río salvaje

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Antología poética 1998 - 2010

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Page 1: Río salvaje

Javier Flores Letelier, Chile Poesía

RÍO SALVAJE-JAVIER FLORES LETELIER | www.artepoetica.net 1

El camino al pueblo oculto...

Toma mi mano, no me mires a los ojos si no quieres,

recuerda que soy un hombre enfermo con los días contados...

Toma mi mano, he venido a sentir el calor de tus lágrimas

prende una llama que enfrente el reflejo de tus pupilas en la oscuridad, y mírame arder.

Piensa que estaré bajo el mar, en cualquier lugar donde mi rostro ya no tenga valor.

Decidirás continuar buscando tus raíces...

He construido mi propia miseria

creo que me revela una luz que brilla en el cielo,

pero aun así no puedo dejar de escuchar el grito desesperado

que lanzan los fieles cuando encuentran los milagros

en el castigo de las figuras envueltas en llamas en cada sueño nocturno

y en cada despertar entre lágrimas;

la lealtad entre los esclavos,

la lealtad entre los esclavos; recuerda el amarillo de la piel,

la serenidad después de que las heridas paraban de sangrar...

La solidez natural de la carne de las manos

será para los que cumplen el deber de enterrar con su propia fuerza

a un amigo que fue su padre,

la enfermedad y el destello sobre el granito

que cubre los huesos, la carne y las piedras

en donde se alimentan los cauces de los ríos

hasta las cuencas cercanas al centro de la Tierra

en donde crece el pulso de los corazones que estallarán

justo después de haber procreado,

el perdón y la rebelión ante los secretos que forjaron la forma de caminar,

la sonrisa de quienes te pueden traicionar y robar la vida

el amarillo de los ojos enfermos, de la ternura y de la piedad;

honra a tu madre, la fatiga de recordar tu nombre

hasta la adultez de los cuervos que desprenden la carne de tu espalda.

Necesitamos un nombre para permanecer en silencio frente al fuego

No puedo seguir creyendo más, no quiero creer en el trueno al que mis abuelos temían,

los espíritus ya están en el círculo esperando por la noche,

mi corazón se agita con las luces de los montes, con tu cuerpo desnudo en la ventana...

debo saberlo, dormir con el mismo miedo de siempre, para la serenidad de tus manos,

despertar en las mañanas dentro de mí, para el alma que desaparece,

para nuestros nombres en el eco de los templos de roca junto al mar

en los que los murciélagos conciben sus mundos frágiles y secretos.

El sudor bendijo las frentes de los refugiados, entre el sonido grave del viento en las plantas

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y la imagen cegadora de las inscripciones lapidarias.

Los ojos cansados de las aves nocturnas, espiaban el mundo que pasaba ardiendo bajo sus garras,

el fuego tras las visiones de las cruces negras en la oscuridad,

el fuego levantado por los cachorros, dormidos con el polvo en sus narices

respirando el dolor y la miseria en la carne desgarrada de los compañeros.

La esencia cálida del carbón en el viento

tocó la frente del condenado antes del sonido de los disparos,

su muerte dispuesta ante los ojos de aves extrañas, rasgando en la madera pálida

de las habitaciones abandonadas donde el retrato del dictador enmudece

y envenena la sangre de los que aún pueden correr por sus vidas.

La sangre llenó la visión de la luz debajo de cada roca,

las alas imaginarias de los terrenos desbastados,

el ruedo del alma de las máquinas

impregnadas con el olor de los alimentos descompuestos

que las criaturas perseguidoras del sol de la frontera

cargan como el aliento del fuego consumido en la última piedra de la ciudad.

