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REVISTA EUROPEA. NÚM. 38 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑ» I. MÁQUINAS-HERRAMIENTAS. 111 VI Vil. I. Las máquinas y sus aspectos. Clases de latieres: ajuste: calderería: forja: fundición: carpintería: fabricación del hierro. II. Ajuste. Herramientas. Máquinas de agujerear: a mana, fijas y radiales. Máquinas de alisar. Tornos: para ruedas, al airo, pa- ralelos, de pedal. Máquinas de cepillar: tipos diversos. Máquinas de hacer mortajas. Máquinas de limar: su generalización y labores. Otras má- quinas. IV. Calderería. Máquinas de remachar. Ídem de taladrar. Tijeras: sus formas. Máquinas de encorvar y de enderezar. V. Forja. Martillos de vapor: su origen: sistemas. Martillo Rrupp. Trabajo del hierro. Máquinas de forjar. Sierras. Fundición. Carpintería. Sierras diversas. Máquinas de hacer cajas y escopleaduras. ídem de cepillar. Accesorios. Los facultativos españoles y los extranjeros- Ingenieros y obreros. Derechos arancelarios. Máquinas inglesas. Las máquinas y tos obreros. i. Algunos de mis lectores no habrán tenido oca- sión probablemente de ver las máquinas-herra- mientas, ó instrumentos con los cuales se traba- jan los metales y se hacen con rapidez y economía las labores de la madera. Al contemplar una pieza de hierro perfectamente trabajada, creerán quizás que sólo á fuerza de lima y de paciencia se alcanza aquel resultado. Yo recuerdo, por lo menos, lo mucho que me chocaban las piezas pri- morosas y lo que me maravillaron las máquinas que las labraban, cuando por primera vez las vi. Con ellas el obrero no tiene que emplear casi su fuerza física: sus sentidos en guardia y su in- teligencia en acción, he aquí los principales ele- mentos con que ha de tributar. Uno de los mayores progresos de nuestra época son las máquinas-herramientas. Casi desconoci- das en la antigüedad, donde el esclavo era la única máquina, reducidas á muy poca cosa hasta el siglo pasado, son actualmente uno de los obje- tos de que con mayor razón se enorgullece nues- tra época. Bajo el punto de vista moral, elevan al hombre á un nivel superior; bajo el económico, abaratan los productos; bajo el técnico, elaboran con perfección cuanto la industria requiere. Únicamente vamos á ocuparnos aquí del último de estos aspectos, que en manera alguna está su- jeto á objecionus análogas á las que se dirigen contra ios otros. Nadie pone en duda la utilidad de las máquinas atendiendo á la clase de la obra ejecutada; y menos de las que van á ocuparnos, TOMO 111. que no son las motrices, ni las que se emplean en ciertas industrias, sino exclusivamente las que operan sobre los metales y las maderas, ya para hacer otras máquiuas, ya para componerlas, ya para construir piezas sueltas. No es tarea fácil dar una somera idea de estos utensilios, en pocas líneas y sin dibujos. Por esto, nuestro propósito es tan sólo indicar los puntos culminantes de la cuestión y despertar la atención sobre este asunto en aquellas personas que no hu- bieran parado ya mientes en ella. lia mejor clasificación de las máquinas-herra- mientas es la que responde á la obra ejecutada, ó sea, á la clase del taller en que se encuentran. Estos talleres pueden considerarse de cinco cla- ses generales, sin tratar de otros especiales, á sa- ber: ajuste, calderería, forja, fundición y carpin- tería. El taller llamado de ajuste es aquel en. que se trabajan en frió las piezas metálicas forjadas ó fundidas, dejándolas completamente acabadas y dispuestas á montarse unas en otras; en él se tornean, cepillan y pulimentan las piezas metáli- cas. El taller de calderería es aquel en que se tra- baja la chapa metálica, doblándola, taladrándola y cosiendo unos trozos con otros, generalmente para hacer calderas: se asimilan á él los talleres en quó*se ejecutan obras parecidas, siempre en frió, por ejemplo, hacer los puentes de chapa de hierro. En el taller de forja se trabaja en caliente sobre las piezas de hierro dulce ó de cobre, dándolas la forma conveniente que algunas veces, aunque las menos, es la definitiva, sin tener que pasar por el de ajuste. El de fundición está destinado á reco- ger en moldes el hierro colado, el bronce ó latón: sus piezas se acaban en el de ajuste, si son deli- cadas: no tiene máquinas-herramientas espe- ciales. En cuanto al taller de carpintería, es uno de los que mayor atención requieren: sus máquinas guardan bastante analogía con las de ajuste, y sus diferencias sólo reconocen como fundamento la distinta naturaleza y textura de la materia so- bre que trabajan. Nada diremos del trabajo del hierro ni de las máquinas necesarias para convertirle de fundición en dulce, y dar á éste las formas de barra ó cha- pa más generalmente usadas en la industria. Este 5

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 38 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑ» I .

MÁQUINAS-HERRAMIENTAS.

111

VI

Vil.

I. Las máquinas y sus aspectos. Clases de latieres: ajuste: calderería:

forja: fundición: carpintería: fabricación del hierro.II. Ajuste. Herramientas. Máquinas de agujerear: a mana, fijas y

radiales. Máquinas de alisar. Tornos: para ruedas, al airo, pa-ralelos, de pedal.

Máquinas de cepillar: tipos diversos. Máquinas de hacer mortajas.Máquinas de limar: su generalización y labores. Otras má-quinas.

IV. Calderería. Máquinas de remachar. Ídem de taladrar. Tijeras: sus

formas. Máquinas de encorvar y de enderezar.V. Forja. Martillos de vapor: su origen: sistemas. Martillo Rrupp.

Trabajo del hierro. Máquinas de forjar. Sierras.Fundición. Carpintería. Sierras diversas. Máquinas de hacer cajas

y escopleaduras. ídem de cepillar. Accesorios.Los facultativos españoles y los extranjeros- Ingenieros y obreros.

Derechos arancelarios. Máquinas inglesas. Las máquinas y tosobreros.

i.Algunos de mis lectores no habrán tenido oca-

sión probablemente de ver las máquinas-herra-mientas, ó instrumentos con los cuales se traba-jan los metales y se hacen con rapidez y economíalas labores de la madera. Al contemplar unapieza de hierro perfectamente trabajada, creeránquizás que sólo á fuerza de lima y de pacienciase alcanza aquel resultado. Yo recuerdo, por lomenos, lo mucho que me chocaban las piezas pri-morosas y lo que me maravillaron las máquinasque las labraban, cuando por primera vez las vi.

Con ellas el obrero no tiene que emplear casisu fuerza física: sus sentidos en guardia y su in-teligencia en acción, he aquí los principales ele-mentos con que ha de tributar.

Uno de los mayores progresos de nuestra épocason las máquinas-herramientas. Casi desconoci-das en la antigüedad, donde el esclavo era laúnica máquina, reducidas á muy poca cosa hastael siglo pasado, son actualmente uno de los obje-tos de que con mayor razón se enorgullece nues-tra época. Bajo el punto de vista moral, elevan alhombre á un nivel superior; bajo el económico,abaratan los productos; bajo el técnico, elaborancon perfección cuanto la industria requiere.

Únicamente vamos á ocuparnos aquí del últimode estos aspectos, que en manera alguna está su-jeto á objecionus análogas á las que se dirigencontra ios otros. Nadie pone en duda la utilidadde las máquinas atendiendo á la clase de la obraejecutada; y menos de las que van á ocuparnos,

TOMO 111.

que no son las motrices, ni las que se emplean enciertas industrias, sino exclusivamente las queoperan sobre los metales y las maderas, ya parahacer otras máquiuas, ya para componerlas, yapara construir piezas sueltas.

No es tarea fácil dar una somera idea de estosutensilios, en pocas líneas y sin dibujos. Por esto,nuestro propósito es tan sólo indicar los puntosculminantes de la cuestión y despertar la atenciónsobre este asunto en aquellas personas que no hu-bieran parado ya mientes en ella.

lia mejor clasificación de las máquinas-herra-mientas es la que responde á la obra ejecutada, ósea, á la clase del taller en que se encuentran.Estos talleres pueden considerarse de cinco cla-ses generales, sin tratar de otros especiales, á sa-ber: ajuste, calderería, forja, fundición y carpin-tería.

El taller llamado de ajuste es aquel en. que setrabajan en frió las piezas metálicas forjadas ófundidas, dejándolas completamente acabadas ydispuestas á montarse unas en otras; en él setornean, cepillan y pulimentan las piezas metáli-cas. El taller de calderería es aquel en que se tra-baja la chapa metálica, doblándola, taladrándolay cosiendo unos trozos con otros, generalmentepara hacer calderas: se asimilan á él los talleresen quó*se ejecutan obras parecidas, siempre enfrió, por ejemplo, hacer los puentes de chapa dehierro.

En el taller de forja se trabaja en caliente sobrelas piezas de hierro dulce ó de cobre, dándolas laforma conveniente que algunas veces, aunque lasmenos, es la definitiva, sin tener que pasar por elde ajuste. El de fundición está destinado á reco-ger en moldes el hierro colado, el bronce ó latón:sus piezas se acaban en el de ajuste, si son deli-cadas: no tiene máquinas-herramientas espe-ciales.

En cuanto al taller de carpintería, es uno de losque mayor atención requieren: sus máquinasguardan bastante analogía con las de ajuste, ysus diferencias sólo reconocen como fundamentola distinta naturaleza y textura de la materia so-bre que trabajan.

Nada diremos del trabajo del hierro ni de lasmáquinas necesarias para convertirle de fundiciónen dulce, y dar á éste las formas de barra ó cha-pa más generalmente usadas en la industria. Este

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REVISTA EUROPEA.—15 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N." 38asunto es más propio de la metalurgia del hierroque de este sitio, á pesar de que dichas máquinasson clásicas y notables bajo varios aspectos.

II.Las máquinas-herramientas, propiamente ta-

les, son las que se encuentran en los talleres deajuste. Hijas casi todas de nuestro siglo, de origeninglés en su mayor parte, perfeccionadas por lasexigencias cada vez crecientes de la industria y delos ferro-carriles, presentan numerosos tipos yformas, según la clase de labor que les está enco-mendada. En ellas hay que distinguir dos par-tes, la herramienta propiamente tal y el mecanis-mo que la mueve.

La herramienta no tiene otro objeto que arran-car un trozo de materia, sea éste en virutas, entiras, en polvo. Afecta casi siempre la forma decuña y es de acero, perfectamente templado, concuyas dos condiciones se obtiene resistencia ybuen corte. El ángulo de la cuña depende de laclase de labor y de la naturaleza del metal sobreque se opera: la velocidad de la herramienta searregla también con respecto á esta última cir-cunstancia. Conviene siempre, y más cuando éstaes grande, tener humedecido el extremo de la her-ramienta para que no se caliente demasiado y sedestemple: se hace esto con agua de jabón ócon aceite.

El ángulo de la cuña debe ser de 51° para tra-bajar el hierro dulce y el colado, y de 66° para elbronce, como término medio. La herramientadebe permitir la libre salida del trozo arrancado.La velocidad más conveniente para el mejor apro-vechamiento de la fuerza motriz, ó sea para lamayor economía, es la siguiente: en el hierro 55milímetros, esto es, que en cada segundo detiempo recorra la herramienta, cuando ésta esmóvil, ó la pieza que se desbasta, cuando aquellaes fija,un camino de 55 milímetros; en la fundición44, y en el bronce 65. Los espesores de las virutasvarian de un tercio á medio milímetro; Guandola obra corre prisa, se da velocidad hasta de 100milímetros, y se obtienen virutas de 1 de espesor.Esto varia también con la magnitud de las má-quinas.

La naturaleza de la labor ejecutada da el nom-bre á la máquina-herramienta, tomado general-mente de labores análogas en la madera, que deantiguo tienen sus denominaciones especiales: lasiremos indicando sucesivamente. Esto hace tam-bién variar algo, aunque poco, la forma de la her-ramienta, y mucho la de su mecanismo, á fin deque ésta opere del modo más conveniente en cadacaso. Estas herramientas tienen á veces formacónica estriada, y se llaman fresas, girando sobre

sí mismas y obrando por fricción como una lima.Las máquinas más usadas son de agujerear ó

barrenar; en ellas gira la herramienta y va ha-ciendo poco á poco el orificio en la pieza metálicafija. Nada tiene que ver esta máquina con la detaladrar, la cual es un saca-bocados que de unasola vez y por percusión ejecuta la obra; tratare-mos de ésta al ocuparnos de la calderería.

Esta clase de máquinas está muy perfeccionaday casi se ha llegado en ellas al último extremo.Varian bastante unas de otras en su forma, segúnla clase especial del trabajo que se trata de ejecu-tar. Pueden dividirse en tres clases, las que ope-ran movidas á mano, las fijas movidas mecánica-mente, y las radiales en que la herramienta puedeir á los diversos puntos de la pieza que se agu-jerea. • ' • .

Las primeras son usadas hasta en las cerraje-rías de aldea; por medio de una cigüeña se damovimiento circular á la herramienta; con auxiliode otro manubrio se la hace bajar contra la pieza.La máquina se monta sobre un banco cualquiera:puede también aplicarse á una obra fija, porejemplo, á un puente de hierro en que se deseahacer un agujero. La cigüeña primera comunicael movimiento á la pieza porta-herramienta porun engranaje de ángulo: la segunda le da el deavance por una rosca.

El tipo de máquina fija no difiere del anteriorsino en sus mayores dimensiones y en ser auto-mática. Una correa y polea reemplazan á la pri-mera cigüeña: á veces se conserva la segunda,pero generalmente la misma polea sirve paracomunicar, por un sencillo mecanismo, el movi-miento de avance. El célebre constructor inglés,Whitworth, es quien ha perfeccionado más estamáquina en sus detalles.

Las máquinas llamadas radiales, se distinguende las anteriores, en que todo el mecanismo quecontiene la herramienta, puede girar alrededor deun árbol fijo y tener además otro movimiento detraslación en el sentido de uno cualquiera de losradios del círculo, cuyo centro es el árbol fijo. Deeste modo, la herramienta puede colocarse conauxilio de estos dos movimientos hechos á brazopor el obrero en un punto cualquiera de la piezaque se trabaja. Cuando se la tiene en el conve-niente, se fija allí y se comunica el movimientoautomático de giro y descenso á la herramientaque comienza su labor. Esta disposición varia ensus detalles, pero reconoce siempre el mismoprincipio: á veces es la plataforma en que se apo-ya la pieza quien recibe alguno de los movi-mientos.

Hay también máquinas de agujerear con másde una herramienta para verificar simultánea-

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mente varios orificios; una de las más ingeniosas,es la debida á Shanks. En su esencia no se dis-tingue de las anteriores. Se aplica por ejemplo, áagujerear las chapas de cobre para las calderasde las locomotoras.

Otro género de máquinas usadas en los talle-res es el de alisar, llamando asi la operación decepillar é igualar la parte interior de una super-ficie generalmente cilindrica. En el dia se cons-truyen pocas máquinas de este género, sustitu-yéndose por las que ejecutan esta labor especialademás de otras más comunes.

Los tornos son quizás las máquinas-herramien-tas más conocidas. El torno de un ebanista conla herramienta en la mano del obrero quien lapresenta á la pieza que gira, hé aquí el origen delmecanismo que no ha hecho otra cosa que per-feccionarse en los talleres modernos. La manodel obrero se ha sustituido con una mano mecá-nica encargada de comunicar á la herramientados movimientos, uno de traslación en sentidodel eje de la pieza torneada, otro de avance ó re-troceso húcia ella, ya para darla un perfil conve-niente, ya para arrancar virutas más ó menosgruesas.

El primer tipo de tornos es el que se aplica áigualar las llantas de las ruedas de los vehículosusados en los ferro-carriles, desgatadas frecuen-mente con el uso, ó á obras análogas. Suelen te-ner hasta cuatro herramientas que operan sobreotros tantos puntos del par de ruedas, dos por unlado, y otros dos por el opuesto, sacando simultá-neamente cuatro virutas. Con esto la operaciónes muy rápida.

Un tipo más común de torno es el que se llamaal aire. Consta de una gran pieza circular y pla-na, colocada verticalrnente y llena de agujeros,que se llama platillo: en ella se sujeta por mediode pernos que entran en dichos agujeros, la piezaque se va á tornear, que generalmente es de gran-des dimensiones, lo cual justifica la forma indi-cada. Dicho platillo recibe un movimiento circu-lar por un sencillo mecanismo. La herramienta vasobre un órgano, al que se comunica dos movi-mientos, uno en sentido de su longitud, otro per-pendicular á éste, á fin de obrar en el punto con-veniente. Con este torno se pueden alisar loscilindros. Varían sus detalles según los construc-tores.

Con el nombre de torno paralelo se conoce todoaquel en que la herramienta recibe un movimientoautomático en sentido del eje de giro de la piezatorneada y con velocidades variables/ Con él seefectúan perfectamente las roscas, y se saca fileteá un extremo de una varilla cualquiera. Esto sehace con una regularidad perfecta y con gran sen-

cillez. Suelen tener hasta 14 y más metros de lon-gitud. Generalmente llevan platillo por un lado, yuna punta por el opuesto, contra la que se apoyala pieza que se tornea.

¿lámanse tornos de pedal los que se usan en loapequeños talleres, cuyo tnovimiento se comunicacon el pió; son como los anteriores, pero más pe-queños y sencillos.

Por último, se usan en los grandes talleres dela marina máquinas para tornear, en las que per-manece fija la pieza sobre que se trabaja, y es laherramienta quien gira alrededor de ella, te-niendo al propio tiempo los otros movimientos yaindicados.

Las máquinas de rayar los cañones son análo-gas á los tornos: la herramienta tiene un movi-miento helizoidal que produce la acanaladura enel interior del cañón fijo. Cuando éste es algo có-nico, os preciso que la herramienta se adapte ásu superficie, lo que se consigue por un sencillomecanismo Hay tornos para labores especiales,por ejemplo, los que los franceses llaman de gui-llocher, destinados á producir dibujos formadospor combinaciones más ó monos complicadas decírculos.

III.

Después de los tornos, debemos ocuparnos delas máquinas de cepillar, esto es, de formar su-perficies planas, arrancando virutas metálicas. Sedividen en verticales y horizontales, según que laherramienta recorra una recta vertical ú horizon-tal: las primeras se usan para piezas muy volu-minosas; las segundas son las más comunes.

La herramienta tiene un movimiento alternati-vo, de* suerte que si arranca la viruta á la ida, noejecuta obra alguna á la vuelta. Esto es lo gene-ral; sin embargo, hay algunas máquinas en lasque laherramienta da media vuelta al terminar sulabor; de suerte que, al retroceder, presenta otravez el filo, y puede arrancar una segunda viruta.En las máquinas horizontales la herramienta vafija, teniendo sólo un movimiento lateral á cadaviruta arrancada, para que pueda sacar otrainmediata; cuando más, posee también la vueltarápida que acabamos de indicar. Una gran plata-forma ó banco con varios agujeros para sujetarcon pernos la pieza que se cepilla es la que sehalla dotada del movimiento de vaivén.

Éste varía de longitud fácilmente, para que lacarrera se ajuste á la longitud precisa de la piezacepillada. Las hay que tienen 18 y más metros delongitud en el banco; y como por un lado y otroha de avanzar en su movimiento casi la mitad deaquella, resulta que la máquina ocupa en el ta-ller una longitud de 36 metros. El banco se halla

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á poea altura del suelo. Los detalles del movi-miento varían algún tanto, y en ellos han puestomano los principales constructores ingleses, comosonWhitworth, Fairbairn, Sharp* Peacock, losalemanes Hartmann y Zimmermann y los france-ses Ducommun, Calla, Cavé y Decoster.

Hay máquinas de cepillar con varias herramien-tas que trabajan simultáneamente, y-otra3 des-tinadas á labores especiales. Las hay, por ejem-plo, exclusivamente dedicadas á labrar las seiscaras laterales de una tuerca, lo cual suele ha-cerse en ocasiones con fresas, ó sea herramientasgiratorias, y otras ocasiones con las de cepillar.La labor se ^ejecuta á la vez sobre cada dos carasopuestas, ó sobre más.

Las máquinas de hacer cajas ó mortajas nodifieren en principio de las de cepillar; tienenpoca carrera en la herramienta y banco pequeño.Dibujada la caja en una pieza, por ejemplo, unhueco rectangular y de fondo plano, se hace unagujero con la máquina ya conocida. En las pa-redes que éste deja comienza á obrar la máquinade cepillar, llegándola herramienra, lo mismo queel agujero, hasta el fondo solamente. Se va sa-cando así la materia hasta que se llega al dibujo.Si no hay fondo y es un hueco lo que se hace, lalabor es más fácil.

Bajo el nombre de máquinas de limar inclui-mos todas las que tienen una herramienta girato-ria con la que se puede ejecutar todas las labo-res indicadas. Si es cónica, la herramienta puedeagujerear; si cilindrica y estriada en su superficiecurva, puede limar lateralmente y hacer, por lotanto, las cajas y mortajas, de un modo análogoá como lo ejecutaría un obrero con la lima. Si escilindrica y la parte rugosa está en la base del ci-lindro, puede cepillar las superficies planas ó cur-vas, desgastándolas como lo haria el obrero cita-do. A todas estas y á otras labores se prestanestas máquinas, que exigen gran velocidad en"sus herramientas, excelente acero y buen templeen las mismas, así como un engrase esmerado éinteligente.

