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REVISTA EUROPEA. NÚM. 1 9 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . AÑO IV. LA POESÍA HORACIANA EN PORTUGAL. (Conclusión.) Al espirar el siglo XVIII aparecieron en Portugal dos ingenios de condiciones y estudios diferentes, los cuales por opuestos caminos dieron la ley á la generación literaria que precedió al romanticismo. Eran en muchas cosas la antítesis viva el uno del otro, aunque en lo esencial de la teoría literaria no difiriesen mucho. Fácilmente se comprenderá que aludo á Bocage y á Filiuto. Manuel María Barbosa de. Bocage, entre los Arca- des Klmano Sadino, era un improvisador estupen- do, como sólo Italia los ha producido. Esa fue su gran cualidad y su defecto. Bocage improvisaba siempre, y sus mejores trozos llevan el sello de ejecución fácil y abandonada. Tenía altas dotes ar- tísticas, viveza de fantasía, sensibilidad vehemente, aunque no profunda, y sobre todo un dominio ab- soluto del metro y de la rima. De la pureza de la lengua se cuidaba poco; no era filólogo, ni mucho menos; solía incurrir en galicismos, y apenas cono- cía más habla portuguesa que la usual y corriente en su tiempo, no la de Fr. Luis de Sousa, Vieira ni Bernardes. Su educación había sido descuidada, su vida fue el desarreglo moral personificado, y es- tas circunstancias influyeron no poco en el resulta- do de sus obras. Sabía mal el latin, y si acertó (no siempre) en sus admirables fragmentos de las Metamorfosis, de- biólo á su grande intuición que le hacía adivinar lo que ignoraba, y á la ayuda de otras versiones. Sus poesías más geniales y perfectas son las cortas, las fugitivas, las trazadas en momentos de inspiración. Tenía muy pocas ideas, y esas vulgares ó tomadas de libros franceses, que son los que parece haber leido con más gusto. Delille, Parny y algún otro contribuyeron átorcermás que á educar su numen, haciéndole afeminado y débil, cuando en otros tiempos hubiera sido bravio ó indómito. Descolló en los sonetos: nadie los ha hecho mejor en Portu- gal. Algunos son modelos por la forma, ya que no por la sentencia. Si á esto agregamos el idilio de Tritón, las cantatas de Inés de Castro, Medea y Eero y Leandro, el ternísimo cuadro de A Saudade Materna, varias traducciones y algunas poesías fu- gitivas, tendremos recogidas las verdaderas joyas de la corona de Bocaje. Todas podrían entrar en un TOMO x. tomo de reducidas dimensiones. Sepultadas hoy en los siete volúmenes abultados de sus obras no lu- cen cerno debieran. Fue poco clásico Bocage: aun en los asuntos de la antigüedad escribe como poeta moderno. Hizo, sin embargo, algunas odas horacianas de dudoso mérito, exceptuando quizá la dedicada A la fortuna, que tiene bellas estrofas, de apacible melancolía, aunque descuidadas en el estilo. Hizo sátiras no por- tenecientes al género que voy estudiando. Una de ellas, la más célebre, va dirigida contra el P. Mace- do, y es modelo de invectiva yámbica, tan enérgica y robusta como feroz y apasionada. Arquíloco la hubiera adoptado por suya. Si José Agustín no se ahorcó después de leerla, como Licambo cuando oyó los versos de su enemigo, por lo menos conser- vó odio á Bocage más allá del sepulcro, y jamás le perdonó aquella espantosa diatriba, no indigna Do latido feroz do cao de Apullia. Hizo finalmente Bocago bellas epístolas. No cuento en este número la impía y volteriana que principia, Pavorosa illusao da eternidade... pues tengo para mí que le ha sido atribuida con error, aunque el estudio parezca suyo. Pero es cierto que sus alardes de incredulidad y de cinismo valieron á Bocage algunos meses de prisión en tiem- po de dófta María I. Entonces escribió nuestro poe- ta, implorando clemencia, excelentes cartas á los marqueses de Pombal, de Ponte, de Lima y de Abrantes. La expresión es en ellas más noble y re- signada de lo que pudiera esperarse, conocido el carácter ligero y poco digno de Bocage. Francisco Manuel do Nascimento, más conocido entre sus paisanos por el nombro poético (no arcá- dico) de Filiuto Elysio, parecióse á Bocage en el enciclopedismo de las ideas, y en la persecución con que fueron castigadas. Era eclesiástico, aunque malo, y pasó emigrado en Francia la mayor parte de su larga vida. Como ingenio de todo en todoho- raciano, merece señalado lugar en esta galería. Hizo estudio especial del lenguaje, purgándole de innecesarios galicismos y persiguiendo sin reposo con el látigo de la sátira á los innovadores. Dicen, no obstante, los modernos puristas portugueses que la decantada perfección gramatical de Filiuto tenía más de negativa que de otra cosa, apareciendo 13

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 1¡ 1 9 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . AÑO IV.

LA POESÍA HORACIANA EN PORTUGAL.

(Conclusión.)

Al espirar el siglo XVIII aparecieron en Portugaldos ingenios de condiciones y estudios diferentes,los cuales por opuestos caminos dieron la ley á lageneración literaria que precedió al romanticismo.Eran en muchas cosas la antítesis viva el uno delotro, aunque en lo esencial de la teoría literaria nodifiriesen mucho. Fácilmente se comprenderá quealudo á Bocage y á Filiuto.

Manuel María Barbosa de. Bocage, entre los Arca-des Klmano Sadino, era un improvisador estupen-do, como sólo Italia los ha producido. Esa fue sugran cualidad y su defecto. Bocage improvisabasiempre, y sus mejores trozos llevan el sello deejecución fácil y abandonada. Tenía altas dotes ar-tísticas, viveza de fantasía, sensibilidad vehemente,aunque no profunda, y sobre todo un dominio ab-soluto del metro y de la rima. De la pureza de lalengua se cuidaba poco; no era filólogo, ni muchomenos; solía incurrir en galicismos, y apenas cono-cía más habla portuguesa que la usual y corrienteen su tiempo, no la de Fr. Luis de Sousa, Vieirani Bernardes. Su educación había sido descuidada,su vida fue el desarreglo moral personificado, y es-tas circunstancias influyeron no poco en el resulta-do de sus obras.

Sabía mal el latin, y si acertó (no siempre) en susadmirables fragmentos de las Metamorfosis, de-biólo á su grande intuición que le hacía adivinar loque ignoraba, y á la ayuda de otras versiones. Suspoesías más geniales y perfectas son las cortas, lasfugitivas, las trazadas en momentos de inspiración.Tenía muy pocas ideas, y esas vulgares ó tomadasde libros franceses, que son los que parece haberleido con más gusto. Delille, Parny y algún otrocontribuyeron átorcermás que á educar su numen,haciéndole afeminado y débil, cuando en otrostiempos hubiera sido bravio ó indómito. Descollóen los sonetos: nadie los ha hecho mejor en Portu-gal. Algunos son modelos por la forma, ya que nopor la sentencia. Si á esto agregamos el idilio deTritón, las cantatas de Inés de Castro, Medea yEero y Leandro, el ternísimo cuadro de A SaudadeMaterna, varias traducciones y algunas poesías fu-gitivas, tendremos recogidas las verdaderas joyas dela corona de Bocaje. Todas podrían entrar en un

TOMO x.

tomo de reducidas dimensiones. Sepultadas hoy enlos siete volúmenes abultados de sus obras no lu-cen cerno debieran.

Fue poco clásico Bocage: aun en los asuntos dela antigüedad escribe como poeta moderno. Hizo,sin embargo, algunas odas horacianas de dudosomérito, exceptuando quizá la dedicada A la fortuna,que tiene bellas estrofas, de apacible melancolía,aunque descuidadas en el estilo. Hizo sátiras no por-tenecientes al género que voy estudiando. Una deellas, la más célebre, va dirigida contra el P. Mace-do, y es modelo de invectiva yámbica, tan enérgicay robusta como feroz y apasionada. Arquíloco lahubiera adoptado por suya. Si José Agustín no seahorcó después de leerla, como Licambo cuandooyó los versos de su enemigo, por lo menos conser-vó odio á Bocage más allá del sepulcro, y jamás leperdonó aquella espantosa diatriba, no indigna

Do latido feroz do cao de Apullia.

Hizo finalmente Bocago bellas epístolas. No cuentoen este número la impía y volteriana que principia,

Pavorosa illusao da eternidade...

pues tengo para mí que le ha sido atribuida conerror, aunque el estudio parezca suyo. Pero escierto que sus alardes de incredulidad y de cinismovalieron á Bocage algunos meses de prisión en tiem-po de dófta María I. Entonces escribió nuestro poe-ta, implorando clemencia, excelentes cartas á losmarqueses de Pombal, de Ponte, de Lima y deAbrantes. La expresión es en ellas más noble y re-signada de lo que pudiera esperarse, conocido elcarácter ligero y poco digno de Bocage.

Francisco Manuel do Nascimento, más conocidoentre sus paisanos por el nombro poético (no arcá-dico) de Filiuto Elysio, parecióse á Bocage en elenciclopedismo de las ideas, y en la persecucióncon que fueron castigadas. Era eclesiástico, aunquemalo, y pasó emigrado en Francia la mayor partede su larga vida. Como ingenio de todo en todoho-raciano, merece señalado lugar en esta galería.Hizo estudio especial del lenguaje, purgándole deinnecesarios galicismos y persiguiendo sin reposocon el látigo de la sátira á los innovadores. Dicen,no obstante, los modernos puristas portuguesesque la decantada perfección gramatical de Filiutotenía más de negativa que de otra cosa, apareciendo

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muchas veces con trazas de afectada. Su elocuciónes pura y tersa, pero no rica ni abundante. Comoversificador es muy mediano; jamás dominó la rima,y en el metro libre que casi siempre usa decae confrecuencia, y al lado de versos sonoros y rotundoscoloca otros lánguidos, duros, arrastrados y hastade gaita gallega. Al revés de Bocage, FranciscoManuel era eximio latinista, aunque no llegó á sa-ber griego, ó por lo monos no lo manifiesta. Teniaademás larga noticia de los poetas franceses óitalianos. Dejó muchas traducciones, que han sidodiversamente juzgadas, aunque en definitiva en-•riquecieron la lengua, con adolecer de defectoscapitales.

La poesía lírica fuó el género predilecto de Filiu-lo. Garrett, en los arrebatos de su juvenil entusias-mo, llegó á afirmar que ninguna lengua excedía á laportuguesa en las odas de Francisco Manuel, y queestas eran superiores á las de Píndaro y Horacio.Estos exagerados encomios, que el poeta no necesi-ta, comprometen más que acrecientan su fama. Sino hubieran salido de tan doctos labios, diría queen ese juicio tuvo tanta parte la pasión como la ig-norancia. ¿Qué semejanza puede haber entre unpoeta de escuela como Filinto y los dos gonios líri-cos de Grecia y Roma? Yo aprecio y aun admiro áFrancisco Manuel, y gusto mucho de sus poesías,pero no dejo de conocer que son versos académicosy que les falta el quid divinum, aparte de que laejecución no es siempre tan esmerada como pudie-ra desearse.

El estro lírico de Francisco Manuel no era gran-de; vivía al calor de ideas y sentimientos ajenos. Enpunto á formas, siguió por lo común las huellas deGarcao, algunas veces las de Diniz. ¡Lástima quehiciese tantas odas! Ni son todas iguales, ni las másacabadas están libres de monotonía y de repeticio-nes. Garcao tenía más sobriedad que él y entendiómejor la pureza clásica. En cambio, Filiuto entrómás en su siglo, y puso algo de propia genialidaden sus obras.

La misma tendencia que llevó á Quintana á cele-brar la luprenta y la Vacuna ó inspiró á Monti sucanto Al globo aerostático de Montgolfier, muéstra-se en los versos de Filinto Aos novos Gamas, para lacual inspiróse en el NH morlaliius arduum est, sinolvidar aquello de

A progenie arriscada de Japeto.

Garrett la llamó poesía elegante, sublime, inmen-sa. Conformes en lo primero, mas no en lo demás.Exageraciones por ese tenor han dado mala fama álos portugueses. Al cabo, la oda de Filiuto no esmás que un conjunto áejrases hechas diestramenteengarzadas. Hasta el pasaje relativo al

Raio asustador, que vago e sóltoEstendía ou que bravaO roixo tri-lho do farpado incendio,Iloje á Franklin submisso

Pela perita barra...

es reflejo de aquel célebre exámetro de Turgot

Eripuit coelo fulmen, sceptrumque tyrannis.

Tan enamorado estaba Filiuto de este verso, quevolvió á traducirle literalmente en su oda A la li-bertad

Philosopho Franklin que arrebatasteAos Ceos o raió, o sceptro á tyrannia.

Este canto á la independencia do las coloniasanglo-amerieanas. os de los más bellos de Filiuto,dejadas aparto ciertas ideas históricas inexactas óextremadas que en él se exponen. Cabanyes parecehaberle tenido á la vista en su Oolombo, que visible-mente le supera.

Más pindáricas que horacianas quieren ser estasodas, aunque Francisco Manuel nunca vio á Pínda-ro sino al través de Horacio. Al mismo género per-tenecen la oda A Alfonso de Alburquerque, que esbrillantísima, y la intitulada Nepluno a los portu-gueses, aunque su idea principal está tomada delVaticinio de Nereo. De esta oda, en verdad enérgi-ca y levantada, dijo Almeida-Garrett que ella solabastaría para restituir el patriotismo á los nietos delos Gamas y de los Alburquerques, si alguna vezllegase á faltarles.

Triste patriotismo si habia de fundarse en invec-tivas contra Castilla, semejante á esta:

As garras dos leoes auri-sedentosAs quinas sometlidas0 perennal opprobio transpassavan...

¡Perenal Oprobio el do las armas castallenas!¿Cuándo hemos dicho nosotros otro tanto de losportugueses? Pero dejemos estas rencillas provin-ciales. Desde el Triunfo sacrosanto de Pinto de Ri-beiro (así le llama un escritor demócrata y enemigode la casa de Braganza) estamos condenados á oirdeclamaciones de ese jaez. No falta historiador queatribuya á Felipe II el asesinato de más de dos milsabios portugueses. Sin duda los sabios abundabanentonces como los hongos. Lo que hicieron muchossabios portugueses fuó recibir mercedes del usur-pador y celebrar su tiranía en verso y en prosa.

El entusiasmo nacional palpita en la hermosa odade Filinto A D. Juan de Silva el dia que recibió elhábito del Cristo. Críticos extranjeros han tenidograndes elogios para el razonamiento noble y vigo-

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roso que Francisco Manuel pone en boca de uno delos antepasados del nuevo caballero:

«Por feitos de valor, duras fadigasSe ganhaa a fama honrada,Nao por branduras vis do ocio amigas.Zonas l'ria e quemadaVirao do Caneso, a Ursa de Calixto,Cavalleiros daroixa cruz de Cristo.En, ja a Fe, e os teus reis, e a patria amada,Na guerra te ensineiA defender com a tingida espada:Co'a morte me affronteiPola Fe, polos reis e patria. A vidaSe assim se perde-a vida e ben perdida.Yá com ésta (e arrancou a espada inteira)Ao reino vindiqueiA erva que usurpou mao oxtranjeira:Fiz ser rei o meu rei,Com acooes de valor, feitos preclarosÑas linhas d'Elvas e nos Montes Claros.»

Aquí Filinto es verdadero y gran poeta, y agradaencontrar estos acentos de patria y este eco de lasantiguas tradiciones en la amanerada y artificiosapoesía del siglo XVIÜ.

Iguales méritos reúne la oda

Empregada no golpham da vaidade...

imitación en partes del Inclusam Danaem y de! De-licta majorum. El recuerdo de los antiguos triunfosde la patria y de su actual postración y bajeza dictaá Francisco Manuel voces de indignación y llama-mientos á la guerra:

Allí c'o braco tincto em sangue mauro0 íidalgo mancebo as verdes palmasCortava ousado para ornar na patria

Os trazoes nao manchados.¡Oh Lusos! acordae d'esse vil somno...

Alvas estrellasBrilhem na guerra férvida e robusta

As vencedoras Quinas.Resgatae-vos da affronta: erguei os bríos,Que vos clama de Arzilla, Ormuz e Diu0 vosso anligo sangue derramado

No campo das victorias.

Sobresale Filiuto en las odas de asunto literario,como en la dedicada Á los poetas Insitanos, y sobrelodo en El Estro, que es una de sus tres ó cuatroobras maestras. Distingüese sobre todo por unaaudacia y rapidez líricas, desusadas en el poeta.

Son insoportables las infinitas odas en que Fran-cisco Manuel habla de su destierro, execra a sus

opresores, maldice a los sacerdotes y á los conse-jeros de los reyes, ó esparce máximas revolucio-narias y volterianas. Todo el calor poético le aban-dona entonces. No puede darse cosa más insípida yprosaica que las odas así encabezadas:

Maldicto o Bouzo,. e mais maldnto o nayre...Hoje quatro do Julho, toi o dia...Apagadas com ciencas, com chimeras...

ó la epístola célebre

Enquanto punes pelos sacros foros...

Dejando a un lado estas poesías que sólo tienen uninterés histórico, por lo cual he de hacerme cargode ellas en lugar más oportuno, citaré, en verdadmás rápidamente que merecen, las odas morales enque con fortuna so ejercitó Filiuto, llegando á laaltura de Correa Garcao, y excediendo á los demásportugueses. La imitación del Quid dedicatum poscilApollinem:

Que cuidas, meu Pilaer, que pedo Faos adosO poeta Philiuto...

los cantos Á la virtud y Ala esperanza, este último,sobro todo, vivirán cuanto dure la lengua de Ca-moons. En otros géneros, ¡cuántas riquezas espar-ció la flexible y elegante pluma de Francisco Ma-nuel! Léanse en especial las eróticas Á Mareta y laoda A Ve'nus, demasiado larga, pero de un saborpagano legítimo en muchos trozos. Téngola tradu-cida, mas no la inserto por no alargar en demasíaeste trabajo. Baste el principio:

Si ofrecía tu deidad, piadosa Venus,El corazón cautivo en lazos de oro,Y si amorosas lágrimas sentidas

Derramó en tus altares;Si üel esclavo en tu sonoro temploEntoné sin cesar himnos aladosEntre fragantes vaporosas nubes

De quemados perfumes;Si en otro tiempo descendiste afableCon alma risa, halagadora y blanda,Á consolar con un divino beso

Tus fieles amadores,Acuérdate del hijo de CinirasPor quien las selvas sin cesar corriste...¡Oh cuántas veces, al vibrar su arco,

Se estremeció tu pecho!Del Simois hablen los piadosos olmosQue encorvados sus ramos enlazabanPara ocultar los férvidos abrazos...

Del bienhadado Anquíses...

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REVISTA EUROPEA. 1 9 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 .

En el resto de la oda hay bellezas de alta ley, yes lástima que el conjunto, falto de sobriedad líri-ca, no sea bastante satisfactorio.

No compararé la oda A la noche con El himno deldesgraciado, de Lista, por más que alguna semejanzatienen. Es más animada y lírica la composición delvate sevillano. Comienza bien la de Filinto, pero sedilata con exceso:

Diosa que esparces por la etérea zonaEn mudo carro de ébano bruñidoLas sombras reposadas, los amores

De furtivo decoro...Tú que las leyes del Amor y Venus,Por quien revive sin cesar natura,Benigna extiendes en los áureos techos.

En los callados bosques,Y pides ú los astros más propiciosUn débil rayo de modesta lumbreCon que los lirios del intacto seno

Tímida entrever dejas...

Hasta odas burlescas, y no poco sazonadas, com-puso Filiuto, volviendo por los fueros de la len-gua portuguesa contra los que él llamaba fran-celhos.

Sobre el mismo tema, que fue su perpetua manía,acrecentada por el destierro, versan algunas, quizálas mejores de sus epístolas. Pésame no poder ex-tenderme acerca de ellas, ni presentar fragmentos,temeroso de hacer interminable esta reseña de lasobras horacianas de Filiuto. Mas sí recomendaré elDebique, graciosa invectiva contra los galicistas; lacarta que principia

Tu dizes que meus versos sao mordidos...

\ sobre todo, la larga epístola A Brito, que puedepasar por una excelente Arte Poética, aunque norivalice con la de Horacio á los Pisones, como Al-meida-Garreü pretendía. De las doctrinas críticasallí expuestas he de hablar en la Historia de la Ks-tética en España. El mérito literario de esas compo-siciones no hay para qué encarecerle. Son tesorosde gusto, de sales, de felices expresiones y de agu-dezas.

