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San Juan de los Lagos, Jal. Abril de 2016 Nº 424

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San Juan de los Lagos, Jal. Abril de 2016 Nº 424

Centro Diocesano de Pastoral

Morelos 28. A. P. 21Tel. (395) 785-0020 Fax. (395) 785-0171

Correo-E: [email protected]: [email protected]

47000 San Juan de los Lagos, Jal.

Responsable:

Comisión de Pastoral Litúrgica

Diócesis de San Juan de los Lagos.

SUMARIO:

Mensaje del Sr. Obispo ............................................................................. 1

Presentación .............................................................................................. 2

Indicaciones Metodológicas ...................................................................... 3

TEMAS:

1. Liturgia y Oración:Claves en el diálogo con el Dios vivo y verdadero. ............................ 5

2. Espiritualidad litúrgica ......................................................................... 11

3. La Liturgia de las Horas:La Iglesia que, en Cristo, dialoga con el Padre Misericordioso ......... 15

4. La espiritualidad de la Piedad Popular ............................................... 21

5. El Sacramento de la Penitencia,sacramento de la Misericordia ........................................................... 26

SUBSIDIOS:

La piedad a la Virgen y a los santoscomo fuente de Espiritualidad Cristiana............................................. 36

¿Por qué una teología del Símbolo Sacramentaly no del Signo Sacramental? ............................................................... 40

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PASTORAL LITÚRGICA

Mensaje del Sr. ObispoAsunto: Semana de Animación Litúrgica. Pascua del Señor 2016

El diálogo con el Dios misericordioso, vivo yverdadero, al mismo tiempo que nos identificacon Cristo, nos impulsa al testimonio cristiano enmedio de un mundo casado de palabras que re-quiere testigos auténticos y congruentes (Cfr. EN41; V PDP 179. 197).

Ya desde esta perspectiva y en la coyunturaeclesial del ‘Año Jubilar de la Misericordia’,entendemos cómo el diálogo con Dios que no setraduce en misericordia, se queda trunco. Estemensaje de la misericordia divina, que se alimen-ta de la vida de oración y piedad, no es entoncesuna teoría ajena al mundo y a la praxis; tampocose contenta con sentimentales declaraciones deconmiseración. Jesús nos enseña a sermisericordiosos según el ejemplo de Dios (Cfr.Lc 6, 36). En el sermón de la montaña declarabienaventurados a los misericordiosos (Cfr. Mt 5,7), esta bienaventuranza es la ‘imitación de Dios’,que incluso leemos en la carta a los Efesios:«Imiten a Dios como hijos queridos y compórten-se con amor, a ejemplo de Cristo, que se entregóa sí mismo por nosotros a Dios como oblación ysacrificio de suave aroma» (Ef 5, 1). Esta ‘imitatioDei’ en la vida cristiana es fundamental; así elmensaje de la misericordia divina, tiene conse-cuencias para la vida de todo cristiano, para lapráctica pastoral de la Iglesia y para la contri-bución que los cristianos deben realizar a laconfiguración de un orden social digno, justo ymisericordioso.

En este contexto, la enumeración de las obrasde caridad en el gran discurso sobre el juicio final,encuadradas en la gran tradición veterotes-tamentaria (Cfr. Mt 25, 35-39. 42-44), muestranel hecho interesante de que como criterio deljuicio, Jesús mencione exclusivamente obras deamor al prójimo y no obras de piedad. Esto nosayuda a descubrir incluso cómo san Agustín ha

concretado esta experiencia en el axioma: «Noexiste amor a Dios sin amor al prójimo… dondese sigue que estos dos preceptos no existen nuncael uno sin el otro».

Si la misericordia es el principio de transfor-mación humana, ésta se alimenta y fortalece en lavida de oración, de diálogo con el Señor y desem-boca por fuerza en la práxis cristiana.

En el marco del ‘Año del diálogo con el Diosvivo y verdadero’ y del ‘Jubileo de la Misericor-dia’, la Comisión Diocesana de Pastoral Litúrgi-ca nos ofrece este subsidio de formación y anima-ción litúrgica para que nuestras comunidadesparroquiales sigan profundizando en el nexo tanestrecho que hay entre celebración y vida.

Es mi deseo que este espacio de formación, searealmente promovido por los responsables de lascomunidades parroquiales. Es un medio muybenéfico y al alcance de todos, para la actualiza-ción de los agentes que colaboran en los diferen-tes ministerios litúrgicos.

Agradezco a la Comisión Diocesana de Pasto-ral Litúrgica y Piedad Popular, el esfuerzo quehace para que en el contexto de la oración y lamisericordia, nos brinde este material que conti-núe animando la vida y el testimonio cristiano ennuestras comunidades.

Que a Ustedes que celebran con júbilo la fiestade la Pascua del Señor, Dios, en su gran miseri-cordia -y por la intercesión de Nuestra Señor deSan Juan- les conceda participar en la Resurrec-ción de su Hijo. Con mi bendición:

+ Felipe SALAZAR VILLAGRANAAdministrador Apostólico

San Juan de los Lagos

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Presentación

El deseo evangelizador de nuestra Iglesia dio-cesana para este ciclo 2015 – 2016 proyectado enel V Plan Diocesano de Pastoral en su curso deacción, nos invita a celebrar el «Año del diálogocon el Dios vivo y verdadero», a la luz de estainiciativa, la CODIPAL se ha propuesto en suobjetivo para este año pastoral:

«Promover el diálogo con el Diosmisericordioso, vivo y verdadero, desdela celebración de nuestra fe, para que enel contexto de la interculturalidad, lafamilia y la paz, sigamos fomentando elnuevo rostro de Iglesia».

Éste es el motivo por el que para esta Semanade Animación Litúrgica en nuestras comunida-des parroquiales, nos hemos propuesto comotema general:

«La celebración litúrgicacomo fuente de misericordia»;

y es que,

«en la Liturgia Dios habla a su pue-blo y Cristo sigue anunciando el Evan-gelio. Y el pueblo responde a Dios, yacon el canto ya con la oración» (SC 33)

ya con su actuar en medio las situacionesconcretas en que vive; pues es en la celebraciónde los sagrados misterios cuando nos encontra-mos en la presencia de Jesucristo, Dios vivo ymisericordioso (cf. Lc 24, 35), de modo que esteencuentro nos lleve a descubrir el amor y lamisericordia que Dios tiene para con nosotros alsalvarnos, «no por nuestras buenas obras, sino envirtud de su misericordia» (Tit 3, 5).

De esta manera, el tiempo de Pascua, es untiempo favorable para el encuentro personal ycomunitario con el Resucitado. Lo primero paradespertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder

captar, también hoy, su presencia en medio denosotros (Cfr. Lc 24, 32): hacer circular en nues-tros grupos, comunidades y parroquias la paz, laalegría y la seguridad que da el saberlo vivo,acompañándonos de cerca en estos tiempos nadafáciles para la fe. De ahí que, encontrarse con elresucitado, es una experiencia que no se puedecallar. El mundo de hoy no necesita más palabras,teorías o discursos. Necesita más oración, diálo-go, vida, esperanza, amor y sobre todo misericor-dia; creyentes que puedan enseñar a vivir de otramanera porque ellos mismos están aprendiendo avivir de Jesús.

Por ello, esta Semana de Animación Litúrgicanos presentará la temática en torno a ‘La celebra-ción litúrgica como fuente de misericordia’. Lostemas que abordaremos son: ‘Liturgia y Oración:Claves en el diálogo con el Dios vivo y verdade-ro’; ‘Espiritualidad Litúrgica’; ‘La Liturgia de lasHoras: La Iglesia que, en cristo, dialoga con elPadre misericordioso’; ‘La Espiritualidad de laPiedad Popular’ y; ‘El sacramento de la Peniten-cia, sacramento de la misericordia’. Al mismotiempo, como apéndice, ofrecemos una reflexiónsobre ‘La piedad a la Virgen María y a los santoscomo fuente de espiritualidad cristiana’ y unartículo ¿Por qué una teología del SímboloSacramental y no del Signo Sacramental?.

Pues bien, para esta jornada de estudio y ora-ción, partiremos del hecho de la necesidad deoración e intercesión ante tantas necesidades: «esobvio que el mundo de hoy tiene necesidad demisericordia, tiene necesidad de compasión» 1, yotros tantos problemas que vivimos. Por esoprocuramos fomentar la oración desde Cristopara seguir alentando el testimonio cristiano con-vincente y eficaz en el mundo. Como afirma el

1 Entrevista al Papa Francisco del Semanarioitaliano «CREDERE» 2 de diciembre de 2015(Revista oficial del Jubileo de la Misericordia).

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Papa Francisco: «Siempre tenemos necesidad decontemplar el misterio de la misericordia. Esfuente de alegría, de serenidad y de paz. Escondición para nuestra salvación. Misericordia:es la palabra que revela el misterio de la Santísi-ma Trinidad. Misericordia: es el acto último ysupremo con el cual Dios viene a nuestro encuen-tro. Misericordia: es la ley fundamental que ha-bita en el corazón de cada persona cuando miracon ojos sinceros al hermano que encuentra en elcamino de la vida. Misericordia: es la vía que uneDios y el hombre, porque abre el corazón a laesperanza de ser amados no obstante el límite denuestro pecado» (MV 2).

Que este itinerario de sensibilización, en el‘Año de la Misericordia’ que vamos recorriendo,nos lleve a hacer algo más por contemplar desde

la celebración litúrgica al Dios misericordiosovivo y verdadero, y al experimentarlo resucitadoimpulsemos el diálogo ferviente, perseverante ylleno de amor profundo siendo testigos de «aque-llo que a Dios le gusta más» –la caridad para conel prójimo– para que nuestras comunidadesparroquiales y nuestra Iglesia Diocesana, aparez-ca también con un rostro renovado (VPDP, n.155-181). Así el saludo del resucitado «La pazsea con ustedes» (Lc 24, 36; Jn 20, 19. 21. 26),podrá ser, en nuestro contexto sociocultural, nosólo un deseo, sino una realidad que partiendodesde la celebración litúrgica, desemboca en lasobras de misericordia corporales y/o espirituales.

Pbro. José Emanuel Vázquez CarrilloCoordinador de la Comisión Diocesana

de Pastoral Litúrgica.

Indicaciones MetodológicasPARA LA VIII SEMANA

DE FORMACIÓN Y ANIMACIÓN LITÚRGICA

Aunque este espacio de estudio y formación vadirigido especialmente a los agentes de pastoralde nuestra Diócesis, Presbíteros y laicos miem-bros de la comisión parroquial de pastoral litúrgi-ca [Proclamadores de la Palabra, Ministros ex-traordinarios de la Sagrada Comunión, Integran-tes de los coros: músicos-cantores, Sacristanes,Campaneros, Colectores, Monitores, Coordina-dores de las celebraciones, Coordinadores de losservidores del Altar (monaguillos), Equipo dedecoración y otros ministerios presentes en suscomunidades], debe estar abierto a todos losmiembros de la comunidad parroquial, ya quepuede ser la oportunidad para que otros se intere-sen, integren y colaboren en la pastoral litúrgicaparroquial.

Los contenidos de la VIII Semana de forma-ción y animación litúrgica, se inspiran en el Año

del Diálogo con el Dios Vivo y Misericordiosoque estamos celebrando en nuestra Iglesia dioce-sana, para vibrar con la Iglesia Universal quecelebra el Año de la Misericordia. Es importanterecordar que el subsidio temático que ofrece laCODIPAL debe ser estudiado y asimilado por el(los) responsable(s) de la comisión parroquial depastoral litúrgica, para favorecer la propia actua-lización y formación de los agentes.

El tema general para esta VIII Semana es «Lacelebración de la fe, proyecto de vida cristiana enla fraternidad, la justicia y la paz».

Aunque se proponen temas para una semanade animación, se ofrece material paraprofundizarse y aplicarse a lo largo del año, y esaes la razón por la cual se pone un amplio aparatocrítico en algunos temas; tomar en cuenta las

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notas y/o referencias en un tema haría demasiadopesada la sesión, pero es de mucha utilidad pararesponderse a los interrogantes y dudas que pue-dan surgir, o para hacer más precisiones.

Esta semana debe ser planeada entre el sacer-dote asesor del equipo de pastoral litúrgicaparroquial y los diferentes coordinadores de losgrupos o equipos de los diferentes ministerioslitúrgicos.

Es importanteretomar la evalua-ción de la VII Se-mana de formacióny animación litúr-gica 2015, para verqué les puede ser-vir de esa experien-cia y ahora qué de-ben implementar.

Prever un lugaradecuado para larealización de la se-mana, que incluya sonido y demás mediosdidácticos, pedagógicos y electrónicos para larealización de la misma.

Distribuir muy bien el tiempo de cada sesión,de tal manera que el material sea aprovechado almáximo y los participantes puedan asimilar me-jor el contenido.

Necesario será dar a conocer esta Semana deanimación litúrgica en la comunidad a través delos avisos, carteles, invitaciones, etc.

Preparar bien los momentos de la Oracióninicial y final, aunque sean breves.

Seguir la metodología del Ver, Pensar, Actuary Celebrar como están estructurados los temas,tratando al mismo tiempo de enlazar un tema conel otro.

A la luz del contenido y la reflexión de lostemas, revisar cómo está funcionando la comi-sión parroquial de pastoral litúrgica, cómo esasesorada, cómo está su programación y organi-zación y que necesidades tiene. También revisar,con qué frecuencia se reúne la comisión parroquialen pleno para la oración y el estudio.

De lo estudiado en la semana, es bueno llegara compromisos concretos en vistas a la evalua-ción y programación próximas, según el tiempoen que se realice la semana. Aclarando que elmejor tiempo propuesto para su realización, es eltiempo pascual. Pero si en alguna comunidad nopuede realizarse en éste, puede realizarse en eltiempo y momento que mejor sea conveniente.Lo importante es favorecer la realización de este

espacio oportuno parael estudio y la ora-ción.

Realizar la evalua-ción de la semanapara detectar losaciertos y los errores,e informar de ello a laCODIPAL a travésdel coordinadordecanal de pastorallitúrgica, ya sea Pa-rroquia por Parroquia

o haciendo el vaciado de todo el Decanato, oenviarla directamente al coordinador o secretariode la Comisión Diocesana.

Sugerimos se concluya la semana celebrandola Eucaristía para agradecer al Señor el trabajorealizado en bien de toda la comunidad, y altérmino de la misma se dedique un tiempo paraconvivir y se comparta la experiencia vivida.

Esperamos que estas indicaciones, además delas que ustedes puedan prever les ayuden a reali-zar con mucho éxito esta VIII Semana de Forma-ción y Animación Litúrgica.

De antemano los felicitamos y les auguramosuna buena Semana de Formación y AnimaciónLitúrgica. Les recordamos que el buen desempe-ño de nuestro trabajo pastoral dependerá muchode cómo sea preparado, coordinado y realizado,de nosotros dependerá el rostro que le queramosdar a la Pastoral Litúrgica Parroquial.

Comisión Diocesana de Pastoral Litúrgicay Piedad Popular

Diócesis de San Juan de los Lagos

- Codipal -

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1. OBJETIVO:

Redescubrir que la oración es la garantíade un verdadero conocimiento del Diosmisericordioso, vivo y verdadero, paraque por dilatado y enternecido el cora-zón lleguemos al amor concreto con elprójimo.

2. ORACIÓN:

Guía: A consecuencia del torbellino de la vidadiaria, llena de ruidos y prisas, apenas tenemostiempo para el recogimiento y la contempla-ción. Esto dificulta la posibilidad de orar. Porotra parte, dadas las relaciones utilitaristas ycomerciales, tenemos escasa experiencia de lagratuidad. Precisamente para rescatar la ora-ción es necesario recabar el gusto por lo gratui-to, por la comunicación y por el gozo. Orar esestar con Dios, tal como lo enseñó Jesús. Peroorar no es fácil, sobre todo si no se está arropa-do por una liturgia, por una comunidad. Laoración nos descubre el misterio de Dios vivoen el ser humano.Escuchemos y meditemos la palabra de Dios.«Al orar, no hablen demasiado, como los pa-

ganos, que piensan que Dios escucha a los quehablan mucho. No sean como ellos, pues el Padrede ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lopidan» (Mt 6, 7 -8).

Indicación: Mientras se quema incienso, todos dicen la siguientesúplica:

Entra, Señor, y derrumba mis murallas,que en mi ciudadela sitiada

entren mis hermanos,mis amigos, mis enemigos.

Que entren todos, Señor de la vida,que coman de mis silos,que beban de mis aljibes,que pasten en mis campos.Que se hagan cargo, mi Dios,de mi gobierno.Que pueda darles todo,que icen tu bandera en mis almenas,hagan leña mis lanzasy las conviertan en podaderas.Que entren, Señor, en mi viña,que es tu viña. Que corten racimos,y mojen tu pan en mi aceite.Y saciados de todo tu amor, por mi amor,vuelvan a ti para servirte.Entra, Señor, y rompe mis murallas.

Guía: Oremos: Señor, enséñanos el silencio dehumildad, el silencio de sabiduría, el silenciode amor, el silencio que habla sin palabras, elsilencio de fe. Señor, enséñanos a silencianuestros corazones y nuestras mentes para quepodamos escuchar el aleteo del Espíritu Santoen nosotros y sentir tu presencia en el fondo denuestro ser. Por Jesucristo nuestro Señor.Amén.

3. VER

La Constitución Apostólica «Dei Verbum» delConcilio Vaticano II en el n. 4 afirma que el «Diosinvisible (Col 1,15; 1Tm 1,17), movido de amor,habla a los hombres como amigos (Ex 33,11; Jn15,14-15). Este texto conciliar describe la Reve-lación de Dios en la categoría de palabra, y más

1 Teniendo como base el texto de Juan Corbon, Liturgia y Oración, Cristiandad, Madrid 2004.

TEMA 1:

Liturgia y Oración:Claves en el diálogo con el Dios vivo y verdadero1.

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aún, de diálogo amistoso. Habiendo decididorevelarse, Dios ha hablado a los hombres y hatomado el lenguaje humano de la amistad con unafinalidad muy precisa, la de la comunión de vida.Este diálogo amistoso nos manifiesta como Dioshabla el lenguaje de la amistad y del amor.