De aquí la tendencia á generalizarse estas má-quinas, que por la multiplicidad de sus labores,por el poco terreno que ocupan y su fácil manejo,van penetrando en todos los talleres y dester-rando de éstos, sobre todo de los en pequeña es-cala, las antiguas máquinas. Bn la Exposiciónde Viena han figurado muchas de este sistema,cuya idea práctica es debida al constructor inglésShanks.

La herramienta se halla animada de los si-guientes movimientos: 1.°, uno de rotación, co-municado al árbol que la sostiene; 2.°, otro deavance en sentido del eje, ó sea de alargamiento,

el cual se da á mano en las máquinas sencillas, yautomáticamente en las completas; 3.°, movi-miento de traslación en sentido del banco contrael que está sujeta la pieza que se trabaja, á veceses dicho banco quien lo tiene y no la herramien-ta; se da generalmente á mano por medio de unarosca; 4.°, movimiento de la herramienta ó delbanco en sentido perpendicular al anterior, y co-municado del mismo modo que éste.

Así, para hacer una ranura en una pieza, seaplica una herramienta cilindrica estriada en sucara y en su base, la cual va arrancando el metalen polvo grueso: si la ranura no es grande se es-coge una herramienta cuyo diámetro es igual alancho de aquella, y entonces se hace pronto la la-bor. La fuerza motriz consumida por las máqui-nas de limar, es generalmente menor que la nece-saria para hacer una labor análoga con otras, porejemplo, con la de hacer mortajas. Hay casos par-ticulares, sin embargo, en que las máquinas cuyaherramienta es un buril, consumen menor tra-bajo.

Además de las máquinas-herramientas que he-mos procurado indicar y que son las más genera-les, hay otras especiales usadas en los talleresbien montados para labores determinadas. Porejemplo, las roscas de los pernos se ejecutan conterrajas, ó sea moldes de acero en forma de tuer-cas, los cuales, á fuerza de dar vueltas á una vari-lla comprimiéndola bien y hallándose engrasada,concluyen por darle la forma apetecida. Las de di-vidir y construir los dientes de las ruedas de en-grane, las destinadas á abrillantar las piezas y áveces á desgastarlas y otras diversas., no tienenel interés que las anteriores para los simples afi-cionados, y aun para la mayoría de los construc-tores.

IV.

Las labores de un taller de calderería,- ó de suanálogo de puentes, armaduras de hierro, etc., seejecutaban á mano hasta unos veinte años, enque se generalizaron las máquinas-herramientas,cada dia más acabadas, si bien no han llegado to-davía á la perfección que han alcanzado las deajuste, quizás por la naturaleza de la obra. Lostalleres en reducida escala no suelen adoptar estasmáquinas, y en ellos se hacen á mano todas laslabores. Éstas son siempre mejor concluidas, peroresultan más caras si la obra es de importancia.

Una de las operaciones más comunes en estostalleres, es la de remachar las cabezas de los re-doblones que sirven para coser dos ó más chapasde hierro. Estos redoblones son de hierro: tienenhecha una cabeza y se introduce el vastago muycaliente por el agujero hecho de antemano; inme-

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diatamente se sujeta la cabeza y se martilla elextremo del vastago hasta hacer por allí otra ca-beza semiesféricá igual á la anterior; esto es fácil,pues el hierro se trabaja bien en caliente. Estaoperación es la que se trata de ejecutar mecánica-mente. •

Para ello hay una fuerte máquina que sujeta lacabeza hecha y empuja violentamente con unpunzón cóncavo el otro extremo, aplastándolo ydándole la forma requerida con su solo empuje.Se corre la pieza y se presenta otro redoblón parael golpe siguiente, y así en los demás. A veces nohay siquiera necesidad de que esté hecha previa-mente una de las cabezas; basta coger la barrade hierro, calentarla al rojo, llevarla á una tijeraque tiene la máquina misma, la cual corta untrozo de la longitud conveniente; éste se metecon unas tenazas en los agujeros de la chapa quese va á coser, y al poco rato inciden al propiotiempo por ambos lados dos matrices, una fija yla otra móvil, que aplastan los extremos y formansimultáneamente las dos cabezas.

El mecanismo es sencillo. Un fuerte volante re-gulariza la acción intermitente de la obra. Lasmatrices avanzan con regularidad y lentitwd. Aveces lleva una máquina de vapor que la muevedirectamente, lo cual veremos repetido"en variasmáquinas-herramientas gruesas. Por lo demás,los detalles del mecanismo varian algún tanto, se-gún los constructores.

Las máquinas de taladrar constan de un fuertepunzón ó saca-bocados que baja lentamente con-tra la pieza que está sobre un banco, el cual eshueco en el punto que corresponde al agujero quese va á hacer. Este punzón de acero arranea lamateria en la plancha de hierro en frió. Como laresistencia es muy grande y hay intermitencias,lleva la máquina un pesado volante que tiende áregularizar los movimientos. Generalmente semueve á mano la chapa para presentarla al pun-zón por él punto conveniente.

Se pueden taladrar así chapas de cuarenta ymás milímetros de espesor con un sólo golpe delpunzón. Este es de acero y algo cóncavo en subase. Una gran palanca suele ser la intermedia-ria entre el punzón y los órganos motores, á finde comunicar á aquel un vigoroso impulso. Sehacen algunas máquinas de este género con má-quina de vapor que las mueve directamente.

Las tijeras ó máquinas de cortar se parecen ensu mecanismo á las anteriores, y generalmente semueven directamente por el vapor. A veces unamisma máquina sirve para taladrar y cortar, portener las herramientas respectivas. La herra-mienta es una lámina gruesa de acero, corta-da en bisel, colocada verticalmente y de modo

que, caiga sobre un borde plano de un banco fijo.A veces afecta la forma de la tijera ordinaria

que tuviera un sólo brazo: entonces la herramien-ta, movida por una gran palanca, va cortando lachapa en la misma forma que un sastre corta unpaño grueso cuando apoya la tijera sobre unamesa. Otras veces la tijera no tiene su borde ho-rizontal sino algo inclinado y desciende vertical-mente para cortar la chapa: recibe el nombre deguillotina.

Hay, por último, tijeras circulares formadaspor dos láminas en forma de disco: de esta suerte,la acción es continua y no intermitente como enlas anteriores. Se aplican á dividir hojas delga-das, y sobre todo cuando el corte no es rectilíneo,sino curvo.

Cuando es preciso encorvar una chapa de suer-te que cosida luego con otra afecte una formacilindrica, ú otra cualquiera, se hace esto mecá-nicamente con máquinas á propósito. Una de lasmás usadas consiste en disponer tres cilindros,dos inferiores á nivel, y otro encima del huecoque dejan ambos. Haciendo pasar la chapa porentre estos cilindros, para lo que basta presen-tarla á ellos, pues con su movimiento propio laarrastran, se encorva: su separación produce másó menos curvatura. Este es el tipo más usado,aunque hay otros diferentes.

Últimamente, se usan máquinas muy fuertespara encorvar las planchas gruesas del blindajede los buques, y algunas otras piezas de grandesdimensiones; pero esta labor corresponde másbien al taller de forja. Se verifica sobre planchasen caliente, colocadas sobre un molde de la formaconveniente: otro molde la empuja, bien á golpea,bien por compresión, con una potente prensa hi-dráulica.

Conviene á veces, por el contrario, poner planauna pieza alabeada, ó enderezar un árbol torcido.Esto se efectúa también con enormes presiones.Puede pasarse la pieza por entre dos cilindrosanálogos á los laminadores que se usan en la fa-bricación del hierro.

Hay algunas otras máquinas especiales en unacalderería, como, por ejemplo, la de hacer chafla-nes; pero ni siquiera las citamos porque no tienenel interés general de las anteriores.

V.

El trabajo de! hierro dulce efectuado en ca-liente, y casi siempre por percusión, es el que seejecuta en el taller de forja, y corresponde engrande á lo que el herrero hace en pequeño con sufragua y martillo. Hasta hace pocos años sólo seconocían los martinetes, ó sea martillos pesados,movidos ordinariamente gracias á un ¡salto de

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agua, ó los martillos frontales y de fricción, enque el árbol motor hacia subir la maza para de-jarla caer desde cierta altura sobre la pieza ca-liente que reposaba en el yunque.

Hacia 1840 le ocurrió al inglés Nasmyth aplicarel vapor á levantar directamente la maza; y des-de 1843 comenzaron á generalizarse en Inglater-ra, Francia, Bélgica y Alemania estas útilísimasmáquinas, que suelen llamarse martillos-pilones.Las hay de dos sistemas, los que se dirigen ámano y los completamente automáticos. Los pri-meros son verdaderas máquinas de vapor de lasllamadas de simple efecto: el fluido sólo ohrapara elevar la maza, entonces un obrero impide,con auxilio de un juego de palancas, la entradadel vapor y queda aquella suspendida. Puedetambién, á voluntad, dejar salir el fluido, y en-tonces la gravedad hace caer la maza. Se puede,por lo tanto, ó hacer que ésta descienda de lo altoy produzca una gran sacudida, ó-bien sólo desdepoca distancia del yunque y obrando entoncescasi sólo por presión.

Los martillos completamente automáticos nonecesitan que el obrero dé entrada ó salida al va-por. Obran de una manera continua. Suelen tenercarrera variable, esto es, tocando á la distribu-ción se consigue que caigan de mayor ó menoraltura; pero ésta siempre es la misma mientrasno se vuelva á tocar la distribución. De aquí re-sulta que la pieza que se trabaja recibe siempregolpes de igual intensidad, mientras que con elmartillo anterior se puede dar un fuerte golpe, óbien dejar caer la maza sobre una nuez colocadaen el yunque y no aplastarla, sino simplementecascarla. Son también más complicados los mar-tillos automáticos.

Mucho se discute hoy sobre la preferencia deunos y otros: parece resultar que los de grandesdimensiones deben ser regulados á mano, y auto-máticos los pequeños, ó bien aquellos en que sehace una labor constante y rápida. Unos y otrospueden ser de acción sencilla del vapor, esto es,para elevar la maza, ó de doble acción, cuando elfluido opera en la cara superior del émbolo y ayu-da á la bajada, comunicando mayor velocidad dedescenso.

Los detalles de los martillos de vapor son muyvariables, pero la forma general es casi siemprela misma, sobre todo en los de dimensiones con-siderables. Dos fuertes columnas dejan en su in-termedio el yunque y se reúnen en la parte supe-rior, formando como un arco coronado por elcilindro motor. Este es tan largo como la carreraque ha de tener la maza. El vastago y maza sonmuy fuertes. Los cimientos del yunque son inde-pendientes de los.que hay bajo las columnas:

están aquellos formados por fuertes vigas, á finde que haya cierta elasticidad y al propio tiemporesistencia en los terribles choques que han desufrir.

El martillo de vapor se ha vulgarizado tanto,que no hay taller bien montado que no le posea.Se usa también en las fábricas de hierro para gol-pear las zamarras de metal pudlado. Los hay dedimensiones colosales. Uno de los mayores es elque posee el célebre Krupp en su fábrica de acerode Essen (Prusia) para forjar las grandes piezasque se destinan á cañones, piezas que suelen pe-sar en bruto hasta 60.000 kilogramos. La mazade este martillo pesa 50.000 kilogramos; el diá-metro del cilindro de vapor es de 1,8 metros y 3 sualtura, que es también la de caida de la maza.

El ruido que hace este martillo al golpear y lavibración que imprime al terreno, á pesar de te-ner formidables cimientos, son tales, que se oyendesde grandes distancias. El taller contiene cua-tro hornos para calentar las piezas que se forjan,y otras tantas grúas de vapor para llevar éstasdesde los hornos al yunque. Causa asombro vermanejar un trozo de metal que despide un calorinsoportable, y que pesa nada menos que 60 tone-ladas métricas. En el yunque le dan vuelta losoperarios* auxiliándose de las grúas, para que elmartillo lo v^ya sacudiendo en los puntos conve-nientes. Con él se trabaja dia y noche: su costeha pasado de doce millones de reales. En la mis-ma fábrica hay otros 62 martillos de vapor, algu-nos de 20.000 kilogramos; la mayor parte de10.000.

Hay dos modos de trabajar el hierro dulce, ósea de darle la forma general conveniente, quemás tarde se perfila, si es preciso, en el taller deajuste. Dichos modos son el martillo y la estam-pación. El primero es el preferible porque hacemás homogénea toda la pieza, y por lo tanto másresistente: el segundo suele emplearse tambiénpor medio de matrices que obran por compresiónsobre la pieza caliente. Las máquinas en que seejecuta esta operación, llamadas de forjar, sonmás modernas que los martillos de vapor, y notan generalizadas ni perfeccionadas como ellos.

Constan de varios yunques, sobre los que caencon rapidez y frecuencia otras tantas mazas, to-das de pequeñas dimensiones y movidas por unárbol general provisto de excéntricos. Los yun-ques y las mazas dejan huecos de la forma que seva á dar á las piezas que se introducen. Hasta hoysólo son ventajosas estas máquinas para ciertaclase de labores, por ejemplo, para hacer pernosó redoblones de una cabeza, ú otras piezas pe-queñas.

Con operarios hábiles y buenos martillos se ha-

N.° 38 G. VICUÑA. MAQUINAS—HERRAMIENTAS. 71cen piezas muy sólidas y bastante acabadas, comoson árboles para los buques de vapor, ejes aco-dados para las locomotoras, etc.

Dig&mos dos palabras sobre las sierras, si bienéstas se usan más bien en las fábricas de hierroque en los talleres de forja. Estas son circulares,de acero y dientes pequeños: se hallan animadasde enormes velocidades, tanto que al mirarlas,el movimiento no se nota sino en una nubécula;dan hasta mil y más vueltas completas en unminuto. Contra ellas se aplica á mano ó automá-ticamente la barra ó pieza de hierro dulce y sela va empujando, de tal suerte, que en pocos ins-tantes la corta por completo y con igualdad: laoperación se regula por el ruido producido.

Por último, las piedras de afilar y aun las má-quinas de bruñir corresponden más bien á estetaller que al de ajuste, y asi suelen disponerse enla mayoría de las fábricas.

VI.

Nada hemos dicho de las fraguas y hornos deun taller de forja, porque aquellas son las anti-guas y vulgares, sólo que con un ventilador seinyecta el aire en todas ellas, y estos son sencillosespacios abovedados, cuya combustión se man-tiene con el aire del ventilador. El calor perdidopor estos hornos se aprovecha en producir el va-por para los martillos. En el taller de fundiciónno hay herramientas especiales, más que un ven-tilador análogo al de la forja, y uno ó varios cu-bilotes en que se funde el lingote del metal mez-clado con cok, ardiendo éste con el aire inyecta-do. Varias grúas sirven para- mover los cazos yverter el caldo en los moldes. Las estufas,, pie-dras para moler la arena y demás accesorios, noson para indicados en este sitio. El latón se fundeen crisoles en un cuarto especial.

A veces suele haber en los talleres de fundiciónalguna máquina especial para quitar las rebabasé imperfecciones á las piezas fundidas, pero estosólo se hace cuando no hay ajuste. Si no haycarpintería general, suele establecerse un peque-ño taller en la fundición para construir los mo-delos.

El taller de carpintería es uno de los más cu-riosos, ya se halle sólo en una fábrica en que pre-dominen los productos de madera, ya forme par-te de otros en talleres de construcción de máqui-nas ó de reparación del. material de ferro-carriles.Las operaciones que en él se efectúan son las deantiguo verificadas con herramientas á mano,sólo que se ejecutan mecánicamente con mayorrapidez, perfección y economia.

La primera de ellas es el aserrío. La sierra me-cánica más sencilla es la formada por una sola

hoja colocada en la misma posición que suelenadoptar los serradores de maderos. Un bastidorsirve para guiar las cabezas que lleva en su partesuperior, y una biela comunica á la hoja por suextremo inferior el movimiento alternativo. Estabiela y el árbol motor van en un foso. General-mente no es una hoja sino varias paralelas lasque operan simultáneamente, y dividen el maderoen tablas. Este va horizontalmente sobre unosrodillos, ó encima de un carrito, aquellos ó éstereciben un movimiento automático de avance,para presentar á las hojas nueva materia al subiréstas, en cuyo período no sierran.

Las sierras circulares son como las destinadasá cortar el hierro: se emplean para dividir per-pendicularmente los maderos y para cortar piezaspequeñas, en cuyo caso se presentan éstas á manosobre un tablero y contra la acción continua de lasierra. Hay también sierras de cinta; con ellas seconsigue cortar una pieza siguiendo una líneacurva por complicada que sea. De este modo secortan los adornos más caprichosos y elegan-tes (1). La cinta es delgada y de acero muy flexi-ble: va entre dos poleas, la superior sólo sirve deguía, la inferior es la motriz. Si el banco puedeinclinarse, se consigue ejecutar con la sierra su-perficies alabeadas.

Se usan también mucho en los talleres de car-pintería las máquinas para hacer mortajas y cajaspara las ensambladuras. Estas máquinas difierenpoco de las que hemos indicado en el trabajo delos metales. La herramienta suele ser una fresade acero que gira con gran velocidad, mayor queen el caso anterior, y que tiene una hélice parapermitir el ascenso y salida del serrin. La herra-mieil*a gira automáticamente, pero se la hacedescender á mano y bastante de prisa, hasta elpunto conveniente: el carro en que va la piezatiene dos movimientos perpendiculares entre síqiíe se dan también á mano y con auxilio de dosroscas. Arbey las construye en París, variandoen sus detalles y dimensiones, y siendo muy re-putadas sus máquinas de este género. A veceses una gubia ó formón que obra por sacudidas ycompresiones arrancando la madera.

El constructor inglés, Worssam, ha variado laherramienta obteniendo una labor más rápida.Consiste en un cilindro hueco de acero, euyoborde inferior está cortado en bisel, sobresaliendola arista exterior; dentro de este cilindro, ó tubohay una varilla que termina en un extremo porun gusano exactamente igual al de los barrenos

(1) Los adornos que á guisa de reja hay en la parta baja de dos delos hueco» del raitturant de Fornos, son de zi«c, y están cortado! conuna sierra de este género.

REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°38ordinarios. Este se halla animado de un movi-miento circular, y puede descender además enunión con el tubo: la punta del barreno sobresalealgo del tubo. El barreno comienza el agujero, ybajándole al par del tubo, éste abre una caja ma-yor con su presión; el serrín y virutas asciendenpor el hueco que queda entre ambos.

Este aparato consume bastante fuerza motriz»pero abre cajas con rapidez aun en las maderasmás duras: la herramienta exige muy buen tem-ple. Con él ó con el anterior, se consigue, no sólohacer mortajas, sino también agujeros y taladros,,y aun se puede desgastar un trozo de superficie,aunque á esto no se presta tan bien el de Wors-sam. Hay también máquinas especiales de esco-plear y de barrenar, pero difieren poco en prinei-piode las indicadas.

Los tornos usados en la carpintería son mássencillos que los citados en el ajuste; general-méate la herramienta, buril ó gubia, se dirige ámano,

De pocos años á esta parte se ha querido reali-zar el cepillado mecánico. En esta labor no hasido posible imitar á las garlopas, porque las vi-rutas hubieran impedido que la herramienta fun-cionara, y además hubieran arrancado en ciertospuatos verdaderas astillas. Se ha procedido deotro modo, disponiendo herramientas que arran-quen serrín ó virutas cortas por fricción, en vezde virutas largas por compresión.

Supongamos un madero cuya cara superior sedesea cepillar. La herramienta está formada portres ó cuatro cuchillas de acero que van en otrostantos radios de una ruedecita, la cual se hallaanimada de un rapidísimo movimiento de rota-ción. El eje de esta rueda puede ser horizontal,en cuyo caso, al chocar las hojas contra el ma-dero, arrancan pequeñísimas astillas, pues ope-ran en dirección de la fibra ó vertical, y entoncessacan serrin por chocar en otra dirección. El ma-dero camina al propio tiempo presentando los di-versos puntos dt la cara á la acción de la herra-mienta.

Hay máquinas de cepillar en que esta opera-ción no se ejecuta por una sola de sus caras, sinopor varias, y á veces por las cuatro.

La labor es rápida, pero no económica.Suele haber en los talleres de carpintería algu-

nas máquinas especiales para hacer ciertas pie-zas, como cuñas, radios de ruedas, etc., pero noson las que caracterizan el trabajo mecánico dela madera. Como complemento suyo hay tambiénpiedras para afilar las herramientas, aparatospara hacer esto en las hojas de las sierras, y al-gunos otros,artefactos auxiliares.

VII.Aquellos de mis benévolos lectores que hayan

tenido la suficiente paciencia para leer las indica-ciones anteriores délas máquinas y labores, ha-brán notado que no figura en ellas nada que seaespañol, por más que el autor de estas lineas pro-cure en todos los casos dar á conocer, con prefe-rencia, lo que en su patria se ha producido. Nohay que achacarlo ciertamente á poca inteligenciade nuestros ingenieros y mecánicos, sino á loatrasada que se halla entre nosotros la construc-ción de máquinas, y aun hasta su uso.

Las empresas de ferro-carriles, los fabricantestodos, se van convenciendo de que la mayoría delpersonal facultativo que ha estudiado en Españavale más que el importado de las naciones extran-jeras. Conocemos bastantes ingenieros ingleses yfranceses que han estado en obras y talleres dela Península sin teoría ni práctica, que han ve-nido aquí, gracias á que la empresa tenia á sufrente gerentes ó capitalistas compatriotas suyos.Los que por allá eran fogoneros se dan aires deingenieros por acá; pero proceden siempre comolo que son. Un apellido difícil de pronunciar no daciencia alguna.

