singer, june - el motivo del niño divino

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EL MOTIVO DEL NIÑO DIVINO June Singer El niño-dios es una manifestación universal del arquetipo infantil. Lo advertimos en ejemplos tales como el de la madona y el niño o el de los míticos héroes divinos infantiles. June Singer, analista junguiana y ensayista, se vale de su experiencia clínica y de sus vastos conocimientos de mitología para trazar un perfil de las cualidades divinas del niño interior. Este pasaje proviene de su libro Boundaries of the Soul, un detallado estudio de la psicoterapia desde una perspectiva junguiana. El arquetipo del niño divino suele preceder a una transformación en la psique. Su presencia nos recuerda los momentos de cambio de la historia del mundo, en los que la llegada de un niño divino constituye el heraldo del derrocamiento del antiguo orden y la instauración entusias- mi c inspirada de uno nuevo. El poema de William Blake A Song of Liberty expresa perfectamente la fuerza de este ar- quetipo. La Mujer Eterna, el anima, da nacimiento al niño divino, un dios solar de cabello llameante, lo que provoca la furia celosa del antiguo rey, el "rey sideral" de la noche y las tinieblas y de la decadencia se precipita sobre el mundo. Si bien el rey arroja al niño dios al mar occidental, el niño no se ahogará y al término de un viaje nocturno por los mares el hijo de la mañana ascenderá por el oriente para traer su luz al mundo: ¡La Mujer Eterna gimió! ¡Fue escuchada en toda la tierral... con temblorosa mano tomó el terror recién nacido, aullando: ¡En aquellas infinitas montañas de luz, hoy separadas por el mar atlántico, el fuego recién nacido se presentó ante el rey estrellado! Marcado por las nieves de las cejas grises y los tormentosos rostros, las celosas alas batieron sobre las profundidades. La mano armada de una lanza ardió en las alturas, desabrochado estaba el escudo; la mano de la envidia se extendió entre el cabello llameante, y lanzó el 1

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EL MOTIVO DEL NIÑO DIVINO

June Singer

El niño-dios es una manifestación universal del arquetipo infantil. Lo advertimos en ejemplos tales como el de la madona y el niño o el de los míticos héroes divinos infantiles. June Singer, analista junguiana y ensayista, se vale de su experiencia clínica y de sus vastos conocimientos de mitología para trazar un perfil de las cualidades divinas del niño interior. Este pasaje proviene de su libro Boundaries of the Soul, un detallado estudio de la psicoterapia desde una perspectiva junguiana.

El arquetipo del niño divino suele preceder a una transformación en la psique. Su presencia nos recuerda los momentos de cambio de la historia del mundo, en los que la llegada de un niño divino constituye el heraldo del derrocamiento del antiguo orden y la instauración entusiasmi c inspirada de uno nuevo. El poema de William Blake A Song of Liberty expresa perfectamente la fuerza de este arquetipo. La Mujer Eterna, el anima, da nacimiento al niño divino, un dios solar de cabello llameante, lo que provoca la furia celosa del antiguo rey, el "rey sideral" de la noche y las tinieblas y de la decadencia se precipita sobre el mundo. Si bien el rey arroja al niño dios al mar occidental, el niño no se ahogará y al término de un viaje nocturno por los mares el hijo de la mañana ascenderá por el oriente para traer su luz al mundo:

¡La Mujer Eterna gimió! ¡Fue escuchada en toda la tierral... con temblorosa mano tomó el terror recién nacido, aullando:

¡En aquellas infinitas montañas de luz, hoy separadas por el mar atlántico, el fuego recién nacido se presentó ante el rey estrellado!

Marcado por las nieves de las cejas grises y los tormentosos rostros, las celosas alas batieron sobre las profundidades.

La mano armada de una lanza ardió en las alturas, desabrochado estaba el escudo; la mano de la envidia se extendió entre el cabello llameante, y lanzó el milagro recién nacido a la estrellada noche.

¡El fuego, el fuego cae!...Los fogosos miembros y el cabello llameante, cayeron como el sol que se

hunde en el mar occidental...Con truenos y fuego, llevando a sus huéspedes estelares por el erial baldío,

[el tenebroso rey] promulga sus diez mandatos, paseando sus radiantes párpados por las profundidades con oscuro desaliento,

Donde el hijo del fuego en su nube oriental, mientras la mañana dispone sus plumas en su dorado pecho.