En nuestra diócesis estamos inmersos en el«Año del diálogo con el Dios misericordioso,vivo y verdadero». Entonces es pertinente pre-guntarnos ¿Qué significa diálogo? El diccionarioLarousse define el vocablo como: «Coloquio,conversación o plática entre dos o más personas».Si nos referimos al diálogo con Dios, este colo-quio debe realizarse de un modo concreto, através de obras y palabras intrínsecamente liga-das; las obras que Dios realiza en la historia de lasalvación manifiestan y confirman la doctrina ylas realidades que las pala-bras significan; a su vez laspalabras proclaman lasobras y explican su miste-rio (DV 2). Y Dios quehabló a nuestros padres endistintas ocasiones y demuchas maneras por losprofetas, ahora nos ha ha-blado por el Hijo (Hb 1,1-2) y a este don, el hombreresponde con la fe, quemovida por el Espíritu,mueve el corazón para dirigirlo a Dios (DV 4–5).

Y movido por la fe ¿desde dónde se dirige elhombre a Dios? Sin temor a equivocarnos, afir-mamos que desde la oración. Ya que la oración,nos hace amigos de Dios, nos introduce en suintimidad y en la riqueza de su vida, hace quepermanezcamos en él y él en nosotros. La oraciónes un verdadero y propio diálogo de amor. Sinesta reciprocidad, sin esta relación de amor querealiza la oración, nuestra vida cristiana se queda-ría en meros formalismos: el anuncio del Evange-lio no sería más que propaganda; el compromisode la caridad, una obra de beneficencia, etc. Laoración permite encontrar en Dios una vida siem-pre nueva, y dejarse regenerar y renovar conti-nuamente. La oración no aparta del compromiso

en la historia: abriendo el corazón al amor deDios, lo abre también al amor de los hermanos, ynos hace capaces de construir una historia segúnel designio de Dios.

4. PENSAR

Con estos puntos de partida, entonces, «Eldiálogo con el Dios misericordioso, vivo y ver-dadero» se realiza a través de la oración, perso-nal y comunitaria. Por eso reflexionaremos so-bre el nexo que existe entre la liturgia y laoración, ya que en la liturgia, la Iglesia no dejade orar, siempre aparece la invitación «Ore-mos…» ¡Todo está ahí! la liturgia como ora-ción; la liturgia como obra de la Iglesia conti-nuadora de la obra que Cristo llevó a cabo con su

propio Sacrificio; obra deglorificación de Dios y desalvación ofrecida a to-dos los hombres que co-munica el mismo impul-so de la oración litúrgica(cfr. SC 6 – 7).

Ambas, liturgia y ora-ción, son dos cuestionessobre las que continua-mente nos seguimos pre-guntando: ¿Qué es la li-turgia? Y definirla es que-

rer medir la inmensidad. Pero sin ella no podría-mos vivir los avatares de la vida en la cercanía conlo eterno. No puede ser entendida como un merorecuerdo nostálgico de la obra salvadora de Cris-to, sino más bien como su realización sacramental;es un acontecimiento dinámico, dialógico, entreDios y la comunidad reunida. En ella Dios hablaa su pueblo y el pueblo responde a Dios con elcanto y la oración (SC 33). Y ¿qué es la oración2?Podemos decir que la oración «es perder el tiem-po con Dios, es pasar gratuitamente tiempo conDios, por la alegría de estar juntos. Es amar,porque dar uno su tiempo es dar su vida. El amorno es ante todo hacer algo por el otro, es tenerlepresente»; de la oración nace una delicadeza, unrespeto, una atención, que es precioso regalo paralos que encontramos en nuestro camino; en ella el

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hombre aprende en esta tierra lo que será suactividad y su alegría durante toda la eternidad:extasiarse ante la belleza divina: adoración, ad-miración, alabanza y acción de gracias; recuperael corazón y la mirada de niño para maravillarseante la belleza que está por encima de toda belle-za, ante el mor que trasciende todo amor. Tam-bién la podemos definir como el encuentro de lased de Dios con la sed del hombre (cfr. CEC2560), el encuentro entre una y otra se realiza enun lugar preciso: Cristo. Ahí la oración del hom-bre llega a ser oración cristiana y, por ser oraciónde Cristo, asume y transfigura todo lo que eshumano.

Dos argumentos distintos -liturgia y oración-,pero no autónomos, sino en una ósmosis continua(cfr. SC 10). Algo anda mal en la vida cristianacuando no hay coherencia entre liturgia y ora-ción, porque la oración es la que permiteinteriorizar la liturgia y la liturgia es siempreparticipación en la oración de Cristo. ¿Qué es, enel fondo, la celebración de la Eucaristía, que nosdejó el Señor? Una gran oración: la oraciónexistencial de Jesús, a la cual nos asocia.

En la economía divina, la salvación se dispen-sa fundamentalmente en el seno de la plegariaesponsal. Según el Catecismo de la Iglesia (CEC),en el n. 2656 se afirma: «Se entra en oración comose entra en la liturgia», ya que, la celebracióneucarística, se realiza en función de la oración.Así podemos entender que en torno a la celebra-ción eucarística, esa «elevación del alma haciaDios» (cfr. CEC 2559) que es la oración, comoese otro movimiento hacia arriba que es la anáfo-ra, son eso: ascensiones in Deum. El movimientode la anáfora nos lleva hacia lo alto («Levantemosel corazón: Lo tenemos levantado hacia el Se-ñor»), hasta estar «sentados en los cielos enCristo» y por eso la Iglesia da gracias. Se trata de

la osadía de orar a Dios en Dios. La oración, endefinitiva, viene a actualizar sobre el altar delcorazón el misterio del amor celebrado en laEucaristía.

Según J. Corbon, (y desde la perspectiva quepresenta el CEC –IV Parte: La oración cristiana,2558 ss.-), la inteligencia de la fe es tal que laoración cristiana sólo puede ser pensada y vividaen la unidad del misterio de Cristo y, en conse-cuencia, se le debe categorizar como una realidadinterior a la fe y basada en la fe, fortificada por lossacramentos y actuante en la caridad, en unapalabra, integrada en la coherencia interna delmisterio cristiano. Es decir, en la comunidadcristiana, en el aquí, ahora y siempre, la oración sefunda en la fe, se autentifica por la caridad y sealimenta con la Eucaristía. Podemos afirmar en-tonces que el corazón de una Iglesia se conoce alorar en ella «la Iglesia que ora con su Señor estáen un espacio liberado de la muerte, un espacioque está «en» este mundo pero que está abierto alReino, este espacio es sacramental. Es la comuni-dad orante en estado de Epíclesis: nosotros nosabemos orar (Rm 8, 26) mientras el Señor no nosenseñe por su Espíritu Santo. En la oración, lapedagogía del Espíritu Santo no es sólo enseñan-za, sino también transformación: en la oración, laenergía del Espíritu Santo nos diviniza (esdeificante).

La oración es la única que nos asegura quepodemos vivir en diálogo continuo y constantecon el Padre, el Hijo y el Espíritu. Es decir, si laoración de Cristo, se hace nuestra es porque deverdad estamos unidos a Él. Esta es la situaciónexistencial de nuestra oración. Orar en Cristo es,en efecto, la experiencia más sencilla y másprofunda de nuestra existencia como comunióncon nuestro Padre. Ahora bien, «Como niñosrecién nacidos» (1Pe 2,2), no aprendemos a rezar

2 San Pedro de Alcántara, un franciscano del siglo XVI que fue un apoyo importante para Santa Teresa de Jesús,se refiere así sobre la oración: «En la oración, se alimpia el ánima de los pecados, apaciéntase la caridad,certifícase la fe, fortalécese la esperanza, alégrese el espíritu, derrítense las entrañas, purifícase el corazón,descúbrese la verdad, véncese la tentación, huye la tristeza, renuévanse los sentidos, repárase la virtudenflaquecida, despídese la tibieza, consúmese el orín de los vicios, y en ella no faltan centellas vivas de deseosdel cielo, entre los cuales arde la llama del divino amor». San Pedro de Alcántara, en: Jacques Philippe, Laoración, camino de amor, Patmos, Madrid 2014, 15-16.

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a nuestro Padre en los libros, por muy útiles quesean, sino en el Cuerpo vivo de su Verbo, en suIglesia. De toda edad y condición cultural, losbautizados pueden crecer en su fe viva acogién-dose a la Palabra del Padre anunciada por laIglesia, celebrando el misterio de la salvación enla liturgia y llevando el fruto del Espíritu Santo enla caridad. Es en este contexto existencial y eclesialdonde se sitúa la novedad de la oración cristiana,que no es otra cosa que comunión viva con elPadre de Nuestro Señor Jesucristo.

En su origen, el movimiento de la oraciónaparece como ímpetu hacia Dios. Que este ímpe-tu sea llevado por la admiración y la alabanza, osurja de la angustia o de la esperanza, siempreexpresa una búsqueda para tornar hacia nuestroDios. Esta es una de las novedades de la oracióncristiana: nuestro camino para llegar a conocer aAquel a quien buscamos no es otro que el caminoque ya ha recorrido Aquel que nos ha buscadosiempre. Desde el momento que nos proponemosempezar a orar, el Espíritu filial nos une a Jesu-cristo y podemos «conocer» al Padre en la fe, enla esperanza y en el amor. Nuestro Padre es elprincipio y el fin de nuestra oración. La oracióncristiana se revela a la experiencia como un«don», como un don gratuito que nos recuerdaque nuestro Dios nos ama siempre primero yfielmente. En este sentido, la oración cristiana,siendo eclesial y personal, actualiza de un modoinvisible la Economía de la salvación en losúltimos tiempos, para que todos se salven.

Esta relación íntima entre la Economía de lasalvación y la oración cristiana la vivimos implí-citamente en nuestras celebraciones litúrgicas,puesto que es allí donde el Espíritu Santo nosenseña a orar al Padre en su Cristo.

La oración, nos dice san Juan Damasceno, esuna «elevación del alma hacia Dios». Así nues-tra oración es una «elevación» con Cristo en lamedida en que haya sido un «descenso» con Él.El ímpetu de la oración, suscitado por el EspírituSanto, en el movimiento de fe que nos haceparticipar en la Resurrección de Jesucristo, perotodo depende de la profundidad de la verdaddesde la cual sube este ímpetu. La oración cris-

tiana, si realmente es la de Cristo en nosotros,siempre deberá despertarse en la humildad mis-ma de Jesucristo «…te alabo Padre, porque hazescondido estas cosas a los sabios y entendidosy se las has revelado a los humildes y peque-ños…» (cfr. Lc 10, 21). ¿Cuál es el lugar recón-dito desde el cual se eleva nuestra oración? Setrata del corazón. El corazón es lo que ora (cfr.CEC 2562 – 2563). Si se ha alejado de Dios, laexpresión de la oración es vana: «Este pueblome honra con los labios, pero su corazón estálejos de mí» (Mt 15, 8; Is 29, 13). Entonces laoración cristiana es una sinergia divino-huma-na. Une misteriosamente las energías divinas yel dinamismo de nuestra libertad, a la vez tannoble y tan frágil. En la oración, el EspírituParáclito, enviado a nuestros corazones, nosconduce hacia la verdad toda entera, y ya queestá injertada en Cristo, es Jesús quien reza ennosotros y con nosotros. Pero la fuente y eltérmino del movimiento de nuestra oración es elPadre. Esta oración de los «pequeños», de co-munión con el Padre, es esencialmente un movi-miento de amor, así, se reza como se vive, perose vive como se ama. No podemos orar si, de unamanera u otra, nuestro corazón está cerrado a losdemás. Si desfallece la oración, sucumbimos alas tentaciones contra la caridad, en nuestrosjuicios, palabras, actos u omisiones. Más quetemporadas fuertes de oración, la existenciacristiana es una vida de oración, enraizada en laPascua del Señor que no cesa jamás. «La oraciónes, en este sentido, nuestra sed de Dios».

Por lo tanto: la oración cristiana es comunión(cfr. CEC 2565), diálogo de amor del Padre y desus hijos, y es en la Eucaristía donde el EspírituParáclito enseña a la Iglesia como ha de dirigirseal Padre estando unida a Jesús, su Señor. Así,«hacer Eucaristía», según la bella expresión de laIglesias primitivas, va mucho más allá de unaoración personal de agradecimiento hacia nues-tro Padre: es celebrar el Acontecimiento funda-dor del nuevo Pueblo de Dios, el misterio deldesigno de amor del Padre por el cual la Pascua desu Hijo único se convierte en la de sus hijos.Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, se con-

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vierte en lo que es: el Cuerpo de Cristo crucificadoy resucitado.

Profundizaremos en siete constantes de estaoración, inseparablemente eclesial y personal:

a. Colocarnos ante DiosAdentrarse en la oración o en la celebracióneucarística significa entrar «donde el Mesíasestá sentado a la derecha de Dios (Col 3,1). Esallá, ante el Rostro del Padre, donde, tras laAscensión, se celebra la liturgia eterna (Ap 5)de la cual nuestras liturgias eucarísticas parti-cipan sacramentalmente.

b. Retornar hacia el PadreUna celebración eucarística entraña tiemposde conversión y de reconciliación. Lo mismoque nuestra vida de oración. Los invitados a laMesa del Señor son pecadores perdonados,con la condición de que se hayan perdonado losunos a los otros.

c. Como ofrendaEn la Eucaristía, es «Cristo quien se ofrece y esofrecido». Unidos a Él en la Comunión delEspíritu Santo, somos nosotros, con Él, quie-nes somos ofrecidos al Padre. La ofrenda es ladisposición más gratuita del corazón, la máspobre, la más veraz ante nuestro Padre, aquellade la criatura que no es nada en sí misma frentea Aquel que es su Todo.

d. Como sacrificio espiritualEl Sacrificio del Hijo es el despojo total de símismo, y es esta plenitud de amor la que vienea abolir nuestra separación con el Padre y adisipar el espejismo de la muerte. Así, partici-par en su Sacrificio en la Eucaristía no esofrecer cualquier cosa, sino decidir no pertene-cernos ya más a nosotros mismos, ser de Aquelque se ha entregado por nosotros y, en el amor,ofrecernos «como sacrificio vivo, consagrado,agradable a Dios, como… culto auténtico (Rm12, 1). Es en el altar del corazón donde sedecide el amor de predilección por la gloria delPadre y la vida de sus hijos.

e. La epíclesis del corazón

Toda celebración litúrgica entraña muchasepíclesis (invocación eficaz del Espíritu San-to). En la Eucaristía, la epíclesis por excelen-cia surge en el centro de la anáforaconsecratoria. Así, el sacerdote y la asamblea,unidos a Cristo, suplican al Padre que envíe suEspíritu Santo sobre los donde allí ofrecidos,para que manifieste que son transformados enel Cuerpo y en la Sangre de Cristo, y para queaquellos que comulgan sean un solo Cuerpo yun solo Espíritu en Cristo.

f. En grandeza de amor

La grandeza de amor de nuestro Padre, que suEspíritu nos ofrece en Cristo, no puede quedarlimitada al «pequeño rebaño» reunido en laEucaristía: se extiende sobre los humanos y acada uno de una manera única.

g. Padre nuestro que estas en el cielo

Participar en el designio de amor de nuestroPadre es justamente lo que confirma el mo-mento en el que se sitúa la Oración dominicalen la celebración de la Eucaristía, es decir, enla cumbre de la anáfora consecratoria y a lapuerta del festín del Reino, la comunión. Estaoración por excelencia a nuestro Padre, lapodemos expresar en todo momento, perso-nalmente o en comunidad, pero es en la Euca-ristía cuando adopta su sentido pleno, debidoa su relación íntima con la Economía de lasalvación.Si la oración cristiana es una respuesta alPadre que nos ha amado primero, con cuántamás razón, en ese momento, la oración de laIglesia a nuestro Padre es la «respuesta» porexcelencia a todo su designio de amor. Ce-lebrada así, en la Eucaristía, sin quitar elaltar del corazón, la oración a nuestro Padrees escuchada y colmada por el don de suVida en el Cuerpo y la Sangre de su Hijoamado. La oración cristiana puede entoncesllegar a ser aquello que celebra: misterio decomunión.

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5. ACTUAR

A modo de conclusión, retomamos las pala-bras del papa Juan Pablo II en la Novo MillenioIneunte 32, en que invitaba para que toda comu-nidad cristiana fuese ante todo lugar de educaciónen la oración:

… «Nuestras comunidades cristianas tienen quellegar a ser auténticas ‘escuelas de oración’, dondeel encuentro con Cristo no se exprese solamente enpetición de ayuda, sino también en acción de gra-cias, alabanza, adoración, contemplación, escuchay viveza de afecto hasta el ‘arrebato del corazón’.Una oración intensa, pues, que sin embargo noaparta del compromiso en la historia: abriendo elcorazón al amor de Dios, lo abre también al amorde los hermanos, y nos hace capaces de construirla historia según el designio de Dios.

Se equivoca quien piense que el común de loscristianos se puede conformar con una oraciónsuperficial, incapaz de llenar su vida. Especial-mente ante tantos modos en que el mundo de hoypone a prueba la fe, no solo serían cristianosmediocres, sino ‘cristianos con riesgo’. En efecto,correrían el riesgo insidioso de que su fe se debili-tara progresivamente, y quizá acabarían por cedera la seducción de los sucedáneos, acogiendo pro-puestas religiosas alternativas y transigiendo in-cluso con formas extravagantes de superstición».

Hagamos un pequeño ejercicio. Analizadanuestra realidad y habiendo profundizado en laesencia de la oración y su consecuencia en elobrar cristiano, comentemos entre el grupo ¿quéconsecuencias tiene la vida de oración y la parti-cipación en la Eucaristía en la vida de la comuni-dad y en el contacto con el prójimo? ¿Se lleva a lapráctica? La invitación «Vayamos a vivir lo quehemos celebrado» al concluir la celebración ¿esentendida y llevada a la práctica?

6. CELEBRAR

Guía: Terminemos nuestra reflexión, con unaoración de sor Faustina que expresa con granbelleza, cuán lejos y qué profundidad puedealcanzar la oración que provoca la sensibilidad

para la misericordia; qué significa ésta concre-tamente para un cristiano y de qué es capaz:

La siguiente oración se puede hacer a dos coros o como lo veanmás conveniente:

Ayúdame, Señor, a que mis ojos seanmisericordiosos, para que yo jamás recele o juz-gue según las apariencias, sino que busque lobello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.

