo para que

pueda ver quién eres?

—¿Quieres decir hacer algo que me gusta?

—Sí.

—Nosotros dos.

—Sí.

—Quiero enseñarte a nadar.

—No creo que esa sea una…

—No es una solicitud —gruñe. Su cuerpo está rígido contra el mío.

Ignoro su gruñido.

—¿Qué pasa si soy realmente mala para nadar?

—Entonces será un día largo.

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—Esto será divertido —digo en voz baja—. Bueno... así que hoy me

darás una clase de natación y luego podrás enseñarme a usar una

mochila voladora o un flipcart, algo que quiero aprender.

Kyon se relaja contra mí una vez más.

—¿No sabes cómo operar un flipcart?

—Ni siquiera sé lo que es un flipcart, pero he oído que es divertido.

—¿No sabes lo que es un flipcart? ¿Cómo es eso posible?

Me señalo a mí misma.

—Criada en la Tierra, ¿recuerdas?

—Sería difícil olvidarlo. Me lo recuerdas cada vez que abres la boca.

—Es tan malo, ¿eh? —Es una pregunta retórica. Sé que mi crianza,

o en mi caso, la falta de una educación adecuada, me hace parecer

escoria para la mayoría de la gente de Alameeda, sin mencionar el hecho

de que soy mitad Rafiana. Eso no ayuda con su percepción de mí en

absoluto.

Me sorprende cuando dice:

—No es tan malo como crees. No te encoges, incluso cuando te

asusto. Lo atribuyo a la Tierra. Alguien debe haberte enseñado a no

retroceder.

¿Alguien me enseñó a no retroceder? ¿Fue mi padre? No lo sé. Trató

de borrar mi memoria, así que no puedo estar segura de lo que aprendí

de él o mi madre. Sin pensarlo, dejo escapar:

—¿Esconderías a alguien en la Tierra? ¿Alguien que amaste? —Me

muerdo el labio inferior y espero su respuesta.

—No. No me escondo. Lucho.

—¿Pero si de hecho tendrías que esconderte? ¿Sería la Tierra un

buen lugar?

Kyon está en silencio por un momento y luego dice:

—No.

—¿Por qué?

—Probablemente escondería a alguien que amé en el Bosque de

Omnicron, pero haría que pareciera que hemos ido a la Tierra.

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—¿Por qué harías eso?

—Porque sería fácil convencer a mis enemigos de que había ido allí.

La Tierra es el lugar obvio para esconderse. Pero la Tierra es hostil con

costumbres y atención médica primitivas. Hay tantas maneras de morir

en la Tierra. La probabilidad de que mi enemigo sucumba a una de esas

formas mientras me rastrea allí sería alta.

Entonces, si Pan pudo convencer a la Hermandad Alameeda para

que nos busquen en la Tierra, tal vez incluso dejar algo sin importancia

allí para que lo encuentren, podría mantener a salvo a la persona a quien

más quiere, alguien que es más importante. Podría esconderla en Ethar,

justo debajo de sus narices. Podría proteger mejor a Astrid si me dejara

como cebo. No digo esto en voz alta. Los mataría si lo hiciera. Ya he dicho

demasiado. Kyon no es estúpido. Podría resolverlo con bastante facilidad

si supiera que Pan está vivo o que tengo una hermana llamada Astrid,

una que tenía en sus manos y regaló.

Agarro las tijeras con el puño tan fuerte como puedo hasta que el

metal me corta la palma de la mano. Incluso con ese dolor que me distrae,

todavía no puedo contener las lágrimas enojadas que nublan mis ojos.

Soy una estafa, una paloma, soy una marca. Eso es todo lo que soy para

ellos, alguien a quien pueden tirar para engañar a sus enemigos y que no

encuentren el verdadero tesoro: Astrid.

—Estoy lista para la lección de natación ahora —murmuro

mientras me deslizo por debajo del brazo de Kyon, llevando las tijeras

conmigo.

—¿Ahora mismo? —pregunta, sonando sorprendido—. ¿No quieres

desayunar primero?

No me vuelvo para mirarlo, no puedo dejar que me vea llorar. Me

limito a negar con la cabeza y respondo por encima del hombro:

—No tengo hambre. Te encontraré en la playa.

Me apresuro a salir a la cubierta mojada y al frente de la cabaña

de teca. La lluvia suave cae gentilmente en mi cara. Se mezcla con mis

lágrimas mientras bajo las escaleras hacia la arena. La marea ha subido

más alta, así que lo que sucedió aquí anoche ha sido lavado. Me detengo

cuando llego al borde del agua.

No hay mucho viento; está simplemente nublado y gris con una

ligera llovizna. Con las tijeras todavía en mi mano, alcanzo y me corto

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nuevamente el pelo. En unos momentos, la palma de mi mano deja de

sangrar.

Caminando hacia las olas, enjuago la sangre de mi mano.

Tirando de las tijeras a la playa, jalo los mechones de mi pelo recién

regenerado entre mis dedos, tejiéndolo en una trenza gruesa. La acción

ayuda a resolver mis emociones crudas. Pero la amargura que siento es

profunda, y justo cuando creo que puedo dejar de llorar, otra lágrima

rueda por mi mejilla para avergonzarme un poco más.

Anudo el extremo de mi trenza y me saco la camisa de Kyon por

encima de mi cabeza. El traje de baño negro que he tenido desde ayer es

muy escaso, no es algo que elegiría para aprender a nadar. Me limpio la

cara con la camisa antes de hacerla una bola y tirarla en la arena detrás

de mí, lo suficientemente lejos para que la marea no la alcance. Volviendo

al agua otra vez, voy tan profundo como me atrevo, hasta mi pecho.

Usando mi mano buena, salpico agua en mi cara, borrando la evidencia

de mi emoción.

¿Pan quiere proteger a Astrid? Bien. Pero en el momento en que

pueda escapar de Ethar, me iré. Nunca me verá otra vez. Lo que más me

enfada en este momento es que le he dado el poder de lastimarme. Soy

piedra. Soy piedra. Soy piedra, me repito.

—¿Estás lista? —pregunta Kyon desde detrás de mí.

Mirando hacia el horizonte, asiento.

—Entonces comencemos.

Odio las clases de natación de inmediato. Todo lo que Kyon quiere

que haga está diseñado para ahogarme. Tengo un problema incluso

flotando sobre mi espalda o poniendo mi cara en el agua, pero a medida

que las horas se alargan, me doy cuenta de que Kyon no me va a dejar

hasta que domine la habilidad, cualesquiera que me esté enseñando de

momento a momento.

Mientras me pongo de pie y escucho lo que Kyon quiere que haga

a continuación, una pequeña ola se estrella contra mí, casi tirándome.

No me queda mucha fuerza. Apenas puedo levantar mis brazos más allá

de mi pecho. Otra ola viene y me golpea contra él. Agarro su cintura para

que no me tape el agua.

—¿Qué sucede contigo? ¿Estás cansada? —pregunta Kyon

frunciendo el ceño.

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—No —miento—. Pero si necesitas tomarte un descanso, lo

entenderé.

Su brazo rodea mi cintura para estabilizarme.

—Estás agotada. Ni siquiera puedes ponerte de pie.

—Puedo pararme —digo con terquedad.

—No, no puedes —responde. Se niega a soltarme, lo cual es algo

bueno, porque no sé si saldré del agua sin su ayuda. Mis miembros

tiemblan cuando llegamos a la orilla.

Sin la flotabilidad del agua para apoyarme, es mucho peor. Mis

músculos tiemblan. Me sorprende que esté tan destruida por una

estúpida lección de natación. Los meses que pasé en el palacio de Rafe

como la pupila de Manus me han debilitado. Nunca me permitieron hacer

nada extenuante allí, y como resultado soy una nenaza.

—Ni siquiera puedes caminar.

Me levanta en sus brazos. Su cuerpo está rígido. Me lleva escaleras

arriba hasta la plataforma y me acuesta en un sillón sin patas y con

almohadones suaves. Desde un estante empotrado cercano, agarra una

toalla grande y blanca, que pone sobre mí. Estoy agradecida por eso y por

el hecho de que ha dejado de llover.

Cerrando los ojos, tengo la intención de descansar por solo un

segundo. Cuando los vuelvo a abrir, salió el sol. Hay una sombrilla

parecida a un cometa de color bermellón volando sobre mí. Está

bloqueando lo peor de los poderosos rayos de mediodía del sol. Kyon está

sentado en otra tumbona sin patas con todo un centro de comando de

electrónica que lo rodea en los módulos flotantes. Está viendo algo en

una pantalla y haciendo listas en otra al mismo tiempo. Sin embargo, no

puedo oír lo que está escuchando porque usa un auricular.

Mi tumbona está completamente reclinada, pero cuando me siento,

la parte de atrás se levanta para apoyarme.

Kyon me mira.

—Tu almuerzo está listo. —Hace un gesto hacia la bandeja flotante

a mi lado.

—Gracias —respondo antes de comenzar a comer.

Kyon me mira por un momento, y luego vuelve a mirar sus

pantallas.

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—Has estado monitoreando el futuro, a menudo, ¿cierto?

No veo ningún motivo para mentir, así que respondo:

—Veo cosas.

—¿Viste algo más anoche?

—¿Y si lo hice?

—Entonces quiero saber sobre ello.

—¿Porque hemos establecido un círculo de confianza? —respondo

sarcásticamente.

Sacude la cabeza.

—Tu lealtad está tan fuera de lugar, Kricket.

Gira uno de los monitores que se ciernen hacia mí. Muestra

imágenes de vigilancia con una marca de tiempo que se ejecuta en la

parte inferior de la pantalla. Mi pulso se acelera cuando me veo en ellas.

Estoy atada a una silla de metal en una celda desolada, siendo golpeada

brutalmente por un soldado Rafiano, un Brigadet. Me golpea en el

estómago, y luego lo sigue con un gancho. Está claro que me ha dejado

inconsciente, pero eso no le impide golpearme hasta que otro soldado lo

aleja forzosamente de mí. Me escupe mientras me hundo inmóvil en la

silla, goteando sangre de una multitud de heridas abiertas.

La adrenalina surge en mi torrente sanguíneo y ya no tengo

hambre. Tengo que alejarme.

—No quiero ver más.

—Son imágenes de la Nave de Skye —dice Kyon con enojo que no

puede esconder—. Esto es lo que te sucedió antes de que te encontrara

encadenada a un poste.

—Sé de dónde viene —murmuro. Es el interrogatorio del que Trey

me habló... sucedió. Incluso si no puedo recordarlo, fue real.

—Buenos amigos los que tenías, Kricket. Ellos te hicieron esto —

dice con desprecio.

Mirando el monitor de nuevo, veo cómo me golpean una y otra vez.

—No fueron mis amigos.

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—Todos son parte de Skye. Te llevaron allí y permitieron que esto

te sucediera.

Me alejo de la horrible escena que se reproduce en el monitor.

Balanceando mis piernas fuera de la silla, me levanto. La toalla en mi

regazo se desliza hacia el suelo cuando choco contra la bandeja colgante,

tirando mi plato. Se rompe en la plataforma mientras me apresuro por

las escaleras hacia la arena. Subo por la playa y corro ciegamente lejos

de él. No sé a dónde voy y no me importa, siempre que pueda alejarme lo

más posible de Kyon y del interrogatorio en su monitor.

Cuando ya no puedo correr, me detengo y camino por la orilla,

jadeando y agarrándome de la puntada en el costado. A mi izquierda,

aparece un camino ancho y cubierto de hierba. Queriendo salir de la

playa y del sol abrasador, me dirijo hacia este. Me lleva a un bosquecillo

de palmeras. El camino está bordeado de caracolas y flores tropicales, lo

cual evito, porque uno nunca sabe acerca de las flores en este planeta

ridículo. El camino se vuelve más empinado, ya que se envuelve alrededor

de una colina. Los árboles se vuelven más delgados. Noto que estoy sobre

la playa. Hay una cascada que cae del acantilado en la distancia; vierte

en el mar abajo. Enclavado en el acantilado cerca de la cascada está el

hangar que vi en los mapas satelitales en la oficina de Kyon.

Continuando por el sendero cubierto de hierba, finalmente llego al

hangar. Está hecho casi en su totalidad de vidrio, con enormes vigas de

madera que sostienen un techo de metal. Me recuerda a una casa

comunal, pero a una escala mucho más grande. Camino hacia la pared

con paneles de vidrio, y se abre para mí, otorgándome acceso. En el

interior, hay todo tipo de aeronaves imaginables y algunas que son, para

mí, inimaginables. Se siente como un museo con vehículos brillantes

pulidos a la perfección.

Deambulo hacia la aeronave más cercana a mí. Los Etharianos la

llaman una trift, es una especie de avión, pero hay tantos tipos diferentes

que "avión" no es una descripción adecuada. No sé cómo se llama este

tipo de trift; es muy diferente de los que he visto de cerca, que en verdad,

son solo un puñado. El exterior de este tiene escamas, como piel de

dragón, marrón apagado con pecas verdes y doradas. Paso la mano por

el casco y se siente como cuero endurecido. Tiene la forma de un

murciélago. Miraría adentro, pero ni siquiera sé cómo meterme en este.

En el centro del edificio, un grupo de hovercycles está dispuesto en

un patrón de estrella, con la parte posterior de cada vehículo en el centro.

Camino alrededor de ellos. Se ven peligrosos. Poderosos. Uno me atrae

más que los demás.

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—Desbloquear compartimiento —murmuro al lado. La capucha se

levanta, exponiendo el interior. Me deslizo sobre el amplio asiento azul

hielo, colocando mis manos sobre los asideros.

—Elegiste el hovercycle de Ensin —dice Kyon desde el otro lado de

la habitación, junto a la entrada del hangar. Me niego a mirarlo.

—No, no lo hice. Elegí el azul.

Se acerca a mí, sus pasos resuenan en la habitación cavernosa.

—Cada uno de ellos está hecho con los mejores fabricantes de las

cinco casas de Ethar. Este es de una compañía que tengo en Alameeda.

Es difícil no impresionarse, pero lo intento de todos modos.

—¿Diseñas hoverbikes?

—No. Le pago a gente para diseñar hoverbikes.

—Oh. ¿Cómo se llama este?

—La Emperatriz. —Hay algo en su tono que me hace mirarlo.

—No tenía idea de que fuera femenina —murmuro.

—¿Te gustaría pilotearla? —pregunta.

—¿Me enseñarás? —pregunto sin aliento. Tengo tantas ganas de

aprender a conducir esto. Puede sacarme de aquí, ser lo que me ayude a

escapar.

—Solo si no me haces perder el tiempo. ¿Quieres aprender,

correcto?

—¿No lo quieren todos? —pregunto retóricamente, pasando mis

manos reverentemente sobre las curvas del vehículo.

—No. —Me frunce el ceño—. Especialmente no sacerdotisas.

—¿Por qué no? —pregunto. Tendrían que estar fuera de sí para no

querer aprender a hacer esto.

—No se ve como femenino —dice—. Está por debajo de ellas. Y

peligroso.

—Eso es una tontería —resoplo. —Quiero aprender a pilotear todos

y cada uno de los vehículos en tu garaje.

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—Hangar. —Se mueve junto a mí al hoverbike que acabo de

desocupar.

Voy hacia Kyon. Él se sienta en el hovercycle y levanta su brazo,

indicando que debo sentarme frente a él. Lo dudo por un segundo.

Debería haber elegido un tipo diferente de vehículo, pero es demasiado

tarde y quiero aprender a volar este. Trepo al asiento frente a él.

Estar tan cerca de Kyon siempre me asusta. Espero que me

lastime. Es como estar cerca de un animal exótico, como un león. Incluso

si el león ha sido algo domesticado, al final, es una bestia feroz y

probablemente terminará arrancándote la cabeza.

Los muslos de Kyon acarician los míos mientras se inclina hacia

adelante. Ajusta la plataforma donde descansan nuestros pies.

—Eres tan pequeña —dice cerca de mi oído—. Tengo que adelantar

los pedales. —Lo hace, y mis pies finalmente encajan en las ranuras de

cada lado. Apoya su mano en mi muslo izquierdo—. Este pie controla la

altitud. Presiona el pedal, el vehículo sube, baja el pedal, el vehículo va a

caer.

—Lo tengo —digo, presionando hacia abajo para sentir la

resistencia. El hoverbike no se mueve, porque aún no ha arrancado el

motor.

Kyon coloca su mano sobre mi muslo derecho.

—Este pie controla tu aceleración. La dirección está en las manijas.

Cuando giras el mango izquierdo, giras en esa dirección. Lo mismo ocurre

con el lado derecho.

Sus manos son pesadas sobre mí. El calor de ellas penetra mi ropa.

—¿Eso es todo? —pregunto.

—Aprieta las empuñaduras con fuerza y el hoverbike se frenará. —

Sus manos aprietan mis muslos ligeramente.

—¿Así? —Agarro las empuñaduras, inclinándome hacia adelante.

—Sí —responde Kyon. Luego le habla a la hoverbike—: Enlazar

compartimiento. Encender el motor.

El capó del hovercycle se cierra, asegurándonos dentro. El motor

acelera; vibra debajo de mí lo suficiente como para hacerme saber que

está encendido.

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—Presiona el botón blanco en el panel de control para abrir el

acceso al techo —murmura Kyon en mi oído.

Lo hago. Por encima de nosotros, se forma una abertura en espiral

en el techo a medida que las piezas se retraen, dejando un agujero.

—Déjame poner mis pies debajo de los tuyos en los pedales para

que puedas sentir lo que estoy haciendo —dice Kyon.

Mueve sus pies debajo de los míos. Se inclina hacia adelante

cubriéndome la espalda con el pecho mientras coloca sus manos sobre

las mías en el manubrio. El contacto es extremadamente íntimo. Me hace

sentir miedo y al mismo tiempo viva de maneras que solo siento cuando

estoy con él. Él es como despertarse con fuego. Sé que no puedo

quedarme demasiado tiempo o me quemará.

Suavemente, maniobra el hoverbike para que nos levantemos.

Mirar hacia abajo a la parte superior de su otro avión a medida que se

hacen más pequeños debajo de nosotros es otro tipo de despertar a la

vida, me hace de alguna manera más grande. Cuando salimos afuera, el

sol me ciega por un momento, hasta que Kyon dice:

—Profundizar tinte. —El casco del hoverbike se oscurece y el

resplandor se corta—. ¿Quieres ver la isla? —pregunta Kyon.

—Sí.

Su mejilla roza la mía mientras dice:

—Sujétate.

Bajando, conduce el hovercycle en una espiral de muerte hacia el

suelo. Siento que voy a perder mi estómago, pero resisto el impulso de

cerrar los ojos. Nivela el hoverbike justo antes de chocar contra un lecho

de flores silvestres. Tomamos el camino de hierba que me llevó hasta el

hangar. A velocidad derrite-rostros, nos movemos a través de los árboles,

girando en el camino bordeado de conchas. Mi sangre está violenta en

mis venas.

Cuando llegamos a la playa, nos vuela sobre un colchón de aire

sobre la arena y sobre el agua. El mar debajo de nosotros es azul fuego e

inmaculado. Kyon hace un giro brusco; el hoverbike se levanta como un

semental nervioso. Inhalo. Mis brazos rígidos me fuerzan contra el pecho

de Kyon. La parte trasera del vehículo cae al agua y hace que un arco

salga de ella hasta que baja la parte delantera del vehículo para volver a

nivelarnos. Respiro fuerte por el miedo; mi corazón late con latidos de

conejos huyendo.

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—Me gustas así —dice Kyon suavemente en mi oído, mientras

conduce a una velocidad vertiginosa sobre el agua.

—Así cómo —susurro sin aliento.

—A mi merced. —Acariciando mi cuello con sus labios firmes, su

mano izquierda renuncia a la mía en la empuñadura. Envuelve su brazo

alrededor de mi cintura.

Mi piel hormiguea donde las cerdas de su piel me tocan. Un ataque

de escalofríos golpea mi cuerpo, no todos desagradables.

—Si no dejas de besarme, me voy y no volveré.

Con un gruñido frustrado, continúa acariciando mi cuello con sus

labios.

—Siempre estás huyendo de mí, Kricket. ¿No te preguntas cómo

sería si fueras lo suficientemente valiente para enfrentarme?

—No —respondo.

Su pie debajo del mío se levanta un poco en el acelerador.

Ralentizamos.

—¿Quieres probar ahora? —pregunta mientras se aleja un poco de

mí.

—Sí —respondo.

Cualquier cosa sería mejor que su conducción. Hemos viajado por

un lado de la isla, pero apenas vi nada porque iba tan rápido. Kyon me

permite tomar el control del hovercycle moviendo sus manos de las mías

hasta mi cintura.

Durante las próximas horas navegamos a un ritmo mucho más

lento en todo el perímetro de la isla. Kyon me muestra todos los elementos

básicos para pilotear el vehículo. Casi no puedo evitarlo cuando empiezo

a soñar despierta con la forma en que puedo usar este hovercycle para

escapar de Ethar. Kyon se inclina cerca de mi oreja y dice:

—Llévanos a la casa.

Asiento, y sigo evaluando la distancia aproximada de cada punto

de la isla. Necesitaré trazar un mapa de cuán lejos está la casa principal

del hangar, saber hasta el segundo cuánto tardará llegar a pie y recuperar

el hoverbike.

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Al rodear los grandes acantilados en el lado de la isla, la cueva

donde descansa la casa principal queda a la vista. Se asemeja a un

elegante barco pirata que solo espera la marea para llevarlo de vuelta al

mar. Maniobro el hovercycle a la orilla, dejándolo descansar en la arena

junto al amplio patio de piedra. Detrás de mí, Kyon dice:

—Desenlazar compartimento. —Se abre el capó del hovercycle.

Kyon se levanta y extiende su mano hacia mí. La ignoro y me paro

sola. Mis piernas están rígidas por andar tanto tiempo.

—Necesito revisar los sensores de seguridad. Estaré en mi oficina,

si me necesitas. Cenaremos en la playa en dos partes.

—¿Quieres que lleve al hoverbike de vuelta al hangar? —pregunto,

tratando de ocultar mi sorpresa por la libertad que me está permitiendo.

Tal vez tenga que aprovechar el momento y salir ahora, incluso si no sé

dónde estoy o cómo llegar a donde necesito estar.

—No. Lo enviaré de regreso.

Levanta su muñeca, mostrando una banda plateada similar a un

reloj. Al tocarlo con el dedo, una cuadrícula iluminada se proyecta desde

su muñeca. Toca la luz en su piel, desplazándose por los menús antes de

entrar en una secuencia codificada de números iluminados. A mi lado, el

capó del hovercycle se cierra. Se levanta del suelo y viaja sin piloto en la

dirección del hangar.

Debo tener una expresión de desesperanza en mis ojos, porque

Kyon dice:

—Si tu plan es usar uno de mis vehículos para escapar, debes

replantearte realmente esa estrategia. Puedo anular fácilmente los

controles manuales y llamar a cualquiera de ellos sin mucho esfuerzo.

—Es amable de tu parte señalar eso —murmuro.

—El escudo también está activado. Tendrías problemas para

superarlo.

—Tomo nota —le digo, asintiendo.

—Y los sistemas defensivos se activarán para alertarme en el

momento en que ya no te detecten.

Mi sonrisa es sombría.

—No me voy a ir, ¿verdad?

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—No sin mí —responde—. Nos encontraremos aquí en dos partes.

No me hagas venir a buscarte.

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8

Viaje Futuro y Barco Vikingo

Traducido por Mary Rhysand & Liliana

l fuego es hipnótico. Me recuesto contra una de las largas sillas

que Kyon ha arrastrado hasta aquí en la playa. La fogata oscila

debajo de una rejilla de metal colocada sobre ella. Humo se encrespa

alrededor de los crustáceos que Kyon está cocinando para nuestra cena.

Después que comprobó los sensores hoy, recogimos mariscos de las

trampas en el mar. Primero me enseñó cómo establecer las trampas, y

luego me mostró los mejores lugares para atrapar a las feas criaturas. Se

parecen un poco a las langostas, pero sus caparazones son de color rosa

brillante y cada uno tiene tres cabezas y dos colas. Francamente, los

encuentro repugnantes de mirar, pero mi estómago gruñe cada vez que

su aroma flota en mi dirección.

El agua de mar se exhala continuamente a la orilla cercana. Se

respira algo en mí con cada ola que se estrella en la orilla. No tenía idea

de que el agua podría hacerme sentir de esta manera: pequeña y vasta, y

antigua y nueva, todo al mismo tiempo.

El sol casi ha desaparecido en el horizonte, y la brisa se ha vuelto

fría. Me estremezco y me froto los brazos. Kyon camina con una brazada

de leña. Apila la madera en la arena. Enderezándose, mira en mi

dirección y frunce el ceño.

—¿Tienes frio? —pregunta.

—Un poquito —admito—, pero no quiero moverme a buscar una

chaqueta.

Kyon quita el polvo de los trozos sueltos de corteza de su camisa

oscura de manga larga antes de quitársela y dármela.

—Aquí, esto está cálido. —Alisa la camisa de manga corta que

todavía tiene puesta antes de tirarse en la arena a mis pies y usar un

palo largo para remover el fuego. Se recuesta contra la pata de mi silla.

E

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Sostengo su camisa en mis manos antes de estirarla y ponérmela.

Cuando cae sobre mis hombros, me doy cuenta de nuevo la diferencia de

tamaño considerable que hay entre ambos. Él es jodidamente grande, así

que estoy nadando en esta camisa. Su esencia está toda sobre mí. Es la

esencia que he asociado con miedo. Está en guerra con la calidez

envolviéndome.

Kyon cocina nuestra cena en la parrilla sobre el fuego. Lo observo

fascinada, ya que nunca esperé nada de esto viniendo de él. Desde su

asiento en el suelo frente a mí, me tiende un plato sobre el hombro. Me

mira y pregunta:

—¿Necesitas que la pruebe por ti?

Sostengo el plato en mi regazo y niego.

—No —respondo—. Creo ya hemos pasado eso.

Comemos con las manos. Es tan bueno que me encuentro

lamiéndome los dedos.

—¿Dónde aprendiste a cocinar así? —pregunto.

Kyon sonríe.

—Fui un soldado. Aprendí la supervivencia básica: pescar, hacer

trampas. Parte de eso implica preparar comida.

—Creo que esta es mi cosa favorita sobre ti —digo, comiendo otro

delicioso bocado de mi plato.

Se ríe.

—Eres fácil de sobornar. No tenía idea que podía ganar puntos con

comida.

Me rio también.

—La comida siempre ha sido una prioridad. Hubo días cuando

estaba más joven en los que hice una comida con solo oler algo así como

esto.

Kyon se pone sombrío.

—¿A qué te refieres?

Me encojo de hombros mientras continuo comiendo.

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—Oh, sabes, solo sé lo que es pasar hambre. Algunas veces no tenía

dinero, así que solía sentarme en este patio de mi pizzería favorita en

Chicago e inhalar el aroma saliendo de las ventanas. Me volvió muy

buena en pretender comer.

—¿Con que frecuencia hiciste eso? —pregunta. Levanto la vista de

mi plato para darme cuenta que ha dejado de comer.

Trato de minimizar lo que acabo de decir. Ni siquiera sé porque le

dije eso. Me encojo de hombros de nuevo.

—No tan frecuente. —Nadie quiere realmente saber cosas como

estas. Creen que lo hacen, pero la pobreza es vista como un fallo, una

debilidad. Se gira hacia mí y pone más comida en mi plato—. ¡Estoy bien!

—Me río—. ¡No es posible que pueda comer todo esto!

—Me dirás cuando tengas hambre —me ordena severamente.

—De acuerdo —respondo, desconcertada.

Se levanta del suelo y se sacude la arena de su ropa. Cuando

termino, toma mi plato. Se lo permito. Camina con este hacia la casa y

desaparece dentro. Frotándome distraídamente las manos en mi

servilleta, miro el fuego y me pregunto por el comportamiento de Kyon.

No sé qué hacer con ello. Está siendo decente, para un secuestrador

psicópata. Amistoso. No me gusta, es confuso.

Regresando a la playa, Kyon trae con él una bandeja de plata y un

par de pinchos. Coloca la bandeja en la larga mesa cercana al fuego; tiene

una jarra de porcelana corta y gruesa con dos vasos de porcelana.

Sirviendo un poco del líquido blanco en ellos, Kyon mira por encima del

borde de uno de ellos mientras toma un sorbo. Extiende la otra copa para

que la tome. Me levanto y camino hacia donde está junto al fuego.

Quitándole la taza, no estoy del todo segura de que la tome.

—¿Qué es esto? —pregunto, mientras la huelo. Huele como peras.

—Alcohol suave. —Trato de regresárselo, pero alza sus manos y

dice—: No te hará daño. Va con esto.

Se inclina y toma una pequeña cuenta de una sustancia roja muy

pegajosa de la bandeja de plata. Tomando una de las varillas de la

brocheta, empala la cuenta roja y me da el palo. Sosteniendo el

implemento en una mano y la copa en la otra, lo observo mientras toma

otra bola de cosa pegajosa de la bandeja y la empala en la otra.

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—Necesitarás ambas manos para esto —remarca, mirando la copa

en mi mano.

Renuentemente, bebo el alcohol de pera; me quema la garganta.

Trato de no toser mientas coloco la taza de porcelana en la bandeja de

plata.

—Suave —jadeo tristemente.

Kyon se ríe entre dientes.

—En serio no crees que eso estaba fuerte, ¿no? —bromea.

—¿Ves mis ojos aguados? —respondo mientras me limpio los ojos.

—Eres pequeña, tal vez no puedes tolerarlo como yo.

—No soy pequeña —suspiro.

Resopla.

—Uno solo necesita verte en mi camisa para ver la verdad de mi

declaración.

Sacudo mi cabeza.

—Solo porque tú eres jodidamente grande no me hace pequeña.

Sonríe.

—La perspectiva lo es todo. Ahora, ¿quieres ver esto o no? —

pregunta.

Me encojo de hombros.

—¿Ver qué?

—Postre.

Se acerca al fuego y coloca el extremo del pincho con la cuenta roja

sobre las llamas. Rueda el pincho entre sus palmas. La pasta de azúcar

se activa con un sonido chisporroteante y comienza a hincharse como lo

hace el algodón de azúcar. Girándolo alrededor del palo, sisea cuando

Kyon crea una hermosa flor roja dentro de las llamas. La retira y los

delicados pétalos se abren y florecen ante mis ojos. Desplumando un

pétalo, me lo extiende. Intento quitárselo, pero lo detiene. En cambio,

cuelga el pétalo cerca de mis labios. Me arrepiento, permitiéndole colocar

el postre en mi lengua. El azúcar tibio se derrite en mi boca.

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—Mmm. —Saboreo. Cuando miro a Kyon, me está observando con

fascinación. Me enerva lo suficiente para hacerme dar la vuelta.

Empujo las mangas de mi camisa hasta los codos y empujo el grano

de azúcar rojo cereza en el extremo de mi palo, en el fuego. Tratando de

copiar lo que Kyon ha hecho, muevo el pincho entre mis palmas, pero me

falta su técnica. El mío se convierte rápidamente en un caos de tejido de

cobra desequilibrado en el extremo del palo, y luego, de repente, explota

con un fuerte estallido y cae al fuego. Me río mientras hago una mueca.

Saco el palo vacío de las llamas. El humo se levanta, extendiendo el olor

a azúcar quemada.

—¡Aww! ¡Soy tan mala en esto! ¡Rompí el mío! —Finjo una expresión

de desamparo, y luego me rio.

—¿Quieres intentarlo de nuevo? —pregunta Kyon.

Asiento vigorosamente y le tiendo mi palillo. De manera experta él

empala otro grano de azúcar colorado al extremo de este y luego me ayuda

con mi técnica mientras cocinamos juntos. Cuando sacamos el pincho de

las llamas, las puntas de algunos pétalos están un poco chamuscadas,

pero no está tan mal.

—Lo hiciste bien —dice Kyon mientras inclina su cabeza hacia la

mía.

—Gracias —digo sin aliento. Alejándome, tomo mi asiento de nuevo

y me lo como lentamente mientras veo el fuego parpadear. Kyon se sienta

a mis pies, comiendo otra flor de azúcar.

Cuando terminamos, ayudo a Kyon a limpiar. Luego nos sentamos

de nuevo en el piso frente al fuego y Kyon lo alimenta con enormes

troncos, haciéndolo saltar y bailar. Se siente bien, evitando el frío del aire

nocturno. Kyon se sienta en el gran asiento junto al mío. Levanta un

instrumento similar a una guitarra desde donde estaba apoyado contra

su silla.

—¿Sabes tocar eso? —pregunto mientras aprieta algunas de las

cuerdas de acero. No responde, pero comienza a pasar sus dedos sobre

el instrumento. El sonido es conmovedor y dulce. Cuerdas de corazones

de papel se cortan del sonido para flotar hasta las estrellas. Escalofríos

se mueven por mis hombros. No hace falta mucho tiempo para que las

tensiones hipnóticas de la música, la neblina del alcohol y el calor

bailador del fuego conspiren y me adormezcan.

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Mi respiración se ralentiza. Exhalo un aliento de aire frio de mis

pulmones mientras mis dedos se vuelven árticos y se aferran a los brazos

de la silla. Sin querer, mi consciencia deja mi cuerpo.

No sé dónde estoy cuando vine a descansar de mi salto a través del

tiempo. Ni siquiera sé lo que estoy viendo al instante. Mirando alrededor,

estoy en el medio de un hermoso parque al atardecer. Un grupo salvaje de

jóvenes, sin compañía, de unos doce o trece años de edad pasan volando

junto a mí en tablas que parecen tablas de snowboard. Las cubiertas de

estos dispositivos se ciernen sobre la pasarela mientras la luz azul de la

llama brilla debajo de ellos. Al doblar una farola al final del camino,

vuelven a girar, como si hubieran girado en una berma. Es realmente la

fuerza del aire debajo del tablero lo que los voltea en mi dirección.

El que va al frente con cara de bebe tiene cabello castaño hasta los

hombros y usa un sombrero alto de color negro. Su chaqueta de color

amarillo canario se balancea en el viento cuando se acerca a mí. Tiene la

mejor sonrisa, contagiosa. A medida que pasa, puedo ver la palabra

flipcart en relieve en la cubierta de su tablero. Mi boca se abre. Para mí es

un momento tan "aja" que me doy vuelta y los sigo por el sendero del

parque que atraviesa los árboles.

Adelante, hay un lago donde algunas personas se han reunido con

sus hijos para una competición de barcos de juguete que lucen auténticos.

Me detengo aquí mientras los conductores de los flipcart continúan. Un

anciano se detiene en un bolso de cuero durante un largo momento. El niño

a su lado tiene quizás cinco o seis años de edad. Espera con brillante

anticipación.

—¿Vas a dejarme dirigir esta vez, Abuelo? —pregunta.

El anciano saca el objeto de la bolsa, revelando un barco de madera

tallado parecido a un vikingo con una figura decorativa de dragón. Sacude

los colmillos del dragón al niño mientras ruge. El niño chilla de alegría. El

anciano se ríe y se endereza.

—¿Crees que puedes evitar que se estrelle contra la orilla? —le

pregunta a su compañero.

—¡Sí! —La exuberancia de la respuesta trae una sonrisa al rostro

del hombre.

Juntos, colocan el bote en el agua. Los lienzos de las velas se

hinchan, luciendo un color lavanda en lugar de blanco en el polvo del

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crepúsculo. El anciano se agacha y sostiene el controlador del bote para

que el niño lo tome. Dos cabezas color marrón arena se unen cuando el

niño guía al vengativo cabeza de dragón lejos de la orilla. Lo miro,

cautivada por la estela ondulante que convierte la negra superficie del

agua blanca.

El bajo zumbido de los aviones hace que el agua tiemble. Por lo

general, el ruido no es tan pronunciado, debe ser una nave de bajo vuelo.

Primero, un dron de alas negras, y luego dos más a la vista, arrojando

depredadoras sombras sobre los barcos que flotan en la superficie del

agua. Se mueven hacia el horizonte, donde las luces de la ciudad tienen el

aspecto de la mitad del carnaval.

Los drones asustan al chico, quien deja caer el controlador y se dirige

al refugio de los brazos del anciano.

—¡Tut, no hay nada de qué temer! Esos son nuestros centinelas.

Patrullan el cielo para asegurarse de que estamos seguros.

—¿Por qué hacen eso?

—Entonces nadie puede lastimarnos.

—¿Por qué alguien querría lastimarnos?

—¿Recuerdas cuando te enseñé sobre las cinco Casas de Ethar? —

le pregunta al chico con una sonrisa cautelosa.

—Sí.

Endereza la chaqueta verde del chico.

—Bueno, se decidió que solo necesitamos cuatro Casas.

El niño arruga la frente.

—¿Quién decidió eso?

—Bueno, nosotros lo hicimos. Junto con nuestros aliados en

Alameeda.

El chico frunce el ceño.

—¿Qué Casa no se queda?

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—La Casa de Rafe —responde el hombre sin remordimiento.

—¿Qué va a pasar con ella? —pregunta el niño mientras se frota la

nariz con el dorso de la mano.

—No tienes que preocuparte por eso, ellos están muy lejos en Rafe y

nosotros estamos aquí en Wurthem. Probablemente ni siquiera saben

dónde está Kalafin.

Los ojos del chico se elevan hacia los del hombre.

—¿Pero no estarán tristes?

—No por mucho tiempo —dice el hombre mientras toma el control del

suelo y se lo devuelve al niño con una sonrisa.

Los drones continúan sobre el agua hasta que desaparecen en las

luces de la ciudad. Entonces el viento jala de una manera extraña, pero

solo por un momento. El cielo se ilumina. Una luz brillante cambia de

anochecer a día. Dos destellos más brillantes lo siguen. El anciano hace

un sonido de asfixia mientras trata de proteger al niño de la luz alejándolos

de ella. Sus ojos llenos de terror son casi blancos mientras sostiene el

rostro del chico contra su pecho. Desde el horizonte, un tremendo ruido y

rugido sacude a todos los que están cerca del suelo. Detrás de ellos, a

través del agua cerca de la ciudad, una bola de fuego rueda hacia afuera,

tomando la forma de un anillo de estampidas de caballos de fuego. El polvo

levanta hongos en el cielo. El fuego barre el agua con un atronador sonido

siseante. El hombre y el niño se encienden, pero el fuego es tan caliente

que los reduce rápidamente a cenizas. Las llamas me golpean, pero en

lugar de incendiarme, me vuelvo en una carrera de tiempo.

Parece que no puedo respirar al principio después de catapultarme

hacia mi cuerpo. Mis pulmones se sienten quemados y jadeo. El fuego

cerca de mí se rompe. Kyon ha dejado de reproducir música. Estoy en su

regazo y me está abrazando. Me acaricia el cabello mientras mi frente

descansa contra su cuello. Su piel es cálida contra la mía. Me estremezco

y mis dientes castañean un poco. Kyon me frota el brazo, tratando de

calentarme. Levanto la cabeza por un segundo, mirando a mí alrededor.

Todo lo demás está igual. El fuego aún brilla intensamente y todavía está

oscuro.

—Has vuelto —dice Kyon suavemente.

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—¿Cuánto tiempo estuve lejos? —Mi voz es débil y gruesa, como si

hubiera estado gritando durante horas. Estoy desorientada.

—No mucho. Nunca dejaste de respirar, lo cual es una mejora.

Apoyo mi frente contra su cuello una vez más. Es menos incómodo

que mirarlo a los ojos.

—Todo está tan roto —murmuro. Tengo ganas de sollozar, pero no

hay forma de que llore delante de Kyon.

—¿Qué está roto? —pregunta Kyon en un tono tranquilizador.

—Yo. Nosotros. ¡Todos en este sucio planeta!

—Las cosas rotas pueden arreglarse —responde.

—Hay una razón por la que todo lo que veo está roto.

—¿Es el futuro tan molesto? ¿Qué pasa? —Cuando no le respondo,

él suspira—. No puedo arreglar nada si no me dices lo que sucede.

—¡No puedes arreglar esto! Está más allá de tu control.

—Nada está más allá de mi control —responde con arrogancia.

—¿Puedes detener las bombas?

—¿Dónde?

—Kalafin.

—Casa de Wurthem —decimos al unísono.

El tono de Kyon adquiere un aire pensativo.

—¿Cuando?

—Ahora —le susurro.

—¿Qué tan mal?

—Kalafin ha desaparecido.

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—La Hermandad no lo ordenó —dice con seguridad—. No

intentarían derribar a Wurthem aún. Todavía los necesitan para

controlar a las otras Casas, especialmente a Comantre.

Sé que tiene razón. No fue la Hermandad; fue Pan y los miembros

de la Tempestad… y Trey… sus drones robados. Esto es la guerra.

Alameeda y Wurthem son los monstruos que la declararon. Rafe ha sido

devastado por ello. Ahora Wurthem está sufriendo sus primeras bajas.

Por lo que vi, quedarán impactados por eso. Creo que tenían la impresión

de que todos saldrían ilesos de esto. Esto agrega una nueva capa de caos

al conflicto. Wurthem no sabrá de dónde se originó este ataque. Pueden

sospechar de sus aliados, Alameeda. Es un movimiento estratégico

realmente inteligente de los rebeldes en Amster, enfrentando a las dos

fuerzas entre sí.

Para mí está claro que Trey se ha unido a Amster y a la resistencia

que están montando allí. Que tiene sentido. Él es un delincuente para

Rafe; ellos creen que es un traidor por mi culpa. Los rebeldes en Amster

saben que no es así. Pero en el fondo sé que Trey hizo esto por mí. Pan le

dijo que podría ayudarme a sobrevivir en la Hermandad, por lo que no

dudó en piratear los drones de Wurthem y usar sus propias armas contra

ellos. No sé por qué algo así haría que la Hermandad me necesitara. Y,

en verdad, no quiero que me necesiten; quiero que me dejen en paz.

—Dime todo lo que sucedió en tu incursión en el futuro —ordena

Kyon.

Sé que no puedo mencionar los drones. Cualquier cosa que

relacione a Trey con esto sería motivo para que Kyon sospeche que aún

puede estar vivo. No puedo permitir eso. Cuando le cuento a Kyon la

historia, omito cómo se entregaron las bombas en Kalafin, lo que no me

deja mucho que contar, más allá de lo que parecía cuando ocurrieron las

explosiones.

La perspicacia militar de Kyon me sorprende cuando murmura:

—Muy probablemente fue un ataque con drones. Son los únicos

dispositivos que entregarían ese tipo de armamento no detectado por la

matriz de seguridad de Kalafin. Tuvimos algo similar en la Isla de Skye

mientras te buscaba; no de esta magnitud, pero nuestros drones estaban

infiltrados.

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Pretendo no saber de qué está hablando y simplemente guardo

silencio, pero puedo nombrar los programas que requisaron sus drones

y los convirtieron en activos para Rafe. Intento cambiar el tema.

—¿Dónde vamos a dormir esta noche? —pregunto.

—Tu elección —dice Kyon.

—Bueno. Tú duerme en la cabaña de teca y yo dormiré en esta. —

Señalo a la casa principal detrás de nosotros.

Kyon ignora mi sugerencia.

—Realmente no quieres que te deje sola. Estarás asustada. Te

encontraría durmiendo en un armario. Ambos podemos dormir en la casa

principal si es más de tu agrado. ¿Lo es?

Me encojo de hombros. Odio que él tenga razón. Odio necesitarlo,

al menos por ahora hasta que pueda escapar o la Hermandad se convierta

en una amenaza menor. Como no creo que ninguna de esas cosas se logre

fácilmente, tengo que aceptar que se quede cerca. Sin embargo, no me

tiene que gustar.

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9

Levanta El Velo Traducido por Candy27

yon es una presencia en mi vida que no puedo categorizar. Mi

piel se está acostumbrando lentamente a su piel. Acostada a

su lado por la noche, es un guante bien usado que se ajusta sin esfuerzo.

Cuando su mano descansa sobre mi cadera, o su mejilla roza mi cuello,

es la seducción en sí misma. Es mi oscuro secreto oculto que siento

agudamente. No estoy enamorada de él. Nunca lo llamaría así. Es más

como una creciente fascinación con él. Es diferente a todos los que he

conocido, pero es un inadaptado y está roto; es impredecible y aterrador.

En cierto modo, soy casi una aprendiz para él. A todo lo que hace,

me lleva y me muestra cómo hacerlo. No importa lo que sea. Puede ser

colocar trampas para criaturas marinas, o desmantelar y limpiar armas,

o programar los robots del jardín. Me enseña todo lo que sabe. Me siento

menos extraña en este mundo por eso. Solo le toma unas cuantas

rotaciones enseñarme a nadar. Algo que me ha molestado desde que

llegué aquí ahora es una habilidad… gracias a él.

Aún así, me doy cuenta de lo que está haciendo. Está ocupando y

monopolizando mi tiempo. Tengo muy poco para mí misma, así no puedo

proyectarme hacia el futuro secretamente y explorar las maneras en las

cuales superarle. No es nada más que un gran estratega. Puedo haber

encontrado mi igual en él en ese sentido.

Por eso me sorprende cuando, una tarde mientras paseo por la

playa, escucho el zumbido de un motor en lo alto. Protejo mis ojos del

resplandor de sol para ubicar la nave en el cielo. Mechones de mi cabello

rubio bailan en la brisa del océano. Mirando en dirección de la casa

principal, una pequeña aeronave plateada con forma de halcón vuela

sobre ella, deteniéndose por un momento sobre el hoverpad del techo.

Flota hacia abajo en espiral, como una pluma perdida, para descansar

sobre las dos garras que se precipitan desde su vientre. La aeronave se

apaga al mismo tiempo que un costado de la nave se baja para formar

K

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una entrada con pasos de levitación. Un hombre alto, rubio y musculoso

aparece en la entrada de la nave, bajando las escaleras. No está vestido

para la playa. Está ataviado de pies a cabeza con uniforme militar.