Esto es lo general, salvas raras excepciones.Nuestros ingenieros saben cumplir con su deber,pero sus esfuerzos no pueden alcanzar á interve-nir directamente en una industria difícil, como lade construcción de máquinas, que exige un con-curso de elementos como los que hay en los paí-ses industriales. En ninguna producción se notamejor que en ésta la solidaridad y mutuo auxilioque se prestan unas especulaciones y obras áotras obras y especulaciones.' Débense á nuestros ingenieros, y especialmente

á los que se hallan al frente de los servicios detracción, material y talleres en las vías férreas,algunas modificaciones de detalle en las máqui-nas-herramientas. Pedirles más es una simpleza.Nuestros obreros son también, gracias á su inte-ligencia despierta y á su viva imaginación, hábi-les para comprender y manejar las máquinas; seforman pronto y dan siempre mayores pruebas deingenio que de constante laboriosidad.

Por otra parte, la construcción de máquinas nopuede prosperar en España, no sólo porque es laverdadera coronación y última piedra del progresoindustrial, á que estamos muy lejos de alcanzar,sino también porque la estructura de nuestroArancel la cohibe en extremo. Las máquinas-herramientas pagan un 6 por 100 de su valor á laentrada en la Penísula, mientras que las prime-ras materias que las constituyen adeudan, tér-mino medio, un 30 por 100. Esta diferencia es aún

N.° 38 E. A. SANJURJO.- LOS PROYECTOS DE ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD. 73mayor en las máquinas motrices y en las agríco-las. Decimos esto, no en son de crítica del Aran-cel, pues no es este el sitio oportuno para diser-tar sobre él, sino para sentar un hecho positivo.

De aquí que los generosos esfuerzos del fabri-cante Sr. Portilla, en Sevilla, del Sr. Alexander yde la Maquinista terrestre y marítima , en Barce-lona, y de otros talleres, se estrellen en este puntoy no puedan aspirar á construir máquinas-herra-mientas. Los que disponen de mejor surtido deéstas son, además de alburias fábricas dirigidaspor el honroso cuerpo de Artillería, los de ferro-carriles. Talleres como los que tiene en Madrid laCompañía de Madrid á Alicante y Zaragoza, enLeón la del Noroeste, y en Ciudad-Real el ferro-carril que lleva su nombre, son dignos de visi-tarse por sus excelentes y variadas máquinas-herramientas..

Hemos dicho antes que la fabricación de estosaparatos es la cúspide industrial. Bien lo prueba elque Inglaterra conserve el cetro en este ramo, yes frecuente, al recorrer los estab'eeemientos in-dustriales del centro de Europa, ver muchas má-quinas-herramientas importadas de aquella na-ción. Es que allí se encuentran estas plantas ensu propio clima, donde al aire libre florecen yfructifican, mientras que trasportadas á otrospaíses, es preciso encerrarlas en estufas y darlesun calor industrial que no es el ordinario.

Otro aspecto presentan estas máquinas en ma-yor grado que todas las restantes, el económico-social. Bajo este punto de vista la Economía polí-tica ha dicho la última palabra. Una máquina-herramienta nueva, que ejecute con perfección ybaratura una labor, beneficia siempre á la huma-nidad y especialmente ala clase obrera. Hace ba-jar el coste de los objetos, aumenta el número depersonas que se aplican á la industria, si bien noya trabajando en la forma que antes lo hacian.

Pero sobre todo sacan al hombre de la catego-ría de bestia para elevarlo á su propia dignidad;ya no trabajará éste con su fuerza muscular prin-cipalmente, sino con su inteligencia débilmenteayudada por sus manos. En vez de limar penosa-1

mente el hierro, vigila la marcha de una herra-mienta,.la engrasa de cuando en cuando, para óacelera su movimiento, monta y desmonta laspiezas labradas, y se encuentra así verdadera-mente digno de su misión sobre la tierra, te-niendo á su servicio las fuerzas ciegas de la ma-teria.

G. VICUÑA.

APUNTES

LOS PROYECTOS K LA ESCLAVITUDEN LAS ISLAS DE CUBA Y PUERTO RICO.

{Continuación.) •

En el citado mes de Octubre del 69, los señoresOlivares, y Cortés Llanos sometieron á la Comi-sión de reforma de Puerto Rico un proyecto, eltercero de los presentados á la Corporación, paraextinguir la esclavitud en la isla. Prescribía la ma-numisión por los dueños, de los esclavos varonesmayores de sesenta y cinco años, de las hembrasmayores de sesenta y de los hijos de esclava na-cidos desde el 17 de Setiembre del 68. Los prime-ros deberían continuar, si así lo deseaban', bajo elpatronato y en el servicio de sus antiguos dueños,que proveerían á todas sus necesidades, sin quepudiera eximirles de esta obligación la inutilidadpor vejez ó enfermedades de los manumitidos.Los nacidos desde Setiembre del 68 quedaríanbajo la tutela de sus patronos y obligados á tra-bajar para éstos, los varones hasta los veinteunos cumplidos y hasta diez y seis las hembras.Los patronos mantendrían á los libertos y retri-buirían su trabajo, desde doce á diez y seis añoscon la cuarta parte y de diez y siete á veinte conla mitad de lo que á cada uno correspondería porun jornal libre.

Los demás esclavos inscriptos en censo obten-drían su libertad por los medios existentes y enespecial la coartación iniciada por ellos y auxi-liada en sus últimos grados por el Gobieno. Elpago de una sexta parte del valor correspondienteá cada edad, que el proyecto clasifica, aunque noestima, de dos á once años, de doce á veinte, deveintiuno á cuarenta, de cuarenta y uno á cin-cuenta y cinco y de cincuenta y seis á sesenta ycinco, bastaría, en cualquier tiempo, para iniciarla coartación con todos los derechos que á ellacorresponden.

Los esclavos serían dueños de lo que adquirie-sen por todos los medios legales, y dispondríande sus bienes como los ingenuos. Los de esclavosfallecidos abíntestato sin herederos legítimos pa-sarían á un fondo común que debería formarsepara auxiliar las coartaciones.

La Diputación provincial reformaría los regla-mentos del trabajo esclavo, designando uno ó dosdias de cada semana ó algunas horas del dia paraque los siervos trabajasen por su cuenta, ó me-diante retribución, para sus dueños, los cuales

* Véase el número anterior, pag. 48.

74 REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 38

serían preferidos en este caso á cualquier otrapersona.

El Gobierno y la Diputación, cada uno en surespectiva esfera y valiéndose del impuesto, depréstamos sucesivos y de suscriciones volunta-rias, arbitrarían recursos para el indicado fondode auxilio de la coartación, y los aplicarían cadaseis meses á redimir los esclavos que hubiesenpagado la mitad del valor de aquella, prefiriendolos que mayor cantidad tuviesen satisfecha á susdueños.

Por los esclavos que al tiempo de obtener sulibertad llevasen dos años formando, parte de unafamilia unida por el matrimonio ó por vínculos deparentesco y en habitación separada, se abonaríaá los dueños un 5 por 100 sobre el valor total de lacoartación.

Los delitos de sevicia y de prostitución de losesclavos llevarían consigo la libertad de éstos,además de las penas señaladas por las leyes.

Determinaba también el proyecto, que si en 1."de Enero de 1886 existiesen aún esclavos en laisla, el Gobierno debería adoptar las medidas con-venientes para concederles la libertad y todos losderechos que en aquella fecha disfrutasen los ne-gros libres.

El último de los proyectos presentados á lacomisión, de los señores Vázquez, Puig, y "ValdésLinares, dispone la libertad de los hijos de esclavaque en adelante nazcan en Puerto Rico, sin in-demnizar por ello á sus dueños y dejándoles su-jetos, hasta veinte años los varones y diez y seislas hembras, al patronato de los amos de las ma-dres, trasmisible por los medios conocidos en de-recho: la libertad, también sin indemnización, delos mayores de sesenta y cinco años, los cuales,si se hallasen en la imposibilidad de atender á susostenimiento, serían alimentados y asistidos porsus amos, reservándose á éstos el derecho deocuparles en trabajos adecuados á sus fuerzas: laobligación del patrono de dar alimento, vestido yasistencia en sus enfermedades al liberto, habi-tuándole al trabajo en la industria, en la agricul-tura ó en el servicio doméstico, ejerciendo encambio sobre él lo« derechos de patria potestad, yutilizando sus servicios gratuitos hasta la termi-nación del patronato: la reivindicación por los pa-dres ó parientes naturales ó legítimos del libertode los derechos concedidos al patrono, si así losolicitaren, resarciendo á éste previamente de losgastos hechos, la adjudicación al liberto en plenodominio, de sus peculios castrense cuasi castren-se, adventicio y profecticio, y de los productos desu industria, ejercida fuera de las horas en quele ocupe el patrono, debiendo sucederle, si falle-ciere bajo el patronato con testamento ó intes-

tado, sus descendientes, ascendientes ó colatera-les, según el derecho común; y la terminacióndel patronato por muerte del liberto, por matri-monio de éste, cuando lo verifiquen las hembrasdespués de los catorce años y los varones despuésde los diez y ocho, por falta del patrono á sus de-beres ó exceso en sus castigos, y por llegar el li-berto á las edades ya marcadas.

La libertad del resto de los esclavos de quinceá sesenta y cuatro años inclusive, dispone el pro-yecto que se haga gradualmente y previa indem-nización, por el precio máximo de 700 escudos,del cual tampoco deberá exceder el de las coar-taciones.

Los coartados son preferidos para la emanci-pación. Los no coartados entran en suerte anual-mente en un mismo dia en cada cabeza de dis-trito judicial, debiendo designarse.de antemanoel número délos agraciados en proporción justa álos demás distritos, según la suma destinada alobjeto. Aprobado el sorteo por el Gobierno supe-rior, previo acuerdo de la Diputación, se procedepor los ayuntamientos al pago y á la expediciónde cartas de libertad á los esclavos, con los mis-mos deberes de la clase jornalera libre.

El Gobierno de la provincia y la Diputación dela misma quedan encargados de formar, en eltérmino de dos meses, el padrón general de laesclavitud, en el que deberán anotarse las altera-ciones que sufra en lo sucesivo.

Para atender á los gastos de indemnización, sedestina en el presupuesto de la isla la sumaanual de 600.000 escudos, renunciando la nacióná los sobrantes de aquellas cajas, mientras no seextinga la esclavitud, y con el propio objeto seordena la consignación de igual suma en el pre-supuesto general del Estado.

Dispone, por último, el proyecto la libertad delsiervo por delito de sevicia del amo, y por losmotivos que determinan los antiguos reglamen-tos, y declara la libertad de los esclavos que aúnpuedan existir en 1." de Enero de 1890, indemni-zando después á sus amos, según entonces se es-time conveniente.

Sucedió al Sr. Becerra D. Segismundo Moreten la dirección de los asuntos ultramarinos, ymuy pronto, en 28 de Mayo del 70, sometió á lasCortes un proyecto de abolición de la esclavituden las islas de Cuba y Puerto Rico, después dehaber oido la opinión de las autoridades superio-res de aquellas provincias, y de acuerdo, decia,con los mismos propietarios de esclavos. Tuvo lafortuna de que el proyecto, aprobado sin grandesmodificaciones por la Cámara Constituyente, lle-gase á ser promulgado en i de Julio, como Ley;la primera que decretó la abolición de la esclavi-

N.° 38 E. A. SANJURJO. LOS PROYECTOS DE AROLICION DE LA ESCLAVITUD.

tud en las Antillas. Es de todos conocida, y poresto se omite la explicación de sus disposiciones.

Fue acogida con frialdad por los Gobiernos ex-tranjeros, y en Inglaterra las sociedades anti-esclavistas la criticaron acerbamente, moteján-dola de ineficaz, limitada é injusta y calculada,no para la abolición, sino para asegurar la conti-nuación de la esclavitud. Las proscripciones deella que mayor censura tuvieron son las relativasal patronato y tutela de los libertos, á la declara-ción, que se creyó anómala, de libertad de losemancipados, y á la liberación de los mayores desesenta años, que se decia eran pocos, consumi-dos é inutilizados para el trabajo y de valor pu-ramente nominal para sus dueños.

El último artículo del proyecto del Sr. Moretautorizaba al Ministerio para tomar cuantas me-didas creyese necesarias á fin de ir realizando laemancipación de los que permaneciesen en la es-clavitud. La Ley varió este artículo, ordenando alGobierno la presentación á las Cortes, cuando enellas fueren admitidos los diputados de Cuba, d¿un proyecto de emancipación, indemnizada de losque quedasen en servidumbre después del plan-teamiento de sus disposiciones.

En consecuencia, el Sr. Moret, al mismo tiempoque remitió á las Antillas las bases para la for-mación del Reglamento de la Ley,en 13 de Agostode 1870, autorizó la reunión que solicitaron loshacendados, propietarios y comerciantes de Cuba,con el objeto de que formasen un nuevo proyectode abolición total que debería tenerse á la vistapara redactar el definitivo á que hacía referenciadicho precepto, y dispuso lo mismo para PuertoRico. Los hacendados celebraron varias juntas;discutieron ampliamente muchos proyectos, ycontinúan en su encargo; pero no se tiene noti-cia del resultado de sus trabajos.

La promesa de una ley de emancipación indem-nizada, aunque sujeta á la asistencia en las Cor-tes de los diputados de Cuba, dio lugar, inter-pretada diversamente según las alternativas dela política, á que en la prensa y en las Cámarasse reclamara fuertemente del Gobierno su inme-diata realización, y á que se presentaran nuevosproyectos.

Uno de ellos, referente á Puerto Rico, suscritocomo proposición de Ley por el Sr. Alcalá Za-mora y otros diputados, se leyó en las CortesConstituyentes en 18 de Mayo de 1870. Es el mis-mo de los señores Labra y Padial en la Comisiónde reformas de la citada isla, con las únicas va-riaciones de fijar para el 17 de Setiembre la abo-lición, de aumentar diez años en la edad señaladaá los mayores por los que no se pagase indemni-zación, y de suprimir de entre los arbitrios que

se dedicaban á ésta, la parte de los ingresos dela isla destinados al pago de las atenciones gene-rales del Estado.

Otro, en forma también de proposición de Ley,se presentó en las Cortes ordinarias del 71 por eldiputado Sr. Quiñones. Declara abolida la escla-vitud en Puerto Rico con indemnización á loaposeedores de esclavos, y quedando sujetos loslibertos á los reglamentos de policía de los jorna-leros libres. Los Ayuntamientos y la Diputaciónprovincial proveerían á los inválidos que no pu-diesen permanecer con sus antiguos dueños, delos socorros que, en casos análogos, reciben losdemás trabajadores de la isla, y establecerían es-cuelas para los menores de edad de ambos sexos.A la indemnización debería preceder la tasa indi-vidual de los esclavos comprendidos en el últimopadrón, hecha á la vez en toda la provincia porperitos nombrados por el amo y el esclavo, y untercero en discordia de la Diputación insular. Eltérmino medio de la tasación. no excedería de200 pesos por individuo, y si en alguna localidadresultase mayor el promedio, se reducirían lastasaciones á prorata. Los coartados no recibiríanmayor precio que el de la coartación. El goberna-dor y la Diputación de la provincia, á fln de acu-dir á los gastos que la Ley originaba, contrata-rían un empréstito de siete millones de pesos, óemitirían bonos, con la garantía de la nación,al 6 por 100 de interés. El pago de los intereses yla amortización se haría con cargo á una partidade 600.000 pesos, consignados anualmente en elpresupuesto de la isla, y "se amortizaría ademáspor medio de arbitrios sobre la Lotería, abintes-tatos y herencias colaterales y otros semejantes.El Gtobierno cumpliría la Ley de forma que, á losseis meses de su fecha, quedasen realizados laabolición y el resarcimiento á los propietarios.

Ninguno de estos dos proyectos llegó á ser ley,y el segundo fue reproducido, también sin resul-tado, por el diputado Sr. Sanromá en las prime-ras y segundas Cortes ordinarias de 1872.

En el mismo año el diputado Cisa y Cisa pre-sentó el 6 de Noviembre una proposición de Ley,relativa á la aplicación á Ultramar de las leyes dela Península, que contiene un proyecto de aboli-ción de la esclavitud en las dos Antillas.

Los propietarios de esclavos que los poseen defecha anterior á la Ley de abolición de la trata,serían indemnizados de todos ellos, á tenor de loprevenido en las leyes de expropiación forzosa.Respecto de los poseedores de fecha posterior, elproyecto, no sólo les niega la indemnización, sinoque dispone su castigo como reos de sustraccióny detención arbitraria de personas, según el Có-digo penal. Exime, no obstante, del proceso y de

76 REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 38

las penas á los propietarios que declaren la liber-tad de los esclavos que poseen.

Por los dos últimos artículos de este proyectose permite la entrada en todos los dominios deEspaña de gente de color que se destine al trabajomanual, y se previene la formación de una leypara obligar á los negros á buscar ocupación, sino tuviesen medio de subsistir sin ella.

Un proyecto más se presentó á las Cortes en No-viembre del 72, por el diputado Navarrete, rela-tivo á la abolición de te. esclavitud, así en Cubacomo en Puerto Rico.

Declara libres todas laa hembras, todos los va-rones menores de catorce años y mayores de se-senta, y los varones de edad intermedia que quie-ran abandonar por diez y ocho meses las citadasprovincias; y ordena la formación, en el términode un mes, del padrón general de los esclavos decatorce á sesenta años que permanezcan en las is-las, clasificándolos en tres grupos, por edades demás á menos, para que los comprendidos en elprimer grupo sean libres seis meses después de lapublicación del proyecto como Ley, y en otros dosplazos de seis meses cada uno lo sean también losdel segundo y tercer grupo respectivamente; desuerte que á los diez y ocho meses de la promul-gación no quede un sólo esclavo en los. dominiosespañoles.

El Sr. Gasset, Ministro de Ultramar, deseoso dehallar una solución, no perturbadora, al problemade la esclavitud en la isla de Puerto Rico, esqui-vando las discusiones á que daba lugar la inter-pretación del artículo *¿1 de la Ley de 4 de Juliode 1870, presentó á sus compañeros de Gabineteun proyecto fundado exclusivamente en las Leyesque regulaban la esclavitud, en las prácticas deantiguo observadas y en las respuestas que res •pecto de la coartación dieron, casi unánimes, alinterrogatorio oficial los comisionados de la Juntainformativa de Ultramar.

Con arreglo á este proyecto, formado en Di-ciembre de 1872, !a esclavitud debía terminar enla citada isla el 31 del propio mes de 1878.

Al efecto se declaraba coartados á los esclavos,que ya no lo estuviesen, existentes en la provincia,verificándose la coartación por el Estado, median-te la entrega á los dueños del 20 por 100 del valorde aquellos y previa su tasación individual, con-forme á reglamentos, sin exceder de 1.500 pesetas.La coartación, que debería determinar, no sólouna limitación del precio del esclavo, sino tam-bién una fracción de la unidad representativa desu estado de esclavitud, le adjudicaba, por consi-guiente, una parte del jornal que representaba sutrabajo, igual á la que por su nueva situación re-dimía; y esta parte, percibida por el dueño, se

aplicaba, en el término de seis anos, á la reden-ción del siervo y á la formación de su peculio delmodo siguiente: Coartado en el 20 por 100 de suvalor, se destinaba á su redención en el primeraño el 15 por 100 del jornal que representaba sutrabajo, y el 5 por 100 del mismo á la formacióndel peculio: en el segundo año se destinaba á di-chos objetos, respectivamente, el 20,718 (21) y el5 por 100: en el tercero el 28,617 (29) y el 5 por100: en el cuarto el 39,527 (40) y el 5 por 100: enel quinto el 54,597 (55) y el 5 por 100, y en elsexto el 75,412 (75) y'el-5 por 100.

La redención y formación del peculio de losmenores de doce años, aptos para el trabajo, sehacía también á cargo del Estado.

Para la aplicación de las anteriores disposicio-nes se debía entender, que los coartados antes dela fecha del proyecto no lo estaban por más pre-cio que el máximo establecido, debiendo suplir elEstado la diferencia, si la hubiere; y que el dueñono podía exigir del esclavo coartado más de unreal fuerte por cada 500 pesetas de su valor, conarreglo á lo determinado por costumbre y regla-mentos.

El coartado podia destinar á su redención, ade-más de las cantidades dichas, las que adquiriesepor cualquier otro concepto, á cuyo fln se le decla-raba dueño de sus bienes como los ingenuos.

Libres ya los coartados, quedaban bajo la pro-tección del Gobierno y sujetos á los reglamentosdel trabajo.

Contenía el proyecto otras disposiciones demenos importancia y un ejemplo que demostrabalas relativas á la redención.

Salió del Ministerio el Sr. Gasset sin haber pre-sentado á las Cortes su proyecto, y le reemplazóel Sr. Mosquera, que inmediatamente sometió ála Cámara un nuevo plan de abolición total de laesclavitud en Puerto Rico.

Declaraba la libertad á los cuatro meses de pu-blicada la Ley en la Gaceta Oficial de dicha pro-vincia, indemnizando á los dueños de esclavoshasta donde alcanzase el 80 por 100 de la indem-nización total, que fijaría el Gobierno á propuestade una comisión compuesta del Gobernador su-perior la isla, del Jeje económico, del Fiscal de laAudiencia, de tres individuos nombrados por laDiputación y de otros tres designados por loscinco propietarios poseedores de mayor númerode esclavos. El 20 por 100 restante de la cantidadque se fijase por indemnización quedaría á cargode los mismos dueños; y del 80 por 100 la mitadse satisfaría á cuenta del Estado, y la otra mitadá cuenta de la isla.

