sicalipsis final, nov. 2013

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Final francisco Pinaud

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SICALIPSIS

Lena recibi el sobre de manos del portero de su edificio. Mientras suba hacia su apartamento, rompi el sello y ley: Si t eres de esas que creen que porque uno les acepta una invitacin a cenar y luego a bailar, ya por eso tenemos que acostarnos con ustedes, ests muy equivocada. Yo no soy de esa clase de hombres que se entregan as porque s. Me tengo mucho respeto, a m y a mi cuerpo, y debo estar muy, pero muy enamorado de una mujer para acceder a algo ms all de un simple beso. No s qu pensars de esto, pero quiero dejar las cosas bien claras contigo. El hecho de que me parezcas simptica y bonita, no quiere decir que debo rendirme de buenas a primeras a tus deseos, por ms impactante que seas. No quiero que te engaes conmigo, por eso prefiero hablarte claro, an a riesgo de que no me quieras llamar ms. No lo tomes a mal, entiende que tena que decrtelo, sobre todo despus del episodio de anoche. Creo que te propasaste un poco; tal vez por los tragos o por lo que sea, pero me quise retirar al instante de ese sitio. La nota la firmaba Vicente. Despus de releerla, la rompi y la tir en una caneca. Pobre huevn, pens. T eres el que se lo pierde.

Eran las nueve de la noche del sbado, se par frente al espejo y se acarici con brusquedad los bellos senos que despuntaban debajo de su blusa de seda blanca. La noche anterior haba por fin logrado que Vicente le aceptara una invitacin. Desde haca por lo menos tres meses, intentaba acercrsele sin ningn xito. Tuvieron varias reuniones de trabajo en la nueva oficina del jefe, hasta tarde en la noche. Siempre eran los ltimos en salir, pero Vicente jams demostr sentir atraccin por ella. No por cualquier mujer, sino por ella, tan generosa de cuerpo y de curvas tan mrbidas. Esta indita indiferencia, por extrao que parezca, fue avivando ms el inters de Lena. Voy a ver cul es la maricada de este tipo, se dijo mientras se meta como gata en su vestido negro de tirantas, ceido y con un escote abismal que arrancaba desde su nuca y mora justo en el inicio curvado de su espalda baja. El atrevimiento del atuendo no rea, ciertamente, con la elegancia innata que se le vea todo el tiempo. Pero a decir verdad, la haca ver

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ms desnuda que vestida. Yo paso por ti a las diez y media de la noche, le haba dicho a Vicente cuando concertaron la cita.

Llegaron al bar-restaurante y pidieron unas cervezas con lumpias. Ella not que la mirada de l estaba algo perdida, como de persona con sueo. Hablaron, como es anti-natural en esos casos, del trabajo, la oficina nueva, y l se explay con entusiasmo de su segundo posgrado y la futura especializacin que hara en Finanzas. Lena le miraba la boca y el movimiento de las manos, dos aspectos de su fsico que le atraan. Se imaginaba mordiendo y besando esos labios mientras las manos grandes y tibias se arrastraban por su espalda al descubierto. T me haces sentir como una mujer natural, le dijo ella con la obvia intencin de cortarle de un tajo la chchara acadmica inoportuna e insulsa. Se levant y lo jal con fuerza hasta la pista de baile, lo atenaz por el cuello mientras le cantaba la cancin en el odo. Despus de tres canciones intimando con ese cuerpo arrojado, la respuesta varonil de Vicente brill por su imperdonable ausencia. A duras penas se ocup de abrazarla por la cintura, muy consciente de no tocar mucho la carne abierta que tena entre manos. Luego Lena, de la pista de baile fue directo al tocador. Dej a Vicente en medio de la msica, descompuesto y con bochorno. En el bao se encontr con Adela, su amiga de toda la vida. Se abrazaron e intercambiaron perfumes y cepilladas de cabello. Dime quin es y si ya le diste el primer mordisco, le dijo Adela maliciosa. Est buensimo. Lena le hizo una mueca mientras se miraba de lado en el espejo. Una de dos, le contest. O es gay o un perfecto imbcil. Adela solt una carcajada. Dale un mordisco y un chupn en el cuello. Si eso no funciona, mndalo a la mierda. T ests muy buena para que te desprecien. A Lena se le humedecieron un poco los ojos pero hizo un esfuerzo para que no se notara. Regres a la mesa, abriendo plaza entre la pista de baile, con su furioso contoneo. Todas las parejas se abrazaban bailando el bolero Si me comprendieras, cantado por Sofronn. Cuando se sent, Vicente le dijo que haba pedido dos tragos de whisky. Le ofreci un vaso, pero ella apenas lo prob. Tmatelos t, le dijo. Yo prefiero un ron... Mientras l llamaba al mesero, Lena pens: Y ojal te hagan efecto esos dos whiskies.

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Se encontraban bien juntos, sentados en sus respectivas sillas. Lena acerc mucho ms la de l y puso su mano izquierda sobre el muslo de Vicente, y lo apret varias veces. l la mir, tratando de disimular su sorpresa. Para cualquiera que los estuviera observando era evidente que la avanzada, el arrojo y las ganas, eran explcitas en ella, tanto en la pista de baile como en la mesa. l lo pens as y se sinti nuevamente abochornado. Pero tambin le tema al ridculo en pblico, sobre todo cuando se percat de que en el lugar haba varios conocidos que lo miraban. Correspondi entonces, con una caballerosa mano sobre los muslos flotantes de ella. Lena se acerc a su cara y le di un beso en la boca. Quera hablarte de los Dilogos de Platn, el libro que estoy leyendo, le dijo Vicente con voz nerviosa cuando ella separ sus labios de los de l. Hubo un silencio denso entre los dos. Lena sac un trozo de hielo de su vaso y lo mastic con parsimonia mientras vea la ofuscacin de Vicente, que eluda mirarla y se serva del ron ordenado. Y fue entonces cuando Lena avist a un amigo entre las personas que llegaban al bar. Ulises!, le grit, y se levant corriendo para abrazarlo... Con quin viniste?, le pregunt. Con unos mexicanos que me encargaron en la oficina para atender, le contest l. Lena se le acerc al odo y le implor: No me importan ellos. Cuando suene la prxima cancin, vas a mi mesa y me invitas a bailar. Te lo ruego!, y despus te cuento. Ulises asinti con duda y Lena regres a la mesa. Le dijo a Vicente que Ulises era un amigo de la poca en que ella trabajaba en turismo. Se nota que lo quieres mucho, le dijo l. Casi te lo tragas a besos.

