san juan de la cruz y el resurgir de la mística

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  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    1/130

    EXPERIENCIA MISTICA Y REALIZACION DEL MUN-

    DO Y DE LA VIDA LA EXPERIENCIA UNIVERSAL

    DE LA NOCHE OSCURA LIBERTAD DEL MISTICO Y

    PERTENENCIA ECLESIAL CARACTER ECUMENI-

    CO DE LA MISTICA HOY MISTICA Y TEOLOGIA DE

    LA LIBERACION MISTICA Y LENGUAJE EN SAN

    JUAN DE LA CRUZ UN MISTICO PARA EL AO 2

    6

    992

    S N

    JU N DE

    L CRUZ EL

    1

    RESURGIR DE L MISTIC

    POR JUAN

    BOSCH MANUEL CIURANA ANTONIO DUATO AUGUSTO

    GUERRA MAXIMILIANO HERRIZ PEDRO M. LAMET CAMILO

    MACCISE ~ JESUS MANCHO JUAN MARTIN VELASCO.

    IGLESIA

    REVIST DE

    PENS MIENTO CRISTI NO

    VIVA

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    2/130

    IGLESIA

    VIVA

    Nm. 161 septiembre-octubre 1992

    gina

    PRESENTACIN ...

    429

    ESTUDIOS

    Experiencia mstica y experiencia del hombre y del mundo. Por

    Juan Martn Velasco ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 431

    La experiencia universal de noche oscura. Por

    Augusto

    Guerra ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 447

    Libertad personal y pertenencia eclesial del mstico. Por

    Maximiliano Herriz ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 475

    Carcter ecummino del resurgir mstico de

    hoy

    Por

    Juan

    Bosch ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

    491

    El encuentro de la Teologa

    de la

    Liberacin

    con la

    Mstica. Por

    Camilo Maccise . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 509

    NOTAS

    San

    Juan

    de la

    Cruz, prototipo de escritor mstico. Por Mara

    Jess Mancho... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 525

    Marcel Lgaut: modernidad y vida espiritual. Por

    Antonio

    Duato ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 531

    San

    Juan

    de

    la Cruz:

    un

    mstico para el ao 2000. Por Manuel

    Ciurana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 539

    EL

    SIGNO Y

    EL

    TIEMPO Crnica cristiana)

    Una pelcula de buenos y malos. Por Pedro Miguel Lamet... ... 547

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    3/130

    Hemos

    pasado con

    velocidad

    de

    vrtigo de

    la

    "ciudad secular"

    al

    "ru-

    mor

    de ngeles"

    y

    a

    la

    constatacin

    de

    la

    "permanencia

    de

    lo mstico".

    Y

    en el

    viaje

    oxigenante a Oriente nos hemos

    encontrado

    con

    nuestros

    msticos

    de

    Occidente. Advirtindosenos,

    con razn,

    que "slo

    leyendo

    sus

    propios

    msticos,

    los

    occidentales

    pueden

    hallar

    de

    nuevo la

    dimen-

    sin

    perdida"

    de

    la

    interioridad.

    Juan de

    la

    Cruz,

    el

    mstico,

    por

    valor intrnseco

    de su

    experiencia

    mstica

    y

    de

    la

    clarificacin

    que

    ha

    operado

    en este

    campo,

    ms

    que

    por

    cuestin de efemrides histrica,

    ha

    visto

    acrecentado su reconoci-

    miento

    y

    ampliado

    su

    magisterio

    en

    muy

    diversos

    campos:

    literario,

    teo-

    lgico, mstico,

    deviniendo una de las voces ms

    autorizadas

    y

    presti-

    giosas

    no

    slo de

    la

    confesin cristiana

    sino del universo religioso

    de

    la

    humanidad.

    IGLESIA

    VIVA

    no

    poda

    dejar de

    abrir sus

    pginas,

    en

    el

    cuarto centenario de la muerte

    del

    mstico

    poeta

    carmelita,

    para

    reco-

    ger

    alguna

    palabra

    de este

    artista del

    lenguaje,

    pensador

    y

    mstico

    pen-

    sando

    en

    el

    presente

    y

    el

    futuro

    de una

    lglesia

    que

    tiene

    su

    razn

    de

    ser en el

    evangelio

    de

    Jess

    y

    al

    hombre

    de cada momento histrico

    como

    compaero

    y

    destinatario de

    ta PALABRA

    y

    del ESPRITU

    de

    tos

    que

    el

    mstico

    es

    el mejor

    profeta.

    Y

    hemos

    empezado

    por

    tomar

    conciencia

    de ese smbolo unificador

    -realidad,

    antes -

    de

    la vida

    de Juan de la

    Cruz

    y

    de cualquier

    perso-

    na

    y

    colectivo:

    la

    "noche"

    como

    camino de

    ser

    y

    hominizacin,

    con

    las

    mil variantes

    y

    muy

    diversos

    grados

    de

    intensidad,

    pero

    intrnseca

    al

    hombre

    y

    a

    la

    aventura del seguimiento

    de Jess. Juan de la Cruz,

    ex-

    periencia

    y palabra,

    emerge como

    antorcha de

    luz

    y

    encarnacin

    de

    la li-

    bertad libre

    de

    la

    mazmorra toledana. Parbola

    de la

    pluriforme noche

    hu mana

    (AU

    G

    U

    STO

    G

    U

    E

    R RA).

    pRnsnNrlcrN

    429

    PRESENTACION

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    4/130

    Maestro

    y gua,

    en

    la

    apasionada

    vivencia

    y

    lcida

    afirmacin

    racio'

    nal

    de

    esa experiencia

    mstica,

    con

    toda

    la

    escurridiza

    ambigedad de

    ambos

    trminos,

    qu9

    le

    adentra

    en el

    ms

    profundo

    centro

    de su

    ser,

    "localizado"

    en

    el TU divino

    fundante.

    Y

    esto con

    todas

    las dificultades

    que

    encontramos

    nosotros

    hoy

    para

    "hacernos"

    con

    su

    pensamiento

    en

    el

    intento

    de

    alumbrar una

    espiritualidad

    para nuestro tiempo

    (JUAN

    MARTN

    VELASCO).

    Maestro

    gua, personalidad

    sin

    fisuras,

    grantica,

    de

    la libertad

    y

    per-

    tenencia

    a

    un

    grupo

    confesional,

    sin exilios soberbios,

    aptridas,

    ni

    co-

    muniones

    personalizantes

    y personalizadas,

    "iurdicas", armonizando

    en

    tensin

    vital la fe subjetiva

    y

    la

    fe

    objetiva,

    de

    la

    que

    se

    hace

    garante

    la

    comunidad

    eclesial.

    Sita

    la

    libertad

    y peftenencia

    en

    el nivel

    profundo

    de

    la

    personalizacin

    de

    la fe con su

    esencial dimensin

    comunitaria.

    Pertenencia

    cualificada:

    por

    eso,

    problemtica

    para la

    institucin.

    Liber-

    tad

    liberada: sacramento

    delamor

    (MAXIMILIANO HERRAIZ).

    Que

    el

    mstico

    Juan

    de

    la Cruz

    padezca

    las

    sqrvidumbres

    propias

    de

    su tiempo

    y

    de su cultura,

    de su especfica

    vocacin,

    no

    ser

    obstculo

    para

    que

    acompae en

    el dialogar

    iluminador de

    nuevas

    reorden?ciones

    de

    la vida espiritual

    y

    de

    la

    presencia

    ms significativa

    de

    los

    cristianos

    en

    su

    medio.

    El

    mstico

    genuino

    se

    encuentra

    y

    con l se

    encuentran

    quienes

    no creen

    que

    todo est

    ya

    vivido

    y

    dicho,

    encarnado.

    De

    Cristo,

    novedad

    absoluta,

    le

    queda

    a la lglesia'fodo

    lo ms

    por

    decir

    y

    aun

    por

    entender" (C

    37,4).

    Dios

    es

    "nsulas extraas", toda

    la

    extraez del

    mun'

    do

    (C

    14,8)

    (JUAN

    BOSCH).

    Buen

    ejemplo

    de este encuentro

    es

    la

    espi-

    ritualidad de

    la

    liberacin

    -espiritualidad

    antes

    que

    teologa -

    que

    est empeada

    en encontrar

    en los msticos del

    XVI espaol,

    muy

    con-

    cretamente

    en

    San Juan de

    la Cruz,

    "el

    futuro

    de

    nuestro

    pasado" (CA-

    M\LO MACCTSE).

    A

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz, atista

    consumado del

    lenguaie, desde

    la li-

    teratura

    y

    filologa

    y

    desde

    la

    teologa menos

    rgidamente

    hormada

    por

    el

    dogmatismo

    de

    escuela

    o el

    otro, acuden tambin quienes intuyen

    y

    gustan

    una

    palabra

    indicadora ms

    que

    encerradora

    del

    misterio.

    Juan

    de

    la

    Cruz

    refresca

    y

    desdogmatiza

    la

    expresin

    de

    la

    fe. E invita a

    ser

    creadores de

    esa

    plata

    -la

    palabra- que

    encubre

    y

    oculta el oro de

    la

    fe: Dios mismo

    Wa

    JESS

    MANCHO).

    Ser siempre

    gratificante,

    adems

    de

    una confesin

    real del

    Dios

    "siempre

    escondido",

    inasible, medirse

    con

    un

    mstico

    de la

    talla de Juan

    de

    la

    Cruz,

    "espritu

    incandescente",

    "en

    vuelo"

    de

    lo

    que queda por

    des-

    cubrir

    y

    gustar

    del

    Amado-Dios

    y

    del

    yo,

    "profundas

    cavernas del sentido".