La comisión que dio en la Cámara dictamensobre este proyecto, introdujo en él algunas mo-

N.° 38 E. A. SANJÜRJO. LOS PROYECTOS DE ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD. 77

dificaciones dirigidas á hacer efectiva la libertaddel esclavo, sin que en manera alguna pudiera su-bordinarse á la indemnización al poseedor, y ádar seguridad á ésta realizando su importe pormedio de un empréstito de 30:000.000 de pesetas,para cuyos intereses y amortización debía con-signarse anualmente en el presupuesto de la islala cantidad que fuese necesario. También modi-ficó la comisión el último artículo del proyectocon el objeto de que de ningún modo se coartasela libertad de trabajo por medio da reglamentos.

Interesante y muy amplia fue la discusión de laLey en la Cámara, convertida ya en Asamblea Na-cional desde el 11 de Febrero de 1873. Complicólaen extremo el cambio de Gobierno entonces ocur-rido, y tantas fueron las enmiendas presentadassencilla ó intencionalmente á cada uno de los ar-ticulos del proyecto, que la Asamblea hubieraterminado sus sesiones sin dictar la aboliciónpropuesta, á no haber llegado á un «acuerdo deconcordia» los partidos en ella representados.

Muchas de las enmiendas se dirigen á manteneren los libertos la obligación al trabajo, ya s'uje-tándoles por más ó menos tiempo al patronato desus antiguos amos, ya reprimiendo duramente lavagancia, ya sustituyendo á la indemnización álos poseedores el derecho de conservar á los liber-tos como adscritos al trabajo en las respectivasfincas durante un determinado número de años.Otras tienen por objeto abreviar el plazo señaladoen el proyecto para la emancipación; y alguna in-troduce la novedad, que merece ser notada, dedisponer la entrega de 25 pesetas á cada libertopara que pueda acudir á sus primeras necesida-des, cubriéndose este gasto de un crédito consig-nado para ello en el presupuesto de la isla.

Tres hay que forman por sí solas verdaderosproyectos de abolición, y como tales, convienedar á conocer. La primera es del Sr. GarcíaEuiz. Al declarar abolida la esclavitud en Puerto-Rico, mantiene por seis años á los libertos enaprendizaje con sus amos, ganando el sueldo quedeterminare una junta nombrada al efecto; con-cede á aquellos el uso pleno de los derechos civi-les sin gozar de los políticos hasta trascurridosotros seis años; fija en ocho horas el trabajo deaprendizaje en cada dia no festivo; prohibe loscastigos corporales, y obliga á los amos á pro-porcionar oficio á los libertos, que considera comocriados, y darles la educación moral y religiosa,necesaria para que lleguen'á ser buenos ciudada-nos libres.

La segunda fue presentada por el diputado Ga-mazo, y copia casi exactamente el proyecto de abo-lición, ya examinado, del ministro de Ultramar,Sr. Becerra.

La tercera, del diputado D. Pedro Salaverría,obliga álos libertos á celebrar contratos con susposeedores, con otras personas ó con el Estado,por el tiempo mínimo de tres años, bajo la in-tervención de tres funcionarios especiales concarácter de curadores y el nombre de «Protecto-res de los libertos». Declara el derecho en favordo los poseedores de ser indemnizados en el ter-mina de seis meses, del valor de sus esclavos; yconcede un beneficio de 25 por 100 sobre la indem-nización á aquellos con quienes no quieran ce-lebrar contratos sus antiguos esclavos. La in-demnización se fija -en la cantidad de 35.000.000de pesetas, que realizaría el Gobierno medianteun empréstito, con la exclusiva garantía de lasrentas de la isla de Puerto Rico, comprendiendoen los presupuestos de la misma anualmente3.500.000 pesetas para intereses y amortizaciónde dicho empréstito. Si éste no pudiera ser colo-cado, el Gobierno entregaría los títulos á los po-seedores de esclavos. Los libertos entrarían á loscinco años en el pleno goce de los derechos polí-ticos.

Al mismo tiempo que las enmiendas de que seha tratado, se presentó á la -Asamblea Nacionaluna proposición de Ley sobre abolición de la es-clavitud en la isla de Cuba. Su autor, el conde deVillamar, creyendo conveniente, acordada la abo-lición inmediata en Puerto Rico, no diferir yaparaCuba otras disposiciones análogay, acomodadas ála distinta organización material de esta isla,proponía la terminación en ella de la esclavituddentro de diez años, contados desde la aprobaciónde la Ley que se dictase. Al efecto se formaría in-mediatamente el padrón general de los esclavosexistentes, y con arreglo al mismo se proveería ácada esclavo de una cédula, en la que constase sulibertad, ó el número de años que le restaba deservidumbre en la forma siguiente: los de cin-cuenta y cinco años cumplidos quedarían libresen el acto; los de cincuenta también cumplidoscontinuarían en servidumbre dos años más, ó eltiempo que lea faltase para cumplir los cincuentay cinco; los de cuarenta y cinco á cincuenta se-

•guirian tres años en aquel estado; los de cuarentaá cuarenta y cinco, cuatro; los de treinta y cincoá cuarenta, cinco; los de treinta á treinta y cinco,seis; los de veinticinco á treinta, siete; los deveinte á veinticinco, ocho; los de quince á veinte,nueve; y finalmente, los de cinco á quince, diez.Este proyecto no llegó á ser discutido.

Por el «acuerdo de concordia» de que ya se hahablado, fueron retiradas en los últimos diaa dela Asamblea Nacional las enmiendas que pendíande discusión, prevaleciendo la del Sr. Salaver-ría que, apenas discutida y con la sola adición

78 REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 38

del artículo 1." del primitivo proyecto presen-tado á la Cámara, fue aprobada por ésta uná-nimemente, y decretada y sancionada como Leyen 22 de Marzo de 1873.

Esta ley cierra el número de los trabajos sobreabolición nacidos en las regiones oficiales; resta,pues, la enumeración de los estudios ó proyectoshechos por particulares entendidos en la ma-teria.

Antes, sin embargo, es oportuno dar á conocerlas disposiciones sobre esclavitud de los jefes dela insurrección en Cuba, para que, comparadascon las leyes hechas por el Gobierno de España,se haga evidente el franco y noble proceder deéste, y aparezca al mismo tiempo que aquellasmedidas de los insurrectos son, como dijo un elo-cuente diputado en las Constituyentes de 1870,«leyes de guerra, no leyes de libertad; pretendenhacer daño, pero no buscan la abolición de la es-clavitud.»

En efecto, el primer manifiesto de la junta re-volucionaria , presidida por Céspedes, publicadoen 10 de Octubre del 68, á raíz de la Revolución,y que por lo mismo puede ser considerado comosu programa más auténtico, sólo dice respecto alcaso: «deseamos la emancipación gradual, y bajoindemnización, de la esclavitud.» En su segundaproclama, firmada en Barrancas en 18 del mismomes, para nada se acuerda de los esclavos aquelcaudillo; y si en 27 de Diciembre siguiente, desdeBayamo, simuló un decreto de abolición" recono-ciendo que al proclamar Cuba su libertad, y conella todas las libertades , no podia aceptar lagrande inconsecuencia de limitarlas á una solaparte de la población del país, porque Cuba libreera incompatible con Cuba esclavista, sus mismaspalabras, sin embargo, manifiestan cuan á dis-gusto legislaba sobre «tan trascendental» asuntoy con qué recelo decretaba la emancipación dealgunos esclavos. Protesta que sólo al país com-pete realizar como medida general la abolición,cuando, en pleno uso de sus derechos, pueda, pormedio del libre sufragio, acordar la mejor manerade llevarla á cabo «con verdadero provecho, asípara los antiguos como para los nuevos ciudada-nos;» y que sus disposiciones no significaban laabrogación de un derecho que no tenia, sino laimposibilidad en que se veía de oponerse al usodel derecho, reconocido por las leyes, que desea-ban ejercer numerosos poseedores de esclavos, deemancipar á éstos desde luego, y la convenienciade utilizar en servicio de la patria los libertos,conjurando así los males que á ellos y al país po-drian resultar de la falta de empleo inmediato.

Con tales antecedentes no debe parecer extrañoque Céspedes declarase libres los esclavos «que

sus dueños presentasen con'este objeto,» reser-vando el derecho á indemnización á un tipo ma-yor que el que se fijase para los que emancipasenmás tarde; que declarase también que, respectode los esclavos de los cubanos leales á su causay de los españoles y extranjeros neutrales, obra-ría «de acuerdo con el principio de respeto á lapropiedad, proclamado por la revolución;» queconservase «en la propiedad de sus esclavos, mien-tras no se resolviese sobre la esclavitud en gene-ral,» á los propietarios que los facilitasen para elservicio de la insurrección, sin declararlos librespor entonces: que no aceptase en las filas rebel-des á los esclavos prófugos ó presentados sin elconsentimiento de sus dueños; y que en realidadlimitase la emancipación á los negros cimarronesyálosque «confiscase con los dema's bienes» álas personas abiertamente contrarias á la insur-rección.

Lo mismo puede decirse del decreto expedidoen 26 de Febrero del 69 por la-titulada «Asambleade representantes del Centro.» Suprime la escla-vitud, con indemnización á los dueños de escla-vos; pero agrega al ejército insurrecto los libertosaptos para el servicio militar, y dispone que losrestantes permanezcan en los mismos trabajos enque se ocupen «para conservar en producción laspropiedades y subvenir así al sustento de los queofrecen su sangre por la libertad común.»

EUGENIO ALONSO Y SANJURJO.

(Se continuará.)

PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA,SEGÚN LOS INVENTARIOS DE LAS CASAS REALES DE

• AUSTRIA Y DE BORBON.

(Continuación.) *

CUADROS PERDIDOS-JACOB T BSAÚ.— Núm. 1.Según Pacheco, trajo Rubens de Flandes

para la Majestad de Felipe IV ocho cuadrosde diferentes cosas y tamaños, los cuales secolocaron en el salón nuevo del palacio deMadrid. El inventario más próximo á la fechaen que ésto escribió Pacheco, es el del añode 1636, en el cual se registran en la Piezanueva, sobre el zaguán y puerta principalde Palacio hasta 29 lienzos, todos de ver-dadera importancia, que indudablemente secolocarian en aquel salón por elección de

* Véase el número anterior, pag. 59-

N.° 38 G. CRUZADA VILLA AMIL. PINTURAS DE RÜBENS EN ESPAÑA. 79

D. Diego Velasquez. Entrando por la puer-ta principa} de esta pieza, hallábase á la de-cha el retrato ecuestre del Emperador Car-los V, pintado por Ticianó, que aún posee-mos en el Museo del Prado; seguían á éstelas cuatro de las Furias, dos de ellas delmismo Ticiano y las otras de Alonso San-chezCoello. El sexto lienzo era el conocidopor el titulo de Maiora tibí, que vemosen nuestro Museo, del pincel de Ticiano.Vicente Cárducho habia pintado el cuadrosiguiente sobre la historia de Scipion, quese ha perdido.

Inmediatamente después seguía otro lien-zo, poco más pequeño, de ruano de Ru-bens, pintor flamenco, de la reconciliaciónde Jacob y Saúl, en que hay tres camellos,un caballo, un cordero y otros animales, yatrás figuras. Tiene moldura dorada ynegra.

En el inventario da 1686 aparece aúneste cuadro, colocado en la misma estancia,que ya se conocia con el nombre de Salónde los Espejos, y se registra diciendo:

Un cuadro de las vistas de Jacob y Esaú con dife-rentes figuras y animales, de tres varas de ancho ycinco de alto, original de mano de Rubens.

Sigue este lienzo como en \ 636, teniendoá su derecha el célebre cuadro que pintóVelasquez á competencia con los demáspintores de la Cámara de Felipe IV, que re-presentaba la expulsión de los moriscos,cuyo fin ó paradero hoy se ignora. El Ja-cob y Esaú no aparece en ningún otro in-ventario de Palacio, pudiéndose asegurarpor lo tanto, que se perdió para España óquizá para todos, durante el reinado de Cár-íos II.

LA CONCEPCIÓN.—Núm. 2.Ocupaba el retablo del oratorio de S. M.

en el cuarto bajo de verano del Alcázarde Madrid, según el inventario del añode 1636,

Un lienzo al óleo de dos varas poco menos de an-cho, con la moldura, que es dorada, de oro bruñida,tallada, que por lo alto es en forma redonda, en queestá Nuestra Señora de la limpia Concepción: tiene áun lado un ángel con una palma que está dando á laserpiente que tiene una manzana en la boca, asida delpalo de ella que tiene dos ojas, y el otro lado un ángelque en la mano izquierda tiene una corona de laurel

levantada. Esta pintura es de mano de Rubens y sirvede retablo á este oratorio, y la dio el marqués de Le-ganés á S. M.

¿Qué habrá sido de este cuadro, que noaparece en ningún otro inventario posterior?

SAN JUAN BAUTISTA.—Núm. 3.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Galería

del Mediodía. Otra de vara y media de largo y una ycuarta de alto, en tabla; la degollación de San JuanBautista, de mano de Rubens, en sesenta ducados deplata.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Pieza in-mediata de las bóvedas que cae debajo de la del des-pacho de verano. Otra pintura de una vara de alto yvara y media de ancho, la degollación de San JuanBautista, en tabla, de mano de Rubens, marco negro.

Inventario de 1700.—Pieza inmediata de las bóve-das. Otra de una vara de alto y vara y media de an-cho, de la degollación de San Juan Bautista, en tabla,de mano de Rubens, con marco negro, tasada en veintedoblones.

En este inventario es donde por últimavez se anota este lienzo.

SAN EUSTAQUIO.—Núm. 4.Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Pieza lar-

ga de las bóvedas. Otra pintura de vara y cuarta delargo y tres cuartas de ancho, en lámina, de un SanEustaquio, de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Pieza larga de las bóvedas.Una pintura de vara y cuarta de largo y tres cuartasde ancho, en lámina, de un San Eustaquio, con marconegro, de mano de Rubens, tasado en cien doblones.

Inventario de 1772.—Palacio Nuevo. Gabinete col-gado de verde; núm. 90, un San Eustaquio cuando sele aparáfeió el ciervo con el crucifijo, escuela flamenca.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Gabineteprimero. Vara y media de largo y tres cuartas de alto.País con un cazador postrado delante de su venado,de Rubens, en seis mil reales vellón.

Con el núm. \ .245 se registra en el nue-vo catálogo del Museo del Prado un cuadrode estas' mismas dimensiones y asunto,atribuido con razón á Jan Brueghel, peroque no puede ser el que en los inventariosantiguos se refiere, pues que éste de Brue-ghel está pintado sobre tabla, y el atribuidoá Rubens lo estaba en lámina ó cobre. Bienpudiera ser una copia del mismo Brueghel.

EL CALVARIO.—Núm. 5.Inventario de 1700.—Casa de campo. Alcoba de

S. M. Otra pintura en tabla, del Calvario, de mediavara de alto, original de Rubens, con marco de ébanoy cantoneras de plata y bronce, tasada en cien do-blones.

80 REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . 38

Faltó en el recuento hecho poco después,y vuelve á aparecer en el

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid, pieza devestir. Media vara escasa de alto y tercia de ancho.La Crucifixión del Señor, de Rubens, en tres mil rea-les vellón.

CRISTO ATADO Á LA COLUMNA. — Nú-mero 6.

Inventario de 1700.—Alcázar de Madrid. Salón delos espejos. ítem: una pintura, en tabla, de media varaescasa, de Jesucristo á la columna, de mano de Ru-bens, tasada en treinta doblones.

Inventario de 1734.—Pinturas que se hallaron enlas bóvedas de Palacio después del incendio; número393. Una tabla de inedia vara en cuadro, con marcodorado, de Cristo á la columna azotándolo los sayones.Borrón de Rubens •

Inventario de 1748.—Buen Retiro. Núm. 393. Unatabla de media vara en cuadró, de Jesucristo en la co-lumna azotándole los sayones, original de Rubens,en dos mil reales vellón.

Inventario de 1772.—Palacio nuevo. Paso de tri-buna y trascuartos. Núm. 393. Una pintura en tablaque representa el azotamiento de Cristo, de más demedia vara de largo y poco menos de caida, originaldn Rubens.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Primerapieza de la obra nueva. Media vara de largo y algomenos de alto. Los azotes á la columna, bastanteabreviado, de Rubens, en dos mil reales vellón.

La historia de esta tabla se asemeja mu-cho á la de las dos pinturas anteriores.

MUCIO SCÉVOLA.—Núm. 7.En el mencionado salón nuevo del Alcá-

zar de Madrid, siendo compañero del cua-dro de Jacob y Esaú, se hallaba este lienzosegún el inventario de 1636, que lo descri-be de la siguiente sencilla manera:

Otro lienzo cuadrado mayor que los de las Furias,con moldura dorada y negra, de mano de Rubens,con la historia de Mucio Cebulla, abrasándose el brazosobre una pira, en que está el fuego: hay un rey sen-tado y un hombre muerto en lo bajo con un puñal, yotras figuras.

Vino este lienzo con Rubens á Madridcuando su segundo viaje.

En 1686 aparece en el mismo sitio y enel año de 1700 aún está en el mismo salón,y se tasa entonces en seiscientos doblones.

Este cuadro es muy de asegurar que pe-recería en el incendio del Alcázar de Ma-drid.

ALEJANDRO.—Núm. 8.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Pieza os-

cura que está en la galería que pasa al parque. Otrocuadro de cuatro y media varas de largo y tres dealto, de Alejandro cuando mató al león, de mano deRubens, en doscientos cincuenta ducados.

Inventario de 1(386.—Pieza oscura. Otra de cuatrovaras y media de largo y tres de ancho, de AlejandroMagno cuando mató el león, de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Pieza oscura. Otra de cuatrovaras y media de largo y tres de ancho, de AlejandroMagno cuando mató al león, de mano de Rubens, ta-sada en quinientos doblones.

Es de suponer que perecería en el incen-dio de 1734.

PITÁQORAS.—Núm. 9.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Galería

del Cierzo. Otra pintura de cuatro varas de largo ytres de alto, de la historia de Pitágoras y sus discípu-los, con muchas frutas, de mano de Rubens, tasadaen cuatrocientos ducados.

Inventario de 1686.—Galería del Cierzo. Otra decuatro varas de largo y tres de alto, de Pitágoras ysus discípulos, con muchas frutas, de mano de Ru-bens.

Inventario de 1700.—Galería del Cierzo. ítem otrade cuatro varas de largo y tres alto, de Pitágoras ysus discípulos, con muchas frutas, de mano de Ru-bens, tasada en quinientos doblones.

Este lienzo desaparece después del in-cendio del Palacio de Madrid.

DIDO Y ENEAS.—Núm. 10.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Pieza os-

cura que está en la galería que pasa al parque. Otrocuadro de cuatro varas de largo y tres de alto, quees la historia de Dido y Eneas, de mano de Pablo Ru-bens, en doscientos ducados de plata.

Inventario de 1686.—Pieza oscura. Una pintura deDido y Eneas, de cuatro varas de largo y tres de alto,de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Pieza oscura. ítem: una pin-tura de Dido y Eneas, de cuatro varas de largo y tresde alto, de mano de Rubens, con marco negro, tasadaen quinientos doblones.

Este lienzo, inventariado por Juan Bau-tista del Mazo en 1666, no existe, y debióperecer en el incendio de 1734. El cuadronúmero 1.639 moderno, del Museo del Pra-

que esteg p p de la équizá debida al mismo Mazo.

ASUNTO DESCONOCIDO.—Núm. 11.No de otro modo puede titularse este lien-

,do, de mucho menos tamaño que este ori-ginal, puede ser una copia de la época,

i dbid l i M

N.° 38 G. CRUZADA V1LLAAMIL. PINTURAS DK RUBKNS EN ESPAÑA. 81

zo que existía en el Alcázar de "Madrid entiempo fie Velasquez, porque la descripciónque de él se hace en el inventario de 1636no da bastante luz para adivinar el asuntoque en él se representara. Estaba colocadoen la Pieza grande antes del dormitoriode S. M., que es donde cena, en el cuartobajo de verano, y se describe asi:

Otro lienzo de dos y media varas de largo, escasas,con molduras de lo mismo, en que hay una mujer ves-tida de azul y morado, con una hoz en la mano dere-cha y en la izquierda un melón y los pechos de fuera,y un hombre de rodillas con manto colorado, la manoderecha sobre otro melón de Flandes. Las figuras demano de Rubens, y las frutas y yerbas de mano deSneyders.

Y no vuelve á aparecer en los inventariossiguientes.

DIANA CAZADORA.—Núm. 12.

Inventario de 1636.—Pieza grande antes del dor-mitorio de S. M., que es donde cena, en el cuarto bajodo verano.

Un lieazo al óleo, casi cuadrado, con molduras do-rada y negra, en que está la diosa Diana con otrascuatro ninfas cazadoras, del tamaño del natural, enque hay seis perros, y Diana con su venablo en lamano, vestida de colorado, y una de las ninfas queva delante tocando una corneta. Es de mano deRubens.

Inventario de 1386.—Alcázar de Madrid. Escalerasecreta que baja de la pieza del cuarto bajo don-de S. M. dormía á las Bóvedas. Otra pintura de dosvaras y cuarta de largo, casi en cuadro, de Diana, consus ninfas, de mano de Rubens; marco negro.

Inventario de 1700. — Alcázar de Madrid. Cuartode S. M. la Reina. Otra pintura de dos varas y cuartade largo, de Diana con sus ninfas, de mano de Ru-bens, con mareo negro.

Muchos son los lienzos que aparecenpintados por Rubens en todos los inventa-rios representando este mismo asunto, ymuy fácil confundir los que existen con losperdidos, á causa de la manera con que es-tán descritos. Las medidas tan sólo puedenservir de guía para poder distinguir unosde otros.

