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  • 8/9/2019 Roudinesco, Elisabeth - Psicoanlisi vs Prozac. La sociedad depresiva y los ataques al psicoanlisis

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    Elisabeth Roudinesco

    Elisabeth RoudinescoEste texto naci de una constatacin: me pregunt por qu,

    luego de cien aos de existencia y resultados clnicos indis-cutibles, el psicoanlisis sigue siendo violentamente atacadopor aquellos que pretenden sustituirlo con tratamientos qu-micos (juzgados ms eficaces porque llegaran a las causasdenominadas cerebrales de los desgarramientos del alma).

    Lejos de discutir la utilidad de esas sustancias y despreciar elconfort que aportan, he querido mostrar que no sabran curaral hombre de su sufrimiento psquico, ya sea normal o patol-gico. La muerte, las pasiones, la sexualidad, la locura, elinconciente, la relacin con los otros dan forma a la subjetivi-dad de cada quien, y ninguna ciencia digna de ese nombreresolver estas cuestiones, afortunadamente.

    El psicoanlisis da testimonio de un avance de la civilizacinsobre la barbarie, restaura la idea de que el hombre es libre porsu palabra y que su destino no est limitado a su ser biolgi-co; y debera tener un lugar importante junto a las dems cien-cias para luchar contra las pretensiones oscurantistas ten-dientes a reducir el pensamiento a una neurona o a confundirel deseo con una secrecin qumica.

    La sociedad depresiva

    Forma atenuada de la vieja melancola, la depresin domina lasubjetividad contempornea como la histeria de fin de sigloXIX reinaba en Viena a travs de Anna O., la famosa pacientede Josef Breuer, o en Pars con Augustine, la clebre loca deCharcot en la Salptrire. En la vspera del tercer milenio, ladepresin se ha transformado en la epidemia psquica de lassociedades democrticas al tiempo que los tratamientos semultiplican para ofrecer a cada consumidor una solucin hon-rosa. Por supuesto, la histeria no ha desaparecido, pero cadavez ms es vivida y tratada como una depresin. Pero estereemplazo de un paradigma1 por otro no es inocente.

    La sustitucin se acompaa de una valorizacin de los proce-

    sos psicolgicos de normalizacin en detrimento de las dife-rentes formas de exploracin del inconciente. Tratado comouna depresin, el conflicto neurtico contemporneo pareceno expresar ninguna causalidad psquica surgida del incons-

    ciente. Y sin embargo, el inconsciente resurge a travs del

    cuerpo, oponiendo una fuerte resistencia a las disciplinas yprcticas destinadas a evidenciarlo. De all el fracaso relativode las terapias que proliferan, compadecindose del sujetodepresivo, pero sin lograr curarlo ni aprehender las verdade-ras causas de su tormento.

    Los medicamentos del espritu

    Desde 1950 las sustancias qumicas o psicotrpicas- han modi-ficado el paisaje de la locura. Han vaciado los asilos, sustitudo lacamisa de fuerza y los electroshocks por los medicamentos. Sibien no curan ninguna enfermedad mental ni nerviosa, han revo-

    lucionado las representaciones del psiquismo mediante la fabri-cacin de un hombre nuevo, liso y sin humor, agotado por elevitamiento de sus pasiones, avergonzado por no ser conformeal ideal que se le propone.

    Recetados tanto por los mdicos generalistas como por los espe-cialistas en psicopatologa, los psicotrpicos tienen como efectonormalizar los comportamientos y suprimir los sntomas ms do-lorosos del sufrimiento psquico sin buscar su significacin.

    Los psicotrpicos estn clasificados en tres grupos: psicolpticos,psicoanalpticos y psicodislpticos. En el primer grupo encon-tramos los hipnticos (que tratan los trastornos del sueo), losansiolticos y los tranquilizantes (que suprimen los signos de laangustia, la ansiedad, la fobia y las diversas neurosis), y final-mente los neurolpticos o antipsicticos-, medicamentos espe-cficos para la psicosis y las formas de delirio crnico o agudo. Enel segundo grupo estn reunidos los estimulantes y losantidepresivos, y en el tercero los medicamentos alucingenos,los estupefacientes y los reguladores del humor.

    La psicofarmacologa aport en un principio un espacio de liber-tad al hombre. Puestos en circulacin en 1952 por dos psiquiatrasfranceses, Jean Delay y Pierre Deniker, los neurolpticos han de-vuelto al loco su palabra. Permitieron su reintegracin en la vida

    social. Gracias a ellos, los tratamientos brbaros e ineficaces fue-ron abandonados. En cuanto a los ansiolticos y losantidepresivos, aportaron a los neurticos y a los depresivosuna tranquilidad mayor.

