rigo y rosa - loqueleo · bien, quizá aún mejor que en libertad, pero ahora ni pensar en dormir...

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Rigo y Rosa Lorenz Pauli Ilustraciones de Kathrin Schärer

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Page 1: Rigo y Rosa - loqueleo · bien, quizá aún mejor que en libertad, pero ahora ni pensar en dormir porque alguien está llorando. Rigo hubiera querido taparse las orejas con las patas,

Rigo y RosaLorenz PauliIlustraciones de Kathrin Schärer

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Muy seguro

A los leopardos les gusta mucho dormir. Rigo es un leopardo, mejor dicho, un leopardo de zoológico.

Normalmente en el zoológico se duerme muy bien, quizá aún mejor que en libertad, pero ahora ni pensar en dormir porque alguien está llorando.

Rigo hubiera querido taparse las orejas con las patas, pero las necesitaba urgentemente para usar-las de almohadas.

Como los lamentos no se detenían, Rigo miró alrededor de la reja: había una ratoncita que llora-ba muy cerca de él.

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“¿Le pregunto o la devoro? Mejor le pregunto y después la devoro. Al revés está difícil”, pensó Rigo.

—¿Por qué tanto ruido? —gruñó el leopardo. —No puedo dormir —sollozó la ratona.—¿Por qué?—Porque me dan miedo los animales malos.—Ah, ¿sí? —susurró Rigo.—Quizá podrías protegerme, ¿no? —le pidió la

ratona.El leopardo resopló.—¿Protegerte yo? Rigo se acercó unos pasos y

miró con más atención a la ratona—. La idea es di-vertida. ¿Cómo te llamas?

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—Soy Rosa. Ven y protégeme.Rigo dio una vuelta alrededor de la ratona. Des-

pués se sentó, grande y orgulloso, junto a Rosa y la miró desde arriba.

—Que duermas bien —dijo Rigo.La ratona lo intentó, pero después de un rato

sacudió la cabeza.—Me hace falta algo suave para acurrucarme.El leopardo se acostó refunfuñando y Rosa se

acurrucó en el manchado pelaje del felino.—Sería lindo que me taparas.Rigo asintió y enroscó la cola en Rosa de tal ma-

nera que sólo se asomaba la naricita de la ratona.

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—¿Me cantarías una canción?El leopardo suspiró y le cantó la canción de Su-

sana en la sabana y Pepa en la estepa.Rosa, somnolienta, volvió a alzar la cabeza.—¿Estás seguro de que no vendrán animales

malos?—Muy seguro —dijo Rigo y dio un bostezo tan

grande que sus colmillos relucieron.

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Quedito

Rigo despertó, le hubiera gustado moverse, pues sus viejos huesos estaban tiesos por el frío de la noche; pero Rosa todavía estaba acostada sobre él y no quería despertarla.

Rigo bostezó lo más quedito que pudo y miró cómo salía el sol. Una paloma zureó sobre el esta-blo de los alces, y las cebras aún dormían. Cuando volvió a mirar a Rosa, la ratona le sonrió, se estiró y después dijo:

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