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Rosario: celeste, blanca y celeste.

Cuando diseñamos nuestro plan de trabajo, hace dos años,

nos pusimos como meta revivir el orgullo de ser la ciudad

donde se creó la Bandera Nacional. Esto es mucho más que

ser la Cuna de la Bandera, es revalorizar el rol que tuvie-

ron los rosarinos de entonces y los motivos que hicieron

que Belgrano enarbole la celeste y blanca en nuestras tierras y no en

otro punto de la región.

El programa Rosario Abanderada nació como fruto de Rosario

Inspira, un taller participativo generado por Fundación Rosario junto a

miembros e instituciones de la ciudad destinado a “pensar y proyectar la

Rosario que queremos”. Por unanimidad, todos los participantes recono-

cieron a la Bandera como el icono que nos representa, que nos une. Esa

marca indiscutida que nos identifica.

La primera acción en esta línea fue la realización de una fuerte

campaña de comunicación que invitaba a los ciudadanos, empresas e

instituciones a embanderar la ciudad. Este fue un primer y exitoso paso

que contó con el apoyo de los medios de comunicación de la ciudad que

cedieron sus espacios para la emisión del aviso publicitario de convoca-

toria y arengaron a través de sus periodistas a vestir con nuestra enseña

patria a Rosario.

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En 2018 repetimos esta campaña, pero en el marco de un

objetivo más ambicioso: que todos los rosarinos conozcan cómo fue el

momento en que Belgrano la enarboló por primera vez y porque lo hizo

aquí. Para ello, sumamos al trabajo de Fundación Rosario la indiscutida

figura del Dr. Miguel Ángel De Marco (h), historiador, docente e investi-

gador de reconocida trayectoria.

Miguel nos hizo saber hechos destacados que, para nuestro

asombro, desconocíamos, y entre los que podemos destacar la creación

de la Escarapela también por Belgrano y en Rosario. Este desconocimien-

to nos hizo entender que debíamos difundir la historia por diversos

canales y a todos los públicos.

Así surgió este libro, un video animado que relata la creación,

una serie de cortos para los niños, numerosas notas y artículos, materia-

les para compartir en redes sociales y el sitio www.rosarioabanderada.

com.ar que aglutina todos estos contenidos.

Estos materiales están diseñados no solo para conocer la histo-

ria sino para despertar nuestra curiosidad a seguir investigando y apren-

diendo, y por, sobre todo, para rescatar la esencia de nuestra sociedad,

la esencia de los rosarinos que acompañaron a Belgrano en su lucha,

compartiendo los ideales de la liberación latinoamericana, haciendo

grande a este país desde sus entrañas.

Los invitamos a leerlo con detenimiento y les pedimos que nos

ayuden a compartir su contenido, para que todos podamos sentir en

nuestro corazón, con inmenso orgullo, a “Rosario Abanderada”. •

Comité EjecutivoFundación Rosario

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índice

“¡Al fin Rosario!”

Creación de la “Escarapela Nacional”

Todos a la obra

Cuna de la escarapela

Romper las cadenas de la esclavitud

Proclama de Independencia

Lo que todos debemos saber

Fundación Rosario

06.-

18.-

12.-

19.-

El escenario

Los protagonistas

27.-

30.-

16.-

20.-

22.-

38.-

La Historiade laBandera.Pasó así,pasó acá.

Por Miguel Ángel De Marco (h)

>>

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Uno de los bienes más preciados en la vida cotidiana de Rosario era la “sombra”. Un

pequeño “monte” de ceibas daba nombre a la barranca donde se situó la batería “Libertad”.

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Luego de quince días de marcha desde Buenos Aires, el contor-

no de la entonces pequeña aldea de Rosario se avistó a escasos

kilómetros de distancia. Era el 7 de febrero de 1812. Manuel Bel-

grano estaba al tanto que sus pobladores aguardaban con anhelo

los refuerzos prometidos por él gobierno.

A pesar de esta situación de zozobra, una carta escrita por el revo-

lucionario Hipólito Vieytes, desde Rosario, había asegurado al gobierno de

Buenos Aires, que el vecindario estaba decidido a apoyar la construcción de

una batería artillada que impidiera el paso del enemigo y que estaban “dis-

puestos a derramar hasta la última gota de sangre en defensa del gobierno

patrio”. El mismo Vieytes había explorado con el piloto José de la Peña el río

Paraná para determinar el lugar más apto para enfrentar con cañones a las

embarcaciones realistas y concluyeron que ese lugar se encontraba frente

al caserío de Rosario. De similar opinión fueron el diputado por Santa Fe

en la Junta Grande, Francisco Tarragona y el caudillo oriental José Gervasio

de Artigas. Tarragona sostenía que los cañones podían impactar con acierto

libre de obstáculos sobre los barcos enemigos porque el río frente a Rosario

tenía “ocho cuadras de ancho”.

Entre los vecinos que aportaron materiales para iniciar la cons-

trucción de las baterías en marzo de 1811 se destacaban: Juana Grandoli, Pe-

dro Tuella, Félix Reynoso, José Tiburcio Benegas, Micaela Rodríguez, Bautista

Gadea, Manuel Bustamante, Marcos Loaces, Alexos Grandoli y el cura Julián

Navarro. Las obras se detuvieron cuando se firmó un armisticio entre el

gobierno patrio de Buenos Aires y el realista de Montevideo, comprometién-

dose este último a levantar el bloqueo fluvial de la ex capital virreinal. Este

respiro duró muy poco y cuando se reiniciaron las hostilidades el gobierno

decidió continuar con las obras de defensa de Rosario a principios del año

siguiente con el acuerdo del gobernador de Santa Fe, Manuel Ruiz,

Belgrano ordenó a su tropa, que avanzaba extenuada, con calor

y sed, con llagas en sus pies por la dura caminata y el uso de un calzado

inapropiado, un último esfuerzo: Ingresar al poblado, que se encontraba

a unas veinte cuadras de distancia, con gallardía y fe por la causa. Dejó su

carruaje (que utilizaba con motivo de una enfermedad que desde hacía años

lo aquejaba) y montó un caballo para encabezar la marcha de su regimiento

qué por el Camino Real, la actual calle Buenos Aires, llegó hasta al descam-

pado que oficiaba de plaza (la actual 25 de Mayo). Allí, frente a la capilla y

el cementerio (actual Iglesia Catedral y Pasaje Juramento), lo aguardaba el

cura párroco, Julián Navarro, paisanos y las carretas que, de distintos puntos

de aquella inconmensurable región de estancias, solían arribar en busca de

provisiones en las pulperías y negociar la compra y venta de cueros, sebos

y mulas. Rosario era un cruce de caminos. Relata Belgrano: “Llegados a la

Plaza Mayor se formó en batalla, y habiéndose depositado las banderas en la

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Casa que me estaba preparada, marchó la tropa al campamento que ya esta-

ba señalado por el Capitán Álvarez en una buena situación cerca del Río, y

bajo unos árboles que favorecen mucho por la estación en que nos hallamos.

El Pueblo no tiene Casas ni galpones para colocar la gente; se ha encontrado

una a propósito para parque de las municiones que traemos, y almacén de

los vestuarios, y demás útiles del Regimiento”.

Belgrano conocía Rosario y su gente. La había visitado en septiem-

bre de 1810 en su campaña al Paraguay. Unas 600 almas vivían en casas de

adobe y paja, -cada una con sus corrales-, contiguas a la capilla de la Virgen

del Rosario, construida del mismo material, y no se disponía de una edifi-

cación para el alojamiento de la tropa. La poca sombra disponible la daban

algunos sauces en “el bajo”, a las proximidades del río, o un monte de ceibos

existente sobre las barrancas, entre las actuales calles Rioja y Santa Fe, y

donde se construía la batería “Libertad”. En sus proximidades se levantaron

unas cuarentas carpas para los soldados. Como él lo destacó: que estuvieran

al lado del río fue un bálsamo, para el aseo y el descanso. Al día siguiente del

arribo de esas tropas se desató un fuerte temporal y el viento pampero que

le siguió arrasó el improvisado campamento. Esas tiendas, eran “malas para

el calor, para el agua y para el río”, según comunicó Belgrano a Rivadavia.

