santiago 18*93 · 2018. 6. 29. · i elmatrimonioieladultertosegun lablblia....

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  • SANTIAGO DE CHILE

    18*93

  • I

    El matrimonio i el adulter to segunLA BlBLIA. — BlGAMIA i P0LIGAM1A.—Concubinato .

    Para no abrog'arnos el diflcil i deli-cado oflcio de comentadores de la Bi-blia, superior a nuestras humildesfuerzas, nos contentaremos con trans-cribir los testos que creamos masapropiados para nuestro objeto.

    Helos aqui:«I asi que oyo I.aban las nuevas de

    Jacob, hijo de su hermana, corrio arecibirlo, i abrazolo, i besolo, i trajolea su casa: i el conto a Laban todasestas cosas.

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    I Laban le dijo: Ciertamente huesoniio. i carne raif-eres. I estuvo con eleptiempo de un raes.

    Entonces dijo Laban a Jacob: ^Porsertumi hermano, me has de servirde b'alde? Declarame que sera tu sa-lario.

    1 Laban tenia dos hijas: el nombrede la mayor em Lea, i el nombre dela men or, Rachel.

    I los ojos de Lea eran tiernos, peroRachel era de lindo semblante, i dehermoso parecer.

    I Jacob amo a Rachel, i dijo: To teservire siete alios por Rachel tu hijamenor.

    I Laban respondio mejor es que tela de a tj, que no la de a otro hombre;estate conmigo.

    Asi sirvio Jacob por Rachel sieteanos; i parecieronle como pocos dias,porque la amaba.

    I dijo Jacob a Laban: dame mi mu¬ll er, porque mi tiempo es cumplido,para que cohabite con ella.

    Entonces Laban junto a todos los

  • varones de aqael lugar, e hizo ban-quete.

    I sucedio que a la noche tomo a Leasu liija, i se la trajo: i el. entro,a eila.

    I dio Laban su siervaZilpa a su liijaLea per criada.

    I vepida la manana, he aqul que eraLea; i el dijo a Laban: ^Que es estoque me has hecho? (.No te he servidop. r Rachel? ^por que pues me has en-gahado?

    I Laban respondio; No se hace asien nuestro lugar, que se de la manorantes que la mayor.

    Cumple la semana de esta, i se tedara tambien la otra par el servicioque hicieres conmiga de otros sieteanas.

    E hizo Jacob asi, i cumplio la sema¬na de aquella: i el Je dio a Rachel suliija por mujer.

    I dio Laban a Rachel su liija porcriada a su sierva B.ilha.

    I entro tambien a Rachel, i arholatambien mas que a Lea: i sirvio con elaun otros siete anos.

    I vio Jehova que Lea era aborrlcida,

  • i abrio su matriz; pero Rachel era es-teril.

    I concibio Lea, i pario un hi,jo, i 11a-mo su nombre Ruben; porque dijo: Yaque ha mirado Jehova mi afliccionaliora por tan to me amara mi marido.

    I concibio otra vez, i pario un hijo,i dijo: Por cuanto oyb Jehova que yoera aborrecida me ha dado tambienesle. I Ilamo su nombre Simeon.

    1 concibio otra vez, i pario un hijo, idijo: Ahora esta vez se unira mi mari¬do conmigo, porque le he parido treshijos: por tanto llamo su nombre Levi.

    I concibio otra vez, i pario un hijo, idijo: Esta vez alabare a Jehova. Poresto ilamo su nombre Juda: i dejo deparir.3

    Moises pronuncio pena de muertecontra los adulteros; pero en cuantoa la vioiencia, solamente lade una no-via era castigada de muerte, castigoque comprendio tambien a la violada,a menps que el crimen no se hubieracometido en despoblado: de otro mo-do se suponia que la mujer Labia sidoconciliate; toda vez que no grito o

  • grit,o poco. Si la novia habia. recibidoel anillo de esponsales, se obligaba asu violador a deposarse con el la i apagar al padre de so victima cincuen-ta ciclos de plata, lo que se liaraabaen la lei la compra de una virjen.

    Mas induljente con los hotnbresque con las mujeres, Moises prescri¬be a estas una castidad tan rigurosa,que la mujer casada que vela a sumarido en rina con otro bombre, nopodia acudir en su ayuda so pen a deesponerse a perder ia m.ano, porqueestaba establecido el castigo de cor-tarsela a la mujer que por descuido opor cualquiera otra causa, tocaba albombre en las pudendas, i era cos-turabre entre los I'ebreos recurrir aeste temible ataque que tendia a rau-tilar la raza de Israel.

    Heaqui uno de los numerosos ejera-plos de bigamia i poligamia que halla-mos en la Bibila, referente tarnbien aJacob:

    «I viendo Rachel que no daba hijosa Jacob, tuvo envidia de su hermana,

  • i decia a Jacob: Dame hijos o si no merouero.

    I Jacob se enojaba contra Rachel, idecia: i,Soi vo en el lugar de Dios, quete impidio el fruto de tu vientre?

    I el la cl i jo: He aqui mi sierva Billia;entra a ella i parira sobre mis nodiIIas,i yo tambien tend re hijos de ella.

    Asi le did a Billia su sierva por mu-jer, i Jacob entro a ella.

    I concibid Bilha, i pario a Jacob unhijo.

    I dijo Rachel: Juzgome Dios, i tam¬bien oyo mi voz, i didme'un hijo. Portan to liamo su riombre Dan.

    I concibid otra. vez Bilha, la siervade Rachel i pario el hijo segundo aJacob.

    I dijo Rachel: Con luchas de Diosha conlendido con mi hermana, i hevencido. I llamo su nombre Nephtali.

    I viendo Lea que habia dejado deparir, tomb a Zilpa su sierva, i didlaa Jacob un hijo.»

    IJena esta la Biblia de concubinajesi de ejemplos de poligamia, siendo di-

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    ficil senalar unos sin mentar la otra.Uno de los ejemplos mas escanda-

    losos es sin dnda el que nos presentael sabio Salomon, cuyos excesos deincreible incontinencia liegaron alpun to de hacerle tomar setecientasmujeres i trescientas concubinas.

    II

    El matrimqnio ex Grecia—Las con¬cubinas atexienses.—penalidadescontra el ADULTERIO.—El divor-CIO.

    En Grecia seprofesaba un profundorespeto a la familia, a la fe conyugal ia la lejitimidad de los hijos; pero. esterespeto revestia caracteres bastanteparos i dificiles de comprender ennuestros dias.

    La mujer casada, las doncellasi lasmatronas honradas permanecian o-cultas en el jineceo domestico i eranalii unas x'einas, digamoslo asi, hastael umbral de la puerta.

    No se presentaban en los juegos-

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    publicos ni. en las- representacionesteatra-les, ni salian a la calle sino raravez, i aura asi vestidas i veladas hones-tamente, si no querian hacerse acree-doras de una multa crecida.

    No tenia instruction alguna i, segunalgunos historiadores hasta hablabanmal su lengua.

    Sus ocapaciones consistian en el a-rreglo de la casa, en laboresde aguja,en las funciones de esposa, de nodri-za i rnadre.. «El nombre de una mujer honrada,dice Plutarco, debe estar como su per¬sona, epcerrado en su casa.i)

    «La mejor mujer, habia dicho Tuci-dides, es aquella de quien no se dicemal ni bien.

    El imperio de la mujer easada aca-baba a la puerta de una casa, alii don-de comen/.aba el del marido; no teniael derecho de seguirle ni de turbarlo ensu vida esterior, entendiendose que ig-noraba io que ocurria fuera de su vista.

    Era una especie de esclava rodeadade respeto i de atenciones i protejidaporlas leyes,

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    El dominio del mundp i del amor, siasi nos es permitido espresarnos, es-taba reservado a las hetarias.

    Las hetarias tenian inmensas venta-jas sobre las mnjeres casadas: verdadque no aparecian sino a distancia enlas ceremonias relijiosas, no toraabanparte en los sacrifieios ni podian salu-dar publicamente a los ciudadanos;pero en canrbio eran el adorno indis¬pensable de ios jnegos solernnes, delos simulacros guerreros, delasrepre-sentaeiones escenicas; ellas solas sepaseaban en carros, engalanadas comoreinas, brillantes de seda i oro, con lacabeza descubierta i el seno desnudo;ellas componian el selecto auditorio enlas sesiones de los tribunales, en loscertamenes poeticos, en los palenquesliteriarios, en las reuniones academi-cas; ellas aplaudian a Fidias, a Apeles,a Praxiteles i aZeuxis, despues de su-rninistrarles en si raismas modelos i-nimitables de belleza; ellas inspirabana Euripides, aSofocles, a Menandro, aArisfosfanes, a Eupolis, animandoles,a disputarse la palma del teatro.

  • - 12 -

    Oianse i. se seguian sus consejos ea]as ocasione.s dificUes, repetianse portodas.partes con elojio sus buenas ocu-rrencias i se terma su critica mordazi se apetecian sus elojios. Eran causade imichos desordenes i de muchos esrcandalos; pero tumbled de muchos ac-tos de patriotismo i de valor, de bri-]lantes obras dejenio i de ricas inveh-ciones de poesias i arte.

