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Memorias de conquista Selección y prólogo de Antonio Rubial e Iván Escamilla AL~RA

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Page 1: Selección Antonio RubialeIván Escamilla...Marqués del Valle,los Pizarras, Miguel López de Legazpi,lacualelsumo PontíficeAlejandro [Sexto] concedió aEspaña. Y,dejada esta conquista,

Memoriasde conquista

Selección y prólogo de

Antonio Rubial e Iván Escamilla

AL~RA

Page 2: Selección Antonio RubialeIván Escamilla...Marqués del Valle,los Pizarras, Miguel López de Legazpi,lacualelsumo PontíficeAlejandro [Sexto] concedió aEspaña. Y,dejada esta conquista,

La guerra chichimecaFRAY GUILLERMO DE SANTA MARÍA

Hasta 1550 la conquista y la evangelización se habían realiza­do sobre pueblos sedentarios agrícolas que tenían una tradicióntributaria y una compleja organización social, política y religio­sa. Estasituación había facilitado mucho el asentamiento espa­ñol, pues las estructuras prehispánicas hacían posible laadaptación a las nuevas formas de vida. La Gran Chichimeca,un territorio cuya frontera marcaban los cauces de los ríos Ler­ma y Pánuco, era diferente; en ella habitaban grupos nómadasque vivían de la caza y la recolección, pernoctaban en cuevas ysemovían en pequeñas unidades familiares. A pesarde que des­de un principio esastierras fueron el objetivo de sucesivasexpe­diciones españolas que buscaban las míticas ciudades como ElDorado, no se convirtieron en lugares de interés sino hasta eldescubrimiento de lasminas de Zacatecasen 1546. Cuando éstasse comenzaron a explotar y llegaron los colonos españoles, in­dígenas y mestizos desde el centro, con suscaballos y vacas, losataqueschichimecas a lascaravanasno sedejaron esperar,comotampoco los incendios y raptos. Se inició entonces una guerrade guerrillas, se creó un ejercito mestizo y una cadena de forta­lezas a lo largo de la ruta de la plata y para pagar los gastos sepermitió la esclavización de los chichimecas capturados. En ladécada de 1570 seabrió una discusión teológica sobre la justiciade esaguerra y la moralidad de hacer esclavosen ella, y aunquealgunos teólogos se pronunciaron en contra, había muchos inte­resesy la guerra continuó. Para1585 el problema era tan grandeque el marqués deVillamanrique decidió cambiar la táctica y pormediación de capitanes fieles al rey, como el mestizo MiguelCaldera, se comenzó a comprar la paz con regalos de ropa ycomida. Poco despuésse fundaron en la zona colonias de tlax­caltecas bajo el cuidado de los franciscanos y se inició la evange­lización. Después de los misioneros llegaron los ganaderos, losmineros, los agricultores blancos y mestizos y afianzaron la colo­nización formando la región que se llamaría El Bajío.

Enesta antología se publica el informe que el religioso agus­tino fray Guillermo de SantaMaría envió desde Zirosto el 16 de

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octubre de 1580 al prior deYuriria, un pueblo michoacano en lafrontera chichimeca. El fraile que vivió de cerca el problemadescribe la situación, las cuestiones morales que la guerra hasuscitado y las posibles soluciones al conflicto. Su carta fue en­viada a Felipe 11 dentro de la Relación de SanMiguel y San Feli­pe, que forma parte de lasRelacionesgeográficasde Michoacán,al igual que la descripción deTlaxcala de Diego Muñoz Camar­go. Estosmanuscritos llenos de información de todo tipo se en­cuentran en varios archivos en Sevilla, en Madrid y en Austin(Texas)y comenzaron a ser editadas desde el Siglo XIX.

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Muyr[everen]doP[adr]e:N[uest]ro señor Dios sea siempre en álnlilmla dev[uestra] R[everencia]. Por otra, tenga escrito av[uestra]R[everencia]la genealogía de los chichi­mecas y origen de las gentes desta Nueva España;lo que en ésta [va]contenido, es lo que entiendode la guerra justa contra los chichimecas. Suplicoav[uestra]R[everencia]lo lea, y pido, con toda hu­mildad, perdone v[uestra] R[everencia]mi atrevi­miento [...]

CostumbresPara más justificacióndesta guerra, trataré. Prime­ro, de sus costumbres y manera de vivir, y de sunombre. Este nombre, chichimeca, es genérico,puesto por losmexicanos en ignominiade todos losindiosque andan vagos,sincasani sementera,y quese podrían comparar a los árabes o alárabesafricanos; es compuesto de CHICHIy MECATL,como si dijesen "perro con soga"o "que trae la sogaarrastrando".

Divídense en muchas naciones y parcialida­des, y en diversas lenguas. La nación destos máscercana a México son los pamis, y están mezcla­dos entre otomites y tarascos. Su habitación co­mienza de casi 20 grados, en el segundo clima,desde Yuririapúndaro y Acámbaro, pueblos de

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Mechoacán, hasta Izmiquilpa y la pesquería de Miz­titlan y confines de Pánuco. Es la gente que menosdaño a hecho a españoles; debe ser la causa la co­municación de los con quien están entretejidos y ladoctrina que alcanzan de eclesiásticos agustinos,fran[ciskos y clérigos.

Luego se siguen los Vamares, nación más da­ñosa a españoles, como gente de menos doctrina ymás apartada. Llegan éstos, por otra cordillera, cer­ca de Pánuco, su primera población es Epenxemu,tierras de Ju[an] de Villaseñor, que yo tuve a cargoy los doctriné, y poblé, con ellos, [a] los primerosTarascos ha 25 años, y no los han muerto, y esahora curato, tres leguas pasado el Río Grande.

Los Uachichiles son luego, y comienzan asi­mismo de este Río Grande, en 24 grados, y, dejan­do a Mechoacán al sur, salen a Ayo el Chico (queyo tuve a cargo), y por los Arandas y Villa de losLagos, por el Tunal Grande y el Mazapil. Salen de latórrida zona por el Trópico de Cancro, y entran enla temperata y confines de la Florida [...l. Y tienenmás gente y tierra que otra nación chichimeca, y [esla]que más daño ha hecho y hace a españoles, comogente más apartada y menos doctrinada.

Luego se siguen los Zacatecas, de cuyo apelli­do tomaron nombre las minas tan nombradas delos Zacatecas; éstos han hecho daños notables. Si­guense, luego naciones sin número, al poniente ynorte, hasta el estrecho Lusitánico, camino de laChina y de la Gran Tartaria que están en triángulocon la Nueva España.

De sus ritos y costumbres no se halla en ellosidolatría ni cúes, ni género de ídolo, ni sacrificios nioración; lo más que hacen es algunas exclamado-

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nes al cielo, mirando [a] algunas estrellas, por serlibrados de los truenos y rayos. Sumanera de pelear,vestir y comer, ya es notloríla al vulgo, que parece[que]tiene, en todo, depravada la naturaleza humana.

Por estas vastísimas regiones y eferatas gentes,tienen los españoles gruesas haciendas de minas,estancias y labores, y se van llegando a Cibola, Qui­vira y a la Florida, de lo cual estas bárbaras nacionesestán turbados y escandalizados, y se defienden yofenden con matanza y destrucción de los ganadosy haciendas a fin de los echar de la tierra, o impedirque no les cautiven [a]sus mujeres e hijos; que, poresto principalmente, han levantado tanta guerra, yporque el ganado les destruye sus ciudades, viñas yolivares, que son sus rancherías, tunas y mezquita­les; que, al robar y saltear, es anexo a la guerra.

Para que la guerra sea justa, así la defensivacomo la ofensiva, tres cosas se requieren segúnS[anto]T[omás] [...]: causa justa, autoridad del prín­cipe, intención recta [...]

Esto es de la guerra en general, que la particu­lar, que es la que se hace a los indios, divídese enconquista y guerra. La conquista hicieron Colón, elMarqués del Valle, los Pizarras, Miguel López deLegazpi, la cual el sumo Pontífice Alejandro [Sexto]concedió a España.

Y, dejada esta conquista, en esta guerra de loschichimecas hay distinción, que unos viven pacífi­cos y quietos según sus costumbres, sin hacer dañoa españoles ni impedir el trato de los caminos, [y]otros son salteadores. Es duda, [entonces], si hande pasar todos por igual a fuego y a sangre, por­que los mismos soldados hacen dello escrúpulo, ydicen ser cargo de conciencia cautivar a los chichi-

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mecas pacíficos. Y ni la intención de su Ex[celencia]del señor virrey fue tal, ni la de los señores de laAudiencia Real, ni [la] de los maestros y teólogosque dieron su parecer en la guerra contra los chichi­mecas, sino tan solamente contra los salteadores;que, si a los moros no se les podría hacer guerra, sino persiguiesen a los cristianos [...l. Los que destosestán cautivos, conocerse han en las muchas rayas ypinturas de la cara; a cuyo cargo sea, mire por sí elconfesor, predicador y magistrado [...]

Tratándose del camino de la Ciudad de México,Mechoacán y Xalisco, a las minas de Zacatecas, fuenecesario pasar por las tierras de los vamares y ua­chichiles, y, al principio, se mostraron conversablesy afables a los españoles. Y, vista la tierra desemba­razada y que no la cultivaban, y apta para estanciasde todo género de ganado, la poblaron. Y, juntamen­te, se entendió en los poblar y doctrinar, por una parte,religiosos Fran[cis]cos, y por Yuririapúndaro y Dango,Agustinos, y, por Pánuco el p[adr]e Frlay] julan] deGuevara, religioso agustino. Y, después de concertaday doctrinada mucha gente por el p[adr]e Frlayl Ber­nardo Cozín, religioso franlcislco, le mataren en elaltar, diciendo misa en Zayn. Y, luego, comenzarontodas estas naciones a hacer mucho daño por toda latierra, antes que se le hiciese guerra, con muchas cruel­dades que pone horror decirlas; mas esto es fruta dela guerra, que no la lleva mejor, ni de su cosecha,tiene universidades, sabios, ni filósofos ni eclesiásti­cos ni policía humana alguna, ni quien los apartedestos destrozos y estragos con que se hace la guerrajusta contra ellos por muchas causas.

La primera causa porque se les hace guerra espor obviar sus daños, muertes y robos, y, [en] cuan-

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to a esto, es defensiva, Y las demás causas de guerraofensiva es por castigarlos como [a] apóstatas y re­beldes, que se bautizaron y dieron la obediencia ala Iglesia y al rey y, sin causa, la sustrajeron y serebelaron. Ítem, como a sacrílegos que han quema­do iglesias, muerto [a] frailes y [a] clérigos, antes ydespués que se les movió guerra. Ítem, como aincendiarios de pueblos y estancias, con homicidios.Ítem, como contra ladrones, salteadores de caminoscon homicidios, y que impiden las contrataciones ypasos por los caminos. Ítem, como abigeos y roba­dores de ganados, que esto es general en ellos. Yson causas, éstas, que no ha menester trabajo paraprobarlas ser justas, ni alegar textos para probarlas.

[En]cuanto a lo [de] que se requiere autoridaddel príncipe para la guerra, en esto bien satisfechoestá con el canon L..]; y, [en] cuanto a la intenciónrecta para la guerra justa, ya se entiende que la deSuMaj[es]t[ad]y [la de] su Audiencia Real, que es sufin por el bien de paz, seguridad de los caminos yconversión de los chichimecas. Mas, de parte de lossoldados parece que se pone óbice a esta rectaintención, porque, como Jos chichimecas culpadosy salteadores andan sobre aviso y se guardan, van­se los soldados a buscar [a]los descuidados la tierraadentro, y cuando traen la presa y los venden, sedividen maridos de mujeres, padres de hijos, y así,nunca asientan. Y, en diversas partes, han cogido amuchos con engaño [...] que, so color de paz, lesdan seguro de perdón, diciéndoles que los quierenpoblar, que vengan a la doctrina e iglesia, y así loscogen. Esto es ilícito y contra los cánones [...]. Queésta es la causa de haber muerto tantos frailes: quenos tienen por embaidores, porque los sacamos de

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las sierras y tierras ásperas, y los poblamos en llanoso los aseguramos, y los desbaratan y cautivan lossoldados, diciendo que aquellas poblaciones soncuevas de ladrones. Y lo pagamos los frailes, cuan­do nos cogen, que nos tienen por burladores. Y, porobra tal, me amenazaron a mí de muerte y, despuésde las amenazas, los persuadí a vamares y uachichi­les, fuesen a ver al señor virrey, que le haríam[erce]des, y llevé cuarenta dellos a México, conAndrés López en admiración grande de toda la tie­rra.

Resta ahora, para conclusión desto, resumir enbreve modo que se debería tener la pacificacióndestos chichimecas, que matarlos o cautivarlos, sinquedar ninguno (de lo cual se duda), no es confor­me a ley de just[ici]a, si no es que fuesen de otra Ley,como moros. Y los medios que para este efecto sepodrían poner, es poblarlos en tierra llana,doctrinarlos en la ley de Dios, darles quien les en­señe a cultivar la tierra y [los]oficios mecánicos, comoen Epenxemu y Sichu, y otras partes, y hacer, paraesto, dos o tres poblaciones grandes donde [lasautoridades] compelan [a] vivir a los menos culpa­dos, en sus mismas tierras, y que sirvan de fronterapara la Florida y acompañen, como suelen, a lossoldados en la guerra; que, mexicanos ni tarascos,sirven casi de nada en esta guerra l, .. ]

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La labor de los franciscanosFRAY PEDRO DE GANTE

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FrayPedro de Gante (1509-1572) fue uno de los erirJ:!eros.fuln­ciscan93 que llegaron a Nueva España, en donde vivió casi cin­cuenta años. Desde su llegada a Texcoco en 1521, comenzó aaprender el náhuatl, lengua que rregóTdóriilnar de manera no­table y que conoció incluso mejor que el castellano. Nacido enFlandes, al norte de Europa, este religioso de noble linaje veníaempapado con la amplia cultura religiosa de avanzada que sehabía desarrollado en esa región. Fray Pedro era el ejemplomás claro del ideal franciscano de .eobreza que había nacidoen Asís en el siglo XIIIy que poriía'-cümüeje de la predicacióncristiana~ buen,ejem.1210v la imit¡ición de Jes,ús.La imagen defray Pedro de Gante ha quedado para la posteridad como unode los grandes héroes culturales de América pues fue funda­dor de cole_g¡osde12rimera!tretras, maestro de latín, de músicay de artes y oficios, predicadOr y constructor de capillas eiglesias. También fue autor de tel$.!Qspara la enseñanza religiosapor medio de jeroglíficó'Sy de un catecismo en náhuatl.

Al igual que sucedió con Hernán Cortés, este hombre deacción no nos legó una historia o crónica propiamente dicha,pero escribió numerosas cartas dando información sobre sus ac­tividades y laS"de sus herma~s de hábito. Dos de esas cartasson las que mostramos a continuación. En ellas se puede vis­lumbrar, detrás de un sencillo lenguaje, no sólo la labor de losfrailes, sino también las ideas que traían, su obsesión por en­contrar en el mun.Q.oindígena '<lfjosy actos co~~Imundo Occidental como pecados detestables y por tachar todolo que no era cristiano con el apelativo d~.2~~j~s.,q,. Tambiénse puede observar el conc~eto eaternal~.!ª que los frailes teníande los indios, humifd'eSYsumisos, 6uenos cristianos, pero in­fantiles y de condición servil, incapaces para realizar cualquieracto si no se les obligaba.

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todas de tres órdenes de arcos medianos, todos cu­biertos de rosas y flores muy bien compuestas yatadas; y estos arcos pasaban de mil y cuatrocien­tos, sin otros diez arcos triunfales grandes, debajode los cuales pasaba toda la procesión. Había seiscapillas con sus altares y retablos; todo el caminoiba cubierto de muchas yerbas olorosas y diversas.Habían también tres montañas contrahechas muy ael natural con sus peñones, en las cuales se repre­sentaron tres autos muy buenos [...]