¿Dónde se alojó Belgrano?, sólo hay presunciones. Por él sabemos

que se le “tenía preparada una casa”, y es muy probable que hubiera acepta-

Desde principios de 1811 hasta el 3

de febrero de 1813 que se libró el

combate de San Lorenzo, “la costa

rosarina fue uno de los campos de

batalla en que se desarrolló la guerra

de la independencia” (Juan Álvarez).

Las fuerzas realistas llevaban la de

ganar porque poseían el dominio

naval del río. El 25 de agosto de 1811

desembarcaron y el vecindario debió

acceder a la entrega de víveres exigi-

da a cambio de la vida.

Integraba lo que se conocía como

el “Pago (lugar) de los Arroyos”, un

amplio distrito de población que

vivía en el campo. De tanto en tanto

viajaba a la aldea a proveerse y a

intercambiar productos. En todo el

Pago (que comprendía el norte de las

actuales provincias de Buenos Aires

y el sur de Santa Fe hasta la localidad

de Gaboto) vivían 1500 personas. La

capilla de la Virgen del Rosario servía

de ámbito de relación (bautismos,

casamientos, sepelios, entre otros) y

en torno de ella comenzó la urban-

ización de la ciudad por donación

de los terrenos para la misma, por

parte de Santiago Montenegro, en

1757. A la devoción por dicha virgen

(cuya imagen fue traída por las

familias calchaquíes que se radicaron

buscando refugio del ataque de otros

aborígenes al sur del Carcarañá hacia

1725), se debe que la aldea fuera

conocida como la de la Capilla del

Rosario, luego fue elevada a Villa

(1823) y por último ciudad (1852).

¿Por qué Rosario era tan pequeña, sólo una aldea?

La ciudad zona de guerra

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Uno de los bienes más preciados en

la vida cotidiana de Rosario era la

“sombra”. Era la casa, el rancho de

paja, sus aleros, el principal refugio de

los rayos del sol. El descampado que

fue el origen de la actual Plaza 25 de

Mayo, no tenía árboles. Un pequeño

“monte” de ceibas daba nombre a la

barranca donde se situó la batería

“Libertad”. Se encontraba en lo que

hoy es calle 1 de Mayo, entre Santa Fe

y Rioja. Cerca de allí se instalaron las

carpas de las tropas. En “el bajo”, se

encontraban algunos sauces. Luego,

distantes entre si uno que otro ombú

y o un aromo.

¡¡¡Cómo no usar sombrero!!!

En la aldea había más perros que per-

sonas. Los aullidos y ladridos rompían

el silencio sepulcral de la noche. No

era recomendable caminar en ese

horario. La oscuridad era absoluta

por no existir alumbrado público.

Las velas o las fogatas de cada casa

orientaban, hasta que se apagaran, al

transeúnte, al igual que las estrellas

en el cielo. Sin embargo no era a los

perros domesticados a los que más

se temía, sino a los temidos “cimar-

rones”, canes salvajes que domina-

ban la pampa. El terror del viajero.

Las anécdotas referían de casos en

los que hasta podían tumbar a un

jinete de su caballo para devorarlo.

¿Exageración? Es lo que se decía.

¡Un poco de sombra por favor!

Que no te agarren los cimarrones…

do estar en una de las más confortables, la de Catalina Echevarría de Vidal,

hermana de su gran amigo, y presidente del Superior Tribunal de Justicia

del gobierno patrio, el rosarino Vicente Anastasio Echevarría. Ella estaba

casada con uno de los terratenientes de la región y por ende su pasar debía

ser más acomodado que el resto de los habitantes. Tampoco se conoce hasta

el presente la ubicación de dicha residencia: se ha señalado que podría ha-

berse levantado era próxima a la capilla, por la actual calle Juan Manuel de

Rosas, o en las afueras del caserío, a la altura de las actuales calles Córdoba

y Corrientes.

La aldea, con sus modestas viviendas, calles mal trazadas y sin

veredas, y sin demasiadas comodidades era no obstante un oasis para el

viajero en medio de la desolación, porque en ella se podía proveer de agua

y víveres. Por su posición estratégica fue el paso obligado de las tropas de

los primeros gobiernos patrios en su empeño de expandir su influencia al

resto de las provincias y al mismo tiempo una atractiva fuente de aprovisio-

namiento para el gobierno realista pertrechado en Montevideo y que quería

sofocar el proyecto nacido en Buenos Aires, su tradicional rival. La “atmós-

fera apacible” de ese caserío rural, que se regía por el ritmo de la pequeña

campana que poseía la capilla, se disipó para siempre y se convirtió en un

cuartel. Fueron tiempos de definición y compromisos. Los rosarinos se pusie-

ron manos a la obra utilizando las donaciones efectuadas por ellos mismos

el año anterior.

Aquí tenía que ser

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Difícil tarea de limpiar la ropa en

Rosario. De cada casa se elevaban

columnas de humo, tanto por la

preparación de la comida o para

dar calor en el invierno. El polvo era

inevitable cuando todo era tierra.

“Cabalgue despacio señor”… Desde

el siglo anterior se acostumbraba a

lavar la ropa en el río y tenderla hasta

que se secara allí mismo. “El bajo” era

un gran tendedero… precisamente

porque estaba al reparo del humo y

el polvo. Esta costumbre permaneció

hasta principios del siglo XX.

En la inmensidad de la región, la

aldea Rosario era un refugio. A

medida que uno se alejaba de ella

más posibilidades había de toparse

con cuatreros y malones. Había que

estar atento a la entrada a galope de

un chasqui, o algún vecino de las es-

tancias vecinas, quienes eran los que

habitualmente traía la noticia de cuan

cerca se encontraban los bandoleros

o los indígenas, que ingresaban a

territorio santafesino desde flanco

sudoeste. Por esos meses el principal

temor pasó a venir del sudeste, desde

donde los chasquis traían noticias

de cuán cerca podían estar las naves

realistas.

Entre la humareda y el polvo…

A pesar de todo, un refugio

La pluma del gran historiador Juan Álvarez lo ilustra vívidamente:

“Aquella Capilla adormilada del tiempo de los virreyes, desapareció; unos a

trabajar en la obra; otros, a correr la costa; otros más, a esperar con caballo

ensillado al chasqui del sur que adelantara la noticia de estar las temibles

velas enemigas a la vista de San Pedro; el resto, a seguir adiestrándose en

el manejo de sables, fusiles o lanzas. Tampoco falta quehacer a las mujeres,

dedicadas a la fabricación de pan para el ejército y cuidado de la ropa de los

oficiales”.

Lo que ocurriría en la convivencia de los días sucesivos sería decisi-

vo en la creación de la enseña nacional. Pero también fue el lugar donde por

esos días convivieron exponentes del sector más revolucionario del gobierno

patrio.

Los oficiales y tropas del Regimiento Patricios destinados en Rosa-

rio habían sido actores de primer orden en las invasiones inglesas y en los

acontecimientos que concluyeron en la destitución del Virrey de España y la

formación de la Primera Junta. Al asumir el poder el Primer Triunvirato, Bel-

grano fue designado al frente de los Patricios en reemplazo nada menos que

de Cornelio Saavedra, el ex presidente de la Primera Junta y la Junta Grande.

