revista europea. · decieron al sesgo y dirección del pensamiento en su siglo, lo que lleva á los...

40
REVISTA EUROPEA. NUM. 56 21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . AÑO INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA FILOSOFÍA PLATÓNICA. V. * En ninguno de sus numerosos escritos Platón se ocupa de sí, ni fija la atención en su personalidad. Sólo atendía al pensamiento. Esta modestia no queda suplida, ni eon mucho, con las noticias de sus bió- grafos griegos, Diógenes de Laertio, Olimpiodoro y el anónimo autor de los Prolegómenos á la filosofía de Platón. Bien sea el autor de los Prolegómenos, Apolo- nio de Perga ó el mismo Olimpiodoro, que es lo más probable, asegúrase por los eruditos que floreció en el siglo VI, debiéndose á su fecunda pluma los comenta- rios sobre el Alcibiades I y II, el Corgias, el Filebo y el Phedon, lo que corrobora Cousin sosteniendo que escribió en los dias de Justiniano. En aquellos dias el emperador mandó cerrar todas las escuelas de filoso- fía, sin exceptuar las de Atenas, lo que indica poca estima y respeto á los filósofos; sin embargo de estas biografías de Olimpiodoro, y principalmente de la de Diógenes, arrancan los mejores datos que se conser- van sobré Platón y su escuela; porque la Vida de Pla- tón de Apuleyo de Madauro, escrita en el siglo II de nuestra era, es una reproducción de la vida de Diógenes de Laertio. Diógenes merece fe, porque en su Vida de Platón invoca la autoridad de escritores contemporáneos de Platón ó de su siglo, porque fueron muchos los que como Zosimo de Alejandría escribieron sobre la vida de Platón. Speusipo escribió un elogio de Platón; Cleareo, autor anónimo, otro elogio; otro Anaxilaidas; Antileon y Alejandro una historia de la filosofía; Her- mippo escribió una biografía; Neanthes, Atenodoro Dicearco, biógrafos de los filósofos antiguos, refieren dichos y actos de Platón; Timotheo de Atenas y Der- modoro escribieron vidas de Platón; Sátiro y Praxi- phanes fueron sus biógrafos; Onetor, Alcimos y Favo- rino, recogieron también datos y anódoctas sobre Platón; Panfilo, Heráclido de Ponto, Aristipo de Cyrene, contemporáneos de Platón los últimos, y finalmente, Idomenco de Lampsaco, conservaron no- ticias de interés sobre la Academia y su fundador. Con esta abundancia de datos y noticias, escribie- * Vésse el número fenterior, pág. 41. TOMO I V . ron después sus vidas de Platón, Plotino, Proclo y Psellas, y Ia3 resumió acertada y juiciosamente Mar- silio Ficino, an la famosísima edición latina de las obras de Platón de 1850, que será siempre fuente y autoridad incontestable en los estudios platónicos. Guarini, discípulo de Chrysoloras, escribió también en el siglo XV una vida de Platón, y Daniel Omeisius de Altorf, publicó en 1696 otra extensa y minuciosa, no debiendo ser olvidado el encomio de Platón de Musurus, en versos elegiacos, muy citado en los dias del Renacimiento. Los académicos franceses Fraguier Massieu, Cou- ture, Sallier, Arnaud, Garnier, y por último, And- Dacier, publicaron estimables trabajos sobre Platón en el siglo XVII, quedando oscurecidas estas tareas por el sistema de la filosofía platónica de Tennemann pu- blicada en 1792. Tennemann encabeza su libro con una vida de Platón, y Schleiermacher abre con otra también de Platón su traducción alemana de los diá- logos. Ast publicó en 1816 un libro intitulado Vida y obras de Platón, y Socher,en 1820, volvió de nuevo al mismo estudio, que no hace olvidar el extenso y magnífico de M. R. Fr. Hermann en su Historia y sis- tema de la filosofía platónica no terminado. Ast, Sochcr y Hermann, han utilizado los afanes de los comentaristas antiguos Dexippo, Damascio, Theon de Smirna, el laborioso Olimpiodoro y Proclo de Lycia que comentó, entre otros, el Timeo, la Repú- blica y el Parménides, y sus expositores novísimos no h|qp desconocido ni menospreciado estos comen- tarios, como lo patentizan los Estudios sobre et Dios de Platón y Aristóteles de Simón, y el extenso sobre el Timeo de Martin, los ya citados de Groóte j los muy aplaudidos de Stein, sobre el Platonismo y su influencia, de Chaignet sobre la psicología platónica, y los de Fouillé, justamente premiados por el Instituto de Francia. De Numenio y Porphiro se sabe que discutieron las diferencias existentes entre la Academia y el Liceo, y en la misma tarea, según los fragmentos de Euse- bio, se empeñó Ático. Sin olvidar á Galeno, que se ocupó mucho del platonismo, recuérdese que la lengua de Platón fue objeto de Léxicos especiales por Timeo y Boethus, y en nuestros dias por Ast en su Lexi- cum Platonicum, publicado en Leipsick en 1838, completado por la Prosopografia platónica de Groen wan Prinsterer. Aldo Manucio el viejo publicó, revisada por Musu- rus, en 1813 la primera edición completa de las obra3 i

Upload: others

Post on 23-Jan-2020

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

REVISTA EUROPEA.NUM. 56 21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . AÑO

INTRODUCCIÓNAL

ESTUDIO DE LA FILOSOFÍA PLATÓNICA.

V. *

En ninguno de sus numerosos escritos Platón seocupa de sí, ni fija la atención en su personalidad.Sólo atendía al pensamiento. Esta modestia no quedasuplida, ni eon mucho, con las noticias de sus bió-grafos griegos, Diógenes de Laertio, Olimpiodoro y elanónimo autor de los Prolegómenos á la filosofía dePlatón. Bien sea el autor de los Prolegómenos, Apolo-nio de Perga ó el mismo Olimpiodoro, que es lo másprobable, asegúrase por los eruditos que floreció en elsiglo VI, debiéndose á su fecunda pluma los comenta-rios sobre el Alcibiades I y II, el Corgias, el Fileboy el Phedon, lo que corrobora Cousin sosteniendo queescribió en los dias de Justiniano. En aquellos dias elemperador mandó cerrar todas las escuelas de filoso-fía, sin exceptuar las de Atenas, lo que indica pocaestima y respeto á los filósofos; sin embargo de estasbiografías de Olimpiodoro, y principalmente de la deDiógenes, arrancan los mejores datos que se conser-van sobré Platón y su escuela; porque la Vida de Pla-tón de Apuleyo de Madauro, escrita en el siglo IIde nuestra era, es una reproducción de la vida deDiógenes de Laertio.

Diógenes merece fe, porque en su Vida de Platóninvoca la autoridad de escritores contemporáneos dePlatón ó de su siglo, porque fueron muchos los quecomo Zosimo de Alejandría escribieron sobre la vidade Platón. Speusipo escribió un elogio de Platón;Cleareo, autor anónimo, otro elogio; otro Anaxilaidas;Antileon y Alejandro una historia de la filosofía; Her-mippo escribió una biografía; Neanthes, AtenodoroDicearco, biógrafos de los filósofos antiguos, refierendichos y actos de Platón; Timotheo de Atenas y Der-modoro escribieron vidas de Platón; Sátiro y Praxi-phanes fueron sus biógrafos; Onetor, Alcimos y Favo-rino, recogieron también datos y anódoctas sobrePlatón; Panfilo, Heráclido de Ponto, Aristipo deCyrene, contemporáneos de Platón los últimos, yfinalmente, Idomenco de Lampsaco, conservaron no-ticias de interés sobre la Academia y su fundador.

Con esta abundancia de datos y noticias, escribie-

* Vésse el número fenterior, pág. 41.

TOMO IV.

ron después sus vidas de Platón, Plotino, Proclo yPsellas, y Ia3 resumió acertada y juiciosamente Mar-silio Ficino, an la famosísima edición latina de lasobras de Platón de 1850, que será siempre fuente yautoridad incontestable en los estudios platónicos.

Guarini, discípulo de Chrysoloras, escribió tambiénen el siglo XV una vida de Platón, y Daniel Omeisiusde Altorf, publicó en 1696 otra extensa y minuciosa,no debiendo ser olvidado el encomio de Platón deMusurus, en versos elegiacos, muy citado en los diasdel Renacimiento.

Los académicos franceses Fraguier Massieu, Cou-ture, Sallier, Arnaud, Garnier, y por último, And-Dacier, publicaron estimables trabajos sobre Platón enel siglo XVII, quedando oscurecidas estas tareas porel sistema de la filosofía platónica de Tennemann pu-blicada en 1792. Tennemann encabeza su libro conuna vida de Platón, y Schleiermacher abre con otratambién de Platón su traducción alemana de los diá-logos. Ast publicó en 1816 un libro intitulado Vida yobras de Platón, y Socher,en 1820, volvió de nuevoal mismo estudio, que no hace olvidar el extenso ymagnífico de M. R. Fr. Hermann en su Historia y sis-tema de la filosofía platónica no terminado.

Ast, Sochcr y Hermann, han utilizado los afanes delos comentaristas antiguos Dexippo, Damascio, Theonde Smirna, el laborioso Olimpiodoro y Proclo deLycia que comentó, entre otros, el Timeo, la Repú-blica y el Parménides, y sus expositores novísimosno h|qp desconocido ni menospreciado estos comen-tarios, como lo patentizan los Estudios sobre etDios de Platón y Aristóteles de Simón, y el extensosobre el Timeo de Martin, los ya citados de Groóte jlos muy aplaudidos de Stein, sobre el Platonismo y suinfluencia, de Chaignet sobre la psicología platónica, ylos de Fouillé, justamente premiados por el Institutode Francia.

De Numenio y Porphiro se sabe que discutieron lasdiferencias existentes entre la Academia y el Liceo,y en la misma tarea, según los fragmentos de Euse-bio, se empeñó Ático. Sin olvidar á Galeno, que seocupó mucho del platonismo, recuérdese que la lenguade Platón fue objeto de Léxicos especiales por Timeoy Boethus, y en nuestros dias por Ast en su Lexi-cum Platonicum, publicado en Leipsick en 1838,completado por la Prosopografia platónica de Groenwan Prinsterer.

Aldo Manucio el viejo publicó, revisada por Musu-rus, en 1813 la primera edición completa de las obra3

i

REVISTA EUROPEA. ÜM DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

de Platón, que se reprodujo en 1834 y fue olvidadapor la bellísima de París de 1578 de E. Stefano, quecorrigió el texto de los Aldos, acompañándola, pordesgracia, de una traducción peripatética inferior á lade Ficino, lo que se enmendó en la edición Bipontina

•que renovó en 1787 la traducción de Ficino. Despuésel catálogo es interminable, mereciendo la preferenciade los platónicos, la edición de Bekker de 1818, la deAst en 1832, comentada; las ediciones parciales doStallbaum con argumentos y comentarios; la comple-tísima de Teubner, dirigida por Hermann, y por últi-mo, la de A. J. Didot completísima y diligentementecuidada por Schneider y Hirschwig en 1856.

Después de las traducciones latinas de Ficino, Cor-narius y Ast, en Alemania se disputan la autoridad lasde Schleiermacher y Muller (1889); en Inglaterra lade Taílor (1804); la de R. Bonghi (1889) en Italia; enFrancia la aplaudida de M. Cousin, y las popularesSchalwó y Saisset (1861), y en España, después dolas traducciones en los siglos XVI y XVII del Phedon,del Cratilo y Gorgias por Abril, y de la República porFox, y otra vez en 1808 por D. F. T. y G., se hapublicado últimamente por el laborioso y entusiastaI). Patricio de Azcárate una traducción completa delas obras de Platón (1871-73), siguiendo el orden yplan de la francesa dirigida por E. Saisset.

Con esta balumba de datos, comentarios, traduccio-nes y ediciones, fácil es comprender las interminablescontroversias que entre los bibliógrafos existen y seventilan acerca de Platón, y cómo una renovación deun texto ó las declaraciones d_e autenticidad de un es-crito cambia la faz de la doctrina platónica, ocasio-nando nuevas y empeñadas discusiones.

La crítica histórica debe someter á severo examen,comentarios, ediciones y traducciones, recordandoque Platón nada dijo de sí ni de su doctrina, fuera delos diálogos, y que es necesario concienzudo estudiode los auténticos, é inteligencia acabada del texto, parano confundir la enseñanza platónica con la que ex-pone sólo para fines polémicos ó de controversia.

Por otra parte, comentaristas y traductores, obe-decieron al sesgo y dirección del pensamiento en susiglo, lo que lleva á los unos á buscar analogías y áver renacimientos, donde otros no miran sino cor-recciones y revisiones del pensamiento humano. Porejemplo, triunfante el hegelianismo en los últimos pe-ríodas, y vista aquella doctrina como un compendioy res.úmen metódico y profundo de toda la historiadel pensamiento humano, los conceptos de Idea yMaléktica reverdecieron los recuerdos platónicos, yel platonismo fue estimado como una cuestión de ac-tualidad, gozándose directa ó indirectamente los es-critores latinos en demostrar al orgullo germánico,que las mejores de sus conquistas, schellingianas yhegelianas, eran resurrecciones de verdades platóni-cas; y en este camino, Gratry, Jauet, Fouillé y Chaig-

net, sin olvidar A la escuela italiana que acaudilla elilustre Mamiani, han escrito observaciones que no sonpara olvidadas. De otro lado, de los profundos estu-dios de Groóte sobre Grecia y sobre Platón y otrosdiscípulos de Sócrates, aparecía cierta paridad histó-rica entre Sócrates y Kant, Platón y Hegel. ComoSócrates, abre Kant una edad en la historia de lafilosofía, y cierra un período dogmático ó idealista,en el que corría sin freno la razón de jónicos, eleá-ticos y pitagóricos; como Kant, busca Sócrates laseguridad evidentísima que da fuerza y empuje á laespeculación humana, sin llevarla más allá de límitesnaturales; como Platón, después de megáricos y cire-naicos, Hegel, después de Fichte y Schelling, tiendeá completar y á sintetizar mirando á uno y otro lado,para que nada quede fuera de la fórmula declarativaque cierra una edad y abre otra, y todas estas analo-gías, más ó monos ingeniosas y profundas, han re -vestido de la mayor importancia á las tesis del plato-nismo.

No paran ni hacen aquí punto las dificultades ni losatractivos de la filosofía platónica. Muy empeñada ladiscusión en materias religiosas, y siguiéndose conavidez por amigos y contradictores la historia de losdogmas y de la teología católica; si ya en los siglos Vy VI corrían libros con el título de Teología Plató-nica, en nuestros dias muestran empeño en poner enpunto de verdad, qué debió al platonismo la doctrinacatólica; hasta qué punto influyó en la teología bizan-tina ó griega, y cómo en la augustiniana y en la delos siglos medios, y cada una de estas proposicionestraon como precedente preciso el exacto y fidedignotestimonio y declaración délo sostenido por Platón.

Así se explica el interés y la curiosidad que des-pierta y aguza en el último tercio del siglo XIX elfilósofo del siglo IV antes de Jesucristo. En más dedos mil trescientos años, la humanidad histórica, laque ha vivido y pensado y crecido sin tasa en los ca-minos de la perfección, no se ha saciado aún del pen-samiento platónico y vuelve á él con afán, con amor,cuando otros muchos sistemas y escuelas han quedadoolvidados y sirven sólo de solaz á curiosos y eruditosdeseosos de conocer trajes, armas, creencias ó insti-tuciones de edades remotísimas. ¿El tiempo no hagastado aún ese pensamiento, la fuente, al parecer, nose ha agotado y fluyen de su riquísimo seno doctrinasy enseñanzas? ¿No es aún el platonismo una tesis his-tórica?

¿Es que, aun siendo histórica, enseña y demuestraetapas necesarias en la ley universal dialéctica que lahumanidad ha recorrido, y que por términos de abre-viación recorre todo período y aun cada individuo ensu educación intelectual?

¿O es que la antigua edad, que orgullosamente dá-bamos por concluida con Kant y la revolución fran-cesa, continúa, sin vislumbres de la novísima, y debe-

N.° 56 F . DE P . CANALEJAS. LA FILOSOFÍA PLATÓNICA. 83

mos aún ahondar en el filón que abrió el sooratismo yque iluminaron Platón y Aristóteles al caer el mundogriego?

El interrogatorio sería inacabable, si, pasando delorden histórico al metafísico, enumerásemos las dudasque en noología, teodicea y moral, suscita el estudiode Platón, comparado con Aristóteles y con las escue-las de los siglos medios y las posteriores al Renaci-miento hasta Kant. Al preguntar, ¿qué son las ideas,no formulamos la cuestión de! realismo y del nomi-nalismo, del conceptualismo y de todas las enseñan-zas subjetivistas é idealistas de los siglos XVI y XVII?Al preguntar, ¿cómo son las ideas, no traemos áexamen las enseñanzas de la inmanencia ó de la tras-cendencia de toda la filosofía antigua, nueva y noví-sima?

Al interrogarnos, como en el Parménides, sobre lascosas de que hay idea, ¿no suscitamos los problemasmás difíciles de las teorías antiguas y modernas sobreel conocimiento y sobre la ley lógica que hace real ypositivo nuestro conocimiento1? Y por último., al identi-ficar en la República la idea de las Ideas, el Bien conDios, ¿no descubrimos el fundamento de todas lasteodiceas que ha engendrado la civilización moderna?

Todo esto y mucho más que del examen del sistemaaparece, es de resolver por el examen del plato-aris-totelismo, que obliga al historiador á mirar la marchay progresos de la razón, dirigida por una ley severa,sencilla y clarísima, al travos del aumento de escuelasy sistemas que oscurecen el divino progreso, ascen-dimiento y aspiración de lo humano hacia lo Divi-no; pero que al mismo tiempo le obliga á incesanteestudio para mirar la verdad de la doctrina en surealidad histórica, tal como fue, no adulterada ni cor-rompida por comentaristas y traductores que, á sabien-das ó sin saberlo, traen al servicio de teorías ó de pro-pósitos, hijos de siglos posteriores, el nombre ilustreentre los más ilustres, del fundador de la Academia.

VI.

Causa muy principal de estas torcidas interpreta-ciones son los mitos y su empleo en la filosofía an-tigua y en los diálogos platónicos, punto que ha dadomateria á la crítica contemporánea, como excitó gran-de curiosidad y dio ocasión á peregrinas invencionesen los tiempos alejandrinos y en los dias del Rena-cimiento.

Los estudios novísimos de simbólica y de mitolo-gía comparada, iniciados por Schelling, realzan lacuestión sin exagerar, en mi juicio, su importancia.

No es de olvidar el cuadro político de Atenas enlo* dias socráticos, dicen los unos. La demagogia eraintolerante y cruel en punto á religión, y eran frecuen-tísimos los procesos pedidos por el fanatismo popular,como los dirigidos contra Anaxágoras acusado de im-piedad, Diógenes de Apolonio, Oiágoras de Molos, por

haber revelado los misterios, contra Protágoras, dequien ge dijo que en casa de Eurípides había leído unlibro con un prefacio impío, y contra la misma Aspa-sía y el mismo Fidias, sin olvidar que, muerto Periclesy Lisíeles, á la superstición popular se unió el odiopolítico contra I03 filósofos que fueron siempre losamigos de Pericles y después de Alcibiades, siguién-dose nuevos procesos y condenaciones hasta el cele-bérrimo de Sócrates.

No sería tarea difícil, respecto á Platón, recoger re-ticencias y malicias en los fragmentos de cómicos ysatíricos contemporáneos, en las que se trasparentanacusaciones semejantes á las formuladas contra Ana-xágoras, Protágoras y Sócrates. El hecho es para te-nido en cuenta al exponer las razones que pudieronaconsejar el empleo de los mitos á muchos filósofosde la antigedad; pero en mi sentir, los mitos emplea-dos por Platón no son meras precauciones, porque nolas necesitaba Platón, que estimaba la mitología conuna profundidad de juicio, que no ha reaparecido hastaSchelling en la historia.

En el Phedro condena severa y terminantementelas interpretaciones alegóricas, sutiles y arbitrarias,que sólo dicen el ingenio de quien las imagina, y de-clara prefiere el sentido popular natural y crédulo.Sigúese de esta declaración, y aun del carácter de losmás famosos de los mitos platónicos, que no era lamitología á los ojos de Platón un embellecimiento poé-tico, debido á la fantasía de los rapsodas ó al creci-miento tropológlco del lenguaje, sino que escondíamucho de real y cierto el mito, en todo lo que con-cierne al orden supra-sensible.

Imaginar quo un griego se desata de todos los la-zos históricos, rompe con sus tradiciones religiosas yfilosóficas de su edad, y mira lo comunmente adoradoy creido con menosprecio, e3 desconocer el carácterde Platón, «el más griego de todos los griegos,» se-gún 11 feliz expresión de un filósofo contemporáneo.Ni cuadra tampoco al pensamiento de Platón ese rom-pimiento entre las creencias religiosas y la filosofíaque quizá no se ha cumplido nunca en la edad de lasreligiones idealistas, y que era lógicamente imposibleen el imperio del naturalismo religioso.

Los mitos estimados por los jónicos, por el severoParménides, por el mismo Aristóteles, son doctrinasque traspasaban lo finito y lo sensible; figuran siem-pre ó como un supuesto ó como una solución, cuandola razón no encuentra en sí el supuesto ó no ve lasolución.

Es el terreno de la 8o£a, de la opinión: no es laesfera de la ciencia en la que campean las Ideas, dan-do la razón intrínseca y esencial de los seres; perotiene valor, es de precio, sirve de punto de partida alfilósofo, ó representa el hecho cuya Idea ha de bus-car el filósofo en el Orden gerárquico de las Ideas.

Platón, en los diálogos en que busca explicaciones

84 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.°56

de hechos psicológicos anteriores ó posteriores á laincorporación del alma, ó en los que describe las le-yes de formación y los accidentes del cosmos, enlazael fondo religioso tradicional con sus ideas cosmogó-nicas ó teológicas. Las condiciones propias de todateología racionalista le obligaban á resolver los proble-mas religiosos que surgían en su ascendimiento dia-léctico, y de la misma manera que la intuición racio-nal recogía la forma tradicional, iluminándola con susenseñanzas. Era la mitología un procedimiento espon-táneo, intuitivo de la religiosidad de la raza helénica,vivificada con las tradiciones más remotas; y Platónconserva los mitos en todos los puntos y extremos enque se anuda la religión con la filosofía. Si en aquelmomento histórico, como dice Bauer, debíase unir elcontenido con lo que lo contenía, el fondo'con las for-mas todas de expresión, alcanzadas por el espírituhumano, Platón obedeció á una ley histórica al acudirá los mitos.

Pero obedecía más á sus convicciones filosóficas. Laverdad está en la razón humana; no la adquiere comosi le fuera algo extraño. La ciencia no enseña sinocomo dirección. No da contenido; se limita á enseñarel interrogatorio, en virtud del cual sala á luz lo queestá esencialmente en la razón. Con esta convicción,y afirmando que la reminiscencia no era en Platón unmito poético sino una verdad doctrinal, no podía mo-nos de respetar como una revelación del espíritu, lacreación mitológica, que decía algo de lo que se es-conde en las profundidades de la razón del hombre.

Dada su doctrina, debía acudir á los mitos y esti-marlos del modo que acredita el empleo que de elloshizo.

Bien que se distinga entre los mitos poéticos, lospolíticos y los teológicos, justificando los primerospor necesidades de la exposición, los segundos pormiramientos políticos; pero siempre quedarán los mitosteológicos pidiendo razón y defensa, y no la hay, enmi juicio, sino en la estrecha vida en que puso á lareligiom con la filosofía Platón, y en el valor que dabaá la espontaneidad popular en materias religiosas. Noes de creer con Ast, que el fondo entero y total delplatonismo esté en los mitos, y que la filosofía no lleveá otra cosa que á la contemplación del elemento di-vino que en los mitos palpita, conseguido lo cual, lafilosofea ha cumplido. Este es otro extremo. La cien-cia de Platón busca la idea; es decir, la esencialidaddel séir, y al través de las gerarquías de las Ideasllega & la Idea de las Ideas, al Bien. No hay más allá.Llega á lo absoluto: ¿qué más pusde ascender?

No creo, como Schelling, que un procedimiento di-vino se desarrolla en la mitología, para ir descen-diendo paso á paso el naturalismo y redimiendo alespíritu que campeará después en el cristianismo, yque Platón adivinó. Era necesario para esto que ellleno del cristianismo estuviera en Platón. Pero sí en-

tiendo que era la mitología un dato necesario que seimponía á la especulación platónica, que abrazaba launiversalidad del espíritu y de la razón, y que deseabarecorrer todos y cada uno de los grados de la sscaladialéctica, que termina en el Bien, en Dios.

Tacharía la crítica de absurdo al que, midiendo yvalorando el sistema de Fichte ó de Hegel, estimaraque en plena civilización cristiana había prescindidode los problemas que el cristianismo entraña, y se hu-biera mantenido alejado de todas las influencias, hijasde una cultura cristiana de muchos siglos. Así debepensarse de los que ven á Platón fuera del mundogriego, lejos do la mitología, y entregado á una sole-dad que no consiente el pensamiento humano.

Se arraiga con mayor fuerza esta opinión recorrien-do los mitos más famosos y que sirven de argumentoá las explicaciones enumeradas. Son éstos, los delProtágoras, del Menon, del Gorgias, el de la Repú-blica y la Politiea, y por último, la cosmogonía míti-ca del Timeo.

Protágoras, interrogado por Sócrates acerca delorigen de la Politiea, recuerda que Prometheo y Epi-metheo distribuyeron los dones celestes entre lascriaturas, compensando la fuerza con la agilidad, elvalor con la prudencia, y todas y cada una de lasprendas y cualidades con su equivalencia. AplaudióPrometheo esta rigurosa compensación; pero el hom-bre quedaba desnudo y desarmado, y Prometheo ledio el fuego y los dones de Minerva. Pero la inferiori-dad de los humanos, respecto á las fieras, era aúnnotoria, y sus chozas y albergues atraían y excitabaná las bestias feroces. Entonces, para hacer posible lavida social, ya que Prometheo no pudo entregar lapolítica á los hombres, porque Júpiter la custodiabaen su palacio, consiguió que éste ordenase á Mercurioque diera á los hombres decoro y justicia, cuyos donesno se entregaron, como la medicina y las demás artes,á uno ó á pocos, sino que Júpiter dijo: «Preciso es«que todos participen de ellos, porque si se entrega á«pocos, jamás existirán ciudades ni sociedad, y el que»no participe de la justicia y del decoro por ley mia,«será tenido por pestilente y será exterminado.»

De suerte que Platón entiende, que es la justiciafundamento social, y que la dignidad propia, por todosentendida y amada, es ley para el orden de las socie-dades, enseñando, que no son estas virtudes patri-monio de sabios y de nobles, sino cualidad común átodos los humanos, porque á todos la concedió Júpiterpor igual.

Los extensos comentarios de Ekker y de Welcher,sobre este mito, pecan por ociosos. La tradición míti-ca concordaba con las enseñanzas platónicas. La jus-ticia es hija del cielo, y sólo de Dios puede proceder:la virtud, lo santo, el decoro que nace de la concien-cia moral es la imitación de lo divino por lo humano.Todas estas son enseñanzas platónicas, y el filósofo

N.°56 J . PEROJO. KANT Y LOS FILÓSOFOS CONTEMPORÁNEOS. 85

pudo mostrar con la bellísima narración del mito laconcordancia entre la opinión y la ciencia, entre latradición y la filosofía.

Más se separan de la corriente de los mitos griegoslos expuestos en el Menon y en el Phedro, y con elque se relaciona la famosa narración de Her el Arme-nio, en la República. Trátase del origen de las almas,porque se trata de su conocimiento y de si conocer esalgo más que recordar.

Es de distinguir en este trascendental problema loque Platón afirma como filósofo de los que narra, si-guiendo creencias y tradiciones que no repugnan alsentido de sus enseñanzas. Como filósofo, afirma queconocer es recordar, y por lo tanto enseña la preexis-tencia del alma, desarrollando una y otra vez la teoríade la reminiscencia. Esta es la verdad de las Ideas.Como hipótesis, describe el estado de las almas en esaexistencia anterior, advirtiendo que sigue creenciaspiadosas, porque el hombre que asciende interrogán-dose á sí mismo por las gradas de la dialéctica, nopuede interrogarse sobre su estado anterior y sobre suestado futuro. Como filósofo, Platón afirma que el co-nocimiento primitivo tiene su origen en una condiciónde vida de nuestra alma, anterior á la incorporaciónterrena. ¿Cuál es esa vida? ¿Cómo es? Platón piadosa-mente sigue, al intentar describirlas, las más sanascreencias de su edad, pintando entonces los esplen-dentes cuadros del Phedro y del Timeo, que desen-vuelven mitos bellísimos.

