seminario soprano merele
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Trabajo final del seminario: “Historia, ciencias sociales y educación”.
Docente a cargo: Dr. Germán Soprano.
Alumno: Hernán Merele
1)- El estudio de la actividad científica –entendida como actividad que genera un conocimiento
dado y aceptado como científico por la comunidad de científicos y el resto del público- de los
cientistas sociales, más las formas por las cuales sus conocimientos y prácticas de trabajo son
trasmitidos, es decir, enseñados, son susceptibles de ser analizados desde diversos puntos de vista.
Tres perspectivas útiles de abordaje son la de campo académico, las organizaciones universitarias y
las disciplinas científicas. En otras palabras, desde la mirada social del lugar de construcción de
conocimiento científico, la mirada de la enseñanza a partir de las instituciones educativas superiores
y, por último, las formas de constitución de las profesiones específicas para las tareas de tipo
científico. Cada una de las categorizaciones va a ser descripta desde el enfoque de cientistas
sociales: Pierre Bourdieu (1994) para el campo académico (o científico), Burton Clark (1983) sobre
las organizaciones universitarias y Tony Becher (1993) en cuanto a las disciplinas científicas. Los
tres análisis deben ser sometidos al no simple ejercicio de la comparación en cuanto al
establecimiento de puntos de contactos y, sobre todo, los aspectos divergentes.
Para comenzar respecto al establecimiento de categorías, el filósofo y sociólogo francés Bourdieu
para entender la producción de los contextos sociales e institucionales de producción del
conocimiento científico desarrollo el concepto de “campo científico”:
“El universo ‘puro’ de la ciencia […] es un campo social como otro, con sus relaciones de fuerza, sus
monopolios, sus luchas y su estrategias, sus intereses y sus ganancias, pero donde todas estas
invariancia revisten formas específicas [como lo que se produce en otros tipos de campo] (destacado
en el original) (Bourdieu, 1994: 131)
Es decir, el campo científico debe ser interpretado como un espacio de disputa de diversas
posiciones sobre lo qué es el conocimiento científico y quiénes están en condiciones de
establecerlos:
“las diferentes posiciones en el campo científico están asociadas a representaciones de la ciencia,
estrategias ideológicas disfrazadas de tomas de posiciones epistemológicas por las cuales los
ocupantes de una posición determinada tienden a justificar su propia posición y las estrategias que
ponen en marcha para mantenerla o mejorarla, al tiempo que desacreditan a los defensores de la
posición opuesta y sus estrategias” (destacado en el original) (Bourdieu, 1994: 159).
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El campo es “un sistema completo de estrategias, es decir el campo de posiciones a partir del cual
éstas se engendran” (Bourdieu, 1994: 159 y 160). Es decir, Bourdieu entiende al campo científico
como un espacio de lucha específico cuyo objeto es el monopolio por la autoridad científica que es
socialmente reconocida hacia el interior del campo y, en función de ello, también hacia afuera por el
cual se desarrollan estrategias para lograr dicho fin en tanto beneficio material como así también
simbólico. Ese saber socialmente reconocido es aprobado por quienes ya detentan cierto capital
simbólico en el campo –“el conjunto de sabios”- que son a su vez competidores. A medida que el
campo va obteniendo autonomía respecto al sostenimiento económico, y un mayor grado de
autonomía frente a otros campos, los sabios –competidores y consumidores de lo producido- se van
reduciendo a un grupo selecto. (Bourdieu, 1994: 132). En el campo los intereses suponen “una
forma específica de intereses” (Bourdieu, 1994: 132) es decir, las prácticas son dirigidas hacia la
adquisición de autoridad científica. Sin embargo, no se puede aislar la dimensión política de su
contraparte “pura” o “plenamente científica”, ello significa que los conflictos son epistemológicos –
intereses intrínsecos (la ciencia)- y políticos –interés extrínseco-. (Bourdieu, 1994: 134).
De acuerdo a Bourdieu, en este contexto, debido a que no hay una elección científica que no sea una
estrategia política de ubicación orientada hacia maximizar el beneficio científico –obtener el
reconocimiento de sus pares/competidores- y también material, la elección de tema se hace en
función de la relevancia que le dan los otros –temas con mucha competencia- o temas innovadores –
tienen menor competencia y permiten mayores posibilidades de obtención de beneficios-.