Cuadrando sus anchos hombros, camina deliberadamente hacia la aguja

que se asemeja a un nido de cuervos en la parte superior de la casa.

Meto las conchas que tengo en la mano en la bolsa de arpillera que

descansa sobre mi cadera. Mis ojos se mueven hacia Kyon, quien también

lo ha visto, Emerge de las olas a un ritmo lento y se dirige hacia la casa.

Lo conozco lo suficientemente bien como para saber que ha estado

esperando a este visitante, o la nave no estaría aquí.

Finjo desinterés por nuestro visitante, y sigo recolectando conchas

mientras Kyon se enjuaga en la ducha al aire libre. Envuelve una toalla

alrededor de sus caderas y entra en la casa a través de nuestra

habitación. Con cautela me dirijo allí también. Me presiono contra la

pared adyacente antes de mirar alrededor. La habitación está vacía.

Espero. Me retiro de la entrada y me presiono contra la pared cuando

Kyon sale de su vestidor ataviado con un uniforme negro de Striker.

Se mueve a través de la habitación. Lo sigo a un ritmo más lento,

asegurándome de que no me vea detrás de él. Toma las escaleras hacia

el final de la galería. Lo sigo hasta la parte superior de la casa en dirección

a su oficina. Mis pies no hacen ruido pero dejo un rastro de arena que no

tengo ninguna esperanza de esconder. Agarrando la bolsa de arpillera

sobre mi cadera para que las conchas no tintineen juntas, alcanzo y

agarro el cuchillo que Kyon me dio. Cuando llego a la parte superior de

las escaleras hago una pausa. Mirando por el corto pasillo que conduce

a su oficina, no tengo que esforzarme para escuchar la voz levantada que

proviene de allí.

—¡Estás siendo convocado! ¡No es una petición! —dice la voz

enojada de nuestro visitante. Veo mientras Kyon se apoya contra la parte

delantera de su escritorio de madera. Sus brazos se cruzan sobre su

amplio pecho.

Se me pone la piel de gallina. Conozco a nuestro visitante, al

menos, lo he visto antes. Es el consorte de mi media hermana Nezra, o lo

que sea que sean el uno para el otro. Cuando hablé con ella, afirmó que

él era su dueño. Fue dada a él por la Hermandad, un hecho que ella

desprecia. Quería ser reclamada por Kyon. Por un momento, me pregunto

si debería sentir lástima por nuestro visitante.

El consorte de Nezra sigue caminando de un lado a otro, diciendo:

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—No se puede ignorar una convocatoria de los Hermanos. Quieren

comprometerse. Ven que estaban equivocados al buscar el exterminio.

—¿Qué ha sucedido para provocar su cambio de actitud? —

pregunta Kyon.

—La necesitamos a ella. La guerra no ha terminado como a todos

les gustaría reclamar. Hay una rebelión montada contra nosotros

mientras hablamos. Se llevó a cabo un contraataque a una escala que no

anticipamos.

—¿Qué quieres decir? —Kyon finge sorpresa.

—Wurthem fue el blanco, un ataque sofisticado.

—¿Dirigido por quién, Rafe?

Nuestro invitado niega con la cabeza.

—No. Rafe está destrozado y disperso. No sabemos quiénes son,

pero son inteligentes. Quienes sean, hicieron que pareciera como si el

ataque viniera de nosotros. Kalafin fue completamente diezmado, todo a

menos de setenta clicks de la capital de Wuthem fue aniquilado. Sus

satélites de comunicación también fueron eliminados. Están a oscuras.

Nuestros aliados se están volviendo contra nosotros. El hermano de

Excelsior en persona me ha enviado aquí para traerte de vuelta. Puedo

asegurarte que quiere que viva la sacerdotisa. Su protección es de

máxima prioridad. —Es verdad, o al menos él lo cree.

—Ella no sabe nada del ataque, Chandrum —miente Kyon.

—¿No? ¿De verdad? Es una adivina autodidacta que ha estado

viviendo con el enemigo durante todo el tiempo que ha estado en Ethar.

Estoy seguro de que sabe algo, o puede averiguarlo. Él la quiere con él.

Ahora. No hay excusas.

—Ella va conmigo o no viene. No está lista para operar en nuestra

sociedad. Es una salvaje —dice Kyon en un gruñido bajo.

—¿Crees que le importa si ella está lista? Lo conoces. Viene ahora

o muere. Coopera con nosotros o la mata.

—Nunca permitiré que eso suceda —dice Kyon en un tono

siniestro. Hace que un escalofrío me atraviese.

Una risa suave viene de la habitación.

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—Hablas en serio, ¿verdad? —Otra risa burbujea desde Chandrum,

más fuerte esta vez—. ¿Te has vinculado a ella? —pregunta con

incredulidad—. Lo has hecho, ¿no? —Parece una gran sonrisa petulante,

mientras sus ojos se arrugan con diversión—. ¡Nunca pensé que vería el

día en el que te vincularías con una sacerdotisa!

Una mano rodeando mi brazo me sobresalta. Un soldado recubierto

de teflón con grandes ojos azules y pelo rubio brillante se cierne sobre mí

mientras aumenta la fuerte presión sobre mí.

—¡Bueno, hola, hola, hola! Escuchando, ¿verdad? —pregunta con

un ceceo mientras me sonríe, revelando un espacio entre sus dos dientes

delanteros.

Me empuja del último escalón y hacia el corto pasillo. Otro soldado

que estaba detrás del de dientes separados, agarra mi codo con igual

fuerza. Parece que se rompió la nariz recientemente. Un gran verdugón

rojo se extiende por el puente de su nariz. Le doy un corto pensamiento

mientras toma posición a mi lado, atrapándome entre ellos.

El soldado de dientes separados me tuerce el brazo, sacando mi

mano del interior de la bolsa de arpillera. Apreto el cuchillo que tengo

agarrado, preparada para apuñalarlo. No me da la oportunidad. Soltando

el mango de mi agarre con la otra mano, lo levanta. Me regaña de una

forma burlona.

—¿Ahora que ibas a hacer con esto? —pregunta.

Al soltar mi mano, sostiene mi cuchillo contra mi mejilla. Me tenso

esperando que me corte, oliendo su aliento mientras se inclina más cerca.

Ambos escuchamos el sonido de un arma cargada al otro lado del

pasillo. Kyon tiene una escopeta muy grande apuntando al soldado que

sostiene el cuchillo en mi dirección. Su nariz está aleteando, y se parece

sospechosamente al Mossberg que Luther siempre mantenía detrás de la

barra del bar de Lumin cuando trabajaba allí, con la que amenazó a Kyon

en la Tierra.

Mis ojos se van hacia Kyon. Palidezco. Esta mucho más que

enfadado, está lívido. Mis rodillas están débiles y comienzan a temblar.

Quiero decir algo en mi defensa, pero mi boca está de repente muy seca.

El soldado de dientes separados que me presiona el cuchillo dice:

—La sorprendimos escondida en la escalera, estaba escuchando la

conversación.

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—¿La atrapaste? —pregunta Kyon. Su voz es aparentemente

tranquila, pero todavía parece que está listo para asesinarme. Trago. Sus

ojos van a la mano sobre mí del soldado.

El soldado del mal aliento está presumiendo. Su cara estalla en

una sonrisa despreocupada.

—Estaba llendo a hurtadillas.

La mandibula de Kyon está apretada cuando dice:

—Es su casa, vive aquí. Es libre de ir a cualquier parte, no necesita

ir a hurtadillas.

La sonrisa de dientes separados del soldado se desvanece cuando

se hace evidente para los dos que Kyon no apunta su arma hacia mí,

apunta al soldado que está a mi lado. Bruscamente, el soldado me quita

el cuchillo de encima. Lo sostiene frente a él con una risa nerviosa.

—Tenía esto en su bolso.

— Yo se lo di —responde Kyon.

—Las sacerdotisas no tienen permitido tener armas.

—Lo utiliza para extraer almejas —miente—. Mira su bolso. Está

lleno de conchas.

La ansiedad reemplaza la bravuconería que estaba allí, el soldado

empieza a sudar.

—No lo sabíamos, habíamos escuchado historias… ha sido una

fugitiva por tanto tiempo… se nos ha dicho que te había hechizado con

sus poderes.

Kyon cambia la dirección del arma en su mano. Pasa del soldado

con el que está hablando a mí una vez más. Estoy pegada al suelo

mientras miro el ojo oscuro del cañon. No puedo respirar. Bruscamente,

el arma pasa nuevamente sobre mí, hacia el soldado que me sujeta por

el codo.

¡Boom! El cañon de la escopeta humea. Soy violentamente sacudida

cuando el segundo soldado que está mi lado es golpeado en la cara. Su

mano tira de mi codo brevemente, pero su agarre se afloja cuando cae al

suelo. El cartucho choca con la pared a un lado, pero milagrosamente, ni

una sola pieza de la bala me golpea.

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Escucho cómo un grito de dolor viene desde el soldado en el suelo

detrás de mí. Sal de roca. Está cargado con sal de roca, pienso.

—¡Kyon! —grita Chandrum.

Se acerca a Kyon, pero Kyon se defiende con una mano, alejando a

Chandrum. Cuando Chandrum se acerca nuevamente, Kyon balancea el

cañon del Mossberg en su dirección. Al mover el arma sale un casquillo

vacio rojo. Chandrum se detiene y retrocede.

La voz de Kyon es controlada y mortalmente calmada cuando dice:

—La tocaron. Nadie tiene derecho a tocarla salvo yo.

Chandrum extiende las manos con cautela.

—¿Ha habido una Ceremonia de Reclamo?

Kyon no baja el Mossberg.

—¡Ella me pertenece!

Chandrum intenta un tono apaciguador:

—Todavia no hemos tenido la Ceremonia de Reclamación. ¡Son

hombres de Excelsior! —Chandrum mueve su mano en nuestra

dirección—. Están aquí por asuntos oficiales. Tecnicamente, la

Hermandad todavía la posee.

—Tecnicamente —dice Kyon—, dispararé a cualquiera que la toque

sin mi permiso. —Extendiendo su brazo hacia delante, aleja el cañon del

arma de Chandrum, apuntando al soldado que ahora parece como si

estuviera viendo al mismísimo demonio delante de él.

El soldado de cabeza rubia levanta ambas manos, pero no sirve.

¡Boom! El soldado es levantado del suelo y lanzado hacia atrás por la

fuerza del disparo. Mi pelo y mis oidos zumban. Incluso a pesar de que

sabía lo que venia—pude ver la intención en la cara de Kyon—aún así el

ruido me hace saltar. El olor a sangre y cartuchos me asalta, pero no me

puedo mover. Miro directamente a Kyon. Sin embargo, es como si no

estuviera aquí. Por un momento, estoy de vuelta en el salón de baile del

Palacio de Rafe, y sin poder evitar que pasen cosas.

Kyon baja el arma y camina hacia mí. Todavía no me puedo mover.

Es amable cuando me toma en sus brazos y me abraza. Mi aliento sale

cortado de mi torso apretado. No puedo pensar. Me siento entumecida,

como si me hubieran disparado, pero no lo hicieron.

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Manteniendome a su lado, Kyon me aleja de la carnicería a mis

pies. Me niego a mirar a los soldados heridos. No quiero saber si vivirán

o no. No quiero saber nada de ellos. Por encima del hombro, Kyon ordena:

—Encargate de ellos, Chandrum, y luego nos vemos en la playa.

—No soy un cura…

—¡Hazlo! —ladra Kyon—. Llama a tu gente. Sé que están alrededor.

No hay sigilo en ninguno de ellos. Permití que se acercaran para que

pudieran ser testigos de algo para mí. Los he estado observando desde

antes de que aterrizaras.

Chandrum maldice por lo bajo y luego dice:

—Tengo ordenes de proteger a la sacerdotisa. —Es verdad. Me

quieren viva de momento.

—Lo recordaré la próxima vez que me pidan que intervenga con

Nezra. —No puedo evaluar el impacto que el nombre de mi media

hermana tiene en Chandrum, porque Kyon me dirige hacia las escaleras

y me urge a bajar por ellas.

Parece que solo diez pasos más tarde estoy en la habitación que

comparto con Kyon. ¿Estoy en shock? Me lleva a mi vestidor. Abriendo

las puertas me guía al costurero automático. El cilindro se levanta del

piso, atrapándome dentro.

—Por favor haga una selección —pide Oscil.

—Número uno —dice Kyon hacia el programa de costura.

Mis ropas son cortadas fuera de m y hechas trizas a mis pies. La

tela más suave que jamaás haya sentido toca mi piel, tejiendo a mí

alrededor patrones plateados de encaje y nubes. El cuello forma un arco

alto y rígido detrás de mi cuello, forzando mi cabello a caer sobre mis

hombros y descansar sobre cada uno de mis senos. Una profunda V se

forma frente a la intrincada y laga túnica. La piel desnuda entre mis

senos está expuesta. Al verlo, mi corazón late a un ritmo equivocado.

Las mangas del vestido llegan a mis manos y giran alrededor de

mis dedos índices para mantenerse en su lugar. Apenas parpadeo cuando

un velo plateado y brillante cae sobre mis ojos, nublando mi visión. Las

paredes del cilindro desaparecen. Una mano cálida toma la mia.

Suavemente, Kyon me guía hacia las puertas.

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—Mis zapatos —murmuro, tratando de alejarme de Kyon para

recuperarlos.

—Volveremos a por ellos más tarde. No los necesitarás ahora.

Kyon me lleva a través de la habitación hacia la playa. El aire calido

coge el fino velo que cubre mi cabello y mi cara, haciéndolo bailar

alrededor de mí en pliegues brillantes. Acercándonos al agua, Kyon se

detiene cerca de Chandrum, quien lo observa con una leve molestia.

—A él no le va a gustar esto —dice Chandrum en un tono de

advertencia.

—A él no tiene que gustarle. Solo tiene que respetar el reclamo.

Chandrum todavía se ve irritado, pero hace un leve gesto a Kyon.

Kyon saca algo del bolsillo de su uniforme mientras se gira hacia mí. Ya

no está enojado, al menos no creo que lo esté. Usa una expresión

tranquila que hace que mi cerebro se tropiece sobre sí mismo para

descifrar lo que está sucediendo.

Aves marinas vuelan en lo alto. Los ojos de Kyon, del azul más

intenso, me miran fijamente. Alcanza mi nuca y ata una flor roja

alrededor de mi garganta. Es una gargantilla negra. Su elegante uniforme

negro parece fuera de lugar a la luz del atardecer sobre la playa. El oro y

la plata brillan sobre la marea a lo largo de la costa, una playa con todas

las estrellas de los cielos capturadas dentro de ella. El fino velo que cubre

mis ojos se abre. Sus ojos se inlinan hacia los mios, trayendo consigo

estragos dentro de mis huesos. Ahogo el instinto de retroceder.

—Con esta flor —dice Kyon, sonriéndome—, te guardo para mí…

siempre. Bienvenida a casa, Kricket.

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10

Delegación Traducido por AnamiletG & Rimed & Wan_TT18

handrum golpea a Kyon en la espalda, sin darse cuenta del

distintivo ceño de Kyon al ser tocado por él.

—Nunca pensé que vería el día en que Kyon Ensin reclamaría a

alguien. Si no hubiera sido testigo por mí mismo, lo llamaría un rumor

ridículo.

Kyon no responde. Me está mirando, calibrando mi reacción.

Continúo mirándolo fijamente, sin darle nada. El aire a nuestro alrededor

es tenso.

Chandrum no se da cuenta de la guerra silenciosa entre Kyon y yo.

—Voy a preparar el trift. Vamos a estar allí al caer la noche.

—He organizado una escolta para nosotros —responde Kyon—. Los

hombres heridos de Excelsior pueden ir con ellos. Serán atendidos a

bordo.

—Me ocuparé de eso —responde Chandrum. Un golpe más en la

espalda a Kyon y nos deja.

—¡Esto no cambia nada! —digo con voz hueca. Me saco el velo de

la cabeza y lo tiro lejos de mí. Está atrapado en el viento y flota hacia la

playa.

Kyon entorna los ojos hacia mí.

—Tienes razón. Ya eras mía. Esto solo nos une a los ojos de la

Hermandad. Me perteneces.

—Yo me pertenezco a mí. —Señalo mi propio pecho.

Él señala su pecho.

C

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—La única forma de sobrevivir es conmigo. Tu derecho a existir no

quedará sin respuesta. Tu sangre es impura, me necesitas de tu lado.

—¿Porque tengo sangre de Rafe?

—Sí.

—Eso solo significa que esquivé el gen de la locura que parece

funcionar tan fuerte en tu especie.

Su mandíbula se tensa.

—La sangre es un problema, especialmente porque has mostrado

fuertes habilidades pre-cognitivas. Hace que la ciencia se vea mal.

—¿Qué ciencia?

—La ciencia genética que querrán estudiar usándote como

referencia.

—¿Me quieren como una rata de laboratorio?

—Algunos lo hacen. Algunos te quieren por lo que puedes hacer,

para decirles el futuro, para manipularlo a su favor. Pero algunos no te

quieren para nada.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunto.

—Quiero que me obedezcas —responde.

No puede hablar en serio, aunque sé que lo hace.

—Pensé que me ibas a disparar, en el pasillo fuera de tu oficina. —

Mi mano gesticula en dirección a la casa.

—¿Te asusté?

Pongo mis manos en mis caderas.

—Sabes que lo hiciste.

—¿Preferirías que te sofocara en seguridad falsa como todos los

demás?

—Preferiría que no fueras un monstruo.

—Lo que hice fue enviar un mensaje a los que enviaron a los

soldados. Nadie te falta el respeto delante de mí. Ninguno de nosotros

debería permitir ninguna disensión de los demás. Nos guste o no,

estamos juntos, una unidad. Eres tan fuerte como yo, y yo como tú. No

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toleraré la debilidad o la deslealtad. Piensa en eso: tu supervivencia

depende de eso.

Toma mi codo con poca ligereza y me acompaña desde la playa

hasta la casa. Nos detenemos brevemente para recoger los exquisitos

zapatos que acompañan a mi vestido. Me los pongo, y me hace pasar por

la casa. Cuando alcanzamos las escaleras, coloca su mano en mi espalda

baja mientras ascendemos juntos.

Rodeando el rellano cerca del segundo piso, pregunto:

—Se suponía que me matarías, ¿no es así? —Hace una pausa.

Echándome un vistazo, pierde algo de su ceño fruncido—. En el palacio

—continúo—, y otra vez cuando me encontraste a bordo de la Nave de

Skye. Ellos me querían muerta desde el principio y te dijeron que lo

hicieras.

Su mano agarra la balaustrada de hierro forjado.

—Tenía que matarte si no podía reclamarte para Alameeda. Tu

potencial para gobernar asusta a muchos, especialmente a Excelsior.

Una risa incrédula gotea de mí.

—¿No hablas en serio? —Kyon toma mi mano exasperado y sigue

subiendo las escaleras. Lo tironeo, tratando de que se detenga de nuevo—

. ¡Espera! ¡Es en serio!

—¿Cuándo has visto alguna vez que no hable en serio? —gruñe.

—Cuando dices gobernar, ¿te refieres a gobernar Alameeda?

—Me refiero a gobernar Ethar.

—Tu ambición me asusta, Kyon.

—Tu falta de eso me enoja, Kricket —responde honestamente.

—¿Por qué querría gobernar Ethar?

—No se trata de querer, si no de necesitar.

—¿Crees que necesito gobernar a Ethar?

—Te gustaría vivir, ¿correcto?

—Es una especie de prioridad para mí —le digo con un

asentimiento.

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—Solo vivimos si gobernamos. Es tan simple y tan difícil como eso,

Kricket. Mata a Excelsior y la Hermandad o eventualmente nos matarán.

—Esas no pueden ser las únicas opciones —exhalo—. Alguien más

puede gobernar una vez que se hayan ido.

Su agarre en mi brazo se vuelve doloroso mientras me jala. En la

parte superior de las escaleras, salimos de la casa hacia la azotea.

Chandrum nos espera en su dirigible plateado. Una vez dentro, Kyon me

muestra un asiento grande y cómodo junto a una larga ventana en la

parte posterior de la cabina. Él toma el asiento a mi lado. La aeronave se

eleva hacia el cielo. Varios barcos que se asemejan a los halcones

plateados se unen con los nuestros. Forman una línea en forma de V,

como gansos en vuelo, cuando nos alejamos de la pequeña isla de Kyon.

—¿Quiénes son? —Señalo a las otras aeronaves parecidas a las

aves de corral.

—Escoltas armados.

—¿Nos protegen o se aseguran de que no nos vayamos?

—Son mi gente. Trabajan para mí. Estaremos a salvo hasta que

lleguemos a Urbenoster.

—¿Qué hay en Urbenoster?

—Es la capital de la Casa de Alameeda.

—¿Estás preocupado por nuestra recepción? —pregunto.

—Nunca me preocupo. Me ocupo de lo que venga. —No está

mintiendo. Es alguien que no pierde mucho tiempo en una emoción como

la preocupación. Envidio eso de él.

Cuando veo a Urbenoster delante de nosotros a través de un paso

en las montañas, me deja sin aliento. Picos rocosos cubiertos de nieve

rodean la resplandeciente ciudad como una tiara de piedra. Dos grifos

del tamaño de una montaña han sido tallados en la roca donde hay una

brecha en la cordillera. Los fieros centinelas se paran a ambos lados de

la entrada de la ciudad. Los grifos tallados tienen cabezas de águila

unidas a los cuerpos de los leones. Alas de piedra grises florecen desde

la parte posterior de las estatuas. A medida que nos acercamos, el sol

está detrás de las imágenes de piedra, proyectando sombras que dan al

águila un rostro más siniestro.

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Si alguna vez hubo una ciudad hecha de la cola de un arco iris, es

esta. Se fue el enclave vikingo en el que he estado viviendo durante las

últimas rotaciones. Todo aquí es brillante y nuevo. No hay nada deforme

o que ocurra por casualidad. Cada línea de cada edificio tiene la

apariencia de ser meticulosamente planificada con anticipación, dándole

la sensación de estar completo en pensamiento y forma. Los edificios se

elevan por encima de las cumbres de las montañas. Banderas azules de

seda ondean con la brisa en cada alero y techo. El confeti dorado y

brillante brota de las ventanas para flotar en el viento mientras volamos

a un ritmo tranquilo a través de los canales de espacio aéreo entre los

rascacielos.

—Están celebrando —murmura Kyon.

—¿Qué están celebrando? —pregunto.

—El final de Rafe.

Mi garganta se seca y ya no encuentro nada bello.

Poco después de entrar a Urbenoster, nos encontramos con

vehículos que parecen carros plateados sin ruedas, tripulados por

hombres con uniformes azules y cascos azules con alas de halcón a los

lados. Nos escoltan a un canal de tráfico vacío. No hay otro tráfico de

aeronaves en esta ruta. Pasamos por las banderas azules de transmisión

donde cada uno tiene un emblema blanco de un halcón en el centro.

Mi cabeza comienza a doler. Mi respiración se hace más lenta y mis

manos se vuelven hielo. Kyon me mira. Su mano se extiende y cubre mis

frígidos dedos.

—No luches, Kricket. Déjalo venir —susurra.

—¿Dejar qué venir? —pregunto en la miseria, luchando

desesperadamente por mantener la consciencia dentro de mi cuerpo.

—Deja que el futuro venga a ti. Deja que nos muestre el peligro que

nos espera —susurra. Levanta mi dedo frío a sus labios, besándolos—.

Dime por qué no deberíamos estar aquí, Kricket.

Con esas palabras, soy arrancada de mi cuerpo, dejándolo atrás.

* * *

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—¡Detente! —grito, igual que cuando estaba en el futuro.

Volviendo a mi cuerpo desinflado, mis ojos se abren y me arqueo

de dolor. Golpeo mi pecho, pero mis dedos no funcionan como deberían.

Gimo, mi boca se abre en agonía. Una mano aparta mis dedos de mi

pecho, cubriendo mi corazón errático mientras late fuera de control.

—Te tengo, Kricket —murmura Kyon.

Con los ojos desorbitados, jadeo y me tenso contra su mano. Él me

sostiene en mi asiento mientras choco contra este. Tengo la necesidad

más fuerte de levantarme y correr, pero no tengo dónde ir. Necesito irme.

Lentamente, el profundo dolor punzante en mi pecho se convierte en

dolor fantasma y retrocede. Mi respiración comienza a disminuir.

—¿Cómo van a matarnos? —me pregunta Kyon.

Me estremezco.

—¿Cómo sabes que nos van a matar? —pregunto.

—No espero nada más de la Hermandad. Es una prueba. Si puedes

leerlo, puedes vivir... por ahora. ¿Tienen éxito?

—Sí, definitivamente nos atrapan.

—¿Cómo?

—Es nuestro comité de bienvenida; no son tan… acogedores.

Cuatro asesinos. Dos francotiradores en los aleros de los edificios a la

una y quince en punto y dos soldados a corta distancia: los que llevan

uniformes diplomáticos de Peney a ambos lados de Em Sam. ¿Recuerdas

a Em Sam, verdad?

—Em Sam, su título 'Em' significa 'preeminente', es un embajador.

—Es un embajador de Wurthem —le digo—. Ambos lo conocimos

en el palacio cuando yo estaba en la guarida de Manus. Tuvimos varias

cenas.

Los ojos de Kyon se estrechan con desprecio.

—Lo recuerdo. Es el embajador de Wurthem que pasó mucho

tiempo tratando de seducirte justo debajo de la nariz de Manus.

—¡Nunca trató de seducirme! —respondo confundida.

—Lo hizo. Solo eres ingenua. Si te hubiera tenido sola, planeaba

sacarte de contrabando del palacio a su casa en Oxfortshire.

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Kyon saca su harbinger1 de la pistolera en el muslo de su uniforme.

Revisa el nivel de potencia del brazo lateral. Distraídamente, pregunta:

—¿Moriste? —Mis ojos se mueven de la pistola a su rostro. Mi

frente se arruga. Él asiente con la cabeza hacia un lado—. En el futuro,

¿has muerto?

—Sí —respondo—, pero no antes de ti. Te pones delante de mí. —

Trago saliva, recordando cómo la cabeza de Kyon estalló con chispas

azules que le sacaron los dientes de la parte posterior de la cabeza,

salpicando sangre sobre mí.

—¿Eso te sorprendió?

—Sí.

—¿Por qué?

—Dada nuestra historia, no pensé que te importara nadie más que

tú.

—Para alguien que puede ver el futuro, eres ciega. Al menos tu

precognición es clara.

Me mira. Debo parecer asustada, porque sus ojos se suavizan.

Estirando su mano, ahueca mi mejilla.

—Lo hiciste bien. —Encuentro su toque extrañamente

reconfortante por un momento, hasta que agrega—: Podríamos sobrevivir

esta noche después de todo.

El dirigible aterriza y se pone de pie. Chandrum se une a nosotros

desde el frente del avión.

—Necesito tu harbinger —dice Kyon como si pidiera usar el

comunicador de Chandrum.

Chandrum no duda en absoluto antes de entregarle a Kyon su

arma. Kyon luego va a un compartimiento cerca de nosotros. Al abrirlo,

veo que está cargado con armas de aspecto feroz.

—¿Debería ella esperar aquí? —pregunta Chandrum mientras me

señala. Del estante, Kyon toma un arma de cañón largo y un rifle que los

Strikers usualmente llevan.

—Sí —responde Kyon. A mí me ordena—: Quédate aquí.

1 Un tipo de arma estilo láser.

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—¿En serio? —le pregunto con exasperación. No espera a que

exprese mi objeción, sino que se mueve hacia el frente de la aeronave.

Llamo a su espalda cuando llega a la puerta abierta—: ¡Soy yo quien sabe

quiénes son! —le recuerdo.

—Y ya me lo dijiste —responde—. Entonces tu trabajo está hecho.

Pone el rifle de gran potencia en su hombro. El cañón del arma

rompe el plano de la puerta cuando Kyon mira a través de la vista digital

del rifle. Lanza varios disparos rápidos y luego sale del avión.

Salto de mi asiento y lo sigo mientras desaparece por los escalones.

Corriendo hacia la puerta, llego a tiempo para ver cómo Kyon baja el

último escalón donde suelta su rifle. Protejo mis ojos del sol y miro hacia

los dos edificios. En los aleros de ambos, veo francotiradores muertos

desplomados sobre los cañones de los rifles.

Mis pies están hechos de plomo, pero me obligo a moverme. Sigo a

Kyon mientras camina hacia la delegación de hombres de estado. Hay

trece de ellos en total, seis a cada lado de Em Sam. La mayoría de ellos

encogidos por la confusión, como si no supieran si deben seguir

pretendiendo ser un comité de bienvenida dispuesto para recibirnos con

los brazos abiertos o si debieran dejar el acto y huir del enloquecido

pistolero.

Los brazos de Kyon se extienden, formando una V mientras levanta

sus dos harbingers y dispara a los dos delegados que se encuentran junto

a Em Sam—los que habían sido enviados para matarnos. El embajador

de Wurthem levanta sus dos manos frente a él con una sonrisa apenas

reprimida en su rostro. Parece complacido con este resultado mientras

mira más allá de Kyon hacia mí en las escaleras. Esto confirma lo que

han oído de mí: puedo leer el futuro, puedo cambiar el futuro.

Kyon sigue avanzando. Sus brazos abiertos nuevamente. Me encojo

cuando apunta a los llamados diplomáticos a cada línea de hombres

frente a él. Ellos reaccionan, peleando para encontrar dónde cubrirse

mientras sacan a la vista sus armas ocultas, pero no hay ningún lugar

donde esconderse en el terreno abierto; habiendo elegido este lugar para

su emboscada, ahora se ha vuelto en su contra. Los disparos rápidos y

precisos de Kyon son inevitables. Los hombres reunidos caen sangrando

al piso, cada uno disparado por Kyon en la cabeza hasta que todos están

muertos en una piscina de su propia sangre, todos salvo Em Sam.

Cuando Kyon lo alcanza, Em Sam esta de rodillas. Kyon sostiene

los dos cañones de sus pistolas frente a la frente del embajador.

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—¿Los maté a todos? —pregunta Kyon a Em Sam.

El embajador no habla; solo cierra sus ojos y asiente

fervientemente. El sudor se desliza por un lado de su rostro y un poco de

saliva cae de su boca.

Me apresuro al lado de Kyon y poso mi mano en su brazo.

—Kyon. Los tienes. Eran solo cuatro los encargados de matarnos.

El resto eran solo refuerzos —murmuro en un tono tranquilo.

Él continúa mirando a Em Sam. Levanta la harbinger de su mano

izquierda, agitándola negligentemente alrededor de los cuerpos en el piso.

—Todos eran cómplices. Especialmente él. —Kyon presiona el

cañón de la harbinger en su mano derecha más fuerte contra la frente de

Em Sam, haciendo que el embajador haga una mueca de dolor y gimotee.

—Dijeron que debía hacerlo —gime Em Sam—. Dijeron que no me

matarías si vivías.

Kyon se acuclilla frente a Em Sam, inclinándose cerca de su oreja.

—Ellos no saben lo que haré, Sam —dice con complicidad—. No

pueden ver el futuro.

Kyon retrocede y sonríe a Em Sam antes de, ¡boom! La pistola en la

mano de Kyon se dispara, haciendo un agujero en la frente de Em Sam.

Salto en respuesta al sonido. El disparo empuja a Em Sam y cae

con sus ojos abiertos mirando al cielo. Debería estar acostumbrada a esto

ya, pero no lo estoy. Solo puedo quedarme ahí mirando a Sam, con las

rodillas temblando.

—No tenías que matarlo —digo en una voz que no suena como la

mía.

—Sí tenía —responde. Envuelve su brazo alrededor de mi hombro

y me empuja a su lado—. El Hermano Excelsior sabrá que ves el futuro,

porque maté a los francotiradores, pero también sabrá que no dejaré que

te pongan a prueba sin que paguen un precio por ello.

Guarda una de sus harbinger en su pistolera. Nos da la vuelta y

me lleva de vuelta a la nave con forma de halcón. Entrando le dice a

Chandrum:

—Puedes salir de aquí. Haré que te devuelvan tu nave.

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—Me quedaré contigo. Necesitas mi ayuda —responde

Chandrum—. No sabía que él la pondría a prueba de esta forma, me ha

mantenido fuera de su círculo cuando hablan de ti o de Kricket —dice—

. La Hermandad sabe que somos tanto amigos como Hermanos. ¿Planeas

volver al Mar de Estrellas ahora? —Está preocupado. Es como si fuera

nuestro representante o algo.

—No —responde Kyon, sin mostrar emociones—, Kricket y yo

permaneceremos en Urbenoster. Tengo planes de mostrarle su nueva

ciudad —dice eso como si yo fuera dueña del lugar o algo—. Planeo

presentarla a su gente.

—¿Su gente? —pregunta Chandrum, luciendo sorprendido.

—Los ciudadanos de Urbenoster —dice Kyon como si fuera lo más

natural del mundo.

—Pero… ella es una sacerdotisa. La Hermandad no les permite

mezclarse con ciudadanos comunes. —Chandrum sonríe como si Kyon

acabara de decir algo completamente ridículo—. Ella debería estar con

los de su tipo, con su hermana Nezra. Han hecho un lugar para ella en

la Casa Freming, para ustedes dos. Entiendo que ahora que estás unido

a ella, no quieras estar apartado, pero tienes que comprometerte. Sabes

que los Hermanos tienen derecho a sus dones también.

—Nadie tiene derecho a ella salvo yo. Yo la rastreé. Yo la encontré.

Yo luché por ella. Yo la reclamé. Si no fuera por mí, estaría muerta para

nosotros. Esos mismos Hermanos que piensan que tienen un derecho

sobre ella fueron también los que planearon asesinarla cuando estaba en

Rafe. Cuando hicieron eso, perdieron todos sus derechos sobre ella.

Kricket y yo no nos quedaremos en la Casa Freming. Nos quedaremos en

mi hacienda en Urbenoster. Si alguno de los Hermanos quiere conocerla,

tendrán que hacerlo en mi tiempo libre y solo con mi permiso.

—Sabes que siempre tendrás mi lealtad —miente Chandrum.

—Lo sé —miente también Kyon.

—¿Debería traer a Nezra para recibir a Kricket?

Kyon me mira y me pongo tensa ante la mención de mi media

hermana.

—No. Aún. Creo que Kricket necesita tiempo para acostumbrarse a

su nueva vida antes de que intentemos hacer que se lleven bien.

Chandrum sonríe.

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—Conoces a Nezra.

—Lo hago —coincide.

—Los dejare aquí entonces. —Chandrum asiente y se gira hacia mí,

sonriendo—. Ha sido un gran placer conocerte, Kricket. Felicidades por

tu Emparejamiento con Kyon. Ha sido un honor presenciarlo.

Quiero patearlo fuera de su nave. Dudo que levantará un dedo para

ayudarnos si algo sale mal. Mi sonrisa es tan brillante como la suya

mientras digo:

—Sí, ha sido un gran placer conocerte, Chandrum. Por favor dale

mis saludos a mi dulce hermana Nezra.

Chandrum no sabe si estoy siendo seria o sarcástica. Sin embargo,

Kyon lo sabe. Ve que estoy frágil bajo mi cubierta sonriente. Chandrum

se da vuelta y desembarca de su nave.

Levanto una temblorosa mano a mi frente, sobándola.

—No es leal a ti, pero sabes eso.

—Sí, lo sé —accede Kyon—. No lo culpo. Es débil. Siempre ha sido

débil.

—¿Estás seguro de que no saben que puedo saber cuándo

mienten?

—¿Quién les diría? —pregunta Kyon—. La única otra persona de

Alameeda que sabía de tu habilidad de descifrar mentiras era Em Nark,

pero explotó en algún lugar del territorio Rafe antes de tener la

oportunidad de revelarlo, y yo no le digo tus secretos a nadie.

—¿Entonces cómo saben que puedo ver el futuro? —le pregunto.

—Conocían a tu madre. Estaban seguros de que heredarías su gen.

—¿Por qué están tan seguros? —Sé que ni mi media hermana

mayor, Nezra, ni mi hermana menor, Astrid, parecen tener el don.

—Cuando tu madre era muy joven, era incauta. Le dio a Excelsior

sus predicciones sin pensarlo. Era una chica ingenua. No entendía las

ramificaciones de lo que veía. Cuando a Arissa le preguntaron si alguno

de sus hijos heredaría su habilidad de ver el futuro dijo, “Se lo legaré a

mi hija más fuerte”.

—¿Cómo sabías que se refería a mí?

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—¿Cómo podría no hacerlo? —responde—. Sobreviviste sola a la

Tierra. Vamos, ¿quieres aprender a volar el Hallafast de Chandrum? Si lo

estrellas, no me costará nada.

Dejo caer mi mano mientras miro a Kyon.

—¿Acabas de hacer una broma? ¿Ahora? ¿Después de lo que acaba

de pasar ahí fuera? —Señalo al exterior donde los cadáveres están

esparcidos en el hoverpad.

Él sonríe.

—¿Muy pronto?

—Sí.

—No puedes sentirte mal por ellos. Iban a matarnos.

Toma mi mano, guiándome al frente del Hallafast. Me deja en uno

de los dos asientos. Inclinándose sobre mí, presiona un botón que activa

los cinturones de seguridad. Se cruzan sobre mi cuerpo. Selecciona una

pequeña esfera de varias en la consola y me la pasa.

—Pon esto en tu oído —informa. Se sienta en el asiento junto al

mío.

—¿Se comerá mi cerebro? —pregunto.

Él parece confundido.

—No.

—¿Control mental? —pregunto.

—Me encantaría.

Coloco la canica en mi oído y un micrófono crece del auricular y

llega cerca de mi boca.

Toma asiento en el asiento a mi lado.

—Voy a activar los controles manuales. —Presiona algunos botones

y dos mandos salen de la consola, uno para cada uno. Cada mando tiene

una bola para rodar en la parte superior—. Esta nave tiene controles más

avanzados, pero es así como la mayoría de nosotros aprende a volar. Una

vez que domines lo básico, seguiremos adelante.

—¿No puedes hablar en serio? ¿Vas a enseñarme a volar? ¿Ahora?

—¿Por qué no?

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—Acabas de matar a unas personas —respondo.

—Personas que iban a matarnos —corrige. Señala a la consola

frente a nosotros—. Esto debería despejar tu mente de aquello.

Indicando el mando frente a mí, dice:

—Si tiras hacia atrás, nos elevaremos. Empuja hacia adelante y

nos sumergimos. —Usando su pulgar, gira la bola de la parte superior—

. Esto controla la dirección. —Señala dos botones en el mango del

control—. Estos controlan la velocidad. La aceleración es el botón

superior y la desaceleración el inferior.

—¿Así que el botón de abajo es el freno?

—Sí.

—¿Si nos detengo en medio del aire, nos caeremos?

—No. Planearemos, pero alguien probablemente chocará con

nosotros y entonces caeremos en una ardiente bola de fuego de muerte.

—Frunzo el ceño hacia él y se encoge de hombros—. Es verdad. Aquí, nos

elevaré.

Kyon hábilmente despega el Hallafast del piso con la gracia de una

flor floreciendo. Por la ventana lateral, observo las alas plateadas de la

nave ondearse y abrirse más. Planeamos en el aire. Miro a Kyon a quien

encuentro mirándome. Asiente hacia el control frente a mí.

—¿Qué? ¿Ahora? —pregunto en pánico.

—Sí. Ahora.

—¿Y si me estrello?

—Entonces estaré muy enojado contigo.

—No dejarás que nos estrellemos, ¿verdad? —pregunto.

—Quizás deje que nos estrellemos. No es mi Hallafast. —Está

diciendo la verdad.

—Eres tan malo —digo mientras exhalo.

Agarro el control y presiono el botón superior. Nos sacudimos hacia

adelante con una fuerza capaz de rompernos el cuello, lo que me hace

coger el control más fuerte, lo que a su vez nos hace acelerar más.

—Más suave con el acelerador —dice Kyon calmadamente.

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Cambio mi dedo al botón del abajo y lo presiono fuerte. Nuestras

cabezas se sacuden hacia adelante y oigo fuertes golpes como platos

rompiéndose proviniendo de la parte de atrás de la nave. Saco mi dedo

del freno y acelero suavemente una vez más. Trago fuertemente.

—Chandrum va a estar molesto contigo —bromea Kyon.

—Bien —respondo.

Nos dirigimos directamente al tráfico, que se mueve de derecha a

izquierda frente a nosotros. Más allá de eso, hay un edificio muy alto.

—Mézclate en el flujo —instruye Kyon.

—¿Cómo? —gruño.

—Usa tu pulgar, gira la bola hacia la izquierda y métete entre las

otras naves.

Uso la superficie de mi pulgar para girar el control. Giramos en el

aire, inclinándonos hacia la dirección a la que necesitamos ir.

—Vas muy lento. Esto no es un spix —amonesta.

—¿Tú crees? —replico con el ceño fruncido.

—Acelera —ladra.

Presiono el botón superior, la nave va más rápido pero mi asiento

comienza a sacudirse.

—¿Por qué mi asiento retumba? —pregunto con los ojos bien

abiertos.

—Porque estás peligrosamente cerda de ese Terraglide junto a ti —

dice tranquilamente—. No te preocupes por eso. Se moverán. —Miro a mi

derecha y veo a la ovalada nave junto a nosotros alejarse. El asiento deja

de temblar—. Solo sigue el tráfico. Eso es —dice Kyon—. ¿Cómo te

sientes?

—Sudorosa —respondo. Se ríe.

Volamos alrededor de la ciudad. No veo nada de ella excepto por el

extremo posterior de la nave que entra y sale de delante de mí. Después

de un rato, me relajo lo suficiente para disfrutarlo. Escucho cómo Kyon

explica unirnos al tráfico sobre nosotros y cómo bajar al tráfico que está

debajo de nosotros.

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—¿Has tenido suficiente? — pregunta finalmente Kyon. Lo observo.

Esta sonriendo.

—¿Aquí contratan a gente para volar? —pregunto.

—¿Estás buscando trabajo? —Se ríe.

—Este no sería un mal trabajo. Llevas a la gente a donde necesita

estar y si lo haces bien, todos llegan a casa a salvo.

—El trabajo que acabas de describir mataría a una persona como

tú.

—¿Por qué dices eso?

—El coraje es un valor al que le tienes cariño. Sin peligro, no hay

coraje. Vives para el peligro.

—No puedo evitar el peligro. Hay una diferencia.

—No. Golpeas al peligro en la cara y esperas que reaccione.

—¿Así que debería comenzar a llamarte peligro?

—Si así lo quieres —dice.

—He tenido suficiente peligro por un día.

—Nunca hay suficiente peligro —responde. Agarra el mando en la

consola frente a él—. Deja ir tu control. —Cuando lo hago, me dice—: Ven

aquí y siéntate en mi regazo. Quiero mostrarte cómo programar una ruta

y un destino.

—¿Puedes mostrarme desde aquí? —pregunto a regañadientes.

—No —responde.

Me resisto por un momento, pero realmente quiero aprender cómo

programar una ruta. Es una habilidad que me puede ayudar a escapar

un día, y sería estúpido rechazar la oportunidad de aprender.

Desengancho el cinturón de seguridad y me muevo hacia su lado. Kyon

se acerca y tira de mí sobre su regazo. Mientras vuela el Hallafast, explica

la forma de ingresar las coordenadas y determinar la mejor ruta posible.

El panel de control es intrincado, pero empiezo a entenderlo mientras le

hago preguntas. Me relajo contra su pecho. Su voz profunda es atractiva.

Es confuso, este baile que está haciendo conmigo; soy su enemiga, soy

su posesión, soy su salvavidas para el futuro, soy su esclava, soy su

confidente, soy su alumna.

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Una vez que Kyon termina su explicación, la ruta y el destino se

registran. Cambia el Hallafast a piloto automático. La consola que

tenemos delante se retrae y los joysticks manuales retroceden y

desaparecen en el tablero. Deja solamente lecturas en frente de nosotros,

pero poco más para distraerme de la vista. Intento levantarme, volver a

mi asiento, pero los brazos de Kyon me rodean y me mantienen en su

lugar sobre su regazo.

—Estamos casi en casa —explica—. Ahí.

Señala dónde caen los edificios. En el centro de esta elaborada

metrópolis, donde los rascacielos alcanzan las nubes, hay una gran

porción de aire muerto. Se llama aire muerto porque los edificios urbanos

extensos y elaborados en el sitio debajo de este tienen solo veinte pisos

de altura. En Ethar, donde se anexa la mayor parte de la tierra, estar

cerca del nivel del suelo—hasta tierra firme—solo se ofrece a los muy

ricos. Es una extravagancia extrema tener espacio aéreo desocupado.

Tener esta cantidad es vulgar en el límite.

La ciudad de Urbenoster está rodeada de montañas, en forma de

anillo. Los rascacielos bellamente construidos que forman el interior

crean otro círculo: un segundo anillo. La propiedad de Kyon está en el

medio de todo—un tercer anillo—o la pupila del ojo, de la forma que

quieras verlo. Un río atraviesa la ciudad desde las montañas. Viene de

una cascada en el pico de una montaña. Fluye directamente a la

propiedad de Kyon, luego se divide en dos ríos que fluyen alrededor de la

finca a ambos lados y se fusionan nuevamente en el otro extremo. Por lo

tanto, actúa como un foso ancho que separa la propiedad del resto de la

ciudad.

—Todos los caminos conducen a Roma —murmuro—. No lo

entiendo en absoluto.

Kyon frunce el ceño.

—¿Qué no entiendes?

—¡Tú! —Cubro mi cara con ambas manos y la froto—. ¿Quién eres

tú?

—Pareces molesta —observa. Su mejilla roza la parte posterior de

mi mano. Se siente un poco como un fino papel de lija.