    Ivstas mujeres, que formaban la aris-tocracia de la prostitucion, subvuga-ron a casi todos los iildsofos de sutieprpo, a los poetas, a los artistas ihas La a muchos reyes.

    Algunas, como Tais, amanle de Ale-jando IMagno, que se unio a su muertecon To'omeo, llegaron a casarse lron-rosaniente. Muchos ho ml ires ceiebresfueron hi jo's de estas cortesanas, co¬mo el gran Temlstocles, Filetario, reyde Pcrgarao, el filosofo Blon i el jene-ra! ateniense Timoteo.

    «Un hombre que se hubiera perini-tido amar a su mujer, dice el historia-dor de quien tomamos estos datos, conpasion de puro amor o de sensualidad,

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    habria sido criticado por todos segunel axioma formulado por Plutarco.

    «No se puede vivir con una mujerhonrada como con una esposa i unahetaria a la vezov

    Tal era la condition poco envidiablepor cierto de la mujer casada en Gre-cia.

    Tenemos, dice Demostenes, corte-sanas para el placer, concubinas parael servicio ordinario; pero esposas pa¬ra que nos den hijos lejilimos i velerilielmente en el interior de la casa.?

    Las concubinas eran esclavas que secompraban o sirvientas que se toma-ban a sueldo i que debian satisfacerlos sentidos de sus amos: en esto no.habia amor ni libertinaje era un sim¬ple servicio.

    La mujer lejitima no se estrailaba nise dignaba ofenderse, de ver a sus es¬clavas o sirvientas, entregarse en supropia casa, en brazos de su marido,

    lleducida a un estado de inferiori-dad i de obediencia en el matrimonio,nielderecho teniade quejarse ni iniiiis-

  • — 14 —

    cuirse en un asnnto que no se consi-deraba de su incumbencia. Los hijosque nacian de estas relaciones secun-darias no eran considerados como le-jitimos i con esto quedaba satisfechaSU dignidad,

    Las concubinas, puesformaban par¬te del hogar domestico. Su existenciacorria ignorada i envejecian en mediode sus trabajos domes ticos, humildesi olvidadas, aunque hubieran dado hi¬jos a sus amos, hijos que ningun de-reeho tenian a la familia i que no po-dian usar el nombre de ciudadanos.

    Las cortesanas i las concubinas es-taban, pu.es, toleradas a la puerta mis-ma i en el seno del santuario conyugal.

    Pero no siempre la vida de las con¬cubinas era tan hurnilde como quizasse imajina.

    Como con frecuencia eran mas ins-truidas i amables que la esposa lejiti-ma, i en sus relaciones podian permi-tirse transportesi sensualidadesdequeuna mujer casta se hubiera avergonza-do, solian conquistarse la preferenciai hasta el amor de sus amos.

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    No obstante su condicion era siem-pre o casi siempre la de una esclava.

    He aqui lo que cuenta un historiador,de Danae, filosofa hija de la celebreLeontiun i de Epicuro, segun se cree:

    «En sus vicisitudes vino a ser la con-cubinade Sofronio, gobernador de Efe-so, quien node impidio que siguieracultivando la filosofia epicurea.

    Sofronio la amaba con delirio, sinque Laodicea, su mujer legal, tuvieracelos de ella, antes bien la hizo su a-miga i confidenta.

    Un dia bubo de confiarle el secretode haber pagado asesinos para que li-braran a las dos a la vez del esposo idel amante. Danae corrio a avljar elpeligro a Sofronio, quien apenas tuvotiempo de huira Corinto.

    Furiosa Laodicea al ver en salvo suvictima, convirtio toda su ira contraDanae i ordeno que fuera precipitadadesde lo alto de una roca, i Danae, mi-diendo con la vista el precipicio a quese la iba a empuiar, esclarao amaraa-mente.

    c;Oh diosesl con razon seniegavues-

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    tra existencia. jYo muero tan desastro-samente por haber querido salvar lavida del honib re aquien amaba, i Lao-dicea, la infarae Laodicia que queriaasesinar a su esposo, vivira rodeada degloria i de honoresb

    Este pasaje da ideabastante clara delas costumbresdomesticas de aquellostiempos i del caracter i condicion delas concubinas.

    La condicion de la mujer, asi escla-va corao libre, asi concubina comoes-posa lejitinS,eraciertament:ehumillan-te i miserable.

    Quizas por esto llego la prostituciona invadirlo i a mancharlo todo.

    Grecia i Roma, aquellos pueblos po-derosos que atal progreso llegaron porotra parte, no pudieron conservar sugraudeza quizas porque no honraron ala mujer como es debido.

    Este gran triunfo, que tanto ba inllu-idoen la civilizacion moderna, le esta-ba reservado, como vereinos al cris-tianismo.

    Las leyes castigaban el adulterio de

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    la mujer con la pena de muerte; peroesta lei no tenia aplicacion casi nun-ca.

    El culpable era entregado solamen-te al marido ultrajado, quien se con-tentaba a veces con hacerle' dar unacarrera de baquetas.

    Comunmente la muerte se conmu-taba eon una cantidad de dinero que,a tltulo de indemnizacion pagaba eladultero.

    De este modo se sustraia a un cas-tigo ridiculo i doloroso, pues segunAteneo, si no aceptaba la conmuta-cion, el esposo ofendido lo entregabaa merced de sus esclalvos, que des-pues de azotarlo con la mayor cruel-dad, le introducian por elano un enor-me rdbano negro.

    Los orientales han conservado algode eso en el supliciodelpalo.

    La prostitucion solia esplotar el te-mordelrabano negro, haciendo creera ciertos imbeciles que habian come-tido adulterio sin saberlo.

    Habia quien se fmjia marido de unafalsa esposasorprendida infraganti.

  • — 18 —

    En Atenas eran injuriadas i maltra-tadaslas adulteras publicamente.

    Si el rnarido sorprendia a los delin-cuentes, i los asesinaba era perdona-do.

    Segun Aristofanes, se arrancaba alas adulteras el cabello i sobre el cra-neo, ensangrentado. se les arrojabaceniza cahente a fin de hacer mas in-tenso el dolor.

    Pero parece que a despecho de lasleyes draconianas, habia mujeres ca-sadas que ejerclan la prostitucion.

    «Megara en una carta a su compa-fiera liaechis, carta que el retoricoAleifroute no tuvo el pudor de romper,dice espresamente queFilomena, aun-que recien casada, se hallaba en un lu-gar de placer donde se ' cometian losexcesos mas vergonzosos.

    La astuta, dice Megara, ha encon-trado el medio de asistir, abismandoa su marido en un profundo sueno.»

    Los flltros soporlferos como los fil-tros amorosos estaban mui en bogaentre las cortesanas i los libertinos.

    Las leyes de Dracon horrorizaban

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    a los majistrados que continuamentetenian que estar vertiendo sangre, iultimamente ya no las aplicaban, pre-firiendo en muchos casos la inipuni-dad del delincuente a la odiosidad deun snplicio que reprobaban la razon ila humanidad. Fueron pues, dejando-seide observar estas leyes i la impuni-dad volvio a sumir a Atenas en el caos.

    Los adulteros se aprovecharon na-turalmente, de esta situacion.

    Solon revoco todas las leyes draco-nianas menos la que castigaba el ase-sinato.

    En esta nueva lejislacion el adulterocojido infraganti podia ser muerto im-punemente: la esposa adultera no po¬dia ya ponerse adornos so pena deverselos quitar publieamente, i aun deser castigada con azotes; el maridoque habiendo convencido a su mujerde adultera, volvia a vivir con ella, in-curria en la infamia.

    Laviolencia hecha a una mujer decondicion libre era castigada con unamulta considerable.

  • — 20 —

    Segun una antigua lei, caida en de-suso, la esposa lejitima, en algunascircunstancias, podia qnerellarse a losmajistrados i aim demandar el divor-cio, si los excesos del marido le eraninsoportables.

    A si Hiparete, casta esposa de Alci¬biades. ciiya inconslancia la desolabaen su lidelidad i carino, viendo queaquel esposo iibertinq la dejaba porfrecuentar estranjeras de mala vida, seretire a casa de su herrnano i deman-do el divorcio.

    Alcibiades no tomb !a cosa en serioi declare que su inujer debia llevar alarconte,.iriajistrado de aquellos tiein-pos, las piezas del divorcio.

    Hiparete fue i Alcibiades tambien;sit 10 que en vez de justiI'icarse, tomotiernarnente en sus brazos a la detnan-dante, i asi. la condujo al domicilioconyugal.

    Por lo comun las matronas dejabande querellarse por no rebajar su dig-nidad-

    El unico privilejio de que eran ce-

  • — 21 -

    losas era la leji timidad de los hijos ha-bidos en el matrimonio legal.

    Los hijos de las concubinas, lo mis-mo que los de las cortesanas, partici-paban de la ignominia de sus madres;ig'norainia de que no se purificabanhasta haber servido gloriosamente ala patria.