Vicente pareca haber recuperado un breve sosiego que le permita manejar mejor la incomodidad de estar con una mujer tan arrojada e impetuosa. Pero tambin por el pecho le caminaba un dbil fluido de vanagloria, pensando que esa hermosa fmina a su lado, de piel blanca y ropas negras, lo acababa de besar. Ella a l, no l a ella! Me gusta cmo se te ve ese vestido. Cuando te paraste a saludar a tu amigo, pude darme cuenta de que te ves muy bonita, le dijo l, como un cumplido inaplazable. Hasta ahora te das cuenta de mi vestido? le ripost ella. No, le contest l. Lo que pasa es que te vi lejana y annima, y eso me conmovi. Pero la verdadera conmocin lleg cuando Ulises sac a bailar a Lena.

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Bailaron El che che col, A mi Dios todo debo, La Isla del Encanto y Delirio. Cuatro largos y sensuales momentos que Vicente sinti, como hipnotizado, viendo la cadencia precisa de los dos bailadores. Lena, abrazada y entregada a Ulises, le recorra la espalda, moviendo sus manos de arriba hacia abajo, al comps de la msica. Calculaba muy bien sus pases para que Vicente la mirara casi siempre de espaldas, pletrica y vida de gozos, y con un macho cazador sometido a su albedro. Cuando termin la ltima cancin, se quedaron muy juntos, casi inmviles, mientras las otras parejas desocupaban la pista y ellos se vean como amarrados el uno del otro. T s sabes apretar, le dijo Lena a Ulises, estallndole un beso en la oreja. No te me pierdas tanto. Cuando regres a la mesa, Vicente le pregunt si quera comer algo. Yo siempre tengo apetito. Comamos donde t quieras. La cuenta del bar fue pagada por Lena y salieron rumbo a un restaurante de carnes. Mientras Lena conduca por la avenida lluviosa y medio solitaria, Vicente le cont que no estaba seguro de saber lo que realmente era el amor; que le produca una sensacin agradable el estar en compaa de gente graciosa y brillante, pero que an era vaga la inclinacin que le haca distinguir y preferir a una persona de otra. Por eso estoy leyendo a Platn, dijo. Una amiga me lo recomend. Qu amiga?, pregunt ella. La profesora de mis sobrinos. Es psicloga, le contest l.

Llegaron a un restaurante que quedaba a pocos metros de la playa. Lena condujo su carro ms all de la zona de parqueo, bajo una frondosa cubierta de rboles de caucho. Haba un rumor de chicharras y grillos que le daban mayor soledad al lugar. Apag el motor, le tom las manos a Vicente y se las puso en el pecho. T qu sientes ahora?, le pregunt algo agitada. No te provoca acariciarme?. Pienso que s me provoca acariciarte, pero se supone que eso debera ser iniciativa ma y no un asunto que t me pidas, contest Vicente, tembloso y con los ojos fijos en el piso del carro. Lena sinti perder la serenidad. Aj, y cmo, cundo y dnde supone que debes tomar la iniciativa?, le inquiri, agarrndolo por los hombros. Vicente no respondi nada a este requerimiento expedito. A decir verdad, se senta entre la espada y la pared. Cul era la espada y cul la pared? Esta era una disyuntiva algo difcil de precisar: por

unladoestaba

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una fmina ansiosa y ardiente y por el otro, la vida estoica y prudentsima que haba llevado hasta entonces. Los goces del cuerpo los imaginaba contrarios a la razn y a la templanza de nimo, exigidas para su plena realizacin personal. En alguna parte de esa carrera para su realizacin, crea l, estaba una etapa llamada novia, otra matrimonio, otra hijos, etc., pero ciertamente no eran ms que objetivos contingentes y condicionados que, llegado su momento, habra que atender de la mejor manera posible. Tal vez esa imperturbabilidad ante el presente, ese nimo inconmovible, lo haca ms atractivo para ella. Adems, su probada inmunidad frente a los embates erticos de los ltimos episodios, eran un desafo al cual Lena no poda ser inferior.

Decidi entonces jugarse su ltima carta. Apel a la accin directa y sin tapujos: se subi todava ms el traje, que ya lo tena por las caderas, como suele sucederle a las mujeres cuando conducen con un vestido corto y estrecho, agarr una mano de Vicente y se la acomod en su sexo, apretando sus muslos. Luego, sus manos empezaron a merodear por la bragueta de l. Acerc de nuevo su rostro, besndolo por el cuello. La mano lvida entre las piernas de ella, haca

movimientosms de retirada que de avances. Alguiennos puedever,murmurabaVicente. Me parece que hay gente porah observndonos.

No te da pena?. Lena lo mir con impaciencia. Tena el cabello revuelto por la agitacin, y su boca estaba hinchada y hmeda. Su gracia feroz y altiva estaba en eclosin esa noche. Le ocurra, adems, un severo ataque de belleza. Pero el deseo insatisfecho le amargaba la mirada. No me importa. Que nos vea quien nos quiera ver, dijo con un dejo de resignacin, mientras se inclinaba sobre las piernas de Vicente, buscando descorazonada una hombra erguida que nunca apareci. Se qued un rato sobre esas piernas, rendida, vencida antes de la batalla y con unas ganas horribles de llorar. Un toque fuerte contra el panormico y la luz de una linterna, sacaron a Vicente del primer estupor y lo metieron en otro.