—Estoy molesta —respondo. Aparto mis manos de mi cara y lo

miro—. ¡No me sorprende que estés loco! ¡Este tipo de riqueza enloquece

a la gente! ¡Apuesto a que nunca te relajas! Apuesto a que siempre estás

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obsesionado con algo, cómo puedes vencer algo, o hacer algo, o matar

algo, o ganar algo.

—A veces duermo.

—¡Hablo en serio! —gruño. Intento levantarme de su regazo otra

vez, pero me empuja hacia abajo.

—No dejes que esto te asuste. Te quedarás a mi lado hasta que te

adaptes.

—Permanecer a tu lado no ayuda en absoluto, de hecho, agrava el

problema.

—Eso no fue una petición —dice.

Volamos sobre el foso; el paisaje es tan impresionante que me deja

sin aliento. Las instalaciones están dispuestas para asemejarse a una

flor, pero no cualquier flor. Reconozco el patrón de la intrincada

perfección de ella.

—¿Qué ves? —pregunta Kyon.

Lo estudio. No es realmente un círculo, es un hexágono compuesto

por círculos superpuestos espaciados uniformemente. Cada línea de

árboles, seto y huerto conspiran para formar el patrón de flores con una

estructura simétrica del hexágono.

—Veo una Flor de la Vida.

Kyon exhala contra mi garganta; me pone la piel de gallina.

—Qué más ves? —susurra, sus labios encuentran mi pulso.

Mi corazón martilla en mi pecho. En el centro del patrón de la Flor

de la Vida se encuentra un majestuoso palacio de proporciones épicas.

—Tu casa es un castillo. Tiene trece torres redondas, se asemeja a

un copo de nieve.

—Esa es su forma bidimensional. ¿Qué más ves? —me pregunta.

Veo algunas formas posibles: icosaedro, dodecaedro, octaedro,

hexaedro y estrella tetraedro.

—Tu casa es la forma del Cubo de Metatrón: setenta y ocho líneas

posibles que conectan las trece espirales circulares.

—Sabía que había mucho de ti que me gustaba —murmura.

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La estructura es hermosa, hecha de la piedra gris que parece

extraída de las montañas que rodean la ciudad. La arquitectura es una

mezcla de paredes de vidrio y piedra con múltiples techos de pizarra. La

altura es de solo veinte pisos en su punto más alto, pero es enorme en

amplitud y profundidad. Hace que el palacio en la Isla de Skye se vea

pintoresco.

El Hallafast desciende como un ave de presa a un hoverpad en el

medio de un intrincado jardín. Los laberintos de Topiary continúan los

patrones de la Flor de la Vida sobre el césped. Bajamos en medio de uno;

envuelve la aeronave con forma de halcón de la casa. Me quito el

auricular de la oreja y lo coloco sobre la consola.

Kyon me permite levantarme de su regazo mientras coloca su

auricular nuevamente en la consola. También se para, poniendo su brazo

alrededor de mi cintura y sosteniéndome contra él cuando me hubiera

alejado. Los sentimientos que provoca en mí son confusos: miedo y deseo.

Necesito alejarme de él, pero no puedo. Contengo la respiración y espero

a ver qué hará cuando su mano me aparta el pelo del cuello en una

caricia.

—Voy a extrañar tenerte toda para mí.

—Nunca te vi como alguien a quien le guste compartir.

—No comparto... —Sus dedos acarician suavemente mi nuca—, no

a ti, nunca.

—Asegurémonos de que la Hermandad lo sepa. No tengo intención

de ser su juguete.

Me aparto de su abrazo sin mirarlo y camino hacia la puerta. Él me

sigue. Espero mientras la abre. El brazo de Kyon se levanta, bloqueando

la entrada.

—Nunca vas primero, Kricket. No es seguro. Siempre me permites

ir primero para poder tomar cualquier fuego que sea dirigido a ti.

—Ese no es un buen plan para ti. ¿Qué te hace pensar que no te

dispararé por la espalda?

Sus labios se contraen mientras reprime una sonrisa.

—Tienes razón. ¿Juntos entonces? —pregunta.

—Si insistes.

—Lo hago.

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Kyon toma mi mano mientras desembarcamos. Una vez en el suelo,

la privacidad que compartimos en las últimas rotaciones ya no existe. La

seguridad armada está en todas partes, estacionándose a lo largo de

nuestra ruta a la casa y por cada puerta y cada escalón que veo. La gente

fluye de todas partes para mirarnos.

Miro hacia adelante, manteniendo mis ojos en la impresionante

entrada. Está en la parte superior de anchos escalones de piedra. Las

puertas de madera son enormes, lo que hace parecer que los gigantes

viven aquí en lugar de solo los Etharianos realmente altos. El edificio en

sí con todos sus detalles catedrales me hace sentir como un enano. El

dintel está hecho de mármol y contiene tallas de las dos lunas de Ethar:

Inium y Sinder.

Antes de llegar a la entrada masiva del castillo, un soldado alto se

acerca a nosotros. Pierdo color cuando lo reconozco. Es el soldado a quien

engañé para que confiara en mí justo antes de dispararle en el cuello con

mi pistola tranquilizadora robada y escapara de la Nave de Skye. Me

estremezco al recordar mi sentimiento de desesperación cuando trataba

de irme, el miedo puro. ¿Cuál era su nombre? Me pregunto con terror. Su

cabello rubio está cortado más de lo que estaba, ya no toca sus orejas. El

cambio hace que sus enormes hombros se vean aún más amplios.

—Keenan —dice Kyon mientras saluda al soldado.

El soldado asiente con la cabeza.

—Hermano Kyon.

Kyon me hace un gesto.

—Recuerdas a Kricket, estoy seguro.

Keenan no sonríe cuando me mira.

—Sí, primo. Saludos, Elle Kricket. —Utiliza el título de “Elle” para

denotar mi estado de sacerdotisa. También es muy formal. No vamos a

ser amigos.

—Saludos —murmuro. Su mandíbula es rígida. No tengo suerte en

absoluto.

Kyon sigue caminando, sosteniendo mi mano para que me mueva

con él.

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—Keenan será el líder en tu seguridad. Estará contigo cuando yo

no pueda. Lo elegí para ti porque aprecia lo ingeniosa que puedes ser —

dice.

Miro por encima del hombro a Keenan mientras se pone detrás de

nosotros. Su arma se aleja de nosotros en una posición segura mientras

estrecha sus ojos azules hacia mí. Doy media vuelta y vuelvo a enfrentar

la casa. ¡Maldición! Pienso.

Un anciano muy tranquilo nos espera en lo alto de las escaleras.

Tiene la estructura militar que estoy acostumbrada a ver en todos los

hombres de cabello rubio en este planeta maldito, pero sus ojos son

marrones. Rayas de pelos grises se mezclan con sus largos rubios. Es

raro verlo. Todos ellos viven tanto tiempo, miles de años, que es una

locura pensar qué edad debe tener. ¿Dos mil? ¿Tres? Me fascina de

inmediato. Está extremadamente divertido con esta situación, si el

humor en sus ojos es una indicación.

—Así que la encontraste —le dice a modo de saludo a Kyon.

—La encontré. La perdí. La encontré. La perdí. —Me hace un

gesto—. La encontré.

—Si tengo suerte, me volverá a perder —digo distraídamente.

Esto provoca una risa encantada en el caballero mayor.

—No llamaría a eso suerte.

—¿Ah, no? —respondo.

—No. —Refunfuña un poco—. Llamaría a eso trágico, para los dos.

—Sus ojos se dirigen a Kyon—. Tienes visitantes.

—¿Yo?

—Tontos curiosos —responde.

—Ah —dice Kyon—. Gracias por entretenerlos por mí, Fulton.

—¿Te gustaría conocer a algunos de los Hermanos, Kricket? —me

pregunta Kyon.

—No realmente —respondo.

—Chica inteligente. —Fulton me sonríe encantado.

—Demasiado inteligente —concuerda Kyon.

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—¿Existe tal cosa? —Fulton pregunta con una sonrisa de

admiración.

Kyon se dirige a mí:

—Fulton es mi mentor. Ha estado conmigo desde mi infancia.

—Pienso en él como mi hijo —dice Fulton con una mirada afectuosa

a Kyon.

—¿Has fomentado el espíritu despiadado en él? —pregunto a

bocajarro.

—No me puedo atribuir el mérito de su voluntad de hierro. Es un

rasgo que heredó de su verdadero padre y... por las circunstancias...

—¡Kricket! —Mi nombre es gritado con un fervor desesperado.

Asombrados por eso, todos volteamos a mirar detrás de nosotros.

Al otro lado del césped, una joven mujer corre hacia nosotros. Está

empapada, obviamente salió del foso del río. Tiene una mirada fanática y

frenética en su rostro. Los hombres armados la están persiguiendo. Con

los brazos abiertos, grita:

—¡Kricket! ¡Te amo!

Es derribada sobre el suelo. Un soldado hace que se arrodille a

espaldas mientras que otro sujeta sus manos detrás de ella con un

aerosol para esposas. Lucha, sigue llamando mi nombre. Ha vuelto a

ponerse de pie donde tiene que ser levantada por ellos para que se mueva

en la otra dirección lejos de nosotros. Chilla a todo pulmón:

—¡Solo quiero saludarla! ¡No entiendes! ¡La amo! ¡Ella es la elegida!

¡Es la elegida!

El soldado usa una pistola tranquilizante y ella queda inconsciente.

—Tu seguridad tiene agujeros —afirma Kyon mientras gira la

mirada hacia Keenan.

—Me aseguraré de que encontremos la brecha de violación de la

seguridad y se le informe de ello esta noche —responde Keenan.

—¿Quién era esa? —pregunto, sorprendida.

Los miro fijamente. Había reverencia en el tono de esa chica cuando

gritaba mi nombre. Estaba desesperada por llegar a mí.

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—Eres amada aquí, Kricket —responde Fulton—. Algunos

ciudadanos han estado esperando por ti por mucho tiempo.

—¿Qué quieres decir?

—¿Ella no lo sabe? —Fulton le pregunta a Kyon.

—No. Y este no es el lugar para discutirlo. —Kyon señala el pájaro

amarillo posado en el dintel sobre nosotros.

Fulton asiente.

—Falla Kirk.

—Vete a casa, Falla —Kyon se dirige al pájaro amarillo.

—Auden se enojará conmigo si no le digo algo útil —dice el pájaro

amarillo con una melódica voz femenina. La forma redonda de mis ojos

muestra mi sorpresa.

—Dile que se bañe más. Eso es útil —responde Kyon al bello

canario.

Kyon me toma por el codo y me escolta a través de las puertas.

Dentro entramos en la primera torre del castillo. La sala de recepción es

un círculo enorme. Los pisos están hechos de vidrio azul con el patrón

Flor de la Vida grabado en ellos y repetido una y otra vez. Pilares de plata

con forma de árboles antiguos crecen desde el piso hasta un techo

abovedado. El techo mismo se asemeja a una nebulosa cósmica de

galaxias y estrellas, las mismas estrellas que residen en el cielo sobre

Ethar. Debajo de los techos, hay una galería con arcos blancos que miran

al piso inferior.

Mientras camino por la sala, todos los exquisitos paneles en las

paredes proyectan paisajes holográficos de Ethar. Son como retablos en

la forma en que cuelgan y ocupan grandes áreas del espacio. Algunos de

los paisajes me son familiares porque he estado en ellos en el Bosque de

Omnicron y los he visto de primera mano. Me estremezco cuando llego a

la cascada donde anduve con Trey antes de que los soldados Syndic de

Comantre nos encontraran.

Sigo adelante. Hay puertas de vidrio que conducen a los jardines y

algunas que conducen a patios privados, amurallados integrados en el

interior del castillo. Paso por los arcos con cortinas que pueden dibujarse

para esconder pequeños nichos. Lo que más me interesa es que parece

que no hay escaleras que conduzcan a la galería de arriba y no hay forma

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de acceder al resto de la casa a través de esta entrada. Recorro un círculo

completo y termino donde comencé, en la entrada.

—¿Estás perdida? —pregunta Kyon con su astuta sonrisa, la que

me dice que tiene un secreto.

Me siento atraída por el retrato de la cascada donde Trey y yo

dormimos cerca. Recuerdo lo que era estar tumbada junto a Trey, tener

sus brazos a mí alrededor, protegiéndome. Un dolor exquisito me aprieta

el pecho. Quiero eso de vuelta.

Miro el paisaje. Está tan claro que siento como si pudiera entrar y

ser transportada allí. Mi mano se extiende para probar la teoría, pero

Kyon la detiene en el último momento posible con su mano sobre la mía.

—No quieres hacer eso —dice mientras se lleva la mano a sus labios

y besa la parte de atrás.

—¿Esto me llevaría allí? —pregunto. Mi mano tiembla en su mano

gigante.

—No se te pasa nada, ¿verdad, mi pequeña salvaje? Este es un

portal único. Todavía tengo que perfeccionarlo, sin embargo. Todavía

tiene complicaciones que lo hacen... inseguro.

—¿Complicaciones? —pregunto. Echo un vistazo al paisaje. El aire

se siente brumoso, agitado por el impacto del agua que cae contra el

agua.

—Keenan —Kyon dice por encima de su hombro a mi

guardaespaldas que nos ha estado siguiendo por la habitación—.

Necesito un voluntario.

Keenan va a la entrada y saluda a un guardia desde afuera. Miro a

Fulton, que me guiña un ojo conspirador. Un soldado fornido entra por

las grandes puertas. Enfila su arma automática, un freston, que en

realidad es tres armas en una, hacia abajo en una posición segura.

—Ven aquí, por favor —le pide Kyon mientras continúa mirando el

paisaje de la cascada frente a nosotros.

El soldado nos mira y decide que él era a quien se refería Kyon.

Hace lo que le ordena y se para junto a Kyon.

—¿Qué piensas de mi paisaje? —pregunta Kyon al soldado.

—Es muy lindo —responde el soldado.

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—¡Lindo! ¿Está lindo? —Kyon se ríe, aparentemente divertido.

Suelta mi mano y pasa su brazo por el hombro del soldado—. ¿Por qué

no miras más de cerca?

Kyon empuja al hombre hacia el paisaje. El soldado desaparece de

la habitación y reaparece en la orilla de la cascada en el retrato donde

cae de rodillas, la sangre le cae por la boca, las orejas, la nariz y los ojos.

Se derrumba en el suelo sobre la hierba.

Doy un paso lejos del retrato. Kyon me mira.

—¿Lo ves? Tiene algunos problemas.

—¿Por qué no me dijiste los problemas? ¡No tenías que matarlo!

—Te facilité comprender que nunca puedes usar esto para salir de

aquí. Podría haberte dicho, pero no confías en mí. De esta manera, puedo

estar seguro de que me crees.

—¿Por qué lo necesitas? —pregunto, alejándome del hombre

muerto al otro lado del portal. Sostengo mis manos detrás de mi espalda

para que nadie las vea temblar.

—Piensa en las ramificaciones que algo como esto puede tener para

nosotros. Podríamos mover tropas: estar en todas partes y en ninguna

parte en cuestión de segundos. Es una herramienta muy útil: si logro que

ejerza menos presión sobre los tejidos blandos del cuerpo, será perfecto.

Tengo que encontrar una manera de proteger el cerebro y los órganos

internos —dice distraídamente.

—Lo gracioso de armas como esta, Kyon, es que la puerta funciona

de las dos maneras. Alguien podría encontrarlo y venir a nosotros

también —respondo.

Kyon se da vuelta y se enfrenta a mí.

—No te he etiquetado como una persona “vaso medio vacío”.

—No lo soy. Solamente estoy siendo práctica —respondo para

ocultar mi miedo desgarrador de su intelecto.

Él es tan inteligente. No necesitará sacerdotisas ni a mí pronto. Es

una fuerza propia. Doy otro paso lejos de él. Apoyo mi mano contra el

pilar del árbol cercano para apoyarme. Al instante, el piso de vidrio se

convierte en una plataforma y me eleva al nivel de la galería.

Kyon se ríe debajo de mí. Viene a pararse junto al pilar del árbol en

el lado opuesto.

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—Descubriste mi rompecabezas —dice. Pone su mano en el pilar,

y otra plataforma de vidrio lo levanta hacia mí—. ¿Y ahora qué? —Sus

cejas se arquean en cuestión. Miro a través del espacio aéreo abierto a la

barandilla de la galería al otro lado de la habitación.

No tengo idea de lo que sucederá si avanzo por el escalón de vidrio,

pero sé que algo pasará, porque Kyon me está mirando con expectativa.

Respiro profundamente, lo sostengo y doy un paso adelante hacia la

barandilla. Mi pie se conecta sólidamente con otro escalón de vidrio en

forma de piedra clara de río.

—¿Sabías que estaba allí? ¿O solo estabas siendo valiente? —

pregunta Kyon.

—Estaba siendo optimista.

Desde abajo, debe verse como si estuviéramos caminando en el aire

mientras cruzamos la habitación hacia la barandilla de la galería, que

resulta ser simplemente un holograma. La galería es bastante real, sin

embargo, y estoy agradecida por la piedra sólida debajo de mis pies.

—¿Quieres ver más? —me pregunta Kyon.

—Quiero verlo todo —respondo.

Lo hago. Quiero conocerlo para tener más posibilidades de

sobrevivir a él. No voy a aguantar ninguna pelea todavía. Tengo que

esperar mi momento. Lo necesito. Si voy a ser libre de la Hermandad, él

es mi mejor oportunidad. Tiene mucho que ganar con su desaparición

como yo. Solo temo que verá a través de las grietas en mi corazón. Tengo

más debilidades de las que me gustaría admitir.

—Fulton —Kyon llama a su mentor en el suelo—. ¿Dónde has

puesto a nuestros invitados?

—Están en el nivel de jardín de belleza.

—¿Belleza? —pregunto.

Kyon me escolta desde la galería hasta un largo pasillo que está

totalmente acristalado por un lado. La luz del sol cae sobre nosotros y me

calienta. Este pasillo da a un jardín de flores afuera. Mariposas

revolotean a su alrededor en masa, alimentándose de brotes exuberantes.

—He nombrado todas las torres de la casa.

—¿Cómo se llamaba el que acabo de dejar?

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—Reino —responde.

—¿Y este? —pregunto cuando llegamos al final del pasillo.

Entramos por un magnífico arco en otra torre.

—Esta parte de la casa se llama Fundación.

Ingresamos al nivel de la galería. Se parece mucho a un estudio.

Las paredes de la galería están llenas de libros y artefactos. Cascos de

hierro adornados con alas y espadas de aspecto malvado se exhiben

detrás del vidrio. Mientras miro por encima de la barandilla de hierro

forjado, encuentro que debajo de nosotros hay otra sala redonda. Los

pisos son de piedra con símbolos de nudos nórdicos incrustados.

Hermosas alfombras tapizadas con símbolos de runas de verde y oro

cubren grandes áreas del piso. Cuatro juegos de escaleras descienden al

nivel inferior desde cuatro áreas de la galería. Las escaleras de caracol

van ascendiendo a más niveles en Fundación. Las filas y filas de libros, y

artefactos ascienden hasta un pico puntiagudo al menos quince pisos por

encima de nosotros.

Dejo el lado de Kyon y exploro la habitación. Bajando las escaleras,

veo un estudio de único y un espacio que Kyon debe usar para reparar

cosas. La primera mesa en la que me encuentro está cubierta con

engranajes, arandelas y piezas de metal. El funcionamiento interno de

una máquina se presenta en un patrón definido, como si desmontara un

reloj y lo pusiera en una hoja de ruta para poder volver a unirlo. Otra

mesa larga con botellas y viales y quemadores se presenta de la manera

más particular, como si un experimento se hubiera iniciado y

abandonado, pero luego se hubiera conservado para poder retomarlo

nuevamente. No toco nada, tratándolo con el tipo de respeto que merece.

—¿Este es tu estudio? —pregunto.

—Sí. Paso mucho de mi tiempo aquí.

Solo hay un retrato en esta habitación: una representación al óleo

de una mujer muy hermosa y pequeña. Se ve como una diosa nórdica.

Sus ojos color cerúleo brillan con una verdad secreta que reflexiona

mientras me mira. Su rostro es la forma elegante, impecable y femenina

de Kyon. Tiene que ser una relación cercana.

—¿Es por ella que eres malo? —pregunto mientras Kyon se une a

mí para mirar a la encantadora mujer congelada en reposo.

—Es mi madre. Su nombre era Farling.

—¿Era una sacerdotisa?

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—Lo era. También era la mejor amiga de tu madre. Solían decir sus

nombres juntos: Farling y Arissa, Arissa y Farling. Hay un retrato de los

dos en una torre diferente.

—¿Qué le pasó?

—¿Mi madre? Ayudó a tu madre a escapar de Alameeda. Pagó por

eso. La ejecutaron por traición.

—¿Quién lo hizo?

—La Hermandad, mi padre. Estaba encaprichado con tu madre. La

quería a ella por su cuenta.

—¿Cómo pudo Excelsior haberla reclamado cuando ya había

reclamado a tu madre?

—Puede hacer lo que quiera. Sabe cómo van a votar todos, porque

le dice a la mayoría de ellos cómo votar. Siempre ha sido intocable.

—¿Tu madre salvó a mi madre de él?

—Ayudó a Arissa a salir de Alameeda, pero no pudo salvarse a sí

misma.

—O a ti —le susurro a él y al retrato del fantasma que le rompió el

corazón.

—No necesitaba ser salvado. Soy malo, Kricket, pero ella no me

hizo malo.

—No tienes que ser malo.

—Sí, pero seré peor para cualquiera que sea malo contigo. Ven,

veamos a conocer a algunos de los Hermanos.

Me tiende la mano y esta vez la tomo.

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11

La Belleza Se Hace Profunda

Traducido por AnamiletG & YoshiB

alimos a través de las puertas de cuero marrón, dejando atrás

el estudio de Kyon. Un corredor corto nos lleva a puertas altas

y delgadas de marfil. Me recuerdan las teclas en un piano. Kyon hace una

pausa antes de entrar a la habitación. Se vuelve hacia mí, agarrando mi

barbilla y haciéndome mirarlo.

—Serás la persona más importante de la sala, pero si no demandas

su respeto, nunca te lo darán.

—Entonces son normales —respondo.

—Siempre te estoy protegiendo, lo sepas o no. —No está mintiendo,

al menos cree lo que dice. Me pregunto, y no por primera vez, si sabe qué

tan roto está.

—Estamos en el mismo equipo por ahora, Kyon. Seguiré tu

ejemplo. Solo dime una cosa: ¿a qué le tienen más miedo?

—Esto. —Hace un gesto hacia los dos con su dedo índice—. Tú y

yo alineados y fuera de su control. El vernos juntos los perturbará.

—¿Qué pasa si estamos enamorados?

—No podrían mirar hacia otro lado.

—Hmm —respondo.

Ojalá hubiera tenido tiempo de prepararme para esto. Si me

hubieran dado un momento, podría haberme lanzado al futuro para una

carrera en seco. Sin embargo, no hay tal suerte. Tengo que jugar esto y

espero lo mejor.

Mis pies pesan mientras camino penosamente a la habitación. Es

grandioso en cierto modo al que estoy acostumbrada ahora que he vivido

en el palacio de Rafe. El lado izquierdo de esta sala real está abierto al

exterior por una serie de puertas francesas con marco de madera blanca

S

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que se extienden a lo largo de la habitación azul pastel. Las cortinas

blancas de seda están cubiertas a los lados. La brisa tranquila trae

consigo el aroma de las flores. No los reconozco, pero ese aroma es

encantador. Son de color melón y crecen en las vides que se arrastran

por el exterior de los marcos de las puertas.

Enormes retratos enmarcados cubren las paredes. Representan

Etharianos adorables, rubios y de ojos azules. El techo está al menos dos

pisos por encima de nuestras cabezas y pintado con magníficos símbolos

similares a las runas vikingas.

Hay tres campamentos languideciendo en la habitación. En el lado

izquierdo de la sala, junto a las puertas abiertas, hay algunas

agrupaciones de bellas mujeres rubias. Tres de ellas se sientan en una

mesa de juego que tiene una tabla de ajedrez de tres niveles en su parte

superior de mármol. Elegantes figurillas de piedra que se asemejan a

criaturas mitológicas: dragones, grifos, caballos alados y demás, recorren

el tablero por su cuenta. Las mujeres están adornadas con caramelos; el

encaje negro se adhiere a la de cejas más altas, las líneas de alheña se

arquean sobre la frente más delgada y las cadenas doradas se extienden

de oreja a oreja sobre la nariz respingona de la que tiene pestañas

doradas.

El segundo campamento está cerca de la parte posterior de la sala.

La música suave se reproduce desde un instrumento que se asemeja a

un pianoforte. Cada pulgada de las cejas de esta sacerdotisa está cubierta

con perforaciones de anillo de plata. Dos mujeres que acompañan al

pianoforte tocan instrumentos de cuerda que parecen violines. Todavía

otra sacerdotisa está tocando una guitarra de forma extraña que tiene la

resonancia de una mandolina.

El tercer campamento en la sala se encuentra a la derecha de la

misma. Es un grupo de hombres atractivos y rubios que están sentados

en sillas de trono. Son monstruos que desconfían del tiburón a mi lado.

Un par se levanta de sus asientos para aliviar su incomodidad de la

ventaja de Kyon sobre ellos. Sin embargo, todavía no ayuda. Kyon es el

más alto de la habitación… y el más en forma… y si soy sincera, también

es el más guapo y me mata pensar eso.

Me molesta que los Hermanos no hagan más que mirarme.

Definitivamente no me tienen tanto miedo como a Kyon. Me sorprende

saber que me molesta que sea el menor de los dos males en sus ojos.

Quiero que tiemblen cuando me vean y se estremezcan cuando se

pronuncie mi nombre. Quiero que se encojan en mi presencia. Es un poco

impactante para mí la profundidad de esta emoción. Quizás no debería

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ser. Ellos son una de las razones por las que estoy aquí. ¡Cómo se atreven

a traerme aquí! ¿Qué derecho tienen algunos de ellos en mi vida? Es mía.

Kyon me lleva más allá del campamento masculino a la derecha sin

siquiera reconocer la presencia de los Hermanos. Hace lo mismo con las

sacerdotisas jugadoras en la elegante mesa de cartas, a pesar de que

todas lo están mirando con ojos de signo de carretera diseñados para

hacerle saber que no tienen problemas para fusionarse con él en

cualquier punto del futuro. Parece que él no se da cuenta de las miradas

de ‘dime-soy-bonita’ que obtiene de ellas, o si lo hace, las está ignorando

estoicamente. Lo evalúo con una mirada de soslayo. Kyon Ensin es el

chico malo residente que cada una de ellas quiere probar. Nezra no está

sola en su adoración hacia él. Interesante. ¿Cómo puedo usar esto para

mi ventaja?

Kyon me lleva a un pequeño grupo de asientos frente a los músicos.

Noto por primera vez que hay una sacerdotisa más en la habitación que

me perdí. Es una niña gótica… ¿cómo se llamaba? ¿Phlix? Es la

sacerdotisa que intentó ayudar a Kyon a secuestrarme en la Nave de

Skye, la que puede crear una tierra de sombra que esconde a cualquiera

dentro de ella.

Desde su silla frente a los músicos, Phlix me da una sonrisa tímida,

y luego se muerde el labio. Su largo cabello rubio está suelto alrededor

de sus hombros. Kohl adorna sus tristes ojos azules. No usa ningún

adorno facial que no sea maquillaje; me pregunto ello mientras me siento

con una silla entre nosotros. Espero que Kyon se siente a mi lado, en

cambio, agarra mi mano y se la lleva a los labios.

—Iré a hablar con los Hermanos. No tardaré demasiado.

Besándome la mano, sonríe antes de soltarla. Se da vuelta para

dejarme cuando digo de forma exagerada:

—¿Me estás abandonando, mi amor? —Con el rabillo del ojo, noto

que las cabezas de los músicos giran perceptiblemente en nuestra

dirección.

Kyon hace una pausa, sus ojos se abren brevemente. Lentamente

se vuelve hacia mí.

—Estaré allí. —Señala al grupo de Hermanos. Miro en su dirección

con una sonrisa tímida.

Poniéndome en pie e invadiendo el espacio personal de Kyon, utilizo

las yemas de mis dedos para deslizarme sobre su manga oscura. Giro un

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mechón de mi cabello alrededor de mi dedo y lo miro desde debajo de mis

pestañas.

—¿Pero qué pasa si te extraño?

Sus cejas se unen un poco antes de que suban minuciosamente.

Una sonrisa se desarrolla en sus labios, pero rápidamente la esconde de

todos. Su mano toca mi hombro, deslizándose por mi costado. Cuando

llega a mi cintura, me acerca más a él. Su proximidad hace que mi

corazón revolotee más rápido.

—Será una tortura estar tan lejos de ti, pero seré capaz de verte

desde allí —dice, siguiéndome el juego.

—¿Debería darte algo para que me recuerdes? —pregunto,

mientras paso mi dedo sobre su pecho. Una nota de música se reproduce

fuera de la clave. Pretendo no notar el sonido frío de un golpe de arco

perdido que debió hacer con su violín una de las sacerdotisas a nuestro

lado.

—Creo que debes hacerlo —responde Kyon—. Necesito algo que

apreciar.

No podría tener más miedo de lo que voy a hacer si tuviera una

cuchilla de afeitar en la muñeca desnuda. Mi mano descansa ligeramente

sobre su pecho, avanzando lentamente hacia los símbolos que oscurecen

su cuello. La mano de Kyon se desliza detrás de mi espalda. Me presiona

a él. Su cuerpo tiene que haber sido tallado en las montañas que rodean

este lugar porque es de granito y no se siente real. Apoyando su rostro

en el mío, mi boca se inclina hacia la suya. Antes de que nuestros labios

se toquen, mis ojos violetas y semi-cerrados se encuentran con su intensa

mirada. Por un segundo, creo que veo el futuro en ellos, uno con él y yo

y cegadoras estrellas.

No podría sentirme más lejos de mi hogar que ahora.

Sin aliento y temblando, mis labios tocan los suyos. Nuestro beso

suave susurra secretos a mi médula. Me olvido de respirar hasta que

Kyon responde con lánguidos roces de sus labios a los míos. Su dulzura

me arrulla. Estoy a salvo. Mis labios se separan y profundizo el beso. El

primer golpe de su lengua es una ráfaga de fuego que atraviesa mi cuerpo.

Aparecen líneas de batalla. El impacto de nuestro beso invade mis

sentidos. Intento retirarme. Kyon no lo permite. Me acerca para evitar

que escape. Están quemando mis sentidos. Un caos de emoción florece

entre nosotros. No soy la cazadora en este juego; Apenas puedo evitar

convertirme en presa.

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La música se detiene; el silencio está gritando a nuestro alrededor,

y aun así él me besa. He estado en problemas toda mi vida. Nunca lo he

sentido más que ahora.

—Ha caído un rayo —dice con amargura uno de los Hermanos

detrás de nosotros.

Un retumbo de risa proviene de Kyon. Siento su sonrisa contra mis

labios. Mueve su cara unos centímetros para que pueda verme mejor. El

martilleo de mi corazón debe ser evidente para sus ojos agudos. Kyon no

aparta la mirada de mí y dice:

—Probablemente ni siquiera sabías que estaba lloviendo, Gannon.

—Miro en esa dirección. Las caras de los Hermanos son blancas como el

hueso y sombrías. Dudo que ninguno de ellos haya escuchado a Kyon

reír antes.

Kyon presiona un beso en mi sien.

—Siempre recordaré esto —murmura contra mi pelo.

Se aparta de mí y se dirige al otro lado de la sala para conversar

con los monstruos que quieren matarnos. Una parte de mí quiere

seguirlo. Se supone que somos un equipo en esto. ¿Cómo se supone que

voy a asustarlos de esta manera? Me hundo en mi asiento y entrelazo mis

dedos con la cesta de mimbre apretada.

—Está enamorado de ti —dice Phlix desde su asiento a mi lado.

Quiero reírme como loca. Kyon no me ama. No conocería el amor si

lo apuñalara en el pecho con un corazón hinchado y rosado. Soy un

medio para un fin para él.

—Está enamorado de mi salvajismo. —Finjo un suspiro soñador.

—¿Sigues siendo una salvaje? —pregunta con inocencia.

—Sí —le digo. Para ellos, indudablemente lo soy. Funciona para mí.

Jugaré según sus expectativas y les daré lo que creen saber de mí.

Observamos y escuchamos cómo las sacerdotisas crean música

exquisita que suena como si proviniera de un plano del ser etéreo. De vez

en cuando, sin embargo, detecto una nota cruda, un golpe de arco

deformado que es discordante con respecto al resto. Los músicos me

molestan, me doy cuenta. Han pasado toda su vida tocando música

mientras yo pasaba la mía tratando de sobrevivir por mi cuenta.

—¿Disfrutas esta melodía, Kricket? —pregunta Phlix.

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Nunca la había escuchado antes en mi vida.

—Es mi favorita —murmuro.

Miro sobre mi hombro; Kyon me está mirando mientras uno de los

Hermanos discute algo con él en voz baja.

—Son Virulences —susurra Phlix, señalando con la cabeza a las

bellas mujeres que tocan instrumentos frente a nosotros—. Trula, Greer

y Doe están diseñadas para influir pensamientos con sus melodías.

—¿Discúlpame? —digo con voz ahogada. Mi cabeza se gira en su

dirección.

—Están tratando de controlarte ahora mismo. Las estoy

bloqueando para que no me influencien. También traté de bloquearte a

ti, pero parece que no lo necesitas como yo.

—¿Qué están tratando de hacer que haga? —me pregunto mientras

las examino.

—Matarte —susurra sin una pizca de engaño—. Su música está

diseñada para infectar a otros. Te desprecian y han recibido

instrucciones de enfermarte si no logran que te suicides. ¿No puedes

sentir el veneno que te están dirigiendo?

—No siento nada. Estás haciendo un buen trabajo al protegerme.

Me sonríe. Reconozco su sonrisa. Es conexión. Bridget, mi ex

compañera de cuarto en la Tierra, me sonrió así la primera vez que la

conocí en detención juvenil.

—Lo sentirías si estuviera funcionando. No podrías retener nada en

el estómago y sangrarías por la nariz y la boca.

—Son asesinas estereofónicas, ¿eh? —murmuro.

—No puedo bloquearlo todo. ¿Estás segura de que no puedes

sentirlo?

Niego con la cabeza.

—No. Nada.

—Tal vez tu fisiología es diferente a la nuestra… no eres pura

sangre.

—¿Cómo es que no parece estar lastimando a nadie más en esta

habitación?

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—A todos nos han pedido que desarrollemos una tolerancia a ello,

pero mira ahí.

Indica el conjunto de sacerdotisas en un grupo diferente, lejos de

la mesa de juego. Una de las sacerdotisas está enferma. Agachada,

sostiene su cintura como si estuviera enferma. Sus compañeras le están

hablando en voces bajas y preocupadas. No puedo escuchar lo que están

diciendo. Una sacerdotisa muy alta adornada con un tocado con punta

de diamante señala a las Virulences que tocan detrás de mí con un gesto

de su mano. Tocan una canción diferente. La sacerdotisa enferma

parpadea un par de veces. Enderezándose, deja caer sus manos de su

estómago antes de hablar como si nada extraordinario hubiera ocurrido.

—Las Virulences pueden necesitar concentrarse en una frecuencia

de sonido diferente para hacerte daño.

—¿Quién ordenó que me lastimen?

Con una mirada temerosa, busca en la habitación para asegurarse

de que nadie nos escuche.

—No aquí —murmura.

—Está bien.

—¿Crees que intentarás escapar de aquí? —susurra. No

respondo—. Cuando lo hagas, ¿me llevarías contigo?

Un pequeño y pesado juego de piedra golpea la silla entre nosotras.

Girando, miro en dirección a las sacerdotisas en la mesa de juego. Un

azul, pájaro de piedra precioso se impulsa por sí mismo desde el centro

del tablero de juego y golpea a Phlix en el hombro. Ella se estremece ante

el impacto, en otras circunstancias no lo reconoce. La sacerdotisa con

encaje negro en las cejas se ríe con deleite por la broma. El adorno de

encaje le da ojos felinos que usa para mirarme. Le devuelvo la mirada.

—¿Quién es esa? —pregunto.

Phlix mira por encima de su hombro rápidamente a la sacerdotisa

antes de darse la vuelta y decir:

—¡No las mires! —Me da una mirada tímida. Cuando sigo

mirándolas sin vergüenza, ella susurra rápidamente—: La que tiene los

recortes de encaje negro es Brighton. Es telequinética.

—¿Qué tan buena es con eso?

Phlix se encoge de hombros.

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—Creo que lo que acabas de ver es lo mejor que puede hacer. Sin

embargo, todavía duele. —Baja la mirada a sus manos que tiene

aferradas en su regazo.

Evalúo a Brighton. Está molesta porque no me he acobardado por

su mirada de muerte. Dice algo con un giro despectivo de sus labios y

sus amigas junto a ella se ríen. Es claro que cree que es muy poderosa.

No tiene idea de que está cenando en la mesa de los niños. Giffen podría

comerla en el desayuno con su don.

—¿Y las otras dos con Brighton? —pregunto.

—Ryker es la que tiene las delgadas líneas oscuras en su frente.

—¿Qué puede hacer?

—Puede hablarle telepáticamente a los animales que son de mayor

inteligencia, como caninos, spixes y primates. Y antes de que preguntes,

la última es Ashland.

—¿Cuál es el don de Ashland? —La estudio. Las cadenas de oro

que usa sobre su nariz la hacen lucir majestuosa.

—La llaman loto. Su beso es embriagador. Hace que el destinatario

olvide todas sus ambiciones para que solo la adore.

—¿Cuánto tiempo dura su beso? —pregunto por curiosidad.

—Me dijeron que puede durar un cuarto de una parte. —Quince o

veinte minutos, lo evalúo.

Brighton me mira de nuevo. Bostezo fuerte. Rompe el contacto

visual y se queda mirando una pieza de juego en forma de dragón de

ónice. La bestia tallada tiembla contra el mármol del tablero de juego

antes de que vuele por el aire directo hacia mí. Alzando mi mano, atrapo

al dragón negro en mi palma sin estremecerme. La punzada del impacto

resuena a través de mi brazo, pero nunca dejo que mi aburrida expresión

cambie. Ryker y Ashland dejan de sonreír y miran a Brighton, quien las

mira con hosquedad.

Le entrego la réplica escamosa de dragón a Phlix.

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—No deberías dejar que te presionen así. Deberías enfrentarte a

ellos.

Agarra la figura de ónice con ira.

—Es muy fácil para ti decirlo cuando nunca has tenido que crecer

con ellos, ¡nunca has tenido que soportar su crueldad! Tuviste suerte en

la Tierra… libre de todo esto. —Levanta su otra mano para indicar la

opulencia de su entorno.

—Sí. —Frunzo el ceño y hago una cara de lo-que-tu-digas—. Lo

tuve fácil.

—¿Así que me llevarás contigo cuando te vayas?

—¿Qué te hace pensar que me voy?

—Estuve allí… vi que luchaste contra nosotros en la Nave de Skye.

No estabas a punto de ser capturada viva. Realmente debes querer ir a

casa. Realmente quiero ir contigo cuando lo hagas.

—¿Por qué? No pueden ser solo ellos. —Señalo a los idiotas por

encima de mi hombro.

—No. Son ellos también. —Sacude la barbilla en dirección a los

Hermanos—. Hicieron un trato con un Hermano llamado Pike.

—¿Qué tipo de trato?

—Un reclamo… mi reclamo. Me quieren emparejada con él.

—¿Y no te gusta Pike?

—No.

—¿Qué pasa con Pike? —pregunto.

—Podrías preguntarle a Caramina, la última sacerdotisa que le

dieron, si todavía estuviera viva, pero la estranguló hasta la muerte… así

que creo que tendrás que adivinar.

—¿Cuando?

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—¿Cuándo qué? —contesta—. ¿Cuándo la estranguló?

—No. ¿Cuándo te reclama?

—Al final del speck —responde, indicando que a fin de mes, tiene

un gran problema.

—¿Y quieres que te salve?

—No. Quiero que nos salvemos mutuamente. Kyon puede amarte,

pero tú no lo amas.

—¿Cómo lo sabes?

—La mayoría de las veces, vivo en la tierra de las sombras que soy

capaz de crear. Tengo que esconderme de estos egos. —Indica a las

personas que nos rodean—. Observo a los demás. Conozco el miedo

cuando lo veo. Kyon te asusta, como debería, es el más temible de la sala.

Mis ojos no se apartan de Kyon porque sé que nos está mirando.

Puedo verlo en el reflejo del instrumento de bronce descansando

ociosamente frente a mí. No quiero que sospeche que estamos

discutiendo algo además de las otras sacerdotisas. Está al tanto de lo que

está sucediendo en esta sala. Creo que tiene curiosidad por ver cómo me

afecta y qué haré. Estoy a punto de iluminarlo, pero no por el momento.

—Si nos vamos, vamos a necesitar cosas —murmuro.

Phlix deja de respirar por un momento. Su cara normalmente

pálida se vuelve rosada. Dedos fríos se acercan y cubren los míos por el

instante que toma apretar mi mano, y luego se escabullen.

—Sé cómo conseguir cosas.

—¿Dónde te quedas?

—Casa Freming.

Lo recuerdo. Kyon me lo señaló cuando volamos sobre esta.

—Eso no va a funcionar en absoluto. Te necesitamos aquí.

—Nunca lo permitirán.

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—¿Por qué no?

—Bien…No lo sé… simplemente no es apropiado. Todas las

sacerdotisas residen en Casa Freming.

—Yo no lo haré.

—¿Estás segura? —pregunta ella—. Estamos aquí para convencer

a Kyon de que te entregue a nosotras.

—No me va a perder de vista.

—Entonces nada de esto funcionará.

Es como si acabara de decirle que su mejor amiga murió. Esta

devastada. Retiene las lágrimas mientras su mano apretada con el dragón

de ónice oculta su boca. Escuchamos las tensiones de la música

hipnótica. Todavía no siento nada de la melodía tóxica, y la preocupación

que causa al grupo de músicos frente a mí lo revela. Sus rostros muestran

tensión.

Miro a Phlix. Sus ojos están brillantes con lágrimas no derramadas.

Exhalo un suspiro.

—No todo está perdido —murmuro—. Espera aquí. —Me levanto de

mi asiento.

Phlix parece sorprendida.

—¿A dónde vas? —Se levanta también.

—Voy a tratar de organizar una fiesta de pijamas —susurro.

—¿Vas a hablar con los Hermanos? —pregunta—. ¿Sin ser

convocada?

—Sí. —Me irrita que piense que necesito pedirles permiso para

hablar.

Cuadro mis hombros, sintiendo cada ojo en la habitación sobre mí.

Tan elegantemente cómo es posible, cruzo la habitación hacia donde se

encuentra Kyon, apoyado contra la pared. Sabía que me estaba mirando,

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pero la intensidad de su mirada es difícil de ignorar. Acercándome,

escucho al Hermano frente a él decir:

—No podemos irnos sin ella. Nos matará a todos. No verá su

ceremonia de reclamación apresurada como legítima.

—La ceremonia fue legal; fue presenciado por un miembro de la

Hermandad. No tengo intención de permitir que Kricket resida en Casa

Freming … ahora o nunca. Es preciada para mí, Ainsley. No permitiré

que la arruines. Si él quiere conocerla, tendrá que venir a mí.

—No se trata de ti o Excelsior, se trata de la profecía... —Ainsley

deja de hablar cuando se da cuenta de mi aproximación. Su ceño

fruncido es toda la indicación que necesito para entender en sus ojos que

he cometido un gran error acercándome a ellos de esta manera. No puedo

evitar la calidez que se extiende dentro de mí ante el conocimiento.

—Mi amor —me dirijo a Kyon con labios sexys—. Solo estaba

hablando con Phlix y he averiguado exactamente qué necesita esta sala.

Tuve que apresurarme y decírtelo.

Sus ojos bailan con diversión.

—¿Qué necesita, mi pequeña salvaje? —Se acerca y me coloca el

pelo detrás de la oreja.

—¡Una bola de discoteca! —Sonrío, como si no fuera la sugerencia

más desagradable que se pudiera introducir en un círculo como este.

Kyon me lanza una mirada enamorada que me hace creer que es

un actor mucho mejor de lo que le di crédito.

—Voy a mandar a hacer una para ti tan pronto como me expliques

qué es eso.

—Es una esfera de espejos que uno cuelga del techo. ¡Refleja la luz

y hace que todo sea brillante! —Destello mis manos de jazz más elegantes.

Ainsley mira de mí a Kyon y luego vuelve.

—¿Brillará como tus ojos? —pregunta. Casi me río, pero lo

mantengo.

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—¡Oh! ¡Esa es una buena idea! ¿Puedes hacer que sea lavanda,

para que coincida con mis ojos? —imploro como una niña mimada.

—Tus ojos son más violetas que lavanda, y no lo haría de otra

manera —responde Kyon.

—Me gustaría que Phlix se quede aquí también… para ayudarme.

Ella puede enseñarme cómo ser una sacerdotisa adecuada. Necesito un

mentor, como Fulton.

—No la necesitas, Kricket —dice Kyon mientras toma mi mano y se

la lleva a los labios—. Me tienes a mí.

Saco mi labio inferior.

—Quiero una amiga.

Nuestro intercambio está molestando a Ainsley. Interrumpe con un

bufido remilgado, regañándome:

—No puedes tener a Phlix. Ella será la más nueva de Pike en

cuestión de pocas rotaciones.

Girándome hacia él como si me hubiera insultado gravemente,

gruño:

—¡Pero la quiero! Spike puede tenerla en algunas rotaciones. ¿Qué

le dolería dejarme tenerla por tan poco tiempo?

Mi asertividad no es algo a lo que Ainsley esté acostumbrado o algo

que esté dispuesto a tolerar.

