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EL ANARQUISMO

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Ests artículo fué publicado en un Suplemento de CUADERNOS DE RUEDO IBÉRICO, en 1.974, (obra colectiva), titulado el movimiento Li bertsric Español. Nc no» rosta ya nada más que añadir que hemos con-siderEdo el artículo interesante para el conocimiento y comprensión ce 1E histeria y la ideología del movimiento libertario en España, si bien brilla per su ausencia la actuación de dicho movimiento en le posguerra y la actualidad españolas, lo cual no quiera decir que no existo... porque aquí estamos- - - - - - - - - - - - - - - - - -

EL ANARCUISnO ES ESPAEiA.-

Vamos a dividir el tema en tras apartados: 16 El anarquismo en general; 2" El movimiento anarquista en España; 39 El anarquismo en la guerra civil española*

Teda el mundo sabe que el anarquismo se opone al Estado, al par, latrencarioao y a la clásica formación de partidos políticos. También S3 del dominio público que el anarquismo anda rsñido con el tt~' sismo desde que, en 1.672 y durante la Primera Internacional, se querella­ron f'.arx y Bakur.in. Pero con saber eso no sábenos el poqué de esa ac_ titud hostil frente al Estado ni el porqué de la enemistad entre raer xiates y anarquistas.

£1 anerquisno es, al mismo título que el marxismo, una forma más entre les ruchas que encierra el socialismo tal y como se enten­día en sus orígenes del pasado siglo. De hecho el socialismo no emps? z¿ a querer ssr otra cosa que la realización de los ideales de la RJE volucián francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Al mismo tiempo representaba el socialismo una reación frente al liberalismo, -el "fa lio", o si se quiere, a la traición del libaraiisiEo. Porque el libe» rílisTo había hecho suyos los ideales de la libertad e igualded, pe­ro sólo pera agitarlos como señuelo, no para realizarlos. Y, desdo luego, el liberalismo no había proporcionado ni un ápice da libertad a los trabajadoras.

Les causes de este frustrante estado de cosas eran, evidentamen te, de índeie económica» relaciones de poder por la posesión de bie­nes y relaciones de propiedad en el proceso de producción. Contra SB cejante situación se levantaron los socialistas, que querían acabar con esas relaciones de propiedad, precisamente..

Anarquistas y marxistes coincidían en creer que para poner fin a esas relaciones de la propiedad ten injustas sólo podía lograres por medio ds ls revolución. Y aunque no se concebía la revolución sin violencia, la revolución significaba antes que nada liquidar la estructura existente, pero no necesariamente en un supuesto de vio­lencia y a partir de postulados violentos.

Pues bien, a partir de este punto es cuando marxistes y anar-quistee bifurcan por caminos distintlcs y puede asegurarse que no es­tán sobre un mismo plano, si bien tienen sus planos una misma línes de intersección.

En ol proceso del pensamiento ds fiarx privaban los procesos históricos. Y pera él es el socialismo al resultado de un proceso de desarrolle histérico. No liega a ser un proceso mecánico, perc sí que va i-plícita en esa idea un cierto curso de desarrollo en gran n.Etíid?. inevitable al eue están sujetos los socialistas mismos.

A ls pregunta £ qué hay que hacer para propiciar el socialisio? los marxistes contesten con el siguiente razonamiento: vivióos y es­tamos cbiigsdcs s trabajar en el irarco de la actual socieded capita­lista y burguesa, y de ahí que tengamos que hacer uso de las instru-

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La pugna viene de anti la comunista a Bakunin de "(Loa marxist tatal es unirse ra llegar a 1 ro nosotros 1 ra puede teñe perpetuarse; drar en el pu libertad sólo la libertad".

entre ana guo, ye h y a su ca la AIT. B s ) dicen

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sclavitud; la por medio de

«¡entes de^la burguesía» partido político-, Estado, poder, dirigiste y cen tralización. Verdad es- que el propio Marx estaba mis convenido de que Es" tado y partido político tendrían corta vida, puesto que cono productos da la sociedad burguesa que son desaparecerían a no tardar en una socie­dad eccialista. Pero para crear unpoder ostentado por los trabajadores dentro de la sociedad burguesa, los creía insustituibles, sin lugar a dudas.