¿Cómo se une la ley moral con el orden universal,y cómo se explica la continuación de la existenciaeterna del alma después de la muerte? Los mitos delGorgias y de la República completan con las creen-cias y opiniones religiosas las indicaciones del filóso-fo. Las tradiciones más veneradas, dice Platón, nosenseñan con gran profundidad que el alma después dela muerte queda sujeta á premio y a castigo. Preparé-monos en esta vida á comparecer ante ese augusto tri-bunal y á merecer premio. ¿Y cómo será el juicio y elpremio de que habla el mito del Gorgiasi Del modoque dice Sócrates en libro X de la República, recor-dando la piadosa tradición de Her el Armenio, tan co-mentada por Schleiermacher y Cousin, y que va enperfecta consonancia con la Teodicea y la Psicologíatrascendental de Platón.

Mirados estos textos y buscada su relación con susdoctrinas, no es aventurado escribir, á usanza moder-na, que Platón era un filósofo religioso y ortodoxo,en el recto sentido de la palabra, con relación á lascreencias de su tiempo, entendiendo, para la mayorclaridad, que no era la Religión á los ojos de este filó-sofo á manera de un dogma cerrado ó inmutable, sinoque crecía y se aumentaba la creencia al compás de lavida; prevalecían unos cultos sobre otros, imperabanéstos, y aquellos eran casi olvidados, ensanchándosecontinuamente el número de deidades, cada una de las

que traía nuevas ideas á la concepción general religio-sa. Así, la ortodoxia y la fervorosa creencia quedabaen lo esencial y religioso, variando el calor de las con-vicciones en los cultos particulares más ó menos aris-tocráticos y pulcros, y diferenciándose en la relaciónque se descubría entre las diversas partes de aquellainextinguible y fecunda vegetación mitológica que cu-brió el suelo déla Grecia; pero respetando siempre contoda sinceridad la espontaneidad de la fantasía y delsentimiento religioso.

Si Platón hizo bien ó incurrió en error buscandoese consorcio de la creencia con el filosofar, es puntoque exige mayor examen, y pertenece á los problemasque van á averiguar y resolver si existe una ciencia dela Religión, ó una filosofía de la Religión, si tiene his-toria esa ciencia y si se encadena, y de qué manera yen qué punto con la filosofía y con sus tratados de me-tafísica y teología. Platón creía, y creía bien, que nopuede quedar fuera de la resolución filosófica la IdeaReligiosa en su total universalidad, iso estimándolacomo mera relación, sino como realidad, producida yproduciéndose naturalmente, por los atributos recono-cidos y confesados do Dios.

Pero el tema no es para hoy, y queda sólo la afir-mación de quo la religiosidad de la doctrina es uno delos rasgos característicos del platonismo.

FRANCISCO DE PAULA CANALEJAS,

de la Ac&demia Española.

(Se concluirá.)

ESTUDIOS SOBRE ALEMANIA.

KANT Y LOS FILÓSOFOS CONTEMPORÁNEOS.

Es muy frecuente afirmar que ha decaído en Ale-mania el pensamiento filosófico, y que éste sólo semuev^dentro de un círculo vicioso, del cual no salesino para hacer más palmaria la postración en que hoyse halla, efecto, sin duda, del cansancio y laxitud queal presente produce el extraordinario empuje queaños atrás alcanzó.

Es cierto que, aun en medio de estos límites, semantienen vivos los beneficios obtenidos por su bri-llante florecimiento; pero aun por cima de la conser-vación de tales tradiciones filosóficas, suele tambiénafirmarse que aquella unidad ascendente y evolutiva,que se desarrollaba por el uso de una robusta dialéc-tica, ha desaparecido por completo, pretendiendo al-gunos descubrir en los trabajos actuales cierta especiede retroceso histórico, que conduce al espíritu humanoá una anarquía, de la cual se obtendrán muy pocosresultados.

Ambos juicios son, en nuestro concepto, falsos yproceden de un conocimiento imperfecto del estadopresente de la cultura alemana. £1 movimiento actual

REVISTA EUROPEA. - -21 DE MARZO DE 875. N.° 56

del pensamiento alemán presenta un aspscto muysingular; son tan distintos sus procedimientos, tanvivas y acentuadas sus variaciones, y tan frecuenteslos ataques que respectivamente se dirigen, que pa-rece difícil, si no imposible, contemplar serenamenteese huracanado mar de las ideas, y gozar con talcontemplación del más bello de los espectáculos des-entrañando de tan violenta tempestad de contradic-ciones la secreta armonía que á todas ellas rige ygobierna.

Es verdad que existen variadísimas direcciones, yque éstas se caracterizan particularmente por el selloindividual de cada uno de los pensadores; pero no esmonos cierto que sólo un estado semejante del pensa-miento puede realmente impulsar é incitar los hom-bres profundos, á dar mayor fuerza y solidez á susobras y librarles de los estériles moldes del sectaris-mo. Guando las escuelas filosóficas pierden fuerzaspropias para competir unas con otras; cuando una solaejerce la supremacía y ha cesado toda lucha con lasque la disputaban sus conquistas; cuando, en fin, caela libertad y sólo la autoridad rige tiránicamente almovimiento filosófico, éste deja de ser tal y no sig-nifica ya el trabajo libremente producido para la in-vestigación de la verdad, lo que el mismo términofilosófico requiere, sino simplemente la ampliación,elaboración y análisis del pensamiento individual.listo, por su parte, no es otra cosa más que un mo-monlo histórico en ¡a gran evolución del Pensamiento;y adoptarle como definitivo y absoluto, es lo mismoque negar todos los que le han precedido, todos losque existen coetáneamente, y todos los que más tardehan de sucederle; esperar que ese momento relativoimpero absolutamente sobre todos los otros, es amaresa especie de decantada unidad que tantos male3trae, sobre todo, lo que necesariamente está en acti-vidad, y cuya esencia fundamental es el progreso,mejor dicho, el movimiento. Los sistemas filosóficosson, sin excepción alguna, una composición de induc-ciones y deducciones que luchan entre sí por su pro-pia vida, y aunque la fuerza y condiciones viablesantepongan históricamente el uno á los restantes, nohay que creer que esto pueda tener un valor permanen-te, porque si esto sucediera, detendría el Pensamientotodo su movimiento, toda su marcha, y esa fuerzainmanente que inconscientemente le empuja haciaadelanite, se trasformaría en fuerza conservativa, éiría estacionándole de tal modo, que convertiría suantiguía flexibilidad en incapacidad absoluta para todamodificcacion y mejora.

No (¡altan ciertamente aficionados á esa unidad deque heimos hablado, y que cuando observan las dife-rentes formas que luchan entre sí por el afianza-inientoide sus principios, lejos de reconocer esa granley uniiversal que gobierna todas las esferas de la rea-lidad y que llamamos lucha por la existencia, se en-

cierran en los estrechos límites de un exclusivismoanti-científlco, y califican ignorantemente de anár-quicos y descompuestos los momentos de vida delPensamiento, como el que actualmente nos ofreceAlemania, en que no ejerce la hegemonía de la verdadtal ó cual sistema determinados, sino que realmentese filosofa, se piensa y trabaja, y todos ó casi todosarrojan esos andadores intelectuales, propios para loscaracteres infantiles, y que se llaman hegelianismo,fichtianismo ó krausismo.

Efecto de una consecuencia lógica, nos explicamosperfectamente los miles de errores, y mejor dicho ymás claro, los desatinos que frecuentemente oimoscuando vemos juzgar el movimiento filosófico alemándesde uno de estos sistemas, por la razón de quequien quisiera examinar los variados matices que esamagnífica radiación de la Razón humarla nos pre-senta con el lente de un sistema exclusivo, fracasarápor completo en su empresa, é impotente para asimi-larse todo aquello que no se adopte á su estrechocriterio, no apreciará sino como contradictorio ó irra-cional lo que no sea del color de su cristal. El exclusi-vismo, verdadero y acaso único error científico, reduceá tan pequeños límites las más amplias concepcioneshumanas, que es el peor de los guías que para nuestrocaso podríamos tomar.

Pasemos ahora de estas brevísimas consideracio-nes generales al espectáculo que todas esas direccio-nes nos muestran; releguemos toda idea preconcebida,y animados de un verdadero sentimiento de justicia,esforcémonos á estudiar el carácter fundamental detodas ellas, á costa, si fuera necesario, del sacrificiode nuestras simpatías subjetivas; en último término,siempre preferible á la imposibilidad de ver y com-prender algo, ó á la humillación de incurrir en aquellacensura de Goethe.-

Du gleichst dem GeistDen du begreifst.

Observemos, pues, primeramente las diversas ten-dencias generales, bastante determinadas en sus re-presentantes, y veamos después si hay entre todos ellosalgo de común y fundamental. Estudiemos las obrasde los discípulos de las antiguas Escuelas, las de Mi-chelet, el más sectario de todos los hegelianos; lasde Zeller, el gran historiador de la filosofía griega;las de Erdmann, el sistematizador de la Escuela he-geliana; las de Rosenkranz, las del semi-kantianoKuno Fiseher; las del místico J. Fichte, y las del krau-sista Roeder (l); pasemos después á los de la escuela

(1) No sabemos si citando las obras principales de estos filósofos y

de los que más tarde nombraremos, prestamos un servicio á todos nues-

tros lectores; pero no dudamos que esto facilitará á algunos el orien-

tarse en este movimiento, y aii les evitaremos una tarea qua para nos-

otros ha sido imprescindible.

C. h. Michelet. Antropologie und Psychologie. 1840. Die Epiphanie

N.° 56 .1. PEROJO. KANT Y LOS FILÓSOFOS CONTEMPORÁNEOS. 87pesimista, representada por Schopenhauer y sus su-cesores, Hartmann, Volket y Venetianer (1); veamostambién las de Herbart y sus discípulos Drobisch yZimmermann (2): las de los filósofos naturalistas, es-cuela representada por Lotze, Cornelius y otros (3);las de los críticos naturalistas, por Helmholtz, Vir-chow, Aubert, Rokitansky (4); las de los llamadosindependientes (5), y por último los de los propia-mente materialistas. Preguntómonos ahora, en mediode tantas disputas y polémicas, ¿será acaso aventu-rado señalar el punto central hacia el que gravitantodas esas diferentes direcciones? ¿No indican todascierta savia común que las vivifica y relaciona? Pornuestra parte, creemos que no es difícil colocarse enel punto de vista desde el cual contemplan la realidadestas escuelas, y no estimamos tampoco como resul-tado de una crítica profunda la conclusión necesa-ria que todo observador imparcial tendrá que formar;porque un ligero conocimiento histórico de la Filosofíamoderna, basta para comprender que todas esas con-trariedades aparentes tienen por lo menos de comúnlos resultados que se desprenden de una obra, que

der ewigen Persoenlichkeit des Geistes, 1844, 1847, 1852.— Natur-recht, 1866.

E. Zeller. Ueber Bedentutig und Aufgahe der Eskenntnisstheorie,1862.—Die Philosophie der Griechen, 4 aufl 1874, 1875.—Geschichteder deutschen Philosophie, 1865.

E(i. Erdmann. Leib und Seele, 2 aufl., 1849.—Grundriss der Psy-ehologie, 5 aufl., 1874.—Grundriss der Logik und Metaphysik, 4aufi.,1864.

Kuno Fischer. Logik und Metaphysik, 2 aufl., 1865.—Geíchichte elerneuren Philosophie, 2 aufl., 1865, 1870.

Rosenkranz. System der "Wessenchaft, 1850,.—Aesthelik des Haess-lischen, 1853.—Wissenchaft der logischen_ Idee, 1862.—Von Magde-burg bis Koenisberg,,1873.

J. H. Fichte. Aüthopologie, 2 aufl., 1860. — Psychologie, 1867,187S.. Roeder. Grundzuege des Naturrechts, 2 aufl., 1860, 1863.

(1) La literatura fundamental de la escuela pesimista se compone detas obras siguientes:

Schopenhauer. Üeber die vierfache Wurzel des S&tzes von zureíchon-den Grunde, 3 Aufl., 1864.—Die Welt ais Wille und Vorstellung,3 Aufl., 1859.—Parerga und Paralipomena, 2 Aufl., 1862.—Die Grund-problcme der Ethik, 2 Aufl.,«1860.

E. von Hartmann. Philosophie des Unbewussten, 5 AufiL, 1874. Er-laeuterung zur Metaphysik des Unbewussten, 1874.

J. Volket. DasUnbewusste und der Pcssimismus. Berlin, 1873.M. Venetianer. Der Allgeist. Berlin, 1874.(2) Herbarfs saemstliche Werke, 1880-1852.Drobisch. Logik, 3 Aufl., 1863.—Psychologie, 1842.(3) Cornelius. Theorie des Sehens, 1861 .—Molecular physik, 1866.Lotze. AHgeffieine Pathologie, 1842. — Medicinische Psychologie,

1852.—Miktokosmus, 1868.^4) Helmholtz. Physiologische Oplik, 1867.—Die Lehre von den

Tonenemfindungen, 1862.Aubert. Physiologic der Nelzhaut, 1865.Virchow. Vier Redenü. Leben und kranksein, 1862.—Empirie und

Trascendería.Rokilansky. Solidaritait alies Thierleben, 1865.(5} Entre éstos, comprendemos algunos filósofos contemporáneos,

que asi se titulan, más por relación á las Escuelas hoy predominantes,que por su originalüad. Tales son: Trendeltnburg, Kirchimuin, Wil-mar.liof y otros varios.

sirve de punto inicial á todo movimiento moderno, á Jsaber, de la Critica Kantiana. i>:

Kant es la piedra angular de este grandioso monu-mento, y está el espíritu de su obra tan vivo y pre-sente en cada una de estas direcciones, por más quemuchas de ellas lo desconozcan, que parece como unapalanca gigantesca que sostiene todas las oscilacionesdel pensamiento. En su obra fraternizan todas las di-ferentes formas del movimiento intelectual de Alema-nia, y por ella podemos explicarnos la rica variedadde los numerosos sistemas y ensayos que la han pro-seguido. No es esto decir que todos los filósofos pos-teriores hayan sido exclusivamente continuadores desu obra, y no hayan tenido otra ocupación que daramplitud y nuevas fases de existencia á los pensa-mientos profundos del pensador crítico. Lo que sucedeen Alemania con Kant, es lo que con frecuencia ve-mos en la historia de otros pueblos; es lo que en Gre-cia aconteció con Sócrates, en la Edad Media con elDante, en siglos pasados con Cartesius, y en la filoso-fía inglesa con Bacon.

Este hecho es un fenómeno psicológico, cuya exis-tencia no es para nadie un misterio. De vez en cuandoocurren en la humanidad apariciones gigantescas de ihombres extraordinarios que sellan con sus ideas unalarga sucesión de generaciones, y que después demuertos siguen viviendo largo tiempo con sus contem-poráneos, y extienden su vida aún más alia que 13 deéstos. Sin salir de Alemania, y sin escoger otrosejemplos, podemos citar algunos de esos espíritus ele-vados. Goethe, v. gr., sin ser como Kant, el impulsa-dor del movimiento filosófico, aparece dotado de esacualidad divina que llamamos genio poético, y no sólorige é impera sobre el sentimiento estético de sus con-temporáneos, sino que forma el de los que le sobrevi-ven, y extiende de tal modo por todo el suelo alemánsu riquísima genialidad, que no cabiendo dentro delas rüMucidas fronteras de una nación, traspásalas ydesparrama sus melodiosos cánticos por todos los lu-gares donde la belleza recibe culto. Los genios de estaclase protestan cuando se les quiere detener dentrode las murallas de una ciudad ó de las fronteras de unpueblo; necesitan más aire, más campo y mayores ho-rizontes que los que el azar quiso señalarles. En Kanthallamos también algo semejante. Sujeción, primeroreducida á un número exiguo de amigos, se extiendemás adelante á sus conciudadanos, después á sus com-patriotas, y siéndole aún muy pequeño ese gran círcu-lo, presiente y da nombre á la grande idea que expresócon esta palabra: Weltbürger (ciudadano universal).Pero dejemos ahora esa relación que indudablementeexiste entre su obra y nuestra cultura europea, y con-tentémonos con probar históricamente la que hoyexiste con el movimiento filosófico de Alemania. De-tengámonos, pues, un poco en las varias corrientesfilosóficas que de paso hemos señalado, y procuremos

88 REVISTA EUROPEA. 24 DE MABZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

recorrer los puntos de contacto que tienen con la obrakantiana.

La dirección seguida por Reinhold, Fichte, Sche-lling, Hegel, Baader, Krause, y la de sus opuestos Jaco-bi, Hamman y Herder, es bastante conocida para quenos creamos autorizados á excusarnos de buscar laüliaciou de los diferentes filósofos que en la actualidadpertenecen a una de esas Escuelas. Ninguno de susmiembros negará el génesis kantiano de su pensa-miento. Otra dirección enemiga irreconciliable de laanterior, y poco escuchada durante largo número deaños, es la de Schopenhauer, que, titulándose elúnico discípulo de Kant, sostiene todo el movimientopesimista, tielmen.te proseguido por Frauenstaedt,Aseher y Bahnsen, reformado después por E. de Hart-mann, el filósofo de lo inconsciente, y modificado úl-timamente por Volket y Venetianer. Herbart, legítimodiscípulo de Kant, según frecuentemente repite, fun-da la Escuela más importante en la actualidad, y lamás extendida, pues adecuada por su carácter al pro-greso de las Ciencias naturales, encuentra en ellas alia-dos tan poderosos, como Cornelius Wundt (1) y Lotze,que, unidos á los Drobisch, Waitz, Lazarus, Stein-thal (2), fomentan y propagan de dia en dia las ideasfundamentales del Maestro, siquiera no se encierrenúnicamente en las indicaciones y enseñanzas de éste.

Hasta ahora nos encontramos con tres direccionescapitales distintas y diversas entre sí, pero que clara-mente nos muestran las relaciones que con Kant sos-tienen. Así vemos por una parte los que constituyenla corriente propiamente idealista , Fichte, Sche-iling, etc., cuya obra es el desarrollo y estudio delproblema kantiano, limitándose, es verdad, á sólo unaspecto de éste, á saber: lo que se relaciona al cono-cimiento. Los segundos, los pesimistas, acusan bien álas claras el punto capital que les une á Kant, á saber:la relación entre la voluntad y la naturaleza esencialde lías cosas; cuestión que en la Razón práctica vemosiniciada. Por último, los herbarlianos parten de la fe-

(1 ) Aunque no pueda considerarse á W . "Wundt como herbartiano,pues hoy ha perdido casi por completo todo el sentido que en otrotiempo demostraba sus relaciones con Herbart, y no obstante que, hoypor hoy, es más bien un pensador original, que si tiene relación conaígum pensador anterior, es con Kant (cosa que públicamente ha reco-nocido), muchos de sus estudios y trabajos se han verilicado cuando erainncjgable la influencia de Herbart. Sus obras principales son: Beitraegeíur Theorie der Sinneswahrnehmung, 1862.—Vorlesungen über dioMenaschen und Thierscel, 1865.—Physiologie, 3 Aufl., lf.73.—Grund-zuegge der physioiogischen Psichologie, 1871,

(22) De Th. Waitz recomendamos muy especialmente su Lehrbuchlíer FPsychologíe ais Naturwissenchaft, 1849; y por último, sil magnifica

AntHiropologie der Naturvoelker, 1859-1864.

Eintre las muchas obras de Lazarus, citaremos: Das Leben Aev Seele,

18S6.—Ursprung der Sitten, 2 Aufl. 1870.—Zur Lehre v. d. Sinneb-laeuschungen, 1867.

Steinthal tiene obras lingüísticas de un gran valor para la filosofía,

tales son: Grammatik, Logik und Psychologie, 185S.—Ursprung der

Sprache, % Aufl. 18S8.—Sprach wissenchaft, 1871, y aún otra» muchasque .no citamos.

nomenalidad del conocimiento demostrada por Kant,y desde la relación de unos fenómenos con otrosconstruyen todosu edificio científico. Noconsideramos,por tanto, necesario insistir en asunto tan evidente.

La otra dirección que aún nos resta señalar, la Es-cuela naturalista-científica, no es ciertamente la queha de ofrecernos alguna dificultad en esta especie deexegesis kantiana á que superficialmente hemos so-metido las ideas científicas predominantes en Alema-nia; pues ella misma, independientemente de todapreocupación escolástica, al examinar física y fisioló-gicamente las condiciones de las impresiones y sensa-ciones del cuerpo humano, ha ido á parar, por unacoincidencia extrañísima, á las conclusiones trazadaspor Kant. Esta Escuela es la que tiene en gran parteel honor de haber hecho renacer el estudio del criti-cismo, y la que propiamente ha venido á convertir enun hecho positivo el consorcio de la filosofía con lasciencias naturales, y á destruir ese divorcio terriblecon que las absurdas afirmaciones del Idealismo anti-científico las separara.

Las conclusiones científico-experimentales de estaEscuela, en lo que respecta á los límites y condi-ciones del conocimiento, restablecen las principalesbases de Kant para su evaluación y apreciación. Estoresultado, tanto más significativo cuanto se presenta,no por hombres puramente especulativos, sino porlos más autorizados en las ciencias naturales, comoson Helmholtz, Zoellner, Virchow, Aubert, Fecliner,os un verdadero renacimiento, que ha impulsado unaextraordinaria reacción kantiana, cuya consecuenciaes hacer brotar aquí y allá innumerables estudios crí-ticos, confirmando así lo dicho por el ex-hegelianoKuno Fischer, el cual afirma: «que todas las cuestio-nes presentadas por Kant, ni han envejecido, ni sehan resuelto.»

A este nuevo impulso, al cual contribuyen tantolas reivindicaciones que salen de los laboratorios y an-fiteatros, como las excitaciones de discípulos de otrasescuelas (I), sigue un sinnúmero de trabajos propia-mente kantianos, como la Histotia del Materialismo,de F. A. Lange (2); la Psicología, de Juergen BonaMeyer; la Teoría de la Experiencia, de Cohén; laLógica, de Rcichlin-Meidegg, y los de Whit, OttoLiebmann, F. H. Germar y otros muchos que ince-santemente se publican (3).

(4) Al que Bin duda corresponde mayor gloria en este renacimionto

crítico es á K. Fischer, tanto por sus constantes excitaciones, como por

su magnifico trabajo sobre Kant. Últimamente ha reconocido piiblica

mente la necesidad de retroceder á este filósofo. •

(2) La Gcschíchte des Maíerialismus de T. A. Lange, es la obra más

notable que en nuestros tiempos se ha ocupado de este asunto.

(5) Como prueba de la reacción que hemos señalado, nos bastará de -

cir que las antiguas obras clásicas de los discípulos de Kant, relegada s

hace diez años en los rincones de las librerías, y que antes se compraban

por un precio Ínfimo, vuelven á tener valor, y no se encuentran con

tanta frecuencia las obras de Heinhold, Schultze y Meliin.

N.° 56 G. TISSANDIER. 'HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO. 89

Con todo lo que llevamos dicho, creemos que exis-ten motivos fundados para afirmar que la mayor partede los filósofos actuales proceden de Kant, ó son par-tidarios de las Escuelas que á este pensador sucedie-ron. No insistiremos, pues, en esto, y no nos ocupa-remos de otros muahos pensadores, que al ver el des-crédito é ineficacia de las doctrinas de sus discípulos,sacan de nuevo á luz las teorías kantianas propia-mente dichas, ideas madres, si así podemos expresar-nos, de todas las ulteriores. Otro punto que podríadetenernos un momento, es el que corresponde á lapujanza y virilidad de las creaciones actuales; perocomo creemos que nadie, á no ser el que las desco-nozca, puede tacharlas de raquíticas, no hay por quéencarecer el mérito é importancia que tienen (1).

Queda, pues, sentado, que el movimiento filosóficoen Alemania, en medio de su aparente anarquía, re-vela siempre el origen kantiano que produce y des-arrolla brillantes y magníficas ondulaciones. Pen-samos también, que de la afirmación hecha no seexceptúa movimiento científico alguno, porque aunel conocido con el nombre de Monismo mecánico-causal, con sus tres diferentes tendencias, es decir, lapuramente materialista con Buchner, Molleschot, DuBois-Reymond; la semi-panteista de Haeckel, Sch-midt, Gegenbaur, etc., y la cristiana con J. RobertMayer y otros, no son excepciones, ni mucho menos,á lo que sostenemos. Por el contrario, bien exami-nados los fundamentos de esta Escuela, ¿sería impru-dente afirmar que toda ella se reduce á extender laacción del principio que Kant señaló en su Naturges-chichte des Himmels?

Por todas partes, pues, hacia donde dirigimos nues-tra viota, hemos ido desentrañando la secreta unidadque armoniza y concierta todas las diferentes contra-riedades que en un principio creímos encontrar; he-mos mostrado que esta unidad, la obra kantiana, seextiende á todas las esferas del pensamiento; que esla base, el fundamento, en donde todo ha de elabo-

, rarse y edificarse. Esa necesidad histórica, nos de-i muestra su necesidad lógica; y hay que reconocer, de, una vez para siempre, que todo lo que se haga y cons-

truya sin tener en cuenta su valor y significación, estrabajo vano y obra perdida. En una palabra, es suestudio tan importante, cuanto que de Kant procedentodas las creaciones ulteriores que conocemos; y estode tal suerte, que para concluir diremos con K. Fis-

(1) Ningún pueblo puedo sostener hoy la comparación con Alemania,

por lo que al desarrollo y progreso del pensamiento toca. Es verdad que

hay en Inglaterra un verdadero florecimiento filosófico, representado

por Stuart Mili, Spencer y Bain, pero no métios cierto es también que el

carácter y tendencia de la psicología inglesa están muy relacionados con

la herbartiana, y si bien tiene aquella un aspecto más positivo, no faltan

además otras escuelas alemanas que pueden competir con la inglesa,

desde ese mirimo punto de vista relativo, por su mayor profundidad y ri-

queza de conocimientos', tales «on las obras de Waiu , Benecke, Wundt

y otro» muchos.

cher: «Toda la filosofía posterior á Kant es, en elmás amplio sentido de la palabra, la Escuela de Kant.»

Ahora, si esta influencia tan poderosa de Kant esel resultado de un movimiento puramente dialéctico,ó la consecuencia natural de la actual cultura huma-na, cuyo órgano más elocuente haya sido el filósofode Konigsberg, es cuestión que traspasa los límitesdel objeto que aquí hemos querido tratar.

JOSÉ DEL PEROJO.

HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO.

Empresa sembrada de obstáculos es la deescribir la historia del grabado tipográfico, ycuantos se han empeñado en trazar este cuadroconfiesan que abunda en dificultades, demostrán-dolo así las vacilaciones é incertidumbres que sehallan con frecuencia en sus escritos. Después delos ensayos que se deben á los Heinecken (1), á losZani, á los Óttley, á los J. M. Papillon (2), y enépoca más reciente á los Jackson (3) y á los Re-nouvier (4); después de las notables reseñas deAmbrosio Fermín Didot (5) y de Jorge Duples-sis (6), ¿tendré yo la pretensión de acercarme másque estos maestros al objeto que es preciso ir ábuscar á través de todas las bibliotecas del mun-do? En manera alguna, mi propósito es más hu-milde. Después de haber bebido en la fuente delos trabajos debidos á es los historiadores, des-pués de solicitar informes de personas competen-tes que han practicado ó estudiado los recursosdel grabado moderno y que me han prestado elmás útil concurso, presentaré el fruto de esta co-secha que he procurado condensar, concentrar,cómo dirían los químicos, en el más corto es-pacio posible.

Me referiré especialmente á lo que concierne ála tipografía, pero creo que ofrece algún ínteresfilosófico demostrar primero, en una rápida rese-ña, que si la idea de la impresión del grabado esrelativamente moderna, la del grabado propia-mente dicho, considerado como muestra de la ma-

lí) lite genérale d'une coUeclion complete ¿'estampa. Leíp-sig, 1771.

(2) Traite historique et pratique de la gravare sur bois, 2 volú-menes. París, 1766.

(3) A Jackson je debe un tratado muy apreciable sobre el gribadoen madera.

