seamos testigos de la luz; que, aunque no somos la palabra ...€¦ · a dios nadie lo ha visto...

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“Así Dios es Dios con nosotros, Dios que nos ama, Dios que camina con nosotros. Éste es el mensaje de Navidad: el Verbo se hizo carne. De este modo la Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad.” P. Francisco Lectura del libro de Eclesiástico 24, 1-2. 8-12 La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. «El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel". Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sion. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad». Palabra de Dios. Salmo responsorial.- Sal 2 R/. EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R./ Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R./ Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R./ Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 15-18 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos. Palabra de Dios. + Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18 En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Palabra del Señor. Es preciso que los cristianos que, aunque no somos la luz, seamos testigos de la luz; que, aunque no somos la Palabra, seamos como Juan voz que la proclama, aunque sea en el desierto. Dios quiere vivir entre los hombres, sus hijos, para velar por que no perdamos su “imagen”, marcada en nosotros en el momento de nacer. Desde el principio somos hijos de Dios y por razón de nuestro origen estamos destinados a vivir siempre como hijos de Dios. Por eso en las Sagradas Escrituras manifiesta reiteradamente su voluntad de vivir cerca de sus criaturas. No le mueve un afán de control o de vigilancia, sino el deseo de velar de cerca para que los humanos crezcamos y desarrollemos nuestra personalidad de acuerdo con el ser que Él nos ha dado, en suma, que disfrutemos de la convivencia con el Padre y la de todos los hijos de Dios. Las palabras de un discurso podemos “oírlas” directamente, asistiendo a la conferencia. Además de “oírlas” podemos “escucharlas”, “estar atentos” y “receptivos” a lo que expresan. Podemos “oírlas” y “escucharlas” en una grabación. Pero hemos de reconocer que la mejor forma de “oírlas” y “escucharlas” es viéndolas “plasmadas” o “reproducidas” en una obra de arte, o “encarnadas”, vividas en carne y hueso por una persona. Dios ha venido al mundo: «Ha venido a su casa, y los suyos no le han recibido». A Dios no hay que buscarlo en lo alto del cielo, gobernando el cosmos con poder inmutable, o dirigiendo la historia de los hombres con mirada indiferente. Dios está aquí, con nosotros, entre nosotros. Dios está precisamente donde los hombres han dejado de buscarlo. Dios está en un hombre que nació pobremente en Belén, fue maltratado por la vida, y terminó ejecutado sin poderío ni gloria, en las afueras de Jerusalén. La Palabra de Dios es palabra de Vida, es palabras de vida eterna, Palabra de salvación, palabras de felicidad. Y es que la Palabra de Dios está escrita con palabras de felicidad. En la Palabra de Dios, por tanto, encontramos la felicidad. Felicidad a la que todos tendemos, pero que nunca alcanzamos en esta vida. La Palabra de Dios se convierte en anticipo de la felicidad que nos está reservada, de la felicidad que tenemos prometida. La Palabra de Dios se convierte en mediación y dador de la felicidad. Palabra que nos ilumina en la vida: en el ser y en el hacer de cada día cotidiano. Palabra de Dios que se escribe con trazo humano. Palabra de Dios que nos hace a cada uno de nosotros ser Palabra de Dios, y que, por lo tanto, no somos cualquier cosa, sino que nos da a cada uno una responsabilidad importantísima en la historia: ser palabra de Dios. Somos palabra de Dios. Y no es cualquier palabra la que somos, sino que somos palabra de salvación, palabra de felicidad. Nuestra vida tiene que ser una predicación constante, un testimonio constante de la felicidad de Dios. Ser reflejos de la gloria de Dios. Y es que Dios escribe con tinta humana, con sangre humana. El Niño Jesús es para siempre el Emmanuel, el “Dios con nosotros”. Su casa es una más en nuestros barrios. En el rostro del Niño Jesús vislumbramos al Dios, que es vida y luz de los hombres, el creador de todo, porque todo se mantiene en él y es para él. En una sociedad como la nuestra en la que se acusa a Dios por estar callado y en la que se le culpa de indiferencia en su trato con nosotros, la Navidad es una protesta en contra de esas acusaciones. Lo que ocurre es que –como advierte Juan- “la tiniebla no acogió a la Luz, vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.

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Page 1: seamos testigos de la luz; que, aunque no somos la Palabra ...€¦ · A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer

“Así Dios es Dios con nosotros, Dios que nos ama, Dios que camina con nosotros. Éste es el mensaje de Navidad: el Verbo se hizo carne. De este modo la Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad.” P. Francisco

Lectura del libro de Eclesiástico 24, 1-2. 8-12

La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. «El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel". Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sion. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad». Palabra de Dios.

Salmo responsorial.- Sal 2

R/. EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R./ Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R./ Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R./

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 15-18

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los

ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os

llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos. Palabra de Dios.