Ayúdame, Señor, a que mis oídos seanmisericordiosos, para que tome en cuenta lasnecesidades de mi prójimo y no sea indiferente asus sufrimientos y quejas.

Ayúdame, Señor, a que mi lengua seamisericordiosa, para que jamás hable negativa-mente de mi prójimo, sino que siempre tenga unapalabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, Señor, a que mis manos seanmisericordiosas y estén llenas de buenas obras,para que sea hacer a mi prójimo exclusivamenteel bien y cargue sobre mí las tareas más difícilesy penosas.

Ayúdame, Señor, a que mis pensamientos seanmisericordiosos, para que siempre me apresure asocorrer al prójimo, venciendo mi propia fatiga ycansancio. El reposo verdadero está en el servicioal prójimo

Ayúdame, Señor, a que mi corazón sea mise-ricordioso, para que yo sienta todos los sufri-mientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré micorazón. Seré sincero incluso con aquellos que séque abusarán de mi bondad. Y yo mismo meencerraré en el corazón misericordioso de Jesús.Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.Que tu misericordia, oh Señor, repose en mí.

Tú mismo me ordenas que me ejercite en trespeldaños de la misericordia. Primero, la acciónmisericordiosa, de todo tipo. Segundo, la palabramisericordiosa: lo que no soy capaz de llevar acabo como acción debe acontecer por medio depalabras. Tercero, la oración: en caso de que nopueda mostrar misericordia con hechos ni conpalabras, siempre puedo recurrir a la oración. Mioración llega incluso allí dónde yo no puedo hacer-me corporalmente presente. Oh Jesús mío, trans-fórmame en ti, pues tú lo puedes todo. Amén

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1. OBJETIVO:

Reconocer que toda nuestra vida cristia-na está fundada en el ejercicio auténticode la liturgia como culmen y fuente denuestro ser cristiano, para celebrala dig-namente.

2. ORACIÓN:

Guía: La vida espiritual forma parte importantede nuestro ser cristiano. No podemos tomarsolo lo que nos guste de los sacramentos o delas celebraciones que realizamos, ni tampocodebemos solo participar en aquellos momen-tos de la vida espiritual en los que me sientotomado en cuenta o soy el protagonista; la vidaespiritual es en conjunto la vida de la Iglesia yde cada uno de nosotros.

Todos: Señor, que comprendamos la importan-cia de dejar espacio en nuestra vida para prepa-rar nuestra participación en los actos litúrgicosy de piedad popular, que sepamos estar dis-puestos a participar activamente y alegremen-te en los diversos sacramentos, momentoslitúrgicos y de piedad popular, para que poda-mos dar testimonio de una vida cristiana fun-dada en la fe la Iglesia y en la espiritualidadlitúrgica.Leer en la Biblia: Rm 12,1-2.

«Por tanto, hermanos, les ruego porlas misericordias de Dios que presentensus cuerpos como sacrificio vivo y san-to, aceptable (agradable) a Dios, que esel culto racional de ustedes. Y no seadapten (no se conformen) a este mun-

do, sino transfórmense mediante la re-novación de su mente, para que verifi-quen cuál es la voluntad de Dios: lo quees bueno y aceptable (agradable) y per-fecto». Palabra de Dios.

3. VER:

Guía: Para el cristiano, cada día de su vida, debeestar fundado y cimentado en la liturgia, en lacelebración de los sacramentos, sobre todo dela Iniciación Cristiana y de la Eucaristía, asícomo también sobre la celebración de la Litur-gia de las Horas, todo ello, en el marco del añolitúrgico.Lectura: Los ingredientes del bizcocho

Un niño le contaba a su abuelita que todo iba mal:tenía problemas en la escuela, no se llevaba biencon la familia, y con frecuencia tenía enferme-dades. Entretanto, su abuela confeccionaba unrico pastelito.

Después de escucharlo, la abuelita le dice:—¿Quieres una merienda?A lo cual el niño le contesta:—¡Claro que sí!.— Toma, aquí tienes un poco de aceite de cocinar.— ¡Puaf! — dice el niño, con un gesto de asco.— Entonces, ¿qué te parecen un par de huevos

crudos?— Arrr, ¡abuela! ¡No me gustan los huevos crudos!— Entonces, ¿prefieres un poco de harina de

trigo, o tal vez un poco de levadura?— Abuela, ¿te has vuelto loca?, ¡todo eso sabe

horrible!

TEMA 2:

ESPIRITUALIDAD LITÚRGICA

«Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamentepara su bien, para los que conforme a su propósito son llamados» (Rm 8,28).

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Con una mirada bondadosa, la abuela le respon-de:

— Sí, todas esas cosas saben horrible, cada unaaparte de las otras. Pero si las pones juntas enla forma adecuada, haces un delicioso pastelito.Dios trabaja de la misma forma. Muchas vecesnos preguntamos por qué nos permite andarcaminos y afrontar situaciones tan difíciles.¡Pero cuando Dios pone esas cosas en su ordendivino, todo obra para bien! Solamente tenemosque confiar en Él y, a la larga veremos que Dioshace algo maravilloso.

Nos preguntamos:

1.- Cuántas veces he pedido un sacramento o vividoun acto litúrgico o devocional por separado, sinver cómo se integra en la vida espiritual de laIglesia?

2.- Por qué las personas ahora no vemos la vidaespiritual como un componente importante, inte-gral, del ser humano?

4. PENSAR:

Cuando hablamos de espiritualidad litúrgicapodría parecercomo si habláramosde una espirituali-dad más, por ejem-plo: espiritualidadfranciscana, bene-dictina, diocesana,clarisa, etc. Sin em-bargo, y sin menos-cabar a quienes ha-blan de la forma an-tes citada, la espiri-tualidad litúrgica esla espiritualidad oficial y universal de la Iglesia.No excluye las devociones particulares y priva-das, que se derivan de ella y a ella conducen (cfr.CEC 2655; 2662). Pero es la actitud del cristianoque funda su vida, toda su vida humana vividaconscientemente, sobre el ejercicio auténtico dela liturgia, de manera que la liturgia se convierteen la cumbre y fuente de todo su actuar (cfr. SC10), así viviendo el Misterio Pascual en cada uno

de los momentos litúrgicos, se prepara «antes»,de manera que, cuando participa «en» ellos, losvive de manera que estos le llevan «después» aactuar de una manera coherente, llevando elmisterio a las actividades de la vida cotidiana, ala santificación mediante la conformación conCristo crucificado y resucitado, en la esperanzade la vida eterna, realizando su vida como unaalabanza continua para gloria de Dios.a) Antes:

Cuando nos referimos al «antes» debemosentender la importancia de prepararnos y dispo-nernos siempre para las acciones litúrgicas.Cuántas veces hemos escuchado que las cosasde Dios se deben recibir santamente. Así comocuando nos preparamos para una fiesta, bautis-mo, XV años, matrimonio, etc., y por desgraciapensamos en todo menos en la celebración, asínuestra participación en las acciones litúrgicasdeben tener un «objetivo»: que será el de cele-brar dignamente los misterios. Es necesario en-tender correctamente el término objetivo, noindica un actuar impersonal y frío, sino que esnecesario apropiarse de esa realidad objetiva

con un empeño ab-solutamente perso-nal, y a continua-ción actuarla demanera viva.

Este objetivodebería de tenercomo fundamentola ilustraciónteológica perma-nente, la inserciónde lo que celebra-mos en la econo-

mía salvífica de la cual somos participes a partirde la palabra de Dios que es quien convoca, yaque todas las acciones litúrgicas tienen una buenadotación de Sagrada Escritura, porque la liturgiagira y surge de escuchar la Palabra (cfr. CEC2654); bajo la guía del Espíritu Santo, para larealización de una vida auténticamente espiri-tual. Cabe recordar que una de las característicasde la liturgia es su esencia trinitaria: se dirige al

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Padre, por Cristo, suscitada por el Espíritu Santo(cfr. CEC 2655). Y, sobre todo, tratar de realizar-las dentro de la norma objetiva de la liturgia; estosignifica basarse en la liturgia romana, en lasprescripciones o normas que muchas veces da-mos por conocidas o sentadas y que fácilmentedescuidamos a la hora de preparar las celebracio-nes o acciones litúrgicas. Así que no debemosolvidar consultar de vez en cuando las introduc-ciones de los libros litúrgicos (prenotandas) y lasletritas en rojo (rúbricas). aseguran la eclesialidadde nuestra acción.

En este punto diríamos que una acción litúrgi-ca, nos lleva a Cristo y a su acción salvífica.Jesucristo sigue siendo, por tanto, la norma últi-ma de la edificación de nuestra vida espiritual,por consiguiente no debemos escatimar en prepa-rar una acción litúrgica con toda la dignidad yrecursos necesarios ya que esta nos llenará de lavida espiritual.b) En (durante):

Romano Guardini cuando habla del encuen-tro con Cristo en las celebraciones de los miste-rios, dice que en los espacios de la celebración,entramos en un momento supra-histórico, oKairos (tiempo de salvación, tiempo de Dios, decualquier manera fuera de nuestra historia, esatemporal). Ese estar directamente delante deCristo, ese supra-histórico estar presente el Re-dentor y su vida, llena todo el acontecimientolitúrgico... Se trata simplemente de una formaparticular de aquella relación directa con elRedentor que existió históricamente, pero ahorapresente de manera suprahistórica..., que seenraíza no en el individuo, sino en la comunidad;se realiza no en acontecimientos, experiencias ytareas de la vida cotidiana, sino en los conteni-dos, procesos y formas de la vida contemplativa,en el servicio de Dios y en el culto. En la liturgiala comunidad creyente, y en particular dentro deella, está en esa relación directa con el Redentor;más aún, en un acto esencialmente contemplati-vo de meditación, oración, participación y unióncon el sacrificio y el sacramento... Nos encon-tramos frente a la realidad más íntima de laliturgia, frente a la realidad del misterio (Ver

«NUEVO DICCIONARIO DE LITURGIA»,Romano Guardini).

Es el misterio de Cristo que se celebra con lamirada vuelta a su núcleo específico y esencial,pero también observando los ritos, los textos y laordenación de las fiestas establecidas por laIglesia, tal y como son en concreto, como heren-cia de una tradición secular y de su revisiónquerida por el Concilio Vaticano II, y así comolos ha aprobado la autoridad del papa y de losobispos, respectivamente; dentro de un marcohistórico como es el año litúrgico. Vivimos laespiritualidad litúrgica como actuación del mis-terio de Cristo en la liturgia de la Iglesia durantetodo el año litúrgico.

Ciertamente, la liturgia no agota toda la acciónde la Iglesia (cfr. SC 9); pero, en cambio, «es lacumbre a la que tiende toda la actividad de laIglesia y, al mismo tiempo, la fuente de dondemana toda su fuerza» (SC 10). Porque la realiza-ción concreta de la espiritualidad litúrgica tienelugar de diferentes maneras y a diversos nivelesconectados entre sí, e incluso interpenetrantes.Celebramos el misterio de Cristo en la acciónsagrada de la Liturgia de las Horas, de la Eucaris-tía y de los otros sacramentos, en la predicaciónde la palabra de Dios y en la lectura meditativa dela Sagrada Escritura y en la oración que brota detodo ello, o sea en la oratio, y en la reflexión en lapresencia de Dios en Cristo.

De aquí la importancia de vivir el encuentro,la contemplación, la participación de la liturgia,sabiendo que nosotros, los cristianos de hoy,estamos en contacto con Él en una conexión yrelación real, en un ser-renovados mediante la fey en un ser-marcados mediante el bautismo, enun proceso por el que nos configuramos conCristo en su figura, obra, Pasión, Muerte y Resu-rrección en una nueva existencia. Cuando vivolos misterios y la espiritualidad litúrgica que deellos nace en mí, se renueva mi existencia, comoen cada cristiano, y todo ello sucede por mediode Cristo en la Iglesia. De aquí que la espiritua-lidad de la Iglesia sea eclesial, comunitaria y encomunión fraternal.

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c) Después:Una vez terminada la celebración, la acción

sagrada nos impulsa «a los fieles a que, saciadoscon los sacramentos pascuales, seamosconcordes en la piedad..., conservemos en lavida lo que recibimos en la fe...», nos «enciendey arrastra... a la apremiante caridad de Cristo»(SC 10). La comunión con el Señor, instauradaen la liturgia, invita además a la oración personaly a estar dispuestos a asumir en la propia vida lossufrimientos de Cristo, que muere para la trans-formación de todo el hombre, para que, «recibida(por el Padre) la ofrenda de la víctima espiri-tual», los hombres nos convirtamos en «ofrendaeterna» (SC 12). Todos los demás ejerciciospiadosos se subordinan a las normas objetivasde estas leyes de la Iglesia y de estas formas desu liturgia (cfr. SC 13).

Hacer vida la liturgia es ponerle espíritu a lavida o hacer con espíritu todo lo que tocamos yrealizamos diariamente mediante el testimo-nio. La genuina espiritualidad litúrgica es siem-pre la unión de una celebración santa y de sucontinuación en la vida. El «después» se con-vierte en la realización y la irradiación de todoesto en la vida cotidiana del individuo y de lacomunidad, para que todo el individuo en cuan-to persona y la comunidad en cuanto compues-ta de personas vivas -sea «en Cristo Jesús», «enel Espíritu»-; esté en marcha hacia el Padre(cfr. Ef 2,18; 3,16 - 4,16).

Tomemos como ejemplo algunas partes delas oraciones utilizadas en la eucaristía: «Vivirsiempre de acuerdo con la fe que profesaron»(colecta, lunes de la octava de Pascua); «…queel Espíritu Santo sea siempre nuestra fuerza y laeucaristía que acabamos de recibir acreciente ennosotros la salvación» (postcomunión Domingode Pentecostés); «…la fuerza del sacramentopascual, que hemos recibido, persevere siempreen nosotros» (postcomunión II Domingo de Pas-cua); «...que comprendamos mejor la inestima-ble riqueza del Bautismo que nos ha purificado,del Espíritu que nos ha hecho renacer y de laSangre que nos ha redimido…» (colecta II Do-mingo de Pascua). Estas oraciones nos dicen conqué disposición debemos vivir todos los bauti-

zados para poder llevar a la práctica lo que se nosha comunicado en la celebración eucarística. Laespiritualidad litúrgica es decididamente la es-piritualidad de la realización, y conlleva la exi-gencia de realizar concretamente todo lo antescelebrado, a testimoniar la gracia de Cristo enmedio de los órdenes mundanos, a socorrer conamor, a construir la comunidad y a hacer progre-sar el Reino de Cristo en el mundo, en la esperan-za de que el Dios omnipotente completará todoen su Reino eterno en una medida inmensamentesuperior de lo que nosotros podemos desear,imaginar y pedir.

5. ACTUAR:

1.- ¿Qué acciones concretas realizo para alimentarmi vida espiritual y comunitaria?

2.- ¿Qué nuevas luces me da este tema para mi vidapersonal y para las relaciones fraternas?

6. CELEBRAR:

Guía: Señor que comprendamos y amemos laespiritualidad litúrgica.

Todos: Sabemos que es una espiritualidadsacramental.

Guía: Que tengamos la disponibilidad para cele-brar los grandes sacramentos de la Iglesia deuna forma viva, con una participación cons-ciente, activa y llena de fe, según la norma deesos sacramentos.

Todos: Y que después, sepamos insertar todala vida en las dimensiones inconmensura-bles de la obra salvífica de tu Hijo; para que,muertos y resucitados con él, llenos de susanto Espíritu, tendiendo siempre a celebrarsu memorial a lo largo de los tiempos del añoy del día, dispuestos a hacer penitencia y adejarnos vigorizar en la enfermedad y frentea la muerte, y revestidos de la gracia deestado, estemos capacitados para edificar elcuerpo de Cristo dentro de la Iglesia y de lacomunidad humana.

Guía: Ya que somos cuerpo de Cristo unidos aJesús decimos, Padre nuestro…

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TEMA 3:

LA LITURGIA DE LAS HORAS:LA IGLESIA QUE, EN CRISTO,

DIALOGA CON EL PADRE MISERICORDIOSO

«Oren en todo momento» (1 Tes 5,17)«Durante el día el Señor me brinda su amor,

por la noche mi canto y mi oración son para el Dios de mi vida» (Sal 42,9)

1. OBJETIVO:

Conocer y reflexionar sobre la naturale-za de la Liturgia de las Horas comooración de toda la Iglesia, para valorar suimportancia como ejercicio delSacerdocio de Cristo y fuente de piedadpersonal y comunitaria, y expresión deldiálogo santificante con el Padre miseri-cordioso.

2. ORACIÓN:

Guía: Dios mío, ven en mi auxilio.Todos: Señor, date prisa en socorrerme.Himno proclamado por todos a una voz: 1.Estate, Señor, conmigosiempre, sin jamás partirte,y cuando decidas irte,llévame, Señor, contigo;porque el pensar que te irásme causa un terrible miedode si yo sin ti me quedo,de si tú sin mí te vas.2. Llévame, en tu compañíadonde tú vayas, Jesús,porque bien sé que eres túla vida del alma mía;si tú vida no me dasyo sé que vivir no puedo,ni si yo sin ti me quedo,ni si tú sin mí te vas.

3. Por eso, más que a la muertetemo, Señor, tu partida,y quiero perder la vidamil veces más que perderte;pues la inmortal que tú das,sé que alcanzarla no puedo,cuando yo sin ti me quedo,cuando tú sin mí te vas. Amén.

Salmo 92

proclamado alternando a dos coros:

1. Es bueno dar gracias al Señor, y cantar, DiosAltísimo, a tu Nombre;

2. proclamar tu amor de madrugada, y tu fideli-dad en las vigilias de la noche,

1. con el arpa de diez cuerdas y la lira, con músicade cítara.

2. Tú me alegras, Señor, con tus acciones, cantaréjubiloso por la obra de tus manos.

1. ¡Qué grandes son tus obras, Señor, qué profun-dos tus designios!

2. El hombre insensato no conoce y el necio noentiende estas cosas.

1. Si los impíos crecen como la hierba y florecenlos que hacen el mal, es para ser destruidoseternamente:

2. tú, en cambio, eres el Excelso para siempre.1. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.2. Como era en el principio, ahora y siempre, y

por los siglos de los siglos. Amén

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Oración: Aumenta, Señor, nuestra fe, para queesta alabanza que brota de nuestro corazónvaya siempre acompañada de frutos de vidaeterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

3. VER:

Compartamos las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué formas concretas de orar nos propone laIglesia?

