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SECCIÓN G ENERAL RELACIONES 106, PRIMAVERA 2006, VOL. XXVII

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SECCIÓN G ENERAL

R E L A C I O N E S 1 0 6 , P R I M A V E R A 2 0 0 6 , V O L . X X V I I

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R E L A C I O N E S 1 0 6 , P R I M A V E R A 2 0 0 6 , V O L . X X V I I

NTRODUCCIÓN

El siguiente estudio analiza tres factores que intervie-nen en la construcción de la identidad étnica teenek, asaber: la historia de su territorialidad, la tradición labo-

ral del piloncillo, y las relaciones interétnicas.1 Ahora bien, cómo pode-mos definir la identidad étnica si por su carácter vivencial necesaria-mente está expuesta a una constante reconfiguración por el influjo deideas, bajo el cual, los actores la interpretan una y otra vez en su calidadde referente para su adscripción colectiva.

I

* [email protected] Esta investigación sobre los productores de piloncillo de San José Peketzén, Tancan-

huitz formó parte del proyecto Etnicidad y Pobreza, el cual estuvo financiado y tuvo sucede en El Colegio de San Luis, A.C. La recopilación de los datos se concentró entre losaños 2002-2003.

Este estudio de caso analiza tres procesos que intervienen en la construc-ción étnica de los teenek o huastecos: 1) la tradición laboral como pro-ductor de piloncillo; 2) la historia de su territorialidad para justificar suprimacía en la región micropiloncillera; y 3) el papel protagónico de las re-laciones interétnicas, sobre todo en relación con sus vecinos los nahuas, enlas nuevas formas de construir su identidad étnica.

En este análisis nos interesa dar cuenta de la agonía de un oficio, el depiloncillero. En segunda instancia, analizamos la dinámica interétnica enla que se desenvuelven los teenek, en especial con los nahuas con quienesllevan a cabo de manera conjunta nuevas lecturas en torno a su identidadétnica y la delimitación de sus fronteras.

(Tradición laboral, identidad étnica, territorialidad, relación interétnica)

LOS TEENEK PRODUCTORES DE PILONCILLO DE SAN JOSÉPEKETZÉN, TANCANHUITZ: LA CONSTRUCCIÓN DE UNA

IDENTIDAD ÉTNICA EN LA HUASTECA POTOSINA

Patricia Moctezuma Yano*UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MORELOS

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Debido a esta dificultad para definir la identidad es convenienteatender las aportaciones de Barth, quien especificó que cierta organiza-ción social y la historia de rasgos culturales no son suficientes para defi-nir a un grupo étnico, ya que los grupos cambian o pierden sus tradicio-nes y prácticas culturales, y no obstante prevalece el sentido étnico. Loque realmente define a una identidad étnica, señala el autor, es el proce-so de autoadscripción mediante el cual un grupo humano seleccionaciertos emblemas culturales como distintivos de su singularidad para re-crear su sentimiento de pertenencia colectivo.2

En el caso de los teenek, la historia de su territorialidad se ha confor-mado como uno de estos emblemas distintivos; este grupo étnico defien-de ser uno de los más antiguos en la huasteca potosina, al menos frentea sus mayores rivales los nahuas, lo cual de acuerdo a su apreciación lesotorga cierta primacía frente a las otras etnias.3

Otro de sus emblemas es la apropiación del oficio de piloncillero. Setrata de una actividad cuya valoración no es sólo laboral. El pilón ha te-nido un papel importante como especialización ocupacional, misma queregionalizó un vasto territorio de la huasteca potosina. Se trata de unaactividad realmente familiar en la que de una u otra manera todos losmiembros toman parte. Lo más relevante de este oficio es su papel comotradición laboral que como cualquier otra tradición cultural tiene unahistoria de conocimiento, en este caso de carácter técnico y organizativo.Es una ocupación que se hereda de una generación a otra y por su valorcultural funge como un patrimonio cultural en la historia económica tee-nek; podríamos decir que dicha tradición tiene características de repre-

2 Cfr. Miguel Alberto Bartolomé, Gente de costumbre y gente de razón. Las identidadesétnicas en México, México, Siglo XXI, INI, 1997, 53 y 77.

3 La huasteca potosina pertenece a una macrorregión integrada por los estados deHidalgo, Querétaro, Veracruz y Tamaulipas e incluso algunos geógrafos señalan que, deacuerdo a una serie de criterios socioeconómicos, políticos, históricos, naturales (flora,fauna, tipo de suelos y climas semitropicales y tropical húmedo, orografía e hidrografía),la parte de la sierra alta de Puebla también pertenece a las huastecas. Sin embargo, exis-ten discrepancias en cuanto a la conceptualización de esta región; algunos estudiososdefienden su existencia, mientras que otros consideran este concepto como una herra-mienta metodológica y cuestionan la veracidad de los criterios para definirla (Jesús Ru-valcaba, coord., Nuevos aportes al conocimiento de la huasteca, México, Editorial UACH,CIESAS, INI, CEMCA, Instituto Politécnico Nacional, 1998).

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sentación social, si por esta entendemos una forma de conocimiento yexperiencia socialmente construidas.

De acuerdo con las aportaciones de Jodelet, una representación so-cial es un acto de pensamiento por medio del cual un sujeto se relacionacon un objeto; es una representación que siempre significa algo para al-guien, y por lo tanto no es una mera reproducción sino también un actode constante reconstrucción y creación colectiva; así por ejemplo, los tee-nek consideran al pilón como un proceso productivo de sus dominios, yademás es una actividad que con el paso del tiempo se convirtió en su“destino” y ahora forma parte de su lista de costumbres.4

Esta apropiación resulta por demás curiosa ya que los nahuas tam-bién hacen pilón aunque en menor proporción, como veremos más ade-lante, pero sobre todo debemos recordar que el cultivo de caña y la ex-tracción del melado son herencias de la conquista española.5

A pesar de esto, la apropiación del oficio del piloncillero vive en lanarrativa oral teenek, y como bien apunto Laszló, las representacionessociales se organizan narrativamente, siendo el pensamiento narrativo elque trata sobre la intención humana y la acción, así como las vicisitudesy consecuencias que marcan su curso; mediante las narraciones es posi-ble considerar como significantes las pertenencias grupales e institucio-nales que el hablante vincula espontáneamente a un objeto social parti-cular, en este caso, el apego de los teenek al piloncillo.6

Por último, vamos analizar el papel de las relaciones interétnicas enla construcción de la identidad étnica, la cual se proyecta en dos direc-ciones: una, respecto a otras dos etnias, nahuas y pames, y la otra, enrelación con los mestizos.

4 Cfr. Tania Rodríguez, “El debate de las representaciones sociales”, Relaciones 93, Za-mora, El Colegio de Michoacán, 2003, 65.

5 Originaria de Melasia, la caña de azúcar llego en 1480 a las Islas Canarias y de ahíllega a América por Cristobal Colón que la llevó a Puerto Rico y Cuba. Hernán Cortésfue quien la trajo a Nueva España. El cultivo de la caña y la producción del pilón en lahuaxteca potosina se concentró en el siglo XIX cuando la mayoría de los molinos eran demadera. Brigitte Barthas, “Los productores de piloncillo: crisis y disyuntiva (el caso de lahuasteca potosina)”, Chapingo, ORSTOM-CP, Universidad Autónoma de Chapingo, 1993,225-231.

6 Ibidem Rodríguez, 75

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La diversidad étnica en la región ha sido una constante y las relacio-nes interétnicas son distintas en cada momento histórico, hoy la más im-portante es la que mantienen con los nahuas; ya que ésta atraviesa todasla esferas de su vida, incluso penetra en el ámbito afectivo por la convi-vencia intensa y los enlaces matrimoniales entre etnias que se suman altejido de las redes sociales de parentesco y amistad.