Y de ahí arranca la crítica del marxismo por los anarquistas, "cui­dado -dicen éstos- porque antes de que os dala cuenta ya habéis caido en el-^arlito". Pcrt|ue, ¿qué ocurre si los socialistas se sirven da los ció •os metedor e instrumentos de poder de la burguesía? Que ae hacen escla­vos de lo mismo de lo que se sirven. Por eso los anarquistas le repro­chan a Marx y sus seguidores que introduzcan en el mundo socialista los métodos de la burguesía, esto est que lleven el aburguesamiento al térra no d* la revolución. —

Para los marxistes la revolución es la toma del poder, una subversi on de los papeles» de los dominados y los dominadores, como dice bien ~ claro la tan citada frase de flarxi "la clase obrera se constituye en cía se dominante". Para un anarquista ain embargo, es esto un:absurdo y una" injusticia, primero porque no quiere dominar y segundo porque no ve nada claxo^coroo podría dominar la claae trabajadora. £1 pensamiento, la con-cegaaton toda de eso que se llama "dictadura del proletariado" es para el ananiuiata no solo recuseele sino tembién un imposible, una "-contradic-tlo In terminia". El anarquista considere ia dictadura del proletariado una idea burguesa y no ura solución en extremo revolucionaria, cero so ha dicho, pues da paso a la burguesización del socialismo y a la dicta­dura sobre elproletariado ejercida por una nueva clase dominante.

Estas voces de alerta previniendo contra el peligro de aburguesa­miento de los trabajadores, es decir contra la peligrosa ilusión de e-•anciparse dentro de la exiatente sociedad burguesa, se hicieron oir ya •uy pronto entre las críticaa anarquistas contra l"iarx. Por si fuera poco ya el mismo Marx, por haber tomado comp punto de partida de su pensarien to el procedo de desarroUo y ser para el los más importantes irrpulsorss" del mismo el adelanto tenico y la prosperidad económica, no tenía ojos más que para los centcoe mas industrializados en que se desarrollaba el proletariado industrial. £1 anarquiemo en cambio, se sentía más bien e-traldo por loe países en que el capitalismo tenía menos auge y en cu -a pueblo y entre cuyos tratajedores no había penetrado tanto la «sntalídad cepiteliate.

n suma, para un ansrquista el socislismo de r.arx no es un eocieUs •u tabal per estar inficionado todavía cen el pensamiento b a c u u . Así pues, en vez de tretar de apoderarse de las armas de la burguesía, el anarquismo intenta hacerse con métodos y procedimientos de lucha so-

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Ya en loa tiempos de la Prircera Internacional era la Secc ion es­pañola la ras nutrida. Y ai ae observa dónde ae encontraban entonces ioa ras fuertes baluartes del movimiento y ae echa una mirada sobre lo misnp en 1536, siempre dentro de la propia Esparía, no dsjan os asom­brarnos la continuidad sin solución de sus concentraciones ge?cráfi:£3 Doa regiones aon las que dominan con ventaja: Andalucía y Cataluña. An dalucía es la región de loa escandalosos latifundios: el enarquic." es ni aquí muchos adeptos entre el proletariado agríclla que ni siquiera vivís en pleno campo, ciño en pequefías ciudades y pueblos o villas de ciarte importancia, quo gran parte del año estaba parado y que a menu­do ae enzarzaba sn desesperadas luchas eocialea contra 8"3 explotado-rea y opresores. En canblo, en Cataluña se propagó el an.rquiüro en le masa del proletariado industrial formado con la moderna industria cata lana de Barcelona y otras ciudades fabriles próximas a la capital ca-' talana. No es, puea, exabto decir -como ae ha hecho alguna vsz- que el anarculsmo catalán fué importado del a-gro sureño, desda el cual, en efecto, e ¡nigraron muchos (loa "curcianos", los "enemigos") a Barcelona en busca da trabajo.