Desdeñando las nubes de la maldición escrita, reduce a polvo las leyes de piedra y libera a los corceles eternos de sus guaridas nocturnas, aullando:

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¡Ya no existe el imperio! Y en adelante el León y el Lobo han de cesar.En el psicoanálisis junguiano el motivo del niño se presenta con frecuencia

durante el transcurso del proceso de individuación. En un principio la persona analizada tiende a relacionar este fenómeno con su propio infantilismo, cosa que, hasta cierto punto, puede ser apropiada. Siempre que la apariencia del niño, que aparece en nuestros sueños o en nuestras imágenes, guarda cierta semejanza con la persona del soñante, o ciertos aspectos de su comportamiento, la imagen puede ayudar a comprender los aspectos personales movilizados y ayudan a rastrear ciertos elementos neuróticos hasta etapas anteriores del desarrollo del individuo.

No obstante, aunque es posible que parte del material imaginario o soñado se relacione parcialmente con la historia de quien la produce, también es cierto que la imagen del niño divino puede ser nueva, y no mostrar parecido alguno con la experiencia previa del individuo. Es este último aspecto el que incita a considerar la proyección futura del arquetipo, es decir, a preguntarse lo que dicha imagen puede sugerir respecto a desarrollos que permanecen todavía en estado embrionario en la psique, pero que llevan en sí la potencialidad para el crecimiento y el cambio.

De la misma manera que nuestros propios hijos son, hasta cierto punto, extensiones de nuestro ego, podemos pensar en el "niño divino" como una extensión del inconsciente colectivo. Y así como depositamos nuestros sueños y esperanzas en los hijos, deseando para ellos el cumplimiento de nuestras empresas inconclusas, la realización de lo que nunca pudimos realizar, así también el "niño divino" representa los ideales de una cultura que ella misma no puede consumar. A menudo el "salvador" se convierte en el chivo expiatorio de los pecados de su sociedad y, gracias a su sufrimiento y a su sacrificio, la sociedad consigue perdurar y dispone de otra oportunidad.

El niño divino es excepcional desde el mismo momento de su nacimiento, o incluso de su concepción. Quizá sea separado de su madre a fin de prevenir cierto espantoso destino que pesa sobre su familia o su comunidad. Moisés, Edipo y Krishna fueron sustraídos a sus madres y criados por extraños; Rómulo y Remo fueron abandonados en el bosque; y todos ellos fueron salvaguardados para el desempeño de una misión especial. Cierto designio milagroso los protegió hasta que llegó el momento propicio para el cumplimiento de su labor. Durante los años intermedios, el niño tiene que superar numerosas dificultades, encontrar su propio sentido, y adoptar un estilo de vida que lo exprese. En el momento adecuado, manifestó su presencia e introdujo en la realidad el cambio dinámico para el que había sido invocado. Y poco después, cumplida su misión, muere.

En nuestros propios sueños, la aparición del niño especial conlleva a menudo un hondo significado. A través de mi práctica psicoanalítica he constatado que el niño de muchos sueños se halla lisiado, enfermo, o moribundo, cosa que no tiene por qué corresponderse con la vida del individuo y que me lleva a preguntarme: ¿De qué manera el potencial innato de la persona que tiene estos sueños está mermado o neutralizado? El análisis de los detalles específicos del material inconsciente y su comparación con detalles

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similares presentes en situaciones arquetípicas procedentes de mitos o de textos religiosos pueden permitir al individuo ir más allá de sus preocupaciones inmediatas y percibir hacia dónde se dirige su quehacer vital. Como Víctor Frankl indicó en El hombre en busca de sentido, un relato de sus experiencias en un campo de concentración, aquellos que consideraban sus vidas en el campo como "provisional" y vivían sólo día a día, perdían su energía muy rápidamente. Los pocos que conseguían convertir el sufrimiento en aquel lugar, en el que su cuerpo físico se hallaba apresado, en un desafío para liberar su espíritu, tendían a sobrevivir contra casi toda probabilidad. El niño divino que hay en nuestro interior da sentido a nuestras actitudes inmaduras y nos muestra el lado inconsciente de nuestras limitaciones, lo cual supone una visión de potencialidad floreciente.

Otro arquetipo con el que probablemente nos encontraremos en el camino de la individuación, es aquel que Jung denominó puer aeternus, refiriéndose al niño-dios Iaco de los misterios de Eleusis. Ovidio lo describe en las Metamorfosis como un joven divino, nacido en el culto materno de los misterios. Es dios de la vegetación y la resurrección y tiene algunos de los rasgos del redentor. El hombre identificado con el arquetipo del puer aeternus, con la eterna juventud, permanece demasiado tiempo en la etapa psicológica de la adolescencia. En su caso, características que son normales en un joven quinceañero perduran en años posteriores. Quizá la expresión "High living" ["vida regalada", aunque literalmente significa "vivir alto"] es la que mejor describe en qué consiste este arquetipo: el joven se complace andando por las nubes con su fantasía, viviendo experiencias efímeras por el mero gozo de la emoción que puedan aportarle, buscando amistades cuando desea divertirse y abandonándolas apenas se convierten en una responsabilidad. Varios héroes de la cultura juvenil se inscriben en esta categoría y, para algunos, "getting high" ["drogarse" o "colocarse", aunque literalmente significa "ponerse alto"] constituye su único objetivo. Es también propio del puer viajar sin propósito, moverse, y entrar y salir provisionalmente en grupos muy diversos. La homosexualidad es también una expresión de este arquetipo, especialmente cuando se manifiesta en la búsqueda compulsiva de relaciones poco trascendentes y promiscuas. Si es heterosexual, pasa de aventura en aventura, huyendo siempre ante el menor atisbo de compromiso.