Si bien, unos y otros reiteran constantemente sus diferencias étnicasy demarcan sus fronteras, también tienen un diálogo constante que abar-ca desde intereses prácticos de la vida cotidiana, por ejemplo, contenerun riachuelo para que no se desborde, hasta un intercambio de interpre-taciones de sus hábitos, prácticas culturales (medicina tradicional y ri-tuales), e intercambio de ideas en torno a sus referentes simbólicos im-plícitos en sus representaciones sociales (danza, música, sus creenciassobre el infortunio y la enfermedad, todas por cierto de sesgo mesoame-ricano), entre otras.

Este diálogo interétnico de alguna manera les ha permitido unificar-se para la solicitud de ciertas prerrogativas, llámese derechos humanos,servicios básicos, participación ciudadana, etcétera, y también se haacrecentado su convivencia cultural por efecto de la modernización.

En el caso concreto de la relación interétnica nahuas-teenek, observa-mos que hay constante desplazamiento de uno a otro plano, en un mo-mento dado, cada etnia enfatiza su diferencia y defiende cierta primacía,y en otras circunstancias, se unifican en torno a sus intereses comunes eincluso toman una postura política, como simpatizantes de cierto parti-do o asociación campesina en la región, el caso es que de algún modoproyectan una convergencia interpretativa de necesidades socioeconó-micas y culturales.

Nuestro interés por explicar el peso de las relaciones interétnicas enla construcción de la identidad étnica teenek, nos permitió vislumbrar lacomplejidad que encierra una convergencia étnica de esta naturaleza;aún después de este análisis prevalece la duda de si estamos ante unsimple encuentro débil y fragmentado en el que confluyen diversos inte-reses que con el vaivén político y económico se activa y sucumbe, o sirealmente se está perfilando de manera sólida y consistente algo asícomo una panetnicidad representativa de la huasteca potosina. Dejemosque los hechos en el futuro respondan esta duda, por ahora comencemos

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por saber quiénes son los teenek productores de piloncillo de San JoséPeketzén.

LA PRODUCCIÓN DEL PILONCILLO EN SAN JOSÉ PEKETZÉN: UN INDICADOR DE LA

DESIGUALDAD PRODUCTIVA Y ECONÓMICA ENTRE LAS FAMILIAS TEENEK

San José Peketzén pertenece a la cabecera municipal de Tancanhuitz deSantos a 50 minutos de a pie por la sierra. La entidad provee de serviciosbancarios, escolares y médicos, y además existen tiendas de autoserviciopara bienes específicos como: plomería, carpintería, gasolinería, etcéte-ra. Dicha cabecera se ubica en el corazón de la microrregión centro-surde la huasteca potosina y se le conoce como la zona citrícola-piloncillera.Otro contacto importante en la vida de los peketzeños es Aquismón,cabecera municipal que dista 35 minutos a pie por una brecha que in-tercepta la carretera federal, sitio donde se realiza el tianguis semanallos sábados y donde venden los frutos de sus huertos y adquieren lonecesario.

De acuerdo al censo del 2003 de la clínica COPLAMAR, San José Peket-zén tiene 762 habitantes, 393 hombres y 369 mujeres, y se registraron 254individuos económicamente activos sin especificar género ni educación,y según me informaron, se refiere al trabajo del pilón por ser la basesocioeconómica familiar.

La comunidad cuenta con 535 mil hectáreas de ejido; 380 mil fueronexpropiadas en el año de 1943 a Joaquina Trápaga de Meade y son terre-nos laborables para cultivos de temporal, y 155 000 se le expropiaron ala exhacienda de la Palmira, propiedad intestada de Eluterio de la Gar-za, y se trata de terrenos de agostadero y 80% son tierras de labor.7 El eji-do es la forma de tenencia que predomina y la mayoría de los peketze-ños tiene entre media y dos hectáreas, aunque existe una larga lista decampesinos en espera de que se realice el reparto ejidal pendiente pro-metido desde tiempos de Cárdenas.

7 Información obtenida del acta de posesión y deslinde del ejido de San JoséPeketzén que nos brindó el comisario.

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San José está en una región que en el siglo XIX se especializó en la pro-ducción del piloncillo, y si partimos del hecho que el azúcar refinadaaparece hasta principios del siglo pasado, entonces no es difícil imaginarla importancia económica del pilón y el aguardiente, el cual dejó de pro-ducirse hacia los setenta cuando Salubridad canceló muchas destilado-ras caseras.

Actualmente el pilón se considera el pilar del sustento familiar y suproducción descansa en el seno doméstico. A pesar de su importancia nose suma a la lista de los alimentos para el autoconsumo, ya que se tratade un piloncillo color prieto que contiene muchas impurezas y se utilizaen las destilerías de aguardiente y tequila para hacer “rendir” el licor.Resulta contradictorio que a pesar de ser un producto considerado comola base del sustento, no se consume por sus productores.

El piloncillo no es una actividad económica familiar aislada. Se sumaa la estrategia del autoconsumo con base en la milpa y la cría de ani-males de corral como el puerco y la gallina, y a esto se añade el huertofamiliar, cuya extensión rara vez excede la hectárea. Se siembran árbolesfrutales –naranja, limón, mamey, mango, plátano, canela– matas de piña,y desde 1995 plantas de ornato para abastecer el mercado nacional y es-tadounidense; y algunos campesinos con mejores tomas de agua en susterrenos, se han aventurado al cultivo del fruto del liche básicamentepara el mercado de exportación: Japón, Francia y Estados Unidos. Cabeseñalar que algunas comunidades teenek cuentan con terrenos propiciospara el cultivo de frijol y amaranto para su venta en el mercado regional.

Así, las familias teenek fincan su vida económica en tareas agrope-cuarias y su calendario anual se agenda en relación con los ciclos de ma-yor y menor producción del pilón. Además de estas tareas ubicadas enel ámbito doméstico, los campesinos tienen otras opciones laborales;en el ámbito intercomunitario los hombres desempeñan tareas agrope-cuarias diversas: deshierbar un terreno, levantar una cerca, hacer unabrevadero, etcétera.

A estas labores se suma, en algunos casos, el jornalerismo itinerante,predominantemente masculino, a través del cual un individuo se insertaen trabajos agropecuarios eventuales y se va desplazando de un sitio aotro; así por ejemplo, en el caso de los peketzeños sin tierras o herra-mientas para hacer pilón durante todo el año, buscan trabajo en la zafra

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de los ingenios azucareros ubicados al norte, como en Ciudad Valles y ElNaranjo; y en otro sentido, la huasteca potosina anualmente recibe jor-naleros para el tiempo de la zafra y provienen de otras regiones cañerasdel país como de los estados de Veracruz, Morelos e Hidalgo.

En el ámbito extracomunitario, los hombres y las mujeres de San JoséPeketzén buscan trabajos en el sector servicios en las cabeceras munici-pales y la capital del estado. Pero conseguir empleo en Reynosa, Guada-lajara, Monterrey y Matamoros es más atractivo. Los hombres suelentrabajar en oficios como: plomeros, carpinteros, mecánicos, vidrieros, ho-jalateros, cargadores, jardineros, mozos y empleados en diferentes servi-cios (gasolinera, autoservicio, limpieza en hoteles y oficinas), etcétera.

Las opciones laborales femeninas son más restringidas por estar su-jetas a las funciones reproductivas de la mujer, pero los ingresos que per-

FIGURA 1. Mujer revisando el melado en los moldes de barro (foto de PatriciaMoctezuma).

