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Juan David Restrepo Villa – 1037604047
EXPERIENCIA EN EL RURALITO…
Uno nunca alcanza a imaginar el verdadero significado de la medicina hasta que
ingresa a la universidad y lo vive en carne propia… De niños, cuando soñábamos
con “ser doctores” nos imaginamos ayudándole a las personas, curando
enfermedades, sanando heridas, alivianando sufrimientos… y uno se visualiza
devolviendo tranquilidad y algo de paz a la persona que acude en busca de ayuda.
Al ingresar a la universidad nos damos cuenta que estudiar medicina es muy
diferente al sueño que de niños teníamos, no es tanto como lo imaginábamos: De
repente nos encontramos con información infinita acerca de enfermedades y
tratamientos, protocolos y guías de práctica clínica por doquier, aprendes pasar
gran parte del día estudiando, a ir a la cama tarde y a levantarse cuando aún no
sale el sol, y más importante aún, aprendes a hacer todas esas cosas, ¡sin
quejarte!, aprendes a aceptar que por muchos que estudies no lograrás un
conocimiento completo de este arte, y uno se encuentra con momentos de
satisfacción y felicidad pero también otros de desdichas y sinsabores, toda una
montaña rusa, “la medicina es una carrera de alti-bajos”, una descripción bastante
apropiada que manifestó una amiga días antes de comenzar esta aventura
llamada ruralito.
Llega el sexto año de la carrea (para aquellos que no tuvieron que repetir
semestres), el tan temido INTERNADO, donde nos enfrentamos de forma más
directa con nuestra profesión y donde se supone que ya tenemos todo el
conocimiento necesario (aprendido durante todo este tiempo) que como médicos
nos acontece, y entonces vamos rotando mes a mes por las diferentes
especialidades de la medicina, cada una muy particular y con su grado particular
de complejidad, sin embargo, a pesar de tener más criterio clínico y “más libertad”
para tomar decisiones, siempre hay cierto tipo supervisión por parte de un médico
general o de un especialista, cosa que alivia mucho, hasta que llegas al mes
llamado RURALITO.
El día en que se realizó la rifa del internado menor, gané para el mes de
Septiembre mi rotación en la E.S.E Hospital Santa Margarita del Municipio de
Copacabana, hospital que ofrece atención de primer nivel; debo reconocer que me
agradó mucho la noticia ya que se trataba de un lugar cercano al lugar donde vivo
y fácilmente podría desplazarme hacia allá todos los días en transporte público.
Al llegar al lugar me recibieron con mucha amabilidad, tanto el personal
administrativo como el personal de la salud se mostraron muy atentos, sin
embargo, no dejaba de sentir ese temor interior de enfrentarme a una nueva
rotación de la que realmente no sabía cómo sería, por que entre escuchar las
historias de los estudiantes que ya hicieron ruralito y estar propiamente
realizándolo existe una brecha es muy grande. El primer día fue de inducción,
recorrido por el hospital, cuadrar horarios y funciones; desde el segundo día me
asignaron un consultorio, una clave y una agenda para ver pacientes cada 30
minutos, y no es sino hasta que tienes el primer paciente al frente, en consulta por
control de hipertensión, diabetes, crecimiento y desarrollo, joven sano o cualquier
otro motivo referente a promoción y prevención, que te das cuenta de la gran
responsabilidad que recae sobre ti, y de todas las expectativas que tienen los
pacientes y la institución en la que estaremos durante todo el mes, y es también
en ese mismo instante cuando te das cuenta que aunque has pasado una gran
parte de tu vida estudiando, aún careces de mucho conocimiento y aún falta
mucho por aprender.
La primera semana fue, sin exagerar en expresión, un desastre, la agenda se me
retrasaba, no sabía cómo abordar los pacientes, el sistema se bloqueaba, requería
ayuda constante por parte de los médicos generales (quienes de manera muy
amable me brindaban su ayuda), no sabía cómo formular medicamentos, como
hacer ajustes a medicación antihipertensiva, cómo prescribir insulinas, en fin,
todos los problemas que pudiera vivir un interno en la semana de ruralito yo los
viví. Gracias a las guías y normas de la resolución 412 del 2000, las diferentes
guías de atención integral del ministerio y la apoyo de todo el personal de la
institución pude adquirir grandes conocimientos y destrezas que durante todo el
tiempo que he venido estudiando no las tenía, o mejor dicho, sí las tenía pero no
habían salido a flote.
