san agustín

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SAN A GUSTÍN En torno nuestro, el mundo despliega ante nuestros sentidos su pretensión de ofrecernos un cuadro verdadero. La realidad conocemos en cuanto la pensamos. Por fuerza hemos de cree demostrarla no podemos. Percibimos su forma aparente sin poder pen misma de las cosas; las cosas en sí no las captan los sentidos. Por otra parte, el mundo empírico supone las nociones de espac espacio es solamente el orden natural de las cosas; fuera del mund razón de ser. la idea de tiempo gustín la hace ob!eto de un an" #echaza la definición aristot$lica; el tiempo no es el movimiento realidad, el pasado sólo existe en nuestro memoria, el futuro en n presente es el momento escurridizo %ue, apenas nace, se desvanece triple función recuerda, espera y atiende, no fuera de ella, se ha &in memoria no habría tiempo. ntes de la creación no hubo ni tiem 'ondicionada por estos dos enigmas, la realidad sensible, problem" a(n m"s. Estudien las ciencias físicas este con!unto de apariencias, re llenen su cometido sin restricción alguna, pero no se imaginen pos cierto. &u verdad relativa no afecta la verdad superior, %ue no es buscamos. )*ónde, pues, hallaremos la certidumbre+ *emos la espalda al m examinemos la propia conciencia. %uí ocurre algo excepcional. Pi e%uivoco %uiz"; pues bien, aun para e%uivocarme es menester %ue yo hay un hecho cierto, el hecho de mi propio ser. - bien, veo %ue no tambi$n tengo conocimiento de este hecho y %ue lo amo . La intelig fran%uean el paso hacia el mundo inteligible. /na luz interior me de lo relativo a lo absoluto. gustín dice *ios. Lo conozco y lo siento, )podr$ comprenderlo+ 0o ciertamente po categorías 1gustín enumera las aristot$licas1 no son aplicables a si%uiera el concepto de sustancia en su sentido corriente. Pero de ninguna conclusión agnóstica. Poseemos otra capacidad cognoscitiva2 el lumen intelectual, refle!o, aun%ue p"lido, de la luz divina %ue nos ofre verdad metafísica. Esa misma inspiración superior se nos revela a(n en o sagrados. &eg(n $stos, el hombre fue creado a imagen de su 'reador analogía mental, suficiente para expresar lo inefable en conceptos 3ueda todavía un escollo. La ex$gesis escabrosa del texto podr interpretaciones. El riesgo de opiniones arbitrarias sólo puede ev alta autoridad. Esta autoridad, la (ltima instancia, residen en la Por%ue es preciso creer para entender y entender para intuir. La enumeración escueta de los elementos de la gnoseología de & entrega el secreto de su filosofía. Estos elementos sólo ad%uieren al impulso místico de la voluntad. &on los medios del conocimiento 3uiero 1dice1 conocer a *ios y al alma . )0ada m"s+ 50ada menos6 )Por %u$ tanto af"n+ )caso el *ios de &an gustín necesitaba En manera alguna; no era un *ios cuya existencia pendiera de la es silogismo. 0o era tampoco un *ios antropomorfo, trasunto magnifica humanas. &an gustín le define2 *ios es el ser mismo. 0o ha sido

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Excelente artículo sobre el santo filósofo del argentino Alejandro Korn.

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SAN AGUSTN

San Agustn

En torno nuestro, el mundo despliega ante nuestros sentidos su panorama con la pretensin de ofrecernos un cuadro verdadero. La realidad sensible, empero, slo la conocemos en cuanto la pensamos. Por fuerza hemos de creer en su existencia, demostrarla no podemos. Percibimos su forma aparente sin poder penetrar en la esencia misma de las cosas; las cosas en s no las captan los sentidos.

Por otra parte, el mundo emprico supone las nociones de espacio y de tiempo. El espacio es solamente el orden natural de las cosas; fuera del mundo material, carece de razn de ser. A la idea de tiempo Agustn la hace objeto de un anlisis minucioso. Rechaza la definicin aristotlica; el tiempo no es el movimiento de los cuerpos. En realidad, el pasado slo existe en nuestro memoria, el futuro en nuestra expectativa y el presente es el momento escurridizo que, apenas nace, se desvanece. En la mente, que en triple funcin recuerda, espera y atiende, no fuera de ella, se halla la nacin de tiempo. Sin memoria no habra tiempo. Antes de la creacin no hubo ni tiempo ni espacio. Condicionada por estos dos enigmas, la realidad sensible, problemtica en s, deviene an ms.

Estudien las ciencias fsicas este conjunto de apariencias, registren sus leyes y llenen su cometido sin restriccin alguna, pero no se imaginen poseer un conocimiento cierto. Su verdad relativa no afecta la verdad superior, que no es esa la verdad que buscamos.