Me hacen el favor seores, me entregan su licencia, sus papeles, y se bajan del carro con las manos en alto, gru el polica. Vicente sali del carro en estado de atolondramiento, tratando de responder algo coherente. El oficial era un hombre joven, moreno, y con la actitud resuelta de los novicios. Le alumbraba la

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cara, convencido de que ese elegante tipo era el principal infractor. Lena se estir el vestido arrebatado, se pas las manos por el cabello y despus abri la gaveta para buscar los papeles. No se preocupe, seorita. No es necesario, le dijo el agente cuando la vio retirando los documentos. Lena cerr la gaveta y sali del vehculo; se tom su tiempo en abrir la puerta y bajar. El oficial dud un momento en alumbrarla con la linterna. Se limit entonces a observarla a la luz de la luna desleda que penda sobre ellos. La hermosura de la muchacha y su deliberado aletargamiento, ofuscaron al oficial. Se volvi hacia Vicente y le recrimin con voz fuerte y autoritaria: Yo no s si la joven es su novia o su amiga. Pero me parece que usted puede pagar muy bien un hotel, y no traerla hasta la oscuridad de una playa. Debe saber que la suya es una conducta impropia y yo puedo arrestarlo por obscenidad en lugar pblico!. Mientras deca esto, miraba alternativamente a Lena, quien cruzada de brazos lo escuchaba con una expresin de contenida complacencia. Mustreme sus documentos, caballero, espet el oficial. Vicente le entreg su identificacin y todos los otros documentos que portaba en su billetera. El polica los examin y se detuvo ante el carn de empleado y profesor universitario. Le devolvi los papeles y le dijo con un tono concluyente: Usted es profesor, y le debera dar vergenza el mal ejemplo que significa traer mujeres a la playa de noche. Y me da pena con usted, seorita, pero creo que se merece otro tipo menos atarvn que ste. Vyanse rpido, antes de que les inmovilice el vehculo y me lleve a este caballero para la estacin.

Lena le entreg las llaves a Vicente y le pidi que la llevara hasta su casa. Dejamos el carro en el parqueadero y t tomas un taxi. Esta noche ha sido un desastre. Para l, a pesar del sermn moralista y la amenaza de arresto, el polica fue su verdadero salvador. Apareci justo en el momento en que ya tena que hacer evidente que era un hombre y Lena una mujer, dentro de un carro en la oscuridad de la playa. Mientras conduca, volvi a sentir el sudor fro que le produjeron las manos de Lena asediando su bragueta. Crey recordar que el perfume de ella y la suavidad de su piel alcanzaron a perturbarlo un poco. Alguna vaga seal, lejana, iniciaba un viaje de venida en su torrente y se asust con la cercana de una imprecisa revelacin corporal. Lena, adormilada a su lado,

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descansaba su cabeza sobre el asiento. Se haba recogido el cabello y su perfil esplndido se defina sobre el cuero negro del silln. Vicente observ un instante los carnosos labios entreabiertos y le provoc besarlos. Faltaba algo as como media hora, conduciendo despacio, para llegar hasta el edificio donde viva Lena, al otro extremo de la baha. Apag el aire acondicionado y baj los vidrios. Un viento tibio y suave agitaba los cabellos de ella, esparciendo su recndito aroma. Saberla dormida y exhausta, le confera una rara superioridad sobre ella. Supremaca que Lena, en la vigilia, nunca dejaba de ejercer sobre todos los varones a su alrededor. Ahora estaba vencida y completamente a su cargo para llevarla a su destino.

Cuando llegaron, Vicente la despert con un suave beso en la mejilla. Ya ests en casa, le susurr. Lena se baj rpido, entr al edificio y pidi el ascensor. Vicente guard el carro, entreg las llaves al portero y sali a esperar un taxi. Sentado en un muro de la avenida, pensaba que s, en realidad, la noche haba sido un completo desastre. Pero no por l, dedujo con soberbia, sino por la impaciencia de ella, y su obstinacin en pasar a mayores, segn su particular vocabulario. Concluy que fue exhibido y hasta burlado sin necesidad, y eso se lo hara saber a la bella y encantadora Lena, por muy bella y encantadora que fuera. Adems, ntimamente le complaca la equivocada opinin del polica, que lo seal como macho lujurioso, indecente y atrevido. Entonces decidi caminar hasta el cansancio por la avenida solitaria. Mientras recorra los interminables andenes, pensaba en todo lo que Lena le haba hecho sentir esa noche. No poda decir que no le gustara. Su encanto fsico era imposible de esquivar, fuera l, o cualquier otro ser humano, animal o cosa. Y su personalidad desconcertante y avasalladora desarmaba a todos sin compasin. A sus veintinueve aos, ella ya era la sub-directora de Relaciones Industriales de la empresa. Haba llegado all gracias a sus mritos acadmicos, su aguda inteligencia y una sagacidad para adelantarse a las malas jugadas de la competencia. Y como si fuera poco, era insoportablemente bella. Su jefe, por supuesto, la tena en un nicho. O sea, que para nada era buena idea enemistarse con alguien tan influyente dentro de la oficina, sobre todo teniendo en cuenta las ambiciones de ascenso que trataba de

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ocultar Vicente. Sin embargo, pensaba que no deba dejar pasar los atrevimientos de ella, as no ms, como si nada. Realmente senta miedo de los encuentros cercanos con ella. Todas esas reflexiones atropelladas las resumi en la nota que dej en la recepcin al da siguiente. Eso sin contar que dos horas ms tarde de haberlo hecho, ya estaba irrevocablemente arrepentido.