Francisco Manuel ofrece poca variedad do formasrítmicas. Tiradas de endecasílabos sueltos en lasepístolas y en los poemas, estrofas de Francisco dela Torre, y silvas do versos no rimados'en lasodas (1). Profesaba á la rima tan mala voluntadcomo Cabanyes, que parece haberle estudiado mu-cho, y pone versos suyos por epígrafes de dos odas.

(1) Sigo parn las citas de Filinto la edición <le Paris.)817 á 19. once volúmenes.

Antonio Riveiro dos Santos fue horaciano comotraductor y como poeta, elegantísimo siempre, cor-recto y acendrado en la versificación y en la len-gua. No tenía grande inspiración ni vida propia,pero sí un gusto exquisito y una educación literariade bonísima ley. Hombre declaro entendimiento yde estupenda lectura, gallardeó, sobro todo en elgénero puro y templado de las epístolas. Generosossentimientos, rectitud moral y nobles y cristianasideas las esmaltan. Tómase cariño al docto biblio-tecario recorriendo sus poesías. Nunca asombra nimaravilla, pero agrada siempre. Deben leerse conparticular atención las dos epístolas que principian:

Tu dizes que stou so, e vivo triste...Os prazeres, senhora, sao diversos...

Describe en la una sus lecturas, en la otra su mé-todo de vida tranquilo y apacible. Gracias á el, llegóá escribir más de 160 volúmenes entre impresos ymanuscritos.

Las odas de Riveiro dos Santos se parecen algoálasde Filiuto, pero más alas de Correa Gargao y algu-na vez á las de Ferreira. Altos y patrióticos asuntoscanta siempre la musa de Riveiro. El infante D. En-rique, el heroico Ñuño Gonzalves, el alcaide Frei-tas, Luis de Camoens, son los héroes de sus versoselegantes y limados siempre. Penetró, mejor queFrancisco Manuel, la índole do la oda horaciana,que en Riveiro es breve y rápida, con grande estu-dio de los finales:

Insólito caminhoPer onde fosse descubrir a SyriaOs inmensos thesouros do Oriente;Per onde nos trouxesse ao Tejo ufanoAs perolas brilhantes que adornavamDo sol os ricos pagos,E os thalamos da Aurora...

Así termina una de sus odas más celebradas. Enla poesía sabia merece señalado puesto y mayorfama de la que ha obtenido este cultivador modestoé incansable de las buenas letras, gran bibliófilo yfilólogo de primera nota.

Intima amistad tuvo con él Fr. José do Coracaode Jesús, traductor infeliz de las Metamorfosis deOvidio. Riveiro dos Sanctos publicó las obras deeste Padre, poéticamente llamado Almeno, y logr/idarlas cierta fama entre los literatos de su tiempo,á tal punto, que Costa e Silva llegó á calificar almisionero de Brancannes de sublime poeta. Con másseso crítico y templanza limitóse Almeida-Garret ádecir que dos ó tres odas de Almeno eran muy boni-tas, y aun pienso que en el muy se excedió, deján-dose llevar tal vez de los elogios que en una de

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ellas se prodigan á su tio Fr. Alejandro da SacraFamilia, obispo do Malaca. Estas odas, aunque me-dianas, pertenecen al género horaeiano.

Al frente de las poetisas lusitanas merece figu-rar doña Leonor de Almeida, marquesa de Alomay condesa de Oeynhaussen. En su lugar hemos he-cho mérito del Arte Poética, traducida por estailustre dama. Sus versos originales, desaliñados enla ejecución y no rara vez prosaicos y débiles,agradan siempre por la ternura y nobleza del sen-timiento. No era ingenio de alto vuelo el de Al-cippe, ni habia la mayor seguridad en su gusto.Hizo odas y epístolas horacianas á imitación do lasde Filinto, siguiendo más la letra do Horacio quesu espíritu. Muchas de ellas son trasmutaciones dootras piezas del Venusino, aplicándolas á asuntosmedernos. En otra parte quedan enumeradas. Elestilo de la marquesa do Aloma, como el de casitodas las poetisas, adolece de vaguedad, deslei-miento y falla de nervio. Su excelente educaciónclásica no la preservó de estas faltas. Aun asi, susmejores poesías son las de carácter personal é ín-timo, las no dictadas por modelos extrañes, v. gr.,las que compuso en su juventud en el convento deChellas. Hay en el estro lírico do la mujer algo que

• no se aviene con la poesía académica y de escuela.Las hembras doctas, saturadas de latín y de grie-go, no han solido ser poetisas (con alguna excep-ción, la de Luisa Sigea, por ejemplo), ó lo han sidomedianas: las poetisas no han sido en general mu-jeres doctas, ó se han olvidado de que lo eran, alescribir. Santa Teresa quizá en humanos sabereshubiera pasado por ignorante, lo cual no fue obs-táculo para que en profundidad de conceptos ex-cediera á los más encumbrados filósofos, y en puntoá escribir lo hiciera con las plumas de los ángeles.

Leonor de Almeida admiraba mucho á Filinto yle dirigió una linda carta en verso suelto. Al insor-larla Francisco Manuel en sus obras, anuncióla comoproducción duna ñdalga em, quem os dotes do ánimosuperan a antiquissima e bem-¿Ilustrada nobreza.A belleza e a altivez de sens versos a farao distin-guir de guantas, e ainda de quantos corren a mesmavereda. También Bocage ensalzó

A cantora inmortal, densa da lyra,Que exprime em áureos sons, cm metro augusto0 que he digno de Jovc ou digno d'ello,A cantora inmortal de Syria esmalte...

Uñase el mió, aunque con algunas restricciones,á este concierto de alabanzas. La marquesa doUorna es una de las tres ó cuatro escritoras, rela-tivamente de primer orden, que en lo que va de si-glo ha dado la Península Ibérica. No está á la alturade Fernán Caballero ni de la Avellaneda, pero ex-

cede quizá á todas las restantes. Contribuyen árealizar la hermosa ligara de Alcippe su adhesiónconstante á las antiguas tradiciones, y aquella seriede infortunios sobrellevados con heroica firmeza yendulzados con los solaces de las letras. Retrátasebien su grande alma en el soneto con que encabe-zó la traducción de Horacio, impresa en Londresdurante su destierro:

Co'a mao affeita ao lüzo, nao a espadaA patria sirvo como sei ou posso;Félix! se aos mortos o que fasso agrada.

Poco diré de otros poetas horacianos de segundoorden. El general Stockler, matemático afamado,unió á este lauro el de elegante poeta, como Anas-tasio da C.unha, Lista, y algún otro rarísimo culti-vador de la ciencia de Euelides. Stockler era sobri-no de Correa Gargao y siguió en parte su escuela.Son horacianas la mayor parte de sus odas, correc-tas pero no muy inspiradas. Entre todas se distin-gue, á pesar de lo prosaico del título, la que versasobre el amor considerado como principio y base delorden social. IÜbciro dos Sanctos elogió á Stockleren lindas estrofas:

Ou tu pretendas nos olympios camposTraspondo a meta na correira ousadaCorrer parelhas com o Eolio vate

Em lyricas fadigas;Ou ja folguos i'o a cythara suave,Qual o Teio cantor, brandos prazerssDa natura, e de amor louvar, e as grabas

Da candida Dione...Tcu estro o mais sublimo (1), a voz mais doce,0 surriso de Venus e mais grato;Amor emais púdico; sao mais lindas,

Mais meigas as tres Grapas.

También cultivó la oda horaciana el enciclopé-dico é irritable P. .losé Agostin de Macedo. Pocasveces se distinguió por el estro lírico. Sus mejorestrozos eslí.n en los poemas didácticos, especial-mente en la Meditación. Las odas no han sido co-leccionadas nunca, aunque pudiera formarse conellas razonable volumen. Son algo Mintistas, ápesar de las pretensiones de originalidad absolutaque tuvo siempre el P. Macedo. Nadie las lee nicita hoy en Portugal, pero merecen algún recuerdolas dedicadas A Pompeyo, A Beluario, A la paz yA las ventajas de la pobreza, todas por trozos yversos aislados, ningún;) por el conjunto. Aféalas,entre otros capitales defectos, insufrible pedante-

(1) Que el de los poetas argólicos, á quienes viene refi-riéndose.

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ría en frases y alusiones. Una sola vez estuvo ins-pirado José Agustín: en el Epicedio de Boeage (i).

Entre los discípulos de Francisco Manuel, mere-cen citarse Bento L. Vianna, de quien he leido cua-tro odas, todas de escaso numen; J. B. de Andrada,de quien conozco otras dos, A la poesía y A la amis-tad, bastante mejores, si bien no de primero ni aunde segundo orden, y el traductor de Tácito, ,1. T. Ca-nuto de Forjó, elogiado por Riveiro dos Sanetos,aunque á juzgar por la única composición suya quehe visto, prosaico ó indigesto. Hago mención deestos tres, porque sus poesías se insertaron, conharta indulgencia, en el Parnaso Lusitano, biencontra la voluntad de Almeida-GarreH. En la mismacolección pueden verse dos odas medianas A ¿anoche Y A la virtud, del brasileño Borges de Bar-ros, á quien encomia Ferdinnnd JJonis, y una muyretumbante y locagiana, do Evangelista MoraesSarmiento, quien, según Garrett, merecía el favordel público (no con mucha razón, á juzgar por lamuestra). Entre los autores de epístolas, además delos citados, entran Belehior Manuel de Curvo Sen-medo y Pascual José de Mello.

Pudiéramos prolongar indefinidamente este catá-logo, aunque sin utilidad alguna. Hubo época enque todo estudiante de Coimbra, todo aprendiz dopoeta, comenzaha haciendo- odas en verso suelto,generalmente malas, á imitación de las de Filiuto.Las librerías portuguesas están Donas de volúmenesde versos olvidados, que pueden considerarse horá-danos de cuarta, quinta ó sexta mano. Fue aquelun delirio ffliutista contrabalanceado solo por eldelirio elmanisla ó de los discípulos de Boeage.Resultó de aquí una monotonía insufrible, una ver-dadera plaga que duró hasta la aparición del ro-manticismo. Nada adelantaríamos con exhumar losnombres de las tristes medianías del período ante-rior al florecimiento do Almeida-Garrett. Solo Ma-nuel Mathias Vieira y Ñuño Alvarez Pereira PatoMoniz merecen nombrarse. El segundo era másbocagiano que ñliulista. Lástima que la mayor partede sus versos sean de circunstancias políticas. Te-nía erudición ó ingenio.

Apareció al cabo GarreU para trocar el aspectode la poesía lusitana. Doña Branca, C.amoes y Ado-zinda primero, Un auto de Gil Vicente, Fr. Luñ daSousa y el Alfageme de Santarem después, fueronlas obras maestras de la nueva escuela. £1 teatro yla leyenda nacieron entonces, puede decirse, en

(1) No dejaré de advertir de pasada que no eran el ta-lento ni la erudición de Macedo tan grandes con» suponeel Sr. Romero Ortiz en su erudito libro do Literatura por-tuguesa. Una de las obras más celebradas del ex-írnile, elMolcim literario es un insolentísimo plnpio do la Repú-blica literaria de tíaavedra Fiíjanlo y de otras obras cor-rientes y comunes.

Portugal: recobró su literatura el carácter nacionalque tenía perdido, y correspondió dignamente almovimiento que en Castilla proseguían eon ardorcreciente y desusada gloria el duque de Rivas y susdiscípulos.

Almeida-Garrett habia empezado por ser /Mutis-la acérrimo y entusiasta. Quiso hacer pasar su DoñaBranca por obra inédita del maestro, aunque á na-die engañó el fraude, porque nunca habia escrito niversificado Filiuto de aquella manera, ni cavaba tanhondo en el espíritu de la poesía moderna. Las pri-meras composiciones líricas de Garrett, colecciona-das en la Lyrica de Joao Mínimo y en Floressem/rucio (que contiene ya otras de época y gustoposterior) están calcadas, aunque con libertad ybrío, en las obras de Francisco Manuel (por Lamar-tine apellidado el divino). Son más nutridos y pin-torescos los versos de Garret, poro se alejan délaseveridad clásica, sin entrar tampoco en el molderomántico. El poeta so encuentra atado por lastra-bas que voluntariamente se impone, y raya sólo ímediana altura. Su verdadero lirismo está en Fol-has cahidas, versos de carácter indiscretamente «-tobiográñeo, según es pública voz y fama.

Aun después del advenimiento de la escuela deGarrett, vieron la luz pública algunos tomos de poe-sías Miutistas y bocagianas. Entre estos poetas re-zagados, recuerdo al coronel Francisco EvaristoLeoni, erótico con exceso en sus odas, y al distin-guido bibliógrafo José María da Costa e Silva, autorde una muy voluminosa colección lírica en queabundan las composiciones horacianas, sin que paseninguna de la medianía.

Los nuevos rumbos señalados á la poesía portu-guesa por Almeida-Garrett, Herculano, Soares dePassos, Gonsalves Dias, y por el mismo Castilho, enalgunas cosas revolucionario aunque anti-románticoy adorador de ¡a antigüedad, han extinguido casilas tradiciones de la antigua lírica. El traductor deLos Fastos era ingenio de temple ovidiano, tenía lafacilidad y gracia descriptiva de Nason, no la rapi-dez de Horacio. Pero, á decir verdad, la que másme agrada de todas las producciones de Castilho esLa Sacra de Nazareth, leyenda religiosa y de carác-ter nacional.

Tal ha sido el desarrollo de la poesía horacianaen España.

[JLTILOGO.

Cansado llego al término de esta tarea, árida yenfadosa para autor y lectores, como todas las quese refieren á una sola cuestión mirada por un soloaspecto. Y aun fuera este tolerable daño; poro yaestoy viendo á alguno de esos hipercrítieos germa-nescos, que asientan su trono en revistas y papeles

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MENENDEZ PELAYO. LA POESÍA HORAC1ANA EN PORTUGAL. 231

periódicos, fruncir el ceño y preguntar en desde-ñoso tono: ¿Para qué sirve eso? ¿Cuál es la finali-dad, el objetivo de todo ese fárrago? ¿A qué conduceesa retahila de traductores y comentaristas, eseindigesto catálogo do odas, epístolas, sátiras y frag-mentos más ó menos horacianos? ¿Cómo tolerar enlos áureos tiempos de la ciencia moderna libracosde ese jaez? ¿Cuándo se acabará la raza de los eru-ditos insipientes y atrabiliarios, almacenistas dehechos y de nombres, cazadores de noticias rarasy enemigos implacables de la civilización y de lahz? (1) ¡Cuánto más vale un estudio sobre el con-cepto de la poesía Úrica que todas esas estériles lu-cubraciones!

Todo esto y mucho más dirán los tales hipercrí-ücos,ú por maravilla pasan los ojos por esto pasa-tiempo bibliográfico. Pero yo, deseoso de curarmeen salud, y temiendo que algún lector so llame tam-bién á engaño, porque lo doy un libro sin finalidady sin objetivo, dirélos á lectores y á críticos que nouna sino dos ó tres finalidades y objetivos rne hepropuesto en él, como en los párrafos que siguenmás largamente se contiene. Ahora pondrán denuevo los sabios el grito en el cielo, alagando queen este libro hay dualismo ó tritheismo, pecado es-pantoso y contrario á la unidad armónica de la cien-cia, en que ellos comulgan. Pero tengan calma; queeste librejo no es comedia, y puede, por lo tanto,tener dualismo y tetralismo, y todos los acabados enismo, sin mied'* de incurrir en la indignación de losseñores. Fuera de que yo soy más armonista queellos, aunque á mi modo, y puedo reducir todosesos'fines á uno solo y muy claro, porque gusto,como los lulianos, de que la unidad venza y triun-fe y ponga su silla sobre lodo.

En el estudio que acaba de leerse, me propuse:1." Dar materiales al primer erudito que em-

prenda la formación de una biblografia general ho-raciana. Hay muy curiosos ensayos de alemanes,holandeses y franceses sobre esto punto, pero to-dos incompletísimos, especialmente en la parteespañola, que han mirado con singular descuido,culpa en gran parte do nuestro abandono é indife-rencia. A los sabios y críticos á quienes aludo debeinteresarles muy poco todo esto; pero tengan poraveriguado que los extranjeros forman muchas ve-ces apreciaciones inexactas de nuestro valer inte-lectual, por falta de datos. Vulgaricemos nosotrosla erudición española en monografías especialessobre-cada punto, y llevemos nuestra parte, grande6 chica, al acervo de la bibliografía universal, cienda europea y no añeja sino cultivada hoy más quenunca. Un libro de erudición, aun incompleto y malhecho, es siempre más útil que los preliminares y

(1) Revista contemporánea, dfi Noviembre do

los conceptos y las síntesis, sartas empalagosas delugares comunes, humo y polvo que el viento selleva. Sin noticias no so juzga ni se generaliza, co-mo no sea á tientas y dando por las paredes. Asíoimos cada dia tanto desatino en boca de íilósofos,oradores y maestros, cuanto tratan algo que más ómonos so relaciono con las ciencias históricas y deinvestigación. La historia no se improvisa en propiaconciencia.

'2." Describir una fase do los estudios humanís-ticos en nuestro suelo, y hacer la historia de unaparte do nuestra poesía lírica, lista historia podráser más ó menos nueva, más ó menos útil, perosiempre da margen á consecuencias provechosas,que apuntaré luego. Los sabios dirán que he usadode una crítica pobre, rastrera y mezquina, dignade los tiempos de La llorpe ó do Hermosilla. Con-testaróles que en un pasatiempo bibliográfico lo másoportuno, para amenizarlo un tanto, no es remon-tarse á altas teorías estéticas y hablar mucho de losubjetivo y de lo objetivo, de lo real y de lo ideal,en discordante y hórrida algarabía, sino expresarcon lisura y sin rodeos el placer ó el disgusto que1

la obra poética causa en un aficionado á las letrashumanas. Fuera de que la crítica, por huir de unescollo, ha venido á caer en otro peor, y si antespecaba de exclusiva y formularia y veía poco, almonos marchaba siempre con pies de plomo y entierra segura, al paso que hoy, por aquello de Aquilanon cwpil muscas, desdeña el ocuparse de ciertasnadas que son todo, y va haciendo perder á sus adep-tos el sentido estético, y hasta el común, que espeor. Unos han dado en considerar las obras artís-ticas como mero producto de una civilización y re-flejo ó espejo de un estado social, y en vez de pre-guntar: ¿&$to es bello?¿Lo es en el conjunto? ¿Lo esen los pormenores? ¿En qué estriba su mérito? ¿ Cuá-les eran las condiciones geniales del autor? ¿Cómose fue perfeccionando y desarrollando su ingenio?preguntan con énfasis: ¿ Este poeta es el órgano de sunación? ¿Refleja bien el estado moral de su época? Ysi les parece que no, le dejan á un lado, aunque suscantos sean perfectísimos y abunden en ellos lasbellezas como en Castilla los trigos. Y si les pareceque sí, convierten al autor en una especie de má-quina movida por influencias de acá é influencias deallá, influencias del clima, de la raza, de la lengua,del suelo, de las aguas, délos aires, de los alimen-tos... de todo cuanto Dios crió, menos del ingeniodel pobre artista, cuya personalidad desaparece yes absorbida en ese Océano de ideas, 6 anda comoel alma de Garibay, esperando turno para bajar álos infiernos ó subir al cielo. Y esperará inútilmen-te, pues no la han de querer en ningún paraje, dadoque el crítico se guardará muy bien de decirnos siel autor es bueno ó es malo, y por qué; cuestiones

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232 REVISTA EUROPEA. 1 9 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.° 182

ndiferentes al lado dé las iniuencias, órgnnos, es-pejos y reflejos, sin tener en cuenta que se puedesor excelentísimo poeta sin ser reflejo ni espejo denada, como no sea de la propia fantasía y del pro-pio sentimiento, más ó menos modificados por unaeducación más ó menos literaria. Pero al lado do losextravíos de la escuela histórica y trascendentalis-ta surgen las manías estéticas, mil veces más cen-surables, pues, al cabo siempre enseña algo sobreel escritor y la época el estudio de las influencias.¿Pero qué ha de enseñar cierta casta de estética sinoá perder y estragar el gusto con ridiculas pedante-rías y á discutir eternamente sobre cosas que no se

. conocen ó se conocen mal? ¿Qué han de decir de labelleza unos hombres que comienzan por destrozarel estilo y la lengua en sus discursos pesados, im-pertinentes y empalagosos, en vez de escribir sobretan altas materias con la artística perfección plató-nica ó con la de León Hebreo, Castiglione y nues-tros místicos? ¿Cómo he de creer yo que la VenusUrania ha aparecido sin cendales ante esos sabedo-res de estética, llenos de Hegel, de Vischer y deGarriere, que en vez de preguntar, como el sentidocomún y los antiguos, ¿esto es bello? ¿por qué?,proponen y no resuelven jamas problemas de estaguisa: ¿esto es idealista 6 realista? ¿están armoni-zados lo subjetivo y lo objetivo bajo un principio su-perior? ¿la idea ha llegado á encarnarse en la for-ma pura desde el primer momento de la inspira-ción'/ ¿cuántas finalidades podemos distinguir enesta obra? ¿cuál es su sentido Tfotérico? ¡ Y luegonos reimos de D. Hermógenes cuando defendía ElGran Cerco de Viena, por haber en aquella obra fa-mosísima prótasis, epílasis, catástasis, catástrofe,peripecia y anagnoxísis! Y sin embargo era mala,como puede ser malísima, detestable, una obra muyidealista ó muy realista en que se armonicen losubjetivo y lo objetivo, y se compenetren la idea yla forma, y haya gran lujo de finalidad y de senti-do esotérico. Desengañémonos: el que á su modo nosiente y percibe la belleza, no nació para compren-derla. Por algo dijo Dante:

E chi mi vede e non se inatnoraD'amor non averá mai intelleto.