    PSICOANLISIS vs PROZACL A SOCIEDAD DEPRESIVA Y LOS ATAQUES AL PSICOANLISIS

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    Psicoanlisis vs ProzacSin embargo, a fuerza de creer en el poder de estas pociones, lapsicofarmacologa ha terminado por perder una parte de su pres-tigio en desmedro de su formidable eficacia. Encerr al sujeto enuna nueva alienacin, al pretender curarlo de la esencia mismade la condicin humana. Tambin ha alimentado, a travs de susilusiones, un nuevo irracionalismo. Porque cuanto ms se pro-mete un punto final para el sufrimiento psquico a travs de la

    ingestin de pldoras (que no hacen ms que levantar los snto-mas o transformar la personalidad), ms el sujeto, decepcionado,se inclina hacia tratamientos corporales o mgicos. No nos asom-brar entonces que los excesos de la psicofarmacologa hayansido denunciados por aquellos mismos que hacan su elogio yque reclaman hoy en da que los medicamentos del espritu seanadministrados de manera ms racional y en forma coordinadacon otras formas de cura: psicoterapia y psicoanlis is.

    Era ya la opinin de Jean Delay, principal representante fran-cs de la psiquiatra biolgica, quien en 1956 afirmaba: con-viene recordar que en psiquiatra los medicamentos no sonms que un momento del tratamiento de una enfermedad men-tal, y que el tratamiento de fondo sigue siendo la psicotera-pia.

    En cuanto a su inventor, Henri Laborit, siempre ha declarado quela psicofarmacologa no era, en tanto tal, la solucin a todos losproblemas: por qu nos alegra contar con los psicotrpicos?Porque la sociedad en la que vivimos es insoportable. La genteno puede dormir, est angustiada, tiene necesidad de ser tran-quilizada, ms en las megalpolis que en las afueras. A veces seme reprocha haber inventado el chaleco qumico. Pero segura-mente han olvidado el tiempo en que como mdico de guardia dela Marina, yo entraba en el pabelln de los agitados con un

    revlver y dos enfermeros fornidos, porque los enfermos grita-ban desde sus chalecos de fuerza, transpirando y gimiendo (...).La humanidad, en el transcurso de su evolucin, ha sido forzadaa pasar por las drogas. Sin los psicotrpicos, habra habido se-guramente una revolucin en la conciencia humana que dijera:Esto no se soporta ms!, y ha sido soportado con lospsicotrpicos. En un futuro lejano, la farmacologa presentarquizs menos inters, salvo probablemente en traumatologa,donde seguramente desaparecer2 .

    Sin embargo, la psicofarmacologa se ha transformado hoy enda, a su pesar, en el estandarte de una suerte de imperialismo.

    Permite, en efecto, a los mdicos (y sobre todo a los generalistas)abordar del mismo modo toda suerte de afecciones sin que sesepa nunca de qu tratamiento se trata. Psicosis, neurosis, fobias,melancolas y depresiones son tratadas entonces por lapsicofarmacologa, as como tantos estados ansiosos consecu-tivos a duelos, a crisis de pnico pasajeras, o a una nerviosidadextrema debida a un entorno difcil: El medicamentopsicotrpico, escribe Edouard Zarifian, devino lo que es sloporque apareci en el momento oportuno. Se transform as enel smbolo de la ciencia triunfante -la que explica lo irracional ycura lo incurable (...)- El psicotrpico simboliza el triunfo delpragmatismo y del materialismo sobre las elucubraciones psi-colgicas y filosficas que intentan aprehender al hombre3 .

    El poder de la ideologa medicamentosa es tal que cuando pre-tende ofrecer al hombre los atributos de su virilidad, se acerca a

    la locura. De este modo, el sujeto que se cree impotente tomarViagra4 para poner fin a su angustia sin conocer jams la causalidadpsquica expresada por su sntoma. Mientras, por otro lado, elhombre cuyo miembro realmente desfallece tomar el mismo me-dicamento para mejorar sus performances, pero sin aprehendernunca la causa orgnica de su impotencia. Lo mismo sucedecon la utilizacin de ansiolticos y antidepresivos. La persona

    normal, golpeada por una serie de desgracias (prdida de unser querido, abandono, desempleo, accidente) ver que se leprescribe, en caso de angustia o duelo, el mismo medicamentoque a otro que no tiene ningn drama para afrontar, pero pre-senta trastornos idnticos por su estructura melanclica odepresiva: Cuntos mdicos, escribe E. Zarifian, prescri-ben un tratamiento antidepresivo a personas que simplementeestn tristes, y a las cuales la ansiedad las conduce a unadificultad para conciliar el sueo.