También en Levantn, con Valencia cono centro, tuvo el anarquismo gran a-rrairo, y un foco famcr-o de anarquismo •n esta ri-gión fué Alcoy. Aún siendo de régimen predominantemente agrarir el Levante ejerce sin embergo una agricul­tura de tipo oes moderro y elhecho de ester encarado a la exportación (naran­jas, etc.) puede haber influido lo suyo

En Aragón ae han librado importan-tea batallas desde el campo anarquista, sobre todo en Zaragoza y alguna comarca de hyesca. También en Galicia, región minifundista por antonomasia, ha campea dd en gran pedida el anarquismo. Y en . Asturias, donde al lade de una mayoría •ocialleta siempre ha habido una fueate minoría anarquista. Paro en el centro de España, Castilla y Extremadura, ape­nas hizo mella al movimiento libertario ai bien en la capital, Pedrid,, cobré du rante la segunda República en poco tiem po gran importancia la organización a-~ narcoslndicalista.

Se han 'afrontado .diversas tesis para explicar ese extraordinario éxito del anarquismo precisamente en España, Le primera de ellas es a-tributrlo al retraso económico del paía. Semejante explicación no cua­dra con loa hechos. Cataluña ae deede antiguo la región mes avanzada dde Esp'aña, y ai por otra parte reparamos an qué proporción estaban re presentadas en la organización anarcosindicalista lae profesiones, nos guardaremos mucho de sacar semejante conclusión.

Otra interpretación es ver el ana juiamo como un sustituto de la religión al hacerse la Iglesia -au representante- cómplice de la clase

Que *el poder corrompe* es u na de las tesis fundamenta­les del pensamiento anarquis ta. Como dijo el anarquista-

argentino González Pacheco: "quien encarna el poder en­

carna el daño".

domininta y haberse identificado con el orden imperante. El aspecto re ilgioso es, por supuesto, importante^ sobre todo en el cur de Eepaña, donde al parecer el anarquismo eolia impregnarse de fuerte carácter rjs iigiojo (y aún habría que verificar esto más de cerca). Pero para Cata luna el argumento sería evidentemente menos fusrte. Y, en definitiva, ¿no hi sustituido también el socialismo an otras partes, y a veces muy en profundidad, • la religión? Luego ye no sería nada privativo del a-narquismo sote efecto de "sucedáneo" religioso.

Dichc esto es impórtente constatar que el anarquisn'aetP»"'0* cons­tituía, un mundo propio, con su propia cultura, literatura, e>elM» «te.

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un universo cerrado y completamente desligado de la sociedad oficial y ¿s sus normas y preceptos. Y si esto- ha podido caracterizar a todo movimiento anarquista, en España se sentía con ciucha mayor fuerza que en otrcc países. Era en España verdaderamente impresionante el aciano existsnte entre el orden reinante y el movimiento anarquista. Para los observadores extranjeros, algo de veras inconcebible.

Pérc el cr¡9rqC:Í3na escañol era también un movimiento eminenteroe_n te popular. £1 pepel que ha desarrollado en BU seno la intelectuali­dad y los grupos "propensos" de la clase media ha sido sumamante in­significante. £a característico al respecto repasar las Obras Comple­tas da flanuai Azaña, por ejemplo, el intelectual que fué a la vez el más impártante político y estadista de la segunda República española. A pe3ar da ocuparse en sus escritos tan reiterada y afincadamente de los problemas de España, apenas si se lee una alusión al anarquismo. Y es que ios desconocía, sencillamente.

En España no se produjo ni poco ni Bueno un paulatino injerto del anarquismo en la sociedad exterior a él ni al revés. A este pro­fundo divorcio contribuyó seguramgnte no poco el hecho histórico de que ei anarquismo se criara en los pañales de las tradiciones federa­listas españolas, siempre tan hostiles al tsn poco moderno, burocráti co y centralista Madrid. Pero el caso es que hasta la burguesía cata­lana, tan enconadamente (!y con razón!) indispuesta con Madrid, siem­pre que se le ponía en trance tener que tomar partido, optaba por Ma­drid contra la causa de los trabajadores, si bien es verdad que en Sarcelona al nenes se "conocían" mejor burguesía y anarquismo.