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De la mayor y más dañosa pestilenciade los indios por el repartimiento

FRAY JERÓNIMO DE MENDIETA

Jerónimo de Mendieta (1525-1604) fue otro franciscano ejem­plar nacido en Vitoria, en las provincias vascongadas, que tam­bién vivió másde medio siglo en Nueva España.Llegado a estastierras en 1554, seocupó de la predicación en varios conventosde su orden y desempeñó numerosos cargos en su provincia,incluso el de procurador en España,a donde regresóentre 1570y 1573 para solicitar al rey que favoreciera a los frailes y a losindios. Una vez concluido su viaje se le encargó la redacciónde una obra sobre la labor franciscana en México y así comenzósu Historia Eclesiástica indiana. Enella, el cronista muestra a laIglesia de los primeros cuarenta años del siglo XVI como unespejo del cristianismo primitivo apostólico; los frailes misione­ros se presentan como santos entregados a duras disciplinas, auna caridad ilimitada y logrando conversiones milagrosas conescasos recursos. Detrás de esta visión de una Iglesia indianacasi perfecta estaba la exigencia de acabar con los abusosy conla explotación a los indios y se cuestionaba la política estatalque pretendía desplazar a los frailes y suplantarlos con sacerdo­tes del clero secular. Ante la crisis que estaba viviendo su mun­do, Mendieta creó la concepción de una Edad Dorada anteriora la suya, durante la cual todo era armonía y paz, y que vionacer una sólida y perfecta cristiandad indígena gracias a la ac­tividad misionera de los primeros evangelizadores de NuevaEspaña.Estaconcepción perdurará en todas lascrónicas religio­sasposteriores.

En los capítulos que hemos seleccionado, se hace patente elmismo espíritu de defensa de los indios contra los abusos espa­ñoles que tuvo fray Bartolomé de LasCasasdécadas atrás; aun­que ahora no es la encomienda, sino el repartimiento el que sepone en tela de juicio. La exaltación de la pobreza como laprincipal virtud evangélica, estáen la basede suscríticas contrala avaricia que triunfaba en todos los ámbitos sociales novohis­panos, tanto civiles como religiosos. Al igual que la del resto delos frailes, la visión de Mendieta está teñida de paternalismo;

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propone el aislamiento de la comunidad indígena para evitar elcontagio moral, para lo cual era necesario controlar la emigra­ción de españoles y de mestizos a los pueblos indios, evitar lahispanización y la convivencia con los no indios y prohibir elaprendizaje del castellano. A estaseparación en dos repúblicas,avalada por el Estadoy por la Iglesia, debía corresponder unarenovada política de congregación que agrupara las comunida­des dispersas alrededor de los grandes pueblos ya creados paratener una mejor administración religiosa y un mayor control so­bre las idolatrías. Estostextos, demasiado combativos y detrac­tores de la labor española en América, fueron posiblemente lacausa por la cual la obra de Mendieta no fue publicada sinohastael siglo XIX; sin embargo, susmateriales, y a veces seccio­nescompletas de ella, fueron ampliamente conocidas puesque­daron integradas en La Monarquía indiana de fray Juan deTorquemada.

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Libro IV,Capítulo XXXIVEl título de este cuarto libro (como en su principioparece) es del aprovechamiento de los indios ensu cristiandad. Y porque éste no ha sucedido tanfeliz y próspero como sus ministros deseábamos,voy declarando desde el capítulo treinta las causasde esta esterilidad. Yentre las demás, no ha sido depoco momento un terrible abuso que inconsidera­damente se introdujo a la entrada de los españolesen estos reinos, y con menos consideración se sus­tenta y lleva adelante con harto perjuicio de la cris­tiandad de los indios, y es, que los españolesentraron en esta tierra de Indias con títulode cristia­nos, y con este mismotítulo se diferencian el día dehoy de los indios, como si al cabo de setenta oochenta años que recibieron la fe y se bautizaronlos indios, no fuesen cristianos como lo son losespañoles y italianos,y los de otras naciones. Silosespañoles cuando conquistaron a los indios preten­dieran dejarlos en su infidelidady idolatría en quelos hallaron envueltos, bien caía el intitularsecristianospara diferenciarsede los que no lo habíande ser. Pero si era su intento traer a los indios alconocimientoy confesión de la fe de NuestroSeñorJesucristo, y a que fuesen cristianos, como ahora lo

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son, no debieran entrar con este renombre, sino conel de su nación de españoles, y no afrentarse sinoantes gloriarse de él, y juntamente pudieran añadirque eran mensajeros de un solo y poderosísimoDios, que a todos nos crió, y venían a dárselo a co­nocer, pues no lo conocían, como yo he aconsejadolo hagan los que ahora van al descubrimiento quellaman del Nuevo México. Ejemplo nos dejaron deesto en la primitiva Iglesia los santos apóstoles ydiscípulos de Cristo Nuestro Redentor, que conhaber mucho tiempo que creían en él, y haberconvertido gran multitud de gente de su mesmanación hebrea en]erusalén y por toda Judea y Ga­lilea y Samaria, nunca tomaron el título de cristia­nos hasta que de ellos y de los gentiles se hizo unaIglesia, cuando muchos de ellos en notable núme­ro se convirtieron en Antioquía. Los inconvenien­tes que de no se haber recatado en esto puedensuceder entre los indios, muy manifiesto son paraquien los quisiere advertir y considerar. Cosa claraes que oyendo los indios y viendo (como a cadapaso lo oyen y ven) que al español llaman cristianoa diferencia de ellos, diciendo al indio: llámame aaquel cristiano, dí esto a aquel cristiano, si me bus­care algún cristiano di que no estoy aquí; cosa cla­ra es, como he dicho, que tratándose este lenguaje(como generalmente se trata por los españoles,mestizos y mulatos y negros, y algunos ministrosde la Iglesia), habrán muchos indios que haganreflexión en ello, y digan entre sí cada uno: "Luegoyo no soy cristiano. Si al español y al mestizo cual­quiera que sea, llaman cristiano no más porque noes indio, luego el indio no es cristiano. Yo soy puroindio, luego no soy cristiano." Y en esto no hay duda

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sino que vacilarán y dudarán, diciendo: "¿Sísoycristiano o no?" que es harto inconveniente. Puespasemos adelante. Quién duda si no habiendo vistoy viendo a los indios (como ven cada día) muchosespañoles de muy mala vida y costumbres, y quesin respeto de alguna caridad o projimidad. Sinpro­pósito alguno los aperrean y maltratan, y les tomansus hijas y mujeres, y por fuerza les quitan lo quetienen y hacen otros semejantes insultos, y ven quea estos tales los llaman cristianos, y dirá el indiocon mucha ocasión y razón: "Si a éstos llamáiscristianos, viviendo como viven y haciendo lo quehacen, yo me quiero ser indio como me llamáis, yno quiero ser cristiano."Yde aquí viene que tomanodio y aborrecimiento al nombre de cristiano,y porconsiguientealnombre de Cristode donde se deriva,como de hecho lo han aborrecido al de cristiano entodas las partes de las Indias adonde aún no teníannoticia de la fe de Cristo.Y si no me creen, vayan alos chichimecos o a otros indios que estén mediosalterados o escarmentados de entradas de españo­les, y díganles que van a su tierra cristianos, y veráncomo en un momento cogen el hato y se huyen almonte con grita y alarido del nombre de cristia­nos, como quien dice: "Ladrones, ladrones; corsa­rios, corsarios; enemigos, enemigos." Y a estacausa, los que de ellos quieren oír la doctrina ysubjetarse a la fe, suelen decir a los frailes que vana predicarles: "Venidvosotros cuando quisiéredes;más no traigáis en vuestra compañía cristianos." Yesto mesmo se confirmamás claramente por lo quehemos experimentado aun de los más doctrinadosy domésticos indios, que cuando se quejan de unfraile de malas costumbres o mal acondicionado y

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penoso, dicen: "Es como un cristiano." D~ suerteque el nombre de cristiano lo toman por malo yperverso. Y puesto que ellos quieran en aquellodecir, es como un hombre seglar, al fin el nombrede cristiano lleva sobre sí aquella injuria y afrenta,por haber los españoles usurpado para sí estenombre, comunicándolo a todo género de buenosy malos, y excluyendo de él a solos los indios. Poresto dijo con mucha razón el glorioso S. Agustín:"Los que mal viven y se llaman cristianos, injuriahacen a Cristo. De los cuales está dicho y escrito,que por ellos el nombre de Dios es blasfemado." Yes la autoridad que alega del apóstol S. Pablo, queescribiendo a los romanos hebreos, los reprendeporque preciándose de pueblo escogido de Dios,y a quien Dios particularmente dio su ley, no laguardaban, ymenospreciaban a los gentiles que nola habían recibido, viviendo por ventura muchosde ellos según la ley de naturaleza más justificada­mente que los hebreos en su ley. Y a esta causa lesdice: "Por vosotros es blasfemado el nombre deDios; es a saber, porque os preciáis y alabáis de serpueblo suyo y os arreáis de su nombre, y vivíspeores que gentiles[. ..]" Yo alabo a mi Dios, queen llegando a esta tierra me dio conocimiento deeste error, y jamás tal palabra salió por mi boca dellamar cristiano al español, sino español, y al mes­tizo mestizo, y al mulato mulato, y al indio indio, ya todos los tuve siempre por cristianos, buenos omalos, pues son bautizados. Y a mis hermanos losfrailes, que les veía seguir este abuso, siempre heprocurado de les ir a la mano; que a los seglares nome atreviera por no trabar pendencia con ellos, y alos indios en veces se lo he predicado; más como

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soy solo, o habrá pocos acaso que miren en ello,por esta vía no lleva remedio[. ..]

Capitulo XXXVINo se me ha olvidado lo que tengo escrito en elcapítulo veinte y uno de este mesmo libro, de algu­nas naturales y buenas condiciones, o costumbresque conocimos en los indios de esta Nueva España,muy favorables para su salvación.Yporque algunosviendo y experimentando las contrarias en muchosde ellos, no me arguyan de pecado, voy declarandolas muchas ocasiones que por diversas vías se leshan dado y tienen, para que, puesto cosa que ellosfueran como unos ángeles, se vuelvan poco menosque unos demonios.Ya estacausano esmaravillaquemuy muchos de ellos hayan perdido harta parte delbuen natural que sus pasados en uso tuvieron, yaprovechado poco en la virtud y cristiandad, y quemás que a otras naciones se les ha predicado. Yolosconocí en un tiempo, que por maravilla hallaranindio que le vieran estornudar, y lo noté por espaciode muchos días, maravillándome de ello. Y eraporque sólo comían lo que naturaleza habíamenester para sustentarse, no más que dos o trestortillasde maízy unas hierbezuelas cocidas con unpoco de ají o chile, que en España llaman pimientade las Indias. De suerte que no criaban humoressuperfluos, que tuviesennecesidad de expelerlosporaquella vía.Ahoraestornudan hasta los niños de teta,recibiéndolo de sus padres, porque comen carne ylas demás viandas que nosotros los españoles co­memos, con lo cual crían humores gruesos y super­fluos, como nosotros los criamos, y por tantoestornudan como nosotros estornudamos. De esta

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misma manera les ha acaecido en la mudanza de lascondiciones, cualidades y costumbres antiguas. Erancomúnmente mansos, humildes, dóciles, quietos ypacíficos (fuera de tener guerra con sus enemigos),y tenían las demás cualidades con que yo allí lospinté. Si ahora se hallaren muchos de diferentescostumbres, no es de maravillar sino cómo todosellos no se han pervertido y trocado del todo, segúnlas ocasiones que se les dan y han dado de malosejemplos que de nosotros han recebido y reciben.Yome acuerdo que cuando muchos de ellos, así prin­cipales como plebeyos, de su voluntad se aplicabana saber leer y escribir, y con lo que aprendían seocupaban en cosas de devoción, y se ejercitaban enellas con harto aprovechamiento; más ahora a sushijos no los podemos traer a las escuelas, ni hayquien se aplique a cosa de saber ni entender, por­que unos quieren más ser arrieros, carreteros, pas­tores o estancieros y criados de españoles, para conaquello eximirse de la pesada rueda que anda enlos pueblos de los indios con el servicio personalde por fuerza y trabajos ordinarios de su repúbli­ca, que aplicarse a lo que dicho tengo. Y tambiénporque los que se quedan en sus pueblos tienenharto que hacer en poder vivir y hallar tiempo paracurar de sus sementeras y pobres granjerías conqué sustentarse, ayudándose de sus hijuelos desdeque saben andar, sin acordarse de que aprendanalgo para conocer a su Dios y procurar de servirley salvar las ánimas. Cuanto más teniendo como tie­nen cada día tantos incentivos y motivos de mal antesus ojos y siendo la humana naturaleza después delpecado tan inclinada a lo malo (como lo dijo esemesmo Dios), y la de los indios aún más flaca, por

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no haber recebido tanto talento. ¿Pues qué han dehacer, sino irse tras lo malo que ven y olvidarse delo bueno que les han enseñado? Sisu natural com­plexión es tan cálida, que en el tiempo del mayorfrío (con andar cuasi desnudos) están ardiendo, siles ponen tantas tabernas de vino adelante, ¿quéhande hacer sino beber hasta más no poder, y despuésde borrachos cometer enormes delitos de incestos yotras carnalidades, y homicidios?Diréismeque pararemedio de ésta está ya hecha ley que no se vendavino a los indios. ¿Deque sirve esa ley, si de ella nose saca otra cosa más de que el corregidor se apro­veche de la pena, que es dinero, y dejar vender altabernero cuanto quisiere sin irle a la mano, antesse huelga que caiga en la pena por lo que de allí sele pega? ¿Qué ha de hacer el indio si ve tanta remi­sión en la ejecución de la justicia, que mandando elrey que estén abiertos y patentes los obrajes y no secierren, solamente cuando el oidor o visitador estápresente se abren, y en volviendo las espaldas setornan a cerrar como de antes, o a lo menos, ya quepor cumplimiento los abren, ponen a la puerta unhombre a caballo con una azcona o lanceta, que mirey estorbe si el indio sale y lo apremie a que se entre,aprovechándose del refrán que dice: "Hecha la ley,pensada malicia", y todos los daños que fue a re­mediar el visitador se vuelven al mesmo estado enque primero estaban, como si en el pueblo no hu­biese justicia ordinaria que podría (si quisiese) con­servar el remedio que el visitador dejaba puesto? Yde aquí forma el indioun concepto, que en lasvisitasy diligencias que hacen las justicias,no se pretendeel remedio de los males para desterrarlos de raíz,sino sólo hacer una demostración de poner temor

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por manera de cumplimiento. ¿Qué han de hacerlos indios, si ven que los carreteros usan hurtar lasmujeres y hijas ajenas en los pueblos por dondepasan, y llevárselas encerradas en los carros entrelas pipas, donde no se puedan ver, y no hay justiciaque lo cele, debiendo visitarlos los jueces a quienestá a cargo, los cuales por una bota de vino que lesdan los carreteros, callan y disimulan con todo, y nose remedia este robo e insulto, si no es que algúnreligioso lo vea o sepa y procure el remedio? Poresto muchos de los indios se aplican a ser carrete­ros, porque viven como en la ley de Mahoma, enlibertad, borrachos y amancebados, sin saber cosaalguna de doctrina cristiana, más que los mesmosmoros. Y el bueno del carretero su amo alega paradescargo de su conciencia, que si no lo consintiesevivir a su apetito de aquella manera, no tendríaservicio, que todos se le irían en busca de otro amo.Mas yo fiador, que si todos los carreteros fuesenbuenos cristianos, temerosos de Dios, y en ningunode ellos hallasen acogida para semejantes vicios, noles faltarían mozos que les sirviesen en el oficio, vi­viendo cristianamente. ¿Qué han de hacer los indios,si ven que hay salteadores asalariados de los gana­deros y estancieros, a trescientos pesos por un año,que les roban y cautivan sus hijos pequeños y hijas,llegando a boca de noche a sus pueblos paracogerlos descuidados, y con algún achaque los lla­man y cogen y ponen sobre sus caballos, y los trans­portan muy lejos de allí porque no atinen a volverse,y saben que ninguno de éstos por esto ha sidocastigado? Y éstos sin ninguna vergüenza se apre­cian de aquel oficio, diciendo unos a otros: "vamosa caza de morillos", como suelen decir en España