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ciben fuera de la comunidad han dado un giro a la subsistencia familiar,entre los empleos que desempeñan sobresalen los siguientes: lavandera,planchadora, tortillera, niñera, empleada doméstica, empleada en algu-na tienda de autoservicios, mucama en algún hotel o cocinera en un res-taurante, asistente en salones de belleza, entre otros, y se concentran enlas cabeceras municipales de Tancanhuitz y Aquismón y en Ciudad Valles.

Y por supuesto que no podemos pasar por alto la opción de migrara los Estados Unidos en busca de ofertas de trabajo, pero esto es más re-ciente para el caso de los peketzeños sin que implique que su importan-cia será menor en el futuro.

La búsqueda de ingresos vía la migración –regional, interestatal e in-cluso al vecino país– ha llevado a un replanteamiento de la economíacampesina teenek ampliando las diferencias socioeconómicas entre lospeketzeños.

Aunado a las atractivas ofertas laborales con las que compite el oficiodel piloncillero no debemos pasar por alto los factores que intervienenen su producción y venta. Para empezar debemos tener presente que du-

FIGURA 2. Hombre a cargo del melado, las mujeres lo ayudan (foto de PatriciaMoctezuma).

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rante el ciclo vital familiar se van presentando cambios en la composi-ción sociodemográfica del grupo doméstico, en el número y el género delos integrantes que es diferente en cada etapa de dicho ciclo. La etapamás productiva es cuando los hijos púberes y adolescentes pueden ayu-dar a sus padres, y de hecho los trapiches más productivos son aquellosque cuentan al menos con un hijo trabajando de tiempo completo. Lasetapas anteriores, cuando los hijos son niños y no pueden ayudar, asícomo las posteriores, cuando los hijos contraen matrimonio y se inde-pendizan de los padres, suelen ser menos productivas.

La herencia del trapiche y las tierras de labor son otras condicionan-tes en la continuidad y expansión de dicho oficio, generalmente se here-dan a los varones, y en la mayoría de los casos al hijo mayor, aunque aveces también al menor, de manera que los hijos intermedios suelen que-darse sin los medios de trabajo y están supeditados a ser sólo mano deobra del trapiche familiar, por lo que prefieren las ofertas laborales extra-comunitarias.

FIGURA 3. Mujer probando el punto de cocción del melado (foto de PatriciaMoctezuma).

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Además debemos tener presente que la explosión demográfica, elpendiente reparto agrario desde la época de Cárdenas, y la presencia denuevos actores sociales interesados en invertir en actividades agrope-cuarias de la región, son factores que restringen la continuidad del oficiopiloncillero entre los jóvenes.

Por otra parte, para ser considerablemente productivo en el pilón serequiere tener al menos una hectárea de tierra para sembrar caña y ob-tener la cantidad de melado suficiente para sostener una familia; ya quede una hectárea se puede obtener el melado suficiente para sacar al me-nos dos punteras8 a la semana, y cada puntera que rinde al menos 10 ki-logramos. Si el kilogramo vale $2.80, obtienen $280 y por dos $560, canti-dad suficiente para alimentar a una familia de unos cinco miembros.

Además, no podemos pasar por alto que el rendimiento de la cañatiene altibajos durante el año; de abril a mayo la caña tiene muy pocojugo y el melado rinde poco, y después de junio hasta agosto o septiem-bre, la caña retiene mucha agua y esto repercute en la calidad y cantidaddel melado. Otro problema es su precio, por demás irrisorio, y la dificul-tad de los productores para vender su mercancía sin requerir de abusi-vos intermediarios comerciales.

No obstante, prevalece este oficio a pesar de este desalentador pano-rama, y es bastante representativo de la región; de hecho hacia el 2003,el Instituto Nacional Indigenista de Tancanhuitz registró 1 100 trapichesmayores en constante actividad; a esto se añade la producción de losmolinos menores, y hay que tomar en cuenta a todos los trabajadoresque venden su mano de obra o trabajan a medias con los dueños de mo-linos, por carecer de los medios –tierra y trapiche– para hacer pilón.

Ante las dificultades en las que se encuentra la producción de pilon-cillo, bien vale la pena preguntarse acerca de su futuro como opción la-boral, pero sobre todo nos compete vislumbrar la continuidad de este

8 Puntera se refiere a la tina en donde se vierte y se quema el melado, pero tambiénes una medida entre los piloncilleros y se refiere a la cantidad de kilogramos de pilón quesale por cada cocción, y se supone que el sustento básico familiar lo equiparan a un cier-to número de punteras por semana como mínimo para sostenerse; así por ejemplo, existela expresión de “si el pilón no deja puntera por semana para comer, es mejor buscarseotro sostén”.

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oficio en la memoria colectiva teenek, ¿acaso en algunos años dicha tra-dición ocupacional quedará simplemente como un recuerdo de lo quesignificaba ser teenek? Lo cierto es que el territorio prevalecerá como unemblema importante en la construcción de dicha identidad, veamos en-tonces algunos hechos sociales de su historia territorial para compren-der mejor la valoración cultural y apego afectivo a su hábitat.

EL PESO DE LA HISTORIA DE LA TERRITORIALIDAD EN LA AUTOADSCRIPCIÓN

ÉTNICA TEENEK

Primero que nada es importante mencionar que la investigación en lahuasteca potosina ha sido escasa y poco sistemática, pero en todos losestudios aparece la variable de la territorialidad y su impacto en diver-sos procesos.9

Por “territorialidad” nos referirnos al proceso a través del cual los ac-tores sociales interpretan los hechos sociales que hicieron posible suadaptación sociocultural a cierto nicho ecológico; y esta lectura social ysimbólica les brinda una serie de significantes que nutren un sentimien-to de pertenencia colectiva.

Los procesos de regionalización y apropiación cultural de cierto es-pacio físico han estado presentes en la historia de las colectividades,pero ahora ante el proceso globalizante ha tomado nuevos bríos y porsupuesto que ha tenido su impacto en la microrregión piloncillera. Losnuevos actores sociales voraces por emprender actividades agropecua-rias no prestan mucha atención al deterioro ecológico ni al arraigo cul-tural de los teenek a su territorio.

Pero, y a todo esto, cómo se conformó dicho arraigo. Raffestein seña-la que el territorio es aquel espacio apropiado y valorizado, simbólica einstrumentalmente, por algún grupo humano; y complementa esta con-ceptualización Gilberto Giménez quien resalta el carácter instrumental ysimbólico del territorio, en el cual se observan las operaciones simbóli-cas de los actores, y en ese sentido es que el territorio se convierte en una

9 Claudio Lomnitz, “La antropología social en San Luis Potosí” en: Carlos GarcíaMora (coord.), La antropología en México, México, INAH, 1988, 421-436.

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especie de pantalla donde los actores sociales –individuales o colecti-vos– proyectan sus concepciones del mundo.10

Desde tiempos prehispánicos los estados de Veracruz y San Luis Po-tosí fueron sitios de convergencia de inmigraciones procedentes del áreamaya y de aridoamérica, como por ejemplo los chichimecas asentadosen la parte septentrional del río Pánuco.11 En general, ambos estados fue-ron áreas que no tuvieron un contacto tan sistemático con las culturasdel Altiplano Central, sino hasta el postclásico (900-1500 d.C). Hacia me-diados del siglo XV, los teenek fueron conquistados por los aztecas y en-tonces el pueblo nahua incursionó en la huasteca formando considera-bles núcleos de población y en poco tiempo rebasó a la población teenek

Así fue como se acrecentó el mosaico étnico de la huasteca potosina,y a la relación teenek-nahua se sumaron otras interrelaciones ya exis-tentes con los otomíes y los pames, distribuidos en territorios inscritosen lo que se conoce como la Sierra Gorda, en los actuales estados deQuerétaro y San Luis Potosí; y por otra parte, los teenek continuaron larelación con sus antiguos vecinos: los totonacas de Veracruz y los tepe-huanos de las sierras de Puebla y Chicontepec.