Todos lo» tratados de estética que aborten lasprensas alemanas no darán gusto al que no naciócon él y no le ha nutrido y fortilicado con aquellasana y vigorosa educación,, de los humanistas delRenacimiento. Más enseña una página de los anti-guos que cien volúmenes modernos.

3.° A copiar algunas noticias para uso del pri-mero que á conciencia quiera tratar el punto de¿cómo ha sido y debe ser la poesía lírica en España?Parece que esta materia anda á la moda en ciertos

círculos, y que la santa eficacia de la discusión (cuyasantidad negamos muchos) ha dado lugar á bastan-tes aberraciones y salidas de tono. Lo que yo piensosobre el particular claramente se deduce de muchaspáginas de este opúsculo. Para mi, la primera ferinalírica es la horaciana; nuestro gran modelo debeser Fr. Luis de León. Lejos de pensar que la poesíalínea de nuestro siglo es superior á la de todos, yque se ha desarrollado con la libertad moderna, yotras cosas por el mismo estilo, téngola por inferiorá la lírica de la antigüedad y á la del Renacimiento,y juzgo patriotero y antiestético ose contuberniode la revolución con el arte. Precisamente la musalírica, por su carácter íntimo y personal, es la quemonos debe ajar su manto con el lodo de calles yplazas.

¿Cuál debe ser el rumbo de nuestra lírica, si ha deconservarse fiel á sus gloriosas tradiciones? No dudoen responder que el horaciano. ¡Nada de imitacio-nes ni de renacimientos! oigo decir á los críticos,escandalizados de ese espantoso retroceso. Hayque vivir de la vida de su siglo; la humanidad ade-lanta siempre. Calma, señores: en cuanto á esa fa-mosa ley del progreso, habría mucho que hablar, ypor de pronto en el arte rotundamente la niego.Hornero, la escultura griega, la pintura italiana delRenacimiento, Cervantes, Shakespare, aún aguar-dan y han de aguardar mucho, á lo que parece, norivales, sino dignos sucesores. Está visto que ni lapintura, ni la escultura, ni la épica, ni la novela, niel teatro adelantan un paso, sino que van de caidaen caida. Lo que adelanta siempre son las cienciasde observación y las artes mecánicas. Pues si enningún género artístico vernos progreso, ¿por quéha de haberle en la lírica? ¿Uué tienen que ver lasfábricas de algodón, ni las libertades parlamenta-rías, ni los motines, ni la milicia nacional, ni losferro-carriles, ni los telégrafos, con la casta y re-cogida Diosa de los himnos? Todo ese estrépito,lejos de agradarla, la ahuyenta. Así, pues, tengopara mí que (dejada aparte la incomparable poesíade los sagrados libros) el summum de la perfecciónartística en punto á lirismo es Horacio.

Pero entiéndase que no pretendo que nos vista-mos de nuevo la toga y nos transformemos, siquieramomentáneamente, en paganos, ni que sigamos entodo las huellas del Venusino, lo cual en parte fueraincongruente y en parte digno de censura. ¡Y líbre-me Dios de recomendar esa falsa y ridicula imita-ción de ciertas épocas en que, con fárrago mitoló-'gico traído fuera do tiempo y con ciertas formasconvenidas y de ritual, que malamente se llamabanclásicas, solía tratarse todo asunto, aun de los mo-dernos. No es eso.

La restauración horaciana que deseo es la de laforma en el más amplio sentido de la palabra. Re-

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N.° 182 MENENDF.Z PELAYO. LA POESÍA HORACIONA EN PORTUGAL. 233

nazca aquella sobriedad maravillosa, aquella rapi-dez de idea y concisión de frase, aquella tersura ynitidez en los accidentes, aquella calma y serenidadsoberanas en el espíritu del artista. Esto pido, estodeseo. No quiero poetas estoicos y de una solacuerda. Gusto de ingenios flexibles y que sepan re-correr todos los tonos y encantar en todos. Estohizo Horacio, y después lo han conseguido muypocos.

El Renacimiento heredó su lira y la añadió nue-vas cuerdas. Fr. Luis de León, inferior á Horacioen lo moral y en lo heroico, voló más alto que élcon las alas del misticismo, y firmó el pacto dealianza entre la forma antigua y el espíritu nuevo.Sólo á condición de cumplir ese pacto han sido yserán grandes los líricos modernos. Goethe quisoenlazar el Fausto germánico con la Helena griega.¡Consorcio imposible! En el brillante cielo del Me-diodía nunca dominarán las nieblas del Septentrión.Para nosotros, los pueblos latinos, la vida debe es-tar en el espíritu cristiano y en la forma clásica de-purada. Sangre romana, no bárbara, es la que correpor nuestras venas.

Pero se dirá: acudamos á nuestra poesía líricanacional y restaurémosla. Si por lírica nacional seentiende, como debe entenderse, lo mismo la de loseruditos que la del pueblo, la lírica nacional es lakonciana, ó si se quiere la leontina. Si se entiendesólo la popular, no existe ó no vale la pena de restau-rarse, y aun oso afirmar que ningún pueblo la tiene.

El genio popular no es lírico, es épico, es imper-sonal por excelencia; no canta, refiere. Épica es laadmirable poesía de nuestros romanceros. Tienetambién su lirismo el pueblo, pero ó rudimentario óaprendido. Ceso en nuestros vates esa manía de lascoplas, de los cantares y de las seguidillas. Si sonpopulares, no son buenos; si son buenos, no sonpopulares. Y en todo caso, vale más imitar á Hora-cio que al ciego de la esquina.

¿Y por qué á Horacio? se me dirá. ¿Por qué no áotros modelos? Veamos. ¿Á David y á los Profetas?Enhorabuena: no hay poesía como aquella, perosancta sandi sunt traclanda, y sería el colmo de laprofanación y del sacrilegio aplicar á todo las for-mas bíblicas, y hablar de amores, por ejemplo, en elestilo del Cantar de los Cantares.

Además, fuera de los asuntos religiosos y de al-gún otro muy raro, como los elegidos por Herreray Filicaja, el tono del lirismo hebreo no se acomodabien á la poesía del Occidente. Agregúese á esto lainmensa distancia á que ha de quedarse siempre enla imitación de los modelos sagrados, y los extra-víos de gusto á que esta imitación mal entendidadel estilo oriental lleva facilísimamente, y se com-prenderá la cautela con que ha de proceder quienaspire al lauro de bíblico poeta,

¿Los himnos de la Iglesia? Buenos para el santua-rio, mas no para la plaza pública ni para el teatro;que esto fuera irreverencia. Además, esos himnos,con no llegar á la perfección artística de Horacio,suelen ser, á lo menos en la forma rítmica, imita-ciones de la lírica latina. El más grande de los poe-tas eclesiásticos, nuestro español Prudencio, es ho-raciano una porción do veces. El mayor elogio quesus panegiristas han encontrado es llamarle el Ho-racio cristiano.

¿La poesía italiana? La agotaron nuestros vatesdel siglo XVI. Estamos hartos de canciones y desonetos petrar quistas. En cuanto á odas horacianas,háylas por aquí tan buenas ó mejores que por allá.y vale más tomar de nuestra casa que ir á la ajena.Por lo que hace á poetas modernos, los imitadoresdo Leopardi son una verdadera calamidad. No tomande su maestro la hermosura artística prodigiosa,sino aquella desesperación y amargura, que si setoleran y aun perdonan en almas tan grandes comola del poeta recanatense, hácense insufribles en me-dianías entecas y escritores chirles, de café y casino, en quienes corren parejas la falta de fe, de vo-luntad y de talento.

¿La poesía francesa? Poco tiene que imitar en lalírica, si quitamos sus tros grandes poetas moder-nos. Pero si tenemos tradiciones literarias en Es-paña, ¿para qué seguir las de allende el Pirineo?

¿El gusto alemán? ¡Horror! La misma relacióntiene con el nuestro que el del Congo ó el de An-gora. Nada de Heine, de Uhland ni de Rückert- Todoeso será, y es de positivo, muy bueno allá en sutierra, pero lejos, muy lejos de aquí. Nada de humo-rismos ni de nebulosidades. Suum cuique. A los la-tinos poesía latina , á los germanos germanismo

¡ puro. ¿Para cuándo son las leyes de la historia y delas razas? ,-j

Volvamos á Horacio: no hay otro camino. Y digoá Horacio y no á los griegos, por varias razones:i.", porque Horacio está más cerca de nosotros y esun ingenio de temple moderno; 2.", porque nuestros

| antiguos imitaron á Horacio más que á los griegos,y conviene respetar la tradición en todo; 3.°, por-que Horacio y los griegos vienen á ser la mismacosa, dado que el segundo reunió los caracteresde todas las escuelas líricas que le precedieron;•4.", porque la poesía lírica de los griegos que nosha llegado más integra es la coral, inimitable enlenguas modernas, como lo han patentizado inúti-les y repetidos esfuerzos; 5.", porque el resto de lalírica griega, esto es, la eólica y la jónica, osla redu-cida á fragmentos; 6.", porque á Horacio puede ha-ber alguna esperanza de acercársele, pero á losgriegos ninguna, puesto que en los griegos derra-maron las Musas sus tesoros, dejando muy pocopara los bárbaros que vinimos después.

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En un discurso reciente, y de persona por mímuy estimada, razón para que no la nombre, heleido que Garci-Lasso creó nuestra poesía Úrica;que la dio un carácter del todo personal en relacióncon el principio del libre examen que entonces predi-caba Lulero; que la Inquisición ahoyó (¡ya se ve!)esa sem.il la; que la escuela de Garci-Lasso muriócon él, y que los poetas líricos que le sucedieron selimitaron á seguir las huellas de griegos, latinos ytoscanos. Todo esto es inexacto. Garci-Lasso nocreó nuestra poesía lírica, pues, sin ir más lejos, elsiglo anterior había producido á Aurias March y áJorge Manrique. No la dio ese carácter exclusiva-mente personal que quiere atribuírsele. Imitó á Ho-racio en la Flor de Gnido, á los italianos en las can-ciones y en los sonetos, á Teócrito, Virgilio y Sa-názaro en las églogas. La poesía de Garci-Lasso notiene la más remota analogía con Lutero ni con laReforma, y se necesita toda la ligera de nuestrosiglo para encontrarla. Garci-Lasso era un guerrerojoven, dado á amores y aventuras más que á contro-versias teológicas: en lo demás, buen católico, pormás que Usóz haya querido sacar partido de su amis-tad con Juan de Valdés para suponerle heterodoxo.Entre la égloga de Salido y el tratado De servo ar-bitrio hay la misma relación que entre el Cíclope deTeócrito y la Crítica de la Razón Pura, de Kant. LaInquisición no opuso obstáculo ninguno al desarro-llo de la poesía lírica, que (entre paréntesis) no leimportaba nada. Va rayando en lo ridículo ese afánde explicarlo todo por la Inquisición, hasta lascosas en que la Inquisición no tenía parte, por noser de su instituto. En materias literarias antespecó el Santo Oficio de tolerante con exceso que deopresor. La brillantísima falange de líricos que su-cedieron á Garci-Lasso, nada tuvieron que envi-diarle y aun algunos le fueron superiores. DíganloLuís de León, Francisco de la Torre, Camoens,Herrera, Medrano, Arquijo, Rioja, Gil Polo, los Ar-gensolas, Villegas, Góngora y tantos más, aun limi-tándonos á los citados en esta historia de la poesíahoraeiana. Entre ellos y Garci-Lasso no aparece di-versidad alguna de estilo ni de escuela. Si imitaroná griegos, latinos y toscanos, otro tanto habíahecho su maestro. Es más; perfeccionaron su obray fueron más personales que él, y más subjetivos ymás líricos. ¿Con qué derecho so establece diferen-cia entre el uno y los otros? Por el gusto de decircosas nuevas, ó por el más censurable de halagarciertas pasiones con los vocablos un poco trasno-chados de Inquisición y fanatismo.

Expuestas quedan las tres finalidades ú objetivosdel Horacio en España. Todas ellas se reducen áuna sola, término constante de mis esfuerzos: re-sucitar un poco la muerta afición á los estudiosclásicos, hoy en lastimosa decadencia. ¥ aquí, so-

licitando la venia de mi lector, pongo fin á esteindigesto alegato, que he llamado Ultílogo ó pos-trimera palabra, como decía el sabio obispo deBurgos I). Alonso de Cartagena. Vale.

M. ME.VENDEZ PELAYO,

8 de Enero de 1877.

CORIOLANO.TRAGEDIAEMR1TA EN CATALÁN PORI). VÍCTOK BALAGÜER.

PERSONAJES.

CAYO MARCIO {apellidado Coriolanoj.

VOLUMWA (su madre).

TITO LARCIO (patricio romano).

LAVINIO (capitán de los Wolsgos).

Campamento de los Wolsg'os delante de Roma. Interior de• la tienda de Coriólano.

TITO LARCIO. —C0RI0LAN0.

(Se levantan como si terminaran una conversación en elmomento de alzar.se el telón.)

LARCIO.

Ya todo entre los dos ha terminado.¿Cómo pude creer un sólo instanteque á mis ruegos cediera quien estuvomudo y sordo á los ruegos de la patria?Mensajes recibiste de los cónsules,del Senado también; aquí vinieronlos sacerdotes de los Dioses sumos,y con ellos al par los venerablesministros de los templos, y hasta el sacroColegio de los rígidos Augures.Mas todo en vano fue: Marcio mostróseinexorable y fiero contra Roma...

CoRIOlANO.

Yo no me llamo Marcio; yo me llamoodio, venganza, destrucción y muerte.

LARCIO.

¿Y eres tú quien así me habla y responde?¿Tú? ¡Diosos poderosos! 0 turbasteismis sentidos, ó el que habla de tal modono es aquel Marcio generoso y dignoque conquistara la marcial coronaen la batalla de Rigilli ardiente.No es él, no puede ser; no os aquel Marcioque en luchas empeñadas y en combatesfue siempre vencedor, jamás vencido;el que era en Roma respetado; el fuerte

| guerrero á quien su ejército glorioso Sl

saludaba en Corioles con el nombrede Coriólano, para honrar sus hechos.Quien á su patria con rencor se niega,

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V. BALAGUER. -CORIOLANO. 235

y á su tristeza y su dolor no acude,jamás Romano fue; quien con los Wolsgos,sus eternos contrarios y de Roma,hace causa común y entra con ellosá sangre y fuego en territorio amigo,y con ellos se acerca á los sagradosmuros, para trocar su patria en ruinas,y luto y maldición y llanto y muerto,no es aquel Marcio austero que, ostentando,del digno senador la ilustre toga,un dia coronamos en el foro,batiendo palmas, al clamor del puebloque entusiasta á sus piós de gozo hervía.No eres tú de mi patria.

CORIOLANO.

Patria, oh Larcio,que no honra al hijo que la honró, no es patria.También recuerdo yo, también recuerdoá un Coriolano, á un Marcio, que en los lagoscombatió de Rigilli, el mismo diaen que bajaron los sagrados Dióscurosá confundirse y á luchar en mediodélos soldados que conmigo estaban.Eran tiempos aquellos en que á veceslos Dióscuros luchando aparecíanpara salvar y defender á Roma.Sé también que aquel Marcio, de Coriolescxpugnador, unió este nombre al suyopor voto del Ejército y del Cónsul.Sé que rival tan sólo de sí mismo,era discreto en los consejos, bravoen el combate, y sé que tanto Romallegó á deberle, que le fue imposiblepremiar sus hechos ni pagar su deuda.Mas sé también que lo que llaman Pueblole negó el consulado, y sé que un diale desterró, y que entonces, miserable,proscrito, errante, enfermo, sin venturay sin lares, viviendo en el olvidode todos, de los Dioses y los hombres,iba al azar, llevando por la tierrasu amargo duelo y sus inciertos pasos.Entonces fue cuando los Wolsgos rudostemplar supieron su dolor... ¡los Wolsgos!para los cuales Coriolano eranombre fatal de maldición y espanto.Ellos, tan nobles cuanto ingrata Roma,en él no vieron su enemigo eterno,su eterno azote, su dolor y oprobio;y al llenarle do glorias y de honores,rencor y agravios dieron al olvido.¡No eran Romanos! Hoy de sus ejércitoses general, de sus Estados Cónsul,y Roma su enemiga... Patria, oh Larcio,que no honra al hijo que la honró, no es patria.

LARCIO.

¿No me contestas más?CORIOLANO.

No más.LARCIO.

Entonces,diré al Senado, al pueblo...

CORIOLANO.

¡Nada al Pueblo!Nada quiere de mí, de él nada exijo.Yo contesto al Senado... El Pueblo, astuto,merece mi despreció solamente.El Pueblo es cual la sierpe que traidoraentre la sombra su veneno oculta.Hundido yace en sus oscuras cuevas,y sale, como salen los reptiles,para arrastrarse en el inmundo cieno.

LARCIO

Te miro, te oigo, y me preguntó: Marcio,¿quién eres pues?... ¿Quién eres?...

CORIOLANO.

Un carácter,lo que ni sois ni existe entre vosotrosRomanos faltos de grandeza, dóbilgeneración, madera carcomida.Ya el Pueblo estaba sojuzgado, quieto.¿Por quó no reducirlo al Aven tinoen vez de entrar en pactos, concediéndolemagistrados, tribunos?... ¡Ay! las torpesdebilidades, cuando son tenidascon los humildes, Larcio, cuestan caras.Transigir es ceder, es anularse,y el Senado, al ceder, perdió derechosque ya perdidos recobrar no puede.Árbol robusto que una vez se dobla,ya no vuelve jamás á enderezarse.

^ LARCIO .

Yo, Coriolano, te diré...CORIOLANO.

Yo, Larcio,yo te diré también que cuando veoá los patricios y al Senado humildesante ese Pueblo, desespero y dudode la salud y porvenir do Roma.En tanto viva el tribunado que hundeel poder consular, Roma no es libre.Perdida la unidad, que la hizo fuerte,nada son ni el Senado ni los Cónsules.Los tribunos Sicinio, Junio Bruto,aquellos mismos de mi bien verdugos,la demagogia, en fin, impera en Roma.

LARCIO.

Cayó Marcio, la herida aún está abierta.y es el dolor el que habla por tus labios.

CORIOLANO.

Si es el dolor el que habla, no es el de una,

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sino el de cien y cien hondas heridasque guarda el pecho y recibió por Roma.

LARCIO.

Pues bien, Marcio, esa Roma idolatradapor quien tu sangro sin cesar vertiste;la Roma de tu amor y de tus triunfos;aquella por quien guardan, no lo niegues,tu corazón su nombre, y las señalestu cuerpo, escudo de sus hijos; Romalo espera todo de tu amor... Perdida,deshecha *n llanto y en dolor, oh Marcio,te pide su salud. Yo te la imploroen nombre mió y en su santo nombre.Vengarte puedes de la injusta ofensa;no tiene quien la escude; la discordiavive y se arraiga en sus rebeldes hijos.Tus Wolsgos no hallarán fieros soldadosá quienes combatir... Roma sucumbosi avanzas... ¡Marcio! ¡Marcio! Salva á Roma,sálvala por piedad, y así te vengas.

