revoluciones filosoficas anios criticos

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Viñeta: FERNANDO BRYCE Noviembre 2004 N.° 282 / 7,5 SUMARIO ste número de Revista de Occident [edicado al pensamiento alemán ha contado con la colaboración y el patrocinio de la Fundación Goethe' Fundación Goethe LIBROS Kant y Marat nos juzgan entre ruinas. (Sobre Kant y Marx: Una conversación entre épocas, de Oskar Negt.) José Mª Ripalda PENSAR EN ALEMÁN HOY VUELVE LA ILUSTRACIÓN MANFRED FRANK OSKAR NEGT GONCAL MAYOS SUSAN NEIi\ AN NASR HAMID ABU ZAYD JAIME DE SALAS JORGE LOZANO WOLFGER PÜHLMANN UN INÉDITO DE HANNAH ARENDT LA ÚLTIMA ENTREVISTA CON DERRIDA JEAN BIRNBAUM

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  • Vieta: FERNANDO BRYCE

    Noviembre 2004 N. 282 / 7,5

    SUMARIO

    ste nmero de Revista de Occident[edicado al pensamiento alemnha contado con la colaboraciny el patrocinio dela Fundacin Goethe'

    FundacinGoethe

    LIBROSKant y Marat nos juzgan entre ruinas. (Sobre Kant y Marx:Una conversacin entre pocas, de Oskar Negt.) Jos MRipalda

    PENSAR EN ALEMN HOYVUELVE LA ILUSTRACIN

    MANFRED FRANK OSKAR NEGT GONCAL MAYOSSUSAN NEIi\ AN NASR HAMID ABU ZAYD JAIME DE SALAS

    JORGE LOZANO WOLFGER PHLMANNUN INDITO DE HANNAH ARENDT

    LA LTIMA ENTREVISTA CON DERRIDAJEAN BIRNBAUM

  • REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 37

    [36]

    Revoluciones filosficasen aos crticos

    Goncal MayosEn el bicentenario de Kant y Herder, aPedro Ribas, gran editor de ambos.

    La multitud de revoluciones burguesasHabitualmente, domina la sensacin de que la Revolucin fran-cesa fue la primera y gran revolucin burguesa internacional.Kant nos ha transmitido tambin esta imagen cuando habla de losespectadores de allende el mundo que vuelven los ojos hacia Parsy simpatizan con entusiasmo con aquel pueblo lleno de sentimien-to. Esa sensacin es tanto hija del etnocentrismo como de un cier-to provincianismo de aquellos que desde Alemania, pero tambindesde Espaa, admiraban una revolucin que por entonces todava nopodan hacer, que tardaran mucho y cn enormes esfuerzos enemular.

    Tambin hay la necesidad de la idea de una gran revolucinpoltica burguesa, olvidando que quizs la autentica y decisiva re-volucin de la burguesa es la Revolucin industrial que habaechado a andar, a la vez callada y ruidosamente, justo al otro lado

    del mar en Inglaterra. Tambin se olvida otra revolucin -la ame-ricana- que, al producirse camuflada de mera emancipacin colo-nial, pareca poco innovadora, pues muchos aspectos suyos eranya, si no realizados, al menos plasmados en la Gloriosa revolu-cin de la metrpoli inglesa. Por ende, en lo poltico parece quesimplemente aporta un vago derecho a perseguir la propia felici-dad, olvidando que tal derecho es precisamente la nica esencia delcapitalismo y del liberalismo. Relativamente inadvertida, esa colo-nia emancipada iniciaba una deriva poltica (que en gran parte esparalela a la Revolucin francesa), econmica y social cuyas con-secuencias hoy ya no se nos pueden escapr, pues vivimos bajo elimperio mundial que entonces empez a crear.

    Pero mientras la Revolucin americana, y quizs an ms la Re-volucin industrial, estaban construyendo la sociedad y la mentali-dad futuras, la Revolucin francesa era liderada por una burguesaque todava no oa la potencia de los estallidos de las mquinascreadoras a la vez de ocio y de paro, que emancipaban a la huma-nidad y a la vez la esclavizaban. Pues, como avisarn Horkheimery Adorno, la competencia con la mquina no hace sino preparar alhombre para que sea sustituido por ella. Le pasa, pues, a la Revo-lucin francesa algo muy similar a lo que le ocurre a la Revolucinrusa, mucho ms parecidas de lo que se suele aceptar, y es que ambasfqe?on intempestivas y se produjeron en donde no deban.

    La Revolucin comunista haba sido pensada para una sociedadavanzada, pero su profeta en la realidad fue una revolucin bolche-vique realizada en una sociedad agraria de las ms pobres de Europa yque, por entonces, penetraba en el fondo de Asia (mostrando yasu vocacin de tercer mundo). Sin duda a otro nivel, la primeragran y violenta revolucin burguesa no se produjo en Inglaterra, ya enproceso de industrializacin, ni tan siquiera en el nuevo mundo -libre de las pesadas cargas del antiguo rgimen-; sino en el mode-lo por antonomasia de las cortes absolutistas europeas, en la mo-

  • 38 GONCAL MAYOS

    narqua de ms consolidado abolengo absolutista. Explot en unpas en el fondo todava poco burgus y, seguramente por ello, laRevolucin francesa se radicaliz tan fcilmente en para-proletaria y,con la misma facilidad, se convirti en meramente cesarista.Tambin por ello vivi el retorno borbnico y cay en manos dearistcratas exiliados errneamente dispuestos a recuperar, unopor uno y con creces, sus antiguos privilegios. Por eso Francia y elresto de la Europa continental tuvieron que esperar las oleadas re-volucionarias de 1820, 1830 y 1848 para llegar a ser plenamenteburguesas.