Como este lienzo desaparece en este in-ventario es de suponer que fuera pasto delas llamas en 1^34.

DIANA CON SUS NINFAS CAZANDO.—Nú-mero.—13.

Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otra pintura de tres y media varas de largo

y una y media de alto; Diana con sus ninfas cazando,de mano de Rubens y Sneyders, en ciento cincuentadoblones.

Inventario de 1686.—Pieza ochavada. Otra pinturade tres varas y media de largo y vara y media de alto;Diana con sus ninfas cazando, de mano de Rubens ySnyders.

Inventario de 1700.—Pieza ochavada. ítem: otrapintura de tres varas y media de largo y vara y mediade alto. Diana con sus ninfas cazando, de mano deRubens y Snyders, con marco negro, tasada en cin-cuenta doblones.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Cuarto dela Reina. Tocador. Núm. 331; tres varas de largo ydos de alto. Una cacería de Diana, de Rubens, encinco mil rs. vn.

Un cuadro como éste, si no este mismo,atribuyen los catálogos del Museo del Pradoal Pincel de Mazo, copiando á Rubens. Comoen efecto, el lienzo del citado Museo seña-lado ahora con el núm. 1.633, parece copiade Mazo, incluimos aquí como perdido eloriginal de Rubens, puesto que en el in-ventario de 1686 aparecen copias de Mazo.Pero como en el inventario anterior, hechoen 1666 por el mismo Mazo, se consignaeste lienzo original de Rubens, hay queincluirle aquí como perdido, pues nadiemejor que el mismo Mazo sabría si el cua-dro era de Rubens, ó copia suya.

NINFAS CAZANDO VENADOS.—Núm. 14.Inventario de 1666 —Alcázar de Madrid. Pieza

ochavada. Otra de cinco varas de largo y dos de alto,de una^iza de perros y jabalíes, figuras, de Rubens,en trescientos ducados.

Inventario de 1686.—Pieza ochavada. Otra pinturade cinco varas da largo y dos de alto, de una caza dejabalíes y perros y figuras, de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Pieza ochavada. ítem: ptrapintura de cinco varas de largo y dos de alto, de unasninfas cazando venados, de mano de Rubens y Sny-ders, tasada en cien doblones.

Por las dimensiones de este liento y porno volverse á hacer mención de él despuésdel fuego del Palacio real de Madrid, hayque suponerle perdido, pues no hay ningu-no de los que se conservan que tenga estasdimensiones.

TRES CUADROS DE CAZA Y GUERRA.—Números 15, 16 y 17.

Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otras tres del mismo tamaño (Diana consus ninfas cazando), de caza y guerra, de Rubens, áciento cincuenta ducados de plata cada una.

REVISTA EUROPEA.—45 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 38

Inventarios de 1686.—Pieza ochavada. Otras trespinturas del mismo tamaño, de cacerías y guerra, demano de Rubens.

Inventarte de 1700.—Pieza ochavada. ítem: otrastres pinturas del mismo tamaño, de cacerías y guer-ras, de mano de Rubens, con marco negro, tasadasen cincuenta doblones cada una.

Nada más aventurado que suponer losasuntos de cada uno de estos cuadros, queno es fácil asegurar cuál haya podido ser suparadero, ni aun si habrá alguna copia quizáen el Museo del Prado.

NINFAS BAÑÁNDOSE.—Núm. 18.Inventario.de 1666.—Alcázar de Madrid. Bóvedas

del Ticiano. Galería baja que cae sobre el jardín delos emperadores. Otra de una y media vara en cuadro,de mano de Rubens, con varias ninfas bañándose, enciento cincuenta ducados.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Bóvedasdel Ticiado. Otra de vara y media en cuadro, de unasninfas bañándose, de mano de Rubens.

Pudiera muy bien ser este lienzo un bo-ceto ó variante del de Diana y Calixto, quese guarda en el Museo del Prado, señaladocon el núm. \ .592.

JUICIO DE PÁRIS.—Núm. 19.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Pieza lar-

ga. Otra pintura de tres cuartas de ancho y tres cuar-tas de largo; el juicio de Páris, de mano de Rjbens,en trescientos treinta rs. de plata.

Inventario de 1700.—Pieza larga de las Bóvedas.Otra pintura de tres cuartas de ancho, y tres cuartasde largo; el juicio de Páris, con marco negro, de manode Rubens, tasada en ochenta doblones.

Inventario de 1747.—Casas arzobispales. Núme-ro 111. Otra en tabla, del juicio de Páris, de trescuartas de largo y más de media vara de caida, origi-nal de Rubens; se tasó en cuatro mil rs. vn.

Inventario de 1772.—Palacio nuevo; estudio de DonAndrés déla Caíleja, pintor de Cámara de S. M.: nú-mero 111. Otro en tabla, maltratado, del juicio dePáris, diseño de Rubens, de tres cuartas de largo ymedia vara de caida.

Inventario de 1794.—Pinturas que existen en lacasa de Rebeque al cargo de D. Francisco Bayeu: nú-mero 111. Tres cuartas de largo por más de mediavara de alto. Las tres diosas preparándose para eljuicio de Páris, de Rubens, tabla muy arruinada.En 600 rs.

Esta tabla, que seria el apunte ó bocetodel lienzo grande que se conserva en elMuseo con el núm. 1.590, perecería en lasrestauraciones quizá, pues ya se hallaba

muy mal tratada á consecuencia del incen-dio del Palacio en tiempo del pintor y res-taurador Calleja.

DOS PINTURAS DE HÉRCULES Y DIA-NA.—Números 20 y 21.

Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otras dos pinturas de Hércules y Diana, devara y media de largo, de mano de Rubens, á sesentaducados de plata cada una.

Inventario de 1686. — Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otras dos pinturas de vara y media dolargo, de Hércules y Diana, de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Pieza ochavada. Ítem otrasdos pinturas de vara y media de largo, de Hércules yDiana, de mano de Rubens, tasadas en treinta doblo-nes cada una.

Las tasaciones de estas pinturas hacensuponer que no serian de las más preciadasde Rubens. Debieron perecer en el incendiodel Palacio.

POMONA Y HÉRCULO.—Núm. 22.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Pieza don- *

de S. M. tenia el despacho. Otra pintura de tres va-ras de largo y una y inedia de altó, de Pomona y Hér-culo, de mano de Rubens, en ciento cincuenta do-blones.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Pieza deldespacho de verano, en cuyo techo está pintado Apolo.Otra de tres varas de largo y .vara y media de alto,de Pomona y Hérculo, de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Despacho de verano. Unapintura de tres varas de largo y una y media de alto,non. roaim dnr.arin,, tasada. <yi. dftKfijftniftSL qnrjuuiia.doblones.

CONQUISTA DE LOS GIGANTES.—Nú-mero 23.

Inventario de 1700.—Torre da la Parada, pieza se-gunda. Núm. 88. Una pintura de cuatro varas de an-cho de la Conquista de los Gigantes, de mano de Ru-bens, tasada en doscientos doblones.

No puede saberse con segundad si estelienzo seria como otros muchos de los quehabia en la Torre de la Parada, original deRubens ó copia de Mazo, pero de todos mo-dos es indudable que el original existió,pues Mazo no salió de España á copiar áRubens.

MONTERÍA DE DIANA.—Núm. 24.Inventario de 1700.—Torre de la Parada, pieza pri-

mera. Núm. 28. Una pintura de cuatro varas de ancho,de la montería de Diana, con marco dorado; los ani-males, de Pedro de Vos, y las figuras de Rubens, ta-sada en ciento cincuenta doblones.

N.° 38 ' ( ¡ . CHUZADA V1LI.AAM1L. PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA. 8 3

Jeual conietura puede hacerse de estelienzo, suponiendo que con sus companerosperecieron en el saqueo de dicha Torre elaño '1710.

UN SÁTIRO.—Núm. 25.Inventario de 1700.—Torre de la Parada. ítem,

otra pintura de dos varas y media de alto y nna deancho, de un Sátiro, de mano de Rubens, tasado encincuenta doblones. Pieza 8, núm. 96.

Inventario 1794.—Palacio de Madrid, antecámarade las señoras Infant&s, núm. 48, dos y media varasalto y siete cuartas de ancho. Un Sueno con dos mu-chachos con uvas y una leona con cachorrillos, deRubens, en seis mil reales.

¿Serán dos lientos distintos ó uno mismo?Si es sólo el primero hay que achacar supérdida á la invasión francesa durante laguerra de la Independencia; si fueran dos,el Sátiro desaparecería en el saqueo de laTorre de la Parada.

JÚPITER Y JUNO.—Núm. 28.

Inventario de 1700.—Torre de, la Parada. Piezanúm. 2. Una pintura de Juno y Júpiter, do cuatrovaras de ancho, original de Rubens, con marco do-rado, tasado en trescienios doblones.

Perdida en el Saqueo de la casa de laParada, en 1710, dice el inventario men-cionado en nota puesta el año de 1749, conlo cual queda demostrado que no es estelienzo el que guarda el Museo del Prado se-ñalado con el núm. 1.589, y se titula allí:

una copia?

BACO.—Núm, 27.Inventario de 1734.—Pinturas que se llevaron A la

Armería después del incendio de palacio. Otra conmarco dorado bien tratada, de dos varas y dos ter-cias de alto y vara y media de ancho, del dios Baco,con la leona, de Rubens.

Inventario de 1748.—Buen Retiro, núm. 88. Otrode dos varas y dos tercias de alto, y vara y meJia deancho, del dios Baco, con la leona, de Rubens, enocho mil reales vellón.

Inventario de 1772.—Palacio nuevo: antecámarade la serenísima Infanta, núm. 88. Otro que repre-senta á Baco con una leona, de dos varas y una ter-cia de alto y vara y media de caída, original deRubeus.

Estos cuadros de Rubens que aparecenen los inventarios de la casa de Borbon porprimera vez atribuidos á Rubens, no ofrecenla mayor garantía en cuanto á su originali-

dad. Ks de notar que otro cuadro de estemismo asunto, pero de distintas medidas,figura en los mismos inventarios que éste,y se conserva como de escuela- de Rubensen el Museo del Prado con el núm. 1 .640.De todos modos, el original debió existir enPalacio ó en la Torre de la Parada.

CUATRO PINTURAS.—Números 28, 29y 30.

que son cacería de osos, sátiros robandoninfas, la Fecundidad y la Bacanal, copiasestas dos últimas.

Cuatro pinturas dice el inventario hechoá la muerte de Felipe IV, que hábia en lapieza larga de la bóveda del Alcázür de Ma-

•drid, y las describe así:

Cuatro pinturas de á tres varas y media de largo yuna y tres cuartas de ancho: las figuras de la mano deRubens y los animales de Snyders, tasadas á trescien-tos ducados.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Piezalarga do las bóvedas. Cuatro pinturas de á tres varasy media de largo y vara y tres cuartas de ancho, lasfiguras de mano de Rubens y los animales de Snyders.

Inventario de 1700.—Pieza larga de las bóvedas.Cuatro pinturas de á tres varas y media de largo yvara y cuarta de ancho, las figuras de mano de Ru-bens y los animales de Snyders, con marcos negros,tasadas en ciento veinte doblones cada una.

A juzgar por las medidas y sitios en quese hallaron estas pinturas después del in-cendio de Palacio, sólo de una hay noticia,y es*;l núm. 1.586 del Museo del Prado.

CACERÍA DE OSOS.—Núm. 31.Inventario de 1734.—Pinturas que se llevaron des-

pués del incendio á la casa donde vivió el marqués deBedmar, núm. 1.101. Otro de tres varas y media deancho y vara y media de alto, sin marco ni bastidor,maltratado en sumo grado, de una cacería de hom-bres á caballo, osos y perros, de Rubens.

Inventario de 1748.—Buen Retiro, núm. 1.101.Otro de tres varas y'media de ancho y vara y mediade alto, de una cacería de hombres á caballo, osos yperros, original de Rubens, en nueve mil realesvellón.

BACANAL.—FECUNDIDAD.—Números 32y 33.

Inventario de 1772.—Palacio nuevo, antecámaradel señor infante D. Luis, núm. 934 y 938. Otros dos¡guales, el uno de un bacanario do niños y el otro deunas ninfas, de tres varas y media de largo y dos ycuarta de caida, copias por Rubens de Ticiano.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Cuarto del

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señor infante D. Pedro. Pinturas descolgadas en dichocuarto, núm. 938 y 914. Dos de dos varas y media encuadro. Un Bacanal el uno, y el otro multitud de ni-ños. Copias por originales de Ticiano, de Rubens. Endoce mil reales los dos.

Estas dos últimas copias es lástima gran-de que hayan desaparecido, pues seria su-mamente curioso conocerlas, así como co-nocemos el Adán y Eva de Ticiano, quetambién copió Rubens, cuando estos mismoslienzos, durante su segunda estancia enMadrid.

G. CRUZABA VILLAAMII,.

(Continuará.)

LA CONSTITUCIÓN FÍSICA DEL SOL.

I.

El estudio de la constitución física del sol es asuntoque excita el interés de cuantos se dedican á la obser-vación de los grandes fenómenos de la naturaleza, ála ciencia general que los ingleses llaman filosofíanatural. Muchos son los secretos que los astrónomostienen que sorprender todavía en ese inmenso centrode atracción, grande eje del sistema planetario, delcual forma la tierra una rueda tan pequeña.

Los físicos venen él, no sólo la fuente del calor y dela luz, sino de todas las fuerzas de la naturaleza ter-restre y el origen de la energía, cuyas trasformacio-nes producen los fenómenos más diversos.

Los naturalistas, por su parte, estudian en las irra-diaciones solares el elemento necesario á los animalesy á las plantas, el manantial de la vida vegetativa.

Resumiré las principales observaciones relativas ála constitución del sol, y demostraré que pueden rela-cionarse con las leyes generales de la astronomía.

El sol se presenta á nuestra vista en la forma de unasuperficie plana circular; el resplandor de su luz y lainmensa distancia á que se encuentra de la tierra,nos impide distinguir sü verdadera forma, que es es-férica.

El mejor medio de observar la forma esférica delsol consiste en proyectar su imagen engrandecida so-bre un cartón blanco. Basta para ello dirigir un an-teojo hacia el sol y, fijándolo exactamente en un puntodel borde del disco, cuidando de proteger la vista conun cristal muy oscuro, alargar un poco el tubo quetiene el ocular. La imagen engrandecida del sol apa-rece entonces en el cartón blanco, colocado detras delanteojo como un disco sombreado por las orillas, esdecir, presenta la imagen de un globo luminoso esfé-rico, pero es necesario que el brillo de la imagen seamuy débil. Cuando, en vez del cartón blanco, se co-

loca una placa impresionable á la luz, se obtiene unafotografía solar, en la que aparece todavía mejor unverdadero modelo esférico, sobre todo si el tiempoque se emplea en sacarlo es muy corto.

En las imágenes engrandecidas ó en las pruebasfotográficas instantáneas, se observan fácilmente losfenómenos de las manchas, causa de tanta admiraciónpara los primeros astrónomos, quienes creían, comolos filósofos contemporáneos suyos, en la incorrupti-bilidad de los cielos. Estas manchas, que con fre-cuencia son muy numerosas en el disco solar, y á ve-ces bastante grandes para que se las distinga á la sim-ple vista (con ayuda de un cristal ahumado ó al travésde la niebla) tienen un aspecto característico. Su centroes ordinariamente muy sombrío y su circunferencia,que se ha llamado penumbra, termina casi siemprepor un contorno claramente defineado.

En las inmediaciones de las manchas se ven á ve-ces puntos más brillantes, que se llaman fáculas, yse advierten sobre todo con facilidad cuando la man-cha es grande y está en la orilla del disco solar. Engeneral se necesita estar acostumbrado á las observa-ciones solares, y graduar bien el poder absorbente dolos cristales de colores, para advertir las fáculas conanteojos de corta dimensión.

Observando diariamente una mancha bien conocidapor su forma y dimensión, se ve que varia de lugarrelativamente á la orilla del disco, y la manera deevitar complicaciones aparentes en la investigación dela trayectoria, es observar el sol al medio dia.

A cada observación nueva se reconocerá que lamancha avanza de Este á Oeste sobre el disco, con unmovimiento casi uniforme cuando e<stá situada en laproximidad al centro, y con mayor lentitud á medidaque se acerca al borde.

Estas manchas móviles, que por primera vez ob-servaron en 1610 Fabricius y Galileo, han sido objetode muchas discusiones, pero al fin se estableció elacuerdo conviniendo en que las manchas formabanparte de la superficie solar, y su movimiento probabael movimiento de rotación del sol y la forma esféricade este astro.

El fenómeno del movimiento de las manchas per-mite, por tanto, demostrar no sólo la rotación de lasuperficie solar, sino también determinar lo que duracada revolución y la dirección del plano del eje, á cuyoalrededor la rotación se verifica. En efecto, se ha po-dido seguir el movimiento de las manchas cuya formaera bien conocida desde un borde hasta el otro, com-probando la ley de velocidades que la perspectiva desu trayectoria circular impone á estos cambios de lu-gar; y por tanto, comprobar también la uniformidadexacta del movimiento de rotación y calcular, por fin,lo que dura una rotación completa, por el tiempo deltrascurso en una fracción de la circunferencia.

Comprueban también estos cálculos algunas obser-

N.° 38 A. CORNU. l.A CONSTITUCIÓN FÍSICA DEL SOL. 85

vaciones más raras. Se puede algunas veces observarel movimiento de una mancha ó de un grupo de man-chas durante muchas revoluciones sucesivas, y así seha determinado directamente lo que dura la rotaciónsolar. Viendo que la mancha tarda veintisiete días envolver al-mismo sitio, no puede deducirse que la ro-tación completa del sol dura esto tiempo, porque enesos veintisiete dias la tierra, por su movimientoanual, y por consiguiente el observador, se han apar-tado en el mismo sentido que la rotación solar. (Todoslos movimientos de rotación ó de revolución de losplanetas se verifican en el mismo sentido). La separa-ción angular es de unos 28 grados; lo cual produce queel movimiento real de las manchas, en vez de ser de 360grados, sea de 360-t-2b°=385°. Esta corrección reduceá veinticinco dias y medio lo que dura la rotaciónsolar.

La dirección del eje de rotación difiere poco de unaperpendicular á la eclíptica. En efecto, las trayectoriasaparentes de las manchas son casi rectilíneas, y porconsecuencia los planos de los círculos descritos porellos pasan constantemente á la vista del observador,ó lo que es igual, para el orden de nuestros razona-mientos, por el centro de la tierra. Ahora bien, elplano en que se mueve el centro de la tierra, es lo quese llama plano de la eclíptica, y las observaciones másexactas dan siete grados para la inclinación sobre laeclíptica- del ecuador solar.

Las manchas varían de forma, según su distanciadel borde del disco. En general en el centro del discoson redondas, pero parecen deprimirse en el sentidode su movimiento al acercarse á la orilla. Además, elfoco sombrío que ordinariamente está en medio de lapenumbra, cuando la mancha se encuentra en mediodel disco, toma una posición excéntrica cuando éstaavanza hacia la orilla.

El astrónomo inglés, Wilson, demostró por el añode 1769 que estas apariencias se explican muy bien,suponiendo que las manchas solares son cavidadescuyo fondo es oscuro. Esta hipótesis, discutida repe-lidas veces por los astrónomos, ha sido definitiva-mente adoptada. Be todas estas observaciones se de-ducen las siguientes consecuencias, que resumen nues-tros conocimientos generales acerca de la constitucióndel sol:

El sol es una masa esférica revestida de una capafluida brillantísima, á la que so da el nombre do fotos-fera; el interior está formado de una masa relativa-mente oscura; las manchas son desgarrones profundosque ponen al descubierto el núcleo interior.

La masa entera parece animada de un movimientouniforme de rotación, el cual dura veinticinco dias ymedio alrededor de un eje casi normal al plano de laeclíptica.

Por terminantes que parezcan estas conclusiones,conviene no formarse ilusión de que son absoluta-

mente ciertas, porque al examinar los hechos en susdetalles, encuéntrense muchas anomalías que han lla-mado la atención de los astrónomos y de los físicos.

Veamos cuáles son estos hechos, al menos los prin-cipales, y lo que falta hacer para llegar á un gradodt¡ probabilidad comparable al do la hipótesis funda-mental de la astronomía, á saber, la ley de atracciónuniversal.

De lo dicho acerca de la rotación del sol, resultaráque el movimiento angular de las manchas deberíaser igual en toda la superficie solar; es decir, que laduración de su rotación debería ser constante, cual-quiera que fuese la posición del disco, y, sin embargo,no sucede así; la rotación solar no dura lo mismoen todas las paralelas, y la velocidad es más grandeen el ecuador que en los polos. Las manchas situadasen el ecuador solar, ó sea el gran círculo perpendicu-lar al eje de rotación, poseen la velocidad máxima.En los pequeños círculos situados á uno y otro ladodel ecuador, la velocidad disminuye notablemente ámedida que se avanza hacia el polo; según una fór-mula empírica deducida porM. Faye de las observa-ciones de M. Carrington, para la rotación diurna %,correspondiente á la latitud X del pequeño círculo des-crito por la mancha, hay la relación

\ = 12° —186' sen2 X

De modo que la duración do la rotación debería serla misma en todas las paralelas si la masa solar enteraestuviese animada de un movimiento común.

Además las trayectorias de las manchas no sonexactamente círculos. Estas manchas tienen movi-mientos propios, es decir, variaciones de latitud y lon-gitud que frecuentemente son periódicas.