(Bourdieu, 1994: 134 y 135).
Es un ambiente en donde no hay jueces imparciales. No hay instancias que legitime las instancias
de legitimidad. La producción se efectúa para las competidores y se consume las producciones de
los competidores. Las autoridades científicas que son a su vez competidores, aprueban o
desaprueban las producciones. La aprobación lleva a la acumulación de capital científico
transformando a ciertos participes del campo en autoridades científicas. Para Bourdieu, dicho
reconocimiento es señalado en función del valor distintivo de sus productos y su originalidad que le
otorgan un valor diferencial distintivo o “hacerse de un nombre” (Bourdieu, 1994: 140). En este
sentido, cobra relevancia las inversiones que efectúan los pretendientes para acceder y/o las
autoridades científicas para seguir manteniendo su posición. Las estrategias de inversión o
desinversión deben pensarse en función del capital simbólico poseído que define en cada momento
las posibilidades objetivas de beneficio (Bourdieu, 1994: 142-143). Por otra parte, dichas estrategias
pueden pensarse en términos de conservación –asociadas con los dominantes y pretendientes no
heréticos o de sucesión- y de subversión –asociadas con los pretendientes heréticos-. A medida que
acrecienta la homogeneidad de la distribución del reconocimiento científico, tanto unas como otras
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estrategias tienden a decrecer. A un alto grado de autonomía del campo mayor es el despliegue de
las estrategias de conservación. En cambio, en los momentos de menor autonomía, abundan las
estrategias de subversión impulsadas por pretendientes heréticos que se encuentran en los márgenes
del campo (Bourdieu, 1994: 144-146). En este sentido, los progresos científicos pueden atribuirse a
momentos de ruptura o revoluciones pero también a un tipo de continuidad que permite permanente
revoluciones, en última instancia, es el campo mismo el que define el orden de la “ciencia normal”
y “las revoluciones ordenadas” (Bourdieu, 1994: 149).
Por último, Bourdieu sostiene que el campo hay un aspecto que debe ser entendido como
impensado o doxa, es decir, un conjunto de presupuestos que los actores en disputa admiten de
hecho y que están en relación con imposiciones legitimas, arbitrariedades culturales y normas
universales de la razón o grado de arbitrariedad social (Bourdieu, 1994: 151 y 152). Aspectos que
atraviesan a toda la sociedad, por ende, a mayor distancia de la doxa, el campo cobra mayor
autonomía. En consecuencia, los miembros del campo se encuentran en disputa política hacia el
interior del campo y hacia fuera del campo en un constante debate con lo quienes Bourdieu llama
los doxósofos. En el caso de las ciencias sociales, su carácter de conocimiento no neutral, Bourdieu
sostiene que la búsqueda de autonomía del campo científico es fundamental para no ser una mera
herramienta de dominación de los sectores que detentan el poder (Bourdieu, 1994: 153 y 154). En
última instancia, Bourdieu plantea que el debate sobre qué es conocimiento científico y quiénes
están en condiciones de establecerlo es una discusión política hacia el interior del campo por parte
de los participantes del mismo y aquellos interlocutores, ubicados fuera de éste, que pretenden
controlarlo también (Bourdieu, 1994: 158 y 159).
En cambio, Burton Clark pone la mirada en los sistemas nacionales de educación superior porque
considera a éstos como instituciones que reúnen a un importante número de personas que
desarrollan y difunden la herencia intelectual (Clark, 1983: 17). Desde el estudio comparativo de un
amplio número de sistemas de educación superior de países desarrollados y emergentes, Clark parte
de dos ejes centrales propios de toda tarea de comparación: exposición de los elementos básicos de
los sistemas de educación superior y la demostración de cómo esos rasgos varían de un país a otro
(Clark, 1983: 18 y 19). Este enfoque internalista –analizar cada caso en particular- le permite
sostener que la especialización en la educación superior ha desarrollado una “hegemonía sectorial”
con un alto grado de funcionamiento “autónomo” con su propia estructura y procedimientos: es
decir, si se parafrasea a Bourdieu, se constituyó como un campo que posee una hegemonía sobre
tareas y funciones con la capacidad de operar sobre ciertos grupos operativos dentro del sistema
pero también hacia el mundo en general (Clark, 1983: 19 y 20). Además, a través de la mirada
internalista, permite hacer énfasis en las respuestas de las propias instituciones frente a las
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demandas que mueven o inmovilizan el sistema (Clark, 1983: 20). Y es en este sentido, que Clark
propone utilizar la categoría de sistema de educación superior para comprender al agregado de
entidades formales y un enfoque más amplio incorporando a todos aquellos que desarrollan
actividades educativas post-secundarias porque en términos analíticos es mucho más apropiado
pensar en fronteras flexibles, alejándose de Bourdieu, establece que con este enfoque el análisis no
está sometido a la “inquietud por su colocación a uno u otro lado de un lindero arbitrario” (Clark,
1983: 22 y 23).