Lena entr a su apartamento todava adormilada. Se quit nicamente los zapatos y se arroj sin ms a la cama. No necesit encender las luces. El resplandor de la luna, bastante alta, y el brillo de las luminarias de la avenida, baaban su aposento en un halo espectral. Encendi de un solo toque el porttil y su emisora nocturna de boleros la salud con el acostumbrado susurro melanclico. Se estir para quedar en su posicin preferida para dormir: boca arriba, en el centro exacto de la cama, los pies cruzados al final, los brazos bien abiertos y la cabeza inclinada hacia la izquierda. No se haba quitado el vestido porque en momentos como este prefera imaginar que otra mano la desvistiera. La seguidilla de boleros y el rumor monocorde del mar que entraba por su ventana le incrementaron la ensoacin. Se senta aludida por casi todas las canciones que escuchaba, sobre todo por la que le dijo, casi en el odo: La mujer que al amor no se asoma / no merece llamarse mujer. / Es cual flor que no esparce su aroma, / como un leo que no sabe arder. Una mujer debe ser soadora, coqueta y ardiente / Debe darse al amor con frentico ardor / para ser una mujer Sus labios estaban congestionados y se vea a s misma, como en el otro bolero, inmersa en la noche plena de inquietud, con su perfume de humedad. Se levant el vestido, puso una mano en su vientre y empez a acariciarlo. Otros territorios de ese cuerpo magnfico la citaron con delicada urgencia. La meloda, la soledad y el rumor de las olas la asistieron en ese ritual de misericordia consigo misma. Despus llor. Llor mucho, pero en silencio. Al final, durmi profunda y plcidamente hasta el medioda, cuando la despert la llamada de su amiga Adela.

Paso por ti para que almorcemos y me cuentas TODOOO!!", le dijo Adela cuando Lena le cont a grandes rasgos lo desastrosa que haba sido la noche anterior. Se desperez a sus anchas y despus del bao zen, resolvi estrenarse

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la blusa de seda blanca que le haban regalado en su reciente cumpleaos. Mientras esperaba, busc una libreta de hojas rayadas, su diario personal, en el que anotaba sin orden ni disciplina, algunas de las cosas que pensaba o que le ocurran. Sinti que deba escribir algo sobre los episodios recientes pero se detuvo ms bien a leer lo ltimo que haba anotado: Qu problema, no me gustan los cumpleaos, mejor dicho, no me gustan mis cumpleaos, y no porque me sienta ms vieja, sino porque me aburre la felicitadera, sobre todo la de la gente intensa. Por qu no me felicitan otro da? Yo s que es una locura, pero, aj. Tampoco me gusta que me regalen cosas que no quiero. A ver, me dieron tres piyamas. Tres piyamas!, yo no uso piyamas nunca! Julin me trajo un estuche de puro bolero! Tan divino Me encantan! Me dieron tambin dos pudines de chocolate, que me fascina por cierto, pero me toc repartir uno entre la gente que vino, casi ni lo prob. De la oficina me mandaron flores, gucala, las detesto, me dan rasquia y su olor me deprime, siempre me recuerdan los funerales. Por eso se las regal a la vecina de abajo. Mi mam, tan bella como siempre, me mand una hamaca para el apto. Lstima que me dan mareo de solo verlas Lena, tu eres como jodidita, no? Lo mejor sera que le preguntaran a uno lo que le gusta para no salirle con tanta pendejada jarta, pero, en fin... no me puedo quejar, mejor dicho NO ME DEBO QUEJAR!!, mi gentecita me quiere y yo lo que soy es tronco de desagradecida... El carajito del V. se est haciendo el difcil, o eso me parece. El otro da lo pill mirndome las piernas y se hizo el bobo. Lo he invitado dos veces a que venga a or msica y siempre me sale con que tiene examen de la maestra al da siguiente. Est bueno, pero creo que le falta fsforo, no s. El martes recib la ltima llamada de Nando. Me doli mucho, pero creo que por fin entendi que yo no me voy para all a ser ama de casa, por mucho que me pinte las mil maravillas. No, no, no y no me voy a aguantar ese verraco fro bajo cero. Yo aqu soy directiva, me aprecian, mi puesto es bueno y creo que gano por encima de muchas de mis colegas. Ni loca que voy a tirar todo por la linda cara de Nando... Nando, eres tan divino y me encantas, pero te fuiste quedando. Yo te lo deca, con tu temita tecnolgico, que nadie te sacaba de all, y tu cuento de los aparatos de ltima moda. Mejor dicho, t eras casi un invento ms. No, mi vida,

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as no bamos para ningn lado. Tan chvere que fue todo al comienzo, pero, aj, as es la vida...

Antes de ayer vino a la oficina el delegado del ministerio para hablar de los convenios. S que mi propuesta le pareci sper. Y qu tal que la acepten?...

Billete, mijita, billete!, jajajaja... Mi mam vio las fotos del cumpleaos y me dice que estoy flaca. Claro, ella quisiera verme como una chonchita linda, pero nada, creo que este es mi peso, es ms, tengo unos gorditos en las caderas que, mejor dicho Tienes que ir al gimnasio, Lena, a sudar!! Qu mamera, si me pongo bikini se me ven, qu horror, no, no, no!!... A quemar caloras, no hay otra!... El jefe quiere que almorcemos con el vicepresidente, pero me parece un tipito inmamable, se cree el ltimo guarapo del desierto, ms colombiano pa donde, y habla media frase en espaol y media en ingls para que crean que es el sper putas, No lo soporto! Todas las mujeres de la comida del lunes me miraban mal pensando que yo les coqueteaba a sus burdos maridos. Partida de machistas y ordinarios que no inspiran ni un mal pensamiento... Qu noche tan jarta!... Ahora, Qu culpa tengo yo de que esos idiotas pasaran toda la noche mirndome? Quin les manda casarse con mujeres tan zocatas?... Lena se rea de sus propios escritos y se sorprendi de todas las ocurrencias que escriba. Dios mo!, se dijo a s misma. Cmo puedo escribir tantas locuras? Espero que nadie ms lea esto!. Estaba guardando la libreta en un sitio ms seguro, cuando el portero le avis que Adela haba llegado por ella.