Otra anomalía de las más curiosas es la irregulari-dad .«e la distribución de las manchas en la superfi-cie solar. Las manchas aparecen especialmente en doszonas situadas á unos 13 grados, á ambos lados delecuador; en el mismo ecuador casi no las hay, y enla región de los polos no se ve ninguna.

Pero el hecho más notable y acaso el más impor-tante por sus variadas consecuencias, es la periodici-dad decenal de la frecuencia de las manchas. Segúnlas observaciones de Schwabe, el mayor número-demanchas visibles se ha presentado en los años de1828, 1837, 1848 y 1860, y en los años-precedentes,conforme á los documentos conservados en diversosobservatorios, se puede prolongar la serie hasta 161b,fijando en unos diez años y medio el período que se-para esta máxima presentación de las manchas. Acasodeba atribuirse á un gran aumento de manchas lososcurecimientos del sol, de que la historia ha conser-vado recuerdo, sobre todo cuando la muerte de Cé-sar; es probable, sin embargo, que la verdadera causade estas indicaciones históricas sea la imaginaciónpopular y no la observación ¡mparcial de los hechos.

86 REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 38

Esta periodicidad ha dado lugar á las más diversasconjeturas; algunos astrónomos han atribuido la for-mación de las manchas á la acción directa de los pla-netas sobre la superficie sol&r, y en particular del pla-neta Júpiter, cuyo movimiento de traslación alrededordel sol dura unos doce años; es decir, un período casigual á la variación decenal de las manchas. Pero ladiferencia de los dos períodos es demasiado grandepara que pueda afirmarse con alguna probabilidad larelación de causa y efecto. Debe, pues, buscarse otracausa á estas variaciones.

Decimos antes que la periodicidad de las manchastiene importantes consecuencias; una de ellas, y porcierto de las más inesperadas, es la relación directaentre la abundancia de las manchas solares y las per-turbaciones magnéticas en la superficie de la tierra.Sabido es que la dirección de la aguja imantada pre-senta cada dia dos órdenes de variaciones, unas pe-queñísimas y regulares que se llaman variaciones diur-nas (de algunos minutos solamente) y otras sin leyaparente y de una amplitud con frecuencia considera-ble, según las observaciones de Wolff (de Zurich) ydel padre Secchi. Precisamente en la época en que lasmanchas solares son más numerosas, las perturbacio-nes magnéticas son también más frecuentes y másextensas. Las auroras boreales, que ejercen tambiénconsiderable influencia en la aguja imantada, aparecencon mayor frecuencia en la época del máximun de lasmanchas. Las bellas auroras boreales de 1870, 71 y72, visibles en toda Europa, comprueban la periodici-dad decenal de la- serie de Schwabe; 1828, 1837,1848, 1860, 1871.

Más adelante, cuando hablemos de los estudios es-pectrales del sol, se verá que la aparición de las man-chas corresponde casi siempre á violentas accionesfísicas, químicas y mecánicas en la superficie del sol.Al ver que coinciden dos órdenes de fenómenos tandistintos en la apariencia, puede atribuirse á unacausa única que reside en el sol la producción simul-tánea de todos ellos.

Mencionaremos, además, otra relación debida á W.Herschell, monos comprobada, pero más curiosa, ysobre todo más importante que la anterior, bajo elpunto de vista de las consecuencias que resultarian siesta relación se confirmara y pudiera algún dia pasardel dominio lie la especulación teórica al de la prác-tica.

Procurando "W. Herschell comprobar sus ideas teó-ricas sobre la recrudescencia de la energía calórica yluminosa del sol cuando se forman ó aparecen lasmanchas, compara diversos fenómenos meteorológi-cos ala variación de la frecuencia de las manchas y,á falta de los documentos suficientes, compara el pre-cio medio del trigo en la Gran Bretaña durante tansólo los dos siglos de observaciones solares cuyo re-sultado conocía.

Este precio medio del trigo resulta menos elevadoá proporción que hay mayor número de manchas; ólo que es lo mismo, que la abundancia de las cosechasera sensiblemente proporcional al número de man-chas en el sol. Necesario es para que esta deducciónse considere demostrada, que sea objeto de numero-sas y completas observaciones; pero, 'segun he dichoantes, es digno de notarse que los descubrimientosulteriores relativos á la constitución del sol, más bienhan aumentado que disminuido la verosimilitud deestas relaciones, tan extrañas á primera vista, y sepuede esperar el momento en que las ciencias meteo-rológicas descubran bastantes lazos con la astrono-mía para prever, segun cálculos análogos al de lamarcha de los planetas ó al de la marea, la periodici-dad de fenómenos favorables ó desfavorables á laagricultura.

Ocasión es esta de advertir los malos efectos qu<iproducen en las ciencias las doctrinas utilitarias y elpeligro que existe en dejarse arrastrar por esta cor-riente encaminada á apartar el ánimo de las cienciasespeculativas á pretexto de que las ciencias teóricaspara nada sirven.

Imposible es prever lo importantes que pueden serlas consecuencias hasta de los resultados más abstrac-tos. ¡Qué conquista tan grande sería para la humani-dad el conocimiento de una ley astronómica que per-mitiera anunciar los años de abundancia y los de mi-seria! Los fenómenos que acabo de indicar puedenconducir á esto descubrimiento, y la gran ley tendríaen tal caso su origen en una investigación, que lostetilitarios deben considerar tipo de observaciones in-útiles, la observación asidua y precisa de las man-chas del sol.

La exposición precedente ha servido para definirbien las bases experimentales de las teorías, que per-miten examinar más profundamente la constitucióníntima del sol. Examinemos ahora sucesivamente cadauno de los puntos principales.

Partiremos del fenómeno fundamental. ¿Qué sonlas manchas solares? Parece indudable que son cavi-dades do la capa brillante ó fotosfera, poniendo á lavista las partes más frías (1) del núcleo solar. ¿Cual esla naturaleza de la fotosfera? ¿Es una masa líquida ógaseosa? Por mi parte creo que, en el estado actual delos conocimientos físicos y astronómicos sobre losdiversos estados de la materia, es imposible contestará esta pregunta. Además, segun los últimos experi-mentos de Mr. Andrews, pudiera suceder muy bienque no tuviera ningún objeto esta pregunta, porqueparece haber continuidad completa entre los estadoslíquido y gaseoso cuando la presión es grande y latemperatura elevada. Ahora bien, en la superficie del

(1) Las medidas calorimétricas ejecutadas por el padre Secchi, ha-

cen indudable este hecho.

N.° 38 A. CORNU.- LA CONSTITUCIÓN FÍSICA DEL SOL. 87sol, la intensidad del calor y la de la pesantez sonenormes, y por tanto la presión ejercida sobre las ca-pas exteriores debe ser comparable á las que destru-yen toda distinción entre el estado líquido y el ga-seoso; es, pues, inútil en la actualidad investigar elestado físico en que se encuentra la lotosfera; di-ciendo que es fluido no traspasamos los términos delos datos que los experimentos hechos permitenafirmar.

¿El núcleo del sol es sólido ó fluido1? No tenemosningún dato preciso acerca de este punto. El mayoraumento obtenido en la visión del sol por medio delos mejores anteojos, presenta imágenes muy difícilesde apreciar, lo mismo en la fotosfera que en la partesombría de las mancVias, de modo que la estructurainterna del sol nos es completamente desconocida.

Parece, sin embargo, indudable la existencia de ca-pas más sombrías en un nivel notablemente inferiorala superficie déla fotosfera, según las experienciasde Wilson y las observaciones de refracción en elinterior de las manchas, observaciones hechas ó dis-cutidas por diferentes astrónomos, especialmente porel padre Secchi y M. Faye. El fondo oscuro de lasmanchas parece acercarse á medida que aquellas seaproximan al borde.

¿Cómo se forman las manchas solares'' Esta cuestiónno ha sido resuella, y los astrónomos aplican su saga-cidad á averiguarlo. Según unos son producidas por laexplosión de cráteres en las capas inferiores de la fo-tosfera; según otros son, al contrario, inmensas simascausadas por una aspiración interior.

Mr. Faye explica la forma de embudo que presentanlas manchas, considerándolas verdaderos ciclonesque se producen en la fotosfera, como los que se for-man en la atmósfera terrestre. La causa de estos tor-bellinos es la desigualdad de velocidad del movimientode rotación eu las diferentes paralelas.

M. Faye ha llevado demasiado lejos su teoría, sa-biendo acomodar gran número de hechos á la com-probación de sus ideas; pero muchos astrónomos, yespecialmente los italianos, no la aceptan, objetandoque el movimiento giratorio délas manchas casi nuncaes aparente, lo cual excluye toda idea de rotación.

Sin detenerme más en la estructura de las. manchas,voy á ocuparme de las causas determinantes de suformación, de por qué se presentan unas veces en grannúmero y otras en número muy pequeño en determi-nadas zonas y no en otras, y de por qué su apariciónes periódica.

La explicación que daré de estas cuestiones es, enmi concepto, nueva y tiene la ventaja de coordinar loshechos observados, de que se comprenda la causa demuchas anomalías y de relacionar fenómenos que,á primera vista, son do todo punto independientes.Esta idea reúne, pues, los caracteres de buena hipó-tesis.

II.

Consiste la hipótesis en que los enjambres de me-teoritos que circulan en gran número alrededor delsol, pueden ser considerados como causa inmediata dela formación de las manchas solares y de la mayorparte de los fenómenos que parece están ligados estre-chamente con estas apariciones.

Debo indicar, ante todo, en breves palabras el resu-men de mis conocimientos sobre la distribución en elespacio y la marcha de estos enjambres de meteoritos.

Llámanse meteoritos á estos fragmentos de piedrasmetalizadas que caen á la superficie de la tierra enforma de masas negras, acompañados frecuentementeCe viva luz, de una especie de silbido y de usa dsto-nacion: cuando esto sucede constituyen los metéorosllamados bólidos.

Las estrellas errantes son, al parecer, debidas alpaso al través de nuestra atmósfera de esos meteori-tos, animados de una velocidad tal, que el frotamientoy la compresión que ejercen en el aire los lleva al es-tado incandescente. A veces caen á la tierra formandolos bólidos antedichos; pero ordinariamente no hacenmás que rozar las capas superiores de la atmósfera ycontinúan su camino, arrastradas por su prodigiosavelocidad.

La multitud de estrellas errantes que se observanen ciertas épocas del año, ha sido objeto de estudio delos que cultivan la meteorología primero, y de los astró-nomos después. I .os últimos reconocen que la apariciónde las estrellas errantes es un fenómeno astronómicoanálogo á la aparición de los cometas; y hasta creenverosímil que los cometas y los enjambres de estrellaserrantes seí'n la misma cosa.'

A un astrónomo italiano, Schiaparelli, pertenece elhonor^e haber fijado los puntos principales del movi-miento de las estrellas errantes.

El espacio interplanetario está poblado de estosenjambres de materias meteóricas agrupadas en gran-des aglomeraciones y repartidas en una línea elíptica.Las leyes del movimiento Je estos enjambres sonlas mismas del movimiento de los planetas. Sus tra-yectorias son elipses, ocupando el sol uno de losfocos. La única diferencia consiste en que estas elip-ses son muy alargadas, mientras que las órbitas elíp-ticas de los planetas son, por el contrario, casi circu-lares. Las bellas apariciones de estrellas errantes delos meses de Agosto y Noviembre están ya determi-nadas, bajo el punto de vista astronómico, por sus ele-mentos geométricos. Por ejemplo, el enjambre deestrellas del mes de Agosto, al que la imaginaciónpopular ha dado el nombre de lágrimas ardientes áeSan Lorenzo, es debido al paso anual de la tierra «1

través de este anillo elíptico, cuya forma está ya defi-nida astronómicamente por los siguientes números,debidos á los cálculos de Schiaparelli:

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Longitud del perihelio 343°38'Longitud del nudo ascendente 138*16'Inclinación del plano de la órbita sobre la

eclíptica. 64° 3'Distancia del perihelio (radio de la órbita ter-

restre = 1) 0,9643Sentido retrógrado.

Estos son los elementos de una parábola, es decir,ile una elipse infinitamente prolongada.

Los astrónomos han dado á este enjambre el nombrede Perseida, porque las estrellas errantes que lo for-man parecen divergir de un punto situado en la cons-telación de Perseo.

Este punto de divergencia, llamado también puntoradiante, es debido á un sencillo efecto de perspectivade todas las trayectorias rectilíneas y paralelas de lasdiferentes masas que constituyen el enjambre.

Resultado más notable aún es el de haber demos-trado Sehiaparelli la identidad de la trayectoria de laórbita de las Perseidas con la del cometa de 1862, de-terminada por Mr. Oppolzer. La órbita del cometade -1862 estaba bastante bien estudiada para que sepudieran reconocer los elementos, no de una parábo-la, sino de una elipse muy alargada. El tiempo em-pleado en el trascurso de esta elipse debia ser de unos110 años. Sehiaparelli tuvo la idea de buscar en elcatálogo de las antiguas observaciones las lluvias másabundantes de estrellas errantes, y pudo comprobardesde el año 830 de nuestra era una serie de aparicio-nes en el mes de Agosto, repetidas con regularidad encada período de unos 108 años.

No cabe, pues, duda alguna de que el enjambre delas Perseidas forma parte do la masa de materia cós-mica que constituye el cometa de 1862.

Este gran descubrimiento, seguido do muchos otros,en particular de la identificación del enjambre de No-viembre ó Leónidas (porque su punto radiante está enla constelación del León), calculada por M. Le Verriercon el cometa de Tempel, cuyo período es de 33 años,prueba que el espacio interplanetario está lleno dematerias meteóricas repartidas en anillos y circulandocomo los planetas, según las leyes de la gravitaciónanual.

El número de estos anillos debe ser ciertamentemucho más considerable de lo que se pudiera suponerá primera vista, porque el número de puntos radian-tes de las estrellas errantes observadas, signo ciertodel encuentro de una órbita con la tierra, es muy nu-meroso, y el número de órbitas de enjambres que en-cuentra la órbita de la tierra debe ser pequeñísimo encomparación de los que no encuentra; de modo quepuede afirmarse que los anillos meteóricos existen ennúmero considerable, envolviendo todos al sol, queocupa el sitio de uno de sus focos.

Determidados ya estos resultados preliminares, secomprende que en la proximidad del sol deba existir

gran número de estos anillos, circulando con una ve-locidad tanto más grande, cuanto más pequeñas sonsus dimensiones. (Según la tercera ley de Keplero, loscuadrados de los tiempos de las revoluciones son pro-porcionados á los cubos de los grandes ejes.)

La luz zodiacal, es decir, ese rastro luminoso queel sol muestra después de ocultarse durante las tardesde verano, será acaso (1) la manifestación de esos en-jambres, iluminados como los cometas por los rayossolares y situados en planos inmediatos, como direc-ción del de la eclíptica.

Las glorias ó penachos luminosos observados alre-dedor del sol duranie los eclipses totales, representanquizá los más densos y luminosos de esos enjambrespróximos al sol. La forma elíptica de su contorno sería,hasta cierto punto, una comprobación de esta hipóte-sis. En este orden de ideas el anillo de Saturno podriaconsiderarse una masa de meteoritos, procedente dohaberse arrollado un cometa alrededor del enormeplaneta (2).

Refiriéndonos al sol, es muy verosímil que le rodeegran número de anillos de meteoritos y que estos cai-gan, á veces, parcialmente en el sol. Esta sería, segúnnuestra hipótesis, la causa ocasional de las manchasy, siguiendo las consecuencias de dicha idea, se verácuántos hechos se explican y cuántas anomalías des-aparecen.

Examinemos las diversas particularidades que pre-sentan las manchas.

1 .* En primer lugar su forma de embudo. La caidasobre la superficie fluida de estas masas, llegando conuna gran velocidad, debe producir una depresión y unenfriamiento, y por tanto una disminución de brillan-tez: esta es en globo la explicación de la hipótesis deWilson sobre la cavidad de las manchas y la de lapenumbra. La apariencia más sombría del centro délamancha proviene de quedar á la vista la capa interna,inferior á la fotosfera, capa cuya existencia es inde-pendiente de la teoría que proponemos.

En cuanto á las fáculas que limitan las manchas,podian ser las partes más cálidas que las reaccionesquímicas producen á la llegada de estos meteoritos á lamasa gaseosa y muy caliente. En cuanto al tamaño delas manchas solares, de seguro es incomparablementemás grande que la de los meteoritos que la ocasionan,primero á causa de la volatilidad de sus elementos, ydespués por la propagación de las acciones químicasalrededor de los puntos donde la caida se verifica, demodo que, masas de meteoritos relativamente débilí-simas, pueden producir manchas de una extensiónconsiderable.

(1) Algunos astrónomos atribuyen, sin embargo, á la luz zodiacal

mi origen terrestre, teniendo la misma causa que las auroras boreales,

es decir, la electricidad de las oapas elevadas de la atmósfera.

(2) Últimamente, Mr. Hirn lia llegado por distinto camino ;t eslft

misma conclusión.

N.° 38 A. CORNÜ. LA CONSTITUCIÓN FÍSICA DEL SOL. 892.* La periodicidad decenal de las manchas se

explica de un modo facilísimo. Es probable que entrelosenjambres que se aproximan más al sol, alguno demayor densidad que los otros, en una larga parte desu órbita, tenga un período devuelta de unos diez añosy medio. Sin analizar de un modo completo la acciónde este nuevo enjambre, es indudable que su presencia,modificando profundamente las condiciones del movi-miento de los demás, debe producir un acrecenta-miento ó una disminución en la caida de los meteoritossobre la superficie del sol.

3.a Las anomalías de la trayectoria de las man-chas, son consecuencia necesaria de su formación. Lafotosfera, parcialmente arrastrada por la componentetangencial de la velocidad de los meteoritos, no siguecon exactitud una paralela, porque generalmente laacción será oblicua, á causa de la oblicuidad del plajiode las órbitas; de aquí los movimientos en latitud, yesas aceleraciones en longitud, sobre todo en los pri-meros instantes de su formación, que deben ser dife-rentes, según los enjambres á que deban las manchassu nacimiento.

4.a La repartición,desigual de las manchas en lasuperficie solar proviene igualmente de la oblicuidadde estas órbitas. Si todos los enjambres estuvieran si-tuados en un mismo plano paralelo á la eclíptica, lacaida de meteoritos sólo debería verificarse eneste plano, y por tanto, la zona de las manchas seriael ecuador solar, pero como no hay motivo algunopara esta restricción, debe suponerse que las órbitasestán diversamente inclinadas sobre el plano de laeclíptica; siendo así, la caida de los meteoritos debeverificarse con preferencia en el punto de distanciaminimo, es decir, en el perihelio de estas órbitas quegeneralmente estará fuera del ecuador; aun suponien-do la repartición uniforme de los perihelios en todaslas direcciones posibles, la probabilidad de la cailaseria aún más grande en las zonas elevadas que enel ecuador, zonas determinadas por el límite de incli-nación de los enjambres.

El hecho de que en las zonas polares no existenmanchas, permite suponer que ninguno de los enjam-bres tiene su órbita en un plano bien inclinado sobreel ecuador solar, lo que no es inverosímil según loscálculos de la macácica celeste que preven la tenden-cia de todos los cuerpos del sistema solar á acercar suórbita á un plano poco apartado de la eclíptica.

La última prueba en favor de la caida de meteoritos,como causa ocasional de las manchas del sol, es laformación de grupos, y sobre todo, la formación demanchas en rosario ó la sucesión de manchas nuevasen las inmediaciones del punto donde una manchaacaba de desaparecer, cosa que se explica por el en-

jambre de meteoritos rasantes, por decirlo así, á la su-perficie solar, que deja caer, uno á uno, algunos frag-mentos, determinando la formación de estas manchas.

Esta suposición tiene una consecuencia importante.Si es cierto que el enjambre pasa inmediato á la super-ficie del sol con una velocidad relativamente muydébil, debe describir una trayectoria poco distinta deun gran círculo, formando con el ecuador solar un án-gulo que mida directamente la inclinación de la órbitadel enjambre. De ello resulta que, las diferentes man-chas producidas por un mismo enjambre, no lo seanen una sino en distintas paralelas. Suponiendo desar-rollada la zona de las manchas, la trayectoria relativadel anillo estará, por decirlo así, escalonada por lacaida de meteoritos repartida conforme á una curvasinuosidal. Esta comprobación se encuentra de unmodo terminante ene! bello trabajo de M. Carrington(Oiservations of solar spots).

Los fenómenos observados durante los eclipses delsol y que el análisis espectral hace, por decirlo así,visibles á voluntad, sin el auxilio de los eclipses, su-ministran muchas pruebas á mi hipótesis, y citaré lasprincipales.

Durante los eclipses, cuando la luna cubre por com-pleto el disco solar, se advierten dos fenómenos par-ticulares: 1.° los penachos brillantes ó glorias que irra-dian alrededor del sol; 2.° unas especies de llamas(prominencias) de color rosáceo que se comparaban,cuando se observaron por primera vez, á las erupcionesvolcánicas.

Dichas prominencias se presentan especialmente enlas zonas ricas en manchas, como si éstas fueran pro-ducto de acciones químicas enérgicas que se desarro-llan en las referidas zonas.

Nada más natural que considerar estas glorias comola iluminación de enjambres, y las llamas como ma-nifestación de la caida de meteoritos en la fotosfera,es decir, la deflagración debida al desarrollo del gasque proviene déla descomposición de estos elementos.