    430

    PRESENTACION

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    5/130

    EXPERIENCIA

    MSTICA

    Y

    EXPERIENCIA

    DEL

    HOMBRE

    Y

    DEL MUNDO

    JUAN

    MARTN VEI ASCO

    Una

    de

    las razones

    por

    las

    que

    la

    experiencia

    mstica

    se ha

    hecho

    sospechosa

    para

    amplios

    sectores, incluso

    creyentes,

    es

    el temor

    a

    que

    esa

    experiencia distancie

    al

    que

    la

    sufre

    del

    comn

    de

    los

    mortales

    y

    so-

    bre

    todo

    de la vida real

    con su

    carga

    de

    exigencias,

    compromisos,

    luchas

    que

    comporba. Ilustrado

    con

    una

    lectura

    superficial

    de

    la

    escena

    de

    Mar-

    ta

    y

    Mara

    (Lc

    10,

    38-42), tal

    temor se representa

    al mstico

    como el

    pri-

    vilegiado

    al

    que

    ha

    tocado

    la

    mejor

    parte

    de

    sentarse

    contemplativa-

    mente

    a

    los

    pies

    del Seor, mientras

    las

    duras

    y

    menos

    nobles

    tareas

    del

    servicio recaen

    sobre

    las espaldas

    de

    los

    que

    se

    dedican

    a

    la

    da activa.

    Para

    otros, creyentes

    y

    no

    creyentes,

    el

    descrdito

    de

    la experien-

    cia mstica,

    que

    cristaliza

    en

    un

    uso

    peyorativo

    de

    la

    palabra

    mstica

    recogido

    en los diccionarios,

    se

    apoya en la

    conviccin de

    que

    la

    expe-

    riencia

    mstica

    y

    sobre

    todo

    las

    etapas

    previas

    de

    la vida asctica

    que

    la

    preparan,

    comportan

    el abandono

    y

    la negacin

    de los

    bienes del

    mundo

    e

    incluso

    una

    abnegacin de s

    mismo

    incompatible

    con

    la

    aspi-

    racin

    ala

    realizacin

    de

    la

    propia persona

    a

    travs de la utilizacin

    de los bienes mundanos,

    el

    goce

    legtimo

    del

    placer

    corporal

    y

    el dis-

    frute

    de

    las relaciones

    interpersonales.

    El mstico,

    concluirn

    no

    pocos

    crticos

    de la religin,

    es la ms

    cla-

    ra expresin

    de

    la incompatibilidad

    entre la

    afirmacin del mundo,

    de

    la

    vida,

    del

    hombre

    en suma,

    y

    el

    reconocimiento

    de

    Dios.

    Como

    testi-

    go

    ms

    acabado de la vida

    religiosa,

    el mstico representara

    la ms

    acabada

    confrrmacin

    de

    que

    Dios

    slo

    puede

    enriquecerse a costa delempobrecimiento del hombre.

    ruANMARTNVEI ASCO

    43t

    E

    STUDIOS

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    6/130

    Los creyentes,

    por

    su

    parte,

    dispuestos

    a

    admitir

    que

    la experien-

    cia de

    Dios

    conduce

    a la

    ms

    perfecta

    realizacin

    del

    hombre tendern

    a situar

    al mstico

    en

    la

    hornacina

    a

    la

    que

    1o elevaa

    una

    gracia

    ex-

    traordinaria

    de Dios,

    irremediablemente

    lejos

    de

    la

    realizacin

    de lo

    humano

    accesible

    al

    comn

    de

    los creyentes.

    Sera,

    pues,

    un

    personaje

    en

    el

    que

    se

    admiraran las maravillas

    que Dios es

    capaz de

    hacer

    en

    eI

    hombre, un

    ideal

    inasequible,

    irrealizable,

    para

    los

    que

    se

    ven for-

    zados

    a

    vivir

    en

    medio

    de

    las

    ocupaciones,

    las

    luchas, las alegras

    y

    las

    penas

    de

    la vida ordinaria.

    No

    faltan

    modulaciones

    teolgicas

    de

    la

    misma difrcultad.

    Para

    re-

    conocer

    el

    unum

    necesarium

    de

    Dios

    y

    su Reino,

    el

    mstico

    debera co-

    menzar

    por

    menospreciar

    los valores,

    ciertamente

    penltimos

    pero

    no

    por

    eso

    despreciables,

    de

    la vida.

    Al

    tomar

    en serio

    el amar

    a

    Dios

    con

    todo

    el

    corazn,

    no

    correr

    el

    peligro

    de que no

    le

    quede corazn

    para

    amarse

    a s

    mismo

    y para

    amar

    a

    los

    hermanos?

    Al hacer

    la

    experien-

    cia

    de

    que

    slo

    Dios basta

    no

    se

    expone

    a

    que

    la

    creacin

    y

    la vida,

    con

    su

    maravillosa

    pluralidad

    de

    formas,

    sonidos

    y

    colores,

    le resulte

    superflua,

    irremediablemente

    de ms'

    para

    siempre

    y,

    por

    tanto,

    sin

    sentido?

    Si

    Dios

    es

    para

    el mstico

    todas las

    cosas ,

    el

    todo,

    sin

    ms;

    si

    a

    quien

    Dios

    tiene

    nada

    le falta ,

    no

    ser

    Ia mstica

    huida del

    so-

    Iitario

    al solitario

    (Plotino)

    que

    le recluya

    en

    una

    soledad

    en

    la

    que

    no

    significarn

    nada

    el

    mundo, obra

    de Dios,

    y

    los hermanos

    a

    los

    que

    Dios ha

    amado

    hasta el

    punto

    de

    entregarles

    su

    Hijo?

    Desde

    muchas

    perspectivas vemos as

    perfilarse

    una

    dificultad

    que parece

    poner

    en cuestin

    la

    credibilidad

    de

    la experiencia

    mstica

    y

    que

    termina

    por

    hacerla inaceptable,

    especialmente

    para

    el

    hombre

    contemporneo.

    En efecto,

    todas

    las caractersticas

    de

    la comprensin

    del

    hombre

    que

    comporta

    la

    modernidad

    coinciden en

    un cierto

    antropocentrismo

    como

    rasgo

    original.

    Ya

    se

    la

    considere como

    la

    poca

    del

    descubri-

    miento

    de

    la

    dignidad

    humana

    y

    de los derechos

    fundamentales

    de

    la

    persona;

    o

    como

    el

    momento

    de

    la

    conquista de

    la autonoma

    de

    Ia ra-

    zn; o como

    el tiempo

    de

    la

    aparicin

    de

    la igualdad

    de

    los hombres

    y

    de

    la consiguiente

    democracia;

    o como

    la

    etapa del

    desarrollo

    del indi-

    vidualismo

    y

    de

    la bsqueda

    del

    bienestar

    para

    todos;

    o

    como

    la

    poca

    de

    la liberacin

    de

    la

    servidumbre

    de

    la naturaleza

    y

    de

    la adquisicin

    de

    las

    condiciones

    objetivas

    para

    la

    conquista

    del

    placer

    de

    la

    moder-

    nidad,

    sea

    cual

    sea

    el

    lado

    desde

    el

    que

    se

    la

    considere,

    aparece

    como

    la

    poca

    del

    descubrimiento

    del

    valor incondicional del

    hombre, de

    su

    dignidad

    inalienable,

    de

    la

    imposibilidad

    de

    mediatizarlo

    en

    relacin

    432

    EXPERIENCIA

    MSTICAY

    EXPERIENCIA

    DEL

    HOMBRE

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    7/130

    con cualquier

    fin

    que

    no sea 1

    mismo.

    Cmo

    entender

    desde

    una

    mentalidad

    confrgurada

    por

    estas convicciones

    una

    experiencia como

    la

    de

    los msticos

    que parece

    suponer la

    desvalorizacin,la mediatiza-

    cin e

    incluso

    la negacin del

    mundo

    y

    de la vida

    del

    hombre

    como

    condicin

    de

    posibilidad

    o como

    consecuencia necesaria?

    Por otra

    parte,

    hablar

    de

    modernidad

    es

    hablar

    de secularizacin.

    Pero

    secularizacin

    significa

    sobre todo

    toma

    de

    conciencia de

    la

    auto-

    noma

    y

    del

    valor del mundo

    y

    de

    la vida

    en 1,

    frente

    a

    la

    necesaria

    referencia

    y

    sometimiento

    a

    1o

    sagrado

    propia

    de

    las

    pocas sacraliza-

    das.

    Cmo

    aceptar en

    una

    poca seculartzada

    la

    descalificacin de lo

    penltimo ,

    su

    mediatizacin

    para

    lo

    nico

    necesario,

    que parece

    su-

    poner

    el ejercicio

    de la

    mstica?

    Dejemos

    para

    ms

    adelante

    otros aspectos del

    problema.

    Los hasta

    ahora aludidos bastan

    para

    mostrar

    que

    cualquier

    redescubrimiento

    de

    la mstica

    en

    nuestro tiempo,

    cualquier intento

    por

    mostrar

    su

    actuali-

    dad,

    pasa por

    la consideracin del

    problema

    de

    la

    relacin

    de

    Ia

    expe-

    riencia

    mstica con

    la

    afrrmacin

    y

    la

    realizacin

    del

    mundo

    y

    de

    la

    vida del

    hombre. En lo

    que

    sigue

    proponemos

    algunas

    reflexiones

    en

    torno a

    este

    problema

    fundamental a

    propsito

    de San

    Juan de la

    Cntz.

    La

    paradoja

    de

    la negacin y el

    esplendor

    mstico

    y

    lrico de San

    Juan

    de la

    Cruz

    La

    primera

    impresin

    que produce

    San

    Juan de la Cruz

    a

    propsi-

    to

    de este

    problema

    es

    ambivalente.

    Por

    una

    parte,

    la magnifrcencia

    de su

    poesa,

    la tenacidad con

    que

    afront

    la

    obra

    de

    la reforma

    del

    Carmelo, su

    calidad

    para

    el discernimiento

    como

    maestro del espri-

    tu,

    muestran sin lugar

    a dudas

    que

    la

    experiencia

    mstica,

    que

    indu-

    dablemente es

    el

    rasgo

    central

    de

    su vida, lejos

    de cegar

    las

    fuentes

    de

    1o

    humano

    las ha

    fecundado

    hasta producir una gura

    de

    talla

    ex-

    traordinaria. La consideracin de estos

    y

    otros

    aspectos de la vida de

    San

    Juan de

    Ia Cruz

    nos hace

    descubrir

    su figura

    detrs

    de

    la

    clebre

    caracterizacin de

    los msticos

    cristianos

    que

    sin dar ningn

    nombre

    concreto

    propone

    H.