La diversidad étnica ha sido una constante en esta región así comotambién el aislamiento, características que se extienden a tiempos pre-hispánicos. A pesar de los esfuerzos “desarrollistas” prevalece un dis-tanciamiento, si no ya del todo físico, si en muchos otros sentidos de la

10 Cfr. Gilberto Giménez, “Territorio, cultura e identidades, la región sociocultural”,Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, mimeógrafo, 1997, 3.

11 Lorenzo Ochoa señala que los huastecos y totonacos ocupaban la parte del Golfode México en tiempos prehispánicos. Su idioma se inscribe en el tronco mayense y deacuerdo con los estudios de historia lingüística quedaron separados desde hace unos3500 años. Antes de la conquista española ocuparon la cuenca del Tamesí, las partes bajasde la sierra y llanura de San Luis Potosí, así como las zonas de poca altura de lasserranías de Hidalgo y Puebla. Y por su parte los totonacos junto con los tepehuas seextendieron por las costas veracruzanas al sur del río de La Antigua y el Cazones por elnorte, en donde se entremezclaron con los huaxtecos. Entremezclados totonacos conhuastecos, tepehuas, nahuas y otomís jugaron un papel destacado en la historia de laHuasteca (Lorenzo Ochoa, Frente al espejo de la memoria. La costa del Golfo al momento delcontacto, México, CONACULTA, Editorial Ponciano Arriaga, El Instituto de Cultura de SanLuis Potosí, 1999).

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vida nacional, e incluso en términos sociopolíticos y económicos la huas-teca potosina está más bien anclada en muchos procesos autogestivosregionales.12

Al inicio de la conquista, en esta región como en otras del país, la for-ma de organización sociopolítica fue la República de Indios que mante-nía a la población indígena en una relación de dependencia económicasimbiótica con la sociedad colonial. Los caciques y españoles tenían a sudisposición toda la mano de obra indígena y atesoraron la propiedadprivada en grandes extensiones organizadas bajo la forma de haciendaganadera que se concentró en las llanuras, arrinconando al resto de lapoblación a la agricultura en las cañadas.

Y fue precisamente este aislamiento que les permitió a los teenek de-sarrollar cierta autonomía respecto a su organización territorial y tam-bién fortalecer un estrecho vínculo con su territorio. Hacia el siglo XVIII

con las reformas borbónicas y después con la Ley de Desamortización(Ley de Lerdo 1856) los indígenas huastecos supieron defender el con-dueñazgo como forma de copropiedad y manera colectiva de explotar yposeer la tierra en un marco corporativo, lo cual fortaleció el sentimien-to de pertenencia entre los teenek ligado al uso y tenencia de la tierra.13

Posteriormente el condueñazgo se debilita y hacia el siglo XX el ejidopasa a ser la forma colectiva de explotación y tenencia de la tierra máscomún entre la población indígena. En la década de los treinta, en la épo-

12 Claudio Lomnitz realizó un estudio comparativo sobre el impacto de las oligar-quías regionales en el desarrollo agropecuario y político en regiones de extrema explota-ción y lucha por la tierra entre los estados de Morelos y San Luis Potosí, en concreto dela huasteca potosina, y su tesis nos ejemplifica la hegemonía de la oligarquía regional enla configuración del territorio (Claudio Lomnitz, Las salidas del laberinto: cultura e ideologíaen el espacio nacional mexicano, México, Planeta, 1995).

13 Retomando las aportaciones de Escobar, Hoffman y Velázquez sobre el con-dueñazgo, Ariel de Vidas, señala que lo largo del siglo XIX, en el marco de la reforma dedesmantelar tipos de propiedad corporativa por las premisas de la Ley de Lerdo (1856),los indígenas huastecos mostraron una posición hábil para defender su patrimonioagrario dentro de un marco corporativo y de esta manera el condueñazgo terminó sien-do el terreno de consolidación de la identidad colectiva indígena (Anath Ariel de Vidas,El trueno ya no vive aquí. Representación de la marginalidad y construcción de la identidadteenek. Huasteca veracruzana, México, México, CIESAS, El Colegio de San Luis, CEMCA, IRD,2003, 61).

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ca de Lázaro Cárdenas, se abrió la carretera de México-Laredo y con estodisminuyó el aislamiento de la región que coincidió con el periodo de lasdotaciones ejidales. Fue entonces cuando las comunidades indígenas,por la iniciativa de inversionistas regionales y foráneos en el cultivo caféy la naranja, se vieron inmersos en una economía de mercado de mayorenvergadura, y tomó lugar una diversificación productiva en la huaste-ca potosina.

En esta historia de territorialidad además de las cuestiones agrariashay otros factores relevantes. El proceso de evangelización, y la partici-pación del clero secular y regular (sobretodo agustinos), no fue tan sis-temático ni exitoso en organizar territorialmente a la población indígenacomo en otras zonas del país. En el caso de los teenek, como bien ha se-ñalado Fuentes, la poca presencia de las mayordomías –como la formaorganizativa principal del ritual religioso– permitió la existencia de otrosrecursos en torno al ritual y lo divino, e incluso algunas de estas prácti-cas culturales observan sedimentos mesoamericanos, por ejemplo, lamedicina tradicional, la creencia en el infortunio y la existencia de sha-manes como interceptores de lo terrenal con lo divino.14

Si bien no podemos acotar aquí la historia de la territorialidad en lahuasteca potosina para el caso de los teenek, aquí nos concierne la mane-ra en que se han apropiado de estos hechos, no obstante la desinforma-ción que tienen de su propia historia, con el objeto de defender frente alos nahuas su primacía en el territorio, lo cual bajo su percepción bien lespodría otorgar mayores derechos. Dicha apropiación está presente en laletra de sus canciones o en su narrativa oral, en las cuales hacen alusióna cierto objeto simbólico, como por ejemplo, algún ojo de agua, ríos, ár-boles, potreros, senderos, montes, etcétera, para demarcar los límitesfísico-simbólicos de su territorio.

Un buen ejemplo es la historia del río que divide la cabecera munici-pal de Coxcatlán, considerada como nahua por concentrarse ahí unagran población de este grupo, y la cabecera de Tancanhuitz predominan-

14 Rodrigo Fuentes Moreno y Carlos Guadalupe Heiras, et al. “Reciprocidad, jerarquíay comunidad en la tierra del trueno en la Huasteca”, en: Saúl Milán y Julieta Valle (coord.),La comunidad sin límites: estructura social y organización comunitaria en las regiones indígenasde México, tomo II, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2003, 229.

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temente teenek.15 Hasta hace unas tres décadas se practicaba con mayorénfasis la endogamía étnica, se suponía que los muchachos teenek “po-dían escoger para casarse a cualquier joven que viviera del río para acá”,una chica teenek; ya que las del río para allá, las mujeres de Coxcatlán,se casaban con los suyos, “con esos que les gusta vestirse de blanco”. Losteenek identifican a los nahuas como la gente que usa ropa blanca, y bor-dada en el caso de las mujeres; atuendo femenino que se diferencia de lamujer teenek quien se enrolla un textil color negro a la cintura a manerade falda, y se decora la cabeza con un tocado en forma de turbante colornegro (petov).

Actualmente esta práctica de endogamía es más laxa, de hecho cadavez hay más enlaces matrimoniales entre etnias, e incluso, en el caso delos jóvenes este criterio es casi una reminiscencia, simplemente porquedesde niños conviven en la escuela. Los matrimonios entre teenek ynahuas han atesorado la tradición culinaria de la región, han conllevadoa ciertas interpretaciones conjuntas de los significados de sus expresio-nes culturales y desde luego se han intensificado los lazos de parentescotanto consanguíneo como ritual.