Pero ¿cómo se puede tener la seguridad de que estasprominencias de color rosáceo, vistas durante loseclipses, son gases incandescentes, y basta qué puntopuede haber indicaciones de la naturaleza y de la tem-peratura de estos gases? A estas preguntas contesta elanálisis espectral, y daré á conocer brevemente el prin-cipio y la importancia de dichas observaciones.

Sabido es lo que en física se llama un prisma. Esun trozó de cristal, perfectamente trasparente y ta-llado en dos facetas, con planos muy pulimentados.Cuando se mira al través del prisma un objeto ilumi-nado por una luz blanca, el objeto no aparece en lamisma dirección, presenta vivos colores y sus contor-nos se desvanecen.

Esta apariencia se explica fácilmente cuando se sabeque el prisma desvía los rayos de la luz en un ángulovariable con el color. La luz blanca está compuestade infinidad de colores, y sus rayos se presentan en elorden siguiente: Rojo, anaranjado, amarillo, verde,azul,, añil, vioteta,

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Esta descomposición de la luz proporciona una apa-riencia que los antiguos físicos llamaban espectro lu-minoso. Pero existen luces simples, llamadas así por-que el prisma no las descompone, es decir, no separacolores, por ejemplo, el color amarillo que la salmarina y en general las sales de sodio dan á las lla-mas; el color rojo producido por las sales de licio yotros. Cuando se examinan al través del prisma algu-nas de estas llamas, aparecen, es cierto, desviadas,pero sus contornos no cesan de ser netos.

Esta propiedad de producir luces simples es comúnti todos los vapores metálicos elevados á la incandes-cencia. El modo de producir estos vapores incandes-centes es muy sencillo; basta colocar los metales entrelos dos carbones de la luz eléctrica. La alta tempera-tura que se desai rolla volatiliza estos metales y elevala de sus vapores hasta la incandescencia, dando á susllamas los diversos colores.

Si se emplea esta luz para iluminar un objeto cual-quiera, este objeto, visto al través del prisma, con-serva la nitidez de sus contornos; pero se le verámúltiple, es decir, que se producirán tantas imágenesnetas del objeto como colores simples habrá en la luzempleada.

El experimento se hace del siguiente modo. Setoma una lámpara eléctrica, cuyos dos carbones, ele-vados á la incandescencia, sirven para iluminar unaabertura muy estrecha. Con ayuda de una lente con-vergente se proyecta la imagen de esta abertura enun cartón blanco. Si interponemos un prisma, éstedesvía los rayos y al mismo tiempo trasforma la ima-gen blanca de la abertura en una ancha banda irisada,que es el espectro de la luz eléctrica, esto es, la luzemitida por un carbón incandescente.

Colocamos en seguida un pedazo de sodio, es decir,del metal que constituye las sales de sodio. La imagende la abertura es única; el color amarillo, aun despuésde la refracción y de las irisaciones, desaparece, por-que el vapor de sodio, comOjántes decia, tiene la pro-piedad de emitir una luz simple.

Si, en lugar de sodio, ponemos un pedazo de zinc, seven cinco imágenes de la abertura, una roja y las otrasamarilla, verde, azul y violeta, porque el vapor dezinc incandescente emite cinco especies de luz muybrillantes, pero de naturaleza simple. Estos son ejem-plos de análisis espectral ó sea la producción de unespectro formado por rayos brillantes característicosdel metal empleado.

Para completar estas nociones y hacer la naturaltransición entre estos fenómenos de óptica y su apli-cación á la as.tronomía, se repite el experimento, em-pleando, en ve? de-una abertura longitudinal, unaabentura anular que se forma abriendo un círculo enun eristal embadurnado con negro de humo.

La proyección con la ayuda del lente presentaeste anillo brillante. El prisma desvia la imagen y la

difumina irisándola cuando se emplea la luz eléctrica,que es blanca. Pero si se introduce entre los dos car-bones un fragmento de zinc metálico, la luz cambia denaturaleza y se ven cinco anillos que son las cincoimágenes del anillo producidas principalmente por lasluces simples del vapor de zinc incandescente.

Esto experimento representa una observación hechadurante el eclipse de Diciembre de 1871 por un astró-nomo italiano, el Sr. Respighi. Habia colocado unprisma delante del objetivo de su anteojo para exami-nar el sol en el momento en que el disco lunar no de-jase ver más que un pequeño anillo circular represen-tado por esas llamas cuya naturaleza importa de-terminar. Mientras que el disco brillante del sol eraparcialmente visible, el aparato no podia servir; laimagen del sol se presentaba alargada bajo forma deespectro sin nigun contorno neto, pero cuando sóloquedó el anillo circular, Respighi pudo comprobar, pordecirlo así, d conjunto de los hechos que los señoresJanssen, Rayet y Herschell habian descubierto cuandoel eclipse de 1868; vio cuatro imágenes muy netasdel círculo solar, una roja, otra amarilla, la terceraazul verdosa, y la cuarta violeta. Distinguíase en cadauna de ellas, no sólo las protuberancias, sino tambiénla capa delgadísima de la misma naturaleza que en-vuelve el sol y que se ha llamado cromosfera. Com-probó también la presencia de un anillo difuminado deuna luz monocromática verde, representando ia co-rona que forma la iluminación circunsolar.

Resulta de estos experimentos, que el sol está en-vuelto en una capa gaseosa incandescente, muy agi-tada, que el brillo del disco impide ver.

La naturaleza de las cuatro luces del espectro nosda á conocer la naturaleza de esta capa, que es gas hi-drógeno incandescente. Esto se comprueba analizandola luz que se obtiene haciendo pasar una chispa eléc-trica al través del hidrógeno.

Expuestos, los principios y los procedimientos parael análisis espectral de la luz, de las manchas del soly de las fáculas, los resultados son enteramente con-formes con la hipótesis que he desarrollado.

Por ejemplo: según las observaciones espectraleshechas por los astrónomos ingleses ó italianos, lasmanchas serian depresiones llenas de vapores másfrios que la fotosfera y animados de un movimientodescendente.

Aunque á primera vista parece que esta particulari-dad no debiera ponerla en evidencia el espectróscopo.Como ha indicado hace tiempo M. Fizeau, el movi-miento de un foco de luz cambia ligeramente la refran-gibilidad de los rayos que emite, del mismo modo queel movimiento de un productor de sonido varía sualtura para un observador inmóvil. Fácilmente se de-muestra esta ley escuchando en un tren en movimientoel silbido de.la locomotora de un tren que cruza; elsonido agudo antes del cruzamiento es notablemente

N.° 38 -CORRESPONDENCIA DE BELLAS ARTES.

grave después. De igual modo la espectroscopia haproporcionado nociones que parecían inaccesibles ánuestros medios de observación.

En cuanto á las fáculas que limitan las manchas sonpuntos de erupciones do gas lanzado con grandísimavelocidad, y cuyo tamaño y dirección se pueden apre-ciar con el espectróscopo.

Las deducciones qun, en resumen, hacemos de esterápido examen de los hechos relativos á la constitu-ción solar son las siguientes:

El sol puede considerarse como una masa en fusiónú una temperatura elevada, cuya superficie se asemeja•á la de un baño de metal fundido. En la parte supe-rior flotan vapores incandescentes (fotosfera), cuyanaturaleza, disposición y movimiento conocemos porel espectróscopo. Estos vapores pertenecen á metalesy están superpuestos por orden de densidad, encon-trándose, en efecto, en la base ó cerca de ella, losde los metales usuales, y sobre ella los de los metalesvolátiles, el magnesio y el sodio, y después el hi-drógeno.

Esta última capa, más aparente que las otras, se ha'designado con el nombre de cromosfera.

De vez en cuando caen sobre la superficie masasmeteóricas, y producen verdaderos remolinos que senos presentan en forma de mar.chas. Estas manchasson centros de enfriamiento rodeados de erupcionesgaseosas que pueden atribuirse, 6 á la descomposiciónde los meteoritos, ó á acciones químicas que hasta ahoraseria acaso temerario explicar. Las proyecciones ga-seosas constituyen las protuberancias descubiertas enlos eclipses de sol y que diariamente se observanahora, gracias al método espectroscópico imaginadopor Janssen primero, y poco después por Lockyer.

Las acciones químicas y físicas que acompañan es-tas caídas de meteoritos, deben evidentemente mo-diíicar el estado eléctrico del sol, y es verosímil queesta sea la ley observada tantas veces entre las per-turbaciones magnéticas y las erupciones solares.

En este rápido bosquejo de los hechos que se refie-ren al estudio de la constitución solar, he procuradodar idea general de los lazos que unen fenómenosque á primera vista parecen tan distintos, y realizarépor completo mi objeto si inspiro á alguno de los lec-tores el deseo de estudiar profundamente cuestionesque sólo he apuntado, y si llevo á la imaginación detodos el convencimiento de la fecundidad üe los me-dios y de la grandeza de los horizontes nuevos quelos descubrimientos recientes de la ciencia han abiertoá la actividad humana.

A. CORNU,Profesor <lf> 3a Escuela Politécnica de París.

(Reoue scientiflque.)

CORRESPONDENCIA DE BELLAS ARTES.

RAIMUNDO TUSQUETS.Roma, 24 de Octubre de 1874.

Es cosa segura que si al empezar á hablar deuna persona se dijese: «Figuraos un hombre que,encontrándose en plena juventud, teniendo ele-gante figura, simpático aspecto, gozand.o de des-ahogada posición y dotado de mucho talento, vivesolo, no frecuenta paseos ni reuniones, no secuida del traje, y pasa dias, meses y años encer-rado en un estudio, que, si bien cómodo y alegre,ha de perder necesariamente sus atractivos paraquien ninguna novedad puede encontrar en él;»es seguro que si se empezase á hablar así de unhombre, los que escuchasen dirían para su ca-pote; «Ese señor debe .ser un desengañado ó unmisántropo.» Si despuea de formado este juicio,las circunstancias le llevasen á visitar á esta per-sona, de seguro se acercaría á su puerta con laaprensión natural de quien espera ser recibidocon cierta acritud. ¿Cómo habia de figurarse ja-más que el hombre que tiene tal sistema de vidaera fino, atento, amable como el que más? ¿Cómohabia de creer que tenia el tacto especial de met-tre á son aisse (como dicen nuestros apreciablesvecinos ultra-pirenáieos) á su interlocutor, á laspocas frases que con él cambia? ¿Cómo habia desospechar que habia de quedar prendado de aquelá quien se acercó con cierta prevención''

Pues asi sucedería con nuestro compatriota eldistinguido pintor Raimundo Tusquets. Gozandode todas las condiciones y' cualidades que máspueden hacer brillar á un joven; habiéndoseabierto para él las puertas de los salones más ele-gantes; habiendo ocupado puesto en mesa depríncipes reales; habiendo conversado con elloscon la llaneza que hace olvidar las distancias,llaneza que tanto enorgullece á las medianías,pero que aprecian en lo que vale las personas deverdadero talento; buscado por unos, adulado porotros y Alebrado por £odos; teniendo una repu-tación tan brillante como sólida, debida exclusi-vamente á sí mismo; Tusquets es el hombre dequien podría empezarse á hablar de la manera quehe empezado yo esta carta, y de cuya amabilidad,de cuyo cordial y franco trato quedan prendadoscuantos le visitan desde la primera vez que en-tran en su estudio.

Siempre alegre, siempre oportuno, á cada pasose le oye un chiste delicado que espontáneamentebrota de sus labios; pero observando atentamenteparece que se descubre en el fondo de su caráctercierta inexplicable melancolía, cierta tristeza queno logra ocultar por completo su frecuente son-risa.

Si estuviésemos en tiempos de romanticismo,cuando á cada artista se fingía una historia másó menos interesante, no se necesitaría más parasuponer á Tusquets héroe de alguna misteriosaaventura que habia dejado profundas huellas ensu corazón; pero como, por desgracia ó pofr for-tuna, aquellos tiempos pasaron y el artista ea hoyun hombre como cualquier otro, con la sola dife-rencia de dedicarse á una carrera extremadamentedifícil y en la que solamente puede distinguirsepor su talento; en la que, si ha de adquirir repu-

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tacion, se lo ha de deber á sí mismo, puesto queen el arte no sirven recomendaciones ni padrinos,que si alguna vez consiguen crear cierta atmós-fera en favor de una medianía, esa atmósfera sola-mente puede difundirse en pequeño espacio, disi-pándose al fin ante el soplo de la opinión general:como el artista, repetimos, no es ya un ser espe-cial que deba distinguirse por excentricidades yextravagancias, si en la vida de alguno encontra-mos algo poco común, deberemos atribuirlo ex-clusivamente á condiciones de carácter. El ro-manticismo desapareció, y lo que se lia perdidoen poesía se ha ganado en verdad; si hoy vivieseRafael, probablemente no seria tan interesante laFornarina, y tal vez se confundiera con las actua-les Fornarinas que quizá existan al lado de algu-nos artistas. Los biógrafos de Rafael se han ocu-pado, poetizándolos, de los detalles de su vidaíntima; los biógrafos de los artistas que más sedistingan en la época presente no se ocuparán deseguro de estos detalles, ni aun poetizándolos, sipor acaso los encuentran; dígaselo que se quiera,un la actualidad se respeta mucho más la vidaprivada y el pudor público, de lo que se respetabaen pasadas épocas.

Pero dejando á un lado estas cosas que se hande^izado de la pluma, á propósito de ciertos per-files del carácter de Tusquets y con las cualesnada absolutamente tiene que ver este simpáticoartista, y entrando á ocuparme de él de la maneraligera que io he hecho de otros pintores de nues-tra colonia, diré que Raimundo Tusquets es na-tural de Barcelona, donde pasó los primeros añosde su juventud dedicado al comercio. En estaépoca dibujaba algo, solia pintar algún retratoal pastel ó hacer algún paisaje, pero sin salir ja-más de la esfera del aficionado, puesto que suocupación principal eran los negocios mercan-tiles. Sin embargo, en el comerciante estaba elartista, y sus gustos le arrastraban más á lobello, á lo ideal, que á enterarse ¿el alza y bajade la bolsa ó de los precios corrientes en la plaza.Tusquets habia nacido artista, y era imposibleque se sustrajese á su destino. Una ocasión cual-quiera bastaría para que se decidiese su porve-nir, y esa ocasión se presentó el año de 1864. Nosé qué circunstancias le llevaron á Madrid enaquella época en los dias en que se celebraba laprimera Exposición de Bellas Artes en el barracónde la calle de Alcalá, ó si hizo el viaje exclusiva-mente para ver los cuadros expuestos; el resul-tado fue que Tusquets entró comerciante aún enla Exposición y salió artista; allí se decidió suporvenir; allí olvidó el libro mayor y la cuentacorriente, que eran completamente ajenos á sucarácter, y se decidió á coger paleta y pinceles yá conquistarse con ellos una posición, un porve-nir, por el escabroso camino del arte. Si la Expo-sición del 64 no hubiese tenido ningún otro resul-tado que el de decidir á Tusquets á ser artista,por fecunda la deberían dar los amigos del arte,puesto qu,e produjo una gloria más para nuestropaís.

No se me crea exagerado al expresarme así;gloria de nuestro país es nuestro renacimientoartístico, y en la historia de este renacimientonadie puede negar uno de los primeros puestos áRaimundo Tusquets.

Inmediatamente después de- la Exposición del64 vino á Boma el artista de que me ocupo y em-

pezó á trabajar con la infatigable actividad que ledistingue. Dado el género de ocupaciones á que sehabia entregado hasta entonces y la altura á queso encontraba en sus estudios artísticos, que has-ta aquella época solamente habían sido un pasa-tiempo, natural era esperar que pasasen algunosañVs antes de que Tusquets produjese una obrade verdadera importancia. No fue así; abrióse laExposición del 65 y en ella se vio el primer tra-bajo de este artista, que con bien templadas ar-mas entraba en la palestra del ingenio, donde suprimer combate habia de ser su primer triunfo.Los amantes del arte recordarán sin duda aquellafigura de tamaño natural que representaba unpobre miserablemente vestido. En aquella figuraestaban reunidas todas las cualidades que distin-guen al buen artista; allí habia dibujo, color,luz, expresión, facilidad en la hechura, verdad,en una palabra, todo lo que el artista de talentoconsigue reunir después de muchos años de estu-dio y de trabajo, y que Tusquets habia conse-guido dominaren pocos meses. El público inteli-gente no pudo menos de saludar al novel artistaque con tan excelentes auspicios empezaba sucarrera ; el jurado no pudo menos de premiaraquel trabajo, y el ministerio de Fomento adqui-rió el cuadro como una joya más para su museo,donde debe conservarse.

Recuerdo que al hablar de este cuadro, algúncrítico dijo que el asunto era desagradable. Real-mente poco agradable es siempre la miseria; perotratándose de la miseria pintada, si produce des-agradable impresión, es porque tendrá muchaverdad, y precisamente la verdad es una de lasprimeras cualidades que deben resaltar en uncuadro.

Tusquets se habia revelado como pintor, y enverdad que hay pocos que lo hayan hecho contanto lucimiento. Hay más; en su primer trabajo,,no solamente hizo ver sus cualidades como dibu-jante y colorista, sino que hasta indicó su pro-pensión especial para elegir asuntos. Empezó pin-tando UÜ pobre, excesivamente pobre, y gente po-bre forma el asunto de la mayor parte de suscuadros posteriores.

No vaya á creerse por esto que Tusquets sea elpintor de la indigencia, ni que elija constante-mente sus asuntos en medio de los últimos des-heredados. No es asi; su gusto especial le lleva ápintar escenas campestres, trabajos agrícolas, de-talles de la vida de familia de los campesinos; enestos asuntos, natural es que no tenga que ponerrasos y terciopelos, pero en todos ellos resplan-dece la alegría, el bienestar, la satisfacción enmedio de la pobreza, que lejos de causar penosaimpresión en el que contempla la escena, !e pro-ducen agradable sensación, puesto que nadie seimpresiona dolorosamente al ver entregados loscampesinos á sus faenas más pesadas, faenasque son su vida y que realizan cantando.

El elegir Tusquets este camino debe ser natu-ral consecuencia de su carácter independiente.La inmensa mayoría de los pintores de costum-bres ó variedades, como dicen que debe decirse,pintan escenas de la vida de la alta sociedad, y sino lo hacen así, al menos procuran que los per-sonajes, que representan vistan sedas, no sé siporque esto es más agradable ó porque pareceacreditar un gusto más refinado; son muy pocoslos artistas que pintan escenas de la vida de las

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clases más pobres, y la verdad es que los que sededican á este género de composiciones, correnel riesgo de representar cosas repugnantes y an- Itipáticas; si lo hacen con el fln de aplicar una es- :

pecie de cauterio á la sociedad que no ha sabido •estirpar aún la- miseria, se les podria decir que ¡no es la pintura el mejor camino para corregircostumbres, aunque algo pueda contribuirá ello,y en todo caso que el artista debe demostrar buengusto, y el buen gusto excluye lo repugnante.

Tusquets ha seguido la senda más difícil en laelección de asuntos, y ha sabido evitar este es-collo con su admirable talento y exquisita sensi-bilidad; buena prueba de ello es uno de los cua-dros que tiene actualmente en su estudio; repre-senta el patio de una casa pobre y en él variasmujeres, una de ellas trapera, examinando su he-terogénea mercancía. De seguro que parecerá an-tipático este asunto á las personas de delicadosnervios, y sin embargo, apostarse podria á quecontemplando el cuadro quedaban prendadas deél al ver su color, su verdad, su luz, la propiedadde la acción y el sello especial infinitamente agra-dable que sabe imprimir Tusquets á todas susobras.

Como este artista vive exclusivamente para elarte, y está dotado de una laboriosidad prodigio-sa, desde el año 65 al 71 pintó varios cuadros,que fueron formando su reputación en Europa y.en América, ocupando el puesto que merecen enlas galerías de los ricos aficionados ai arte, y si-guiendo el camino que siguen casi todas las obrasde nuestros compatriotas, camino que, desgracia-damente, no es el de España.

En la Exposición de 1871 vimos aparecer denuevo la firma de Tusquets en el cuadro «Loscampesinos romanos». El artista habia dado unpaso de gigante. Nada tan bello, nada tan sim-pático como aquel delicioso cuadro, donde no sesabia qué admirar más, si la naturalidad y sen-cillez con que estaba desarrollado el asunto; si laverdad de la actitud y expresión de las figuras; sila corrección del dibujo; si la propiedad y fres-cura del color; si la diáfana luz y suave atmós-fera que lo bañaba, ó si la armonía del conjunto.Aquel cuadro era uno de los mejores de aquellaExposición, y delante de él se veía constante-mente un grupo de admiradores casi tannumerosocomo los que atraían «La Lucrecia», de Rosales;la «Santa Clara», de Domingo; el .«Tres de Ma-yo», de Palmaroli, ó la «Muerte de Séneca», deDomínguez.

El admirable instinto que lleva á nuestro pue-blo á contemplar las obras de arte, parándosesiempre delante de la mejor, sin darse cuenta dela razón de ello, hacia que el cuadro de Tusquetstuviese admiradores, no sólo entre las personasinteligentes que aprecian y razonan detallada-mente el mérito y los defectos que pueda tenerun cuadro, sino entre las clases populares quese guian por instinto y aprecian por la impresiónque reciben. Y sin embargo, ni unos ni otros po-dían apreciar bastante bien aquel cuadro, porquepara apreciarlo en toda su verdad era necesarioconocer el país donde estaba hecho; era necesa-rio haber visto estos campesinos del agro romanoentregados á sus trabajos; era necesario habercontemplado estos campos con su color oscuro,estas tierras húmedas é insalubres; era necesariohaber visto esta luz blanca, suave, nacarada de

las amanecidas romanas, luz especial que se dis-tingue mucho de la nuestra. Todo esto estabarepresentado en aquel cuadro con una exactitudpasmosa y con encantadora belleza; esto no podíaaquilatarlo en España quien no conociese deteni-damente este país, y sin embargo, el cuadro eraadmirado por todos, y Tusquets conseguía untriunfo envidiable que robustecía .más su repu-tación de artista. Ni aun la críticas-humorística,que tanto daño hizo á muchas obras de las pre-sentadas en aquella Exposición, no hablando delas buenas cualidades de los cuadros ó hincandodespiadadamente el diente en cualquier defecto,encontró nada en el de Tusquets que diese pábuloá sus mordaces chistes. No, digo mal; algo se leocurrió sobre un detalle del fondo, y precisa-mente sobre un detalle que daba extraordinariaverdad al conjunto, y que el crítico no hubieseextrañado ver á conocer un poco las costumbresde los campesinos romanos.