2.- ¿Qué sabemos de la «Liturgia de las Horas?3.- ¿Qué quieren decir las palabras: «Laudes»,

«Vísperas», «Completas»?

4.- ¿Qué entendemos por «Santificar el día»?

4. PENSAR:

En la palabra de Dios encontramos variasinvitaciones a la oración, con constancia y envigilancia:

«Es necesario orar siempre y no des-fallecer» (Lc 18,1). «Estén preveni-dos y oren incesantemente, para que-dar a salvo de todo lo que ha deocurrir» (Lc 21,36). «Alégrense en laesperanza, sean pacientes en la tribu-lación y perseverantes en la oración»(Rm 12,12). «Canten a Dios con gra-titud y de todo corazón salmos, him-nos y cantos inspirados» (Col 3,16).«Cuando se reúnan, reciten salmos,himnos y cantos espirituales, cantan-do y celebrando al Señor de todo cora-zón» (Ef 5,19-20). «Día y noche, lepedimos con insistencia» (1Tes 3,10).

«Ustedes oren de esta manera: Pa-dre nuestro, que estás en el cielo, santi-ficado sea tu Nombre, que venga tuReino, que se haga tu voluntad en latierra como en el cielo. Danos hoy nues-tro pan de cada día. Perdona nuestrasofensas, como nosotros perdonamos alos que nos han ofendido. No nos dejescaer en la tentación, sino líbranos delmal» (Mt 6,9-13; cfr. Lc 11,2-4). «Tam-

bién les aseguro: pidan y se les dará,busquen y encontrarán, llamen y se lesabrirá. Porque el que pide, recibe; elque busca, encuentra; y al que llama, sele abre» (Lc 11, 9-10).

Este Año Jubilar de la Misericordia nos propo-ne -entre otras cosas- el intensificar la oracióncristiana como medio de encuentro con la bondaddivina y de fortalecimiento interior para vivir lasactitudes propias de este jubileo.

La oración, en cuanto diálogo con el Padreque nos escucha y nos brinda su amor, nos ofrecegrandes riquezas: por una parte, nos ayuda atomar conciencia de nuestro ser de hijos y, por lotanto, necesitados de la gracia y de la cercanía deDios; por otro lado, nos permite mantenernos enun constante contacto con la persona y la vida deDios mismo. Como dice el Papa Francisco: «Esbello que la oración cotidiana de la Iglesia iniciecon estas palabras: «Dios mío, ven en mi auxilio;Señor, date prisa en socorrerme» (Sal 70,2). Elauxilio que invocamos es ya el primer paso de la

misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene asalvarnos de la condición de debilidad en la quevivimos. Y su auxilio consiste en permitirnoscaptar su presencia y cercanía. Día tras día,tocados por su compasión, también nosotrosllegaremos a ser compasivos con todos»(Misericordiae Vultus, 14).

La oración, es un acto religioso de alto valor,que tiene sus raíces en el fondo de todo serhumano en cuanto criatura de Dios, independien-

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temente de sus creencias. En efecto, «ya que elhombre proviene todo él de Dios, debe reconocery confesar este dominio de su Creador, como entodos los tiempos hicieron, al orar, los hombrespiadosos» (OGLH 6). En esta oración hay opuede haber un vínculo, consciente o no, delorante con Cristo salvador, y entonces es cierta-mente válida ante Dios, también en orden a lasalvación. «La oración, que se dirige a Dios, ha deestablecer conexión conCristo, Señor de todos loshombres y único Media-dor, por quien tenemos ac-ceso a Dios. Pues de talmanera él une a sí mismoa toda la comunidad hu-mana, que se establece unaunión íntima entre la ora-ción de Cristo y la de todoel género humano. Puesen Cristo y sólo en Cristola religión del hombre al-canza su valor salvífico ysu fin» (OGLH 6).

Sin embargo, la Iglesia, entre todas las for-mas de oración cristiana, privilegia la litúrgica,reconociendo que, «por su naturaleza, está muypor encima» de las demás (SC 13). Efectiva-mente, la Iglesia ha elaborado su estructura, laha compuesto con textos bíblicos y patrístico y,a menudo, a lo largo de los siglos, ha dedicado unempeño especial para reformarla y adecuarla alas diferentes exigencias históricas, ha controla-do diligentemente sus planteamientos teológicosy espirituales, ha buscado su decoro y dignidadliteraria y musical, ha redactado minuciosamen-te su normativa.

La historia de la LH, como oración específicade la Iglesia, tiene su arranque decisivo en elejemplo y el mandato de Cristo. De los Evange-lios se desprende que la oración llenaba y fortale-cía toda la vida del Salvador, hasta el punto deformar el alma de su ministerio mesiánico y de suéxodo pascual (cfr. OGLH 4). Además, está ex-plícitamente documentado su pensamiento sobrela Iglesia, comunidad de oración (cfr. OGLH 5).

Es lo que recibieron plenamente los apóstoles ylos primeros cristianos, que no sólo se hicieroneco de los mandatos de orar siempre, dados por eldivino Maestro, sino que efectivamente perseve-raron en la oración, así como en la escucha de lapalabra, juntamente con la celebración eucarísticay la comunión fraterna (cfr. OGLH 1). Es convic-ción profundamente enraizada en la concienciade la Iglesia que la oración a lo largo del día del

oficio divino se remontaa la oración continua re-comendada y tambiénpracticada por Jesús (cfr.OGLH 10) y por la co-munidad apostólica,quienes oraron tambiéncon los salmos (cfr. Mt27,46; Lc 23,46; Col3,16).

Para garantizarse elcumplimiento de lo queconsidera uno de sus co-metidos principales

(cfr. OGLH 1) la Iglesia ha vinculado jurídica-mente a los sacerdotes y a muchos religiosos alejercicio de esta acción litúrgica (no se reza«por obligación» sino para permitir que la Igle-sia realice su misión de Cuerpo Místico perma-nentemente unido a su Cabeza).

La comunidad apostólica observaba el uso delos hebreos de la triple oración: por la mañana, amediodía y por la tarde; y no se desconocía laoración nocturna (cfr. Lc 6,12; He 16,25). A partirdel siglo IV se difundió mucho la costumbre delos cinco tiempos, recordada ya por Tertuliano ypor otros: laudes, tercia, sexta, nona, vísperas.Algunos ambientes añadieron otros dos: prima,señalada para Belén y otros lugares por Casiano,y completas, de las que habla él mismo, y antessan Basilio. Enseguida se hizo común el de ochotiempos, correspondientes a los siguientes ofi-cios: nocturnos, laudes, prima, tercia, sexta, nona,vísperas, completas. Uno de los medios másdeterminantes para la divulgación del sistema deocho tiempos en Occidente fue la Regla de sanBenito, que recibió amplia difusión a partir del

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siglo VIII. El número permaneció en el oficioromano hasta el Vaticano II, que suprimió la horade prima.

La Liturgia de la Horas según el ConcilioVaticano II:

Estas son algunas de las características con lasque el Concilio Vaticano II formuló la nuevamanera de orar con la Liturgia de las Horas,tomando distancia de la realización mecánica ylegalista que había previamente, pero redescu-briendo su espiritualidad:

a) Oración de todo el pueblo de Dios. El oficiodivino no era oración propia del clero y de losmonjes, como había acabado siendo en unaépoca de decadencia litúrgica, sino celebra-ción de todos los bautizados. Por eso giraprincipalmenteen torno alaudes y víspe-ras, definidoscomo el doblequicio del ofi-cio diario (cfr.SC 89a) yreelaboradospara la celebra-ción popular.Los laicos, engrupo y comoindividuos, al celebrar aunque sólo sea unaparte de la LH, ejercen la misión de la Iglesiaorante (cfr. SC 85), llevan a cabo una acciónlitúrgica y un culto público y contribuyen a lasalvación de todo el mundo (cfr. OGLH 27);se exhorta vivamente a los laicos a hacer de laLH, total o parcial, su oración (cfr. SC 100;OGLH 22; 23; 27).

b) Santificación de la Jornada. La celebración decada una de las Horas responde a un momentodel día, y pide la reforma ajustarse al horariodel día. termina así una práctica de rezar todojunto por la mañana o por la noche, e inclusoadelantar días. cada hora, en su mismo conte-nido, habla de un momento preciso del día quese está ofendando a Dios en un sacrificio dealabanza, como una prolongación de la Euca-

ristía a toda la jornada. La recomendación sehace sobre todo para comunidades monásticas,cabildos de canónigos, y quienes celebran in-dividualmente la LH.

c) Nuevo salterio (uso de los salmos) litúrgico.Distribución de los salmos en un ciclo decuatro semanas. Ese esquema ha requeridouna nueva serie de cantos bíblicos, tanto delAT como del NT, y la repetición de algunosde los salmos preferidos por la piedad. ElVaticano II propuso mayor apertura a la lec-tura bíblica (cfr. SC 89c), a los espacios desilencio y al canto. Así, es posible insertareventualmente en laudes y vísperas una lec-tura más larga y la homilía en las celebracio-nes con el pueblo. Las oraciones de interce-

sión puedenampliarse. La ce-lebración puededesarrollarse conmás calma, másparticipación inte-rior y más fruto.

d) Lecturas bíbli-cas, patrísticas yde los santos. ElConcilio solicitóque también en eloficio se abrieran

con mucha amplitud los tesoros de la palabrade Dios (cfr. SC 92). La reforma procuró laformación del nuevo cuerpo de lecturas de losPadres de la Iglesia, entre las cuales encontra-mos auténticas joyas de la literatura y la espi-ritualidad. Se excluyó todo lo que tuviera sa-bor a leyenda y se adoptó el criterio de recurrir,siempre que fuera posible, a los escritos de lossantos celebrados.

e) Se ofrece la posibilidad de adecuar el oficio alos diversos tipos de asamblea que lo celebran(cfr. Constitución Apostólica Laudis canticum1). Por ejemplo, los responsables de la celebra-ción pueden, dentro de ciertos límites, escogerhimnos, salmos, lecturas, cantos sustitutivosde los responsorios y fórmulas adicionales oalternativas a las preces intercesorias.

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e) Subsidios para la interiorización. Buscando laparticipación personal y consciente, se prevéque los diversos elementos ofrezcan una seriede oraciones sálmicas y versos destinados acompendiar, en clave de oración, la perspecti-va cristológica y eclesiológica de los salmos(cfr. SC 11; 30; 33; 90, etc.; OGLH 19).

Naturaleza dialogante de cada una de lasHoras del Oficio Divino:

El carácter horario de la LH se destaca no sólopor el hecho de que cada uno de los oficios estáescalonado a lo largo del día, sino también por elcontenido temático referido a las horas o a losmisterios de la salvación vinculados histórica-mente a ellas.

El espíritu característico delas Horas propias de la Litur-gia hay que tenerlo siemprepresente para darse cuenta deque, si se cambia su coloca-ción precisa en el horario, sedesfigura su fisonomía carac-terística y se lesiona susacramentalidad específica.

Laudes:

Las laudes son una oraciónestrechamente vinculada conel tiempo que cierra la noche yabre el día. Es la voz de laesposa, la Iglesia, que se le-vanta para »cantar la alboradaal esposo». Las laudes matuti-nas están dirigidas y ordena-das a santificar la mañana, como salta a la vista enmuchos de sus elementos (cfr. OGLH 38). Evo-can la resurrección de Cristo, que se produjo alalba. Cantan a Cristo, sol naciente, luz que ilumi-na al mundo y que viene a «visitarnos de lo alto»y a guiarnos en todas las actividades de la jornada.Recuerdan también la creación (mañana del cos-mos) y el mandato que Dios dio al hombre dedominar el mundo. Son un ofrecimiento de primi-cias, dedicación a Dios Padre de la jornada detrabajo, propósito de seguir una ruta precisa (laseñalada por el evangelio).

Vísperas:

Las vísperas están íntimamente unidas a latarde, en cuanto conclusión del día y comienzo dela noche. «Se celebran las vísperas por la tarde,cuando ya declina el día, en acción de gracias porcuanto se nos ha otorgado en la jornada y porcuanto hemos logrado realizar con acierto»(OGLH 39). La Iglesia, al final de una jornada,pide también perdón a Dios por las manchas quepueden haber quitado blancura a su vestido inma-culado a causa de los pecados de sus hijos. Seconmemora también el misterio de la cena delSeñor (celebrado por la tarde) y recuerda la muer-te de Cristo, con la que cerró su jornada terrena

(cfr. OGLH 39). La Igle-sia, que ha sido acompa-ñada por Cristo en su ca-mino de la jornada, llega-da a la última hora, ledice: «Quédate con noso-tros porque es tarde» (Lc24,29; cfr. oración de vís-peras del lunes de la cuar-ta semana).

Oficio de Lecturas:

El margen muy ampliodado a las lecturas bíbli-cas y a autores eclesiásti-cos caracteriza a este ofi-cio como tiempo de escu-cha de Dios que habla,momento de meditaciónsobre las realidades reve-ladas por él, de contem-

plación de la historia de la salvación y, en parti-cular, del misterio de Cristo. Crea el ámbitoespiritual favorable para la atención a la voz de laIglesia, que se hace anunciadora, maestra y guíaespiritual. Pero la escucha que caracteriza a esteoficio no debe hacer olvidar la nota general detoda la LH, la de la alabanza, que se pone derelieve sobre todo en el himno y en los salmos.Más aún, las lecturas mismas entran en esteclima, porque estimulan, alimentan y revigorizanla celebración de la alabanza mediante la evoca-ción de las maravillas realizadas por Dios. La

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Iglesia y el orante continúan la glorificación delAltísimo admirando su sabiduría en lo que hadicho y su poder en lo que ha hecho, entonandohimnos a su amor, porque una y otra cosa se hanobrado para la salvación del hombre.

Tercia, Sexta, Nona u Hora Intermedia:

El Vaticano II no ha suprimido las horas detercia, sexta y nona, antes bien las aconseja tam-bién a aquellos que no están obligados a ellas porley particular (cfr. OGLH 76). Ofrece, sin embar-go, la posibilidad de celebrar sólo una, adoptandola que más cuadre con el momento escogido. Esteoficio puede asumir tres colocaciones y tresfuncionalidades diversas, manteniendo el mismonúcleo salmódico. Se llama hora intermedia por-que ocupa un lugar intermedio entre laudes yvísperas (cfr. OGLH 76-78).

La tradición ha puesto las tres horas en rela-ción con las tres personas divinas, con la tripleoración de Daniel, de los hebreos, de los apósto-les y de los primeros cristianos. Sin embargo,tienen también un significado particular en rela-ción con la historia de la salvación (cfr. OGLH75). La Tercia recuerda principalmente la venidadel Espíritu, Santo y la crucifixión de Cristo. LaSexta evoca la oración de Pedro en casa delcurtidor, la agonía de Cristo y su ascensión alcielo. La Nona trae a la memoria la oración dePedro y Juan en el templo, la curación del tullido,la sacudida de la tierra recordada por los evange-lios y la muerte de Cristo.

Completas:

Es la oración que se dice antes del descansonocturno, aunque éste comience después demedianoche. Toda ella respira confianza enDios. Tiene también un sentido penitencial. Enefecto, al comienzo se invoca la misericordiade Dios y se pide perdón por todas las faltas dela jornada.

5. ACTUAR:

1.- Discernir entre los asistentes de qué formas sepodría difundir y dar lugar a la oración me-diante la Liturgia de las Horas (como verdade-

ro diálogo con Dios, no como rutina) en lossiguientes campos de la vida parroquial:

- En los momentos de enriquecimiento espiritualpropios de la comunidad con presencia de sa-cerdotes y laicos (Consejos de pastoral, antes dela misa del día, etc.).

- En los acontecimientos propios del Jubileo de laMisericordia.

- En las actividades propias de los Grupos, Aso-ciaciones y Movimientos de la comunidad.

- En las fiestas patronales y en la Semana Santa.

- En los momentos «fuertes» de experiencias defe (retiros, encuentros juveniles, «encierros»,misiones, etc.).

- Con los enfermos y los necesitados.

- En combinación con otras formas de oración:Adoración Nocturna, Vela Perpetua, Horas dela Pasión, etc.

- Algunas otras…

2.- Dar a conocer algunos recursos electrónicosy virtuales mediante los cuales se puedetener acceso a la Liturgia de las Horas: porejemplo www.liturgiadelashoras.com.ar, oalgunas Apps para teléfonos celulares o ta-bletas como: Oficio Divino, eprex, ibreviary,rezando voy, laudate, oradei, salterio, litur-gia de las horas, etc.

6. CELEBRAR:

1. Cantar juntos:Salmo 88

Cantaré eternamente,la misericordia del Señor,

anunciaré su fidelidadpor todas las edades.

Tuyo es el cielo, tuya la tierra;tú cimentaste el orbe y cuanto contiene.

Tú has creado el norte y el sur;el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

2. Se pueden elevar peticiones de forma espontánea y se finalizaorando con el Padre nuestro.

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1. OBJETIVO:

Profundizar en la espiritualidad de laPiedad Popular, para que la valoremos ysepamos alimentarnos de esta expresiónde nuestra vida de fe.

2. ORACIÓN:

Guía: En el nombre del Padre… «Guiados porMaría, fijamos los ojos en Jesucristo, autor yconsumador de la fe, y le decimos con elSucesor de Pedro:

Todos: «Quédate con nosotros, porque atardecey el día ya ha declinado» (Lc 24, 29).Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos

aunque no siempre hayamos sabidoreconocerte. Quédate con nosotros,porque en torno a nosotros se vanhaciendo más densas las sombras, ytú eres la Luz; en nuestros corazonesse insinúa la desesperanza, y tú loshaces arder con la certeza de la Pas-cua. Estamos cansados del camino,pero tú nos confortas en la fraccióndel pan para anunciar a nuestros her-manos que en verdad tú has resucita-do y que nos has dado la misión de sertestigos de tu resurrección.

Quédate con nosotros, Señor,cuando en torno a nuestra fe católica surgen lasnieblas de la duda, del cansancio o de la dificul-tad: tú, que eres la Verdad misma como reveladordel Padre, ilumina nuestras mentes con tu Pala-

bra; ayúdanos a sentir la belleza de creer en ti.Quédate en nuestras familias, ilumínalas en

sus dudas, sostenlas en sus dificultades, consué-lalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día,cuando en torno a ellas se acumulan sombras queamenazan su unidad y su naturaleza. Tú que eresla Vida, quédate en nuestros hogares, para quesigan siendo nidos donde nazca la vida humanaabundante y generosamente, donde se acoja, seame, se respete la vida desde su concepción hastasu término natural.