    La condicion personal de las con-cubinas diferia esencialmenle de la delas cortesanas, i, sin embargo, la con¬dicion de los hijos de unas i de otrasera igual.

    Los bastardos, que Iran innumera-bles, porque inumerables eran las cor¬tesanas de Atenas, estaban como se-gregados de la pablacion libre: no te-nian traje especial ni ning'una otramarca distinliva; pero desde su infan-cia jugaban aparte i aparte se ejercita-ban en tin terreno dependiente deltemptd de Hercules, a quiense mirabacomo el dios de la bastardia.

    Guando tenian la edad del hombreestaban incapacilados de heredar, debablar ante el pueblo, de ser ciudada-nos en una palabra.

    I# ■

  • - 22 -

    III

    La antigua Roma —Castiuo a las, adulteras.—muerte de lucrecia.

    Desde el reinado de Romulo, si nosoontentamos en estudiarlo en Tito Li-vio, el matrimonio fue instituido encondiciones de alejar todo pretesto aldivorcio i al adultepo; porque el ma¬trimonio considerado bajo el pun to devista politico en la nueva colonial, te¬nia principalmente por objeto apegarlos ciudadanos al hogar domestico icrear la familiaal rededor de los espo-sos. Al principio liubo carencia casiabsoluta de mujeres, puesto que paraprocurarselas, el jefe de aquella colo-nia tuv| que apelar a la astucia i a laviolencia. Cuando llego el ardid a rea-lizarse i las sabinas se sometieron, degrado o por fuerza a los maridos queel azar les habia dado, no todos loshombres aptos de Roma se hallaronprovistos de mujeres, i puedesuponer-se que durante los dos o tres prime-

  • — 23 —

    ros siglos, el sexo femenino esLuvo enminoria en aquella reunion de hom-bres, venidos de todos los puntos deItalia, divididos arbitrariamente en pa-tricios i plebeyos, que vivian separa-dos los unos de los otros.

    El matrirnonio era, pues, necesariopara ligar i retener'en un cent.ro co-mun estas pasiones, estas costuinbres,estos intereses esencialraente distin-tos e inconexos: el matrirnonio debiaser fijo i durable a fin de formar la ba¬se social del Estado; el matrirnonio,en fin, repelia i condenaba toda espe-cie de prostitution, la cual no se hu-biera alzado cerca de el sino en superjuicio. Los hechos mismos estanalii para hacer ver las mas solidas ga-rantias del matrirnonio, tal como Ro-mulo lo habia prescrito a su pueblo.Las cuatro leyes que dio a la vez enfavor de las sabinas i que fueron gra-badas sobre una tabla de bronce en elCapitolio, prueban ampliamente queno habia que temer aun la plaga de laprostitution.

    La primera de estas leyes declaraba

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    que las mujeres serian las compane-ras de sus luaridos i que entrarian enparticipaeion de sus bienes, de sushonores i de todas sus prerogativas;la segunda ordenaba a los liombresceder el paso a las mujeres en publi¬co, para darles liomenaje; la tercerales prescribia respetar ei pudoren susacciones i palabr'as delante de las mu¬jeres, de tal rnodo, que no podian pre-sentarse al publico s.ino con traje] talar,que cubriera todo el cuerpo basta lostalones, i el que se presentara desnu-do a vista de una mujer podia ser con-denado a muerte; finalmente la cuartalei esp.ecifi.caba tress casos de repudiocontra la mujer: el adullerio, ei enve-nenamiento de sus hijos, i la sustrac-cion delas Haves de la casa. Fuera deestos tres casos el esposo no podia re-pudiar asu mujer lejitima so pena deperder sus bienes, que se reparian pormitad, entre la mujer i el templo deGeres.

    Una antigua lei citada por Ciceron,prohibia al ciudadano romano guardarei ceiibato mas alia de treinta alios.

  • — 25 -

    Cuando su patricio comparecia ante eltribunal de los censores, estos le diri-jian ante todo esta pregunta: «En tualma i conciencia ^tienes un caballo,tienes una mujer'?» Lbs que no contes-taban de una manera satisfactoria te-nlan que pagar una multa i suspendersu demanda liasta haber hecho la ad-quisicion del caballo i la mujer. Loscensores que exijian estadoble condi-cion civil al patricio, le permitian aveces contentarse con una u otra cosa;porque el caballo indicaba habitos gue-rreros, i la mujer habitos pacllicos.

    Rbmulo que fue un iejislador tan sa-bio como austero, a pesar del rapto delas sabinas, quiso hacer del matrimo-nio una institucion, por decirlo asl,patricia, porque lo consideraba indis¬pensable a la conservation de las fa-milias de la aristocracia hereditaria.Este matrimonio, el linico en que seocupara al principio, se llamaba co?^-farreatio, porque los dos esposos, du¬rante las ceremonias relijiosas, se di-vidian un pan de tngo (panis farreus) ise lo cotnian simultaneamente en sig-

    l

  • — 26 —

    no de union. Este matrimonio pareciael unico lejitimo o respetable al me-nos, pues ponia a la mujer, en ciertomodo sobreun pie deigualdad con sumarido, haciendola participar de todoslos derechos civiles.

    Otra condicion esperaba a la esposaplebeya en el estado de matrimoniopor coemcion i por usucapion, las dosformas legales que revestia la unionde esta clase.

    La mujer, para casarse asl, llegabaal altar con tres monedas en la mano;daba una al esposo i se reservaba lasotras dos, comb dando a en tender, se-gun unos, que rescataba solo un ter-cio de su esclavitud, i segun otros,que compraba los cuidados i atencio-nel del marido.

    La usucapion, como indica esta pa-labra.,' que quiere decir modo de ad-quirirla posesion de una cosa por ha-ber pasado el tiempo prescrito por lasleyes; era una especie de concubina-todegalizado. Para contraer este ma¬trimonio era menester que, con el con-sentimiento de sus tutores naturales,.

  • — 27 —

    viviera la mujer maritalmente por es-pacio de un aho, sin faltar tresnochesseguidas, con el liombre con quien sedesposaba as! en ensayo. Este matri-monio concubinario, que no se esta-blecio en Roma sino a fuerza de uso,foe consagrado por la lei de las Docetablas i vino a ser una institucion civilcorao las otras dos especies de raa-trimonio.

    La leyi la cosfcumbre daban poderabsoluto al hombre sobre la mujer: es-ta aunquele sorprendiera en adulteriono osaba, como dice Galon, loearle nicon el dedo, mientras que el maridopodia hasta malariasjrprendiendolaenigualcaso.

    La mujer casada, madre defamiliaoesposa no tenia derecho a demandar eldivorcio, aun por causa de adulterio;el marido alcontrario,podia hacerlo enlos tres casos que Romulo habia tenidoel cuidado de precisar. La mujer tam-poco ejercia mas imperio sobre sushi-jos que su marido, quien tenia sobreellos derecho de vida i muerte i podia

  • - 28 —

    venderlos hasta tres veces.La nota de irifamia que llevaba con-

    sigo la prostitucion no impidio, sobretodo en tiernpo de los emperadores,que las mujeres de condicion lib re iaun de noble nacimiento seabandona-ran a ella con la autorizacion de losediles que se llamaban UcenUa stupri,o penalise de libertinaje.

    Las leyes de los emperadores tuvie-ron por objeto. impedir que la prosti¬tution se estendiera a las familias pa-tricias i arraigara en ell as. Agusto, Ti-berio, Dominiciano mismo se mostra-ron igualrnente celosos de conservarintacto, el honor de la sangre romana,protejiendo con njidas prescripcionesla integridad, la santidad del matrimo-nio que era mir'ada como ley funda¬mental de la republica. Por lo demas,ellos no se cuidaron mucho de obser-var las reglas legales que imponia asus subditos.

    Muchas patricias i plebeyas, por sus-traerse a las terribles consecuenciasde la ley contra el adulterio, buscabanun refujio, que creian inviolable en la.

  • - 29 —

    vergtienza de laprostitucion;porqueentiempos de la republica, bastaba a u-na matron a declararse cortesana (me-retrix) i como tal inscribirse en los re-jistros de los ediles para ponerse ellamisma fuera de la ley de las adulteras.

    Para atajar este escandalo i anularsus perniciosos efectos, lmbieron detomarse nueyas precauciones i el sena-do decreto que toda matron a que paraeludir el castigq del- adulterio, tomaraun oficio in fame en calidad de come¬dian ta; de cortesana o tercera, podriaser, sin embargo, perseguida en virtudde un senado-consulto. Invitabase,pues, al marido a perseguir a su mujerliasta en el seno rnismo de la prostitu-cion i de la infamia: todos aquellos quea sabiendas bubieran dado la mano aesta prostilucion, el propietario de lacasa en que hubiere tenido lugar, el,Ie-non quehubiera intervenido, el maridomismo que se hubiere aprovechado delprecio de su deshonra, debian ser per-seguidos i castigados como adulteros.Del mismo modo era acusado de com-plicidad el dueno de un bano, taberna

  • — 30 —

    o campo en que el crimen se hubierecometido; podia perseguirse tambien,con el mismo rigor, alas personas sos-pechosas de haber dispuesto o facili-tado el adulterio, surninistrando a loscutpables medios de encontrarse enentrevista ilicita.

