sibelius

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Homenaje a Sibelius Al escuchar el Concierto para violín de Sibelius surge la cuestión ¿será este el último de los grandes conciertos románticos? Es posible. Todo fue fácil para Davi Graton, el violinista invitado por el Mozarteum. La gama de expresividad que exhibió en su toque abarco desde la sonoridad agradable al sonido duro y afilado y su arco tuvo belleza de tono y elegante fraseo. La música fluyó normalmente en frases cortas y abruptas con fuertes disonancias. La obra tuvo sus momentos de ingenio, lirismo, romanticismo y drama con el impacto de la gestualidad del solista cuasi visual, cuando las maneras y modos del violinista brasilero dibujan en el aire el sonido con contundencia y total

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Page 1: Sibelius

Homenaje a Sibelius

Al escuchar el Concierto para violín de Sibelius surge la cuestión ¿será este el último de los grandes conciertos románticos? Es posible. Todo fue fácil para Davi Graton, el violinista invitado por el Mozarteum. La gama de expresividad que exhibió en su toque abarco desde la sonoridad agradable al sonido duro y afilado y su arco tuvo belleza de tono y elegante fraseo. La música fluyó normalmente en frases cortas y abruptas con fuertes disonancias. La obra tuvo sus momentos de ingenio, lirismo, romanticismo y drama con el impacto de la gestualidad del solista cuasi visual, cuando las maneras y modos del violinista brasilero dibujan en el aire el sonido con contundencia y total convencimiento. Solista y orquesta tuvieron buen entendimiento pese a la escasez de ensayos con una batuta segura y precisa del maestro Lhez.

Bien podría ser este uno de los conciertos favoritos para violín de todos los tiempos, de

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una intensidad expresiva asombrosa. Nada podemos objetar a la técnica ni a la sonoridad de Graton aunque esperábamos más profundidad en la interpretación. A lo que me refiero es que no siempre se sintió que la expresión emocional estuviera en el centro de su actuación y que en ciertos pasajes se lo percibió algo distante.

Para Sibelius las sinfonías de Beethoven se habían acrisolado en poemas sinfónicos, mientras que Mahler opinaba que la "sinfonía debe ser como el mundo. Debe contener todo”. Todo un abismo de concepción diferente. Pero desde el solo impecable de clarinete en la apertura, lastimero y desolado, junto con el estruendo de los timbales, toda consideración estética quedo en el olvido. La actuación de la Orquesta fue a todas luces convincente. La obra cobró vida paulatinamente con una fuerza y un pulso que muestran la incuestionable madurez del conjunto para

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abordar semejante desafío sonoro. El sonido que logró fue teatral en su grado justo expresando todo el frio gélido del temperamento de Sibelius. El director exploró

cada nivel de expresión, cada rincón y grieta emocional. Los tuttis fueron interpretados con pasión decidida y vuelo para esculpir el sonido sibelius tan característico, saturado de la belleza, la fantasía y el aliento espiritual nórdico. El movimiento final exploto con el brillo y el desahogo lírico necesarios para emocionarnos ante la presencia de una verdadera obra maestra.

Magister Pablo Alejandro Sulic