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CRÍTICAS Y RESEÑAS DE LIBROS

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1 Centenario deC nacimiento

de fia6rieC Cecaya

República de las Letras

SUMARIO

Andrés Sorel La sonrisa de Gabriel Celaya 5

Félix Maraña Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia 11

Ángel González Gabriel Cela ya, poesía, testimonio y conducta 19

Antonio Hernandez Celaya: De claro en claro 23

Armando López Salinas Memoria de Gabriel Celaya. Encuentro primero y otros encuentros 29

Francisco Esteve RamÍrez Gabriel Celaya y Miguel Hernández 37

Carlos Álvarez Gabriel Celaya hoy 45

Manuel Rodríguez Ramos Gabriel Celaya en Cuba 47

Pedro García Cueto Gabriel Celaya. La voz de un poeta comprometido 55

Francisca Aguirre Premio Nacional de Poesía 2011 59

Félix Grande Poesías 65

Muere el escritor valenciano Vicente Soto 69

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4 Sumario REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

CRÍTICA DE LIBROS

Sergio Pitol. Nocturno de Bujara. Antón Arrufat 73

Jesús Hilario Tundidor. Un único día. Morales Lomas 78

Juan Mollá. Contra el tiempo. Dionisia García 93

Antonio Martínez Menchén. La poesía de Antonio Martínez M enchén.

Morales Lomas 96

Miguel Hernández. Miguel Hernández: De la A a la Z. Aitor L. Larrabide 99

Pilar Gómez - RESEÑAS DE LIBROS 101

Amador Gálvez, Félix

Casanova, José Ramón

Cózar, Rafael de

Guerra Garrido, Raúl

León, Encarna

Lenza, Enrique

López, Fernando J.

Martín, José Aurelio

Martín del Burgo, Ángeles

Martínez Ballesteros, Antonio

Montobbio, Santiago

Muñoz Hidalgo, Manuel

N~rla, Francisco

Pinar Godoy, Andrés

Rubio, Juan Carlos

Scott Fitzgerald, Francis

Corrección de pruebas y estilo: Laura Martínez

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La sonrisa de Gabriel Celaya

ANDRÉS SOREL

Cien años del nacimiento de Gabriel Celaya. Han pasado más de veinte desde que nos dejó. Nos quedan sus poemas. A mí también su rostro, sus palabras, su silencio mientras fumaba en pipa. Su amistad. La compañía de él y la de Amparichu. En 2001 publicamos un número de REPÚBLICA DE LAS LETRAS a él dedicado cuyo sumario reproducimos en la presente revista. Ahora, en el aniversa­rio del año en que nació, que de puntillas ha pasado para la malha­dada, mercantilizada cultura española, hemos querido volver a

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6 La sonrisa de Gabriel Celaya REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

recordarle. Palabras, manos tendidas hacia ellos, memoria por la que luchamos para que no se extinga, pese a tantos retrógrados que prefie­ren despreciarla, prohibirla. Porque Celaya, como Machado, Otero, Cernuda, tantos otros, vive. Que no lo olviden ellos, quienes no tienen memoria porque tampoco tendrán nunca vida.

Abrimos el presente número con las palabras que yo escribía a manera de editorial en REPÚBLICA de mayo del 2001 y que van a continuación.

En aquel entonces todos éramos del partido. Todos: es decir, los escasos com­batientes del franquismo, entre los que se contaban un puñado de escritores. Militantes o no, compartíamos una mis­ma pasión: la lucha por la libertad. Era, además, buena ocasión, la de reunimos, para hablar, amén de política, de literatu­ra. Para compartir la amistad, tomar vinos en noches que alargábamos hasta el cansancio de la amanecida. Ninguna casa tan acogedora como la de Gabriel y Amparo, con nombre de resonancias ascéticas: Nieremberg. Ninguna sonrisa tan envolvente como la de Gabriel. Ningún desprendimiento tan humano como el de aquella pareja que sin duda nos m arcó, en los años sesenta.

El jueves, 8 de marzo de 1990, en el desaparecido diario El Independien te, publiqué el siguiente artículó:

Quiero conservar de él su imagen sin tiempo, decirle que, para nosotros, está más vivo que nunca. Muchos enterradores tienen nuestra inmediata historia: yo no me uno a ellos, al revés, prefiero reencon­trarla, que es otra manera de huir del vacío, la depresión. La historia de nuestra larga, difícil y sin embargo utópica trave­sía a través de los años cincuenta y sesen­ta. También Barral, Gil de Biedma, se aso­maban a ella. Recordemos, Gabriel: café Pelayo -en una de las mesas del fondo siempre había policías-, transformado en

banco como preludio del inminente trans­formismo político; tascas como La Frasquita -no era ese su nombre, pero allí el vino y la tortilla de patata nos congrega­ban en un cálido reservado-o Gabriel, Amparichu, Carmiña, Ángel González, García Hortelano, Caballero Bonald, Sastre, Pepe Esteban, Pedro Dicenta, los entonces casi siameses Ferres-Salinas, tan­tos otros .. . Debíamos de ser muy jóvenes, pues no habíamos perdido la esperanza. En cosas de las que hoy nadie quiere hablar: transformación de la sociedad, reforma agraria, liberación de los oprimi­dos, fin de la corrupción política, del poder de la Iglesia y del Ejército ... Someían los claros y cálidos, melancólicos ojos de Gabriel, mientras llevaba el rojo vino a su boca. Le acompañábamos en sus versos: «Da miedo ser poeta, da miedo ser un hombre consciente del lamento que exhala cuando existe. Da miedo decir lo que el mundo silencia».

Poesía y documentos. Reuniones y mítines en la Universidad. Y en la calle Nieremberg, la compañía de dos de los seres más entrañables que andaban las noches y los días de Madrid esos años: Amparo y Gabriel. Poniendo amor y sor­dina al rencor, alodio, a la miseria de las palabras que teníamos que escribir contra el régimen, contra Fraga, contra Fraga entre otros, sí. . . , porque en ellas se habla­ba de tortura, de prisioneros, de exilios, de cierre de periódicos y censuras de libros, hasta de asesinatos. Y ellos saca-

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Andrés Sorel

ban otra frasca de vino y hacían que bebiendo, hablando, disertando sobre el realismo social -qué crítico era Gabriel a la hora de abordar sus límites, cuando hablaba de la poesía como corriente tran­sindividual, cuando el tiempo buscaba público para la poesía-, o cantando popu­lares letras, recuperábamos la paz y la sonrisa. No sólo la palabra: el abrazo, el gusto por la vida. Siempre él el primero en escuchar, apoyar si podía al joven escritor. El más bondadoso y el más lúci­do, y si era necesario, pese a sus humanos y maravillosos temores, el más airado contra la injusticia que consumía aquellos años de tiempos de silencio y esperanza en nuestra vida madrileña. ¡Cuántos años de una historia que yo me niego a olvi­dar! En San Sebastián -Franco ya muer­to- seguía siendo el mismo: escribidor, amigo, humilde en su magnificencia ... Hombres como Celaya, si no existieran, habría que inventarlos. Hombres como

Celaya no necesitan caridad, sino justicia. Del interior de México, hace años, me

traje unas mascarillas de cerámica de indios sonrientes. Muchas noches de invierno, en la soledad de la sierra de Gredos, me acom­pañaban con su gesto de vida. Allí tengo mi biblioteca. Los libros de Gabriel. Y su sonri­sa, que al resplandor de las llamas de la chi­menea, me recuerda, en mis ensoñaciones, que hubo hombres que escribieron, lucha­ron, vivieron por un mundo diferente, en el que justicia y belleza tuvieran cabida, por mucho que ahora pretenda ignorarse su existencia. Porque sólo la sonrisa de Juan de Leceta, de Celaya, de Amparichu, nos acompaña, junto a la de tantas palabras de amigos desaparecidos, en estas horas oscu­ras en que son tantos los que renuncian a soñar, aWlque sólo sea soñar, que el mundo puede ser transformado.

Este artículo se publicó en REPÚBLICA DE LAS LETRAS, n .o 70, de mayo de 2001.

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8 La sonrisa de Gabriel Celaya REPÚBLICA DE LAS LETRASJ25

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

C<1Itro Español de D""choJ ReprogrdficOJ Entidad de Autores y Editores

Andrés Sorel

¿Quién puede abarcarte? ¿Quién puede decir que te comprendió por entero?

H OLDERLlN

GABRIEL CELAYA

" LUIS :M:ATEO DIEZ

La mano del --sueno

9

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10 La sonrisa de Gabriel Celaya REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

ÍNDICE

I TEMAS MONOGRÁFICOS

GABRIEL CELAYA

GABRIEL CELAYA. Biografía 7 AMPARO GASTÓN. 8 ANDRÉS SOREL. La sonrisa de Gabriel Celaya 9 JORGE GUILLÉN. Yo soy 12 RAFAEL ALBERTI. Por encima del mar 14 VICENTE ALEIXANDRE. A D. Rafael Múgica 16 ÁNGEL GONZÁLEZ. Notas para un anteproyecto de retrato imposible 19 LEOPoLDO DE LUIS. Empezando por Rafael Múgica 23 JosÉ HIERRO. La poética de Gabriel Celaya 29 CARLOS ÁLVAREZ. En recuerdo de Gabriel Celaya 49 CARLOS AURTENETXE. Gabriel Celaya: teoría del abrazo 55 JORGE GONZÁLEZ ARANGUREN. Gabriel Celaya entre dos mitos 63 ANTONIO HERNÁNDEZ. Un Celaya cargado de futuro 68 ARMANDO LÓPEZ SALINAS. El testimonio de Gabriel Celaya

como persona y como hombre público 75 PEPE ESTEBAN. Gabriel Celaya, editor 89 FANNY RUBIO. La poesía-de la segunda mitad de siglo y Gabriel Celaya 97

Escritos de Gabriel Celaya

Historias de mis libros Reflexiones sobre mi poesía Gabriel Celaya por él mismo Breve antología poética Bibliografía

105 119 125 129 157

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Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia

Gabriel Celaya (1911-1991) fue uno de los poetas más populares del siglo XX, y representante cualificado de la lla­mada poesía social. Sin embargo, su obra, tanto poética, como teórica y críti­ca, rebasa los límites de ese encuadre y abarca horizontes de mayor significa­ción en la cultura de nuestro tiempo, quiérase reconocer o no . El propio Celaya lo repitió muy claro en 1987: "Lo social es solo un eco que resuena en mi poesía, entre otras muchas cosas que venían de antes" . Pero resulta muy difí­cil reconvertir el tópico sobre el particu­lar, y todo el mundo parece estar dis­puesto a repetir, en cantinela, que Celaya es un poeta social, y lo distorsio­nadar es que se insiste, reduciendo al poeta a una parte, y solo una parte de su compleja creación. En 1990, cansado de tanto tener que explicar qué quería decir con poesía social ("toda poesía es social"), remató: "He procurado una poesía que ayude a vivir. A fin de cuen­ta es lo que importa".

El tópico, en cambio, se ha adueñado de la historia y ha reducido esa comple­jidad de Celaya a la línea estrictamente realista de su poética. Ya se sabe que es la poesía más difundida de nuestro autor, pero no es su obra más consisten­te. Es obligado reiterar, para no crear un nuevo mito al · querer destruir el ante­rior, que la denominada poesía social,

FÉLIX MARAÑA

donde se ensayan dialécticas y pro­pósitos políticos -poesía histórica, le dijo Ángel María Ortiz-Alfau, para superar un artículo en la censura-, conforma un tiempo de gran signifi­cación en la vida personal y pública del poeta. No se puede, ni se preten­de, negar. Asumir, por contra, todas y cada una de las partes que compo­nen su obra literaria, y señalar su evolución en el tiempo, han sido cuestiones que le preocuparon mucho al propio Celaya.

POR UN PUÑADO DE CANTATAS

La obra de mayor acento realista, de querencia directamente política, social, histórica, la encontramos en sus cantatas, ese minigénero o subgé­nero -entiéndase- de la poesía dra­mática, que Celaya ensayó para hacer algunos planteamientos dialécticos. Conviene señalar no obstante que sus cantatas Lo demás es silencio (donde aparece un conflicto interior entre el existencialista y el marxista), Las resis­tencias del diamante, Vías de agua o El derecho y el revés, componen la parte fundamental de esa corriente. ¿Qué son, en cualquier caso, esos cuatro libros, ampliables a seis o siete, si se quiere, en el conjunto de su centenar de obras publicadas?

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12 Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

En 1962, antes de publicar El derecho y revés, advertía Celaya, en el prólogo de la antología que editó Giner, el riesgo que corre todo escritor a quien le alcan­za el tópico: "La desgracia de un autor -escribía Celaya- consiste en que se le suele encasillar muy pronto, y diga lo que diga o escriba lo que escriba, a par­tir de ese momento, sólo se le ve según una leyenda o según un esquema sim­plista" . Hacía el poeta esfuerzos para defender la complejidad y condición múltiple de su obra, tarea que resultaría innecesaria, si entendemos que dicha complejidad se advierte en la propia obra. Si se lee al poeta, se reconoce con naturalidad que, tras las etapas existen­cialista y surreal señaladas, en Celaya aparecen otros registros, no menos variados y ricos. Concebidos, por ejem­plo, como una manera de aplicar esa noción realista a las vivencias particula­res de la cultura vasca, el poeta nos daría libros como Rapsodia eúskara (1960) o Baladas y decires vascos (1961-63). Pero muy pronto le vemos haciendo ejerci­cios de realismo mágico en Los espejos transparentes (1968), o conjugando expe­rimentalismo y poesía concreta en Campos semánticos (1971). Y ahí está tam­bién ese libro juguetón y neocreacionis­ta, Maquinaciones verbales, escrito en 1969, que, como el propio autor confesó sin reparos, qu iso ser un plagio de Versión celeste, de Juan Larrea. Celaya encontró la poesía - que había buscado durante treinta años- de este otro poeta vasco en Italia, y tras su lectura, quedó fulminado, "fulmin ado, esa es la pala­bra", según confesó en 1984, en la inau ­guración de las Jorn adas Internacionales de Litera tura celebrad as en San Sebastián.

Si Celaya fue, junto con Blas de Otero y Eugenio de Nora, entre otros, la voz de aquella poesía de concien cia his tóri-

ca, fue sin duda el mayor teórico de esa misma poesía social, para lo que basta­ría con asomarse a sus ensayos, reuni­dos en su mayor parte recientemente en el volumen editado por Antonio Chicharro en Visor, y promovido por la Diputación Foral de Guipúzcoa, institu ­ción que guarda el fondo documental del poeta. Su poesía fue contada, leída y cantada como la de los poetas mayores, Machado, Miguel Hernández, Neruda, o Lorca. Celaya conoció y trató con amistad a los tres últimos, ya en la pre­guerra civil. Celaya fue, sin duda, el principal inspirador de una manera de entender la poesía que "nacía del hom­bre y volvía al hombre", aunque Eugenio de Nora ha repetido en alguna intervención en los últimos años eso de "yo la vi prImero".

DESDE LA EDAD DEL PAVO

La poesía de Celaya, este vasco de tiemblo, afecto y carcajada, compone en su conjunto una de las voces más rotun­das, consistentes, consecuentes y explo­sivas de la literatura de nuestro tiempo. Celaya, que era un hombre vital y festi­vo, comenzó a elaborar un sólido esque­leto intelectual, desde niño, cuando con­valecía de una extraña enfermedad (al fin, era una solitaria lo que rondaba su cuerpo), vivió una temporada en Francia, donde se inició en la lectura de una literatura de pensamiento, extraña en la formación intelectual de su propio país. Se ha recordado con frecuencia que el pensamiento y la literatura (sobre todo, la narrativa) de Celaya rendía tri­buto a Nietzsche. Parece lógico que el filósofo alemán influyera en el joven despierto que era Celaya, pero su for­mación intelectual básica se fue forjando en el tiempo con lecturas más complejas; incluso se dilata hasta los años cuarenta,

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

Jean Paul Friedrich Richter.

Félix Maraña

pues Celaya nunca dejó de cultivar la lectura del más consistente pensamiento de la filosofía clásica y contemporánea.

En este sentido, quisiera apuntar una lectura que Celaya realiza en 1940, y que supone el encuentro con un escritor, Jean Paul Friedrich Richter (1763-1825), autor de Teorías estéticas. El libro causa una particular impresión en Celaya y, con el tiempo, su ensayo titulado El arte como lenguaje (1951) deberá mucho al pensamiento expuesto por este filósofo, poeta y novelista alemán. Richter, con­temporáneo de Goethe y S chiller, es conocido en la historia de la literatura por su novela Titán, aunque su gran novela, su más singular expresión narrativa, es La edad del pavo, así traduci­da al castellano. Se sabe que J ean Paul Friedrich Richter firmaba sus obras como Jean Paul y que, como anuncia en uno de los personajes de Titán, tuvo una vida que bien parecía un sueño. En Jean Paul ejercieron cierta influencia tanto Rousseau, Herder, Kant, como los humoristas ingleses, pero su gran valor está en su desbordante fantasía, lo que parece atraer a Celaya y, muy especial­mente, en otro libro suyo que tiene por título Propedéutica de la estética (1804).

Pues bien, Celaya lee en 1940 -un año decisivo en su historia personal, termi­nada la guerra, desorientación perso­nal- a Richter, Teorías estéticas, que en su edición castellana aparece firmado por el apellido de su autor: Richter. El libro lo tutela la conocida "Biblioteca Eco­nómica Filosófica", que edita la Socie­dad General de Librería y que se impri­mió, por cierto, en San Sebastián. Teorías estéticas es un libro que data de 1812, al menos en la segunda edición que cono­cemos. En la versión castellana, Celaya leyó, advirtió y subrayó el carácter plás­tico y objetivo de la poesía griega, amén de otras ideas, como cuando escribe

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14 Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia REPÚBLICA DE LAS LETRASI25

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Richter: "El universo es la palabra más atrevida y más elevada del idioma; es el más sublime de los pensamientos, por­que la mayor parte de los hombres no ven en el universo sino el teatro de su vida mezquina, y en la historia de la eternidad, la de la pequeña población donde nacieron" .

Merece la pena estudiar con deteni­miento la lectura que de este manual de Richter hace nuestro poeta, pues ayuda­rá a comprender muchas de las ideas que luego se funden en la teoría poética de Celaya, sobre todo en su conocimien­to del mundo clásico, griego en particu­lar, pues Celaya aplicará buena parte de . este pensamiento a su obra literaria pos­terior. El libro de Richter cautivó de manera clara a Celaya, como le habría de cautivar e influir la "calma y sereni­dad de la poesía griega", de la que habla Richter. Uno de los pensamientos, entre otros, reseñado por Celaya del repetido libro de Richter reza de este modo: "Así como el mundo orgánico domina, trans­forma, gobierna y enlaza el impulso mecánico, el mundo poético ejerce la misma acción sobre el mundo real, y el universo espiritual sobre el universo material [ ... ]. La poesía debe, según el nombre que llevó en España en otro tiempo, ser la gaya ciencia: debe, como la muerte, hacer de nosotros dioses dichosos [ ... ]. Su mundo debe ser preci­samente el mejor de los mundos".

REFERENCIA INDISCUTIBLE

El acontecimiento del centenario coincide a su vez con el veinte aniversa­rio de la muerte del poeta, que acaeció en Madrid el 18 de abril de 1991. Diversos actos conmemorativos se perfi­lan en el horizonte, singularmente en Guipúzcoa y en Madrid, para recuperar la memoria de Celaya, quien, según el

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25 Félix Maraña

poeta Ángel González, "es una referen­cia indiscutible en la poética de nuestro tiempo" (1992). Sea o no una referencia indiscutible, habría que convenir que su poesía -que va del surrealismo a la poe­sía órfica, recorriendo por trechos la poesía existencial y social-, el cuerpo teórico de sus poéticas, sus estudios sobre los poetas de siempre, fundamen­talmente sus contemporáneos, su teatro -magia y encanto-, y su presencia social le dan la razón al poeta asturiano. Aunque la poesía que popularizó la can­ción desvela la mirada al resto de su cuerpo intelectual, Celaya es uno de los poetas del siglo XX que más reflexionó sobre la poesía, y que, en contra de una cantinela ya manida, llenó su poesía de referencias clásicas, de una tradición literaria que ya nace en Creta, y que queda patente en su último libro, Orígenes (1990), editado por la Univer­sidad del País Vasco.

Pero el esqueleto intelectual de Celaya no puede comprenderse en su dimensión más amplia si se descuida la rigurosa for­mación del escritor, que surge en su juventud en San Sebastián, en un ambien­te de recepción de las vanguardias artísti­cas, en las que actúa como embajador principal el arquitecto José Manuel Aizpurúa. A su despacho llegaban las publicaciones que daban cuenta de todos los ismos del arte y la literatura de princi­pios del siglo XX, y, en aquellas publica­ciones, jóvenes como Jorge Oteiza, Gabriel Celaya y el también poeta Joaquín Gurruchaga tomaron contacto con los nuevos lenguajes del arte. De hecho, Celaya comenzó pintando, y aún se conserva una buena colección de sus apuntes, dibujos, incluso algún óleo -imi­tación de Giorgio de Chirico- que el joven vasco pintó al calor de aquel momento tan creativo como prebélico.

EN LA COLINA DE LOS CHOPOS

Muy poco antes de iniciarse la Guerra Civil, Celaya publica con su ver­dadero nombre, Rafael Múgica, el pri­mer libro de poemas, Marea del silencio (1935). Acababa de terminar la carrera de ingeniero en Madrid y de incorpo­rarse a la empresa familiar, y traía con­sigo el bagaje de la mejor formación intelectual y artística que le tocó en suerte, al poder vivir el espíritu, las ideas y el aliento renovador de la Residencia de Estudiantes. En aquel recinto de inteligencia, Celaya conoció de cerca de Juan Ramón Jiménez, a Unamuno, Picasso, Buñuel, Dalí, Lorca, y otros grandes poetas extranjeros, como Eluard, pero también científicos como Einstein, que hablaron, vivieron y alentaron las ideas más renovadoras de la ciencia y el arte del momento. Celaya no perdió el tiempo en sus cinco años en Madrid. Además de su formación como ingeniero, que le ayudará a cons­truir los cimientos de una mente muy organizada, el joven poeta asiste a todas las conferencias que se imparten en la Residencia de Estudiantes, vive la explosión cultural de la II República, y lee, estudia y repasa la poesía clásica, y la de aquellos poetas del 27, algunos de los cuales tuvo como amigos, como Lorca, o Alberti. Neruda, que llegó a Madrid a lanzar la invectiva contra el poeta mayor, Juan Ramón, para vindi­car frente a él la "impureza" de la poe­sía, trató cordialmente a Celaya; sin duda por mediación de Lorca, le corri­gió alguno de sus poemas, como consta en manuscrito, y celebró la "forma", no solo el fondo, de su poesía. Con el tiem­po (1970), ambos se volverían a encon­trar en Brasil en un homenaje a Lorca precisamente.

15

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16 Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia REPÚBLICA DE LAS LETRASI25

TENGO UNA GUERRA -CIVIL- CLAVADA

La Guerra Civil interrumpe en 1936 no solo las relaciones, sino el crecimien­to intelectual del joven Celaya, quien. defenderá la causa republicana, como capitán del ejército, hasta la caída de Bilbao en 1937. El hecho determina no solo su desarrollo intelectual, como en tantos jóvenes de su generación, sino su vida personal, pues, tras servir en el ejército vencedor de la guerra, como purga, contrae matrimonio con su pri­mera esposa y madre de sus dos hijos, y entra en una crisis personal profunda. No obstante, como prueban los poemas publicados ahora por Chicharro, Celaya no renuncia a sus ideas, y resiste, a su manera, desde la poesía, y en plena gue­rra, en 1938, escribe en Zaragoza el poema "Elegía al muerto juvenil", dedi­cado a Federico.

Tras la guerra, Celaya se instala en San Sebastián, y escribe uno de sus libros de pensamiento más consistente, Tentativas, mientras publica artículos en la prensa, vindicando a Machado, Larca y Miguel Hernández. En 1947, tras cono­cer a su segunda esposa, Amparo Gastón, decide crear una editorial para la poesía, N arte, que, desde la parte vieja donostiarra fuera elemento de comunicación con los poetas del silencio interior, y con algunas voces del exte­rior. Traduce y publica a Rilke, Blake, Rimbaud, Eluard, y publica a Cela, Labordeta, Crémer, Leopoldo de Luis, 17 libros en total; pero lo más importan­te es que aquella oficina donostiarra sería "uno de los primeros nidos de la poesía social", donde recalaron, entre otros, Eugenio García de Nora y Jorge Semprún. Lo dijo Celaya: "Norte sería un puente tendido por encima de la poesía oficial hacia los entonces olvida- ' dos poetas del 27, hacia la España pere-

grina y hacia la poesía europea, de la que el autarquismo cultural, y la dificul­tad de hacerse con libros extranjeros, nos tenía separados desde el fin de la segunda guerra" . En 1947 participa en San Sebastián en la creación de la revis­ta Egan, publicación bilingüe que pervi­ve.

EXPLORACIÓN DE LA POESÍA, DISCUSIÓN

DEL MUNDO

La aparición de su libro Cantos iberos (1955) y su traslado de residencia a Madrid (1956) hacen de Celaya un poeta reconocido, no sólo entre los escritores de la oposición política, sino entre los mis­mos escritores del régimen. De hecho, Celaya escribe, contesta y polemiza en revistas oficiales, como La Estafeta Literaria, y participa del mismo modo en la Antología consultada de la joven poesía española (1952), siendo uno de los nueve elegidos, en el Congreso de la Poesía de Salamanca (1953), y en las Conversaciones Poéticas de Formentor (1959). Su presencia en la vida cultural aumenta, pues, junto con la publicación constante de su poesía, desde todas las instancias se le considera el principal impulsor de la llamada poesía social, tér­mino que a él siempre le pareció insufi­ciente, pero que lo asumió como, decía, los cubistas tuvieron que asumir un tér­mino que era un inconveniente despecti­vo.

En su ensayo Inquisición de la poesía Celaya asume el término, saluda a Otero y a Nora como "compañeros" en ese camino, pero aclara que él nunca se con­sideró parte de un grupo formal, ni hablaba en nombre de nadie. Pero sí habló de poesía, y para y sobre la poesía. Sus libros sobre Bécquer, sobre Juan de la Cruz, sobre todos y cada unos de los poe­tas citados anteriormente, sobre los jóve-

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

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Félix Maraña

nes poetas, y sobre la poética, porque la reflexión teórica de Celaya sobre el hecho poético no tiene parangón en la poesía del siglo XX. Tanto en Exploración de la poesía como en Inquisición de la poesía, sus dos ensayos mayores, Celaya hace una aportación crítica y reflexiva de primer orden, porque nadie como él discutió su propia poesía, ni siquiera los que solo le acusaban de su prosaísmo. Él no preten­dió defenderse, pero sí invocó a Antonio Machado como referente de esa forma de hacer poesía mirando al suelo, manchan­do de barro los zapatos, para saber dis­tinguir, pero sin desconocer la tradición.

José Hierro escribió (1990) que Celaya "era quien mejor representaba la poesía realista y crítica", pero Celaya veía que el cliché de poeta social, como el cliché sobre su prosaísmo, le iba a per­seguir de por vida, y era consciente de que, al lado de la conciencia social, se iban a disipar, como dirá en Reflexiones sobre mi poesía (1987), su etapa surrealis­ta, y su nunca considerada, pero exten­sa, intensa y determinante, conciencia órfica, una conciencia mágica, que nace en 1935 y remata en 1990, con su libro Orígenes. En Penúltimos poemas, yen sus Poemas órficos (1981), Celaya invoca de nuevo esa dimensión de su poesía, sobre la que no se ha reparado, y cuya mues­tra se resume en la antología Gaviota (1987). Esa conciencia cósmica, mágica, universal, corona para Celaya todas las conciencias, aunque él nunca se desdijo de la conciencia social y crítica que está presente en su poesía más popular, can­tada por una extensa nómina de músi­cos, el más conocido Paco Ibáñez.

POESÍA CONTRA LA SINRAZÓN

DEL MUNDO

Quizá nada pueda hoy cantar y pro­clamar la conciencia y creencia poética

17

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18 Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

S E R E M ¡\YOR

GABRIEL CELAYA RnúLtimfM poenuu

~ SEIXBARRAL

que Gabriel Celaya, que estas palabras que él escribió en 1960:

La poesía es ciertamente maravillo­

sa, bella y monstruosa a un tiempo, pero

no es fundamentalmente más maravi­

llosa ni más enigmática que otras activi­

dades creadoras. No pretendo negar

con esto lo que más o menos vagamente

llamamos inspiración. Pero sí quiero

recordar que la inspiración no es un pri­

vilegio de los poetas [ .. .]. Creo que un

poeta, cualquier poeta, todo poeta, si es

honesto, en lugar de apelar al mito de la

"metapoesía", puede y debe hablarnos

de su obra como un quehacer, entre

otros que, aquí y ahora, con un objeto

determinado, y partiendo de unas cir­

cunstancias dadas, trata de llevar ade­

lante. En lugar de recrearnos en el mis­

terio, tratemos de domarlo como se han

domado otras fuerzas irracionales. Y

para ello, demos lo que Ortega hubiera

llamado nuestra "razón narrativa".

Contemos por qué hacemos lo que hace­

mos, qué aprendimos, qué entendemos.

Al hacerlo, nos sentiremos inmersos en

una corriente. Y esa corriente que así

iluminaremos un momento con nuestro

pasajero paso será la de la poesía, siem­

pre un poco más definible de lo que se

dice, aunque siempre dialécticamente

creciente y transmutable.

Excelente medicación para estos tiempos de turbulencia y negación del pensamiento. Eso dijo Celaya, que no tuvo inconveniente en maldecir la poe­sía si esta se entendía como un lujo cul­tural de los neutrales. Aunque ese es otro cantar.

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El poeta Ángel González, Premio Príncipe de Asturias, en su intervención en la jornada inaugural del curso de verano dedicado a Celaya. (Foto: Postigo).

Gabriel Celaya, poesía, testimonio y conducta(*)

Quiero agradecer, en primer lugar, a la Universidad del País Vasco, el haber dedicado este curso al poeta Gabriel Celaya. Es una tarea más de las múltiples que habrán de hacerse en el futuro, como es la edición de las obras completas, de un poeta, sin duda, importante. Y pienso que Gabriel Celaya no es solo un poeta y un escritor importante, sino imprescindi­ble. No quiero decir únicamente que

(*) Las palabras que siguen reproducen la inter­vención oral de Ángel González en la sesión inaugural del Cursó de Verano de la Universidad del País Vasco, el16 de julio de 1990.

ÁNGEL GONZÁLEZ

Gabriel Celaya haya sido en su tiem­po lo que suele llamarse un poeta influyente, que para bien o para mal, o para mal y para bien, lo fue; sino que Gabriel Celaya fue un autor que tuvo el raro privilegio de hacer época.