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en las fronteras de Berbería. Todo esto procede deque cuasi generalmente los que tienen cargo de lajusticiano hacen caso de los delitos que los españo­lescometen contra los indios,habiendo de ser (segúntoda razón) al contrario, porque los que son nuevosen la fe, se confirmasen más en ella, viendo que loscristianos viejos se rigen por el nivel de la rectajusticia, y con esto se edificasen, como se edificanlos que viven en una ciudad como México, que siven entre los españoles gente descompuesta ydesbaratada, ladrones y otros malhechores, ventambién que a unos azotan y a otros ahorcan, y aotros descuartizan y a otros queman; y por otra parteven mucha gente honrada, muy compuesta, demucha honestidad y crianza, de mucha devoción yconcurso a los sermonesy a lasconfesiones,y a hacerlimosnas y otras muchas obras buenas y santas, ytambién ven por todas partes monasterios de frailesy de monjas, tanta frecuentación de misas y oficiosdivinos en alabanza del Señor, desde que Diosamanece hasta medio día, y después otras horas ala tarde, de todo se satisfacen y edifican, así delcastigo de los malos como del ejemplo de los bue­nos. Por lo cual la gente de más cristiandad entrelos indios es la de la mesma ciudad de Méxicoy lade su contorno que comunica con ellos, más la defuera de México no es tanto, por haber entre ellosgran confusión y behetría, y la justicia que entreellos se guarda es justicia de compadres. Porquelos alcaldes mayores y corregidores, ordinariamen­te son de los españoles que viven entre los indios, ylo mesmo los escribanos y intérpretes, y todos ellosunos a otros se ayudan, y no pretenden otra cosasino aprovecharse en lo que pudieren, pidiendo a

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los indios el maíz, las aves, los huevos, la yerba, y lodemás que tienen, por la mitad de los que vale, nosólo para el sustento de sus casas, sino también pararevenderlo y ganar al doblo, sin otras mil socaliñas,que quererlas contar sería nunca acabar. Pues ir elindio a pedirles justicia, es para su daño, porque siel que a él le han hecho monta dos pesos, por prin­cipio de querella ha de entrar con cuatro para el in­térprete y escribano, y al cabo (si el pleito es conespañol) tendrá trabajo en alcanzar su justicia, por­que dicen estos jueces que los españoles, y particu­larmente los vecinos del pueblo donde ellos residen,han de ser favorecidos y preferidos a los indios. Cadavez que me acuerdo y oigo semejantes agravios,alabo al justo y verdadero Juez, que tan bueno y tanancho infierno hizo para los jueces. Trato aquí de loque pasa en común; que en particular, corregidoresy alcaldes mayores hay (aunque pocos) a quien estono atañe y toca, temerosos de Dios, que con espe­cial cuidado amparan y defienden a los indios en lasvejaciones que se les hacen, sino que a las veces,tan buen cargo lleva, o por ventura mejor, el quemás roba, como el que tiene cuenta con suconciencia, porque los tales, como hijos del siglo,son más entremetidos y negociantes, y saben traer(como dicen) el agua a su molino. Pues qué dire­mos de los ejemplos que los indios reciben de algu­nos de nosotros los eclesiásticos, entre los cuales nofalta quien los aperree y aporree, como lo hacen losseglares de poca suerte, que los hombre honrados(aunque seglares) no se apocan a esta bajeza niabajan a esta poquedad, y por eso dicen los indiosde los tales, que no son teopixques, que quiere decirdedicados a Dios, sino cristianos, como los seglares

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se nombran, que es harto mal que este nombre andeen uso de tan mala opinión entre los nuevos en lafe. Pregunto, pues ¿qué cristiandad queremos pedira los indios, si en los que hemos de ser su ejemplo ydechado de toda virtud, ven todas las condicionescontrarias a las que el apóstol dice que ha de tenerel sacerdote?Que ha de ser de vida inculpable, comoministrode Dios, no soberbio ni impaciente, no des­templado en comer y beber, no rencilloso, ni codi­cioso sino caritativo,benigno, templado, justo, santo,honesto y docto, para dar cuenta y satisfacción deloficio que le está encomendado. Siel indio me ve amí, que soy sacerdote, nada ocupado en oración ylición, ni recogido, ni ejercitado en obras de virtud,mas todo distraído y derramado en cazas, juegos,parlerías, liviandades, y en comer y beber, ¿qué hade hacer él, sino imitarme en estasmalas costumbresy darse a placeres, sin cuidado ni memoria del Evan­gelio de Cristo?Y lo que peor es, si me ve disoluto,carnal y deshonesto, ¿cómo no tomará ocasión conesto para que sin temor de Dios y vergüenza de lagente se dé desenfrenadamente a este vicio?Porqueal remordimiento de la conciencia (si se asomare) ledirá: "Pues que el sacerdote y ministro de Dios lohace, no debe de ser tan gran pecado", y al que selo afeare, se excusará con esto mesmo ]...]

Capítulo XXXVIIEntre las muchas cosas que se podrían contar da­ñosas y contrarias a la cristiandad de los indios pornuestra parte de los viejos cristianos, hallo ser laprincipal y más dañosa el repartimiento que de ellosse hace para que nos sirvan contra su voluntad ypor fuerza. La razón es, porque ninguna cosa pue-

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de ser más contraria ni que más estorbe a que losindios abracen y reciban de voluntad la vida cristia­na, que aquello que les da ocasión de aborrecerla.El repartimiento que de ellos se hace para que nossirvan por fuerza a los españoles les da probadísimaocasión para que aborrezcan la vida y ley de los cris­tianos; luego bien se sigue que el tal repartimientoes la cosa más contraria a su cristiandad, y porconsiguiente la que los reyes de Castilla nuestrosseñores más deben de evitar y prohibir que no sehaga, pues el fin del señorío que Sus Majestadestienen sobre los indios, es procurar con todas susfuerzas que se les predique y enseñe la ley cristianacon tal suavidad, que los convide y persuada a quelas reciban y abracen con toda voluntad, porqueenseñársela con sola palabra y con obras contrariasa lo que se les predica, claro está que no se lespredica o presenta para que la reciban, sino .paraque la aborrezcan. Que este repartimiento les déprobadísima ocasión para que tengan por mala yaborrezcan la ley y vida cristiana, es cosa evidentepor los discursos que ellos probablemente harán,como los hiciéramos nosotros si fuéramos ellos.Porque para sacar esta verdad a luz, ningún mediohay mejor que hacer esta cuenta. Si nosotros fuéra­mos éstos, y éstos nosotros, ¿qué hiciéramos y dijé­ramos? ¿Qué pensamientos fueran los nuestros si nosecharan a cuestas este repartimiento? Paréceme quehiciéramos estos discursos, y dijéramos: "¿Qué leyes esta que estos hombres nos predican y enseñancon sus obras? ¿En qué buena ley cabe que siendonosotros naturales de esta tierra, y ellos advenedizos,sin haberles nosotros a ellos ofendido, antes ellos anosotros, les hayamos de servir por fuerza? ¿En qué

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razón y buena ley cabe, que habiendo nosotrosrecebido sin contradicción la ley que ellos profesan,en lugar de hacernos cariciasy regalos (como dicenlo hacen los moros con los cristianos que reciben susecta), nos hagan sus esclavos, pues el servicio aque nos compelen no es otra cosa sino esclavonía?¿Enqué ley y buena razón, cabe que nos hagan depeor condición y traten peor que a sus esclavoscom­prados, pues vemos que sus negros son regalados,y ellos son los que nos mandan y fuerzan a que ha­gamos lo que ellos habían de hacer?¿Enqué buenaley y razón cabe, que sobre usurpamos nuestrastierras eque todas ellas fueron de nuestros padres yabuelos), nos compelan a que se las labremos ycultivemospara ellos?Mayormenteen elmismotiem­po que habríamos de acudir a beneficiar las pocasque nos dejan para nuestro sustento, y por su causase nos pierden. ¿Enqué buena razón y ley cabe, quehabiéndose multiplicado tantos mestizos,ymulatos,y negros horros, y españoles pobres y baldíos, a nin­guno de éstos se haga fuerza para que sirvan, sino asólo nosotros, siendo los que tributamos al rey o aencomenderos, y los que sustentamos el conciertode nuestras repúblicas, y llevamos a cuestas otrasimposiciones?¿Enqué buena ley o razón cabe, queviendo van ellos en mucho aumento, y nosotros entanta disminución,y que claramente nos van consu­miendo, no se compadezcan de nosotros, ni se con­tenten con que les tenemos edificadas ciudades demuy grandes y buenas casas, iglesias y monasterios,estanciasy granjascon que están sobradamente aco­modados, y las que nosotros los que éramos seño­res y principales teníamos antes que ellos viniesen,están unas medio caídas, otras del todo asoladas por

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no haber quien nos ayude a repararlas? ..¿En quérazón o ley cabe, que los que somos nietos ybiznietos, legítimos sucesores de los que fueronseñores naturales de esta tierra, y algunos de reyes,como fueron los de México, Tezcuco y Tlacuba,aprendamos oficios mecánicos para podernos sus­tentar, por no tener quien nos labre tierras de pan, yque las nietas y biznietas de estos mesmos señoresy reyes anden por los mercados granjeando algunamiseria de que puedan vivir, y ellas mismas seamasen sus tortillas si han de comer, y vayan por elcántaro de agua si han de beber, porque noalcanzan un indio ni una india que les sirva, y quelo más bajos villanos venidos de España, y las mu­jeres que allá hubieran de servir de mozas de cán­taro, aunque tengan sus casas proveídas de gente,quieren que de barato se les den indios de servicioy de por fuerza, y que también lo pidan como porderecho? ¿Enqué buena ley cabe (dirá el indio) queel día que me desposan con mi mujer (cuando todoslos hombres del mundo se huelgan con sus mujeres),me han de hacer ir al repartimiento, y voy por ochodías y me hacen estar treinta? ¿Enqué buena ley cabe,que el día que pare mi mujer y tiene la tierra porcama, y cuando mucho con una sola estera, sin otrocolchón ni frazada, y habiéndole de traer alguna leñacon que se calentar y darle de comer, me han dehacer ir por fuerza a servir al extraño, y cuandovuelvo la hallo muerta a ella y a la criatura, por nohaber quien les sirviese y diese recado? ¿En québuena ley cabe, que si ando trabajando en la labran­za o hacienda del español, y me da la enfermedad yle digo que estoy malo, que no puedo trabajar, meresponde que miento como perro indio, y hasta que

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allíacabe la vida no me dejavenir ami casa?¿Enquébuena ley cabe, que si estoy convaleciendo de mienfermedad, me han de hacer ir (aunque más meexcuse) flaco y desventurado al repartimiento, y enel camino tengo de acabar la vida, porque si nopuedo caminar de flaco diez o doce leguas adondeme llevan,me dan con un verdascón que me hacenatrancar más que de paso? ¿Enqué ley de caridadcabe, que sabiendo los que gobiernan comomuchosde los españoles en cuyo servicio nos ponen, porver que nos tienen en su poder de por fuerza, nostratan mucho peor que a sus galgos, haciéndonosinfinitos agravios, ellos y sus negros o criados,quitándonos la pobre comida que llevamos denuestras casas y la ropa con que nos cubrimos,encerrándonos en pocilgas en donde sin elladormimos, haciéndonos trabajar cuando hace lunade noche, como cuando no la hace todo el día,cargándonos pesadísimas cargas,no dejándonos oírmisa domingos y fiestas, teniéndonos a veces dos ytres semanas en lugar de una, levantándonos unhurto o cosa semejante para que nos vamos huyen­do sin paga y sin nuestra ropa; con todas estas yotras mil vejaciones (que muchas veces se les hanrepresentado) no se muevan a compasión paraquitarnos de a cuestas esta tan dura esclavonía, sinoque la quieran llevar adelante, hasta acabarnos deltodo?Dirán que ya tienen puestos jueces del repar­timiento para que no consientan los tales agravios,como si aquellos jueces fuesen unos santos, libresde toda codicia, y muy celosos de la caridad y rectajusticia, porque por la mayor parte vemos que soncomo los prepósitos o maestros de las obras pues­tos en Egipto por Faraón para que más afligiesenal

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pueblo de Israel. ¿En qué buena ley cabe, que losque somos regidores en nuestros pueblos, y alcal­des y gobernadores, por ser indios, en pago denuestro trabajo que pasamos en juntar los que hande ir al repartimiento (con no ser de nuestro oficio,ni obligarnos a ello alguna ley, antes la natural nosobligaba a estorbarlo), con todo esto, por la fuerzaque nos hacen, nos compelan a prender todos losindios que pudiéremos haber, aunque sean de losque no les cabe el repartimiento (porque los que lescabe se esconden y huyen, no pudiendo llevar tanpesada carga), y que los tengamos en la cárcel (comolos tenemos) tres o cuatros días, y a veces toda lasemana, muriendo de hambre? Porque faltando delnúmero de la gente que dicen hemos de dar, lohemos de pagar nosotros. ¿Y que tenga autoridadun alguacil pelado (por ser español, que por ventu­ra fuera azacán en su pueblo), para llevarnos presosa gobernador y alcaldes, y traernos afligidos el tiem­po que le parece, como si fuéramos los más bajospícaros del mundo?" Y tras estos discursos, conclui­rán con decir: "Si ninguna ley con razón y justiciapuede consentir alguna de las cosas aquí dichas, ytodas ellas las consienten la ley de los cristianos:luego es la más mala del mundo y digna de seraborrecida." ¿Quién quita que los indios no discu­rran por estas y otras semejantes vejaciones queproceden del repartimiento, pues les dio Dios en­tendimiento como a nosotros, y aun harta más retó­rica en sus dichos y sentimientos, que la que yo aquíllevo? Sino que con el temor que les tienen puesto,callan y todo se lo tragan. Aunque es verdad que endías pasados a cierto indio, señor natural de una delas buenas provincias de esta Nueva España, y tan

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ladino y entendido como cualquier español, que­jándose de la apretura en que un virrey les poníasobre esto del repartimiento, le oí palabras tan sen­tidas y tan puestas en razón de hombre, acompaña­das con hartos suspiros, que yo (por ser cristiano yespañol) me hallé el más confuso y atajado delmundo, no sabiendo qué responder, ni cómo negarla verdad de tan manifiestasy cristianas razones. Yciertamente digo, y es así, que con harta vergüenzase les predica a éstos el Evangeliode Cristo,porquesi osasen hablar, muy justamente nos podrían decira los españoles lo que dice el italiano: "Fate fate,non parlate. Hermanos españoles; predicadnos conobras, y dejaos de palabras solas, que sin ejemplose las lleva el viento." Pues si el servir por vía defuerza a los españoles en sus casas o en sus here­dades se les hace a los indios tan grave teniéndolopor cruel agravio, ¿qué será de los miserables queles hacen ir diez y quince y veinte leguas, y no sé sitreinta, a trabajar en la minas?Cosa que (a mi ver)habría de poner horror al hombre cristiano. Porqueejercitar nosotros los cristianos en los que se con­vierten a nuestra fe, sin intervenir culpa de su parte,las obras penales que los gentiles en la primitivaIglesia ejercitaban en los mártires que no queríannegar la fe de Jesucristo, por el aborrecimiento queles tenían, y deseo de atormentarlosy matarlos,¿quémayor inhumanidad ymaldad puede ser?Bien sabe­mos que el echar hombres los gentiles de por fuerzaa las minas, era pena que se daba, o a los que porsus delitos merecían la muerte, o a los cristianospor matarlos con mayor trabajo y tormento. Puesque esto se haga con los inocentes que idólatras sehicieron cristianos, y por mandado de los que

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profesamos esta ley, ¿qué razón de hombres habráque lo pueda justificar, si no es negando con ciegacodicia el dictamen de la recta razón?Yopara mí tengoque todas las pestilencias que vienen sobre estos po­bres indios, proceden del negro repartimiento algu­na parte, de donde son maltratados de labradores yde otros que les cargan excesivos trabajos con que semuelen y quebrantan los cuerpos. Mas sobre todo,de los que van a las minas, de los cuales unos que­dan allá muertos, y los que vuelven a sus casas vienentan alacranados, que pegan la pestilencia que traena otros, y así van cundiendo de mano en mano.Plegue a la divina clemencia que si de nuestra parteno se pone remedio, sea servido de hundir en losabismos todas las mismas, como ya hundió en untiempo las más ricas que en esta tierra se handescubierto, echándoles sierras encima, de suerteque nunca más parecieron l. ..]