Von Franz, en su estudio sobre el arquetipo del puer aeternus, señala que el hombre que se identifica con este arquetipo suele intentar hacer carrera en el campo de la aviación pero que, normalmente, sus tentativas son rechazadas, porque los tests psicológicos a que son sometidos demuestran que son personas inestables y así evidencian el carácter neurótico de su interés en esta profesión.

Los sueños de un individuo, tal vez de mediana edad, que ya se ha establecido en la vida y que se encuentra seguro en su posición, pueden revelar la actividad del arquetipo del puer aeternus. Las imágenes oníricas relacionadas con el vuelo (a veces sin avión, simplemente aleteando con los brazos), la conducción de automóviles a toda velocidad, el submarinismo en aguas profundas, la escalada de montañas escarpadas, son temas típicos de la persona cuyo inconsciente se halla dominado por este arquetipo y pueden

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tomarse como una señal de advertencia para fijarse en cómo el inconsciente se está tal vez preparando para entremeter su voluntad autónoma en el funcionamiento conscientemente determinado.

También existe, claro está, un complemento femenino del puer, es decir, la puella aeterna, la mujer que, aun sin admitirlo, teme envejecer. En efecto, el miedo domina una gran parte de su existencia. Es la mujer que nunca confiesa su edad, que cae en la trampa que le tienden los regímenes alimenticios y todos los cosméticos que le prometan un rejuvenecimiento. Es "compinche" de sus hijos y una coqueta empedernida con los hombres. En sus sueños aparece con frecuencia sobre un pedestal, inspirando la adoración de los varones, o es una sirena, una prostituta o una "lolita". En general, su conducta es imprudente e impulsiva pero, cuando se trata de tomar una decisión importante, vacila y pide consejo a todo el mundo; luego actúa repentinamente, por sorpresa, y se arrepiente de sus actos antes casi de haberlos consumado.

Vivir el arquetipo de la "juventud eterna" no es del todo negativo, como puede inferirse viendo algunas de las formas en que se manifiesta. Entre los aspectos más ventajosos y apreciables del puer aeternus y de la puella aeterna se cuentan su entusiasmo juvenil, su ilimitada energía, la espontaneidad de su pensamiento, su capacidad de generar nuevas ideas y formas inéditas de solucionar problemas y su disposición a cambiar de rumbo sin identificarse con el pasado y sus valores.

Como factores inconscientes, el puer y la puella proporcionan el impulso preciso para emprender nuevos caminos, pero no brindan la sensatez necesaria para discernir si la nueva empresa merece la pena, ni aportan la constancia y la tenacidad imprescindibles para llevarla a término en caso de que, en efecto, valga la pena. Con la participación activa de este arquetipo se tramarán grandes proyectos, pero para ejecutarlos con éxito, incluso parcialmente, se requerirá la colaboración compensatoria de otro arquetipo: el "senex".

Senex significa viejo o anciano y, como arquetipo, se alía con las fuerzas que preservan los valores tradicionales, es partidario de dejar las cosas como están, o de aplicar un juicio sereno y mucha consideración a los proyectos del joven eterno. En el mejor de los casos este factor inconsciente se manifiesta en forma de una sabiduría madura nacida de la experiencia; en el peor, representa una ortodoxia que no tolera las interferencias de quienes quieren quebrantar las normas establecidas.

Una variante de la figura del puer aeternus, que a veces incluso incorpora aspectos del senex, es la encantadora figura conocida como el burlador.

En los sueños el burlador es aquel que coloca obstáculos en nuestro camino por razones propias; es el que cambia de forma constantemente y que aparece y desaparece en los momentos más insólitos. Simboliza un aspecto de nuestra naturaleza que siempre está próximo, dispuesto a desinflarnos cuando nos envanecemos o a humanizarnos cuando nos ponemos presuntuosos. Es el satírico por excelencia cuyo mordaz ingenio subraya las imperfecciones de nuestras arrogantes ambiciones y que nos hace reír aunque tengamos ganas

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de llorar. En sociedad lo encontramos en el motejador o el criticón, e incluso a veces se aparece por sorpresa en alguno de los altos cargos de nuestro país.

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