La aurora del humo en el polvo se carboniza en mi vientre,

y los que han sobrevivido observan sus cicatrices

como a imperios malditos que no desaparecerán,

en un dolor agudo los ríos se derrumban en la madrugada

en los huesos y en la calidez de la carne como puñaladas ciegas...

la memoria es una bestia más grande que cualquier fuego

que se pronuncie para acallar esos ríos,

los demonios de los recuerdos acarician el espejo

y las velas se prenden para recibir las lágrimas de las sombras;

el río y el color de mis venas, el rastro de la sangre seca en el pavimento

después de las peleas de barrio,

después de las luces que el alcohol

roba de los nombres de los territorios desolados

y se encuentra la paz momentánea, el amor eterno,

el amor que nos dejará, el amor que no nos atrevemos a pronunciar...

el río y el color de mis venas,

es lo que puedo ofrecerte para ser el padre de tus hijos,

es lo que puedo sacrificar de las sombras de los animales

en los caminos de tierra, en mis recuerdos como hijos del sol

y hacer volver a nacer la lluvia

apretando tus manos y enfrentándote a los ojos,

confiarte el secreto del viajero rebelado del que todos hablan

como el hijo de la tierra,

o como el mito que los guardianes de las fronteras

enfrentan cada vez que empuñan sus armas,

su final, el final de sus ojos violetas por el mundo de recuerdos reflejados,

derrotados y soñadores por la perdida de sangre

en su decisión de enfrentar a la justicia humana

con el color de la sangre que no distingue las heridas del cuerpo y del alma

dando el poder a sus niños que rogaban al cielo y pedían al mar

salvar la existencia de las sombras de su padre ante cualquier consecuencia.

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Volvería a vivir todo este destierro por cualquiera de ellos;

recuerdo el fuego del cansancio de su voz

cada vez que me alejo de las luces de la ciudad

para buscar la tierra entre las oscuridad de las noches de aire frío y fuegos fatuos

a la que llegaron los conquistadores perdidos

en las sombras de las trazas de sus manos,

destruyendo todo el nuevo mundo que abrían a su paso,

forzando la voz de mujeres mal heridas

intentando encontrar en los dibujos de sus vestimentas ultrajadas

las voces de sus hombres todavía invocando el alarido del cielo

desde sus corazones cruzados por las mismas armas construidas

para proteger el alma de los hogares de la memoria eterna

de las guerrillas bajo las tormentas...

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El Mañana

Y si estuviera enfermo, ¿me cuidarías hasta mi muerte, amigo?

y si nunca sanara, ¿verías mis ojos amarillos día tras día?,

cuando tu mujer mire cansada por la ventana,

me culparías de pasar demasiado tiempo con ella...

¿Recuerdas quién era el fuerte?

¿Recuerdas quién era el fuerte de los dos?

Uno de nosotros tenía cierto temor que lo paralizaba,

cierto temor que no recuerdo.

Uno de los dos tenía cierto amor imposible,

y ella fue a buscarme y lloró de desprecio,

fue a buscarte para decir que se iba y que no la buscaras,

partiría a un mundo en donde hay dinero fácil

si es que aceptas las reglas del juego,

si le das a todos lo que quieren

y lloras con ellos en sus corazones cada vez que lo hagan,

lloras de emoción como una artista en el escenario,

bebes hasta despertar con la mente en blanco y odiando el pasado...

Ese es el futuro inevitable, uno de los dos caerá antes

y no importa si luchamos o no por encontrar la pasión de nuestras vidas,

la encontramos de todas formas, fue fulminante mientras duró.

Ese es el futuro inevitable, morir juntos como mártires,

o morir armados y condenados por el mundo,

como amigos del silencio traicionados por la espera del tiempo.

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Dejar la ciudad.

Dios me hizo un animal del desierto, semejante a él, a cualquier rostro,

a los rostros de las llamas que aúllan en los portales de las cuencas de los océanos.

Despierto ebrio en la madrugada, él despierta conmigo.

Salivo en mis labios partidos y su presencia los amarga.