    Los majistrados llevaron tan lejoscoino les fue posible la aplicacion dela lei como para hacer contraste conel desbordamiento de adulterios i cri-menes que arrastraba a la ruina al im-perio, ronfp.no. Vieronse mujeres, adul-teras en el tiempo de su primer matri-monio, ser perseguidas despues desus segundas nupcias por un acusa-dor que venia en nombre del primermarido muerto, a casligarlas en bra-zos del segundo.

    Unicamente la viuda, aunque fueramadre de familia, podia abandonarseimpunementea la prostitucion, sinte-mer persecuciones ni aun de parte desus hijos.

    La jurisprudencia no se ocupaba dela prostitucion sino bajo el punto devista del adulterio i en interes del ma-

  • — 31 —

    trimonio. La prostitution de las mu-jeres casadas i el odioso lenocinio delos maridos era lo que particularmen-te procuraban atacar el senado i losemperadores.

    La institution del matrimonio quetanto interes:se tenia en protejer, ha-biase prostituido de un modo casi in-veroslmil: aqui una mujer partia consu marido el precio vil de su adulterio;alia el marido cerraba los ojos ante lasfaltas de su esposa po.' un precio es-tipulado de antemano; esta salia dis-frazada de meretriz o de esclava a bus-car averitura en los arrabales o a ori-llas del Tiber, aquella iba a prostituir-se, casi publicamente a los lupanaresmas inlimos.

    Pero el lujo de leyes i pen as queamenazaba continuamente al adulte¬rio no lo hacia menos frecuente ni se-creto. Lo unico que sucedio fue queel matrimonio, asi rodeado de peli-gros i sospechas, se ofrecio mas temi-blei repulsivo i se vio disminuir con-siderablemente el numero de unioneslejitimas. Los patricios que no que-

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    nan esponerse a semejantes enojos,aplicaron a su conveniencia el matri-monio usucapio que no habia tenicloefecto basta entohces, sino en el pue¬blo infitnq; pero los patricios cambia-ron a I guna cosa para haper de el elconcubinato, que una lei, tan vaga co-mo el concubinato mismo, bubo deadmitir i reconocer como institucion.

    El concubinato dejenero bien prontoen una de las mas descaradas i abu-sivas prostituciones i pronto a causade la corrupcion de costumbres fuepreciso que la lei le pusiera llmites ireglas.

    Hai numerosos testimonios del ho¬rror i desprecio que inspiraba el cri¬men del adulterio en los pueblos pri¬mitives de Italia, que habia inficio-nado, sin embargo, la corrupcion grie-ga i fenicia.

    En Cumas, en Campania, por ejem-plo, una mujer sorprendida en adulte¬rio, era despojada de sus vestidos,conducida inmediatamente al foso, iespuesta, completamente desnuda so-

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    bre una piedra, a las injurias, bur;asi salivas del populacho por espacio demuchas boras: despues se la monta-ba en un asno i se la paseaba por laciudad entre gritos i sarcasmos.

    No se la imponia otro castigo, peroquedaba va con esto infamada i el mo¬te alusivo que se la daba, venia a serel sello de esa ignominia, durante elresto de su existencia, abyecta ya imiserable.

    Segun ciertos comentadores, la pe-na del adulterio en el Lacio i las co-marcas limitrofes, habia sido mas es-candalosa que el adulterio mismo.

    El asno de Cumas figuraba tambienen aquella estrana jurisprudencia; pe--ro el oficio que se le hacia ejercer, nose limitaba a servir de cabalgadura ala paciente; esta venia a ser, publica-mente, vlctima del libidinoso cuadru-pedo.

    Era una diversion monstruosa dig-na de 1a. barbarie de los faunos i abo-rijenes que, segun la tabula, habianpoblado aquellas salvajes soledades.

    M. i A. 2

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    Eas infelices que sufrian tan barba-ro castigo no formaban ya parte de lasocieclad sino para servir de escarnioipara.satisfacer otras brutalidades, to-da vez que estas pobres mujeres per-tenecian ya al publico. ElJas fueron ve-rosimilmen te, las primeras prostitutasque se destinaron al uso jeneral de loshabitantes del pais.

    Aqui por decencia, se liizo desapa-recer la obcena intervencion del asno;alia, por el contrario, se conservo co-mo un erablema la presencia de esteanimal, a quien no estaban ya reser-vadas las funciones de verdugo.

    Parece remontarse a este antiguoorijen el paseo sobrd un. asno que seve tan repetido en la Edad Media, nosolo en Italia sino en todos los pue¬blos de Europa, en donde la lei roma-na liabia penetrado.

    El asno representaba evidentementela lujuria en su mas brutal acepcion ise le abandonaban, por decirlo asi, lasmujeres que habian perdido su digni-dad cometiendo adulterio o entregandose al libertinaje publico.

  • Ciiando el asno fue sucesivamenteprivado de sus viejas prerogativas enel castigo de las adulteras, no se hizomas quedarle un suplente bipedo i avoces mas de uno al nvismo tiempo.

    La costumbre, mas bien que la lei,debio estabiecer esta otra forma decastigo para las culpables de baja con-dicion; porque es dificil suponer quelos patricios, aun por vengar sus inju-rias personales, se pusieran a la mer-ced de la insolencia i brutalidad delpopulacho.

    Habia en varios distritos de Ptoma,los mas exceniricos de la ciudad, iprobable'mente cerca de los ediculosde Priapo, ciertos lugares destinadosa recibir a las rnujenis adulteras i aesponerlas al ultra]e del primero quellegara.

    En est'as especies deprisiones, acla-radas por estrechas ventanas i cerra-das por solidas puertas, un lecho depiedra cubierto apenas de paja, esta-ba siempre dispuesto a recibir las vic-timas que entraban andando al revesen aquel lugar de ignominia.

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    Ahorabien; la mujer sorprendida enadulterio, pertenecia ya al pueblo, yase la abandonara el marido ultrajado,ya la condenara eljueza la prostitu-cicn publica; i en medio de las risas,de lasburlas iprovocaciones mas ob-cenas, era arrastrada a su ominosodestino: ningun rescate podia redimir-la, ninguna suplica, ningun esfuerzosustraerla a tan terrible tratamiento.

    Cuando medio desnuda, ultrajada,escupida, entraba en el lugar dei su-plicio, se cerraba la puerta de nuevo,i se jugaba a los dados el turno quele correspondia a cada ejecutor deacjuella abominable forma de justiciacriminal. Cada cual entraba a su tur¬no en la prision i al mismo tiempouna multitud de sordidos curiosos seprecipitaban a las rejas de la ventanapara presenciar el odiosisimo espec-taculo, que el son de la campanaanunciaba a los dislantes entre la gri-teria de la vil i desvergonzada chus-raa. La campana i los gritos volvian aoirse siempre que un nuevo atletaparecia en la arena a veneer a una

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    debil mujer, en la mas cobarde e in-fame de las luchas.

    Segun la autoridad de Socrates, elEscolastico, esta prostitucion asom-brosa estuvo en vigor en todo el irn-perio romano hasta el siglo qninto dela Era cristiana.

    El asno primltivo no existia ya; pe-ro el pueblo conservaba el recuerdorebuznando como el, durante la eje-cucion, que terminaba las mas de iasveces con la muerte de la mujer.

    El ejercito romano estaba acampadobajo los muros de Ardea, capital delos Rutulos, distante unas quince mi-lias de Roma, i durante el intervalode los asaltos, los hijos del rei entre-tenian con juegos i festines los ociosdel campamento. Un dia que se lia-bian entregado a estas diversiones conGolatino, noble romano i de sangrereal como ellos, habiendo recaido laconversacion sobre el merito de susesposas i dado cada cual en este pun-to la prefereneia a la suya, Golatinopropuso decidir en aquefmismo ins-

    L

  • tante la cuestion, yen do a conocercual de to das- ellas sehallaba en a que¬ll as boras mas honestamente ocupa-da. Gusto la propuesta a los convida-dos i monf.ando In ego a caballo, pasanen un momento a Roma, donde en-cuentran a las nueras deTarquino en-tregadas a los bulliciosos. placeres dela corte; i enseguida a Colatia, dondeLucrecia esp.osa de Colatino, se ocu-paba ||.tre sus criadas en los queha-ceres domesticos. Todos la proclama-ron digna de la pal ma.

    Lucrecia hizo a los companeros desu esposo un recibimiento lleno degrdlia. sin fansto, pero correspondien-te al lustre de sufamilia. Esta cortesiale fue fatal: su hermosura, a cuyos en-cantos daba mayor realce su modestasencillez, encendio en el corazon deSesto, hijo del rei Tarquino, una pa-si oh que pronto no conocio freno, i laque no reparo este en satisfacer porun crimen. Algunos dias despues de-saparece secretamente del campamen-to, i pasa a Colatia. a ver a Lucrecia,que le recibio sin desconilanza i le hi-

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    zo conducir a an aposento in media toal suyo.