Y2 he dicho que el anarquismo fué la forma por excelencia que a-tícptú en Pepena el movimiento obrerista. Y esto se hace verdad de na* yer calibre todavía cuando nos percatamos en qué medida y a qué esca­la se preduje la militancia da lo? asociados al movimiento. En cambio ai anarquismo no ha ejercido janes monopolio alguno. Y así ha tenido baaiar.;: importancia, en España simultáneamente el socialismo marxista la socir.lrirmucrocia y la sindical socialista UGT , ésta sobre todo en Castilla la Hueva.

En tápena, la socialdemocracia, por reacción al revolucionarisr .• anarquista, de seguro, fué bastante conservadora^ moderada, centralis ta y estatal. Lo que acarreaba como consecuencia que anarquistas y. marxistes estuvieran a menudo zerpa a la greña, aunque tampoco se de­be generalizar^.porque en las regiones en que socialistas y anarquis­tas eran bastante fuertes «como en Asturias y en Levante— se daba el hecho doblemente interesante que las relaciones entre arabos fuesen me jares y de que los socialistas estuviesen más a la izquierda que en "" las demás regiones.

La organización sindical más importante de España ha sido la Con fedürtcion Nacional del Trabajo (CNT), fundada en 1911. Su sindical!* co tenis por base doctrinal el anarcosindicalismo. Este enarco*indic¿ lisno llevaba de fronte la lucha económica en las empresas y la lucha revolucionaria con su meta de la incautación de las mismas .empresaar por los trabajdadore3. De gran importancia ha sido la estructura orea

nizatoria de la CHT, en la que todo giraba en tor­no a la solidaridad y cooperación de todos los ti¿ bajadores en un solo lugar y dentro de una sola en presa, pero en que jamás prevalecieron los intere-

Wií/¡>5 (¿f *T^3 s e s de 9ruP° de una determinada categoría de tra­bajadores. La CNT funcionaba completamente descen­tralizada y noexistía en su seno ni en sus filas burocrecis o jerarquía alguna.Loa organismos cen­trales no tenína ras que una rrisión coordinador». Y el cemento que mantenía unido a todo ei gigantes co movimiento era la solidariedad. Para conprender" bien el movimiento anarquista, la noción de solide rí2ad es la clava. Las ras crardee e irpresicnan-"* tea huelgas y eeopefias, le a.',»a 'icnics en masa y corcetaa a S'.-'cra y fuego t-ae 3i-c ees encadena jos

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sierpre por un oovimiento de solidaridad! o para apoyar a compañeros huelguistas, o para 1E puesta en libertad da presos, reincérporación al trabajo de despedidos, etc. tal vez por eso las huelgas anarcosin­dicalistas en España ae hacían tan fácilmente generales, y una ciudad. de cas de uncuilión de habitantes como Barcelona podía quedarse cor.ple tarante paralizada de la noche a la mañana. Y^e» Que, si bien no falta balel factor de presión social y opresión política necesario, era -a solidaridad el factor suficiente que hacía correr el fuego coreo la p¿¿ vara. Pero por desgracia, este cemento no era suficiente para una ac­tuación común a escala regional y menos nacional. Sobre todo en el Sur