Mis hermanos, a cada uno de ellos los escucho gritar esta noche por salvación;

no puede haber paz en el corazón de un imperio...

soy un hombre creyente, y he ya pagado el daño que he hecho

a lo único que me importó en vida; que una mujer joven hiciera poner

mis manos sobre su espalda débil y enrojecida por el frío;

tener un camino por donde volver iluminado por la luna

desde los golpes en el bar, la miseria de los siglos,

el recuerdo de la mujer piadosa y su sonrisa de fuego

hasta el cementerio para ver los ojos de mi padre,

nuestro gran padre, cerrarse otra vez en el final del camino

entre las grietas de los montes donde duermen tranquilas

las criaturas más crueles que se puedan imaginar...

Para alcanzarte esta noche, debiera dejar el alcohol.

Para alcanzarte esta noche, con mi presencia incandescente

con la que desgarro mi garganta en cada trago y salvarte de una muerte indigna,

de ver mi rostro destruido en los sueños,

debiera ser ahora la última vez que te convenzo para hacer el amor

con las palabras, con la rabia de las palabras

que llevan a dos personas a buscar sus rostros,

me aconsejó con el cariño y la desesperación de un padre al borde la muerte

el sacerdote al que visitaba los domingos para ver nacer de sus manos

el relámpago que encandilaba su temeroso rostro,

el de nosotros viendo en las miradas entre la niebla y los destellos de tibia oscuridad

en los cuerpos desnudos de ángeles hechos de mármol, sangre y rosas,

en los labios y mejillas el color del pudor y la resignación,

la rabiosa voz de la fe.

Creímos en el poder del canto de las bestias redentoras del frío cruel de las iglesias,

que la fuerza de los pechos de los muertos

está en la voluntad de las armas de los pobres, escuchamos venir el mar mercante,

la tristeza, la pasión, el misterio del alimento de las ratas,

la sotana que entre las sombras nos entregaba el lugar

donde llorar a los seres queridos fallecidos y desenterrados

que aún nos hablan dolientes en las cruces de nuestro trabajo diario.

Los recuerdos de la vida pasada son intocables, el deseo

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era algo desesperante que no tenía nombre, recuerdos que se convertirían en eternos

por el esperado secreto que tenía Dios con las mujeres

viajando por el aire entre los vestidos, como la calidad de los venenos

que antes de matar, dejan el espíritu exaltado

con las profundas voces de los cuartos oscuros...

Esta tarde estabas triste, te veías cansada, ardiente y soñolienta,

habías esperado en vano la noche de mi suicidio

y el reencuentro con mi voz aguardentosa,

el reencuentro con esa vieja mujer que rodeaba el cementerio

y que se parecía a tu madre, el milagro en tu velador, el amanecer

después de contarte los secretos crueles por los que agacho

la cabeza entre tus manos esperando ser juzgado por algún animal de las sombras...

Diez años atrás, cuando aún era algo más joven que tú

y estaba frente a nosotros el silencio que llenar

con baladas, sexo y nostalgia, las mismas calles de toda la vida que volver a construir

para correr a abandonar los derroteros en las esquinas del agua de lluvia estancada

en los inviernos en donde detrás de la calidez de la conciencia dormida hablábamos en

silencio de la vida y la muerte, de la tierra húmeda y de la sangre de los corazones.

Diez años atrás, cuando todo lo que tenías eran tus esculturas apiladas en una bodega

demostrándote en secreto el arte contenido en los animales cansados,

tus párpados violáceos después de llorar por la impotencia de no poder

agarrar el mundo con tus manos, sobre tu ombligo y hacerlo arder con tu pasión,

cuando mi piel era pálida y mi dorso ágil y mis pensamientos debían servir

al bien que se esconde detrás de los corazones, a los corazones que se esconden

detrás de los objetos, a los objetos de la memoria que tienen su propio olor.

Diez años atrás, cuando me hablabas de tu padre desaparecido,

al que extrañabas y que fue exiliado por su cariño

por el trabajo con la madera y por todos los espíritus

que descansan en las manos heridas que persiguen las vetas.