Estas prácticas culturales han propiciado la interacción social entrelas etnias, ya sea para reforzar su autoadscripción étnica o bien para tejernexos interétnicos, se han visto dinamizados por el proceso de reubi-cación de las comunidades que tuvo lugar a fines de los setenta por ini-ciativa de programas como el de Solidaridad, apoyado por la SAHOP; através del cual se “convocó” a la población de las rancherías (caseríos)ubicadas en las tierras altas de la sierra a que bajaran a las tierras bajaspara concentrarse, y poder así proveerles servicios básicos como: agua,luz, clínicas y escuela, como fue precisamente el caso de San José Pe-ketzén.16

15 La región micropiloncillera abarca siete municipios: San Antonio, Tanlajás, Aquis-món, Huehuetlán, Tancanhuitz, Tampamolón y Coxcatlán. De la población 76% es indí-gena, en los primeros cuatro los huastecos son la mayoría; en cambio en Tancanhuitz yTampamolón son huaxtecos-nahuas y en Coxcatlán son predominantemente nahuas; su-mado una población teenek de 62 741 y de nahuas 25 143 de acuerdo al censo de 1990 (op.cit. Barthas 1993, 281).

16 La comunidad cuenta con un kinder, una escuela primaria federal, y se impartencursos de telesecundaria. Existe una clínica COPLAMAR que brinda servicio a los de Peket-

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Como mencionamos, durante la época colonial los grandes terrate-nientes orillaron a los indígenas a las tierras más abruptas, y todavía haymuchas comunidades que viven en esta forma de asentamiento disper-so. Sin embargo, poco a poco más y más habitantes de las rancherías hanido desplazándose a las tierras bajas para ser beneficiarios de estos pro-yectos de urbanización en ámbitos rurales.

Este fue un factor que agilizó el encuentro entre nahuas y teenek, yen consecuencia su convivencia se ha estrechado, incluso en una actitudconjunta se han visto forzados por la presión gubernamental a forjar unaentidad colectiva para así poder recibir el beneficio de estas obras de in-fraestructrura. Esta forzada forma de identidad colectiva no es la únicaconsecuencia; así por ejemplo tenemos algunas relacionadas con la orga-nización social, anteriormente cuando vivían en el patrón de asenta-miento disperso, las familias de 15 a 20 miembros se congregaban en“caseríos o rancherías”, se trataba de dos o tres familias nucleares, gene-ralmente organizadas bajo el principio de agnado, a través del cual unpadre iba repartiendo un pedazo de su tierra a cada hijo conforme ibancontrayendo matrimonio.

Además, cuando prevalecía el patrón de asentamiento era más co-mún el matrimonio grupal, la poliginia, por medio de la cual un hombrecontraía matrimonio con dos o más mujeres.17 El principio de esta prác-tica era perpetuar la reproducción bajo un linaje, así, cuando una mujerhabía pasado por su ciclo reproductivo, entonces el hombre tomaba poresposa a una mujer más joven que pudiera darle hijos, y además ayudaren el quehacer a la primera mujer, y así sucesivamente sucedía si habíauna tercera mujer.

El patrón de asentamiento disperso favorecía principios de organiza-ción social como el agnado y prácticas como la poliginia, que a su vez seinscribían en una lógica enfocada a la autosubsistencia; a través de lacual las esposas se responsabilizaban del huerto familiar y de la manu-factura de enseres (ollas y comales), costumbres que de alguna manera

zén y otros ejidos vecinos también productores de piloncillo como: Tamarindo 322 habi-tantes, Linares 287, La Garza 484 y Ahuitolt 162.

17 Julieta Valle menciona que varios autores han subrayado la práctica de la poliginiaentre los teenek y nahuas de la Huasteca (op. cit. Julieta Valle, 2003, 223).

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se asociaban a la endogamia étnica; ya que en un patrón de asentamien-to disperso la distancia física y cultural entre nahuas y teenek era mayor,y dificultaba los enlaces matrimoniales entre etnias.

Serían inumerables los cambios socioculturales que podríamos citarpor efectos de la modernización, como el cruce de carreteras y progra-mas enfocados a proveer infraestructura a las comunidades en la huas-teca, entre otros, pero aquí queremos resaltar el hecho de que en el acer-camiento intraétnico también han intervenido actores externos, y estonecesariamente ha tenido repercusiones en la percepción de los teenekrespecto a su apropiación territorial.

Es por eso que actualmente la construcción territorial de los teenekse ha visto envuelta en procesos modernizadores, en los que aparecennuevos actores sociales y se suscitan nuevas relaciones de poder; de he-cho San José funge como un centro proveedor de servicios para comuni-dades teenek más pequeñas, rol preponderante que se suma a su histo-ria territorial prehispánica y colonial, y cuyos efectos han sido entreotros acortar la distancia física y cultural con los nahuas; quienes a suvez están viviendo cambios similares en torno a la valoración y apropia-ción de su territorio.

A todo esto, habría que preguntarse si sobrevivirán las lecturas sim-bólicas de sus fronteras étnicas y desde luego debemos estar atentos alas nuevas formas de su demarcación. Ahora bien, hemos abordado latradición piloncillera y la territorialidad como algunos de los emblemasdistintivos en la construcción de la identidad étnica teenek, veamos en-tonces nuestra tercer variable en este análisis: la relación interétnica.

LAS RELACIONES INTERÉTNICAS: UN PROCESO REIVINDICACIÓN

Y UNIFICACIÓN EN LA PROYECCIÓN DE UNA ETNICIDAD REPRESENTATIVA

DE LA HUASTECA POTOSINA

Ya habíamos señalado que la definición de una identidad étnica es unatarea difícil porque dicha identidad es de carácter vivencial, lo cual im-plica que está en un constante proceso de reinterpretación de sus signifi-cados y funciones. A dicha dificultad, advierte Bartolomé, se suma latendencia descuidada a utilizar los términos étnico y etnicidad como

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sinónimos, y no sólo esto sino que ambos suelen simplificarse en un con-junto de rasgos culturales distintivos de un determinado grupo humanoen cierto momento histórico.18

Ante esta dificultad, Barth nos aclara, como señalamos al principio,que una identidad étnica se define por su proceso de autoadscripción,por medio del cual un grupo elige ciertos atributos como distintivos,veamos entonces un ejemplo de la narrativa oral teenek en torno a laapropiación de su oficio como piloncillero: “Los meros primeros en ha-cer pilón fuimos ‘nosotros’, y los nahuas nos copiaron porque los teenekestamos en estas tierras desde siempre, y todo lo que sale de la tierra,como la miel en la caña, es nuestro” (Aquilino Ramiro, productor de pi-loncillo).

O como lo expresa bien Benjamín Henriquéz:

si, los nahuas también hacen pilón de eso es que vive la gente como uno, po-bre […] pero como ellos están en la parte de la sierra que no da el sol tanparejo, se les da mejor el café y la naranja; y ya los que se bajan a las tierrasplanas, pos esos si, siembran caña pa´l pilón [...] Pero mero los del pilón so-mos los teenek, pero ni modo de decirle a un vecino: ¡no mira, tú no le hagasa esto! (refiriéndose a los nahuas), porque teniendo con qué, el pobre siem-pre busca salir adelante.