Además de la C.Ü.T. gay que hacer mención de la federación Anar­quista Ibérica, la F.A.I.,, que se fondo en 1927 con ctrácter de orga­nización secreta y que se componía de grupos relativamente pequeños de militantes anarquistas afines, todos afiliados al mismo tiempo a la C.K.T, A este respecta: se= ha dicho que la F.A.I. constituía el movimi­ento revolucionario puro del anarquismo español y la C.N.T. una corri­ente más moderada, pero no hay nada de eso. La C.N.T., y también la F. A.I. pero menos, agrupaba en su sano a diversas corrientes o tendenci­as revolucionarias. Y cabría decir que eran más importantes lac dife­rencias entre las regiones que entre la F.A.I. y la C.N.T. Al meni3 il ganos "faístas" se comportaban en algunos aspectos poco anarquistcrr.en-te, como por ejemplo lo demuestra el hecho de que hicieran su "politi­quilla" y se considerasen a veces con demasiada facilidad y riosenvoitu_ xa los dirig'entes "naturales" de todo el movimiento. Lo que distinguís a loa hombres de la F.A.I., eso sí, era que todos fuesen activistas o cuitantes muy activos.

(.•tensión entre los polos svolución ahora ya" y "primero prepj? rer el movimiento y luego agranoirio", provocó más de una crisis inter; na, sobre todo en tiempos de relativa libertad como la Segunda Repúbli ca. Mientras se desplegaban las actividades de la organización er, la clandestinidad ilegal (y a», el curso de los setenta a"os que abarca nuestro movimiento vivió casi sin parar al margen de la ley) no se po­dían sobre el tapete semejantes problemas. Sólo en cuanto so tenía al­guna libertad de acción. Pero hay que rfecir que, inciuso en los tiem­pos en que se respetaban los derechos democráticos amparados por unas garantías constitucionales, eran far8a y papel mojedo, principalmente en etf. »ur del país, puesto que conculcaban esos derechos las poderosas fuerzas feudales todavía en vigor. Por eso siguió produciéndose teda una serie -muy larga por cierto- de tentativas revolucionarias que ce-si siempre ae quedaron en meras explosiones locales. Y las duras y de_9 piadadas represiones que seguían (incluso durante la República, cuyas autoridades no se atenían demasiado a su propia constitución), provo­caban a au vez los grandes movimientos da solidaridad de que hemos ha­blado.

Y con esto llegamos ya a la guerra civil. La guerra civil españj la 1936-1939 significó para elanarquisnio un-triunfó espléndido y cla­

moroso, pero al mismo tiempo una inmensa catástrofe. Los hechos son más o manos conocidos por todos. Del 17 al 18 de 3ulio dé 1936 se su­bleva el ejército español contra el gobierno legal ce la República de­mocrática burguesía, se subleva en toda regla contra la autoridad y el orden establecido, porque el ejército quiere implantar un régimen suto ritario. Y dado que el episodio se desarrollaen los años 30, autorita­rio significa ipso facto fascista. El gobierno, el aparato del Estado ae hunde de golpe, pero el pueblo (conlas organizaciones de la CNT y la UGT a la cabeza) se levanta en peso. Donde, cuando y coso se puede, claro. A las pocas semanas la guerra citril -que en los primeres días ae dirimió a mansalva en casi todos los lugares del país- era un lépero España había quedado dividida en dos; prácticamente, las zonas más rc-dernas quedaron en manos de los republicanos y las regiones más tradi­cionales en manos de los rebeldes.

Pero con la lucha contra el fascismo, el pueblo español emprende a la «er una revolución social sin precedentes ni ecuivalentr; er. la historia del socialismo, una revolución, ceneretarer.te,- q'-e vive en i» base y que no está gobernada o dirigida desde arriba -ni eicuiera sor

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I 'Jpjjg LA REBELDE-jl

DE LOS -.-¿fctgB ÑAS ¡J ¿4¿p^PRIMARIOS ¡!

virtieron en nuevas formas de sociedad gl ras sociales y políticas. La revolución n gíunss de preponderancia cenetiata, sino i tilla, donde nunca tuvo (ruchos partidario: do oi territorio da la República se rogis tra colectividad. Sajo este término ae en formas de aplicación. Precisamente porque

ceda pueblo y hasta cada eepresa ae a amanta se han hecho pocos estudios ao

SO , c; ciedi... cunstoncias no han ayudado llevarlos

INSTINTOS A DEL HOMBRE, ¿ i ]

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ueblos, las colectividades no n económica, sino que se con-obal con eus nuevas estructu-o se propaga ten sólo a las re que la ver.es instaurada en Cas s la CNT, y en realidad por to ttó la existencia de una u o-cierra una gran vatiedad de os una revolución desde le ba_

bre su propio canino. Deagra-bre esta «evolución y las cir-cabo, por aupuesto.