    Bergson:

    Hay

    una

    salud intelectual slidamente

    fundada,

    excepcional,

    que

    se

    reconoce

    sin esfuerzo,

    se

    manifiesta

    en

    eI

    gusto por

    la accin, la

    facultad de

    adaptarse

    y

    readaptarse

    a las

    circunstancias,

    la

    firllaeza

    unida

    a

    la

    elasticidad,

    el

    discernimiento

    proftico

    de

    lo

    posible y

    lo imposible,

    un espritu de sencillez

    que

    su-

    pera las complicaciones,

    en

    frn, un

    sentido comn superior.

    No

    es eso

    JUAN MANTN VELASCO

    433

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    8/130

    lo

    que

    se encuentra

    en

    los msticos

    de

    los

    que

    hablamos?

    No

    podan

    tales msticos servir

    de

    prototipo para

    la

    defrnicin

    de

    la

    fortaleza

    in-

    telectual?

    (1).

    Pero,

    junto

    a

    esto

    y por

    otra

    parte,

    la

    radicalidad extrema

    de las

    expresiones

    relativas

    a

    la

    negacin

    de

    todo

    y la

    abnegacin

    de

    s mis-

    mo

    que

    jalonan

    sobre todo

    el

    doble comentario en

    prosa

    al

    poema.Ez

    una

    noche

    oscura;

    el

    perfil

    de su

    persona y

    de su

    vida

    ofrecido

    por

    unos

    relatos ms hagiogrficos

    que

    histricos; el contenido neoplatni-

    co

    de algunas de sus

    explicaciones

    tericas

    del

    camino

    de

    la

    perfec-

    cin; as

    como

    el estilo

    y

    el

    sabor

    dualista

    de

    algunas

    de

    las imgenes

    de su antropologa,

    producen

    la impresin

    de

    un menosprecio

    de

    lo

    sensible,

    Io

    corporal

    y

    lo humano,

    que parece

    suponer

    la incompatibili-

    dad de su experiencia

    mstica

    con una visin

    integral

    y

    positiva

    del

    hombre,

    su

    vida

    y

    su

    mundo.

    Esta ambivalencia

    hace indispensable

    una

    consideracin detenida

    del

    problema

    como condicin

    para

    establecer

    la crebidad

    de

    la

    sn-

    tesis

    mstica,

    tanto vivida como

    formulada,

    de

    San Juan

    de

    la

    Cruz

    para

    eI

    hombre

    de hoy.

    El mundo estrecho de

    un fraile.

    Una

    esplndida

    obra

    literaria,

    sin

    contexto

    biogrfrco

    ni histrico

    Para

    dar

    explicacin

    a la impresin

    ambivalente

    que

    producen

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz

    y

    su

    obra

    en

    relacin

    con

    la

    afrrmacin

    y

    Ia

    estima

    del

    mundo,

    la vida

    y

    la realizacin

    mundana

    de

    la

    persona

    me

    parece

    til

    una referencia

    al

    mundo

    de fray

    Juan

    que

    transparenta su

    obra

    y

    al

    contexto tanto biogrfico

    como histrico

    de sus escritos.

    Sin

    que

    sea

    posible

    entrar

    aqu en las

    razones,

    resulta

    incuestio-

    nable

    eI hecho

    de

    que

    en San

    Juan

    de

    la Cruz hay un

    predominio

    tal

    de

    la

    obra

    escrita

    sobre la

    persona

    de su

    autor

    que

    su

    nombre

    evoca

    antes

    que

    nada

    al autor

    de

    gse

    esplndido millar de versos

    que

    nos

    dej

    y

    de

    las

    densas

    pginas

    de comentarios

    que

    les

    dedic.

    Hasta

    tal

    punto

    es

    fuerte

    esta

    impresin

    que

    nos resulta

    extrao

    que

    haya

    he-

    cho

    en

    su vida otra

    cosa

    que

    escribir

    y

    nos

    admira

    que

    testigos de su

    vida dijeran

    que

    se dedicaba

    a

    la

    escritura

    con

    grandes quiebras ,

    (1)

    H.

    BERGSON,

    Les dux sources

    dz

    la

    morale et

    d.e

    la

    religion,

    en

    Oeuures.

    E,d..

    dtt

    Centenaire.

    Paris,

    Presses

    Universitaires

    de

    France, 1959. Pg. 1169.

    DXPERIENCIA

    MSTICAY

    EXPERIENCIA DEL

    HOMBRE

    34

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    9/130

    casi

    a

    ratos

    perdidos.

    La obra escrita

    -expresin

    sin

    duda

    de su expe-

    riencia

    mstica,

    retazos

    de su

    alma

    (Eulogio

    Pacho)- oculta

    ms

    que

    manifresta al

    autor. De hecho su obra contiene

    -a

    diferencia

    de

    la

    de

    Santa

    Teresa- escassimas

    referencias autobiogrficas

    de forma

    que

    de

    no

    haber

    sido

    por

    los

    testimonios

    recogidos

    para

    su elevacin

    a

    los

    altares,

    casi

    lo

    nico

    que habramos

    conocido

    del autor

    y

    su

    vida

    ha-

    bra

    sido

    la

    hondura

    de su experiencia

    mstica y la frnura

    de

    su

    sensi-

    bilidad esttica.

    Tan

    cierto

    parece

    ser

    que

    la vida real, la

    persona

    con-

    creta

    pareca

    contar

    poco

    para

    el

    sujeto

    -aunque

    sea

    pasivo-

    de

    esas

    experiencias

    y para

    el

    autor

    de

    esa

    obra.

    Otro

    tanto

    puede

    decirse,

    y

    se ha dicho

    con

    frecuencia,

    de

    la

    esca-

    sez,

    casi

    carencia completa

    de

    ecos en su obra del

    momento histrico,

    extraordinariamente

    rico en

    acontecimientos,

    en

    que

    vivi. Si no

    con-

    tramos

    con

    otros

    documentos

    que

    sus

    escritos nada o casi

    nada

    sabramos del

    Rey de

    Espaa,

    de

    la

    existencia

    de

    la

    Reforma,

    de

    la

    ce-

    lebracin

    del concilio

    de

    Tfento,

    de la

    gorosa

    reaccin contrarrefor-

    mista

    de

    la

    Iglesia

    espaola,

    de

    las crisis

    econmicas

    y

    sociales

    de

    su

    tiempo

    que

    tan

    agudamente

    padeci

    en su niez. A

    pesar

    de

    que

    toda

    su vida

    discurri

    dedicada a

    la

    empresa

    de

    la reforma del

    Carmelo,

    si

    slo

    contsemos

    con sus escritos,

    bien

    poco

    sabramos

    de

    ella,

    de sus

    lu-

    chas,

    de

    las

    influencias

    del Rey

    o de

    los Nuncios en su

    desarrollo.

    Tam-

    bin aqu

    el contraste

    con

    la

    Santa

    es edente.

    La

    vida de

    San

    Juan de

    la

    Cruz

    parece

    haberse

    limitado a

    Ia

    direccin espiritual

    de

    Ia

    obra

    de

    reforma

    del Carmelo, pero an

    as,

    bien

    poco

    nos

    dicen

    sus

    escritos

    so-

    bre

    la historia de esa

    reforma

    y

    la

    participacin

    de

    su

    autor

    en

    ella.

    A

    estos

    factores objetivos

    se ha aadido el influjo de

    los

    testimonios

    recogidos

    por

    sus

    primeros

    bigrafos.

    Por

    tratarse

    de

    testimonios saca-

    dos

    de

    los

    procesos

    de

    beatificacin

    y

    canonizacin,

    testimonios ten-

    dentes a

    probar que

    el

    personaje

    encartraba

    de

    forma

    perfecta

    eI

    ideal

    de

    santidad

    del momento,

    el

    resultado

    de esas

    primeras

    biografas

    se

    inscriba en el

    ms

    puro

    estilo hagiogrfico tendente a

    subrayar la

    santidad y

    los

    milagros ms

    que

    la vida

    del siervo

    de

    Dios

    (2).

    El

    resul-

    tado

    de todos estos

    factores

    es un

    San

    Juan de

    la

    Cruz

    del

    que

    han de-

    saparecido

    casi

    todos los rasgos

    humanos

    concretos,

    estrictamente

    bio-

    grfrcos

    e

    histricos;

    personaje

    celestial

    y

    divino

    (3)

    -en

    esto la

    (2)Paru

    toda esta cuestin es

    indispensable

    remitir

    a los

    estudios de

    TEFANES

    EGIDO. Cf

    por

    ejemplo, Claues

    histricas

    para

    la cotnprensin

    de

    San

    Juan

    d.e la Cruz,

    en Salvador Ros

    (edit.)

    e

    Introduccin a la

    lectura

    d.e

    San

    Juan

    d

    la

    Cruz.

    Junta de Cas-

    tilla

    y

    Len,

    1991,

    pgs.

    59-124;

    especialmente

    pgs.

    62-69.

    (3)

    La expresin

    procede

    de

    una carta

    de

    Santa

    Teresa a Ia M. Ana de Jess, en

    Beas

    del Segura.

    SAI{IA

    TERESA, Obras. La

    Editorial

    Catlica,

    1976

    (B.A.C.),

    pg.943.

    JUAN MARTIN VEI ASCO

    435

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    10/130

    Santa vino

    a

    completar el cuadro-, Juan

    de

    la Cruz

    parece

    haber

    pa-

    sado

    por

    el

    mundo,

    por

    su siglo,

    por

    la

    historia,

    verdaderamente como

    el

    rayo

    de sol

    por

    el cristal, sin

    romperlo ni mancharlo

    y

    sin dejarse to-

    car

    ni manchar

    por

    1.

    Antes

    de pasar

    a

    razones

    ms claras en

    apoyo

    de

    la

    pretendida

    evaporacin

    de

    lo

    humano ante

    el

    fuego

    de

    la

    experiencia

    mstica

    de

    Juan

    de

    la

    Cntz,

    examinemos

    el valor

    de

    estos

    primeros

    indicios. Po-

    dra

    responderse,

    contra

    el

    peso

    evidente

    que poseen,

    en

    primer

    lugar,

    que

    la

    imagen

    se

    debe

    ms

    a

    los

    testimonios

    ajenos

    que

    a

    afirmaciones

    del

    propio

    autor. Pero

    es

    evidente

    que

    la ausencia

    de

    referencias

    en

    la

    obra

    de

    fray

    Juan es

    suficientemente

    notoria

    como

    para

    que

    el

    silencio

    no

    pueda

    convertirse en

    argumento

    de

    peso.