Llegaron a la Punta de Icacos con el fin de almorzar y ponerse al da en las intimidades mutuas. Haca tiempo que no se vean y el encuentro fortuito de la noche anterior en el bar fue la excusa perfecta para reanudar su vieja amistad. La llegada de estas dos mujeres al restaurante, un conjunto pintoresco de bohos a la orilla del mar, desquici la tranquilidad del lugar. Adela, la sociloga, era una muchacha alta, algo ms que Lena; rubia, con el cabello suelto flotando sobre sus hombros que eran, ciertamente, un par de maracas que besa el sol. Lleg a la mesa contonendose al ritmo de la cancin que interpretaba la orquesta en ese momento. Las dos chicas se sentaron cerca de la barra, muy conscientes del revuelo que su llegada haba causado entre los comensales. Dentro de dos meses

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Adela se iba a casar y eso, por supuesto, ameritaba una larga charla acompaada de un par de cervezas. Despus de ordenar al mesero, Adela se quit sus gafas de sol, se acerc ms a Lena y le dijo: tengo un problema complicado. Cul?, Adela, Qu te pasa? Siento que estoy perdiendo estrgeno. Explcame bien, no entiendo. Las hormonas femeninas, Lena. Hace tiempo que no me alboroto como antes. Jajaja! T? Que eras la ms arrecha del saln, Adela? No me vengas con ese cuento. Te hicieron brujera o qu? No te ras, que es en serio. Pero, Qu te pasa entonces? No s, tengo mis sospechas. Has odo hablar del sndrome de Sansn? Cul, el del vino? No boba. Sansn, el que perdi la fuerza cuando le cortaron el pelo. Pero yo te lo veo igual de largo. Es que no es ese. All no es la cosa. Entonces dnde? Ms abajo, mucho ms abajo. En el umbroso edn. En el qu? En mis partes, pendeja. Nunca me he dejado crecer los vellitos lo suficiente. Bueno, yo creo que una vez lo hablamos. Por eso te lo cuento, porque recuerdo que t tenas una opinin muy particular. T te los dejabas crecer, Lena, no es cierto? Y me los dejo crecer todava, Adela. Ven y te cuento. Quien me acab convenciendo fue Nando, mi ex, Te acuerdas? Bueno, la verdad es que yo, desde pequea, cuando me vi los primeros vellitos, nunca me molestaron ni me parecieron feos. Ya grandecita, mi hermana Lucy me mostr cmo se depilaba cuando iba a la playa y no quera que se vieran. Entonces yo tom la costumbre de cortrmelos tambin pero slo la parte del bikini. No te s decir bien, pero no me senta cmoda si me rasuraba completamente. Algo me quitaba, algo me haca falta cuando me vea tan despoblada, Me entiendes? Aj, sigue. Hasta cuando comenc a salir con Nando y l me dijo una frase que era la que yo andaba buscando desde haca tiempo, para justificar mi renuencia a lo que casi todas mis amigas hacan, la depilacin total. Ni me convenca el argumento asustador de la higiene. Yo siempre he sido pura y limpia, por m misma y por la gracia de Dios. Bueno, me dijo: slo te veo completamente desnuda cuando tienes todos tus vellitos enteros. Eso me tram. Entend que mi intimidad deba tener algo que se intuyera desde mi exterior, algo oculto que deba reservar para m y para mi pareja, que imaginaran los hombres pero que no pudieran ver. nicamente los admitidos, Ves? Nando se enloqueca de slo mirar la sombra

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que los vellos dejaban translucir por mis pantis. Tambin me deca que cuando me acariciaba, era emocionante encontrar los ensortijados que progresivamente se hacan ms densos a medida que su mano bajaba por mi vientre. S, muy lindo todo Lena, pero djame contarte. Yo comenc a rasurarme toda porque Tony me lo pidi. T sabes, l es ingls y de pronto las costumbres de all, no s.

La vaina es que le hice caso porque no quera que se sintiera mal, y porque me di cuenta de que realmente mis pelitos le incomodaban. Ahora, t lo conoces, l es un papacito de 46 aos muy, pero muy bien puestos, pero, aj, me mont esa talla y yo no le vi problema. Entonces me invitaron a un congreso de Mujer y Sociedad y all una conferencista toc el tema. Como te dije, yo vena sintiendo que mi deseo de intimidad se estaba como dilatando mucho, yo antes era como un fsforo, me rascaban y ya. Pero me intrig lo que dijo la vieja de la conferencia. Segn ella, si te eliminas los vellos de tu cuerpo te ests haciendo una ablacin transitoria, o sea, lo que le hacen a las nias en muchas tribus, que les extirpan el cltoris. Qu!, No me digas!, s te digo, yo no s si eso ser verdad, pero encuentro cierta relacin con lo que me est pasando. Bueno, Y qu piensas hacer? Fjate, aqu viene lo bueno, Tony lleva tres semanas visitando a sus paps y yo aprovech para dejrmelos crecer por estos das y estoy que brinco de la calentura; no veo la hora en que regrese. Me siento adems ms sensible, ms indefensa ante cualquier estmulo, en otras palabras, me siento en celo casi permanente, como me senta antes. Adela, te va a tocar decirle que te deje ser como t quieres ser. Yo creo que lo puedes convencer de que hay cosas de tu esencia que no tienen que ir con las modas. T crees? Claro, mejor dicho, si no entiende, la cosa est difcil, porque es tu intimidad la que se est discutiendo, y tu intimidad es tu intimidad. Tuya y de ms nadie. Es rico compartirla con alguien que nos gusta, pero ni de vainas me voy a privar de lo que me agrada y me sienta bien porque a otra persona no le gusta. Te parece que as es la cosa? Por supuesto. Y oye, eso dos tipos de la mesa de la esquina tienen una miradera jarta. Cmbiate y te pones de este lado. Bueno, Y no me vas a preguntar en detalle cmo me fue anoche? S, claro, lo que pasa es que esta conversacin me ha dejado inquieta. Ok, te hago la ltima pregunta, Tony se quita los pelitos tambin?

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S, no te lo quera decir, pero s. l tambin est muy a la moda. T qu opinas?... Pues... qu te digo, djame ver. Lo que estoy pensando tambin es que creo que Vicente tampoco se los deja crecer. Cmo lo sabes? ahh..., intuicin femenina, mija. Pero Adela, ya dejemos esto, quiero que hagamos un plan para salir esta noche, solas, por supuesto. No te suena? Nos vamos a bailar y a ver gente a La Caterva, rico, con musiquita en vivo. Esprate Lena. No mires para atrs. Creo que lleg el mancito de anoche. Quin? El tuyo. Vicente? Bueno, yo no s si se llama as. Pero de que es l, es l. No me digas! Qu sorpresa! Djame y me pongo las gafas para que no se note que estoy mirando. S, Lena, es l. Se sent como cinco mesas detrs de nosotras, a tu derecha. Est con una vieja como elegantosa, no s. Creo que ahora est mirando hacia ac. Pero fresca, que no te ha visto.