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la reuoluc:.n da que hablamos no fué nunca un estuvo sic.T.pre en movimiento. Y sa pueda deciree io de 1S36, toda eu puesta en marcha, hasta aep-ismo arte, no acabó de consolidarse. La gran nove velución nc estriba en sus éxitos de carácter o-procuctividad, etc.,saino en el logro de la ro­cho de que haya aido posible una revolución a-dícfíduras, sin partido que dé la pauta a ac­ide abejo, con formas y estructuras que respon-eel anarqulata; una revolución en quí desapaie-

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cié toda alienación humana puesto que el poder de dicisión residía en la base misma de la comunidad; una revolución que instauró la igualdad pura y simple y respstó todas las libertades, incluso las de los que no querían formar par­te de ln colectividad.. No fué, no podía aar -y cienos en les ciscunsj tandas en qqe se produjo- una revolución sin tacha, paro funcioj nó y dio resultados nunca vistos: Gastón lieval da al siguiente re-auven de la colectivizaciónt ^ H COLECTIVIDADES

.industriales - agrarias

Arenan - . 400. Levante 70Í del total 900

de la industria Castilla gran parte 300 Extremadura ¡ - • 30 Cataluña toda la indus­

tria y transporte 40 Andalucía se ignora Asturias . . .

CIPRIANO flCBÁt destacada'militante a-narcosindicalista del Sindicáis de la Construcción madrileño que s° revela­ría durante la guerra coro gran esira tega; a él y a las milicias liberta-rias se debió una de las pocas victo­rias militares del bando republicano; la dé GuadalaJara-Brihuega.

Por eso decía que había sido un triunfo espléndido y clamoroso.

Dimos a entender que la re- ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ volución, con respecto a la CNT, "se salió de oadre" como si dijéramos; fué-en todos los aspectos mes grande que la organización sindicaliste, pero al mioma tiempo no podría concebirse sin la CNT. La CNT era iderás la única organización española que defendía la revolución frento a la contrarrevolución, oraejor, frente a dos contrarrevoluciones! una dentro de la coalición republicana antifascista, y otra fuera, la capitaneada por Franco. Y aquí está la tremenda catástrofe a que aludíamos, el insa¿ vabls fallo de los anarquistas españoles en la guerra civil. Porque, en" definitiva, la revolución española de 1936 no fué obra del rcvi-rier.tr e-narcosindicalista, aino que fué pasible merced e ls sublevación fesciate que creó el vacío político al no saberse defender por sí miera la repú­blica burguesa que estaba enel poder (en Julio de 1936 la CNT conteta en toda España con millón y medio de afiliados aproximadamente. Los socia­listas significaban algo parecido. Y en la guerra, la CNT, llegó a tener más de dos millones ds sindicados).

El hecho ea que la revolución tuvo que vivir a la (mala) sombra de la guerra civil y que en Él curao da la lucha y bajo la presión cade vez más acuciante de la marcha lenta pero seguramente victoriosa de Franco, fué la guerra la que acabó por enfocar todos los demás problemas. Y si los anarquistas habían contado con una violenta prueba de enfrentaniento contra los fascistas, no habían creído nunca sin embargo en una situaci­ón de guerra tan prolongada con sendos ejércitos regulares en los fren­tes (hay que hacer constar que las derechas tampoco lo esperaban).