    Cabra

    responder

    tam-

    bin

    que

    Ia ausencia

    de

    referencias no

    es

    completa.

    Que

    la

    descripcin

    del

    valor

    de

    las

    mediaciones

    religiosas en diferentes lugares

    de

    su

    obra

    (4)

    permite

    obtener

    un

    conocimiento bastante aproximado de

    la

    religiosidad

    popular

    del momento;

    que

    su

    crtica

    a

    la credulidad

    de

    al-

    gunas personas

    a

    pretendidas

    voces

    interiores

    permite

    hacerse

    cargo

    del

    fenmeno

    de

    los

    alumbrados;

    que

    sus

    referencias

    a

    la

    ineptitud

    de

    los maestros espirituales

    ilustra

    sobre

    el estado

    nada

    satisfactorio del

    clero

    y

    los religiosos

    de

    su

    poca;

    que

    no

    faltan detalles en

    sus

    escritos

    que

    nos

    permiten

    adivinar

    el

    gusto

    excesivo

    por

    lo

    milagroso

    y

    lo

    apa-

    rentemente sobrentural de

    sectores

    de la

    sociedad

    espaola del

    mo-

    mento. Pero

    la

    verdad

    es

    que

    los

    datos

    son

    tan

    escasos

    y

    aparecen

    de

    forma

    tan

    indirecta

    que

    ms

    apoyan

    Ia

    impresin

    del

    escaso

    inters

    por

    la

    sociedad

    y

    el

    mundo

    de

    su

    tiempo

    de

    quien

    as

    los

    utiliza

    que

    la

    impresin contraria.

    Ms inters

    pueden

    tener

    para

    deshacer

    esa impresin algunos de-

    talles recogidos

    por

    los

    bigrafos

    y

    sobre todo expresiones

    -cierta-

    mente

    contadas

    pero

    muy signifrcativas-

    contenidas

    especialmente

    en sus cartas. A ellas nos referiremos

    como

    argumentos ad hominem

    al

    comentar

    su

    doctrina de La subida

    y

    La noche

    oscura.

    Pero tal vez, ms

    que perderse

    en

    razones

    de dudosa eficacia con-

    venga

    anotar

    que,

    tras

    sealar

    la diferencia

    de

    mentalidad

    de su siglo

    con

    el

    nuestro

    que

    explica

    probablemente

    algunas carencias, es

    preci-

    so conceder

    que

    San Juan

    de

    la

    Cruz

    aparece

    ciertamente

    como

    un

    gran

    simplificador ;

    que

    ciertamente no

    concede

    relieve

    ni importancia

    a

    los acontecimientos sociales

    y polticos

    de

    la vida

    en

    la

    sociedad;

    que

    tampoco

    parece

    prestar gran

    atencin

    al aparato

    eclesistico

    y

    sus

    re-

    (4)

    3

    S

    35-.t4

    436

    EXPERIENCIA

    MSTICAY

    EXPERIENCIA DEL HOMBRE

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    11/130

    presentantes,

    aunque

    tuviera

    que padecer no

    poco

    del uso

    y

    abuso

    de

    su

    poder;

    que

    ignora

    a

    las

    autoridades

    y

    los

    poderes

    polticos

    del

    mo-

    -urrto,

    como

    muestra

    el

    episodio

    de

    su

    nica

    visita

    como

    superior

    en

    Granada

    al

    Presidente

    de

    la

    Audiencia

    de

    Ia

    ciudad

    (5);

    que

    no

    parece

    conceder

    especial

    estima

    a

    los

    maestros

    y

    escritores

    a

    los

    que

    sin

    em-

    bargo

    da

    muestras

    de conocer

    y

    cuyos

    logros

    es

    seguro

    que

    ha asimila-

    do.

    Pero esta

    falta

    de

    estima

    y aprecio

    hacia

    acontecimientos,

    autori-

    dades

    y

    figuras

    de

    su

    tiempo

    no signifrca

    falta

    de aprecio

    o

    estima

    por

    el

    hombre,

    incapacidad

    para

    percibir

    y

    expresar

    con

    hondura

    e

    inten-

    sidad

    lo

    que

    signifrca

    ser

    hombre,

    la miseria

    y

    la

    grandeza

    de

    la

    condi-

    cin

    humanu;

    lu .t-ot

    ay

    la

    belleza

    de

    la creacin;

    y,

    por

    encima

    de

    todo,

    el

    valor

    del

    amor

    y

    su condicin

    de

    principio

    y

    frn

    de

    Ia realidad.

    De

    acuerdo

    con

    esto,

    la obra

    escrita

    de

    san

    Juan

    de

    lacntz

    parece

    ha-

    ber

    engullido

    a

    la

    persona

    y

    a

    la vida

    de

    su autor,

    pero

    esa

    obra

    rezu-

    ,.r

    poitodos

    los

    poros de su

    letra

    y

    de su

    msica

    una

    experiencia hon-

    dsima

    a la

    que

    el

    propio

    autor,

    a

    pesar

    de su

    extraordinario

    recato,

    y

    por

    una

    vez

    modestia

    aparte,

    aluda

    en

    el

    prlogo

    a

    Cdntico,

    insusti-

    luible

    para

    conocer

    las

    claves

    de

    interpretacin

    de

    la

    obra

    potica:

    Por

    cuanto

    estas

    Canciones,

    religiosa

    madre,

    parecen

    ser

    escritas

    con

    algn

    amor

    de

    Dios... ;

    por

    haberse,

    pues,

    estas

    Canciones

    compuesto

    r,.

    u*o.

    de

    abundante

    inteligencia

    mstica...

    (6).

    Y esa

    experiencia

    constituye

    el

    culmen

    de

    una vida

    humana

    de

    profundidad nada

    co-

    mn.

    Esa

    obra

    parece

    ignorar

    las

    circunstancias

    concretas

    de

    la vida

    y

    la

    sociedad de

    su

    autor,

    pero

    la

    escucha de sus poemas

    y la lectura

    de

    sus

    comentarios

    desvelan

    un

    aprecio

    por

    el

    hombre,

    una

    penetracin

    en

    el misterio

    de la

    condicin

    humana,

    una

    capacidad

    para

    desvelar

    el

    resplandor

    de

    la belleza

    del

    mundo

    que

    le

    basta

    una

    imagen:

    el

    hom-

    bre,

    vaso

    quebrado ;

    una

    breve

    consideracin:

    todo

    el

    mundo

    no

    es

    digno

    de un

    pensamiento del

    hombre ;

    unos

    pocos

    adjetivos:

    noche

    so-

    segada ,

    msica

    callada ,

    soledad

    sonora ...,

    para

    mostrarnos

    hasta

    qu?

    punto

    la carencia

    de

    lo anecdtico

    es

    la

    seal

    de una

    asombrosa

    ncntracin

    y

    penetracin en

    lo verdaderamente

    esencial

    tanto

    del

    hombre

    como

    del mundo.

    Pero

    la

    verdad

    de

    estas

    consideraciones

    slo

    aparecer

    si

    permane-

    ce

    tras

    el contraste

    con

    las frmulas

    de

    la

    renuncia

    al

    mundo

    y

    de

    la

    il

    e ii

    mis*o

    contenidas

    sobre

    todo

    en

    los

    comentarios

    al

    po,,u

    En

    una

    noche

    oscura.

    Porque,

    qu

    queda

    de

    ese

    misterio

    del

    hombre,

    de

    esa

    belleza

    del

    mundo

    si

    todo

    tiene

    que

    ser sacrifrcado

    has-

    (5)

    CRISC.ONO

    DE JESS,

    \1da de

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz.

    Madrid,

    La

    Editorial

    Ca-

    ttica,

    1982

    G.A.C.),

    pg.274.

    (6)

    Cdntico (B) Prlogo

    1,2'

    ruAN

    MARTN

    VEI ASCO

    437

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    12/130

    ta el aniquilamiento

    en aras

    de

    ese

    fuego

    de la

    experiencia

    de

    Dios

    que

    todo

    lo

    consume?

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz,

    asceta

    inexorable?

    Subid.a

    y

    Noche

    y

    las exigencias

    de

    una negacin

    total

    para

    una

    purificacin

    perfecta

    Tbdos

    los

    lectores

    medianamente

    asiduos

    de la

    obra de fray

    Juan

    hemos

    experimentado

    la

    diferencia

    de iniciar

    su

    lectura

    po,

    Cdrti o

    Espiritual

    y

    Llama

    de

    antor

    uiua

    y

    sus comentarios,

    a

    iniciarla,

    como

    parece

    aconsejar Ia

    disposicin

    de

    los

    escritos

    en las

    obras completas,

    por

    la

    Subida

    al Monte

    Carmelo

    y

    La

    noche

    oscura. En

    el

    primer

    caso

    est

    claro

    desde

    el

    primer

    momento

    que

    el

    punto

    de

    partida

    es

    un

    hom-

    bre habitado por

    una

    presencia

    -aunque

    sta tenga su

    primera mani-

    festacin

    en el

    padecimiento

    por

    la

    ausencia:

    adnde

    te

    escondiste...?-

    y

    movido,

    espoleado,

    orientado,

    atrado

    ---+on

    tanta ms

    fuerza

    cuanto

    ms

    cerca

    se halla

    de

    su centro

    de

    gravedad-

    por

    el amor. En

    el segun-

    do

    caso, a

    pesar

    de

    que

    el

    poema

    a

    que

    se refieren los

    comentarios

    sea,

    de

    toda edencia,

    un

    fantstico

    poema

    amoroso,

    cobra

    el

    primer

    plano

    la exigencia

    de la

    negacin

    como

    condicin

    para

    la

    purificacin

    indispensable

    para

    la rcalizacin

    del

    encuentro

    amoroso.

    La

    diferencia

    en ambos

    casos

    no

    es

    tanto la

    mayor

    o menor

    radicalidad

    de la

    purifica-

    cin

    como

    el

    sentido

    y

    el

    valor

    que cobra segn

    se

    site

    como paso

    y

    exi-

    gencia

    previos

    al

    amor

    de

    Dios

    en

    el hombre

    o como

    consecuencia

    del

    amor de Dios

    que

    ha

    prendido

    en

    l abrasndolo

    todo.

