salmo 150 introduccion y comentario
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El libro de los Salmos
concluye con esta invitación
a entonar un solemne “canto”
en honor del Creador, que
habita en su Santuario
cósmico, sobre la majestad
del cielo.
La invitación se dirige a
todos los seres, y el motivo
de la alabanza son las
“proezas” del Señor,
manifestadas en la creación y
en la historia. que pregonan
su grandeza y su poder.
1. CON ISRAEL
El título del "libro de los salmos", en hebreo es"alabanzas". Este salmo 150 es el último, y laconclusión. La sinfonía se termina con 10 versosque comienzan todos con ¡"Allelou-Hou" igual"alabadlo"! Así como hay un decálogo, las diezleyes, hay también las diez aclamaciones dealabanza. Esta alabanza resuena en todo sentido,hacia todos los horizontes. La victoria final deDios es este "aleluia" eterno que repercute sinfin.
2. CON JESÚS
"¡Te alabo, Padre!" Esta oración surgeexplícitamente del alma exultante de Jesús, undía. Exultado de alegría bajo la acción del EspírituSanto Jesús dice: "¡Te alabo, Padre!" (Lucas10,21). Este debía ser el clima habitual de suoración, y sus largas noches pasadas con elPadre, debían resonar con su alegría y sualabanza: Jesús, más que nadie, conocía "lasacciones sublimes de Dios"
3. CON NUESTRO TIEMPO
La invitación a la fiesta que nos hace este salmo,no debe hacernos olvidar los problemas queimpone la condición humana. ¡Pero esto no impideque Dios haya hecho la humanidad para la alegría!Uno de los papeles del cristiano, es recordarlo aeste mundo, creer en ello a pesar de todo lo quenos lastima, y "celebrarlo" en nuestras liturgias.Nunca olvidemos que la palabra "Evangelio"significa "Buena Nueva". "Toda liturgia cristianaes un anticipo del cielo... Donde no habrá másgemidos, ni lágrimas, ni duelo, ni sufrimiento"(Apocalipsis 21,4), y cuya única ocupación será la"alabanza", la fiesta eterna, el canto, la danza, lamúsica (Apocalipsis 4,8; Apocalipsis 5,8; 14,2;15,2; 19,1-8).
Hallel:
alabad
Yah: Nombre
abreviado de
Yahvé,
signo de
familiaridad
Alabad al Señor en su templo
alabadlo en su fuerte firmamento
El templo es el lugar de la presencia de Dios en la tierra:
por eso refleja la morada celeste de Dios, cuyo pavimento
es el firmamento. La liturgia terrestre quiere imitar la
celeste.
Alabadlo por sus obras
estupendas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Dios ha revelado su
grandeza en las
obras magníficas que
ha ido realizando.
Alabadlo al son de trompetas,
El Shofar es el cuerno de un
animal y su sonido es como de
trompeta. Es usualmente el
cuerno de un carnero, pero un
Shofar puede ser hecho
también de otro animal, como
un borrego, cabra, antílope o
gacela.
Cuando Dios nos dio los diez
mandamientos en el Monte
Sinaí, los Israelitas escucharon
el sonido del Shofar.
El Shofar es un llamado a la
redención. El Shofar nos
recuerda que Dios redimió al
pueblo judío.
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y
danzas,
alabadlo con laúdes y flautas.
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Todos los seres que
han recibido de Dios
un aliento de vida se
han de ocupar en la
alabanza de Dios…
Que toda nuestra
vida sea oración en
una liturgia de
santidad
«Todo ser que alienta alabe al Señor»
Cada vez que escucho música, pienso en ti, Señor. La
música es la creación más pura del hombre y es donde más
se acerca a ti en la expresión de su alma y en la sublimidad
de su arte. Sonido puro, armonía sin palabras, aire hecho
belleza, espacio vibrante de alegría. Al escuchar las obras
maestras de la humanidad, me asombro al pensar qué
toque de inspiración angélica puede haber logrado ese
estremecimiento de perfección desnuda que eleva la mente
a regiones más allá de este mundo. Te encuentro, Señor,
entre las cuerdas de un cuarteto o los acordes de una
sinfonía, con un realismo que es casi gracia sacramental,
en consagración redentora de todo mi ser. Gracias, Señor,
por el don de la música en mi vida.
Te alabamos, Señor, por tus obras magníficas,
porque en este día has sacado de entre los
muertos al gran Pastor de las ovejas, nuestro
Señor Jesucristo; que todo ser que alienta alabe
tu nombre, Señor, ahora y por los siglos de los
siglos. Amén.