    Pero a media noche Sesto penetraen el cuarto donde deseansa su victi-ma, acercase a su lecho, la despiertacauteloso ila amenaza con la muertesi rehusa ceder a su pasion, i aun sida un sologrito que pneda desvanecersus culpables esperanzas.

    Bien que asustada i despavorida re-s'is te Lucrecia con toda la dignidad dela virtud; pero el monstruo lo babiaprevisto todo para veneer su resislen-cia. Amenaza no solamente inmolarlaa el la si no degollar tambien al esclavoque babia traido consigo, poner losdos cadaveres en la cama, i publicarluego que les babia sorprendido iinner to en adulterio. Entonces la es-posa de Colatino, sintiendo mas la in-famia que mancbaria su memoria quela misma muerte i el horror de violarel till a mo nupcial, se rinde, cediendoa Sesto una deplorable victoria.

    Pero al dia siguiente, pesandole de-masiado su vida i determinada a nosobrevivir a su oprobio, Lucrecia mar-

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    cho a Roma, i envio mensajeros a Co-latino su esposo, i a Espurio Lucreciosu padre, participandoles que la fami-lia acababa de sufrir una gran desgra-eia. Lucrecio iColatino dejaron al mo-men to sus tiendas i se trasladaron aRoma, acompanado de Valerio, pa-riente de Lucrecio i de Junio hijo deaquel Marco Junio a quien Tarquinohabia hecbo perecer, i aun el misniono habia podido desarmar la descon-fianza de aquel sino afectando una es-tupida demencia la que le habia gran-jeado ei epiteto de Bruto.

    Lucrecia con tono tranquilo iresig-nadcr, les refirio su deshonra, les de-tallo las circunstancias del hecho i suautor, i les hizo jurar que no dejariansin venganza tamana afrenta. En cuan-to a mi, prosiguio ella, Sura siemprea vuestros ojos pero a los mios man-chada con el adulterio, sirva deejem-plo a las romanas que pudieran des-pues de mi, eseudarse sob re la nece-sidad de la perdida de su honor. Di-cho esto, saca un punal que llevaoculto, se lo hunde en el pecho i cae

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    muerta a los pies de sus parientes.Colatino, Lucrecio i Yalerio, aban-

    donados al mas profundo dolor, pro-rrumpen en lagrimas: pero Bruto, quehacia veinticuatro anos acechaba elmomento de vengar a su padre, arran-ca el punal del seno de la vlctima, ilevantandolo ensangrentado hacia elcielo; icjjustos dioses, esclama, conuna voz a la cual daba su indignacionun aire de tetrica enerjia, recibid mljuramento! Por esta sangre cuya pu-reza ha manchado Sesto, juro ser elvengador de Lucrecia. Yo me declaroenemigo de Tarquino i de su impudi-ca familia, a la que hago voto de per-seguir con el hierro, el fuego i todoslos medios quepuedan esterminarla.))

    Esta subita vuelta al uso de sus fa-cultades en un hombre que creian im-becil, admiro i confundio a los pa¬rientes de Lucrecia; i siguiendo la inspiracion de aquel jenio, que les pare-ce haber vuelto en si por un milagro,juran como dl castigar a los Tarquinosi aytidanle a esponer en la plaza pu-blica el sangriento cadaver de Lucre-

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    cia. Este espectacqfp amotina laindignada muchedumbre, enardecien-dola Bruto con la relacion del crimen,de Sesto. El pueblo se anna asu voz,i reunido tumultuoriamente, pronun-cia la caida de Tarquino i laespulsionde su familia. Ya Tarquino, al primerrumor de esta sublevacion habia deja-do presuroso el campamento para iren persona a reprimir el tumulto; pe-ro Bruto habia dado la orden de tenerlas puertas cerradas i los muros co-ronados de valerosos defensores. Envista de tales disposiciones, retroce-dio Tarquino, resuelto a presentarsecon todo su ejercito delante de Roma ia tomarpor tuerza esta ciudad rebel-de. Pero Bruto durante este tiempo,le habia cerrado ya laentrada en susreales, lo mismo que en la ciudad. Enei'ecto, este habia pasado a toda prisaal campamento de Ardea por otro ca-mino del que habia tornado Tarquino,i alii habia comunicado al ejercito latrajica mnertede Lucrecia, como tam-bieh la revolucion que la habia segui-do. Conmovidos por su discurso, cun-

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    did luHgo en los sold ados el r.esenii-miento de los ciudadanos; i cuandoTarquino volvio a presentarse en losreales, inclinaffmse todas las lanzaspara impedirle la entrada. Bruto, aquien con unanime voz defmeron elmando, concluvo una tregua con losRutulos, i volvio con el ejercito a Ro-ma, que le recibio como a su liberta-dor.

    Asi concluvo el poder con que Tar¬quino oprimiera durante veinte i cua-tro anos a los romanos i con el termi-no el gobierno monarquico.

    IV

    El matri.moxio entre los celtas ilos galos.—pruebas del adulte-rio. — cliiomara.

    Los celtas tenian para con las mu;jeres unrespeto que escluia toda ideade prostitucion.

    En la mayor partes de sus tribus.

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    segun Ateneo, las jovenes elejian li-bremente sas marid'os.

    Los padres de la joven nubil la pre-sentaban en unfestln, a los jovenes enedad de casarse para que hiciera sueleccion entre los pretendientes, quecontaban sus hazafias de guerra o decaza i cantaban viejos romances na-cio-nales bebierido cidra i aguamiel.

    Al concluir la comida la nubil pro-clamaba al esposo que Labia elejidopor mas bello o mas bravo, acercan-dose a uno de los convidados con aguade lavarse, por adopter la espresionque la caballeria adoptara luego conesta antigua usanza.

    Es probable que esta ablucion ma¬nual figurara en el lenguaje emblema-tico de los celtas, el olvido de lo pa-sado i la pure/a de la vida conyugal.

    La mujer casada ejercia una espe-cie de sacerdocio en la tribu, tan tomas, cuanto se atribuiael jenio profe-tico a la naturaleza femenina, esperan-do siempre ver una diosa en la mujermas vulgar: ella se interponia paracalmar los animos i enemistades al

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    calor de las orjlas; ella era, en fin, eloraculo aquien todos consultaban.

    Hasta lmbo en este pueblo un sena-do de mujeres, compuesto de sesentamiembros del sexo, que representa-ban las sesenta principales tribus delas galias; i este senado, parece re-montarse al siglo duodecimo antes deJesucristo, gobernaba soberanamentelas confederaciones galicas.

    Los galos no tenian jeneralmentemas que una mujer; sin embargo, losjefes i los notables de la tribu toma-ban muchas, no por libertinaje':, sinopor decoro, como en senal de supre-macia. En efecto el clima de la galia,cubierto entonces debosques i panta-nos, era humedo i frio, i naturalmen-te el temperamento de sus habit-antesseresentia de aquella atmosfera bru-mosa i no se calentaba sino con lasintemperancias de la comida. Las mu¬jeres, ademas, vivian retiradas i ocul-tas, lejos de la vista de los bomb res,escepto en las ceremonias publicas,relijiosas o belicas, que dejaban su re-tiros de madres de familia.

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    Estas mujeres ocupadas en los que-baceres domesticos no entreveian ho-rizontes mas alia de su familia, i asipermanecian fielmente encadenados ala obediencia de sus severos esposos.Abrigaban sobre todo una alma inde-pendiente i noble i luibieran preferidola muerte a la verguenza.

    Comprendese bien que fueran bue-nas guardadoras, las unas de su virji-nidad, las otras de su fe conyugal, re-coixlando este principio que servia debase a su moralidad: «.La mujer quese entrega a un hombre no puede pa-sar a los brazos de otro.»

    En virtud de esta maxima regulado-ra de su condiicta, ni aim se creianautorizadas a contraer segundas nup-cias.

    La lei, sin embargo, nose lo prohi-bia, especialmente en ciertas tribus enque el uso estaba autorizado por esteotro proberbio: «.La mujer que ha co-nocido a dos hombre es culpable, siviven los dos.»

    pesar del respeto de que se rode-«

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    aba a la mujer el marido tenia dere-cho de vida i muerte sobre ella !o mis-mo que sobre sus hijos, i debe supo-nerse que en ciertas circunstanciasdelicadas, hacia una cruel aplicacionde este derecho supremo.

    Asi, cuando concebia dodas acercade su paternidad, recibia al recien na-cido i lo esponia desnudo sobre ungran escudo de mimbres i lo abando-naba a la corriente del rio inmediato.

    Si la corriente llevaba el escudo conel nino a la orilia en que le tendia. losbrazos la desolada madre, esta no te¬nia que temer nada de los celos de suesposo, porque el jenio del rio hab'iaprobado asi la lejitimidad del hijo i lainocencia de la madre; pero al con-trario, cuando el nino se sumerjia, co-mo si el rio no bubiera querido llevarel fruto del adulterio, la madre debiamorir a su vez, convicta de haberfaltado a la fe conyugal, i en efecto elmarido ultrajado la mataba por supropia mano i la sumerjia tambien en'el fondo de las aguas.