A partir de las siguientes problemáticas: “¿Cómo se organiza el trabajo? ¿Cómo se sostienen las
creencias? ¿Cómo se distribuye la autoridad? ¿Cómo están integrados los sistemas? ¿Cómo ocurre
el cambio?” (Clark, 1983: 28), Clark propone tres elementos básicos de la organización de los
sistemas de educación superior. El primero, en intima relación a cómo Becher va a categorizar a las
disciplinas, a partir de las especialidades del conocimiento cada sistema desarrolla una división del
trabajo que se vuelve tradicional, se institucionaliza y ejerce influencia sobre el futuro. Dicha
división establece una organización en torno a la disciplina y a la institución (Clark, 1983: 24). El
segundo elemento los constituyen las creencias, normas y valores primarios de los actores del
sistema. Esta faceta simbólica es la menos comprendida. La especialización académica tiende a la
desintegración simbólica del sistema (Clark, 1983:25). Y el último elemento, aspecto también
tomado por Bourdieu, es la autoridad o la distribución del poder legítimo por todo el sistema. De
acuerdo a Clark, la autoridad implica coordinación junto a integración de la burocracia compacta, la
oligarquía profesional y mercado poco cohesionado. También implica el papel del Estado (Clark,
1983: 25 y 26). Junto a estos tres elementos, Clark incorpora la variable del cambio, entendida
como “las subyacentes ‘fuerzas académicas de producción’” (Clark, 1983: 26 y 27). Se toma el
cambio para observar las restricciones y las determinaciones a las estructuras operantes de los tres
elementos. También seguir las dinámicas de luchas, las formas de diferenciación y las
transferencias internacionales de patrones académicos (Clark, 1983: 26 y 27). Por último, Clark
sigue la postura normativa como una consecuencia del conflicto de valores sociales llevado por los
diversos sectores (Clark, 1983: 27). En consecuencia, Clark, a pesar que le brinde al choque un
lugar preferencial dentro de su esquema y lo considere parte necesaria para el cambio, no deja de
pensar en términos de sistema organizado:
“La división del trabajo en el mundo académico, como en otras partes, es una división de los
compromisos y de los cometidos asumidos por los individuos. Estos cometidos laborales traen
asociadas ciertas orientaciones de valoración. El compromiso y la orientación, el trabajo y las
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creencias, constituyen intereses, un compuesto de lo material y lo ideal. Los grupos de interés que de
ello resultan se atribuyen autoridad y buscan modos compatibles de integración. A su vez, la
estructura de intereses dotada de poder se convierte en el primordial condicionamiento de cambio en
el sistema. También, en considerable medida, el modo y el grado en que el sistema llega a expresar
ciertos valores sociales globales” (Clark, 1983: 29).
Y, aunque posea ciertos temas comunes con Bourdieu, la diferencia con el sociólogo francés está en
que este piensa en términos de campo de conflicto.