Si era o no Vicente, nunca se supo. El hombre y su acompaante no se demoraron en el lugar. Luego de intercambiar palabras con un mesero, se levantaron y se fueron. Adela los sigui con la mirada hasta que entraron en el parqueadero y desaparecieron. Lena, inconmovible, no hizo nada para salir de la duda. Simplemente esper a que Adela dijera, Se fueron, sin comprobar por ella misma si el tipo era Vicente. Siguieron hablando de muchos otros temas que tenan pendientes, pero Lena acusaba un desasosiego leve, incapaz de ocultar, y generado por las incertidumbres que la asaltaban. No obstante esa incomodidad, le solt una larga perorata a Adela sobre el matrimonio y sus peligros ocultos. Debes estar muy segura Adela, le dijo, para levantarte, ojo, no para acostarte, de ahora en adelante con el mismo hombre. Una se podr acostar con varios, pero levantarse, lo que se dice levantarse, no se puede hacer sino con un hombre muy especial, que nos resista el uso y el abuso, que tenga misterio. Si un hombre tiene misterio, ya eso es garanta. Tony tiene misterio? Yo no s qu es eso, pero slo me gustan los hombres con misterio. Adela la escuchaba absorta decir ste y otros alegatos, mientras beba nerviosa su quinta cerveza. Lena remat su sermn con una frase demoledora: Adela, cremelo, si quieres olvidar a un hombre...

csate con l!! No era difcil imaginar la desazn de Adela ante tamaa invectiva contra la milenaria institucin del matrimonio. Despus de esa quinta cerveza del

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almuerzo marino, pagaron y se retiraron del lugar. Eran las cuatro de la tarde y el mar azulsimo reverberaba a lo largo de la avenida, invadiendo el ambiente de un recio aroma de algas frescas.

Permtase en este punto de la historia, una digresin arbitraria y prolija sobre la naturaleza sensorial de Lena. Ya sabemos de su sensualidad irreductible y del gracioso desparpajo con que la ejerca cuando tocaba. Para muchos, era fcil catalogarla como liviana, en la acepcin sealadora y moralista del trmino. Qu no daran todas esas personas que la criticaban, por experimentar as fuera slo un pice del nirvana de sensaciones deleitosas con que la biologa estaba premiando a Lena desde su nacimiento. La sedosidad de su piel, en la cual unos leves y dorados vellos eran la caracterstica ms acentuada, haba sido concebida casi expresamente para invitar a las caricias. Esa poblacin de vellos minuciosos abarcaba casi toda su epidermis, oficiando como alertas y mensajeros de los estmulos que cualquier tacto consentido provocaba. Una zona en especial, infrecuente en otras personas, le era capaz de producir un espasmo de xtasis: la parte interior de los antebrazos, de la mitad hacia el comienzo de las manos. Se podra decir que era su secreto mejor guardado, algo as como la cerradura de un cofre que albergaba un cmulo de sensaciones que podan aflorar descontroladas hasta con un simple roce. Curiosamente, a pocos les permiti Lena abrir esa cerradura, posar la boca y besar con besos sabios esa mgica regin. Siempre sinti curiosidad por saber si ese sitio, donde es frecuente que le tomen el pulso a las personas, lo haban bendecido slo para ella.

Acompa despus a Adela a escoger el ajuar para su luna de miel. Anduvieron por centros comerciales alargando la hora de regresar a cambiarse y poner rumbo y rumba ms tarde, por la noche, a La Caterva. Cuando Adela la dej en su edificio, el portero le entreg el sobre con la nota de Vicente. Ya sabemos qu hizo

despus deleerla. Eran ms de las nueve de la noche cuando entr albao,dispuestaaque elagua fresca que correra por sucuerpo,se llevara el restode malos designios que le estaban amargando el corazn. Esa nocheiba abailar hasta el agotamiento y a dejar rendidos dedeseoy de cansancio atodo

bpedohumanoqueosaraprovocarla.

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Como iba a ser una ocasin especial, Lena se tom ms tiempo del normal en escoger el atuendo que lucira. Encendi su porttil, y al ritmo del Turn me on de Norah Jones, abri su closet y comenz a sacar todo lo que le pareca adecuado para la ocasin. Sac unas faldas y blusitas ligeras de noche, y se prob algunas piezas, como esos pantalones de tubito muy sexys que resaltaban sus curvas altaneras, mientras se miraba al espejo con picarda. Por supuesto, el clsico vestido negro no poda faltar en su guardarropa. De hecho, tena varios modelos, aunque un poco ms cortos y atrevidos que el tradicional Breakfast at Tiffany's. Le encantaban y saba exactamente cmo llevarlos, al mejor estilo femme fatale. Pero en realidad no estaba segura de qu escoger, esta vez quera ir con algo diferente. Algo casual y muy chic, pens. Al cabo de unos minutos de mirar y remirar, eligi el enterizo caoba de satn holgado que no usaba haca un tiempo, anudndolo detrs de su cuello; iba perfecto con el color de su piel. Volvi al espejo a ver cmo haba quedado su pinta, pero al observar el reflejo hizo un mohn. As que, sin dudarlo, y siguiendo un instinto muy suyo, descart el uso de cualquier sostn. Se lo quit enseguida, soltando tambin su cabellera para darle volumen con las manos. De esta forma, nada qued interpuesto entre su piel y la delicada tela sobre sus pechos. Eludi tambin los collares y pulseras que habitualmente cascabeleaban alegres en sus muecas. Sus grciles brazos, hurfanos de accesorios por esta vez, alardeaban por s solos. Se calz despus unas sandalias de vestal romana y remat el ceremonial con generosas gotas de "Limas de Turbaco", un perfume de hombre que le fascinaba y que, mezclado con su humor, desquiciaba a todo el que estuviera cerca.