Los soldados se encontraban solidarizados en lealtad con ese jefe y no ocul-

taban su malestar con el gobierno que había provocado primero su caída y

luego su destitución. Así fue como estalló el “Motín de las Trenzas”, el 6 de

diciembre de 1811, así denominado por la negativa de sus integrantes de

eliminar su coleta o trenza distintiva, un eslabón más en la intención del

gobierno de convertir lo que era una unidad de milicias en tropa de línea, es

decir, sin posibilidad de intervenir en el lugar y la duración de la prestación

del servicio armado. Dicho motín culminó sangrientamente con el fusila-

miento de los cabecillas, pero el gobierno, cuyo secretario era Bernardino

Rivadavia, llegó a la conclusión que era preferible que dicho Regimiento

saliera de Buenos Aires, foco de intrigas, y que fuera destinado al frente de

batalla, que en esos momentos era el litoral.•

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Tres sonidos despertaban principal-

mente la atención de los vecinos: La

campana de la Capilla, los ladridos

de los perros y el retumbar galopes.

Cuando se trataba de esto último

habitualmente se trataba de un

hecho que refería acción. A partir de

la presencia del ejército de Belgrano

y la construcción de las baterías se

sumaron sonidos poco habituales.

Toques de clarines, redobles de tam-

bores, disparos de práctica, voces y

tonadas nuevas, y ordenes de mando.

La barranca de las Ceibas era puro

ruido, se estaba levantando la con-

strucción más importante que había

visto el vecindario, una pequeña

fortaleza para defender y emplazar

cañones que, al tronar, eran escucha-

dos a kilómetros de distancia.

Existían por entonces media docena

de familias acaudaladas. Entre tres de

ellas se repartían los 45 esclavos de

la localidad. Según el primer padrón

de población (de 1816), Rosario tenía

736 habitantes, de los cuales 436 eran

mujeres. De los jefes de familia, 112

eran nativos del país y 19 extranjeros.

El porcentaje de mestizaje era altísi-

mo, integrándola españoles, muchos

mestizos criollos y pocos extranjeros,

indios y mulatos. Es muy probable

que algunos de aquellos vecinos

pudientes tuvieran algún tipo de reloj

pero la vida en común se guiaba

prioritariamente por los toques de la

pequeña campana de la capilla.

Los rosarinos se levantaban muy

temprano porque se trataba de

aprovechar al máximo la luz solar.

Luego del almuerzo dormían la

siesta y se acostaban temprano. Por

la legislación vigente todo varón

debía tener una ocupación y el que

no, considerado “vago”, “ocioso” y

“mal entretenido” era susceptible

de presión o leva como soldado

de frontera. No todos los vecinos

hacían caso de las resoluciones de “la

autoridad”, de mudar los ranchos a

las proximidades de la capilla. De esa

manera procuraban estar lo más lejos

posible de la mirada del alcalde y no

tener que dar cuenta del cumplimien-

to de aquellas recomendaciones

como hacer sementeras y chacras al

lado del rancho.

Las familias de mejor pasar, y al dis-

poner de mano de obra para distintas

tareas, cumplían con los requisitos

señalados.

¿Qué pasa?La aldea del ritmo de la campana despertó de su vida apacible

La vida cotidiana

En todas las casas se jugaban a las

cartas, siendo muy usual la báciga.

Debido a la popularidad de las cartas,

los que adquirían mazos de naipes

debían pagar un impuesto. Otra

forma de entretenerse era pescar en

el río, y cabalgar.

Las mujeres en los hornos de barro

cocían el pan, con las cenizas de

quínoa vertida sobre sebo hirviendo

se transformaba en un negruzco

jabón casero, fabricaban velas. Era

una sociedad donde abundaban las

recetas caseras para curar los males

físicos y evitar daños de todo tipo. Se

acostumbraba el rezo como plegaria,

en especial para las temidas tormen-

tas y la caída de rayos. (Juan Álvarez)

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Belgrano tuvo conocimiento de que una flotilla española

con fuerzas de desembarco estaba próxima a zarpar de

Montevideo. Fue entonces que creyó llegada la hora de crear

una cucarda que distinguiera a las tropas patriotas de las

realistas: una “escarapela nacional”.

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Algunos cuerpos militares de Buenos Aires, los más

comprometidos con profundizar la Revolución de Mayo

de 1810, comenzaron a utilizar, hacia 1811, escarapelas

con colores celestes y blancos, al igual que los miembros

de la Sociedad Patriótica, a diferencia de aquellos que

seguían usando la de color rojo, comandando por oficiales de a una

tendencia más conservadora que ella.

Cuando aún no había finalizado la fortificación de la Batería

“Independencia” se tuvo conocimiento de que una flotilla española con

fuerzas de desembarco estaba próxima a zarpar de Montevideo con la

misión de apoderarse de la Bajada del Paraná (Paraná), lo que hubiera

implicado un golpe funesto a la causa revolucionaria. El combate frente

a Rosario sería mucho antes de lo esperado. Fue entonces que Belgrano

creyó llegada la hora de crear una cucarda que distinguiera a las tropas

patriotas de las realistas: una “escarapela nacional”.

El 13 de febrero de 1812, desde su campamento de Rosario

escribió al “Exmo. Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata:

“Parece que es llegado el caso de que V.E. se sirva declarar la escarapela

nacional que debemos usar, para que no se equivoque con la de nues-

tros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio, y

como por otra parte, observo que hay Cuerpo de Ejército que la llevan

Desde el inicio de la Revolución del

25 de Mayo de 1810, los jóvenes más

decididos por la causa de la eman-

cipación de España usaban cintillos

blancos y celestes. La Junta Grande,

que siguió a la Primera Junta y ante-

cedió al Triunvirato, llegó a arrestar

a quién las usara por considerar

que de esa manera se desafiaba su

autoridad. La solicitud de Belgrano

de contar con una escarapela y la

resolución de que fuera celeste y

blanca indicaban una afirmación y un

compromiso revolucionario. Fue en

Rosario, que Belgrano la solicitó y fue

en Rosario que se estrenó porque por

entonces era el epicentro donde la

causa de la libertad se jugaba al todo

o nada.

La escarapela de la Revolución

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diferente, de modo que casi sea una señal de división, cuyas sombras, si

es posible, deben alejarse, como V.E. sabe, me tomo la libertad de exigir

de V.E la declaratoria que antes expuse. Dios guarde a V.E. muchos años.

Rosario, 13 de febrero de 1812”.

Por entonces se conoció en Buenos Aires la noticia de que

Venezuela había declarado su independencia el 5 de julio de 1811. En

ese clima de euforia no dudó en conceder lo peticionado por Belgra-

no, determinando por decreto de 18 de febrero: “se haya, reconozca y

use la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata,

declarándose por tal la de dos colores blanco y azul celeste y quedando

abolida la roja con que antiguamente se distinguían”.

De esta manera quedaba oficialmente reconocido el primer

símbolo patrio que era el usado por la Sociedad Patriótica e incluso algu-

nos regimientos patrios liderados por los oficiales más vinculados a tal

grupo, con colores que representaban un gobierno propio diferente al

existente en tiempos del Virrey. El blanco y azul celeste, eran los colores

del escudo de Buenos Aires, del terruño porteño, del uniforme del regi-

miento “Patricios” que junto a otros cuerpos rechazaron las Invasiones

Inglesas, de la patria chica, empeñada en extender la llama revoluciona-

ria y su dominio sobre el resto del territorio del ex virreinato del Río de

la Plata.•

Por oleos de la época puede obser-

varse que el escudo de la Ciudad de

Buenos Aires se representaba blanco

y celeste. Los Patricios llevaban este

emblema en los tambores y dichos

colores en sus uniformes con anteri-

oridad y posterioridad a la Revolución

de Mayo. A partir de la creación de

la escarapela y su imposición en

Rosario el 23 de febrero, éstas se

colocaron en la parte superior del

morrión.