(4) Bes Types et iet manieres des maitrts graveurs. 1 vol. i» 4.°Mompellier, 1853.

(8) EMIÍÍ lypographique el biMographique tur l'hitlolre de lagravure t*nr bois. 1 vol. in 8." París, 1863.

(6) Les merveUles de la gravure. i vol. ¡n 18." Huchetle et com-pagnie, París, 1869.

90 REVISTA EUROPEA . - 2 1 DE MARZO DE 1875. N.°56infestación del genio, es, por el contrario, extraor-dinariamente antigua.

Los escritores que hacen remontar el origendel grabado á tiempos remotos, y en particularJ. M. Papillon, afirman que este arte es, por de-cirlo asi, el primero que ha aparecido en el mun-do. El célebre xilógrafo encuentra las pruebasde su existencia en todos los pueblos: recuerdaque el texto de la Biblia representa á los hi-jos de Seth grabando en piedra; nos dice que lossalvajes saben hacer tablas de un árbol por me-dio del hacha, y unirlas para grabar en seguidacon un instrumento cortante y puntiagudo, ó conun hierro enrojecido al fuego, ciertas figuras des-tinadas á representar sus acciones á los ojos desus descendientes; ocupación que todos los pue-blos han buscado, como para relacionarse con lavida anterior y futura, y unirse por medio de al-gún lazo menos frágil que la existencia, á la largasucesión de las generaciones que desaparecen.

Todos los pueblos han practicado así el gra-bado, que precede con mucho á la idea de la im-presión, es decir, á la de la multiplicación de laprueba primitiva. La madera es naturalmente lasustancia más propia para trazar caracteres ó di-bujos. Hornero dice, que en su tiempo las cartasse esculpían en tablillas de madera, y Herodoto,que en el ejército de Xerxes los indios vestían tra-jes de cortezas de árboles adornados con figurasgrabadas. Los antiguos Etiopes sabían grabar susnombres en tablas de madera con las puntas desus flechas. Plutarco refiere en la vida de PuriusCamillus, que los escudos de los primitivos roma-nos eran de madera y tenían esculpidas numero-sas divisas. Los griegos tallaban en ellos susiniciales.

La escritura grabada en madera ha sido elmodoi más antiguo de escribir. Los antiguos em-pleaban, á manera de papelj tablitas muy delga-das y comenzaban la línea de derecha á izquierda,para continuarla siguiente de izquierda á dere-cha, y así sucesivamente iban alternándolas. Es-tas tablillas, una vez escritas, se unían entre sípor medio de ligamentos. El trabajo, difícil en unprincipio, fue al poco tiempo fácil, cuando se in-ventó» poner sobre la tablilla una capa de cera,donde se escribía con un punzón llamado stylo.Las tablillas, según su número, tenían distintosnombres; los dípticos contaban dos; los trípticostres (1).

Se enseñaba á leer á los niños por medio de es-tas tablillas de madera grabadas en hueco y enrelieve. Esto se practicaba también en tiempo delemperador Trajano, como lo afirma el inmortal

[\\ Marcial, lib. IV, Ep. 4.

autor de La vida de los hombres ilustres. Plutarcoes también quien nos prueba que la idea de la im-presión pudo nacer con la del grabado; así loatestigua la siguiente anécdota que se refiere deun gran spartano.

«Viendo Agesilao,dice Plutarco, desanimados ásus soldados, escribió ocultamente en el hueco desu mano y al revés, la palabra Victoria. Tomandodespués al adivino el hígado de la víctima, aplicósobre él su mano así escrita, teniéndola apoyadael tiempo necesario, y apareciendo preocupadocon meditaciones é inquietudes, hasta que losrasgos de las letras se hubiesen grabado tipográ-ficamente en el hígado. Presentándolo entonces álos que debían dar la batalla, les dijo que conaquella inscripción le presagiaban los dioses lavictoria que, en efecto, alcanzaron (1).»

El principio del grabado se encuentra, pues, enuna época muy lejana; pero aún se puede ascen-der en los pasados tiempos más de lo que lo hanhecho los historiadores xilógrafos, porque el sen-timiento del dibujo, innato, por decirlo así, en elhombre, ha existido siempre, y la geología nosdemuestra hoy que el hombre primitivo era áveces un artista de talento, y con frecuencia unexcelente grabador.

Al penetrar los sabios en las entrañas de latierra, escarbando en las cavernas llenas de osa-mentas, han hecho revivir á nuestros ojos gene-raciones de hombres que, armados de piedras yde sílex afiladas, se defendían de los osos, de loselefantes y de las fieras que entonces cubrían elsuelo de Europa. Gracias á estudios más comple-tos , se ha podido subdividir la edad de piedraen períodos sucesivos, y entre los hombres deestos tiempos geológicos se distinguen ya los dela edad del reno, que vivían en las cavernas y es-culpían, no sin arte, los huesos de animales quehabían muerto. Grababan además en ciertas ro-cas, y probablemente también en la madera.

En la gruta de la Magdalena, en Dordoña, haencontrado Mr. Lartet una placa de marfil dondese ve el grabado de un elefante fósil con encorva-dos colmillos y largos pelos. También ha encon-trado un cuerno de reno, donde hay esculpido unhombre, caballos y un pez. Hoy se encuentrancon profusión en las cavernas bien registradasgrabados de cabezas de morsa, de osos, y hastacaracteres simbólicos, de modo que á los primi-tivos cazadores de renos se les puede considerar,hasta cierto punto, como padres del grabado.

Viniendo á los tiempos históricos, todavía en-

(1) Plutarco Apophíh. Lacón., Agesüas, T7. Esta anécdota, referidapor J. M. Papillon, ta cita con el texto griego M. Ambrosio FermínDidot, Encyclopedie moderne (artículo tipografía).

N.°56 G. TISSANDIER.—HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO. 91contraremos en el extremo Oriente huellas cier-tas del grabado y de la tipografía, mucho antesdel siglo XIV. Desde la dinastía mongola de Yuen,es decir, desde el siglo XII, parece cosa ciertaque se publicaban periódicos impresos en China,y que era conocido el grabado en madera.

No insistiremos en los hechos relativos á lahistoria del grabado en la China, porque hansido durante largo tiempo ignorados en Europa;y sin detenernos en consideraciones acerca de re-motas épocas, que tienen con el asunto de quetratamos relaciones demasiado indirectas, atra-vesaremos los siglos para llegar á la que entrenosotros ha precedido al Renacimiento.

Al principio del siglo XV se había llegado á lamayor perfección en la miniatura y en la escritu-ra. Había entonces Biblias llenas de adornos, enlos cuales los colores se combinaban armónica-mente, y donde las pinturas, siempre elegantes,y á veces ingeniosas, encerraban el texto hábil-mente dibujado en pergamino. Se hacían tam-bién y en gran abundancia barajas, fruto de laexportación de Venecia y de Florencia, donde ha-bían sido llevadas por los griegos de Constanti-nopla mucho antes de la locura del rey Car-los VI (1). Estas barajas estaban pintadas conmucho talento sobre fondo de oro. No se escasea-ban ni los bordados, ni las riquezas de trajes enlas imágenes del rey, de la reina, de la sota y delas, que servía de enseña. Estos personajes teníanen la mano, según su categoría, cetros ó armasque se destacaban en plata sobre fondo de oro.Las figuras, de una ingenuidad encantadora, es-taban vestidas con trajes de colores, escarlata óazul. Pero las barajas, como los libros de devo-ción, eran privilegio exclusivo de los ricos, puessólo ellos podían pagar su alto precio.

iQuiénes fueron los primeros artistas que pro-curaron popularizar estos objetos, simplificandosu ejecución y despojándolos de sus brillantesriquezas? Se ignora. Pero es seguro que, por en-tonces, se extendieron entre la clase media y elpueblo imágenes de devoción y barajas hechascon un solo trazo negro y por un nuevo procedi-miento. Estas imágenes tenían, por regla general,aspecto rudo y grotesco y aveces bárbaro; pero ápesar de ello, merecen fijar nuestra atención, puesrepresentan el principio de la baratura en las co-sas relativas al espíritu. El grabado en maderaempezaba á vulgarizar el arte antes de dar naci-miento á la tipografía, que iba á vulgarizar laciencia.

Al grabado en madera deben, en efecto, las so-

(1) Las barajas, según üuchesne [Annuaire de la Societé de l'ffit-íoire de France, 1837), fueron importadas en Francia hacia fines delsigle XIV.

ciedades la invención de la imprenta; estas viñe-tas hechas en relieve sobre madera fueron al pocotiempo acompañadas de una leyenda que las ex-plicaba, y cuyas letras estaban talladas como elmismo dibujo. De esto á la idea de los caracteresmóviles no mediaba gran distancia, y Gutten-berg podía venir al mundo.

Llegamos, pues, á la parte principal de nues-tro asunto, y antes de fijar la fecha del empleoverdaderamente práctico del grabado xilográfico,multiplicado por medio de la impresión, para exa-minar los progresos que ha realizado hasta nues-tros días, diré que se conoce gran número de es-tampas parecidas á las barajas de que antes he-mos hablado; pero que el mayor número de ellasno tiene fecha, y, por tanto, no puede servir paradeterminar el año del nacimiento del grabado enmadera. El más antiguo grabado en madera quese ha conocido durante largo tiempo, era una es-tampa de San Cristóbal fechada an 1423.

Este grabado célebre es menos rudo que lascartas délas barajas, cuya ejecución, sin embargo,no es probablemente de tan lejana fecha. Sólo seconocen de él tres pruebas: la primera se conservaen el gabinete de estampas de la Biblioteca Na-cional de Paris, pero no es auténtica; la segundaestá en Inglaterra y proviene de la colección delor Spencer; la tercera en Alemania. Este monu-mento tipográfico es de gradísima importancia. Elasunto representa un episodio de la antigua le-yenda de San Cristóbal, que vivía en el siglo IIIde nuestra era, y que, antes de ser cristiano, antesde ser martirizado en Lycia, durante la persecu-ción de Decio, se llamaba Offerus.

Según la leyenda, después de haber servidoOfferus á un poderoso rey, que resultó ser el mis-mo Diablo, encontró un ermitaño que le aconsejóestablecerse cerca' de un torrente, para ayudar álos viajeros que tuvieran que atravesarlo. Así lohizo en efecto Offerus, y un dia oyó á un niño que lellamó tres veces por su nombre, y que le pidió queI-, llevase á la orilla opuesta del torrente. Offerusle tomó sobre sus hombros, y entró en el agua,pero apenas había puesto el pié en el torrente, selevantaron las aguas y corrieron con furia: almismo tiempo sintió Offerus que le pesaba el niñoextraordinariamente. Desarraigó un árbol paraque le sirviera de apoyo, y reunió todas susfuerzas. «Niño, exclamó, por qué eres tan pesado:me parece que llevo sobre mí el mundo.» No sólollevas el mundo, sino á quien ha hecho el mundo.Yo soy Cristo, tu Maestro y tu Dios. Y Cristo, ha-biéndose dado á conocer, bautizó á Offerus con elnombre de Cristóbal, que quiere decir, porta-cristo. El antiguo grabado representa este últimoepisodio de la leyenda.

REVISTA EUROPEA.*—24 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

El San Cristóbal de 1423 ha dejado de ser el mo-numento más antiguo del grabado en madera. En1841 se descubrió otra estampa pegada en un an-tiguo cofre que había en la ciudad de Malinas. Essuperior al San Cristóbal como composición ycomo finura de ejecución, y anterior á ella en cin-co años, pues tiene la fecha de 1418, claramentegrabada al pié del dibujo, que cuenta 46 centíme-metros de alto, por 26 de ancho.

Representa este grabado un jardín circular, ro-deado de una empalizada; y dentro de él á la Virgeny el niño Jesús, acompañados de cuatro santas,santa Catalina, santa Bárbara, santa Dorotea ysanta Margarita. En el cielo se ven ángeles y pá-jaros. El artista ha dibujado un conejo en el pri-mer término, cerca de la empalizada, y en la pri-mera traviesa de esta barrera se ve claramente enletras góticas la fecha de 1418 (1). El barón deReifíenberg compró esta estampa por 5C0 fran-cos, y ha enriquecido con ella el museo de Bru-selas.

¿Es este el primer grabado que se ejecutó? Evi-dentemente no. M. Delaborde ha demostrado quelos recursos de la impresión se utilizaron en 1406para la tirada de dos láminas, en las hojas de unmanuscrito de aquella época (2).

Sea de ello lo que quiera, es casi seguro que elorigen del grabado tipográfico está próximamenteen aquella época, y que á principios del siglo XV,probablemente hacia 1418, empezó á desarro-llarse el nuevo arte.

Añadiremos que también por entonces aparecendos procedimientos de grabado completamentedistintos en su forma de ejecución: el grabado enmetal, y el grabado en madera. No hay para quédecir que, en el primer caso, se graba en huecosobra la plancheta de metal los rasgos que debensalir en la prueba; y en el segundo, se talla por elcontrario en relieve, arrancando, con ayuda de lasherramientas, las partes donde la tinta de la im-presión no debe llegar. Pasando en silencio elgrabado en talla dulce y al aguafuerte, en el cualel ácido corroe el metal en las partes donde elpunzón ha quitado un barniz preservativo; noocupándome de los domas procedimientos que sedistingruen del grabado tipográfico en relieve, mefijaré eni los principales hechos relativos á la xilo-grafía, (en los diferentes países de Europa que sondignos de fijar nuestra atención. Italia, donde elgran siglo de los Médicis iba á elevar el nivel de lainteligencia en Europa, no ha desempeñado granpapel em la historia del grabado en madera: estearte apareció en ia patria del Dante al mismo

[1) Véase al Hagasin-Pittoresque, año 15, pág. 395.(2) Gazettede» Beaux-arlt, i." de Marzo de 1869.

tiempo que el grabado en metal, y fue adquiriendoimportancia trabajosamente, pues sólo a fines delsiglo XV se admiran los bellos grabados de Fran-cesco Columna, cuya segundad de ejecución esnotable, y algún tiempo después los que adornanlos sermones de Savonarola. Muchos grabadoresvinieron inmediatamente á reproducir las compo-siciones que Campagnola y Tiziano dibujaban porsí mismos. En dicha época se encuentra en Italiael origen del grabado en colores, que se hacía so-bre varias planchas por medio de tintas de coloresdiferentes y de impresiones sucesivas y super-puestas.

El grabado en madera en los Países Bajos tuvodesde su principio grandísima importancia. Enla ciudad de Harlem apareció por primera vez unlibro ilustrado con cincuenta y ocho grabadosxilográficos, y titulado: Speculum humana salva-tionis. Los alemanes han discutido con pasión elorigen de esta obra, que tuvo cuatro edicionessucesivas; pero sus ardientes polémicas no hanquitado á los Países Bajos la gloria que les perte-nece de haber descubierto los primeros modos deimpresión y de haber producido los primeros gra-bados en madera verdaderamente notables; por-que el San Cristóbal y las numerosas estampasanónimas de los primeros grabadores en maderano pueden considerarse como manifestación realdel arte y del talento.

Los primeros libros de estampas en los cualesel texto y las estampas están grabados en maderason rarísimos, y se citan los que han llegado hastanosotros. Conócese la Biblia de los pobres, brevecompendio, destinado á los predicadores dema-siado pobres para adquirir la Biblia entera; limí-tase á un texto bastante lacónico, adornado congrabados en madera que representan los princi-pales hechos del Antiguo y del Nuevo Testamento.Existan muchas ediciones xilográficas en latín yen alemán, y tienen de 40 á 50 hojas; las hay fe-chadas desde 1470 á 1472, y una es de 1475. Cítasetambién la Historia de San Juan Evangelista, dela cual Heinecken describe seis ediciones, y quecontiene 48 grabados. El arte de morir, sive de ten-tationibiis morientiim, hoy rarísimo. Se mencio-nan además algunos otros libros, de que no meocuparé en este momento.

La imprenta, como decía hace poco, encuentraun origen directo en estos libros, formados conplanchas xilográficas; las groseras cartas de ba-raja, las estampas con leyendas, las letras graba-das en madera, son las diferentes etapas que elgenio debía recorrer para concebir este arte in-comparable, tan grande, que todos los destinosde )a civilización del mundo están con él relacio-nados.

N.° 56 O. TISSAND1ER. HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO. 93

Después de haber visto aparecer las primerasediciones xilográficas, debemos citar al paso elprimer libro impreso por medio de caracteresmóviles y provisto de grabados en madera: es elque se intitula: Meditaciones de Turrecremata, im-preso en Roma por Ulrico Han, en 1467.

Si Alemania no tiene prioridad sobre los PaísesBajos respecto al grabado en madera, sería in-justo negarle el papel preponderante que ha des-empeñado durante largo tiempo en su historia.A mediados del siglo XV, hacia 1460, aparecenmuchos grabados de notables cualidades. Todo loque es anterior á esta época puede considerarsecomo una especie de estampería grosera, aprecia-ble sólo bajo el punto de vista histórico. Pflster,discípulo de G-uttenberg, es el primer artistaxilógrafo quien, habiendo fijado su residencia enBamberg, empezó á publicar cierto número deobras con estampas de verdadero mérito.

En ninguna época debían publicarse en paísalguno mayor número de estampas xilográficas,pero la abundancia se presenta con detrimentodel arte, y en la innumerable cantidad de los pri-mitivos grabados, correspondientes al siglo XV,nada encontramos digno de especial mención.

Poco más tarde se modifica este orden de cosas;Koburger hace ochenta y seis grabados de manomaestra para su Biblia, y aparece Miguel Wolge-mut y su discípulo Alberto Durero.

«A este gran artista, dice M. Didot refiriéndoseá Durero, que por todos medios procuraba llevarel arte del grabado á su perfección y extender susdominios, debe su trasformacion el grabado enmadera. Con él cesa de ser lineal... convirtiéndoseatrevidamente en rival de la talla dulce, y sus-tituyendo lo que le falta en finura por la energíadel efecto.»

Alberto Durero nació en Nuremberg en 1471,precisamente en la época en que el grabado xilo-gráfico empezaba á extenderse. Recorrió los Paí-ses Bajos, patria de los primeros grabadores, fueá Venecia, donde brillaban los precursores deTiziano; visitó á Viena y supo ganarse el afectodel gran rival de Luis XI y de Carlos VIII, el em-perador de Alemania Maximiliano I. Alberto Du-rero logró verdaderamente animar la madera conel aliento de su poderoso genio. El amor mater-nal brilla en sus imponentes figuras de vírgenes;el centelleo del entusiasmo en sus escenas triun-fales, y el terror en su Apocalipsis. Sus obras pro-ducen sucesivamente el espanto, la admiración ylos pensamientos melancólicos.

Murió Alberto Durero á la edad de cincuenta yocho años, y no sólo ha dejado obras maestras engrabado, sino también en platería, escultura yarquitectura. Alberto Durero no era sólo un

grande artista, sino también un gran ciudadano,de corazón enérgico y alma valiente. Murió, sinembargo, pobre é inválido, como lo prueba unaadmirable carta que escribió al fin de su carreraá los magistrados de Nuremberg, su ciudad natal.

«Hace diez y nueve años, dice el ilustre graba-dor, la señoría de Venecia me escribió que vinieraá vivir á esta ciudad, ofreciéndome doscientosducados por año. El ayuntamiento de Amberes,durante el corto tiempo que he permanecido enlos Países Bajos, me ofreció también trescientosflorines de Felipe cada año , añadiendo la dona-ción de una buena casa. En una como en otraciudad, todos mis trabajos hubiesen sido pagadosaparte. He rehusado todo esto por inclinación Ypor amor que tengo á vuestras señorías, pornuestra ciudad y por mi patria, prefiriendo viviren ella sencillamente á ser grande y poderoso enotras partes.»

Este es un verdadero retrato de Alberto Dure-ro. ¿Sabe el lector lo que pedía á los magistradosde Nuremberg? Que aceptasen en depósito milflorines, fruto de sus ahorros y de sus economías,dándole cincuenta florines de ínteres anual paraél y su mujer, que, según añade, «de dia en diaeran más viejos, débiles y achacosos.»

¡Magníficos sentimientos de humilde modestiay de noble orgullo, sublime y rara unión de ungran carácter y de un gran genio!

Según investigaciones recientes y notables,parece probado que, contra la opinión común,Alberto Durero no grababa por sí mismo suscomposiciones, y que una gran parte de las lá-minas que adornan sus obras, las ha grabadoJerónimo Rech. Sea de ello lo que quiera, la obraes inmortal. No pudiendo detenernos en estepunto, me limitaré á decir que el grabado enmadera, bajo el impulso de Alberto Durero y bajola protección del emperador Maximiliano, tomógrandísimo incremento. Vénse aparecer sucesi-vamente los Lúeas de Cranach, los Pflntzing, losSantiago Rupp, los Grün, los Waechtlein, losGraf, rica pléyade de grabadores ilustres quetrasmiten los secretos de su talento al célebreHans Lutzelburger, admirable intérprete de losdibujos de Holbein. Este artista hace los gra-bados de la Danza de los muertos, que apareceen 1538, y da á luz incomparables estampas queserán siempre monumentos de xilografía.

Hemos recorrido Italia, los Países Bajos yAlemania: poco hablaremos de Francia, porqueson escasos los títulos que puede presentar en loque concierne á loa orígenes del grabado en ma-dera. Los primeros libros ilustrados con graba-dos, aparecen en Lion en 1480 (Román de Fiera-brás), y en 1491, con la Mer des histoires. Poco

94 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

después, en el siglo XVI, se eleva Francia alrango de las otras naciones: el grabado gozatambién de su renacimiento, notándose en él lainfluencia que ejercen en las artes los Juan Gou-jon, los Germán Pilón, Los Filiberto Delorme ylos Pedro Lescot, los Juan Cousin y los Clouet.Geoffroy Tory, de Burges, produjo grabados queenvidiarían los más grandes artistas de Ale-mania.

Después de este período brillante llega la horade la decadencia.

A fines del siglo XVI, el arte del grabado enmadera, que tan famosos había hecho á AlbertoDurero y á sus contemporáneos, empieza á serabandonado en toda Europa; el grabado en cobretoma una extensión considerable y reina en abso-luto durante dos siglos consecutivos. Los graba-dores de talento desaparecen, y las impresionesdefectuosas desacreditan la xilografía. Los librosno están ya adornados con viñetas grabadas enmadera, y buscan en la talla dulce sus ilustracio-nes. Los últimos grabados en madera, dignos dela atención de los aficionados, datan de 1714, y sedeben al grabador Porzelius, que los ejecuta enNuremberg, conforme á los dibujos de Sandrart,pintor y biógrafo, á quien se deben estimablesobras. Pero el grabado cambia aquí ya de carác-ter, no tiene igual vigor y se acerca mucho algrabado en talla dulce. Los últimos ensayos delgrabado en madera en Francia se encuentran enla Biblia de Juan Leclerc, donde los dibujos deJuan Cusin están tallados de un modo defectuoso.Inútilmente procura Papillon más tarde regene-rar el grabado en madera, sus ensayos incom-pletos no pudieron reanimar un arte que casihabía desaparecido y que no debía renacer hastaépoca moderna.

No abandonaremos, sin embargo, su historiasin fijar la atención en algunos fac-símiles de gra-bados que nos dan idea de cómo trabajaban losantiguos artistas. En este caso se encuentra elantiquísimo grabado alemán que asciende á 1450próximamente, representando unos monos co-giendo fruta en un árbol, y á los cuales contem-pla un grave personaje. Proviene este grabado deuna obra xilográfica, titulada Líber similitudinis,que, siegun Heinecken, es una de las primerasque se publicaron con viñetas en madera. Estelibro contiene ciento un grabados análogos al quealudirnos.

Como prueba de grabados italianos, puede ci-tarse el Cristo inserto en el raro libro, tituladoOpúsculos, de Joannis Philippi de Ligaamine, pu-blicado en Boma en 1481. En esta obra hay vein-tiocho grabados tipográficos, pero se cree ciertoque hayan sido hechos en cobre en relieve por un

procedimiento especial y que sean anteriores á lafecha del libro.

Las viñetas de la Danza de los muertos, de Hol-bein, demuestran lo que se había elevado el arteá principios del siglo XVI.

Con el título de Simulacros de la muerte, cuyaprimera edición data de 1538, desarrolla Holbeinla idea de las diversas condiciones humanas alllegar la muerte.

La imaginación de Holbein es como un espejoque recibe las impresiones de los objetos y lastrasforma al reflejarlas. Su obra, notable bajo elpunto de vista del grabado, no lo es menos en loque concierne á la composición, en la que se ad-vierte sátira mordaz y profunda filosofía (1).

Hasta aquí, el grabado en madera ha servidopara adorno de obras literarias. En 1545 se intro-duce en el libro de ciencia, del cual ha de serútil y precioso auxiliar. En el Tratado de anato-mía de Vésale, impreso en Basilea por Oporin, seven bellos grabados en madera representando de-talles anatómicos del cuerpo humano, y que porprimera vez forman como el complemento de unaobra de estudio. La fecha de la aparición de estaobra señala un progreso importante.

Poco más tarde se publicó otro libro interesan-te, porque puede considerarse como una de lasprimeras obras de vulgarización de ciencia. Refié-rome ál Libro de los prodigios de Lycosthenes, pu-blicado en Basilea en 1557. El verdadero nombrede su autor es Conrado Wolffhart, y en este libroreunió todos los documentos meteorológicos ycósmicos de su época, todos los prodigios de sutiempo, acompañando el texto con viñetas enmadera de una candidez inimitable. Uno de estosgrabados representa una lluvia de langosta, otrouna escena de inundación, otro un derrumba-miento de rocas, bajo las cuales quedan sepulta-dos algunos desgraciados: las hay sobre todaclase de asuntos, como ejércitos que aparecen enel cielo y que recuerdan el espejismo; lluvias depiedra, monstruosidades de aquella época, etc.

Dado el impulso, se publicaron profusamentelos libros ilustrados durante todo el siglo XVI enParis, en Lyon, en la Europa entera; pero detene-mos aquí nuestra enumeración para examinar elmodo de hacer los grabados en madera en estaprimera época de la historia xilográfica.

(1) Los grabados déla obra de Helbein son de pequeño tamaño: pro-

yectados por medio de la luz oxídrica, los personajes que figuran agru-

pados en ellos se aumentan hasta llegar al tamaño natural. A pesar de

este enorme aumento, las figuras son imponentes y de admirable pureza

de dibujo. El aumentar el tamaño es un recurso nuevo para apreciar los

grabados de pequeñas dimensiones, amplificándolos por la proyección de

su fuc-sfmile fotográfico. Los defectos de dibujo, con frecuencia poco vi-

sibles en un pequeño grabado, aparecen al engrandecerlo. Pocos graba-

dos son los que soportan esta prueba tan bien como los de Holbein.

N.° 56 fi. T1SSANDIER. HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO 95

Todos los grabados antiguos se distinguen,bajo el punto de vista material de su ejecución,por un carácter especial que debo describir. Em-pleaban entonces para hacer las estampas made-ra de peral cortada al hilo en el sentido longitu-dinal, como una plancha. El grabado lo hacíancon una herramienta cortante, parecida á un cor-taplumas que el grabador manejaba á manera deuna pluma. Reproducían el fac-símile del dibujodel maestro que éste trazaba sobre la maderafigurando con líneas cruzadas cada uno de los ras-gos que el tallista ó grabador de la estampa debíalimitarse á seguir. El trabajo consistía en separarlos dos lados del trazo con la especie de cortaplu-mas, dejando escrupulosamente el grueso que lehabía dado el dibujante y en arrancar de entre lostrazos, con ayuda de un punzón especial, los pe-dacitos de la madera cortados ya con el cortaplu-mas. Resulta, pues, en relieve el trazo, y el restodel trabajo se limitaba á ahondar los huecos y laspartes de la madera exteriores al dibujo. El obje-to del grabador era, por tanto, la reproducciónabsoluta de la obra del maestro, y el grabado hu-biera dado de sí el mismo dibujo si el grabador sehubiera atenido escrupulosamente á las reglas desu arte, y si los recursos de la impresión hubie-ran sido siempre apropiados á la reproducción porla tirada de la huella fiel del grabado.

El trabajo del grabador en madera necesitabanotable destreza. Era preciso grande habilidadpara ejecutar las tallas, para cercar las partesde la madera que después se quitaban de entrelos trazos cruzados por el dibujante; se necesitabano estropear el cruzamiento de los trazos; y unamano segura para arrancar los pedacitos de ma-dera que había entre ellos. Muchas veces encon-traba el grabador la fibra de madera que tendía ádesviar la herramienta y tenía que proceder conlentitud, con circunspección, viéndose precisadoá fijar de continuo la atención en su trabajo.