—¡Su nombre es Pike!

—Spike, Pike. —Me encojo de hombros—. Puede tenerla después

de que haya terminado con ella.

La boca de Ainsley se abre y se cierra varias veces, como la de un

pez.

—No fuiste enviada, Kricket. —Frunce el ceño con desdén—. Tu

maestro y yo nos estamos reuniendo en un tema muy importante…

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Pongo mi dedo índice a su boca, interrumpiéndolo.

—Un momento, Ainsley. Él no es mi maestro. Es… —Al escuchar

una risa femenina, miro hacia la mesa de juego que está al otro lado de

la habitación y presencio una figura turquesa de caballo alado arrojarse

desde el tablero y golpear a Phlix en la parte posterior de su cabeza.

Distraída, murmuro—: Mantén ese pensamiento. Vuelvo enseguida. —La

cara de Ainsley se pone roja y brama detrás de mí, pero lo ignoro.

Cruzo la sala hacia la mesa de juego. Brighton, Ryker y Ashland

tienen los hombros encorvados mientras sus cabezas se juntan en una

conspiración de miseria. Poniendo mis manos en el frio tablero de

mármol, les doy a cada una una sonrisa siniestra. El encaje de mariposa

negro del adorno facial de Brighton se eleva al igual que sus cejas.

—Hola, soy Kricket. Todavía no nos hemos conocido formalmente,

pero he notado que te gustan los juegos.

Sentada en su silla, Brighton me mira con aire petulante y dice:

—Estoy disfrutando del juego que he estado jugando.

—He estado mirando tu juego. No es gracioso. Creo que deberías

disculparte con Phlix.

Sus ojos azules brillan con condescendencia.

—Nunca me disculpo —responde. Ryker y Ashland se ríen,

disfrutando del desdén de su amiga.

—¿Estás segura de que no quieres reconsiderar? Sería una pena si

no pudieras salir de aquí.

Sus cejas de encaje se levantan juntas.

—¿Me estás amenazando?

—Mmm-hmm. —Asiento.

Los ojos de Brighton se entrecierran cuando dice:

—No estás en posición de amenazarme. —Se echa el pelo hacia

atrás sobre el hombro, mira a sus amigas y sonríe—. No estarás aquí por

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mucho tiempo. Te llevarán de vuelta a Casa Freming. No durarás la

rotación.

—Eso es algo interesante que decir, ya que no eres clarividente. Si

lo fueras, podrías ser un poco más amable.

—No tengo que tener el don de ver el futuro, porque ya conozco el

tuyo.

—Ilumíname.

—Es solo cuestión de tiempo antes de que los Hermanos te maten.

—Te voy a contar un pequeño secreto, Brighton. —Me apoyo cerca

de su oreja y susurro—: Ya lo han intentado. —Luego me enderezo y

agrego—: Así que te daré una oportunidad más para discúlpate con Phlix

por ser semejante knob knocker.

Se miran la una a la otra como si hubiera dicho algo ridículo. Los

ojos de Brighton dejan las caras asombradas de Ryker y Ashland. Se

concentra en un grifo de aguamarina en el tablero de juego. Los pies de

la bestia icónica tiemblan y golpean contra la superficie lisa. Se levanta

del tablero de juego, dirigiéndose directamente a mi frente. Me agacho. El

grifo navega sobre mí. Golpea al hombre grande detrás de mí en el templo.

De pie, el Hermano rubio y barbudo se agarra la cara con la mano

mientras ruge de ira.

—Muchos perdones, Adondon —dice Brighton con mortificación,

mientras levanta su mano hacia él y palidece—. No era mi intención…

—Yo me encargo de esto, Don —le digo al enfurecido Hermano

antes de agarrar el borde del pesado tablero de mármol y decirle a

Brighton—: solo deberías haber dicho lo siento.

Un arcoíris de bellas criaturas talladas en piedra cae de la

superficie del tablero de damas, chocando contra la parte superior de la

mesa de madera mientras lo levanto. Brighton me mira a los ojos. Sus

negras cejas de encaje se agitan como alas de murciélago. Muevo el

tablero de juego de mármol tan fuerte como puedo. Se conecta con la

mejilla de Brighton. Un diente sale volando de su boca. Cae al suelo con

un gemido desesperado.

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Balanceo el tablero de juego hacia el otro lado, y se conecta con

Ryker al otro lado de la mesa. Los dominós no caen tan fácilmente.

Jadeando un poco, alzo la tabla sobre mi cabeza, con la intención de

arrojarla sobre la mesa a Ashland, cuando queda atrapada en el agarre

de otra persona. Soy elevada del suelo mientras un brazo me rodeaba la

cintura.

—Déjalo —murmura Kyon en mi oído.

No lo hago. Es arrancado de mi mano y arrojado de vuelta a la

mesa, donde hace un ruido tremendo.

—No te metas en mi camino —gruño a Kyon, mi respiración pesada

por el esfuerzo.

Me gira para que enfrentemos la sala, que se ha quedado en silencio

a excepción de los gemidos de las dos sacerdotisas en el suelo. Con su

brazo a mi alrededor, Kyon me sostiene inmovilizada en su cuerpo. Los

miro a todos. Odio sus caras de asombro. No tienen idea de con quién

están tratando, y eso se nota. Ninguno de ellos ha tenido que sobrevivir

a una cárcel juvenil.

Me abstengo de sacudir los brazos en un intento de hacer que Kyon

me suelte. No funcionará, entonces es inútil. No me gusta el hecho de

que me ha estado probando desde que entramos en esta sala, como un

experimento de ciencia. Aunque sabía lo que sucedería aquí. Su habilidad

para leerme es algo malo.

Evalúa a las sacerdotisas retorciéndose en el suelo.

—Fulton —dice.

Fulton entra a la habitación como si hubiera estado monitoreando

la situación todo el tiempo. Tiene médicos con él que atienden

inmediatamente los problemas médicos de Brighton y Ryker. Una vez

sedadas, se quedan en silencio mientras los médicos trabajan sobre ellas.

Pude haber roto la mandíbula de Brighton ya que cuelga en un ángulo

extraño cuando rápidamente la sacan de la habitación. Fulton permanece

junto a la puerta, mirándome.

La mano de Kyon me alisa el pelo arrebatado mientras le dice al

grupo que tenemos delante:

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—Es como dije. Kricket es una hembra alfa singular. Todos lo han

presenciado. Las mujeres beta del grupo buscarán protegerla. —Hace un

gesto en dirección a Phlix—. Las Virulences no tienen ningún efecto

externo sobre ella, porque no es alguien que sea del todo sugestionable.

— Su mano se dirige a los músicos ociosos, que actualmente me están

mirando con una mezcla de miedo y temor—. Ella tiene poco miedo a los

hombres. —Ahora hace un gesto hacia la dirección de Ainsley. —Solo

respeta a un macho alfa extremo, y aun así, constantemente pondrá a

prueba su temple. No puedes mezclarla con la población general de

sacerdotisas. Es salvaje. Eliminará todas tus alfas potenciales, incluso

aquellas con capacidades de combate mejoradas. Será más astuta que

ellas, las superará, y en general, las reducirá a lloriquear debiluchas a

sus pies.

—No es buena para nosotros si no puede ser controlada, Kyon —

dice Ainsley, escudriñándome como si fuera un trozo de carne.

Kyon frunce el ceño.

—Necesitamos una inteligencia extrema ahora más que nunca para

gobernar Ethar. Las cosas están cambiando. Vas a tener que cambiar con

ellos. Kricket gobernará. Ella es la elegida, es tu emperatriz. Es la

profecía; es inevitable. Y reinaré a su lado.

—Tu padre dice que es impura. La sacerdotisa nacida de dos

mundos y dos casas no puede gobernar...

—Mi padre… —Mira amenazante Kyon—, está desesperado por

mantenerlos a todos en línea, para mantener el status quo. ¡La verdad es

que Excelsior le teme, ¡así como temía a su madre cuando se le escapó!

Conocía la profecía. No pudo detenerla en ese momento… no puede

detenerla ahora.

El miedo se envuelve alrededor de los cuellos de todos en la

habitación. Están inquietos. Necesitan huir de este cambio que presenta

Kyon, o tienen que hacer un trato con Kyon para que el miedo que sienten

no los muerda más. Los latidos del corazón de Kyon lobunamente fuertes

golpean mi propio pecho mientras me apoyo contra él. El brazo que se

agarra a mi cintura se relaja, lo que me permite bajar de puntillas. Él se

inclina e inhala el aroma de mi cabello. Primitivo.

Desde el otro extremo de la habitación, la voz tímida de Phlix se

esfuerza por ser escuchada:

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—Deseo servir a nuestra emperatriz.

Todos se vuelven para mirarla. Se hunde de rodillas, inclinando su

cabeza hacia mí. Palidezco cuando veo que otra sacerdotisa hace lo

mismo… y luego otra, y luego otra. Cuando los hombres comienzan a

seguir e inclinarse ante Kyon y ante mí, me duele el estómago. No quiero

ser parte de esta farsa.

—Lo ves… —Kyon respira en mi oído—, ellos creen, al igual que yo.

Tú eres la elegida: la hija de nuestra sacerdotisa más profética, nacida en

dos mundos y dos casas, destinada a ser la Emperatriz de Ethar.

Las estrellas ya no se alinean para mí; sangran desde el cielo, se

vuelven negras y mueren a mí alrededor. Lo que la gente de esta sala no

se da cuenta es que yo no soy la elegida. Lo que sea que les dijeron en

esta supuesta profecía está claramente destinada a otra persona. Arissa

tenía otra hija nacida de dos mundos y dos casa; una que nuestro padre

protege a expensas de todo lo demás... de mí.

Astrid.

Mi padre y la Orden de la Tempestad deben creer que ella está

destinada a ser la Emperatriz de Ethar. Yo soy la distracción de la verdad.

Mientras que todos en Alameeda y las casas de los alrededores se enfocan

en mí, no verán qué está pasando realmente hasta que sea demasiado

tarde. Mi infancia me ha enseñado que la marca generalmente termina

siendo el mayor perdedor en cada escenario. Cada vez. Sin excepciones.

La Orden de la Tempestad fue creada para proteger a una persona. No

soy yo.

Quiero salir de esta habitación. Fuera de esta opulenta jaula.

Fuera de esta vida. Solo queda un lugar para mí ahora. Tierra.

—¿Hemos terminado aquí? —le pregunto a Kyon.

—Nunca terminaremos, Kricket —susurra Kyon en mi oído. Mira

en dirección a Fulton y dice—: Phlix se queda. Muéstrale una habitación

en Victoria. Estará cómoda allí.

—Por supuesto —responde Fulton. Va a Phlix y la acompaña fuera

de la habitación.

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Ainsley levanta la cabeza.

—¡No puedes mantener a Phlix!

Kyon me suelta. Con una mirada de lobo malo en su rostro, se

acerca a Ainsley, que todavía está de rodillas. Kyon se agacha para mirar

a Ainsley a los ojos.

—¿Qué dijiste?

—Ella… —Su rostro se ruboriza y tartamudea—: Phlix pertenece

a… Pike.

—¿A quién pertenece? —pregunta Kyon con un dramático arco de

su ceja.

Ainsley busca apoyo en los rostros de los otros Hermanos en la

habitación, pero ninguno levanta la vista del suelo.

—Está bien —alienta Kyon—, puedes decirlo, Ainsley.

Ainsley vuelve a mirar al suelo una vez más.

—Tú. Tú eres dueño de Phlix.

Kyon extiende la mano y palmea brutalmente la cara de Ainsley.

—Ahora lo entiendes. —Kyon se eleva a su altura una vez más.

Viniendo a mí, entrelaza su brazo con el mío—. ¿Te gustaría ver tu nueva

habitación, Kricket? —pregunta. Hay calidez en su mirada.

Quiero alejarlo, pero no puedo reaccionar sin un plan. En cambio,

le sigo el juego, pretendiendo estar bajo la influencia de gigantes.

—Déjame adivinar, ¿está en el lugar al que llamas Rehén?

La sonrisa de Kyon puede calentar la luz de la luna.

—Tu habitación está en Misericordia.

Me acompaña a uno de los juegos de puertas en la habitación. No

es el camino por el que entramos. Estas puertas conducen a un corredor

diferente. Salimos de la torre conocida como Belleza, dejando a los demás

allí de rodillas.

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Los techos de bóveda de cañón del pasillo están tallados y formados

de piedra de montaña gris. Las ventanas con la silueta de copos de nieve

proyectan luz sobre enormes tapices hilados de azul y marfil que forman

un elegante sendero. Antiguas armadura y arsenales gigantes que se

asemeja a algo saqueado hace mucho tiempo de un barco vikingo se

alinea en las paredes.

Tan pronto como las puertas de la Belleza se cierran detrás de

nosotros, hay un ruido tremendo: gritos llenos de terror, cristales y

muebles destrozados. Destellos de chispas azules brillan bajo las puertas

mientras los miro por encima del hombro. Intento darme la vuelta, pero

Kyon no me deja. Me conduce por el pasillo.

—¿Qué está pasando? —jadeo. Los atronadores sonidos hacen que

mi corazón se vuelva tormentoso.

Kyon está tranquilo. Inafectado.

—Fueron enviados a hacerte daño, Kricket. No puedo permitir que

eso quede impune. Pensé que lo habías aprendido en nuestra otra

recepción. Tenemos que seguir enviando el mensaje de que todos los que

se alinean contra nosotros mueren.

—Fueron sumisos.

—Fueron cómplices. No voy a matarlos a todos, lo suficiente como

para enviar una advertencia. Quienes sobrevivan sabrán que nunca

estarán seguros en el régimen actual, el régimen que los envió aquí a

morir. Cumplirán con los cambios que hagamos.

—O redoblarán sus esfuerzos contra nosotros.

En medio del tambor de la muerte, Kyon cambia el camino que

recorremos juntos. Me empuja contra la dura pared del corredor. Su

sombra en forma de guerrero me envuelve. Mi corazón se marchita. La

intensidad en su mirada me mantiene prisionera.

—¿Admites que hay un nosotros? —pregunta. La oscuridad crece

en sus ojos mientras su mano me cubre la mejilla y se inclina más cerca

de mí—. Somos tú y yo, Kricket. Para siempre, mi pequeña salvaje. —Sus

labios son desiguales contra los míos. La necesidad en ellos me obliga a

encontrar su beso con la misma cantidad llena de sueños de medianoche.

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No es a ti a quien él desea, pienso. Es el poder que representas.

Dirijo mis labios hacia la oreja de Kyon y susurro en desesperación:

—No soy la elegida.

—Dices eso como si fuera cierto —Kyon ronronea contra la carne

de mi cuello. Su voz tiembla a través de mí. Lo siento en todas partes.

—Es cierto —le respondo sin aliento.

Corre sus labios por mi garganta. Sus besos provocadores hacen

que mi cuerpo reaccione a él de una manera que desearía que no lo

hiciera.

—No te creo.

—Deberías.

—Tú eres la única. Eres la verdadera Emperatriz de Ethar.

—No puedo ser yo —reafirmo con desesperación.

—Incluso si eso fuera así, Kricket, que no lo es, mataría a

cualquiera que afirme lo contrario.

—¿Por qué?

—Es sencillo. No hay nadie más para mí. He encontrado lo que

quiero. Voy a aplastar a cualquiera que intente usurparte.

El sonido de llanto flota en el aire, una lamentación que me da

escalofríos.

—Entonces podrías tener que matar a todos.

—Que así sea.

—¿Por qué estás tan loco? —pregunto mientras apoyo suavemente

mi frente contra su pecho—. Esta no es la forma de alcanzar el poder.

—Es la única forma de alcanzar el poder. Cualquier otra forma es

falsa —responde—. Todo va a estar bien, Kricket.

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—¿Para quién?

—Para nosotros. Créeme.

No quiero discutir con un hombre violento, entonces le digo:

—Me gustaría ver mi habitación ahora. —Levanto mi frente.

Encontrando su mano, la sostengo—. Por favor, llévame allí.

Levanta mi mano a sus labios, besándola.

—Ven entonces. Te mostraré a Misericordia.

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12

Decoloración Traducido por Yiany

ercy tiene vistas sin obstáculos de los aspectos más hermosos

de Urbenoster: los terrenos de la propiedad de Kyon, el agua

que rodea la fortaleza y las montañas en la distancia. El sol

menguante brilla rojo en el horizonte cuando los muros grises se alejan,

formando un pórtico de arcos y pilares mientras caminamos. El aire

fresco de la montaña me revuelve el pelo. Lo que me sorprende primero

es que estamos cerca del ancho río que rodea los terrenos como un foso.

Elaborados veleros hidroavión sobre la superficie del agua, apenas

perturbando su plácida apariencia.

Entramos en una suite de habitaciones. Una sala de estar formal

linda con el dormitorio. Mi nueva habitación es más que elegante, es

divina. Kyon me sigue hasta allí; camino delante de él hacia las puertas

de la pared del fondo. Se abren a una magnífica terraza con vistas al

agua. En la distancia, entre los edificios imponentes, los picos nevados

de las montañas arrojan sombras trastocadas sobre la ciudad mientras

el sol se retira detrás de ellas.

—¿Cuál es tu próximo movimiento, Kyon? —Me froto la parte

superior de los brazos con las manos, tratando de evitar el frío del aire de

la montaña.

—Corazones y mentes.

—¿De quién?

—Todos.

—¿Cómo?

—Tenemos que construirlo sobre tu pequeña-sacerdotisa-perdida-

devuelta a casa.

—¿Te refieres con los ciudadanos de Alameeda?

M

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—Quiero decir con todas las Casas. Eres vista como la sacerdotisa

de la profecía aquí en Alameeda. Para nuestros aliados y para todas las

demás Casas, has sido el catalizador de la guerra. Tenemos que hacerte

compasiva: la líder estoica en lugar de la villana. Excelsior comenzará su

campaña contra ti de inmediato, ahora que sabe de manera inequívoca

que no te entregaré a él.

—¿Qué tan poderoso es? —pregunto.

—No es tan poderoso como nosotros.

—¿Cómo hacemos que parezca compasiva?

—Hacemos lo que nadie más ha hecho, te mostramos al mundo,

revelamos la sacerdotisa escondida. Te ganaremos su cariño.

—No soy allegada de las personas.

—Por el contrario, eres todo lo que quieren. Te he visto en el palacio

de Rafe; tienes una habilidad innata para adaptarte, ser lo que ellos

quieren que seas.

—La mayoría de la gente no sabe lo que quiere. Lo que quieren

cambia a diario.

—Tú cambiarás con eso.

—¿Y Excelsior?

—Descubrirás sus planes —responde Kyon. Sus brazos me rodean

por detrás y me empujan contra su sólido pecho. Es tan cálido, un

bálsamo contra el fríoaire de la montaña.

—Veré lo que puedo hacer. Déjame acostarme para que no tengas

que atraparme cuando me vaya. —Intento volver a entrar, pero Kyon no

me suelta.

—Luego, estás débil.

—Estoy bien.

—No lo estás —Kyon no está de acuerdo.

Toma mi mano y me lleva de vuelta a mi habitación.

Posicionándome frente a un enorme espejo de cuerpo entero, su mano

toca mi barbilla mientras me dirige a mirar mi reflejo: círculos oscuros

ahuecan mis ojos. La mano de Kyon se desliza sobre mi piel,

descendiendo a la parte delantera de mi cuello. Acaricia la hermosa flor

en la gargantilla de cinta negra.

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Mi voz es superficial cuando murmuro:

—¿Qué clase de flor es esa?

El reflejo de Kyon en el espejo me estudia con ojos que no se pierden

nada.

—Es una garra de cobre, Kricket. Son extremadamente raras.

Su dedo roza la cinta que sujeta la flor a mi garganta. Fuego de

meteorito arde debajo de mi piel donde quiera que me toque. Sus ojos

siguen las yemas de sus dedos mientras se deslizan sobre los hilos de

seda.

—¿Te gusta la flor? —pregunta.

—No.

—¿Por qué no?

—No me gustan las flores; mueren.

—Las garras de cobre perduran. Una vez que florecen, nunca

mueren.

—¿Nunca?

—Nada de lo que alguna vez te daré será efímero, Kricket.

Me aparta suavemente el cabello. Inclinándose hacia mí, sus labios

acarician mi piel desnuda. Suave como la luz de la luna, su boca susurra

promesas de felicidad entre besos. Agudos bordes de deseo aúllan a

través de mi cuerpo como un grito a medianoche.

Hago un pequeño sonido de placer y apoyo mi espalda contra él,

cerrando los ojos. Mis rodillas se debilitan y estoy agitada y temblorosa

por la intoxicación que está ofreciendo. Su mano se mueve hacia mi

cintura, girándome para que lo mire. Abriendo mis ojos, sus azules son

un mar en llamas.

—Te necesito, Kricket —murmura.

Dejo de respirar. Me besa, su lengua de seda acaricia la mía. Un

éxtasis doloroso me atraviesa, la prueba de que soy oscura y rota por

dentro. Una jaula se cierra alrededor de mi corazón, sellándolo en vidrio.

Mi corazón late contra sus confines transparentes, sabiendo que cuando

golpee con la fuerza suficiente, se romperá y morirá de mil cortes.

—¿Qué quieres de mí? —pregunto contra sus labios.

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—Todo.

—No puedo darte eso.

—Entonces lo tomaré —dice. Me besa de nuevo, dejándome ir solo

el tiempo suficiente para quitarse la camisa por la cabeza, dejándola caer

al suelo. Es insoportablemente guapo.

Una de sus manos se mete en mi pelo, mientras que otra rodea mi

espalda, jalándome hacia él mientras captura mis labios nuevamente. Me

levanta en sus brazos y me lleva con él a la cama. Sentándose en el borde

conmigo en su regazo, agarra la parte trasera de mi vestido y lo separa.

Los botones vuelan en todas direcciones.

Presiono mis labios sobre su corazón y susurro su nombre.

—Kyon.

El enorme peso de esto cae en ondas en su carne, hundiéndose

contra la profundidad de su piel hasta que se va. Suavemente,

desengancho sus manos de mí. Sus ojos están devorándome mientras su

mirada promete hacerme comida. Levantándome de su regazo, me alejo

de él, como lo haría con cualquier cosa extremadamente peligrosa.

Kyon se levanta del borde de la cama y lentamente me acecha. Me

encuentro con el marco de la puerta detrás de mí y me acomodo,

retrocediendo a través de la puerta hacia el lavare. A solo unos pasos de

mí, Kyon gruñe, dándose cuenta de que quiero escapar de él. Presiono el

botón en el marco de la puerta y ésta cae desde el techo entre nosotros.

De pie allí, de cara a la barrera, retuerzo mis manos, aterrorizada de que

la abra, incluso cuando mi corazón late salvajemente contra su jaula de

vidrio, con la esperanza de ser cortado.

Se vuelve evidente que no va a derribar la puerta. Me giro hacia el

espejo frente a la puerta, apenas puedo mirarme. ¿Soy la consorte de

Kyon? Y si lo soy, ¿qué le haría eso a Trey? Alcanzo y desato la cinta

negra de mi cuello. Sosteniéndola por un momento, acaricio los pétalos

de la garra de cobre antes de abandonarla en el tocador.

Yendo a la ducha, abro el agua tan caliente como puedo. Me quito

el vestido plateado y entro. No me dejo llorar hasta que el agua me corre

por el pelo y me cubre la cara. Ni siquiera puedo ser honesta conmigo

sobre mis lágrimas, tengo que esconderlas. Froto el área de la piel sobre

mi corazón, tratando de aliviar su doloroso sufrimiento. Luego me siento

en la ducha; el agua me azota cuando acerco las rodillas a mi pecho y

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apoyo mi barbilla sobre ellas. Necesito ver a Trey. Tengo que descubrir

qué hacer ahora. Mi piel se vuelve fría incluso bajo el calor del agua.

Me escapo de mi forma física, la transición se hace en un chasquido.

Es como si inhalara un aliento en mi ducha y lo exhalara en Nueva Amster.

Reconozco esta entrada gótica y cubierta de polvo en la que me encuentro:

es el edificio que vigila el paso a su ciudad secreta.

El dulce aroma del azúcar moreno me asalta cuando me desplazo

por los majestuosos y desmoronados corredores del puesto de avanzada.

Hombres de buen porte dando caladas de algo parecido a cigarros,

ventilando la fragancia en el aire, me hacen alejarme de ellos. Asocio el

aroma con el Ministro de Defensa Telek. Fue el último placer que tuvo antes

de que lo envenenara… bien, aparte de las amenazas a mi vida, él

disfrutaba mucho con esas.

Examinando la decadencia de la riqueza abandonada, me detengo

cuando veo a Trey. Está vestido con un uniforme de Nueva Amster, sentado

solo cerca de una ventana rota en la oscuridad y mirando las calles vacías.

Han dado a Trey un freston, que ha apoyado en el marco de la ventana,

listo para usarlo para defender su posición. Si la forma que tomé es mi

alma, entonces mi alma sufre por él.

Agachándome a su lado, sufro de una manera que no he sentido

desde que todo comenzó, no con lágrimas, sino con decoloración. Soy una

acuarela, la luminosidad sangrando en manchas de remolinos de dolor.

Nunca lo había visto así. Trey está hueco, vacío.

Apenas escucho a alguien acercarse.

—¿Puedo sentarme contigo? —pregunta Pan mientras se eleva sobre

nosotros. Es poco más que una sombría silueta en la oscuridad. La luz de

la luna brilla en los ojos de Trey mientras alza la mirada y le da a Pan un

breve asentimiento. Pan se acerca y se sienta al lado de Trey. Apoyado

contra la misma pared, Pan le ofrece a Trey un cigarro. Trey niega con la

cabeza.

—¿No fumas? —observa Pan.

—No —responde Trey, reenfocando su atención por la ventana.

Rayos de luz de Sinter, la luna más grande, caen sobre sus ojos,

destacando su brillo violeta.

—La madre de Kricket, Arissa, me hizo dejarlo cuando estaba viva,

decía que era malo para mí —dice él. Su voz tiene un profundo y soñoliento

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tono de dragón. Sosteniendo un estilizado cigarrillo en su mano, lo gira

entre sus dedos—. No fumo, solo llevo uno como recordatorio.

Miro a Pan, estudiando todos sus rasgos. Es un recuerdo nebuloso,

no creo que haya envejecido, pero ha pasado mucho tiempo. Él sonríe, como

si recordara algo, o tal vez es por la ridiculez de que dejara de fumar solo

para encontrarse en una situación apocalíptica, no estoy segura. Sin

embargo, su sonrisa me hace algo; despierta un recuerdo de los dos en la

acera de Chicago. Me gustaba saludar a los taxis como si fueran un desfile

de carrozas en un carnaval viniendo a la ciudad. Él solía jugar conmigo,

levantándome para tener una mejor vista de ellos.

—Me impresionó tu ingenio con los drones —le dice Pan a Trey.

Los labios de Trey muestran su disgusto.

—¿Te gusta la forma en que puedo aniquilar a una gran cantidad de

personas con tan solo unas pocas teclas?

—Es una guerra —dice Pan rotundamente—. Estaban brindando por

la desaparición de la Casa de Rafe cuando sucedió. La Casa de Alameeda

arrasará la Casa de Wurthem cuando ya no los necesiten. Salvaste

muchas vidas tomando algunas. Una ciudad. Ahora volverán sus ojos a la

Casa de Alameeda con sospecha.

—Creo que el costo fue demasiado alto.

—¿Tu costo?

—Mío, suyo —dice desolado.

— La historia mostrará el sacrificio como justo.

—¿Lo hará? —Obviamente, no cree eso.

Pan no responde a eso, simplemente gira el robusto cilindro del

inhalador sin humo entre sus dedos.

—¿Había algo que necesitaras? —pregunta Trey con frialdad.

—¿Cómo es ella?

—¿Tu hija?

Pan asiente.

—Es una persona solitaria —responde Trey—. Hace su propio

camino, es alguien que no conoce su lugar, o si lo hace, no cumple con las

reglas,. Verá a través de tus mentiras, robará tu corazón sin siquiera

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intentarlo. Te cubrirá con un millón de susurros en la noche mientras

sostiene tu mano como si fuera la única que encaja bien. Querrás llevar

sus huesos dentro de tus huesos.

—Entonces es como su madre —dice Pan en voz baja.

—¿Tu gente dice que Kricket todavía está viva?

—Sí —responde Pan. Estudia a Trey y agrega—: No te veas tan

culpable. No le has hecho mal, como dicen en Chicago.

—¿Cómo lo llamarías entonces? —pregunta con amargura.

—Algo de circunstancias, destino, manipulación.

—¿Qué hay de ti? ¿Crees que le has hecho mal?

—No le he hecho bien.

—¿Hay alguna diferencia?

—Eso espero.

—¿Por qué la dejaste sola en la Tierra?

—Por la misma razón por la que ella te dejó, no había otra opción.

—¿No tenías otra opción?

—Realmente no. Kricket tiene un destino, Trey. Si te interpones en

su camino, pagarás… y pagarás… y pagarás.

—Hablas en evasión y acertijos; vuelve si alguna vez quieres tener

una conversación real —gruñe Trey. Agarra su arma y verifica la

configuración.

—¿Quieres saber cómo hemos llegado a estar aquí? El tiempo ha

conspirado contra nosotros, Trey. Mi familia tiene un papel para jugar en

el futuro. Mi consorte fue una criatura extraordinaria, podía ver la luz de

los días futuros. 'Tantos futuros posibles', decía. '¿Por dónde empezar?' —

Se ríe, pero hay muy poco humor.

—¿Arissa veía el futuro como lo hace Kricket?

—No sé lo que Kricket ve o cómo lo ve. Era una niña cuando la dejé.

Para Arissa, era una violenta explosión de átomos, arrancándola de su

cuerpo, proyectándola hacia el futuro.

—Suena familiar —admite Trey—. Aún no has respondido mi

pregunta, sin embargo. ¿Por qué dejaste a Kricket en la Tierra?

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—Su madre me dijo que provocaría la destrucción de Rafe —dice

Pan. Sus dedos hábilmente empuñan el cigarro como si fuera un bastón—

. Arissa examinó tantos posibles futuros, buscando uno donde todos

pudiéramos estar juntos. Podía ver matices en el tiempo: las otras

posibilidades infinitas, no solo los marcadores dominantes. ¿Puede Kricket

hacer eso?

—No lo sé —responde Trey—. ¿Estás diciendo que Arissa veía

opciones en el tiempo para cambiar las cosas?

—Sí, pero el problema que Arissa tenía para cambiar el futuro era

que había mucho tiempo entre ella y los eventos que estaba viendo. Tratar

de cambiar el tiempo tan lejos es difícil, el tiempo siempre trata de

enderezarse. Los cambios tienen que ser drásticos si quieres afectar el

futuro lejano, o encontrarás otro curso para llegar a las mismas

conclusiones.

—¿Qué vio Arissa exactamente?

—Vio varios futuros posibles en guerra entre sí, todos los cuales

intentaban convertirse en el marcador dominante, el evento que sucede.

—De acuerdo con Arissa, ¿qué evento se presenta como el marcador

dominante?

—Excelsior Ensin se convierte en el Emperador de Ethar.

—¿Hay otros marcadores posibles?

—El mejor que encontramos para Rafe es uno en el que Astrid

gobierna a Ethar como nuestra emperatriz.

—¿Dónde deja eso a Kricket?

—En medio de una guerra. Su futuro es líquido.

—¿Qué quieres decir?

—El futuro de Kricket toma la forma del vaso en el que lo viertes.

—Todavía no lo entiendo.

—Viértela a tiempo con un cierto conjunto de circunstancias y se

convertirá en una líder mundial. Dale un conjunto diferente de

circunstancias y moldea el tiempo de otra manera. Sin embargo, hay una

cosa clara sobre Kricket: es una catalizadora. Los eventos comienzan y

terminan con ella. Es la persona que puede garantizar que el peor de los

casos suceda o que no.

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—Intentamos esconderla en la Tierra, sabiendo que desencadenaría

la lucha entre las Casas en Ethar. Su guardián, Giffen, le fue asignado

para evitar que volviera a Ethar. Giffen rastreó a los Alameeda que vinieron

a la Tierra para encontrar a Kricket. Se han enviado varios equipos para

buscarnos a través de los años incluso antes de Kyon Ensin.

—¿Qué pasó con los que vinieron a buscarla?

—Giffen los mató. Estaba siguiendo a Kyon y sus socios, no se dio

cuenta que los soldados de Rafe también fueron enviados a la Tierra al

mismo tiempo. Te escabulliste y te perdió.

—¿Qué hubiera pasado si hubiera sabido que nosotros también

estábamos allí?

—Te habría rastreado y te habría matado.

—Y si no podía matarnos, ¿entonces qué?

—Hubiera matado a Kricket antes de que cruzara hacia Ethar. Ese

era nuestro plan preventivo. Lo peor ha sucedido, sin embargo. Ella se coló,

y la Casa de Rafe pagó el precio por mi incapacidad para controlar los

eventos que trajeron a Kricket aquí.

—Quieres decir que porque no la mataste, esto es tú culpa.

—Si la hubiera matado cuando era una niña, Rafe habría

sobrevivido.

—¿Realmente crees eso? ¿Crees que Excelsior Ensin nunca

concebiría un plan para obtener poder si Kricket no hubiera venido aquí?

—Por supuesto, no lo sabremos. Solo sabemos que si hubiera podido

eliminarla, ya no desempeñaría un papel. Ahora nos preparamos para los

eventos que están por venir. El papel de Kricket en el futuro no está

terminado, todavía hay una posibilidad de que podamos cambiar los

eventos al mejor de los casos.

—¿Cómo propones hacer eso?

—Kricket tendrá que acercarse a Excelsior Ensin.

—¿Con qué propósito?

—Asesinato.

—¡Kricket no es asesina!

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—Entonces todos estamos muertos. Excelsior sabe sobre la amenaza

a su futuro por Arissa. Le dio la información cuando era niña; él era como

un buen tío para ella, y ella no tenía idea de quién era hasta más tarde.

—¿Y quién era él?

—Fue el creador de Arissa. ¿Cuánto sabes de Amster? —pregunta,

mirando a su alrededor el hermoso edificio de estilo catedral gótico en el

que se encuentran.

—Ha sido una ruina por alrededor de un millar de floans, desde que

la peste Black Math barrió la mayor parte de Ethar —dice Trey.

—Está bien. Lo que la mayoría de la gente no sabe es que la peste

tuvo su origen aquí… en este edificio. ¿Sabías que esto solía ser un instituto

fundado y dirigido por Excelsior Ensin?

—No.

—Trabajó extensamente en la mejora genética, también incursionó

en la guerra bacteriológica.

—¿Estás sugiriendo que Black Math no fue una mutación

accidental?

—No fue así. Era un plan bien diseñado para librar al mundo de

masas de gente mientras trabajaba secretamente en una raza mejorada.

Él y su equipo diseñaron y perfeccionaron genes: genes poderosos y virus

mortales. Trabajando en conjunto con un pequeño grupo de líderes,

Excelsior y sus extensas conexiones administraron la plaga a sus propias

poblaciones y mantuvieron el antídoto a un lado solo para aquellos que

consideraban que lo merecían. Este edificio es el lugar donde se concibió

el virus. Aquí…

Pan se levanta y saca un orbe de su bolsillo que no es más grande

que un chicle grande. Toca la parte superior del orbe, brilla dorado y se

eleva desde el centro de la palma de su mano para flotar en el aire sobre

su cabeza, arrojando una suave luz a su alrededor. Pan camina hacia un

pilar cercano y usa la manga de la camisa para frotar una placa de bronce

en la pared y limpia el polvo de ella. La placa ahora dice claramente:

INSTITUTO ENSIN.

Pan se endereza y dice:

—La sede en la que despertaste después de que te trajeron aquí es

la ex residencia de Excelsior. Me gusta la ironía, Trey. Pensé que sería

apropiado que el mismo lugar que lo engendró también fuera el lugar desde

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el cual escenificar su fallecimiento. Esta ciudad era su dominio, él era el

dueño, pero se cansó de eso, por lo que lo diezmó. Eso es lo que es.

—Dame un equipo. Me deshaceré de Excelsior.

—Tendrás dificultades para acercarte a él, incluso los hombres

dotados que he transportado fuera de Alameeda no pueden acercarse a él,

las sacerdotisas lo protegen. Kricket está en una posición mucho mejor

para asesinarlo, porque ni siquiera tendrá que intentarlo. La llevará a él.

—¿Cuando?

—Pronto. Excelsior está insatisfecho, quiere otra Nueva Orden

Mundial con solo él al timón. Ha terminado con el poder compartido de la

Hermandad. Está dispuesto a aprovecharlo todo de las mismas personas

que fueron sus aliados hace miles de años.

—¿Por qué no utilizar la guerra bacteriológica nuevamente, ya que

funcionó tan bien la última vez? —pregunta Trey.

—No puede arriesgarse. ¿Dos plagas? Demasiados líderes que

participaron en Black Math todavía están vivos para darse cuenta de las

similitudes en la situación. No, necesita una distracción de lo que planea,

Kricket es esa distracción, es la profecía, vuelve a casa con su gente. Él

puede usar eso en su beneficio para mantener el enfoque en ella mientras

idea una manera de quitarle el trono. Sin embargo, todavía hay un pequeño

problema para él.

—¿Cuál es?

—Kricket está destinada a matarlo.

—¿Qué pasa si tiene éxito?

—Utilizaremos el ejército de Nueva Amster para colocar a Astrid en

control de las cuatro Casas restantes. Ella también es la hija de Arissa, es

una sacerdotisa nacida de dos casas y dos mundos, como lo indica la

profecía. La aceptarán como su líder.

—¿Por qué Astrid, por qué no Kricket?

—Astrid ha sido criada para ser emperatriz toda su vida.

—Aun así, ¿por qué no Kricket?

—Ella no sobrevivirá —dice en voz baja. Tiene suficiente decencia

para mostrar arrepentimiento.

—Entonces dices eso que porque la traje aquí, a Ethar, la maté.

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—No pudiste haberlo sabido.

—¿Dónde está la madre de Kricket, Arissa? ¡Tengo que hablar con

ella! ¡Tengo que encontrar una manera de cambiar el futuro!

Pan niega con la cabeza.

—Se ha ido, murió en la Tierra —dice honestamente.

—¡No te creo! ¡Alguien con su conocimiento avanzado, lo vería venir!

—¡Lo vio venir! Me suplicó que le quitara la vida para que nadie

pudiera encontrarnos.

—¿Qué?

—Excelsior tiene a Nezra, la primera hija de Arissa. Nezra es una

rastreadora ingeniosa. Nos habría encontrado eventualmente, cuando sus

habilidades avanzaran, como lo son ahora. Era solo cuestión de tiempo

antes de que Nezra localizara a Arissa. Arissa quería proteger a Astrid, por

lo que me rogó que la matara. Nezra no podría rastrearnos porque no tenía

conexión con nosotros. Sin haber conocido a sus hermanas, Nezra no podía

imaginarlas en su mente.

—Ella encontró a Kricket.

—Kricket está bien documentada ahora. Su imagen está en todas

partes, Nezra puede imaginar a Kricket en su mente. Ese no es el caso con

Astrid, Nezra nunca la ha visto y no sabe que existe, por lo que le costará

encontrarla.

—Lo siento por tu consorte, no lo sabía.

—No tienes que disculparte. Eres como yo, enamorado de alguien

que no tiene futuro. Ambos estamos atrapados en una situación imposible.

—No estoy atrapado, me quedo con Kricket. La encontraré, la salvaré

—advierte, pero su rostro es de angustia más que de determinación.

—¿Lo harás? Podrías llegar a un lugar donde tendrás que

preguntarte qué estás dispuesto a sacrificar para evitar la muerte de

millones de personas, para proteger a los demás que amas. ¿Qué estarías

dispuesto a arriesgar para evitar que un malvado dictador obtenga poder

y termine la vida tal como la conocemos? La carga de esto está más allá

de tu comprensión ahora. Tengo momentos en los que tengo que luchar

para respirar, es por eso que llevo esto por ahí. —Levanta el cigarro—. Me

recuerda que ella quería que yo viviera.

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Trey se vuelve desesperado.

—¡Dame soldados entrenados! Mataré a Excelsior. ¡Lo juro!

—No eres parte de esto, Trey. Deberías salir mientras puedas.

—¡Nunca la dejaré sola!

—Piensa en lo que sucederá si sobrevive.

—Se convierte en la emperatriz de Ethar.

—Sí, con uno de los Etharianos más poderosos a su lado, Kyon

Ensin. Él la hará su consorte si no lo ha hecho ya.

—Pero ella será la emperatriz. Tendrá el poder de elegir su destino.

—Creo que es ingenuo de tu parte, Trey, pero supongamos por un

momento que estás en lo correcto. ¿Cómo crees que reaccionará ante Nueva

Amster?

—Estará amenazada por ti al principio, pero una vez que llegue a

conocerte…

—Hemos hecho una prioridad mantenerla a raya. Aseguramos que

sintiera el mordisco de la pobreza; la hemos visto sufrir abusos,

secretamente esperando que alguien más la destruya para que la carga de

eso sea absuelta de nosotros. ¿Cómo crees que responderá a eso, con todo

el poder que tendrá?

—¿Estás preocupado de que quiera vengarse?

—¿No lo estarías tú?

—Le tienes miedo.

—Soy práctico. No está equipada para tomar las decisiones

necesarias para ejercer el tipo de poder que tendría como emperatriz.

Tenemos que volver a unir a Rafe, es nuestro deber. Tenemos

responsabilidades con nuestra civilización que ella no puede cumplir.

—Es joven, pero puede…

—Astrid siempre será una amenaza para su reinado.

Constantemente se enfrentarán entre sí.

—Kricket nunca le haría daño a su hermana, lo probó al salvarla.

—Se salvó a sí misma. Giffen la habría matado si no hubiera

cooperado. Si sobrevive a Excelsior, Kricket te permitirá acercarte a ella, lo

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suficientemente cerca como para que puedas asegurar la supervivencia de

Rafe y Nueva Amster.

—Podría hablar con ella con seguridad. Puedo guiarla...

—No la guíes. —Niega con la cabeza—. Termina con ella. Si quieres

que Rafe sobreviva, protegerás a Astrid. Kricket como emperatriz se

traduce en la muerte de nuestra Casa. Serán solo las cuatro Casas.

Estoy más allá del punto de poder quedarme ahora. Me acerco a

ellos, languideciendo en el rincón oscuro, un recuerdo que se desvanece.

Nada de eso importa de todos modos, si muero ahora o más tarde, es todo

lo mismo. Muero. No es de extrañar que nadie me explicara el futuro: la

profecía. No tengo futuro. Nadie quería decirme eso. Quieren que interprete

mi papel y luego salga del escenario.

Me dejo ir esta vez, cuando dejo a Trey y a mi padre, todo se vuelve

dorado y tranquilo. Por un momento, corro sola en las llanuras desiertas

del tiempo en la noche. Soy salvaje y soy libre. Puedo ser cualquier cosa

aquí, mudar de piel para siempre, perder el tiempo para siempre. Busco a

mi madre, pero en el siguiente paso que doy, encuentro que alguien me

está frenando. Miro detrás de mí para ver a Kyon forzándome a quedarme.

El cielo se derrumba. Parpadeo como una farola en el océano de arena. La

noche sale a través de los granos de arena para tragarme completa.

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13

Amar una Mentira Traducido por Liliana & Rimed & NaomiiMora

a boca de Kyon cubre la mía. Sopla fuerte en esta. Sus labios

partidos me dejan mientras se eleva de rodillas a mi lado. Las

grandes y ásperas manos buscan el lugar entre mis senos sobre

mi esternón. Exhalo el aire de sus pulmones e inhalo una jadeante

respiración. Los dedos de Kyon todavía están sobre mí mientras sus ojos

se elevan hacia los míos. Toso, luchando con la necesidad de tomar más

aire del que mis pulmones pueden manejar. Estoy mareada y temblorosa.

Tomando mi mano, Kyon aprieta demasiado fuerte.

—Respira —exige, pero es más que eso. Es una súplica.

Si había un plan, lo olvidó. Levanta mis dedos azules hacia sus

labios, descansándolos allí y respirando calor sobre el invierno de mi

carne. Ya no sé qué es real o cuál es el futuro. Estoy enterrada en ambos

mundos.

—No —murmuro. No puedo decir más. Ya no me importa. No

pertenezco a este mundo.

Kyon me levanta como una manta, llevándome desnuda y húmeda

desde el suelo del lavare. Me acuesta en la cama y sube a mi lado. Me

sostiene durante mucho tiempo sin hablar. Entro y salgo del sueño,

esquivando taxis y persiguiendo las sombras de mi madre. Nunca quiero

despertarme. Por supuesto, rara vez consigo lo que quiero.

Mis ojos se abren rápidamente y veo a Kyon sentado a mi lado,

presionando una pistola dispensadora de drogas en mi brazo. Hace clic

en ella. Me estremezco cuando algo se entierra debajo de mi piel.

—No tienes que hacer eso —comienzo a explicar.

Él frunce el ceño.

L

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—¡Shh! —Es un áspero sonido, lleno de ira—. ¡No puedo creer que

harías esto! —gruñe, tensando su afilada mandíbula.

—Estoy…

—Si me dices que estás bien, te prometo que te golpearé hasta

matarte —miente—. Podría matarte ahora mismo con mis propias manos.

—Lo siento —digo con voz atontada. La droga que me dio está

funcionando de inmediato. Me cubre con las sábanas. Cierro los ojos y

vuelvo a perseguir taxis.

* * *

Mi piel se siente caliente. No es de extrañar, estoy medio enterrada

viva por el cuerpo de Kyon presionado contra el mío. Me alejo de él y me

arrastro sobre el colchón hasta el otro lado de la cama. Jalando la manta

conmigo, la arrastro hasta el comodus. Una vez allí, veo mi reflejo en el

espejo. Me veo como la muerte. Agachando la cabeza, desvío la mirada.