Por otra parte, la guerra civil fué un duelo a muerte con el tota­litarismo. Los anarquistas estaban acostumbrados a las presecucior.es, pero la sublevación de Franco no fué una persecución, fué una carnicería una matanza en regla y a sangre fría contra todo lo desafecto al fascie-aio. Incluso allí dohde sólo hablan ofrecido resistencia pasiva fueren e-rrasados los trabajadores, tn Zaragoza, por ejemplo, en 1936 ls ciudad más cenatista de España, que replicó a la sublevación concuna huelga ge­neral sin llegar a echarse a la calle siquiera, fueron asesinados a ríe­nos de carlistas, falangistas y demás facciosos de la derecha entre 15 y Z'~ Z:1C afilie 5os k» *a Cf'T re*! •Je entre c-. * ?0H non f-->Hítn^t°s eac??ca

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ccn que contaba la capital aragonesa» ttasacrea 8ÍrrÍlare3 se perpetre-ron en los lugares de concentración cenetiata de Galicia y Andalucía.

clonarla. De ahí que los socialistas ocuparan cargos y posiciones cla­ves, y que bien pronto (septiembre de 193fi) fueran a parar a tus mrr.oi les más importantes departamentos ministeriales.

De hecho los dos jafes rio gobierno más importantes de la guerra fueron- socialistas: Francisco Largo Caballero y 3uan Negrín. Pero en­tre el partido y la U&T había grandes disensiones. Los afiliados y se£2 cionea do la UGT (ál menos en la medida en que se trataba de auténti­cos trabajadores y gente del pueblo) tomaban parte entera en la revo­lución. En cambió les mentores del partido pensaban muy acusadamente en términos de restauración de un.-Estado fuerte capaz de reducir a ce­ro a la revolución. En la coalición sustentaban el predominio las de­rechas y en especial los comunistas, que ensalzaron el antifascismo a la. categoría de ideología unionista, y no sólo rechazábanla revolución sino que la negaban y li combatían con todcs los medios a su alcance. La gurcrra civil y él imperativo de ganarla fueron los argumentes em­pleados para hacer perder terreno a la revolución hasta liquidarla- y restaurar las estructuras autoritarias del Estado y el Ejército. A to-.defestotloa comunistas aprovecharon, para efectuar esa liquidación, de las armas rusas y de I03 muchos miembros que ingresaron en el partido procedentes de los medios burgueses, precisamente parque consituía es­te partido la mejor garantía para abortar la revolución popular y al mismo tiempo estaba respaldado por una potencia internacional de ex­traordinarios medios. A este respecto, no deja de ser chocante cómo ha influido y condicionado la gestación de eete mito de la guerra civil -presentada como únicamente la lucha entre el fascismo y un régimen dj» mocrático burgués- en lu difusión de noticias da entonces y en el cómo ae ha escrito su historia.

En efecto, la historiografía comunista tiene mucho en común con la burguesa (sibien éstii as mucho más matizada que aquella). El famoso libro fie Hugh Thomas es un ejemplo de lo que quiero decir. Así como la p..". leuia "Plourir a Pladr:.d".

Pero volvamos a lot anarquistas. Le alternativa habría sido lle­var de frente guerra^y revolución como un todo inextricablemente entre tejido, o en otros términos, hacer una guerra revolucionaria. Sabido es que ce formaron de inmediato unidades de fuerzas armadas revolucio­narias, las milicias, de las que se pue 'en leer cosas intesesnrtrr per ejemplo en la obra de Oiuell sobre sus experiencies en la guerra civil espártelo, y que podríamos comparar con las guerrillas y guerras popula res. Poraue lo cierto es que la CNT no se proponía mís que formar uní" fuerza armada salida del poeblo con un mínimo de militarización, algo así como el Haganah en I D S tiempoa de la fundación de Israel, o tambi­én un poco como se presenta la organización defensiva de Uietnam del Norte, bastante concordante con el modelo de las milicias anarcosindi­calistas españolas.