Estos dos testimonios nos permiten observar, por una parte, un pro-ceso de apropiación del oficio de piloncillero como uno de los hilos en eltejido de la identidad teenek, y en otro sentido, dicha apropiación les sir-ve a su vez como indicador en la delimitación de sus fronteras étnicas.Ciertamente, es difícil cuantificar un arraigo afectivo de esta naturaleza,pero la siguiente información, el número de hectáreas de siembra de cañapara hacer pilón, nos muestra que la mayoría se concentra en las cabece-ras municipales de habitantes de habla teenek: Aquixmón 869 mil; Tan-canhuitz 1 138 mil; San Antonio 1 082 mil y Tanlajás 6 536 mil, a excep-ción de Coxcatlán que es predominantemente nahua registro 1 627 mil.19

18 Op. cit. Bartolomé, 41-4719 Información proporcionada del censo que realizó el Instituto Nacional Indigenista

de Tancanhuitz en 2001.

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El piloncillo como oficio es uno de los emblemas distintivos queidentifican a los teenek como tales, pero además tenemos los siguientesrasgos: la indumentaria tradicional de las mujeres, la manufactura deenseres (comales y ollas) para el autoconsumo, tarea exclusivamente fe-menina, platillos tradicionales (como el zacahuil), y desde luego el idio-ma teenek como lengua materna; de hecho hay señoras adultas que en-tienden muy poco español y lo hablan aun menos, aunque entre losjóvenes y los niños este proceso es a la inversa, entienden el teenek peroya no lo hablan. Además, debemos tener presente, su música, la danza,la narrativa oral, prácticas de medicina tradicional, así como sus creen-cias en torno al infortunio y la enfermedad, y la valoración de los pode-res sobrenaturales.

Además de estos rasgos sobresalen los hechos sociopolíticos que hanforjado algo así como una consciencia de clase, una consciencia de sectorlaboral como piloncilleros; por ejemplo, tenemos el caso de la Unión dePiloncilleros Toknal Quicha, “amanecer trabajando” que tuvo un papelpreponderante en la unificación de intereses de los productores de pi-loncillo en la huasteca potosina.

San José Peketzén fue una de las comunidades enclave en el proyec-to que en los ochenta a través de la Unión y con el apoyo de ANAGSA

(Asociación Nacional de Ganaderos, Sociedad Anónima) se comprabapilón a mayoreo para venderlo fuera de San Luis Potosí. ANAGSA facilita-ba los camiones y cargadores, brindaba asesoría técnica para el cultivode la caña, y se obtuvo financiamiento para la compra de herramientas detrabajo.

Este proyecto tuvo su auge entre 1986 y 1989, incluso en la comuni-dad se construyó una bodega para almacenar el pilón, pero no tardó enaparecer el mal común a muchos proyectos de esta naturaleza, llámesemal manejo de fondos, falta de subsidio, aunado a la aparición de com-pradores clandestinos de pilón, celosos de que ANAGSA acaparara granparte, el caso es que a principios de los noventa terminó en númerosrojos.

Muchos productores recuerdan esta época como el parteaguas de losque era y lo que es ahora el pilón para los teenek, siempre con una excla-mación “no si antes podíamos vivir del pilón, no que ahora”. Lo ciertoes que este proyecto propició cierta unificación entre los productores de

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pilón de la región –teenek y nahuas– y esto devino en una toma de cons-ciencia de las dificultades económicas, productivas y laborales en tornoal pilón.

La Unión de Piloncilleros Toknal Quicha se añade a una larga lista deproyectos con matices autogestivos y financiados por alguna instancia gu-bernamental que aparecen y desaparecen del mapa en la huasteca poto-sina, y al margen de sus objetivos inmediatos fungen como catalizadoresde la concientización política y socioeconómica como sector laboral.20

Este efecto, apunta Cardoso es una forma de construcción ideológi-ca que expresa y organiza la asunción grupal de representaciones colec-tivas como precisamente la étnica;21 es decir, este tipo de uniones nosreflejan una forma política ideologizada en torno a la defensa de unaocupación laboral, que en el fondo su función es dotar de referentes sim-bólicos que más tarde puedan recrear esa identidad cuando así se re-quiera a pesar de que en la vida cotidiana dicha identidad étnica se en-cuentre ya muy fragmentada.

Lo cierto, es que la complejidad empírica y epistemológica sobre loétnico ha rebasado la simple necesidad de sólo definirla. Ya desde Durk-heim había esa inquietud por analizar las representaciones colectivas, ya

20 La huasteca potosina se ha categorizado por el vaivén de una multiplicidad de or-ganizaciones, unas con matices políticos, otras relacionadas con programas de apoyo tec-nológico y económico; en fin, las siglas de unas y otras desaparecen de las mamparas yparedes de las calles como las letras en una sesión de clases en el pizarrón. Pero algunashan tenido larga duración o bien un considerable impacto en la región. Sobresalen losprogramas de SOLIDARIDAD (Fondos Regionales 1981-1987 y después 1989 hasta la fecha),PROCAMPO (Programa de Apoyo al Campo), FONAES (Fondo Nacional de Empresas de So-lidaridad), Coordinadora General del Plan Nacional para las zonas deprimidas y gruposmarginados (COPLAMAR), Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), y Programa deDesarrollo Regional de la Huasteca Potosina que básicamente se orientan a cuestiones deinfraestructura. Y en el orden político sobresalen: CNC, Comisión Nacional Campesina,Sociedad Civil Alianza de Productores de la Huasteca desde 1993, La Coordinación deOrganizaciones Campesinas Indígenas de la Huasteca Potosina (COCIHP) desde 1994 queagrupa a productores de café, piloncillo y naranjeros, El Frente Ciudadano y el Movi-miento Huasteco Democrático que localizan también grupos culturales, médicos tradi-cionales, danzantes, músicos, artesanos y corresponsales de radios comunitarios que seligan al Instituto Nacional Indigenista de Tancanhuitz.

21 Ibidem Bartolomé, 62.

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que a través de ellas la sociedad plasma su experiencia e incluso subyacea las creencias, pero sobretodo hizo hincapié en su carácter vivencial. Y,así nos lo ejemplifican los teenek; una y otra vez dotan de nuevos senti-dos o reinterpretan las funciones y significados de su identidad étnica deacuerdo a diversos factores internos, como su relación con otras etnias ylas condiciones socioeconómicas y laborales de su entorno por mencio-nar alguna; y los factores externos, como la intervención de programasde apoyo para el desarrollo cultural, como el Instituto Nacional Indige-nista, o bien a través de apoyos diversos canalizados por vía de las polí-ticas públicas.

A pesar de esto, la identidad laboral prevalece y continuará en la na-rrativa oral por generaciones como algo que identifica a los teenek, diga-mos que se ha atesorado como símbolo identitario étnico, y quizás cuan-do ya no se trabaje, este oficio perdure en el imaginario colectivo siendosu función la delimitación de las fronteras interétnicas. Se trata de unaidentidad que se vive y adecua a las circunstancias, o como bien enfati-za Ariel en su estudio de Tantoyuca:

de ahí deriva la formulación de la hipótesis de este trabajo: si el sentimien-to de pertenencia étnica está vivo sin que sea necesario reforzar las líneaspor medio de reivindicaciones étnicas o acentuando la diferencia, es porqueel grupo no se siente amenazado y su reproducción, como tal, está asegura-da. Las danzas desaparecen, la vestimenta étnica también, la organizaciónsocial tradicional parece desintegrarse, dejan de practicarse los rituales, yaún así, el grupo persiste en su diferencia. Si estos significantes tienden adesaparecer, no ocurre lo mismo con el significado, que parece subsistir apesar de la ausencia de esos marcadores de identidad emblemáticos.22

Entre otras cosas, sabemos que algunos programas de apoyo cultu-ral y socioeconómico han modificado de alguna forma los significadosde ciertos emblemas distintivos (danza, música, rituales diversos, consu-mo cultural, etcétera) para fines no siempre compatibles con los de lasetnias, llámese promoción turística, partidismo político, o ideologías conmatices indigenistas, entre otros. Lo relevante de este hecho es que

22 Ibidem, 32.

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toman lugar nuevas lecturas de algunas expresiones culturales, y ya re-vestidas de otras funciones como significados se orientan hacia un pro-ceso de unificación con matices panétnicos en el ámbito de la huastecapotosina.