Cuando salgo del baño, me meto de nuevo en la cama. Fría ahora, busco

el calor de Kyon. Me acurruco a su alrededor, acunándolo.

—¿Me estabas castigando? —Suena encantado.

—¿Qué?

—¿Fue esa la revancha por desearte?

—No —digo, pensando en cómo debe haberme encontrado fría y

casi muerta en el piso de la ducha—. Eso tuvo muy poco que ver contigo.

Fue difícil regresar.

—¿Por qué?

—Me perdí.

Kyon se da vuelta y me enfrenta. Su mano alisa mi cabello lejos de

mis ojos.

—¿Qué fue eso? ¿Qué viste?

—Las viejas cicatrices se abrieron —le respondo con voz ronca,

tratando realmente de no llorar. Me duele la garganta—. Prometo no

permanecer alejada demasiado tiempo otra vez. —No es algo difícil de

prometer. No me quedaré mucho tiempo, ya que no hay demasiadas

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oportunidades para romperla—. Tengo que matar a Excelsior, Kyon.

Necesito tu ayuda. ¿Me ayudarás?

—Sí —dice simplemente.

Estoy casi aplastada por la gratitud. Me inclino hacia adelante.

Presionando mis labios contra los suyos, saboreo su dulzura. Sus brazos

me rodean y me suben encima de él.

—Gracias —le susurro.

No puedo contener las lágrimas de derramarse de mis ojos. Él se

convierte en un ladrón, limpiando mis lágrimas con el dorso de su mano,

tratando de robarme el dolor. Sus dedos se mueven hacia mi cabello. Me

acercan para que nuestros labios se encuentren de nuevo.

Luego Kyon se sienta, haciendo que mis piernas se deslicen y se

coloquen en sus caderas.

—¿Dónde fuiste?

Sorbo por la nariz.

—Al futuro. Se mantiene siguiéndome. —Trato de sonreír y fallo

miserablemente.

Él frunce el ceño.

—No. Quiero decir, ¿a dónde fuiste tú? —Señala mi corazón—. No

has regresado aún. Necesito que regreses.

Cubro mis ojos con mi mano. Mi boca se contorsiona de dolor

mientras lloro.

Me aleja la mano, así que me veo forzada a mirarlo con ojos

llorosos. Sus labios acarician los míos con caricias de rayos de esperanza.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Con mis muñecas contra su

nuca, lo impulso a que se acerque más mientras me doy cuenta de lo bien

que me conoce, y de lo mucho que realmente se preocupa por mí. Cambia

de mi problema a mi amante mientras se ajusta y empuja dentro de mí.

Nuestros cuerpos se conectan y se vuelven uno; mi boca se abre y exhalo

su nombre. Una fuerte emoción de placer hace que mis células se

alboroten.

Incluso nadando en el dolor, no me permite ahogarme. Kyon se

mueve contra mí. Me muevo con él.

—Eres perfecta —gime, un hermoso sonido.

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Me convierto en una villana por su toque. Un delirio de sensaciones

deliciosas se acumula, intoxicándome. No puedo enterrar la euforia que

me hace sentir. Pequeños gemidos y jadeos silban entre mis labios

mientras aumenta sus movimientos y agudiza mi felicidad.

—Dime que eres mi consorte.

—No —jadeo, luchando por negar la devastadora pasión que me

provoca.

Él gruñe. Bailo al borde de una cegadora estrella con él. Nuestra

respiración se mezcla. Envolviendo mis brazos alrededor de sus hombros,

trazo mis labios sobre su mejilla, moviéndolos hasta que rozan la concha

de su oreja. Cuando me vengo, susurro su nombre con la parte más

oscura de mi corazón.

Él es implacable. Me envía por el borde una y otra vez. Me deshago

en el devastador y miserable éxtasis con él. Kyon me sigue, diciendo mi

nombre como si yo lo hubiera destruido. Yace a mi lado, arrastrándome

hacia él una vez más, acariciando mi espalda mientras apoyo mi mejilla

contra su pecho.

—Puedes huir de tu amor por mí, pero debes saber esto: te cazaré

en cualquier lugar —promete.

Por la mañana, me despierto con el sonido de la ducha corriendo

en la otra habitación. Sentándome en la cama, noto que el desayuno se

cierne sobre una bandeja junto a mí. Descubriéndolo, sonrío. No son

panqueques. Es su versión de quiche. Mi apetito ha vuelto, así que como

todo lo que tengo en mi plato. Justo cuando termino, Kyon entra en la

habitación con una toalla alrededor de su estrecha cintura. Mastico más

lento, mis ojos siguen los perfectos contornos de su piel. Es hermoso en

formas que son difíciles de entender. Es simétrico. Aun cuando solo tiene

nervios, carne y hueso, lo lleva de manera diferente a la mayoría de las

personas. Graciosamente. Su piel es como la miel. Recuerdo haberlo

degustarlo anoche, probándolo. Saboreándolo. Me trago el último bocado

de quiche y me sonrojo.

—Estás despierta —dice Kyon mientras merodea alrededor de la

cama, viniendo a mi lado. Se inclina y me da un beso, lo que me hace

sonrojar más—. ¿Cómo te sientes esta mañana?

—Estoy bien —murmuro, tratando de ocultar mis mejillas

enrojecidas al mirarlo a través de mis pestañas.

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Toca mi mejilla sonrojada, pasando su pulgar sobre ella

suavemente.

—Me alegra oír eso. Tenemos una rotación ocupada por delante.

—¿La tenemos? —Me pregunto por la sonrisa en su rostro. Está

feliz. Kyon Ensin está realmente feliz. No creo que haya conocido a Kyon

feliz antes. Es un poco fascinante—. ¿Qué vamos a hacer hoy?

—Quiero mostrarte el resto de la finca. Fulton se unirá a nosotros.

Él administra las cosas para mí aquí. Quiero que te sientas cómoda

acudiendo a él por cualquier cosa que necesites. También se le presentará

el resto de tu equipo de seguridad. Podrás preguntarle a Keenan sobre

cualquier cosa con respecto a ello.

—¿Cómo dejar la finca? —pregunto con la mayor indiferencia que

puedo reunir.

—Exactamente.

—¿Se me permitirá irme? —pregunto, mi corazón se acelera con

miedo por razones que no puedo explicar.

—Por supuesto. Hay un evento planeado para esta noche.

—¿Es una cita? —Lo miro de reojo.

Me muestra una sonrisa sin reserva. Es radiante.

—Si quieres.

—¿Vamos a ver una película?

—Eh… no.

—¿Bolos?

—Uh… Bol…

—¿Karaoke?

Kyon se inclina hacia abajo, su mano ahuecando mi nuca mientras

sus labios reclaman los míos, silenciándome con un exquisito beso. No

estoy preparada para la oleada de deseo que crea su toque. Cuando se

aleja y me mira a los ojos, dice suavemente:

—Es una celebración de la victoria, Kricket.

—¿Qué ganamos? —pregunto sin aliento y con una sonrisa.

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—Es lo que queremos ganar. Corazones y mentes, ¿recuerdas? —

dice mientras se endereza—. Debemos asegurarnos de que la opinión

pública siga a nuestro favor. Para hacerlo, necesitamos que te ganes el

cariño de ciudadanos de Alameeda.

—Así que… debería vestirme ahora —le digo.

—Deberías —acuerda.

Espero que salga de la habitación para poder caminar hasta el

lavare y tomar una ducha. No se mueve.

—¿No vas a ir a vestirte? —pregunto, levantando una ceja.

Asiente y dice:

—Mmm-hmm. —Pero no se mueve.

Finalmente lo entiendo y una pequeña sonrisa toca mis labios. Me

quito la sábana, levantándome de la cama. Lo rozo, desnuda, y camino

al lavare. Al cruzar el umbral, siento un brazo envolver mi cintura, luego

detenerme y darme la vuelta. Me apoyo contra la jamba de la puerta

mientras Kyon me besa hasta que mis labios están llenos y tiernos.

—Espera —murmura con urgencia—. Solo necesito... —Me levanta

y me lleva a la cama con él.

* * *

Después de que nos vestimos para el día, Kyon me da un gran

recorrido por su finca. Fulton está ahí para responder todas mis

preguntas, que son extensas. Me encuentro con mi equipo de seguridad

en los jardines afuera. Hay una docena de ellos e intento recordar todos

sus nombres. Creo que los he descubierto. Es importante. Planeo

observarlos para comprender sus cambios y patrones. Kyon explica que

me vigilaran a distancia en la finca, pero tendré que programarlos para

cualquier actividad que planee hacer en la ciudad o más allá. Por

supuesto, esto es para todas las actividades futuras, que serán

consideradas solo después de que Excelsior ya no sea una amenaza para

mí. Desafortunadamente, nadie puede decir cuándo será eso, ni siquiera

yo.

Después de que el equipo de seguridad es despedido, Kyon y yo

caminamos del brazo a lo largo del camino cerca del agua.

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—Tu casa es ridícula, lo sabes, ¿verdad? —pregunto.

—Sabía que pensarías eso. Es por eso que primero te llevé a la isla

—responde—. ¿Te hace sentir incómoda?

—Sí. Me perderé y nunca me encontrarás.

—Siempre te encontraré —promete—. Y te acostumbrarás a ello.

—¿Lo haré? —me pregunto en voz alta. Sueno triste, incluso para

mis oídos.

Kyon reacciona inmediatamente a mi tono.

—¿Por qué lo dices así?

—No sé —miento.

No me cree. Sus ojos se agudizan en mí y deja de caminar.

—¿Qué viste anoche? —exige.

—No…

—¡No me mientas! ¡Casi mueres anoche! Algo te mantuvo alejada.

Necesito saber qué fue. He estado esperando que confíes en mí.

—No soy una confidente —respondo. Soy un espía, una ladrona,

una traidora, una solitaria, pero nunca una confidente.

Kyon me mira por un momento. Controla su ira.

—Quieres que te lastime, ¿verdad? ¿Así tienes una excusa para

lastimarme? ...para que oculte tus secretos. ¡No te daré eso! ¡Soy tu

compañero en esto! Tienes que confiar en mí o ambos moriremos. Mi

padre está buscando alguna forma de explotar nuestras debilidades. No

le demos ninguna.

—Ser tu compañera no es fácil para mí. Tienes que darme más

tiempo para ajustarme.

—Te he dado tiempo.

—Quiero más.

—¿Qué obtengo a cambio de tiempo?

—¿Mi eterna gratitud? —respondo, esforzándome mucho para que

no suene sarcástica.

—No es suficiente.

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—¿Qué tal si te prometo algo especial, algo que quieras?

—¿Cómo qué?

Suspiro.

—No sé qué. Tengo que descubrir lo que quieres.

—Me gusta la información. Me gustaría saber lo que ves en el futuro

porque casi te destruye. Necesito saber para evitar que vuelva a suceder.

—Vas a tener que confiar en mí.

—Eso no funciona para mí. Esa no fue la primera vez que casi

mueres.

—Te lo dije: me encargaré. Prometí que no lo haría de nuevo.

—¿Así que puedes controlarlo? —pregunta.

—Eso creo.

Sacude su cabeza.

—Eso no es un sí.

—No puedo trabajar con absolutos. Te puedo decir que lo estoy

intentando. Esta soy yo intentándolo.

Gruñe.

—¡Este soy yo intentándolo también! Estaré en mi estudio si

cambias de idea y quieres hablar.

—Gracias.

Parándome en puntitas, deposito un rápido beso en su mejilla. No

hace mucho por arreglar su humor. Él suelta mi brazo y se da vuelta,

alejándose de mí hacia la casa. Lo observo irse, incapaz de decidirme a

detenerlo. No puedo confiar en él. No esto. No puedo ser responsable por

la aniquilación de Nueva Amster.

Casi me hago encima cuando una voz cerca de mí dice:

—Creo que está enojado contigo.

—Giffen —gruño—, ¿dónde estás?

—Detrás de ti en la banca —responde.

No puedo verlo. Es invisible.

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—¿Qué quieres? —ladro.

—¡No seas tan obvia! —ladra de vuelta—. ¡Están mirando cada uno

de tus movimientos!

—¡No soy la que está gritando! —susurro, caminando hacia la

banca—. ¿En qué lado estás?

—Estás por sentarte en mi regazo —responde, sonando divertido.

Me acerco a la banca y cuidadosamente me siento en esta, mirando

hacia el agua.

—¿Cuándo tendré un cinturón de invisibilidad? —le pregunto.

—¿Un qué?

—Un cinturón de invisibilidad, como el que estás usando ahora.

¿Cuándo tendré uno?

—No estoy usando una nada de invisibilidad. Solo es una de las

habilidades que heredé.

—Pero te vi tocar la caja de tu cinturón, cuando estábamos en la

isla.

—Esa es una batería que ocupo para cargarme de energía, así

puedo acelerar mis átomos para lograr este estado. ¿Sabes lo difícil que

es mantenerse transparente? Requiere de energía y concentración.

—¿Así que no tendré un cinturón?

—¿Qué has estado haciendo desde que llegaste aquí? —pregunta,

ignorando mi comentario.

—Nada —respondo.

—Él te llama su compañera. Debes haber hecho algo bien.

—Oh, eso. Creo que quizás me lo he ganado con mi salvajismo. Él

estaba impresionado por el modo en que simplemente no pude tolerar

una pareja de sacerdotisas abusadoras.

—No me digas, ¿fue como tu primer día de encierro?

Me asusta escucharlo decir eso. Por un momento me olvidé que me

ha estado siguiendo por gran parte de mi vida.

—Algo así. Ya sabes cómo es: Tienes que defenderte de inmediato,

incluso si te golpean por ello. Siempre es mejor que no hacerlo.

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—¿Te golpearon por ello? —pregunta.

—No.

—La luchadora prevalece.

No respondo. Solo observo a los hermosos barcos que bailan sobre

el agua.

—No le dijiste sobre Nueva Amster. Te dio la oportunidad de decirle

y no la tomaste. ¿Por qué?

—Mantengo mis cartas cerca, debes saber eso.

—Lo sé mejor que nadie —responde—. ¿A qué se refería Kyon sobre

lo que viste anoche? ¿Sobre casi morir?

—Estaba monitoreando el futuro. Se me fue de las manos. Él tuvo

que revivirme —respondo—. Eso lo molestó.

—¿Por qué te alejaste tanto tiempo? Puedes controlarlo. ¡Pensé que

habíamos dejado eso atrás cuando te envié de vuelta la última vez!

Suena enojado. Puedo imaginar sus ojos verdes entrecerrados en

mi dirección.

—Estaba recolectando información sobre mi supervivencia. No tuvo

nada que ver con ningún plan sobre asesinar a Excelsior.

—¿Hay un plan para asesinar a Excelsior? —pregunta.

—Habrá uno pronto. Te dejaré saber cuando tenga uno. Iré a

reunirme contigo en Nueva Amster.

—Hazlo pronto. No querría que te acostumbres demasiado a tu

nuevo consorte.

—¿Por qué?

—Es un hostil. Es una amenaza para nosotros. Sabes eso.

—Si quieres que haga esto, entonces su muerte está fuera de

discusión.

—¡No puedes hablar en serio!

—Lo digo muy en serio.

—Es un psicópata.

—Es mi psicópata.

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—¡Has perdido la razón! —gruñe.

—¿Sabes lo que son las brochetas de azúcar? —le pregunto.

—¿Qué?

—Brochetas de azúcar. ¿Sabes lo que son?

—Por supuesto —responde—. Son gotas de azúcar que se inflas

cuando las cocinas.

—Sí. ¿Quieres saber lo que descubrí sobre ellas? —No dice nada,

así que continúo—. Me di cuenta de que, si empalas un trozo de azúcar

y lo pones al fuego sin tratarlo de la manera adecuada, revienta, explota,

y derrama todo sobre ti.

—¿Así que ahora eres el azúcar? —pregunta.

—Soy un desastre explosivo en este momento, así que vete al

infierno. —Me levanto y comienzo alejarme de él por el mismo camino por

el que había venido.

—Contáctate luego con ese plan, Kricket —dice silenciosamente.

—Está bien. Cuídate —respondo por sobre mi hombro.

Cruzando el enorme puente arqueado que lleva al interior, me

encuentro con Keenan, mi guardaespaldas personal. No hemos tenido

mucho que decirnos desde que llegué. Creo que el hecho de que lo aturdí

y lo dejé en el piso del baño en nuestro encuentro inicial puso un freno

en la relación para él.

Él sacude el freston que lleva por sobre su hombro lejos de mí,

apuntando el extremo hacia el suelo.

—¿Requiere de asistencia? —pregunta. Sus ojos azules me vigilan

sin expresión.

—Uh, sí. La necesito. Me gustaría ver a Phlix. ¿Sabes dónde está?

—Sus aposentos están en Victoria. ¿Le gustaría que la escoltara

allí?

—Oh, ya sabes… está bien… ¿quizás puedas señalarme la

dirección correcta?

Frunce el ceño.

—Tengo que seguirla de todas formas.

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—Bueno, entonces, por favor guía el camino.

Se hace a un lado, señalando para que lo preceda por un largo

pasillo. Orbes flotantes iluminan el techo acanalado y columnas

grabadas. Está claro cuando indica un overup oculto detrás de un

arqueado marco de puerta que me llevaría más que unos pocos días

descifrar este lugar.

Una vez dentro del compartimiento similar a un ascensor, pasa su

mano por unos botones holográficos. La puerta se cierra. El silencio en

el ascensor es ensordecedor. Miro a la puerta. Él mira a la puerta.

Miramos a la puerta. Los segundos se arrastran.

—Lamento haber tenido que aturdirte antes, en la Nave de Skye.

Necesitaba alejarme —susurro.

—Crees que eres muy lista. —No es una pregunta.

—No —disiento—. A veces pienso que estoy muy desesperada.

—Kyon no es el monstruo que todos creen que es.

—Sí. Lo es. Simplemente no es de ese modo con nosotros.

La puerta se abre. Dejo el overup y me doy cuenta de que estamos

en la cúspide de la torre. Un corto pasillo nos lleva a una puerta con

forma de campana de colores cobre, verde y pátina.

—¿Aquí es? —pregunto.

Keenan asiente. Levanto mi mano para golpear cuando la puerta

se abre y soy envuelta en un gran abrazo de Phlix. Por el rabillo de mi

ojo, veo que Keenan ha levantado su freston, quizás con la idea de que

podría estar en peligro. Levanto mi mano para detenerlo. Él baja su arma

sin que Phlix se dé cuenta ya que su rostro no da en su dirección.

—Estaba tan preocupada por ti —dice Phlix, su mejilla en mi

hombro—. ¿Estás bien?

Asiento y levanto mis ojos; me ayuda a no llorar. No estoy

acostumbrada a este tipo de emotiva bienvenida. Phlix da saltos con la

exuberancia de un cachorro y me arrastra por el umbral a un cuarto con

forma de campana con su mano en la mía. Techos curvos de envejecido

verde y cobre se funden con los muros color ocre. En todos lados muebles

negros acentuados con cojines ámbar y bronce le dan a su cuarto de estar

la elegante apariencia de una cueva. El sol brilla por el ventanal en el otro

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extremo del cuarto. Con el vidrio parcialmente abierto el frío aire de

montaña entra en suaves brisas.

—¿Cómo estás? —pregunto.

—Estoy libre de Pike por el momento, así que la vida no podría ser

mejor.

—¿Liberador?

—Al extremo. No he tenido que esconderme ni una vez esta

rotación. Es irreal.

—Tenemos que hablar —susurro sin ver a Keenan por sobre mi

hombro—. En privado.

Sonríe alegremente y une su brazo con el mío.

—¿Puedo mostrarte mi vista de las Montañas Doedash? —Salta con

entusiasmo.

—Eso me gustaría.

Me lleva al balcón, dejando a Keenan en la salita. Estamos en una

de las torres más altas del estado. El techo color grafito baja para

encontrarse con la terraza. La vista es increíble. La terraza rodea toda la

torre, justo debajo del alero de la empinada línea del techo. Una gran y

roja bandera con forma de estandarte vuela sobre la aguja de la torre. Es

un dragón emergiendo de una runa. Justo debajo de la bandera hay una

pistola montada. Gira y rastrea a todos los aviones cercanos que detecta

al otro lado del escudo domo que cubre el estado. Me recuerda que

realmente no estamos tan seguros como me gustaría creer.

Miro al interior del apartamento de Phlix. Keenan está cerca,

mirándonos por el vidrio. Tomando el brazo de Phlix, comienzo a caminar

alrededor del camino de piedra gris que rodea la torre.

—Necesitamos más privacidad. ¿Puedes ensombrecernos? —

pregunto mientras pongo mi mano en la barandilla de hierro forjado,

deslizando mi mano sobre ella mientras caminamos. Levanto mi mano

cada vez que llega a un poste con una cabeza de dragón.

Ella no responde por un momento, pero cierra sus delineados ojos

kohl y se concentra. Abriéndolos, sus ojos azules brillan mientras se

voltea y me sonríe.

—Ya. Ya no somos visibles para nadie. Estamos en mi tierra de

sombras. Nadie puede oírnos.

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—¿Estás segura? —pregunto.

—Lo estoy.

—Bien. ¿Por cuánto tiempo puedes mantener esto?

—¿Mi tierra de sombras? —pregunta.

Asiento.

—Lo más largo que lo he mantenido es una parte y media, pero me

dejo incapaz de funcionar bien por una rotación entera luego de eso.

Funciona mejor por media parte.

Una hora y media como mucho, eso no es tanto tiempo como me

hubiera gustado. Levanto mi barbilla.

—Dijiste que podías obtener cosas, cosas que necesitamos.

—Soy buena consiguiendo cosas. Mi don de oscuridad lo hace

ridículamente fácil.

—Eso es perfecto. Tenemos que recolectar todo lo que necesitamos

para el viaje a la Tierra.

—Así que, aún nos vamos —dice, sus hombros caen con alivio.

—Sí. Nos vamos. Sin embargo, será realmente peligroso. Seré

cazada. Si estás conmigo, tú también serás perseguida. Si crees que no

podrás manejarlo, dímelo ahora e idearé un plan diferente que no te

incluya.

—Lo manejaré. Quiero salir también, quizás más que tú.

—¿Por qué?

—Nunca he sido libre. Este pequeño tiempo que he pasado aquí es

lo más libre que jamás he estado y tú pareces pensar que es una prisión.

Quiero saber lo que es ser realmente libre, no responder a nada ni nadie.

—Puedo darte eso… —Inclino mi cabeza a un lado—, más o menos.

La Tierra tiene sus propias reglas. Tampoco es fácil allí.

—Nada que valga la pena tener es fácil —responde.

—¿Así que estás dentro?

—Lo estoy.

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—Entonces hagamos una lluvia de ideas. ¿Qué necesitamos? —Me

pregunto a mí misma, pensando en atravesar el Bosque de Omnicron y

todo lo que eso implica—. Necesitamos un modo de viajar sin detección.

Todos nos estarán buscando.

—Cada vehículo que conozco tiene una firma de calor. Son fáciles

de rastrear.

—Piensa en algo que tenga la más pequeña de las firmas.

Se queda en silencio por un momento. Keenan sale a la terraza y

mira alrededor con leve preocupación.

—Un flipcart —murmura Phlix—. Casi no dejan rastro. Puedo

conseguirlos con facilidad.

—¿Puedes enseñarme cómo manejar uno?

Ella sonríe.

—¿Dices que nunca has montado un flipcart?

—Lo sé. Sorprendente.

—Kricket —llama Keenan, dando vueltas en círculo en el balcón,

buscándome. Lo ignoro.

—Necesitamos comida que podamos cargar, algunos suministros

médicos, agua, un atuendo… versátil… zapatos con los que podamos

correr, no estos aparatos de tortura. —le digo y levanto el dobladillo de

mi falda para mostrarle el intrincado calzado que me hace casi caminar

con las puntas de mis pies.

—Sin embargo, son tan adorables —dice—. ¿Son Gurtrone?

—Yo… ¿a quién le importa? —respondo—. Necesitamos una de

esas cosas que los Strikers usan para respirar bajo el agua. —Simulo el

poner un aparato para respirar en mi boca—. Algo que nos ayude a

sobrevivir el portal a la Tierra.

Su frente se arruga en concentración.

—¿Quieres un tankoid?

—Si es lo que te pones en la boca que está conectado a un pequeño

cilindro que te permite respirar bajo el agua, entonces sí, quiero un

tankoid.

—Bueno. Aunque eso podría ser difícil de conseguir.

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—Mira lo que puedes hacer —le digo.

Ahora puedo ser una nadadora decente, pero conozco mis límites.

Tener oxígeno en la corriente masiva que nos arrastrará a través de un

agujero de gusano a la Tierra aumenta nuestra probabilidad de

supervivencia y, a diferencia de los Cavars, no tengo reparos en utilizar

la tecnología Ethariana aquí o en la Tierra.

—Necesitaremos equipos para escalada.

Niega con la cabeza.

—No si tenemos flipcarts. Levitan. Nos pueden llevar directamente.

Me froto la frente.

—¡Los Cavars están locos! Lo sabes, ¿verdad? —Entonces me digo

a mí misma—: ¡Subiendo en rapel acantilados para que simplemente

usen un flipcart para bajar! ¡Estoy tan harta!

Keenan pasa corriendo presa del pánico y grita:

—¡Kricket! —Desaparece al doblar el balcón.

Señalo a Phlix.

—Necesitas inoculaciones. Nunca has estado expuesto al tipo de

enfermedades que hay en la Tierra. No puedo tenerte muriendo sobre mí.

—Conseguiré lo que necesito. Sin embargo, va a costar y tomará

un tiempo.

—¿Cuánto tiempo?

—No lo sé —dice—. Necesito desarrollar un contacto entre el equipo

de seguridad. Parecen tener el mayor acceso dentro y fuera de aquí.

—¿Necesitas dinero? —pregunto.

—Sí. No tengo nada.

—¿Negociará la gente por cosas? —pregunto.

—Tal vez.

—Hay tantas cosas aquí que probablemente no se echarán de

menos por un tiempo, o nunca. Te daré algunas cosas que parecen

valiosas. Trabaja en obtener tus vacunas primero. No nos vamos hasta

que te vacunen, ¿está bien?

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—Bueno. Te lo haré saber. —Phlix acepta. Las dos hacemos una

pausa por un momento y miramos los jardines—. Realmente estamos

haciendo esto.

—Sí —digo—. Solo tú y yo.

—¿No estás planeando que alguien más se una a nosotras?

—No —respondo suavemente—. Seremos solo nosotras.

—Ni siquiera sé cómo será no tener a alguien que decida cada

aspecto de mi futuro —dice.

—Será épico —le respondo y descubro que realmente lo digo en

serio. Oigo las fuertes pisadas de Keenan acercándose por el balcón de

nuevo—. Nos puedes aclarar ahora.

—Hecho —respira.

Keenan rodea el balcón de un golpe. Desacelera cuando nos ve girar

para encararlo.

—Te estaba buscando —jadea.

Me las arreglo para parecer confundida.

—¿Necesitabas algo? —pregunto.

—Kyon me pidió que te recordara de su cita esta tarde. Cree que

deberías regresar a tu habitación para vestirte para eso.

—Gracias Keenan —digo—. ¿Quizás puedas mostrarme el camino

hasta allí?

—Por supuesto.

Dirigiéndome a Phlix, pregunto:

—¿Necesitas algo de mí antes de que me vaya?

—Sí —sonríe desafiante—. ¿Puedes despedirte de Pike de mi parte

si lo ves?

Es en este momento que sé que seremos amigas mientras sigamos

respirando.

—Sería un placer —respondo.

—Gracias Kricket —dice. Caminamos hacia la puerta de su

departamento, y me abraza en el umbral.

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El viaje de regreso a mi habitación transcurre sin incidentes.

Cuando llegamos, Keenan me precede hacia el interior de la suite. Revisa

los alrededores, y me sorprende descubrir que Kyon no está allí. Por

alguna razón, pensé que estaría. Keenan se va, y consulto a Oscil sobre

lo que debería ponerme. Me cambio, y cuando estoy ataviada con un

vestido de color coral suave, cepillo mi cabello y lo dejo suelto. Después

de esperar más de una hora por Kyon, decido no quedarme en mi

habitación por más tiempo. Me levanto y voy a explorar. Caminando por

el nivel del jardín, me deslizo afuera y sigo el camino a lo largo de la casa.

Me gusta esta perspectiva, mirando a través del cristal lo que hay

adentro.

El atardecer comienza a establecerse en los jardines. La suave

iluminación proveniente de una de las habitaciones a lo largo de la

pasarela me llama la atención. Veo un fuego parpadeante en la pared del

fondo que está frente a mí. Sobre este, dos espadas cruzadas

resplandecen con los reflejos de la luz de fuego sobre sus orillas de acero.

Toco la manija de una puerta de vidrio y se abre sin que la gire. Kyon

está en una gran silla de color esmeralda junto al fuego, sus relucientes

botones recubiertos lo hacen de alguna manera majestuoso.

Atravieso la alfombra bordada con runas. El piso de tablas cruje

cuando paso sobre una tabla suelta. El calor del fuego perezoso baila

sobre mi piel, atrayéndome más cerca de este. Me acerco a Kyon, pero no

me mira. Su mano agarra algo holgadamente. Una pequeña pezuña de

vidrio sobresale de su puño. No digo una palabra, sino que me subo en

la silla verde a juego y lo observo. Está completamente ajeno a mi

presencia. Es como si no estuviera él mismo aquí.

Pongo a prueba mi teoría. Primero, me levanto de mi asiento y voy

al suyo. Luego deslizo suavemente la punta de mis dedos por sus mangas

azul marino. La tela está caliente debajo de mi toque. Kyon no pestañea;

la luz del fuego graba un reflejo en sus ojos. El calor seco acaricia mi piel

mientras me deslizo entre las rodillas de Kyon y me paro directamente

frente a él. Mi sombra cae sobre sus ojos. Sin reacción. Mira hacia

adelante como si yo no estuviera aquí. Extendiendo la mano, toco su

mejilla y deslizo la parte posterior de mis nudillos sobre ella. Me doy

cuenta de que puedo matarlo con mis propias manos en este momento,

porque por alguna razón, no puede detenerme.

Bajándome a su regazo, me acurruco y descanso mi frente contra

los engranajes del tiempo entrelazando un camino en su garganta

tatuada. Mis ojos caen sobre el objeto que sobresale de su puño.

Agarrando su mano, trato de abrirla. No puedo. En su lugar, espero.

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Sé en el instante en que Kyon regresa. La electricidad me atraviesa.

Habita su piel en un suave aumento de etapas. No es nada si no control.

Sus músculos se tensan. Gira su mejilla en confusión; choca ligeramente

contra la parte superior de mi cabeza. Siento que está trabajando con el

hecho de que estoy sentada en su regazo. Sus brazos se apartan de mí al

principio, pero luego retroceden, envolviéndome. Sus labios encuentran

la parte superior de mi cabeza otra vez. Me besa, respirando contra mi

pelo.

Mis dedos rozan su mano cerrada. Suavemente hago palanca para

separar sus dedos. Puntas afiladas me pican la piel. Vidrio caliente y liso

pesa bastante en mi mano mientras le quito el objeto. Lo levanto. En mi

palma abierta hay un spix de cristal, exactamente como el que había

rescatado de la colección de Momentos Claros Como el Cristal de

Charisma. El equino inanimado brilla a la luz del fuego.

—Entonces, ¿eres como yo? —le pregunto—. ¿Un fenómeno

genéticamente modificado?

—Me gusta pensar en mí mismo como excepcional.

Recojo algunos mechones de su pelo en mi mano. Utilizando el

borde afilado de los cuernos del cristal del spix, corto su cabello. Las

piezas cortadas se reducen a cenizas, mientras que el cabello nuevo

vuelve a crecer en un instante. Soplo la ceniza de mi palma. Flota hacia

los troncos brillantes.

—No lo sabe, ¿verdad? —pregunto.

—Nunca hubiera sobrevivido si Excelsior lo supiera.

—¿Cómo mantuviste tus dones en secreto para él? —pregunto.

—Mi madre me protegió al principio. Cuando heredé su don, pude

hacerlo por mí mismo.

—¿Cuál era el don de tu madre? —pregunto.

—Podía influir en otros para creer cualquier mentira. Eso hizo a tu

madre su amiga instantánea. Farling no podía realmente mentirle a

Arissa. Lo que obligó a mi madre a respetar la tuya.

Mis dedos se cierran alrededor del spix de cristal y lo acerco a mi

corazón.

—Me mientes sin que yo lo sepa, ¿verdad?

—A veces.

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—¿Cómo me haces creerte?

—Soy más fuerte que tú. Lo he estado haciendo por más tiempo.

Pienso en algo que me dijo. Fue en nuestra primera cena en el

Palacio en Rafe.

—Una vez me dijiste que no eras como yo, que no naciste con los

dones que me dieron.

—Es solo una media mentira. Tengo diferentes dones que tú. Tenía

que ver si sabías que era especial —dice—. Te influencié entonces para

que creyeras que estaba diciendo la verdad. Si no lo hubiera hecho, corría

el riesgo de que me expusieras a todos en la sala. Era un riesgo que no

estaba dispuesto a tomar.

Me siento traicionada.

—Sabías que era una sacerdotisa que puede ver el futuro incluso

antes de atrapar a Em Nark en sus mentiras.

—Lo sabía. Tu madre le dijo a mi madre que tendrías el don. Era

un secreto que solo compartió conmigo cuando me hizo prometer que te

encontraría. Arissa había dicho que se lo regalaría a su hija más fuerte.

Dijo que le ayudaría a gobernar Ethar.

—¿Es divertido para ti? ¿Mentirme?

—A veces. Pero, últimamente ves a través de ellas. Es frustrante.

Era mucho más fácil cuando no me conocías.

—¿Te conozco, Kyon? —pregunto.

—Más que ninguno lo ha hecho.

—¿Me estás mintiendo ahora?

—Nunca he amado a otro como te amo a ti, Kricket.

—No te creo.

—Sabes que es verdad.

—¿Cómo puedo saberlo?

—Estoy allí, en el futuro en el que te proyectas, si hay peligro, estoy

allí para defenderte. He colocado mi felicidad sobre lo que podríamos ser.

No te mataré para guardar mi secreto. Eso no es algo que normalmente

dejaría pasar. Solo otra persona lo sabe.

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—¿Fulton? —pregunto.

—Sí. Es contra la ley que exista. Si alguien averigua sobre mí,

podría ser ejecutado. No tendré protección bajo la ley.

—Dime qué más puedes hacer.

—Puedo leer cosas, objetos, cosas que alguien haya tocado. Los

objetos llevan recuerdos.

—¿Como mi spix?

—Sí.

—Y puedes, ¿qué? ¿Ver estos recuerdos?

—Puedo caminar a través de ellos. Este spix estaba en tu bolsillo

cuando te traje a la isla. Es un objeto curioso. Me susurra secretos.

—¿Qué tipo de secretos?

—Tus secretos —murmura—. Solía pertenecer a Charisma

Sandersault. Se lo dieron cuando ganó una competencia de Biequine.

Disparó a cada objetivo con una precisión casi perfecta… todo mientras

montaba un spix. Sus recuerdos son claros. Concisos. Sin defensa.

Probablemente como ella. Pero te lo dio porque se lo pediste.

—¿Compartió otros recuerdos?

—Lo hizo. Pero los tuyos están turbios y envueltos. Eres muy

cautelosa.

—¿Planeas compartirlos conmigo? —pregunto.

—No lo haré. No.

—¿Por qué no?

—Son recuerdos llenos de miedo por mí. Prefiero hacer otros

nuevos contigo. —Baja su boca a la mía. Sus labios son persuasivos

mientras me besa—. No quiero que me tengas miedo.

—Creo que una vez me dijiste que estabas bien si te temiera

mientras te obedeciera.

—Me has cambiado. Quiero ser el sabor favorito que toca tus labios.

—Su lengua acaricia la mía; el agudo placer de ello me atraviesa. Me roba

el aliento—. Quiero ser lo que anhelas en cada momento de cada rotación.

—Aun no puedo confiar en ti —respondo con una susurrante

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caricia mientras mis labios solo rozan los suyos—. Eres una herida

abierta. Lo único que te importa es la venganza.

—Estás equivocada —insiste en voz baja, sus ojos azules buscan

los míos—. Quiero entenderte, tu zumbido, tu aguijón, el néctar en tus

alas intactas. —Pasa su mano sobre mí y soy miel—. Eres la emperatriz

en mis sueños.

Sus palabras causan un dolor profundo dentro de mí. Es un

murmullo insaciable de hambre desgarradora, que solo se intensifica

cuando sus labios descienden sobre los míos otra vez. Sus manos me

cubren el trasero mientras me levanta y me lleva a la mesa

meticulosamente puesta con ruedas dentadas de bronce y engranajes de

otro objeto que ha desarmado. Desliza su mano sobre la colección de

metal, quitándolos de la mesa y cayendo al suelo. Las piezas rotas hacen

sonidos chillones ya que se oponen a ser descartados. Me posa en el

borde de la superficie de madera, tocándome como si supiera lo que mi

cuerpo necesita… y lo sabe.

No sé cuál de nosotros es el seductor y cuál es la musa.

—Te adoro —susurra. Pongo mi mano sobre su pecho, tratando de

mantenerlo quieto, tratando de recuperar el aliento por la implacabilidad

de nuestra atracción. Gruñe—: ¿Qué tienes tanto miedo de perder,

Kricket? Dime que me amas también.

—¿Qué crees que pasará si lo hago? —pregunto, sabiendo que no

tengo futuro aquí con él. No tengo futuro en absoluto.

—Te quedarás conmigo para siempre. —Su intensidad lo hace

sonar como una exigencia. Intento reprimir la emoción que siento al

escucharla. Odio que quiera significar algo para él.

Extiende la mano para desnudarme; su dedo se desliza bajo la tira

de mi vestido. Se desliza de mi hombro. Su boca atormenta mi piel donde

había descansado. Cerrando mis ojos, me apoyo en él.

—Te quedarás conmigo para siempre —repite. Quiero que me salve,

pero es como pedir veneno para no matarme.

—No lo haré —respondo.

Intento mostrarme fría y pálida, pero me besa de nuevo,

coloreándome. Sus manos se mueven por mis muslos, empujando la

longitud de mi vestido, exponiendo la carne a medida que avanza. Dejo

el spix a un lado y cubro sus manos con las mías. Mi corazón

atormentado late como una presa acorralada. Libera sus manos, se

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deshace del cinturón, y luego sus pantalones caen. Asiendo mis piernas

detrás de mis rodillas, me empuja hacia delante, separándolas.

—Soy la verdad que has estado buscando, Kricket.

—Eres un mentiroso, Kyon —le digo contra sus labios mientras me

hace el amor.

En el fondo, sin embargo, me temo que he llegado a amar una

mentira.

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14

El Finalizador del Mundo Traducido por Gerald & Candy27

l dragón solitario ha encontrado que tiene un corazón y late

dentro de mí. Kyon sostiene mi mano en el Hallafats con forma

de halcón mientras nos acercamos a nuestro destino. Su pulgar

frotándose sobre mis nudillos, mira fijamente hacia nuestras manos

juntas como si fuera la cosa más fascinante que haya contemplado

alguna vez. Levantando mi mano hacia sus labios, la besa. Me sonrojo y

tengo que apartar mi mirada de él así puedo ser capaz de pensar.

Miro fijamente por la ventana. Nuestra aeronave está rodeada por

el extensivo detalle de seguridad de Kyon. Serpenteábamos entre altos y

extraños edificios que desaparecen en el oscurecido cielo por encima de

nosotros.

—¿A dónde vamos?

—Hay una celebración pública tomando lugar en el centro principal

de la ciudad conocido como Sylvan Square.

—¿Qué vamos a hacer ahí? —pregunto.

Kyon se encoge de hombros.

—Lo que sea que hagan ahí. Nunca he estado ahí entre las

personas normales.

—¿Personas normales? —Intento no poner mis ojos en blanco.

—Los que no toman las decisiones.

—Creo que simplemente se les llama personas, Kyon.

—Conozco a la gente que pasea por las avenidas, frecuenta las

tiendas, come postres... baila.

—¿Baila? —pregunto, levantando mis cejas—. ¿Kyon Ensin baila?

E

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—Con la compañera correcta.

El Hallafast se acomoda sobre un parche para aterrizar sobre el

suelo. Kyon no se levanta inmediatamente. Lo miro a manera de

pregunta. Suelta mi mano y se estira hacia su bolsillo, sacando la

copperclaw que dejé en el lavare. Endereza el listón negro que sostiene la

ardiente flor.

—¿Llevarías puesto esto? —pregunta sin mirarme.

—Sí —respondo.

Sus ojos se levantan hacia los míos. La sonrisa más brillante que

le haya visto transforma su rostro de atractivo a impresionante.

—Gracias.

Levanto mi cabello para él y lo hago hacia un costado así puede

atarlo alrededor de mi garganta. Cuando termina, siento sus calientes

labios acariciar mi nuca.

—¿Qué me estás haciendo, Kricket? —exhala contra mi piel,

convirtiendo mis entrañas en fuego, como un dragón, llenándome de

calor.

—Deberíamos irnos si es que vamos a hacer esto —le digo.

Se inclina para alejarse de mí y dejo caer mi cabello de regreso a

su lugar. Cuando me giro hacia él, toma mi muñeca con su mano y le

aplica una etiqueta como de gel. La reconozco por lo que es: un

localizador.

—Solo en caso de que nos separemos, pueda encontrarte más

rápido —explica.

Me recuerda a una que llevé para Trey y eso me hace sentir como

una gran traidora. ¿Kyon es realmente mi consorte? ¿Acabo de concordar

con eso cuando lo dejé poner su flor alrededor de mi garganta una vez

más?

No tengo tiempo para pensar en ello, porque Kyon toma mi mano y

me acompaña a salir del Hallafast. Mientras descendemos por las

escaleras, Kyon pone una cuenta pequeña y redonda en el interior de su

oreja. Es un comunicador. Lo presiona y un micrófono sale para cernirse

cerca de sus labios.

—Oscil, lleva el Hallafast al hoverpad. Lo solicitaré cuando estemos

listos para irnos.

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Toca el auricular de nuevo y el micrófono se retrae, acomodándose

en su oreja. Llegamos al final; las escaleras hacia la nave se retraen y la

puerta se cierra. La aeronave se levanta directamente hacia el aire y

desaparece de la vista.

Me estremezco, con frío por estar en el exterior, en el aire de

montaña. Me siento expuesta. No he estado en un lugar público en tanto

tiempo que se siente amenazante.

—¿Tienes frío? —pregunta Kyon.

—Olvidé mi abrigo —respondo, mirando hacia la concurrida calle

bastante por delante de nosotros. Hay cientos, tal vez miles de gente,

vagando por todos lados entre los altos edificios y los autos flotantes de

ventas. Este lugar hace que el Sabor de Chicago, el evento anual de

comida en el exterior más grande en esa ciudad, luzca como una fiesta

de vecindario.

—Aquí.

Se quita su chaqueta azul marino y la coloca sobre mí. Su brazo se

envuelve alrededor de mis hombros. Caminamos a través de la multitud

de gente; se cuelan alrededor de nosotros cuando llegamos a una de las

pastosas avenidas. Nadie parece estar prestándonos ninguna atención.

Miro a Kyon, quien está observando a la multitud. Me paro en seco,

intentando evitar a un ruidoso grupo de hombres que están corriendo a

través de la multitud y empujándose entre ellos. Kyon frunce el ceño

hacia ellos, listo para tomar al más cercano de ellos del cuello, pero

rápidamente coloco mi mano en él.

—Relájate —ordeno—. Estoy bien.

—¡Te tocó! —responde Kyon con rabia apenas suprimida—. Nadie

tiene permitido tocarte.

—Fue sin intención. ¡Estamos aquí para encajar, no para golpear

a alguien! Debes. Relajarte. ¿Sabes lo que eso significa?

Me mira con exasperación.

—Nunca sé lo que estás tratando de decir. No tengo idea lo que ser

frío trae a esta situación.

Para todo el estrés al que estamos sometidos, sus palabras me

hacen sonreír un poco. Coloco mi brazo alrededor de su cintura.

—Camina conmigo.

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Mientras paseamos, me maravillo ante la atmosfera como de

carnaval que hay a mi alrededor. Todos están celebrando la victoria sobre

Skye. Me hace estremecer. ¿Saben lo que han hecho? ¿Entienden que la

gente está siendo masacrada? ¿Les importaría si lo supieran?

No llego mucho más lejos antes de comenzar a atraer atención. La

primera persona en notarme jadea cuando camino junto a ella. Levanta

su mano hasta su boca y luego se gira hacia el hombre junto a ella y dice

detrás de su mano:

—¡Son Kricket y Kyon Ensin! —Le da codazos hasta que se gira y

me mira. Reconocimiento brilla en sus ojos. Les sonrío mientras

continuamos caminando a través de la abarrotada calle.

—¿Me conocen? ¿A nosotros? —pregunto, mirando hacia el rostro

de Kyon.

Kyon asiente, mirando por encima de su hombro hacia la pareja

que ahora está viéndonos boquiabiertos abiertamente.

—Has sido noticia importante. Los Hermanos han estado hablando

acerca de ti desde que llegaste a Ethar. Han dado conferencias de prensa.

Los medios aquí, que están controlados mayormente por la Hermandad,

han reportado que has sido un rehén en Rafe durante todo este tiempo y

que fuiste forzada a un compromiso con Manus.

Su propaganda tiene algo de verdad en ella. Nunca se me permitió

salir del palacio en la Isla de Skye. Manus había intentado forzarme a

convertirme en su consorte antes que Alameeda nos atacara. A nosotros.