El modelo oficial aprobado por el

Triunvirato “consistió en dos círculos

concéntricos, el exterior más grande,

de color blanco, y el central celeste

(de inversa disposición que en la

morenista). Su confección podía ser

en terciopelo, tafetán o utilizando

cordeles dispuestos en forma de

espiral. La característica saliente del

distintivo nacional es que tenía más

blanco que celeste, respetando así

la lógica gramatical utilizada en el

decreto de creación” (Mario Golman).

El formato de la escarapela

Los colores del terruño:

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“se haya, reconozca y use la

escarapela nacional de las

Provincias Unidas del Río

de la Plata, declarándose por

tal la de dos colores blanco

y azul celeste y quedando

abolida la roja con que

antiguamente se distinguían”

> Feliciano Antonio Chiclana> Manuel de Sarratea> Juan José Paso> Bernardino Rivadavia (Secretario)

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En carta a Celedonio J. del Castillo, Belgrano hace referencia

al ánimo de la población y la tropa: “Mi querido amigo:

estoy destinado con mi Regimiento a sostener este punto

y creo que seré atacado por los montevideanos, según los

avisos que se me han comunicado, pero espero por Dios que

saldremos avante, pues la gente está muy animosa”. Ese ímpetu de los

rosarinos distaba del ánimo de su tropa, que según sus propias palabras

se encontraba “bastante bajo”, con motivo del último motín (el de las

Trenzas).

Se trabajó intensamente en la construcción de las baterías bajo

el caluroso sol de esos días de enero y febrero. Los que podían ayudaban

con donaciones de materiales. Tiburcio Benegas fue designado tesorero.

“Necesito carne, azúcar y yerba para los vicios de estos paisanos. Traba-

jan todo el día, arriba en la alta barranca y abajo al pie de ella. El sol es

abrasador”, dijo Belgrano al gobierno. El 14 de febrero volvió de Buenos

Aires Monasterio, con un refuerzo de ocho carpinteros que se sumaron

a la construcción, encabezada por el capitán de artillería José Rueda. Se

trabajó con bastante anhelo, sin embargo, faltaba más gente y dinero.

Alguna que otra “vidalitas a la patria”, y “cielitos de la patria”

se mezclaban con el intenso martilleo en la construcción de las expla-

nadas y en el aseguramiento de los cañones de la batería “Libertad”.

Hasta los frailes del Convento de San Lorenzo, ayudaron con materiales.

La construcción de la batería de la isla, denominada “Independencia”,

(significativa decisión del prócer de imponer dicho nombre a la misma

cuando muy pocos se animaban a pronunciar abiertamente la palabra

“Independencia”), fue más modesta, y en ella se estableció una suerte de

destacamento con poca gente. Ellos se comunicaban con la “Libertad”

mediante banderines y faroles de señales.

Los vecinos de la aldea aportaron

con lo que pudieron a la construcción

de las baterías y al sostenimiento

de los centenares de soldados de

Belgrano. El consumo de alimen-

tos en Rosario se duplicó. Insumos

básicos como carne, azúcar y yerba

resultaban insuficientes. Las familias

pescadoras incrementaron su faena

para entregárselas a la tropa.

A qué se refiere Belgrano cuando

afirma de sus hombres: “Trabajan

todo el día, arriba en la alta barranca

y abajo al pie de ella”. La aldea estaba

dividida en dos: El alto y el bajo. Y el

alto era muy alto visto desde el río. La

altura de las barrancas que se encon-

traban donde hoy está el Monumento

a la Bandera era de unos 20 metros

sobre el Paraná. Es el desnivel que

actualmente existe entre la parte infe-

rior y superior de las escalinatas del

Parque España.

Es lo que tenemos… “Arriba y abajo”

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18

Mientras tanto, algunas mujeres, por encargo de Belgrano habrían

comenzado a confeccionar las escarapelas para ser estrenadas por oficiales,

soldados y milicianos en la inauguración de la batería de la isla, fijada para

el 27 de febrero. Disponían de menos de una semana. En las casas y a la

sombra de los aleros, se cocieron apresuradamente centenares de ellas, que

el día 23 Belgrano comenzó a distribuir entre los efectivos de su división, tal

como lo informó al gobierno: “Se ha puesto en ejecución, la orden de usted

para el uso de la escarapela que se ha servido señalar, cuya determinación

ha sido del mayor regocijo, y exitado los deseos de los verdaderos hijos de

la patria de otras declaraciones de V.E. que acaben de confirmar a nuestros

enemigos en la firme resolución en que estamos de sostener la Independen-

cia de la América”.

Fue quizás en esa instancia, y durante ese fervor, e inspirado por la

idea de presentar en la inauguración de la batería “Independencia” no sólo

las escarapelas, que se sintió a empujado a presentar una expresión mayor

y más visible que las cucardas: una bandera. La tradición oral se refiere a

que doña Catalina Echevarría de Vidal, anfitriona del prócer, intervino en

la confección de la enseña, cuyos colores debían ser igual a las escarapelas

por la sencilla razón que una y otra tenían por finalidad concreta identificar

un mismo bando. Belgrano consciente de que la lucha por la independencia

recién iniciaba, que sería ardua e involucraría a más de un regimiento como

el suyo, era necesario una bandera que flameando en lo alto de una asta

pudiera ser vista, y por ende seguida por grandes contingentes. La bandera

de la patria fue entonces confeccionada entre el 18 y el 27 de febrero.

Se mencionó el apuro por terminar las baterías: las noticias de la

inminente llegada de la flota enemiga y la necesidad de que estas le cerraran

el paso con sus fuegos cruzados, la de la isla, con disparos rasantes, y la de

las barrancas con tiros a distancia.

Cuna de la escarapela

se cantaba principalmente en los

fogones y se utilizaba luego para la

danza. Fue un ritmo principalmente

rioplatense, pampeano, muy usual

en el Guerra por la Independencia,

y durante todo el siglo XIX. Aquí

un ejemplo de cielito a la Bandera

compuesta por la colega y académi-

ca, Olga Latour de Botas para la

enseñanza en la escuela:

“El Cielito de Belgrano

Es el cielo más querido

Porque lo bailó el patriota

En Buenos Aires nacido.

Cielito de la Bandera,

Cielo, cielito y más cielo:

Al cielo tiene en sus franjas

Y el sol alumbra en su centro

Allá va cielo y más cielo

¡Que viva la valentía

De los que dieron sus vidas

Por vencer la tiranía!”

Entre 600 y 800 hombres integra-

ban el contingente militar apostado

en Rosario en febrero de 1812. Las

rosarinas dispusieron de tres días

para confeccionar para ellos las

escarapelas, blancas y celestes, y

es de suponer que no sólo para los

uniformados sino también para los

milicianos, y algunos civiles.

De estreno“El cielito”

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1919

Es el propio Belgrano que en carta al gobierno anticipa el 26 de febrero su

pensamiento con respecto a la conveniencia de enarbolar banderas en las baterías. “Las

banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado, pero ya que

V.E. ha determinado la escarapela nacional con que nos distinguimos de ellos, y de

todas las Naciones, me atrevo a decir a V.E. que también se distinguen aquellas,

y que en estas Baterías no se viese tremolar sino las que V.E. designe”. Y como

si no fuera poco haberse referido a una enseña que los diferenciara “de todas

las naciones”, ya no de los adversarios del momento, lo que con claridad

refleja “un proyecto de país” soberano culminó su misiva con la siguiente

exhortación: “Abajo, Señor Excelentísimo, esas señales exteriores que

para nada nos han servido, y que parece que aún no hemos rotos las

cadenas de la esclavitud”.