El último autor a tomar es Tony Becher, quien se propone demostrar que las diferentes
especialidades colaboran a formar la profesión y subespecialidades disciplinarias, al entender las
partes, reconociendo sus especificidades, se entiende mejor el todo: “las diferentes especialidades y
sub-especialidades disciplinarias contribuyen a formar la profesión y sugerir al entender las partes y
reconocer sus particularidades puede entenderse mejor el todo” (Becher, 1993: 77). Por lo tanto,
Becher va a prestar atención, a lo que Clark denominó la especialización, lo significativo de las
diversas tareas intelectuales. Desde la instituciones académicas, el departamento con base
disciplinaria, es una muestra de cómo las disciplinas científicas se van disgregando en sub-
disciplinas que, poco a poco, se transforman en disciplinas. Como lo estableció Clark, Becher
sostiene que los intereses especializados se asocian a una constante división del trabajo llevando a
la cultura universitaria en una federación de especialidades. La promoción del conocimiento en
forma de disciplinas académicas llevó a una apropiación de la autoridad epistemológica, por parte
de éstas, en temas que se encontraban fuera del ámbito académico convirtiendo al público general
en mero espectador (Becher, 1993: 62). En este punto Becher parece acordar con la constitución
autónoma de un campo científico de Bourdieu. Luego de establecer una tipología de las disciplinas
científicas en 4 grandes áreas –duras pura, blandas pura, duras aplicadas y blandas aplicadas-
(Becher, 1983: 62). Becher propone cuatro categorías por las cuales las disciplinas dan forma a las
profesiones: Iniciación, Interacción Social, Especialización y Movilidad y Cambio. Estas categorías
también pueden entenderse como las etapas en el transcurso de la vida académico-profesional de un
agente. Dentro de la Iniciación es importante tener presente el proceso de enfríamento, es decir,
proceso informal por el cual no todos los iniciados finalizan en un puesto académico. Por otro lado,
dentro de las especialidades aplicadas, la iniciación sólo se da en el momento de la experiencia
profesional (Becher, 1983: 64-67). A través de la Interacción Social los investigadores –ya sean
cosmopolistas o localistas- apoyos institucionales, responsabilidades, prestigio y una posición
política, en otras palabras, se hacen de un capital simbólico (Becher, 1983: 67-69). Dentro de la
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interacción es fundamental el consenso de los pares (Becher, 1983: 69 y 70). Además, a través de la
Interacción Social, permite observarse la posición política –capacidad de reconocimiento y de
hacerse de recursos- (Becher, 1983: 70). La categoría de Especialización es una fuente adicional
de observación de la fragmentación de lo académico debido al seguimiento de los campos
especializados dentro de las disciplinas. Las áreas propensas a la división son susceptibles a una
fragmentación mayor. Debido a la multiplicidad de especializaciones, es sencillo seleccionar un
nicho de acuerdo al interés del investigador. Por otra parte, la Especialización genera fuertes lazos
de lealtad personal –por compromiso y lealtades corporativas-. Las Especializaciones desarrollan
círculos íntimos de referencia –abierto o de asociación exclusiva-. La Especialización es una clara
muestra de inversión de los jóvenes investigadores por pertenecer al círculo íntimo (Becher, 1993:
72 y 73). Por último, los patrones de Movilidad y Cambio permiten observar las fronteras de las
especialidades pero también las permeabilidades como la ideología o la opinión pública. También
demuestran las nuevas especialidades que pueden desarrollarse y cómo un grupo de investigadores
busca adoptar una identidad separada. Permite seguir cuál es la imagen de conocimiento que tiene el
mundo externo facilitando fijar el cambio en las estructuras y límites externos. Además, muestra un
aspecto no trabajado ni por Bourdieu y tampoco Clark, el agotamiento intelectual y las formas de
salida de la actividad científica o evasión de dicho agotamiento. Las propias disciplinas desarrollan
patrones de movilidad para evitar el agotamiento intelectual o por las características propias de la
disciplina. Por último, Becher toma los patrones de migración: las facilidades de transferencia entre
lo viejo y lo nuevo y los entrecruzamientos disciplinares (Becher, 1983: 74-76).
2)-Las categorías descriptas en las líneas precedentes pueden ser aplicadas al estudio de la
educación universitaria argentina a través del estudio de la formación universitaria de la profesión
médica en la Argentina de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Para el caso argentino, la
formación de las instituciones orientadas a la educación de médicos fue el producto de acciones
propuestas desde el aparato estatal. A medida que el Estado se iba organizando y expandiendo en
sus funciones de gobernación y administración, la conformación de campos de conocimientos para
la realización de estas tareas llevó al Estado al control y creación de instituciones para tales fines
que no sólo requerían formación de funcionarios sino también la incorporación de conocimientos
sociales de nuevo tipo (Suasnábar y Palamidessi, 2006: 62 y 63). En palabras de los investigadores
Sabina Frederic, Osvaldo Graciano y Germán Soprano:
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“El rol del Estado como promotor del despliegue científico-profesional del país se hizo visible
inicialmente con las nacionalizaciones por parte de los gobiernos liberales de las universidades de
Córdoba (1856), Buenos Aires (1880) y La Plata (1905) y con la implantación nacional para su
organización y funcionamiento institucional en 1885 con la denominada “Ley Avellaneda”. Ese
proceso se consolidó ya para la segunda década del siglo XX con las nacionalizaciones de las
universidades de Tucumán (1921) y del Litoral (1919) llevadas adelante por los gobiernos radicales
conformando con las anteriores el primer sistema universitario argentino integrado por cinco casas
de altos estudios” (Frederic, Graciano y Soprano, 2010: 21).