Mientras esperaba a que Adela pasara por ella, busc una botella de ron Bacard negro y se sirvi dos tragos en sendos vasos con rodajas de limn. Era una extraa costumbre que adquiri durante el crucero por las Antillas que hizo con Laura, Kathy e Irene. En esa ocasin el capitn les recomend tomarse dos tragos de ron en dos vasos diferentes antes de salir de fiesta. Uno para el alma y otro para el cuerpo. Le pareci una idea extica, y con tal de charlar un rato ms con ese espectacular hombre de mar, demasiado joven para el cargo, cualquier idea era bienvenida. Al fin y al cabo, era el espcimen ms bueno de toda la

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embarcacin. Sonri saboreando el recuerdo y el primer trago de ron. Se asom a la ventana a mirar el insondable y sereno mar que estaba a sus pies. El rugido manso de las olas le volvi a excitar la ensoacin, y el cabello agitado por el viento le transmita una rara sensacin de alerta. Entonces tuvo un pensamiento anmalo que ya otras veces la haba asaltado: "No puede ser que en este momento ningn hombre me est besando. Es absurdo que una mujer tan deseable nadie la est disfrutando". Pero justo antes de que la alcanzara la tristeza, se ri de s misma y fue a buscar el siguiente vaso.

La expectativa y el ansia de Lena esa noche eran enormes. Quera, como ya se ha dicho, olvidar la frustracin y amargura del da nefasto. Alguien ms prudente tal vez le hubiera aconsejado no salir a ninguna parte, y ms bien quedarse en casa, meditando en los acontecimientos. Pero otra cosa pensaba Adela, quien senta que lo mejor para las penas del corazn era buscar alegra y diversin. La verdad, a Lena le encantaba bailar, y lo haca muy bien; no exista para ella mejor terapia que esa. Amaba la msica antillana, esa que a algunos no les gusta llamar "del Caribe". Su especialidad eran las charangas, los sones montunos y los boleros rtmicos. Con esta msica poda desplegar toda su vitalidad seductora. Tena adems, una particular concepcin del baile en pareja. Si le gustaba el individuo, permita y hasta propiciaba un acercamiento corporal, pero manteniendo siempre una imperceptible distancia, una invisible barrera que no colmaba el afn del otro cuerpo. Los felices mortales que accedan hasta ese punto, experimentaban su proximidad inquietante; pero la ambrosa no se la ganaba todo el que la sacaba a bailar. Slo muy pocos, a decir verdad.

Cuando entraron a La Caterva, poco antes de las once de la noche, el sitio aun no estaba colmado y las parejas bailaban alegres y confortables. El bolero Convergencia le hizo dar un brinco en el corazn despus de escuchar a Lavoe cantar sobre amor y locura... En una larga mesa, cerca al balcn que miraba hacia el Muelle de los Pegasos, varias personas festejaban un cumpleaos. Lena reconoci a dos de sus profesores de la poca universitaria. Encantadores y queridos, le dijo a Adela cuando la llev casi a rastras hasta esa mesa para saludarlos y presentrselos. Lena, qu bueno verte, con quin viniste. Hola profe,

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con Adela, mi amiga. Mucho gusto, sintense si quieren, gracias, pero quin cumple aos. Mi esposa, Lena, te la presento. Encantada, gracias nia, lo mismo. En la mesa haba dos hombres sin parejas que sintieron que les haba cado la gracia divina con la llegada de estas perturbadoras mujeres. Lena y Adela se sentaron y el profe comenz a presentarlas. En la pista, como ya se haba dicho, pocas parejas bailaban aun. Un hombre moreno, joven, vestido de blanco, espigado y rumboso, atrajo la mirada de Lena, quien repasaba con ardiente curiosidad todo el espacio humano de la taberna. No encontr, por el momento, mejor ejemplar que ese gracioso caballero de blanco que, de reojo, entre pase y pase, tambin la miraba. Una creciente inquietud se fue instalando en ella, motivada por esa enigmtica presencia. Tiene un aire de alguien que conozco, pero no s, no lo ubico bien, es extrao, se dijo a s misma mientras se serva un ron con hielo...

Mientras Lena bailaba con el amigo que acababan de presentarle, no dejaba de buscar y localizar en la pista al bailarn moreno que le atraa extraamente. Como sin querer queriendo, los pasos fueron acercndolos. Cuando el hombre la tuvo cerca, le dijo, seorita, qu bueno volverla a ver. Cmo termin todo? Lena lo recorri con la mirada sin perder el comps de la meloda. Lo reconoci ms por el timbre de la voz que por otra cosa. Ahh, ya lo s, usted es el agente de anoche!! Supongo que no me estar persiguiendo?, Jajaja, seorita, no se preocupe, es una simple coincidencia y estoy en mi da libre. Espero que pase bien y que disfrute la noche.

Se volvi hacia su pareja y continu bailando. Lo ms lejos que Lena tena era que en menos de 24 horas ira a recordar los bochornosos acontecimientos de la noche anterior. Y con uno de los actores de ese lamentable episodio!! Qu habra visto ese polica anoche cuando los descubri dentro del carro y en la semi-oscuridad de la playa? Qu se habra imaginado de ella? Ahora que lo haba visto otra vez, la energa y resolucin que mostr el agente en esa playa, se trocaba en una provocadora sensualidad en ese animado bailarn de barrio.

Lena se sent despus de terminada la cancin. El encuentro con el polica la haba dejado inquieta. Se volvi hacia Adela, quien no la dejaba de observar,

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queriendo encontrar en ella un gesto de aprobacin. Adela vino a su lado y le dijo suavemente, me late que ests tramando algo, o no? Te vi cmo mirabas al morenito. Se te sala la baba y lo correteaste por toda la pista. Adela, si supieras. Qu. Es el tipo que casi nos arresta anoche. Adela se llev la mano a la boca para atajar el grito de sorpresa. Oye, t eres loca? A partir de ese momento, Lena fue insensible y sorda a todo lo que sucediera y se hablara en esa mesa de sus profesores y amigos. Su mente estaba en el polica y en el deseo furioso de ver ms de cerca su piel sombreada brillando sobre el algodn de sus ropas. Se imaginaba quitndole la camisa y olindolo ms adentro, respirando su perfume sudado y mordindolo.