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De cómo los padres deben criar a sushijos y las costumbres que han de

enseñarlesFRAY JUAN DE TORQUEMADA

Eltambién franciscano JuandeTorquemada (1562?-1624), naci­do en Castilla, llegó con suspadres a Nueva Españaa los nueveo diez años y tomó el hábito en México, por lo que se le puedeconsiderar en muchos sentidos como un autor criollo. Misionóen los territorios norteños y ocupó varios puestos en su orden.Se destacó también por su labor constructiva pues terminó laiglesia de Santiago en Tlatelolco y participó en las obras deremodelación de las calzadas que comunicaban la capital contierra firme. Finalmente le debemos la obra más completa y ge­neral sobre el complejo cúmulo de acontecimientos desarrolla­dos en el siglo XVI. Además, gracias a sus conocimientos delnáhuatl, a su enorme curiosidad y al acceso que tuvo a los ar­chivos de su provincia y a otros testimonios indígenas, su obraes la primera gran síntesis de la historia de Nueva España. Porotro lado, laMonarquía indiana, tuvo un gran impacto puesfue laprimera crónica franciscana publicada (Madrid, 1615). Enella seincluye una larga descripción del mundo anterior a la conquistarecopilando los materiales inéditos de los frailes cronistas del si­glo XVI e incorporando los documentos aportados por los histo­riadores indios y mestizos que escribieron a principios del sigloXVII. Con estosdatos comenzaron a rescatarsemuchos elemen­tos positivos de la civilización mexica que era, entre lo prehispá­nico, la mejor conocida, y se le quitó el carácter demoniaco deque la habían revestido la mayoría de los frailes del siglo XVI.Con todo, esadescripción no esmásque un marco para situar lashazañasde los españoles, soldados y frailes. De hecho paraTor­quemada la conquista y la evangelización son concebidas comoun solo acontecimiento; Cortés no sólo fue el principal apoyo delos misioneros: al conquistador se le compara con Moisés puessacó a los pueblos indígenas de la esclavitud del pecado de laidolatría y los llevó a la tierra prometida de la cristiandad.

En la selección que presentamos, Torquemada describe lalabor educativa desarrollada por los religiosos entre los indios,

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respuesta a la necesidad de formar a un grupo de jóvenes no­bles que serían los dirigentes de la nueva cristiandad y los cola­boradores incondicionales de los frailes en la labor misional. Aligual que Mendieta, en cuya obra se basa e incluso transcribeen muchas secciones,Torquemada parte de la idea de una EdadDorada perfecta en la primera mitad del siglo XVI en la que sepusieron las basesde la armónica convivencia y colaboraciónque existía entre frailes e indios.

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Libro.XV,Capítulo 40Elprimero y único seminario que hubo en la NuevaEspaña, para todo género de oficiosy ejercicios,nosólo de los que pertenecen a la iglesia,mas tambiénde losque sirvenpara el uso de laspersonas seglares,fue la capilla, que llaman de Sanjoseph, contigua ala iglesia y monasterio de San Francisco de estaciudad de México, donde residió muchos años,teniéndole a su cargoelmuy siervode Diosy famosolego fray Pedro de Gante, primero y principalmaestro e industrioso adiestrador de los indios; elcual, no contentándose con tener grande escuela deniños que se enseñaban en la doctrina cristiana,y aleer y a escribir y cantar, procuró que los mozosgrandecillos se aplicasen a aprender los oficios yartes de españoles que sus padres y abuelos nosupieron, y se perficionasen en los que antes usa­ban. Para esto tuvo en el término de la capilla algu­nos aposentos y piezas dedicados para el efecto,donde los tenía recogidos y los hacía ejercitar pri­meramente en los oficios más comunes, como sas­tres, zapateros, carpinteros, herreros, pintores yotros; y yo ví en la dicha capilla, en la fragua dondetrabajaban losherreros y en otra salagrande, algunascajas donde estaban los vasos de los colores de lospintores, aunque ya no ha quedado rastros de nada

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de esto; y por ventura, si este bendito religioso, enaquellos principios con su cuidado y diligencia, nolos aplicara y aficionara a saber y aprender, segúnellos de su natural, son dejados y muertos,mayormente en aquel tiempo que estaban comoatónitos y espantados de la guerra pasada, de tantasmuertes de los suyos, su pueblo arruinado; y final­mente de tan repentina mudanza y tan diferente entodas las cosas, sin duda se quedaran con lo que susantepasados sabían, o a lo menos con dificultad otarde fueran entrando en los oficios de los españo­les. Mas como comenzaron a desenvolverse conaquel ordinario ejercicio y se acodiciaron algo alprovecho que se les seguía, de más de ser ellos comomonas, que lo que ven hacer también lo quierenhacer, de esta manera, muy en breve, salieron conlos oficios más de lo que nuestros oficiales españolesquisieran, porque a los que venían de nuevo deEspaña y pensaban que no había otros de su oficio,habían de vender y ganar como quisiesen, luego losindios se lo hurtaban, por la viveza grande de suingenio y modos que para ellos buscaban exquisitos[...]

En los oficios que antes sabían se perficiona­ron los indios después que vieron las obras quehacían los españoles; los canteros, que eran curio­sos en la escultura [...] y labraban sin hierro, consolas piedras, cosas muy de ver, después que tu­vieron picos y escodas y los demás instrumentos dehierro y vieron obras que los nuestros hacían, seaventajaron en gran manera, y así hacen y labranarcos redondos escarzanos y terciados, y portadas yventanas de mucha obra y cuantas cosas de canteríahan visto; y ellos son los que lo labran todo, y por

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sus manos pasan las obras que los españoles hacen,que por maravilla hay alguno de ellos que pongamano en esto, por más oficial que sea; y en estaciudad han hecho mucha ymuy buena cantería, y laobra de esta iglesia de Santiago, que es una de lasmejores del reino y de las buenas de España, la hantrabajado los indios sinmás industria nimaestro queyo, que he sido el que la he trazado y ellos puéstoloen ejecución con sus manos, así en la mamposteríacomo en la cantería. Lo que ellos no habían alcan­zado, y tuvieron en mucho cuando lo vieron, fuehacer bóvedas, y cuando se hizo la primera (quefue la capilla mayor de la iglesia vieja de San Fran­cisco de esta ciudad de México, por mano de uncantero de Castilla)maravilláronsemucho los indiosalver cosa de bóveda, y no podían creer, sino que alquitar los andamios, se había de caer, y ningunoosaba andar por abajo; más viendo que quedabafirme la bóveda, luego perdieron el miedo. Y pocodespués los indios solos hicieron dos capillas debóveda, que todavía duran en el patio de la iglesiaprincipal de Tlascala, y después acá han hecho ycubierto muy excelentes iglesiasde bóveda, y casasde lo mismo, en tierras calientes [...]

Libro XVII,Capüulo 2No menos habilidad mostraron para las letras losindios, que para los oficiosmecánicos, porque lue­go, con mucha brevedad, aprendieron a leer, asínuestro romance castellanocomo latíny tiradoo letrade mano; y el escribir,por consiguiente, con muchafacilidad. Comenzaron a escribir en su lengua yentenderse y tratarse por cartas como nosotros; lo

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cual antes tenían por maravilla que el papel hablasey dijese a cada uno lo que el ausente le quería dar aentender. Contrahacían, al principio, muy al propio,las materias que les daban; y se les mudabanmaestros luego ellos mudaban la forma de la letraen la del nuevo maestro. En el segundo año que lescomenzaron a enseñar dieron a un muchacho deTetzcuco por muestra una bula, y sacóla tan al natu­ral que la letra que hizo parecía el mismo molde;puso el primer renglón de la letra grande comoestaba en la bula y abajo sacó la firmadel comisarioy un Jesús, con una imagen de Nuestra Señora, todotal al propio que parecía no haber diferencia delmolde a la que él sacó; y por cosa notable y primerala llevó un español a Castilla para mostrarla y darque ver con ella. Después se fueron haciendo muygrandes escribanos de todas letras, chicasy grandes,quebradas y góticas;y los religiosos les ayudaban asalir escribanos porque los ocupaban a la continuaen escribir libros y tratados que componían otrasuntaban de latín o romance en sus lenguas deellos [...]

Además de el escribir, comenzaron luego losindios a pautar y apuntar, así canto llano, como can­to de órgano, y de ambos cantos hicieron muy bue­nos libros y salterios, de letra gruesa, para los corosde los frailes y para sus coros, con sus letras gran­des, muy iluminadas; y no iban a buscar quién selos encuadernase porque ellos juntamente loaprendieron todo; y lo que más de notar es, quesacaban imágenes de planchas, de muy perfectasfiguras, que cuantos los veían se espantaban; por­que de la primera vez les hacían, ni más ni menosque la plancha.

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El tercero año los pusieron en el canto, y algu­nos se reían y burlaban de los que los enseñaban, yotros los estorbaban diciendo que no saldrían conello, así porque parecían desentonados como por­que parecían tener flacasvoces, y a la verdad no lastienen comúnmente, ni las pueden tener tan recias,ni tan suaves como los españoles, andando, comoandan, descalzos ymal arropados y comiendo pocoy flacas viandas; pero como hay muchos en queescoger, siempre hay buenas capillas, y algunoscontrabajos, altos, tenores y tiples que puedencompetir con los escogidos de las iglesias catedra­les. El primero que les enseñó el canto, juntamentecon frayPedro de Gante, fue un venerable sacerdoteviejo llamado fray Juan Caro, que bien barato ycumplido se mostraba con ellos; pues sin saberpalabra de su lengua, ni ellos de la española, seestaba todo el día enseñándoles y hablándoles yplaticándoles las reglas del canto en romance, tan apropósito y tan sin pesadumbre, como si ellos fue­ran meros españoles. Y los muchachos estaban laboca abierta mirándole y oyéndole muy atentos, aver lo que quería decir.Y aunque algunos de noso­tros tomaban ocasión de reírse de esta su santabondad y flema,de otramanera la consideraba aquelseñor, que se agradaba de los corazones sencillos yllanos; y así la favoreció, obrando como soberanoy poderoso artífice,entre aquel maestro y sus discí­pulos, que poco nimucho no se entendían; de suerteque, sin medio de otro intérprete, losmuchachos enpoco tiempo lo entendieron y salieron con el cantollano,más también con el canto de órgano;y despuésacá unos a otros se lo van enseñando y hay entreellos muchos y muy diestros cantores y maestros y

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maestros de capilla; tanto que en cada capilla decantores hay por lo menos cinco y seis y más que sevan cada año remudando en el oficio de maestros ycapitanes que guían y rigen a los otros [...]

Los primeros instrumentos de música que hi­cieron y usaron fueron flautas, luego chirimías,después orlos y tras ellos vihuelas de arco, y trasellas cornetas y bajones; finalmente no hay génerode música que se use en la iglesia de Dios que losindios no lo tengan y usen en todos los pueblosprincipales y aún en los no principales; y ellos mis­mos lo labran todo que ya no hay que traerlo deEspaña. Una cosa puedo afirmar con verdad, queen todos los reinos de la cristiandad (fuera de lasIndias) no hay tanta copia de flautas, chirimías, sa­cabuches, trompetas, orlos, atabales, como en soloeste reino de la Nueva España. Órganos tambiénlos hacían casi todas las iglesias donde hay religio­sos. Y aunque los indios (por no tener caudal paratanto) no toman el cargo para hacerlos sino maes­tros españoles, los indios son los que labran todolo que es menester para ellos y ellos los tañen ennuestros conventos. Los demás instrumentos quesirven para solaz y regocijo de las personas seglares,los indios los hacen todos, y los tañen: rabeles,guitarras, discantes, vihuelas, arpas monocordios;y con esto se concluye que no hay cosa que nohagan; y lo que más es, que pocos años despuésque aprendieron el canto comenzaron ellos a com­poner, de su ingenio, villancicos en canto de órga­no, a cuatro voces, y algunas misas y otras obrasque mostradas a diestros cantores españoles, de­cían ser de escogidos juicios y no poder ser deindios.

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Sobre enseñarles la gramática latina y la latini­dad hubo muchos pareceres, así entre los frailescomo entre otras personas; y antes que se la ense­ñasen tuvieron muchas contradicciones, con razo­nes aparentes, que los de la contrariaopinión daban;más al fin prevaleció la razón verdadera de que erajusto que a lo menos algunos naturales entendiesenen alguna manera lo que contiene la SagradaEscritura y los libros de los sagrados doctores, asípara que ellos mismos se fijaseny fortaleciesen másde veras en las cosas de nuestra santa fe, como paraque pudiesen satisfacer a los otros indios, de cuandiferentemente vamos fundados los cristianos en loque creemos y seguimos, de lo que ellos y los de­más gentiles habían creído y seguido, sin fundamen­to ni camino, ni rastro de ninguna verdad. A losprincipios pasóse trabajo grande y hallaron no pocadificultad los religiosos que eran sus maestros;porque puesto caso que sabían muy bien su lengua,como en ella no se habían tratado semejantesmaterias, no hallaban términos con que explicarleslas reglas gramaticales; y así, era muy poco lo queaprovechaban y casidesmayaban y desconfiaban losdiscípulos y aun los maestros. Mas como en todaslas demás cosas en que los siervos de Dios, en elprincipio hallaban dificultad, tuvieron propicio elauxiliodivino,asícuando plugo el EspírituSanto(quees el verdadero maestro de todas las artes y ciencias)de abrirles los entendimientos, vieron la puerta queel Señorles abría,y hallaron términos de nuevo com­puestos por donde con facilidad se pudieron decla­rar y dar a entender las reglas de la gramática;y así,en pocos años, salierontan buenos latinosque hacíany componían versosmuymedidosy largasy congruas

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oraciones, en presencia de los virreyes y de losprelados eclesiásticos, como se dice en otra parte [...]