Hoy no se hacen los grabados en madera deperal cortada al hilo, sino en tablas de boj, cor-tado en secciones perpendiculares á la direccióndel tronco y de la altura de los caracteres de im-prenta. El dibujante puede hacer sus dibujos conlápiz, con difumino, con tinta de china, dejandoal grabador el cuidado de interpetrar su obra yde reproducir los efectos, no por medio de unfac-símile escrupuloso de los rasgos, sino con untrabajo que realiza por su propia iniciativa.

El boj cortado en redondo necesita un trabajodistinto del que exigía el peral cortado al hilo.En vez de la punta de cortaplumas, el grabadoren madera emplea el buril, como el grabador entalla dulce, y varias herramientas de acero dediferentes gruesos que le permiten trazar surcos

de variable espesor. Graba en la madera comosi grabara en talla dulce sobre el metal, pero enrealidad opera de un modo distinto, puesto quedeja en relieve las partes que en el metal hubieraahuecado. En el boj la precisión es mucho másgrande y la rapidez de la ejecución más consi-derable.

Pero el grabado moderno exige mucho mástalento que el antiguo. El grabador debe disponery combinar sus tallas para interpretar el senti-miento del dibujante y hacer los efectos de suobra; de modo que al grabador moderno no le essuficiente ser hábil artesano, sino que necesitatambién alma de artista.

Vistos los procedimientos del grabado moder-no en madera y en lo que se distingue del graba-do xilográfico de los siglos XV y XVI, veamoscómo han aparecido estos nuevos procedimientosen una época próxima á nuestros dias. Examine-mos los principales hechos de este renacimiento.

A Inglaterra corresponde el honor de haberhecho revivir el grabado en madera en los tiemposmoderaos. En 1771 la Sociedad Real de Londresofreció un premio al mejor grabado ejecutado enmadera. Cuatro años después un grabador, llama-do Tomás Bewick, se presentó con un grabadoen boj cortado en redondo y se le concedió porunanimidad la recompensa de la gran sociedadsabia. No debe olvidarse el nombre de TomásBewick, puesto que ha reanimado un gran arte, yhasta 1828, año de su muerte, no dejó de hacersenotar por la ejecución de notables grabados, cuyaestampación hacía el célebre impresor Bulmer.Los grabados en madera de Bewick aparecieronprimero en una edición de las obras de Golds-mith en 1791. Los que publicó en 1809 en la His-tory of Bristish birds tuvieron el privilegio dellaman grandemente la atención. Los grabadosde las Selectfables de 1784 se citan aún por losxilógrafos como producciones de extraordinariomérito.

Gracias al impulso dado por Bewick, graciasal grabador Jackson que le sucedió al poco tiem-po, pronto apareció el progreso por todas partesá la vez. A fines del último siglo Prusia siguió áInglaterra, y conociendo la necesidad de animarel desarrollo del grabado en madera, para de-volverle su antiguo esplendor, fundó una cátedrade enseñanza de este arte, por largo tiempo des-cuidado, cátedra que ilustraron Unger, padre óhijo, y más tarde Gubitz, especialmente el último,que acompañaba sus lecciones con ejemplos prác-ticos, alcanzando el aplauso de los tipógrafos porla reproducción de verdaderas obras maestras.También quiso Francia tomar parte en este rena-cimiento del arte sin trabas. La sociedad de

96 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE MARZO DE 4 8 7 5 . N.° 56

Emulación ofreció en 1805 un premio de 8.000francos a los trabajos más importantes del gra-bado en madera. Los notables grabados que aca-bamos de mencionar, hechos en el extranjero,ocasionaron esta determinación de la sociedad,convencida de los grandes resultados que debíanproducir los progresos del grabado, favoreciendola ilustración de los libros y el desarrollo de lainstrucción. Pero se habían perdido entre nos-otros las antiguas tradiciones, y sólo se presentóun concurrente que no alcanzó el premio, á pesarde carecer de rivales, porque sus grabados enrelieve estaban hechos, no en madera, sino enpiedra y por medio de procedimientos químicos.

Si Francia no ha tenido un puesto de primerorden en los desarrollos del grabado á principiode nuestro siglo, cuenta, sin embargo, algunosartistas eminentes, que hubieran sabido hacersecélebres en el caso de que las circunstancias hu-biesen favorecido el desarrollo de su talento. Eneste caso se encuentra P. F. Godard, nacido enAlenzon el 21 de Enero de 1768. Empezó á traba-jar en el taller de encuademación de su padre, yal poco tiempo, la vista de los antiguos grabadosle hizo descubrir nuevos horizontes. Queriendoreproducir las bellas estampas de pasados tiem-pos, trabajó durante la noche, ejercitándose sincesar en el dibujo y en el grabado. Pero llegó 1792;las necesidades de la guerra exigieron su alista-miento en el ejército de la República. Enviadoá la Vendée, cae prisionero en Machecoul, perofiel á su vocación, lleva en el morral sus herra-mientas y sus libros, y á pesar de su vida aven-turera, no cesa de trabajar en el grabado. Elintrépido artesano vuelve, por fin, á su ciudadnatal y se dedica allí á la profesión que tantoamaba. Las obras de este artista son numerosas,puesi dibujó y grabó más de ocho mil estam-pas (1). Entre los primeros que en Francia hicie-ron adelantar el grabado en madera, deben tam-bién citarse Breviere, Hebert y Porret.

Mientras esto sucedía en Francia, tomaba laxilografía en Londres extraordinario desarrollo.Un hombre de gran mérito, un impresor ilustre,Wittingham, se rodeó de una falange de graba-dores en madera, los Nesbit, los Branston, losWri ght, los Tompson, y publicó muchos librosilusftrados con encantadoras viñetas, que tuvie-ron grandísimo éxito. Siguieron este ejemplootroDS impresores ingleses, y de las prensas de laGram Bretaña salieron magníficas ediciones.

\í) Las principales obras ¡lastradas por P. F. Godard son: las Fdbletde Lafonlaine, publicadas en Alenzon en el año IX; una serie deanimales para una edición de Buffon, un telémaco, etc. P. F. Godardmurió en 1838. Su hijo ha hecho para el Magasin Pittoretque una seriede grtabadosen madera muy notables.

Francia adquirió pronto el rango que le corres-pondía, gracias á Fermín Didot, que en 1810 pi-dió grabados en madera al mencionado profesorGubitz, de Berlín. También, á instancias de M. Di-dot, el grabador Tompson, el menor, abandonó áLondres y se estableció en Paris. Creóse en estacapital una escuela de grabadores franceses enmadera, y al poco tiempo se publicaron obrascon viñetas notables.

Una creación de nuevo carácter debía dar alarte del grabado en madera un impulso conside-rable. Nos referimos al Magasin Pittoresque, fun-dado en 1833 por M. Eduardo Charton, que haunido su nombre, no sólo á la historia de la libre-ría francesa, sino también á la vulgarización decuanto es instructivo, útil y saludable en las no-ciones del arte ó de la ciencia.

El público arrebataba los números del Magasin,donde la belleza y variedad de los grabados aña-dían nuevo encanto á las descripciones y narra-ciones.

Imprimía este semanario uno de sus fundado-res, M. Lachevardiere, y hacían los grabados losseñores Best, Andrew y Leloir, el primero de loscuales ha continuado trabajando para esta publi-cación, vasta enciclopedia popular, donde puedenseguirse los progresos del grabado, desde las gro-seras pruebas del principio, hasta las más deli-cadas y finas producciones del arte contempo-ráneo.

Otros periódicos ilustrados con grabados enmadera aparecieron después. El Musée des Fami-lles y V'Illustration siguieron las huellas del Ma-gasin Pittoresque. M. Curmer publicó en 1837 Paulet Virginie, señalando con esta edición una fechaen la historia del grabado tipográfico. Las gran-des casas editoriales francesas esparcieron enseguida por todo el mundo bellísimos ejemplaresde impresiones y de grabados, probando así quenuestro país, aunque esté momentáneamenteabatido, sabe recobrar el puesto que le corres-ponde en el mundo del arte y de la inteligencia.

He dicho antes que los primeros grabados enmadera hechos en Francia eran groseros y care-cían de finura. Esto se advierte sobre todo en elMagasin Pittoresque, que desde su aparición im-primió gran número de ejemplares; pero se pro-curaba de intento no hacer el grabado demasiadofino, porque se advirtió pronto que en las largastiradas la tinta de imprimir empastaba los perfi-les y las líneas.

La madera podría servir para largas tiradas,si, á pesar de su dureza, no fuese sustancia bas-tante porosa. Las primeras pruebas son buenas,pero las siguientes llegan á ser pronto defectuo-sas. La tinta de impresión, penetrando en la ma-

N.° 56 G. TISSAND1ER. HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO. 97

dera, la engrasa, y, para obtener buen resultado,es preciso tirar, no sobre la madera, sino sobreun clisé sacado del grabado.

Los clisés de los grabados se obtenían á prin-cipios del siglo del modo siguiente. Cubríase lamadera con un barniz de espíritu de vino, y des-pués de dejarlo secar, se humedecía la maderacon aceite y se sacaba un molde en yeso. Estemolde negativo en yeso se secaba en una estufa;se le colocaba en una armadura de hierro, suspen-dida de una grúa móvil, y todo ello se sumergíaen una cubeta, donde estaba en fusión el metalde que se forman los caracteres de imprenta, quees una aleación de plomo y antimonio. La huellaobtenida no fue nunca muy fina, pues al principioera preciso interponer entre el yeso y la maderauna capa de barniz y de aceite; el grabado debiaresultar por tanto algo grosero.

A poco de usarse este procedimiento, inventóM. Michel uno nuevo, llamado clisaje al betún. Delargo tiempo atrás se reproducían en Italia losantiguos camafeos del modo siguiente: se sacabauna huella negativa en arcilla ó tierra gredosa; elmolde obtenido se llenaba de cimento de fontane-ros, que, al endurecerse, reproducía con fideli-dad el aspecto del primitivo grabado. M. Michelaplicó este sistema á la reproducción del grabadoen madera, cuya huella sacaba, de igual modo,en tierra arcillosa para obtener un molde positivocon el cimento, que, no sé por qué, llamaba be-tún. La tirada se hacía sobre el cimento montadosobre un piso de metal de imprenta, al cual sefijaba en frió por medio de una amalgama de mer-curio y de la aleación de Darcet. El clisó de ci-mento daba buenos resultados; pero tenía un gra-ve inconveniente, cual era no poder ser lavadocuando se ensuciaba, porque la potasa hubieraproducido alteraciones profundas.

También se ha usado para el clisaje de graba-dos el método al papel, que se ejecuta sacando lahuella de las viñetas por medio de un cartónblando formado con papel, engrudo y tierra blan-ca. Para esto es preciso recurrir á una serie deprecauciones delicadas y minuciosas, que no de-tallaremos ahora. La pasta ojian obtenido se co-loca sobre el grabado espolvoreado de talco, se lagolpea ligeramente para que produzca la huella yse la pone después en una prensa. A las seis horasla matriz está seca y sacada la huella. Colocadoel cartón donde está la huella en un aparato paramoldear, y vertiendo sobre él metal de imprentalíquido, se obtiene un clisé ó molde positivo.

Pero estos resultados no valían ni con mucholos que se han conseguido después por medio dela galvanoplastia, de que vamos á dar algunos de-talles.

TOMO I V .

Es un hecho notable en la histotia de la cien-cia ó de las artes que de ella se derivan, que losdescubrimientos realizados en vista de ciertosresultados, se apartan de ellos súbitamente paraconducir al inventor, lejos de su objeto, hacia re-sultados que no esperaba, pero que no son menosútiles y fecundos. La historia de la galvanoplastiaofrece notable ejemplo de ello.

Cuando Volta aportó en 1800 al mundo cien-tífico la pila eléctrica, admirable conquista delgenio del hombre y una de las más grandes quehasta el dia se le deben, se tuvo el presenti-miento de las maravillas que iba áproducir aquelaparato de tan sencillo y humilde aspecto. Advir-tióse que en él estaba la fuente de esas corrienteseléctricas que, sin cesar, ponen en contacto á to-dos los pueblos de la tierra; reconocióse que elquímico tenía en sus manos un nuevo instru-mento de análisis , descomponiendo los álcalis, yse vio con admiración salir de sus polos la luzeléctrica. El arte de la galvanoplastia con que ibaá dotar á la industria y á la tipografía, no es in-digno de figurar al lado de las precedentes rique-zas que se le deben.

El físico Daniell fue el primero que reconocióen la pila que estudiaba la formación de la cor-riente eléctrica bajo la acción de reacciones quí-micas determinadas por el zinc, en contacto con elagua mezclada con ácido sulfúrico, ocasionandouna precipitación del cobre procedente del sulfatode este metal en contacto con el polo negativo.La Rive hizo igual observación; pero al físicoruso .Tacobi corresponde la gloria de haber fijadolas bases de la galvanoplastia, cuyos primeros re-sultados dio á conocer en 1838.

La galvanoplastia ha venido á ser el corona-miento del edificio del grabado tipográfico. Elclisaje galvánico ha tomado hoy una extensiónconsiderable, y no sólo presta sus servicios á lalibrería, sino que permite multiplicar las plan-chas que sirven para formar el fondo de las ac-ciones de caminos de hierro, cuya tirada es demuchos centenares de miles de ejemplares, y pro-porciona además preciosos recursos á gran nú-mero de industrias.

Para realizar el clisaje galvánico de las maderasgrabadas, se empieza por sacar una huella en gu-ta-percha ó en cera. Esta última sustancia da, enefecto, mejores resultados, porque la guta-perchageneralmente se encoge; se lava la madera concuidado; se aplica por el lado del grabado unacapa de cera, echada caliente todavía en un recep-táculo de metal y que se deja enfriar casi por com-pleto. Para que la madera y sus tallas se incrus-ten, perfectamente en la materia blanda, se lacomprime con ésta en una prensa hidráulica ó en

98 REVISTA EUROPEA. %\ DE MARZO DE ' 1 8 7 5 . N.° 56

una prensa americana, que en las maderas degrandes dimensiones debe producir una presiónequivalente á un peso de 100.000 kilogramos.Hecha esta primera operación, so separa la ma-dera de la sustancia donde están fielmente repro-ducidos todos los detalles, y se obtiene así unaprueba negativa de perfecta limpieza. Se cubrecon plombagina el molde en cera, espolvoreán-dole por medio de un fuelle especial, y se le co-loca en un baño galvanoplástico, donde el cobrereducido se deposita en la superficie, para realrzar un nuevo moldaje de extraordinaria finura, yreproducir de un modo absoluto el trabajo que elgrabador ha ejecutado en la madera. Esta opera-ción da depósito ó precipitación metálica debe serlenta, y generalmente necesita el concurso de untiempo que varía entre 18 y 24 horas. La planchade cobre precipitada ó depositada por la electri-cidad se separa fácilmente del molde. Colocadaen un aparato de hierro donde está sujeta, seecha sobre ella metal de imprenta fundido que,al enfriarse, se adhiere á la plancha con extraor-dinaria energía. El cobre galvánico tiene, enefecto, propiedades especiales; es muy maleable;se une fácilmente al metal fundido que sobre élse vierte, mucho mejor que lo haría, si se ob-tuviera por otro procedimiento. Cuando el metalde imprenta ó sea la aleación del plomo y delantimonio vertidos sobre la plancha, se solidificapor el enfriamiento, se la recorta alrededor delclisé, se le separa, se le cepilla y se le montasobre un pié de madera ó de metal. El montajeen metal casi no se emplea hoy; el que se hacesobre madera es muy sólido, cuando se ejecutaen buenas condiciones. Se necesitan cuarenta yooho horas, para obtener el clisé de una maderagrabada; pero en casos apremiantes, no es im-posible, activando la acción galvanoplástica, ob-tener un clisé en tres ó cuatro horas. Gracias áeste notable procedimiento, que facilita la im-presión y permite una tirada considerable, envez de cansarse, alterarse ó destruirse el tiposalido de las manos del grabador, es eterno, yla multiplicación oel grabado tipográfico inde-finida.

Nada debo añadir á la historia del grabado enmadera, pero existen otros modos de grabado ti-pográfico en relieve, á los que pasaré rápidamenterevista.

El grabado en madera produce admirables resul-tados,, pero cuesta muy caro, y es natural que losinvestigadores procuren reemplazarlo por otrosprocetdimientos más económicos. Las tentativasque kan hecho hasta ahora no han tenido éxitocomplleto, pero algunas de ellas han proporciona-do á lia tipografía curiosos métodos que pueden

emplearse con ventaja en las publicaciones bara-tas, donde no se procura la belleza de la impresiónni la finura del grabado.

Debemos colocar en primer lugar entre estosmétodos el procedimiento Gillot, que consiste endibujar en piedra, valiéndose de una tinta de re-portar, ó en dibujar sobre papel autográflco, quereporta á la piedra, lo cual produce los mismosresultados. Ejecutado el dibujo y reportado á lapiedra, se saca una prueba en papel de China en-colado, que se humedece é imprime en una plan-cha de zinc perfectamente plana. Quitado el pa-pel, las líneas del dibujo se encuentran traslada-das al metal. Se retinta el zinc en la formaordinaria y se le corroe ó muerde, sumergiéndoleen un baño de ácido nítrico y agua. Cuando elzinc está ligeramente mordido, se le retintade nuevo, operando otra mordedura con el áci-do, y así alternativamente. Las partes de laplancha que la tinta ha protegido quedan en re-lieve, y las otras son ahuecadas por el ácido quedisuelve el metal. Este procedimiento muy prác-tico presenta un inconveniente: el retintado suce-sivo engrasa las líneas; pero con frecuencia da no-tables resultados, como lo prueban hoy algunostrabajadores especiales que han adquirido en estemodo degrabado químico mucha habilidad. Cuan-do se graba la piedra en vez de dibujar en ella,las pruebas obtenidas son mucho más finas; losmapas geográficos hechos en relieve por mediodel grabado químico, dan buenos clisés, cuandohan sido grabados en piedra.

M. Coblence imaginó otro procedimiento degrabado tipográfico , que, aunque abandonadohoy, debe mencionarse. El dibujo se reporta áuna plancha de zinc pulimentada, á la cual se lepone tinta y se la ataca ligeramente por mediodel ácido. Se quita después la tinta y ss barnizala plancha. Hecho esto, se descubre el dibujo,cuyas líneas han quedado en relieve por la mor-dedura del ácido, frotando la superficie barnizadacon carbón de planeadores; se cobriza el dibujo enun baño químico, y se quita después el barnizque protegía los blancos, quedando al dibujo co-brizado, y los blancos ó claros en zinc se lesahueca por medio de una nueva mordedura en elagua con ácido sulfúrico que ataca al zinc y no alcobre. De este modo se obtiene un dibujo tipo-gráfico, al que puede darse tinta con rodillo, yque produce en la impresión pruebas limpias ydelicadas; pero desgraciadamente la operación eslenta y costosa.

Casi lo mismo sucede con el procedimiento degrabado de los señores Wiesner y Levy, discípu-los de 11. Best, que han producido planchas decobre en relieve. El método de estos operadores

N.° 56 G. TISSANDIER. HISTORIA DEL GRABADO TIPOGRÁFICO. 99

es eostoso; pero los resultados que produce sontan notables y bellos, que superan en calidad álos grabados xilográficos inás finos. El dibujo seejecuta con una punta que descubre el metal so-bre una plancha de cobre planeada y cubierta debarniz de grabado. Se hace morder ligeramentela plancha por el ácido y después se quita el bar-niz, apareciendo el dibujo apenas abierto en laplancha. Se somete ésta al dorado por medio dela pila, se la frota después con carbón de pla-neadores, que quita el oro en las partes blancas óclaros, y deja el metal precioso en los surcos queel ácido ha ahuecado, por donde pasó primitiva-mente el punzón. La plancha es entonces mordidade nuevo, corroyéndola el ácido en todas las par-tes donde no la protege el oro, es decir, en todoslos blancos del dibujo, cuyas lineas resultan enrelieve. Los grabados obtenidos por el método delos señores Wiesner y Levy se emplean con fre-cuencia en ediciones de lujo y sirven tambiénpara la ejecución de planchas destinadas al fondode acciones de caminos de hierro ó de otras com-pañías. Desde hace muchos años goza gran repu-tación por su habilidad en este método de gra-bador M. Salle.

Debemos también hablar de otro procedimientode grabado en cobre, en relieve, inventado ha-cia 1825 en la imprenta de M. Garre en Toul. Seopera en él á la inversa del grabado en agua fuer-te. Barnizada la plancha de cobre, el grabador,valiéndose de un punzón, cerca por todos lados latalla que debe resultar en negro; después muerdela plancha por medio del ácido nítrico, cuidandode'recubrir sucesivamente de barniz las partesque deben ser menos atacadas, tales como losprimeros planos ó los negros del dibujo. Cuandola plancha está bastante mordida se la desbarnizay se le hacen cuidadosamente los últimos reto-ques con buril.

Este método de grabado ha proporcionado muybuenas planchas al Magasin Pittoresque, al Museédes FamiUes, al Jardín des Plantes Musiré, etc.,desde 1832 á 1850. Eatre los mejores grabadoresen cobre, en relieve, mencionaremos á los señoresBest Wiesner y Tilly, padre de uno de nuestrosartistas contemporáneos, conocido por sus nume-rosas y bellas obras de grabado en madera. Esteprocedimiento de grabado en cobre desapareció aladvenimiento del crisaje galvánico.

Varios operadores, y principalmente M. Dupla,han ensayado con frecuencia hacer el grabado alácido sobre piedra, dibujando en ésta con plu-ma mojada en una tinta que proteje el cabonatode cal de la acción del líquido corrosivo. Estemétodo ha producido buenos grabados y es dignode que lo practiquen hábiles trabajadores.

¿Existen otros métodos de grabado tipográfico?Indudablemente, pero no pretendemos describir-los todos. Nada decimos deliberadamente del he-liograbado, acerca del cual hemos hablado conextensión el pasado año (1). Numerosas son lastentativas, y las hay notables, sino por el resul-tado, por la originalidad. Hace algunos añosexplotó Mr. Ulm, con el nombre de grafolipia unsistema de grabado, cuya propiedad pertenecíaá M. Picot de Boisfeillet, y que, bajo el punto devista de la originalidad, merece el primer puesto.Extendíase sobre la plancha de zinc una capa deyeso; el dibujante ejecutaba n dibujo sobre yesocon una pluma mojada en tinta especial, conte-niendo una sustancia que endurecía el yeso, yque probablemente era silicato de sodio. Seco eldibujo, se le frotaba con un cepillo, quitando elyeso de las partes correspondientes á los blan-cos del dibujo y sin perjudicar los trazos endure-cidos; éstos resultaban, pues, en relieve, y la plan-cha obtenida se trasformaba en grabado tipográ-fico. Los trazos del grabado son groseros, pero elmétodo, verdaderamente original, es susceptible dealgunos adelantos. Por este procedimiento se hanhecho grabados para las obras publicadas hacealgunos años por Mr. J. B. Bailliere. Este métodode grabar es muy rápido y económico.

Aquí termino la breve historia de los hechosmás notables y de las mayores perfecciones obte-nidas en el grabado, desde la humilde cartade baraja del siglo XV hasta las obras maestrasdel grabado contemporáneo.

Como ha dicho el autor del Ditionnaire philoso~phique, «la historia de las artes puede ser !a másútil de las historias, cuando se une al conoci-miento de la invención la descripción de su me-canismo.» La continuación de los hechos que sedesarrollan en la sucesión del tiempo; la vista deltrabajo y de la perseverancia exigida para produ-cirse, presentan siempre al espíritu ejemplos sa-ludables y fecundas enseñanzas. ¡Cuántos esfuer-zos se han tenido que acumular durante siglospara edificar ese imponente monumento de la ti-pografía moderna á que ha servido el grabado demagnifica coronación!

En adelante, el libro de ciencia, que esparce enel mundo las sanas nociones y las grandes verda-des, brillará con nueva luz. El grabado que hablaá los ojos, añadiendo claridad, lo hace inteligible,agradable y atractivo. Se le busca, se le ojea; lacuriosidad se despierta á la vista del dibujo que loanima, que lo hace leer y comprender: el gustodel estudio se desarrolla y los beneficios de la ins-

(1) Véase la KEVISTA EUROPEA, tomo 1> página 463, articulo £/

100 REVISTA EUROPEA. §11 DE MABZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

truccion se propagan. La astronomía, la física, laquímica, todas las ciencias y todas las artes hanrecibido con el grabado tipográfico vigoroso im-pulso. Su terreno sfe ensancha por todas partes,descubriéndose á lo lejas vastos horizontes.

GASTÓN TISSANDIER.

(Jownal de l'imprimene.)

EL AUTOR DEL DIES IKM.

En el pueblecillo de Assise, á la sombra de losApeninos , donde el Tiber se encuentra con elA rao, se eleva sobre la Collis Paradisi la iglesiade San Francisco, el caballero del Crucificado(Eques Criieifixi). Cuando cesa el viajero de con-templar las figuras de Giotto representando laPobreza, la Castidad y la Obediencia, esas aman-tes de los caballeros de Cristo, desciende por unaescalera á una capilla abierta en la roca. Allí,bajo el altar, descansan, según la tradición, loshuesos del hijo de Pedro Bernardini, cuya apari-ción en este bajo mundo fue como la estrella dela mañana atravesando las nubes.

En los primeros años del siglo XIII estaban re-unidos un dia algunos monjes en la iglesia deNuestra Señora de los Angeles, más conocida des-pués con el nombre de Portiuncula. Les habíaconvocado allí un hombre, que parecía ser lite-ralmente un mensajaro del cielo. «¡Ah, cuan ma-ravillosa era su belleza! |Cuán brillante su esplen-dor,» escribe tres años después de su muerte subiógrafo Tomás de Celano. Quien había inspiradotan extraordinario entusiasmo era el predicadorFrancisco. Cuando estaba allí, de pié, en medio desus discípulos, vestido con su sarga gris, con sucogulla en forma de cruz, diciendo con toda senci-llez, pero con la elocuencia que sólo da una con-vicción profunda, que hay un sentido definido enlas palabras de su Divino Maestro, y que es pre-ciso interpretarlas en su sentido literal; cuandoañadía que el ideal no esta demasiado por encimade ellos para que llegaran á alcanzarlo, sino quees una parte integrante de la realidad; cuando lesinvitaba á no separarse del mundo y á vivir comocampeones cristianos, combatiendo por su sobera-no celeste; cuando, finalmente, expresaba su firmeconfianza en que el corto número de sus oyentesllegaría á ser algún dia gran multitud, ¿quiénpodría negarse á creer que su pálido semblantese iluminaba con un reflejo de los astros del cieloy parecía á sus discípulos el rostro de un ángel?

Quien lea los anales del siglo XIII, experi-menta un sentimiento de alivio al penetrar en los

muros del primer santuario franciscano, comoel que se siente al pasar de la luz de un sol des-lumbrador á la luz tenue del crepúsculo. Fuera deestos asilos sólo se ve una sucesión de combatesy de tumultos. La guerra devasta la más bellaregión de Italia, y eeta guerra es la lucha del po-der imperial y de la supremacía pontificia, repre-sentada la una por Federico II, y la otra porGregorio IX y sus sucesores; lucha en la cual losgüelfos y los gibelinos mezclan sus querellas. Losdesgraciados albigenses son ensangrentados már-tires de su herejía. ¿Cómo admirarse de que laherejía de los simples subditos sea entregada porRoma al brazo secular, cuando el mismo Federi-co, excomulgado en su trono, es solemnementedepuesto por un Concilio? Pero éste continúa rei -nando á pesar del Vaticano, y puede asegurarseque, en cierto modo, sólo es vencido por la muerte.Las perturbaciones continuaron durante el largointeregno que siguió á la muerte del emperadorhasta el último año del siglo, que concluyó en me-dio de sangre, como había comenzado. Cuando seoye por encima de este estruendo de las armas laarmoniosa campana del convento de San Francis-co, invitando á los fieles al culto de «la Madre deDios,» encarnación de la paz y de la dulzura,amada casi con idolatría por los Franciscanosdesde la fundación de su Orden, se siente unotranquilo y consolado.