CORIOLANO. (Con intención.)¿Roma es perdida con que avance un paso"/

LARCIO.Perdida, Marcio, sí, te lo confieso.¡Cómo, si así no fuera, cómo hubiesenvenido á tí á implorar sus Senadores,sus Cónsules, Augures y Ministros?Nada hay que pueda defender á Roma.Caerá en poder del Wolsgo codicioso,al espirar la tregua que la distey que concluye al declinar el día,si no retiras tus legiones todas.¿Á quó negarlo, Marcio? Roma es presade hondos temores y tremendos ecos.Por plazas y por calles solamentese ven mujeres que espantadas huyen,suelto el cabello y las miradas locas;tristes ancianos que de templo en templovan á los Dioses á implorar, y espíritusmezquinos y cobardes que medrososde todo tiemblan y de todos huyen.

{Mirando para asegurarse do que nadie observa y acer-cándose con misterio á Coriolano.)

Más todavía; escucha. Los presagiosson siniestros también; los altos cielosseñalan los peligros con horriblesy espantosos prodigios. No há tres dias,un sagrado corcel, el más fogoso,de la carroza de los Thensas, muertode repente cayó; los adivinosno hallaron á la víctima, enviadaal sacrificio, el corazón. ¿Te acuerdasde la loba de piedra que en el anchoforo recuerda el génesis de Roma?...Se la ha sentido aullar toda la nochecual si estuviera viva... ¡toda, oh Marcio!..

CORIOLANO.¿Roma perdida está si avanzo un paso...?

LARCIO.Perdida, Marcio.

CORIOLAMO.Pues está perdida.

LAUCIO.¡Ah! nunca, nó; retira esas palabras:no son del corazón, son de los labios.No seas, ¡ay! con Roma inexorable;no lo es olla contigo, nó. Si injustofue el Pueblo para tí, Marcio, hoy te aclamate levanta el destierro en que viviste,tu nombre invoca con ardientes gritos,te ubre las puertas que cerró la envidiay los brazos que ayer te amenazaronhoy hacia tí te tiende cariñoso

CORIOLANO.Para en ellos ahogarme. El Pueblo es ese;¡siempre fue el Pueblo así! Vil y cobarde.¡Cómo se arrastra cuando tiene miedo!¡Cuando fuerte se ve, cómo maltrata!Acabemos.

LARCIO.¡Ah, no!

CORIOLA.NO.Si se devuelven

á los Wolsgos sus tierras y ciudades...LARCIO.

¡Marcio!...CORIOLANO.

V derecho de ciudad consiguen,su caudillo retira sus legiones;si no, tiendo la mano y Roma es mia.

LARCIO.¡Inexorable, sí! Tienes entrañasde bronce y mármol. Pues la guerra quieres,venga la guerra, pues. Gomo Romanossabremos sucumbir en los escombrosde liorna, que caerá, pero con honra.Avanza y borra de la patria el nombreal odio de tu saña vengativa;avanza con la hueste de tus Wolsgos,y hundo sangriento nuestros sacros muroscon el petral de tu corcel de guerra.La historia, un dia, contará que un hijode Roma, entró por Koma á sangre y fuego,'y dará al anatema de los hombresal parricida que arruinó su cuna,los templos de sus Dioses, y la casadulce santuario de su anciana madre.

(Vaso lentamente. Coriolano, sorprendido por las últimaspalabras de Larcio, le ve partir con terror.)

CORIOLAJÍO.

¡Qué es lo que dijo! ¡Madre!.. ¡Madre mia!

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V. BALAGDEB. -COBJOLANO. 237

¡Mi santa Madre!

(Se deja caer en un sitial ocultando la frente en sus ma-nos—Pausa.—Se levanta Ineg-o, y dirigiéndose con elgesto y con el puño hacia el sitio donde se supone queestala ciud;ul, exclama.)

¡Oh, Roma! ¡Roma! ¡Roma!

VOLUMNIA, CORIOLANO.

íVolumnia entra pausadamente en la tienda, cubierta consu manto, y se descubre al llegar á la mitad del escena-rio. Coriolano la mira con recelo y extrañeza, pero alver que se descubre y al reconocer á au madre, se pre-cipita á ella con efusión y en ademan de abrazarla. Vo-lumnia se mantiene severa, fría, inmóvil y le recliaza.)

CORIOLANO.

Oh, madre! Madre mia! (Retrocediendo.) Madre amada!VOLUMMA.

Antes de que te abrace, necesitosaber si es un Romano ó si es un Wolsgoel que sus brazos con afán me tiende;saber si soy tu madre ó soy tu esclava.

CORIOLANO.

¿Tú mi esclava? Yo soy siempre tu hijo,siempre.

VOLUMNIA.

Mi hijo se llamaba Marcioj era Romano.

CORIOLANO.

Soy tu sangro, sangrede la más noble y pura que hay en Roma.

VOI-UMMIA.

Ni eres mi hijo ni Romano. Nuncalas matronas romanas engendraronde la patria enemigos.

CORIOLANO (con gran sorpresa.)¡Madre mia!

VOUJSINIA.

Allí están, en tu campo, las matronas,las más nobles romanas, que vinieroná conseguir del Dictador del Wolsgoloque á todos negó, pueblo y patricios,Senado y sacerdotes.—Yo antes que ellasquise sola llegar, por convencermeque el que á Roma sitió, Marcio se llama.

CORIOLANO.

¡Ah madre mia, sí!VOLUMKIA (con la misma frialdad.)

Yo en paz viviaen el hogar, en cuyos atrios velanlos Dioses lares de la gente Marcia.Mi casa está desierta; allí estoy solacon mis tristes recuerdos; allí todome habla del hijo, á mi cariño ausente,de su amor hacia mí, su anciana madre,el sol que veo, el aire que respiro,de su amor por la patria, las coronas,con su valor y sangre conquistadas

que en el sacro tesoro, en el santuarioguardo de la familia...(Coriolano hace un movimiento de ternura hacia su ma-

dre. Volumnia le detiene con el ademan y con la voz, ycontinúa siempre con la misma frialdad.)

Hablo de mi hijo.(Coriolano se detiene sobrecogido, y entregándose a un

movimiento de desesperación, se cubre los ojos con lamano.)

Ayer, y ya de noche, vino á vermela hermana de Publicóla.-., un Romano,y entre sollozos y cortados avesValeria dijo así:—«Ven con nosotras.»—«¿Adonde vais?»—«Al campo do los Wolsgosque á Roma asedian. Lo que lodos juntosno pudieron lograr de tu hijo Marcio,quizás lo logre nuestra horrible angustia.»—«¿Mi hijo Marcio?—Es quien guía las legionescontrarias.»—«¿Mi hijo Marcio? No, ¡imposible!Vamos al campo de los Wolsgos, quieroverlo... y al verlo exclamaré: ¡mentira!»

CoiUOLANO (en un arranque de desesperación.)¡Oh, madre! sella el labio y no destrocesya más mi corazón. ¡Toma mi espaday hiere sin piedad! ¡Toma mi vida ,la que me diste tú, te la devuelvo!Más dulce me es la muerte que tu enojo,¡miserable de mí!

VOLUMNIA (abandonando por primera vez su frialdad,)Más miserable

la que en su seno te llevó. ¿Tú eresmi hijo? ¿Eres tú quien amenaza á Roma?Pues ni el derecho de rezarme queda.Si ruego por tu suerte, á Roma ofendo;si por Roma mi voz alzo á los Dioses,pido de mi hijo la deshonra y muerte.

CORIOLANO.

Mas yo ¿quá*puedo hacer?VOLUMNIA.

Salvar á Roma.CORIOLANO.

Y vender á los Wolsgos generososque al verme errante su amistad me dieronsiendo yo su rival, mientras mi patriame arrancaba á mis lares y á tus brazos.

VOLUMNIA.

Sólo dos medios que escoger te quedan:ser traidor á los Woisgos

CORIOLANO.

No.VOLUMNIA.

0 á Roma.CORIOLANO.

Ingrata Roma fue.VOLUMNIA.

Pero es tu madre,y no hay razón que su enemigo te haga.

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238 REVISTA EUROPEA.—19 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.° 182

CORIOLANO.

¡Oh, si supieras tú cuánto ha pasadopor mí!... Luchas eternas, hondos duelos,tempestades terribles... espantosas...Ve cuál será mi corazón de fuertecuando tanto sufrió, y alienta, y late.Hoy soy el Dictador de los que un diapatria y hogar en mi dolor me dieron,de aquellos mismos que al medir mis penas,de su derrota y mi tremenda sañase vengaron, haciéndome su Cónsul,flándome su ejército y su suerte.De ellos soy yo, sí; ¿Roma es su enemiga?Mi enemiga es también. Los Dioses sabencuál me desgarro el corazón no haciendolo que me pide el maternal cariño,tu amor, la sola voz que aquí en la tierrapudo mover el corazón de Marcio.No puede ser. Que un rayo me destruya.Cumpliré mi deber, y ¡húndase Roma!

VOLUMNIA.

(Recobrando la misma frialdad que guardaba al comenzarla escena.)

Si tal es tu deber, cumplirlo es fuerza.Haz siempre tu deber, tu deber siempre.Yo el mió cumpliré. Yo soy Romana.

CORIOLANO.

¿Qué me quieres decir? ¿Qué dices, madre?VOLUMNIA.

Digo, Marcio, que es fuerza que cumplamosel sagrado deber que nos imponenla patria y la virtud. Tú eres del Wolsgoy yo de Roma soy. Penetra en Romaal frente de tu ejército. Yo, viva, ••no debo ver el fin de este combateque sólo acabará de un modo horrendo:ó cadáver mi hijo y Roma libre,ó mi hijo vencedor y Roma esclava.¡Haz tu deber! De Roma la ancha puertate mostrará, cuando entres victorioso,el cuerpo ensangrentado de tu madre.(Escena muda. Volumnia se envuelve en su manto y se

dispone i salir, dirigiéndose lentamente hacia la puertade la tienda. Coriolano hace un ademan de desespera-ción; se pasa la mano por la frente como si quisiera ar-rancarse (ti pensamiento; y en seguida, corno si hubiesetomado una resolución, llama con voz entera & La-vinio.)

CORIOLANO.

¡Lavinio!

VOLUMNIA, CORIOLANO, LAVINIO. •

(Lavinio se adelanta con respeto. Coriolano, dominándo-se, se dirige á él con imperio y sequedad.)

CORIOLANO.

Vé; que se levante el campo.La guerra terminó, De Roma lejos

hemos de estar cuando amanezca el dia.(Vase Lavinio.)

VOLUMNIA, CORIOLANO.

(Cuando Volumnia lia visto partir á Lavinio y se haconvencido de la realidad, se precipita á Marcio con unarranque de entusiasmo y con los "brazos abiertos.)

VOLUMNIA.

¡Á mi hijo recobré! ¡Gracias, oh Roma!CORIOLANO (abrazando á su madre.)

¡Madre!... Roma no fue, tú me venciste.(Cae el telón.)

FRANCISCO PÉREZ ECHEVARRÍA.

Y DETERMINACIÓN DE LOS MAS EFICACES COMOPRESERVATIVOS DE LAS ENFERMEDADES.

(Conclusión.) *

II.

Desinfección de cárceles, lazaretos, mercados,cementerios, teatros, etc.

Cárceles y presidios. Estos sitios, que puedenconsiderarse como hospitales de la patología social,deben ser preferente objeto de la atención del hi-gienista. Cítase de una época que en Lisboa el tifusengendrado en la cárcel se comunicó á la pobla-ción, ocasionando muchas víctimas. Es, pues, nece-sario que los auxilios de las ciencias médicas, encuanto tienen relación con la higiene, se lleven ilos establecimientos penitenciarios que la ley es-tablece para la represión de los delitos. Desgracia-damente no se halla esta verdad tan propagadacomo debiera, porque en ocasiones los preceptoscientíficos se hallan del todo contrariados. Creemosque los criminalistas debieran meditar sobremaneratan delicado asunto, porque los desgraciados quela sociedad separa en esos lugares como escoria,nodebe sor su salud menospreciada, sino por el con-trario, su bienestar físico debe ser la vía de la re-generación moral que rara vez recuperan.

El aseo material y personal de los presos; unacalefacción y ventilación bien entendidas; alimen-tos variados y en proporción suficiente, pero pros-critas las bebidas alcohólicas y el tabaco; el mode-rado ejercicio, alternando con el trabajo y la ins-trucción moral, son los medios más adecuados paraque reine en estos establecimientos un puro am-biente, y no se respire por todos sus ámbitos la fe-tidez del crimen.

* Véanse los números 178, W9, 180 y 181. págs. 91, 145,171 y 208.

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J. OLMEDILLA.—HISTORIA GENERAL DE LOS DESINFECTANTES. 239

De consiguiente, la mejor desinfección en estecaso es la ventilación bien establecida.

Lazaretos. Establecimientos que en tiempos an-tiguos sirvieron exclusivamente para los enfermosde lepra, y después de sitio de prisión á los viajerossospechosos de contagio, son desde hace cuatro si-glos edificios destinados a incomunicar buques,personas y efectos susceptibles de propagar enfer-medades por contagio. Deben ser espaciosos, condistribución conveniente para enfermerías, almace-nes, patios, locutorios, etc., con ventilación perfec-tamente establecida, y teniendo todos los días elcuidado minucioso de regir con agua de cloro ódisolución de hiproclorito, y también producir al-guna que otra fumigación de ácido hiponítrico.

Se cuidará que solamente so trasladen al lazare-to todos los efectos que no sea posible desinfectaren los buques, y la desinfección debe practicarsepor los medios más eficaces, prontos y seguros,compatibles siempre con la conservación do los ob-jetos y la comodidad de los viajeros. La descargacompleta ó parcial de los buques, el pintarlos ó en-calarlos, la combustión de las mercancías averia-das y mucha ventilación respecto á las ropas, másespecialmente á los tejidos de lana, son las medidasmás recomendadas para una completa desinfec-ción.

Respecto á la correspondencia pública, hay queproscribir la antigua costumbre de taladrar las car-tas, rodándolas con vinagre, disolución de cloro,de cloruro mercúrico, etc. Estos medios no produ-cen otros efectos que retardar la circulación do lacorrespondencia, borrar los escritos, ocasionando áveces graves perjuicios, sin que reporte ventaja al-guna, pues los papeles no conducen jamás epide-mias. Ló único que conviene es trasladarlos de ba-lija, aireando previamente su contenido.

Cementerios. Es antigua la idea del respeto á losdifuntos, así como también la necesidad de obser-vancia de las leyes higiénicas en cuanto á esteasunto se refiere. Los esquimales colocan en el sitioen que han quemado un cadáver una estaca; y losjaponeses adornan los sepulcros de flores y losvisitan frecuentemente.

La palabra cementerio, derivada del griego koi-mó, yo duermo, es el espacio que se destina á lapública inhumanacion de los habitantes de un pue-blo. La antigüedad, en esta rigorosa acepción toma-dos, no tuvo cementerios. Durante siglos enteros,en España mismo, se ha hecho de los templos se-pulcros, hasta que los gritos do la ciencia y las du-ras lecciones recibidas, han contribuido á colocarlas necrópolis fuera de poblado, aunque no tantocomo debieran.

Había iglesias que, principalmente en el verano,era casi imposible penetrar en ellas á consecuencia

de la fetidez, por lo somero que estaban los cadá-veres. El año 17855 fuó imposible celebrar misaen la parroquia do San Sebastian de Madrid por es-pacio de ocho dias, á consecuencia de haberse re-ventado una de las sepulturas.

En anteriores capítulos hemos dicho las precau-ciones que hay que adoptar en la exhumación delos cadáveres, precauciones que jamás deben darseal ovido, ni en sus menores detalles despreciarse.

Su situación debe ser por lo menos á dos kilóme-tros de la población; pero á ser posible, deben estarmás alejados, en un punto culminante, donde hayavientos en todas direcciones, ó mejor que reinen encontrario sentido al de la población.

El terreno calizo ó arenoso es el que debe pre-ferirse, y la extensión debe ser proporcionada á lapoblación. La ley, en armonía con la ciencia, exigeque el mismo sitio no pueda servir para inhuma-ciones nuevas en el espacio de cinco años, terminoen la generalidad de los casos suficiente para queel curso de los fenómenos de la putrefacción hayaterminado. Es también necesario tener en cuentaque la naturaleza del terreno, el clima, la estación,la profundidad de la sepultura y otras varias causasinfluyen sobremanera en la mayor ó menor rapidezcon que el cuerpo se reduce á esqueleto.

Según los cálculos de Maret,un cadáver en putre-facción ocasiona el mefitismo en una atmósfera de8 á 40 metros, y sepultado á monos de tres metrosde profundidad tarda tres años en descomponerse.Orfila, en sus investigación es necroscópicas, hallómuchos cadáveres reducidos á esqueletos, al año ymedio do su inhumación.

En todo caso, opinamos que la extensión del ce-menterio ha de ser algo más que quíntupla, no tansólo por esa variabilidad en la consunción de loscuerpos, sino^ara que no se ocasionen conflictoscuando las epidemias, las guerras ú otras calamida-des produzcan mayor contigente de cadáveres.

Deben hallarse convenientemente cercados, detal manera que, vedando la entrada á la profanación,no se impida el tránsito'libre del aire. También sonútiles las plantaciones, porque la experiencia ha en-señado que la vegetación acelera la descomposi-ción cadavérica. Generalmente 8e disponen, en for-ma de calles, el ciprés, el tejo, el pino, árbolessiempre verdes, alternando con el sauce llorón ylas acacias. También suelen interponerse plantas dellores de olor, que embalsaman el ambiente y con-tribuyen á embellecer estas tristes mansiones.

Por último, recomendamos la fumigación de clo-ro ó de ácido hiponítrico, dos veces al dia duranteel verano y en las épocas de epidemia, en cuyasocasiones debiera impedirse la entrada pública, pormás que sea privar de un doloroso consuelo al queen estos sitios tiene encerrados los últimos restos

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de deudos queridos, tal vez pedazos de su corazónlacerado; pero las conveniencias sociales deben es-tar por cima del interés particular.

Después de hechas estas indicaciones, pasemos átratar de la purificación del aire en otros sitios me-nos lúgubres que estos.

Teatros. El esparcimiento y solaz públicos sonuna necesidad social, y creemos que las manifesta-ciones de la poesía en la escena contribuyen nosólo al recreo del ánimo, sino á la ilustración de lainteligencia. No rechaza el higienista, antes por elcontrario, acoge el teatro, siempre que permanezcadentro de los límites que le señalan la literatura,la ilustración y la moral. Pero dejando á un ladoestas consideraciones, ajenas por ahora á nuestroproposito, fijémonos solamente en los locales quese destinan á los espectáculos, por lo que tiene re-lación con la desinfección.

Reunida una multitud de personas durante al-gunas horas en un sitio siempre insuficiente paracontener este número, y una gran elevación detemperatura ocasionada por las luces, dan lugai* áque se consuma gran cantidad de oxigeno y se acu-mule en cambio una proporción no escasa de áci-do carbónico.

Cinco son las condiciones principales que hay quellenar para purificar el aire de la sala de un teatro.

4.a Que la temperatura del aire sea la que sedesea.

2." Que esta temperatura sea constante todo eltiempo que dure la representación.

3." Que el aire sea continuamente renovadopara que no haya disminución sensible de oxígeno.

4.* Que la ventilación no se establezca por cor-rientes de aire que molesten.

5.a Que el aire tenga, siempre que sea posible,la mitad del agua que debe contener para ser satu-rado á la temperatura de 16°.

En diversas épocas y en países diferentes se hapropuesto ventilar las salas de espectáculo, hacien-do uso de medios mecánicos más ó menos compli-cados, entre ellos la colocación de chimeneas. Elmétodo mejor consiste en hacer una chimenea debastante diámetro sobre el orificio central del lu-cernario. Debajo de las butacas hay una porción deorificios que comunican con los sótanos, el aire deestos, calentado por medio de caloríferos, se espar-ce en las butacas y en los palcos, y el tiro que lachimenea produce establece una corriente conti-núa de aire, que llena todus las condiciones expues-tas anteriormente. El tiro de la chimenea se puedegraduar a voluntad por medio de compuertas, quepermiten aumentar ó disminuir la corriente segúnla concurrencia lo haga necesario.

También debe atenderse al saneamiento de lassalas de descanso y del foro, teniendo especial cui-

dado con la colocación de retretes en sities dondelos miasmas no pueden perjudicar á las personasque concurren al teatro.

CAPÍTULO Vil.