Cuando te hablaba la voz de mi padre, el castigo de la vergüenza bastarda,

la angustia de lo divino, el poder de los elementos,

ese hombre sonriente, grave y sarcástico,

músico frustrado, jugador reprimido

que preparó su juventud levantando durmientes abandonados

de las estaciones de ferrocarriles; en ese entonces, no hubiera sido casualidad

encontrarte en mi camino, encontrarte en mis vicios,

en la carga cegadora del aire antes del anochecer y en las imágenes del desierto;

no teníamos que sacrificar nuestras vidas, nuestra dignidad,

para comenzar a olvidarnos...

has logrado tenerme en vela mirando las calles,

en mi mente las cordilleras y los montes demolidos por la persecución ansiosa

para alcanzar a los animales que en sus estómagos tendrían el valor del polvo milenario,

has logrado cansarme el cuerpo, despertarme el deseo; despertarme el cuerpo,

cansarme el deseo, de todo, de estar vivos,

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he comenzado a dormirme triste y tranquilo, hablar con la oscuridad,

llorar en libertad como los niños, pensar que nacimos dueños y castigadores

del mundo que no conocemos, cuando sólo necesito un trago...

que te acerques con otro nombre para pedir un vaso hasta el tope,

un lugar donde dormir, hablar ebria, regalar los objetos coronados de tu ropa;

confiar, confiar, confiar...

Tengo rabia, el resto de los animales no podrán volver a escucharnos...

por qué detienes mi embriaguez, por qué no me dejas pelear cuando alguien pretende

que puede despreciar tus vestidos.

Pon tu mano sobre mi espalda, en los rincones de la carne desgarrada,

el frío del viento es igual entre los árboles, la muerte cruza igual nuestras vidas

armándonos de nombres y fuerza en nuestros pechos,

el agua del mar envenena la carne entre los pliegues de tu piel

cada vez que cierras los ojos y no quieres ver el día terminar otra vez...

Lo que estoy pidiendo, es que devuelvas el alma que robaste de los rosarios,

devuelvas mi alma al pozo negro, donde el elemento de las águilas

parece susurrar la palabra padre...

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La noche en la que los muertos callan...

Caminé toda la noche

en silencio

para intentar recordar

el camino de regreso

a la ciudad subterránea,

y vi por primera vez

lo viejo que estaba

en el rostro del recuerdo de la belleza;

casi muerto,

destino...

Tengo una deuda con el primer color de mi espíritu

Con el niño dormido y dedicado

Aprendiendo frases de memoria;

Tengo una deuda con el primer color de mi espíritu

Con el viejo tranquilo y soñoliento

Expresado en los ojos ya en los primeros años de redescubrir el deseo.

He escuchado tus consejos, nos vimos abominables a veces

Intentando hacer retornar el aire perdido por la vergüenza,

He escuchado tus consejos, lo juro,

Y ahora puedo ver mi miseria;

El camino hasta el atardecer alcohólico y cegador del fin del mundo

leído en las trazas de las manos de los viejos,

El retorno del eco desde la constelación

Del manto oscuro que cubre al fuego,

Los besos cansados de una adolescente,

El viento y la fiebre en su rostro.

Sigo protegiendo la tierra que me dejó mi madre antes de morir,

El rostro del fantasma de mi padre en el granizo,

No es más que tierra creerás, como la que cae en las noches

Desmoronada en los aluviones bajo la luz de los relámpagos

y el alma de los truenos

sin el aviso de las aves ni el grito profundo desde las riveras de la ciudad

pero fue su sueño y el nuestro, la savia de tus hijos

La que nos despertó una mañana la ternura

Por el cuerpo y la sombra de quien descansaba a nuestro lado;

Nada que rescatar; sólo el miedo al destino

De algunos dioses de pueblos desbastados;

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Es por ellos, o quizás por mis pocos recuerdos

Que golpeo mi mano herida contra tu pecho desnudo.