    La histeria de antao traduce una protesta del orden burgusque atraviesa el cuerpo de las mujeres. A esta revuelta impoten-te, pero fuertemente significativa por sus contenidos sexuales,Freud le atribua un valor emancipador del cual se beneficiarantodas las mujeres. Cien aos despus de este gesto inaugural,asistimos a una regresin. En los pases democrticos, todo su-cede como si ya no fuese posible ninguna rebelin, como si laidea misma de subversin social, incluso intelectual, se hubiesevuelto ilusoria, como si el conformismo y el higienismo propiosde la nueva barbarie del bio-poder hubiesen ganado la partida.De all la tristeza del alma y la impotencia del sexo, de all el para-digma de la depresin5 .

    Diez aos despus de la celebracin mundial del bicentenario dela revolucin francesa, el ideal revolucionario tiende a desapare-

    cer de los discursos y de las representaciones. Podr continuarejerciendo la misma fascinacin tras la cada del muro de Berln yel fracaso del sistema comunista?

    Si la emergencia del paradigma de la depresin significa que lareivindicacin de una norma ha relevado la valorizacin delconflicto, esto quiere decir tambin que el psicoanlisis haperdido su fuerza subversiva. Tras haber contribuido amplia-mente, durante todo el siglo XIX, no slo a la emancipacin delas mujeres y de las minoras oprimidas sino tambin a la in-vencin de nuevas formas de libertad, ha sido desalojado (comola histeria) de la posicin central que ocupaba tanto en los

    Asociaci n Escuela Argentina de Psicoterapi a para Graduados

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    INSCRIPCIN A 1 AO

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    Elisabeth Roudinescosaberes de orden teraputico y clnico (psiquiatra, psicotera-pia, psicologa clnica) como de las disciplinas mayores que lerendan tributo (psicologa, psicopatologa).

    La paradoja de esta nueva situacin es que el psicoanlisiscada vez ms es confundido con el conjunto de prcticas so-bre las cuales antes ejerca su supremaca. Testimonio de ello

    es el empleo generalizado del trmino psi para designar, con-fundidas todas las tendencias, a la vez la ciencia del espritu ylas prcticas teraputicas asociadas.

    Mientras que el cuerpo de las mujeres se ha tornado depresi-vo y la antigua belleza convulsiva de la histeria, tan admiradapor los surrealistas, ha dejado lugar a una nosografa insigni-ficante, el psicoanlisis est aquejado por el mismo sntoma yparece no estar ms adaptado a la sociedad depresiva queprefiere la psicologa clnica. Tiende a convertirse en una dis-ciplina de notables, un psicoanlisis para psicoanalistas.

    Cuanto ms implosionan las instituciones psicoanalticas, mspresente est el psicoanlisis en las diferentes esferas de lasociedad, y ms sirve como referencia histrica a esta psico-loga clnica que sin embargo lo sustituye. La lengua del psi-coanlisis se ha transformado en un idioma comn, habladotanto por las masas como por las elites, y en todo caso portodos los practicantes del continente psi. Ya nadie ignora,hoy en da, el vocabulario freudiano: fantasa, supery, de-seo, libido, sexualidad, etc.

    El psicoanlisis reina con maestra en todas partes, pero tam-bin en todas partes se lo pone al lado de la farmacologa, alpunto de ser l mismo utilizado como una pldora. En este

    sentido, Derrida tuvo razn al subrayar, en un texto reciente6 ,que el psicoanlisis ha sido asimilado en nuestros das a unmedicamento perimido relegado al fondo de la farmacia: siem-pre puede servir en caso de urgencia o de falta, pero mientrastanto se han inventado mejores.

    Sabemos sin embargo que el medicamento no se oponeen s al tratamiento por la palabra. Francia es hoy en da el pas deEuropa con el consumo de psicotrpicos (a excepcin de losneurolpticos) ms elevado y en el cual, s imultneamente, elpsicoanlisis est ms instalado (tanto por la va mdica ycurativa psiquiatra, psicoterapia- como por la va cultural

    literatura, filosofa-). Si entonces el psicoanlisis es colocado junto a la psicofarmacologa, es tambin porque los pacientesmismos, sometidos a la barbarie de la biopoltica, reclamancada vez ms que sus sntomas psquicostengan una causaorgnica. A menudo se sienten inferiorizados cuando el mdi-co intenta indicarles otra aproximacin7 .