DESINFECCIÓN DE DIVERSOS SITIOS Y OBJETOS.-»-CO«SÍD¡-

RACIO.N'HS PATOLÓGICAS EN GENERAL.

I.

Saneamiento y desinfección de las alcantarilla,—La limpieza de las alcantarillas es una de las másimprescindibles operaciones en las ciudades popu-losas. Necesario es, antes de proceder á esta lim-pieza y desinfección, conocer el plano de todas susramificaciones, practicando en su bóveda vario!orificios, además do los que se hayan colocado en siconstrucción. Acto continuo, la introducción de unalámpara indicará el grado de alteración del aire porel modo con que tenga lugar la combustión. Estemedio es bastante bueno, aunque no del todosuíi'ciente en algunos casos, por lo cual se ha aconse-jado hacer entrar á los trabajadores cubiertas suscabezas con gorros preservativos, ó poner caretssypedazos de esponja delante de la nariz y de ¡aboca,á fin de que sirvan de vestíbulo á los gases deleté-reos antes de que penetren en los órganos respira-torios. Todo esto se practica en el caso de que hayabastante oxígeno para sostener la vida, porque encaso contrario será inútil todo lo que se efectúe.

La ventilación se promueve en las alcantarillaspor medio del fuego. Para esto se coloca sobre elregistro mis próximo al que se efectúa la limpiezauna chimenea de un metro de ancha por cinco dealta; se cierra herméticamente por la parte que tocaá la abertura del registro y se introduce un horni-llo con lumbre y después se baja éste, de modo quetoque á la bóveda de la alcantarilla, pero nuncamás. Con objeto de limitar la ventilación, se colocaun lienzo á la entrada de la prolongación de la al-cantarilla, clavándolo á los lados de la bóveda. Doshoras antes de comenzar la limpieza por los opera-rios debe estar encendido el fuego y se sostienetodo el tiempo que esta dure. En la porción de al-cantarilla ya limpia, hay que distribuir gran canti-dad de hipoclorito calcico, precaución que no dekdescuidarse, porque sucede que las piedras del fon-do ó suelo son bastante porosas, se impregnan de<las sustancias pútridas y exhalan gran cantidad desúlfldo hidrico ó suli'hidrato amónico, impurificandoel aire, tal vez más que lo estaba antes de comen-zar la limpia.

De todos modos, los obreros han de trabajar pocotiempo, renovándose con la necesaria frecuencia,provistos de distintos trajes para el trabajo y el

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N.° 182 .7. OLMEDILLA. HISTORIA GENERAL DE LOS DESINFECTANTES.

descanso y teniendo el cuidado de lavarse las ma-nos y la cara con agua clorada.

Algunos químicos higienistas aconsejan que elmejor procedimiento consiste en colgar al cuello delos operarios un frasco de boca ancha que contongahipoclorito de cal seco, y colocado á la mitad de laaltura del pecho, puedan, sin que les moleste, ex-perimentar los benéficos resultados del desprendi-miento del cloro. Las aspersiones del hipocloritoen las bóvedas de las alcantarillas tienen tambiénsus inconvenientes, porque su acción no es más queinstantánea, incomodan al que las efectúa y goteasobre los obreros inutilizando sus ropas.

Las fumigaciones do cloro pueden producir buenresultado cuando se practican en los sitios en queva á trabajar el obrero y sí hay gran distancia entrelos hornillos de aspiración y los aparatos fumigato-rios. Este desprendimiento de cloro disminuye laactividad de la combustión de los hornillos, princi-palmente cuando estos se hallan alimentados porcarbón de piedra, y molesta al propio tiempo á lostrabajadores cuando se hace en grande abundancia;pero en aquellos sitios en que no se ha podido es-tablecer corriente de aire, es indispensable la fu-migación de cloro.

Si las prescripciones indicadas se descuidan, seobserva que la agitación de las materias en putre-facción ocasiona á los operarios una debilidad yabatimiento general, les sobrevienen síncopes, yconcluyen por caer, en algunos casos, para no le-vantarse jamás. En general suelen experimentarcansancio, cefalalgia gravativa, supra-orbitaria,náuseas y todo el cuadro sintomático de la saburra

•gástrica.Antes de haberse generalizado el uso del hipoclo-

rito calcica como desinfectante, se citan multitudde casos desgraciados que han tenido lugar en lalimpieza de los pozos inmundos y alcantarillas.

Tenemos á la vista el Diario de química-médica,farmacia y toxieologla de 4843 (1), donde se con-signa el fin desgraciado de dos trabajadores que seocupaban en la limpieza de un pozo, los cualesdescuidaron por completo las precauciones higié-nicas.

El mismo periódico indica que si hubiera de con-signarse el número de víctimas de esta índole, se-ría un crecido y desconsolador guarismo.

Desinfección de ropas.—Los tejidos son las sus-, tancias que más absorben los miasmas y que con

mayor tenacidad los conservan. En los hospitalesadquiere la ropa de los enfermos un olor especial,que tarda algún tiempo en desaparecer. Los quetrabajan por espacio de muchas horas en las salas

(1) Revista redactada por los primeros químicos y mé-diooa de Francia,

rwiü x..

de disección, llevan en su traje el olor cadavéricoque difícilmente logran perder. Las personas que ála práctica de la química se dedican en los labora-torios, acusan sus vestidos los olores penetrantesque en dichos sitios se desprenden. Se observa conmás especialidad la persistencia en el olor de cier-tos gases, como el hidrógeno sulfurado, el ácidoiohídrico, hidrógeno fosforado , aceites empireu-máticos, productos do la carbonización de materiasanimales en las investigaciones toxicológicas, etc.

El airear repetidamente y por espacio de bastantetiempo estos vestidos, es el mejor de los mediosque pueden emplearse para su purificación. Acon-seja Chevallier que se coloquen en un armario pro-visto de perchas los trajes que se desee desinfec-tar, y en el fondo dos platos que contengan 60 gra-mos de hipoclorito calcico; se cierra el armario, yen el espacio de algunas horas se verifica la desin-fección. En seis horas, dice, queda destruido el olordel tabaco, en ocho el de la marea. Nosotros hemoscomprobado este consejo expcrimentalmente conropa do varios individuos, y hemos visto que no sonsuficientes sois ni ocho horas para hacer desapare-cer el olor adquirido en la sala de disección ó el deun laboratorio, cuando la persona ha trabajado enoperaciones donde se desprendía mucho hidrógenosulfurado, ó aceito empireumático do cuerno de cier-vo, ó productos de la destilación seca de la made-ra. En estos casos ha sido necesario que trascurranmuchos dias para que la completa desinfección y latotal desaparición del olor hayan tenido lugar.

También se ha aconsejado el rociar estos vesti-pos con agua clorada; pero esto tiene el inconve-niente de que los tejidos coloreados se alteran deun modo notable.

•» ti.

Consideraciones patológicas.

Hay ciertos países, como sucede en la India, don-de gran número de enfermedades deben su origená las impuridades del aire que sus habitantes respi-ran. Al propio tiempo que es necesario cambiar laconstitución ó temperamento, mejor dicho, de loshabitantes, por medio de un régimen alimenticiomás adecuado al clima, conviene asimismo desecarlos pantanos, disminuir los arrozales que envene-nan el aire, precaver las inundaciones, evitandohasta donde sea posible, por medio de diques, der-rames de los rios. Todo esto, acompañado de unasólida y esmerada instrucción, que aloje el fanatis-mo y la superstición, compañeros inseparables degran número de enfermedades. Allí tiene su origenel tifo asiático ó cólera morbo, enfermedad que bajola forma de epidemia deja su rastro fatal en Euro-pa, cuando por ella desgraciadamente atraviesa.

16

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242 REVISTA EUROPEA.—19 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . mEstas indicaciones son también comunes á otros

países, incluso España, donde existen no pocos si-tios en que es indipensable la atención de los go-biernos y municipios, á fin de arrancar víctimas álas intermitentes, tifoideas, escrofulismo y otrasdolencias; asunto más digno, á nuestro modo de ver,que las controversias políticas, que por completosuelen distraer el ánimo de las personas encargadasde la administración pública.

Pocos son los medios que hay de destruir ó neu-tralizar los principios morbosos introducidos en elorganismo ó prepararle para hacerle antagónicocon las influencias epidémicas. Sin embargo, MiguelLevy, higienista de reputación indiscutible, exponealgunas ideas, suyas y tomadas de otros autores,que son en resumen las siguientes:

La tisis, según llildebrand, así como la diarrea y lacuartana, eximen del tifo. Parece ser que el primertributo pagado á ciertas enfermedades por infecciónó contagio, pone al abrigo de ulteriores ataques.Esto se ha observado en la viruela, fiebre amarilla,peste de Levante, y aun muchas veces en la tifoidea.

Algunos cuerpos minerales y vegetales parecenactuar preservativamente en las influencias epidé-micas. Ha observado el autor á quien estas noticiaspertenecen, que el cólera ha respetado las fábricasen donde se maneja en grande el carbón animal, elazufre ó el mercurio.

El Dr. Stokes, en unión do otros notables módi-cos ingleses, ha observado la desaparición de lasfiebres intermitentes en una pantanosa comarca deCornuailles, desde que en ella so han establecidonumerosas fundiciones de cobre, las cuates han im-pregnado la atmósfera de vapores arsenicales.

Refiero Parent Duchatelct,. que en la epidemiacolérica, la Petile Vüle, próxima á Montfaucon,donde hay desprendimiento do emanaciones anima-les, perdió un habitante porcada -169; y la GrandVilhtte, que se halla bastante distante, perdió unopor cada 60. De ISO obreros empleados en la fabri-cación de mantillo, solo uno sucumbió del cólerael año 34. La misma inmunidad ha notado el obser-vador respecto á la tisis.

La inoculación de la materia variólica precedióá la de la vacuna. Esta práctica fue adoptada enConstanUnopla en 1673, ó importada por lady Mon-tagne ea Inglaterra, de donde se esparció por Eu- !ropa; pero este medio insuficiente fue reemplazado ipor Jenner en 1798, que dotó á la humanidad del jgran profiláctico de la viruela y que el Tirtco espa- ¡ñol (1), el poeta laureado cuando la nieve de los años Iblanqueaba su cabeza, cantó en sonoros versos quela literatura patria considerará siempre como impe-recedero monumento. La viruela es una de las fie-

(1) Quintana,: Oda á la vncuris

bres exantemáticas en que más interesa la desin-fección, y quo en los hospitales ó casas donde exis-ta deben practicarse repetidas fumigaciones.

La fiebre tifoidea no es inoculable, y por más querespecto á su etiología se ignore bastante, se creeque es una enfermedad miasmática, cuyo desarro-llo puede depender de una causa transitoria espar-cida en la atmósfera. El aire estacionado en las ciu-dades, en las habitaciones insalubres, y en general,lo que se denomina aire confinado, se supone queos apto para trasmitirla enfermedad á todos los queviven en este ambiente. Las personas recien llega-das á las poblaciones muy numerosas y los que ac-cidentalmente se encuentran sometidos á un ha-cinamiento pasajero ó más ó monos permanente,pueden experimentar los efectos de la desinfección,de igual modo que los que -en dichas localidadespermanecen un tiempo mayor ó menor.

Las aguas de los rios cargadas de detritus ó sus-tancias orgánicas, son ias que desarrollan en losindividuos poco habituados á beberías las fiebrestifoideas (1).

Por lo domas, el estudio de la propagación délafiebre tifoidea en las epidemias de las pequeñas lo-calidades ha conducido á gran número do prácti-cos á admitir las propiedades contagiosas de estaafección. El calor favorece su desarrollo. Sin em-bargo, hemos visto en Madrid epidemias mortíferasde tifoideas en los meses de Diciembre y Enero.

III.

Sabido es que una de las causas que más podero-samente influyen en el desarrollo de la peste de Le-vante, es el abandono de los preceptos de la higie-ne pública, así como la habitación sobre terrenosde aluvión ó pantanosos, un aire caliente y húmedoy la acumulación do gran cantidad de sustanciasaimales y vegetales en putrefacción. Como com-probante de este hecho, puede citarse la extraor-dinaria fecundidad del Egipto y el gran número desus habitantes durante el reinado de los Ptolomeos,así como su decaimiento bajo el imperio del isla-mismo.

Cualquiera que sea el origen de la peste, es tras-misible esta enfermedad á largas distancias, y se haobservado que puede verificarse por las ropas deuso habitual. Se ha notado asimismo quo los mias-mas de la peste no parecen tener la propiedad detrasportarse á grandes distancias por las corrientesde aire, sino que casi siempre son precisos, agen-tes de trasporte más materiales. Así os que no sólolos trajes, tejidos y diversos objetos han servidode agentes de trasporte á los miasmas, sino hastalos mismos individuos.

(1) Monneret: Tratado p.Umentnl de patología inttrna.

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N/182 J . OLMEDIUA. HISTORIA GENERAL DE LOS DESINFECTANTES. 243

También se halia rodeada do grande oscuridad lapatogenia de la fiebre amarilla. En América, que esdonde con mayor frecuencia se ha observado, seextiende desde el octavo grado de latitud N. hastael cuarenta y dos de latitud austral. Alguna vez hasido trasportada á Europa, como pueden atestiguar-lo los puertos de Genova, Marsella, Lisboa, Cádiz yBarcelona, que recientemente ha sido víctima deesta epidemia.

Los efluvios pantanosos de ciertas localidades in-tertropicales se cree que tengan grande influenciaen el origen de esta enfermedad. Las estaciones quefavorecen la fermentación, como el verano y prima-vera, son las más á propósito para el desarrollo dela fiebre amarilla. Una vez desarrollada, se propagacon gran facilidad, y esta propagación se hace pormiasmas que no se transportan muy lejos, sino quesu zona es algún tanto circunscrita.

Lo que hay de cierto es que su profilaxia de llenopertenece á la higiene y á la desinfección, sanean-do los puertos, haciendo desaparecer los focos deinfección y dispersando los individuos, aniquilandoy destruyendo el germen miasmático.

CAPÍTULO VIH.

CONTINUACIÓN DE LAS CONSIDERACIONES PATOLÓGICAS.

Las enfermedades palúdicas reconocen por causaun agente tóxico, que se desprende de los pantanosy que interpuesto en el aire penetra fácilmente enel organismo, dando origen á una serie de actosmorbosos. Tienen alguna semejanza con las intoxi-caciones producidas por el plomo, mercurio, cen-teno cornezuelo y verderame del maiz.

Las aguas estancadas, en cuyo seno se producenfermentaciones diversas, son las que originan losmiasmas, favorecidos por condiciones geológicas,físicas y químicas. Si se trata "de un pantano pro-fundo en que el agua so encuentre sometida á laacción del sol, y por consiguiente á una rápida eva-poración, puede decirse que es un constante ma-nantial de miasmas. Do quiera que la naturaleza semuestra lozana, ó sea en los países donde hay tem-peratura elevada, abundancia de aguas y cielo des-pejado y puro, allí la patología palustre se encuen-tra más desarrollada y toca al hombre combatirlacon la severidad de la higiene. En pequeño tene-mos en España con lo que en Aranjuez sucede. Confundamento deben, pues, mirarse como sitios malsanos las charcas donde el cáñamo y lino se curan,así como los terrenos recientemente desmontadospara la construcción de edificios. Esta operaciónimpregna la atmósfera de miasmas muy perjudicia-les á quienes los aspiran.

Hoy tiene la patología seguridad de que el mias-ma palúdico es la causa de la intoxicación, y elcalor obra solamente favoreciendo su desarrollo.No son contagiosas las fiebres palúdicas, y solouna acertada higiene puede hacerlas disminuir. Eneste caso, los desinfectantes no son suficientes, pueses muy extensa la invasión del miasma para queninguno de los cuerpos que hemos señalado comopurificadores del aire pueda neutralizarle.

II.

En ciertas localidades en que la humedad predo-mina, como sucede en muchos países del Norte deEuropa, es endémico el escorbuto. Hoy sucede asíen Rusia, Laponia y Noruega, yá fines del siglo an-terior lo era en otros muchos puntos. Las ciudadessitiadas suelen también pagar su triste tributo áesta enfermedad, así como las profesiones en don-de se reúnen el exceso de trabajo, la mala alimen-tación y ausencia de los rayos solares.

Por consiguiente, el alejamiento de todas estascausas será la mejor medida preventiva que puedatomarse contra esta terrible enfermedad, azote delas tripulaciones, muy especialmente en aquellosbuques que una larga travesía les ha obligado ádetenerse en el Ecuador poruña calma chicha. Ladesinfección de los buques es un medio útil paralibertarse también del escorbuto, se entiende siem-pre que se tenga especial cuidado de alejar todaslas causas que influyen en su producción, así comousando la alimentación prescrita- en tales condi-ciones.

III.

Antes de dar por terminada nuestro cometidodebemos indicar, siquiera sea de un modo muysucinto, la conveniencia de las cuarentenas y laza-retos. Creados estos bajo la impresión dolorosaque en el siglo XV produjeran las repetidas epi-demias que tuvieron lugar, fueron sus reglamentosen extremo severos. Muchos autores se han decla-rado completamente en oposición contra estas me-didas sanitarias, considerándolas injustas, inútiles,atentatorias al libre comercio y á la dignidad in-dividual.

Nueve años hace, próximamente, que el Con-greso médico español, reunido en Madrid, dedicóuna de sus sesiones á la discusión de este intere-sante asunto de la ciencia médica, tan relacionadocon la administración pública, en cuyo glorioso cer-tamen tomaron parte distinguidos químicos y mé-dicos, ilustrando notablemente la importante cues-tión de los lazaretos y cuarentenas.

Las luminosas memorias que se presentaron, las

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peroraciones elocuentes que brotaron de los labiosde todos los oradores que on la discusión tomaronliarlo* fueron en contradictorio sentido; pero onúltimo resultado acordó el Congreso que la cues-tión era en extremo ardua, y no estimó convenien-te el someterla á votación.

Nosotros deploramos en alto grado los inconve-nientes del régimen cuarentcnario, pero no pode-mos desoir los gritos de la experiencia, y por lomismo no optamos por que so borre de la legisla-ción. Creemos, sí, oportuno que no se use de prác-ticas que molesten al viajero, y que los lazaretostengan todo género de comodidades; pero abolirlospor completo equivaldría á mirar con indiferenciala vida de los individuos que son víctimas de lasasoladoras epidemias que con tanta frecuencia, pordesgracia, diezman las poblaciones marítimas.

Creemos pertinente la consignación de algunosdatos estadísticos presentados por el Sr. Roger,módico del lazareto de Mahon (i), que demuestranhasta qué punto son útiles estas medidas sanitarias.

La fragata española libertad, que salió do Bar-celona el 11 de Agosto y llegó al lazareto de Ma-hon el 21 del mismo mes con patente sucia y 29tripulantes, tuvo seis defunciones.

La goleta de guerra Justina, que llegó el 22 deAgosto con 69 tripulantes, tuvo en la cuarentena 22invadidos, de los cuales murieron seis.

El laúd español Santo Cristo del Grao, que salióde Barcelona el 20 de Agosto y llegó el 23 al laza-reto, tuvo cuatro invasiones de fiebre amarilla, delasque tres tuvieron funesto resultado.

El bergantín español Tellus, procedente de la Ha-bana, de donde salió el 21 de Junio con cargamentode azúcar, palo y tabacos, llegó á Mahon el 25 doAgosto con patento limpia. En esto buque murió álos cuatro diías de su salida de la Habana un indivi-duo y á los ocho otro. En cuarentena tuvo seis inva-siones y seis muertos.

Cita el Sr. Roger otra ¡níinidad de casos, queprueban el contagio de la fiebre amarilla y la con-veniencia de las cuarentenas.

Desde principios de siglo, que la fiebre amarillahizo su entrada en Cádiz, casi siempre ha coinci-dido su aparición con la llegada de algún buque.

No entramos en mayores detalles, por no seroportunos del asunto, y solo hemos iniciado estacuestión por lo íntimamente enlazada que se en-cuentra con el primordial objeto de la presenteMemoria.

RESUMEN.

Hemos dado á conocer los desinfectantes y losmedios de saneamiento en todos aquellos casos que

(1) Actas del Congreso médico español du 18(54.

con más frecuencia pueden ofrecerse motivos deaplicación do oslos conocimientos. En el siguientecuadro se presentan reunidos los diversos agentesquímicos de que hemos hecho mérito, sencillamenteclasificados, á fin de poder de un golpe do vista te-ner presentes todos los cuerpos de que hoy se haceuso, para resolver el importante y trascendentalproblema de la desinfección.

CLASIFICACIÓN DE LOS DESINFECTANTES.

inorgánicas:

Cuerpos simples.