    El

    primer

    proce-

    dimiento

    supone

    un

    arduo itinerario

    de la

    noche

    al

    alba

    y

    al

    a. El

    se-

    gundo

    sugiere

    ms bien

    la

    necesidad

    de acomodar

    los ojos

    a

    una

    luz

    ya

    presente

    pero

    tan

    brillante

    que

    deslumbra

    los

    ojos

    no

    habituados.

    En lo

    que

    sigue

    daremos

    por

    supuesta

    la

    primaca

    del segundo

    procedimiento.

    Lo

    primero,

    sin duda,

    tambin

    en

    Subida

    y

    Noche,

    es

    la

    presencia amorosa

    de Dios atrayendo, llamando

    al

    hombre

    a

    s

    y

    suscitando

    en

    l

    la respuesta

    del amor

    que

    le

    pone

    en

    un

    movimiento

    irreprimible.

    Ello

    nos

    permitir

    situar

    las

    afirmaciones

    de Subida

    y

    Noche

    en

    un

    horizonte

    de comprensin

    que

    elimina

    no

    pocos

    malen-

    tendidos

    en

    relacin

    con el

    problema

    que

    nos ocupa.

    Pero

    an as,

    el

    planteamiento

    cuidadoso

    del mismo

    exige

    que

    nos

    enfrentemos

    deteni-

    damente

    con

    esas

    expresiones

    de nuestro

    mstico

    que

    parecen

    hacer

    de

    l

    el

    asceta

    inexorable

    a

    que

    se han

    referido

    algunos

    comentarios

    y

    que parecen

    poner

    en cuestin

    la afrrmacin

    del hombre

    y

    del mundo

    sin las

    que

    la

    experiencia mstica

    nos

    resultara inasimilable.

    EXPERIENCIA

    MSTICA

    Y

    EXPERIENCIA

    DEL

    HOMBRE

    38

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    13/130

    El camino

    de

    la negacin,

    su alcance

    y

    su

    sentido

    (7)

    Los

    pasos,

    la lgica

    y

    eI

    desarrollo

    de

    Suida

    y

    Noche

    son

    bien

    co-

    nocidos.

    La

    meta,

    que

    acta

    tambin

    como

    origen

    que

    pone

    en

    movi-

    miento el

    proceso

    y

    lo

    orienta

    es

    la

    unin

    con

    Dios por

    la

    contempla-

    cin

    entendida

    como

    noticia

    oscura,

    pacfica

    y

    amorosa

    que

    Dios

    infunde

    en

    el

    hombre.

    De

    esa

    unin

    por

    la contemplacin

    ha

    tenido

    experiencia

    el

    autor

    de

    los

    dos

    libros.

    De ello

    es

    testimonio

    el

    poema

    al

    que

    ambos

    sirven

    de

    comentario.

    Esa experiencia

    es

    Ia luz

    que

    arde en

    el

    interior

    y

    gua

    al autor

    en

    todos

    sus

    pasos.

    Le

    mueve

    a

    escribir

    Ia situacin

    de

    perso-

    nas

    -principiantes

    y

    aprovechados-

    que

    estando

    ya

    en camino

    hacia

    la

    unin

    con

    Dios no

    pasan adelante

    por no

    decidirse

    a dar los

    pasos

    necesarios

    o

    por

    no

    disponer

    de

    maestros

    experimentados

    que

    les

    ha-

    gan

    ver

    la

    necesidad

    de darlos.

    La

    situacin es,

    pues,

    la

    de

    alguien

    [ue,

    habiendo

    pasado

    por

    la

    noche

    que

    describe,

    ha

    llegado

    a la luz

    os-

    cura

    de

    la

    contemplacin

    y

    se

    propone

    convencer,

    a

    los

    que

    no

    han

    he-

    cho

    ms

    que

    iniciar

    el camino,

    de

    la

    necesidad

    de

    pasar

    por

    esa

    noche

    para

    llegar a

    la unin.

    El

    primer

    recurso

    de

    esta exhortacin

    en

    la

    que

    el maestro

    dispone

    de

    una luz

    que

    le

    est

    todava oculta a

    su

    destinatario

    es

    hacerle

    caer

    en

    la

    cuenta

    de

    su situacin

    de oscuridad.

    Aunque

    se

    trate

    de

    perso-

    nas

    ya

    iniciadas

    en

    la da

    del

    Espritu,

    en los

    caminos

    de

    la oracin,

    que

    pueden

    tener

    alguna

    experiencia

    espiritual

    y

    haber

    disfrutado

    de

    gozos

    en

    relacin

    con

    la vida

    religiosa,

    necesitan

    saber

    que

    la luz

    que

    han

    tenido

    y

    el

    gozo

    que

    han

    disfrutado

    es

    slo

    apariencia

    en

    compara-

    cin

    con

    el

    encuentro

    amoroso

    al

    que

    Dios les

    llama,

    esa

    infusin

    se-

    creta,

    pacfrca

    y

    amorosa

    de

    Dios

    que...

    inflama

    al

    alma

    en

    el espritu

    de

    amor

    (8).

    Para

    ello

    les

    muestra

    el

    autor

    -al

    hilo

    de

    las

    primeras

    exhortaciones-

    una

    descripcin de

    su situacin

    que

    les

    haga caer

    en

    la cuenta

    de

    la

    miseria

    en

    que

    se

    hallan

    y

    les abra

    los

    ojos

    sobre

    la

    ilu-

    sin

    que padecen. En los

    primeros

    captulos

    de

    Subida

    se describe,

    pues,

    lo

    que

    Pascal

    llamara

    la

    miseria

    del

    hombre

    sin

    Dios,

    una

    mise-

    ri

    que

    esos

    primeros

    pasos,

    si se

    toman

    como

    definitivos

    no alivian

    y

    que

    en alguna

    medida

    agravan

    por

    cuanto

    impiden

    al

    hombre

    tomar

    (7)

    Para un

    anlisis

    detallado

    remito

    a las obras

    de

    FERNANDO

    URBINA:

    La

    perso-

    na

    hwnana

    en san

    Juan d.e

    la cruz.

    Madrid,

    Instituto

    social

    Len

    XIII,

    1956,

    y

    comen-

    tario a

    Noche

    oscura

    del

    esprtu

    y

    subida

    al

    Monte

    carmelo .

    Madrid,

    Marova,1982.

    (8)

    1 N

    10.

    JUAN

    MARTN

    VEI ASCO

    439

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    14/130

    conciencia

    de

    su verdadera

    situacin.

    Si

    se tiene

    en

    cuenta

    que

    el

    pro-

    pio

    autor

    advierte

    que

    son

    pocos

    los

    hombres

    que

    pasan

    a

    los

    estadios

    ulteriores

    de

    la contemplacin,

    se ver

    que

    la descripcin

    que

    contie-

    nen los

    primeros

    desarrollos del

    comentario

    afecta desgraciadamente

    a

    la

    mayor

    parte

    de

    los

    hombres.

    Rasgos

    de

    esa situacin

    que

    la impla-

    cable descripcin

    acumula

    son

    el

    cansancio,

    el

    tormento,

    el

    oscureci-

    miento, la

    ceguera, la

    mancha, la

    herida,

    eI

    debilitamiento,

    la inquie-

    tud, el hambre

    (9).

    Resumen

    vivo

    de

    la misma

    son los

    smbolos de

    origen

    proftico

    de la

    cisterna

    rota,

    el

    mar

    tormentoso,

    el

    ento,

    el

    fue-

    go.

    El hombre

    en esas

    condiciones

    es

    intil

    como'taso

    quebrado

    (10).

    Verdaderamente

    msera suerte de da

    la

    suya

    (11),

    suerte

    en

    la

    que

    el

    hombre

    vive

    en oposicin

    consigo mismo,

    vaco,

    condenado

    a la

    apariencia

    y

    la ilusin.

    Tal

    descripcin

    no

    se basa

    en

    los

    datos

    de

    la

    experiencia

    de

    los

    propios interesados

    ni

    en

    el testimonio

    de

    los afectados

    por

    esa

    situa-

    cin. Porque

    se trata

    de una situacin

    oculta

    a

    quienes

    la

    padecen.

    La

    descripcin

    ha

    podido

    hacerse

    desde

    una experiencia

    diferente:

    la

    viva

    experiencia

    del mstico

    en la

    que

    ha fraguado

    una

    original

    com-

    prensin

    del hombre,

    a cuya

    luz

    la

    condicin

    del

    hombre

    natural

    aparece

    como

    una condicin

    des-graciada .

    En

    esa

    experiencia

    aflora

    una comprensin

    relacional

    del hombre

    en

    la

    que

    todas las relaciones

    mediante

    las

    cuales

    se

    realiza

    su

    vida: relacin

    consigo

    mismo,

    con

    el

    mundo,

    con

    los

    dems,

    estn traspasadas,

    sostenidas,

    polarizadas

    por

    una relacin fundamental, originante:

    la

    de

    la

    presencia amorosa

    de

    Dios

    que

    reclama

    la

    adhesin amorosa

    del hombre

    para

    que

    ste

    pue-

    da llegar

    a su

    realizacin

    plena.

    Desde

    esta

    comprensin

    del hombre;

    mejor,

    desde

    la

    experiencia

    vivsima

    que

    la

    origina, el mstico

    descu-

    bre la

    vaciedad

    de

    cualquier relacin

    que

    la ignore

    o la

    menosprecie

    y

    clama

    con todos los recursos

    a

    su

    alcance

    para

    llevar

    a

    los

    dems

    a

    su

    descubrimiento.

    Subrayemos

    la

    diferencia

    de

    la

    situacin

    del mstico

    y

    de

    los

    desti-

    natarios a

    quienes

    se

    dirige

    su comentario

    como

    primera cautela

    her-

    menutica

    para

    comprender

    el alcance

    de

    sus expresiones. Desde

    la

    experiencia

    plenificadora

    de

    esa

    amorosa relacin

    constituyente

    el

    mstico

    percibe

    y

    vive

    la

    totalidad

    de

    lo

    existente

    y

    de

    la

    da

    humana

    a

    su luz

    y

    sostenido

    por

    ella.