He dicho que Gabriel Celaya fue un autor influyente para mal y para bien, y quizá deba explicarlo. Porque la originalidad y la oportunidad de algunos de sus planteamientos fueron causa de que muchos poetas, o aspi­rantes a tales, sin su genio, trataran sin más de apropiar o de repetir sus

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hallazgos; y ya se sabe que nunca segun­das partes fueron buenas. Pero eso no debe enturbiar un hecho, a mi modo de ver, innegable: Gabriel Celaya es el poeta de su generación y de su tiempo, en España, que más caminos abrió con su escritura diferente, a los poetas entonces más jóvenes, que supieron leerla y que la aceptaron corno un punto de partida; corno un proceso abierto y continuable, corno un ejemplo a seguir, y no, simple­mente, corno un modelo a copiar.

La Generación del 50, de la que tanto se habla este año con un motivo luctuoso y triste, con motivo de la desa­parición de dos de sus más relevantes integrantes; una gran zona, al menos de esa generación, la zona en la que yo me siento más integrado, tiene una deuda impagable con la poesía de Gabriel Celaya; o más específicamente, con la poesía de Juan de Leceta. Esa genera­ción que va a reivindicar la cotidiani­dad corno asunto del poema, la ciudad corno escenario, el habla coloquial urba­na, la lengua compartida corno materia básica de su lenguaje poético; que va a intentar la fusión de lo privado y de lo público, de buscar la intromisión en lo lírico de lo considerado, habitualmente, corno prosaico ... , esa generación debe mucho a los avisos de Juan de Leceta, a libros corno Tranquilamente hablando, publicado en un año tan llamativamen­te temprano corno 1947. Ese libro, revo­lucionario tanto por su extensión corno por su contenido, supuso la ruptura radical, la quiebra definitiva de toda una manera de entender y de escribir la poesía, en una España, menos que mediocre, de la inmediata posguerra. De esa ruptura surge lo que sería, en mi opinión, una gran parte de la mejor y más viva poesía de la generación a la que pertenezco. Es justo reconocer que sin el ejemplo de Gabriel Celaya todo

hubiese sido mucho más difícil para los poetas de los años 50.

Hay otro aspecto muy importante en la obra y en la personalidad de Gabriel Celaya que, generalmente, se olvida o se omite. Cuando a mediados de los años 40 Celaya Leceta aparece como una voz nueva en la poesía de la posguerra, esa voz nueva, repito, nueva, no era más que la expresión diferente de un poeta ante­rior; de un poeta que había asimilado, y en muchos aspectos, superado, todo lo que había sido la poesía española de los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil. Quiero decir que, detrás del Celaya de la posguerra, está el Rafael Múgica anterior a la Guerra Civil. El hombre joven que había convivido, en la Residencia de Estudiantes, con Larca, Dalí, Buñuel; que había conocido de pri­mera mano la riquísima tradición cultural que, a nosotros, los llegados a la edad de la razón después de 1936, nos habían arrebatado. Que corno poeta había asimi­lado, en su escritura, el ejemplo purifica­dor de Juan Ramón Jiménez, los experi­mentos vanguardistas; y que había encontrado en la corriente surrealista un tono y una visión del mundo, muy perso­nal, donde se advierte el germen de su compleja cosmovisión posterior.

Por esta vía nos llega, también a noso­tros, el enlace con la tradición, importan­tísima, que nos había sido arrebatada. Rafael Múgica había conocido y experi­mentado lo que nosotros tuvimos que descubrir y reinventar con retraso; y, a diferencia de todos los demás que tam­bién conocieron aquello, no nos lo oculta­ba, sino que nos lo mostraba desde la rebeldía, otra lección suya inolvidable.

Insólita e importantísima es también, en ese mismo sentido, su coherente labor desde los Cuadernos de Poesía Norte, para dar a conocer, en el período más oscurantista, irreflexivo, de la moderna

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Ángel González

Gabriel Celaya - Rafael Múgica.

historia de España, la obra de poetas europeos como Rilke, Paul Eluard y Rimbaud, a muchos de los cuales tradujo en excelentes versiones.

Esas son, en resumen, algunas de las razones que me movieron a decir que Gabriel Celaya es un poeta imprescindi­ble, al margen de la importancia que su obra tiene en sí misma, sin ponerla en relación con el contexto en el que se pro­duce, en el que se desarrolla. De esa obra vasta y rica que se derrama por todos los géneros, las tendencias y las vertientes de la Literatura, nos va a hablar, estos días, un grupo de especialistas, críticos litera­rios, de lectores de excepción y de poetas

de todas las generaciones o promociones que hoy conviven en España. Un grupo de personas especialmente autorizadas para hablar de Gabriel Celaya, convoca­das por una universidad pública y una universidad joven, como es la Universidad del País Vasco. Yo sé que lo que vamos a escuchar de ellos va a ser muy importante para entender mejor el significado del hombre y su escritura. Pero sé también que la tarea de explicar y de interrogar una obra tan extensa y cam­biante como la de Gabriel Celaya es ina­cabable, porque la poesía suya, en prosa y en verso, no es fácilmente reducible a es­quemas. Dinámica, cambiante, movién-

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dose siempre dialécticamente entre con­trarios, nadie será nunca capaz de inmo­vilizarla, de dibujar su perfil definitivo, porque la palabra lírica y épica de Gabriel Celaya es energía y la energía no tiene perfiles. ¿Cómo poner puertas al campo magnético en el que vemos actuar a las fuerzas primeras que crean y destruyen incesantemente el mtmdo? .. Lo más que puede hacerse con esa poesía es la tarea que él mismo propuso, en general, para toda la poesía: una tarea de exploración y de inquisición. Y la exploración de una obra tan vasta siempre nos conducirá a la intuición de territorios solo entrevistos, siempre nos remitirá a un más allá no explorado. Así como la inquisición, por muchas respuestas que obtengamos de ella, siempre dará lugar a nuevas pregun­tas, al planteamiento de nuevos enigmas.

Por eso mismo, es de esperar que esta reunión sea prólogo de otras y que ponga las bases para conocer mejor una obra tan inmensa a la que se accede mal. Una obra que, a pesar de las múltiples antologías y las reediciones parciales o pretendida-

mente completas, está todavía mal expuesta. Es preciso reconocer que falta una edición rigurosa y crítica de la obra de Celaya, dispersa en parte no desdeña­ble en revistas y publicaciones hoy inen­contrables. Yo creo que esa es la tarea que nos debemos plantear todos, una tarea que debe tener en mente la Universidad del País Vasco, que es el organismo que con más autoridad y medios puede abor­darla. Si la obra de Gabriel Celaya es, en último extremo, irreductible a otra cosa que no sea ella misma, es, pues, urgente encontrarse ya con la obra completa, ver­daderamente completa, de este gran escritor y gran poeta, que es Gabriel Celaya. y ya con esto termino y dejo el turno a quienes pueden aportarnos tantas cosas acerca de la poesía, del teatro, de la novela, de la crítica de nuestro poeta.

Tomado de Encuentro con Gabriel Celaya. Noción y memoria del poeta (1911-1991). Edición al cuidado de Félix Maraña por la Universidad del País Vasco, en los Cursos de Verano.

Gabriel Celaya y José Hierro.

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Celaya: De claro en claro

Cuando en 1986 se le otorgó a Gabriel Celaya el Premio Nacional de las Letras Españolas, no solamente se hizo justicia con el polígrafo vasco, en general conocido solo como poeta, sino igualmente con la naturaleza de un galardón que había sido ideado para premiar a un escritor de altos y varia­dos vuelos. Sin el relieve de un Jorge Guillén, un Torrente o un Buera Vallejo, Celaya había tocado todas las teclas literarias posibles, o por decirlo con una terminología flamenca, de cante jondo, todos los palos. Tan largo como su nom­bre de pila -Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta-, la poesía, el ensayo, la novela, el teatro y la traducción fueron géneros en los que se movió sabia e incansablemente con los seudónimos de Rafael Múgica, Juan de Leceta y el más habitual Gabriel Celaya. Otra faceta suya, y de las más importantes, fue la de editor: Norte, entre cuyas pretensio­nes no se escondía la de hacer girar la veleta de la poesía hacia la latitud de su nombre, fue punto de acogida y de difusión en España de clásicos foráneos como Rilke, Blake, Rimbaud o Eluard, de españoles en la línea de salida como Cela, Labordeta, Ctémer y -a pesar de sus versos sobre la evasiva actitud líri­cosocial de los andaluces- Leopoldo de Luis y Ricardo Malina. Como tampoco le dio la espalda a los semiolvidados poetas del 27, puestos en cuarentena por la oficialidad, la poesía, arrebatos pueriles aparte, siguió señalando el Sur. Juan Ramón, con quien trabó amistad

ANTONIO HERNÁNDEZ

en la Residencia de Estudiantes, Al­berti, Cernuda o Aleixandre suponían una trinchera demasiado inexpugnable para saltársela sin salir malparado del empeño. Para ofensiva más desorgani­zada y sin futuro o para más inri con­tradictorio, su excepcional ensayo sobre Bécquer y otras loas entusiastas a escri­tores meridionales -Moreno Villa o Lorca- hicieron derivar en travesura la intentona de 'influir en el viento y apa­gar la ira sureña, en principio molesta por unos calificativos que llegaban al insulto en sus arrebatados Rapsodia eus­kera. Tal vez, ante el espejo de sus cam­bios expresivos, Celaya creyó que en semejante capacidad tránsfuga podían mirarse creadores de culos menos inquietos que el suyo. Se equivocó ... Se equivocaba.

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LAZARO

LA POEsíA SOCIAL

Celaya está reconocido tras BIas de Otero como el representante más genuino de la llamada poesía social, un arma car­gada de futuro para él, en cuya panoplia se fijaron hasta no caber dentro de ella las del surrealismo, el romanticismo realqui­lado desde Nietzsche a Goethe, el colo­quialismo, el simbolismo, el realismo mágico en renglones cortos y vertical­mente alineados, el erotismo, el intimis­mo. .. y toda gama de movimiento a la última aún con el arroz bastante pegado: el futurismo, pongamos por caso. De dicha ensalada, y pese a la dispersión, un poeta, si no de primera línea, grande, un ensayista lúcido y al día de la poesía más acá y más allá de los Pirineos, y un nove­lista afanoso hasta el punto de que, como

una metáfora de su empeño, no se resig­nó a la muerte del silencio y agitó el géne­ro con su Lázaro calla, en suma, unas Tentativas -así tituló uno de sus ensayos­ya de voz propia inconfundible y como de resurrección al tercer día cuando la asunción definitiva del compromiso hace de Celaya un todo que le devuelve su fuerza realista: Entreacto, De claro en claro, Lo demás es silencio o la Cantata en Aleixandre, todos publicados en la década de los cincuenta.

EL PROBLEMA GENERACIONAL

Aunque Celaya encuentra pronto ese cobijo para muchos denominado genera­ción, su instalación en la del 36 no deja de ser tan discutible como la de Luis Rosales o Miguel Hernández porque cualquiera de ellos puede situarse en la del 27 y, desde luego, como miembros naturales de ella, si nos atenemos a sus fechas de nacimiento -1910 en los casos de Rosales y Hernández y 1911 en el de Celaya-, a vinculación amical con los Lorca, etcétera, a través de su conviven­cia el Residencia de Estudiantes o aleda­ños, en la edición del primer libro en vís­peras de la guerra, y en lo que es rasgo común en todos ellos, el surrealismo en alguna zona de sus obras respectivas, excepción hecha de Guillén y Salinas, en los antípodas de ese movimiento de van­guardia y, por tanto, más cercados por edad a la del 14. Este desplazamiento de los dos últimos h aría correr hacia el siglo XX el arranque generacional, ya con punto de partida en Gerardo Diego, nacido en 1896, con lo que se cumpliría otro de los requisitos propuestos por Petersen para formar parte de una gene­ración: quince años de diferencia en tre las edades del mayor y del más joven, justo los que separan al santanderino de Celaya. Pero el teórico alemán exigía

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otras condiciones no compartidas entre Celaya y Rosales y otros poetas coetáne­os como Panero, Vivanco, Garfias, Muñoz Rojas o Ridruejo: la identifica­ción, grosso modo, ideológica. La guerra, "como un huracán", había puesto entre ellos demasiada distancia y, en todo caso, la característica principal resultaría todo lo contrario a la amistad, la visión parecida del mundo y el concepto de cultura, o sea, sus opuestos: la desunión, el exilio y otras imposiciones del terrible conflicto bélico. Vicente Aleixandre, tan en medio de la imposible conjunción, escribió como una sentencia lo que ya había firmado el tiempo, que "el sino histórico de esa generación [la supuesta del 36] como talla destruyó, la diseminó o pulverizó". Más que la Generación asti­llada, como la definió Laín, fue una gene­ración rota e irreparable.

Dos MUJERES FUNDAMENTALES

La larga estancia en la Residencia de Estudiantes, donde tiene como maes­tros e interlocutores a Juan Ramón, Unamuno u Ortega y como compañeros en privilegio a lo más prometedor de la intelectualidad española, se enriquece con las presencias ocasionales de Baruzi, Keyserlin, Marinetti, Calder, Aragón, Strawinsky, Le Corbusier, Julen Romain ... Lo cuenta en su Itinerario poé­tico, editado por Cátedra. Y añade que "además de mi estancia en la Residencia de Estudiantes durante ocho años, tengo que agradecerle a mi padre el que costeara mis primeras vacaciones [veranos de 1928 y 1929] en Tours [Francia] . Mi patrona en Tours era una vieja solterona aristocrática -mademoi­selle OIga Prot de Vieville- que me

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cogió un gran cariño porque mis rebel­días de adolescente le hacían mucha gracia. Me empapó de clásicos france­ses, y sobre todo de Pascal (para que recobrara la fe, decía), y además, como ella, de joven, se había educado en Alemania, abrió para mí el mágico mundo de los románticos alemanes" .

En Tours, aparte de sus librerías y la fascinación por los surrealistas, halló Celaya su madrina literaria y aprendió en ella que el mejor adorno de una mujer no es el silencio.

La otra tal vez habría que escribirla siempre con mayúsculas. Quiero decir su nombre, Amparitxu, Norte del poeta a lo largo del resto de su vida empleada hasta entonces en unas Tentativas, sínte­sis de las etapas por las que había pasa­do el poeta en su formación, resueltas en poética de paso demorado y huellas no menos hondas.

Con la aparición de Amparitxu se produjo la caída del caballo y del mundo elucubrante, contradictorio y ensombrecedor que sumió al poeta en una depresión prolongada, con su ayuda incondicional y jocunda entró "en la difícil y sabrosa realidad". El paso al realismo y el compromiso político estaba dado:

[ ... ] y así me eché yo, efectiva­mente, siempre con Amparitxu a mi lado, cuando en 1956, ahorqué mis hábitos de ingeniero burgués, aban­doné la fábrica de mi familia y me trasladé a Madrid, con el cielo arri­ba y la tierra abajo, como suele decirse. Eran los años en que la poesía social estaba en auge. Los años en que mis libros más conside­rados estuvieron. Los años de lucha y vida furiosa en que Amparitxu tanto me sostuvo. Y aunque fueron también los años de multas, cárcel,

persecuciones y dificultades econó­micas son los que siempre añoraré. Porque entonces parecía que uno servía para algo.

VUELTA A EMPEZAR

Aunque Celaya asegura junto con otros autores que la poesía social entra en crisis en los primeros años sesenta, libros como Moralidades, de Jaime Gil, Bajo tole­rancia, de J. A. Goytisolo, o Estar contigo, de Carlos Sahagún, apuntan a que la ten­dencia, si cede, no desaparece en nom­bres destacados por más que, en avalan­cha, el neoculturalismo lo releve como protagonista en el gusto de los setenta y ochenta. Consciente de la mengua no obs­tante, Celaya busca y rebusca hasta sus principios poéticos, el existencialismo, el surrealismo, y sus motivos de origen natal, el folklore y las costumbres vascas. haciéndole hueco en su afán renovador incluso a la poesía concreta, y en plena desorientación bucea en el jazz y en la problemática de las nuevas generacio­nes ... La conclusión es desalentadora:

Cuando uno llega a mi edad resulta difícil superar ciertas desilu­siones [ ... ]. Todos nuestros heroicos combates parecen entonces una burla [ ... ]. Por eso, en cabeza de mi último libro de poemas (La hija de Arbigorriya) he puesto esta cita de Dostoievsky: "Pensé. Ha llegado el momento de tirarles una botella a la cabeza. Cogí la botella, y .. . me serví una copa". Todo parece terminar así en una enorme carcajada. Y, sin embargo, ¿por qué se muere uno más tranquilo cuando ha hecho todo lo que estaba a su alcan­ce ... ?

Celaya desgrana otras pregun­tas / respuestas, y llega a una sola con-

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clusión. Si le pidieran un resumen de su vida, no cabría otra contestación que la que llena de impotencia su carácter rebelde:

No cojas la cuchara con la mano izquierda. / No pongas los codos en la mesa. / Dobla bien la servilleta. / Eso, para empezar. / Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece. / ¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes? / Le pondré un cero en conducta si habla con su compañe­ro. / Eso, para seguir. / ¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos? / La cultura es un adorno y el negocio es el negocio. / Si sigues con esa chica, te cerraremos las puertas. / Eso, para vivir. / No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto. / No bebas. No fumes. No tosas. No respires. / ¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los no. / y descansar. Morir.

Descansó un día soleado de 1991. La mañana siguiente, Julián Marcos me pi­dió que arrimara el hombro para portar el féretro hasta el coche mortuorio que lo llevaría al cementerio. Rechacé el honor por una cuestión . elemental de pudor deducida de ver por la calle Nie­remberg a tanto camarada y amigos suyos de siempre con mucho más méri­to resistente. Se dieron vivas y se cantó con acento elegíaco La internacional, la que después se repetiría en el cemente­rio. Otro poeta entraba en la gloria pro­visional a que pone coto inevitable el

tiempo. Ligero de equipaje, y tanto que durante su enfermedad Amparitxu tuvo que vender la biblioteca de ambos para pagar el hospital donde fue atendido. Todos sus camaradas y compañeros de viaje lo lloramos en su último viaje. España es así -también su izquierda-, generosa en la muerte, aunque no siem­pre, cicatera en la vida. Yo, también. Después le garabateamos homenajes, le hacernos versos cuando ya no puede leerlos. Ni siquiera Amparitxu, quien, poco antes de ir a su encuentro en las más apretadas tinieblas, lloró, hasta secarse, la desilusión de comprobar cómo en una selección de escritores de la segunda mitad del siglo XX, realizada para una importante editorial con perió­dico por camaradas suyos, no figuraba el nombre de Gabriel Celaya. No impor­ta, porque lo seguiremos leyendo, por­que lo seguiremos cantando con Paco Ibáñez en alto o por lo bajini:

Estamos dando saltos / inmortales, grotescos. / Nos han domesticado. / Soy sólo un garabato. / Mi sombra me hace muecas. / Soy como tú, macabro. / Yo lloré. Tú has llorado. / Somos perros molidos / que aún menean el rabo. / Amigo. ¡buenos días, / buenas tardes, buenas noches, / buenas melancolías!

Celaya además era generoso y que­ría lo mejor incluso para sus compañe­ros. Edgar Poe decía que el más legítimo de todos los tonos poéticos es la melan­colía.

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Memoria de Gabriel Celaya Encuentro primero y otros encuentros

Yo quiero acercarme hoy aquí, desde mis palabras, desde mi amistad, desde mis recuerdos, al escritor Celaya, pero también al ciudadano Celaya, al hombre público que fue en nuestro país. Y quie­ro acercarme desde la utopía, desde una poética de la utopía si prefieren, al hom­bre entero que tanto por su alta estatura poética como por su valor moral y cívi­co mostrado, entró ya hace muchos años en la historia de la literatura, en la histo­ria de la resistencia al fascismo y la lucha por la libertad.

Conocí a Gabriel hombre casi antes de conocer sus trabajos literarios. Casi antes, digo, dado que alguna vez se habían cruzado mis afanes de libertad y mis veleidades literarias con algunos de sus poemas. Eran los tiempos de las con­versaciones de cine de Salamanca, de Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem, del entierro de Ortega y Gasset, de Pido la paz y la palabra, de BIas de Otero, del premio Nobel para Juan Ramón Jiménez, de El ¡arama, de Ferlosio y del primer levantamiento estudiantil en la Universidad de Madrid.

Yo sentía que algunos poemas publi­cados en Tranquilamente hablando o en Las cartas boca arriba, que lo dicho en la antología de Ribes, eran también algo mío y que lo mío, de alguna manera, de algún modo traspasado a sus decires, era también propiedad de Gabriel. Así pues, se habían producido encuentros

ARMANDO LÓPEZ SALINAS

fortuitos, clandestinos en cierto modo, entre su obra y mi vida. Así pues, nos habíamos cambiado men­sajes y esperanzas antes de conocer­nos, antes de nuestra amistad.

Nos conocimos, ya personalmen­te, a finales de los años cincuenta en su madrileña casa de Nieremberg, 21, del barrio de la Prosperidad. Una barriada popular, de pequeñas y medianas empresas -ya había traba­jado en una de ellas-, y bastantes imprentas, circunstancias municipa­les que no cuadraban mal a su con­dición de ingeniero y de poeta.

Sabía poco más de Gabriel que lo dicho hasta ahora. Que, poeta del amor, este, a través de Amparo, no le abandonaría nunca. Y que sus pala­bras, palabras en el tiempo, entonces a la manera machadiana, eran como su Pirineo, un monte encendido en las batallas culturales y políticas en curso. Sabía, además, que desde su vida y desde su obra había llegado a las filas del Partido Comunista de España.

La cita era a primeras horas de la tarde y allí fui con Antonio Ferres, compañero de trabajo en Obras Públicas, perito industrial y también escritor. Ambos, Ferres y yo, colabo­rábamos como corresponsales en Madrid de Radio España Indepen­diente, emisora del PCE. Dimos vueltas y más vueltas, tomando

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Memoria de Gabriel Celaya REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

Félix Maraña y Armando López Salinas.

GABRIEL CELAYA POESÍA SeLección de ÁngeL GonzáLez

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diversas precauciones por si la casa de Celaya estaba vigilada o nosotros éra­mos seguidos por la Policía.

Abrió la puerta Amparo, quien, son­riendo al decirle nuestros nombres, nos llevó al interior de la casa. Allí en una habitación no demasiado grande, pues pequeña era y es la casa de Nieremberg, junto a la puerta que daba acceso a un balcón-terraza, estaban Gabriel y otra persona que hoy no puedo situar con total precisión, aunque ciertamente no podía ser otro que José Ortega, el gran pintor manchego de Arroba de los Montes, fundador de Estampa Popular y miembro del Comité Central del PCE, cosa que supe tiempo después, o Ri­cardo Muñoz Su ay, productor cinemato­gráfico, antiguo militante de la FUE y de la JSU y en aquel momento responsable de la escasa, pero ya influyente, organi­zación de intelectuales comunistas de Madrid.

Sigo viendo a Celaya, a pesar del tiempo transcurrido, como entonces le vi. Encendidos, brillantes los ojos en una profundidad azul que se antojaba ancha y lejana. Me pareció hombre que no se negaba a ningún trabajo, aunque, como más tarde descubriera, todos o casi todos los discutía. Persona que no se negaba a ninguna alegría, tampoco a tristezas, a arrebatos de cólera que pron­to pasaban. Sigo viéndole con Amparo, apoyándose en ella, junto a Amparo siempre, lleno de amor, lleno de risas. Esa risa, esas risas de las que ha hablado Vicente Aleixandre en Los encuentros al hablar de Gabriel Celaya.

Creo recordar que, en aquella prime­ra reunión, como luego en otras, se habló de todo, de los trabajos de Ferres y míos en Obras Públicas, de literatura, de pintura -casi oculta primera voca­ción de Gabriel-, de cine, de lo que hacíamos o pensábamos hacer cada uno

de nosotros. Y, cómo no, de la situación de la organización partidaria en medios profesionales y artísticos . El Celaya ingeniero, aunque ciertamente no le gustara el ejercicio de su profesión, hacía gala de sus conocimientos: habla­ba de la temperatura en que carbono y hierro se transmutan en acero, de los límites de elasticidad y de la fatiga de los materiales. Yo pienso, dicho sea de paso, que en la obra literaria de Gabriel se denotan a veces, y bastante, sus cono­cimientos matemáticos y su amor por los útiles de trabajo.

Su preocupación central, entonces, trataba de la situación política española y de las perspectivas que se habían abierto tras los sucesos del 56 en la Universidad de Madrid y la incorpora­ción al PCE de nuevos militantes proce­dentes de diversos campos culturales a los que era preciso organizar. De algún modo, el "¿ Qué hacer?" leninista.

No se piense, pues, en un Celaya, digamos, comunista por lo libre, enton­ces menos hombre político que hombre de letras. No caía, por más que pregun­tara por el estado de organizaciones partidarias fabriles o de barriada, en simplismos obreristas, que pudieran amparar expiaciones de supuestos peca­dos originales de la clase social de pro­cedencia.

Pero quizá conviene decir algunas palabras sobre el Celaya anterior a esta primera imagen. Nacido en Hernani, burgués por familia, estudiante en cole­gios religiosos, parece destinado a regentar y heredar la empresa familiar Herederos de Ramón Múgica. Empieza a escribir a los doce años, según confe­sión propia. En 1927 termina los estu­dios de bachiller y quiere ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero la presión familiar se lo impide, tiene que ser ingeniero industrial.

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Bias de Otero y Gabriel Celaya.

Sábado 2 de Abril, 18:30h

La Tertulia el Pizarro, 23

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Ha olvidado, para entonces, su len­gua euskera, la que hablaba de niño. Y aunque Celaya, en algunos de sus libros, cante tradiciones vascas, raíces primiti­vas de su tierra, tiene que hacerlo, cosa que aumenta, en otra lengua que no es la suya de origen. A mí me parece, quizá también por el ritmo del verso, por lo coral de los mismos, que, paradójica­mente, a través del castellano, lengua que domina, habla Gabriel en vasco sin saberlo.

En Madrid se instala en la Residen­cia de Estudiantes, conoce a Unamuno, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Valle Inclán, Valery, Calder, Le Corbusier. Se relaciona con García Lorca, Moreno Villa y Salvador Dalí. De dichos tiempos, del colegio de San Sebastián, escribe:

No cojas la cuchara con la mano izquierda. / No pongas los codos en la mesa. / Dobla bien la servilleta. / Eso, para empezar.

También, de la Residencia de Estudiantes:

Nadie me levantaba paredes ni opo­nía a cuanto yo pedía coerciones o engaños. / Nadie me restringía. Nadie me atropellaba. / Todo era un orden tranquilamente funcionando.

Pero, en España, las cosas no sucedí­an en ese orden tranquilo de la Residencia de Estudiantes. Caía la dicta­dura de Primo de Rivera. Marañón, Ortega y Ayala andaban dando vueltas a su manifiesto antimonárquico. En las calles se cuestionaba el viejo orden polí­tico social. Los campesinos sin tierra ocupaban los latifundios señoriales en Andalucía y Extremadura. Y, tras la sublevación de Jaca, el14 de abril del 31,

se alzó la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Eibar, también en Se­govia, de las manos de D. Antonio Machado, y en la Puerta del Sol madri­leña.

Celaya ya es ingeniero industrial. Pero se ha empapado del sentir de los intelectuales republicanos, aunque no lo exprese literariamente hasta años des­pués, ya en la posguerra española. Escribe versos que no publica y que a nadie lee. Apasionado por el teatro, amén de su participaeión en "La Ba­rraca", como figurinista y escenógrafo, empieza a escribir una Historia general del teatro, desconocida hasta el día de hoy. "No comprendo cómo un buen poeta puede ser tan mal actor" parece ser que le dijo Lorca a Celaya al ver cómo este se desenvolvía en el escenario.

Se encuentra con Pablo Neruda, del que reconoce su influencia, así como la de Jorge Guillén, Alberti y Aleixandre. En las tertulias madrileñas ya no se habla sólo de la II Exposición Interna­cional de Surrealismo, de sonetos y madrigales, sino también de los últimos acontecimientos políticos y sociales. En España se olfatea ya la Guerra Civil. Gabriel, para entonces, ha publicado Marea de silencio y obtenido el premio del Centenario de Gustavo Adolfo Bécquer con su libro La soledad cerrada. Ha decidido ya, tanto por su vocación como por la buena acogida de sus pri­meras entregas, dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo literario. Pero la Guerra Civil, el 18 de julio acaba con sus planes. Proyectos que no podría llevar a cabo hasta casi veinte años después.

Durante la Guerra Civil, gudari y capitán de gudaris, poco duran sus cabalgatas por el monte Gorbea, sus revistas a las fortificaciones y baterías allí instaladas. Su compañía tiene que rendirse a las tropas franquistas. Tras la

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caída de Bilbao va a dar con sus huesos en un campo de concentración. De él sale porque el padre de su novia, nom­brado gobernador militar de Guipúz­coa, rompe el expediente político y mili­tar del poeta. "Yeso fue un chantaje, porque me obligó a casarme con su hija. El miedo es ciego", ha dicho el propio Celaya, no sin razón al contar lo sucedi­do en aquel tiempo.

Gabriel, desmovilizado por el Ejército franquista, al cual ha tenido que servir como sargento, vuelve a la fábri­ca, a su profesión de ingeniero. La suer­te parece estar echada. El poeta, el hom­bre, parece lo que no es. Cabe imaginár­sele en aquel ambiente de San Sebastián de la posguerra y del comienzo de la II Guerra Mundial, disfrazado de buen burgués, de director gerente de una empresa relativamente importante. Bien visto por el estrato dominante al que socialmente pertenece. Pero la procesión va por dentro. Anda, roto su matrimo­nio, sumido en el desamor. Escribe, pero no publica. "Así andaba, asqueado, sin esperanza, odiando a la sociedad en que vivía. Así, de la fábrica al silencio, a la frustración. Así, hasta que me encontré con Amparo", contaba Gabriel.

La derrota del fascismo en la II Guerra Mundial abre -la esperanza de millones de españoles en un cambio político en nuestro país. También Amparo y Gabriel se nutren de esa espe­ranza y fundan la editorial Norte en 1946. Son años difíciles y entusiasman­tes los que corren para Gabriel. Oficia de crítico y articulista en revistas y periódi-

cos, traduce a Rilke, Rimbaud y Paul Eluard. Publica hasta tres libros en un solo año. Han tenido, Amparo y él, en San Sebastián, su primer encuentro con Federico Sánchez -"el pájaro" o "el paja­rito" entonces, Jorge Semprún hoy.

Enlaza, de algún modo, en otra situación y en distinta habla, con lo can­tado por los poetas sin nombres y ape­llidos de la Edad Media, con los clásicos castellanos, que tiene bien leídos y estu­diados. Aunque quizá prefiera a Vicente Aleixandre, lleva a Antonio Machado en el corazón. Camina las rutas poéticas de un Neruda, de un Rafael Alberti y puede que de un Maiakovski. Como estos tres últimos, hace, en ocasiones, del proletariado, de la lucha de clases, alta materia poética. Una materia que Celaya elabora en lenguaje urbano, coloquial, a veces fabril, insolente y sub­versivo respecto al sistema cultural, social y político vigente en la época.