De puño y letra de Belgrano sabemos que ocurrió el 27

de febrero de 1812, cuando informó al gobierno sobre la crea-

ción de la enseña patria: Belgrano lo comunicó al gobierno en

estos conocidos términos: “Exmo. Señor. En este momento

que son las seis y media de la tarde se ha hecho salva en

la Batería de la Independencia y queda con la dotación

competente para los tres cañones que se han coloca-

do, las municiones y la guarnición. He dispuesto

para entusiasmo de las tropas y estos habitantes,

que se formen todas aquellas y las hablé en los

términos que acompaño. Siendo preciso enar-

bolar Bandera y no teniéndola la mandé ha-

cer blanca y celeste conforme a los colores

de la escarapela nacional: espero que

sea de la aprobación de V.E.”. •

Romper las cadenas de la esclavitud

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2020

“...juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!”.

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2121

La proclama de Belgrano revela con claridad la vocación

emancipadora de su creador, y que su bandera trascendía la

condición de distintivo militar. Aquella arenga pronunciada

por el prócer fue el momento más emotivo de la ceremonia

que llegó a su punto culminante cuando justificó su decisión

de dotar de un emblema a la nueva causa y exhortó a los presentes hom-

bres a sostenerla.

Desde su caballo exclamó: “Soldados de la Patria: en este punto

hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado

nuestro Exmo. Gobierno: en aquél, la batería Independencia, nuestras

armas aumentarán las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos

interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Inde-

pendencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid

conmigo: ¡Viva la Patria!”.

Los vítores de la tropa y la población, seguida del estruendo de

los cañones quebró el silencio, retumbando por la pampa y el río Paraná.

Muy pocos conocen que el Archivo General de la Provincia de

Santa Fe custodia la primera versión de las dos proclamas escrita por

Belgrano el día 27. Utilizó un pequeño papel de arroz, empleando una

letra muy menuda y apretada. Se presume, dada estas características,

que el prócer la tuvo con él en el puño o botamanga de la chaqueta del

uniforme en el momento de pronunciarla, a manera de guía. Termi-

nado el acto, la habría pasado en limpio para enviar la comunicación

oficial al Triunvirato. Esa minuta que se conserva en dicho archivo

dice: “Soldados de la Patria. En este punto hemos tenido la gloria de

vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Exmo. Gobier-

no: en aquél, nuestras armas aumentarán sus glorias; juremos vencer a

nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sud será el

Templo de la Independencia y nuestra libertad. En fe de que así lo juráis

decid conmigo, Viva la Patria. Concluido. Sr. Capitán y Tropa destinada

por primera vez a la Batería de la Independencia id, posesionaos de ella

y cumplid el juramento que acabáis de hacer”.

Al analizarse detenidamente el documento se dedujo que Bel-

grano omitió inicialmente la palabra “Independencia” y que luego la in-

tercaló, lo que de alguna manera también señala un peso en la decisión

final de mencionar aquella palabra temida por muchos.•

En Rosario se jura “vencer a los

enemigos” para que América del Sur

fuera “templo de la Independencia,

en unión y libertad”, cuando casi en

toda su extensión estaba todavía bajo

el yugo de la Corona Española, y era

ambicionada por las principales po-

tencias: Francia e Inglaterra. El 27 de

Febrero de 1812 es una fecha trascen-

dente para los pueblos Iberoamerica-

nos. España seguía reinando en todos

sus dominios a excepción Venezuela,

que declaró su independencia hacia

su Corona en 1811. El espíritu emanci-

pador de Belgrano es por lo tanto de

una valentía singular. La Independen-

cia definitiva de Paraguay ocurriría en

1813, y Argentina, en 1816. Luego San

Martín libertaría medio continente,

proclamando la independencia de

Chile, en 1818. Le seguirían Colombia

en 1819, Ecuador en 1822, Perú en

1824, Bolivia 1825 y Uruguay 1828.

América del Sur, tuvo en Rosario, la

chispa, “el hágase”, de un proceso

que conduciría tras las convicciones

de Belgrano, a su emancipación.

La cuna de la libertad y la independencia: Pioneros, valientes, decididos.

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CREACIÓN DE LA BANDERA NACIONAL

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23

CREACIÓN DE LA BANDERA NACIONAL

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24

SU VERSIÓN ACTUAL SE GENERALIZÓ A PRINCIPIOS

DEL SIGLO XIX

PRIMERA ESCARAPELA NACIONAL

ESCARAPELA NACIONAL

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25

PRIMERA BANDERA NACIONAL

Barrancas de las Ceibas, donde hoy está nuestro

Monumento a la Bandera.

27•02•

BANDERA NACIONAL

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26

VERSIÓN ACTUAL

BANDERA NACIONAL

El 20 de julio de 1816, los diputados Juan José Paso y Esteban Agustín Gazcón, solicitaron que se aprobara por decreto

el uso de laenseña celeste y blanca, con tres franjas horizontales. El 25 de febrero de 1818, el Director Supremo de

las Provincias Unidas del Rio de la Plata decretó la aprobación de el Sol como distintivo de la bandera de guerra.

Especialistas sostienen que el denominado “Sol de Mayo” utilizado en la misma representa al dios inca “Inti”, como una

reminiscencia a las raíces indígenas de la gran patria americana. En democracia , durante la presidencia de Raúl Ricar-

do Alfonsín, se dictó la ley 23.208 de 1985 que estableció que sólo existe una bandera para todos los argentinos y así

debe utilizarse en todos los casos. Es la enseña de tres franjas horizontales e iguales, celeste a los extremos y blanco

al medio, con un sol amarillo oro en el centro de la franja blanca como la conocemos hoy.

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27

“En la tarde del día indicado se formó la división en batalla sobre la barranca del río en presencia del vecindario congregado por orden del comandante

militar. A su frente, se extendían las islas florecidas del Paraná que limitaban al horizonte; a sus pies se deslizaban las corrientes del inmenso río, sobre cuyas superficies se reflejaban las nubes blancas en el fondo azul de un cielo

de verano, y el sol que se inclinaba al ocaso, iluminaba con sus rayos oblicuos aquel paisaje lleno de grandiosa

majestad”.

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¡Si las hermanas Caraballo hubieran escrito lo observado en aquellos

días!... Ellas vivían en el único rancho situado en la punta de la “ba-

rranca de las ceibas”, en las proximidades de la batería “Libertad”,

que para el 27 de febrero estaba a punto de ser concluida y tenía

emplazada sobre sí la mayoría de los cañones. Longevas, alcanzaron

a transmitir oralmente sus recuerdos sobre aquel día glorioso del 27

de febrero. Otros antiguos vecinos aportaron también sus impresiones

y todo aquello conformó un anecdotario que no se ha podido verificar

documentalmente.

En 1897 se publicó una de las primeras crónicas históricas de

Rosario, escrita por Eudoro y Gabriel Carrasco. Ellos rescataron el testi-

monio de antiguos vecinos. En esa obra ya se afirmaba que la bandera

“inventada por Belgrano” había sido “enarbolada por primera vez “en el

paraje comprendido entre las calles Santa Fe y Córdoba, en su prolonga-

ción hasta el agua, sitio en que actualmente se encuentra la plaza Brown

(donde se levantó el Monumento Nacional a la Bandera), la casa cono-

cida por Ignacio Comas, la fábrica del gas (la actual plaza de la corona-

ción) y las calles que ellas circundan”. En cuanto a la ceremonia del 27

de Febrero, los Carrasco (padre e hijo), hicieron suya el relato escrito por

Bartolomé Mitre, expresidente e historiador argentino, en su “Histo-

ria de Belgrano”: “En la tarde del día indicado se formó la división en

batalla sobre la barranca del río en presencia del vecindario congregado

por orden del comandante militar. A su frente, se extendían las islas

florecidas del Paraná que limitaban al horizonte; a sus pies se deslizaban

las corrientes del inmenso río, sobre cuyas superficies se reflejaban las

nubes blancas en el fondo azul de un cielo de verano, y el sol que se

inclinaba al ocaso, iluminaba con sus rayos oblicuos aquel paisaje lleno

de grandiosa majestad”.