    No

    ignora

    que

    el

    hombre

    es una relacin

    pluriforme:

    de conocimiento,

    representacin,

    deseo, con

    el

    mundo,

    sus

    (9)

    1 S

    6-11.

    (10)

    3 S 25,6.

    (11)

    2

    N

    16,12.

    440

    EXPERIENCIA

    MSTICA

    Y EXPERIENCIA

    DEL HOMBRE

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    15/130

    objetos

    y

    sus

    formas

    y

    el

    resto

    de

    las

    personas.

    LJna

    relacin

    que

    com-

    prende

    -en

    una enumeracin

    de

    origen

    escolstico-

    los

    niveles

    de

    los

    sentidos

    externos

    e

    internos,

    de

    las facultades del

    alma

    y

    de

    su

    centro

    profundo.

    Pero

    a la

    luz

    y

    al

    calor

    de

    la

    experiencia

    del

    mstico,

    todas

    las

    relaciones

    estn

    orientadas

    por

    la

    polaridad

    de

    la

    relacin

    funda-

    mental, y la

    perfeccin

    de

    la

    realizacin

    humana

    depende

    de

    la

    perfec-

    cin en

    el

    ejercicio

    de esa

    relacin fundamental.

    Es

    decir

    que

    eI

    msti-

    co

    ve

    el

    mundo

    y

    el

    hombre

    desde

    Dios.

    Lo

    problemtico

    para

    l

    no es

    que pueda

    existir

    Dios

    ni

    Ia relacin

    con

    I,

    sino

    que

    existiendo

    Dios

    pueda

    existir

    el

    hombre

    y

    su mundo,

    lo

    contingente,

    1o frnito.

    El

    prin-

    cipiante,

    en

    cambio, destinatario

    del

    comentario,

    y

    con l el

    hombre

    ordinario

    que

    hoy se

    acerca

    a su

    lectura,

    miran eI

    mundo, en el

    mejor

    de

    los

    casos,

    en

    el

    de

    una

    fe

    inicial

    en

    el

    claroscuro

    de

    una

    luz

    que

    les

    hace

    ver

    pero que

    no

    se

    deja

    ver

    ms

    que

    en el

    reflejo lejano

    de

    Io crea-

    do.

    De ah

    que,

    insisto, en el mejor

    de

    los

    casos,

    avance penosamente

    de

    las criaturas al

    creador,

    del

    mundo

    y

    el

    hombre a

    la amorosa

    pre-

    sencia

    fundante

    que

    los

    origina,

    de

    la

    que

    ese

    sujeto

    slo

    tiene

    una

    li-

    gera

    sospecha,

    una

    vaga

    noticia.

    El

    poema

    En

    una

    noche

    oscura

    con su

    extraordinaria

    efrcacia

    sim-

    blica

    abre una brecha

    en

    la estrechez de

    la

    visin del

    principiante,

    capaz

    de suscitar

    el deseo

    y

    la

    sospecha

    de

    otra

    ladera

    de

    la

    realidad

    que

    slo se

    insina a su

    visin

    ordinaria.

    El

    comentario

    elabora con-

    ceptualmente,

    doctrinal

    y

    hasta doctrinariamente,

    con

    una inevitable

    torpeza

    de

    la

    que

    su

    autor se

    queja

    en

    el

    prlogo,

    el rayo

    de

    luz vivido

    en

    la

    experiencia

    y

    difractado,

    gracias

    a

    la

    genialidad

    del

    poeta,

    en

    los

    smbolos del

    poema.

    Pero

    la diferente

    experiencia

    explica

    que

    las

    pala-

    bras del

    mstico,

    que ya

    de

    suyo

    traicionan

    tanto

    como

    expresan

    Ia luz

    de

    la

    que

    viven,

    deslumbren

    y

    hasta cieguen

    la

    capacidad

    de compren-

    sin

    de

    quienes

    habituados a una

    luz

    ms tenue

    parecen

    condenados

    a

    Ia

    visin de

    la realidad

    desde

    el

    revs

    de

    esta

    ladera.

    Pero

    tras

    estos

    prembulos

    que me

    parecan indispensables,

    entre-

    mos en

    la lectura

    de esa

    letra dura del texto

    que

    origina la

    impresin

    a

    Ia

    que

    constantemente

    venimos refirindonos.

    Para

    salir

    de

    la

    miseria de

    la situacin

    en

    que

    se

    encuentra,

    el

    hombre

    necesita

    iniciar un

    implacable

    proceso

    de

    purificacin

    que

    ha

    de

    afectar

    a todos

    los niveles:

    sensibilidad externa,

    sentidos

    inter-

    nos,

    facultades

    del alma, centro

    de

    la

    persona y

    a

    todas

    las

    dimensio-

    nes:

    intelectual,

    tendencial,

    volitiva,

    y

    a todas

    las

    relaciones

    que

    el

    hombre

    es

    capaz

    de

    entablar

    y

    a

    todos

    los

    objetos

    posibles

    de

    las

    mis-

    mas.

    Este

    proceso de

    purifrcacin

    es

    descrito

    con

    las

    imgenes

    de no-

    JUAN

    MARTN VEI,ASCO

    44L

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    16/130

    che, negacin, abnegacin,

    pobreza,

    vaco, desnudez, muerte,

    renun-

    cia, silencio,

    aniquilamiento. La

    radicalidad

    y

    universalidad

    de

    su

    aplicacin

    aparece

    en

    los

    trminos

    absolutos

    en

    que

    se

    expresa

    su

    re-

    sultado:

    se

    aplica a todo;

    y, por

    tanto, ha de hacer

    pasar

    al hombre

    por

    la

    nada.

    Recordemos

    ms en

    detalle

    sus fases

    principales.

    Se

    trata, en

    pri-

    mer

    lugar, de

    purificar

    la

    parte

    inferior

    del hombre,

    el nivel de los

    sen-

    tidos, llevando

    al sujeto

    a

    renunciar

    activamente

    a

    los

    apetitos

    que

    le

    vuelcan

    hacia las

    cosas

    sensibles.

    La

    renuncia

    es total: a

    todos

    los

    ape-

    titos,

    por

    mnimos

    que

    sean,

    y

    a

    los

    apetitos

    de

    todo

    (12).

    Para

    fundar

    la

    necesidad

    de

    este radical

    proceso

    de

    purifrcacin

    acude

    Juan de

    la

    Cruz a

    razones

    que propone

    a modo

    de

    primeros

    principios.

    Dos

    contrarios no

    caben

    en

    un

    mismo

    sujeto: Dios

    y

    las

    afecciones

    a las

    criaturas

    son

    contrarios;

    as, pues,

    el

    hombre

    deber

    renunciar

    a

    stas

    para

    poder

    llegar

    a la

    unin

    con Dios. En efecto,

    el

    apego

    a una

    realidad

    lleva

    al

    hombre

    a la

    identifrcacin

    y

    a

    la

    sujecin

    a

    ella. Por tanto,

    tener

    amor,

    apetito

    o apego

    a

    cualquier criatura

    con-

    ducir al

    hombre

    a la

    nivelacin

    con

    la

    criatura,

    a

    la mundanizacn

    de

    su ser

    y

    a

    la imposibilidad

    de

    realizar

    su

    aspiracin ms

    profunda,

    nica

    que

    le

    permite

    realizarse

    de

    forma

    plena,

    la

    aspiracin a Ia

    unin

    con Dios

    (13).

    A

    esta

    primera

    fase

    sigue el

    vaciamiento

    de

    los sentidos

    internos

    y

    las facultades

    del

    alma, entendimiento,

    memoria

    y

    voluntad de

    toda

    clase de

    contenidos

    tanto naturales

    como

    sobrenaturales

    que puedan

    embarazarlas,

    para

    dejar

    al

    alma

    en

    pura

    fe,

    esperanza

    y

    caridad.

    Y es

    que,

    dada

    la infinita

    trascendencia

    de Dios sobre

    todas

    las

    criaturas

    -aunque

    curiosamente

    el trmino

    trascendencia'

    no

    perte-

    nezca

    al

    vocabulario

    sanjuanista-

    ninguna

    de

    ellas

    puede

    ser medio

    proporcionado

    para

    la

    unin

    con

    Dios,

    por

    1o

    que

    el hombre

    deber

    pu-

    rificarse

    de

    toda

    aprensin

    o

    noticia imaginaria

    o

    intelectual y

    de todo

    contenido

    de

    la memoria

    y

    afecto

    de

    la

    voluntad

    y

    ponerse

    purmente

    en

    unin

    con

    Dios

    (14).

    Conclusin de

    esta

    primera

    fase

    purificadora

    activa

    aplicada al

    nivel

    del sentido

    y

    al espiritual

    son los

    clebres versos

    que

    aparecen

    (12)

    1

    S

    11-12.

    (13)

    1

    S

    4ss.

    (1a)2ysS.

    442

    EXPERIENCIA

    MSTICA

    Y EXPERTENCIA

    DEL

    HOMBRE

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    17/130

    en la

    imagen

    del monte

    y que

    reproduce

    y

    comenta

    en el

    libro de la

    Subida

    (15).

    Para

    venir a

    gustarlo

    todo,

    no

    quieras

    tener

    gusto

    en

    nada.

    Para venir

    a

    poseerlo

    todo,

    no

    quieras

    poseer

    algo en nada.

    Para

    venir

    a

    serlo

    todo,

    no

    quieras

    ser algo en

    nada.

    Para

    venir

    a

    saberlo

    todo,

    no

    quieras

    saber algo en

    nada... .

    En

    estos

    versos

    afirma

    sucesivamente

    la

    necesidad de

    purificar

    las

    diferentes facultades:

    gustar,

    tener, saber, hasta

    llegar

    alaraz

    misma

    de

    ellas:

    ser;

    y

    llevar

    su

    vaciamiento hasta

    la negacin

    total:

    gustar,

    tener,

    saber,

    ser

    nada,

    como

    condicin

    para

    llegar a

    gustar,

    tener, sa-

    ber

    y

    ser todo.

    Pero

    hay

    dimensiones

    del

    desasimiento

    que

    no alcanza el

    hombre

    por

    ms

    voluntad

    que ponga.