Dnde, pues, hallaremos la certidumbre? Demos la espalda al mundo emprico; examinemos la propia conciencia. Aqu ocurre algo excepcional. Pienso, dudo, me equivoco quiz; pues bien, aun para equivocarme es menester que yo exista. Luego aqu hay un hecho cierto, el hecho de mi propio ser. Y bien, veo que no slo pienso, que tambin tengo conocimiento de este hecho y que lo amo. La inteligencia y el afecto nos franquean el paso hacia el mundo inteligible. Una luz interior me gua; de un salto paso de lo relativo a lo absoluto. Agustn dice Dios.

Lo conozco y lo siento, podr comprenderlo? No ciertamente por el intelecto. Las categoras Agustn enumera las aristotlicas no son aplicables a la divinidad. Ni siquiera el concepto de sustancia en su sentido corriente. Pero de aqu no se sigue ninguna conclusin agnstica. Poseemos otra capacidad cognoscitiva: el lumen intelectual, reflejo, aunque plido, de la luz divina que nos ofrece la evidencia de la verdad metafsica.

Esa misma inspiracin superior se nos revela an en otra fuente: los textos sagrados. Segn stos, el hombre fue creado a imagen de su Creador. De ah una analoga mental, suficiente para expresar lo inefable en conceptos y trminos humanos.

Queda todava un escollo. La exgesis escabrosa del texto podra sugerir distintas interpretaciones. El riesgo de opiniones arbitrarias slo puede evitarse por imperio de un alta autoridad. Esta autoridad, la ltima instancia, residen en la Iglesia universal.

Porque es preciso creer para entender y entender para intuir.

La enumeracin escueta de los elementos de la gnoseologa de San Agustn no nos entrega el secreto de su filosofa. Estos elementos slo adquieren vida, en su aplicacin, al impulso mstico de la voluntad. Son los medios del conocimiento, cul es el fin? Quiero dice conocer a Dios y al alma. Nada ms? Nada menos!

Por qu tanto afn? Acaso el Dios de San Agustn necesitaba ser demostrado? En manera alguna; no era un Dios cuya existencia pendiera de la estructura de un silogismo. No era tampoco un Dios antropomorfo, trasunto magnificado de las virtudes humanas. San Agustn le define: Dios es el ser mismo. No ha sido ni ser; simplemente es. En Dios nada comienza y nada termina. Pero esta definicin abstracta se ha de conciliar con el Dios espritu vivo, que le colma con su plenitud, de continuo presente en su fe. El Dios que es eternidad inmutable y el Dios con quien alterna, que en coloquios apasionados interroga e impreca. El Dios sin atributos y aquel que es suma Verdad, Bondad y Belleza; que como Providencia rige el destino de los pueblos y de los hombres, es amparo en nuestras tribulaciones e interrumpe con el milagro la secuela normal de las cosas.

Alguna vez recuerda que los caminos del Seor son inescrutables; no obstante, San Agustn avanza por estos caminos hasta caer exhausto. Ignoro, suele exclamar. Pero este ignoro nunca es definitivo. En hora ms propicia, con el auxilio divino, espera poder penetrar ms all o confa que otra pueda ser ms favorecido. Jams hubiera dicho, como aquel escptico creyente, que el corazn tiene sus razones que la razn no conoce. Es cierto, la comprensin de Dios se reduce a comprender que es incomprensible. Airado, se yergue y exclama: Acaso t te imaginas haberle comprendido? Pues no le comprendes. Con citas de San Agustn se podra construir una teologa negativa, semejante a la de los grandes msticos. Pero otras citas destacaran al gran dialctico que no se cansa de investigar el pensamiento y la voluntad de Dios.

En este espritu complejo chocan y se allanan los impulsos ms diversos. La accin de Dios la vemos en todas partes, porque en l vivimos, en l nos movemos, en l somos. Sin embargo, la distincin entre el Creador y la criatura es absoluta. Ninguna veleidad pantesta perturba el nimo de San Agustn. No slo por oponerse a su credo; la repugna en sumo grado identificar a Dios con los aspectos ingratos del proceso natural. Tambin la absoluta unidad de Dios la exalta en un monismo casi semita. Las tres hispstasis, sin embargo, son parte de su fe; el misterio de la Trinidad desafa y solicita una comprensin racional. Ante todo trata de diferenciarla de las tradas neoplatnicas, emanaciones del supremo ser. Dios no ha delegado su poder en ningn demiurgo.