La historia nos ha conservado el nombre delprimer discípulo de San Francisco de Asís. Lla-mábase Bernardo de Quintavalle, y fue el primeroque lo abandonó todo para unirse al pauperculosChristi, como se le ha apellidado. Otros once si-guieron el ejemplo de Bernardo y San Francisco;como su Divino Maestro, empezó su misión condoce discípulos. Algunos eran hombres de clasehumilde, pobres y de escasa instrucción; perootros, sobre todo entre los que se reunieron á losdoce, pertenecían por su rango y por su educa-ción á las clases superiores, tales como el célebrePacífico, Jacopone di Todi, y principalmente Bo-naventura, que debió este nombre al mismo SanFrancisco, porque, según se cuenta, llamado elsanto á su lado, durante una grave enfermedadpara que rogase por él, y encontrando pocos diasdespués atendidos sus rezos, exclamó: «¡Oh buo-naventura!»

Sea ó no cierta dicha anécdota, es seguro queFrancisco tuvo razón al agradecer al cielo estaconvalescencia. El Breviloquiiim, los tratados ylos poemas de Bonaventura, el Platón de su si-glo, con su profunda ciencia y su tierno misticis-mo, doble expresión de una poderosa inteligenciay de un corazón verdaderamente cristiano, se des-tacan de los innumerables escritos de la Edad

N.° 56 A. SCHWARTZ. EL AUTOR DEL DIES IRJE. 101

Media, como estrellas de oro en el fondo de oscu-rísima noche.

Entre los primeros discípulos de San Franciscoestaba también un cierto Tomás, llamado Tomásde Oelano para distinguirlo de otro del mismonombre.

Celano, sitio de su nacimiento, es una aldea delos Abruzzos. Nada se sabe de la juventud deTomás ni de las circunstancias que le hicieronpedir ser admitido en el número de los discípulosde Francisco. Sin una nota incidental de Wad-dingus, el fiel cronista de la Orden de los Fran-ciscanos, no sabríamos que había formado partede ella Tomás, que carecía del arte de ponerse enrelieve y de recordar sin cesar su alto mérito,como los autores del siglo XIX. Con su modestiay su extrema humildad se expuso á ser descono-cido y olvidado en el XIII. Al verle siempre me-ditando ó sumido en el estudio de viejos perga-minos, pensando con más frecuencia en las tum-bas de los muertos que en la sociedad de los vi-vos, no adivinaríais su sensibilidad extrema nila causa de su muda tristeza. Este soñador seafligía por la corrupción creciente de los tiempos yse preguntaba lo que era preciso hacer para de-tenerla. Cuando la voz de Francisco, cual la deotro Elias, penetró en su retiro, este simpáticoElíseo se levantó, siguió al santo y llegó á ser suamigo.

¡Qué contraste entre el maestro, apasionado éimpetuoso, y el tranquilo discípulo! Pero exis-tían entre ellos tan profundas afinidades espiri-tuales, que su amistad era natural. Por parte deCelano convirtióse pronto esta amistad en afec-t o ^ la vez tranquilo y apasionado, en una deesas adhesiones inalterables que son la gloria delos espíritus llegados á la perfección cristiana.

Algunos años después de haber conocido á SanFrancisco, encontramos á Tomás de Celano enAlemania. Había fracasado allí la primera tenta-tiva para fundar la Orden Franciscana. La segundadebía tener mejor éxito. Cellarius fue nombradojefe de esta piadosa colonia, y le acompañóTomás. En este tranquilo convento transrhiniano encontró su verdadera esfera de trabajo. Nosiendo su carácter a propósito para luchar con elmundo, con la aprobación de Francisco, granpromovedor de los estudios clásicos, entregóse áellos convencidísimo, como su maestro, de que loque contienen de noble y de grande puede, á pe-sar de su origen pagano, aprovechar á la gloriadel mismo Dios. Los tres años pasados en Ale-mania hubiesen sido los más afortunados de suvida, sin la triste noticia que recibió de la muertede San Francisco. En una tarde de otoño empezóel santo á dormir sueño eterno sobre la tierra, en

edad poco avanzada; verdad es que si no viviólargo tiempo, en cambio vivió mucho, y antes decerrar los ojos tuvo la alegría de ver á su alrede-dor á sus discípulos, que se contaban por milla-res. Tomás recibió este mensaje con resignacióny volvió á Italia.

Un año antes de su vuelta, 1230, había comen-zado á escribir la vida de su maestro y amigo.Esta primera biografía era una corta noticia co-nocida con el título de Legenda Qregorii IX, por-que había sido compuesta á petición de este Papa.Según Waddingus, cantábase en el coro de laiglesia. Podemos, pues, figurarnos á los monjessalmodiando los actos y las palabras del funda-dor de la Orden, como los trovadores de Provenzaiban á Italia á cantar á los compatriotas de Pe-trarca y de Dante la historia de uno de sus hé-roes, que valiente en la batalla y galante poeta,llevaba los colores de una dama de la corte deamor. Podemos, pues, figurarnos la expresión deentusiasmo en el pálido rostro de los doce, y susonrisa de felicidad, cuando oían recordar uno deesos actos de que habían sido testigos y partíci-pes, una de esas frases edificantes del santo ca-ballero, cuya bandera habían seguido. Pero no secreyó bastante esta corta biografía. Crescentiusrogó á Tomás redactar otra más extensa; empresaque aceptó con todo el entusiasmo de su alma.Conócese esta segunda biografía de San Francis-co con el título de Legenda antigua, comenzabacon las palabras Placuit sanctee universitati ves-tres, y daba detalles de muchos milagros atribui-dos al santo. Bernardo de Bessa hizo un com-pendio.

Hé leido esta biografía para formar idea delcarácter de Tomás de Celano, porque en la bio-grafía más concienzuda, en la que el biógrafo ol-vide.^pás su personalidad para ocuparse tan sólode quien quiere dar á conocer, no puede evitar elautor salir de vez en cuando de entre bastidorespara presentarse en escena. Encuentro en la Vidade San Francisco escrita por Tomás de Celanouna carencia completa de crítica, de que no es élcensurable, sino su siglo. Es una crónica á ve-ces artísticamente compuesta, pero con frecuen-cia confusa. Adviértese en ella gran poder deobservación y especial cuidado en anotar todoslos detalles y recoger los menores actos y laspalabras más insignificantes que puedan serútiles al lector. ¡Qué caluroso afecto! ¡Qué sen-cillez de fe en la relación de los milagros delsanto! Casi se siente que estos milagros, referi-dos con tanto entusiasmo, no sean realmente mi-lagros sino por su sencilla credulidad, y quepuedan explicarse tan fácilmente por causas na-turales que ciertos fenómenos físicos, como la faia.

102 REVISTA EUROPEA. 21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.°56morgana, ese brillante espejismo que refleja en elhorizonte de Reggio las ricas imágenes de la costade Sicilia. Dada cierta atmósfera moral é intelec-tual, cuando aparece en un pueblo de Oriente óde Occidente que todavía se encuentra en la in-fancia, y en el cual ejerce la imaginación una au-toridad casi sobrenatural, un hombre que, porcualquier causa, inspira á este pueblo confianzaen su superioridad, lo que debe admirar no es quese multipliquen en su derredor las leyendas, sinoque este hombre no sea un héroe legendario.Nada tan erróneo como suponer que se necesitansiglos para que nazcan las leyendas: nacen en undia—generalmente durante la vida del personajeque glorifican—y se necesitan siglos para des-truirlas. Tres años después de la muerte de SanFrancisco, su amigo intimo Tomás de Celano es-cribió su vida, donde se suceden milagros á mi-lagros atestiguados, y en los que todo el mundocree. Pasado un siglo escribió Albizzi su curiosoLíber conformitatwm, en el que se llama al mismoSan Francisco, hijo de Pietro Bernardini, «segun-do Cristo.» Antes de que termine el siglo XIV esla Portiuncula, centro de devoción al que acu-den millares de peregrinos procedentes de todaslas regiones de Europa. Para nosotros, hijos delsiglo XIX, sólo hay en la vida de San Franciscoun milagro; el de que permaneciese siempre, ápesar de las numerosas tentaciones que asaltabansu vida, tan grande y tan bueno como induda-blemente era.

Además de la Vida de San Francisco de Asíspublicó Tomás de Celano, según nos dice Wad-dingus, tres secuencias. ¡Tomas de Celano ediditsequentias tres, quarum prima incipit: Fregit vic-tor virtualis; secunda: Sanctitatis nova signa; tertia:Dies ira, Bies illah

Puede leerse la primera Fregit victor virtualisen un misal de Paris (año de 1520), y la segundaSametitatis nova signa en las Acta sanctorum; am-bas son panegíricos de San Francisco. La pri-mera , consagrada principalmente á la misióndel santo como reformador, termina con esteruego:

Fac consortes SupernorumQuos informas vita morumConseqjatur'grex minorumSempiterna gaudia.

La segunda es de forma dramática, y en ellaresponde el santo á las preguntas que le dirige uncoro; entre otras hay la siguiente:

Dic novis, Francisce,Quid vidisti in cruce,

dirigida probablemente contra los escépticos,

comprendiendo en ellos á los dominicos que, comoes sabido, se negaron largo tiempo á creer en lasmilagrosas llagas, porque después que ha contes-tado el santo, replica el coro:

Credendum est magis Francisco veraci,Quam mundanorum turbse fallad.

Se ha negado que Tomás de Celano fuese autorde estas tres secuencias y hasta del Bies ira, apesar del aserto de Waddingus y de Albizzi (1).

¿Puede considerarse extraordinario que el Diesira haya sido compuesto por un monje que, comoTomás de Celano, ha vivido en una atmósfera depoesía, miembro de una congregación cuyo fun-dador era poeta"/Indudablemente no estaba dotadoTomás de un temperamento poético de primerorden, pero era muy natural que experimentase lainfluencia del medio en que escribía. Creemos quecompuso este himno en los últimos años de suvida; al envejecer y después de haber perdido almaestro que tanto había amado era de dia en diamás melancólico. Sin mezclarse en la sociedadtemporal oía al menos los tristes ecos de los gemi-dos de esta sociedad tan perturbada, tan desgarra-da por las disensiones religiosas al mismo tiempoque por la anarquía popular y por las crueldadesde los príncipes. No podía, pues, ignorar aque-lla miseria de la Edad Media que hacía exhalar alos pueblos gritos de angustia y de desesperaciónó inspiraba á veces un pánico que llegaba al ex-tremo de que se creyera en el próximo fin delmundo y en que la trompeta del juicio finalimpondría pronto silencio á las trompetas de lageneral contienda. Hé aquí lo que traduce el Biesira; cada una de cuyas palabras conmueve unafibra del corazón. Ninguna pluma ha descrito conigual poder los espantos del alma culpable y lainvocación á la misericordia divina.

Probablemente Tomás de Celano sobrevivió

( t ) «Lecum habet Celani de quo fuit frater Tilomas qui mandato

apostólico seripsit sermone polito legendam primam Beati. Francisci el

prosam de mortuis quse cantatur in misa: Dies irte, dicitur fecisse»

(Albiizi).

Waddingus menciona que el himno de Dies iroe se atribuyó a uno de

los generales franciscanos «Licet alii eam tribuere velint Matheo Aquas-

parlano, cardinali ex Minoribus assumpto.» Se*le ha atribuido también a

San Bernardo de Clairvaux, y posteriormente á Iiammerlein (Malleo-

lus) que habitaba en Zurich en el siglo XV, lo que supondría que era de

fecha más moderna, pero el ritmo es evidentemente del sigio XUI. F i -

nalmente, los dominicanos han pretendido que este himno se debía á

poetas de su Orden.

Bebemos añadir aquí, que existen diversas versiones más 6 menos

desfiguradas por cambio de palabras y por interpolaciones, compren-

diendo en ellas los tr«s versos que la terminan en el manuscrito de

Malleolus.

Tu, Deus majestatis,

Alinas candor Trinitatis

Nunc conjunge cum heatis.

N.°56 A. SCHWARTZ. EL AUTOR DEL DIES IR.-E . 103

poco tiempo á la composición de su himno. No seconoce la fecha exacta de su muerte. Debemosesperar que el poeta de la Magna miseria encon-tró cerca del Consolador supremo la magna mi-sericordia.

El texto más exacto del Bies ira se encuentraen el Missale Romanum, y conforme á dicho textodebe traducirse ó comentarse este himno, com-puesto en estiló biblio-profético.

El profeta Zéphaniah, al proclamar la sentenciade Jehová contra Judas, en castigo de sus peca-dos, ha escrito en los siguientes términos el diaen que se realizará este juicio: «Este dia será undia de cólera, un dia de confusión y de angustia,un dia de ruina y de desolación, un dia de som-bras lúgubres, un dia de negras nubes y de espe-sas tinieblas, un dia de resonantes trompetas y dealarmas contra las ciudades fortificadas y con-tra las altas torres, y mi mano pesará sobre loshombres, que andarán como ciegos por haber pe-cado contra el Señor... ni su oro ni su plata po-drán librarles el dia de la cólera del Señor, y todala tierra será devorada por el fuego de sus ce-los, etc.» (1).

Diesirm, diesilla: como trueno que perturba alque sueña despierto, aquel dia — el dia del Se-ñor,— el día de los profetas, da los evangelistasy de los apóstoles, estallará sobre el mundo soño-liento. La misma humanidad cree que, aunquelargo tiempo retardado, debe llegar este dia deljuicio. David, con su intensa consciencia del maly del pecado, habla de la justicia y de la sentenciasuprema, y el mundo pagano confirma su testi-monio. En los libros sibylinos, á los cuales atri-buía la Edad Media antiguo y misterioso origen,describen y pintan las profetisas con los coloresmás sombríos de su lenguaje, la catástrofe queamenaza consumar las ruinas del mundo. Más deuna vez han expresado su espanto é imploradodel Creador el favor de librarse de la general des-trucción. Un dia que toda la humanidad contem-pla con tanto terror, debe ser en efecto espantoso:i/Qwntus tremor est futurus! El poeta oye latrompeta que resuena al través del silencioso ce-menterio, resucitando á los muertos y llamán-doles á comparecer ante el soberano Juez.

Ve á este juez, sentado sobre un trono, re-uniendo á su alrededor todos los pueblos, y mi -rando individualmente á cada hombre con ojos de

(1) Así habla Zéphaniah en los seis últimos verstculoi del primercapitulo de sus profecías, cuyo primer versículo dice asi:

Esta es la palabra del Señor que hablaba a Zéphaniah el hijo de Cushi,el hijo de Gédasiah, el hijo de Hiskiah, en tiempo de Josías el hijo deAmoft rey de Judah. Los dos capítulos de este profeta, citado con me-nos frecuencia que los demás, están colocados en la Biblia entre las pro-fecías de la Habactic y las de Haggée»

fuego, ante ios cuales nada puede permaneceroculto. La Muerte misma se espanta cuando lastumbas se entreabren, y se levantan sus vícti-mas, obedeciendo á la voz de aquel que es el ven-cedor de la muerte. Los registros del universalescribano son llevados al temible tribunal y va áleerse la sentencia; pero entonces sale de loslabios del pecador el agudo grito de angustia

¿Quid sura miser tune dicturusQuem patroaum rogaturusCum vix justus sit securas?

prosternándose en el polvo al oir la imponentetrompeta, que parece anunciarle que el sello dela condenación final va á ser impreso sobre ella,el alma encuentra todavía fuerza para exhalar unsuspiro, pidiendo misericordia. La majestad deljuez que debía inspirar eterna desesperación,deja lucir un rayo de esperanza, porque el juezes también fuente de misericordia.

Rex tremendas majestatisQui salvandos servas gratisSalva me, fons pietatis.

El alma se abandona á merced de este fonspietatis que es un patético llamamiento al amordivino. El poeta" que en la primera parte delhimno aparece, como el hijo del trueno, haciendotemblar todas las almas, se presenta ahora comohijo de consuelo, procurando dulcificar los dolo-res de los desolados.

Nada hay tan conmovedor como los versos enlos cuales recuerda al Salvador lo que le ha cos-tado salvar una alma humana.

Quserens me, sedisti lassus;Redemisti crucem passus;Tantus labor non est cassus.

Pero al poco tiempo le parece que este llama-miento á la clemencia no obtendrá respuesta al-guna. Es demasiado gran pecador, y el Juez, aun-que misericordioso, debe escuchar también la vozde la justicia. ¿Qué medio le queda? Se humilla,se prosterna, se reconoce criminal é indigno deperdón, y no cree ver lucir un rayo de esperanzasino recordando á María Magdalena, la gran peca-dora, que ha conmovido el corazón de Jesús, y alladrón, que ha sido perdonado sobre la cruz delCalvario..

Mihi quoque spem dedisti.

Así pasa poco á poco del sentimiento de su in-dignidad á la reflexión sobre la clemencia del Juez;conflicto que se prolonga y es cada vez más vio-lento, cuando se acerca el término del himno, enque el pecador apasiona sus súplicas y las repite

104 REVISTA EUROPEA.- -21 DE MARZO DE 1875. N.° 56

con el alma llena de contriccion hasta que, pare-cido al niño que se duerme en el seno de su no-driza á fuerza de llorar, deja caer el alma en elseno del Redentor.

Tal es el himno compuesto por Tomás en sucelda, expresión de una angustia secreta real-mente experimentada por él, cuando parecía mástranquilo.

Probablemente fue cantado por la primera vezen la capilla del convento. Había en las palabrasuna singular melopea, y su simple recitación hu-biera bastado para conmover al auditorio. Cuandofue conocido lo adoptó la Iglesia, pues era compo-sición que no podía permanecer en el círculo es-trecho de un solo convento; pertenecía á la Iglesiacatólica, ó, mejor dicho, al cristianismo entero.

Albizzi habla del Dies irm como de una prosa demortuis qu<e cantatur in misa.

Desde el siglo X existía la costumbre de com-poner una especie de himno, conocido con el nom-bre de secuencia (seqiieníia). Bn el servicio de lamisa es una parte llamada gradual, porque eraentonada sobre los peldaños, graditts, del altar.La última nota del gradúale, terminado por unaAlleluia, era generalmente sostenida durante untiempo indefinido, para dar al auditorio la ideade una alabanza infinita. La última sílaba delAlleluia se prolongaba en diversas modulaciones,conforme al capricho del sacerdote oficiante. Pos-teriormente reemplazó al gradual prolongado unhimno salmodiado por el coro, como eco de lasalabanzas que acababan de resonar en el altar,comunicándose la impresión á la asistencia y pre-parándola á escuchar con regocijo la lectura delEvangelio, seguida de algunas cortas preces ydel gran acto en el cual la adoración de los fielesllega á su más elevado sentimiento.

Pero es probable que la palabra se entendieradespués en una acepción más amplia, aplicándolaá otras composiciones, por el único hecho de seranexionadas al gradual. El Stabat Mater se llamóuna secuencia, y el Bies ira también. Se le can-taba al dia siguiente del de Todos los Santos, yformaba parte del servicio de la misa de losMuertos, donde llega después del tractus que su-cede al gradual. No se necesita observar cuanapropiado es el himno de Tomás de Celano á lassolemnidades de la Iglesia, donde se invoca la me-moria de los fieles que han ido á reunirse á lacongregación de los santos en el cielo, y cuandola Iglesia ruega por aquellos que sufren, más alláde la tumba, una especie de purificación en elpurgatorio. ¿Qué frases expresarían mejor quelas del timorato franciscano lo que debe experi-mentar el alma del pecador, cuyos mortales res-tos están encerrados en el ataúd, y que tiembla

de aparecer ante el tribunal supremo? No hay pa-labras que digan de un modo más admirable elafecto de los supervivientes por el difunto, y quetraduzcan las preces que dirigen al Divino Juezcon la fe en la resurrección universal, como lassiguientes:

Lacrymosa dies illaQua resurget ex favillaJudicandus homo reus.Huic ergo parce, Deus.Pie Jesu Domine,Dona eis réquiem.

Amen.

Nuestro bosquejo sería incompleto, si no añadié-semos algunas palabras sobre las composicionesmusicales inspiradas por el himno de Tomás deCelano. ¿Se cantaba primitivamente el Dies irasobre una de las melancólicas melodías del cantogregoriano? ¿Inspiró á algún músico durante lossiglos XIII y XIV?

Al llegar á Palestrina podemos salir por Un dela duda. A este gran compositor de música reli-giosa siguieron multitud de imitadores y de co-pistas.

A storga y Pergolese debieron á su propio geniola música de sus misas de Réquiem. El aus-tero Durante y el jovial Jomelli, han producidotambién composiciones q¡ue vivirán tan largotiempo como la memoria de los muertos inspireun ruego en su favor. Pudiéramos citar otros mu-chos, pero en la multitud hay dos que desafiantoda rivalidad; Cherubini y Mozart.

Cherubini ha compuesto dos misas de Réquiem.Sus óperas son admirables y sus misas no lo sonmenos en su género que las óperas. El artistaque había estado en relación con todas las clasesy todos los rangos de la sociedad, que había te-nido tantas ocasiones favorables para estudiar lavida bajo todos sus aspectos, que, en una pala-bra, conocía tan bien el mundo, era seguramenteel más á propósito para escribir el epitafio delmundo. El Réquiem de Cherubini es una ver-dadera tragedia musical: la humanidad desfilaante nosotros como deberá presentarse bajo susdiversos aspectos al hombre que resuma toda lasabiduría de Salomón en estas palabras: «¡Va-nidad de vanidades! ¡Vanidad de vanidades!(Todo es vanidad! Gradualmente la vemos pali-decer, borrarse y desaparecer cuando suena lahora en que el polvo vivificante volverá á latierra, de donde ha salido, y el espíritu á Dios,que le había animado con su aliento. Pero en larigidez cadavérica de los muertos, hay la expre-sión de una paz, que no conocieron jamás du-rante su perturbada vida en la tierra.

N.°56 N. HAWTHORNE. LOS ARGONAUTAS. 105

Alguien ha dicho que, al escuchar el Réquiem deCherubini, no se puede contener el llanto, peroque al escuchar el Réquiem de Mozart, se aspiraá morir. Cuando Mozart lo compuso tocaba altérmino de su corta y gloriosa carrera: llenabansu alma los más sombríos presentimientos: creíapositivamente que componía este Réquiem parasus funerales. Interrumpido con frecuencia en sutrabajo por su debilidad física, con gran dificul-tad recogía la pluma caida de su impotente mano.Dícese que una vez, escuchando la overtura delLacrymosa, no pudo contener el llanto.

Quien ha oido alguna vez el Réquiem de Mozartno puede olvidarlo. El Kyrie eleison es una notamoribunda, cuando un coro extraño, expresión deangustia y de perturbación, quebranta el silenciocon las primeras notas del Bies iros. La músicaaumenta progresivamente en sonoridad, llegandoal más alto grado en el Quantus tremor est futu-rus. Estallan entonces la trompeta y los gemidosdel pecador, á la idea de que en aquel dia solem-ne, hasta los justos podrán dudar de su salva-ción. Oyense voces con alternativa de sonidosque se apagan y crecen para expresar las dolorosasincertidumbres del alma, cuando de pronto sus-psnde esta agonía el formidable Reso tremenda ma-¡estatis. Aparece entonces el último dia en todasu lúgubre grandeza; pero muy pronto, por enci-ma del espanto general, se oye la melancólica sú-plica. Salva me,fonspietatis. El magnífico Recor-dare parece abrir al alma las puertas del cielo.Los movimientos de la música nos hacen pasarpor todas las agitaciones y todos los terrores delJuicio final que calman las humildes preces delalma arrepentida, y por una feliz transición, elcoro hace oir á su vez los acentos de la mástierna melodía. El Lacrymosa es un adiós ajmundo, adiós mezclado con lágrimas y sonrisas;pero todas las sensaciones terrestres se apagandespués de un último suspiro dirigido á la mise-ricordia divina: Huic ergo parce, Deus. Para con-clusión do todas estas escenas, vemos abrirse latumba y oimos la caida de la última paletada detierra sobre el ataúd, repitiendo mentalmente conel coro: Dona eis réquiem y el Amen final.

Quien ha oido la Misa de los Muertos, de Mo-zart, ha oido una de las más grandiosas interpre-taciones del himno grandioso de la Edad Media.

A. SCHWARTZ.

{Revue Brüannique.)

TOMO IV.

LOS ARGONAUTAS.CUENTO MITOLÓGICO.

Jason, hijo del rey de Iolcos, destronado porel usurpador Pélias, entró muy niño todavía en laescuela del maestro más original y raro que pue-da imaginarse. Se llamaba Chiron, pertenecía áuna raza de hombres, ó, mejor dicho, de cuadrú-pedos, conocidos bajo el nombre de centauros;vivía en una caverna, tenía el cuerpo y piernasde caballo, la cabeza y hombros de ser humano;y á pesar de su extraña catadura, pasaba conrazón por excelente director de la juventud estu-diosa, como daban de ello testimonio muchos dis-cípulos suyos que, andando el tiempo, alcanzarongran celebridad para mayor gloria del maestro.Hércules, Aquiles, Filoctetes, Esculapio, el mé-dico famoso de aquellos tiempos, y cien otros cur-saron en el aula de Chiron, y bastan sus nombrespara hacer el elogio del sabio rector de tan ilus-trado establecimiento literario. Allí se enseñabaá tocar el arpa, á curar las enfermedades, á ma-nejar las armas y todas las demás cosas que ála sazón reputaban dignas de estudio, exceptoleer, escribir y contar, por ser ramos que nocomprendía su plan de estudios.

Algunas veces he llegado á sospechar queChiron no era de naturaleza distinta á los demáshombres, sino que dotado probablemente de carác-ter llano, sencillo y afectuoso, y de humor jovial,hacía en broma creer á los chicos que era caballo,paseando la escuela á cuatro patas, y dejando quelos pequeñuelos se montaran cuando daban bienla lección; y que una vez crecidos y padres defamilia, sus pupilos entretendrían á sus hijoscontándoles los juegos que hacían en su infanciacon ¿i maestro; de donde se siguió que comenza-ran éstos á persuadirse de que sus padres habíansido discípulos de un ser mitad hombre y mitadcaballo, esto es, de un centauro: lo cual no tienenada de particular, si se advierte que siempre quelos niños entienden mal las cosas las explican dela manera más absurda.

Pero, sea de esto lo que quiera, es lo cierto queen todo tiempo se ha creído en la doble naturale-za de Chiron, y que se continuará creyendo en ellamientras el mundo exista. De haber sido así,buen mozo estaría el maestro con cabeza humanallena de ciencia, y lomos á propósito para tirarde un coche, haciendo resonar el aula con laspatas, amenaza constante de los callos de susdiscípulos, sacudiéndose las moscas de la calvacon la cola, y saliendo algunos ratos á espaciarseal prado vecino!

9

106 REVISTA EUROPEA.—21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56Pues bien, Jason habitó una caverna desde

muy temprana edad con este profesor; que notendría más de cuatro meses el hijo del destrona-do Eson cuando lo confiaron á su cuidado, y conél estuvo hasta ser hombre formal; adquiriendoen ese tiempo gran soltura en el arpa, muchadestreza en la esgrima, y no escasos conocimien-tos en la botánica y en el arte de curar. Sobretodo, y ya se me olvidaba decirlo, aprendió ámontar de una manera admirable, ¡como que sumaestro andaba siempre á caballo y no conocíarival en la equitación!

Llegado que hubo nuestro héroe á la estatura yrobusted necesarias para poder considerarse atletahecho y derecho, determinó de darse á luz por elmundo, sacando su persona de aquel estrecho re-cinto en busca de fortuna, sin pedir consejo áChiron, ni siquiera decirle palabra de sus propó-sitos; con lo que dio insigne muestra de impru-dencia, y malísimo ejemplo á los compañeros, enquienes afortunadamente no hizo mella su indis-ciplina. Bueno será consignar también, en honorde la verdad, que Jason conocía su historia y lade su padre, y de consiguiente cuya era la altezade su alcurnia; que á él correspondía la corona,de la cual se hallaba despojado por el usurpadorPélias, y que éste hubiera sido capaz de conde-narlo á muerte cuando aún estaba en ama silogra entonces descubrir su paradero: circuns-tancias que influyeron no poco en la resolucióndel joven. Así se explica mejor que, una vez llega-do á la pubertad, no pudiera contener más tiemposus deseos de reivindicar los indiscutibles dere-chos que tenía al trono de sus mayores, y de cas-tigar cual merecía al traidor y mal nacido dePélias.