Y continuó: “En aquel momento, Belgrano que recorría la línea

a caballo, mandó formar cuadro y levantando la espada con un gesto he-

roico dirigió a sus tropas estas palabras…” seguidamente transcribió la

proclama y a su término dijo: “Las tropas ocuparon sus puestos de com-

bate. Eran las seis y media de la tarde y en aquel momento se enarboló

en ambas baterías la bandera azul y blanca, reflejo del hermoso cielo de

la patria, y su ascensión fue saludada con una salva de artillería. Así se

inauguró la bandera argentina”.

Según Mitre, aquella escena había sido “calculada para impre-

sionar profundamente los ánimos y comprometer a los tímidos en todas

las consecuencias de la revolución, causando tanto entusiasmo en las

tropas como sorpresa y desagrado en el gobierno. Todos dieron al acto el

significado que realmente tenía y vieron en él el algo más que el preli-

minar de la declaración de la Independencia”.

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En el acto del 27 de Febrero so-

bresalen dos elementos claves. La

creación y su creador. La bandera

celeste y blanca izada en un mástil

construido en rosario, de madera, y el

coronel Manuel Belgrano, montado

en un caballo, que algunos óleos

recuerdan de pelaje blanco o de

distintos colores. Distintos testimo-

nios coinciden que no diferenció en

ornamentos su caballo del de sus

subalternos.

Aquel fue un hermoso atardecer

rosarino de verano, con el sol ponién-

dose al oeste y sus rayos ponderando

los colores y formas, de la naturaleza,

hombres y mujeres. El verde de las

islas, el marrón del río, el celeste

del cielo, y una bandera blanca y

celeste en lo alto. Diversos colores de

uniformes, la mejor vestimenta de las

familias con mayores recursos, y las

pilchas gauchas de los paisanos. Per-

ros ladrando, jugando. Niños sujetos

férreamente para no salir del grupo

de civiles. Niños inquietos, jugando

fuera del acto.

En el río, cinco buques anclados para transportar a Santa Fe a

los Granaderos de Fernando VII, completaban la emotiva escena.

Esta versión de Mitre adquirió para las sucesivas generaciones

argentinas a partir de la segunda mitad del siglo XIX un documento

incuestionable. Inspirados en ella se hicieron las posteriores evocaciones

con un altísimo impacto en el ideario colectivo. Así se asoció a uno de

los padres de la patria con la “invención” de su máximo símbolo como si

de él hubiera dependido la selección de los colores. Sin embargo, él mis-

mo expresa “La mandé a hacer blanca y celeste conforme a los colores

de la escarapela Nacional”.

Lo que nadie puede discutir es que la oficialización de la

escarapela y la Bandera Nacional fue iniciativa suya, obra de su coraje

y convicción, y que ambos símbolos de la patria fueron impulsados y

presentadas “oficialmente” por Belgrano en Rosario y con la participa-

ción indispensable de los rosarinos. Con todo derecho, la ciudad puede

preciarse en ser la Cuna de la Escarapela y la Bandera Nacional.•

La necesidad de guardar silencio.

Como oír sino en aquel gran esce-

nario natural de quizás más de 100

metros de extensión la voz de Belgra-

no. Los más distantes ¿habrán podido

escuchar la voz de Belgrano y su

exhortación a lucha por la causa de

la Independencia y libertad? Algunos

sostienen que el coronel montado en

su caballo recorrió la línea formada

por la tropa. Otros lo han repre-

sentado consigo la bandera en una

asta, de punta a punta de la for-

mación. Quizás algunos pobladores

se dieron cuenta que el momento

cumbre había llegado por los vivas,

los aplausos y el estruendo de los

cañones. Los caballos encabritados,

perros corriendo y niños llorando o

asustados por las detonaciones de

los cañones.

¿Los esclavos de color de las familias

habrían alimentado alguna esper-

anza en cuanto a que esa bandera

los libertaría a ellos también? Al año

siguiente la Asamblea del Año XIII

declararía la “libertad de vientres” y

por ende ya no nacerían esclavos en

la Argentina.

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El coronel Belgrano era “de regular

estatura, pelo rubio, cara y nariz

fina, color muy blanco, algo rosado,

sin barba… su cara era más bien de

alemán que de porteño, no se le

podía acompañar por la calle por

que su andar era casi corriendo,

no dormías más que tres o cuatro

horas”, es la descripción realizada por

su médico personal, José Celedonio

Balbín, que lo acompañó hasta su

muerte, así que tiene alta veracidad.

Él no dice nada acerca del color de

sus ojos y si bien Bartolomé mitre

afirma que eran “grandes de color

azul sombrío”, un certificado de ad-

misión universitaria y óleos de época

indican que sus ojos fueron marrón

castaño. Mitre agrega acerca de su

cabello que era “rubio y sedoso, de

color muy blanco y algo sonrosado,

cuya apariencia hacía recordar el tipo

de razas del norte de Europa”. En esto

hay mayores coincidencias, su cabel-

lo era muy rubio con una tonalidad

apenas rojiza. Lo mantenía prolijo y

corto aunque no podía controlar los

rulos en su frente. Usaba patilla muy

corta y no tenía bigotes.

Ambos destacan aspectos de su

personalidad: temperamento sanguí-

neo pero prevalecía en el “una grave

serenidad”. Era de talento “cultivado,

de maneras finas y elegantes”. Muy

honrado, recto, y desinteresado.

El 27 de Febrero lució su uniforme

azul, luciendo cruzada sobre su torso

una banda de color blanco (propia

de ejército patriota, y de su grado,

coronel). No le hubiera correspondido

usar una de color celeste (del rango

de general y él no lo era entonces) o

roja (realista), como algunas láminas

y óleos lo representan.

01.- El doctor Manuel Belgrano, a sus 42 años de edad, era uno de los revolucionarios

mejores formados para el diseño y ejecución de políticas de Estado. Honorable,

soltero y sin hijos, el ex secretario de la Primera Junta había consagrado su vida

a la causa de Mayo. Nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, y estudió en

Europa. A su regreso se desempeñó en el Consulado de Comercio desde donde

propuso iniciativas para el desarrollo nacional. Devenido por circunstancias apremiantes en

coronel, descollaba por su sensibilidad humanitaria y no ponía barreras en el trato con la

gente. Esa capacidad de sentirse uno con los demás le permitió forjar estrechos lazos con los

rosarinos que tanta nobleza y lealtad le habían demostrado dos años antes, en 1810, en su

paso al Paraguay. Sacó provecho de su amistad con el rosarino Vicente Anastasio Echevarría

y su relación con el párroco Julián Navarro, para informarse de lo que en

Rosario sucedía y sumar apoyos. No fue casual entonces que con todos ellos

compartiera su empeño de dotar a la causa patriota de una Bandera Nacional.

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Los soldados también lucían la

flamante escarapela. Los Patricios,

el uniforme confeccionado con pos-

terioridad a la Revolución de Mayo,

y no los utilizados en tiempos de las

invasiones inglesas (como usual-

mente se los representa en febrero

de 1812). En el sombrero se encontra-

ba la escarapela circular, celeste en

el centro, y blanco en su contorno,

Héroes anónimosLos milicianos de Rosario desde

1810 estaban al servicio de la causa

de la Revolución. Comandados por

Gregorio Cardozo y Pedro Moreno,

y luego por Gregorio Perdriel y Cele-

donio Escalada, su deber era recorrer

incesantemente la costa del Paraná

para alertar y evitar la invasión

realista y para luchar contra los que

se aprovechaban de esta tarea para

cometer fechorías con la población.

