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494- me pidió que por favor le leyera las pruebas de un artículo suyo. Se sienta frente a mí, con humildad (no hay otra pa- labra, salvo, acaso, resignación). Empiezo a leer: Borges se transfigura, no sólo sabe el texto de memoria, es el texto. Humildad es el término adecuado para expresar mi sensación al terminar esa lectura: al recibir el original, había pensado que Borges se repetía. Pero Borges no se había repetido, había sido su palabra, la "palabra esen- cial" de que habla Maurice Blanchot, pri- . vilegio que pocos escritores detentan. Otros colaboradores de años atrás visi- taban con regularidad la revista, para lle- var trabajos originales y -algunos- para aceptar la tarea más modesta de reseñar li- bros. Eduardo González Lanuza y Mario Lancelotti escribían, generosos de su tiem- po, notas de lectura prácticamente para cada número. Muchas veces sus visitas a la redacción no se limitaron a la entrega de trabajos. En noviembre de 1963 - Victoria estaba en Nueva York - González Lanuza se enteró, en la calle, de la muerte de Ken- nedy: llegó a Sur para compartir conmigo su deséoncierto. Alberto Girri recomenda- . ba poetas, llevaba a la redacción poemas . suyos o ajenos, sugería y hacía traduccio- nes de poetas norteamericanos. Escritores y críticos más jóvenes habían empezado a 'colaborar en Sur poco antes de que José Bianco dejara la redacción; dos de ellos, Edgardo Cozarinsky y Jorge Andrés Pai- ta, fueron pacientes visitantes habituales: no siempre encontraban a Victoria, y so- lían acabar ayudándome a corregir prue- bas. Mencionar más nombres sería, inevi- tablemente, caer en omisiones inj ustas; muchos de los autores de reseñas estuvie- ron entre los más asiduos visitantes de la redacción de·Sur y, en esos años, algunos de eUos hicieron en esas reseñas sus prime- ras armas como críticos literarios. Victoria llegaba a Sur a las tres de la tar- de, l:asi siempre terminando de comer una tableta de chocolate. Gran madrugadora, no escribía en Sur: la escritura era trabajo de las mañanas, en San Isidro. En Sur con- testaba cartas, aprobaba sumarios para números futuros; planeaba, incansable- mente, números monográficos o especia- les de la revista: sólo años después, algu- nos llegaron a materializarse. También so- lía llevar textos en los que estaba trabajan- do: quería una opinión franca sobre ellos. En Sur planeó la colección de traduccio- nes de obras maestras que por su iniciativa publicó el Fondo Nacional de las Artes. Otras veces recibía.a visitantes que lo eral! J , 38 Libros en un sentido más amplio: Enrique Ander- son Imbert, que llegaba de Estados Uni- dos en los inviernos; Michel Butor y Alain Robbe-Grillet, invitados a un l:Ongreso del PEN Club; Rafael Lapesa, que había participado en una reunión académica; Klaus Mayer-Classon, entusiasta traduc- tor alemán de escritores hispanoamerica- nos. Después de años, Roger Caillois ha- bía vuelto a Buenos Aires: iba a dar una conferencia en español, y le era imposible pronunciar la palabra abejorro. Esa impo- sibilidad causaba la hilaridad levemente irritada de Victoria: "Si no puede decir la palabra, ¿por qué no cambia de insecto'?" Lo que se llama "relación profesional" no existía con Victoria. Yo trabajaba a su lado, y quiso conocerme. Muchas tardes de o domingo del otoño de 1961 fui sola a San Isidro. Imponente y tímida, Victoria daba el máximo en lele-a-lele. Me contaba cosas; no puedo separar el re- cuerdo de mi trabajo en Sur de las imáge- nes de eSqS tardes en que Victoria hablaba de asuntos a vel:es muy alejados de lo lite- rario pero en los que jamás faltaba algún elemento estétil:o. lnSl:parable de mi expe- riencia literaria de esos años es otro re- cuerdo de un encuentro a solas con Victo- ria. un fin de Sl:lllana. su dI: Mar dd Plata. Me leyó ella buena parte de sus Me- morias inéditas; me sumergí después en el resto de los originales. Esa obra -sin duda de lo más valioso de la literatura autobio- gráfica argentina - está concebida y logra- da con talento de novelista. Parte de esas Memorias son, entre algunos escritos pu- blicados de Victoria, los que produjo en homenaje a sus muertos queridos o admi- rados. Imágenes vivas, refractadas en una escritura cuya cualidad sobresaliente es la vivacidad, son lo contrario de los textos de ocasión que se producen al morir alguien,' tan curiosamente parecidos a la muerte. Mi collage apresurado aspira a rescatar fragmentos mínimos dI: un tramo de la lar- ga vida de la revista dI: Victoria. Sin duda, n0 tiene ni la gral:ia ni la I:spontaneidad de los textos suyos. esos fra- mentas han sido suscitados por 1:1 intento de I:stampar rl:l:uerdos 110 cl>mol:pisodioscla- su rados, si 110 como imügl:nl:s al:li vas de este sel:tor de la memoria 4Ul: I:S I1Ul:stra vida. Libros Sastrerías Samuel Walter Medina: Sastrerías, Ediciones Era, serie Claves, México, 1979. 109 pp. por Raúl Casamadrid iOh! Me Fixman, jamás pensé que las cosas llegaran a este punto Roxy Crirñson: A eso de las 4 de la madrugada tomé elli- bro. Bueno, dije, ahora vaya leer un rato. Cuando sonó el despertador, como a las 5 y media, caí en la cuenta de que me había quedado dormido con un cigarro en la bo- ca. Miré a Van Gogh con sombrero-de paja sentado sobre una barda de piedra mexicana. Luego agarré y dije: bUl:no, me- jor vaya seguir con lo del libro, que es lo -.