Quédate, Señor, con aquéllos que en nues-tras sociedades son más vulnerables; quédatecon los pobres y humildes, con los indígenas yafroamericanos, que no siempre han encontra-do espacios y apoyo para expresar la riquezade su cultura y la sabiduría de su identidad.

Quédate, Señor, con nuestros ni-ños y con nuestros jóvenes, queson la esperanza y la riqueza denuestro Continente, protégelos detantas insidias que atentan con-tra su inocencia y contra sus legí-timas esperanzas. ¡Oh buen Pas-tor, quédate con nuestros ancia-nos y con nuestros enfermos. ¡For-talece a todos en su fe para quesean tus discípulos y misioneros!(DI 6)» (DA 554).

La Piedad Popular (PP) tieneuna dimensión espiritual porque

es «considerada justamente como un «verdade-ro tesoro del pueblo de Dios», que «manifiestauna sed de Dios que sólo los sencillos y lospobres pueden conocer» (cfr. DPPL P). En este

TEMA 4:

LA ESPIRITUALIDADDE LA PIEDAD POPULAR

«Y todo cuanto hagan o digan, háganlo en nombre de Jesús,el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,17).

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tema vamos a tratar de profundizar en la espiri-tualidad de la PP.

3. VER:

Cada uno trate de responder a las siguientes preguntas. Una vezrespondidas comparta sus respuestas con los compañeros delos lados. Al final haremos algunos comentarios conclusivos.

1.- ¿Qué es lo que alimenta tu fe, tu vida cristiana?

2.- ¿Qué es para ti la «espiritualidad»?3.- ¿La PP y sus expresiones alimentan tu vida de

fe? ¿Cómo?

4. PENSAR:

Vamos ahora a profundizar en la espirituali-dad litúrgica.

1. La Piedad Popular

En diferentes documentos del Magisterio se hadicho lo que es la PP. Presentamos a continuaciónuna breve descripción del término. La PP es:

1. Religión del pueblo, uno de los medios deevangelización; es una expresión particular debúsqueda de Dios y de la fe (cfr. EN 48).

2. Por religión del pue-blo, religiosidad po-pular o piedad popu-lar, entendemos elconjunto de hondascreencias selladaspor Dios, de las acti-tudes básicas que deesas conviccionesderivan las expresio-nes que las manifies-tan. Se trata de laforma o de la exis-tencia cultural que lareligión adopta en unpueblo determinado. La religión del pueblolatinoamericano, en su forma cultural máscaracterística, es expresión de la fe católica. Esun catolicismo popular (cfr. DP 444).

3. Alma de nuestro pueblo (cfr. DP 895).

4. Una forma expresión privilegiada de lainculturación de la fe (cfr. SD 36).

5. Es una de las mayores expresiones de unaverdadera inculturación de la fe, puesto que enella se armonizan la fe y la liturgia, el senti-miento y las artes, y se afianza la conciencia dela propia identidad en las tradiciones locales(cfr. Consejo Pontificio para la Cultura, LaPastoral de la Cultura, Orientaciones parauna eficaz evangelización, 1999, 28).

6. El término «PP», designa aquí las diversasmanifestaciones cultuales, de carácter privadoo comunitario, que en el ámbito de la fe cristia-na se expresan principalmente, no con losmodos de la sagrada Liturgia, sino con lasformas peculiares derivadas del genio de unpueblo o de una etnia y de su cultura. La PP,considerada justamente como un «verdaderotesoro del pueblo de Dios», «manifiesta unased de Dios que sólo los sencillos y los pobrespueden conocer; vuelve capaces de generosi-dad y de sacrificio hasta el heroísmo, cuandose trata de manifestar la fe; comporta un sen-timiento vivo de los atributos profundos deDios: la paternidad, la providencia, la presen-cia amorosa y constante; genera actitudes inte-

riores, raramente obser-vadas en otros lugares,en el mismo grado: pa-ciencia, sentido de lacruz en la vida cotidia-na, desprendimiento,apretura a los demás,devoción» (DPPL 9).7. Es importante la PPpara la vida de fe delpueblo de Dios, para laconservación de la mis-ma fe y para emprendernuevas iniciativas de

evangelización… finalmente, constituye unvalioso e imprescindible «punto de partidapara conseguir que la fe del pueblo madure y sehaga más profunda» (DPPL 64).

7. Es la piedad de los pobres y sencillos (JuanPablo II).

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8. Verdadero tesoro del pueblo de Dios (JuanPablo II).

9. Precioso tesoro de la Iglesia católica en Amé-rica Latina (cfr. Benedicto XVI, DI 1, A).

10. Un espacio de encuentro con Jesucristo (cfr.DA 258-265).

11. Es una espiritualidad popular. Es decir, unaespiritualidad cristiana que, siendo un encuen-tro personal con el Señor, integra mucho locorpóreo, lo sensible, la simbólico, y las nece-sidades más concretas de la persona... Es unaespiritualidad encarnada en la cultura de lossencillos, que, no por eso, es menos espiritual,sino que lo es de otra manera. (cfr. DA 263).

12. Es una manera legítima de vivir la fe, unmodo de sentirse parte de la Iglesia y unaforma de ser misioneros, donde se recogen lasmás hondas vibraciones de la América profun-da. Es parte de una «originalidad históricacultural» de los pobres de este continente, yfruto de «una síntesis entre las culturas y la fecristiana»… Es evangelizadora y canal de trans-misión de la misma (cfr. DA 264).

13. Incluso nosotros la describimos como lasíntesis de la idiosincrasia, de la sabiduría, delgenio cultural del pueblo y de la revelacióncristiana, que de manera cálida y tierna seexpresa de forma simbólica, holística y devo-ta, llevando a los fieles al encuentro de Cristoy de la comunidad cristiana, haciendo sentir supresencia, única e irrepetible, ante el fenóme-no de la globalización cultural y eclesial. LaPP es una expresión de la encarnación deCristo llamada a integrarse plenamente en suMisterio Pascual.La PP contiene muchos valores: es una espiri-

tualidad cristiana que, siendo un encuentro perso-nal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, losensible, lo simbólico, y las necesidades másconcretas de las personas (cfr. EN 48; DP 935,454, 913; DA 263), pero también tiene sus lími-tes: falta de sentido de pertenencia a la Iglesia;desvinculación entre fe y vida... valoración exa-gerada del culto a los santos con detrimento delconocimiento de Jesucristo y su misterio; ideadeformada de Dios (cfr. DP 456, 914), y sus

peligros que la amenazan y la pueden desviar,como pueden ser: la presencia insuficiente deelementos esenciales de la fe cristiana, y el ries-go, en casos extremos de favorecer la entrada enlas sectas, y de conducir a la superstición, lamagia, el fatalismo o la angustia (cfr. DPPL 65).

Sin embargo es muy rica en sus manifestacio-nes: el culto a Cristo paciente y muerto, la devo-ción al Sagrado Corazón, diversas devociones ala Santísima Virgen María, el culto a los Santos ya los difuntos, las procesiones, los novenarios, lasfiestas patronales, las peregrinaciones a santua-rios, los sacramentales, las promesas, etc., (cfr.DP 912; CEC 1674; DA 259) y en su lenguaje: losgestos, los textos y las fórmulas, el canto y lamúsica, las imágenes, los lugares, y los tiempos(cfr. DPPL 15-20).

El lenguaje verbal y gestual de la PP, aunqueconserve la simplicidad y la espontaneidad deexpresión, debe siempre ser cuidado, de modoque permita manifestar, en todo caso, junto a laverdad de la fe, la grandeza de los misterioscristianos (cfr. DPPL 14).

Además, en la PP se encuentra un hondo sen-tido litúrgico, estético y simbólico; y esto escomprensible por la misma estructura que posee,cuyo lenguaje dialogal es holístico e integradorde todos los elementos de la expresión humana.

Conclusión. La PP «debe ser promovida yexplotada por la pastoral litúrgica sobre todo ensu dimensión espiritual y evangelizadora, armo-nizándola correctamente con la liturgia, de acuer-do a los criterios que el magisterio de la Iglesiaofrece (cfr. SC 13; CEC 1675; DPPL 7,13;Varietates Legitimae 45), y desde una sabia, sanay equilibrada pedagogía que facilita la experien-cia y la creatividad pastoral, ya que es un ‘impres-cindible punto de partida para conseguir que la fedel pueblo madure y se haga más fecunda’ (DPPL64)» (V Plan Diocesano de Pastoral, 98).

2. La espiritualidad cristiana

Se ha dicho en la introducción que lo que nosinteresa es hablar de la espiritualidad de la PP, sinembargo, es necesario que primero se diga algunapalabra de lo que se entiende por espiritualidad en

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un sentido amplio de la palabra, y luego, profun-dicemos en el tema que nos ocupa.

Por espiritualidad cristiana se entiende:- La vida en el Espíritu que nos ayuda a descubrir

y a vivir la voluntad de Dios, lo que es bueno, loque le agrada, lo perfecto (cfr. Rm 8,4s; Ga5,16. 25; Rm 12,2).

- La vida en el Espíritu, que es vivir conformadosal Hijo Jesucristo según las palabras de SanPablo: Dios, a los que de antemano conoció,también los predestinó a ser conformes con laimagen de su Hijo, para que él fuese el primo-génito de muchos her-manos (cfr. Rm 8,29).

- Es el estilo de vida delcristiano que bajo laacción del EspírituSanto, conoce, ama,sigue e imita a Cristo,especialmente en sumisterio pascual.

- Es abrirnos al Señorresucitado y crecer enÉl bajo la acción delEspíritu Santo.

- Por tanto, si la espiri-tualidad o vida en elEspíritu es vivir conformados a Jesucristo, elprograma de nuestra vida cristiana ha de ser laprogresiva transformación de toda nuestra exis-tencia en verdaderos hijos de Dios en el HijoJesucristo, y para realizar este programa devida, destinado a todo bautizado, no debemoshacer otra cosa que dejarnos llevar de la manopor la gran maestra universal que es la liturgia.Ningún otro maestro espiritual puede superar ala liturgia de la Iglesia en eficacia y en pedago-gía, porque la eficacia de la liturgia es la efica-cia sacramental de los signos de salvación, y lapedagogía es, en realidad, obra del EspírituSanto que suscita la conversión y la fe y da lainteligencia de los misterios celebrados.

- En conclusión: la espiritualidad cristiana es unaforma peculiar e inédita de interpretar, vivir yexpresar el Evangelio, como fruto de la acción

permanente del Espíritu en la persona dotada devida teologal, que trata de seguir a Jesús ensituaciones históricas concretas y de acuerdo aun llamado original que ha recibido (F. MerlosA., Teología contemporánea del Ministerio Pas-toral, p. 495).Al hablar así no pretendemos excluir las diver-

sas espiritualidades: espiritualidad de estado(laical, sacerdotal, religiosa), de escuela(carmelitana, franciscana, dominica, jesuítica,etc.), de dedicación de vida (activa, contemplativa,etc.), históricas (primitiva, patrística, medieval,etc.) o la litúrgica, que es la piedad o espirituali-

dad de la Iglesia, yaque por medio de laliturgia el hombre en-tra en contacto con lasalvación, le ofrece unmedio y una fuenteconstante de creci-miento y desarrollo dela vida cristiana, portodo ello podemos de-cir que la espirituali-dad litúrgica es elsustrato común decada auténtica espiri-tualidad cristiana.

3. La Espiritualidad de la PP

El tema de la espiritualidad de la PP ha idoevolucionando en el Magisterio de la Iglesia. Enla EN se decía que la PP «es una expresiónparticular de búsqueda de Dios y de la fe… querefleja una sed de Dios que solamente los pobresy sencillos pueden conocer» (EN 48). El DP decíaal respecto que la PP es la expresión de la fecatólica (cfr. DP 444; 454).

Posteriormente se afirma que la PP es unarealidad eclesial sostenida y promovida por laacción del Espíritu Santo (cfr. DPPL 83), quedebe su existencia a la iniciativa gratuita del amorde Dios. Ella constituye un verdadero alimento devida espiritual para el pueblo cristiano que conti-nuamente da frutos de gracia y de santidad.

El reconocimiento de la espiritualidad populares una novedad en la reflexión magisterial sobre

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la PP que nos ha legado la V Conferencia delEpiscopado Latinoamericano en Aparecida. Eltema es abordado en el apartado 6.1.3 donde tratala PP como un lugar de encuentro con Jesucristo.Su vivencia es una verdadera experiencia de laespiritualidad cristiana, una manera legítima devivir su fe y una forma de ser discípulos-misione-ros (cfr. DA 240; 258-265).

Desde este parámetro, la PP es consideradauna ‘espiritualidad popular’ o ‘mística popular’no porque constituya una nueva espiritualidadajena a la tradición cristiana, sino porque sedescubren en ella algunos elementos tradiciona-les de la misma mística cristiana: la PP «contieney expresa un intenso sentido de la trascendencia,una capacidad espontánea de apoyarse en Dios yuna verdadera experiencia del amor teologal»(DA 263); ella es una expresión de la sabiduríasobrenatural porque depende de la acción internade la gracia.

Este tipo de espiritualidad cristiana se caracte-riza porque integra mucho lo corpóreo, lo sensi-ble, lo simbólico y las necesidades más concretasde las personas. Se trata de una espiritualidadencarnada en la cultura de los sencillos.

Como verdadero espacio de encuentro perso-nal con el Jesucristo, la PP no debe ser considera-da menos espiritual que otras formas de cultivarla interioridad, ni como un modo secundario devida cristiana. Representa una manera legítimade vivir la fe, un modo de sentirse Iglesia, unamanera de experimentar la gracia, un medio paracrecer en las virtudes teologales y una forma deser misioneros, que tiene su punto de inicio en laexperiencia bautismal y lleva en sí un rico poten-cial de santidad y justicia social.

Es preciso aclarar que, aunque también se viveen multitud, la PP no es una ‘espiritualidad demasas’ pues ella penetra la existencia personal decada fiel que, a través de manifestaciones diver-sas, vive la experiencia de un misterio que losupera: la trascendencia y la cercanía de Dios. Poreso, en el ambiente secularizado en que vivimos,la PP sigue siendo una poderosa confesión delDios vivo que actúa en la historia y un canal detransmisión de la fe.

Como don del Espíritu, compete a todos loscreyentes, discípulos y misioneros de Jesucristo,aprovechar esta mediación de la PP para recono-cer la presencia de Dios en nuestra vida y seguir-lo, siendo sensibles a sus manifestaciones a fin depercibir sus dimensiones interiores y sus valoresinnegables (cfr. EN 48).

Esta espiritualidad de la PP que hemos desa-rrollado es descrita por la Sección de PP y Santua-rio de la CELAM con ocho elementos: 1. Elsentido de trascendencia, 2. La confianza espon-tánea en Dios, 3. Una relación de amor teologal,4. Una sabiduría popular trascendente, 5. Laintegración de lo corpóreo, lo sensible y lo simbó-lico, 6. La acogida de un lenguaje simbólico, 7. Laintegración de las necesidades concretas de lavida y 8. La encarnación del Evangelio en lacultura.

5. ACTUAR:

Después de haber conocido y profundizado enla espiritualidad de la PP, vamos ahora a concre-tizar nuestro tema en un compromiso para nuestravida cristiana. Esperamos que las siguientes pre-guntas nos ayuden a este respecto.1. La «Conversión pastoral» de la que habla el DA

(nn. 365-372) nos invita a ser creativos, ¿quédeberíamos de hacer para que entre la Liturgiay la PP se dé y se proyecte una buena relaciónen nuestras comunidades parroquiales?

2. ¿Qué podríamos hacer para explotar más laespiritualidad de la PP?

3. ¿Cuáles expresiones de los PP deberíamospotenciar más para aprovechar mejor su di-mensión espiritual?

4. ¿Qué cosas deberíamos de purificar y evange-lizar de la PP que dificultan, ensombrecen oconfunden la espiritualidad cristiana?

6. CELEBRAR:

Terminemos nuestro encuentro recitando unmisterio del Rosario y consagrándonos a la San-tísima Virgen María.

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1. OBJETIVO:

Esbozar el gran amor que Dios nostiene al ofrecernos su misericordiaa través del sacramento de la Peni-tencia acercándonos desde la his-toria de la salvación, y proponer 7claves para una profundizaciónteológica-pastoral del sacramentoque nos lleve a vivirlo con mayorgozo y madurez.

2. ORACION:

Guía: En el nombre del Padre, y del Hijo y delEspíritu Santo, iniciemos un camino de con-versión sincero que nos conduzca al encuentroprofundo con la Misericordia de Dios y con elhermano necesitado. Cuando vivimos en unasituación de pecado no podemos tener paz, lapaz significa que Dios está con nosotros, esefue su saludo ¡La paz esté con ustedes! (Jn20,19), y más que un saludo o un sentimientofue un deseo, que salía del interior de Jesúspara expresar todo su ser gloriosos, el SeñorResucitado se nos daba Él mismo a nosotros,especialmente su misericordia, es un deseo deunidad, con ese saludo nos unía a Él y nos uníaentre nosotros, el venía a nosotros.Comenzamos un tiempo litúrgico especial de

gracia y salvación «La Pascua», en el que Jesúsresucitado ha vencido al pecado y a la muerte ynos ha purificado, en el que viene a nuestras viday nos comunica su Espíritu, su fuerza para quetambién nosotros resistamos al pecado y venza-mos al mal. Para hacer realidad ese deseo pida-mos al Señor que sepamos vivir con autenticidadeste tiempo de gracia y de paz.

CANTO: SHALÓM, SHALÓM

Que seas felizQue seas feliz.,

SHALÓM, SHALÓM

Que encuentres la paz,Que encuentres la paz.

SHALÓM, SHALÓM

Que llegue la paz,a todo tu hogar.

SHALÓM, SHALÓM

Que Dios vive en Ti,Que Dios vive en Ti.SHALÓM, SHALÓM

Shalom Chaverhim (haverim)Shalom Chaverhim (haverim)

SHALÓM, SHALÓM

Lehitraot, Leitrahot.SHALÓM, SHALÓM

https://www.youtube.com/watch?v=InBiI9_AaWg

Lectura del libro Profeta Ezequiel.(Ez 18,30b-32).