¿A nosotros? ¿Hubo un momento en que fui uno de ellos o solo me estaba

engañando? Ni siquiera mi propio padre me quiere. ¿Me utilizaron? Mi

corazón se aprieta fuertemente mientras pienso en Trey. No, eso fue real.

Todo lo demás puede haber sido una mentira, pero la forma en que me

sentía por él era verdadera. Lo amaba y él me amaba.

Aunque ahora se terminó. Lo sé. Tengo que dejarlo ir o lo aplastaré.

No tengo futuro. No está hecho de piedra, como yo.

Miro hacia atrás de nosotros para encontrar que finalmente hemos

atraído a una multitud. La gente está empezando a seguirnos.

—¡Bienvenida a casa, Kricket! —me llama una chica, ondeando su

mano como si me conociera. Sonrío en respuesta, viendo felicidad en su

rostro ante mi respuesta. Está absolutamente radiante.

Kyon se inclina cerca de mí.

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—Nunca han estado así de cerca de una sacerdotisa.

—¿En serio?

—No se ha escuchado de ello. Estás para ser protegida en todo

momento de todas las posibles amenazas.

—Esa no es manera de vivir —respondo.

Caminamos más lejos. Kyon se detiene frente a un vendedor que

tiene los abrigos más hermosos en coloridos exhibidores dentro de su

caravana flotante.

—¿Te gustaría uno? —pregunta.

Estirándome, paso mi mano por encima de uno color marfil que se

siente como cachemira.

—Este es encantador —le digo al vendedor. Me sonríe tímidamente.

—Nos llevaremos este —dice Kyon. Extiende su mano hacia un

escáner. Una brillante luz destella sobre ella. Cuando remueve su mano,

toma gentilmente su chaqueta de mis hombros, reemplazándola con el

abrigo color marfil.

—Gracias —digo.

Algo está mal conmigo. Nunca hubiera permitido a nadie darme

algo sin sentirme en deuda o sentir la necesidad de pagarle de vuelta en

alguna manera. Me sorprende que no me sienta de esa forma ahora.

Simplemente me siento agradecida.

Mientras intento resolverlo, varios bots redondos de cámaras de un

ojo vienen hacia nosotros. Con la forma como de balones blancos de

baloncesto flotantes, nos rodean parpadeando, cliqueando y filmando

todos nuestros movimientos. Me veo reflejada en el costado del edificio

rodeando la autopista. Es como el Jumbotron de Time Square, pero a una

escala mucho mayor, mi imagen abarca los costados de todos los edificios

que puedo ver. Exhalo profundamente. Mi sonrisa desvaneciéndose, mi

corazón es un feroz latido en mi pecho.

—¡Bienvenida a casa, Kricket! —me llama alguien en la multitud.

Fuerzo otra sonrisa. Sigo caminando, pero más rápido.

—¿Cómo se siente estar en casa? —llama alguien más.

Estoy nerviosa. Esto es malo para mí. Todo el mundo lo verá, no

solo la Alameeda. Lo que sea que diga ahora podría ser utilizado por

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Excelsior para condenarme como una traidora. Todo puede ser dado la

vuelta. Palabras inocentes puede hacerse que parezcan siniestras. Lo

mismo va para mis respuestas en Rafe y Nueva Amster. Lo que diga ahora

también podría hacerme ver como una traidora. Tendrían incluso más

razones para matarme, no que las necesiten.

—E-extraño la Tierra —tartamudeo. Mis enormes imágenes reflejan

mi confusión. Parezco frágil, probablemente porque lo soy.

La multitud comienza a murmurar. Kyon me lleva más cerca de él.

—Mi consorte acaba de llegar a casa. Debemos hacerla sentir

bienvenida.

Otra ola de discusión atraviesa a la multitud. En momentos, el bajo

retumbo de las voces se convierte en gritos de mi nombre acompañados

por aplausos y silbidos. Los vítores se vuelven más ruidosos y más

escandalosos. La gente extiende sus manos hacia mí cuando paso,

tocándome como si fuera algún tipo de celebridad o líder de culto. Se

vuelve más difícil caminar más que unos cuantos paso sin tener que

asentir y sonreír ante todos los buenos deseos que vienen hacia mí por

todos lados.

—¿Estás lista para irte? —pregunta Kyon en mi oído—. Puedo

llamar a la nave. Podemos estar de regreso en casa en poco tiempo.

—No —respondo, escuchando la música más adelante—. No vamos

a huir. De todas formas, me prometiste un baile.

—¿Lo hice?

—Sí, lo hiciste —digo con una sonrisa.

Empujo a Kyon hacia delante donde la música suena en un

pabellón iluminado. Cuando llegamos al lugar en donde la gente gira

alrededor de la pista, agarro las manos de Kyon para que venga conmigo.

La gente se reúne en un círculo alrededor de los bailarines, aplaudiendo

y cantando con la música. No es algo que haya escuchado antes. Si tengo

que compararlo con algo diría que es una versión moderna de la polca.

Me uno a las palmadas, me hace reír entre dientes porque si vinieran a

la Tierra, algunos encontrarían el baile criminalmente vulgar.

—¿Sabes cómo hacer el baile que están haciendo? —pregunto.

—Sí —dice como si estuviera admitiendo un crimen.

—¿Por qué lo dices así? —pregunto, continuando con las palmas.

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—Estuve en ese club en el que trabajabas en la Tierra. Vi lo que se

considera baile allí. Esto debe ser muy provincial.

—Debes pensar que soy muy crítica —digo—. Realmente creo que,

si más gente pasara su tiempo bailando, todo estaría mejor. Cualquier

tipo de baile, especialmente si es con alguien a quien aman.

Se quita la chaqueta y me quita mi chal, lanzándolos en una pila

de ropa detrás de nosotros. Sus grandes manos tragan las mías. Me lleva

hacia la pista. La música cambia hacia una composición elegante. Suena

postclásico, con un inquietante pianoforte adornado con ritmos

electrónicos. Con una mano sobre la mía, y la otra en mi cintura, me gira

alrededor del pabellón como si siempre hubiéramos estado aquí. Mientras

giro con él, me pregunto en que dirección estará la Tierra. ¿Importa?

¿Qué pasaría si me permito perderme en este momento con él?

Dejo ir todo alrededor de mí y vivir el tiempo prestado. Actúo como

si fuera mi última noche con vida. ¿Quién quiere vivir para siempre de

todas formas? Riendo, intento coger aliento mientras Kyon me gira en un

intrincado movimiento.

Se encienden fuegos artificiales, estruendosos y atronadores, el

sonido retumba en mi pecho. Me sobresaltan hasta que la luz y las

chispas de luz de colores brillan en el pelo de Kyon, volviéndolo rojo, rosa

y después con patrones plateados. Todo el mundo para de bailar para ver

las explosiones llover. Viendo el fuego extenderse por el cielo, me prometo

que devolveré la ventaja.

Kyon se gira hacia mí con fuego en los ojos. Nuestro tiempo es

limitado. Llevaremos caminos separados pronto. Si todo va bien, no lo

veré de nuevo. ¿Quién iba a pensar que ese pensamiento me dolería como

lo hace?

Mi cabeza empieza a doler, como si algo la estuviera martilleando.

Me froto las sienes para hacer desaparecer el dolor. De repente, estoy

sobreponiéndome a las náuseas. Kyon me toca el brazo.

—¿Estás enferma? —pregunta.

—No lo sé… Yo…

Dejo caer mis manos de mi cabeza y noto un laser azul apuntando

a mi pecho. Miro hacia arriba, siguiendo la dirección. Veo a Nezra cerca

de un soldado Alameeda en un uniforme Striker. Su freston apunta en

mi dirección. Antes de que pueda reaccionar, Kyon me agarra y me gira.

Gruñe cuando la munición del láser azul perfora su brazo y pasa a través

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de su carne. No le frena de empujarme contra el suelo y de sacar su

harbinger de su funda a un lado. Se gira y empieza a disparar hacia los

Alameeda Strikers quienes están alineados fuera de la tienda.

En algún lugar detrás de nosotros, el equipo de seguridad de Kyon

se arremolina dentro, creando una barrera entre los Strikers y nosotros.

Soy levantada del suelo por el brazo de Kyon alrededor de mi cintura. Me

coloca delante de él mientras me lleva lejos de la pelea. Tropiezo con una

muchedumbre de gente aterrorizada. No sé a dónde vamos. Kyon me

mueve hacia un círculo de luz. La luz se encoge lentamente sobre el suelo

delante de nosotros. La gente sale corriendo ante su mirada severa.

Alzando la mirada, me doy cuenta de que es el Hallafast de Kyon.

Aterriza delante de nosotros y las escaleras descienden como el líquido

vertiéndose. Soy urgida a subir la escalera y entrar en la nave. Kyon me

sigue y cierra la puerta. Me empuja contra su pecho, besándome fuerte.

Su mano buena está en mí, pasando sobre mí como si estuviera

evaluando mi estado. Le beso de vuelta. Su beso se vuelve más gentil

cuando se da cuenta lentamente que no estoy herida.

—Estás bien —dice con alivio.

—Tú no. Has sido disparado. —Señalo su brazo.

Lo mira y después me mira a mí.

—No está tan mal —dice, como si su herida fuera intrascendente—

. ¿Ves mi cuchillo en la funda de mi hombro?

Asiento.

—Cógelo y corta mi cabello.

Hago lo que me dice. Agarrando la empuñadora corta del cuchillo,

camino alrededor hacia su espalda. Poniéndome de puntillas, cojo el pelo

de su nuca. No tengo la fuerza que tiene él, así que no puedo solo cortar

su pelo de una pasada. Tengo que serrar su pelo. No debe de sentirse

bien, pero mientras lo hago, nuevo pelo brillante crece del cuero

cabelludo. Me siento tonta por nunca haber sospechado su secreto.

Mientras estuvimos en la Tierra, vi a Luther dispararle, y aún así no lo

mató. Tampoco murió por la herida de cuchillo que le di.

Cuando termino de cortar su cabello, camino delante de él y le doy

su cuchillo. Gira el hombro, comprobando si ha sanado. Ya parece mejor,

pero no mucho. Su piel está menos ampollada y chamuscada en algunos

lugares.

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—Tu hermana es una psicópata —gruñe Kyon—. Trajo a Verka con

ella. —Devuelve su cuchillo a su funda.

—¿Quién es Verka? —pregunto, mis ojos van a su antebrazo donde

se está curando la piel escaldada y quemada. La carne chamuscada se

esta volviendo más suave. Todavía seguía oliendo tan horripilante como

parecía.

—Verka es un enfriador. Su don es bloquear a otras sacerdotisas

para que no usen sus dones.

—¿Mi dolor de cabeza? —pregunto.

Asiente.

—Te bloqueó de verlo venir.

—No tuve una advertencia —admito.

—¡Nezra ha cruzado la línea! ¡Intentó matarte!

—Está enamorada de ti. Me advirtió que me mantuviera alejada.

—Yo no te di opción —dice. La piel de su herida se está empezando

a pelar y a descascarillar. No estaba supurando más. Es asqueroso, pero

también es fascinante—. Si no hubiera prometido cuidar de ella, la

hubiera matado ahora mismo.

—¿A quién se lo prometiste? —pregunto.

—A nuestras madres —gruñe—. Te estoy mandando a casa.

Estarás a salvo. Mandaré una escolta contigo. Me reuniré contigo

después de que ponga en orden este desastre.

—¿Qué? ¡No puedes volver ahí fuera!

—Es Nezra —dice de una forma despectiva—. Ya ha hecho lo peor

que puede hacer. Estará horrorizada por haberme herido.

—¿Te preocupas por ella? —pregunto.

—No. Ella debería estar preocupada por lo que le voy a hacer.

—¿Qué le vas a hacer?

—Algo nefasto. —Aprieta sus puños y camina rápidamente hacia la

puerta del Hallafast.

—¡Espera! —llamo—. ¡Déjame ver si es seguro! Iré al futuro y

echaré un vistazo…

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Se vuelve en mi dirección y sacude la cabeza.

—Eso no funcionará. Estarás fría por un tiempo.

—¿Qué quieres decir?

—Verka te ha bloqueado. Tengo que sacarla de tu sistema. Tengo

algo que ayudará en casa. Lo buscaré cuando llegue. —Se gira para irse

de nuevo.

—¡Espera! —llamo de nuevo—. No puedes solo ir a ciegas.

Cualquiera puede estar ahí fuera.

Hace una pausa, y después una sonrisa se forma en sus labios.

—¿Estás preocupada por mí?

Mi boca cae abierta. Empiezo a sonrojarme.

—¡No! ¡Claro que no! ¡Eso es tan estúpido!

Kyon cruza de vuelta hacia mí y me toma en sus brazos, besándome

como si hubiera capturado mi alma.

—Estás llena de sorpresas, Kricket. Te veré de nuevo cuando vuelva

a casa. —Me deja ir. Usando su comunicador, le dice a Keenan que se

presente en la nave.

Me inclino hacia abajo y arranco un borde de mi vestido, haciendo

una larga tira de material sedoso.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Kyon.

—Estoy protegiendo tu secreto. Todo el mundo te ha visto ser

disparado. Nadie necesita saber que te curas rápido. —Camino hacia él

y presiono suavemente el roto de mi vestido contra su antebrazo,

intentando atarlo flojo a su alrededor.

—¿Me estás protegiendo? —pregunta boquiabierto.

—Me estoy protegiendo a mí. La única persona en el camino de que

Excelsior me haga pedazos en este momento eres tú.

—Admítelo… tienes sentimiento por mí.

—Eres mi compañero. Es temporal. No leas de más.

Se inclina hacia delante y susurra cerca de mi oído:

—Soy tu amante, como mínimo.

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Detrás de él, Keenan entra en la nave junto a otros muchos

miembros de mi equipo de seguridad. Kyon extiende la mano y ahueca

mi mejilla, haciéndome mirarle a los ojos.

—Estaré en casa pronto y continuaremos esta conversación. —Me

da un beso rápido, y después se gira y desaparece en la noche.

El Hallafast asciende a una velocidad de vértigo, y volvemos a la

finca de Kyon. Aterrizando dentro de uno de los patios interiores en forma

de copo de nieve del castillo, desembarco con Keenan a mi lado. Mientras

caminamos hacia la puerta que se dirige a la torre Misericordia, Oscil nos

para en nuestro camino. Me sobresalto al mismo tiempo que la voz de

robot mujer anuncia:

—Brecha de seguridad, perímetro sur. Brecha de seguridad…

Keenan gruñe.

—Protejan a la sacerdotisa —dice a los otros miembros del equipo

de seguridad. Ellos forman un círculo a mí alrededor—. De vuelta al

Hallafast —me ordena, girándome.

Justo cuando lo hago, cada uno de los soldados de mi equipo de

seguridad colapsa contra el suelo como si fueran juguetes mecánicos que

alguien hubiera apagado. Entonces me golpea el mareo. Me balanceo

sobre mis pies. Delante de mí, soldados de Nueva Amster se arremolinan

en el patio. Entre ellos, reconozco a Giffen y a otro soldado de pelo rubio

ceniza y largo. Tiene una mirada de concentración en su cara mientras

levanta la mano en mi dirección. Al mismo tiempo que baja la mano

delante de mí, la luz se apaga. Pierdo la habilidad de funcionar y caigo al

suelo como una piedra.

* * *

Dentro del Hallafast de Kyon, abro los ojos, mirando fijamente

hacia el techo mientras alguien me acaricia el pelo.

—Se está despertando —dice Jax a mi lado.

La confusión y la desorientación me hacen sentir nauseas. Empiezo

a tener arcadas. Intento sentarme, pero alguien me tiene en su regazo,

así que, en su lugar, me inclino a un lado.

—¿Qué está mal en ella? —ladra Jax hacia alguien a mi lado.

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—Jaden es un contorsionista arterial.

—¿Qué es eso? —demanda Jax mientras me alcanza una pequeña

bolsa para vomitar.

—Jaden ha perfeccionado la habilidad de retorcer la vena arterial

para detener el riego sanguíneo en el cuello. Corta momentáneamente el

riego sanguíneo al cerebro, dejándolos inconscientes. Normalmente un

efecto secundario de lo que hace son mareos y vómitos cuando la víctima

regresa a la consciencia.

Cuando he terminado de vomitar, Jax me quita la bolsa y me da

un pañuelo. Me limpio la boca.

—Jaden es un completo knob knocker —gruño.

Jax coge el pañuelo y me da un pequeño cuadrado de papel. Me lo

acerca a la boca, diciendo:

—Es una medicación con sabor a menta para la nauseas. Tómalo

y te sentirás mejor. —Confiando en él, lo pongo en mi boca. Se disuelve

instantáneamente.

Al otro lado de la habitación, escucho a Giffen decir:

—Necesitamos el plan que nos prometiste, Kricket. Excelsior sigue

respirando, y eso nos hace enfadar. La gente está muriendo.

Una cálida mano toca mi piel sudorosa, quitándome el pelo de la

cara. Alzo la mirada y parpadeo un par de veces, viendo a Trey

mirándome con una expresión adolorida. Mi cabeza está en su regazo y

estoy tirada en un gran diván en el área común de la nave.

—¿Podemos hablar con ella a solas, sin ti? —pregunta Trey

mientras mira en la dirección de Giffen—. Quiero una oportunidad de

explicarle las cosas de una manera en la que lo entienda —añade, como

si fuera de algún modo imbécil.

Miro a mí alrededor. Hay un montón de soldados de Nueva Amster

en la nave. Todos me están mirando con sus ojos como cerillas

encendidas.

—Tienes un cuarto de una parte, después nos vamos.

—Está bien —dice Trey.

Giffen me frunce el ceño mientras él y sus hombres salen de la

nave. Cuando se han ido me doy cuenta de que Wayra está ahí también.

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Me está mirando como si fuera su mascota preferida al que ha tenido que

sacrificar. Su mirada hace que se me ponga la piel de gallina. Intento

sentarme por mi cuenta, pero termino necesitando la ayuda de Trey.

Pongo la cabeza entre mis manos mientras descanso los codos contra las

rodillas.

—Por favor, dime que uno de ustedes puede volar esta nave. Yo

puedo, pero solo lo he hecho una vez —murmuro, antes de levantar la

cabeza intentando ver a través de mi visión doble—. Si podemos llegar al

Bosque de O, podemos estar en el embalse a la Tierra en uno o dos días,

a lo mejor podemos viajar todo el camino hacia allí esta vez. Una vez en

la Tierra, podemos arreglarnos para traer a escondidas a mi amiga Phlix

y a tus familiares…

Wayra se mueve de la pared y empieza a caminar de un lado a otro,

como si no pudiera estar de pie un momento más.

—Aww, ¡está rompiéndome el corazón, Trey! ¡Hazla entender

porqué estamos aquí antes de que me arranque el resto de las tripas!

Trey estira el brazo y coge mi mano.

—Kricket, no podemos simplemente ir a la Tierra.

—¿Oh, es demasiado lejos? —pregunto frotándome la frente—.

¿Vamos a Nueva Amster entonces?

—No podemos llevarte a Nueva Amster, tampoco. Con la habilidad

de Nezra de rastrearte, es demasiado peligroso para ellos tenerte allí.

—De acuerdo, ¿entonces dónde vamos? —pregunto.

—Todavía no vamos a ningún sitio —dice suavemente—.

Necesitamos que nos des un plan para eliminar a la Hermandad y a su

líder, Excelsior Ensin. Han ordenado a sus tropas atacar las bases que

quedan en Rafe. Los Cavars están aguantando solos de momento, pero

los Comantre Syndics han sido monopolizados por los ataques en su

propio campo de Wurthem y Peney. Los Alameeda Strickers están

persiguiendo a los ciudadanos Rafe contra las áreas anexas. Están

localizando nuestras bases en el Bosque de O y están atacándolas

sistemáticamente también. Si no actuamos pronto, no quedará nada de

Rafe para defender.

Quito las manos de la cara y le miro.

—Sabes lo que me pasará si le doy a Nueva Amster un plan para

destruir a Excelsior y a la Hermandad, ¿verdad?

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Trey extiende la mano y suavemente me pone el pelo detrás de la

oreja.

—Tendremos a un equipo en posición para ayudarte a ejecutar tu

misión —dice tranquilizadoramente, pero tiene dudas, grandes dudas.

—¿Mi misión? —pregunto. Incluso cuando sé lo que le dijo mi

padre, quiero escuchar las palabras de él.

—Estaré ahí para ti, en cualquier escenario que surja, para

defenderte, Kricket. —Cree en la mayoría de lo que está diciendo, aunque

su respuesta muestra que tiene grandes dudas de lo que está bien.

—Estaba allí, Trey —digo suavemente—. Cuando mi padre te habló

en el Instituto Ensin y te dijo acerca de las expectativas que tenía

conmigo. —Trey frunce el ceño y yo continuo—: Pan te dijo que cuando

hiciera esto, en el momento en el que matara a Excalsior, yo estaría igual

de muerta. Nueva Amster quiere a Astrid como emperatriz. No me quieren

a mí.

—No quieren a Kyon. Estaremos allí para matarlo y que así no se

más parte de la ecuación. Tú solo tienes que hacer tu parte y esto acabará

—dice Trey ingenuamente.

—Estás equivocado. Kyon no es el problema. Lo soy yo. Mi padre y

Nueva Amster me tienen miedo. Creen que quiero vengarme de ellos por

abandonarme en la Tierra.

—Verán la razón. Y si no lo hacen, a lo mejor la Tierra es la opción.

A lo mejor dejarte volver es todo lo que necesitan para dejarte vivir.

Sacudo la cabeza.

—Pan es conocido por estratega despiadado. Entiende que tanto

como viva, siempre seré una amenaza para Astrid. Alguien poderoso solo

necesita encontrarme en la Tierra y devolverme a Ethar para que esto

pase de nuevo. Amenazo su reinado. La única forma de que termine es si

estoy muerta.

Wayra para de caminar y dice:

—Kricket sería un líder más fuerte que Astrid. La has conocido,

Trey. Astrid es inteligente, pero no tiene el tipo de corazón necesario para

tomar las decisiones brutales que se necesitan para gobernar.

—¿Ves? —le digo a Trey—. El debate ya empieza, y con ello viene

una nueva guerra, hermana contra hermana. Pan no permitirá eso. Ama

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a Astrid demasiado para ver ocurrir eso. Así que, si no dejo Ethar pronto,

nunca lo haré.

—Es tu padre.

—Para él estoy muerta desde hace mucho tiempo.

—Puedes abdicar en tu hermana.

—¿De verdad? ¿Puedo? Porque eso funcionó tan bien para mí antes

cuando me negué a hacer algo. Casi fui la consorte de Manus, no porque

lo quisiera, sino porque él no me iba a dejar negarme. ¿Qué difícil es para

ti ver que un escenario como ese vuelva a ocurrir?

—Si dejas Ethar sin ayudarnos, todos los que amamos morirán —

replica con angustia en sus ojos—. ¡Mi hermano, Charisma, mi familia

entera será exterminada! ¡Esa guerra empezó por lo que hicimos, Kricket!

¡Tenemos la tarea de salvar a nuestra gente de la destrucción que hemos

traído ante ellos! —Sabe lo que me está pidiendo, pero desde que él y yo

somos responsables de esto, ve el sacrificio como justificado: mi vida y a

lo mejor la suya por las vidas de Rafe—. Te pido que hagas esto por mí.

—Que así sea —digo suavemente—. Te daré tu plan con una

condición.

—Cualquier cosa —responde.

—Prométeme que protegerás a Kyon después de que mate a

Excelsior.

Wayra gruñe.

—Giffen tiene razón, estás loca.

—No estoy loca, Wayra. —Le echo una mirada a su cara y veo su

disgusto—. Kyon quiere lo que tú quieres. Es el hijo de Excelsior, pero

son enemigos mortales. Kyon me ha estado cazando todo este tiempo por

la misma razón que ustedes ahora: así puedo matar a Excelsior. No es la

persona que conduce esta guerra; ha estado intentando protegerme

porque prometió a mi madre que lo haría. Cree que estoy destinada a ser

la emperatriz de Ethar. No sabe acerca de Astrid.

—¿Has dormido con él? —demanda Trey con ira creciente.

Mi cara se vuelve de golpe hacia su dirección.

—¿Estás bromeando ahora mismo? ¿Qué diferencia hace?

—¿Lo has hecho? —insiste.

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—Sí —susurro.

Su reacción es violenta; estira la mano hacia mi garganta y arranca

harto la cinta de mi cuello. Aplasta el copperclaw con su puño antes de

lanzarlo al suelo.

—¡Eras mía!

—Dime que no haga esto y seguiré siendo tuya.

—No puedo hacer eso —dice miserablemente.

—Eres tan malo para mí, Trey —respondo, sacudiendo la cabeza—

. Tu mierda de Boy Scout es mala para mí. ¡Me trajiste aquí a Ethar! ¡Te

supliqué que no lo hicieras, pero no me escuchaste! Me prometiste que

me protegerías y no pudiste. Salve tu vida de Giffen, así que no puedes

juzgarme por como he elegido sobrevivir perdiéndote.

—Nunca me he sentido más penoso de encontrarte de lo que lo

hago en este momento.

—Soy un destructor de mundos, Trey. Deberías sentirlo.

—Prometo proteger a tu consorte Kyon —dice Trey como si le

hubiera arrancado el corazón—. ¿Cuándo tenemos ese plan para matar

a Excelsior?

—Empezaré con ello esta noche. Cuando tenga algo, iré a Giffen en

Nueva Amster, como ya dije que haría. Puedes decirle eso. Él sabrá lo que

significa.

Trey se levanta del diván, haciendo claro que no puede esperar para

alejarse de mí. Camina hacia la puerta de la nave y no mira atrás. Wayra

no sabe lo que decirme. Así que no dice nada, solo sigue a Trey afuera.

Jax es más lento, sus hombros caídos.

—Lo siento… por mi parte en todo esto, Kricket. Si cualquiera de

nosotros hubiera sabido lo que pasaría cuando esto empezó, las cosas

hubieran sido diferentes. Si significa algo para ti, me gustaría que

supieras que eres la Ethariana más valiente que nunca he conocido. —

Se gira para irse.

—Significa algo para mí, Jax —digo con voz ahogada—. ¿Puedo

pedirte un favor?

—Sí.

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—¿Le dirás a Trey y a Wayra, después de que esto haya terminado,

que los quiero?

—Lo saben.

Asiento porque no puedo hablar ahora mismo sin llorar. Jax se va

y Giffen entra de nuevo en la nave.

—Tus guardias vendrán muy pronto. Nuestro nepente, Sanham, ha

borrado sus memorias de esta noche. Puedes explicar lo que ha pasado

de la manera que quieras, pero no puedes mencionar Nueva Amster o a

nosotros.

—¿Eso es todo? —pregunto. No puedo mirarle a los ojos. Solo tengo

que pasar por los próximos minutos y después puedo derrumbarme.

—Eso es todo, luchadora —responde Giffen.

—¿Por qué me llamas de esa manera?

—Porque nunca he perdido nada apostando por ti. —Veo cómo lleva

a mi equipo de seguridad inconsciente dentro de la nave y los esparce por

el suelo.

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15

Altos Reyes Traducido por Yiany

eenan gime a mi lado, vomitando en el suelo del Hallafast

cuando recupera la consciencia. Se sienta y mira alrededor

confundido. Cuando me ve sentada inerte en el sofá, se levanta y tropieza

a mi lado.

—¿Estás bien? —pregunta con preocupación, tratando de

recuperar la compostura.

Estoy a punto de llorar, pero me contengo.

—Tú, de todas las personas, nunca deberías hacerme esa pregunta

—respondo.

Me mira con suspicacia.

—¿Qué pasó? ¿Tú hiciste esto?

Sacudo mi cabeza y levanto mi temblorosa mano hacia mi frente.

No tengo que fingir estar asustada. Estoy asustada.

Me ayuda a levantarme de mi asiento. Los otros guardias también

están empezando a recuperar la consciencia. De repente, es una fiesta de

vomito dentro de la cabina del Hallafast mientras mis guardaespaldas

sufren el mismo tipo de náusea que sufrí yo al despertar. Keenan me lleva

a la puerta y me ayuda a bajar las escaleras.

—Deberías ir a ver si alguien necesita tu ayuda dentro —le digo—.

Estoy bien.

—Debería quedarme contigo —se opone—. ¿Quieres que te lleve a

tu habitación?

—No, no podré dormir. Me gustaría ir al estudio de Kyon y esperar

a que regrese.

K

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—¿Estás segura? —pregunta—. Tal vez debería llevarte a la

instalación médica en su lugar. Parece que te vas a caer.

—Prefiero ir al estudio. Hay un sofá allí, puedo descansar en este

si lo necesito.

No me discute más y me lleva al estudio de Kyon. Una vez allí, le

ordena a Oscil que alimente el fuego y me hace sentar en la silla

esmeralda en la que Kyon había estado sentado antes.

—Voy a llamar a Fulton. Quiero que te examine para asegurarme

que estás bien. —Antes que pueda objetar, dice—: Oscil, convoca a Fulton

a la Fundación, a nivel de jardín.

Oscil responde:

—Fulton Coalfax ha sido convocado. Indica la llegada en dos fleats.

Fulton entra en la habitación con una mirada serena en su rostro.

Sus ojos pasan de Keenan a mí, e inmediatamente se pone a mi lado.

Arrodillándose, me mira a los ojos llorosos.

—Oscil, envía un visor —ordena. Levanta mi muñeca y sujeta sus

dedos hacia ella—. ¿Tuviste una tarde difícil, cariño? —me pregunta.

Asiento con la cabeza, conteniendo las lágrimas.

Fulton toma mi mano y la sostiene. Mira a Keenan, que está cerca

de nosotros.

—¿Qué pasó?

—Mucho.

—¿Dónde está Kyon? —pregunta. Miro la luz del fuego brillar en

las vetas plateadas del cabello rubio de Fulton.

—Él nos envió a casa. Nezra se estrelló en su salida. Está lidiando

con ella. Tuvimos un problema al llegar aquí.

Su frente se frunce.

—¿Qué tipo de problema?

—El Hallafast funcionó mal y el aterrizaje fue un poco inestable —

responde Keenan.

Fulton vuelve su atención hacia mí mientras Keenan recupera la

visera que Oscil envió a la habitación en una cápsula flotante. Le entrega

el escáner corporal a Fulton. Permito que Fulton ponga el artefacto

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similar a unos lentes de sol sobre mis ojos, sabiendo que tomará todos

mis signos vitales y los mostrará en la superficie de los lentes.

—El flujo de sangre al cerebro de Kricket se interrumpió

momentáneamente, pero ahora parece ser satisfactorio. No hay signos de

coagulación o bloqueo. Todo es muy curioso. ¿Le pasó algo a la presión

de la cabina en el descenso? —pregunta Fulton.

—Posiblemente —responde Keenan.

—Somete el Hallafast a mantenimiento inmediatamente. Quiero

que revisen cada aspecto. Cuando hayan terminado con su evaluación,

quiero que permanezca fuera de servicio.

—Se hará —responde Keenan.

—Keenan, ve a hacerte revisar. Pareces estar a punto de colapsar.

Me sentaré con Kricket hasta que Kyon regrese.

Keenan vacila.

—Ella es mi responsabilidad.

—Está a salvo aquí, me encargaré de ello. Haz que otro equipo doble

las patrullas afuera si estás preocupado. De lo contrario, descansa un

poco.

Keenan lo debate por un segundo y luego asiente. Me dice:

—Kricket, haz que Oscil me localice si me necesitas.

—Lo haré —concuerdo.

Keenan se arrastra fuera de la habitación y Fulton se levanta y

camina hacia una pared cerca de la chimenea.

—¿Bebes algo? —pregunta. Al tocar un panel, se abre una barra

para él. Los estantes de diferentes tamaños y botellas con forma lo hacen

ver como un vendedor empujando sus elixires—. ¿Te gustaría un

Winslet?

—No bebo —contesto.

—Es por eso que te ofrecí un Winslet; es suave, deberías tomar uno.

—Está bien —respondo. Me doy cuenta de que realmente no me

importa si me está ofreciendo veneno. Realmente ya no importa.

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Está un poco sorprendido de que haya aceptado. Pasa sus dedos

sobre el menú holográfico. Una copa de champán helada emerge de la

encimera. Agarra el largo tallo con una mano y un grueso vaso de líquido

de color ámbar con la otra, trayéndome el frío. Se sienta en el asiento de

color esmeralda junto al mío.

Después que se instala y el fuego y el alcohol han tenido la

oportunidad de suavizarnos a ambos, lo miro.

—Háblame de Excelsior —le digo, mientras Fulton toma un sorbo

de su bebida. Casi se ahoga con eso.

—Dios mío, eres directa —dice con diversión.

No respondo. Bebiendo mi bebida, encuentro que es un vino

espumoso seco con sabor a arándano. Es bueno.

—¿Por qué quieres hablar de mi ex empleador?

Jugueteo con el tallo de mi copa.

—Porque todos los que conocen la profecía piensan que voy a

matarlo. —La copa de Fulton se cierne cerca de sus labios mientras me

estudia—. Incluso Excelsior está trabajando bajo esa impresión. Me

gustaría saber algunas cosas sobre él antes de asesinarlo. Es una de esas

peculiaridades que tengo.

—Excelsior Ensin, Excelsior Ensin… Dónde empezar… ¡Ah! Puedo

decir sin dudar que no conozco a ninguna otra persona que merezca más

una muerte horriblemente dolorosa que el Excelsior Ensin. ¿Qué más te

gustaría saber sobre él?

—¿Qué hará él si gana?

—¿Qué quieres decir?

—Me refiero a que me guíes a través de esto. Tú eres Excelsior

Ensin. Has logrado matar a tu hijo, Kyon, y a tu nuera, Kricket. Ya no

hay ninguna amenaza para tu reinado. ¿Qué haces?

—¿Si soy Excelsior Ensin? —pregunta para aclarar. Asiento con la

cabeza. Piensa un momento y luego dice—: Asesino al resto de los

Hermanos. Están en mi camino. Entonces comienzo a realizar ataques

contra los líderes de las otras Casas. Encuentro maneras de aplastarlos

y derrotarlos del poder.

—¿Qué harías para establecerte como líder de Alameeda, antes de

enfrentar a los otros líderes de las Casas restantes?

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Piensa por un momento.

—Excelsior existe para el espectáculo. Probablemente lanzará una

coronación.

—¿Qué? ¿Como con coronas y esas cosas? —pregunto.

Fulton se ríe, encantado por eso.

—Exactamente con coronas y esas cosas, tal vez incluso un cetro.

—Sonríe—. Será el emperador, necesitará un símbolo de poder, una

corona sería apropiada. La familia Ensin supuestamente desciende de los

antiguos reyes. Es algo de lo que Excelsior se jactaba a menudo, o al

menos lo era cuando era su empleado. Ha realizado varias

peregrinaciones a su pedestal en Diadem Rock. Es un círculo de piedra

en lo alto de los Acantilados de Mogotrevo.

—Estoy familiarizada con Diadem Rock —respondo, recordando el

círculo de piedra donde Kyon se encontró con Giffen para nuestro

intercambio de rehenes.

—Excelsior podría ser lo suficientemente inteligente como para

moldearse tras uno de los antiguos reyes: jugar en el supuesto linaje.

—¿Tienes algo escrito sobre estos antiguos reyes? —pregunto.

—Sí. —Levanta las manos hacia la escarpada montaña de libros

que llegan en niveles hasta el imponente techo sobre nosotros—. Estás

entre los reyes —dice dramáticamente—. Kyon tiene una colección de sus

reliquias aquí que es la envidia de cualquier museo. Creo que la única

razón por la que las recolecta es para que su padre no las obtenga.

—No soy la única con problemas con papá, entonces —murmuro.

—¿Qué fue eso? —pregunta Fulton mientras levanta

perezosamente su vaso a sus labios una vez más y toma otro sorbo.

—Me preguntaba qué crees que haría Excelsior si Kyon y yo

tuviéramos una coronación propia.

Hace una pausa.

—Eres una mujer peligrosa.

—¿Realmente crees eso?

—Realmente lo hago —dice.

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—Dices las cosas más dulces, Fulton. Tal vez deberíamos probar

algunas de las coronas, cuanto más antigua, mejor.

—Te verías bien con una tiara —responde. Ve mi rostro

iluminarse—. Oh… ¿Hablabas en serio?

Asiento enfáticamente.

—¿Tomaremos otra bebida y haremos una presentación?

—Insisto —le digo, ofreciéndole mi copa vacía.

* * *

Dos horas más tarde, Kyon irrumpe en el estudio a la carrera, sus

pies golpean el suelo de madera.

—¡Kricket! —llama, buscándome.

—¡Shh!

Dejando a un lado el libro que estaba leyendo, descruzo las piernas

en el suelo. Arrastrándome sobre mis manos y rodillas, asomo mi cabeza

a través de la barandilla de hierro forjado cuatro niveles por encima de

su posición en el nivel del jardín.

—¡Despertarás a Fulton!

—¿Qué? —pregunta, sonando un poco menos asustado que hace

un momento—. Me acaban de decir la noticia en la que te habías

estrellado en el patio. ¿Estás bien? Lo escucho correr por las escaleras

de caracol en el lado de la habitación.

—No fue nada que un pequeño Winslet no pudiera arreglar —le

respondo.

O mucho, no he dejado de beberlo. Fulton y yo habíamos decidido

traer las botellas aquí. Estoy un poco destrozada en este momento.

Vuelvo a mi lugar en el suelo, apoyándome contra una vitrina de cristal.

Intento encontrar mi lugar nuevamente en el tomo que estaba leyendo,

mientras balanceo el grueso libro sobre mi regazo. Junto a mí, Fulton

ronca, también está en el suelo, con la espalda apoyada en una estantería

y la barbilla apoyada en el pecho. Una antigua corona de bronce se

inclina en un ángulo alegre sobre su cabeza.

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Al llegar a nuestro nivel, Kyon se detiene cuando me ve con una de

las coronas de metal grueso de sus antepasados en la cabeza.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta.

—Leyendo —murmuro.

—¿Qué le hiciste a Fulton? —pregunta.

—Solo tomé unas copas con él y nos probamos algunas coronas.

—Sabes que tiene más de tres mil años, ¿verdad?

—¿De verdad? —pregunto.

Kyon asiente.

—Uhmm. —Saco mi labio inferior—. Se ve bien. —Mientras Kyon

se agacha a mi lado, mirándome, agrego—: Estoy...

—…bien, decimos al unísono.

Kyon frunce el ceño.

—Sí, ese es tu mantra —dice.

—Aquí. —Levanto otra corona de las que he recogido en el suelo—

. Elegí esta para ti. Creo que te queda bien. —Coloco la corona sobre su

cabeza. Se parece a un antiguo guerrero vikingo. Parpadeo un par de

veces, porque en realidad es un poco sorprendente—. Tenía razón, se ve

bien.

—¿Por qué estás escogiendo coronas? —pregunta.

—No lo sé. Simplemente lo estoy. —Es cierto. No lo sé, pero hay

algo aquí. Algo que me dará una ventaja contra Excelsior, puedo sentirlo

en mis huesos, en mi sangre.

Kyon se acerca y toca la pierna de Fulton. Agitándolo suavemente,

despierta a su mentor.

Fulton bosteza.

—Ah, estás de vuelta.

—Sí. Gracias por quedarte con Kricket por mí.

—Fue una tarea muy divertida —responde Fulton. Toma la corona

de su cabeza y la coloca en el suelo junto a las otras que me rodean—.

Gracias por la interesante noche, Kricket —dice con una sonrisa.

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Me inclino y le beso la mejilla.

—Gracias por tu ayuda. Creo que te debo mi vida.

Fulton mira a Kyon.

—Es perfecta para ti. Intenta no arruinarlo. Disculpa mientras me

retiro por la noche.

Kyon no dice una palabra, pero ayuda a Fulton a ponerse de pie.

—Buenas noches —digo distraídamente con mi nariz nuevamente

en el libro.

Fulton nos deja, y levanto mis ojos hacia los de Kyon otra vez. Están

oscuros y melancólicos.

—¿Cómo está tu brazo? —pregunto.

—Curado. —Flexiona su mano, mostrándome que no tiene ninguna

molestia.

—¿Cómo está mi media hermana?

—Rota. No quiero hablar de ella, Chandrum está tratando con ella

y con su desastre.

Me alcanza y me saca del suelo, levantándome por encima de su

hombro. Tengo que usar mi mano para sostener la corona en mi cabeza.

Dejo caer el libro que estaba leyendo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto indignada—. ¡Estaba en medio

de algo!

—Estás a punto de estar en el medio de otra cosa.

Salimos de Fundación y damos unas cuantas vueltas en los

pasillos en los que aún no he estado. Entramos en una habitación oscura

en la que la iluminación suave convierte el espacio en sombras elegantes.

Es un dormitorio masivo. No veo mucho de eso antes de que me ponga

de pie.

Kyon alcanza las correas de mi vestido y las desabrocha. El sedoso

tejido de coral se desliza de mí y se acumula en el suelo. Se quita la

camisa. No me sorprende ver que su piel es impecable una vez más. Sin

embargo, me da escalofríos saber que los dos hemos sido manipulados

genéticamente. Él toma la corona de su cabeza y la deja de lado sobre la

mesa junto a la cama. Levanto la mano para quitarme la gruesa y pesada

corona de oro de mi cabeza, pero me detengo cuando él dice:

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—Déjatela puesta.

Kyon me mete en su cama y me tira encima de él. Sus manos tocan

mis pechos, corriendo sobre mi piel para descansar en mis caderas. Bajo

la mirada hacia él.

—Dime que me amas —susurra mientras se mueve dentro de mí.

—Nunca —susurro de vuelta, pero me encuentro alejándome de

nunca y cayendo libremente hacia siempre.

* * *

Me despierto de la pesadilla que estaba teniendo, encontrando a

Kyon dormido a mi lado. Mi corazón se estrella contra mi pecho con

miedo. En mi sueño, había estado acostada en un campo de znous

salvajes. El intoxicante olor de sus pétalos venenosos era tan fuerte como

la suavidad aterciopelada de las flores que se cerraban a mí alrededor.

Retiro las mantas que me cubren y salgo de la cama. Corro hacia

el lavare adjunto. Encontrando la bata de Kyon, la envuelvo a mí

alrededor. Es ridículamente grande, pero no me importa. Cuando salgo

del lavare, digo:

—¡Oscil!

—Requerimiento —responde Oscil de inmediato.

—Llévame con Fulton —exijo. Apretando el cinturón de la túnica.

Un orbe de luz aparece ante mí.

—Por favor, siga la luz y la guiaré con Fulton Coalfax. ¿Le aviso que

va camino a él?

—Sí.

El orbe de luz comienza a flotar lejos de mí. Lo sigo.

—¿Kricket? —murmura Kyon adormilado desde la cama—. ¿Qué

estás haciendo?

—Vuelvo enseguida —digo por encima de mi hombro—. Más rápido,

Oscil.

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El orbe de luz despega a un ritmo que me hace correr para seguirlo.

Sosteniéndome el final de la bata para no tropezarme con esta, casi me

aniquilo con una alfombra suelta que se desliza por debajo de mis pies

descalzos mientras doblaba una esquina hacia otro corredor. Desde

algún lugar detrás de mí, escucho a Kyon gruñir mi nombre mientras me

sigue.

El orbe de la luz pasa a través de una puerta cerrada y me detengo

frente a esta y la golpeo con el puño. Un sorprendido Fulton abre la

puerta. Jadeando, digo:

—¿Puedes hacer una corona especial para mí? —Pongo mi mano

en la jamba de la puerta, inclinándome y pellizcando mi costado.

—Una especial…

—¿Una que yo diseñe? Y quiero una fiesta, una coronación.

¿Puedes arreglar eso para mí? —pregunto. Kyon se acerca sigilosamente

a mí por detrás. Lo miro por encima de mi hombro—. Hola —le digo—,

estoy trabajando en un... —Me doy cuenta que está desnudo.

Fulton trata de ocultar la confusión de su rostro cuando lo miro.

—Kricket —dice apaciguadoramente—, puedes tener lo que

quieras. Si eso es una fiesta o una corona, estaré encantado de

organizarlo para ti.

—Gracias —exhalo la palabra como si fuera mi último aliento—.

Está bien. Lo siento, puedes volver a dormir ahora. —Me enderezo y

empiezo a retroceder por el pasillo.

Fulton me detiene y dice:

—La próxima vez puedes solo enviarme un holograma.

—¿Sí? Está bien —le digo—. Buenas noches.

Kyon viene a mi lado.

—¿Vas a decirme de qué se trata? —pregunta.

—Sí. Necesito tu ayuda para diseñar una corona. ¿Crees que estás

listo para eso?

—Estoy preparado para muchas cosas —responde—. Empieza a

explicar.

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16

Winslet y Susurros Traducido por Yiany

entada en la parte superior de la mesa de trabajo de Kyon en

su estudio, observo detenidamente sus bocetos de la corona.

Tiene tanto talento que da miedo. Solo tuve que decirle lo que quería

anoche y se quedó despierto toda la noche trabajando en ello.

—¿Qué crees que harán Excelsior y la Hermandad cuando

escuchen que estamos planeando una coronación? —le pregunto a Kyon.

Se inclina sobre su mesa de trabajo, probando un cierre de resorte

que está diseñando.

—Nos acusarán de traición.

—Eso es perfecto. ¿Qué pasará después de eso? —pregunto.

—Intentarán arrestarnos. ¿Por qué no proyectas hacia el futuro y

me dices si todo esto funciona para que pueda decidir si seguir adelante

o no?

—No puedo. Tu amiga me enfrió anoche, Vilma...

—Su nombre es Verka —me corrige—. Te arreglaré en unos

momentos, tan pronto como haya terminado aquí.

—No necesito ver el futuro. Esto funcionará.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta.

—Lo sé porque conocí el ego gigantesco de tu padre. Es casi tan

grande como el tuyo —me burlo de él.