Yo ya sé que hablar de la cultura de la resistencia es limitar, en el caso de Gabriel, una obra literaria que, sin duda, no puede circunscribirse, diga­mos, a lo social. "Porque Gabriel Celaya es incontable más que por inenarrable, por extenso o innúmero; demasiados Celayas para contarlos uno auno", ha dicho con acierto Ángel González, pero yo, que concuerdo con lo dicho por Ángel, quiero decir, recordando la pri­mera entrevista y otras muchas que le sucedieron, que siempre vi al poeta y al hombre, fuera lo que hiciere, metido hasta el cuello en la historia, en una bús­queda permanente de la libertad.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25 Armando López Salinas 35

Celaya, Amparo y Alberti.

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36 Memoria de Gabriel Celaya REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

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Gabriel Celaya y Miguel Hernández

FRANCISCO ESTEVE RAMíREZ

Presidente de la Asociación de Amigos de Miguel Hernández

El centenario del nacimiento de Rafael Gabriel Múgica Celaya (18 de marzo de 1911) nos sirve de motivación para establecer ciertos paralelismos con el poeta Miguel Hernández, cuyo cente­nario se celebró el pasado año, ya que ambos forman parte de la denominada "Generación del 36", así como son los escritores más representativos de la "poe­sía social española".

A la pregunta : "¿A qué generación pertenece Gabriel Celaya?, responde Leopoldo de Luis (1975, 222): "Cro­nológicamente a la del 36. Lo abona su fecha de nacimiento -1911- inserta en el lustro de 1907 a 1912 que ve nacer a Carmen Conde, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Miguel Hernández, Luis Rosales, Ildefonso-Manuel Gil, por no citar sino algunos de los muy cualificados en la generación". Coincide también en esta apreciación generacional Ricardo Gullón, quien amplia la nómina a los poe­tas Juan Panero, Germán Bleiberg, José Antonio Muñoz Rojas, José María Luelmo, Pedro Pérez Clotet, Rafael Duyos, Arturo Serrano Plaja y José Herrera Petere.

Sin embargo, Leopoldo de Luis consi­dera que, si tenemos en cuenta no solo la fecha de nacimiento sino, sobre todo, la etapa más productiva de su obra poética, habría que incluirlo en la "Generación del 45", denominada también como la "Gene­ración de posguerra", ya que en esta

etapa fue cuando publicó Celaya sus grandes obras como Cantos iberos, Cantata en Aleixandre, Lo demás es silencio, Las car­tas boca arriba, Las cosas como son, etc. "Podríamos decir -señala Leopoldo de Luis- que [Celaya] es uno de los miem­bros de la generación escindida del 36, de aquellos que, tras la Guerra Civil, se incorporan a la generación de posguerra ya con un bagaje temático e ideológico muy distinto al que sostenían por las inmediaciones del centenario de Garcilaso de la Vega. El caso típico de ese glUpO hubiera sido Miguel Hernández, de no morir en 1942".

Por su parte, Gabriel Celaya (1985, 97) comenta al respecto:

Miguel Hernández es un poeta-puente

entre los poetas españoles de 1925 -Lorca,

Alberti, Aleixandre, etc- y los poetas espa­

ñoles de la posguerra. El poeta-puente entre

lo que Castellet llamó el "simbolismo" y el

"realismo". Y al decir "puente" no quisiera

que se tomara esto por menoscabo, sino al

revés. Porque Miguel Hernández con una

sensibilidad despierta y una rapidez de

apropiación ante la que resulta indispensa­

ble el calificativo de genial, no solo hizo

suya, carne suya, la aportación de los poetas

del 25, como antes, autodidácticamente, se

había "comido" materialmente a los clásicos,

sino que, sobre esa base, abrió nuevos cami­

nos y, a pesar de su prematura muerte, dio

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38 Gabriel Celaya y Miguel Hernández

¡¡(in Sabast1an

¡) . V1Q6n tI} • ¡P..::¡.,~ A11canta

REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

. 111. qu.llr do ' runi~OI Ono 01 la fl 10 que mi &l'I1..mc16. he pr l)

~ :.r io roc('U(t~· nll.!'m d1ne¡'0 en mellL'>rls de l.Lua 1 lie m!Lll:1a ro i'o>' V--r:l pos:t!\l ~o envio 1.P. c'\Ilt1ilnt! l'aun:da : 5)5 ~n, A la ull to 2 li21tM 1e 101J doonntctJ y ~ ruego que me d.;o¡¡

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O'Ua.!l~O ¡:¡t pw:llas 10ci!' " rlbl'e f!R~9 t\tmnto a e :!'Ú bi a" 'ISn.1eC

Un buan ~br!ltoJ sruip.o V1oenta.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASJ25 Francisco Esteve RamÍrez

con soluciones aún vigentes y casi insupera­

das, dicho sea con perdón de sus compañe­

ros de promoción, y con mi vergüenza, ya

que a esa promoción pertenezco yo.

Lo cierto es que, incluyamos a Gabriel Celaya en la "Generación del 36" o en la "Generación de posguerra", su producción poética comparte planteamientos y conte­nidos similares con gran parte de los com­ponentes de ambas promociones literarias, aunque puede destacarse una mayor coin­cidencia con las formas y contenidos poéti­cos de Miguel Hemández.

LA POEsíA AL SERVICIO DEL PUEBLO

De forma especial hay que subrayar la dedicación de ambos escritores a los temas de carácter social y de compromiso ya que, tanto para el "pastor poeta" como para el "ingeniero poeta", la poesía es un instru­mento para la defensa de las causas justas dando sonido a los que no tienen voz. Por ello, "nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno", según canta Celaya en su poema "La poesía es un arma cargada de futuro", o como confiesa Miguel Hemández "la poesía es en mí una necesi­dad [ ... ]. En la guerra, la esgrimo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada:. Vivo para exaltar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a morir".

Asimismo, ambos poetas son cons­cientes de que su mensaje surge del vene­ro del pueblo ya que se sienten parte del mismo barro que conforma el humus del género humano:

Me llamo barro aunque Miguel me llame. /

narro es mi profesión y mi destino / que

mancha con su lengua cuanto lame.

escribirá Miguel Hernández en una humilde profesión de fe en su tarea como

"un triste instrumento del camino", mien­tras que, por su parte, el poeta vasco se identifica en "la arcilla que palpo y beso":

Ib e ria , ba rro de España, / corazón

muer to d el agua, ' / sedimento d e ama r­

gura . / roja arcilla con que el ansia /

concreta su forma infusa .

El pueblo trabajador será el que mol­dee con su esfuerzo el barro inerte dándo­le forma y vida. "La verdadera fuerza transformadora pasa del poeta al pueblo, recayendo en sus manos el auténtico poder creador. El hombre-pueblo se convierte en protagonista de una poesía transformada en doctrina, dando desarrollo a una expre­sión y a unos expresados propios y especí­ficos de la poesía social", señala José Ángel Ascunce (1997,165). En este sentido, el pueblo trabajador se convierte en otro de los referentes comunes entre Celaya y Hemández. En la obra poética de ambos escritores se observa un protagonismo de ese pueblo que ejerce tanto un papel de protagonista de muchos de sus poemas como un papel de destinatario de esos poe­mas. Así, Miguel Hemández se reconoce como "viento del pueblo", tal como expone en su dedicatoria a Vicente Aleixandre:

Los poetas somos viento del pueblo:

nacemos para pasar soplados a través de

sus poros y conducir sus ojos y sus senti­

mientos hacia las cumbres más hermosas.

[ ... ] El pueblo espera a los poetas con la

oreja y el ama tendidas al pie de cada siglo.

Por su parte, Gabriel Celaya se identi­fica con la masa del pueblo que forma la unidad de la esperanza, como manifiesta

" 'T' d " en su poema 1.0 os a una :

Somos millones. Formamos / la unidad de

la esperanza. / Lo sabemos. Y el saberlo

nos hace fuertes; nos sal va / .. .. /

39

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40 Gabriel Celaya y Miguel Hernández

o

(tEI.IIEI

REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Francisco Esteve RamÍrez

¿Quién si atreve a condenarnos? / Somos

millones, millones. / Somos la luz que se

extiende. / Miradnos! Somos el hombre.

Pero si algo identifica claramente a estos dos escritores es, sobre todo, su decidida apuesta por el logro de la liber­tad del ser humano. La convulsión de la Guerra Civil genera en ambos poetas un ansia por alcanzar la libertad y la paz. Celaya promulga en su poema "Manos a la obra":

¡La libertad, la libertad! - se canta / como

una transparencia que ha despejado un ala.

/ Mas la justicia y la paz / tenemos que edi­

ficarlas con nuestro esfuerzo a compás. / ...

/ La libertad se conquista. / Tenemos que

conquistarla remordiendo nuestra vida.

y en su poema "La necesidad, la sen­cillez, la alegría", hace un elogioso canto a la libertad:

He aprendido a cantar / lo mucho que en lo

poco que soy se exalta a gloria, / clama rea­

lidad, / golpe a golpe en mi pecho va

ganando libertad. / La libertad forzosa, / la

libertad del hombre que no cabe en sí

mismo: / el heroico crecerse en el destino. /

... / Soy, por hombre, libertad.

La libertad es para Miguel Hernández la justificación de toda su lucha y toda su vida, como expresa en su testimonio programático recogido en el poema "El herido":

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. /

Para la libertad, mis ojos y mis manos, /

como un árbol carnal, generoso y cautivo, /

doy a los cirujanos. / ... / Para la libertad

me desprendo a balazos / de los que han

revolcado su estatua por el lodo. / y me

desprendo a golpes de mis pies, de mis bra­

zos, / de mi casa, de todo.

Asimismo, Miguel Hernández rei­vindica como seña de identidad la liber­tad, como queda esculpido en su tumba con el verso que cierra su poema "Antes del odio" y que puede ser la síntesis de toda su vida: "Libre soy. Siénteme libre. / Sólo por amor".

CELAYA, "COMPAÑERO DEL ALMA"

Tras la muerte de Miguel Hernández el 28 de marzo de 1942 en el Reformatorio de Adultos de Alicante, Gabriel Celaya se convirtió en el compa­ñero de Miguel con quien departir versos, palabras y deseos: "Barajo y más barajo sus versos abrasados / mas su verdad radiante despierta aún más mi sed/ de tenerle aquí al lado, para jugar, y ser ", cantaría al poeta oriolano en su poema "Ven, Miguel". Algunos testimonios pue­den corroborar esta afirmación.

En el año 1952 Gabriel Celaya partici­pó activamente en la recaudación de apo­yos económicos para la adquisición, por parte de la viuda de Miguel Hernández, del derecho de perpetuidad del nicho funerario del poeta oriolano. Ante la inminencia de que el 28 de marzo de 1952, al cumplirse diez años de alquiler del nicho, se trasladaran los restos de Miguel Hernández a una fosa común, Josefina Mamesa recabó el apoyo de los escritores alicantinos Vicente Ramos y Manuel Molina, editores de la colección Ifach, para poder sufragar las 2.042 pese­tas que suponía la adquisición de la pro­piedad del nicho. Estos escritores trans­mitieron esta situación a treinta y cinco personas del mundo de la cultura para que remitieran a la viuda del poeta sus ayudas económicas. El poeta que respon­dió con mayor generosidad y tomó la causa como propia fue Gabriel Celaya, quien, en enero de 1952, respondió a los editores de Ifach -en cuya colección poé-

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42 Gabriel Celaya y Miguel Hernández REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

tica publicó en 1950 su obra Deriva­comunicándoles su participación: "Queridos amigos: Recibí vuestra carta y podéis contar desde luego con mi ayuda [ ... ]. He intentado valerme de la prensa, pero se retrasan y temo que, por "moti­vos políticos", acaben por negarse a hacer lo que he pedido".

Asimismo, publicó en un diario de San Sebastián, en enero de 1952, el artí­culo "Memoria de Miguel Hernández", en el que solicita la colaboración de los poetas y amigos de la poesía de Guipúzcoa pidiendo su ayuda para

[ ... ] evitar que los restos mortales de

Miguel Hernández vayan a parar a la fosa

común. Pues a ella irán a parar dentro de

pocas semanas si sus amigos y admiradores

no aportamos las tristes pesetas necesarias

para reservarle el nicho que aún ocupa [ ... ]. y

cuantos alguna vez hayan vivido con Miguel,

en Miguel, por obra y gracia de sus versos,

sentirán, como yo siento, que sus restos

deben conservarse. Así lo espero, al menos.

La publicación de este artículo -en plena etapa franquista-le trajo serios per­juicios a Celaya, tal como relata a Vicente Ramos en carta del 9 de febrero de 1952:

Este asunto de Miguel Hernández me

ha costado no pocos disgustos. Me han acu­

sado de estar organizando un Socorro Rojo

y no sé de cuántas tonterías. He reñido con

todos los poetas, todos los directores de

periódico y todos los intelectuales de San

Sebastián. Pero no importa. De vez en cuan­

do hay que sacudirse el polvo y la paja.

Diez años después, Gabriel Celaya recordaría con satisfacción su importante contribución en esta causa que libró a favor de los restos de Miguel Hemández, en un artículo publicado en 1962 en la revista Nuestras Ideas, de París:

El resultado de esta suscripción

popular me sorprendió, y no tanto por la

cantidad que reunimos, pequeña, aunque

suficiente para lo que se pretendía, sino

porque esos pocos de miles de pesetas se

consiguieron a base de aportaciones que a

veces no pasaban de las cincuenta a las

cien pesetas. No nos habíamos equivoca­

do. El nombre de Miguel Hernández era

popular a pesar del silencio en que el fran­

quismo quería sumirlo.

¿POR QUÉ MIGUEL HERNÁNDEZ?

En la primavera de 1976, aprovechan­do los nuevos aires de libertad que apor­taba la etapa de transición española, se celebraron en toda España diversos homenajes a Miguel Hemández con reci­tales en centros universitarios, conferen­cias, pinturas murales, exposiciones, etc. Sin embargo, en algunos lugares como Madrid y Orihuela, se prohibieron algu­nas de estas actividades e, incluso, hubo intervenciones policiales de cierta grave­dad. Gabriel Celaya no quiso mantener­se callado ante esta situación y publicó en las páginas de Opinión del diario El País del 30 de mayo de 1976 el siguiente artí­culo titulado "¿Por qué Miguel Hernández?":

Recientemente, nuestro democrático

Gobierno prohibió, primero, y disolvió

después violentamente los actos que se

habían organizado en homenaje a Miguel

Hernández. Y sé lo que las autoridades

responderán al poeta José Agustín

Goytisolo, uno de los muchos que ha sido

estúpida y brutalmente apaleado y que ha

presentado una querella judicial por el

atropello: «Usted sabía que los actos esta­

ban prohibidos». y si alguien preguntara

por qué se prohibe celebrar a un poeta que

nuestros mismos dirigentes de turno con­

sideran una gloria nacional, se responde-

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Francisco Esteve RamÍrez

ría: «Porque ustedes han politizado el

homenaje». Pues hay quien cree o quiere

creer que los poetas viven en el quinto

cielo, y que precisamente porque son unos

seres tan maravillosos no deben mezclarse

en el tráfago y las luchas de este bajo

mundo . Pero resulta que Miguel

Hernández sí se mezcló. Y que precisa­

mente porque se mezcló, hoy los jóvenes,

y también los que no somos jóvenes,

tomamos ejemplo de él y creemos que

merece ser celebrado más que nadie. Y

esto porque en él se da el valor en el doble

sentido de la palabra: valor de poeta y

valentía de luchador.

Centremos la cuestión radical:

¿ Cuáles son las relaciones entre la poesía y

la política? A primera vista parece muy

sencillo decir: la poesía no tiene por qué

ser política.

Pues no hay nada más cierto si enten­

demos que sus temas no tienen por qué

circunscribirse a cuestiones de ese tipo.

Pero eso -aun dando de lado que siempre

ha habido una poesía estrictamente políti­

ca, y no siempre menor- se vuelve más

que dudoso si tomamos en cuenta que

todos -y también los poetas- en la medida

en que estamos sumergidos en nuestra cir­

cunstancia hacemos política.

Abstenerse, como tantas veces se ha

dicho, es también tomar partido: el de la

clase en el poder. Piénsese, por otra parte,

que muchas de las obras que hoy nos

parecen puramente poéticas, porque el

tiempo ha difuminado la violencia corro­

siva de los hechos de la época en que se

produjeron, nacieron en el curso de un

combate ideológico, y político-social en

último extremo, y que quizá esas obras no

hubieran encontrado la fuerza expresiva

que las ha hecho perdurar si no hubieran

nacido de una tensión realista .

Es claro que desde cualquier campo

ideológico puede escribirse, y se ha escri­

to de hecho, poesía «comprometida». Pero

la auténtica sólo será aquélla en que la

toma de conciencia de la realidad sea

correcta, Porque si no lo es, el error se tra­

ducirá, al margen de nuestras conviccio­

nes sólo mentales, en mala poesía. Veamos

un ejemplo: El año 1937, Miguel

Hernández publica en Valencia Viento del

pueblo . El año 1938, José María Pemán

publica en Zaragoza Poema de la bestia y el

ángel. Los dos son libros comprometidos.

Es más, el de Pemán viene precedido de

un largo prólogo en el que se condena la

poesía pura, el individualismo del artista,

etc., y es seguro que Miguel Hernández

hubiera suscrito en principio esas pala­

bras. ¿Por qué entonces los dos poetas lle­

gan a resultados tan distintos? Porque

Pemán, cuando quiere corregir la poesía

que considera acabada, se pone a cons­

truir otra artificialmente, ideológicamen­

te, alegóricamente, y por decirlo así,

desde fuera. No se mete en la entraña del

pueblo que quiere expresar; se limita a

predicar moralmente las ideas que él cree

-sinceramente, sin duda- salvadoras,

pero que sólo son eso, ideología de clase.

Escuchen en cambio a Miguel Hernández:

<<Intuí, sentí venir contra mi vida, como

un gran aire, la gran tragedia, la tremenda

experiencia poética que se avecinaba en

España, y me metí, pueblo adentro, más

hondo de lo que estoy metido desde que

me parieran, dispues to a defenderlo fir­

memente». ¡Con qué pasión palpita la ver­

dad en estas palabras! He aquí la lección:

no se trata de que Miguel Hernández

fuera mejor poeta que José María Pemán

sino que se hizo tal porque en poesía,

como en todo, comprender lo que hay que

hacer no sirve de nada si ideamos las solu­

ciones en lugar de extraerlas de un vivido

contacto con lo real tal y como Miguel

Hernández las extrajo de su circunstancia.

Entiendan, pues, nues tros gobernan­

tes que si celebramos, y seguiremos cele­

brando, a Antonio Machado, a Federico

43

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44 Gabriel Celaya y Miguel Hernández REPÚBLICA DE LAS LETRASl25

García Lorca, a Miguel Hernández, a León

Felipe, a Rafael Alberti o a BIas de Otero,

no es solo por lo que pudiéramos llamar

su aséptico valor cultural, sino porque

fueron hombres íntegros, y solo por eso,

porque fueron revolucionarios con con­

ciencia de lo real, escribieron una gran

poesía. ¿No decían los falangistas que los

poetas mueven a los pueblos? Se ve que sí.

Lo que pasa es que los mueven en una

dirección exactamente contraria a la que

ellos hubieran querido. Porque ¿dónde

están los poetas de la Falange?

Gabriel Celaya

BIBLIOGRAFÍA

ASCUNCE ARRIETA, José Ángel: "Interpretación de una temática poética", en Fuente, R. de la (ed.) La poesía de pos­guerra. Ediciones Júcar, Madrid, 1997. CELAYA. Gabriel: "La actualidad de Miguel Hernández", en revista Tu ria . Valencia, 10 abril 1985. LUIS, Leopoldo de: La poesía aprendida 1 , Ed. Bello Valencia, 1975. MANRIQUE DE LARA, J.G.: Poetas socia­les espaiioles . EPESA, Madrid, 1974. RAMOS, Vicente y MOLINA, Manuel: Miguel Hernández en Alicante. Ifach, Alicante, 1976.

VEN, MIGUEL

Han llamado a la puerta, y no, no era Miguel tampoco esta vez. ¿Por qué no viene, por qué es imposible que venga? Le estoy esperando siempre para habl~r como tan solo podría hablar con él. ¡Le necesito tanto! Porque él resolvería con un solo zarpazo lo que no logro entender. Han cambiado los tiempos, ¡vaya si lo sé!, y ahora está tan de moda jugar al ajedrez que añoro aquella furia solar y aquel tajante distinguir al ibero toro del manso buey. Barajo y más barajo sus versos abrasados mas su verdad radiante despierta aún más mi sed de tenerle aquí alIado, para jugar, y ser.

GABRIEL CELAYA

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· Gabriel Celaya hoy

Que ante la injusticia lo equilibrado es exaltarse lo afirmé en estas mismas páginas en el número 70 de mayo de 2001. Ahora que se ha puesto de moda la expresión cambiando la palabra exaltar­se por indignarse, lo que está en el meo­llo de una gran parte de toda la literatu­ra universal trascendente desde la Orestiada hasta el último panfleto inédi­to surgido de cualquier aficionado prin­cipiante, conviene recordar al evocar a Gabriel Celaya que su principal fuente de inspiración, si no desde el comienzo de su obra literaria sí al menos desde que recibió el primer aviso de Juan de Leceta, fue la indignación, de donde le vino el equilibrio. El equilibrio que con­virtió a Goethe, con Nietzsche, en su escritor favorito. Podemos afirmar que Gabriel Celaya vivió desde entonces en un estado de equilibrada y continua indignación estimulada por la lucidez.

De haber podido conocerla, no cabe la menor duda de que don Marcelino Menéndez Pelayo, el que definió a España como martillo de herejes y luz de Trento, lo habría incluido en su histo­ria de los heterodoxos españoles. Silenciado y prohibido durante años, ahora que ha cumplido su primer siglo de supervivencia en el recuerdo de los amantes de la Poesía con mayúscula después de que hiciera ya años de que dejara de molestar escribiendo, e inclu­so de vivir, hasta se le ha podido hacer algún escaso homenaje a la santísima trinidad formada por quien fue uno en esencia, Rafael Gabriel Múgica Celaya y

CARLOS ÁLVAREZ

Leceta, y trino en persona: Rafael Múgica, Juan de Leceta y Gabriel Celaya, el definitivo Mr. Hyde de esta historia desde la percepción de los biempensantes.

Pero no voy a hacer una vez más un comentario sobre la obra de Gabriel, ya que en este número a él dedicado habrá suficiente material de estudio sobre ella, y ya en otro momento he expresado mi abierta preferencia por los libros que le hicieron ingresar en la denigrada categoría de los poetas sociales, y más exactamente por Cantos iberos, ahora que por fin se le reconoce como un creador de diferentes regis­tros . Prefiero referirme a mi propio recuerdo de aquel entonces joven poeta para quien él, como su herma­no BIas de Otero, era el referente en quien aprender literatura y digni­dad.

Su sonrisa era tan ancha que parecía salírsele del rostro y abarcar la cintura de la Humanidad entera. Sus ojos, casi siempre velados por la emoción de una lágrima que no se decidía a aflorar, contraponían la limpia tristeza de la lúcida indigna­ción; una nariz sensual y ávida, y las orejas atentas al clamor del mundo, ampliaban el paisaje de su frente despejada. La síntesis parecía apro­ximarse a esa gigantesca cara de niño asombrado que, a diferencia de Peter Pan, creció demasiado pronto. Ese era el Gabriel que, cuando termi-

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46 Gabriel Celaya hoy REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

naba la tertulia de Ínsula, con Am­paritxu, Zamorano, Pepe Esteban, Jaime Ballesteros, José Luis Gallego, algún otro y yo, integraba el grupo de amigos que recorríamos algunas de las tabernas cercanas escuchando "los aúreos conse­jos del vino, que el vino es a veces esca­la de ensueños". Hablábamos de litera­tura en segundo plano; el primero lo ocupaba la política, más o menos rela­cionable con el Criminalísimo y la manera de hacer algo contra él. Y como ya entonces la Puerta del Sol de Madrid estaba llena de indignados aunque no se vieran a simple vista, dialogábamos con ellos y con Chomsky cuando se acercaba por allí, lo que ocurría con frecuencia tal vez atraído por la presencia de Gabriel, con quien el semiólogo tenía o tiene tan­tos puntos de contacto. Ambos, por ejemplo, al leer la noticia de lo ocurrido en Libia el año 2011 y especialmente con Gadafi en octubre, tanto como al ente­rarse de que la reacción de Estados Unidos contra Palestina al ser integrada esta en la UNESCO había sido la que había sido, sin el menor disimulo, recor-

daban con nostalgia y elogio aquellos benditos tiempos en que se practicaba la hipocresía, gran virtud conseguida por la lucha del movimiento obrero, ya que tan denostada palabra obligaba a los poderosos a disimular, y, por ello, a reducir en el tiempo y el espacio la mag­nitud de sus crímenes, ya que no es lo mismo, por ejemplo, tener que torturar en secreto en los calabozos de la Dirección General de Seguridad que poder crear y repetir un gran espectácu­lo con las hogueras de la Plaza Mayor quemando herejes, ni -como presidente imperial- tener que fingir que se quiere la creación del Estado Palestino mien­tras se trabaja en sentido contrario para que toda la tierra palestina sea un esta­do trasatlántico de Estados Unidos lla­mado Israel.

Este es el gran Gabriel que yo re­cuerdo y al que evoco: el gran indigna­do que, además y aunque eso carezca de importancia, era un gran poeta, de los que más influencia han ejercido sobre todos los que piensan que la poesía es un arma cargada de Celaya.

Madrid, noviembre de 2011

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Gabriel Celaya en Cuba

El concierto que ofreció Paco Ibáñez en el abarrotado salón de actos de la Casa de la Cultura de Jatibonico no fue mi primer contacto con la poesía de Gabriel Celaya, pero sí el más intenso de todos.

En una célebre antología compilada por Roberto Fernández Retamar (1) había leído tres poemas per cápita de algunos de los jóvenes poetas españoles de aquel entonces (primavera de 1970): José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Gil de Biedma, López Pacheco, José Hierro y Carlos Bousoño, entre otros, y sobre todo, BIas de Otero: "Besas como si fueras a comerme. / Besas besos de amor a dente­lladas" . Y también el magnífico "Fin de semana en el campo" de Gabriel Celaya: "que soy un error y el mundo es siempre hermoso, / hermoso, solo hermoso, tran­quilo y bueno, hermoso".

Sin embargo, no conocía el poema que me resultó más impactante en aquella noche inolvidable. En el escena­rio casi vacío, una silla y dos micrófo­nos; sobre la silla, un haz de luz blanca y cenital. De pronto, ajeno a los aplau­sos entusiastas, y sin previo aviso, apa­reció ante los espectadores, guitarra en mano, aquel cantante desconocido, desaliñado, que saludó con un gesto, sonrió y enseguida comenzó a decir canciones sorprendentes, con una voz empedrada, ferrosa, vibrante, que emo­cionó profundamente al auditorio.

Porque vivimos a golpes, porque ape­nas si nos dejan / decir que somos

MANUEL RODRíGUEZ RAMOS

quien somos, / nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Eran versos que llegaban muy hondo, y cantados por Paco Ibáñez se convertían en fiel expresión de la mística revolucionaria de aquellos años:

Maldigo la poesía concebida como un lujo, / cultural por los neutra­les, que lavándose las manos / se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma parti­do hasta mancharse. / ... / No es una poesía gota a gota pensada. / No es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Son lo más nece­sario, lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Aquella noche "maglca y una", luego de terminado el recital, varios muchachos del pueblo nos aposta­mos en la acera, frente a la Casa de la Cultura, con la esperanza de ver salir a Paco Ibáñez, y quizá con buena fortuna saludarlo. Había sido un repaso inesperado por buena parte de lo mejor de la poesía espa­ñola, y ahora intentábamos hacer durar el encantamiento.

Más de una hora después, cuando estábamos a punto de desistir, cuando ya nada esperábamos "particularmen­te exaltante", salió el cantante español, "ja la calle!, que ya es hora."

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48 Gabriel Celaya en Cuba REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

Entonces aquella larga noche nos contó que estaba en Cuba hacía unos días, de gira por algunos campamentos cañeros, para llevarles poesía y cancio­nes a los macheteros de la zafra: la fara­ónica Zafra de los Diez Millones, que en aquel abril de 1970 estaba en su etapa decisiva. Y se preguntaba con nosotros: ¿qué mejor destino para una poesía urgente, vibrátil, sangrante como la de Celaya, que estar ahí en el surco, en el campamento cañero, al servicio del pue­blo en revolución? Entonces imagina­mos la hermosa escena del cantante español, guitarra en ristre, a la incierta luz de chismosas y quinqués, diciendo poemas para unos macheteros que, des­concertados, pero agradecidos, escucha­ban por vez primera los "extraños" ver­sos de Jorge Manrique y el Arcipreste de Hita. Simbólica escena que el poema de Celaya prefiguraba:

Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por minuto, / para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifi ca.

Paco Ibáñez, como casi todos los españoles de izquierdas, estaba fascina­do por la épica de la revolución; una especie de respuesta compensatoria a la derrota sufrida por la República Espa­ñola en 1939; un símbolo; una renovada eclosión de la utopía. Era el triunfo de un pueblo armado sobre una dictadura, con la promesa de radicales conquistas sociales, que Juan Goytisolo supo retra­tar en páginas memorables:

enfebrecidos discu rsos, frases corea­das con ritmo de pachanga, empeño en defender las conquistas revolucio­narias y dar la vida por ellas . [ ... ] suntuoso esplendor vege tal, playas

blancas, milicianos bailando bajo los cocoteros, guajiros cortando alegre­mente la caña, discusiones y charlas políticas con fonética musical caribe­ña [ ... ], presencia simultánea de un pasado residual condenado a extin­guirse y de un futuro transmutado en presente con apresurado, jubiloso fer­vor (2)

Nuestra Cuba en revolución se había convertido para la izquierda lite­raria española en un laboratorio de ideas, una puesta en práctica de reivin­dicaciones, un auténtico paraíso social, saludado con entusiasmo desde una antología, España canta a Cuba (3), que Paco Ibáñez nos comentó con entusias­mo. Una summa poética ambiciosa, abar­cadora, que hablaba de compromisos y urgencias vindicativas. Habían partici­pado en ella treinta y tres poetas, muchos de los cuales serían publicados luego en la selección de Fernández Retamar. Treinta y tres poetas entre los que figuraban algunos nombres funda­mentales de la poesía española, aunque Paco Ibáñez insistía en destacar, sobre todo, el aporte de Gabriel Celaya, cuyo poema "¡Muchas gracias, cubanos!" (4) cerraba el libro.