    Ahora bien, como sucede muchas veces, la parte sustituye altodo, y lo que fue una mera batalla representa la larga guerra, esdecir el largo proceso de desarrollo del mundo burgus, que, sinduda, choc con mltiples momentos crticos y revolucionarios.Por ello la Revolucin francesa constituye el mito de la gran re-volucin burguesa y lo es justamente por realizarse en el ncleodel absolutismo, porque el pueblo enrag mancill el templo mis-mo del absolutismo que era Versalles y se llev a su soberano absolutoa Pars, el verdadero territorio de la revolucin. En este trayectode Versalles a Pars, el desbordado Luis XVI pas de rey absoluto abastante menos que rey constitucional. De dominarpersonalmente la jaula de oro versallesca en que haba encerrado ala dscola aristocracia territorial para convertirla en servicialescortesanos ejecutores de sus deseos, a no poder dominar su pro-pia guardia, que sustitua el Viva el rey por un amenazante Viva lanacin.

    Una vez ms, la revolucin pas a hacerse francesa gracias aaquel mismo Pars capaz de naturalizar -va Montesquieu y Voltaire-la Ilustracin inventada en Inglaterra, de responder favora-blemente a las demandas del americano Franklin y de generar mitoscomo la Estatua de la Libertad y el legendario La Fayette. Creaba asunos mitos seguramente ms poderosos que las armas que

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 39comandaron o que la simblica alianza que representaban, y quehoy se muestran mucho menos vinculantes de lo que puede pare-cer un viejo vinculo colonial puesto al revs (Bush-Blair).

    La revolucin filoeftca en el seno de la RevolucinPrecisamente por esa sorprendente capacidad de Pars para ser la

    capital del mundo, incluso respecto a aquello en que ya no lo era, comola filosofa, la Revolucin francesa es capaz de enlazar con la coetnearevolucin filosfica. Un extrao lazo une a los dos Emmanuel -Kant y Sieys-, ambos de cuerpo dbil y voz quebrada, pero deprofunda razn y espritu indmito; ambos de vida retirada yausente de todo placer que no naciera de las ideas, de los proyectos yde dar forma a los ideales humanos; animados ambos por un comnespritu de hallar la constitucin que ordenase y convirtiera encosmos aquellos tiempos tan caticos, tan revolucionarios, tan crticos (como sugiere la etimologa, aos decisivos que separan,valoran, juzgan y discriminan ciclos histricos enteros, casi se diraeones).

    Kant y Sieys eran ambos plebeyos, profundamente republica-nos y contrarios a la tendencia humana a poner por simples moti-vos de sangre a unos hombres totalmente por encima de los otros,despreciando as el mrito, el talento, el uso de la razn. Pero am-bos, sorprendidos en sus esperanzas por la terribilidad del Terror,evolucionan cuando ven fracasar su objetivo principal: salvar la re-pblica poniendo fin a la revolucin; y terminan accediendo a sal-var a sta al precio de destruir la amada repblica. Kant ya se sor-prendi en 1784 ante la paradoja de que un grado mayor de li-bertad ciudadana parece que beneficia la libertad espiritual delpueblo pero le fija, al mismo tiempo, lmites infranqueables; mien-tras que un grado menor le procura el mbito necesario para que

  • 40 GONCAL MAYOSpueda desenvolverse con arreglo a todas sus facultades. Esa pa-radoja terrible le lleva a agradecer la existencia de un dspota ilus-trado que, provisto de un numeroso y disciplinado ejrcito, pue-de conceder a sus ciudadanos lo que no podra un Estado libre: Razonad todo lo que queris y sobre lo que queris, pero obede-ced!

    Con un paralelismo muy cercano hay que interpretar la evolu-cin final del ciudadano Sieys, culminando su evolucincorrelativa a todo el devenir de la revolucin (siempre intentandodarle forma legal o constituirla). Pues traumatizado -pese a habersobrevivido- por la experiencia del Terror, olvida sus esfuerzospor hacer posible la revolucin, desde los tmidos inicios en losEstados Generales, y termina por entregarla -para salvarla,confes- a la espada de Napolen.

    Considerado unnimemente como el gran espritu constitucio-nal de la Revolucin, Sieys estaba provisto de una mente pro-fundamente filosfica. Por ello, adems de encontrarse siempre ro-deado de prusianos que le llevan a intercambiar cartas con Kant,concibe acertadamente que la revolucin filosfica que debaacompaar y complementar la poltica no est tanto en el francsRousseau -en contra de la opinin de su aliado y adversario Ro-bespierre- como en el pensamiento del prusiano Kant. Sieys en-tendi que ese centro del mundo que era el Pars de la poca nece-sitaba la importacin del ms ambicioso pensamiento prusiano-ale-mn, como necesitaba recibir el hlito y el impacto de esas otras fa-mosas revoluciones que tampoco eran francesas: las revolucionesGloriosa e Industrial inglesas y la Revolucin americana. Por suparte en 1796 Kant acepta en una carta inspirar filosficamente larevolucin y para ello le pide la rpida traduccin de las dos pri-meras Crticas y la Fuddamentacin de la metafsica de las costumbres.