    Consecuentemente, entre los psicotrpicos, los antidepresivosson los ms indicados, sin que pueda afirmarse que los esta-dos depresivos estn en aumento. Simplemente, la medicinaactual responde tambin al paradigma de la depresin. Porende, cura casi todos los sufrimientos psquicos como si setratara de estados a la vez ansiosos y depresivos. Lo atesti-guan numerosos estudios aparecidos en 1997 en el Bulletinde lAcademie nacionale de mdecine : Indicados actualmen-te en su mayor parte por los mdicos generalistas, escribe P.Juillet, los antidepresivos parecen aplicarse a los trastornos

    del humor de diversos niveles. A menudo de forma adecuada,pero sin embargo, a pesar de los indiscutibles progresos diag-nsticos y teraputicos realizados en particular por nuestroscolegas generalistas, se indican en aproximadamente la mitadde los estados depresivos estimados a nivel de la poblacingeneral. Por otra parte, asistimos a una definicin ampliada dela depresin y su medicalizacin (...). Podemos pensar que la

    evolucin sociocultural actual contribuye a aumentar la canti-dad de personas comunes que, denominadas con gustoneurticos normales, han bajado el umbral de tolerancia a lossufrimientos ineluctables habituales, a las dificultades y laspruebas de la existencia8 .

    Todos los estudios sociolgicos muestran tambin que lasociedad depresiva tiende a quebrar la esencia de la resis-tencia humana. Entre el miedo al desorden y la valoracinde una competitiv idad fundada solamente en el xito mate-rial, son muchos los sujetos que prefieren entregarse volunta-riamente a las sustancias qumicas antes que hablar de sussufrimientos ntimos. El poder de los medicamentos del espri-tu es de este modo el sntoma de una modernidad que tiende aabolir en el hombre no slo el deseo de libertad, sino la ideamisma de enfrentarse a la prueba que sta supone. El silencioes, as, preferible al lenguaje, fuente de angustia y vergenza.

    Si el umbral de tolerancia de los pacientes ha bajado, si sudeseo de libertad est atenuado, lo mismo sucede con losmdicos que prescriben ansiolticos y antidepresivos. Unaencuesta reciente, publicada por el diario Le Monde muestraque numerosos mdicos generalistas (especialmente aque-llos que se ocupan de las urgencias) no estn mejor quesus pacientes. Inquietos, infelices, hostigados por los la-

    boratorios e impotentes para curar y para escuchar un do-lor psquico que los desborda cotidianamente, parecen notener otra solucin ms que responder a la demanda masi-va de psicotrpicos.

    Traduccin: Lic. Luciana Volco

    1 En el sentido de marco de pensamiento, conjunto de representa-ciones propias de una poca a partir de las cuales se construye lareflexin. (Ver T. Kuhn)2 Jean Delay, Allocution finale ducolloque international sur la clorpromazine et les mdicamentsneuroleptiques en psychiatrie, LEncephale, 1956, p. 1-81.3 Elpsiquiatra francs E. Zarifian denunci los excesos de lapsicofarmacologa en Le prix du bien-tre. Psichotrope et societ ,

    Paris, Odile Jacob, 1996.4 Comercializado como pldora de lafelicidad, es un vasodilatador no afrodisaco y sin efecto sobre eldeseo sexual. Slo acta sobre disfunciones erctiles ligadas acausas orgnicas precisas.5 No se hace suficiente hincapi en quelos antidepresivos producen a menudo como efecto secundario unabaja del apetito sexual y fenmenos de impotencia en algunoshombres.6 Resistences de la psychanalyse, Paris, Galile, 1996, p. 9.7 En EEUU se ha inventado una nueva epidemia para designar lahisteria: el sindrome de fatiga crnica. Ligado a la nocin de perso-nalidad mltiple, este sndrome se trata con medicacin, y losmdicos afirman que la causa es un virus an desconocido.8 Pierre Juillet, La socit avant et depuis lintroduction des mdicamentspsychotropes en thrapeutique, Bulletin... , 181, 6, p. 1039-1046.

    Este texto es parte de (la introduccin y el captulo 2) delltimo libro de Elisabeth Roudinesco Pourquoi la

    psychanalyse? (Fayard- Paris, 1999)