Cuando la Sexta Flota mancilla puer­tos, / pienso en Cuba. / Cuando los reactores yankis nos petardean, / pienso en Cuba. / Cuando los invaso­res nos denuncian por rojos, / pienso en Cuba.

Era el poema que expresaba de manera más elocuente, con más vehe­mencia quizás, el romance ideológico cubano-español de aquellos años; un poema por el que Celaya fue detenido en Madrid luego de leerlo en la embaja­da cubana. (5)

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Porque el pueblo cubano da aliento a la esperanza, / creo en España. / Porque Fidel recorre siglos en un minuto, / creo en España. / Porque todo es posible si el corazón se alza, / creo en España. / ¡Camaradas de Cuba, mu chas gracias!

y así comenzó la temprana relación de Celaya con la revolución cubana; breve y puntual, pero también intensa, estrecha y fiel; mucho más cercana luego de conocer a Nicolás Guillén, el p residente de la UNEAC, el paradigma de la poesía comprometida, "convertido, al menos en Eu ropa, en la voz de la revolu ción, y dentro de Cuba en patriar­ca de las letras" . (6)

Este relevante encuentro tuvo lugar en Madrid, en 1965. Guillén no visitaba Españ a desde que, en plena Guerra Civil, asistió al Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, y toda la izquierda artístico­literaria le agradecía ahora el valiente gesto solidario que había tenido hacia la república desangrada. Celaya fue uno de aquellos españoles que con m ás devoción abrazó al poeta cubano, de quien se confesaba un ferviente admira­dor, al que tenía como paradigma de la poesía social, reivindicativa, antiimpe­rialista. Sería Nicolás Guillén, a partir de la amistad que nació entre ambos, quien le abriría las puertas de Cuba, quien haría posible la estrecha relación de Celaya con la joven revolución carga­da de futuro, "con las entrañas del pue­blo, descubriéndole la luz".

En 1967 fue lanzada la primera con­vocatoria del premio de poesía "Julián del Casal" de la UNEAC. El jurado estu­vo presidido por Nicolás Guillén, e inte­grado por Gabriel Celaya, Eliseo Diego, José Ángel Valente y Enrique Lihn. El libro premiado fue Vivir es eso, de

Manuel Díaz Martínez. Este viaje a la primera trinchera de la poesía urgente, de la poesía necesaria, significará para Celaya una confirmación en sus credos más profundos, como le confesó luego a Paco Ibáñez cuando se conocieron en Madrid aquel mismo año.

En enero de 1968 se celebró el Congreso Cultural de La Habana, con la participación entusiasta (en principio) de centenares de intelectuales y artistas de todo el mundo, en un cálido ambien­te de optimismo revolucionario, que hizo posible la efímera y aparente unión de toda la izquierda universal en su condena al imperialismo. Un evento en el que, no obstante, y según Carlos Barrat

entre los intelectuales y escritores de mis años que habían sorteado hasta entonces las infinitas contradicciones del proceso cubano, se fecharon tantas decepciones, transitorias o definitivas, acerca de la revolución.(7)

A ese congreso político-culturat de cuya presidencia colectiva formó parte Nicolás Guillén, fueron invitados, inte­grando la nutrida delegación española, Gabriel Celaya y su esposa, Amparitxu Gastón. También por esos días Celaya publicó varios poemas en el periódico El Mundo (que desaparecería poco tiempo después,devorado por la ola de reajus­tes de la prensa cubana) y en la recién creada La Gaceta de Cuba. Y ese mismo año, junto a Jaime Gil de Biedma, Adol­fo Sánchez V ázquez, Alfonso Sastre y Carlos Barrat participó en una mesa redonda sobre la situación política en la España de entonces, convocada por la Sociedad de Amistad Cubano Española. En esta institución y en la sede de la UNEAC ofreció también varios recitales de poemas, inmerso en una febril activi-

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dad, que lo situaba en las antípodas de las deserciones que ya comenzaban (o comenzarían en breve) a resquebrajar la hasta entonces monolítica unidad de la izquierda europea alrededor de la uto­pía revolucionaria cubana, como recuer­da Juan Goytisolo:

Coincidiendo con la entonces sorpren­dente aprobación por Castro de la invasión soviética a Checoslovaquia, la política cultural del gobierno revo­lucionario adoptó progresivamente una actitud de repliegue y endureci­miento. (8)

En 1969 el Instituto Cubano del Libro edita una antología de poemas dedicados a homenajear la figura del Che; Gabriel Celaya es invitado a parti­cipar y lo hace con el emotivo "Yo estoy con el Che, ¿y usted?". (9)

El enjambre del pueblo. La explosión del sol. / La luz organizada de las gu errillas, Che. / Tu ejemplo está estampando miles de combatientes: / la columna vertebral de tu América, Che. / Vamos a converti r el odio en energía: / las miríadas de minúsculos en una tromba, Che. / Porque el sueño fue un buen sueño, / corno un muerto levantado con los vivos vives, Che.

En 1972 escribe Cantata en Cuba (10) un curioso, extraño diálogo de estructu­ra teatral que desarrolla el contrapunto de un Protagonista, funcionario marxis­ta, d ogmático y doctrinario, y un Deuteragonista, defensor a ultranza del foquismo; la fracasada teoría revolucio­naria guerrillera del Che y Régis Debray. Un debate dialéctico entre la autenticidad revolucionaria y las posi­bles parálisis doctrinarias. Recordemos

que en su discurso de clausura del Congreso Cultural de La Habana, Fidel Castro aseguraba que:

no puede haber nada más antimarxis­ta que el dogma, no puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas [ ... ], necesita el marxismo desarrollarse, salir de cierto anquilo­samiento, interpretar con sentido objetivo y científico las realidades de hoy, comportarse corno una fuerza revolucionaria y no corno una iglesia seudorrevolucionaria (11)

PROTAGONISTA:

Gasté mi juventud en una lucha inútil / pero, ¿qué lucha, dime, no es inútil y debe / sin embargo, librase para vivir de veras, / levantando en la nada, o tratando esperanzas? / Derroché mil regalos. Qué conseguí, no importa. / Quizás unas palabras bellas y sin sentido.

DEUTERAGONISTA:

Tus dogmas, tu pureza, tu mUSlca intangible, / tus ideas que aprueba la marcha de la Historia / permiten que te muestres tranquilamente inútil. / Mas nosotros estarnos creando un hombre nuevo: / Nuevas revolucio­nes, acciones, luz directa, / con per­dón del marxismo, o sin perdón, cam­biando.

PROTAGONISTA:

Tu juventud destella. Para ti solo soy un funcionario cruel, un hijo de bur­gueses / metido a comunista, y ¿ay, un intelectual / que no ha cortado

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caña como pide Fidel, I ni ha estado con el Che! Mas luchar he luchado. I No te pido perdón. Te pido inteligen­cia.

DEUTERAGONISTA:

¿Luchar? ¿Cómo has luchado? He­roicamente, claro. I Haciendo bellos gestos. Mostrándote a los otros I como un bonito ejemplo. Mas no mas­cando barro. I Proclamando verdades que aprendiste en los libros. I No enseñando a leer. Dictando y fulmi­nando. I Ocupando el lugar del dios que asesinaste.

Esta cantata de Gabriel Celaya fue su último acercamiento temático a la re­volución cubana. Aquel viaje de 1968 fue también su última visita a la isla. Quizás se trataba de un alejamiento pre­ventivo, profiláctico, que sin embargo no podemos interpretar como una renuncia; porque nunca se desdijo, por­que nunca renunció . a esa parte de su obra. Resulta notable al respecto que, en una conversaClOn con Amparitxu Gastón ante las cámara de TVE, en 1981, afirmara:

[ ... ] yo creo que mi época más importante fue entre el 67 y el 70, años en que se acumulan varias cosas: el viaje a Cuba, al Congreso, que nos invitaron a los dos. Allí en Cuba tuve mucho éxito, fue lo mejor de todo; a los pocos meses vino el premio Taormina; luego me invitaron a la Bienal de Florencia; luego a Brasil para el homenaje a Federico García Lorca .. . Fueron dos o tres años en que comencé a darme cuenta de que mi poesía estaba reconocida internacio­nalmente; pero lo de Cuba fue lo mejor, lo mejor. (12)

Fidelidad a ultranza, sin fisuras, sin enjuiciamientos, sin disensiones, que años antes le había hecho escribir:

No perseguiré la destrucción, I ni

en nombre del amor, I ni aún en el de la santa negación, I sea la de Marx, sea la de Dios ... I .. . I Defenderé mi últi­mo refugio, I mi última alegría (13)

NOTAS:

(1) Roberto Fernández Retamar: Antología de poetas españoles del siglo XX. La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1965. (2) Juan Goytisolo: En los reinos de taifa. Barcelona, Mondadori, 1997. (3) España canta a Cuba. París, Editorial Ruedo Ibérico, 1962. (4) "Muchas gracias, cubanos". Poemas tachados, en: Dirección prohibida. Buenos Aires, Losada, 1973. (5) Al respecto cuenta Gabriel Celaya en la antología El hilo rojo (Madrid, Editorial Visor, 1977): "Escribí este poema como contribución al libro España canta a Cuba. Después de recitar­lo en la Embajada de Cuba de Madrid, pese a que estaba en territorio no espa­ñol, fui detenido" . (6) Carlos Barral: Memorias. Barcelona, Ediciones Península, 2001. (7) Carlos Barral, ob. cit. (8) Juan Goytisolo, ob. cit. (9) Poemas al Che. La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1969. (10) "Cantata en Cuba", en: Dirección prohibida. Buenos Aires, Losada, 1973. (11) Pidel Castro: Discurso de clausura del Congreso Cultural de La Habana. 1968. (12) Grabación realizada en 1968 para la serie Nombres de ayer y hoy. TVE, 1981. (13) "Lo mínimo es más", de: Buenos días, buenas noches . Madrid, Ayuso, Libros Hiperión, 1978.

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54 Gabriel Celaya en Cuba REPÚBLICA DE LAS LETRASI25

CANTOS IBEROS Gabriel Celaya .

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Gabriel Celaya La voz de un poeta comprometido

Este año se cumplen cien años del nacimiento de Gabriel Celaya, poeta de la palabra encendida, hombre de la voz sin­cera, que, en épocas de poesía arraigada o desarraigada, iba componiendo su obra honda y sin retóricas, dejando que el len­guaje llano supliese a todo academicismo, porque en la voz del pueblo y en su dolor se halla, sin duda alguna, la verdad.

Fue en 1911 cuando Gabriel Celaya vino al mundo, en Hernani, el18 de marzo de ese año. Muy pronto se instaló en Madrid, donde trabajó en la empresa fami­liar. Ya en esos años estableció relación con los poetas de la Generación del 27, de hecho estuvo viviendo en la Residencia de Estudiantes de 1927 a 1935. Allí conoció, entre otros, a Federico García Lorca y a José Moreno Villa.

Fundó en 1946 la colección de poesía Norte, porque ya entregó su vida, pese a sus estudios de ingeniera industrial, al poema, a la musicalidad del mismo, a la voz comprometida en que se convirtió en los años cincuenta. En esos años, se integra en la poesía no elitista, junto a Eugenio de Nora y Blas de Otero.

Para Celaya, la poesía no es ese esfuerzo por decir algo incomprensible, para esa minoría que entiende el poema como misterio, como un halo profundo que solo sabe iluminar a los que ya han cultivado el verso o que han conocido antes las corrientes e influencias litera­ria y, por ende, him estudiado la litera­tura.

PEDRO CAReÍA CUETO

N o, para Celaya la poesía es comunicación para el hombre que camina, que sueña, para el que madruga, en definitiva, para el que hace el mundo.

Cito las palabras de un gran conocedor de su poesía y que hizo la introducción a sus poemas, en la edi­ción que Alianza Editorial publicó desde el año 1977 hasta su quinta edición en 1994, me refiero a Ángel González. Dice el gran poeta oveten­se sobre el libro de Celaya Tranquilamente hablando, publicado en 1947, lo siguiente:

El lenguaje directo y coloquial, el antiformalismo, la voluntad de nutrir el poema con sustancias tomadas de la realidad, el explícito afán comunicativo, la reducción del mito de la escritura poética a gestos cotidianos, familiares -contar lo que me pasa, escribir cartas- le dan ya, de entrada, calidades insólitas, sorprendentes, al libro. (p. 15)

Todo este afán por la sencillez contrasta en el libro con una poesía que tiene otros matices, otros objeti­vos, me refiero al formalismo de la poesía de entonces (solo hay que recordar los poemas cuidados y ela­borados de la revista Garcilaso y de poetas como el brillante José García Nieto).

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Pero Celaya escribe con sinceridad, para el hombre que ama y siente la vida, la descubre en los pájaros, en las charlas con sus semejantes, en la mirada limpia de los que son como él, gente sencilla que conoce el dolor de vivir, que se alimenta de afec­tos y de gestos de cariño, de los que no presumen de ser los mejores, sino que lo son en realidad.

En la España de la dictadura, con la mediocridad reinante, la poesía del poeta vasco alumbra como un día primaveral en el panorama gris del dictador, como puede verse en el poema "Amor", perte­neciente a La soledad cerrada, que viene fir­mada por Rafael Múgica, esto es, nuestro Celaya:

Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. / Esta tarde -mar, pinares, azul- / suspen­dido entre los brazos ligerísimos del aire / y entre los tuyos, dulce, dulce mía, / un ritmo palpitante me cantaba: / vivir es fácil y, a veces, casi alegre (vv. 1-6).

La vida es eso, sencillez, le dirá a su amada, su mujer de toda la vida, palabras tan verdaderas en su eco:

y nosotros no éramos distintos / de las nubes, los pájaros, los pinos, / de las plantas azules de agua y aire / plantas, al fin, nosotros, de callada y dulce carne (vv. 9-12).

La simbiosis del reino vegetal y de los hombres se establece, con el deseo de fun­dir la Naturaleza y el ser humano, tesoros que solo pueden pervivir si les riega el aroma de lo que no esconde la ponzoña, la vulgaridad del mundo. Solo el contacto con la tierra, su simiente, alimenta al hom­bre, lo engrandece. Lo demás, ese ámbito de la ciudad, presidido por el poder y sus

acólitos, va negando la vida, rasgando su verdadera savia.

La verdad está en el olor de la ropa, en la comida de cada día, en el beso que se regalan dos seres que se aman, en el hijo con su cercanía, con sus palabras a medio hacer cuando descubre la sorpresa del len­guaje, así nos lo dice Celaya en el poema "El sentido de la sopa", perteneciente a De avisos de Juan de Leceta (1944-1946):

La vida va despacio, pisa tibio y mojado, / huele a río de fango, y a vaca y tierra lenta. / La mujer bajo un hom­bre sabe cómo huele (vv. 1-3).

Pero Celaya se aleja del mundo de la dictadura, comprende que su deseo de ser no se corresponde con el rebaño que sigue al dictador de la voz aflautada, al arlequín que levanta cada mañana el poder, bajo palio. Por ello, se siente vivo a solas, como nos dice en el poema titulado "A solas soy alguien":

A solas soy alguien. / En la calle nadie. / A solas medito, / siento que me crezco. / Le hablo a Dios. Responde / cóncavo el silencio. / Pero aguanta siempre, / firme frente al hueco, / este su seguro / servidor sin miedo (vv. 1-10).

2

La mención a Dios será coincidente a la de BIas de Otero, pocos años después ambos poetas le increpan por el dolor y la injusticia del mundo, no comprenden cómo ha hecho al ser humano para dejarle solo ante tanto infortunio.

Para Ángel González en el estudio introductorio antes citado, Celaya repre­senta un eslabón ante una corriente rota por la Guerra Civil española, como nos dice en las palabras siguientes:

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25 Pedro Garda Cueto

En ese sentido, Celaya viene a ser uno de los eslabones más consistentes que enlaza la poesía de los años cincuenta con algunas de las corrientes cultura­les y estéticas rotas por la Guerra Civil; estimula y facilita un -en su tiempo- entendimiento diferente del fenómeno de la creación poética (p. 20).

La obra del poeta vasco abarca muchos libros, todos ellos espejos de ese deseo de comunicación, de esa unión con el hombre en su vivir cotidiano.

Dirá en Paz y concierto (1952-1953) un verso que se ha repetido mucho, un verso que resuena en el tiempo y que podría y debería ser la bandera de todos aquellos que construyen el mundo con esfuerzo, haciendo de su dignidad y la falta de privi­legios una verdad absolutamente meritoria en el poema "Pasa y sigue": "Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre; / va por los bulevares y vuelve por sus versos" (vv. 1-2).

y dice, tras ese peregrinar por el mundo, lo que muchos pensamos en nues­tras jornadas de trabajo, a veces, esclavos de una obligación que nos condena a la inercia y a la rutina incesante por un mero y exiguo salario:

Entonces uno siente qué triste es ser un hombre. / Entonces uno siente qué duro es estar solo. / Se hojean febril­mente los anuarios buscando / la profe­sión "poeta" -¡ay, nunca registrada!- / y

entonces uno siente cansancio, y más cansancio, / solamente cansancio, tiem­po lento y cargado (vv. 7-12).

Magnífica forma de expresar la sole­dad del poeta, del que nadie entiende su lenguaje, lleno de palabras que son mim­bres del pensamiento, pleno de primaveras que se deslizan en los sueños y en la noche.

Ser poeta, para Celaya, es cantar al mundo, a su perfección, como diría Jorge Guillén, ser poeta es hablar con la Naturaleza, expresar con las palabras la emoción del mundo.

Dice en otro verso: "es asumir la pena de todo lo existente" (v. 38) y es cierto, por­que el poeta se mimetiza con el mundo, con su dolor y su alegría, con lo invisible que anida en las cosas de cada día.

3

Las cosas sencillas, "las hojas cuando crecen", "el aire que se abre" son los espejos del mundo interior de Celaya, nadie se fija en ellas, porque todo va deprisa y el hom­bre se llena de obstáculos, de objetivos eco­nómicos, de obligaciones que merman para siempre su vida, lo distraen de lo que es relevante, el despertar del mundo, su nacer cada día, el lenguaje de las flores o de los árboles, plenos de luz y deseosos de ser escuchados.

Celaya escribe, ya en 1955, otro libro donde expresa la grandeza del poema como comunicación para la posteridad. El libro se titula Cantos iberos, en él destaco un poema titulado "La poesía es un arma car­gada de futuro", uno de los más conocidos.

El poeta vasco sabe que la poesía no es la solución a la asfixia de cada día, pero sí algo íntimo que nos salva, sin darnos cuen­ta, del dolor de la rutina y de la crisis espi­ritual en que vive el hombre moderno. Poesía como medicina para el alma, nos dice Celaya:

Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por minuto, / para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica (vv. 17-20).

Como ya dije antes, Celaya no quiere la poesía elaborada, la que penetra en el pen-

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samiento para hacer un extraño ejercicio de traducción, a través de símbolos y cultis­mos, sino la poesía que se abre a lo sencillo, que se ofrece como un tesoro al lenguaje cotidiano:

No es una poesía gota a gota pensada. / No es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Es algo como el aire que todos respiramos / y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos (vv. 41-44).

Termina el poema con un verso que destaco aquí para entender el objetivo pro­fundo del poeta: "Son gritos en el cielo, yen la tierra, son actos" (v. 48).

El poema es acto, porque puede mover el mundo, ya sabemos que de las palabras se llegó a la Revolución, de aquellos que cargaron con sus arengas el discurso en contra de la tiranía del poder se llegó a un mundo más libre. Las palabras, para Celaya, pueden derrocar al tirano, el que, con su presencia, llena de mediocridad y de tristeza su tierra amada.

En 1956 escribe un libro titulado De claro en claro, en él destaco el poema "Los amantes", donde el escritor de Hemani sabe que el amor, con su pureza, como un viento puro que nos regala la Naturaleza, derroca la vulgaridad de las calles de esa España franquis ta:

4

El mundo en tomo fluye / y arrastra los despojos, / ciego de pesadumbre. / A solas, todo es dolor. / A dos, la vida fulge / y el mundo estalla, hermoso (vv. 13-18).

Si en libros anteriores el poeta estaba solo, ahora comparte el amor con la amada, la que hace triunfar, junto al nexo amoroso, el mundo, dotar de felicidad a un ámbito de mediocridad que rodea todo.

El amor es, al igual que la poesía, un acto creador, capaz de derrotar todo lo malo que nos rodea.

Hay muchos más títulos en una obra siempre importante, cargada de verdad, de compromiso, como la de Gabriel Celaya.

En 1986 se reconoce al poeta vasco su calidad literaria y su compromiso con el mundo, su valentía para cantar la libertad y los valores democráticos, gana el Premio N acional de las Letras Españolas.

Su muerte, el 18 de abril de 1991, nos dejó huérfanos de uno de los poetas más sinceros y transparentes de la poesía del siglo XX, sus cenizas se esparcieron por su tierra natal, Hernani.

Aún recuerdo cuando me encontré con él en la National Gallery de Londres en octubre de 1990, estaba mayor, pero se le veía casi transparente, con su elegante traje y su pelo blanco. Una joven explicaba a Celaya y su mujer los cuadros, mientras yo, admirador de su obra, no me atrevía a decirle nada, ya que me parecía inoportu­no molestar.

Celaya llevaba la belleza de un hombre de gran corazón, como nos ha dejado en su poesía, siempre necesaria, hecha con el teji­do del corazón y con los mimbres de la ver­dad que anida en sus versos, lejos de cual­quier retoricismo, sin adaptarse a ninguna escuela, porque la poesía es siempre alien­to único y personal, cuyo contenido es un regalo para el lector, el que siempre debe reconocer lo humano que hay en el poema y en el poeta de voz verdadera.

Sus emociones son las nuestras y ahora que se cumplen cien años de su nacimien­to, parece que vuelvo a verlo, frente a los cuadros de aquel día otoñal, en la elegante y siempre interesante ciudad de Londres, sin la bruma del tiempo, mirando con ávida curiosidad el paso del tiempo en el arte de aquellos cuadros, tan vivos como su corazón que aún late, gracias a sus ver­sos, entre nosotros.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25 Pedro García Cueto 59

Dos dibujos de Gabriel Celaya.

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Francisca Aguirre Premio Nacional de Poesía 2011

Nuestra compañera Francisca Aguirre ha obtenido el Premio N acional de Poesía del año 2011, que concede el Ministerio de Cultura, por su obra Historia de una anatomía. Ofrecemos en este número tres poemas del libro y otro que, a manera de homenaje, ha publicado en su última obra poética su marido, el escri~or y vicepre­sidente primero de nuestra asociación, Félix Grande, que es, al tiem­po que una dedicación a ella, un recuerdo a su padre, el pintor Lorenzo Aguirre, fusilado por el franquismo, ya la memoria históri­ca de todos los que sufrieron, en la guerra y la posguerra, la trage­dia de aquella derrota.

Francisca Aguirre nació en Alicante en 1930. En 1971 obtuvo el premio de poesía Leopoldo Panero por su libro Ítaca y en 1976 el Ciudad de Irún por Los trescientos escalones. En 1977 publicó La otra música. En 1994 consiguió el pre­mio Galiana por su libro de relatos Que planche Rosa Luxemburgo. En 1995, el premio Esquío de poesía por Ensayo general; y en 1998, el María Isabel Femández Simal por Pavana del desaso­siego. En 2000 la editorial Calambur reunió su poesía con el título Ensayo general. Poesía completa 1966-2000, que recibió el Premio de la Crítica del País Valenciano. Eso suscitó la publicación en Valencia en 2002 de su antología Memoria arrodillada. En 2006 publicó La herida absurda en Bartleby Editores. En 2007 ganó el premio Valencia de la Institució Alfons el Magnanim con Nanas para dormir desperdicios, que fue publicado por Hiperión.

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62 Francisca Aguirre

Radiografía

He pensado muchas veces que lo sucedido esa información tan poco convincente sobre el estado de mi anatomía quiero decir sobre el estado de mis vísceras o sea todo aquello que mi esqueleto preserva y también todo lo que preserva a mi esqueleto

REPÚBLICA DE LAS LETRASJ2S

eso como os decía esa petición que hice a los expertos esa sencilla demanda al parecer dio como resultado una especie de caos.

N o sabían lo que pasaba con mi corazón ninguno supo explicarme cómo funcionaba mi hígado y mucho menos el páncreas. Aunque me dijeron eso sí que muchas de las cosas que le pasaban al corazón obedecían al mal funcionamiento del hígado o del páncreas y desde luego todo lo que les sucedía a dichos órganos repercutía sin ninguna duda en el cerebro. Claro que después de meditarlo conjeturaron que más bien era el cerebro el responsable de todo.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Francisca Aguirre

Pero aclararon que hablaban en términos generales porque estaba todo demasiado relacionado. Tampoco había mucha certeza sobre la marcha de mis riñones aunque explicaron que así a simple vista parecían unos buenos riñones que aguantaban muy bien sin especificar qué era lo que aguantaban. En cuanto al aparato digestivo y a los intestinos estaban seguros de que dependían en todo del sistema nervioso. y desde luego del sistema nervioso ni una palabra. De los pulmones no quisieron hablar.

Aseguraron que alguien que se había fumado tres cajetillas diarias de tabaco no tenía ningún derecho a preguntar. Del bazo y otras tonterías como el apéndice o la vesícula lo único que reconocieron es que no iban a explicarme cosas que no estaban a mi alcance de lo que deduje con alegría que todo lo anterior consideraban que sí estaba a mi alcance. Por lo que se refiere a mi aparato genital: matriz, ovarios y demás me confirmaron que habían cumplido bien.

Del resto no dijeron nada ya que al parecer las radiografías eran muy confusas todo se mezclaba y debido a ello era imposible emitir un informe preciso. Por otra parte tampoco tenía demasiado sentido perder el tiempo en pormenores cuando el paciente es decir yo tenía más de setenta y cinco años. ¿O es que me había hecho la ilusión de ser eterna?

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64 Francisca Aguirre

Finalmente asumí que como en otros casos es decir en otras cuestiones todas ellas relacionadas con lo portentoso como la velocidad de la luz el sinfónico canto de las resplandecientes ballenas

REPÚBLICA DE LAS LETRASI25

o la mirada rebosante de pesadumbre de los pacíficos gorilas aspectos todos fuera de mi alcance yo hembra perteneciente a una caótica especie que llaman humana la única posibilidad que tenía era aceptar que mi curiosa anatomía y el relleno con la que habían dotado eran los responsables de mi extraño vivir. y que mi historia era su historia.

Qué le vamos a hacer nadie elige su amor dijo Machado y por lo visto tampoco elige nadie sus riñones su páncreas su osamenta.

y muchísimo menos el sobresalto ante el milagro de la vida.

Lo único que sabemos es que el pulso se acelera y las radiografías se oscurecen.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25 Francisca Aguirre

La sonrisa

Después de pensarlo y pensarlo después de muchomeditarlo

he llegado a la conclusión de que la sonrisa

observen ustedes que no digo la risa sino la sonrisa la tímida sonrisa

sea tal vez una prueba de la existencia de Dios.

La sonrisa de algunos niños africanos me hace creer que a lo mejor el pobre Dios

no sabe cómo perdonarnos y debe andar metido en algún rincón de su cielo

llorando sin parar.

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66 Francisca Aguirre

Datos biográficos

Fue mi padre un hombre alegre donde los haya. Nació también para disfrutar y también hizo eso. Amó en su vida varias cosas: la pintura, la justicia

Tuvo tres hijas ya mi madre .

yeso lo convirtió en un hombre feliz . La tragedia de la guerra civil del 36

REPÚBLICA DE LAS LETRASI25

contribuyó a demostrar hasta qué punto amaba la Justicia. Pasará a la posteridad como

un magnífico pintor republicano al que la dictadura franquista

asesinó en 1942 por defender a un Gobierno legítimo. Mi infancia son recuerdos de sus cuadros,

sus canciones su risa su amor por mi madre y algunas horas terribles

que recordar no quiero.

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EL DESTERRADO DEL ESPASA

Vengo a pedirle a usted la mano de su hija. Permítame que me presente: Tengo setenta y tres años cumplidos. Mi padre defendió a tiros la República. Tras la derrota tuvo suerte: no le dieron garrote vil. De los ocho hijos que engendró en el vientre de nuestra madre vivimos cinco, todos varones. Todos cinco

FÉLIX GRANDE

queremos mucho, don Lorenzo, a Paquita, la hija de usted. y yo además la necesito: para durar, para iluminar mi escalera, para morir sin odio. Vengo a pedirle la mano de su hija. La vida sigue, don Lorenzo. A Paquita y a mí nos nació Guadalupe. Espere. Traigo en mi billetera una fotografía de su nieta de usted ... Aquí está. ¿Verdad que es preciosa, diosmío? y es aún mayor la belleza de su conciencia. Deduzco que ha heredado ese ardimiento, ese don de vivir en justicia, esa tonalidad, ese gen suntuoso, en la conducta de sus dos abuelos: como si en el mantel de las neuronas de mi hija usté y mi padre jugasen interminablemente, desde hace siglos, una partida de ajedrez en la que los peones comen a dos carrillos,

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68 Libro de familia

beben vino, regüeldan, leen buenos libros, duermen en paz, madrugan, trabajan sonriendo ... Mire a su nieta Guadalupe: la vida sigue: no pudieron con usted, don Lorenzo. En la cárcel de Porlier, en el año 1942 le pusieron a usted la muerte sobre la garganta. Le dieron vueltas a una manivela. Lo asesinaron: y no pudieron con usted. Téngalo por seguro: no pudieron. vengo a pedirle la mano de su hija . .. . Le cuento: aquella niña con un ramo de flores arrodillada y aterrada ante la hija del general Franco ... [fue inútil: no quisieron conmutarle a su padre la pena de muerte, una pena inmortal, por años de prisión, los que fueran ... Contemplo a su hija, don Lorenzo, arrodillando sus doce años menos ciento tres días. Susy y Margara no se atreven a jadear. y mi mujer le entrega aquel ramo de flores a Carmencita Franco, por su onomástica ...

REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

Por cierto, don Lorenzo: ¿A cuento de qué lo ejecutaron? ¿Exterminaban en el pintor Lorenzo Aguirre a la Institución Libre de Enseñanza, a la República, a las pajaritas de papel que Miguel de Unamuno le enseñó a usted a manufacturar con las uñas pulgares y con un alfiler? ¿A cuento de qué lo mataron a usted, a tres años de acabada la guerra? ¿Qué ganaron con ese crimen? ¿Qué disfrute obtuvieron con toda una familia de dolor? ¿ y a qué venía la orden de retirar su nombre del Espasa?] . .. Como le iba diciendo, aquella niña arrodillada he aquí que hoy está al borde de los ochenta años.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS125 Félix Grande

¡ Lo que es el tiempo, qué resistente, qué robusto, con él no pueden ni el horror ni el crimen! ¡Y qué tristeza siente en su alma el tiempo cuando por fuerza no lo puede todo! Me refiero, don -Lorenzo, a que su Francisca Aguirre no logró nunca hacer el duelo. Sépalo: nunca. Al tres por dos usted regresa y llena su memoria de angustia infancia espanto y lágrimas de oro: fíjese: incluso en esas ocasiones también le sale afuera la luz del corazón. Lo que quiero decir es que esa niña de rodillas, como sin darse cuenta, sin un ruido, de forma muy misteriosamente natural (¡y desde hace ya más de medio siglo, se dice pronto!) se esfuerza en enseñarme, a base de paciencia, la asignatura de la serenidad. ¡Qué le parece, don Lorenzo! ¿Comprende usted por qué he venido viejo al pie de su cadalso, por qué provengo desde dos mil diez al seis de octubre del cuarenta y dos pian pianito, pasito a paso cerca de la noche? ... Va a amanecer, Lorenzo. Te van a ejecutar. Menos mal que he llegado a tiempo. He venido a traerte el medio siglo de viudez y de coraje maternal que ejerció tu mujer antes de irse contigo cansadita, orgullosa. He venido a traerte en caudal a dos manos abrazos testarudos de las tres niñas de tus ojos. He venido a traerte en mi bandeja genealógica saludos de mi padre desde bajo su tumba. He venido a traerte, firmada y rubricada, la certidumbre nuestra sobre tu dignidad. Y he venido a traerte aquesta pajarita de papel

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70 Libro de familia

para que en ella vuele la memoria de ti por los biznietos de los nietos hasta que sobre el aire quede escrito tu nombre: «j aguirreaguirreaguirreee ... !» Así, trino y Lorenzo a lo largo de España . ... Ya amanece, Lorenzo, amigo mío. Ya vienen. Te tocan en el brazo. Caminas. Te sientas. Le sonríes con piedad al verdugo. Soy un viejo. Dos ojos. Un grito. Una memoria. He venido a pedirte la mano de tu hija.

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Muere el escritor valenciano Vicente Soto

Vicente Soto fue ga­nador del premio Nadal en 1966, vivió en el exilio, publicó su última obra en 2002 y obtuvo el premio Lluís Guarner.

El escritor Vicente Soto era otro ejemplo de la diáspora de intelec­tuales valencianos que tuvieron que exiliarse tras la Guerra Civil, en su caso en 1954. Él afirmaba en una de sus últimas visitas a Valencia, con moti­vo de la recogida del Premi Lluís Guarner que le entregaron en 2002 en reconocimiento a su trayectoria literaria y personal, que si se fue a Londres fue porque aquí no le dejaban hacer nada y después no le dejaban volver.

Falleció a los 92 años este escritor que obtuvo el premio Nadal en 1966 por su obra La zancada y que combatió en el bando republicano. Su última obra apare­cía en 2002, Mambrú no volverá, con la que aparecía de nuevo ese topotón, como él llamaba a aquellos que van y vienen sin ir a ninguna parte.

La acción de su último libro transcu­rría en un pueblo de la Valencia castellana y agraria, un lugar cercano al término de Utiel, por ejemplo. El niño protagonista mostraba su relación con la naturaleza y con los cambios que él mismo estaba experimentando. Soto se consideró siem­pre un «perdedor de la Guerra Civil y de la posguerra» y recomendaba como lectu­ra a maestros como William Faulkner, Proust o Juan Rulfo.

Su literatura, se­gún los críticos, se ins­cribía en cierto senti­do en la línea trazada por autores como Azorín, Gabriel Miró, Francisco Brines o César Simón.

Autor de varios libros de cuentos y di­versas novelas, ejerció en Londres como tra­ductor y profesor de español.

Solía pasar sus veranos en la comarca de La Ribera y uno de los ras­gos más destacados de su literatura era también el amor al lenguaje, como subrayaban quienes estudiaron su obra.

Sobre Valencia, Soto afirmaba que tenía «una querencia como un animal», que le obligaba a venir año tras año.

Autor de obras como Luna crecien­te, luna menguante, Pasos de nadie, Una canción para un loco, Tres pesetas en la Historia, Casicuentos de Londres, Cuentos del tiempo de nunca acabar, El gallo negro o Bernard, uno que volaba, Soto afirmaba sobre el oficio de escritor que era algo que sintió muy pronto ya que empezó a escribir antes de los 18 años. Generacionalmente se reconocía como un escritor de posguerra debido a que antes del conflicto bélico no había publicado ninguna obra. «La infancia la revivo, no la rememoro», afirmaba sobre su etapa en España.

Levante-EMV, Valencia

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CRÍTICA DE LIBROS

SERGIO PITOL. Nocturno de Bujara. Antón Arrufat

JESÚS HILARlO TUNDIDOR. Un único día. Francisco Morales Lomas

JUAN MOLLÁ. Contra el tiempo. Dionisia Carcía

FRANCISCO ESTEVE RAMÍREZ. Miguel Hernández: De la A a la Z. Aitor L. Larrabide

RESEÑAS DE LIBROS

PILARCÓMEZ

AMADOR GÁLVEZ

RAFAEL DE CÓZAR

ENCARNA LEÓN

FERNANDO J. LÓPEZ

ÁNGELES MARTíN DEL BURGO

SANTIAGO MONTOBBIO

FRANCISCO N ARLA

JUAN CARLOS RUBIO

JOSÉ RAMÓN FÉLIX CASANOVA

RAÚL GUERRA GARRIDO

ENRIQUE LENZA

JOSÉ AURELIO MARTíN

ANTONIO MARTíNEZ BALLESTEROS

MANUEL MUÑoz HIDALGO

ANDRÉS PINAR GODOY

FRANCIS SCOTT FITZGERALD

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Una edición cubana de Sergio Pitol

Comienzo con una cita de la primera estrofa de un soneto de Du Bellay. Él lo escribió en francés, en el francés renacentista del siglo 16, yo he de decirlo traduci­do al castellano de esta edad tecnológica, y que­dará así: «Feliz quien, como Ulises, regresa de un largo viaje ... / y vuel­ve pleno de experiencias y razones, / a vivir junto a sus padres el resto de sus días».

Largos viajes em­prendió Sergio Pitol des­de joven, permaneció por años en diversos países de Europa, dentro del servicio diplomático más de veinticinco años, y al cabo regresó -defi­nitivamente- a México, regresó a vivir, como dijera en su época Du Bellay, junto a los suyos. Semejante a los seres insa­tisfechos, regresa a su lugar de origen, después de haber visto mucho mundo. Cumplida la intensidad de sus estancias en el extranjero, reside ahora en Xalapa, capital provinciana, circundada de her­mosos paisajes.

En uno de sus libros que más he disfru­tado, El arte de la fuga, este perfecto violador de fronteras geográficas y culturales, tanto como de géneros literarios, en ese singular manual de huidas en que conjuga diestra-

ANTÓN ARRUFAT

mente los viejos géne­ros del relato y el ensa­yo, las memorias, el diario y la crónica de viaje, se encuentra esta descripción de una clá­sica vida retirada a lo Fray Luis: «Por las ma­ñanas salgo al campo, donde tengo una caba­ña, y dedico varias horas a eSClibir y a oír música. De cuando en cuando hago alguna pausa para jugar en el jardín con mi perro. Regreso a la ciudad a la hora de comer... Me comunico con amigos

por medio del teléfono. A partir de las seis de la tarde, salvo casos extraordina­rios, no hay poder que me haga salir de casa ... Este ritmo de vida que a muchos podría parecer desesperante es el único que me resulta apetecible».

Este párrafo confesional aparece al principio del libro, dentro del ensayo titulado con una sentencia de sabiduría zen: «Todo está en todas las cosas·.» Como Pitol tiene la cos­tumbre de fechar, y va colocando cronológicamente huellas visibles de su existencia, el texto está fechado en Xalapa, en febrero de 1996.

Cuando su vida se hacía de via­jar y era tan diferente al reposo de su

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76 Una edición cubana de Sergio Pitol REPÚBLICA DE LAS LETRASI25

cabaña, p lagada con miles de libros en diversos idiomas, traídos de todas las partes en las que estuvo, quince años antes de su regreso escribió los cuatro relatos que forman Nocturno de Bujara. Los escribió en Moscú, en mom entos muy cercanos, dos en 1979, el primero en marzo y el otro en junio, con escasos tres meses de distancia, y en el 80 los dos restantes, uno en octubre y el siguiente en noviembre, tan solo días después. Se trata de relatos extensos (alrededor de trein ta cuartillas cada uno) . En aquellos meses estuvo poseído por una violenta energía creadora, a la que no son ajenas sus cuantiosas lectu­ras apasionadas y numerosos viajes por diversas ciudades europeas.

En el curso de una entrevista, resi­diendo su autor ya en México, y para imitar su exactitud cronológica, realiza­da un 16 de junio de 1990, confiesa haberlos escrito durante una especie de sin gular «afiebramiento», lo mismo físi­co que intelectual. Por el fervor creativo que los une, y porque intentó con ellos ampliar su concepto del relato, los declara entre sus páginas favoritas.

La primera edición se imprimió en México, 1981, varios meses después de haberlos escrito. No obstante,. la edición que conozco es la de Barcelona, pasados cuatro años, segunda obra que incluyó la editorial Anagrama en su colección Narrativas Hispánicas, cambiado el títu­lo original por Vals de Mefis to. Durante una de las muchas veces que Sergio Pitol y yo nos hemos encontrado, me dedicó un ejemplar. Recuerdo que fue en Guadalajara y que, n aturalmente, aparece fechada la dedicatoria: 25 de febrero del 89.

Al presente el papel, alto gramaje, ha amarilla do en algo, lo que le otorga como un atractivo d e otro tiempo. Ahora, lo que llama mi atención es la

portada compuesta sobre un cuadro ori­ginal de Gustav Klimt, «Música 1», pues me parece percibir una relación curiosa entre esta portada y el contenido del libro. Sospecho que a Sergio Pitol le complace la obra del pintor modernista, al que a menudo ha mencionado. Hay en sus cuatro relatos, al igual que en ciertos cuadros de Klimt, una superficie traslúcida, resplandeciente, que parece entregarse de inmediato al lector, y al espectador por supuesto, y un fondo sinuoso, de líneas curvadas, que por el contrario emite señales indecisas, ama­ga con una verdad o una certeza difícil de descifrar, junto a una ambigua y oculta intensidad erótica.

Es lícito suponer que Pitol estuvo involucrado, como suelen estarlo tantos autores, en la realización de la portada de su libro. Si escogió o no el cuadro de Gustav Klimt, lo que ignoro, debió al menos aprobarlo o admitirlo, por una sencilla razón sensible, como demuestran algunos de sus textos: no es extraño al grabado o a la encuadernación, a la pre­sencia tangible de un libro, y principal­mente a la relación, de coincidencia o ruptura, cuya eficacia gráfica es la misma que la portada puede establecer con el sentido de una obra impresa.

En la segunda narración, «El relato veneciano de Billie Upward», se halla una confirmación del interés en que el libro como objeto -un cuaderno en el relato­adquiera un valor significativo para el lector: «la composición de aquel cuader­no -se dice, alguien dice en los párrafos iniciales- era una de las mejor resueltas. Los enigmas del texto se insinuaban ya en la misma portada». Subrayo los términos «enigmas» e «insinuaban», enigmas e insi­nuaban, decisivos en el discurso narrativo de Pitol.

La misma voz nos ofrece, a nosotros, sus lectores, la descripción de esa porta-

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS125 Antón Arrufat

da que insinúa los enigmas que han de venir con el resto del texto. Una fotogra­fía trunca, borrosa y color sepia, refleja un palacio en el agua de un canal de apariencia viscosa. Más abajo una pala­bra al menos efectiva: Venecia.

El sepia contrasta y se opone a los refulgentes colores de Gustav Klimt, pero el resto, la apariencia de un canal, lo borroso, lo trunco, lo eminentemente eva­nescente y esfumado, podrían ser ele­mentos indudables, o mejor, dudosos, de algunos cuadros del pintor austriaco.

Dos de estos cuentos, Vals de Mefisto y El relato veneciano .. . , se inician con un aparente hecho casual o totalmente for­tuito: la revista en la que aparece publi­cado un cuento que ha de revelarle a la protagonista ciertas razones de su fraca­so matrimonial cae inesperadamente de su bolso cuando buscaba su pijama de seda azul, o el libro olvidado que es necesario volver a leer. En parte, cuanto ocurrirá a los protagonistas de Pitol se halla prefigurado, aunque de manera oblicua, en algún texto escrito con ante­rioridad, y donde han de buscar la com­prensión o la reivindicación de persona­jes o acontecimientos posteriores, parece estar en estas escrituras previas que han de leer como se leen los libros sagrados, Vedas o Talmut, en busca de algún desci­framiento del misterio de sus vidas.

Ellos también intentan comprender y comprenderse mediante la lectura. En Nocturno de Bujara, cuento que da título al volumen, Juan Manuel le hace leer un texto de Jan Kott al protagonista narra­dor, Breve tratado del erotismo, que luego él volverá a leer buscando una confir­mación sobre la carencia de identidad en los cuerpos conocidos en la oscuri­dad tan solo a través del tacto.

Varias figuras filiales pasan por estos cuentos. «Hay influencias eviden­tes -se nos advierte en El relato venecia-

no- de Henry James, de Borges, del Orlando de la Wolf». Sirviéndome de esta clave, recuerdo momentos semejan­tes que Borges ha destacado en otras escrituras o los que ocurren en la suya propia, y escojo dos de entre ellos: cuan­do Eneas encuentra en un bajorrelieve sus propias aventuras, y en la segunda parte del Quijote los protagonistas han leído la primera parte de la novela, es decir, son también lectores de la obra que ellos protagonizan.

Estos relatos, principalmente los dos primeros, son evidencia de su poética. Abundan inesperadas definiciones, citas de autores que ofrecen alguna pista, como Arthur Schnitzler, advertencias al lector, enumeración de posibilidades narrativas. "La trama se teje en el sub­suelo del lenguaje". Pequeños núcleos dramáticos (o más bien esperpénticos), a punto del estallido. Desinterés por esa dudosa categoría llamada desde hace siglos «realidad» sin que el hombre o la mujer conozcan hasta ahora definitiva­mente en qué consiste. Tensiones cuya causa hay que buscar en un juego de hipótesis, creación de una distancia entre el autor y el narrador del relato, la anécdota como pretexto para establecer un tejido de asociaciones y reflexiones libres. Imágenes y acontecimientos uni­dos por una «sutura muy enterrada», cuya conexión el lector no advierte hasta que ha avanzado en la lectura. Algo de crónica de viaje, de novela, de ensayo literario. De su fusión o choque se desprende la expresión dramática de la narración, continuamente interrumpi­da y diferida reiteradamente.

Como sabemos por sus fechas y por confesión del propio Pitol, entre la redacción de estos cuentos media poca distancia, y tal vez por ello tienen víncu­los y semejanzas sorprendentes y revela­doras. Están como contaminados entre

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78 Una edición cubana de Sergio Pitol REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

sí. En la entrevista que antes mencioné, el autor nos revela que han brotado de una necesidad profunda, estado de casi inconsciencia, como visiones de las que resulta imprescindible deshacerse.

Si esto es cierto, no obstante, el tra­bajo con la prosa es tan extremado y her­moso a la vez, que no puedo dejar de pensar que en esta poética hay también mucho oficio. Una frase acorde excluye la ambigüedad total. Ha salvado del naufragio o de la oscuridad una forma, un orden dentro (o sobre) el desorden, algún sentimiento del número y de la belleza, hechos que contradicen en algo la afirmación del autor.

En esa especie de conflicto entre las visiones y la lucidez de la escritura, de una parte la palabra, con su antigua tra­dición racional y nominativa, se aproxi­ma a ellas intentando reducirlas a la cla­ridad de la página escrita, y de la otra, y a su vez, adquiere un esplendor de me­tal oscuro que no es el de la razón o no lo es del todo.

Al referirse a las atmósferas de pesa­dilla mediatizadas por el arte, inevita­blemente mediatizadas, en su artículo sobre la primera novela de Pitol, El tañi­do de una flauta, observa con acierto Carlos Monsiváis: «su maestría verbal contradice cualquier complacencia en el desastre, equilibra con la razón el desfi­le de la teratología».

Hace un momento señalé el afán y la minuciosidad de Pitol, su diafanidad en la relación con la sucesión temporal, al menos con su grafía numérica, que siempre consiste en consignar, al final de sus tex tos, la fecha en que fueron redactados.

Uno de sus personajes tiene por igual la costumbre de fechar cuanto escribe. Tal vez en el caso de Sergio Pitol no se trata solamente de costumbre, sino de un acontecimiento más profundo y

previo a la costumbre: fijar, en la medi­da de lo posible, la fluencia asimétrica de la conciencia, dentro de la oscura fluencia temporal, y ponerle marco a esa inagotable oscuridad del enlace de sus anécdotas. Estas visiones e imágenes de dos estructuras, o de dos cápsulas den­tro de una estructura, que se prestan luces, entablan un diálogo subterráneo. Cuentos libres en su estructura, y clási­cos, aunque parezca una paradoja, en su estilo o ejecución. Mentalidad barroca que se expresa en una prosa clásica. Hay sin duda la necesidad, en el forcejeo con las visiones, de alcanzar lo que podría llamarse visualidad. La narración es pun­tual: escribe el nombre de las ciudades, de las calles, el título y el autor de los libros citados, mundo tangible que de p ronto se vuelve inasible, como si comenzara a desintegrarse. Sus perso­najes, y nosotros los lectores, alcanzan (o alcanzamos) solo vislumbres, aproxi­maciones, en eso que Pitol llama, en El arte de la fuga, «la delgada zona que se extiende entre la luz y las tinieblas».

La tesis del carácter doble en la estructura de un cuento -en la que Ricardo Piglia ha insistido en nuestro idioma- podría convertirse en un méto­do válido de interpretación de esta apa­rente discontinuidad.

Según esta tesis, un cuento siempre narra dos historias. Una en primer plano, y la otra, en uno más secreto, el relato visible que esconde un relato secreto, narrado de modo elíptico y fragmentario. El cuento concluye cuan­do es ta historia secreta aparece en pri­mer plano.

En Vals de Mefisto, la presencia de dos relatos es muy perceptible, y el autor trabaja en él dos historias sin resolverlas nunca. La primera, el final y el desencanto de una relación matrimo­nial entre una pareja de escritores, y la

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Antón Arrufat

segunda historia, cargada de un erotis­mo indefinido pero muy agudo, el drama entre un anciano director de orquesta ya retirado, y un pianista al que ha ayudado a triunfar.

Ahora bien, estas dos historias se prestan luces y se reflejan la una en la otra, hasta el punto de que la segunda se convierte en la conclusión de la primera, mediante, como se dice precisamente al principio, «una sutura muy enterrada».

Vuelvo al nómada, al trashumante que era Pitol cuando escribió Nocturno de Bujara. Sus viajes, lo sabemos, están fechados y registrados por él mismo. Los diversos escenarios se suceden: Praga, París, Varsovia, Moscú, Venecia, Nueva York, uno tras otro van pasando. Subía a trasatlánticos y a aviones, iba en tren, llevaba un pasaporte y cartas cre­denciales, sus ropas y maletas, compra­ba libros en cada lugar, miraba y oía, probaba comidas exóticas y hablaba idiomas que no eran el suyo, desplazaba su cuerpo incansable.

A tales desplazamientos, diré físicos y tangibles, que también figuran en sus cuentos, donde sus personajes parece que van a morir por desplazamiento, sucede un viaje distinto, íntimo y silencioso, sin documentos ni transporte, en el que las fronteras se difuminan, pierden la suce­sión cronológica, y los acontecimientos se amontonan en un espacio sin límites y se disuelven entre ellos. Es el viaje de la memoria, el viaje del recordar. Estos cua­tro relatos ocurren también en ese espacio de la memoria.

Empiezan in media res, cuando los sucesos decisivos ya han ocurrido, y si ocurren en el presente narrativo, serán contados como si se evocaran. Una oscu­ra pradera los convida al asombro noc-

turno de la memoria, una oscura pradera va pasando: allí ven ilustres ruinas, ciu­dades reales y soñadas, paisajes sin nom­bre, cuerpos del deseo, nombres extraor­dinarios, callejones de Samarcanda ...

Debo llegar al final de esta nota. El primer libro de Sergio Pi tal que se publica entre nosotros, Nocturno de Bujara, espera por su lector. A ese lector futuro no he podido más que darle una pequeña muestra de residuos de una lectura inquietante. El encanto que pro­dujeron en mí estos relatos, y que pro­ducirán sin duda en el lector cubano, resulta difícil de comunicar, y aún más, de explicar. Pienso que el encanto es una cualidad decisiva del arte. Sin encanto no hay literatura que valga la pena. Pero el encanto elude las explicaciones lógi­cas, el discurso racional: es un efecto que determinadas cosas y algunas per­sonas, el arte y la literatura, con cierto misterio inasible, nos producen apenas sin proponérselo. Me parece que no hay quien pueda ser, a propósito, encanta­dor.

Quiero agradecer, finalmente, al amigo Sergio Pitol, su renovado interés por viajar a La Habana, abandonando su retiro voluntario de Xalapa. Les recuerdo la confesión que reproduje al comienzo. Después de las seis de la tarde, salvo casos extraordinarios, él no abandona su casa. Significa que venir a La Habana es para Pitol un caso extraor­dinario. Desde los veinte años ha estado viajando a nuestra ciudad repetidas veces, siendo, creo, el primer puerto y la primera tierra que conoció al iniciar su peregrinaje. En Diario de la pradera relata estas estancias, y también su estancia en una clínica habanera. Regresar cada cierto tiempo es honor que nos hace.

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La dialéctica del tiempo y la existencia en la lírica del conocimiento

de Jesús Hilario Tundidor

Hace unos meses la editorial Calambur publicó Un único día1 del escri tor zamorano Jesús Hilario Tundidor, obra en dos volúmenes y cerca de mil páginas que se considera hasta ahora su obra completa:

Sus dos partes - dice el poeta- forma­rán una entidad única, organizada, que ofrece mi visión personal del mundo, mi reflexión sobre la vida que viví y mi esfuerzo por clarificar la emoción del conocimiento que me produjo el acontecer, sus circunstan-. . . ,

Clas y sus expenenclas .-

La poesía de Hilarío Tundidor es personal y original. Tiene un estilo pro­pio, una marca indeleble que concita la nutrición del mundo, del hecho de vivir y del camino y la jornada con un len­guaje creador aunque inserto en una tra­dición literaria que llega desde Jorge Manrique y el Renacimiento. Posee una voz propia, rotunda, castellana aunque también en ella existen efluvios del Sur, vía JRJ básicamente. Para Hilarío Tun­didor la poesía es "inteligencia, emo­ción, intuición y lenguaje". ¡Cuántas resonancias de Juan Ramón Jiménez! y esto le permitirá, como en su momento al poeta de Moguer, relacionar inteligen­cia y poesía, pero en el caso de Hilarío Tundidor con una variante manifiesta

MORALES LOMAS

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TUNDIDOR V" ú"icQ día ' wI II"DO :,,-

n'fin,,, d¡'/I/1Ii¡'lI/fi" ¡mll/iril

de la libertad y sus correlatos jugando a la síntesis: "Solo tú, inteligencia, puedes darnos el nombre: Poesía, oh, libertad, oh libertad inmensa". Y, en esa dinámica creadora, es el signo lingüístico, la pala­bra ("ácido código", "inhóspita soledad, cauce imposible de la forma seca") quien funde y dilata el poema, desvelando y ordenando la realidad: "la' realidad real que cerca al hombre y que nunca podre­mos establecer definitiva en el conoci­miento".

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REPÚBLICA DE LAS LETRASJ25 Morales Lomas

Aunque dividido en dos volúmenes, Un único día ha sido concebido con una voluntad esencial y unitaria, de circula­ridad, por cuanto Hilario Tundidor ha optado por darle sentido al conjunto desde la ordenación sistémica del mismo en dos grandes apartados que llevan al final un colofón (el poema último) a modo de cierre; pero también por las palabras de la "Addenda" en la que el poeta explica la razón de ser de Un único día como una síntesis entre un intento por comprender el mundo y su lumino­sidad junto al encuentro dél ser en una dialéctica profundamente conmovedora. La ensayista Giuliana Baita hablaba tam­bién de dos épocas en su obra: "El vivir y su entorno" para los libros de la primera época y "La poesía ontológica", para la segunda. En la primera habría una visión existencial máxima, una inmedia­tez geográfica emocional de implicacio­nes personales y reflexiones críticas de carácter testimonial que trascienden la objetivación específica: "En esos reflejos mi tono poético nunca ha sido, plena­mente, ni testimonial ni crítico hasta ahora, sino reflexivo"3.

La unidad del libro, salvo Pasiono, no se presenta en aspectos argumentales temáticos sino emocionales. En la segunda, cada libro, "refiriéndome exclusivamente a la construcción formal ofrece una estructura orgánica de argu­mento unitario, bien en su totalidad (Libro de amor para Salónica, Mausoleo, Construcción de la rosa) bien en cada una de sus partes (Repaso de un tiempo inútil, Tejedora de azar y el mismo Tetraedro )"4. Pero esta elaboración en dos apartados, desde el punto de vista crítico, no debe verse como compartimentos estancos tal como ha dicho la crítica:

No se trata, pese a lo que podría pen­sarse, de bloques estancos, cerrados

en sí mismos, sino que, aunque exis­tan similitudes y diferencias que per­mitan realizar la división entre ambos conjuntos (por ejemplo, la unidad orgánica y temática de los segundos, frente a una unidad lograda por cierto tono general en los primeros), la obra de Tundidor puede ser valorada, según expresión de Miguel Casado, como "un continuo", que asienta su trabazón orgánica en la dinámica desarrollada, a lo largo del recorrido creador, por la adopción de posturas sucesivas, pero a la vez superpuestas, que podríamos resumir mediante el triple calificativo existencial-emocional­existencial. Este trinomio funcionará como eje conductor de una poesía que se debatirá en un primer momen­to dentro de una preocupación exis­tencialista y social, para más adelan­te, centrarse en la reflexión sobre el conocimiento, en una epistemología.5

En el primer volumen, que lleva por título Borracho en los propileos (1960 -1978), reúne los siguientes libros: Río oscuro (1960), Junto a mi silencio (1963), Las hoces y los días (1966), Voz baja (1969), Pasiono (1972) y Tetraedro (1978). Expone Hilario Tundidor las razones de este título de Borracho en los propileos:

El argumento general de este poema globaliza las connotaciones de la bús­queda de conocimiento y la luz en la emoción de la escritura poética [ .. . l. La materia fundamental uniti va, organizante del libro, es la emoción existencial y sentimental del indivi­duo ante la existencia y lo consuetu­dinario.6

En Río oscuro (1960), escritos la mayor parte del contenido poemático siendo Tundidor muy joven -dieciséis y

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82 La dialéctica del tiempo ... REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

diecisiete años- , su voz limita un ámbi­to de lecturas que están formando y enriqueciendo la expresión y el mundo posterior de su escritura. Vive al hilo de una época y de una escritura realista que encuentra en el paisaje, la tierra y la n aturaleza el entorn o de su propia horma, pero ya comienzan a descubrirse temas que aparecerán con mayor profu­sión después: el conocimiento del mun­do, su intento de explicación y la con­templación de la naturaleza, y a sí mismo, en una búsqueda de identida­des. De hecho, el escritor h a llegado a decir de este libro que en él agrupó ensayos en el aprendizaje de lo poético, pues existen poemas que fueron retoma­dos para algunas publicaciones poste­riores, como" Oda a una chistera", que escribió a los diecinueve años.

Presenta dos partes diferenciadas. En la primera surge el río como motivo literario, ese río tan llegado desde lejos culturalmente y en esa larga tradición inau gural de Jorge Manrique asociado a la luz:

Adiós los ríos que se van, las aguas que en canción de madre alzada llevan hacia otra luz, hacia otros aires, las vísperas antiguas de las zudas.

y su poesía se hace vital a través del ritmo solemne de los sonetos endecasi­lábicos, el alcohol como una inmersión de amapolas y sueños, un aire melancó­lico a tarde que se va .. . y surge ese mis­terio de lo humano con su carga deifica­dora mientras la soledad se apodera de todo y la reflexión vital sobre lo que sig­nifica nuestra existencia:

El pensamiento poético de Jesús Hilario Tundidor se asienta en el ámbito de la intuición y de la refle­xión sobre el destino personal y

colectivo del ser humano, en una transitoriedad reflejada en un len­guaje matizado por la soledad y en el que, frente a la deshumanización de lo rutinario, de la corrupción y del lenguaje equívoco de las ideologías, brilla la esperanza por encontrar una reconciliación de la presencia en-el­mundo.?

Germina el hombre que habla de Dios y pide tierra, pero también el hom­bre que se adentra en la contemplación de lo creado y trata de darle un valor en sí, un sentido, una explicación última. Es el hombre que emerge desde dentro de los ojos y aspira a que los turbios pensamientos se clarifiquen. En conse­cuencia, propende a darle un sentido a la luz, a su artificiosidad de símbolo o a su conquista como hecho literario.

En la segunda, "Fiesta sobre lo azul", Hilario Tundidor, desde la prosa poéti­ca, construye una especie de historia sentimental y amorosa en torno a un personaje que surge, Sandra, confiden­cia, declaración amorosa y construcción de un afecto. Un mundo recién construi­do sobre la espuma, un mundo en lla­mas y en el deseo amoroso. . . Lo que permite imbuirse de la siempre torren­cial y vital poesía de Hilario Tundidor, uno de los poetas que más admira la vida: "Y en una de sus puntas yo te subo a caballo, voy contigo, tiende la cabelle­ra sobre el aire, vamos a recorrer las n ebulosas, los siderales vientos, las mesetas galácticas ... ".

Junto a mi silenci08 (1963) está dedica­do a su padre y a su madre fallecidos. Es una lírica desconsolada, confesional y triste donde el poeta profundiza en la imagen del ser humano, en su humani­dad predeterminada y frágil, dueño de no se sabe qué extraño destino creado por otro, como un ser inane y perdido en

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la selva, preso de los engaños y embau­cado, preso del dolor, la soledad y la agonía; acaso payaso en un circo donde juega un papel secundario que no ha escrito: "Sin esperanza, solo, / junto al silencio el hombre / alza su voz, aprieta / la desesperación de su pregunta".