« ¡Cambien de vida, aléjense del maly así el mal no los destruirá! Quítense deencima el peso de todos los pecados quehan cometido contra Mí. Estrenen uncorazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Porqué tienen tanto miedo al castigo? Yo noquiero la muerte de nadie, lo digo empe-ñando mi Palabra: ¡Arrepiéntanse y vi-virán!»

Palabra de Dios.R.- Te damos gracias, Señor.

(Puede hacerse un momento de reflexión personal o una peque-ña homilía).

Meditamos este canto

https://www.youtube.com/watch?v=rXP7RGAKmGg

TEMA 5:

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA,

SACRAMENTO DE LA MISERICORDIA

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Oramos juntos:Dios y Padre nuestro, cuyo amor no se da por

vencido con nuestras ofensas, pero nos pide quelas reconozcamos y nos arrepintamos de ellas,concédenos celebrar el sacramento de tu miseri-cordia y corregir lo que esté mal en nuestrasacciones y en nuestra vida, para que podamosllegar a recibir de ti la eterna felicidad. Por Jesu-cristo, nuestro Señor. Amén.

3. VER:

Es tarea esencial de la Iglesia el anuncio de lamisericordia divina, suscitar entre los hombres laconversión y celebrar el perdón y la reconcilia-ción con Dios. La Penitencia expresa de maneraespecial la misericordia de Dios haciendo actualy real el abrazo reconciliador del Padre con elpenitente. El sacramento de la Penitencia puedecontemplarse desde la misma historia de la salva-ción del hombre, una historia de perdón, reconci-liación, paz y amor.

Responder en plenario las siguientes preguntas:1.- ¿Qué celebramos en el sacramento de la

Penitencia?2.- ¿Cómo vives el segundo mandamiento de la

Iglesia: confesar los pecados mortales al menosuna vez al año, y en peligro de muerte, y si seha de comulgar? (cf. CATIC 2041-2043).

3.- ¿Conoces y haz usado en alguna ocasión el Ritualde la Penitencia?

4.- ¿Qué opinas de las excusas más comunes parano confesarse? Ejm.: «Yo me confiezo directa-mente con Dios, no con un hombre, Yo no tengopecados, no se si Dios me perdona, me davergüenza, etc.

5.- ¿Qué medios empleas para conservar la mise-ricordia de Dios dada en la confesión?

4. PENSAR:

a) Perdón de Dios y reconciliación con laIglesia

Dios es aquel que, desde el principio (Gn 3,15)promete y ofrece la reconciliación. Siempre ven-ce en Él la misericordia y el perdón (Ex 34,6).Entre las múltiples alianzas y pactos que Dios

hace con su pueblo siempre busca la reconcilia-ción, la conversión y ofrece su perdón. El hombrecon su pecado se aleja de ese plan salvífico.Figuras como Noé, Abraham, Moisés, los profe-tas y tantos personajes bíblicos nos manifiestan lallamada permanente a la conversión para aceptarla misericordia divina (BOROBIO Dionisio, El sa-cramento de la reconciliación penitencial, Sígue-me, Salamanca 2006, 169). Pero hemos de ver enla historia de la salvación que el pueblo no llegaráa convertirse plenamente, y junto con la espera deuna total reconciliación, nace la esperanza de unreconciliador definitivo.

Cristo será aquel que realice la reconciliaciónanunciada. Por el misterio pascual todas las cosasy la humanidad entera, han sido reconciliados conel Padre, por este misterio el pecado ha sidoclavado en la cruz (Col 2,14); el círculo del odioy la venganza han sido rotos (Hb 9,11ss), y unasituación nueva ha sido creada para la victoria detodo hombre que lucha contra el pecado. El Hijode Dios, hecho hombre, convivió con los sereshumanos para liberarlos de la esclavitud del peca-do y llamarlos de las tinieblas a la luz admirable(Jn 8,34-36; 1P 2,9).

Y así podemos leer la obra salvífica en Cristoquien (con su vida, con signos, pero sobretodocon su muerte y resurrección), vino a salvar alpueblo del pecado (Mt 1,21); no sólo llama a laconversión-fe y anuncia el perdón (Mc 1,15), sinoque también acoge a los pecadores (Lc 15,1-3),perdona los pecados de que quienes se arrepien-ten (Lc 5,20.27-32; 7,48) y cura las dolencias delos que sufren (Mt 9,2-8). Cristo es el signovisible del perdón, el sacramento primordial de lareconciliación (BOROBIO, 170). No sólo obra lareconciliación: es Él el reconciliador.

Así, el Espíritu es el don escatológico. Laresurrección de Cristo no es la conclusión de laobra salvífica, sino el comienzo de una nuevaetapa en la que la obra de reconciliación debecontinuarse, porque el pecado sigue presente enmedio de la humanidad. Y esta continuación serealiza por medio del Espíritu en la Iglesia. ElEspíritu, para cumplir su misión necesita la con-dición humana, la persona humana situada en lahistoria (BOROBIO, 171).

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Y la Iglesia es el medio por el cual el Espíritucumple esta misión. El Espíritu Santo al serprincipio vivificante de la Iglesia, es al mismotiempo el principio dinámico de la historia y lafuerza para la reconciliación. En el poder delEspíritu Santo la Iglesia ha sido constituida porCristo (Jn 20,22 ss) comunidad del perdón, signo-sacramento de reconciliación para la humanidad(LG 1). Su misión, continuadora y actualizadorade la misión de Cristo, no sólo es predicar laconversión y elperdón (Lc 24,47), sino tambiénejercer el serviciode la reconcilia-ción, con el poderrecibido de Cristoen el Espíritu.

Por su ser ym i s t e r i osacramental, porsu obrar y apare-cer ante los hom-bres, por sus sig-nos privilegia-dos, la Iglesia tie-ne que manifestar y realizar su misiónreconciliadora (BOROBIO, 171.), misión que serealiza a través de sus propios miembros queson pecadores. Tiene que ser así porque larespuesta o conversión primera, sellada con elsacramento del bautismo, por el cual nos adhe-rimos a Cristo en la fe de una vez y parasiempre, se ve constantemente fracasada por elpecado.

Este sacramento es un encuentro con Cristoredentor que continúa proclamando, hoy comoayer: «Hijo tus pecados te son perdonados» (Mt2,5); «Tus pecados quedan perdonados. [..] Tu fete ha salvado, vete en paz» (Lc 7,48-50); «Tampo-co yo te condeno. Vete, y en adelante no pequesmás» (Jn 8,11); «Yo te aseguro: hoy estarásconmigo en el paraíso» (Lc 23,43). Este ministe-rio se da por Cristo a través de la Iglesia (ROCCHETTA

Carlo, Los sacramentos de la fe 2, Ágape,Salamanca 2002, 179).

b) Reflexión teológica-litúrgica de este sacra-mento

La Iglesia ha celebrado este sacramento dediversas maneras a través de la historia. En elConcilio Vaticano II se ordenó la renovación detoda la vida litúrgica de la Iglesia, y en estecontexto para la Penitencia se dieron tambiénprincipios y lineamientos teológicos-litúrgicos.El Ritual de la Penitencia tuvo un proceso deelaboración largo y difícil, con constantes tensio-nes (Puede leerse en: ADNÉS Pierre, «Peniten-

cia y reconcilia-ción en el Vatica-no II» en Vatica-no II: balance yperspectivas, Sí-gueme, Salaman-ca 1989. Y en:BUGNINI Anni-bale, La Reformade la Liturgia,BAC, Madrid1999). Finalmen-te vio la luz en laCuaresma de1974. Al inicio fuemal recibido; po-

demos reconocer que el Ritual tiene sus carenciasy limitaciones, pero son más las riquezas queposee.

En nuestra realidad poco se conoce el Ritual,incluso son escasos presbíteros que lo poseen, ymenos son los que celebran el Sacramento con elRitual o se inspiran de él para alguna Celebraciónpenitencial. La necesidad de la misericordia divi-na es palpable, existe una sed de amor y deperdón, el Papa Francisco lo ha percibido y haconvocado al Año Santo de la Misericordia. Estamisericordia divina se actualiza de manera espe-cial en este bello sacramento. No podemos desis-tir ni como fieles ni como pastores en proclamary vivir la reconciliación y el perdón, en especialcon la revitalización de este sacramento.c) Redescubramos el sacramento de la Peni-

tencia:Ahora compartimos estas «claves (basadas en:

MILLÁN ROMERAL Fernando, La Penitencia

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hoy, Comillas, Madrid 2001)» para seguir pro-fundizando y renovando este sacramento. Lasclaves, pistas o sugerencias que proponemos noplantean una renovación o relectura del Concilio,ni una readaptación del Ritual de la Penitencia;sino, pretenden desde el ámbito teológico«reactivar» o «redescubrir» el sacramento, con laesperanza de que aterricen en lo más concreto dela vida pastoral de las comunidades y parroquias.

I.- Redescubrir la dimensión eclesial delSacramento

Muchos de los fieles que hoy se acercan alsacramento creen que con confesarse con elministro ordenado es confesarse con Cristo, pe-dir perdón a Dios, pero olvidan generalmente laimportancia de la función mediadora de la Igle-sia. El sacramento se ha envuelto en una atmós-fera de privacidad, intimidad y secreto; perotambién esto ha contribuido para entender que elsacramento es de la persona que se confiesa, elpadre confesor, y Dios. Esto no es así; hemosperdido de alguna manera el sentido comunita-rio del sacramento. Todo pecado daña nuestrarelación con Dios, pero también con el pueblo deDios.

Es a través de la Iglesia que Dios nos otorgasu perdón. Por tanto, es necesario ampliar laecuación yo-Dios a yo-Iglesia-Dios. Podemosdeducir tres partes importantes. La primera esque el pecado, incluso el pecado oculto, daña lacomunión y deteriora la comunidad cristiana.Segunda, si el pecado deteriora la comunión, elsacramento de la Penitencia debe tener tambiénuna fuerte dimensión comunitaria; es, comodecían los antiguos, «reconciliatio cum ecclesia»;la Iglesia nos acoge en la plena comunión resta-blecida. Tercera, la Iglesia, no solamente esperala reconciliación del pecador y le acoge, sinoque invita, llama, acompaña, cuida del penitentey, de alguna manera, le ofrece todos los mediosque tiene para alcanzar esa reconciliación. Poreso, la Penitencia tiene mucho de vuelta a laplena comunión que ha quedado deteriorada,dañada, por el pecado (MILLÁN ROMERAL Fer-nando, La Penitencia hoy, 170-188).

II.- «Centrar» el Sacramento

Es especialmente importante saber centrar estesacramento en tres aspectos medulares:

Primero: La necesidad que hay de centrar laimportancia del pecado, es decir, no podemosmovernos ni en una moral de pecado: escrupulo-sa, puntillosa, donde todo es pecado… ni unamoral posmoderna, sin pecado, que en el fondotampoco es evangélica y nos deja muy insatisfe-chos. Hay que ser conscientes de la importanciadel pecado que produce víctimas.

Segundo: Habría que centrarlo también entrelos dos sacramentos: el Bautismo y la Eucaristía(BOROBIO, 176-188). El Bautismo es la puerta delos sacramentos y de algún modo los encierra yabarca a todos. La Eucaristía expresa y verifica lacomunión del cristiano en el Cuerpo y la Sangrede Cristo, y la comunión de todos los bautizadosen el Cuerpo de la Iglesia.

Por tanto, el sacramento de la Reconciliaciónemana del Bautismo, es una constante revisiónde nuestro Bautismo y de nuestra condicióncristiana, el sacramento propio para el perdón delos pecados es el Bautismo, la Penitencia restau-rará esa opción bautismal -sin que ello signifi-que que sea un «nuevo bautismo»- y mira haciala Eucaristía, es decir, desemboca en el banque-te de la reconciliación, de la comunión restable-cida (MILLÁN, 209-211), (sin que ello signifiqueque el sacramento de la Penitencia sea un merotrámite, un requisito, para comulgar; que en lapráctica pastoral es algo muy frecuente: aque-llos penitentes que se acercan a celebrar elsacramento sin preparación, ni examen de con-ciencia, con motivo de una celebración social ofamiliar, de manera espontánea y fugaz antes dela Eucaristía, denota que el fiel no ha «centra-do» el sacramento en su vivencia madura deconversión cristiana en su vida).

Finalmente, habría que centrarlo igualmenteentre la conversión inicial y la conversión coti-diana; este sacramento no nace para una conver-sión inicial (para la cual hay ya un sacramento,un proceso de iniciación y de opción fundamen-tal en el Bautismo) ni tampoco para la conver-sión cotidiana (porque no nace en la Iglesia para

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las mil cosas de cada día, pequeñas debilidades,flaquezas, etc., para ello existen oraciones, es-pacios propios como el acto penitencial en laEucaristía), sino, que nace para la conversiónradical, para aquellos pecados que, de algunamanera, rompen mi opción fundamental comocristiano, o deterioran mi consagración comobautizado, es decir, para esos pecados que, dealgún modo, atentan contra mi condición decristiano (MILLÁN, 221-223).

Muy relacionada con esta cuestión está el temade la confesión frecuente. La confesión frecuentees importante, pero no en el sentido de «cuantomás, mejor», en una especie de neurosissacramental (cada mes, cada semana, cada día).«Frecuente» significa que en nuestra prácticapenitencial «creamos una frecuencia, un ritmo»,es decir, no dejamos que nuestra vida cristianavaya decayendo, sino que tenemos de verdad unasana actitud penitencial, que hacemos una conti-nua revisión de vida. Respecto al ritmo, se nosinvita a celebrar este sacramento en Cuaresma yen Adviento, tiempos en que se nos llama a laconversión.

III.- Redescubrir la Palabra

Uno de los valores más bellos del Ritual, es elde la importancia que concede a la palabra deDios, por la que «el cristiano es iluminado en elconocimiento de sus pecados y es llamado a laconversión y a la confianza en la misericordia deDios (RITUAL DE LA PENITENCIA, Introducción Ge-neral, n. 17)». Es la Palabra que nos interpela.Iluminamos nuestras vidas, no desde una ética ouna ideología, sino de la Palabra viva que noshace tomar conciencia de nuestra propia realidad.

Al proclamar la Palabra en el Sacramento, éstaocupa la centralidad del ser humano que se dirigea Cristo, además es un especie de correctivo,ejerce una acción purificadora, nos desmontafalsas imágenes de Dios que se esconden bajonuestra condición de pecado y nos remite cons-tantemente al Dios de Jesucristo. Además que laPalabra invita a que el penitente arrepentido no sequede encerrado en la situación de su pecado, enel sentimiento de culpa, en la tristeza de la inca-pacidad o de la fragilidad, el arrepentimiento que

se cierra sobre sí mismo. La Palabra nos hacedarnos cuenta de que el pecado sólo se descubredesde la esperanza gozosa del perdón (MILLÁN,233-234).

El Ritual está muy inspirado por la Palabra,por ello, en el examen de conciencia habría queutilizar la palabra de Dios; no hay mejor examende conciencia, puesto que es Dios quien nos hablapor medio de su Palabra, se convierte en nuestrointerlocutor, ilumina nuestra realidad.

El ministro debe tener un acervo de citas bíbli-cas memorizadas, que aunque breves, puedan pro-clamarse en el momento de la celebración delsacramento, de tal manera que expresen más que elpensamiento o discurso del ministro, se deje elespacio para que la Palabra revelada hable y resue-ne en el penitente. Dando así centralidad a laPalabra en la misma celebración del sacramento.

IV.- Integrar Penitencia y Madurez

La penitencia exige y reclama una cierta ma-durez humana y cristiana y, asimismo, debe re-forzar y fomentar esa madurez. Deberíamos pre-guntarnos ¿qué se necesita básicamente para queel penitente pueda integrar el sacramento en suvida madura de conversión continua? La respues-ta a la pregunta nos sugiere una atención pastoralmás eficiente y cuidadosa con quien no ha podidoestablecer una madurez tanto en el campo de la fe,como el psicológico y humano en general.

Al respecto presentamos algunas sugerencias(Las sugerencias presentadas son una síntesis:Cfr. MILLÁN, 241-257):a) Que el penitente tenga una actitud madura de

arrepentimiento, que sea capaz de acusarse yno de excusarse, con sinceridad, sencillez ynaturalidad. La confesión debe ser un elemen-to orientado a la conversión y, en cierto modo,dinamizando por ella. Cuidado cuando la con-fesión responde a otras motivaciones, tiende alos cálculos humanos, a la posibilidad de ate-nuar o esconder algo, al preguntarsedolosamente «es pecado o no lo es».

b) Que se dé un mínimo realismo o sensatez sobrela vida, sobre las personas, sobre nosotrosmismos. No potenciar actitudes inmaduras

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que desencantan a la penitencia, «No mejoro,mejor no me confieso», «Siempre confieso lomismo», tan peligroso como: «Me confiesohasta que junte algunos pecados para quevalga la pena». Estas actitudes son propias dequien no es capaz de integrar en su vida ladebilidad humana, la dosis de fracaso que todoproyecto vital encierra, la flaqueza en la quenos movemos. Es muy tentador que esto des-emboque en un cierto pesimismo que lleva aescudarnos en un derrotismo fácil y frustrantea la vez.

c) Es necesario un espacio al afecto. La confesiónno se debe derivar en un acto de paternalismoempalagoso ni en un psicologismo equivoca-do y peligroso, pero tampoco debe caer en unaespecie de frialdad administrativa y burocráti-ca. El mismo Ritual lo sugiere cuando reco-mienda que «El Sacerdote acoja al penitentecon amor fraterno y, si fuere necesario, salú-delo con amabilidad» (RITUAL DE LA PENITEN-CIA, Introducción General, n. 16.). El efectonegativo de una recepción poco atenta, fría ymecánica puede ser decisivo en un abandonode la práctica sacramental.

d) Finalmente, habría que romper ese vínculomecánico y morboso que, a veces de formainconsciente, se establece entre la confesión ylo «sexual» o lo relacionado al sexto manda-miento, y que tanto daño ha hecho al sacra-mento de la Penitencia. Sin negar que lo sexualconstituye una dimensión importante de lapersona y de su vida moral, deberíamos darnoscuenta de la atrocidad que se esconde tras laidentificación directa entre sexualidad y peca-do, entre lo sexual y lo sucio, lo pernicioso, lopervertido. Tan negativa ha sido la reducciónde lo sexual al pecado, como la reducción de laconciencia de pecado a lo sexual.