Libro XVII,Capitulo3Pues que Dios crió desde el principio del mundo alvarón y a la mujer, para que de ellos procediesentodos los demás hombres y mujeres que habían deconservarse en él, y ambos sexos, después caídos,vino a buscar y redimir. No fuera plena o perfectaconversión, si todo el cuidado de los mismos sepusiera en sola la instrucción y doctrina de los varo­nes, dejando olvidadas las mujeres, especialmenteque estos indios en su infidelidad(como en otra partehemos visto)usaron doctrinar sus hijas,con elmismocuidado y concierto que sus hijos.Y por no caer enesta falta, aquellos primeros fundadores de la santafe católica entre estas gentes, el mismo cuidado quetuvieron de losniños, dentro de las escuelas, tuvierontambién de las niñas, en que aprendiesen la doctri­na cristiana fuera de la iglesia, en los patios. Allísejuntaban por barrios, repartidas en corrillos,y salíande la escuela los niños que eran menester, para cadacorrillouno, de los que ya sabían la doctrina; y éstoslas enseñaban, hasta que hubo de ellos quien lasupiese; y después ellas mismas se enseñaban unasa otras. Y esta misma costumbre se ha guardado yconservado hasta el día de hoy como adelante, porventura, se dirá más por extenso.

Algunos años después que comenzaron a sercristianos estos indios, teniendo noticia la cristianí­sima emperatriz doña Isabel, por aviso del santoobispo frayJuan de Zumárraga, de la calidad y con­dición desta gente indiana, y cómo sus hijos y hijas

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en la tierna edad eran tan domésticos y sujetos paraser enseñados en lo que les quisiesen poner, consanto celo de su aprovechamiento, mandó venir deCastillaalgunas dueñas devotas, dadas al recogimien­to y ejercicios espirituales, con favores suyos quetrajeron, para que repartiéndose por las principalesprovincias les hiciesen casas honestas y competen­tes, donde pudiesen tener recogidas alguna cantidadde niñas, hijas de los señores e indios principales, yallíles enseñasen principalmente buenas costumbresy ejercicios cristianos, y junto con esto los oficiosmujerilesque usan lasespañolas,comoes coser,labrary otras semejantes, porque el tejer sabíanlomuybienlasmujeres naturales desta tierra,y no sé simejorquelasde Castilla,porque lousaban mucho y hacían telasde mil labores y muy vistosas, de que hicieron enaquel tiempo frontales para los altares y casullas y .otros ornamentos de la iglesia.

Finalmente púsose por obra lo que la devotaemperatriz mandaba; y hechas las casas recogié­ronse las niñas, y aquellas buenas mujeres que lesdieron por madres pusieron todo cuidado en doc­trinarlas; mas como ellas, según su natural, no eranpara monjas, y allí no tenían que aprender más queser cristianas y servir honestamente en la ley delmatrimonio, no pudo durar mucho esta manera declausura, y así duraría poco más de diez años. Eneste tiempo muchas que entraron algo grandecillasse casaban y enseñaban a las de afuera lo que den­tro, en aquel recogimiento, habían aprendido (es asaber) la doctrina cristiana y el oficio de NuestraSeñora, romano; el cual decían cantan, y devota­mente, en aquellos sus monasterios o empareda­mientos, a sus tiempos y horas, como lo usan las

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monjas y frailes. Y algunas después de casadas, antesque cargarse el cuidado de los hijos, proseguían sussantos ejercicios y devociones. Entre los otros pue­blos, particularmente en el de Huexotzinco, quedóesta memoria por algunos días, mientras hubo co­pia destas nuevamente casadas que tuvieron cercade sus casas una devota ermita de Nuestra Señora,adonde se juntaban por la mañana a decir prima dela sagrada Virgen María, hasta nona; y después a sutiempo las vísperas I...] El tiempo que estas mozasrecogidas estuvieron en clausura no dejaban de saliralgunas de ellas a lo que era menester, pero siempreacompañadas, a veces con sus maestras y a vecescon las viejas que tenían por porteras y guardas delas niñas; y a lo que salían era solamente a enseñar alas otras mujeres en los patios de las iglesias o a lascasas de las señoras; y a muchas convertían abautizarse y a ser devotas cristianas y limosneras, ysiempre ayudaron a la doctrina de las mujeres [.. .]

Los indios a fines del siglo XVI.Epidemias e idolatríasFRAY AGUSTÍN DÁVILA PADILLA

Fray Agustín Dávila Padilla (1562-1604) fue un criollo nacidoen la ciudad de México, profesó con los dominicos a los diecio­cho años y sedesempeño como maestro de teología en los cole­gios de su orden en Puebla, Oaxaca y la capital, donde fuetambién un predicador muy afamado. Fue enviado por su pro­vincia a Españaen 1596, viaje que aprovechó para promover lapublicación de su Historiade la fundación y discurso de lapro­vincia de Santiago de México que se imprimió en Madrid en1596. Fue la primera crónica religiosa de Nueva Españaque seimprimió. Entró como predicador a la corte del rey Felipe 11 yen 1600 fue nombrado arzobispo de la isla de Santo Domingo,donde murió; ahí tuvo muchos conflictos con el corrupto go­bernador Antonio Osario. Dávila Padilla tiene una visión muysimilar a la de la Edad Dorada franciscana que muestran Men­dieta y Torquemada, en la que se describen la vida y obras delos frailes ilustres de su provincia en Nueva España;pero inter­caladas en esta visión idílica, Dávila nos da noticias de epide­mias, ceremonias, descubrimientos, milagros y otros hechosinteresantes.

Influido además por la lectura de fray Bartolomé de LasCa­sas, de quien hizo una elogiosa biografía, este autor critica aquienes explotan a los indios, se opuso a la nueva política decongregación y a la evangelización por medio de la espadaquelos aniquilaban sin darles oportunidad de salvarse. Paraél, losataques del pirata Drake, que asolaban en su tiempo las costascaribeñas, eran un castigo divino por el mal trato que se leshabía dado a los indios. Dávila escribió una apología de la la­bor de su orden en Nueva España,pero estabaconsciente de lassupervivencias idolátricas, de las deficiencias en la cristianiza­ción de los indígenas y de los males que trajo la conquista. Todoello se refleja en la selección que mostramos a continuación.

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Libro I,Capítulo XXVIILa devoción grande con que los indios acuden arecibir los santos Sacramentos de la Iglesia es tandigna de alabanza, como poderosa para confundirla inconsideración de algunos antiguos Cristianos,que teniendo mayor obligación, acuden menos aella. Vienen los Indios a Sacramento de la peniten­cia con humildad, y reconocimiento de sus culpas,y muestran las ganas de recibirle, con la perseve­rancia que tienen en procurarle. Suelen venir deseis y ocho leguas en busca del confesor, y si lehallan ocupado, espéranle con gran paciencia. Yason los ministros más por la misericordia de Dios,y no es menester andar tan largos caminos, pero enlos primeros años contaba el padre fray Domingode la Anunciación, que le había sucedido, estandoen un pueblo confesando la Cuaresma, llegar deotro un indio con su pobre mujer que venían a con­fesarse, porque donde ellos tenían su casa, no ha­bían religiosos, y se tenían ausentados de ella porgozar del santo Sacramento de la penitencia. Dete­nían los confesores a estos indios extranjeros,dicién­doles que habían de acudir primero a confesar a losvecinos del pueblo. Mudáronse con esto de unpueblo a otro, y de otro a otro; y en todos hallabanla propia respuesta. En estas esperanzas se les pasó

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la Cuaresma, y todo el tiempo de la Pascua de laResurrección, hasta que la del Espíritu Santo están­do confesando el padre fray Domingo, se le llega­ron a pedir los confesase; porque había sesenta díasque estaban fuera de su casa y pueblo buscando unconfesor. Oyólos entonces el buen fray Domingo,muy edificado de la humilde perseverancia que Dioshabía dado a tan nuevos Cristianos, y volviéronse asus casas muy gozosos de haber alcanzado elbeneficio de la absolución, aunque hubiesen gastadotanto tiempo en procurarle. No será juicio temerariopensar que algunos, y muchos de los Cristianos viejosde nuestra España, se hubieran cansado y exasperadoal segundo día de dilación, y hubieran por venturadejado la confesión para el año siguiente donde todosaliese en la colada. Para confusión de los tales quisoDios que hubiese aun en esta vida experiencia de laverdad Evangélica donde Cristo no enseña, que lospostreros serán primeros, y los primeros postreros.Y aunque habla ahí de la paga en la gloria: ya sesabe que será la gloria a la medida de la gracia, enque también hay en esta vida muchos, que aunquevinieron primero, se quedan muy tardíos en el bienobrar: y otros que aunque vinieron tarde, igualan, yaun se aventajan a los primeros. Bastara en estamateria por ejemplo, conocer que no solamentereverencian los indios a los divinos Sacramentos, sinoaun al nombre de Cristiano, que les ha sido, y es freno,para no cometer culpas. Refiere el buen obispo deTlaxcala don fray Julián Garcés, en una elegantísimacarta latina que se pondrá en su vida: que un indiohabía mucho tiempo vivido enamorado de una Indiamuy hermosa, con cuya memoria el demonio nosolamente le fatigaba, sino que le tenía rendido. La

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india era buena Cristiana, y temiendo la ofensa deDios, nunca se quiso rendir a ruegos ni dádivas, niamenazas, ni a otras diligencias que el ciego amorsuele ofrecer a quien lo oye. Como los pobres queandan en estos pasos cuentan los de lasmujeres queaman, parecióle al indio que en ciertaocasión dondeella estaba sola, la tendría él para sus dañadosintentos. Fuese a ella, y cuando no pudo por otravía, procuró hacerla con violencia. Lapobre mujercomo se vio sin fuerzas para estorbar la que fe leprocuraba: buscó la de la razón y nombre deCristiano, y díjole al indio: ¿Tú no eres Cristiano?¿Pues por qué haces lo que Cristo mandó que nohiciésemos? Cosa maravillosa y digna de memoriaeterna. Enmedio de aquella ciega pasión envejecidacon el tiempo, pudo tanto aquella palabra y nombrede Cristiano, que como si el Indio no fuera elpretensor antiguo, se apartó de ellay le pidió perdóndel atrevimiento pasado, sintiendo con muchaslágrimas, que siendo Cristiano hubiese intentadohacer contra la voluntad de Cristo. Quisiera yo quetodos los que se precian de Cristianos,y de Cristianosviejos, y antiguos hidalgos, tuvieran en la memoriasiempre aquel caso, para que en los de ofensa deDios se acordasen que son de Cristo, cuya ley lesmanda que no cometan semejantes culpas. Estambién maravillosoel cuidado que tienen los Indiosde regalar con los santos Sacramentos a susenfermos: porque los traen algunasveces sus deudosen hombros, otras se convidan sus vecinos a traerlos:y para mayor descanso del enfermo, lo traen en unlechezuelo, o andillas que para esto tienen, o en unahamaca, que es un bolsón o feno de red gruesacolgada de pies y cabeza en una vara gruesa, y en el

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fondo de la red viene acostado el enfermo, y lapértiga en hombros de dos Indios. Simuere algunode ellos con deudas, como si los deudos lasheredasen por parecer deudos y deudas en elnombre, procuran luego entre los pariente pagarlas,porque el ánima de su difunto no dilate la entradaen el cielo. Y si no tienen caudal para pagar, procuranque se perdone la deuda: y si no salen con estatranza, la de luego todos en servir al acreedor hastaque todo se pague lo que el difunto debía. Viviendoyo en el colegio de S.Luis de predicadores en el añode 1586, sucedió morir un Indio que trabajaba enaquel suntuoso edificio, y era muy diestro cantero:había recibido dineros adelantados, y cuando murióquedaba debiendo veinte pesos, o reales de a ocho.Vinieron luego sus parientes reconociendo la deu­da, y pidiendo que los ocupasen en servicio delcolegio, para que se descontase lo que su difuntodebía. No se les daba mucho a los padres del cole­gio por cobrar estos dineros: porque demás de serpocos no parecía que había modo para cobrarlos: ymás por acudir a la devoción de los deudos, le dijerona uno, que viniese a trabajar en la huerta. Eramaravilloso el cuidado del Indio, así en venir cadadía, como en venir muy de mañana: y preguntándo­le un religioso la causa de su cuidado, dijo que letenía porque su pariente se fuese al Cielo, y desdeallá le ayudase con Dios, y no estuviese detenido enel infierno chiquito, que los predicadores llaman pur­gatorio.], ..)No se puede olvidar para remate de estamateria, la devoción con que estos indios reciben elSacramento del altar. Tuvieron en esto, y tienen,particular cuidado los religiosos: porque así parasatisfacer sus conciencias, dando el pan del cielo a

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los que saben conocerle; como para causar mayorestima de su valor divino: examina primero congrande cuidado a los que han de tener licencia paracomulgar, y se tiene entre ellos por grado desuficiencia,estar ya aprobados para llegarle al santí­simo Sacramento: y se llaman los graduados,Comuniotlacatl, que quiere decir, la gente que co­mulga. Estos pueden comulgar entre año los díasque por su devoción quisiesen, y los demás Indioscomulgan cuando la Iglesia o la enfermedad losobliga: y fuera de estas ocasiones, en las que alconfesor por particular licencia le parece queconviene. Llégase con grande devoción al altar,procurando no solamente la limpieza del alma, quese precia, sino también la del cuerpo, vistiéndole delimpio. Suelen estar gran rato en oración pidiendo aDios que les purifiquen la conciencia, como Él sabeque convienepara recibirles.Enhabiendo comulgadoponen devotamente los ojos en el suelo, y laconsideración en la merced recibida, y se recogenhablando con Dios,y agradeciéndole el beneficiotansingular,como sin merecerlo se les ha comunicado.Tienen cuidado de no comer ni beber tan presto, enreverencia del santísimo Sacramento: y algunos nosólo por el espacio breve que pide la digestión delas especies Sacramentales:pero aun todo el día sinquerer desayunarse hasta la noche. [...]

Capitulo XLIXEsteaño de mily quinientos y sesenta y seis comen­zaron a tener todos los religiosos de la provinciasobrada materia para ejercitar su caridad con losIndios. Desde los principios del verano, hasta losfines del año siguiente hubo una pestilencia general

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en esta tierra, que entre las muchas grandes que hatenido fue la mayor. Con la pestilencia del añoprimero creció el hambre y mortandad en elsegundo. Fue misericordia de Dios que no se lepegase la pestilencia a los Españoles, porque pu­diesen curar y sepultar a los Indios. Dábales la en­fermedad y en sintiéndola, decían que queríanmorirse, y salían fácilmente con su intento. Es cosamaravillosa en estos indios, con ser su aprehensiónpoco eficaz, el salir con lo que aprehenden, aunquesea la muerte. En esta ocasión no era mucho, por­que la muerte les andaba tan a los alcances, que sivolvieran a mirar su sombra, la hallarán consigo: peroen otros tiempo sucede, estando un Indio bueno ysano, venirse a confesar, diciendo que se quieremorir, y el día siguiente darle una enfermedad ymorirse. No se entienden estos misterios, sino consólo advertir el cumplimiento de la profecía que dijoel bendito padre fray Domingo de Betanzos, de queantes de muchas edades se acabarían de tal maneralos Indios, que los que viniesen a esta tierra,preguntasen de qué color habían sido. A otrapestilencia como esta no fuera menester esperar más,para que este dicho se hubiera cumplido del todo,como ya lo está en la mayor parte. No había pueblodonde no muriesen cada día de ochenta a cientos, yen pueblos más grandes. Cavaban hoyas grandes enlos patios de las iglesias, y allí los arrojaban con todapresteza, para volver con otros. Morían algunos deenfermedad y otros de hambre. Despoblase unacasa, y el que quedaba enfermero en ella acababamás presto la vida, porque no había quien le diesede comer. A los principios llevábanlos a las iglesias,para que se confesasen: después andaban los

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ministros por sus casas buscándolos. Era lastima lamayor parte del mundo hallar en algunas casas unasola persona tocada por la peste, sin tener otra sanao enferma a quien volver los ojos. Hallaban a unosagonizando sobre las pobres esteras, que son suscamas en salud y enfermedad: a otros hallabanmuertos, y a otros que con las ansias de lamuerte sehabían levantado de sus camas, y se caían muertosen los patios, y en las puertas de sus casas. Fuenecesario que anduviesen personas particularessacando cuerpos muertos de las calles, y a otrasllevando caballos en que atravesaban los cuerpospara traerlos a sepultar a las Iglesias.Nohabía edad,ni estado, a quien repelase la muerte. Todos losaccidentes, aunque fuesen entre sí contrarios,concordaban en quitar la vida a los Indios. El nosangrados los mataba: y el sangrados los enterraba.Sise les aplicaban cosas frías,morían: y si calientes,no escapaban.