Acalorada su fantasía con estas imaginacio-nes, no quiso esperar más tiempo, y asiendo unalanza en cada mano, sin otro abrigo que una pielde leopardo sobre los hombros, salió de la cavernade Chiron. Las prendas más de su gusto que lle-vaba consistían én un par de sandalias, que fue-ron de su padre. Eso sí, estaban ricamente borda-das y se atacaban con correas de mucho primor.Como se ve, no podía ser su equipo más original,ni más fresco, ni más sencillo tampoco: así es, quelas mujeres dejaban la costura, y los chicos susjuegas para mirarlo, y todos se preguntabaná dónde iría aquél mancebo de poblada y luengacabellera, con la piel de leopardo, las sandaliasbordadas y una lanza en cada mano?

No sé cuánto habría andado Jason cuandollegó á la orilla de un torrente que le cortaba elcamino con el caudal de sus aguas agitadas ycubiertas de copos de blanca espuma. Su lecho,que no debía ser muy ancho en la estación del

calor, ahora estaba desbordado con la avenidaque produciael deshielo de las nieves del Olimpo,aumentada de fuertes lluvias; y la corriente sehacía tan impetuosa por aquella parte, se rompíaen tantas peñas, arrastraba tantos maderos yanimales muertos, y rugía de tal modo, que cau-saba espanto. Jason, á pesar de su valor, tuvopor prudente detenerse, en lo cual hizo muy bien,porque el torrente había causado muchos estra-gos en la comarca, y era demasiado profundopara entrar á pié por su cauce, y demasiado rá-pido su curso para exponerse á nadar en él: ade-más, como ni había puente, ni esperanza de bar-ca, ¡qué hacer!

—¡Vaya un hombre!—dijo entonces una voztemblona á su espalda.—No tendrá mucho pechoel mozo cuando lo detiene un arroyuelo. Amigui-to—prosiguió,—no se pescan truchas á bragasenjutas, y si tienes miedo de mojarte los zapatos,vete á casa por Chiron, y que te pase á lomo.

Jason miró alrededor suyo sorprendido de oirtan cerca de sí una voz humana, y al volverse vioá una reverendísima vieja, enmantada de la cabe-za á los pies, y apoyando el peso de sus años enun alto bastón, á cuya extremidad superior habíaun buho tallado en la misma madera. A juzgarpor su faz rugosa y enfermiza, no debía de habersido nunca joven, ni gozado jamás de salud laaparecida. Sin embargo, sus ojos, de color pardo,eran hermosos por extremo y grandes, y una vezque fijó con ellos á Jason, éste ya no pudo sepa-rar los suyos de ella. Traía en la mano una gra-nada, fruta que no era de la estación.

-—¿A dónde vas?—le preguntó la vieja, llamán-dolo por su nombre.

Tal vez parezca extraño que lo supiera; peroaquellos ojos tan grandes y penetrantes parecíanconocerlo todo, así lo pasado como lo porvenir.Mientras Jason la miraba fijamente, se incorporóá ella, con andar mesurado y majestuoso, un pavoreal.

—Voy á lolcos—le respondió el viajero,—paradestronar al usurpador Pélias y asentarme enlugar suyo.

—Pues entonces—replicó la vieja con su voztemblona,—no te des prisa. Tómame á cuestas yllévame al otro lado; que mi pavo y yo tenemosun negocio urgente que despachar.

— Abuela—le dijo Jason, — no creo que susasuntos sean tan apremiantes como los mios, nimenos que haya de reivindicar derechos á ningu-na corona como me acontece á mí. Además, ya love usted; viene tan crecido el torrente y tan impe-tuoso, que si vacilo y caigo al pasar, nos arrastra-rá el agua más fácilmente que á esos despojos—añadió señalando unas ramas que llevaba la cor-

N.° 56 N. HAWTHOBNE.—LOS ARGONAUTAS. 107riente.—Bien quisiera hacerle ese favor; pero nome atrevo, porque desconfió de mis fuerzas.

—¡Qué le vamos á remediar!—exclamó la viejacon ironía;—pero si tanto desconfías de tí mismo,no serás tú quien destrone á un rey. Oye bienesto, Jason: si no sabes ó no puedes, ó no quieresacudir en auxilio de una pobre mujer enferma yanciana que implora tu caridad, no pretendas serrey; porque los reyes tienen por principal obliga-ción socorrer y amparar á los débiles y meneste-rosos. Haz como mejor te plazca; que si rehusasllevarme á hombros, yo procuraré con mis esca-sas fuerzas luchar contra la comente.

Y al decir estas palabras, metió su palo en elagua para tantear el vado y saber dónde pondríalos pies. Lo cual visto de Jason, sintió vergüenzade haber contestado de aquella manera a la buenaanciana, y se le hizo cargo de conciencia consen-tir que expusiera la vida en paso tan peligroso.También es cierto que Chiron, fuese ó no cuadrú-pedo , le había inculcado máximas muy sanasdesde niño en orden á lo que debe ser un caballerocon las damas; y así le decía muchas veces en laescuela, que el uso más noble que podía el hom-bre hacer de su fuerza era emplearla en servir álos débiles; que todas las mujeres jóvenes debíanser tratadas por él como hermanas, y como ma-dres todas aquellas que por su edad pudieranserlo. Y el recuerdo de tan santos preceptos bastópara que el joven cediera, y dirigiéndose á la apa-recida, puesta una rodilla en tierra, la dijo:

—Venid, señora, asios de mí; que, aun cuandoel paso no parece seguro, ya que tanta es su ne-cesidad de llegar á la otra orilla, yo haré lo posi-ble porque se cumpla su deseo; y si el torrente sela lleva, á mí me llevará también.

—Mal de muchos, consuelo es de tontos, hijomió, pero al cabo es un consuelo,—contestó lavieja riendo. Y añadió después de una brevepausa y mirando fijamente á Jason:—No pasescuidado, que llegaremos á la banda de allá sanosy salvos.

Y echó los brazos al cuello del joven, quien,después de acomodarla lo mejor que pudo , entróresueltamente por el cauce, apoyándose en laslanzas para no perder el equilibrio, trabando conla corriente una lucha á veces desesperada, y te-miendo á cada paso sucumbir y ser arrastradocon su carga. Cuando se hallaba á distanciaigual de ambas orillas, un árbol entero, arrancadoen aquel momento mismo de un lugar cercano, seadelantaba flotando y amenazándolo con sus in-numerables ramas levantadas contra él, cual sifueran los cien brazos del gigante Briáreo. Porfortuna, la violencia del torbellino lo impulsó enotra dirección, cuando ya casi tocaba el cuerpo

del viajero. Pasado este peligro, estuvo á puntode ser víctima de otro no menor, á causa de ha-berse cogido un pié entre dos piedras. No parecesino que aquel viaje al través de un torrente de-bía terminar con una catástrofe; mas, al ñn, trasrepetidos esfuerzos, inútiles todos para desasirse,uno superior á los demás lo libertó de aquellatraba, si bien dejándose allí la sandalia, lo cual lehizo prorumpir en una exclamación de coraje:

—¿Qué te pasa?—le preguntó la vieja.—¡Qué me ha de pasar! que he perdido una san-

dalia. Buena figura voy á hacer en la corte conun pié calzado y otro nol

—No te apures por eso, hijo mió, que anteadebes regocijarte. Has de saber que de ese mediose ha valido la fortuna para declarar que tú eresprecisamente la persona designada por el oráculode la Encina parlante.

Maldita la curiosidad que tenía Jason en aquelmomento de saber qué hubiera podido decir eloráculo á propósito de sus sandalias; pero la se-guridad con que su compañera pronunció aque-llas palabras le dio nuevo aliento. Demás deesto, nunca se había sentido con tanto vigor ypujanza como desde que llevaba á la vieja sobresus hombros; que no parecía sino que su pesolo reconfortaba en lugar de cansarlo. Continuó,puos, luchando con la corriente, cada vez másimpetuosa, ganó al cabo la orilla, subió por lospeñascos que la guarnecían, y puso en el suelo lavenerable carga. Cuando la dama y el pavo estu-vieron en salvo, Jason ss miró los pies, y al verla falta de la sandalia y que no le quedaba de ellamás de un pedazo de correa sujeto al tobillo, nopudo contener su disgusto.

—Mejores las tendrás dentro de poco,—le dijor>u interlocutora, contemplándolo fijamente consus hermosos ojos pardos, llenos de bondad y de

dulzura.—Cuida no más—prosiguió,—de que Pé-lias advierta la falta de tu sandalia, y le veráspalidecer de miedo. Por ahí se va. Ese es el ca-mino. Anda, hijo, y seas bendito por el bien queme has hecho. Cuando estés en el trono, acuér-date siempre de mí. Adiós.

Al decir estas palabras echó á andar la buenamujer con la dificultad y torpeza propias de susaños, y volviéndose de tiempo en tiempo parasonreirle. Pero ya fuera porque el brillo de sus ojoshermosos y serenos difundieran alrededor suyocierta luz sobrenatural, ya por otra causa, el he-cho es que Jason descubrió en sus movimientos,á pesar del paso vacilante que llevaba y de latraza enfermiza que tenía, un no sé qué de graciay dignidad que hubieran causado envidia á todaslas reinas de la tierra. El pavo la seguía pavo-neándose y abriendo de par en par su magnífica

108 REVISTA EUROPEA . - 2 1 DE MARZO DE 1875. N.°56

y pintada cola, como un abanico, tal vez por unresto de vanidad y para que pudiese admirarla detodo en todo el salvador de su ama.

Así que hubo perdido de vista á una y otro,prosiguió Jason su viaje, llegando al fin, traslarga y penosa marcha, á una ciudad asentadano lejos del mar, á la falda de altísimas monta-ñas. Una multitud inmensa de hombres, muje-res y niños, luciendo vistosas galas, poblaba losalrededores, con motivo, sin duda, de algún fes-tejo público; y como las masas se hacían máscompactas en dirección de la playa, miró haciaallí atentamente y descubrió las suaves y ligerasespirales que formaba una columna de humodestacándose sobre el azul del cielo. Se acercó áun grupo, preguntó el nombre de aquella ciudady la ocasión de la fiesta que atraía tan gran con-curso de gentes, y supo entonces que era Iolcos,la corte de Pélias, y aquellos que allí estaban re-unidos los vasallos del usurpador, y la causa dela reunión haberlos convocado el rey para queasistieran con él al sacrificio de un toro negro enhonor de Neptuno, de cuyo dios pretendía des-cender. Dijéronle también que S. M. se hallabacerca del ara.

Los que dijeron esto á Jason, estuvieron unespacio contemplándolo con muestras de grancuriosidad, tal vez porque su traje fuese paraellos cosa nueva y desusada; pero lo que más pa-reció llamarles la atención fue la circunstanciade no traer puesta el viajero más de una san-dalia.

—Mira,—dijo uno á su vecino;—¿ves? No llevamás de una sandalia.

Al oir esto, primero uno, después otro, comen-zaron á examinarlo minuciosamente, y aun cuan-do á todos parecía por demás extraña la vesti-menta de Jason, compuesta, como ya sabránuatedes, de la piel de un leopardo echada al hom-bro, los pies eran las partes de su cuerpo en quemás se fijaban.

—¡Una sandalia!—decían.—¡Una sola sandalia!¡El hombre con una sandalia! ¡Helo aquí que llegóal fin! ¿De dónde vendrá? ¿Qué hará? ¿Qué le diráel rey?

Confuso tenían ya y sin saber qué hacerse alpobre muchacho las pláticas que pasaban unoscon otros los habitantes de Iolcos, á propósito desu vestidlo, y sacaba en conclusión que debían serlas gentes de menos crianza del mundo, cuandoasí lo criticaban en su cara, sin miramientoalguno.

Discurriendo el viajero de esta suerte, y mur-murando sus admiradores de la manera dicha, yafuera que la muchedumbre lo llevase, ya que élfuese de su grado, es lo cierto que se encontró al

cabo cerca del ara donde el rey Pélias se disponía,cuchillo en mano, k sacrificar al toro negro, y quecomunicada la noticia como por arte mágica ácuantos concurrían á la fiesta, de que había llega-do un extranjero con un pié descalzo, se levantó unclamor universal que turbó por completo el so-siego y la solemnidad del acto. El rey, que ya te-nía el brazo levantado para herir á la víctima, sedetuvo, y al volverse indignado de la falta de re-cogimiento de sus vasallos, sus ojos descubrieroná Jason. El pueblo se agolpó en aquel momentoalrededor del altar, formando círculo, y en el es-pacio que dejó libre quedaron solos el recien lle-gado y el rey, mirándose de hito ea hito.

—¿Quién eres?—le dijo Pélias con voz terri-ble;—iy cómo te atreves, temerario, á causar unescándalo en los momentos que hago esta ofrendaá mi padre Neptuno?

—No tengo yo la culpa ciertamente, sino es lamala crianza de los vasallos de V. M., para quie-nes sin duda debe ser la cosa más extraña y raradel mundo un hombre que vaya descalzo de unpié. Yo, señor, si parezco así es porque en el ca-mino he perdido una sandalia.

Al oir esto el rey, lanzó una mirada á los piesdel misterioso viajero.

—|Ah!—murmuró;—hé aquí al hombre. ¿Quéhago?

Y apretó de una manera convulsiva la empuña-dura de su cuchillo, como si le hubiera ocurridola idea de matar á Jason antes que al toro negro.El pueblo cogió al vuelo las palabras del rey, noporque las oyera, sino por verlas escritas en sucara, y volvió á decir, primero por lo bajo y luegoen alta voz:

—El hombre de la sandalia! ¡Ya pareció el hom-bre de la sandalia! ¡El oráculo debe cumplirse!

Conviene advertir, para la mejor inteligencia delo que precede, que muchos años antes del enquo ocurrieron estos sucesos, recibió Pélias unaconfidencia de la encina parlante, poco más ómenos, concebida en los términos siguientes:«Vendrá un hombre, descalzo de un pié, paradestronar al rey de Iolcos.» En vista de tan ame-nazadora predicción, había decretado S. M. quenadie fuera recibido en palacio que no llevasefuertemente atadas las sandalias; y para el me-jor cumplimiento de tan previsora medida, unasección de la servidumbre, bajo las órdenes inme-diatas del jefe de la etiqueta, estaba encargada dereconocer con cuidadoso esmero las sandalias decuantas personas acudían á visitar ál monarca,proveyendo de un par nuevas, que pagaba su ma-jestad con muchísimo gusto, á los que las lleva-ban en mal uso. Ahora bien: consideren nuestroslectores si un príncipe que tomaba tantas pre-

N.°56 N. HAWTHORNE. LOS ARGONAUTAS. 109

cauciones para evitar hasta la posibilidad de quese le soltasen las correas del calzado á ningúnciudadano en su presencia, vería con gusto á Ja-son descalzo de un pié; así que fue aquel dia elpeor de los de su vida, y sin duda, el más fatídicode su reinado. Ira, terror, espanto, rabia, despe-cho, cuanto debe sentir un usurpador que ve con-tadas ya las horas de su dominación; todo eso ymucho más que callo, experimentó el rey Péliasdelante del viajero.

Pero como era hombre naturalmente osado yde gran fortaleza de alma, se rehizo muy luego,y comenzó á rebuscar en su imaginación la mejormanera delibrarse del importuno.

—Bien venido seas á mis estados, joven—ledijo entonces, afectando el tono de voz más afa-ble para no despertar desconfianzas en Jason.—A juzgar por tu traje, llegas de luengas tierras,porque acá no es moda traer pieles de leopardo.¿Cómo te llamas, di? ¿Dónde te has criado?

—Me llamo Jason, y desde mi más tempranaedad he habitado la caverna del centauro Chi-ron. Él ha sido mi maestro, y con él aprendí elarpa, la esgrima, la equitación y el arte de curar.

—He oido hablar muy bien de ese Chiron—lecontestó el rey,—y como de persona tan discretay entendida en esas materias, que es un pozo deciencia en un cuerpo de caballo. Tengo muchí-simo gusto en conocer á un discípulo suyo, y es-pero que en prueba de las sabias y prudentes lec-ciones que de él has recibido, me contestes á unapregunta.

—No pretendo haber aprovechado mucho demi maestro; mas, sin embargo, pregunte vuestramajestad, que dispuesto estoy á contestarle en lamedida de mis alcances.

Buscó, pues, el rey en el rico arsenal de su ma-licia un medio de arrancar á la inexperiencia deJason una palabra que sirviera para perderlo; yal cabo, cuando le pareció haberlo hallado, dijo,sonriendo con hipocresía:

—iQué harías, valeroso joven, si existiera unhombre de quien temieras que te quitase la vida,y tu buena estrella lo hubiera puesto en tusmanos?

Jason quedó convencido al oir estas palabras,y más aún viendo la expresión de crueldad quereflejaba la fisonomía de Pélias, que había com-prendido, ó, mejor dicho, adivinado el objeto de

"su viaje, y que se valdría de su propia respuestapara volverla contra él. Por otra parte, le repug-naba mentir, á fuer de príncipe leal y franco, yasí determinó decir la verdad desnuda.

—Enviaría ese hombre—le contestó después deun momento de reflexión y con voz firme y varo-nil, - á la conquista del Vellocino de oro.

Esto es lo que Jason creía en el fuero internode su conciencia que hubiera hecho él mismopara desembarazarse de su mayor enemigo. Y,en efecto, la empresa era la más difícil y peligrosade cuantas, pudieran acometerse en el mundo,porque, en primer lugar, se hacía necesario unlargo viaje por mares desconocidos, y empeñarsedespués en las más estupendas y medrosas aven-turas; y el temerario que se hubiera propuestodar cima á tan descabellado propósito, no sólohubiera fracasado en su tentativa, sino que niaun le habría quedado la esperanza de volverpara referir los obstáculos vencidos y las proezasejecutadas por el camino. Los ojos de Pélias bri-llaron de alegría al oir la respuesta de Jason.

—Perfectamente—le replicó,—noble extranjero,perfectamente: parte luego, y tráeme á la vueltael Vellocino de oro.

—Así lo haré—dijo el joven,—pero antes, oyelo que voy á decirte: Si sucumbo en la demanda,podrás vivir tranquilo respecto de mí, porque novolveré para turbar la tranquila posesión en quete hallas del trono que me tienes usurpado; massi regreso triunfante con el glorioso botin, enton-ces habrás de restituirme la corona.

—Vengo en ello—dijo el usurpador, echando áJason una mirada llena de incredulidad y de iro-nía.—Entre tanto la guardaré para tí.

La primera cosa que hizo Jason después de suentrevista con el rey, fue dirigirse á Dodona parapreguntar á la encina parlante lo que debía dehacer en aquella circunstancia.

El árbol maravilloso extendía sus ramas, do-minando un bosque secular: su tronco medía másde cien pies de altura, y daba sombra con su copaá un espacio de media fanega de sembradura. Alentrar Jason en la inmensa bóveda que se hacía'bajo de la encina, estuvo un espacio contem-plando el brillante follaje de sus ramas enlaza-das, y después, poniendo los ojos en el centromisterioso del árbol, le dijo en voz alta de estasuerte, como si hablara con alguien, escondido.entre el follaje:

—¿Qué debo hacer para conquistar el Vellocinode oro?

No bien hubo dicho estas palabras, quedó todoen profundo silencio, no sólo en la encina, sino estambién en el bosque. Un minuto ó dos despuéscomenzaron las hojas del árbol interpelado á mo-verse cual si se deslizara por ellas suave brisa:los demás permanecían inmóviles y silenciosos.Después, creyó Jason distinguir sonidos articu-lados, confusos al principio, en razón á que cadahoja representaba una lengua y todas se movíansimultáneamente, subiendo el tono hasta parecerun torbellino; luego, las innumerables voces se

110 REVISTA EUROPEA.—21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

acordaron y comenzó á percibirse unísono lo queantes era discordante; y aunque el coro producíacasi el efecto de una tempestad, dejábase oiruna como voz sonora que hablaba de una ma-nera tan clara é inteligible como puede hablar unárbol, diciendo:

—Pregunta por Argos, el calafate, y cuando lohayas encontrado, mándale construir una galerade cincuenta remos.

Después se perdió la voz en el vago é inciertomurmullo de las hojas y acabó por extinguirsegradualmente. Cuando todo hubo quedado en si-lencio, comenzó Jason á dudar del testimonio desus sentidos y se creyó víctima de alguna aluci-nación. Sin embargo, aunque vacilante y me-droso de tocar una triste realidad, preguntó porel paradero de Argos, una vez vuelto á la ciudad,y juzgúese de su contento al saber que en efectoexistía un hombre llamado así, muy hábil porcierto, en la construcción de buques. El árbolposeía, pues, cierta inteligencia, porque de locontrario, ¿cómo hubiera podido conocer la exis-tencia de aquel sujeto? Visitó Jason al calafate,hablaron, y quedaron conformes, viniendo Argosen poner la quilla á una galera de cincuenta re-mos, cosa extraordinaria, y hasta entonces nuncavista ni oida en el mundo por su magnitud ygrandeza. En su consecuencia, Argos con todoslos trabajadores disponibles puso manos á laobra sin perder momento, y tal actividad, inte-ligencia y maña se dieron, no dando vagar á lashachas, sierras y martillos, que tenían en movi-miento continuo todo el diay hasta bien entradala noche, que muy en breve quedó concluido yen disposición de ser botado al agua el coloso delos mares. Le pusieron por nombre El Argo. Bau-tizado ya civilmente, y llenos todos los demásrequisitos del registro, como la encina le habíadado tan buen consejo á Jason, designándole laúnica persona de aquellos contornos capaz de lle-var á término feliz una empresa tan ardua comolo era la construcción de la nave, creyó que sehallaba en el caso de hacerle nuevas preguntas,y al efecto la visitó por segunda vez; y colocán-dose junto á su tronco gigantesco, la interrogóacerca de lo que aún restaba por hacer.

Esta vez no se verificó en sus hojas una tan ge-neral resolución como la primera; sino que alcabo de cortos instantes comenzaron á moversesólo las de una gran rama, cual si el viento lashubiera preferido para soplar sobre .ellas, dejandoá las demás inmóviles y en completa calma.

—Córtame!—dijo la rama no bien pudo hablarclaro.—Córtame! Córtame! y dame la forma deuna cabeza que adorne la proa de tu galera.

Jason le cogió la palabra y la cortó. Un famoso

escultor de los alrededores de Iolcos recibió en-cargo de hacer el trabajo; y aun cuando era porextremo hábil (y había hecho ya otras figuras alparecer de mujeres, y poco más ó menos comolas que aún en nuestros tiempos se ven debajo delbauprés de los buques, con sus grandes ojos abier-tos y fijos, recibiendo en ellos el agua salada sinpestañear), por un extraño fenómeno reconocióél mismo que un poder invisible le había, sinduda, guiado la mano, y que sus útiles habíanejeutado aquella obra con una perfección de lacual se reconocía incapaz por sí mismo. Termi-nada la escultura, se vio que representaba unahermosa mujer, con largos y espesos rizos que lacaían por la espalda, formando graciosas ondula-ciones; cubierta de un casco la frente; en el brazoizquierdo, rodela, donde campeaba, rodeada deserpientes, la cabeza de Medusa, y la mano dere-cha levantada en alto en actitud de señalar unpunto en el horizonte. Por lo que hace á los run-gos de su fisonomía, sin expresar la cólera ni laautoridad, ofrecían un tipo majestuoso y graveque habría podido tomarse por el de la severidad;así como de su boca entreabierta parecía que de-bían escaparse á cada momento sentencias de lamás alta sabiduría.

Encantado Jason de la escultura, no dio reposoal artista mientras la tuvo en su taller para losúltimos toques, y hasta que la hubo puesto enel sitio consagrado desde entonces á semejantesalegorías en todos los barcos, esto es, en la proade la galera.

—Ahora — exclamó contemplando la noble ytranquila cabeza de la estatua,—ahora es nece-sario volver al bosque para que la encina meinspire.

—No necesitas tomarte ese trabajo—dijo unavoz al lado suyo, que le recordó enseguida losacentos del árbol misterioso.—Cuando hayas me-nester consejo, pídemelo, prosiguió la voz.

Jason miró la estatua en el punto en que oyóestas palabras, y quedó confuso sin poder darcrédito al testimonio de sus sentidos; porque lavoz provenía de ella, y aún vio moverse sus la-bios. Vuelto en sí de su sorpresa, recordó que laimagen había sido tallada en una rama de la en-cina parlante, y que tal vez por esta causa nodebía maravillarse del suceso, sino antes consi-derar como la cosa más natural del mundo queposeyera el don de la palabra. Siendo, pues, locontrario lo que hubiera debido extrañarle, diogracias á la fortuna que le dispens ba con tantagenerosidad la señalada merced de ponerle al al-cance de la mano un consejero tan penetrado delespíritu de sabiduría, y que tan grandes servi-cios podría prestarle en el curso de un viaje largo

N.° 56 N. HAWTHORNE. LOS ARGONAUTAS. \ \ \

y peligroso cual se proponía emprender en aque-lla nave.

—Dime, profética imagen—exclamó Jason, di -rigiéndose á la figura,—puesto que has heredadola virtud de la encina parlante de quien eres hija,dónde podré hallar cincuenta jóvenes arrojadosque quieran remar en mi galera? Necesite quesean valientes, vigorosos, resueltos, capaces, enfin, de afrontar los riesgos de la empresa en queme hallo empeñado, pues de no ser así nunca lo-graremos conquistar el Vellocino de oro.

—Haz un llamamiento á todos los héroes de laGrecia—le contestó la figura.

Y como el consejo no podía ser más acertado,ni más prudente tampoco atendida la importan-cia de la expedición, nuestro joven despachó men-sajeros sin perder momento á tolas las villas yciudades de aquel glorioso país para publicar queel hijo de Rson debía embarcarse para la conquistadel Vellocino de oro, y que solicitaba el auxilio decuarenta y nueve de los más esforzados y valien-tes para remar en su nave, y participar de susglorias y fatigas. Jason sería el número cin-cuenta.

Esta nueva produjo grande agitación entre losmás aventureros de aquella tierra. Algunos ha-bían librado batallas á descomunales gigantes,dándoles muerte: así que los más jóvenes y me-nos adelantados en esta carrera nobilísima, com-prendiendo que habían vivido ya demasiado tiem-po sin cabalgar en dragones alados ó quimeras, óal menos sin desgarrar la boca de algún mons-truoso león, aprovecharon la oferta generosa queles hacía Jason, y con ella las mil ocasiones dedistinguirse que se les presentaban; y seducidosde tan risueño porvenir calaron los casos, em-brazaron las rodelas y ciñeron las espadas, enca-minándose á Iolcos en grupos más ó menos nu-merosos para enrolarse en la tripulación de lanueva galera. Llegados que fueron ala presenciade Jason, le aseguraron que no hacían aprecioalguno de sus vidas, y que ¡jor lo tanto estabandispuestos á ponerse bajo sus órdenes, sirvién-dolo y auxiliándolo en todo, y acompañándolo enla navegación que se proponía emprender hastalos confines más apartados del mundo, y aunmás allá todavía de lo que él mismo se propu-siera ir.

No escaso número de aquellos valientes debíasu primera enseñanza á Chiron, el sabio cuadrú-pedo, y por consiguiente reconocieron en su jefeun condiscípulo querido por las bellas cualidadesde carácter y las brillantes disposiciones de ta-lento que lo adornaban desde la más tierna ju-ventud. El poderoso Hércules, cuyas robustasespaldas sostuvieron años después la bóveda ce-

leste, formaba parte de la gloriosa falanje: Castory Polux, hermanos gemelos (1), á quienes jamásacusó nadie de tener corazones de gallina, á pe-sar de haber nacido de un huevo; Teseo, el famosomatador del Minotauro; Linee, cuya vista pene-trante percibía cualquier objeto al través de unarueda de molino, y Orfeo, el más célebre músicoque han conocido los tiempos antiguos, y cuyalira despedía tan armoniosos acentos en sus ma-nos, que los tigres y leones daban tregua á la fe-rocidad de sus instintos para oirlo; habiendo su-cedido más de una ocasión que al eco de sus dul-ces melodías se conmovieron las peñas sobre subase y se desprendieron los árboles de la tierrapara más libremente marcar el compás de sumúsica. Olvidábasenos decir que entre los reme-ros se hallaba una hermosísima muchacha, for-nida y alta, llamada Atlanta, á quien es famacrió una osa en la montaña, y cuya ligereza depies era tal, que saltaba por las crestas de las olassin mojarse apenas la suela de los zapatos. Comoeducada en la más absoluta libertad, era partida-ria decidida del matrimonio civil, abogaba calu-rosamente por los derechos de la mujer, teníaverdadera pasión por la caza mayor y por laguerra, y miraba con el desden más absoluto lasocupaciones propias de su sexo, suponiendo queaquel marimacho lo tuviera.