Anhelo encontrar la tumba de mi hija

Poder viajar hasta el pueblo de su madre

Y que entienda mi perdón,

La sonrisa transparente que arman los remolinos de hojas muertas,

Que ella entienda en este callejón

Lo que los símbolos de nuestra libertad han perdido

por fingir tanto la sonrisa al cielo sin llorar,

Que guardemos silencio

Por las noches crueles.

Nada más te pido; el baile de los perros

que desvela a la gente,

El rosario con que recuerdas la fragilidad,

El camino iluminado por la luna que saben escoger los animales.

Soy un hombre joven, pero estoy enfermando

Así que te lo pido de nuevo;

Los crucificados pronto nos dejarán sus sonrisas desdentadas

esperando como luces en los palomares

Y el mar seguirá albergando nuestras borracheras

Cerca de los puertos donde los perros negros continúan sus caminos

Más allá de las carreteras de huesos y silbidos,

Lejos del sonido de las máquinas y del vapor espectral del océano

Que abre tu cuerpo al deseo y a la pobreza;

Déjame sangrar aunque me veas herido a media noche,

Hacer esa pequeña oración en tu vientre;

Al día siguiente, de cualquier manera

Ya te habrás llenado de las primeras mentiras

Que ves al mirar la puerta de nuestra pieza

estática y borrosa en el rojo triste de tus ojos.

No lo sé, si mi cuerpo volverá del infierno

después de quemar su tristeza

o si se desaparece en las lágrimas

desconsoladas de los huérfanos,

veo a los perros aullando a las estrellas,

sin entender que hay en sus corazones

ni en el mío,

veo como enfureces el atardecer en tus ojos

y ya vuelvo a recordar furioso y cansado

de nuevo frente a tus manos

que en algún lugar una luz se consume

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que se forjó a sí misma en la oscuridad

impaciente por darle nombres

y bailes nocturnos al deseo.

Habrán fallado tus brazos en el esfuerzo de esperar

Que logre germinar la tierra antes del frío amanecer

en tus muñecas enflaquecidas por la constancia del miserable hambre.

Entrarán los pájaros en sus habitaciones nocturnas

Cada uno con su cansancio

Cada uno con su historia memorando al fuego

Que hay en sus corazones a punto de estallar…

La sangre se siente en el cuerpo

Como la lluvia pega en los techos del pueblo dolorido

Junto a la música del carnaval,

Comienzan otra vez a escucharse amargos alaridos,

Mundos oscuros y gigantescos se exterminan en segundos

en las bocas de los depredadores cansados

Sin piedad de las luces de la ciudad

Ni de sus propias almas ahora bestias más profundas y sabias

Dejando sus recuerdos atrás

Por el calor del pavimento,

Cuidándolo todo al despertar otra vez.

Hay algo que envejeció en tu sonrisa

Que le está dando luz

A un rincón de tu alma

Que delata la edad de tu ira

Y los rasgos agazapados de tu ciudadanía…

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Las calaveras en la oscuridad

Y qué ves chamán en tus visiones,

parajes desolados, espacios de tierra inerte,

el último atardecer...

qué ves chamán en tus visiones, en mis lágrimas,

dime amigo, perro solitario, fuego santo de nuestros recuerdos.

Un hombre desesperado que vende su alma,

un hombre triste que la compra,

la vecindad en tus ojos...

qué ves chamán, ¿Libertad?

¿tu propia muerte?, ¿ves a nuestro pueblo caminar libre?

¿puedes ver ese día del futuro?

Los lobos se han erguido

para escuchar lo que nosotros no podemos,

hablan con el viento amigo,

ellos pueden reconocer tu sangre

en el rojo del cielo.

Pronto desaparecerán,

son como hombres sabios

son como hombres sabios.

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Alta noche

Ellas saben que estás herido,

guarda silencio, escúchalas

y no escondas las manos.