Pero l^s fuerzas anturevolucionarias dentro de la amplia coalí-c¿or. ti,Lir<ss;¿s ta tstaoan en centra de las milicias, na ttirelrente. El caeo es que la CNT, en la cuerda floja de querer sostener la revoluci-

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fin todo lo posible y al mismo tiempo formar parte de la amplia coali­ción contra Franco, no tuvo más remedio que liarss con menoscabantes compromisos y cometer contradicciones e inconsecuencias. Los anarco­sindicalistas formaron parte incluso del gobierno para hacer contrap¿ so a las otras fuerzas y favorecer en lo posible la lucha contra Fvsn co. La actuación de anarquistas al frente de los ministerios tuvo por efecto, como era de esperar, frustraciones y crisis morales e ideoló­gicas. Pero ni aún así se pudo- proteger le revolución; las insoporta­bles tensiones de este doble juego acabaron por provocar las luchas cruentas de Mayo da 1937 en Barcelona entre los trabajadores y le coni trarrevolución, y por desmembrar al gobierno. Las derechas ejercían an.la retaguardia el terror blanco, y bajo este signo, unidades comu­nistas armadas detuvieron y fusilaron a centenares de activos revolu­cionarios, destruyeron colectividades e incluso los medios de produc­ción da estas, haciendo todo lo posible por restaurar la propiedad privada. La revolución demostró, no obstante, ser muy tenaz y resis* tente contra toda represión y supo reestablecerse inculso cuando se vio qu* la producción seguía una curva desdendente y hubo cundido la desmoralizadión a raíz de la actuación aniquiladora de los contrarre­volucionarios ( 3. Bradamas en su libro Anareosindicaliemo y revolu­ción en EspafSa dice lo siguiente: "En diciembre, la censura comunista de Madrid suspende el periódico "CNT" portavos de la Confederación. Durante la primavera ese órgano ful repetidas veces prohibido. Una de ellas, porque CNT daba cuenta del fusilamiento, en un solo día, de se •enta campesinos da Ploro de Toledo por la División LÍster (PCE). Otra publicación confederal de fiadrid, Castilla Libre, fué suspendida en Abril por publicar detalles de asesinatos llevados a cabo por los co­munistas contra obreros castellanos. Cuando "Cartagena Nueva)", publi­cación comarcal cenetiata, quiso dar información acerca de la checa descubierta en Murcia, los censores prohibieron la edición. El 27 de febrero ful suspendido indefinidamente "Nosotros", el diario de la TAI de Levante. En Marzo, la Dunta de Defensa Vasca, en la que colabo raban comunistas y católicos, suspendió "CNT del Norte". El consejo ~ editorial del periódico, y de paso el comitl regional cenetista, fue­ron detenidos a la vez que se hacía entrega de la imprenta a la orgae-nizac&ón comunista local."} •

Finalmente se produjo una especie de equilibrio inestable en el que •• conservaben por una parte, muchas da las estructuras revolu­cionarias en la base, y, por otra, fueron sustituidos casi todos los organismos de coordinación por el Estado Central, Como dice Bradesas: "Las checas, mientras tanto, se llenaban de anarcosindicalistas y tni litantes del POUFI. La prensa confederal quedó sometida a una censura mucho mis sistemática que antas... La revolución vendría tras la vic toria, ai ganaban los republicanos, y sería la revolución comunista. La guerra civil continuaba. Pero la revolución espartóla había Huer­to."

II

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LA BURGUESÍA PODRA HACER SALTAR EN PEDAZOS EL RUNDO ANTES DE ABANDONAR EL ESCENARIO DE LA HISTORIA. PERO NOSOTROS LLEVAROS UN RUNDO NUE VO EN NUESTROS CORAZONES, Y ESE HUNDO CRECE A CADA INSTANTE. . . ESTA CRECIENBO RIEWTRAS YO HABLO CON US3ED NOSOTROS CONSTRJIROS LOS PALACIOS Y LAS CIUDA­DES EN ESPARA, ARERICA Y EN TODO EL RUNDO. NO SOTROS, LOS OBREROS, PODEROS CONSTRUIRLOS NUE VOS PARA REEMPLAZAR'LOS DESTRUIDOS. NO TERE-"" ROS A LAS RUINAS. . . ESTAROS DESTINADOS A HERE DAR LA TIERRA. (BUENAVENTURA DURRUTI)