    Esta terrible prueba de una paterni-

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    clad sospechosa hace creer que las-mujeres galas no estaban exentas delos errores del corazon ni de los arre-batos ni estravios de los sentidos.

    Entre todos los rios el Rhin fue elmas famoso por su aversion a los bas-tardos: ningun mariclo hubiera osadodudar de su mujer, despues de un de~creto absolutorio de este rio sagrado.

    El emperador Juliano refiere en unade sus cartas esta antigua superticion,afecta al rio del Rhin, rio que los eel-tas habian divinizado.

    «E1 Rhin, dice el epigrama de la An-tolojia, ese rio de curso impetuoso,prueba entre los galos la sanidad delleclio conyugal. Apenas el nino saledel seno materno, el marido se apode-ra de el, lo acuesta sobre un escudoi va a esponerlo al capricho de lasaguas, porque no sentiria en su pecholatirun corazon de padre, antes dequeel rio, juez i vengador del matrimonio,haya pronunciado su fatal sentencia.»El marido no tenia necesidad de pedir

    justicia al tribunal, porque el era a lavez juez i verdugo en su propia causa..

  • — 49 —

    La virtuosa Chiomara, citada porPlutarco en su Trataclo de mujeresilustres, prefirio faltar a la santidad delderecho de jentes, antes que dejar vi-vir al autor i testigo de su deshonra.

    Chiomara era la mujer de Ortiagon-te, jefede los galatas o galos de Asia,que fueron derrotados o sometidos porlos romanos el ano 565

    Plutarco no nos dice si Chiomaraera bella, sino solamente que fue vio-lada por el centurion romano que lahabia hecho prisionera.

    Ella hubo de aparentar resignationen tal afrenta, i cuando los enviadosde su marido llevaron su rescate, Chio-mai'a les dijo en lengua gala, que ellatenia que exijir tambien otro rescate.

    Con este proposito tuvo la habilidadde atraerel centurion que la ultrajara,a un punto de cita i alii le hizo cortar lacabeza por los galatas, que la condu-jeron cerca de Ortiagonte.

    Este a quien Chiomara presento laensangrentada cabeza del centurionseindigno ante un asesinato cometidoendesprecio de la fejurada.

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    (cSoi, en efecto, perjura, esclamoChiomara, pero no debia haber sobrela tierra un solo hombre en pie, quepudiera jactarse de haberme poseido.»

    Y

    Castigos a las adulteras tiempos ipaises.—curiosidades acerca del

    matrimonio.—el matrimonio cristia-no.

    Los indios castigaban el adulterio devarios modos, segun la casta a quepertenecieran los culpables i segun lamezcla de castas que tendiese a pro-ducir. El adulterio de un paria con u-na mujer de casta superior era consi-derado tan infame i abominable comoel mismo pecado de bestialidad. En elcelebre codigo conocido con el. nom-bre de Leyes de Manu, se lee esta te¬rrible sentencia: «Si una mujer qne pu-diendo enorgullecerse de su familia, Ue-rga ser infiel a su esposo, hagala eleya devorar por los perros en la plaza

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    publics.; i condene a su complice a sertostado vivo en un lecho de hierro ca-

    ' lentado al rojo, i que los ejecutores ali-menten sin cesar el fuego hasta que elperverse deje de existir.s

    En (re los chinos el.marido vende asu rnujer infiel como esclava, i estomismo hacen los negros del Senegal.

    En Espaiia, antes de Carlos I que or-deno la pena de muerte, se castigabacasi siempre el adulterio con la cas-tracion.

    En Sagoniasequemabaviva a la rnu¬jer i sobre sus liumeantes cenizas seievantaba una horca donde perecia sucomplice o seductor.

    En las islas de Sandwich, arrancanlos ojos a los adulteros; en Benin, losabandoran atados a un arbol, al pastode las lleras; los beduinos los arrojanal mar, i los mejicanos los apedrean ilos brasilenos los aplastan.

    Los isipicas se contentancon la am-putacion de las orejas, en Misouri estaamputacion 'se hace estensiva a las o-rejas, i entre ciertos indios cle la Ame-

    | rica meridional este mismo castigo lo

    •1 ■

  • — 52 -

    verifica el propio marido con los dien-tes, lo que equivaie entre el los el di-vorcio mas formal.

    Leemos en un alitor:«En tiempode la Revolucionfrancesa,

    encerrabase a las adulteras pobres enel hospital de la Salpetricre, i las ricasen un convento designado por el mari¬do.

    «Retrayendonos a epocas anteriores,veremos que en 1314 Felipe i Gualterode Launoi hermanos, ijentil hombresde Normandia, acusados i convictos deadulterio con las mujeres de los hijosde Felipe el Hermoso, fueron, por sen-tencia del Parlamento presidido por elrey, condenados a ser desoilados vivos,i l'uego arrastrados por la pradera deMaubuisson,recientementesegada.'Yti-nalmente, despues de una atroz muti-lacion parcial fueron decapitados, isus cuerpos colgados por los sobacosen la horca.))

    «Ras princesas culpables fueron con-denadasa perpetua reclusion: Margari¬ta de Borgona murio en ella; Blancafue repudiada al cabo de un ano so pre-

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    testodeparentesco, i Juana, esposa deFelipe el Largo fue sacada de la carcelpasado un aiio i admitida de nuevo porsu marido. «Con lo cual, dice Mezerai,dio este muestras de ser mas cuerdoque sus hermanos.s

    «En 1329, Renato de Mortimer, con-victo de adulterio con Isabel de Fran-cia, reina de Inglaterra, fue condena-do a ser arrastrado por las calles deLondres dentro de un cofre, cumplidolo cual, colocaronle sobre un tabladoen medio de la plaza, donde lo descuar-tizaron, enviando despues sus mietn-bros a las cuatro principales ciudadesde Inglaterra.))

    Seria interminable citar, siquera fue-ra de pasada, los crimenes, los absur-dos i las infamias que a nombre de lajusticiase han cometidoen esteasunto,asi como las medidas i castigos ridicu-que se han adoptado en diferentes epo-

    \ cas i paises.Bastan los citados, al azar, para dar

    una idea de lo que ha preocupadosiempre a los hombres la cuestion deladulterio.

    i

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    Los francos no se conformaron conel Evanjelio en lo relative a ia igualdadde la mujer i del hombre, formandouna sola carne; la mujer, segun los bar-baros, era mends la companera delhombre que su esclava o servidora, iesta servidora, esta esclava, Jeffs deser emancipada por el matrimonio, ha¬llaba en el un yugo mas pesado i unsenor ineno's tratable.

    Por lo demas todas las mujeres en-tre los francos. habian aceptado estacondicion de servidumbre i de inferio-ridad queles daba su sexo, i ni siquie-ra podian agradecer la proteccion queel cristianismo estendia sobre ellas,porque la excomunion que heria a susxnaridos o senores, las alcanzaba a e-llas tambien en sus consecuencias, es-poniendolas a odios, muchas vecessangrientos. En efecto, el franco queLabia repudiado a su esposa o repeli-do a su concubina no vacilaba en ma-tarla mas bien que aceptarla otra vez,obedeciendo a las Intimaciones de suobispo i doblegandose a los anatemasde la iglesia.

  • — 55 —

    Estos matrimonios o concubinatosno estaban todos consagrados por labendicion relijiosa, sino autorizadospor la ley salica, mediante el sueldo iel dinero que la mujer reeibia comosimbolo del contrato nupcial; contra tohecho ante testigos, pero no escrito niflrmado, sino en el caso estraordinarioen que el esposo, el dia siguiente al delas' nupcias, senalaba la dote a su es-posa, hechandole on tallo depajaen elsenoi apretandole el dedo menique dela ma no izqnierda. El presents de lamanana constituia casi por si solo ellazodelaunion convugal, comenzado lavispera con la entregade un sueldo deoro i un dinero de plata que el esposoponia en manos de la esposa.

    Despues de haber aceptado estasmonedas, la mujer se consideraba co¬mo vendida a a quel hombre, i ya no sepertenecia hasta que el rlivorcio o lamuerte rompia las cadenas de aquellaesclavitud.

    Solo babia una circunstancia en queuna mujer casada pudiera sustraerse ala esclavitud de su posicion. Cuandola

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    hija de padres libres habia asociado sirsuerte a la de su siervo entregandosea el por amor o por imprudencia. Lalei de los ripuarios le ofrecia, por elhonor de su familia, el modo de recon-quistar su libertad. Ainstanciade unpariente o amigo, la esposa hacia quese la citara ante el rev o conde, estehacia comparecer al marido siervo i locareaba con su mu.jer, a la cual ofreciaen silencio una rueca i una espada.