No niegues sus besos, sus cuerpos, no juegues con ella

maldito ebrio.

No intentes llevarte nada más

de lo que jamás te perteneció.

Ellos saben que estás herido,

lo saben desde el comienzo

y jamás te importó insultarlos con juegos de palabras

ni obviarlos con alguna droga

que envenenara tu sangre y la del resto,

no le pidas a tu corazón que no tiren a matar,

tu amigo de la infancia está cansado de alimentarte.

No intentes llevarte nada más

de lo que jamás te perteneció.

Si naciste siendo un hombre triste

o de eso te gusta convencerte,

quien tiene la respuesta que estás esperando

y resguarda tus hombros

no tiene el rostro de ningún ser querido fallecido

sino que está ahí, al final de todas

estas hileras de máquinas tragamonedas

que están saturando la ciudad.

El sonríe y tú contestas con otra sonrisa

para hacerle entender que todo anda bien

por ahora, no hay por qué exaltarse...

Al anochecer, a media madrugada,

o quién sabe, miras una foto tuya a los catorce,

te emocionas un poco, luego ves la foto de ella

y derramas una lágrima.

Sonríes tranquilo, luego ríes falsamente

para ti mismo; finalmente terminas por reír de verdad

pero no sabes por qué...

Luego, en la alta noche, la vieja radio hace lo suyo con tu corazón...

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Las calaveras en la oscuridad II

El fuego en mí...

No se ha cumplido la promesa de mi muerte, mujer,

y tu voz comienza a borrarse de los colores de mi mente

para esta nueva vida, más seguro de mis pasos,

de la crueldad y la inocencia de los fantasmas del desierto,

de la tristeza del viento rozando los ojos dormidos

de los animales muertos en la carretera...

Díganme ahora, mujeres de mi memoria,

¿quién es esa niña con la cara sucia

qué está llorando en los montes?,

¿es uno de los colores de tu espíritu

o la conclusión de la sangre que he perdido?

¿pueden escuchar mis conversaciones con la oscuridad?,

o sólo ríen como siempre semidesnudas en las calles

cantando o susurrándose entre ustedes

sobre quién será la próxima víctima en la ciudad

y quién se rendirá en la mitad de la noche

para ver la marcha triste de los ángeles recitando las letras del pavimento...

Ha pasado el tiempo y he perdido todo

por poner mi fe en el azar,

pasó el tiempo de mi nostálgica adolescencia

y el del reencuentro con la muerte,

pasó el tiempo de los grandes amores:

mi alma dio su último gemido ante los rostros sabios de las calaveras,

pasó el tiempo de los pasajes de tierra húmeda

en manos de desconocidas ansiosas

por sentir estallar pronto el amanecer en sus pupilas;

ellas siguen ahí y sus rostros son cada vez más fuertes...

Ahora nuevas voces de mujeres cansadas,

más jóvenes y sabias que yo

de las que no me atrevo a tentar su oscuridad

me muestran el barrio

que no pude ver antes detrás de las cruces candentes

de la revolución,

sus manos que en las épocas del miedo

hacen temblar la madera

y los cuerpos de los animales muertos

bajo las sombras de los árboles...

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¿Quién eres?, ¿cuál es tu nombre?,

debes tener una voz y un nombre,

¿quién eres?, ¿cuál es tu nombre?,

las voces no cesan y mi corazón se fatiga,

derramo algunas lágrimas y el camino se hace más claro,

pienso en el camino y siento mi carne amarga,

después de mucho tiempo

las ruinas de la ciudad, parte de las nuevas calles

en donde se disputa entre la sangre nueva el deber y la venganza,

mis límites quebrarse otra vez y volver a la confusión de la noche;

se abren los pasajes a la fuerza,

se llenan de flores y de escritos que hablan de libertad y violencia

y voy a buscar al lugar más alto

del monte que creo con voz de niño y de hombre, natural,

la oportunidad junto a los rayos del sol

para tomar lo más pequeño y eterno sobre la tierra,

un par de ojos oscuros y emocionados...