El común enemigo de las almas hacía guerracomo siempre, y cuando los religiosos persuadíanla paciencia, provocaba desesperación y rabia. Al­gunos Indios hubo quien procuraba la muerte delalma, como la del cuerpo. Encendíase con rabiosafuria, por verse llevar tan atropellados de la muerte,sin que su enfermedad se atreviese a los Españoles.No bastaban las buenas obras que recibían de ellosen su enfermedad, para que les dejasen de envidiarla salud. Intentaron varios modos para que losEspañoles enfermasen, Echaban los cuerpos de losdifuntos en el caño de agua que entra aMéxico,concasi buen de ella. Indios hubo que cogían la sangrede los enfermos, y la revolvían el pan que vendíanen la plaza, pensando de lamuerta a bocados, como

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ella se los comía. De ese daño procuraban los reli­giosos librarlos, enterándolos en que somos todosvasos de barro, y todos de un dueño, que es Dios: ypuede quebrar los que quisiere, y guardar otros hastaque se les llegue su tiempo. Acabose presto de esteengaño de los pobrecitos, por la diligencia de loscuidadosos ministros. El año de 77 comenzaron lasaguas por abril, que para en esta tierra fue temprano,y entendióse que refrescando el tiempo cesaría laenfermedad. No dejó de llover desde entonces, hastacumplido el mes de noviembre, que nunca tal cosani semejante ha visto en esta tierra. Con las muchasaguas se pudrieron las sementeras, y más las de losque más presto sembraron. Tuvieron los labradorespoca cosecha, y la muerte mucha. Pueblo hubo deIndios, donde al fin de la pestilencia había faltado lamitad de los moradores; en otros las tres partes, y enotros las nueve de los que antes había: aunque hubotambién pueblos donde no fue tanta enfermedad ymortandad. Ciudades hubo de Indios, donde murieron10 mil. En otras, 20 y 30 mil. En otras, 60 mil. Y en laciudad de Tlaxcala se hallaron haber muertos más de100mil personas.

Capitulo LXXXVIIIPor el mes de Agosto de .59hubo noticia en la villa,de que en el pueblo de Comaltepec, que esta cuatroleguas de ella,había ídolos y sacrificios,y el religiosoque quedó por presidente en lugar del padre frayJordán eque por ser vivono le nombro) se determinóhacer esta jornada en serviciode Dios, y habiéndolepedido socorro se puso en camino, invocando laintercesiónde SanBartoloméApóstol,en cuyavigiliacaminaba, para que como él había encadenado al

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demonio, alcanzase la propia victoria contra los queen aquel pueblo tiranizaban el culto que se debe aDios. Llegó el fraile a mediodía, y prevínolos conque había de predicarles en la tarde. Predicóles,ponderando la majestad de Dios, cuya es laadoración y culto, y declarándoles la envidia deldemonio soberbio, que pretende con la idolatría suhonra, y la muerte eterna de los que se la dan: ypidiólos que si tenían ídolos los exhibiesen ysirviesen de veras a Dios. En toda aquella tarde nole respondieron palabra en esta materia, y guarda­ron su lance para de noche, como gente que anda­ba en tinieblas. Estaba el religioso durmiendo,después del cansancio de su camino, sermón y ora­ción, cuando entraron en su aposento muchos In­dios con ocotes encendidos en las manos, cuyocapitán era uno llamado don Alonso, que era elprincipal entre ellos, y el mayor idólatra de todos,en cuyo linaje había siempre sacerdotes de los ído­los, que ellos llaman Viganas, que quiere decir elque guarda los dioses. Así llamaban también a losniños que servían en el altar, y ofrecían incienso ycopal o Anime a los ídolos. Algunos de estos Viga­nas quedaban de tal fuerte señalados y dedicadospara este oficio, que no solamente los circuncida­ban y retrajaban, sino que les dejaban imposibilita­dos para la generación, pareciéndoles estareverencia de su altar. Desventurado martirio enservicio del demonio. En recordando el religioso,se llegóél el donAlonso,y con toda humildadfingidale ofreciócantidad de joyasde oro y piedras de valor,y le dijo, que todo el pueblo le rogaba se sirviesedeaquel presente, y les bautizase los niños y casase losadultos, y se fuese a otro pueblo en diciendo Misa

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en aquel. El religioso mostró serlo en la respuesta, yarrojó el oro y piedras y les dijo que no venía sino abuscar a sus almas perdidas; que le descubriesensus ídolos, y se volviesen de veras a Dios, porquehasta que lo hiciesen se había de detener en elpueblo. Salieron los Indios confusos y tristes, y almomento se fue a la Iglesia un hijo de don Alonso, ysacrificó al demonio sangre de la lengua y de lasorejas, pidiéndole que el fraile no atinase con losídolos ni los destruyese. Quiso Dios que el Naguatatoo intérprete que el fraile llevaba consigo, vio estesacrificio que el muchacho hacía, y lo vino luego adecir al religioso. Levantóse al punto de la cama. Yyendo a la Iglesia halló al malhechor con la sangrefresca; y examinándole, declaro que pedía a susdioses favor y secreto. Preguntando que cómo hacíasacrificios al demonio en la Iglesia y templo de Dios,respondió que su padre había mandado que sepusiesen los ídolos debajo del altar mayor, paraque cuando ellos acudiesen a visitarlos y honrar­los, entendiesen los frailes que era su devoción conel Dios de los Cristianos. El religioso fue al altar ysacó los ídolos, reteniendo al declarante para quedescubriese donde había otros. Vino con prestezael padre este Vigana, y pidió a su hijo amenazandocon la huida de todo pueblo al monte, o con otromayor mal. El fraile lo despidió con reprensión,dándole Dios esfuerzo y fortaleza, porque su natu­raleza harto temía no le quitasen aquellos idólatrasla vida, aunque fuera bien empleada en aquellaempresa. El resto de la noche gastó pidiendo soco­rro a Dios y su intercesión a la madre de Piedad, decuyo rosario era muy devoto. Cuando fue de díavino el fiscal de la Iglesia (que es como mayordo-

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mo) y dijo al religioso, que si deseaba saber verda­des, mandase poner alVigana cuestión de azotes, yque descubriría grandes secretos. Hízole y el Indiodeclaró como había ídolos enterrados debajo delaltar, y casi todo el pueblo idolatraba, guardandoídolos en sus casas, acudiendo a un cerro, que esta­ba una legua del pueblo donde había grande canti­dad de ídolos. Este engaño de disimular los ídoloscon las cosas de Dios fue muy universal en toda latierra. En la nación Mixtecase hallaron ídolos deba­jo de cruces que estaban en el patio de Cuextlauac,y en el de Tlachiaco el año de mil y quinientos ysesentay seis.Enel pueblo de Xilotepecde la naciónMexicana,quiso el guardián de SanFranciscoalentarla devoción que aquel pueblo tenía con una cruzque estaba cerca del convento, y viendo que cadadía estaba delante de la Cruzhecha una calle, dijo alos Indios que hiciesen allí una Emitade SantaCruzy pareciéndole muy acordado hacer laErmitade estaSanta Cruz en su pueblo, se quiso hallar la trancaque se daba para abrir los cimientos. Mandando elguardián que se abriesen por cierta parte, lo repug­naron los Indios tan fuertemente, que su muchaporfía ofreció misterio: y abriéndose por fin pordonde ellos no querían, se descubrió una mina fal­sa, donde había muchos ídolos y sacrificiosque seles habían hecho, y se conoció que la curiosidad ydevoción que parecía en reverencia de la SantaCruz,había sido en servicio del demonio. Hízose la Ermi­ta con más cuidado, y (a lo que se entiende) no hahabido más idolatría en aquel pueblo. En el deComaltepec proseguía su descubrimiento el religio­so, y mandando al Indio, y a su padre don Alonso,que le llevasen al cerro donde estaban los ídolos, se

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pusieron todos en camino. Después de haber pasadoalgunas cuestas muy grandes y penosas, siguiendola vereda de esta senda estrecha, se hallaron sincamino, porque de propósito le había dejado elVigana, porque otra vez no lo acertasen. Enojóse elfraile, y el don Alonso le prometió de ponerle prestoen la cueva de los ídolos, y así lo hizo. Al pie de unasgrandes peñas estaban cavados unos selteaderosadonde ellos comían y bebían hasta embriagarse,cuando venían a sus sacrificios; y debajo de la peñase mostraba una boca estrecha, que era la puerta dela cueva. Mandó el fraile a un hijo de don Alonso,que entrase y sacase los ídolos. El Indio se desnudópara entrar (tal estrecha era la entrada) y sacó cuatroollas grandes hechas a posta para esto, y pintadasen contorno de culebras, sapos, lagartijas, y otrosanimales inmundos: los ídolos que estaban adentroeran varias figuras toscas, hechas en piedra y debarro, aunque los más eran de piedra, de el largo demedia mano, otros de una. Las figuras eran de de­monios, de hombres, de mujeres, de sapos y demonstruos. Algunos ídolos habían de papel llenosde sangre de los sacrificios, y de pelos de venado.Entiendo que habían más ollas de cuatro, le mandóel fraile que volviese por más, y dijo que no las había.Entró en su búsqueda el Indio Mexicano que iba porintérprete, y volvió diciendo, que no hallaba caminoni ídolos. El fraile se determinó a entrar, gateandocon harta dificultad, entró por la boca de la cueva;sin recelar que podían taparla los idólatras y dejarleadentro. Anduvo buscando ídolos, y no halló sinogrande cantidad de murciélagos, que andabanrevoloteando de una parte a otra, con un ruido queparecían demonios, y debían de serlo. Estaba el lugar

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obscuro y caía de lo alto una mollina de aguamenuda, y el buscador no sabía por dónde había deir:y al fin se volvió a la puerta, y tornándose a vestirse puso en camino para laVilla,con las cuatro ollasde los ídolos. En el camino comenzó a llover,y dijoel Cacique don Alonso a sus hijos, que cubriesen asus ídolos, no se mojasen. Todavía le parecía alpobre idólatra, que era menester tratar conreverencia a los ídolos que se dejaban ultrajar, sintener autor que los defendiese; si ya no era suceguera tanta, que creyese que el agua podíaofenderlos, siendo cosas insensibles.Todo el puebloestaba a la mira de lo que sucedía a los que iban a lacueva; y cuando vieron traer las ollas de los ídolosgenerales, fueron todos a sus casas con presteza, ytrajeron los ídolos particulares que tenían; yarrojándolos en el patio de la iglesia se hizo unmontón de ellos. Algunos habían muy pequeños, yotros como los de las ollas, y todos feísimos.Traje­ron cantidades de piedras y cuentas que les ofrecía,y todo se juntó para quemarlo a vista del pueblo,como se hizo. Abrasáronse los ídolos de papel y demadera, pero los de piedra quedaron enteros, aun­que ahumados: y mandólos guardar el fraile en sucelda, para quebrarlos a la vuelta. Luego que elreligioso salió de este pueblo para otro, entraron enéste tres Españoles, buscando aquellos ídolos: yviéndolos entresacaron las piedras de sangre, y dehijaday cornerinas que le parecieron mejores;y ala­bándolas y estimándolas,se las llevaronconsigo.Losindios se escandalizaron de que los Cristianoshicie­sen estimay se llevasenlo que los frailesles quitabana ellos y les decían que eran demonios. El fraile sefue a Chuapa, donde había muerto el sumo sacer-

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dote de los Viganas, llamado Coquitela, que se teníapor hijo del sol; y había sido sepultado de nochepor los Viganas, que le pusieron en el sepulcro can­tidad de oro, y algunas indias vivas que le hiciesende comer para el camino. Nunca esta sepultura havenido a noticia de Españoles, aunque se han he­cho a grandes diligencias. Tampoco aquella vez sedescubrieron los ídolos; porque estando el frailediciendo Misa, llegaron a este pueblo los que ha­bían cogido las piedras en el otros, y dispararon unarcabuz en la placa cuyo sonido fue bastante parasacar a los Indios de la Iglesia y de sus casas; y sefueron huyendo a los montes. Tanto temían un ar­cabuz acordándose de su conquista. El fraile cuan­do acabó su misa y se halló solo y sin poder hacerfruto en ese pueblo, pasó a otro llamado Malinalte­pee, adonde se habían hecho algunos sacrificiospúblicos al demonio. En tres días que allí estuvo sedescubrieron muchos ídolos como los pasados; yse abrió la sepultura del padre del Cacique, y sesacó algún oro que se fundió después para las cam­panas que hoy están en la villa, y se halló un ídolomuy grande, aunque de papel pintado, y estaballeno de idolillos chicos, y de plumas verdes y colo­radas, y de sangre de los Indios y de brutos. Esteídolo estaba en el patio de la Iglesia, donde habíaespañoles y Indios mirándolo: y sucedió una cosanotable, donde quiso Dios que aun los brutos sinrazón se mostrasen indignación contra el ídolo. Unode los españoles disparó un arcabuz para derribarel ídolo, y no lo acertó. Otro le tiró un jara, y tam­bién erró el tiro. Otro quiso derribarlo de una cu­chillada , y estaba tomada la espada y tan pegada ala vaina que no la pudo sacar. Llegóse entonces el

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religioso al ídolo y dándole con el pie la derribó: yal momento arremetieron a él siete u ocho perrosque allí estaban, y con grande furor y rabia la hicie­ron menudas piezas. No era muy fuera de la pro­vindencia de Dios, que los que estaban buscando larebusca de los ídolos, no tuviesen manos para ellos;y que los animales brutos acertasen mejor que loshombre, que en dar escándalo andaban errados.Escarmentando el fraile en lo pasado, y queriendoquitar la ocasión: hizo moler en menudas piedrastodas las piedras y volar los polvos a vista de todo elpueblo ],..]

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Santos y demonios en laevangelización agustina

FRAY JUAN DE GRIJALVA

La primera crónica impresa de la provincia agustina de México(1624) fue obra de fray Juan de Grijalva (1580-1638), criollocolimense que utilizó para su texto las relaciones de fray Alonsode Buiza y de fray Francisco Muñoz, obras escritas en la centu­ria anterior y hoy desaparecidas. Al igual que Mendieta, Grijal­va alimentó una visión de la Edad Dorada de la evangelizaciónnovohispana desarrollada por frailes angélicos sobre indios dó­ciles; sin embargo, difiere del cronista franciscano en su afán denarrar hechos sobrenaturales: violentas luchas contra las fuer­zas infernales, apariciones de ángeles y milagrosas curaciones yprodigios realizados por frailes o por imágenes como la Virgende los Remedios o el Santo Niño de Zebú en Filipinas,

Grijalva también difiere de Mendieta y de los demás cronis­tas franciscanos en cuanto a su tratamiento del indio prehispá­nico; como en todas las crónicas agustinas y en la mayoría delas dominicas, las menciones al mundo anterior a la conquistason vagasy retóricas, no hacen diferenciación entre los puebloscivilizados de Mesoamérica y los chichimecas norteños y a to­dos se les aplica el estigma de lo demoniaco y lo bárbaro por seridólatras. La novedad de Grijalva consiste en que su mirada so­bre las misiones se amplía hacia el futuro promisorio que seabre en Asia; la evangelización de las Filipinas iniciada por suorden es vista como una continuación de la labor agustina enAmérica.