Empero las personas más notables entre losilustres tripulantes de El Argo eran dos hijos deAquilón, mozos listos como el viento, de caráctertempestuoso y que traían alas en las espaldas;los cuales, cuando hacía calma, con sólo soplarsobre el velamen, ponían en marcha un buque.También se matricularon en la galera varios en-cantadores, brujos y agoreros, que gozaban delprivilegio de predecir los acontecimientos desdeun dia hasta cien años antes de que tuvieran lu-gar, si bien por una compensación singularísimaignoraban cuanto sucedía en lo presente.

Confió Jason el gobernalle á Tifls, grandísimoastrónomo y peritísimo en los cálculos del com-pás marítimo. Lince, á causa de su vista pene-trante, recibió el cargo de vigía, y se colocó en laproa de atalaya, desde donde señalaba las velascon dos singladuras de anticipación. Mas aún,cuando se navegaba en alta mar, este hom-bre, verdaderamente extraordinario, describía conexactitud maravillosa la naturaleza de las rocasy de los bancos de arena que yacían sumergidosen el fondo de los abismos, y á veces se le oíagritar entusiasmado á sus compañeros diciéndo-

(1) Bueno será que aclaremos este punto. Leda, reina de Esparta,

puso dos huevos, no uno como parece indicar el autor: dei primero na-

cieron Castor y Giytemnestra, y del segundo Polux y Elena; de donde se

sigue que si eran hermanos, no eran gemelos.-—N. del T.

112 REVISTA EUROPEA. 21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

les que surcaban sobre montaüas de incalcula-bles tesoros tragados por el mar. Desgraciada-mente, su larga vista no era parte á enriquecerlo.Bueno será decir también que muy pocos teníanfe en afirmaciones de origen tan escondido y mis-terioso^ se fundaban para ello en que, tratándo-se de las cosas próximas y al alcance de todos, élno veía más allá de sus narices.

Ahora bien; cuando los Argonautas (así se lla-maron aquellos esforzados navegantes) hubieronhecho todos los preparativos del viaje, una difi-cultad imprevista estuvo á punto de imposibili-tar la ejecución de la empresa. Porque era el bu-que tan largo, tan ancho y tan pesado, que lafuerza reunida de los cincuenta compañeros fueinsuficiente para botarlo al agua. Verdad es queHércules era pollo todavía, pues de lo contrariohabría podido por sí solo manejar aquella em-barcación con la misma facilidad que lleva unchico su barquichuelo al primer charco que en-cuentra. Y era cosa de ver aquellos héroes tanfamosos, cada cual por su estilo, afanándose ysudando la gota gorda, y sin lograr que El Argose moviera el canto de un papel.

Rendidos al fin de fatiga, se dejaron caer en laplaya, dando muestras del mayor desaliento. Lacosa no era para menos, pues había que dejarpodrirse la nave en la ribera, ó hacer la expe-dición á nado, ó renunciar á la conquista del Ve-llocino de oro.

Entonces se acordó Jason de la estatua par-lante.

—Hija de la encina de Dodona—le dijo,—¿quédebemos hacer para echar al agua la galera?

La figura, que sólo esperaba la pregunta parasatisfacer á Jason, le contestó así:

—Sentaos en los bancos con los remos preveni-dos, y que Orfeo haga resonar las cuerdas de sulira.

Sin más tardanza subieron los cincuenta alpuente de la galera y empuñaron los remos, ex-cepto el músico á quien placía más pulsar la liraque no bogar. No bien arrancó los primeros acor-des al instrumento el inmortal Orfeo, que ya elbuque comenzó á moverse, y de esta suerte, al sonde su brillante melodía, recorrió por sí solo el es-pacio que lo separaba del mar, entrando en él deuna manera tan impetuosa, que la espuma hu-medeció los labios de la figura: levantóse despuésEl Argo con la ligereza y la gracia de un cisne;remaron á seguida los tripulantes, y la nave con-tinuó su viaje, meciéndose graciosamente sobreun lecho de esmeraldas y de encajes, mientrasOrfeo, dejándose llevar de la inspiración del mo-mento, alcanzó aquel dia uno de los triunfos másseñalados que registran los anales del arte divino

de la música. Loa galeotes aplaudían con f%rore,haciendo coro á los hijos de Iolcos, reunidos enla ribera, que saludaban con vítores y aclamacio-nes la salida de El Argo, que parecía embestir lasolas al compás de las notas del primer orfeonistade los siglos. Todos, en fin, rebosaban de alegría,excepto el viejo y cruel Pélias, que permanecíasilencioso contemplando el conmovedor espec-táculo desde un peñasco vecino, con la miradatorva y devorado el corazón de tristes presenti-mientos. ¡Ah! si con un soplo hubiera podidoaquel tirano usurpador desencadenar en el espa-cio la tempestad de odio y de cólera contenida ensu corazón, ¡pobres argonautas! Cuando los na-vegantes se hallaban ya á cincuenta millas delpuerto, Lince miró hacia tierra y vio que todavíaPélias estaba como clavado en la peña, con el ros-tro encendido, el aire amenazador y los ojos cen-telleantes, ofreciendo un conjunto tan siniestro,que aquella parte del horizonte parecía cargadade rojizos resplandores y densas nubes henchidasde tormentas.

A fin de pasar las horas del viaje más entrete-nidos, hablaron del Vellocino los argonautas, y sedijo entonces, de conformidad con lo que rezan lashistorias, que esta famosísima zalea perteneció áun carnero filántropo de la Beocia, el cual, comoviese cierta ocasión en gran peligro á dos chicos,niño y niña, de la comarca, llamado el uno Frixoy la otra Helle, cargó con ambos y huyó á todocorrer por los campos y á todo nadar por los riosy los mares hasta ponerlos en salvo allá, en laColchida. Tal fue su intención al monos, y noculpa suya, que la preciosa Helle diera consigoen el agua y muriese ahogada, logrando sóloganar tierra con Frixo, y sucumbiendo él á se-guida de cansancio y de fatiga. En memoria deuna acción tan bella y generosa, y como pararecompensa,! al carnero de su magnanimidadde corazón, quedó, al punto que se partió de estavida, mudada su lana en hebras de oro finísimo;cosa que generalmente se reputaba por la másgrande y estupenda maravilla del mundo. Y sus-pendida de un árbol en un bosque sagrado, hacíapor entonces muchos años que se guardaba esteVellocino con el mayor esmero, siendo la envidiade todos los magnates que no lo poseían, porqueno había en el palacio del más poderoso ningúnobjeto que le igualara en riqueza y estimación.

Si me propusiera referir ahora todas las aven-ras y peripecias de los argonautas, mi narraciónse haría interminable. Baste saber que cada diaocurrían sucesos extraordinarios, y mayores quelos del anterior. Daré cuenta de algunos.

Al llegar á una isla, cuyo nombre no tengopresente, los recibió el rey, llamado Cyzico, ha-

N.° 56 J. VILANOVA. LA ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE. 113

ciéndoles grandes demostraciones de afecto y dis-pensándoles la más generosa y espléndida hospi-talidad. Sin embargo de que procuraba Cyzicohacerles pasar las horas alegremente, echaron dever los argonautas que su noble anfitrión era pre-sa de alguna viva inquietud; y habiéndole pre-guntado la causa de su aparente ansiedad, supie-ron que, asi él como sus vasallos, eran víctimasde los ataques y depredadiones de los habitantesde una montaña vecina, que sólo pensaban en des-truir y matar, como lo hacían cada vez que lesparecía, llevando la desolación y la runina á todaspartes. Mientras hablaba el desgraciado monarca,señaló con el dedo la montaña, y preguntó- áJason y á sus compañeros si no distinguían nadaen ella.

—Veo—le contestó el joven,—algunos objetosde proporciones enormes; pero están á distanciatan considerable, que no puedo conocer lo queson, aunque me parecen nubarrones caprichososen forma humana.

—Pues yo los alcanzo perfectamente,—observóLince, cuya vista franqueaba las leguas como untelescopio.—Es una partida de gigantes enormes,cada uno provisto de seis brazos armados de di-ferente modo, pues traen espadas, mazas, lanzas,hondas, flechas y estacas.

—¡Buena vista tiene ese muchacho!—exclamóel rey.—Así es en verdad: seis gigantes son, des-comunales, armados como acaba de oirse; y quenos tienen desesperados ya con sus fechorías.

Al levar anclas al dia siguiente los argonautas,bajaron los gigantes á la playa, dando zancadasde cien varas y en son de guerra. Felizmente, ápesar de sus seis brazos, sólo tenían un corazóndel tamaño y de la fortaleza de cualquier valien-te. Muy otra cosa hubiera sido de tener cientocada uno, como Briareo, porque entonces los ar-gonautas habrían librado una batalla digna deellos; pero con los enemigos de Cyzico, el combatefue breve, matándoles Jason y sus compañeros lamayor parte, y poniendo á los demás en fuga tanvergonzosa, que si en lugar de seis brazos hubie-ran tenido seis piernas, aún les parecieran pocaspara escapar y refugiarse en los montes.

Al llegar á Tracia los viajeros, les ocurrió tam-bién otra aventura que merece ser consignada.Porque como hallasen á un rey llamado Frineo,ciego y abandonado de sus vasallos, y haciendovida de anacoreta en medio de vasta soledad, yJason le preguntase si podía serle útil en algo,supieron entonces con sorpresa que tres endiabla-das criaturas, arpías, según él dijo, seres conrostro de mujer, y alas, cuerpos y garras de bui-tres, venían cada dia á quitarle la comida y ámortificarlo de mil modos diferentes; por lo cual

aquel monarca, tan poderoso y fuerte otro tiem-po, se hallaba sumido en la mayor miseria y aba-timiento.

Dolidos los argonautas de tan inmerecido in-fortunio , y deseando remediarlo en aquello quepudiesen, les ocurrió la idea de celebrar un es-pléndido festín á orillas del mar, persuadidos deque, como decía el desgraciado príncipe, estimu-lada la voracidad de las arpías con la vista y elolor délos manjares bajarían luego al punto.

En efecto, apenas quedó cubierta la mesa, lastres horribles mujeres-buitres se arrojaron sobreella, y apoderándose de las viandas, se lanzaron denuevo al espacio con su presa en las garras. Masno habían contado con los hijos de Aquilón, que,poniendo mano á las espadas, volaron en su se-guimiento, acabando por alcanzarlas y darles talzurra, y causarles tal espanto con un aire fuertí-simo, que les soplaron, que ya nunca más vol-vieron á parecer por la isla donde vivía el reyFrineo.

N. HAWTHORNR.

^Concluirá.)Traducción de M. J. BENDER.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Ateneo científico y literario.

CIENCIA PREHISTÓRICA.1 1 . a LECCIÓN.—16 MARZO.

ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE.

PRIMERA EDAD, PALEOLÍTICA.

Aplazando para cuando se hayan reunido datos demás valía la solución de la existencia del hombre enel horizonte mioceno del terreno terciario, indicadoDW el Abato Bourgeois, en Francia, según dijimos enla sesión última, veamos en qué se funda la creenciade la aparición de nuestra especie en el plioceno.

Las primeras noticias acerca de tan significativohecho, fueron debidas álcelo de Desnoyers, distingui-do geólogo y Bibliotecario del Jardín de Plantas deParis, quien en Abril de 1863 encontró, junto á Saint-Prest, no lejos de Chartres, varios instrumentos depedernal, tales como raspaderas, hachas, perforado-res, puntas de lanzas y otros asociados á huesos doElefante meridional y Rinoceronte leptorino, con im-presiones éstos de la acción del hombre, hechas conbastante probabilidad cuando estaban frescos ó re-cientes.

Posteriormente encontráronse en Val d'Arno varioshuesos de mamíferos fósiles, y especialmente del Ri-noceronte etrusco, llevando también impresiones pro-ducidas por el hombre, armada su diestra con instru-mentos toscos, recien muertos aquellos animales. Elsincronismo de los depósitos italianos y franceses estáhoy perfectamente demostrado por varias circunstan-cias, y sobre todo por la presencia entre sus materia-les de restos fósiles pertenecientes á idénticas espe-cies, tales como el Elefante meridional, el Rinoceronte

114 REVISTA EUROPEA.—21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.°56

etrusco, el gran Hipopótamo, un Bos y otras no monosnotables y características.

Otro hecho que confirma la antiquísima fecha de laaparición del hombre, lo encontramos en los vestigiosde una tosca y primitiva Industria, muy análogos á losde S. Prest, hallados en la cueva de S. Teodoro, enSicilia, junto con el Elefante antiguo, el Elefante me-ridional, el Mamuth, el Rinoceronte Merkii, el Rino-ceronte ticorino, dos especies de Hipopótamos, variosCiervos, y hasta mamíferos de la fauna africana actual,circunstancia que coloca á aquella y a otras cavernassicilianas, y en especial á la de S. Ciro, junto á Paler-mo, que visité en 18S3, y de la que traje muchos ycuriosos fósiles, en condiciones de tránsito entre elplioceno y la época cuaternaria y moderna.

Siendo, pues, un hecho casi probado la existenciadel hombre en el terreno terciario superior de Europa,lo cual, partiendo de la unidad de especie y de cuna,supone una antigüedad originaria muy superior paralos aborígenes de las comarcas asiáticas, donde, segúnunánime acuerdo, se realizó su aparición primera,veamos qué acontecimientos ocurrieron y qué mate-riales se han depositado después, con el fin de apreciarcon más ó menos probabilidad ei espacio de tiempodesde entonces trascurrido.

La cuestión más importante que se ha suscitado, esla del momento, á que hay cue referir la primera apa-rición de las nieves perpetuas, que se había creidoearacterísca del período cuaternario, y que hoy selleva al plioceno, dejando por el momento aparte eldiscutir las diferentes opiniones emitidas acerca de siya funcionó este agente en épocas muy remotas de lahistoria terrestre, pues este debate no es pertinente alobjeto que nos proponemos dilucidar.

En este concepto, una de las localidades en que másclara y evidentemente se ha demostrado la acción delas nieves perpetuas en el período anterior al cuater-nario, es Durnten, no lejos de Zurich, donde el emi-nente paleontólogo Oswaldo Héer, señaló la existenciade una capa de Turba, colocada entre dos canchales ódopósitos de cantos erráticos, grava, arena y cieno, for-mados por los glaciares de la cuenca del rio Linth. Perolo que inclina el ánimo á considerar como pliocena laformación del combustible, es el hallazgo en su seno devarios huesos del Elefante antiguo, del RinoceronteMerkii y del Rinoceronte leptorino, característicos dedicho período, de donde es de suponer que la segundainvasión de las nieves en aquel punto de Suiza, cor-responde á la formación de las colinas, llamadasOesars en Suecia, que son anteriores á la ocupacióndo aquella región por las nieves perpetuas. Ahorabien, como dato curioso debe apuntarse el cómputoque dicho profesor forma del tiempo que ha empleadodicho combustible para constituirse tal como le vemoshoy, cálculo que no naja de 2400 años. En otras loca-lidados de Suiza y de Saboya repiten estas formacio-nes en análoga disposición; esto es, dos depósitos gla-ciales separados por capas de grava, arena y turba,interpmestas, como lo ha demostrado mi respetableamigo* el distinguido geólogo Alfonso Favre, en los al-rededores del lago de Ginebra y puntos llamados Her-manee, Thonon, Bqire, etc.

En Francia, particularmente en la cuenca del Ró-dano y Loira, se notan hechos parecidos y de gransignificación, figurando en primera línea la localidadllamada montaña de Perier, célebre desde el hallazgoque en ella se hizo de una riquísima Fauna pliocena.Los materiales hálianse allí dispuestos de la manerasiguiente: de abajo arriba, calizas lacustres miocenascubiertas por una capa de cantos rodados fluviales de

algunos metros de espesor; sigue un horizonte de pro-togina roja que sirve de base á un banco de arenafina de un metro de grueso, en la cual se encuentrala riquísima Fauna del püoceno inferior, representadapor diez y ocho géneros y cuarenta especies, entrelas cuales son las más características el MastodonteArvenensis y el Mastodonte Borsoni; sobre la arenafigura un depósito de ISO metros de cantos traspor-tados sin duda alguna por las nieves perpetuas, estoes, un canchal glacial, que sirve de asiento al últimohorizonte que corresponde al del Elefante meridional.El depósito enorme glacial no sólo se distingue por eltamaño extraordinario de muchos de sus cantos errá-ticos, pues los hay hasta de 27 metros de circunfe-rencia, sino por haber sido cortado por dos formacio-nes de acarreo por las aguas líquidas, lo cual signi-fica que, durante el espacio considerable de tiempoque supone el canchal glacial, dos veces fue reem-plazada la acción de las nieves por la del agua líquida,probablemente resultado del derretimiento de la nievede aquel potente glaciar. De manera, que entre elhorizonte mioceno caracterizado por el MastodonteArvenensis y el plioceno del Elefante meridional, seformaron por la acción de las nieves tres canchalesde 50 metros cada uno, separados por dos formacio-nes, resultado de otras tantas fusiones de la nieve.

En otras regiones de Europa se encuentran clarosindicios de los notables cambios climatológicos expe-rimentados desde el período plioceno superior, al quesegún acabamos de ver hay que referir la aparicióndel hombre, á juzgar por los datos hasta el presenterecogidos. Pero entre todas ellas, quizás las más im-portantes sean Suffolk y Norwich, y los puertos deCromer y Happisburgo en Inglaterra, donde se hallanmuy desarrolladas las formaciones llamadas del Crag,equivalentes del horizonte plioceno de Francia, Italia,España y de otras comarcas. Nótase, con efecto, quecomparada la rica Fauna malacológica que en sus di-versos pisos contiene aquel depósito con la actual-mente viva en las regiones y mares meridionales y se-tentrionales, resulta que en el llamado Crag coralífero,que es el inferior, y de consiguiente el más antiguo,se encuentran veintisiete especies idénticas á las delos mares meridionales, y sólo dos de los setentriona-les; en el Crag rojo, que es el intermedio, existen enestado fósil diez y seis especies meridionales y ochoárticas; y por último, en el Crag superior ó de Nor-wich, no se encuentra ninguna meridional, y hastadoce de los mares del Norte. Esta semejanza de losdepósitos superiores pliocenos de Inglaterra, con lasformaciones cuaternarias del Norte, se acentúa máspor el hallazgo realizado, sobre todo en el puerto deAppisburgo, de un número considerable de defensasdel Elefante primitivo ó Mamuth, así como la alter-nancia de cnpas fluviales y marinas, es una pruebaclara y evidente de los movimientos ú oscilacioneslentas de aquella parte del Continente. Otra circuns-tancia aumenta el interés de aquellas localidades in-glesas, y es el hallarse cubierto el Crag por depósitosglaciales representados por arcillas, arenas y cantoserráticos del segundo periodo glacial, entre cuyosmateriales han aparecido sobre todo las numerosasdefensas, del Elefante á que antes nos referíamos, yabundantes restos de una Flora especial, cuyos repre-sentantes viven hoy también, siquiera en latitudesmás altas adonde emigraron en busca de condicio-nes apropiadas, lo cual significa que cuando vivíanen Inglaterra ofrecía dicha parte del Continente cir-cunstancias distintas de las de hoy. El Abeto, quedesapareció de las islas Británicas, el Pino de Esco-

N.° 56 EL REALISMO EN EL ARTE DRAMÁTICO. 115cía que sólo se encuentra en los condados más septen-trionales, el Tejo, el Abedul, la Encina peduncular, elHaya y otras muchas, representan dicha Flora, quepuede llamarse de tránsito. La Fauna está represen-tada por loa Elefantes meridional y primitivo; el Ri-noceronte leptorino, el gran Hipopótamo, el Alce gi-gantesco, el Reno, el Jabalí, el Lobo, el Oso y otrosque pasaron al terreno cuaternario.

En Montreuil, cerca de Paris, se ha encontrado undepósito análogo, caracteriza Jo por el RinoceronteMerkii y el etrusco, los Elefantes antiguo y Mammuth,el gran Hipopótamo, el Alce, el Bisonte de Europa, laHiena de las cavernas y otras especies.

Pero no es tan sólo al exterior, sino también en losdepósitos que contemporáneamente se formaron enciertas cavernas, tales como las de Siracusa, San Ciro,junto á Palcrmo, la de Reaume en Francia, Gower yRentóle en Inglaterra, donde se encuentran datos pa-leontológicos preciosos correspondientes al plioceno,donde hizo su primera aparición el hombre y quepuede decirse sirve de tránsito al terreno cuaternario.

Al comenzar este último período de la terrestre his-toria, una nueva invasión de las nieves perpetuas,hija, con bastante probabilidad, del levantamiento delos Alpes principales, imprimió carácter ai continenteeuropeo y norte americano, dando por resultado la for-mación de ii mensos depósitos erráticos, cuyos clarosindicios permanecen todavía hasta en las regionesmás apartadas de los actuales centros de acción delas nieves perpetuas. Y repitiendo en el terreno cua-ternario, más de una vez, la fusión de las nieves ynuevos movimientos de avance de ¡as mismas, comohemos notado en ei terciario superior, se determinabaen el primer momento el comienzo de los depósitos deacarreo, que habían de constituir con el tiempo laformación diluvial, y alternativamente las formacioneserráticas, que con las de la turba y alguna otra, re-presentan el conjunto del terreno cuaternario. Laexistencia del hombre y de su incipiente industria, serevola en este período por abundantes restos de suesqueleto en estado fósil y por numerosos instru-mentos de piedra tallada; de consiguiente, para lle-gar á formarnos una idea cabal de su historia en elespacio considerable de tiempo que la realización detodos los depósitos que representan dicho terrenoexige, se hace preciso apelar al examen de los carac-teres geológico, paleontológico, antropológico y ar-queológico, verdadero fundamento y criterio para de-terminar los diferentes períodos del desenvolvimientode nuestra especie, antes de lo que hasta aquí se hallamado Historia.

JUAN VILANOVA.

SECCIÓN DE LITERATURA Y BELLAS ARTES.13 DE MAIiZO DE 1875.

El realismo en el arte dramático.Los trabajos de esta importante sección, inter-

rumpidos hace algún tiempo, acaban de reanu-darse el dia 13 con la discusión del terna «Ven-tajas é inconvenientes del realismo en el artedramático, y con particularidad en el teatro con-temporáneo, » tema cuyo debate inició, bajo laacertada presidencia del Sr. D. Juan Valera, el se-ñor Montoro, en un discurso correcto, elegante ymetódico, que puso de relieve sus notables con-diciones de orador académico.

Empezó el Sr. Montoro manifestando que el es-tudio del realismo en el teatro no tiene una impor-

tancia pura y simplemente literaria. La trabazóny enlace, dijo, que guardan todos los elementos dela civilización, nos persuade desde luego á conside-raren el realismo, que tan vigorosamente se apo-dera del teatro en algunos países, una manifesta-ción del momento histórico en que vivimos. Lacrisis religiosa y la filosófica, los peligros y lastendencias que se advierten en el orden moral ydicen relación con la organización de las socieda-des, la instabilidad de las instituciones y la in-quietud de los espíritus, han formado sin duda elmedio social en que nace el poeta realista j laobra de éste, hija de tal tiempo, acúselo ó no gra-vemente, nos sirve de todas suertes para carac-terizarlo.

Mas no consiste en esto sólo, á juicio del ora-dor, la importancia del oportuno tema debido ála iniciativa de uno de los señores socios. Lascuestiones artísticas fueron siempre miradas convivo interés por los pensadores y por todas laspersonas de mediana cultura, á quienes han ofre-cido en todos los tiempos las creaciones del arteun manantial de nobles placeres y puras emo-ciones. Esta seria atención con que deben ser con-siderados la naturaleza y el fin del arte, se liageneralizado en nuestro siglo de un modo extra-ordinario. Harto nos dicenen este sentido los mu-seos, las galerías, los certámenes, las escuelas ylas obras literarias que revelan en todos los paí-ses civilizados un honroso celo y un generoso en-tusiasmo altamente favorables á los progresosartísticos. No entendía, sin embargo, el oradorque hubieran coincidido con el perfeccionamientoy abundancia de los medios materiales y externosque cuidadosamente detallaba, tan considerablesadelantos del arte como por ventura se espera-ban. Y preguntándose después si la influenciadel desarrollo que en las artísticas aficiones ad-vertía, se limitaba á determinar ciertas condi-ciones de vida para el artista y el arte mismo,declaraba francamente su opinión, manifestandoque esa influencia se hace sentir sobre la socie-dad en general. Las obras de arte dejan siempreen nosotros, nos decía, algo de ellas mismas. Masno se retiene de ordinario la lección moral, sinola impresión que nos ha conmovido, la nota queha vibrado con sonido tan dulce que no nos cansa-ríamos nunca de escucharlo. El precepto filosó-fico habla con nobie y severo lenguaje, que á lasveces exige esfuerzos muy costosos, mientras elarte obra siempre en nosotros como esas perso-nas muy queridas á cuyos deseos nos rendimosfácilmente, porque disponen de una gran fasci-nación y un poderosísimo encanto.

El orador hacía notar después, que se necesi-taba determinar el concepto del realismo para quepudieran versar sobre éste las consideraciones quese proponía expresar en su discurso. Entiende porrealismo una doctrina opuesta al idealismo, y queconsidera la reproducción fiel y hasta minuciosade la realidad que inmediatamente se percibecomo fin del arte: doctrina que ie parecía funda-da sobre un erróneo concepto, y cuyos inconve-nientes para la literatura, dramática han de serpor fuerza muy graves y trascendentales, siendoen cambio muy contadas y relativas sus ventajasy un mero accidente histórico.

El destino del hombre es desarrollarse necesa-riamente; la ley de su naturaleza un perfecciona-miento que no debe cesar nunca. Debe esforzarse

116 REVISTA EUROPEA.—-21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

el hombre por vencer las luchas y oposición queen su propio ser advierte, por conciliar los elemen-tos y las potencias de sí mismo. La vida es lucha,contradicción y emancipación progresiva. En laesfera física, fuerzas contrarias que chocan y secombaten; en el orden moral, esa lucha y emanci-pación progresiva, manifestándose por medio dela libertad, cuya historia, como ha dicho Hegel,es la del mundo. Gasta el nombre sus fuerzas en lavida real, buscándola satisfacción de sus necesi-dades físicas; en el estudio, investigando las leyesque rigen al universo; en la vida social, pugnandopor realizar sus concepciones y un ideal de jas-ticia que le enamora. Sólo le es dado alcanzar, enestos afanes, limitados goces con bienestar im-perfectísimo, y obrar una parcial consecución delos fines que se propone. Y cuando su voluntadse estrella, por decirlo asi, en los obstáculos quele opone la impura realidad, se reconcentra en símismo y se levanta en el fondo de su alma una as-piración nueva hasta entonces sentida, una nece-sidad nueva hasta entonces experimentada, quelo lleva á la sublime esfera en que las contradic-ciones vienen á resolverse en magnífica armonía yacabada conformidad. Necesidad y aspiración tanprofundas, sólo pueden satisfacerse por medio delarte, la religión y la filosofía.

¿Cuál es la misión del arte? El orador entiendeque esta misión se cumple cuando el arte nos dala contemplación de lo infinito bajo formas sensi-bles. Llamado á representar lo bello, que es launidad de los dos principios de la existencia, laley de los seres y su manifestación, la esencia yla forma, el arte debe ofrecernos una imagen deesta armonía. Y no se diga que considerándolo deeste modo, pierde su posición independiente delas dos esferas, religiosa y filosófica, á que tam-bién aludió. Mostrándonos el arte la verdad, bajoformas sensibles, por esto mismo se determina ydistingue muy claramente. La misma necesidadde que él ha nacido, hace que se reconcentre elespíritu más profundamente dentro de sí mismoy contemple la verdad en la intimidad de la con-ciencia; por donde se ve que la religión aparececolocándose desde luego por cima del arte, y tras-portando al fondo del alma lo que aquél nosmuestra en el mundo exterior. Hablando á su vezla filosofía directamente á la razón, hace que lainteligencia se eleve por sí misma hasta esa ver-dad que, como representación sensible, apareceen el arte, y como sentimiento, en la religión.

Hacía el orador que se notara cuan diferentesson los criterios más conocidos, y la opinión queestaba exponiendo sobre el fin del arte. Tres son,á su juicio, las principales teorías que difieren dela que profesa: las de la imitación, ía expresión yel perfeccionamiento moral. Hizo el examen de és-tas,, y trató de refutarlas en breves consideracio-nes; insistiendo sobre todo en combatir las dosúltimas, que siendo incompletas y no abrazandotoda la vida del arte, se completan luego paradeterminar (en toda la extensión de éste) ese erró-neo concepto del arte que se denomina realismo.