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494- me pidió que por favor le leyera laspruebas de un artículo suyo. Se sientafrente a mí, con humildad (no hay otra pa­labra, salvo, acaso, resignación). Empiezoa leer: Borges se transfigura, no sólo sabeel texto de memoria, es el texto. Humildades el término adecuado para expresar misensación al terminar esa lectura: al recibirel original, había pensado que Borges serepetía. Pero Borges no se había repetido,había sido su palabra, la "palabra esen­cial" de que habla Maurice Blanchot, pri- .vilegio que pocos escritores detentan.

Otros colaboradores de años atrás visi­taban con regularidad la revista, para lle­var trabajos originales y -algunos- paraaceptar la tarea más modesta de reseñar li­bros. Eduardo González Lanuza y MarioLancelotti escribían, generosos de su tiem­po, notas de lectura prácticamente paracada número. Muchas veces sus visitas a laredacción no se limitaron a la entrega detrabajos. En noviembre de 1963 - Victoriaestaba en Nueva York - González Lanuzase enteró, en la calle, de la muerte de Ken­nedy: llegó a Sur para compartir conmigosu deséoncierto. Alberto Girri recomenda-

. ba poetas, llevaba a la redacción poemas. suyos o ajenos, sugería y hacía traduccio­nes de poetas norteamericanos. Escritoresy críticos más jóvenes habían empezado a

'colaborar en Sur poco antes de que JoséBianco dejara la redacción; dos de ellos,Edgardo Cozarinsky y Jorge Andrés Pai­ta, fueron pacientes visitantes habituales:no siempre encontraban a Victoria, y so­lían acabar ayudándome a corregir prue­bas. Mencionar más nombres sería, inevi­tablemente, caer en omisiones inj ustas;muchos de los autores de reseñas estuvie­ron entre los más asiduos visitantes de laredacción de·Sur y, en esos años, algunosde eUos hicieron en esas reseñas sus prime­ras armas como críticos literarios.

Victoria llegaba a Sur a las tres de la tar­de, l:asi siempre terminando de comer unatableta de chocolate. Gran madrugadora,no escribía en Sur: la escritura era trabajode las mañanas, en San Isidro. En Sur con­testaba cartas, aprobaba sumarios paranúmeros futuros; planeaba, incansable­mente, números monográficos o especia­les de la revista: sólo años después, algu­nos llegaron a materializarse. También so­lía llevar textos en los que estaba trabajan­do: quería una opinión franca sobre ellos.En Sur planeó la colección de traduccio­nes de obras maestras que por su iniciativapublicó el Fondo Nacional de las Artes.Otras veces recibía.a visitantes que lo eral!

J ,

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Libros

en un sentido más amplio: Enrique Ander­son Imbert, que llegaba de Estados Uni­dos en los inviernos; Michel Butor y AlainRobbe-Grillet, invitados a un l:Ongresodel PEN Club; Rafael Lapesa, que habíaparticipado en una reunión académica;Klaus Mayer-Classon, entusiasta traduc­tor alemán de escritores hispanoamerica­nos. Después de años, Roger Caillois ha­bía vuelto a Buenos Aires: iba a dar unaconferencia en español, y le era imposiblepronunciar la palabra abejorro. Esa impo­sibilidad causaba la hilaridad levementeirritada de Victoria: "Si no puede decir lapalabra, ¿por qué no cambia de insecto'?"