Este cuadro, que fue premiado en aquel certa-men, es una de las pocas obras de Tusquets quehay en Madrid, donde, exceptuando éste y el queposee el ministerio de Fomento, no sé que existanotras obras suyas que un estudio y alguna acua-rela que adquirió el marqués de Portugalete,cuyo nombre escribo con placer por ser uno delos pocos españoles ricos amantes del arte, queemplean parte de sus rentas en adquirir cuadrosde nuestros pintores, protegiéndoles así en sucarrera y demostrando á la vez su buen gusto.

Tusquets no se ha estacionado en su carreraartística, sino que ha ido adelantando, llegandoá adquirir pasmosa facilidad para hacer y, comoconsecuencia de esto, concluir sus cuadros enmucho menos tiempo del que emplearía cualquierotro artista, y desmintiendo el antiguo proverbiode «pronto y bien, rara vez juntos se ven.»

Cuando, hace mucho tiempo, rae ocupaba enuna carta á la REVISTA de los trabajos de Tus-quets, decia que era poco aficionado á pintarcuadros pequeños. Hacia entonces un cuadro, en-cargado por un rico americano, en el que repre-sentábalos majas saliendo de una casa en un dialluvioso; el cuadro no era de los más pequeños,puesto que las figuras tendrían cerca de treintacentímetros, y estaba tan bien y concienzuda-mente pintado como todos los que salen del pin-cel de este artista; sin embargo, le disgustaba eltamaño, y creo que también le disgustaba elasunto, porque Tusquets es poco aficionado ápintar costumbres españolas, no porque sean es-pañolas, sino porque dice, y con razón, que lascostumbres españolas deben pintarse en España,donde los tipos, las actitudes, la luz, los fondos,los detalles, todo tiene earácter local, siendo muydifícil, si no imposible, dar ese carácter aquí.

Como desahogo, sin duda, de lo que tuvo queconcentrar sus gustos para hacer este cuadro,pintó en seguida una figura de tamaño natu-ral, que representa un pecoraro, ó sea un pas-tor. Est* figura está pintada al aire libre yesmagnífica bajo cualquier punto de vista que se laconsidere. Como dibujo, como color, como pro-piedad es como todo lo que hace Tusquets, ycomo vida, creo que tiene más que el modelo quele sirvió para pintarla, porque más que una repre-sentación del natural, es un hombre pegado a unlienzo, un hombre que va á hablar á quien lomira. Esta riqueza de expresión la tienen todas

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las figuras de Tusquets; pero en ésta, siendo detamaño natural, resplandece de una manera ex-traordinaria.

El estudio de este artista, quizá el mejor deRoma, construido por él mismo, elegantementeadornado y situado en el fondo de un jardin, es,sin duda, uno de los más ricos en obras de cuan-tos tienen los artistas de nuestra colonia. Estodepende de dos causas: primera, la prodigiosalaboriosidad de su dueño; y segunda, que, nonecesitando vender los cuadros inmediatamentedespués de concluidos, prefiere conservarlos en supoder y mostrarlos en su estudio á los numerososextranjero? que lo visitan, á mandarlos á los ne-gociantes de Paris ó Londres, que tan descarada-mente suelen aprovecharse de la necesidad devender en que se han visto algunos pintores.

Actualmente tiene Tusquets en áu estudio va-rios bocetos: uno precioso, del que hará «n cua-dro del tamaño del que presentó en la última Ex-posición, y que representará la recolección delcáñamo, una de las operaciones agrícolas máspintorescas de este país; varios fondos, dos ó'trescuadros manchados de una manera admirable,entre ellos uno de cerca de dos metros de largopor más de un metro de alto, y que representavarios campesinos oyendo misa á la puerta de laiglesia de un pueblecillo, cuadro de un caráter, deuna verdad extraordinaria; varios fondos conclui-dos, multitud de tablitas preciosas, representan-do paisajes, marinas, estudios de árboles, pintadotodo con tanta verdad como delicadeza, trabajosque conserva para él y que realiza por vía de es-tudio; y sobre todo esto, un cuadro concluido re-cientemente, que es, sin duda, una de las mejoresproducciones de su pincel. Representa este cuadrodos campesinas pobres al lado de una fuentecillaen medio del campo, una llena de agua la coitca,vasija de cobre de forma especial que usan lasciocioras, y la otra se coloca su conca, llena ya,sobre la cabeza. El momento de la acción es á lahora del crepúsculo de la tarde. Las dificultadesque el artista habrá tenido que vencer para pintarel cuadro con tan escasa luz y que no le resulte-negro, para que, tanto las figuras como los deta-lles del fondo, se vean bañados por la dulce semi-claridad de esta hora, solamente él lo sabrá, peroel resultado es que las dificultades están perfecta-mente vencidas, y que el cuadro tiene la verdadmas exacta y la armonía de tonos más dulces.Las figuras son hermosísimas, robustas, sin serpesadas, expresivas, llena de vida y de gracia, ylaa ropas están hechas con- admirable propiedad.Pintando Tusquets casi siempre cuadros de esce-nas campestres; haciéndolos, como es indispensa-ble, al aire libre; poniendo, como es natural, losfondos propios de estas escenas, ha tenido por ne-cesidad que ser paisista, y el paisista y el pintor degénero aparecen en todas sus obras. Si los detallesdel primer término, que son las principales difi-cultades del paisaje, desaparecen generalmente enlos fondos de Tusquets, puesto que el primertérmino lo ocupan las figuras, los detalles de losdemás términos, no poco difíciles también, estánhechos siempre con admirable verdad, y en elcuadro á que me refiero hay detalles como la fuen-tecilla, unas yerbas al pié de ésta, unas nubes enel horizonte, iluminados sus bordes por las últi-mas luces de la tarde, que no las haria con máspropiedad, con más facilidad y frescura el mejor

paisista. Sensible es que este cuadro, y conclui-dos algunos de los que tiene manchados ó en bo-ceto, no figuren en alguna exposición, porque deesta manera se podria ver y apreciar los inmensosadelantos de nuestro compatriota, que adelantarámucho más, porque está dotado, de cualidadesenvidiables y es de los que cultivan el arte converdadera pasión.

No se distingue Tusquets solamente por suscuadros al óleo, se distingue igualmente por susacuarelas, siendo uno de los pintores españolesque con más facilidad cultivan este simpático gé-nero de pintura.

Como el talento de Tusquets es tan general yflexible, con tanto carácter pinta escenas de lavida más pobre, que escenas del gabinete de unaelegante dama; con igual verdad reproduce en ellienzo ó el papel los rasgados vestidos del men-digo, que los brillantes rasos, los delicados enca-jes y ricos terciopelos de la elevada señora. Re-cuerdo una acuarela que representaba una jovenelegantísima en su tocador, en la que no se sabiaqué admirar más, si la verdad de las carnes, labrillantez de los rasos y encajes que vestia, ó lafacilidad y frescura del total. En la actualidadtiene en su estudio cuatro acuarelas grandes, re-presentando respectivamente un moro en unapuerta de palacio árabe, un soldado herido apo-yándose en un muro, época del quinientos, y doscalles del pueblecito llamado Ferentino de Cam-pagiia, que se encuentra á la mitad del caminode Roma á Ñapóles. Todas cuatro son preciosas;pero estas dos últimas no solamente lo son porla manera de estar ejecutadas, sino por la verdady carácter que tienen. Esto solamente puede apre-ciarse bien conociendo estos antiquísimos pue-blos de las montañas de Italia, pueblos tan raros,tan originales por las construcciones, por el colorde las casas, por las costumbres de sus morado-res, que no se parecen en nada á los de otros paí-ses. En estas acuarelas de Tusque.ts, lo mismoque en muchos de sus cuadros, el carácter y ori-ginalidad de estos pueblecillos y costumbres es-tán retratados de mano maestra.

Las obras de Tusquets dan á conocer en el mun-do artístico el carácter y las costumbres de ciertasclases sociales italianas, mucho mejor que las dela mayor parte de los pintores italianos, porquelos ha estudiado, se ha empapado de ellos y losconoce tanto^ por lo menos, como los de su pro-pio país. Gracias á su talento, en Europa y enA.mérica se conocerán siempre por sus cuadrosmuchas escenas de la vida de estos campos, mu-chos detalles de la vida de estas familias, y esto,en1 toda su verdad, revestido de la encantadorapoesía que sabe imprimir á las obras de su pin-cel; los artistas italianos aprecian y distinguenmucho á Tusquets, ¡hacen bien! porque prescin-diendo de sus simpáticas cualidades personales,Tusquets contribuye poderosamente á que se co-nozca la Italia en su parte más pintoresca, máspoética, más agradable. ¿No es deplorable que tantoeste como otros artistas españolesno estén esta-blecidos en España, haciendo con nuestro país loque hacen con esta Italia, ya flue nuestro país estan pintoresco por lo menos como éste, y su vida,sus costumbres más originales y poéticas? En-tristece ver que las circunstancias porque Españaatraviesa hace tanto tiempo, la escasa protecciónque oficialmente se puede dispensar á los artistas,

N.°,38 BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFCAS.

lasrarasy trabajosas exposiciones que se celebran,y.sobre todo la escasísima afición da las clases ri-cas para adquirir obras de arte, obliguen á nues-tros artistas á abandonar el suelo patrio,buscandoen otros países lo que no encuentran en el suyo, yno quedando para España otra gloria que la dedecir: ¡Son españoles!

Son españoles, sí; bajo el cielo de España hanadquirido las principales cualida,des que les dis-tinguen como artistas; pero cuando las circuns-tancias de nuestro país les obliga á establecerseen Italia ó en Francia, y en Francia ó en Italiapermanecen largos años, y aquí ó allí adquierensu reputación y bienestar, aquí ó allí quedan,

•y son artistas menos en nuestro país, y familiasmenos, y riqueza menos, y lo que es peor, no sehace mercado artístico en España, como en Fran-cia ó en Italia, no se despierta cual debiera elgusto por el arte en las clases ricas, y nuestrascostumbres populares, nuestros rasgos caracte-rísticos, nuestra vida de campos y aldeas perma-necen ignoradas en su parte más bella, y si por lapintura se conoce algo de España en el extran-jero, es el majo y el torero, es decir, lo que ya noexiste y lo que no debiera existir.

Pero dejemos esto, que da ancho campo paratristes reflexiones, y terminemos estos mal perje-ñados párrafos repitiendo que Raimundo Tus-quets es uno de los pintores de más talento y másreputación que tiene la colonia de artistas espa-ñoles en Roma; que sus obras se venden á pre-ciosextraordinarios; que su nombre es de los más res-petados por los artistas españoles é italianos; quelos pintores escuchan con suma atención sus ob-servaciones sobre el arte; que como hombre esinstruido, simpático, afable y con ciertos perfilesmuy originales, y como artista muy laborioso,muy entusiasta, muy observador de los preceptosdel realismo , dotado de exquisita sensibilidadpara apreciar lo bello, adelantando diariamente ysiendo verdadera honra del arte español.

X.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS,Academia de Ciencias de París.

2 NOVIEMBRE.

El éter imponderable y el origen de la materia.—Extinción de un nom-bre ilustre.—El ferro-carril Transasiático.—Historia de la aperturadel itsmo de Suez.

M. Martha-Beker comunica un estudio sobrela hipótesis del éter imponderable y el origen dela materia. Admítese el éter como una sustanciadifusa, sutil, imponderable que llena todo el uni-verso y todos los vacíos é intersticios que aislanlos átomos unos de otros; de suerte que, en la es-tructura íntima de los cuerpos, la impulsión co-municada á ese fluido, se propaga al seno de losespacios infinitamente pequeños para producir elmovimiento molecular que anima las profundida-des de la constitución de la materia. La conmociónproducida en el éter por diversos focos lumino-sos-, caloríficos, eléctricos, magnéticos y centrosdinámicos secundarios, trasmite sus rayos porcorrientes de ondas indefinidas y sucesivas á dis-tancias inconmensurables, y produce fluidos pro-piamente dichos.

Las manifestaciones dinámicas que parten de unfoco virtual, centro de gravedad y de impulsióndel mundo, parecen presentarse también. Ese focovirtual imprime al éter comunicaciones variablesde intensidad y de dirección, lo cual no constitu-ye ondas paralelas y sucesivas, como las ondasque proceden de los focos secundarios, sino seriesde ondas de potencias diversas que aumentan enpuntos determinados. En el punto de intersecciónde esas ondas se forman verdaderos nudos queparticipan á la vez de la naturaleza etérea y de lanaturaleza dinámica, es decir, átomos de exten-sión, forma real y peso atómico determinable.

—Se da cuenta del fallecimiento del generalLaplace, hijo único del ilustre autor de la hipóte-sis cósmica. Aunque el general Laplace no se ha-bia dedicado á las ciencias, esta noticia no puedeser recibida con indiferencia por los hombres cien-tíficos, siquiera porque con la muerte del hijo delgran Laplace se extingue este ilustre nombre.

—Particípase á la Academia el regreso de losseñores Víctor Lesseps y Stuart, encargados deestudiar el proyecto del ferro-carril que debe enla-zar las líneas rusas á la red anglo-india. Hanexaminado tres trazados, pero dos de ellos debenabandonarse á causa del fanatismo de las pobla-ciones, cuyos territorios habia que atravesar, ytambién porque el gobierno inglés teme dificulta-des con el Afganistán. El tercer proyecto, que esel que parece practicable, consiste en atravesar elKachmir v el Turkestan oriental, camino pordonde Alejandro entró en la India, según creeM. Fernando Lesseps. Este, después de trasmitirá la Academia todos los detalles de este asunto,asegura que las dificultades del gran ferro-carrilTransasiático son mucho menores de lo que pue-de suponerse, porque, conforme á las previsionesde M. Eliede Beaumont, la travesía del Himalayano necesitará los grandes trabajos que han tenidoque hacerse después de la perforación de losAlpes.

—M. Fernando Lesseps anuncia una historiadel canal de Suez que va á publicar, dedicándolaá la Academia.

Academia de Ciencias de Viena.Formación del sonido.—La fuerza magnética.—El imán y las corrientes

eléctricas.—La velocidad de la propagación de las corrientes,

M. Stern, estudiando la intensidad del sonidoproducido en un gran número de diapasones, sincaja armónica, ha observado que, en dimensionesproporcionales, los diapasones elevados resuenanmás fuertemente- que los bajos, y que, en los dia-pasones de igual altura, el más grande da el sonido más fuerte, lo cual ha estudiado también enlas campanas. Deduce de «lio que el sonido esproducido por las dilataciones y compresionesoperadas en la sustancia misma del cuerpo sono-ro. Según la manera de producirse los cambios delugar de las moléculas, éstas deben seguir líneascurvas bastantes complicadas, según el tamañode la masa vibrante y de su superficie libre. Es-tas líneas pueden ser rectas en una parte de suextensión, y estos cambios rectilíneos son los queproducen el fenómeno de la resonancia, porqueellos solos pueden trasmitirse á los cuerpos ve-cinos.

—M. Stefan presenta una Memoria en que dacuenta de sus investigaciones sobre la fuerza

96 REVISTA EUROPEA. 1 5 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°38

magnética. Este trabajo se divide en tres partes.En el primero, que se refiere á la fuerza magnéti-ca de una corriente eléctrica, M. Stefan demues-tra que la equivalencia entre las fuerzas magné-ticas de un imán y de un sistema de corrienteseléctricas es completa, no solamente, como sesabe, en los puntos exteriores, sino también enlos puntos interiores. El interior de una esfera re-corrida por corrientes circulares paralelas, cons-tituye un campo magnético homogéneo; lo mismosucede en un elipsoide; tales sistemas de corrien-tes constituyen espirales galvíinométricos de in-tensidad constante.

La segunda parte de la Memoria trata de laacción de un imán sobre un punto interior. Estaacción no está completamente determinada por elpotencial magnético; hay otras fuerzas que de-penden de la posición del punto con relación á loselementos magnéticos.

En la tercera parte, teoría de la inducciónmagnética, M. Stefan se funda en el teorema queha establecido en la segunda parte, relativamenteá la acción de un imán sobre un punto situado enel interior de uno de sus elementos, y establece,con ayuda de este teorema, las ecuaciones genera-les de la teoría de la inducción magnética y de lateoría idéntica de la polarización dieléctrica.

—M. Oppolzer describe los aparatos eléctricosque usa para medir longitudes, y de sus observa-ciones deduce que la velocidad de propagación dela corriente es de 4.000 millas geográficas por se-gundo, ó más, pues este valor debe considerarsecomo límite inferior de la velocidad.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

El problema de evitar la incrustación de lascalderas es muy importante, muy estudiado ydifícil de resolver, especialmente en las de losbuques de vapor que sólo pueden emplear aguasalada; pero uno de los maquinistas del San Lo-renzo, vapor de la Compañía trasatlántica, hadescubierto por casualidad un medio que evitaen gran parte la incrustación, y que puede ser labase de experimentos muy importantes. Habiendodejado al partir un lingote de zinc en uno de loshervidores, se sorprendió, al regreso, de no encon-trarlo, y observó en cambio que el poso que habíadejado el agua era un sencillo lodo muy fácil dequitar con un simple lavado, pues no se adheríaá las paredes da la caldera,

*

La Virgen de la Lorena, obra dramática del ins-pirado poeta Sr. Herranz, estrenada el martes úl-timo con grandísimo éxito en el teatro del Circo,más que drama, propiamente dicho, es una expo-sición de tres cuadros de la vida de Juana de Arco;pero cuadros tan bien sentidos, tan magistral-mente presentados, de un dibujo tan correcto, decomposición tan enérgica y de colorido tan bello,que bastarían por sí solos á formar la reputaciónde un autor. Naturalmente, en los tres cuadros re-salta sobre todas de una manera "notable la bellí-sima, la poética figura de Juana de Arco, quellena la obra por completo, según los deseos delautor, pero que le quita algo del carácter, de laforma y del conjunto de un drama, porque natu-

ralmente los demás personajes están como oscu-recidos. El señor de Graucourt, por ejemplo (CalTO,D. Rafael), debiera ser un tipo má.s grande y másentero, que sostuviese, al par de ía inspirada guer-rera, el ínteres de un verdadero drama. No es estodecir que la obra carezca de interés; le tiene, y mu-cho; pero sus tres actos parecen tres cuadros dra-máticos independientes, aunque relacionados en-tre sí. De todos modos es una obra que honra á suautor, el cual hubiera conquistado ahora un nom-bre envidiable, si ya no lo hubiese tenido con mo-tivo de obras anteriores. El público le hace todaslas noches una entusiasta y merecida ovación.

El papel de Juana de Arco es una de las mejo-res creaciones de Elisa Boldun, la artista concien- •zuda é inspirada, á quien tanto deben nuestrosautores modernos, la heredera de las glorias denuestras grandes actrices, como lo es de sus cua-lidades y talentos. El público no cesa de aplau -diría, y tributa también igual homenaje á RafaelCalvo, que saca un gran partido de su antipáticopapel, y á su hermano Ricardo, que ha adelan-tado mucho y es un actor de gran porvenir. Feli-citamos al Sr. Herranz y á la empresa del teatrodel Circo.

# *El San Antonio, de Murillo, robado de la cate-

dral de Sevilla, donde se conservaba entre otroscuadros de! mismo autor, era una obra maestra,célebre en el mundo artístico. El cuadro teniaunas cuatro varas de alto por dos y media de an-cho, y representaba á San Antonio de Pádua, ar-rodillado en su celda, con" los brazos abiertos yen éxtasis ante la aparición del Niño Dios. Lasautoridades han tomado grandes precauciones,impidiendo la salida de equipajes y bultos de Se-villa sin registro previo y reduciendo á prisión á18 personas, sospechosas de más ó méno3 com-plicidad, pero entre las cuales, desgraciadamente,parece que no se .encuentra el autor del robo.

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El 19 de de Octubre último se ha verificado enAgrá, capital de la Croacia, una ceremonia queha excitado gran interés. El Ban de Croacia, Ma-zurawich, ha abierto, en nombre del emperadorFrancisco José, una universidad croata fundadapor un decreto reciente. El discurso del citado altopersonaje ha sido pronunciado en latín, y termina,como en la Edad media, por las tres exclamacio-nes: Vivat, Grescat, Floreat.

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La producción hullera de los Estados Unidosha sido en 1873 de 19,585.178 toneladas, ó sea652.913 masque 1872. El consumo en el interiordel país ha sido de 3.243.000.

Los periódicos de Valparaíso se imprimen enun papel hecho en el país, pues se acaba de esta-blecer una manufactura de esta clase en Limáche,cerca de dicha ciudad. Es la primera que se esta-blece en la América del Sur, y produce un papelde igual calidad al que se importa de Europa,pero de precio muy inferior puesto que no tieneque soportar elevados gastos de importación niderechos de aduanas.

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio, 25.