Al tener claro que la identidad étnica como cualquier otra identidadestá en constante configuración, entonces su carácter vivencial es desuma trascendencia, y precisamente queremos destacar esta cualidad enlas relaciones interétnicas de los teenek ya que en la actualidad éstas tie-nen un gran peso en la configuración de su propia identidad étnica.

Como bien señala Goodenough (1965) y Barth (1976) lo étnico tieneun carácter contrastante, en la medida que siempre encierra dos catego-rías relacionadas la “ de nosotros” y la de “los otros”, la existencia de doso más identidades relacionadas que puedan ser confrontadas y con baseen esas distinciones afirmar lo propio frente a lo alterno.23 Así, en algu-nos momentos los teenek son el nosotros y los nahuas lo alterno, pero enotras circunstancias el nosotros lo conforman los teenek-nahua y lo alter-no los mestizos.

Da Matta enfatiza que las relaciones étnicas por ser diádicas, son pa-radojales, y están negativamente construidas aunque dependen una dela otra y se complementan recíprocamente,24 y los teenek de nuestro es-tudio se desenvuelven en tres tipos de relaciones étnicas interdepen-dientes entre sí: 1) teenek con nahuas; 2) teenek y nahuas frente a losmestizos; y 3) teenek, nahuas, y pames.

Los teenek defienden su primacía en la huasteca potosina; aunquereconocen que los nahuas son mayoría, motivo por el cual, de acuerdo ala apreciación teenek, reciben más fácilmente los apoyos financieros,como por ejemplo el PROGRESA.

Como en el caso de la discusión en torno a la autoría de la danza dela Malinche, hay un sinfín de casos en los que las fronteras étnicas entrenahuas y teenek navegan en un escenario de rivalidad cultural e históri-ca, que se amortigua con el otro proceso complementario, el de la con-vergencia, fortalecido cada vez más por enlaces matrimoniales y loscompromisos implícitos en las redes sociales de amistad y parentesco.

23 Ibidem, 46.24 Ibidem.

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Respecto a la relaciones interétnicas hay una dimensión que sobre-sale y nos referimos al aspecto político; si por etnicidad nos referimos ala acción política que emana de una identidad étnica, veremos que enla segunda relación diádica, tenek-nahuas frente a los mestizos, es en laque más se revitaliza la etnicidad porque se proyecta en hechos muyconcretos como: los conflicto en torno al uso y la tenencia de la tierra, laafiliación política, etcétera. Este tipo de relación encierra un problema, ynos referimos al hecho de que algunos indígenas adquieren actitudes demestizos y en ciertos momentos se autoidentifican como tales; y ademásexisten muchos tipos de mestizos, algunos con profundas raíces indíge-nas y otros con cierta descendencia hispana-mestiza.

La tercera relación interétnica, teenek-pames-nahuas, que tiene dosvértices: 1) la convergencia como indígenas y todo lo que esto implica entorno a la indianidad representativa de la huasteca potosina; y 2) la jerar-quización étnica sustentada en la autodenigración, en la que los nahuasson los menos afectados en parte por representar la mayoría (120 milaproximado), siguen los teenek (73 mil), y por último los pames (23mil) quienes se quejan del menor apoyo gubernamental que los otrosdos grupos.

Esta diferenciación ha provocado, en un sentido, resentimientos in-terétnicos, y en otro ha favorecido actitudes de solidaridad y protecciónde los nahuas y teenek hacia los más “desvalidos”, los pames, si es queen un contexto de extrema marginación cabe pensar en algo así como losultramarginados, y lo cierto es que viven más al margen de la vida na-cional que las otras etnias.

En el caso de la huasteca potosina las políticas públicas han tenidocierta injerencia en la orientación de la etnicidad, la cual se desenvuelveen un escenario con características de Región de Refugio a la AguirreBeltrán, con un alto índice de autodenigración cultural, extrema pobre-za, analfabetismo, insalubridad, desnutrición, despojo de tierras y sobre-explotación de mano de obra, y estos procesos se resienten de distintamanera en cada etnia: los teenek conciben que se encuentran en una si-tuación más desventajosa que los nahuas, pero por encima de los pames.

No obstante este desalentador panorama para los indígenas, Ariel,observa que prevalece la necesidad de las identidades étnicas y su orien-tación política, o sea, su etnicidad cobra vigor cuando así lo requieren las

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circunstancias; cabe señalar que en su estudio sobre Tantoyuca losteenek le informaron que los nahuas los desprecían a pesar de ser indí-genas también.25

Así, el estudio sobre la identidad étnica y las relaciones étnicas pre-sentan una dificultad en su análisis, se trata de procesos en constanteconfiguración y expuestos a muchos factores externos. Las etnias inter-cambian ideas sobre las funciones y significados de sus expresiones cul-turales, y en ese sentido, en algunas de ellas coinciden, y lo que era enun momento dado un elemento de alteridad, puede convertirse mástarde en un elemento de identidad común; se trata de un proceso, por asínombrarlo, de convergencia/intersección étnica.

Al respecto, Bartolomé ha señalado que en contextos de diversidadétnica esto es muy frecuente ya que confluyen tanto la autopercepcióncomo la percepción por los otros, y es por eso que hoy las categorías étni-cas pueden comprenderse como ideologías resultantes de las respectivashistorias de articulación interétnica.26

Así, en el caso de los peketzeños vimos como el programa de reubi-cación que llevo a cabo el programa de Solidaridad tuvo un fuerte im-pacto en las relaciones étnicas. Se acortó la distancia intercomunitaria ypropició espacios de interacción social étnica más continuos. La endon-gamía étnica se hizo más laxa y la territorialidad de los teenek se movi-lizó a un ámbito diferente y en consecuencia se incrementó el contactocon los nahuas y los mestizos.

Este acercamiento dinamizó las relaciones interétnicas, suscitandonuevos espacios y formas de interacción social en torno a la vida cotidia-na, la recreación e incluso el conflicto, y esta menor distancia vitalizó elintercambio de interpretaciones en torno a los significados y funcio-nes de sus expresiones culturales –música, la danza, actividades labo-rales, etcétera– las cuales se vieron expuestas a una revaloración en dossentidos.

Por una parte, en un proceso de reafirmación respecto a la apropia-ción de ciertos emblemas como distintivos en la configuración de laidentidad étnica. Y, en otro sentido, a la reinterpretación de las mismas

25 Ibidem Ariel, 28-29.26 Ibidem Bartolomé, 58-61.

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por la lectura de nuevos actores como precisamente los programas de di-versas políticas públicas. En otra dirección, teenek y nahuas han tenidoque solidarizarse para poder proyectar una etnicidad representativa dela huasteca potosina; la cual a veces incluye a los pames cuando así lo re-quiere su acción política y las necesidades inmediatas propias de unapoblación que vive en una extrema marginación y pobreza.

ALGUNAS NOTAS FINALES

Lejos de agotar aquí el tema de la identidad étnica de los teenek en la mi-crorregión piloncillera, queremos al menos completar el tejido de las re-laciones sociales en torno a las relaciones interétnicas y sus implicacio-nes, y nos referimos al caso de los mestizos en su papel ambivalentefrente a las etnias. Por un lado, resalta su visión peyorativa y racista parareferirse indistintamente a los nahuas y a los teenek, categorizándoloscomo indios y lo que esto significa: ladinos, flojos, incumplidos, desobli-gados y demás.