Sin embargo, estaban mal armadas,

y no disponían partidas para su sus-

tento. Ya no se les pagaba el sueldo

prometido. El comandante Perdriel se

Estaba compuesta principalmente por el Batallón N.5 de Infantería

(ex Cuerpo de “Patricios” de Buenos Aires). También formaban

efectivos del Batallón de Pardos y Morenos, del Regimiento de

Dragones de la Patria y Granaderos de Fernando VII, y un piquete de ar-

tillería. En un extremo se situaron los milicianos del Rosario, un nutrido

grupo de paisanos de a caballo.

Como se señaló, en la aldea vivían unas 600 almas, agrupadas

en unas ochenta familias, cada una compuestas de numerosos

integrantes, padres, hijos, abuelos, primos y personal de servicio.

Según Belgrano, enarboló la bandera aquel 27 de febrero para “entusias-

mar a estos habitantes”.

sujetando un penacho de color. En

algunos tambores también se pueden

haber colocado las cucardas celeste

y blancas. Cuando la bandera de

la patria llegó al tope del mástil los

oficiales, algunos soldados, milicianos

y vecinos, se quitaron sus gorros

en señal de saludo a la enseña y en

demostración de algarabía.

vio obligado a exigir contribuciones

forzosas a cuatro españoles radica-

dos en la Capilla. Aquella abnegada

milicia argumentará con orgullo

haber servido a Belgrano, presenciar

el izamiento de la Bandera de la pa-

tria, y luego luchar junto a San Martín

en San Lorenzo. Y no hay que olvidar

las familias rosarinas de aquellos

milicianos, que dieron sus hombres

a la causa. Quién en el poblado no

tenía un padre, un hermano, un hijo

cumpliendo “voluntariamente” con

lo que consideraban un deber de la

hora.

02.-

03.-

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El cura Julián Navarro, de 35 años

de edad, era cura secular por lo que

vestía sotana negra y no tenía una

tonsura en su cabellera. Pero puede

haber presenciado la ceremonia

algún fraile franciscano de San Loren-

zo, los que tenían hábito de la orden,

de color claro y tonsura.

El cura de la aldea, el doctor Julián Navarro, condiscípulo en

Buenos Aires de Mariano Moreno y otros patriotas, se convirtió en

adalid de la resistencia contra las arbitrariedades de los realistas

rosarinos en 1810 desoyendo así las amenazas de severos castigos. Había

nacido en 1777. Se sostiene que el 27 de febrero pronunció la fórmula

ritual de la bendición acostumbrada en aquel entonces, implorando

a Dios protección, utilizando un hisopo que se conserva en el Museo

Histórico Provincial “Julio Marc”. Un año más tarde José de San Martín

destacó “su valor e intrepidez” socorriendo a los heridos en el Combate

de San Lorenzo. Acompañaría al Libertador de América en su campaña

a Chile. Fue uno de los pocos que tuvo el privilegio de intervenir en tres

grandes eventos de la historia nacional: La creación de la Bandera por

Belgrano, el bautismo de fuego de San Martín en San Lorenzo, y el Cruce

de los Andes.

Catalina Echevarría de Vidal, a sus treinta años, era una de las

principales señoras del poblado. Integra la trilogía de personajes

que la tradición adjudica participación directa en el acto del 27

de febrero, junto a Navarro y Maciel, y por ende es la única protago-

nista de ellos nacida en Rosario. Sus padres fueron Tomasa de Acevedo

y Fermín de Echevarría. Su hermano Vicente Anastasio, fue el rosari-

no que participó en el Cabildo Abierto de 1810 que derrocó al virrey,

funcionario del primer gobierno patrio, y amigo dilecto de Belgrano.

Cuando María Catalina quedó huérfana a temprana edad fue adoptada

por el vecino español Pedro Tuella, quién la educó como su propia hija.

En 1810, contrajo matrimonio con Juan Manuel Vidal, y casi al mismo

tiempo conoció a Manuel Belgrano de paso por Rosario rumbo a Para-

guay. En 1812, le habría sido encomendada la confección de la bandera

con la que el prócer quería presentar en ocasión de inaugurar la Batería

“Independencia”. Existe una osada especulación acerca de que ella tomó

los materiales de la tienda de don Tuella, su padre adoptivo, que era de

las más provistas de la zona, y que no sólo la confeccionó, sino que el

día 27 de febrero la llevó sobre sus brazos extendidos hasta el pie del

mástil. Al poco tiempo ella se radicó en el pago de San Lorenzo, (en una

casa ubicada en lo que en la actualidad es la avenida San Martín Nº 1482,

entre la calle Belgrano y bulevar Urquiza, de la ciudad de San Lorenzo.

Falleció el 18 de julio de 1866, siendo depositados sus restos en el lugar.

04.-

05.-

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Cosme Maciel, de 28 años de edad,

conversó con el escritor y poeta

Pastor S. Obligado. Este se había

dispuesto a escribir sobre testimo-

nios de la historia argentina, lo que

efectuó a partir de la década de 1880.

“Aquí donde usted me ve -refirió

Maciel a Pastor Obligado- esta mano

trémula que apenas puede sostener

el bastón de mi vejez, fue la que izó

la primera bandera argentina. Ya han

Según la tradición oral Belgrano llamó a don Cosme Maciel, regidor del Cabildo de Santa Fe, por ser la

autoridad política de mayor rango, para ser el primero en izar la bandera. Había nacido en la capital

provincial en 1784 y pertenecía a una familia criolla de abolengo. Se dedicó al comercio fluvial y a la

construcción de barquichuelos y por eso en esos días viajó a Rosario para cooperar con el ingeniero Monas-

terio en el traslado de los materiales necesarios para la construcción de la batería Independencia, poniendo

al servicio su propia embarcación. Belgrano habría querido distinguir este decisivo aporte al solicitarle que

elevara la primera enseña nacional. “Como arriba se mencionó, “no fue accidental” su presencia en Rosario.

Como funcionario santafesino verificó la realización de una fortificación que contribuiría también a la seguri-

dad de Santa Fe y la Bajada (Paraná) y en su carácter de empresario naval aportó su conocimiento de baquiano

en la navegación y medios. Maciel sería en los próximos años una de las figuras más destacadas en la defensa

del federalismo y la autonomía santafesina, y comandante “de la escuadrilla naval de Santa Fe”. Un nieto suyo

alcanzaría el cargo de intendente de Rosario y sería uno de los más decididos hacedores de un Monumento a

la Bandera: Luis Lamas.

pasado muchos años, pero no olvido

mis emociones de aquel día. Vecino

de Santa Fe me hallaba acciden-

talmente en la Villa del Rosario, y

entusiasta como todos los jóvenes

de mi tiempo por la causa de la

Patria ayudé al General Belgrano a

levantar la batería sobre la barran-

ca, tras la actual iglesia. Que grata

sorpresa tuve cuando el día de su

inauguración, acabado de plantar el

mástil, formada ya la tropa, me dijo

el General Belgrano: Vea si está cor-

riente la cuerda y ate bien la bandera

para elevarla bien alta como deben

mantenerla siempre. Fue para mi lo

inesperado de tan grata sorpresa,

que, repitiéndose el hecho en todas

partes, al verme pasar me apodaban

de los fogones a los campamentos:

¡Ahí viene la bandera de Belgrano!”

06.-

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Belgrano creó la Bandera de la patria y Rosario la alumbró. Aquel

atardecer, “la “sublime enseña de libertad y honor”, fue saludada

con vítores, y salvas de artillería.