Ante este caso tan difcil, otra vez se vuelve hacia la conciencia. En ella descubre como un remedo de la Trinidad; una analoga manifiesta en varios modos. El alma es Ser, Vida y Conocimiento, o es Memoria, Intelecto y Voluntad, o es Ser, Entendimiento y Amor. Puede valerse de smiles distintos porque, a su juicio, las formas de la actividad psquica no constituyen facultades autnomas. No hay para qu destacar cunto se aproxima esta manera de ver a teoras fundamentales de la psicologa actual. As tambin cuando en la memoria distingue el factor de la persistencia de la duracin diran otros y en la voluntad el factor dinmico que estatuye los fines. La voluntad, motora del alma, ejerce de consiguiente un predominio sobre todas las funciones psquicas, el intelecto inclusive. Rectamente inclinada halla su finalidad en el amor a Dios. No es ste, por cierto, el amor intelectual de Spinoza. No la razn, la voluntad es el ncleo central de la personalidad; su primado decide del mal y del bien.

La Bondad reside en la voluntad buena. De ah una tica que se condensa en la atrevida frmula: Ama, y haz lo que quisieres.

Pero esta voluntad, es duea de su actitud? Es realmente libre? Uno tras otro surgen los grandes problemas metafsicos: la relacin de lo singular con lo universal; la del bien con el mal; la de la libertad y de la necesidad; en el idioma de San Agustn, la relacin del alma con Dios. En la polmica con los maniqueos admite la decisin libre de la voluntad. El dualismo de esta secta enseaba la existencia de un principio del Bien frente a otro del Mal. La flaqueza humana poda, pues, referirse a un origen trascendente y la responsabilidad quedaba muy disminuida. San Agustn no poda consentir en la limitacin de Dios por una entidad de igual jerarqua. Tampoco caba suponer a Dios autor de la iniquidad. La culpa, por fuerza, haba de recaer sobre la voluntad humana; el mal es una privacin, un apartamiento voluntario del Bien, el olvido de la ley del amor. Pero, cmo el Omnipotente lo tolera? Cmo el Omnipotente no lo ha previsto? Cuestiones ociosas de aparente gravedad que la teologa y la metafsica eluden con soluciones verbales. Soluciones que no descansan en sus fuerzas lgicas sino en la fe que las inspira. Cuando la fe llega a faltar, se exhiben en toda su vacuidad.

Aos ms tarde otra polmica estalla. Esta vez contra los pelagianos, para quienes la salvacin o la perdicin dependa exclusivamente del libre albedro. Ahora San Agustn modifica su posicin. En el transcurso de la controversia llega a desarrollar su teora de la predestinacin. Ab aeterno est dispuesto quines han de ser los rprobos y los elegidos. Nada puede el hombre contra los designios inescrutables. No es esta la ocasin de explayar la trascendencia teolgica de esta alambicada discusin. Pero en su fondo se esconde un gran problema filosfico.

Tan sombra visin de la justicia de Dios implica un determinismo metafsico que puede parangonarse con el determinismo fsico que la concepcin mecnica del universo nos ha ofrecido como un postulado de las ciencias exactas. En uno y otro se anulara la personalidad humana. Pero muy lejos estn San Agustn de aceptar semejante conclusin. Haba defendido, contra los maniqueos, la autonoma de la personalidad, no entiende haberla sacrificado a los pelagianos. Tampoco puede conceder que se anule a Dios. Estamos, pues, en presencia de una antinomia y del esfuerzo por concordar sus trminos opuestos. La antinomia, en este caso, es la afirmacin conjunta de la necesidad y de la libertad. Bien podra dejrsela en pie y confiar, como los msticos, que en el seno abismal de lo eterno han de coincidir los opuestos. A actitud tan simple se opone el racionalismo, que a todo trance quiere entender.

De ah contradicciones e inconsecuencias. No pudo evitarlas quien se haba habituado a no retroceder ante ningn enigma. El ardor teolgico le ha arrastrado a un debate estril cuando, sin salir de su propia obra, le sobraban los elementos necesarios para resolver la aparente paradoja. Cmo no advertir, por ejemplo, que la supuesta presciencia divina es un pobre antropormorfismo ante un Dios que ve las cosas en eterno presente y no en sucesin temporal? Nada tiene que prever, puesto que para l no hay futuro. El empeo de encerrar lo absoluto en las limitaciones de la realidad tempo-espacial es una quimera; quien menos lo desconoce es el mismo San Agustn. Sin embargo, siempre lo vuelve a tentar esta aventura, excesiva para la razn. Lleva el raciocinio analtico a ltimas e ineludibles antinomias, rehacias luego a toda sntesis racional. Verdad tarda. Siglos haban de transcurrir, antes que el espritu equilibrado de Santo Toms de Aquino, reconociera la existencia de problemas suprarracionales. Si limit el nmero de los casos, no por eso dej de enunciar el principio, y fue ste el primer asomo de agnosticismo en la filosofa medieval.