    As el brazo ms intelectual, reflexivo y jurdico de la Revo-lucin francesa (a la que quiso dar forma como un sistema) rinde

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 41culto al transformador de la filosofa, al padre -como veremos- de

    sucesivas secuelas revolucionarias en el campo del pensamiento.Este hecho pas en general inadvertido, pues sin duda en aquelmomento las revoluciones polticas y sociales se impusieron en laconciencia estremecida de la gente a la revolucin en ese vrticeaventajado en la lucidez que es la filosofa. Aparentemente slo seapercibieron unos pocos filsofos, pero las distintas oleadas de re-voluciones tpicamente burguesas iban paralelas a otras tantas re-voluciones filosficas tambin tpicamente burguesas, para simpli-ficar: la revolucin ilustrada culminada por Kant, la romntica y la delidealismo alemn. Por eso si vulgarmente se dice que el ltimo terciodel Xviu y la primera mitad del xix fueron poltica y socialmenteaos crticos, tambin lo fueron en n sentido filosfico especial yquizs ms profundo: fueron eventos, lustros y pocas filosficasmarcadas por el gran terremoto de la Crtica de la razn pura (1781)y sus secuelas en el propio Kant: la Crtica de la raznprctica (1788) y la Crtica de la facultad de juzgar (1790), as como susrplicas en romnticos e idealistas -y no nicamente en los ale-manes.

    Kant como expresin del dilema burgusAhora bien qu aporta Kant para que su pensamiento pueda

    ser visto como el complemento de la Revolucin francesa? Quere-mos destacar dos aspectos correlacionados que Kant representadentro de la Ilustracin burguesa y que marca a sus secuelas crti-cas: profundiza en la subjetivacin -por una parte-, pero sin ame-nazar con romper, sino todo lo contrario, la racionalidad -por otra.Ningn pensamiento representa tan perfectamente como el kantianoesos dos aspectos. En primer lugar, resaltando el papel jugado porel sujeto, consigue dar la fundamentacin del hecho cognosci

  • 42 GONCAL MAYOStivo que la Modernidad buscaba desde Descartes, y, con unimpacto mucho ms popular, recalca la responsabilidad de la con-ciencia individual en el hecho tico e, incluso, en el poltico. Aspuede exaltar la participacin en la Revolucin francesa, sibien en el nimo o en la conciencia, y ciertamente no en el actomismo, de los espectadores, como una exigencia a la vezhumanitaria y racional; pero a la vez rechaza el hechorevolucionario mismo, por el horror que resulta de l al instaurar laanarqua sin ley y una violencia que atenta contra el ms esenciale importante de los derechos humanos: el derecho a la vida.

    De esta manera, Kant mostraba ms coherencia burguesa queel ambivalente Rousseau, quien en El contrato social amenazaba conrecaer en el absolutismo hobbesiano (si bien en clave jacobina), alotorgar a la voluntad general una prioridad tal que rompa contodo derecho previo y, por tanto, con todo verdadero pacto social.En cambio Kant satisfaca las condiciones profundas de una bur-guesa que se debata entre su conciencia de la legitimidad e inevi-tabilidad de una revolucin que rompa por fin los corss irracio-nales del antiguo rgimen y su ntima conviccin de que, no obs-tante, ese hecho legtimo e inevitable conculcaba su concepcin dela sociedad y la racionalidad. Ciertamente, los valores burgueses sebasaban sobre todo en la industriosidad y en la legtima bsqueda delproductivo beneficio individual como condiciones necesarias -aligual que la propiedad- de toda legtima reivindicacin de la felicidad.

    Desde haca milenios sos eran en gran medida la actitud vitaly los valores burgueses, pero se interiorizaron an ms profunda-mente desde el pacto no escrito con los monarcas de los nacientesEstados modernos. Pues en ese momento la burguesa cedi com-pletamente toda aspiracin al poder poltico y la financiacin nece-saria para que la monarqua se apoderara absolutamente de l. Lacontrapartida era poner coto a los desmanes de la gran enemiga de

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 43ambos, la aristocracia feudal de races guerreras. A cambio, la burguesa tan slo se reservaba la esfera privada de la productividad y

    se defina esencialmente a s misma por su racionalidad industriosa. Sin duda poda ser muy agresiva o incluso violenta en la com

    petitividad de la sociedad civil capitalista, pero sin romper jamsesas reglas y renunciando a toda revolucin, pues tal estado de co

    sas representaba amenazar la supervivencia misma de la sociedady de su propio modo de vida. La burguesa tema fundadamente laposibilidad de retroceder a una verdadera guerra de todos contratodos en la que dominara el ms fuerte; aunque seguramentems que en la formulacin de Hobbes pensaba en los malos usos,las expoliaciones violentas y las antiproductivas salvajes restriccionesque la aristocracia feudal impona en funcin de su monopolio de lafuerza.

    Dentro del marco analizado y a pesar de sus circunstancialesproximidades con el jacobinismo, Kant y Sieys representaban aaquellos que no dudaron nunca de la legitimidad de una revolu-cin como la francesa, pero lamentaban que sta se escapara de loscauces de la razn burguesa. A partir de aqu hay que entenderdecisiones difciles como el voto de Sieys favorable a la ejecucin deLuis XVI (como l mismo dijo, sin frase, es decir sin justifi-cacin pblica); y a la vez su final bsqueda claudicante de la so-lucin del cesarismo. En medio, y sin renegar jams de la legiti-midad de la revolucin, est la terrible experiencia del crecientepavor ante su radicalizacin. A juicio tanto de Kant como deSieys, la revolucin era forzada por aquellos que usurpaban loslegtimos derechos individuales y rompan toda legalidad, paraproyectarse en un terrorfico escenario donde esos derechos in-dividuales eran conculcados y el pueblo perda -de nuevo- su re-cin ganado gobierno (e incluso la soberana) en manos de esa virtud revolucionaria que no sabe moderar racionalmente sus

    propios principios.