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18 En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Palabra del Señor.

Es preciso que los cristianos que, aunque no somos la luz, seamos testigos de la luz; que, aunque no somos la Palabra, seamos como Juan voz que la proclama, aunque sea en el desierto. Dios quiere vivir entre los hombres, sus hijos, para velar por que no perdamos su “imagen”, marcada en nosotros en el momento de nacer. Desde el principio somos hijos de Dios y por razón de nuestro origen estamos destinados a vivir siempre como hijos de Dios. Por eso en las Sagradas Escrituras manifiesta reiteradamente su voluntad de vivir cerca de sus criaturas. No le mueve un afán de control o de vigilancia, sino el deseo de velar de cerca para que los humanos crezcamos y desarrollemos nuestra personalidad de acuerdo con el ser que Él nos ha dado, en suma, que disfrutemos de la convivencia con el Padre y la de todos los hijos de Dios. Las palabras de un discurso podemos “oírlas” directamente, asistiendo a la conferencia. Además de “oírlas” podemos “escucharlas”, “estar atentos” y “receptivos” a lo que expresan. Podemos “oírlas” y “escucharlas” en una grabación. Pero hemos de reconocer que la mejor forma de “oírlas” y “escucharlas” es viéndolas “plasmadas” o “reproducidas” en una obra de arte, o “encarnadas”, vividas en carne y hueso por una persona. Dios ha venido al mundo: «Ha venido a su casa, y los suyos no le han recibido». A Dios no hay que buscarlo en lo alto del cielo, gobernando el cosmos con poder inmutable, o dirigiendo la historia de los hombres con mirada indiferente. Dios está aquí, con nosotros, entre nosotros. Dios está precisamente donde los hombres han dejado de buscarlo. Dios está en un hombre que nació pobremente en Belén, fue maltratado por la vida, y terminó ejecutado sin poderío ni gloria, en las afueras de Jerusalén. La Palabra de Dios es palabra de Vida, es palabras de vida eterna, Palabra de salvación, palabras de felicidad. Y es que la Palabra de Dios está escrita con palabras de felicidad. En la Palabra de Dios, por tanto, encontramos la felicidad. Felicidad a la que todos tendemos, pero que nunca alcanzamos en esta vida. La Palabra de Dios se convierte en anticipo de la felicidad que nos está reservada, de la felicidad que tenemos prometida. La Palabra de Dios se convierte en mediación y dador de la felicidad. Palabra que nos ilumina en la vida: en el ser y en el hacer de cada día cotidiano. Palabra de Dios que se escribe con trazo humano. Palabra de Dios que nos hace a cada uno de nosotros ser Palabra de Dios, y que, por lo tanto, no somos cualquier cosa, sino que nos da a cada uno una responsabilidad importantísima en la historia: ser palabra de Dios. Somos palabra de Dios. Y no es cualquier palabra la que somos, sino que somos palabra de salvación, palabra de felicidad. Nuestra vida tiene que ser una predicación constante, un testimonio constante de la felicidad de Dios. Ser reflejos de la gloria de Dios. Y es que Dios escribe con tinta humana, con sangre humana.

El Niño Jesús es para siempre el Emmanuel, el “Dios con nosotros”. Su casa es una más en nuestros barrios. En el rostro del Niño Jesús vislumbramos al Dios, que es vida y luz de los hombres, el creador de todo, porque todo se mantiene en él y es para él. En una sociedad como la nuestra en la que se acusa a Dios por estar callado y en la que se le culpa de indiferencia en su trato con nosotros, la Navidad es una protesta en contra de esas acusaciones. Lo que ocurre es que –como advierte Juan- “la tiniebla no acogió a la Luz, vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.

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Aforo: 50%

Martes, 5: 18.00h. Equipo de CARITAS Miércoles, 6: EPIFANÍA Misas de 11.00 y 12:30 h Jueves, 7: 17:30h. Catequesis 19:30h. Oración de la comunidad. Viernes, 8: 17:00 y 18:00h Catequesis Sábado, 9: 18:30h Sabatina (Rosario y Celebración Eucarística).

Hermandad del Rocío. Domingo, 10: BAUTISMO DEL SEÑOR Eucaristía: 11:00h y 12:30h 12:00 h. Catequesis

Las Matas. Madrid - Año XVIII - nº 1097– 3 enero 2021 DOMINGO II DE NAVIDAD– Ciclo B

http://www.sanjoselasmatas.es [email protected]

.