En los capítulos seleccionados para esta antología se hablade un pasado idealizado y luminoso, obra de unos frailes queson como héroes culturales fundadores de pueblos y civilizado­res, pero también como guerreros infatigables que luchan contralas fuerzas demoniacas. Estavisión contrasta con la que el mis­mo autor tiene de su presente, cargada de tintes pesimistas ypolémicos. EnGrijalva la defensa de los indios se ha olvidado yahora su pluma se dirige sobre todo para quejarse de la discri­minación de que son objeto los criollos y de los abusos de losobispos contra los frailes. Grijalva, que escribe ya en el siglo

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XVII, es un autor que muestra claramente que las inquietudes ylos intereses de la centuria anterior se habían modificado demanera sustancial.

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Libro 1,Capítulo/X[...]Había dos leguas de México un pueblo que sellama Santa Fe, fundado de los indios que ya con­vertidos querían vivir vida más perfecta al modoapostólico, y como en vida religiosa; al cual veníanlos indios de diversas partes con todas sus familias;y eran ya tantos, que pasaban de doce mil los veci­nos. Fue autor de este santo instituto el LicenciadoVasco de Quiroga, Oidor de la Real Audiencia deMéxico,y persona de gran celo y cristiandad, des­pués fue dignísimoObispo deMichoacán.Estegranvarón compró todas aquellas tierras de la redondade Santa Fe, que son muchas y buenas, y dabadestas tierras a los que allí se recogían para que allísembrasen, y cogiesen, lo que parecía ser suficientepara el sustento de sus familias,y que lo restante deltiempo lo gastasen en ejercicios de perfección. Demanera, que aquellos indios imitaban en algo a losreligiosos viviendo de tierras comunes, y ocupán­dose en oración, y vida más perfecta.

Aquí pues fue a fundar convento el Padre frayAlonso de Borja, que fue como maestro de novi­cios de estas nuevas plantas, porque sin duda eratodo el pueblo un convento, donde se hallaríanmás de treinta mil personas, que profesaban vidareligiosa. Empezó el Padre fray Alonso a adminis-

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trarles los Santos Sacramentos, y a predicarles consu buen ejemplo, y con la aspereza grande de suvida. Porque en la lengua no estaba aún bien exper­to, y ya los indios no tenían necesidad de catecismoque era lo que el Padre Fray Alonso había estudiadoen México: pero prestó tanto cuidado en esto, y favo­recíales tanto Nuestro Señor a estos primeros minis­tros, que en breve tiempo les predicó no sólo el caminoancho de los fieles, sino la senda estrecha de losperfectos: enseñábales a rezar, cantar, y otros ejerciciosde la iglesia. Lo que restaba del tiempo gastaban enoración, y contemplación [...] la gente de suyo esceremoniática y puntualísima en la ejecución de lasórdenes que se les dan acerca del culto exterior.

En amaneciendo se juntaba todo el pueblo yrezaba la Doctrina Cristiana, dedales misa y predi­cábales todos los días; en acabando, que no eratemprano, se iban a sus casas a comer bocado; yluego los que tenían que hacer en su labor se ibana ella, los demás se volvían a la iglesia; unos aaprender la doctrina, otros a enseñarla: de modoque todos estuviesen ocupados en obras virtuosas;a la oración se juntaban todos por barrios en todaslas esquinas, donde había cruces altas, y siempreadornadas de juncia y flores: donde cantaban ladoctrina, y luego pedían a Nuestro Señor les tuvie­se de su mano, para que aquella noche no le ofen­dieren; y de aquí tuvo principio la ceremonia quedespués se estableció en toda la provincia de can­tar la doctrina por barrios de noche en la esquinasy por la mañana en la iglesia. [...] Todos los vier­nes ayunaba todo el pueblo, y había disciplina secaen la iglesia a prima noche después de haber dichotodas las oraciones. [. ..]

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Estaba contentísimo el Licenciado Vasco deQuiroga viendo puesto en ejecución su deseo y tanlucida su obra. Exhortaba a los naturales a que pro­siguiesen con la vida comenzada, que amasen yrespetasen mucho a sus ministros, y que le obede­ciesen en todo como si fueraun ángel del cielo.Todoel tiempo que podía, huía de los negocios de laAudiencia y se iba a Santa Fé, dándole a la oración,y a otros ejerciciosvirtuosos: edificó allíuna casa enun nacimiento de agua, la que va a la ciudad; quepor el sitio y disposición de ellas, y por la memoriade tan espirituales varones, como allí han estadolevantan el espíritu y causan particular consuelo atodos los que entran en ellas I...]

Edificó un hospital de la cuna en este mismopueblo de Santa Fe donde los indios que quisiesenasí de la ciudad de México, como de otra cualquie­ra parte, pudiesen llevar sus hijos para que allí selos criasen. Moviósea esta obra porque se hallabanmultitud de niños ahogados en las acequias, y muer­tos por las calles. Discurríasevariamente sobre estecaso; porque no se hallaba cierta la causa. Algunosdijeron que hacían aquello los indios, desesperadosde la bajeza, y servidumbre en que se veían despuésde conquistados: y así daban la muerte a sus hijos,viendo que nacían para tan tristevida. Pero sin dudano era esta la causa, como después pareció. Loquelos movió era, que por no tomar trabajo las madresde criar a sus hijos les daban muerte; tanta era lafiereza, y barbaridad de esta gente, averiguó estacostumbre este gran varón, y para remediar tangrande mal; edificó este hospital, y dio aviso en todala tierra; que la madre que no quisiera criar a sushijos los llevase a aquel hospital donde se criaban

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con gran cuidado y regalo, dándoles leche, de co­mer, y de vestir todo el tiempo que era necesario.

Junto a este hospital, hizo un colegio donde losmuchachos y adultos aprendían a leer, y escribir,canto llano y canto de órgano y todo género deinstrumentos musicales; para que en aquella iglesiay en muchas otras, fuera Nuestro Señor servido yalabado. De modo que era como seminario de in­dios, que habían de servir a las iglesias [...]

Capitulo.XXAquí entraron nuestros religiosos buscando almas,y al fin lo hallaron todo, porque ahora tenemos enesta Provincia ilustrísimosconventos. Hacía su asis­tencia el Padre fray Alonso de Borja en Atotonil­co, y desde allí corría todos estos llanos hasta lasierra de Tututepec, donde la naturaleza puso lin­des y términos mudándose en todo y por todo.Pero la caridad que abarca más y nunca se estre­chó con ningún límite, hizo que en esta ocasiónpasase el Padre frayAlonso de aquellos límites pe­netrando toda la tierra.Porque corríatambién en ellala lengua otomí entre otras cuatro, que tambiéncorren por sus confines. Esta fué la más arduaempresa de todas, porque a la dificultad de la len­gua y a la rudeza de los indios se añadía la asperezade las sierras, que son fragosas, montuosas, ylluviosas con extremo. Añadíase a esto una granmultitud de fieras que andaban por aquellas espe­suras haciendo tan grande daño en los indios, queahora ya en nuestros tiempos hubo año que murie­ron en sus garras más de doscientos cincuenta in­dios, de que se hizo información con el fin quedespués veremos.

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Corría entonces opinión, y hasta ahora correentre muchos, de que aquellos tigres y leones eranciertos indios hechiceros, a quienes ellos llamabannahuales; que por arte diabólica se convertían enaquellos animales y hacían pedazos a los indios: oya por vengarse de algunos enojos, que les habíandado: o ya por hacerles mal: condición propia deldemonio y efecto de su fiereza.De esta arte diabóli­ca se vieron algunos rastros en nuestros tiempos,porque el año de 79, siendo muchos los daños yvehementes las sospechas, apretaron a muchos in­dios y ellos confesaron su culpa y fueron ajusticia­dos por ello.Con todas estas experiencias y pruebasha habido muchos que duden en estas transforma­ciones, y dicen que como aquella tierra es montuo­sa cría todas estas fieras, las cuales encarnizadashacían tan grandes daños. Y que haberse persuadi­do los indios a que eran los hechiceros transforma­dos en ellas, era poca capacidad: y haber confesadoaquellos miserables tan grave delito nacía de fla­queza en la tortura confesando lo que no habíanhecho y padeciendo muerte por delito que no ha­bían cometido [...]

Loque másordinariohace el demonio con estoshechiceros y con las brujas es que ellos se quedandurmiendo en su casa o en otra parte oculta, y queallísueñen susantojosy desvaríosque sevolvióleón,que va por tal camino, que encuentra con tal indio,y que hace esto y aquello; y a la verdad ni ha salidode su casa, ni ha hecho nada: el demonio es el quesale al camino, el que entra en el aposento y el queejecuta todo el sueño del hechicero: no porque ver­daderamente se vuelva león o demonio, sino por­que lo pinta en la fantasía del que lo encuentra; y así

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se viene a reducir todo a la imaginación. Pero ¿quéimporta que sea aparente la figura, si los daños quehace son verdaderos y reales? Porque verdaderamen­te quitan la vida al pobre caminante o al que másdescuidado duerme por manos de aquel leóninfernal, cuyas garras siempre quisieran despedazaral inocente [...]

Juzgue ahora el lector, que por el uno o el otrocamino que esto se hiciese era la más peligrosaempresa la que nuestros religiosos acometieron enestas montañas y más para temer de cuantas losministros evangélicos habían experimentado, por­que además de la dificultad que tendrían en arran­carla de los pechos de aquellos indios hechiceros,todo el resto del pueblo estaba tan amedrentadoque no los osaban enojar, porque en ninguna parteestaban seguros. Y los mismos ministros evangéli­cos podían temer algún mal suceso si no fiarantanto en la providencia divina que los tiene en suprotección y amparo. Y para consuelo de los mi­nistros evángelicos contaré aquí un caso que a míme contó no ha doce años un religioso de mi Or­den, gran ministro de aquella sierra de Tututepec ygran lengua otomí y totonaca.

Testificaba que había confesado un indio deTemapachi en la Provincia de Tamiahua, el cualhabía muchos años que usaba de esta arte diabóli­ca, y habíase arrepentido de su pecado, y vino abuscar su remedio a aquel convento por un casonotable que le sucedió. Fue el caso que estaba porbeneficiado en el pueblo de Temapachi un clérigovarón virtuoso y celoso de la honra de Nuestro Se­ñor, aunque de muy dura condición (según el indiodecía), y no debía de ser sino que reprendía y

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castigaba sus vicios y por esto le aborrecía. Deter­minóse este indio a quitarle la vida, como la habíaquitado a otros, transformándose en perro o en otroanimal doméstico hasta entrar en su aposento cuan­do el clérigo durmiese y quitarle allí la vida. Dosnoches acometió a entrar a su aposento con diver­sas transformaciones y ninguna de ellas pudo en­trar, porque estaban a la puerta dos indiosmancebos y de muy hermoso rostro, que leguardaban la puerta y le amenazaban de muertepor todas las veces que acometía entrar. Bienpueden dormir seguros con tal guarda; que si todoslos hombres tienen un ángel de guarda, vulgarmentese dice que los prelados tienen dos: y aunque paraesto ni hallo testimonio de santo, ni razón queconvenza, a la puerta de este beneficiado los veo yla piedad me mueve a que crea todo lo que seendereza a mi bien [...]

Capítulo XXIIEl Padre fray Antonio de Roa luego que se volvióde la sierra comunicó su espíritu con el Padre Pro­vincial; y debióle de dar tan buenas razones quealcanzó licencia para volverse a España: y porqueentonces no había embarcación se fue a Totolapaen el Marquesado a esperarla. Halló allí el númerode los fieles muy crecido, la fe de los indios muyviva, y por esto los religiososmuy alegres, no por­que descansasen ya de sus inmensos trabajos; queel labrador cuando coge, no trabaja menos quecuando siembra; pero trabaja con gusto y con alien­to. Asíhalló aquellos religiosos solícitosen enseñarla doctrina, bautizar catecúmenos: de que el santovarón tuvo santa y piadosa envidia: tocó con las

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manos lo que antes había entendido mal, y quedópersuadido a que los indios ni eran incapaces de ladoctrina, ni se daban al aire las voces, sino que sesembraban en tierra fértil, donde se cogían copio­sísimos frutos. Estaba en aquel pueblo un mestizocon quien el santo varón empezó a comunicar co­sas de la lengua mexicana y como con luz infusaempezó a hallar facilidad en ella, copia y elegancia.Y séase por la buena ayuda que allí tenía, o porqueDios le quiso abrir entonces los tesoros que antes lehabía cerrado, el santo varón supo con facilidad lalengua y cobró tanto amor a los indios, y tan grangusto en su administración, que propuso de tomarla sierra y ofrecer a Nuestro Señor sus fuerzas y suvida en aquel ministerio. Comunicólo en aquellajunta que se hizo el año de 38 y con gusto de todosy con al bendición de su prelado tornó a asaltaraquellas encumbradas sierras de que ya una vezhabía sido repelido.

Puesto allá, y entendida la esquivez de los in­dios, y la causa que había para ella, que eran lascontinuas pláticas y fieras amenazas del demonio,quiso coger el agua en su fuente y hacer la herida enla cabeza declarando la guerra principal contra eldemonio. Empezó a poner cruces en algunos lugaresmás frecuentados del demonio, para desviarlo de allíyquedarse señor de la plaza. Sucedía como el santo loesperaba, porque apenas tremolaban las victoriosasbanderas de la Cruz, cuando volvían los demonios lasespaldas y desamparaban aquellos lugares. Todo estoera visible y notorio a los indios, porque (como decía­mos) hablaba el demonio con ellos familiar y visible­mente. Y como veían que desamparaba su antiguaposesión, y era fácil de entender que era más fuerte el

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que levencía,y que lospodríadefenderde susamena­zasel que con tantafacilidadlo ponía en huida.

Entrelos indios dura hoy la tradición de un casoraro, que por grande se ha venido derivando depadres a hijos, y es que, en el pueblo de Molangohabía un ídolo famoso que se llamabaMola, el cualhabían traído de Metztitlánmucho tiempo había, yera tutelar de todas aquellas sierras, príncipe y ca­beza de todos los demás ídolos. Y así tenía alrede­dor de su templo gran número de casas de lossacerdotes y mucha otra gente, que servían en sutemplo. Aeste acudían de todas aquellas sierras conofrendas y solemnes sacrificios,y él daba familiaresrespuestas y oráculos, con que toda la multitud lerespetaba y servía muy de corazón. Echó de ver elsanto fray Antonio de Roa que estaban aquí losnervios y fuerzas de la guerra, y que serían bienreducirla a singular certamen. Fuese allá acompa­ñado de los indios que tenía ya a su devoción, queno eran pocos. Citó para el caso a los sacerdotesdel ídolo y a toda la multitud, que por curiosidadse convocó al espectáculo: a lamanera que el Profe­ta Elías en aquel solemne desafío (llamémosle así)que hizo a los sacerdotes del ídolo Baal, hizo nues­tro campeón la misma plática del Profeta a todosaquellos indios, y para dejarlos del todo desenga­ñados, se llegó al ídolo y le preguntó quién era yque dijese él mismo si era Dios o criatura suya.Respondió el ídolo con voz triste y dejativa que noera Dios, sino criatura la más vil y miserable detoda la naturaleza, porque aunque la había criadoDios noble y rica, por su culpa estaba despojadode todas aquellas gracias y ardía miserablementeen el infierno. A esto le replicó el Santo Roa, dime

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los padres, los abuelos y todos los ascendientes deestos indios que te han adorado ¿dónde están? Res­pondió entonces con voz terrible y fiera (de quepa­rece que se estremecían los montes): todos están enel infierno ardiendo, porque negando la adoraciónal verdadero Dios me la daban a mí. Entonces lemandó el santo Roa que dejando aquel ídolo depiedra dejase ya de engañar y dar respuesta a aque­llos miserables indios. Y volviéndose a ellos les hizoun fervoroso sermón, y movidos los indios con louno y con lo otro arremetieron al ídolo y lo hicie­ron pedazos. Y allí en aquel mismo lugar se hizo laprimera iglesia, que era pequeña; con que nuncamás volvió el demonio a aquella su antigua pose­sión. Después se mudó la iglesia, y la pusieron en ellugar donde hoy está, porque es más alto, y másacomodado para el asiento del pueblo. Esto que hecontado es de relación de los indios, que por tradi­ción de sus padres lo refiere por cosa indubitable.

año de 64, aunque en estas dos no peligraba lavida. El año de 76 padecieron un pujamiento desangre, de que murieron muchos: y en otro saram­pión que padecieron el año de 95. Y al fin toda lavida los experimentan padres en lo temporal y es­piritual, curándolos de sus enfermedades, conso­lándolos en sus aflicciones, socorriendo susnecesidades, de la manera que un padre acude asus hijos.