    A Ia fase activa de

    la

    purificacin

    debe

    suceder

    la

    purifrcacin

    pasiva

    en la

    que

    Dios

    mismo

    acta

    para

    desa-

    sir

    al

    hombre, en su

    parte

    sensitiva

    y

    en su

    espritu

    hasta

    de sus ms

    sutiles

    apegos,

    para

    desasir

    al hombre

    de

    s

    mismo, de su mariera de

    representarse

    y

    de desear

    a

    Dios. Es

    la

    noche

    pasiva que

    en sus

    lti-

    mas fases ensancha el

    deseo

    del

    hombre, hacindolo

    pasar por

    la

    oscu-

    ridad

    de

    la

    nada, hasta disponerlo

    a

    la

    medida insondable

    de

    Dios.

    Las

    expresiones

    utilizadas

    por

    el

    mstico

    a

    lo

    largo

    de

    todo

    este

    proceso

    no

    pueden

    ser

    ms radicales. Recordemos slo

    una:

    Esta

    ne-

    gacin...

    ha

    de ser

    como

    una muerte

    y

    aniquilacin temporal

    y

    natural

    y

    espiritual

    en

    todo .

    Expresiones aisladas aparte,

    la radicalidad

    apa-

    rece

    provocadora

    e hiriente al

    insistir

    el autor

    en

    que

    son todos

    los

    apetitos lo

    que

    debe

    ser

    negado,

    de

    forma

    que

    con

    frecuencia

    la

    nega-

    cin se

    refiera al

    hecho

    mismo

    de

    amar; al afirmar

    que

    son los

    apetitos

    de

    todo,

    tambin

    de

    lo

    de suyo

    indiferente

    e

    incluso

    bueno;

    al

    aplicar

    el

    celo

    purificador

    tambin

    a

    las facultades

    espirituales

    y

    a

    lo

    que

    son

    sus objetos

    naturales;

    y

    al

    llevar

    la

    necesidad

    de

    la

    negacin

    incluso a

    los

    dones

    que

    Dios mismo

    concede

    al

    hombre

    como

    aJruda

    para

    su

    san-

    tificacin.

    Muestra clara

    de esta

    radicalidad

    aparentemente

    intolera-

    b1e

    es

    el

    hecho

    de

    que

    cuando el autor se

    hace

    eco

    de

    la objecin,

    pro-

    bablemente

    no inventada

    por

    1, de

    que

    ese

    afn

    negador

    aplicado

    a

    las facultades del hombre

    pueda

    tener

    como consecuencia

    la

    destruc-

    (15)

    1

    S

    13.

    JUAN MARTN VEI,ASCO

    443

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    18/130

    cin del

    uso

    natural

    y

    curso de

    las

    potencias y que quede

    el

    hombre

    como

    bestia, olvidado

    y

    sin discurrir

    ni

    acordarse de

    las

    necesidades

    y

    operaciones

    naturales ,

    la

    respuesta

    a ella

    no

    es

    negar

    ni

    paliar

    esa

    necesidad

    de

    negacin,

    sino

    reconocer

    que

    es

    as , aunque aada

    a

    continuacin

    que

    esa negacin no

    es la ltima

    palabra, ya que

    a

    medi-

    da que

    la unin

    se

    va produciendo van transformndose las facultades

    en

    divinas

    y

    sus operaciones

    pasan

    a ser operaciones

    divinas

    (16).

    Una lectura adecuada de

    los

    textos sobre

    la

    purifrcacin permite

    responder convincentemente

    a

    la

    primera

    impresin

    que producen

    sus

    expresiones. En

    primer

    lugar,

    una lectura as

    permite

    concluir

    que

    el

    objeto de

    la

    negacin no

    es la

    realidad

    del

    mundo,

    sino el apetito,

    es

    decir,

    el

    apego

    a ella:

    No

    tratamos aqu

    de carecer de

    las

    cosas,

    por-

    que

    eso

    no desnuda

    al alma

    si

    tiene apetito de

    ellas,

    sino de la

    dejadez

    del

    gusto

    y

    apetito

    de

    ellas,

    que

    es lo

    que

    deja al alma libre

    y

    vaca de

    ellas,

    aunque

    las tenga. Porque no

    ocupan

    al

    alma

    las

    cosas

    de

    este

    mundo

    ni la

    daan... sino

    la voluntad

    y

    apetito

    de ellas

    que

    moran

    en

    ella

    (17).

    En

    segundo

    lugar, no

    es el sentir,

    imaginar,

    pensar

    o

    querer

    lo

    que

    debe

    ser negado como condicin

    para

    la unin,

    sino

    la realiza-

    cin

    de

    todas estas

    operaciones

    con

    apego o

    apetito, es

    decir, de mane-

    ra

    posesiva, poniendo

    en los

    sujetos la

    voluntad

    y

    centrando en

    ellos

    unas facultades

    que

    slo

    descentradas

    o

    desposedas'se

    capacitan

    para

    entrar

    en contacto con

    la realidad

    absolutamente trascendente

    de

    Dios.

    Lo

    mismo

    puede

    decirse

    de

    los

    dones

    naturales

    o

    sobrenaturales

    de

    estas potencias. Convertidos en objeto

    de posesin o apego

    pasan

    a

    embarazar

    el alma

    que

    slo descentrada de todo

    y

    de s misma, desasi-

    da

    de la

    tendencia

    a

    convertirse

    en

    centro

    de la realidad,

    est en dispo-

    sicin de entrar

    en

    relacin

    con

    Dios,

    que por

    ser

    Bien

    sumo

    en todos

    los

    rdenes

    tiene

    que

    ser

    reconocido

    como

    el centro absoluto

    de

    todo.

    As vista la

    descripcin del

    proceso

    de

    purifrcacin,

    ste no

    es otra

    cosa

    que

    la

    explicitacin

    de

    las

    consecuencias de

    una

    correcta

    inter-

    pretacin

    de la

    naturaleza enteramente original

    de la

    relacin

    teolo-

    gal.

    Por

    ser

    Dios quien

    es,

    en

    la

    relacin

    con

    l el

    hombre no

    puede

    comportarse

    como con eI

    resto

    de

    las realidades

    del mundo,

    como suje-

    to

    que

    las convierte

    en

    objeto,

    las vive en funcin de s mismo

    y

    las

    pone

    a

    su

    servicio. Slo descentrado, desposedo de todo

    y

    de s, est el

    hombre

    en disposicin de

    reconocer

    a

    Dios

    como

    Dios,

    sin

    rebajarlo

    a

    la

    condicin

    de

    objeto al

    servicio

    del

    hombre.

    Por

    eso tienen

    razn

    los

    que

    afirman

    que

    la

    negacin

    purifrcadora

    no es

    predisposicin,

    requi-

    (16)

    3 s 2,7-8.

    (17)

    1 S

    3,4.

    444

    EXPERIENCIA

    MSTICAY

    EXPERIENCIA DEL

    HOMBRE

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    19/130

    sito

    previo

    para

    la unin

    (18),

    sino

    la otra

    cara

    de

    la

    unin,

    es

    decir, el

    resultado

    de

    Ia nueva

    forma

    de ser,

    pensar

    y querer

    que

    se

    aduea

    del

    hombre

    cuando

    ste

    consiente

    a la relacin

    amorosa

    originante

    con

    Dios

    que

    le constituye.

    Por

    eso obserwa

    a

    cada

    paso

    el autor

    de

    los

    co-

    mentarios

    que

    el

    resultado

    de

    la

    purifrcacin

    no

    es

    la

    negacin,

    el ani-

    quilamiento del hombre

    y

    sus

    facultades, sino

    el

    que stas

    se

    tornen

    de

    naturales

    en divinas

    (19);

    por

    eso

    el

    sentido

    purifrcado

    no le

    hace

    insensible

    a

    la creacin

    y

    su

    belleza, al

    contrario,

    ahondado

    por

    la

    pu-

    rificacin,

    se torna

    capaz de

    intuir en

    su

    contacto

    con

    el

    mundo

    una

    di-

    mensin

    de

    profundidad

    que

    se

    escapa

    al sentido

    sIo

    atento

    a

    lo

    sen-

    sible:

    El

    que

    no

    vive

    ya

    segn

    el sentido,

    todas

    las

    operaciones

    de

    sus

    sentidos

    y potencias

    son

    enderezadas

    a

    divina contemplacin...

    de don-

    de

    se

    sigue

    que

    ese

    tal,ya

    limpio de

    corazn,

    en

    todas

    las cosas

    halla

    noticias

    de

    Dios

    gozosa

    y

    gustosa,

    casta,

    pura,

    espiritual,

    alegre

    y

    amorosa (20).

    Por

    eso

    el

    paso

    por

    la

    nada

    en

    eI gusto,

    Ia

    posesin, el

    saber

    y

    en el

    ser

    mismo

    es el

    revs de

    un

    tapiz

    que

    en su

    otra

    cara es

    haber

    llegado

    a

    ser,

    gustar,

    poseer

    y

    saber

    todo.

    Por

    eso,

    tambin,

    la

    radical

    negacin

    de

    todo

    permite

    su recuperacin

    transfrgurada:

    mi

    amado,

    las

    montaas,

    los

    valles

    solitarios

    nemorosos... .

    Por

    eso,

    final-

    mente, el

    inexorable

    asceta

    autor

    de

    Subida

    y

    Noche

    ha apreciado

    y

    vivido el

    clima de

    alegra

    y

    fraternidad

    que

    la

    Madre

    Teresa

    haba

    querido

    para

    sus

    carmelos;

    ama

    el

    contacto

    con

    la naturaleza

    y

    educa

    a

    sus

    religiosos

    en

    ese

    amor;

    se

    muestra

    sensible

    a

    la msica

    y

    canta

    durante

    sus

    interminables

    viajes,

    talla

    y pinta crucifijos y llena

    de es-

    tampas

    el breviario

    y

    de

    pinturas

    del Seor

    las

    paredes

    (21);

    es entra-

    able

    con los

    hermanos

    a los

    que

    forma;

    dedica

    a

    hermanas

    y

    seglares

    algunas

    de sus

    obras;

    y

    escribe con

    naturalidad

    a sus

    dirigidas:

    no

    me

    faltaba

    ahora

    ms sino

    olvidarla,

    mira

    cmo

    puede

    ser

    lo

    que

    est

    en

    el alma,

    como ella

    est

    (22).