El fuego en mí,

el fuego en ti,

a la ciudad nada le importa,

ni tu infancia ni la mía,

ni el dolor en los rostros de las rocas,

la melancolía de haber nacido frente al mar

y recordarlo sin obtener respuestas...

¿Qué haces planeando canciones para el futuro?

rompe tus venas,

quiebra tu voz esta noche conmigo...

Los corazones de las aves se desangran

sobre las piedras que ellas escogieron para morir

peleando por sobrevivir,

en mis sueños vuelven a existir

aquellos imperios iluminados siempre

por los ojos serenos del misterio.

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Pequeña luna en tus ojos

Entre toda la vida de humillación y desprecio,

entre toda la vida entregada

a la tristeza y el placer,

te encuentro, después de haberte odiado

hasta olvidar mi verdadera voz

sentada con frío

esperando la mañana.

Dos mundos están perdidos...

¿qué fantasmas errantes

hay detrás de los espejos?

nosotros los errantes preguntamos

-pero no hay respuesta-

¿quién vendrá a buscarme

cuando viejo, cuando ya me sienta viejo

y quiera contemplar el mundo brillante y sonoro

con el que me desvelo?

-sólo el viento corre

y nos parte los labios y nos cierra los ojos,

y arden porque ya nos hemos visto

caer antes en silencio,

hemos visto todo,

excepto vernos crecer.

Hemos visto las lágrimas en los viejos;

pero jamás en nuestros padres...

no me mires así,

no me mires sufrir;

no ahora en el final.

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El hambre

aunque ya hayas falsificado tu acta de defunción

volverás del océano para reposar la sangre sobre tierra firme.

de la tierra de los bolsillos

sólo se piden monedas,

de la tierra de los bolsillos

se hacen grandes cosas

para recordar las pequeñas

dispuestas a la luz del sol

rodeando el estómago desnudo

que podría haber sido

también el de una desconocida

que recostada en la tierra sobre su espalda manchada

miraba las nubes pidiéndote un sólo vehículo

para viajar hasta la muerte.

volverás haciendo preguntas

sobre los vidrios rotos de tu casa

y de las huellas del cachorro

acomodado en la esquina de la cocina

bajo el calor de los ventanales recalentados

cuyas huellas confundiste primero con las de tus hijos veinte años atrás.

si los encontraras ahora, de seguro que no te reconocerían.

sólo verían a un tipo decente con la mirada confundida

quizás a minutos de comenzar a beber de nuevo,

y a patear los postes de teléfono.

de seguro me saludarían sin saber mi nombre, son buenos muchachos;

los mejores de su generación, sin duda.

recuerdo con que precisión cuestionaban

las tareas que se les encomendaban,

y después salían a jugar riendo y burlándose

de lo que habían visto en la televisión.

teníamos verdaderos amigos con los que salir a ver los relámpagos

con la esperanza inútil de que alguna vez viéramos caer uno que iluminara algún terreno baldío.

respetábamos el sonido del trueno,

cada uno, yo creo que a su propia manera,

y con el mismo acuerdo de dedicarse unos segundos

para crear y decir una frase que describiera

el hambre insaciable por ver las imágenes de los ancestros regresar de los rosarios que santifican

nuestras camas...

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Noche de soldados ebrios

No hubo recuerdo

más real, pobre,

y triste

que ese sueño

con los desbastados

puentes de la gloria,

que esa única

lágrima al amanecer

parecida a los cristales

de la sangre pura y ardiente...

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Dos amantes

Y ahora que por fin

han logrado acorralarme

acá en el centro de la plaza nocturna,

se quedan en silencio,

hablan con la muerte que ronda...

me piden que no sea duro con mis respuestas,

que por favor no

cuente mi historia

tal como la vivieron mis sueños...