Feria de Navidad Día 4 – Genoveva Torres Morales, Isabel Ana Bayley Seton, Ángela de

Foligno, Manuel González García

1Jn 3,7-10 – Sal 97 – Juan 1, 35-42. Día 5 – Juan Nepomuceno Neumann, Telesforo, Carlos de San Andrés

Houben

1Jn 3,11-21 – Sal 99 – Juan 1, 43-51. Día 6 – Epifanía del Señor, Adoración, Melchor, Gaspar y Baltasar, Bta. Rita Amada de Jesús

Is 60,1-6 – Sal 71 –Ef 3,2-3a.5-6, Mateo 2,1-12 Día 7 – Raimundo de Peñafort, Luciano de Antioquía, Bta. Teresa Haze.

1Jn 3, 22-4,6 – Sal 2 – Mateo 4, 12-17.23-25 Día 8 – Alberto de Cashel, Gúdula, Severino, Bta. Eurosia Fabris.

1Jn 4, 7-10 – Sal 71 – Marcos 6, 34-44 Día 9 – Eulogio de Córdoba, Adrián de Canterbury, Gregorio X.

1Jn 4, 11-18 – Sal 71 – Marcos 6, 45-52

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR Acompáñanos en la hora de incertidumbre,

y que nunca desaparezca de nuestros labios

un canto de alabanza y gratitud por tu llegada.

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y en el silencio, sigue hablando tu amor

Y en la oscuridad, sigue brillando la estrella

Y en el portal, sigues esperándonos

Y en la humildad, sigues enseñándonos

el camino preferido para encontrar a Dios

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Para hacernos redescubrir el encanto de creer

y el encanto de amor

la ilusión de esperar y la alegría de vivir

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y, por venir hasta nosotros,

nos sentimos afortunados y dichosos:

¡Nunca nos había ocurrido algo parecido!

¡No te vayas, Señor!

¡Quédate junto a nosotros, Señor!

¡Deja que sigamos adorando tu divinidad!

¡Permite que te dejemos los dones

de nuestra fe, esperanza y caridad!

¡VINISTE AL MUNDO, SEÑOR!

Y, desde que has llegado,

este mundo ha encontrado una ventana

que nos abre de nuevo a la esperanza y a la paz.

Gracias, Señor: ¡HAS VENIDO…Y NOS BASTA!

Extracto Javier Leoz

Dios en la tierra, Dios en medio de los hombres, no un Dios que consigna la ley entre resplandores de fuego y ruido de trompetas sobre un monte humeante, o en densa nube entre relámpagos y truenos, sembrando el terror entre quienes escuchan; sino un Dios encarnado, que habla a las creaturas de su misma naturaleza con suavidad y dulzura. Un Dios encarnado, que no obra desde lejos o por medio de profetas, sino a través de la humanidad asumida para revestir su persona, para reconducir así, en nuestra misma carne hecha suya, a toda la humanidad.

¿Cómo, por medio de uno solo, el resplandor alcanza a todos? ¿Cómo la divinidad reside en la carne? Como el fuego en el hierro: no por transformación, sino por participación. El fuego, efectivamente, no pasa al hierro: permaneciendo donde está, le comunica su virtud; ni por esta comunicación disminuye, sino que invade con lo suyo a quien se comunica.

Así el Dios-Verbo, sin jamás separarse de sí mismo puso su morada en medio de nosotros; sin sufrir cambio alguno se hizo carne; el cielo que lo contenía no quedó privado de él mientras la tierra lo acogió en su seno.

Busca penetrar en el misterio: Dios asume la carne justamente para destruir la muerte oculta en ella. Como los antídotos de un veneno, una vez ingeridos, anulan sus efectos, y como las tinieblas de una casa se disuelven a la luz del sol, la muerte que dominaba sobre la naturaleza humana fue destruida por la presencia de Dios.

Y como el hielo permanece sólido en el agua mientras dura la noche y reinan las tinieblas, pero prontamente se diluye al calor del sol, así la muerte reinante hasta la venida de Cristo, apenas resplandeció la gracia de Dios Salvador y surgió el sol de justicia, fue engullida por la victoria (1Co 15, 54), no pudiendo coexistir con la Vida. ¡Oh grandeza de la bondad y del amor de Dios por los hombres!

Démosle gloria con los pastores, exultemos con los ángeles porque hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor (Lc 2, 11). Tampoco a nosotros se apareció el Señor en forma de Dios, porque habría asustado a nuestra fragilidad, sino en forma de siervo, para restituir a la libertad a los que estaban en la esclavitud. ¿Quién es tan tibio, tan poco reconocido que no goce, no exulte, no lleve dones? Hoy es fiesta para toda creatura. No haya nadie que no ofrezca algo, nadie se muestre ingrato. Estallemos también nosotros en un canto de exultación.

San Basilio Magno, Obispo

AÑO SANTO DE SAN JOSE

El Papa convoca un AÑO ESPECIAL DEDICADO A LA FAMILIA. Comenzará el 19/03/2021 con motivo del 5º aniversario de Amoris Laetitia. Concluirá con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma, en junio de 2022.