    As,

    pues,

    no

    parece

    quedar

    duda

    sobre

    la interpretacin

    global

    del

    camino

    de

    purifrcacin

    en el conjunto

    de

    la

    experiencia

    y

    la doctrina

    de

    (18)

    J.

    RUIZ SAIVADOR,

    Introduccin a San

    Juan de la

    Cruz. Madrid,

    La

    Editorial

    Catlica,

    1968

    (B.A.C.),

    especialmente

    cap. 15, El sendero

    de las

    nadas ,

    pgs.414-442.

    (19)

    2 N

    4,2.

    (20)

    S S

    26,6.

    Sobre

    toda esta cuestin

    cf.

    F. RUIZ

    SALVADOR,

    Ruptura

    y

    comunin.

    Teresianum

    41

    (1990),

    pCs.

    344-345.

    (21)

    F.

    RUIZ SAIVADOR,

    Unidad

    de contrastes:

    hermenutica

    sanjuanista ,

    en

    F.

    Ruiz

    (edit.),

    Experiencia

    y

    pensamiento

    en San Juan

    d'e la Cruz.

    Madrid,

    Editorial

    de Es-

    piritualidad,

    1990,

    pg.

    46.

    (22)

    Ep

    19. 'A

    quien

    yo

    siempre

    tengo

    en

    mi memoria ,

    escribe

    a

    Doa Ana

    de

    Pea-

    losa

    (Ep

    31);

    y

    a

    la M.

    Ana

    de Jess:

    Ahora

    sea

    yendo,

    ahora

    quedando,

    doquiera

    y

    como

    sea

    que

    sea

    no la

    oldar ni quitar

    de

    la

    cuenta (Ep

    25).

    ruAN

    MARTN

    VEI,ASCO

    445

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    20/130

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz.

    Slo

    aparentemente

    la experiencia

    teologal exige

    o comporta

    la

    negacin

    del mundo

    y

    del hombre.

    O, mejor,

    la

    negacin,

    la noche,

    el

    aniquilamiento

    del mundo

    y

    del hombre

    que

    comporta

    la

    purificacin

    es slo

    la

    otra

    cara

    de

    su afrrmacin

    en

    un nivel

    ms

    hon-

    do,

    el resultado

    de

    su transfrguracin

    cuando

    es visto

    y

    vivido

    alahru

    de la

    unin

    del hombre

    con

    Dios

    a

    la

    que

    el hombre

    est

    destinado.

    Pero

    creo

    que

    ms

    de

    un lector

    actual

    de

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz tie-

    ne

    dificultades

    para

    contentarse

    con

    esta respuesta

    de suyo

    satisfacto-

    ria. An

    aceptada cordialmente

    como

    vlida,

    a

    no

    pocos

    de

    sus lectores

    nos

    surgen

    dudas sobre

    el

    valor e

    incluso

    la legitimidad

    de

    algunas

    de

    las

    expresiones

    de

    fray

    Juan.

    Por

    eso

    talvez

    no

    sea intil

    que

    nos

    en-

    frentemos

    con ellas

    y

    les busquemos

    una

    explicacin.

    Dificultades

    actuales

    para

    asumir

    algunas

    expresiones

    de

    Juan

    de

    la

    Cruz

    Aceptar

    sin

    reservas

    la

    validez

    de

    la

    experiencia

    de

    nuestro

    msti-

    co

    y

    la

    verdad

    fundamental

    de la sntesis

    teolgica

    en

    que

    la formula

    y

    la interpreta,

    pienso

    que

    el contexto

    socio-cultural

    en

    que

    vive, Ia

    ex-

    periencia

    y

    la comprensin

    de la

    Iglesia

    en

    que

    se enmarca

    su

    expe-

    riencia

    cristiana,

    y

    la mentalidad

    teolgica

    que

    configura

    su

    pensa-

    miento

    condicionan

    Ia

    formulacin de

    la

    espiritualidad

    contenida

    en

    sus

    comentarios

    y

    exige de sus

    lectores

    actuales

    un

    esfuerzo de

    traspo-

    sicin

    a

    las

    propias

    circunstancias,

    contexto

    eclesial

    y

    mentalidad

    teo-

    lgica

    como

    condicin indispensable para

    comprender

    adecuadamente

    su

    doctrina.

    Como hacemos

    con todos

    los clsicos,

    la

    nica forma

    pro-

    vechosa

    de leer

    a este clsico

    de

    la

    espiritualidad

    cristiana

    ser no ve-

    nerarlo

    y

    repetirlo

    como

    una

    cima insuperable,

    sino

    dejarse iluminar

    por

    l

    para

    construir

    con

    nuestros

    escasos

    recursos

    la

    sntesis

    espiri-

    tual

    que

    convenga

    a

    nuestro

    contexto,

    nuestra

    experiencia

    eclesial

    y

    nuestra

    forma

    de

    pensar,

    notablemente diferentes

    de

    los

    suyos.

    Comenzando

    por

    el

    aspecto

    ms sencillo,

    es

    indudable

    que

    los

    es-

    critos

    de

    San

    Juan

    de

    la

    Cruz

    contienen

    numerosas

    expresiones

    en las

    que

    se manifiesta

    una sensibilidad

    neoplatnica

    difcilmente

    asumible

    por

    el

    hombre

    de nuestros

    das

    que

    ha

    escuchado las

    crticas

    de

    Nietzsche

    y

    las

    sucesivas

    intaciones

    a

    ser fieles a la

    tierra. Se

    trata

    de

    elementos

    que

    le

    han

    llegado

    a

    travs

    de

    la misma

    sntesis

    escols-

    tica

    en

    la

    que

    le

    ensearon

    a

    pensar

    teolgicamente;

    a

    travs

    de

    la

    li-

    teratura

    renacentista

    con

    la

    que estaba

    familiarizado;

    y

    sobre

    todo

    a

    446

    EXPERIENCIA

    MSTICA Y EXPERIENCIA

    DEL

    HOMBRE

  • 7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica

    21/130

    travs

    de

    Ia

    doctrina

    de

    unos

    espirituales

    en

    los

    que

    haban

    dejado

    una

    huella

    importante

    los

    escritos

    del

    Pseudodionisio.

    Anotemos,

    como

    ejemplos

    de expresiones

    que

    transparentan

    esa sensibilidad,

    la

    designacin

    del

    sujeto

    como

    alma;

    expresiones

    en

    las

    que

    se

    manifies-

    ta cierto

    menosprecio

    del

    nivel

    sensitivo

    en

    el hombre;

    la considera-

    cin del cuerpo

    como

    crcel

    y

    lugar

    de

    destierro;

    la

    referencia

    a

    la

    for-

    ma angelical

    de vida

    como

    ideal

    para

    Ia

    vida

    del

    hombre

    cristiano

    y,

    en

    general,

    una

    expresin

    dualista

    de

    la experiencia

    humana

    que

    parece

    ieducir

    lo

    corporal

    a

    ocasin,

    instrumento

    o

    lugar

    para

    la

    realizacin

    de

    un

    sujeto

    que parece

    identificarse

    con

    el alma.

    Es

    verdad

    que

    no

    fal-

    tan

    en

    su

    pensamiento vestigios

    aristotlicos

    presentes

    tambin

    en

    la

    sntesis

    escolstica

    de

    su

    formacin

    teolgica.

    Es verdad,

    sobre

    todo,

    que

    su

    extraordinaria

    sensibilidad

    de

    poeta

    le

    hace

    vibrar

    con

    la

    belle-

    za

    encarnada

    en

    fortnas,

    figuras,

    sonidos

    y

    palabras.

    pero

    no

    pocas

    ex-

    presiones doctrinales parecen expresar

    una visin

    de

    la

    realidad

    en

    la

    que

    el

    mundo,

    el

    cuerpo

    y

    Io sensible

    no

    pasan

    de

    ser

    la

    parte

    inferior

    de

    un

    hombre

    que

    para

    realizarse

    perfectamente

    tiene

    que

    abandonar

    esas

    zonas

    inferiores

    y

    vivir

    angelicalmente

    como

    puro

    espritu.

    Ms

    importante

    que

    esas

    frmulas

    platnicas

    tienen

    algunos

    ras-

    gos

    de

    la

    formulacin

    de

    su slida

    y

    coherente

    sntesis

    teolgica-

    El

    entro

    de

    esta

    sntesis

    est

    sin

    duda en

    la

    ms

    decidida

    experiencia

    y

    la ms

    clara afrrmacin

    de

    la trascendencia

    absoluta

    de Dios.

    De

    esa

    obra

    se

    ha

    podido decir que su razn de ser

    es

    poner en

    guardia

    con-

    tra el

    peligro

    de

    confundir

    a

    Dios

    con la

    idea

    que

    el hombre

    se

    hace

    de

    l

    por

    ms sublime

    que

    sea

    (23).

    Pero

    la afirmacin

    radical

    de

    la

    trascendencia

    de

    Dios

    va ms

    all

    de

    la negacin

    de

    las determinaciones

    que

    caractezan

    los

    seres

    con-

    tingentes:

    Dios

    infinito,

    inmenso,

    etc. Por debajo

    de esa

    negacin

    est

    la

    relacin constituyente

    de Dios

    para

    con

    el hombre,

    relacin

    que

    por

    ser

    constituyente

    no

    se

    establece

    entre

    dos

    trminos

    dados

    sino

    que

    se

    realizahaciendo

    ser

    al

    hombre,

    de

    forma

    que

    el ser

    de

    ste

    consiste

    en

    depender

    del absoluto.

    De

    ah

    que

    Dios

    sea

    totalmente

    otro

    en

    relacin

    con

    lo creado:

    las

    cosas

    creadas

    no

    pueden

    tener

    alguna

    proporcin

    con

    el

    ser de

    Dios

    (24),

    incomparable

    con

    ello

    (25)

    y,

    por

    tanto,

    inefa-

    ble,

    incogitable,

    inaccesible,

    incomprensible

    (26).

    Pero

    justamente

    por

    (23)

    G.

    MOREL,

    Le sense d.e

    l'existence

    selon

    Jean d.e

    la

    Croix.

    Paris,

    Aubier,

    1960

    vol

    II,

    pg.

    158.

    (24)25r2,4;258,3.

    (25) 3 S 12,1.

    (26)L

    A,3,4s;3,44;

    Ep 13.