Los mestizos saben que uno y otro grupo se diferencian por sus tra-diciones, vestimenta, idioma, etcétera, y además tienen presente que elhuasteco original es el teenek; pero al fin y al cabo, unos y otros, todosson indios, son huastequitos, de quienes se puede abusar y denigrar; pormencionar un ejemplo, los mestizos distinguen entre una mujer y unahuasteca porque a la primera se le puede seducir, mientras que a la se-gunda simplemente “se le usa” porque “son como animalitos, como lasliebres que andan sueltas por la sierra”. Así, por ejemplo, en uno de tan-tos eventos sociales como los jaripeos o en las borracheras colectivas, losmestizos dicen que para completar la diversión, “hay que robarse unahuastequita”; expresión que entre chiste y broma está presente como unsaber en la narrativa oral cotidiana mestiza: “los hombres agarran unahuastequieta pa´divertirse”; y las mujeres mestizas afirman “que algu-nas indias se lo buscan por el interés de sacarles un hijo… y luego haberque otra cosa más”: Lo cierto es que en la narrativa oral se habla del abu-so sexual hacia las indígenas como parte de la relación interétnica.

Así como hay contextos para despreciar a los indígenas, hay otrospara reivindicarlos, como algo “bueno de la cultura”. Para gestiones mu-

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nicipales y obras de infraestructura los mestizos asumen una actitud pa-ternal con tintes de lealtad hacia el “desprotegido”, el indígena, “nuestropueblo”, el nuestro con sentido de apropiación simbólico que los respon-sabiliza para que ellos tomen las decisiones y orienten a los indios, estoes, no se cuestionan ni siquiera la existencia de la autonomía de los otros.

Y, cuando se trata de conseguir adeptos para algún partido políticoo bien por algún apoyo financiero para el desarrollo agropecuario en lascomunidades, entonces los mestizos interesados en tener alguna injeren-cia en la administración de los mismos o entablar relación con ciertosfuncionarios, juegan a relacionarse con los indígenas en plano de equi-dad o al menos simulan menos su asimetría.

De igual manera, si se trata de alguna promoción cultural para finesturísticos los mestizos reinterpretan las tradiciones indígenas (danza, ar-tesanías, música, cosmovisión, tradición culinaria, y todos los signos dis-tintivos de su etnia) dotándoles de significados que resulten ser más lu-crativos para representar la identidad étnica de la huasteca,y es en esecontexto se apropian de lo indígena y lo asumen como representativo delo potosino, y de su país.

Podemos concluir que la identidad étnica está en constante configu-ración y expuesta a la lectura de los actores; en un primer plano, por losmismos miembros de la etnia quienes de acuerdo a las circunstancias yal curso de su historia, van restructurando los significados y funcionesde sus emblemas distintivas; y en segundo lugar, los actores externosresignifican e incluso trasgiversan los sentidos y funciones de dichosemblemas para fines ajenos al grupo étnico.

Pero ésta lectura tiene otra cara de la moneda, desde la perspectivaindígena, se toma en cuenta la lectura que los mestizos hacen de sus tra-diciones, le dan cabida al reconocimiento en torno a su singularidad, osea, reconocen su alter ego; y es ahí donde los indígenas toman una acti-tud de “dejarse invitar”, de “dejarse ser reconocidos”, etcétera. Por eso,siguiendo este juego, aceptan, por ejemplo, ser participantes en los en-cuentro de danza que organiza el Instituto Nacional Indigenista, o bientoman parte en los programas de promoción cultural (artesanía, música,encuentros de medicina tradicional, etcétera) financiados por el PACMYC

(Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias) y otrosprogramas.

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Concluir si estamos o no ante un proceso panétnico en la huastecapotosina no puede responderse con una simple afirmación positiva o ne-gativa; ya que como bien advierte Zárate, estamos presenciando proce-sos de reinvensión étnica a cargo de actores protagónicos en diferentesámbitos de la sociedad, y frecuentemente centrados en sujetos que asu-men o pretenden posiciones de autoridad al interior de sus comuni-dades.27

Vemos como teenek y nahuas crean nuevos símbolos para revitalizarsus fronteras, por ejemplo, a través de alianzas matrimoniales teenek-nahua frente a los mestizos, y hay nuevos objetos simbólicos en el com-portamiento y la recreación simbólica en la que se traslapan los signifi-cados que delimitan sus fronteras. Un ejemplo de la narrativa oral loejemplifica; se trata de la danza de la Malinche, en la que se plasma larivalidad y encuentro entre éstas etnias. Nahuas y teenek se disputan suautoría. Ambos coinciden en que representa la traición de una mujer asu propio pueblo por haberlo entregado a los españoles. Al respecto, ha-bría que preguntarse qué tiene de indígena esta historia, ¿no es más bienuna idea mestiza, un producto novohispano, o una visión oficialista dela escuela primaria? pero veamos como continua la lectura de significa-dos de esta danza.

Los nahuas defienden que es suya, porque sus antepasados, los az-tecas, fueron entregados por la Malinche a los españoles. Y, los teenek se-ñalan que esta danza representa el sometimiento de los aztecas, ahorasus vecinos nahuas, y ahí se desprenden dos lecturas: una, a manera derevancha, es que los nahuas, sus conquistadores antes de la llegadade los españoles, fueron también sometidos; y por lo tanto, no puedenaspirar a estar por encima de los teenek. Y, la otra lectura, es que nahuasy teenek deben unirse ahora por ese pasado cuando fueron sometidos alyugo español.

Como este ejemplo de lectura simbólica existen muchos más en lanarrativa oral en las que se observan estos procesos resignificación, y susrespectivas posibles versiones, a través de los cuales las etnias recrean su

27 José Eduardo Zárate, “La fiesta del Año Nuevo Purhépecha como ritual político.Notas en torno al discurso de los profesionales indígenas purhépechas”, en: AndrewRoth y José Lameiras (editores), El verbo oficial, México, El Colegio de Michoacán, 1994, 99.

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peculiaridad y demarcan sus fronteras con sus “iguales” (los otros indí-genas) y frente a “los otros”, en este caso los mestizos.

Por último, queremos mencionar que otra dimensión donde se plas-ma muy bien la constante configuración de las relaciones interétnicas esa través del discurso, entendido éste como un sistema de significaciónque actualiza la puesta en común de significados socialmente construi-dos, siendo a la vez el acto donde se reconstruyen los significados socia-les, ya sean verídicos o incluso de manera distorsionada.28

Si partimos del hecho de que el discurso norma la interacción socialy las representaciones sociales que dan sentido a una identidad colecti-va, en este caso de carácter étnico, la base del mismo está inserta en lascreencias compartidas, la herencia histórica, en el reconocimiento de unorigen en común, y el peso de la convivencia que forja una concienciacolectiva fortalecida en el consenso y la legitimación social; la cual entrelos huastecos se expresa a través de su marginalidad, autodenigración,desindianización, pobreza, y sobrexplotación en la que día a día se des-envuelven los teenek con los nahuas, los pames y los mestizos, todos consus propias identidades e interrelaciones configurando día a día el deve-nir histórico de la diversidad étnica que ha caracterizado a esta regióntan importante del estado de San Luis Potosí.

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28 Para mayor información sobre el tema del discurso consultar la obra de AndrewRoth y José Lameiras, El verbo oficial, Zamora, El Colegio de Michoacán, ITESO, 1994.

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FECHA DE RECEPCIÓN DEL ARTÍCULO: 18 de marzo de 2005FECHA DE ACEPTACIÓN Y RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 5 de mayo de 2006

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