Para el caso de la medicina, la salud dejó de ser representada como un problema individual para
pasar a entendida como una problemática social. La prevención y vigilancia sanitaria estaba
englobada dentro de un conjunto de problemáticas –vivienda, alimentación, moralidad, etc.- que las
elites interpretaron como factores de desestabilidad social porque, principalmente, afectaba a los
nuevos sectores populares de base inmigrante. Todas estas problemáticas se englobaron bajo el
rotulo de “Cuestión Social”. Fueron los médicos higienistas quienes, desde una posición
corporativa, lideraron ese combate contra dichas problemáticas produciéndose una interacción entre
saberes médicos e intervención estatal (González Leandri, 2001: 218 y 219). El proceso de
profesionalización médica debe asociarse a la delimitación conflictiva, por parte de éstos, de una
práctica legítima y monopolizadora de curar. Dicho objetivo sólo se logró recortando atribuciones a
otros que competían por tal tarea. Por otro lado, se requería la creación de instancias académicas e
institucionales que facilitara a los médicos obtener “monopolio cognitivo” respecto a las tareas de
cura (González Leandri, 2001: 220). De este modo, los médicos pasaron a ocupar la escena pública
como políticos y funcionarios, dentro de este proceso, la Universidad significó un ámbito de
legitimidad hacia el interior del grupo pero sobre todo hacia el exterior, a su vez que implicó
conflictos y disputas hacia el interior pero en nuevos ámbitos dónde los pretendientes buscaban
desplazar a los sabios, de acuerdo a Ricardo González Leandri:
“Se trató […] de una época de conflictos e importantes reacomodaciones en la cúspide médica con la
creación de la nueva Facultad de Ciencias Médicas y de la Academia. Una de sus características más
notorias fue que tales conflictos, propios de un campo profesional en proceso de constitución, fueron
sacados de sus ámbitos primitivos y conducidos a otros más amplios. Fue efectivamente en este
proceso que los aspirante, movilizados con la intención de obtener unos cambios más drásticos y
radicales, emergieron a la escena pública. Como consecuencia se generaron nuevos ámbitos de
discusión y debate en los que los clivajes y escisiones entre grupos y estratos del cuerpo médico
cobraron un sentido más específicos” (González Leandri, 2001: 233).
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La medicina higienista fue hegemónica en las últimas décadas del XIX y primero años del XX. Sin
embargo, la instalación de los laboratorios de fisiología en la Facultad de Ciencias Médicas de la
Universidad de Buenos Aires (UBA) y la elección de Bernardo Houssay como titular de la Cátedra
de Fisiología de la misma Facultad son casos demostrativos de los cambios y conflictos dados hacia
el interior de la universidad respecto a la formación de médicos. Por un lado muestran como una
sub-disciplina dura aplicada, como es la Fisiología, poco a poco, estaba reorientando a la Medicina
hacia el terreno de la investigación teniendo a la Universidad como epicentro de dicha actividad
científica. Y en cuanto a la elección de Houssay, manifiesta el ascenso de ese nuevo paradigma
mediante los pretendientes heréticos pero también dan cuenta de los conflictos producto de los
choques de intereses epistemológicos, ideológico, políticos e inclusive personales hacia el interior
del campo. En ese choque de intereses se ponen en juego los capitales simbólicos obtenidos, las
lealtades, reconocimientos hacia otros, etc., en pocas palabras, las estrategias lograr hacerse no sólo
de un nombre sino también de un poder político que implique poder material.