No debe ser el arte quien aleccione para el cum-plimiento del bien, pues no debe darnos la lecciónsino la emoción estética, la abstracción sino labelJeza. Si es verdad que existe una eterna é íntimaarmonía entre el arte y la moral, como entre el artey la religión, no dejan de ser por eso formas esen-cialmente diversas de la verdad. Cada una tiene

naturaleza, fin y procedimientos particulares.No debe ser indiferente para el artista el fondo

de la expresión ; no debe mirar con indiferenciainconcebible que este fondo esté constituido porla verdad y por el bien, ó por sus contrarios,pues el mal, el error, lo feo, en general, deben deser en la obra de arte como lo son realmente, tér-minos negativos llamados á definir por la contra-dicción, ley del pensamiento y del ser, la verdad,el bien, la belleza. Arte que no alcance en susobras una glorificación de éstos, es un arte sinvida.

Ni debe ser la imitación servil la norma del ar-tista. Este trabajo no es digno del espíritu que notiene por misión la copia servil sino la libre crea-ción. Además la copia, por buena y extremada quese alcance, no puede menos de ser inferior á la rea-lidad-, y la imitación es criterio que sólo puedeaplicarse á la escultura y á la pintura, mas no ála arquitectura, ni á la música, ni á la poesía, áno ser en su forma más prosaica, el poema des-criptivo. Este inconveniente con que tropieza elrealismo, propiamente dicho , se ha querido sub-sanar con el punto de vista que caracteriza al cri-terio de la expresión, cuyo defecto, ó mejor dicho,cuyo error fundamental, atacaba también en sudiscurso el Sr. Montoro.

Aunque esta serie de consideraciones criticasque acabamos de extractar brevísimamente, de-claraban desde luego su pensamiento, creyó con-veniente el orador amplificarlas algún tanto, yasí lo hizo, manifestando que, á su juicio, lo bellodebe ser considerado en tres momentos: metafí-sicamente, ó sea en la idea, en la naturaleza y enel ideal, ó sea en el arte. Extendióse en algunasconsideraciones ajustadas á la doctrina filosóficaque se conoce con si nombre de idealismo abso-luto, y que está unida indisolublemente con lamemoria de Hegel; consideraciones en las cualesdesarrolló las opiniones que profesa acerca de lostres momentos de la división que había formu-lado. Considerando lo bello abstractamente y enla idea, dijo que es la esencia ó íntima sustanciade las cosas, la verdad manifestándose á los sen-tidos, expresada bajo formas sensibles, ó en otrostérminos, la manifestación sensible de la idea; de-flnicion hegeliana que defendió en algunas frases.Dijo además que lo bello en su idea es infinito ylibre. Considerándolo en la naturaleza, sostuvoque consiste en la manifestación del principio quese desarrolla en la materia, y después de mani-festar que el carácter esencial de lo bello en estaesfera es la unidad en un sentido que le permitióextenderse un momento en ciertas explicaciones,hizo resaltarlas imperfecciones con que se acom-paña lo bello en el mundo físico. Manifestó des-pués que aparece la belleza en el ideal, ó sea en elarte, con un grado de perfección superior á loreal; pero insistió en que no se le debo considerarcomo opuesto de lo real, sino como lo real ideali-zado, glorificado, expresando fielmente la idea;insistiendo también en que verdaderamente res-plandece ese ideal en el espíritu, ó sea cuandoalcanzando el alma plena conciencia de sí, mués-trase en el pleno goce de sus facultades con viday libertad enteras, con sus grandes concepciones,con sus sentimientos más levantados, con suspasiones más nobles y avasalladoras.

No se debe prescindir, á su juicio, de la realidadque se siente: el arte debe apoderarse de ella, re-

N.° 56 EL REALISMO EN "EL ARTE DRAMÁTICO.

haciéndola y ajustándola á más perfecto tipo, lle-gando á la íntima armonía, á la revelación que seemplea en la forma total, á la idea, en una puracontemplación y por medio de la sensibilidad. Enla poesía, punto culminante del arte, ha de esfor-zarse ésta, más que nunca, en mostrar la alianzade lo individual y lo general, de la esencia y de laforma. En medio de los accidentes de la imperece-dera lucha, que al fin y al cabo constituye la vidatoda, no encuentra un tipo individual que le ofrez-ca formas bastante puras, y crea un ideal vivo queaparece en el fondo de su obra, personificandocumplidamente una gran idea, un noble sentimien-to, una pasión avasalladora y prepotente. Que nobasta considerar abstractamente este ideal, quese debe estudiarlo en las formas que cada una delas artes particulares emplea para su expresión,es también una observación que hizo el orador.Breves consideraciones adujo sobre las formasen que el ideal se nos muestra, y sólo recordare-mos que, al ocuparse de cómo se expresa en elcírculo de la vida humana, lo hace consistir en eltriunfo de los principios eternos que en nuestranaturaleza se manifiestan, como también en lafamilia, la moral, el estado, etc. Fijándose en queal aparecer el ideal en esta esfera necesita para sudesarrollo la forma de una acción, hizo notar quesólo es dado á la poesí-a dramática el expresarlaen sus fases sucesivas, y determinó, como carac-teres esenciales de dicha acción, los tres que si-guen: una firma social en que pueda desenvolver-se, observando que debe ser favorable al desarro-llo de las figuras ideales; una situación que haganacer el conflicto, la lucha de principios y perso-najes, divididos por sus ideas, pasiones, caracte-res, intereses, y en la cual consista el problema delarte en hacer que reaparezca la armonía en el des-enlace, y por último, una acción propiamente talcon sus momentos esenciales, principio, medio yfin. Algunas observaciones sobre estas tres con-diciones esenciales de la acción, sobre el error deconsiderar al mal por sí mismo como susceptiblede belleza, y sobre la necesidad de que los carac-teres sean firmes y sostenidos, completaron estaparte del discurso que en esta reseña se extracta.Manifestó entonces el orador que creía haber he-cho una impugnación teórica del realismo, funda-da por una parte en la crítica de las teorías enque está basado, y además por la exposición ydefensa de los principios que juzga más ciertosen materias de arte. Entró después á considerarla aparición histórica del teatro realista, y lo veíanacer en el seno del romanticismo, pues comohizo notar el malogrado Fígaro en sus celebradosartículos, tuvo aquél dos aspectos, el que repre-senta Víctor Hugo, y aquel otro más humano yde actualidad que representó Dumas. Empujabanal teatro en estas direcciones el mismo espíritude espontaneidad y original impulso que desterróen buen hora la preponderante influencia delpseudo-clasicismo, preconizado por Boileau y LaHarpe, y cuya invasión en todas las naciones des-cribió brevemente el Sr. Montoro: la tendencia ála crítica, al mismo mal de la duda y cierto des-encanto que convirtieron las miradas del poeta álo sensible con marcada predilección, á los deta-lles y á las luchas todas de la vida, sin máslevantado fin que su exacta reproducción.

Atacó, por último, esas manifestaciones del rea-lismo que han producido una especie de teatro ju-

rídico y político, que con frecuencia nos ofrece susprosaicas creaciones; ese enamoramiento del malcomo base de su acción dramática, esa secretapredilección por los vicios como fuente del dra-mático interés, y ese insulso diálogo que se li-mita á transcribir servilmente el lenguaje con-vencional y pintoresco de las diferentes clasessociales. Después de ampliar con algunas re-flexiones estos juicios, terminó recordando queLarra, aunque favoreció de algún modo al realis-mo con su talento, presintió sin duda el términode este viaje, que se hacía emprender al arte,cuando dijo que el teatro se moría, no sólo enEspaña, sino en todas partes, profecía que noaceptaba el Sr. Montoro, aunque entendía, que sise persevera en la dirección que estaban comba-tiendo, no sería difícil que se cumpliera para tanextraviadas gentes ese siniestro pronóstico. Queno abandone el arte las vías en que alcanzó susmás gloriosos triunfos si quiere evitar un porve-nir tan desdichado y rivalizar ahora en obrasdignas de la fama con los períodos más brillantesde su historia.»

Terminado el discurso del Sr. Montoro, que lasección acogió con repetidos aplausos, el señorValera concedió la palabra al Sr. Nieto, que figu-raba en la lista de los que habían de tomar parteen el debate.

El Sr. Nieto manifestó el deseo de que se lereservara exponer su pensamiento en otra sesión,ruego que fundaba en legítimas convenienciasdel debate.

El Sr. Valera la otorgó entonces al Sr. Cala-via.—Comenzó éste por exponer cuál era el con-cepto común que todos tenemos generalmenteformado del realismo, y cuál era, propiamentehablando, el sentido histórico de esta palabra enla época contemporánea. Mostró luego, y medianteel ejemplo de los hechos diarios, que á pesar delcarácter sensualista y materialista que el realismoencarna por necesidad en el arte, éste, sensualistay materialista en el fondo, tendía en cierto modoá espiritualizar la materia, convirtiéndola almenos en instrumento de una voluptuosidad re-finada y de un epicureismo lo menos repugnanteposible en sus apariencias, si bien conservandosiembre el temperamento positivista que lo cons -tituye.

Penetrando luego en las causas históricas quehabían determinado su aparición, el Sr. Calaviatdijo: que estas causas eran más hondas de loque comunmente suele pensarse; que su prin-cipal influencia no era simplemente debida á lainfluencia mayor ó menor que hayan podido ejer-cer en la historia estas ó aquellas individuali-dades ilustres, sino al poder irresistible de losgrandes acontecimientos, y á las corrientes ydirecciones generales de la humanidad en épocasdeterminadas, que todo lo mueven, todo lo agi-tan y á todo imprimen una marcha tan decisivacomo irresistible.

El realismo en el arte, decía el señor Calavia,es el individualismo en la esfera social, el positi-vismo en la esfera de la filosofía, el escepticismoindividualista en la esfera de la religión, el doc-trinarismo, en fin, en otra esfera más candentey más abrasada, que no quiero nombrar. AhoraDien, si la vida entera ha penetrado en estas vías,si cada cual no vive de otro modoque como piensasu negocio ó siente su conveniencia, ¿cómo en

4 18 REVISTA EUROPEA. 21 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

el arte se ha de expresar un sentido diferente?El arte, como la ciencia, como la economía, comotodas las relaciones de la vida humana, se hacensiempre, según los tiempos que corren, según losintereses que palpitan, según las ideas que se co-tizan, según los móviles que g lían las aspiracio-nes del siglo en que se ha nacido, y de las tradi-cioaes que de más ó menos largo tiempo vieneneducando á las sociedades y á los hombres. Es evi-dente que desde el siglo XV, sobre todo, se vieneacentuando irresistiblemente una crisis profunda,y que todo, absolutamente todo, se halla profun-damente perturbado y fuera de asiento. Todos nosagitamos hoy con un desasosiego cada vez másacentuado, y llevamos en la mente, sin solucióndefinitiva,los problemas fundamentales déla vidaentera; nadie sabe lo que piensa en religión, ni loque debe pensaren el orden científico, ni lo quele es dado sentir en la esfera del arte; vivimos, enfin, sin ideal de vida, porque muertos irresistible-mente el ideal clásico del mundo antiguo, y oscu-recido y ya eclipsado necesariamente el idealromántico de la Edad Media, no hacemos másque vegetar, ora recordando con más ó menos en-canto el romanticismo que ha sido nuestra próxi-ma vida pasada, ora reverdeciendo por obra ygracia de una erudición tan fria como exenta deanimación y colorido, el clasicismo, al cual tribu-tamos una admiración más ó menos justa ó exa-gerada.

Pero el ideal y los ideales que tienen su fuentede producción en la naturaleza humana, y porconsiguiente en la conciencia y en la razón á éstapresente, no son la obra ni el resultado del podercreador del artista; los tiempos, los acontecimien-tos, los intereses y las cosas, van acaparando losmateriales; y cuando suena la hora oportuna, ycuando llega el momento adecuado, entonces ysólo entonces es cuando aparece el poeta de laEpopeya, que formula con plena y entera unidadde sentido las bases constitutivas de la vida, ypor consiguiente, dentro de éstas, las leyes fun-damentales y determinantes del arte.

Hornero escribe su Epopeya inmortal dos si-glos después que han vivido los héroes de suacción dramática; y la Edad Media llevaba yacumplida una buena parte de su obra, cuando elpoeta florentino aparece para formularla y defi-nirla en su eterno poema. Por eso se nota, quecuando estas formulas han aparecido, y por pon-siguiente, cuando el ideal de una edad históricaha dicho su palabra definitiva, entonces el arte,moviéndose libremente dentro de esta pauta re-guladora y de este universal protagonista, en-cuentra servidores1 ilustres que en el mundo clá-sico se llaman Eschilo, Sófocles y Eurípides; y enel ideal romántico, se denominan Lope de Vega,Calderón y Morete.

Alhora bien; si ea los tiempos que corren carece-mos de ideal, de protagonista, de unidad común, deprincipio universal de vida, ¿cómo hemos de tenernrte propio y propiamente definido? Viviendo á lavenfcura, el artista contemporáneo no hace másque reproducir, según su genialidad personal, losgustos de la época y las aficiones de su público.Excéptico como éste, no deja en sus obras otracosa que el rastro pasajero y fugitivo de las im-presiones en moda y de las aficiones en alza, y poreso es por lo que, aun tendiendo todos á salir deeste estado asfixiador por irresistible necesidad y

por la experiencia diaria del desencanto dolorosoque nos produce su espectáculo, volvemos, sinembargo, á recaer en él y continuamos envuel-tos en ese realismo pernicioso que nos molestaagradándonos momentánemente, y que nos sedu-ce por un lado para dejarnos luego abrumadoscon el sentimiento doloroso de su vacío. Aspirarlentamente á salir de este estado, es, y debe ser,según piensa el Sr. Calavia, la misión actual delarte, dando con esta conclusión fin á su discurso.

Tal es, en compendiado resumen, lo que ex-puso el señor Calavia, demostrando la profundi-dad de sus juicios y la extensión de sus conoci-mientos, que ya antes de ahora le han hechoacreedor á un nombre distinguido en la repú-blica-de las letras. La sección, que le había es-cuchado con gusto, aplaudió al final repetida-mente.

Atendiendo á lo avanzado de la hora, el señorpresidente suspendió el debate para continuarloen la sesión inmediata, procediendo antes de ter-minar ésta, á resolver sobre la índole y forma delos trabajos que llevará á cabo la sección para elmejor desempeño de su objeto. A este fin habíansepresentado á la mesa varias proposiciones. Enuna de ellas se pedía que, á más de las sesionesordinarias de la sección, se reuniera ésta en ter-tulia literaria un dia todas las semanas, á fin deescuchar la lectura de los trabajos que pudieranser presentados con ese propósito.

El Sr. Pacheco hizo presente la conveniencia deque en estas «Tertulias» se dé cuenta por los so-cios que deseen hacerlo, de las obras que se pu-bliquen ó hayan visto recientemente la luz ennuestro país ó fuera de él; en favor de este pen-samiento, milita la costumbre de otros países yde corporaciones literarias respetables, á más delas ventajas que ha de producir el que sea asíposible apreciar con mayor exactitud las variadasfases que en la actualidad presenta el movi-miento científico y literario de Europa.

Después de un ligero debate y de algunas dis-cretas observaciones del Sr. Canalejas, se convinoen lo que proponía el Sr. Pacheco. Hablóse tam-bién de la oportunidad de inaugurar en el Ateneouna serie de conferencias públicas científico lite-rarias, con la colaboración de nuestros primerosoradores, y encaminadas á exponer de un modobreve el estado de los problemas que en estosmomentos preocupan al mundo intelectual. Nadase decidió acerca de esto por ser el asunto de lacompetencia déla Junta de Gobierno, que pareceanimada de excelentes deseos respecto de él.

Por último, la sesión se levantó á las once ymedia reinando entre todos los socios un exce-lente espíritu, que nos hace creer serán multipli-cados y fecundos los trabajos literarios del Ate-neo. Para la sesión próxima tienen pedida lapalabra los señores Canalejas, Nieto, AlcaláGaliano, López Iriarte, y otros que no recor-damos.

En la primera Tertulia literaria que se verifi-que, que se anunciará oportunamente, usarán dela palabra:

El Sr. Perojo, sobre las Cartas inéditas de Enri-que Heine, reciente publicación alemana llamadaá despertar un grandísimo interés en los admira-dores del ilustre poeta;

El Sr. Pacheco, sobre la Literatura inglesa con-temporánea de Odysse-Barot;

N.° 56 LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE F1LADELF1A. 119

El Sr. Galvete, sobre los Escritos religiosos deMr. Gladstone.

Otros socios además, preparan, según nuestrasnoticias, curiosísimos trabajos para esta sección,de lo que sinceramente nos felicitamos.

16 Marzo.

Sociedad española de Historia Natural.3 DE MARZO DE 1875 .

Abierta la sesión, bajo la presidencia de D. ManuelAbeleira, se admitieron siete socios y se hicieron cua-tro nuevas propuestas.

Se aprobó el dictamen de la Junta Directiva, des-echando la proposición verbal del Sr. Garrido sobreestablecer relaciones con la Reale Associazione deiBenemeriti Italiani, de Palermo.

El Sr. Jiménez de la Espada leyó una noticia biográ-fica del Sr. D. Patricio Paz y Membiela, trabajo quepasó á la Comisión de publicación.

El Sr. Pérez Arcas leyó en extracto un artículoacompañado de dibujos, remitido de Valencia por elsefior Cisternas, sobre una nueva especie de paz, elAmmodytes terebraus, cuyo artículo pasó á la Comi-sión de publicación.

El Sr. Martin de Argenta entregó una noticia ne-crológica de D. Quintín Chiarloni, escrita por D. Joa-quin Olmedilla, y que la Sociedad acordó pasara á laComisión de publicación.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

Se ha hecho un importante descubrimiento dehachas de piedra pulimentada en las cercaníasde Lila. Son cinco, y estaban dentro de un vaso;una de ellas, sobre todo, es muy notable por sutamaño y perfección; las demás son pequeñas.El vaso, que se rompió al desenterrarlo, era deparedes muy delgadas, de unos 20 centímetrosde alto, y más estrecho por abajo que por arriba.Estaba metido en una capa de 70 centímetros deespesor, compuesta de aluviones amarillos. (Echode Nord.)

* #El cuarto Congreso telegráfico internacional se

reunirá el 1." de Junio próximo en San Petesbur-go, conforme se acordó en el último Congreso ce-lebrado en Roma. El gobierno ruso ha enviado yala invitación correspondiente á los veinticuatroEstados que se han adherido á la convención, y álas veinte compañías propietarias de cables. ElCongreso durará cuarenta dias, porque el antiguoproyecto de convención ya á sufrir grandes modi-ficaciones. Las compañías privadas no tendránmás que voz consultiva {V Eeonomiste franeáis).

#* *Los rigores de este invierno han sido excesivos

en América. En 17 de Febrero el deshielo no ha-bía empezado todavía, y en Nueva York no se ha-bían visto libres de hielos desde mediados deDiciembre. Los vapores que hacen el servicio deBrooklyn han intentado en vano romper los hie-los que cubren el rio del Este. En algunos puntosse está intentando abrir una vía por medio detorpedos, procedimiento bastante eficaz, que nodeben olvidar los exploradores del polo Norte. Lascostas están cubiertas de hielo, y se encuentran

al largo, á unas 60 millas de la costa, buques re-ducidos á la inmovilidad y cuyas tripulacionesestán expuestas á morir de hambre. Los bancosde hielo desprendidos por las olas de las costasheladas, hacen muy peligrosa la navegación.

#* #

Los anales de la cirujía española se han enri-quecido con un notabilísimo caso de decoladondel fémur, llevada magistral mente á cabo en lamañana del 16 del corriente por el doctor y cate-drático de clínica quirúrgica D. Santiago Gonzá-lez Encinas. Exigía inmediatamente tan graveoperación un tumor monstruoso, de 37 libras, ex-tendido desde el muslo á la pierna, y cuya histo-ria hizo el doctor Encinas en breves y elocuentesfrases ante los catedráticos de la facultad , profe-sores de hospitales, médicos particulares y másde 2.0U0 alumnos. Los entusiastas aplausos delos concurrentes al anfiteatro de San Carlos en elmomento de terminarse felizmente tan audaz ydelicada operación, demostraron al Sr. Encinasel inmenso cariño que le tributan sus discípulos,la consideración que merece á sus compañeros yla estimación general á que se hace digno por sutalento como médico y su mérito como operador.

La Exposición Universal de Filadelfia.

Los habitantes de los Estados-Unidos han orga-nizado una Exposición universal, destinada á ce-lebrar magníficamente el centesimo aniversariode la declaración de su independencia; aconteci-miento que tuvo lugar el 4 de Julio de 1776 en laciudad de Filadelfia. Este gran concurso univer-sal se abrirá el 19 de Abril de 1876, en conmemo-ración del 19 de Abril de 1775, dia en que se hizoel primer disparo de fusil en Bimkershill por losinsurrectos americanos; y se cerrará el 19 deOctubre de 1876 para celebrar la capitulación delord Cornwallis, que se verificó en York-Town,el 19 de Octubre, y que, como es sabido, produjola firma del tratado de paz, tan glorioso paraFrancia y para los Estados-Unidos.

El presidente Grant ha nombrado hace dos añosuna comisión, en la cual están representadostodo#los Estados por uno ó dos miembros, segúnsu importancia, y ha pedido al Congreso un créditode 4.500.000 francos para la representación de losdiferentes departamentos de servicioa públicos.

La comisión de organización ha abierto unasuscricion por 50.000.000 de francos. La ciudadde Filadelfia y el Rstado de Pensilvania han vota-do una suma de lá.500.000, y el resto se cubrirápor acciones de 50 francos. De estas cantidades sehan recaudado ya una porción de millones, y enbreve se recaudará hasta el completo. La comisiónde organización ha pedido también al Congresoun crédito de 7.500.000, de los cuales 2.000.000serán para contribuir á los gastos de instalación,2.500.000 para las medallas que se concedan á losexpositores, y 3.000.000 para la policía de la Ex-posición.

El palacio se está levantando en el parqueFaermount, situado en las orillas del Shuglkill,á pequeña distancia de Filadelfia , y se com-pondrá :

1." Del palacio de la Exposición, del cual va-mos á dar una ligera descripción.

2." Del palacio de Bellas Artes,

120 REVISTA EUROPEA. 2 1 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 56

3.° De un anejo para las máquinas.4.° De un espacio cercado para la Exposición

hortícola.5.° De un anejo para la Exposición de agri-

cultura.La compañía de los ferro-carriles de Filadelfla

está construyendo una estación monumental enlas cercanías de la exposición de la industria. ElEstado de Pensilvania gasta 20.000.000 en laconstrucción de un palacio municipal, que seinaugurará con motivo déla Exposición.

Es probable que se establezca una línea de va-pores, mientras dure la Exposición, entre el Havrey Filadelfla, y los precios de pasaje, ida y vuelta,serán muy reducidos, pues se dice que en primeraclase sólo costará 600 francos.

El palacio de la Exposición forma un rectán-gulo, colocado en la dirección de Este á Oeste. Lasuperficie total es de ocho hectáreas. Los Estados-Unidos se han reservado en el centro del edificiouna porción de 120 metros de ancho por 150 delargo, ó sea el doble de la superficie concedida áInglaterra y el cuádruple de la ofrecida á Francia.De las naciones extranjeras, Francia ha sido lamás favorecida, después de la antigua madre pa-tria, que, gracias á la comunidad de idioma y deorigen, ha conservado relaciones de todas clasescon su antigua colonia.

El viejo continente ha sido colocado en la parteoriental, y América y Oceanía en la parte occi-dental. Basta, pues, saber geografía para encon-trar la exposición de una comarca cualquiera.

El espíritu de clasificación está tan extendidoen los Estados-Unidos, que los arquitectos no sehan limitado á este primer esfuerzo para facilitarlas investigaciones de los visitantes, sino quehan dividido la Exposición en doce secciones á lolargo, y cada una de ellas corresponde á una es-pecialidad; de modo que el quiera visitar la Expo-sición de una nación determinada, no tiene másque recorrer el edificio á lo ancho, y encontrarátodas las especialidades de un país; mientras queel quiera visitar una sola especialidad en todaslas naciones, no tiene más que recorrer el edificioá lo largo, y sin encontrar más objetos que losque constituyen la especialidad determinada que(lesea visitar, habrá recorrido y comparado todaslas naciones.

Los diferentes departamentos de cada país es-tán ya señalados en esta forma:

I. Primeras materias de origen vegetal óanimal.

II. Primeras materias fabricadas, es decir,extraídas ó combinadas de una manera cualquie-ra, para uso de las artes ó de la alimentación.

III. Materias textiles, trajes y adornos.IV. Muebles y objetos fabricados de los que se

emiplean en los mismos.V. Herramientas, máquinas y procedimientos

qu» no sean á propósito para figurar en el anejode máquinas.

"VI. Motores y medios de trasporte.VIL Medios y aparatos para extender la ins-

trucción.VIII. Trabajos públicos, arquitectura.IX. Artes plásticas y gráficas, objetos que no

sean a propósito para figurar en el anejo de BellasArtes.

X. Objetos para el mejoramiento físico, moralé intelectual de la condición del ser humano.

Después de esta ligera nomenclatura, puedeobservarse que no se ha olvidado el fin utilitario,y que ne se ha reservado ningún sitio á las artesde la destrucción. Así debía ser en una Exposiciónabierta en la capital de los cuákeros, á la inversade lo que sucedió en Paris, donde el sitio de ho-nor de la Exposición de 1867 estaba reservado alcañón prusiano.

La arquitectura de tan vasto edificio es senci-lla y severa. En cada uno de los ángulos se elevauna torre, y en el centro de cada uno de los cua-tro lados hay un pórtico y cúpulas cubriendo lasrotondas colocadas en los puntos de intersecciónde las grandes y las pequeñas avenidas. De estamanera los arquitectos han conseguido romperla monotonía de las líneas largas que produciríanun efecto deplorable, porque con ellas el edificioparecería que se desplomaba como si se sintieraincapaz de soportar su propia grandeza y majes-tad. {La Nature.)

Combustión espontánea del carbón.

Cada vez se repiten con más frecuencia los ca-sos de combustión espontánea del carbón, cuyascausas son muy variables. En los dos últimosaños han sido destruidos ó averiados 44 buques,por consecuencia de la combustión espontánea delos carbones bituminosos. En estos casos el fenó-meno se ha debido sin duda á las acciones quími-cas. En la íabricacion de la pólvora sucede confrecuencia que el carbón pulverizado se calienta yse prende fuego espontáneamente, y aquí la causaes distinta. El carbón pulverizado adquiere pro-piedades análogas á las del hierro llamado piro-phorico, propiedades debidas á la gran cantidadde oxígeno que absorbe en ese estado, y al calorque se desprende de la condensación de ese oxí-geno.

Ciertos casos de combustión espontánea en lasminas de hulla no proceden de otra causa. Sinembargo, las combustiones espontáneas puedenproducirse en las minas por otras influencias,como la descomposición de las hullas piritosas yde las hullas ricas en oxígeno. No existe remediopreventivo, en general, contra las combustionesespontáneas en las minas; pero en la mayor partede los casos una ventilación enérgica y continuaconstituye un excelente medio para impedir laproducción de esos accidentes, cuya gravedad esbien conocida. (Revue commerciale, de Filadelfia.)

Las veinte universidades del imperio alemántienen en la actualidad 888 profesores ordinarios,334 extraordinarios, 36 honorarios y 338 Privat-Docenlen. Los profesores ordinarios son 66 en Mu-nich, 59 en Berlín, 58 en Gotinga, 57 en Bona,57 en Leipzig, 51 en Strasburgo, 50 en Breslan,48 en Halle, 46 en Koenigsberg, 46 en Tubinga,41 en Heidelberg, 38 en Marburgo, 37 en Greifs-•wald, 37 en Kiel, 36 en Friburgo, 36 en Giessen,36 en Wurzburgo, 33 en Erlangen, 29 en lena, y27 en Kostock.

Los profesores extraordinarios, agregados ysustitutos, aumentan tanto estas cifras, que launiversidad de Berlín tiene en junto unos 180 pro-fesores , y en la misma proporción las demás.—(Wiener, Mediz. Woolenschrifl.)