—No soy como él —responde Kyon, como si lastimara sus

sentimientos.

—Lo sé —digo contrita—. Lo siento.

S

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—Estás perdonada —dice.

—¿Lo estoy? —pregunto.

—Siempre.

—¿Qué tan rápido podemos hacer esto? Necesitamos filtrar el

rumor de las coronas y la coronación.

—Lo haré en el próximo par de rotaciones.

—Bien, tengo que ir a planificar la fiesta con Fulton. Todo tiene que

parecer legítimo.

—La coronación será legítima —dice frunciendo el ceño.

—Lo será —concuerdo—. Me tengo que ir. —Salto de mi posición y

comienzo a caminar hacia la puerta, pero Kyon me jala hacia atrás.

Volviéndome para enfrentarlo, planta un beso en mis labios.

—¿Olvidaste algo? —pregunta, soltándome.

—No, yo no...

Me dispara con algo que parece y se siente mucho como un Taser2.

La electricidad circula a través de mi cuerpo y de inmediato pierdo mi

capacidad para mantenerme erguida. Afortunadamente, Kyon me atrapa

en sus brazos y me sostiene contra su pecho mientras me retuerzo.

—Acabo de quemar el Verka de ti. ¿Cómo te sientes? —me pregunta

al oído.

—No bien —susurro cuando recupero la capacidad de hablar.

Descanso mi mejilla contra su pecho.

—¿Debería haberte advertido primero? —Acaricia mi cabello.

—No sé —respondo con sinceridad—, tal vez.

—Debería dejar de picar en un momento.

—¿Debería hacerte el próximo? —gruño, mientras la sensación

vuelve a mis brazos y piernas una vez más. Es suficiente para que pueda

mantenerme de nuevo por mi cuenta.

—Me disparé anoche después de que te envié a casa.

2 N.T. Un arma que dispara dardos atados a baterías, ocasionando parálisis temporal.

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—Lástima —gimo—. Sí. Definitivamente avísame la próxima vez.

—O podría matarla para que nunca vuelva a suceder —responde.

—Posterga esa sugerencia, la volveremos a ver cuando me sienta

menos enojada. Te veré más tarde.

Arrastro mis pies unos pasos antes que pierdan su

adormecimiento. Al salir del estudio, localizo a Fulton con la ayuda de

Oscil; está en la torre conocida como Gloria. Esta torre es para entretener

a los invitados, tiene un salón de baile que sube quince niveles como las

gradas de un pastel de bodas.

—¿Te gusta este espacio? —pregunta Fulton.

—Es muy bonito —le digo.

—¿Te gusta para la coronación?

—No —respondo distraídamente, mirando alrededor—. Estaba

pensando que algo más público sería mejor. No quiero gente aquí, quiero

que nuestro hogar se mantenga privado. ¿Hay algún otro lugar que se

adapte?

Repasamos varias opciones para ubicaciones.

—Creo que debería ser aquí —digo, admirando la imagen del

holograma frente a mí de hermosos jardines florales.

—¿Los jardines botánicos? —pregunta Fulton.

—Sí.

—Pero es muy difícil defender un lugar tan abierto.

—No será necesario defenderlo. Para cuando comience la

ceremonia, no habrá ninguna resistencia a la coronación. Créeme.

Se ve confundido.

—¿Quieres algún tipo especial de arreglos en el evento? —pregunta,

yendo hacia abajo en su lista.

—¿Flores, quieres decir?

—Mmm —asiente.

—Quiero znous, tantos como puedas conseguir.

Se ríe.

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—Sabes que son venenosas, ¿no?

—Creo que escuché eso. Todavía los quiero.

—Entonces los tendrás.

—¿Hay un bar aquí? —le pregunto.

—Sí.

Me muestra el bar, que está mejor surtido que el del estudio de Kyon.

Tomo dos botellas de Winslet, una en cada mano.

—¿Puedo tener estas? Quiero tomar un par de copas con Phlix.

—Puedes tener lo que quieras, Kricket. Esta es tu casa.

—Gracias. Si te parece bien, me gustaría terminar la planificación

más tarde.

—Me parece bien —responde con una sonrisa.

Saliendo del salón de baile, tengo a Oscil guiándome a Phlix. Ella

está afuera, caminando por la orilla del río. Cuando la alcanzo, extiendo

una botella de Winslet hacia ella.

—¿Quieres una bebida? —pregunto.

—¿Te refieres a alcohol? —pregunta, pareciendo aturdida que se lo

ofrezca.

—Sí. Me refiero a alcohol realmente caro.

Saco el tapón de la bola de oro de la botella y le doy la botella verde

esmeralda.

—Aquí, pruébalo.

Lo toma de mí y bebe unos sorbos.

—Eso es delicioso —dice antes de tomar otro sorbo.

—Sí, es bueno. ¿Sabes qué más es bueno? Tiene un valor de cinco

mil gifones de Alameeda. Eso cuesta una fortuna.

—¡Puedo vacunarme con esa cantidad de dinero! —dice.

—¿Tienes un contacto? —pregunto.

—Creo que sí. ¿Me puedes conseguir más botellas como esta?

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—Puedo tomar el pedido, pero hagamos esto lo más rápido posible.

Nos estamos quedando sin tiempo.

—Lo entiendo. —Me da la botella abierta y tomo un sorbo de ella,

probando el sabor. Caminamos a lo largo, mirando botes—. ¿Vas a

extrañar esto? —pregunta.

—No —digo de inmediato, pero no sé si eso es cierto—. No voy a

extrañar tener miedo todo el tiempo.

—¿No tendremos miedo todo el tiempo? —pregunta.

—Eso espero.

—Me alegro de tenerte. —Une su brazo con el mío.

—Yo también.

—¿Crees que puedes ensombrecernos? —pregunto.

—No hay problema —dice.

Cierra los ojos y se concentra.

—Ahora somos invisibles para los demás. —Me guiña un ojo.

—Fantástico. Ven conmigo. Quiero mostrarte algo.

La guio por el exterior de la casa hasta las gigantescas puertas

donde entré por primera vez en la finca.

—Este es el Reino. ¿Ya has estado aquí? —pregunto.

Sacude su cabeza.

—Nos trajeron a través de un patio interior.

Le muestro el interior. Es tal como lo recuerdo, una galería de arte

espeluznante de portales, la llevo a la de Naren Falls. Observamos cómo

el agua que cae golpea la piscina de agua azul, enviando rocío a todas

partes. El cadáver del soldado ya no es visible, tal vez una gran bestia lo

arrastró y se lo comió. No lo sé, pero me alegro de no tener que ver su

cadáver.

—Puedes sentir la niebla en tu cara cuando no estás en tu burbuja

secreta —le digo—. Es un portal.

—¡Cállate! —dice con incredulidad—. ¿Quién hizo esto?

—Kyon.

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Sus ojos se ensanchan cuando dice de nuevo:

—¡Cállate!

—Es cierto —contesto—. Mira esto. —Retrocedo mi mano y lanzo el

tapón redondo y dorado de la botella al portal. Aterriza en el césped y

medio gira, medio salta sobre el césped, porque la esfera está

desmoronándose ahora—. Es algo brutal en todo lo que pasa a través de

él. —Tomo un sorbo del Winslet y luego se lo paso.

Ella toma un largo trago antes de mirar hacia el frente a las

cataratas.

—Eso está en el área anexa, ¿no es así?

—Sí. Lo está. —La siento darme un codazo con la botella. La

reclamo para otra bebida.

—¿Qué tan peligroso es el portal? —pregunta.

La miro, me mira, y luego a la botella de Winslet.

Retrocedo mi brazo y lanzo la botella abierta al portal. Después de

que el vidrio de color esmeralda cruza el marco, implosiona, rompiéndose

y arrojando vino espumoso por todo el césped frente a Naren Falls. Los

pájaros en las ramas de los árboles dentro del marco vuelan.

—Bueno, eso no es bueno —admite.

—No. No lo es.

—Me gustó ese vino.

—Estuvo bien, ¿verdad? —digo.

—Mmm.

—Así que, tendremos que encontrar otro camino allí, a menos que

puedas pensar en una manera en que podamos superar esto sin

implosionar.

—Voy a trabajar en ello.

—Buscaré otro modo de transporte. ¿Cómo van nuestros flipcarts?

—Le pedí a Fulton un par. Le dije que quería enseñarte a montar

uno porque expresaste interés en aprender.

—¿De verdad? ¿Qué dijo?

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—Dijo que los flipcarts estarán aquí en algún momento después del

zenith.

—Me gusta Fulton.

—Sí —concuerda—. Tiene una hermosa aura.

—Es casi después de zenith ahora. ¿Debemos conseguir nuestro

paseo?

—No sé lo que eso significa —dice.

—Vayamos a ver si los flipcarts están aquí y escondemos la otra

botella de Winslet.

—Vamos —concuerda.

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17

Parte del Desfile Traducido por Mais

ejando a Phlix en su habitación del trono en Victoria, regreso

a mi habitación en Misericordia. Vagabundeo hacia el balcón.

Recostando mi mentón contra el barandal, miro hacia el río. La superficie

está sin olas; los barcos flotan sobre el agua sin molestarla, como si fuera

sólida y no líquida. Mi carne pica con una sensación extraña. El río tiene

sus ojos en mí, observando. La superficie tensa se siente no natural. Hay

algo en la profundidad del río que no estaba ahí antes. Mi piel se enfría y

tengo la urgencia abrumadora de arrojar mis huesos, proyectarme al

futuro.

Tambaleándome hacia mi habitación, no calculo bien y no llego a

la cama. Mi mejilla golpea la suave alfombra y retumba mi cabeza. Algo

intenta mantenerme aquí incluso mientras me deslizo fuera. Parpadeo y

veo el marco de Nezra, quién está agachada en la alfombra a mi lado,

sonriéndome mientras mi visión se desvanece. El remolino del aliento

invernal pasa a través de mis labios partidos.

Dejo mi cuerpo pero la gravedad pesada de Nezra me sostiene justo

por encima. Ella lucha contra mí, tratando de no dejarme ir.

—Kricket —dice con voz cantarina—, ¡no puedo esperar a verte

quemar por lo que me has robado!

La entierro en la noche mientras las estrellas me alejan y me voy a

la deriva a tiempo. Sigo los eventos mientras suceden en el futuro. Strikers

llegan para llevarme a la Casa Freming, la jaula dorada donde mantienen

a sus sacerdotisas de rehenes. No es todo lo que hacen ahí. Es un

laboratorio también—un lugar de prueba para más mutaciones genéticas.

Es una casa de horrores. Las cosas que me harán bordean lo depravado.

No puedo quedarme y verlo por mucho tiempo—es demasiado brutal y

obtendré la oportunidad de experimentarlo de primera mano muy pronto.

D

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Me giro a tiempo y me muevo hacia otro destino, uno que he

prometido ir con un plan para la muerte de Excelsior. Tengo ese plan ahora;

es solo tan desafortunado que no vaya a sobrevivir para verlo realizado.

Al menos lograré morir sabiendo que él me seguirá pronto.

Llegando afuera de la mansión decadente del gobernador en Nueva

Amster, encuentro a Giffen y a Pan hablando juntos en voces bajas por las

estatuas gigantes de centinelas, que presiden sobre la mansión. Giffen

siente mi presencia inmediatamente cuando me acerco a él. Mira en mi

dirección. Empuja su energía hacia mí y me vuelvo una silueta dorada de

magia inmensa y luz saliendo en la noche. Mantengo mi atención en Giffen,

ignorando al hombre que solo fue mi padre por un breve momento. No hay

nada realmente para decirle, de todos modos. Él se fue.

—Será mejor que tengas un plan como discutimos, Kricket, o cosas

malas van a empezar a suceder…

—Lo hago —interrumpo—. Estamos creando un caballo de Troya

para Excelsior. Es algo que no será capaz de resistir. Estará muerto en dos

días.

—¿Qué es este caballo de Troya? —pregunta Giffen.

—Prefiero no decirlo. Arruinará la sorpresa, y realmente no creo que

pueda confiar en ti para que mantengas el secreto.

—Si no está muerto para entonces, entregaré a las familias de los

amigos de Rafe a Alameeda.

—¿Es eso lo que le dijiste a Trey?

—¿No te lo dijo? —pregunta Pan a mi lado.

—No. Nunca me contó sobre tu amenaza. Solo me pidió que lo haga

por él… por su familia.

—¿Y acordaste? —pregunta Pan, como si lo que hubiera dicho no

tuviera sentido.

Lo ignoro. Él no obtiene nada más de mí. En su lugar, le digo a Giffen:

—¿Le dirás algo a Trey por mí?

—Depende de lo que sea —dice Giffen, honestamente.

—Dile que dije que nunca lo amé, que solo lo estaba usando. —Me

giro para irme, pero entonces pienso en algo y agrego—: Oh, y no te olvides

de ver el espectáculo Giffen. Te lo ganaste.

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—¿Qué espectáculo? —dice mientras me desvanezco y vuelvo en el

tiempo.

—Mi ejecución.

Vuelvo de golpe a mi cuerpo. La frigidez de este me deja saber que

me quedé fuera lo suficiente para sentir como que estoy muerta, pero no

realmente muerta. Se me ocurre que estar muerta es la opción preferible

en esta situación, ahora que sé lo que me sucederá. La parte mala sería

que si muero aquí, podría no haber venganza contra Excelsior y eso es

todo lo que me queda.

—¡Oscil! —jadeo, cuando regreso a mi cuerpo—. ¡Oscil! —digo,

buscando a la inteligencia automatizada que siempre está disponible,

pero no obtengo respuesta. Sabía que no habría, pero por alguna razón

tenía que intentarlo.

Lucho por ponerme de pie de mi piso. Cuando hice esto hace

minutos atrás, en el futuro, me moví tan rápido como mis piernas inertes

me llevarían hacia el balcón. Pero porque acabo de vivirlo, sé sin mirar

que el río fuera es sólido en varios lugares. Los Strikers corren sobre la

superficie con frestons atados a ellos. Un conjunto de Strikers están al

lado de la casa. Están elevándose en discos que actúan como elevadores,

llevándolos hacia arriba, hacia mi balcón.

En lugar de dejar que me arresten aquí en el balcón, me giro y corro

hacia el lavare. Moviéndome hacia el mostrador, explayo mi mano en

este. Artículos de aseo de todo tipo se elevan desde la superficie.

Seleccionando un delineador de labios grueso, escribo en el espejo:

Kyon…

Mantente lejos. Nada puedes hacer. Te matarán. Yo tengo esto.

Termina mi corona por mí.

—Kricket.

Es una mentira. Realmente no tengo esto. Ellos van a eviscerarme

de la manera más dolorosa, pero no hay realmente razón para que Kyon

muera también. Solo serviría para darle a Excelsior más placer y

realmente no creo que eso sea justo. Solo necesito que Kyon obtenga la

corona hacia Excelsior. Puede hacerlo sin morir. Y una parte de mí desea

mucho que viva así puede tener esa clase de venganza con la que ha

soñado toda su vida. Me asusta saber que yo deseo eso también.

Un sonido en la puerta me hace girar. Es el Striker con la sonrisa

de pirata. Me envía un escalofrío directo a mi corazón mientras dice:

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—Tu padre, Excelsior, te está esperando.

—Gracias Cecil —respondo, usando su nombre solo para asustarlo.

Funciona. Me coloca una restricción en el cuello y me tiene de rodillas

mientras presiona el botón y me ahoga hasta que veo puntos. Suelto el

grueso delineador.

—¿Qué es esta algarabía que has escrito en tu espejo, eh? —

pregunta.

—Es un mensaje secreto para mi consorte. Dice que mataré a

Excelsior y lo veré pronto y para asegurarme que tiene mi corona lista

para mí cuando vuelva.

—¿Realmente dice eso? —pregunta, y me doy cuenta que no puede

leer inglés.

—Realmente lo hace. Voy a matar a mi suegro. —Eso me gana otra

presión del botón, pero esta vez no solo veo puntos… todo se vuelve negro.

* * *

Mi garganta duele mientras intento tragar. Abro mis ojos. Suaves

sábanas se deslizan debajo de mis dedos en lugar de tela estéril.

Levantando mi cabeza de mi almohada, intento descubrir dónde estoy.

Estoy a solas en una pequeña pero elegante habitación. Nunca antes la

he visto ¡Esta es una nueva experiencia! ¡Nunca he estado en esta

habitación en mi vida o en cualquier momento del futuro!

Me estremezco porque sé que ya no estoy en el mismo camino

predecible del tiempo como una vez lo estuve. Estoy experimentando un

nuevo conjunto de eventos. He cambiado el futuro por al menos un

pequeño grado. La última vez, los Strikers me trajeron a la Casa Freming.

Había estado consciente. Otra muy notable diferencia de esta vez versus

la última es que mis ovarios no están siendo removidos en una sala de

operaciones. Este es un camino mucho mejor hasta el momento.

Trato de mover mi brazo de la cama y encuentro que está atado a

una baranda. Recuesto mi mano de vuelta en la sábana. Es un alivio que

aún esté usando mi ropa, pero parece como si hubiera estado usándola

durante días. Estoy desgreñada y sucia.

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La puerta se abre y un técnico entra. Lo reconozco. Es uno de los

miembros del laboratorio que había ayudado a hacer el procedimiento

para quitar mis órganos reproductores en la línea alternativa de tiempo.

Antes, hizo varias quejas resentidas sobre los descuidos del otro técnico.

Lo hizo enojar que su compañero de trabajo lo hubiera arruinado

mientras creaba un nuevo lote con los huesos que habían cosechado, y

quedó en él exterminar varios descendientes masculinos como resultado.

Parpadeo un par de veces mientras el técnico ajusta la vía atada a

mi brazo.

—Dobrey —murmuro su nombre. Mi voz es gruesa, como si hubiera

dormido por un buen rato. Él se estremece al escucharla,

inmediatamente alejándose de mí—. Lo siento, no quise asustarte. —

Busca una pistola tranquilizante, su mano temblando un poco—. ¡Tengo

un plan! ¡Nunca tendrás que matar otro lote!

Se detiene. Sus ojos azules se entrecierran.

—¿De qué estás hablando? —pregunta.

—Sé que estás siendo forzado a hacer lo que haces. Sé que al

momento en que dejes de hacerlo, morirás. Si Excelsior se convierte en

el emperador de Ethar, tú tendrás que matar en una escala que nadie ha

hecho antes. Sabes de lo que estoy hablando, ¿verdad? —susurro.

—¿Es ese virus en el que están trabajando en el laboratorio a

nuestro lado, verdad? —pregunta en un susurro así nadie nos escucha.

Realmente no sé de lo que está hablando ahora, pero pretendo que

sí.

—Lo es —le digo—. Si me desatas y me ayudas a salir de aquí,

prometo deshacerme de Excelsior.

Se tensa, como si hubiera dicho algo completamente ridículo. Mi

marca no está cayendo en ello. Intento de nuevo. Él recoge una pistola

de jeringa llena de un líquido claro.

—Olvida que dije algo. Dejarme ir te meterá en problemas —digo,

como si me importara lo que le vaya a pasar—. Deberías hacer lo que sea

que viniste a hacer. ¿Qué viniste a hacer? —Necesito saber lo que están

planeando para poder formular un plan.

—Excelsior me ordenó que te administrara un RU7.

—¿Qué es RU7?

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Sostiene en alto la jeringa de líquido claro.

—Es una droga de interrogación.

—¿Qué hace? —pregunto.

—Te hace ver las estrellas —dice—. Y decir la verdad.

—¿Él me va a hacer decirle la verdad? —pregunto.

—Entre otras cosas —admite Dobrey. Toma un paso hacia mí.

Me apresuro y pregunto:

—¿Cuánto tiempo he estado aquí?

—No lo sé. Un par de rotaciones, supongo.

—¿Por qué he estado dormida tanto tiempo? —Me estremezco,

preguntándome si me quitaron los órganos y luego me sanaron.

—Han estado preocupados. Han estado luchando con tu consorte,

Kyon Ensin.

—¿Luchando cómo? —pregunto.

—Luchando por sus vidas —admite Dobrey—. Él ha estado

matando a todos los Hermanos no presentes en el recinto. Todos estamos

bloqueados.

—¿Por qué sigo viva? —pregunto. En el futuro, ya estaría ejecutada.

—Bueno, probablemente no lo estarás pronto. Excelsior ha

prometido enviar a Kyon tu cabeza si él no se entrega a la Hermandad en

tu juicio.

—¿Cuándo es mi juicio? —pregunto. Esto es nuevo.

Él nunca me puso en un juicio en el futuro. ¿He logrado cambiar

las cosas solo al escribirle una nota a Kyon en el espejo? El problema es

que no sé si he cambiado algo para mejor, aunque, probablemente no

puede ser mucho peor que antes. Tal vez.

—Tu juicio es en esta rotación.

—¿Mi juicio será público? —pregunto.

Sacude su cabeza vehemente.

—No. Nunca. Nadie tiene permitido entrar a la cámara con los

Hermanos. Es secreto. Tienes sus rituales ahí.

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—¡Pero no es justo! Pueden hacer lo que quieran y nadie sabrá

sobre ello.

—Creo que ese es el punto. Si sirve de consuelo, tu ejecución será

pública.

Sé que tiene razón. Ya he estado en una de mis ejecuciones en el

futuro. No creo que quiera estar en esta también.

—¿No tienes curiosidad de ver qué pasa ahí? —pregunto—. Debe

haber una forma en que pueda grabarlo para ti.

—¿Por qué querría involucrarme en ello? ¡No es de mi incumbencia!

—Si hay algo que sé sobre los hombres como Excelsior, es que les

gusta hablar. Él va a decir un montón de cosas más interesantes a mí de

las que yo voy a decirle a él en mi juicio… cosas que hará que la gente se

enoje, Dobrey. Si de alguna manera pudieras hacer que se sepa de mi

juicio, dudo de que debas mostrarte en tu trabajo Fitzmartin o matar a

alguien más que no quieras jamás.

Mira alrededor, asegurándose que no somos escuchados.

—Podría haber una forma. Una pequeña cámara oral funcionará —

murmura tímidamente—. Las usamos para estudiar los caminos

digestivos de las sacerdotisas. Las tragan. Pero tal vez podría ponerte una

en alguna parte. Hacerla parecer como un botón o algo. Puede que no te

revisen una vez que te preparen aquí.

Sé que no puedo presionarlo. Es frívolo. Si presiono demasiado, se

doblará.

—Tú dirás —susurro—. Solo no quiero que las cosas se pongan

peor para ti cuando sería fácil cambiarlas. Y estoy muerta de todos

modos, así que no tengo nada que perder.

Otro asistente entra a la habitación y hace que Dobrey salte.

—¿No le has dado todavía el RU7? —regaña; sus ojos azules son

tan claros que parecen leche—. Dame la pistola y ve a revisar a la otra.

—Tengo esto, Mieko —gimotea Dobrey.

—¡Hazlo ahora! —responde Mieko—. ¡Estoy cansado de tu

insubordinación! Vas a ir a mi reporte. ¡Personalmente te veré llevado a

completa exterminación! ¿Me escuchas? ¡Ahora ve!

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Dobrey sale apresuradamente de la habitación y Mieko no pierde

tiempo en empujar el RU7 en mi brazo.

—¿Quién está en la otra habitación? —pregunto cuando la droga

hace un camino que quema a través de mi vena.

Pero Mieko está concentrado. Deja a un lado la pistola y me deja

atada a la cama.

Una galaxia de estrellas llena mi visión mientras miro a mí

alrededor. Colores y formas se mueven y se desvanecen y aparecen en mi

visión. Mi cabeza se recuesta en mi pecho mientras alguien me quita las

ataduras, me levanta y me quita la ropa. Tengo una noción confusa que

estoy siendo bañada y vestida en algo apretado y que implica tortura,

como los vestidos que he visto usar a Nezra y otras sacerdotisas. Mi

cabello está rudamente amarrado en intricadas trenzas. Finalmente el

collar de metal es probado de nuevo y uno igual en mi brazo me restringe

movimiento, agregado a mi ensamble en mis muñecas.

Dobrey se inclina sobre mí y dice algo. Suena igual como si me

estuviera hablando bajo el agua. Presiona algo en la tela rígida de mi

vestido. Pica mi piel, un alfiler. Entonces, él se ha ido. Miro las luces en

el techo de nuevo.

Hombres de rostro plano me levantan de mi cama y me colocan en

un transporte en forma de cojín negro, que está flotando cerca. La puerta

se cierra. Mis ojos nublados alzan la mirada a través de la ventana del

transporte hacia las luces blancas del techo. El transporte se mueve

lentamente por un pasillo.

Mareada, me obligo a enfocarme. Cada persona que pasa me mira

a través del vidrio, y me pongo a pensar en mí misma como siendo parte

de un desfile negro. El hoverpod se detiene. Un soldado abre la puerta del

transporte. Corre sus manos sobre mí mientras mira mis senos, que

están empujados hacia arriba desde el corsé demasiado apretado. Quiero

empujarlo lejos mientras me toca, pero nada sobre mí funciona bien.

Trato de concentrarme en su rostro pero no la reconozco así que

rápidamente pierdo interés en él. Cierra la puerta del transporte y ondea

su mano antes de que me empiece a mover.

El hoverpod entra a una habitación en forma redonda. Por encima

de mí, hay niveles de Hermanos sentados, todos encogidos en la

oscuridad mientras bajan la mirada hacia mí en mi ataúd negro en forma

de bala. El hoverpod se detiene. La puerta se abre. Me muevo desde el

interior mientras la nave me lleva fuera por un brazo extendido y me

deposita en un salón negro al centro de su carrusel sin caballos.

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Por encima de mi cabeza flota un holograma giratorio de una

brillante estrella azul, el símbolo de la Hermandad de Alameeda. A mi

lado, en una mesa negra, hay dos coronas que hice que Kyon diseñara

para mí. Son de él y de ella. Sonrío ante estas. Son tan encantadoras.

Hizo bien.

—Kricket —una voz resuena en la habitación.

Suena como la de Kyon. Estoy decepcionada cuando levanto mi

mentón para ver que no es él. Es Excelsior. Camina con facilidad cuando

se acerca a mí; es dueño de la habitación y lo sabe. Cuando se acerca,

baja a una rodilla, así puede mirarme a los ojos. Sus ojos son un azul

más frío que los de su hijo—un azul sin alma.

Está vestido en un uniforme militar oscuro con un holograma de la

Estrella del Destino en cada uno de sus solapas apuntadas.

—¿Sabes dónde estás? —me pregunta.

Miro alrededor.

—Estoy en un nido de serpientes. —Un conjunto corto de risa

varonil se levanta desde el teatro redondo.

—Estás en la Cámara Universal en la Casa de Alameeda. —

Chasquea los dedos. Un pod flotante viene entre sus dedos. Levantando

un implemento cauterizante de este, está claro por su fácil mirada que

está muy familiarizado con todas las herramientas escondidas en este.

—Todavía se ve como un nido de serpientes.

Excelsior levanta un pequeño dispositivo y presiona un botón en

este. Las esposas de metal en mis muñecas se levantan de mis lados y se

golpean contra los pods de metal en forma de T a cada lado del salón por

mis oídos. Trato de jalarlas hacia abajo, pero es demasiado poderoso.

Me muestra el largo dispositivo de plata antes de presionar el

tridente brillante hacia la pálida piel de mi antebrazo derecho. El olor de

mi piel quemándose es casi tan doloroso como las garras de fuego que

corren por mi carne. El dolor está acompañado de un flujo de terror del

tamaño de un cañón que llena mi pecho. Cuando la levanta para mí,

tengo una herida de lobo brillante y roja.

—Eso debería despertarte un poco —susurra cerca de mi oreja. Me

muerdo el labio porque está comenzando a temblar y es realmente

importante que no le muestre la profundidad de mi miedo—. Vas a tener

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que decirme cuándo has tenido suficiente. Tengo la tendencia de ir

demasiado lejos a veces.

No me intimido ante él; en su lugar, me fuerzo a reír mientras jadeo.

—¿Usualmente eso asusta a todas las pequeñas niñas que

torturas? —Aunque por dentro, sé no voy a ser capaz de mantener este

acto por mucho tiempo. Él tiene un corazón muerto. Apenas late.

Reconozco la mirada en sus ojos; puede convertir la angustia en

cualquier color que escoja.

Por encima de nosotros, nadie hace sonido. Él recoloca el

cauterizador de plata en la bandeja y coge una cuchilla de afeitar. Su

agudeza quirúrgica brilla en la pequeña luz bajo la que estamos. Juega

con esta mientras la ata a un mango corto. Tomando su tiempo significa

incrementar mi pánico.

—¿Sabes por qué estás aquí? —me pregunta.

—Estoy aquí para matarte.

Siseos de “Traición” vienen de varios lugares y alturas en los

niveles.

—¿Por qué querrías matarme, Kricket? Soy tu fabricante. Tu

Creador.

—Hay tantas razones para matarte Excelsior. El hecho de que creas

que eres mi creador es solo una de ellas.

—También soy quien te salvó de él —dice Excelsior.

Presiona otro botón en su dispositivo. Un hueco se abre en el suelo

cerca de nosotros y un tanque se levanta de este. Dentro, Manus, el

regente de Rafe, se balancea en el agua del tanque de estasis médico. Su

piel está azulada y traslúcida. Pedazos delgados de ello cuelgan de él y

flotan en el agua. Ya se ha ido el oscuro y rico color de su cabello. Ahora

es de un hueso blanco y se ha partido en largos parches. Curvado en

posición fetal, sus manos retorcidas están deformadas, como si sus

huesos se hubiesen anegado y doblado. Lo que sea que deba estar

haciendo este tanque médico ha dejado de hacerlo hace mucho tiempo.

Él pertenece a un acto de un espectáculo de terror, una curiosidad mortal

para meter miedo hacia los buscadores de ello.

Excelsior merodea hacia Manus.

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—Envié a los Strikers a liberarte de su plan para emparejarse

contigo. ¡Mi creación! —dice las palabras como si estuviera disgustado

con cada pensamiento.

Levanta el dispositivo en su mano de nuevo, y da un fuerte y

estridente sonido que rompe el tanque. Agua empieza a filtrarse entre las

roeduras hasta que rompe el vidrio y bota a Manus hacia el suelo de

ébano. El olor apestoso que se eleva en el aire hace que vomite en mi

boca. El agua rápidamente se drena en el hueco del suelo, pero todavía

apesta a descomposición y muerte.

Los asistentes son llamados; recogen pedazos de Manus mientras

su carne cae fuera de sus huesos. Su desastre es rápidamente descartado

hacia una escotilla en el suelo y el agua es aspirada por larvas que

chupan. Los asistentes traen agua. Vasos altos son servidos para cada

Hermano en los asientos de teatro por encima de nosotros. Todo mientras

Excelsior me observa con su mirada de asesino.

Cuando los asistentes dejan la habitación, él pregunta:

—¿Sabes por qué estás realmente aquí, Kricket?

Quiere decírmelo, así que lo dejo.

—¿Por qué estoy realmente aquí, Excelsior?

—Era la única manera que podía lograr que todos los Hermanos

estén juntos en una habitación. Vinieron a verte. Sabía que lo harían.

Estaban esperando que me matarías así podían deshacerse de mí.

Sonidos de ahogo suenan por encima de nosotros. Un Hermano se

levanta, sosteniendo su garganta, y tose sangre mientras se tambalea por

encima del barandal y cae al nido de serpientes con nosotros. Más ahogo

y sonidos de vómitos ocasionan el caos en la habitación. Los Hermanos

comienzan a sucumbir mientras sangre se vierte fuera de sus orificios.

Miro de vuelta a Excelsior, quién me está observando con interés.

—¡Los envenenaste!

—Cuando znou axicote es encontrado ser la causa de sus muertes,

todos asumirán que fuiste tú quién los asesinó. Estuve impresionado

cuando escuché que envenenaste al ministro de defensa de Rafe con ello.

Mostró real inteligencia y un deseo no vacilante de sobrevivir. Eres la

clase de anomalía genética que espero lograr en todo mi trabajo.

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—Dices “naturaleza”, yo digo “nutrir”. No fui parida para hacerlo.

Fui criada —respondo, negándole cualquier crédito por la forma en que

soy.

—Si tan solo mi hijo hubiera salido más como tú. Ha sido una falla

insufrible.

Excelsior gruñe mientras empuja otro botón en su dispositivo. En

el suelo, otro hueco se abre. Fuera de este se levanta un poste de

flagelación de metal en forma de T. Kyon está esposado a este por sus

muñecas. Su cuerpo inconsciente cuelga apático, sostenido erecto por

hierros magnetizados en sus muñecas que se aferran a la porción alta del

palo. Se ve apenas vivo. Con el pecho desnudo, está lleno de cortes y

heridas de apuñaladas. Sangre ha convertido su carne herida en rojo.

Dentro, mi corazón siente como que está muriendo. Busco

cualquier signo de Kyon para indicar que puede estar vivo. Necesito que

lo esté. Mi garganta duele con enojo y lágrimas no derramadas.

—Debe amarte, Kricket.

Dolor rompe a través de mi pecho.

—¿Por qué dices eso? —Mi voz sale rasposa.

—Cuando descubrió que yo te tenía, se ofreció a mí en intercambio

de ti. Dijo que tú volverías a la Tierra y nunca me molestarías de nuevo.

Dijo que yo podía tener tus coronas, las que tú planeaste usar para robar

mi trono legítimo de mí.

—¡Lo robaré de ti! —digo con indignación, fingiendo legitimidad—.

Yo debí haber sido la emperadora, usar la corona de los altos reyes de

donde tengo ascendencia. ¡Te inclinarás ante mí! —Por dentro me encojo.

¡Eso sonó tan falso! ¿Exageré al hacer el rol loco de sacerdotisa?

Los ojos viciosos de Excelsior se entrecierran y creo que ve a través

de mí.

—¡Yo soy el descendiente de los altos reyes! ¡Tú tendrás que

inclinarte ante mí!

Camina hacia las hermosas coronas, que yacen brillando en una

cama de suave terciopelo negro, y recoge el pequeño anillo de pesado oro.

No es delicado, sino sólido y sustancial, una corona que un antiguo rey

usaría, una que un héroe conquistador crearía. La hace a un lado. Suena

contra el piso de ébano, haciendo que mi corazón lata dolorosamente en

mi pecho.

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¡No caerá en ello! Me desespero. Quiero llorar.

Levanta la otra corona en su mano, probando el peso. Es el mismo

estilo que la primera, solo que esta es más grande.

—Nunca serás capaz de matarme Kricket. He vivido por cientos de

floans. He derrotado naciones completas de personas. Tú solo eres un

perro rabioso para mí, un experimento que salió mal. No significará nada

para mí terminar contigo.

Me río.

—Ya te he matado Excelsior. Solo que no lo sabes aún. ¡Nunca

usarás esa corona! —Hago una sonrisa falsa.

Su mano se curva con más fuerza alrededor del trofeo de oro.

Levanta el brillante anillo hacia su cabeza.

—¿Quieres decir esta corona? —pregunta.

Mi sonrisa de suficiencia se desvanece.

Excelsior recuesta la corona de oro en su cabeza, empujándola

hacia abajo para un mejor encaje. El gatillo de resorte que Kyon diseñó

se ejecuta. Cuatro filosos dientes saltan desde el interior de la corona,

empalando el cráneo de Excelsior. Sus gritos estridentes corren a través

de mí, agregando mi miedo y fascinación. Sangre rezuma desde las partes

internas de su frente mientras una turbina que lleva gusanos se vierte

desde los ahuecados pozos en la guirnalda dorada. Se entierran en su

cerebro, sus cuerpos retorciéndose, moviéndose para cortar a través de

sus huesos. Chillidos agudos y agonizantes se tuercen de sus labios

mientras cae de rodillas al lado de mí, haciendo caer su carro estacionado

de implementos de tortura en el suelo y esparciéndolos. La escena es

insoportablemente espantosa. Me intimido mientras los gusanos devoran

sus ojos.

Sus gritos se detienen y el único sonido que queda en la habitación

es mi respiración temblorosa. Todo mi cuerpo está temblando. Abro mis

ojos y trato de ponerme de pie, pero mis brazos todavía están esposados

y atrapados en los palos al lado de mi asiento. Miro alrededor en busca

del control que Excelsior utilizó antes. Lo veo en el suelo al lado de su

cabeza. Los gusanos están retorciéndose dentro y fuera de su cráneo, su

carne brillantemente blanca convirtiéndose en rosada por la sangre que

han consumido. Trato de no mirarlos mientras me levanto, tan lejos como

puedo y apunto con mi dedo del pie, deslizando el control más cerca de

mí con mi dedo. Uso mi tacón de punta para presionar varios botones.

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Las esposas de Kyon se liberan y cae al suelo con un sonido fuerte. Me

estremezco, sabiendo que probablemente eso le dolió más. Apunto mi

dedo hacia otro botón en el control. Mi mano se desliza por el palo.

Palmeo el mismo botón de nuevo y mi otra mano también baja.

Poniéndome de pie, paso el cuerpo de Excelsior y corro hacia Kyon.

Su piel está helada. Miró detrás, viendo los dispositivos de tortura

tendidos en el suelo. Encontrando la cuchilla de afeitar, la aprieto y

vuelvo al lado de Kyon. Su cabello rubio está hacia atrás en una cola de

caballo en la corona de su cabeza. Cojo lo que puedo y corto grandes

cúmulos de ello. Vuelve a crecer, las piezas retiradas marchitándose y

derritiéndose mientras corto. Espero por un segundo para ver si

recuperará la consciencia. No lo hace. Coloco mi oreja contra su pecho.

Puedo escuchar sus latidos débiles. Eso es todo lo que necesito para

seguir moviéndome.

Me pongo de pie y corro al ataúd flotante en la esquina que me trajo

a esta habitación. Lo toco, y se mueve conmigo como un bebé pato

siguiendo a su madre. Lo guío hacia Kyon y lo empujo hacia el suelo. No

sé cómo operar el brazo extendido así que en su lugar, empujo y lanzo

dentro a Kyon con todo mi ser, haciéndolo rodar y rodar hasta que lo

pongo a fuerza en el transportador. Sudando y jadeando, coloco mi mano

en lo alto del ataúd, cerrando la puerta.

Guío el transportador negro hacia la puerta, la que abro. Mi plan

es burlar e intimidar mi salida de aquí. Con eso en mente, cuadro mis

hombros y casi me choco contra Dobrey. Coloca un dedo contra sus

labios, estirándose y sacando algo del corpiño de mi vestido. Me muestra

el pequeño disco antes de soltarlo al suelo y romperlo con su talón.

—¡Lo hiciste! —exhala, como si estuviera sorprendido de mí.

—¿Qué hice? —pregunto.

—¡Derrotaste a la Hermandad! Todos en Alameeda lo vieron. ¡El

mundo entero lo verá para el anochecer!

—¡Lo grabaste! —exclamo.

Asiente vehemente.

—Lo puse en vivo en la red de holograma. Lo sacaron en tiempo

real. ¡Hay una multitud formándose afuera mientras hablamos! ¡Están

atacando a los Strikers, demandando la liberación de la sacerdotisa!

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—Tenemos que salir de aquí. Mi consorte está herido. ¡Tengo que

buscar ayuda! ¿Me ayudarías? —pregunto. Mis rodillas están temblando

tan fuerte que no creo ser capaz de mantenerme de pie si no me muevo.

—Tengo un trift. Puedo sacarte a escondidas.

—Te pagaré. Lo juro.

Se quita su saco negro de laboratorio y me lo entrega.

—Ponte esto. —Sus manos flacuchas tocan la puerta del

transportador de Kyon—. Es por aquí —dice—. Los Strikers y todos los

demás están viendo a las multitudes al frente del edificio. Nos dirigiremos

hacia el hangar.

—¿Tienes un código para quitarme este collar? —pregunto

mientras atravesamos un corredor vacío.

Sacude su cabeza en negación. Trato de no preocuparme sobre ello.

En su lugar, ayudo a guiar al transportador, corriendo más allá para abrir

puertas. Hay unos cuantos guardias puestos en la entrada del hangar.

Dobrey me esconde alrededor de la esquina en una habitación vacía de

examinación mientras corre hacia los guardias.

—¡Hay gente entrando en el corredor tres, dos, cinco! ¡Tienen

sactumizers! —Apunta lejos de mí, antes de retorcer sus manos. Todos

los guardias corren en la dirección indicada.

No espero a que él llegue a mí. Empujo el hoverpod de Kyon en el

corredor de nuevo y nos apresuramos hacia el hangar. Me lleva casi hasta

el último lugar en el garaje. Nos detenemos en una nave que parece un

enorme cartón de leche.

—¿Qué es esto? —pregunto.

—¡Es mi trift! —gruñe, mientras abre la escotilla y mete a Kyon en

este—. ¿Qué parece?

—Solo que nunca había visto uno como este.

—¿Cómo qué? —pregunta, sonando ofendido.

—Así de increíble —respondo.

Cierra la escotilla.

—Ella es súper rápida. Solo modifiqué el motor. ¿Adivina cuál es

mi código de inicio? —pregunta retóricamente porque me dice—: Es

Dominio de Dobrey. Es atrayente, ¿verdad?

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—Críptico —respondo.

—Ella es mi…

La cabeza de Dobrey explota. Hago un sonido que es cercano a un

grito. El cuerpo sin cabeza de Dobrey se arruga contra el suelo. Los

guardias que Dobrey distrajo antes corren hacia mí con sus armas en

alto. Reaccionando por terror, me agacho y me meto hacia la puerta

abierta del horrible trift.

Localizo el botón de la puerta y lo presiono. La puerta se cierra.

Escaneo el panel de control. Parece casi nada como los trifts de Kyon.

Este es de una simple transmisión manual. Ingreso el código de inicio de

Dobrey y el trift se eleva del suelo, flotando. Direccionando la nave hacia

arriba, lo inclino para que los guardias no puedan dispararme mientras

lo conduzco hacia la dirección de las montañas a la distancia.

Sabiendo qué camino seguir no es un problema. Todo lo que tengo

que hacer es encontrar el centro de Urbenoster y encontraré la casa de

Kyon. Me deslizo en el tráfico, escondiéndome entre el tumulto. Mientras

paso entre los edificios, veo a Newsreel reproduciéndose en los lados de

todos ellos. Mi rostro está en todos lados, junto con el de Excelsior. Estos

reproducen una y otra vez los gusanos comiendo a través de su cráneo.

Comienzo a temblar de nuevo. Mi piel se humedece.

Localizo el río y lo sigo. Acercándose a la casa, me dirijo directo a

esta. Un sonido de gemidos se eleva en la cabina. Se siente como si me

apuñalara. Trato de apagarlo pero continúa su sonido incesante. La voz

de alguien rompe a través del altavoz en la cabina del vehículo.

—White Sestin cuatro, cinco, dos, cuatro, dos, aborte su curso

actual o será disparada.

Presiono el botón parpadeante en el panel de control.

—¡Esta es Kricket! ¿Pueden escucharme?

—¿Kricket Ensin? —pregunta la voz.

—¡Sí! ¡Soy yo! ¡Necesito su ayuda! ¡Por favor! ¡Necesito aterrizar y

no sé cómo!

—¿Quiere que le pongamos en automático? —pregunta la voz.

—¿Pueden hacer eso? —pregunto.

—Afirmativo. Solo debo encajarme contigo. ¿Te gustaría que haga

eso?

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—¡Sí! ¡Haga eso! ¡Por favor!

—Estoy encajado. ¿Dónde te gustaría aterrizar? —pregunta.

—Cerca a la casa. Necesito asistencia médica. ¡Necesito a Fulton!

—Él será notificado. Te acercaré a Victoria.

—Gracias —respondo. Quiero desmoronarme ahora cuando dejo ir

los controles y la nave vuela por sí misma.

Aterrizando en un patio interior. Salgo de mi asiento. La escotilla

se abre cuando presiono un botón por el marco. Saliendo, encuentro a

Fulton esperándome. Corro hacia él y caigo en sus brazos. Lo abrazo

como si fuera un padre amado. Lágrimas calientes queman mis ojos.

—Kyon necesita tu ayuda —lloro contra su pecho.

—¿Trajiste a Kyon contigo? —pregunta, incrédulo.

Asiento. Alejándome, alzo la mirada hacia sus ojos.

—Excelsior lo hirió. No sé qué tanto. ¿Lo arreglarás? —Sé que

sueno niñita. No puedo evitarlo, sin embargo. Aprieto su muñeca, lista

para sacarle su consentimiento.

—Lo ayudaré —me asegura Fulton. Gentilmente retira mi mano y

dirige hombres para que saquen a Kyon de la parte de atrás del trift.

Lo llevan a una cirugía que tiene todos los adornos de una facilidad

real médica. Hombres que nunca antes he conocido analizan sus heridas.

Algunas de las heridas están sanando más rápido que lo que podría ser

posible. Ha sufrido una cantidad intensa de daño en algunos de sus

órganos, menos su corazón. No fue tocado. Cuando terminan

cauterizando sus heridas, lo vendan y le dan sedantes. No será capaz de

levantarse por un rato.

Ordeno a todos fuera, excepto a Fulton.

—¿Tienes tijeras? —le pregunto.

Las saca de su bolsillo. Está más allá de mí. Yendo hacia la cama,

corto el cabello de Kyon de nuevo. Un fluido de sangre sonroja sus

mejillas.

—Debes llevarlo de vuelta a la isla, Fulton.

—Podemos irnos en una hora. Tendré todo preparado.

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—No puedo ir contigo —respondo.

—¿Qué quieres decir? Creo que la ciudad no será segura para ti en

el futuro cercano.

Estoy confundida sobre qué decir, qué contarle.

—Voy a ser cazada, Fulton. Si voy a la isla contigo, ellos nos

matarán tanto a mí como a Kyon. Su única oportunidad es si nos

separamos. Ellos me seguirán. Eso le dará tiempo para recuperarse.

—¿Quiénes son ellos?