Lo que se llama "relación profesional"no existía con Victoria. Yo trabajaba a sulado, y quiso conocerme. Muchas tardesde sá~ado o domingo del otoño de 1961fui sola a San Isidro. Imponente y tímida,Victoria daba el máximo en lele-a-lele.Me contaba cosas; no puedo separar el re­cuerdo de mi trabajo en Sur de las imáge­nes de eSqS tardes en que Victoria hablaba

de asuntos a vel:es muy alejados de lo lite­rario pero en los que jamás faltaba algúnelemento estétil:o. lnSl:parable de mi expe­riencia literaria de esos años es otro re­cuerdo de un encuentro a solas con Victo­ria. un fin de Sl:lllana. ~n su ca~a dI: Mar ddPlata. Me leyó ella buena parte de sus Me­morias inéditas; me sumergí después en elresto de los originales. Esa obra -sin dudade lo más valioso de la literatura autobio­gráfica argentina - está concebida y logra­da con talento de novelista. Parte de esasMemorias son, entre algunos escritos pu­blicados de Victoria, los que produjo enhomenaje a sus muertos queridos o admi­rados. Imágenes vivas, refractadas en unaescritura cuya cualidad sobresaliente es lavivacidad, son lo contrario de los textos deocasión que se producen al morir alguien,'tan curiosamente parecidos a la muerte.

Mi collage apresurado aspira a rescatarfragmentos mínimos dI: un tramo de la lar­ga vida de la revista dI: Victoria. Sin duda,n0 tiene ni la gral:ia ni la I:spontaneidad delos textos suyos. Sil11pkl11~ntl:, esos fra­mentas han sido suscitados por 1:1 intento deI:stampar rl:l:uerdos 110 cl>mol:pisodioscla­su rados, si 110 como imügl:nl:s al:li vas de estesel:tor de la memoria 4Ul: I:S I1Ul:stra vida.

Libros

SastreríasSamuel Walter Medina:Sastrerías,Ediciones Era,serie Claves, México, 1979. 109 pp.

por Raúl Casamadrid

iOh! Me Fixman, jamás pensé quelas cosas llegaran a este puntoRoxy Crirñson:

A eso de las 4 de la madrugada tomé elli­bro. Bueno, dije, ahora vaya leer un rato.Cuando sonó el despertador, como a las 5y media, caí en la cuenta de que me habíaquedado dormido con un cigarro en la bo­ca. Miré a Van Gogh con sombrero-depaja sentado sobre una barda de piedramexicana. Luego agarré y dije: bUl:no, me­jor vaya seguir con lo del libro, que es lo

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que estaba haciendo. Pero afuera, en la ca­lle, la gente empezaba a trajinar. Me aso­mé al balcón discretamente y hallé queabajo, justo donde debería estar un semá­foro, se encontraba un hombre cargandodos cartones de consomé. Oiga, le dije, aver si ya me deja dormir en paz. El sujeto,de m uy mal talante, me retó con una sena.Inmediatamente traté de orinarlo, perofue inútil: el hombre se había parapetadodebajo de una cornisa y desde ahí m~ lan­zaba, sin gran puntería, tomates colora­dos. Yo de plano cerré de par en fondo yme adentré en la cama. Entonces tomé ellibro y esperé al lechero.

La aparición de Sastrerías de SamuelWalter Medina hace necesaria una reubí­cación ante el concepto y la práctica de laprosa en la actualidad. Como se sabe, laescritura de Samuel se desarrolla fuera delcampo propio de las vanguardias antiguasy modernas (que trabajando sobre la es­tructura de sus lenguajes buscan una espe­cificidad del contenido artístico), laborque la convierte en un artefacto propedéu­tico autónomo. La crítica de Walter al len­guaje es una crítica fundamentalmenteasocial: si las vanguardias critican al len­guaje desde sí propias -lo cual terminapor elaborar los términos de una "noveuretors"- la suya, directamente, choca conlas instituciones al acusarlas por la false­dad que imprimen en el uso. Su crítica esmuy concreta: no se trata de denunciar elutilitarismo en favor de otra funcionalidadpública dentro de la muerte social, tampo­co de elaborar un lenguaje ("patético" einfracretáceo) capaz de mentira y falaz, nide manufacturar un instrumento que seconfunda con la irrealidad que denota,que al volverse sobre sí mismo, empapa­dos los pies en un charco fangoso, hallepinta la loma.