V.- Redescubrir la dimensión litúrgico-celebrativo del Sacramento

¿Puede haber un sacramento sin liturgia, sinPalabra, sin comunidad? Litúrgicamente este sa-cramento está muy mal tratado, no tiene celebra-ción, no tiene signos visibles. El sacerdote a vecesse viste con el alba, al menos con la estola, para

que se vea que no se trata de una conversaciónpsicológica o una charla entre amigos, pero luegose encierra en el confesionario blindado en el quelos signos, por no ser perceptibles, dejan de sertales. En el Ritual existe el signo de la imposiciónde manos, un signo muy bíblico y patrístico, conunas resonancias teológicas muy hermosas, pormedio del cual se transmite el Espíritu, la miseri-cordia de Dios, y casi nunca se ve. Habría que usarmás el Ritual.

La fórmula de absolución es, un anuncio de fe,un anuncio de la historia de salvación que invitaa nombrar a la persona para decirle que él es elprotagonista, el destinatario de esa salvación (RA-MOS-REGIDOR José, El Sacramento de la peniten-cia, Sígueme, Salamanca 1991, 426-427). Sinembargo, muchas veces, más que proclamarse, serecita en «murmullo»; no hacen falta grandesgestos teatrales, pero sí una mínima solemnidady sentido litúrgico. Otras veces, mientras el sacer-dote está proclamando fórmula, la persona estárezando el Yo pecador o el Señor mío Jesucristo(BOROBIO, 376).

En nuestras parroquias faltan aspectos esen-ciales para vivir de manera litúrgica este sacra-mento, «celebrarlo» en el mayor sentido de lapalabra y no «administrarlo». El ministro ordena-do que se revista con propiedad, un espaciocelebrativo digno, limpio. Lugar y horas estable-cidas para evitar las celebraciones «espontáneas».Los gestos perceptibles, un tiempo adecuado, yevitar toda clase de horrores litúrgicos, comocelebrar la liturgia de las horas o leer una lecturaespiritual mientras se celebra el sacramento.

VI.- Redescubrir la dimensión profética-misional de la penitencia

La Eucaristía termina con un envío: pueden iren paz, es decir, pueden ir a sembrar la paz quehan recibido. De la Penitencia, como de todos lossacramentos, tenemos que salir enviados,misionados; el perdonado se convierte en perdo-nador, el reconciliado en reconciliador, el acogi-do en acogedor, así somos enviados a ser cons-tructores de perdón y reconciliación. Es necesa-rio recordar que el sacramento nos envía a perdo-nar, a vivir lo que se ha celebrado.

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Dos partes son esenciales en esta clave, elredescubrir la dimensión profética, con especialatención centrarnos en la «satisfacción»; y elaspecto misional al que empuja el sacramento alpenitente, las describimos brevemente.

Es necesario recuperar el sentido de un ele-mento que hemos ido suprimiendo en la prácticadel sacramento de la Penitencia: la «satisfacción»o «penitencia». Muchas veces a los sacerdotes ypenitentes esto les suena a castigo, a un precio quehay que pagar… y, con muy buena intenciónpastoral, lo suprimen para que se manifieste me-jor la gratuidad y la misericordia de Dios (MILLÁN,273-275).

La satisfacción no está hecha para dar tranqui-lidad psicológica, ni para la mera justicia social,va más allá, debe de llegar al problema vital, a laraíz del pecado y de sanar sus consecuencias y deque brote en el penitente un deseo de no volver acometerlo; por tanto, podemos decir que la satis-facción cobra un sentido más profundo, pleno ynecesario. ¿Cómo adecuar la satisfacción al peni-tente? son muchas las posibilidades que se abrenpara replantearse de algún modo el sentido y elpapel de la satisfacción penitencial en el sacra-mento: nuevos signos más expresivos ypersonalizados, que el penitente mismo insinúe oincluso se le puede pedir alguna «sugerencia»para su satisfacción. Esto sería más que prove-choso, pues si el penitente ve a profundidad y conmadurez su proceso de conversión continua, quiénmás que él podrá dar también alguna sugerenciao pista para una satisfacción que le ayude a suproceso penitencial. La idea de una satisfacciónpreguntada al penitente podría dar frutos intere-santes y valiosos.

El aspecto «misional» del sacramento se en-tiende cuando el creyente que se alejó del banque-te y que ha experimentado el gozo de volver asentarse a la mesa, se convierte en anfitrión, sesiente invitado a invitar. Esto es profundamentepastoral, no podemos seguir teniendo esquemasque nos hablen de lo sacro-profano, un sacramen-to que se celebra «sacramentalmente» pero quesaliendo de allí, el penitente se disuelve en elmundo profano que lo caracteriza para regresar asu situación «profana». Los sacramentos, nos

deben de llevar al esquema: vida-sacramento-vida; para que el sacramento y lo sagrado iluminey de valor, ánimo y fuerza en la vida que se lleva.

VII.- Redescubrir el carácter festivo delSacramento

Toda celebración ha de estar impregnada de untono de fiesta y de esperanza. Es la consecuenciade haber puesto en el centro de la celebración: «alPadre de misericordia y Dios de toda consola-ción» (2 Cor 1,3), que por Cristo y en el Espírituda a los hijos pródigos su abrazo de bienvenida.

Si en el centro de la celebración estuviera elpropio pecado o en el ministro, serían difíciles lafiesta y la alegría. Pero, ¿cómo no alegrarse dehaberse encontrado con Dios, que nos libera delestorbo del pasado y nos impulsa a vivir un futuronuevo? Ante un acontecimiento así: «hay quehacer fiesta y alegrarse» (Lc 15, 32).

El sentido festivo es algo mucho más profundoque nada tiene que ver con un gozo o alegríadesencarnada e irreal. Pues la festividad del sa-cramento no emana de la pomposidad litúrgica, nidel penitente que sale «sin culpa», pues cuando elpecado tiene víctimas es necesario salir a trabajarpor ellas; lo festivo del sacramento emana de loque causa, lo que se celebra, el gozoso encuentrodel hombre con la misericordia de Dios. Por ello,en el caso de la Penitencia, se hace necesarioredescubrir el gozo profundo del perdón y de lareconciliación (MILLÁN, 293-294).

Estas siete «claves» pueden ayudar al peniten-te y al ministro ordenado a celebrar y vivir elsacramento con la mayor intensidad posible, acer-cándonos al misterio del amor y el don inestima-ble del perdón. Con nuestra dedicación y prepara-ción el Sacramento volverá a cobrar vida ennuestras vidas y comunidades, y será un espaciosignificativo y transcendente de quien de maneramadura y consciente vive su ser de cristiano en elmundo. Y la misericordia divina, vivida y cele-brada en este Año Santo será más palpable.

Conclusión

Podemos concluir, que existe una gran dife-rencia entre «administrar» y «celebrar». Estamosllamados a ser con-celebrantes de la gracia divi-

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na, no a repartirla con la frialdad de un funciona-rio; penitente y ministro ordenado somos convo-cados para gozarnos en la vivencia del perdón yla misericordia de Dios.

Finalmente quisiéramos terminar citando alPapa San Juan Pablo II que nos recuerda:

«Deseo pedir, además, una renovada valentíapastoral para que la pedagogía cotidiana de lacomunidad cristiana sepa proponer de maneraconvincente y eficaz la práctica del Sacramentode la Reconciliación. […] es necesario que losPastores tengan mayor confianza, creatividad yperseverancia en presentarlo y valorizarlo. ¡Nodebemos rendirnos, queridos hermanos sacerdo-tes, ante las crisis contemporáneas! Los dones delSeñor —y los Sacramentos son de los más precio-sos— vienen de Aquél que conoce bien el cora-zón del hombre y es el Señor de la historia» (JUAN

PABLO II, Carta Apostólica Novo MillennioIneunte, n. 37).

5. ACTUAR:

No hace falta hablar mucho, sabemos lo quesucede en el sacramento de la Misericordia. Te-nemos un Dios misericordioso, y en el Año de laMisericordia, podemos también nosotros sermisericordiosos con los necesitados, es decir aque-llos que viven en las más contradictorias perife-rias existenciales… ¡Cuántas situaciones de pre-cariedad y sufrimiento existen en el mundo dehoy! Cuantas heridas sellan la carne de muchosque no tienen voz porque su grito se ha debilitadoy silienciado de la indiferencia de los pueblosricos» (MV. 15).

Jesús en su evangelio nos presenta las obras demisericordia que son el parámetro para darnoscuenta si somos también nosotros misericordiososcomo el Padre. Fijémonos en una de ellas, aquellaespiritual: «Perdonar las ofensas» y comentemostres preguntas:1.- ¿He experimentado profundamente el perdón de

parte del Señor?

2.- ¿Qué fue lo que más te llamó la atención deltema?

3.- ¿A qué te compromete el contenido del tema?

Se puede intercalar en el grupo escuchando a más participantes.

6. CELEBRAR:

CELEBREMOS LA MISERICORDIA DEL SEÑOR

CANTO: AMÉMONOS DE CORAZÓN

Amémonos de corazónNo de labios solamente, ni de oídos (2)

Para cuando Cristo vuelvaNos encuentre bien unidos (2)

Cuantas veces tengo yoPerdonar al que me ofende (2)

Setenta veces sieteSetenta veces siete

Perdonarás a tu hermano (2)

GUÍA: Celebremos la misericordia del Señor, enprimer lugar dirigiendo nuestra suplica fer-viente al Señor, pidiéndole que nos convierta ycambie el corazón para que «vivamos confor-me a la vocación a la que hemos sido llama-dos» (Ef 4,1) mediante los sacramentos quehemos recibido y celebrado especialmente dedel sacramento de la Penitencia

Digamos después de cada frase:

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces hemos sido cristianos sólo

de nombre y no de hechos y de verdad.DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVO

Lector: Muchas veces no hemos respetado nihecho respetar la dignidad de hijos de Dios quehemos recibido en el Bautismo.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces no hemos cumplido la

tarea que se nos dio en la Confirmación deextender el Reino de Dios y de ser testigos deCristo con la palabra y con los hechos.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces hemos comulgado sin unir-

nos más a Cristo Jesús y a nuestros prójimos.DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVO

Lector: Muchas veces nos hemos confesadocon poco deseo de vencer realmente en no-sotros el mal.

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DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces en el matrimonio los espo-

sos viven un amor que se va haciendo viejo, sintratar de hacerse mejores el uno al otro y másfelices.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces como jóvenes no nos he-

mos entregado con generosidad al servicio denuestros hermanos más necesitados.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces como jóvenes, que deci-

mos estar comprometidos en la evangeliza-ción de otros jóvenes, vivimos apegados acosas o personas, sin estar totalmente disponi-bles al Reino de Dios.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOLector: Muchas veces hemos sido indiferentes a

los hermanos pobres, enfermos, explotados,marginados y excluidos, y no les ayudamos aunirse con sus sufrimientos a los de Cristo parasalvación del mundo.

DANOS SEÑOR UN CORAZÓN NUEVOGUÍA: Escuchemos ahora la parábola del per-

dón, donde el evangelista Mateo nos presentaal rey (Dios) que se muestra misericordiosoante el servidor despiadado (tu y yo).Leer Mateo 18, 21-35

Entonces se le acercó Pedro y le dijo:Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mihermano que me ofende? ¿Hasta sieteveces?

Jesús le dijo: No te digohasta siete, sino aun hastasetenta veces siete. Por locual el reino de los cielos essemejante a un rey que qui-so hacer cuentas con sussiervos. Y comenzando ahacer cuentas, le fue pre-sentado uno que le debíadiez mil talentos. A éste,como no pudo pagar, orde-nó su señor venderle, y a su

mujer e hijos, y todo lo que tenía, paraque se le pagase la deuda. Entoncesaquel siervo, se echó a sus pies suplican-do: ‘!Señor, ten paciencia conmigo, y yote lo pagaré todo¡’. El señor de aquelsiervo, movido a misericordia, le soltó yle perdonó la deuda. Pero saliendo aquelsiervo, halló a uno de sus consiervos,que le debía cien denarios; y asiendo deél, le ahogaba, diciendo: ‘¡Págame loque me debes!’. Entonces su consiervo,postrándose a sus pies, le rogaba di-ciendo: Ten paciencia conmigo, y yo telo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fuey le echó en la cárcel, hasta que pagasela deuda. Viendo sus consiervos lo quepasaba, se entristecieron mucho, y fue-ron y refirieron a su señor todo lo quehabía pasado. Entonces, llamándole suseñor, le dijo: Siervo malvado, toda aque-lla deuda te perdoné, porque me rogas-te. ¿No debías tú también tener miseri-cordia de tu consiervo, como yo tuvemisericordia de ti? Entonces su señor,enojado, le entregó a los verdugos, has-ta que pagase todo lo que le debía.

Así también mi Padre celestial harácon vosotros si no perdonáis de todocorazón cada uno a su hermano susofensas. Palabra del Señor.

TODOS: Gloria a Ti, Señor Jesús.Comentario al texto: En un primer momento,

el patrón exije al siervo pagarla deuda: se trata de diez miltalentos, una suma exhorbi-tante, si lo comparamos con elingreso anual del reino deHerodes que era de novecien-tos talentos, o el ingreso de losimpuestos de Galilea y de Pereaque no superaba los doscientostalentos. El relato pone en evi-dencia que en ningún caso unadeuda semejante puede ser pa-gada por un servidor que,por su súplica desesperada

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(«postrado en tierra»), resulta conmovedor e irreal:«Señor, dame un plazo y te lo pagaré todo» (v.26)¡Ninguna prorroga sería suficiente para saldarsemejante deuda! La verdad es que el siervo no sepuede librar de ella de ningún modo.

La solución inesperada viene (¡otra vez!) dela «compasión» (v.27) que mueve al patrón. Enun primer momento manda que sea vendido«él, los hijos y cuánto poseía» y de esa manerasaldar la deuda; sin embargo, después, toma lasorprendente decisión de despedirlo con la deu-da totalmente perdonada. El perdón de unadeuda tan grande debería treducirse en unaactitud de agradecimiento y de misericordia departe de quien se beneficia, sobre todo si es unservidor que tiene como compañeros otros sier-vos, y conoce bien la condición de pobreza y denecesidad por haberla experimentado en pri-mera persona, y más aún al comparar la canti-dad tan pequeña que le deben con la enormedeuda que le han perdonado. Pero esto no suce-de: «Al salir» (v 28), el servidor se encuentracon un compañero que le debe cien denarios.Cien denarios corresponden a un poco más detres meses de salario mínimo, una cifra que noes insignificante entre siervos.

Cuando el rey perdona una enorme deuda a unsiervo ¿qué se debería esperar de este? Compar-timos aportaciones sobre esta pregunta u otroaspecto del texto para reflexionar.

Meditamos este canto:

https://www.youtube.com/watch?v=gvDFluCWo_o

GUÍA: Terminemos elevando nuestra oración alPadre, como Cristo nos enseñó: PADRENUESTRO...

GUÍA: Como un signo de reconciliación fraternacompartimos un saludo con el (la) que está anuestro lado.

Mientras intercambian el signo del saludo puede hacer un canto.CANTO: MI PAZ TE DOY A TI

(O CORDERO QUE BAJASTE DEL CIELO)

Mi paz te doy a ties la paz que el mundo no da

es la paz que el mundo no entiendepara ti, recíbela, mi paz te doy a ti.

Mi amor te doy a ties la paz que el mundo no da

es la paz que el mundo no entiendepara ti, recíbela

mi paz te doy a ti.

https://www.youtube.com/watch?v=JkB7r0RYIIg

GUÍA: Señor Dios nuestro, que por medio delApóstol nos pides que vivamos a la altura dela vocación que hemos recibido, mira cómotus hijos reconocemos humildemente quehemos vivido muchas veces contradictoria-mente, y te pedimos nos ayudes a emprenderun camino de conversión que nos lleve a vivirsolidarios con los necesitados y en fraterni-dad con nuestro prójimo. Por Jesucristo Nues-tro Señor.

TODOS: Amén.

N.B. Puede adquirir la investigación completa através de la Comisión Diocesana de PastoralLitúrgica. (El cuarto sacramento y su celebra-ción a partir del Concilio Vaticano II. Clavesde una renovación pendiente. Mario RobertoRuvalcaba González).

Bibliografía consultada:

MILLÁN ROMERAL Fernando, La Penitencia hoy, Comillas, Ma-drid 2001.

FLOREZ Gonzalo, Penitencia y Unción de los enfermos, BAC,Madrid 1993.

BOROBIO Dionisio, El sacramento de la reconciliación peniten-cial, Sígueme, Salamanca 2006.

SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Ritual de laPenitencia, Buena Prensa, México6 2013.

CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO, Orientaciones litúrgicos-pastorales de la Comisión Episcopal de la Pastoral Litúrgicaen México.

CONCILIO VATICANO II, Cons. Dogm. Sacrosanctum Concilium,1963.

CONCILIO VATICANO II, Cons. Dogm. Lumen gentium, 1964.

RAMOS-REGIDOR José, El Sacramento de la penitencia, Sígueme,Salamanca 1991.

ROCCHETTA Carlo, Los sacramentos de la fe 2, Ágape, Salamanca2002.

JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, 2001.

JUAN PABLO II, Exhortación apostólica post-sinodal: Reconciliatioet Paenitentia, 1984

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1. OBJETIVO:

Considerar el modo como la devociónmariana y a los santos favorece la espiri-tualidad cristiana para que, motivadospor los testigos insignes de la misericor-dia, sigamos a Cristo con mayor genero-sidad.