  • 44 GONAL MAYOS

    La aportacin revolucionaria de Kant

    La fundamentacin racional de una revolucin que mantuvierael equilibrio entre los distintos principios burgueses es lo queSieys crey encontrar en el pensamiento kantiano. Encontr elsentido profundo de algo que no pudo realizar en la realidad, aun-que quizs s apuntar en sus proyectos constitucionales. Se tra-taba de legitimar el inalienable derecho de los sujetos humanos adeponer a todo dspota y a revocar toda constitucin poltica queatentara contra su sagrada, sincera e ntima conciencia moral; pe-ro sin que ello fuera pbulo de una deriva subjetivista que amena-zara la racionalidad misma y el propio principio de la legalidad (in-terpretados como condiciones imprescindibles para que lo humanofuera posible).

    Por una parte, Kant toma buena nota de la deriva de la filosofamoderna del sujeto que lo convierte en el fundamento ltimo del co-nocer y que hace depender todo planteamiento tico de la concien-cia moral de una manera responsable pero absoluta, autnoma e in-dependiente. No en balde Kant afirma que en lo tico el sujeto seautosita como legislador y escoge la propia mxima moral, queha de presidir su vida, con absoluta independencia de los valoressocialmente establecidos o de cualquier otra circunstancia exterior (pues stos comportaran heteronomay sumisin moral). Tampocotenemos que olvidar que -para Kant- la revolucin parece indicarni ms ni menos que la existencia de un sentido moral compartidopor todos los humanos, pues all ve un impulso radical de justicia yeticidad reconocido por los no directamente implicados.

    Ciertamente Kant poda ser visto como el complemento filos-fico de la revolucin que defenda Sieys, pues -en su moderacinnodeja nunca de reconocer el derecho humano a juzgar el mundo ylas instituciones en funcin de valores ticos -y no meramentepragmticos. Pero, por otra parte, insiste en que ese recurso ala

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 45subjetividad no ha de poner en cuestin de ninguna manera la racionalidad compartida ni amenazar las condiciones mismas de losderechos humanos (es decir la existencia de una ley reconocida y

    respetada). A partir de aqu el revolucionario Kant aboga por unpacifismo a ultranza que, sobre todo, ha de garantizar la no ruptu

    ra del imprescindible marco legal, interhumano y racional.Ahora bien, cmo consigui Kant cuadrar ese crculo que

    era el gran conflicto no slo de cierta Ilustracin sino, ni ms nimenos, de la Modernidad? Pues no olvidemos que precisamente laEdad Moderna est toda ella marcada por una incesante sucesinde los ms violentos conflictos: desde las pretendidas guerras de religin, que nunca fueron simplemente tales y que hay que ver, entoda su complejidad, como las primeras guerras globales -si no

    mundiales, al menos europeas-, hasta precisamente las indiscuti-blemente mundiales guerras del siglo xx (incluyendo la llamada guerra fra).

    Ya nos avisa Kant en la primera edicin de la Crtica de la raznpura (A 751) que se 7-opone superar la guerra y el violento es-tado de naturaleza en que se encuentra la razn, frente a la cualsu crtica nos proporciona la seguridad de un estado legal en elque no debemos llevar adelante nuestro conflicto ms que a travsde un proceeo. Y no cabe duda de que para Kant dicho proceso,siendo filosfico, tiene tambin una profunda naturaleza legal.Recordemos que la misma etimologa griega de crtica remite aun juicio que establezca justamente los valores, naturaleza y lmi-tes de algo, distinguiendo lo que le corresponde de lo que no. Pues bien,ello se concretaba para Kant especialmente en enjuiciar la razn en susposibilidades, alcance y lmites por lo que respecta a su parte pura, es decir puesta ya por el sujeto. Ciertamente, tanto en elconocimiento como en lo tico y en lo poltico, lo decisivo era determinarla aportacin del sujeto y su alcance -para Kant- siempre dentro delmarco de la razn.

  • 46 GONAL MAYOS

    Revolucin en el concepto de racionalidad

    Creo que Kant consigui este alambicado equilibrio, por unaparte, acentuando la subjetivizacin moderna, crecientemente rei-vindicadora de su poder, pero, por otra, definiendo revolucionaria-mente una racionalidad capaz en su versatilidad de legitimarla y, ala vez, de moderarla. La famosa revolucin copernicana respectoal fundamento del saber ha oscurecido habitualmente esta otrarevolucin kantiana. Kant, de una manera muy peculiar que loconvierte en clamorosa excepcin dentro del pensamiento moder-no, rompe con el esquema unitario, monista y jerrquico del domi-nio de la razn. Se aparta as del modelo tradicional racionalista desistema absolutamente integrado y presidido por un nico princi-pio que acta a todos los efectos como lo absolutamente nico. stedomina jerrquicamente de manera tan totalizante el conjunto dela realidad que puede ser calificado como principio totalitario. Muy alcontrario, Kant -sin romper su unidad, pero confesando que nopoda descubrir su ltima raz nica y comn- piensa una raznmultiforme y polimorfa en sus usos, mbitos y legitimidadesconcretas.