Ácidos.

Álcalis.

Cloro.lodo.Carbono.Acido sulfuroso.

- nítrico.- hiponítrico.- hipocloroso.- clorhídrico.

Potasa.Barita.Cal.Cloruro zíncico.Cloruro férrico.Sulfato ferroso.Sulfato zíncico.Hiposullito sódico.Nitrato plúmbico.Hipoclorito calcico.Hipoclorito sódico.Permanganato potásico.

Sustancias orgánicas:Acido acético.Acido fénico.Éter.Aceites esenciales do plantas aromáticas.

Sales.

A P É N D I C E .

BIBLIOGRAFÍA.

De grande utilidad es el conocimiento bibliográ-fico en todo género de asuntos científicos ó litera-rios, pero en el presente escrito so hace más nece-sario, porque corresponde su dominio á más de unaciencia, y la consulta de las diferentes obras ha depracticarse con algún método, si ha de producir re-sultados fructíferos.

Necesítanse obras de química en primero y prin-'cipal término, tanto inorgánica, como orgánica yanalítica; la fisiología, la terapéutica, la higiene conbastante extensión, la patología tanto interna comoexterna, los formularios y farmacopeas son indis-pensables en el desarrollo do una monografía acer-ca de los desinfectantes.

Citaremos, pues, las obras que principalmente

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N.° 182 E. BLASCO. DOS JUEVKS SANTOS. 245

hemos consultado para lograr la terminación deesto trabajo, en el cual hay bastantes observacionespropias, y comprobadas por nosotros gran número(lelas que citamos.

OBRAS DE QUÍMICA.

Tratado de Química general, de Pelóucc y Fre-my, tercera edición.

Tratado elemental de Química, por Jacob, Pa-ris, 1867.

Curso elemental de Química, de Regnault, tra-ducción del Si'. D. Gregorio Verdú.

Química general elemental, por Cahours.Tratado de Química inorgánica, teórico y práctico,

por D. Rafael Saez Palacios.Tratado de Química orgánica aplicada á la far-

macia, por D. Julián Casarla (Barcelona, 1871), y laQuímica orgánica del Sr. Puerta.

Química orgánica, de Gerhardt (continuación á ladeBerzelius).

La Oficina de farmacia, de üorvault (última edi-ción).

Cartas sobre la Química, de Liebig, traducidaspor D. Ramón Torres Muñoz do Luna.

Química de Berzelius, traducción de los doctoresSaez, Palacios y Ferrari.

Química orgánica aplicada á la fisiología animal,í la patología y al diagnóstico, por el doctorShüztenbergcr.

Química médica, de Wurtz.Historia de la Química, de Hoeffer (segunda edi-

ción).Historia de la Química, de Hormann Kopp.Análisis química cualitativa y cuantitativa, do

Frescnius (última edición alemana).Análisis qvdmica, de llcray y Rose (última edi-

ción).Diccionario de Farmacia, del Colegio de farma-

céuticos de Madrid (1867).El año científico, por Luis Figuior.Anales de Química y Farmacia (publicación pe-

riódica).Anuario farmacéutico, de Reveil.Principios de Química, de Naquet (segunda edi-

ción).Tratado de Química aplicada á la fisiología y ala

terapéutica, por Mialhe.

OBRAS DE HIGIENE.

Higiene privada, por I). Pedro Felipe Monlau.Higiene pública, por el mismo.Tratado elemental de higiene privada y pública,

por A. Becquerel (cuarta edición, París, 1868).Tratado de Higiene, por Miguel Levy.Anales de Higiene pública y Medicina legal (Pa-

rís;' publicación periódica).

Diccionario de Higiene pública, de Ambrosio Tar-dieu.

Tratado de Higiene general, de Motard.

OliliAS 1)1! FISIOLOGÍA, PATOLOGÍA Y MATERIA MÉDICA.

Fisiología, de Beclard.Fisiología, de llermann.Fisiología, do Müller.Terapéutica y Materia médica, de Trousseau y Pi-

doux.Formulario oficial y magistral, de Jeannel (tra-

ducción de los Sres. Gómez Pamo).Diccionario de Materia médica, de Morat y De

Lens.Tratado elemental de Patología interna, de

Ed. Monnorel (traducción de los Sres. Gassó yTragó).

Patología interna y Terapéutica, de Niemeyer.Nociones de Patología general, de Chomel.Diccionario de Medicina y Cirugía prácticas, Ira-

ducciou del Sr. Losada y Somoza.

ESPECIALIDADES.

De los desinfectantes y sus aplicaciones á la Te-rapéutica, por 0. Revoil.

Propiedades desinfectantes de los permanganatosalcalinos, por llonry líollmann Condy.

Nuevo método de purificar absolutamente y enpoco tiempo una masa de aire infecto, por Guyton deMorveau.

Actas de las sesiones del Congreso médico español,celebrado en Madrid en 1864.

Del coaltar saponinado, por Lemainc.De los desinfectantes y sus aplicaciones á la Te-

rapéutica y á la, Higiene, por Chalvet.Además, las colecciones de la mayor parte de los

periódico^ ele Medicina, Farmacia y ciencias auxilia-res que en España y Francia se publican, nos hansuministrado algunos interesantes artículos acercade la desinfección y desinfectantes.

JOAQUÍN OL.MEWLLA Y P U I G .

DOS JUEVES SANTOS.

Había mesa de petitorio en San Ginés.

La Condesa dio dos golpecitos con sus diminutasmanos en la bandeja de plata que tenía delante; yFernando, que entraba con su madre en el templo arezar la estación, volvió la cara hacia donde sonabael ruido.

—Ahí está nuestra vecina,—dijo.

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Y como si temiera que su respetable madre no lehubiese oido, repitió:

—Ahí está nuestra vecina la Condesa, mamá.¿Quiere usted que le deje cinco duros en la ban-deja?

La señora de Villa-Rosa no contestó. Siguió andan-do en dirección al altar mayor, saltando hábilmentepor entre los grupos de mujeres arrodilladas. Fer-nando tenía mucho respeto á su madre y no quisoinsistir. Siguió con ella iglesia adentro... pero enaquel instante mismo, la Condesa volvió á dar dosgolpes eon sus diminutas manos en la bandeja, y, ófuera que á Fernando le diese vergüenza haber pa-sado de largo, fuera que tuviera sus pretensiones alenojo de la encantadora pedigüeña, ello es que sele figuró que estos dos segundos golpes habíansido más fuertes que los primeros.

Los nervios son tan imperiosos en sus exigencias,que no es de extrañar que Fernando se detuviera yvolviese á mirar hacia la mesa de petitorio.

Su madre no podía notar esto. Se había arredi-lado y rezaba.

Fernando volvió pasos atrás, se dirigió resuelta-mente á la mesa y arrojó sobre la bandeja una mo-neda de cinco duros, que cayó con estrépito entretantas otras. ¡Pobre muchacho! Para hacer estalimosna se puso tan colorado, que la Condesa se hu-biera echado á reír á no estar en aquel momentomás colorada todavía que su vecino.

En el estado de confusión en que Fernando se ha-llaba no pudo notar que había otra señora con laCondesa.

Esta otra señora le dijo:—Muchas gracias, pollo, muchísimas gracias. No

esperábamos menos de un Villa-Rosa.Fernando fue á contestar ¡sabe Dios qué! alguna

tontería, porque no estaba para floreos entonces.La señora le sacó del aprieto con una nueva pre-gunta:

—¿Cómo está su madre de usted?—Está bien, gracias,—respondió Fernando.Y al mismo tiempo señaló hacia donde su madre

se hallaba.La Condesa no levantaba los ojos de la bandeja

de plata donde acababa de arrojar Fernando su fla-mante moneda.

—Es de ley, no temas,—le dijo la señora comu-nicativa, riendo.

Y dirigiéndose á Fernando:—¿Verdad,pollito, que la ¿aoneda es buena? -pre-

guntó.Fernando sonrió por única respuesta. La Con-

desa sonrió también, levantó la cabeza, y miró áFernando.

A pesar de que nunca es prudente asegurar laedad que puede tener una mujer, yo creo ser equi-

tativo diciendo que la Condesa no llegaba á losveinticinco años.

Era rubia, como lo son ya todas las madrileñas.Pero ella lo había sido siempre. Había en su

fisonomía una dulzura de las que llama mi buenamigo Florentino Sanz rafaelinas.

Cuando sus ojos se fijaron en Fernando, sintióéste que se le agolpaba de nuevo la sangre al ros-tro. Su madre, la señora de Villa-Rosa, viuda deun mejicano millonario, no había permitido nunca áFernando que se separase de ella. Un dia que elmuchacho le pidió permiso para ingresar en elVeloz-Club, la madre tuvo un ataque nervioso quepuso en peligro su vida. La Condesa habitaba elcuarto principal de la casa en que vivía la señorade Villa-Rosa con su hijo. Esta casa era propiedadde la viuda, que ocupaba el principal de al lado, yFernando ¡oh prosa de la vida! había bajado duranteseis meses todos los días primeros á cobrar elalquiler del cuarto, importante cien duros, máscuarenta reales por la luz de la escalera.

Como la casualidad es caprichosa, siempre queFernando bajó á presentar el recibo firmado por sumadre, tuvo la desgracia de ser recibido por laCondesa, lo cual le produjo insomnios, dolores deestómago y aborrecimiento del álgebra de Ciroddey de la geometría analítica de Lefebourg de Fourcy,libros que debía estudiar para ser ingeniero.

La viuda de Villa-Rosa había pensado varias ve-ces en echar de la casa á la Condesa su vecina bajoel frivolo pretexto de que tenía un perro lujoetto queladraba de noche, y un piano que sonaba todo eldia (porque la Condesa componía música), y unasventanas al patio que caían frente á las del cuactode Fernando, y .qué sé yo cuántas inconvenienciaspor el estilo. Además, el cuarto de la Condesa ren-taba poco, y pudiera ser que otro inquilino pagaramás; por otra parte, la Condesa, según malas len-guas, había venido á menos, y un inquilino queviene amónos...

Para todas estas razones tenía otras tantas Fer-nando, con las que quería probar á su madre que nohabía mejor vecina en la casa.

—Es una viudita,—decía Fernando,—que no re-cibe gentes en su casa. Su conducta es ejemplar, ynadie murmura de ella. Vive sola con sus criados.Se pasa las horas muertas tocando pianísimo, mú-sica de Haydn ó zonicos provincianos, á que parece,muy aficionada. Posible es que el Conde, su difunto, -no le haya dejado gran fortuna; pero mientras pa-gue puntual...

Y así estaban las cosas, cuando llegó el JuevesSanto y sucedió lo que al principio hemos referido.La Condesa y Fernando se saludaron en cuanto ellalevantó la cabeza. La señora de Montes, que así sellamaba la que acompañaba á la Condesa, había

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R/182 E. BLASCO.—DOS JUEVES SANTOS. 247logrado, por fin, que los dos vecinos se hablaran.

—¿Cómo está usted, vecina?—dijo Fernando dando la mano á la Condesita.

—¿Y usted?...—contestó ésta alargando su manode niña.

En aquel momento llegó á la mesa un caballeroalto, fornido, vestido de negro, con grandes cuellosderechos, patillas negras, cejas pobladísimas, cabe-llera áspera y embadurnada de pomada que trascen-día; é interrumpiendo la conversación, dejó caeruna onza en la bandeja y se retiró, no sin mirar an-tes fijamente á la Condesa, y turbando el silencio deltemplo con el ruido de sus tacones.

La Condesita no pudo ser indiferente á la presen-cia momentánea de aquel extraño personaje. Losiguió con la mirada. Fernando hizo lo mismo. Laseñora de Montos dijo:

—¡Siempre el mismo!—¿Quién es?—preguntó la Condesa.—Es un Sr. Salzete,—dijo Fernando,—america-

no, inmensamente rico, que se pasa la vida arro-jando dinero sobre piedra.

—¿Y por qué sobre piedra?—preguntó la de Mon-tes inocentemente.

—Porque suena.La Condesa seguía mirando a! americano estrepi-

toso, que se había parado en medio de la iglesia ymiraba desde lejos á la mesa de petitorio, acaricián-dose con petulancia sus hermosas patillas negras.Fernando miraba á la Condesa con extrañeza. Laseñora de Montes, como si no hiciera alto en aqueHa escena muda, comenzó á dar golpecitos con lamano en la bandeja do plata, excitando la caridaddo los católicos. A todo esto, la señora de Villa-Rosa había concluido de rezar, se había levantadoy echado de ver que su hijo no estaba detrás deella, como suponía; le buscó con la vista y lo viode pié delante de la mesa donde estaba sentada suvecina. En la imposibilidad do llamarlo en voz alta,tuvo intenciones de ir á buscarlo, pero esto le pare-ció escandaloso. Entonces miró á su alrededorcomo si buscara una persona conocida. Se detuvie-ron sus miradas en el caballero americano, que es-taba mirando aún á la Condesa, y acercándose á ólle dijo algunas palabras en voz baja.

E! desconocido volvió á acercarse á la mesa depetitorio. La Condesa bajó los ojos. La señora deMontes se hizo la distraída. El americano tocó suave-mente el hombro á Fernando, que estaba abstraídoen la contemplación de la Condesita, y le dijo envoz alta, que turbó el silencio del templo é hizovolver la cara á cuantas personas había cerca deaquel sitio:

—Mocito: su mamá le llama.Fereando se volvió colérico, avergonzado al ver-

se tratar como un niño. Quiso contestan algo; pero

vio á diez pasos la respetable figura de su madre,que le hizo una seña imperativa para que volvieraá su lado. Venció el respeto á la cólera. El pollosaludó lleno de confusión á la Condesa y á su ami-ga, y fue á reunirse con la viuda de Villa-Rosa. Elamericano se quedó parado junto ala mesa.

Esto sucedía el día de Jueves Santo del año pa-sado.

11.

¿Será preciso que el lector sopa hasta dónde llegóel furor de la madre y las cosas que dijo? Seguroestoy de que el lector ha adivinado el sermón deViernes Santo que la viuda de Villa-Rosa predicó ásu hijo único.

Pasaron quince dias, durante los cuales la con-desa no se asomó, como tenía por costumbre, á lasventanas fronterizas de las del malogrado ingenie-ro. El álgebra de Cirodde estaba llena de polvo. • Lageometría analítica era presa de profundo letargo.En el reloj de las estaciones acababa de sonar Abril.A los veinticuatro años, en Abril, con una vecinaideal y una imaginación mejicana, ¿cómo es posibleque el hijo de una viuda millonaria pueda dormirsosegadamente? Fernando no durmió en aquellosquince dias; cuando llegó el de cobrar la renta dela casa, le dijo á su madre:

—¿Quiere usted que paso á presentar el recibo ála Condesa?

—No,—respondióla opulenta mejicana con acentode ira.—Este mes se ha encargado del cobro de misrentas todas el señor de Salzete.

Femado se puso muy pálido, y se retiró á sucuarto. El señor aquel ,á quien hemos visto arrojaruna onza soffte la mesa de petitorio, era amigoantiguo de los Villa-Rosa. ¿Por qué se convertíaahora eo administrador de la viuda? Si hubiera sidoun amigo íntimo, á quien Fernando hubiera vistocon frecuencia en la casa, el cargo de administradorrecayendo en dicho caballero no le hubiera sor-prendido... jpero esta novedad era tan sorpren-dente!

Inquieto, desasosegado, calenturiento, Fernandoso acostó y so arrebujó entre las sábanas, rene-gando del dinero y de quien lo invento, que debiódo ser algún pobre sin duda ninguna. La oposiciónde la viuda de Villa Rosa al enlace de su hijo conla vecina, no reconocía otra causa que la diferenciado fortuna. La viuda era condesa de Arezzo; perotodo el mundo sabia que este título se lo dio el Papaá su difunto esposo en cambio de una suscricion ve-rificada en España para las necesidades de la SantaSede. Antes de ser Conde el difunto, no tenía másrenta que su sueldo en el Consejo de Estado.

Si Fernando, en lugar de desesperarse entre sába-

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248 REVISTA EÜBOPEA.—19 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 .

ñas, hubiera aplicado el oido á la pared que sepa-raba su cuarto del de la vecina, habría oido el si-guiente diálogo entre la Condesa y su íntima amigala de Montes, que acababa de llegar de la Opera:

—¿De quién será esta carta?—No conozco la letra.—Ni yo; pero puesto que es para tí, ábrela, y le-

yéndola saldrás de la duda.Momentos de silencio.—Es un anónimo.—Rómpelo. Será una serie de insultos como se

suelen escribir en estos casos.—¡Oh, no! Es una declaración de amor.—¿ Vráiment?—Oye.Y la condesita leyó lo que sigue:«La persona que arrojó una moneda de oro sobre

»la bandeja déla mesa de petitorio en San Ginés»hace ocho dias, no se atreverá nunca á ser indis-c r e t a diciendo á usted galanteos que usted no»suele admitir, según pública voz. Pero er. cambioatendrá el valor de decir á usted por escrito lo que«de palabra parecería más bien un asunto eomer-«cial que un diálogo amoroso. Dicha persona tiene«una renta que la opinión pública llama colosal, y»ha dado en la manía que usted disfrute la mitad de«esa renta, ¿lia de ser á usted difícil contestará«esta carta anónima con otra? La persona susodicha»eree que no, porque está seguro do que el dia de«Jueves Santo mereció que uslod se lijara en ella.»

—¿Y bien?—preguntó la Condesita.—Que no entiendo una palabra. Mejor dicho,

que no sé quién te escribe.

—No es fácil. Fueron dos las personas que medejaron monedas de oro en la bandeja.

—Do donde resulta que no puedes saber quiénte quiere hacer rica.

—Ni lo quiera Dios.—¿Por qué?—Porque yo nunca he deseado serlo.—Yo nunca he comprendido á los pobres.—Cada cual tiene sus manías.—¡Es claro! ¿Qué resuelves sobre esa carta?—Romperla.—Yo no la rompería. Adivinaría quién me la ha-

bia escrito.—Y una vez adivinado...—Contestaría.—Pero eso es muy ftíerte.—¡Psh!Después de unos momentos de pausa, la de Mon-

otes se despidió de la Condesa, y ésta se puso á es-cribir, llenando de paites de mouche una diminutaesquela timbrada con una corona condal sobreuna M.

III.

¿Creéis que Fernando durmió? Creéis en lo im-posible.

Por la mañana entró en su cuarto un criado conun paquete de cartas y tarjetas.

Aquel dia cumplía Fernando veinticinco años.Sus amigos le felicitaban. Veinte ó treinta tarje-

tas encerradas en otros tantos sobres le vinieron aprobar que á lo menos una vez al año tenemos lasatisfacción de que veinte ó treinta personas seacuerden de nosotros para celebrar que envejece-mos. Fernando leyó todas las tarjetas con impa-ciencia grande.

—¡Qué descortesía1—murmuró.Efectivamente, la descortesía de la Condesa era

evidente. Fernando le envió su tarjeta el dia deSanta Margarita. Ella no había leido en La Gorttt-pondencia el santo del dia.

Iba á leer las cartas, cuando entró en el cuartosu madre. Venía á darle los dias. Traia en un es-luche de terciopelo azul una preciosa botonadurade brillantes. Era su regalo. Fernando abrazó á s»madre, dándole las gracias, y al mismo tiempopensó que de aquellos brillantes se podrían hacerunos pendientes lindísimos...

Detrás de la viuda Villa-Rosa entró Salzete cor,otro caballero.

—Hijo mió,—dijo la viuda;—es preciso que secumpla la voluntad de tu padre. Debo hacerte en-trega de tu patrimonio el mismo dia en que cum-plas veinticinco años, antes do las doce de la ma-ñana. £1 Sr. de Salzete, uno de los albaceas, y eslecaballero, que es el notario que él me ha recomen-dado, te pondrán ahora mismo en posesión de tufortuna.

Tal vez en otra ocasión Fernando se habria ale-grado en el alma de verse convertido en millonario.Pero ahora... ahora no podia comprender el valordel dinero. Acababa de abrir una de las cartas quetenía sobre la mesa, y había visto que estaba tim-brada con una M., colocada debajo de una coronacondal. Le dio un vuelco el corazón. Recibir la pri-mera carta de una mujer á quien so ama es cosa tangrave, que entre leer el acta que el notario teniaextendida, ó la carta de la Condesita, optó por losegundo.

—Está bien...--balbuceo:—yo agradezco... yo...siéntese usted... voy al momento...

El notario se sentó. Fernando comenzó á leer lacarta. Él no le había escrito á la Condesa. Sin em-bargo, ella le escribía á él...