—Los otros hombres como Kyon que sobrevivieron a Excelsior.

Estarán luchando por su propia supremacía pronto. Yo seré vista como

un obstáculo. Tengo que escapar.

—Podemos protegerte en la isla…

—¡Piénsalo Fulton! Un cúmulo de hombres enojados con

habilidades como las de Kyon será capaz tener un hacha para terminar

conmigo. Tengo una hermana. La siguen. He amenazado su reino. Es una

lucha que no puedo ganar.

—¿Qué harás? —pregunta.

—Planeo viajar —digo, evasivamente.

—Será imposible de vivir con él cuando se despierte y vea que no

estás.

—Mientras despierte —digo.

—Lo amas.

—No seas tonto, Fulton. Él es un asesino implacable.

—Es tu implacable asesino.

—Lo estoy devolviendo —respondo.

—Nunca te dejará.

—Le di lo que más quería. Tal vez puede estar feliz con eso.

—¿Y eso fue? —pregunta.

—Venganza.

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—No creo que eso sea lo que más haya querido. —Se pone de pie—

. Lo llevaré a la isla. No hago promesas de lo que haga cuando se

recupere.

—La Tempestad estará demasiado ocupada por un tiempo

cazándome y estableciendo su gobierno para preocuparse mucho sobre

él. Pero ten cuidado. Son peligrosos.

—Estás hablando de Kyon Ensin. Temo por estos otros hombres y

por tu hermana.

—No lo hagas. Realmente no valen tu tiempo.

—Tú sí, sin embargo —responde—. Tú lo vales.

Tengo que morder mi labio inferior para evitar que tiemble.

—Tengo que irme también, antes que me encuentren. —Me pongo

de pie y le doy un breve abrazo antes de girarme y correr fuera de la

habitación.

No me detengo hasta que llego a la habitación de Phlix. Golpeando

fuerte la puerta hasta que ella responde, caigo en sus brazos cuando los

abre para mí.

—Pensé que estabas muerta —dice mientras recuesta su mejilla

contra mi cabeza.

—Yo también —susurro.

—Lo observé todo, todo. ¡Tus coronas funcionaron!

La ignoro y digo:

—Tenemos que irnos ahora.

—¿Estás segura? —pregunta. Su miedo está claramente grabado

en su rostro—. Creo que todos los Hermanos están muertos. No tenemos

que escapar…

—Estamos en más peligro ahora que nunca.

—¿Peligro? ¿De quién?

—Tengo otra hermana. Su nombre es Astrid. Ella quiere ser

sacerdotisa. Tiene hombres que ha salvado que son nuestros hermanos

genéticamente mejorados, tienen nuestras habilidades, y quieren

venganza. Te explicaré todo después, pero tenemos que irnos ahora

mismo antes de que ellos lleguen.

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—Estoy lista. ¿Debo ir por el equipo?

—Sí —respondo.

Va hacia su armario y yo me quito el saco negro de laboratorio. No

siento que tengo tiempo de cambiarme. Tendré que hacerlo cuando

lleguemos al trift que planeo usar para llevarnos a la cuenca cerca del

Bosque de Omnicron. Si todo va bien, no necesitaremos nada de ese

equipo, pero no puedo recaer en este. Tantas cosas pueden ir mal.

Phlix me entrega una de las dos mochilas y un flipcart. Las

mochilas tienen correas especiales en las afueras de esta que sostiene

con seguridad los flipcarts. Cuando las mochilas están puestas, nos

vemos como practicantes de snowboard dirigiéndonos hacia las

montañas.

Dejando su habitación, entramos al overup y bajamos hacia el nivel

del jardín. Saliendo del mismo, caminamos hacia el estudio de Kyon. Me

detengo cuando escucho el fuego crujiendo en la rejilla. Alguien está

sentado en la silla verde, sorbiendo un vaso gordo de un líquido ámbar.

Dejo caer mi mochila porque me hará ir más lento cuando corra.

—Saludos Kricket. Tu padre estaría orgulloso de ti. Mataste a

Excelsior justo como él siempre sabía que lo haría.

—¿Sí? Bueno, dile que le mando saludos. Y dile adiós por mí.

—¿Adiós? ¿Crees que nos estás dejando? —pregunta, dejando su

bebida. Sus rastas doradas brillante en la luz del fuego—. Pero yo estoy

aquí para llevarte a verlo. Solo debo matar a tu consorte primero. ¿Dónde

has escondido a Kyon, Kricket? Estoy muy cansado y no tengo ganas de

jugar ahora.

Lentamente, me alejo de él. Miro hacia las escaleras y el único

pensamiento en mi mente es llegar a estas. Miro alrededor por Phlix pero

ella no está a la vista. Se ha escondido en la tierra ensombrecida. Envidio

su habilidad.

En frente de mí, Giffen se pone de pie.

—Te lo preguntaré una vez más —gruñe—. ¿Dónde está Kyon

Ensin?

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18

Medio despierta y Casi muerta Traducido por Mais

iffen me levanta del suelo telepáticamente y me jala contra sus

brazos. Pierdo mi aliento cuando golpeo con fuerza su pecho.

—¿No creíste que solo íbamos a dejarte ir, verdad? Eres demasiado

peligrosa para eso.

—¿Qué me vas a hacer? —pregunto.

—Hay un lugar en el área anexada que he preparado para ti. De

hecho es muy bonita. Estarás cómoda allí. Tu hermana puede visitarte.

—¿Y así todos pueden cuidarme?

—Es el compromiso en el que trabajé para mantenerte con vida. De

lo contrario, estás muerta.

—¿Entonces seré una prisionera por el resto de mi vida?

—Es mejor que estar muerta.

—Puedes dejarme ir ahora. No voy a huir. Sé que no tiene sentido.

Me baja a mis pies. Detrás de mí, Phlix dice:

—Tengo otra opción para ti Kricket. —Electricidad salta fuera del

Taser en forma de pistola que presiona contra su lado. Él convulsiona y

cae al suelo al estilo de un pescado que ha quedado sin agua—. Puedes

venir conmigo a la Tierra como planeamos.

—¡Phlix! —Estoy demasiado sorprendida para moverme.

—Nadie nos volverá prisioneras de nuevo —dice—. Les haré daño

si lo intentan.

Agarro la mano de Phlix.

G

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—Vámonos. Ese golpe no durará mucho.

Phlix tira de mi mano, diciendo:

—¡Espera! ¡Tenemos que ir por nuestras mochilas!

Nos las colocamos y luego corremos arriba por las escaleras al nivel

del balcón de la Fundación. Nos escabullimos a través de incontables

corredores hacia la torre llamada Reino. Tomamos los tres elevadores

pilares, bajando al nivel del jardín de la horripilante galería de arte.

—Todo lo que tenemos que hacer es ir al Hallafast en el artístico

laberinto afuera. No está muy lejos —susurro.

Apretando su mano, guío el camino hacia las puertas gigantes. Las

abro y me detengo. Afuera, el patio brilla con fuego. El Hallafast que

necesitamos para hacer nuestro escape es una bola violenta de luz

naranja y asfixiante humo negro. Mi corazón se destroza en mi pecho.

Caigo de rodillas al suelo.

—Estoy muerta. Estoy tan muerta.

—¿Qué sucede? —pregunta Phlix. Mira más allá de mí hacia la

aeronave. Su suave jadeo es un peso aplastante en mí. Cierra la puerta,

con fuerza. Mira a nuestro alrededor.

—No nos vamos a rendir —dice, cuadrando sus hombros—. Nos

vamos a ir.

Jala de mi antebrazo y me levanta. Trepamos de vuelta hacia los

pilares, y Giffen de pronto aparece en lo alto de la galería. Se ve enojado.

—¡Tierra ensombrecida! —grito.

Phlix nos jala hacia su mundo secreto. Aprieta mi mano y

retrocedemos fuera de Giffen mientras él desciende el pilar hacia el nivel

del jardín con nosotras.

—Probablemente nos siente, Phlix. Es así de espeluznante —

susurro.

Giffen coge una silla telepáticamente y la gira alrededor como si

estuviera atrapada en un tornado. Gira alrededor de la habitación,

acercándose a nosotras, tanto que tenemos que caer al suelo para

evitarla.

—Tenemos que irnos —solloza Phlix, aferrando mi mano.

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—¡Lo sé!

Ambas retrocedemos, llegando hasta el paisaje del Narren Falls.

Nos volteamos y miramos hacia el oscuro lienzo estilo canvas abriéndose,

y ahora tiene una vista de las dos lunas Etharianas visibles en el cielo

nocturno.

—Tenemos que intentarlo —susurra Phlix.

—¿Segura? —pregunto.

—Vale la pena el riesgo. A la cuenta de dos —exhala Phlix—. Uno…

—¡…dos! —decimos al unísono. Con nuestras manos juntas,

aprieto mis ojos mientras salto con Phlix hacia el portal.

Siento el impacto del césped herboso debajo de mí. Mi mano es

apartada de la de Phlix. Ruedo y caigo en el suelo, mirando hacia el Inium

y Sinter en el cielo. Escupo la tierra de mi boca.

—Phlix —digo, sin verla por ningún lado.

—Aquí —dice de vuelta.

—Dónde —grito, entrando en pánico. Me quito la mochila,

poniéndome de pie. Ni siquiera veo su sombra.

De pronto ella aparece a unas cuantas yardas, todavía con su

mochila.

—Lo siento. Rodaste fuera de mi tierra ensombrecida —explica.

Corro hacia ella y la abrazo.

—¡Santa mierda! ¡Lo hiciste! ¡Tu sombra nos salvó! —Rio y

comienzo a saltar con ella en mis brazos. Ella me aprieta de vuelta,

saltando también.

—¡Lo hicimos! ¡Lo hicimos! —chilla. No sé dónde dejamos de saltar

y comenzamos a llorar en los brazos de la otra, pero eventualmente, me

limpio mis ojos con mii manga y me aparto de ella.

—Tenemos que irnos.

—Ponte el traje terrenal —ordena—. Está hecho de esa misma tela

como las sábanas de camuflaje que me dijiste que consiga —Mientras las

localizo entre mi equipo, agrega—: Puedes cambiar el escenario en la

ropa. Verás, solo presiona estos botones y puede hacer diferentes

patrones. —Me demuestra los escenarios—. La configuración del

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camuflaje probablemente es mejor aquí. Empaqué tus zapatos terrenales,

y lentes de visión nocturna.

Nos cambiamos rápidamente. Me trenzo el pelo mientras Phlix

localiza la brújula. Con nuestros lentes de visión nocturna, miramos el

laminado mapa terrenal.

—No podemos perder tiempo. Tenemos que ir tan lejos de aquí esta

noche como sea posible. Ellos van a descubrir hacia dónde vamos.

Phlix va hacia mi mochila y saca una gorra oscura.

—Aquí, usa esto. Tu pelo es como un faro —dice—. Y no te

preocupes tanto. Nos tenemos a mí. Puedo escondernos.

—Puedes escondernos como por una parte y media —respondo.

—Eso es bastante tiempo para perder a alguien.

No Cavars, pienso, pero no lo digo en voz alta.

Nos subimos a nuestros flipcarts, y guío el camino a través de un

camino que nos lleva por increíbles vistas del valle debajo. Trato de no

pensar sobre el hecho que Nueva Amster está ahí abajo en algún lugar

en la oscuridad. Espero por nuestro bien que tampoco estén pensando

en nosotros.

Conducir un flipcart es bastante sencillo bajo circunstancias

normales: terreno plano, pocas ramas de árboles para abofetearme en la

cara, y la agilidad que viene con no tener una mochila de treinta libras.

Ahora, sin embargo, tenemos que hacer frecuentes paradas para

descansar, estirar nuestras espaldas, rehidratarnos, y revisar nuestro

viaje. Justo antes del amanecer, las dos estamos tan cansadas que

apenas podemos quedarnos en nuestros flipcarts.

—Tenemos que encontrar un lugar seguro para dormir —digo—.

Mantén tus ojos abiertos en busca de una cueva o algo que nos esconderá

de las aeronaves.

No mucho después, Phlix visualiza un árbol caído. Es uno de esos

enormes árboles que un bus de la ciudad podría pasar sin golpear tráfico

al otro lado. El árbol ha caído contra una formación de roca, formando

un apoyo de alguna clase.

—¿Qué crees? —pregunta, cansada.

—Digo que sí. Digo que colguemos una sábana de camuflaje sobre

esta rama y así tapamos la luz.

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Colocamos nuestros equipos contra la roca y explayamos nuestra

sábana. Cubrimos nuestra sábana restante sobre una rama baja antes

de entrar y jalar la sábana sobre la abertura para encubrir nuestra

presencia. Phlix busca entre su mochila, luego me lanza una barra de

proteína. Sabe exactamente como las que comí antes cuando viajé aquí

con Trey, excepto que ahora no solo sabe como popó de gato. Sabe como

popó de gato y libertad. Como cada mordida sin quejarme.

—¿Quieres que sea yo la primera en mantener la guardia? —

pregunta, como si pudiera morir si tiene que quedarse despierta un

segundo más.

—No. Ambas dormimos.

—¿No es eso peligroso? —pregunta.

—O somos atrapadas o no… muertas o no. No tenemos ninguna

arma y tu tierra ensombrecida solo funciona si estás despierta para

usarla así que… no tenemos que preocuparnos por eso.

—De acuerdo. —Bosteza—. Haces que morir en mi sueño no suene

tan mal.

—Hay peores cosas, ¿eh?

* * *

Me despierto ante un profundo y ondulante gruñido cerca de

nuestro fuerte. Hace que cada vello en mi cuerpo se levante. No me muevo

más que ampliar mis ojos. Miro fijamente a Phlix. Ella también lo

escuchó, si la mirada de terror en sus ojos azules es alguna indicación.

Algo grande olisquea alrededor de la base del árbol caído solo a metros

de nosotras. La mano de Phlix encuentra la mía cuando la bestia afuera

aúlla tan fuerte que sacude agujas secas y muertas de las ramas por

encima de nuestras cabezas. Algo pesado se estrella contra el otro lado

del tronco del árbol. El suelo se sacude. Phlix chilla, apretando sus ojos

con fuerza. Congelada, sin saber si es mejor quedarme o mejor irme,

espero, conteniendo el aliento.

Silencio.

—Es eso… —exhala Phlix.

—Shh. —Escucho un poco más.

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Me siento, recostándome contra la roca. Phlix se mueve a mi lado. Una

piscina oscura se está insertando debajo del árbol por mis pies. Jalo la

sábana lejos de ello.

—¿Qué es? —susurra Phlix.

—No lo sé —respondo. De rodillas, gateo cerca del rezumante

camino oscuro. Tocando mi dedo contra este, se vuelve rojo.

Encogiéndome, froto mi dedo en la tierra, tratando de quitar la sangre.

Me uno a Phlix de nuevo—. Es sangre —digo cerca de su oreja.

—Sangre. ¿Sangre de dónde? —pregunta.

—No tengo idea —respondo—. Quédate aquí y yo iré a ver.

—Iré contigo —susurra, apretando mi mano así no la dejo atrás.

Salimos de nuestro fuerte del árbol. Recojo una roca de tamaño

mediano, y la aprieto con fuerza, lista para lanzarla a cualquier cosa que

se mueva. Está oscureciendo, pero todavía no del todo. Tenemos que

caminar alrededor de las enormes ramas del árbol para poder ver qué

hay al otro lado. Con pasos cautelosos, nos guío hacia allí. Presiono mi

espalda contra la desarraigada base del árbol. Conteniendo el aliento, me

asomo por el costado. Mi corazón late desaforado en mi pecho y me

retraigo, aplanándome contra este de nuevo.

—¿Qué es? —Phlix pregunta con urgencia.

—Un lobo del tamaño de un hovercar con colmillos horribles.

—¿Qué está haciendo?

Me asomo alrededor del árbol de nuevo. No se ha movido.

—O está durmiendo o está muerto.

Tomo una profunda respiración y me escabullo por el final del

árbol. Caminando lentamente cerca de la bestia, no puedo ver ninguna

respiración. La cabeza se ve. Tiene varias recurvadas flechas saliendo

fuera de su rostro. Me enderezo inmediatamente, dándome la vuelta y

mirando a la línea del árbol detrás de mí. Nada se mueve, pero sé que

estamos siendo observadas.

Corriendo de vuelta donde Phlix, me aferro a su codo y la insto a

volver a nuestro fuerte.

—Cavars están observándonos. Mataron esa cosa. Agarremos

nuestras mochilas y hay que movernos.

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—¿Cómo sabes que los Cavars lo mataron?

—Ellos usan ese tipo de flechas —gruño—. Nadie más usa aquellas.

—¿Por qué nos ayudarían? —pregunta.

—Tal vez querían el placer de rastrearnos y matarnos.

—¿Cómo deporte? —pregunta.

—No creo que debamos quedarnos acá y averiguarlo.

Agarramos nuestras mochilas y consultamos rápidamente nuestro

mapa. Entrando a nuestros flipcarts, nos vamos tan silenciosamente

como podemos. Viajamos sin incidente durante las siguientes horas,

atravesando campos al surfear olas de flores.

Cuando nos detenemos para tomar agua, saco mi termo de mi

mochila y tomo un sorbo. No queda mucho. Tendremos que encontrar

más pronto. Phlix hace un sonido de frustración a mi lado. Está sacando

todos los contenidos de su mochila. Cuando está vacía, me mira con

miedo en sus ojos.

—Creo que dejé mi termo de agua donde dormimos anoche. —

Extiendo mi termo hacia ella. Ella lo toma y sorbe de este—. Vamos a

necesitar más agua pronto —dice con culpa.

—Entonces buscaremos más en el camino. ¿El mapa muestra

dónde podremos encontrar más? —pregunto.

Sacude su cabeza.

—Solo muestra el cuenco donde partimos de Ethar. Eso es al

menos dos rotaciones de distancia si no incrementamos nuestra

velocidad.

—Entonces incrementémosla —respondo—. Tiene que haber en

alguna parte.

En la siguiente parada, perdemos tiempo valioso buscando agua,

pero no conseguimos nada. Me preocupa. Tal vez solo podemos sobrevivir

a esto sin agua, pienso. Entonces miro a Phlix, cuyo normalmente rostro

pálido está sonrosado y sudado y me preocupa que no sea capaz de lidiar

con ello. No está acostumbrada a tanto esfuerzo. Le entrego lo que queda

de mi termo e insisto en que lo tome.

La mañana llega y me encuentro lamiendo el rocío de las hojas para

tranquilizar mi garganta seca. Buscando refugio para descansar durante

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el día, encontramos un niche en una formación de roca. Es solo lo

suficientemente grande para que encajen las mochilas y nosotras dos.

Colocamos nuestros flipcarts en el suelo dentro y nos recostamos encima

de estas, usando nuestras mochilas como almohadas. Phlix tiene varios

calambres durante el día que la mantienen despierta. Tan pronto como

cae la noche, salimos de nuestro lugar de escondite, reuniendo

rápidamente nuestras cosas.

—¿Qué es eso? —pregunta Phlix, apuntando a un objeto brillante

de metal en un tocón cercano. Caminando hacia esta, estira su mano por

ella.

—No la toques —le advierto.

—¡Pero es mi termo! ¡Y está llena de agua!

—Déjala —ladro.

—¿De dónde vino?

—Ellos —digo, agarrando su mano y retirándola del termo. Busco

por alguna clase de trampa, pero no puedo ver una. No importa. La

misma agua podría estar contaminada.

—¿Ellos? ¿Quiénes son?

—No lo sé, pero no somos nosotras, así que vámonos. —Justo antes

de subir a nuestros flipcarts, escucho el zumbido de aeronaves. Phlix alza

la mirada al mismo tiempo que yo.

Jalo de su brazo para llevarla de vuelta al hueco, cuando ella dice:

—¡Espera! —Cierra sus ojos y se concentra—. Somos sombras

Kricket. No pueden vernos —promete.

Espero. Dos formaciones del estilo de naves de halcón pasan sobre

nosotras lentamente, buscando por el área. Una de las naves las

reconozco porque he estado ahí antes. Es la nave de Giffen. Él nos está

buscando.

—Esa aeronave de ahí… —Apunto al de Giffen—, pertenece al chico

que electrocutaste en la casa de Kyon.

—¿Crees que sigue enojado? —pregunta con una sonrisa cansada.

—Es una especie de poseedor de rencor.

—Eso es desafortunado. Es un poco guapo.

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—Lo es —estoy de acuerdo.

Dejamos de hablar cuando la nave en cuestión conduce hacia

nosotros abruptamente. Mi corazón araña contra mi pecho por salir. La

nave vuela cerca de nosotras como si estuviera revisándonos. Contengo

el aliento, no es que va a ayudar, pero no tengo control sobre este. Tan

abruptamente como descendió, asciende, subiendo de nuevo para

reunirse con su formación. Cuando desaparece de vista, Phlix se sienta

y envuelve sus brazos alrededor de sus rodillas.

—Pensé que nos vieron por un segundo.

Me agacho a su lado.

—Yo también.

Usando su don claramente ha drenado más su energía.

—Deberíamos irnos —dice.

Viajamos la mitad de la noche sin descanso. Nos detenemos

cuando los árboles se vuelven más densos y nos toma más esfuerzo tejer

entre ellos. De hecho son buenas noticias porque para la aeronave que

escuchamos más temprano será más difícil encontrarnos con tanta

vegetación. Dejo a Phlix descansar por nuestras mochilas mientras yo

busco agua. Ella está apática y tiene un tiempo difícil concentrándose en

algo que le digo.

—¿Encontraste algo? —pregunta con sus ojos cerrados cuando

vuelvo a ella.

—No —respondo.

—De acuerdo —dice y se pone de pie—. Deberíamos estar ahí

pronto. Puedo lograrlo.

—Lo lograremos —digo con confianza, pero puedo estar mintiendo.

Vuelvo a empacar nuestras mochilas, tomando los objetos más

pesados de Phlix y colocándolos en mi mochila. Dirijo el camino,

revisando la brújula y el mapa frecuentemente. Llegamos a una pequeña

colina y justo cuando llego a lo alto de esta, veo el termo de Phlix en mitad

del camino que hemos estado siguiendo. Mi flipcart vuelva sobre esta. No

me detengo. Mirando detrás de mí, noto que Phlix también ve el termo,

pero lo ignora también y continuamos.

Deteniéndonos en un árbol grande, espero a que Phlix me alcance.

Cuando lo hace, se desmonta de su flipcart y se sienta con su mochila

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aún puesta. Se inclina contra el árbol y cierra los ojos. Me quito la

mochila y la coloco a su lado.

—Buscaré por agua —susurro.

—Nos están observando, ¿verdad? Tentándonos.

—Sí —respondo.

—No importa. Incluso esto es mejor que Pike.

—Vamos a lograrlo. Lo prometo.

—Kricket —dice Jax de algún lugar detrás de mí. Me enderezo y me

giro para verlo caminando lentamente hacia mí. En su mano, lleva el

termo de agua de Phlix—. Creo que dejaste caer eso. —Cautelosamente

se mueve hacia adelante.

—¿Qué es? —pregunto.

—Es solo agua. Eso es todo —responde con honestidad.

Se detiene a unos cuantos pasos de distancia y estira la botella

hacia mí. Miro alrededor entre los árboles pero no veo a nadie más con

él, no es que pensé que lo haría. La única vez que los veré es cuando ellos

quieran que los vea. Tomo el termo de Jax y me alejo de él. Moviéndome

hacia Phlix, lo deshabilito y la sostengo hacia ella.

—Está bien —digo—. Es solo agua.

—¿Segura? —pregunta.

—Sí. Él no está mintiendo —le digo.

Phlix toma el termo de mi mano y toma un sorbo y luego otro. Me

lo entrega. Sacudo mi cabeza, diciendo:

—Estoy bien. Tú tómalo.

—Tú también necesitas un poco —urge.

—Tal vez después —respondo y me enderezo.

—Tu amiga tiene razón Kricket. Deberías tomar algo de agua —dice

Jax con preocupación—. No has comido nada tampoco. Vas a enfermarte.

¿También necesitas comida?

—No. No necesito nada. ¿Ya casi terminas Phlix? Tenemos que

irnos. —Comienzo a caminar hacia donde dejé mi flipcart pero Trey

emerge por detrás del árbol a mi lado. Me agarra por la garganta y me

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empuja contra un árbol cercano. En su mano sostiene una botella de

agua.

Frunciendo el ceño, dice a través de dientes apretados:

—¡Bebe esto! —Su mentón está tan apretada que estoy sorprendida

que pueda hablar.

No estaba al tanto de cuán traicionada me siento hasta este

momento. Sé que está mal culparlo por hacer lo correcto, por hacer lo

que tenía que hacer para salvar a todos y a todo lo que ama… a todos

menos a mí. Creo que soy la más dolida por el hecho de que no soy como

él, que lo hubiera escogido por encima de todo lo demás. Todo el mundo

podría haberse quemado y yo lo hubiese jalado de la destrucción.

—No. No quiero nada de ti Trey.

Sus ojos violetas se entrecierran mientras su mano deja ir mi cuello

y aprieta mi mentón, apretándolo tanto que mi boca se abre. Inclina su

cabeza hacia atrás y vierte agua entre mis labios, haciéndome tragar

grandes tragos. Me ahogo un poco, tosiendo y jadeando, pero no me está

haciendo daño.

Para el momento que la botella de agua está vacía, la parte de

adelante de mi camisa está mojada y estoy lívida. Lanzando a un lado la

botella vacía, Trey mueve su mano a la parte posterior de mi garganta y

me sostiene contra los árboles. Sus ojos violetas nunca dejan los míos

mientras tratamos de matarnos uno al otro con miradas de muerte.

Entonces Trey sostiene su mano hacia Jax:

—Dame una barra de proteína —demanda.

—Señor… creo que ella es capaz de…

El fruncido de Trey se profundiza mientras gruñe:

—¡Dame. Una. Barra. De. Proteína!

Jax sigue las órdenes y coloca una en su mano. Trey arranca la

envoltura con sus dientes y sostiene la barra de proteína contra mis

labios. Cierro la boca con fuerza, pero él fuerza una mordida en mi boca.

Giro mi rostro lejos de él y lo escupo en el suelo.

Dejando caer la proteína a un lado, Trey lleva hacia atrás su puño.

Me encojo, preparándome para el golpe. En su lugar, golpea el tronco del

árbol por mi cabeza. Su puño regresa sangrando, una y otra vez, pero no

se detiene.

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—Jax —susurro. Trey continúa sosteniéndome por el cuello

mientras golpea el árbol con su puño—.¡Jax! —grito—. Dame la barra

de proteína.

Los nudillos sangrientos de Trey se recuestan contra la corteza del

árbol. Siento a Jax colocar la barra de proteína en la palma de mi mano.

Llevándomela a los labios, doy una mordida, masticándola. Casi me

ahogo en esta por el nudo en mi garganta, pero logro pasarla. Como toda

la cosa en tres mordidas. Trey deja ir mi cuello. Se inclina hacia adelante

y recuesta su frente contra la mía. No me muevo; solo cierro mis ojos y

respiro por un momento. Luego coloco mis manos en su pecho y lo

empujo lejos de mí. No encuentro sus ojos. No puedo. En su lugar, me

agacho y me muevo fuera de él y miro a Phix. Ella está de pie, mirándome

fijamente con miedo en sus ojos.

—¿Estás lista para irte? —le pregunto con voz rota.

Ella asiente. Me giro y recojo mi mochila, colocándola en mis

hombros. Luego subo a mi flipcart y empiezo a irme en dirección del

cuenco. Cuando miro sobre mi hombro, la única persona que veo detrás

es a Phlix.

Viajamos el resto de la noche a través del Bosque de Omnicron a

un ritmo más rápido que antes. De acuerdo al mapa, llegaremos al agua

conteniendo el portal a la Tierra antes del amanecer.

Mientras descansamos por el último empujón hacia la montaña

que forma el cuenco, Phlix pregunta:

—¿Cómo vamos a saber en dónde entrar en el agua?

—No lo sé —admito—. Estaba algo inconsciente cuando Trey me

sacó de ahí la última vez.

—¿Trey? ¿Quieres decir el enorme Cavar de antes que te hizo comer

esa barra de proteína es la persona que te trajo aquí?

—Sí —respondo.

—Está enamorado de ti.

—No. No lo está.

—Sí, lo está.

—Es demasiado bueno para mí. Nunca lo hubiese hecho feliz.

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—Él hubiese sido feliz el resto de su vida contigo —responde

silenciosamente—. Vivirá una existencia solitaria sin ti. Solo espero que

sea clemente en la derrota.

—¿Qué quieres decir?

—No me suena a alguien que se permite perder.

—Créeme, Trey descubrirá muy pronto que evitó una bala.

—Es un soldado. Vive por las balas.

—Por favor Phlix, déjalo —ruego. Mi voz está ronca. Parece que

hubiera tragado cúmulos de vidrio.

Ella se estira y acaricia mi pelo.

—Esperará al día en que pueda decirte que eres suya de nuevo. Tú

no tienes que preocuparte por eso ahora. Es la razón por la que ninguno

de los dos se despidió ahí. No ha terminado.

Viajamos a través de la última parte del Bosque de O a pie,

cargando nuestros flipcarts en nuestras espaldas. Desde la cubierta de

los árboles, vemos el agua. Es increíble en la oscuridad. La superficie es

negra en cada área excepto donde reside el portal. En ese lugar, es como

si la luz del sol se elevara a la superficie.

Hacemos nuestras preparaciones finales. Encontrando los tanques

que nos permitirán respirar por un tiempo bajo el agua, los hacemos a

un lado para cargarlos al borde del agua. Encuentro una pequeña caja

que le pedí a Phlix que empaque para mí, la que está envuelta de regalo

con un lazo rosa. Hago eso a un lado también. Phlix levanta sus cejas.

No debe haber visto dentro. Sabía que no lo haría. Todo lo demás que ya

no necesitamos se queda abandonado en una pila aquí. Tomando turnos,

usamos una fuerte cinta para atar nuestros flipcarts y mochilas con

mayor seguridad contra nosotros. Luego atamos la cuerda alrededor para

asegurarnos que nuestro equipo se queda con nosotros, sin importar qué.

Aullidos suenan en la luz de la luna. Mi carne erosiona en piel de

gallina y mi espalda se inclina de miedo. Es increíblemente real; esta

sensación que todavía podríamos no lograrlo. Salgo de los árboles, mis

rodillas temblando, expuesta en las suaves rocas contra la briza helada

viniendo del pico de la montaña. Estoy tan desolada como un rezo en el

viento.

Phlix toma mi mano y la aprieta. Me hace sentir un poco menos

impía y no deseada.

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—Nos he ensombrecido —dice—, pero quiero que sepas que una

vez que lleguemos al agua, las ondas nos revelarán a quien sea que nos

vea.

Ambas nos agachamos sobre el camino iluminado en el borde del

agua. Dejando ir su mano, encuentro una gran roca ahí y dejo mi caja de

lazo rosa en esta. Phlix no comenta. Ella coloca el tanque en su boca y

también su abrazadera de nariz, preparándose para entrar al agua. Yo

hago lo mismo.

Asintiendo hacia ella, trato de vadear en el agua en una forma que

ocasione menos ondas. Está más fría de lo que la recuerdo. No estoy

segura si empiezo a temblar del miedo o por la congelada temperatura.

De cualquier manera, me adormece hasta el terror que enfrentamos

mientras enormes luces brillan hacia nosotros desde lo alto. Aeronaves

flotando, la clase que usan los soldados de Nueva Amster, descienden

desde lejos por encima de nosotras. Me preparo para nadar debajo del

agua cuando una nave se sitúa en un banco cerca de nosotras y el buche

de ese se abre. Impostores emergen como cucarachas.

Desde el lejano cuenco, escucho una agonizante y hermosa voz

gritar:

—¡Baw-da-baw! —Fuego de láser azul viene desde el banco lejano,

cerca de las dunas arenosas y altas redes, esparciendo soldados de Nueva

Amster a lo largo de la orilla mientras se escabullen para cubrirse.

Pisando agua por un momento, observo a los Cavars inmovilizar a los

hombres enviados a matarme.

Phlix toca mi brazo y asiente. Yo asiento de vuelta. Ambas dejamos

de pisar agua y nos sumergimos en el brillante abismo. La insoportable

necesidad por oxígeno no está presente esta vez; el tanque se encarga de

eso. Soy capaz de nadar sin mis pulmones en fuego. La corriente se vuelve

más fuerte mientras más profundo nado, jalándome contra la brillante

luz. Mi piel se ondula mientras la presión aumenta. Jala contra mi cabello

dorado-rubio, que corre detrás de mí. No puedo ver a Phlix. Ruego que

esté todavía conmigo. La necesito probablemente más de lo que ella me

necesita.

El agua revuelta del portal se ralentiza y el brillo comienza a

atenuarse. Mi piel está blanca como la nieve mientras continúo hacia la

cumbre acuática, moteado con estrellas bajo el mar. La corriente se

vuelve casi no existente. Me deja ir. Lucho y caigo en la piscina helada

mientras la mochila pesada en mi espalda me hace peso. Luchando por

alcanzar el banco puedo ver más allá, mi respiración volviéndose más

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superficial, porque el pequeño tanque de oxígeno se está acabando. Casi

lloro cuando mis pies arañan la inclinación del banco, y me pongo de pie

con mi cabeza por encima del agua. Me tropiezo, vadeando hasta que

caigo de rodillas y gateo el resto del camino a través de la arena volcánica

negra hacia el borde de la piscina. Arranco el tanque de mi boca, tomando

mi primera respiración en la Tierra en tantos meses.

A mi lado, Phlix escupe su tanque, tosiendo y jadeando mientras

colapsa con su mejilla en la arena. Nos miramos a la otra, jadeando y

gimiendo y en shock. Me estiro y tomo su mano adormecida en la mía.

Sé que tenemos que movernos pronto así no nos da hipotermia, pero no

puedo obligarme a hacer eso.

La voz de Phlix retumba en la cueva, rebotando en las estalactitas

goteando que nos amenazan desde la roca encima.

—Tus amigos nos salvaron.

Asiento porque no puedo hablar. No puedo hablar de ello ahora o

nunca lo lograré. Solo me quedaré aquí por el resto de mi vida con un

corazón muerto. Ella parece sentir que estoy cerca de las lágrimas.

En su lugar, pregunta:

—¿Qué había en la caja?

—Una carta a mi hermana y una advertencia de no seguirnos.

—¿Crees que funcionará? —pregunta.

—Espero que sí, pero no tomaremos ningún riesgo. Tendremos que

escondernos. No podemos ir a Chicago. Tenemos que empezar de nuevo.

—¿En dónde te gustaría hacer eso? —pregunta Phlix.

—¿Alguna vez has ido a la universidad?

—Nunca he estado en ningún lugar.

Poniéndome de pie aunque prefería no hacerlo, ayudo a Phlix a

levantarse. Nos quitamos las cuerdas y cinta. Desenganchando nuestros

flipcarts, cargamos las tablas fuera de la cámara brillante, lejos de la

piscina. Nos ponemos nuestros lentes de visión nocturna una vez más, y

es más fácil de lo que esperaba encontrar mi camino hacia lo bajo del

Cliff Wall; apenas debo seguir las huellas en el suelo.

Phlix me muestra los botones holográficos para presionar para

cambiar el modo y hacer que el flipcart se eleve directamente hacia arriba.

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El suyo se levanta más rápido que el mío. Mientras paso la roca, recuerdo

casi morir en este lugar. Cuando estoy casi en lo alto, no sé por qué, pero

bajo la mirada hacia la oscuridad y grito:

—¡Baw-da-baw! —El sonido hace eco.

Entonces estoy en la cumbre, donde Phlix ya me está esperando.

Cambiamos nuestros flipcarts de vuelta al modo hover y surfeamos

nuestro camino a través del resto de la cueva. El cielo nocturno nos

saluda mientras emergemos de la boca oscura de la caverna.

Phlix deja salir un profundo jadeo mientras ve la montaña por

primera vez. Es otoño y la luna brilla naranja, colgando baja en el cielo.

Nos deteneos por un momento, mirándola.

—La llaman a esa una luna de cosecha —digo, mientras mi pelo

mojado revolotea en la briza cálida de otoño—. No siempre es así.

—¿Dónde está la otra luna? —pregunta.

—Solo hay una —respondo.

—Eso destroza mi corazón. Se debe volver tan solitaria —murmura.

—No está sola. Tiene el mundo.

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Epilogo Traducido por Candy27

uerida Astrid:

Si estás leyendo esta carta, entonces sabes que he elegido

dejar Ethar y vivir mi vida bajo diferentes estrellas. Prometo

mantenerme lejos de ti, bajo los cielos más oscuros de la Tierra. Es mi

esperanza de convertirme en humo, desapareciendo de tu mundo y tu

mente.

Los recuerdos de ti son el aspecto más desolado de todo esto para

mí, porque sé que una vez te amé. Estoy segura de ello. Aún así, cuando

trato de recordarte es como mirar al sol. Veo destellos de la niña pequeña

que fuiste, pero empieza a hacer daño a mis ojos y a desaparecer y estoy

forzada a mirar a otro lado. Lo que creo es que tú eres el bien y yo soy el

vacío. Tú eres el árbol con raíces y yo el agujero. Espero que no creas que

nunca te he amado, porque lo hice. He pasado mi vida buscándote… a

Astrid.

No quiero ser una estrella, atrapada por la noche. No voy a estar

colgada del cielo para que otros decidan lo alto que puedo elevarme. Nadie

conseguirá hacer eso a excepción de mí. No puedo ser la posesión de

nadie. No seré una propiedad. Mi corazón ha crecido más feroz; quiero

flores silvestres sin gusanos. Quiero amor, pero en mis propios términos.

Con todas estas razones para irme, tengo unas cuantas que me

hacen querer quedarme. Echaré de menos bailar en cavernas. Echaré de

menos dormir en tumbas. Echaré de menos mis días llenos de miel.

Echaré de menos a Wayra porque es divertido. Echaré de menos los

mares brillantes de estrellas. Echaré de menos los hovercars. Echaré de

menos mi Momento de Claro Cristal. Echaré de menos un amor que elegí.

Echaré de menos jugarme el culo. Echaré de menos vomitar y choques

estridentes. Echaré de menos mi amante que miente.

Por todo ello, y también por el afecto que siento en mi corazón por

las personas cuyas vidas se han mezclado sin remedio con la mía, e

intentado asegurarme de que cada uno tenga lo que más quiere. Tú,

Q

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Astrid, serás la emperatriz. Pan reconstruirá Ethar. Giffen conseguirá

vivir sus días en casa en vez de en la Tierra. Jax tendrá Rafe de vuelta, y

Wayra también. Trey tendrá a su familia, y Kyon tendrá su venganza.

No, no me arrepiento de venir a Ethar.

Me enamoré… a lo mejor dos veces.

Junto con esta carta tengo un regalo para ti, un toque de mi afecto.

Los vendedores de la calle en Urbenoster empezaron a vender estas

pequeñas tiaras de juguete desde mi llegada a Alameeda. Tengo un

brumoso recuerdo de tener algo similar a esto cuando tenía como cinco

años. No recuerdo si tenías una también, pero apuesto a que sí. Eres la

emperatriz ahora, y acepto tu soberanía sobre Ethar. Probablemente

serás una mejor gobernante de lo que yo jamás seré. Sin embargo, si

mandas a tu gente a la Tierra para hacerme daño, encontraré la manera

de hacer tu corona tan inútil como esta que encuentras aquí.

Me despido de ti y de tu trono real.

Abrazos y besos, me voy a casa.

Tu hermana,

Kricket.

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Agradecimientos de la autora Dios, todas las cosas son posibles a través de Ti. Gracias a ti

por Tus infinitas bendiciones y por permitirme hacer lo que amo:

escribir.

A mis lectores y bloggers: ¡Gracias! La efusión de amor que

recibo de todos ustedes es abrumadora. Su generosidad hacia mí es

un honor. Me hacen querer escribir cientos de libros.

Tom Bartol, eres mi mejor amigo. No puedo imaginar mi mundo

sin ti en él. Te amo.

Max y Jack Bartol, me considero la persona más afortunada en

el mundo de tener a ambos en mi vida. Gracias por saber cuándo

dejarme escribir y cuándo rescatarme de mi computadora.

Mamá, gracias por tu constante amor y apoyo.

Jason Kirk, gracias por retarme e inspirarme a crecer como

escritora. Estoy agradecida.

Ben Smith, ¡eres un súper-estrella! Gracias por tu tiempo y por

tu duro trabajo con el marketing de este proyecto. Significa el mundo

para mí.

Britt Rogers, eres una persona encantadora. Gracias por tu

apoyo en 47North.

Tamar Rydzinski, uno de los mejores días de mi vida fue cuando

acordaste ser mi agente. Gracias por siempre cuidar mi espalda.

A mis encantadoras amigas: Georgia Cates, Shelly Crane,

Samantha Young, Rachel Higginson, Angeline Kace, Lila Feliz, gracias

a todas por su apoyo inquebrantable.

Michelle Leighton, ¡te amo! Tu corazón podría calentar la luz de

la luna.

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Glosario Abersuctonal: un antídoto para el envenenamiento del znou axicote.

Znou axicote: veneno de la flor znou.

Alameeda Striker: miembro de elite de tropas entrenadas para servir a

la Hermandad Alameeda.

Amster Rushes: ciudad antigua donde permanecen restos de rascacielos

que están situados cerca de la frontera de Comantre en la tierra sin

dueño, área de Ethar restringida y protegida.

Ethar: planeta en una dimensión similar a la Tierra.

Baw-da-baw: grito de guerra usado por los Cavars en el ejército Rafiano

que significa "Hurra".

Biequine: una competencia donde un jinete monta un spix a través de

una serie de obstáculos y dispara a objetivos para obtener puntos y lograr

el mejor tiempo.

Spix: caballo con cuernos afilados detrás de las orejas (en plural

es spixes).

Black Math: un virus que diezmó a la población de Ethar hace

aproximadamente mil años.

Brigadet: un miembro de la policía militar Rafian de la Nave de Skye.

Castas de Ethar

Alameeda: aliado de Wurthem (Capital – Urbenoster)

Comantre: aliado de Rafe.

Rafe: aliado de Comantre.

Peney: siempre ha permanecido neutral en tiempos de guerra.

Wurthem: aliado de Alameeda (capital – Kalafin)

Cavar: miembro de un cuerpo de tropas de élite entrenados para servir

en tierra y mar; un miembro del ejército militar de Rafian, similar a la

Marina en la Tierra.

Commodus: un baño.

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Copperclaw: flor exótica usada simbólicamente en la ceremonia de

compromiso de boda en la que un miembro de la Hermandad se casa con

su sacerdotisa consorte.

Días de la semana y otras medidas:

Fitzlutzer: lunes.

Fitzsetter: martes.

Fitzmartin: miércoles.

Fitzforest: jueves.

Fitzwinter: viernes.

Fitzsumptner: sábado.

Fitzover: domingo.

flester: una semana.

Floan: un año.

Fleat: un minuto.

Parte: una hora.

Speck: un mes.

Zenith: mediodía

Click: aproximadamente un kilómetro.

EVS819: Etharian Virtual Strain 891. El gen o mutación genética que

permite dones extra-sensoriales.

Flipcart: una patineta aerodeslizante.

Freston: el arma negra con forma de rifle.

Fritzer: un tipo de juego de cartas.

Gurtrone: un diseñador de zapatos de Ethar.

Hallafast: una rápida aeronave que se parece a un halcón.

Hovercar: también conocido como skiff; un auto capaz de volar. Se

propulsa por aire forzado y no tiene ruedas.

Skiff: conocido también como hovercar, auto capaz de volar.

Impulsado con energía eólica y no tiene ruedas.

Hoverbike: un vehículo parecido a una bicicleta capaz de volar.

Hovercycle: un tipo de vehículo capaz de volar. También llamado

aerodeslizador.

Inium: la luna más pequeña de Ethar. Es de color azul.

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Isla de Skye: ciudad donde está localizado el palacio del Regente y la

corte correctiva. Es el centro legal de la Casa de Rafe.

Kafcan: una bebida que es similar a un café tostado oscuro.

Knob-Knocker: palabrota Ethariana.

Loch of Cerulean: isla tropical donde está localizado el estado de Kyon

en el territorio de Alameeda. Un cuerpo de agua en Ethar. El asiento

político de la Hermandad Alameeda, evocador de un feudo.

Oxfortshire: una ciudad en Wurthem donde vive Em Sam.

Em: título honorífico que denota un embajador.

Overup: un elevador que se mueve arriba, abajo, de lado a lado e

inclinado.

Sanctumizer: una granada pequeña. Un dispositivo explosivo no letal

usado para desorientar temporalmente los sentidos del enemigo.

Slipshield: una pegatina clara que se parece al símbolo en un puerto

USB que puede ser usado como localizador.

Soothsayer: sacerdotisa con la habilidad de intuir quién miente o dice la

verdad.

Squelch Tracker: rastreador bomba autómata programado para

asesinar un objetivo.

Sylvan Square: una parte de la ciudad de Urbenoster, donde Kyon y

Kricket van a una feria callejera.

Syndic: un miembro del ejército de Comantre.

Tankoid: un pequeño aparato para respirar que contiene oxígeno usado

para respiración bajo agua.

Terraglide: una aeronave en forma de óvalo.

Triclone: una unidad Cavar de Pan Hollowell.

Trift: jet más pequeño que parece un avión furtivo.

White Sestin: el trift de Dobrey,

Venish: pastel de carne parecida a venado.

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Visor: dispositivo médico, también conocido como lentes de abuela o un

otoscopio, que encaja sobre los ojos como lentes y se utilizan para saber

el estado de salud de una persona.

Znou: flor peligrosa conocida por tener gusanos de turbina. Crece en el

área restringida de Ehtar. Los pétalos son venenosos sin son ingeridos,

ocasionando erosión de órganos. El plural es znous.

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