    As Kant consigue integrar el esencial impulso instrumental dela racionalidad burguesa (es decir simplemente preocupado pordeterminar los medios adecuados a unos fines y evitando tematizarestos ltimos), pero sin amenazar las esferas no meramente instru-mentales de la humanidad. Pues ms all se extienden las ms im-portantes esferas de la decisin tica, de las apreciaciones estticas, de losanhelos colectivos poltico-ideolgicos (que Kant califica muchasveces como los intereses ms esenciales de la humanidad), e incluso deuna religiosidad que se sabe extrarracional pero que no quiereromper de ninguna manera con lo razonable (tema que hoy vuelvea ser tan imperioso -o ms- que a finales del xvIII). Slo as Kantpodr pensar de manera plenamente coherente y es

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 47tructurada las paradojas crecientes de la Modernidad, de las queahora slo exponemos una pequea muestra: el choque entre subjetivacin y racionalidad, entre la conciencia individual que debe

    validarlo todo y una colectividad que quiere salvaguardar la intersubjetividad y se siente amenazada por esta subjetividad creciente

    mente exigente para con sus derechos.Kant propone sustituir, pues, la perspectiva monoltica y unila

    teral de la racionalidad por otra ms compleja y multiforme, comonica manera de dar cuenta de la riqueza de lo humano, partiendo

    de la base -eso s- de que por diversos que sean los mbitos concretos, en ellos siempre debe estar presente la razn. As Kant fun

    damentar y dar toda su importancia y validez a la racionalidadcognoscitiva, si bien prohibindole cualquier pretensin metafsica. Pensar como nadie hasta entonces su rigor y naturaleza ins

    trumental, pero insistir como contrapartida en que slo se trata deun aspecto parcial y limitado de las potencialidades racionales de

    la humanidad (dentro de las que es esencial, pero no ms queotras).

    Como vemos, Kant renuncia as revolucionariamente a la es-tricta unicidad de la racionalidad y del saber humanos, que era uno delos axiomas -no por ms querido y universalmente respetadomenos dogmtico- de los filsofos. As se supera un planteamientototalitario que podemos ejemplificar provocativamente bajo la consigna:un principio (el arjl griego), una razn y un sistema o cienciauniversal. Algunos pensadores incluso, conscientes de la granpotencia de su esfuerzo especulativo, parecen querer completarlocon un amenazante: y un filsofo! Hay que reconocerle ahora ysiempre a Kant que, a pesar de la indudable potencia de su pensa-miento -de la que era adems plenamente consciente-, nunca cay eneste extremo.

    Sin amenazarla y dentro de un muy sabio y fino equilibrio,Kant piensa una racionalidad que ya no es unvoca sino poliforme;

  • 48 GONCAL MAYOSpero con ello no retorna a la tesis escolstica de la diversidad de po-sibilidades cognoscitivo-racionales en funcin de la diversidad desus objetos (ya sea en trminos de objetos materiales o formales),sino que introduce la complejidad y diversidad en el seno mismo de laracionalidad. Esto lo ha visto muy bien Habermas (en El iscur-eofilosfico de la Modernidad) cuando dice: Kant sustituye el con-cepto sustancial de razn de la tradicin metafsica por el concep-to de una razn escindida en sus momentos, cuya unidad slo pue-de tener en adelante un carcter formal. A las facultades de la ra-zn prctica y del juicio las separa de la facultad del conocimientoteortico y asigna a cada una de esas facultades su propio funda-mento. Por va de crtica, la razn fundamenta la posibilidad de co-nocimiento objetivo, de inteleccin moral y de evaluacin esttica,no slo cerciorndose de sus propias facultades subjetivas -no selimita a hacer transparente la arquitectura de la razn-, sino adop-tando tambin el papel de un juez supremo frente a la cultura en suconjunto. La filosofa deslinda entre s las esferas culturales de va-lor [...] que son la ciencia y la tcnica, el derecho y la moral, el artey la crtica de arte bajo puntos de vista exclusivamente formales -y laslegitima dentro de los lmites que les son propios->

    Como vemos, Kant inaugura una concepcin topogrfica de laracionalidad que se sita al margen de la pulsin de unicidad deldiscurso que, como una mnzeeie tirnica, debe imponerse por igualen cada mbito y problemtica. Por eso Kant siempre se preocupapor distinguir los mbitos y las cuestiones, vigilando sobre todo lasmezclas injustificadas que rompen las distinciones bsicas (porejemplo entre hechos y valores, entre medios y fines, entre conoci-mientos y decisiones, en definitiva entre las distintas actitudes yperspectivas que configuran los diversos mbitos de lo humano).

    Kant concibi que, en su tiempo, el mayor peligro para la ra-cionalidad era la indiscriminada, totalitaria y terrorfica irrup-cin en todos los mbitos humanos de una misma razn, por muy

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRITICOS 49legtima y seguramente eficaz que fuera ante unos problemas espe-cficos, pero en ningn caso generalizables. Que la humanidad fue-ra necesariamente una y que estuviera presidida en todo momentopor la racionalidad no implicaba -para Kant- que en toda cuestin y entodo momento se debiera aplicar un mismo uso concreto de larazn, unos mismos principios y una misma concepcin de lo quees all razonable. Por eso Kant entendi y explic pedaggicamenteque la pregunta clave, qu es el hombre? , no tiene un nicombito de respuesta pues remite -al menos- a tres cuestiones in-conmensurables entre s: qu se puede conocer?, qu se debe ha-cer? y qu nos es dado esperar? Como vemos, la misma diversi-dad de los verbos de estas cuestiones ya comportan la necesaria di-versidad de sus tratamientos e intentos de respuesta.