En el reino de Michoacán se fundaron todoslos conventos de nuestra Orden con su santo esta­tuto: que arrimado a las iglesias y a los conventosestán edificados hospitales, donde traen todos losindios que enferman, de cualquiera condición quesean, y allí son curados y regalados mucho mejorque en sus casas. Allí están los religiosos la mayorparte del día hechos hospitaleros y médicos. Pororden suya se curan, por sus manos comen, y siem­pre les están haciendo compañía, con el mismoamor que un padre hiciera a sus hijos. Allí están ala mano para administrarles los santos Sacramentosy para todas estas obras pías, que quedan dichas[. ..]

Yo oí decir a uno de los mayores ministrosdenuestro tiempos, que averiguó que los indios taras­cos, desde el día que los oleaban, se daban por des­pedidos de lavida,y desde aquel punto no hacíanyaremedios para la vida, ni comían un solo bocado,persuadidos a que contraveníana la ordenacióndivi­na, el día que procuraban la vida después que con laextremaunción estaban preparados para la muerte[. ..]

Loque ayudó mucho a estas fundaciones, y elprincipal motor y patrón de santa obra, fue aquel

Libro JI,Capitulo IVAndaban los religiosos de casa en casa y de puebloen pueblo, confesando, sangrando y curando a losenfermos. Hacían que los pocos que estaban enpie hiciesen de comer, y ellos por sus propias ma­nos se lo daban animándolosy exhortándolos a queprocurasen la vida para más servir a Dios y a queabrazasen la muerte, si era esa su santa voluntad.Bautizaban algunos que no lo estaban y acudían,en fin, a todo sin faltar a nada, con que se crió enlos indios un amor tan entrañable que los teníanpor padres. Lo mismo hicieron en un sarampiónque hubo el año de 63 y en otra enfermedad el

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santo prelado y singular varón don Vasco de Quiro­ga, primer Obispo de Michoacán, cuya memoria esrespetada de todos y cuya vida debieran imitar to­dos [.. .] De su renta fundó el famoso hospital de laConcepción, llamado Santa María y Santa Martha enPátzcuaro, para el cual alcanzó grandes jubileos eindulgencias y una cédula de Su Majestad, reservan­do a los indios e indias, que en el sirven, de tributoy servicio personal a título de hospitaleros.

Con este ejemplo, y por exhortaciones suyas,se fueron fundando en todos los pueblos hospita­les del mismo título [...l. El privilegio que Su Majes­tad <lió entonces a los hospitaleros, no sé si seextendió a todos, pero sé que se practica en todos,siendo reservados de tributo y servicio personaltodos los que en ellos sirven. Y entran cada sema­na fuera de estos seis indios y seis indias, que vo­luntariamente se ofrecen, y en los pueblos mayoresdoce indios y otras tantas indias: y en tiempo denecesidad más. Y esto con tanta devoción, que noes menester apremiarlos, como lo experimentamosen todos los demás repartimientos: y así son los másbien servidos, y de mayor regalo a su modo que hayen la cristiandad. Y la caridad que más se debe alabare imitar es la que tienen con los enfermos peregrinos,que, además de la cura y regalo que les hacen en loagudo de la enfermedad, luego que pueden, los llevande hospital en hospital, ya en hombros o yaacompañándole hasta su tierra, pareciéndoles que lamayor piedad para con ellos es volverlos a su patria. .

Para estas buenas obras les ordenan los minis­tros que trabajen de comunidad y todo el pueblohace sementeras de trigo y de maíz y las cogen congran fidelidad: crían ovejas y todo aquello que pue-

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de ser de interés para la sustentación de los pobres.Y está tan introducido esto, que los oficiales mecá­nicos que hay en el pueblo, como son herreros, car­pinteros y los demás, todos trabajan para el hospitaltales días, y los mercaderejos en sus tratos. Y enfin, en todo aquello que hay granjería tiene parte elhospital. Y así es el ordinario recibo pasados de milpesos y en algunos llegan a tres y a cuatro milpesos,que no son pocos teniendo el servicio de balde conotras muchas ayudas de costa: todo entra en poderdel prioste y mayordomo, de que dan muy buenacuenta[. ..]

Capítulo VHizo orilla el tiempo y empezó la peste a cesar yquedaron los indios tan obligados a los buenos ofi­cios que habían experimentado en los religiosos,queya de allí adelante no los tenían sólo por maestros,sino por padres conservadores y salvadores de surepública. Aprovecháronselos religiososde esta vo­luntad, y aprovecháronse del tiempo, que corría bo­nancible,y ya más desembarazado, porque por esteaño ya todos los indios estaban bautizados y bienenseñados, y así pusieron sus conatos en edificaral­gunas iglesiasy conventos, que hoy son ilustrísimos[. . .]

Ya queda dicho el cuidado que tuvieron aque­llos grandes ministros en reducir a pueblos aquellamultitud, que bárbaramente vivía desparramada enlas breñas y en las sierras. Tan ciega la razón, queni aun para esto, que tan natural es a los hombres,de vivir en repúblicas, no les alumbraba, y por ladiligencia de nuestros primeros ministros estaban yatodos en estos tiempos reducidos a pueblos tan bien

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fundados y en tan buena planta, que todos parecíanestampa de la gran ciudad de México, que es la máshermosa de las del mundo. Todos los pueblos encuadro y todas las calles con salida y aunque lascasas de los indios son pequeñas, todas ellas conluces de ventanas, cosa que ellos no usaban en sugentileza; porque el que más luz daba a su casa erapor una saetera que la dejaba a oscuras.

No contentos con ello, y ahora que se hallabancon más comodidad, ponían sus conatos enacomodarles e ilustrarles su República, y para ex­cusar a los indios de que no fuesen por agua lejosy que la tuviesen copiosamente, hicieron fuentesen las plazas encañando el agua para que corrieseviva y abundante. Y es cosa de consideración, quesin haber pesado jamás el agua, emprendían la obray salían con ella. Y así hay casi todos los pueblos,donde tenemos convento, hermosísimas fuentes yencarecen muchos todos las de Chilapán por serlas más hermosas del reino, de más viva y copiosavena, y que la trajeron de muy lejos y con muchadificultad: y que el que las trajo en su vida supo delarte, que fue el santo fray Pedro Juárez de Escobar.De donde se colige la grande ayuda que tenían delcielo, pues grandes artífices yerran estas obras pormomentos. Hacían llevar árboles frutales de Casti­lla, flores, verdura, ganados y todo aquello, al finde que carecía la tierra, para su hermosura, regalo ycomodidad. Enseñáronlos a sembrar trigo y aunmaíz, que ya ellos sembraban, y de que se susten­taban, les enseñaban a sembrarlo y cultivarlo conmás facilidad, en mejor tiempo y con mejor orden.Procuraban que supiesen los oficios mecánicos, queacá no sabían, enviándolos a México y poniéndolos

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con maestros, en particular aquellos de que habíanecesidad en aquel pueblo: y así hoy son famososlos carpinteros de embutido y taracea, y los borda­dores de todos los pueblos que están a nuestraadministración.Yaunque en esto hemos tenido grancomodidad para bordar los ornamentos de nuestrosconventos, los indios también tienen grande interésy honesta ocupación.

Dejo para otro capítulo los ejerciciosque tocana la doctrina y los que sirven al culto divino, y hequerido poner primero esto, que parecerá extrañode nuestraprofesión:y no lo era, porque alministeriodel Evangelio siempre se debe suponer la policía,como a la gracia se supone la naturaleza; y comoentonces los indios la tenían, ni había otro que laenseñase, fue todo obra nuestra. Ypor concluir contodo aquello que toca a la naturaleza, digo que hastahoy los ministros hacen oficio de padre: y así sonjueces que amigablemente componen las injuriasycastigan como padres sus yerros, aunque no toqueal fuero eclesiástico, y aunque sobre esto he vistoalgunas veces quejas de las justicias secularesdiciendo que usurpan los ministros jurisdicciónajena: no sé con cuanta razón lo hagan, porquecuando los religiosos hacen estos oficios no soncomo jueces, sino como padres. Yde lamanera queun padre puede azotar a su hijo, y un tutor a sumenor, bien podrá un religioso a título de padre yde tutor castigar a los indios: pues por su cortacapacidad nunca salen del poder de tutores. Y sóloquien sabe el uso de la tierra y conoce la capacidadde los indios y el celo con que los ministros hacenesto, sólo éstos pueden aprobar la costumbre. Yasila reprueban ordinariamentelosprelados que vienen

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de Castilla, pareciéndoles cosa dura que un religiosoazote y prenda a un indio por delito que no eseclesiástico [...]

Concluyamos esta materia con el cuidado quelos ministros ponen en la hacienda de los indiosdifuntos, dividiéndola entre sus herederos, si lostiene, sin litigios ni trampas: pero porque lo ordina­rio es no tener hacienda, procuran acomodar la causade la viuda y de los huérfanos para que no sientandesamparo o ya con deudos, o ya con indios ancia­nos, o ya con la misma iglesia, si son varones. Eneste caso pudiera contar muchos, que cada día ex­perimentamos, donde parece que la piedad halló sucolmo. Pero a todo me parece que se satisface condecir que los religiosos no sólo se tienen porministros del Evangelio entre los indios, sino que setienen por sus padres, y tutores.

Capítulo VICon lo que más ilustraron el reino, y en lo quemostraron la grandeza y generosidad de sus áni­mos, fue en la fábrica de los templos y conventos,testigos a la posteridad de la opulencia del reino ydel gran número de indios que entonces había, puesaún después del cocoliztliquedaron manos para tansoberbios edificios,tan fuertes, tan grandes, tan her­mosos y de tan perfecta arquitectura, que no nosdejó más que desear. En los templos tantos y tangrandes retablos, tanta riqueza en las sacristías,tan­tos instrumentos músicos en los coros, que cadauno representa la majestad de una muy rica, y an­tigua Catedral [...]

En todos ellos hay escuelas, que caen al patiode la iglesia, donde se enseñan los niños a ayudar a

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misa, a leer y escribir, a cantar y a tañer instrumen­tosmúsicos.LaDoctrinaCristianase enseña siempreen los patios de la iglesia; porque como ha de sertan general para todos, es bien que el lugar seapúblico. Allíse dividen por los ángulos, a una partelosvarones y a otra lashembras, y unos indiosviejos,que les enseñan según la necesidad. Solía ser doshoras por la mañana y dos a la tarde: ya parece quebastan las dos horas de por la mañana. Y con estecuidado salen todos muy bien enseñados en ladoctrina, en la cual examinan rigurosamente antesde casarlosen laCuaresma,cuando se llegael tiempode las confesiones [...]

Losdomingos y fiestas de guardar se junta todoel pueblo en lo_spatios de la iglesia, donde hayárboles, que hagan sombra; y puesto allí por sushileras los indios a un lado y las indias a otro, seestán rezando una o dos horas antes de empezar lamisa, a que asiste el gobernador y el fiscal y algu­nos alguaciles de aquellos barrios. Y luego sale unreligioso (porque esto no se fía de otro) y cuenta aver si falta alguno, y castiga al que ha faltado, si nole obligó ausencia enfermedad. A prima noche setornan a juntar todos los días los muchachos delpueblo varones y cantan la oración saludando a laVirgen,y luego las cuatro oraciones por las ánimasdel Purgatorio.

Lasmisas son solemnísimas, porque como que­da dicho es grande la riqueza del altar y mucha lamúsica del coro. Ningún convento hay donde nohaya órgano, y para que no falte organista tienencuidado de que se críe algún mancebo de los queya son cantores, en la ciudad de México, donde lossustentan de comunidad y pagan al maestro. En

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todos hay ministriles, y para esto no es menesterenviarlos a México, que unos a otros se enseñan.Ningún pueblecito hay de veinte indios, donde nohaya trompetas y unas flautas para oficiar la misa.

De aquí nace que las Pascuas y días principa­les son en la cabecera o convento las más alegres ysolemnes que se pueden pensar: y así las procesio­nes admiran a todos los recién llegados a esta tierra:porque en todos los pueblos de visita hay una ima­gen de talla, en sus andas doradas, de la vocación,dentro de un mismo pueblo, cada barrio tiene suvocación; que corresponde a las parroquias de Es­paña. Y todos tienen también otra imagen de estadevoción: pues el día que ha de haber procesióngeneral acuden los indios de todas partes, todos traensus andas con un estandarte y la música de aquelpueblo. A la manera que acuden a las catedrales lascruces de las parroquias en las procesiones generales.Y como son tantas las andas, los estandartes, las lucesy las trompetas, es la cosa más alegre y más suntuosade cuantas goza el reíno l. ..]

En todos los conventos hay cofradías de lasÁnimas del Purgatorio cantando una misa los lunespor todos los difuntos, y otra de nuestra Señora,cantando todos los sábados otra misa por los vivos.Dejo otras particulares devociones de algunos pue­blos; porque aquí sólo pongo lo que es general entoda la Provincia y de ley inviolable. Las cofradíasde sangre y procesiones de la Cuaresma admiranciertamente a los que las ven; porque parece cosapintada ver el concierto y el silencio que hay enellas: tantas imágenes devotas, tantos pasos tier­nos, tanta cera, tantos estandartes, que con ser estereino tan rico y tan religioso en los españoles en

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esto de las procesiones todas dan la ventaja a losindios.

En el culto y reverencia de las imágenes sonextremados, porque lo son en todo lo que toca asumisiones y encogimiento, y en las ceremoniasnimios; y así en materia de religión, ya que no so­bran, en nada faltan. Y como siempre están debajode la disciplina, son puntualísimos en observar loque una vez les enseñan. Los que sirven en el Altary los que asisten en la iglesia están con tan gransilencio y puntualidad, que es la mayor hermosurade lo visible. Fuera de esto, en sus casas, todos losque pueden, tienen un oratorio con grande limpie­za y decencia. Allí tienen muchas imágenes segúnsu posibilidad: para allí son las esteras de colores,las flores y los perfumes. Y es a saber, que un indioque en su vestido y comida no tiene ánimo de gas­tar dos reales, gasta con gran generosidad mil enuna imagen. Y siendo así, que para su vivienda notiene más de un aposento, que sirve de cocina, dedormitorio y de vivienda, hace otro más capaz paraoratorio. Y éste está siempre cerrado sin servirse deél, si no es para aquel ministerio. Estos oratorios sonde tan grande estimación entre ellos, que hacensolariega e ilustre una casa. Ymás si alcanzan a teneren encomienda alguna imagen de aquel barrio, oalguna de las que salen en las procesiones de sangreen la Cuaresma. Como si dijésemos el Ecce Horno,la Soledad, la Corona de espinas o la Túnica santa;que con esto queda ilustre y como solariega aquellacasa. Guardan el paso en su oratorio, y en llegandoel tiempo de la procesión le sacan los de aquéllafamilia con cera y adorno según su posibilidad. Y enesta materia tienen grandes pleitos y competencias,

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o ya por el lugar o ya por la sucesión, cuando muereel que la tenía. O si otro indio pretende aquel derechopor algún gran favor que tenga.

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