Obturando así en meandros esfínterescorrugados, Medina infracciona en la su­ceptibilidad -si no divina, escatológica­del auditor. Por otra parte, al abrir en ca­nal los espacios narrativos y, después deuna fracción, reincidir en ellos con uncambio de frecuencia, logra un concursoequilibrado del estertor tácito. Y repro­duzco otro párrafo: llegué en cuanto pudeal cuarto para las dos (miré la puerta en­treabierta) Y de un brinco me puse en pie yla cerré. ¿Hay alguien en casa? esperé unsegundo y repetí, ahora más fuerte: ipása­le, está abierto! La primera vez no habíaescuchado bien. Después le grité que su­biera. Sin embargo, tuve cautela: la últimavez que entré me aventó un espejo de no-

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Libro~

che y su rasurador. Si no tienes inconve­niente, le dije, vaya hacer dos intentos. Yocrucé las manos y las mantuve cerca delpecho. Era ya de madrugada. ¿Se puede?Nomás cierra bien, que me está entrandoun frío cruzado. Subí la escalera tratandode no hacer ruido. Se tomaron de la manoy cantaroll. Eran archipiélagos sin dinas­tía. Eran carnavales rapados y pacas. Eranun chingo. Para ello, en contraste con lasmagias "oníricas" y las formas por ejem­plo de caballo. Somos muchos, y lo gritá­bamos más fuerte' ¡somos muchos!, y lamera verdad, la mera, nos fuimos al fondode la excitación sensible. El trabajo teóri­co, en este tipo de problema, consiste enpensar que la actitud crítico-científica noes hostil, por la vía de la inmediatez. Lasposibilidades experimentales de profundi­zar sobre todo permiten, en la interrogan­te, la explicación de la tendencia a poneren relación la isla (idea aventurada) con elplanteamiento de su representación.

Tirados junto a un bache, con los calzo­nes limpios pero llenos de polvo, hicimosun voto de silencio. Nos impusimos la ta­rea de tener algo que decir. Un amigo yotro amigo y yo, ya no pudimos pararnos.Como nos hacía falta (según nos lo indica­ron) sentir baTro sobre la piel, comenza­mos a darnos vuelta revolcadas al modode los pollos rostizados. Estaba fuerte lacalor. Luego después nos empezaron a sa­lir plantas y cactos. Claro, es un decir,pero el caso es que a un amigo le saltó unnopal de las narices; al otro le brotó un fri­jol de en el ombligo y a mí; mal me está de­cirlo, me saltó una rosa por el ano.

Habíamos crecido en un diván; había­mos, piensen lo que quieran, luchado conratones, a su lado. Por así expresarlo co-

nacimos costumbres ajenas a nuestra vo­luntad. Yo de esto me acuerdo muy bien,aunque me digan que no, que no puedeser-. Otra vez. La mayoría era bien gayosI.:omo es de su ponerse, acabaron llevándosea todo; dar. Alguie" propuso retornar alprinl.:ipio. Hay que ser francos: tomados dela mano acabaron por hacerlo. Es que sien­do muy wates de plano se llevaban ret~­

bien. Pero éramos gayos como una nocheI.:aldosa y entomatada.

Yo, Pierre RIViere

. por Andrés de Luna

1.Pierre Riviere nació en 1815 cuando el á­guila napoleónica está a puntb 'de emigrara la isla de Elba; fu-e un niño de costum­bres extranas: hablaba solo, creía ver aldiablo y, según se dice, había pactado conél, alguna vez atemorizó con fuego a suhermano. menor, martir;.izaba pájaros yamaba los silencios de la soledad campesi­na.

- Víctima de una relación tortuosa entresus padres, Pierre Riviere, a quien se leconsideraba un idiota, asume la responsa­bilidad de ser instrumento de una justiciaprivada y terrena, por esa razón asesina asu madre y a dos de sus hermanos. Latranquilidad emocional de su padre le im­portaba más que la existencia ir.racionalde su progenitora. Su acto es un estallido,es la violencia que adquiere denominacióna través del asesinato; su acción es brutaly desmedida, los cuerpos aparecen con he­ridas de tal magnitud que las cabezas pue­den separarse del tronco con toda facili­dad. Riviere no tiene amigos, detesta a lasmujeres como una enfermedad de la ju­ventud, al burdel no ha ido más de dos otres veces, su vida es un péndulo que osci­la entre la pasividad extrema o el deliriogozoso de la naturaleza. Las imágenes quehabía meditado se hacen tangibles y tienefrente a sí los cadáveres destrozados.Piensa: "Acabo de liberar a mi padre,ahora ya no será desgraciado". _El sabeconstruir arcos y nechas y maneja la hozcon maestría envidiable. Lee todo lo que