La creación del Instituto de Fisiología en 1919 como el correspondiente organismo de investigación
dentro de la cátedra de la disciplina homónima (cuya existencia como cátedra independiente data de
1874) incorporando como anexos a las cátedras de Física y Química Biológica permiten observar
como el proceso de una sub-disciplina va ir teniendo un peso cada vez más relevante dentro de la
Medicina. En la Universidad, las tareas de investigación eran actividades subordinadas a la
actividad docente pero, en los primeros años del siglo XX, posibilitaban, iniciación, inversión y
especialización para los pretendientes, citando a Carlos Prego:
“el laboratorio ejercerá una primera incitación a la tarea experimental, aun dentro de una disposición
con primacía pedagógica, en un doble sentido: en cuanto foco de atracción para la incorporación de
figuras inquietas hacia los nuevos estímulos provenientes del incipiente instrumental técnico […] y
sus prácticas asociadas, y a la vez como canal de reclutamiento en relación con el universo más
amplio representado por la cada vez más nutridas generaciones de estudiantes que atravesarán las
aulas y gabinetes de ‘trabajos prácticos’” (Prego, 1998: 189).
Pero es desde estas experiencias que se va a ir desarrollando toda una tradición científica en el
terreno de la investigación, incipiente en esta fase, que puede ser definida como “cultura de
laboratorio”. Y siguiendo a Prego, la designación de Houssay como titular de la cátedra junto con la
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creación de Instituto, entendido como sanción simbólica e institucional a sus tareas de investigador
en una fase previa debe explicarse en función de un contexto más amplio:
“podría argüirse […] que tal fase previa o de constitución de (las) premisas de su realización ocurre
sustancialmente entre la última y primera década del siglo, y no parece ligada exclusivamente a la
mentada cátedra, eje disciplinar de la rearticulación de base científica de la enseñanza médica, sino a
un espectro más amplio en el cual hay que incluir además Física Médica, Química Biológica,
Toxicología (pre-bautizada como Fisiopatología Experimental), Anatomía Patológica, y
posteriormente Microbiología/Bacteriología” (Prego, 1998: 188).
Este proceso culminado en 1919 involucró a una gran cantidad de agentes que promovieron la
investigación en diversas sub-disciplinas en permanente contacto muchas de las cuáles fueron
absorbidas por la Fisiología evidenciando la nueva tendencia hacia darle más importancia a las
actividades de laboratorio o a la investigación. Por otro lado, los contactos -la interacción social-,
sobre todo con especialistas de Fisiología italianos y la llegada de éstos al país, contribuyó al
desarrollo de los laboratorios (Prego, 1998: 200).
En cuanto a las tareas de los laboratorios respecto a la función pedagógica de los investigadores –
sobre todo los de origen europeo-, Prego estableció una claro conflicto sobre la formación de las
capacidades de investigación. Enfatizó que aún en este punto, el peso de formar profesionales (de
la investigación) seguía vigente hasta en figuras como Houssay –cuyo objetivo era la
institucionalización de la ciencia en el ámbito Universitario-:
“Subiste […] el hecho de más peso de que la gestación de los laboratorios entre nosotros ha estado
ligada en forma exclusiva a las demandas por un carácter ‘más práctico’ de la enseñanza profesional,
mientras que allá [en referencia a los laboratorios europeos] parece haber existido desde el comienzo
una fuerte motivación asociada a la producción de un saber como fin independiente aun con todas las
restricciones que significó originalmente el carácter carismático o de un don excepcional que se
atribuyó en su momento a la investigación original” (destacado en el original) (Prego, 1998: 203).
Dicha tensión se va a resolver una vez creado el Instituto de Fisiología y con Houssay como titular
de cátedra con un explícito interés en la formación de técnicos de la investigación.
En relación con lo expuesto pero pudiendo ser interpretado como un proceso paralelo, la elección de
Houssay a la titularidad de la cátedra de Fisiología permite establecer una serie rupturas sobre las
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prácticas que hasta la Reforma Universitaria de 1918 se venían realizando en el interior de las
Universidades argentinas en general y la UBA en particular. La elección de Houssay –“excelencia
científica en la periferia”- (Prego, 1998: 187) implicó un quiebre de los de criterios prevalecientes
en los modos de una sucesión académica. Según Alfonso Buch:
“Houssay fue electo no sólo por medio de una decisión difícil y azarosa, sino en explicita oposición a
las normas que prevalecían anteriormente. Se trata de la elección de un ‘investigador’ para la cátedra
de fisiología, en sustitución de criterios que se fundamentaban, hasta ese momento, centralmente en
la ‘antigüedad’. En segundo lugar la ruptura refiere a complejos enfrentamientos personales que […]
suponen divergencias ‘paradigmáticas’; los mismos implicaron una suerte de escisión en el campo de
la fisiología argentina a lo largo de más de tres décadas (1920-1955). En tercer lugar esta
modificación de los criterios legítimos de sucesión institucional es el resultado de transformaciones o
divergencias que se estaban dando en la estructura de los esquemas de apreciación, valoración y
acción (habitus) en algunos agentes del campo académico […] estas modificaciones son correlativas
o están parcialmente superpuestas, en la Facultad de Ciencias Médicas, a modificaciones curriculares
que implicaban transformaciones profundas en el orden de las ciencias médicas (sustitución parcial,
para la medicina, de un fundamento anatómico por otro fisiológico)” (Buch, 1994: 162 y 163).