No se encuentra documentada la cantidad y disposición de las franjas de

la Bandera, pero la hipótesis más fundada es que la misma constó de dos

fajas horizontales e iguales, blanca la superior y celeste la de abajo, con-

forme a los colores de la escarapela decretada por el Triunvirato; que de

acuerdo con registros pictóricos fue redonda, de fondo blanco y centro

celeste. En cuanto al formato y tamaño de la bandera izada en Rosario,

caben dos posibilidades: que fuera cuadrada o rectangular. Las orde-

nanzas del ejército de la época fijaban la primera para los cuerpos

terrestres y la segunda para las plazas marítimas, castillos

y defensa de las costas. Suscribimos al respecto la

tesis de Golman que realiza el siguiente planteo:

Teniendo en cuenta que las baterías emplazadas

en las márgenes del Paraná tenían por finalidad rechazar las

incursiones de la escuadra realista, y que sí o sí al inaugurarse

debían contar con una bandera que la distinguiera del enemigo,

lo que hubiera obligado a llevar al tope de cada mástil una bandera

con los colores rojo y amarillo (como era costumbre hasta la época en

las posesiones hispánicas), es muy probable que las medidas fueran las

usuales en ese caso: la escala 1:2 “pero no tan grande, ya que las bate-

rías, por ser grupos de piezas de artillería, no representaban fortificacio-

nes defensivas permanentes”.

Belgrano advirtiendo dicha situación, que en la inauguración de la Bate-

ría “Independencia” y luego en la “Libertad” debía dejarse emplazadas

ese tipo de banderas, rectangulares, decidió con muy buen tino y coraje,

reemplazar las que representaban a la corona española por la de los

colores de la revolución, el blanco y celeste.

07.-

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autorMiguel Ángel De Marco (h)

Investigador del CONICET. Miembro de la Academia Nacional de la Historia y el Instituto Nacional Belgraniano.

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FUENTES

Archivo General de la Nación

Archivo General de la Provincia

Archivo y Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia

Archivo y Museo Histórico Provincial de Rosario “Julio Marc”.

Biblioteca y Hemeroteca “Argentina” Doctor Juan Álvarez

Instituto Nacional Belgraniano

Instituto Belgraniano de Rosario

Especialistas consultados

Miguel Carrillo Bascary

José Manuel Castagnino +

Miguel Ángel De Marco

Oscar Luis Ensinck +

Carlos D. Giannone +

Mario Golman

Francisco Gregoric

Julio Mario Luqui-Lagleyze

Liliana Montenegro de Arévalo

Patricia Pasquali +

Jorge Tomasini Freyre

Silvio Vaccarezza +

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38

Comité Ejecutivo Se compone de 9 miembros, 2 deben representar al gobierno municipal vigente y el resto debe ser

miembro adherente o fundador.

Consejo de Administración Se compone de 28 integrantes y su función es

validar el accionar del Comité Ejecutivo.

La presidencia y la vicepresidencia se renuevan cada 2 años y los candidatos son propuestos por

este Consejo.

Es importante destacar que la labor de ambos grupos es ad honorem.

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39

AUTORIDADES 2017 / 2018Comité Ejecutivo

Vocales

Luis NazerPresidente

Elías Carranza SaroliSecretario

Natalia Carnovale

Jorgelina Fay

Guillermo Laino

Federico Ortega

Lisandro Rosental

Guillermo RosentalVicepresidente

Margarita ZabalzaTesorera

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40

Consejo de Administración Colaboradores

Andrea Ávila

Gerardo Bongiovanni

Jorge Fittipaldi

Armín Reutemann

Cristina Griot

Astrid Hummel

Sebastián Lamelas

Roberto Lenzi

Juan Carlos DesmedtConsejo Profesional de Ciencias Económicas

Revisor de Cuentas/Auditor

Astrid HummelRepresentante Legal

Jorge FittipaldiAuditor Contable

Federico Lufft

Ana Inés Navarro

Luis Herrera

Patricio Rezza

Raúl Siri

Rubén Stamati

Mario Teruya

Mario Tourn

Mario Valero

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41

EQUIPO DE GESTIÓN

Silvia De PauliDirectora Ejecutiva

Mailen Gonzalez KahlÁrea Administrativa

Adriana RedaDesarrollo de Recursos

María Daniela PicattoDesarrollo de Recursos

Ana BoccardoDirectora de Comunicación

María Eugenia CriscimeniÁrea Administrativa

Ana Cecilia BerdiceverDto. de Comunicación

Día a día un equipo de profesionales estable dirige y ejecuta la actividad cotidiana de Fundación Rosario, haciendo efectivo el plan de trabajo trazado por el Comité Ejecutivo.

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42

GRACIAS a todos los que hicieron que Rosario Abanderada

sea posible

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43

Air Computers

Alberto Grimaldi

Angel Girardi (H)

Astrid Hummel

Banco Municipal de Rosario

BLD

Blue Connect

Bolsa de Comercio Rosario

Borgonovo Publicidad

Cibic S.A.

City Center Rosario

Coa S.A.

Consejo Profesional de Ciencias Económicas

David Rosental e Hijos

Enapro

Establecimiento la Cumbre

Estudio Lunes

Express

Frimetal S.A.

Fundacion Libertad

Greenlab

Grupo Gamma

Jorge Luis Fittipaldi

Kit Ingenieria S.R.L.

La Segunda Coop. Ltda. de Seguros

Luis Alberto Herrera

Luis Daniel Lamelas

MC. Catering S.A.

Mercado a Término

Miguel Angel Canton y Asoc

Milicic

Natal S.A.

NZR S.A.

MIEMBROS ACTIVOS

OSDE

Pablo Porta

Pecam

Previnca Seguros S.A.

Química del Caucho

Randstad

Reutemann Automotores

Rosental S.A

Ruben Radyk

Ruben Stamatti

San Cristóbal Seguros

Sol Mujer

Tarjeta Naranja

Transdatos S.A.

Vicentín Saic

Wiener Lab Group

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44

MIEMBROS ADHERENTES

Blue Connect

Bolsa de Comercio de Rosario

City Center Rosario

COA S.A.

Easy Marketing

ENAPRO

Estudio Hummel & Asociados

Estudio Lunes

Lamelas

PECAM S.A.

Sol Mujer

Universidad Austral

Universidad Nacional de Rosario

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45

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Boing FM 97.3

Cablehogar

Canal 3

Canal 5

Del Siglo FM 99.5

El Ciudadano

El Mirador Provincial

Farenheit FM 88.7

FM Vida 97.9

Grupo Cristal

Impulso Negocios

La Capital

La Ocho AM 830

La Red Rosario FM 98.3

Madios Litoral

Multicanal

ON24

Punto Biz

Radio Clásica

Radio Fisherton CNN FM 89.5

Radio LT3 AM 680

Radio Mitre FM 96.5

Radio Radio 2 AM 1230

Radio SI FM 98.9

Radio Universidad 103.3

Radiofónica FM 100.7

Revista Aptus

Rosario 3

Rosario Plus

5RTV

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46

COLABORADORES

Aiello Carbonari

Bordafax

Borsellino

Café La Virginia

Honorable Concejo Municipal de Rosario

City Center Rosario

Concejo Profesional de Ciencias Economicas

Congelados Del Sur

Docampo López

Escuela de Animadores de Rosario

Escuela de Comunicación Social de la UNR

Fundación Messi

La Fazenda

Fuerza De Marca

Hey!Latan

Inalpa S.A.

Juan F. Secco

Lotería de Santa Fe

Marcelo Trento

Msr Constructora

Fuerza de Marca

Obring

Ricardo Canut

Fundar

Drogueria 20 de Junio

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48

Rosa

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una

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sario

www.fundacionrosario.org.ar