Mientras el notario limpiaba una pluma y Fernan-do leía con avidez aquellos encantadores garrapa-tos, la señora de Villa-Rosa y Salzete cambiaronestas palabras en voz baja:

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N.° 182 E. BLASCO. DOS JUEVES SANTOS. 249

—¿Ha estado usted ahí al lado?—Sí, señora.—¿Ha cobrado usted?—Si, señora.—¿Qué ha dicho la Condesa?—No la he visto.—¡Cómo!—No me ha recibido. Un criado salió con el im-

porte de alquiler... es un desairo que no lo perdo-naré nunca á la viudita. Yo no pude esperar que nome recibiera.

—¿Por qué?—Porque yo le había escrito una carta anónima

que no podía dudar de que era mia. Verdad es queel criado que me ha dado el dinero me ha dadotambién una carta.

—¡Ah!—Una carta que dice:—«Renuncie usted á su

renta, y nos entenderemos.»—¡Cosa más rara!—¡Figúrese usted! Renunciar yo á mi renta para

que atienda ella mis pretensiones á su mano... estoes demasiado novelesco.

:En esto estaban Salzete y su amiga, cuando ob-servaron que Fernando y el notario hablaban dealgo interesante. Los ojos de Fernando brillabancomo ascuas. ¡Había leido la carta de la Condesa!

La caria decía:—«Renuncie usted á su renta y nosentenderemos.»

Era, pues, completamente igual á la que había re-cibido el americano. La Condesa, en la duda dequién pudiera ser su pretendiente, había escrito doscartas iguales.

Fernando le había dicho al notario:—Sírvase extender un documento por el cual

ceda yo mi patrimonio á todos los hospitales doEspaña.

Estas palabras produjeron una discusión acalo-rada.

La señora de Villa-Rosa se opuso al acto de gene-roso desprendimiento, preguntó las razones que lomotivaban: Fernando no dio razón ninguna. Salzetequiso intervenir; Fernando le dijo cortésmento queno se mezclara en asuntos ajenos. Estaban sonandolas doce cuando Fernando firmó la donaejpn. Dos-dejaquel momento, el hijo de los Villa-Rosa, céle-bres en Méjico por sus riquezas, quedaba reducidoá la condición de un hombre que no tiene sobre quécaerse muerto.

IV.

La renuncia hecha por Fernando á su patrimoniohizo tanto ruido en Madrid, que durante un mes nose habló de otra cosa.

Comenzaba el verano. La señora de Villa-Rosa noestaba en Madrid.

Los disgustos que entre ella y su hijo hubo duran-te los dos primeros meses después de la donaciónhecha por Fernando á los hospitales, dieron por re-sultado una separación que debía ser muy larga, ájuzgar por el enojo de la viuda. Su hijo era un loco,según decía, un maniroto, un desdichado. Le aban-donó á su suerte y volvió al suelo patrio.

El americano seguía haciendo el amor á la Con-desita, a pesar de sus desdenes y de haber compren-dido que Fernando le había dado una lección re-nunciando á su fortuna. ¡Pobre Fernando! Estabaen plena posesión del corazón de la Condesita bacíamucho tiempo; pero ¿cómo la llamaría su esposa?¡Estaba tan pobre! Por su parte, ella nó parecía muydispuesta á ser su mujer. Dos ó tres veces le ha-bia indicado Fernando 4o feliz que sería llamán-dola suya. La Condesa parecía no dar importancia áestas palabras. Las visitas de Fernando á su casaeran tan frecuentes, que las gentes comenzabaná murmurar de esta intimidad. Hasta la íntima amigade la Condesa, la señora de Montes, había mur-murado de ella y no frecuentaba la casa. Fernandoestaba tan macilento, tan pálido, tan descompuesto,que parecía sor presa de alguna de esas enfermeda-des crónicas que no impiden salir á la calle, peroque anuncian un próxima catástrofe. Se había ale-jado por completo del circulo de sus amigos; vivíamodestamente en un cuarto piso de la calle de Jar-dines, donde pasaba las noches en claro, pensandoque los enfermos do todos los hospitales de Españadebieran estar muy bien asistidos... ¿Le pesaba loque había hecho? Esto es lo que.nadie podía saber.¿(Juión pudiera averiguar lo que sucedía en lo inte-rior do la casa de la Condesa en aquellas largashoras que pasaba en olla Fernando? Los vecinos so-lían oir eípiano con frecuencia, pero las melodíaseran lentas, monótonas, como arrancadas á las te-clas por una mano perezosa, üijérase que Fernandoy la Condesa estudiaban el solfeo. Salzete seguíasiendo el administrador do la viuda de Villa-Rosa.Nunca logró ser recibido cuando fue á cobrar losalquileres del cuarto de la viuda. A principios deAbril de este año, al americano se presentó como decostumbre, con su recibo, y su asombro no recono-ció límites cuando el criado le dijo que esperase, quela señora iba á salir al momento. En efecto, la Con-desa se presentó en el salón y le saludó fríamente.

—Caballero,—le dijo,—puede usted anunciar á ladueña de la casa que desde principios del mes que

- viene tiene el cuarto á su disposición.—¿Se marcha usted?—Sí, salgo para el extranjero después de la Se-

mana Santa.Salzete intentó decir algunas galanterías. La con-

desa le cortó la palabra. Fernando se asomó pordetrás de una portiere, y le dijo:

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230 REVISTA EUROPEA. 1 9 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.°182

—Hola, señor de Salzete, celebro ver á usted.¿Sigue usted tan rico?

Esta pregunta era un insulto para un hombre queamaba su riqueza ante todo. No contestó.

Fernando siguió preguntando:—¿Estuvo usted anoche en la Zarzuela?—Sí, allá estuve...Y Salzete buscaba con la vista su sombrero.—¿Qué le pareció á usted la obra nueva?—Muy linda; se aplaudió en extremo, y no se

sabe de quién es la música.—Es mía,—dijo la Condesa.El americano se echó á reir.—No comprendo esa risa,—dijo la Condesa.—

Puede usted escribir á la señora de Villa-Rosa, quedurante un año su hijo se ha ocupado en escribiruna zarzuela en tres actos que yo he compuesto yél ha firmado, y que con sus productos nos casamosdentro de quince dias. Dígale usted también que nose necesita ser heredero de un millonario para vivircómodamente cuando una se contenta con lo nece-sario. Dentro de poco saldremos para Italia, dondetengo unas tierras, que pensamos vender para vivirhasta que Fernando dó al teatro su segunda parti-tura. Usted, que vive en el gran mundo, puede con-tar á los que hasta ayer lueron nuestros amigos,que también entre nosotros se cumple el proverbiodel pan y la cebolla. Adiós, amigo mió.

Salzete salió.Poco después era pública la boda de los dos

vecinos.Los enfermos de todos los hospitales de España

están mejor asistidos, y Fernando es músico, cuandomenos se lo figuraba. ¿Hubiera sido tan feliz con lainmensa fortuna de su padre como con la mano dela Condesita y los aplausos del público inteligente?

Las personas que ayer mañana entraron á rezarla estación en San Luis observaron á una preciosajoven que daba dos golpecitos de cuando en cuandosobre la bandeja de plata que había en la mesa depetitorio. Cada vez que daba estos dos golpecitosse volvía í. mirar á un caballero que, de pié junto áella, parecía un centinela de vista. Era Fernando,que quiso que la Condesa volviera á pedir este añopara recordar las escenas del año pasado.

—¿Has estado allá?—le preguntó su mujer.—Sí. Vengo del telégrafo de poner un despacho

á mamá anunciándole la boda y pidiéndole nuestroregalo.

En aquel momento entró en la iglesia Salzete,que no ha cesado en sus pretensiones, y arrojócuatro onzas en la bandeja.

La Condesa ni levantó la vista siquiera.EUSEBIO BLASCO.

VIAJE SOBRE UNA BALLENA.AVENTURAS DEL CAPITÁN ROBERTO KINCARDY.

(Continuación.) *

C A P Í T U L O V i l .

LAS BALLENAS.

La ballena capturada era uno de los más hermo-sos ejemplares de la especie conocida con el nom-brede ballena franca. Tenía 26 metros de longitud,y debía pesar lo menos 50.000 kilogramos. Al ladode estos gigantes de los mares, ¿qué son los caba-llos normandoSi los bueyes de carga, los elefantesy los hipopótamos? Y, sin embargo, á pesar de sucolosal talla, las ballenas han escapado casi porcompleto á las investigaciones de la ciencia. Hastahace muy poco tiempo no se han reunido los datospara formar una monografía pasable, y eso se hadebido á los elementos proporcionados por Sco-resby y más detalladamente estudiados por G.Cuvier.

Ningún animal ha dado lugar á mayor número defábuhs y de cuentos absurdos. Bien es verdad quelas leyendas de Jonás y de Simbad el Marino, leyen-das creadas por la rica imaginación oriental,repeti-das de edad en edad, fueron aceptadas durante mu-cho tiempo como artículo de fe, y con ellas se con-tentaron algunos naturalistas, que preferían relatarciertas tradiciones á tomarse el trabajo de exami-narlas. La pesca de estos cetáceos se remonta á lostiempos antiguos, casi á los tiempos fabulosos,pues Aristóteles, Pimío, Strabon hablan ya de ellas,y refieren que los Fenicios, los Cartagineses, losGriegos y los Romanos perseguían á la ballena enel gran Océano y en otrosmares. El divino Hornerono nos ha trasmitido noticia alguna; pero Horneroera poeta, y ya sabemos la poca importancia queconceden los poetas á las cuestiones de ciencia ytecnología.-Pegaso consiente muy rara vez descen-der á la tierra, y por tanto, mucho monos al mar.

Una prueba de que los antiguos conocían la ba-llena, es que dieron su nombre á una constelación.Neptuno se prendó de los encantos de la bella An-dromeda y quiso casarse con ella, pero la joven lerechazó, é irritado el Dios acuático,la envió un Utospara robarla, y, si no podia, para que la devorase.Felizmente, se presentó Porsoo, que dio muerte almonstruo marino, al que Neptuno, en recompensa,colocó en el cielo. Confieso francamente que estekétos me parece un animal apócrifo, porque unaballena ansiosa de carne humana, y disponiéndose átragarse de un solo bocado á una princesa infortu-

* Véanse los números 1~8 119 y 180, pág\ 124, 155 y 18!.

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A. BROWN. VIAJE SOBRE UNA BALLENA. 251

nada, es una ballena bien rara; pero, en fin, en grie-go, la palabra hitos ó mystikitos significa ballena,y Neptuno, no cabe duda que debía ser inteligenteen pescados. Bochard, ese ilustre sabio del si-glo XVII, que pretende que todas las lenguas tienenpor origen la lengua fenicia, hace derivar el nom-bre ballena de la palabra fenicia baal-nun, que quie-re decir rey de los pescados ó rey de la mar.

Las disertaciones etimológicas no han adelantadogran cosa, puesto que Cuela-Mosto, el naveganteque descubrió las islas de Cabo-Verde; el PadreFournier, autor de un tratado de Hidrografía, yGessner, el naturalista, aceptaron las versiones másexageradas, y representaron al cetáceo sopladorcomo una isla flotante cubierta de algas y molus-cos, con las aletas más grandes que las alas deun molino de viento, y la cabeza del tamaño deuna catedral. Aldrovanchi, sucesor de Plinio yprecursor de Buffon, disminuyó esta talla colo-sal, pero se dejó llevar en sus descripciones detodos los inconvenientes de una brillante fantasía.Nada hay tan curioso como las ballenas que pinta-ron los artistas que colaboraron en su Historia na-iwral. Tal las pintaban y de tal manera, que su as-pecto terrible y amenazador, sobrepujaba á todocuanto puede inventar la imaginación para figurar-se los dragones y las hidras. Parece que aquellosdibujantes se han inspirado en las Tentaciones deSu Antonio, del gran Callot.

Los occidentales no se quedaron atrás, y segúnestos, no es raro encontrar ballenas tan largas quenecesita un buque tres dias para ir de la cabeza ála cola. ¡Tres dias! Un libro del Celeste Imperio, elrespetable tratado Tsi-hi-ai, afirma formalmente quela ballena Pheg tenia cuatrocientas cincuenta le-guas de largo, y que la mar se conmovía y es-tallaba horrible tempestad cuando se movía. Los

.. árabes, que han descubierto el Roe, ese pájaro tanmonstruoso que cubre la luz del sol y deja provin-cias enteras en la oscuridad cuando extiende sustfas, los árabes no podían quedar de tras de loschinos. Así es que nos dicen que una ballena sos-tiene á la tierra como Atlas sostiene el cielo; y héaquí lo que es una existencia frágil. Un dia, el de-monio aconsejó al cetáceo que so deshiciese do sucarga y destruyera á la humanidad, á esta humani-dad tan picara, tan orgullosa, tan llena de vicios ymás bestia tal vez que el animal que la sostenía. Ha-biendo convencido á nuestra madre Eva, no fue di-fícil al demonio convencer á la ballena. Escuchó losrazonamientos del rey de los infiernos, y se dispusoalanzarla carga, é iba ya á precipitarla en los espa-cios, cuando felizmente llegó Alá, el que, castigandoal tentador, restableció las cosas á su estado primi-tivo.

Por aquella vez sólo hubo algunos temblores de

tierra y diluvios parciales; pero, como se ve, laexistencia de la humanidad no está entregada á lasmejores manos.

Por último, Federico Martens, cirujano á bor-do del Jonás en la ballena, ballenero mandado porPedro Peterson, de Friseland, dio en 1674 una re-seña bastante exacta de la ballena, y algunos da-tos sobre sus costumbres. Desde entonces se aban-donó la fábula, y la ciencia ocupó su debido lugar.Después de Martens vinieron Villughby, Ruy, Ar-tedi, Linneo, Gonan, Bloch, Buffon, Lacepede, queprocuraron desembrollar la cuestión hallenera; perolas nociones que dieron están llenas de errores, quedisipó el célebre Scoresby, después de algunos añosde observación, siendo ya más fácil á Cuvier allegarnuevos datos auténticos, y describir los principalescaracteres que distinguen á este grupo de cetá-ceos.

De cualquier manera que sea, hoy se sabe que laballena no es un pescado, sino un mamífero viví-paro, que amamanta á su cria y que respira comonosotros por medio de pulmones, lo que la obliga ásalir fuera del agua para renovar la provisión deaire. Su cuerpo no está cubierto de piel ni de esca-mas; es una especie de cuero liso, negro y espeso,debajo del que tiene como un pié de lardo. Estaprimitiva descripción de Belon es bastante aproxi-mada á la verdad. Solo olvida consignar que la ba-llena no tiene más que dos aletas en la parte ante-rior, que su cola es horizontal como la de los pája-ros, y que su boca, completamente desprovista dedientes, tiene en la mandíbula superior sobre unassetecientas láminas trasversales ó barbas, de ma-teria fibrosa, puntiagudas, que cierran las unascon las otras, y que en el lenguaje del comerciose llaman ballsnas, teniendo muy diversas aplica-ciones.

He aquí su físico; pasemos á la parte moral. Apesar de su fuerza prodigiosa, la ballena es tantímida, que rara vez da la cara á sus enemigos, yasean los hombres ó animales. Atacada, busca susalvación en la huida y no se defiende heroicamentemás que al arrebatarle la prole, ó sobreexcitada alverse herida.

En la primavera, las ballenas se encuentran engran número formando verdaderas bandadas. Cuan-do una intimidad algún tanto viva se establece en-tro un macho y una hembra, esta pareja so aisla detoda la bandada; pero el macho es monógamo pormuy poco tiempo, y no tarda en abandonar á sucompañera para volar, ó, mejor dicho, nadar, enbusca de nuevas conquistas. La gestación de lahembra es de diez meses, según unos, y de másde un año, según otros; y este monstruoso cetá-ceo lanza al mundo un hijo de seis á nueve metrosde largo, á quien amamanta y cuida con especial

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solicitud. Toussonol se ha fijado en este amor ma-ternal tan poderoso para establecer una distinciónmarcada entre los pescados y las ballenas.

«Basta en efecto, dice el ilustre autor del Espíritude las bestias, ver que los cetáceos amamantan á sushijos, para crear de un sólo rasgo de pluma un abis-mo inmenso entre los dos órdenes; bien entendidoque no hay comparación posible entro la ballenaque alimenta á su hijo con su propia sangre, le llevasobre su dorso para evitarle toda fatiga, le rodea deafección y de cariño y le defiende con rabia, y laestúpida carpa, que pone sus huevos sin saber dón-de, ó el sollo, sin entrañas, que lleva su indiferen-cia por la prole hasta devorarla. La ternura mater-nal es un sentimiento sublime que confiere inmedia-tamente á las especies un título superior, como eloro abrillanta y da valor á los metales impuros conquienes se halla aleado. Me admiro cómo á un geniopoético y claro como el de Buffon no ha herido lopoderoso de esta consideración.»

Y es que Buffon escribía desdo su gabinete, mien-tras que Lévaillant, Audubon, Scoresbi, los herma-nos Verreaux y otros muchos naturalistas so des-trozaban viajando para examinar concienzudamentelos animales que no tenían al alcance de su mano.No se describe bien sino aquello que hemos vistopor nosotros mismos. Blandiere, que conoce tanbien á los pescados, pasa por un entusiasta pesca-dor de caña.

Los sentidos de la ballena parecen poco desen-vueltos. Los ojos, tan graneles como los de un buey,están mal colocados y cubiertos con párpadoscon grandes pestañas. El oido no es tan oblusoGomo se creía. El doctor Thiercelin se ha aseguradode que el órgano auditivo percibo fácilmente losruidos producidos en el agua. No la falta olfato, yen cuanto al tacto lo tiene en las aletas. Sin embar-go, «si una embarcación tropieza la piel de Sa ba-llena ó cachalote, el animal se estremece, se su-merge ó cambia de dirección» (i), y por último elsentido del gusto es casi nulo.

Las ballenas tienen la abertura del exófago exce-sivamente estrecha: así que estos gigantes, que des-de la catástrofe acaecida á Jonás gozaban de unareputación inmerecida de glotones, tienen que bus-car su alimento en las especies más pequeñas delreino animal. Se alimentan de pescados pequeños,de zoófitos, de crustáceos y moluscos, de los quetragan grandes cantidades. Cuando quieren comerabren su boca, boca de seis ó siete metros, paraaspirar su presa. Los gusanos y moluscos se preci-pitan en ella con la masa de agua que los contiene.La ballena entonces cierra la boca, y el agua, tami-zada á través de las filas de barbas, deja aprisiona-

1.1) Doctor TliierceÜn,

dos á aquellos pequeños animales, que traga alpunto para comenzar do nuevo la maniobra.

No arroja el agua por los espiráculos ó naricesque sirven para introducir aire en sus pulmones jque están colocados en la extremidad superior dela cabeza. Durante la aspiración lanzan á muchosmetros de altura dos columnas de vapor, mezcla deaire caliente y alguna pequeña parte do agua pulve-rizada. Para respirar la ballena se mantiene ocho ódiez minutos en la superficie del agua, y este es elmomento que aprovechan los arponeros para ata-carla; después se sumerge á una profundidad calcu-lada en doscientos á trescientos metros, permane-ciendo veinte, treinta y á veces cuarenta minutebajo el agua; vuelve á subir, y realiza siete ú ochoaspiraciones con la misma regularidad anterior.

Las ballenas se dividen en tres grupos principa-les: las ballenas propiamente dichas, caracterizadaspor no tener aletas sobre el dorso (ballenas francas,balcrna mysticetus); los ballenópter'os, que tienenuna aleta dorsal (gibbar ó ballenóptero de vientreliso; balmnoptera gibbar); y los ballena]}teros dudo-sos, que tienen también aleta dorsal y cinco ó soisgibas situadas longitudinalmente en el hocico (ba-Uenóptcro moteado; balanoptera puticlala.)

No hablaremos de la pesca de la ballena, do laquet'tdo el mundo conoce la historia, y pueden leerse'multitud de detalles técnicos en las relaciones deobras especiales. Solo diremos algunas palabras delos lugares que prefieren para estacionarse y de sisemigraciones.

Maury, y después de él gran número de sabios,afirman que los mares de los trópicos son unas bar-reras infranqueables para las bailenas. Esta obser-vación, ¿es cierta? Se ha dicho que existen notablesdiferencias entre las ballenas australes y las borea-les; creemos, sin embargo, que esas diferenciasconsisten en el tamaño, no en la especie. Puededecirse que de ayer data la seguridad para los pes-cadores y naturalistas de que el nord-caper (kú-na glacialis) y la ballena franca, son una mismacosa.