Las historias de amor son casi siempre iguales, y las de amores sbitos, tambin. Los detalles, las minucias, los acoples, todas esas contingencias que desembocan en el encuentro carnal entre dos personas, son lo que le hacen creer a esa pareja que eso slo les ocurre a ellos, y es bueno que as lo crean. Entonces, para qu agotar al lector con una prolija -y de seguro- poco original cantinela sobre lo que ocurri despus de que Lena y el agente abandonaron juntos el bar? Podemos imaginarlos ya en el apartamento de ella. El primer beso largo fue slo tras cerrar la puerta, y ese sonido brusco en la suavidad de la noche fue como el heraldo de la licencia que Lena necesitaba para obedecerse a rienda suelta. Ms all de todo lo que pas y se hicieron juntos y el uno al otro esa noche, les estaba aguardando la memoria. Habla, memoria, un repertorio, un botn extenso de abrazos, suspiros, salivas, durezas, al que habran de acudir cuando ya no estuvieran juntos cuerpo a cuerpo. Despus de la luna, hubo una maana con sol tibio brillando en las baldosas blancas y negras del cuarto de Lena. Con un olor a caf recin hecho que entraba por alguna parte, con ruidos tenues de la ciudad que se desperezaba all abajo.

El agente se inclin muy despacio en la cama para no despertar a Lena, quien estaba yacente, con el perfil perfecto hundido sobre la almohada. La sbana en desorden dejaba traslucir sus piernas y sus nalgas magnficas.

l quiso acariciarlas de nuevo y levant la tela. Cuando pos la mano, la muchacha se movi al sentir el contacto. Retir entonces la mano para no

18despertar a la bella durmiente.

No la retires. Despirtame con ella, le dijo, casi como una orden, desde el otro lado del sueo.

Tena que haber un lento despertar a la vida de todos los das. Pero era domingo y el sol intentaba entrar rotundo por la ventana. l se levant con cuidado y corri levemente las persianas. Una luz sesgada inund todo el espacio, baando con sbito esplendor el lecho donde un cuerpo casi exnime se desperezaba. En el piso, al lado de la cama, yaca el vestido derrotado de Lena, y un poco al fondo, cerca de la puerta, en el suelo tambin, sus sandalias de vestal romana, arrojadas al desgaire. El oficial se acerc al piso y recogi el vestido.

Instintivamente se lo llev a la nariz, aspirando con avidez el recndito perfume que despredan esas ropas.

Entonces la mir desde una esquina del cuarto, tendida boca abajo en la cama y cubierta a medias con una franela blanca sobre la cual refulga la fronda de sus cabellos negros. Lo apabull la belleza de esa escena, y los recuerdos de la noche vivida junto a esa mujer desconocida lo sobrecogieron.

Se acerc a la cama y delicadamente le cubri el cuerpo con el vestido, como si fuera una sbana. Luego camin hacia el bao para buscar su pantaln y su camisa. Ella oy el chorro vigoroso de su orn y se sent en la cama para recogerse el cabello. l regres vestido, buscando sus mocasines arrojados por alguna parte. Quieres desayunar, le dijo Lena. No te preocupes, me tengo que ir ya. Djame entonces mirar un poco cmo eres t de da. El hombre solt una carcajada. No s yo, le dijo, pero t si ests ms linda que anoche. Y ms mandona, le revir ella, corre a la nevera y me sirves un vaso de jugo de zanahoria y me lo traes. Con gusto, ya voy.

19Por qu lo haba hecho? Y, sobre todo, por qu le importaba tanto? No era realmente vergenza frente a sus amigos, que haban notado su "escapada". Era una difusa sensacin de vulnerabilidad que odiaba sentir y que atentaba contra su probado control de s misma. Ya habra de encontrar una respuesta precisa y cortante para quien se atreviera a preguntarle por el oficial de polica y la noche pasada con l.

Todava en la cama, Lena saboreaba lentamente su jugo de zanahoria. Su amigo se acababa de marchar y el ruido de la puerta al cerrarse tras l, la devolvi un poco al presente. Pero los recuerdos cercanos la vencieron. Fue vctima de su terca aficin a los aromas. En las almohadas o entre las sbanas, tal vez, estaba latiendo an el olor del hombre que haba dormido all con ella. Qued largo rato en suspenso, inmvil, como catatnica, respirando ansiosa esas esencias desperdigadas que le producan un regusto impreciso. La maana radiaba intensa desde el ventanal de su cuarto cuando se levant para correr las persianas. El mar, abajo, vibraba como un espejo azul. Desde un extremo de la habitacin, en el mismo sitio donde el oficial la contempl en la madrugada, Lena mir hacia su cama vaca, notando un desorden reciente y silencioso que le hablaba con elocuencia.

Pero haba otro desorden que s deba arreglar. O al menos as pensaba en esas primeras horas. Desde la abrupta partida de su novio, haca algo ms de diez meses, y la consiguiente ruptura, ella no haba estado con ningn hombre. Quiso a toda costa estar con Vicente, pero sus esfuerzos fueron en vano. Senta que su delirio fsico por l se estaba disipando desde la noche anterior. A pesar de intentarlo, no poda reemplazar la figura de Vicente por el nuevo hombre que haba tocado tanto su cuerpo. La dulce rudeza que haba experimentado en las horas anteriores, no encajaba para nada en el continente apacible de ese compaero de oficina que tanto la haba hecho llorar de rabia. Haba una liviandad inusual que apaciguaba sus mpetus esa maana.

Camin descalza por todo su apartamento, recorriendo los pasos de la noche anterior. Lleg hasta la pequea terraza abierta donde sembraba organos para sus pastas y adonde llegaban sin invitacin todas las aves del barrio. Mientras caminaba, senta un suave maltrato en su centro, ese que nos sorprende despus

20de un ejercicio desacostumbrado. Se sent en el piso de baldosas, ya tibio por el sol, y decidi que tal vez no se iba a baar en todo el da.

El citfono son. El portero le dijo que el Sr. Vicente estaba abajo. Que si poda subir.

Francisco Pinaud

(CONTINUARA)

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