    Si la mujeroptaba por larueca, per-manecia para siempre esclava i a mer-ced del hombre a quien habia amadolo bastante para sacrificarselo todo;pero si al contrario, tomaba la espada,quedaba enteramente libre, matandoal hombre que la habia hecho esclava.

    Jesus instituyo el matrimonio de unmodo bien diferente de lo que era launion conyugal en tregriegosiromanos.La santidad del matrimonio cristianocontraido ante Dios brilla admirable-mente en estas palabras que encierrantoda una lejislacion, toda una' moral.,toda una filosotia:

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    «El hombre dejara a su padre i a sumadre i se unira a su mujer i seranlos dos, una misma carne: asi no seranva dos, sino una sola carne. Que elhombre no separe, pues, lo que Diosha unido)).

    La obra de Cristo debia ser rejene-rar el mundo moral i ensenar a la hu-manidad el respeto que a si mismo sedebe; la relijion del Evanjelio fuecomoun dique levantado para confcener losdesbordamientos de lacorrupcion anti-gua, cuando amenazaba borrar todaslasnociones primitivas del bien.

    Nada menos que tres siglos de lu-cha, de predicacion i sobre todo de e-jemplo, fueron menester para destruirlos impuros templos delsis, de Ceres,de Venus, de Flora y otras divinida-des de laprostitucion pagana. El cris-tianismo declarando la guerra no soloa los abusos de los placeres sensuales,sino tambien a los placeres mismos,tuvo mayor dificultad en veneer al pa-ganismo que los protejia, cuando nolos alentaba. Bien dejan comprenderselos prodijiosos esfuerzos de los aposto-

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    les i de sus santos sucesores para lie-gar a este feliz resultado: al estableci-miento de la ley moral i la represionrelijiosa dela sensualidad.

    La gran obrade toda la civil izacion mo¬dern a es debida casi esclusivamente-a la gran institucion del matrimoniocristiano.

    VI.

    El matrimonio en la edad presente.—El adulterio.—La cuestion del.divorcio.—El divorgio segun nues-tro codigo.

    Paracontraer matrimonio en nues-tros dias es necesario, en Espana eleonsentimient: de los padres, si loscontraventes, son menores de edad,o en caso contrario el consejo de estoso de la familia.

    Si acaso los menores, burlando lalei contraen matrimonio sin este con-sentimiento incurren en la pena. deseis meses i un dia a cuatro aiios i dosrneses de prision correccional, si los

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    padres o las personas que debian rlarla licencia no los perdonan. Esta li-cencia no la necesitan los viudos paracontraer segundas nupcias, pu.es qae-daron desde el primer matrimonio,completarnente emancidados: pero lasvuidas no pueden casarse despuesdelprimer matrimonio, sin haber dejadotranscurrir 301 dia. de suviudez, o ha¬ber alumbrado si ban quedado en cinta.

    Cuando un hombre ha dado palabrade casamiento a una mujer i no cum-ple sir compromiso, esta puede, en elterm in o de un ano, exijirle los gas-tos que haya becho por razon de es¬ta promesa. En euanto a la Iglesia,condena el incumplimiento de 1a, feprometida con pena de pecado mortal.

    Se dan casos en que dos jovenes sepresentan en el templo en el momentoen que el sacerdote en la misa da labendicion a los fieles i dandose la ma-no se entregan el uno al otro por es-posos con las palabras de costumbre.Estos matrimonios son validos ante la•iglesia si los jovenes, no tienen ninguaimpedimento dirimente, si el cura es

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    precisamente el cura de la parroquia aque pertenece el varon, i si el acto lohan presenciado dos testigos. Pero los-contrayentes no solo cometen pecadomortal si que, ademas, incurren en laspenas de los que se casan sin consen-timiento, amen de otras que puedenderivarse del escaiidalo que havan pro-movido, etc.

    El matrimonio legal se efectua pre-sentando ante el cura parroco lalicen-cia o consejo que dejamos dicho, lafe de bautismo, la de viudez si algunode los contrayentes hubiese estado ca-sado la certificacion de solteria, lospadrones que acreditan haber cumpli-do el precepto pascual i la licenciaabsoluta si el hombre hubiese servidoen el ejercito.

    El parroco recibe declaracion jura-da a ambos contrayentes para saber sidesean casarse voluntariamente i sitienen algun impedimento. Luego lesexamina de doctrina cristiana, sin cu-yo examen no puede ni debe el curaautorizar el matrimonio. Han de decla-rar, ademas, tres sujetos habitantesa

  • — Gi —

    bautizados en la parroquia, que notengan notas de infames, excomulga-dos o perjuros i no padezcan de mu-dez, para testificar que los novios habi-tan o han habitado en esta o en aquellaparroquia; que son solteros o viudos;que no media entre ellos impedimentoalguno i que van a contraer matrimoniopor su voluntad i sin violencia.

    Despues de todas estas formalida-des tienen lugar las amonestaciones,que se hacen en todas las parroquiasen que los contrayentes havan estadodomiciliados o hayan permanecidomas de un alio desde su pubertad odesde su viudez si han sido casados.Dichas amonestaciones o proclamasse hacen publicamente desde el pul-pito, por tres veces en tres dias festi-vos seguidos mientras se celebra la mi-sa mayor, segun instituvo el Conciliode Letran. Las anuncia el mismo pa-rroco u otro sacerdote por delegacionsuya, pero en ningun caso el sacristanni lego ni seglar alguno, pues lo prohi-bio el Concilio de Trento.

    A las veinticuatro horas de la ultima

  • — 62 —

    anionestacion puede celebrarse elraa-trimonio; pero si se dejan trascurrirdos meses, tienen que repetirse iosmismos tramites.

    El Obispo puede conceder dispensade las amonestaciones mediante causaracional i jusliticada.

    El parroco linicamente puede casarsin previas amonestaciones ni dispen¬sa cuando uno de los contrayentesse balle in cirticulo mortis, de lo contra-rio incurre en suspension portres anosde la que solo el Papa puede absolverle.

    Los contrayentes confiesan i comul-gan i reciben luego la bendicion delan-te de dos testigos.

    Esto en cuanto al casamientoecle-siastico; pero para que este casamientoproduzca efectos civiles i puedan losesposos i los hijos reclamar legalmen-te sus derechos, hacen falta aun otrasformal id ades.

    Con veinticuatro boras de tiempoantes de la ceremonia, ha de ponerse,por escrito, en' conocimiento del juezmunicipal el dia, sitio i hora,, en queha decelebrarse. De no hacerloasi se

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    incurre en una multa i el matrimoniono empieza a producir efectos legaleshasta el dia en que se hace la inscrip-cion. En virtud de este aviso el juez oun delegado suyo asiste al aclodel ma¬trimonio relijioso para presenciarlo ihacer la inscripcion.

    Tambien pueden conlraer matrimo¬nio solo civilmente si uno de los con-trayentes no es catolico o adjura delcatolicismo.

    Estos son los principales caracteresdel matrimonio en nuestros dias, sibien existen otra infinidad de leyesi ca-nones respecto a mil casos que puedenpresentarse; pero que fuera prolijoenumerar i se necesitaria un voiumenparaesplicarlos.

    Las I eyes sob re el adulterio son enEspana mas benignas que en otrospaises ien otros tiempos, si bien alguienlas tacha de injustas i poco equitativas.

    No discutiremos esta cuestion de-licada que seria necesario tratar congran detenimiento iprofundo estudio irequeriria, ademas, mayor espacio.

  • El hombre que sorprende a su mujeren el acto del adulterio i mata a ella ia su complice solo sufre el castigo deseis meses a seis anosde destierroi sien vez de matarles les infiere heridaspor mas graves que estas sean, no sele impone penaninguna.

    El adulterio de la mujer se castigacon dos arios i cuatro meses a seisanos de prision correccional i la delmarido con seis meses a cuatro anosi dos meses.

    Pero para que la mujer pueda de-mandar al esposo como adultero, espreciso que este haya tenido a su que-rida dentro de la misma casa, o fuera,con escandalo.

    Si no median estas dos circunstan-cias el hombre puede cometer todoslos adulterios que leden la gana sinque la mujer tenga el derecho deque-jarse.

    Mui diffcil si no imposible, es queuna mujer pueda querellarse contrasu esposo por este delito dadas lastrabas ilos impedimentos que la lei lepone; pero si liega a hacerlo, antes de

  • — 65 —

    eonseguirei castigo del culpable o eldivorcio tiene que pasar por infinidadde tramites dificilesi doiorosos, coraose vera mas adelante cuando bablemosdel divorcio.

    Los bijos adulterinos sufren las masgraves consecuencias de las faltas desus padres.

    Supongamos que un hombre casadotiene un hijo con una mujer soltera, aeste hijo no puede nunca lejltimarlo nireconocerlo siquiera, aunque quedeviudo i casa con la joven que le dioaquel hijo.

    Los hijos habidos entre personas li-bres, no casadas, pueden ser recono-cidos como naturales i lejitimarse pormedio del matrimonio; pero ios hijosadulterinos ni pueden usar el apellidode su padre o de su madre, ni here-darles.