No se explica el misterio que le ha llevado a padecer y encontrarse en abso­luta soledad. Una sensación de naufra­gio inexplicable y de un "vacío / que se llena de botes / ensangrentados". Las preguntas sobre la existencia son múlti­ples aunque estas devengan siempre un mal paso, un mal camino, una mala siembra, un "vientico gris de la maña­na". Una lírica que se descubre para el epitafio y la teoría mortuoria en poemas como "Despedida final" o los "Tres epi­tafios". En el primero se escribe una experiencia "casi mística": la del árbol de la dicha que crece como plantado en el corazón. Una experiencia desbordante que acaba sobre la sombra ocre de la muerte, acaso revisando ese no poder perdonarnos la muerte:

La voz del poeta, cargada de angus­tia y pensamiento filosófico, inicia un proceso de auscultación que es confe­sión, interrogación y, a veces, denun­cia, queja, conciencia dialéctica de la visión heraclitiana ante el fluir de las cosas, presencia y sentimiento amar­go por la muerte imprevista que llega y arrastra, por ejemplo, a una joven vida inocente llena de esperanza pri­mavera1.9

Hilario Tundidor se proyecta hacia adentro en este buen poema que descu­bre lo que el ser es capaz de crear y lle­var hacia los demás. Sobre todo alma y corazón, una apuesta por la luz que en los poemas finales sucumbe ante los límites de la soledad y lo efímero de un

pasado que va feneciendo ante sus ojos. En "Tres epitafios" se presenta un hom­bre ante la muerte: "en boda con la muerte", dirá. Un esfuerzo que acaba en sombra, un corazón al principio que se abre al mundo y se desgañita, pero al fin tierra. Y la muerte como victoriosa, que no pudo vencerle la vida. El ruido de la muerte va apoderándose de los últimos versos en "Playa del sufrimiento" cuan­do el poeta claudique ante la apariencia del mundo y sus engaños, mientras la tarde, ebria de muerte, CGn su miedo como emblema, se vaya apoderando de todo en un lenguaje profundamente ale­górico que nos conduce a la playa voraz, a ese mar cercano que en las olas nos pierde: "Y entonces se abrirá el mar a la extensión de los pájaros".

Con Las hoces y los días (1966) se adentra en una lírica vital que surge desde la voz, el ruido del corazón que canta y el ritmo de la existencia, así como la proyección de una necesidad proclive al optimismo y la conmoción que produce el vivir:

Así que cuanto más intenso sea nues­tro existir, más apasionadamente sentiremos nuestra propia realidad, más iluminada mente dotaremos a nuestra poesía de lucidez y conteni­do, dilatando nuestra vida, dotándo­la de sentido hacia una finalidad her­mosa de creación que nos salva de la misma nada que nos cerca y somos 10 .

Pero esta apariencia de luz es tenue y para el poeta es fácil caer en la nostalgia de la tristeza, sentir que el viaje de la vida sucumbe en un barco de niebla y acaso se pierda en el ruido de las palabras y no sepa si todo fue un sueño de hombre.

En ese ámbito surge el amor concre­to, el amor de María Rosario, objeto de sus poemas. Desde ese pesimismo vital;

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"esa tristeza inicial de las horas", el poeta necesita del sosiego y la compañía de ella, crear ese hálito que lo conduzca. Necesita creer en la verdad vital, en que su vida tiene algún sentido, mientras el sufrimiento se enciende en el hombre y culmina su dolor, en tanto este contem­pla su propia ceniza de humano. Acaso ella, María Rosario, que le sirve de ele­mento dialógico, puede conmover el alma y aportar una luz que navegue de nuevo los sueños.

Sin embargo, la desolación se adue­ña de los poemas, acrecienta su mano oscura y se hace fuerte a pesar de los amores recobrados y esas mujeres que llegan desde la memoria. A pesar de la contemplación del campo y su fuerza de luz, a pesar de todo, un aire melancólico de vencido se adueña de estos versos de tiempo deshabitado y oscuridades del corazón que le permiten recordar tam­bién a su madre muerta y cantar las cosas sencillas, el brazo de la muerte y la terrible pasión de la esperanza. Una líri­ca que contiene ese sufrimiento de vida apagada pero también la noción de que "estamos hechos / de sueño y polvo y humo y aire" .

La poesía de Tundidor es·hondamen­te vitalis ta, profundamente arraiga­da en la vida, de la que, a pesar de todo, nunca reniega, y por ello, aun cuando a lo largo de su obra las cons­tantes clásicas del universo existen­cialis ta : Dios, des tino, la angustia, la vida y su sentido, la nada, se den cita en sus poemas, no es su actitud la del decadentis ta que "ha ro to todo vínculo con lo trascendente" aceptan­d o que el nau frag io es lo único que le espera en la "linde de toda con­quista que intente", ni es la del "hom­bre de la finitud totalmente explicada y totalmente aceptada, en que toda

decisión es una repetición de sí mismo, y la libertad una libertad para la muerte" ll

y el diálogo con el corazón, como en "Oda a una chistera", es una forma de no sentirnos solos y recordarnos "sobre la eternidad como una nube". Como espe­rando acaso con resignación el dolor que llega y se apodera:

Tal vez entregue mi sorpresa de hombre que ha herido la alegría y se me cierren las ventanas como la sangre. Nadie acinta mi cuerpo, nadie escucha, nadie mi angustia puede recibirla.

La percepción de abandono mana con fuerza y vemos al poeta sombrío entre la esperanza, acaso más hombre, pero más desolado: "Quiero llamar con nombre al hombre / y encuentro un ramo de hojas frías" . Es un hombre predestinado al dolor y a un destino de exilio interior que surge del olvido en unos versos que tanto enlazan con Luis Cernuda.

En Voz baja (1969) se resuelve en un humanismo de raigambre donde un cre­ciente pesimismo se deslíe con la forta­leza de la vida, con su realidad y fulgor. Mucha ruina que crece en la destrucción mientras la esperanza de ese Dios "a lo Unamuno", que no se materializa, aspi­ra a su descubrimiento: "A ver si encuentro a Dios", dice en "Hora en la tarde de Corpus Christi". Una existencia que pretende el vuelo de la esperanza, pero que se queda en lo fugaz y en el sueño de alas rotas, en tanto el destello de la patria desgarrada, de los amigos arqueados por el dolor ... , del sufrimien­to que estalla y se va acrecentando.

Es una forma de estar triste sin saberlo, sin merecerlo, como dice en el poema "Ocupación", y esa costumbre

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del corazón de ahondar en la vida y habitar ese conocimiento, ese encuentro con la existencia desde la fe en lo hondo, en lo profundo del desengaño.

Es una lírica donde se declara el júbilo a la vida y a los hombres, a pesar del olor a incienso y del ruido del mundo y la muerte que se adueña de su juventud: "Irrumpe / a bocanadas, a hondonadas, ciego / y acusador el sufri­miento".

Una poesía reflexiva en la que se pregunta permanentemente por sí y esa existencia en la palabra cuando se ha perdido el crédito en el ser y la pasión se solaza. A pesar de todo, su creencia en el hombre es tan profunda que en él se alza todo, luminoso: "Honda transpa­rencia que vibra", llega a decir de él. Y es que, a pesar de ese canto que va sur­giendo desde la desesperanza, la poesía de Tundidor se resuelve en la lumbre y la luz, a pesar de la amargura de la can­ción y de la existencia antigua de ese Dios buscado. El hombre siempre y su oscuro significado, su quimera. Y aun­que sean muchas las caídas en sus ver­sos, el hombre está con su corazón para vencerlo todo: "Yen lo hondo el hom­bre".

En Pasiono (1972) el poeta se define a sí mismo y lo que hasta ahora han sido sus temas: la tierra, el miedo, la sencillez de lo humilde, la vida ("la puta vida"). Una lírica que se adentra en los paisajes de la existencia, la esperanza y la muer­te desde esa construcción del trabajo del alfarero. Y en cuyos poemas confiesa la pereza que da el crecer desde la desola­ción y la memoria, una mentira creada, como en el poema "Fe más alta" .

En una época triste y sorda, la infan­cia llega desde la humildad de lo vivido y también desde las sombras y surge la poesía comprometida y el dolor de España, el vacío de tanta muerte:

Éramos niños. No pedíamos escombros sino pan y ternura. Nos dijeron que aquello: los vendajes,

[la muerte, era la patria. Nos engañaron antes de haber sufrido.

Hay un hondura vital en su obra, una necesidad de construir la historia e intentar dar a cada uno lo suyo ("todos tuvimos la culpa"), pero siempre queda en su poesía el reducto de la naturaleza y el campo cuando el desaliento se apo­dera de su lírica melancólica. Y, a veces, también Dios, que es contemplado como esperanza.

En "Epístola a Rafael Alberti desde la tierra de Los Carbajales" surge tam­bién la temática de la España machadia­na, dormida, pasiva, inactiva, destem­plada, pero desgarrando la niñez con sus cimientos rotos . Le dice a Alberti:

Si vieras las espigas de la patria, su cielo azul, el alcotán, el alma mísera de Castilla, tan hermosa, pero tan apagada y tan vencida ...

Pero también una poesía que apues­ta por el vitalismo trascendente, a pesar de la aciaga memoria, y del tiempo que confunde la realidad: "la sola vida".

Tetraedro (1978) es el poemario más extenso. Lo conforman varios apartados con el nombre de "libro" (primero ... cuarto) y un poema final y, a su vez, aquellos otros tantos apartados donde el tema del tiempo es trascendente. Sobre él, nos advierte lo siguiente en la "Addenda":

Tetraedro había quedado cojo, no resul­taba exactamente la fo rma geométrica con la que yo había deseado estructu-

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rar el libro, por lo cual lo estructuré de nuevo incluyendo poemas del tiempo en que se publicó y operé en él hasta lograr la estructura geométrica que yo deseaba. Por otra parte, he pensado que dicho libro no pertenece a la que han ido llamando mi Segunda Época, pues presenta caracteres comunes a la Primera. Así que lo adjunto, como libro bisagra que es, entre las dos.12

El poeta, cercado y doliente, expre­sa, desde la cercanía cálida de la tierra, la rotura vital y se pregunta si mereció la pena vivir. Antonio Machado preside el espíritu que se adentra en ese mundo que sufre y calla, se derrumba o se edifi­ca. Pero también existe una imagen de ese JRJ de la primera etapa en la que el paisaje configura un estado de ánimo generalmente adverso. De modo que la confusión entre muerte y vida no signi­fica sino un estado de ceguera luminosa y antitética en el que el poeta tanto fes­teja la vida como se apodera de él una elegíaca danza mortuoria.

El contenido existencial de los versos de Jesús Hilario Tundidor se concierta especialmente en dos fundamentos: la temporalidad y el ser. El constante devenir y mutabilidad es el resultado de una perenne suma y destrucción, en que los días son víctimas de la hoz, al igual que los besos, las manos, los cuerpos, o el amor. El tiempo para Hi lario Tundidor, así como para Heidegger, establece la estructura del ser humano en el mundo, pues en la proyección de fu turo, el ser humano está referido a su posibilidad más pro­pia, es decir, la muerte. 13

El vino, como símbolo de una espe­ranza, casi es una clave de sol, pero tam­bién una caída en la desolación y el olvi-

do, como "Borracho en Los Propíleos", con Sócrates como protagonista de un símbolo en el que la apertura de las puer­tas de la ciudad es como penetrar en un sueño que es esa especie de subida de Sócrates hacia la luz bajo la leyenda de la cicuta. Aunque existe en este poemario un lenguaje desgarrado y sombrío que irrumpe con fuerza cuando se pregunta qué hicieron los poetas de su generación. y surge la emoción de la palabra y el len­guaje ("igual que umbrosa floración que crece estiada"), no en vano ha sido llama­da su generación "poetas del lenguaje":

La preocupación por el lenguaje, la conciencia de la palabra como instru­mento cognitivo de la realidad, es un elemento constante de la aventura estética llevada a cabo por Jesús Hilario Tundidor.14

También hay poemas críticos en los que su compromiso se agarra a la esen­cia de la España que sufre, conquistada por el silencio y los morteros. Y así en el poema-homenaje a Luis Felipe Vivanco ("pesadumbre de este hombre bueno hasta la lentitud") comprende el dolor de la desolación y ese tiempo de dolor que irrumpe en la historia del país, como en "Asesinato de un ministro" y su compromiso con la libertad.

Poca alegría habita en este poemario, que, incluso cuando alguna apariencia pudiera ser cautivadora, no lo es, pues enseguida la elegía se apodera de él:

¿Qué harán tus fusilados, qué cantarán [allá en tus funerales

los ahorcados y los quemados y los asesinados por la intolerancia?

La historia de España no viaja en el poema absorta sino dolorosa, vencida, a pesar de esos poemas rompedores que,

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de pronto, como en "Coito", apuntan por la vida o el deseo como luz -tal en los sonetos del amor perdido- que habita esa oscuridad de poemas que cantan la pérdida de todo lo vivido.

Acaso todo este canto sea una patria reconstruida, una madeja que se va ordenando en la quimera del sentido o de los sueños, intentando ser una ver­dad o una "doliente eternidad" (que diría JRJ) y en ese ámbito el poeta trata de encontrar los filamentos que lo asen a la realidad querida, la tierra ("¿Por qué no amaros. Campo, colinas, sendero ... ?") y se pregunta

¿ Cómo salvar del hombre al hombre? ¿ Cómo también mi corazón, tierra iracunda, casas desvencijadas y ciudades, amores que perdí, vacío, sueños, correrías del cuerpo y del espíritu?

Hay un profundo dolor de vida, de haber vivido, del dolor del pensamien­to, que es siempre lo más doloroso. Así encontramos en los poemas que llevan por título "Historia de Hieronimus Bosch (El Basca)" un lenguaje que desemboca en la desolación y el horroris mundi, las tinieblas y los reparos del corazón, pero también la magia y los símbolos torturadores en un aire sonám­bulo y surreal, hundido en los abismos como un Ecce homo.

En Tetraedro siempre existe una voluntad de construcción, de creación de una Imago mundi, con la que la mira­da se encuentre definitivamente satisfe­cha: "Extender la mirada, abrir / el res­plandor, heñir sombras / fugaces, astros fugaces, inseguras / señales, premonito­rias / situaciones".

El segundo volumen de su poesía, titulado Repaso de un tiempo inmóvil (1980-2008), se compone de los siguien­tes títulos: Libro del amor para Salónica

(1980), Repaso de un tiempo inmóvil (1982), Construcción de la rosa (1990), Tejedora del azar (1995) y Las llaves del reino (2000).

Libro del amor para Salónica (1980) es una obra donde el amor -se resiste frente al mundo. En el que solo ella importa. Pero antes hay toda una declaración de principios en un poema donde el cora­zón escribe su nombre, un corazón como en el teatro del mundo en un len­guaje que busca la imagen poderosa, la sonoridad expresiva y la energía del poeta que se siente vivo, a pesar de tanta muerte.

No niego que a veces escriba una poesía difícil con algunas dificulta­des de comprensión inmediata, sobre todo cuando se jeroglifica y no se lee como lo que es, expresando aquello que dice y no otra cosa.)5

Existe una inmersión en la amada­cuerpo (como en la serie "Canto al cuerpo de la amada" o en "Cinco canciones") donde el poeta asocia el cuerpo con la naturaleza en un perfecto maridaje y crea un lenguaje entusiasta y plagado de metáforas: "Cuerpo o bajel o floración hermosa / la eternidad es solo tu quime­ra". Abundan también las aliteraciones expresivas y la amada como una defini­ción de su propio mundo, siempre ensal­zada por momentos siendo eros el límite: "Ensalivo tus pechos donde el día / depo­ne los senderos del milagro". Pero tam­bién en la amada-alma, en la amada­canto de reconocimiento y esperanza como en esta enumeratio sin pausas:

Te amo Sé que tú existes te amo sé que toda la verdad es

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-cuando me des tu cuerpo­mi-li-ber-tad hermosamente desin teresada­mente tuya.

Un a lírica para sentir el vértigo del amor y la confesionalidad súbita, pero que también se alterna con las pregun­tas retóricas de si tod o m ereció la pena y si ya tod o es h arapiento y perdido. Las imágenes de la juventud perdida, de los iconos del amor, en el silencio o en la orilla, los cantos del corazón y la amada en plena n aturaleza contemplando el silencio de la alamed a.

El poeta se hace dueño de un discur­so experimental, acaso efímero, y juega con los verbos, como en "Epifonema para una oda sin astros": "Amarte / estrujarte / aplastar te . .. " y realiza declaraciones am orosas directas, claras, ensimismadas: "Nada / sino tu amor necesito, nada".

Las variantes en torno al amor son múltiples, com o en "Los p ájaros", donde se asocian diversos pájaros a la propia amada, o en "Snack bar", donde repro­duce la imagen de la am ada besada en la cafetería, en tanto "Rumor de un bosque / que no tiene sauces nos ensilencia / el corazón" . O los juegos antitéticos de "La lumbre y la ceniza", con versos de d ie­ciocho sílabas que se deslizan lentos y ansían reproducir el pensamiento en torno al discurso amoroso del poeta, pero a la vez pasionales y en efervescen­cia vital. Finalmente, en el ú ltim o poema, "Salutación para el olvido", recrea la imagen de ella y la de él (ella, joven y desentendidamente enamorada; él, bobo, hablando de ella, de sus encan­tos) y el tema de la pérdida como colo­fón: "Todo / al fin se ha perdido: su amor, la lluvia, el mar".

Repaso de un tiempo inmóvil (1982) lo inicia con ironía hablando de los poetas a los que define en sus usos, costumbres

y acciones (concurren a certámenes donde su voz puede ser destruida, "mueren de tanta vida", "son pequeños animales en disturbio" ... ) y después se adentra en una lírica emotiva e interiori­zada que descubre su oscuridad y su tristeza.

Muy significativo es el poema "Fren­te a mi semejanza", en el que un espíritu pesimista y oscuro se adueña de sus ver­sos y nos descubre ese camino interior, sus entregas, sus circunstancias vitales: "Son / como espuma las cosas, mareja­das, escuadrones". Es una poesía por momentos doliente en donde se aprecia el cansancio vital del poeta y una suerte de nihilismo en medio del dolor.

Pero también hay una cierta búsque­da de identidades como en el poema "Dentro" ("Y yo soy y no soy") y una forma de imbuirse del discurso del cora­zón que ruge y se adensa, y a partir de ese momento el pasado se restituye como en "Oda a un tren de juguete", en el que se rememora el dolor como senti­miento que se adueña de nosotros y de nuestros fingimientos. '

La contemplación del claustro de Moruela le permite adentrarse en esa síntesis de realidad-ficción y el sonido que llega desde la aldea en un aire que nos recuerda poemas de Valle-Inclán en "Aromas de leyenda": "Grano a grano aquel polen fermentaba / los aires de las gn osis" . Por momentos, síntesis de reconstrucción histórica o de vivencias person ales como "Acontecimiento en Málaga" con el mito de Orfeo renovado y la exaltación del mar.

Cons trucción de la rosa (1989) se inicia con el titulado "La poesía", que es una especie de vuelo de celebración sobre la mañana y la lucidez del mundo. Sigue una estructura precisa con ese poema in au gural, tres partes que titula "libros" ("Construcción de la rosa", "Hálito",

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"Elegía") y un poema final: "Niebla en Madrid". El motivo de la contemplación de lo creado a través del símbolo de la rosa que desde Vicente Huidobro nos llega, pero también de la lucidez de lo aéreo, en su azar, en su apariencia. Poemas breves y poderosos en su esen­cia de pensamiento cerrado y, a veces, metafísico: "Sola fatalidad: el ser cons­ciente". Hay una necesidad de buscar impulso en la luz y en ese juego de antí­tesis ocultar la sombra, enajenarla. Y así el reclamo de la semilla, donde se con­centra, y el canto en donde asciende:

Tu poder es, nace así y así te creces, sola transformación, ámbito de lo aún no venido, sabiduría de fundamentos, paz, figura.

Una nueva prefiguración primave­ral de la rosa que asciende en un canto vi tal, como razón última del poema.

Pero también surge Juan de Valdés, rememorado; y la música que nace en plena naturaleza como un fruto del cora­zón que asciende a través de la sinfonía de las palabras en una búsqueda del ser de las cosas. En esa luminosa presencia contemplativa el poeta se adueña de la existencia y aprecia el mundo (a pesar de los nubarrones, "tolmo de melancolía", de antaño). Y el pensamiento se hace genero­so y los espacios placenteros como cuan­do nos habla de Coimbra y "un dilatado sueño / ocupa el corazón". Hay un des­pertar a la luz y al júbilo de la existencia, una poesía clara y vital que habla de flo­restas y de pensamientos espaciales y amplios: "Como un mar, aire mismo, / inmóvil lucidez o pensamiento / único, esfera insobornable ... " Una lírica de la creación y de la esperanza.

Sin embargo, también la elegía, como su antítesis; tiene su momento, como en el libro tercero, donde la sole-

dad se adueña de la vida y sus despojos . Primero la tierra, su Castilla que no fue Delfos, pero también la memoria de un tránsito, y de nuevo la exaltación de la tierra, "tierra inmortal", que nos lleva a adentrarnos con ardor en la meseta cas­tellana, su recogimiento y el hondo pen­sar que se inicia en ella. Lo descriptivo­emotivo se adueña de los poemas y la contemplación del paisaje castellano eleva su nota pictórica.

Fusión con la naturaleza que borra cualquier límite entre lo exterior, la realidad objetiva, y el sujeto que con­templa y aSÍ, en ocasiones, el yo poé­tico se hace uno con la tierra: "Y el hombre sabe / que está en aquello mismo que contempla"[45]. Esta disolución de fronteras, que caracte­riza su visión del paisaje, recurre a procesos de sucesivos desplazamien­tos (donde metáforas y sinestesias se superponen) que alcanzan gran com­plejidad y expresan muy eficazmente esta anulación, en la realidad del poema, de toda distancia entre lo objetivo y lo subjetivo.16

En algunos poemas se presenta la nota de denuncia y en otros, como en "Elegía castellana en el museo del Prado", critica esa vanidad de nada, su decrépito orgullo, a la vez que la derro­ta y la decadencia si se llegaba de un pasado. victorioso que tanto nos recuer­da a Antonio Machado y sus Campos de Castilla y a León Felipe:

Lo más que aquí se ofrece es chusma ya sin yelmo, túmulo de quimeras, turba herida, ignorancia, apenas el orgullo de haber sido.

Pero, a pesar de todo, existe en su espíritu un aire prometeico, del que lucha contra el abismo ("soy el corazón

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del minotau ro") y aspira a no desfalle­cer. Por momentos, sus referentes pue­den ser un artista, Luis, y su dolor; en otras, el rey girasol que evoca un len­guaje alegórico para construir la injusti­cia del tiempo, o el amor a través del sentido del deseo ... y, a veces, una visión decrépita como la de ese "Piso amueblado", sórdido, en ruina y mise­ria, donde envejece la alegría y se dete­riora el sexo. Un piso que es, en reali­dad, toda una patria desolada:

Si siempre amé la extensión de una patria [más justa

¿ qué hago yo aquí viviendo por las es trías [del despojo,

en los herrajes del caballo miseria, sobre la edad adulta de la muerte y el moho?

En el "Poema final" el poeta concita los acordes de una pérdida de sí en un hermoso poema donde expresa el reco­rrido de la vida, sus azares, sus oscuri­dades y soledad.

Tejedora del azar (1995) está dedicado a la estulticia humana. En la explicación inicial advierte que este conjunto es una colección de poemas libres e indepen­dientes, agrupados no obstante por algunas afin idades, y declara su home­n aje con ellos a Fray Luis, a quien dedi­ca los p rimeros versos. Desde el inicio establece las claves de su lírica que nace de la inteligencia, pero también de su conocimiento del mundo, de la pulsión de su ser en el vuelo, en el paisaje y en la potestad de la perplejidad y el azar:

La poética elaborad a por Jesús Hilario Tundidor muestra distintas facetas que comprenden - como ele­mentos necesarios del acto creativo­la inspiración, la reflexión y su forma de indagación y conocimiento, las

cuales actúan conjuntamente poten­ciando la imagen y enriqueciendo el manantial mítico que brota gracias al poder de la emoción. Seí1ala nuestro autor, a propósito de la inspiración poética, que inicialmente esta se manifiesta corno un "hálito", un "viento enamorado" que encierra la fuerza de la creación, participando después, como acto cognoscitivo, de la propia realidad.17

La realidad es la substancia en la que perderse y en el pensamiento como un sueño que organiza la palabra, su inhóspita soledad que, en ocasiones, no puede alcanzar lo inefable del sentido: "La índole de la palabra, su frustra­ción" .

Los poemas mitológicos surgen entonces de la mano de las diosas De­méter, Atenea o de Artemisa (desde la oscuridad, desde la inteligencia o desde la inocencia primera), pero también desde la libertad conquistada o la belle­za, sin olvidar la eficacia y configura­ción de la palabra, su sentido último, y la trascendencia de la materia.

De un clasicismo reconocible y ho­menajeado se deben tildar la serie de sonetos dedicados a Cuenca, Zamora ... , pero también a exaltar el dolor y las razones para amar la vida. Una lírica directa que se detiene en el paisaje y los grandes temas que siempre le afectaron, como el tiempo, la pasión de vivir o el recuerdo de un amor; a veces con expre­siones que suenan poderosas y prosai­cas: "Frío y sangriento otoño de mi pue­blo / que nos dio a la niñez una inaudi­ta / y terrible patada en los cojones".

En el poema dedicado a Pedro J. de la Peña expresa desde la cercanía con­movedora del Mediterráneo la captura de los restos del naufragio, que es la existencia, con poderosas imágenes a

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caballo entre los mitos mediterráneos hedonistas y la emotividad que mira hacia el interior para encontrarse en la desolación con tendencia elegíaca pero rescatadora:

y estaba solo, como los estípi tes, [buscándome

entre los ataúdes falaces del desánimo [o la escalera

de la desolación, en aquella hora transitoria [y cárdena del mar.

Yen "Un poema final" (frecuentes en su lírica estos poemas finiseculares que sirven de coda e idea-límite), la eterna, la constante presencia del sentido de la vida (la palabra más empleada en su lírica), del dibujo de la existencia como viaje

. (que poco sentido tiene sin la herida), y por eso sus últimos versos reflejan un estado de consciencia y de conocimiento: "Mas la belleza de este viaje está en la generosidad de la vida / y su extraña locura de novilunio. Acompáñame, por lo tanto. Y si atrevidos somos, basta. No es suficiente con tener memoria".

En 2000 publicó Las llaves del reino, en tres libros y "Un poema para concluir Un único día" . En realidad este último sería el poema-círculo que cierra su obra y pretende darle sentido al conjunto final desde su tendencia a la síntesis última:

Todo el libro lucha por encontrar una forma de inteligencia o imaginación para dar sentido a la experiencia, una especie de soliloquio con uno mismo, con sus facultades o su alma para acerarse frente al mundo en constan­te disminución. Los cinco cantares que componen el Libro Uno son ale­gorías de ese vivir del poeta con la constante amenaza de que la existen­cia no sea claramente redimible. lB

De Las llaves del reino decía Hilario Tundidor que era un

Libro distinto, diferente, en cuanto a contenido y en cuanto a expresivi­dad . En él hay momentos de verda­dera dureza connotativa que mi poe­sía hasta ahora no había nunca mani­festado, como ocurre, por ejemplo, en la parte que da título al libro. Alguien ha dicho que es la superación de toda mi obra anterior. 19

En realidad es un encuentro con la pintura, el canto interior y la música (de la mano de W. A. Mozart). De nuevo el concepto sobre la vida nos advierte desde la cita de García Lorca en su "Oda a Walt Whitman": " ... y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada". La vida desde esa imagen inicial del agua de llu­via que penetra en el espíritu, lo des­lumbra, y advierte de la felicidad de esa movilidad vital a pesar de su invierno. Los poemas se dirimen entre la soledad del paisaje interior y el paso del tiempo (tema permanente de su lírica) con sus espacios abiertos a la nostalgia, el sufri­miento o la solidaridad.

La conciencia del tiempo conlleva inevitablemente, en el ser humano, la conciencia de su propia historia. Historia que en Tundidor es sentida como residuo de una fluidez tempo­ral generadora de tristeza y pérdida, ya sea de la inocencia simbolizada en la infancia que, como el origen hedeggeriano, pierde en Tundidor su valor temporal y se transforma en un tiempo ideal que representa lo puro, lo inocente; ya sea de la amistad o de los objetos amados. Quiebra que se equipara en los momentos más oscu­ros con el olvido-destrucción, que en su poesía es sinónimo de muerte por-

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que hace que lo que no exista en el ahora no haya existido nunca. El tiempo surge así dentro de su con­cepción como un fenómeno discursi­vo mental que siega en su devenir la propia existencia que en él mismo se hace consistente. 20

Las estrellas, los árboles, la naturale­za en general comienzan siempre con una alegría, una alegría que se precipita en el vino "L'ame du vin" y acaso en sus grandes referentes, como Baudelaire, Eliot o Claudio Rodríguez. El canto a lo perdido, a lo renunciado, a ese tesoro que se va acumulando en ese río que va tomando de acá y de allá todo tipo de aportes invita a nombrar las cosas, por­que en su nombramiento, en su confor­mación como palabras ansían su propia razón de ser, su existencia. El país de la vida es su paisaje, su alcohol, su muerte, su hazaña personal y solitaria.

Hay una veta surrealista que preten­de llenar un fondo vital y elegíaco sobre lo definitivo, sobre el sonido de la exis­tencia ("Escucha todo / lo que es vivir y sus alrededores"), sobre el vacío del mundo, sobre la tierra y sus túneles. El poeta encuentra la soledad por doquier, se estremece en el bosque, oye el canto de la noche, siente frío y un caos de locura puede ocupar el naufragio vital, con sus borracheras y sus albaceas de otro reino. La alegoría del rey muerto puede ser entonces esa execrable huida hacia la tristeza, hacia los alcázares derruidos ... y, en última instancia, hacia la búsqueda de la lucidez, hacia el encuentro con el conocimiento (su otra gran pasión).

El alma, en su región luciente (como diría Fray Luis de León) siente la emo­ción de la existencia como un suceso común, acaso como "repetida lenta san­gre / de incertidumbre". Pasea, se

busca, se queda prendida en cualquier rama de la vida, en sus triunfos y sus derrotas, en los sucesos como espacios, en el arbolado del día a día. Y sabe que es tiempo (sobre todo tiempo), tiempo con mesura, tiempo que se puede alar­gar en la tristeza y diluirse en las aguas de los mármoles: "A mí el tiempo me in teresa como permanencia, no como transcurso. Y aún más, como relativi­dad"21 . En ese espacio para el vivir la música (de la mano de Mozart) puede representar la ascensión anhelada, ese bosque donde el aire escala a sus cúpu­las, ese sermón que tiembla y aspira el cielo, nace de la luz, de los sonidos y engendra la música: "Apasionar la inte­ligencia, clarificar el orden infinito / del fuego". Mozart e Hilario Tundidor se unen, componen el réquiem, desarrollan las honduras de la muerte, la vida como amargura, la vida como alegoría múlti­ple, afirmando siempre que el haber vivido solo tiene sentido en "haber escu­ch ado":

Vuel ve a evocar las voces de otros autores, abriendo con ellos (Bau­delaire, Eliot, Claudia Rodríguez, etc.), desde la admiración o la amistad, un diálogo coral y colectivo; un diálo­go que alcanza su culminación en la conversación que el poeta mantiene metafóricamente con el gran Mozart, al cual dedica una entera sección del volumen. Queda clara la confianza del poeta en su escritura, pero ahora va emergiendo con fuerza el sentido de una condición de pérdida, de fragili­dad (U ¿Será el tiempo que pasa? ¿La vejez que se acerca?U), que el poeta define con el nombre de exilio, "exilio de la razón", lo llama: lugar perma­nente del dolor, espacio de una catego­ría espiritual que niega al autor el acceso al reino de la dichaY

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En su "Poema para concluir Un único día" 23 elabora sus conclusiones finales a través de la prosa poética y en ellas la conmemoración de las cosas sencillas lo conecta directamente con esa dialéctica renacentista, también en su precipita­ción hacia el hombre y sus correlatos espirituales y en sus aspiraciones últi­mas. Como un viaje tensado por la melancolía, como un ejercicio de contra­rios, como un pensamiento que trata de hacerse hueco y resolverse finalmente. La vida, la luz, puede ser carnívora. La luz también mata y en ese transcurso .. . la derrota, "como una larga caída en al desesperación" . Acaso con sentido, pero siempre con el dolor que tiene el mundo, con su estupidez, con sus teólo­gos, con sus profetas, con su soledad, su aurora y su conocimiento.