2. VER:

Antes de reflexionar cómo la vida de los santosnos ayuda a experimentar la misericordia infinitade Dios echemos un vistazo a estos testimonios:

Así describía en 2004el Colegio Claret, deBadajoz (España), su pe-regrinar hacia Santiago deCompostela: «Es una ex-periencia que a todos nosha marcado para siem-pre. Nos ha unido en laamistad y, sobre todo, enla fe, pues hemos com-partido el Evangelio he-cho compromiso, hemosvivido una experiencia de comunión, de esfuerzo,de encuentro... En definitiva, hemos sentido elinmenso palpitar del corazón de Papá Dios quehace camino en la vida junto a nosotros. Hemosvivido la experiencia de ser PEREGRINOS yponernos en camino, pues siempre se trata de unavanzar hacia la Luz que da sentido a nuestravida: Cristo el Señor. La finalidad es ‘hacer’ elCamino para encontrarnos con el Apóstol, para

acercarnos a la fuente del Evangelio y llenarnosde su frescura para convertirnos en apóstoles,enviados, mensajeros, testigos de la Resurrec-ción. Es la experiencia del paso de Jesús pornuestro camino. Él pasa por nuestra vida y nosllama a ser jóvenes cristianos. Ha sido una aven-tura de provisionalidad, durmiendo en alberguespúblicos y comiendo dónde y cómo podíamos.Todos hemos sido compañeros de camino. Pere-grinos dispuestos a ayudarnos y a estar unos conotros. Durante el camino formamos una comuni-dad donde todos somos importantes. No hanfaltado los momentos de dureza, de desánimo,de ampollas y dolores, pero el sacrificio y elánimo del grupo ha permitido poder llegar todos

a Santiago y conlágrimas en losojos poder abra-zarnos y felici-tarnos, no sólolos del grupo,sino a otros quehemos ido cono-ciendo a lo largode los días. He-mos podido dis-frutar de la emo-

ción al abrazar al Apóstol, de la paz al recibir elsacramento de la Reconciliación y del encuentroal compartir la Misa del Peregrino. El Camino,además de un itinerario físico, es una ruta inte-rior que nos ha permitido encontrarnos con no-sotros mismos, con los otros y con Cristo. Comoconclusión y resumen de la experiencia, contoda certeza decimos: Yo hice el Camino, peroel Camino me hizo a mí»

SUBSIDIO

LA PIEDAD A LA VIRGEN Y A LOS SANTOSCOMO FUENTE DE ESPIRITUALIDAD CRISTIANA

«El Ángel entró donde estaba María y le dijo:Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28)

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http://www.archicompostela.org/Peregrinos/Espanol/Testimonios.htm

recuperado el 11 febrero 2016.En 2013 unos peregrinos que visitaron desde

Denver al Tepeyac, habla el joven César Robles:«las palabras que le dijo la Virgen a Juan Diego,se han quedado grabadas en mi memoria. Y esteviaje me ha ayudado a crecer más en mi fe y aacercarme a la Virgen». Y dice Luisa Collins«Estar ahí presente ante esa imagen tan increíble,me tocó el corazón. Recuerdo hablar con unapersona muy buena en la Basílica que me dijo quela Virgen te abraza. Y es verdad. A mí la Guada-lupe me abrazó»http://elpueblocatolico.com/una-hermosa-aventura-al-

encuentro-de-la-morenita/#.Vr1NgPnhDIU

recuperado el 11 febrero 2016).Las anteriores vivencias muestran que la de-

voción a los santos despierta un cúmulo de acti-tudes vinculadas a la misericordia: la comunión,la solidaridad, el acompañamiento, la renovacióninterior.

También podemosconstatar cómo nuestrasprimeras prácticasdevocionales, en muchoscasos, han sido en rela-ción a los santos y la Vir-gen. En nuestro ambien-te es común encontrar ladevoción a santo Tori-bio, peregrinar a pie a laVirgen de San Juan, fes-tejar a nuestra Señora deGuadalupe, a san Benito(la cruz de san Benito), o al Papa Juan Pablo II;hay un grupo que organiza el recorrido de lasreliquias de los beatos Anacleto y Miguel; hayreligiosas que motivan a sus alumnos el conoci-miento y la devoción a Silviano Carrillo; y fami-lias que rezan el rosario todos los días.

Todos podríamos atestiguar que hemos parti-cipado en varias de las siguientes devocionesenumeradas: las fiestas a la Virgen o a los santos,el santo rosario, el ángelus, el escapulario de laVirgen del Carmen, el rezo de las tres Aves

Marías al acostarse, dedicar al sábado a la Virgen,consagrarse a ella, peregrinar hacia sus santuarioso ermitas, dedicarle los meses de mayo u octubre,contar con imágenes de la Virgen o los santos; veralguna película o documental al respecto.

Son múltiples los estilos por los cuales nosacercamos al Señor; muchos dependen de lasensibilidad de los pueblos y de los carismasrecibidos por fundadores de comunidades de lai-cos o de consagrados. Y responden a nuestranecesidad de marcar los tiempos y las horas,incluir nuestro cuerpo y espíritu, responder a lasnecesidades de arrepentimiento y purificación,de celebración o de duelo. Y por lo tanto abona ala espiritualidad cristiana.

3. PENSAR:

Profudicemos en la devoción a María y a lossantos como fuente de espiritualidad.

La propuesta del Papa Francisco de celebrar elJubileo Extraordinario de laMisericordia implica una vi-sión de la fe cristiana comouna experiencia de misericor-dia, que la naturaleza de Dioses misericordia, que el núcleodel Evangelio es la misericor-dia (Cfr. Misericordiae vultusn. 9). Y esto arroja luz sobre loque son los santos; ellos soncristianos «que hicieron de lamisericordia su misión devida» (Misericordiae vultus n.24). La celebración del Añode la Misericordia es la invita-

ción a ser «misericordiosos como el Padre»; lossantos nos dan ejemplo de compasión ante el quesufre, ante el pecador y el débil; sobresale María,la «Madre de Misericordia», que ha tomado muyen serio su maternidad sobre los discípulos de suHijo y sobre la humanidad.

La Devoción, según santo Tomás de Aquino,es «voluntad pronta para entregarse a todo lo quepertenece al servicio de Dios»; el devoto se sienteatraído y se entrega a una experiencia, siente una

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reverencia sagrada y contemplativa hacia unapersona: Dios, la Virgen, un santo. Pero la devo-ción no es sólo la mirada extática en Dios o en lossantos, sino el esfuerzo por actuar como Dios, ocomo los santos; la palabra contemplación con-tiene este doble dinamismo: contemplar y actuar,contempla-acción; es la expresión del mandatodel Señor Jesús: «Ámense unos a otros como yolos he amado» (Jn15, 12); y despuésdel lavatorio dice:«Les he dado ejem-plo para que uste-des hagan lo mis-mo» (Jn 13, 15; cfr.1P 2, 21). Aquí valela afirmación de quenos hacemos seme-jantes a lo que ama-mos.

María y los san-tos nos unen a Dios,nos vinculan con él,nos acercan, nos locomunican, nos lle-van a él. Ellos son como las ventanas que dejanpasar la luz del sol; tanto más grandes sean, másluz entra por ellas; tanto más limpias estén, mayorserá la luz. Si alguien se acerca con amor a Maríao a los santos, se acerca a Dios, porque ellos estánen Dios; son como los muros del horno: no son elfuego, pero sí trasmiten su calor; quien se acercaal muro, se acerca al fuego, aunque el muro no seael fuego.

Dice la Constitución Lumen Gentium (n. 50):«No veneramos el recuerdo de los del Cielo tansólo como modelos nuestros, sino, sobre todo,para que la unión de toda la Iglesia en el Espírituse vea reforzada por la práctica del amor fraterno.En efecto, así como la unión entre los cristianostodavía en camino nos lleva más cerca de Cristo,así la comunión con los santos nos une a Cristo,del que mana, como de fuente y cabeza, toda lagracia y la vida del Pueblo de Dios».

La devoción a los santos expresa que la Iglesiaes una; leemos en el Catecismo de la IglesiaCatólica n. 947: «Como todos los creyentes for-

man un solo cuerpo, el bien de los unos se comu-nica a los otros [...] Es, pues, necesario creer [...]que existe una comunión de bienes en la Iglesia.Pero el miembro más importante es Cristo, ya queÉl es la cabeza [...] Así, el bien de Cristo escomunicado [...] a todos los miembros, y estacomunicación se hace por los sacramentos de laIglesia» (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum

Apostolorum scilicet«Credo in Deum»expositio, 13).«Como esta Iglesiaestá gobernada porun solo y mismo Es-píritu, todos los bie-nes que ella ha reci-bido forman necesa-riamente un fondocomún» (CatecismoRomano, 1, 10, 24)».

El cristianismo esuna experiencia decomunión; la uni-dad, el amor frater-no, la simpatía, el

afecto, el respeto por la persona, el diálogo y todolo que se relación con la comunión, son el criteriopara descubrir la autenticidad de un creyente. Poreso los santos nos conducen a la comunión conDios y con los hombres.

La fuente de la devoción a los santos y a laVirgen es siempre el amor de los fieles a Cristo:«La piedad popular a la Santísima Virgen, diver-sa en sus expresiones y profunda en sus causas, esun hecho eclesial relevante y universal. Brota dela fe y del amor del pueblo de Dios a Cristo,Redentor del género humano, y de la percepciónde la misión salvífica que Dios ha confiado aMaría de Nazaret, para quien la Virgen no es sólola Madre del Señor y del Salvador, sino también,en el plano de la gracia, la Madre de todos loshombres» (Directorio sobre la Piedad Popular yla Liturgia n. 183).

Esa devoción «proclama el misterio pascualcumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorifi-cados con Cristo, propone a los fieles sus ejem-plos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre

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y por los méritos de los mismos implora losbeneficios divinos» (Sacrosanctum Concilium104). De hecho, son santos porque la Iglesia essanta, «santa por la presencia en ella de ‘Jesucris-to, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo esproclamado el solo santo’» (Directorio sobre laPiedad Popular y la Liturgia n. 210); por eso loscristianos son los «santos» (cfr. Hch 9.13; 1 Cor6,1; 16,1). Los santos son santos por su comunióncon el único Santo, son mediadores por su unióncon el único Mediador.

Los santos son «testigos históricos de la vo-cación universal a la santidad», «fruto eminentede la redención de Cristo» (Directorio sobre laPiedad Popular y la Liturgia n. 211). Por lomismo, su devoción es un nuevo llamado a lavida nueva del Evangelio. Escuchamos a Maríaque dice: «He aquí la esclava del Señor, hágaseen mí según su Palabra» (Lc 1, 38) y nos senti-mos estimulados a hacer la Voluntad de Dios;escuchamos al padre Toribio –«¿Aceptarás misangre que te ofrezco por la paz de tu Iglesia?»–, y nos conmovemos por su generosidad; y asícon los demás santos.

El Directorio añade que «el objetivo último dela veneración a los Santos es la gloria de Dios y lasantificación del hombre, mediante una vida ple-namente conforme a la voluntad divina y la imi-tación de las virtudes de aquellos que fuerondiscípulos eminentes del Señor» (Directorio so-bre la Piedad Popular y la Liturgia n. 212). Lossantos son personas insignes que han vivido elevangelio en grado heroico. Por eso con su mismavida lo anuncian y nos motivan a vivirlo. Sinosotros meditamos en la vida de María, en suspalabras; o en la vida, las enseñanzas y los ejem-plos de los santos, nos sentiremos impulsados aser mejores discípulos de Cristo, tendremos de-seos de ser mejores, crecerá la certeza de queDios puede ayudarnos a lograr lo que parece muydifícil o imposible. Y como en los santos tododeriva de su relación con Dios y está al servicio deDios, entonces resulta que la vida de los santosnos impulsa en el mismo sentido.

La devoción a María y a los santos implicaconsecuencias tanto en nuestro espíritu como ennuestra conducta; por eso san Luis María Grignion

de Montfort dice que la auténtica devoción a laVirgen María ha de ser interior, tierna, santa,constante, desinteresada – «te lleva a evitar elpecado e imitar las virtudes de la Santísima Vir-gen, y en particular su humildad profunda, su feviva, su obediencia ciega, su oración continua, sumortificación universal, su pureza divina, su ca-ridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzuraangelical y su sabiduría divina» (Tratado de laverdadera devoción a la Santísima Virgen n.108)–. Luego añade que la verdadera devoción a laSantísima Virgen puede expresarse interiormen-te en honrarla y venerarla, meditar sobre ella,contemplar sus grandezas, ofrecerle actos de amory alabanza; invocarla; ofrecerse a ella; ofrecerleintención de agradarla; encomendarle las accio-nes. Y exteriormente se manifiesta en inscribirseen grupos marianos; entrar en institutos religio-sos fundados para honrarla; publicar sus alaban-zas; honrarla con limosnas, ayunos ymortificaciones; llevar el rosario, escapulario oalguna medalla; rezar atentamente el rosario ouna coronilla o el oficio de la Virgen u otroshimnos y cánticos como la Salve; cantarle; hacer-le genuflexiones o reverencias con jaculatorias;adornar sus altares o imágenes; ponerlas en lasiglesias o casas; y consagrarse a ella en formaespecial y solemne (cfr. nn. 114-115).

3. ACTUAR:

1.- ¿Qué podemos hacer para conocer más la vidade algún santo o de la Virgen a los cuales lestenemos devoción?

2.- ¿Cómo podemos aumentar nuestro afecto haciaellos?

3.- ¿Qué palabras o acciones de los santos nos hanayudado a seguir a Jesús?

4. CELEBRAR:

Entonemos algún canto popular a María…CANTO: ALABEMOS A MARÍA, MADRE DE DIOS

Alabemos a María, madre de DiosEnsalcemos a María, madre de Dios

Glorifiquemos a María, madre de DiosAlabémosla, ensalcémosla,

glorifiquémosla, eternamente. Amén (2)

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ARTÍCULO¿POR QUÉ UNA TEOLOGÍA

DEL SÍMBOLO SACRAMENTALY NO DEL SIGNO SACRAMENTAL?

Antes que nada, aclaremos que “símbolo” y “signo” son dos polos del lenguajePero, ¿ existe una diferencia pertinente entre símbolo y signo ? Diversos autores discuten sobre las

diferencias y las semejanzas que se encuentran entre estas dos formas de expresión. Sobre el plano deuna correcta metodología, es necesario poner atención para no querer comprender el símbolo a partir delsigno y viceversa. Símbolo y signo deben ser descritos según su propio nivel. Sobre la base de algunosestudios recientes, y en particular los de G. Durand y L. - M. Chauvet, parece que la relación distintivaentre símbolo y signo pueden ser esquemáticamente presentadas más o menos en el modo siguiente:

Símbolo Signo

1. Pone en relación dossignificados.

2. Introduce en un ordendel cual forma parte.

3. Representa un actode comunicación.

4. No puede ser delimitadoracionalmente.

1. Pone en relación unsignificante y un significado.

2. Introduce otro orden.3. Representa un acto

de conocimiento.4. Puede ser delimitado

racionalmente.

En su respectiva acción, el signo expresa launión de un significante y de un significado, elsímbolo expresa la relación entre dos significa-dos; eso no es tal por sí mismo, sino por surelación con el significante: es significante de unsignificante, y viceversa.

El signo tiene parte de una estructura implicante un referente que hace de “puente”, por asídecir, entre el significante y el significado y haceeste último inteligible: así por ejemplo el fonema“casa” (significante) reenvía al concepto de “casa”(significado) a través de la realidad concreta de la“casa” indicada en el concepto (referente).Tal “estructura” constituye, genera y hace inteli-gible el signo.

El símbolo, en su naturaleza profunda, es porsí significante de otro significante que le corres-ponde en una equivalencia referencial recíproca.

Una misma realidad puede ser símbolo o sig-no, según la modalidad con que viene expresaday vista. Así, por ejemplo, si la bandera mexicanaes en cuanto tal signo de la patria que representa,el astabandera hecha por un pelotón de soldadosmexicanos es más bien un símbolo de sumexicanidad, de su pertenencia al ejército mexi-cano, de su empeño de defender la patria, etc.Del mismo modo, si el fonema “casa” es utilizadopara designar el “concepto de casa” es un signolingüístico; si por el contrario viene utilizadocomo expresión de común pertenencia a la nación

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mexicana o de identidadde reconocimiento essímbolo.

El símbolo une dosrealidades del mismo or-den (dos partes de unúnico objeto, elastabandera o la palabra“casa” en cuanto expre-siones de mexicanidad); el signo reenvía a otracosa de sí (veo una bandera con determinadoscolores y pienso en la nación que esa representa;pronuncio la palabra “casa” y pienso la realidadmaterial que indica).

El símbolo es, en cierto sentido, la realidadmisma simbolizada, sin serla realidad.

También se podría de-cir: el signo denota unvalor que distingue, dealteridad respecto a lascosas o a las personas sig-nificadas; el símbolo de-nota más bien un valor derelación, de encuentro y deunidad entre significante y sig-nificado.

El símbolo se pone, por consecuencia sobre elplano de acto de comunicación y de reconoci-miento común : es un actode lenguaje que expresay realiza una mediaciónde identidad o de com-promiso. El signo se si-túa más bien sobre el pla-no del conocimiento, dela transmisión de concep-tos o informaciones; elponer en comunicaciónpermanece secundariorespecto al acto del co-nocimiento. Bajo este aspecto, mientras el sím-bolo funciona como realidad dinámica, comoacto de comunicación - producción (el símbolono es sino el acto de su acción significante), el

signo funciona más biencomo realidad estática. Elvalor del signo es de or-den lógico; el valor delsímbolo es de ordeninterpersonal - afectivo.

El símbolo no se diri-ge a la racionalidad delsujeto, haciendo conocera otro de sí, pero revocaal sujeto en sus actitudes

y en sus intereses vitales; por este motivo nopuede ser resumido o dominado de la descripciónracional; es por sí indomable e indecible; quienquisiera explicarlo en términos conceptuales, lodestruiría como símbolo. El signo, dentro deciertos límites, se puede delimitar o al menos, se

puede dar razón en base a presupuestos deorden creatural (signos naturales). El

símbolo – observa H. Cox – no esuna forma confusa de dis-curso “racional” que tratade ser explicado o desci-frado. Es un modo de co-municación altamente sig-nificativo; se empobrece ofalsifica cuando viene tra-ducido en otro término.

En cuanto a las diferencias sobre el planosemántico, los dos polos de lenguaje son estre-chamente colegadas entre sí y presentes en cada

expresión lingüística. Dehecho, representan dosmodalidades comple-mentarias en nuestra re-lación con lo real y delnuestro situarnos en co-municación con los otros.Y si los modos de operarla significación (o nivelexpresivo) son diversos,los dos tipos de lenguajese trabajan juntos, interac-

tuando el uno sobre el otro. Las explicaciones designificado tienen necesidad de la expresión sim-bólica, así como esta última tiende ser asumida enun discurso de conocimiento que nos “diga” elsentido o los motivos y viceversa.