    De modo que puede suceder que exis-ta un matrimonio que haya tenido unhijo antes de casarse; pero siendo ca¬sado con otra persona uno de los con-yujes, i no obstante de ser ahoralejiti-

    M. i A. 3

  • mo i legal el matrimonii) i de estarellos convencidos i contentos de queaquel nino es suy'o, no pueda aparecsrnunca eomo tal hijo ni tiehe derechoalguno a la familia; mientras que un suberrnano nacido despiies de la unionapesar de ser hijo del mismo padre i dela rnisma hiad re podra gozar de todoslos derechos i detodas las prerrogativasque la lei concede a loshijos lejitimos

    Un hijo adulterino viene a ser ennueslra sociedad una especie de paria.

    Esta parte de la lejislacion da lugara casos mui complicados i tan tristesi dramaticos como curiosos.

    La cuestion del divorcio ha dado lu¬gar en nuestros tiernpos a acaloradasdiscusiones, particularmente entre loseseritores de la vecina republica.

    oDehe el lazo matrimonial ser indi-soluhleo por el contrario debiera po-derse romper por determinadas cau¬sae dejando a los separados espososen liber tad de contraer nuevas nup-cias?

    No bien se plan tea esta cuestion, ya

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    aparecen de uno i otro bando apasio-nados adalides empleando los mas contundentos argumentos en favor de suidea.

    En pro i en contra del divorcio, asientendido, militan sabios distinguidos.

    La indisolubilidad del malrimonio,dicen unos, es un atentado a la liber-tad, da lugar a mil dramas de familia,se obliga a la mujer a vivir con unliombre a quien odia por que la maltra-ta o por otra causa cualquiera i a unhombre con una mujer indigna quequiza ledeshonra.

    Paraeso esta la separacion, respon-den sus adversaries.

    Si; replican los primeros; pero seobliga aiinocente a vivir celibe toda snvida o a no tenet' mas que relacionesilejitimas, a renunciar a los liijos, a lafamilia, a los mas dulces i santos go-ces de la vida.

    Pues este temor, responden los otrosevitara muchos rompimientos i man-tendrala moralidad ila armonia.

    No, vuelven a replicar. hai casos alos que todas esas teorias son inapli-

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    cables. Por ejemplo, un hombre come-te un delito i ia lei le manda a presidiopara toda su vida, ^quehacela mujerhadevivir ligada a un criminal i aho-gar al mismo tiempo todos los senti-mientos de la naturaleza o perder sureputacion ante la sociedad?

    Los unos hablan en nombre de larelijion; los otros en nombre de la hu-manidad.

    Es casi imposible entenderse.Seria preciso para ponerse de acuer-

    do que unos i otros prescindiesen depreocupaciones i rancios perjuicios ientonces indudablemente llegarian aentenderse.

    El caso es que la cuestion esta porresolver, si bien parece que el divorciova ganando terreno de dia en dia.

    Por lo menos, es innegable que lasleyes respecto a este punto necesitan,sino una reforma radical, que hoy porhoy no estaria tal vez de acuerdo connuestras costumbres, por lo menosmodificaciones importantes.

    Por lo demas, nosotros no podemosaqui ocuparnos estensamente de este

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    asunto, que solo hemos planteado pa¬ra que se tenga conocimiento de suexistencia.

    Ahora veamos en que consiste el di-vorcio segun nuesgro codigo.

    El divorcio proporciona los mediosde vivir legalmente separados a los con-yujes i de negarle al culpable el de-bito matrimonial, sin que por estoqueden libres paracasarse otra vez.

    El divorcio solo puede pedirlo el con-yuje inocente por uno de los motivosjustificados, admitidos como tales porla ley.

    Existe tambien el divorcio temporalque concede la iglesia cuando uno delos conyujes es tan ardiente o lujurio-so que obliga al otro a actos deshones-tos; o tambien cuando amenaza o in¬juria a su consorte, o le profesa un o-dio vehemente, o le induce al mal, ovive en la disolucion, o blastema, o leimpide las practicas relijiosas, o sufrecondena, o pervierte a sus hijos.

    Este divorcio dura un ano o dos, oel tiempo que el juez, prudentemente,

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    i segun la gravedad delcaso, senala enla sentencia.

    Este divorcio puede pedirse tantasveces cuantas haya motivo fundadopara ello.

    VII.

    La separacion de cuerpos. —Nulidaddel matrimonio. —causas civiles iCANONicAs.—Conclusion.

    Los casados civilmente pueden se-pararse a perpetuidad, si de comunacuerdo lo convienen; peronoporesodejan de quedar sujetos al vinculo.\

    Los casados por la iglesia puedensepararse a perpetuidad, no obstantede tener hijos, con tal que el esposoeonsienta i entren ambos enrelijion, ouno solo, haciendo el que se quede enel siglo. voto de castidad a presenciadel Obispo.

    Solo son nulos los matrimonios ci-viles cuando mediante impedimentoslegales no dispensados por el Gobier-

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    no, cuando se contraen por error enla persona., o por coaccion o rniedograve, cuando los contrae el raptorcon la robada mientras esta se hallaen su poder, i cuando se celebra sinla intervencion del juez municipalcompetente, o sin la presencia de iosdos testigos que exije la lei.

    El matrimonio civil no anula al ecle-siastico, ni este al civil.

    El primer matrimonio subsiste siem-pre i. el segundo es nolo aunquehayan habido en el hijos, ios cua-les no seran lejltimos con respecto alconyuje bigamo; pero si con respec¬to al otro si lmbiese casado de buenafe ignorando que hubiese impedimen-to.

    A mas de esto se incurreen la penade seis a doce anos de prision correc-cional, segun si era casada civilmentei luego se caso por la iglesia, o si eracasado por la iglesia i luego se casocivilmente. .

    El matrimonio cuando no adolecedenulidades perpetuoi no se ronipe masque con 1a, muerte.

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    Es nulo el matrimonio cuando haierror; por ejeraplo, si creyendo unocasarse con fulana, o si casandose conzutana esclusivamente porque es he-rederade unos bienes, o porqae tienemil duros de dote resalta laego queno hai tal herencia o que no hai taldote.

    Cuando hai miedo ijrave, como cuan¬do uno se casa porque se le amenazade muerte o con la infamia, etc.

    Cuando hai rap-to i el raptor se llevaa la mujerasu morada i teniendola ensu poder se casa con ella, a menosque hubieran precedido verdaderostratos de matrimonio.

    Cuando hai revocacion de poderes,esto es, cuando uno ha dado poderesa otro para casarse por el, i luego re-sulta que los habia revocado antes deefectuarse el acto.

    Cuando hai impotencia anterior iperpetua, entendiendose que es ante¬rior cuando el conyuje se queja den-tro de! primer mes del matrimonio, 1que es perpetua cuando no puede cu-rarse sino por un rnilagro. 0 por un

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    procedimiento que pongan en peligrola vida del conyuje impotente: tal es-tado acontece si el marido es castra-do, si no le es posible emitir el semende la jeneracion, si la mujer es cerra-da, si por frialdad de alguno de losconsortes no puede efectuarse la co¬pula despues de tres ahos de esperien-cia, o si hai desproporcion de miem-bro o estrechez de vajina de modo quepara haber copula sea menester prac-ticar una peligrosa incision en la mu¬jer, lo cual se justifica con el juramen-to de los esposos i de siete parientesvecinos de buena fama.

    Cuando hai parentesco de afinidacl;cuando media parentesco espiritual;cuando existe orden sagrado; cuandohai disparidad de culto; cuando prece¬de crimen; cuando hai clandestinidadi cuando hai vinculo.

    Los limites de que disponemos nosimpiden tratar con la debida estensionlos puntos que constituyen cuestionesde actualidad.

    Por otra parte son las que estan mas

  • al alcance cle todos i las mas conoci-das i menos curiosas por lo tanto.

    Esto nos ha inducido a estendernosmas en la parte esencialmente histo-rica.

    FIN

  • IN DICE

    Pajs,I.—EL matrimonii) i el adulterio segun

    la Biblia 3

    Bigamia i poligamia. ..... 7Goncubinato 8

    II.—El matrimonio en Grecia. ... 9Las concubinas atenienses ... 13Penalidades contra el adulterio . 16El divorcio 20

    III.—La antigua Roma 22Castigo a las adulteras. .... 32Muerte de Lucrecia 37

    IV. El matrimonio entre los celtas i

  • — 76 —

    los galos ........Pruebas de aduiterio ....Ghiomara .

    "V.—Castigos a las adulteras en diferentes tiempos i paises . .

    Curiosidades acerca del matrimonio

    El matrimonio cristiano . . .VL— El matrimonio en la edad pre

    sente

    El aduiterio . .La cuestion del divoreio. . .El divoreio segun nuestro codigo

    YIL—La separation de cuerpos. . .Nulidad del matrimonio . . .Causas civiles i canonicas. . .Conclusion. .

    Indice ......... . .

    434649

    50

    5556

    586366697070727375

    Imp AlHon de C. 2.® Lathrop— Santiago.