Una anécdota que recuerdo de la experiencia en el ruralito sucedió el tercer día
del ruralito fue una vez que atendí a una paciente que llegó para control de la
diabetes con exámenes de control de glucemia y hemoglobina glicosilada en
metas, ella estaba en tratamiento con insulina glargina 15 Unidades en la noche
más metformina postprandial, es decir, tres veces al día, tratamiento prescrito por
parte de médico internista. Al ver la paciente tan controlada, quise darle cita de
control dentro de 3 meses, así que me dispuse a enviar igual tratamiento, encontré
la presentación de insulina glargina de 100 UI/mL, por lo que le mandé 14
insulinas en la fórmula, posteriormente me di cuenta que aunque la presentación
era de 100 UI/mL, la insulina venía de 10 mL, por lo que solo requería 2,
desafortunadamente me di cuenta muy tarde de ello, y ya la paciente no estaba.
Acto seguido, me dispuse a corregir la fórmula en el sistema y luego llamé a la
paciente, le expliqué que había un error en la fórmula y que debía volver al
hospital para reclamar la fórmula corregida, a lo que me respondió: “Yo ya reclamé
el medicamento en la farmacia”, y entonces una sensación de pesadez y una
criodiaforesis distal se apoderaron de mí, luego le pregunté cuántas insulinas
había reclamado y me dijo: “En la farmacia me entregaron dos”… Me volvió el
alma al cuerpo, ¡Gracias a Dios quien despacha la droga en farmacia – o no sé
quién- se dio cuenta que eso era un error de magnitud increíble y despachó la
cantidad adecuada!
Dos días a la semana (martes y jueves) se realizaban las brigadas de Atención
Primaria en Salud, en donde íbamos a colegios y veredas, allí entre la inocencia
de los niños y adolescentes y la humildad de las personas del capo uno siente la
importancia de ser un buen médico, de brindar una ayuda adecuada y sobretodo
de ser humano, está uno en contacto con la total vulnerabilidad de una persona,
durante las brigadas aprendí que ser médico implica más que netamente poseer
conocimiento, ser médico abarca el lograr dar tranquilidad, consejería, brindar
apoyo, reforzar buenos comportamientos, entre muchas otras cosas.
En la semana final de ruralito ya había adquirido mucha confianza en mí mismo,
confianza que no había logrado ni siquiera durante los meses pasados que llevada
de internado, ya atendía los pacientes en el tiempo estipulado, aprendía a formular
medicamentos, a realizar ajustes de antihipertensivos, hipoglicemiantes e
hipolipemiantes, aprendí a afianzar las consultas de crecimiento y desarrollo, de
joven sano, de planificación familiar, etc., mi agenda no se atrasaba, fue tanto así,
que en un par de ocasiones me llamaron del consultorio para ayudar a desatrasar
la consulta de uno de los médicos del hospital que en días anteriores me brindaba
ayuda. Ruralito es desde todo punto de vista, una gran experiencia, agradezco
mucho a la Universidad por permitirnos la oportunidad de vivir esta lección antes
de graduarnos y ser médicos rurales.
Al principio comenté al comenzar a estudiar medicina uno se encuentra con que
no es tan parecido a como uno lo imagina, pero la experiencia de ruralito es lo
más cercano a ese sueño, encontrar la gratitud en los ojos de un paciente, ver la
sonrisa de un niño, aconsejar adolescentes y adultos, es una experiencia que no
tiene precio, muy gratificante, enriquecedora y que de cierta manera te ayuda a
enfrentar ese temor a encontrarse solo, frente a frente con el paciente y obliga a
sacar del fondo lo mejor de uno mismo para realizar un buen acto médico.