Pero la vida siempre será el reclamo de los que sienten, de los que necesitan usar de la palabra y vivificada, a pesar de las derrotas, a pesar de la historia discordante, a pesar (en algunos casos) de la inutilidad del todo. Siempre nos quedará la voluntad de conocimiento, la ordalía del conocimiento y su lugar en nosotros, en nuestra tristeza, en nuestra alegría o en nuestros flujos vitales.

Una poesía para la emoción, para el encuentro con el sentido último de la existencia y la organización de las cla­ves alegóricas o surreales que nos per­miten adentrarnos en ella y darle un sentido. Una poesía con fortaleza de aire, con fortaleza de lluvia, con fortale­za de fuego, con fortaleza de tierra, de paisaje... de vida que surge en última instancia

En cuanto surge de una necesidad, de una fatalidad, gozosa o maldita, de expresar la vida y sus aconteci-

miento s, de significar reflexiones sobre ellos (no de carácter lógico, sino emocional) con la pretensión de ensanchar el dominio de sus signifi­cados.24

La percepción de un poeta que se adentra en el lenguaje como factor crea­dor de una lírica envolvente, apasionada, que ha cautivado por esa síntesis entre la tradición que llega desde el Renacimiento y la mejor visión de la España de la segunda mitad del siglo XX. Una lírica para profundizar en las grandes claves del ser humano y proyectar su cosmovi­sión en direcciones múltiples, dolientes, reflexivas, profundamente humanas, y que incita a la contemplación y a la refle­xión última sobre el ser:

La gran lírica de Jesús Hilario Tundidor se cimienta en la profundi­dad de la meditación sobre la exis­tencia y el fenómeno poético desde una voluntad de exigencia estética que doma, tamiza y depura el len­guaje, manifestaciones que certifican su presencia como una de las voces más auténticas, originales y logradas de la poesía española contemporá­nea. La densidad de su discurso, su poder descriptivo trascendentaliza­do, la incitadora reflexión que provo­ca, el equilibrio entre lenguaje auto­mático y racionalizado para traducir una recontextualización semántica continua, la reelaboración del mito y

de la fábula ... configuran un paisaje interior y externo de soledad, de desolación, de vacío en el que la espera, la inminencia de la muerte y de la creación, se convierten en móvil vital y medio de acceder a la inme­diatez del ser.25

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CITAS

1 Hilarío Tundidor, J.: Un único día . Madrid, Calambur, 2010. 2 Hilario Tundidor, J. : "Addenda", en Un único día, op. cit., p . 416. 3 Artuñano, G.: "Dos entrevistas funda­mentales", ABC Castilla y León (23/1/ 2000). 4 Ibidem. 5 Hilario Silva, P y Crespo Massieu, A: "Apasionar la inteligencia: un recorrido por las claves poéticas de Jesús Hilario Tundidor", en La Pasión por reconocerse. La poesía de Jesús Hilario Tundidor (Ed. de Baita, Giuliana, traducción de la autora con revi­sión de Pedro Hilario Silva y prólogo del mismo y Antonio Crespo Massieu). Valladolid, Ediciones de la Academia Castellano-Leonesa de Poesía, 2002. 6 Rodríguez Muñoz, P.: "Enclaverevista analiza Un único día, toda la poesía de Tundidor", [en línea], dirección URL:< http : // ww w .enclaverevista .com> . (Consultado el día 11 de junio de 2011). 7 Peñas-Bermejo, F. J. : "Pensamiento reflexivo y poético en la lírica de Jesús Hilario Tundidor" [en línea], dirección URL: <http://www.jesushilariotundi­dor.es>. (Consultado el día 15 de junio de 2011). 8 Sobre esta obra existen una serie de entresijos que recoge Hilario Tundidor en la nota a pie de página sexta en "Addenda", ob. cit., p. 415. Entre otras cosas, afirma que en Único día se integra una de las dos versiones existentes sobre el libro: "Así que cuando me comunica­ron que me habían dado dicho premio me encontraba con dos redacciones: una, la que se publicaría en la colección Rialp

y otra, la inédita, que era la obra acaba­da y que presentaba con relación a la que premiaron algunas variaciones. Es la que se integra en este Único día". 9 Morelli: "Vida", ob. cit. 10 Artuñano: "Dos entrevistas", ob. cit. 11 Hilario Silva, y Crespo Massieu : "Apasionar", ob. cit. 12 Hilario Tundidor: "Addenda", ob. cit. pp. 415-416. 13 Peñas-Bermejo: "Pensamiento", ob. cit. 14 Morelli, G.: "Vida y conocimiento en la poesía de Jesús Hilario Tundidor", pró­logo de la antología Un paso atrás, 2002-1960. 15 Artuñano: "Dos entrevistas", ob. cit. 16 Hilarío Silva y Crespo Massieu : "Apasionar", ob. cit. 17 Morelli: "Vida", ob. cit. 18 Bourne, L. : "El abismo que abre la memoria. Las llaves del reino (2000) de Jesús Hilarío Tundidor". Ensayo dictado el 28 de marzo de 2003 en Primer simpo­sio in ternacional: voces sin fro n teras . Universidad de Carolina del Norte. 19 Hernández Pascual, J. : "Dos entrevis­tas a Jesús Hilarío Tundidor", La Opinión de Zamora (3/ 2/2005). 20 Hilarío Silva y Crespo Massieu : "Apasion ar", ob. cit. 21 Artuñano: "Dos entrevistas", ob. cit. 22 Morelli; "Vida", ob. cit. 23 Dice Hilarío Tundidor en "Addenda", ob. cit., p. 416 que este poema inédito que cierra la obra "no es ajeno a su con­texto, ni siquiera a su titulación: 'El holocausto de los huracanes', sino que lo define y concluye". 2~ Hernández Pascual: "Entrevistas", ob. cit. 2S Peñas-Bermej:, "Pensamiento", ob. cit.

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Emoción y verdad

DIONISIA CARCtA

Juan Mollá pertenece a ese grupo de poetas preocupa­dos más por lo ajeno que por lo propio. Hay que animarle para que sus versos salgan de lo escondido, de ahí han ido apareciendo sus libros!.

Los comienzos de su escritura vienen desde muy atrás. En cuanto a la cronología, hemos de situarlo en la genera­ción del cincuenta (coincidente con Francisco Brines en los estudios de juventud en Valencia, ciudad de su nacimiento). Mollá ha ido escribiendo su obra desde el silencio y la sole­dad, al ritmo de la propia vida que pasó o ha pasado. La inmediatez no propicia la buena poesía, y la suya lo es. Observador desde la última fila, desde El cuarto de atrás, que diría Martín Gaite. Le recuerdo en un acontecimiento aca­démico, cómo desde el piso superior miraba, quizá sin ver, aquel salón de actos. Estaba solo ante el espectáculo de unos hablantes entretenidos. Aquella escena del hombre, del

I Juan Mollá ha publicado los siguientes libros de poesía: País de la lluvia (1967), Pie de silencio. Canto al Cares (1979), Milenios (1980), Memoria de papeles amarillos (1982), Sombra, medida de la luz (1985), Animales impuros (1992), El jardín sin límites (1997) y Poemas mediterráneos (2001).

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poeta, me impresionó, y tiene mucho que ver con su mirada serena y honda, con el silencioso fluir de su palabra, que forma parte de su poética.

En la lectura del libro de libros Contra el tiempo, nos encontramos en la primera parte con un canto a lo natural. Montes, río ("El Cares es un río de ojos claros"), piedras, lugares queridos. En el poema "Valdeón" leemos: "Llegan los viejos bueyes hasta el agua / y sus cuellos vencidos se rebelan". Ahondar en la anécdota es otro de los aciertos del autor, y convertir ese dato leve en algo superior, desde la sencillez y la claridad ("Un hombre de pie bajo el rumor del bosque"). Bella imagen la que antecede, capaz de crear otras realidades, otros momentos líricos.

En Milenios, uno de los libros en el orden recogido en la antología, encontramos de nuevo el detenimiento del autor en algo inanimado. "Historia de la piedra" se titula uno de los poemas. En ese detenimiento al que aludimos, el poeta fija su reflexión sobre lo pasajero de la vida y de nosotros ("Y su historia, lo sabes, es tu historia. / Su vida es tan fugaz como tu vida") . La piedra, a pesar de su condición, también es agredida por el tiempo, y presenta "nudillos destrozados, ya sin forma ... ". En este mismo apartado encontramos refe­rentes al cambio de siglo, donde tiene presencia la ironía y ese temblor que dice de lo inesperado en el paisaje de final de siglo.

La atemporalidad es otra condición de la poesía de Mollá, lo demuestra el poema "Los amigos", recogido en el apartado de Memoria de papeles amarillos: "Y ando hablando contigo. (Si de veras / el tiempo es sueño y lo profundo dura, / me escucharás ... ". No importa si es hoyo mañana, sino la hondura del sentimiento. Al hilo de estas palabras diremos que si la poesía, como nos dice Machado, es diálo­go del hombre con su tiempo, Mollá ha sabido no solo man­tener ese diálogo en cada una de las etapas de su vida, sino que ha conseguido atmósferas propicias en cada uno de esos momentos vividos, trascendiéndolos para que sean de todos.

La luz está presente en la poesía de Mollá. En el libro Sombra, medida de la luz, y en contraposición al ensombreci­miento, dice de sueños de luz ("Solo la luz, la luz, nos une ahora [ ... ] la luz de los que llevo en la memoria ... "). En defi­nitiva, la luz buscada y permanente. En ocasiones, una luz sin luz, como advertimos en el poema "El pozo", donde la búsqueda y el encuentro están en lo hondo, en lo esencial.

Somos memoria, solemos afirmar, porque en los aconte­cimientos más lejanos puede estar la firmeza del poema.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl25 Dionisia García 97

Nuestro poeta lo sabe y con frecuencia nos llega desde lejos, como ocurre en otro de sus libros, Animales impuros, donde encontramos personajes de las lecturas de un tiempo: Patricia Highsmith, recordada en el poema "El arma", y Poe. En este mismo libro nos muestra Juan Mollá un franciscano detenimiento hacia esos "animales impuros" que suelen ser rechazados, la rata, el lobo, y tantos otros, depredadores o no, que evitamos. "Figuras lejanas sobre fondo azul" es un poema del mismo apartado que merece destacar por su intrahistoria, recogida en versos admirables dedicados a las figuras materna y paterna ("Dios brillaba en los ojos de mi madre, / dulces uvas o soles asomados"), contraste entre la ternura y la fortaleza ("Primigenia escultura / las manos poderosas de mi padre"). Ambos evocados en plenitud, con la sencillez que acompaña a lo verdadero.

En El jardín sin límites, otro de los títulos recogidos, encontramos los jardines vividos y amados. Por ellos han pasado épocas. Presente lo natural y lo originario, aquello que fue y preservamos de todo mal, porque ha formado parte de nuestra existencia y sigue estando en nosotros, en ese continuum que somos, también por haber sido ... El canto a la naturaleza en buena parte del libro nos lleva a recordar al poeta inglés Gerard Manley Hopkins ("Lovely the woods, waters, maedows, combes, vales .. . "2). También en la luz, en esa claridad del día nuevo.

Finalmente, Poemas mediterráneos. En ellos el mar, men­cionado y vivido a través de las páginas del libro total, y presente en estos poemas mediterráneos, donde encontra­mos otro componente, el viaje ("Nápoles o Palermo. Arezzo o Siena. O Roma. / Yo estuve aquí hace siglos"). De nuevo encontramos atemporalidad y misterio de cuanto fue o está siendo ...

Juan Mollá nos dice, a través de Contra el tiempo, de su paso por la vida, una manera de detener el tiempo, de atra­parlo con el beneficio y la huella de su escritura para bien de los lectores. ¿Poesía elegíaca? ¿De celebración? Ambas características confluyen en ella, marcada por la excelencia y el bien hacer de un poeta que ha sabido conmovernos con sus versos.

2 "Deliciosos los bosques, las aguas, las praderas, las cres tas y los va lles .. . ".

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La poesía de Antonio Martínez Menchén

MORALES LOMAS

Hace unos años dedicaba a Martínez Menchén, junto a L. A. Espejo-Saavedra Santa Eugenia, el ensayo Fantasía y compromiso literario. La narrativa de Antonio Martínez Menchén (Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 2008), un estudio de más de trescientas páginas que analizaba toda la obra narrativa del escritor linarense afincado en Madrid. Sin embargo, desconocía su labor poética. Hace unos días me llegaba su obra titulada Poesías (publicada inicialmente en Internet). Fue su hermano, el también escritor y crítico Jesús Felipe Martínez Sánchez, el que le animó a enviarle unos versos para incluirlos en Internet en su web www.jesusfelipe.es. Es la primera vez que se publican estos versos, inéditos hasta ahora, y con ellos abre nuevas expec­tativas a sus seguidores en prosa.

La mayor parte de estos versos los escribió cuando estu­diaba Derecho, años 50 y 51 del siglo pasado; las tres últi­mas series son de la primera mitad de los 60 y Campo de Marte de la segunda mitad de los 70. Los considera "un pro­du cto de la nostalgia", la de una lejana juventud que ahora se recupera en su sentido con estos versos .

. Aunque organizados en ocho apartados, existe un alien­to homogéneo que alimenta el sentido postrero de los mis­mos: la reconstrucción de un sentimiento, de un sentido, de una vivencia en el tiempo y la memoria. Además de una cadencia, una entonación llena de tristeza, melancolía y desazón. Creo que es un espíritu que alimenta una época triste y desoladora de nuestra historia de España, aunque solo tenuemente entra en su valor crítico.

Si hay más una forma de acceso al sentimiento, a la con­templación de la tarde de lluvia, a la monotonía de los días, al paso del tiempo y a la sensación de que nunca sucede nada y si algo acaece, es triste e infecundo. Las emociones, las sacudidas, los estremecimientos se crean y amplifican el poema, sensaciones de pérdida, de ausencia, de reconstruc­ción de la memoria, del frenesí de los afectos y de la espera de la muerte. Para ser un hombre joven el que escribió estos

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versos su espíritu había envejecido y la presencia de lo efí­mero y la audacia de lo nihilista está muy presente en ellos. No en vano comienza el poemario con este endecasílabo: "Llora hoy mi corazón tierno y doliente". Imbuido por la poesía macha diana y su veta, que llega desde el canto doliente de Rubén en sus versos de Cantos de vida y esperan­za, Martínez Menchén no es ajeno a ese dolor de la existen­cia, a ese morirse lentamente en el precipicio de la nada: "Me empuja inexorable hacia la nada" .

Sólo hay un remanso de paz cuando el poeta, a través de sus versos narrativo-descriptivos, se complace en observar la tarde, su dulce agonía, su penumbra ... , a veces recupera­da por la contemplación de la amada, por sus ojos, por su carne encendida. Como una música de Chopin, la singla­dura de las palabras de Martínez Menchén se hace campo observado, campo detenido, con la lluvia siempre, con el barro, con la grisácea presencia de los chopos o los álamos que se agitan pero siempre temblando. Las calles taciturnas, la ciudad languidecida, las largas avenidas ... sirven de marco para crear sensaciones y sentimientos que ahonden en esa vivencial monotonía, que actúen como pulso de los días, que se sucedan en el tiempo con ellos y se hagan a la vez tiempo recobrado, frutos de sensación o esplendentes cúpulas de grises y vidrieras oscuras.

Su poesía nace de esas tardes tristes que duermen los sue­ños, de una soledad bien timbrada que va creciendo en el poema como una breve historia del corazón, del corazón dolorido, incluso del corazón que teme, que busca y no encuentra: "Esta tarde muerta me llega aún en el perfume de tardes que murieron" . Una estación que preside el otoño, como no podía ser de otro modo, con sus matices envolventes y melancólicos, con su rumor de hojas secas y sueños y fanta­sías. Un aire machadiano, ciertamente, pero que llega desde Soledades, galerías y otros poemas. Y así lo constata cuando dice que "La tarde se ensombrece. En las palabras grises / del Código resbalan los versos de Machado".

La vida transcurre desde su contemplación, desde el ali­mento que llega al corazón y lo agita, desde la alegría con­tenida y desde la tristeza ensalzada. Pero también hay momentos para la exaltación, como cuando se refiere a la María del poema cuarto, con el sintagma con valor aprecia­tivo de "alegre despertar", y su carne fresca que enciende la pasión y los deseos: "Dulcemente ... Una mujer de carne rubia y plena, / un lánguido desmayo de placer ya sabido, / uva dorada, un sol pequeño y dulce, / un perfume azula­do y un presentido mar".

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También el recuerdo de la madre amplifica el valor de los sueños, de esa vida que si fue una flor sombría puede también agradecer la dulce sensación de sentirse amado. y este reconocimiento puede romper la quietud de la tarde y hacer madurar los silencios y transformarse en búsqueda sublime.

y siempre la memoria, tratando de reconstruirse, con ideas marchitas, como tratando de resucitar a los muertos que ya no están, implicando en ello la sangre y su fortaleza también de palabra, de nostalgia en sazón y de lucha. La lucha con la palabra para construir con ella el sentimiento hecho dulce melancolía, vieja sombra, viejo dolor. Una naturaleza que sirve de entorno para construir la horma del afecto y las emociones, siempre con aire fúnebre, como si el ocaso se apoderara del poema y en breves sustanciaciones vertiera el cansancio y el miedo, cuerpo retorcido, cuerpo desorientado, como el de Rosa, la ramera que dio su juven­tud a "la voraz manada de los hombres".

Martínez Menchén logra crear imágenes dolientes y pro­yectarlas como Munch hacia el lector y jugar al cansancio y la desolación, y profundizar en el misterio de la tierra, en su for­taleza y en su negrura y crueldad, en el dolor rechinante y en la radiografía de sí. Porque siempre encontraremos en sus versos al escritor que siente, y el vacío como respuesta: "Qué dolientes las tardes sin aroma ... Qué dolientes los gestos sin palabras ... Qué doliente sonrisa la que vaga ... ".

Pero también, como en el último poema, puede haber momentos para la profunda pasión, yeros, desde su distan­cia, emerge con fuerza y aparece el tú de la amada que se adueñ a del poema-amor, de la ternura, de la palabra que sueña de nuevo y siente el cosquilleo del ser. Es primer domin go de otoño de 1964, y, aunque envuelto en la triste­za, resurge esa amada, esa vieja amada, con un claro deseo: "Que nos desnudemos y saltemos / sobre el tiempo y sobre la angustia / haciendo un rítmico espectáculo de nuestro amor / para intentar, como tantas veces, ya que no conmo­verla, / al menos hacerla sonreír".

Un descubrimiento, el de estos versos, una evidente cons tatación de que la obra de Martínez Menchén es fiel a sí mism a, p rofunda y desoladora, álgida en la creación y nunca ajen a a la voluntad del sentimiento, producto histó­rico donde los haya que, como los afectos, nace en un momento y vuelve en un eterno retorno sobre sí.

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Miguel Hernández: de la A a la Z Diccionario temático hernandiano

FRANCISCO ESTEvE RAMíREZ

Editorial Fragua - Colección Druida Madrid, 2010. 442 págs.

Durante el pasado 2010, año en el que hemos celebrado el centenario del naci­miento del poeta oriolano Miguel Hemández, muchas han sido las propues­tas editoriales en tomo a su obra. Desde ediciones de presuntas obras completas que no son tales, antologías, ediciones fac­símiles (Perito en lunas, El rayo que no cesa, el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, Teatro en la guerra, Versos en la guerra, los dos cuentos para su hijo Manolillo, etc.), sugerentes guías de

lectura para un público infantil y adoles­cente, etc., pero también actas de semina­rios o jornadas, monográficos de revistas literarias, discos compactos con versiones musicadas de poemas hemandianos, tribu­tos de artistas, traducciones en China o Brasil, y una interminable lista que sería ocioso desarrollar aquí y ahora.

De entre toda esta selva editorial, uno de los libros más útiles, tanto para los estudiosos como para los admiradores del poeta de Orihuela, es el de Francisco Esteve Ramírez, titulado Miguel Her­nández: de la A a la Z. Diccionario temático hernandiano, publicado en Madrid por Editorial Fragua en su colección Druida, de 436 páginas. La mencionada colección recoge títulos, entre otros, sobre Antonio Machado, Gonzalo Torrente Ballester (del cual se conmemoraba, también el año pasado, el centenario de su nacimiento) y sobre José Luis Castillo-Puche.

No vamos a detenemos ahora en la trayectoria reconocida de Esteve como hernandiano, pero ofrecemos algunas breves pinceladas. Presidente de la Aso­ciación de Amigos de Miguel Hernández, fue el coordinador de la Obra poética com­pleta de este en 1976, la primera tras la muerte del general Franco, editor de Miguel Hernández para niños (1979) y de Antología comentada (2002), aparte de par­ticipar activamente en la organización de los tres congresos internacionales hernan-

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102 Miguel Hernández: De la A a la Z REPÚBLICA DE LAS LETRAS125

dianos celebrados en 1992, 2003 Y 2010, impulsor desde 1998 de la Senda del Poeta, patrono de la fundación que lleva el nombre de este, ganador del Premio Internacional de Periodismo Miguel H ernández en 2005, director de la Cátedra Miguel Hernández (de la Uni­versidad Miguel Hernández de Elche), coordinador del número monográfico dedicado al poeta por la revista 1 (n0220) en 2008, y catedrático de Ciencias de la Información en la Universidad Complu­tense de Madrid.

El libro, ya hemos adelantado que compuesto de 436 apretadas páginas, supone una labor de 10 años de paciente trabajo de acopio y acarreo de datos para confeccionar cerca de 700 fichas de amigos, coetáneos, conocidos, lugares, publicacio­nes, etc., relacionadas directa o indirecta­mente con Miguel Hernández, a guisa de una valiosa cartografía del hernandismo, que nos dibujan variados poliedros o face­tas de la vida del "ruiseñor de las desgra­cias". Esteve, desde una homadez inusual, por desgracia, en la investigación, solicita de los lectores su colaboración para señalar erratas, correcciones, enmiendas, adicio­nes, etc. Un libro, una obra, como gustaba Juan Ramón Jiménez, en continua marcha. Porque, como deCÍa Leopoldo de Luis, siempre se puede decir la primera palabra sobre un poeta, pero nunca la última. Letras capitales con versos hernandianos abren las secciones.

Desde hace tiempo se viene desarro­llando un mayor conocimiento de los coe­táneos de Miguel Hernández, y Esteve ha intensificado ese trabajo ingrato pero necesario en busca del dato preciso que pudiera ofrecernos una mirada dis tinta o complementaria del poeta oriolano.

Así, desfilan por el libro autores ali­cantinos como Manuel Molina o Vicente

Ramos (este, fallecido el pasado 2 de junio a los 91 años de edad), y el pintor Miguel Abad Miró. Pero también el alu­dido Leopoldo de Luis o Concha Zardoya, Arturo del Hoyo, María de Gracia Ifach, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, Garda Lorca, etc. Este volumen es complementario, en nuestra opinión, del de Marcela López Hernández Voca­bulario de la obra poética de Miguel Her­nández (Cáceres, Universidad de Extre­madura, 1992). Quizás, con el libro de Esteve se percibe el perimundo más cer­cano y vital de Miguel Hernández.

Una "Bibliografía escogida de y sobre Miguel Hernández", una no menos útil "Cronología", y varios índices, que dan idea del trabajo desarrollado por Esteve, completan este sugerente y necesario libro. Valgan los siguientes datos: el "Índice general de entradas" asciende a 686 refe­rencias; el "Índice hemerográfico" (publica­ciones, editoriales, obras ... ), a 72 referen­cias; el "Índice de instituciones" (colectivos, agrupaciones, centros socio-culturales ... ) a 56 referencias; el "Índice onomástico" (per­sonas coetáneas del poeta ... ), a 476 referen­cias; y el "Índice topográfico" (ciudades, lugares ... ), a 69 referencias.

En definitiva, un muy recomendable volumen, tanto para los estudiosos como para el lector que, además de valorar en Miguel Hernández al gran poeta que fue, también lo considera por su valor de una época de esperanzas, de lucha y de com­promiso con un pueblo identificado con quienes cantaron sus aspiraciones, mira­ron al futuro sin dejar de olvidar, nunca, lo pasado, en una suerte de memoria de un olvido que nos abre el camino que nos conduce a una estrella.

AlTOR L. LARRABIDE

Doctor en Filología Hispánica

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FÉLIX AMADOR Lienzos en blanco

RESEÑAS DE LIBROS

La música (el jazz), la literatura y el arte son las tres grandes pasiones de Félix Amador Gálvez. Son tres maneras en que ha plasmado sus intereses y habilidades. Es verdad que el autor de Lienzos en blanco ha sido, es, pintor, escritor, crítico de jazz ... , pero también ha ejercido como deportista, cartelista, oficinista, padre ... Actividades que, en un momento dado, pueden ali­mentar su vertiente artística. En el ámbito estrictamente literario, Félix Amador Gálvez es autor de la novela Las palabras mágicas y de un ensayo con forma de guía de viajes titulado El Moguer de Juan Ramón Jiménez (Breve guía para el viajero pasional), publicado por la Fundación Zenobia­Juan Ramón. Pero es en la narrativa breve donde ha obtenido más éxitos, contando con una treintena de premios. Lienzos en blanco es, de hecho, un libro de relatos sobre la pintura. Diez rela­tos a modo de cuadros o imágenes que tienen en común la ins­piración en la experiencia pictórica, la pasión de crear o el miste­rio y las leyendas que suscitan algunas obras de arte. Un retra­tista capaz de conocer el alma de las personas que dibuja; un chico de pueblo que se cree la reencarnación de Van Gogh; un personaje de un cuadro que decide ausentarse del lienzo que lo apresa, para terror del vigilante del museo, o un Leonardo en su lecho de muerte que pronostica teorías funestas sobre el arte de los siglos que vendrán son algunos de los personajes que perfi­lan las líneas maestras de estos Lienzos en blanco.

JOSÉ RAMÓN CASANOVA Huella de un silencio

Dedicado, en principio, al mundo de la empresa, José Ramón Casanova (Vigo, 1963) ha compaginado su labor profesional con una destacada participación en actividades culturales de ámbito regional, la dirección de asociaciones culturales locales y la edición de revistas de la misma índole. Esas revistas han sido las que han ido dando a conocer sus textos en prosa y verso. Ahora, parte de su producción poética aparece reunida en Huella de un silencio, editada por Poesía eres tú. El amor siempre, ya sea desde el anhelo infatigable de su bús­queda, el placer del hallazgo o en sus distintas manifestaciones, es el hilo que vertebra las páginas de esta obra. "Enraizado en ti", "Comprendiéndote", "Tan adentro", o "Recítame" son algunos ejemplos que hacen del libro un canto con el que saber, imaginar o sentir más sobre las variedades y vélliaciones de la experiencia amo­rosa.

UENZOS EN BlANCO

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Lienzos en blanco Félix Amador Excma. Diputación Provincial de Huelva

Huella de un silencio José Ramón Casanova Poesía eres tú

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RAFAEL DE CÓZAR Los huecos de la memoria

Reseñas de Libros

"¿Puede hablarse de autobiografía?", se pregunta Rafael de Cózar en las notas que preceden los versos de Los huecos de la memoria. Y ¿puede no hablarse?, cabría preguntarle a él. Sobre todo si uno se dedica a la poesía. Y sobre todo si uno se dedi­ca a la poesía amorosa (y desamorosa), como ocurre en este libro. El sello Ediciones en huida inaugura la colección Crepusculario reuniendo en un volumen poemas de Cózar escritos entre 1977 y 1980. A través de ellos y en las dos partes en que se divide la obra, "La copa de los ecos" y "Sombras de tus ecos", se desgra­nan las sensaciones de la experiencia amorosa y su crudo envés: la incómoda memoria. Para interesados, el autor brinda la oportunidad de descubrir una obra en prosa que "versionea" estos poemas, "una traduc­ción casi literal de ellos en una nueva estructura, ahora narrati­va", explica Cózar. Habla de la novela El corazón de los trapos, que en 1996 obtuvo el premio internacional de novela Vargas Llosa. En esa novela se incluyen varias cartas -sin ficción- como advierte el autor y una de ellas es del escritor, y amigo personal de Cózar, Andrés Sorel, que firma un emocionante -emociona­do también- prólogo a Los huecos de la memoria. De vuelta a este libro, es preciso señalar que la última parte la ocupan una serie de poemas visuales donde, mediante métodos como el collage o el dibujo a tinta china, cobran forma - y casi siempre de mujer- los temas anteriormente trazados. Los diversos formatos, la calidad del despliegue poético, narra­tivo o pictórico hacen patente la versatilidad y singularidad del autor Rafael de Cózar. Nacido en TetUán en 1951, residió desde niño en Cádiz, donde se inició en la pintura. Más tarde llegó la literatura. Y llegó para quedarse. Cózar ha sido director literario de la editorial El carro de la nieve y colaborador de diversos medios. Es doctor en Filología Hispánica, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla y miembro del Consejo Asesor del Centro Andaluz de las Letras.

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Los huecos de la memoria Rafael de Cózar Ediciones En Huida

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RAÚL GUERRA GARRIDO Cuaderno secreto

Reseñas de Libros

Esta significativa obra de Raúl Guerra Garrido, publicada en 2003, se ha reeditado con motivo de la conmemoración de la entrega a su autor de la Medalla Carracido de Oro, otorgada por la Real Academia Nacional de Farmacia. Guerra Garrido ha vivido desde siempre, desde antes de nacer, una estrecha vinculación con el gremio, ya que su abuelo era un ilustrado boticario con despacho en uno de los pueblos de la comarca del Bierzo. El "cómo-se-hizo" del Cuaderno secreto arranca con un cuaderno verdadero que al escritor le llega a través de un familiar y que se pierde en el ataque a la farmacia que el pro­pio autor tenía en San Sebastián. Siempre dispuesto a recupe­rar los recuerdos y con la excusa del manuscrito encontrado, Guerra Garrido va descubriendo, a través de las singulares anotaciones, al fascinante personaje escondido bajo el familiar traje de la persona que fue el abuelo. La memoria es uno de los grandes hilos conductores de la narrativa de Guerra Garrido y también el paisaje leonés ha servido de escenario a varias de sus obras. El contexto físico del Bierzo donde el escritor vivió su infancia ha aparecido ya en otros libros como El otoño siem­pre hiere (2000) o El año del wolfram (1984). Quien sueña novela (2010) es el título de su último libro. Raúl Guerra Garrido fue Premio Nacional de las Letras en 2006.