De lo establecido por Buch, se aprecian una serie de rupturas dentro del campo universitario local.
El primero son las modificaciones en los criterios de selección, comienza a tener más peso en los
concursos de selección las trayectorias en terreno de la investigación frente a la antigüedad docente.
A su vez, Houssay que poseía un capital simbólico como investigador, contó con fuerte capital
social en función de las reformas curriculares que se iban a efectuar con una impronta muy fuerte
hacia la Fisiología (Buch, 1994: 168 y 169). Por otro lado, Houssay al no provenir del campo de la
docencia y la actividad profesional generaba ciertos recelos entre médicos y estudiantes que desean
mantener cierto control corporativo sobre la carrera y las cátedras porque:
“era una forma de controlar y regular el acceso al título habilitante, a los mecanismos y
conocimientos que definían la profesión, a los modos de conducta que la caracterizaban y que los
futuros profesionales incorporaban durante su paso por la Universidad. La presión que ejercieron las
asociaciones corporativas profesionales aisladas o en asociación estrecha con los grupos estudiantiles
es, en este sentido, muy significativa” (Buchbinder, 2000: 48).
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Sin embargo, la Reforma promovió a la Universidad como un centro de investigación científica. En
consecuencia, las tareas de investigación científica, sus antecedentes en esa área y la divulgación de
la misma se tomaron criterios de elección más relevantes que la antigüedad docente o la profesión:
“En los argumentos de quienes defendían la postulación de Houssay, entre los que se encontraba el
Decano de la Facultad, se subrayaba que los profesores titulares debían ser seleccionados entre los
verdaderos investigadores. La fundamentación del primer lugar en la terna para quienes sería
distinguido años más tarde con el Premio Nobel de Medicina se efectivizó así, finalmente, sobre la
base de sus antecedentes como investigador original. Este carácter se expresaba, entre otros aspectos,
según algunos consejeros a partir de sus trabajos científicos y publicaciones” (Buchbinder, 2000:51).
Junto con el criterio de antigüedad en la profesión docente también entran en crisis la edad y la
calidad en el ejercicio de la docencia (Buch, 1994: 172). Además, la Fisiología es presentada como
la nueva sub-disciplina que va a ser guía dentro de las Ciencias Médicas, por ende la cátedra
dirigida por figuras que representen esa innovación (Buch, 1994: 174).
A modo de cierre, la elección de Houssay fue el efecto de un proceso que hace a la
institucionalización de las reglas del campo científico, ya definido en el ámbito internacional, de la
Fisiología (asimilando a la Física y a la Química) y cómo la Facultad de Ciencias Médicas de la
UBA se transforma en el ámbito de investigación. La reforma del plan de estudios con una
orientación hacia la Fisiología es una expresión de ello. Este proceso fue muy dramático y con
muchas resistencias por parte de docentes, estudiantes y la corporación de médicos. Sin embargo el
campo científico de la Fisiología –con todas las contradicciones internas hacia adentro y afuera-
había comenzado su desarrollo imponiendo una nueva impronta a las Ciencias Médicas. Por lo tanto
la elección de Houssay es un momento de ruptura pero también de ciertas continuidades. Esta
elección puede ser tomada como un hecho simbólico que da cuenta de cómo la Medicina en la
Universidad va pasando de ser una institución formadora de profesionales de acuerdo a los intereses
del Estado, también un ámbito de legitimidad, control y disputa por parte de la corporación médica
para ir deviniendo, junto a la formación de profesionales, en un espacio de producción de
conocimiento científico.
Referencias bibliográficas:
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cátedra de fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA (1919)”. En Redes. Revista de
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