    Ciertamente, el hombre moderno y burgus, cada vez ms ra-dical en su subjetivacin, cada vez ms aislado en su individualidad,cada vez ms escindido en su interior y frente a lo exterior (ya sea elmundo material o la colectividad humana), estaba obligado a noreducirse a versiones unicistas, limitadas y parciales de la ra-cionalidad (por muy bellas y coherentes que fueran). Coherente-mente, slo aceptando ese nuevo y radical hecho puede Kant asu-mir el salto en la importancia del sujeto, una mayor subjetivacindel ser humano que marca su filosofa y la deriva moderno-burguesa.

    Secuelas romnticas e idealistasCiertamente Kant percibe el creciente proceso de subjetivacin y

    de escisin interna del sujeto humano, y le da respuesta con unamayor diversificacin de la razn en sus usos. Adems puede fun-damentar tal proceder gracias a su mtodo trascendental que par-te de los distintos e inconmensurables facturas efectivamente ejerci

  • 50 GONAL MAYOSdos por la humanidad, en forma de ciencia fsico-matemtica, deproblemtica tica, de apreciacin esttica, de poltica o de una re-ligiosidad que inevitablemente va ms all de los lmites de la merarazn. No olvidemos que para Kant todos estos facturad no son sinolos caminos que le son dados a la humanidad para pensarse y que,a pesar de su inconmensurabilidad, todos tienen necesariamente sufundamento en el sujeto y la racionalidad (incluso el marco previo auna religiosidad que inevitablemente va ms all).

    Trabajando pues con las condiciones que se desprenden nece-sariamente de los distintos facturad, Kant concibe un sujeto tras-cendental escindido en sus legitimidades. En general, ello parecemuy excesivo y peligroso a los pensadores de su tiempo, pero hayque reconocer que desde nuestra postmoderna actualidad pare-ce asumible y todava susceptible de religacin. Pero no fue sta lapercepcin general a finales del XviII, cuando hubo una condenamayoritaria tanto de la diversificacin de la razn como de lacreciente multiplicidad del sujeto, a pesar de intuir que ambas eranresultado de una deriva moderna marcada por la creciente espe-cializacin y escisin de los mbitos. Tanto los idealistas como losromnticos pretenden ir ms all de Kant, pero gracias a Kant, ypor eso coinciden en ampliar an ms la subjetivacin y la multi-plicidad de lo humano. En una compleja lnea que recupera a Rous-seau y a Hume (recordemos que el prerromntico Hamann tradu-ce y reivindica a este ltimo), se desmarcan de Kant al no identifi-car humano con racional y al limitar el mbito propio de la razn aun aspecto parcial de la humanidad.

    Kant (salvando la anomala de la religiosidad) poda hacer coin-cidir lo humano con lo racional, en la medida en que esta ltima sediversifica y multiplica suficientemente para abrazar la crecientecomplejidad de lo humano en la sociedad moderna. En cambio, pa-ra el prerromntico Herder la complejidad de lo humano es tal que larazn no puede comprenderla ni satisfacerla, provocando que en

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 51muchos aspectos y mbitos la intervencin de la razn sea o bienimposible o bien completamente contraproducente -por ejemploen el mbito de los sentimientos o de los impulsos naturales. Y esque la razn ha vuelto a ser definida por Herder de una manera

    ms restrictiva y unicista. As se pierde la gran riqueza de lo racional en Kant, que, precisamente por ese motivo, puede estar pre

    sente en todo lo humano y dar cuenta de ello.Por su parte el idealista Hegel inicialmente parece superar este

    problema y admite una versin ms compleja -concretamente dia-lctica- de la razn, pero integrndola de nuevo en el viejo marcode un sistema unicista y marcado por una frea clasificacin je-rrquica. Como ya apunt Franz Rosenzweig, al trascender su inicialidealismo hegeliano para fundar el existencialismo, el esfuerzototalizante de Hegel acaba deviniendo totalitario, pues obvia todaparticularidad o lo existente concreto reconducindolos a unaabstracta y predeterminada reconciliacin lgica. Como vemos,tanto en la opcin ms propiamente herderiana como en la hege-liana (tambin insinuada ya en Herder), la complejizacin de lohumano no puede ser seguida eficazmente por la racionalidad. Enla primera, la razn debe dejar espacio a los restantes y ricamentediversos aspectos humanos -que se consideran reprimidos por laIlustracin-; mientras que, en la segunda, la nueva razn dialcticapretende incluir todo lo otro de la razn, si bien tergiversndolo alimponerle una formalidad y sistematicidad ajenas.

    Cansancio propio y retorno de lo ajeno?