Raúl Guerra Garrido

Cuaderno secreto Raúl Guerra Garrido Grupo Cofares

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ENCARNA LEÓN Roquedal azul. Antología de poesía melillense

Por suerte siempre hay nombres que faltan en las antologías poéticas. Siempre hay algunos que no están, hallazgos que se acaban de hacer. Por suerte siempre están incompletos este tipo de libros. Existían ya algunas recopilaciones de autores melillenses financiadas por la Consejería de Cultura de la Ciudad, pero faltaban, faltaban nombres y había poetas, de modo que ¿por qué no acometer un ambicioso proyecto, una recopilación extensa y aglutinadora? Al frente de la iniciativa se situó Encarna León, poeta (no le gusta mucho la palabra "poetisa", como ella misma afirma en el preámbulo al libro), narradora y colaboradora en diversos medios que reside entre Granada, Málaga y Melilla. Buscó, indagó y se encontró con poetas melillenses que no vivían en la ciudad y otros de diversas procedencias que habían residido toda o parte de su vida en Melilla, camuflados entre los veci­nos. Entre los primeros cita Encarna León a Emilio Miró o José Teruel, a quienes encontró en Madrid; a muchos como Antonio Abad, José García Pérez, Álvaro Cordón o Filomena Romero, que viven en Málaga; a Antonio Rivero en Sevilla; a Antonio Carmona, que estaba en Tenerife; y hasta cruzó la frontera para encontrar a Fernando Arrabal en París. En Melilla residen Rocío García Linares, Elena Muñoz Treviño, Jaime Alonso, María Angustias Montero y la propia Encarna León. También están presentes en las páginas de Roquedal azul el Premio Nacional de Literatura Miguel Fernández, Juan Guerrero Zamora, Carmen Conde o José Lupiánez. Valgan unos versos de la mencionada Carmen Conde para ejemplifi­car el cariño con el que los poetas reunidos en este volumen tratan a la ciudad que les vio nacer o que les acogió. Son los que rematan el poema "Melilla, ciudad de mi infancia".

¡Oh mi ciudad de in fancia, mi Melilla primera;

oh mis casas primeras, cómo os amo; y sueño

tener otra casita a la mar asomada

porque la mar me lleva y me trae en su furia!

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Roquedal Azul. Antología de poesía melillense Encama León

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS125 Reseñas de Libros

Díselo, cuando digas, a otras niñas. Les dices

que tuviste conmigo una ardiente semilla

que tanto removió tu fermento de sangre

que te guarda clavada como un hijo a la entraña.

El criterio cronológico es el que al final ordena la nómina de poetas que reúne Roquedal azul. Los que antes nacieron van dejando paso a los más nuevos en esto de la vida. Todos com­parten en sus versos la sosegada pasión por Melilla. Sus 12 kilómetros cuadrados dan para ello.

ENRIQUE LENZA GONZÁLEZ La hermosura de Angélica

Un conflicto abierto entre las relaciones profesionales y perso­nales en una pareja que siempre había sido ejemplar acaba en tragedia. Ella, Maica, terminará aceptando una peligrosa corres­ponsalía en un país en guerra del que nunca volverá. Julio, el desolado marido, arrastra su existencia conviviendo con el fan­tasma y la sombra de su mujel~ sus propios fantasmas y miedos, su depresión y sus peligrosas e inadecuadas relaciones. Enrique Lenza nos hace reflexionar en La hermosura de Angélica, median­te una sencilla obra de teatro publicada por Incipit editores, acerca de la belleza y de cómo esta puede engendrarse a partir de las experiencias y reflexiones positivas, sobre el significado de seguir adelante y de la propia vida. Nacido en Madrid en 1928, inició su fructífera relación con el teatro en 1961 con la creación del grupo La Careta. Como dra­maturgo ha escrito y estrenado Un hombre como los demás (1986), La voz de ayer perdida (1994), Isidoro Márquez o el eterno silencio del olvido (1996) y La cárcel de mis sueños (1999). Otras obras publica­das son La casa vieja y Réquiem por un torero, ambas del año 2003; El monumento y Flores de papel, de 2004; o ¿Por qué Juan ha vuelto a beber?, de 2005. Entre sus títulos más recientes se encuentran Deslealtad, publicado también en Incipit; Zweig o Es peligroso jugar con el amor.

La hermosura de Angélica

ENRIQUE LENZA GONZÁLEZ

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La hermosura de Angélica Enrique Lenza

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FERNANDO J. LÓPEZ Tour de force

Reseñas de Lib ros

En Tour de force, el dramaturgo y novelista barcelonés Fernando J. López (1977) sube al ring a un joven Buñuel a pelear contra sí mismo y contra sus fantasmas, a combatir el tiempo, a dar puñetazos a la historia o a recibir los que esta h a reservado para él, a defender a golpes y dentelladas lo que ama y a los que ama. Dividida en cuatro asaltos-capítulos, la obra, publicada por ediciones Antígona, fue concebida como un singular homena­je a la Residencia de Estudiantes. El proyecto responde a una iniciativa de la directora, Ainh oa Ames toy, que eligió a

. Fernando J. López como representante de una prometedora generación de creadores donde también se in cluyen nombres como José Manuel Mora o Paco Bezerra. Como explica la p ro­pia Amestoy en el preámbulo de Tour de force : "Fernando J. López, creador infatigable y polifacético hombre de letras, no dudó en afrontar el encargo, no solo como autor, sino también como director y productor del espectáculo [ .. . ]" . En el cuadrilátero, un joven e impúdico Buñuel se muestra dispuesto a la batalla y seguro de su victoria: "Me río porque sé que voy a ser genial dentro y fuera del ringo Porque tengo las mejores botas. Porque soy el más fuer te. Porque esa fuerza tiene que estallar por algún sitio para volverse arte. Y porque he decidido que yo también quiero ser poeta. Y pintor. Y artis­ta. Yo también quiero ser Dios - con o sin vosotros- y ah ora empiezo a intuir cómo puedo llegar a serlo" . Su historia es la historia de grandes amistades y genios, de acontecimientos históricos como la borrachera de los felices años 20 y el preludio de la guerra del 36. Pero además es la historia de todo aquel que lucha por saber quién es y no duda en batirse con sus fantasmas en medio de un cuadrilátero. Fernando J. López usa de nuevo el monólogo, como ya h izo en su obra titulada Melibea, donde la mujer y sus tribulaciones eran las protagonistas del texto. Entre sus obras dramáticas también se incluyen El sexo que sucede, Distrito Cabaret o Tres formas de lenguaje. En su faceta de novelista figuran títulos como In(h)armónicos, Premio Nacional Joven y Brillan te 97, y La edad de la ira, tercera finalista en el premio Nadal 2010 y publicada por Espasa en 2011.

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Tour de force Fernando J. López

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JOSÉ AURELIO MARTÍN Sostenes

Reseñas de Libros

José Aurelio Martín hace un homenaje en esta obra a las muje­res que no solo llevaban sostén -ahora que la hermosa palabra ha quedado definitivamente abolida por la mucho más pobre de "sujetador" - sino que lo eran. Ellas eran el sostén de sus familias y no les importaba borrarse -es más, lo hacían con gusto y alegría porque ese era el deber que debían atender­con tal de que el resto saliera a flote, siguiera adelante. El autor teje una trama con cinco mujeres protagonistas: una abnegada madre, heredera de los más difíciles tiempos de la guerra y la posguerra que aprendió a sacrificarse y a vivir con lo mínimo y no se acostumbra a la nueva época de opulencia; la hija mayor, Carmen, que arrastra una vida convencional y un tanto impostada, pues la vida ha cambiado mientras ella se empeña en engañarse y vivir del y en el pasado; Chelo, que ha trazado un proyecto vital arriesgado junto a otra mujer y está dispuesta a llevarlo a cabo; Cristina, que trae la libertad, el riesgo, la independencia orgullosa; e Isis que es el futuro con sus esperanzas y sus nuevos problemas. Los personajes destilan verdad, una verdad y un realismo que, malinterpretados, han servido para tachar al autor de "heredero de un realismo naturalista trasnochado". Él, en la presentación de su obra, editada por Antígona, en Cádiz, pre­firió fijarse en las críticas en vez de en los halagos -lo que dice mucho de su inteligencia y sensibilidad- para que nadie inte­resado en el texto se llamara a engaño a la hora de comprarlo. Estas son las palabras de José Aurelio Martín recogidas por La Voz de Cádiz: "Voy a explicar mi posición, por si alguien quie­re adquirir el libro, para que sepa, de antemano, qué se lleva. En todo lo que he escrito y mostrado públicamente, bien en antologías poéticas o bien en teatro, todo lo que he hecho ha tenido un carácter remarcadamente social y de compromiso no sólo ético sino político, entendiendo como tal, no un com­promiso partidista, sin la necesidad de expresar los problemas sociales que hoy atenazan al hombre en un tiempo y en un espacio concretos. Por ello, se me ha tachado de trasnochado, de poco contemporáneo. Bien, resulta que el teatro contempo­ráneo es, la mayor parte, hermético y poco comunicante, antes bien, condena al público a cierta oscuridad de interpretación que solo, parece, entienden unos pocos expertos. Nada más

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Sostenes José A urelio Martín Ediciones Antígona

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Poemas de viaje Ángela Martfu del Burgo Huerga & Fierro

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lejos de mi intención: nuestro teatro tiene que ser comprensi­ble, clarito, y con un mínimo de compromiso social o ético, un teatro, por qué no, pedagógico, social, cívico. La época de los juegos ya ha pasado, ha sido muy interesante, pero ahora con­viene reclutar público para invitarle a la reflexión, una refle­xión de conjunto, respetando, lógicamente, las reglas del espectáculo teatral y sin intentar nunca ser aburrido: entrete­ner y enseñar, corno quería el clásico, prodesse et delectare . De modo que, sí, soy un dramaturgo comprometido con el tiem­po que le ha tocado vivir, realista (el naturalismo en teatro es de lo más difícil: Chejov o Buero Vallejo) y muy atento tam­bién, corno director de escena, a desarrollar estrategias que mantengan el interés dramático y el entretenimiento".

ÁNGELA MARTÍN DEL BURGO Poemas de viaje

Editado por Huerga & Fierro, este poemario de la sevillana Ángela Martín explora la siempre literaria imagen del viaje, de un viaje que es metáfora de los caminos, búsquedas y andanzas que depara la vida. Este sentido lo torna el libro especialmente en su parte final, en el capítulo tercero, donde se incluyen poemas corno El cansancio del viajero, Islas vírgenes, Paisajes o El viaje imposible. Anteriormente la autora ha reco­rrido e:n dos capítulos ciudades concretas que van dando títu­lo a las piezas (París, Bruselas, Nantes, Lisboa, Barcelona); ha paseado por calles y plazas (Bologna. Piazza Maggiore, La rue des Écoles, Calle de la memoria, Sevilla); y ha visitado lugares que también han originado versos y poemas corno la iglesia de St. Martins in the Fields, el Parque Güell, la playa de Ereaga o el cementerio de la Almudena. Porque la poesía está, puede estar, en todas partes y solo hay que tener la mirada dispuesta para alzar el verso. Es lo que hace la autora, Ánge­la Martín del Burgo que, además de poeta (o poetisa), es doc­tora en Filología y profesora de lengua castellana y literatura. Tiene varios libros de poemas publicados, como La mirada asombrada y Caducidad de lo real, y las novelas Cenizas sobre un mar de agosto y Ningún camino de flores conduce a la gloria.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS125 Reseñas de Libros

ANTONIO MARTÍNEZ BALLESTEROS Por debajo de la piel

Antonio Martínez Ballesteros es, ante todo, un hombre de tea­tro. A este género ha dedicado su vida, desde que fundara el grupo Pigmalión en Toledo, su ciudad natal, hace 45 años, y la inmensa mayoría de su obra, en la que se cuentan títulos como Pisito clandestino, Matrimonio para tres, Salir en la foto, Camila mi amor, Relato frívolo de una mujer fría, Farsas contemporáneas, Los comediantes, Los placeres de la egregia dama... Como dramatur­go ha recibido varios premios como el Guipúzcoa (Farsas con­temporáneas); el Palencia (Retablo en tiempo presente); el Castilla­La Mancha (Camila, mi amor); o el Buero Vallejo (Los enanos improvisan su comedia). Sin embargo, Martínez Ballesteros no solo escribe teatro. Ha cultivado la narrativa de forma intermitente a lo largo de toda su vida y ha publicado tres novelas. "Lo hago porque el teatro no me ha dado lo que yo esperaba, además con la novela es más fácil llegar al lector, al destinatario final, que con el teatro que necesita de muchos más intermediarios, desde el produc­tor hasta el actor, pasando por el director, el escenógrafo", explica en una entrevista para el semanario Aquí. La última novela, publicada por Descrito ediciones, se titula Por debajo de la piel y es un retrato de la difícil época de la transición en una ciudad de provincia. Los personajes, insatisfechos y frus­trados, se empeñan en conseguir la vida mejor que creen merecer, intentando salvar su dignidad, lo que no siempre consiguen. Para ello, pretenden evitar, aunque solo interior­mente, la salida fácil de la recomendación; se esfuerzan en hacer valer unos méritos que no poseen, y terminan recu­rriendo, en contra de sus declarados propósitos, al enchufe, aunque justificándose con falsas motivaciones y silenciando cómo consiguen medrar. Este, al menos, es el caso de Juan Soriano, ambicioso y poco preparado, que acaba despreciando la cultura porque no coincide con sus maneras de actuar, con su deseo de "parecer" alguien antes que de "ser" alguien. Martínez Ballesteros consigue en su novela un cuadro verda­dero donde destaca el tratamiento profundo de los personajes y la descripción de las situaciones. En ambos aspectos el autor luce todos los recursos del hombre de teatro que es y consigue que por las páginas de Por debajo de la piel transiten personas en vez de personajes y las situaciones se visualicen al tiempo que se leen.

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Por debajo de la piel Antonio Martínez Ballesteros Descrito Ediciones

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SANTIAGO MONTOBBIO Absurdos principios verdaderos

Reseñas de Lib ros

"Escribimos para revelarnos a nosotros mismos", ha dicho en alguna ocasión el autor de Absurdos poemas verdaderos. El mismo título del libro es una muestra de lo que Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) hace en él: retorcer las palabras hasta extraer el jugo, pensar qué ocultan, qué desvelan, inda­gar sus significados, los otros significados "de las palabras tontas, las palabras sangre / las palabras araña / que devo­ran y tapian". Ellas son el fascinante método que se nos da para intentar conocernos y conocer siempre una p arte dem a­siado pequeña del mundo que nos rodea. Hay varios poemas que juegan con las palabras, con frases y con la misma litera­tura: "Para vivir no quiero islas palacios torres y qué alegría vivir en los pronombres. Era algo así ¿recuerd as?" . Con el martillo y el clavo de las palabras va levantando Montobbio sus poemas. Con esas humildes, pero eficaces herramientas, el poeta ara caminos nuevos para los temas de siempre: el miedo, el amor, la muerte, la pérdida, la melancolía, la liber­tad siempre .. . Montobbio es licenciado en Derecho y Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, profesor de ESADE y la UNED. Entre sus obras destacan Hospital de inocentes, Ética confirmada, Los versos del fantasma y, más recientemente, Los colores del blan­co y Donde tirita el nombre. Absurdos principios verdaderos está publicada por March Editor.

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Absurdos principios verdaderos Santiago Montobbio March Editor

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI25 Reseñas de Libros

MANUEL MUÑOZ HIDALGO El saber y la renuncia y Nikola Vaptzarov

La editorial Ñaque reúne en un volumen dos obras teatrales del escritor murciano Manuel Muñoz Hidalgo (Alcantarilla, 1939). La primera, El saber y la renuncia, es el primer texto teatral sobre los santos Cirilo y Metodio, patrones de la Unión Europea. La segunda, titulada Nikola Vaptzarov. El surco sangriento, repasa la vida y el legado del poeta búlgaro muerto, como otros poetas, por su movilización contra la opresión y a favor de los derechos y libertades. Escrito en verso, El saber y la renuncia es un texto de 1987 recu­perado ahora que tanto se habla y se escribe sobre el futuro de Europa sin conocer, en muchas ocasiones, sus orígenes. En el prólogo, Francisco Rodríguez Adrados, miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia y que comparte con el autor la Orden Cirilo y Metodio, afirma de la obra que trata un tema "vital para toda la cultura búlgara y toda la cultura europea". Mediante una aproximación biográfica a los santos, se van desgranando los avatares familiares y los des­velos espirituales de ambos, así como el enfrentamiento con las autoridades eclesiásticas. El texto se acompaña de algunos boce­tos de la escenografía trazados por José María Carnero, que tam­bién dibuja un retrato del autor. En Nikola Vaptzarov. El surco sangriento Muñoz Hidalgo se fija en la figura de este -como describe Carlos Ferrer- "idealista con inquietudes culturales que defendió derechos y libertades y que se posicionó junto a los más débiles aun a costa de importantes sacrificios personales, que no lograron ni desestabilizar sus lazos familiares ni doblegar su espíritu reivindicativo" . El texto se presenta en tres idiomas: castellano, sueco e inglés. Aunque Manuel Muñoz Hidalgo es un hombre eminentemente de teatro, al que avalan más de cuarenta piezas dramáticas, tam­bién es un autor polifacético que ha cultivado otros géneros como la biografía (donde destacan los trabajos realizados sobre Miguel Hernández), el ensayo y la poesía. Su obra ha sido tra­ducida a decenas de idiomas, lo que ha hecho que, en ocasiones, sea más conocido y valorado fuera de España que en su país. Desde que abandonó la docencia vive volcado en la escritura. Es académico de la Academia de la Hispanidad y coordinador de Relaciones internacionales de la Asociación de Asesores y Órga­nos consultivos de de Estudios Hispánicos.

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--El saber y la renuncia

Nikola Vaptzarov El surco sangriento

El saber y la renuncia Nikola Vaptzarov Manuel Muñoz Hidalgo

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FRANCISCO NARLA Caja negra

Reseñas de Libros

Quienes crean que la lectura es un ocio sosegado pueden ini­ciar la lectura de Caja Negra, la segunda novela del gallego Francisco Narla. En ella encontrarán un mundo trepidante lleno de espeluznantes misterios, viajes a la muerte, asesinatos y crímenes atroces que muy probablemente les hará cambiar su opinión. Un piloto de línea aérea deja tras de sí un rastro de sangre a través de diversas ciudades de todo el mundo: Bangkok, Buenos Aires, San José, Nueva York ... Todas ellas parecen ser un buen escenario donde representar las perver­siones de un trastornado. Las primeras pistas para intentar esclarecer la cadena de misterios son las inquietantes psicofo­nías que graba un parapsicólogo aficionado: una leyenda celta olvidada, un pozo sagrado, una familia maldita ... Las dos his­torias, separadas en el tiempo por más de tres décadas, pare­cen no tener conexión alguna. Sin embargo, colisionarán impulsadas por una fuerza maligna y arrolladora que no debe­ría haber sido liberada. La vocación de volar del autor, convertida en profesión, pues es piloto de transporte de línea aérea, hace la novela aún más inquietante por la verosimilitud y buena documentación de la que hace gala. N arla nació en Galicia a finales de los 70 y su pasión por los libros de aventura le hizo dejar la sosegada vida en el campo y adentrarse en las aventuras y misterios de las grandes ciudades: Santiago, Madrid, Los Ángeles o Barcelona. Sus estudios universitarios de matemáticas, ingeniería, admi­nistración de empresas ... , a veces se cruzaban con la pasión de los libros y la escritura y producían ensayos y trabajos técnicos, pero otras cristalizaban en poemas, relatos y, finalmente, en su primera novela, Los lobos del centeno. Caja negra, publicada por Imágica ediciones, donde juega desde el primer momento, desde el mismo título, a confundir y sorprender al lector. Como afirmaba Narla en entrevista con El Correo Gallego: "El título Caja negra ya asusta. Funciona como juego macabro, podemos hablar de aviones o de ataúdes. En el libro surge el mágico ambiente gallego: el funcionario entra en una capilla abandonada, aparecen el Ciprianillo y los escritos contra el maldecir. En Galicia tenemos influencias celtas y vikingas, una cultura cercana a la muerte. La geografía ayuda. Puedes decir que no crees en la Santa Compaña. Pero si pasas una noche sin luna en O Courel, ves hombres lobo y fantasmas".

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Caja negra Francisco Narla

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ANDRÉS PINAR GODOY La encrucijada de octubre

Reseñas de Libros

Aunque los derroteros laborales hayan llevado a Andrés Pinar Godoy por caminos ajenos a la literatura, él no ha dejado de cultivar la poesía, la novela, el teatro y el relato desde que era adolescente. Para él, esta actividad es una indagación estética sobre el ser humano. Un método privilegiado de autoconoci­miento y de mejor comprensión de los demás. En la novela La encrucijada de octubre, publicada por ediciones Hontanar, el autor reúne a un grupo de personajes en un periodo que va desde mediados de los sesenta hasta los primeros años de la democracia. Son jóvenes que participan del espíritu renova­dor y agitador de la época, personas que evolucionan al com­pás de su tiempo y al que este, con las peculiares característi­ca de la época de la Transición, pondrá en jaque. Algunos, con la llegada de la izquierda al poder, abandonarán los ideales para integrarse o entregarse al sistema que antes criticaban. Otros permanecerán fieles a sí mismos preguntándose si los sacrificios -encarcelamientos, torturas, expulsiones- sirvieron para algo, si lo que pretendían era eso que, al parecer, habían logrado. Y detrás del contexto temporal, el autor desgrana las grandes preguntas que subyacen en el paso definitivo de la juventud a la edad adulta: ¿exige la madurez abandonar el idealismo anterior? ¿No oculta este hecho un derrumbe moral que hace la vida más plana? O, por el contrario, la madurez ¿es un estado más fiable, más realista desde el que acometer nuevas búsquedas, perseguir otros objetivos? El autor explora las reacciones de los personajes y con ellas sitúa al lector delante de la siempre difícil encrucijada del 11 ¿Y tú? ¿Qué hubieras hecho?/I.

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La " enCrucijada de octubre

La encrucijada de octubre Andrés Pinar Godoy Ediciones Hontanar

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JUAN CARLOS RUBIO 100 m

2• (El inconveniente)

Reseñas de Libros

Una cita de J ohn Lennon es la llave que abre el espacio, los sin­gulares 100 m 2 donde se desarrolla esta obra del mismo nombre. Es la que dice que "La vida es aquello que te va sucediendo mientras tú estás ocupado en hacer otros planes" . Y eso es lo que les pasa a los protagonistas de esta obra. Sara, la chica "bien", busca piso y su plan es comprarlo, hipotecarse, continuar con su trabajo en una agencia de seguros, ver qué ocurre con los amo­res ... El agente tiene entre sus planes vender ese piso y muchos más y continuar con su vida, dejar satisfechos a clientes a quie­nes no volverá a ver... y Lola, la anciana Lola, el llamado "inconveniente" Lola, no tiene planes porque el futuro no pare­ce existir para ella. Con tres by-passes, bebiendo y fumando, ¿qué futuro puede tener una señora anciana? Su futuro es morirse y ese es el plan que los demás han trazado para ella. Lástima que ella, no. Y Lola, con su vitalidad y con su humor, va conven­ciendo al resto de que igual el destino, la vida, tiene otros planes distintos no solo para ella sino para los otros dos personajes. La obra arranca de una anécdota real. El autor fue a visitar un piso que le gustó, de muy buen precio, pero se encontró con el inconveniente: tenía que convivir allí con el incómodo propieta­rio hasta la muerte de este. Es lo que le pasa a Sara. Y Sara acep­ta y compra el piso con Lola dentro. Y ambas mujeres, tan dis­tintas en su carácter o en su edad y tan parecidas en su soledad, inician una relación llena de ternura y complicidad donde cabe la risa, el llanto, la emoción, la confianza ... Todos los ingredien­tes de una gran amistad. 100 m2

, casi como todos lo que toca en los últimos tiempos su autor, ha sido un éxito que ha pasado por escenarios de Murcia, Sevilla, Bilbao, Alicante, Madrid, entre otras ciudades. Juan Carlos Rubio comenzó en el mundo del teatro como actor no solo en escena sino también en exitosas series de televisión. Desde el año 1992 compagina la labor de interpretación con la escritura de guiones televisivos para series como Farmacia de guardia, Pepa y Pepe, Colegio mayor o Adolfo Suárez, el presidente. También ha escrito guiones cinematográficos como El calentito, Retorno a Hamsala o Bon apetit. Su primer texto, Esta noche no estoy para nadie, se estrenó en 1997. Desde entonces ha estrenado lO, El bosque es mío, Las heridas del viento, Humo, Arizona, Tres y 100m2

• La edición escrita de esta última está publicada en Ediciones Antígona.

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100 m 2• (El inconveniente)

Juan Carlos Rubio Ediciones Antígona

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FRANCIS SCOTT FITZGERALD El gran Gatsby

Reseñas de Libros

¿Quién no quiere tener por vecino al más rico, al más elegan­te, al que organiza las mejores fiestas del lugar? No importa que haya llegado el último. No importa que no se sepa de dónde ha sacado la inmensa fortuna que le gusta dilapidar. Minucias. El misterioso millonario J ay Gatsby, del que nadie parece saber nada y del que todos gustan hablar, se ha insta­lado en una gran mansión a las afueras de Nueva York. El vecindario se divierte. La ciudad entera parece vivir una eter­na fiesta. ¿No les suena? La editorial Paréntesis rescata ahora El gran Gatsby, la inmor­tal obra que Scott Fitzgerald escribiera en 1925, en su sello Orfeo, dedicado a recuperar obras que por su calidad merecen ser restituidas a los lectores como clásicos contemporáneos. El misterio del Mundo. Antología, de Fernando Pessoa; Las aventu­ras de Huckleberry Finn, de Mark Twain; Las aventuras de Pickwick, de Charles Dickens; o Cuentos mortuorios, de Horacio Quiroga son otros títulos que forman parte de esta colección que no solo incluye autores extranjeros. Entre los españoles figuran nombres como Gustavo Adolfo Bécquer, Vicente Blasco Ibáñez o Leopoldo Alas. Todas las ediciones vienen prologadas por buenos conocedo­res del autor y de su obra. En el caso de El gran Gatsby, José Luis Piquero, que además es el traductor de la obra, ha elabo­rado una excelente introducción que titula El desencanto. En ella dice de Scott Fitzgerald que "acertó como pocos a descri­bir la dicha efímera que lo parecía todo y no fue nada, el modo en que los sueños se disipan dejando solo el vacío, el desen­canto". Y de la novela que" es, en definitiva, una gran danza de la muerte en la que los invitados bailan creyendo ser eter­nos y felices, caminando en pos del 'orgiástico futuro', mien­tras la muerte mueve la cabeza y advierte que lo que llegará es la interminable acabación".

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FRANCIS SCOTI FlTZGERALD EL GRAN GATSBY

TRADUCCiÓN y PRÓlOGO DE Jost LUIS PlQUERO

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Paréntesis e

El gran Gatsby Francis Scott Fitzgerald

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A CE -Asociación Colegial de Escritores de España AÑO XXXIV

HAN SIDO MIEMBROS DE LA JUNTA DIRECTIVA DE ACE EN ESTOS 34 AÑOS DE HISTORIA

Rafael Alberti VíctorAlperi Carlos de Arce Enrique Badosa Teresa Barbero Marcos Ricardo Barnatán Carlos Barral Antonio Beneyto Esther Benítez Carmen Bravo-Villasante Jesús Campos Josep M: Carandell Guillermo Camero Antonio Colinas Carmen Conde José Corredor-Matheos Rafael de Cózar Guillermo Díaz Plaja Luis Mateo Díez Ana Diosdado Antonio Ferres Jesús Fernández Santos Gregorio Gallego Francisco García Pavón José Luis Giménez Frontín Antonio Gómez Rufo Juan Manuel González Félix Grande Alfonso Grosso Raúl Guerra Garrido Eduardo de Guzmán Antonio Hernández Ramón Hernández Paula Izquierdo Diego Jesús Jiménez

Juan Ángel Juristo Agustín Lafourcade Luis Landero Enrique Lenza Ángel María de Lera Jacinto López Gorge Joaquín Marco Julián Marcos Adolfo Marsillach Fernando Martínez Laínez José María Merino Mario Merlino Pau Miserachs i Sala

Juan Mollá Isaac Montero Ana María Navales Lauro Olmo Ángel Palomino Salvador Pániker

Jesús Pardo Pedro J. de la Peña Meliano Peraile Carmen Posadas Cesáreo Rodríguez Aguilera Mercedes Salisachs Ramón Sánchez Lizarralde Gonzalo Santonja Santos Sanz Villanueva Ramón Solís Andrés Sorel Elena Soriano Daniel Sueiro Francisco Vélez Nieto Alonso Zamora Vicente

JUNTA DIRECTIVA DE ACE

PRESIDENTE:

JUAN MOLLÁ

VICEPRESIDENTES:

FÉLIX GRANDE ANTONIO GÓMEZ RUFO

SECRETARIO GENERAL:

ANDRÉs SOREL

TESORERO:

ENRIQUE LENZA

ASESOR JURÍDICO:

JUAN MOLLÁ

VOCALES:

ANTONIO HERNÁNDEZ Régimen interior

FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ Actividades culturales

CARMEN POSADAS Publicaciones

PAULA IZQUIERDO Relaciones con los medios de comunicación

JUAN ÁNGEL ruRISTO Vocal de Asuntos Sociales

CONSEJEROS:

RAMÓN HERNÁNDEZ

RAÚL GUERRA GARRIDO

ANTONIO COLINAS

MANDEL QUIROGA CLÉRIGO

SECCIONES AUTÓNOMAS

ASTURIAS:

VÍCTOR ALPERI

ANDALUCÍA:

JOSÉ GARCÍA PÉREZ

TRADUCTORES:

MARÍA TERESA GALLEGO

AUTORES DE TEATRO:

JESÚS CAMPOS GARCÍA

REPÚBLICA DE LAS LETRAS, es una revista no venal que se publica con el patrocinio de

~

CEDrO ~ CENTRO ESPAÑOL DE DERECHOS

REPROGRÁFICOS

Imprime: L. M. S. S. Depósito Lega!: M-8872-1980

J. S. S. N.: 1133-2158