Se ha repetido que las ballenas son animales deaguas.frias. No negaremos que hay ciertos seresque tienen una marcada preferencia por las zonasglaciales; pero no podrán persuadirnos de que nnanimal que durante largo tiempo ha habitado nues-tros mares, los de Portugal y Marruecos, y que sele encuentra todavía en las costas de África, Brasil,golfo de Panamá, isla de los Galápagos; no nos per-suadirán, repetimos, de que sus aficiones especialeslas constituyen los sitios cubiertos de hielo. Se ob-jetará sin duda que los cetáceos do los trópicos}los do los polos no son de la misma especie; sea,pero las diferencias de su organización interior yexterior son tan poco perceptibles, que es inútil

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N.° 1! A . BROAV'N- VIAJE SOBRE UNA BALLENA. 253

fijarse en esta consideración. Se alimentan do igualmodo, respiran lo mismo, tienen iguales usos ycostumbres: ¿qué significa, pues, un aleta dorsal domás ó de menos? Lamark y Darwin lian explicadola acción do las influencias exteriores sobre los sé-res, y las modificaciones ó trasformaciones quecrea esta acción.

Por ejemplo: la ballena de los mares templados ócalientes,perseguida por gran número de enemigos,más numerosos en las regiones tropicales que enlas zonas glaciales, se ve obligada a huir para de-fenderse. Después de esto, no hay que extrañarque sus formas sean más esbeltas. Además, frecuen-ta los inmensos arrecifes de coral, de los que lospequeños flotan en las aguas; pero otros penetran

. hasta el fondo en todas direcciones, y con agudaspuntas. Cuando sube á la superficie para respirar,podrá herirse; pero la previsora Naturaleza, que laha dotado de tan mala vista, la ha dado en com-pensación una aleta dorsal que la avisa del peligro,y prevenida, se sumerge de nuevo y busca nuevositio para caminar.

Bicho esto acerca de las diferencias de aletas,examinemos las demás razones en que se apoyanpara suponer que las ballenas son autótonas de losmares hiperbóreos. Como testimonio irrecusableinvocan el calor de su sangre, el lardo que las ro-dea y el género de alimentación. Y en esto nos en-contramos en contradicción con Tousscnol, al queel afán analogista lleva á veces demasiado lejos. Hóaquí lo que dice el brillante escritor: «Si nos fijamosen ejemplos históricos y en las condiciones de losmares verdes, y vemos que la temperatura de lasangre de la ballena es ocho ó diez grados más ca-liente que la de los hombres, y que todas las partesdo su cuerpo se encuentran aisladas del contactodel agua por una espesa capa de lardo, será pre-ciso convenir en que la Naturaleza no ha armado alcetáceo de tan fuerte manera contra el frió, sinoporque se le destinaba á vivir constantemente enlos mares glaciales.»

Desde luego, los mares verdes, es decir, aquellosen que abundan los zoófitos y los crustáceos de quese alimenta la ballena, so encuentran en todas par-tes, y principalmente en los mares intertropicales,regiones en las que la vida se manifiesta con másexuberancia. Las aguas del Golfo Stream están casiviscosas por la gran cantidad de animalillos quecontienen.

En cuanto á la temperatura de la sangre y á lacapa de lardo, no podemos admitirlas como prue-bas concluyentes, atendiendo á que el cachaloteque vive en la parte ecuatorial del Océano tiene lasangre tan caliente y casi tanto lardo como la ba-llena. Además, es de notar que los animales demucho lardo pertenecen á climas templados. El

cerdo, el hipopótamo, el rinoceronte y otros mu-chos paquidermos, muestran su preferencia por laszonas tórridas.

La sabia naturaleza no economiza la grasa á losanimales que han de vivir en el polo; pero, porregla general, los cubre de grandes y espesas pieles,capaces de desafiar al frió que congela el mercu-rio (—40° c ) .

El lardo está destinado á otro objeto. No sobre-carga á los cetáceos; por el contrario, los aligera,disminuyendo notablemente su densidad y favore-ciendo de este modo su locomoción. Se comprende,en efecto, que la ballena, desprovista de toda armaofensiva, busque su defensa en la huida y que ne-cesite una ligereza específica relativa á su masa yá su peso.

Después de lo que precede conviene hacer cons-tar que las ballenas, asustadas por los múltiplesataques del hombre, han abandonado los sitios queantes frecuentaban y se han refugiado en los marescercanos al polo, buscando su seguridad. Desgra-ciadamente, sus enemigos han sabido descubrirlas yperseguirlas.

Otra razón que confirma nuestros asertos y quedemuestra claramente que estos cetáceos prefierenregiones menos rudas y más hospitalarias, es sutendencia á desaparecer do nuestro globo. No hablode la guerra irreflexiva que se la hace y que activasu destrucción, sino de las condiciones climatológi-que tanto influyen en su salud y en su reproducción.Desde que están acorraladas en el circulo polar,desde que no pueden descender hacia el Mediodíapara criar á sus hijos y amamantarlos tranquila-mente, sufren y desaparecen. Los ballenatos crecenmuy despacio ó sucumben atacados por una enfer-medad que tos americanos croen sea una especie detisis pulmonal.

¡Así la joven planta ecuatorial, trasportada bajoel brumoso cielo del Norte, pierde sus brillantescolores, inclina su tallo al suelo y muere!

Esta alusión elegiaca, poco nueva, pero siemprepoética, ¿hará meditar á las naciones dedicadas á ladestrucción do la ballena? Lo dudamos. En todocaso, está en su poder proporcionarse grandes ri-quezas para el porvenir. Que ofrezcan algunos mi-llares de metros cuadrados de mar templado y unpoco do sal al gigante, y esto volverá á las condi-ciones normales de su existencia.

¿Hablaremos de la ballena como comestible? Paralos esquimales es deliciosa. Los normandos y lossajones ia comen. Los reyes de Inglaterra y sucorte se regalan con esta carne aceitosa. El doctorThiercclin afirma que ha comido trozos de ballenapreparados con los brillantes seudónimos de beef-steaks, roast-beef, etc., etc ; pero algunos capita-nes balleneros declaran que preferirían comer las

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suelas de sus zapatos antes que probar un bocadodel cetáceo.

Bien puede, pues, asegurarse que para todo haygustos en el mundo.

A. BROWN.(Continuará).

MEMBRANA CELULAR.

(Continuación.) *

Como se ve, tales fenómenos son los mismos queofrecería una lámina birefringenle colocada en igua-les condiciones; y esto nos autoriza á decir que lamembrana celular que envejece va adquiriendo almismo tiempo las propiedades de la doble refrac-ción.

Mas no se crea que en general estos fenómenosson aquí marcadísimos. La doble refracción de lasmembranas vegetales, que son las que hasta ahorala han mostrado (1), es sumamente débil: muy páli-dos los co'ores de polarización que poseen. Hay, sinembargo, algunas excepciones. La mayoría de lascélulas del líber, las del endosperma del Phytelephamacrocarpa, y las de la raíz del Dasycladus cla-neformis son citadas en general como las que su-ministran mejores ejemplos de una enérgica bire-fringencia.

Los elementos histológicos que se encuentran eneste último caso son hasta hoy en muy reducidonúmero.

Mas ¿cuál es la significación de tales fenómenos?lina vez desenvueltos en una membrana, ¿sufren

nuevas modificaciones?En el examen de la constitución de las envolturas

celulares veremos cómo puede contestarse á estaspreguntas.

DIFERENCIACIÓN QUÍMICA.—La membrana celular vacambiando poco á poce de naturaleza química.

Homogénea al principio, constituida primeramen-te, si pocemos decirlo así, por una sola sustancia,se da después en ella la aparición de otras variascada vez en mayor número, y á cada instante decaracteres más separados de los de la fundamenta!que las origina. Esta diferenciación se realiza y cum-ple lo mismo en el reino animal que en el vegetal;pero así como hemos vist"> que en todo lo anteriorreferente á la membrana se notan ya diferencias en-tre uno y otro grupo epitelúrico, así también nota-

* Véase el número anterior, pág\ 215.(1) Los fenómenos de la doble refracción se presentan

también, como fue demostrado por Brilcke, en las fibrasmusculares; pero acerca de esto no puede admitirse quepean, debidos á las membranas de los mismos.

remos que se descubren estas, y aun se marcan másespecialmente, en el asunto que ahora nos ocupa.

La envoltura de la célula animal parece hallarsegeneralmente constituida por una sustancia nitro-genada y proteica.

La de los elementos histológicos vegetalesestá por un hidruro de carbono que ha recibido elnombre de celulosa.

Acerca de la primera se conoce muy poco, finiamayor parte de los casos no puede considerársela,conforme hemos dicho en nuestro Estudio fisicodel glóbulo sanguíneo, sino como el resultado délanatural coagulación de la capa más externa de lasmasas albuminosas, que se halla en contacto inme-diato con el aire y medio exterior, y más expuesta,por lo tanto, á las alteraciones.

Respecto á la segunda se poseen más numerososó importantes datos. Como se ha indicado ya antes,la membrana procede desde su primer momento, dela consolidación de una materia distinta de la (constituye en más considerable proporción al pro-toplasma, y tiene, por lo tanto, mayor independen-cia de este: su evolución se encuentra del mismomodo más determinada.

Estudiemos primero la diferenciación en la segun-da, para añadir luego algunas palabras sobre la dela primera.

Repetiremos que en su primer estado la membra-na vegetal se halla formada por celulosa pura. Lacelulosa es una sustancia de cuya masa pueden ob-tenerse mediante ciertas operaciones analíticas (i)el carbono, el hidrógeno y el oxígeno: la fórmulapor la que se la representa en Química orgánicaes C,s H20 Olo (2). Sus principales y más caracterís-ticas propiedades consisten en su aspecto de uncuerpo amorfo gelatinoso, cuando recien precipita-da de sus disoluciones por los ácidos; en su colorblanco; en su solubilidad sin cambio de composiciónen el hidrato cúprico amoniacal. La celulosa es unamateria de la serie de la dextrina, y parece proce-der, por lo tanto, de una trasformacion de aquella,ó en último término, de las modificaciones experi-mentadas por la fécula.

Recordemos aquí, como coincidencia curiosa, quesegún la ley de Hofmeister, que se ha citado antes,los granos de almidón no so forman, que hasta hoyse sepa, en las masas desnudas; y esto parecería in-dicar que las primeras porciones que se engendrande esta sustancia se emplean en producir celulosay constituir la membrana; apareciendo sólo comoen depósito cuando ya no pueden llenar tal objeto.

(1) Acerca de lo que representan los denominados coffl-ponentes de un cuerpo, pueden verse Los principios fun-damentales de la Química, de Mr. Edmundo J. de Mills.

(2) Manual de Química general y descriptiva de Ph,Swarta.

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La permanencia de la membrana en este estadode homogeneidad no es de larga duración.

Acudiendo primero á las reacciones microquími-cas y comparando membranas de diversas edades,se advierten desde luego entre unas y otras pro-fundas diferencias que pueden ó no estar acompa-ñadas por otras en el aspecto exterior y propieda-des ópticas antedichas.

Las membranas jóvenes no son teñidas por tintu-ra alcohólica de yodo que se baya preparado re-cientemente.

Cuando aquellas envolturas van envejeciendo, ócuando dicha tintura tiene ya algún tiempo y se haencontrado expuesta durante mayores ó menoresperiodos á la acción de la luz, toman las membra-nas unos matices más ó menos azulados bajo la in-fluencia del reactivo; matices que dependen á lavez de la naturaleza de las primeras y de la canti-dad en que se ha empleado el segundo.

De esto deduciremos ya como primera conse-cuencia que, ó bien en las túnicas de célula, ó bienen la antecitada tintura, pueden desarrollarse ele-mentos más activos que aportan para la realizaciónde aquel hecho algunas condiciones que antes fal-taban allí por completo.

¿Cuáles podrán ser estas?Tomemos una membrana de reciente formación;

tratémosla por una tintura alcohólica ó acuosa deyodo acabada de preparar; añadámosles á ambasuna cierta porción de ácido yodidi'ico, de yodurosde potasio, de amoniaco, de zinc, ó de los ácidossulfúrico, fosfórico, y aun nítrico, y notaremos in-mediatamente que da principio una reacción, ob-servando que la primera cambia sus matices por losde un azul de mayor ó menor intensidad.

Empleemos, como ya hemos dicho antes, tintu-ras antiguas, y contemplaremos idénticos efectos;pero sometámoslas á un análisis delicado, y veremosque en ellas se han formado, mediante la influenciade la luz, diversas cantidades de ácido yodídrico.

Examínense por el mismo procedimiento envol-turas celulares, ya algo alejadas del momento de suprimera aparición, y se teñirán también por el mis-

. mo reactivo. ¿Habrá tomado asiento en ellas idénti-ca sustancia?

Notemos que sus coloraciones no son siempre lasmismas.

Si hay membranas que al cabo de algún tiempose tifien de azul bajo el influjo del yodo, hay otrasmuchas que cambian su cdlor por el amarillo, porel pardo, por el rojizo, ó por el moreno según suvariada edad y condiciones, y, conforme antes sedijo, según la proporción en que entra el cuerpoaloideo. Cabe, pues, el afirmar que la membrana hacambiado de naturaleza; pero no que su cambio esidéntico al de la tintura alcohólica de yodo.

Hay al mismo tiempo otros hechos que marcande igual modo el desenvolvimiento de la mem-brana.

Todas las membranas, es decir, aquellas que pro-ceden de células de vanadas condiciones, presentanen sus primeros momentos el mismo sistema dereacciones microscópicas: conforme las primerasson modificadas, se modifican también.las segundas,y la masa entera de cada envoltura llega á ser afec-tada con cortos intervalos de tiempo por la mismaalteración que se inició en uno de sus puntos al sertratada por un reactivo.

Más adelanto no sucede ya nada de esto.Al lado de membranas que se conservan inaltera-

bles, se hallan otras que son teñidas por estas ó lasotras tintas y con muy diversas intensidades, yhasta dentro mismo de las diversas capas y cutícu-las de una de aquellas pueden encontrarse profun-das diferencias en el modo de obrar, ofreciendounas determinados caracteres que no poseen lasotras. Así, por ejemplo, hay cutículas de membranaque resisten tenazmente al ataque por los ácidos yálcalis, al mismo tiempo que se disuelven sus com-pañeras, y que se tifien con yodo de un color ama-rillento que no se manifiesta jamás en las últimas.Desde este momento, parece perderse toda seme-janza, y las túnicas de estos ó aquellos elementoshistológicos son, en realidad, cosas muy distintas yseparadas ya de lo que eran en su común y primiti-vo estado.

Mas ¿cuál es la causa de estas diferencias en elmodo de obrar?

Los anteriores no son ni los únicos ni los másimportantes datos que poseemos para juzgar de loscambios químicos de tales envolturas.

Apelando á otros procedimientos que vamos áexponerá continuación, se demuestra de un modoevidente que al cabo de cierto tiempo se en-cuentran en la membrana porciones de naturalezaorgánica distinta íntimamente entremezcladas, yunidas de igual manera con unas materias mineralessolubles en los ácidos, y con otras que resisten á laacción de estos y son al mismo tiempo infusibles.

Examinemos ciertas membranas, y veremos seencuentran constituidas por distintas cutículas, al-gunas de las cuales resisten tenazmente á los agen-tes químicos.

Sometamos otras distintas á la maceracion enlíquidos ácidos, y notaremos que su espesor dismi-nuye, pero que la forma se conserva semejante.

Quememos unas terceras sobre un cuchillo deplatino, y practicando la operación con cierto cui-dado, aparecerán ante nuestra vista verdaderos es-queletos de ceniza.

Todo ello nos demuestra que en aquellas porcio-nes vegetales hay un gran número de principios

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diversos que les dan una compliojidísima composi-ción, y que estos principios se encuentran tan ínti-mamente mezclados, que, aunque bajo menor den-sidad, reproducen cada uno de un modo indepen-diente la forma de la membrana si sus partículasquedan en las posiciones que tienen en ol momentoen que so retiran de su lado las de los otros.

Estudiemos con más detenimiento los fenómenoscuya existencia acabamos de indicar.

Se advierte ya en un primer examen, siquiera seaeste superficial, que la membrana de cada célula vaadquiriendo diversos aspectos, que se refieren, sise nos permite la frase, á la naturaleza de la sus-tancia constituyente en independencia de la formamás exterior que ésta afecta. Aun prescindiendo deque la envoltura exterior de la célula puede pre-sentar crestas, espinas, puntuaciones areolares, yotras diversas apariencias de que nos hemos ocupa-do antes al tratar de la diferenciación física, debenotarse que aquella porción, en un principio tantenue y elástica, pierde luego estas propiedadespasando por diversas consistencias de creciente du •reza, y llega á poseer esta en tan alto grado comose observa en las células de la madera.

Además, no termina en lo anterior el desenvol-vimiento activo y desplegamiento de ella.

Si hay células que sufren la anterior serie de des-arrollo, hay otras en cambio que pasan por otrade términos muy distintos. Las membranas que sellaman cuticularizadas y se distinguen por la pre-sencia del nitrógeno y su gran resistencia á la ac-ción de los reactivos, y aquellas cuya sustancia seconvierte en mucílago son dos buenos ejemplosque comprueban lo que acabamos de decir. No hay,por lo tanto, cambio sólo para la membrana, y unaserie de estados que marcan con su sucesión los di-versos períodos de su vida; hay, sí, verdadero des-doblamiento, ó lo que es lo mismo, posibilidad deque la sencilla masa primera dé origen á multitudde masas de caracteres muy separados.

Acudamos á nuevos medios para detallar másesta doctrina.

Conforme acabamos de afirmar, la combustión nossuministra también algunos indicios sobre los cam-bios que allí van ocurriendo.

Las membranas de células jóvenes, y en generallas porciones de las primeras que acaban de cons-tituirse, arden sobre una lámina de cristal ó platinosin dejar residuo alguno; las que llevan ya algúntiempo de constituidas dejan siempre ceniza enmayor ó menor proporción, aunque sean de aque-llas cuyo crecimiento no se haya terminado todavía;las que llegan al último período, es decir, las queno han de experimentar luego posteriores incre-mentos, abandonan una abundante proporción dematerias infusibles de distinta naturaleza.

Analizadas éstas, se observa que preponderan enellas las combinaciones de calcio, y especialmenteel carbonato de cal si la célula procede del interior;y se ofrece en mayor cantidad ol silicio cuando sonepidérmicos los elementos histológicos sometidosánuestro examen.

Dichos materiales no pueden ser separados, engeneral, por la maceracion en ninguna clase de lí-quidos.

El ácido acético disuelve casi siempre diversassustancias cristalinas que pueden hallarse conteni-das en las túnicas celulares; pero aun después deprolongarse durante varios dias su acción sobre unamembrana cualquiera, esta dejará al ser quemadauno de los susodichos esqueletos minerales, casi delmismo modo que si aquella operación no hubieratenido lugar.

Debe tenerse, sin embargo, en cuenta que haymaterias que suprimen determinados elementos.

El ácido fluorídrico, por ejemplo, y la lejía de po-tasa atacan á las combinaciones del silicio; y el áci-do nítrico y clorato potásico obran de la misma ma-nera en presencia de las de sodio, potasio y calcio.Si estos distintos agentes van siendo colocados su-cesivamente en contacto con algunas membranasvegetales de adelantada formación, la densidad deaquellas disminuye, es decir, se notan en ellas to-dos los indicios de la pérdida de materia, adquiriéa-dose al mismo tiempo la seguridad de que el silicio,el sodio, el potasio y el calcio no eran completa-mente extraños á su composición.

Hé aquí algunos de los principales elementos quevienen á desempeñar un papel en el desarrollo "lelas envolturas celulares.

De todos modos, se observa siempre que en talescasos basta suprimir los indicados materiales paraque quede libre la celulosa.

Aquí parece, por lo tanto, cumplirse la mismaley que se cumple en la constitución y desenvolvi-miento de las masas protoplásmicas. En la membra-na aparecen, en efecto, dos tipos distintos de sus-tancias. l.'Unas que están representadas sólo,al pa-recer, por la celulosa, y que semejan ser como loscuerpos fundamentales y primeros. 2.° Otras que seofrecen como creadas por la diferenciación de laprimera, y como verdaderos productos derivados,cuya diversidad aumenta á cada instante, no pare-ciendo hallarse su número subordinado á límite al-guno.

ENRIQUE SERRANO FATIGATI,

Profesor del Instituto de Ciudad-Real.

(Concluirá.)