    Aunque batallaron para evitarlo, el resultado de las secuelas crticas de romnticos e idealistas es que la racionalidad ya nopuede hacerse cargo eficazmente de la creciente complejidad de lohumano; de tal manera que muchos de sus aspectos esenciales pa-

  • 152 GONCAL MAYOSsan a depender en adelante de planteamientos arracionales. Que-remos evitar conscientemente caer en el tpico irracionalista,pero sin duda a partir de ese momento por una parte retornan coninusitada fuerza viejos elementos (que la Ilustracin consider su-persticiones superadas por siempre) como el mito, la religin, losimblico, un renovado hermetismo, lo sentimental, las pasiones, lafantasa. Mientras que por otra parte surgen -convirtindose in-cluso en los grandes temas del momento- nuevos elementos re-fractarios a la racionalizacin, como el genio, el carisma, lo subli-me, el inconsciente, el nuevo concepto de lo siniestro o el absurdo.

    Ciertamente despus del Romanticismo y del idealismo alema-nes la burguesa, que no saba si continuar adelante con la revolu-cin poltica, social y cultural que viva, vea resurgir con espantolo que juzgaba reminiscencias del pasado y periclitadas maneras depensar. Pero adems haba de encarar nuevas emergencias que seresistan tenazmente a su racionalizacin y que no poda reconocercomo completamente suyas, a pesar de que sus propios principioslas haban hecho posibles. Sin duda su emergencia estaba marcadadecisivamente por el moderno proceso de subjetivacin, que era yamuy profundo en Kant, pero que resulta an ms acentuado conlas secuelas crticas de romnticos e idealistas.

    En este aspecto Herder vuelve a ser clave porque plantea la in-novacin ms profunda en el proceso de subjetivacin postilustra-do: su expresivismo (vase Goncal Mayos, Ilustracin y Romanticie-nw). Herder considera como caracterstica ms decisiva de la hu-manidad (e incluso de la naturaleza como totalidad) el impulso deautoexpresin; de tal manera que todo acto humano -no slo lossuperiores o racionales- no es sino la expresin de una perspectivavital propia y caracterstica. Precisamente esa expresin o pers-pectiva es lo que singulariza y concreta (lo que da el ser y el ca-rcter) a los humanos, que se caracterizan por expresar un deter-minado modo de vida, como especie, como individuos y -muy sig

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 53nificativamente- como comunidades: pueblos, lenguas y pocashistricas. Naturalmente para Herder y el Romanticismo todo intento de coartar o cercenar esa expresividad idiolgica (no confundir, por favor, con ideolgica) representaba un ataque al ser, ala autenticidad, a la humanidad y a la libertad, siendo por tanto unarepresin injustificable.

    Significativamente a partir de Herder el modelo romntico delarte y del artista pasa a ser el ncleo para concebir la vida entera.Lo absoluto es la autenticidad expresivista y, por tanto, la vida es

    interpretada como obra artstica del sujeto donde ste expresa ytestimonia su concreta personalidad y creatividad. Incluso y cada

    vez ms, la fuente de stas ya no est en la conciencia sino que, alcontrario, enraza de manera oscura y discontinua en lo incons-

    ciente; slo all est la raz de toda autenticidad, creatividad, per-sonalidad y vida. Adems, en Herder ya est el ncleo de esa he-geliana sustancia que es sujeto que crea, preside y domina todala realidad, incluyendo la historia humana. Vivimos en un mundocreado por nosotros mismos, proclama Herder poniendo de ma-nifiesto que la subjetivacin ha devenido modelo no slo delindividuo humano sino de sus colectividades. Aunque tieneantecedentes ilustrados tan ilustres como Montesquieu o Voltaire,se profundiza as en la personificacin de los pueblos, las clasessociales o las civilizaciones (que no otra cosa ha hecho muyrecientemente Huntington).

    Sin duda, tales perspectivas (que hoy siguen vivas an ms alldel famoso comunitarismo americano) eran un intento de resolverlos problemas creados por el acentuado individualismo y subjeti-vismo ilustrado. Por eso, aunque pueda sorprendernos, formanparte de las secuelas de las grandes revoluciones modernas y de esemomento crtico que refleja el pensamiento kantiano. Con ellas,evidentemente, no desaparece el conflicto sino que, ms bien, stese ampla con la aparicin de esos macrosujetos. Pues no slo hay

  • 54 GONAL MAYOS

    una radicalizacin en el proceso de subjetivacin, sino tambin unarespuesta aterrorizada ante un individualismo que disuelve todoverdadero vnculo social (quedando slo el mero documento deciudadana, como a veces parece en la actualidad) y ante una ra-cionalidad reducida a simple instrumentalidad.

    Secuelas y rplicas de una larga revolucin subyacente

    Aun reconociendo la vinculacin de esos aspectos con la derivailustrada que influye decisivamente en romnticos e idealistas, desdeKant puede sorprender su afloracin e, incluso, verse como unarevolucin romntica que rompe bsicamente con los parmetrosilustrados (como hace Isaiah Berlin) o, yendo un poco ms all,como un asalto a la razn (segn Georg Lukcs). Pero -aun as ysiguiendo lo expuesto- es clara su concomitancia respecto de laderiva moderna, burguesa e, incluso, de algunas de las aporta-ciones clave de Kant. Por ello, en lugar de enfatizar la indudableruptura existente (como si se tratara de una revolucin indepen-diente de la Ilustracin y de la Modernidad que sta representa),proponemos ver el Romanticismo y el Idealismo alemn ms biencomo secuelas de una gran y bsica revolucin moderna y burgue-sa. Yendo quizs un poco ms all de E.J. Hobsbawn en Las revo-luciones burguesas, nos proponemos pensar un gran proceso revolu-cionario moderno esencialmente enlazado y marcado por los idea-les y las realidades del modo de vida burgus. En una relacin cier-tamente muy compleja, ese largo proceso tiene que incluir, por unaparte, la Revolucin industrial, las revoluciones Gloriosa, ameri-cana y francesa, y sus secuelas de -al menos- 1820, 1830 y 1848;mientras que, por otra parte, incluye la revolucin crtica -en losdos sentidos del trmino- de Kant, como un aspecto central de lamuy compleja Ilustracin, y sus secuelas romntica e idealista.

    REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 55Naturalmente, y desde esta perspectiva ms global, el sabio

    equilibrio dibujado por Kant aparece como un lcido y filosficointento de dar sentido racional a toda esa compleja deriva. Como

    Sieys, tambin Kant haba intentado reivindicar la grandeza y legitimidad de la revolucin, pero a la vez dndole una coherencia y

    una meta (que tambin comporta un final) plenamente racionales.Tambin como Sieys, la realidad en forma de un cmulo de inmediateces, parcialidades y radicalidades se mostr sorda en ltima

    instancia a sus propuestas de sentido, de equilibrio racional sostenible a largo plazo y de constitucin revolucionaria. Ciertamente tal equilibrio es roto por los mismos principios -sin duda bur

    gueses y anclados en un proceso de larga duracin- que lo hicieron posible cuando rompieron, a su vez, el equilibrio del antiguo

    rgimen.Por una parte hay el proceso creciente de subjetivacin, donde

    el individuo, terriblemente celoso de sus prerrogativas ms idiosincrsicas, se muestra al mismo tiempo terriblemente atemorizadoante ellas y tiende muchas veces a delegarlas en subjetivacionesque siente como superiores (recordemos que bsicamente es sta la

    interpretacin que hace Louis Dumont del proceso extremo quedio origen al nazismo). Por la misma naturaleza del dilema presenteen tales temores engendrados por la deriva moderno-burguesa,reaparecen muchos elementos preburgueses y premodernos que -con gran sorpresa general- recuperan su lugar con mayor fuerzaan que antes. Por ello mismo y al incardinarse plenamente en elnuevo marco, difcilmente pueden ser tan slo consideradoscomo rmoras o reminiscencias del pasado (comolamentablemente an es la opinin de muchos perplejos analistas delos actuales conflictos). Por otra parte, hay una razncrecientemente cansada y superada por la complicacin moderna delo humano. En algunos casos est demasiado fascinada por elmodelo racionalista unicista y metafsico, mientras que en otros semuestra demasiado fcilmente

  • REVOLUCIONES FILOSFICAS EN AOS CRTICOS 57revolucin en la sociedad que el pensamiento intenta comprender

    a la vez que se muestra a su altura, ofreciendo respuestas, sentidos,coherencias y nuevas cuestiones para los conflictos que inevitable-mente se van produciendo. Pero estos conflictos perpetuamenteemergentes de manera inevitable van dejando atrs los pensamien-tos y las propuestas filosficas.

    Kant -como Sieys- construy un nuevo y posible equilibrioque permita dar respuesta a algunos de esos conflictos moderno-burgueses ms importantes, pero -como Sieys- nuevos aconteci-mientos' o la radicalizacin de los viejos terminaron por sobrepasarsus propuestas. Seguramente no poda ser de otra forma, pues yaen sus mismos principios crticos estaban los grmenes defuturas secuelas revolucionarias que todava nos sacuden en laactualidad.

    G. M.

    WATER 6EN)AHIN 133$

    56 GONAL MAYOSclaudicante al reducirse a lo instrumental, a lo que atae tan slo alos medios y olvida los fines, los valores, el para qu.

    Efectivamente los grandes principios modernos y burguesesque han marcado el devenir en los ltimos siglos (sobre todo lasubjetivacin y la racionalidad), parecen como agotados, permi-tiendo e, incluso muchas veces provocando forzadamente, el retor-no de aspectos que se crean ya perdidos en la historia. Por eso, loque pareca de sentido comn y de aplicacin universal dentro deesos principios resulta de nuevo impugnado, relativizado y proble-matizado; mostrando que el impulso revolucionario que llevaban (al menos en sus contradicciones internas) no se ha terminado. Unavez ms, como se admiraba Sieys, una revolucin -por legtimaque sea- no puede ser ni fcilmente prevista en su evolucinposterior ni, an menos, oportunamente reconducida. Tambinconsciente de esas dificultades, Kant terminaba abogando en con-tra de llevar a cabo revoluciones cuya legitimidad no slo le pare-ca clara, al menos a los espectadores no directamente implicadosen el conflicto generado, sino incluso una de las ms claras sealesde la existencia de un sentido moral en la humanidad.

    En aos crticos, Kant fue capaz de pensar una razn que pu-diera reequilibrar la progresiva escisin de mbitos y de legitimi-dades en choque, al distinguirlos alambicadamente dentro de unsistema filosfico de nuevo cuo que renunciaba a una fundamen-tacin y a un principio nicos. Fichte, restableciendo la necesidadde stos ltimos; Herder, con su subjetividad expresivista y po-niendo la riqueza de lo humano ms all de la potencia de la razn,y Hegel, imponiendo a su rica razn dialctica un logicismo uni-cista y totalizantemente totalitario, pusieron en cuestin la revolu-cin kantiana. Pero tenemos que recordar que no fueron ellos lafuente del problema, pues tan slo formaban parte del inmensoproceso que es la misma Modernidad burguesa y las circunstanciashistricas que la hicieron posible. Ella origina y hace necesaria una

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